PATRIMONIO CULTURAL Y MEDIO AMBIENTAL EN PAISAJES RURALES

Patrimonio cultural y medio ambiental en paisajes rurales PATRIMONIO CULTURAL Y MEDIO AMBIENTAL EN PAISAJES RURALES Concepción SANZ HERRÁIZ Pedro MOL...
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Patrimonio cultural y medio ambiental en paisajes rurales

PATRIMONIO CULTURAL Y MEDIO AMBIENTAL EN PAISAJES RURALES Concepción SANZ HERRÁIZ Pedro MOLINA HOLGADO Nieves LÓPEZ ESTÉBANEZ Universidad Autónoma de Madrid concepció[email protected], [email protected], [email protected]

1. INTRODUCCIÓN: OBJETO Y ANTECEDENTES Los paisajes rurales son expresión territorial de la relación secular de las sociedades humanas con la naturaleza y mantienen, en muchos casos, valores reconocidos. El objeto de esta comunicación es desvelar y valorar el patrimonio cultural y natural que encierran paisajes rurales tradicionales que se encuentran en proceso de abandono o transformación, con el fin de salvaguardar los elementos, estructuras o caracteres funcionales, productivos, estéticos o identitarios que los han mantenido valiosos a través del tiempo. El equipo de investigación que presenta este trabajo, viene estudiando paisajes rurales de la Comunidad de Madrid, desde diversos enfoques, como el geomorfológico (SANZ HERRÁIZ, 1988), biogeográfico (SANZ HERRÁIZ, y MOLINA HOLGADO, 1999; SANZ HERRÁIZ et al, 2000, MOLINA HOLGADO, 2003) o el paisajístico (GOMEZ MENDOZA et al. 1999). Las rápidas y frecuentemente incontroladas transformaciones que se están produciendo en el rico y diverso patrimonio europeo de paisajes rurales históricos han promovido diversas iniciativas a favor de la conservación y la catalogación de los mismos. El Comité de Ministros del Consejo de Europa adoptó el 5 de septiembre de 1994 la Recomendación (R (94) 6) Para un desarrollo y un uso sostenible del medio rural con una atención particular a la salvaguarda de la vida salvaje y de los paisajes, en ella se reconoce que tanto en el pasado como en el porvenir “las sociedades rurales juegan un papel importante en la preservación del patrimonio cultural y en la gestión de los recursos naturales”. Una Resolución anterior (76) 33 está dedicada a la conservación específica de los bocages europeos, paisajes a los que se reconoce una fauna muy variada, efectos beneficiosos sobre los microclimas, la erosión del suelo y la amenidad estética de los paisajes. En este trabajo analizaremos los paisajes de campos cercados que se conservan en valles y piedemontes de la Sierra de Guadarrama, paisajes que guardan algunas relaciones con los bocages europeos, especialmente en los mencionados valores reconocidos por el Consejo de Europa. El Convenio Europeo del paisaje (2000) y La Convención del Patrimonio Mundial (adoptada por la UNESCO en 1972) constituyen actualmente los instrumentos europeos más importantes para proteger los valores de los paisajes rurales en general y el patrimonio natural y cultural vinculado a los mismos. En 1992 el Comité del Patrimonio mundial incorporó la categoría de paisaje cultural. El reconocimiento de los paisajes como elementos del patrimonio mundial, constituye una oportunidad para algunos paisajes rurales de valor excepcional que, tras una larga trayectoria histórica y productiva, se encuentran hoy amenazados por el abandono de sus funciones tradicionales o la sustitución de las mismas por funciones nuevas que compiten con las anteriores sobre el mismo territorio. El paisaje rural productivo que envuelve los asentamientos rurales o urbanos en las proximidades de una gran metrópoli como la ciudad de Madrid, se ve afectado intensamente y en diversa forma por procesos como la periurbanización y la contraurbanización, y, en relación con ellos, por el trazado de nuevas vías de comunicación que se multiplican en el caso de Madrid debido a la organización fundamentalmente radial de la red y a las necesidades de una población en constante crecimiento. La Sierra de 579

