Catequesis en clave misionera - 1

Indice

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Introducción

Una catequesis creativa, kerigmática, mistagógica y bella al servicio de la miisón El Papa Francisco habla a los Catequistas

La catequesis a la luz de Aparecida Catequesis en clave misionera Actitudes del catequista La catequesis de la propuesta La catequesis es siempre misionera

Predicación en la Misa de Apertura del III Congreso Nacional de Catequesis

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Introducción Es bueno siempre hacer memoria para no perder el sentido de las opciones que vamos haciendo y para poder encarar con más veracidad el futuro. La llegada de Bergoglio se da en medio de un debilitamiento de los planes de pastoral iniciados en la década del noventa debido a que acción concreta en torno a los tres años de misión propuestos como preparación para la celebración del milenio habían absorbido lo proyectado. Sin embargo este tiempo fue un rico ejercicio de trabajo desde los COPAPAS y los consejos de pastoral de decanato y vicarías que dejaron un estilo misionero plasmado en gestos misioneros en calles y esquinas de los distintos barrios, los encargados de manzanas y círculos de la Virgen. Finalizada la celebración del Milenio y ante la pregunta: ¿Cómo ser Iglesia en Buenos Aires?, el cardenal Bergoglio, con el inicio del estado de asamblea, invita a un camino de discernimiento pastoral para pasar de una pastoral de planes y acciones a una pastoral de actitudes desde la cual ir llevando adelante las acciones. Los lemas propuestos para cada año fueron marcando el ritmo de este camino: reconocer heridas y fragilidades; renovar el fervor apostólico; fortalecer una identidad eclesial de mayor comunión; hacer de nuestras parroquias o ámbitos pastorales santuarios donde se experimente la presencia de Dios; acercarnos al Dios que es ternura y viene a nosotros; llegar a toda periferia; ser ungidos para ungir. En medio de este andar Aparecida nos confirma en el camino y pasamos del Estado de Asamblea al Estado de misión. Se desarrolló entonces en Buenos Aires un camino que buscó llevar adelante la opción misionera desde la perspectiva paradigmática y programática. En el orden paradigmático, se puso el “bautismo en clave misionera como parte de una camino para repensar toda la vida sacramental de nuestra arquidiócesis, Se inició la “misión bautismal”. Este proyecto apuntó a poner la pastoral bautismal en clave misionera. Se apuntó a repensar la preparación prebautismal, a generar vínculos con los que se acercan, a facilitar horarios de bautismos, anunciar e invitar a recibir el bautismo a aquellos que no lo recibieron y, fundamentalmente, hacernos cargo de “los hijos que engendra la Iglesia”, con una pastoral post-bautismal. El proyecto de “Pastoral Digital” se pensó como una herramienta y aporte más a este desafío. En lo programático se concretaron gestos misioneros periódicos y permanentes para los tiempos fuertes con campañas misioneras y se establecieron lugares de misión permanente (carpas misioneras). Las comunidades se renovaron con la experiencia de “salir” y estar en la calle para hacer presente a un Dios que es ternura y a una Iglesia que quiere abrazar a todos. La dimensión misionera e instaló en el lenguaje y en las perspectiva de las acciones aunque todavía nos falta bastante camino para recorrer en torno a la conversión pastoral, para que la clave misionera se vea plasmado en toda la pastoral ordinaria. El Año de la Fe se vivió como tiempo preparatorio para una Misión Arquidiocesana en el 2014. El Consejo Presbiteral y el Consejo de Pastoral elaboraron propuestas generales en orden a que cada comunidad con su peculiaridad específica se aboque a la realización de un camino misionero orgánico. La invitación a realizar Asambleas Parroquiales y organizar los Consejos Pastorales Parroquiales busca que las comunidades tomen mayor conciencia de este llamado misionero y se desarrolle la participación y el compromiso de los laicos. Junto a este proceso, es bueno también iniciar un camino en el cual podamos poner la “Catequesis en clave misionera”. Esto no significa: “otra cosa nueva” u “otra cosa más”, sino ir haciendo el camino habitual pero incorporando otra mirada para el planteo que vamos haciendo habitualmente en nuestra catequesis y con

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nuestros catequistas. Lo programático de misión necesita de lo paradigmático para que en nuestras estructuras habituales de pastoral se releje el mismo espíritu que nos anima en la misión.

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Una catequesis creativa, kerigmática, mistagógica y bella al servicio de la misión

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Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. 1 Cor 15,3-4 Estas palabras quieren ser el eco agradecido a las bellas y simples catequesis que nos entregara el Papa, tanto en el Congreso Internacional sobre Catequesis, como en las páginas que nos ha dedicado en su última Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. En ambas enseñanzas, queda claro que en el contexto del estado de misión, promovido por la Iglesia hoy -con nuevos métodos y renovado ardor-, la centralidad de la catequesis en el proceso evangelizador obliga a azuzar el ingenio y actualizar todos sus recursos, para llegar a los múltiples niveles de la realidad del hombre contemporáneo. Cuando Francisco enseña que los catequistas deben caminar con Cristo hacia las periferias, nos recuerda que la realidad que se nos presenta es compleja y desafiante. No obstante, la catequesis tiene sus recursos y ha demostrado en la vida de la Iglesia que supo abordar los contextos sociales más adversos y las circunstancias por demás difíciles, para llegar al corazón mismo del hombre y la mujer. En ese sentido, nos alienta diciendo: «Y si ustedes van a las periferias, allí lo encontrarán. Dios es siempre fiel, es creativo. Por favor, no se entiende un catequista que no sea creativo. Y la creatividad es como la columna vertebral del catequista. Dios es creativo, no está encerrado, y por eso nunca es rígido. Dios no es rígido. Nos acoge, sale a nuestro encuentro, nos comprende. Para ser fieles, para ser creativos, hay que saber cambiar. Saber cambiar. ¿Y para qué tengo que cambiar? Para adecuarme a las circunstancias en las que tengo que anunciar el Evangelio» 1. La creatividad le es propia al arte superior de la catequesis, donde revela su capacidad de adecuación, porque su oficio es el de proponer con fidelidad y pedagogía el bello mensaje del Evangelio a las generaciones de todos los tiempos. La imagen corporal de la columna vertebral nos recuerda la centralidad que debe ocupar su condición artesanal, para que la imaginación y la inteligencia de cada catequista no descansen, hasta encontrar el modo más creativo y efectivo, para proponer el mensaje de la salvación a todas las culturas y hasta llegar a los rincones de todas las realidades humanas. Otro aspecto iluminador de su mensaje, más reciente, lo encontramos en la Exhortación Apostólica ya mencionada. En el tercer capítulo, medular por cierto, el Papa retoma el mensaje central del anuncio evangélico y propone tres modalidades esenciales que debe tener en cuenta la catequesis hoy: kerigmática, mistagógica y bella. El kerigma (anuncio, proclamación) es la verdad de verdades de nuestra religión revelada. Lo primero que dice el Papa es que «el kerygma es trinitario. Es el fuego del Espíritu que se dona en forma de lenguas y nos hace creer en Jesucristo, 1

Discurso del Papa Francisco a los participantes al Congreso Internacional sobre Catequesis, Roma, 27 de septiembre de 2013.

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que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita del Padre» 2. Por tal motivo, una catequesis kerygmática privilegia el mensaje central de la salvación: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte» 3. Así proclamado por un catequista testigo de lo que anuncia, nadie queda indiferente ante un mensaje que nos habla en forma tan directa. La centralidad del kerygma no significa que supla la formación permanente, ni que sea solo un enunciado inicial que no se vuelve a escuchar, pues «es ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos» 4. Este primer anuncio contiene el mensaje esencial del Evangelio y nada hay más sólido, profundo y sabio. La centralidad del kerygma implica: «que exprese el amor salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa, que no imponga la verdad y que apele a la libertad, que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa, que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas» 5. La catequesis encuentra en la liturgia el espacio (templo, altar, bautisterio) y los tiempos sagrados (el Domingo, Solemnidades, Fiestas, Memorias…), para celebrar la fe que proclama en el kerygma. Es en esa coordenada donde se reúne la comunidad de los fieles para orar y celebrar los misterios que nos dejó el Señor, entre los cuales se destaca la Eucaristía. Ahí es cuando la catequesis se torna mistagógica, y su misión es iniciar progresivamente a los catecúmenos en el lenguaje, los signos y los símbolos de la pedagogía de los ritos litúrgicos. El papa Francisco lo dice así: «La iniciación mistagógica, que significa básicamente dos cosas: la necesaria progresividad de la experiencia formativa donde interviene toda la comunidad y una renovada valoración de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana» 6. Devolver al proceso catequístico una saludable referencia a la liturgia es un desafío que no debemos dejar de lado. La catequesis escucha la Palabra y de su fuente inacabable toma las verdades e instala en el corazón, la inteligencia y la memoria de los catecúmenos, la bondad salvadora del Evangelio de Jesús. No obstante, la Iglesia cuidó que ese proceso manifieste la belleza de Dios, y es por eso que decimos que, además de ser verdadera y buena, la catequesis tiene que ser bella. La primera evangelización en América latina manifestó la belleza de nuestra fe en los templos, en la iconografía, las imágenes y retablos. Cuando uno contempla alguno de estos cuadros de nuestra historia descubre que hubo una intencionalidad: manifestar la misma belleza trinitaria que se espeja en la creación, esencialmente en su criatura, el hombre en gracia. El Papa nos invita a transitar el «camino de la belleza»: «Anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas» 7. El estado de misión cuenta con que la catequesis despliegue en este tiempo, la fecundidad de su labor artesanal, persona a persona, para que en cada encuentro catequístico, cada bautizado, descubra su lugar en la Iglesia y en el mundo, y convencido del amor de Dios, contagie la luz y la alegría de su fe. Card. Mario Aurelio Poli EAC 21014 2

EG 164. Ídem. 4 Ídem. 5 EG 165. 6 EG 166. 7 EG 167. 3

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El Papa Francisco habla a los Catequistas

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Mensajes del Papa Francisco para los catequistas de la arquidiócesis de Buenos Aires cuando era cuando era Mons. Jorge Bergoglio s.j. LOS TIEMPOS NOS URGEN o tenemos derecho a quedarnos acariciándonos el alma. A quedarnos encerrados en nuestra cosita... chiquitita. No tenemos derecho a estar tranquilos y a querernos a nosotros mismos. ¡Cómo me quiero!. No, no tenemos derecho. Tenemos que salir a contar que, desde hace dos mil años, hubo un hombre que quiso reeditar el paraíso terrenal, y vino para eso. Para rearmonizar las cosas. Y se lo tenemos que decir a "Doña Rosa", a la que vimos en el balcón. Se lo tenemos que decir a los chicos, se lo tenemos que decir a aquellos que pierden toda ilusión y a aquellos para los que todo es "pálida", todo es música de tango, todo es cambalache. Se lo tenemos que decir a la señora gorda finoli, que cree que estirándose la piel va a ganar la vida eterna. Se lo tenemos que decir a todos aquellos jóvenes que, como el que vimos en el balcón, nos denuncian que ahora todos nos quieren meter en el mismo molde. No dijo la letra del tango pero la podría haber dicho: "dale que va, que todo es igual". Tenemos que salir a hablarle a esta gente de la ciudad a quien vimos en los balcones. Tenemos que salir de nuestra cáscara y decirles que Jesús vive, y que Jesús vive para él, para ella, y decírselo con alegría... aunque uno a veces parezca un poco loco. El mensaje del Evangelio es locura, dice San Pablo. El tiempo de la vida no nos va a alcanzar para entregarnos y anunciar esto que Jesús está restaurando la vida. Tenemos que ir a sembrar esperanza, tenemos que salir a la calle. Tenemos que salir a buscar. ¿Y nosotros nos vamos a quedar en casa?. ¿Nos vamos a quedar en la parroquia, encerrados?. ¿Nos vamos a quedar en el chimenterío parroquial, o del colegio, en las internas eclesiales?. ¡Cuando toda esta gente nos está esperando! ¡la gente de nuestra ciudad!. Una ciudad que tiene reservas religiosas, que tiene reservas culturales, una ciudad preciosa, hermosa, pero que está muy tentada por Satanás. No podemos quedarnos nosotros solos, no podemos quedarnos en la parroquia y en el colegio. ¡Catequista, a la calle!. A catequizar, a buscar, a golpear puertas. A golpear corazones.

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EAC 2000, 11 de marzo de 2000 PERO SABES BIEN POR SER CATEQUISTA or la sabiduría que te da el trato semanal con la gente, que en el hombre sigue latiendo un deseo y necesidad de Dios. Ante la soberbia e invasiva prepotencia de los nuevos Goliat, que desde algunos medios de comunicación y no menos despachos oficiales, reactualizan prejuicios e ideologismos autistas, se hace necesario hoy más que nunca la serena

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confianza de David para desde el llano defender la herencia. Por eso, quisiera insistirte en aquello que te escribía un año atrás:" Hoy más que nunca, se puede descubrir detrás de tantas demandas de nuestra gente, una búsqueda del Absoluto que, por momentos, adquiere la forma de grito doloroso de una humanidad ultrajada: "Queremos ver a Jesús" (Jn. 12,21). Son muchos los rostros que, con un silencio más decidor que mil palabras, nos formulan este pedido. Los conocemos bien: están en medio de nosotros, son parte de ese pueblo fiel que Dios nos confía. Rostros de niños, de jóvenes, de adultos... Algunos de ellos, tienen la mirada pura del "discípulo amado", otros, la mirada baja del hijo pródigo. No faltan rostros marcados por el dolor y la desesperanza. Pero todos esperan, buscan, desean ver a Jesús. Y por eso necesitan de los creyentes, especialmente de los catequistas que no sólo ´hablen´ de Cristo sino, en cierto modo, que se lo hagan ´ver´.... De ahí, que nuestro testimonio sería enormemente deficiente, si nosotros no fuéramos los primeros contempladores de su rostro" (NMI 16). Quiero nuevamente agradecerte toda tu entrega al servicio del Pueblo fiel. Y pedirle a María Santísima que mantenga viva en tu corazón esa sed de Dios para que puedas como la samaritana del Evangelio "adorar en espíritu y verdad" y "hacer que muchos se acerquen a Jesús" (Jn 4, 39). No dejes de rezar por mí para que sea un buen catequista Carta a los Catequistas, Agosto 2002

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UESTRA IGLESIA EN BUENOS AIRES está necesitada de esa AUDACIA y FERVOR, que es obra del Espíritu Santo, y que nos lleva a anunciar, a gritar a

Jesucristo con toda nuestra vida. Es necesario mucha audacia y valentía para seguir caminando hoy en medio de tanta perplejidad. Sabemos que existe la tentación de quedarnos atrapados por el miedo paralizador que a veces se maquilla de repliegue y cálculo realista y, en otros casos, de rutinaria repetición. Pero siempre esconde la vocación cobarde y conformista de una cultura minimista acostumbrada sólo a la seguridad del andar orillando. ¡Audacia apostólica implicará búsqueda, creatividad, navegar mar adentro! Al darte gracias por todo tu camino de catequista, le pido al Señor Eucaristía que renueve tu ardor y fervor apostólico para que no te acostumbres jamás a los rostros de tantos niños que no conocen a Jesús, a los rostros de tantos jóvenes que deambulan por la vida sin sentido, a los rostros de multitudes de excluidos que, con sus familias y ancianos, luchan para ser comunidad, cuyo paso cotidiano por nuestra ciudad nos duele e interpela. Más que nunca necesitamos tu mirada cercana de catequista para contemplar, conmoverte y detenerte cuantas veces sea necesario para darle a nuestro caminar el ritmo sanante de projimidad. Y podrás así hacer la experiencia de la verdadera compasión, la de Jesús, que lejos de paralizar, moviliza, lo impulsa a salir con más fuerza, con más audacia, a anunciar, a curar, a liberar (Cf Lc. 4, 16-22). Más que nunca necesitamos de tu corazón delicado de catequista que te permite aportar, desde tu experiencia del acompañamiento, la sabiduría de la vida y de los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, el sentido de pertenencia,

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para cuidar así -entre todos- a las ovejas que se nos confía, de los lobos ilustrados que intentan disgregar el rebaño. ¡Más que nunca necesitamos de tu persona y ministerio catequístico para que con tus gestos creativos, pongas como David música y alegría al andar cansado de nuestro pueblo! (2 Sa. 6, 1415). Buenos Aires, Agosto de 2002

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ODA GRAN CIUDAD TIENE MUCHAS RIQUEZAS, muchas posibilidades, pero también son muchos los peligros. Uno de ellos es el de la exclusión. A veces me pregunto si como Iglesia diocesana no somos cómplices de una cultura de

la exclusión en la que ya no hay lugar para el anciano, el niño molesta, no hay tiempo para detenerse al borde del camino. La tentación es grande, sobre todo porque se apoya en los nuevos dogmas modernos como la eficiencia y el pragmatismo. Por ello, hace falta mucha audacia para ir contra la corriente, para no renunciar a la utopía posible de que sea precisamente la inclusión, la que marque el estilo y ritmo de nuestro paso. Anímense a pensar la pastoral y la catequesis desde la periferia, desde aquellos que están más alejados, de los que habitualmente no concurren a la Parroquia. Ellos también están invitados a la Boda del Cordero. Hace unos años les decía en un EAC: ¡salgan de las cuevas!. Hoy se los repito: ¡salgan de la sacristía, de la secretaría parroquial, de los salones vip!, ¡salgan!. Hagan presente la pastoral del atrio, de las puertas, de las casas, de la calle. No esperen, ¡salgan!. Y sobre todo hagan presente una catequesis que no excluya, que sepa de ritmos distintos, abierta a los nuevos desafíos de este mundo complejo. No se transformen en funcionarios rígidos, fundamentalistas de la planificación que excluye . "... y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí..." (Ga 2, 20). Ese vivir con Cristo es realmente una vida nueva: la vida del cristiano, y determina todo lo que se es y se hace. De ahí que todo catequista debe procurar permanecer en el Señor (Jn 15, 4) y cuidar, con la oración, su corazón transformado con la gracia, porque es lo que tiene para ofrecer y en donde está su verdadero "tesoro" (Cf. Lc 12,34 ). Alguno quizás está pensando en su interior: "pero esto que nos está diciendo podría ser aplicado a todo cristiano". Sí, es así. Y es lo que justamente quisiera compartir con ustedes esta mañana. Todo catequista es ante todo un cristiano. Puede resultar casi obvio... Sin embargo, uno de los problemas más serios que tiene la Iglesia y que hipoteca muchas veces su tarea evangelizadora radica en que los agentes pastorales, los que solemos estar más con las "cosas de Dios", los que estamos más insertos en el mundo eclesiástico, frecuentemente nos olvidamos de ser buenos cristianos. Comienza entonces la tentación de absolutizar las espiritualidades en genitivo: la espiritualidad del laico, del catequista, del sacerdote..., con el grave peligro de perder su originalidad y simpleza evangélica. Y una vez perdido el horizonte común cristiano, corremos la tentación de lo snob, de lo afectado, de aquello que entretiene y engorda pero no alimenta ni ayuda a crecer. Las partes se convierten en particularidades y, al privilegiar las particularidades fácilmente nos olvidamos

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del todo, de que formamos un mismo pueblo. Entonces comienzan los movimientos centrífugos que nada tienen de misionero sino todo lo contrario: nos dispersan, nos distraen y paradójicamente nos enredan en nuestras internas y "quintismos" pastorales. No olvidemos: el todo es superior a la parte. Pero si algo peculiar debe caracterizar al catequista es su mirada. El catequista, nos dice el Directorio Catequístico General, es un hombre experto en el arte de comunicar. "La cima y el centro de la formación de catequistas es la aptitud y habilidad de comunicar el mensaje evangélico." (235). El catequista está llamado a ser un pedagogo de la comunicación. Quiere y busca que el mensaje se haga vida. Y esto también sin despreciar todos los aportes de las ciencias actuales sobre la comunicación. En Jesús tenemos siempre el modelo, el camino, la vida. Como el Maestro Bueno, cada catequista deberá hacer presente la "mirada amorosa" que es inicio y condición de todo encuentro verdaderamente humano. Los evangelios no han escatimado versículos para documentar la profunda huella que dejó, en los primeros discípulos, la mirada de Jesús. ¡No se cansen de mirar con los ojos de Dios! Pidámosle a quien nos ha metido en esta siembra, que nos haga partícipe de su mirada, la del sembrador bueno y "derrochón" de ternura. Para que sea, -una mirada confiada y de largo aliento, que no ceda a la tentación estéril de querer curiosear cada día el sembrado porque sabe bien que, sea que duerma o vele, la semilla crece por sí misma. -una mirada esperanzadora y amorosa que, cuando ve despuntar la cizaña en medio de trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas, porque sabe y tiene memoria de la fecundidad gratuita de la caridad[4]. Pero si algo es propio del catequista es reconocerse como el hombre y la mujer que "anuncia". Si bien es cierto que todo cristiano debe participar de la misión profética de la Iglesia, el catequista lo hace de una manera especial. Anímense a pensar la pastoral y la catequesis desde la periferia, desde aquellos que están más alejados, de los que habitualmente no concurren a la Parroquia. Ellos también están invitados a la Boda del Cordero. Hace unos años les decía en un EAC: ¡salgan de las cuevas!. Hoy se los repito: ¡salgan de la sacristía, de la secretaría parroquial, del los salones vip!, ¡salgan!. Hagan presente la pastoral del atrio, de las puertas, de las casas, de la calle. No esperen, ¡salgan!. Y sobre todo hagan presente una catequesis que no excluya, que sepa de ritmos distintos, abierta a los nuevos desafíos de este mundo complejo. No se transformen en funcionarios rígidos, fundamentalistas de la planificación que excluye. Dios los ha llamado a ser sus catequistas. En esta Iglesia de Buenos Aires que está transitando tiempos del Espíritu, sean parte y protagonistas de la asamblea diocesana, no para manijear, ni imponer, sino para hacer juntos la apasionante experiencia del discernir con otros, de dejar que sea Dios quien escriba la historia. Buenos Aires, agosto de 2004

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A

ACTITUD

DE

LA

ESCUCHA

NOS

AYUDARÁ

A

NO

TRAICIONAR,

La frescura y fuerza del anuncio kerygmático trastocándolo en una fraguada y aguachenta moralina, que más que la novedad del "Camino" se transforma en fango que ciega y empantana. Necesitamos ejercitarnos en el escuchar... Para que nuestra acción evangelizadora se enraíce en ese ámbito de la interioridad donde se gesta el verdadero catequista que, más allá de sus actividades, sabe hacer de su ministerio, diakonía del acompañamiento. Escuchar es más que oír... Esto último está en la línea de la información. Lo primero, en la línea de la comunicación, en la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no es posible un verdadero encuentro. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la siempre más tranquila condición de espectador. ¿Querés como catequista animar verdaderos encuentros de catequesis? ¡Pedí al Señor la gracia de la escucha! Dios te ha llamado a ser catequista, no simple técnico de comunicación. Dios te ha elegido para que hagas presente el calor de la Iglesia Madre, matriz indispensable para que Jesús sea amado y conocido hoy. Escuchar es también capacidad de compartir preguntas y búsquedas, de hacer camino juntos, de alejarnos de todo complejo de omnipotencia, para unirnos en el trabajo común que se hace peregrinación, pertenencia, pueblo. Buenos Aires, 12 de marzo de 2005

