Casa de Acogida de Menores de Zizurkil

Casa de Acogida de Menores de Zizurkil Sobre la casa de acogida de menores de Zizurkil, lo único que se puede decir es que no hay derecho. No hay dere...
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Casa de Acogida de Menores de Zizurkil Sobre la casa de acogida de menores de Zizurkil, lo único que se puede decir es que no hay derecho. No hay derecho a cómo han tratado a los vecinos de ese inmueble. Cómo es posible que hayan abierto un centro de acogida para menores conflictivos dentro de una comunidad de vecinos, siendo muchos de esos menores no sólo conflictivos, sino terriblemente conflictivos, e incluso peligrosos. Los políticos que han dado pie a esa aberración, los políticos que en las juntas generales y en la diputación han dado luz verde a semejante proyecto esperpéntico no merecen la confianza que en ellos hemos depositado. O, tal vez, vayamos a pensar bien. Pensemos, por ejemplo, que no sabían lo que iba a suceder, pensemos que han actuado con buena voluntad, en un principio al menos; pensemos que sobre todo querían proteger a esos menores por encima de todo… Bueno, todos podemos equivocarnos. Yo también tengo políticos con los que me identifico en las Juntas Generales o en la Diputación Foral de Gipuzkoa. Pero, en cualquier caso, ha pasado demasiado tiempo y es un secreto a voces lo que está sucediendo en ese centro de Zizurkil (y, probablemente, en cualquier otro centro similar). De todas maneras, ¿a quién se le ocurre meter a estos jóvenes en un inmueble vulgar y corriente, obligando a los vecinos a una convivencia infernal puerta con puerta? Pero, ¿no es más que evidente que estos jóvenes tendrían que estar en una casa tipo villa o tipo caserío? No en la punta del Txindoki; dentro de una localidad, sí, pero no en un edificio de plantas compartiendo puerta con puerta una convivencia imposible con el resto de vecinos. ¿Qué pasa? ¿Tan difícil es entender eso? ¿Tan difícil es encontrar para estos chicos y chicas unos locales, unos inmuebles más adecuados, en los que puedan vivir con unas condiciones dignas pero sin hundir en la miseria moral al resto de los vecinos de un inmueble? Algunos se piensan que son de izquierdas, otros que tienen un “corazón de oro” y otros que todo vale (con tal de que no se lo pongan en su casa), y con ello tratan de justificar decisiones absurdas e injustas, y ésta desde luego, es una de ellas. Hay que estar sordo, ciego y mudo para no querer oír, ver y denunciar esa realidad. Yo creo que algunos se piensan que practicar políticas sociales consiste en romper algo que previamente estaba bien para, tal vez, arreglar algo que estaba mal, y al final, lo único que consiguen es que lo que antes funcionaba bien deje de funcionar y que lo que antes no funcionaba bien… siga sin funcionar bien. Total, mucha solidaridad para con gente extraña, bizarre, y poca, muy poca, para la de casa. Yo creo que ésa es la conclusión más evidente que puede sacarse de la casa de acogida de menores de Zizurkil. Oigan, señores representantes, váyanse ustedes y sus familias (con sus hijos e hijas incluidos) a vivir a ese inmueble, si tanto les va la marcha underground, drogata, quinqui y marginal. No te jode…

