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6. "El testimonio de una mujer" 6. El testimonio de una mujer Juan 4: 27-38 Con la declaración de Cristo, que él era el Mesías de quien hablaron los profetas, la conversación tuvo un fin abrupto. El relato de Jesucristo y la mujer samaritana quizás se acabó con el testimonio de Cristo, de la misma manera que pasó con Nicodemo. La narrativa continua con el efecto del testimonio de Cristo, primero lo dio a la mujer y luego en el pueblo samaritano lo dio la mujer, su nueva discípula. Es extraño que eso también incluyera en el efecto del testimonio que dieran acerca de Cristo. Dios transforma las personas, y nos transforma a la medida que damos testimonio de él. Asimismo, Cristo no espera que demos testimonio de él, esperando que nos unamos a él para llevar otros a la vida eterna que solo se encuentra en él. I. La confianza de los discípulos (27-30) El verso 27 registra el regreso de los discípulos al pozo. Mientras se acercaron a Cristo se quedaron admirados al ver Cristo que hablaba a una mujer y aun más, era una samaritana. Los rabinos de aquella época no hablaban a mujeres en publico. Además, un judío no hablaba con samaritanos. Probablemente, los discípulos pensarían en las prohibiciones de la tradición y costumbres que no permitían a un hombre platicar con una mujer en publico, mucho menos si se tratase de un Maestro (rabino). Estarían aun más intrigados que Cristo tratara temas teológicos con una mujer. La tradición decía que la educación teológica, aprender el Talmud era el privilegio de los hombres judíos. Enseñar a mujeres, creían ellos, era perdida de tiempo, era como una profanación a las cosas sagradas. Jesucristo hace vista gorda a las tradiciones y trata temas de suma importancia con una mujer samaritana. Todos respetaban a Cristo y no cuestionaban sus actos. Los discípulos aprendieran que Cristo tenía su motivo para hacer lo que hizo, aunque a los discípulos les pareció todo muy extraño y radical. Fue por aquella mujer que Cristo obtuvo una puerta abierta para ministrar el reino a los samaritanos. El regreso de los discípulos también interrumpió la conversación de Cristo, como vemos en el verso 28: “La mujer dejó su cántaro, volvió al pueblo y le decía a la gente…” Motivada por lo que le dijo Cristo, acerca de su persona y por el regreso de los discípulos, salió a prisas y se dirigió al pueblo vecino de Sicar. Tan grande era su asombro acerca de las cosas que le dijo Cristo que hasta se olvidó el agua, aunque aquel fuera el motivo principal de su ida al pozo. La prioridad de ella era compartir con sus paisanos su nueva descubierta. Dijo un comentarista: “Ahora para ella era más importante llevar personas al agua que llevar el agua a las personas”. Dos cosas acontecen a los que encuentran a Cristo: Algo empieza a suceder en nosotros y al mismo tiempo que algo más sucede a través de nosotros.

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El verso 29 da el testimonio de la mujer acerca de Cristo: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Cristo?” ¡Imaginen una mujer divorciada cinco veces e que ahora vivía con un hombre que ni era su marido! Y asimismo Cristo la trató con todo el respeto. Él reveló a la mujer que era el Mesías y de aquel momento en adelante las cosas de Dios serían encaradas de manera distinta. Si una mujer como esa apareciera en una iglesia actual quizás la rechazarían o sería ignorada por su situación matrimonial. Pero Cristo ve en ella una evangelista en potencia. Ni sus discípulos tenían empezado su obra de anunciar el reino y aquella samaritana que vivía en pecado, se adelantó en anunciar a Cristo. Eso no quiere decir que Cristo aprobaba su estilo de vida, sin embargo, le dio una oportunidad de hacer algo útil para el reino de Dios. Estoy seguro de que el contacto con Cristo transformó aquella mujer “pecadora” en una persona respetable en su pueblo porque estuvo con el Mesías. Al llegar al pueblo, sus palabras fueron convincentes: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho”. Eso debería despertar mucha curiosidad. Es probable que algunos de los que