L I T E R A T U R A D E I S R A E L

LITERATURA DE ISRAEL EL ALFABETO HEBREO RENACIMIENTO DEL IDIOMA HEBREO El hebreo es el idioma de Israel. Aunque virtualmente dejó de ser hablado alre...
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LITERATURA DE ISRAEL EL ALFABETO HEBREO

RENACIMIENTO DEL IDIOMA HEBREO El hebreo es el idioma de Israel. Aunque virtualmente dejó de ser hablado alrededor del año 200 EC, continuó siendo empleado por los judíos a lo largo de las generaciones como “lengua sacra” en la liturgia, la filosofía y la literatura. Hacia fines del siglo XIX, emergió como un moderno medio cultural, convirtiéndose en un factor vital en el movimiento de renacimiento nacional que culminó en el sionismo político. La administración del Mandato Británico reconoció el hebreo como idioma oficial del país, a la par del inglés y del árabe, y su uso fue adoptado por las instituciones judías y sus redes educativas. La prensa y literatura hebreas florecieron con nuevas generaciones de autores y lectores, y hoy en día es un idioma vivo, rico y dinámico. De unas 8.000 palabras en los tiempos bíblicos, el vocabulario hebreo se ha ampliado a más de 120.000 vocablos. Su desarrollo lingüístico formal es guiado por la Academia de la Lengua Hebrea (fundada en 1953). Eliezer Ben-Yehudá (1858-1922) inició el renacimiento del hebreo como idioma vivo. Después de establecerse en la Tierra de Israel en 1881, promovió enérgicamente el empleo del hebreo en la vida diaria, en el hogar y en la escuela, acuñó miles de palabras nuevas, fundó dos periódicos en hebreo, fue cofundador en 1890 del Comité de Idioma Hebreo (precursor de la Academia de la Lengua) y compiló a partir de 1910 varios de los 17 volúmenes del Diccionario Completo de Hebreo Antiguo y Moderno, completado por su viuda y su hijo en 1959.

PROSA 10 La prosa hebrea moderna en Israel fue escrita en un comienzo por autores inmigrantes. Aunque arraigados en el mundo y las tradiciones de los judíos de la Europa oriental, sus obras versaban principalmente sobre los logros creativos en la Tierra de Israel, a la que habían venido para "construirla y construirse en ella", según rezaba un lema de aquella época. Yosef Haim Brenner (1881-1921), y Shmuel Yosef Agnón (1888-1970), que llevó la prosa hebrea al siglo XX, son considerados por muchos como los padres de la literatura hebrea moderna. Brenner, en su esfuerzo por captar la realidad, prefirió las formas rabínicas y medievales de hebreo coloquial, creando nuevas expresiones y empleando una sintaxis dramática para producir el efecto de un habla viva. Agnón optó por emplear en sus obras formas más modernas del hebreo. Su familiaridad con la tradición judía, junto con la influencia de la literatura europea del siglo XIX y comienzos del siglo XX, le permitieron crear un cuerpo de ficción que trata de las principales preocupaciones espirituales de la hora, la desintegración de las formas de vida tradicionales, la pérdida de la fe y la consiguiente pérdida de la identidad. En 1966, Agnón fue co-receptor del Premio Nobel de Literatura (junto con Nelly Sachs), el primer Premio Nobel otorgado a un israelí. Los escritores nacidos en el país que empezaron a publicar en las décadas de los años 1940 y 1950, denominados a veces "la generación de la Guerra de Independencia", trajeron a sus obras una mentalidad y un trasfondo cultural diferentes de los de sus predecesores, sobre todo porque su lengua materna era el hebreo y su experiencia estaba plenamente arraigada en la Tierra de Israel. Autores como S. Yitzhar, Moshé Shamir, Hanoch Bartov, Haim Guri y Benjamín Tammuz vacilan dramáticamente entre el individualismo y el compromiso para con la sociedad y el estado, presentando un modelo de realismo social, frecuentemente de tono heroico, que refleja una mezcla de influencias locales e internacionales. A comienzos de la década de 1960, un grupo de escritores jóvenes y muy influyentes: A. B. Yehoshua, Amos Oz, Yoram Kaniuk y Yaacov Shabtai, exploraron nuevos enfoques de la creación literaria en prosa, que marcan una ruptura con los moldes ideológicos, centrándose en el mundo del individuo. Durante las dos décadas siguientes se experimentó con diversas formas narrativas y estilos de prosa que pasaron a primer plano en la creación literaria, por ejemplo el realismo psicológico, la alegoría, el simbolismo, y el escepticismo respecto a los convencionalismos sociales y políticos de Israel.