Ni racistas ni imbecilistas Cuando una buena parte del mundo musulmán ve imágenes que caricaturizan sus creencias, sus profetas y sus iconos religiosos, buena parte de ese mundo se revela y se ofende de manera inmensa y salen a las calles y hay manifestaciones, muertos, motines, atentados… Pero cuando una buena parte del mundo musulmán ve imágenes de hombres y mujeres lapidados acusados de “horribles” adulterios, o asesinatos de niñas por acudir a la escuela, o personas con las manos mutiladas por haber “robado” una manzana, etcétera, etcétera, entonces… no pasa nada. El mundo musulmán, va bien. Mahoma y Alá saben lo que se hacen. Vamos, unos rastafaris de la hosti… Visto lo visto, he llegado a una conclusión: una buena parte de los musulmanes tienen un problema del copón. Y yo no sé qué tienen que hacer para solucionarlo. Ellos lo sabrán mejor que yo. Puede que sí sepa qué es lo que tendrían que hacer para solucionarlo, pero hay cosas que únicamente se pueden arreglar desde dentro. Aunque más vale que se den prisa, porque si no, van a acabar desapareciendo del mapa (autoaniquilados). Hay una cosa que tengo muy clara. Ese mundo musulmán histérico, intransigente, basado en la intolerancia y en el desprecio a los derechos fundamentales de hombres y mujeres, no me interesa en absoluto, no lo quiero ver ni en pintura en mi país. No quiero ver cómo la población musulmana aumenta de manera espectacular en mi propio territorio, no si se trata de esa población musulmana aferrada a sus criterios inquisitoriales y ridículamente patriarcales y represivos. Ya tuvimos bastante con la Inquisición en nuestro país. Y de hecho, ya tenemos bastante con los católicos de pro que siguen viviendo entre nosotros, mostrando en muchas ocasiones desprecio, prepotencia y despotismo hacia los demás (de hecho, la iglesia fue el gran aliado del franquismo; y católicos son los que votan a la derecha –vinculada descaradamente al franquismo– en Spain). No confundamos el racismo con el imbecilismo. Euskal Herria es nuestra casa, tenemos nuestras costumbres, somos una sociedad laica (más o menos). Y Europa también lo es. No quiero que ese equilibrio se rompa. Porque ése es el buen camino. Nos ha costado mucho (siglos) salir del agujero religioso. Y veo con alegría, por ejemplo, en Egipto cómo una buena parte de la población se levanta contra los Inquisidores musulmanes. Y cómo también ocurre otro tanto en Turquía. Y está también la heroica resistencia Iraní. Y esas extraordinarias mujeres que un buen día cogen el coche y salen a conducir por las calles de Arabia Saudita. Y siento hacia esos jóvenes, hacia esos hombres y mujeres que claman por sus derechos más elementales, una empatía y una solidaridad total y absoluta, y me sumo y me siento completamente identificado con sus reivindicaciones. Pero también veo cómo, en todos los países en los que la religión musulmana radical se impone, no hay más que guerras, asesinatos, atentados colectivos, retraso económico y cultural, delitos sangrantes contra las personas, las mujeres relegadas a la procreación, etcétera, etcétera.

No, no. Yo ese modelo de convivencia no lo quiero en mi casa, ¿eh? Y si un fanático musulmán me dijera, “o te conviertes a mi visión del mundo o te aniquilo”, yo, en ese caso, le respondería exactamente lo mismo. Ni más ni menos.

Touchez pas ma pute! Enviar a los hombres a la cárcel por mantener relaciones sexuales con prostitutas, al margen de todo tipo de maltrato o de redes oscuras de proxenetismo, es decir, tratándose de relaciones consentidas, sin existir ningún tipo de violencia, sin “chulos” ni traficantes de por medio, y convertir así a esos hombres en delincuentes, encarcelándolos, imponiéndoles sanciones económicas y destruyéndoles socialmente… pero, ¿y eso también es feminismo…? Pues yo a eso no lo llamaría feminismo; yo más bien lo llamaría femichismo. Y quien promueve y realiza planteamientos de esa índole para mí no es más que una vulgar inquisidora, una femichista ridícula, prepotente y con menos capacidad que una babosa para entender al ser humano, sean hombres o sean mujeres. Muchos son los hombres que han mantenido posturas de apoyo a los distintos movimientos de la mujer a favor de su igualdad y de su equiparación con el hombre. Pero llegados a este punto, yo ya no veo más que a unas farsantes, ligadas a una ridícula y peligrosa yihad, en la que pasando por encima de las libertades individuales y colectivas, aspiran a convertirse en meros órganos de poder victorianos, represivos, asexuados, de talante dictatorial, que ni comprenden la sexualidad del hombre ni probablemente la de la mujer, en general. Hasta aquí hemos llegado. Si algo más había que entender, se lo cedo a la siguiente generación. Por mi parte, que no me venga un partido político pidiéndome el voto y al mismo tiempo proponiéndome esta aberración femichista en su programa político, porque ni qué decir tiene que enviaré a unos/unas y a otros/otras literalmente a tomar por el c... Y como dice la canción, “si por la calle veo a un ladrón, zancadilla pongo al perseguidor” (o “perseguidora”). Y en este caso, ídem de ídem. Y por cierto, yo no voy a decir eso del “touchez pas ma pute”, porque, aunque ello se haya planteado en un tono jocoso, entiendo que, fuera de contexto (y las femichistas integristas saben mucho de sacar las cosas fuera de su contexto), no suena demasiado bien. Sin embargo, lo que sí voy a decir es que ni se te ocurra tocar a mi hijo, ni se te ocurra tocar a mis familiares, a mis amigos y, en general, ni se te ocurre tocar a mi gente, ni a mí, por haber mantenido relaciones consentidas con una prostituta. Porque, a partir de ese momento, yo no vería más que a auténticas “torquemadas”, vulgares represores/as que vienen a pisotearme a mí y a las personas que me importan. Emplear la ley, la policía, la cárcel, las multas, el agravio social, etc. para “abolir” las relaciones sexuales remuneradas y consentidas, eso es emplear la violencia, y practicar el terrorismo jurídico y social para crear una sociedad “a medida” de cuatro yihadistas inquisitoriales, androfóbicas y represivas. Váyanse a un psiquiatra, a ver si las curan. O mejor aún, váyanse a tomar viento, o váyanse a vivir a una isla desierta y pongan allá en marcha su ridícula sociedad de bien-pensantes y, probablemente, de frustrados/as asexuados/as. Que se vayan.