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Madrid y Segovia conserva todavía algunos de los paisajes rurales tradicionales, montes y pastizales abiertos, dehesas y campos cercados... Las vegas madrileñas de los ríos Jarama, Tajo, Henares y Tajuña y, en menor medida, las de otros ríos alcarreños y campiñeses mantienen en algunos elementos y caracteres huellas del paisaje agrario tradicional. Los paisajes agrarios de las campiñas y los páramos de Madrid, modelados en lomas y mesas por la red de drenaje, se encuentran diversamente afectados, como las vegas, por el crecimiento urbano e industrial de Madrid y de otras ciudades y núcleos metropolitanos, pero en ellos, especialmente en los más alejados de la influencia de la gran ciudad y de las vías de comunicación, todavía se pueden encontrar paisajes abiertos, extensos cultivos de cereales, algunos arbolados, mosaicos de estos con olivares y viñedos, etc. que mantienen valores naturales y culturales de interés. Todos estos tipos de paisaje tienen en la comunidad de Madrid ejemplos valiosos, algunos de los cuales, al menos, merecerían ser conservados como elementos de su patrimonio histórico, como modelos de sostenibilidad, entornos de calidad para poblaciones urbanas y rurales y paisajes identitarios a escala local, comarcal y regional. En esta comunicación presentamos algunos resultados de los trabajos que nuestro grupo de investigación ha realizado sobre los campos cercados de piedemontes y valles de la Sierra de Guadarrama. Los objetivos específicos de los trabajos que presentamos en la comunicación han sido: conocer los caracteres y singularidad de estos paisajes en relación con el mosaico de paisajes rurales de valles y piedemontes de la citada Sierra, y con los bocages atlánticos del norte y noroeste de España. Valorar la naturalidad que se conserva en estos prados cercados a través de la diversidad de flora, fauna (aves) y vegetación y de algunos caracteres ecológicos. Valorar la sostenibilidad de los prados a través del uso tradicional de los recursos naturales que se producen en los setos y prados. Observar las tendencias, impactos y riesgos a los que están sometidos y valorar estos paisajes en sus elementos más significativos, en su conjunto y en su estado de conservación. 2. MÉTODOS Los paisajes rurales tradicionales constituyen un patrimonio de muy diversa naturaleza por lo que es preciso abordar su estudio a través de metodologías complejas, transversales, que integran métodos de diversas disciplinas, seleccionados en función de los objetivos propuestos. 2.1. Métodos para el análisis del paisaje En primer lugar se ha realizado una aproximación paisajística: se ha buscado la huella histórica, el origen y probable evolución de estos paisajes, a través de la selección de investigaciones bien documentadas realizadas por historiadores. Se ha analizado la distribución espacial de los campos cercados y su relación con factores naturales y culturales, empleándose en este caso la cartografía digital. Se han cartografiado los conjuntos de campos cercados que se conservan actualmente en los piedemontes y fosas de la sierra de Guadarrama, para realizar el análisis paisajístico estructural de los mismos, conocer su distribución y extensión. Esta aproximación ha permitido ver las relaciones de los campos con el medio ecológico, en su conjunto, especialmente con la topografía y la morfología, factores que condicionan la distribución del agua en el suelo y la preferente localización de los prados húmedos, recurso fundamental de estos paisajes. Se ha analizado la estructura de la red de campos cercados en cada conjunto: tamaños y formas de las parcelas, relaciones con los asentamientos y paisajes agrarios circundantes y con las vías de comunicación. Se ha trabajado sobre las características generales del parcelario desde una perspectiva más general. Para ello se ha utilizado una ortoimagen de gran precisión (escala 1:5.000) como base de la producción cartográfica (mapas de localización y distribución de los campos cercados) así como para el tratamiento 580

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rasterizado, en una segunda fase, de estas imágenes. Para el procesado, tratamiento y elaboración de los datos se utilizaron dos programas (software): ARC/INFO 7.1.2 – entrada de información, corrección topológica y diseño de la base de datos- y Arcview 3.2, programa a través del cual se ha realizado la edición final de la cartografía. Se han realizado inventarios en campo utilizando fichas de observación sistemática en las cuales se incluyen: caracteres del campo inventariado –tipo de cerca o cerramiento, tipo de puerta, naturaleza y topografía del sustrato, caracteres estructurales del seto y el prado, especies dominantes, usos actuales, dinámicas observadas, etc. – Estos inventarios se han aplicado en una parcela por cada conjunto de campos, elegida en función de su representatividad. El trabajo de campo realizado para la recogida de todos estos datos ha aportado además el conocimiento de las dinámicas más recientes y el estado de conservación que tienen estos paisajes. Se han obtenido también datos de los mosaicos de parcelas, a partir de la ortoimagen – número de parcelas, formas en cada conjunto (diversidad del parcelario), grado de fragmentación, contactos con los paisajes envolventes, caracteres de la red caminera interna, extensión, etc.– 2.2. Métodos de inventario fenológico de flora y fauna1 Durante dos años se han inventariado, mes a mes, aproximadamente en la misma fecha, un conjunto de campos cercados situados en los piedemontes meridional –Valle de Valdesaelices, municipio de Soto del Real– y septentrional –Matabuena, Matamala y Cañicosa– de la sierra de Guadarrama y en el valle del Lozoya –Alameda del Valle–. De cada uno de estos campos se han hecho al menos dos inventarios: uno en el centro del prado y otro en las lindes arboladas (setos). Si existían contrastes ecológicos en el interior del prado o en el seto se han realizado tantos inventarios como áreas contrastadas. Se han considerado fases fenológicas a registrar en los inventarios: foliación, floración y fructificación de los fanerófitos y caméfitos y floración de los hemicriptófitos, geófitos y terófitos. Estos métodos se han aplicado en parcelas representativas seleccionadas en todos los sectores mencionados, además de en un elemento singular, un pequeño humedal vinculado a una surgencia en el valle del Lozoya. Se han realizado también en el mismo periodo inventarios de aves, mes a mes, a lo largo de transectos o itinerarios de censo (TELLERÍA, 1986) utilizando los caminos rurales que atraviesan la red de campos cercados. La longitud de las líneas de censo fue de 900 m y la anchura de banda, de 25 m a cada lado del observador. La superficie censada fue de 4,5 has., considerándose además una banda secundaria de 25 m, situada a partir del límite de la banda principal, cuyos datos sólo se utilizaron para los cálculos de riqueza. Los resultados de la aplicación de estos métodos en los campos del valle del Lozoya han sido parcialmente publicados (SANZ HERRÁIZ y MOLINA HOLGADO, 1999). 2.3. Métodos para apreciar la diversidad biológica y los caracteres de la vegetación Se han aplicado inventarios florísticos y de vegetación en campos seleccionados en función de la variabilidad ecológica presente en el área y del diverso grado de uso o abandono de las actividades humanas en los mismos. La caracterización de la vegetación y el análisis de la flora se ha realizado a través de más de doscientos inventarios en tres ámbitos distintos de los campos: el seto, en sus estratos arbóreo, arborescente, arbustivo, subarbustivo, escandente y herbáceo; el prado en sus diversos ámbitos en función del mosaico vegetal apreciable directamente, y los caminos y paisajes que envuelven los campos, donde se encuentran algunas de las comunidades próximas, potenciales colonizadoras de los mismos en determinadas condiciones ecológicas favorables. En estos inventarios se ha registrado, 1

