RESUMEN EDAD MODERNA

La Edad Moderna comienza en 1453 (fecha en que los turcos toman Constantinopla) y termina en 1789 (inicio de la Revolución Francesa). Estos siglos podemos dividirlos en tres periodos: un periodo de expansión hasta finales del siglo XVI, otro de crisis durante el siglo XVII y un periodo de recuperación (siglo XVIII).

La Europa de los siglos XV y XVI A lo largo del siglo XV, Europa inició una recuperación demográfica y económica y superó la grave crisis del Siglo XIV. El crecimiento de la población favoreció el aumento de la producción agrícola, que estaba estancada hasta entonces. Además, el aumento de la producción artesanal y el impulso del comercio favorecieron la recuperación de las ciudades. Precisamente, el gran auge del comercio marítimo en esta época propició uno de los acontecimientos más trascendentales de la Edad Moderna: el descubrimiento de América (consecuencia de la interrupción de la Ruta de la Seda por los turcos y de la necesidad de encontrar una ruta alternativa hacia Oriente). En el plano social, lo más destacable fue el ascenso de la burguesía como consecuencia del desarrollo de actividades como el comercio, la artesanía y la banca. En cuanto a la política, los reyes arrebataron buena parte de su poder a la nobleza y lo centralizaron en sus manos, dando lugar a un nuevo modelo de organización del poder: la monarquía autoritaria. Los primeros monarcas en lograr esto fueron los Reyes Católicos.

En cuanto a la cultura, en el siglo XV en Italia surge un movimiento de renovación cultural llamado Humanismo, que se extenderá por el resto de Europa en el s. XVI. El Humanismo se caracteriza por la exaltación del ser humano, que pasa a ser la principal ocupación de los pensadores (homocentrismo), frente al teocentrismo medieval. Los humanistas (Pico della Mirandola, Erasmo de Rotterdam, Tomás Moro, Luis Vives) se inspiran en la antigüedad grecolatina, cuyo saber se recupera en gran parte en esta época. Las nuevas ideas de los humanistas se difundieron a

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través de las academias, las universidades y, sobre todo, a través de un nuevo invento: la imprenta. Esta confianza en el ser humano despertó el interés por la ciencia y el progreso técnico e impulsó los grandes descubrimientos marítimos de los siglos XV y XVI llevados a cabo por españoles y portugueses.

El gran acontecimiento de esta época fue la Reforma protestante iniciada por Martín Lutero en 1517 y que terminó con la unidad espiritual que Europa había tenido durante la Edad Media. Las críticas de Lutero a la Iglesia Católica dieron lugar a la creación de una nueva rama del Cristianismo, el Protestantismo, cuyos principios son la salvación por la fe, el sacerdocio universal y la autoridad de la Biblia, además de reconocer sólo dos sacramentos (el Bautismo y la Eucaristia). Pero lo que empezó como una crisis espiritual se convirtió en un gran conflicto político, al apoyar los príncipes alemanes a Lutero frente al emperador Carlos V. la división de Europa entre católicos y protestantes dará lugar a numerosas guerras. La Iglesia Católica reaccionó al avance del Protestantismo con la llamada Contrarreforma, un movimiento de renovación de la Iglesia que fue impulsado en el Concilio de Trento (1545-63).

En el terreno artístico, el estilo de estos siglos es el Renacimiento, que surge igualmente en Italia en el siglo XV y se extenderá por el resto de Europa en el siglo XVI. El Renacimiento toma como modelo el arte clásico grecorromano. Escultores y pintores se centran en la representación del cuerpo humano, buscando un ideal de belleza. Además, encuentran una nueva manera de representar el espacio a través de la perspectiva. Los artistas más importantes de esta época fueron los arquitectos Brunelleschi y Bramante, el escultor Donatello y los pintores Boticelli, Leonardo, Rafael y Miguel Ángel, que también fue arquitecto y, sobre todo, escultor.

