PROGRAMA No. 0351

RUT

Cap. 2:20 - 3:2

Continuamos considerando hoy el capítulo 2 de este libro de Rut.

Y en nuestro

programa anterior vimos que Rut había regresado a la casa de su suegra Noemí. Y que Noemí le pregunta “dónde has espigado hoy, y dónde has trabajado.” Y Rut entonces le cuenta a su suegra que había estado trabajando en el campo de Booz. Noemí vio que Rut había espigado mucho más que lo que podría una mujer normal en el campo en un solo día. Había recogido muchísimo más de lo ordinario. Noemí se pregunta entonces en cuanto a esto porque parece haber pasado lo que ella creía que nunca pasaría. En otras palabras, alguien se había fijado en Rut.

Rut le contó a Noemí cómo había espigado en el campo de Booz. Francamente su nombre no significaba nada para Rut. Ella no sabía quién era. No comprendía su posición en la comunidad. Todo lo que sabía ella era que él se había portado de una manera muy bondadosa con ella. No creemos que a esta altura tuviera idea de que Booz se había enamorado de ella. Su suegra le había dicho que ninguno se fijaría en ella porque era extranjera. Y Rut había aceptado su viudez y su pobreza perpetua. Y cuando alguien se fija en ella, Rut le pregunta entonces: “¿Por qué he hallado gracia en tus ojos?” Pero ella todavía no se daba cuenta del significado completo de lo que ha pasado. Comencemos hoy leyendo el versículo 20 de este capítulo 2 de Rut:

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Rut 2:20 “. . . nuestro pariente es aquel varón, y uno de los que pueden redimirnos.”

Decir hoy en día, que una persona es nuestro pariente no significa mucho. Significa que hay la posibilidad de que pueda fijarse en uno. Pero en los tiempos de Rut y Booz, existía lo que era conocida como la ley del pariente-redentor, la ley del “goel,” que como dijimos en un programa anterior, es una palabra hebrea que significa “el pariente cercanoredentor.” Aquella ley causó que se hiciera las cosas un poquito diferente de cómo se hace hoy en día. Esta ley del pariente-redentor operaba de muchas maneras. Es la segunda ley extraña que trataremos en nuestro estudio del libro de Rut. Esta ley tenía dos partes. Ahora en el capítulo 25 del libro de Levítico, versículos 23 al 28 dice lo siguiente en cuanto a la ley: “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo. Por tanto, en toda la tierra de vuestra posesión otorgaréis rescate a la tierra. Cuando tu hermano empobreciere, y vendiere algo de su posesión, entonces su pariente más próximo vendrá y rescatará lo que su hermano hubiere vendido. Y cuando el hombre no tuviere rescatador, y consiguiere lo suficiente para el rescate, entonces contará los años desde que vendió, y pagará lo que quedare al varón a quien vendió, y volverá a su posesión. Mas si no consiguiere lo suficiente para que se la devuelvan, lo que vendió estará en poder del que lo compró hasta el año de jubileo; y al jubileo saldrá, y él volverá a su posesión.”

La tierra no debía ser vendida para siempre, es decir, en forma permanente. Dios dijo que había dado aquella tierra a Su pueblo, a los israelitas. Nunca deberían venderla para siempre. Ni tampoco podrían vender la tierra fuera de la familia.

Dios dice que la tierra realmente es de El, pero que la está dando a los israelitas bajo ciertas condiciones que se declaran en Levítico capítulo 25, versículo 24. Dios no sólo dio la

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tierra a Israel, sino que también puso los límites alrededor de ella. Dio a cada tribu una porción particular de la tierra. En cada tribu, cada familia tenía cierta porción de tierra que era suya. Aquella tierra debía quedar en la familia, y nunca podía salir de la posesión de la familia mientras permanecieran en la tierra prometida.

