Manual del Buscador Espiritual

Manual del Buscador Espiritual Redacción, diseño de tapa e interior Luciana Cámpora y Daniel Pedemonte Tel: +54 9 223 5 047675 . Mar del Plata, Arg...
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Manual del Buscador Espiritual

Redacción, diseño de tapa e interior Luciana Cámpora y Daniel Pedemonte

Tel: +54 9 223 5 047675 . Mar del Plata, Argentina [email protected] www.lucianacampora.com

Primera edición: Mayo del 2005 Segunda edición: Julio del 2009

Agradecimientos

Se que no caben aquí los motivos por los que hoy estoy agradecida, ciertamente son cada vez más cotidianos y todos ellos importantes. Vale la pena igual decir, que haré el intento de mencionarlos, así como “resumiendo”... Agradezco a mi alma, por el trabajo realizado a lo largo del camino y a mis maestros espirituales, por su constante y amorosa asistencia. Agradezco sus mensajes, que guían a diario mi propio sendero de crecimiento y la maravillosa oportunidad que se me brinda de poder ahora compartirlos con ustedes en éste libro. Agradezco enormemente lo aprendido en el seno de mi familia biológica: a mi madre, mi padre y mi hermano, primeros maestros en ésta vida. A todas aquellas personas que han contribuido a forjar mi actual concepción de la existencia desde un nuevo punto de vista, un poco más cercano a la realidad de lo que implica ser “humano”... a todos ellos, que son muchos: ¡Gracias! ...Al detonante de mi mayor despertar: mi alma gemela, por el inmenso regalo de nuestro encuentro y la diaria bendición de contar con su presencia al lado mío... A un gran maestro (aunque todavía en un cuerpo pequeño): Mi hijo, por enseñarme el alcance más grande del Amor. A los lectores y amigos que leyeron la primera edición de esta obra, por su apoyo y estímulo, y por inspirarme a ir por más. ¿Qué más puedo decir?... Me siento feliz, honrada y muy agradecida de corazón, de estar participando en éste tan especial momento evolutivo. ¡Agradezco a la Vida por esta oportunidad, y agradezco al Amor, la Esencia Divina que vibra en todo lo que existe! Luciana Cámpora

Índice

Epílogo Mensaje a los Seres de la Tierra

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Capítulo I: El Juego de la Separación Lo que Somos Somos Dios Nuestro Comienzo La Separación “Ser” y “ser” El Yo Soy La Polarización de las Experiencias La Experiencia del Bien y el Mal La Justicia Divina El Bien Mayor

Pág. 10 Pág. 12 Pág. 13 Pág. 13 Pág. 14 Pág. 15 Pág. 16 Pág. 16 Pág. 17 Pág. 19

Capítulo II: Somos Energía Conceptos sobre Vibración y Energía La Naturaleza de la Energía La Anatomía Energética Humana El Alma Los Tres Poderes del Hombre El Pensamiento - Cómo funciona el Poder del Pensamiento El Sentimiento Cómo actúa el Poder del Sentimiento La Palabra El Poder sanador de la Palabra El Futuro comienza Hoy mismo Transmutación

Pág. 21 Pág. 21 Pág. 22 Pág. 24 Pág. 25 Pág. 25 Pág. 28 Pág. 28 Pág. 30 Pág. 30 Pág. 33 Pág. 35

Capítulo III: La Elevación de la Conciencia ¿Qué es la Conciencia? Los Niveles de la Conciencia La Evolución "Aprender" el Amor ¿Cómo recordar nuestra naturaleza? ¿Cómo llegar a ser “Dioses” en la Tierra?

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Capítulo IV: La Vida en un Cuerpo La Experiencia en la Materia ¿Por qué necesitamos un cuerpo físico? Nutrir al Ser en la Materia El Compromiso con la Materia La Experiencia de la Muerte Trascender el Cuerpo hacia el Espíritu Volver al Cuerpo

Pág. 48 Pág. 50 Pág. 51 Pág. 54 Pág. 57 Pág. 58 Pág. 58 4

Capítulo V: EL Ego ¿Por qué creamos el Ego? ¿Cómo actúa el Ego? La percepción del Ego Trascender el Ego Pautas para el trabajo con el Ego

Pág. 61 Pág. 61 Pág. 63 Pág. 65 Pág. 66

Capítulo VI: Karma y Destino: El Karma - Cómo librarnos de los lazos del Karma El Destino Relación entre Karma y Destino El Juego de las Relaciones Purificar los Lazos ¿Qué es Crecer? El Karma del Esfuerzo

Pág. 73 Pág. 74 Pág. 76 Pág. 77 Pág. 80 Pág. 81 Pág. 82

Capítulo VII: La Elevación Planetaria El Cambio necesario Acerca de los Sistemas y Organizaciones humanos Los efectos del Cambio ¿Qué puede ocurrir si los seres no se entregan al Cambio? ¿Qué puede esperarse de la Humanidad? El ser que decide comprometerse con su crecimiento ¿Por qué llegamos a negar el crecimiento? El Perdón ¿Cómo perdonarse? Perdonar a la humanidad El rol de los Guías en el Gran Cambio Los Ángeles

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A manera de Cierre y Reflexión Final

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Apéndice I: Mensajes que guiaron la concreción de este libro

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Apéndice II: Mensajes para Compartir Tú decides Vive la Claridad del Cielo La Fe La Tristeza Sal de tu ego Recibes lo que te das Desentiéndete de todo lo que no sea tu Amor Los Deseos La Maestría El Mensajero

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Epílogo

Este libro cambió mi vida. Y por los comentarios que al día de hoy recibo de todas las personas que lo leyeron, sé que en su camino hubo de cambiar para mejor muchas más. Muchas personas afirman utilizarlo como libro de cabecera, para sus consultas diarias. Me han contado que este libro tiene reservado su propio lugar en la mesa de luz, ya que nunca llegan a guardarlo. Hay quienes dicen tener la sensación de que es un libro “mágico”, un libro que se escribe solo, para responder a sus cuestionamientos puntuales, en el que cada vez que lo leen encuentran cosas que antes no habían estado ahí, que parecen haber sido redactadas especialmente para ellos. Doy fe personalmente de esto, que aunque conozco de punta a punta su contenido… ¡siempre que lo reviso vuelvo a descubrir algo nuevo! Desde que comencé a publicar modestamente su primera edición casera, muchas personas me agradecen el hecho de que lo haya escrito, lo cual no deja de resultarme insólito. Lo confieso: yo lo escribí para mí misma. Eran mis dudas las que necesitaban respuestas. Fueron mis propios obstáculos en mi búsqueda los que se diluyeron con las verdades que conforman este libro. Era mi prueba: yo quería ver si podía responderlas. Aunque durante el proceso de su creación hube de experimentar su poder arrasadoramente esclarecedor en mi propia vida, lo entregué al mundo con recelo. Me atemorizaba la idea de exponer conceptos que pueden parecer tan diferentes a lo que el consenso acostumbra a sostener, tan opuestos a lo que aprendimos de nuestra educación y “cultura”. Pero también me daba cuenta de que había un gran poder liberador en este libro. “Si toda la gente pudiera saber esto ¡qué distinto sería el mundo!” me oí suspirar. Y entonces surgió el deseo… y con él el coraje que necesitaba, y al final, lo solté, me animé… ¡y aquí está! La vida comenzó a responderme de un modo completamente inesperado. En lugar de crítica recibí aprobación. En lugar de ridiculizarme, la gente me apoyó. Y comenzaron a pedírmelo. La primera impresión, completamente artesanal, con tapas de cartulina, viajó desde Mar del Plata, lugar de su creación, a diversas ciudades de la República Argentina e incluso a otros países. Llegó a Chile, a México, a Colombia, a España… y lo que al principio creía que era una utopía acabó por transformarse en mi propósito de vida. Ahora escribo todas las cosas que aparecen en este libro, y muchas más, porque aprendí que lo que es bueno para mí también lo es para el mundo; que las dificultades y los problemas de este mundo sólo cambiarán en la medida en que los seres humanos aprendamos a salir de la programación nefasta que nos mantiene en la mediocridad, a la Conciencia más libre, más real y más abierta, de que somos nuestro propio Dios: Somos Dioses en la Tierra. Para cada uno de nosotros existe un potencial de realidad perfecta, pero para acceder a él hace falta que incorporemos un nuevo tipo de mentalidad, más amorosa, más positiva. Hace falta que rompamos con las pautas culturales admitidas durante generaciones como grandes verdades, pues ya vemos, nos han servido para muchas cosas, más no para ser felices. Nos han servido para crear una sociedad neurótica, un mundo en crisis, donde existe violencia y destrucción, y egos enaltecidos, y soledad, y hambre de amor y carencia. Este no es un mundo ideal… dista mucho de serlo. Pues es el mundo que hemos construido y perpetuamos al sostener la misma visión de la realidad. Es un mundo que comienza a cambiar ante nuestros ojos, y a partir de nuestros actos, cuando logramos transformar esa visión. 6

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Fue lo que me permitió este libro. Me enseñó a “ver” de manera distinta. Me enseñó que las “Verdades Espirituales” son las que nos permiten erguirnos íntegros y felices, ya no suplicantes y atemorizados. Que no hay más doctrina a seguir que la ser “nosotros mismos”, porque sólo siendo “nosotros”, así como somos, podemos sentirnos realizados y genuinos y descubrir lo bueno que tenemos debajo de esa gran capa de “deberíamos ser distintos”. Me di cuenta de la importancia de dar trascendencia a este mensaje. Ya no era sólo un deseo mío, era una necesidad, una urgencia, una búsqueda. La búsqueda de todas las personas que despiertan una mañana y deciden salir de la limitación y ver qué es lo que hay más allá. Quise dirigirme a todas esas personas, y en el curso de esa idea fueron surgiendo las formas. Las modificaciones realizadas sobre la primera edición tuvieron el propósito de simplificar el lenguaje y amenizar el ritmo de la lectura, para que todos pudieran entenderlo y abordarlo con comodidad. También fui incorporando algunas reflexiones y nuevos conocimientos, que ayudaron a enriquecer el contenido, de por sí maravilloso, de esta obra. A cuatro años del momento de su creación, caigo en cuenta de que fue un proceso necesario. Con él aprendí a crecer, a conocerme, a la vez que a comprender que tenía algo para dar, y a conectar con mi propósito de vida. Según el Calendario Sagrado Maya, un año “Tormenta” lo concibió en mi interior, y un nuevo año “Tormenta” lo transforma para que este poderoso mensaje de Amor pueda cumplir su verdadero cometido. Hay un dicho popular que menciona que “los bebés vienen con un pan bajo el brazo”… yo creo que más que un pan, debimos haber traído un manual de instrucciones. A mi ver, este libro cumple esa función. Es el “manual” que todos debimos haber traído cuando nacimos, para entender nuestra naturaleza divina y la forma más saludable y feliz de interactuar con la vida. Dioses en la Tierra reúne y aclara muchos de los conceptos con los que nos encontramos cuando nos iniciamos en la búsqueda espiritual, evitándonos los tan frecuentes malos entendidos que se traducen en confusión, dificultades y demoras en nuestro camino. Nos revela que somos seres de energía, lo que es nuestra Conciencia, como funciona nuestro ego, qué son el karma y el destino, y qué es la elevación planetaria de la que tanto se habla… Su propósito es que lleguemos a comprender que no somos creaciones azarosas de ningún ente superior ni separado de nosotros mismos, sino Seres Espirituales con poder de decisión y libre albedrío. Que estamos en este mundo porque nosotros quisimos venir, y que del mismo modo que creamos la vida que tenemos, podemos crear en este momento, la vida que queremos vivir. El mensaje de este libro es que los “Dioses en la Tierra” somos nosotros mismos. Con agradecimiento profundo desde el corazón, les presento esta versión, re-editada y mejorada. Luciana Cámpora

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Mensaje a los Seres de la Tierra

El Mensaje que necesitan es: AMOR. Los seres de la Tierra deben aprender a Amar, a Amarse a sí mismos y a dar Amor a sus congéneres. Deben aprender a ver el Bien en cada proceso de la vida. Deben volver a reconocerse a sí mismos como la Divinidad que son. Deben dar cabida al Bien y no al mal en cada uno de sus pensamientos, en cada instante de sus vidas, para que así todo lo que se proyecte lleve un ritmo de crecimiento y no de destrucción. Los seres deben aprender a Amarse antes que a dar su Amor. Deben aprender que el Amor está adentro. Muchos se escabullen hoy en la obligación, en la responsabilidad para con los demás... en realidad es dependencia. Dependen del otro para olvidar que deben Amarse primero a sí mismos. Suelen desentenderse de ese error y no se permiten crecer al no hacerse responsables de su propio crecimiento. Los Seres han venido a aprender y eso debe perdurar en sus Conciencias, aún cuando crean que actúan para dar a los demás, aún cuando enseñan a otros están aprendiendo. Cuando brindan asistencia a los demás están explorando sus propios procesos de crecimiento. Cada ser es un potencial Maestro. Todos deben aprender y enseñar con el ejemplo. Deben tener en cuenta que en el Espíritu sólo existe la Igualdad y ningún Alma es superior a otra, aún cuando atraviesen diferentes estadios evolutivos. Todas las Almas poseen el mismo potencial, la misma naturaleza y al final, todas llegarán a la misma meta, que es su Dios, su Hogar espiritual. Por eso se les recomienda no preocuparse, no sentir pena o temor por sus Hermanos, pues ellos son Seres que por sí mismos eligen su camino de crecimiento. Cada Ser debe hacer esa elección y sólo él puede dirigir sus tiempos. Nadie sabe qué nos puede revelar el camino de un hermano. Quien asiste a los demás será a su vez asistido, para que él mismo pueda aprender el justo respeto a los procesos ajenos y desde sus propios pasos, pueda continuar evolucionando. Los seres de la Tierra deben dejar de lado el juicio. Deben dejar de condenarse por los errores del pasado. Deben dejar de generar el mal en sus campos de energía. Deben aprender a “SER” y no a “aparentar”. Deben Amarse y respetar al Verdadero Ser que habita dentro de sí mismos. Desde allí tendrán todo el Poder de actuar, toda la Luz, toda la Fe, toda la Verdad y el Conocimiento real de lo que les brinda cada experiencia. Los seres tienen que aprender a confiar. Cuando confíen en su propio Poder, sólo obtendrán lo Bueno. La desconfianza aleja al ser de su Verdad y lo confina a la soledad y a la carencia. Donde hay carencia hay falta de Fe, de confianza en que el Universo provee de todo lo Bueno. Y así es. A quienes hoy están en la Tierra estamos dirigiendo éste Mensaje de Amor: Sólo será lo que ustedes quieran, sólo lo que permitan, sólo lo que decidan desde el centro de su corazón. El Amor que se brinden a sí mismos será bendición y recompensa. El Amor que den a los demás será el fruto de la propia entrega. En el Amor serán Libres. Abran la puerta al Amor. El Amor es para todo el mundo, porque de él estamos hechos. No existe Ser que no lo merezca, eso es una ilusión. El Amor es nuestra naturaleza.

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CAPITULO I El juego de la separación

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CAPITULO I El juego de la Separación

Lo que Somos Como humanos, somos seres abstractos, seres de energía, de Amor, aunque al nacer en un cuerpo físico hayamos perdido la noción de lo que eso significa. Nos acostumbramos a habitar en este mundo físico, en este cuerpo, a interactuar con las tres dimensiones que forman el espacio, y con una cuarta: la del tiempo, pero no es sólo eso lo que somos. Si nuestra existencia pudiera reducirse a esa definición, seríamos una especie de “nave” biológica continuándose a través de la dimensión temporal. Pero somos mucho más: podemos sentir, podemos pensar, podemos actuar, poseemos memoria, poseemos inteligencia, podemos influenciar sobre la materia. Tenemos todo eso mientras estamos “vivos”. Luego, nuestra experiencia nos ha demostrado que en algún momento, esa “vida” nos abandona, deja el cuerpo. ¿O sería más apropiado decir, que “nosotros” dejamos a la vida física? Si fuera la “vida” la que saliera de nosotros, la Conciencia de ser “nosotros” moriría junto con el cuerpo. Ese cuerpo que queda inerte y comienza a deteriorarse, para fundirse con la Tierra y descomponerse en sus elementos básicos… ¿es todo lo que somos? ¿O somos en cambio, lo que se va del cuerpo, esa esencia abstracta, espiritual, que sale de viaje? Las personas que han atravesado experiencias de muerte han encontrado su respuesta a esta pregunta, de un modo en el cual ya no albergan más dudas. Ellas narran gran variedad de experiencias, todas diferentes. Algunos afirman haber visto “un túnel”, otros, una gran y maravillosa luz, otros sólo pueden recordar la sensación de un inmenso Amor envolviéndolos. Hay quienes ven pasar diferentes etapas de su vida, algunos encuentran a Jesús, a la Virgen u otros Maestros de su devoción, algunos dicen haber estado en el “Cielo”, otros describen el “Infierno”… pero todos coinciden en un punto: Ninguno de ellos tuvo esas experiencias desde el cuerpo. Incluso hay quienes pudieron verse sobrevolando su propio cuerpo, observándolo “debajo”, completamente quieto. ¡Pero “ellos” continuaban vivos, y se estaban “moviendo”! Continuaban sintiendo y pensando, experimentando, como si estuvieran con “vida”. En realidad, ninguno de estos seres puede decir que sintió alguna vez, que estuvo “muerto”. Esto prueba que la “vida” no es algo que nos pasa y se nos va, sino que nosotros somos la Vida. No somos el cuerpo, somos esa esencia que sale del cuerpo al momento de desencarnar. “Desencarnar” quiere decir, dejar el envoltorio de “carne”, salir del organismo de biología. Si somos la Vida, no podemos morir. Si somos “la Vida”, somos una constante abstracta que está en todo lo que existe, somos eternos. Ser eternos significa que siempre existimos, y siempre existiremos. Si somos la Vida, y somos “eternos”, es decir, que nunca tuvimos un punto de inicio, ni tendremos un final; nuestra existencia no pudo haberse originado con nuestro nacimiento, ni siquiera en el encuentro biológico entre el espermatozoide y el óvulo. Por lo tanto, nuestros padres no son nuestros Creadores, ellos sólo crearon nuestro cuerpo. Nos proveyeron del traje, el envase que necesitábamos para poder realizar este viaje temporal por la materia, pero no crearon nuestra alma, no nos dieron la “vida”. La “vida” nos la dimos nosotros, porque antes de ingresar a un cuerpo ya estábamos “vivos”. Éramos capaces de sentir, de pensar, de vivir, de experimentar y de recordar. Si alguna vez 10

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realizamos una sesión de hipnosis regresiva habremos descubierto que nuestra memoria se transporta mucho más allá de lo que concientemente podemos recordar. Vemos una línea perpetua de “vida” y de recuerdos ininterrumpidos que atraviesan diferentes realidades, diferentes dimensiones, y continúan percibiendo. Vemos que siempre fuimos los mismos, la misma Conciencia, entrando y saliendo de la Tierra como quien entra y sale de una habitación, ocupando distintos cuerpos en diferentes momentos, naciendo, y viviendo, y muriendo una y otra vez a la experiencia física, y existiendo además en otra realidad durante los períodos intermedios entre la “muerte” y una posterior reencarnación. La gran pregunta entonces es: ¿De dónde surge nuestra Vida? Las religiones humanas sintetizaron la respuesta con un nombre: en occidente solemos llamarlo Dios. Y cuando preguntamos ¿qué es Dios? Nos dicen: Dios es la Vida. Dios es Amor. Aquí nos toca abrir un nuevo signo de interrogación: ¿Qué tiene que ver el Amor con la Vida? Tienen que ver porque el Amor y la Vida, son partes de lo mismo. El Amor no es únicamente la emoción que sentimos por un ser querido. El Amor es una vibración, una fuerza universal, la única fuerza generadora de Vida, la sustancia que crea, que construye. Para que algo exista tiene que estar hecho de Amor. Y todo lo que está hecho de Amor posee Vida. Es decir… Estamos vivos porque somos la Vida, y tenemos la Vida porque nos la dio Dios. Bien, sencillo y fácil de comprender, aunque no de interpretar correctamente. Fácil es llegar a creer que una presencia externa, magnánima y todopoderosa vino y nos dio algo: hizo que estemos vivos. Esto es lo que la mayoría de nosotros alcanzamos a vislumbrar como Verdad espiritual. Pero resulta que Dios no es un Ser, no es una persona, un ente o una cosa con personalidad: “Dios es Amor”. ¿Cómo pudo el Amor venir y darnos la Vida? ¿Cómo pudo “algo” darnos la vida si siempre estuvimos vivos? Son demasiados los interrogantes que quedan en suspenso. Intentaremos develarlos, aunque parezca un juego, un desafío para nuestra razón. Es sencillo admitir que alguien venga y nos de algo. Nuestra percepción demanda que debe existir un comienzo. Podemos imaginar que haya cosas que existan “para siempre” (aunque con un cierto esfuerzo), sin embargo no nos es posible concebir la inexistencia de un punto de inicio. “Estamos vivos porque somos la Vida, y tenemos la Vida porque nos la dio Dios, que es la Vida”. Suena lógico, aunque no del todo comprensible. Probemos de nuevo: “Estamos vivos porque somos la Vida, y tenemos la Vida porque somos Amor”. Nos acercamos un poco. Siempre fuimos Amor y por eso, siempre tuvimos Vida. El Amor es la sustancia que construye, la fuente de la cual proviene todo lo que existe, la esencia de toda la Creación. ¿De dónde surgió el Amor? El Amor se creó a sí mismo, si de ese modo puede decirse. El Amor no necesitó que alguien le diera vida, porque él mismo estaba vivo. A diferencia de lo que solemos concebir, el Amor no es un sentimiento, o un pensamiento: es una Esencia, una Vibración. Es la frecuencia en la que vibra todo el Universo, está en todas partes, aún en lo que llamamos “vacío”. Está en las cosas que vemos, en el espacio interior de esas cosas, en la materia que conforma las cosas… y en el espacio externo, alrededor de las cosas. Todo aparece unido por esta sustancia abstracta, por esta vibración. El Amor compone nuestra propia esencia, la que llamamos Espíritu, y también nuestro cuerpo. En consecuencia: somos seres espirituales, seres de Amor. Nadie tuvo que darnos la vida, porque el Amor se construye a sí mismo: Nosotros mismos nos la dimos. 11

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Somos Dios Si Dios es Amor, si Dios es la Vida, si el Amor es la sustancia que lo compone todo y nosotros mismos estamos hechos de Amor y estamos Vivos… ¡Somos Dios! Esta visión da un vuelco completo a nuestras más arraigadas creencias. Nos creamos a nosotros mismos, y no podemos morir, porque somos la Vida. Desde el Amor que es nuestra Esencia, nuestro espíritu, estamos generando Vida a cada instante, cada día. Aunque decidamos desencarnar, continuaremos vivos. Lo que hoy conocemos de nosotros mismos, nuestro cuerpo, nuestra personalidad, nuestras limitaciones, la forma en que nos describimos, es lo que no somos. Nuestra vida física y todo lo que entra en ella, es apenas una apariencia, una ilusión, un juego momentáneo ideado por el Ser abstracto, el Ser de Amor que somos. Y todo lo demás, lo que ignoramos, lo que no podemos percibir estando dentro de un cuerpo, lo que desconocemos, es lo que somos. No somos seres de biología, aunque sí la poseemos, pero sólo como una experiencia momentánea. Nuestro origen es espiritual, somos seres de Amor, de vibración, y aún mientras ocupamos un cuerpo aquí en la Tierra, continuamos manteniendo nuestra naturaleza. En un plano diferente al de la vida física, nuestra Esencia conserva su forma original. Es un espíritu, perfecto, pleno y puro, que no siente dolor ni atraviesa contratiempos, que es completamente Libre, al que nadie juzga, al que nunca se le impondrá conocer ni un Cielo ni un Infierno, pues es el Creador de su propia realidad. Nuestra Esencia es un espíritu compuesto de Amor, que expresa ese mismo Amor en cada cosa que hace; y nos Ama, pues somos la presencia de ese Amor hecho Materia. Con el Poder de ese Amor construimos nuestro cuerpo, como la herramienta que necesitábamos para realizar nuestra labor terrena, porque no vinimos aquí simplemente a pasar el tiempo. Decidimos encarnar con una razón, una razón que es exclusiva y especial para cada uno, una razón que es el propósito del Ser Superior que somos, y que acostumbramos denominar: “contrato espiritual”, Misión Divina, o Propósito de Vida. No estamos en este mundo por azar, somos Dios y como tal, para todo lo que nos ha ocurrido tuvimos siempre un Plan, un Plan basado en el Amor. Nada nos fue “dado”, nosotros mismos lo creamos. Y no existió maldad en esa creación, sólo un propósito mayor, sólo Amor. Pero será difícil que lleguemos a comprender esto desde nuestra lógica humana, acostumbrada a creer solamente en lo que puede “ver” y comprobar. Para percibir algo más de lo que pueden captar nuestros sentidos físicos, hace falta comenzar a confiar en lo incierto, lo intuitivo. Nuestro Saber Interior desafía los marcos de toda nuestra racionalidad. Formarnos una idea básica del funcionamiento del Universo desde nuestra percepción terrena, implica un serio compromiso interno, porque este no se condice con las estructuras adquiridas de la mente, ni lo que hoy conocemos como nuestra “conciencia”. Como seres humanos poseemos ciertos “velos” que cubren y protegen nuestra memoria, impidiendo comprender asuntos que estén más allá de nuestra existencia tridimensional. Como todo, estos velos no nos fueron impuestos sin propósito alguno, sino que formaron parte de nuestro Plan al encarnar. Desde nuestra Conciencia Superior, nosotros estuvimos de acuerdo en que no debíamos distraernos. Tendríamos que aprender dentro de las limitaciones de la vida en la materia y esto no nos sería posible mientras continuásemos percibiendo la enorme potencialidad de nuestra verdadera esencia. Incluso la formidable actividad energética que se desarrolla en el planeta y que hace funcionar el orden de la Vida, ocurre detrás de ese “velo”, invisible a nuestros ojos y sentidos físicos, puesto que el poder de apreciar estas cosas nos distraería de nuestros verdaderos objetivos. Vinimos a este mundo a aprender de la vida, a manipular la materia, a sentirnos separados de los demás… a crear un 12

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escenario con el cual experimentar. Desde el Amor mayor que mora dentro de nosotros como inmensos seres de la Creación, fue lo que elegimos. Pero… ¿Cómo llegamos a ser lo que somos hoy? ¿Cómo fue que elegimos formar parte de un mundo físico? Nuestro Comienzo En un principio, éramos espíritu, y solamente eso. No existía este mundo que habitamos, ni teníamos un cuerpo, pero sí teníamos vida y teníamos Poder, teníamos una mente y la capacidad de pensar, de proyectar, de crear y de Amar. A eso se le llama tener Conciencia. Éramos una Conciencia inteligente, conciente de su existencia, conciente de su capacidad de accionar. Vivíamos en Toda la Creación, pues éramos la Creación. Éramos Amor, sin definición, sin espacio ni tiempo. Una Fuente de Amor constante y de Conciencia, unida al Todo, existiendo permanentemente en todo. El Amor era aceptación, recepción, quietud y Poder Creador. La Conciencia era impulso vital, inteligencia, expansión y energía. Ambos coexistían juntos generando Vida. La Vida surgida de la interacción de la Conciencia con el Amor, vibraba con su propio impulso, animando a la Conciencia a idear, y al Amor a Crear. Pero en su estado original la Fuente no podía experimentarse a sí misma, simplemente por serlo Todo, sin principio, sin final, un inmenso Amor Creador imposible de ser demarcado o medido, una Conciencia abarcadora de Todo. La Fuente siguió a su impulso natural y decidió dividirse para multiplicar su Poder, diferenciándose en distintos niveles, distintas dimensiones, distintas formas que la Gran Conciencia adquirió al desprenderse en muchas porciones. Se produjo lo que denominamos “individualización”. Cada una de las partes mantuvo las mismas características esenciales de su Fuente de origen, el mismo Amor, la misma Conciencia, y una completa interrelación basada en esa “memoria” compartida. Esto fue un juego, como lo es todo en el plano del Amor, el juego de la Creación, el juego de la Vida, eso que en sánscrito denominamos “Lila”. La Conciencia original, quedó así dividida en miles de chispas de su purísima energía, generando Vida, Amor y experiencias por sí mismas; regocijándose de su inmenso Poder de crear diversidad, y obedeciendo siempre al impulso inicial de crecer y expandirse. La Conciencia original no dejó de existir, sino que vive, se nutre, se compone y continúa expandiéndose en la experiencia de cada Esencia individual. La Separación El Amor que compone nuestra Conciencia individual nos brindó el impulso de necesitar crecer y para ello, decidimos abandonar el éxtasis perpetuo de la realidad espiritual para experimentarnos en un nuevo aspecto: quisimos sentirnos “separados”, y en ello radicó nuestro experimento. Creamos el Universo de materia, y con él a la Tierra. Y así encarnamos por primera vez en este planeta, desprovistos de memoria y del contacto conciente y estrecho con nuestra Esencia. Siendo seres eternos y perfectos, tuvimos que olvidar que ya lo éramos para llevar a cabo un juego y aprender de él. Planificamos un proceso para volver a “conectarnos” con la realidad espiritual, pero para eso, 13

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teníamos que sabernos, sentirnos, SER seres “separados”; experimentar el Amor de otras maneras, a través de la interacción con otros seres que hubieran elegido pasar por la misma experiencia y que serían a partir de entonces, nuestros compañeros de camino. Seres humanos, seres animales, vegetales, minerales y otros tantos que nos acompañan en silencio, invisibles a nuestra capacidad física de verlos, cumpliendo funciones que hacen posible la vida… Todos hermanos, todos parte de la misma Fuente, todos el mismo Ser. Vinimos a aprender a recordar esto a través de un largo camino de reconocimiento que nos permite crecer, admitir nuestra verdadera fuerza en el Espíritu más que en la mente o la materia, y conectarnos con el Amor real de nuestro Ser, el Amor sin condición, el Amor mayor que nos mostrará entonces el final de la experiencia en la Tierra. “Ser” y “ser” De la Conciencia Original, o Fuente se desprendieron chispas que dieron lugar a Esencias individuales portadoras de su mismo Poder. Algunas de estas “chispas” eligieron tomar parte en una experiencia especial, formaron la materia y unos trajes “tridimensionales” con los cuales revestirse para poder interactuar con ella. Y así nacimos nosotros, los seres humanos. Por primera vez, quedamos verdaderamente “divididos”, separados de todas las demás Conciencias, con nuestra inmensa percepción restringida. Ingresamos en la dualidad. Por un lado, el Ser pleno, de absoluto Poder y Amor, que conoce Todo, que gobierna el más elevado propósito de nuestra experiencia. Por el otro, la presencia tridimensional, envuelta en un cuerpo de biología, intentando decodificar el mundo que la rodea desde cinco sentidos incapaces de captar otra realidad que la del mundo material. Quedamos fragmentados en un “Ser” (con mayúsculas), y un “ser” (con minúsculas). La utilización de mayúsculas y minúsculas no hace referencia al grado de “importancia” del concepto. El “Ser” no es mayor al “ser”, sino simplemente, un nivel de expresión diferente. Ambas expresiones de la Vida son partes del mismo Amor, del mismo principio, por lo que no sería apropiado atribuirle vocablos distintos. Sin embargo, para facilitar la comprensión de lo que para nuestra mente son dos conceptos muy distantes entre sí, he optado por distinguirlos de esta forma y ayudar a hacer reconocible el sentido dado en cada caso a la expresión. El “Ser” con mayúsculas es como se denomina a la Esencia surgida de la Conciencia original y el Amor, la Presencia Superior en el humano; mientras que el “ser” con minúsculas hace referencia la persona, conjunto de cuerpo, mente y emoción situada en un marco de tiempo y espacio, en el plano tridimensional. El “Ser” habita la dimensión más elevada de expresión individual, es una chispa individualizada de la Gran Fuente, es la Esencia, el “Yo Soy”, un Dios de Poder Ilimitado y Vida Eterna, la Suprema Conciencia. El “Ser” nunca muere, nunca pierde poder, es Perfecto en sí mismo, es Amor, es sustancia primordial, es el nivel más elevado en los estratos de vibración. El “ser” en la Tierra es la manifestación física, una expresión parcial del Verdadero Ser Supremo. Él ha elegido ésta experiencia para crecer, ha pedido encarnar para conocer la limitación, el contraste y la diversidad. Ha venido a la Tierra luego de muchas muertes, entrando en otras vidas para probar otras experiencias. Así el “ser” va evolucionando, y el “Ser” alcanza más y más conocimiento de sí mismo. El Autoconocimiento es un impulso constante en la naturaleza. El “ser” terreno que se busca a sí mismo está evolucionando hacia su máximo contacto con el Ser Superior. 14

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El “Yo Soy” Todos somos parte de una misma Creación, conformados de la misma energía, sin embargo, cada ser posee sus propias características, su individualidad, su Conciencia particular. Digamos que el Ser, esa enorme Fuente de energía, debió fragmentarse para dar origen a infinidad de porciones suyas, originando la individualidad. De esa división surgió la Conciencia del “Yo”, y así pudimos percibirnos como entes separados de la Totalidad, aunque compuestos de lo mismo. A través del proceso de “individualización”, formamos parte del todo, a la vez que estamos aislados. Divorciados de la fuente original, aunque aún ligados a ella, compartiendo su misma naturaleza. Poseemos todo su Poder y sus Facultades, y contamos con un atributo más: Una Conciencia exclusiva. Como seres individuales, nuestra Conciencia ya no es la Conciencia grupal del “todo”, sino una única que nos sirve de herramienta para la creación de caminos diferentes de crecimiento. El Universo así ha concebido la noción de evolución, de poder ser en muchos lugares, muchas experiencias simultáneas que le enriquecen. Gracias a este proceso pudimos generar la experiencia en la Tierra. Las Conciencias individuales adoptamos caminos y roles distintos. El paso siguiente fue la “separación” del ser humano encarnado de su Esencia individualizada. Una vez sobre la tierra, fuimos concientes de que “éramos” y “hacíamos”. Nos topamos con las realidades de la vida y la muerte, los finales y los principios. “Yo Soy” significó “yo Vivo”, soy vida. Como la Vida proviene de la fuente superior, el concepto “Yo Soy” se atribuyó a esa Fuente, a esa Conciencia individual que anima a cada ser humano, que le permite sentir y pensar, y saber “qué está siendo”, que está viviendo, que está experimentando. “Yo Soy” es el nombre que se le otorgó a la parte de ese inmenso Poder Creador de vida que mora en cada uno de nosotros. A través de los siglos, místicos y alquimistas han utilizado estas palabras como una poderosa invocación. “Yo Soy” condensa el Poder de la más alta Verdad del Ser humano: es la Energía Creadora individualizada para experimentarse en múltiples y simultáneas facetas, el Gran Poder que existe en cada aspecto individual de la Fuente y que conforma la Esencia más profunda de cada ser. “Yo Soy” indica acción: YO estoy siendo ahora, en éste preciso instante, Uno con Dios, el mismo Ser. “Yo Soy” significa “yo humano – yo espíritu” funcionando en Unidad Completa. Es el reconocimiento de la Divinidad del yo individual como vehículo a través del cual se expresa el Espíritu. El Universo entero responde a esta Verdad y se reconoce en la misma. Es el conocimiento absoluto expresando la voluntad de un Dios, un Ser Creador. Es por ello que las palabras “Yo Soy” son una fórmula natural de Poder. Recordémoslo cada vez que las pronunciemos, porque estaremos emitiendo una orden que demandará cumplimiento, estaremos pidiendo que suceda aquello con lo que continuemos la frase “Yo Soy…” La Polarización de las Experiencias : La Negación del Amor La negación del Amor surgió en el ser humano cuando dejamos de ser inocentes; es decir, cuando olvidamos que éramos Seres Eternos y Perfectos y generamos una estructura, una máscara con la cual mostrarnos al mundo. Cuando creamos esto (que llamamos “ego”) nos desconectamos, pues creímos apropiado llegar a los demás y buscar afuera lo que no 15

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encontrábamos dentro de nosotros mismos a causa de la percepción de estar separados de nuestra Fuente de Amor. Nunca estuvimos verdaderamente “separados”, sino que dejamos de percibirnos como seres espirituales, unidos al todo. Nuestro cuerpo de carne ponía límites, aislándonos de todo lo demás, permitiendo que sólo registráramos los datos provenientes de unos sentidos especialmente diseñados para interactuar en un mundo tridimensional. Las demás dimensiones de nuestro Ser nos resultaron de este modo, incomprensibles y difíciles de ser abordadas. No creamos el Ego voluntariamente, sino que fue parte de un experimento. Para ese entonces, habíamos vivido innumerables encarnaciones y aún deseábamos continuar explorando. Nuestro propósito siempre fue el de conocernos a nosotros mismos más y más en profundidad, sólo que acabamos olvidándolo. Olvidamos porque debimos experimentar de esa manera. Debíamos saber que podíamos obviar nuestra naturaleza y aún así continuar creciendo. Sólo que llegamos a un punto en el que ya no admitimos crecimiento alguno. Vivimos, morimos, y luego volvemos a vivir de la misma manera. Ha llegado el tiempo del cambio. Es hora de regresar, de levantar el escenario montado en la ilusión del ego, la ilusión que nos aleja de nuestra realidad como seres espirituales plenos de Amor y Sabiduría, ya que este no nos está permitiendo ir más allá, hacia nuevos descubrimientos. Olvidamos nuestra Fuente y esto era parte del Plan, pero olvidamos también nuestro propósito y ahora sólo nos dejamos llevar por los caminos anteriormente recorridos, sin suscitar cambios. Parte del proyecto también era aprender a retornar a la Armonía de la Fuente aún desde la visión limitada de la Tierra. Es lo que hicieron todos los Grandes Maestros en la historia de la humanidad. Es lo que muchos Seres todavía esperan. Es a lo que debemos apuntar: a ascender como Maestros recibidos de la Tierra. La experiencia del Bien y el Mal El Bien es lo único que existe. El “mal”, no lo es en realidad. Lo que percibimos como “malo” o “negativo” es una proyección de nuestras mentes terrestres condicionadas para poder captar, generar, definir, cierta cualidad vibratoria de la energía; puesto que lo que registramos como “mal” no es sino un fenómeno terrestre, surgido de la separación del Amor de la Fuente. Al separar nuestra conciencia del Amor mediante la creación del ego, creamos además la existencia de las vibraciones que llamamos “mal”. El “mal” es energía vibrando en el polo negativo, energía cualificada con pensamientos densos, toscos, faltos de Amor. Es el Amor la energía de mayor frecuencia, la más elevada y sublime. Cuando el Amor se niega, ésta energía se coarta, se obstruye, deja de ingresar y de barrer con su potencia cualquier vibración menor. Por lo tanto, la energía del “mal” no es sino, aquello que obstaculiza el libre flujo del Amor. El Amor está en todo lo que Es. Cada Ser e incluso cada uno de sus pensamientos es Amor. Sin embargo, cuando éstos pensamientos vibran en una frecuencia baja, negando la existencia del Ser que los creó, dudando de su Poder, de su Amor, desconfiando, temiendo o creyendo que las circunstancias se generan desde afuera, que un “Dios” u otros seres tienen dominio sobre la propia experiencia, el propio destino... entonces, esos pensamientos se tornan una especie de “represa” que contiene el inmenso torrente de Amor que viene del Cosmos y no lo deja fluir libremente. Cuando esto sucede, comenzamos a vivir el desequilibrio y la desarmonía, porque es ese Amor todo lo que jamás podamos pedir, pero nosotros estamos dudando de que exista. 16

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El miedo y la duda son las mayores expresiones de la energía del “mal”, origen de todo tipo de problemas y de la discordia entre los seres de la Tierra. Nosotros mismos lo podemos observar: ¿Por qué nos matamos unos a otros? ¿Por qué las guerras? ¿Por qué potencias políticas, seres que aparentan mayor Poder? ¿Por qué economías tan dispares; por qué los excesos de unos y las carencias de otros? ¿Por qué? Porque el humano, al olvidar su Amor se negó a sí mismo. Negó la existencia de Dios y con él toda la Perfección. Proyectó esa imagen idealizada, plena de Amor y de Poder verdaderos en un Ser lejano, capaz de imponerle castigos, un Ser que lo juzgaría y lo condenaría al verlo “indigno”... Porque el humano se sintió “indigno” del Amor al no reconocerlo dentro de sí mismo. Entonces generó el temor. Tuvo miedo de no poder subsistir, se sintió vulnerable, débil, poca cosa. Al no reconocer la Presencia de un Dios en sí, tampoco pudo hacerlo en los demás; dejó de participar en la Vida como parte de un Todo, se creyó solo y mortal, confinado a una simple existencia con un principio y un final, el principio y el final de la materia. Falto de su Mayor Verdad, olvidó sus objetivos. Faltó a su Amor y comenzó a odiar; faltó a su Perfección y comenzó a luchar; faltó a su Poder y comenzó a imponer; faltó a su Abundancia y debió sacrificarse para sobrevivir; faltó a su Alegría y comenzó a enfermar; faltó a su entrega en el aprendizaje, y debió morir una y otra vez, para volver a encarnar. Ésta fue y continúa siendo la historia del hombre sobre la Tierra, la historia del hombre “dormido”, el hombre confinado a la materia, incapaz de evolucionar. A lo largo de esta historia, muchos hombres y mujeres “despertaron” del caótico ensueño. Son ellos nuestros Grandes Maestros, los Sabios, Filósofos, Sacerdotes, Pensadores, Místicos, Santos, Monjes de otras épocas, en las que la Sabiduría estaba al alcance de unos pocos. Hoy vivimos un tiempo de gran ventaja evolutiva. Llegamos hasta aquí gracias a un extenso camino de preparación recorrido a través de una larga secuencia de vidas. Ya no necesitamos de las rudas iniciaciones de antaño, las que se practicaban en las Antiguas Escuelas de Misterios o en los Templos del Oriente, cuando el conocimiento era restringido y oculto, reservado para unos pocos elegidos, revestido de oscurantismo y de temor por parte de aquellos que no se encontraban en condición de compartirlo. Hoy, todos estamos siendo llamados. El Bien nos elige a todos por igual. El Eterno Conocimiento está revelándose abiertamente, la Gran Sabiduría está siendo derramada sobre la Tierra. Vinimos en éste tiempo para completar nuestro camino, estamos listos, estamos preparados, cada uno de nosotros es un Elegido para convertirse en un Gran Maestro de la vida... La que nos está esperando allí afuera es nuestra Maestría, la capacidad de ser felices, de crear nuestra mayor felicidad, de tener a disposición todo lo que deseamos de la vida… Más de nosotros depende la elección final. La justicia Divina Más allá de su nivel evolutivo, todos los Seres pueden escoger entre el plano del Bien y el plano del mal. Quien haya habitado un cuerpo humano en la Tierra ha tenido ambas experiencias en sus vidas y es capaz de diferenciarlas, aunque la sutileza de esa diferenciación se corresponda con el nivel al que haya ascendido su Conciencia. Todos estamos aptos. Todos podemos discernir y elegir. El asunto es sencillo: quien elige el Mal se estanca, quien elige el Bien evoluciona. Quien decide respetarse a sí mismo y a los demás está eligiendo el Amor de su Ser y encontrará todas las soluciones y todas las respuestas. Quien se mantenga aferrado a los sentimientos y pensamientos de desvalorización, inferioridad, carencia y la visión de que ha venido a padecer y a sufrir a causa de sus diferencias, continuará anclado en el mismo lugar, 17

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avanzando de a muy poco, hasta que el último de sus pensamientos de temor y de ira se desvanezcan, en la comprensión del Amor. Como podemos ver, de nada nos sirve negar el crecimiento. Tarde o temprano nos vemos ante la necesidad de soltar la limitación y atrevernos a desafiar todas esas pautas que existen en nuestra mente, pautas a las que llegamos como un requisito para llevar adelante este aprendizaje, pautas de manipulación con que otros creyeron escapar de su propio crecimiento en el Amor. Por lo que hayan hecho ellos, no debemos preocuparnos. Imponer “justicia” no es algo que nos competa a nosotros. La justicia no corresponde al humano en su conciencia inferior, la Justicia verdadera es Divina. Y la Divina Voluntad del Ser es aprender el Amor, por lo tanto, aquel que en su ignorancia y su desconexión haya faltado a su propio aprendizaje, a nadie habrá dañado más que a sí mismo. Aquel que haya matado, hurtado, robado, violado, engañado o privado de su libertad a otro, habrá otorgado al otro la posibilidad de “medir” el mal que está aceptando en sí, pero no queda exento del mal que se infringe a sí mismo. Con el tiempo deberá volver a pagar el daño que ha cometido, deberá venir y entonces pasará por circunstancias muy duras para que pueda reconocer su vulnerabilidad ante el Poder de “Dios”, de su Ser Superior. El siguiente paso será entender que ese “Dios” habita dentro de sí mismo, pero no a través de su ego, sino cuando se “cuida” de él. Cuando no deja que su ego manipule sus actos y su mente, cuando decide escuchar la voz que susurra en su Corazón y seguir sus mandatos más profundos, cuando se centra en su silencio interior y permite que aflore el Verdadero Ser que él es. Nadie que esté centrado en su Verdadero Ser puede ser dañino, puesto que se ve a sí mismo reflejado en todo, en cada ser. El mal simplemente, no existe en ese nivel. Por eso, intentar imponer “justicia” no es más que perpetuar las conductas de negación del Ser Superior en cada uno y la Justicia Divina. Nunca ocurre un error en esto, el Universo es Perfecto. Todos vinimos a aprender y todos nos equivocamos más de una vez; todos hemos sufrido y todos merecemos el mismo Amor. Todos somos inmensamente amados, atendidos, escuchados y perdonados. Todos podemos elegir el Bien y estar Agradecidos, porque en éste mismo momento tenemos lo necesario para liberar el mal que haya en nuestras vidas, en nuestra emoción, en nuestra mente, en nuestros campos de energía, en nuestro cuerpo físico, en nuestras células. Si llegamos hasta aquí es porque merecemos Sanar y aquello que deseemos con convencimiento, desde la Verdad del Corazón, lo conseguiremos. AHORA es nuestro momento de Poder, no ayer, ni mañana: HOY. Aquí en este instante y en ésta precisa circunstancia: “Yo Soy”. Todo el Poder del Cosmos se concentra en cada uno de nosotros abriéndonos la puerta hacia el Bien Mayor. De nosotros depende dar el siguiente paso, comprometernos a dejar todo aquello que nos ocasiona algún daño, esas costumbres, rutinas, conductas, adicciones, sacrificios, maltratos que solemos infringirnos. Todos sabemos qué nos hace falta, nadie mejor que nosotros para decidir eso. Y debemos tener en cuenta que aquello que le hacemos “a otros”, estamos en realidad, haciéndonoslo a nosotros mismos. Si nos damos Amor, entonces podremos Amar, en lugar de juzgar, criticar, censurar, traicionar, controlar, engañar, manipular. Si no nos respetamos como Seres divinos, entonces estaremos eligiendo el mal, perpetuando el juego de la polaridad, estancados en un mismo momento evolutivo, generando karma por la negación de nuestro crecimiento y nuestro Amor, y retrasando todo lo bueno que está dispuesto a llegar a nosotros AHORA MISMO!