Aunque estos métodos se podrían integrar en el conjunto de los análisis paisajísticos se separan porque a su vez han aportado datos biológicos y ecológicos de interés

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además de la composición florística, por estratos en el caso del seto, los caracteres y dinámicas evolutivas de las comunidades. Seto y prado no ocupan biotopos homogéneos. La topografía de los mismos, constituye un importante factor de diversificación porque determina una desigual distribución de la humedad y ciertas modificaciones en los caracteres del suelo La distribución de árboles y arbolillos en el seto no es homogénea pudiendo apreciarse varias estructuras y agrupamientos de especies. El seto es una formación muy diferente del prado, presenta una estructura más compleja, con varios estratos leñosos y un estrato inferior herbáceo que, a diferencia del estrato del prado, generalmente no se siega, en él pueden aparecer especies que no se encuentran en los prados. La variabilidad del seto en su estructura y composición depende no sólo de la humedad del sustrato, como en el caso de los prados, sino también de su posición en el mismo, colindante con un camino, con otro prado, en la proximidad de una acequia que le recorre por su flanco, en la línea recta o en la esquina del campo, cerca de la puerta de entrada general o de la entrada de la cacera, etc. Se ha procurado captar toda esta variabilidad ecológica y florística a través de los inventarios para obtener una buena muestra de la riqueza y variedad florística y estructural de los setos y prados. 3. RESULTADOS 3.1. Origen y evolución del paisaje Los núcleos de la sierra de Guadarrama y la estructura de sus ruedos en pequeños campos cercados tienen su origen en la repoblación medieval realizada por las comunidades de Villa y Tierra de la ciudad de Segovia. Las estructuras de paisajes rurales cercados, de caracteres y tamaños muy diversos, los cierres que aíslan predios o parcelas con distintos fines, son probablemente muy antiguos, pueden proceder de la Edad del Hierro (HARMAND, 1986, cit. por BUREL y BAUDRY, 2001: XVIII-XIX). En cada territorio, en cada lugar, la concreción de los paisajes rurales cercados adquirió peculiaridades paisajísticas formales o perceptibles e inmateriales, vinculadas en un caso a las estructuras, los materiales de construcción, la dotación biológica, la naturaleza de la producción, etc., y en otros a los valores identitarios, económicos, incluso sociales y estéticos que fueron adquiriendo a lo largo del tiempo. En nuestro caso la configuración general del paisaje de campos cercados, expresión de la pequeña propiedad individual, rodeados de espacios de tradicional explotación comunal, es antigua, como muestran los documentos históricos (siglo XII). Los derechos de “aprissio” de los repobladores medievales de la transierra, por los que disfrutaban del derecho de propiedad útil sobre la tierra en que se asentaban, hicieron que, en el entorno de su vivienda y bajo el mismo cerramiento, se situaran los únicos espacios permanentemente cultivados, el huerto, poblado en ocasiones por árboles frutales para el autoconsumo, y el herren, terreno dedicado a la obtención de forrage y junto a ellos los linares y los campos de cereales2 Los municipios de gran parte de la sierra de Guadarrama extienden su terrazgo por las laderas de la montañas y el piedemonte próximo o por las laderas y fosas o depresiones intramontañosas; la organización del territorio en ellos traduce un dominante uso ganadero, extensivo en las áreas más alejadas de los núcleos, con pendientes más acusadas y sometidas a climas más rigurosos, y usos más intensivos, agroganaderos en origen, actualmente fundamentalmente ganaderos, en el ruedo de los mismos y en las dehesas comunales. Las diversas unidades de aprovechamiento de la cubierta vegetal son pequeñas en el ruedo y áreas próximas al núcleo y extensas, de propiedad pública o 2

Según Gregorio Sánchez Meco (1995), el término herrenía pasaría a la toponimia del paisaje escurialense en la dehesa de Ferrerías, primer nombre con el que aparece en los documentos históricos la Herrería, un espacio comunal acotado próximo al lugar donde abundan los herrenes.

