ORIENTACIONES PARA EL TRABAJO PASTORAL OFM CON LOS INMIGRANTES EN EUROPA

ORIENTACIONES PARA EL TRABAJO PASTORAL OFM CON LOS INMIGRANTES EN EUROPA La propuesta 1d de la Asamblea de la UFME en Bruselas los días 1-6 de febrero...
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ORIENTACIONES PARA EL TRABAJO PASTORAL OFM CON LOS INMIGRANTES EN EUROPA La propuesta 1d de la Asamblea de la UFME en Bruselas los días 1-6 de febrero de 2010 dice: “Los Delegados provinciales de JPIC de las Conferencias elaboren directrices para la Pastoral de los Emigrantes, teniendo en cuenta la dimensión social y los derechos humanos”. En la reunión del Consejo Permanente de la UFME y de los Definidores generales de Europa celebrada los días 20-23 de mayo de 2010 se decidió pedir a la Oficina de JPIC de la Curia general que elaborara esas directrices u orientaciones. Es lo que ahora os presentamos en este documento.

1. Situación de las migraciones en Europa El fenómeno de las migraciones es un fenómeno a escala mundial. Uno de las causas más importantes de este fenómeno es el hecho de la desigualdad internacional y la asimetría en la distribución de los recursos a nivel global. Las personas emigran sencillamente porque en unas zonas del mundo hay condiciones de vida mucho mejores que en sus lugares de origen donde malviven. Europa, especialmente la parte occidental, es una de las zonas más ricas del mundo y lógicamente a ella se dirigen millones de emigrantes, refugiados y asilados1. El comportamiento migratorio de los países miembros es, sin embargo, heterogéneo: la zona norte (Irlanda, Reino Unido, Finlandia y Suecia) ha sido muy dinámica en cuanto a movimientos migratorios; la zona central (Bélgica, Dinamarca, Alemania, Francia, Luxemburgo, Holanda y Austria) es el principal foco de atracción de la inmigración que se dirige a Europa; la zona mediterránea (Italia, España, Portugal y Grecia) ha experimentado un cambio radical, dado que ha pasado de ser proveedora de emigrantes de la zona central a ser receptora de inmigrantes procedentes en su mayoría del norte de África. En todo caso, se puede afirmar que hoy en Europa apenas queda un país que no esté fuertemente afectado por el fenómeno de las migraciones en todas las direcciones: De Sur a Norte, de Este a Oeste y viceversa y de otros continentes hacia el continente europeo. Así, por ejemplo, mientras los rumanos, hombres y mujeres, emigran hacia los países del Occidente de Europa, los puestos que dejan vacantes en las fábricas de Rumania, sobre todo de trabajadoras, son ocupados por inmigrantes chinas. El número de no nacionales que vivían en el territorio de los Estados miembros de la Unión Europea a fecha del 1 de enero de 2009 era de 31,9 millones, representando el 6, 4 del total de la población de la UE. Más de un tercio de ellos (11,9 millones), eran ciudadanos de otros Estados miembros, pero en algunos países la población inmigrante se sitúa entre el 8 y el 12%2. Los inmigrantes forman parte ya del paisaje cotidiano de nuestros pueblos y ciudades, e incluso de nuestras iglesias. En pocos años ha cambiado la fotografía de la sociedad europea y se ha convertido en un crisol de razas y nacionalidades. 1

Emigrante es alguien que deja su país para vivir en otro. En la mayoría de los casos el emigrante busca en el nuevo país medios “legales” o “ilegales” de trabajo. Asilado es una persona que en su país es perseguido a causa de su nacionalidad, pertenencia étnica, raza, religión, ideología política, grupo social, etc. y busca una situación legal en otro país. Refugiado es una persona que tiene que abandonar el propio país debido a un desastre natural o a conflictos armados, persecuciones étnicas y religiosas, tortura y detenciones arbitrarias. Y tiene el reconocimiento del "estatus de refugiado" por haber sido aceptada su petición en el país al que llega. A diferencia del asilado, esta persona no necesariamente emigra por miedo a ser perseguido. 2 Por ejemplo: Suecia, España, Francia, Alemania, Reino Unido.