El Bien Mayor 18

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El Bien Mayor es la Armonía del Universo, en la que cada Ser tiene su lugar, en absoluto respeto hacia el lugar ajeno. Porque cada Esencia individual de la Gran Fuente posee un aspecto particular de manifestación, un Don Divino, un potencial desde el cual brindar su Servicio, y aunque otros Seres compartan su Tarea, nunca podrán igualar lo creado por una energía distinta a la de su Esencia. La vibración de esa Esencia atraerá hacia sí lo que resuene en armonía consigo misma, por lo tanto será el Bien Mayor del Universo para todos los Seres de la Creación. El Universo es Sabio, ningún Ser puede ocupar el lugar ajeno, por eso es que nos cuesta tanto “imitar” los talentos de otros, o realizar determinadas tareas que no vibran con el mandato de nuestra Esencia. Por eso es que nos genera tanto sufrimiento la creación de esas “apariencias” tras las que ocultamos a nuestro Verdadero Ser para adaptarnos a lo que creemos que la sociedad indica que debemos hacer. Esas “apariencias” a menudo se llevan nuestra Alegría, nuestra Bondad y el Amor con el que debemos realizar cada cosa, porque actuando bajo regímenes ajenos no estamos en el plano del Mayor Bien, sino en el nivel del ego. Jamás atraeremos felicidad actuando de esta manera, porque al imponernos hacer lo que rechazamos estamos negando la posibilidad de que exista lo Mejor para nuestra vida. Nos acostumbramos tanto al mal que ahora tendemos a conformarnos con poco, no nos atrevemos a soñar o a pedir lo que nos corresponde, porque creemos que nos será negado. Lo cierto es que únicamente nosotros tenemos ese Poder: el de negarnos algo. Reflexiona al respecto, siente en tu interior si es que verdaderamente estás abierto a recibir Mayor Bien del que esperas, si de verdad te crees capaz de gozar de tu vida explorando al máximo tus capacidades personales. Sabe que tienes algo que es Único, que nadie puede igualar. Traes tu estilo, tu forma, tu frecuencia de vibración. Eso que te está atrayendo, eso que te está llamando... ese es tu justo lugar, tu justa misión. No te sientas mal si no encuentras afinidad con lo estipulado, si no puedes elegir una carrera, un oficio, una profesión, si te cuesta encajar en las estructuras de lo que los demás pretenden de tí (o de lo que tú crees que los demás esperan)... Has venido a plantear el Gran Cambio. No debes buscar tu lugar afuera. Dentro de ti mismo ya está tomando forma tu Única Tarea. Eso que nos hace sentir dichosos, es para lo que debemos crecer, superarnos y aceptar nuestro valor, creer que puede ser posible, porque es justamente eso, lo que desde nuestro Espíritu estamos eligiendo para nuestro Bien Mayor. En el Bien Mayor no existen diferencias. Todos merecemos nuestro Bien. Todos recibimos el mismo regalo, el mismo Amor y la misma posibilidad de manifestarlo, pero cada uno elige la forma en base a sus deseos y capacidades, porque eso es el Libre Albedrío. Cada uno elige libremente lo que prefiere para sí en sintonía con su aprendizaje. Cada Ser es Absolutamente Libre, Absolutamente Capaz, Absolutamente Amado y Absolutamente Asistido. De igual manera, el Cosmos nos brinda a todos por igual, la asistencia que requerimos. De nosotros depende reconocerla y aceptarla o continuar viviendo una ilusión de soledad. Cada uno elige y eso es Perfecto, pues cada Ser es Libre en la Ley del Universo.

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CAPITULO II Somos energía

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CAPITULO II Somos Energía

Conceptos sobre Vibración y Energía Todo, absolutamente todo en el Universo vibra. Esa vibración es energía en movimiento. La energía lo compone todo. Es la sustancia en la que existe Dios, es lo que compone la Fuente, el Cosmos, es Amor. La energía es Fuerza de Vida, es lo que todo conecta, nutre y sustenta, es la base de la Creación. Todo es energía y esa energía es Amor. La Vibración es esa energía en una particular frecuencia. La frecuencia o rata vibratoria es la forma en que se mueve esa energía a través de las dimensiones. La vibración de los Planos Superiores genera formas más “livianas” y sutiles, mientras que en los niveles inferiores se densifica, haciéndose cada vez más sólida y con ello perceptible para el ojo humano. El ojo humano observa desde el plano físico, que es el nivel más bajo y denso de vibración de la energía. El ojo, así como el cuerpo humano, está formado de materia, la materia de átomos y moléculas, los átomos de partículas subatómicas que son electrones, neutrones...: energía. Desde el cuerpo físico no podemos percibir otra frecuencia que no sea la de la materia, para eso poseemos otros sentidos. Quien ha oído alguna vez hablar del Tercer Ojo entenderá que esos “sentidos” no dependen directamente de los órganos físicos, aunque sí tienen un punto de asiento energético dentro del cuerpo. Esto es posible porque no poseemos sólo un cuerpo, sino muchos compuestos de energía en diferentes cualidades de vibración. Esos “puntos” donde se encuentran los “asientos” de los distintos niveles de percepción (que representan el estado en que vibra nuestra Conciencia) son los que solemos denominar con el término sánscrito “chakras”. En el cuerpo humano existen múltiples chakras, aunque los principales son siete, alineados a lo largo de la columna vertebral, uniendo las energías superiores a las inferiores, permitiendo el contacto entre el Cielo y la Tierra, es decir, entre la realidad física y la espiritual. El ser posee a la vez toda la gama de vibraciones correspondientes a la cualidad de cada uno de sus chakras, ya que su origen está en el Ser, en el nivel más elevado de Conciencia y su cuerpo, su experiencia, en el nivel más bajo. Por lo tanto, el ser encarnado en la Tierra es a la vez, un Ser Espiritual y un ser Material. Habita un cuerpo sólido compuesto de materia de baja frecuencia, pero la vibración de su energía dependerá del estado en que vibren sus otros cuerpos, sus emociones, sus pensamientos y el nivel en el que more su Conciencia, es decir, su grado de comprensión acerca de su propia naturaleza espiritual. La Naturaleza de la Energía La Energía no se detiene, no para, su naturaleza es moverse y renovarse, mezclarse, restituirse, consustanciarse. La Energía actúa según las Leyes de la Vibración, en las que sólo lo igual se atrae. La energía siempre atrae aquello que vibra en consonancia con su propia vibración. Es por ello que somos lo que atraemos, es por ello que somos lo que pensamos, porque nosotros mismos somos energía en movimiento, energía expresada en forma de pensamientos, sentimientos, palabras, actos. Somos lo que proyectamos. Somos lo que generamos. Somos lo que creemos, lo que anhelamos, lo que llevamos dentro. Somos un compendio de energía irradiada a través de nosotros en permanente interacción con 21

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el medio. Esa energía se expande y absorbe, atrae y repele como lo hace un imán, porque obedece las Leyes del Magnetismo. Nuestros Campos Energéticos son enormes “magnetos” atrayendo hacia nosotros lo que decidamos atraer, porque la energía es obediente. Ella fue creada para eso, para obedecer a aquel que la creó y es por eso que podemos direccionarla. Podemos elegir: “atraigo esto o aquello” y así será, puesto que es ésta la Ley que rige en el Universo. La Ley de la Libertad y la Armonía. Cada Ser es Libre de direccionar su energía; cada Ser hace eso a diario. Aún cuando no crea estar eligiendo las cosas que le pasan, en realidad lo está haciendo: está eligiendo no interferir, no cambiar, no pedir, no aceptar el dominio sobre su energía. Lo mismo que hace siempre, pero en positivo, es la clave para cambiar lo inarmónico en su vida. Lo mismo que hace siempre es: pensar, sentir, hablar, cantar, soñar... En Positivo significa con Fe en el Bien, sin temor, sin dolor, sin odio, sin resentimiento, sin culpa, sin ira, sin codicia, sin miedo. Con Fe en el Bien es sabiendo que es un Ser Divino y que todo puede cambiar según su decisión. Quien asume esto completamente es Libre y ya no necesita la energía de la Tierra, porque ha concluido su aprendizaje en la materia: se ha reconocido en Dios. Dios es la vibración más Alta, la energía más Pura, la más sublime expresión del Amor. Dios es el Espíritu Superior en cada persona, la Fuente que le da la Vida, un cuerpo, una conciencia, una capacidad de Evolución. Dios lo es Todo en cada uno de nosotros, actuando a través de una forma particular, un cuerpo, una mente, un corazón. El cuerpo es un receptor de esa Energía y por eso, todo lo que se haga estando en un cuerpo, es un acto destinado a Servir a Dios, al Ser Superior, al Espíritu o Presencia Yo Soy. Por eso decimos que somos “instrumentos”. No porque seamos usados por un poder ajeno o externo, sino porque nuestro cuerpo y lo que hoy sentimos que somos, es en realidad, un aspecto más del Verdadero Ser, el que es Eterno y plenamente conciente del Mayor Bien, el que dirige el sendero hacia la Evolución. Nuestro cuerpo es tan Sagrado como nuestro espíritu, puesto que se compone de su misma energía, sólo que en un nivel más bajo de vibración para poder llevar a cabo la ilusión de una vida física, finita. Estamos en la Tierra para Servir al Cielo. Vinimos a la Tierra para aprender a reconocer lo que ya somos. Ese es el tan mentado “retorno”, el “regreso a casa” del que tan frecuentemente habremos oído hablar. Es el reconocimiento del Ser Todopoderoso que mora dentro de nosotros. La Anatomía Energética Humana Somos seres formados en la Luz, gestados en la Luz eterna del Universo, fuente de Amor, de Vida, de Verdad, de Belleza, de Inteligencia, de Perfección. Somos chispas individuales de esa llama que, al nivel de nuestro cuerpo físico, se asienta en nuestro Corazón. Por eso decimos que lo que el ser “siente en su Corazón” es verdadero, porque es el más íntimo contacto, su comunión con Dios. En el Centro del Corazón se unifican el Espíritu y la Materia, el Cielo y la Tierra, irradiando la Vida. Nosotros recibimos permanentemente el contacto con nuestra Energía Divina, de lo contrario, no podríamos mantenernos vivos dentro de nuestros cuerpos. Esta energía ingresa a 22

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“nosotros” (la parte que percibimos como “nosotros”) a través del Centro de nuestra Coronilla, en la parte superior de la cabeza. Es un cordón dorado luminoso que desciende desde la Fuente hasta nuestra manifestación terrena, el vehículo físico del Ser espiritual que somos. Este Cordón continúa descendiendo hasta anclarse en nuestro corazón, por eso se dice que lo que surge “de corazón” es un acto Divino, un reconocimiento del Orden Mayor de las cosas, que tiene su origen en el más alto Amor. Cuando el Corazón logra unirse a la Mente Superior, asentada en el centro de los hemisferios cerebrales con el nombre de “Puerta del Alma” o “Atman,” el ser alcanza la Conciencia de un Maestro. El Atman es el asiento de la Conciencia Superior del Ser. En el centro del Corazón aparece arraigado el Cordón luminoso de Amor puro que enciende en el cuerpo la Vida, más la Conciencia (verdadera inteligencia y Sabiduría espiritual de la Fuente) existe en ese centro que se reconoce como Atman. Es el Atman, dador de Verdad, Inteligencia y Voluntad Divina, es el inicio de la vida conciente, la Luz y la Voz del Ser. Nuestro cuerpo físico fue creado en torno a ese cordón luminoso como proyección de nuestra energía desde el plano en que habita nuestro Ser. En otras palabras, nuestro Espíritu proyectó la energía que generaría nuestro cuerpo. A través de las dimensiones, las vibraciones más Altas de la Fuente fueron descendiendo, creando así sustancias cada vez más densas. Entonces surgió un Cuerpo Electrónico, compuesto de la sustancia más refinada, la vibración elevada del Espíritu, como un “tubo” dentro del cual se deslizaría la energía para crear los demás vehículos: Un Cuerpo causal o Cuerpo de Recuerdos; un Cuerpo Mental Superior o del Conocimiento Abstracto; un Cuerpo Mental Inferior donde se almacenan y organizan los datos que la conciencia de la “separación” ya reconoce como “externo” o “Interno”, donde comienza la expresión del ego. Un Cuerpo Emocional o de Sentimientos, donde se registran las experiencias de las múltiples vidas; un Cuerpo Etérico encargado de proteger y transmitir al ser los mandatos necesarios para el cumplimiento de su Plan en la Tierra: los ciclos de su karma y su destino; y por último, un Cuerpo Físico, compuesto de los elementos del Planeta, aire, agua, fuego y tierra: la materia. Es por eso que somos Hijos del Matrimonio entre el Espíritu y la Materia, la unión del Cielo y la Tierra manifestando un inmenso Poder Creador. Ese mismo Poder que signó el instante de nuestra Creación como seres humanos en el plano físico, es el Poder que todos conservamos actualmente. Creamos nuestros cuerpos, nuestra alma, nuestra mente... creamos nuestra vida y hasta olvidamos por propia elección lo que creamos; del mismo modo, ahora, también podemos recordarlo. Lo que solemos llamar “cuerpo” no es más que energía; esos sentimientos que a veces creemos no poder manejar, son también energía; al igual que nuestros pensamientos. Todo es Energía proyectada desde el Ser Superior y esa energía obedece ciegamente a la Voluntad que la creó, es decir: a Nosotros. Si proyectamos lo Bueno, recibiremos lo Bueno. Si continuamos proyectando temor, entonces seguiremos cediendo el poder ante otros, en forma de jefes, líderes, instituciones, gobiernos… o ante enfermedades, accidentes, todo lo que es reflejo de la pérdida de nuestra autoridad, todas las formas posibles que adopta la idea de la limitación. El temor, como la negación, es algo que sólo existe en la dimensión de la materia. Al elevar nuestra Conciencia, eso deja de existir, simplemente porque nuestra propia vibración proyecta y atrae el Amor mayor de los niveles más elevados, en los que no existe la dualidad terrena. Somos un Ser más grande de lo que alcanzamos siquiera a imaginar. Estamos en este momento, habitando múltiples dimensiones: nuestra presencia es inter-dimensional. Cada uno de nuestros cuerpos sutiles existe en un plano del más denso al más elevado, irradiando 23

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por metros (e incluso kilómetros en el caso de los seres espiritualmente desarrollados) alrededor de nuestro cuerpo físico. Nuestro “campo de energía” está captando mucha más información de la que podríamos elaborar desde la mente conciente. Esto explica esos “fenómenos” que nos suceden, cuando pronosticamos algo que va a pasar, o simplemente “sentimos” que está por acercarse a nosotros una persona determinada. Todo aquello que entre en contacto con nuestro cuerpo sutil, con nuestro campo de energía, es algo que podemos percibir, así como sentimos el contacto de otro ser en nuestro cuerpo físico. Estos nos son en realidad “fenómenos paranormales”, sino una capacidad muy normal de nuestros cuerpos más sensibles. El grado en que lleguemos a tornarnos perceptivos sólo depende del nivel de sutileza al que hayamos afinado nuestra conciencia. Es el Universo un inmenso océano de Energía donde no se diferencian formas ni distancias, ni tiempos, ni distinción fuera de la frecuencia en que vibra esa energía. El Universo es un inmenso océano de Energía en movimiento del que todos somos parte, como Todo en la Creación. ¿Qué relación existe entre el Cordón Dorado y el Cordón de Plata? Uno es Cielo, otro es Tierra. El Cordón de Oro es sustancia luminosa que unifica al ser con su Fuente Individual, el Cordón de Plata es sustancia que une al cuerpo físico con el Alma. El cordón de Oro se ancla en el centro del corazón pues es allí donde funciona la cámara alquímica en el hombre, el centro chakrático que conecta las energías superiores con las terrenas. El cordón de plata es el sistema energético a través del cual el alma permanece arraigada a un determinado cuerpo siendo capaz de desprenderse a voluntad para realizar viajes extracorpóreos. Lo que conocemos como “viajes astrales” son en realidad éstos “paseos” del alma que mantiene la conexión con su cuerpo mientras éste permanece en trance o en profundo sueño. Todos poseemos la capacidad natural de viajar en el vehículo menos denso de nuestra alma para recorrer otras dimensiones de nuestro Ser o Conciencia y de ésta manera aprender, sanar o prestar servicio en otras áreas de la existencia. La mayoría de nosotros desconocemos que somos dueños de ésta capacidad pues al regresar, nuestra memoria sólo guarda fragmentos de lo acontecido en los planos más sutiles de conciencia. El retorno a la realidad física del estado de vigilia trae consigo los velos del olvido, al igual que cuando ingresamos a la vida con el proceso del nacimiento, pues cada noche es una pequeña práctica de la muerte del cuerpo físico. Cuando nos entregamos al descanso cedemos el control del ego, afianzado en el temor, y entonces somos libres. Esa misma libertad la experimentamos llegado el momento de la muerte, sólo que en esa circunstancia, el cordón de plata se corta y el alma continúa el viaje sin posibilidad de retornar al cuerpo que la albergara temporariamente. El Alma Las emociones son la sustancia en base a la cual se construye el Alma humana. No es el Alma sinónimo del Espíritu, sino una proyección de éste, como lo es el cuerpo físico. El Alma es la entidad que resguarda y proyecta todo aquello que exista en la Conciencia. Es un vehículo eterno que porta a través de las vidas la memoria del individuo, la totalidad de su experiencia, sus emociones y sentimientos, lo que ha venido a aprender y todo lo ya ha aprendido.

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El Alma no es el Cuerpo Emocional, aunque éste la compone y da color según sea su energía. El Alma reúne lo que el ser dispone en su actual personalidad junto con el registro de sus otras vidas, y los estadios intermedios desde antes de encarnar. El Alma no es un cuerpo, sino que se compone de muchos de ellos. A medida que la Conciencia del ser asciende, el Alma se expande, integrando en sí, cada vez una sabiduría más cercana a la Fuente. Es el alma la que crece y la que debe ser sanada. Es en el Alma donde permanecen las marcas de las viejas heridas, de una en otra vida, hasta que el Ser logra transmutarlas, aprendiendo de ellas el Amor. Los Tres Poderes del hombre Siguiendo el hilo de este pensamiento, debemos aceptar que somos Dioses, y como tales, nos encontramos aptos para ejercer nuestra Autoridad a cada instante. Tres Poderes nos fueron conferidos al momento de encarnar en un cuerpo físico, para mantener nuestro alineamiento natural con la Fuente y nuestra capacidad natural de Crear. Éstos Poderes son algo manifiesto en nuestras vidas, algo de extremo valor que sin embargo, por desconocimiento, hemos sometido al mal uso y la distorsión. Los Poderes de los que estamos hablando son: el Pensamiento, el Sentimiento y la Palabra. El Pensamiento El Pensamiento es Amor encapsulado en órdenes específicas, es la Esencia Divina de la Creación manifestándose, es la forma en la que creamos nuestra vida, es nuestra íntima conexión con el Todo. El Pensamiento es la herramienta que como parte de Dios heredamos para proyectar nuestras vibraciones en forma consciente y de esa manera cualificar la energía. Nuestro cerebro es un receptor de las fuerzas más elevadas, el centro donde se realiza la unión con la Inteligencia del Universo y Todo el Saber. Más, el Pensamiento, cuando es alimentado con ideas preconcebidas, cuando no está conectado con la Verdad del Ser, cuando responde a las pretensiones del ego, sólo genera desconexión, confusión, ideas negativas. Ideas de abatimiento, de soledad, de falta de Poder, porque el ser está negando su altísimo saber, su Guía Divina. El Pensamiento es la fuerza Creadora por excelencia, quien domine su Pensamiento se vuelve un Dios en acción. Pensar es la naturaleza de la mente, más debemos tener en cuenta que no es “la mente” lo único que somos. A veces el Pensamiento desconectado nos desconecta de nuestra natural Sabiduría. El traqueteo de la mente se dispara en un sinfín de ideas, que ni siquiera recordamos haber pensado y que pasan a almacenarse en nuestro “inconsciente”. El Ser Superior, la Conciencia real, existe en el silencio, no en el incesante pensar. De allí la efectividad de la meditación. Para escuchar al Ser debemos buscar el silencio interior. En ese silencio sabemos quiénes somos. Comenzamos a captar la verdad de nuestra Conciencia más alta, nos hacemos parte de una verdad más grande, una Verdad Universal, que nos alcanza desde nuestra propia Esencia Individual. En ese estado relajado de meditación, en el que el ritmo de la mente se aquieta, adquirimos una mayor comprensión sobre la vida y las acciones que debemos realizar. Podemos tomar 25

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decisiones con mucha más sabiduría, y enviar nuestras órdenes en forma de pensamientos de Amor, creando cosas positivas; en lugar de generar más dualidad y distorsión desde un remolino caótico de ideas, que es lo que frecuentemente hacemos cuando no tenemos el hábito de buscar el silencio interno. El Pensamiento es la Voluntad de un Dios, busca enviar pensamientos con total conciencia de lo que estás creando, busca ese estado de paz y claridad interior a través de las diferentes prácticas de relajación y meditación. Verás como tu mente se aquieta, se aligera, se aclara y obedece, pues es para Servir al Espíritu que has creado tu mente. Cómo funciona el Poder del Pensamiento La mente humana funciona sobre la base de los registros que almacena en células inteligentes, que denominamos neuronas. Las neuronas son células nerviosas capaces de establecer vínculos inmediatos unas con otras. El sistema nervioso humano existe en base a impulsos eléctricos; esa electricidad es Energía de muy sutil vibración. Cada pensamiento gestado en el interior del cerebro humano surge de esa “vinculación” de la información que portan éstas células nerviosas. Esto produce una especie de “chispazo” que libera cierta cualidad energética. Cada uno de los átomos que componen las células de la materia que conforma nuestro cuerpo, es en su interior, esa misma energía. En el centro de nuestros átomos sólo hay Luz. Los electrones contenidos en esos átomos son las células que poseen la capacidad de transmitir y de atraer las cargas eléctricas que resuenen en su misma frecuencia. Así como nuestro cerebro emite estas órdenes “eléctricas” al resto de las células del cuerpo, así emitimos constantemente órdenes al Ser Superior. Los electrones son los vehículos en los que viajan nuestros pensamientos. Pensamientos de dolor, de desamor, de injuria, enviarán a al cuerpo órdenes de desequilibrio que al principio se mostrarán en pequeños síntomas, y que luego, con la persistencia de esa misma emisión, detonarán en enfermedad. Por el contrario, Pensamientos de Amor, de confianza, de dicha, de bienestar, resonarán con la Verdad más Alta del Espíritu y la más completa armonía, sanando el cuerpo y limpiando la negatividad, manteniendo el equilibrio, impulsando nuestras acciones hacia la búsqueda de lo que es realmente bueno para nosotros, atrayendo el Bien Mayor a nuestra vida y nuestro entorno. Así como nuestros pensamientos se manifiestan en la materia, también resuenan en nuestros múltiples cuerpos energéticos, alejando de nosotros su fina frecuencia protectora. De ésta forma la negatividad destruye nuestro “escudo” natural de energía y comenzamos a toparnos cada vez con más desarmonía. Es a través de la frecuencia de los cuerpos sutiles que establecemos el contacto con el medio en que vivimos y con los demás seres. Así sea lo que pensemos, será lo que nos llegue, porque la Ley de la Atracción es inteligente. Lo que se nos muestra en el exterior es una pauta de lo que debemos cambiar en el uso que le damos a nuestra mente. Podemos atraer desórdenes y agobio en nuestra vida, relaciones y trabajos, o una armonía plena en la que todos los involucrados puedan desarrollarse internamente. Podemos contraer enfermedades o sufrir accidentes que creeremos inesperados... recordemos que todo, absolutamente todo, ya existía en nuestra energía, siendo la materia el último plano en que esta se manifiesta. Así mismo no debemos desconfiar si nuestras intenciones no se cumplen inmediatamente. Nuestros deseos deben tomar primero una forma energética concisa para luego aparecer en 26

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forma sólida y concreta. Observemos: ¿Cuánto tiempo de proceso le hemos dado a un mismo pensamiento para llegar a ver el resultado en nuestra vida? Puede que un instante, puede que un año... toda la vida o más de una encarnación. Esto dependerá del grado de aceptación y apertura con que hayamos concebido la idea; si para nosotros era lógico e inevitable que sucediera, o casi un milagro, un acontecimiento imposible, pues así la energía viene a demostrárnoslo. Aquellos de nosotros que hoy atravesamos procesos de enfermedad, los que necesitamos trascender aspectos de carencia en nuestra vida, ya sea material como afectiva, respondámonos a nosotros mismos: ¿Cuándo he dejado de pensar el Bien? ¿Cuándo he olvidado la capacidad de gobernar mi vida? ¿Cuándo he decidido obviar la responsabilidad sobre mis propios pasos y experiencias? ¿Cuándo comencé a culpar y a preocuparme en lugar de ordenar? ¿Cuándo dejé de tomar el mando? ... Puede que haya sido hace mucho tiempo, más del que podamos recordar. Aún así, no es eso lo que verdaderamente importa. Aunque lo hayamos negado, hoy lo estamos reconociendo. Tenemos HOY el mismo Poder de decidir, de decretar, de elegir todo el Bien, toda la Paz para nuestros procesos de crecimiento, toda la Sanación que nuestra alma necesita. Asumamos nuestra responsabilidad. El Universo se pone de nuestro lado cuando reconocemos el Poder que tenemos. Ahora, aquietemos la mente, respiremos con calma. Dejemos que el aire fluya dentro de nosotros, dejemos que nuestro cuerpo se inunde de Paz. Sintámonos serenos y protegidos, el Cosmos nos acompaña. Ya casi no pensemos, despejemos las ideas confusas, dejemos que la Paz las bañe y las diluya. Sintamos como nuestra mente descansa... descansa... descansa. Y suelta el control, suelta el temor, suelta la duda... solo descansa. Y en ese descanso interior hallaremos la Fuerza, la Claridad, la comprensión, la visión más amplia que estábamos buscando sobre nuestra propia experiencia. Cuando la mente está en calma, poseemos todo el Poder. Entonces, concentrémonos en aquello que deseamos: un cambio, una sanación particular, un logro, un comienzo, y démonos Amor. Debemos repetir éste ejercicio durante 30 días como lapso mínimo, en forma ininterrumpida. Éste es el período que toma la energía para acomodar el cambio de vibración. Es el tiempo que requiere el cerebro para crear las conexiones neuronales nuevas, necesarias para incorporar la nueva visión. Durante mucho tiempo hemos estado propinando órdenes de apuro, de ansiedad, de restricción, de desarmonía; ahora decidimos buscar la Paz, centrarnos en nosotros mismos y reconocer que podemos tener todo aquello que pedimos. Nuestra mente necesita crear nuevas redes, establecer conexiones que nos permitan arribar a nuevas ideas surgidas de esa interrelación, y comenzar a percibir cosas que hasta el momento no podíamos sospechar que estaban ahí. Esta actividad en nuestro cerebro será la que promueva la elevación de nuestro nivel de Conciencia, a medida que nos vamos permitiendo superar la negatividad y avanzar hacia el reconocimiento y la búsqueda del Amor. A medida que, a fuerza de práctica sostenida, vayamos dejando de lado los antiguos patrones mentales, y reemplazándolos por otros nuevos, más positivos y adecuados para nuestro bienestar, las nuevas órdenes que emitamos adquirirán fuerza. A los 30 días de trabajar sobre una misma pauta en forma continuada, ésta comienza a formar parte de nuestra Conciencia habitual, permaneciendo con nosotros y generando cosas acordes a su frecuencia vibratoria, hasta que decidamos cambiarla. Contemplemos lo que pasa por nuestras cabezas y cada vez que nos sorprendamos dando energía a algún pensamiento negativo, simplemente cambiémoslo. Busquemos deliberadamente el Bien. Debemos educar a la mente para que sea una aliada en nuestros 27

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objetivos. Cuestionarnos, criticarnos, denigrarnos, enjuiciarnos, condenarnos a una culpabilidad eterna que nos confina en el pasado, preocuparnos por lo que aun no ha sucedido… para nada bueno nos sirve. Cuando nos sorprendamos pensando el mal, debemos encomendarnos al Amor de nuestro espíritu, y afirmar que sólo el Bien reina en nuestro ser. Y así será, porque lo hemos ordenado y pedido, con la autoridad que el Poder del Pensamiento nos provee. El Sentimiento El Sentimiento es nuestra fuente de conexión con la Vida. El Sentimiento no es emoción, no es malo ni bueno, simplemente ES. La emoción es una creación humana, el sentir es una cualidad Divina. En el Sentimiento se manifiesta el Poder de la Creación pues él otorga la fuerza necesaria para sostener el pensamiento y elevarlo por sobre sí mismo, hacia los niveles más sutiles del Ser. El Sentimiento es Amor, es la fuerza conectora, magnética, sensible, adhesiva. Es la fuerza que une la mente y el corazón. Cuando mente y corazón se dan la mano, el ser alcanza los estadios de mayor claridad, mayor conciencia y mayor dicha. Entonces, su Poder funciona a pleno. El Sentimiento une, conecta, genera y brinda chispazos de Energía Divina, porque es a través del “sentir” que llegamos a percibir nuestra Esencia. Necesitamos “Sentir” para reconocer nuestra propia energía espiritual, nuestro Amor, nuestra pasión, nuestros anhelos. Sólo “sintiendo” llegamos a experimentar el Amor por nosotros mismos y por los demás, llegamos a desear “hacer”, “dar” y expresar nuestro Amor. El Sentimiento es la fuerza que nos moviliza por excelencia, la que provee acción al Pensamiento, es la forma en que conectamos y reconocemos nuestro Amor espiritual mientras estamos en un cuerpo. Sentimiento no es Emoción El Sentimiento es esencia Divina, pues es también el lenguaje en que se expresa la Creación. La energía del Sentimiento en su estado más puro es Amor, Belleza, Paz, Alegría, todo aquello capaz de inspirar al ser a su elevación, a la búsqueda de su particular forma de Armonía, al encuentro con su capacidad de disfrutar de la vida. El Sentimiento es Energía Divina que moviliza y despierta al alma humana hacia el plano de la Verdad. El Sentimiento es siempre Amor. El odio, por ejemplo, no es un Sentimiento, sino la ausencia del mismo. El odio es falta de Amor hacia aquello que en realidad es querido. Sabrán ustedes que no pueden “odiar” lo que no les interesa. De la misma manera, la ira es ausencia de Paz, la rabia es aquello que moviliza a nuestra alma hacia la consecución de lo que debe ser pulido, purificado para encontrar la Perfección. El Sentimiento es ese Amor que toma forma de experiencia al convertirse en Emoción. El Sentimiento se expresa en el hombre como la capacidad de “sentir”; la Emoción es en cambio, la forma en que cada ser decide vivir la fuerza del Sentimiento. El hombre otorga al Sentimiento diferentes matices que toman el nombre de Emoción. El afecto, la bronca, la alegría, la tristeza, son ejemplos de las emociones humanas. El odio es una Emoción formada en la negación del Amor, así como la inseguridad o el temor. Las Emociones “positivas” como el entusiasmo y la algarabía, son cualidades de la energía del 28

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Sentimiento indicando que esa persona está vibrando en Armonía con su propio Ser interno. Cómo actúa el Poder del Sentimiento El sentimiento es la fuerza de cohesión que unifica el “interior” con el “exterior”. En la Energía del Cuerpo Emocional es donde reunimos todos nuestros sentimientos y emociones. Éste es un campo altamente expansivo, que rodea al individuo, a su ambiente, a su hogar y puede extenderse incluso hacia aquello que se convierta en objeto de su pensamiento. Atraemos lo que pensamos por medio del Sentimiento. Éste funciona como el lazo, el nexo, otorgando Amor a nuestra Voluntad. Somos seres creados de Amor. Nada puede ser creado en el Universo sino a través del Poder del Amor. Podemos observarlo por nosotros mismos, es sencillo contemplar lo que el Sentimiento nos produce. Todos en ocasiones hemos sentido que no podemos detener el impulso que un sentimiento nos provee. Todos alguna vez experimentamos la pasión por algún ideal, la forma en que una bella melodía nos conmueve internamente, esa atracción tan especial que llegamos a sentir hacia otras personas. El Sentimiento es el motor de nuestra fuerza de acción, esto es porque posee el Poder para que el Pensamiento perdure el tiempo necesario. Un Pensamiento puede ser efímero al punto de pasar desapercibido, pero en cuanto despierta un Sentimiento queda impreso en el recuerdo, perdura en nuestra mente y se fija en el Cuerpo Emocional. El Amor, la alegría, el dolor, las heridas, aparecen registradas en éste campo desde el cual creamos, actuamos, reaccionamos, generamos, atraemos y materializamos. Más aún, el Sentimiento no se encuentra separado del Pensamiento, puesto que en un principio fue éste quien le dio vida. Lo que alojamos en la mente se convierte en la “visión” que tenemos acerca de la realidad. A esas “visiones” respondemos emocionalmente; esto es: generamos sentimientos y emociones sobre aquello que observamos desde los preconceptos que ya tenemos grabados. Comenzamos a “sentir” aquello que pensamos. Luego, nuestros pensamientos siguientes aparecerán teñidos por las improntas emocionales que ya generamos en nuestro cuerpo y nuestra vida, y esas nuevas ideas retroalimentarán la aparición de nuevas emociones y sentimientos. Así se continúa el ciclo “pensamiento – sentimiento – acción” y de ésta manera vamos creando nuestra experiencia en la Tierra. Aquello que pensamos obtiene poder en aquello que sentimos, la orden se manifiesta en nuestra vibración y se preparan las instancias energéticas para que se manifieste. Dicho en otras palabras, es el Poder del Sentimiento el causante de que nuestros pensamientos se vuelvan materia, pues la cualidad de ésta energía es la de atraer, unir, cohesionar... y ya conocen las bases sobre las que funciona la energía: lo similar atrae lo similar. Encontramos el ejemplo más explícito en las relaciones con nuestros pares. Si observamos con meticulosidad podremos notar como cada una de las personas con las que nos vinculamos, posee algún rasgo u aspecto de lo que pensamos acerca de nosotros mismos. Si nos alimentamos con sentimientos de Amor generaremos relaciones amorosas, basadas en la aceptación que nos brindamos. Si nos cuestionamos, nos criticamos o menospreciamos, acabamos relacionándonos con personas prejuiciosas y manipuladoras, que no sabrán aceptarnos como somos. Así las relaciones que conforman el círculo de nuestros afectos resonarán en simpatía con la cualidad energética en la que esté vibrando nuestro Campo Emocional, mostrándonos como un espejo los aspectos en los que debemos trabajar y purificarnos, a través de la creación de nuevos y más positivos pensamientos.

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La Palabra “En el principio era el verbo” dicen las Sagradas escrituras, pues así realmente se hizo manifiesto el Poder de la Palabra como emisión intencionada de la Energía Divina. La voz del Amor fue la que “habló” para Crear, y esa voz fue división en miles de formas que dieron origen a la diversidad. Todo en el Cosmos posee una parte de ese Sonido Primordial. El sonido de nuestra individualización resuena en nosotros, aunque este pase desapercibido para el sentido auditivo del plano físico, pues es sonido sutil, es vibración, el modo en que se mueve la energía de nuestra Esencia. Somos sonido, porque somos vibración, como todo el Universo lo es. “A imagen y semejanza de Dios” es que fuimos concebidos, partes de un inmenso Amor: Dioses Creadores portadores de Sonido. A este Poder evocamos al adquirir la capacidad de pronunciar la Palabra hablada. La Palabra es el mecanismo a través del cual somos capaces de expresar nuestra Voluntad, nuestro Sentir y nuestro Pensar. Es la forma en que ponemos en acción la manifestación de nuestros deseos. El Sonido es vibración que el cerebro reconoce como tal, más la Palabra no es sólo un código terreno, es la forma en la que tomamos parte de la Comunicación con el Todo, con nuestros campos más elevados, con otros Seres de la Creación. La Palabra es una fuerza destinada a interconectar las Conciencias y las dimensiones. A través de la Palabra podemos conocer y coaccionar con los pensamientos de otras personas. De igual manera el Cosmos conoce nuestra voluntad a través del sonido, el tono y la vibración de las palabras que emitimos. El Sonido no posee una vibración abstracta, sino que en sí mismo representa un aspecto de Dios, es Conciencia codificada. La Palabra adquiere además un Sentido, un Poder, una Intención. Es un nexo directo con el Universo, cargado de significado, pues aúna Sentimiento y Pensamiento en un acto de manifestación. Si bien el Pensamiento tiene por sí solo Poder creador, necesita ser sostenido por el Sentimiento y afirmado por la Palabra. La Palabra es la acción puesta en movimiento y proviene de aquello que se ha pensado y sentido con anterioridad, por lo que engloba una expresión total del proceso Creativo, derramándose en un torrente de energía con un propósito definido. Con cada palabra, estamos Creando. Todo lo que vibra resuena en una particular frecuencia. Cada uno de nosotros posee un sonido primordial, un “nombre” vibratorio, la música que resultó del instante en que ocurrió nuestra división como una célula independiente de la Gran Fuente. Aún hoy y aquí en la Tierra, somos esa música, que es el sonido de nuestra Esencia. La metafísica diría que las Palabras que brotan de nuestra boca van al encuentro de aquel sonido en nuestra Presencia Individual. Allí adquieren Esencia Divina y por lo tanto, el Poder de manifestarse en nuestra realidad. La neurología lo plantearía de manera diferente, pero el resultado sería prácticamente el mismo: Desde que nacemos, y aún antes, mientras estamos en el útero materno, las palabras que escuchamos van guardándose en niveles muy profundos de nuestro cerebro, archivándose y generando “engramas”, células que conforman la base de información con la que nuestro subconsciente trabajará el resto de nuestra vida. Así también, las palabras que nos oímos emitir, pasan a registrarse en ese mismo archivo con el peso de creencias y verdades. Que no nos asombre que nuestra “realidad” contenga muchas de las cosas de las que renegamos, nos quejamos o repetimos cotidianamente... esa es la idea de “realidad” con la que nos estamos programando. Sobre esa base de datos actuaremos luego, decidiremos, elegiremos, 30

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reaccionaremos y generaremos todas nuestras ideas. Por lo que nuestras palabras acabarán manifestándose en nuestra realidad, tarde o temprano. El Poder Sanador de la Palabra Dado su Poder constructor de “realidades”, la Palabra bien utilizada se convierte en una poderosa herramienta para nuestra Liberación. A través de ella podemos deshacernos de ciertas cargas emocionales que atoran el normal curso de nuestra energía. La mayoría de nosotros hemos probado en algún momento, el proceso liberador de la “catarsis”. Muchas veces, cuando no aguantamos más las emociones que llevamos dentro, el hecho de “sacarlas” fuera de nosotros, de confesar, decírselas a alguien, es quitárnoslas de encima, es soltar la presión interna... y en ocasiones, también el problema. Más en éstos procesos de catarsis, la energía liberada continúa vagando suelta, tendiendo a anclarse con alguna de calibre similar hasta que pueda ser debidamente transmutada en Amor. El proceso de “liberar” a través de la Palabra resulta de gran poder Sanador, pero debemos ser conscientes de que ese despojo de energía que soltamos continuará rondándonos y rondando nuestro ambiente, a menos que realicemos un verdadero proceso de Alquimia: reconozcamos el motivo más profundo de lo que nos sucede, comprendamos que ocurrió para enseñarnos algo, que vino a dejarnos un regalo. Cuando aprendemos a ver que todo ocurre por nuestro bien, que detrás de cada pena existe un gran y liberador aprendizaje, llegamos a agradecer lo que vivimos. Cuando comprendemos de ese modo, lo “negativo” deja de serlo, nos llenamos de Amor y de Agradecimiento. Entonces, ya no “soltamos” energía negativa, sino que proyectamos el Amor nacido de esa circunstancia a través de una reflexión consciente y hablada. En este proceso nos transformamos, cambiamos nuestra propia vibración y con eso, el punto de nuestra atracción. Para cuando necesitemos limpiar nuestros cuerpos de emociones negativas y sintamos brotar desde muy adentro un torbellino de palabras abrumadas, he aprendido tres pasos a seguir: 1) El primero será afirmar que lo que ocurra en esa conversación será una Liberación sin retorno, la salida de una vieja energía retenida para que sea esclarecida y transformada en una visión de Amor. Si contamos con alguien que nos preste su oído, es conveniente ponerse de acuerdo previamente en mantener el objetivo de la conversación. 2) El segundo es vernos dentro de una cápsula de color Violeta al comenzar a exponer nuestros pensamientos negativos, y mantenerla alrededor nuestro el tiempo que nos lleve este proceso. 3) Para terminar, invocamos a los Seres de Luz y a la radiación de nuestra Esencia para que se disipe cualquier energía densa acumulada, se transmute lo que ha sido soltado hacia el Universo, y nos permitamos recibir las visiones alternativas que reemplacen estas pautas mentales por otras más positivas. Luego imaginamos un inmenso remolino de color Azul, centrifugando nuestros campos de energía. Si en este momento nos surgen ideas nuevas, las pronunciamos con convicción y fuerza. Serán el comienzo de nuestro cambio mental, emocional y vibratorio. Ahora estaremos verdaderamente alineados con el Poder Creador del Universo, libres para empezar a pensar, sentir y vivir el Amor. Cada vez que formulemos en voz alta un pensamiento positivo, estaremos confiriendo a esta fuerza, el triple de su Poder. Estaremos haciendo resonar en cada uno de nuestros cuerpos una vibración capaz de atraer lo mejor, estaremos abriendo una puerta inmensa al Amor del Universo. 31

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Así es que, controlar el uso de nuestras Palabras resulta el método más potente y a la vez sencillo para cambiar toda realidad que nos fastidie. En las Palabras encontramos manifiestos nuestros sentimientos y pensamientos más ocultos, de forma que al oírlos, podemos reconocerlos. Comencemos a tomar conciencia de lo que emerge de nuestra boca, comencemos a contemplar lo que sucede a nuestro alrededor y la relación con lo que diariamente pronunciamos. Observemos especialmente las asociaciones de Palabras como: “me hiciste esto”, “me dicen que tengo que...”. Aquí se nos muestra notoriamente el modo en que nos saboteamos a nosotros mismos de formas repetidas, cómo hacemos a un lado el propio Poder y toda responsabilidad sobre nuestras acciones, sometiéndonos voluntariamente al Poder ajeno. Todo lo que hacemos lo elegimos nosotros mismos, hagamos esa elección en forma conciente o inconsciente, o incluso, sea tomada en un plano de Conciencia Superior de nuestro Ser. Frases como “debería hacer esto”, “tendría que...” están imponiendo un objetivo que no es aceptado por la persona que lo emite. Están hablando de duda ante la capacidad de ejercer aquello que se está mencionando, o bien, una interna necesidad de seguir actuando bajo una visión impuesta por los demás, en lugar de asumir una actitud propia y genuina. Nada de lo que se decide desde la conciencia de lo que se merece, puede contener un “debería”... puesto que YA MISMO estaría siendo reconocido como lo que ES, y por eso se habría vuelto algo INEVITABLE. Examinemos si nuestras motivaciones siguen verdaderamente los conceptos de nuestro Ser, si en verdad asumimos que nuestros objetivos son el reflejo de una Voluntad Auténtica, si la “imposibilidad” que pronunciamos existe realmente afuera, o sólo somos nosotros convenciéndonos de verla. Palabras como “nunca podré...”, “siempre lo mismo”, nos encierran en un marco de negatividad dentro del cual no es posible el crecimiento. Rompamos ese marco con el martillo del control conciente sobre las ideas que estamos expresando. Pero es cierto que, una vez que las reconocemos, no quedamos exentos con sólo reprimirnos y cerrar la boca. Necesitamos ahondar en nosotros mismos y limpiar las pautas que nos alejan de nuestro objetivo hasta que nos veamos totalmente desvinculados de ellas. Para ello podemos contar con asistencia, aunque nadie, ninguna habilidad humana ni Ser de Luz tendrá jamás el poder de interferir con aquello que no estemos dispuestos a soltar. Si deseamos verdaderamente transmutar, nos toca a nosotros tomar el mando y asumir la responsabilidad. Nosotros gobernamos el proceso. Si aceptamos la interacción de nuestros Maestros y Guías de otros planos de conciencia podemos ver resultados rápidos, sorprendentes, maravillosos, más esta es una elección que sólo nosotros podemos tomar, nunca por otros, no funciona para los demás. Pedir por los demás es un acto positivo siempre y cuando se tenga en cuenta que nunca los demás son más importantes que nosotros mismos, y que los resultados que pueda obtener esa persona, dependen de lo que por sí misma resuelva sanar. Jamás nuestra voluntad puede ser hecha sobre otro si ese ser no permite que así sea, así como tampoco nadie puede influenciarnos si no damos cabida al ingreso de ese tipo de energía a través de pensamientos de vibración similar. Recordemos las Leyes de Causa y Efecto y comencemos a contemplar como recibimos la invasión ajena en aquellos puntos en los que nosotros mismos hemos llegado a manipular las acciones de otros. Observémonos. Recapacitemos acerca de nuestro propio Poder para Crear. Comencemos a entender que la Palabra es un Don Divino, y que no debe ser utilizado en forma inconsciente. Comencemos a discernir y seleccionar también aquello que escuchamos. Las Palabras que 32

