MáQUINAS DEL SABER, MECANISMOS DEL PODER, PRÁCTICAS DE SUBJETIVACIÓN

MáQUINAS DEL SABER, MECANISMOS DEL PODER, PRÁCTICAS DE SUBJETIVACIÓN Primera Jornada Transdisciplinar de Estudios en Gubernamentalidad 10 al 4 de Se...
Author: Pablo Seguel
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MáQUINAS DEL SABER, MECANISMOS DEL PODER, PRÁCTICAS DE SUBJETIVACIÓN

Primera Jornada Transdisciplinar de Estudios en Gubernamentalidad 10 al 4 de Septiembre del 2014

MáQUINAS DEL SABER, MECANISMOS DEL PODER, PRÁCTICAS DE SUBJETIVACIÓN Actas de la Primera Jornada Transdisciplinar de Estudios en Gubernamentalidad Iván Pincheira Torres / Inger Flem Soto Luna Follegati Montenegro / Danilo Sanhueza Ordenes Hugo Sir Retamales Editores

Registro Propiedad Intelectual Nº 268.917 ISBN: 956-956-9065-69-9 Producción General: Miguel Soto Inostroza Diseño y Diagramación: Equipo Editorial Diseño de Portada: Andrea Flores Lopez Diseño Grafico: Pablo Muñoz Maldonado

© Iván Pincheira Torres © Inger Flem Soto © Luna Follegati Montenegro © Danilo Sanhueza Ordenes © Hugo Sir Retamales © Ediciones Escaparate SpA E-mail: [email protected] www.escaparate.cl

Agosto 2016 IMPRESO EN CHILE

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Las Jornadas Transdisciplinares de Estudios en Gubernamentalidad son una iniciativa del Núcleo de Estudios en Gubernamentalidad de la Universidad de Chile

Actas de la Primera Jornada Transdisciplinar de Estudios en Gubernamentalidad 1º al 4 de Septiembre del 2014

Iván Pincheira / Inger Flem / Luna Follegati Danilo Sanhueza / Hugo Sir EDITORES

Índice Introducción

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I. Anotaciones conceptuales sobre biopolítica y gubernamentalidad

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Adán Salinas Araya La biopolítica como diagramática del poder Gonzalo Díaz Letelier El Dispositivo Gubernamental, su totalización moderna y el afuera de los paganos Claudio Pereira Posibilidad de un nosotros Mauricio Amar Díaz El orden de las cosas. Gobierno y salvación de las almas en la teología de Aquino Pablo Arias Cáceres Hegel y Foucault: sociedad, gobierno y estética

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II. Diagramas estatales del poder

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Luiz Renato Martins El triste fin del Estado de Bienestar: la parábola de Kubrick 59 Patricio Leyton Alvarado El Estado y el financiamiento de la ciencia en la República Conservadora: El caso de Manuel Montt y el Observatorio Astronómico Nacional 65 Pablo Seguel Gutiérrez Politización subalterna, democracia y excepción en las prácticas y discursos transitológicos en Chile. Entre acumulación flexible y la gobernabilidad democrática (1976-1989) 71 Sonia Pérez Tello, Andrea Peroni, Cecilia Robayo Efectos Subjetivos de los Instrumentos de Focalización de la Política Pública: Los “Fichados” 79 Jorge Castillo Sepúlveda El Estado múltiple: el gobierno de las políticas basadas-en-la-evidencia. Análisis desde los modos de individuación 89 Camilo Manzo Olmos La domesticación de los pobres: el combate a la pobreza como dispositivo de poder 97

III. Diagramas económicos del poder



Hugo Sir Precariedad, inseguridad y movilidad perpetua como condición de vida en los regímenes gubernamentales contemporáneos Andrea Fagioli Gubernamentalidad neoliberal y acumulación originaria Sebastián Pérez Sepúlveda Subjetivación y principios de justicia: De las sombras y fracturas de un homo œconomicus generalizado Dasten Julián Vejar Precariedad Laboral y Gubernamentalidad. Un diálogo desde los dispositivos disciplinares en el espacio de la acción sindical

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IV. Castigo, violencia y Estado de excepción Francisco Montero Lahsen Infancia y devenir-menor en los “marcos” de una guerra en curso Javier Molina Johannes El rostro del enemigo interno: el dispositivo terrorístico en Chile Darío Muñoz Onofre Gubernamentalidad bélica: Perspectiva para analizar de manera integral las guerras contemporáneas André Queiroz El Estado de Excepción en el Brasil de ahora ¿Una dictadura tendría fin?

V. Dispositivo de la educación Esaú Páez Guzmán Universidad, Estado y Empresa Camilo Diagama Educación: competencia y capital humano. Análisis de la estrategia de reforma de la formación de educadores en Colombia Laura Pulido González Evaluación educativa: Saber, poder y subjetivación Maria Cecilia Tosoni Pasar o no pasar de año: cuando la decisión depende de uno mismo Marcela Bornand, Marcelo Pérez Producción de Subjetividades Políticas en la Institución Escolar chilena en el marco de la Gubernamentalidad Neoliberal

VI. Políticas de salud y drogas Jimena Carrasco Madariaga, Arthur Arruda Leal Ferreira Las Reformas Psiquiátricas Brasileña & Chilena y la gestión por la Libertad – una historia de los modos de gobierno en las practicas vinculadas a salud mental Denise B. Portinari, Patrícia Castro Ferreira, Simone Medina Wolfgang Políticas de prevenção a Aids (SIDA) no Brasil Gabriel Abarca Brown Gubernamentalidad, inmigración y salud mental: reflexiones a partir del caso chileno Mauricio Becerra Rebolledo Gubernamentalidad y política de drogas: Continuidades e inflexiones Mauricio Sepúlveda Galeas Genealogía del problema drogas en Chile post-dictatorial: Discursos y prácticas de gobierno en torno al riesgo

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VII. Territorio, espacio público y

poder



Nelson Martínez Berríos, Marina Cruz Blasco El turismo comunitario indígena en Chile: gubernamentalidad, multiculturalismo y tecnologías de gobierno María Cristina Nieto-Alarcón Espacio público entre el vacío y la regulación Rodolfo Mardones Barrera Construcción discursiva del territorio por los dispositivos tecnocientíficos de las ciencias sociales latinoamericanas Patricio Azócar Donoso El gobierno del desarraigo y las nuevas formas de ciudadanía global en el Chile actual

VIII. El gobierno de las emociones, los deseos y los cuerpos Amanda Rutllant Los cuidados de sí. Ensayo sobre la construcción del sujeto en los libros de autoayuda Piter Alexander Forero Morales, Daniel Fernando Sánchez Navarro El reggaetón y sus procesos de subjetivación en la juventud escolar Isaac Pinedo Pérez, Carlos Santos Henao El gobierno de las máquinas deseantes: modernidad y fútbol en la mitad del siglo XX en Bogotá Tatiana Teixeira Silveira, Viviane Teixeira Silveira Governamentalidade neoliberal e política social de inclusão e de gênero no ensino técnico no Brasil Ánderson Henao Orozco La política pública de discapacidad como tecnología gubernamental Ximena Cea, Mario Ociel Ciencia, arte de gobierno y la producción de cuerpos dóciles: Gubernamentalización de la vejez

IX. Gubernamentalidad y medios digitales Sebastián Gómez Ludocapitalismo: Videojuegos y la creación de subjetividades en la economía digital Karla Saraiva Brincando com finanças. Do Monopoly ao Club Penguin Lisandro Soto Cuerpos virtualizados en el Facebook Alejandro Donaire Palma Rostros como cercos dinámicos: gubernamentalidad algorítmica y valorización del conocimiento en el capitalismo cognitivo

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X. Éticas y estéticas de la resistencia Yolanda Gloria Gamboa Muñoz ‘Obediencia’ en la discursografía de Michel Foucault Rossano Pecoraro Governamentalidade, Biopolítica e Resistência no “terceiro” Foucault Stela Maris da Silva Foucault: A parresía cínica e a estilística trans-histórica da arte moderna Daniuska González González Los ojos de Chávez que te ven. Prácticas de subjetivación a través de la fotografía en las protestas venezolanas de 2014 Cristian Cabello El futuro de la política es gay. Visualidades pro-familia y plusvalía sexual en tiempos liberales Felipe Fernández B. Neoliberalismo, movimiento estudiantil y poder popular como alternativa no capitalista de producción de lo social

Acerca del Núcleo de Estudios en Gubernamentalidad

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Introducción

A fines de los años 70 las investigaciones de Michel Foucault asumen un leve giro: de su interés por la noción de biopoder que se había iniciado en su trabajo desde 1974, y a partir de la cual buscará describir la emergencia en Occidente de un poder desplegado sobre la totalidad de los procesos vitales de las poblaciones modernas, convergerá hacia un interés que se vuelve cada vez más sobre lo que técnicamente el propio Foucault denominará “gubernamentalidad”. No se trata de un término que sustituya simplemente al anterior, sino un nuevo marco desde el cual el biopoder podrá adquirir una nueva inteligibilidad. En su clase en el College de France del 1º de Febrero de 1978 Foucault propondrá tres definiciones del término “gubernamentalidad” a las que se agregarán, al menos, dos más en los años venideros. Una primera definición de carácter estratégico que se plantea como un modo muy específico de ejercicio del poder que tendrá por objeto una población –ya no un pueblo, como ocurría con el poder soberano-, comportará a la “economía política” como su “saber mayor” y tendrá a los “dispositivos de seguridad” como su “instrumento técnico esencial”. Una segunda definición de carácter genealógico introducirá la dimensión histórica al definir a la gubernamentalidad como una “línea de fuerza” presente en toda la historia de Occidente en la forma del poder pastoral cristiano que extenderá su tecnología por sobre aquella de la soberanía. Una tercera definición tendrá un carácter historiográfico y se identificará, muy directamente, con la transformación del Estado de justicia medieval al Estado gubernamental moderno: este último experimenta un proceso de “gubernamentalización” cuando la otrora tecnología pastoral ingresa al interior del poder soberano alterándolo y desplazándolo radicalmente en la nueva orientación que impone la población. Las tres definiciones no se presentan necesariamente como excluyentes entre sí, sino más bien, como diferentes umbrales desde los cuales se pueden contemplar las transformaciones del poder experimentadas en nuestro presente. Que el propio Foucault se niegue a dar una definición dogmática del término, permite abrir la reflexión hacia sus diferentes puntos en los que las formas contemporáneas de gubernamentalidad se soportan y despliegan. La noción de gubernamentalidad provee de un enfoque para analizar el modo en que se gobierna, sin reducirlo a los aparatos estatales. Expresamente, permitirá reconocer las prácticas gubernamentales concretas y las racionalidades a las que refiere, en donde el aparataje estatal tradicional es solo una parte dentro de un entramado complejo de instituciones que constituyen una estrategia global emergente. En este sentido, esta perspectiva es particularmente útil e innovadora para la comprensión del gobierno neoliberal, que logra rearmar estados poniendo en el centro el mercado y las instituciones privadas. Conformándose en una óptica operativa que permite indagar en una serie de áreas de problematización concretas, a través de este concepto se logra interrogar el espectro global del 11

ejercicio gubernamental que va desde los campos de saber, hasta la constitución de sujetos, pasando por los dispositivos específicos de poder. En esta vía, tal como podemos advertir, la noción foucaulteana de gubernamentalidad no está limitada al ámbito estatal, sino que va más allá de él. Si bien las burocracias legislativas, judiciales y estatales figuran en un rol central, al hablar de gobierno se está haciendo referencia más ampliamente a todos los esfuerzos desplegados para conducir conductas. Excediendo al ámbito puramente estatal, el estudio de las prácticas gubernamentales remite a todos aquellos esfuerzos sistemáticos orientados a la producción inmanente de subjetividades. En distintas exploraciones provenientes de diferentes áreas de indagación se pueden advertir los rendimientos que para la investigación social, el análisis político y la reflexión filosófica, tiene la noción de gubernamentalidad. De hecho, se trata de una categoría capaz de establecer lazos situados entre distintas formas del ejercicio del poder, alejándose de perspectivas tradicionales que inician sus análisis desde conceptos universalistas que ocultan las singularidades con las que se compone el poder gubernamental. Dichas singularidades se despliegan en tres ámbitos superpuestos: el saber, el poder y la subjetividad. En función de estos ámbitos, las investigaciones actuales han derivado en diversas problematizaciones: aquella que interroga por las formas en las que se configura el saber, aquella que problematiza los modos en los que se articula el poder y aquella en la que se producen los procesos de subjetivación. El concepto de gubernamentalidad opera de manera horizontal, atravesando estos tres ámbitos e implicando, de esta forma, diferentes énfasis en las investigaciones contemporáneas. Bajo esta luz, la invitación foucaulteana no ha quedado detenida, sino que se ha desarrollado en nuevas vías no necesariamente previstas por Foucault que, a partir de sus análisis, han llegado a replantear las categorías, transformándolas en función de nuevas perspectivas que reflexionan en torno a la relación vida y forma. No obstante la diversidad de estos desarrollos, éstos parecen seguir tres soportes decisivos para el despliegue de las diversas formas en las que se ha pensado la “gubernamentalidad” y que, en la presentación de estas Primeras Jornadas, han sido denominados respectivamente “máquinas del saber”, “mecanismos del poder” y “prácticas de subjetivación”. Las máquinas del saber, es decir, específicas tecnologías de producción, distribución y normalización del conocimiento que operan en base a un determinado régimen de veridicción: el mercado y su razón económica. Es allí donde instituciones como las escuelas y las universidades, y otras que crecieron como el brazo ideológico del Estado, comienzan a experimentar una decisiva mutación cuando dichas máquinas ya no encuentran su centralidad en la soberanía del Estado, sino que se desplazan hacia el nuevo régimen de veridicción constituido por el mercado. Los mecanismos del poder, intrínsecamente dispuestos en las máquinas del saber, también han experimentado una mutación. En su versión neoliberal, los viejos mecanismos disciplinarios que habían alimentado a las diversas instituciones del Estado se reinscriben al interior de los dispositivos de seguridad como su nuevo horizonte de inteligibilidad. Así, el poder médico y el jurídico continúan ejerciéndose ya no sólo para cumplir a una norma abstracta, sino para desplegarse desde la facticidad del régimen económico de corte neoliberal. 12

Las prácticas de subjetivación constituyen el eje desde el cual las máquinas de saber y los mecanismos del poder se ejercen en función de la producción de nuevas subjetividades. No hay ejercicio gubernamental que no se proponga, a su vez, la producción de un determinado tipo de sujeto. Por ello, la gubernamentalidad neoliberal se orientará a la producción del sujeto emprendedor en todos los ámbitos de la vida social. La cuestión de la gubernamentalidad ha demostrado ser un campo de fecundo interés para diversas disciplinas. En efecto, desde la década del ’90 y con especial énfasis en los últimos 15 años, se han desarrollado numerosas investigaciones orientadas por los trabajos de Foucault, demostrando la pertinencia de la noción de gubernamentalidad dentro del campo académico actual. No obstante, no muchas veces existen instancias para poner en relación las diversas investigaciones o para establecer diálogos que permitan plasmar la incidencia de esta investigación en el debate público. La mayor parte de las veces, tratándose del campo polémico y crítico que sostienen los estudios desde la gubernamentalidad, los investigadores se mantienen absorbidos en sus unidades académicas, manteniendo su trabajo en un ámbito de circulación restringida, sin tener oportunidad de generar alianzas y debates productivos con estudios provenientes de otros campos del saber o relacionados con terrenos heterogéneos. Nuestra realidad universitaria nacional y latinoamericana no ha sido una excepción a este respecto, pese a tener numerosos académicos que se ocupan de asuntos relacionados a la gubernamentalidad en campos definidos, con especial énfasis en cuestiones relacionadas a la condición histórica postcolonial y las actuales modalidades neoliberales de gobierno en nuestros países. Las enormes perspectivas de diálogo fecundo entre las disciplinas se encuentran aún más intensamente en el ámbito más contemporáneo de la específica gubernamentalidad neoliberal. De hecho, lejos de haberse constituido como un puro modelo económico, el neoliberalismo ha demostrado implicarse en las más diversas áreas de la actividad humana, llegando a representar un modelo de sociedad, un modelo de cultura y un modelo de subjetividad. La reducción del valor “en general” a su traducción puramente económica, así como el desplazamiento de la decisión política al campo de la decisión económica, ha implicado un impacto decidido de la gestión neoliberal en la salud, la educación, las artes, la producción de conocimientos, el trabajo, la ciudad, la naturaleza e, incluso, la experiencia de sí, del propio cuerpo, del tiempo y de las emociones. En consecuencia, el campo de incidencias específicas de la gubernamentalidad neoliberal y sus diferencias con otras formas de dispositivos gubernamentales, resulta un ámbito capaz de convocar orientaciones diversas. En tal sentido, se hace necesaria la creación de espacios formales de discusión y colaboración académica, partiendo por idear procesos capaces de superar barreras disciplinares, tanto a nivel de los objetos, como en el plano de las metodologías, para articular un campo de estudios cuya relevancia inter y transdisciplinar es innegable. De hecho, este fue el diagnóstico que a varios académicos nos llevó a la realización de las I Jornadas Transdisciplinares de Estudios en Gubernamentalidad realizada en Septiembre de 2014. En ella, no sólo se pudo constatar la necesidad de propiciar espacios capaces de acoger la discusión interdisciplinar en torno a la gubernamentalidad, sino que también la existencia de una importante cantidad de investigadores nacionales y extranjeros que, provenientes desde distintos campos del saber, realizan investigaciones orientadas a caracterizar las formas que la gubernamentalidad adopta en espacios diversos. 13

Las formas de gobierno no son homogéneas, ni se mantienen invariantes según los campos de acción. De ello se desprende la necesidad de mejor caracterizar la gubernamentalidad en sus variaciones, mediante la observación de las especificidades encontradas de acuerdo a los terrenos de investigación y a los lenguajes diferenciales y específicos de cada práctica de gobierno observada. A partir de noviembre del 2013 un grupo de académicos y estudiantes de postgrado pertenecientes a distintas facultades de la Universidad de Chile, comenzamos a reunirnos en torno a la iniciativa de realizar un encuentro académico vinculado al concepto de Gubernamentalidad. De esta forma, profesores provenientes de diferentes áreas de la producción de conocimiento proyectamos el diseño de un encuentro que, inicialmente pensado a escala nacional, obtuvo un carácter internacional, dado el gran eco suscitado en colegas principalmente latinoamericanos. Se trataba de conformar un espacio capaz de poner en comunicación diferentes investigaciones que, a partir de los instrumentos de análisis proporcionados por la perspectiva de la gubernamentalidad, problematizaran distintos aspectos de la realidad contemporánea. Poniendo un fuerte énfasis en la situación chilena y, también, latinoamericana, se realizó una convocatoria donde se hizo extensiva la invitación a participar de esta 1ª Jornada, a través del envío de propuestas de ponencias, a investigadores interesados en estas materias. En un comienzo fue pensado como un encuentro de tres días, pero como consecuencia del alto número de propuestas recepcionadas (casi doscientas) el Comité Organizador se vió en la obligación de extender el encuentro a cuatro días. En este marco tuvieron lugar 21 mesas de trabajo, donde se expusieron trabajos producidos por investigadores provenientes de Colombia, Argentina, Brasil, México, Venezuela y Chile. Para efectos de su publicación los trabajos fueron organizados en 10 apartados, los cuales serán enumerados junto a una breve descripción, a continuación: I. Anotaciones conceptuales sobre biopolítica y gubernamentalidad: Territorio abierto es territorio en disputa. Aun cuando ésta sea fraterna, ni los conceptos ni sus usos son ingenuos, tampoco inocuos. Acá algunas exploraciones. II. Diagramas estatales del poder: Desdibujado, trastocado, maldito y bienvenido. El frío gigante se ha dispersado sin jamás desaparecer. Es tiempo de nuevos mapas. III. Diagramas económicos del poder: Estrechamente vinculados a los elementos estatales, los mercados han creado su propio ambiente. Encontraremos acá algunos vectores que le componen. IV. Castigo, violencia y Estado de Excepción: No hay gestión de la vida sin administración de la muerte. No hay incentivo a un modo de vida sin castigo. No hay seguridad sin violencia. Entraremos en la Excepción para entender el presente. V. Dispositivos de la educación: Poderosos mecanismos de subjetivación, en su paciente, constante y casi imperceptible inculcación. El examen de las transformaciones de los dispositivos educativos, es a la vez un examen de nuestras propias transformaciones. VI. Políticas de salud y drogas: No hay gestión de la vida sin definición de lo que la favorece. No hay producción de la subjetividad, sin control de la percepción.

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VII. Territorio, espacio público y poder: Examinar el modo en que se gestiona la vida, es examinar también el modo en que se regula y construye su hábitat, su condición de posibilidad. VIII. El gobierno de las emociones, los deseos y los cuerpos: Se mostrará aquí cómo toda práctica de subjetivación y todo ejercicio de gobierno implica una apuesta sobre el cuerpo, sus emociones y la conducción de los deseos que le atraviesan. IX. Gubernamentalidad y medios digitales: El modo en que se conducen conductas no puede sino ser histórico. Acá encontramos exploraciones de los nuevos modos conquistados o dispuestos para su gestión. X. Éticas y estéticas de la resistencia: No hay poder sin resistencia, rezaba un mantra. La disección de estas prácticas podría proveer de puntos de apoyo a estos contrapoderes o poderes que resisten.

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Palabras de bienvenida del Comité Organizador de las Jornadas Transdisciplinares de Estudios en Gubernamentalidad Estimadas y estimados participantes de las Primeras Jornadas de Estudio en Gubernamentalidad, como Comité Organizador en primer lugar quisiéramos agradecer vuestra participación en este encuentro. Sin el compromiso de los expositores y de quienes asistirán en estos días, esta actividad no sería posible. Los miembros del Comité Organizador les estamos sinceramente agradecidos, y esperamos que el nivel del dialogo acá alcanzado se encuentre a la altura de las expectativas de todos los presentes. Como la mayoría de las cosas, estas Jornadas no tienen un origen claro. A este respecto, un comienzo posible puede estar en el Collége de France, en los cursos que dictara Michel Foucault hacia la década de los 70’. Esta es una cuestión innegable, y así lo reconocemos. Pero entendemos que será fundamentalmente a partir de una serie de estudios emergidos en la academia europea, norteamericana y latinoamericana, por cierto, que se han afinado los instrumentos de análisis que sustentan en gran medida los trabajos que acá serán expuestos. En estas perspectivas de análisis es posible encontrar, creemos, una de las génesis de nuestro encuentro. Por otra parte, un inicio más cercano de estas Jornadas lo tenemos en los Coloquios Latinoamericanos de Biopolitica y Educación. Iniciativa que desde el año 2008 en adelante ha sido sostenida por catedráticas y catedráticos provenientes de un conjunto de universidades de nuestro continente. Instancias de encuentro que han dado como resultado una serie de trabajos, Actas de congreso, publicados en Argentina, Colombia y Chile. Registro editorial que ya hace parte del acervo teórico de nuestro continente. No obstante, más cercano aún, quizás todo comienza en aquellas conversaciones de oficinas, aulas de clases, de pasillo, de cafés, de casinos, de patios y jardines universitarios, momentos en donde en más de una ocasión hemos discutido, divagado y, por qué no decirlo, también hemos complotado; declarándonos así en rebeldía en contra de unas racionalidades, unos discursos y unas prácticas de poder que vienen colonizando los más diversos aspectos de nuestras vidas. O más precisos aún, en cuanto a nuestro origen, las Jornadas pudieron haber comenzado cuando un grupo de docentes encontró el respaldo de la Universidad de Chile, y de las facultades e institutos pertenecientes al Campus Juan Gómez Millas, para llevar a cabo este proyecto que tanto sentido ha hecho en la comunidad académica nacional e internacional. Por este motivo, podría ser más exacto decir que las Jornadas se dieron por iniciadas al momento en que fue lanzada la convocatoria, hacia inicios del año 2014. En estas circunstancias, a partir de la recepción de cerca de 200 propuestas de ponencias, se dio por inaugurado un dialogo constante con investigadores provenientes de distintos lugares del continente. Pese a todo lo anterior, lo más probable es que sea éste el instante preciso en que, pudiera ser dicho, las Jornadas han tenido realmente comienzo. En estos cuatro días a través de presentaciones que estarán a cargo de investigadores procedentes de Chile, Argentina, Colombia, Brasil, México y Venezuela, serán más de 60 las ponencias que problematizarán ámbitos de estudio tales como educación, universidad, salud pública, mi16

graciones, etnicidad, criminalidad, medios digitales, estética, subjetivación, trabajo, sexo/ genero, políticas de drogas, espacio público y ciudad. De este modo, estamos convencidos que será la calidad de las discusiones y problemas planteados por todos los asistentes a este encuentro, la que nos proporcionarán la claridad para saber hacia dónde se podría conducir y proyectar las Jornadas. Luego de expresado todo lo anterior, solo nos resta reiterar el reconocimiento a todos quienes hacen posible este espacio de encuentro, reflexión, cooperación y búsqueda colectiva. Estimadas y estimados colegas, les damos la más cordial bienvenida. Muchas Gracias. Santiago de Chile, Lunes 1° de septiembre 2014.