escucharon fueron sus antiguos maridos. Quizás imaginaban: ¿Sabrá también ese Hombre algo de nuestra conducta? Pronto ella capta la tención de ellos con la pregunta más intrigante: “¿No será este el Cristo?” Esa pregunta siempre provoca reacción negativa. Sin embargo, ella hizo una pregunta en vez de afirmar que había encontrado el Cristo. Sabía que las personas no harían caso de ella si hiciera una afirmación dogmática, sobretodo si aquello se originase de una mujer. Peor aun, de una mujer de mala reputación. Así como Cristo captó la atención de ella despertando su curiosidad, ella también despertó la curiosidad de su pueblo. Su celo y su invitación generó mucho interés y varios decidieron ver por ellos mismos. ¿Saben cómo las abejas llevan otras abejas al néctar? Científicos dicen que hacen una danza especial. La teoría no la llevaron en serio cuando la propuso Carlos Von Frisch, un alemán zoólogo que recibió el premio Nobel en los años 60’s. Pero, ahora científicos del Reino Unido, usando diminutos radares atados a las abejas obreras, confirmaron que la abeja orienta su cuerpito en dirección al néctar, hace una gran cantidad de meneos para dar una idea de la distancia del lugar a las demás abejas. La mujer que se encontró con Cristo en el pozo de Jacob también encontró una manera de llevar buena parte de los de su pueblo para ver lo que había encontrado: el agua viva (4:10). Ellos fueron atraídos a descubrir por qué esa mujer, con sus cinco maridos y viviendo con uno que no era su marido, decía: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Cristo?” Las personas que están camino al cielo no se contentarán en ir solas. En el verso 30 vemos el relato de las noticias sinceras y la invitación persuasiva que hizo la samaritana a los de su pueblo: “ Salieron del pueblo y fueron a ver a Jesús”. Las palabras de la mujer fueron tan urgentes que toda el pueblo fue inmediatamente donde se encontraba Cristo para ver si lo que dijo era verdad. Ese es el inicio de la transformación de una persona: Compartir y llevar a otros a Cristo. Una marca de discipulado es el testimonio de

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otros; palabras que demuestran urgencia porque la descubierta es grandiosa. “Vengan a ver…” (4:29) es una invitación. Los candidatos a la conversión necesitan más que mera información acerca de Jesucristo; necesitan enterarse por ellos mismos de su existencia en aquel que le proclama. II. La sustancia espiritual de Dios (31-34) Mientras la mujer caminaba rumbo al pueblo, los discípulos conversaban con Cristo cerca al pozo. En el verso 31 los discípulos piden a Cristo que coma algo de lo que les trajeron. Decían así: “Rabí, coma algo”. Los discípulos obligaban Cristo a comer algo de lo que les trajeron de la ciudad. Estaban interesados en la salud física del Maestro, sabiendo que algunos problemas de salud tenía que ver con su mala alimentación. La respuesta de Cristo a su insistencia de que comiera se encuentra en verso 32: “Yo tengo un alimento que ustedes no conocen, replicó él”. Su respuesta hizo notoria la diferencia que existía entre él y los discípulos. Algo pasaría a Cristo. Antes estuvo cansado y con sed, pero ahora la comida y la bebida ya no era importante para él. Su disposición había cambiado. Ellos le ofrecieron comida, pero él les dio instrucción de sustancia que ellos no tenían ni idea de lo que era. “Yo tengo un alimento que ustedes no conocen”. Esta es más una de sus afirmaciones enigmáticas y desconcertantes. El evangelio de Juan tiene muchas de ellas. La declaración hizo con que los discípulos dialogasen. El verso 33 dice así: “ ¿Le habrán traído algo de comer?” Los discípulos entendieron mal lo que Cristo les dijo, interpretando todo literalmente. Cuando Cristo dijo tener lo que comer (4:32), hubo confusión entre ellos porque su misión al ir a la ciudad era la de comprar alimentos. ¿Será que alguien (quizás la mujer samaritana), les trajeron algo de comer? Los discípulos pensaban en cosas terrenales así como todos los seres humanos pensamos. Pero el mal entendido propicia a Cristo una oportunidad de elevar el pensamiento de