En realidad, a quienes tratan de encorsetar, de secuestrar y de defraudar a su sociedad con este tipo de medidas represivas y humillantes, se les debería imponer sanciones, sean de un tipo o de otro, y en definitiva, retirarlas de la vida social, y que su pudran en su patético rencor sexista. Y no confundamos las cosas. Porque a todo el mundo nos parece muy bien que se persiga a las mafias, a los/las explotadores/as sexuales, a los/las psicópatas, y, en general, a los/las malhechores/as ligados/as a la prostitución. Pero ése no es el caso. Aquí se habla de otra cosa. Se habla de quienes ejercen la prostitución por propia iniciativa, sin terceros, sin chulos, sin proxenetas. Y se habla de personas, de hombres, de mujeres, que por una u otra razón acuden a dichos servicios. Y la mayoría son buenas personas. Seguramente mucho mejores de lo que puedan ser algunas de estas “traficantes de buenas costumbres”, que se han subido a un pedestal desde el cual pueden ahora “contemplar” en qué consiste “el bien y el mal”, y por tanto, cómo debe organizarse una sociedad “de bien”. En el fondo, no son más que unas fanáticas y retrógradas, al más puro estilo de los republicanos de las zonas más cutres de los Estados Unidos, y que vienen a “reforzar” su subcultura ñoña, reproductora y sexualmente hablando más aburrida y roñosa que la del tío Gilito. En vez de perseguir a las personas que buscan aliviar un poco su soledad o su necesidad sexual o incluso afectiva (porque detrás de la prostitución legal hay o puede haber bastante más que un polvo), mejor harían si persiguieran a los hijos de puta y a las hijas de puta que se dedican a construir armas de destrucción masiva, si persiguieran a los torturadores y torturadoras que actúan con total impunidad en los distintos regímenes políticos del mundo (por ejemplo, a las putonas torturadoras de la cárcel de Abu Ghraib –¿ya han publicado sus nombres? ¿o una orden de arresto internacional?); o mejor si persiguieran a los cabrones y cabronas que promueven las guerras, los genocidios, el hambre, el paro, las catástrofes medioambientales; harían mejor si persiguieran a los hombres y mujeres que destruyen nuestro planeta con sus nefestas y temibles tecnologías, a los jueces y juezas que imparten justicia en base a criterios políticos o, incluso, en base a criterios personales (habrá muchas como ustedes en la judicatura, ¿no?); mejor si persiguieran a esas violadoras que dejan a los hombres en la puta calle en base a leyes desfasadas y decimonónicas con las que ustedes tan bien se amoldan y cuyas estadísticas de falsas denuncias (en casos de divorcio) por maltrato tan hábilmente se esfuerzan en ocultar y en maquillar, con la inestimable ayuda de unos cuantos títeres (ya saben, esos monigotes que tan fácilmente manipulan “porque si no, te acuso de machista y te jodo unos cuantos votos”) y de unos cuantos medios de comunicación mercantilistas e interesados. Yo, personalmente, no acudo a los prostíbulos. Por la razón que sea, porque tengo familia, porque me dan miedo las enfermedades sexuales, porque no me hace falta… Sea por la razón que sea, pero, en cualquier caso, si no acudo a los prostíbulos, quiero que sea porque no me hace falta acudir a los mismos (y que no me haga falta a mí, no quiere decir que no puede hacerle falta a otras personas), pero lo que no soporto es la idea de no poder acudir a un prostíbulo porque “esté prohibido”, porque si lo hago paso a convertirme en un “delincuente”. Pues miren, aquí, las únicas delincuentes me parece que son ustedes. Y unas delincuentes de guante blanco. Pero tengan cuidado, porque