De continuar las actuales tendencias, tanto la económica y del desarrollo de Europa, como la demográfica de envejecimiento y de bajísima tasa de nacimientos, el número de inmigrantes en Europa irá en aumento en las próximas décadas. La Organización de Naciones Unidas calcula que para el año 2050 Europa necesitará 159 millones de inmigrantes. Es sabido por todos que para la inmensa mayoría de los emigrantes, y no digamos refugiados y asilados, la salida de sus países para buscarse una vida mejor es una gran aventura si no un gran drama. El tener que salir de su país, dejando atrás familia, amigos y raíces culturales es de una gran dureza. Con mucha frecuencia los viajes que tienen que realizar hasta llegar al país de destino son difíciles y peligrosos y, para muchos, de enorme sufrimiento. La estancia en los países de destino, especialmente para los “sin papeles”, está cargada de grandes dificultades de tipo económico, psicológico, espiritual, social, y jurídico. La inmensa mayoría de los inmigrantes, refugiados y asilados están entre los más vulnerables de nuestras sociedades. Nuestras sociedades se han convertido en sociedades multiculturales y multirreligiosas. Los inmigrantes proceden de diferentes culturas y pertenecen a diferentes religiones. Un gran número de inmigrantes, refugiados y asilados son católicos y provienes principalmente de Latinoamérica, pero también de algunos países del este europeo, de África y de Asia (principalmente Filipinas). Un número muy significativo y creciente son musulmanes, y también son notables la presencia de ortodoxos, evangélicos, judíos y de otras religiones orientales, como los budistas. Hay que tener en cuenta también el tanto por ciento que no pertenece a ninguna religión y que es indiferente. Este pluralismo cultural y religioso es un fenómeno relativamente nuevo que la Iglesia en general y los franciscanos en particular hemos de afrontar, junto con la atención pastoral y con el deber de solidaridad de la acogida y de la atención social y legal. ¿Qué dice sobre este tema la Exhortación Apostólica post-sinodal ECCLESIA IN EUROPA? En los números 100-103 dice: “Entre los retos que tiene hoy el servicio al Evangelio de la esperanza se debe incluir el creciente fenómeno de la inmigración, que llama en causa la capacidad de la Iglesia para acoger a toda persona, cualquiera que sea su pueblo o nación de pertenencia. Estimula también a toda la sociedad europea y sus instituciones a buscar un orden justo y modos de convivencia respetuosos de todos y de la legalidad, en un proceso de posible integración. Teniendo en cuenta el estado de miseria, de subdesarrollo o también de insuficiente libertad, que por desgracia caracteriza aún a diversos Países y son algunas de las causas que impulsan a muchos a dejar su propia tierra, es preciso un compromiso valiente por parte de todos para realizar un orden económico internacional más justo, capaz de promover el auténtico desarrollo de todos los pueblos y de todos los Países. Ante el fenómeno de la inmigración, se plantea en Europa la cuestión de su capacidad para encontrar formas de acogida y hospitalidad inteligentes. Lo exige la visión « universal » del bien común: hace falta ampliar las perspectivas hasta abarcar las exigencias de toda la familia humana. El fenómeno mismo de la globalización reclama apertura y participación, si no quiere ser origen de exclusión y marginación sino más bien de participación solidaria de todos en la producción e intercambio de bienes. Todos han de colaborar en el crecimiento de una cultura madura de la acogida que, teniendo en cuenta la igual dignidad de cada persona y la obligada solidaridad con los más débiles, exige que se reconozca a todo migrante los derechos fundamentales. A las autoridades públicas corresponde la responsabilidad de ejercer el control de los flujos migratorios considerando las exigencias del bien común. La acogida debe realizarse siempre respetando las leyes y, por tanto, armonizarse, cuando fuere necesario, con la firme represión de los abusos.

También es necesario tratar de individuar posibles formas de auténtica integración de los inmigrados acogidos legítimamente en el tejido social y cultural de las diversas naciones europeas. Esto exige que no se ceda a la indiferencia sobre los valores humanos universales y que se salvaguarde el propio patrimonio cultural de cada nación. Una convivencia pacífica y un intercambio de la propia riqueza interior harán posible la edificación de una Europa que sepa ser casa común, en la que cada uno sea acogido, nadie se vea discriminado y todos sean tratados, y vivan responsablemente, como miembros de una sola gran familia. Por su parte, la Iglesia está llamada a « continuar su actividad, creando y mejorando cada vez más sus servicios de acogida y su atención pastoral con los inmigrados y refugiados », para que se respeten su dignidad y libertad, y se favorezca su integración. En particular, no se debe olvidar una atención pastoral específica a la integración de los inmigrantes católicos, respetando su cultura y la peculiaridad de su tradición religiosa. Para ello se han de favorecer contactos entre las Iglesias de origen de los inmigrados y las que los acogen, con el fin de estudiar formas de ayuda que pueden prever también la presencia entre los inmigrados de presbíteros, consagrados y agentes de pastoral, adecuadamente formados, procedentes de sus países. El servicio al Evangelio exige, además, que la Iglesia, defendiendo la causa de los oprimidos y excluidos, pida a las autoridades políticas de los diversos Estados y a los responsables de las Instituciones europeas que reconozcan la condición de refugiados a los que huyen del propio país de origen por estar en peligro su vida, y favorezcan el retorno a su patria; y que se creen, además, laS condiciones necesarias para que se respete la dignidad de todos los inmigrados y se defiendan sus derechos fundamentales.”