Los inicios de la Edad Moderna en España A finales del siglo XV suben al trono Isabel I en Castilla y Fernando II en Aragón, que contraerán matrimonio y pasarán a la historia como los Reyes Católicos. Este enlace no supuso la unión de ambos reinos. Los Reyes Católicos sentaron las bases de la

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monarquía autoritaria española creando una serie de organismos que fortalecieron la autoridad real.

A comienzos del siglo XVI sube al trono Carlos I, nieto de los Reyes Católicos, y con él se inicia una nueva dinastía en España: los Austrias. Carlos I (1517-56) reunió una gran herencia territorial en su persona y con él la monarquía hispánica se convirtió en la más poderosa de Europa. De todos modos, en los primeros años de su reinado las decisiones que tomó se encontraron con el rechazo de sus súbditos (conflictos de las Comunidades y las Germanías). En política exterior, Carlos I, elegido emperador, mantuvo guerras contra Francia, contra el avance turco y contra los príncipes alemanes que apoyaban el Protestantismo.

A Carlos Ie sucederá su hijo Felipe II (1556-98), que heredará de su padre la mayor parte de los territorios pero también sus problemas. Mantuvo numerosos conflictos, algunos de ellos saldados con éxitos (enfrentamiento contra Francia –victoria en la batalla de San Quintín,1557-, victoria contra los turcos en la batalla de Lepanto,1571) y otros con fracasos (derrota de la Armada Invencible contra Inglaterra,1588; rebelión de los Países Bajos). Se puede decir que con Felipe II la monarquía española mantuvo su posición hegemónica en Europa pero en su reinado ya se anuncian algunos síntomas de su futura decadencia, ocasionada por el desgaste que produjeron las numerosas guerras en las que se vio envuelta.

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El siglo XVII: la Europa del Absolutismo

Europa vive en el siglo XVII una serie de cambios políticos y sociales de gran importancia. Para empezar se instaura un nuevo equilibrio de poderes: la monarquía hispánica pierde su hegemonía tras la Guerra de los Treinta años (1618-48), que enfrentó a católicos y protestantes, y cede a Francia.la supremacía europea tras la Paz de Westfalia, que pone fin a esta guerra. Tras este enfrentamiento, finalizan las guerras de religión y Europa quedará dividida entre un sur católico (España, Portugal, territorios italianos) y un norte protestante (Holanda, parte de los territorios alemanes, Inglaterra, Dinamarca, Suecia).

Por otro lado, en el siglo XVII las monarquías impondrán una nueva forma de poder, el Absolutismo, sistema de gobierno según el cual el poder de los reyes proviene directamente de Dios y sólo a él debe rendir cuentas. Esto justifica que el poder del rey sea ilimitado: él es la autoridad máxima de gobierno, la cabeza de la justicia y dirige la política interior y exterior. No se somete a ningún control, por lo que no convoca a los Parlamentos o Cortes. Para gobernar, el monarca se rodea de ministros, consejeros y secretarios, además de un gran número de funcionarios, que le auxilian y extienden su poder por todo el territorio.

En las monarquías absolutas el rey llega a ser la encarnación del Estado. Quien mejor ejemplifica esto es el monarca francés Luis XIV (1643-1745), que llegó a decir “el estado soy yo”. Luis XIV trasladó la corte al nuevo Palacio de Versalles, en el que todo giraba en torno a su persona (por ello es conocido como el “Rey Sol”. Allí domesticó a la nobleza, manteniéndolos entretenidos con espléndidas fiestas. Para gobernar se rodeó de consejeros y funcionarios competentes, escogidos por su capacidad y no por su título.

Sólo Inglaterra escapó a esta forma de poder, tras la Revolución de 1688, que instauró una monarquía parlamentaria, en la que el poder del rey estaba limitado por 4

las Cortes. Para tomar ciertas decisiones, el rey debía consultar y obtener la aprobación de las dos cámaras del Parlamento: la de los Lores y la de los Comunes.