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I. Anotaciones namentalidad

conceptuales sobre biopolítica y guber-

La biopolítica como diagramática del poder Adán Salinas Araya1 ¿Qué es un diagrama? Es la exposición de las relaciones de fuerzas que constituyen el poder. (Deleuze 1987, 63)

1. La búsqueda de un paradigma biopolítico Los tres grandes proyectos teóricos ‘italianos’ sobre la biopolítica tienen una perspectiva común a pesar de sus múltiples diferencias. Es lo que podría llamarse «una perspectiva paradigmática». Cada uno de estos proyectos ha identificado paradigmas para actualizar las propuestas de Foucault sobre la biopolítica. Del «campo de concentración» a la «trinidad» y la «liturgia» (Agamben, 1995 y 1997), pero también el «Imperio» (Hardt y Negri, 2000: 37) y la «Immunitas» (Esposito, 2010: 138-139). Incluso Agamben llegará a presentar la condición paradigmática como clave de interpretación de Foucault (Agamben, 2008: 22). Me parece que en buena medida Agamben selló toda esta primera recepción como una forma de actualizar el pensamiento de Foucault sobre el biopoder. Hay que recordar que ninguno de los textos que dan origen a estos tres proyectos tienen a la vista los cursos del Colegio de Francia, sino sólo lo que se plantea en La Voluntad de Saber y otros documentos muy breves (Castro, 2008; Salinas, 2013). Entonces, esta búsqueda de paradigmas trata de explicar cuáles serían esas nuevas formas de poder sobre la vida que Foucault no alcanzó a explicar. Sabemos hoy que Foucault había explicado algo, y no poco, sobre esto en El Nacimiento de la Biopolítica, pero antes del 2004 esto era prácticamente desconocido. A partir de Seguridad, Territorio, Población y El Nacimiento de la Biopolítica hay que asumir dos cosas importantes. Primero, que Foucault realizó ciertos análisis del presente, particularmente de la gubernamentalidad neoliberal, de la forma empresa, del capital humano, que hablan de estas nuevas formas de dominio sobre la vida (Salinas, 2011). Segundo, el análisis del biopoder no parece en ningún caso un paradigma. Ni desde la perspectiva de una ontología paradigmática, ni como una matriz explicativa, o un canon que sucede a una matriz anterior, ni tampoco como la formación de un caso que explique un conjunto más amplio de fenómenos. Por el contrario, la biopolítica aparece como una tecnología de dominio sobre la vida, novedosa, pero que se articula históricamente sobre el andamiaje de las tecnologías que le preceden, y no las anula, sino que las reorganiza a partir de nuevas formas de racionalidad del poder. Son conocidos los pasajes en los que Foucault insiste en lo que podríamos llamar el “doble efecto de superposición y desplazamiento” (Foucault, 2004: 133-135), es decir, que el biopoder no termina con el poder soberano, o la biopolítica con la anatomopolítica, o la razón gubernamental con la razón de estado. En todos estos casos hay un desplazamiento: lo que antes era predominantemente anatomopolítico, se vuelve predominantemente biopolítico, pero la anatomopolítica no 1  Investigador Postdoctoral (CONICYT, Chile) Departamento Historia de la Filosofía, Universidad Complutense de Madrid.

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desaparece, sino que habría una reorganización de las fuerzas y tecnologías de poder. A esto me refiero con la noción de «diagrama», al análisis de las formaciones siempre singulares en las que interactúan estas tecnologías de poder. Por ejemplo ¿cómo desconocer en el actual proceso de desmantelamiento del Estado de bienestar del sur de Europa, la formación de unas nuevas estructuras económicas que proceden por capitalización individual y endeudamiento? Son dispositivos sustancialmente económicos, que se aplican como regulaciones generales a la población y transforman las condiciones de subsistencia insertándolas en un nuevo esquema de generación de riquezas. Algo sustancialmente biopolítico y gubernamental. Pero al mismo tiempo vemos la rearticulación policial de nuevas formas de represión y control ciudadanos, formas disciplinarias más sofisticadas, algo a la vez nuevo y conocido, una anatomopolítica. Pero también vemos, incluso, la resurrección de nuevas formas de asistencia capilar en la gestión de los desempleados, las entrevistas de revisión de vida para el otorgamiento del seguro de desempleo, la refamiliarización de las prestaciones sanitarias. ¿Qué hay aquí entonces: biopolítica, disciplinas, poder soberano? Precisamente, todos estos son elementos del diagrama. No hay aquí un paradigma único que exprese la actualidad biopolítica, sino formaciones que combinan estrategias. Entonces toda la batería léxica y metodológica del trabajo de Foucault al describir estas tecnologías adquiere una condición distinta. No se trata de encontrar un paradigma único y omniaplicable a todos los casos, sino entender los fenómenos singulares a partir de estas herramientas: ¿qué hay en ellos de biopolítico, de anatomopolítico, de disciplinario? ¿Qué papel juega lo pastoral, lo estatal, lo gubernamental o lo familiar en cada caso? 2. El análisis diagramático Entonces lo que propongo es una condición de acercamiento. Foucault usa la idea de diagrama en dos ocasiones en Vigilar y Castigar. La primera para referirse al campamento militar (Foucault, 1975: 176-177), que sería precisamente un diagrama de poder reconocible por su influencia en el urbanismo posterior. La segunda ocasión será respecto al panóptico (Foucault, 1975: 208-209). A esta ocasión alude Deleuze en su texto Foucault. Se trata de un texto importante para la cuestión del biopoder, aunque no haya sido suficientemente tomado en cuenta. Es en rigor el primer texto de circulación global que se detiene en la noción de biopoder prácticamente diez años antes que el Homo sacer. Me parece que desde este texto de Deleuze se desprende una interpretación completamente diferente a la que ha hecho Agamben. Quisiera detallar un poco algunas de las características de un diagrama expuestas en este texto. La fórmula abstracta del Panoptismo ya no es, pues, «ver sin ser visto», sino imponer una conducta cualquiera a una multiplicidad humana cualquiera. Sólo es necesario que la multiplicidad considerada sea reducida, incluida en un espacio restringido, y que la imposición de una conducta se realice por distribución en el espacio, ordenación y seriación en el tiempo, composición en el espacio-tiempo… siempre concierne a materias no formadas, no organizadas, y a funciones no formalizadas, no finalizadas, con ambas variables indisolublemente unidas. ¿Cómo llamar a esta nueva dimensión informal? Foucault en una ocasión le da su nombre más preciso: «diagrama» (Deleuze, 1986: 60). No se trata de un pasaje que se caracterice por su claridad. El Panoptismo es un diagrama constituido por materias y funciones. Se trata de un diagrama disciplinario, que 22

tiene una especial relación con la cárcel y más en general con los lugares de encierro. Sin embargo, las estrategias aquí descritas no pueden ser concebidas como elementos de cualquier otro diagrama. De hecho, Deleuze inscribirá una nota a pie de mucha utilidad: “Estas precisiones son tanto más necesarias cuanto que VS descubrirá otra pareja materia-función puras: en este caso, la multiplicidad es numerosa, en un espacio abierto, y la función ya no es de imponer una conducta, sino de «gestionar la vida» (Deleuze, 1986: 60, nota 17). Evidentemente se alude al diagrama biopolítico. La fórmula «gestionar la vida», además, deja pocas dudas al respecto. La materia de este diagrama ya no operaría por reducción de una multiplicidad, sino con una materia de hecho múltiple –la población-, y usaría el espacio abierto. Por otra parte, la función de imponer conductas quedaría transformada en la «gestión de la vida». Este cambio se explica porque todo diagrama es histórico2, se trata de una composición de fuerzas que se va transformando. Por ejemplo, Deleuze distingue un diagrama de fuerzas constituido por el poder soberano bajo el modelo de la lepra y el exilio: el leproso es marginado de la ciudad, expulsado extramuros, o con suerte, a una colonia de leprosos, marginados de la ciudad3. Por el contrario, el diagrama de las sociedades disciplinarias, se sitúa bajo el modelo de la peste, que no exilia, sino que encierra, controla y actúa sobre el sujeto individual. Esta diferencia entre el modelo de la lepra y de la peste, de la expulsión o del control focalizado ha sido destacada en muchos trabajos posteriores. Deleuze vuelve sobre el tema: La voluntad de saber considerará otra función que surge al mismo tiempo: gestionar y controlar la vida en una multiplicidad cualquiera, a condición de que la multiplicidad sea numerosa (población) y el espacio extenso o abierto. Ahí es donde «hacer probable» adquiere todo su sentido entre las categorías de poder y donde se introducen los métodos probabilísticos. En resumen, en las sociedades modernas las dos funciones puras serán la «anatomopolítica» y la «biopolítica», y las dos materias puras, un cuerpo cualquiera y una población cualquiera. (Deleuze, 1986: 101).

La biopolítica respondería a un diagrama distinto que el diagrama disciplinario -identificado con la anatomopolítica-, es decir, la reducción de la multiplicidad y el encierro. La biopolítica aparece aquí como expresión de un diagrama que se ejerce sobre una población y que ya no trata sobre la imposición de conductas sobre los cuerpos, sino sobre la gestión de la vida de las poblaciones. Puede afirmarse que Deleuze ve con claridad la transformación diagramática que opera la biopolítica, respecto a la anatomopolítica disciplinaria. Ahondemos un poco este asunto. Si se repasa el sentido general del diagrama en relación con el lenguaje foucaulteano, tenemos que los «dispositivos» descritos por Foucault, en lenguaje deleuziano corresponden a los «agenciamientos» concretos de una máquina de poder cualquiera4. El diagrama opera con diversidad de dispositivos, y los dispositivos pueden cambiar, sin que por ello cambie ni el objeto ni el funcionamiento del diagrama. 2 “Si hay muchas funciones e incluso materias diagramáticas, es porque todo diagrama es una multiplicidad espacio-temporal. Pero también porque existen tantos diagramas como campos sociales en la historia” (Deleuze, 1986: 60). 3 “…cuando se consideran las antiguas sociedades de soberanía, se ve que no carecen de diagrama, aunque las materias y las funciones sean otras: también en ellas una fuerza se ejerce sobre otras fuerzas, pero más bien para extraer que para combinar o componer: más bien para fraccionar masas que para fragmentar el detalle; más bien para exiliar que para controlar (es el modelo de la «lepra»). Es otro diagrama, otra máquina, más próximo del teatro que de la fábrica: otras relaciones de fuerzas” (Deleuze, 1986: 61). 4 “Existe, pues, correlación, presuposición recíproca entre la causa y el efecto, entre la máquina abstracta y los agenciamientos concretos (para éstos Foucault reserva con frecuencia el nombre de «dispositivos»)” (Deleuze, 1986: 63).

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Quiero detenerme en cuatro características del diagrama que pueden ayudar a perfilar esta óptica que propongo. A) En primer lugar, un diagrama es histórico. Esto implica que admite formaciones intermedias. “Se pueden concebir diagramas intermedios como pasos de una sociedad a otra: por ejemplo, el diagrama napoleónico, en el que la función disciplinaria se conjuga con la función soberana” (Deleuze, 1986: 61). El ejemplo napoleónico es interesante, pues equivale a un antiguo régimen dentro del nuevo régimen. Las funciones al interior de un diagrama en específico se coordinan y pueden mezclarse. No se trata de elegir un diagrama disciplinario, o uno soberano, para referirse al caso de Napoleón. Por el contrario, lo específico del caso es una mezcla de funciones. Foucault había mostrado que hay un desplazamiento general del poder soberano al biopoder, y a la vez una superposición de ambos; con esta propuesta eso se profundiza aún más, pues la lógica de los diagramas intermedios no aplica sólo entre el paso de una sociedad a otra, como si fuesen unidades determinables, sino que afirma que cada diagrama es único. O dicho de otro modo, resulta inútil decir, por ejemplo, que se ha pasado de una sociedad disciplinaria a una sociedad gubernamental; aquello no es más que una comprensión general del desplazamiento de funciones, y este juicio general puede ser contraproducente si no se entiende que cada formación diagramática, en específico, tiene su propia combinatoria de funciones, y por tanto, la necesidad de singularizar el análisis. B) Cada diagrama produce un nuevo tipo de verdad: “[…] todo diagrama es intersocial, está en devenir. Nunca funciona para representar un mundo preexistente, produce un nuevo tipo de realidad, un nuevo modelo de verdad. No es ni el sujeto de la historia, ni el que está por encima de la historia” (Deleuze, 1986: 62). Esto tiene efectos importantes. En primer lugar, el diagrama no funciona como fuerza mesiánica o causa eficiente. El tipo de causalidad que opera es inmanente (Deleuze, 1986: 63). Por esta razón, el diagrama y los dispositivos se codeterminan y no se puede pensar que el diagrama exista como racionalidad previa al surgimiento de los dispositivos que lo expresan; sino que el surgimiento de ambos es codeterminante, la racionalidad que opera el dispositivo se desarrolla en la medida que surge el dispositivo, y a la vez el dispositivo mejora, se vuelve más eficiente; o, por el contrario, se transforma y muta a partir de la racionalidad que lo opera. Un diagrama está siempre en devenir, al igual que la racionalidad que le es inherente, y por tal razón un diagrama no puede trasladarse desde una época histórica a otra. El diagrama respecto a la verdad es performativo. Precisamente esto es lo que llama la atención a Foucault cuando analiza el régimen de veracidad en el neoliberalismo: no se trata sólo del encubrimiento de unas verdades, sino de la producción de un cierto tipo de verdad y de un cierto tipo de discurso utópico. C) El diagrama no es una formación invariable capaz de explicar cualquier formación social. Es decir, no es una estructura. Por lo tanto, hablar de sociedad disciplinaria o también de biopoder, es precisamente lo opuesto a considerar formas fijas de distribución de las relaciones de fuerza, capaces de explicar todos los acontecimientos de una época histórica por ejemplo, o extrapolables a cualquier sociedad. 24

El diagrama pone aquí de manifiesto su diferencia con la estructura, en la medida en que las alianzas tejen una red flexible y transversal, perpendicular a la estructura vertical, definen una práctica, un método o una estrategia, distintos de cualquier combinatoria, y forman un sistema físico inestable, en continuo desequilibrio, en lugar de un ciclo de intercambio cerrado (Deleuze, 1986: 62). La alusión tiene como objeto diferenciar el diagrama, o la explicación diagramática, de cualquier explicación sobre las estructuras de organización. El diagrama es una descripción de las funciones y materias de las relaciones de fuerza. Tales relaciones de fuerza, implican un componente de dominación, evidentemente, pero no coinciden con la concepción verticalista de la organización social. La idea de sociedad disciplinaria, ni tampoco la de biopoder, pueden ser utilizadas en términos de análisis como estructura. Por lo tanto, los desplazamientos señalados del poder pastoral, al poder soberano y luego al biopoder, son todo lo contrario a cualquier forma de ley histórica. D) Los agenciamientos, o dispositivos al interior de un diagrama, tienen cierta dureza o flexibilidad. Se trata de cierta propiedad de diferenciación, o por el contrario de similitud entre los dispositivos. Por la primera propiedad los dispositivos se diferencian unos de otros con características, procedimientos e incluso funciones propias; por el contrario, a través de la segunda propiedad, los dispositivos tienden a actuar según un objetivo o una función común. Unas veces los agenciamientos se distribuyen en segmentos duros, compactos, bien separados por tabiques, cierres herméticos, discontinuidades formales (la escuela, el ejército, el taller, eventualmente la prisión, y, nada más entrar en el ejército, nos dicen «Ya no estás en la escuela...»). Otras, por el contrario, comunican en la máquina abstracta que les confiere una micro-segmentaridad flexible y difusa, de tal forma que todos se parecen, que la prisión se extiende a través de los otros, como las variables de una misma función sin forma, de una función continua (la escuela, el cuartel, el taller ya son prisiones…) (Deleuze, 1986: 67) Este juego entre rigidez o flexibilidad permite la dinámica de los lugares de encierro, que se pase continuamente de uno a otro, pero también permite que estos dispositivos muten y que finalmente se coordinen en una lógica común. Pero también permite la evolución al interior del diagrama. Los dispositivos mutan, sus funciones se lo permiten, responden a nuevas relaciones de fuerzas e incluso a nuevas materias. Esto es lo que explica que desde el diagrama disciplinario surja una nueva relación de fuerzas y un diagrama biopolítico, y a la vez que este nuevo diagrama tenga similitudes, antecedentes e incluso que requiera de las anteriores relaciones de fuerza como un entramado que le permite funcionar. Esto permite anticipar cualquier crisis del encierro. El encierro mismo, puede dejar de ser central. Esto es lo que pasa, en efecto, en los dispositivos biopolíticos. No se trata de una crisis general de los dispositivos, sino a lo sumo del agotamiento de una de sus funciones rígidas o duras, como el encierro o particularmente la prisión, que se transforma ante las nuevas posibilidades del espacio abierto. La posibilidad de dispositivos que actúen sobre la libre circulación es una posibilidad inherente al diagrama disciplinario, está contenida en él, en sus capacidades de mutación y en sus funciones más flexibles, y al 25

mismo tiempo esta posibilidad incluye la formación de nuevas funciones e incluso de una tecnología completamente nueva de poder. Me parece que estas lecturas cruzadas sirven como punto de arranque para un análisis en diversos campos, por ejemplo, el urbanismo, la escuela, las políticas migratorias y sanitarias, entre otros. Asumiendo que el proceder metodológico principal en el análisis de estos campos es identificar las fuerzas y tecnologías que componen sus diagramas. Referencias Bibliográficas Agamben, Giorgio. 2008. El Reino y la Gloria. Valencia: Pre-textos. Agamben, Giorgio. 2010. Signatura Rerum. Barcelona: Anagrama. Castro, Edgardo. 2008. “Biopolítica: De la Soberanía al Gobierno”. En Revista Latinoamericana de Filosofía, Vol. XXXIV Nº 2, Primavera 2008. Deleuze, Gilles. 1987. Foucault. Barcelona: Paidós. Esposito, Roberto. 2010. Comunidad, Inmunidad y biopolítica. Barcelona: Herder. Foucault, Michel. 2002. Vigilar y castigar. Madrid: Siglo XXI. Salinas, Adán. 2011. “El hombre empresa como proyecto ético político”. En Hermenéutica Intercultural, Revista de Filosofía. UCSH, N° 18-19, Santiago de Chile. Salinas, Adán. 2013. “Economía política y Biopoder. Foucault en Río de Janeiro, 1973-1974”. En Fragmentos. N° 11, Sevilla.

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El Dispositivo Gubernamental, su totalización moderna y el afuera de los paganos

Gonzalo Díaz Letelier1 I Uno de los conceptos claves del pensamiento de Michel Foucault es el de «subjetivación» (subjectivation), acuñado en correspondencia con un método histórico-filosófico cuyos procedimientos básicos son la arqueología y la genealogía, en el horizonte de una triada de indicadores formales constituida por las coordenadas del «poder», el «saber» y la «moral» –unos indicadores que apuntan en cada caso al horizonte material del juego histórico de mutua efectualidad entre las instituciones y los discursos, y de las formas de vida que de tal juego resultan (Foucault, 1992). Se trata de una genealogía de la forma-sujeto al hilo de una arqueología del juego saber-poder en Occidente, correspondiendo la formasujeto a la forma de vida que en cada caso constituye una determinada moral. En Nietzsche la «genealogía» consistía en la exposición de la génesis –es decir, del nacimiento en el tiempo o gestación histórica– de las cosas humanas a través de la dinámica de las relaciones de poder y significación: la genealogía se hace acerca de cosas que tendemos a percibir ahistóricamente, naturalizadas, eternas. Mostrar el nacimiento de las cosas es mostrar que no siempre fueron así, que fueron de otro modo y que pueden ser de otro modo. En la deriva nietzscheana de Foucault, la genealogía opera como un método histórico de exposición de las formaciones de los sujetos y de las cosas en el plexo de las relaciones dinámicas de poder y significación a través de la historia, en virtud de una puesta en juego esencialmente estratégica de los discursos y las instituciones: constitución de sujetos en el plano moral y constitución de objetos en el plano del saber –objetos entre los cuales se cuenta la propia forma-sujeto de acuerdo a una sanción normalizadora, a la sanción objetivante de un «alma» que en cada caso constituye «la prisión del cuerpo» (Foucault, 2004: 36). La «arqueología», método ensamblado a la genealogía, consiste precisamente en la exposición del nexo saber-poder que sostiene en su vigencia, allí donde es aceptada como vigente, una forma de vida y su gramática de las relaciones sociales, con sus discursos, instituciones y subjetividades correspondientes. Es decir, se trata de hacer visibles las estructuras sociales discursivo-institucionales que capturan a los vivientes encarnándose en ellos: los vivientes le dan así vida psíquica a las estructuras sociales del poder y de la verdad en su mutua efectualidad –esto es lo que se llama aquí un “proceso de subjetivación” en función de los dispositivos. En suma, tenemos en la genealogía el aspecto diacrónico del método, propiamente histórico, y junto con ello tenemos en la arqueología el aspecto sincrónico del método, como visibilización del juego entre lo discursivo y lo extradiscursivo que, en su articulación, constituyen en cada caso los dispositivos subjetivantes en vigor. 1 Gonzalo Díaz Letelier es académico de filosofía en la Universidad de Santiago.

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El rendimiento de esto es una restitución arqueológico-genealógica de la escena material de la historia, de esa escena cuya materialidad se halla reprimida por las prácticas enunciativas que se mantienen en planos como los del discurso soberanista de la moderna filosofía contractualista del derecho o la historiografía de los vencedores (Foucault, 2000: 67). Tal restitución implica a su vez la impugnación de la referencia metafísica a un «sujeto trascendental» –tal como ocurría esta referencia, por ejemplo, en los discursos filosóficos de Descartes, Kant o, en cierto sentido, en la fenomenología. En este sentido se trata de una impugnación del recurso metafísico a la sedimentación antropológica occidental de un hombre-sujeto abstraído del campo de los acontecimientos históricos y sociales, esto es: el recurso teórico a una subjetividad comprendida como substancia o cosa, como algo dado a priori en su plenitud cósica y «natural», antes de su puesta en juego en el mundo y reprimiendo la visibilidad de tal puesta en juego como condición de la propia existencia en la definición de su norma antropológica. Esta restitución de la escena material de la historia y la impugnación de la ficciónsujeto trascendental conlleva en Foucault un vuelco en la interpretación de los conceptos de subjetividad y poder, al hilo de una puesta entre paréntesis del «privilegio teórico» que la filosofía política había conferido desde hace siglos al «modelo de análisis soberano-jurídico» por sobre el análisis de los fenómenos relativos a la producción de subjetividad inherentes a la «lógica gubernamental».2 Pues lo que ha sido descuidado por la filosofía política «clásica» ha sido precisamente el conjunto de las tecnologías de producción de subjetividad, en favor de un enfoque del poder soberano y su articulación jurídica del «cuerpo social» en el horizonte de un discurso mítico, con su reverso represivo y mortífero cuando se trata de su operación efectiva. Si la lógica del poder soberano se expresa en la fórmula «hacer morir o dejar vivir», la del poder gubernamental se declara en esta otra: «hacer vivir y dejar morir». Hacer vivir en un determinado sentido, es decir: definir y promover una forma de vida respecto de la cual toda alteridad es o vida residual o vida que se escapa. En todo caso vida «abandonada». Se trata de pensar el doble vínculo de la vida con el poder en Occidente, atendiendo a su moderna articulación en un «ensamble biopolítico» que implica, por una parte, la relación soberanía/obediencia en función de un «poder centralizado» en el sujeto soberano y de los estados de dominación que éste pone en obra en virtud de una territorialización jurídica, y, por otra parte –y esto es lo que le interesa enfocar a Foucault–, la relación gubernamentalidad/sujeción en función de un poder descentrado y circulante, diseminado a ras del cuerpo social a través de prácticas cotidianas y espacios formativos de asimetría institucionales (Foucault, 2005: 112). En este horizonte, ya no se cuenta en el ejercicio teorético con un sujeto substancial, ya sea soberano u oprimido heterónomamente, sino que lo que aparece ante el lente micrométrico de la teoría es el «proceso de subjetivación», evento performático que tiene el carácter de un quiasma, de una efectualidad resultante en el seno de un plexo de relaciones de poder y significación en las que se halla la vida envuelta. Ahora bien, la trayectoria de los focos en la investigación de Foucault muestra un desplazamiento teórico que va desde el estudio de las «epistemes», y más tarde de los «dispositivos», hacia la cuestión de las «prácticas de sí mismo», lo que conlleva un tránsito desde las formas de constitución de la subjetividad por «sujeción» hacia aquellas en que se pone 2 Foucault, «El sujeto y el poder», traducción inédita del francés al español por Santiago Carassale y Angélica Vitale.