Ahora, ¿Cómo proveyó Dios a fin de que la tierra quedara dentro de la familia? Bueno, supóngase que a un hombre le pasaran dos o tres años malos por causa de la sequía y tuviera que hipotecar su propiedad. O supóngase que un hombre llegara a ser borracho y perdiera su propiedad. ¿Qué pasaba entonces? Dios lo arregló de tal manera que cada año de jubileo, es decir, cada 50 años, todas las hipotecas eran canceladas, todos los esclavos eran puestos en libertad y toda propiedad se devolvía a su dueño original. En aquellos tiempos, a una persona no le era posible conseguir un arriendo por más de cincuenta años. Si faltaban cinco años para el jubileo, una persona sería insensata si concedía una hipoteca porque la tierra automáticamente sería devuelta al dueño, sea pagada la hipoteca, o no.

Ahora, en Levítico capítulo 25, verso 25, se nos dice cómo Dios otorgó redención para la tierra.

Ahora supóngase que falten 45 años para el jubileo y un hombre tenga que

hipotecar su tierra. Es pobre y trabaja como jornalero. Por tanto, le escribe a su hermano que es rico y le dice: “He perdido mi tierra. Me fue necesario hipotecarla. Por favor, socórreme.” Pasan unos pocos días y ve a su hermano llegando por el camino con su chequera en la mano, listo para pagar la hipoteca. Eso es maravilloso, ¿verdad? Un pariente-redentor se encuentra en una posición de redimir la propiedad.

Ahora supóngase que a un hombre le pasara la mala suerte de otra manera. Quizá tuviera una pobre cosecha y no solamente hubiera perdido su propiedad, sino que también hubiera sido vendido en esclavitud. En el capítulo 24 de Levítico, versículos 47 al 49

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leemos: “Si el forastero o el extranjero que está contigo se enriqueciere, y tu hermano que está junto a él empobreciere, y se vendiere al forastero o extranjero que está contigo, o alguno de la familia del extranjero; después que se hubiere vendido, podrá ser rescatado; uno de sus hermanos lo rescatará. O su tío o el hijo de su tío lo rescatará, o un pariente cercano de su familia lo rescatará; o si sus medios alcanzaren, él mismo se rescatará.”

Estos versículos no están hablando en cuanto a la redención de propiedad, sino en cuanto a la redención de una persona. Si un hombre llegara a ser vendido en la esclavitud, le era posible esperar que su tío rico o su hermano, llegaran con su chequera en la mano para redimirlo. ¡Qué cosa maravillosa! El que pagaba el precio era el pariente-redentor.

Y usted y yo amigo oyente, tenemos un pariente-redentor. Fuimos vendidos al pecado. Somos siervos del pecado, según nos dice la Palabra de Dios. Pero, Cristo pagó el precio de nuestro pecado al morir en la cruz. Vivimos en un mundo que está bajo la maldición del pecado. En el capítulo 8 de su carta a los Romanos, versículo 22, el apóstol Pablo dice: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora.” Dios sabía todo en cuanto a la contaminación, mucho antes de que esta generación sagaz supiera algo de ella.

Vivimos en un mundo que tiene una maldición sobre él.

¿Cuándo nos libraremos de la contaminación? Tenemos un pariente-redentor. El ya ha pagado el precio de nuestra redención, y uno de estos días vendrá otra vez. Levantará la maldición de la tierra y el desierto florecerá cual la rosa, y El librará a todos aquellos que han confiado en El.

Noemí está diciendo que Booz es pariente. Ahora, ¿Qué relación tenía él con Noemí? Era sobrino del difunto esposo de Noemí. En otras palabras, creemos que el primer esposo de Rut era primo de Booz. Y creemos esto porque más adelante nos enteraremos de que

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hay otro pariente más cercano que Booz, o sea, un hermano del esposo difunto de Noemí. Por tanto, Booz se halla en la posición singular de ser pariente-redentor, y Noemí se lo cuenta todo a Rut. Ahora, veamos lo que dice aquí el versículo 21 de este capítulo 2 de Rut:

Rut 2:21 “. . . júntate con mis criadas, hasta que hayan acabado toda mi siega.”

Booz le dijo a Rut que debía seguir espigando en su campo hasta que acabara la cosecha. Ahora, el versículo 22 dice:

Rut 2:22 “. . . y que no te encuentren en otro campo.”