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privada, en áreas más alejadas En los repartimientos medievales de estos territorios, los “quiñones” o parcelas que se adjudicaban a los vecinos comprendían, además del usufructo de los terrenos comunales -“egidos”, predios comunales acotados, como las “dehesas boyales”, y no acotados, como los “alijares”-, la tierra de labor, de propiedad privada, a la que pertenecían huertos, linares y prados (SAEZ, 2000). Los nombres de los núcleos y algunos topónimos permiten pensar que aquellos ganaderos segovianos que colonizaron la transierra buscaron para su asentamiento un lugar favorable cerca de vaguadas o navas en las que, de forma natural, se concentra la escorrentía, o la cercanía de ríos y arroyos con cuya agua abastecerse y regar los campos. Las navas y hoyos, alvéolos húmedos de los piedemontes han dado nombre a muchos de los pueblos de los mismos (Navacerrada, Navarredonda, Hoyo de Manzanares). Estos pequeños campos de propiedad privada forman el ruedo de los núcleos, en ellos debieron cultivarse productos para el autoabastecimiento y la obtención de forrage; en algún momento fueron cercados con bloques procedentes de los numerosos conos torrenciales que se localizan en los piedemontes y valles a la salida del área montañosa, se acumulan en las terrazas de los ríos más importantes, o con materiales arrancados de los abundantes afloramientos de rocas resistentes3. A lo largo del tiempo el paisaje evolucionó, los campos de propiedad individual pudieron dedicarse a otros cultivos o a otros fines, no obstante, este elemento histórico de organización del territorio en la colonización medieval cristiana del mismo, el conjunto de pequeñas parcelas de propiedad individual en torno a cada núcleo rural, se ha mantenido. Los campos cercados corresponden hoy a un paisaje en mosaico, reticulado, de fina textura, de propiedad privada y explotación individual, en el que el límite de cada parcela se cierra o marca con una cerca de piedra4 junto a la cual se ha favorecido el crecimiento de un seto arbóreo y arbustivo. Este seto, más o menos abierto y complejo, se ha utilizado para incrementar el cierre de la valla, favoreciendo en ella la colonización de arbustos espinosos, sombrear el prado, obtener de ellos el ramón (forrage), las hojas frescas con las que se alimentaba también tradicionalmente al ganado, por lo que han sido muy modificados en sus caracteres morfológicos por el hombre, son verdaderos árboles culturales -fresnos mochones-, modelados por el hacha secularmente. Cerca y seto cierran actualmente prados húmedos de siega o dalla, recorridos internamente por una red de

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En relación con la organización del espacio rural en las Comunidades de Villa y Tierra, López Rodríguez (1989) aporta datos precisos sobre los campos cercados, considerando su aparición como un elemento representativo y diferenciador de la propiedad individual frente a la colectiva en estas entidades territoriales y jurídico-administrativas: “El cercado quedó limitado a las zonas marginales de producción (el huerto, el prado, el límite con el bosque), donde la explotación individual rompía la organización comunal en pagos.(…) En los fueros más antiguos no hay referencia al cercado de campos. Al principio, sólo afectó a los huertos, para pasar a aplicarse después a otros terrenos de apropiación individual a medida que éstos se consolidaban desde fines del siglo XI, especialmente los prados, y en parte, las viñas. (…) Los cercados fuertemente protegidos distinguían las tierras de explotación individual, sustrayéndolas de las obligaciones colectivas (…), lo que daba derecho a percibir las multas (…). El campo cercado se oponía al campo de cereal, campo abierto por excelencia juntamente con los pagos de viña (…). La evolución de los prados es bastante reveladora. Las primeras apropiaciones individuales de prados mediante el cercado eran tan sólo temporales, sin restricciones de carácter personal. Era posible acotar una restringida superficie durante un corto espacio de tiempo (…), sometiéndola a las obligaciones colectivas fuera de esa fecha. Poco a poco. se permitió disfrutar del uso exclusivo del prado a lo largo del año, siempre que estuviera vallado: El siguiente paso fue prolongar la apropiación temporal. Probablemente sometida a sorteo periódico por una duración indefinida, aunque pervivía el sistema de apropiación anterior, que no era el primitivo (…)”.

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La cerca de piedra característica está siendo sustituida hoy, en algunos casos, por una valla de alambre o por una valla mixta, con piedra en la base y alambre en la parte superior.

