Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC)

PERSPECTIVAS CÓSMICAS: Tras el arte de Jess Artem Afincado en Tenerife desde 1984, este artista británico ha colgado sus obras en el Museo de la Ciencia y el Cosmos del Cabildo de Tenerife en varias ocasiones, incluyendo una exposición organizada para la International Association of Astronomical Artists (IAAA), en 1998. La última ha sido la muestra “Cosmic Perspectives” (Perspectivas cósmicas), inaugurada en febrero de 2002. Su peculiar visión del Universo y de la Ciencia le han llevado a una concepción holística de la Naturaleza y “a tratar de reconciliar el micro con el macrocosmos, el átomo con las estrellas”. Se confiesa más cercano al mundo de la ciencia que al del arte, aunque piensa que “las dos disciplinas deberían, siempre que sea posible, compartir su visión de las cosas e intentar coexistir en una relación simbiótica que podría ser beneficiosa para ambas.” Jess Artem ha volcado en el siguiente artículo su personal forma de entender el Universo desde el arte.

Jess Artem, pintor (IAAA)

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La IAAA, a la que pertenezco, es un grupo de artistas formado en Arizona (EEUU), en 1984. Con más de 100 miembros en todo el mundo, se dedica a la ilustración de los apasionantes descubrimientos de la astronomía. Inicialmente hubo algunos artistas interesados en la visualización del espacio que pintaron desde principios de siglo hasta los años 50, como Lucien Rudaux, James Nasmyth y Chesley Bonestell, para nosotros “los viejos maestros”. A menudo, los astrónomos no pueden “ver“ directamente lo que quieren estudiar, por ejemplo, agujeros negros, planetas extrasolares, la superficie de Venus y Júpiter debajo de las densas capas de nubes, etc. En estas situaciones, en que el objeto de interés escapa al ojo humano, suele ser útil la aportación de los artistas, que a veces trabajan directamente en colaboración con astrónomos, para ayudar a ilustrar los temas y conceptos que no pueden ser observados. La estadounidense Lynette Cook, miembro de la IAAA, trabaja con el grupo de Geoff Marcy en la búsqueda de planetas extrasolares. (Para ver ejemplos del trabajo de artistas como ella, consultar la página de la asociación en http://www.iaaa.org. Uno de mis favoritos es el norteamericano Joe Tucciarone). Luego están los artistas con un estilo más visionario, metafísico o surrealista que ilustran con su pintura el misterio del espacio, el tiempo y nuestra relación con el cosmos. Es el estilo que yo prefiero para tratar de plantear una visión más holística de la naturaleza y, hasta cierto punto, reconciliar la división que existe entre el micro y el macrocosmos, entre el átomo y las estrellas. La gran ambición de la ciencia –su santo grial- es forjar una conexión unificada entre el mundo cuántico y el cosmos. Explicaré a qué me refiero porque es algo que me interesa especialmente, aunque, como artista, abordo el problema desde una perspectiva algo distinta. A lo largo del tiempo se ha intentado establecer muchas comparaciones entre el microcosmos y el macrocosmos. Los primeros intentos se remontan al siglo XVIII, cuando los alemanes Titius y Bode, de forma independiente, se dieron cuenta de la curiosa relación matemática existente entre la distancia de las órbitas planetarias en torno al Sol. Se puso entonces de manifiesto que las órbitas no estaban trazadas aleatoriamente, sino que existía una especie de proporción “cuantificada” difícil de explicar si el Sistema Solar se había formado

Figura 1.