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aceptamos quedan resonando en nuestra energía, conformando nuestra frecuencia de vibración y por ende, nuestro punto de atracción. Por lo tanto, tomemos en cuenta qué conversaciones, qué discursos, qué canciones dejamos entrar a nuestras vidas. ¿Las que hablan de quejas, de lamentos, de miserias, de dolor…? ¿Las que muestran a los demás como seres capaces de dominar nuestra voluntad, nuestro valor, nuestra alegría (Como muchas de las canciones románticas más mundialmente escuchadas en nuestra época)? Hasta este punto la música, poderoso sonido evocador de estados sublimes, ha sido contaminado con el mal uso de la Palabra, perpetuando realidades de pena, de esclavitud, de desvalorización, de un amor confuso e insano que nada tiene que ver con el amor verdadero y elevado, y el propósito de entablar una relación con otro ser humano… y con eso movilizamos los cuerpos emocionales de grandes masas, de la humanidad entera, hacia la prolongación eterna de la negatividad colectiva. Usemos nuestra inteligencia. Somos capaces de discernir lo que es nocivo, de seleccionar con verdadero amor propio lo que deseamos que nos suceda y lo que no. Limpiemos y desterremos todo lo que nos parezca causante de densidad. Comencemos a aceptarnos como lo que somos: Seres Divinos, y alimentemos ese aspecto: el de nuestra pureza, el de nuestra Divinidad… no el de nuestra destrucción. Si comenzamos a amarnos de verdad, ya nada admitiremos que pueda ocasionarnos daño. El Futuro comienza hoy mismo En este preciso momento estamos sembrando las semillas de nuestro futuro. Hagámoslo en el campo fértil de nuestro Pensamiento, luego de limpiar y remover la tierra de antiguos cultivos. Reguemos con las aguas del Sentimiento puro, cuidemos que surjan los brotes de la Palabra libres de esas plagas que devoran el Amor. De ésta manera nos mantendremos ocupados en la única tarea que merece permanente atención, y que es: nuestro crecimiento. Tomaremos decisiones sobre la marcha, respecto a lo que debamos hacer con esos pequeños retoños de positividad. Si los abandonamos a merced de los vientos y los temporales anímicos, difícilmente sobrevivan; pero si los protegemos, los alimentamos, los estimulamos, con verdadero Amor, con cariño, ellos saldrán a mostrarse a la luz del día. Recuerden que ellos son el alimento de nuestra alma. Permitamos que el fruto de lo positivo se manifieste en nuestra vida, sabiendo que a cada instante tenemos el mismo Poder, la posibilidad de crear o destruir. Cada uno de nuestros pensamientos es la semilla de la cual podremos ver emerger un fruto. De ese fruto volveremos a obtener con el tiempo, una nueva semilla, al avanzar junto con los ciclos en espiral de la vida. Depende de nosotros seleccionar las semillas de las siembras venideras. Si al día de hoy sólo cosechamos frutos amargos, no tenemos por qué resignarnos a seguirlos comiendo ¡Podemos cambiar! Podemos elegir los dulces, los tiernos, los que nos agraden y nos proporcionen saciedad. Podemos elegir pensamientos nutritivos que nos estimulen a continuar nuestro sendero de crecimiento, cada vez más felices y plenos. Tenemos dispuestas delante de nuestros ojos ambas opciones: los frutos de siempre o los desconocidos. De “los de siempre” nos hemos alimentado hasta hoy. De sus semillas sólo brotarán las mismas plantas que ya obtuvimos. De entre los frutos que nunca probamos están también los dulces y los amargos, los que nos alimentan, y los que pueden envenenarnos. Somos libres para elegir cuales probar. Nunca ninguna elección resultará “mala”. Así nos atragantemos con lo que hemos elegido, 33

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habremos adquirido experiencia, habremos aprendido, y después de eso tendremos una noción más clara de hacia dónde queremos dirigirnos. Pero mantengámonos atentos: no esperemos cambios si estamos rehusándonos a cambiar. El cambio siempre implica “arriesgarse”, toparse cara a cara con lo desconocido, atreverse, desafiar. Si consumimos las mismas semillas, no obtendremos sino más de lo mismo. Si iniciamos una nueva siembra estaremos creciendo, aprendiendo, experimentando, explorando el potencial del campo de pruebas que es nuestra vida. No es sencillo salir de lo acostumbrado, pero cambiar por algo mejor vale la pena. Recordemos la sabia frase “Ser feliz es cuestión de coraje” No esperemos a que otros nos digan lo que debemos pensar. Seguir a los demás puede estar bien en un principio, mientras aprendemos a reconocer a nuestra propia guía interna, pero luego, nadie más que nosotros será responsable de lo que nos pueda ocurrir. Nadie puede pensar dentro de nuestra mente, nadie puede ver nuestra experiencia mejor que nosotros mismos. Sólo nosotros sabemos el momento que transitamos y tenemos acceso al conocimiento intuitivo de cuál es nuestro camino. Sólo nosotros podemos sentir el motor interno de nuestro propio Espíritu. No desvaloricemos nuestros Sentimientos. Ellos son a menudo, quienes nos muestran el camino a seguir. Nunca el “sentir” resulta inapropiado, ni se puede tener “demasiada” sensibilidad. Si sentimos cosas que pasan desapercibidas para los demás, es porque el mensaje es para nosotros. No lo neguemos por no contar con apoyo, ni nos fastidiemos porque nadie más puede comprender de lo que hablamos, ni pretendamos que los demás se unan a nuestra visión. Cada ser tiene la sensibilidad propia de sí mismo, porque de esa manera estamos dotados para seguir los faros del propio camino. Cada alma cuenta con un aprendizaje particular que debe ser respetado y reconocido (en primer lugar, por nosotros mismos). No reneguemos de las emociones dolorosas, de los miedos, de las angustias. Estas son la forma en que nuestra alma expresa la necesidad de tomar ciertas decisiones para retornar a la felicidad… porque nadie vino para ser infeliz, ni para vivir una vida de martirios y de quejas constantes. Vinimos a crecer, y eso significa, aprender a salir de esos estados, hacer los cambios necesarios para soltar las circunstancias que nos generan angustia, o miedo, o dolor… y continuar avanzando. El sufrimiento no es un estado merecido por nadie, simplemente es: un mensajero. La felicidad es nuestro estado natural cuando nos encontramos en comunión con nuestro Ser Espiritual. Si no estamos siendo felices ahora mismo, entonces afinemos los oídos y abramos los ojos, prestemos atención. Cualquiera sea el malestar que estemos sintiendo, viene a traernos un mensaje. Pensemos ¿Por qué me siento así? ¿Qué me falta? ¿Qué me sobra? ¿Qué me gustaría tener/ no tener? Este tipo de preguntas pueden marcar el comienzo de una transformación positiva. No es necesario mantener el malestar una vez que reconocimos con qué se relaciona o dónde se origina. Tal vez empecemos a vislumbrar qué es lo que necesitamos hacer para cambiarlo. ¿De qué modo empezaríamos a sentirnos bien, o por lo menos, mejor de lo que estamos ahora? Una vez recibido el mensaje, es muy probable que el malestar por sí mismo deje de existir, salvo que estemos (conciente o inconscientemente) deseando sostenerlo. Por lo tanto, el siguiente paso, es agradecerle su presencia, y luego soltarlo. Es nuestra energía la que nos está hablando a través del dolor físico o del dolor emocional. Si nos irritamos ante la aparición del “síntoma”, estaremos ignorando su verdadero propósito, y negando el cambio. Emitiremos así más energía de negación con lo que el síntoma tenderá a perpetuarse. Será el equivalente a abrirle los brazos a la existencia del mal. En cambio, si contemplamos el malestar y le 34

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agradecemos la señal que nos está brindando, estaremos abriéndonos a nuestro crecimiento y dando un giro a esa energía de negación en la que estábamos atascados. El malestar surge siempre que nos atascamos, que dejamos de crecer, que negamos el Amor que merecemos. La Luz disipa siempre a la oscuridad, por lo que la Luz de nuestro reconocimiento destituirá al mal que hayamos dejado ingresar a nuestro cuerpo. La energía bloqueada o retenida comenzará nuevamente a fluir, elevará su vibración y se llevará a cabo el proceso que denominamos… Transmutación La Transmutación es la polarización de la energía cualificada negativamente hacia la cualificación positiva, y es algo que sólo nosotros podemos hacer. Depende de nuestra elección e intención, por lo que, si no tomamos el control de definir nuestras elecciones concientemente, será nuestro inconciente el que se haga cargo. En nuestro inconciente existen miles de pautas arraigadas, de experiencias antiguas, de alegrías y de sufrimientos vividos que ya no tendrían por qué influenciarnos pero… si no “tomamos el timón” de nuestras elecciones, actualizando las ideas, dándole al inconciente material nuevo sobre el cual actuar, este no hará sino reproducir las mismas escenas que ya posee. De aquí que las mismas personas tiendan siempre a ver reiterados el mismo tipo de “problemas”. Al que le va mal en el aspecto económico tiende siempre a pasar por aprietos, aunque cambie de trabajos o consiga más ingresos. El que sufre a causa de sus relaciones, no hace sino pasar de una relación malograda a otra, y a otra, y a otra más. Muchas personas le atribuyen esto a factores como su “mala suerte”, o incluso su “destino”. Intentan contrarrestar las causas de su problema recurrente acudiendo a terapias, preguntándose qué es lo que anda mal, y concluyendo que son ellos mismos. Lo cierto es que nadie tiene “nada malo” dentro de sí. Lo único “malo” (por así decirlo) es que nunca recibieron la instrucción necesaria para comprender que son ellos quienes deben tomar el mando. Son ellos quienes deben dirigir a su subconsciente, y no al revés. Son ellos quienes deben decidir hacia dónde quieren dirigirse, qué experiencias desean vivir, en lugar de dejarse llevar por la corriente. Porque la corriente de este mundo está un poco contaminada por la negatividad. Todos podemos observarlo a diario: en las noticias, en la televisión, en las conversaciones cotidianas, en las novelas, en las películas… ¿De qué se habla? Se habla de pobreza, de sufrimiento, de peligro, de inseguridad, de violencia… ¿Con qué “nuevas ideas” nos estamos alimentando? Para que se inicie la Transmutación debe ocurrir algo: que tomemos una decisión. Decidamos lo que no nos gusta. Luego preguntémonos ¿Qué es lo que hace que me sienta así? ¿Qué es lo que debo cambiar? Este procedimiento puede tornarse una rutina saludable. En lugar de irnos a dormir preocupados por todo lo que anda mal (con lo que generaremos sueños del mismo tenor y nos levantaremos sin energías e inquietos), podemos hacernos estas preguntas antes de acostarnos. Podemos identificar lo que no queremos, enfocarnos en lo que sí deseamos, plantearnos las preguntas que nos surjan y dejar que los “cómos” se nos revelen en sueños, cuando la mente conciente no esté interfiriendo. De este modo le estaremos dando a nuestro subconsciente un alimento más positivo. La mente nunca deja de trabajar, ni siquiera mientras dormimos. Trabaja elaborando lo que le damos estando en vigilia, toda la información con que la llenamos. Si la llenamos de negatividad, procesará sobre lo negativo. Enviará al cuerpo señales de alarma, de peligro, generará estados de temor, de preocupación. Si en cambio le damos problemas a solucionar, identificando lo que nos gustaría alcanzar, ella continuará con su naturaleza de trabajadora fiel 35

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y constante, sólo que tendrá un objetivo en el que enfocarse. Buscará llegar a él, buscará las distintas formas de obtener lo que le pedimos. La mente conciente le teme al cambio, pues ella se mueve conforme a las bases de estructuras adquiridas. La mente elude todo aquello que pueda sacudir los andamios de su construcción. Es por eso que las respuestas se nos suelen presentar cuando ya no estamos esperando por ellas, cuando estamos distraídos, jugando, u ocupándonos de otras actividades, cuando practicamos deportes o ejercicios de meditación, e incluso cuando estamos dormidos. Con la práctica cada cual descubrirá su propia forma, más algo es seguro: Todos podemos recibir la respuesta de nuestro Ser Espiritual, en cuanto aprendemos a utilizar a la mente como una aliada, una herramienta, y quitamos del medio el temor. No teman. No hay motivos reales para el temor. Nuestro espíritu jamás podrá “imponernos” nada que no queramos, ni nos enviará ideas que no sean para nuestro propio bien. Nuestro Espíritu es una parte de nosotros mismos y desea más que nada nuestro Bienestar. Quiere que triunfemos, que seamos felices, que vivamos la vida sin privaciones de ningún tipo. Nuestro Espíritu es Amor, nos Ama… y lo único que desea es que nos reconozcamos en él, reconozcamos que somos Amor, y asumamos que tenemos al alcance todas las herramientas que necesitamos para tomar nuestra Autoridad natural. La respuesta de nuestro Ser puede aparecérsenos de las maneras más insólitas. Hay quienes dicen “canalizarla”, recibirla como un dictado en palabras; hay quienes despiertan con sus inquietudes solucionadas luego de un sueño revelador, hay a quienes simplemente “se les ocurre”, como una buena idea en un momento de inspiración. Hay quienes oyen “su respuesta” al pasar, en una conversación ajena, o mientras miran la televisión. Algunos tal vez tengan la suerte de que alguien venga directamente y se los diga, o les regalen un libro, o les den un contacto o una dirección, o un dato con el cual ponerse en marcha en busca de esa respuesta solicitada. A nosotros, los humanos, no todo nos resulta fácil. Aunque todos contamos con la guía intuitiva de nuestro Ser, no todos estamos igual de abiertos a escucharla. A veces, para hallar las respuestas que deseamos tenemos que salir a buscarlas… pero eso no significa que no existan. No debemos desconfiar del mensajero… El Cosmos siempre elige el canal correcto para que cada uno tenga acceso a lo que necesita. Una vez hayamos recibido la respuesta a nuestras preguntas sobre cómo cambiar, o qué aspectos son los que necesitan un cambio, o ¿de qué modo comenzamos?, el tiempo que nos lleve el proceso de Transmutación dependerá sólo de nuestra voluntad. Si dudamos y nos echamos para atrás, nos resultará más difícil. Si aceptamos el camino que escogimos, recordamos que nosotros tenemos el mando, y nos entregamos al Poder del Amor del Ser que somos, alcanzaremos lo que deseamos con rapidez. Ese es el Libre Albedrío, la libre elección que todos tenemos acerca del modo de transitar nuestro camino.

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CAPITULO III La elevación de la conciencia

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CAPITULO III La Elevación de la Conciencia

¿Qué es la Conciencia? Hemos mencionado que la Conciencia tiene que ver con el estadio evolutivo por el que pasamos a través de las instancias del aprendizaje. Al hablar de Conciencia hablamos de dimensiones, de niveles diferentes en la escala evolutiva. Un ser evolucionado estará más cerca de la vibración de su Fuente, por lo que su energía resonará en una octava más elevada que la de un ser que aún no ha llegado a ese estado de evolución. Los niveles de Conciencia se refieren a los planos de distinta vibración. Mientras más nos acercamos a la Fuente, más elevada es esa frecuencia; mientras más terrena es la Conciencia, menor es la vibración, más densa la energía, más sólida la materia. Nuestra existencia como humanos no se inició de un día para el otro en la tierra. Nuestra presencia no comenzó con los dolores de parto de nuestra madre, ni siquiera con el óvulo y el espermatozoide en el momento de nuestra concepción. Esta fue sólo la creación de nuestro cuerpo, no la del Ser que Somos, que éramos entonces y que continuamos siendo. Así también se cree que la aparición del ser humano como especie tuvo varios estadios previos, transitando diferentes niveles de Conciencia y ascendiendo a través de ellos. En ese transcurso de eras completas fuimos adquiriendo más Conciencia de nosotros mismos y de nuestra propia espiritualidad. A medida que nos acercamos más al conocimiento de nuestro Espíritu, más sutiles se vuelven nuestros cuerpos y accedemos a un mayor dominio de nuestra energía, adquiriendo mucha mayor eficacia y rapidez en el poder de crear, hacer y deshacer a nuestra Voluntad. Adquirir mayor Conciencia de sí misma es el objetivo de la Fuente. Acercarse más y más a la Conciencia de la Fuente, que es Amor, es a lo que debemos apuntar. La Fuente se gratifica de su enorme potencial y se enriquece con la multiplicidad de experiencias que ha creado. Es tiempo de que acabemos con el experimento en condiciones de ignorancia. Es tiempo de volver a la Verdad, desde las malas interpretaciones y los condicionamientos que nos confinan a desvalorizarnos, a subestimarnos y ceder el poder que poseemos. Hace mucho que como humanidad dejamos de entregarnos a la experiencia del crecimiento, simplemente, olvidamos cuál era nuestro Gran Objetivo: reunirnos con nuestro Ser Espiritual. Si no buscamos nuestro Amor no evolucionamos, nos estancamos en un determinado escalón del cual nos resulta incómodo salir, no cambiamos y (como estamos todos interconectados) no permitimos a otros evolucionar. Durante milenios, el conocimiento adquirido de la mente fue la base de la Conciencia en la Tierra, más ahora se nos presenta una notable oportunidad. Es crucial el cambio. El salto radica en dejar de guiarse por el conocimiento adquirido, dando paso a lo inesperado, abriendo la puerta a las verdades que nos esperan en nuestra realidad Espiritual. Es nuestra Conciencia la que debe despertar a la verdad y dejar de vivir las limitaciones generadas durante un camino de muchos siglos. A menudo nos escabullimos del cambio o del crecimiento temiendo que nos traiga sufrimiento, pero… El crecimiento sólo viene de la mano del dolor cuando nos negamos a abandonar nuestro antiguo estado de Conciencia. Cuando admitimos lo que queremos y nos dejamos llevar hacia eso, no sufrimos: CRECEMOS.

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Nuestras creencias y estructuras mentales constituyen la base de nuestro apego a lo conocido. Quien se niega a aceptar la existencia de algo más, niega su propia existencia en un plano superior, no evoluciona y estanca el rumbo de su Conciencia. El ser humano que reconoce a Dios como Presencia Divina, pero lo aleja de su propio “yo”, proyectándolo fuera, está alejando a su Conciencia de sí mismo y rechazando su Poder para crear su realidad. De ahí que a menudo deba sufrir condiciones impuestas por otros, familiares, amigos, maestros, jefes, gobernantes, que no siempre estarán enfocados en respetar sus necesidades. La persona que se reconoce en su Ser Espiritual comienza a respetarse, a elegir, y entonces Aprende. Nuestro despertar como humanidad depende del salto que comienza a generarse en las Conciencias individuales. Cuando se nos plantea el momento de un cambio, es decir, cuando no estamos conformes con nuestras circunstancias, cuando nos sentimos mal y desoímos el mensaje de nuestra alma por no saberlo interpretar, atraemos sólo más dolor y más pesar. Enferma nuestra alma y más tarde, nuestro cuerpo o nuestra mente, también enferman. Así también enferma el cuerpo de la Tierra. En ella se producen desajustes, algunos capaces de destruir, para transmutar en forma violenta lo que no ha sido cambiado en la Conciencia de la humanidad. La Tierra es un Ser que busca (como todo en la naturaleza) el equilibrio de su vibración, y en este momento necesita dar su propio salto evolutivo, generar sus propios “movimientos”, sus cambios. Como nosotros, necesita acelerar la vibración de su energía, elevar su frecuencia y comenzar a vibrar en sintonía con el Amor. Aquellos entre nosotros que no sepamos acompañar este cambio de la dualidad al Amor, cambiando nosotros mismos, tarde o temprano deberemos dejar este planeta y continuar nuestra evolución de otra manera. Porque todo es Conciencia Divina, al respirar respiramos Conciencia. Cuando negamos la Conciencia Divina en nosotros mismos, contaminamos nuestro aire y contaminamos nuestra Conciencia. Al negar nuestra Conciencia estamos quitando la Esencia que da vida a nuestras células en la perfección de un Universo que se auto-equilibra. Por ello es que nuestras células comienzan a generar desórdenes en su naturaleza, y con ello: enfermedad. La Conciencia es Vida y el grado más alto y provechoso de la Vida se alcanza en el reconocimiento de Dios como un Todo. Y si Dios es Todo, todos somos partes de Dios... al igual que todo en la naturaleza. Somos partes de un Todo de infinita Perfección, partículas Divinas, Seres indispensables para que este “Todo” exista, hermosas manifestaciones de la Fuente. Busquemos nuestra eterna conexión con ella, a través del desarrollo de la Conciencia del Amor. Los Niveles de la Conciencia Nuestra Conciencia nos reúne en grupos de similitud vibratoria, porque en ella resuena todo lo que llegamos a saber acerca de la vida. La Conciencia es como un medidor, un “barómetro” con el que puede registrarse la elevación de cada ser, y en ella se manifiesta no sólo el grado de su actual aprendizaje, sino los escalones que deberá ascender en el siguiente tramo. Los niveles en la Conciencia están marcando determinadas etapas por las que atravesamos gradualmente en el camino de la evolución. Mientras más evolución poseemos, más cerca nos hallamos de la Verdad Espiritual, más “Concientes” de nuestra naturaleza. Llamamos a éste estado el de “mayor Conciencia”, mientras que una conciencia primitiva o poco desarrollada respecto del potencial humano puede verse como una conciencia casi “animal”. No quiero 39

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decir con esto que los animales no sean seres sumamente evolucionados, más sí que desde su forma esencial contienen en éste momento evolutivo, un grado máximo de desarrollo que conforma la base del desarrollo humano. Se cree que todo humano ha pasado antes por diversos estadios animales en la cadena de la evolución, llegando a consustanciarse con las necesidades físicas y biológicas de la vida en un cuerpo. En el siguiente escalón avanzamos hacia el descubrimiento de las necesidades emocionales y afectivas. Al dar el salto hacia la forma de una Conciencia humana, viniendo desde el aprendizaje en la forma animal, trajimos una conciencia muy rudimentaria. Aunque conectada con la tierra y la naturaleza, primaba en nosotros el instinto y las aspiraciones o “deseos de superación” no formaban parte de nuestra existencia. Vivíamos para satisfacer las necesidades físicas, comer, dormir, saciar nuestro sexo, procrear. Aprendimos lo necesario para sustentarnos en el plano físico a través de las diferencias que los humanos impartimos a la naturaleza: aprendimos a trabajar, a utilizar los recursos de la tierra, a crear herramientas y artilugios de los que servirnos para facilitar nuestras tareas. Hicimos uso de nuestro cuerpo sin explorar demasiado las capacidades mentales. La vida corría en un ciclo natural inalterable y nuestro propósito sólo se basaba en subsistir. Aprendimos a defender lo nuestro, y con ello el temor a no ser lo suficientemente fuertes, surgió la violencia. Conocimos nuestra vulnerabilidad y con ello el miedo. Entonces dimos el siguiente paso evolutivo y comenzamos a consustanciarnos con el plano de lo Emocional. Pudiendo reconocer en el otro al aliado o al enemigo, al que pusiera en evidencia nuestra fortaleza o nuestra debilidad, establecimos vínculos, lazos, uniones, basadas en nuestras percepciones emocionales. Comenzamos a disfrutar del contacto con el otro, a querer “ser” para el otro, a querer “dar”, demostrar el afecto y sabernos queridos. Comenzamos a ser devotos del Amor que se perfilaba para nosotros como la necesidad del encuentro con los demás, y entonces buscamos agradar, seducir, provocar la respuesta de aquel que se transformara en objeto de nuestra devoción. Entregamos de nosotros a cambio de aprobación, aprendimos el amor condicionado y las dependencias al tiempo que a reconocer el placer del “dar” y el “compartir”. El “explorar” y el “sentir” nos abrió un universo nuevo y cautivante, y el objeto de vivir se transformó en el de gozar de los placeres sensuales que el cuerpo nos proporcionaba sin ambición alguna de superación espiritual. La unión sexual se tornó un juego para descubrir el propio cuerpo y el del otro, las sensaciones y los sentimientos se buscaron cada vez más intensos. Conocimos el goce amplificado de lo físico aunado a la emoción y aprendimos así a satisfacer nuevas necesidades surgidas de esa unión. Ascendimos un escalón más al encuentro con la Mente Racional. Nos percibíamos llenos de fuerza vital y vigor físico, llenos de sentimientos y pasión emocional... y surgieron las ambiciones, la noción de “Poder”, de sabernos dueños de un cuerpo y de una mente, capaces de interactuar con otros seres, de influenciar en otros seres, de provocar determinadas reacciones y actitudes, de valorarnos, de dominar, o subordinarnos, según estuviésemos o no reconociendo el justo equilibrio de nuestra energía en éste aprendizaje. La mente nos incitó a crecer, a “querer”, a “tener”, a “ser más”. Ser más sabios, ser más grandes, ser más poderosos, ser más queridos, querer mostrarnos, querer destacar. Surgieron las estructuras y los órdenes. Aprendimos a discriminar. Aprendimos la subordinación y el concepto de superioridad, el orgullo y la acumulación. La acumulación de conocimientos en la mente, o de victorias sobre otros, o de bienes y dinero, todo aquello con lo que pudiéramos imponernos sobre los demás para reafirmar el anhelo surgido en los escalones más primitivos, de sortear el miedo a “no ser el más fuerte” o “el más querido”. 40

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Éste es el nivel en el que se encuentra gran parte de la humanidad sobre el Planeta. Un nivel de aprendizaje puramente material y de experimentación de las dimensiones más densas, atrapados en los ciclos que el ego genera como Karma, el mundo de la materia y el mundo astral percibidos desde el temor, la devoción o la sugestión, o desde una negación mental escéptica, dos aspectos del desconocimiento de la Verdad Espiritual. En el Cuarto Nivel recién empezamos a relacionarnos con nuestra dimensión espiritual. Encontramos en el centro de nosotros mismos el contacto con nuestra esencia y comenzamos a comprender el genuino respeto que nos debemos, tanto a nosotros como a los demás. Empezamos a Amarnos, a comprender qué es “amarnos a nosotros mismos” a contemplarnos, a cuestionar el por qué de nuestros actos y experiencias, ya sin culpar o temer a los otros, sino reconociéndonos capaces de maniobrar el rumbo de nuestra vida al comprender nuestras motivaciones internas. En esta etapa es cuando abrimos la puerta al Amor, y comenzamos a sanar cualquier rastro de negatividad que podamos acarrear desde los niveles anteriores: nuestra inseguridad, nuestra desvalorización, nuestros apegos, nuestro temor. Al llegar aquí trascendemos la voluntad inferior de “ser más” para atraer la atención, y ahora hallamos el anhelo genuino del Espíritu, del ser que en verdad somos, de crecer interiormente para evolucionar, para auto-conocernos y poder brindar todo el Amor que sentimos por la vida y el mundo a los demás. Al re-conectarnos con nuestra Esencia descubrimos que vinimos con un propósito, que tenemos algo para dar y nos sentimos valiosos. Este es el nivel en el que se trasciende el karma, puesto que lo comprendemos como a un maestro, un “mapa” de lecciones a seguir. Ahora que somos concientes de nuestra Autoridad, nos tornamos capaces de tomar el mando por nosotros mismos. Ya no necesitamos que se nos diga lo que debemos hacer, podemos elegir lo que preferimos vivir, y las antiguas “escuelas”, como la del karma, ya no nos hacen falta. Al completar el Cuarto ciclo, encontramos el acceso a un plano de vibración más sutil en el que todo aparece comunicado. Ingresamos al Quinto Nivel y a la Conciencia que nos permite el contacto directo con nuestro Ser Espiritual y el universo de lo “no físico”. Podemos reconocer nuestra “Voz Interior”, con lo que nos volvemos más y más coherentes en nuestros actos y expresiones. Unimos nuestras dimensiones superiores con nuestra manifestación física, honrándonos como los seres Divinos que somos y honrando a todo lo que existe. Al abordar nuestra naturaleza interdimensional alcanzamos comprensiones provenientes de otros niveles de sabiduría, como el plano mental superior, y podemos llegar a interpretar o develar mensajes en códigos que entonces se vuelven herramientas para nuestro trabajo: la Palabra, la lectura de Oráculos, la interpretación de Números y Astros entre otras energías que nos alcanzan con su magnetismo, e incluso los descubrimientos matemáticos abstractos, técnicos o científicos tienen que ver con la conquista de este nivel. La conciencia de que no somos sólo un cuerpo físico nos lleva a aprender a prescindir de él, podemos realizar viajes en el tiempo y el espacio sin los límites que supone la materia y la fuerza de la gravedad: aprendemos a trasladarnos a voluntad en nuestro cuerpo etérico. Con el Despertar del Tercer Ojo ingresamos en el Sexto Nivel de la Conciencia terrena. En este punto ya nos reconocemos Dioses y nos sabemos capaces de materializar todos nuestros deseos. Conocemos tanto las leyes de la materia como las del Universo no-físico al que pertenecemos, y con eso reunimos la sabiduría necesaria para generar “milagros”, es decir: realizar cosas que, en los niveles inferiores nos hubieran parecido imposibles. Somos capaces de transmutar todas las vibraciones bajas en Amor incondicional, porque conocemos la magnitud de nuestro ser Completo, y nuestra mente queda libre para expandirse a nuevos planos de percepción. Abarcamos una visión más plena en la que todos nuestros 41

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pensamientos cobran un Poder absoluto. El tiempo y el espacio tridimensionales ya no nos resultan limitantes, pudiendo Crear a Voluntad desde nuestra Conciencia y claridad mental. En el Séptimo Nivel nos fusionamos con el Todo. Ya no existe necesidad, no existe deseo, mucho menos apego, ni juicio, ni pensamiento… simplemente SOMOS lo que somos: Vida, Espíritu, Amor; el éxtasis espiritual dentro de la materia en absoluta perfección, emanando rayos de Iluminación y Sanación, irradiando a todo el planeta y al Universo, pues no existe separación. El ser que observa al mundo ya no existe, lo observado tampoco, todas las formas y las diferencias se disuelven en una percepción constante del Amor más puro y en una insondable unión. Somos el Todo, el infinito, espíritu puro, lo que en verdad somos. Al llegar al Séptimo Nivel alcanzamos el grado de Maestros, culminamos nuestra tarea y nuestro aprendizaje en la Tierra y somos libres de elegir quedarnos o partir hacia nuestra verdadera naturaleza no-física, abandonando la materia. La Evolución Todo ser humano que nace en la Tierra recorre en el lapso de cada vida, éstos estados en reconocimiento del aprendizaje anteriormente adquirido. Es capaz de recordar lo aprendido (en forma de saber intuitivo) allí hasta donde haya llegado, y a partir de entonces comenzar su verdadera evolución. Los niveles por los que asciende la Conciencia humana guardan relación con la acción (en el cuerpo físico) de los siete chakras principales asentados a lo largo de la columna vertebral, por eso es que el cuerpo físico, durante la vida, sigue el mismo patrón de desarrollo que la escala evolutiva de la Conciencia. Durante los primeros siete años de nuestra vida, experimentamos el reconocimiento de nuestro cuerpo, sus necesidades biológicas y la capacidad de auto-sustentarnos. En el periodo que va de los 7 a los 14 se experimenta la relación con los demás a través de los lazos emocionales, la búsqueda de aprobación y el afianzamiento de la propia manifestación emocional, la creatividad, el despertar de la sexualidad y la exploración de los placeres sensuales junto al descubrimiento del sexo opuesto. De los 14 a los 21 el ego se empeña en demostrarse su autosuficiencia, su capacidad de hacer y deshacer a voluntad, la necesidad de identificación con sus pares, de pensar y actuar por sí mismo, y explorar los límites del propio Poder. De los 21 a los 28 se despierta la acción del Cuarto Chakra y con él, el reconocimiento de la propia búsqueda interior, que podrá ser más o menos profunda según el desarrollo que esa alma haya adquirido en períodos anteriores de encarnación. La búsqueda de una relación más estable y genuina con el mundo y con los demás se manifiesta en relaciones más duraderas y comprometidas que las de la adolescencia. Es la etapa en que normalmente se descubren y persiguen los ideales del alma, se reconoce (en forma conciente o inconsciente según sea el grado alcanzado de apertura espiritual) el propio propósito de vida y el servicio que queremos dar a la humanidad. De los 28 a los 35 años, el ser reafirma su voluntad y adquiere la posibilidad de ser coherente en sus pensamientos, sueños, deseos y actos. Tenemos todas las herramientas a la mano para plasmar en la realidad nuestro ideal, y así comenzar a vivir la vida que deseamos llevar. Hemos visto cómo el ser humano avanza a través de lapsos de siete años desde la acción predominante de uno al otro chakra, o nivel de Conciencia; ahora, como para corroborar la sencillez compleja sobre la que está estructurado este mundo, si ahondamos todavía un poco 42

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más, notamos que cada uno de esos “Septenios” evolutivos se divide también en siete periodos menores, de un año cada uno. El mejor ejemplo lo encontramos en la observación de los primeros siete años de la vida. ¿Qué es lo que aprende el bebé desde que nace hasta su primer cumpleaños? A conocer y gobernar su cuerpo: descubre el hambre y la forma de saciarlo, siente sueño, siente dolor, empieza a percibir el mundo que lo rodea a través de sus cinco sentidos físicos, explora su creciente capacidad de emitir sonidos y la fuerza muscular que le lleva a moverse cada vez más libremente, sostenerse en sus dos piernas y caminar: aprende los rasgos básicos de la subsistencia para la vida en la materia. A los dos años el conocimiento del mundo se expande. Lo exploramos con placer, con deleite. El cuerpo ya no es una restricción como en la etapa anterior, y lo disfrutamos. Disfrutamos los nuevos movimientos y la nueva libertad, comenzamos a sentirnos “separados” de los demás, y a buscar el contacto y la aprobación. Todos los objetos están dispuestos allí para nuestra exploración sensual y sensorial, conocemos el “sí” y el “no”, y de pronto la mirada de los adultos se torna algo de importancia crucial. A los tres años, el tercer nivel de Conciencia reafirma la presencia del “Yo”, y surge la posesividad, el deseo de poder, el “lo hago yo solito”, sin conciencia aun de las consecuencias de la propia acción sobre el mundo y los demás. Con los cuatro años comienza el despertar de la compasión, nos preocupa lo que pueda suceder a los otros, somos concientes de la presencia del otro como un ser capaz de sentir y al que podemos influenciar. Es la edad de los “sueños”, de la imaginación y la inspiración. A los cinco ya somos capaces de comunicarnos plenamente sin las limitaciones del lenguaje propias de los años anteriores, y comenzamos la exploración del Quinto Nivel de Conciencia cuando las letras y los números cobran para nosotros un sentido: comprendemos la abstracción y podemos comunicarnos con símbolos. Así continúa nuestro proceso ascendente hasta alcanzar los siete años y luego comienza, nuevamente durante el segundo Septenio, con los cambios de la pubertad que nos hacen tener que volver a reconocer nuestro cuerpo y sus nuevas necesidades (Primer Nivel), los cambios emocionales (Segundo Nivel), intelectuales (Tercer Nivel) y demás. Todos realizamos este recorrido en períodos estimativos de tiempo, pues así es como se va dando el desarrollo físico, más podemos observar que aquellos seres que han encarnado en la Tierra desde estados evolucionados, son fácilmente reconocidos por el perfecto dominio de las energías particulares que despierta cada chakra durante el crecimiento. Quienes traen rasgos aprendidos y dominados en vidas anteriores, no atraviesan grandes dificultades para recordarlos, ni pasan por los altibajos y errores propios del aprendizaje, sino que demuestran un equilibrio y un conocimiento intuitivos sobre los aspectos ya trascendidos. Esto explica el tema tan en boga en la actualidad de los “niños Índigo”. Los “Índigo” son niños que desde pequeños se demuestran sabios. Se destacan por desarrollar una temprana conciencia del otro, un sentimiento de empatía natural con la vida, respetan la naturaleza y se respetan a sí mismos como pocos adultos estamos logrando hacerlo. Tienen un elevado nivel de autoestima, pues saben quiénes son, e incluso, llegan a hablar abiertamente de lo que vinieron a hacer al planeta, de su misión. En ocasiones tienen recuerdos de vidas anteriores, de lo que hacían “cuando eran grandes”, lo que les provee una conciencia de su propia inmortalidad y suelen mostrarse desafiantes ante los límites y el temor. Desde muy chicos son capaces de tomar decisiones, asumir responsabilidades y resolver dilemas. ¿Son superdotados? ¿Son fenómenos? No, simplemente, son almas viejas. Son seres que han ido y vuelto muchas veces; que conocen la vida, y conocen la muerte, y los trucos y engaños de la materia. Vienen con gran parte del aprendizaje resuelto… eso es lo que hace la diferencia con las generaciones más antiguas. Muchos de estos niños, desde sus cortas edades físicas, nos 43

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adelantan en niveles de Conciencia. Aún así, la educación que tradicionalmente estamos impartiendo a las nuevas generaciones no permite que muchos de ellos abran sus Conciencias hacia la superación de sus propias fronteras evolutivas, sino que suele retenerlos en un mismo estadio, coartando su transición. Para estos niños, que nacen preparados para sortear los obstáculos del ego, el camino se entorpece, alcanzando la posibilidad de despertar recién de adolescentes o adultos, cuando la influencia del karma de sus padres deja de retenerlos dentro del círculo del “karma familiar”… o acaban por caer en profundos estados depresivos. Muchos de estos niños nacen con el potencial de la evolución en su energía, pero los malos tratos y heridas sufridas durante el crecimiento alteran el normal funcionamiento de sus chakras en formación, y llegan a la adultez sin haber trascendido debidamente cada etapa de la ascensión de su Conciencia. Allí donde su energía haya sido negada, bloqueada o sobre estimulada, se producirá un desequilibrio y la persona experimentará un retraso que sólo podrá trascender cuando llegue a percatarse de la existencia del mismo con la intención de transmutarlo. La honda sensibilidad de las almas viejas les trae un saber intuitivo, y ellos pueden percibir la oportunidad desperdiciada de su propio estancamiento, unido al de su familia. Muchos niños nacen con niveles de Conciencia superiores a los de sus padres, y eso en condiciones ideales es sumamente positivo: ellos vienen a enseñarles. Tener a un niño “índigo” en el hogar es una verdadera oportunidad de comenzar un camino espiritual, de crecer, de despertar; pero muchos padres no lo comprenden así. Menos aún, el sistema educativo tradicional. Mientras se continúe censurando a los niños, desoyéndolos porque “¿Qué pueden saber?” o “todavía no comprenden”, imponiéndoles las formas de hacer las cosas en lugar de enseñarles a utilizar la inmensa capacidad creativa de sus mentes, privándoles de su libertad y con ello, de todos los dones que traen para obsequiar, el potencial de estos jóvenes hombres y mujeres se verá desaprovechado, y sus ánimos, deprimidos. Un alma vieja que conoce su misión, pierde el sentido de vivir cuando se siente incapaz de llevarla a cabo. Mucho es el trabajo de “limpieza” emocional que debemos realizar los adultos de hoy, que fuimos niños educados en la negación del Amor, para evitar la perpetuación de las mismas estructuras en las generaciones venideras. Si nosotros, como padres, educadores o personas mayores a cargo de la crianza y correcta formación de los niños, elaboramos y “limpiamos” nuestro karma en primer lugar, otorgaremos mayores oportunidades a las nuevas generaciones, de desarrollar su propia evolución sin retenerse en los embrollos de las heridas culturales, sociales y familiares, y permitir que retomen su misión desde jóvenes. Conocer de joven la propia misión es algo fantástico, pues permite, no sólo aprovechar muchos más años de vida en realizarla, sino verdaderamente, disfrutarlos. Quien se aboca por entero a cumplir con su mandato espiritual e interno, no puede otra cosa que ser la persona más feliz del mundo, irradiar y compartir su Felicidad y su Amor. No sólo las almas evolucionadas traen una “misión espiritual”, todos la tenemos. La misión que cada alma viene a realizar está impresa en la Conciencia, sólo nosotros podemos intuirla, nadie más la conocerá, y por eso es que muchas veces la negamos, o dejamos de verla cuando (disconformes con lo que creemos que somos) renegamos de nuestra propia naturaleza. El reconocimiento de la misión individual es como un contrato que firmamos con nosotros mismos al nivel de nuestro Ser Espiritual, más no existe un plazo de tiempo estipulado para que lo cumplamos. Una vez en la Tierra, tenemos libre albedrío, y muchas veces, nos 44

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retrasamos e incluso, morimos sin haberlo cumplido. Lo que de seguro generará una nueva encarnación, nos traerá de nuevo a la Tierra, a completar la tarea. Una vez satisfecho ese contrato, el alma continúa con el siguiente paso, pues según las leyes del Cosmos, en ningún momento se detiene el ritmo de la evolución. “Aprender” el Amor El Amor es lo que alimenta la existencia de cada Ser y es por eso que no debería tener que aprenderse. Cada uno de nosotros es Amor en sí mismo, cada uno de nosotros debería admitir y aprobar lo que es parte fundamental del hecho de “estar vivos”. Cuando hablamos de “aprender a Amar”, por lo general, estamos refiriéndonos al proceso de sanar los engaños en que crecimos (y creímos), y llegar a la comprensión más alta, en la que todo es verdadero Amor en su estado más puro. Aprender a Amar es liberarse del dolor y de las cargas que han dejado las antiguas experiencias, que han tejido en la mente una maraña de compleja confusión y negatividad. Quienes han generado tanta distorsión que han quedado atrapados en esto, no conciben que la vida sea algo de lo que puedan obtener dicha, no comprenden que ellos mismos la eligieron como una gran oportunidad, ni sospechan siquiera la cantidad de Seres que hoy esperan llegar a vivenciar ésta experiencia. No saben que han venido aquí como a una escuela y han olvidado el más importante de los detalles: que tienen todo lo que les hace falta para aprender, y cuando ya no queden más lecciones, egresarán. Se elevarán como “graduados” de la Tierra a asistir y a crecer en otras áreas de la existencia. Los seres humanos hemos olvidado nuestra importancia. Desconectados de nuestro centro de pureza y bondad, creemos que somos lo que no somos. Nos menospreciamos, nos maltratamos, nos adormecemos, nos suicidamos. Hacemos daño a otros sin darnos cuenta de que nos lo hacemos a nosotros mismos. Cuando le quitamos la vida a los demás, estamos desperdiciando nuestra propia vida, y nuestra tan deseada oportunidad. Es por eso que se dice que la humanidad debe “Aprender a Amar”, aunque en realidad, sólo sería: recordarlo. Recordar que más allá de las apariencias somos seres puros, de infinito Amor. Somos seres espirituales, viviendo una ficción momentánea, como los actores de una película, representando una ilusión. Estamos aquí para jugar ¡No para creernos nuestro “rol”! Ahora mismo estamos siendo ese enorme centro de Pureza, y Sabiduría, y Amor absolutos dominando por encima de la gran farsa de este mundo tridimensional y riéndose, como quien observa a un niño jugar, de lo que creemos y creamos. ¡Somos ese Ser ahora mismo, en este momento! Aunque no alcancemos a percibirlo. Para recuperar nuestra identidad, para re-ligarnos con Él, lo único que nos resta hacer, es elevar nuestra Conciencia, cambiando nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y acciones por otros, más acordes a nuestra esencia, más positivos. Elevando el nivel de nuestra Conciencia ascendemos también nuestra vibración, e integramos en nosotros más y más de las cualidades del Ser Perfecto que somos. Pero para eso debemos sanar las heridas del alma, hasta llegar a percibir que merecemos el Bien, que somos dichosos, amorosos, poderosos. Esa es la única tarea, la única misión que nos compete a todos, más allá de las diferencias individuales; lo único verdaderamente importante durante nuestra estancia en la Tierra es Crecer y superarnos, por sobre la limitación humana, reconociendo nuestra esencia; porque somos “Hijos de Dios”, Seres de Luz que hemos olvidado nuestra naturaleza y debemos aprender a recordarla. 45

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¿Cómo “recordar” nuestra naturaleza? ¿Cómo recordar nuestra naturaleza? Es sencillo: probándonos, explorándonos, conociéndonos a nosotros mismos. Nadie más podrá decirnos eso, será algo que descubriremos, que revelaremos y que sabremos en el momento oportuno. Dentro de nosotros existe la Fuente de toda la Verdad. Sólo nosotros tenemos la oportunidad de aprender el camino de regreso al hogar espiritual, y ese camino es único. Nadie, ningún otro ser humano, lo podrá reproducir jamás. Nuestro camino se nos revela sólo a nosotros, a cada instante de nuestra vida, y lo único que debemos hacer es: mantenernos atentos. Estar alertas, despiertos, reflexivos, receptivos y en paz, para oír como resuena dentro de nuestra alma cada verdad, y entonces, despojarnos de la duda. Los tiempos de confusión sólo están para mostrarnos la existencia de una verdad diferente a la que conocíamos. Los tiempos de dolor, para enseñarnos el camino a la Alegría. Los tiempos de ira para que aprendamos el Perdón, Los tiempos de ansiedad para superar la limitación, Los tiempos de espera para que podamos comprobar todo lo que nos queda por aprender antes de continuar avanzando. Todo está aquí, revelándonos algo… y si nos mantenemos atentos a eso, ya estaremos “recordando”. ¿Cómo llegar a ser “Dioses” en la Tierra? Igual que siempre lo hicimos, sólo que con mayor Conciencia. Respetar a nuestra Divinidad no es algo que implique un esfuerzo supremo, no más del que ponemos en movimiento para subsistir cada día. Respetar nuestra Divinidad es elegir el bien y el amor en lugar de la lucha y el sufrimiento. ¿Qué tú no lo eliges? En realidad, lo estás haciendo. Lo hacemos a cada instante, cuando decimos “no puedo”, “no valgo”, “es mucho para mí”, “no lo merezco”. Lo reforzamos cada vez que nos dejamos llevar por lo que dicen los demás, o intentamos imponer el control desde nuestra personalidad sobre los otros o sobre nuestras experiencias. Respetar nuestra Divinidad es admitir que una Conciencia Superior está obrando a través nuestro y, simplemente, dejarla fluir. Es aceptar que todo tiene un orden en el Universo, y que todo lo que nos llega, es por Bien, ya sea un premio, una recompensa, la oportunidad de crecer cambiando una situación molesta, o de aceptar la verdad de la propia esencia por sobre todo lo demás. Ser “Dioses” en la Tierra implica ser Todopoderosos, Verdaderos Seres de Amor, puesto que el Amor es el Mayor Poder de la Creación. Para ello debemos vernos puros, de mente y corazón, entregando siempre nuestros actos al Mayor Bien, afirmando que sea la Voluntad del Amor para todo el Universo y dándonos cada día, más y más Amor. Veremos que nuestros pensamientos y sentimientos impuros sólo nos rodeaban de más impureza, mientras que nuestros pensamientos y sentimientos puros sólo atraerán Amor. Así, aprendiendo a dominar nuestros pensamientos, llegaremos a desplegar el completo potencial de los Dioses en la Tierra que ya somos.

