EL PROBLEMA DEL PECADO ORIGINAL EN EL NUEVO TESTAMENTO

STANISLAS LYONNET, S.I. EL PROBLEMA DEL PECADO ORIGINAL EN EL NUEVO TESTAMENTO Das problem der Erbsünde im Neuen Testament, Stimmen der Zeit. 150 (19...
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STANISLAS LYONNET, S.I.

EL PROBLEMA DEL PECADO ORIGINAL EN EL NUEVO TESTAMENTO Das problem der Erbsünde im Neuen Testament, Stimmen der Zeit. 150 (1967) 33-39 Según el testimonio del AT y del NT la humanidad entera se encuentra en una situación de lejanía de Dios, de la que no puede liberarse sino por la gracia salvadora de Dios manifestada en Jesucristo. Esta situación se encuentra en cierta conexión con el pecado de Adán, el primer hombre. ¿Cómo hay que concebir esta conexión con Adán?, ¿como una relación de origen biológico o más bien como una manifestación de la solidaridad de la condición humana? Esta pregunta ocupa desde hace años a los teólogos. No se ha observado suficientemente que el NT, siempre que habla del pecado de la humanidad, trata mucho menos del pecado de Adán que del pecado que el hombre experimenta cotidianamente en su vida y que reconocemos, ante todo, por la Revelación de Jesucristo. Para mayor claridad podríamos resumir la enseñanza del NT en este par de tesis: a) Todos los hombres son pecadores y necesitan la salvación de sus pecados por Jesucristo. O más exactamente: todos son pecadores porque todos necesitan del único Salvador y Redentor, Jesucristo. b) Esta situación de pecado está en conexión con el pecado de Adán, el primer hombre. La primera tesis se encuentra casi en cada página del NT. Con frecuencia está formulada expresamente (con gran claridad en la carta a los Romanos). Muchas veces se la afirma implícitamente. Y se la presupone en todas partes. La segunda tesis, la conexión del pecado del hombre con el pecado de Adán, no se afirma casi nunca, ni siquiera implícitamente, y sólo Pablo la formula expresamente en dos ocasiones, en 1 Cor 15, 21 y en Rom 5, 12. De aquí se puede deducir que la segunda tesis no ocupa el mismo lugar en la enseñanza del NT que la primera. La primera proposición fundamenta todo el conjunto de la fe cristiana. Si hubiera hombres que no necesitaran salvación, entonces Cristo no significaría nada para ellos. Ya no sería Aquel "por el cual podemos ser salvos" (Act 4, 12). En este sentido se puede y debe decir que el dogma del pecado original es el fundamento de la fe cristiana. La segunda tesis, por el contrario, fundamenta el dogma cristiano sólo en la medida en que sirve de apoyo para la primera. Tiene una significación relativa. Quien diga: "todos los hombres son pecadores y sin Cristo no pueden alcanzar su salvación", no da por supuesto sin más que esta situación tenga su origen en el pecado de Adán. Se le podría objetar que no explica la pecaminosidad del hombre de la misma fo rma que lo hace Pablo en los lugares citados. Se le podría también preguntar si, con ello, no hace a Dios causante del mal del mundo o si con tales presupuestos puede ofrecer una síntesis convincente del dogma cristiano. Pero ciertamente no se podría decir que niegue la salvación de todos los hombres en Cristo. Y esto es realmente lo esencial del dogma cristiano.

STANISLAS LYONNET, S.I. ADÁN Y SU PECADO COMO ILUSTRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO La conexión de la situación universal de pecado con el pecado de Adán se afirma expresame nte, como hemos dicho, en dos pasajes del NT: 1 Cor 15, 21ss y Rom 5, 12. A mi parecer, la sobreentiende también Pablo en otros lugares (Rom 7, 7ss; tal vez 1, 21ss y Ef 2, 3), pero no todos los exegetas estarían de acuerdo con esta interpretación. Limitémonos a los pasajes que nos ofrecen más seguridad: "pero no; Cristo ha resucitado de entre los muertos como primicias de los que duermen. Porque como por un hombre vino la muerte, también por un hombre vino la resurrección de los muertos. Y como en Adán hemos muertos todos, así también en Cristo somos todos vivificados" (1 Cor 15, 20-22). "Así pues, como por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos habían pecado... " (Rom 5, 12). El punto de vista propio de estos textos mira a la salvación en Jesucristo. 1 Cor 15 habla de la Resurrección de Cristo como señal de la resurrección de todos los hombres. Rom 5 trata de la justificación de todos realizada en Jesucristo. Del papel de Adán se habla siempre en frases subordinadas. Todas empiezan con la conjunción "como... ". Ahora bien, el primer miembro de una comparación tiene siempre la misión de hacer comprensible e iluminar el segundo. Se parte de lo más conocido para proyectar luz sobre lo menos. Aquí nos encontramos con una comparación de este tipo. El papel de Adán se presupone como mejor conocido que la función salvífica de Cristo. Y Pablo de quien quiere hablar es de Cristo. Es el contenido y el fin de su predicación. Como ya escribió Ferdinand Prat, el Apóstol no tiene la intención de afirmar la existencia de Adán o de su pecado. El pecado de Adán, la universalidad del pecado y la solidaridad de todos los hombres en él son hechos ya conocidos, afirmados por la Escritura. No cons tituyen el fin, sino el presupuesto y el medio de su deducción. Se sirve de ellos para iluminar y demostrar la universalidad de la obra salvífica de Cristo. Se puede comprobar esto comparando estos textos con las formulaciones que usa Pablo cuando quiere introducir al lector en algo nuevo y desconocido. Por ejemplo, dice en Rom 11,25: "porque no quiero que ignoréis este misterio... ". O en 1 Cor 15, 51: "voy a declararon un misterio... ".