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en juego la libertad de una estética de la existencia o «arte de vivir». Foucault opera, pues, en el seno de su concepto de «subjetivación», una distinción entre aquella subjetividad que resulta de la vida capturada por la variedad de tecnologías puestas en juego en los dispositivos soberano-gubernamentales y aquella que es fruto inventivo y aventurado de una estética de la existencia, esto es, de una existencia que se escapa en virtud de la potencia de una imaginación desprendida y disidente, que se resiste a ser organizada o funcionalizada por el dispositivo por el que se halla condicionada en principio –en principio en el sentido de un «a priori fáctico», histórico y contingente. Instituyente, la vida se da sus formas –y así “termina” poniendo en la clausura de una obra su potencia–; pero también puede escapar de ellas –y así desobra y libera su potencia, radicalmente impropia, es decir: asubjetiva, lúdica y común, destituyente. No obstante, si consideramos específicamente el fenómeno de la «sujeción» (assujetissement), la potencia de una imaginación organizada y funcionalizada por el dispositivo es la que se define, en cada caso, por la captura del viviente en una interioridad subjetiva que lo somete, pero que lo somete sólo en la medida en que él se acoge a ella y deviene así sujeto. Hay, pues, sujeción por «reproducción» –o familiar o estratégica– de la facticidad en que habitamos, y junto con ello la hay también por «acción formativa» en los espacios asimétricos de las instituciones disciplinarias que condicionan la trayectoria de nuestro deseo y las habitualidades que definen la orientación efectiva del cuerpo y sus usos, de su imaginación y sus comportamientos declarativos. Además, hay efectos de sujeción al ser vencidos en la lucha político-económica y sobrevivir en un estado de dominación, es decir, en el seno de un dispositivo cuya apertura y cerradura de posibilidades vitales no hemos elegido y que llega a determinar fácticamente, sin embargo, nuestra potencia actual (Butler, 2001: 12) –la «relación de poder» implica una dinámica de apertura multilateral de posibilidades, ya sea en juego o en conflicto, y, cuando esta dinámica se resuelve en un determinado sentido y así se estabiliza, deviene «estado de dominación», en la apertura unilateral de posibilidades cuya interiorización deviene subjetividad compartida en un modo específico de sujeción.3 Si consideramos ahora lo que Foucault denomina el «arte de vivir», hemos de observar que, como antes señalábamos, la captura de la vida por el dispositivo no es nunca exhaustiva, pues la vida también se escapa, más allá de todo determinismo o reproducción mimética o estratégica de subjetividades instaladas y en vigor. Esto Foucault lo muestra sobre todo al hilo de su tardío trabajo en torno a la historia de la sexualidad, mostrando el límite de nuestra experiencia presente y así desnaturalizándola, mediante el contraste genealógico entre la extrañeza de la experiencia de la «sexualidad» pagana y la familiaridad de la experiencia cristia3 Respecto de esta noción de «dominación», hay un texto donde la distinción indicada entre relaciones de poder y estados de dominación es explícita –más que en otros pasajes, por ejemplo de la historia de la sexualidad, donde Foucault se limita a no negar la existencia de la dominación y decir que se trata sólo de un fenómeno “terminal” (Foucault, Historia de la sexualidad, volumen 1: 112 y ss.). El texto al que nos referimos se trata de una entrevista tardía, de 1984, donde se aprecia con nitidez que, al igual que ocurre con la cuestión del modelo soberano-jurídico de análisis del poder, no es que Foucault niegue su existencia, sino que impugna su “privilegio teórico” en el discurso de la filosofía política tradicional. Hay soberanía, hay estados de dominación. Pero la mirada hay que enfocarla en otra parte: en las relaciones de poder, en la escena material de la historia y la dinámica de sus tensiones concretas –de las cuales, como decíamos, el estado de dominación es sólo la «figura terminal». En la entrevista Foucault esboza la distinción diciendo que “las relaciones de poder son relaciones móviles, es decir, pueden modificarse, no están determinadas de una vez por todas. (…) Las relaciones de poder son por tanto móviles, reversibles, inestables. (…) No obstante hay que señalar que existen efectivamente estados de dominación”. En los estados de dominación las relaciones de poder “en lugar de ser inestables y permitir a los diferentes participantes una estrategia que las modifique, se encuentran bloqueadas y fijadas. Cuando un individuo o un grupo social consigue bloquear un campo de relaciones de poder haciendo de estas relaciones algo inmóvil y fijo, impidiendo la mínima reversibilidad de movimientos –mediante instrumentos que pueden ser tanto económicos como políticos o militares–, nos encontramos ante lo que podemos denominar un estado de dominación” (Foucault, 1984: 105).

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no-moderna de «la misma», en la que nosotros habitamos –aquí la «mismidad» del fenómeno se revela como un mero supuesto esencialista y, con ello, lo familiar se torna infamiliar. Foucault pone esto a modo de una exposición genealógica del devenir de la cuestión de los usos del cuerpo en su sentido moral y político en Occidente, al hilo de la relación de pliegue entre cuerpo e «incorporales» –es decir, de prácticas articuladas por la triada saber-poder-moral–, y en esa dirección se retrotrae históricamente a describir cómo se da esto en el mundo griego antiguo en el sentido de una «moral estética», moral que se pone en juego como un arte de vivir (tevcnh, poivhsi~, bivo~) y una limitación del comportamiento por mor del «cuidado de sí» (ejpimevleia eJautou): se trataba entonces, en el contexto de las meditaciones éticas sobre el comportamiento sexual, de «inventar» una forma de vida libre pero que fuera capaz de conservar su integridad y autodominio. A eso se dedicaron las preocupadas búsquedas de una miríada de hombres y escuelas en el mundo griego precristiano. Foucault prosigue esta deriva genealógica considerando el tránsito desde tal moral creativa hacia una «moral pastoral» durante el ascenso del cristianismo medieval, poniendo de relieve una reconfiguración moral en la que el gobierno de sí de la «persona» llega a pasar por el desapego a la «vida terrenal» y el autodominio frente a la potencia tentadora de «la carne»: «obedecer» y portarse bien, según un código de comportamiento acuñado bajo el sello de la «universalidad» y establecido como base del orden jerárquico y clasificatorio de las partes orgánicas del «cuerpo social» como tal. Se trata de una obediencia administrada mediante una serie de tecnologías pastorales que se practican en el seno de la institucionalidad eclesiástica y se ordenan a la promesa de salvación del alma post-mortem, de acuerdo a la sujeción del viviente en la tierra al orden de la creación que opera como régimen ontoteológico de deuda. Finalmente, Foucault aborda una modernidad arraigada en la moral cristiana, pero que recodifica el control de la sexualidad en la clave «biopolítica de la gubernamentalidad» –en virtud de discursos de razón tecnocientífica autorizados y una multiplicidad de instituciones disciplinarias de matriz estatal, las cuales administran la salud y encauzan la utilidad de unos vivientes devenidos «sujetos autoconcientes» en el plano de la inmanencia mundana y su gramática económico-política, en el contexto general de la gestión de la «cuestión social» en cuanto aseguramiento calculado de un régimen de producción de mercancías y de sujetos útiles a la sociedad. En suma, la operación teórica de Foucault extrema así los indicios del contraste entre «la conducción pastoral y la administración biopolítica de la vida» por un lado, versus el «arte de vivir» como práctica de desprendimiento de uno mismo (desobediencia) e invención de sí mismo (disidencia). Sin embargo, su temprano encuentro con la muerte truncó sus investigaciones arqueológico-genealógicas en torno a la deriva occidental de las tecnologías de sujeción, las cuales alcanzaron a desplegarse con mayor detalle sobre la producción de subjetividad que va desde el poder pastoral de corte eclesiástico hasta el poder gubernamental de corte estatal, y sentaron las bases para explorar las tecnologías correspondientes al poder mercantil-veridictivo de corte post-estatal, esto es, en el escenario global de una política progresivamente subsumida en una economía desterritorializada del «nomos» propiamente estatal, en el sentido moderno clásico (Foucault, 2007: 43). En esta última dirección resulta interesante complementar los estudios de Foucault con planteamientos tales como los de Pier Paolo Pasolini sobre el “nuevo fascismo de la civilización del consumo” (1997), los de Gilles Deleuze sobre la “sociedad de control” (1991) y los de Guy Debord sobre la “sociedad del espectáculo” (1995). 30

II Sobre esta base es posible ganar una perspectiva de la «deriva totalitaria moderna», que en la elaboración conceptual de Foucault tiene el carácter de una «biopolítica», esto es, de una convergencia y anudamiento del «doble vínculo» entre procedimientos de totalización política y técnicas de individualización moral. Este fenómeno ha sido estudiado también por Giorgio Agamben, en términos de una confluencia entre las dos lógicas del poder occidental de las que Agamben ha hecho la genealogía teológica: la «soberanía política» y la «gubernamentalidad económica«: el «estado de excepción» sobre el «homo sacer» es el núcleo soberano-político –arcano de la máquina gubernamental moderna–, y la producción de subjetividad obediente y «glorificante del reino» es su núcleo gubernamental-económico (Agamben, 1998 y 2008). Tanto en Foucault como en Agamben la dominación, en cuanto captura de la potencia del viviente, es concebida como una puesta en obra política y económica en virtud de la violencia: ya mediante tecnologías mortíferas, ya mediante tecnologías productoras de subjetividad. A partir de una puesta en relación de los planteamiento de Arendt y de Foucault, Agamben postula un parentesco entre la biopolítica y el totalitarismo, pues considera que hay un común denominador arcano entre la democracia liberal y el totalitarismo: ambos ejercen el «poder soberano» sobre la «nuda vida». Si en la perspectiva nominalista de Foucault el término «historia» no es sino el nombre para indicar formalmente un despliegue multiforme de relaciones de poder primarias respecto de las relaciones de significación, la historia es ante todo una «historia del poder», es decir: la historia de la diseminación y refinamiento de las técnicas de dominación en Occidente, en la que se van superponiendo estratos de tecnología que van desde la violencia más arcaica hasta los más sofisticados dispositivos. Es precisamente aquí donde hallamos un punto de contacto entre el pensamiento del «dispositif» en Foucault y el pensamiento de la «Gestell» en Heidegger: por su condición estructural, la «ratio» occidental alberga en su seno una íntima tendencia a la dominación total de lo ente (Heidegger, 1967 y 1996). Es en ese sentido que Foucault, en tensión crítica con la moderna hipótesis hobbesiana, señala lo siguiente: La humanidad no progresa gradualmente de combate en combate hasta que llega a la reciprocidad universal, donde el imperio de la ley finalmente reemplaza a la guerra; la humanidad instala cada una de sus violencias en un sistema de reglas y así procede de dominación en dominación. (Foucault, 1977: 151)

En orden a una consideración específica de lo que aquí denominamos la «deriva totalitaria moderna», observemos que Foucault pone entre paréntesis el eje del poder soberano-jurídico y enfoca específicamente el lente de su mirada analítica en el eje del poder productivo de subjetividad. Un momento clave en su perspectiva genealógica es, desde el siglo XVI hasta su eclosión en los siglos XVIII y XIX, en Europa, el gran proceso de metamorfosis que acontece en la lógica de este poder, desde su modalización medieval como «poder pastoral» hacia su modalización secularizada como moderno «poder normalizador». Se trata de un tránsito progresivo desde la lógica de la conducción religiosa del “rebaño” hacia la superposición expansiva de una lógica de disposición sobre la vida como organización racional de la «población». La biopolítica funcionó así, desde este período, como «un 31

elemento indispensable en el desarrollo del capitalismo», porque puso en obra «un ajuste de los fenómenos de población a los procesos económicos». La biopolítica fue así la articulación estratégica entre el poder político territorializado de los Estados soberanos y el poder económico desterritorializado del capitalismo mundial –he ahí que «el nacimiento de la biopolítica», según Foucault, coincide con la génesis de la «gubernamentalidad liberal». En cualquier caso, lo que se pone en juego es una modalización de la misma lógica del poder de captura, incorporación y conducción de los hombres, pues si bien este proceso de mutación conlleva un relevo de la institución eclesiástica por una multiplicidad de instituciones de matriz estatal, la función productiva de subjetividad se conserva. Foucault lo pone así: Aquello que durante siglos se llamó en la iglesia griega «tevcnh tecnw`n» y en la iglesia romana latina «ars artium», era precisamente la dirección de conciencia; era el arte de gobernar a los hombres. Por supuesto que este arte de gobernar permaneció mucho tiempo ligado a prácticas relativamente limitadas, incluso en la sociedad medieval, ligado a la existencia conventual, ligado a y practicado sobre todo en grupos espirituales relativamente restringidos. Pero creo que, a partir del siglo XV y antes de la Reforma, se puede decir que ha habido una verdadera explosión del arte de gobernar a los hombres; explosión que puede entenderse en dos sentidos. Primero, como un alejamiento de su original núcleo religioso; digamos, como laicización, expansión hacia la sociedad civil de este tema del arte de gobernar a los hombres y de los métodos para hacerlo. Segundo, como una diseminación de este arte de gobernar en dominios variados tales como gobernar a los niños, a los pobres y a los mendigos, una familia, una casa, a los ejércitos, a las ciudades, a los Estados, al propio cuerpo, al propio espíritu. (Foucault, 1995: 35)

Así, lo que caracteriza a este momento histórico del devenir de la lógica del poder productivo de subjetividad es la potenciación incondicionada de su carácter expansivo y multiplicativo, en rigor «totalizante»: la «gubernamentalización» (gouvernamentalisation) diseminada a ras del «cuerpo social», con sus tecnologías de gobierno de los hombres llegando a todos los rincones, a lo largo y ancho de los territorios de los Estados modernos, más allá de los límites restringidos del alcance del dispositivo eclesiástico que articulaba la unidad de la cristiandad medieval. Es en este punto donde resulta interesante remitirnos al vínculo que ha señalado Rodrigo Karmy entre los conceptos biopolíticos de «gubernamentalidad» y «civilización» (Karmy, 2011-2012: 147-188) –en conexión con la idea de Foucault de «emplazamiento» como normalización y aseguramiento de la espacialidad, en la que nuevamente resuena la «Gestell» de Heidegger. Al hilo de una genealogía de la razón civilizatoria moderna, Karmy señala la coincidencia en la eclosión, durante el siglo XVIII, de lo que Foucault llama arte liberal de gobernar o «gubernamentalidad» (gouvernamentalité), y del concepto ilustrado de «civilización» (civilisation), rastreable este último al menos a partir de las obras de Mirabeau y Condorcet. En el siglo XVIII europeo, el común denominador de ambos conceptos es su raíz inmediata en lo que entonces se llamaba «police», es decir: el esfuerzo sistemático por hacer que los individuos “observen espontáneamente” las normas de la sociedad. Producción de subjetividad como interiorización de la obediencia. A partir de la medida dada por la lógica soberana de la partición amigo/enemigo, la «lógica gubernamental» inscribe a los hombres en la gramática económica de la ciudad moderna a través de una serie de tecnologías que constituyen la «sociedad disciplinaria», mediante la docilización de los cuerpos y la ortopedia moral. La «lógica civilizacional», por su parte, pone en juego la misma 32

lógica soberana de la partición amigo/enemigo, pero traducida a la partición civilizado/ bárbaro en virtud de la cual se autoafirma la «civilización occidental», con todos sus rendimientos en términos de discriminación (barbarización de los inmigrantes) y colonialismo (barbarización de los pueblos no occidentales). En virtud del imaginario «humanista» que establece la cesura entre hombre y animal, el imaginario jerárquico-clasificatorio del «bárbaro» implica la proyección de un «otro» inferior y educable, explotable, o en último término simplemente sacrificable. Karmy observa que el surgimiento de la sociedad disciplinaria advertido por Foucault coincide con la puesta en juego de la agencia civilizacional –de un Occidente cuya articulación metafísico-imaginal es onto-teo-antropológica, agregaríamos nosotros. De tal modo que la «deriva totalitaria moderna», a modo de imperialismo occidental, se expresa en la multiplicación intensiva de sus tecnologías (como «urbanización» metropolitana de las formas de vida), pero también como un dispositivo invasivo en expansiva (una economía desterritorializada, una forma de vida que se intenta imprimir a otros vivientes) al hilo del mito de su propia «filosofía de la historia» (una historia de la humanidad interpretada como historia del «conflicto entre civilización y barbarie», es decir, entre el perfeccionamiento humano y la resistencia a tal teleología). III Más allá de todo determinismo o reproducción mimética de subjetividades instaladas, la captura de la vida por los dispositivos no es nunca exhaustiva, pues la vida también se escapa en el interior del dominio del mismo dispositivo ya territorializado o le es extraña más allá de sus fronteras territoriales vigentes. Aquí es donde aparece, a la luz de las actuales configuraciones geopolíticas del poder económico-político, la exigencia de una distinción entre la gubernamentalidad metropolitana y la gubernamentalidad neocolonial, y con ello la urgencia por romper los cercos disciplinarios que se han institucionalizado en el seno del dispositivo universitario entre las perspectivas biopolíticas, por una parte, y los estudios coloniales y post-coloniales por otra. En cualquier caso, lo que queda por seguir pensando es «la tensión infinita entre la totalización moderna de los dispositivos gubernamentales y la proliferación de la vida pagana». El término latino pāgānismus fue acuñado durante el medioevo a partir de la palabra «pāgus», que nombra lo que nosotros llamamos el campo, en el sentido de lo rural, el espacio no urbanizado en que no obstante se despliega la vida. El término «pāgus» se usaba para referir a aquellos lugares a los que no llegaban –aún– las instituciones productoras y vigilantes de la subjetividad cristiana. Más allá de la vida conventual o de las comunidades que se agrupaban en torno a las capillas de las ciudades y pueblos, más allá de ello se abría el ámbito del paganismo, el afuera de los paganos: vida no convertida, vida salvaje. Algunos sentidos a los que podríamos aproximar la expresión «el afuera de los paganos», para indicar hacia la proliferación pagana de la vida en medio de los dispositivos contemporáneos, podrían ser, por ejemplo, aquellos como el de la noción de un «arte de vivir» en Foucault, con su carga de ingobernabilidad reflexiva y disidencia creativa, o el sentido de la idea de «línea de fuga» que aparece en Deleuze y Guattari (2012). 33

Quizás una experiencia radicalmente pagana no pueda sino constituirse como «revocación de la gloria del reino»: la experiencia del «afuera» como la potencia de una cierta «vida ateológica y anárquica» que ponga en cuestión la ontoteología de la metafísica que articula el proyecto civilizatorio occidental, vida ateológica y anárquica que, como tal, reivindique la potencia de otra relación entre vida y forma, una relación que implique una «circulación sin acumulación soberano-equivalencial» de la vida y sus producciones – contra las formas occidentales hegemónicas de circulación con patrón de acumulación en las esferas política, económica, estética, semántica, o en último término, moral (forma de vida civilizada). Contra la acumulación de poder en la esfera político-representacional, radicalización de la democracia. Contra la acumulación económico-capitalista, contención de las fuerzas de apropiación privada. Contra la acumulación espectacular de la estética policial, la potencia de la imaginación. Contra la acumulación semántica de los discursos hegemónicos y autorizados, la puesta en cuestión de los significados y la profanación de los significantes. Contra el patrón de acumulación moral de formas de «vita bona» que operan como normas antropológicas civilizatorias, la proliferación pagana de las formas de vida. * * * El filósofo francés Georges Didi-Huberman, en su libro Supervivencia de las luciérnagas de 2009, ensaya una interesante aproximación a las cuestiones aquí tratadas, en conexión con una lectura de los planteamientos de Pier Paolo Pasolini sobre el “nuevo fascismo”. En febrero de 1975, el poeta-cineasta publicó en la prensa italiana una carta, conocida como el artículo sobre “la desaparición de las luciérnagas” (la disparition des lucioles), en que se lamentaba con tal imagen de la desaparición en Italia de los hombres que se resistían a ser domesticados por la civilización del consumo. La imagen, según explica Didi-Huberman (2012: 7), está tomada de Dante de Alighieri (Divina comedia, Infierno, XXVI): arriba está el Paraíso, el cielo con su gran «luz» (lume, luce), luz celestial que define el cosmos con su gloria escatológica; abajo está el Infierno con sus pequeñas y errantes «lucecitas» (lucciole), constelación de pequeñas llamas que son las almas errantes, luciferinas, expulsadas del cosmos, ardiendo en su propio fulgor doloroso, en un castigo sin fin, pues «cada llama envuelve a un pecador» (ogni fiamma un peccatore invola). En el octavo círculo del infierno Dante sitúa el lugar donde vagan como luciérnagas los «consejeros pérfidos» condenados como tales –por ejemplo, los acaudalados nobles de Florencia que fundían el arte de gobernar con los negocios: el negocio de la política, la política del dinero. DidiHuberman muestra que Pasolini alude a esta imagen de Dante, pero en alegoría de una actualidad que expone una inversión completa de las relaciones entre «luce» y «lucciole»: en nuestros días son los «consejeros pérfidos» –políticos y empresarios– los que están en el cielo, en la gloria del reino, en la sobreexposición de la gran luz mediática y televisual, mientras que los hombres del pueblo sin ese poder económico-político, errantes en la oscuridad como luciérnagas, buscan como pueden su libertad de movimiento: huyendo de los proyectores del reinado hacia la noche, emitiendo y compartiendo entre ellos sus propios resplandores. En este cuadro los políticos y empresarios se agitan triunfales en un infierno económico muy bien iluminado –en un espejismo que forma sistema con la gloria del reino–, mientras las luciérnagas del pueblo, expulsadas de ese cosmos espectacular, 34

persisten en su resistencia activa (los rebeldes) o pasiva (los excluidos). Se trata, pues, de un universo dantesco de algún modo invertido. Las luciérnagas (lucioles), en el léxico de Pasolini, nombran la vida como instancia e intersticio de transgresión revolucionaria: nostalgia de la inocente infancia (dell’innocente infanzia), hombres y mujeres que «parecen haber vuelto a ser niños inocentes» (come quando sembrano ridiventati fanciulli innocenti). Didi-Huberman: Lo esencial sigue siendo esa alegría inocente y poderosa que aparece como una alternativa a los tiempos demasiado oscuros o demasiado iluminados del fascismo triunfante. / […] El arte y la poesía valen también por semejantes resplandores a la vez eróticos, alegres e inventivos. / […] La carta de Pasolini finaliza y culmina con el contraste violento entre esta excepción de la alegría inocente, que recibe o irradia la luz del deseo, y la regla de una realidad hecha culpabilidad, mundo de terror […]. Toda la obra literaria, cinematográfica e incluso política de Pasolini parece atravesada por semejantes momentos de excepción en los que los seres humanos se vuelven luciérnagas –seres luminiscentes, danzantes, erráticos, inaprensibles y, como tales, resistentes […]. / La danza de las luciérnagas, ese momento de gracia que resiste al mundo del terror, es la cosa más frágil y fugaz. (2012: 14 - 18)

