Juan Antonio Quirós Castillo

1 Juan Antonio Quirós Castillo Indicadores cronológicos de ámbito local: cronotipología y mensiocronología. [© Juan Antonio Quirós Castillo, editado ...
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1 Juan Antonio Quirós Castillo

Indicadores cronológicos de ámbito local: cronotipología y mensiocronología. [© Juan Antonio Quirós Castillo, editado en L. Caballero Zoreda, C. Escribano Velasco (eds.), Arqueología de la Arquitectura. El método arqueológico aplicado al proceso de estudio y de intervención en edificios históricos (Burgos, 1996), Junta de Castilla y León, Valladolid, 1996, pp. 179-187]

1. Introducción Dos son los instrumentos principales de los que se sirve el arqueólogo para estudiar el documento material: la estratigrafía y la tipología, destinados el primero de ellos a recoger los datos de forma crítica y analítica, y el segundo a estudiar los restos materiales recuperados estratigraficamente con el fin de poder traducirlos en documentos aptos para ser interpretados históricamente. Esta división se puede observar perfectamente en cualquier memoria o publicación arqueológica, que se articula generalmente en tres partes; una primera destinada a ilustrar la secuencia estratigráfica encontrada, una segunda dedicada al estudio de los materiales recuperados (donde abundan las tipologías y los dibujos de estos materiales), y una tercera correspondiente a la interpretación histórica del conjunto. Es necesario señalar que las tipologías arqueológicas de la arquitectura se han desarrollado con un fin preciso: el de crear un instrumento apropiado para datar las construcciones, y por ello es necesario afrontar este problema en el ámbito de los llamados “indicadores cronológicos” de la arqueología de la arquitectura, o lo que es lo mismo, en el ámbito del conjunto de instrumentos creados para fechar las UEM (Unidades estratigráficas murarias). Existen varias clasificaciones de “indicadores cronológicos” (MANNONI 1984a; PARENTI 1988b) y una bibliografía relativamente amplia (QUIROS CASTILLO 1994) que tienen en cuenta su precisión, coste, metodología, etc. En esta ocasión nos interesa tener en cuenta un sólo aspecto de estas clasificaciones; el ámbito de aplicación del método. Mientras que existen toda una serie de instrumentos cronológicos tomados “prestados” de otras disciplinas (radiocarbono, termoluminiscencia, etc.), o bien provenientes de otras ramas de la historia o la arqueología (epigrafía, la excavación arqueológica, la lectura estratigráfica, etc.) que son de aplicación universal, hay otro tipo de indicadores desarrollados en el ámbito de la arqueología de la arquitectura, como la cronotipología de elementos constructivos o la mensiocronología, que presentan algunas características propias. Respecto a los casos señalados anteriormente, son métodos de aplicación local, es decir, que son útiles en contextos geográficos más o menos reducidos, pero que permiten obtener cronologías muy precisas o bajo coste. Esta limitación se corresponde con las características de la producción y consumo de los elementos y los materiales constructivos, que presentan variaciones y características muy heterogéneas. Si bien en las clasificaciones de indicadores cronológicos la mensiocronología y la cronotipología aparecen bastante distantes entre si debido al tipo de método de estudio que ha consentido la elaboración de unas y otras, parten de conceptos teóricos afines, relacionados con el proceso de clasificación de los materiales que realiza la arqueología. La presencia de instrumentos cronológicos de ámbito local es un indicador muy significativo del desarrollo y la madurez de la arqueología de la arquitectura en una determinada región. Refiriéndose al caso italiano, existen varios grupos que emplean habitualmente la estratigrafía de la arquitectura como método de lectura y estudio, y en teoría, gran parte de los arqueólogos y un buen número de arquitectos italianos conocen tal metodología. Por contra, solamente