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CAPITULO IV La Vida en un Cuerpo

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CAPITULO IV La Vida en un Cuerpo

La Experiencia en la Materia Vivir en un cuerpo de materia es lo que pedimos para nutrir a nuestro Ser Espiritual de nuevas experiencias. En cada vida, recibimos un cuerpo desde el cual vivenciar y explorar un particular camino de crecimiento. El crecimiento es individual, como lo son los cuerpos: cada uno, una única y compleja combinación de características. Cada cual nace a la vida física con aquellas condiciones que su alma ha requerido para evolucionar. Ya sea que necesitemos aprender a aceptarnos en esos aspectos en los que nos reconocemos “diferentes”, ya sea que necesitemos comprendernos “iguales” a los demás desde otros aspectos más espirituales que físicos, aprender a cuidarnos, respetarnos, entender los mensajes de nuestro cuerpo como demandas sutiles de nuestro Ser Interno. Los problemas en el cuerpo son en realidad, problemas en el alma. Es el Alma la que está sufriendo algún tipo de negación, alguna desconexión. Entonces, en respuesta, como una extensión de ella, el cuerpo enferma. Así, la experiencia física de la limitación, del sufrimiento, del dolor, ayudan a la persona a ceder la necesidad del ego de controlar la situación a su manera, de desear que todo sea distinto, de resistirse y de luchar. La persona que atraviesa un período intenso de enfermedad, acaba por entregarse a la búsqueda de nuevas posibilidades y es probable que durante esa búsqueda, pueda reconocer la voz de su Ser que, desde el silencio, le revela las respuestas, las razones del proceso, y los cambios que debe hacer para que la armonía del Ser Superior comience a reflejarse en su cuerpo. La desarmonía del cuerpo es desarmonía del Alma. En el plano del Ser Superior, todo es perfección y armonía, pero nosotros hemos venido a aprender a generar ese estado de Perfección en la materia. Por eso necesitamos nuestros cuerpos, limpios y sanos. Por eso necesitamos brindarle amor y cuidados. Nuestro cuerpo es la manifestación de lo que somos, es una parte importantísima de nuestra experiencia. Brindar amor a nuestro cuerpo es amarnos, y alentarnos para poder avanzar hacia otros estados más espirituales de Conciencia. Quien niega su cuerpo está desperdiciando la oportunidad que eligió para crecer. Al ver la imperfección en su cuerpo lo desvaloriza y desvaloriza con eso a todo su Ser. Entonces somete a su cuerpo y se somete a maltratos, a excesos, a carencias, a adicciones, a hábitos nocivos, a situaciones que no hacen más que mantenerlo en ese mismo estado de negación. Esa persona debe aprender a ver que no está ahí lo que está buscando, que su ansiedad no se sacia al consumir alimentos, sustancias o rutinas... que su necesidad es de Paz, que su ansia es de Amor. Y ese Amor sólo puede encontrarlo en el contacto íntimo con su Ser Interior. Quien sobreestima su propia existencia dentro de un cuerpo, al punto de creer que sólo lo que se ve de él importa, debe aprender a mirar hacia adentro, a percibirse fuera de una apariencia, porque la asociación de la Conciencia con las apariencias externas es sólo una breve instancia en la evolución, es apego, y para continuar creciendo, las apariencias y los apegos son cosas que se deben trascender, superar hacia aspectos existenciales cada vez más sutiles, cada vez más hondos, cada vez más amplios. El cuerpo es algo momentáneo, todo lo físico alguna vez termina. Tenemos un cuerpo para 48

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poder vivir una experiencia temporal. ¡Disfrutemos lo que hemos creado para nosotros, lo que elegimos, y que es único en el Universo! Únicamente nosotros podemos percibir la existencia dentro de las condiciones de este único cuerpo. Merecemos las bondades que trajimos. Merecemos también, los defectos o limitaciones, porque son esas las oportunidades que tenemos para aprender a amarnos más. Visto de este modo, son de verdad, Bendiciones. Nuestros “defectos” son las formas en que elegimos crecer a través de nuestro destino personal. A medida que elevemos nuestra Alma al encuentro con la Verdad del Espíritu, se nos irán revelando las razones ocultas o misteriosas del gran juego que vivimos, y entonces, mientras más comprendamos, más y más nos amaremos. Amemos nuestro cuerpo con verdadero Amor y sin apego, porque es el vehículo en el que se mueve el Espíritu. Es la forma en la que nuestro Dios individual se expresa en la materia. Mantengámoslos sanos, limpios, protegidos del daño de la maldad interna, la de nuestros pensamientos y emisiones de desamor, de desarmonía, de crueldad. Oigamos sus llamados en lugar de desoírlos. Abrámonos a entender que es nuestro Ser espiritual el que nos está haciendo un pedido a través del malestar físico. Si sentimos o vivimos en desarmonía en la materia, es porque en algún punto nos estamos negando el Amor que desciende abundantemente desde nuestro ser Superior. Debemos estar abiertos y serenos para recibirlo, porque es ese Amor el que puede sanar cualquier desequilibrio. Luego, nuestro ambiente, nuestra casa, nuestras relaciones, nuestro trabajo, nuestra situación económica y financiera… todo aquello que conforme nuestro mundo material, estará también relacionado con la afluencia de ese Amor espiritual y la forma en que lo dejemos actuar en cada aspecto de la vida. Quizás, hayamos concebido la idea de que ser “espirituales” es negar la materia. Pues somos seres espirituales viviendo en un mundo material, que sin ir más lejos, es también energía, es decir: espíritu. Necesitamos de la materia para desarrollar el máximo esta experiencia espiritual, que es vivir en la Tierra. Cuando nuestras necesidades materiales no se encuentran en primer lugar cubiertas, no podemos dedicarnos a cumplir la misión espiritual por la que vinimos, ni mucho menos, dedicar tiempo a elevarnos en espíritu. Tal vez, en cambio, sintamos que somos sólo materia, y necesitemos conectar con la realidad espiritual para despertar a la Verdad. Ninguno de los dos extremos refleja un punto de equilibrio. Durante la existencia en la Tierra, el Espíritu no crece sin la Materia. Durante la existencia en la Materia, el Espíritu no crece si la persona no reconoce su naturaleza espiritual. La materia nos permite desarrollar un crecimiento único en el Universo. La experiencia en las dimensiones de vibración más densa es una escuela, que permite percibir cada sensación por separado. En las dimensiones más sutiles, esto no existe, todo es abstracto, todo está unido. Cuando estamos dentro de un cuerpo podemos apreciar la diferencia entre una emoción y un pensamiento, entre un sonido y un aroma, o un sabor. Podemos tocar la superficie de las cosas, tocar a otros seres, sentir y compartir las sensaciones de estar en contacto con otra alma y la expresión de su energía vital. Aunque todos los Seres del Universo provengamos de la misma Fuente, del mismo Amor Creador, no todos han tenido alguna vez ésta oportunidad, algunos nunca serán humanos. Algunos nunca experimentarán la encarnación en un cuerpo material. Lo que estamos viviendo hoy, es un Don, un regalo del Universo. Pedimos esta experiencia, vinimos por propia voluntad, nada ni nadie nos obligó a nacer, a crecer en un cuerpo, a desarrollar un ego. Lo pedimos. Y sin embargo, estando aquí, renegamos. Renegar de lo que 49

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nos toca vivir, es renegar de nuestra más alta y profunda verdad, es ponernos en contra de nosotros mismos, y también, “trabar” el curso del amor espiritual que nos permite modificar cada cosa que nos desagrada de nuestra vida. Como seres perfectos y espirituales, no tenemos por qué “soportar” circunstancias que nos resultan tediosas o negativas, pero renegando de ellas, no cambiamos ni aprendemos nada. No creamos este cuerpo ni esta realidad desde el ego, lo hicimos desde el espíritu. La forma de modificar lo que sea que deseemos modificar, se encuentra en ese preciso lugar. Debemos reconocer el inmenso Poder Espiritual que tenemos, el Amor con que nos hemos construido un cuerpo perfecto y acorde a lo que en esta encarnación debemos trabajar. Debemos reconocernos dignos de habitar en este cuerpo, pues lo elegimos, como quien elige una nueva casa para que sea su morada durante un tiempo. Nuestro cuerpo es la morada, el refugio transitorio y el templo de nuestro Espíritu. Llegar al Espíritu a través del cuerpo es lo que vinimos a aprender. El cuerpo está hecho y preparado para eso. Él nos responde, es un aliado en nuestro camino particular, el mensajero de la voz del alma, el vehículo de expresión de nuestro Ser Espiritual. Mientras estemos en la Tierra, necesitaremos un cuerpo. Si renegamos de él, deberemos volver, una y otra vez, para aprender el Amor que nos negamos en este tiempo. Cada vez que nos desaprobamos, o nos desvalorizamos, o criticamos, estamos generando un karma de negación hacia nosotros mismos. Bendice a tu cuerpo como un templo de Dios, y no te creas “Dios” por habitar un cuerpo con determinadas condiciones o virtudes… lo que conduce al apego no es Amor, el Amor es la belleza interior que te permite comprender la belleza única que existe en cada persona y en cada aspecto de la creación. Nunca es poco. Nunca es demasiado. Lo que trajimos es parte de nuestro historial genético, más es también, el resultado de nuestras elecciones kármicas. Al momento de encarnar, nosotros elegimos la forma y el lugar, para cumplir con una tarea determinada, para equilibrar una deuda, para explorar, aprender y evolucionar. El Mayor Amor Espiritual nos guió en ese proceso. Elegimos una pareja de padres cuya vibración coincidiera con aquello que queríamos trabajar. Tuvimos un encuentro kármico con ellos y con el lugar de nuestro nacimiento, con la historia del país, ciudad, o pueblo; con la cultura, la sociedad, la gente, las costumbres y los sucesos del momento… así como con las células, los átomos, las moléculas y la información genética del ADN que conformó nuestro cuerpo. Los cromosomas de nuestros padres se mezclaron y allí nos dirigimos con nuestra propia carga de energía, disponiendo de aquellos códigos genéticos que nos resultaran favorables para nuestra nueva “misión”. Programamos nuestro propio ADN. De este modo tuvo lugar nuestra gestación y el renacimiento de nuestra Esencia en la materia. El Amor que nos invitó a venir, es el mismo Amor que en cada día de nuestras vidas nos insta a dar un paso más, para continuar evolucionando, cambiando y recorriendo nuestro camino individual. ¿Por qué necesitamos un cuerpo físico? Habitar un mundo físico fue nuestra elección hace miles, millones de años de la Tierra. Nuestro planeta surgió de esta elección. Él también es Conciencia inteligente, un Ser Espiritual de inmensa perfección. La Conciencia a la que nosotros llamamos “Tierra” unificó y reunió mucha energía, que fue poco a poco densificada, solidificada, bajada de frecuencia vibratoria hasta alcanzar el estado actual, sus múltiples capas de elementos sólidos, gaseosos y fluidos, fríos y candentes, hasta su núcleo central, principal punto energético, análogo al 50

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Corazón del ser humano: el Corazón del Planeta, su conexión con su Esencia Espiritual. Así como nosotros, el Ser “Tierra” se formó un cuerpo físico apropiado a su misión, capaz de mantenerse, sustentarse, armonizarse, evolucionar y regenerarse constantemente; capaz de albergar a otros seres para quien destinaría su servicio de Amor. Así mismo el Ser Tierra necesitó de un “aura” o cuerpo energético, y un circuito de circulación de la energía con “asientos” en los focos importantes, al igual que nosotros y los chakras de nuestro cuerpo. Llegamos nosotros y unimos nuestra Conciencia a la de la Tierra. Estuvimos de acuerdo en bajar nuestra propia frecuencia y observar los cambios de ese proceso. Proyectamos nuestra energía sobre la del planeta, la “anclamos” a él, al centro de su “Corazón”, y entonces, unidos a nuestro propia Fuente Espiritual y a la de la Tierra como a una Madre que nos prestara su vientre, conseguimos envolvernos en un cuerpo. Un cuerpo sólido, hecho de la materia de nuestro planeta Madre, para poder interactuar con él, recorrerlo, y permanecer sobre su faz; y uno sutil, energético con el cual mantener la conexión suprema con nuestro origen cósmico, la semilla de vida de nuestro Padre Espiritual. De esta forma iniciamos el juego. De esta forma quedamos construidos como hoy nos conocemos, asumimos nuestro compromiso con la materia, y nuestro contrato con el planeta Tierra en el proyecto común de la evolución. El Plan Divino que juntos establecimos, fue que cada ser pudiera reconocer su Divinidad dentro de la Materia, sortear los obstáculos de su visión distorsionada y las propias creaciones, y comenzar a ver la Verdad oculta detrás de tanta apariencia. El Plan Divino establece que cada alma se debe a sí misma éste reconocimiento y a través de él, el reconocimiento de su unión con el Todo, con sus hermanos espirituales y físicos, y con el hermano Ser Tierra. La experiencia en un cuerpo supone de nuestra parte un enorme Poder, es un hecho notable. Esta obra nos ha requerido (y nos requiere día a día) una capacidad extraordinaria de maniobrar las energías, es el resultado digno de inmensos Seres Ilimitados jugando a conocer lo ilimitado de su Poder. Inmensos Seres de Amor purísimo, aprendiendo a través de nuevas maneras, buscando siempre nuevos desafíos, y planteándonos obstáculos y problemas, porque (al nivel del Ser Espiritual) sabemos que poseemos las respuestas. Y sí, las poseemos. Supimos, al decidir venir a la Tierra, que podríamos revertir este experimento cuando quisiéramos. Todavía conservamos ese Poder, que es nuestro, sólo que lo hemos olvidado con la educación recibida, el paso del tiempo y los ciclos del karma. El descenso vibratorio produjo que no pudiéramos sostener pleno contacto con la finísima y sutil frecuencia de la Sabiduría Superior, pero ella está allí, y continúa ligada a nosotros a través del conducto energético llamado Cordón de Oro. Desde allí recibimos un torrente generosísimo de energía. Energía que es Luz, Paz, Armonía, Abundancia, Vida, Perfección, Belleza, Salud. Energía que es Espíritu, Alma, Mente y Cuerpo físico. Energía que es Todo lo que Es, y es Amor. Ese mismo Amor es lo que somos. Hijos del Amor y la Conciencia de la Fuente, Hijos del Amor y del vientre de la Tierra, múltiples, únicas y eternas manifestaciones del Amor. Nutrir al Ser en la Materia Uno de los principales factores que nos impide el acceso a las frecuencias más elevadas, y con eso a las Verdades y conocimiento ocultos en nuestra propia alma, es la extrema densidad de nuestro cuerpo físico. El cuerpo físico necesita estar en equilibrio para permitir que nuestra mente “despegue” hacia las alturas de una realidad más sutil. Sólo un cuerpo físico equilibrado dejará fluir las energías a través de todos los centros y alimentará cada aspecto de 51

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la expresión del ser terrenal. El tema es, que en nuestra actual cultura, jamás se nos mencionó esto. Crecimos con costumbres y rutinas desequilibradas, consumiendo alimentos y sustancias sólo por satisfacer un placer sensual, y desoyendo las necesidades reales que nos expresa nuestro Ser Espiritual a través de nuestro Cuerpo. Nuestro cuerpo es sabio, como lo somos nosotros mismos (sólo que no estamos acostumbrados a percibirlo) Nuestro cuerpo sabe lo que necesita para mantener su equilibrio y su óptimo funcionamiento. Por eso, cuando iniciamos una búsqueda espiritual, es frecuente que de pronto, cambiemos nuestros gustos y rutinas. Nuestras preferencias se tornan de repente, hacia alimentos y horarios más “naturales”, y cosas por las que antiguamente “moríamos” de deseos nos empiezan a resultar vacías y banales. Para entrar en contacto con nuestro Ser Espiritual, debemos depurarnos, para permitir que nuestros cuerpos (físicos y etéricos) vibren en equilibrio. Cuando sientas que necesitas un grado más sutil que el de la materia para integrarte a tu Voz Interior, cuida tu cuerpo. Cuidar el cuerpo es: obedecer siempre a la intuición en lo referente a lo que necesitamos, no cargarlo con “suciedad” innecesaria, es decir: no consumir sustancias nocivas, productos elaborados con químicos, venenos, pesticidas, tecnología que manipula y transforma la naturaleza perfecta del ser que se está ofreciendo para nuestra nutrición. Pensemos en los alimentos como Seres que colaboran en nuestra evolución. Los seres de carne, los seres vegetales, los seres minerales, todos ellos acompañan nuestro camino, son hermanos que brindan su Servicio de Amor, para que nuestra experiencia de Vida continúe en el planeta. Al dañar sus cualidades, dañamos el equilibrio que la naturaleza, en su sabiduría, nos ofrenda para que mantengamos nuestro propio equilibrio. Cuando consumimos animales criados y sacrificados con dolor, nos cargamos con la vibración del dolor impresa en la carne. Cuando, en nuestra ignorancia, dañamos a la Tierra y a sus Hijos, nos dañamos a nosotros mismos. Cuando negamos la Perfección de la Naturaleza, estamos negando nuestra propia Perfección. Lo mejor es ingerir de todo aquello que nos haga falta, siguiendo los ritmos y mensajes de nuestro cuerpo. Cada una de nuestras células se compone de la misma Esencia Divina Inteligente con la que está conformada la naturaleza a nuestro alrededor, ellas saben cómo equilibrar su vibración para acompañar los procesos del alma hacia el encuentro con el Espíritu. Consumir carnes es atrasar el proceso evolutivo, pues un ser vivo debió sufrir para que nosotros pudiéramos alimentarnos. Al consumirlo, estamos ingiriendo células muertas, materia en descomposición y energía viva: las vibraciones densas del sacrificio y del dolor del animal, que continúan resonando en su cuerpo después de muerto. Una dieta libre de carnes sutiliza el cuerpo, liberándolo de las toxinas que provocan la distorsión de nuestros propios campos de energía. Las personas que basan su alimentación en las carnes poseen en sí mismas una frecuencia más densa, tornando su comportamiento hacia la negación del espíritu, de la fuerza bruta irracional, de la violencia. El consumo de carnes nos fue muy necesario en tiempos en los que debíamos hacer uso de nuestra fuerza física para asegurar la supervivencia, pero los tiempos han cambiado, y ya no se hace necesario tanto acopio de grasas y proteínas, útiles cuando debíamos enfrentarnos a climas extremos y a una vida en la intemperie. Sin embargo, hay ocasiones en las que nuestro cuerpo nos pedirá la ingesta de ciertas dosis de carne en nuestras comidas, y esto se debe a que necesitamos aun una determinada “densidad” para mantenernos unidos a nuestra naturaleza “animal” y enfrentar los aprendizajes de la vida material. El ser que se sutiliza en demasía puede perder conexión con la Tierra y dejar de tener en cuenta para qué decidió encarnar. Cuando nos “sutilizamos” en demasía, es decir, cuando no mantenemos la adecuada conexión 52

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con nuestra naturaleza física, llegamos a sentirnos “como en otra parte”, fuera de nuestro cuerpo y nuestra conciencia, sin presencia, como volátiles, sin poder ni fuerzas, y desatentos a las cosas que debemos hacer. Recuerden que somos Cielo Y Tierra funcionando unidos, necesitamos siempre mantener un equilibrio, pues estamos aquí para hacer algo, y sin el adecuado asentamiento físico, el Espíritu se encuentra imposibilitado de accionar en el plano material. Nuestra alimentación no debería transformarse en un dilema. Puede que muchos lo vean así, pues nos hemos condicionado durante años. Ya difícilmente seguimos las normas de nuestro cuerpo, sino que comemos cuando lo indican los horarios; ya no ingerimos lo que nos pide el organismo, pues nos hemos hecho estructuras y costumbres sobre lo que “nos gusta”, “lo que cuesta”, el tiempo que lleva prepararlo, o lo que debemos comer. Nos sometemos a regímenes y dietas elaboradas, pautadas, restringidas y… ¿Creen que de esa forma podemos alcanzar la armonía? Mientras restrinjamos las demandas de nuestro cuerpo, lo estaremos haciendo con las de Nuestro Ser. Muchos hay que comen compulsivamente, otros en cambio, dejan de comer… estos son dos extremos del mismo desequilibrio, en realidad, lo que están repudiando es a la Materia. Desprecian su existencia o temen vivirla, y no quieren oír lo que esta les indica a través de su cuerpo físico. Han olvidado que poseen un cuerpo inteligente, una maquinaria perfecta capaz de balancearse y regenerarse a sí misma, en un biorritmo de total equilibrio, con la Tierra y con el Espíritu. Debemos “escuchar” lo que nuestros cuerpos tienen para decirnos. Cuando nos piden carne, necesitamos cimentarnos, anclarnos y aceptar la unión con la materia. Cuando nos piden lácteos, necesitamos recordar nuestra naturaleza como mamíferos, el amoroso contacto entre la madre y el hijo del período de la lactancia, sabernos “cuidados” y contenidos; descubrir la forma en que se nos brinda lo necesario para alcanzar nuestra firmeza y solidez, y continuar creciendo. Consumir lácteos indica la necesidad de conectar con el propio Amor y el de la Madre Tierra, nuestra “receptividad” al sustento ofrecido por el Universo. Los vegetales abren la puerta hacia un mundo más sutil, ellos toman su alimento directamente de la Tierra, sus raíces se sumergen en ella y sus hojas reciben la energía del Sol. Basar la alimentación en el reino vegetal permite el acceso a una vida más sana, libre de las cargas del dolor y de la sangre, nutriéndonos de la Fuente. Aprendiendo el equilibrio en la alimentación, ayudamos a lograr el equilibrio interno. Sólo en el reino vegetal encontramos todos los nutrientes que podemos necesitar, pero debemos consumir en una justa proporción, tanto los que crecen debajo de la Tierra, como los que existen sobre ella. Así conjugamos ambas dimensiones de nuestro ser: la “interna” y la “externa”, la oculta y la que se manifiesta, la profunda y la elevada, la Tierra y el Cielo, nuestra propia naturaleza. De entre los vegetales, los frutos son los que más propician la elevación de las frecuencias energéticas, pues al consumirlos quedan las semillas, que vuelven a recomenzar el ciclo. No es necesario que la planta muera para que podamos obtener el alimento. La naturaleza es simple, y nos revela sus secretos de la misma manera. Así, podemos ir entablando el diálogo con nuestro cuerpo, comprendiendo sus deseos y necesidades y cocreando con nuestra materia. Poco a poco, nos iremos haciendo más sensibles a los cambios de nuestro estado energético en relación con los alimentos que demanda nuestro cuerpo a cada momento. Elegir lo que nos viene bien en determinada circunstancia, sin despreciar nada de lo que la 53

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naturaleza nos ofrece tan generosamente, es asumir la Abundancia y la Diversidad que, como partes de la misma, también merecemos. Promover la búsqueda de una alimentación sana no requiere denigrar o despreciar aquello que para otros puede resultar de utilidad. Encontrar el ritmo individual y el contacto interno sin juzgar el de los demás, es encontrarnos en el respeto a la Libre Voluntad que todos tenemos. A medida que el proceso de nuestra evolución requiera una menor densidad en la sustancia de nuestro cuerpo, notaremos como nuestra necesidad biológica de nutrición tenderá por sí sola a ser vegetariana. Preferiremos los sabores suaves, naturales y “sutiles”, a los artificiales, muy condimentados, fuertes o picantes que implican una sobre-estimulación de los sentidos, y aumentaremos el consumo de agua limpia, clara, natural y sin aditivos, facilitando la purificación. El hábito de ingerir líquidos compuestos por jarabes y glucosa es en éste proceso un hábito nocivo. Le damos al cuerpo más trabajo de lo normal, para separar las raciones de agua de los alimentos, azúcares y toxinas. Aumentarle el esfuerzo al cuerpo a costa de satisfacer el placer del paladar… equivale a saborear el esfuerzo. Y la energía malgastada en estos procesos, es energía que se desperdicia. Cuando buscamos limpiarnos por dentro, lo mejor es beber agua limpia. Las cosas, así como fueron creadas sobre la Tierra, contienen en sí mismas un estado de Perfección inmaculada. Bebamos la generosidad y la pureza de la Tierra. Obedezcamos a nuestro cuerpo como vehículo de la expresión de nuestro Espíritu. Es él quien nos está preparando y equilibrando siempre, para cada nueva etapa, para cada nuevo proceso de crecimiento. El compromiso con la Materia Desde el instante en que decidimos formar parte de esta realidad física, admitimos un “compromiso” con la materia. Nuestro cuerpo se compone de las sustancias planetarias, y a ellas retroalimentamos con nuestra acción sobre el planeta. Cada uno de nuestros pensamientos y sentimientos, es energía que ponemos en movimiento, con la que entramos en contacto con todo el Universo, energía capaz de generar materia. Lo que hacemos a nuestros cuerpos, se lo hacemos a la Tierra. La energía que destinamos a nuestras emociones y pensamientos, la que acumulamos en las células de nuestro cuerpo, son emanaciones que circulan en ciertas frecuencias afines a nuestro modo habitual de sentir y de pensar, como corrientes de luz o de oscuridad. Estas “corrientes” se juntan y adhieren a otras similares que rondan el planeta, creaciones de otros seres humanos que están atravesando (o atravesaron alguna vez) sensaciones similares. Cuando nos aferramos al dolor, cuando volvemos una y otra vez a las circunstancias de un pasado aun sin sanar, cuando generamos pensamientos y sentimientos que van en contra del orden natural, cuando nos desvalorizamos, cuando nos auto-destruimos, cuando nos sentimos “sin salida”, “encerrados”, limitados por nuestro cuerpo, sin conocimiento de nuestra verdad espiritual; no nos damos cuenta de lo que estamos produciendo: estamos multiplicando nuestra negatividad, estamos empeorando nuestro estado. Emitimos una emoción, la sostenemos con la suficiente convicción, y al instante siguiente, no estamos sintiendo sólo lo que nosotros proyectamos, sino que comenzamos a vibrar con el mismo sentimiento generado por todos los seres que en la historia de la humanidad, en todos los rincones del planeta, hayan coincidido en esa frecuencia. Porque la energía atrae y adhiere aquello que es similar, la energía va y vuelve, y en su regreso trae consigo a sus “amigos” nuevos: aquellas vibraciones que resuenan en simpatía con su frecuencia particular. Quien pone en funcionamiento el mecanismo pronto se ve como el centro de un tremendo embrollo 54

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energético, que puede resultarle negativo o positivo, según sea el sentimiento que puso a funcionar. Quien acostumbra preocuparse, quejarse o pensar en negativo, estará generando un círculo de negatividad cada vez más grande, y no sólo para sí. Su energía viajará por el mundo y en cada vuelta, encontrará nuevos “amigos” para su furia, su angustia, su temor, su pesar, su desesperación. Habrá vibrado en simpatía con miles de personas que pensaban igual, se habrá sumado a ellos, habrá agigantado su propio problema con energías ajenas, a la vez que aumentando el calibre de negatividad en la atmósfera de muchas personas y en la de la Tierra. Un pensamiento negativo es una “invitación” a que otra energía igual se le adhiera. Si es un sentimiento de soledad, de falta de Amor proyectado en los afectos, la persona no vivirá sólo su pérdida, o su carencia… sino la de miles de almas unidas en ese sentimiento de pesar. Si es un pensamiento de miedo a causa de la inseguridad en la materia, entonces, esa persona vibrará y sufrirá por todos aquellos desprovistos de protección, inseguros y carentes en la historia de la humanidad y a través del tiempo, puesto que las energías de la negatividad son densas, quedan circulando en la atmósfera del planeta, sin poder elevarse sino a través de la intervención de Conciencias Iluminadas, que las inviten a transmutar. Asimismo, un pensamiento de Luz emitido con la suficiente emoción y convicción de que es real, efectúa el mismo circuito en positivo. Sale de nosotros, se adhiere a frecuencias similares, ilumina todo a su paso y regresa, multiplicado. Pero como todo el Universo resuena en frecuencias de Luz, no sólo retorna a nosotros con la energía de los pensamientos y sentimientos terrenos, sino con la Fuerza, la Pureza y el inmenso Amor de Toda la Creación. Se dice que un pensamiento positivo contiene tres veces más Poder que uno de negación, porque está unido en afinidad vibratoria con la esencia de todo lo que existe, en perfecta armonía con el Orden Natural y las fuerzas que crean la vida. Por eso “Uno con Dios, es mayoría”. Con cada pensamiento, cada uno de nosotros contribuye a generar determinado calibre vibratorio para sí mismo, para la Tierra y para la humanidad entera. De allí la importancia crucial de “cuidar” los pensamientos propios. Poner en movimiento las frecuencias del Amor, emitir sentimientos y pensamientos de Luz, es el compromiso que cada ser humano asumió consigo mismo al aceptar la encarnación. Mientras siga sosteniendo un sólo pensamiento negativo, estará contribuyendo a su sufrimiento y al del planeta. Mientras siga portando en sí una sola estructura de negatividad, estará contribuyendo a la permanencia de esa energía en la humanidad. En cuanto se atreva a pensar y sentir el Bien (aun cuando no logre verlo instantáneamente reflejado en su vida) todo su panorama comenzará a cambiar. Al mantenerse emitiendo vibraciones elevadas, amorosas, luminosas; esas mismas recibirá, multiplicadas. La felicidad fluirá con naturalidad, pues fue para ser feliz que fue creada su alma. Trascender lo negativo es un trabajo personal. De nada sirve esperar a “ver lo bueno” para atreverse a pensar distinto. Somos nosotros los que CREAMOS la realidad que nos rodea, y a nosotros nos corresponde generar el cambio, inclinar la balanza hacia el polo positivo. Si no lo hacemos nosotros, nadie más podrá interferir. Es parte de nuestro Libre Albedrío, de nuestra responsabilidad. Para eso elegimos venir a la Tierra, para favorecer nuestro crecimiento, el de todos los demás seres humanos y el del planeta, y así abrir paso hacia una Nueva Conciencia. A eso estamos siendo llamados. Permítanse sentir lo que resuena dentro de su pecho al leer estas palabras. Recordarán el compromiso que asumieron al encarnar, con ustedes y con la humanidad. Lo llevamos muy dentro, muy profundo, pulsando. Nos inquieta a veces, habrán sentido ya la sensación de apremio, de apuro, de necesitar “algo” distinto, de salir del círculo, 55

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de suscitar un cambio. Pues a eso vinimos y hoy estamos siendo especialmente convocados. Todos, absolutamente todos, estamos siendo llamados a colaborar con el Gran Plan. Se necesita de nuestro Servicio. Servicio Planetario es lo que cada uno de nosotros aporta desde su Conciencia cuando se ocupa de sí mismo. Cuando elegimos vivir el Bien, ser completamente felices, y nos aceptamos a nosotros mismos tal cual somos, sin ataduras, sin flaquezas, sin tropiezos, sin pensar en lo que antes fue, soltando el pasado y atreviéndonos a lo nuevo, estamos cumpliendo nuestro Servicio Planetario. Porque a eso vinimos: a reconocernos, a contemplarnos, a comprendernos, a perdonarnos, a aprender de los errores y seguir creciendo, a sabernos piezas fundamentales e importantes en el funcionamiento de la gran maquinaria de la humanidad. No vinimos a creernos uno más entre tantos, solos y perdidos, sino a atrevernos a desafiar los límites de la razón y el miedo a la desilusión, y aprender a confiar en la visión espiritual. Por cada uno de nosotros que despierta, asume esto y comienza a generar crecimiento en positivo, muchos otros seres humanos alcanzan la oportunidad de adelantar en su camino. Y ninguno llegará a gozar de su más completo potencial hasta que no hayan sido iluminadas todas las almas de la humanidad, hasta la última. Así de conectados estamos. Así de relacionados, así de unidos. Todo es una cadena de vibración, un incesante ida y vuelta. Cada eslabón de esa cadena es importante, cada uno ocupa su lugar, cada uno se encuentra en su correcto sitio. Allí donde nos encontremos, comencemos a ver lo bueno, a generar vibraciones de apreciación, de aceptación, de amor. Si la negatividad sale a nuestro encuentro, lo mejor es eludirla, prevenirse de otorgarle más energía. Cuando una situación de negatividad se nos acerque, cuando caigamos presas de algún estado emocional indeseado, pidamos el Mayor Bien. Podemos hacer eso: cerramos los ojos, nos concentramos en el Orden Natural, pedimos que sea lo mejor para nosotros y para la humanidad, y entregamos nuestra sensación, o emoción o sentimiento al Cosmos. Lo soltamos, lo dejamos ir. Tratemos luego de no volver a pensar en eso. Podemos en cambio, repetir un mantra, una palabra, una canción o frase cuyo significado nos inspire a continuar hacia donde queremos ir, o recordar deliberadamente algún momento de nuestra vida en que nos hayamos sentido radiantes, plenos, vitales y felices. Este es un poderoso ejercicio, que nos hace transformar nuestra tendencia pesimista en un impulso de crecimiento grandísimo, casi sin darnos cuenta. Me gusta llamarla la técnica “Patronus”, por la analogía que guarda con el conjuro “patronus” de la historia de Harry Potter. ¿Qué hacía Harry cuando debía enfrentarse a los oscuros Dementores? Si leyeron los libros o vieron las películas lo recordarán de seguro: evocaba lo más fuertemente posible, un recuerdo felíz. Esta técnica funciona con el mismo principio: cada vez que un pensamiento negativo o emoción no deseada intente apoderarse de nuestro estado anímico, invocamos el recuerdo más feliz que poseemos, o una imagen del futuro perfecto que deseamos, pero debemos formarnos una imagen con lujo de detalles, como si estuviéramos allí: la escena, las sensaciones, lo que sentimos, la ropa que vestímos, los sonidos que escuchamos, las personas que nos acompañan, los aromas, la temperatura y el clima del lugar. Mientras más intensamente podamos evocar ese instante en nuestra mente, más fuertemente proyectaremos situaciones similares para nuestro futuro, y nos libraremos del acoso de los malignos “dementores” que vienen a llevarse nuestra energía. Lo irónico es que mientras más pensamientos negativos nos surjan que podamos reemplazar con este recurso del “recuerdo feliz”... ¡más veces estaremos CREANDO EN POSITIVO!

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Con esto estaremos contribuyendo a nuestro crecimiento, a nuestra elevación y a la del planeta. Todo el Amor se pondrá de nuestro lado y muchos Seres de Luz estarán ahí para ayudarnos en cuanto le abramos el camino y el corazón. Hay infinidad de Seres a nuestro servicio. Estamos más que acompañados, y podemos contar siempre con ellos, podemos preguntar y recibiremos respuestas, podemos estrechar más y más nuestro contacto sólo deseando aceptarlo y entregarnos a la aventura de vivir lo Bueno. Este Universo nos otorga sorpresas maravillosas por cada vez que nos dejamos fluir en armonía con las Fuerzas Naturales de la Creación, por cada decisión que tomamos desde el centro de nuestro Ser. Las decisiones y elecciones diarias se tornan cada vez más cruciales e importantes, a medida que comenzamos a contemplar y comprender los procesos de nuestra mente, a medida que empezamos a sentir la presencia amiga de nuestro Ser Espiritual y a vivenciar la conexión con nuestros Ángeles y Guías. ¡Entonces nos damos cuenta de todo lo que debemos cambiar, limpiar y transmutar para sentirnos realmente LIBRES, para llegar a creer sin restricciones que estamos aquí para ser PLENAMENTE FELICES! Confiemos en nosotros mismos. Sólo nosotros conocemos el propósito de nuestro propio camino. Dejemos de ceder ante las visiones de otros, de marcar con ellas las fronteras de nuestra “Verdad”. Merecemos ser nosotros mismos, tal cual somos. Para eso nacimos. Somos únicos. Merecemos serlo, disfrutarlo y vivirlo, explorándonos para averiguar la verdad de cómo somos. Si no lo hacemos, si nos quedamos en lo acostumbrado, si no nos atrevemos a desafiar la opinión de los demás… nos llegará el tiempo de morir, sin haber vivido en realidad. Y jamás volveremos a tener este cuerpo, compuesto por estos mismos genes, esta personalidad, esta apariencia, los bienes que hoy poseemos. Nada de esto nos acompañará al otro lado. Y aunque la vida se continúe después, aunque decidamos volver a encarnar, ya no seremos lo que hoy reconocemos como “nosotros”. Este momento es único. En este mismo momento estamos siendo todo lo que debemos ser. Tenemos todo lo que nos hace falta para crecer. Disponemos de una única oportunidad para explorar este único camino, con capacidades y talentos únicos, pero con todo el potencial para llegar a vernos plenos, satisfechos y dignos de la mayor felicidad. La Experiencia de la Muerte La muerte no es más que un fenómeno terrestre. Al “morir” el cuerpo, el Alma permanece viviendo. Lo que ocurre en el momento de la muerte, es que se desprende el cuerpo etérico, abandonando para siempre el cuerpo físico. Entonces, nosotros decimos “está muerto”. Claro, ese cuerpo ya no respira, el corazón cesa de latir, el cerebro deja de funcionar. El cuerpo no siente, se queda frío e inerte, desprovisto de vida. Creemos que hemos perdido para siempre a ese ser, a esa alma, que no lo volveremos a ver más y sufrimos. En parte es cierto, esa expresión única e individual de esta alma a la que conocimos, no volverá a existir. Pero la Vida continúa más allá de ese cuerpo. El Alma, la Conciencia de ese Ser, continúa viviendo, con todos sus recuerdos, con todos sus afectos, con todas las cosas que consiguió, que aprendió, que exploró, con todo lo que Amó. El Alma, se siente en paz ahora que terminó su tiempo en la Tierra. Liberada por fin de la percepción limitada y la visión dual, sólo percibe la Paz y el Infinito Amor de su naturaleza espiritual. Entonces asciende. Asciende por el Cordón Dorado que la lleva de regreso a su Hogar. Existen varios estadios intermedios en el viaje del alma hacia su propia esencia. En primer lugar, esta Conciencia deberá enfrentarse a aquellas creaciones mentales que concibió durante su última encarnación. “¿Qué hay después del cuerpo? ¿Adónde voy?” Si creyó en la existencia de un “Cielo” o un “infierno” es posible que los manifieste ante sí, puesto que, 57

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desprovisto de la realidad física, en las dimensiones sutiles, el alma experimenta instantáneamente lo que sus pensamientos proyectan. Quienes han fallecido de manera sorpresiva, es probable que todavía crean que continúan con vida física. Quienes han dejado el cuerpo con temor a morir, sentirán la angustia que proyectaron para ese momento, y es posible que quieran aferrarse a la vida en la Tierra, rondando sin cuerpo las dimensiones etéricas, intentando acercarse a sus seres queridos, sin continuar su propio camino. En este punto, el sufrimiento de quienes lloramos por el alma que partió no suele ayudar. Cuando esa alma nos ve sufrir quiere volver. Sólo cuando soltamos el sufrimiento, dejamos de retenerla. El alma sin cuerpo “reconoce” su estado y se da cuenta de que está bien. Se abre a lo nuevo que tiene por delante, continúa ascendiendo. Y entonces, deja de sufrir. Al ascender más y más a través de los planos de vibración sutil, la dualidad de la Tierra deja de tener peso en su Conciencia. El Amor la envuelve y entonces comprende. Comprende por fin todo lo que quiso saber, el propósito de cada cosa, de cada experiencia, incluso de su misma muerte. La sabiduría a la que accede es inmensa. El Amor que siente es imposible de describir. A medida que continúa ascendiendo, otras almas amigas la vienen a recibir, la honran, la felicitan, la abrazan, la inundan del Amor más puro que jamás en la Tierra pudiera sentir. El alma recuerda este estado, su estado natural. ¡Y es feliz! Es libre. Está completa. Ha regresado a su única realidad: la espiritual. Finalmente, es en esta última reunión, cuando el alma adquiere la Conciencia sobre el aprendizaje de la última vida en relación al proceso atravesado en todas las demás, lo que ha culminado y lo que aun le queda por hacer y explorar. Y entonces decide… Con plena conciencia de quién es, si desea volver a la Tierra. Es común que quiera empezar de nuevo, volver a “jugar”, a “probar”, a “experimentar” con un desafío nuevo. Si su vibración soporta las frecuencias altas del Espíritu es invitada a interceder como Guía, permaneciendo sin un cuerpo físico, para servir, ayudar y acompañar a aquellos seres que están realizando la experiencia terrestre. Si su frecuencia resulta menor, debido al grado de expansión que haya dado a su Conciencia, el Alma comienza a descender plano por plano, hasta alcanzar aquel con el que se sienta “cómoda” energéticamente, aquel con el que resuene en sintonía. Desde allí decide su próxima encarnación conforme a lo que le quede por aprender. Aquellos seres cuyas Conciencias han permanecido arraigadas al plano físico, sienten el impulso inmediato de volver, pues no “comprenden” la experiencia espiritual. Así suceden las encarnaciones “inconscientes”, aquellas en que el ser retorna a la Tierra sin haber realizado su proceso y sin una noción de lo que tiene que trabajar. Trascender el Cuerpo hacia el Espíritu Solemos temer a la muerte, sufrimos cuando muere un ser querido. Creemos que allí termina todo, pero allí, sólo termina el cuerpo. El Ser continúa evolucionando y creciendo en otra forma. Su cuerpo, fue sólo un aprendizaje particular. Nosotros creemos “conocer” a esa persona, a ese Ser que compartió con nosotros ese cuerpo y esa personalidad, pero en realidad, no lo conocíamos. Conocíamos la apariencia, el ego, no al Ser. Reconocíamos al Alma, sí, porque la esencia individual es siempre la misma, y así también podemos percibirla y amarla en un estado sutil, o encontrarla en una próxima vida. Esa alma es la que continúa evolucionando luego de abandonar el cuerpo, íntegra y completa, más completa de lo que hubiera podido mostrarse ante los demás estando en la Tierra, más completa de lo que hubieran podido verla otros seres revestidos de egos y de cuerpos. Al momento de partir, de dejar la dimensión física, somos libres. Somos bien recibidos por 58

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otros seres que estuvieron siempre ahí, acompañándonos desde un plano más sutil. Ahora podemos verlos y comprobar que estaban ahí. No nos sorprende, nos parece lógico y normal, hasta incluso, “recordamos” que era así. Junto a ellos planificamos nuestra encarnación, y allí estuvieron, en todo momento, hasta el “final”. Cumplimos un aprendizaje más y estamos ansiosos por continuar avanzando. Entonces nada es más importante que el Amor del que estamos hechos, nada supera nuestra capacidad y deseo de Amar. Volver al Cuerpo El Amor hará volver a descender al alma de ese Ser que decide emprender otro curso más en la materia. Entonces, prevista la encarnación, el alma comienza junto a sus Guías, la proyección de su plan de vida. Traza el “mapa” de su rumbo y las almas con quienes compartirá su nuevo camino. Su vibración y la del aprendizaje seleccionado le harán llegar a la pareja de padres que vibren en esa sintonía. El Ser elige a los que serán sus padres en la vida física, y allí proyecta su energía. El alma reservará su cuerpo en el vientre materno, en un perfecto acuerdo previo con los seres que lo recibirán. Aunque para quienes estemos en la Tierra, la concepción de un hijo pueda parecer a veces, un “accidente”, algo imprevisto, nunca lo es. No existen “accidentes”, nadie nace “por azar”. Todos estamos aquí por propia elección, y con un plan, y los que están encargados de nuestro nacimiento, crianza y educación, en el nivel más elevado de su Ser Espiritual, habrán dado su consentimiento con verdadero Amor. Al momento del nacimiento, el alma se habrá integrado completamente a su nuevo cuerpo y estará listo para comenzar su nueva expresión tridimensional. Llegará con una Conciencia plena de quién es, pero en el cuerpo pequeño y limitado de un bebé. A medida que transcurra el tiempo, su organismo vaya creciendo y sus sentidos físicos alcancen el desarrollo necesario para interactuar con esta nueva “realidad”, su Conciencia espiritual se irá restringiendo, a fin de que pueda llevar a cabo su plan. Sólo quedará en él (o ella) un sentimiento intuitivo de lo que es “correcto”, de lo que es “conocido”, de lo que le agrada y de lo que le resulta “familiar”. Su vida se desenvolverá según lo haya planificado hasta alcanzar una edad en la que pueda comenzar a interactuar desde su libre albedrío. Entonces, llegado el caso, es cuando podrá desarrollar la Conciencia necesaria para llevar adelante el plan trazado, o decidir cambiarlo.