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drenaje formada por acequias perimetrales y/o transversales que conducen el agua de los arroyos hasta los campos donde, temporalmente, son regados “a manta”. Estos campos constituyen un elemento del paisaje ganadero cuya productividad se basa en la explotación de un recurso biológico, la vegetación, el herbazal, que se corta casi seco, transformándose en heno para ser aprovechado en la época invernal o en cualquier otra época en la que escasean los pastos aprovechados “a diente”, como alimento del ganado. Temporalmente, vacas y caballos, actualmente en algunos casos también ovejas, permanecen en estos prados y se alimentan de las hojas nuevas de los hemicriptófitos y terófitos; abonan el prado a la vez que explotan recursos de carácter secundario. Algunos prados cercados, en ámbitos de suelos poco desarrollados, son pastados casi permanentemente “a diente” por el ganado. 3.2. Las distintas facies del paisaje En este paisaje productivo se desarrollan dinámicas cíclicas vinculadas a la fenología de la vegetación que son de gran interés paisajístico porque constituyen para el paisaje un valor añadido. También son interesantes, en este mismo sentido, las dinámicas cíclicas vinculadas a la sucesión de los distintos tipos de tiempo característicos de cada estación. La vegetación leñosa de los setos de los campos cercados está integrada fundamentalmente por especies nemorales que pierden sus hojas durante el invierno, una pequeña parte de ellas son marcescentes por lo que conservan sus hojas secas en el árbol durante la estación desfavorable. La mayor parte de las especies del prado son anuales, desarrollan su ciclo vegetativo en un periodo del año y desaparecen después de él, o permanecen con algunos de sus órganos de manera latente hasta que llega el periodo favorable para su desarrollo vegetativo. Los animales que pueblan setos y prados también son sensibles a estos cambios de la vegetación, están presentes en determinados momentos y desaparecen en otros, las voces y la actividad de las aves varían a lo largo del año produciendo determinados efectos perceptibles en el paisaje. Las labores del hombre en setos y prados se acoplan necesariamente a esta fenología e introducen determinados elementos en el paisaje que están o no presentes en las distintas épocas del año, la tala se realiza en invierno, la siega de la hierba en los meses de junio, julio y agosto, el abonado, el pastoreo temporal, el riego…tienen sus momentos también. Estos cambios cíclicos del paisaje se traducen en cambios fisonómicos (fenofases) muy importantes porque cambia el cromatismo de las especies y el paisaje, el volumen y la forma de setos y prados, la abundancia y actividad de las aves, la visibilidad de las ramas y la percepción de los frutos, etc. El análisis de las tablas fenológicas muestra que el periodo vegetativo del seto arbóreo y arbustivo se extiende desde el mes de marzo, en el que empieza la floración y foliación de algunas especies, hasta el mes de octubre en el que parte de los frutos maduros de arbolillos y arbustos permanecen aún en los árboles, cuando éstos ya han perdido gran parte de sus hojas. El periodo vegetativo de los prados presenta una mayor dispersión, hay especies que, con escasos ejemplares, aparecen florecidas a fines de febrero; sin embargo, el inicio de la floración del prado, se da en el mes de marzo, cuando surgen los narcisos (Narcisus bulbocodium) y termina bruscamente en el mes de julio o comienzos de agosto, en el caso de los prados de siega, cuando éstos son segados por el hombre. Las variaciones mensuales en la estructura y composición de las comunidades de aves, se expresan en el paisaje de diversos modos y se relacionan con distintos factores. A modo de ejemplo, el análisis de la distribución mensual de la densidad total (D) de aves muestra máximos en primavera y verano y mínimos en invierno, como es común en las áreas montanas. No obstante, la densidad de especies insectívoras en invierno es elevada, debido a la disponibilidad de alimento que proporcionan los frutos de arbolillos y arbustos de los setos y a los granos que han quedado en el prado tras la siega. En el mes de agosto se alcanza el máximo anual de densidad, precisamente cuando aparece el mínimo de 584