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O RESISTIRÍA A LOS EMBATES DEL TIEMPO UNA FE CATÓLICA reducida a bagaje, a elenco de normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados. Nuestra mayor amenaza "es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad"[1]. A todos nos toca "recomenzar desde Cristo"[2], reconociendo que "no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva"[3]. (Aparecida, 11-12) Permítanme que insista sobre esto con ustedes quienes, por ser catequistas, por acompañar el proceso de crecimiento de la fe, por estar comprometidos en la enseñanza, puede el "tentador" hacerles creer que su ámbito de acción se reduce a lo intraeclesial, y los lleve a estar demasiado en torno al templo y al atrio. Eso suele acontecer... Cuando nuestras palabras, nuestro horizonte, tienen la perspectiva del encierro y del pequeño mundo, no ha de asombrarnos que nuestra catequesis pierda la fuerza del Kerigma y se trasforme en enseñanza insípida de doctrina, en transmisión frustrante de normas morales, en experiencia agotadora de estar sembrando inutilmente. Por eso, "recomenzar desde Cristo" es concretamente imitar al Maestro Bueno, al único que tiene Palabra de Vida Eterna y salir una y mil veces a los caminos, en busca de la persona en sus más diversas situaciones. Buenos Aires, Agosto de 2006

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L AGRADECERTE TODO LO QUE HACÉS POR LA CATEQUESIS, le pido de corazón al Señor que te rejuvenezca con su gracia, ya que la renovación de la pastoral y de la catequesis no dependerá "de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos

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de Jesucristo y misioneros de su Reino." (DA 11) En nuestra tarea evangelizadora Dios nos pide que acompañemos a un pueblo que camina en la fe. Por eso el Señor nos regala rostros, historias y búsquedas... Y siempre nos hace bien recordar que ese niño, joven o adulto que Dios pone en nuestro camino, no son vasijas que demos llenar de contenidos o personas que debemos conquistar. El Señor ya habita en sus corazones, ya que El siempre nos precede, nos "primerea". Nuestra tarea será simplemente ¡y nada menos! ayudar a develar, a explicitar la Presencia de Aquél que ya está y tiene el poder de hacer plena toda vida. Misión hermosa, ministerio de la Palabra que los catequistas realizan ininterrumpidamente desde hace casi dos mil años. Servicio eclesial que reconoce muchas formas y diversos lugares. Por todo esto, ¡gracias y ánimo! Y no dejen de estar al servicio del santo pueblo fiel de Dios… Un pueblo que necesita de testigos antes que maestros. Hagan que la catequesis sea transversalmente kerygmática, para que el proceso y maduración de la fe tengan la frescura del encuentro con Aquél que, a través de la Iniciación Cristiana, te consolida como discípulo misionero. Buenos Aires, 21 de agosto de 2007

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OS QUEDAMOS ENCERRADOS EN LAS INTERNAS PARROQUIALES cuando prima la psicología de la tumba, con los años nos convertimos en momias. Jesús no quiere cristianos momias, quiere nuestra identidad en la calle. Es necesario, no encerrarse en las parroquias, que, a veces, parecen una tumba o un sarcófago y sólo falta que le coloquemos flores y un cartel que diga: ´aquí yace la comunidad cristiana´. Necesitamos, entonces, que Jesús nos pegue un grito y nos diga: Catequista salí afuera, Iglesia de Buenos Aires salí afuera. El problema de la Iglesia de Buenos Aires es que no toca timbres y los catequistas deben salir a "timbrear" en la ciudad; "timbrear" vidas y corazones, a jetear, sin vergüenza, aunque nos digan que estamos de la chaveta". Que la Virgen ayude a los cristianos de Buenos Aires a tocar timbres, a poner la cara y a que le diga a Jesús que nos pegue un grito, para anunciar a Jesucristo. Buenos Aires, marzo de 2008

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VECES NOS DEFENDEMOS PONIENDO DISTANCIAS DE EXQUISITEZ, como los escribas y los fariseos: "hasta que no esté purificada la vida no la recibo" Y se lavaban mil veces antes de comer las manos y abluciones… pero Jesús se los echa en cara porque su corazón estaba lejos de lo que Dios quería. Ese Dios que manda a su hijo que se mezcle con nosotros, con lo peorcito de nosotros. Esos eran los amigos de Jesús: lo peorcito. Pero la vida la tomaba como venía. Dejaba que cada hombre y cada mujer protagonizara su vida y Él la acompañaba con cariño, con ternura, con doctrina, con consejos. No la imponía. La vida no se impone, la vida se siembra y se riega, no se impone. Cada uno es protagonista de la suya. Y eso Dios lo respeta. Acompañemos la vida como Dios lo hace. El otro hijo (de la parábola del padre misericordioso) reedita la postura de estos criticones, los escribas y fariseos, "yo soy puro, yo estuve siempre en la Iglesia, soy de la Acción Católica, de Caritas o de catequesis…te doy gracias, Señor, porque no soy como toda esta gente, no soy como esta gentuza" Y el hijo cierra su corazón y prefiere protagonizar un purismo hipócrita a dejarse conmover por la ternura que le enseñó su Padre. No sabe acompañar la vida. Probablemente este hombre lo más que

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pueda dar es una vida biológica pero nunca una vida desde el corazón. Y se armó la fiesta. La vida y el encuentro es fiesta. Acompañar la vida es animarme a encontrar al otro como está, como viene o como lo voy a buscar. Es encuentro y ese encuentro es festivo. Ya lo dijo Jesús: "va a haber mucha fiesta por cada uno de estos que ustedes dejan de lado y se acerca y vuelve a la casa"… encontrarse. Yo pregunto, entre ustedes catequistas, ¿hay fiesta, hay encuentro; o está el gesto adusto del dedito con un no adelante como la maestra en tiempos de Yrigoyen. ¿Hay eso o hay fiesta, hay encuentro? ¿saben lo que es fiesta o son una momia? Catequistas-momias, una momia anclada solo en verdades, en preceptos; sin ternura, sin capacidad de encuentro. Yo quisiera que entre ustedes no haya lugar para momias apostólicas, ¡por favor no!, vayan a un museo que van a lucir mejor. Sino que haya corazones que se conmueven con la vida desde donde se la pateen, que saben abrazar la vida y decirle a esa vida quién es Jesús. Buenos Aires, 21 de agosto de 2010

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La catequesis a la luz de Aparecida

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Presentación Aparecida reconoce que ha habido un gran progreso en la catequesis. Esto se puede observar en la preparación para los sacramentos, en la enseñanza familiar, en el aumento del número de catequistas, en la conformación de comisiones diocesanas y parroquiales de catequesis (DA 295). Sin embargo, el documento constata algunas deficiencias en la formación teológica y pedagógica de los catequistas, en la elaboración de adecuados materiales y subsidios, en los servicios catequísticos parroquiales y en el empeño de los párrocos a quienes les corresponde ser los primeros catequistas, junto con los padres de familia (DA 296). El Padre Eduardo Mercado Guzmán, Director de la Comisión de Catequesis de la Arquidiócesis Primada de México, nos acompaña a hacer un amplio recorrido, en primer lugar, por la catequesis desde su origen; en segundo lugar, en el itinerario de las Conferencias anteriores; y en tercer lugar, a través del Documento de Aparecida. Aunque son pocos los números que, en Aparecida, tratan el tema de la Catequesis, sin embargo, todo el documento tiene un sabor catequístico, comenzando por el mismo título: “Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida”. A esta conclusión llega el autor después de ver la realidad de la catequesis desde el proyecto del Padre; de extraer las grandes luces que ofrecen los capítulos 3 a 6; y de identificar las líneas de acción en el campo misionero que nos presentan los capítulos 7 a 10.

La catequesis Introducción

El presente trabajo tiene la finalidad de hacer una lectura del Documento de Aparecida desde la Catequesis. Descubriendo sobre todo cuáles son las luces que puede aportar a esta tarea tan importante en la Iglesia. De entrada muchos podrían tener la sensación, especialmente quienes trabajamos en la catequesis que el tema no fue suficientemente considerado, pero seguramente esta sensación la tendrán quienes trabajan en otros campos; en cuanto a la catequesis en sentido específico son pocos los números a lo largo del documento que se refieren a ésta (cfr. nn. 268 al 300) y en otro número en el 99a, se señala desde un punto de vista positivo la labor que la catequesis ha tenido en el esfuerzo por llevar al encuentro con Jesucristo a los habitantes de este Continente. Sin embargo después de hacer un recorrido serio sobre las grandes luces que presenta el Documento se queda uno con la sensación de que todo él tiene un sabor catequístico, de tal manera que desde el tema de la misma, la catequesis está presente “Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida”. Es decir, tenemos la seguridad de que la Catequesis está presente a lo largo de todo el documento y sus grandes intuiciones han de ser una luz que nos ayude a todos los agentes de pastoral a revalorizar el papel tan importantísimo que la catequesis tiene para la formación de Discípulos Misioneros en nuestro Continente, renovando esta práctica pastoral devolviéndole su verdadera dimensión en el proceso de Iniciación

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Cristiana. Antes de abordar de manera directa los contenidos de la catequesis en Aparecida se hará un recorrido partiendo de su origen y deteniéndonos especialmente en los diferentes aportes presentados en las otras Conferencias, así nos daremos cuenta que la catequesis ha tenido un caminar que nos puede ayudar a comprender mejor el aporte que hoy nos hace la V Conferencia.

I.- La catequesis en la Iglesia 1 - La catequesis en su origen Es de suma importancia recordar que la catequesis no es una invención de este tiempo o que es tema de una pastoral actual, como dice el título del Capítulo II de la Catechesi Tradendae, es una “experiencia tan antigua como la Iglesia misma”, es por eso necesario voltear al pasado, en un espíritu de renovación y resurgimiento como ha de ser la Iglesia en América Latina es muy oportuno “volver a las fuentes”. Este volver a las fuentes nos ayudará a clarificar mejor las acciones propiamente catequísticas y los elementos que le dan su identidad, así estaremos en posibilidad de ubicarla en la lectura que hagamos de Aparecida. Como es de todos conocido, catequesis viene de la palabra griega katechein que en su sentido más original significaría hablar desde arriba, podría entenderse así como instruir desde el escenario. Pero más exactamente significa hacer eco, resonar, recordando a las máscaras que se utilizaban en el teatro griego para hacer resonar la voz para que todos pudieran escuchar la voz del actor. En su sentido bíblico. en el Nuevo Testamento, el concepto llegó a significar: informar, contar, comunicar una noticia y también, significa dar una instrucción cristiana (cfr. Hch 18, 25; 21, 21-24; Lc 1, 4; Rm 2, 18; Ga 6, 6). De esta acepción del concepto es como se generó y relacionó la instrucción o formación de los cristianos en la Iglesia primitiva, con dos momentos como evangelización para suscitar la fe y como instrucción o doctrina para profundiza en ella, muchas veces utilizándose el concepto griego de didaskein. Así que ya desde su origen a la catequesis se le ve relacionada con un primer anuncio y como un momento que lleva a explicitar y profundizar en el mensaje. Es en la época de los Padres cuando la catequesis va adquiriendo una mayor identidad dentro de la tarea de Iniciar en la Fe a los simpatizantes del mensaje de Jesús. Es a partir del s. II cuando ésta aparece ya con una mayor claridad y especificación en los escritos de los Santos Padres, en donde se le da el siguiente sentido: instrucción fundamental dada a los candidatos del bautismo. De ahí que inmediatamente se le relacione con la estructura más sistemática de la Iniciación Cristiana que es el Catecumenado, así se deriva la relación entre la Iniciación Cristiana, catequesis y sacramentos de Iniciación Cristiana. Así que catequesis es entendida como la enseñanza cristiana dentro de la institución catecumenal, con la finalidad de preparar al bautismo. Reflexión personal y comunitaria: De este primer acercamiento sería interesante hacer una primera evaluación sobre nuestra práctica catequística y el Documento de Aparecida: Lo primero sería preguntarnos: 1 ¿Qué entendemos por evangelización?

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2 ¿Qué entendemos por catequesis? 3 ¿Qué entendemos por Iniciación Cristiana? 4 ¿Cómo entiende hoy el Documento de Aparecida la Iniciación Cristiana? (Leer nn. 286-294) y confrontar con las respuestas anteriores. Los elementos que se destacan en el catecumenado de la catequesis son: tomar en cuenta que se trata de una tarea que implica la enseñanza, la oración, los elementos litúrgicos, las consecuencias morales, todo ello vivido y recibido en la comunidad catecumenal, haciendo de la catequesis una verdadera iniciación cristiana integral. A partir del s. VI con la “conversión” de prácticamente todo el imperio Romano la práctica del catecumenado se va perdiendo o reduciéndose a su mínima expresión, acción que tendrá sus graves consecuencias en la formación de los cristianos. Lo primero que hay que destacar es que con el bautismo de niños ya no se hace necesario la Iniciación Cristiana con la estructura catecumenal. También desaparece de alguna manera el término catequesis y queda el de catequizar, el cual en época moderna, se relacionará con el concepto de catecismo. De ahí que todavía en la práctica en muchos lugares de nuestro Continente no se realiza una auténtica catequesis sino que sólo se catequiza a través del catecismo, incluso llegándose a confundir la acción de la catequesis con el catecismo. El catecismo con todas sus riquezas vino a significar “una enseñanza para instruir a los paganos que quieren ser cristianos”, sin embargo no hay que olvidar que éstos nacieron en la época de la Reforma protestante y católica, de hecho es famoso el Catecismo de Trento, el cual llevó a una dogmatización de la fe, una intelectualización de la misma, de tal forma que la catequesis será la instrucción que reciben los niños bautizados en orden a la Comunión Eucarística. Como bien recordamos la mayoría, de aquí se derivó el método memorístico de la catequesis a través de preguntas y respuestas sobre lo elemental de la fe. Dentro de toda esta perspectiva no podemos dejar de recordar que la instrucción religiosa del pueblo cristiano tenía que abarcar también a los adultos, Trento determinó que así fuera, pero con la óptica del catecismo y así fue hasta el s. XX. Finalmente hay que destacar que también en muchos de los casos la catequesis paso a ser un espacio de preparación presacramental para la Confirmación y la Comunión; como podemos darnos cuenta, mucho de esta visión de la catequesis aún se ve reflejada en la práctica ordinaria. Esta práctica por desgracia desdibuja mucho la identidad de la catequesis con su carácter iniciatorio-sacramental tanto de la preparación como de las celebraciones. Durante el siglo pasado hubo movimientos y esfuerzos por renovar la práctica catequística y hacer de ésta algo más vivencial y experiencial; entre los esfuerzos no puede dejarse pasar de largo, el interés que tuvo hacia la catequesis San Pío X, pero más adelante el movimiento de Munich y el llamado kerigmático, los cuales por otro lado van configurando a la Catequesis en su dimensión permanente como la forma ordinaria de alimentar la fe. Reflexión personal y comunitaria: Como ejercicio de reflexión, sería muy conveniente llegados a este momento, preguntarnos qué tipo de catequesis se realiza preferentemente en nuestra comunidad, parroquia, diócesis, país... 1 ¿Es una catequesis que sólo se preocupa por los niños que se preparan para los sacramentos de la Confirmación y la Eucaristía?

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2 ¿El contenido sólo se avoca a lo doctrinal? 3 ¿El método sigue siendo el memorístico a través de preguntas y respuestas? 4 ¿Qué objetivos tiene la catequesis, cuál es su finalidad?

2- La catequesis a partir del Concilio Vaticano II Es innegable que el Concilio Vaticano II vino a ser el evento más importante para la Iglesia del s. XX y el efecto que provocó hacia adelante, estamos a más de 40 años en que este Concilio presentó sus grandes líneas que llevarían a la Iglesia a un proceso de renovación interior y exterior. Algunos han definido este Concilio como el gran reformador de la Iglesia por sus grandes novedades que hoy siguen siendo vigentes. En el caso de la catequesis el impacto del Vaticano II sobre ella ha sido y sigue siendo muy grande. Simplemente podríamos decir que el Concilio significó el fin oficial del período llamado del “catecismo”. Y aunque el Concilio no afrontó de manera directa y explícita el tema de la catequesis, sin embargo, si se ocupó de forma decisiva de algunos puntos relacionados esencialmente con ella, como la Palabra de Dios, la fe, la Iglesia, la relación iglesia-mundo, que influirán en su renovación. Dei Verbum, nos presentó una visión teológica renovada de la revelación y de la fe; Ad Gentes de la evangelización; Lumen Gentium, Sacrosanctum Concilium, Gaudium et Spes, de la Iglesia; y en los nuevos horizontes antropológicos y culturales abiertos con las relaciones renovadas con la cultura moderna, las confesiones no católicas, las religiones no cristianas..., tenemos a Gaudium et Spes, Dignitatis Humanae, Unitatis Redintegratio, Nostra Aetate, Ad Gentes, etc. Todos estos estímulos no podían no incidir profundamente en el ámbito de la actividad catequética. En el espíritu de búsqueda de la etapa postconciliar hay un esfuerzo por elaborar nuevos catecismos y programas, la creación de nuevos institutos y centros de catequesis, la producción de textos y de subsidios de todo tipo para la renovación de la catequesis. En el campo de la praxis y de la reflexión catequética se han destacado dimensiones nuevas del quehacer catequístico: la instancia antropológica, la centralidad bíblica, la dimensión socio-política, la prioridad de los adultos, la incidencia de la comunicación y de lo audiovisual, el redescubrimiento de la comunidad. Pero tampoco, se puede negar que el período postconciliar para la catequesis, ha tenido sus momentos problemáticos. Se han puesto en tela de juicio frecuentemente, los elementos constitutivos de la obra de la catequesis: contenidos, métodos, lugares, estructuras, destinatarios, agentes, lenguaje... Sin embargo, desde la década de los 80’ se ha comenzado a vislumbrar, siempre con las conquistas del Concilio, un verdadero proceso de renovación de la catequesis. En el logro de este proceso que comenzó en el Vaticano II, son de gran valor las aportaciones de algunos documentos y manifestaciones que, a nivel de la Iglesia universal, representan hoy en día u cierto “corpus” pastoral de gran importancia. En esta línea, podemos citar: el Directorio Catequístico General de 1971; el II Congreso Catequístico Internacional de Roma, en el mismo año; la publicación en 1972 del Ordo initiationis christianae adultorum (RICA); pero sobre todo, los sínodos de los obispos de 1974 y 1977, con sus debidas exhortaciones Evangelii Nuntiandi y Cate-

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chesi Tradendae. Del magisterio de Juan Pablo II, son de destacarse por su gran valor para la catequesis: Redemptoris Hominis (1979); Dives in Misericordia (1986); Christifideles Laici (1988); Redemptoris Missio (1990); la entrega el 11 de octubre de 1992 con la Constitución apostólica Fidei Depositum, del Catecismo de la Iglesia Católica, y muy recientemente la entrega en octubre de 1997 del Directorio General para la Catequesis. Junto a estos documentos de valor universal tenemos otros de valor más local, pero no menos significativos, como son los documentos de Medellín y Puebla en la Iglesia Latinoamericana, que añaden otros elementos válidos para la catequesis de hoy.

3- La Catequesis en nuestro Continente El proceso de evangelización en nuestro Continente se remonta al momento del descubrimiento de éste y el proceso de colonización. Como bien han dicho nuestros obispos en diferentes momentos, este proceso tiene sus luces y sombras, ya que la conquista y colonización tienen dos protagonistas, la cruz y la espada. Sin detenernos en lo que podrían ser las sombras encabezadas por la espada, la evangelización tiene sus grandes luces y en ella la catequesis ocupó un puesto de gran relieve. Sabemos también por otro lado que las situaciones de nuestros pueblos en América fueron distintas de lugar a lugar, el trato hacia los indígenas no siempre fue el mismo y en algunos lugares fue más fuerte el exterminio y la destrucción y en otros prevaleció más el mestizaje. Las condiciones de nuestros pueblos hacen que la actitud hacia las grandes culturas sea una y hacia los pueblos nómadas y seminómadas sea otra. En el origen del cristianismo en nuestro Continente aparecieron grandes figuras sobre todo surgidas de entre los religiosos, que siguiendo el mandato misionero del Señor y amparados por la Corona Española, asumieron la difícil tarea de cristianizar estas tierras. Entre esas figuras destacan grandes evangelizadores y catequistas como Pedro de Córdoba, Antonio de Montesinos, Bartolomé de las Casas, Vasco de Quiroga, Pedro de Betanzos, Juan de Zumárraga, Pedro de Gante, Ramón Pané, Juan Mateo Guatícaba, Antón de Marcorís, Francisco de Andrada, Jerónimo de Loayza... Entre las experiencias pastorales del inicio de la evangelización en América, hay intentos por poner en práctica experiencias de tipo catecumenal, hay un interés por tener un diálogo intercultural, como la obra de Bernardino de Sahagún; hay una catequesis unida a la educación de los niños a través de los diferentes colegios para niños indígenas, mestizos, españoles, mulatos. En la tarea de la catequesis los evangelizadores se apoyaron de los mismos niños como repetidores de la doctrina con la que ellos eran instruidos, en sus pueblos y comunidades, como consecuencia de esto tenemos como ejemplo a los niños mártires de Tlaxcala, México. El interés por la catequesis se ve reflejada en la impresión de diferentes doctrinas y catecismos para la instrucción religiosa, no sólo en lengua castellana sino varios de ellos en lenguas indígenas y en pictogramas. Siguiendo la tradición de las grandes culturas azteca, maya e inca, algunos religiosos adoctrinaron a través de coreografías y representaciones con música, poesía, canto y drama, siendo muchos de estos

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medios un verdadero ejemplo de inculturación. La preocupación por el adoctrinamiento a través de la catequesis se ve reflejada en las diferentes juntas eclesiásticas y los primeros Concilios provinciales, tanto de México como de Lima. No podemos negar que todos estos hechos y el trabajo realizado en la conquista y colonización cimentaron con sus luces y sombras la fe cristiana de nuestro Continente. Durante la Colonia la catequesis fue transmitida a través de los catecismos preparados en estas tierras y otros traducidos de catecismos hechos en Europa, así se destacan las obras de Fleury, Ripalda, Astete, de José de Acosta, de Felipe Guaman Poma de Ayala, de Luis Jerónimo de Oré, Luis de Valdivia, entre otros muchos más. Entre las guerras de independencia y el Concilio Vaticano II, los catecismos pasaron por periodos de lucha, de quienes estaban a favor de los movimientos de Independencia contra los que querían la permanencia bajo el régimen de la Corona Española, esto como consecuencia de un pluralismo ideológico y religioso. La invasión de otros grupos religiosos, especialmente de corte protestante le dio a la catequesis latinoamericana nuevamente un carácter apologético. El Primer Concilio Plenario de América Latina, convocado por León XIII en 1899, tuvo como preocupación principal el tema de la catequesis, animando una catequesis con fórmulas tradicionales para evitar confusión. Aunque lentamente, la doctrina social católica fue ocupando espacios en la evangelización, desde los años sesenta del siglo pasado, en varias partes del Continente se promueven las comunidades eclesiales de base en donde los laicos comparten la reflexión de la Biblia, animan la celebración de la Palabra y se comprometen por el cambio social. En el caminar de la catequesis en América Latina, Brasil ocupa un lugar destacado que se ve reflejado en los tiempos actuales, no sólo por la producción de diferentes subsidios sino por las diferentes orientaciones que su magisterio han dado sobre el tema, muchas veces con una proyección hacia toda Latinoamérica.