Las décadas de 1980 y 1990 presenciaron una explosión de actividad literaria, junto con un aumento impresionante del número de libros publicados. Al mismo tiempo, varios escritores israelíes obtuvieron reconocimiento internacional, entre ellos Amos Oz, A.B. Yehoshua, Kaniuk, Aharon Appelfeld, David Shahar, David Grossman y Meir Shalev. La confianza en la literatura como medio que permite al lector comprenderse a sí mismo, como individuo y como parte de su entorno, caracteriza a la prosa de este período, escrita por tres generaciones sucesivas de autores. Muchos de ellos se refieren también a los dilemas políticos y morales de la vida en Israel, especialmente Oz, Grossman y Shalev. Renovados esfuerzos para enfrentarse con la tragedia del Holocausto han llevado a formular nuevas formas de expresión para tratar cuestiones fundamentales que sólo pueden ser debatidas en una perspectiva de tiempo y lugar, que integre la distancia con la implicación (Appelfeld, Grossman, Yehoshua Kenaz, Alexander y Yonat Sened, Nava Semel y otros). El mejor ejemplo de ello es quizás “Amor” de Grossman, narrado en parte desde la perspectiva de un niño, Momik, que ve desplegarse las secuelas del Holocausto dentro de su familia de inmigrados. Tambien se han abordado temas nunca antes tratados, como la vida en la aldea árabe (Antón Shammas, un escritor árabe cristiano; Sayed Kashua, un escritor y periodista árabe musulmán), el mundo de los judíos ultraortodoxos que se segregan deliberadamente de la sociedad moderna (Yossl Birstein), la vida en las comunidades jasídicas de Jerusalén (Haim Beer), y los intentos de un escéptico para enfrentarse con la existencia, en un período en que las ideologías laicas están sucumbiendo y el fundamentalismo religioso se fortalece (Yitzjak Auerbach-Orpaz). Otro importante tema que examinan algunos autores de origen sefardita es el lugar que la sociedad israelí otorga a un inmigrante alienado, oriundo de un país árabe (Sami Michael, Albert Suissa, Dan Benaya-Seri). Otros exploran temas universales como la democracia y la justicia, según son vistos en el contexto de una sociedad sometida a constantes desafíos en la mayoría de las áreas de su vida nacional (Yitzhak Ben Ner, Kaniuk, Grossman, Oz). Varias escritoras que se han dado a conocer en las últimas décadas y escriben no sólo sobre temas de índole general sino también sobre el mundo de las mujeres conscientes de su lugar en la tradición judía, y de su papel en el proyecto sionista (Amalia Kahana-Carmon, Chana BatShahar, Shulamit Hareven, Shulamit Lapid, Ruth Almog, Savion Liebrecht, Batya Gur). Lapid y Gur han incursionado también en el género detectivesco con aclamación de la crítica tanto local como extranjera. Recientemente ha emergido una generación más joven de escritores, que rechaza gran parte de la centralidad de la experiencia israelí y revela una tendencia más universalista, frecuentemente de naturaleza alienada, surrealista e idiosincrásica. Algunos de estos escritores (Yehudit Katzir, Etgar Keret, Orly Castel-Blum, Gadi Taub, Irit Linor, Mira Maguen, Zeruya Shalev, Eshkol Nevo, Nir Baram) se han convertido en ídolos, y sus nuevas obras tienen asegurado un lugar a la cabeza de las listas de los libros de mayor venta en Israel y a veces también en el extranjero.