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CAPITULO V El ego

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CAPITULO V El Ego

¿Por qué creamos el ego? El Ego es esa máscara que cubre las profundidades de nuestro Ser Interno y que solemos llamar “personalidad”. El ego es una parte de la manifestación física del alma sobre la Tierra, pero muchos seres humanos crecemos creyendo que somos nuestro ego, en lugar de nuestra Esencia. El ego es una parte más del Ser, que fue creada para interactuar con el medio ambiente terreno y con los demás. Con el transcurso del tiempo, el ego ha ido adquiriendo sus propios mecanismos de acción y reacción al punto de convertirse en una verdadera entidad con vida propia. El ego es esa parte de la persona que necesita reconocerse como alguien “distinto” y “separado”. Es esa parte que gusta distinguirse con un nombre, un rótulo, una posición social, un rol en la familia, un papel en la comunidad. El ego necesita “definirse”, identificarse con un sexo, con una forma de actuar, poder decir “soy Pedro”, o “soy María”, se hacer esto o aquello, me gusta esto, no me gusta aquello. El ego es esa proyección que nos encapsula en lo que “creemos” acerca de nosotros mismos, nublando nuestra visión de la Verdad más alta, de lo que “somos” en realidad. El ego ha sido el causante de la dualidad, de los conceptos de “bien” y “mal”, de la polarización de las experiencias. El ego ha generado la desconexión de nuestra Fuente Espiritual, entre nosotros como Hermanos y hacia la Tierra, todos partes de lo mismo. El ego ha creído ser “dueño” de la mente, del cuerpo, de las emociones, de los afectos, de cosas, bienes e incluso de otros seres. Pero no es, así como aparece a simple vista “el malo de la película”. El ego ha sido el generador del karma, el Gran Maestro a partir del cual vivenciar la relación “causa y efecto” y aprender a trascenderla. El ego ha dado el motivo para que la búsqueda del Amor existiera. Cómo actúa el Ego En las conductas aprendidas del ego hemos llegado a sentirnos “seguros”. Seguros de “ser alguien”, de “tener poder” sobre las cosas y las personas, de hacer y deshacer a nuestro antojo, de gobernar las situaciones de nuestra vida y de la de otros. En el ego vimos reflejada nuestra voluntad natural de acción sobre la Tierra, nuestro deseo de protagonismo, nuestra necesidad de expresar la capacidad individual. Para nosotros, como seres espirituales, el ego es un traje, un uniforme, algo que debemos vestir al venir a la Tierra para mostrar lo que somos, para que los demás nos reconozcan, así como los curas deben vestir sotanas, o los médicos delantales. Pero ni el cura ni el médico son su sotana o su delantal, ellos “son” los que están dentro, animando ese traje que les hace de fachada. Con el cuerpo y la personalidad ocurre lo mismo. Ellos son una fachada momentánea, que lleva al verdadero Ser dentro, quien anima esa apariencia es el Espíritu. Es él quien nos da Vida, Saber, Poder, capacidad de Expresar, de Crear, de Sentir, de Amar. Aunque nuestro Ser Espiritual visitera un traje diferente, continuaría siendo el mismo, sin necesidad de ostentar determinadas conductas propias de un ego particular: un sexo, una 61

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nacionalidad, una cultura, un status social, un rol en la familia o la comunidad. El ego también es el causante de muchos de nuestros “juegos”, el traje detrás del cual se ocultan aquellos que pretenden saber y no saben, aquellos que creen saber o simplemente se conforman con que los demás crean que ellos saben. El ego suele ser el origen de mucha de nuestra distorsión y engaño, incluso para la misma persona que lo porta. Tendemos a identificarnos con nuestro ego, es decir: con nuestro sexo, nuestro cuerpo, nuestra nacionalidad, la cultura en la que crecimos, nuestra educación religiosa, etc. Todas estas condiciones son las que forman nuestro sentido del “yo”. Gracias al ego podemos decir “yo soy mujer”, o “yo soy hombre”; “este es mi pasado, estas son mis cualidades, estos mis defectos, soy hijo, abuelo, padre o madre, soy estudiante, soy excombatiente, soy maestro, soy jefe…” A lo largo de nuestra vida juntamos un enorme compilado de “formas” a través de las cuales nos definimos, e incluso, llegamos a sentir cierta incomodidad si en determinado momento nos damos cuenta de que no alcanzan para definirnos del todo. En algún momento de nuestra vida nos preguntamos: “¿Quién soy?”, y entonces, nos damos cuenta de que no nos bastan las formas egoicas para descifrar ese misterio. Somos mucho más de lo que conocemos de nosotros mismos, somos una Esencia que se encuentra mucho más allá de las “formas” a las que nos apegamos cuando tenemos un ego incapaz de concebirse como una Totalidad. Nuestro Ser espiritual es un Todo, por eso, cuando nos identificamos con nuestro ego, ponemos límites a nuestra Esencia y a la capacidad de expresarla en la materia, inhibimos nuestro propio Poder en la idea de aquello que “creemos” ser. “No soy bueno para eso” pensamos, “No puedo hacer eso porque soy demasiado joven, o viejo, u hombre, o mujer, o católico, o ama de casa... etc”. Nos comparamos con otros, nos medimos según las normas ajenas, tratamos de encajar y de ajustarnos, y entonces nos dejamos de permitir la Libertad de Ser, sólo por disfrutar de ser nosotros mismos y explorar nuestras propias y únicas experiencias. Cuando nos identificamos con el ego, creemos que tenemos que ser “buenos” en lo que hacemos, que tenemos que hacer algo “valioso”, y que eso nos demandará esfuerzo. Creemos que tenemos que “agradar” a otros, que tenemos normas estipuladas que seguir, que no está bien “ser uno mismo”, por honrar el propio derecho, la propia existencia, si no encontramos aprobación afuera. No solemos tener en cuenta que los demás, esos que dentro de nuestra mente aparecen “midiendo” cada cosa que hacemos, también poseen egos que no aceptan lo diferente, porque le temen. El ego teme a lo distinto, porque todo lo nuevo amenaza las estructuras en las que tiene establecida su noción de “seguridad”. La novedad, lo imprevisto, lo incierto, son la morada del Espíritu. Éstas cosas confunden y vulneran al ego, lo extraen del engaño de que “puede controlar”. El ego se desbarata ante lo imprevisto, es por eso que así suelen darse los grandes crecimientos de la vida. Cuando caen las estructuras surge la oportunidad. El ego sofoca al Ser intentando seccionarlo, definirlo, encajarlo en recipientes más pequeños que sí mismo. El Ser, Magna Presencia, no cabe en envases, no soporta estructuras, es un Todo, es Libertad absoluta. El ego mantiene una conciencia de un lapso determinado de tiempo. Está preparado para que podamos percibir el tiempo y el espacio, condiciones que no existen en las dimensiones de vibración sutil del Espíritu. El ego cree ser “hombre” o “mujer”, mientras que el Ser ha sido hombre y mujer muchas veces, en tiempos distintos. El ego hace funcionar a la mente según los preceptos de un tipo de educación, de tradición, de cultura, de raza, de códigos de comunicación, de religión, de nivel social… pero ese mismo Ser no ha sido, a lo largo de todas sus vidas humanas, siempre lo mismo. 62

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El Ser espiritual ha sido una misma Esencia, encarnando aprendizajes distintos. Así ha explorado la existencia terrena desde muy variadas perspectivas. Ha aprendido a ser pobre, y a ser rico; a ser ateo y también profundamente devoto, a servir a los demás y a ser servido. El Ser Espiritual guarda en sí la memoria de la totalidad de las experiencias que ha tenido. Pero al momento de crear una nueva experiencia terrena, necesita del ego. El ego tiene la función de hacer que la persona perciba apenas lo que conforma una instancia de vida, con algunos puntos fuertes y otros más débiles, con un nombre y ciertas características, un estilo de vida, una clase de personas con quienes se vincula, un determinado grupo de anhelos y ambiciones, aquello que le es necesario creer para llevar adelante su aprendizaje actual. Y su aprendizaje culmina cuando trasciende las pautas de lo que muestra su ego hacia la posibilidad de reconocerse en la Esencia Ilimitada de su Ser Espiritual. El ego sólo proyecta en base a lo que cree que es posible, por lo tanto, acorta los horizontes de la posibilidad. Basa sus planes según las normas de lo que se establece a nivel colectivo como “lo normal”, ya sea en acuerdo, sumisión o rebeldía. El ego gobierna y condiciona, restringe y direcciona hacia la mediocridad, iguala a las personas en estructuras que todos siguen a costa de sacrificar su propia Verdad Interna. El Ser es Libre. El Ser sueña los sueños más remotos e “imposibles”, porque nada es imposible al trascender la limitación de la materia. El Ser se regocija en aquello que es único y diferente, pues en ello se muestra su individualidad. El Ser libera, estimula y derrama alegría. Iguala a los seres como Hermanos en Esencia, cada uno con un don especial que aportar a la Gran Diversidad de la que se compone el Universo, cada uno una Maravilla del Amor con derecho a elegir su aprendizaje, a explorar la vida de la manera que más le satisfaga, cada uno dueño de un destino individual, único explorador en un camino inhóspito y desconocido, resguardado y protegido en la Absoluta Seguridad, que no la brinda la gente, sino la Conciencia de la Eternidad. Somos Seres Eternos. Nunca morimos. La Vida, el crecimiento, la expansión, el “juego”, continúan mucho más allá de lo que nos permite ver esta escueta visión de la vida física. Somos Seres Eternos, nuestro Espíritu nunca muere, nunca sufre daño, y por eso es que decide, una y otra vez, ir en busca de nuevas experiencias, de nuevos desafíos. Nuestro Ser es osado, arriesgado, confiado. Porque conoce su Poder se sabe capaz de direccionar su vida siempre al Mayor Bien, sabe que nada contrario a su Elevada Voluntad puede pasarle, porque es Luz y la Luz vence siempre a la oscuridad. Enciendan una pequeña llama, una lucecita en una habitación oscura y verán como la oscuridad, simplemente desaparece. Porque el Ser es Amor, vive el Amor. Porque es uno con la Creación se reconoce en cada uno de sus Hermanos. Nunca puede hacer el mal porque estaría atentando contra sí mismo, no sabe causar daño porque sólo conoce el Amor. Porque Ama su lugar en el Plan, es que vive en Armonía. Así es en el Espíritu, y así es también en la Conciencia del humano que aprende a través del ego, a conectar con su Verdad Interior. La percepción del ego Las formas de la materia a las que estamos acostumbrados, no son más que percepciones terrenas, por lo tanto, todo lo que observamos a nuestro alrededor, no es más que una ilusión. Son proyecciones “holográficas” emitidas por nosotros mismos desde el nivel donde mora nuestro Ser Superior. Creemos que son ciertas, que las cosas tienen límites, texturas, superficies, un principio y un final, pero nada de eso en realidad existe: es sólo energía. Todo es energía. Ahora nos cuesta llegar a entenderlo y es lo normal, vinimos programados 63

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para percibir ciertas cualidades vibratorias como lo único “real”. Sólo cuando llegue nuestra muerte física podremos comprobar esto, pero la necesidad de una visión restringida nos hará volver a olvidar al ingresar a la siguiente vida tridimensional, en un nuevo cuerpo. De eso se trata la experiencia, para eso nacimos. Somos Seres Inmensos, de una notable Sabiduría y Perfección, que decidimos participar en este experimento. Quisimos conocer la limitación y eso no era posible en la percepción de nuestro Poder Absoluto. Quisimos experimentar la separación y por eso generamos vehículos individuales y una Conciencia independiente del Ser que en verdad somos: creamos el Ego. Nuestro ego existe al nivel del plano tridimensional y su actividad está vinculada a la acción de los tres primeros chakras, sobre los cuales conformamos nuestro estilo de “personalidad”. Creemos que la fantasía que nos rodea durante la vida en la Tierra es “real”, y entonces nos enfrentamos al gran aprendizaje que nos otorga la experiencia de la muerte: cuando “morimos”, todo eso en lo que habíamos creído, desaparece. Ya no tenemos cuerpo, ni somos hombre ni mujer, no tenemos color de piel ni de cabello, ni tenemos nombre, ni número de documento, ni dirección, ni teléfono. Ya no tenemos posesiones, ni una cuenta en el banco, ni un trabajo, ni un título, ni un status. Ya no somos el marido o la mujer de nadie, no somos “padres” ni “hijos” de ningún otro espíritu. No somos “superiores” ni “inferiores” a nadie, sino que somos Iguales a todos los seres espirituales, estén o no en un cuerpo físico. No tenemos nada de lo que en la Tierra fue importante… pero tenemos algo: tenemos AMOR. Todo el Amor que dimos nos continúa acompañando, y nos lleva a buscar la oportunidad de dar mucho más en la siguiente encarnación. Eso es lo que nos enseña la experiencia de la muerte: el Ser va y viene, vive y muere muchas veces en cuerpos distintos, para aprender el desapego. El desapego es a la Materia, a las costumbres, ideas, circunstancias que hacemos propias durante el curso de una vida; a los roles sociales, culturales, familiares... a las pautas y estructuras mentales que pasan a conformar nuestra noción de lo que es “verdad”. Cuando nos “desapegamos” de nuestro envoltorio físico, percibimos que nada de lo que nos importaba nos acompaña “al otro lado”, pero tampoco nos hace falta. Lo tenemos Todo. Nos tenemos a nosotros mismos, mucho más completos de lo que jamás nos percibimos. Tenemos la comprensión y la Sabiduría espiritual que, durante la vida física, anhelábamos con desesperación ¡Y nos reconocemos! ¡Somos Amor! ¡Nos Amamos y amamos al Universo entero! Todos los Seres somos hermanos en Espíritu, iguales, ninguno carece de importancia ni posee más Poder. Todos somos lo mismo, pero nosotros elegimos venir a la Tierra para sentirnos “separados”. Entonces debimos enfrentar el temor y la amenaza de encontrarnos por primera vez, solos y desamparados de la confianza permanente que nos da la Conciencia de nuestro Ser. En lugar de conectar con el Amor dentro de nosotros mismos, intentamos hallarlo afuera. Nos sentimos culpables de un error que no comprendimos, y ese error fue: la negación del Amor. Al alejarnos de nuestra Fuente espiritual, al separarnos de nuestra más alta Verdad, nos separamos de nuestro propio Amor. Entonces comenzamos a extrañarlo, lo necesitábamos. Nuestra alma lo recordaba y notaba su ausencia, pero nuestro ego no sabía donde hallarlo. Vimos que en la relación con los demás seres humanos podíamos encontrar afecto, un sentimiento que hacía vibrar el corazón en nuestro pecho con una frecuencia conocida y familiar, y allí lo buscamos. Lo proyectamos fuera, lejos de nosotros y (como la zanahoria que hace andar al burro) llegó a tornarse un ideal inalcanzable. Ese sentimiento fue la causa de un tremendo círculo, un juego de nunca acabar. Incapaces de hallar nuestro Amor, nuestra autovaloración, nuestro Poder personal, basamos nuestra vida en obtenerlo de los demás. Nos sentimos torpes, culpables, vergonzosos, manchados, indignos. 64

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Ya ni la muerte nos sirvió de escape, porque ingresamos a la siguiente vida, a vivir igual que antes. Al no generar un cambio de Conciencia durante la vida física, al no abrirnos a recibir lo Bueno, al no permitirnos el amor y la alegría, al dejar de buscar la felicidad por creer que no la merecíamos, volvimos, una y otra vez, en busca de lo mismo. El recuerdo de la vida en la materia impreso en el plano inconciente de nuestra alma no era grato, y así lo reprodujimos, de la misma manera, para aprender a crear algo distinto… para aprender a trascenderlo, para salir de la mentira de nuestro propio ego. ¡Vaya que elegimos una experiencia difícil! En un nivel Superior, sabíamos que a través de la repetición, alcanzaríamos el sentido global de la experiencia. Aquello que se nos diera “repetido” nos haría “recordar”, reaccionar y despertar a la necesidad de suscitar un cambio. Cuando dejáramos de resignarnos al mal, cuando estuviéramos cansados de sufrir y de luchar, cuando la vida no dejara de mostrarnos “siempre lo mismo”; cuando con una u otra persona nos ocurrieran siempre las mismas cosas… entonces, empezaríamos a darnos cuenta que de nada nos serviría quejarnos ni renegar, que lo único que nos quedaría por hacer sería Cambiar. Sin saber a ciencia cierta qué tipo de cambio realizar, nos sentiríamos confundidos. Y entonces, nuestro ego, desprovisto ya de una lógica racional con la que actuar, viendo la necesidad de encarar algo nuevo y desconocido, dejaría de tener el mando y se correría para dar paso a la voz de nuestro Espíritu. Al oír la Verdad del Ser que somos, ya no podríamos negarnos el Amor. Y al comenzar a permitirnos ese Amor, lo recibiríamos. Abriríamos los brazos, el corazón y la vida, para atraer todo el Amor, y sentiríamos un inmenso deseo de DARLO. Lo daríamos sin limitación a toda la humanidad. Entonces, reconoceríamos nuestra Divinidad, y a partir de allí, comenzaríamos a evolucionar. Trascender el Ego El Amor del Espíritu no es la emoción del ego. El Amor es un sentimiento puro y más que eso, es una energía Todopoderosa, es Conciencia absoluta, Absoluto Saber. El Amor que la mayoría de nosotros conocemos está teñido por la percepción egoica. Es un amor con minúsculas, lleno de necesidades, condiciones y estructuras de limitación. El amor que solemos sentir está poblado de aprobación y rechazo, atracción, enamoramiento, apego, desilusión, dolor, carencia, manipulación, dominio, sumisión, dependencia. El amor que afirmamos sentir se transforma de un segundo al otro en odio, en rencor, en hastío. Si no somos capaces de perdonar, entonces, es porque nunca hemos Amado. Si en nombre del Amor permanecemos al lado de seres que nos ocasionan daño, entonces, es porque aún no comprendemos cuál es el Amor que estamos buscando: nuestro propio Amor. Estamos aquí para dárnoslo, para aprender a respetarnos y proporcionarnos lo mejor. Comprender esa simple lección, es comenzar a darse verdadero Amor. El Amor del Espíritu crece, no detiene, no retiene, no ata, no castra, no estanca ni castiga. En el Amor del Espíritu cada Ser merece “Ser” simplemente, como Es. En el Amor del Espíritu cada Ser es aceptado e infinitamente Amado, protegido, sostenido, cuidado, para que pueda realizar su Voluntad y ser feliz, vivir aquellas experiencias que desee, para avanzar o para detenerse, porque de esa manera el Ser aprende, solo a través de la propia experiencia. De ahí la importancia de animarse a SER! Los Maestros suelen decirnos: “Puesto que pueden ser lo que quieran, dejen de aparentar y 65

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Sean!” Puesto que puedes ser lo que tú quieras, deja de aparentar y Sé! Date cada día más y más Amor. Darse Amor es dejar de lado los errores cometidos y permitirse avanzar, permitirse lo Mejor. Estamos muy mal acostumbrados a negar este derecho, pues no creemos que merezcamos todo lo Bueno que hay para nosotros. Vivimos con miedo de que nos ocurra lo peor, pero… ¿Por qué no vivir con esa misma sensación en positivo? ¿Por qué no vivir esperando que ocurra lo mejor? Si nos preguntan por qué sostenemos este tipo de creencias, quizás, ni siquiera conozcamos la razón. Podemos alegar miles de excusas (cada uno estará oyendo las propias, del tipo: mis padres no me comprendieron, mi pareja no me quiso, fui un mal hijo, un mal alumno, a nadie le pasó lo que me pasó a mí… etc, etc) pero la verdad es que… no lo sabemos. No sabemos por qué no nos queremos. Y nos continuamos deteniendo en las cargas, sensaciones y culpas del pasado, para argumentar que no merecemos lo bueno, que no merecemos crecer, que no merecemos Amarnos. A causa de ese pasado ingrato y a menudo inconciente o ignorado, desperdiciamos nuestro presente y nuestro futuro. Continuamos con el rollo interminable de negatividad y auto-crítica, nos juzgamos y nos estancamos en el lodo del rencor… y con eso sólo conseguimos seguir sufriendo. Nada cambiará en nuestra vida hasta que nosotros decidamos cambiar de actitud, dejar de lado las recriminaciones de nuestros egos dolidos y aquellas pautas culturales que confunden el sufrimiento y la culpa con la redención de los pecados, y comencemos a DARNOS AMOR, A DARNOS LO BUENO. Somos Amor. Amarse es reconocerse en el Ser Superior, no en los “ropajes” del ego. Amarse no es amar la imagen ni las limitaciones del día de hoy. El ego va a recordarnos siempre que “no somos perfectos”, esa es su función. El ego está para marcar las pautas a trabajar, todo lo que no es Amor queda así expuesto, para que podamos superarlo y trascenderlo. Mirarnos a nosotros mismos por sobre los errores del pasado, por sobre los “defectos” del presente, por sobre las imágenes, rótulos, definiciones y títulos con que nos vemos ante los demás, abriendo paso a un futuro en el que todo puede ser posible, es mirarnos en el Espíritu, es vernos como realmente somos, y trascender la visión limitada del ego. El ego nos muestra limitación. Ver por sobre él puede mostrarnos Libertad más allá de nuestra imaginación. La “realidad” del Espíritu nos resulta sorprendente. Todo es posible en el campo del Espíritu, hasta aquello que ni siquiera alcanzamos a concebir ni a sospechar con nuestra mente tridimensional. Atrevernos a creer que todo lo que deseamos puede cumplirse, es empezar a Amarnos. Es animarnos a pensar y sentir que lo valemos, que lo merecemos. Empezar a soñar teniendo en cuenta que los límites sólo existen en las creencias, y comenzar a sortearlos de uno en uno, para llegar hasta donde esos sueños puedan hacerse realidad, es re-encontrarnos con el Ser que verdaderamente Somos, es empezar a ser NOSOTROS MISMOS, es darnos verdadero AMOR. Pautas para el trabajo con el Ego Podemos practicar vivir sin ego de formas muy sencillas. Podemos comenzar dándonos un espacio a diario para pensar y reflexionar en nosotros mismos, pero no en las características con las que nos identificamos desde nuestra historia personal o los acontecimientos pasados, 66

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sino con Libertad, como si no nos conociéramos y ahora empezáramos recién, a descubrirnos. Recordemos que todas las creencias que hoy sostenemos acerca de nosotros, son sólo eso: creencias, que se afirmaron en nuestra mente y nuestra emoción a través de un proceso de repetición. Cada vez que volvemos sobre un mismo tipo de pensamiento o sentimiento, estamos imprimiéndolo en nuestra conciencia. De ese modo adquirimos las pautas que hoy signan nuestro comportamiento… y del mismo modo, podemos construirnos pautas nuevas, que se ajusten más a la nueva persona que queremos ser. Lo más importante a tener en cuenta al tomar la decisión de trabajar con nuestro ego, es que este no es un obstáculo: es un aliado. Los mismos procesos que nos trajeron hasta lo que somos hoy, son los que nos servirán de aquí en más para crear la personalidad, el cuerpo físico, las actitudes, las relaciones, el trabajo, o todo aquello que deseamos, de la forma que elijamos. Lo primero que debemos hacer es darnos permiso para SOÑAR. Evocar el verdadero deseo del alma, eludiendo la opinión ajena y el qué dirán. Si no tuviéramos que preocuparnos por el dinero, si contáramos con todo el tiempo del mundo para dedicarlo a aquello que más nos gusta… ¿Qué haríamos? Si tuviéramos por ejemplo, esa habilidad especial que quisiéramos desarrollar… ¿Cómo seríamos? Quizás más comunicativos, más locuaces, más espontáneos, más calmados, más cariñosos, más pacientes…. ¿Qué cosas haríamos si fuésemos de esa manera? Démonos luego, la oportunidad de creer que todo eso es posible. Recordemos que nuestra vida actual es un juego, el “sueño” esporádico del Ser que en verdad somos, un Ser espiritual que es Sabio, y Completo y Perfecto. Podemos despertar cuando lo decidamos, podemos crear un escenario distinto para desarrollar una vida más acorde a nuestro nivel de conciencia actual. No tenemos por qué aceptar o mantener las condiciones en las que nacimos, o en las que fuimos educados. Hoy somos distintos, hoy asumimos nuestro Libre Albedrío, hoy hemos crecido, y podemos salir en busca de lo que más queremos. Hemos elegido esta vida para disfrutar de ella, y para aprender a Amarnos. Aprender a Amarnos es descubrirnos paso a paso, día a día. Probar que podemos cambiar nuestra manera de ver, de pensar, de sentir; adoptar formas mas cercanas a “lo que queremos ser”, porque es allí en ese deseo profundo del Alma, donde nos encontraremos con todo lo que Ya Somos. Lo que se nos manifiesta a través de nuestros deseos, son los anhelos, las añoranzas de nuestro Ser espiritual. Nuestros sueños son la forma en que recordamos lo que vinimos a hacer, el propósito con el que decidimos encarnar. Todo lo que deseamos es lo que ya somos. Nuestro espíritu se expresa a través de aquello que nos da Alegría. Donde hay Alegría hay Libertad, donde hay Libertad hay Amor… y donde hay Amor hay Servicio. Eso que surge de nosotros con naturalidad, es lo que vinimos a hacer a la Tierra. Eso que damos desde nuestra Alegría, es Amor que alegrará la vida de muchos más. Lo demás, el sacrificio, el esfuerzo, lo imposible, el “no puedo”… es el ego. Aquello que despierte nuestro entusiasmo será la Verdad más pura a la que hayamos llegado. No la cuestionemos, no la critiquemos, no la juzguemos ni la cercenemos. Nos estamos descubriendo… ¡dejémonos ser! No nos impongamos más limitaciones, no soñemos “lo que hubiera sido”, soñemos lo que “puede ser”. Proyectemos la vida que deseamos HOY, no ayer ni en un futuro lejano. No impongamos a nuestros sueños los límites que queremos quitar de nuestra conciencia presente. Planteemos la meta y no nos preocupemos todavía por cómo llegaremos. El cómo nos llegará a su tiempo. Identifiquémonos con aquello que más deseamos, que más nos gusta, con eso que nos hace 67

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vibrar de regocijo y placer. Eso, es el mandato de nuestro Espíritu. Todos sabemos reconocerlo. No importa lo que creamos que somos o lo que hemos sido… ¡Estamos creando nuestro futuro ahora mismo! En esta tarea, la visualización funciona de maneras maravillosas. Aunque el término “visualizar” haga referencia directa al sentido de la “vista”, no hace falta que “veamos” una imagen mental para que el proceso resulte efectivo. Está comprobado a través de estudios científicos que todo aquello que imaginamos, y sostenemos durante el tiempo necesario para que despierte en nosotros un sentimiento vivo, se imprime en nuestra mente con la misma intensidad que si lo hubiésemos vivido. Básicamente, no existe diferencia entre aquello que “vivimos” y aquello que “imaginamos”, de ahí la importancia de saber utilizar este recurso. La clave para una buena “visualización”, es ser capaces de crear escenas mentales ideales, capaces de emocionarnos, de hacernos “sentir” lo bueno de estar realmente ahí, de entusiasmarnos, de motivarnos. Algunos podrán realmente “verlas”, otros en cambio las “pensarán” o las “sentirán”, habrá quienes prefieran contárselas en palabras, o escribirlas, o dibujarlas, o armarlas con imágenes recortadas y pegadas, todas las formas son igualmente válidas y efectivas mientras despierten sentimientos intensos y positivos. Podemos visualizarnos con aquellas características que nos gustaría desarrollar, por ejemplo: si deseamos bajar de peso, nos vemos (o nos sentimos) felices, disfrutando de nuestro estado físico ideal, probándonos la ropa que tanto nos gusta y que ahora lucimos con orgullo. Si queremos atrevernos a hablar en público, nos imaginamos parados enfrente de una multitud que nos aclama y escucha expectante, a quienes nos dirigimos con seguridad y soltura. Percibimos todo, cada detalle como si estuviéramos realmente allí: las luces del lugar, los colores predominantes, el clima general así como deseamos que sea, la ropa que llevamos puesta, los gestos y movimientos que realizamos, la forma en que nos responde nuestra audiencia y todo lo que podamos imaginar. Nos impregnamos de ese sentimiento que despertamos hasta que sentimos que nos inundamos de pasión, de alegría y de agradecimiento. Entonces agradecemos por lo que estamos viviendo con todo nuestro corazón. Esto contribuirá a que nos familiaricemos con lo que deseamos vivir, y con los sentimientos y sensaciones que queremos que nos produzca. Volvamos a nuestra imagen mental perfecta por lo menos tres veces al día, durante un mes, sin interrumpir el proceso que iniciamos. Los estudios científicos más recientes revelaron también que, la repetición y la continuidad son factores determinantes en la asimilación de nuevos patrones mentales. Todas las pautas que hoy hacen a nuestro modo de ser, de ver, de pensar y de actuar, fueron grabadas en nuestro registro mental con muchos años de reiteración, en muchos momentos y circunstancias diferentes. Esas pautas se nos han vuelto un hábito, algo que funciona independientemente de nuestro deseo, en forma inconsciente. Recién a los 30 días de repetición constante, una nueva programación empieza a suplantar a la antigua. Si el proceso se interrumpe antes de los 30 días, el patrón anterior retorna, y el efecto acumulativo de la repetición se pierde. En otras palabras, lo que hayamos hecho no nos servirá de nada, y tendremos que volver a comenzar, desde el día número 1. Luego de ese “Tiempo de sueños”, cuando terminemos de “visualizar” nuestro ideal, deberemos volver a la Tierra y proseguir con nuestras ocupaciones cotidianas, pero con una diferencia: debemos creer que eso que soñamos, ya es un hecho… ¡y que lo estamos viviendo ahora! ¡Somos felices, dichosos, plenos, realizados! En nosotros mora el Espíritu y en él la promesa de conocernos como en verdad somos! 68

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Por habernos acostumbrado a la limitación, ignoramos nuestra grandeza, pero poseemos un extenso territorio aun por explorar, todo un Universo de paisajes internos por observar y admirar. Que nuestra búsqueda sea una aventura. Caminemos en nuestra mente, por dentro de nosotros mismos, tras la pista de aquello que nos de alegría, permitámonos transitar el camino de lo desconocido, que nos conduce a la Totalidad. Acompañemos cada uno de nuestros pasos con Amor, y el recorrido nos llevará a la cima! Algo que puede ayudarnos a instaurar las formas nuevas con las que deseamos identificarnos y percibirnos, es la imitación. Observando e imitando a otros, a aquellas personas a quienes en algún aspecto admiramos, podemos ir formándonos un nuevo perfil de nosotros mismos más acorde a la imagen que necesitamos. Suponiendo por ejemplo, que queremos tener éxito en los negocios, comencemos por contemplar como se mueven, como actúan, como tratan a las demás personas, como se visten, etc, aquellos empresarios exitosos que más admiramos. Cuando estemos trabajando o manejando nuestro negocio, visualicemos que “somos ellos”. Pensemos “¿Cómo actuaría tal en esta situación?” “¿Cómo manejaría este asunto?” “¿Qué haría ahora?” Puede que al principio nos resulte un poco incómodo, pero si es lo que realmente queremos, en poco tiempo la nueva actitud comenzará a surgir con naturalidad, y llegará el momento en que ya no nos hará falta actuar. Este tipo de ejercicios sirven para “cortar” la identificación con nuestro ego. Cuando llegamos a comprobar (aunque sea a través de la actuación o la imitación) que podemos ser distintos de lo que creíamos que éramos, es nuestra propia Esencia la que aprovecha ese espacio abierto para fluir con mayor libertad. En el juego de “ser como alguien más”, acabaremos descubriendo una nueva y mejor forma de ser nosotros mismos. Al tiempo de “jugar” a ser distintos, empezaremos a encontrarnos con aspectos sorprendentes de nosotros mismos. Cosas inesperadas empezarán a surgir: actitudes, gestos, reacciones, respuestas, conocimientos…. Observémoslos pasivamente, dejémoslos aparecer, y observemos también nuestros pensamientos cuando estos rasgos nuevos aparecen. Puede que descubramos los modos en que nosotros mismos limitamos ciertas expresiones de nuestro Ser. Si notamos que nuestros cambios no se adecuan al ideal evocado, debemos tener en cuenta que puede tratarse de antiguas costumbres intentando volver a imponerse. Siempre que intentamos destituirlas de su monopolio, éstas se revelan. No es motivo para abrumarse, o perder la calma, todo lleva un proceso. La impaciencia en estos casos, sólo retrasa, es negación a aprender, es querer tener un resultado sin haber dado los pasos necesarios… es otro rasgo del ego. Nosotros somos Seres de Paz, si evocamos a la Paz de nuestro Ser, nada nos podrá perturbar. Otra forma de re-educar a nuestro ego es haciendo cosas diferentes a las que siempre hemos hecho. Podemos enseñarle que ahora asumimos el mando por sobre los temores o pudores del pasado, buscando nuevos desafíos que encarar, animándonos a hacer eso que siempre quisimos pero nunca nos propusimos en serio, como por ejemplo: saltar en paracaídas, aprender a surfear, presentar nuestros poemas en algún concurso… También podemos modificar las estructuras de nuestro ego brindándonos espacios para cortar con las rutinas, hacer cosas sin demasiada planificación, permitiéndonos ser espontáneos. Podemos salir sin un rumbo marcado ni un horario, podemos pasar un rato a solas, sin televisión ni radio, podemos bailar dejando que nuestro cuerpo se exprese con algún ritmo que nos agrade; cambiar el ritmo de repente y dejar que el cuerpo se adapte dejándose llevar por lo 69

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nuevo. Si estamos habituados a estar siempre “haciendo algo”, entonces necesitaremos dedicar un tiempo simplemente a Ser… y disfrutarlo. Entregarse al “juego” es la mejor manera de unirnos a nuestro Ser. Podemos encontrarnos con nuevos aspectos de nosotros mismos entablando diálogos profundos con personas de edades, culturas, condiciones diferentes; reconocernos en la experiencia del anciano, en la inocencia y pureza del niño, en el ímpetu de la juventud, con la conciencia de que hemos tenido todas esas edades, reiteradas veces. Comenzar a establecer relaciones con las personas que ya se encuentran donde deseamos estar es una buena forma de aprender de ellas, acostumbrarnos a sus códigos o estilos de vida, observar las distintas maneras en que podemos llegar hasta ese lugar. Al momento de re-educar a nuestro ego, concentrarnos en “aprender” es el mejor ejercicio. Todos somos aprendices en el camino de la vida. A cada instante la vida nos está enseñando algo, Todas las circunstancias y personas que nos rodean son un “espejo”, un reflejo de nosotros mismos. Las situaciones que se nos presentan, comenzando por nuestro cuerpo físico, están enviándonos permanente información. La vida tiene mucho que enseñarnos acerca de nosotros mismos y de todo lo que tenemos por trabajar aun. Cuando nos abrimos al aprendizaje, somos capaces de leer en la vida como en un libro. Las soluciones más complejas se acercan hasta nuestro alcance. Estamos aquí para aprender, por lo tanto, no existe pregunta que podamos hacer para la cual no haya una respuesta. Cuando nos sentimos abrumados, perturbados, confundidos, solo basta preguntarnos ¿Qué es lo que debo aprender? Pregunta a tu Ser: ¿Qué es lo que veo en esta situación? ¿Qué es lo que no estoy viendo? ¿Qué me enseña esta experiencia? Pregunta, sólo así obtendrás respuestas. Aprender algo nuevo es abrirse a recibir. Cuando estamos abiertos y receptivos, obtenemos todo lo que hemos pedido. Aprender es atreverse. Es dejar de contener el impulso natural de la vida y comenzar a fluir con el ritmo del Universo, con el Amor. El que se niega a aprender se está negando a sí mismo, a su integración con el todo, con su Divinidad, por lo tanto experimenta dolor y sufrimiento, porque está yendo en contra del orden natural, hasta que despierta de su mal sueño. A veces ese “despertar” llega con la muerte. Entonces, el ser liberado de su cuerpo, de su identificación con la materia, debe reconocer cuál fue su error. Tarde o temprano, acaba aprendiendo. Porque aprender es el propósito de la Vida... y el último propósito de la Vida es la Ascensión. Ascender en la Tierra, es comprender la unión con el Todo estando aún conectado a la Materia. Ascender es llegar a sentir el Amor de la Fuente por todo lo que es parte de Ella. Ese Amor comienza en lo profundo de cada uno y se expande en el reconocimiento de ser Uno con Dios, parte de Dios hecha ser humano, hecha animal, hecha vegetal, hecha mineral, hecha luz, sonido, estrella, sistema planetario... Uno en ese mismo e inmenso Amor, Uno en cada parte de la Creación. Ascender es haber aprendido de la experiencia en la Tierra y trascendido el ego y la percepción propia de la materia, en Amor. Cuando aprendemos que nuestra estadía en la Tierra sólo es para observar el Amor de distintas maneras, cuando ya no conservamos pensamientos ni sentimientos de temor y limitación, cuando tomamos total conciencia de nuestra naturaleza divina, entonces somos libres de retornar a nuestra Fuente Espiritual para cumplir otras tareas. Ya no necesitamos la reencarnación, a menos que decidamos lo contrario, pues habremos alcanzado la vibración de Amor de un Santo, de un Maestro Ascendido. Un Maestro Ascendido es aquel que ha trascendido todas sus experiencias en Amor, por lo 70

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tanto es Uno con la Total Sabiduría. Puede brindar Servicio a la humanidad o a otros niveles de Conciencia, puede asistir a quienes continúan en la experiencia material mientras continúa su propio proceso de crecimiento, porque todo en el Universo es Evolución. La Ascensión no es el final, sino un comienzo, como lo es también la muerte de una persona en la Tierra.

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CAPITULO VI Karma y destino

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CAPITULO VI Karma y Destino

El Karma El Karma es la forma que, al venir a la Tierra, elegimos para vivenciar el continuo equilibrio que es ley Universal. Karma significa “causa y efecto”, es la relación entre la acción y la reacción que esa acción provoca. Significa que cada acción generada conlleva en sí misma una reacción, y viceversa. Cada acción involucra un determinado movimiento de energía que debe ser equilibrado por la Ley de Causa y Efecto. Durante muchas vidas, y de muchas maneras, hemos puesto en funcionamiento las leyes del Karma. Debido a la existencia de la dualidad, generamos lo que llamamos “karma bueno” y “karma malo”. El “karma bueno” es el que pone en acción fuerzas generadoras de Amor, de ayuda, de amistad, de hermandad, de curación, de aprendizaje. El que consideramos “karma malo” es el que propicia la destrucción, la falsedad, la enemistad, la violencia, el dominio, la subordinación, la enfermedad, la muerte y la desarmonía. Puesto que en el nivel Superior de nuestro Ser, el “mal” no existe; para quien ha llegado a un cierto grado de comprensión espiritual, el “karma negativo” se transforma en un Maestro que estimula el aprendizaje del Amor. El karma puede producirlo una persona hacia sí misma o hacia los demás, hacia una actividad o hacia el planeta. Cualquier persona genera karma hacia sí misma con cada cosa que hace y piensa, lo que se permite o no realizar, la forma en que deja actuar al Amor a través de sí o la forma en que se lo niega. El karma hacia los demás es un resultado de la realidad que cada persona genera para sí desde su karma individual. Una persona llena de Amor genera Amor en sí misma y lo brinda, creando un “karma bueno”. En consecuencia, es ilimitado el Amor que recibe. Quien se niega el Amor en cambio, resiente su falta y la proyecta en los otros, esperando todo el tiempo que las demás personas vengan a satisfacerlo, a hacerlo feliz, y se desilusiona, se enfurece con aquellos a quienes siente “en deuda”, sufre o teme la ausencia del Amor. Al distorsionar de este modo las relaciones forja un karma de negación. Lo que haga a los demás se lo estará haciendo a sí mismo, porque la energía va y vuelve, retornando a quien la proyectó. Cómo librarse de los lazos del Karma La forma de liberarnos del karma negativo que podamos haber forjado, es dejando de prestarle atención, enfocándonos en lo bueno. De las buenas acciones que hagamos hoy, se construirá nuestro futuro. El “karma negativo” queda disuelto con sólo una buena intención dirigida a comprenderlo, aceptar la responsabilidad de haberlo creado, y abrirse a aprender la forma de dejar de provocarlo. Por eso es importante dejar de proyectar cosas negativas, aun las que estén dirigidas hacia nosotros mismos, puesto que no hacen menor mal… Sino por el contrario, son el origen de TODO EL MAL en nuestro entorno, nuestras relaciones y nuestra vida. Cada vez que nos sentimos ajenos del Amor, lejanos del Ser perfecto, completo y libre que somos, estamos proyectando karma negativo para nosotros mismos. La trampa se diluye cuando logramos reconocernos en nuestra Esencia Espiritual, cuando entramos en contacto 73

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con la Gran Verdad de que somos seres Amorosos, sin defectos, seres grandiosos; que somos amados todo el tiempo y que merecemos el Amor, entonces, nos alejamos naturalmente de los pensamientos negativos, dejando de producirlos. Nos abrimos a todo lo bueno, y damos sin esperar nada a cambio, con la única intención de hacer lo que sentimos que es correcto. Sabemos que quien da “esperando” una respuesta, está negando su capacidad de recibir de una forma natural lo que le corresponde en la Ley del Ida y Vuelta. Sufrir a causa de los karmas que nos creamos en el pasado hace que nos quedemos anclados en el nivel de la negatividad. Cada vez que asumamos algo como una “realidad” la estaremos provocando, y por lo tanto, proyectando en el tiempo. Para salir de los karmas que no deseamos, solo debemos dejarlos, como parte del pasado, y comenzar a proyectar el futuro, en el AHORA, viviendo el HOY. De este modo se nos hace posible crear un presente y un futuro de Amor y Bienestar, basado en el crecimiento, y no en el castigo. El castigo nada enseña y sólo ocasiona más y más estancamiento, más y más negatividad. Ahora estamos sufriendo debido a acciones pasadas, a “karmas negativos” que construimos en otro tiempo. Generamos esas acciones y esos pensamientos en el pasado. No están hoy… ¿Por qué continuar sufriendo? No merecemos seguir sufriendo… ya experimentamos el mal momento, ya lo vivimos. Ahora es momento de dejarlo, de trascenderlo, de aprender a ser distintos. Ahí radica el aprendizaje de todo ser humano: el tiempo está a nuestro favor. Creamos el presente con cada paso, con cada decisión. Si ahora decidimos dejar de sufrir, si dejamos de aceptar que “debemos” sufrir a causa de lo que “nos hacen los demás” (cosa que nosotros provocamos)… sólo eso hace falta para que el Universo interprete que deseamos crecer. En cuanto aceptamos el Amor, trascendemos el karma. Esta es una elección que debemos hacer siempre, a cada instante y ante cada pensamiento que aparece en nuestra mente. Nuestros pensamientos son las órdenes que emitimos al Universo, que son interpretadas como la Voluntad pura de un Dios que se supone, sabe lo que está haciendo. Cada uno de nuestros pensamientos generará una acción y una reacción. Cuidemos el rumbo que toman nuestros pensamientos, para que sólo lo bueno nos llegue. Busquemos el contacto con la Voz de nuestro Ser Espiritual a través de la meditación, para aquietarnos y hacernos Uno con sus pensamientos más profundos. Entonces dejaremos de crear desarmonía. Cuando nos integramos a nuestro Ser Espiritual, sólo podemos proyectar Amor, y plenitud, y satisfacción. Cuando buscamos el contacto con nuestra más honda Verdad, todos nuestros karmas se disuelven, pues fueron productos de una ilusión. Entonces dejamos de caminar en círculo y por primera vez, podemos avanzar hacia mejores realidades, porque estamos en contacto con la mayor Armonía y recordamos que a cada minuto, tenemos el poder de Crear. El Destino El Destino es el Amor hecho una guía para que no nos distraigamos del camino asignado por nuestro Ser Superior. El destino reúne esas pautas concentradas en forma física, con las que emprendemos nuestra evolución terrena, dentro de un “marco”, un “contenedor energético” que nos permite atender nuestro propio mandato kármico, es la forma codificada de lo que debemos aprender. No existe azar en la naturaleza, todo ocurre por algo. Todo sucede según un código perfecto, exacto, con el que estuvimos de acuerdo.

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Al venir a la vida física, nos encarrillamos según nuestro particular Destino. Desde él respondemos a las necesidades de nuestro Ser Espiritual, y lo que nos insta a aprender. Elegimos nuestra familia, nuestras experiencias de crianza, nuestra educación, nuestras parejas, nuestros trabajos, nuestra economía, y también nuestra salud, los accidentes y los problemas a los que debíamos enfrentarnos. Elegimos aquello que sabíamos que necesitábamos para evolucionar, para aprender algo, para trascender, para perdonar, para Amar. Elegimos pasar por toda una serie de experiencias que luego, al nacer, olvidamos, porque de esa manera se desarrolla el juego del ego. De nada nos serviría recordar todo lo que tenemos que hacer, con qué personas nos encontraremos y con quienes viviremos cierto tipo de experiencias. Lo más probable, es que si así fuera, si pudiésemos recordar todas las cosas que elegimos pasar, desistiéramos. Simplemente rehuiríamos de las situaciones complejas antes de enfrentarlas para trascenderlas. Por eso no “recordamos”. Pero internamente, en un nivel profundo e intuitivo de nuestro Ser, “sabemos”. Tenemos la capacidad de “sentir” cuándo estamos obrando bien o mal, cuándo estamos liberándonos o sólo embrollándonos más. Luego creemos que el Destino es algo que nos tocó en suerte, que es algo impuesto “¿Por qué a mí?” preguntamos, y nos alzamos en contra de Dios: “¿Por qué me haces pasar por esto?” Nos resulta fácil creer que hay “algo” que se ensaña con nosotros, algo proveniente de una fuerza superior. Esa es la percepción corriente de una persona corriente en el plano tridimensional. Pero podemos superar eso. Muchos se preguntan: “¿Dónde está el famoso Libre Albedrío, si tengo que estar siguiendo las pautas de lo que elegí antes de nacer? No puedo elegir libremente si tengo que cumplir con un determinado “destino”. El tema es el siguiente. Necesitamos del “Destino” mientras no tenemos desarrollada una Conciencia Espiritual. Cuando comenzamos nuestra búsqueda espiritual, cuando empezamos a comprender estas cosas, desenrollamos el “nudo” en el sendero, que nos hacía llegar hasta allí y volver hacia atrás a repetir lo mismo, a andar por las rutas preasignadas al momento de nuestro nacimiento sin poder sortearlas. Alcanzamos la comprensión y nos hacemos dueños de nuestra propia vida. El Destino, como el karma, ya habrán cumplido su motivo y simplemente proseguimos, con un Destino “nuevo”. Lo que se reitera dos o más veces, es justo aquello que debemos aprender a cambiar. Supongamos que en el transcurso de esta vida desenrollamos todos los “nudos”. Detectamos cada cosa que se nos da repetida, y cambiamos los patrones que las provocaron. La pregunta que ahora nos incumbe es: “¿Qué pasa entonces? ¿No tengo nada más que hacer? ¿Cuándo termino de cumplir mi Destino, me muero?” No. Constantemente estamos creando “Destino”. Una vez que alcanzamos un cierto grado de desarrollo espiritual, podemos hacer un uso total de nuestro Libre Albedrío. El Destino no es algo azaroso e impuesto, es el camino de lo que nuestra alma debe sanar. Cuando aprendemos la lección, pasamos a la siguiente, por lo tanto, nuestro Destino obedece a nuestro Libre Albedrío. Lo estamos creando nosotros mismos, desde nuestro nivel más alto, donde estamos observando nuestra existencia tridimensional, y sabemos qué nos queda por explorar, porque todo el camino es un Viaje hacia nuestro Autodescubrimiento.