ellos a otro nivel y compartir una verdad importante. Esa verdad espiritual la encontramos en el verso 34: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra, les dijo Jesús” La respuesta de Cristo no indica que él no necesitaba alimento físico, sino que su prioridad era hacer la voluntad de Dios (5:30; 8:29). Él sabía que ni solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Deut.8:3; Mat.4:4). Su prioridad era espiritual y no material. Obediencia a la voluntad del Padre era lo que más le preocupaba. Era la obra de Dios que debería terminar (17:4), y al hacerla sentiría una satisfacción que el mundo desconoce. Obedecer al Padre, para Cristo era algo que más le satisfacía. El Padre tenía dado mucho trabajo para que hiciera el Hijo (5:30; 6:38; 7:18; 8:50; 9:40; 10:37-38; 12:49-50), y su misión era la de hacer la voluntad del Padre. Hacer la voluntad del Padre era tan importante para él que Jesucristo vivía para ello. Desde el inicio hasta el fin, Cristo satisfizo la voluntad del Padre. Agradar al Padre era la meta suprema

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de su vida. Al rendirnos a Cristo, hacemos la voluntad de Dios y terminamos la obra que él nos confía. Eso para nosotros é una fuente abundante de nutrición y satisfacción. La voluntad de Dios para nosotros va más allá de ir a la escuela dominical y al culto. Incluye más que solo estudiar la Biblia, orar e ir a la iglesia. Muchos de nosotros conocemos más de la voluntad de Dios para nuestra vida que jamás lograremos obedecerla. El conocimiento de la voluntad de Dios no es nuestro problema, sino la obediencia a la misma. La nutrición espiritual la recibimos cuando hacemos la voluntad de Dios. Esa voluntad incluye ayudar a llevar su salvación a los demás. Nos nutrimos no tan solo por lo que recibimos, sino también por lo que compartimos. Debemos orar así: Señor, ayúdanos a hacer tu voluntad de llevar el mensaje del evangelio a más personas. La ayuda a los pobres y a los humildes también complementa la meta de hacer la voluntad de Dios. Obras pequeñas y grandes Será que la obra de la iglesia es de veras relevante al mundo actual? Cuando comparamos a las decisiones serias que toman los negociantes todos los días, la escuela dominical de nuestra iglesia parece más un juguete de niños. Sin embrago, no es así a los ojos de Dios. Todo lo que colabora para el crecimiento del reino es algo importante a Dios. Hay la historia de un hombre que era presidente de una fabrica de muebles de oficina. Después de su jubilación continuó dando clases de escuela dominical en su iglesia, hasta casi el ultimo día de su vida. Cuando un alumno de su clase le visitó en el hospital (él negociante tenía 98 años), aquel magnate admitió que le fue más difícil dejar la clase que daba en la iglesia, que su grande compañía de muebles al jubilarse. Cuando Cristo discutía temas espirituales con la mujer samaritana, él estaba haciendo la obra de su Padre (4:32-38). Y aquella obra fortalecía su espíritu de la misma manera que alimentos nutrían su cuerpo. ¿Por qué? Porque él hacia obra para la eternidad. Así, si dar clase en la escuela dominical, o hacer cualquier otra obra en la iglesia, o usas tus energías para testimonio claro donde trabajas, jamás te olvides que estás haciendo algo eterno. No necesitas envidiar personas que tienen trabajos de mucha responsabilidad. Servir a Cristo, aunque aparente ser insignificante, es la obra más importante del mundo. Cosas insignificantes, cuando las hacemos para la gloria de Dios, se transforman en algo grandioso. III. El salario del testimonio (35-38) ¿No dicen ustedes: “Todavía faltan cuatro meses para la cosecha”? Yo les digo: ¡Abran los ojos y miren los campos sembrados! Ya la cosecha está madura”. Jesucristo recuerda a sus discípulos de un proverbio de los agricultores con el fin de mostrarles la necesidad de la obediencia. Cristo pensaba en lo poco de tiempo que existía entre plantar y cosechar cuando el grano crecía pero no madurando, cuando los campos estaban floreciendo pero aun no era época de la cosecha. El agricultor confía en Dios y la promesa que tendrá una gran cosecha.