4- La catequesis en las Conferencias del Episcopado Latinoamericano La Catequesis en América Latina ha tenido sus grandes momentos de reflexión en sus ya célebres Conferencias Generales de todo el Episcopado Latinoamericano, muy particularmente desde la Conferencia de Medellín, que asumiendo el Concilio Vaticano II para el aquí y ahora de América Latina ha trazado las grandes líneas de lo que ha de ser la catequesis en los tiempos actuales de nuestro Continente. En sintonía con las grandes Conferencias y derivadas de ellas, el caminar de la catequesis de América Latina y El Caribe, ha contado con el apoyo de instancias como el Instituto Catequístico Latinoamericano como consecuencia de la Primera Conferencia en Río de Janeiro Brasil, en 1955, con la cual también se constituye oficialmente el CELAM (Conferencia del Episcopado Latinoamericano), ese primer instituto el cual paso por diferentes etapas, dio origen al ITEPAL (Instituto Teológico Pastoral), actualmente vigente. También como consecuencia de la estructuración del CELAM, se contó con el Departamento de Catequesis (DECAT), celebrando y organizando las Semanas Latinoamericanas de Catequesis y la publicación de las Líneas y Orientaciones comunes para la catequesis en América Latina.

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Estos elementos deben ser vistos en relación con las distintas Conferencias Generales celebradas en diferentes momentos y lugares de América Latina, esto ayuda a tener un mejor panorama y contexto del caminar de la catequesis en nuestros pueblos.

4.1- La Primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Río de Janeiro, Brasil (1955) En esta primera Conferencia, en general, todavía prevalece una actitud apologética de defensa teórica de la fe. Se destaca su papel como medio para el florecimiento de vocaciones, especialmente la catequesis de adultos (n. 2); habla de la necesaria colaboración de los religiosos y religiosas en la tarea de la enseñanza religiosa y de “catecismo” en las diócesis para lo cual es necesaria una preparación especializada (n. 38 b). El n. 57 destaca por su amplitud en cuanto que da orientaciones precisas sobre “la instrucción catequística”: pidiendo que en este campo se cuide la legislación canónica; pide la creación de la Oficina Catequística Diocesana; que en las parroquias se cree la Cofradía de la Doctrina Cristiana; que se usen los medios adecuados, la edición y distribución de catecismos; la institución del “Día Catequístico” o fiesta de la Doctrina Cristiana; la constitución de Escuelas catequísticas y cursos para preparar catequistas; que en los Seminarios Mayores exista la cátedra de Pedagogía Catequística.

4.2- La Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín, Colombia (1968)

Para comprender la trascendencia de esta II Conferencia del Episcopado Latinoamericano, se ha llegado a afirmar que la Iglesia de nuestro Continente de los últimos tiempos, ha tenido dos momentos, “antes y después de Medellín”. Ya que esta Conferencia es la que comienza a darle una fisonomía propia a la Iglesia de este Continente, dando origen a su propia teología y acciones pastorales específicas, iniciando un camino de verdadera encarnación del Verbo de Dios. Hoy con una actitud de verdadero optimismo se quiere ver en la Conferencia de Aparecida, con sus propias aportaciones, un espíritu renovador para nuestras Iglesias y no es que Medellín nos quede ya bastante lejano, sino porque en el momento actual han cambiado muchas cosas, pero que necesitan de ese espíritu renovador que trajo Medellín para que estemos en una nueva primavera, para la Iglesia de América Latina impulsada por la V Conferencia. No hay que olvidar que Medellín tampoco fue un “hongo en el bosque”, ya que desde su presentación, ella misma quiso respirar del espíritu renovador que trajo el Concilio Vaticano II, de ahí el mismo título programático de la II Conferencia “La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la Luz del Concilio”. El tema de Medellín de por sí sugerente quiso ser a través de su propia reflexión una Luz para las Iglesias del Continente Latinoamericano, las cuales necesitaban de una renovación desde lo profundo de su Ser para estar en verdadera sintonía con todo el Pueblo de Dios que peregrina en estas tierras. La reflexión de la II Conferencia significó el compromiso de poner en práctica las grandes orientaciones del Concilio, de manera muy particular no sólo por el método

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Gaudium et Spes, sino también por sus grandes luces Lumen Gentium y Dei Verbum. Hay que resaltar el hecho de que quienes tuvieron la responsabilidad desde el Continente de la Conferencia de Medellín, fueron firmes al desechar desde el documento de preparación el lenguaje intelectualista y escolástico de la mayoría de los documentos del magisterio de la Iglesia de los últimos tiempos y sostuvieron, la necesidad de un lenguaje más existencial, concreto, histórico; abierto a la trascendencia, pero plenamente enraizado en la historia. En el campo de la catequesis los teólogos y catequetas latinoamericanos, llevaron la reflexión en torno a la evangelización y la promoción humana. El documento se divide en tres grandes partes: Promoción Humana; Evangelización y Crecimiento de la Fe; La Iglesia visible y sus estructuras. Es en este amplio marco en donde encontramos el capítulo específico dedicado a la Catequesis, el octavo dentro de la segunda parte; prácticamente la catequesis se encuentra al centro de todo el documento. El capítulo parte manifestando la necesidad de una renovación, pasa después a señalar las características de esa renovación, las prioridades y medios para lograr dicha renovación. Frente a un mundo que cambia y frente al actual proceso de maduración de la Iglesia en América Latina, el Movimiento Catequístico siente la necesidad de una profunda renovación. Renovación que, manifieste la voluntad de la Iglesia y de sus responsables, de llevar adelante su misión fundamental: educar eficazmente la fe de los jóvenes y de los adultos, en todos los ambientes: Fallar en esto sería traicionar, a un mismo tiempo, a Dios que le ha confiado su Mensaje y al hombre que lo necesita para salvarse (Medellín 8, 1). En síntesis, los grandes ejes de renovación de la catequesis propuestos por la Conferencia de Medellín están: considerar a la catequesis como una actividad especialmente profética; presenta como su fundamento la Revelación Divina, pero dentro del dinamismo histórico en donde las situaciones históricas y aspiraciones auténticamente humanas son parte de su contenido; por lo tanto hay plena unidad y armonía entre los valores humanos y el proyecto de Dios manifestado en Jesucristo; para lo cual la catequesis necesitar renovar su lenguaje para que pueda ser percibido el mensaje salvífico para ayudar a comprender las situaciones humanas y reinterpretarlas a la luz de la Pascua y provocar así, un respuesta personal de fe; finalmente para esto se requiere la promoción de Institutos que se dediquen a la reflexión y ofrezcan propuestas audaces, esto también con el apoyo de las ciencias humanas y la elaboración de subsidios pedagógicos. Reflexión personal y comunitaria: Como trabajo grupal, se propone que se haga una reflexión, enlistando los principales signos que descubren en su comunidad, parroquia, diócesis, país... que manifiesten que la catequesis que se realiza corresponde a un sensible espíritu de renovación: El enlistado puede considerar los siguientes rubros o aspectos: 1 Interlocutores (adultos, jóvenes, otros...) 2 Subsidios (llamados incorrectamente catecismos, son pedagógicos, toman en cuenta el aporte de las ciencias humanas...) 3 Inculturación (qué tanto se respeta y se toma en cuenta el ambiente social y cultural de los interlocutores). 4 A través de qué signos se refleja que la catequesis está favoreciendo un encuentro personal con la persona de Jesucristo, sobre todo en el ambiente social.

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Es importante hacer destacar que la lectura del cap. 8 del documento, no es suficiente sin tener toda la visión y el contexto de toda la Conferencia, ya que empobrecería todo el espíritu de Renovación de la Catequesis que propone Medellín. Por eso en la visión de conjunto de todo el documento de Medellín son importantes para la catequesis algunos conceptos innovadores: opción por los pobres, liberación, promoción humana, comunidades de base, transformación social, pastoral profética (en el sentido de la Teología de la Liberación), dimensión histórica de la fe, dimensiones socio-político-económico de la realidad, cultura, interacción entre fe y vida.

4.3- La Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla, México (1979) La catequesis "que consiste en la educación ordenada y progresiva de la fe", debe ser acción prioritaria en América Latina, si queremos llegar a una renovación profunda de la vida cristiana y por lo tanto a una nueva civilización que sea participación y comunión de personas en la Iglesia y en la sociedad (Puebla n. 977). Aunque en la visión de algunos teólogos y catequetas latinoamericanos la III Conferencia y la IV representaron una especie de freno a las grandes orientaciones y luces pastorales expuestas en la II Conferencia, la de Medellín, sin embargo, no podemos dejar de descubrir la acción del Espíritu Santo, el cual como el gran protagonista de la Iglesia nos deja en las dos siguientes Conferencias aportes de gran valor para irle devolviendo su verdadera configuración a la Catequesis, subrayando aquellos elementos que la han de caracterizar en las Iglesias de nuestro Continente. Podríamos decir de manera muy general que las opciones de Puebla fueron más reflexivas, analíticas y programáticas, enmarcadas en lo que fue su tema general “La Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina”; el tema corresponde muy bien al ambiente surgido a partir del Sínodo de 1974 y Evangelii Nuntiandi y en el campo específico de la Catequesis al Sínodo de 1977 y las conclusiones que del Sínodo ya se conocían. Así que el tema central de Puebla es la Evangelización, que en continuidad con la opción dada en Medellín, la evangelización será vista bajo la óptica de la liberación y la opción por los pobres, además Puebla hará una mayor descripción de la identidad latinoamericana, asumiendo los aspectos socio-económicos asumidos por Medellín, pero además completándolos con los enfoques históricos, culturales y antropológicos de América Latina. Finalmente para comprender las orientaciones de Puebla hay que tener presentes los conceptos de comunión y participación. Como una primera consecuencia del tema central de la III Conferencia para la catequesis, es precisamente colocarla dentro del amplio proceso de evangelización, como ya lo había hecho Evangelii Nuntiandi. Además la define como parte del proceso de conversión y crecimiento permanente y progresivo de la fe, en donde se incluyen, conocimiento, celebración y confesión de la fe en la vida, esto encuadrado y comprendido en el amplio programa del Documento que son la verdad sobre Cristo, la Iglesia y el Hombre, respaldando de hecho la necesidad de una catequesis más antropológica. Al igual que para los otros documentos, el tema de la catequesis no puede leerse aisladamente y fuera del contexto de toda la Conferencia, en el caso de Puebla el

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tema no se reduce a los números que de manera específica lo asumen (cfr. nn. 9771011). En cuanto al método se sigue por el camino marcado por Medellín y Gaudium et Spes, que bien entendido se puede interpretar como: análisis de la situación (ver), criterios teológicos (juzgar) y proyectos pastorales (actuar). La catequesis en muchas Iglesias de nuestro Continente se ha utilizado este método para lograr los propósitos de la transmisión de la fe, que es la conversión de los hombres y asumir el compromiso por el Reino de Dios a partir de nuestras realidades para poderlas transformar a partir de los criterios evangélicos. Reflexión personal y comunitaria: El tema del método en la práctica pastoral como: ver, juzgar y actuar; ha sido muy utilizado en varias Iglesias de nuestro Continente: 1 Consideras que los frutos por utilizarlo se ven reflejados en la catequesis, especialmente de los adultos, ¿en qué? 2 ¿Crees que los catequistas en general están bien preparados, para utilizarlo y no caer en reduccionismos? 3 La experiencia en la utilización de este método aconseja su validez, ¿por qué? El método hace resaltar la catequesis que propone Puebla: una catequesis evangeliza- dora que incluya al mismo tiempo la evangelización de los bautizados, insistiendo en los aspectos de conversión, de compromiso con Jesucristo, en la vida de comunión y participación, en la vida sacramental, en la importancia de la Palabra de Dios, en los procesos de educación de la fe, en el empeño apostólico, en la dimensión liberadora y situacional, de compromiso con la transformación de la realidad...

4.4- Cuarta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Santo Domingo (1992) En la IV Conferencia los conceptos iluminadores fueron, por un lado el de Nueva Evangelización que ya se venía promoviendo desde épocas del Concilio Vaticano II, pero que Juan Pablo II puso al centro de la Misión Evangelizadora de la Iglesia en la década de los 80, llamado que viene desde Europa que venía sufriendo los embates del secularismo y el proceso de descristianización tanto en el Este como en el Occidente; este fenómeno fue alcanzando como onda expansiva a muchas Iglesias de nuestro Continente; el otro concepto en sintonía con el primero fue el de Evangelización inculturada, al igual que el primero no tan nuevo, el cual también en la década de los 80 fue alcanzando su configuración. Con estos dos conceptos al centro podemos entender la propuesta general de esta Conferencia que fue “Nueva Evangelización, Promoción humana y Cultura cristiana” poniendo al centro a Jesucristo, iluminado con el texto de Hebreos 13, 8 “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”. Todos los evangelizadores han de prestar también una atención especial a la catequesis. Al comienzo de mi Pontificado quise dar nuevo impulso a esta labor pastoral mediante la Exhortación Apostólica Catechesi tradendae, y recientemente he aprobado el Catecismo de la Iglesia Católica, que presento como el mejor don de la Iglesia que puede hacer a sus Obispos y a todo el Pueblo de Dios. Se trata de un valiosos instrumento para la nueva evangelización, donde se compendia toda la doctrina que la Iglesia ha de enseñar (Santo Domingo, Discurso Inaugural, de S.S.

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Juan Pablo II, n. 9). Santo Domingo destaca el papel de la catequesis como medio pastoral, en la Primera Evangelización de América (cfr. n. 19); relaciona Kerigma y Catequesis como un conjunto del ministerio profético para aquellos que no dieron su adhesión personal a Jesucristo por la conversión primera (cfr. nn. 33 y 41); por lo tanto, enfatiza el papel de una catequesis que debe ser kerigmática y misionera, esto requiere de catequistas bien formados, que abarque todas las edades de la vida con catecismos inculturados e inspirados en el CEC (cfr. n. 49); la catequesis de confirmación es presentada como un medio para apoyar la pastoral vocacional (cfr. n. 80); la catequesis ha de presentar la conducta cristiana como seguimiento de Cristo (cfr. n. 239). Lo que más se puede destacar y concluir del aporte de esta Conferencia a la Catequesis es la acentuación a la Inculturación de la fe. Además el rostro que se puede descubrir de la catequesis a partir de este documento es su carácter eminentemente evangelizador, con tendencias kerigmáticas, es decir, centrándola en la educación de la fe la cual lleva implícito el anuncio fundamental de Jesucristo como Salvador. Este anuncio se ha de hacer a partir de las distintas culturas que viven en Latinoamérica, es decir, las culturas indígenas, mestizas, sincréticas, populares, urbanas y postmoderna...

II.- La catequesis a partir de Aparecida Los puntos anteriores nos sirven de marco para llegar a este momento y descubrir cuáles son los grandes aportes que la V Conferencia hace a la Catequesis, nuevamente es importante advertir como ya se ha hecho, para tener una visión de la Catequesis en Aparecida, no podemos quedarnos sólo con los números que en específico tratan el tema, de ahí el título del presente artículo, “La Catequesis en Aparecida”, esto plantea por lo tanto, la necesidad de tener una visión completa de todo el documento para ubicar a la Catequesis dentro de todo el conjunto y no sólo de una parte. En continuidad con las anteriores Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, este documento hace uso del método ver, juzgar y actuar. Este método implica contemplar a Dios con los ojos de la fe a través de su Palabra revelada y el contacto vivificante de los Sacramentos, a fin de que, en la vida cotidiana, veamos la realidad que nos circunda a la luz de su providencia, la juzguemos según Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, y actuemos desde la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo y Sacramento universal de salvación, en la propagación del reino de Dios, que se siembra en esta tierra y que fructifica plenamente en el Cielo... (Aparecida n. 19).

1.- La catequesis desde el Ver (análisis de la realidad) Desde Gaudium et Spes y la doctrina en general del Concilio Vaticano II, se hizo claro que la Misión de la Iglesia desde su Naturaleza y su Ser, sólo encuentra su realización plena en la Evangelización, de ahí el lema tan común que versa “La Iglesia existe para evangelizar”. Como portadora de una buena noticia para los hombres y mujeres de “hoy” ésta tiene que estar atenta a los “signos de los tiempos”, para dar con su voz una respuesta de esperanza que lleve a todos a un encuentro con la única verdad

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que es Jesucristo. Así que los “gozos y esperanzas” de los hombres y mujeres de nuestro Continente tienen que ser parte del método pastoral; dicho de otra manera antes de emprender nuestra Misión evangelizadora como Iglesia en América Latina y El Caribe teniendo como uno de sus medios privilegiados a la Catequesis, tenemos que preguntarnos quiénes son nuestros Interlocutores, sus gozos y esperanzas, para que se les pueda llevar el alegre Mensaje del Evangelio y pueda llenar sus corazones de la esperanza cristiana que implica la transformación de sus vidas y realidades. El seguir este camino justifica el por qué de una Conferencia Regional o de un Sínodo más particular, y aunque el Magisterio es Universal, para toda la Iglesia, la realidad es que los cristianos en el mundo procedemos de diferentes razas, culturas, ambientes y es desde esa realidad como se ha de llevar el Mensaje de Salvación; el objetivo de la V Conferencia deja ver con toda claridad que la intención es reflexionar sobre los Discípulos Misioneros de esta parte de la Iglesia, “para que nuestros pueblos en Él tengan vida”, por supuesto que al referirse a “nuestros pueblos” se refiere a cada uno de los habitantes de esta parte del Mundo.

1.1. La realidad en general Antes de pasar a reconocer algunas de las realidades por las que atraviesa la catequesis en nuestras Iglesias; como se ha insistido, la visión de la realidad que presenta el documento conclusivo de Aparecida de manera general, también son esas realidades que la catequesis ha de contemplar, para que su acción responda a esas realidades y así sea plenamente inculturada, haciendo que el encuentro con Jesucristo responda a sus anhelos de esperanza y de vida. Esta visión de la realidad de los discípulos misioneros de América Latina y El Caribe lo hace Aparecida haciendo un reconocimiento de los aspectos positivos, ya que analizar la realidad no consiste en presentar un panorama negativo como si todo estuviera mal, sería una visión pesimista a la cual estamos expuestos, por eso se hace necesario en un primer momento revalorar lo que de positivo se ha logrado, el punto de partida positivo exige partir de lo que tenemos. Esto será prácticamente lo que nos presenta el primer capítulo de la primera parte. A partir del Capítulo II, sí se comienza haciendo un análisis de la realidad en donde se van a destacar los grandes cambios de “época” que no sólo nos afectan a nosotros sino que tienen una dimensión más universal, a través de lo que hoy es común denominar como el fenómeno de la “globalización”, la cual hace percibir en los hombres y mujeres de nuestro tiempo un sentimiento de dispersión, llevando a que las personas no lleguen a descubrir el sentido más profundo de la vida (cfr. n. 37). Después el documento se refiere a la realidad socio-cultural, valorando su gran riqueza, sin embargo esta riqueza no ha sido suficientemente aprovechada y esto ha llevado a una diversidad que nos ha hecho incapaces de presentar una síntesis y proyecto común (cfr. n. 43), esto en detrimento del sentido comunitario, la lucha por conservar nuestra identidad nos ha llevado a ser demasiado individualistas. Esto se refleja también en la situación económica, reflejándose en el hecho tan común en muchos de nuestros pueblos, en donde prevalecen grandes injusticias y acumulación de la riqueza de unos cuantos y manteniendo por la explotación grandes círculos de pobreza, la cual hoy también tiene diferentes grados (cfr. nn. 60-73).

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Se pasa después al análisis de la situación socio-política, reconociendo los grandes avances en el campo democrático, pero no dejando de señalar los excesos que llevan a violar las garantías individuales y derechos humanos, entre los excesos se encuentran la corrupción, la violencia y el narconegocio (nn. 74-81). Una preocupación de la realidad de nuestro Continente y que ya destacaba Santo Domingo es el asunto de la ecología, aquí Aparecida le dedica un momento a la situación ecológica, valorando en primer lugar la gran riqueza que tenemos en biodiversidad y el compromiso que tenemos de conservarla para bien de nuestro planeta; sin embargo la realidad nos demuestra el gran deterioro y depredación, lamentándose de manera particular el gran riesgo que corre la zona de la Amazonia y el cambio climático (cfr. nn. 84-87) que por supuesto nos cuestiona en nuestro actuar con la obra creadora de Dios. Esta mirada de la realidad de nuestro continente termina presentando algunas consideraciones sobre los indígenas y afroamericanos, mencionando la inmigración europea del s. XVI y XIX, lo cual conlleva al necesario diálogo intercultural, interreligioso y ecuménico (cfr. n. 95). Como conclusión del capítulo se destaca la situación de nuestra Iglesia en este cambio de época, destacando también algunos signos positivos de cambio y renovación en donde se menciona a la catequesis (cfr. n. 99a.). Pero también se enlista una serie de sombras, particularmente subrayando que el crecimiento de fieles y de ministros no es proporcional al aumento de la población (cfr. n. 100). Y a manera de examen de conciencia la Iglesia de América latina reconoce sus errores señalando aspectos muy concretos: como la falta de autocrítica, los moralismos, la débil opción por los pobres, la discriminación de las mujeres, el escaso acompañamiento a los laicos en su compromiso social, una espiritualidad individualista, escasa presencia en el mundo universitario, falta de espíritu misionero y de comunión de bienes, falta de austeridad y poca valentía para proseguir la renovación propuesta por el Concilio Vaticano II. Esta descripción lleva a la reflexión de la particular preocupación que hay por los diferentes cambios culturales que dificultan la transmisión de la fe por parte de la familia y la sociedad, esta dificultad se ve reflejada en el gran número de fieles que abandonan la Iglesia. Por supuesto que esta realidad ha de ser tomada en serio por parte de los catequistas y animadores de la catequesis, ya que como misión, la catequesis es un medio para transmitir la fe.