Economía y sociedad en el siglo XVII

La población europea se mantuvo estancada a lo largo del siglo XVII (en algunos países incluso descendió) debido a las guerras, epidemias y hambrunas. La sociedad continuaba siendo estamental, dividida entre privilegiados (nobles y clero) y no privilegiados, aunque un sector de entre éstos, la burguesía, continuó aumentando su poder e influencia, especialmente en los países de religión protestante, donde impuso sus valores basados en el puritanismo y el enriquecimiento a través del trabajo.

Surge un nuevo sistema económico conocido como mercantilismo, según el cual la riqueza de un país se medía por la cantidad de metal precioso (oro y plata) que poseyera. Por lo tanto era necesario promover la industria nacional y el comercio, para vender mucho y comprar poco al exterior, y así, acumular moneda. Con este fin, el Estado impulsó el establecimiento de manufacturas reales, grandes talleres artesanales en los que se producían, sobre todo, artículos destinados a la Corte (tapices, cristal, porcelanas. También los estados apoyaron la creación de las compañías internacionales de comercio para controlar el comercio marítimo, cuyo centro se trasladó desde el Mediterráneo al Atlántico, dominado ahora por Inglaterra y Holanda. El hecho de que el mercantilismo necesitaba de la ayuda del Estado, como hemos visto, contribuyó a reforzar el poder de los monarcas absolutos.

El siglo XVII en la monarquía hispánica: el declive del Imperio

Si Carlos I y Felipe II se habían caracterizado por ser monarcas enérgicos y de gran personalidad, sus sucesores del siglo XVII - Felipe III, Felipe IV y Carlos II – van a ser reyes débiles que van a renunciar a ejercer personalmente las tareas de gobierno y las van a delegar en validos, nobles ambiciosos de la confianza del rey

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que gobiernan en su nombre (como el duque de Lerma con Felipe III o el condeduque de Olivares con Felipe IV).

El reinado de Felipe III (1598-1621) fue tranquilo en política exterior debido a la Tregua de los Doce Años firmada con Holanda (1609). En política interior lo más destacable fue la expulsión de los moriscos (1609). El reinado de Felipe IV (1621-65), por el contrario, fue muy convulso. España volvió a involucrarse en los conflictos internacionales. El conde-duque de Olivares era partidario de mantener la hegemonía de la monarquía hispánica y de los Habsburgo a cualquier precio y frenar el emergente protagonismo de Francia. Por ello va a entrar en la Guerra de los Treinta Años en apoyo de Austria y el bando católico. A pesar de algunas victorias iniciales, pronto se sucedieron las derrotas. La Paz de Westfalia (1648) que pone fin a la guerra, supone el reconocimiento de la independencia de Holanda y el fin de la hegemonía de la monarquía hispánica en Europa, sustituida por Francia. La guerra consumió enormes recursos y empobreció España, sobre todo Castilla, que corría con la mayor parte de los gastos y esfuerzos de la guerra. Olivares intentó reclutar hombres e impuestos en el resto de territorios peninsulares (Unión de Armas), lo que provocó los levantamientos de 1640, una serie de revueltas que fueron especialmente graves en Portugal y Cataluña. En Portugal el levantamiento terminará con la separación del país luso de España y en Cataluña, que pidió ayuda a Francia, la guerra se prolongó hasta 1652.

Carlos II (1665-1700) fue un rey enfermizo e incapaz, cuya debilidad fue aprovechada por Francia para restar territorios a la monarquía española en Europa. Con él, se ratifica la pérdida del peso político de España en Europa. Murió sin descendencia, dando lugar a un grave conflicto sucesorio entre los partidarios del candidato francés (Felipe de Anjou) y del candidato austriaco (Carlos de Austria): la Guerra de Sucesión (1700-13).