Pero en la carta de 1975 Pasolini habla de «la disparition des lucioles». Como dice Didi-Huberman, “la luciérnaga está muerta, ha perdido sus gestos y su luz en la historia política de nuestra oscura contemporaneidad que condena a muerte a su inocente”. Pasolini refiere con esto a una catástrofe que coincide con el tránsito de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control: se trata de un proceso de «aculturación» (acculturazione) que no es sino el anverso fenoménico de la recepción sin crítica del «modelo» neoliberal par parte de los padres y los hijos italianos. Este proceso se ha cumplido «sin verdugos ni ejecuciones masivas», y ha consistido más bien en la «asimilación al modo y la cualidad de vida de la burguesía». Pero el tono de las últimas declaraciones de Pasolini en los años setenta es confrontado por Didi-Huberman, cuya tesis interpretativa sobre el tópico de la desaparición de las luciérnagas destaca la persistencia de una negatividad inmanente, intersticial, que habla de la «supervivencia de las luciérnagas». Didi-Huberman: ¿Ve entonces Pasolini su entorno contemporáneo como una noche que habría definitivamente devorado, sometido o reducido las diferencias que forman, en la oscuridad, las sacudidas luminosas de las luciérnagas en busca de amor? Creo que esta última imagen no es la buena todavía. En efecto, no es en la noche donde las luciérnagas han desaparecido. En lo más profundo de la noche, somos capaces de captar el menor resplandor, y es la expiración misma de la luz la que nos resulta todavía visible en su estela, por tenue que sea. No, las luciérnagas han desaparecido en la cegadora claridad de los “feroces reflectores”: reflectores de los miradores y torres de observación, de los shows políticos, de los estadios de fútbol, de los platós de televisión. […] / ¿Está el mundo tan totalmente sometido como han soñado –como proyectan, programan y quieren imponernos– nuestros actuales “consejeros pérfidos”? Postularlo así es, justamente, dar crédito a lo que su máquina quiere hacernos creer. Es no ver más que la noche negra o la luz cegadora de los reflectores. Es actuar como vencidos: es estar convencidos de que la máquina hace su trabajo sin descanso ni resistencia. Es no ver más que el todo. Y es, por tanto, no ver el espacio –aunque sea intersticial, intermitente, nómada, improbablemente situado– de las aberturas, de las posibilidades, de los resplandores, de los pese a todo. (2012: 22-31)

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Posibilidad de un nosotros Claudio Pereira1 I Quisiera comenzar con una breve reseña sobre el interés de Foucault por la pregunta por la Ilustración en Kant. Este interés no radica en un mero rescate de la figura de un hombre o una tradición. Lo que intenta traer de vuelta es el problema del acontecimiento. Más allá de la enorme cantidad de textos del filósofo alemán, lo que a Foucault le parece importante es la pregunta sobre la Ilustración. Lo que ronda es, entre otras cosas, el tema de la actualidad, de lo contemporáneo, del presente – ¿Qué es lo que pasa hoy en día? ¿Qué es lo que pasa ahora? ¿Y qué es este “ahora” en cuyo interior nos encontramos unos y otros, y que define el momento en que escribo? (Foucault, 2003a: 54). Si para Foucault la respuesta del filósofo consistiría en mostrar de qué modo se constituye la pregunta por el presente –elemento portador y signo de un momento que concierne al pensamiento, al conocimiento y a la filosofía–, nos muestra cómo aquel que habla en tanto que pensador, en tanto sabio, filósofo o “conocedor”, forma parte de este mismo proceso y como elemento protagónico en la trama de su presente. Si la historia occidental ha sido planteada en términos de antigüedad y modernidad, la pregunta emergente que aun deambula sería la pregunta por la autoridad: ¿Qué autoridad aceptar?, ¿Qué modelo seguir? (Foucault, 2003a: 56). Según Foucault, desde la antigüedad la cultura de Occidente, pese a que ha reflexionado sobre el poder, no ha cruzado los límites de su pensamiento en relación a una concepción analítica de la estructura del gobierno de los otros. Si Foucault se sitúa en un doble vínculo con respeto a la filosofía, dentro y fuera de su discurso, es porque ésta se articula en la «historia de lo dicho», en su herencia acumulada de saberes; y por otro lado, en la posibilidad de articular un nuevo tipo de pensamiento, como diagnóstico del presente. De ser así, la filosofía encontraría en la historia un lugar propio, definiendo su sentido con vistas a reflexionar su modo de acción al interior de ese presente. Ya no se trataría de la pertenencia a una doctrina o tradición, o simplemente de la pertenencia a una humanidad global, sino a un determinado concepto de nosotros, un nosotros cuya característica principal es la pertenencia a un momento propio. Este nosotros –y ahí radica su importancia– se sitúa en relación con su pasado y su futuro, elaborando estrategias de cambio al interior de su presente. De esta forma la excavación histórica implicaría un compromiso con dicha actualidad, que posibilita una praxis futura. Este nosotros representa un conjunto cultural donde quien habla cumple una función, no sólo como filósofo, sino como sujeto de pertenencia. Entonces ser sujeto implica intervenir como elemento y actor en un proceso global, cuyo desarrollo define el campo actual de las experiencias posibles, campo en cuyo interior solamente puede situarse el hecho de ser sujeto (Foucault, 2003a: 196). Foucault, al introducir una distinción entre 1 Sociólogo por la Universidad Arcis, profesor ayudante de Teoría Social en las carreras de Sociología y Psicología en la misma universidad y en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

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el sujeto trascendental y el sujeto de la experiencia, intenta traer de vuelta la dimensión histórica, escindida en el paradigma cartesiano. La concepción del sujeto como substancia queda en suspenso, en orden a la elaboración de una concepción de sujeto que se está constantemente performando, reinscrito en el acontecer. Tenemos aquí a Foucault proponiendo la idea de un sujeto ético como ser en perpetua constitución, y con ello da un golpe teórico y magistral a la filosofía del cogito y a la distancia kantiana entre sujeto de conocimiento y sujeto ético, estableciendo una bisagra entre reflexión y crítica, dado el momento de actualidad en que cada uno se siente responsable del proceso en su conjunto. II Foucault en su labor de cartógrafo de la historia del poder, opera desde un plexo teórico que deambula desde las epistemes, los dispositivos para luego arribar a la problemática de las prácticas de sí mismo, en el entendido del tránsito histórico entre técnicas productoras de subjetividad por sujeción y aquellas formas que se le escapan –formas de subjetividad arraigadas en una estética de la existencia o arte de vivir. Tomemos como ejemplo el denominado poder pastoral, ese dispositivo de gobierno de los hombres, como punto de partida. El poder pastoral es un poder de conducción de hombres, un poder de cuidados, de direcciones, siempre benevolente. Busca en la profundidad del alma la verdad que reside, y que debe ser descifrada. Verdad sospechosa y peligrosa en su propia naturaleza. La pastoral difiere del mundo griego y romano, pues para éstos quien gobierna, gobierna una dimensión, un espacio, un lugar y sólo de manera indirecta a los hombres. Los antecedentes del poder pastoral los hallaríamos en Oriente y no en Occidente, en el Oriente pre-cristiano y luego en el cristianismo primitivo. Si el pastor hebreo era extra-mundano y, a excepción de Moisés y algunos profetas, el único pastor en relación con los hombres es dios, a diferencia de los dioses griegos que son divinidades territorializadas y situadas, es decir, que tienen su lugar sea en ciudades o templos, el dios hebreo es un dios en movimiento, un dios que camina y se desplaza; un dios vagabundo y errante. Foucault: “en contraste con el poder que se ejerce sobre la unidad de un territorio, el poder pastoral se ejerce sobre una multiplicidad en movimiento” (2004: 155). Si afirmamos que el poder pastoral ante todo es un poder de benevolencia, decimos a su vez que no tiene otra razón de ser que hacer el bien, pues con ello busca la salvación del rebaño; es así un poder de dirección, de dirección hacia una meta. Este carácter teleológico lo impregna no sólo de las características de un transcendentalismo inédito en la historia de los pueblos, sino también de un halo de profunda intolerancia hacia lo que se le escapa, ya sea desde su interior, ya sea en su exterior; sea esto carne, sea esto lo otro. Carl Jung escribió: Satanás viene del latín, y éste a su vez del arameo (‫אנטש‬,shatán), algo así como adversario, enemigo, acusador. Probablemente el nombre provenga de la traducción griega del término bíblico hebreo ha-shatán, entidad mencionada como un espía errante de Dios sobre la tierra. La raíz shtn significa ‘impedir’, ‘hostigar’, ‘oponerse’, y el sentido primario de shatán es simplemente ‘enemigo’, ‘adversario’ (1 Samuel 29: 4),(1 Reyes 11: 14 y 25). Si partimos del significado básico del vocablo auxiliar satám y satána árabe como paralelo, se puede concluir que el verbo satán en un

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sentido arcaico, significaba de alguna manera una persecución en forma de impedir la marcha hacia adelante, o sea, estorbar, oponer, impedir una intención. (Jung, 1962: 16)

Antes señalábamos que la idea de poder pastoral era completamente ajena al pensamiento greco-romano y que fue introducido en Occidente por la vía de la iglesia cristiana. Para Foucault, hubo mecanismos precisos e instituciones definidas de carácter autónomo y fue en el propio imperio romano donde estos dispositivos se organizaron, cobrando su carácter estatutario. Foucault dice: “un poder, a mi entender, que ninguna otra civilización había conocido” (2004: 159). Tenemos una distancia importante respecto del mundo griego, pues este tipo de poder es algo que un griego nunca habría estado dispuesto a admitir, es decir, esto de considerarse “una oveja entre ovejas”. Milenios de petición de salvación a un pastor que se inmolaba por la oveja, que la protegía y conocía lo que es mejor para cada cual y para todos. “La iglesia y la pastoral cristiana han dado al principio de una moral cuyos preceptos eran constrictivos de alcance universal” (Foucault, 2003b: 23), escribe Foucault. A partir de ahí presenciamos la formación de una estructura que ha perdurado hasta el día de hoy –un modelo que implica a la política como un asunto de rebaños. En ese sentido presenciamos la deriva constitutiva de un tipo de subjetividad de la que ha sido difícil soslayarse, pero a su vez tenemos la constitución de un sujeto que lee, escucha y escribe, un sujeto de interioridades, capaz y portador de verdad. Desde Descartes, señalaba Foucault, la filosofía elabora la forma de un sujeto que es capaz de verdad, donde su accionar de rectitud es sólo accesorio y que a diferencia del mundo griego donde el acceso a la verdad dependía de un trastocamiento ético, de una transformación de su ser, el sujeto moderno podría cambiar su manera de conducirse en la medida en que la verdad lo ilumina desde siempre; “un sujeto que es portador de verdad al margen de sus actos”. Un sujeto escindido del entorno, portador de un saber que lo antecede. III Si ya insinuamos que la revisión de la historia implicaría un compromiso con la actualidad como posibilidad de praxis, el relato historiográfico que propuso Foucault no sería la pregunta por el sentido, pues no existiría una verdad última de las cosas, sino más bien la pregunta se sitúa en las condiciones en que las verdades de ficción operan al interior de la historia. La sola posibilidad de subvertir el horizonte de las ficciones históricas sería equivalente a una modificación en nosotros mismos, es decir, uno de los campos de batalla estaría situado en el ethos. Entonces la respuesta a la violencia invisible del poder apuntaría a la labor crítica que involucra a la actitud filosófica, que Foucault encuentra en Kant y su pregunta por la Ilustración. Según Deleuze, no obstante esta búsqueda de las condiciones constituya una especie de neokantismo de Foucault, las diferencias esenciales entre ellos serían que las condiciones son de la experiencia real y no las de toda experiencia posible, es decir, las condiciones que están del lado de la formación histórica y no del lado del sujeto universal. A partir de este nosotros, comienza a constituirse un discurso que ya no es la alabanza al soberano o del historiador al gobernante, sino el discurso que trata de validar un trasfondo de inequidad histórica. Y es en ese discurso en que aparece un nuevo sujeto histórico, un nuevo sujeto hablante que va a tomar la palabra para contar la historia de los otros por 39

un lado y otro que va a decir «yo y nosotros» cuando relate la historia, reorientando así su propio pasado; “los acontecimientos, los derechos, las injusticias, las derrotas y las victorias, en torno de sí mismo y su propio destino” (Foucault, 2000: 129), una relación con el objeto mismo de la historia, dice Foucault, que permitirá definir en relación consigo mismo los derechos, las instituciones, la monarquía y la tierra misma. Este nuevo relato buscaba develar el poder que detentaban las monarquías, la jurisprudencia y las clases sociales, y cómo esto se debía o al azar o a la injusticia de las batallas, a la invasión, a la rapiña y a la conquista: El papel de la historia, por tanto, será mostrar que las leyes engañan, que los reyes se enmascaran, que el poder genera una ilusión y que los historiadores mienten. No será, entonces, una historia de la continuidad, sino una historia del desciframiento, del develamiento del secreto, de la inversión de la artimaña, de la reapropiación de un saber tergiversado o enterrado. Será el desciframiento de una verdad sellada. (Foucault, 2000: 73).

Se trata de un desciframiento de la ley como composición formal de ilegalismos, decía Deleuze. Tenemos por tanto, un discurso histórico de tipo romano basado en la soberanía que justifica el poder y su linaje, fundando un orden (que sería constitutivo de un tipo de discurso histórico y de una filosofía política) y, por otro lado en cambio, estamos en presencia de un discurso que Foucault califica de tipo mesiánico o bíblico, que desgarra lo social, que nos habla de la urgencia de un derecho justo y de un cuestionamiento a las leyes, a la soberanía o al gobierno. IV Cuando Foucault propone una experiencia del afuera se refiere a un elemento que por la multiplicidad de sus formas, sería posible que fuese de otra manera- como sujeto forma y no sustancia, la vida como una actividad y devenir. Foucault: “Lo más característico de la subjetividad es su manera de dejar de ser la misma” (Schmid, 2002: 63). Si existe la posibilidad de una estética de la existencia como construcción de una forma alternativa, pagana o anárquica al interior del sujeto, como derecho a la diferencia, cabría también para nuevas interpretaciones de la historia, pues la sola posibilidad de subvertir nuestros mitos históricos y ficciones estaría en equivalencia con un cambio en nosotros mismos, un nuevo ethos que establece pautas pero no reglas en un juego inédito entre individuo e historia –una historia que nos acerca y delimita, que no dice que somos sino aquello que diferimos, que no establece nuestra identidad sino que disipa en provecho de eso otro que somos (Deleuze, 1995: 154-155). Tomemos, a modo de ejemplo, el discurso de la contrahistoria en Foucault –el discurso de la desobediencia, de la revancha, el discurso disidente. Al fijar su mirada analítica en el variopinto discurso fundacional de Francia e Inglaterra, lo que se busca es poner en tensión los pilares históricos de la soberanía, que reposan en un relato de los historiadores de manera autoconstruida y que a través del mito y la jurisprudencia ocultan el revanchismo y la dominación de unos por sobre otros al interior del cuerpo social. La invasión y conquista romana y de los francos a la Galia (una colonizadora y la otra “liberadora”) y cómo éstas serían el punto de partida de la historia de Francia, la invasión normanda a los sajones como fundación de la Inglaterra actual o cómo aparece el concepto de leute (gente) 40

en los germanos del Rhin, que dadas la escasez de invasiones o dominación foránea, permitiría siglos más tarde hablar de volk (pueblo) y “pureza racial”. Este último dato es muy interesante dada una sincronía en la historia de Alemania que, a mi juicio, concluye con la caída del III Reich, pues el fundamento soberano del régimen alemán de la época descansaba en un relato mítico y a la vez biomédico. La persecución al pueblo judío, considerados como enemigos del estado, corruptos y finalmente una raza inferior, se transforma hoy en día en una gran ironía, dados los acontecimientos que están tomando lugar en el medio oriente. Por una parte, la propiedad de la tierra como relato mítico de revelación, y por otro, un discurso moderno de derecho preventivo, se conjugan para enmascarar lo que el Reich Alemán llamó explícitamente la “reubicación”, eufemismo para el genocidio sistemático con vistas a la ampliación del lebensraum (espacio vital) donde la raza superior viviría y el otro quedaría capturado sin más opciones que esclavitud o muerte. Un ejemplo contingente sería la situación que hoy ocurre en Gaza: el estado de Israel fundamenta su derecho de propiedad de la tierra con base teológica por un lado y secular por el otro; derecho divino y derecho preventivo. Es un discurso contrahistórico, pues es el discurso del perseguido por milenios, del exterminado, del refugiado, del guetto, del reubicado que merece su revancha de justicia. Por otra parte es el discurso de la democracia, de la soberanía, del derecho a existir y con ello, el derecho a protegerse. Pero la matanza no representa la forma de la gubernamentalidad, al no buscar la integración por exclusión de la población palestina, tampoco busca su disciplinamiento, sino simplemente su desaparición. Hoy por hoy en la zona podríamos aplicar macabramente las categorías que en este breve documento intentamos exponer. El discurso del estado de Israel es el discurso civilizatorio, con su tecnología de segregación, herencia del sistema colonial británico, donde el vecino representa el peligro del salvaje, pero invirtiendo la fórmula, diremos que este discurso no es el discurso del hombre de intercambio organizado, sino que como discurso de la libertad democrática, de la sociedad libre, pero que es libre al tener el poder de destruir, de expropiar, de derrotar al más débil; es el discurso libre del bárbaro, del que posee las armas y vacía territorios. Tenemos, entonces, la matriz del mito y del derecho, de la raza y de la religión, la de la seguridad y de la justa violencia, la del genocidio y la expansión. V Si tomamos la crítica al modelo de soberanía de la filosofía política, veremos a Foucault proponiendo dos discursos con sus enunciados en permanente tensión; una de tipo oficial y la otra a la que Foucault llamó la posibilidad de un historicismo político: Una decía: –“Nosotros somos los conquistadores y ustedes son los vencidos. Nosotros tal vez seamos extranjeros, pero ustedes son domésticos”. A lo cual, la otra voz respondía: –“Quizás hayamos sido conquistados, pero no permaneceremos en esa situación. Estamos en nuestra patria y ustedes saldrán de ella”. Ése es el discurso de la lucha y la guerra civil permanente que Hobbes conjuró al reubicar el contrato por detrás de cualquier guerra y cualquier conquista y salvar así la teoría del Estado (Foucault, 2000: 95) .

La teoría del estado entonces no es una teoría del acuerdo, del pacto, del covenant, sino que es más bien una teoría del miedo –de la “la voluntad de preferir la vida a la muerte: 41

esto va a fundar la soberanía, una soberanía que es tan jurídica y legítima como la constituida según el modelo de la institución y el acuerdo mutuo” (Foucault, 2000: 92). Miedo de los conquistados, pero también miedo de los conquistadores; miedo del pagano que escapa de quien lo domina, pero miedo del dominador a ese pagano que quiere justicia y su revancha. Esta contrahistoria posee un doble rostro; por una parte el discurso de tipo bíblico mesiánico de la revancha, y por otra parte el del discurso capturado por el aparato estatal, de tal modo que, según sostiene Foucault, “en el momento en que se forma una contrahistoria de tipo revolucionario, va a constituirse otra; pero que será contrahistoria en la medida en que aplastará, en una perspectiva biológico-médica, la dimensión histórica que estaba presente en ese discurso. De manera que vemos aparecer algo que va a ser justamente el racismo” (Foucault, 2000: 80). Pero no es solamente el racismo lo que aparecerá en contraposición al discurso revolucionario, sino también enunciados como higiene social, cuerpo social, patología social, idea organicista de la sociedad como un cuerpo que, junto con hallarse en un estado de sanidad, a su vez vive en permanente peligro por la patología que lo amenaza, desde adentro o en la versión de la política exterior contemporánea, desde afuera. VI Con el advenimiento de la modernidad y la racionalización del mal –uno de los enlaces entre el poder pastoral y el poder disciplinario– tomaremos en cuenta el nacimiento de los estados nacionales y el despegue del capitalismo, entendido como lógica de acumulación; de capital, territorios, tecnología, y en un término fundamental, acumulación de hombres. A raíz de esta última, se diseñó una amplia gama de categorías nosológicas cuyo objeto era asegurar el funcionamiento tanto del estado, del aparato de producción, el aparato policíaco, el seno familiar, relaciones interpersonales y de política exterior. El vínculo entre gubernamentalidad y civilización (Karmy, 2011) es la bisagra entre un ejercicio del poder en la forma de una economía y el sueño eurocentrista ilustrado de lo civilizado. Si para Foucault, gobierno designa de manera restringida un “arte de ejercer el poder en la forma de una economía” (Foucault, 2004: 436), para Deleuze, su poder más que reprimir, produce realidad y más que ocultar, produce verdad. Tenemos entonces una fábrica de sujetos que conjuga norma e interiorización de la misma en un solo movimiento. Junto con ello una extensa variedad de racionalidades y dispositivos en orden a proteger a la sociedad de patologías internas, amenazas externas y al mismo tiempo de “anomalías al interior del individuo”. Detengámonos ahora en el tema de la acumulación de hombres. En paralelo a la acumulación de capital y como necesidad de la misma encontramos cierta distribución de la fuerza de trabajo que consiste en Hacer de los individuos utilizables, maximizando las capacidades de estos, pero no para hacerlos a todos utilizables sino precisamente para no tener que hacerlo, con vistas a extender al máximo el mercado laboral a fin de asegurarse una reserva de desempleados que permita una regulación hacia abajo de los salarios. (Foucault, 2007: 94)

Por otro lado encontramos especialización en las funciones y acumulación de tiempo de trabajo. Esto no es un dato menor, si pensamos el conjunto de tácticas destinadas a 42

distribuir singularidades en un espacio determinado, permitiendo con ello acumulaciones temporales que pudieran tener un máximo de eficacia en el plano de la actividad productiva. Para Foucault lo que dio origen a las llamadas Ciencias Sociales o Ciencias del Hombre fue precisamente aquella irrupción, “la presencia o la insistencia de esos problemas tácticos planteados por la necesidad de distribuir las fuerzas de trabajo en función de las necesidades de la economía que se desarrollada por entonces” (Foucault, 2007: 95). Es en nuestro propio presente donde vemos con más intensidad como han proliferado estas tecnologías, las llamadas disciplinas humanistas. Con la coronación del discurso psiquiátrico, el desarrollo de la psicología laboral o la sociología de los servicios, encontramos relaciones estrechas entre discurso disciplinario y normalizador, junto con ello la familiarización de las anomalías en el psicoanálisis o el tránsito del confesionario medieval al diván del terapeuta. Desde las tecnologías asociadas a las formas de disciplinamiento hasta las sociedades de normalización, tenemos un tránsito epistémico en el discurso que se materializa en una política interna vigilante, una política exterior de seguridad y en la terapia psiquiátrica; inmigrantes, amenaza vecina y sujeto disfuncional. Estos enunciados, como tecnologías de sujección, a nuestro juicio, producen resultados despolitizadores muy efectivos, coartando las posibilidades del ejercicio político crítico en relación a estructuras gubernamentales, saberes, medios de comunicación y a las condiciones de explotación asalariada. El poder, escribía Deleuze, actuaría a través de la violencia o de la ideología, unas veces reprimiría, otras engañaría o haría creer, unas veces policía y otras veces propaganda (Deleuze, 1987: 54). VII Hemos intentado recorrer, a lo largo de este modesto escrito, el diagnostico histórico de una subjetividad que se afirma a sí misma en la negación de la alteridad, minimizada en su poder político, primero dirigida, disciplinada, normalizada e incorporada a los aparatos de producción, rendimientos y consumo del sistema; y por último una subjetividad que reafirma su propia verdad interior como fundamento último, entre el saber y el conocer pero desde una exterioridad de carácter cientificista. Dados estos planteamientos, sólo nos cabe avanzar en un desplazamiento a partir de una crítica al tránsito epistémico que ha constituido al hombre en el entendido de una historia interna de la verdad y con ello el derrumbe del carácter ontoteleológico y del sueño antropológico. Siguiendo a ello la puesta en reflexión de la historia externa de la verdad, develamiento de las diversas tecnologías y racionalidades de uso instrumental que operan en procesos y sistemas que no son correspondientes con una condición originaria de la subjetividad humana, sino que obedecen a aspectos históricos, políticos y sociales. Junto con ello, reconstruir a partir del ejercicio crítico, una historia alternativa y pagana, una historia que escape del relato oficial. Si Foucault articula la genealogía en la relación con uno mismo, a la vez propone la actualización de ésta en función de los problemas del presente; y si recurre a los griegos lo que busca es rescatar lo que podría fundar una ética original del presente como en la estética grecorromana, es decir una ética personal alejada de los sistemas morales y reglas de obediencia estricta característicos del mundo occidental. Esta ausencia de moral en palabras de Foucault 43

respondería y debe responder a una búsqueda de una estética de la existencia. La experiencia antigua entonces desmentiría el supuesto de que toda moral necesita una normatividad restrictiva y una prohibición de determinados actos y conductas. Tomada como punto de referencia, esta libertad de la ética antigua responde a que la experiencia moral se centra en la relación consigo y no se hallaría ligada a ningún sistema social, jurídico o institucional. Lo que Michel Foucault llamó el arte de vivir, es un modo de reinventar las formas de lucha: El problema político, ético, social y filosófico de nuestros días no consiste en tratar de liberar al individuo del Estado, y de las instituciones del Estado, sino liberarnos del Estado y del tipo de individualización vinculada con él. (Foucault, s/f: 234)