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Sin embargo, de manera abrupta el tema cambia. Los campos están ahora listos para la cosecha. Él había plantado la semilla (cerca al pozo) e ahora la cosecha (los samaritanos), se acercaba a ellos con sus atuendos blancos (4:40). El Señor vino para que hubiera el día de la oportunidad. No podemos ser perezosos ni buscar tan solo nuestra comodidad. No. Debemos movernos en dirección a la cosecha. Lo único que es necesario es la visión espiritual y la percepción. Si los discípulos miraran alrededor de ellos verían personas con hambre espiritual y otras necesidades. Los discípulos necesitaban adoptar un estilo de urgencia en la misión de la cosecha. A veces nos abstenemos de hablar de Cristo y de cómo ha cambiado nuestra vida con él, diciendo que familiares y amigos no están listos. Cristo deja bien claro que hay una cosecha alrededor de cada uno de nosotros que espera que la llevemos a cabo. Es necesario abrir los ojos y ver. No debemos inventar escusas. Miren alrededor de ustedes y encontrarán personas listas para escuchar la palabra de Dios. La urgencia en el mandamiento de Cristo la encontramos en el verso 36: “ ya el segador recibe su salario y recoge el fruto para vida eterna. Ahora tanto el sembrador como el segador se alegran juntos”. A los que trabajan para él, Cristo ofrece salario en la cosecha de creyentes. Él da la recompensa de dar testimonio mayor que los riesgos. Dichas recompensas celestiales están s nuestro alcance y las podemos ganar. El salario lo podemos recibir. Esperamos que nadie sea perezoso, porque la cosecha no espera. El Maestro no solo habla del salario sino también de “recoger el fruto” o recompensa “para vida eterna”. Aquel que gana almas para Cristo está trabajando con algo que tiene consecuencias eternas. Los que cosechan recogen lo necesario para la vida eterna, o sea, los discípulos de Cristo trabajaban en algo que estaba entre la vida y la muerte espiritual (2 Cor. 2:15-16). La alegría se encuentra en caminar con Cristo y unirse a él en la obra eterna. También hay recompensa eterna por el trabajo terminado. Ambos trabajadores, los que cosechan y los que siembran, son necesarios para que haya una buena cosecha, y ambos reciben salario o recompensa. No hay felicidad espiritual mayor que llevar alguien a la fe salvadora de Cristo. Ambos, el sembrador y el que cosecha se alegrarán juntos con los ángeles en el cielo. Una mujer criticó al conocido evangelista americano D. L. Moody por intentar ganar almas para Dios a su manera. El Dr. Moody replicó: “Estoy de acuerdo con usted que necesito aprender como hacerlo mejor. Dígame como”. Al que le contestó la mujer: “Yo no hago evangelismo”. Moody terminó el dialogo con esta afirmación: “Entonces, me gusta más la manera en que yo hago que manera que usted no lo hace”. Cristo otra vez usa metáfora agrícola en verso 37 al decir: “Porque como dice el refrán: “Uno es el que siembra y otro el que cosecha.”

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El Señor explica lo que esperaba de sus discípulos. En la agricultura, como también en otros campos de actividad, es necesario mucho trabajo que precede la cosecha. A veces los que hacen la obra de preparación no son los mismos que cosechan. Como los que cosechan, los discípulos tenían el gran privilegio de llevar personas a Cristo aunque no plantaron la semilla de la Palabra en sus vidas. En el reino de Dios hay los que plantan y los que cosechan. Algunos hacen el trabajo no muy apreciable de arar la tierra y sembrar la semilla preciosa de la Palabra de Dios y otros riegan; aun otros cosechan los beneficios de lo que hizo otra persona y logra obtener una cosecha abundante. Ambos son necesarios porque nadie puede hacer todo solo, desde que la obra que Cristo instruye que hagamos es dura. En los países orientales hay tejedores profesionales que no pueden completar una obra durante su vida por las enormes alfombras que les ordenan. Cuando se muere un artesón otro agarra los filos y continua a tejer según en patrón original. Lo mismo pasa a los evangelistas, misioneros y todos lo que hacen la obra de Dios. Trabajan fielmente hasta la muerte. Entonces, otros construyen la obra que ellos empezaron. Dijo Cristo: “Uno siembra, otro cosecha”. ¡Que maravilloso es pensar que todos los cristianos trabajan en conjunto en esa gran obra que completará el plan eterno de Dios! Que “agarremos los filos” que otros pusieron en el “telar” de servicio al Señor y hagamos nuestra parte ayudando los planes misioneros con nuestras oraciones y finanzas, y también, por nuestro testimonio personal. Un día “la alfombra” será acabada y todos podremos admirar su belleza durante toda la eternidad. “Señor, danos un corazón fuerte, Motivación y decisión. Para hacer mi parte sin vacilar Para cumplir con tus propósitos. Amén. Muchos cristianos no hacen nada, no obstante, ningún cristiano tiene nada que hacer. En el verso 38 continua la exhortación de Cristo: “Yo los he enviado a ustedes a cosechar lo que no les costó ningún trabajo. Otros se han fatigado trabajando, y ustedes han cosechado el fruto de ese trabajo”. Los discípulos tenían una misión tanto de plantar como de cosechar, pero también de cosechar donde no habían plantado. Un sembrador tiene mas dificultad de hacer su trabajo porque no recibe ni recompensa ni aumento inmediatos. Dijo Cristo que otros hicieron la parte más difícil (12:24), y ustedes tendrán la oportunidad de cosechar los beneficios de su trabajo. Juan Bautista predicó la palabra fielmente y despertó una nación para que se arrepintiera pero se murió antes del día de Pentecostés, cuando los discípulos, con mucha alegría, bautizaron a más de 3,000 personas. Los discípulos se alegraron mucho al ver completar el proceso de que Cristo, Juan y otros profetas empezaron.