muy pocos grupos han desarrollado no ya una estratigrafía arquitectónica, sino también una arqueología de la arquitectura articulada, creando instrumentos útiles de trabajo y realizando interpretaciones históricas a partir de estos restos materiales. Puede ser útil comparar tal situación con la del estudio de las cerámicas medievales y postmedievales. Hace veinte años aparecían casi contemporaneamente la primera cronotipología de cerámica medieval en Italia (MANNONI 1975) así como la primera propuesta y clasificación de cronotipologías arquitectónicas (MANNONI 1976). Tras dos decenios de trabajo el balance es muy desfavorable para el estudio de las arquitecturas; mientras que el estudio de la cerámica se ha desarrollado mediante coloquios anuales y publicaciones específicas, no ha sido así respecto al desarrollo de los indicadores cronológicos de la arquitectura. Después de veinte años contamos con la posibilidad de datar un contexto cerámico con una buena aproximación, pero son muy limitadas las zonas en las que podemos hacer lo mismo con los documentos arquitectónicos. Son pues, las fuentes indirectas las más empleadas para datar la arquitecturas. Se puede afirmar en este sentido que el peso de las fuentes escritas es inversamente proporcional al desarrollo de los indicadores cronológicos de ámbito local. El desarrollo de indicadores cronológicos de ámbito local exige la elaboración de una estrategia de trabajo intensiva sobre el territorio que se puede definir “global” (MANNONI, CABONA, FERRANDO, 1988), integrando de forma articulada intervenciones sobre monumentos, excavaciones arqueológicas (de urgencia, preventivas y programadas), prospecciones y tipologías de la cultura material local. El uso de otros indicadores cronológicos de aplicación universal debería realizarse en casos concretos y precisos, y no solamente para estudiar el edificio concreto -tal como se hace hoy en día- sino sobre todo para ayudar a construir indicadores de ámbito local.

2. La cronotipología en la arqueología de la arquitectura Referirse al concepto de “tipo” y tipología en arquitectura es indudablemente una cuestión extremamente difícil y compleja, debido a la gran cantidad de significados que ha asumido este término tanto en la historia del arte, en la proyectación arquitectónica, en la historia de la arquitectura, etc. por lo que no es nuestra intención realizar un análisis crítico de estos conceptos. De todas formas es necesario, al menos a un nivel elemental, establecer con claridad la diversidad existente entre la tipología arquitectónica tradicional -la estilístico formal- y la tipología arqueológica de la arquitectura. Hay que señalar que en la misma disciplina arqueológica el concepto de tipología es muy problemático, y generalmente se confunde con el de clasificación y producción (PUCCI 1983), empleándose de forma muy variada. A ello hay que sumar el papel otorgado a las tipologías por la escuela procesual en su elaboración de su modelo de análisis cultural (CLARKE 1978; KLEJN 1982), que transciende los límites de las meras clasificaciones. En este caso vamos a referirnos solamente a tipologías empleadas para establecer cronologías, es decir, cronotipologías, dejando de lado otro tipo de clasificaciones o tipologías funcionales, artísticas o técnicas. Si hubiese que caracterizar de alguna manera las tipologías estilístico-formales empleadas por los historiadores del arte, habría que señalar su base idealista, subjetiva y ausente de profundidad histórica. Empleando un lenguaje arqueológico, estas pueden considerarse como un análisis descontextualizado del objeto material, ya que establece una jerarquía entre los diversos criterios de clasificación privilegiando aspectos meramente formales o estéticos abstrayéndolos de unas coordenadas históricas (no se realizan análisis estratigráficos), geográficas e incluso cronológicas. Se adopta una posición idealista alejada del documento