Si la consigna es un acto de coraje que los hombres se dan a sí mismos como parte de un proceso que conforman colectivamente, tal vez nos queda la elección de tomar el camino del archivero cartógrafo, pero esta vez no como ratón de biblioteca, sino como un gato que persigue la historia; como Foucault, ese cuarto maestro de la sospecha, y que como hermosamente escribió Deleuze en un libro sobre su obra, “Basta con que el odio esté lo suficientemente vivo para que de él se pueda sacar algo, una gran alegría, no ambivalente, no la alegría de odiar, sino de destruir lo que mutila la vida” (1987: 49). Referencias Bibliográficas Castro, Rodrigo. 2008. «Foucault y el cuidado de la libertad. Ética para un rostro de arena». Santiago: Editorial LOM. Deleuze, Gilles. 1995. «La vida como obra de arte», en “Conversaciones, 1972-1990”, traducción del francés al español por José Luis Pardo. Valencia: Editorial Pre-Textos. Deleuze, Gilles. 1987. «Foucault», traducción del francés al español por José Vásquez Pérez, Barcelona: Editorial Paidós. Foucault, Michel. 2007. «El poder psiquiátrico (Curso en el Collège de France, 1973-1974)», traducción del francés al español por Horacio Pons. México: Editorial F.C.E. Foucault, Michel. 2004. «Seguridad, territorio, población (Curso en el Collège de France, 19771978)», traducción del francés al español por Horacio Pons. Buenos Aires: Editorial F.C.E. Foucault, Michel. 2003a. «Sobre la Ilustración», traducción del francés al español por Javier de la Higuera, Eduardo Bello y Antonio Campillo. Madrid: Editorial Tecnos. Foucault, Michel. 2003b. «Historia de la sexualidad», volumen 2, traducción del francés al español por Martí Soler. Buenos Aires: Ediciones Siglo XXI. Foucault, Michel. 2000. «Defender la sociedad (Curso en el Collège de France, 1975-1976)», traducción del francés al español por Horacio Pons. México: Editorial F.C.E. Foucault, Michel. s/f. «El sujeto y el poder», traducción inédita del francés al español por Santiago Carassale y Angélica Vitale. Jung, Carl Gustav. 1962. «Simbología del espíritu. Estudios sobre fenomenología psíquica», traducción del alemán al español por Matilde Rodríguez Cabo. México: Editorial F.C.E. Karmy, Rodrigo. «La potencia de la Intifada. Prolegómenos para una genealogía de la razón civilizatoria», en Revista Archivos, nº 6-7 (2011-2012), Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (Santiago, Chile), pp. 147-188. Schmid, Michel. 2002. «En busca de un nuevo arte de vivir. La pregunta por el fundamento y la nueva fundamentación de la ética en Foucault», traducción del alemán al español por Germán Cano, Valencia: Editorial Pre-Textos. 44

El orden de las cosas. Gobierno y salvación de las almas en la teología de Aquino Mauricio Amar Díaz1 I Es evidente que si los estudios sobre la subjetividad han tenido tanto éxito en los últimos años, es porque en esta figura se centra gran parte de la problemática que define lo que llamamos modernidad. Para bien o para mal, la defensa del sujeto tanto como su crítica pertenecen al horizonte de lo moderno y es en torno a él que se han tendido a aferrar las teorías del cambio social de los últimos dos siglos, así como también la teoría del individuo agente que habita el libre-mercado. Al remitir al sujeto a esta traza histórica determinada por el avance de la razón frente a la religión, muchas veces olvidamos, sin embargo, que el surgimiento de la subjetividad, en los términos en que los asume la modernidad –como bien enuncia Foucault en sus cursos del Collège de France- tienen mucho más que ver con una problemática teológica que con un asunto exclusivamente político (Foucault, 2012: 40). O, mejor dicho –y esto es lo que abordaremos aquí- donde se encuentra precisamente en cuestión la separación casi natural que nuestro tiempo ha establecido entre la teología y la política, e incluso, entre la teología y la economía. Foucault se refiere específicamente al teólogo del siglo XIII Tomás de Aquino, quizás el más importante de los teóricos de la Iglesia Católica, quien asume la misión de combatir en la Universidad de París a la corriente filosófica que ha infiltrado el mundo latino desde sus fronteras con el Islam. La doctrina llamada averroísmo, que tiene en su cabeza a Ibn Rushd, conocido en Occidente como Averroes, había radicalizado la ya controvertida tesis que Aristóteles levanta en De anima respecto al intelecto agente y que fue ampliamente difundida entre los filósofos árabes por sus traducciones de Alejandro de Afrodisia y Temistio. Al comparar Aristóteles la parte sensitiva del alma con la intelectiva, plantea que ambas reciben y se ven afectadas por su objeto, pero mientras el intelecto puede conocerlo todo, la restricción que imponen los órganos del cuerpo a la parte sensitiva del alma hacen que ésta conozca sólo parcialmente (DA, III, 4, 429a15-25). Por otra parte, mientras la parte sensible se ve afectada por los estímulos que provoca su objeto, de forma que se ve privada de su capacidad frente a estímulos demasiado fuertes, la intelectiva, por el contrario, frente a los inteligibles fuertes no intelige menos, sino más (DA, III, 4, 429b5). Finalmente, Aristóteles plantea que aquello que conocen los sentidos se da de forma combinada porque los propios órganos son igualmente compuestos, mientras que el intelecto conoce las esencias de las cosas por lo que éste no debe ser compuesto (DA, III, 4, 429b10-25). Así, si bien ambos son receptivos, a diferencia de los sentidos, el intelecto no implica órganos en su receptividad. El estagirita plantea que la razón que justifica todas estas diferencias es que “la facultad sensible no se da sin el cuerpo, mientras que el intelecto es separable” (DA, III, 4, 429b5). 1 Doctor en Filosofía, Universidad de Chile

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Averroes argumentará, ampliando la mirada de Aristóteles, que así como el intelecto agente debe ser separado, también ha de serlo el intelecto posible o material, que no cumple la función de pasar al acto el pensamiento, sino que es una forma de recepción absoluta, en la que los individuos singulares depositan sus pensamientos producidos por el paso de la potencia al acto que se da en la conjunción entre el intelecto agente y la imaginación. Lo propio de los humanos, en tanto individuos, no sería la posesión de la intelección, sino mas bien la facultad imaginativa, compartida, por lo demás, con el resto de los animales (Averroes, 2004: 148). La intelección se constituye más bien en un momento de encuentro con lo común, lo inapropiable y sin embargo habitable. El humano es la especie que habita en el intelecto encontrando en él la posibilidad de pensar. El propio pensamiento se constituye así en un evento contingente, que no define la experiencia humana sino que la abre hacia la potencia infinita de la medialidad que es el intelecto material. El averroísmo reviste un serio peligro para la teología medieval por varias razones. La primera de ellas es que la teoría del intelecto separado adquiría verdadera consistencia en tanto fuese considerado eterno, dentro de un mundo increado, tal como lo había concebido Aristóteles. Para Averroes, que pertenece a una tradición en la que el Dios monoteísta ya está presente de forma ineludible, no existe un momento en el que éste haya creado el mundo, sino que mas bien el rol divino es el de sostener ontológicamente la realidad sin poder intervenir en ella (Averroes, 2006: 77-186). Dios queda reducido, de esta forma a un rey que no puede gobernar, tal como Aristóteles concebía el motor inmóvil que se ubicaba fuera del tiempo y el espacio. El propio humano, de hecho, puede devenir Dios en tanto a través del intelecto se le abre la posibilidad de alcanzar la plena felicidad (Averroes, 2004: 160) y la perfección (Gagliardi, 2002: 31). Sin creación del mundo y con la promesa de una felicidad alcanzable en la tierra y no en el más allá, el averroísmo logró introducirse en las facultades de filosofía cristianas, llegando a ser condenados aquellos que enunciaran sus principios en 1270 y 1277. Aquino se convirtió en uno de los adalides de la lucha de la teología por salvar el lugar de Dios en la creación, y para hacerlo debió integrar a Aristóteles, prohibido por siglos en el cristianismo, al propio núcleo del pensamiento teológico. Un Aristóteles que debía, sin embargo, sufrir ciertas modificaciones que no podían, además, pasar por alto la existencia del averroísmo. El problema del intelecto separado será enfrentado por Aquino bajo dos miradas plenamente articuladas. La primera guarda relación con la salvación del alma individual, en tanto si el intelecto es común y eterno ¿cómo sería posible la identificación del alma particular el día del juicio? Por cierto, aquí se produce una primera ruptura con el aristotelismo, en tanto el alma para éste último no puede existir sin el cuerpo, siendo, por ello finita. Para que exista un destino humano más allá de la vida es necesario que una parte, al menos del alma, sobreviva a la muerte y ésta es nada menos que la parte inteligible, que se aparta de toda condición sensible con la que comparte un cuerpo en la vida terrenal. Pero también se produce aquí una interpretación del propio pasaje en que Aristóteles enuncia la incorruptibilidad del intelecto agente. Aquino dirá respecto al carácter separado del intelecto que: El género diverso consiste por lo tanto en el hecho que el intelecto parece ser algo perpetuo, mientras las otras partes del alma son algo corruptible. Y porque corruptible y perpetuo no parece que puedan pertenecer a una única sustancia pareciera que sólo ésta entre las partes del alma, es decir

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el intelecto, puede ser separado, no por cierto del cuerpo como interpreta el Comentador en modo distorsionado, sino de las otras partes del alma, no pudiendo pertenecer a una única sustancia del alma (D’Aquino, 2008: 61).

El intelecto representa la parte del alma que sobrevive a la muerte, pudiendo de esa manera el hombre alcanzar la «visión de Dios», que a su vez es pura intelección. Se establece así una distinción entre intelecto y cuerpo similar a la de forma y materia, sólo que el alma intelectual, propiamente humana, no sería una forma de la materia del cuerpo sino del propio cuerpo humano. Esta transformación de la filosofía aristotélica es la que introduce una separación insalvable al interior de la especie, separación que incidirá profundamente en la filosofía moderna. El hombre tomista es un ser dividido en una parte tangible y otra inteligible de manera que la forma de este ser se encuentra ligada a la materia y al mismo tiempo separada de ella, “ciertamente en la materia de acuerdo al ser que le da al cuerpo […] pero separada de acuerdo a la facultad que es propia del hombre, esto es, por el intelecto” (D’Aquino, 2008: 85). Pero existe una segunda razón, mucho más mundana que tiene una implicancia fundamental para los estudios sobre la gubernamentalidad contemporánea. Si el intelecto es de todos y uno sólo, deberá ser, necesariamente, sólo uno también el sujeto que entiende y uno sólo el sujeto que desea, eliminando toda diferencia entre los hombres, junto con su libre voluntad individual. La voluntad para Aquino se vuelve así inseparable del pensamiento, pero en última instancia la voluntad in-corporizada individualmente se encuentra determinada por la fuerza de la Ley. Esta determinación no designa una constante prohibición, sino que hace proliferar una subjetividad creadora, capaz de forjarse por sí misma un destino, pues el hombre punible es aquel que ha optado por un camino que no depende de las generaciones que lo han antecedido, sino de la originalidad de su acción voluntaria. Para Aquino si no es el propio hombre el que lleva a cabo el pensamiento, se vuelve imposible toda ética y toda «polis», en otras palabras, toda Ley (Coccia, 2007: 336): “sustraída de hecho a los hombres –dice Aquino– la diversidad del intelecto, la única entre las partes del alma que aparece incorruptible e inmortal, se sigue que después de la muerte no resta nada del alma de los hombres sino una única sustancia intelectiva; y así se elimina la atribución de los premios y de las penas y de la diversidad que le distingue” (D’Aquino, 2008: 53). Asimismo, si el intelecto es separado, la voluntad habría de estar en él y no en el hombre, y así éste “no será dueño de sus actos, ni ninguno de sus actos sería loable o vituperable: ello significa, sin embargo, arrancar los principios de la filosofía moral” (D’Aquino, 2008: 138). La refutación a Averroes por parte del teólogo tiene el mérito –como bien dice Esposito– de concentrar en pocas palabras la entera cadena de consecuencias negativas que tendría el averroísmo para la tradición teológico-política. “No es exagerado sostener que, tomada en su sentido más radical, tal teoría rompe la relación de implicación entre ética y derecho centrado en el dispositivo de la persona”, la cuál implica no sólo la inherencia del intelecto al compuesto metafísico de alma y cuerpo, sobre el que se basa ya la tradición cristiana ya su secularización moderna, sino también aquel mecanismo de apropiación de cada uno contra sí mismo que lo hace dueño de sus propios pensamientos y de sus propios actos (Esposito, 2013: 161). 47

La Ley, entonces, se encuentra profundamente vinculada a la salvación del alma en esta vida, para prolongarla en una posterior pero, además, asegura el libre albedrío terrenal. Sólo porque se es humano y punible individualmente el humano tiene verdadera posibilidad de tomar elecciones y comportarse racional y moralmente en su camino hacia la salvación. En este sentido, la pertenencia exclusiva del pensamiento al propio sujeto –la subjetividad del pensamiento– constituye el presupuesto noético de un orden jurídico que sujeta al individuo pensante volviéndolo sujeto de ley. De este modo una cuestión técnicamente gnoseológica adquiere una inmediata relevancia política (Esposito, 2013: 164).

Lo que teme Aquino, sin duda, es la destrucción de la civilidad construida a partir del imperio de la relación entre Ley y voluntad, es decir que, de acuerdo a lo expuesto hasta aquí, si el averroísmo plantea un problema político-ético fundamental no es porque un grupo de selectos filósofos puedan a fin de cuentas conocer la verdad a lo largo de un largo proceso de aprendizaje; lo es porque el propio aprendizaje significa participar de lo común, y ello ocurre cada vez que se piensa. En otras palabras, mientras para Aquino el acto de pensamiento reafirma la existencia y solidez de un sujeto que se encamina hacia la salvación, para Averroes cada acto de pensamiento es una exteriorización del alma que pone en cuestión completamente la idea de un intelecto que se pueda poseer. La Ley, desde esta perspectiva puede ser pensada como un dispositivo de captura de la potencia, la que se lleva a cabo por medio de la supresión de aquello que es común a todos los seres humanos y la introducción de la figura de un yo punible y controlable, coincidente con un cuerpo individual. II El hombre, de cualquier manera, no puede ser comprendido en Aquino sin atender a su relación con el orden de las cosas. Una de las acepciones de la palabra «orden» en el teólogo es la de ser un principio práctico de las actividades humanas. Aquí aparece un asunto fundamental para comprender cómo la perspectiva tomista determinará profundamente la mirada sobre la acción en el Occidente moderno: las acciones humanas se conducen de acuerdo a un orden natural de las cosas, pero aquello es mucho más un asunto pertinente al derecho que a la biología, en tanto es bajo éste ordenamiento que debe gobernarse la razón y conducirse el imperio. El derecho debe adecuarse, por tanto a esta organización natural, de forma que la vida práctica sea el reflejo de ella, análogamente a la relación que sostienen las creaturas con Dios. Si el cosmos es un orden teocéntrico, en analogía, el orden entre las creaturas debe adecuarse de tal forma que en su distribución se reconozca la disposición original donde Dios es el principio ordenador. Ahora –dice Aquino en De regno– en todos los casos donde las cosas son conducidas hacia un fin es posible proceder en más de una dirección, por lo que es necesario para ellas tener algún principio guía. De forma que el debido fin pueda cumplirse adecuadamente […] Pero los hombres pueden proceder hacia tales fines de diferentes formas, como la diversidad de los esfuerzos y actividades humanas muestran. El hombre necesita, sin embargo, ser guiado hacia su fin (Aquinas, 2002: 5).

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La unidad formal, entonces, del orden teocéntrico, consiste en una disposición del hombre hacia su fin particular, lugar en el que interviene de modo decisivo la moral. Ésta –dice De Silva Tarouca- “consiste en la ejecución del orden que está en el intelecto y en la voluntad de Dios” (De Silva Tarouca, 1937: 377), siendo la moral la ejecución misma del plan divino en la forma de actividad humana. El hombre debe comportarse de acuerdo al plan divino como manera de alcanzar su propia perfectibilidad, evitando todo exceso de autonomía corporal en tanto ésta conduce a la esclavitud, es decir, el hombre ha de comportarse alejándose de todo aquello que signifique guiarse por los deseos de su cuerpo. En tanto sabiduría y bondad absoluta, Dios es modelo de organización pero no un actor permanente de esa organización. Si las cosas participan del ser de Dios en tanto creaturas, también en ellas debe existir un principio de orden propio que las relaciona. Una suerte de autonomía organizativa u orden «ad invicem» que depende ontológicamente de la divinidad (De Silva Tarouca, 1937: 355) que en su perfección debemos llamar «bonum ordinis», único fin universal –trascendente e inmanente a la vez- capaz de asegurar una ciencia y una moral objetivas, que Aquino opone a escuelas como el dualismo relativista (donde el mundo carece de sentido) o al monismo de la identidad (donde el sentido del mundo es la esencia divina). La única fórmula verdaderamente científica para conducir la vida se encuentra, de esta manera, en el orden, donde hay unidad real entre realidades diversas (De Silva Tarouca, 1937: 356). Es importante tener en cuenta que el orden divino en Aquino, es decir, la disposición de las cosas de acuerdo a la voluntad inteligente y trascendente de Dios, se articula en un complejo equilibrio entre desigualdades. En la Suma teológica (Ia: 96) Tomás objeta una idea en boga durante el medioevo respecto a la igualdad de los hombres en estado de inocencia. Recordando que Gregorio de Niza establecía que “Donde no pecamos, somos todos iguales”, Aquino responderá con su visión particular del orden, inspirada en el agustinismo: Está dicho en Romanos 13:1 que las cosas que provienen de Dios están ordenadas. Pero el orden parece consistir especialmente en disparidad; porque Agustín dice «Orden es la disposición de las cosas iguales y desiguales de tal forma de dar a cada una su propio lugar». Por lo tanto, en el estado primitivo, en el cuál todo era completamente adecuado, ha debido haber disparidad (Aquinas, 2002: 1-2).

Es necesario –continuará diciendo Tomás- que se reconozca la disparidad en la naturaleza, tal como podemos evidenciar en la distinción sexual o en las edades, así como también en la virtud y el conocimiento o en la condición corporal y de salud. La disparidad de la naturaleza no debe ser, para el teólogo, fuente de desarticulación de la vida, sino al contrario, es el elemento en el que ésta se sustenta. Lo que vemos en Aquino, entonces, es la confluencia perfecta entre un programa teológico y uno de carácter moral y político, en el que el dispositivo del sujeto funciona como organizador de la libertad humana, al tiempo que es la impresión en el cuerpo individual del orden emanado de la voluntad divina. Es importante atender a esta dialéctica particular entre libertad individual y sometimiento a la Ley divina, pues en gran medida el paradigma gubernamental de nuestra época encuentra sus cimientos en este tinglado de conceptos teológico-políticos. La idea fundamental de que gobierno divino y autogobierno cognoscitivo de la naturaleza por parte de la creatura coinciden en la libertad, será 49

expresamente evocada siglos después cuando el capitalismo reivindique la necesidad de conocer y dejar actuar la naturaleza de las cosas (Agamben, 2008: 233). Referencias Bibliográficas Abū-l-Walīd Ibn Rušd (Averroes). 2004. Sobre el intelecto. Madrid: Trotta. Agamben, G. 2008. El reino y la Gloria. Una genealogía teológica de la economía y del gobierno. Homo sacer, II, 2. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora. Aquinas, Th. 2002. Political Writings. Cambridge: Cambridge University Press. Aristóteles. 2010. Acerca del alma. Madrid: Gredos. Averroè. 2006. L’incoerenza dell’incoerenza dei filosofi. Torino: UTET. Coccia, E. 2007. Filosofía de la imaginación. Averroes y el averroísmo. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora. D’Aquino, T. 2008. Unità dell’intelletto. Contro gli averroisti. Milano: Bompiani. De Silva Tarouca, A. 1937. L’idée d’ordre dans la philosophie de Saint Thomas d’Aquin. Revue néoscolastique de philosophie, 55, 341-384. Esposito, R. 2013. Due. La machina della teologia politica e il posto del pensiero. Torino: Giulio Einaudi editore. Foucault, M. 2012. La hermenéutica del sujeto. México D. F.: FCE. Gagliardi, A. 2002. Tommaso D’aquino e Averroè. La visione di Dio. Catanzaro: Rubbettino Editore.

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Hegel y Foucault: sociedad, gobierno y estética Pablo Arias Cáceres1

¿Hegel y Foucault? ¿Por qué poner en juego a dos autores que parecen presentar su pensamiento de forma tan distinta? ¿Cuál es la producción que dará este encuentro del desencuentro? La respuesta a esta última pregunta es clara: ninguna. Esto no es más que un ejercicio sin ningún ánimo de trascendencia intelectual; o quizás con sólo un implícito objetivo que ahora explicito: la posibilidad del pensamiento efímero, la palabra sin más producción que el juego poético. Ahora bien, si no hay mayor interés en este trabajo que el ensayo en voz alta. ¿Por qué son Hegel y Foucault los nombres que aparecen y no otros? Responder a esta pregunta devela una segunda intención, ahora sí más académica: que el encuentro de estos pensadores permite pensar la historia como existencia sin recurrir a más fundamentos que ella misma. En otras palabras, el encuentro de Hegel con Foucault permite el encuentro de pensamientos diferentes que no necesitan ninguna referencia ni al mito, ni al fundamento, ni a lo originario. Como dijo el mismo autor francés inscribiendo su pensamiento en la línea crítica que se abriría con Hegel: se trata de pensar en una “ontología del presente”2 (Foucault, 1985: 207). En este momento, sin embargo, no pretendemos hacernos cargo de lo que significa una ontología del presente, sólo mencionamos este aspecto para que se lo tenga en cuenta como escenario en el que ocurren los siguientes actos. Sociedad Sin duda que la categoría de «sociedad» es complicada por la cantidad de presupuestos que mantiene. Es evidentemente que tanto Hegel como Foucault posicionan su pensamiento como experiencia de vida con la alteridad, pero ¿debemos nombrar esta vida con la alteridad como sociedad? Para Hegel y para Foucault, la sociedad no es considerada como un a priori determinado en la cual el ciudadano no tiene más posibilidad que la obediencia como forma de vida. De esta manera, tanto para el filósofo alemán como para el pensador francés la sociedad es una suerte de construcción que implica la propia forma de vida. En los escritos de Hegel se observa una constante que atraviesa toda su obra; ésta es que la forma de vida al mismo tiempo «es (está-siendo) y [es] construcción transformadora» de la vinculación social. En otras palabras, la vida es esencialmente forma de vida y ésta está siempre en referencia a una formación social. El pensamiento en Hegel ocurre en lo social porque la razón misma –según el filósofo alemán– es expresión de la realidad, la 1 Académico Universidad Nacional Andrés Bello, Chile. 2 “No se trata ya de una analítica de la verdad, sino de una ontología del presente, una ontología de nosotros mismos. Y me parece que la opción filosófica en la que nos encontramos enfrentados actualmente es la siguiente: bien optar por una filosofía crítica que aparecerá como una filosofía analítica de la verdad en general, bien optar por un pensamiento crítico que adoptará la forma de una ontología de nosotros mismos, una ontología de la actualidad; esa forma de ontología que desde Hegel hasta la escuela de Frankfurt pasando por Nietzsche y Max Weber, ha fundado una forma de reflexión en la que intento trabajar.”