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diversidad (H= 2,173) y el más alto grado de dominancia (ID=0,52). Esto se debe a que la densidad de verdecillos (Serinus serinus) y pinzones vulgares (Fringilla colebs) representa el 50% de la densidad total de la comunidad. Estas especies invaden los prados en el momento de la siega. Durante los meses de abril y mayo la densidad también es elevada, lo que puede relacionarse con el gran número de emigrantes transaharianos: cuco (Cuculus canorus), abubilla (Upupa epops), torcecuellos (Jynx torquilla), bisbita arbóreo (Anthus trivialis), curruca mosquitera (Sylvia borin), curruca zarcera (Sylvia communis), etc., y con el incremento de la población de algunas especies residentes como el chochín (Troglodytes troglodytes), mirlo común (Turdus merula), herrerillo común (Parus caeruleus), agateador común (Certia brachydactyla), asociados a un incremento de recursos tróficos (animales invertebrados). Se produce también un máximo de la densidad en octubre coincidente con la entrada y sedimentación de invernantes mediterráneos, la población de cuatro especies de amplia distribución eurosiberiana –petirrojo (Erithacus rubecula), los zorzales común (Turdus philomenos) y alirrojo (Turdus iliacus) y el mosquitero común (Phylloscopus collybita). 3.3. Un paisaje agrario con elevados valores naturales El paisaje de campos cercados es expresión de la explotación sostenible de recursos naturales biológicos que la actividad humana ha necesitado y potenciado en este territorio. La presencia de redes de drenaje alveolares, que se organizan en los piedemontes en áreas de escasa pendiente, ha favorecido una desigual concentración de las escorrentías superficiales y una consiguiente diferencia de alteración en los materiales rocosos resistentes. Los suelos de las depresiones y llanuras aluviales de los ríos concentran la humedad superficial por su topografía y por la abundancia de materiales arcillosos procedentes de la alteración. La potencialidad agroecológica de estos medios difiere de forma natural de la de los sustratos envolventes. El hombre favorece mediante riegos el déficit hídrico que se produciría estacionalmente en los suelos como consecuencia de las condiciones climáticas inherentes al clima mediterráneo, y abona temporalmente los suelos para incrementar su productividad. La asociación de seto y prado, en este enjambre de pequeñas parcelas, el cierre arbóreo de carácter reticular asociado con el prado, el pequeño espacio abierto, multiplicado por el número de parcelas, variable en cada ruedo, auguran unas magníficas condiciones para la existencia y el mantenimiento de una alta riqueza biológica (biodiversidad alfa), vinculada a un aprovechamiento secular cuya productividad fue explotada tradicionalmente mediante el pastoreo, la henificación y la tala para la ganadería y, en menor medida, para la producción de energía. Los caracteres agroecológicos de los campos cercados parecen compatibles con la conservación de valores naturales, geomorfológicos, ecológicos y biológicos que se manifiestan en el análisis detallado de los mismos. Los setos son considerados por los botánicos un conjunto de especies que proceden de varios tipos de comunidades, especialmente de las fresnedas, orlas espinosas de los bosques riparios, etc., cuya agrupación ha sido favorecida por el hombre. No constituyen o forman parte de una comunidad definida. Las observaciones sobre dinámica de los setos muestran la gran potencialidad que estos tienen para reconstruir las fresnedas u otras comunidades. Cuando los campos se abandonan los prados se pueblan progresivamente de zarzas, rosas, endrinos, majuelos, a los que acompañan rápidamente otros arbolillos y árboles de los setos. Estos son formaciones lineales, bastante continuas, de un espesor irregular, por término medio de 2 a 3 m de ancho, que forman una retícula de grano fino marcando el parcelario de los campos cercados. Su estrato arbóreo, en todos los casos analizados, está aquí dominado por fresnos (Fraxinus angustifolia) acompañados de especies que se han visto favorecidas por las condiciones ecológicas y especies que ha introducido o favorecido el hombre, generalmente de forma indirecta. Entre las primeras se encuentran los sauces (Salix alba, S. 585

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atrocinera), muy comunes en los ámbitos más húmedos de los setos como la entrada de la red de riegos, el borde de las acequias y cursos de agua, o las áreas de los mismos relativamente hundidas que concentran temporalmente la humedad. Los manzanos (Malus sylvestris) son escasos, no parecen plantados por el hombre, si éste lo hubiera hecho para obtener un producto estarían en mayor número y tendrían otro porte; son arbolillos asilvestrados con portes elevados, proceden probablemente de las antiguas huertas en las que se cultivaron estos frutales. Hoy algún antiguo prado abandonado se ha plantado de manzanos. Entre los chopos se encuentran especies comunes en las riberas guadarrámicas, como Populus tremula y Populus nigra y especies singulares de las riberas del área montana como abedules (Betula celtiberica) y avellanos (Corylus avellana). Las especies que caracterizan los bosques de las laderas también están presentes en los setos, con sus especies arbóreas dominantes, Quercus pyrenaica y Quercus faginea, especialmente abundantes en las áreas más externas de los campos, en contacto con los piedemontes o las laderas, donde estas formaciones, con características estructuras culturales de dehesas y montes, están próximas. Especies de los bosques de ribera, de los sustratos calizos que entran en contacto con los campos, de los matorrales y herbazales seriales también se encuentran en los setos. Las gramíneas altas en estructuras densas dominan los prados de siega. En ellos se integran especies características de las asociaciones Agrosti-Arrhenatheretum bulbosi y Festuco amplae-Cynosuretum cristati. La distribución de especies en el prado no es homogénea, se forman en él mosaicos aparentes, en función de la humedad del sustrato que está muy vinculada a la topografía y a la posición de cauces y regueras. Existen también comunidades que se separan de la composición florística general de los prados, comunidades de ámbitos encharcados, de ámbitos umbríos o secos, etc. Las hemos analizado separadamente aunque formen parte del mosaico del prado porque están colonizadas por conjuntos de plantas especializadas, como los herbazales de Glyceria declinata, los de Eleocharis palustris, etc., los pastizales de Hordeum hystrix, etc. Algunos campos tienen pastizales que no son prados de siega, sólo se practica en ellos el pastoreo extensivo; en ellos forman un rico mosaico los vallicares, trebolares, juncales, espinales, etc., controlados por la topografía fundamentalmente. Los estrechos herbazales scionitrófilos que se localizan a la sombra del seto tienen especies comunes con los prados y algunas otras exclusivas como Arum maculatum, A. italicum, Alliaria petiolata, Mirrhoides nodosa, Primula veris, Scilla verna… que crecen también bajo los bosques nemorales. En setos muy húmedos, próximos a las acequias y regueras, se asocian a los prados especies que en ocasiones aparecen también en áreas encharcadas de los mismos, como Lythrum salicaria, Lilium martagon, Lysimachia vulgaris, Glyceria declinata, etc. Juncales y agrupaciones de cárices, son comunes en sectores con elevados freáticos. El pisoteo del ganado y la acción de las aves, además de las labores del hombre, crean unas condiciones favorables para la dispersión de las semillas. Los diversos biotopos de los prados están poblados por plantas especializadas y por numerosas plantas de amplia distribución. Habitan en ellos comunidades escasamente organizadas, sin embargo su riqueza es muy elevada porque cada prado es un mosaico de hábitats explotado de manera especializada por grupos de especies en los que se integran de forma fragmentaria numerosas comunidades. A modo de ejemplo, del análisis de las tablas de inventarios podemos deducir que prados y setos mantienen altos valores de riqueza y que son los primeros, los prados, los que registran mayores valores de diversidad biológica (H) (Alameda del Valle, prados H=3,18 y setos H=3,50; Cañicosa, prados H=3,1 y setos H=2,6). En los campos cercados se mezcla la flora eurosiberiana con la mediterránea con diferencias entre los diversos campos analizados en el conjunto. Del análisis comparado de 586