material, basada en valoraciones estéticas subjetivas que se modifican cuando cambia el crítico que las realiza (CANIGGIA 1991). Por su parte la tipología arqueológica de la arquitectura intenta una aproximación menos idealista y mucho más material, sobre todo porque viene empleada para fines distintos respecto a los que persigue el mero análisis filológico formal. De hecho, el principal objetivo que tiene el arqueólogo cuando establece una tipología es la de poder datar sus materiales, es decir, la de realizar cronotipologías de los objetos que estudia. Es pues obvio que la mera aproximación formal generalmente no es suficiente para establecer discriminantes que tengan un significado cronológico. De esto se deduce que la tipología arqueológica no desprecia el análisis formal, pero tal análisis adquiere su significado en un contexto concreto y bien determinado. (FERRANDO, MANNONI, PAGELLA 1989) Teniendo en cuenta todas estas premisas, la arqueología ha desarrollado tipologías que parten desde la base, desde el documento material, evitando prejuicios y valoraciones subjetivas a partir de modelos ideales (como el de la “casa tradicional” o el de los estilos artísticos). Para ello es necesario recurrir al análisis de una serie de elementos arquitectónicos distribuidos diacronicamente y de los cuales conocemos su fecha de fabricación. De esta forma es posible observar las variaciones formales, técnicas y dimensionales de los objetos, con el objetivo de obtener el mayor número posible de discriminantes cronológicos que permitan afinar las dataciones del instrumento tipológico (GABRIELLI 1996). Los productos susceptibles de ser tipologizados son aquéllos producidos en serie y que se encuentran en espacios geográficos circunscritos, de forma que ofrezcan una cierta homogeneidad productiva y de consumo. Una vez individualizados edificios o fases de estos de los que conocemos su cronología, podemos tipologizar cualquiera de sus elementos, si bien será necesario aislar aquéllos elementos más significativos o útiles para obtener cronologías más precisas. Una de las tipologías más útiles es la de las aperturas (puertas y ventanas) que han sido definidas como “los ojos y la boca del edificio” por su carga simbólica y decorativa, especialmente en edificios rurales (FERRANDO, MANNONI, PAGELLA 1989: 652). Esto es debido no solo al hecho de que estos objetos se encuentran fechados con una cierta frecuencia mediante inscripciones en el arquitrave, la clave de los arcos u otros elementos del mismo (el caso de la montaña toscana y lígure es muy notable, si bien no faltan casos en centros urbanos como Oviedo o Luca), sino sobre todo porque están sometidos a variaciones morfológicas limitadas pero contínuas (FERRANDO, GARDINI, MANNONI 1978; FERRANDO, CRUSI 1980; QUIROS CASTILLO 1992). De hecho, la individualización de puertas datadas permite no solo estudiar la misma puerta sino también la técnica muraria con la que se encuentra relacionada estratigráficamente; pero mientras la cronotipología de las técnicas murarias presenta en Toscana una precisión variable del siglo a los 300-400 años, la cronotipología de las puertas y ventanas permite una aproximación que va desde algunos decénios a los 100-150 años. La realización de una cronotipología requiere la elaboración de un programa de recogida y elaboración de datos adecuado al tipo de evidencia arqueológica que queremos estudiar, ya que superado un cierto número de ejemplares resulta difícil volver a recoger los datos o a reelaborarlos. Por ello se ha propuesto un modelo de análisis articulado en cuatro fases principales: a. La elección de las muestras datadas; es necesario contar con series de objetos o elementos arquitectónicos que se puedan fechar con certeza, tanto si son paramentos, aperturas o elementos decorativos. Cuando mayor sea el conjunto de ejemplares datados, más amplia y precisa será la cronotipología; no obstante, e incluso en el caso de contar con pocos

ejemplares fechados con cronologías relativas, ha sido posible -con el apoyo de la lectura estratigráfica- elaborar cronotipologías de gran precisión, como muestra el caso de las aperturas de la fachada de Santa Maria della Scala de Siena (GABRIELLI 1991; GABRIELLI 1993) o de el Palacio Público de la misma ciudad (GABRIELLI 1996). Este último ejemplo es de gran interés para el estudio de edificios monumentales o urbanos. b. Documentación de los discriminantes cronológicos, que no siempre pueden ser conocidos a priori. De hecho, la posterior elaboración de datos puede mostrar como aspectos dimensionales o microformales se convierten en discriminantes cronológicos de gran importancia; o incluso se pueden desarrollar otros discriminantes que no se basen exclusivamente sobre el aspecto formal y consideren otras características del edificio. Por ello es necesario realizar una recogida de datos lo más completa posible, intentando exprimir al máximo las informaciones contenidas en el ejemplar fechado. Aspectos considerados básicos son, además de la descripción morfológica detallada, aspectos técnicos referidos tanto a los instrumentos empleados como al tipo de acabado de las superficies, estudio de los materiales, así como el análisis metrológico del portal o la ventana. Logicamente, es necesario codificar los datos para favorecer su tratamiento informático, indispensable para la posterior elaboración de los mismos. c. La elaboración de los datos es la fase más crítica en la elaboración de la cronotipología y no existe un modelo único que se pueda sugerir de forma universal, ya que depende del tipo de datos con los que contamos. En el caso del estudio de las aperturas contamos con unas 20-30 variables descriptivas por portal, por lo que el volúmen de datos permite frecuentemente la elaboración no de una cronotipología sino de varias. La elaboración más elemental y significativa es la del reagrupamiento morfológico, separando los arcos de las puertas adinteladas e individualizando analogías en la disposición de las jambas, en la presencia o ausencia de molduras, ménsulas, bases, formas de la clave o de determinados elementos decorativos, etc. A través de esta clasificación es posible identificar formas simples muy recurrentes y empleadas durante períodos muy amplios, formas frecuentes que aparecen en segmentos cronológicos más reducidos, así como casos únicos, representados por un solo ejemplar. Naturalmente son los casos del segundo grupo los más útiles para nuestro fin, si bien es necesario considerar igualmente los otros dos grupos. En el caso de las formas únicas se pueden encontrar posteriormente casos similares sin datar que pueden servir para ampliar su casuística, o incluso pueden encontrar paralelos en otras tipologías. Respecto a los tipos de larga duración, se puede intentar encontrar ulteriores discriminantes cronológicos dentro del tipo ya definido recurriendo a elementos micromorfológicos o incluso a análisis dimensionales, creando verdaderas mensiocronologías (QUIROS CASTILLO 1992). De forma paralela a la tipología realizada con criterios formales se pueden elaborar nuevas tipologías basadas en el empleo de determinados materiales, en el empleo de determinados instrumentos, en el acabado de las jambas (MANNONI et alii 1991: 162; QUIROS CASTILLO, ZANCHETTA 1994: 169) o en las molduras o elementos decorativos relacionados con las aperturas datadas (GABRIELLI 1991: 158). Aumentando el número de instrumentos, que tendrán diversos grados de precisión, será posible obtener cronologías más fiables. d. Definición del área de aplicación del método, que es un paso imprescindible cuando se emplean indicadores cronológicos locales. No se debe excluir por principio que algunos tipos puedan tener una distribución regional o incluso más amplia, pero es necesario realizar