2. Las personas inmigrantes: realidad humana, social y religiosa. La mirada desde la que parten estas Orientaciones es profundamente humana, social y creyente. Al ver a un inmigrante nos encontramos en primer lugar a una persona con toda su dignidad, que no es un individuo aislado sino que ha dejado relaciones sociales en su país y establece otras nuevas aquí, y que en muchos casos trae también consigo una creencia, una fe, una religión, a veces coincidente con la nuestra y muchas otra veces no. ► El inmigrante es persona. Independientemente de su situación legal, para la Iglesia es una persona con toda la dignidad y derechos fundamentales, creado, redimido y querido por Dios. En ese sentido, la comunidad cristiana se siente obligada a crear los servicios adecuados y poner a su disposición los recursos humanos y materiales que necesite para su desarrollo integral como persona. ► El inmigrante es un ser social. Ha dejado atrás una familia, unos amigos, un contexto... y se ve en la necesidad de establecer nuevas relaciones sociales, de convivencia y de trabajo. Por eso, la Iglesia lucha y pide que se favorezca la reagrupación familiar, mientras trata de paliar la situación de desarraigo promoviendo las relaciones sociales de los inmigrantes entre ellos mismos y con la sociedad de acogida. ► El inmigrante es un ser creyente. Concebimos esta dimensión como algo inseparable del ser persona y ser social. Y por ello acogemos a los inmigrantes también desde su ser religioso y trascendente, tanto si son católicos, ofreciéndoles nuestras comunidades y acogiendo su diversidad, como si pertenecen a otras iglesias y religiones, tendiendo puentes de conocimiento, ayudándoles en sus justas peticiones y profundizando en todo lo que nos une. Precisamente porque las personas inmigrantes son una realidad humana, social y creyente, la Iglesia y nosotros los franciscanos hemos de llevar a cabo con ellas no sólo una pastoral de la caridad sino una pastoral integral, que incluye una pastoral de la inmigración. Pero dada la pluralidad y variedad

religiosa de los emigrantes en Europa: católicos de diversos ritos, cristianos de la diversas religiones, creyentes en otras religiones y no creyentes, de las más diversas culturas y procedencias, la Iglesia, impulsada por el “amor de Cristo” (el titulo de la Instrucción vaticana es Erga migrantes caritas Christi), se siente enviada a todos ellos, de modo que ese amor, en la práctica, tomará diversas formas y expresiones, según la condición de los destinatarios. Será una pastoral en sentido estricto para los católicos. Revestirá el carácter de pastoral ecuménica entre los hermanos cristianos de otras tradiciones. Se centrará más en el diálogo interreligioso con los creyentes de otras religiones. Adoptará una forma misionera con los no creyentes y estará siempre marcada, con unos y con otros, por el amor de Cristo, pero nadie quedará fuera del cuidado y atención de la Iglesia.

3. Motivaciones bíblicas y franciscanas para el servicio a los inmigrantes Nuestra respuesta ante el hecho migratorio se fundamenta e ilumina ahondando en las raíces de la fe, en la Palabra de Dios y en nuestra espiritualidad franciscana. No se trata de una respuesta coyuntural o pasajera, o de un deseo de protagonismo ante la novedad del fenómeno de las migraciones entre nosotros, o de una simple suplencia ante las respuestas deficitarias de las administraciones públicas. Se trata de un deber propio de la misión de la Iglesia que tiene su fundamento en la tradición bíblica y ha sido ampliamente abordado en el reciente magisterio eclesial. a. En el Antiguo Testamento la hospitalidad hacia el extranjero es considerada no sólo un valor social muy propio de aquella cultura oriental y mediterránea, sino como expresión de su historia y su identidad: “Mi padre era un arameo errante” (Deut 26,5); “Porque emigrantes fuisteis vosotros en el país de Egipto” (Éx 23,9). Este podría ser el resumen y llamada por parte de Dios a su pueblo a la atención a los emigrantes y extranjeros. b. En el Nuevo Testamento Jesús nace fuera de su casa. Muy pronto perseguido, tiene que emigrar con sus padres. En su trabajo por el Reino de Dios, no tiene donde reclinar la cabeza, acoge a extraños y extranjeros y se identifica con el emigrante y con el peregrino. «Fui extranjero y me acogisteis» (Mt 25, 35) puede considerarse como la expresión más adecuada de la actitud de Jesús y del programa para sus discípulos. La predicación de Jesús se transforma en la proclama de una Salvación que es buena noticia para todo hombre y nación en igualdad de condiciones (cf. Mc 7, 24-30; Mt 8, 5-10). La buena noticia y el gozo experimentado en la Resurrección incluían en la novedad la reafirmación de esta clave de comprensión teológica. De esta forma se comprende la reflexión paulina y la identidad adquirida por el Bautismo como vínculo común de pertenencia. «Ya no hay judío o griego, ya no hay esclavo o libre, ya no hay varón o hembra…» (Gal 3, 28) porque todos han sido convocados por una filiación común. c. En la espiritualidad franciscana proclamamos los valores de fraternidad y acogida... Para Francisco no hay enemigos ni rivales ni extraños, abraza al leproso y en él a todos los desechados de la sociedad, optando por ellos (cf. Test 2,3), decide vivir como forastero y peregrino (cf. 2R 6), acoge a todo el que lo necesite y exhorta a los hermanos a compartir gozosamente su vida con gente de baja condición y despreciada (cf. 1R 9,2; TC 38-39); Todos tienen cabida en su casa (cf. LP 115; 1R 7,13; Adm. 9). El Capitulo de 2009 nos llama a cruzar, como evangelizadores, una serie de fronteras, y una de ella es la de la inmigración. La de los inmigrantes “es una itinerancia pobre y minorìtica. ¿Podemos encontrar los hermanos menores un espacio social donde estos valores de nuestro carisma estén mejor representados? Una presencia evangélica entre ellos sería un signo de restitución particularmente elocuente en este mundo donde sólo el flujo de dinero, bienes y servicio encuentra libre tránsito, no así las personas, y mucho menos los pobres, sacramentos del Hijo de Dios que fue pobre y huésped” (PdE 23)