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las tablas corológicas se deduce que en los estratos leñosos de los setos dominan los elementos septentrionales (75% en los campos del valle del Lozoya, 70% en los situados en el piedemonte norte, 55% en los del piedemonte sur). Los elementos herbáceos y en particular las gramíneas, por poseer un sistema radicular denso y una economía hídrica poco equilibrada, son muy sensibles a la disminución estacional de la precipitación, lo que dificulta la progresión de los elementos norteños, mal adaptados a las sequías climáticas mediterráneas. Estas condiciones favorecen el desarrollo en los prados de especies mediterráneas en sentido amplio, mejor adaptadas a la aridez estival centroibérica; en ellos se encuentran elementos atlánticos aunque en menor proporción que en los setos (49,7% en el valle del Lozoya, 48% en el piedemonte norte, 20% en el piedemonte sur). 3.4. Los elementos culturales y las tendencias del paisaje La vegetación de las montañas ha sido muy transformada por el hombre, sometida tradicionalmente en nuestro país al pastoreo, el carboneo, la explotación forestal, el fuego…, incluso, como es bien conocido, se ha visto desplazada en época de gran presión demográfica por cultivos de cereales (tierras centeneras) que en la sierra de Guadarrama, tras la guerra civil, se extendieron por piedemontes y laderas, sobre sustratos pedregosos y raquíticos. Una serie de paisajes históricos, marcados en gran medida por la diferente explotación de la cubierta vegetal, se han ido sucediendo en la Sierra, sin que se borrasen las huellas fundamentales del paisaje que aquí analizamos, la trama de parcelas con cerca de piedra, jalonadas y atravesadas por caminos rurales y redes de riego. El análisis de estos paisajes a través de parámetros como la extensión de cada conjunto, la diversidad interna del parcelario, la fragmentación, que relaciona los dos anteriores, la textura, el número y tipos de contactos, singularidad florística, estado de conservación, etc. ha permitido comparar, agrupar los conjuntos y caracterizar los rasgos paisajísticos que los definen. Los resultados del análisis dinámico han permitido valorar el grado de estabilidad del paisaje y los riesgos a los que se encuentra sometido. Las dinámicas evolutivas se han clasificado en función de su origen: Transformación de usos ganaderos –abandono de prácticas tradicionales y nuevas prácticas–, modificaciones en las infraestructuras y construcciones, nuevas producciones, transformaciones de la vegetación en setos y prados, urbanización por ampliación del suelo urbano en torno a los núcleos, urbanización diseminada, intervenciones administrativas…. La conservación actual de los campos cercados está mantenida por el hombre y sus labores, porque se trata de paisaje, no de naturaleza. Estos prados se encuentran en claro desequilibrio con el clima que potenciaría en el área las formaciones fanerofíticas, las fresnedas y otros bosques de ribera, especialmente en las llanuras aluviales. Su equilibrio con el suelo, y especialmente con la hidromorfía del sustrato, también puede ponerse en duda porque su mantenimiento exige el riego y el abonado. Parece una formación más bien en equilibrio con el deseo del hombre de obtener un producto en un área cuyos caracteres ecológicos aseguran una productividad hasta hoy rentable, con algunas aportaciones, como el agua de riego o el estiércol, poco costosas. 4. CONCLUSIÓN El paisaje de campos cercados de los piedemontes y valles de la Sierra de Guadarrama es original respecto de los paisajes atlánticos de bocage, aunque su configuración, algunos de sus elementos y el aprovechamiento actual pueda ser similar. Los bocages son paisajes genuinamente atlánticos, zonales en ese ámbito geográfico; los campos cercados situados al sur de las montañas cantábricas se localizan solamente en enclaves más o menos húmedos asociados siempre a fondos de valle, navas, depresiones o fosas tectónicas de entidad diversa constituyen el ruedo de los pueblos, localizándose también en vaguadas húmedas próximas a los mismos. 587

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Figura 1. Formas, estructuras y tendencias dinámcias en campos cercados.