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Relación entre Karma y Destino El Destino es el Karma que decidimos trabajar durante una determinada vida. Nuestros rasgos físicos y del carácter, los acontecimientos y personas que se nos presenten, habrán sido previamente acordados como una dosis del aprendizaje, la lección a trabajar. Durante la estancia en la Tierra, formamos un karma y luego, en los estadíos intermedios entre una y otra vida, realizamos un análisis de lo aprendido y de aquello que aun nos queda por conocer, inspeccionar, revertir o perfeccionar para continuar con nuestra evolución hacia niveles cada vez más cercanos al Amor. Entonces, proyectamos nuestra próxima existencia terrena dentro del marco de un “Destino” particular. Nacemos en un sitio determinado, en el día y la hora en que la vibración de la Tierra y la aspectación de los astros nos sirvan de guía y de impulso para dar curso al trabajo que seleccionamos. De este modo, aunque al nacer hayamos “olvidado” cuál es nuestro camino, lo recordaremos en nuestro interior, pues este estará impreso en nuestro ADN, en la forma de un código magnético. Karma y Destino no son lo mismo, aún así, podemos modificarlos a voluntad utilizando la Conciencia del Ser Interno. Fueron ideados y planificados en el estado más puro y elevado de nuestro Ser, con un propósito sagrado, y no serán depuestos por capricho del ego. Pero sí, este cambio se vuelve posible para toda persona que habiendo comenzado un sendero de búsqueda espiritual, pueda interactuar concientemente con la Sabiduría de su Ser Superior. Del crecimiento alcanzado depende que la persona en cuestión elija trascender su karma, y si ya no necesita recibir determinadas lecciones, si ya aprobó las materias con antelación, entonces cambiará su Destino. ¿Y cómo llegamos a alcanzar ese grado de Sabiduría que nos permita interactuar y modificar a voluntad nuestra propia elección espiritual? Del modo más sencillo: Siguiendo una a una, las pruebas de nuestro Destino. En cada vida de cada persona, el destino cumple una función primordial: encaminarlo hacia su crecimiento espiritual. Aquellos sucesos y acontecimientos funestos, suelen ser, por lo general, los más cargados de potencial evolutivo. Las experiencias fuertemente negativas son las que, por resultar tan contrastantes con nuestra Verdad Espiritual más honda, producen un quiebre en la personalidad, inclinándola hacia la búsqueda de respuestas. Los grandes desafíos, los grandes sufrimientos, las grandes luchas, no se nos han impuesto para que los soportemos pasivamente, sino para que en ellos develemos algo: la oportunidad oculta, el regalo que nos espera al atravesarlos y comenzar a hacernos preguntas, buscando la verdad espiritual que subyace detrás de lo que conocemos como “nuestra realidad”. El mejor modo de crecer no es, por lo tanto, negar el propio destino, sino aceptarlo, con confianza en que este persigue un propósito más profundo: el de iluminarnos. Aceptar el destino personal tiene que ver con agradecer las circunstancias que nos toca vivir como oportunidades de crecimiento, e intentar mejorar cada día. No es “resignarse” a sufrir, sino dejar la queja y la actitud de víctimas, cambiarla por un rol de protagonistas de nuestra propia vida. Somos los actores principales, los directores y los productores de nuestra propia película. Si no nos gusta lo que nos muestra el film, sólo nos basta tomar las decisiones necesarias, realizar los ajustes y los cambios que hagan falta, y continuar rodando. Cuando somos capaces de asumir nuestro destino como un camino de aprendizaje a transitar (ya no como un martirio o una carga), cuando vamos aprendiendo la responsabilidad en cada uno de nuestros pasos a través de las lecciones cotidianas, dejamos de formar Karma negativo. Para todo aquel que asuma su propio crecimiento a través de las pautas de su destino, el futuro aparecerá limpio.

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El Juego de las Relaciones En el juego de las relaciones hemos hallado la modalidad sobre la cual entretejer, como los hilos de un telar, las hebras de nuestra vida. Mediante las relaciones con los demás nos descubrimos a nosotros mismos, nos conocemos, nos exploramos, nos definimos y nos identificamos, aprendemos las emociones y aprendemos a Amar. Aquí nos encontramos con la gran bendición de vernos rodeados de otras almas hermanas. El “hermano” no es siempre aquel que nos alimenta y nutre de verdadero amor y respeto. Esta descripción podría configurar el dibujo armonioso de un tejido ideal; pero es más común aquí en la Tierra, que nuestras relaciones resulten como hebras que se cruzan e intercalan unas por sobre otras, totalmente enmarañadas; hebras sueltas que desarman la trama, hebras tirantes que ejercen presión y restringen al resto, hebras que sobresalen sin ocupar su verdadero lugar, otras que se escabullen por debajo de las visibles. Digamos que, si el juego de la vida se desarrollara en un telar, no resultaría una obra muy armoniosa. Hemos visto y vivenciado estos juegos durante toda la vida, algunos de maneras más escabrosas, algunos de maneras más sutiles, a causa de los pasos dados en el proceso evolutivo. Mientras más Concientes nos tornamos, más nos volcamos hacia los vínculos de Amor, hasta alcanzar la percepción de la verdadera unión que nuclea a todos los seres en uno solo: Dios. Pero hasta que seamos capaces de albergar ese tipo de percepción, comencemos a elegir a cada instante el Amor y dejemos de excusarnos en las actitudes ajenas, continuaremos atravesando disparidades, diferencias, enfrentamientos, reclamos, deudas, engaños, rupturas y todo tipo de experiencias incómodas o dolorosas junto a nuestros compañeros de destino y de vida. Hay algo que es completamente cierto: especulamos con el comportamiento de los demás, cuando no tenemos la suficiente confianza en nosotros mismos. Sentimos la necesidad de escudarnos en lo que el otro haga o diga, o deje de decir o de hacer, cuando no asumimos que tenemos la capacidad de elegir y de actuar por nosotros mismos, para proveernos nuestro bien. Tememos al futuro, tememos a los otros, nos sometemos a lazos que tienden a ocultar más y más nuestra verdadera esencia… ¿Por qué? Porque al desconocernos, nos tememos a nosotros mismos. No nos creemos capaces de asumir el 100% de la responsabilidad sobre los acontecimientos de nuestra vida. Culpar a los demás, es más sencillo. Y así queda establecida la trampa. Si el Poder lo tienen los otros, entonces, nada podemos hacer… Sólo aguantar. Pero en algún momento, la repetición del mismo tipo de experiencias produce una ruptura en nuestro sistema enredado de razonamiento. Comenzamos a sentir el escozor del cambio, queremos terminar con el dolor, la postergación… queremos crecer. En el momento en que elegimos eso, nos situamos en nosotros mismos. Y entonces, comienza a tener lugar el cambio que tanto deseamos. Esa decisión quizás nos inste a cambiar de relaciones, de ambiente, de carrera, de profesión, de trabajo, de pareja, o de todo ello en conjunto, en busca de horizontes nuevos y más apropiados para nuestro momento. Luego de toda una vida viviendo “hacia fuera”, es común que cuando decidimos “cambiar”, sólo veamos que podemos cambiar lo externo. Pero el verdadero cambio es el que se gesta desde adentro. Las rupturas sólo son útiles cuando ocurren desde la unión con los sentimientos más puros del Ser Interior, cuando son el resultado de la adquisición de nuevos valores, más acertados y más sanos; de un creciente respeto hacia nosotros mismos y de la compresión de ese cambio como un paso dado hacia la Verdad Interior. De lo contrario, en seguida notaremos, que sólo cambiará lo externo. Cuando los cambios no 77

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se ejercen en el interior, el “patrón” que pareciera signar nuestro destino continúa siendo el mismo. Escapamos de una persona, encontramos otra de la que no podemos rehusar. Salimos de una ciudad, nos topamos con iguales condiciones en otro lugar. Huimos de un vicio, como el de beber o fumar, y nos vemos luego adictos al consumo de alimentos o golosinas para atenuar la ansiedad. El aprendizaje no se consolida en la huída, ni en el escape continuo de nuestras emociones más profundas, que vemos proyectadas en la relación con las demás personas y con la vida en general. Alguien dijo alguna vez: “Por más lejos que puedas ir, siempre te llevarás a ti mismo” Por lo tanto, tus problemas, viajarán contigo. Para realmente Aprender, hay que hacerse cargo de los propios “problemas”, que no están afuera, sino en el interior. Para comenzar a sanar por dentro, es necesario iniciar una búsqueda espiritual, buscar hacer contacto con la voz del propio Maestro Interior, comenzar a comprobar por nuestra propia experiencia que somos seres Sabios, que merecemos y podemos dar más Amor del que hoy imaginamos. Sólo en la visión de nuestro Ser Superior dejamos de temernos, y por lo tanto, de temer a los demás. Sólo cuando conocemos el Amor hacia nosotros mismos podemos aprender a Amar. Y las relaciones basadas en el Amor siempre son las que nos hacen crecer más, y más, y más. Por eso, quienes viven de relaciones superficiales y efímeras, pueden albergar muchas experiencias, pueden disfrutar o pueden sufrir, pueden tener mucho conocimiento, haber compartido situaciones con miles de personas distintas… pero nunca alcanzan el grado más profundo, nunca llegan al punto en el que la relación se torna fuente de Sabiduría. El Verdadero Aprendizaje conlleva la aceptación de los propios errores y el respeto hacia el deseo interno de trascenderlos desde su punto de origen, ya no desde los efectos visibles. Solemos ver en los demás el reflejo de nuestra propia emoción dolida, nunca vemos realmente al otro como es. Generamos temores, enfados, discordias, nos dirigimos al otro creyendo tener “La Verdad”, cuando en realidad, estamos equivocándonos. Existe una única Verdad en el Universo, y esta es la de la Unidad. La unidad entre nosotros y nuestros compañeros de camino, nuestros hermanos espirituales, es inquebrantable. Sólo nuestras pequeñas voluntades egoicas entorpecen la marcha hacia la igualdad y la unión, que es nuestro estado natural. Nos ofendemos a nosotros mismos basándonos en los pensamientos que generamos respecto del otro, temiendo lo que el otro estará pensando acerca de nosotros, sintiéndonos vulnerables, guardando rencor y queriendo hacer daño, culpando a los demás de lo que nosotros provocamos dentro de nosotros mismos, por desconectarnos del Amor. Antes de dar un paso, cualquiera que sea, que esté dirigido a otra persona, veamos: ¿Qué estamos pensando acerca de ese ser? ¿Vemos a un Ser Divino, pleno de potencial o sólo una mascarita que se comporta acorde a lo que para nosotros sería “lógico”? ¿Reconocemos en esa persona a un espejo, o sólo la culpamos de su actitud? El problema entre dos personas nunca se origina en una sola. Ambos han sido atraídos por el tipo de pensamientos que se dedican a sí mismos. Cuando se enfrentan con el otro, en realidad, están buscando hacerse concientes de su propia proyección, poder “verla”. El otro, como un espejo, se la muestra. Dejemos de escudarnos en juegos de culpa y culpable, de víctima y victimario. Entre dos seres humanos que se enfrentan, hay dos víctimas y dos victimarios. Dos almas dejándose llevar por el engaño, la ilusión que no hace más que estancarlos en el sufrimiento y el dolor. Dejemos de entorpecer la maravilla de nuestros días, la espléndida oportunidad que estrenamos cada mañana, queriendo “tener razón”. La “razón” surge del raciocinio, y a menudo el raciocinio, tan útil para las cuestiones mundanas, suele estar desconectado de la Verdad Espiritual. Nadie puede “tener razón” sobre lo que hace, dice o siente el otro. Son pocos los seres humanos que llegaron a estar capacitados para acercarse a otro ser humano con 78

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sentimientos de pureza, sin guardar dentro de sí ideas, prejuicios, preconceptos sobre lo que la otra persona “debería” estar pensando, sintiendo o haciendo. El otro sólo pensaría o sentiría de manera predecible si fuera igual a nosotros, si tuviera nuestro mismo ego, nuestro conjunto de energías, si hubiera vivido nuestra misma historia personal. El “otro”, es realmente el “otro” en el plano del ego, absolutamente diferente a lo que podemos concebir. Dejémoslo ser. Dejemos que cada uno se exprese a su manera y a sus tiempos. Dejémoslo explayarse y recorrer la vida a su propio ritmo, según sus creencias y conceptos, sin análisis, sin observaciones, sin anticipar su acción o su reacción. Conozcamos a quien tenemos en frente, no lo prejuzguemos. Cada persona es única, cada ser humano es un misterio. Cada minuto de cada persona, es un misterio. Permitámonos disfrutar de lo desconocido en cada individuo con el que nos cruzamos, así sea nuestro esposo o esposa, alguien a quien vemos todo el tiempo y a quien creemos conocer. Una persona no es una cosa estática, no puede definirse e interpretarse como lo haríamos con un objeto; un ser humano es un proceso, en cambio constante. Es imposible que alguna vez hayamos conocido a alguien, incluyendo a quien vive al lado nuestro, puesto que es dudoso que esa persona haya llegado a conocerse a sí misma al grado de poder mostrarnos realmente cómo es. Y en caso de que lo hubiera hecho… ¡la amaríamos! La gente se encuentra en la calle, se saluda y acto seguido ¿qué acostumbra hacer? Saca a relucir sus opiniones. Ya sea acerca del clima, de la política, la economía, la familia, los compañeros de trabajo o los vecinos, todo aparece teñido del juicio y la visión personal, entrenada adrede para responder de esa manera. Las “opiniones” parecen ser la forma más fácil de entablar una conversación. Incluso, en determinados momentos puede que hayamos llegado a pensar que “quedaríamos mal” de no tener formada una opinión sobre algún tema o persona en particular, no podríamos incluirnos en algún grupo social, o nos desprestigiaríamos. Pero la Verdad es que, no es un rasgo destacable tener facilidad para crear estructuras mentales, mucho menos cuando se trata de “opiniones” sobre los demás. Podemos reconocer y hasta envanecernos de nuestra perspicacia al momento de detectar y discernir “lo que está bien” y “lo que está mal”, lo que tal o cual está haciendo del modo correcto, y en lo que se está equivocando. El propósito más puro por el que recibimos esta capacidad, fue para ayudar a nuestro crecimiento interior, permitiéndonos reconocer lo que vibra en sintonía con nosotros, y lo que no. Nuestra capacidad crítica resulta productiva cuando se basa en los mensajes que nos sopla nuestra intuición como lenguaje de expresión del Ser Interno, más suele transformarse en un arma de doble filo. Cuando es la mente quien se apropia de los contenidos percibidos ajustándolos a sus antiguos parámetros, cuando nuestra emoción está dañada, cuando nos sentimos desprotegidos en algún aspecto, sólo podemos ver, generar y proyectar más de esa misma irrealidad. Este es el tiempo que se nos dio para diluir nuestros karmas, es tiempo de limpieza y purificación de las relaciones, es tiempo de enfrentamiento y separación para aquellos que han detenido su evolución sosteniendo lazos de sufrimiento, es tiempo de reconocimiento del Amor Mayor para consolidar luego una nueva y verdadera relación, como hermanos espirituales, en unidad, igualdad y paz. Nuestros hijos, bien pueden haber sido nuestros padres en el pasado, o nuestros amantes, o maestros, o amigos, o parientes, o discípulos. Nadie es inferior a nadie en el plano del Espíritu, somos iguales, y si pudiésemos comprender esto, notaríamos cómo supimos escoger tan sabiamente los lazos que nos vinculan en la actualidad, que nos llevan a necesitar y buscar el modo de volver al Amor. Ninguna madre es capaz de negar el Amor que siente por sus hijos, o ningún hijo por su madre, y sin embargo, puede que estos hayan sido enemigos en una vida anterior. Los antiguos 79

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“problemas” no desaparecen por completo, claro que no. Los problemas no trascendidos en las existencias previas se portan y se trasladan a la nueva relación. Las dependencias, los celos, las envidias, la incomprensión, el dominio y la subordinación, así como todas las brechas que nos separan de la percepción del otro como un hermano espiritual, un igual, no son en realidad “problemas”. Son más bien, oportunidades de ver lo que todavía resta sanar en la relación con esa alma, teniendo la perspectiva tan favorable de la unión en el Amor a través de los lazos de la sangre. También con nuestros jefes, maestros, clientes, doctores, terapeutas, compañeros, tenemos un encuentro “kármico”. Toda persona con la que nos encontramos en el trascurso de esta vida, es alguien con quien compartimos alguna vez, un tiempo, una historia y un lugar común. Contamos ahora con la ventaja de haber perdido la memoria. No podemos precisar qué fue lo que sucedió entre nosotros y esa persona en particular en una vida anterior, y nos abrimos a entablar así una nueva relación. Pero, aunque los recuerdos puntuales ya no formen parte de nuestro cerebro, aunque nuestro banco de memoria almacene datos nuevos, guardamos un conocimiento profundo, a un nivel intuitivo, que suele disparar en nosotros mecanismos insospechados cuando volvemos a toparnos en los ciclos del karma con almas conocidas. Esta “memoria celular” impresa en nuestro cuerpo energético (que a veces es motivo de lo que llamamos “química” o “cuestión de piel”), puede no tener que ver con lo que la persona en cuestión es en la actualidad, ni el rol que desempeña en nuestra vida, pero igualmente nos pone sobre aviso: “Amigo del alma”, “enemigo”, “me entrego”, “desconfío” Quienes conforman una misma familia se han elegido mutuamente para compartir un aprendizaje, se vinculan en un estrecho lazo de compañía y cotidianeidad para saldar sus deudas de Amor, y aprender a agradecer el aprendizaje mutuo, el servicio del otro en el propio camino. Todos vinimos a transitar un sendero individual de aprendizaje, pero no lo hicimos solos. Todas aquellas personas que nos rodean reciben algo de nosotros. Contribuimos de algún modo a que sus existencias puedan ser más felices o más molestas, y recibimos de parte de los demás, el mismo tipo de influencias. Estamos comprometidos con las almas que nos rodean, a brindar nuestro Servicio: el de estar allí, acompañándolas, hasta que puedan descubrir el profundo nexo de Amor que es la razón por la que vinimos. De la misma manera, recibimos el servicio Amoroso y elevado de los demás, quienes están ahí para que, a través de los roces y dificultades cotidianas, a través de la forma en que disfrutamos o no de su presencia, a través del modo en que descubrimos la Libertad y el Amor, crezcamos. El propósito final de todas las relaciones es llegar a descubrir conjuntamente la forma de continuar creciendo, libres de sufrimiento, en el respeto íntegro y genuino hacia uno mismo y las elecciones del otro. Purificar los Lazos En estos tiempos podremos ver bien marcadas las diferencias entre quienes se escogen a sí mismos, y quienes prefieren continuar aferrándose a lazos dañinos. Éstos lazos pueden ser con otras almas, o con hábitos, con la materia o con determinadas maneras de ver y de pensar. Las esclavitudes que generemos para nosotros mismos serán exactamente eso: “esclavitudes” que sostengamos (y a las que nos sometamos) hasta que tomemos conciencia de que, así como las creamos, las podemos soltar. La manera de “soltar” la esclavitud no siempre significa dar un corte definitivo a aquello que sentimos está coartando nuestra libertad, confinándonos de ese modo a la sensación de 80

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soledad, de pérdida o de vacío. “Soltar” lo nocivo es, simplemente, dar un paso al costado, sin huir, sin escaparse, sin negar; siendo plenamente concientes de que esa limitación está ahí, que apareció en nuestra vida para que pudiésemos elegir, que tal vez no es lo perfecto, lo que elegiríamos en la actualidad, pero que “existe” para nosotros, porque allí la hemos puesto con algún sentido. Antes de decidir “cortar” con algo, ya sea una relación, una forma de vida, un hábito o estructura mental, debemos ser concientes de que nuestra elección sólo nos garantizará la libertad que estamos buscando, si la tomamos desde el Amor. Debemos despertar la capacidad de ver al Mayor Amor manifestándose activamente en cada paso que damos, sentir la alegría de nuestro Ser Interno, la dicha de estar vivos y experimentando lo nuevo, y la de todos los seres que nos acompañan, generando tan amorosamente esta situación que ahora nos lleva hacia un nuevo Desafío, hacia un nuevo Crecimiento, hacia una nueva Conciencia de la propia individualidad, de nuestra inmortalidad y de la eternidad de los Vínculos del Amor. Para purificar los lazos en las relaciones con otras personas, a veces se torna necesaria la decisión de la distancia, para que cada uno de los implicados pueda elegir el camino a seguir sin las influencias del otro. Al dar cualquier paso, por minúsculo que parezca en esa dirección, debemos estar atentos, pues de nada servirá si la separación se basa en el odio, el rencor, el miedo o la venganza; tampoco en los sentimientos de exclusión, de culpa o victimismo. Sólo será un acto de Amor, y servirá al crecimiento mutuo si es tomada sin resentimientos, en la plena noción de estar asumiendo un cambio positivo, un asomo a la posibilidad de una felicidad genuina y la búsqueda del Bien Mayor. Un camino nuevo no puede edificarse sobre los cimientos que forjaron el antiguo. Si pretendemos que nuestras vidas den un giro hacia el Bien, debemos comenzar por darnos ese Bien a nosotros mismos. Darnos el Bien es dejar de albergar la más mínima gota de negatividad. Dirigida “hacia adentro” o “hacia fuera”, hacia nosotros o hacia los demás, en forma de desvalorización, desaprobación, crítica, censura, o cualquiera sea la forma que la falta del amor promueva en nosotros, da lo mismo. La percepción de la “separación” es una visión terrena, en realidad, nos conecta la misma energía, todos estamos unidos. Cuando pensamos acerca de los demás, los estamos observando con nuestros propios ojos y desde nuestras estructuras, por lo que comúnmente tendemos a describirnos a nosotros mismos: a nuestros temores, inseguridades y prejuicios, en lugar de ser objetivos. Cuando nos juzgamos o criticamos, también condicionamos la forma en que nos relacionaremos luego con los demás, y lo que percibiremos en ellos. Vivimos en un juego creado perfectamente en el que “todo lo que va, vuelve”, y en el que, a pesar de verse “separado”, todo está unido. Somos Amor. El otro también es Amor. El Amor es una esencia, una energía que fluye y conecta, sin fronteras, sin límites. No tenemos límites en realidad, no estamos “separados”. Somos partes de lo mismo, un todo unificado, una misma energía. Todos partes del mismo Ser, del mismo Espíritu. ¿Qué es Crecer? Crecer es acompañar el propio camino con Amor. Crecer es aprender, es evolucionar, es erguirse ante el mandato del destino individual aprendiendo a verlo, a distinguirlo, a demarcarlo, a comprenderlo. Crecer es obviar las distracciones y comenzar a mirar adentro, descubriendo la Verdad de lo que necesitamos, más allá de los anhelos del ego, los enredos del entorno, las creencias o la sociedad. Sin pensar que somos “egoístas”, sin pretender 81

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“controlar” con la mente cada experiencia. Crecer es entregarse a lo nuevo constantemente, porque la Vida se renueva a cada instante. Es ordenarse según el ritmo que gobierna el Universo, que es el ritmo de la Paz. Paz no es quietud, sino Armonía. Crecer es desterrar cualquier sufrimiento, cualquier sacrificio, cualquier “esfuerzo”, porque donde existe esto, existe la esclavitud. Donde existe la esclavitud deja de estar la Libertad. Y donde no hay Libertad, no puede existir el Amor. Crecer es reconocer que merecemos el Amor, y a partir de allí, reclamar el cumplimiento de nuestros más altos deseos. Si somos amados, si nos amamos, querremos vernos satisfechos, activos, dinámicos, realizados; querremos dar y recibir Amor, querremos fe, Abundancia, Perfección, Alegría, Libertad, Salud y todo lo que necesitemos para nuestro más pleno bienestar tanto en la materia como en el espíritu. Crecer es trascender las necesidades del ego para comenzar a irradiar la Luz del Dios Interior. Es reconocer lo que cada uno vino a cumplir desde su Presencia Individual. Es permitir que la Gran Fuente de Energía rija, dirija y asigne el camino, colaborando con ese propósito desde la acción conciente. Es aprovechar esta oportunidad que elegimos, para terminar lo que vinimos a terminar, iniciar lo que hemos venido a iniciar, aprender de ese proceso y otorgarnos libertad. Crecer es permitir la infinita irradiación del Amor en cada etapa del camino. El Karma del Esfuerzo Existe un karma cultural que debemos trascender, y tiene que ver con el “esfuerzo”. Desde niños se nos inculcó esta noción como parte de “lo que debía ser la vida”. Se nos dijo que sólo lo que se consigue con esfuerzo es valioso, que debemos “sacrificarnos” para conseguir lo que queremos o sufrir para purificarnos de los errores cometidos; en otras palabras, se nos inculcó de mil maneras distintas, que la vida era un camino arduo y difícil. Que hacía falta renunciar a ciertas cosas para tener otras, como por ejemplo: renunciar a contar con tiempo libre para obtener dinero, renunciar a nuestras tendencias naturales en pos de la aprobación y la aceptación de los demás, o renunciar a aquellos talentos que fluyen de nosotros con naturalidad en pos de seguir una profesión “en serio”. Como resultado tenemos la sociedad en la que vivimos, en la que raramente encontramos personas apasionadas por lo que hacen, que se aceptan y se aman a sí mismas, que aman la vida y la honran, que crecen continuamente y se expanden con libertad, siguiendo el camino de su corazón. Ahora nos toca desaprender lo aprendido, para retornar a lo primordial. Si queremos aprender a respetarnos, debemos comenzar por quitarnos de la mente la noción del “esfuerzo”. Cuando nos amamos a nosotros mismos, ya no sentimos que “nos sacrificamos” para lograr las cosas que queremos, simplemente nos las damos, las salimos a buscar, con pasión, con energía y deseo. En el Amor, nada es “merecido” a través del sufrimiento, todo se merece Por Derecho. Sacrificarse en pos de un objetivo, es elegir el sufrimiento de mil maneras distintas. No hay premios ni recompensas al dolor, sólo cansancio y perpetuidad de ese dolor, día tras día. El camino del aprendizaje no es arduo, como tampoco la subsistencia, si aprendemos a seguir a nuestro corazón. Aquello que despierte nuestra mayor alegría, es nuestro Servicio a la vida, a la vez que a nosotros mismos, porque para aprender hay que saber jugar, disfrutar del camino, no sólo de las metas conseguidas. ¿De qué nos serviría llegar a la meta sin fuerzas para disfrutar de ella? ¿De qué luego de tanto tiempo de “sacrificio”? ...Si el sacrificio sólo hace que lo deseado se vuelva lejano y ambiguo: ya no es causante de Felicidad, sino de sumisión a la idea del dolor.

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Si Evolucionar es trascender lo negativo, entonces Crecer no puede significar sufrir. Al reconocer esto, nos liberamos de todo sufrimiento, y comenzamos a gozar de la vida, porque no existe estado más natural para el ser humano, que el de la Alegría. En nuestro Ser Interior no hay sacrificio, sumisión ni condena, que valga la pena sino para crear “más de lo mismo”. El Ser es Amor infinito y ese Amor es Alegría. Cuando recordamos cada experiencia de la vida por el Crecimiento que de ella obtuvimos, la mirada hacia el pasado se vuelve productiva, permite conectar con la mágica forma en que todo resulta obrar a favor del propósito de nuestro Ser interior. La persona que se centre en su Amor hacia sí misma descubrirá que no puede “disfrutar” cada día mediante el sacrificio y entonces se entregará a la Alegría de estar viva, de estar creciendo y experimentando la hermosa oportunidad de encarnar un aspecto único y particular de Dios. El sufrimiento está para enseñarnos a buscar la Paz, sólo entonces cumple un servicio. Luego, debe soltarse, abandonarse, pues de lo contrario se convierte en un escollo en el camino. Nunca puede hallarse la Paz sosteniendo el sufrimiento, como nunca se puede ser feliz sosteniendo el sacrificio, puesto que la idea de “esforzarse” para lograr algo, es dudar del propio poder de conseguirlo como un Derecho Divino. Es cierto que para alcanzar ciertas metas tendremos que esmerarnos, insistir y persistir, con fe, con entusiasmo, sin ceder. Esto no es sinónimo de “sacrificio”, sino de un deseo del alma. Cuando se busca el cumplimiento de un deseo del alma, nuestra energía y nuestra pasión fluyen ilimitadas. Cada obstáculo se transforma en un desafío a superar, en una especie de reto, de prueba. No siempre un deseo del alma se cumplirá sin “esfuerzo”, pero este será un esfuerzo grato, algo que sentimos que es correcto. El sacrificio al que nos referimos en los párrafos anteriores es en cambio, el de la propia verdad interior, el de una búsqueda carente de propósito, de sentido para nuestro Ser. Aquello por lo que debamos pelear y luchar en contra de la Verdad de nuestro Espíritu, será energía malgastada. Si aprendemos a acercarnos hoy a nuestro propio Ser, podremos ver que es más importante vivir hoy en Paz y Alegría, disfrutar de tiempo con nuestros amigos y familia, disfrutar del trabajo que realizamos y las oportunidades de alternar con la gente, de dar y de aprender, que sufrir hoy para disfrutar mañana. Cada vez que, en nuestra búsqueda cotidiana, sentimos que perdemos la alegría, estamos alejándonos del camino de nuestro Ser. La clave es disponerse a recibir aquello que nos haga sentir bien. Visto de este modo, ya no vale la pena el sacrificio, ni siquiera en esos momentos en los que sentimos que obedecemos a una causa justa. Ya hubo mucho de eso en la historia de la humanidad, muchos mártires cayeron en la lucha, pero estos son nuevos tiempos, y ahora se abren nuevas formas de obtener las cosas. Ya no es necesario luchar. Todo lo que obedece al Bien mayor y contribuye con el Plan Universal merece y tiene que ser realizado, pero ya no desde la idea del sacrificio y la lucha. Esto es algo que como humanidad debemos llegar a comprender: que cualquier acto en negación del propio bienestar, sólo contribuye a generar más de lo mismo, más negación al Bien Universal. Debemos aprender a diferenciarlo, a discernirlo. Este mensaje nos llega hoy para que cada uno, desde el propio sentido de la moralidad, la ética y los ideales, genere ideas que propicien la evolución, y ya no la barbarie. Muchas víctimas tuvo ya este mundo, muchas personas con buena voluntad y fuerza en la acción llegaron a entregar sus vidas para dejarnos este aprendizaje. Ellos pudieron ver mediante la experiencia, que aunque poseyeran la fuerza, la valentía, el honor, el coraje, un armamento de gran verdad y noble sentimiento humanitario, aun guardaban en sus 83

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Conciencias la idea de la lucha que debían enfrentar. Portaban en ellos la noción de la violencia (aunque se encontraran “en contra” de ella), de la incomprensión, de la desigualdad. Muchos buscaron ideales de Amor, creyéndolo en el fondo de su alma, un imposible. Muchos que (por creer que tenían al mundo en contra) no supieron darse Amor a sí mismos. Como consecuencia de eso, hubo quienes cayeron víctimas del desamor de los demás. Este país (Argentina) y el mundo, guardan mucho pesar por esas almas que se entregaron a este tipo de experiencias. Pero en el plano más elevado de las cosas, ellos estuvieron colaborando en la creación de una Conciencia más humanitaria a nivel masivo. Se necesitaron hechos “masivos” para cerrar el aprendizaje de la violencia en la humanidad. Ellos se “limpiaron” a sí mismos de sus propios karmas relacionados con la violencia, al tiempo que ofrendaron sus vidas y sus muertes para dejarnos un regalo: la gestación de un gran cambio evolutivo, una toma de Conciencia sin comparación en la historia de la humanidad. Con sus actos abrieron un camino hacia la reflexión y a su paso sirvieron de vehículo a otras almas, que vinieron a encarnar “perdidos”, alejados de su pasado real y sin familia, para favorecer la búsqueda de su Verdad interior. Ésta comenzó con la investigación a fines de hallar sus lazos biológicos, genéticos, pero a un nivel más profundo, ellos buscan su identidad. El ser humano que se entrega a la búsqueda de su identidad es una promesa para el Universo, es un ser abierto y receptivo a la voz de su Conciencia Espiritual. Ha creado en su ego la brecha que lo deja limpio, descubierto, libre de estructuras, ávido de respuestas, hambriento de Amor, sediento de Verdad, es un ser dispuesto a la búsqueda. Con una simple observación podemos notar todo lo que nuestra separación del Amor generó durante milenios en este planeta, y la forma en que el Plan Mayor de la Humanidad se encargó de reordenar, para que cada experiencia nos dejara un crecimiento, una clave para aprender, cambiar y trascender más allá del error. Aunque el sufrimiento sea un servidor que nos guía hacia el descubrimiento del Amor, no tenemos por qué sostenerlo, por qué continuar aprendiendo de esa manera. El dolor sólo provee algún esclarecimiento cuando nos abrimos a captar la totalidad de la experiencia. Aparece como una especie de “sacudida evolutiva”. Mediante el dolor despertamos de pronto a la realidad espiritual, comenzamos a buscar algo más allá, la presencia de un Dios, de alguien que pueda darnos consuelo o explicación. El objetivo final es el reconocimiento del Amor. Del Amor que necesitamos darnos o dar a los demás, del Amor que existe en cada experiencia, en cada suceso, y que siempre está enseñándonos algo nuevo. Pero podemos evitarnos el tener que pasar por el dolor para despertar. Esto es posible si nos entregamos por propia voluntad al crecimiento y al cambio, sin resistirnos, sin luchar. Asumir el Crecimiento requiere en primer lugar, de Aceptación. Aceptación plena de los hechos y los acontecimientos presentes o pasados, pero no del sufrimiento como parte inalterable de la vida. Eso es Resignación, y la resignación no trae consigo nada bueno, sólo dolor y estancamiento. Si nos resignamos a sufrir insatisfacción el resto de nuestras vidas, creyendo que eso es lo que nos tocó vivir o “aprender”, estaremos eligiendo sufrir, por lo tanto atraeremos más y más sufrimiento. De a poco, nuestra alma se irá secando, los sueños en nuestro corazón se marchitarán y llegaremos a creer que no tenemos más motivos por los que vivir, o ningún anhelo más que satisfacer. Entonces, buscaremos escapismos, como el vivir a través de la vida de los demás, imponiendo el control que no ejercemos sobre nuestra propia vida; o cayendo en la enfermedad como un llamado de atención que utilizaremos para manipular a otros, hasta que nos demos cuenta de que nuestro cuerpo enferma para llamar nuestra propia atención a los reclamos olvidados de nuestra alma. La depresión acaba por vencer a la persona que se resigna. 84

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Quien se resigna se confina a sufrir, cuando en realidad, nadie puede imponernos jamás ningún tipo de sufrimiento. “Aprender del sufrimiento” no es aprender a vivir con él. Por el contrario, el dolor aparece en nuestra vida para que podamos ver que algo nos estamos negando. Aprender del sufrimiento es utilizarlo para crecer, como una guía que muestra el siguiente paso, el siguiente cambio. Sentirse solo, sentirse pobre, o tonto, o inútil, no son verdades o hechos inamovibles, son sensaciones, creaciones mentales. Cuando estas sensaciones nos molestan, no es para que aprendamos a tolerarlas, sino para que demos el siguiente paso, y busquemos la forma de darnos eso que nos está pidiendo nuestra alma: que siempre es Amor. Aceptar las circunstancias “reales” es verlas como lo que son: instancias que obedecen a elecciones del pasado y que hoy pueden modificarse. Puesto que somos responsables por ellas, ya que las hemos creado, podemos del mismo modo ordenar su finalización, su transformación en un proceso que nos lleve a estar mejor. Esto no es posible para quien no cree ser el hacedor de su propia vida, para quien se considera una víctima de la voluntad ajena, aunque esta voluntad responda al nombre de “Dios”. Aceptar el propio poder sobre las situaciones de la vida implica “ver” que lo que tenemos en nuestra Conciencia es lo que generó esas circunstancias. Ahora, no sólo nos bastará intentar modificar las circunstancias. Si ellas son un producto de lo que llevaos en el interior, entonces, de nada servirá intentar cambiarlas desde afuera, pues nuestra Conciencia seguirá obrando por recrear sus imágenes y sensaciones familiares, sus “verdades” internas. La clave se encuentra “Adentro”. El trabajo que nos espera es el de buscar y soltar la causa que genera aquello que deseamos cambiar, en nuestra Conciencia. Debemos ser sinceros con nosotros mismos y descubrir los modos sutiles en los que contribuimos a la creación de nuestras experiencias. ¿Desde sentimientos de desconfianza, de desesperanza, de culpa, de desvalorización, de temor? ¿O desde sentimientos de auto-aceptación, de honrarnos por ser estos seres especiales y únicos que somos en la creación, de amarnos sabiendo que no debemos ser perfectos, pues vinimos a este mundo a aprender; de búsqueda del bienestar, de la Verdad, de darnos cada vez más Amor? Aprendamos del bien, a unirnos al Bien, aprendamos del mal, lo mismo. Aceptarnos es reconocer que en nuestras vidas (y en nosotros mismos) siempre habrá polaridad: luz y oscuridad, materia y espíritu. Mientras estemos en la materia deberemos observar la experiencia del mal. El “mal” será para nosotros otro Maestro. Está aquí para enseñarnos a comunicarnos con nosotros mismos, a buscar la verdad para salir de la confusión, a buscar nuestra esencia espiritual mediante la interiorización. Pero para reconocer al mal como un Maestro debemos estar dispuestos a darnos lo bueno, a honrarnos y a honrar a nuestra propia vida como una maravillosa oportunidad. Sólo si nos damos alegría el mal aparecerá ante nosotros como un Maestro capaz de iniciarnos en nuestra propia Maestría. No debemos despreciar sus contenidos creyendo que así lo desterramos de nuestra vida… sólo estaremos deteniéndolos, posponiéndolos, y en la próxima vuelta del ciclo, volveremos a toparnos con ellos, porque en todo aquello que despreciemos estaremos depositando desamor. Y el desamor hacia algo sólo habla de nuestro propio miedo. Como humanos, debemos aprender del mal, a hallar el bien; y del bien a consumar nuestros logros y celebrarlos, con la libertad y la alegría de estar colaborando con nosotros mismos y con nuestro crecimiento. No nos estanquemos observando el mal como la limitación para todo lo que deseamos de la vida. Al encontrarnos con él en cualquiera de sus formas, debemos tener en cuenta que estamos viendo una parte de nuestra propia energía. Una parte más de nosotros 85

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mismos, nuestra “polaridad” oculta, llamándonos hacia algún cambio de actitud, una parte que se regocija de esta grandiosa oportunidad de concretar un paso más en el camino hacia la Evolución. La Evolución de la raza se está consumando entre nosotros mismos. Nadie vendrá a rescatarnos, ningún “ser evolucionado” llegará mágicamente para “salvarnos”… sí en cambio, para ofrecernos las herramientas necesarias a todos los que las estemos buscando. Pero el trabajo es y será individual, de cada uno consigo mismo. De cada uno depende lo que quiera hacer con las herramientas que reciba, porque más que con una capacidad, tendrá que ver con una “intención”. Todos podemos crecer y cambiar, todos podemos evolucionar y transformarnos. Nadie conoce mejor que nosotros nuestro ideal, o nuestro propósito. No hay Mesías ni salvador alguno que pueda tomar a su cargo el proceso evolutivo de cada ser en la humanidad, sería privarnos de nuestro Derecho, de nuestra oportunidad, faltar a la Ley Universal del Libre Albedrío. No esperen que “alguien” venga a rescatarlos, ni Dios, ni Jesús, ni cualquier Maestro, ni los seres de las estrellas, ni siquiera otra persona aquí en la Tierra, si ustedes no están dispuestos a deshacerse de sus antiguas cáscaras y emprender el rumbo hacia la Totalidad, confiando al fin, en ustedes mismos, en su propia Guía Interna. Porque sepan que la poseen. Sepan que son Seres Sabios, pues toda la Sabiduría procede del mismo lugar, la Fuente que nos alimenta a todos por igual. Sólo se puede estar mayor o menormente conectado, sólo eso hace la diferencia. Y es una diferencia muy fácil de salvar, si la deseamos y buscamos con sinceridad.