4. La inmigración: interpelación y momento de gracia La actual realidad de las migraciones en Europa supone una seria interpelación a todos: individuos, sociedad y sus organizaciones, administraciones públicas e Iglesia. Nadie puede permanecer ajeno ni indiferente ante un fenómeno de tal envergadura. Las respuestas que se están dando por parte de la sociedad son muy diversas. A veces condicionadas por prejuicios o estereotipos o por el temor a lo extraño y desconocido. Es la reacción, minoritaria pero real, que revela actitudes xenófobas, racistas, violentas o discriminatorias, que últimamente van en aumento. Si miramos el fenómeno de la inmigración desde una óptica creyente no sólo nos interpela y demanda una respuesta a sus problemas, sino que la presencia de los inmigrantes entre nosotros constituye una oportunidad histórica para la Iglesia en muchos aspectos; puede calificarse de una gracia, de un verdadero kayrós. Veamos algunos aspectos: a. Oportunidad y gracia para no cerrar los ojos ante la miseria del mundo. Esta miseria está causada en gran parte por unos intercambios inicuos y unas relaciones internacionales al servicio de los más fuertes. Para que esta mirada nos remueva en nuestra comodidad y nuestra abundancia, nos enseñe la alegría de vivir con lo necesario y nos haga crecer en fraternidad, en atención a los más débiles, celebrar el vivir juntos. El éxodo de estos desheredados es una luz roja constantemente encendida que nos impide decir “yo no lo sabía”. b. Oportunidad y gracia para vivir la catolicidad. La catolicidad es una nota característica de la Iglesia y la vocación a la que esta debe responder en la historia. La presencia de los inmigrantes ofrece a la Iglesia una oportunidad y ha de ser vista como una gracia que ayuda a la Iglesia a hacer realidad esa vocación de ser signo, factor y modelo de catolicidad para nuestra sociedad en la vida concreta de las comunidades cristianas. c. Oportunidad y gracia para el fortalecimiento de nuestras comunidades. La integración de los cristianos católicos extranjeros, que desde el principio son miembros de pleno derecho, en nuestras comunidades supone un fortalecimiento y un enriquecimiento de dichas comunidades. No sólo por la juventud que suelen traer a unas comunidades generalmente en proceso de envejecimiento, sino, también y sobre todo, por la riqueza que aportan con sus valores y con la variedad de sus expresiones y tradiciones. d. Oportunidad y gracia para la misión “ad gentes”. La llegada de inmigrantes de los países considerados como de «misión» ha abierto un nuevo ámbito de la «misión ad gentes», además de los territoriales y culturales. La acción misionera del primer anuncio también puede y debe hacerse en nuestros países europeos. Los no cristianos llegan en gran número a los países de antigua cristiandad, lo cual exige a la Iglesia la acogida, el diálogo, la ayuda y, en una palabra, la fraternidad, pero también le ofrece la posibilidad de anunciarles a Jesucristo (cf. RM 37b). e. Oportunidad y gracia para el diálogo ecuménico e interreligioso. La presencia entre nosotros de inmigrantes procedentes de las diversas tradiciones cristianas –sobre todo ortodoxos, pero también protestantes, anglicanos, etc.– y de otras religiones, constituye para la Iglesia una oportunidad para el diálogo y el trabajo ecuménico, para reforzar y ejercer la fraternidad entre los cristianos y para el diálogo interreligioso. f. Oportunidad y gracia para la acción caritativa y social de la Iglesia. La situación de desvalimiento, de desarraigo, de desamparo y a veces de explotación, en que con frecuencia se encuentran los inmigrantes, ofrece a la Iglesia la oportunidad y reclama de ella la obligación de ejercer de Buen samaritano que cure sus heridas, les ayude a levantarse y a recobrar la conciencia de su dignidad, camine con ellos, les proporcione hogar y nueva patria, les preste algo de su propia vida y riqueza y les muestre así la cercanía del Dios en quien cree y del mensaje de aliento y esperanza que vive y lleva a la práctica.