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No podemos omitir los actos de caridad que hizo Cristo a tantas personas mientras predicaba el evangelio del reino. Todas las personas que Cristo tocaba, sanaba y restauraba a la sociedad de la época, representaba semillas que plantadas en el corazón de todos los que recibieron las bendiciones, así como los testigos oculares de las maravillas y señales que hizo Cristo. Según Hechos 10:38, “Me refiero a Jesús de Nazaret: cómo lo ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder, y cómo anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él”. Hacer buenas obras en el nombre de Cristo es para nosotros una manera de plantar semillas, que un día harán parte de una gran cosecha. No seremos nosotros los que cosecharemos, pero eso no importa. Lo importante es que más personas empezarán a glorificar a Dios. Esa es la naturaleza del evangelismo y de la participación de Dios con nosotros. La misión del cristiano es cumplida porque algo aconteció antes que hubiera la cosecha, lo que hizo Dios antes que vimos conversiones. La obra cristiana jamás será una obra solitaria, sin la ayuda de Dios. Los cristianos somos llamados para ir donde Dios ya hizo la parte más difícil. Por eso habrá una gran cosecha de almas para el reino. La misión de Cristo en Samaria presenta un desafío a todos de más allá de nuestras fronteras culturales, aunque eso sea algo difícil. La narrativa de Juan merece una pregunta inquisitiva: Si Cristo pudo ir a Samaria, ¿dónde están los “nuevos samaritanos” (gentes que todavía no han oído) para la iglesia de hoy? ¿Estarías dispuesto en ir y plantar para que un día haya grandes cosechas? Conclusión: La mujer samaritana demuestra que se hizo discípula de Cristo por su iniciativa de quien habló de él, mencionando su creencia y las cosas que vio. Lo que hizo fue algo de mucho valor y heroísmo. Ella era, probablemente, una persona marginada por su situación. Vivía en una sociedad donde la vida privada era publica, donde secretos los llevaban al resto del pueblo. La conocían como pecadora. No obstante, estaba dispuesta a arriesgar que la rechazaran al regresar a la ciudad y contar a sus paisanos acerca de Cristo, como una persona que tenía violado sus preceptos durante años seguidos. La parte más intrigante es que ellos escucharon y reaccionaron positivamente. De cierta forma esa narrativa nos dice que hasta personas herejes, al encontrarse con Dios, sus palabras tienen la potencia que el Señor usa para llamar a muchos al arrepentimiento. El Maestro dice que él y los demás están preparando una cosecha y animan a todos a que empiecen a cosechar. ¿Qué esperas? Cuando encuentras alimento para tu alma, es natural llevar a los demás a la fuente. Entonces tu también podrás probar lo que dijo Cristo: “Tengo algo para comer que ustedes no conocen”. 6. El testimonio de una mujer Preguntas para refrescar la memoria 1. ¿Por qué se sorprendieron los discípulos al regresar y ver a Cristo platicando con una mujer? 2. ¿Quien tenía el privilegio de recibir instrucción religiosa entre los judíos en la época de Cristo?

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3. ¿Por qué es que en el primer siglo los rabinos no enseñaban principios teológicos a las mujeres? 4. ¿Respetó Cristo la tradición de no hablar a mujeres o de enseñarles principios bíblicos? 5. ¿Cuál fue la noticia tan importante que dio la mujer samaritana al llegar a Sicar? 6. ¿Será que al encontrarse con Cristo las prioridades de la samaritana cambiaron? 7. ¿Se descalificó la samaritana de ir y anunciar las buenas nuevas por ser una pecadora? 8. ¿Cuál fue la parte más importante de la platica de Cristo con la samaritana? 9. ¿Cómo reaccionaron los samaritanos al oír el anuncio de la mujer acerca de Cristo? 10. ¿Cuál fue el resultado de la invitación de la samaritana para que fueran con Cristo? 11. ¿Qué es lo que recibimos al hacer la voluntad de Dios? 12. Al instruir a la samaritana, ¿a quien satisfacía Cristo?

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