1.2. La realidad de la catequesis en específico La realidad de muchos cristianos de nuestra sociedad en América Latina y El Caribe, es que no han tenido la oportunidad de contar con una catequesis que los ayude a adquirir una identidad más personal y fundamentada (cfr. n. 297), La realidad de la catequesis en muchas de nuestras Iglesias en nuestro Continente nos indica, la práctica ordinaria de una catequesis que podemos llamar “Ocasional”, es decir una acción de un momento, de un tiempo, tan común la catequesis previa a los sacramentos de iniciación cristiana, especialmente para la Primera Eucaristía (cfr. n. 298). Otra práctica ordinaria de la catequesis, es no sólo el hecho de ser presacramental

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sino que es común descubrir una catequesis puramente doctrinal, centrada en este aspecto, sin mirar a los otros aspectos de la fe cristiana y por lo tanto, falta una verdadera y dedicada formación integral de la fe de la mayoría de los cristianos, lo único que tienen medio presente es lo que se les ofreció en el curso para la Primera Comunión o Confirmación y en otros casos para el Matrimonio (cfr. n. 299). La falta de una catequesis que entronice a la vida de la comunidad lleva a una realidad que se repite constantemente, la falta de perseverancia reflejada en algo que resalta como necesario el Papa Benedicto XVI, la participación en la Eucaristía dominical, el número de fieles en la generalidad de nuestros templos es baja, comparada con el número de bautizados. Por otro lado hay que tomar en cuenta que la dimensión comunitaria de la Eucaristía no se reduce al “ir o no a Misa” sino que también mira a una inserción activa en la vida de la comunidad eclesial (cfr. n. 286). Así que la falta de participación en la celebración dominical es un signo de muchas otras carencias de la vida cristiana y de la catequesis. La fragmentación de los sacramentos de la Iniciación Cristiana ha llevado a una fragmentación del proceso de la “Iniciación Cristiana”, ligado a un itinerario que comienza con el anuncio kerigmático, no como cosa aparte sino incluyente a la misma Iniciación Cristiana, la cual no termina con la celebración de los Sacramentos sino que continua su formación permanente a través de la llamada Catequesis Permanente (cfr. n. 287). En los procesos catequéticos no se ha sabido aprovechar el potencial que puede tener para ésta, la religiosidad o piedad popular (cfr. n. 300), de hecho tan no se ha evangelizado suficientemente ese aspecto de la vida de muchos de los habitantes de estas tierras, que son comunes las prácticas sincretistas de la fe, acompañadas por el aspecto de la superstición, de magia, animismo, fetichismo, perdiéndose el verdadero sentido de la fe. Reflexión personal y comunitaria: 1 Será oportuno hacer una reflexión personal y grupal, preguntándose qué tanto los hechos hasta aquí expuestos, tanto los generales, como los específicos de la catequesis están presentes en nuestra comunidad, parroquia, diócesis, país... 2 Seguramente en tú experiencia podrás o podrán completar la lista con otros hechos tanto positivos como negativos que aquí no han sido expuestos. 3 Y preguntarnos qué retos implica para nuestro ser discípulos misioneros de Jesucristo, sobre todo desde el ministerio de la catequesis.

2.- La Catequesis desde el Juzgar (desde Jesucristo) La segunda parte del Documento conclusivo de Aparecida nos lleva a mirar a los discípulos misioneros de Jesucristo a partir precisamente de esta concienciación; es el momento de iluminar nuestra identidad desde la mirada del mismo Cristo que nos invita a seguirlo y a estar con Él para ser sus portadores ante un Continente necesitado de una Buena Noticia. Esta parte es la más extensa del documento, abarca cuatro capítulos del 3 al 6, el primero de estos nos presenta de manera positiva una iluminación sobre las diferentes realidades contempladas en la primera parte, que le llama “buenas noticias”, son una especie de iluminación teológica y espiritualidad, éstas son: la dignidad humana, la vida, la familia, la de la actividad humana, la del destino universal de los bienes y la de la riqueza de la Iglesia latinoamericana.

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A continuación se pasa a los siguientes tres capítulos que se dedican a hablar de los discípulos misioneros como los instrumentos que el Señor llama para iluminar la realidad de nuestro Continente. El cap. IV subraya de manera particular nuestra vocación de discípulos que parte desde nuestro bautismo y cómo esta vocación encuentra su momento iluminador en el “Encuentro con Jesucristo vivo” y somos, precisamente estos discípulos los que estamos llamados a responder a la realidad de nuestro Continente entrado en un estado de misión permanente, el llamado exige la vivencia de una experiencia de conversión pastoral que nos lleve a renovarnos como agentes pastorales. A lo largo del capítulo se recuerda que los discípulos misioneros están llamados a la santidad, lo cual implica dar nuestro sí para iniciar el camino de seguimiento dejando que el Espíritu Santo nos vaya identificando con Jesús camino, verdad y vida (cfr. nn. 136-137). Esta reflexión ya desde el Documento de Participación para la V Conferencia, en muchas Iglesias los catequistas asumieron el binomio discípulo misionero como parte de su propia identidad. El catequista como discípulo misionero de Jesucristo sabe que estos dos momentos son inseparables en todo momento y etapa de la vida cristiana de la que no ha de ser ajeno, tanto por su propia experiencia personal de vida en su propia comunidad de fe, como en la acción de iniciar a otros en el camino de la fe. Ya que parafraseando al documento, la catequesis no es un programa, sino la comunicación de una experiencia (n. 145), ser discípulo y misionero dice el Papa son como las dos caras de una misma medalla. No hay que olvidar y lo recuerda este capítulo al final, que para vivir la doble dimensión de nuestra identidad cristiana necesitamos dejarnos guiar y conducir por el Espíritu Santo fuente de vida y de gracia, el cual se hace presente de manera particular en los sacramentos de la iniciación cristiana. El capítulo V enfatiza el papel de la comunidad y de la vida comunitaria, no se puede ser discípulo misionero sin el sentido de pertenencia a una comunidad, ya que Jesús al llamarnos no lo hace para hacerlo de manera individual y aislada sino en comunión. Al respecto el Directorio general para la Catequesis subraya como dos tareas también principales de la Catequesis, la educación para la vida comunitaria y la acción misionera (cfr. n. 86), que aquí quedan muy claras en su unidad. Es más el documento indica que no hay discipulado sin comunión y la pertenencia a una comunidad concreta es una “dimensión constitutiva” de la vida cristiana (cfr. n. 156), la cual implica un compromiso de discípulo misionero en la Iglesia y para la misión de la Iglesia, esta experiencia se ha de vivir en la diócesis, la parroquia, en las comunidades eclesiales de base, en la comunión entre las Iglesias particulares dentro de las Conferencias Episcopales, incluyendo de esta manera la unión de todas las diócesis del mundo con el Papa (cfr. nn. 164-183). Después de hablar de los espacios comunitarios se destaca la “igual dignidad” de todos los discípulos misioneros, destacando las distintas vocaciones y cómo cada una tiene su forma propia y específica de vivir la santidad bautismal, tanto los obispos, presbíteros en donde se destaca el papel de los párrocos; se mencionan las tareas de los diáconos permanentes y por supuesto el de los laicos y laicas, los cuales indica el documento, también están llamados a participar en la acción pastoral de la Iglesia para lo cual necesitan de una sólida formación y un adecuado acompañamiento (cfr. n. 211 y 212). También se mencionan las diferentes formas de vida consagrada, a los

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que han dejado la fe católica, la exigencia del diálogo ecuménico, finalmente se valoran los lazos que nos unen al pueblo judío (cfr. nn. 216-239). Así se pasa al capítulo VI que consideramos medular en este camino de los discípulos misioneros, es aquí donde la catequesis y los catequistas han de encontrar una mayor ubicación; el objetivo de este capítulo es el de ofrecer las líneas para la formación de los discípulos misioneros, el punto de partida tiene que ser la espiritualidad para dar paso al itinerario formativo. Se pasa a explicar en qué consiste este proceso formativo, el cual requiere una decidida y clara opción por la formación al estilo de Jesús (cfr. 276-277). El proceso formativo presenta cinco ejes los cuales se implican mutuamente, de tal forma que cada uno se presenta y manifiesta en cada uno a su vez, este “itinerario” aunque es general para todos los discípulos misioneros, el sabor que tiene el proceso es totalmente catequético, de inspiración catecumenal, por lo cual ha de ser asumido por todo ministro de la catequesis. Las etapas son las siguientes: El encuentro con Jesucristo; la Conversión; el Discipulado; la Comunión y la Misión. No se puede negar que este proceso tiene que reflejarse a través de la acción catequística.

2.1- La Catequesis en el contexto de la Iniciación Cristiana (cfr. nn. 286300) Después de dar los criterios generales del proceso formativo de los discípulos misioneros, se pasa al punto central que toca de lleno a la catequesis y es lo que titula como “Iniciación a la vida cristiana y catequesis permanente”. Sin temor a exagerar este punto se convierte en el eje de todo el documento, en cuanto que ubica a la Iniciación Cristiana en toda su amplitud como el camino que ha de recorrer todo discípulo misionero, tanto si éste es visto como agente o como interlocutor del acto catequético. El tema no es del todo nuevo, la novedad está en la forma en que el Documento de Aparecida lo expresa, lo cual es un indicativo de cómo se ha ido asimilando en cada lugar y contexto, como ahora lo hace América Latina. Podríamos decir que el tema de la Iniciación se recupera nuevamente en la Iglesia como el camino común para todo discípulo misionero con la restauración del catecumenado en el Concilio Vaticano II y luego, como éste se fue enriqueciendo con diversas aportaciones, como son la definición del proceso pastoral evangelizador, la aparición del ritual de Iniciación Cristiana de Adultos (RICA), los documentos Evangelii Nuntiandi y Catechesi Tradendae, Redemptoris Missio y más reciente la aparición del Directorio General para la Catequesis (1997) y recogido por el DECATCELAM en La Catequesis en América Latina. Orientaciones comunes a la luz del Directorio General para la Catequesis (1999). El Directorio General de la Catequesis para explicar qué debemos entender por Catequesis, lo hace encuadrando este ministerio en el marco de la Misión evangelizadora de la Iglesia. Reconociendo que esta acción se origina en el mandato Misionero de Cristo de “Vayan por todo el mundo...” (Mt 28, 16-20). De ahí que ésta se define como una acción al servicio de la Evangelización, portadora de la Palabra de Dios. Al mismo tiempo la Catequesis tiene que guardar una estrecha y permanente relación con las otras acciones evangelizadoras y con todo el Proceso Evangelizados en concreto señalando su relación con el Primer anuncio, la Iniciación Cristiana su campo propio y la Formación Permanente de la fe, añadiendo la relación que guarda

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con la Enseñanza Religiosa Escolar. Esta relación que guarda con las diferentes etapas y momentos de la evangelización queda expresada muy bien por Juan Pablo II, al decir en Catechesi Tradendae en el n. 18, La catequesis es uno de esos momentos -y cuán señalado- en el proceso total de la evangelización. Esto quiere decir que hay acciones que preparan a la catequesis y acciones que emanan de ella (cfr. DGC n. 63). Con esto se va indicando que el momento propio de la catequesis como tal, es su servicio que presta a la Iniciación Cristiana, en cuanto que le corresponde estructurar la conversión en Jesucristo, dando una fundamentación a la adhesión inicial. Este es un periodo de enseñanza y aprendizaje suficientemente prolongado de toda la vida cristiana. De ahí, la catequesis es entendida como el eslabón entre la acción misionera, que llama a la fe, y la acción pastoral, que alimenta constantemente a la comunidad (Ib; nn. 63 y 64). La catequesis propiamente dicha ha de ser entendida como: una formación orgánica y sistemática de la fe; esta formación es más que una enseñanza: es un aprendizaje de toda la vida cristiana, a través de una iniciación cristiana integral, que propicie un auténtico seguimiento de Cristo, centrado en su persona; La catequesis es una formación básica, esencial, centrada en lo nuclear de la experiencia cristiana, en las certezas más básicas de la fe y en los valores evangélicos más fundamentales. La catequesis pone los cimientos del edificio espiritual del cristiano, alimenta las raíces de su vida de fe, capacitándole para recibir el posterior alimento sólido en la vida ordinaria de la comunidad cristiana (Ib. n. 67). Esta visión nos sirve como marco para comprender la visión que nos ofrece Aparecida sobre la catequesis, la cual aquí es entendida como Iniciación Cristina: en ella insiste en el papel de la familia; pero es consciente de que ésta no se ha hecho adecuadamente; de tal forma que se necesita buscar nuevas formas que ayude a valorar la vida cristiana de los bautizados alejados de la fe, precisamente por la carencia de una adecuada Iniciación Cristiana. La centralidad de la Iniciación Cristiana como se ha indicado arriba está en el hecho de poner realmente en contacto con Jesucristo e invitando a su seguimiento; la búsqueda por encontrar fórmulas nuevas responde también al llamado ya señalado de una Nueva Evangelización que implica distinguir entre el catecumenado bautismal para los no bautizados, así como catecumenado postbautismal para los bautizados no suficientemente catequizados. El documento insiste en que esta iniciación cristiana debe incluir el kerigma o primer anuncio de la fe, ya que es la manera práctica de poner en contacto con Jesucristo e iniciar en el discipulado. Este énfasis que da el documento nos refleja claramente cómo la Iniciación Cristiana tiene que estar en sintonía con todo el proceso evangelizador que tiene su origen en la también llamada acción misionera, pero que no termina nunca, ya que continúa en la catequesis permanente.

3. La Catequesis desde el Actuar (Iglesia movida por el Espíritu) A partir del n. 296 del Documento, al tratar en específico el tema de la Catequesis como Permanente, después de hacer una valorización de la situación actual de la catequesis empieza a enumerar una especie que bien podríamos llamar carencias,

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éstas se convierten en el programa hacia adelante, son los desafío que tenemos que afrontar si queremos entrar en el ambiente de Misión permanente que Aparecida nos lanza. La lista de tareas para ser consideradas en esta nueva perspectiva de la Iglesia en América Latina son: a) La formación teológica y pedagógica de los catequistas; el tema de la formación de los discípulos misioneros aparece con mucha claridad en el Documento de Aparecida al hablar de la formación de éstos, aprovechando sus potencialidades, ésta debe ser a ejemplo de Jesús, como ya se ha señalado. En los criterios generales de esta formación se señala que debe ser integral, kerygmática y permanente (cfr. n. 279ss.) la cual implica la dimensión humana comunitaria, espiritual, intelectual y pastoral-misionera. Cuando explicita la formación intelectual manifiesta que se da a través de un especial conocimiento bíblico teológico, juntamente con las ciencias humanas darán la competencia en vista a los servicios eclesiales y para la adecuada presencia en el mundo secular (cfr. n. 280c). Indica que los laicos para que cumplan su misión en la formación de comunidades y en la construcción del Reino de Dios, requieren una formación para que puedan acompañar espiritual y pastoralmente a otros (cfr. n. 282). En el campo específico Aparecida insiste en la necesidad de contar con cursos y escuelas de formación permanente para catequistas (cfr. n. 299). En el campo de la formación de catequistas el Directorio General para la Catequesis, señala tres dimensiones que han de estar presentes: el ser, el saber y saber hacer; en la segunda es donde se subraya el aspecto teológico y el tercero la capacitación pedagógica (nn. 240-241, 244). Igualmente las Orientaciones comunes dedica una parte para hablar de las características necesarias de la formación de catequistas, que sería muy conveniente tomar en cuenta en el actuar (cfr. nn. 195202). b) Los materiales y subsidios integrados a una pastoral de conjunto; esta tarea demanda el esfuerzo de nuestras Iglesias por contar con los subsidios necesarios, los cuales para que respondan a las tareas propias de la catequesis, deben inspirarse en el Catecismo de la Iglesia Católica y en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (cfr. n. 299). Para la elaboración de estos subsidios es recomendable tomar en cuenta las orientaciones que al respecto da el DGC nn. 131-136; 284-285. c) Materiales y subsidios que utilicen métodos pedagógicos actualizados; estos subsidios como bien señala Aparecida deben estar integrados a una pastoral de conjunto, además deben ser portadores de métodos pedagógicos actualizados (cfr. n. 296). En cuanto a subsidios para la acción catequética el DGC da algunas orientaciones de las características que han de tener (cfr. n. 283). Para el aspecto pedagógico tómense en cuenta sus indicaciones (cfr. nn.143-147) y en las Orientaciones comunes en los nn. 145-163.

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d) El papel de la familia en la catequesis; vista como uno de los lugares de formación de los discípulos misioneros, destacando el papel que ésta tiene en la Iniciación Cristiana de los niños (cfr. n. 302). En cuanto a las acciones, Aparecida señala que una de las tareas, en donde por supuesto la catequesis tiene un papel de gran importancia, dice el Documento que se ha de trabajar para que la situación de la familia sea transformada y ésta asuma su ser y su misión en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia (cfr. n. 432), para lo cual tiene que ayudarse a revalorar la vocación de ésta, que tiene su origen en el matrimonio y para esto se urge una pastoral familiar (cfr. nn. 433437). El DGC presenta a la familia como ámbito o medio de crecimiento en la fe (n. 255) y en Orientaciones comunes se presenta a la comunidad familiar como la primera e insustituible comunidad catequizadora (n. 190). e) La falta de compromiso en la catequesis de los párrocos y demás responsables (cfr. n. 296); para que la catequesis cumpla con su vocación de ayudar a madurar la fe de los discípulos misioneros al interno de la comunidad se requiere de todo el apoyo, en primer lugar de quienes ejercen el ministerio de ser Cristo Cabeza, de manera muy concreta desde la comunidad parroquial. El Documento recuerda que el cuidado de la catequesis corresponde a los párrocos como primeros catequistas, así que no pueden dejar de manifestar un empeño firme y concreto. Al asumirse la catequesis desde la Iniciación Cristina, ésta tiene que dar la posibilidad de un aprendizaje gradual que lleve al conocimiento, amor y seguimiento de Jesús, esto ayudará a forjar la identidad cristiana; el asumir la dinámica de la Iniciación Cristiana se garantiza la renovación de una comunidad y despierta su carácter misionero, para esto se urge el cambio de actitudes pastorales de parte de los pastores (cfr. n. 291). Es por eso que la parroquia es el ámbito adecuado en donde se asegura la Iniciación Cristiana, teniendo como tareas irrenunciables, el atender a los adultos bautizados y no suficientemente evangelizados, a los niños que completan su Iniciación Cristiana, a los no bautizados que habiendo escuchado el anuncio kerygmático quieren abrazar la fe. Al referirse a estas acciones que se han de realizar desde el ámbito parroquial se urge la inspiración y el apoyo en RICA (n. 293). En cuanto a los lugares Aparecida dedica unos números en señalar su tarea en la formación de los discípulos misioneros, llamándolas, a las parroquias “células vivas de la Iglesia”, así que a través de varias iniciativas han de ser espacio en donde se viva la experiencia de pertenencia a Cristo (cfr. nn. 304-306). También como ya se había indicado el Documento habla de los párrocos, como principales animadores de una comunidad de discípulos misioneros (cfr. nn. 201204). En el DGC, la parroquia aparece como uno de los “Lugares y vías de la catequesis” como ámbito específico, nn. 257-258. También en Orientaciones comunes se puede ver como lugar de la catequesis en el n. 188. f) Es necesaria una catequesis que ayude a adquirir una identidad católica que promueva una adhesión personal y comunitaria a Cristo (cfr. n. 297); en esto se encuentra la clave de la catequesis; hoy se insiste que su finalidad es precisamente poner a uno en contacto con una persona y esa es Jesucristo (cfr. DGC n. 80).

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Esta exigencia corresponde al mismo corazón de la Conferencia en Aparecida, en donde el discípulo misionero se hace al experimentar este encuentro con Cristo el cual se manifiesta en el seguimiento y en la participación de su misión (cfr. nn. 129-153, cap. 4) de ahí que se haya insistido tanto en el presente trabajo en que ubicar la catequesis en Aparecida se tiene que hacer mirando todo el conjunto del documento. Pero como se ha reiterado es este el aspecto medular y que la catequesis ha de tener muy presente. g) Pasar de una catequesis ocasional a un itinerario catequético permanente (cfr. n. 298); esta ha sido una de las grandes carencias de la catequesis, la incapacidad de crear procesos, es por eso que a partir de Aparecida, la cual la identifica desde su relación con la Iniciación Cristiana, debe dar esa posibilidad de mirarla en todo el contexto del proceso evangelizador. En este contexto Aparecida insta a todas la Iglesias a pasar de esta catequesis ocasional, implementando “un itinerario catequético permanente”, es decir, procesos catequéticos orgánicos y progresivos que se extiendan por todo el arco de la vida, es decir, desde la infancia hasta la ancianidad, haciendo eco al Directorio General para la Catequesis, el cual considera a la catequesis de adultos como la forma fundamental de la educación de la fe (cfr. n. 298). En cuanto al proceso catequístico que debe ser adoptado para la Iniciación Cristiana, ha de ser la manera ordinaria e indispensable para introducir en la vida cristiana, y como catequesis básica y fundamental, pero que no se queda en ese momento ya que después tiene que continuar en la catequesis permanente que continua el proceso de maduración de la fe (cfr. n. 294) Por otro lado como ya se recordó párrafos arriba, esta Iniciación Cristiana tiene que incluir el kerygma (cfr. n. 288 y 279), el cual dicho por Aparecida ha de ser el hilo conductor de todo el proceso formativo de los discípulos misioneros “Solo desde el Kerygma se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera. Por eso, la Iglesia ha de tenerlo presente en todas sus acciones” (n. 278a). h) Pasar de una catequesis puramente doctrinal a una escuela de formación integral (cfr. n. 299); esta exigencia se deriva del hecho de que la catequesis por mucho tiempo se fijó solamente en este aspecto de las tareas que ha de realizar la catequesis, de acuerdo a Aparecida, ésta ha de cultivar la amistad con Cristo en la oración, el aprecio por la celebración litúrgica, la vivencia comunitaria, el compromiso apostólico mediante un permanente servicio a los demás. En este sentido ya se señalaron párrafos arriba cuáles son a partir del DGC, las distintas tareas que la catequesis ha de realizar (cfr. nn. 84-87). i) Una catequesis que acompañe la fe ya presente en la religiosidad popular; esta exigencia viene como consecuencia de la gran riqueza cultural de nuestros pueblos, sin embargo expuesta a contaminarse con sincretismos que opacan su sentido cristiano. Para lograr una catequización desde esta realidad se recomienda ampliamente el aprovechar el potencial educativo que encierra la piedad popular mariana (cfr. 300). En cuanto a la catequesis y la Religiosidad popular, Orientaciones comunes ofrece un capítulo que da una iluminación que bien nos podría ayudar a dar respuesta a este desafío (nn. 111-130). El documento con sus demás aportaciones, como catequistas nos hace valorar otros

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aspectos a considerar como son los lugares en donde se han de formar los discípulos misioneros, aparte de la familia, la parroquia, de hecho la hemos de contemplar como el lugar privilegiado de la catequesis en todas sus dimensiones; también se destaca el papel de las pequeñas comunidades de base, los movimientos eclesiales y nuevas comunidades; pero también los seminarios y casas de formación, esto nos hace destacar la importancia de la formación tanto de los futuros sacerdotes como de los religiosos y religiosas en el campo catequético; también ocupan un lugar la escuela católica y las universidades y otros centros superiores católicos. Como bien sabemos el Documento continúa hacia el actuar que consiste fundamentalmente en el llamado a despertar a un nuevo impulso misionero a través de la Misión permanente y sobre todo el llamado a la Misión Continental, estos temas ya no los tomamos aquí, ya que por la temática propia consideramos que se está cumpliendo con el objetivo que es animar hacia la acción desde la catequesis a la luz de Aparecida. Reflexión personal y comunitaria: De las propuestas aquí presentadas y que llevan a la acción de una catequesis renovada, a la luz de Aparecida: 1 Cuáles consideras/an que faltan y están presentes en tu/su comunidad, parroquia, diócesis, país. 2 Cuáles sugerís/en como prioritarias que pueden ser aplicadas a tu/su realidad. 3 Proponé/propongan algunos "cómos", señalando que acción, para que sea una realidad en tu ambiente.