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a partir de la acreción de una nube de gas y polvo tal y como se pensaba por entonces (y se sigue pensando hoy). El siguiente gran paso se produjo en torno a 1911, cuando Rutherford descubrió la estructura interna del átomo. Se observó entonces que los electrones, de carga negativa, que orbitaban alrededor del núcleo positivo (protón) eran comparables a los planetas en sus órbitas alrededor del Sol. Desde entonces se han hecho muchas más comparaciones entre el Sistema Solar y la estructura del átomo, pero no parecen haberse integrado en las corrientes principales de las teorías astronómicas sobre la estructura y evolución del cosmos. La comparación más reciente se produjo por una asociación casual que yo mismo hice en 1990. Tiene que ver con la naturaleza “cuantificada” o “preferente” del desplazamiento al rojo de los cuásares. Me di cuenta de que el desplazamiento al rojo preferente de los cuásares, conocido ya desde hacía algún tiempo, es decir, z =0,30; z= 0,60; z= 0,96; z= 1,41 e z= 1,96 [Esta periodicidad sólo aparece al corregir las distancias de nuestro movimiento con respecto al Centro Galáctico], se correspondía estrechamente con el espacio entre las órbitas de los planetas alrededor del Sol según la Ley de Titius-Bode (ver Tabla 1).

Tabla 1. La correspondencia entre los desplazamientos al rojo preferentes de los cuásares y la Ley de Bode (descubierto por el autor en 1990). Planeta Ley de Bode Desplazamiento al rojo preferente ___________________________________________________________________ Mercurio Venus Tierra Marte Cinturón de asteroides (Ceres) Júpiter Saturno Urano Neptuno Plutón

4 7 10 16

? ? ? 0,16

28 52 100 196 388

0,30 0,60 0,96 1,96 ? ?

Para mí existía una estrecha correspondencia entre los dos conjuntos de datos, con poca probabilidad de que se debiera a la mera casualidad. ¿Qué hacer entonces con esta observación? (después de todo, soy pintor, no astrónomo). Sabía que Halton Arp era uno de los especialistas en cuásares más importantes del mundo, así que le escribí, haciendo hincapié en la correspondencia observada. Le resultó interesante y realizó algunos cálculos:

“Haciendo mis comprobaciones, utilicé la recopilación más moderna de masas planetarias y obtuve el asombroso resultado de que la razón de masas para los nueve planetas era muy cercana a las potencias enteras del factor de 1,23... ...la implicación evidente es que, dado que esta misma razón de masas se aplica a los planetas, los satélites y el Sol, y también a los electrones de los cuásares, las masas a todas las escalas, al menos en nuestro Universo, se forman con la misma proporción.” (Extraído de: “Seeing red”, H.C. Arp. Aperion. 1998. Capítulo 8, pág. 219) Así, empieza a dar la impresión de que podría haber alguna conexión fundamental entre el mundo de la física cuántica y la estructura del cosmos.