5. PASTORAL DE LAS MIGRACIONES

La Santa Sede, a través del Consejo Pontificio para la Pastoral de los emigrantes e itinerantes, publicó en el 2004 la instrucción Erga migrantes caritas Christi que “pretende actualizar en la Iglesia –teniendo en cuenta los nuevos flujos migratorios y sus características- la pastoral migratoria”. Esta instrucción debe ser punto de referencia para la pastoral migratoria de toda la Iglesia y, por tanto, también para nosotros los franciscanos.

5.1. Necesidad de una pastoral específica y características de la Pastoral de las Migraciones. A la luz de la instrucción Erga migrantes caritas Christi queda claro que la respuesta que las migraciones demandan de la Iglesia ha de ser una pastoral específica y especializada. Pastoral específica no quiere decir pastoral paralela, mucho menos aún, «una pastoral marginada para marginados». Quiere decir una pastoral encuadrada y coordinada en el plan pastoral, pero que tiene en cuenta las circunstancias que caracterizan la situación de los migrantes, para hacer llegar hasta ellos la plena misión de la Iglesia, de la misma forma que otras pastorales específicas que se encargan de sectores de población que viven circunstancias especiales, tales como pastoral de la salud, juvenil, penitenciaria, etc. Una pastoral, por tanto, especializada, para la que es necesario formarse adecuadamente. A la luz de esa instrucción podemos señalar cinco notas características de la pastoral migratoria: a. Pastoral misionera: de ese mundo nuevo que se ha originado en nuestra propia casa. Dado que ante los problemas que les agobian muchos inmigrantes no tienen como prioridad el buscar una comunidad cristiana, habrá de ser ésta la que dé el primer paso y se acerque a los inmigrantes. Es importante que el inmigrante, desde los primeros momentos, sienta cercanas las estructuras y a los agentes de pastoral migratoria.. b. Pastoral inculturada, que tenga en cuenta el contexto: entendiendo la situación actual como una gracia y un signo de los tiempos. Para ello, es necesario el diálogo, pero no de los expertos, sino de todo el Pueblo de Dios. c. Pastoral de conversión y reconciliación: de una Iglesia monocultural a una Iglesia pluricultural, universal, católica. Para Iglesia local y para los agentes de pastoral significará, convertirse a la “catolicidad”, superando la tentación de la asimilación e incluso manipulación y explotación religiosa y transformando las estructuras eclesiales abriéndolas al ecumenismo, al diálogo interreligioso y a la comunión con las diversas culturas y expresiones de fe. Para los inmigrantes, aprender a reconciliarse con su historia y situarse en la nueva sociedad de acogida. d. Pastoral de comunión: una Iglesia local “casa de todos”, a imagen de la Trinidad que no es uniformidad colectiva sino intercambio de vida y de amor. Para ello habrá que acompañar procesos y respetar ritmos. e. Pastoral de la catolicidad: no es necesario ir a misiones para ello; la Iglesia particular puede realizar su apertura universal también aquí. Hemos de ser Pentecostés en unos tiempos que prefieren Babel.

5.2. Una Pastoral marcada por la DSI 5.2.1. Principios fundamentales Exponemos aquí algunos principios fundamentales de la enseñaza de la Iglesia. Es importante conocerlos puesto que ofrecen la visión e incluso la solución a algunas cuestiones complicadas.