Conclusión Como en cualquier estudio, cuando uno se pone a reflexionar surgen muchas ideas; sin embargo el espacio siempre nos queda pequeño, pero siempre queda al lector y a uno mismo continuar estudiando y reflexionando para sacar y aprovechar desde el campo de la catequesis, las grandes luces que podemos recibir del Documento conclusivo de la V Conferencia, en vistas a seguir con el proceso de Renovación de la Catequesis que responda a los nuevos desafíos y retos que nos presenta la realidad latinoamericana. Pbro. Eduardo Mercado Guzmán Director de la Comisión de Catequesis de la Arquidiócesis Primada de México.

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SENAC Relación entre Primer Anuncio, Iniciación Cristiana y Catequesis Permanente

Introducción En la reunión de los Obispos miembros de la Comisión de Catequesis y Pastoral Bíblica del 9 de agosto de 2010, se creó el Iº Seminario Nacional de Catequesis (SENAC) con la finalidad de generar aportes al pensamiento del III Congreso Catequístico Nacional, para contribuir de este modo a la renovación y fortalecimiento de la Catequesis en la Argentina. Quedó bien claro en aquella reunión del 9 de agosto que el Seminario y el Congreso, distintos por su naturaleza, finalidad y metodología, están profundamente unidos por la autoridad episcopal de la cual emanan y por el ministerio eclesial al cual sirven: la Catequesis en nuestro país. El SENAC se realizó del 19 al 21 de septiembre de 2011 en la localidad cordobesa de San Antonio de Arredondo con la participación de más de 150 catequistas laicos, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosas, religiosos, laicos consagrados de todo el país y más de 40 participantes a través de la modalidad de seminario virtual, todos convocados por el tema de “La Catequesis en clave misionera. Relación entre Primer Anuncio, Iniciación Cristiana y Catequesis Permanente”. Presentamos, a continuación, el trabajo realizado colaborativamente con los participantes del Seminario. Elaborar un aporte en común es una tarea ardua y nada sencilla, pero a la vez, entusiasta y posible. Es un trabajo colaborativo donde el pensamiento se gesta con el insustituible aporte de cada uno de los participantes. Combina, por un lado, una sana valoración de las personas y del espacio, como ocasión para enseñar aprendiendo y para aprender enseñando y, por otro lado, la justa exigencia de dar lo mejor de cada uno. Cuando los procesos se gestan y se desarrollan así, en la originalidad y en la singularidad de cada uno, no se hallan fácilmente todas las respuestas, puesto que hay que concebirlas, explicitarlas, confrontarlas, volver a reflexionarlas… Es como buscar la luz del acierto en la oscuridad de las preguntas. Pero, después, esa luz es tan fuerte, tan propia y tan contundente que confirma y garantiza la autenticidad y la validez del hallazgo. Para alcanzar esta finalidad nos propusimos: • Profundizar en las diversas concepciones de cada uno de los términos, cuya relación se estudia en la temática elegida. (Primer Anuncio, Iniciación Cristiana y Catequesis Permanente).

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• Estudiar la naturaleza de esa relación, en función de un dinamismo vital y creciente de la fe. • Investigar el proceso de la nueva evangelización propuesto para América Latina, a través del Magisterio. • Relacionar ese proceso con las opciones realizadas en la historia de la Catequesis en nuestro país. • Preguntarnos acerca de la conversión que ha de experimentar hoy la Catequesis para favorecer auténticos itinerarios de fe. • Indagar en el concepto de itinerarios como lugares singulares de encuentro teológico con Dios. • Buscar y explicitar los rasgos de una Catequesis en clave misionera. • Aproximarnos a una enunciación de las actitudes de un catequista llamado a acompañar el dinamismo vital y creciente de la fe, en la relación entre Primer Anuncio, Iniciación Cristiana y Catequesis Permanente. El presente documento recoge el trabajo realizado durante el Seminario por sus participantes y se esquematiza en 4 capítulos: Capítulo 1: Contemplar la realidad de la catequesis en la actualidad de nuestro país. Capítulo 2: Discernir según la voz de la realidad, de la historia de la catequesis, de la experiencia creyente del pueblo de Dios, de la palabra y el magisterio. Capítulo 3: Proponer nuevos horizontes, nuevos caminos de la catequesis desde lo contemplado y discernido de la realidad actual. Capítulo 4: Imaginar escenarios futuros deseados y posibles desde las personas que aman la catequesis. Sin pretender abarcar toda la realidad y dar respuestas a todos los interrogantes, los siguientes capítulos pretenden ayudar a seguir desarrollando un pensamiento contemplativo, discernido, propuesto e imaginativo de la Catequesis en nuestro país, abriéndonos a nuevos horizontes.

Capítulo 1: Contemplar “¿Él les dijo: ‘¿Qué comentaban por el camino?’ Ellos se detuvieron, con el semblante triste” (Lc. 24, 17) 1. “Creemos que la Palabra de Dios es eficaz por sí misma. Por eso la anunciamos con optimismo y alegría. Es una Palabra de comprensión, de esperanza y de misericordia. Cuanto más manifestemos la alegría de la fe, más dispuestos estarán los hombres a creer en el gran amor que Dios les tiene. Con esta mentalidad queremos salir al encuentro de todos los hombres, los que están lejos y los que están cerca. Desde el amor misericordioso de Dios Padre queremos asumir la cultura propia de nuestro Pueblo Argentino.” 1

El actual cambio de época 2. El actual cambio de época conlleva transformaciones en los modos de vivir, de pensar y de relacionarse. La fe no es ajena a estos cambios. Antes de contemplar el

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panorama catequístico actual, nos detenemos en algunas cuestiones acerca de la religiosidad, creencias y prácticas de nuestro pueblo. Resulta interesante observar la diversidad como dato que, a veces, se refiere a la localización geográfica y, otras veces, a cuestiones más complejas como la historia personal, las relaciones familiares y el entorno cultural. 3. “En las comunidades cristianas existen, como dimensión vital de la realidad católica, expresiones particulares de búsqueda de Dios y de vida religiosa, cargadas de fervor y de pureza de intenciones a veces conmovedoras, que bien cabe llamar piedad popular. Esta piedad popular refleja una sed de Dios que, a veces, sólo los pobres y sencillos pueden conocer. Hace de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe. 4. Comporta un hondo sentido de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante. Engendra actitudes interiores que raramente pueden observarse en el mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción. Es una realidad rica y, a la vez, muy expuesta a deformaciones, en la que la fe, que es su fundamento, necesita purificación y robustecimiento. 5. Se requiere, pues, una Catequesis que, asumiendo tal riqueza religiosa, sea capaz de percibir sus dimensiones interiores y sus valores innegables, ayudándola a superar los riesgos de fanatismo, de superstición, de sincretismo y de ignorancia religiosa. Bien orientada, esta religiosidad popular puede ser, cada vez más, para nuestro pueblo, un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo.”2 6. Para profundizar nuestra mirada sobre la religiosidad, prácticas y creencias, recurrimos a una encuesta realizada, durante 20083. Esta investigación revela, entre otras cuestiones, la condición creyente de la sociedad argentina4. Los datos destacan el pluralismo y la diversidad presente en el campo religioso, junto con la continuidad de una cultura cristiana5. Todo esto nos lleva a afirmar que nos hallamos, al parecer, frente a complejos procesos de desinstitucionalización religiosa, de individuación y recomposición de las creencias. 7. Informa la encuesta que el porcentaje de quienes dicen relacionarse con Dios por su propia cuenta, en las todas las regiones, supera la mitad de la población y en la región Centro alcanza aproximadamente los 70 puntos porcentuales. Según el estudio que hemos consultado, “soy religioso a mi manera” y “me relaciono con Dios sin intermediarios” parecen ser dos frases que resumen las formas de vivir la religión en buena parte de la sociedad argentina contemporánea. A pesar del proceso de desinstitucionalización religiosa y de individuación, en nuestro país, prevalece una cultura cristiana de largo espesor histórico que se expresa en las principales creencias de los argentinos6.

La Catequesis en foco 8. Luego de estas primeras constataciones derivadas del “contemplar” en el ámbito local, pasamos a observar algunas luces y sombras en un contexto latinoamericano. “La Iglesia Católica en América Latina y El Caribe, a pesar de las deficiencias y ambigüedades de algunos de sus miembros, ha dado testimonio de Cristo, anunciado su Evangelio y brindado su servicio de caridad particularmente a los más pobres…”7

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9.“Debido a la animación bíblica de la pastoral, aumenta el conocimiento de la Palabra de Dios y el amor por ella. Gracias a la asimilación del Magisterio de la Iglesia y a una mejor formación de generosos catequistas, la renovación de la Catequesis ha producido fecundos resultados en todo el Continente, llegando incluso a países de Norteamérica, Europa y Asia, donde muchos latinoamericanos y caribeños han emigrado.”8 10. También se han observado luces en la Catequesis argentina. Se marcó la prioridad del adulto, otras convicciones resonaron con fuerza en la voz de los catequistas y pasaron a formar parte del documento del II Congreso Catequístico Nacional (Juntos para una Evangelización Permanente): la nueva evangelización, la comunidad eclesial, la pastoral orgánica, el itinerario catequístico permanente y la catequesis familiar que, “tiene un potencial evangelizador muy grande, frente a las nuevas situaciones y cuestionamientos desafiantes; ayuda a tomar conciencia de que Dios está presente y actúa en el seno de las familias; renueva la vida de nuestras comunidades y de los núcleos familiares que participan, en un contexto de Iniciación Cristiana y de estilo catecumenal.”9 11. Pese a los logros mencionados, nos preocupa observar que la adhesión al mensaje de la fe es decreciente y nos hacemos eco de la descripción que hacen nuestros Pastores en Aparecida: “En la evangelización, en la Catequesis y, en general, en la pastoral, persisten lenguajes poco significativos para la cultura actual, y en particular, para los jóvenes. Muchas veces, los lenguajes utilizados parecieran no tener en cuenta la mutación de los códigos existencialmente relevantes en las sociedades influenciadas por la postmodernidad y marcadas por un amplio pluralismo social y cultural.”10 12. En nuestro país hay experiencias de Iniciación Cristiana con estilo catecumenal, a través de distintas modalidades, como hemos podido observar en las presentaciones realizadas en los últimos encuentros nacionales de Catequesis con adultos (ENCA); vitales seminarios de formación y escuelas de Catequesis; todos ellos verdaderos caminos abiertos que podemos comprender como Catequesis de búsqueda. 13. Contemplar las luces y sombras de la Catequesis nos ayuda a focalizar en las propuestas catequísticas existentes en nuestro país. La más extendida tiene un fuerte matiz escolarizante y pone por finalidad principal la preparación para los sacramentos, atendiendo sobre todo a las dimensiones cognoscitiva y normativa de la fe. Sigue el ritmo del año escolar, con tiempos de trabajo y de pausa, de inicio y de finalización muy similares a los que se establecen en la escuela. Uno de sus rasgos más visibles es la uniformidad: todos reciben los sacramentos en las fechas establecidas y, salvo algunas excepciones, no se acompañan los procesos personales y diversos. 14. Frente a esto, se va tomando paulatina conciencia de la importancia del proceso de Iniciación Cristiana. En la propuesta anterior lo importante era que la persona tuviera unos determinados conocimientos y cumpliera unas determinadas normas que lo hicieran apto para recibir los sacramentos… No se velaba, prioritariamente, por su Iniciación Cristiana. Podríamos referirnos al resultado mayoritariamente alcanzado en esta situación denominándolo “la paradoja de la Iniciación Cristiana”. Efectivamente, la recepción de los sacramentos de Iniciación marcan paradójicamente, en la gran mayoría de los casos, la conclusión o el cierre y no la iniciación de una vida nueva en Cristo.

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15. También se va asumiendo muy lentamente que, en este largo cambio de época, tiempo de post - cristiandad, no podemos recibir a nuestros catecúmenos en los procesos de Iniciación suponiendo una fe que, tal vez, no tienen. Si bien dejamos en claro que no podemos identificar Iniciación Cristiana con Catequesis, tenemos que afirmar que sería imposible desarrollar un itinerario de IC de espaldas al proceso catequístico. El proceso de la Iniciación Cristiana es una realidad sumamente compleja, puesto que comprende el testimonio de vida, los sacramentos, la práctica de la vida cristiana, la inserción en la comunidad… La Catequesis es una pieza clave en la Iniciación Cristiana y la Iniciación Cristiana, a su vez, es una de las tareas de la Catequesis. Existen formas de Catequesis que no pertenecen a la Iniciación Cristiana (como son diversas modalidades de Catequesis con adultos, actividades formativas, Catequesis en celebraciones de la Palabra…) 16. Desde hace más de veinte años, en nuestro país hablamos de itinerarios catequísticos. A la hora de diseñarlos lo hacíamos al modo de los tradicionales programas. La centralidad que hoy se pone no tanto en el contenido doctrinal, sino en el encuentro con la Persona de Cristo, nos hace vislumbrar una paulatina importancia dada a estos procesos y a su utilización en la Catequesis. 17. Desde la Pastoral Juvenil Nacional se ha propuesto un camino de formación a partir de un método cuyo núcleo esencial es la experiencia. Se va extendiendo en los grupos o movimientos juveniles en todas las comunidades donde los hay. (Catequesis experiencial) 11 Otros catecumenados de iniciación o reiniciación cristiana, especialmente dedicados a jóvenes y a adultos, parten no sólo de la experiencia, sino de la centralidad en de la Palabra de Dios que ilumina y orienta la vida. En algunos movimientos y parroquias, en los que se lleva adelante estos procesos, se observan frutos de conversión personal y de permanencia de los catecúmenos en la comunidad cristiana. 18. “Nos sentimos convocados a pensar una Catequesis capaz de ayudar a construir la identidad cristiana en un mundo plural. Para ello, la concebimos no como mera construcción de conocimientos, sino como… • un modelo de diálogo y búsqueda; • inspirado en la pedagogía de iniciación; • capaz de educar, formar o iniciar en la experiencia religiosa; • en una comunidad testimonial; • facilitando un sistema coherente y significativo de mediaciones. 19. Las fronteras entre la Iglesia y los no creyentes son cada vez más móviles y este hecho exige claridad, pero también disponibilidad para el diálogo y los procesos no lineales de búsqueda e integración. El proceso de la Catequesis es siempre un proceso de acogida y de aceptación de las diversas identidades culturales y sociales, y también del sentir y vivir diversamente la búsqueda del sentido de la fe.”12 20. Estas reflexiones nos hacen volver la mirada sobre el contenido del anuncio. “Transmitiendo con claridad y vigor la relación entre la fe en Dios y el reconocimiento de la dignidad del hombre, que nos propone el Concilio y nos testimonia la obra de los primeros misioneros, se podrá impulsar una acción evangelizadora coherente… Esta relación no debe ser simplemente proclamada como una verdad más. Debe impregnar toda la Catequesis…”13 ”El Reino de Dios está presente de alguna manera también en los interrogantes y aspiraciones profundamente humanas, en el esfuerzo por reconocer la dignidad de todo el hombre y en el afán por construir un mundo más justo y más fraterno.”14

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Capítulo 2: Discernir “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”.(Lc. 24, 32) 21. El discernimiento comunitario y pastoral tiene que ver más con la búsqueda de aquello que agrada a Dios que con una opinión mayoritaria. Por eso, lo que cada hermano ve y propone no es una opinión más, sino una propuesta desde la experiencia de Dios y desde las urgencias del Reino. El Espíritu Santo es capaz de unir las mentes y los corazones en una respuesta común. 22. Contemplando la realidad, la historia de la Catequesis, la experiencia creyente del Pueblo de Dios, a la luz de la Palabra y del Magisterio, intentamos aproximarnos a una experiencia de discernimiento que nos llevó a considerar las siguientes implicancias pastorales pensando en una Catequesis Misionera, en la Iniciación Cristiana y en la Catequesis Permanente.

La Catequesis es misionera 23. Ante una primera mirada podríamos rechazar la relación entre los términos de este binomio “Primer Anuncio - Catequesis Permanente.” Desde una lógica secuencial, el Primer Anuncio iría al comienzo… Sin embargo, “nos planteamos, la redefinición de caminos posibles para los que llegan a un proceso catequístico sin fe o con una fe pequeña, olvidada, casi ‘adormecida’. La pluralidad y la diversidad de ofertas de todo tipo, ponen a la persona en situación de reconfirmar y de validar sus opciones cristianas. Por eso, hoy es preciso hablar de un Primer Anuncio, siempre necesario e impostergable en el inicio de un proceso catequístico y de una Catequesis siempre misionera, que sale a buscarnos en las distintas etapas de nuestra vida, en las diversas ‘edades de nuestra fe’ y en nuestros distintos lugares de encuentro teológico con Dios. 24. Una ‘Catequesis misionera’ es una Catequesis de la propuesta que busca, atrae y propone siempre. No se trata de un discurso doctrinario estampado desde afuera y por la fuerza de la repetición, sino de un camino de experiencias siempre nuevas, que marcan profundamente la vida de las personas. Una Catequesis que se resignifica, muchas veces en Primer Anuncio, para que éste se diferencie y, a la vez, se integre en todo el proceso catequístico, otorgándole una fuerza renovadora y catecumenal. En la Catequesis Misionera todo anuncio transparenta el Primer Anuncio. Él es como una luz siempre viva en el Ministerio de la Palabra: en la conversión primera, en la Iniciación Cristiana y en la Catequesis Permanente. 25. Porque, más que un proceso lineal en el cual la Catequesis se pone a continuación del Primer Anuncio, parece que el pluralismo; la diversidad de propuestas; el descrédito de lo religioso, en algunos casos, una larga serie de cambios que se van produciendo en los modos de vivir, de sentir y de creer y las diversas situaciones existenciales que atraviesan, a veces dolorosamente la vida de las personas, solicitan de la Catequesis un cambio que nos hace concebirla como un proceso espiralado, siempre abierto y en desarrollo. El Kerigma se va ampliando y profundizando, a lo largo de nuestra vida, reiterándose siempre, de un modo nuevo, vigoroso y atrayente, acompañando el permanente dinamismo de la fe.”15 26.

La complejidad y la novedad del tiempo actual nos llevan a pensar una

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Catequesis, que requiere otros ministerios y otras tareas. Nos preguntamos si se trata de otras tareas que ha de realizar el catequista o de otros ministerios estrechamente vinculados con el ministerio catequístico. Reconocemos la complementariedad entre estas dos formulaciones: • Toda la Evangelización no es Catequesis. • Y, a la vez, toda Catequesis ha de ser evangelizadora.”16 27. “El Espíritu Santo que nos anima es el mismo que impulsó a Jesús. Él nos hace participar de la vida y de la misión del Salvador. Sin Él la evangelización es imposible”17 Como Iglesia sabemos que nada ocurre en ella sin que el Espíritu intervenga y que todo en la experiencia cristiana sucede por su inspiración y su presencia. Desde Él partimos, conscientes de que el Espíritu Santo está en el origen de nuestra vocación y misión de catequistas. Él derrama muchos y abundantes dones en la Iglesia. “En efecto es siempre Él quien actúa, ya sea cuando vivifica la Iglesia y la impulsa a anunciar a Cristo, ya sea cuando siembra y desarrolla sus dones en todos los hombres y pueblos, guiando a la Iglesia a descubrirlos, promoverlos y recibirlos mediante el diálogo.”18 Él es el protagonista de toda la misión eclesial. 28. Cuando decimos “discípulo misionero” en el Documento de Aparecida, optamos por omitir la conjunción copulativa “y”, manifestando de este modo que se trata de dos caras de una misma moneda. De la misma manera nos permitimos decir Catequesis Misionera. No pretendemos subrayar una dimensión que se pone en acto en alguna circunstancia particular, sino que estamos afirmando que la Catequesis ha experimentado un desborde semántico. Aquí no tenemos en cuenta un carácter temporal por el cual el Primer Anuncio se sitúa antes de la Catequesis, sino un carácter permanente y cualitativo, por el cual el Primer Anuncio está presente siempre en toda Catequesis, tanto en la Catequesis de Iniciación como en la Catequesis Permanente. 29. En el escenario habitualmente llamado “de cristiandad” la Catequesis tradicional asume la misión de hacer crecer una fe inicial, con la cual las personas llegan a los procesos catequísticos. Se supone que alguien ha realizado ya el Primer Anuncio: la familia, la escuela, otras instituciones y la sociedad misma transmitían la fe “por ósmosis”. Actualmente esos núcleos llamados a engendrar la fe están debilitados en esa capacidad. Por lo tanto, las personas llegan a las comunidades cristianas a solicitar un sacramento con significación social, pero muy probablemente todavía no se ha suscitado la fe en ellos. Éste se transforma en espacio propicio para un anuncio kerigmático y, una vez suscitada la fe, es el tiempo oportuno para dar comienzo a un proceso iniciático. 30. En la Catequesis Misionera, Dios sale al encuentro del hombre en su situación y busca acompañarlo en el camino de la vida, para que él pueda encontrarse con el Dios de la Vida que da sentido a la existencia y que quiere llegar a todos, privilegiando a los que están alejados. La Catequesis Misionera es una Catequesis atrayente porque el catequista y la comunidad dan testimonio. Aquí no hay imposición avalada por una tradición, sino un proponer que invita a realizar el descubrimiento de la novedad convocante del Evangelio. Los valores de la propuesta cristiana rompen la indiferencia y llegan al núcleo más íntimo de la persona: su interioridad, allí donde ella realiza sus opciones. Si la propuesta del Evangelio llega al corazón, la persona está en condiciones de dar su respuesta de fe. Es aquí donde se produce la verdadera transformación, éste es el lugar de la conversión. 31. La Catequesis Misionera trabaja en relación con la pastoral social. Allí donde están los alejados, los pobres, los desamparados; allí es el lugar de la Catequesis

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Misionera. Y cuando decimos los pobres y desamparados no nos referimos solamente a quienes les falta el pan material, sino también a los que padecen los diversos tipos pobrezas que atacan a la humanidad. Sobre todo nos referimos a los más pobres: aquellos a quienes les falta el anuncio que suscita la respuesta de la fe. 32.Antes de la comunión con Cristo; antes de la inserción de la persona en la comunidad cristiana; antes de despertar al misterio; antes de iniciarla en la liturgia; antes de la formación moral; antes de despertar a la oración y a la vida interior; antes de la iniciación para la misión; en fin, antes de educar la fe, tenemos que suscitarla. El Primer Anuncio hace arder el corazón de las personas, confiando en la fuerza del Evangelio, que llama a cada hombre a la conversión y lo acompaña en todas las etapas de la vida. 33. Existe en nuestra cultura un quiebre en toda transmisión de la tradición entendida como la entrega de un depósito de ideas, valores, normas y creencias capaces de regular el presente y orientar el futuro de las personas y las sociedades, con la pretensión de reproducirlo. Se observa que nuestra sociedad está en la búsqueda de un nuevo paradigma cultural y de un nuevo paradigma de transmisión de la cultura. Asumiendo esta doble constatación, podemos describir el nuevo giro en la transmisión de la fe como un paso de la reproducción a la resignificación, sustituyendo la transmisión de la fe a través de la mera repetición por la transmisión a través de la propuesta, que deja lugar al descubrimiento y al asombro. 34. El Papa Juan Pablo II insistía en generar una “cultura de la vida”, que no significa desechar la cultura presente, sino encontrar en ella las “semillas del Verbo”, es decir el Misterio Pascual implícitamente presente en las variadas dinámicas culturales ya existentes. Todas las expresiones culturales dicen algo del misterio cristiano y debemos contribuir a que quienes participan de las mismas lo descubran. En esto consiste hoy el trabajo de los discípulos misioneros. En la medida en que se va explicitando la presencia teologal implícita (pasando del de la Iniciación Cristiana a un Itinerario Catequístico Permanente), comienzan a disiparse las anticulturales tinieblas del pecado en el propio sujeto y en el contexto. Encendiendo la luz, se ve mejor. A la luz de la fe la cultura y las personas que participan en ella se transfiguran.