previamente análisis locales, para poder en un segundo momento verificar la extensión real de cada tipo. Es pues un proceso inverso al análisis tipológico tradicional de la arquitectura, que parte de un modelo estilístico concreto (p.e. el gótico o la casa campesina), y verifica el grado de pureza al que se ajusta la arquitectura así como sus variantes, influencias, etc. En nuestro caso se observan los restos materiales y se elaboran tipologías de aplicación y complejidad creciente, según van aumentando las observaciones realizadas.

3. La mensiocronología de ladrillos La mensiocronología es un instrumento empleado para poder datar restos materiales a partir de las dimensiones de los mismos. Para ello es necesario crear una serie de modelos o de estandars de referencia a partir de casos conocidos y datados con claridad, que permitan -mediante la comparación con estos- fechar la muestra de la que conocemos solamente sus dimensiones. Metodologicamente la mensiocronología está muy relacionada con otros procedimientos empleados por la geología o las ciencias de la naturaleza, que crean muestrarios para poder comparar posteriormente con otros ejemplares desconocidos, si bien en este caso los discriminantes son exclusivamente dimensionales y el fin no es el de clasificar sino el de datar mediante la comparación con ejemplares de referencia. Como en el caso de la cronotipología, se trata de un instrumento de datación empírico, realizado a partir del análisis directo de los objetos materiales, y supone quizás el nivel más analítico de clasificación de estos manufactos. Viene aplicado sobre productos realizados en serie y en el que el la variabilidad dimensional aparece como un importante criterio distintivo (atributo en la clasificación de Clarke), bien por la ausencia de otros criterios (formales o técnicos), bien porque es necesario afinar las cronologías ofrecidas por cronotipologías más "groseras", como en el caso de las aperturas. En esta ocasión se utilizará como ejemplo principal el caso de los ladrillos, no sólo por tratarse del campo más desarrollado en Italia, sino también por su enorme potencialidad en el caso hispano (QUIROS CASTILLO 1994). El estudio arqueológico de la arquitectura ha mostrado la existencia de notables variaciones en las dimensiones de los ladrillos empleados en construcciones medievales y postmedievales (MANNONI, MILANESE 1988). Estas variaciones ya eran conocidas para el caso de los ladrillos romanos (LUGLI 1957; MARTA 1981), pero en el caso de los períodos más recientes, a los que corresponden casi la totalidad de la arquitectura conservada, la situación no había sido estudiada (BONORA 1979). El análisis diacrónico de estos objetos en algunos centros urbanos ha mostrado como en algunos casos el ladrillo tiende a disminuir progresivamente de dimensiones y, en casos excepcionales, también a aumentar (CORSI, MENNUCCI 1991). Este proceso se ha puesto en relación con la presencia en los estatutos y fueros de estas ciudades de normativas muy rígidas que regulan las dimensiones y las características del ladrillo que se encuentran en el mercado urbano. En la región Toscana durante el período medieval, ya desde finales del siglo XIII se puede observar la presencia continua de estos controles en los centros urbanos, donde el consumo y la producción de ladrillos es muy importante. Muchas de estas ciudades duplican o triplican su espacio urbano entre 1150-1250, y el ritmo constructivo es impresionante; en este sentido el ladrillo se convierte en un producto estratégico en los concejos medievales e incluso durante la edad moderna. En el caso español se conoce la existencia de sistemas de control de medidas por parte de las ordenanzas municipales al menos en los casos de Valencia (GONZALEZ MARTÌ 1944: 21) y