a. Las personas tienen el derecho de satisfacer sus necesidades básicas y de vivir en paz y con dignidad en su propia tierra. Es decir, tienen el derecho a no emigrar3. b. Si las personas no pueden satisfacer las necesidades básicas en su propia tierra, tienen el derecho de buscar satisfacerlas fuera. Es decir, tienen el derecho a emigrar4. El derecho a emigrar implica necesariamente el derecho a inmigrar5. c. El derecho a emigrar es una extensión del derecho a proveer al sustentamiento de la propia familia. Por eso la emigración por razones económicas es totalmente legítima. d. El derecho a emigrar no es absoluto (los derechos absolutos son el derecho a la vida y el derecho a la libertad religiosa) y puede ser restringido a favor del bien común6. e. Las Naciones pueden regular las fronteras para garantizar la seguridad, tranquilidad y prosperidad nacional. f. El derecho a regular las fronteras no es absoluto y las regulaciones deben promover el bien común. El bien común incluye no sólo la preocupación por los miembros de una sociedad particular, sino también por la familia humana universal7. g. Las familias tienen el derecho de permanecer unidas y el derecho a vivir con la propia familia no puede ser negado por la ley8. La dignidad de la persona humana debe ser respetada y se debe dar prioridad a la reunificación familiar. h. El modo como entren las personas en un país es un asunto diferente de nuestra respuesta a ellas ahora que están aquí. i. Mientras que una acción o el estatus como inmigrante puede ser ilegal, una persona nunca puede ser “ilegal”. El emigrante, independientemente de la situación –legal, económica, laboral- en que se halle, es una persona con la misma dignidad y derechos fundamentales que las demás, es un hijo de Dios, creado, redimido y querido por El, es la presencia de Jesucristo, que se identifica con él y que demanda de nosotros el mismo trato y los mismos servicios que le debemos a El. 5.2.2. Consecuencias para la pastoral De estos principios se derivan una serie de consecuencias que necesariamente habrán de reflejarse en la forma de trabajar pastoralmente con los inmigrantes en las tres etapas de su proceso; a saber, en su país de origen, en el camino, y en el país de llegada o nueva residencia. Nos limitaremos prácticamente a enunciar algunos de los aspectos más relevantes de la acción pastoral de la Iglesia con los emigrantes. a. La Iglesia ha de urgir a los Estados y naciones más ricas a que hagan una política económica más generosa y más justa con los países pobres en los intercambios comerciales, en los compromisos contraídos en los Objetivos del Milenio y en la concesión del 0,7% del PIB, e igualmente a los organismos internacionales, los empresarios y las instituciones financieras para que cumplan sus compromisos y así posibiliten la elevación del nivel de vida en aquellos países, de modo que se haga innecesaria la salida de quienes hoy carecen de lo más elemental. b. La Iglesia deberá, al mismo tiempo, mejorar en lo posible su trabajo y acciones de ayuda a los países subdesarrollados por medio de sus instituciones y obras (Misiones, Caritas, Institutos de

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JUAN XXIII, Pacem in terris (1963), n. 25; JUAN PABLO II, Emigraciones en una visión de paz, Mensaje para la Jornada Mundial de las Migraciones (2004), n. 3 4 JUAN XXIII, Pacem in terris, n. 106; JUAN PABLO II, Emigraciones en una visión de paz, Mensaje para la Jornada Mundial de las Migraciones (2004), n. 3 5 JUAN XXIII, Pacem in terris, n. 106; JUAN PABLO II, Emigrantes irregulares, Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante (1996), n. 3 6 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2241 7 Idem, nn. 1910-1911 8 JUAN PABLO II, Emigrantes irregulares, Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante (1996), n. 4

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la Vida Consagrada). También será imprescindible la colaboración entre los servicios que se ocupan de la Pastoral de las Migraciones y los de las Misiones. Aunque la persecución y lucha contra las mafias y los traficantes de seres humanos, especialmente el tráfico de mujeres para la prostitución, no sea competencia directa de la Iglesia, ésta puede y debe colaborar a erradicarla, socorriendo a las víctimas, denunciando los abusos y contribuyendo a crear condiciones más justas y dignas que hagan más difícil y hasta imposible estas actividades delictivas con víctimas humanas. Con los reclusos extranjeros, que viven en desventaja y generalmente, cumplida la condena o antes, son expulsados del país, la Iglesia, además de ejercer su función de Buen Samaritano estableciendo los servicios adecuados para “humanizar” la condena, velará para que sean tratados siempre como reclama su dignidad de personas y hará lo que pueda para evitar posibles abusos. La Iglesia, desde su misión de servicio al Evangelio, estará siempre atenta a las circunstancias en que se desenvuelve la vida de los inmigrantes y al trato que reciben de parte de la Administración y de la población del propio país, y ejercerá con libertad y valentía su función de instancia profética y crítica. Al mismo tiempo, con su ejemplo y con su palabra, contribuirá a crear en la sociedad un clima de respeto y de acogida a los inmigrantes y a combatir todo brote de discriminación, xenofobia o racismo. Medio eficaz para ello es la educación para la paz. La escuela católica es un lugar privilegiado para esta tarea. Cuando las personas que de una u otra forma se relacionan con los inmigrantes –como el Gobierno y sus instituciones y servicios, los empresarios o el ciudadano de a pie, más aún si se trata de cristianos–, abusan, no cumplen o se aprovechan de los inmigrantes, la Iglesia debe levantar su voz y denunciar las situaciones injustas, las estructuras de pecado y a los responsables de las mismas. La Iglesia debe dar ejemplo de respeto a la dignidad de toda persona y a los derechos humanos. En los primeros momentos de su llegada al país de acogida, prestando a los inmigrantes los servicios elementales que cubran sus primeras necesidades y garanticen la salvaguardia de su dignidad, independientemente de la situación legal en que se encuentren. En un segundo momento, acompañando a los inmigrantes y a sus familias en el proceso de integración pacífica y fraterna en la convivencia. Un proceso reciproco, de dar y recibir por ambas partes. Especial atención en el punto de la integración habrán de prestar, tanto la Iglesia, como la sociedad y los responsables de la Administración, a la segunda y tercera generación. La pastoral ha de entenderse en sentido integral, que abarque la totalidad de la persona. Va desde el anuncio explícito del Evangelio hasta la denuncia de los abusos de los poderosos y de las leyes y situaciones injustas. Por eso la pastoral de las migraciones ha de incluir la prestación de servicios sociales, la defensa de los derechos humanos de los inmigrantes, el acompañamiento en la fe y el anuncio del Evangelio, el diálogo intercultural e interreligioso, la sensibilización de la sociedad en general y de los cristianos en particular para que la población de acogida adopte una actitud positiva en relación con los inmigrantes, evitando todo prejuicio, infravaloración, discriminación, racismo o xenofobia. En la tarea de sensibilizar a la sociedad tienen una importancia capital los medios de comunicación social. La Iglesia tendrá que velar y hacer cuanto esté a su alcance para que en los medios de comunicación social se eviten los estereotipos, prejuicios y generalizaciones sobre los inmigrantes, su cultura, procedencia, religión, etc. y sean tratados con respeto, y para que la información sobre ellos sea correcta y se favorezca la pacífica convivencia. Igualmente es necesario hacer llegar a toda la sociedad en general y a los Medios de Comunicación en particular la actuación y la opinión de la Iglesia en este campo de las migraciones.