La Iniciación Cristiana 35. Comenzamos preguntándonos ¿qué entendemos por Iniciación Cristiana? “La Iniciación Cristiana, de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica es ante todo, don de Dios mediante la gracia de Jesucristo y por mediación de la Iglesia. Es inserción de la persona en el misterio de Cristo, muerto y resucitado por medio de la fe y de los sacramentos. Este nuevo nacimiento, esta nueva vida en la que el ser humano es engendrado, esta participación en el Misterio Pascual de Cristo y en su la naturaleza divina, es el núcleo y el corazón mismo de la Iniciación Cristiana.”19 36. Como se han debilitado los lugares sociales de iniciación en la fe (familia, escuela y barrio) las comunidades eclesiales están llamadas a asumir esta misión con mayor responsabilidad. La Palabra de Dios se hace eco en la experiencia de fe de la comunidad. Una vez vivida esa experiencia, ella resuena en todo el espacio catequístico y se propaga suscitando la fe naciente de los que se acercan y fortaleciendo la fe más madura de todos sus integrantes. De este modo, se pone en acto la pedagogía del ambiente en la comunidad cristiana. Si la comunidad ha encarnado en su vida los valores del Evangelio, ellos se constituyen en fuerza generadora de conversión y crecimiento. Una comunidad que vive el Evangelio lo

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irradia, lo muestra, lo propone y se hace más capaz de provocar la adhesión a Jesucristo y a su Evangelio. 37. “Entre la Iniciación Cristiana y la Iglesia hay relaciones de estrecha interdependencia: la Iglesia actúa en ella como sujeto integral porque a la vez que, como agente evangelizador, procurando ser fiel al mandato del Señor, anuncia a todos los hombres la Buena Noticia de la Salvación de Dios, es, también, el interlocutor destinatario, que responde a Dios uniendo su voz y su vida a la de los hermanos que participan y crecen en el itinerario de maduración de su fe y en la vida Trinitaria.”20 38. La configuración de la Catequesis de acuerdo con el modelo de la Iniciación Cristiana dentro de la perspectiva catecumenal es una de las conversiones que hoy ha de experimentar la Catequesis. El catecumenado se caracteriza, ante todo, como un camino cuyo sujeto protagonista es la comunidad cristiana, que realiza de este modo su maternidad espiritual. Es un proceso formativo de educación y maduración en la fe. Tiene un carácter gradual, con etapas definidas. Está jalonado por momentos de Catequesis, de ritos litúrgicos y celebraciones; es un camino progresivo de discipulado, asistido y acompañado; y todo impregnado por misterio de la Pascua de Cristo. Encuentra su culmen en la celebración de los sacramentos. Con una definición sintética podríamos decir que es “el proceso general a través del cual uno se convierte en cristiano”. Se trata de un camino extendido en el tiempo y marcado por la escucha de la Palabra, la celebración y el testimonio de los discípulos del Señor. Implica una profunda conversión pastoral y una nueva formación para los catequistas. 39. El proceso que describe el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos nos habla de un camino a seguir, que puede ser aplicable a los jóvenes, adolescentes y aun a los niños, adecuando los tiempos y los contenidos a la realidad de cada edad. “La iniciación de los catecúmenos se hace en forma progresiva en una comunidad de fieles que, juntamente con los catecúmenos, reflexiona sobre el valor del misterio pascual renovando la propia conversión y con su ejemplo los mueve a obedecer con más generosidad al Espíritu Santo. El Ritual de la Iniciación se adapta al itinerario espiritual de los adultos que varía según la multiforme gracia de Dios, la libre cooperación de cada uno, la acción de la Iglesia y las circunstancias de tiempo y lugar. 40. En este proceso, además del tiempo de estudio y reflexión, hay “etapas” o paso por los que el catecúmeno avanza como si atravesara una puerta o ascendiera por escalones. La primera etapa tiene lugar cuando, realizada la conversión inicial, el candidato quiere ser cristiano y es aceptado por la Iglesia como catecúmeno. La segunda etapa tiene lugar cuando, más madura la fe y concluido el catecumenado, el candidato es admitido a una preparación sacramental más intensa. La tercera etapa se da cuando, terminada la preparación espiritual, el candidato recibe los sacramentos de la Iniciación Cristiana. 41. Por lo tanto, son tres las etapas, pasos o puertas, que han de considerarse como as más importantes o densas de la iniciación. Estas tres etapas están señaladas por tres ritos litúrgicos: la primera, por el rito de admisión al catecumenado; la segunda, por la elección, y la tercera, por la celebración de los sacramentos. Las etapas conducen a “tiempos” de información y maduración o están preparados por ellos. 42. El primer tiempo, que exige estudio por parte del candidato y evangelización por parte de la Iglesia, se da en el “precatecumenado” y concluye con el ingreso al

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catecumenado. El segundo tiempo, que comienza con el ingreso al catecumenado y puede durar varios años, está dedicado a la catequesis y a los ritos anexos a la misma, y termina el día de la elección. El tercer tiempo, en realidad el más breve, que de ordinario coincide con la preparación cuaresmal para las solemnidades pascuales y para los sacramentos, está dedicado a la purificación y a la iluminación. El último, que dura todo el tiempo pascual, está dedicado a la “mistagogia”, es decir, a evaluar la experiencia que se ha vivido y a comprender sus frutos, como también a estrechar los vínculos con la comunidad de los fieles.”21

La Catequesis Permanente 43. La Catequesis Permanente acompaña las distintas etapas de la vida de las personas en su proceso de crecimiento y maduración en la fe. De hecho el DGC, refiriéndose a la Evangelización, expresa hacia el final del N° 48 “…inicia en la fe cristiana, mediante la Catequesis y los sacramentos de iniciación, a los que se convierten a Jesucristo, o a los que reemprenden el camino de su seguimiento, incorporando a unos y reconduciendo a otros a la comunidad cristiana. Alimenta constantemente el don de la comunión en los fieles mediante la Educación Permanente de la Fe (homilía, otras formas del Ministerio de la Palabra, los sacramentos y el ejercicio de la caridad) 44. Hay razones de diversa índole que legitiman las expresiones “Educación Permanente de la Fe” o “Catequesis Permanente”, a condición de que no se relativice el carácter prioritario, fundante, estructurante y específico de la Catequesis en cuanto iniciación básica. La expresión “Educación Permanente de la Fe” se generalizó en la actividad catequética, a partir del Concilio Vaticano II, para indicar solamente un segundo grado de Catequesis, posterior a la Catequesis de Iniciación, y no como la totalidad de la acción catequizadora. Los Obispos en Aparecida optan por la expresión “Catequesis Permanente” y se refieren a itinerarios catequísticos permanentes, en las comunidades cristianas, que se extiendan desde la infancia hasta la ancianidad. 45. Al respecto el Directorio General para la Catequesis expresa: “La fe es un don des-tinado a crecer en el corazón de los creyentes. La adhesión a Jesucristo, en efecto, da origen a un proceso de conversión permanente que dura toda la vida. Quien accede a la fe es como un niño recién nacido que, poco a poco, crecerá y se convertirá en un ser adulto, que tiende al ‘estado de hombre perfecto’, a la madurez de la plenitud de Cristo.”22

Capítulo 3: Proponer “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba. Él entró y se quedó con ellos.” (Lc. 24, 30)

Los rasgos de la Catequesis Misionera 46. Después del discernimiento, proponemos los siguientes rasgos de una Catequesis Misionera, el perfil de la comunidad, las actitudes fundamentales del catequista y algunas consideraciones para la formación de los catequistas. Esta Catequesis privilegia el encuentro con la persona de Jesús en la comunidad. Es una Catequesis samaritana, que sale al encuentro de cada persona, escucha y contempla su realidad, la recibe y se detiene acercándola a Jesús para que Él la transforme.

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47. El encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús y todo encuentro del Maestro con sus discípulos constituyen verdaderos paradigmas de la Catequesis Misionera. Siempre es Él quien sale al encuentro. Jesús, la Palabra del Padre, se anticipa a toda situación humana para darle respuesta y encauzarla a la voluntad del Padre que lo envió. Tomemos las palabras de la Verbum Domini: “Un momento importante de la animación pastoral de la Iglesia en el que se puede redescubrir adecuadamente el puesto central de la Palabra de Dios es la catequesis, que, en sus diversas formas y fases, ha de acompañar siempre al Pueblo de Dios. El encuentro de los discípulos de Emaús con Jesús, descrito por el evangelista Lucas, representa en cierto sentido el modelo de una catequesis en cuyo centro está la «explicación de las Escrituras», que sólo Cristo es capaz de dar (cf. Lc 24,27-28), mostrando en sí mismo su cumplimiento. De este modo, renace la esperanza más fuerte que cualquier fracaso, y hace de aquellos discípulos testigos convencidos y creíbles del Resucitado”.23 48. Proponemos una Catequesis de opción y no de imposición. Diversificada y no homogénea, que responda y atienda a la diversidad de edades, culturas, y situaciones. Es familiar y social, kerigmática, iniciadora y permanente. Tiene en cuenta a todo el hombre y a todos los hombres, atendiendo a los itinerarios vitales de cada uno en sus dinamismos personales. Por lo tanto, no se ata a una fecha o una edad determinada para la recepción de los sacramentos. Esta Catequesis está abierta al aporte de las ciencias auxiliares y al servicio de los laicos: catequistas, misioneros de manzana y otros agentes de la evangelización. Se inserta en una pastoral orgánica y se propone en diversos ámbitos, no sólo en las parroquias, sino también en colegios, movimientos, universidades, cárceles, hogares de ancianos, las redes sociales, los santuarios y otros ámbitos en los que se expresa la piedad popular, siempre en estrecha comunión con la Iglesia Particular de referencia. 49. En estos tiempos de transición proponemos estas conversiones para la Catequesis: • De una Catequesis escolarizada a una Catequesis experiencial. • De una Catequesis de la herencia a una Catequesis de la propuesta. • De una Catequesis que obliga a una Catequesis que invita, sugiere, convoca. • De una Catequesis exclusivamente de la enseñanza a una Catequesis vital de encuentro. • De una Catequesis de la repetición a una Catequesis innovadora. • De una Catequesis uniforme a una Catequesis personalizada. 50. En esta Catequesis, proponemos una fe que no se asume por simple tradición, sino una fe por la que se opta con fuerza, con entrega, con pasión, con ternura, con creatividad…, según el estilo de cada persona, siempre única, irrepetible y singular. La encarnación de los valores del Evangelio se produce en un ambiente en el que circulan esos mismos valores. Los que compartimos el mismo Pan tenemos una sola fe, un solo Señor y un solo Bautismo. En la comunidad cristiana la experiencia de fe es personal, pero a través del testimonio y del compromiso fraterno se comparte y enriquece a todos.

La comunidad para una Catequesis Misionera 51. “La Catequesis viene de la mano de una mirada peculiar sobre lo que es ser comunidad cristiana. No se trata de una mera comunidad social, sino de una comunidad enraizada en Cristo Resucitado. Ella es fuente, lugar y meta de la Catequesis. Nace de la experiencia de encuentro con Jesús. A partir de esa experiencia y como respuesta a la invitación del Señor, la comunidad se hace misionera. Es punto de partida. Desde allí se inicia y hacia allí converge todo

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itinerario de comunión - misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión.”24 52. Proponemos este perfil para la comunidad en la que se realiza esta Catequesis renovada. Se trata de una comunidad testigo, comunidad de comunidades, que no se limita a la jurisdicción geográfica, generosa en el don de la persona de Jesús, poseedora de una red de vínculos institucionales útiles para la evangelización. 53. “Esta comunidad es memoria y profecía, ámbito donde se celebra la vida y lo vivido. Es Iglesia esponsal y samaritana. Descubre las nuevas fronteras, sale al encuentro de toda experiencia humana y hacia ellas tiende su acción pastoral. Crea espacios de encuentro con Cristo, que engendran vida. Es abierta y acogedora, con una nueva manera de relacionarse: acepta la diversidad como experiencia enriquecedora. Es participativa y propositiva. Da lugar para que la diversidad se exprese a través de la participación. Es ámbito donde uno se conoce plenamente, en la tensión natural entre comunidad y persona, oración y servicio, comunión y misión.”25 54. “La Iglesia tiene la urgente tarea de priorizar el diálogo y el testimonio para acercarse a la gran cantidad de bautizados no convertidos y a los no cristianos que van en aumento en el actual contexto socio cultural. La Iglesia existe para evangelizar, pero dado el nuevo contexto cultural marcado fuertemente por el pluralismo religioso, donde existen muchos valores pero también disvalores como el agnosticismo y la evasión de las grandes preguntas existenciales, la Iglesia debe acentuar su ser dialogante, alegre y propositivo. De este modo, quienes se sienten alejados de su mensaje, podrán descubrir que la Iglesia, (pastores, fieles e instituciones) les despierta preguntas olvidadas acerca del sentido de la vida, los abre a nuevos horizontes, y les da un testimonio convincente de fraternidad y solidaridad. Y al ser auténticamente dialogante, no sólo propone y anuncia, sino que además escucha, aprende, se enriquece.”26 55. Al mismo tiempo, surge inevitable la pregunta: ¿cuáles son y dónde están aquellas comunidades cristianas en las cuales se viven hoy los valores y las opciones que subyacen a un auténtico proceso catequístico? Para esto proponemos el surgimiento de nuevas formas de comunidad, pequeñas, de talla humana. Para hacer en la Iglesia la experiencia mistagógica de la presencia de Jesús en medio de todos y para hacer que ella sea una auténtica fraternidad, donde la igualdad y la común dignidad de todos los miembros (LG 32) superen la distinción de cargos y ministerios. De este modo, prevalecerá el acontecimiento y la convocatoria por medio de la fe y el aspecto institucional no sofocará ni dañará el despliegue auténtico de la comunión y de la misión. Una espiritualidad de comunión, gestada y fecundada en la vida, la Palabra, la fiesta, la oración y la misión. Fruto del Espíritu y expresión de la unidad y del amor trinitarios. 56. Proponemos una “Iglesia que demuestra que efectivamente todo lo humano le in-teresa, que los católicos se preocupan de verdad de que sus hermanos sean felices. En el fondo, es la exigencia por el testimonio coherente que dan los discípulos ya maduros, con acento en la diaconía. De otro modo, no habrá posibilidad de que las personas alejadas se interesen siquiera en escuchar sobre Jesús y su Evangelio.”27

Las actitudes del catequista y su formación 57.Para esta Catequesis Misionera proponemos un catequista que sabe dialogar, que

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respeta el trabajo realizado por el grupo y que favorece el discernimiento comunitario. Aprende a escuchar lo que dicen los interlocutores, valorando así el lenguaje de la comunidad eclesial que se expresa. También sabe provocar y suscitar preguntas que favorezcan el descubrimiento y la sorpresa de la fe, puesto que en una cultura descristianizada muchas personas se sienten a gusto como están y parecen no necesitar la fe. 58. Un catequista testigo, que acompaña los procesos de otros, que está dispuesto a compartir su experiencia creyente, que se convierte en testimonio creíble para aquellos a quienes acompaña en su despertar a la fe. Con el testimonio que sostiene la pro-puesta ayuda a mostrar y a hacer ver lo que ya existe, lo que está contenido en las personas, en los acontecimientos, en la vida, pero que aún no se conoce, porque no se ha descubierto. 59. La Catequesis está abierta al encuentro personal entre catequista y catequizando, en un clima de fraternidad. Si nos amamos unos a otros reconocerán que somos discípulos del Señor. La humildad se conjuga con el amor. Permite salir al encuentro del otro que no es como nosotros, o que no es tal como la Iglesia quiere que sea. Podemos preguntarnos: ¿de qué tenemos que desprendernos para crecer en humildad? El Señor tuvo que dejar su gloria divina por nosotros, tomar nuestra naturaleza y vivir nuestra condición de esclavos. ‘Pensar’ en el otro permite ‘pensar’ la Catequesis y ‘pensar’ la preparación espiritual del catequista.”28 60. En la formación de catequistas sugerimos una formación integradora, que se ensambla en el proceso de fe del adulto creyente, llamado a la vocación catequística. Un itinerario que acompaña los procesos de discernimiento de la propia fe y de la propia vocación. Una formación que ayuda a profundizar, expresar y compartir la experiencia del encuentro vital con Cristo y contribuye a descubrir la presencia y la voz de Dios, que transforma, libera y plenifica al catequista. 61. Con la opción por la Catequesis Misionera, optamos también por una formación de catequistas que no dan por supuesta la fe de los que se acercan a los procesos catequísticos. Proponemos una formación de catequistas que sean capaces de dar a dichos procesos un estilo catecumenal, incluso después de la conversión primera. Concebimos a estos catequistas como formadores que asumen la crisis de la transmisión de la fe y aprenden a darle respuesta eficaz. Proponemos una formación que los lleve a diseñar y a animar itinerarios iniciáticos, puesto que hoy los sujetos llegan a los procesos catequísticos sin fe o con una fe débil, infantil y casi olvidada. 62. El servicio a la Iglesia, como sujeto y agente de la evangelización, le da sentido y valor a la formación de catequistas. Por eso el catequista en formación se configurará como un nuevo creyente, atravesado por un renovado ardor misionero que ame y contagie al mundo de hoy, transmitiendo el don de la fe. Proponemos que el catequista en formación sea, al mismo tiempo, anfitrión y comensal invitado al banquete del Señor Jesús que celebra la fiesta de la Salvación. De esta manera podrá suscitar y desplegar, en cada varón y mujer de su tiempo, el deseo y la apropiación de la Buena Noticia de Jesús. Será necesario que el catequista, en su proceso de formación y en su posterior itinerario de servicio, cuente con un espacio comunitario que le permita alimentar y compartir su fe.

El método catequístico en la formación de catequistas 63. “En la formación de catequistas no seguimos el deductivismo metodológico según el cual el método se deduce directamente de la teoría, como una aplicación

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obligada de principios o normas. Muy por el contrario, la metodología, como conjunto de métodos, es el fruto de la capacidad de reflexión que tiene el hombre. De este modo puede comprender, valorar, interpretar y confrontar su práctica catequística; dejándose guiar por la pedagogía de la fe y dejándose interpelar por los aportes de la catequética, en orden a una más fecunda implementación. 64. Esta opción respecto del método catequístico, como fruto de la reflexión, ha de estar presente no sólo durante la realización del ministerio catequístico, sino a lo largo de toda la formación del catequista. Por eso, ella se sitúa bajo el signo de la creatividad y no de una mera asimilación de pautas externas. Ha de tratarse de una formación muy cercana a la práctica: hay que partir de ella para volver a ella. Al catequista le sería muy difícil improvisar, en su acción catequística, un estilo y una sensibilidad en los que no hubiera sido iniciado durante su formación. 65. Por eso, proponemos que la pedagogía de Jesús y la metodología catequística sea el planteo propuesto en los diversos espacios curriculares, que conforman un plan de formación de catequistas, y en los equipos, que se reúnen para preparar sus encuentros catequísticos. Este saber hacer, con los conocimientos, actitudes y técnicas que lleva consigo, puede adquirirse mejor, si se imparte al mismo tiempo que se realiza. Animamos la realización de proyectos de formación de catequistas insertos en los procesos pastorales de la Iglesia Particular. 66. Ante el desafío de los actuales escenarios cambiantes, descubrimos la conveniencia de propuestas formativas que incluyan el intercambio y el diálogo entre los catequistas. Con el trasfondo de una actitud de búsqueda que los ayude a desinstalarse de algunas prácticas catequísticas reiteradas, desajustadas y poco significativas, proponemos la implementación de itinerarios que provoquen estos efectos: • La apertura que hace experimentar el carácter particular y por lo tanto no absoluto de las prácticas del propio contexto de procedencia. Cada uno es llevado a valorar la experiencia de los demás y a enriquecerse con ellas descubriendo que la propia visión es reducida y por lo tanto no es universal o irreemplazable. • La complejidad del hecho catequístico. La apertura a diversas experiencias también lleva a descubrir que el hecho catequístico es más complejo, rico y profundo de lo que uno había percibido en la práctica habitual. Complejidad no es sinónimo de complicación, sino de una realidad que integra diversas dimensiones, variables, modalidades y exigencias… • El aprendizaje de un pensamiento estratégico que define opciones, prioridades, etapas, medios y recursos. Un pensamiento catequético, que reconoce la imprevisibilidad de este tiempo, como oportunidad más que como amenaza y que plantea cauces variados ante la variedad de situaciones”29

Capítulo 4: Imaginar “En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén.”(Lc. 24, 33) La Catequesis que viene 67. En este último capítulo nos hemos permitido un espacio de mayor libertad, que nos permite asumir la actitud del que “mueve el timón” con un cierto rumbo inestable. Se trata de una actitud más perceptiva que proyectiva. Vemos el futuro,

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no como un espacio de conquista, sino como un tiempo que trae dones. El futuro viene hacia nosotros cargado de oportunidades. Nos da la posibilidad de lanzarnos al tiempo que viene y descubrir los valores que trae. Seguramente habrá allí una multiplicidad de propuestas que no romperán la comunión, sino que la enriquecerán. 68. Entre los dones que trae el futuro eclesial que viene imaginamos: la experiencia visible de una santa fraternidad; la alegre existencia de distintos modos de ser Iglesia y la confianza de los miembros de la Iglesia en el protagonismo de Dios. Nos damos cuenta que es preciso superar la tensión eclesiológica del adentro y del afuera, porque los catequistas no estamos afuera, sino en medio de este contexto cultural. Con nuestras certezas y sin perder la identidad, experimentamos la auténtica necesidad de dialogar con la cultura de hoy. 69. En cuanto a la “Catequesis que desestructuración institucional y cultural, cuando se encaren procesos, tendrán diversificación de los itinerarios. Ésta es verdadero desafío.

viene”, imaginamos que, por la misma la Catequesis va a ser más ocasional. Y, que atender a la personalización y una cuestión cuya resolución resulta un

70. Hasta hace unas décadas atrás podíamos referirnos, en nuestras miradas pastorales, a la familia; a los adultos, a los jóvenes. Hoy, si bien estas expresiones globales siguen siendo usadas, terminan resultando engañosas y ponen, en una especie de trampa, al planteo pastoral que pretende homogeneizar las situaciones, características, opciones, búsquedas y dilemas de los grupos a los cuales se dirige. 71. La atención a una realidad compleja, multifacética y cambiante no se resuelve en simples agrupaciones por franjas etáreas. Por ejemplo, los contextos urbanos y rurales no conservan hoy algunas de las variables que los han caracterizado, durante años, y que se consideraban decisivos en las opciones pastorales. Hoy casi todos los pastoralistas coinciden en afirmar que los ambientes urbanos son multiculturales. Ante esta constatación, la reflexión pastoral y sociológica reconoce, también, el fenómeno de la multiculturalidad en los contextos rurales. ¿Quiénes serán realmente los interlocutores a quienes acompañaremos en el futuro para suscitar o profundizar su respuesta de fe? 72. El planteo catequístico tradicional suele agruparlos por algunas de estas razones: - Porque son adultos que no han sido iniciados en la fe y piden, justamente, los sacramentos de iniciación. - Porque no han completado su iniciación cristiana y piden alguno de esos sacramentos. - Porque son hombres y mujeres que piden el sacramento del matrimonio. - Porque son padres que piden algún sacramento para sus hijos. 73. La experiencia catequística de todos nosotros podrá, en este punto de la reflexión, poner otras razones para los agrupamientos. En el mejor de los casos, los criterios se refieren a situaciones especiales, mentalidades y ambientes. Pero lo cierto es que, en muchas de nuestras comunidades, no son ellos los criterios que prevalecen y priman las agrupaciones según las edades y según el sacramento solicitado. 74. El prolongado cambio epocal viene planteando, desde hace ya muchos años, una trama tan compleja y variada de situaciones que se hace difícil su reconocimiento y categorización. Por eso, cada vez más, los agrupamientos, según

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algún determinado criterio, no garantizan una mayor eficacia de la acción catequística. Porque, aun en ese agrupamiento, habrá otras variables que no habrán sido consideradas. De modo que la diversidad, que siempre estuvo presente en cualquier grupo humano, unida hoy a una exacerbada búsqueda de la autonomía y de la realización personal, plantea una exigencia, a veces, desmedida de atención a muchas singularidades y lo diverso se constituye así en un verdadero desafío difícil de atender. Para saltar la aporía y vencer la trampa de una supuesta homogeneidad imaginamos estas opciones para la Catequesis del futuro y para sus itinerarios:

72. Distintos caminos de entrada y de salida Repensar los inicios y las conclusiones generalmente supeditados al pedido de un sacramento y a la recepción del mismo. Los adultos y también otras personas que transitan otras edades de su vida llegan a nuestras comunidades, si sabemos verlos, en situaciones diversas. Con búsquedas que, aun sin que esas mismas personas lo adviertan, conllevan una búsqueda religiosa. Deberíamos poder constituir espacios catequísticos con itinerarios significativos, que no desemboquen necesariamente en un sacramento a recibir, sino que iluminen y den respuesta a las diversas situaciones humanas, desde el Misterio de Cristo.