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Con esto esbozo por dónde va mi interés en la física. Es un intento de explorar y reconciliar la aparente dualidad entre el macrocosmos y el microcosmos. Debido a las correspondencias de las que hablábamos, recientemente he empezado a preguntarme si no estamos cometiendo un error histórico fundamental al trazar una clara diferenciación entre “lo muy grande” y “lo muy pequeño”, en primer lugar. Si realmente las comparaciones fuesen válidas, quizá la naturaleza esté tratando de decirnos que, de hecho, el Universo no se divide entre lo macro y lo micro, como pensamos, sino que son más bien un simple reflejo lo uno de lo otro. Si así fuera, implicaría que la dualidad que percibimos no es más que una construcción humana arbitraria basada en el precepto (newtoniano) de que lo que vemos localmente en nuestro Sistema Solar puede aplicarse por extrapolación a la “dimensión” ocupada por las estrellas y las galaxias. Vale la pena recordar que, cuando Newton formuló su ley de la gravitación “universal”, la escala del Universo que hoy conocemos ni siquiera existía (Newton no conoció las galaxias, los cuásares ni el desplazamiento al rojo), y, sin embargo, hemos continuado sin tenerlo en cuenta, llegando cada vez más lejos con los cálculos, explicando y adaptando todo para que encaje en leyes puramente locales. La reflexión sobre esta paradójica situación me ha llevado a un cambio de paradigma intelectual y filosófico fundamental, un cambio de perspectiva tan profundo que ahora constituye la base de mi visión de la física, la cosmología y la espiritualidad. Ya no puedo mirar “hacia fuera” en un esfuerzo por entender y relacionarme con el cosmos. Hoy miro “hacia adentro” (a la conciencia) y creo que ésta es, en última instancia, la clave que desvela el misterio del Universo y nuestra relación con él. El razonamiento científico, si bien demuestra fuera de toda duda que el Sol se encuentra en el centro del Sistema Solar y todos los planetas giran a su alrededor, simplemente no puede, a mi modo de ver, explicar la naturaleza y la evolución del cosmos de estrellas y galaxias extrapolando la escala y la naturaleza de las cosas que encontramos aquí, en nuestro Universo local. Sí, hay correspondencias, similitudes, pero éstas, creo, ofrecen también la oportunidad de contemplar el cosmos bajo una nueva luz. ¿Qué panorama del cosmos y, lo que es más importante, de nuestra relación con él, surge cuando miramos hacia adentro en lugar de hacia afuera en busca de respuestas al misterio de la creación? Imaginemos por un momento un posible escenario. No estoy seguro de que pueda considerarse científico, es una simple explicación conceptual. Es una idea que he estado estudiando desde hace algún tiempo de forma independiente, y algunos de los resultados se reflejan en mi pintura de forma simbólica: ¿Y si nuestra percepción del cielo estrellado estuviese directamente relacionada con el milagro de nacer? Por supuesto, en un sentido puramente físico. Si no hubiéramos nacido, no experimentaríamos nada, pero a lo que en realidad me refiero con esta pregunta, teniendo en cuenta las comparaciones planteadas entre el macrocosmos y el microcosmos, es: ¿y si el cosmos fuera en realidad el ‘microcosmos’? La dimensión microcósmica en la que todos hemos sido concebidos y de la que somos expulsados tras el milagro de la concepción, el consiguiente nacimiento y la adquisición de la conciencia aquí, en la dimensión ‘macro’ del Sistema Solar (¿el aquí y el ahora?). Para facilitar la visualización de este escenario, pensemos en un telescopio como un microscopio extraordinariamente potente (ver Figura 1), en las estrellas como átomos, en las galaxias como células que se multiplican por división ... He realizado algunos cuadros que tratan de ilustrar este concepto en términos visuales. Uno de ellos utiliza la imagen de una película fotográfica (ver Figura 2). Del mismo modo que la imagen positiva de una película resulta del revelado de un negativo, ¿podría nuestra percepción actual del cielo estrellado estar relacionada de una forma ‘refleja’ similar con el acto del nacimiento? Quizá el acto de

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la concepción y el nacimiento nos traslade (como una cámara que toma una imagen) de una dimensión negativa a una positiva. No tendríamos conocimiento directo del tránsito, esa transición cuántica entre dos dimensiones; lo único que podríamos hacer sería contemplarlo desde el futuro como algo captado puntualmente en el tiempo igual que una cámara capta una imagen en una placa fotográfica. Creo que esta posibilidad, por extraña que resulte, estaría de acuerdo con el principio de la relatividad de Einstein, si bien en esta forma ampliada de su original (o ‘especial’) teoría, no seguimos los efectos que se producen sobre un observador en movimiento físico a través del espacio-tiempo, porque el tema que nos ocupa es el paso de la propia conciencia, que viaja, evoluciona, entre dos dimensiones: del microcosmos al macrocosmos. Es una forma (en espera de encontrar un término más adecuado) de retro-relatividad, donde el futuro estado (el nacimiento) en la Tierra de un ser consciente registra la llegada, no el viaje.

Figura 2.

El individuo no recuerda el tránsito de una dimensión a la otra. Estas son algunas de las razones por las que hoy no considero el cosmos como el espacio ‘exterior’, sino como un espacio ‘interior’: el crisol de toda forma de vida que ha realizado el milagroso viaje desde las estrellas hasta la vida en el planeta Tierra. Un viaje por el ‘agujero de gusano’ del espacio-tiempo más exótico, más extraño, de lo que cualquier escritor de ciencia ficción haya podido imaginar. Por esta razón pinto las galaxias dividiéndose como células, pongo microscopios gigantes en la cúpula de un telescopio, muestro fetos flotando en el espacio e, incluso, coloco todo el Universo en los brazos de Buddha.

Texto e imágenes, Jess Artem 2002 http://www.arrakis.es/ E-mail: [email protected]

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