de Madrid1, si bien es muy posible que realizando un estudio sistemático nos encontraríamos con una situación muy rica y articulada, quizás similar al caso italiano. Tal preocupación por las dimensiones del ladrillo demuestran, además de un intento por regular un mercado de gran interés para la ciudad, la existencia de fraudes continuos. El ladrillo es un bien sujeto al mercado, en el que se adquiere en orden numérico. Así, tiende a disminuir debido al interés del productor por obtener en cada hornada mayor cantidad de unidades y un menor coste de elaboración de cada ladrillo reduciendo ligeramente las dimensiones de la gradilla en el que venía formado. Además las variaciones monetarias e inflacionistas influyen en esta variación. Este modelo histórico encuentra igualmente sus excepciones, como en el caso de Siena, donde el ladrillo tiende a crecer. El estrecho control del concejo sobre la producción así como la intervención de otros entes ciudadanos parecen explicar la tendencia inversa registrada en esta ciudad (CORSI 1991). Estas diferencias muestran una situación compleja y articulada, en la que es imprescindible conocer y estudiar los sistemas de producción y consumo de ladrillos tanto en la ciudad como en el área rural (PARENTI, QUIROS CASTILLO 1995). Lo que aparece claro es que estas tendencias (de aumento o de disminución) son bastante lineares y continuas, por lo que es posible elaborar estandars de referencia que contemplen las variaciones de las dimensiones y permitan fechar otras construcciones a partir de las dimensiones medias de los ladrillos empleados (FOSSATI 1984). Se ha elaborado un modelo teórico relativo a las fases de elaboración de una mensiocronología, con el fin de ilustrar todos los problemas que comporta y las diversas soluciones experimentadas hasta el día de hoy: a. La elección de las muestras constituye una fase muy delicada en la elaboración de la mensiocronología. Es necesario seleccionar un conjunto de paramentos que hayan sido datados de forma muy precisa con otros indicadores cronológicos (inscripciones, fuentes escritas, cerámicas muradas, materiales arqueológicos en fosas de fundación, etc.). La experiencia demuestra como es preferible utilizar pocos casos seguros antes que emplear un número mayor pero con cronologías imprecisas o problemáticas (QUIROS CASTILLO 1995). De esta manera, incluso una decena de edificios distribuidos diacronicamente de forma regular puede constituir un buen punto de partida. Análisis posteriores permitirán incluir nuevos puntos seguros en la mensiocronología. b. Medición de los materiales constructivos, que nunca puede hacerse sin haber realizado un análisis estratigráfico -incluso elemental- del edificio. Se ha observado que con un total de 30 medidas por cada variable (alto, ancho, largo) siempre que sean accesibles, es posible obtener una buena aproximación, ya que aumentando el número de medidas la media no se modifica. c. Depuración de los datos y cálculo de las medias aritméticas, con el fin de preparar los datos de cada muestra para la elaboración final. Para ello es necesario verificar tanto la homogeneidad de la muestra así como de la presencia de ladrillos rotos o de datos discordantes que alteren el cálculo de las dimensiones del ladrillo medio. Otros casos problemáticos pueden derivarse del empleo de ladrillos viejos reutilizados o de ladrillos más nuevos colocados en ocasión de restauraciones (en lenguaje arqueológico residuos e intrusiones) que no siempre se consiguen aislar mediante la lectura estratigráfica.

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Agradezco la información de C. Aragón. En este caso específico, en la segunda mitad del siglo XVI, las gradillas debían de ser autentificadas y normalizadas en el ayuntamiento, colocándose el sello de la ciudad, de la misma manera que sucedía en tantas ciudades toscanas.