con sus engañifas puede que, al principio, se la den con queso a su sociedad, pero en cuanto ésta se dé cuenta del engaño, van a quedar completamente en evidencia. Y al final, va a ser más lo que van a perder, que lo que van a ganar. Incluso pueden poner en peligro muchos logros –digna y merecidamente– conseguidos por las mujeres. Y ojo, a ver si acaban yendo a la cárcel a visitar a sus hijos, a sus amistades y a sus familiares, porque les han “pillado” in fraganti manteniendo relaciones absolutamente discretas y consentidas con una prostituta. Al final, algunas no sé qué quieren, crear una sociedad de eunucos o así… Las mujeres son como son, y los hombres son también como la naturaleza les ha creado. Todo no es cultura. Todo no es cultural. Algunas cosas, algunos deseos, algunos impulsos, se llevan en los genes. Y las mujeres son como son, y los hombres son como son. Y todo no se puede ni se debe regular. A algunas femichistas ya sólo les falta salir a la calle con pancartas en contra de la ablación en África y luego, eso sí, se vendrán aquí a practicar la castración contra quien haya echado un polvillo pagando. A ver si vamos a empezar a enterrar hasta la cintura a los hombres que hayan mantenido relaciones consentidas con una prostituta y luego que vengan cuatro feministillas psicópatas para que los maten a pedradas. Pues mejor las pedradas se las damos a ellas. Y probablemente ni se enterarían. De lo dura que tienen la mollera. Todos y todas sabemos dar tambores de hojalata a quienes se lo merecen. Todos y todas sabemos poner en Internet 345 fotografías de 345 andróginas bajo el título de “345 FEMICHISTAS GILIPOLLAS”. Porque, en el fondo, todos y todas sabemos hacer el gilipollas. Y unas veces así nos lo demuestran los hombres, y otras veces así nos lo demuestran las mujeres, como sucede en este caso. Y es que, tal y como puede apreciarse, la gilipollez no conoce fronteras ni es monopolio de ninguno de los dos sexos. (Y por cierto, cuando la ETB2 da este tipo de noticias, en vez de la televisión de los vascos –y vascas–, parece la televisión de las vascas –y vascas–, o lo que es lo mismo, la televisión de Sor Emakunde. Claro que, no es de extrañar, teniendo en cuenta que en nuestros informativos hay 12 corresponsales mujeres por cada 3 del género masculino. ¡Curiosa manera de entender y de extender el concepto de igualdad!)