Además de la abundante producción literaria hebrea, un número significativo de obras, tanto en prosa como en poesía, aparecen en otros idiomas, en especial el árabe, el inglés, el francés y el español. Con la inmigración de más de un millón de judíos provenientes de la ex Unión Soviética, Israel se ha convertido en el mayor centro de creación literaria en idioma ruso fuera de Rusia misma. En los últimos años, editores israelíes han ingresado en forma masiva al área de la publicación electrónica. Los programas israelíes, que cubren una amplia gama de temas, se venden en todo el mundo. POESÍA

Festival internacional de poesía de Jerusalén, Mishkenot Shaananim Poster de Raphie Etgar

“Al abrir los ojos" Nieve en las montañas arriba de los lugares altos y arriba de Jerusalén. Baja Jerusalén y devuélveme mi niño. Ven tú Belén y devuélveme mi niño. Venid montañas altas y venid vientos y crecidas de los ríos y devolvedme mi niño. Y aún tú junco doblado o tallo flaco en la corriente y zarzas hebrosas del desierto devolvedme mi niño como alma que vuelve al cuerpo al abrir los ojos. Dalia Ravikovich

La poesía hebrea, escrita sin interrupción desde los tiempos bíblicos hasta el presente, con influencias externas y tradiciones internas. La poesía antigua, que incorporaba temas religiosos y nacionales, contenía también motivos de experiencia personal, hoy predominantes en la poesía. Una ruptura con la expresión poética tradicional se produjo en Europa en el período llamado de la Ilustración Judía (1781-1881), en el cual los judíos lucharon por obtener plena ciudadanía y por secularizar su vida comunitaria. La ruptura continuó luego cuando el sionismo, el movimiento que llamaba a restaurar la vida nacional judía en la Tierra de Israel, empezó a cobrar auge a partir de fines del siglo XIX. Los principales poetas de este período fueron Haim Nahman Bialik (1873-1934) y Shaul Tchernichovsky (1875-1943), que abandonando sus países de origen a comienzos del siglo XX y emigraron a la Tierra de Israel.

Las obras de Bialik, que reflejan su absoluto compromiso con el renacimiento nacional judío y rechazan la viabilidad de una vida judía en la Europa oriental, incluyen tanto largos poemas épicos que retoman capítulos de la historia judía, como pura poesía lírica que versa sobre el amor y la naturaleza. Bialik, llamado a menudo ‘poeta nacional’ o ‘el poeta del renacimiento hebreo’, forjó un nuevo idioma poético. Tchernichovsky, que escribió poesía lírica, épica dramática, baladas y alegorías, se proponía rectificar el mundo del judío inyectándole un espíritu de orgullo y dignidad personal así como una percepción más intensa de la naturaleza y la belleza. Abraham Shlonsky, Natan Alterman, Lea Goldberg y Uri Zvi Grinberg encabezaron la siguiente generación de poetas, que escribió en los años previos a la fundación del estado y durante los primeros años de vida estatal. Shlonsky utilizaba un torrente de imágenes y de invenciones lingüísticas en su poesía así como en sus prolíficas traducciones de poesía clásica, especialmente del ruso. Las obras de Alterman, muchas de las cuales se destacan por su contenido político, acompañaron cada etapa del desarrollo de la comunidad judía y se caracterizan por la riqueza de lenguaje y una variedad de formas poéticas, tono y rima, imágenes y metáforas. Lea Goldberg expandió el ámbito de lirismo en poemas que hablan de la ciudad, la naturaleza y el ser humano en búsqueda de amor, contacto y atención. Grinberg escribió una poesía de desesperación e ira, con imágenes y estilo violentos, dedicándose principalmente a temas nacionalistas y al impacto del Holocausto. Esta pléyade de poetas fue la primera en introducir los ritmos del habla cotidiana en la poesía hebrea; revivieron antiguas expresiones idiomáticas y acuñaron otras nuevas, otorgando al antiguo lenguaje una nueva flexibilidad y riqueza. La primera poetisa destacada en hebreo fue Rahel Bluwstein (1890-1931), conocida simplemente como “Rahel”. Sus obras establecieron el fundamento normativo de la poesía hebrea femenina así como las expectativas del público respecto de esta poesía. Su estilo lírico, breve, emocional, sin pretensiones intelectuales y personal, ha prevalecido, como se ve en la mayoría de las obras de las poetisas de su época y posteriores como Dalia Ravikovitch y Maya Bejerano. A mediados de la década de 1950, surgió un nuevo grupo de poetas jóvenes cuya lengua materna era el hebreo, encabezado por Yehudá Amichai, Natán Zach, Dan Pagis, T. Carmi y David Avidan. Este grupo tendió al tono menor, a una retirada general de las experiencias colectivas, a una libre observación de la realidad y a un estilo coloquial, y cambió las principales influencias poéticas de Pushkin y Schiller a la moderna poesía inglesa y norteamericana. Las obras de Amichai, que han sido ampliamente traducidas, se caracterizan por su uso del idioma cotidiano, la ironía y metáforas metafísicas.