Los procedimientos más empleados son, de una parte, el empleo de las desviaciones y los índices de varianza, que pueden llevar a excluir la muestra en el caso de series poco homogéneas. Por otra parte, para aislar los casos más problemáticos, se recurre a los gráficos de frecuencia, que permiten observar la presencia de intrusiones o residuos. En el caso de que la muestra sea homogénea, la forma que adquiere el gráfico es “de campana” (curva normal o de Gauss), mientras que la presencia de varios picos indica la convivencia de diversos grupos de dimensiones, permitiéndonos poder aislar los casos de ladrillos rotos, o de diversas producciones (SHENNAN 1992: 111). No hay que olvidar igualmente que en centros de consumo de unas ciertas dimensiones no ha existido siempre un solo tipo de ladrillo, siendo frecuente la convivencia de diversas dimensiones, correspondientes a producciones destinadas a distintas funciones. d. Sobre la elaboración de los datos, son muchos los procedimientos que se han seguido debido al carácter empírico del método así como al hecho de que se trata de un instrumento de datación susceptible de aumentar su precisión añadiendo nuevos casos con dataciones ciertas. Por ello, se ha asistido en el último decenio al desarrollo de nuevos modelos matemáticos cada vez más complejos y variados, buscando procedimientos que combinasen la precisión y la flexibilidad. Entre estos procedimientos se pueden señalar los siguientes: 1. Representación gráfica. No es imprescindible recurrir a un tratamiento estadístico complejo, sobre todo en una fase inicial. La representación gráfica mediante gráficos de dispersión que representen la cronología en el eje horizontal y las dimensiones en el vertical permite obtener ya una indicación precisa, simple y de gran utilidad sobre la variabilidad de las dimensiones, así como del orden de los valores que asume en los diversos siglos. Si bien se trata de un tratamiento “grosero” las indicaciones cronológicas ofecidas tienen una precisión que ronda los 100-50 años. 2. Los intervalos métricos de Siena. Otro caso simple y eficaz ha sido desarrollado para Siena (CORSI 1988), como apoyo y conclusión de análisis más complejos y precisos, demostrando que no son siempre imprescindibles estos últimos. En esta ocasión se dividieron en intervalos cronológicos y dimensionales las tres variables (largo-ancho-espesor), constituyendo una tabla en la que, mediante la comparación con las dimensiones medias de la muestra que se quiere datar, es posible obtener una precisión en torno a los 100-450 años para los espesores; 15-200 para los anchos, y en torno a 70 años para los largos; no obstante el empleo de los tres segmentos contemporaneamente permite reducir a 30 años la precisión del instrumento. 3. Regresión lineal múltiple. Es sin duda el procedimiento estadístico más empleado actualmente. Se trata de un análisis que permite la determinación de una variable dependiente (en este caso la cronología) a partir de dos o más variables dependientes (en este caso las dimensiones del ladrillo tipo de la muestra que queremos datar), construyendo un modelo matemático capaz de predecir la fecha de una muestra a partir de las dimensiones medias (SHENNAN 1992: 172). De forma paralela, se ha estudiado el grado de relación o coherencia entre las distintas variables y su interrelación mediante el cálculo del coeficiente de correlación, permitiendo observar como hay ciertas variables que pueden ser excluidas del cálculo, ya que lo complican sin añadir precisión. En el caso de Génova se ha visto que la medida del ancho no es significativo, y son la altura y el largo del ladrillo las variables más significativas (FOSSATI 1985). En Siena es el largo la medida excluida, ya que son el ancho y el espesor aquéllas variables que aumentan de forma sostenida (CORSI 1991). Por último, en Pisa es nuevamente