Noemí le aconseja a Rut que siendo que Booz le ha pedido que espigue en su campo, esto es lo que ella debe hacer. Entonces Noemí añade que Booz es un pariente-redentor. Noemí había perdido su propiedad. Al parecer, faltaba mucho tiempo para el año de jubileo. Y aquí estaban dos viudas muy pobres, y necesitaban a alguien para redimirles su propiedad. No habían sido vendidas a la esclavitud, pero sus circunstancias no eran buenas. Leamos ahora el versículo 23, versículo final de este capítulo 2 de Rut:

Rut 2:23 “. . . y la del trigo; y vivía con su suegra.”

Esta es la descripción que tenemos delante de nosotros. Hay una cosecha de cebada y de trigo en esa tierra. Según la cosecha, necesitarían un mínimo de tres semanas y un máximo de seis semanas para segar. Y cada tarde vemos a Booz y a Rut caminando juntos hacia Belén. Créanos amigo oyente, que sus acciones fueron la comidilla del pueblo. Se decía que su soltero más aceptable se había enamorado. Y esto era verdad. Se había enamorado locamente de Rut y esto era muy obvio para todos. Rut permaneció muy TTB

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serena en cuanto a todo esto, y al parecer, todavía no entendía el significado completo de lo que estaba ocurriendo.

Y aquí concluye el capítulo 2 de este libro de Rut. Llegamos ahora al capítulo 3. En este capítulo 3 siguiendo el consejo de Noemí, Rut se acuesta a los pies de Booz. Booz reconoce su privilegio como pariente. Despide a Rut con 6 medidas de cebada. Salimos ahora de los campos de Booz y llegamos a su era. Todas las tardes Booz y Rut caminan por los campos, y Noemí se asoma a la ventana y los ve llegando. Luego, la pareja se para en la puerta y hablan. Leamos el versículo 1 de este capítulo 3 de Rut:

Rut 3:1 “. . . ¿no he de buscar hogar para ti, para que te vaya bien?

Noemí puede ver que Booz está enamorado de Rut. Por eso, Noemí decide hacerse cargo de la situación y cuando Rut entra en la casa, habla con franqueza con ella. Noemí había hablado a Rut en cuanto al descanso, cuando todavía estaban en los campos de Moab. Les dijo a sus nueras, usted recordará allá en el capítulo 1 versículo 9 de este libro de Rut: “Os conceda Jehová que halléis descanso, cada una en casa de su marido.” Noemí buscaba descanso para Rut. Pero, Rut no hacía nada, es decir, nada de lo que debía haber hecho. El pobre Booz está enamorado de Rut, pero no puede hacer nada. No puede declarársele. De modo que Rut ocupa una posición muy singular. A ella le toca dar el primer paso. Ahora, hay quienes dicen que la Biblia es un libro de los hombres. ¡Ah, amigo oyente! Permítanos decirle que también es un libro de las mujeres. Dios también cree en los derechos de las mujeres. Rut tenía algunos derechos, pero no los ejercía. Por tanto, Noemí, la que sirve de casamentera, se hará cargo de la situación.

Según la ley mosaica, Rut debía hacer saber a Booz que ella quería que él fuera su

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pariente-redentor. Esta ley se menciona en el libro de Deuteronomio. Y es en base a esta ley que Noemí le pide a Rut que actúe. Ahora, tenemos que entender aquella ley. Tenemos que entender también las condiciones de la era, de la cultura, y de las costumbres de aquel entonces. Lo que tuvo lugar fue en realidad una cosa bella.

Ahora, en Deuteronomio capítulo 25, versículo 5 dice: “Cuando hermanos habitaren juntos, y muriere alguno de ellos, y no tuviere hijo, la mujer del muerto no se casará fuera con hombre extraño; su cuñado se llegará a ella, y la tomará por su mujer, y hará con ella parentesco.” Para nosotros, esta es una de las leyes más extrañas que Dios jamás diera. Es una buena ley, pero es algo, diríamos, ocurrente. Y creemos que debe haber causado algunas situaciones bastante extrañas.

Ya hemos mirado la ley que proveía el cuidado necesario para los pobres. Y hemos mirado la ley que proveía redención para la tierra. Hemos considerado también la ley que proveía redención para una persona mediante un pariente-redentor. Veremos ahora que una viuda podría ser redimida por algún pariente cercano de su esposo. Cuando el esposo de una mujer moría, ella se encontraba en la posición singular de poder tender la mano y golpear ligeramente en el hombro a un hermano, o tío, o primo del esposo, y pedirle que él fuera su pariente-redentor. Es una ley extraña. ¿No le parece?