El campo de la poesía hebrea hoy en día es una polifonía que comprende varias generaciones, en la que aparecen poetas veinteañeros junto a otros de edad mediana. Representantes del último grupo son Meir Wieseltier, cuya prosaica, vulgar y directa dicción repudia todo romanticismo y eleva la imagen de Tel Aviv como símbolo de la realidad; Yair Horowitz, cuyos cohibidos versos expresan la amable tristeza de una persona consciente de su propia mortalidad; y Yona Wallach, que se presenta en tonos coloquiales, sarcásticos, usando motivos arquetípicos, simbolismo freudiano, a veces una brutal sensualidad, repeticiones rítmicas y largas series de asociaciones. Otros importantes poetas actuales son Asher Reich, Arieh Sivan, Ronny Someck y Moshé Dor. La poesía de la generación más reciente está dominada por el individualismo y la incertidumbre y tiende a poemas breves escritos en una dicción coloquial, de metro libre y no rimados. Ejemplos de ese estilo pueden hallarse en los poemas de Agi Mishol, nacido en Transilvania. La poesía en Israel cuenta con un gran círculo de fieles lectores, y algunos volúmenes de poemas, de todos los períodos, se venden en ediciones tan amplias como las publicadas en países de mayor población. LITERATURA INFANTIL Esta literatura, que incluye textos originales así como traducciones de los clásicos de muchos idiomas, integra una amplia variedad de temas y estilos, reflejando un enfoque más directo hacia un lenguaje pintoresco y expresivo, permitiendo a los jóvenes lectores identificarse con los libros en una forma dinámica. Algunos libros quieren negar los estereotipos de una sociedad muy diversificada formada por inmigrantes de muchos países, mientras que otros hablan de hechos históricos y biografías de figuras prominentes.

Cortesía Studio Rami & Jacky

Desde la década de 1960, la literatura infantil es un retrato del mundo infantil en sí, tratando temas como muerte, divorcio, familia, discapacidad, adolescencia y la lucha por encontrar un lugar en la familia y la sociedad. Al mismo tiempo, se han escrito libros muy imaginativos de pura fantasía y entretenimiento. Israel tiene un número inusual de autores que han recibido premios. Entre ellos: David Grossman ("The Zig Zag Kid," "Itamar Walks on Walls") y Etgar Keret ("Dad Runs Away With The Circus").

EL INSTITUTO PARA LA TRADUCCIÓN DE LA LITERATURA HEBREA Fue establecido en 1962 para familiarizar a los lectores y editores extranjeros con la literatura hebrea contemporánea. Bajo sus auspicios, cientos de obras de ficción, poesía, drama y literatura infantil han sido publicadas en alrededor de 40 idiomas - desde el alemán y el galés hasta el hindi y el chino. Los proyectos del Instituto varían de la preparación de antologías a la organización de conferencias de traductores y la participación en ferias internacionales del libro. La base de datos computarizada del instituto y las bibliografías anuales de literatura hebrea traducida, proporcionan información a investigadores de todo el mundo. El Instituto publica además Modern Hebrew Literature, una revista bienal en inglés. LA LITERATURA ISRAELÍ EN EL SIGLO XX La literatura israelí refleja el amplio panorama de culturas que coexisten en la vida diaria de Israel. Abundan los asuntos que reflejan la psicología de los sobrevivientes del Holocausto, así como la lucha de identidades entre palestinos e israelíes, el enfrentamiento generacional, la brecha entre seculares y ortodoxos, los trabajadores de otras nacionalidades: polacos, rumanos, tailandeses, filipinos, nigerianos; aspectos del feminismo, la relación entre padres e hijos.