el largo la variable excluida, pero en este caso aumenta el ancho y disminuye el espesor (QUIROS CASTILLO 1996). Son pues ejemplos significativos que demuestran la complejidad del fenómeno y de los procesos que influyen en tales variaciones. 4. Otras regresiones. Posteriormente se ha visto que, si bien la disminución o el aumento de los ladrillos es continua, no es estrictamente lineal. Por ejemplo en el caso de Génova se ha podido demostrar, después de haber registrado más de 1000 unidades estratigráficas, como existen tres períodos constructivos que corresponden a las principales fases de actividad constructiva en la ciudad (PITTALUGA, GHISLANZONI 1991). Los períodos comprendidos entre los años 1150-1350 y 1550-1750 corresponden a momentos de gran actividad constructiva, relacionados con el florecimiento urbano; por contra en 1350-1550 la actividad constructiva es mucho menor. Partiendo de estos datos se han podido observar dos hechos importantes; de una parte se ha visto como la disminución de los ladrillos no es homogénea en los tres períodos. Además se ha podido demostrar como en el período de menor actividad constructiva (mediados del siglo XIV-mediados del siglo XVI), la disminución de los ladrillos es menor que en el período anterior y sucesivo. Todo esto ha motivado el desarrollo de nuevos modelos estadísticos que recojen la complejidad de tal situación y superan las limitaciones presentes en las curvas anteriores. La cuarta curva de Génova, actualmente en elaboración, así como la segunda curva de Siena, se basan sobre modelos estadísticos complejos (regresiones polinomiales) que consideran las variaciones de los diversos tramos cronológicos. El último aspecto que merece resaltarse relativo a la elaboración de las datos es el de la tolerancia que permite el cálculo estadístico. Para evaluar tales variaciones se ha tenido cuenta tanto el ajuste del modelo estadístico (regresión), como de la homogeneidad de los datos de la muestra que se pretende datar. Para ello se han estudiado de una parte los residuales resultantes de la aplicación de las fórmulas a los datos con la que se ha obtenido; de otra se han desarrollado fórmulas que, considerando la desviación estandar de las muestras que se intentan datar, indican el grado de atendibilidad de las cronologías propuestas (GHISLANZONI, PITTALUGA 1989). Si bien en el caso de Génova la precisión mensiocronológica de los ladrillos permite una aproximación en torno a los 5-10 años, para los casos de Siena o Pisa la precisión es menor y varía en torno a los 20-30 años, según el método aplicado, la variación de la muestra y el período cronológico. e. Definición del área de aplicación del método. Como cualquier indicador cronológico de ámbito local, es necesario que, mediante el empleo de fuentes históricas indirectas y el estudio de edificios separados de los centros productores, se pueda verificar el ámbito geográfico de aplicación de los cálculos mensiocronológicos. En este sentido, puede ser interesante observar un ejemplo de los diversos bandos y ordenanzas de control de la producción de la Toscana. El “Bando e legge sopra l’osservantia de prezzi de lavori & Calcine di Fornaci dell’arte,& Università de’ Fabbricanti e quello debbano fare li Muratori” de 1574, emanado por el Duca de la Toscana (Biblioteca Universitaria di Pisa, manuscrito 483.7), establece una división muy clara entre los precios y controles que rigen en la capital, Florencia, en las “Seimiglia”, es decir, el territorio en torno a seis millas de la ciudad, y el “contado”, o sea el territorio rural más lejano de la misma. No podemos olvidarnos que en este momento Florencia controla toda la Toscana salvo Luca, y que las variaciones dimensionales existentes entre Siena y Pisa demuestran la heterogeneidad de los centros productores de cada ciudad. Como señala el historiador polaco Kula, la uniformidad metrológica se produce solamente por dos vías; o mediante relaciones comerciales, o a través de la imposición estatal (KULA 1987: 126). En Toscana en época

medieval y postmedieval no tiene lugar ninguna de las dos cosas, mientras que en Liguria, la presencia de continuas relaciones comerciales y la venta de materiales de construcción en centros como Savona o Génova han garantizado una cierta unificación metrológica (QUIROS CASTILLO 1995). En otros casos de estudios de centros rurales se ha podido observar la enorme fragmentariedad de los mercados y la presencia de abundantes centros productivos, de forma que en las ocasiones en que ha sido posible elaborar mensiocronologías, su ámbito de aplicación no supera el de la aldea o el concejo (QUIROS CASTILLO 1993). La diversidad y la complejidad de los procesos productivos y los centros de consumo exigen la adopción de una perspectiva histórica muy amplia, en la que la historia del artesanado, la producción y la economía son fundamentales para conocer la articulación de estas producciones y elaborar instrumentos cronológicos de ámbito local. Se pueden citar igualmente algunos ejemplos de intentos mensiocronológicos elementales, abortados por la ausencia de este contexto histórico y geográfico necesario para comprender estas producciones tan fragmentadas y variadas. El estudio tipológico y dimensional de los ladrillos mudéjares realizado por Pavón Maldonado puede ser uno de ellos. En un trabajo de hace diez años destinado a clarificar el empleo de este material constructivo fue posible recoger toda una serie de datos sobre las dimensiones de monumentos fechados, pero carecen de potencialidad mensiocronológica al haber empleado un ámbito espacial que supera el del mercado. En este sentido se intentan individualizar módulos con un significado casi antropológico, pero siempre ahistórico (PAVON MALDONADO 1986). Lo mismo se puede decir respecto a un reciente estudio realizado sobre las dimensiones de los adobes en Aragón durante el período prerromano (ASENSIO ESTEBAN 1995a: 385-390; ASENSIO ESTEBAN 1995b: 35-40). Los adobes ofrecen evidentes problemas de tratamiento mensiocronológico debido tanto a la fragilidad del material y a su difícil conservación, así como a la enorme variabilidad de sus dimensiones debido a la contracción durante la fase de secado. Debido a estos condicionamientos se ha podido calcular que en una construcción realizada con adobes de idéntica procedencia las diferencias en las dimensiones son del orden del 10-15 % respecto al módulo. A pesar de estas dificultades evidentes que impiden realizar estimaciones mensiocronológicas de gran precisión, ha sido posible observar la presencia de al menos cinco grupos, que se pueden reunir en tres conjuntos de módulos métricos diversos, uno “autóctono”, otro “mediterráneo” y un tercero basado en el gran codo púnico. Pero en el análisis está nuevamente ausente la variación cronológica, y se toma en consideración un espacio geográfico enorme (Etruria, Grecia, Africa, así como de otras partes de la península), resultando un análisis antropológico inductivo, carente de profundidad histórica. Otro caso interesante es el estudio realizado por los autores ingleses sobre las variaciones dimensionales de los bloques de toba en la región del Lacio septentrional, al norte de Roma, donde la abundancia de rocas volcánicas ha favorecido el empleo de este material. En este contexto, ha sido podido elaborar una mensiocronología de estos materiales entre los siglos XII-XV al observar la disminución de los materiales, si bien no se ha podido explicar históricamente las razones que explican tal disminución (ANDREWS 1988: 312). Espacios reducidos, y empleo de una llave de lectura cronológica son los elementos que separan este caso de los anteriormente dichos. Para acabar con los materiales constructivos hay que citar el caso de la mensiocronología de materiales líticos. Para ello se ha desarrollado un modelo gráfico descriptivo de las dimensiones de los mampuestos o los sillares del muro, que considera la dimensión máxima, la mínima y la media. Mediante el empleo de estas representaciones y la comparación con