Colonoscopia sí, colonoscopia no Está claro que los beneficios de las campañas de prevención contra el cáncer de colon tienen también sus “efectos colaterales”. Y para empezar, tienen efectos colaterales psíquicos, porque desde el momento en que te dicen que el test ha dado positivo hasta el momento en que te hacen la prueba (2-3 meses) ya no actúas como una persona “sana”, sino que la preocupación y la sospecha de que puedas tener una enfermedad grave (cáncer de colon) ya está ahí, y a partir de ese momento, tú no eres el mismo. Sea o no sea una falsa alarma. En definitiva, te quedas literalmente sin 2 o 3 meses que te pertenecían como persona sana. En cierta manera, ese derecho que todas las personas tenemos de gozar de nuestra buena salud mientras la tengamos, queda un poco en entredicho. Y acabas preguntándote, “¿y no podían aguardar hasta que estuviera “un poco” enfermo antes de empezar a hurgarme en mis entrañas y de quitarme mi perspectiva de persona sana?”1 Por otro lado, la efectividad de esos tests no es muy elevada; de hecho, tienen una estadística de error muy alta. Luego están los pólipos, sí, pero ¿acaso se sabe cuándo un pólipo va a pasar a convertirse en un cáncer maligno o si va a permanecer tal cual durante otros 25 años? Y si la prueba te la hacen con 50 años o más, y el tiempo de desarrollo de la enfermedad es más bien largo, ¿qué importa que con 75 u 80 años mueras de cáncer? ¿No has vivido ya para entonces suficiente? ¿Para qué alargar la vida? ¿Para que al final seamos una carga para nuestra familia, para nuestra sociedad y para nosotros mismos…?2 Y todos esos papeles que la persona interesada –y sana– tiene que firmar… os aseguro que harían perder la flema a la mismísima reina de Inglaterra. Qué gracia, que te vengan luego diciendo: “Mire, tenemos dos noticias, una buena y otra mala. La buena es que no tenía usted nada, y la mala es que en la prueba le hemos perforado el colon”. Hombre, a mí me dicen eso, y me quedaría como si tuviera ante mí al mismísimo Dr. Frankenstein. Y si eres un poco aprensivo, puede que te preguntes si acaso van a empezar a enterrarnos antes de que estemos muertos, “no vaya a ser que luego sea peor, por si las moscas…” Además, si en la prueba te observan un pólipo con mal aspecto y que en pocos años se hubiera convertido en cáncer y al quitártelo te hacen una perforación en el colon, bueno, ese riesgo es razonable, se puede asumir. De hecho, está bien (algunos pólipos sí que los médicos saben que se convertirían en cáncer al cabo de unos pocos años). Pero otros pólipos pueden estar ahí años y años, sin llegar a desarrollarse. Y a la vista de los 1

Esta pregunta tiene una buena respuesta: aguardar “un poco”, puede significar llegar demasiado tarde, cuando ya nada se puede hacer. 2 A esa pregunta se le podría también buscar una buena respuesta: que levanten la mano las personas de 75-80 años que consideren que ya han vivido demasiado y que no les importa ir haciendo las maletas para irse a vivir al otro barrio.

papeles que tienes que firmar para la realización de la prueba de la colonoscopia, al final piensas: “Oigan, ya les donaré mi cuerpo el día que me muera, pero tengan ustedes un poquito de paciencia”. En el fondo, tenemos aquí dos situaciones muy distintas. Una, te sientes enfermo y acudes al médico y a partir de ahí viene el tema de la colonoscopia y demás. Y dos, no te sientes enfermo, no tienes ningún síntoma de nada, y… es el propio médico el que acude a ti “por si acaso estás enfermo”. Y para eso, tienes que hacerte una prueba que “tranquilo, sólo una de cada 1.000 sale mal”3. En el primer caso tienes algo que ganar, es decir, si estás enfermo tienes algo (mucho) que ganar, y merece arriesgarse a lo que sea, con tal de recobrar (o intentar recobrar) la salud. Pero si, en principio, no tienes nada de nada de nada, entonces, “¿por qué tengo que asumir ningún riesgo?”, piensas. O que mejoren las técnicas. No sé, se podían utilizar colonoscopias virtuales en los casos en los que, en principio, no exista ninguna razón objetiva para pensar que una persona pueda estar enferma, puesto que la propia persona interesada no tiene el más mínimo síntoma de estarlo4. Otro tema que merece la pena mencionar es la falta de información respecto al test para la detección de sangre en las heces. Te envían el frasquito pero no te dan el más mínimo consejo. Y alguno debieran dar. Por ejemplo: “Si ha acudido al dentista y se ha hecho alguna limpieza bucal o implante o cualquier otra acción que le haya provocado sangrado, aguarde unos días antes de realizarse el test”, o “No se haga el test si previamente ha tenido alguna hemorragia nasal. Aguarde unos días hasta que los restos de sangre hayan sido eliminados del colon”. A las mujeres no les suelen advertir de no hacerse el test cuando están con la regla. Así es que el listado de “falsas alarmas” aumenta considerablemente. Claro, desde el punto de vista médico, cuantas más colonoscopias se realicen, mayores índices de éxito se alcanzarán en la estadística5. Eso sí, las colonoscopias a gran escala suponen hacer pasar por la prueba a muchísimas personas que en realidad no tendrían porqué someterse a la misma. Y alguien dirá, “Bueno, Xabier, no es obligatorio hacerse la prueba, ni hacerse el test ni la colonoscopia ni nada”. Sí, pero, una vez abierta la caja de los truenos, ¿quién es el guapo que sale corriendo? La cuestión es, ¿merece la pena abrir esa caja? Yo no he puesto esa caja ahí. La ha puesto el sistema de salud. Y lo lógico es seguir los consejos del médico (¿o no?) Y luego, otra reflexión. El cáncer de colon ocupa un lugar destacado en las causas de muerte por cáncer, sí, pero… ¿qué lugar ocupa en las causas de muerte, en general? Por ejemplo, de mil personas de entre 50 y 60 años que mueren, ¿cuántas son realmente las que fallecen por cáncer de colon? Es decir, no estoy preguntado cuántas personas mueren por cáncer de colon de entre las personas de 50-60 años que mueren de cáncer, sino que estoy preguntando sobre cuántas personas de entre 50-60 años que mueren (sea de cáncer sea por accidentes de circulación sea por cualquier otra razón), cuántas de ellas mueren realmente por cáncer de colon. Y puedo imaginarme cuáles son las causas 3