73. Una Catequesis intergeneracional y de inmersión. La opción comunitaria de la Catequesis, por un lado, y el desafío permanente del individualismo y del exagerado subjetivismo que caracterizan la cultura contemporánea, nos hacen pensar en una “catequesis de inmersión en la comunidad cristiana”. En esta propuesta los catequizandos comparten algunas de las experiencias de su itinerario con los catequizan-dos de sus mismos grupos de pertenencia y otras experiencias con otros miembros de la comunidad, quienes a su vez pueden estar recorriendo otros itinerarios.

74. Una comunidad catequista Los catequistas se han iniciado en la fe de la comunidad y allí han madurado sus opciones, haciéndose testigos de esa misma fe. Ellos no constituyen un simple grupo, como los que integran los movimientos o instituciones eclesiales. Ellos son la voz y el gesto de la fe de la comunidad. En ellos se ha delegado la misión del anuncio. Pero la verdadera “catequista” es la comunidad misma. La Iglesia toda posee la función profética y la ha delegado en algunas personas que han sido, especialmente, llamadas a anunciar la Buena Noticia de Jesús. Toda delegación supone una simple entrega de la tarea en sí misma, pero nunca es una entrega de la responsabilidad contenida en esa tarea. Si la comunidad eclesial se despreocupara de su función profética, se desnaturalizaría. No sería quien está llamada a ser. La Catequesis no es, por lo tanto, un ámbito cerrado y reservado a unos pocos “especialistas” del anuncio.

75. Provocar la pregunta existencial por el Sentido. ¿Qué aporta a nuestra vida y a nuestra muerte el hecho de que participemos de la fe cristiana? Hoy la sociedad se nos manifiesta como un conjunto de propuestas que desorientan, puesto que todas parecen tener el mismo valor. La persona humana queda expuesta a un amplísimo escenario de libertad en el que todas las opciones parecen válidas. De este modo, el hombre y la mujer de hoy parecen “extranjeros” y turbados en un mundo que se torna cada vez más confuso. Caminan en busca de la mejor opción, pero no son peregrinos, sino simples caminantes porque no saben a quién seguir. Conocer a Jesús, seguirlo y hacernos sus discípulos implica darle la

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respuesta de fe que nos plenifica y nos asemeja a Él, configurando nuestras personalidades a su imagen y semejanza. Implica encarnar en nuestras vidas su propuesta y los valores que ella conlleva. Ellos atraen e iluminan el camino de los que peregrinan. Donde hay valor hay sentido. La fe es la respuesta de Sentido más plena que el hombre puede darle a su vida, es el valor que lo mantiene religado permanentemente a Dios, como su Sentido y fin último. La Catequesis siempre, y más que nunca en la cultura del “sin - sentido”, ha de ser mediación, camino y experiencia para el Sentido. “La Catequesis es un camino de crecimiento y maduración de la fe en un contexto comunitario eclesial que da sentido a la vida”.30

76. Un itinerario que dé respuesta a las distintas dimensiones de la persona. El Documento de Aparecida en su número 11 señala que la formación de los discípulos misioneros ha de dirigirse a toda la persona y distingue la dimensión humana y comunitaria, la dimensión espiritual, la dimensión intelectual y la dimensión pastoral y misionera.

77. El discipulado en la virtualidad “La formación de los discípulos de Jesús en el ámbito virtual está sustentada en el mismo itinerario que se propone a todo bautizado que, en cualquier ámbito eclesial, se sienta llamado a seguir a su Maestro para hacerse luego su testigo y convocar a nuevos discípulos a la escucha de Jesús: vocación, respuesta libre, seguimiento de Jesús, iniciación en la vida comunitaria, crecimiento y maduración, envío. En estas nuevas comunidades, como en toda la Iglesia, la dinámica del discípulo – testigo es el fermento de una nueva humanidad. Humanidad nueva que, a la escucha de la Palabra, redescubre su horizonte y se pone en camino, siguiendo los pasos de Jesús. 78. El espacio virtual se extiende a lo largo y a lo ancho de una distancia inabarcable, pero paradójicamente, en ese espacio de inusitada grandeza, se hace cercano lo distante. Como en la inmensidad del mar que parece estar hecho para las distancias y las despedidas y, sin embargo, provoca reencuentros y regresos. Del mismo modo, el espacio virtual genera cercanía y comunión. 79. El mar orilla la costa y le habla secretamente. Éste es el lugar del llamado. En la costa del mar de Galilea estaban Simón y su hermano Andrés y Santiago y su hermano Juan, cuando Jesús los llamó convocándolos a ser pescadores de hombres En la orilla del corazón, donde Dios habla, allí se produce la cercanía más íntima. Allí se escucha el llamado de Dios y allí resuena también la respuesta del que acepta ser su discípulo. Este diálogo de interioridades se hace posible también en la comunidad eclesial virtual. A pesar de la inmensidad del espacio, el discípulo puede escuchar a su Maestro y puede pronunciar la opción libre de seguirlo. En la comunidad eclesial virtual las interioridades están entrelazadas por la fuerza de la comunión que supera todas las distancias físicas.”31 80. Imaginamos el futuro que viene como una excelente oportunidad para llevar el Evangelio a mucha gente, aprovechando todo lo que nos ofrece el mundo de hoy para acercar la Palabra a todos. Cuando nos preguntamos ¿qué Catequesis para el futuro?, imaginamos una Catequesis que haga mejores personas, trabajando mucho el tema de las actitudes y valores del Evangelio. 81.

También imaginamos una Catequesis del “insieme” o del “todos juntos”.

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Muchas veces, en nuestras prácticas pastorales, nos referimos a ellos y a nosotros; a la “gente” y a nosotros; a los que vienen y a los que no vienen; a los convertidos y a los que necesitan conversión. Olvidando que estos “opuestos” conviven en la misma persona en épocas diferentes de su vida o, dicho de otra manera, en las distintas edades de su fe. 82. Por eso, imaginamos una Catequesis de catequistas que se dejan catequizar, una Catequesis de catequistas, catequizandos y catecúmenos deslumbrados por la novedad del Evangelio que siempre se manifiesta más profunda y ampliamente a lo largo de toda la vida. Será imposible no dejarse asombrar y atraer por la fuerza de tanto amor. 83. Imaginamos un nuevo kairós en el cual el olvido de Dios se transformará en “una ocasión de anuncio misionero. La vida cotidiana nos mostrará dónde localizar esos patios de los gentiles, dentro de los cuales nuestras palabras se hacen no sólo audibles sino también significativas y curativas para la humanidad. La tarea de la nueva evangelización es conducir, tanto a los cristianos practicantes como a los que se preguntan acerca de Dios, a percibir su llamada personal en la propia conciencia.”32

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Actitudes del Catequista

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(tomadas de algunas homilías del Papa Francisco) • LA NOVEDAD QUE DIOS QUIERE: a lo largo de los años vamos acumulando cansancio y estamos paralizados como catequistas: “Muchas veces preferimos mantener nuestras seguridades, pararnos en una tumba, pensando en el difunto, que sólo vive en el recuerdo de la historia. Tenemos miedo a las sorpresas de Dios…no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas.” Homilía 30.03.13 No es fácil buscar la novedad, estar abierta porque a veces nuestro métodos fueron buenos pero ¡cuidado! Los tiempos son otros. También nuestras preocupaciones nos hacen egoístas: “Los problemas, las preocupaciones de la vida cotidiana tienen a que nos encerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la amargura y es ahí donde está la muerte. No busquemos ahí donde está la muerte a Aquel que vive”. Homilía 30.03.13 • CONFIAR: es fiarse de Él y no de nosotros. “Acepta entonces que Jesús resucitado entre en tu vida, recíbelo como amigo con confianza: ¡Él es la vida! Si hasta ahora has estado alejado de Él, da un pequeño paso: te recibirá con los brazos abiertos. Si eres indiferente acepta arriesgar; no quedarás decepcionado. Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, CONFÍA EN ÉL ten la seguridad que Él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como Él quiere“ Homilía 30.03.13. Hacer memoria una actitud para renovarnos y cobrar fuerzas para continuar en nuestra vocación catequística es hacer memoria. “Recordad de cómo os habló estando todavía en Galilea…y recordaron sus Palabras” (Lc.24, 6.8) esta es la invitación a hacer memoria del encuentro con Jesús, de sus Palabras, sus gestos, su vida. Es recordar con amor la experiencia realizada con el Maestro, es lo que hace que las mujeres superen todo temor y que lleven la Proclamación de la Resurrección a los apóstoles. Hacer memoria de lo que Dios ha hecho por mí, por nosotros, hacer memoria del camino recorrido, y esto abre el corazón de par en par a la esperanza para el futuro. Hacer memoria de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas” Homilía 30.03.13 • SER PACIENTE: a veces queremos ver los resultados ya y que nuestros catequizandos se conviertan en fieles discípulos ahora. Sin embargo Jesús nos invita a ser pacientes. “La paciencia: Jesús no abandona al terco de Tomás por su incredulidad, le da una semana de tiempo, lo le cierra la puerta. Espera.” Homilía 7.04.13 • SENTIRNOS LLAMADOS: no es nuestra decisión, no anuncio mi reino sino el de Cristo, porque Él me ha dado esta vocación “Pero todo esto es posible si reconocemos a Jesucristo, porque es Él quien nos ha

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llamado, nos ha invitado a recorrer su camino nos ha elegido” Homilía 14.04.2013 • ANUNCIAR EL EVANGELIO CON PALABRAS Y HECHOS: es importante que el catequista tenga el valor de anunciar la Buena Nueva, también con su testimonio. “No se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de la vida. Quien nos escucha y nos ve, debe poder leer en nuestros actos eso mismo que oye en nuestros labios, y dar gloria a Dios” Homilía 14.04.2013 • VIVIR EN INTIMIDAD CON CRISTO: para ser testigo de alguien debo conocerlo, la mejor manera de conocer a Jesús es encontrarme con Él. Dedicarle tiempo, donde puedo entregar mi ser y mi quehacer en un tiempo y en un espacio concreto. “Anunciar y dar testimonio es posible si únicamente si estamos junto a Él…vivir una relación intensa con Jesús, una intimidad de diálogo y de vida, de tal manera que lo reconozcamos como “El Señor” Homilía 14.04.2013 • ADORARLO: estar en su presencia “Quisiera que nos hiciéramos todos pregunta. Tú y yo ¿adoramos al Señor? ¿Acudimos a Dios sólo para pedir, para agradecer, o nos dirigimos a Él también para adorarlo? Pero entonces, ¿Qué quiere decir adorar a Dios? Significa aprende a estar con Él, a pararse a dialogar con Él, sintiendo que su presencia es la más verdadera, la más buena, la más importante de todas…Adorar al Señor quiere decir darle el lugar que le corresponde, adorar al Señor quiere decir afirmar, creer – pero no solamente de palabra que únicamente Él guía verdaderamente nuestra vida, adorar al Señor quiere decir que estamos convencidos ante Él de que es el único Dios, el Dios de nuestra vida, el Dios de nuestra historia. Homilía 14.04.2013 Estas actitudes de descubrir lo que Dios quiere, confiar, hacer memoria, ser paciente, sentirnos llamados, anunciar el Evangelio con palabras y hechos, vivir en intimidad con Cristo, adorarlo son experiencias de vida que ayudarán al catequista superar los desalientos y recrear su vocación. Estas actitudes son tomadas de algunas homilías del Santo Padre. Todas son un material valiosísimo, su lenguaje es sencillo. Da gusto leerlo pues es claro y contundente. Él nos muestra como seguir a Jesús y a la vez convocar a otros.

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La Catequesis de la propuesta

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Entrar en una lógica misionera, pasar a un primer anuncio, renunciar a proseguir con una pastoral de inserción, he aquí lo que llevará a modificar las prioridades pastorales. Y acarreará duelos. Los tiempos para la comunicación de la fe en nuestras sociedades cambian. El cristianismo, ayer mayoritario, sufre en nuestras comarcas un amplio descrédito social. La autonomía del Estado, la marginación de la vida social del religioso, el pluralismo de opiniones en los regímenes democráticos, la aceleración y la mayor complejidad de las informaciones invitan a pensar de otra manera la misión y la transmisión cristianas. El teólogo francés Christian Duquoc estima que esas modificaciones no engendran necesariamente una crisis de la fe, sino que ellas por el contrario impulsan “a otra forma de anuncio evangélico”. Como apoyo de este análisis, él evoca la actitud de Jesús mismo y de los primeros evangelizadores. Jesús ha anunciado el Reino de Dios por la sola fuerza de la Palabra y por signos milagrosos limitados. No recurrió a la presión del Estado, al llamado a la fuerza de la ley o a la opinión mayoritaria del gentío para obligar a convertirse en discípulo suyo. “El propuso, sin imponer nada, pero no sin dejar de deplorar la dureza del corazón”. El discípulo no está por encima de su maestro. Los tiempos actuales pueden ser la ocasión de medir la extensión de los cambios en materia de transmisión religiosa e invitar a “re-interpretar o actualizar el anuncio en función de lo que ella fue originariamente, un llamado sin presión política y social”. “Esta nueva nota social es tal vez una posibilidad para la fe cristiana: Dios no se impone, se lo busca y se lo desea; la discreción de Dios, manifestada en la trayectoria de Jesús y de alguna manera verificada en el retiro silencioso del Espíritu, puede suscitar, a partir de la moderación de la comunidad y del pudor de su anuncio, otra seducción que la del consenso superficial o social, alejada de toda presión del poder y de la fascinación del poder. Cuando Dios se oculta es cuando El se hace cercano”. En este retorno a las fuentes de la misión, en el pudor y la discreción (ya no más contando con la fuerza de las leyes o sobre la solidez de las instituciones, sino despertado en aquello que dormita en cada uno), la experiencia misionera vivida al contacto de las poblaciones de los países del Sur del planeta se sostiene en tres estrados: - El acto de fe es eminentemente un acto de libertad humana: nadie puede obligar a otro a responder al amor de Dios. El anuncio misionero, como toda forma de catequesis, exige una inmensa atención al otro, una moral de la comunicación que libere y haga responsable. Misión y catequesis unen a la mujer y al hombre en una conducción personal. La democracia, el pudor, la tolerancia no llevan al cristiano a ser mudo o inexistente en el espacio social del libre debate. Ellas invitan a poner en obra una evangelización autentificada por el testimonio y una catequesis de acompañamiento. - La evangelización es igualmente una predicación religiosa y una actividad de humanización de las condiciones locales de vida. Pablo VI, en la encíclica Populorum Progressio (26 marzo 1967), define de este modo la misión de la Iglesia: promover un desarrollo integral, de todas las dimensiones humanas, “de todo hombre y de todo el hombre”. Se trata justamente de integrar, como dimensión plenamente constitutiva

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de la evangelización y de la misión, “el combate por la justicia y la participación en la transformación del mundo” (texto del Sínodo de Obispos de 1971). Toda propuesta calificada como catequística sitúa al destinatario en su forma de situarse en la vida y en el mundo. Ella obliga al análisis y al discernimiento. La catequesis no es solamente formación o información, ella suscita un proceso de transformación. Ella conduce a examinar sobre qué fundamentos y con qué principios cada participante ve el mundo actual. Según los dichos de Giancarlo Colet, aprender a creer hoy equivale a menudo a aprender a contra-corriente. Se trata, entre otras cosas, de adquirir la facultad de ver claro en las múltiples influencias a las cuales estamos expuestos todos los días y de examinar de manera crítica las Evidencias comunes. - En un artículo importante publicado en 1989 por la revista Catequesis, otro teólogo francés, Antoine Delzant, situaba a cada uno frente a los tapices (doseles) de la cultura contemporánea. Frente a ese mundo, uno adopta ya sea una actitud negativa: esta sociedad es nefasta y peligrosa; lo mejor es pues apartarse de ella y protegerse lo mejor posible. La otra actitud es la de la apertura y el discernimiento: es esta cultura la que el cristianismo viene a habitar y a vivificar. Dos de los más importantes arsenales para el anuncio hoy son el de la inculturación y el del diálogo interreligioso. Estas dos temáticas ocupan con derecho el primer plano de toda la reflexión misionera y catequística, invitan al análisis cultural, obligan al apóstol del Evangelio a volver a decir las palabras de la Vida en Jesucristo en el lenguaje de hoy y en el encuentro con los otros. Y ¿resulta demasiado decir que el encuentro del cristianismo con las culturas actuales lleva consigo en sí mismo un enriquecimiento mutuo? Concluyendo un número de la revista Lumen Vitae sobre las catequesis inculturadas, André Fossion escribía: Cuando el cristianismo se adormece sobre su tesoro o se encierra en el idioma, el mundo secular viene en su auxilio para volver a dar fuerza al Evangelio. Esta fue ya la experiencia de Jesús mismo cuando se admiró delante del centurión: “En verdad os digo, ni en Israel, he encontrado una fe como ésta”. Cuando una comunidad está más preocupada por sus estructuras y su supervivencia que por sus individuos, ella corre el riesgo de perder su vigor profético y la fuerza de convicción de su mensaje. Por el contrario, los discípulos del Cristo están llamados a renovarse sin cesar en el amor recíproco para que el mundo pueda creer: actores y servidores de la propuesta. Catequesis y comunidad. Catequesis de propuesta y modo de hacer Iglesia ¿Cuáles son y serán los lugares donde podrá nacer una catequesis de la propuesta? Según una tríada clásica en catequesis, traer a la memoria un plan, un proyecto catequístico a escala diocesana, regional, de un país, consiste en presentar iniciativas a tomar en los ámbitos de la parroquia, de la familia y de la escuela. Yo se que inmediatamente, este tríptico indispone a algunos, con todo derecho. Las propuestas vividas en los movimientos de apostolado, en los medios y las nuevas tecnologías, en los movimientos de juventud constituyen otros tantos lugares a tomar en consideración. Aún en el caso en que no se hiciera mención aquí más que de la parroquia, es pues mucho más ampliamente que sería necesario orientar (localizar, situar) el anuncio, la escucha y el acompañamiento. Formulo cinco reflexiones sobre la relación (vínculo, lazo) entre parroquia y propuesta. a) Las prácticas catequísticas parroquiales se han aprovechado poco de la célebre