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que a su vez adquiere objetividad como expresión del espíritu. De esta manera, que lo real sea racional implica que lo real está siendo transformación de lo social. La problemática de esto es que Hegel inscribe la formación social en un curso histórico racional que pretende la libertad, que es el espíritu que se sabe a sí mismo. En pocas palabras, para Hegel la sociedad no es un «en sí» determinado donde «debe» ocurrir la vida. Si ocurre tal enajenación –como en sus textos tempranos representa el caso de los judíos– ello es simplemente «una» formación de lo social, pero en ningún caso un principio originario separado de lo social porque si fuese así entonces la razón no encontraría la liberación pues siempre estaría en obediencia a ese “en sí”. Con Hegel, entonces, la sociedad es una permanente construcción de la forma social y de vida, la cual racionalmente se encontrará a sí misma como el principio de la verdad. En este encuentro, que en Hegel es un re-encuentro, se hará posible la libertad efectiva, es decir, la libertad social. En el pensamiento de Foucault presentar a «la sociedad como concepto» es reducir su problema al de la identidad. Es posible encontrar, sin embargo, que en Hegel y en Foucault ser y pensamiento (dispositivo, episteme) se encuentran en estrecha vinculación histórica, quizá la gran originalidad del pensador francés a este respecto se evidencia en la inclusión de las relaciones de poder a este análisis. En este sentido, la sociedad para Foucault no es un concepto, sino un complejo cruzamiento de prácticas de dominación y resistencia que se expresan en diversas epistemes, dispositivos, tecnologías, etc. Se puede decir que existe una coincidencia entre Hegel y Foucault a propósito de la sociedad, la cual es la no consideración de ésta como un a priori, y por lo tanto, su ontología o expresión se encuentra en su propia construcción. A pesar de esto, la distancia entre ambos pensadores es abismal3, ya que si para Hegel la razón en su movimiento dialéctico –que es la expresión real, y por lo tanto, social de la vida– será lo que nos garantice la libertad, para Foucault la razón como concepto unifica y ordena a la misma y, por lo tanto, su respeto no es más que la obediencia. De esta manera, con Foucault se pierde la ilusión hegeliana de una «seguridad» de llegar a estar en libertad, lo que hay es la posibilidad abierta de la liberación en el presente. Tanto en Hegel como en Foucault la implicancia social en sus pensamientos es de primer orden. Aunque en ambos pensadores, la forma de vida, lo racional, las racionalidades, la libertad, las liberaciones, etc., sean categorías que parecen homologarse y funcionar como organizadores de sus tesis. Las formas de relaciones que estas categorías establecen encuentran movimientos muy diferentes y a veces hasta contrarios. Piénsese que en Hegel el judaísmo es la forma de vida que escinde de la vida a lo racional dejando al pueblo de Israel reconocido sólo en su “sangre” (Hegel, 2003: 223), es decir, en su vinculación biológica. Esta situación de escisión es lo que inscribe al judaísmo bajo la obediencia de una ley que no puede conocer. En Foucault, en cambio, el problema no es con la ley, la sangre y la muerte (como sí ocurre en Hegel), sino con la norma y la vida. En otras palabras, si para Hegel se trata de que lo trascendental racional encuentre su encarnación y se convierta en espíritu libre, para Foucault una situación como esa simplemente cae en la dominación normalizadora de la vida, es decir, en el biopoder. 3 Si bien es cierto las posiciones políticas entre Hegel y Foucault se muestran muchas veces como diferentes y hasta contrarias. Pensamos que la distancia entre estas posturas es la distancia entre sus épocas, pues creemos que tanto a Hegel como a Foucault les anima una voluntad de liberación, pero lo que para Hegel es anhelo Foucault ya lo vive como fracaso, de manera que las consecuencias políticas de sus análisis tienden a explicitarse de forma contraria, aunque muchas veces compartan el mismo análisis y la misma voluntad.

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Gobierno Hegel posiciona a la eticidad como un momento superior al de la moralidad. Esta superioridad de la eticidad con respecto a la moralidad implica que se tiene un curso presupuesto de ordenamiento histórico que posibilita la jerarquización, que en este caso será –por supuesto– el dispuesto por «la» razón. Hegel piensa que la eticidad es el momento de identificación de la voluntad universal con lo particular. Ahora bien, el filósofo alemán se distancia de su concepto de moralidad porque conlleva en sí una condición de abstracción, la que supone una escisión de la libertad y el individuo (subjetividad). Una de las figuras que da origen a esta concepción de eticidad la encontramos en el cristianismo tal y como es analizado en su tiempo de juventud. La condición de positividad del cristianismo evidencia la concepción de unificación forzada entre el individuo y la libertad que tiene como consecuencia la aporía de la dominación total de su subjetividad4. Esto porque el cristiano debe no sólo seguir el mandato de una ley que le es ajena, sino que además debe «sentir» esa ley como propia. El análisis hegeliano con respecto al cristianismo encuentra más tarde otra valoración, la que en pocas palabras se puede explicar como: efectividad de la encarnación del espíritu universal. La problemática que se expone, sin embargo, sigue siendo la misma que en la eticidad, a saber, el encuentro de la voluntad universal y el particular que permita una «segunda naturaleza»5. Resulta interesante observar que Hegel en el movimiento dialéctico que pretende este encuentro hace surgir la burocracia, la policía y la seguridad como conceptos claves de la posibilidad efectiva de la eticidad, que no es otra cosa que la posibilidad efectiva de la libertad, lo que entra en completa relación con los análisis hechos en Collège de France por Foucault. La gubernamentalidad en Foucault es donde se conjugan las técnicas de dominación y las técnicas de sí en el juego de relaciones de poder de la sociedad civil y el Estado. Lo que para Hegel era la encarnación de la eticidad, es decir, la realidad efectiva de la libertad; para Foucault es a todas luces dominación. Se podría decir que el análisis político foucaulteano llega hasta la forma de análisis político que Hegel hace en su juventud. Hegel piensa que el judaísmo tiene la desgracia de vivir bajo leyes que no se dio a sí mismo, en este sentido, su forma de vida es la obediencia. El cristiano, sin embargo, no sólo tiene la desventura del judío, sino que se le demanda el sentimiento de ley, y por ello cae en una situación más estricta de obediencia. Esta obediencia implica un movimiento de demanda interior o de dominación. En otras palabras, el cristianismo «debe» no sólo el seguir la ley exterior, sino que ésta debe coincidir con la ley interior. En sentido foucaulteano esto es la gubernamentalidad. Esta demanda de una ocupación sobre lo interior no sólo aparece en los escritos de juventud de Hegel, sino que es posible argüir que la Fenomenología del espíritu6 es una ocupación de sí del espíritu. Por eso el camino del saber del espíritu va cambiando los sí mismos al mismo tiempo que modifica el mundo porque el ser y el saber se hacen coincidentes. En nuestra opinión, Foucault continúa este camino comenzado por Hegel donde lo que es coincide con lo que la episteme, el dispositivo, las practicas le permiten. En otras 4 En esta misma línea de análisis Giorgio Agamben ha encontrado el origen del dispositivo en Foucault en la positividad en Hegel. 5 Quizá se pueda pensar al espíritu hegeliano como la bios en sentido foucaulteano. 6 No hay que olvidar el primer nombre de la Fenomenología del espíritu: “ciencia de la experiencia de la conciencia.”

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palabras, no hay una ontología profunda en lo que es, sino sólo el fenómeno. Por lo tanto, el tratamiento de sí es parte de la construcción de la verdad. Estética Es quizá más que anecdótico que tanto Hegel como Foucault se hayan ocupado de la estética en su último momento de producción filosófica. Decimos esto porque lo que posiciona en ambos el estudio de la estética es la posibilidad real de la libertad. En Hegel hay que comprender a la estética como primera formación del espíritu absoluto, es decir, como primer momento donde el espíritu subjetivo y el objetivo alcanzan su liberación mutua y se reconocen como lo verdadero. Para nosotros lo importante de esto es que el arte es una figura de saber, y por lo tanto, tiene una dimensión ontológica en él, “en la cual la inmediatez natural solamente es signo de la idea” (Hegel, 1997: 582). En otras palabras, en esta forma de saber no hay una forma conceptual que se pretenda objetiva. La expresión de lo objetivo es el signo que pretende liberarse de la naturaleza. En el arte el espíritu pretende purificarse de la falta de libertad del mundo de necesidades de la naturaleza. Esto, sin embargo, no significa que la naturaleza quede por fuera del espíritu –recordemos que estamos en el saber absoluto– sino que es el espíritu el que se expresa de forma dicotómica. En clave foucaulteana se podría decir que es la biopolítica la que posiciona a la «zoe» como centro natural de la forma de vida y no es que esta vida natural haya estado de antemano en el centro político. Nuestra impresión es que tanto Hegel como Foucault posicionan al arte como momento de depuración, que para Hegel es de lo natural y para Foucault de la norma en la estética de la existencia. Hegel expone que la inmediatez del encuentro entre el espíritu y la naturaleza que se expresa en el arte logra una «comunidad ética». Esta comunidad ética se caracteriza porque sabe que su esencia está en lo espiritual y con eso su realidad es elevada a la condición de libertad. Ahora bien, para Hegel esta libertad se expresa sólo de forma «sustancial», lo que en lenguaje hegeliano significa que es una libertad que no pasa por ser un sujeto. En este punto, encontramos varias similitudes con la estética de la existencia foucaulteana, ya que Hegel describe a la comunidad ética como desligada de la «reflexión hacia sí» –que en otras palabras es la diferenciación de una comunidad de sujetos– pero además esta figura está exenta de “(…) la interioridad subjetiva de la conciencia moral; la devoción y el culto a la religión (…)” (Hegel, 1997: 582). Es decir, que no es la moral la que rige los actos de esta comunidad ética; será la «costumbre ética» sin la reflexión la que se pretenderá como espíritu, o sea, como saber verdadero. Hasta aquí los vínculos con la estética de la existencia de Foucault se hacen evidentes: un saber ético que es realidad efectiva, que al mismo tiempo no se rige por las prescripciones morales, es decir, que están fuera de cualquier seguimiento a una ley, y que por lo tanto se diferencia de cualquier existencia como sujeto. Sin embargo, el problema de la libertad sustancial que asume Hegel no queda bien trabajado desde una perspectiva foucaulteana, ya que no se ha dicho nada acerca de la des-normalización que opera en una estética de la existencia. En este punto es necesario que nos acerquemos a la noción de «costumbre ética» que plantea Hegel. La noción de costumbre ética en Hegel no hace referencia a la repetición indiferenciada en las actividades de aquellos que forman 54

una comunidad, ya que el arte para el pensador alemán es el espíritu de un pueblo donde su universalidad “(…) se disgrega en un politeísmo indefinido” (Hegel, 1997: 583); lo que para Hegel quiere decir que la belleza se queda generalmente en una penetración por lo espiritual de la intuición o de la imagen, (…) con lo que tanto el contenido del pensamiento o la representación como la materia que ese contenido utiliza para configurarse, vienen a ser del tipo más diverso e incluso inesencial (Hegel, 1997: 583).

En este sentido, la normalización tampoco sería parte del saber del arte en Hegel. Esta pequeña exposición pretendía esbozar algunos encuentros y desencuentros entre Hegel y Foucault; a propósito de la sociedad, el gobierno y la estética. En nuestra opinión, los encuentros de pensamiento pueden llegar a ser incluso más importantes que los ya conocidos desencuentros. De esta manera, pensamos que las grandes diferencias de perspectivas entre estos pensadores corresponden a la clara posición política de cada uno, la que a su vez corresponde a la expresión histórica de la vida de cada autor. Esto se debe a que Hegel vivió entusiasmado con la novedad de la revolución francesa, mientras que Foucault vive el fracaso de la vida burguesa, sin embargo creemos que ambos pensadores pretendían poder lograr la libertad. Referencias Bibliográficas Butler, Judith. 2012. Sujetos del Deseo. Reflexiones Hegelianas en la Francia del Siglo XX. Traducción de Elena Luján Odriozola. Buenos Aires: Amorrortu Editores. Duque, Félix. 1998. Historia de la Filosofía Moderna. La Era de la Crítica. Madrid: Ediciones AKAL. Hegel G.W.F. 1997. Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, en compendio. Traducción de Ramón Valls Plana. Madrid: Alianza Editorial. Hegel G.W.F. 2003. Escritos de Juventud. Traducción de José María Ripalda y Zoltan Szankay. México D.F.: Editorial Fondo de Cultura Económica. Hegel, G.W.F. 2010. Fenomenología del Espíritu. Edición Bilingüe, Traducción de Antonio Gómez Ramos. Madrid: Abada Editores. Foucault, Michel. 1985. Saber y verdad. Traducción de Julia Varela y Fernando Álvarez. Madrid: Editorial la Piqueta. Foucault, Michel. 1994. Estética, Ética y Hermenéutica. Obras esenciales Vol. III. Traducción de Ángel Gabilondo. Barcelona: Editorial Paidos. Foucault, Michel. 2008. La hermenéutica del sujeto. Traducción de Horacio Pons. Buenos Aires: Editorial Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 2011. Historia de la sexualidad. 2. El uso de los placeres. Traducción de Martí Soler. Buenos Aires: Siglo XXI Editores. Foucault, Michel. 2012. Nacimiento de la Biopolítica. Traducción de Horacio Pons. Buenos Aires: Editorial Fondo de Cultura Económica.

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II. Diagramas estatales del poder

El triste fin del Estado de Bienestar: la parábola de Kubrick1 Luiz Renato Martins2

Tiempos posmodernos La historia (...) de Hitler y sus seis primeros discípulos, la historia de cómo conjuntamente ellos fundaron el partido y cómo después estos siete hombres se convirtieron primero en un millón, y luego en 6 millones, y luego en 30 millones, en 40... (Rosenberg, 2012: 144).

Estas son las primeras frases del ensayo de Rosenberg “El Fascismo como movimiento de masas” (1934). La serpiente fascista acababa de salir de su huevo. Rosenberg, historiador y exmiembro del Partido Comunista Alemán (KDP), mira en las semillas de la ascensión del Fascismo en Italia y Alemania. Cuando enfrentamos como ahora una crisis global y sistémica, vale recordar este caso moderno de una mágica expansión política. El éxito de la pandilla hitleriana, como telón de fondo, permite comprender mejor la parábola de la película de Kubrick, «Clockwork Orange», que discutiré aquí. Es la fábula de una cuadrilla juvenil cuyos miembros se elevan del submundo al servicio Estatal; su primer líder, como un político; los demás, como policías. Así, como fábula urbana futura, avivada históricamente por «rituales» Nazis, la parábola se extiende a la cuestión del desarrollo criminal de las democracias posmodernas vinculadas al fraude y al espectáculo, así como a estrategias gubernamentales orientadas hacia tecnologías de control sobre formas biológicas, o sea «biopolíticas», según Foucault (Foucault, 1997: 213-235; 237-244). Un futuro apenas a la vuelta de la esquina El guión de la película fue ubicado en un Londres del futuro, de espacios modernos degradados y llenos de basura. Sin embargo, el Londres de 1970, fecha de la realización, era el símbolo de una ciudad atrayente. El escenario, estratégico y sugestivo, que delineaba ruinas urbanas y la transformación derechista de la juventud, funcionaba pues como «ciencia ficción social». Así Kubrick, tomando prestados rasgos de historietas y caricaturas, trabaja en clave futurista y pesimista. Otras implicaciones de orden temporal permean la narrativa: un número de referencias conectan la película, como en un díptico, al trabajo precedente del cineasta: “2001, a Space Odyssey”. Uno de esos puentes entre las dos películas es la recu1 Texto traducido por Sara Gabriela Pinilla. 2 Departamento de Artes Visuales, Escuela de Comunicaciones y Artes, Universidade de São Paulo, Brazil.

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rrencia del color blanco en los escenarios de “2001”, adoptada también en los uniformes de la pandilla de Alex. ¿Qué evoca el uso del blanco en este caso? En la ironía, que es un rasgo de este autor, cada forma evoca también su opuesto y así el empleo del blanco en este caso apunta a una amplia gama de significados asociados históricamente a colores oscuros. La blancura evocaba en “2001” un orden social pacificado bajo una pax fascista de la cual había borrado cualquier rastro de lucha de clases; rastros como el de la disputa entre Simios por el control del agua, en la secuencia de apertura de “2001”. La ciudad regida por bandas es una parte del orden sublunar contemporáneo a las naves espaciales de “2001”. De la misma manera, las palabras del mendigo apaleado por la banda de Alex refieren y nos llevan desde el submundo que él habita a las estaciones orbitales de “2001”. En este orden futurista, los uniformes blancos de la pandilla, así como las camisas negras o marrones de las viejas milicias Nazis (Los Freikorps y los SA), apuntan a un nuevo orden social y político, opuesto al caos y a la ruina del presente. Ciertamente la intención del autor no era establecer un paralelo entre las causas libertarias de los estudiantes de 1968, que a menudo buscaban alianzas políticas con los trabajadores, y la juventud Londinense de la película, que actúa en sus travesías nocturnas como una reedición del SA/Freikorps original. Más bien la película pronostica una mutación radical del papel de la juventud: su transformación de fuerza libertaria a un segmento violento que intensifica espontáneamente la opresión social. Así, Kubrick evita el optimismo de películas precedentes de otros directores, que mientras se enfocan en la juventud como una categoría social específica y como un nuevo sujeto político ven una vocación libertaria en los modales juveniles anárquicos, como en la narrativa melodramática de “Rebelde sin Causa” (1955) de Nicholas Ray, o en la películas francesas de la Nouvelle Vague, con su tono lírico ligero más cercano a una sensibilidad pop. En ambas hay un sentido de progreso y liberación, una mejora pronosticada de valores y leyes. En contrapartida, la visión pesimista de Kubrick, con su lucidez post-68 a contracorriente y adelante de sus circunstancias, parece distinguir los tiempos actuales. Hay también otro problema estratégico relacionado con el nuevo sujeto político y social. Los estudiantes, encontrándose en la transición al mundo del trabajo, pertenecen concretamente a la esfera de la cultura, a cuyos cambios son particularmente susceptibles. Por ejemplo, la “Novena Sinfonía” de Beethoven, después de servir a un ritual íntimo, lado a lado con la serpiente y la imagen del compositor como fetiches de Alex, se convierte en un ingrediente en el tratamiento de choque y en la intervención psiquiátrica a la que Alex es sometido. Así el re-direccionamiento de la cultura hacia una «tecnología de control», para usar los términos de Foucault, está en la película asociado al proceso de mutación de la juventud. Desde esta perspectiva, los acontecimientos de 1968 parecen mucho menos un amanecer que un atardecer olvidado. El escenario ocurre en la crisis terminal del Estado de Bienestar, de su vínculo con un Estado constitucional y una sociedad potencialmente integrada, que también admitiría conflictos, los cuales son sustituidos mediante la crisis por un Estado criminal e omnisciente o panóptico. En suma, tal «ciencia ficción social» predice el después de los dichos «Treinta gloriosos» – como bautizó Jean Fourastié (1979) al período de expansión económica post-1945 en los países del centro (por supuesto, las desigualdades realzadas por la crisis, las conocemos permanentemente en la periferia). 60

Sin embargo, en la película algunos aspectos del antiguo régimen, como elecciones y rivalidad entre partidos, permanecen. Si los motivos de la crisis –cíclica y previsible– no son especificados, ya sus signos están realzados: pobreza, ruinas urbanas, evasión de la escuela, juventud desocupada, consejeros disciplinarios, cárceles abarrotadas y el hecho de que las formas tradicionales de control social (ley, prisiones, religión, escuela, familia, etc.) no son ya válidas para impedir a los jóvenes que cometan crímenes. Luego, la búsqueda estatal de terapias de choque; y en mayor medida, la absorción estatal de la delincuencia como una estrategia para afrontar un ascenso general de la criminalidad parecen serlo. ¿Podríamos considerarlo un acto para monopolizar la criminalidad? En ese sentido, la criminalidad estatal sería la joya de la corona de la crisis y el signo de «una nueva edad disciplinaria», de acuerdo con las categorías de Foucault. Watkins, Fellini, Pasolini Las tesis pesimistas de Kubrick, aunque a contracorriente, no estaban aisladas. Así, en “Punishment Park” (1971), el cineasta Peter Watkins se imagina los EE.UU. convertidos en una dictadura a la suramericana, con un campo de concentración en el desierto para los jóvenes insurrectos. Igual, Fellini de un modo irónico y caricaturesco, presenta en tres películas hechas después de 1968, «I Clowns» (1970), «Roma» (1971) y «Amarcord» (1973), el análisis del brote fascista en Italia bajo una apariencia cotidiana, prosaica e insospechada. También Pasolini, silenciado por asesinato como Trotsky, advirtió en 1974 sobre la ascensión de “una forma completamente nueva y aún más peligrosa de fascismo” (Pasolini, 1975: 285). Así, en una serie de artículos publicados en periódicos entre 1973 y 1975 y reunidos en «Scritti Corsari» (1975), Pasolini comenzó un análisis sistemático de lo que él llamó entonces “la primera, verdadera revolución de la derecha” (Pasolini, 1975: 24). El texto así titulado, publicado el 15 de julio de 1973, comenzaba: “En 1971 se levantó uno de los más reaccionarios, violentos y definitivos periodos de la historia” (Pasolini, 1975: 24). «Ultraviolencias»: viejas y nuevas Habiendo acentuado la escala de objetividad y significación del problema, ahora podemos pasar a un análisis de la función de las imágenes Nazis en “Clockwork Orange”. El clímax terapéutico de la “reprogramación cerebral” de Alex es enmarcado en la película por la imagen del propio Hitler, escoltado por dos comandantes. El nazismo aparece entonces como el paradigma histórico de la «ultraviolencia», cultivada por la pandilla de Alex, la cual como las bandas rivales tienen raíces en la hiperproducción publicitaria. La «ultraviolencia» es un signo de los placeres y prácticas que Alex, como prisionero y paciente del Estado, debe abandonar. De hecho, el Nazismo aparece como una forma anacrónica, rechazada por el Estado y por los psiquiatras que introducen la nueva terapia. Sin embargo la película también presenta paralelos claros entre la sustancia de la «ultraviolencia» y el odio contra el otro disfrutado en las excursiones nocturnas de la ban61