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La crisis económica y social en la España del siglo XVII

La población española registró un importante retroceso durante este siglo, al pasar de ocho millones de habitantes en 1600 a siete millones en 1700. Las causas de este descenso fueron la emigración a América, la expulsión de los moriscos (unos 300.000), las bajas ocasionadas por las guerras y las epidemias que asolaron la península entre 1601 y 1685. En la economía el balance de este siglo también fue negativo. La agricultura empeoró su situación. Ante el aumento de los impuestos señoriales, muchos campesinos abandonaron las tierras para irse a las ciudades, en ocasiones para vivir como pícaros y mendigos. La artesanía y el comercio padecieron también la crisis, entre otras causas, por la escasa capacidad de compra de una población cada vez más pobre. Las finanzas públicas sufrieron un grave empeoramiento. Ya en tiempos de Felipe II se habían declarado varias bancarrotas debido a los enormes gastos ocasionados por las numerosas guerras en que se vio envuelta la monarquía española. Ahora, esta situación se agravó debido a que llegaba menos oro y plata de América, principal fuente de financiación de estas guerras. La situación de grave crisis económica evidenció que el enorme flujo de riqueza proveniente de América durante el siglo XVI, en vez de estimular las actividades productivas (modernización de la agricultura, artesanía, comercio) se había empleado en pagar las empresas bélicas de la monarquía. En España existía un modelo socio-económico de tipo nobiliario en el que los capitales, en manos de las clases privilegiadas (nobleza y alto clero) se dedicaban a la compra de tierras para vivir de la renta que éstas generaban, sin preocuparse por hacer inversiones en su modernización. Por su parte, existía un absurdo prejuicio entre los nobles respecto a la artesanía y el comercio, que eran consideradas actividades viles y sin prestigio. El trabajo era considerado como algo plebeyo (lo que explica por qué los hidalgos –baja nobleza arruinada- no trabajaban).

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El arte barroco

El arte fue un fiel reflejo de esta época de contrastes. El arte barroco es un estilo artístico que abarca todo el siglo XVII y la 1ª mitad del XVIII. La estética del Barroco superó el clasicismo del Renacimiento e introdujo elementos más complejos, basados en el movimiento, el realismo, la luz y el color. Las características generales del arte barroco son: -

El movimiento (en arquitectura utilización de fachadas que se curvan y plantas elípticas; composiciones abiertas en escultura y pintura, ejes diagonales que rompen el estatismo)

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La luz y el color (en arquitectura y pintura se juega con el claroscuro, el juego de luces y sombras; en pintura es el color el que crea las formas y no el dibujo)

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El realismo: el escultor o el pintor intentan representar la realidad de la forma más fiel posible con el objetivo de impresionar y sorprender al espectador.

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El dramatismo: se busca despertar la emoción de quienes contemplan las obras con la representación de escenas de forma muy dramáticas.

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El gusto por lo teatral: el arte barroco está lleno de simbolismos y muchas veces la obra de arte se presenta como una escena, como un decorado teatral (con telones o cortinas que se descorren).

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Carácter propagandístico: el arte se utiliza en esta época para exaltar los principios de las monarquías absolutas, de la Iglesia contrarreformista o de la burguesía protestante.

Aunque estas características son comunes a todo el arte barroco, en cada país tuvo una plasmación distinta, debido a las distintas circunstancias políticas, sociales y religiosas de cada uno de ellos. En Francia la monarquía fue el principal cliente de obras de arte, realizadas a mayor gloria del monarca, sobre todo en tiempos de Luis XIV. El mejor ejemplo es el palacio de Versalles. En los países católicos, sobre todo en Italia y España, la Iglesia era la principal compradora de obras de arte. Las iglesias se decoran de forma fastuosa y se llenan de retablos, esculturas y pinturas que exaltan los principios de la 8

Contrarreforma, intentando despertar la devoción de los fieles. En España destacan las esculturas procesionales (pasos para la Semana Santa). Por el contrario, en los países protestantes se prohibieron las imágenes en las iglesias, que son muy austeras. El principal cliente es la burguesía, que encarga obras de arte de carácter más intimista para decorar sus hogares (cuadros de género –con escenas de la vida cotidiana-, retratos, bodegones).

Los principales artistas de esta época son los arquitectos Bernini y Borromini, el escultor Bernini y los pintores Caravaggio, el flamenco Rubens, los holandeses Rembrandt y Vermeer y los españoles Zurbarán, Ribera, Velázquez y Murillo.

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