Si algo caracteriza a la literatura es un fuerte sello de transgresión que le permite exponer al máximo las pasiones humanas, golpes del destino trastornan la rutina y entramados se vienen abajo. El toque de lo absurdo o de lo cruel, de lo irónico y lo paradójico, son una presencia constante. El lector queda a la expectativa no solo del párrafo o de la rase siguiente, sino hasta de la palabra. El ritmo de las oraciones puede variar de extenso y agobiante a cortado y preciso, ya que la vida interna de los personajes depende de giros psicológicos imprevistos. Angelina Muñiz de Huberman

Amos Oz, Etgar Keret, Batya Gur, David Grossman y A.B. Yehoshua.

Israel es, posiblemente, un país desconocido, con una sociedad compleja donde conviven muchas sensibilidades diferentes, lo que provoca enormes tensiones internas y externas. Un país variopinto, como sugiere la periodista Ana Carbajosa en su extraordinario ensayo Las tribus de Israel (RBA Libros, 2011), con más opiniones que habitantes. Y en el que el conflicto con los palestinos mantiene la zona en permanente inestabilidad. Conocemos, o creemos conocer, muchas cosas del país de la estrella de David, sin embargo su literatura nos resulta bastante ajena. Sólo hemos tenido acceso durante mucho tiempo a los escritores Amos Oz, un icono universal de calidad literaria y eterno candidato al Nobel, David Grossman, Abraham B. Yehoshua y poco más. Hasta el mayor exponente de las letras hebreas modernas, Shmuel Yosef Agnón –el primer Premio Nobel de Literatura concedido a un escritor israelí, en 1966-, nos resulta un auténtico extraño. Tal vez no ha sido reconocida según su merecimiento principalmente por la escasa apuesta editorial, limitada por lo común a Oz, Grossman y Yehoshua. Sin embargo, en la última década se ha empezado a apostar de manera firme por nombres como los de Batya Gur, Etgar Keret, Aharon Appelfeld o Yoram Kaniuk. O por absolutos desconocidos fuera de sus flexibles fronteras como Shani Boianjiu, Eshkol Nevo o Nir Baram. Estos nuevos nombres pueden dar al gran público más de una grata sorpresa, sobre todo si se los lee con una disposición del gusto no lastrada de convencionalismos. El lector fiel de la literatura israelí, puede añadir una última reflexión a este apresurado cuadro general. Si, como dice Joyce, la única pregunta que importa acerca de un libro es a qué profundidad en el alma de quien lo escribe se ha originado, estas diez novelas y libros de relatos de literatura israelí contemporánea brotan de lo que probablemente sea la raíz misma de la identidad judía. Aunque uno no debe acercarse a ellos como si fueran textos sagrados esculpidos en piedra, dogmáticos e intocables. Son libros vivos que leen jerosolimitanos, telavivis, madrileños, barceloneses, parisinos, berlineses, neoyorquinos, defeños, bonaerenses o cairotas. Y ahora usted, si se decide tras leer este reportaje.