Veamos un ejemplo de cómo pudo haber funcionado esta ley. Vamos a decir que hay una familia que vive en el país de Efraín. Un señor y su esposa tienen cuatro o cinco muchachos buenos. Un día, uno de los muchachos saca la linterna de su lugar al fin de la tarde, y ajusta la mecha y le echa aceite.

Cuando ya está obscuro, prende la luz de la

linterna y se va de camino, silbando al caminar. Y en verdad silba. Los otros hermanos se miran y se preguntan ¿a dónde iría? Alrededor de las once de la noche le oyen llegando

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por el camino y silbando otra vez. Luego, ven la luz de la linterna. El muchacho entra, apaga la luz de la linterna y se acuesta sin decir ni una sola palabra.

Al día siguiente los hermanos esperan escuchar una explicación, pero, no la reciben. Ellos no dicen nada a su hermano todavía porque creen que quizá se trate de una intriga de una sola noche. No obstante, la próxima noche el muchacho saca nuevamente la linterna, y hay una repetición de los hechos. Se pone en camino al fresco de la tarde, y alrededor de las once de la noche regresa a casa.

Este hermano hace lo mismo por tres o cuatro noches consecutivas. Y ya usted puede estar seguro de una cosa, y es que la familia celebra un consejo de guerra. La familia había hecho su investigación. Después de pasar una semana de sus venturas por las noches, sus hermanos le esperan que llegue. El muchacho entra en la casa cantando. Apaga la luz de la linterna y empieza a prepararse para la cama, cuando los hermanos prenden la luz y le dicen: “Hermano, queremos hablar contigo. Dinos, ¿A dónde has ido todas estas noches?” Y él entonces les dice que ha ido camino abajo. Eso era muy evidente, pero ellos querían saber exactamente a dónde había ido.

Los hermanos le preguntan al muchacho entonces: “¿Es verdad que una nueva familia ha llegado a la vecindad?” Y el les contesta que sí es verdad. Luego, ellos quieren saber si es allí donde ha ido todas las noches. Por fin, él confiesa que sí ha visitado a la nueva familia. Dice que ha querido adoptar la política del Buen Vecino y darles la bienvenida a la vecindad.

Sus hermanos siguen preguntándole y le dicen entonces: “Bueno, parece que has ido para darles la bienvenida todas las noches.” Y entonces él les dice a sus hermanos que él

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quiere hacer que la nueva familia se sienta como en casa. Y entonces le preguntan: “¿Habrá en la familia una hija? ¿No es posible que tú hayas ido a verla a ella? Y él confiesa que sí hay una jovencita, y ellos entonces le miran atentamente. El comienza a sentirse algo incómodo. Luego, ellos quieren saber cuánto interés tiene él en la muchacha, y les dice que esta misma noche se declaró y que ella había aceptado su declaración. Y entonces, todos hablan como si fueran uno y le dicen: “¡Espera un momento! Debes haber consultado con nosotros primero, porque si algo te pasa, le toca a uno de nosotros casarse con ella. Ella podrá pedir que uno de nosotros sea su pariente-redentor. Creemos que debes ir al médico para examinarte antes de que te cases, para estar seguro de que estás en buena salud, porque ninguno de nosotros quiere que ella nos pida que seamos su pariente redentor.” Ya puede usted ver pues, el motivo por el cual toda esta familia tiene tanto interés en aquella jovencita que vive camino abajo.

La ley en el libro de Deuteronomio sigue diciendo así en el capítulo 25, versículos 6 y 7: “Y el primogénito que ella diere a luz sucederá en el nombre de su hermano muerto, para que el nombre de éste no sea borrado de Israel. Y si el hombre no quisiere tomar a su cuñada, irá entonces su cuñada a la puerta, a los ancianos, y dirá: Mi cuñado no quiere suscitar nombre en Israel a su hermano; no quiere emparentar conmigo.”