otros casos datados ha sido posible obtener dataciones mensiocronológicas, pero de escasa precisión. No obstante, la aplicación de este instrumento adquiere su potencialidad combinado con otros indicadores cronológicos de forma contemporánea, reduciendo de esta manera los segmentos cronológicos (MANNONI, POLEGGI 1974: 190; BOUGARD, HUBERT, NOYÉ 1987: 757). Por último hay que señalar que no son solamente los materiales constructivos susceptibles de ser tratados mensiocronologicamente, sino que también algunos elementos constructivos ofrecen potencialmente esta posibilidad. El caso de las balaustras de los palacios de Génova es una de ellas, pero podemos igualmente citar nuevamente el caso de las puertas de las construcciones rurales usadas en la cronotipología. Como se ha indicado anteriormente, el empleo de elaboraciones estadísticas en estos casos se realiza exclusivamente con el fin de afinar las cronologías de tipos homogéneos que presentan una larga duración. En este sentido la mensiocronología de las aperturas (proporción alto/ancho de la puerta) o del espesor de las piezas líticas de las mismas se han demostrado como instrumentos muy útiles para circunscribir la cronología morfológica de las puertas y ventanas.

4. Conclusiones El desarrollo de instrumentos cronológicos en el contexto de un análisis global del territorio y del documento arquitectónico en ámbitos geográficos y culturales homogéneos, se configura como la estrategia más fructífera para la construcción orgánica de una arqueología de la arquitectura. Las experiencias desarrolladas han mostrado como la individualización de edificios o partes de ellos con cronologías ciertas y seguras, permiten la elaboración de un importante número de indicadores cronológicos de naturaleza muy diversa, de los que la mensiocronología o la cronotipología son solamente dos ejemplos. El análisis cualitativo de los materiales de construcción y su empleo en determinados segmentos cronológicos es otro indicador de gran importancia, tanto en ámbito rural como urbano (PARENTI 1995). Otro caso significativo puede ser el estudio de las argamasas de Génova, que emplean arenas provenientes de distintas zonas del litoral en relación con la ampliación de la ciudad hacia el oeste y el cambio de las áreas de captación. La individualización de discriminantes petrográficos ha permitido obtener un nuevo criterio cronológico (MANNONI 1984b). Se podrían citar otros ejemplos, pero en todos ellos aparece muy claro la base empírica de los instrumentos y la necesidad de exprimir las informaciones contenidas en los edificios datados, que adquieren un papel semejante al de los contextos arqueológicos cerrados. La suma de diversos indicadores cronológicos locales y su uso contrastado y autónomo es el único medio para lograr sacar del anonimato la arquitectura histórica así como las construcciones “populares” o “tradicionales”. No obstante, no conviene olvidar que son solo instrumentos, medios para comprender la historia del edificio y del grupo humano que lo ha construido y utilizado hasta nuestros días.

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