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fórmula: “La comunidad es la fuente, el lugar y el término de la catequesis”. La preocupación catequística ha permanecido a menudo en la periferia de las comunidades parroquiales. Es cierto, se “hace” catequesis, pero al margen de las prioridades esenciales de la parroquia. La catequesis sigue siendo demasiado a menudo una actividad confiada a voluntarios y destinada solo para los niños, un sector “compartimentado”. Una renovación de la catequesis y una renovación parroquial exigirían poner en el corazón, en el centro, en el núcleo de la misión parroquial la preocupación del anuncio, de la catequesis y de la propuesta. b) El Directorio General Catequístico (1997) da esta definición de la catequesis (nº 84): “Las tareas de la catequesis son la reeducación de las diversas dimensiones de la fe, ya que la catequesis es una formación cristiana integral, “abierta a todas las componentes de la vida cristiana”. En virtud de su dinámica interna, la fe exige ser conocida, celebrada, vivida y traducida en oración. La catequesis debe promover cada una de esas dimensiones. Pero la fe se vive en la comunidad cristiana y se anuncia en la misión: es una fe compartida y anunciada. Esas dimensiones deben igualmente ser favorecidas por la catequesis”. He aquí pues adelantadas las seis tareas de la catequesis (como recordatorio, en este texto, se trata de hacer valer las diferentes facetas de la fe que, según su lógica interna, merece ser conocida (1), celebrada (2), vivida (3), traducida en oración (4), compartida (5) y anunciada (6). Por consiguiente, aparece la exigencia de una triple evolución de la vida comunitaria: - un paso de una comunidad que aísla la preocupación catequística confiándola a algunos voluntarios, a una comunidad donde todos, de todas las edades son conscientes de estar en espera de ser “todavía” catequizados y prontos (listos) a rendir cuenta de su esperanza. (1 P, 3); - un paso de una comunidad que define el proyecto catequístico como una transmisión de conocimientos religiosos a una comunidad que lo entiende como una oferta significativa y de calidad en los seis campos del descubrimiento de la Biblia y de la Tradición, de la liturgia, del accionar solidario, de la oración, de la fraternidad y del encuentro con otras filosofías y religiones; - de una comunidad en la que los catequistas están con frecuencia poco presentes en los lugares de concertaciones pastorales a una comunidad que los llama a convertirse en los aguijones de los consejos pastorales, recordando que la misión teológica de la parroquia consiste en ser signo del Reino. c) Recordemos la etimología de la palabra catequesis: hacer resonar la Palabra supone que el acto catequístico integra un encuentro, una escucha, un acompañamiento en la proximidad de un frente a frente. La catequesis no se asemeja a las campañas de afiches colocados a lo largo de las grandes avenidas o repetidas a gusto por medio de la prensa. Ella es una disponibilidad respetuosa para entrar en diálogo con alguien sobre aspectos esenciales de su intimidad, sin usurpar su jardín secreto, sino dejándolo libre en su discernimiento. Este encuentro en un cara-a-cara, esta disponibilidad singular y única en nuestra sociedad occidental postmoderna, ¿serán posibles en los vastos conjuntos de las nuevas parroquias? ¿Qué acontecerá con la proximidad?¿Con qué cuerpo catequístico? d) La parroquia, ¿tiene ella aún suficiente vitalidad como para colocarse en actitud de apertura del nuevo mandato misionero, de los nuevos proyectos catequísticos? Parroquia y catequesis ¿están inexorablemente llevadas hacia una decadencia, incluso hacia una ruina inevitable? El teólogo alemán Norbert Mette, apoyándose en

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los trabajos de W. Bartholomaus, pudo identificar tres formas de relacionar los dos términos, comunidad y catequesis. Siguiéndolo es posible concebir que haya catequesis en la comunidad. Esto sucede cuando la catequesis (sacada de las aulas) se encuentra en el terreno parroquial y se ocupa de la iniciación sacramental de los niños. Está asegurada por catequistas voluntarios. Aunque ella no sea escolar, en ese modelo, el aspecto o transmisión de un conocimiento es lo “que domina”. El segundo modelo es el de la “catequesis para la comunidad”. Aquí, el interés no es sólo con respecto a los niños, sino con respecto a los adultos. La catequesis se define como “un acompañamiento de la vida de fe de cada uno, a cada edad”. Desde un punto de vista pedagógico, este segundo modelo insiste más sobre la catequesis de los adultos como paradigma, permitiendo transmitir la fe a las otras generaciones de manera convincente. Finalmente, N. Mette, identifica un tercer modelo, el de la “catequesis de la comunidad”. Se toma aquí conciencia que la responsabilidad de la transmisión de la fe descansa en todo el pueblo de Dios. Cada miembro de la comunidad es actor en catequesis. Cada cristiano, por el hecho de su bautismo y de su vida de fe, tiene algo que transmitir a los demás. Cada cristiano tiene algo que recibir de los demás. La comunidad está construida por una catequesis comprendida de este modo. La catequesis viene a aguijonearlo para que ella ofrezca a todos campos de experiencia variados, intergeneracionales y significativos. Este tríptico evolutivo y teórico es seductor. Ha servido de hilo conductor al documento del sínodo común de las diócesis alemanas en 1974. Pero tropieza con la prueba de la realidad. Según el análisis de N. Mette mismo, rara vez se ha llegado al tercer modelo: la catequesis de los adultos ha fracasado ampliamente, el estado real de las comunidades no permitía en absoluto armar organismos colectivos de evangelización. En resumen, el que ha perdurado es a menudo el primer modelo. El teólogo de Québec, profesor de la Universidad Saint Paul de Ottawa, Norbert Provencher, suscitó recientemente un ardiente debate con ocasión de su ensayo sobre el porvenir de la Iglesia. Antes de dar un diagnóstico analizó las diversas iniciativas tomadas por la Iglesia de Québec, desde el Vaticano II. Habló de una Iglesia en fase terminal: “Nuestras planificaciones pastorales ¿no serían entonces sino un ensañamiento (empeño, obstinación) terapéutico destinado a mantener viva a todo precio a una Iglesia que no pide más que morir una buena muerte?. Los distintos capítulos del libro desgranan diversos aspectos de la pastoral contemporánea y desembocan para cada uno en la misma constante: una Iglesia en decadencia, una Iglesia que no transmite más, una Iglesia que no acierta a encontrarse con la sociedad contemporánea, una Iglesia que no es más creíble por completo, una Iglesia que hipoteca su porvenir, una Iglesia accidentada (averiada, en la miseria) en su imaginación, en resumen una Iglesia en fase terminal. Las constataciones que él redacta sobre la salud de las parroquias y de la catequesis son inquietantes. Se muestra receloso respecto de las nuevas parroquias, en tal medida él teme que “preocuparse sólo por la instalación de las nuevas estructuras, a menudo según el número de sacerdotes disponibles y de practicantes regulares, no resuelve el problema más que por un tiempo”. e) Finalmente, la cuestión planteada por la catequesis de la propuesta en la búsqueda de esta renovación es la de la definición de la comunidad. Identificar el reordenamiento pastoral a lo que representa habitualmente la parroquia: un lugar donde se acoge a aquellos que se presentan, primero antes que nada alrededor de la celebración eucarística dominical. Durante ese tiempo, la nueva catequesis de la propuesta sondea caminos tales como: - la propuesta cristiana a poner a disposición en lugares no-confesionales;

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- la disposición de la catequesis para acompañar, aún de manera temporaria, el cuestionamiento religioso de nuestros contemporáneos; - la disociación de una forma exclusiva de catequesis vista como una preparación a sólo los sacramentos de iniciación para hacer una oferta de acompañamiento permanente. Medimos la distancia. Vemos qué cuestiones aparecen. La estructura parroquial, recordaba recientemente Pilles Routhier, está construida sobre el principio de la estabilidad. La catequesis de acompañamiento llama a la movilidad. La estructura parroquial reajusta las actividades sobre un cuadro habitual que identifica a los destinatarios como a practicantes. La nueva catequesis quiere estar en camino con un público más amplio. La parroquia es a menudo todavía, según el análisis de Liliana Voye, una estructura territorializada, definitiva, global, jerarquizada y exteriormente legítima. La catequesis es, de ahora en adelante, más cercana a la lógica de las redes. Siempre gracias al vocabulario detallado por L. Voye, se puede decir que la red es horizontal, transitoria, electiva, plural y autolegítima. Henri Derroitte Director del Instituto Lumen Vitae (Bruselas

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La Catequesis es siempre misionera

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De donde partimos… parte de nuestra realidad Nos dice Enzo Biemmi “El modelo de Iniciación Cristiana de nuestras parroquias esta centrado en los niños y esta pensado para la preparación para recibir los Sacramentos de Iniciación Cristiana; estas características son reducciones del modelo catecumenal que esta destinado a adultos y orientado a iniciar en la vida cristiana”. En el Primer Seminario Nacional de Catequesis (SENAC) los catequistas de diversas regiones del país expresamos, citando al Directorio General para la Catequesis (DGC), que este tiempo de la catequesis tiene como fin último poner a las personas no solo en contacto sino en comunión e intimidad con Jesucristo. Constatamos, desde el Documento de Aparecida (DA 100), que “en la evangelización, en la catequesis y en general en la pastoral - de Argentina - persisten lenguajes poco significativos para la cultura actual, en particular para los jóvenes” y que la propuesta más extendida de catequesis tiene un fuerte matiz escolarizante y por finalidad principal preparar para los Sacramentos, dando especial importancia a las dimensiones cognoscitiva y normativa de la fe. A su vez, desde la Pastoral Juvenil Nacional se ha propuesto un camino de formación a partir de un método experiencial con centralidad en la Palabra de Dios que ilumina y orienta la vida. En los lugares donde se aplica esta propuesta se observan frutos de conversión personal y de permanencia en la comunidad cristiana. Hacia donde vamos… nuestro horizonte La Iglesia Latinoamericana esta invitada a desarrollar una catequesis misionera desde la propuesta de Aparecida y la Misión Continental. Una Iglesia en estado de misión permanente vive el kerigma como una fuerza renovadora transversal a todo proceso catequístico evangelizador. El anuncio del kerigma en la catequesis se realiza por la vía del testimonio, es un anuncio más narrativo que doctrinal, un anuncio que contagia y atrae a los hombres a seguir a Jesús. Una comunidad kerigmática es una comunidad que irradia el Evangelio, lo muestra, lo propone y la hace capaz de provocar la adhesión a Jesucristo. La catequesis misionera privilegia el encuentro con la persona de Jesús en la comunidad, es una catequesis samaritana, que sale al encuentro de cada persona, escucha, contempla su realidad, la recibe y se detiene acercando a Jesús para que él la transforme; es una catequesis de opción y no de imposición, diversificada y no homogénea, que responde y atiende a las diversas edades, culturas y situaciones. Es una catequesis kerigmática, iniciadora y permanente, una catequesis que se inserta en una pastoral orgánica y se propone en diversos ámbitos, no solo en las parroquias, sino también en los colegios, Movimientos, cárceles, hogares de ancianos, redes sociales, santuarios, etc.

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Estamos invitados y llamados a pasar de una catequesis escolarizada a una catequesis experiencial, de una catequesis de la herencia a una catequesis de la propuesta, de una catequesis que obliga a una que invita, sugiere, convoca; de una catequesis exclusivamente de la enseñanza a una catequesis vital de encuentros, de una catequesis de la repetición a una catequesis innovadora, de una catequesis uniforme a una catequesis personalizada. Estas transiciones suponen una fe por la que se opta con fuerza, con entrega, con pasión, con ternura, con creatividad. Será una catequesis que parte del encuentro con Jesús, con centralidad en la Palabra de Dios, una catequesis de iniciación a la vida cristiana con estilo catecumenal, una catequesis dinámica, circular, progresiva en los procesos formativos; una catequesis que resguarde la unidad de los Sacramentos de la Iniciación Cristiana, que atienda a una pluralidad de destinatarios en edades y situaciones, una catequesis comunitaria. Una catequesis misionera reclama una comunidad misionera, una comunidad que crea espacios de encuentro con Jesús, que engendra vida, es abierta y acogedora, acepta la diversidad como experiencia enriquecedora, es participativa y propositiva; son comunidades pequeñas donde se vive una auténtica fraternidad, donde la igualdad y la común dignidad de todos sus miembros superan la distinción de cargos y ministerios para que el aspecto institucional no sofoque ni dañe el despliegue auténtico de la comunión y la misión. Una catequesis y una comunidad misionera necesitan un catequista misionero, un catequista que sabe dialogar, que respeta el trabajo realizado por el grupo que acompaña, que favorece el discernimiento comunitario, que aprende a escuchar lo que dicen los hermanos, un catequista que sabe suscitar preguntas que favorezcan el discernimiento de la fe, un catequista testigo que acompaña los procesos de otros, que está dispuesto a compartir su experiencia creyente, que se convierte en testimonio creíble para aquellos a quienes acompaña en su despertar a la fe. La formación del catequista misionero será una formación integradora que otorgue una competencia bíblica teológica para que pueda hablar de la fe de forma correcta y coherente, de manera dinámica y significativa, con claridad y simplicidad; una competencia cultural que le permita conocer el contexto socio cultural de a quienes va dirigido el mensaje de salvación, esto exige que el catequista este inserto en la vida cotidiana, presente como Jesús con los discípulos de Emaús; una competencia pedagógica que le permita ser maestro, animador, facilitador, testigo y mediador entre Dios y los hombres, capaz de proponer experiencias de oración, de fraternidad, de celebración, de compromiso; y por ultimo una competencia espiritual. La formación deberá seguir un modelo de laboratorio, una formación muy cercana a la práctica, para partir de ella y volver a ella. La catequesis del futuro será una catequesis que constituya itinerarios significativos, que no desemboquen necesariamente en la recepción de un Sacramento, sino que ilumine y de respuesta a las diversas situaciones humanas. Proceso Comunitario Movimiento de la Palabra de Dios

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Predicación en la Misa de Apertura del III Congreso Nacional de Catequesis 1 Corintios 1,3-9: “Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. No dejo de dar gracias a Dios por ustedes, por la gracia que Él les ha concedido en Cristo Jesús. En efecto, ustedes han sido colmados en Él con toda clase de riquezas, las de la palabra y las del conocimiento, en la medida que el testimonio de Cristo se arraigó en ustedes. Por eso, mientras esperan la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia. Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de la Venida de nuestro Señor Jesucristo. Porque Dios es fiel, y Él los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor”. Mt 11,25-30: “En aquel tiempo, exclamó Jesús: ‘Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera’”. Nos unimos al apóstol, nos unimos a Jesús en la alabanza al Padre, en la acción de gracias. Damos gracias a Dios por ustedes, y nos unimos en comunión para fijar la mirada en Jesús, el maestro del reino, el pedagogo enviado por el Padre, el catequista de sus compatriotas y de todo el pueblo de Dios. Vinimos a mirarlo para volver a aprender de Él, para hacernos humildemente discípulos en esta hora tan llena de incertidumbres y de aparentes fracasos en la que aquello que amamos también muchas veces nos duele. Como catequistas sentimos el cansancio de ver tantas y tantas veces que el resultado a los esfuerzos tienen gusto a poco y nos dejan un sabor estéril. Por eso, queremos volver nuestra mirada hacia el Señor de la historia y a su palabra, para dejarnos catequizar por Él. Y así lo vemos en el evangelio. Jesús viene de fracasar en una serie de ciudades de Galilea, su patria. A pesar de haber realizado numerosos milagros y signos, no ha hecho brotar ni la conversión ni la fe. Sin embargo, vacío de todo derrotismo o pesimismo, prorrumpe “paradójicamente” en una alabanza llena de gozo: “Te doy gracias, Padre, porque estas cosas se las has revelado a la gente sencilla”. Oración llena de sentimiento, llena de confianza. Jesús alaba al Padre, su Padre, porque su sabiduría es verdadera, y no como la falsa inteligencia humana, que desprecia “a los que saben menos”. Alaba porque el Padre se revela sólo a la gente sencilla, a los que no tienen vuelta, a los de corazón amplio, a los abiertos, a los que no están complicados con las cosas ni tienen ganas de complicarlas, a los limpios de

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corazón, los pobres, los que buscan sin bajar los brazos, los serviciales… sólo esos pueden recibir el Reino. Se revela a aquellos que se animan a entender la vida y la historia como un andar con Dios a lo largo del cual se dejan educar. Un camino que empieza desde la aceptación de lo que son, a lo que desde siempre fueron llamados a ser, con la certeza grande de que, pase lo que pase, Dios siempre estará de su lado. Nosotros también lo alabamos y le pedimos para nosotros en este congreso un corazón sencillo para que se nos manifieste, se nos revele. Y lo escuchamos diciéndonos: “Carguen con mi yugo”. Esta imagen se aplicaba a la ley judía y sabemos que era insoportable, con sus 600 y pico de preceptos, que nadie podía cumplir, y apenas saber. Más insoportable resultaba por el rigor de su interpretación que lo único que conseguía era atormentar las conciencias y dominar sobre los que se sentían culpables. Jesús se compadece de los que soportaban este yugo deshumanizador. Por eso dice: “Vengan a mí”. Jesús quiere ser un alivio para todos estos. Está convencido que la ley es para el hombre y no a al revés. Yo les quito ese yugo que los fatiga. Yo pongo sobre sus hombros otro yugo que los libera. Yo les quito esa carga que los oprime. Yo pongo sobre sus espaldas una carga que los fortalece. Mi yugo y mi carga nueva, viva, liviana, es una sola: el amor. Alivio que a su vez es yugo, sólo que mucho más ligero, porque es el yugo único del amor. Y es un “yugo suave” porque el mismo Jesús lo lleva como ningún otro y lo hace con nosotros. El yugo del amor es el peso menos pesado. Es peso, porque nos fuerza, porque pone sobre nosotros los pesos de los otros, porque nos responsabiliza y compromete y, a veces, como a San Ignacio de Antioquía, nos tritura. Pero es el peso más ligero, porque nos regala una energía inmensa, porque es lo único que la muerte no puede matar, porque nos hace plenos y saca de nosotros lo mejor de nosotros mismos. El que ama es capaz de trascenderse desde sus propios límites. San Agustín en sus Confesiones decía: “Nada tan pesado como el amor, pero nada tan ligero como el amor. Mi amor es mi peso, pero es también mi estímulo, mi alimento, mi gozo, mi fiesta, mi perfume y mi fuerza. Luz, voz, fragancia, alimento y deleite de mi hombre interior”. Hoy, igual que ayer y que siempre, Jesús nos llama a cargar su yugo. Qué hermoso poder jugar con las palabras y decirnos que cargar su yugo es dejarse subyugar por él y su evangelio de gracia. El catequista es un subyugado por Jesús porque cuando el yugo es el amor, el único que puede cargarlo es el enamorado. No es cuestión de cargar con nada, sino de hacerse cargo del amor de Dios para realizarlo en y con los hermanos, con todos los hombres. Para el que ama todas las obligaciones están de más y si falta el amor, todas las leyes son escasas. Que estas palabras de Jesús nos marquen un camino en estos días y en nuestra misión como catequistas. Y digo en estos días porque si vinimos a buscar el método, la estrategia o la fórmula salvadora para nuestra acción, nos volveremos frustrados, y para nuestra misión como catequistas porque nos habremos llenado la cabeza de ideas y no el corazón del amor de Dios que es el único que nos da el tono justo para realizar desde la fecundidad nuestro ser catequistas. Tenemos que ser no solamente eficaces sino sobre todo fecundos. Y la fecundidad está marcada por el ritmo oscilante de muerte y vida, de entrega y resurrección, de apertura y revelación. Y para aceptar esto tenemos que tener la sencillez de aquellos que sienten que “les falta algo”, que están necesitados de algo más… y eso que falta es Jesús.

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Una primera palabra: Alabar, dar gracias. Sólo el agradecido no se hace dueño, vive el gozo de haber sido regalado y regala. Sólo el agradecido valora rectamente sin vivir la amargura de lo que no se dio o no tiene, sino la alegría de lo recibido y por eso puede brindar sin imponer, enseñar sin dominar, corregir sin aplastar ni humillar y, sobre todo, hace crecer en los otros ese sano deseo de querer tener lo mismo. Sólo el agradecido no se ensoberbece por lo que es ni por el lugar que ocupa y tiene la misma mirada de ternura compasiva hacia los otros que Dios ha tenido con Él. Sólo el agradecido vive con alegría, contagia, entusiasma, atrae y puede dar razón de su esperanza. Catequizar no es dar respuestas prefabricadas sino, por la propia vida, clavar en el corazón una pregunta, aquella que Paulo VI decía como primer paso del anuncio: “Qué tienen estos que viven así y son felices”. Alabemos y demos gracias por nuestra vocación, por los que se acercan y buscan, por la religiosidad de nuestro pueblo que lo entronca en la historia sagrada del pueblo de Dios, por la sencillez de nuestros chicos y pobres, por el esfuerzo silencioso de tantos cristianos que catequizan con la palabra y por los que lo hacen con el silencio cargado de obras. Una segunda palabra: Conocer. Para Jesús, Dios no es solamente "el Padre de Israel, el Padre de los hombres", sino "mi Padre". "Suyo" en sentido totalmente literal. Se atreve a llamarlo con el apelativo más íntimo y cercano con que jamás hombre alguno se hubiera atrevido a dirigirse a Dios: Abba, papito, y lo hace porque sólo Él lo conoce como Padre, y se sabe de ese mismo modo conocido. Por un lado Jesús nos manifiesta que Dios es origen primero y trascendente de todo y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos (Catecismo de la Iglesia Católica, 239). Conozcamos desde la sabiduría que da la cercanía del amor. Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y tuviera toda la sabiduría, decía Pablo, sino no tengo amor no me sirve para nada. Conozcamos no por información sino por encuentro. Conozcamos no por sabiduría erudita sino por la apropiación que da el amor. Conozcamos no por acumulación de datos sino por el encuentro y la confianza que nos permite entrar en el corazón de Dios para así querer saber más y más del Padre revelado en Jesús. Conozcamos la vida de nuestros catecúmenos para poder hacer de cada historia una historia de salvación. El catequista no enseña cosas, ayuda a entrar en esa comunión que hace descubrir lo sagrado de la propia vida en la que Dios habita. Conozcamos desde el amor que se adapta a las posibilidades reales, que no nos destruye ni anula sino que nos hace más plenamente humanos, más felices. Conozcamos como Dios, que tiene paciencia con nuestras limitaciones, que nos dice: la vida que te regalo no es ajena a la tuya, te encaja perfectamente, encaja con lo que necesitás y te hace falta para ser pleno, para ser feliz. Una tercera palabra: Recibir. El catequista no es un regulador de la fe, sino facilitador de la fe, que no pide ni exige antes de dar y que, cuando lo hace, tiene en cuenta lo que el otro puede dar desde su realidad concreta y no desde planificaciones abstractas basadas en caprichismos o ideologías pastorales de moda dogmatizadas. Recibamos a todos con alegría y que se note. Recibamos sin pedir el ADN de la fe que tienen y sin querer garantizar de antemano el resultado y la perseverancia. Recibamos para que Dios obre. Una cuarta palabra: Aliviar. El amor alivia, el amor no se enseña desde un discurso racional ni se impone desde un imperativo; se vive y se trasmite. Si la fe, al decir del Papa Benedicto se da por atracción, por seducción: hacer discípulos de evangelio es algo muy sencillo, tan sencillo como amar. Y por eso es sólo para gente sencilla, para

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los que se enamoran y no trafican con los sentimientos. Aliviemos permitiendo que Dios nos alivie primero con su amor y que se derrame en la vida de nuestros hermanos. Aliviemos no abarrotando la mente de conceptos sino el corazón de evangelio gustado. Ser catequista es saber que los contenidos no son sólo un temario a dar sino fundamentalmente están dados por la experiencia de una comunidad que, desde sus miembros, se hace padre, madre, hermana, hermano, abuela… de aquellos que se acercan amándolos y ayudándolos a descubrir sus propios talentos que serán una riqueza para la Iglesia. Es la Iglesia, es la comunidad la que catequiza creando vínculos sanos de pertenencia en la cual están por delante las personas y, cada año, con cada uno que se acerca, es un volver a empezar para hacer en él nuevas todas las cosas. Catequizar no es repetir fórmulas salvadoras que uniforman sino tener el oído atento a los signos de los tiempos y a las necesidades de los que Dios nos confía para que el encuentro con Jesús los ayude a recrear la mirada y el corazón, y así poder discernir evangélicamente cada día la vida. Quiero terminar con las palabras de Don Bosco, el gran catequista de los jóvenes: “Catequizar es amar a cada uno y dejarse amar para que así puedan amar al buen Dios”. Morón, 25 de Mayo de 2012

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