Estos diez libros –y autores- seleccionados por ¡A los libros! son un elenco entre otros posibles y en ningún caso un repertorio minucioso. La selección no es totalizadora, pero sí suficiente. El amante, de Abraham B. Yehoshua, con traducción de Teresa Martínez Sáiz. La primera novela de este jerosolimitano del 36 –que se publicó en 1977 y ahora se reedita en España- trata de la búsqueda de un marido del joven amante de su mujer desaparecido en el frente durante la guerra del Yom Kipur, en la que ya se encuentran algunos de los temas recurrentes a lo largo de su obra: la culpa, el propósito de la vida, los prejuicios, el perdón o la muerte. En esta novela de seis personajes, incluido un árabe, en la que intercambian puntos de vista, basta con el deleite de adentrarse en una historia de excepcional atractivo. (Duomo)

La gente como nosotros no tiene miedo, de Shani Boianjiu, con traducción de Eugenia Vázquez Nacarino. Esta primera novela de Shani Boianjiu (Jerusalén, 1987) es un magnífico trabajo traducido a 23 idiomas que sorprende por su madurez narrativa, por la riqueza y precisión de su lenguaje y por su creación de una historia desgarradora que retrata a la perfección el daño causado por la guerra. Esta joven autora con talento para la representación de la realidad muestra de la mano de tres amigas la situación de las fuerzas armadas de su país -un tema de gran actualidad y controversia- con total crudeza, sin enmascarar la realidad ni embellecerla. (Alfaguara)

El abrazo, de David Grossman e ilustraciones de Michal Rovner, con traducción de Raquel García Lozano. Uno de los libros más singulares de Grossman (Jerusalén, 1954) es este cuento infantil ilustrado por la pintora Rovner, en el que se recoge la historia de Ben, un niño que le lanza a bocajarro a su madre una simple pregunta: “¿De verdad no hay nadie como yo?”. Ben empieza a descubrir la singularidad del individuo y, por primera vez, siente un profundo temor a la soledad. Un relato muy recomendable que, dentro de su aparente simplicidad, invita a hacerse algunas necesarias reflexiones a los lectores de todas las edades. (Sexto Piso)

Flores de sombra, de Aharon Appelfeld, con traducción de Raquel García Lozano. Appelfeld (Zhadova, Ucrania, 1932) sobrevivió a la experiencia de los campos de concentración nazi y esta novela –como casi toda su extensa obra narrativa- profundiza en esa dura niñez y en la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. Flores de sombra es un ejemplo nítido de entendimiento, y otra vuelta de tuerca a las miles de historias que tuvieron lugar en los años del holocausto. Afirmar que una novela es necesaria resulta ya casi trivial, aunque en este caso sea cierto. (Galaxia Gutenberg)

Conocer a una mujer, de Amos Oz, con traducción de Raquel García Lozano. La voz de la conciencia de Israel escribió esta novela a finales de los ochenta, aunque se publicó en España en 2012. Yoel Raviv, el protagonista, decide dejar su empleo como agente del Mosad (Servicio Secreto) después de la trágica muerte de su esposa Ivriya. A partir de entonces empieza a descubrir que no conocía realmente a su mujer. Amos Oz (Jerusalén, 1 939) trata de explicar la realidad de los entresijos de las relaciones interpersonales y de uno consigo mismo. Una novela introspectiva fascinante, abierta a una profusa diversificación interpretativa. (Debolsillo)

Asesinato en el corazón de Jerusalén, de Batya Gur, con traducción de Raquel García Lozano. Esta mujer ya fallecida (1947-2005) pertenece a esa generación de autores de novela negra mediterránea -Montalbán, Márkaris, Camilleri…- que garantiza a los lectores el disfrute total de sus historias, ambientadas todas en Jerusalén. La media docena de novelas policíacas que, a partir de 1988, escribió con Michael Ohayon como protagonista, son un estupendo retrato de este país contradictorio, en la que se enfrentó una y otra vez a submundos particularmente cerrados. Asesinato en el corazón… es mi favorita. (Siruela)

1948, de Yoram Kaniuk, con traducción y prólogo de Raquel García Lozano. Yoram Kaniuk (Tel Aviv, 1930-2013) retoma el tema de su participación en la Guerra de la Independencia (para los israelíes) y Nakba/Catástrofe (para los palestinos), esta vez en forma de novela, con la clara conciencia de afrontar cuestiones atemporales que han preocupado a los judíos desde el inicio de la diáspora. Su obra, muy comprometida, ha sido traducida a veinticinco lenguas y ha merecido numerosos galardones dentro y fuera de Israel. Autor de diecisiete novelas y siete recopilaciones de relatos cortos. Léanlo y descúbranlo. (Libros del Asteroide)