LA JUSTIFICACIÓN POR LA LEY Y EL MENSAJE DE SALVACIÓN Basándonos en lo que acabamos de insinuar, podemos proponer la siguiente hipótesis de trabajo: en el pensamiento de Pablo, la referencia al papel de Adán es sustancialmente un argumento ad hominem dirigido a sus enemigos judíos o judío-cristianos. Estos objetaban a los cristianos, y sobre todo a Pablo, que concedían a Cristo una significación exagerada. Frente a esta acusación, Pablo quiere mostrar que, en el plan salvífico de Dios, el papel de Cristo no es tan inverosímil como a ellos les podría parecer. Y lo intenta hacer desde la postura de sus adversarios. Para hacer entender a los judíos de su tiempo que Cristo era el mediador universal de la salvación, no podía apoyarse en la afirmación de que Jesús era el Mesías esperado por Israel, puesto que la figura del Mesías aparecía con un matiz marcadamente político. Incluso su misión espiritual hubiera sido empequeñecida en este sentido: el Mesías

STANISLAS LYONNET, S.I. debía conducir a Israel, con su predicación y su enseñanza, al cumplimiento exacto de la Ley. Así lo habían anunciado los Profetas. De esta forma, el hombre consigue la justificación, no por el Mesías, sino por el cumplimiento de la Ley que Dios ha propuesto como condición de alianza con su pueblo: "ésta es la sangre de la alianza que hace con vosotros Yahvé sobre estos preceptos" (Éx 24,8). La Ley contiene "la palabra de vida" (Act 7, 38), "las proposiciones de la vida" (Bar 3. 9, entre otros). Es el pozo cuya agua apaga la sed; la roca de Moisés que en el desierto proporcionó a los israelitas el agua salvadora; el camino que lleva a la verdad; la vida; el árbol de la vida del paraíso... En una palabra: todo lo que la Biblia dice de la Sabiduría se aplica a la Ley: es el único mediador de la salvación e incluso de la creación ("bienaventurados los israelitas porque les fue dado el instrumento por el cual el mundo fue creado"). Pero, según Pablo, esta misión salvadora ya no le compete a la Ley sino únicamente a Cristo. Si se acepta la mediación de la Ley, la justificación del hombre acontece ciertamente por Dios. Pero el medio de que se sirve es mi cumplimiento de la Ley. En cierto sentido, se puede decir que de esta forma se justifica el hombre a sí mismo. En la medida en que cumple la Ley consigue el don divino, la justificación. Para Pablo, por el contrario, justifica sólo Cristo, no la Ley o la fidelidad del hombre en la Ley. A los ojos de un judío de aquel tiempo, también a los de Pablo antes de su conversión, se trata aquí de un verdadero escándalo. Este escándalo no podía Pablo evitarlo, pero quería disminuirlo. Por ello intentó mostrar que el orden salvífico, introducido por Cristo en lugar de la Ley, no contradecía la actitud de Dios anteriormente revelada en la Escritura. Pablo encontró en el AT, tal como lo entendían e interpretaban sus contemporáneos, un acontecimiento más o menos parecido, en el que existía una cierta analogía con lo discutido: una persona, Adán, tenía -respecto al mal del mundo- una significación no menor que Cristo -respecto al bien-, ya que su conducta tuvo una repercusión en toda la humanidad.

¿EXPRESIÓN FORMAL O EXPRESIÓN CON CONTENIDO? Es verdad que existía en el judaísmo del tiempo de Pablo (libro de Henoch, libro de los Jubileos) otra forma de explicar la culpabilidad universal: a partir del pecado de los ángeles con las hijas de los hombres, tal como se narra en Gén 6,4 en conexión con el diluvio universal. Pero, aparte de que aquí nos encontramos más bien con un episodio pasajero del que no hallamos ninguna aclaración o testimonio ulterior en el AT, el pecado de Adán adquiere en el Génesis un lugar incomparablemente más importante y significativo. Se trata en él de la historia del padre de todo el árbol genealógico y se percibe que todo lo que se dice de este padre es para iluminar el destino de sus sucesores. Las referencias expresas a Adán son muy raras en el AT. Con toda claridad, sólo Sab 2,24. Sobre el pecado de Eva tenemos Ecli 25, 24. Se pueden encontrar, sin embargo, frecuentes alusiones. En cualquier caso y prescindiendo de la conclusión a que puedan llegar los exegetas sobre el sentido de los textos, era una convicción general en tiempo de Pablo que el mal del mundo y la culpabilidad universal de todos los hombres había sido provocada por la transgresión de Adán (cfr. los apócrifos: la Vida de Adán, el Apocalipsis de Moisés y, especialmente, el Apocalipsis de Baruch y el cuarto libro de Esdras).