da, y aquel del Kristallnacht (9/10.11.1938) en la Alemania Nazi. Para los adolescentes londinenses en tedio, cada noche era una Kristallnacht. El Estado tiene la intención de curar a Alex. Pero, es papel del espectador, si está atento a la contra-narrativa e ironía de Kubrick, entender que los movimientos de incorporación y negación, yendo y viniendo entre el nuevo orden y el viejo fascismo, constituyen la oscilación dialéctica cuya función es caracterizar en la película la especificidad de la forma corriente de fascismo. Luego, en las pandillas no aparecen los aspectos de las antiguas milicias nacionalistas, sino mutaciones desenfadadas y hedonistas, liberadas del sentido del deber o fidelidad a una cultura o poder nacional. Aún así, según resalta la película, las pandillas se muestran listas para la «ultraviolencia» espontánea. Análogamente, los dúos cómicos entre Alex y el oficial de la prisión, quien con su disciplina caricaturesca y deseo de castigar evoca el orden británico imperial, tienen el propósito de destacar la novedad –pero también de recordarnos las mutaciones genéticas en la matriz fascista. Aburridos, rebeldes, ociosos, erráticos y hedonistas, completamente distintos de las SA Nazis originales y, al mismo tiempo tan a gusto con el espíritu de militarización y agresión contra el otro, ¿De dónde vienen estas pandillas y hacia dónde van? ¡Bienvenidos a la «chispa de la vida»! Los jóvenes en cuestión son de origen obrero. La madre de Alex trabaja en una fábrica. Pero son jóvenes totalmente disociados de los valores de sus padres. La película acentúa el vacío entre Alex y sus viejos. De hecho, la juventud de las pandillas es aquella del baby boom; su cordón umbilical, la superproducción de bienes. ¿Cuál nuevo orden anhelan estas «bandas», frente a la crisis?. “Clockwork Orange” es la última parte de un tríptico que analiza las subjetividades formadas en la Guerra Fría: “Dr. Strangelove” (1963-4) enfocaba el personal del sistema bélico nuclear; “2001” (1968), la colonización del Cosmos en una edad tecnológica-imperial –o “en la etapa más alta del capitalismo”–, y después “Clockwork Orange” revela cómo la crisis y la «etapa más alta» pueden convivir, hasta que, en el período post-68, se impone el proyecto de la derecha, de tecnologás de control de la población, desmantelamiento del Estado de Bienestar y redireccionamiento de los recursos hacia los mercados financieros. Miremos más de cerca este mundo tan similar al actual. El orden analizado por el cineasta parece muy cerca de lo que Foucault en una lección de marzo de 1976, llamó biopolitiques (Foucault, 1997: 213-235). Dicha noción apareció en un curso cuyo objetivo anti-idealista era estudiar el poder “no desde la perspectiva de los términos primitivos e ideales de la relación”, sino más bien como una tentativa de establecer “cómo la relación de dominación puede producir al sujeto” (Foucault, 1997: 239). Lo que importa en este paralelo es que las investigaciones de Foucault y Kubrick tratan de clarificar los nuevos tipos de condicionamiento, así como su impacto sobre los «sujetos condicionados». Las formas de condicionar enfocadas por Kubrick operan de varias maneras. Van desde tomar el anabolizante «leche-plus» hasta el control de los pasos de Alex por «un consejero público post-correccional». Su presencia en la casa de Alex es 62

tan frecuente que él se mueve allí libremente y termina por recibir de la madre del joven las llaves. El hecho de que él sepa más sobre Alex que los padres de éste señala tanto un hueco generacional como la presencia de las «biopolíticas» gubernamenales. Estas últimas son una novedad deplorada por el director de la prisión y la guardia, ambos devotos de la disciplina y del castigo, según la tradición imperial británica. También la recurrencia de los temas del «nuevo hombre» y su re-condicionamento señalan el nuevo orden, que es aquel de las ruinas del laborismo y del Estado de Bienestar –ruinas que vislumbramos en el graffiti que cubre el mural sobre los trabajadores, así como en la suciedad de la vivienda de interés social de los padres de Alex. La nueva subjetividad Detengámonos en la cuestión-clave del «hombre-nuevo», que aparece una y otra vez en la lucha hostil contra los mayores, en la sorpresa del mendigo apaleado por Alex, en el proceso terapéutico y sus desarrollos ¿Quién es «hombre nuevo» al final?, ¿Es el Alex inicial?, o ¿Es el segundo, que aprende nuevas prácticas en la prisión, lee la Biblia y se ofrece como voluntario para el método Ludovico?, o más bien, ¿El convertido a la pasividad a través de náuseas programadas?, ¿O mejor el cuarto, transformado en el favorito del ministro? En cuanto a la incorporación y negación del Nazismo, se encuentran oscilaciones entre distintas posiciones narrativas, pero más importante que dichas posiciones son las incesantes dislocaciones del péndulo que establecen el problema del «Hombre nuevo» en oposición al Estado de Bienestar y al orden previo. Este es el punto clave: siempre las posiciones de Alex derivan de su condicionamiento, resultan de identidades premoldeadas, ya adaptadas al entorno. Así, las subjetividades del nuevo régimen obedecen a dos modelos: el primero corresponde a una situación insegura y vulnerable. Tal es la situación del prisionero, pero también la del trabajador y ciudadano de hoy, sin derechos sociales básicos. La reducción de la vida a aflicciones e incertidumbres así como el flujo de la competencia incesante caracterizan el nuevo orden previsto por la película. El segundo modelo del nuevo régimen de subjetividad implica satisfacciones rápidas o inmediatas derivadas del cumplimiento narcisista de fantasías perversas o actos de auto afirmación. En la personalidad de Alex, constantemente propensa a disfraces y máscaras, esta tendencia aparece desde la primera toma con sus ojos pintados hasta su última pose junto al ministro. Nótese que esta perversión aparecerá como una práctica de clase en el orden actual del capital ficticio, donde las ganancias no necesitan de las antiguas mediaciones, sino que se metamorfosean o se realizan inmediatamente, a través de intercambios en línea de activos financieros. Así, en la última película de Kubrick (“Ojos bien Cerrados”, 1999), esta disposición se expande. No son inmunes a ello siquiera los médicos, antiguos sacerdotes positivistas. En resumen, esteticismo, disfraz, eclecticismo, erradicación del sentido histórico y militarización, sobresalen en “Clockwork Orange” proporcionándonos una clave precursora de las tendencias posmodernas.

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Los años formativos: hacia el tándem liberal-fascista Elijamos una de esas pistas que funciona como una síntesis de otras. La odisea de Alex funciona como un Bildungsroman. Establece las memorias de la formación de un político ministerial. Las intervenciones del actual ministro, así como su preocupación sobre los medios de comunicación, demuestran que no se trata de las formas del antiguo fascismo. Al contrario, él es el representante de un Estado que cuenta con un presupuesto más bien racionalizado y menguante –como el ministro señala al director de la prisión que pide fondos. Su autoridad es obediente a las cuentas que rinde al Estado y al proceso electoral. Sin embargo, es también cierto que esta contabilidad ocurre estrictamente en la esfera de la actuación escénica. Se trata de un Estado-espectáculo, de ministros que juegan como actores y de minorías definidas y condicionadas en términos «biopolíticos». Todos tienen un sentido claro de la escena mediática, como vemos en la lección para Alex, dictada y revisada por el mismo ministro. Ahí el papel de los medios de comunicación es registrar el pacto entre el ministro y el «representante de los prisioneros mentalmente curados», funcionando como un «contrato social». ¿Qué papel tiene la esfera cultural en el orden social así reordenado? Sabemos que los gobiernos neoliberales realizaron un proceso de reestructuración de las funciones de la cultura. De un ámbito en que los conflictos eran simbólicamente expuestos y elaborados, su función fue transformada estratégicamente en el modo operativo en el cual los conflictos son disimulados (detrás de prejuicios y razones multiculturales), y falsamente solucionados mediante la integración general al consumismo. Esto no es nada más que el Luna Park de las ilusiones de acceso generalizado en autoservicio a las mercancías, mediante la reducción de costos debido al modelo chino de sobreexplotación y a la expansión crediticia del capital ficticio. También equivale a la extinción de un organismo republicano histórico como el poder legislativo, substituido por la liturgia del mercado. Vivimos en una era de pseudo-democracias totalitarias, en las cuales las mediaciones políticas entre polos opuestos cedieron el paso a espectáculos de apoteosis y satisfacción mediática. ¿Hay una mejor síntesis de esta formación histórica que la imagen de un futuro primer ministro alimentando a un representante de una categoría «biopolitica»? –este representante biopolítico desde ahora transformado en un prometedor político y, quizá, en futuro primer ministro. Referencias bibliográficas Banaji, Jairus. 2012. “Fascism as a Mass-Movement: Translator´s Introduction”. Historical Materialism/ Research in Critical Marxist Theory 20(1): 133-43. Foucault, Michel. 1997. Il Faut Défendre la Société/ Cours au Collège de France (1975-1976). Paris: Hautes Études/Seuil- Gallimard. Fourastié, Jean. 2011. Les Trente Glorieuses ou la Révolution Invisible de 1946 à 1975. Paris: Fayard/ Pluriel. Pasolini, Pier Paolo. 1975. Scritti Corsari. Milano: Garzanti. Rosenberg, Arthur. 2012. “Fascism as a Mass-Movement”. Historical Materialism/ Research in Critical Marxist Theory, 20(1): 144-189. 64

El Estado y el financiamiento de la ciencia en la República Conservadora: El caso de Manuel Montt y el Observatorio Astronómico Nacional Patricio Leyton Alvarado1 El financiamiento de la ciencia, por parte del Estado, es visto como una problemática actual, debido al poco interés que han demostrado los últimos gobiernos en esta materia. Y además, por la importancia que tiene la ciencia y la tecnología en el desarrollo de las sociedades contemporáneas. Sin embargo, van a ser las primeras administraciones republicanas, en el siglo XIX, las que intentarán resolver esta dificultad y, para lo cual, el rol del Estado se va a tornar determinante en la constitución de una institucionalidad científica. De esta manera, proponemos que la inversión fiscal, en materia científica, se va a concretar en los gobiernos de la denominada República Conservadora, debido a la cierta estabilidad política, a la creación de instituciones y corporaciones científicas y a la contratación de sabios y naturalistas. En este sentido, analizaremos el último decenio conservador a cargo del presidente, Manuel Montt, y el cometido que éste tuvo en la creación y fundación de una de las primeras instituciones científicas estatales, como lo fue el Observatorio Astronómico Nacional en el año 1852, y en particular, la destinación de dineros de parte del erario público. Los primeros intentos por querer establecer un observatorio astronómico en Chile datan de la época de la colonia, ya que en 1769 había habido un intento de instalación, en Santiago de Chile, de un emplazamiento transitorio de observación astronómica efectuado por Francia. La iniciativa fue desestimada por las autoridades españolas, que rechazaron el arribo al lugar del astrónomo Cape d’Auterroche, que venía a observar el paso de Venus de ese año (Minniti y Paolantonio, 2005: 114).

No obstante, hubo que esperar hasta 1849 para poder concretar una real opción de asentar un centro astronómico en el país. Esto se debió al arribo a Chile de la expedición científica norteamericana, encabezada por el teniente de marina, James Gillis, cuya misión era determinar la distancia de la Tierra al Sol mediante el cálculo del ángulo paraláctico, a través del tránsito de Venus y la oposición de Marte de la Tierra. Para lo cual se requiere realizar “observaciones simultáneas desde dos lugares de la tierra como en latitud sea posible” (Keenan, 1985: 100). Según Barros Arana, el gobierno tuvo la intención de fundar un observatorio seis años antes de la venida de la comisión estadounidense, ya que el ministro de Chile en Washington, Manuel Cepeda, explicó “que uno seis años antes se había tratado en Chile de fundar un observatorio astronómico, y que si no había sido posible llevar entonces a cabo ese proyecto por la falta de hombres competentes, no se desperdiciaría esta ocasión” (2003: 281). Una vez finalizadas las actividades astronómicas de la expedición norteamericana, el gobierno de Manuel Montt procedió a hacer una oferta formal por los instrumentos, dependencias y libros de la Misión Gillis, para lo cual encargó al Delegado Universitario, Ignacio Domeyko, que intermediara por parte del Estado con los científicos estadounidenses. Al respecto, el teniente de marina, no tuvo mayor inconveniente en ceder 1 Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile

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el material científico al fisco chileno, y además, concedió “facilidades, indicaciones y ayuda, entre las cuales especifica el envío de libros y memorias, para el éxito del nuevo establecimiento que se proyecta instalar” (Aldunate, 1975: 126). El gobierno republicano convino en efectuar la compra y la fundación del Observatorio Astronómico Nacional, mediante un decreto supremo firmado el 17 de agosto de 1852, titulado Compra de los instrumentos, edificios i libros del Observatorio Astronómico, el cual estipulaba: Con lo espuesto [sic] en la nota que procede del Delegado universitario encargado de recibir los instrumentos i demas objetos del Observatorio Astronómico comprados por el Gobierno, conforme a lo dispuesto por decreto de 30 de junio último, i en uso de la facultad que me confiere la lei de 14 de septiembre del año próximo pasado, Vengo en decretar: Los Ministros de la Tesorería entregarán del Tesoro Nacional, a M. Gilliss, Jefe de la Expedicion científica Norte-Americana, la suma de siete mil ochocientos veinte i tres pesos en que han sido apreciados los instrumentos, edificios i libros del Observatorio Astronómico vendido al Gobierno por la mencionada Expedicion, segun la tasacion i los inventarios adjuntos de que dejará copia autorizada en el Ministerio de Instruccion Pública. Refréndese, tómese razon i comuníquese. –Montt.- Silvestre Ochagavía. (AUCH, 1852: 419).

Si bien la cifra de compra acordada entre Gillis y el Presidente Montt fue de 7.823 pesos, el “valor se había ajustado en la suma de 7, 939 pesos” (Moesta, 1859: I), esta adquisición habría sido “por debajo de su costo” (Minniti y Paolantonio, 2009: 63), ya que lo más valioso que obtuvo el Estado fueron los instrumentos astronómicos, los cuales eran de construcción reciente y de alto precio, tanto en construcción como en importación. Estos consistían en: Un Círculo-Meridiano hecho por Pistor i Martins, una Ecuatorial, cuyo objetivo mide 6.4 pulgadas (inglesas), hecho por Fitz, una Ecuatorial de Fraunhofer, objetivo de 4 pulgadas, un Círculo de refleccion [sic] hecho por Ertel, dos termómetros normales, hechos por Simms i Barlow, dos sizemómetros (inservibles), un péndulo de tiempo sidéreo, hecho por Molineux, un cronómetro de tiempo sidéreo, N° 2671 de Parkingson i Frodsham; un cronómetro de tiempo medio, N° 2598 id. id.; varios catálogos de estrellas, efemérides astronómicas i algunos otros libros, i dos casitas de madera (Moesta, 1859: I).

Debe hacerse una salvedad, en razón de que la adquisición del instrumental científico para el Observatorio, como indica el alemán, Karl Moesta, primer director del centro astronómico, el gobierno “dispuso se adquiriesen, como propiedad nacional, los instrumentos i demas enseres, traídos a Chile por la Espedicion astronómica naval de NorteAmerica” (1859: I). Los aparatos científicos como propiedad nacional, así como la fundación del Observatorio en su conjunto, responden a un proyecto de índole, más bien, elitista que de inclusión a la nación, entendida por tal, al conjunto de los habitantes del país, debido a la aparente incomprensión de las clases populares en relación a la ciencia astronómica, como señala Barros Arana: “Se trata de un establecimiento científico que el vulgo, comprendiendo en ese número la inmensa mayoría de la población, miraba con la más marcada indiferencia, ya que no con resuelta hostilidad” (2003: 280). 66

El rol del Estado republicano no solo se remitió a la adquisición del establecimiento, instrumentos y libros de la comisión Gillis, sino que también, invirtió dinero en la contratación de personal para el Observatorio. El primer contrato que se efectúo fue el del director del Observatorio, el decreto lleva por nombre Nombramiento de director para el Observatorio Nacional firmado el 17 de agosto de 1852, y el cual estipula: He acordado i decreto: 1° Comisiónese a don Carlos Moesta para que se haga cargo del Observatorio Nacional astronómico, en calidad de director. 2° El director del Observatorio publicará anualmente sus observaciones, en los Anales de la Universidad, o separadamente, segun lo disponga el Gobierno, i procurará el mayor ensanche posible, poniéndose al efecto en comunicación con observatorios del otro Hemisferio. 3° Don Carlos Moesta es obligado a dar leccion de astronomía práctica a los alumnos que el Gobierno designe, cuando lo juzgue conveniente, i tendrá para que le auxilie en sus trabajos un ayudante, a quien instruirá en los principios de la astronomía práctica teórica i en el manejo de los instrumentos. 4° Sin perjuicio de sus trabajos en el Observatorio, don Carlos Moesta presentará sus servicios en calidad de profesor auxiliar de un ramo de Matemáticas superiores del Instituto Nacional, pudiendo limitarse este curso a dar tres lecciones por semana. 5° Asignase a Don Carlos Moesta el sueldo de 2000 pesos al año que los Ministros de la Tesorería Jeneral principiarán a abonarle desde el día 13 del actual en que se ha hecho cargo del Observatorio, i lo imputarán a la partida 49 del presupuesto de Instruccion pública de este año, miéntras se consulta la suma correspondiente en el espresado presupuesto. Refréndese, tómese razon i comuníquese.- Montt.- Silvestre Ochagavía (AUCH, 1853: 419-420).

El personal de la institución astronómica se componía principalmente de ayudantes, los cuales eran estudiantes y profesores de matemática del Instituto Nacional, preferentemente. Para este cometido Manuel Montt publicó un decreto el 20 de noviembre de 1852 (aparecido en El Araucano el 26 del mismo mes), en el cual se contrata a los docentes del Instituto Nacional José Ignacio Valdivia y Gabriel Izquierdo, ambos habían sido ayudantes de Gillis en su estadía en el país. A Valdivia se lo contrata como ayudante “con asignación de ochocientos pesos anuales”, mientras que a Izquierdo se le asigna como auxiliar “con la asignación de cuatrocientos pesos anuales” (1852: 2). Las tareas designadas estaban relacionadas con el cálculo de observaciones astronómicas y la operación de los instrumentos del Observatorio. Producto de la renuncia de Valdivia e Izquierdo, a sus respectivos puestos, el Estado contrató a Adolfo Formas, a través de una resolución el 1 de mayo de 1854, para desempeñarse en el cargo de ayudante “con las mismas obligaciones prescriptas por el supremo decreto de 20 de noviembre de 1852. Abónese al nombrado el sueldo de seis cientos pesos anuales, desde el día que principie a prestar sus servicios” (El Araucano, 13 de mayo 1854: 2). El mismo año se procedió a nombrar a Juan Zorrilla como auxiliar, mediante un dictamen anunciado el 21 de noviembre de 1854 y aparecido en El Araucano el día 25 del mismo mes, en donde se estipula que Zorrilla debe desempeñarse en “el cargo de auxiliar del Observatorio astronómico. Abónese, desde esta fecha, al nombrado el sueldo de seiscientos pesos anuales” (1854: 3). Además, se hizo el nombramiento de otras personas como fueron los casos de Arminio Valckmann y Ricardo Schumacher. El primero fue nominado como primer ayudante del Observatorio, el 11 de septiembre de 1856, con un “sueldo de mil doscientos pesos anuales desde el 13 de agosto último” (El Araucano, 20 de 67

septiembre 1856: 1), mientras que el segundo fue investido, interinamente, en “el cargo de primer ayudante del Observatorio Astronómico, debiendo gozar desde, 28 de octubre [de 1859] último la asignación de mil doscientos pesos consultada en el ítem partida 26 del presupuesto del Ministerio de Instruccion pública” (El Araucano, 10 de noviembre de 1859: 1). La contratación de personal, para el centro astronómico estatal, no se remitió solo a nombrar a un primer ayudante y auxiliar, sino que también fue menester, por parte del gobierno, designar a alguien que se hiciera cargo del mantenimiento de los instrumentos, por cuyo motivo se asignó al ingeniero, Luis Grosch, la tarea “del buen arreglo i compostura de todos los instrumentos del Observatorio astronómico i de todas las máquinas i aparatos físicos i matemáticos del Instituto Nacional, con el sueldo de treinta pesos mensuales, que comenzarán a abonársele desde que principien sus funciones” (El Araucano, 8 de noviembre 1852: 2). No obstante, el rol del fisco, en materia astronómica, no se reduce solo a adquirir personal para el Observatorio, asimismo, se ocupó de financiar los viajes del director al extranjero por motivos científicos, tal como fue el eclipse de Sol acaecido el 30 de noviembre de 1853 en la localidad peruana de Ica. Ante este acontecimiento, El Araucano informó el día 10 de diciembre de 1853 la resolución que tomó Manuel Montt en relación al viaje de Moesta a Perú el 22 de octubre, señalando: “El Presidente de la República ha comisionado al Director del Observatorio Astronómico don Carlos Moesta, para que se traslade al Perú con el objeto de examinar el disco del sol en el punto de oscuracion [sic] total durante el eclipse el 30 de noviembre próximo venidero” (1853: 1). La concreción del viaje del director del Observatorio se materializó gracias a “la petición de financiamiento presentada por Moesta iba apoyada por una carta enviada por Giliss desde Washington para Andrés Bello, Rector de la Universidad de Chile” (Keenan, 1985: 108). En adición a esto, el Estado Republicano financió otras áreas de la institución científica, tal como fue el caso de la compra de libros para ampliar la biblioteca existente, ya que la biblioteca ha sido aumentada desde junio del año pasado a la fecha con 38 números, a saber: con 18 libros i 20 memorias. De estos se han comprado por cuenta del Observatorio 5 libros; los demas han venido de regalo de varios observatorios, corporaciones i personas científicas de Europa i Norte América”. [El total que reportaba Moesta, de la colección de textos de la corporación científica estatal fueron:] 79 libros, 27 memorias, 26 mapas i una coleccion de tablas para facilitar los cálculos (El Araucano, 8 de septiembre de 1855: 4).

Para 1859 los ejemplares habían aumentado ostensiblemente, debido a que para ese año el centro astronómico contaba con “227 Tomos, 47 Memorias i una coleccion de mapas i tablas” (Moesta, 1859: II). Otras de las ocupaciones que tuvo el fisco, fue la adquisición de nuevo instrumental, razón por la cual se obtuvieron los siguientes artefactos científicos: Un barómetro, segun la construccion de Fortin, hecho por J. Green, N° 648; Un nuevo péndulo de tiempo sidéreo, hecho por Kessels, N° 1447 i adoptado al nuevo método de rejistrar los pasos de los astros, mediante corriente eléctrica; un instrumento de pasos, de construccion portátil; un círculo de refleccion con prisma, hecho por Pistor i Martins; un cronómetro de tiempo sidereo, N° 2033 de Parkingson i Frodsham; un precioso instrumento universal, hecho por Repsold hermanos; un termómetro 68

normal, hecho Greiner jr.; un aparato electro-magnético, para rejistrar los pasos de los astros, hecho por Krille; un barómetro de viaje, hecho por Pistor i Martins; un teodolito, hecho por Breithaupt (Moesta, 1859: II).

Además, se debe sumar a esta serie, la obtención de “un fotómetro, recien discurrido por el señor Steinheil, cuyo aparato está confeccionándose por este eminente artista, i ya se han dado los pasos preliminares, para la adquisicion de un nuevo Círculo-Meridiano, que estará montado en la 2° ala del nuevo local” (Moesta, 1859: II). A propósito del nuevo local, Manuel Montt hizo las gestiones para la construcción de una nueva infraestructura para el Observatorio, en la Quinta Normal de Agricultura, para lo cual se dictó un proyecto de ley donde “se autoriza al Presidente de la República para invertir hasta la cantidad de ocho mil pesos en la construccion de un edificio destinado al observatorio astronómico” (El Araucano, 20 de septiembre 1856: 3). Las razones para el cambio de locación se debió al repique frecuente del sinnúmero de campanas de la capital i la cercanía de varios cuarteles militares al Cerro, incomodan e interrumpen al observador, a menudo, en sus tareas; el finísimo polvo de que está preñada la atmósfera seca de Santiago, en gran parte del año, es un enemigo implacable de los instrumentos (Moesta, 1859: IV).