La simetría de los deseos, de Eshkol Nevo, con traducción de Eulàlia Sariola. Esta novela sobre la amistad y el amor en tiempos de crisis analiza la tremenda complejidad de la sociedad actual en el Tel Aviv de la segunda Intifada como telón de fondo. Eshkol Nevo (Jerusalén, 1971) ha escrito una historia divertida y seria a la vez, que a sus no pocos méritos añade su cualidad absorbente y lo trepidante de su ritmo. Leer a este firme valor de la literatura escrita en hebreo es siempre un acto emocionante, de inusitada diversidad de sensaciones. (Duomo)

Las buenas personas, de Nir Baram, con traducción de Ana María Bejarano. Uno de los objetivos de Nir Baram (Jerusalén, 1976) es mostrar en esta novela cómo ciudadanos corrientes como sus personajes Thomas y Sacha pueden, indirectamente y sin mancharse literalmente las manos de sangre, ser responsables de enviar a gente a los campos de exterminio al colaborar con la maquinaria criminal de Hitler y Stalin, respectivamente. Las buenas personas es también un ejercicio estilístico de enorme calado, que invita a seguir muy de cerca la trayectoria de su autor. ¡Magnífica! (Alfaguara,)

La chica sobre la nevera, Pizzería Kamikaze y otros relatos, de Etgar Keret, con traducción de Ana María Bejarano. Un auténtico prodigio de imaginación desbordante, absolutamente brillante, electrizante, rompedor, la antítesis viva del aburrimiento, un genio según The New York Times, son algunos de los calificativos reservados a Etgar Keret (Tel Aviv, 1967), un escritor de relatos de una ejecución estética impecable aunque también ha escrito novela y dirigido cine. Si Oz, Grossman y Yehoshua son los tres mosqueteros hebreos, Keret es el D’Artagnan de las letras israelíes. El tipo es de veras apasionante. (Debolsillo)

SHALEV, TSRUYÁ Poeta y novelista, nació en 1959 en el kibutz Kinneret, en la costa del mar de Galilea. Perteneciente a una familia de literatos, cultivó la poesía desde muy niña. Combinando la escritura con su trabajo en una editorial concluyó en 1997Vida amorosa, (editado en español por Galaxia Gutenberg) novela que, además de convertirla en la autora más leída en su país y ser traducida a varios idiomas, le valió el premio Golden Book, concedido por el Gremio de Editores de Israel. Su éxito se repitió con Marido y mujer (2002), novela que se convirtió en un auténtico best seller en Israel y en Alemania, y que fue finalista del Prix Femina 2002. Las ruinas del amor cierra el ciclo iniciado con Vida amorosa y Marido y mujer, ambas publicadas en este mismo sello (Galaxia Gutenberg). Lo que queda de la vida- Editorial Siruela En la nueva y brillante novela de Shalev, su perspicacia, su intensidad y su singular estilo se unen para explorar los conflictos entre padres e hijos.

MICHEL KICHKA El caricaturista israeli La segunda generación – Lo que no le conté a papá Una historia gráfica del hijo de un sobreviviente del Holocausto. El Ilustrador y caricaturista Michel Kichka ha dejado su marca en innumerables libros infantiles. Pero le tomó décadas examinar su propia niñez. En 2012, Kichka publicó "Deuxième Génération" ("Segunda Generación") una novela gráfica relatando su relación con su padre, sobreviviente de un campo de concentración. La novela inicia con esta frase: “Mi padre rara vez habló sobre su familia.”. Es un viaje revelador, valiente, personal y cautivante de la vida y la sombra de un padre sobreviviente del Holocausto. Utilizando ilustraciones blanco y negro, acompañado de un gran sentido del humor revela secretos que muchas familias hubieran preferido dejar en la oscuridad.

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