Amigo oyente, ¡Hable usted si quiere de los derechos de las feministas! Pero, por favor consideremos por un momento estos dos versículos. Este fue el método de Dios para proteger a las viudas y a sus hijos. Cuando un hombre moría, podía haber dejado una granja. Podía haber dejado ganado, y ovejas, y grano en los campos. En tal caso, ¿qué haría la viuda? Bueno, vamos a decírselo. Le sería posible tender la mano y golpear ligeramente el hombro a cualquiera de los hermanos del difunto, para decirle: “Mira, tú eres el pariente-redentor. Te he elegido.” Y era posible para ella pedir a quien quiera. Ahora, supóngase que ella le pida a uno de los hermanos que no quiere ser el parienteTTB

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redentor. ¿Tiene él alguna protección? Sí la tiene. Ella le puede llevar a la puerta donde él tiene el derecho de decir que no quiere casarse con ella. Y entonces, ¿qué pasa?

En el capítulo 25 de Deuteronomio, versículos 8 al 10, encontramos la respuesta. Dice allí: “Entonces los ancianos de aquella ciudad lo harán venir, y hablarán con él; y si él se levantare y dijere: No quiero tomarla, se acercará entonces su cuñada a él delante de los ancianos, y le quitará el calzado del pie, y le escupirá en el rostro, y hablará y dirá: Así será hecho al varón que no quiere edificar la casa de su hermano. Y se le dará este nombre en Israel: La casa del descalzado.”

Era una cosa severa que una mujer le quitara el calzado del pie al hombre y le escupiera en el rostro. Significaba que aquel hombre caía en deshonra. Ahora, ningún hombre de aquel entonces quería que eso le sucediera. Cada miembro de la familia tenía interés en la mujer con quien el hermano menor o más joven se casara, porque pudiera ser oprobio a cualquiera de los otros hermanos.

Ahora, Rut es viuda. Su esposo ha muerto y la propiedad se ha perdido. Necesita un pariente-redentor. Necesita que alguien la redima. Y hay un hombre que está enamorado de ella y él es el pariente-redentor. Noemí le dice entonces: “Vamos a dejar saber a Booz que tú quieres pedirle Rut. Todos los días tú te paras en la puerta hablando con él, pero no haces nada más.” El hecho es que Rut estaba llevando ropa de luto y todavía lloraba la muerte del hijo de Noemí. Rut no hace nada en cuanto a Booz y por tanto, Noemí se encarga del asunto. Ahora el versículo 2 de este capítulo 3 de Rut, dice:

Rut 3:2 “. . .he aquí que él avienta esta noche la parva de las cebadas.”

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Noemí le dice a Rut que vaya a la era y que le pida a Booz que sea su pariente-redentor. La era, como ya vimos en nuestro estudio de Gedeón, en el libro de los Jueces, quedaba en la parte más alta de la colina. Era el lugar más conspicuo en toda la comunidad. Allí era donde trillaban el grano. La era se instalaba por costumbre en la parte más alta de la colina para que el viento pudiera soplar a través de ella desde cualquier dirección. El aventamiento del grano se empezaba en la tarde. Todas las familias que trabajaban en cierto campo; el dueño, su familia, y sus siervos, acampaban alrededor de la era. En aquella tierra, el viento empieza a soplar en las horas de la tarde. Por la mañana, no hay brisa alguna. Pero en la tarde el viento comienza a soplar y se lleva el polvo y la arena por todas partes. Luego, a la puesta del sol o durante la noche, el viento deja de soplar.

Ahora, cuando el viento comenzaba a soplar, los hombres empezaban a trabajar furiosamente para aventar el grano. Y cuando el viento dejaba de soplar, los hombres tenían que dejar de aventar también. Luego, al concluir esta labor, celebraban una gran fiesta. Una fiesta mayormente religiosa. En realidad, todo lo que hacía esta gente tenía alguna relación con su religión y con su Dios.

Lamentablemente amigo oyente, se nos agotó el tiempo, así es que tenemos que detenernos aquí por hoy.

Pero Dios mediante continuaremos en nuestro próximo

programa. Le invitamos pues a acompañarnos. Será pues hasta entonces, que la presencia del Señor sea su fiel compañía ahora y siempre.

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