5.3. Ejes transversales de la pastoral con inmigrantes

a. Formación de todos los franciscanos y de los miembros de nuestras comunidades cristianas y obras apostólicas sobre este tema y especialmente de los agentes de pastoral. b. Trabajar en red: Dada la magnitud y la complejidad del fenómeno de las migraciones hemos de propiciar la colaboración y el trabajo en red con otros organismos de la Iglesia, de la diócesis, de otras religiones y de la sociedad civil. Para eso hay que entrar en contacto con los grupos que existen en la zona y trabajan con inmigrantes. c. En misión compartida con los laicos de nuestras comunidades cristianas y con los religiosos y las religiosas de nuestra Familia Franciscana. d. Interculturalidad y multirreligiosidad. Nuestras sociedades son cada vez más multiculturales e multirreligiosas, en buena medida por la presencia de los inmigrantes. Esto ha de llevarnos, como cristianos y franciscanos, a capacitarnos e implicarnos en una presencia abierta y una aportación pacificadora y constructora de una sociedad intercultural e interreligiosa.

5.4. Objetivos generales de la pastoral con inmigrantes La consideración de los inmigrantes como una realidad personal, social y religiosa, y una visión integral de la evangelización que incluye la promoción humana y la defensa de los derechos de los pobres (cf. Carta de Santiago 5,4; RM 42; CC.GG. 69,1), nos lleva a plantear dos objetivos generales de nuestro servicio a los inmigrantes y sus correspondientes objetivos específicos: a. Promover la acogida personal y social de los inmigrantes, trabajando en la construcción de sociedades integradas en las que cada persona y cada grupo social pueda encontrar su espacio. b. Ofrecer a los inmigrantes lo más valioso que tenemos: el Evangelio de Jesús, su mensaje y sus valores. Eso implica acompañar en la fe a los inmigrantes católicos, trabajar por el diálogo ecuménico e interreligioso y ofrecer la fe a los indiferentes (primer anuncio).

5.5. Objetivos específicos y líneas de acción

1.

Dejarnos afectar por los inmigrantes, por su realidad personal y social, por su dignidad de personas, por sus costumbres y cultura, por el hecho de que son nuestros hermanos. 2. Profundizar en el conocimiento de la problemática en torno a las migraciones (causas sociales, políticas y económicas; consecuencias en los inmigrantes; implicaciones en la sociedad que acoge) y analizar cómo está presente esa problemática en los lugares donde están situadas nuestras Fraternidades. Líneas de acción: a. Establecer relación personal con inmigrantes concretos. b. Acercamiento a las migraciones como un fenómeno global en cuanto que se producen y son favorecidas por la globalización y en cuanto sus efectos son multidimensionales. c. Conocimiento de los estudios que sobre este campo realizan Caritas y otras organizaciones. d. Análisis de la realidad de la inmigración en el lugar donde está situada la Fraternidad como punto de partida para nuestras propuestas pastorales. e. Conocimiento de la legislación sobre este tema y su aplicación en cada lugar.

3.

Sensibilizar y concientizar a nuestras Fraternidades y a los cristianos de nuestras parroquias, escuelas, santuarios y de los ambientes donde estamos para superar miedos y prejuicios, xenofobia y racismo y fomentar actitudes solidarias hacia los inmigrantes. Líneas de acción: a. Celebrar en todas nuestras Fraternidades el Día de las Migraciones. b. Incluir la realidad de la emigración en la temática de los encuentros de parroquias, colegios, pastoral juvenil y otros equipos. c. Preparación de materiales: reflexiones, experiencias, oraciones y acciones que se realizan en el campo de la migración, para nuestra Fraternidades y para los grupos apostólicos. d. Acogida y acompañamiento de los inmigrantes que llegan a nuestras parroquias, colegios y Fraternidades. e. Promoción de la integración y condena pública de actos y brotes racistas y xenófobos.