Es en este momento cuando levantes el dedo y preguntas al médico: “¿hasta qué punto puede salir mal…? 4 ¿Se puede considerar como “indicio objetivo” la presencia de sangre en las heces…? 5 Y eso quiere decir que el número de personas que cogerán a tiempo será aún mayor. Y eso es importante. Imagínate que eres unas de esas personas. Te quitan un cáncer antes de que éste hubiera alcanzado su fase irreversible…

que ocupan los primeros puestos (el “top-ranking”) de la mortalidad: accidentes de circulación, accidentes de trabajo, ataques cardíacos, etc., etc. Y al final, probablemente entre los lugares más modestos de la tabla, aparecerán no ya los cánceres, sino los cánceres de colon. Si sólo hubiera diez maneras de morir y el cáncer de colon fuese una de ellas, entendería esa preocupación y entendería la necesidad de las colonoscopias y del riesgo que conllevan (sea o no sea un riesgo “bajo”). Pero teniendo en cuanta las innumerables y variadas maneras de morir que existen, no sé a santo de qué viene andar mareando al personal sano e incluso induciéndolo a afrontar una serie de riesgos en aras de prever el cáncer de colon, y todo ello, como digo, en pacientes que en principio no han dado ningún síntoma de nada y que puede que estén más sanos que el propio personal médico que los atiende. Además, ¿no estaremos buscando literalmente una aguja en un pajar? ¿Por qué buscar en el colon lo que tranquilamente pudiera estar desarrollándose en cualquier otra parte del cuerpo? ¿Empezamos a realizar trepanaciones “por si acaso”, no vaya a ser que tengamos un principio de tumor cerebral que más adelante, si se cogiese demasiado tarde, sería ya irreversible? ¿Colocamos marca-pasos sólo como medida de precaución, de manera que si un corazón deja de latir el aparato se ponga automáticamente en funcionamiento? ¿Y si organizamos campañas de prevención para cada uno de los órganos vitales que pueden verse afectados por cualquier enfermedad razonablemente extendida en nuestra sociedad? Puede que esté equivocado, pero si empezásemos a plantear así las cosas, al final tal vez tendríamos que dejar de trabajar y dedicarnos en cuerpo y alma al cuidado, observación y tratamiento preventivo de cualquier posible complicación futura relacionada con nuestra salud. O sea, vivir de rodillas, ¿no…? Y ésta es la colonoscopia vista desde el punto de vista de un paciente, en principio, sano como una manzana. Y alguien me dirá, “Sí, pero tú, Xabier, no tienes la perspectiva de un médico de oncología. Tú no sabes la de innumerables casos de cáncer que podrían haberse evitado o curado si previamente se hubieran hecho a tiempo las oportunas colonoscopias”. Y, la verdad es que, ante eso, bien poco podría decir. Ante una frase rotunda como ésa, tal vez deberíamos admitir que en el fondo la colonoscopia no es tampoco para tanto, que su riesgo es muy pequeño y que los beneficios que reporta son inmensos en los casos de detección precoz del mal.