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CAPITULO VII Elevar la conciencia planetaria

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CAPITULO VII Elevar la Conciencia Planetaria

El Cambio necesario Para que ocurra una verdadera Evolución, la Conciencia de la humanidad debe abrirse a integrar cada vez más los planos espirituales. Para abordar un crecimiento real, debemos adoptar pronto la Conciencia del Bien Mayor, que surge de la integración con nuestra esencia de Saber y de Amor. La Conciencia se refleja en cada alma y su nivel de vida. En este tiempo, están dadas todas las condiciones planetarias y cósmicas para que cada ser humano alcance su grado de desarrollo más alto en completa Armonía, pero esa es una elección que corresponde a cada uno en forma individual. De esta manera, quien esté dispuesto a evolucionar deprisa, será asistido con ayuda adicional por parte de sus Maestros Espirituales y Guías, para que pueda llevar a cabo su Plan. Aquellos que despierten serán llamados al Servicio Planetario, pues hace falta mucha Luz encarnada, aunada al trabajo humano, para elevar la materia del planeta. Debe purificarse todo el mal acarreado durante miles de años, fabricados por los pensamientos y sentimientos desconectados de la Verdad espiritual. Cada alma que despierte, a su debido tiempo, será llamada, será guiada a descubrir su misión y el valor que su participación adquiere en éste momento para la Tierra. Puede que ésta acceda a brindar su ayuda, como también que desista, y entonces continuará evolucionando con mayores o menores dificultades, según las maneras que elija. Los procesos de crecimiento más veloces, aquellos capaces de inspirar de nuestra parte exclamaciones del tipo: “¡Guauuuu! ¡Es increíble lo que hizo!”, serán los de aquellas personas que respondan con verdadera disposición, fe y compromiso al llamado interno. El planeta nos está necesitando (a todos), y todos tenemos una forma particular de colaborar y contribuir con el Gran Cambio. Para esto se torna crucial que seamos capaces de recordar nuestro “contrato”, es decir, aquella misión que elegimos cumplir cuando decidimos encarnar. Lo recordaremos como parte de un deseo interno, nuestro más elevado ideal, un compromiso con nosotros mismos. Ese sentimiento que nos hace sentir incómodos cuando estamos destinando nuestro tiempo a realizar cualquier otra tarea, esa frustración que a veces nos embarga cuando desvalorizamos nuestros verdaderos talentos, esa sensación que nos moviliza de donde estamos y nos impulsa a buscar “otra cosa”, ese “apremio” que nos lleva a creer que “se nos acaba el tiempo”, es parte del recuerdo de nuestro “contrato”, impreso en una parte de nuestra memoria que comienza a despertar. El mundo, tal como hasta hoy lo conocíamos, está siendo modificado. Nosotros cambiamos junto con el mundo. Nosotros somos los responsables de inducir y colaborar con el cambio global. Podemos elegir: el Bien o el mal. Con el Bien (obedeciendo aquello que nos pide nuestro corazón) comenzaremos a elevarnos. Con el mal (desoyendo el llamado interno), nos perderemos la oportunidad, en consecuencia nos estancaremos y sufriremos contratiempos, hasta puede que elijamos la muerte para volver a encarnar en tiempos de mayor paz. Todos los que estamos sobre la Tierra, tarde o temprano, nos veremos confrontados a tomar esta decisión crucial: partimos con la muerte, abandonando el planeta y su experiencia, o nos quedamos a ayudar. La elección será libre, y dependerá de cada uno. Todo estará bien. Ninguna de las dos opciones es la correcta. Eso sólo lo puede saber cada alma, en comunión 88

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con su “contrato” personal. Puede que la “misión correcta” para algunos implique permanecer, enfrentar los desafíos y dificultades de la vida en la Tierra, crecer y generar una conciencia despierta a los dones espirituales con la que ayudar a la evolución de la humanidad. Puede que “la perfecta misión” de otros sea encarnar para realizar una corta trayectoria junto a otras almas queridas, y despedirse pronto. Las almas que deciden irse, no lo hacen tanto por eludir su crecimiento personal, como para ayudar a los demás. Por lo general, son almas evolucionadas, que ya no tienen más trabajo que realizar y encomiendan su muerte al crecimiento de los que quedan en la Tierra. La muerte de un ser cercano siempre despierta inquietudes de tipo espiritual. Ese tipo de inquietudes tienen el potencial de convertirse en un verdadero regalo cuando la persona abandona el sufrimiento que le ocasiona la pérdida, para entrar en un plano de comprensión más amplio, en el que su “ser querido” continúa existiendo, en el que ofrendó su experiencia para regalar un crecimiento que de otro modo, nunca hubiese sucedido. A la visión tridimensional, una muerte es motivo de pena, a veces se considera una tragedia. Por lo general sentimos que lo importante es prevalecer y subsistir, aunque debamos llevar vidas desagradables y dolorosas. Creemos que si nos vamos de aquí se acaba el mundo. Sin embargo, la visión espiritual es mucho más luminosa y liberadora. Para la perspectiva más amplia de nuestro Ser, la Tierra es una simple estación de aprendizaje. Venimos aquí y sufrimos, nos enfrentamos a cosas difíciles, la pasamos bien y la pasamos mal, con un objetivo: descubrir el Amor de nuestro espíritu y llegar a ser Felices. La muerte es la puerta inmediata para unirnos al Amor y la Felicidad en forma Instantánea. Nadie fallece por azar, nada ocurre por accidente, cada nacimiento y cada muerte obedecen a elecciones profundas del alma, tomadas en función al destino compartido con las otras almas. De ese modo todos nos servimos mutuamente. Algunos nos quedamos para ayudar a los que están junto a nosotros dentro de un traje tridimensional. Otros se van, y nos ayudan de ese modo, a comprender quienes somos, a despertar a nuestra verdad espiritual, para que sea lo que sea que hagamos, destinemos cada impulso a la búsqueda del propósito común de todas las almas: el Amor y la Felicidad. Sufrir cuando fallece un ser querido es algo lógico para el ego. Esa persona desaparece de nuestra vista, de nuestra compañía, ya no podemos tocarla, sentirla, abrazarla, compartir con él o ella nuestra experiencia en esta vida; pero a la visión espiritual, no deja de ser un acto egoísta. El sufrimiento de quienes nos quedamos no hace más que “retrasar” el camino de quienes eligen partir. Ellos son también espíritus sabios, con un camino elevado, con una misión que completar. Puede que inclusive, esa misión les demande volver a encarnar para afrontar situaciones nuevas, desde una nueva perspectiva. Puede que les estén esperando nuevos servicios que dar desde su grandeza, desde su experiencia adquirida. Ellos estarán en la más grande plenitud y el más elevado Amor… y nosotros lloramos. No lloremos por ellos, no tendrá sentido, ellos saben por qué tomaron la decisión de salirse de este juego y sólo ellos son capaces de albergar la comprensión de lo “correcto” de su determinación. Si es que elegimos llorar, hagámoslo por nosotros, para encontrar ese punto interno en donde llegamos a reconocer nuestros verdaderos sentimientos, lo que nos hace falta soltar, lo que nos hace falta aprender, para hallar la felicidad y el Amor, y seguir creciendo. A quienes elegimos quedarnos nos corresponde la parte difícil: cambiar nosotros mismos para transmitir el cambio necesario a los demás, abrir el camino. A través de nuestra apertura y liberación, a través de nuestra tarea diaria de comprensión de la verdad, muchas otras almas lograrán despertar de su sueño de irrealidad y comenzarán su propia búsqueda de la Felicidad y el Amor. La progresión se dará en forma geométrica, y cada ser humano representará un punto en la inmensa red de la Evolución. 89

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Nuestra más alta tarea ahora es entregarnos al crecimiento que nos espera sin miedo, con confianza en que siempre somos guiados y asistidos. Nada ocurrirá por azar en nuestro camino. El temor nos demora. La forma de trascender el temor es enfrentándolo. Sólo cuando desafiamos el supuesto “peligro” que nuestras preocupaciones y miedos internos nos han creado, nos damos cuenta de que en realidad, no había nada que temer. Esperar a que mañana los obstáculos se desvanezcan, es postergar el mismo temor indefinidamente, pues nunca se trasciende lo que no se enfrenta. Nos toca elegir el tipo de mundo en que queremos vivir, nos toca determinar el tipo de vida que deseamos. La responsabilidad es nuestra, y nada podrá cambiar a menos que la tomemos y comencemos a llevar nuestra espiritualidad a un plano práctico. Ya todas las teorías fueron dadas, el mundo está repleto de teorías y conocimiento. Nos hemos llenado de teorías y conocimiento en este Planeta Escuela. Ahora llega el tiempo de la acción, del aprendizaje aplicado, la gran prueba que indicará el momento de nuestra graduación. La Evolución de la humanidad, ya comenzó. No hay tiempo, no hay “mañana”, la transición es hoy. Acerca de los sistemas y organizaciones humanos Sabemos que vivimos en un mundo con estructuras y regímenes decadentes, con la mayoría de los cuales no estamos de acuerdo y sin embargo, intentamos por la fuerza “encajar”, buscar la “aprobación “de los demás. Hacemos a un lado los deseos internos, nuestros “contratos” y talentos, nuestras “verdades”, estudiamos y nos preparamos con esfuerzo para “insertarnos” con éxito en lo que nosotros mismos consideramos obsoleto. Es tiempo de que dejemos de transigir con lo que ya dejó de ser “real”. Las cosas cambiaron, el mundo ya no puede mantenerse por los mismos carriles que llevaron a la humanidad hacia la corrupción, la desigualdad y la crisis. Se necesita el Cambio. Pero el mundo no cambiará a menos que nosotros, quienes estamos despertando a esta necesidad, planteemos el cambio. Si nos surge la necesidad, no debemos dudar en llevar nuestras vidas de otras maneras, diferentes a las aprendidas, distintas a las que las generaciones pasadas sostenían como “las más sensatas”. El acto más sensato en momentos como estos, en los que nada es “como era antes”, en los que todo da repentinos vuelcos inesperados, es el de escucharse a uno mismo. El propio saber interno es la única constante, lo único capaz de persistir en un mundo inmerso en la crisis del cambio. Lancemos un ancla al Saber de nuestro Ser espiritual, pues será la única autoridad en quien podamos confiar. Siempre estará actualizado, siempre sabrá lo mejor que podemos hacer, buscar y proyectar. Los sistemas que hoy rigen el movimiento monetario, político y social del planeta deben ser restaurados y devueltos al orden natural. Esto no ocurrirá hasta que el cambio en la Conciencia despierte los valores más profundos en los corazones de la humanidad. La integridad surge cuando el alma se reconoce digna de recibir la Abundancia en la Materia tanto como en el Espíritu, pero para eso debe dejar de sucumbir a los métodos antiguos, que han sido sucios y manipulados por mentes corrompidas y egos desconectados de la Verdad. Subsistir será sencillo para aquel que se entregue a cumplir con su propósito de vida, su Misión de Luz. Cuando asumimos que merecemos todo lo que necesitamos para llevar adelante una vida tranquila, cuando destituimos las falsas creencias de que “es difícil vivir”, de que “hay que ganarse la vida”, de que tener un buen pasar es “malo”, la Tierra nos retorna nuestro servicio en materia, para que podamos continuarlo. La Tierra jamás privó de nada a sus hijos. Allí donde surgió la vida, aparecieron todas las condiciones necesarias para sustentarla. Hay vida en las selvas, tanto como en los desiertos; hay vida en los bosques, en las zonas heladas, y en el medio del océano… No somos ajenos a ese orden natural. En cuanto 90

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empezamos a ocupar nuestro lugar, restablecemos el equilibrio que hoy nos falta. La Tierra nos dará su sustento material así como todo lo que podamos necesitar para crecer y prosperar, pero a nosotros nos tocará una decisión: la de ACEPTAR. Durante la transición pueden surgir dificultades, períodos difíciles. Enfrentémoslos como lo que son, instancias de un camino de crecimiento que nos llevará a ser cada día más capaces, más autónomos, más parecidos a lo que deseamos. Allí donde hayamos creado dificultades, contaremos también con las soluciones y el potencial de trascender ese aprendizaje para acercarnos más y más al ser espiritual que en verdad somos. Sólo nos queda afrontar una verdad: Somos Seres de Luz trabajando por la humanidad. El Cosmos nos agradece por nuestros actos. Los efectos del Cambio Lo que pueda suceder en un futuro cercano en el mundo depende del desarrollo alcanzado por las Conciencias individuales. De una u otra manera, hemos convenido (permitido o aceptado) organizarnos según regímenes monetarios y políticos que ya no nos satisfacen, y generan carencia y desarmonía. Pues, cuando la Conciencia del Bien Mayor y del Amor se esclarezca en la población, el mundo verá realmente un Cambio. Cuando decidamos respetarnos y vivir los ideales de nuestra naturaleza interna, ya no podremos permanecer callados. Todo lo que no esté de acuerdo con la Esencia que anima a la Creación, que es Amor, será destituido. Sólo aquello que represente el Amor de Dios será conservado por la humanidad luego del cambio. Muchos lo vivirán como tragedia, más será parte del Plan hacia la transición. Todo aquel que acepte de buen grado el cambio de polaridad, deje la negatividad y el temor al encuentro con su propia Armonía, se dejará fluir y será guiado. Aquel que reniegue, se demore o retrase a los demás tendrá lo necesario para trascender esta experiencia hacia el aprendizaje de lo que es el Bien. Por lo general, nos resistimos al cambio por temor. La gente teme a lo desconocido, teme a las formas nuevas de hacer las cosas, teme a lo que no está acostumbrada, a lo que es diferente a la forma en que se crió… teme perder su noción de “seguridad”. Basta que observe que nada malo puede pasarle para que empiece a abrirse al cambio y a observarlo con menos remilgos y con más Amor. Basta que vea cómo los nuevos métodos le funcionan a la perfección a las personas conocidas para que la visión de lo nuevo comience a despertar la antigua Conciencia adormecida. Todo el proceso está siendo guiado, todo está siendo observado desde los confines más remotos del Universo. Muchas Conciencias se unen ahora con las nuestras brindando su apoyo energético, Sabiduría y Amor. Ellos observan y acompañan, pues están presenciando una etapa única en la historia de la evolución. El reconocimiento del Amor Superior en el hombre está llegando a su etapa cúlmine y esto es motivo de celebración en el Universo. Aún falta una buena parte del proceso, pero ya está siendo encaminada. La sentiremos en los años venideros. Podremos ver como todo se acelera, el tiempo y la vibración planetaria, incluso la frecuencia del Amor se hará más potente. Paso a paso nos estaremos abriendo a los cambios que hemos pedido, porque así es como funciona el Plan Divino. Nuestras almas se impregnan de la misma sustancia que corrompe el cuerpo y la atmósfera de la Tierra. Nuestras almas necesitan sanar para dejar de atraer los residuos generados por milenios de energía mal cualificada. Para ello debemos dejar de brindar energía al “mal”, a la 91

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negatividad, en forma de temor, rencor, ira, codicia, desvalorización y todo sentimiento o pensamiento abrumador. Aunque cuando las estamos viviendo parezcan cosas tremendas, son sólo energía que proyectamos y atraemos hacia nosotros constantemente. Dejemos de darle cause a ese tipo de emisión. Ya no elaboremos teorías en base a los motivos por lo que las proyectamos, ni nos detengamos a pensar en qué fue lo que nos sucedió en el pasado para haber llegado adonde estamos hoy tan llenos de sentimientos negativos. Dejemos de lado el intento por interpretar el mal, que equivale a continuar alimentando el ciclo, en lugar de cortarlo. En cambio, comencemos a crear energía positiva: de perdón, de liberación. Afirmemos que se ha terminado para nosotros esta etapa, esta experiencia, y que ahora estamos realmente dispuestos a conocer una nueva y más sana forma de sentir y de pensar. Soñemos lo mejor que se nos pueda ocurrir, lo que más deseamos que suceda, lleguemos a convencernos de que lo podemos conseguir, y afirmemos lo bueno. Luego, tomemos conciencia de que con esta acción estaremos trascendiendo todos nuestros karmas. Ya no tenemos por qué continuar viviendo la experiencia kármica del dolor, si el objetivo del karma es el crecimiento, y estamos eligiendo crecer concientemente, podemos alcanzar el resultado del aprendizaje de propia voluntad, y por vías más agradables. Para eso debemos soltar la negación al bien y las reticencias, y abrirnos a recibir lo que nuestro Ser espiritual tenga para develar. ¿Qué puede ocurrir si los seres humanos no se entregan al Cambio? Quienes que no se entreguen a la Evolución se retrasarán y continuarán enviando sentimientos y pensamientos de negación del Amor al planeta. Así, la Tierra, al vibrar en niveles densos no podrá resistir la elevación que fue planeada para éstas épocas. El retraso generará sufrimiento al planeta y a sus habitantes, en forma de catástrofes naturales. El mal parecerá potenciarse, aunque el objetivo final no será ocasionar daño, sino “aligerar” la carga de densidad planetaria para poder continuar el pasaje a un nuevo nivel de vibración. Habrá destrucción allí donde no haya cambio, pues la resistencia provocará la necesidad de medidas más agresivas. Por eso es que se solicita la colaboración de tantos Seres de Luz, que están sosteniendo y acompañando al planeta con vibraciones de Amor, de Sanación, de Paz y de Transmutación. Todos estamos siendo continuamente llamados al Cambio desde la Conciencia individual. Aquellos que no estén dispuestos a acceder, deberán marcharse para proseguir su trabajo en otros planos. Quienes decidan quedarse en cambio, crecerán con mayor celeridad. ¿Qué puede esperarse de la humanidad? Este experimento en el que participamos, fue probado ya innumerables veces, en circunstancias diversas. La Fuente espiritual, en su deseo de expansión, creó las condiciones necesarias para volver a aprender el Amor del que está compuesta, y de esa forma servir a nuevas partes de la Creación. En experimentos anteriores, no pudimos superar el engaño de la materia, lo que impidió el Despertar. Muchos de nosotros vivimos antes esta misma experiencia, y ahora volvimos, pidiendo una nueva oportunidad. Son esas almas quienes ahora poseen un conocimiento innato, un sentido ancestral que los impulsa desde adentro a crecer con apremio y cierta sensación de urgencia. Muchos ya lo están logrando. Por eso, desde niveles espirituales se nos recomienda no abandonar la búsqueda de la verdad interna, pues sólo en esa conexión de cada quien con su esencia podremos conseguir el crecimiento esperado, y la calma para actuar 92

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correctamente ante cada cambio. Depende de la humanidad lo que podamos lograr en este tiempo. Los Maestros de las dimensiones superiores esperan condiciones de Amor, de verdadero Despertar, de disolución del dolor en todas sus formas, de igualdad entre los seres humanos. Se espera un cambio que se manifieste en la Conciencia y en la Materia, en la geografía de nuestro planeta: sin naciones, sin fronteras, sin gobiernos, sin conceptos de “familias” aisladas, sin derechos de propiedad sobre la Tierra, como una Gran Hermandad. La humanidad entera hermanada en el Amor de su Espíritu, aprendiendo a evolucionar desde la Paz. Se esperan las condiciones Sagradas del Reino Espiritual en la Tierra, pero de nosotros depende que así sea. El ser que decide comprometerse con su crecimiento Comprometerse con el proceso de ascensión es una elección que cada alma realizará desde su interior, y para ella recibirá todo el asesoramiento espiritual que requiera. Para cada cosa que elija obtendrá la mano amorosa de sus Guías acompañándolo en el camino. Cuando se encuentre en estados de confusión en los que se desvíe del sendero de su Espíritu, los Guías estarán allí observándole, apoyándole y enviándole su Amor. Nadie puede perderse, puesto que todo es aprendizaje, y el camino se construye bajo nuestros pasos, a cada instante. De ésta forma cada uno elige cuál será su próxima lección. Quien decida retornar al sendero de su esencia luego de una vida entera de desconexión, podrá sentir al comienzo los embates de su lucha interna. Por un lado la fuerza del Amor y la sabiduría llegándole de formas inesperadas, en oleadas de nuevos impulsos; por el otro, sus propias cristalizaciones de negación, sus reticencias, creencias, condicionamientos y costumbres horadando su voluntad, devolviéndolo al temor, distrayéndolo de su nuevo propósito interno. En momentos como estos, es buena la práctica de la meditación. La meditación nos permite aquietar la mente y el cuerpo, centrarnos en nosotros mismos, y reconocer la Verdad Interior. Más allá de esta apariencia corpórea, cada uno de nosotros es un Ser Divino. Debemos recordarnos esto cuando surja la confusión. La luz y la oscuridad moran dentro de cada uno, pero existe un punto central, un núcleo, donde se manifiesta nuestra esencia espiritual, un punto en donde todo es Luz. Buscando en meditación ese centro, ese punto podremos despegarnos de las dificultades y reconocer la verdad más honda de nuestro Ser, que es Amor. Con la práctica, esa Luz se irá asentando en nuestra Conciencia diaria, y podremos atestiguar su victoria cuando comencemos a reconocer a nuestro propio Amor manifestándose en cada uno de nuestros procesos ¡Es maravilloso cuando nos empieza a suceder esto! La Transformación es lo que todos necesitamos. La confusión surge de la duda. Quien duda de estar “preparado” para afrontar el cambio, está negando su Verdad interior, está impidiendo que esta se manifieste plenamente. Los maestros espirituales recomiendan a quien duda, que se observe a sí mismo, dispuesto a discernir lo que es para sí el Bien, lo que le hace mal, lo que siente y lo que lo distrae del camino hacia sus más profundos y elevados objetivos. Cada uno sabe en su corazón lo que es apropiado para sí mismo. Entonces debemos reconocer que eso que existe dentro nuestro, es nuestra única verdad, lo único importante. Puede haber quienes aparezcan para oponerse… es parte del camino. Quienes se muestren en contra estarán alentando el cambio, más que retrasándolo, aunque parezca lo contrario. Por 93

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medio de estas personas de las que el Universo se vale, con el consentimiento de su propio estadío evolutivo que no les permite comprender al que desea avanzar, la oposición hará que la persona en cuestión afiance su propio Despertar. No dejarse vencer ni influenciar por la opinión ajena, por la necesidad de aprobación o los apegos emocionales, no caer en estados de ira que lo alejen de su Paz y su conexión, discernir a cada instante qué es lo correcto para sí, no entristecerse por aquellos que aun no entienden, porque no alcanzaron todavía ese escalón, y sabrán cuando les llegue su momento; no apañarlos tampoco, o justificar aquello que no coincida con la nueva visión, caer y recomponerse para luego seguir avanzando, aprender a retornar cada vez más rápidamente a la armonía y la conciencia del Bien… será su prueba. La persona inmersa en su proceso de transformación notará como cambia su entorno a medida que todo en ella cambia internamente. Podrá observar gente que se acerca de repente, mientras que otros se retiran. Todo dependerá de su estado vibratorio y lo que comience a atraer. Podrá “medir” su propio crecimiento en aquellos compañeros que vengan a su encuentro. Deberá estar atenta a todo lo nuevo que irá descubriendo acerca de sí misma, porque cada momento se volverá un mágico Despertar para quien que se atreva a escuchar los Mensajes que su propio Ser le pone en el camino. Para quien rehúse el Cambio, solo quedará la espera, hasta que se presente una nueva oportunidad... y éstas siempre se presentan. Continuamente existe la oportunidad de cambiar, solo que a veces, las personas no alcanzan a reconocerlas. Aún aquellos que llegan a su muerte sin ver cómo ellos mismos construyeron sus caminos, vuelven a encarnar en una vida humana, a aprender aquello que anteriormente hubieron eludido. Por lo tanto, de nada nos servirá resistirnos. La vida fluye mucho más alegremente cuando el Cambio es aceptado, pues es parte de la naturaleza: todo cambia, todo se mueve, todo crece, y pretender quietud equivale a negar el proceso lógico de la Evolución Universal. ¿Por qué llegamos a negar el crecimiento? Nos negamos a crecer por desconocimiento, por desvalorización, de nosotros mismos y de nuestra experiencia en la Tierra. Nos negamos por miedo al cambio, porque no queremos sentirnos desprotegidos y, al alejarnos de nuestra Verdad Interna creemos ser vulnerables al error. Sentimos que podemos equivocarnos y nos juzgamos, entonces nos retrasamos, no emprendemos acciones que nos puedan poner a prueba, no nos atrevemos a innovar. Nos preservamos de todo lo que pueda resultarnos inesperado o desconocido, planificamos nuestros días en base a las reglas y estructuras de lo que tenemos incorporado, para compatibilizar con los demás y mantener una línea de estabilidad en nuestra vida. Al final, acabamos por creer que sólo para eso vinimos. El terreno del Espíritu es insólito, inesperado. Cada cosa es nueva, la vida es una aventura para experimentar y la existencia individual, un sendero que merece ser recorrido, porque es único, nunca existió más que para nosotros, y nunca existirá otro igual. Esto debe saber todo aquel que teme al cambio y al crecimiento: que será cuidado, que será asistido, que jamás podrá pedírsele más de lo que pueda dar, que todo dependerá de lo que esté dispuesto a probar. Incluso las situaciones límites se nos presentan para mostrarnos los aspectos ocultos de nuestro propio potencial. No podemos saber qué fuerza tenemos hasta que no necesitamos probarla, del mismo modo, desconocemos que poseemos muchas capacidades asombrosas hasta el momento en que surge la oportunidad. A través de estas “pruebas”, de estos momentos, despertamos a un mayor conocimiento de nosotros mismos. Al romper con las 94

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estructuras del pasado y la propia “autoimagen”, nos sentimos libres de crecer, porque vemos que podemos hacerlo sin que ello nos signifique ningún riesgo. El peligro sólo existe en la mente del que lo teme, y cuando asumimos el desafío de descubrirnos de nuevo a cada instante, ya no vemos más peligro, pues empezará a existir en nosotros la confianza de manifestar ante cada prueba, un nuevo y desconocido potencial. El Perdón El Perdón es el agua que limpia y libera del pasado. Si realmente deseamos evolucionar, debemos aprender a Perdonarnos, y a Perdonar a los demás. El Perdón es la capacidad de Amar pese a lo que haya pasado, de Amarnos a nosotros mismos, de aceptarnos tal como somos, con todo y defectos, con todo y fallos, como partes del proceso de crecimiento que conformamos. Como humanos, no somos perfectos, vinimos a aprender y a explorar en un mundo de contrastes, en el que prima la confusión. Tenemos ese derecho: el derecho a errar, a equivocarnos, a elegir mal o no elegir en absoluto, con lo que dejaremos que sea “la vida”, o los demás quienes manipulen nuestra existencia. Pero es cierto que por ese camino, nunca encontraremos la felicidad. Tenemos derecho también, a desperdiciar nuestra encarnación, sin siquiera imaginar que podemos buscar la felicidad. Es lógico que al explorar con los ojos tapados tropecemos con más de un obstáculo, con más de una valla, con más de un mal pensamiento o mala acción, con todos los malos pensamientos y malas acciones de todas las personas ciegas que, al igual que nosotros, tantean su propio camino a nuestro alrededor; y creamos que esa es la única realidad que existe. Ahora llega a nosotros este conocimiento espiritual. De repente, caemos en cuenta de que no estamos en este mundo por azar, nuestra existencia tiene un propósito, tenemos una tarea por hacer, algo que nos demanda quitarnos la venda de los ojos. Vinimos a crecer, y a disfrutar de esa experiencia. Vinimos a ELEGIR, a vivir con libertad para develar al máximo nuestro potencial, y en ese proceso interactuar con otros, para aprender de lo que nos puedan enseñar, y para brindar nuestros talentos y nuestro ejemplo. Vinimos a descubrir que detrás de todas las apariencias sólo prevalece el Amor. Que siempre fuimos y siempre seremos seres de Amor. Podemos, si lo deseamos, negar la verdad de quiénes somos y el Poder que tenemos. Nadie va a juzgarnos por eso. Pero bien sabemos que el tiempo de nuestra actuación sobre este escenario tridimensional, no es eterno. En algún momento, alguna circunstancia nos hará despertar. Y al abrir los ojos y caer en cuenta de la forma en que nuestra experiencia está dispuesta, nada más que para que aprendamos a descubrir la Felicidad y el Amor que son nuestra esencia, entonces, de poco nos servirá culparnos. ¡Ya no habrá nada por lo que nos podamos culpar! Si logramos ver a nuestra existencia como el campo abierto donde realizar un experimento de vida, donde probar, e intentar, y cometer errores hasta dar con la clave justa que nos permita evolucionar, y seguir hacia delante, probando e intentando nuevas formas, nuevas “verdades”… ya no tendremos motivos para desaprobarnos. Comprender esto nos ayuda a Amar. A comprendernos y a desarrollar la tolerancia hacia las acciones de los demás, pues ellos son seres libres, al igual que nosotros, experimentando con su propio juego, su propio camino. Jamás podrán realmente dañar a nadie. No somos este cuerpo ni esta alma, somos un Ser Superior, un Espíritu eterno e incorpóreo, que está más allá del dolor, de la desvalorización o el sufrimiento, que al instante lo Ama y lo comprende todo, que Ama ilimitadamente a cada uno de sus compañeros, que se ofreció a este juego por propia voluntad. 95

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Amar es Perdonar, porque el Perdón es el Amor que comprende cada etapa del proceso de la evolución. Donde existe comprensión no existe daño. Cuando nos comprendemos a nosotros mismos como almas evolucionando, aprendiendo de cada error cometido; cuando comprendemos el cómo y el por qué de cada suceso, de cada elección, de cada acto… podemos ser realmente libres, ya sin temor al “pecado”. “Pecado” significa “olvido”. Si logramos comprender por qué olvidamos que somos Dios, entonces volveremos a sentir que siempre lo fuimos. No hay un Dios que esté esperándonos para pesar nuestra alma y enviarnos al Cielo o al Infierno por lo que hayamos hecho. El único juicio al que nos enfrentamos, es el nuestro. Nuestro juicio será lo que haga que vivamos el Cielo o el Infierno, pero no al momento de desencarnar… ¡Sino aquí mismo! Así como nos juzguemos será la vida que nos demos, así como pensemos acerca de nosotros mismos, será la felicidad, la plenitud, la realización que nos permitamos tener; o la inseguridad, el sufrimiento y el “castigo” que nos propinemos. Ningún Dios fuera de nosotros puede saber si lo que hacemos está “bien” o “mal”. No existe el “bien” y el “mal” para la percepción espiritual, sólo un camino que no existió antes de nosotros. Un sendero que nosotros construimos a nuestro antojo. Dejemos de arrastrarnos suplicando el Perdón ajeno, el Perdón de un Dios inexistente. Somos Dios. Si nosotros no nos perdonamos, él no podrá hacerlo. Perdonarse no es arrepentirse de lo hecho, ni confesarlo, ni purgarlo con una buena acción posterior. Perdonarse verdaderamente, es reconocer que siempre obramos bien. Obramos según nuestro Derecho Divino y nuestra Libre Elección. ¿Lo hicimos con mala intención, equivocados, confundidos? Tal vez, pero con el propósito espiritual de aprender… y al final: APRENDIMOS ¿No? Todo Karma culmina con el Perdón. Cuando nos vemos ligados en una cadena kármica con otras personas a quienes dañamos, o nos dañan, hace falta que al menos, uno de los implicados corte el cordón, con Amor. Perdonándose y perdonando al otro, comprendiendo el propósito real de la situación desde una perspectiva más elevada, la energía del mal se disipa y en lugar de generar más negatividad mutua, cortamos el círculo, y quedamos libres de ese karma. La otra persona sentirá la desconexión, sentirá el “corte”, y reconocerá instintivamente, en un nivel celular, que ya no estamos dispuestos a seguir el juego. En consecuencia la relación se verá transformada. Los lazos con esa alma quedarán limpios. Ya no guardaremos respecto a ella ninguna deuda, y a partir de allí, lo que ocurra o deje de ocurrir dependerá de nuestra propia elección más que nunca, pues ya no habrá un patrón a seguir, ya no habrá un “karma” tironeando de nuestros actos. Cada vez que un karma se diluye, sentimos una liberación inmensa, la satisfacción de haber alcanzado una meta, de habernos librado de una garra invisible. Comenzamos a percibir cosas que nunca habíamos visto, a apreciar todo lo que aprendimos. Cuando esto suceda, sabremos que hemos alcanzado un nuevo Nivel de Conciencia. Gracias a esa relación Crecimos. Gracias a esas dificultades, superamos nuestro propio obstáculo interno. Gracias a esa persona, a esa dificultad, a ese dolor, hoy estamos más cerca del Verdadero Amor. ¿Cómo Perdonarse? Si el Perdón es el bálsamo que sana todas las heridas, comenzar a Amarse y darse lo merecido es una forma de perdonarse. Continuar adelante en el camino, sin que los malos tratos autoinfringidos en el pasado alcancen a hacer mella en el presente, avanzar, proseguir, con Alegría, 96

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sabiendo que merecemos lo que queramos, sabiendo que sólo nosotros ponemos los límites, que podemos pedir, ordenar y obtener nuestros deseos con la sola voluntad de salir a buscarlos. El Todo por el Todo, ahora mismo, está dispuesto para nosotros! Perdonarse es admitir esto y aceptar el Bien. No existe Perdón en el agobio de los errores cometidos, no existe Perdón en la sumisión cotidiana ante los mismos sacrificios, sólo existe Perdón en la Verdadera Comprensión, que no procede de la mente, sino del corazón. La comprensión de que somos infinitamente Amados, que nosotros mismos somos Amor. La comprensión de que tenemos un corazón rebosante de Amor que dar al mundo; la convicción de que vinimos aquí, a la Tierra, con las manos llenas de bellezas para dar, con muchísimas tareas por hacer, un extenso camino por transitar y muchos milagros por descubrir. Porque muchos más milagros de los que imaginamos estarán sucediendo ante nosotros en cuanto soltemos los karmas que nos retienen en el pasado, en la continuidad del “siempre lo mismo”, del “siempre igual”. No podemos siquiera suponer la forma en que estamos siendo Amados en este preciso momento. Nuestros Hermanos espirituales, Seres sin cuerpo, están allí y nos conocen, nos honran, nos celebran, nos acompañan, están para servirnos. Cuando no podemos darnos perdón es porque no alcanzamos la compresión de que no hay nada que deba ser perdonado. Cuando entendamos con la mente y el corazón la Gran Verdad de que nunca nos “equivocamos”, de que siempre aprendimos a través de la prueba y el error, que las demás almas involucradas se prestaron voluntariamente al servicio de interactuar con nosotros en un momento determinado, para crecer ellos mismos; que nadie pudo recibir más daño del que asumió para sí por propia elección, y que todas las personas tienen la misma capacidad de comprender, para perdonar y transmutar el sufrimiento en Crecimiento y Amor; entonces, haremos a un lado el dolor, la culpa, el pesar, pues lo consideraremos absurdo, y ya no necesitaremos “perdonarnos”. Amémonos con libertad, y nos sentiremos “perdonados”. Comencemos por darnos hoy las cosas que siempre anhelamos, sin esperar a que la aprobación llegue de otros. Nosotros merecemos reconocer el fruto de nuestro propio trabajo interno. A medida que vayamos sanando, llenándonos de Amor, nos sentiremos más íntegros, más puros, más unidos a Dios (a ese Dios que es nosotros mismos en un estado de completa perfección), más merecedores de lo bueno, más capaces de poder dárnoslo. Sólo la niebla de antiguas culpabilidades inconscientes nos aleja de lo que ya somos. No seremos distintos de lo que ahora somos luego de habernos “perdonado”, lo que cambiará en nosotros será nuestra percepción: como quien limpia un espejo empañado, podremos ver nuestro reflejo sin tanta distorsión. Abramos nuestro corazón y nuestras manos, ¡podemos sorprendernos del Amor que viene a nosotros, en cuanto nos disponemos a buscarlo! Perdonar a la humanidad Quien vibra en el Amor comprende todo, sabe de los motivos y razones internas que el ego humano posee, a través del cual obran la mayoría de las almas que no arribaron aún a este nivel de comprensión. Quién es dueño de esta visión elevada, Ama sin distinción y lo perdona todo, pues sabe que ninguna ofensa fue dirigida hacia él, sino hacia el ser que la creó. El que ofende a otro no se Ama en realidad, y de esa forma se muestra a sí mismo su carencia. Es un alma que sufre su propia falta de Amor. El ser “malvado” no existe, sólo existe el ser “sufrido”. El ser sufrido no es curado con desprecio, con reproche, con venganza o con 97

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rencor… Sólo el Amor le hará recordar lo poco que ha recibido. Sólo sintiendo nuestro Amor llegará un momento en que se detendrá a reflexionar, y al dejar de proyectar la causa del mal en los demás, alcanzará la comprensión del verdadero motivo en su interior. Quien vive en el Amor otorga tiempo y libertad a los procesos de los demás. Sabe que aquellos que aún no alcanzan a comprender, están igualmente aprendiendo lo que a ellos les corresponde en su camino particular. El sendero espiritual es siempre único y estrecho, especialmente diseñado para los requerimientos de cada ego. Trascender la negación hacia el plano de la Verdad es sólo cuestión de tiempo, al final, todos nos hallaremos reunidos en completa Igualdad, todos llegaremos al mismo sitio. Por eso es un malgaste de energía y de tiempo sufrir a causa de las elecciones de los demás. Nunca podremos saber a ciencia cierta si se están equivocando o no. Podrán tener retrasos, desvíos, pero nunca verdaderas pérdidas. Una oportunidad no reconocida a tiempo puede significar una demora en el camino, pero el camino individual no está predicho, nuevas oportunidades surgirán a cada paso. Podemos elegir tomarlas hoy, o esperar a mañana. Cuando no somos capaces de reconocerlas, significa que aún no estamos listos, entonces, continuamos preparándonos para la próxima vez. Al final, de una manera u otra, en una vida u otra, acabaremos reconociendo la Verdad. Lo importante no es llegar pronto a la meta, sino lo que podamos aprender durante el camino. Podemos ahorrarnos mucho sufrimiento practicando el Perdón. Perdonándonos a nosotros, y perdonando a la humanidad, a nuestros compañeros de camino, a aquellos con quienes convivimos y a los que aún no llegamos a conocer. Al igual que nosotros mismos, ellos son una parte de Dios. Perdonemos a todos los que se han equivocado hacia atrás en la historia, a los causantes de guerras y de barbarie, de injusticia y de hambre. Perdonemos a los que matan, perdonemos a los que mueren, perdonemos a los que engañan, abusan, abandonan, acaparan, manipulan. Perdonémoslos, pues sólo dándoles Amor los ayudamos a cambiar. Al odiar o resentir, nos convertimos nosotros mismos en seres de odio. Perdonemos y Amemos, como es digno de nosotros, de seres espirituales que comprenden el propósito mayor de este juego, de Dioses que eligieron venir a la Tierra por propia elección. Tenemos el Amor adentro, latiendo en nuestro corazón, dándonos Vida. Poseemos cantidades ilimitadas de Amor en un flujo constante, nunca se acaba, nunca se termina, sino que mientras más Amamos, más Amor sentimos y más Amor tenemos para dar. Dejemos que salga sin miramientos, que limpie la ilusión del mal. Dejemos que el Perdón nos libere y desate su reacción en cadena, resonando en más y más almas. Llenemos el mundo de Amor y Perdón. Sólo cuando sintamos que podemos Amar a la humanidad entera sin distinción, que no hay nada que pueda perturbar nuestro inmenso Amor, quedaremos verdaderamente exentos de todo Karma y seremos entonces, absolutamente Libres, completamente Dioses en la Tierra. El rol de los Guías en el Gran Cambio Los Guías son seres espirituales que asumieron el compromiso de acompañarnos y asistirnos mientras desarrollamos este gran desafío de la vida en la Tierra. Desde los albores de la existencia humana, estas benévolas presencias estuvieron allí, instándonos a que recordemos que somos como ellos. Somos sus hermanos, su familia. Una parte de una inmensa familia espiritual que eligió realizar un extraño y esforzado trabajo. Saben de lo difícil de nuestra tarea, de las limitaciones a las que nos exponemos al bajar de frecuencias para entrar en una vida física, y por eso nos respetan y nos veneran. Pero más allá de eso, nos aman, porque somos familia. 98

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Como familia, nos acompañan. Saben de nosotros, y siempre están ahí, cuidándonos, cuando nos surge alguna dificultad o alguna duda. Entienden que no podamos reconocerlos, pero igualmente se quedan a nuestro lado, porque saben que con su Amor nos protegen y nos ayudan. A menudo, cuando estamos dormidos, distraídos, o cuando menos cuenta nos damos, nos acarician. Una caricia de ellos puede significar el surgimiento de una buena idea, un soplo de confianza y seguridad, la curación definitiva de alguna herida espiritual o física. Hay mucha gente que atestigua haberse liberado de alguna enfermedad con la ayuda de sus Guías. Vivimos un tiempo especial en términos evolutivos. El planeta que habitamos se encuentra avanzando en el espacio, hacia un sitio que marcará un hito sin precedentes en la historia de la humanidad y de la Tierra. Ninguna civilización jamás presenció lo que nosotros estamos prontos a atravesar. Se espera de nosotros que estemos a la altura de este gran Cambio, la culminación de nuestro proyecto. Ingresamos a la Tierra como a un “Planeta Escuela”, y sobre él recibimos lecciones y más lecciones, vida tras vida. Con el impulso energético de este Gran Cambio, podremos retirarnos de ella, ya no como alumnos graduados, sino como “Maestros”. ¡Es una gran oportunidad la que se nos otorga, un momento único y especial! Dada la presión que estamos recibiendo para dar ese Gran Salto, desde la Conciencia de “alumnos” a la de “Maestros”, los Guías nos muestran su presencia ahora, más fuertemente que nunca. Están a nuestro Servicio, encargados de guiarnos y asistirnos para que podamos alcanzar la expansión de Conciencia necesaria. Muchos, incluso, fueron humanos en otras épocas de la Tierra, y desde esa experiencia, se han sentido llamados a acercarse a nosotros y participar del gran evento planetario. Los Guías se encargan directamente de infundirnos conocimiento y conexión espiritual, para que no detengamos el proceso de evolución que ya está marchando. Son el contacto más directo que tenemos con Dios, con nuestro Dios individual, con nuestra Esencia. A través de su actividad, enlazando las dimensiones más elevadas con la vibración terrena, podemos recibir los mensajes de nuestro espíritu. Aún así, somos nosotros quienes decidimos escuchar o desoír el contacto amoroso y permanente que puedan darnos. Podemos preguntar y ellos pueden aconsejar, pero siempre las decisiones importantes serán nuestras. Como los “Maestros” que debemos llegar a ser para culminar este viaje maravilloso, nuestro experimento en la Tierra, no se espera que nos creamos “autosuficientes” y vivamos sin depender de nada ni de nadie (pues esta sería una faceta del ego humano no iluminado). Por el contrario, el ser que alcanza la Conciencia de un Maestro, sabe que no está solo ni separado del resto, sino que es parte de una totalidad que funciona en una perfecta y delicada interrelación. La Conciencia de nuestra unión con toda la Creación será parte de nuestro nuevo conocimiento como “graduados”. La integración con el Saber y el Amor de nuestros Guías y nuestra familia espiritual, en mutuo reconocimiento, marcará el rumbo al éxito en nuestro pasaje. Los Ángeles Los Ángeles son seres de Sentimiento Puro, por eso son lo encargados de infundir la Conciencia del Amor en la Tierra. Mientras que los Guías nos asisten en un nivel personal, los Ángeles son los instructores de la humanidad, vuelcan su labor sobre el planeta en forma global e ilimitada. Manipulan el magnetismo planetario a fin de que recibamos las frecuencias adecuadas, activan la energía en ciertas zonas del planeta, y gobiernan los movimientos del aire, las aguas y las tierras para ajustarlos a un equilibrio que permita el desarrollo de nuestro 99

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Proyecto Humano. Nos acercan los estados más sutiles, para que podamos vivenciar y recordar nuestra verdadera Fuente de Amor, nuestra propia conexión con el Sentimiento Puro. Son los mensajeros de ese Amor, de la Bondad, de la Belleza, de la Sabiduría, de todas las virtudes y todas las cualidades existentes en cada Presencia Individual y en la Creación. Ellos pueden asistirnos cuando requerimos algún conocimiento específico, en medicina o curación, en sanación interior o de las relaciones, en descubrimientos técnicos y científicos, en decodificación de números o símbolos, en crecimiento personal, en el campo de las artes, en la elegancia y decoración… en fin, los campos de su especialización son ilimitados y existen tantos maestros Angélicos como rubros de expresión de la inteligencia humana hayamos creado. Cuando los invocamos para que intercedan en nuestra vida personal, actúan infundiendo en nuestra energía la exacta vibración que necesitamos para que podamos interiorizarla, otorgarle intención, Poder y Amor, y luego manifestarla. Son unos poderosísimos Maestros y Asesores en cualquier faceta de nuestra existencia. De nuestra interacción con ellos podemos alcanzar conocimientos y sabiduría jamás imaginados, y superar largamente nuestros límites humanos. Ellos nos otorgan desde siempre su Servicio de Amor, son nuestra Fuente de inspiración, Poder, Verdad, Iluminación, Conocimiento, Sanación, Purificación. Son los emisarios de lo Divino en nuestras Conciencias. Unirnos a ellos y a su Poder nos permite descubrir nuestra capacidad de hacer milagros!