4. Ofrecer desde nuestras Provincias proyectos y programas de acogida, atención social y legal, y formación e inserción laboral. Y mantener contacto y colaboración con los diversos colectivos y asociaciones de inmigrantes existentes en la localidad. Líneas de acción: a. Las Provincias franciscanas promuevan alguna Fraternidad dedicada especialmente al trabajo con los inmigrantes. b. Incluir en nuestros Proyectos pastorales la atención a los inmigrantes, especialmente a los no regulares y en situación de riesgo (atención socio-jurídica, inserción y promoción laboral, alfabetización, escolarización, participación…) c. Apoyo económico de la Provincia a los proyectos centrados en las personas inmigrantes. d. Conocer los diversos servicios para inmigrantes que hay en la localidad para poderles informar de ellos e. Colaboración mutua con otras asociaciones de inmigrantes en algunas actividades, campañas e iniciativas ciudadanas de denuncia de las leyes injustas que regulan la emigración y de defensa de los derechos de los inmigrantes.

5. Ofrecer e invitar a participar en nuestras comunidades a los inmigrantes católicos, acogiendo su diversidad. Líneas de acción: a. Proponer a los inmigrantes católicos la fe como vocación al seguimiento personal de Jesús y acompañarles en la vivencia de la fe. b. Valorar en la comunidad cristiana la acogida y el encuentro fraterno para compartir la vida y la fe, impulsando en ella la participación corresponsable de todos sus miembros. Trabajar la integración y sensibilización. c. Valorar la identidad propia de cada persona inmigrante. Acoger e integrar sensibilidades religiosas diferentes.

6. Contribuir a la formación de comunidades católicas interculturales: bien integradas en la Iglesia local y asumiendo los estilos y cualidades de cada una de las culturas que las conforman. Líneas de acción:

a. Conocer y acompañar a los inmigrantes católicos latinoamericanos, africanos, asiáticos o de otros países de Europa en la celebración de sus principales fiestas. b. Acoger a los católicos orientales y facilitarles en la medida de lo posible la atención en su propio rito. c. Formación conjunta de nosotros, religiosos, y de los cristianos de nuestras comunidades, sobre elementos culturales. d. Formación de agentes de pastoral de inmigración. e. Preparación y divulgación de materiales que propicien la interacción cultural entre los distintos grupos de las comunidades humanas y cristianas en las que estamos insertos.

7.

Impulsar y comprometernos en el diálogo intercultural, interreligioso y ecuménico, para colaborar en la construcción de un mundo más fraterno y solidario. Líneas de acción: a. Creación en nuestras comunidades cristianas de lugares de encuentro para un diálogo ecuménico, intercultural e interreligioso. b. Organizar momentos de conocimiento y de formación acerca de las distintas confesiones presentes en la localidad. c. Acercamiento a las comunidades cristianas evangélicas u ortodoxas y organización de encuentros de oración ecuménicos. d. Mantener contacto y diálogo con los grupos de musulmanes afincados en la localidad donde vivimos. e. Celebración anual del “espíritu de Asís”.

8. Desarrollar la iluminación teológica de la realidad de la emigración desde el Magisterio de la Iglesia y tomar conciencia de sus implicaciones en nuestra espiritualidad y estilo de vida. Líneas de acción: a. Organización, en torno a la temática de la inmigración, de algunos retiros, momentos de formación permanente o tandas de ejercicios espirituales. b. Preparación de materiales para celebraciones, oraciones y actividades. c. Promoción de estilos de vida en los que se priorice la austeridad, el consumo responsable y el cuidado de la creación, como medidas para paliar la inmigración. d. Difusión de información sobre diferentes tradiciones religiosas. e. Colaboración con otros grupos religiosos en encuentros de diálogo y en acciones de paz, justicia y cuidado de la creación.

9. Reavivar la dimensión itinerante de nuestro carisma misionero. Así nos disponemos a salir al encuentro del inmigrante, siempre sujeto a la movilidad. Líneas de acción: a. Favorecer experiencias de religiosos franciscanos y de laicos en el campo de la inmigración. b. Hacernos presentes en los lugares de nuestros propios países donde más inmigrantes hay.

10. Buscar una mayor colaboración en el ámbito franciscano europeo en torno a este tema.

Líneas de acción: a. Que el hermano que esté presente en las instituciones europeas en Bruselas tenga como encargo principal la atención a los problemas de la inmigración en Europa y colabore en la coordinación de los hermanos que trabajan en nuestros países europeos con los inmigrantes. b. Organizar un encuentro europeo franciscano sobre la pastoral de inmigrantes. c. Que la página web de los franciscanos en Europa tenga una sección sobre inmigración coordinada por el hermano de Bruselas.

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