Fuente: Elaboración propia

La potencialidad edáfica, agrológica, forestal y fitológica de los espacios sobre los que se han desarrollado los campos en estas montañas del centro de España, se deriva de unas particulares ubicaciones topográficas y de unas condiciones morfológicas específicas que generan fuertes contrastes con los espacios colindantes. Esta azonalidad paisajística confiere a los campos cercados del Sistema Central en general y de la sierra de Guadarrama en particular unas condiciones de singularidad que les otorga un valor destacado. La compartimentación de la superficie productiva mediante muros y setos vivos, su ubicación en ámbitos montañosos o de piedemonte y su emplazamiento en el seno de heterogéneos mosaicos paisajísticos en los que concurren tierras de monte, pastos 588

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y secanos, resultado de la complementariedad de usos de las economías agrarias tradicionales, son factores definitorios de este tipo de paisaje. En ámbitos montañosos próximos como los Montes de Toledo, la Sierra Morena, el Sistema Ibérico meridional, en condiciones ecológicas favorables para su emplazamiento, no aparecen estos paisajes agrarios probablemente debido a las distintas formas de ocupación del territorio en el proceso de repoblación medieval. A grandes rasgos, el límite meridional de los campos cercados coincide con el límite de un modelo singular de repoblación y asentamiento de la Extremadura castellana al Sur del Duero, el de las Comunidades de Villa y Tierra. Estas entidades jurídicas y administrativas son extensas unidades territoriales estructuradas en sexmos o, con menor frecuencia, cuartos, quintos, sexmas u ochavas. Todos los campos cercados del Guadarrama quedan incluidos en las comunidades de Villa y Tierra de Segovia, Sepúlveda, Buitrago y Pedraza. En algunos sectores de la Extremadura leonesa (Salamanca, Ciudad Rodrigo…) aparecen modelos similares y existen también paisajes equiparables por su estructura y función a los de los campos cercados del Guadarrama. Al sur del Tajo los extensos señoríos de las órdenes militares de San Juan, Santiago y Calatrava, implantaron un patrón de ocupación muy diferente a través de las Encomiendas, (AYALA, RODRÍGUEZ-PICAVEA, 2001). Los campos cercados de los piedemontes y valles interiores de la sierra de Guadarrama mantienen actualmente una irradiación de la flora y comunidades de óptimo eurosiberianoatlántico en un ámbito mediterráneo-continental, relativamente alejado de esta región. El carácter de corredor biológico que ejerce el damero de campos cercados entre las riberas y las laderas montañosas, permitiría en un futuro una fácil evolución hacia la reconstrucción de las comunidades vegetales arbóreas. Desde el punto de vista ecológico los campos cercados no son simples prados, herbazales continuos, espacios abiertos, tampoco son bosques, aunque desde lejos pudieran parecerlo, sino la combinación de ambos elementos en una estructura de bella geometría generada por la repetición de un elemento como es la parcela. Poseen, como biotopo, la complejidad de la integración de esos dos tipos de hábitats, espacios abiertos y cerrados, lo que favorece la diversidad biológica, y como paisaje un elemento de alto valor estético, la fina textura que genera la repetición de la pequeña parcela limitada por los setos. La fenología de las especies, convertida a su vez en fenología del paisaje, se traduce en la apreciación de diversas facies estacionales del mismo, que no sólo se caracterizan por los cambios de volumen, forma, densidad y cromatismo de las masas vegetales, sino también por los efectos de las labores del ganadero, vinculadas estrechamente a los cambios fenológicos de la vegetación. A los valores naturales, científicos, estéticos e históricos de estos paisajes agrarios, se unen otros valores culturales que derivan de su cercanía a los núcleos (marco de vida) y de su secular productividad. Estos paisajes tienen también un alto valor de identidad ya que constituyen probablemente la pieza más singular y representativa del mosaico de usos ganaderos. BIBLIOGRAFÍA ASENJO GONZÁLEZ, M. (1986): “Sociedad urbana y repoblación de las tierras de Segovia al sur de la Sierra de Guadarrama”, La España medieval, 8 (en memoria de Claudio Sánchez-Albornoz (I), pp. 125-150 BUREL, F. y BAUDRY, J. (2001): Ecología del Paisaje, conceptos, métodos y aplicaciones, Mundi-Prensa, pp. XVIII-XIX. (Traducción de Écologie du Paisaje, concepts, méthodes et applications, 2001, París, Editions Tec & Doc-Lavoisier) FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, F. y MOLINA, A. (1988): “Datos fitosociológicos sobre las fresnedas guadarrámicas”, en Acta botánica malacitana, 14, pp. 217-228

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