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Dioses en la Tierra . Manual del Buscador Espiritual

A manera de Cierre y Reflexión Final

No hay un Dios que pueda decirte lo que tienes que hacer, por lo tanto, deja ya de esperarlo. Deja de preocuparte por si estás siguiendo el camino “correcto” o no, deja de temer al error, y comienza a valorar tus propios deseos. Ellos te conducirán a la realización del destino que has elegido para ti mismo… Porque ningún “Dios” te ha impuesto la vida que tienes que vivir, la has elegido tú, y con un preciso motivo: el de aprender de cada cosa que te pase, a ser y estar mejor. No hay un Dios que te diga lo que tienes que hacer, pero sí existe, en cambio, un Dios que conoce tu camino, tus potenciales y tus dificultades, y puede sugerirte lo que es mejor para ti, para tu vida y para las personas a quienes con tu acción estés influenciando. Este Dios te habla desde tu propia intuición y tus sensaciones internas, porque no es un ser separado de ti, sino que eres tú mismo, la parte de ti que habita en un plano de Conciencia Superior. Puedes sentir paz, o alegría, o algún tipo de exaltación, o agitación, o entusiasmo, o un cosquilleo en alguna parte de tu cuerpo. Quizás se te ponga la piel de gallina o tengas simplemente la certeza de que “es lo correcto”, cuando pienses en alguna posible acción y acto seguido, te detengas a recibir las señales para comprobar que vas por buen camino. Estas señales se muestran de maneras diferentes para cada persona, por lo que tendrás que tomarte el trabajo de identificar las tuyas, pero una vez que lo hayas hecho, ya no te pasarán desapercibidas, simplemente las reconocerás por lo que son: los mensajes de tu Dios Interior, manifestándose a través de tu estado emocional y reflejándose en tu cuerpo. Aún así, siempre tendrás la libertad para decidir seguirlas o no. También recibirás señales “negativas”. Cada vez que te enfermes, que te sientas agotado, rendido, deprimido o falto de energía; cada vez que te encuentres de mal humor, tengas malos sueños o pesadillas, que estés preocupado o intranquilo, sabrás que estás errando en el enfoque de tus objetivos, que no estás prestando la debida atención a lo que “es mejor para ti”, que estás desoyendo el mensaje interior de tu propia Sabiduría. Vivir según el designio de tu Dios Interior es vivir una vida dinámica, de desafíos y aventuras, de felicidad, plenitud, juego y diversión; una vida de experiencias, en la que sientes que das libremente tu Amor, que despliegas tus talentos, que creces, que aprendes constantemente, que disfrutas de todo lo que deseas, que te ayudas a ti mismo al tiempo que brindas a los demás la posibilidad de estar mejor; que te superas y sobre todo, que a cada instante DECIDES qué es lo que prefieres vivir, por encima de toda creencia de limitación o negación. Intenta por un momento situarte en el rol de ese Ser Todopoderoso que es Dios, y piensa… Si fueras el Creador, el Padre de tu humanidad… ¿Desearías para algún hijo tuyo una vida de sufrimiento y de lucha? ¿Desearías que un hijo tuyo viviera para esforzarse en vano, sin llegar nunca a ser feliz o a ver realizadas sus metas? ¿Desearías que tu hijo rechazara sus mayores sueños y se resignara a morir por dentro, sólo para llevar una vida “cómoda”, sin asumir riesgos, pero sin conquistar tampoco grandes éxitos? ¿Te gustaría que un hijo tuyo viviera sin propósito y muriera por azar o accidente, inmerso en ese mismo sinsentido? ¿Te gustaría ver a tus hijos morir de hambre o sufrir a causa de la falta de salud, de amor o de autovaloración?... O preferirías en cambio, que tus hijos sean sanos y felices, que sean plenos, que cumplan sus sueños, que experimenten el placer de verse crecer y avanzar con libertad, que vivan la vida y sepan disfrutar y agradecer lo bueno. 101

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Como padre amoroso, de seguro los quieres vitales y en movimiento. Los adoras, los amas con todo y defectos, con todo y equivocaciones, porque comprendes que a través de sus errores ellos aprenden, y cuando te pones duro, es sólo para tratar de enseñarles importantes lecciones. Amas a tus hijos, y quieres que crezcan y adquieran más Consciencia, para que se valoren, se respeten y respeten a los demás. Quieres poder sentirte honrado y orgulloso de su accionar… Pues esto es lo que tu “Dios”, tu Padre espiritual, la parte de ti que te creó, siente por tu parte humana. Esta parte tuya, más elevada y más sabia, está siempre cuidándote, ofreciéndote las mejores condiciones y enseñándote para que crezcas más y más, y al ir creciendo descubras el verdadero valor de tu Responsabilidad, tu Libertad y tu Autoridad. Ser un Dios sobre la Tierra significa hacerte responsable. La vida que deseas no se te dará por arte de magia. Eres tú quien debe salir a buscarla, porque el “Dios” que está dentro de ti no puede actuar a través tuyo SI TÚ NO ACTÚAS. El Dios que está dentro de ti SABE que mereces lo mejor, pero no puede dártelo si tú no lo crees, o no lo buscas. Estás aquí para hacer tu voluntad, para seguir a tu propio corazón y construir paso a paso tu camino. Ningún Dios ni nadie podrá hacer por ti eso que tú no haces. Ningún rezo ni meditación, ningún sanador ni gurú te salvarán de PASAR A LA ACCIÓN. La interiorización, la práctica espiritual, la búsqueda de un maestro exterior o del Dios adentro tuyo son una parte importante en tu camino… pero son sólo eso: una parte. Para ser un verdadero “Dios en la Tierra” debes dar el siguiente paso: DEBES ACTUAR. Debes llevar a la práctica todo lo aprendido que resuene con tu Verdad. Debes plasmar en tu vida y a tu alrededor esos cambios que en tu proceso de búsqueda interior vislumbras, a medida que vas descubriendo lo que hace falta erradicar, cambiar, perfeccionar o mejorar. Debes abocarte de lleno a esas tareas que despiertan tu pasión, tu entusiasmo y tu felicidad, y hacerlo con tranquilidad y un sentido de que “está bien”, que puedes permitírtelo, que viniste a disfrutar, a dar todo lo que trajiste para dar con Amor y que (seguramente encontrarás) sirve, ayuda, mejora y facilita la vida a muchas personas más. Ser un Dios en la Tierra significa vivir conforme a tus verdades más internas, las cuales no siempre se condicen con el mandato predominante de la educación que hasta el momento has recibido. Implica adquirir el suficiente discernimiento y claridad como para decidir por ti mismo qué es lo que te hace bien, lo que contribuye a tu crecimiento y al de los demás, y separarlo de aquello que te mantiene siempre en un mismo lugar, sin posibilidad de mejora o de cambio. Ser un Dios en la Tierra es reconocer que lo bueno ha sido puesto en el mundo para ser aprovechado y vivido, y nada te priva de poder experimentar y disfrutar de todo aquello que se te pueda ocurrir, excepto las voces de tus antiguas creencias. Tus creencias establecen tu realidad y crean tu mundo. Cambia tus creencias y TODA TU VIDA CAMBIARÁ. No tengas miedo de ser diferente, de destacarte, de ser tú mismo. No viniste a mezclarte con los otros, a ser uno más, oprimido y aplastado por los ánimos mediocres de una sociedad enferma e ignorante de su verdad espiritual. Viniste al mundo con un propósito que sólo tú conoces. Te creaste el cuerpo perfecto, las capacidades perfectas y las mejores condiciones para llevarlo a cabo. Si crees que no tienes lo suficiente para ser o hacer lo que deseas, tal vez, tengas que empezar por salir a buscarlo. Por ejemplo: si crees que te falta más estudio, o más preparación; si consideras que necesitas un mejor estado físico, un determinado entrenamiento, algún tipo de terapia, experiencia, recurso, maestro o disciplina, para hacer eso que siempre has deseado, ¡BIENVENIDA SEA LA HORA EN QUE TE DISTE CUENTA DE LO QUE TE ESTÁ FALTANDO, PARA COMENZAR A DÁRTELO! 102

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Debes empezar por algún lugar, y conseguir aquello que crees que te hace falta para llegar a desplegar al máximo tu talento y tu capacidad, es una buena manera de comenzar. Renegar de tu vida o de ti mismo, equivale a dejar de lado tu propósito más profundo, y con eso tu alegría y el Poder del Dios que existe adentro tuyo. Porque tu Dios interior es perfecto, tiene todas las respuestas que puedas llegar a necesitar, y dispone ya mismo de todo lo que puedas requerir durante tu camino, pero tu tarea como ser humano aquí en la Tierra, es enfrentar desafíos y superar obstáculos, para llegar a descubrir por ti mismo que cuentas con todos los recursos, y que eres ilimitado. Si nunca enfrentas las cosas “difíciles” que has puesto en tu camino por temor a no ser capaz, nunca descubrirás que ya lo eres. Si en cambio, te armas de coraje, desafías tus obstáculos (tanto los reales como los imaginarios), descubrirás que para cada uno de ellos existe siempre un modo de superarlos, y una mayor autoestima, una mayor sabiduría, una mayor felicidad, un mayor poder personal y una mayor plenitud te esperan al otro lado. Tu Dios Interior se te revela a través de esas circunstancias por las que hoy reniegas, cuando decides superarlas y cambiarlas por algo mejor y más positivo. Tu Dios Interior está a la espera de que des el siguiente paso, reconozcas que el camino sobre el que estás parado no es otra cosa que TU CAMINO, el que te preparó para llegar al momento actual, y a partir del cual podrás comenzar a CREAR TU PROPIO DESTINO. Tu Dios Interior está esperando que decidas ir por todo aquello que deseas y mereces, para ofrecerte la forma de llegar a ello. Y tu aprendizaje, el único que vale la pena, es llegar a creer que PUEDES SER, HACER Y TENER todo aquello que anhelas, pues sólo de ese modo llegarás a experimentar el Poder y la Libertad de ser un Dios sobre la Tierra. Puedes buscar a Dios en tu meditación o tu ceremonia religiosa predilecta, o puedes buscarlo aprendiendo del error a través de los reveses de la vida cotidiana: “Todos los caminos conducen a Roma”, y la vida indefectiblemente te guiará al reconocimiento de la mayor y única Verdad que existe dentro de tu alma, como dentro de las almas de todos los seres humanos: Eres Dios, por lo tanto eres Amor. Estás hecho de la misma sustancia que lo construye todo, que es la base de la más perfecta Inteligencia y Armonía. Nada de lo que puedas hacer será en vano, porque lo que motiva tu búsqueda, tu prueba, tu movimiento, es el Amor del que estás hecho. Cada uno de tus pasos, tus decisiones y tus actos servirán para algo: ERES AMOR, POR LO TANTO, NUNCA PUEDES ESTAR EQUIVOCADO. Cuando reconozcas esto, tu vida se transformará en una aventura y desearás poder vivirla y explorarla al máximo, procurarás buscar maneras de sentirte bien y de dar siempre lo mejor a los demás, porque querrás que ellos también reconozcan la gran oportunidad que representa desarrollar una vida en el Planeta Tierra. Querrás que la visión de la Verdad trascienda por sobre todas las creaciones humanas de ignorancia, limitación y carencia. Y en cuanto te pongas en marcha para vivir y difundir con tu ejemplo esta Verdad, estarás actuando como el ser que eres en realidad. Estarás honrando al fin, tu elección de ser un Dios, en la Tierra. … Entonces el mundo comenzará a cambiar… para ti, y para muchas personas más, que comenzarán a sentir tu influencia. La Vida estará más que nunca a tu favor. ¡El Universo entero celebrará el Despertar de un nuevo Dios!

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Apéndice I: Mensajes que guiaron la concreción de éste libro

Debes acercar a tus hermanos la forma de volver a confiar en sí mismos, debes mostrarles que es fácil y que pueden hacerlo sin esfuerzo. Debes comunicar el Amor en cada uno de tus actos y revelarles la Verdad que sólo existe dentro de ellos mismos. Que tus palabras sean argumentos de Verdad. Acompaña los procesos desde tu propia Sabiduría Interna, desde tu Luz, con humildad. Escribirás desde lo que has sanado, incorporado en tu vida y alcanzado a comprender hasta hoy. Esa experiencia será útil para quienes aún no han llegado hasta allí en sus caminos. Muchos necesitan conectar con su Amor, que ese sea el propósito de éste libro. Que los seres hagan su propia experiencia, que la vivan, que la sientan, para que puedan como tú, compartirla y así encender en el Planeta más y más Luz. Que cada uno se convierta en un “Faro” desde el cual iluminar el camino, para ayudar a otros a transitarlo. Ese es el compromiso que todo Ser tiene para con sus Hermanos. Aborda éste libro como un Mensaje para el crecimiento a través del Autoconocimiento del Ser. Que sea una señal clara y útil dónde cada uno encuentre el propio cause a su Verdad Interior, a su Amor, a la razón por la que se encuentra hoy en la Tierra. Muchos creen que por azar, otros tantos, a causa de algún “destino” desconocido e incierto, de la Voluntad de un Ser Superior separado de ellos mismos. Que éste libro esclarezca la visión del ser humano como un Ser Divino en sí mismo, con la total potencialidad de un Dios en acción. Este será tu Mensaje. Que la Luz acompañe tu labor. Sólo lo Bueno producirás cuando deposites tu Fe y tu Entrega al Bien Mayor del Universo. Si niegas tu capacidad de transmitir un Mensaje de Amor coartas la emisión de Amor de tu Fuente hacia ti misma. Desconcéntrate de eso. Pídete Perdón. Date Amor. Desde ese Amor podrás ser creativa y darle forma a éste libro. Si te entregas a la Tarea con humildad, la forma que adopte será la correcta, pues sabrás ver aquello que resulte excesivo o insuficiente. Desentiéndete de la idea del error. No te compete apresurarte a discernir lo que está bien o mal explicado. No te sometas a la presión intelectual, que sea ésta la oportunidad de trascender la noción del error. Que sea éste tu aprendizaje. Ya has escrito antes, no es la primera vez. Más si es la primera vez que vas a transmitir éste tipo de Mensajes. Tu conexión con la Verdad es importante, déjate fluir. Déjate ser. En ello radica el buen empleo de ésta oportunidad, de éste momento. Estamos contigo. ¿Quién entrega éstos Mensajes? -

¿Por qué no recibo sus nombres?

Estás deteniéndote en cosas sin importancia, no importa tanto quién te habla, sino que sepas incorporar en tu vida la Verdad para que puedas ser tú misma quién emita esas palabras. Gracias hermana por brindarte a ésta tarea. Pides apoyo, pides guía y pides aún mucho más. Te corres, te haces a un lado para que sea el Cielo quien escriba en tus manos, es un glorioso acto de Amor. Estamos preparando lo que debes decir al mundo, verás que comienza a surgir de ti, porque es esa la manera en que captas muchos de nuestros mensajes. Comenzaremos cuando 104

estés lista. Puedes estarlo ahora mismo, entonces dinos “Sí”. Debes oírnos primero. Para ti hablaremos, lo que sigue es para ti: estás animándote a dar un paso importante. Pues tienes todo a tu favor, no temas. Es mejor que quienes están en la Tierra entiendan y para eso deben intervenir las Conciencias de la Tierra. Sus inquietudes serán respondidas, más pocos serán quienes comprendan. Estamos pidiendo tu intervención, debes valorarte, debes confiar en que lo correcto será el resultado final. Encomiéndate a tu Ser y confía. Pon un tiempo y un lugar, allí estaremos esperándote para trabajar. Consejos para la recepción de la Verdad Selecciona la Verdad, discierne, abre tu mente, suelta la creencia, ve más allá. ¿Qué hay de incierto en el mensaje? Solo lo que tú no crees. Entrega tu duda al Cosmos, no debes dudar de tu capacidad. Estás lista para recibirnos, es mucho lo que te podemos dar; más no desprecies el conocimiento que no sigue los preceptos de tu mente, porque tu mente no posee todo el saber. Tu Espíritu lo posee. Deja que tu Espíritu guíe a tu mente, no al revés. Deja que fluya dentro de ti el mensaje, deja que te recorra. Deja que abra el camino para que a ti llegue más y más Luz. Despreocúpate, serás guiada. Llegarán a ti grandes enseñanzas, más no debes desconfiar de tu Luz, porque la opacas. Enciende tu confianza, enciende tu Luz y serás iluminada. Tu cuerpo mental absorbe y filtra todo el Saber Eterno de tu Fuente. El conocimiento que para ti existe es puro e infinito, pero tú decides no acceder a él y sólo admites lo que te resulta creíble. Creíble es lo que a tu mente le suena “conocido”, por lo tanto, tú pones tus propios límites. Intenta comprobarlo confiando en ti por encima de esos límites y viendo entonces qué es lo que surge a través de ti, que tú creas que no sabes. Tu mente capta el mensaje y le da una forma apropiada a tu sentir y tu pensar. En realidad nadie te habla, sólo te enviamos energía que tu mente codifica. Cuando te sientes parte te incluye en un “nosotros”, cuando no, te pone fuera. Nosotros nunca te hemos puesto pronombres. Siempre conversaste con tus Guías, aún cuando no te percatabas de ello. Todo provino de tu Fuente, todo el Saber. La Sabiduría viene del mismo lugar. Te aconsejamos no hacer caso a las diferencias del lenguaje, no es eso lo importante. Apróntate para salir a la Luz y revelar la Verdad, nada más. La forma vendrá a ti cuando encuentres tu propia Paz. No debes preocuparte. Con el tiempo y la práctica tu mente comenzará a dejar de pensar, pretendiendo entender de antemano el mensaje. Estos mensajes no son para tu Mente. Es su función la de “manejar”, no reniegues de ella. Sólo enséñale que ahora debe actuar otro Poder para que ella también crezca. Dile a tu mente que ceda éste espacio para que tú y muchos otros puedan crecer. Créenos que te hará caso.

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Apéndice II: Mensajes para compartir

Tú decides Haz tu propio sendero, sigue a tu voz interior, mantente en contacto con ella y entonces podrás reconocer las oportunidades en el momento justo. Deja las vueltas mentales. Esto no es un juego de estrategia, es la Vida, y en la Vida eres libre de elegir. No permitas que las estructuras de lo “lógico” estorben o estipulen tu accionar. Estás siendo guiado, entonces, sigue a tu Guía Interna. La Voluntad es la fuerza que acompasa tu búsqueda. Sabes que se te otorga lo que pides, entonces PIDE con esa fuerza. La fuerza no está en la proyección de la mente, ni en los planes trazados sobre un tiempo y un accionar lineales, una progresión de hechos puede darse de mil maneras en el plano de la Totalidad. Ábrete al Todo y mantente en espera. Tienes en tus manos el Poder de Crear tu realidad y únicamente tú decides: oírte a ti o a los demás, a lo que “deberías” o a lo que sientes. Tú decides el Todo ahora, o después de tal o cual acto, consecución, pauta o meta. Tú decides obtener Todo lo que deseas, o conformarte con un poco... Tú decides. Vive la claridad del Cielo Hazte a un lado a ti, a tu ego y a tu mente. Eso es todo lo que debes hacer en éste momento. Sólo así verás con claridad, sólo así te entregarás al Cielo, a lo que el Cielo te reserva y que es mucho más de lo que te atreves a pedir. Todo lo que tu Ser merece es más de lo que puedes imaginar. Deja de preocuparte, date una tregua. Sólo siente y ve hacia dónde sientas, detente cuando todo en ti desee detenerse. Vive y disfruta cada instante de tu búsqueda, porque de cada uno de esos instantes aprendes una lección valiosa. Todo lo que has pedido está para ti, entonces, solo debes ordenarlo y dejar que se manifieste. Dejar que se manifieste es hacerle un lugar en tu Conciencia, darle cabida. Esto es, creer que es posible y salir a buscar desde esa seguridad. No salir en el “no puedo”, “no alcanzo”, sino en la total confianza de que llegado el momento TODO aparecerá resuelto. Ve paso por paso. Ten Fe en ti y luego, quien no pueda seguirte, no te seguirá, y quien se quede atrás podrá esmerarse en alcanzarte, pero continúa con paso firme en tu propio camino. Si cedes ante la ilusión de otros no estarás viendo la tuya, mira tus propias limitaciones, deja las de los demás. La Fe Pronto podrán reconocer la importancia de abrirse siempre a lo nuevo, lo imprevisto, lo imprevisible, lo “imposible” que puede suceder siempre, porque a eso están siendo llevados, a la Total Libertad, y eso es: sin ataduras, sin límites, sin tiempos, porque todo depende del paso al que elijan recorrer el camino. Para ser libres por completo deben aprender a soltar el control y amar lo ambiguo, lo incierto, porque es en ese espacio donde germina la Fe, y en la Fe está el Espíritu, y en el Espíritu su Misión. Deberán ser consecuentes a su deseo y no tener miedo, porque el miedo nubla el Amor, y nubla también los objetivos. Sigan su camino, no miren atrás. Avancen, continúen, tengan Fe y encomiéndense siempre al Mayor Bien. 106

Es allí donde mora el Espíritu, el Ser, la Suprema Voluntad; no en los planes de la mente, sino en la acción basada en la Fe. Fe no es querer las cosas sino saber que ya existen. Fe es vivir que ya existen aunque no las vean ahora. Fe es creer en lo que no se ve y actuar como si se viera. Fe es vencer el temor y poder confiar. Confíen, solo eso. Serán llevados a su tiempo. Deja actuar al Bien Contémplate, entrega toda tu Voluntad al Amor. Si el mayor Amor te ampara, entonces ¿A qué puedes temer? Recibe el regalo que el Cielo ha puesto para ti con total apertura y entrega, pues así lo has pedido y te ha sido otorgado. Un paso más en el camino de tu crecimiento, ama ésta oportunidad, ámate a ti y confía. Todo será guiado, todo será llevado a su debido tiempo, no se te dará nada para lo que no estés preparado, todo está perfectamente sostenido por el Cielo. Todo en ti es Sabiduría, no desconfíes de tus actos, sabes dónde está el Bien, sólo deja que éste ocurra. Ahora, ve tras tu propio destino, descubriéndolo a cada paso. Madura tu Fe, ya tendrás tiempo de arreglar los detalles, observa la vida tal como se te va dando, sorpréndete con ella y con todo lo que puedes aprender. Recuerda que no has venido a hacer la voluntad de tu ego y que es ésta la que a veces confundes con la de tu Ser. Recuerda que el Bien Mayor es lo que siempre se manifiesta y que en éste Bien nada podrá faltarte. Date tiempo para que florezcan los cambios que has sembrado en ti, date un espacio para cultivar tu Paz y permanece alerta a las señales que siempre te presenta el camino. Cree en ti, nada más. La Tristeza La tristeza es síntoma de disconformidad. ¿Con qué estás disconforme? Si todo en ti está siendo avalado por el Cielo, si todo en ti está siendo en Perfecto Orden. La tristeza que sientes es hacia la negación de tu propio Ser, ábrele la puerta. Lo niegas al desautorizarte a decidir y actuar, lo niegas al privarte de tu libertad, lo niegas en el temor y en la duda, lo niegas también, cuando no lo reconoces en los demás. El Ser es uno solo, contempla a los demás como una parte de ti. Alimenta tu alma con Amor, Perdón y Compasión. Apruébate, es la única manera de comenzar a andar tu camino con Amor. Valórate, todo lo que te hace falta está dentro de ti a la espera de que dejes de negarlo. Compréndete, ve que la Vida es una serie continua de procesos, a uno de quietud sigue uno de agitación. Mientras más Luz recibas, más será la oscuridad que tendrás que ir limpiando. Un paso más en el camino implica eso: más purificación, más limpieza, más liberación del pasado. No debes preocuparte, deja ser éste proceso. Es normal que lo pases, es natural. Estás pidiendo Luz, estás invocando frecuencias cada vez más elevadas. Tu estructura de luz necesita acomodarse a esos saltos y soltar aquello que le hace lastre. Mantén tu calma y confía, es por Bien. Sal de tu ego Necesitas verte como si no te conocieras, de nuevo, distinto. Recuerda las veces anteriores en que soltaste las estructuras que limitaban tu visión. ¿Cuál fue la conclusión a la que llegaste? 107

Que al final nada era tan “imposible”... Que podías ser como quisieras. Pues eso es lo que ahora debes recordarte. Temes enfrentarte a la Verdad, y ésta es la de “afuera”, la de la gente. Temes mostrarte, porque crees que no tienes nada bueno para dar, porque prefieres ahorrarte la prueba antes que hacer el ridículo, para no enfrentarte a la opinión de otros; de ésta forma te distraes de ti, de tu necesidad, de tu aprendizaje. Sal de ti, sal a la calle, muéstrate. Maravíllate de lo que puedes ver, no te retrases. Olvida el temor, olvida “quién eres” para los que están a tu alrededor, olvida “lo que se espera” de ti. Ábrete a verte de nuevo y por entero. Entrégate a la experiencia como a un juego. Sana la energía entregada al juicio, a la autocrítica. Sana la energía entregada al desánimo, al desaliento, a la miseria de sentirte miserable, pues no lo eres y tú lo sabes. Luego enfrenta. Sal de ti iluminado y enfrenta, confía, desafía. Estimúlate, anímate, date aplausos, date Amor. Es lo único que necesitas, no presiones intelectuales, sólo Amor. Quiérete y serás querido. Bendícete y serás bendecido. Ámate y serás amado. Pero por sobre todo, entrégate y te entregarás Amor. Confía, y tu palabra despertará confianza. Abre tus brazos y serás bien recibido. Da lo que tienes para dar y tu corazón rebosará de dicha. Sé tú, quién eres, y solo tu podrás decir “he sido”. Sal al Mundo sin ego, y ese Mundo estará contigo. Recibes lo que te Das Recibes lo que te das, date Amor. Date el Todo, lo Absoluto, todas las posibilidades, date el Bien. No te deshonres, no te castigues, no te cuestiones, no te presiones ni te condenes. Nadie te juzga más que tú mismo, no es eso lo que necesitas para crecer. Vives en tu mente, pero no eres tu mente. Date lugar para conocer y disfrutar las bondades de tu Espíritu. Debes soltar la necesidad de mantener el control. Todo para ti fluye en cuanto le abres la puerta, todo viene a ti. La mantienes cerrada por temor, y ese temor no hace sino cerrarla más y más. Ábrela, permítete espiar del otro lado, lo incierto. Disfruta de la vida sin preconceptos, sin esperas, sin planes ni estructuras. Recuerda que solo sufre el que espera, comienza a aceptar lo que te brinda cada experiencia. Nada va a faltarte en cuanto lo pidas, lo encamines y lo sueltes, en cuanto aprendas a despreocuparte. Nada te está faltando realmente hoy. Tienes todo lo que te has permitido, todo lo que te creíste capaz de obtener, todo lo que impulsa tu camino hacia el crecimiento. De la misma manera, tendrás mañana aquello que hoy dejes entrar en tu vida. Comienza a buscar la felicidad a tu manera, que es única. Mantente firme en tu objetivo y que, el saber que ya lo estás creando sea tu Fuerza. Si te sientes caído, sacúdete el polvo, levántate y sigue. Proyecta, genera, continúa. Imponte la Voluntad del Bien por sobre la negatividad, deja que fluya. Tu naturaleza es Armonía, cuando la dejas llegar tienes todo solucionado, todo lo que has pedido y más aún. Límpiate, ordénate, permítete vivir a pleno cada día. A cada momento puedes decidir continuar igual que siempre o empezar a ser feliz. Lo tienes todo, no te cercenes, no te detengas en ideas del pasado. Has luchado y has caído, sí, y ahora puedes elegir: aprender del error o revolcarte en él. Aprender del error es ver que, aunque hayas intentado muchas veces, aún no has dado con la correcta, pues sino no estarías recreando siempre la misma escena. Búscala, está dentro de ti. Nadie más puede decirte qué hacer, nadie camina con tus pasos ni piensa en tu mente, eres tú quien manda en tu vida. Prosigue tu camino, alza la cabeza una vez más, con optimismo, siente la fuerza de tu Espíritu guiando cada uno de tus pasos. Avanza. Confía. Ya sabes que las cosas no dependen de ti, de lo que quieras maniobrar desde tu mente. Ya sabes que estás siendo conducido a un reencuentro 108

cada vez más cercano con tu Amor, con tu Ser, con tu Esencia, con tu Perfección. Si no dejas obrar a tu Ser, nunca alcanzarás la plenitud de tu Amor, ni tu Paz, ni tu Abundancia. Tu mente siempre verá defectos, utilízalos para crecer. Que sean algo a trascender y no tan solo impedimentos. Los impedimentos no existen. Si hoy crees que la vida no te retribuye en forma justa tu labor, entonces, algo dentro de ti está indicándote un punto de disconformidad en lo que aceptas. Es sólo un mensaje de lo que debes cambiar, no debes preocuparte. La disconformidad llega para animarte a dar el siguiente paso, éste es, hacia adentro, hacia tu Amor. En lugar de culpar o culparte por sentir así, ofenderte con tu entorno, rebelarte o quitarte día a día la oportunidad de ir descubriendo tu camino con Alegría... piensa qué es eso que sientes que te está faltando. ¿Qué es lo que no te estás dando? Reflexiona en tu interior ¿Qué deseas para ti día a día? Pídelo y luego, abre las manos. Sabes que cada día lo debes elegir. No basta una sola vez si no tienes la suficiente convicción de que lo vales y lo mereces todo el tiempo. En cuanto asome la primera duda, vuelve a pedir, vuelve a enfocarte en tu deseo y a proyectar el Bien. La duda obstaculiza, hiere, destruye. Quítate la duda afirmando el Bien cada vez. Trabaja en pos de un objetivo, más no impongas condiciones. Las condiciones de tu mente son un fruto del temor. Dentro de ese fruto existen miles de semillas que siembras en el campo fértil de tu vida. De ti depende continuar sembrando más y más temor, u ofrendar al Ser lo que al Ser pertenece. Lo que fue creado con Amor, al Amor que lo creó retornará multiplicado. Si para ti el Amor implica también Abundancia, pues tendrás Abundancia como fruto de tu trabajo de Amor. Más si en tu vida, lo que ofreces va con condiciones, entonces recibirás una retribución escueta, mezquina, apenas lo que necesites para continuar aprendiendo. Date alas para volar en libertad, no te retengas tras los barrotes de la incredulidad y la falsa “seguridad” de la materia. Nada es “seguro” en la materia, el plano material no es de por sí “estable”. Todo fluye. Todo viene y va, todo alguna vez termina, se descompone, se destruye, muere para transformarse. No intentes retener las cosas, déjalas ser. Déjalas ir, genera un círculo permanente de ida y vuelta. Abre tus manos a la hora de dar, pero ábrelas también al momento de recibir. Es un acto de Amor aceptar lo que se necesita; es un acto de soberbia negárselo, es el ego intentando imponer su “autosuficiencia” basada en el desamor. A nadie hace falta eso. Contémplate, ve lo que eres capaz de dar: ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Con qué condiciones? Ve también tu modo de recibir: ¿Desconfías de lo que viene a ti? ¿Te entregas por entero o mantienes algún recelo? ¿Te permites recibir sin límites? Solo observa, no te juzgues, ya has tenido bastante de eso, es lo que debes dejar. No hagas conjeturas con la mente, simplemente, ofréndalo al Ser. Entrégate. Mantén tu objetivo sin salirte del Amor. Si lo haces con violencia, desconfianza o enfado estarás perpetuando el mismo círculo de negación. Mantén tu objetivo en la mente hasta que lo hayas definido y pulido de defectos, luego desentiéndete. La forma de lograrlo vendrá a ti en cuanto dejes de pensar. Recuerda que adentro tuyo posees todas las respuestas. Recuerda que cada experiencia repetida te está mostrando algo que aún no has querido ver. Comienza a abrirte a la idea de aprovechar cada instante para crecer. Acompaña éste proceso con Amor y entonces no estarás perdiendo el tiempo. Aprovecha la oportunidad que existe en cada segundo y en cada uno de tus pensamientos para darte felicidad HOY, en la confianza absoluta de que tu creciente Amor te permitirá acceder a la realización de todos tus anhelos. Cultiva la alegría en tu vida y estarás sembrando de dicha tu futuro. Entrega en tu tarea un Amor sin condición y todo lo que puedas imaginar será. Corta las cadenas que te atan al pasado y que estorban en tu evolución. Nada es como era antes, a menos que tú lo quieras. Has 109

cambiado, has crecido, has sanado y continúas en ese proceso cada día. Cuando te sientas mal, triste, decaído, agobiado, no te presiones, date Amor. Darte Amor es recordarte tu Verdad y salir a buscarla, no quedarte rumiando tu desazón. Ninguna solución surge de la tristeza, sí en cambio, de la decisión de trascenderla. Cuando caigas en alguno de éstos estados, rodéate de luz Azul, recuerda tu Voluntad, la más elevada y libre de limitación. Impóntela por sobre los caprichos del ego, que quiere hacerte ver frágil, débil, sólo para que aprendas a conectar con tu Verdadera Fortaleza. No eres débil, no eres frágil, no te comportes como si lo fueras. Tampoco te ocultes tras máscaras de dureza, nada ni nadie puede hacerte daño. Tienes todo el Poder en ti, puedes cambiar tu ánimo, tu situación, tu salud, puedes cambiar tu vida... y puedes cambiar el mundo! El solo deseo de cambiar obra milagros. La sola Voluntad de Aprender lo que sea que debas aprender, te abrirá todas las puertas. Acepta el aprendizaje que ha venido a ti, porque aprender es entregarte Amor, y el Amor es tu única Fortaleza. Llénate de Amor, gobiérnate, crece, ábrete al Bien y entonces recibirás lo que mereces en la Absoluta Generosidad del Universo. Obedece a tu voz interior Que siempre está diciendo algo Y ahora te está mostrando Que todo lo que mereces Es Amor. Desentiéndete de todo lo que no sea tu Amor Busca lo que necesites. Date lo que mereces. Sal del escondite de la privación a la generosidad que hay para ti. Hay más de lo que puedes imaginar, sal a buscarlo. No te limites, no aceptes más restricciones, sigue a tu Guía interior, sigue tu Luz, es tu única antorcha, tu único faro. Escúchate y créete capaz de aquello que has sentido apropiado para ti, porque si existe adentro tuyo está también afuera, esperándote. Aprendiste a respetarte un poco más, aprende ahora a entregarte al Bien, con Fe. Te amo. Los Deseos El deseo hace al hombre como el hombre hace a su vida. “La esperanza es el sueño del hombre despierto” más no del hombre que se reconoce Creador. El deseo surge de la necesidad y desde allí, ya manifiesta una carencia. ¿Por qué desear lo que ya te pertenece por Derecho de Conciencia? ¿No es acaso el Universo el campo de tu Creación? ¿No te sabes acaso amo y señor de tu energía?... Porque el deseo es eso, energía que desparramas, que pones en movimiento. Das la orden que pone en marcha un mecanismo de acción. Por eso tus deseos son órdenes que se cumplen cuando menos lo esperas, cuando dejas de manifestar la inquietud de que “deben cumplirse”, el miedo a que no se cumplan jamás. Cuando sueñas tus mejores sueños, no debes temer, los has creado! Para ti ya se están manifestando. Quizás no aún a tu alrededor, quizás no puedas todavía verlos, palparlos... pero están allí, puedes sentirlos, te anticipan su presencia en el mundo físico a través de aquello que sueles llamar “deseo”. Tu sueñas lo que ya te pertenece. Tus deseos no son en realidad creaciones de tu mente, quiero decir, de tu mente inferior. Puede que así lo sean cuando te sientas desconectado de tu fuente 110

de Amor, y fácilmente te darás cuenta. Los deseos del ego son superfluos, banales, no alcanzan para satisfacerte. Puedes alcanzar uno que creías importante y luego saltar al siguiente, sin ningún cambio interior. Entonces, en tu alma solo habrá vacío... y tu deseo se transformará fácilmente en ambición. Para crecer, deberás reconocer la naturaleza de tus deseos. Aquellos que duermen en el fondo de tu alma serán los más veraces y profundos, los más puros. Esos deseos son la expresión, el pedido de tu alma reclamando lo que es tu Esencia. Es tu Ser el que los crea. En ti ya han sido creados antes de tu encarnación. Luego los percibes como “motivación”, como “vocación”, como “talento”... se convierten en ese faro que alumbra señalando el sendero de tu vida. Tus deseos son Pura Esencia Divina, no desconfíes de ellos. Al negártelos, te niegas y niegas al Cosmos una expresión de su Amor, niegas al mundo y a tus hermanos la presencia de un Dios: tú mismo. Tus deseos están para mostrarte un único Poder, el que ya existe dentro tuyo. La Maestría Te niegas a asumir tu propia Maestría cuando no te permites ir más allá, pues temes no poder. Todas las herramientas estarán listas cuando tú así lo decidas. Las demoras aparecen para que puedas ver lo que aún no has sabido ver: no te asumes Maestro, no te crees capaz de llevar el Bien, no mantienes ese compromiso interno. Pediste algo que te fue concedido y ahora lo niegas permanentemente con miedo y confusión. Debes soltar, abrir las manos y confiar. No es tu Maestría la que está en juego, es tu orgullo. Son los pensamientos de tu ego. Eres ahora mismo mucho más de lo que crees ser, pero no te estás permitiendo verlo. Ser un Maestro no es ser perfecto sino comprometerse continuamente con el propio camino de Evolución. Ser un Maestro es para ti como lo es para todos, tú decides despertar hoy, o mañana, o en otro tiempo y lugar. Muchas personas llegarán a ti cuando te dispongas a confiar en que realmente puedes dar algo valioso. Para eso, debes encontrar primero el verdadero valor dentro de ti. Los obstáculos que aparecen en tu camino son una muestra de cómo tú mismo te demoras, pierdes tiempo y energía en vueltas y no llegas a concretar lo que en tu corazón anhelas, pues esto no encaja en los marcos de tu ego, no concuerda con tu antigua visión. Debes limpiarte. Si de verdad deseas asumirte “Servidor”, debes abrirte primero a recibir los dones que ya tienes. Esto significa: AMARTE, abrir las puertas al Bien y al Amor, a la Abundancia y a la Perfección. Escucha a tu voz interior. Esta resuena a diario indicándote lo que es correcto: basta de injuria, basta de crítica, basta de resentimiento, de impotencia, de victimismo, de rencor. Basta de escabullirse en rutinas, horarios e ideas ajenas para no admitir las propias. Basta de negarse el bien y el amor. Nada tienes que aguantar, que soportar, por obligación. Las personas que te rodean en muchas circunstancias son simplemente, parte de lo que has atraído en el pasado. Te fueron necesarios durante un tiempo para comprender lo que tu alma te pedía a través de ellos. Los necesitaste para pulsar tu cambio interior, pero ellos no fueron causantes de ningún tipo de retraso, sino que aceleraron tu proceso. Debes estar agradecido, debes enviarles Amor; no ira, ni crítica, ni juicio, ni violencia… Amor. Perdón, por los “errores” cometidos, y más Amor. Comprensión, porque ellos no alcanzan a ver hacia dónde va tu camino, el que has elegido. Compasión, porque son almas evolucionando desde sus propias elecciones, pasando ahora tal vez, por lo que tú ya has pasado en tu momento. 111

Hermosos seres de Amor y de Luz que ahora están sufriendo. Sus almas sufren, no merecen desprecio: merecen Amor. Y tú no podrás adelantar en tu senda espiritual si no comprendes eso, si en cada gesto y cada acto ves tu propia limitación y la proyectas sobre tus compañeros de camino. La limitación está dentro de ti, no en ellos. Ellos portan la propia, pero a ti, sólo te importa la tuya. Extirpa la limitación de tu emoción y de tu mente. Asómate a observar al verdadero ser que eres. Evoca tu Poder, invoca tu Fuerza, tu Protección, tu Perfección, tu Comprensión, tu Verdad. Invoca al Poder que habita en tu Corazón. Sabes cómo. Lo has sabido siempre. El “cómo” es parte de tu esencia, cada cual lo hará a su manera. El “cómo” depende de lo que quieras lograr y para qué. Quieres mostrarte “maestro” desde una imagen, quieres darte a conocer, ofrecer tu obra y tu luz… Eso es perfecto, mientras no confundas el sentido de lo que estás haciendo, mientras no sientas que es solo una “apariencia”. Porque si es eso lo que estás viviendo, sería una apariencia vacía de servicio, llena de duda, una apariencia de ti mismo intentando abrirte camino una vez más, desde la apariencia. No debes aparentar. Nadie va a exigirte más de lo que estés dispuesto a dar. Por eso, porque no estás dispuesto a dar más de ti mismo, es que no lo tendrás que dar, hasta que pienses distinto. Puedes cambiar. Puedes abrirte a recibir lo bueno, y entonces, nada más te faltará. Puedes crecer. Puedes confiar. Puedes entregarte, soltar tus temores, tus vacilaciones, tus dudas, pero debes desearlo, debes pedirlo y abrir el camino para que llegue. De tu intención depende, y eso es: de tu deseo, de tu Voluntad, de tu emoción y de tu mente. Debes dejar que todo tu ser participe, debes dejar de temer a ciertos aspectos de tu ser. Si niegas la emoción te sentirás triste, si niegas la mente te sentirás pequeño y torpe, si crees que no es bueno imponer la voluntad dejarás de lado tu Derecho Divino. Dios actúa a través tuyo. Tu Dios interior necesita de ti. Si lo niegas, provocarás retraso y sufrimiento. Si lo aceptas, atraerás la mayor dicha. No retengas los conocimientos en la mente, llévalos al corazón y a la experiencia, sólo así formarán parte de todo tu ser. Vive lo que crees. Lo que ha llegado a ti, es tuyo. Reconócelo, vívelo, interiorízalo, explóralo, disfrútalo. Y desde eso que has visto, sentido, disfrutado, sanado, transmutado en ti mismo podrás hablar con convencimiento. Sólo de lo que es tuyo. Esas serán las palabras que sanen, palabras llenas de magia, porque de palabras está lleno el mundo, pero pocas, muy pocas, transmiten la Verdad. Y quien habla desde la Verdad es escuchado de verdad. Este es tu camino. Hacia allí vas. Por eso hoy se te está mostrando esto. Otros ejercerán su Maestría a su manera. Tú estás pidiendo más, y más alcanzarás. Por eso tienes también mayor trabajo, por eso tienes más que limpiar mientras comienzas tu tarea, pues no te permites las cosas imperfectas. Eres exigente e idealista, eso es bueno, pero permítete crecer a través de la experiencia. No podrás solucionarlo todo de antemano, las cosas se presentarán cuando comiences a andar, paso a paso. Recuerda que un Maestro es quien puede brindar su conocimiento a los demás mientras continúa su propio crecimiento. Un maestro nunca deja de aprender, porque es una expresión de la Fuente, y la Fuente vive en expansión constante. La sabiduría del Maestro es la de saberse uno más, entre otros seres que poseen la misma Divinidad, entre otros Maestros que le muestran permanentemente su propio estado de Conciencia y lo que debe aprender. Recuerda que todo es un ida y vuelta. Por cada alma que sane junto a ti, recibirás sanación. Por cada alma a la que orientes, serás orientado. Por cada alma a quien cuestiones, serás 112

cuestionado. Por cada alma a quien Ames, tú recibirás Amor. Por eso, sé Amor. Da y date Amor constante. Que nada ni nadie quite el ancla de tu Amor. Vive el Amor que te hace falta, ve el Amor que le hace falta al mundo. Cuando estés lleno de Amor, entonces podrás enseñar a otros a buscar el suyo. Simplemente porque el Amor emanará de ti, vibrarás en ese Amor. Ámate, disfruta el camino que te toca recorrer. Ama cada instancia de ese camino, cada detalle. Llena todo con tu Amor, y nada te quedará “grande”. Los Seres de Luz acompañamos tu camino. Estamos aquí para orientarte y responder a todas tus inquietudes. Todo lo que desees saber te pertenece, porque eres parte de la Sabiduría de la Gran Fuente. Somos tu contacto con todo el Saber. Te amamos. No complace que hayas querido admitirnos en tu vida, celebramos cada mensaje que nos pides, celebramos el poder ayudar en tu crecimiento. Somos mensajeros, como tú lo eres, del Amor de la Gran Fuente. Estamos contigo. El Mensajero Soy un enviado de los Cielos a sanar tus heridas en Perdón y Gracia. Lo que a ti te llega de mí, es el ansia de Crecer. Yo inspiro en ti el Aliento Divino que acompasa tu camino hacia la cima de la montaña, hacia la meta, lo elevado, lo supremo, lo Divino. Metatrón soy, soy de la Gracia, del Perdón Divino. Vengo a sanarte a ti y por medio tuyo, a muchos otros seres que se presentarán en el camino. Mi misión es elevarte, sostenerte, protegerte, redimirte, conducir tu objetivo hacia el Bien. Eres muy Amado, eres el encargado de atraer el Bien a tu vida para que así los demás puedan también recibir tu Bien. Debes creer, deja la duda, aquí estoy para sostenerte, recíbeme en ti, ten Fe, puedo mostrarte el camino a seguir. Eres una Estrella de Luz, luminosa. Brilla, brilla y celebra tu brillo y tu Amor. Celebra el Perdón, celebra la Vida, celebra lo que has crecido y sabido avanzar. Eres un Faro entre los Faros, que nada te quite luminosidad, reclámala, es tuya. Es tu Luz, y soy tu Fuerza. Acompaño cada avance, cada paso, puedes sentirme, puedes invocarme, soy energía, puedo envolverte y salvarte. Puedes contar con mi Presencia inspiradora de Perdón. Amo tu Bien y te saludo. Yo soy Metatrón.

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Con el único objetivo de conocer su opinión para mejorar la calidad del servicio brindado al lector, solicito tenga a bien completar esta encuesta y enviármela por e-mail a [email protected] 1) Ahora que ha completado la lectura… ¿cuál es su opinión general con respecto a este libro? 2) ¿Qué es lo que destacaría como “lo mejor”? 3) Si tuviera que evaluar lo que recibió de este libro con un número del 1 al 10 ¿Qué puntaje le pondría? 4) En caso de que su respuesta no haya sido 10: ¿Qué considera que le falta para alcanzar el 10? 5) ¿Desearía se incluyera más información o explicación acerca de algún tema en particular? 6) ¿Sobre qué tipo de temas le gustaría leer en un próximo libro? Muchas gracias por completar estas preguntas. Su opinión es sumamente valiosa y será tenida en cuenta. Gracias nuevamente, por su atención y su tiempo. Un saludo cordial La autora.

Sobre la Autora

Nací en 1978 en la ciudad de Mar del Plata, Argentina. Tuve una infancia sencilla junto a mis padres y hermano, en un barrio alejado del centro de esta ciudad turística, por lo que mis principales estímulos fueron el contacto con la naturaleza y muchas horas de recogimiento y soledad. Desde ese entonces, ya la escritura y el dibujo eran mis modos preferidos de expresión y de conexión con mis propios sentimientos y creatividad, y vale decir que desarrollé un temprano interés por la búsqueda espiritual. A los 12 años leía a Louise L. Hay, y comencé a indagar en la Metafísica con los libros de Conny Méndez y Linda Goodman. De inmediato me vi capturada por la perfección matemática revelada en la Numerología y la Astrología, estudios que se convirtieron en mi pasatiempo predilecto durante mi adolescencia. A los 16 comencé a estudiar Control Mental; fue entonces cuando empecé a evidenciar los efectos de lograr una relajación conciente, la influencia del uso de afirmaciones y visualizaciones sobre el propio cuerpo, el estado anímico y las circunstancias externas. Por aquel entonces comencé también a interesarme en las obras de Deepak Chopra, Wayne W. Dyer, Brian Weiss y Maxwell Maltz, entre muchos otros autores de este tipo. Sin embargo, fue traspasando el umbral de los 20 años, que una fuerte depresión me llevó a descubrir el Reiki. El efecto liberador de las sesiones y la remisión casi instantánea de la angustia profunda que me agobiaba me indujeron a aprender su práctica como una forma de restablecer y mantener mi armonía, y canalizar mi deseo, desde siempre presente, de poder ayudar a los demás. Fue para esa época que me percaté de que, a través de la escritura, accedía a más Sabiduría de la que creía tener naturalmente; como si en la intención de derramar mi esencia en la tinta y el papel se desplegara algo más, una especie de magia, que me transportaba desde el momento presente, hacia comprensiones asombrosas, absolutas y abstractas. Tiempo después conocí a quien es hoy mi compañero de destino y de vida, y en el 2004 ambos recibimos juntos el grado de Maestros de Reiki, al tiempo que nos iniciábamos en la práctica de la meditación Maha Yoga y explorábamos el Sincronario Sagrado Maya. Durante el 2005 celebramos dos nacimientos: el de nuestro primer hijo, y el de la primera edición de “Dioses en la Tierra”, libro en el que por primera vez pude ver unidos mis diversos talentos y anhelos, esclareciendo de allí en más mi propósito de vida. Desde entonces he dedicado mi carrera de escritora a la divulgación de mensajes que hacen al desarrollo personal y al crecimiento espiritual, deseando compartir los aprendizajes que transforman a diario mi propia vida mientras continúo avanzando en la búsqueda de un más completo bienestar.

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Otros libros de la autora

Buscando tu propio Camino a la Verdad La Canalización como una facultad a tu alcance "Buscando tu propio Camino a la Verdad" trata acerca de la Canalización, o facultad a través de la cual hacemos contacto consciente con la voz del propio Maestro Interno. Es un compendio de Sabiduría Espiritual útil no solo para aquellos que son o que desean convertirse en “canales”, sino para todos los seres humanos que eligieron el desafío de explorar los senderos de la espiritualidad para hallar su propia Verdad Interior. La palabra “Canalización” es uno de los tantos nombres con que se presenta la búsqueda más célebre en la historia de la humanidad: la Unión de nuestro aspecto terreno con la Divinidad; en un libro que intenta desmitificar la idea de la Canalización como experiencia sobrehumana, para plantearla en el marco de una cotidianeidad a la que todos tenemos acceso. Perlas de Paz Mensajes Espirituales para el crecimiento interior “Perlas de Paz” es como dar un paseo a través de las diferentes vivencias y desafíos que como seres humanos todos enfrentamos en algún momento de la vida, de la mano de nuestro Ser Espiritual, o Ser Superior, al que quizás estés más acostumbrado a llamar Dios. Los mensajes que se nos dan en este libro son como “Perlas” surgidas del inmenso océano de la emoción humana, visiones esclarecedoras y comprensiones tiernas desde la perspectiva más elevada del Amor, en el que todo tiene un motivo y cada dificultad es una oportunidad para aprender a estar mejor. PRÓXIMAMENTE… El Legado de Merlín Iniciación a la Magia Espiritual En este Libro, el que quizás sea el Mago más célebre de todos los tiempos, nos hace poseedores de su Diario como un legado de su Antigua Sabiduría. A través de su comprensión espiritual del mundo y de la vida, iremos aprendiendo paso a paso, a despertar al Mago que duerme dentro de nosotros, ese Gran Mago que en otros tiempos supo dominar las artes de la Magia y que, sin embargo, vino a esta vida y a este mundo desprovisto de Memoria y olvidado de su Poder. Merlín nos despierta del hechizo de ilusión en que la humanidad entera está sumida, el encantamiento por el cual no podemos recordar quienes somos y nos hace vernos como seres limitados. Con sus exhortaciones de Poderoso Mago, invoca el despertar del Mago dentro de nosotros; nos recuerda que, aunque no tengamos Memoria, aún conservamos el Poder, y nos brinda las claves para utilizarlo.