STANISLAS LYONNET, S.I. Ciertamente que no por eso el judaísmo dejaba de afirmar enérgicamente la responsabilidad personal de cada hombre ante Dios. Esto se hacía en algunas ocasiones con tal fuerza que exegetas como Lagrange vieron en ello una "negación del pecado original". Así, por ejemplo, en esta frase del Apocalipsis de Baruch: "Adán fue causa sólo para sí mismo; pero nosotros fuimos un Adán para nosotros mismos" (54, 19). Pero en todas estas frases no se trata de las consecuencias de aquel pecado en el mundo y en la historia, sino del "castigo futuro" (54, 15) que por ello sufrirá cada hombre, es decir, de la responsabilidad imputable, ante la salvación o condenación eternas, a cada persona. En este caso tampoco la teología católica se expresa de otra forma. Reconocía, además, el judaísmo que la fuerza del bien sobrepasa a la del mal. Si Dios podía permitir -así argumenta 4 Esd- que por cl hecho de un solo hombre irrumpiera un diluvio de pecados en la humanidad, tan desbordante que nada pudo contenerlo, es porque el bien tiene una eficacia aún mayor. A este propósito bastará citar unos pocos textos. "Un grano de mala semilla fue sembrado desde el principio en el corazón de Adán. ¡Y qué cantidad de fruto de pecado ha arrastrado hasta ahora y arrastrará todavía hasta que venga el tiempo de la trilla! Considéralo tú mismo: si un granito de mala semilla ha traído tal fruto de pecado, ¡qué gran cosecha dará una espiga buena sembrada sin media!" (4 Esd 4, 30-32). Algo parecido podemos leer en un texto rabínico: "si quieres conocer el premio de los justos en el futuro, aprende del primer hombre. Solamente una prohibición le fue impuesta. La pasó por alto y, por ello, ¡con cuántas muertes fue castigado él, y sus descendientes y la descendencia de éstos hasta el fin de su linaje! Pero la medida del bien es mucho más rica que la del castigo. Y si él fue castigado con tantas muertes... con mucho mayor fundamento recibirá un premio aquel que se aparta de alimento impuro y se humilla en el día de la Expiación". Podemos concluir: Pablo argumenta para conseguir su objetivo, basándose en las ideas de sus adversarios. Se apoya en el principio de que el bien es más fuerte que el mal y de que todo lo que vale para el mal tiene una validez todavía mucho mayor para el bien. Acentúa también, que un solo hombre, un único hecho, puede tener repercusión en toda la humanidad, como muestra Rom 5, 12-19 en la antítesis de "uno- muchos" o "unotodos". Pablo presupone, en sus lectores y oyentes, el reconocimiento de la universal eficacia del pecado y a partir de aquí, busca iluminar la eficacia universal de la muerte de Cristo, como un acto de obediencia opuesto a la desobediencia de Adán. Si nos preguntamos por qué el autor del Génesis une la situación de la humanidad, tal como ahora se encuentra, a un pecado acontecido al comienzo de la historia, la respuesta parece clara. El fin que pretende es la proclamación de que el mal no procede de Dios ("Dios vio que todo era bueno") y que Dios es el Creador de todo. El mal del mundo tiene su origen en el hombre y en un mal uso de su libertad. Dios no es responsable de ello, pero quiere encontrar un camino salvador para esta situación (Gén 3, 15). Resumamos lo expuesto: el peso de las afirmaciones en las cuales Pablo atestigua expresamente el pecado de Adán está puesto en la verdad de la salvación universal en Cristo. Este hecho salvífico, válido para toda la humanidad, se entiende mucho mejor sobre el fondo de una universalidad parecida en el pecado. Y, para explicar esta comunidad en la culpa, Pablo encuentra una aclaración en el pecado del primer hombre,

STANISLAS LYONNET, S.I. tal como lo relata la Escritura y como él lo había oído explicar a sus maestros. Nada índica que él no hubiera hecho suya esta explicación. Pero, ciertamente, se sirve de ella tan sólo como ejemplo o ilustración. La cita solamente para explicar la significación de la obra salvífica de Cristo y para facilitar a sus oyentes judíos el paso a la verdad fundamental de la fe cristiana. Tradujo y condensó: RAMIRO REIG