Agregándose además, “el polvo proveniente de las calles, condujeron a Moesta a solicitar al gobierno que trasladara el Observatorio lejos del centro de la ciudad” (Keenan, 1985: 108). La elección de la Quinta Normal no solo se debió a que se encontraba, por aquella época, a las afueras de la capital, sino que igualmente porque se pretendía destinar el lugar como un emplazamiento dedicado a la ciencia, ya que en él se construyó el Museo Nacional de Historia Natural y el Jardín Botánico. Para 1859, como indica Moesta, “se está construyendo tambien en la actualidad, a espensas [sic] del tesoro nacional, un hermoso edificio sólido i adecuado para un Observatorio astronómico” (1859: II). Para lograr este propósito “se destinaron $4.000.- para la construcción del nuevo observatorio que fue completado en marzo de 1862” (Keenan, 1985: 108). Para finalizar, cabe mencionar que en el transcurso de la República Conservadora, el Estado financió un número importante de publicaciones científicas, como apunta Zenobio Saldivia (2005) al respecto, la bibliografía científica fue utilizada para “consolidar el Estado-Nación, principalmente por la vía de una tarea de apoyo fundamentado de la gestión gubernativa y de fomento y expansión de la cultura” (2005: 46). Fue así como costeó y editó las obras de Claudio Gay, Ignacio Domeyko, Rodulfo Philippi, Pedro Amado Pissis, entre otros. Para el caso de Moesta no fue la excepción, ya que apoyó su obra titulada: Observaciones astronómicas hechas en el Observatorio Nacional de Santiago: en los años de 1853, 1854 i 1855 editada por Imprenta el Ferrocarril en Santiago en 1859, y que contiene un catálogo de 999 estrellas, en la cual fija su posición. Se debe adicionar a esto, los estudios hechos por el director del Observatorio Astronómico Nacional sobre astronomía, geografía, meteorología y geología contenidas en la revista científica Anales de la Universidad de Chile, la que surgió “como consecuencia de la necesidad de contar con un precedente en el tiempo que permita la difusión de las investigaciones y del trabajo propio de la actividad académica de la corporación” (Saldivia, 2005: 103). 69

Para concluir podemos advertir que, bajo el gobierno del Presidente Manuel Montt, se fundó la primera institución científica dedicada al estudio de la astronomía perteneciente al Estado, la cual surge y se desarrolla a partir de una fuerte injerencia del fisco en el financiamiento de actividades científicas, contratación de personal, costeo de viajes al extranjero, adquisición de instrumental científico y técnico, compra de libros, memorias y mapas, inversión en infraestructura y publicación de los trabajos científicos realizados en el centro astronómico. El ejemplo de Montt y el Observatorio Astronómico Nacional, nos permite vislumbrar, la importancia que tiene el Estado en la puesta en marcha de la ciencia en el país. Además, nos posibilita avizorar nuestro propio presente, ya que en los últimos gobiernos el financiamiento de la ciencia ha sido un elemento de poca relevancia política, debido a que la inversión en esta materia es equivalente al 0,2% del presupuesto fiscal. En este sentido, el devenir histórico nos enseña que la ciencia tuvo un papel relevante en la constitución de los primeros gobiernos republicanos y en el desarrollo cultural del país.

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Politización subalterna, democracia y excepción en las prácticas y discursos transitológicos en Chile. Entre acumulación flexible y la gobernabilidad democrática (1976-1989) Pablo Seguel Gutiérrez1 Desde fines de la década de los setenta se genera un espacio de investigación y reflexión en el campo cultural de la izquierda, cuyo objetivo buscó identificar las principales causas, errores y aciertos del proyecto de la vía chilena al socialismo. Uno de los focos del análisis de la experiencia de subjetivación y movilización popular llevada adelante por las clases subalternas chilenas se constituyó en la relación entre sistema de partidos, movimientos sociales y estado. Las conclusiones a las que el grueso del campo cultural de la izquierda llegó permitieron generar una reflexión que tuvo una fuerte carga de contingencia, posibilitando leer el fracaso de la Unidad Popular en sentido de futuro, fundamentando el grueso de la estrategia transitológica que se puso en marcha desde mediado de los ochenta. Nuestro objetivo es criticar el recurso de la tesis excepcionalista y el paradigma inmunitario generados por los intelectuales transitológicos, que evidenciamos en el discurso hegemónico que prevaleció en la década de los ochenta. Nuestra hipótesis es que estas lecturas se efectuaron en torno a las nociones generales de democracia, estado de derecho y régimen de partidos, no atendiendo a la relación entre Ley y Capital, Violencia y Acumulación. Avanzar en el desmontaje del dispositivo gubernamental de la transición chilena es un avance en la crítica de los fundamentos político-institucionales del cierre transicional y un ejercicio de delimitación del campo de lucha estratégico que hoy necesitan los movimientos sociales con vocación de ruptura contrahegemónica. Buscamos, en ese sentido, aportar claves de lectura que nos permitan develar la relación interna entre: violencia y acumulación de capital y entre estado de excepción como operación de derecho que busca inmunizarse del munus conmunitario. Estado

de excepción: violencia e inmunización en los patrones de acumulación de

capital

Una manera radical de develar esta estrecha relación entre excepcionalismo e inmunitarismo político en Chile la evidenciamos en el cruce entre economía y política. En ese encuentro, se torna necesaria la crítica al proceso de la fundación del orden normativo, expresado en la constitución de 1980 y el proceso de transición política que la consolida institucionalmente. Esta crítica se justifica porque el grueso de la estrategia transitológica se jugó en la subordinación de las trasformaciones políticas al proceso de estabilización macroeconómico (Garretón, 2012), por tanto en ese punto se sitúa el límite del realismo 1 Estudiante egresado del programa de Licenciatura en Historia de la Universidad de Chile (tesis en desarrollo), estudiante del programa de sociología (sexto semestre) de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Integrante del Equipo de investigación en movimientos sociales y poder popular de la Universidad de Chile.

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político que imperó en el discurso transitológico. Por otra, porque el mismos proceso de ajuste económico y de consolidación democrática, evidencia la relación interna que existe en Chile entre una tendencia hacia híper concentración de la riqueza y la despolitización de la sociedad chilena (López et. al., 2013), como expresión más visible de la desestructuración de los mecanismos de solidaridad que expresan el aumento vertiginoso del malestar en la sociedad, de la mano del aumento de los procesos de diferenciación social. Dos aportes teóricos son de vital importancia para generar un encuadre materialista a las tesis excepcionalista y a la yuxtaposición entre inmunización política y formas comunitarias de representar la vida social, intento que hemos revisados en otros trabajos (Logiudice, 2007). La relación que establece Marx en el capítulo VI inédito (2011) sobre la subsunción formal y la subsunción real del trabajo al capital nos permiten entender la dinámica del ajuste espacio-temporal señalado por Harvey para las crisis de acumulación. Esa conexión nos permite ligar los procesos de ajuste económicos con las mutaciones de los modos de regulación social y de acumulación de capital, comprendiendo a la forma capital, no sólo como la manera de organizar la producción económica, sino también como la manera metabólica de producir lo social y lo político (Métszárov, 2008). La subsunción formal del trabajo al capital es la relación mediante el cual el propio “proceso de trabajo” se convierte en el instrumento del proceso de valorización, subsumiéndose al capital, quien ocupa la posición organizador y conductor del proceso. Pero al mismo tiempo, en esa relación jerárquica, explota la fuerza de trabajo (Marx, 2011: 54). Este tipo de subsunción sucede, por ejemplo, en los procesos de «acumulación originaria»¸ en la que el capital se asienta en procesos laborales anteriores. La especificidad de la subsunción formal del trabajo al capital se juega en el proceso paulatino de modificación de las relaciones entre los agentes del proceso productivo, la índole de ese trabajo mismo y, finalmente, la modalidad real de ese proceso laboral en su conjunto (Marx, 2011: 56). La característica central del proceso de subsunción formal es la directa subordinación del proceso laboral al capital, generando una relación de sujeción, directa, y un tipo de extracción de plusvalía absoluta (Marx, 2011: 72). Por su parte, el proceso de «subsunción real del trabajo al capital», implica una revolución total en el modo de producción mismo, en la productividad del trabajo y en la relación entre el capitalista y el obrero. En la subsunción real del trabajo al capital se desarrollan todas las fuerzas productivas sociales del trabajo y merced al trabajo a gran escala, se llega a la aplicación de la ciencia y la maquinaria a la producción inmediata (Marx, 2011: 73). Implica que todo lo social es considerado un nicho de acumulación y de valorización. “Precisamente la productividad del trabajo, la masa de la producción, la masa de la población y la masa de la sobrepoblación desarrolladas por este modo de producción, suscitan incesantemente –con el capital y el trabajo ahora disponibles- nuevas ramas productivas, en las cuales el capital puede trabajar nuevamente en pequeña escala y recorrer nuevamente los diversos estadios de desarrollo, hasta que también comienza a explotarse en escala social esas nuevas formas de la actividad” (énfasis nuestra. Marx, 2011: 73). Por su parte, la especificidad de este tipo de subsunción del trabajo al capital es la generación de un tipo de producción que no está ligada a limitaciones y predeterminaciones de las necesidades, convirtiendo al productor real en un simple medio de producción (la denominada subordinación del trabajo vivo en el abstracto); erigiendo a la riqueza material como fin en sí mismo (Marx, 2011: 76). 72

La característica que se desprende de este tipo de subordinación del trabajo al capital es la generación de un patrón de acumulación de capital flexible2, tanto en lo que refiere a su expansión geográfica como en su distribución del espacio social. Ahí es cuando la tesis Harvey, sobre la relación entre crisis de acumulación y procesos de ajustes espacio temporal cobra una relevancia central. Harvey ha demostrado cómo la tendencia del mismo proceso de acumulación de capital genera procesos de ajuste, en términos de “la producción del espacio, la organización de nuevas divisiones territoriales de trabajo, la apertura de nuevos y más baratos complejos de recursos, de nuevos espacios dinámicos de acumulación de capital y de penetración de relaciones sociales y arreglos institucionales capitalistas (reglas contractuales y esquemas de propiedad privada)” (Harvey, 2004: 102). El aporte más importante de Harvey es la identificación del rol de la institucionalidad, como resultados del proceso de acumulación y como mediadoras y expansoras del mismo (Harvey, 2004: 108). Siguiendo ese análisis, podemos plantear, «por subsunción real», que en el cruce entre política y economía, los dispositivos de gobierno se constituyen en un complemento de la subordinación de la sociedad en su conjunto como espacio de acumulación del capital. La ventaja de tomar como objeto de crítica un dispositivo de gobiernos específico es que nos permite efectuar una reflexión abstracta, en torno al cruce entre modo de regulación y modo de acumulación, y una genealógica, en relación a cómo las configuraciones entre prácticas y discursos políticos dan cuenta de la fuerte carga de contingencia que las estructura, de las tendencias que las delimitan y de las elementos de opciones puestas en juego en determinadas coyunturas. Para ello, la distinción de Ranciere entre política y policía (1996), a la vez que nos permite efectuar una crítica política a la operación de derecho identificada como una técnica de gobierno, como un dispositivo meramente policial, nos permite acentuar la distancia entre formas jurídicas de organizar la sociedad y formas históricas de imaginarla. Aproximándonos, al carácter estratégico del cruce entre Ley y Capital, entre violencia y acumulación, entre operaciones de derecho excepcionalista y dispositivos de inmunización política. Esa tensión no resuelta está presente en el corazón mismo de la Ley. Aplicar la Ley implica la movilización de procedimientos cada vez más complejos que mantienen e incluso profundizan la distancia entre lo que prescribe el orden legal y la manera en cómo esta estructura las prácticas sociales. Tensión no que se genera por el hecho de que la seguridad que se busca preservar para la sociedad, como expresión del ser en común, es un objetivo declarado de derecho; pero ese derecho no puede cumplirse plenamente sin movilizar medios que resultan atentatorios para el derecho mismo. Esa ambigüedad constituye la delimitación de la problemática general del derecho y la definición de su objeto. La problemática del derecho, más que una cuestión de principios o razones, es una cuestión relativa al establecimiento de límites a la violencia que se nos presenta como la situación límite más irracional. El ocultamiento de la irracionalidad de esa fuerza-de-vida, capaz de dar (eros) y quitar vida (tánatos), constituye el esfuerzo ilustrado por fundarse a 2 A grandes rasgos el “modo/régimen/patrón de acumulación” da cuenta de un modo de acumular capital en un tiempo prolongado que se basa como señala Rolando Astarita (2006) en: 1) una determinada manera de organizar la producción; 2) una determinada manera de distribuir ingresos entre salarios, ganancias y beneficios; y 3) un volumen y composición de la demanda efectiva (demanda de bienes durables, de bienes de exportación, etc.)

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sí misma bajo presupuestos de razón, posibilitando, al mismo tiempo, el ocultamiento de la vida orgánica (zoe) que subyace a las forma puramente jurídica de concebirla (bios) (Agamben, 2007). Por ello, el objetivo declarado de derecho que permite la fundación jurídica del orden social, sobre la base del contractualismo y lo que se ha denominado la hipótesis hobbesiano, es decir, que lo que tienen los hombres en común es el miedo ante la posibilidad de darse mutuamente muerte (Esposito, 2003), constituye una operación puramente formal del cruce efectuado entre saber y poder sobre la vida. De ahí que, sobre la base de la fundación formal del orden social, el control de las poblaciones y la preservación de la paz se tornen los objetivos declarados de las sociedades contemporáneas, contra la cual, el derecho puede movilizar todos los recursos necesarios para conseguirlo. Incluso atentar excepcionalmente contra el orden legal para defenderlo. Es violencia contra la violencia de la paz que asegura el orden legal, ocultando que en el origen mismo de la Ley, la violencia se demuestra como el único recurso que posibilita la fundación del orden legal y que, en cuanto que instrumento, se revela como herramienta de determinados intereses particulares que se busca preservar erigiéndolos como universales.3 Eses es el anverso (violencia simbólica) y el reverso (violencia material) de la operación de derecho y la fatuidad del recurso excepcionalista. La operación efectiva del derecho, el fundamento inmunitario de las formas de ser en común que rigen las teorías contractualitas del orden social y los recursos al excepcionalismo del uso del recurso de la violencia para la defensa del orden social son las cabezas del cancerbero que custodian los procesos de acumulación de capital. Pero en la medida que la desigualdad social del momento que antecede a la fundación del derecho, por cuanto es un resultado del proceso de diferenciación social puesto en marcha por la subsunción real del trabajo al capital, no puede concebirse sin violencia. El corazón de la Ley es la violencia fundacional que recorre la producción y reproducción de lo social y lo político, en lo material y en lo simbólico. Pensar e imaginar las formas de vida históricas más allá del poder sobre la vida implica un posicionamiento político y práctica desde la vida, de la potentia sobre la potestas (Holloway, 2005), pero sin concebirla desde el más allá del capital (Mazzeo, 2014). Reconstruir la huella política de los procesos de politización de las clases subalternas en Chile, nos lleva al desmontaje de los procesos de su ocultamiento de los procesos de poder popular durante su fase más álgida (1965-1973). Análisis histórico que hemos efectuado en otros lugares (Seguel, 2014) y que nos llevó a la constatación del proceso de ocultación de los procesos de politización popular efectuado por los intelectuales orgánicos de la transición. Análisis en el que al mismo tiempo que diagnosticaron los errores de la Unidad Popular, ocultaran los procesos de politización popular y permitieron fundar una racionalidad transitológica despolitizadora (Duran, 2006), que erige a la democracia como un dispositivo de gubernamentalidad, como una técnica de gobierno, de gestión policial.

3 Esta es la situación de violencia simbólica identificada por Bourdieu (1999) y que, leída desde un enfoque marxista, podemos identificar que se origina en relación entre valor de uso y valor de cambio, en la medida que la mediación de los intercambios orgánicos entre naturaleza y sociedad requiere, en determinados momentos del desarrollo de las sociedades y los procesos de diferenciación, de la mediación de determinados equivalentes simbólicos (Marx, 2010: 49-104).

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Entre la acumulación flexible y la gobernabilidad democrática La crítica a la operación transitológica de ocultamiento de la politización subalterna busca identificar, por subsunción real del trabajo al capital, la relación entre el régimen de acumulación flexible implementado en Chile (Narbona, 2014), con el patrón de gobernabilidad democrática (Salinas y Jiménez, 2002). Desde esta perspectiva, la problemática de la reconversión productiva de los países latinoamericanos y el término por vía dictaduras de las democracias redistributivas encuentran un punto de articulación común. De hecho, el concepto de «gobernabilidad democrática» surge en el marco de las reflexiones efectuadas por la Comisión Trilateral (Crozier, Huntington & Wuatanuki, 1975), como un viraje en la política internacional Estadounidense hacia la región latinoamericana (Regalado, 2008). Esta elaboración teórica ataca los principios distribucionistas del Estado benefactor o de compromiso de clases, cuestionando el rol interventor del Estado en lo económico, afirmando su autonomía y erigiendo lo político como garante institucional del orden económico. En el caso chileno, estas políticas de shock sobre el trabajo generaron el ajuste de la crisis económica del modelo de desarrollo de compromiso impulsado desde 1938, atacando y modificando las relaciones entre capital y trabajo llevados adelante por la dictadura. Así, el objetivo declarado por la Junta Militar de defender la Constitución de 1925 fue progresivamente diluyéndose, a medida que la operación de remodelamiento social fue inclinándose al sector liberal. Así, la generación de un determinado régimen de acumulación de capital4 va consolidándose con un determinado modo de articular economía, política y sociedad mediante una operación de fundación de derecho. La crítica al proceso de transición apunta a las consecuencias políticas para las clases subalternas y el efecto despolitizador que se configura desde el momento en que la «racionalidad política» se desplaza del antagonismo a la gestión. La gobernabilidad democrática concebida como fórmula de gestión destinada a evitar desequilibrios en los parámetros macroeconómicos devela su contenido estrictamente policial, por cuanto su objeto más que la institución de un espacio para el procesamiento de las fallas que anteceden al orden jurídico y que recorren a la sociedad, se constituye en el control de eventuales desequilibrios que estos puedan generar en la gestión del capital. La institucionalidad política se revela así como un espacio subsumido al capital, cuyo objetivo es el resguardo de su reproducción ampliada y para lo cual moviliza un amplio espectro de operaciones efectivas de derecho ancladas sobre el recurso excepcionalista y las tesis inmunitaristas. La complicidad entre Ley y Capital demuestra la sutura endeble que recorre un pacto social, cuya razón de ser, cuyo modus operandi de defensa violenta en nombre de un orden legal sólo se vehiculiza construyendo un objetivo depositario de los recursos de defensa a movilizar. En el caso de la búsqueda por re-configurar el régimen chileno, los intelectuales orgánicos de la transición tuvieron que salvar el régimen institucional, apelando a los valores abstractos de la democracia, construyendo una imagen ideal del funcionamiento formal de régimen y sistema de partidos y, desplazando de la ecuación de 4 El contenido específico de este modo de acumulación véase en el trabajo de Karina Narbona (2014). En este trabajo nos inclinamos por un trabajo reflexivo más abstracto, más que un trabajo descriptivo.

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la gobernabilidad, las prácticas antagonistas de las clases subalternas, consideradas como factores exógenos y enturbiadores del correcto funcionamiento de la democracia. Partiendo de la explicación de Arturo Valenzuela, que señala que la extrema polarización que dio lugar al quiebre de la democracia se debió al “fracaso en estructurar un centro político viable en una sociedad altamente polarizada con fuertes tendencias centrífugas”. Siguiendo con Alejandro Foxley, que coloca el énfasis en la “existencia de proyectos globales cerrados y excluyentes, incapaces de dialogar y llegar acuerdos”. Hasta la explicación de Tironi y Martínez, que identifica en la “incapacidad de la clase política chilena, que presa de atavismos ideológicos no supo administrar racionalmente las consecuencias del proceso de modernización e integración social que ella misma impulsó”. En suma, un problema de racionalidad política que exigía la morigeración de los proyectos políticos, un realismo para la mantención de alianzas amplias y flexibles que hubiesen asegurado un marco institucional para la resolución negociada de los conflictos sociales. Siguiendo con los primeros trabajos de Tomás Moulian que identificaron la crisis del régimen político en la imposibilidad de establecer alianzas entre la izquierda y el centro, que hubiesen permitido la construcción de un “bloque por los cambios” como una alternativa a la política de los resquicios legales que terminó quebrando la forma tradicional de la política de compromiso. Sobre esta tesis de fondo, para Luis Corvalán Márquez, la explicación de la polarización de los conflictos políticos, que permitió el derrumbe institucional, fue el resultado de la combinación de: la gran habilidad táctica del sector rupturista de la oposición, el considerable peso que, a su vez, las fuerzas rupturistas alcanzaron en la izquierda y la inexistencia –en un marco de un sistema de partidos de pluralismo polarizado- de un centro pragmático capaz de dar, a través de un acuerdo moderado con el gobierno, una contribución significativa a la despolarización del escenario político. Todos estos trabajos constituyen un conjunto que toma como objeto del análisis la racionalidad política en el tamiz de las tesis del funcionamiento normal del régimen político y de la democracia. Así, por vía intelectual, se inmuniza la acción política y el sistema social en un marco de análisis cuyo límite está sobre el funcionamiento actual de la democracia y que nos lleva, si es que lo aceptamos sin reparos, a erigirlo como el parámetro desde el cual imputar las prácticas políticas antagonistas de las clases subalternas, reduciendo la subjetivación política a la mera acción partidaria y la racionalidad política a la mera racionalización instrumental. Desde esta perspectiva, la racionalidad política sólo será comprendida como la identificación por parte de un actor de la lógica operante de las instituciones sociales y el campo de interés que estas configuran, evacuando dos momentos fundamentales de la política y de la construcción de sociedad: el momento de la ruptura de lo real como orden de cosas dadas (la emergencia del antagonismo como acontecimiento que rompe con el orden sucesivo de las cosas) y el momento de institucionalización de lo nuevo (el momento de la institución soberana del orden social como poder constituyente).

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Efectos Subjetivos de los Instrumentos de Focalización de la Política Pública: Los “Fichados” Sonia Pérez Tello1 Andrea Peroni2 Cecilia Robayo3 I. Introducción La focalización de las políticas públicas no sólo corresponde a una forma de administración de los recursos públicos para la adscripción a los programas sociales de la población en un territorio determinado. Es también una forma de relación con los sujetos y una concepción de lo social, es decir, subentiende cómo se integran determinados modelos de sociedad con la administración de recursos, a la vez que define a los sujetos en un marco de acción específico en su relación con el Estado. Los efectos de la focalización, por tanto, no son naturales ni imparciales. La concepción que orienta la focalización corresponde a una modalidad de construcción social, es el mismo Estado quien ha definido la orientación de las políticas sociales y la forma de segmentar e intervenir lo social. Por ello, sus impactos no han sido menores, configurando nuevos conflictos, formas de integración y subjetividades en la población que ha sido intervenida o beneficiaria-focalizada. En Chile, la Ficha de caracterización socioeconómica es el principal instrumento de focalización de los programas sociales gubernamentales4. Todos los subsidios monetarios utilizan este instrumento con el fin de identificar a los individuos que presentan las mayores carencias y vulnerabilidades, siendo un insumo fundamental en la asignación de beneficios de programas de vivienda social, cuidado preescolar, escolar y otros5. Desde la década del 2000 se ha discutido sobre la necesidad de mejorar los instrumentos de focalización de políticas y programas sociales6 para acrecentar el efecto redistributivo del gasto público social, permitiendo un mejor alcance de los programas de protección social. En la actualidad la focalización se ha transformado en una de las aristas 1 Doctora en Psicología Social y del Desarrollo de la Universidad Católica del Sacro Cuore - Milán. Profesora del Departamento de Psicología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile e Investigadora Responsable (s) del Núcleo Milenio “Centro de Investigación en Vulnerabilidades y Desastres Socionaturales” de la misma Universidad. 2 Doctora en Estudios Americanos, USACH. Profesora del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile y coordinadora del Núcleo de Evaluación de Políticas Públicas de la misma Facultad. 3 Licenciada en Sociología, Universidad de Chile. Investigadora del Núcleo de Evaluación de Políticas Públicas, Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. 4 Desde la década del ‘60 y hasta hoy han existido diversas Fichas de caracterización socioeconómica: 1) Ficha Comité de Asistencia Social (CAS); 2) Ficha de Protección Social (FPS); y 3) Ficha Social (FS). Todos estos cambios han buscado capturar la realidad de la pobreza en cada momento, pasando de un enfoque de carencias básicas a otro de vulnerabilidad para identificar quienes deberían ser beneficiarios del sistema de protección social. 5 La FPS permitía asignar (junto a otros requisitos) en la asignación de los siguientes subsidios: Subsidio Familiar (SUF); Pensión Básica Solidaria (PBS); Subsidio al Consumo de Agua Potable; FONASA grupo A (gratuidad de las prestaciones según vulnerabilidad); Subvención preferencial en Educación y Subsidios de Vivienda. 6 En octubre de 2010, un Comité de Expertos emitió su diagnóstico sobre la FPS, realizando una propuesta de cambios en los ámbitos: operativo, institucional y de cálculo de puntaje. El comité realizó propuestas como: -Introducir un modelo de cálculo de puntajes de estratificación para cada hogar sobre la base de: capacidad de generación de ingresos, gasto en consumo del hogar e índice de necesidades. -Introducir cambios en el mecanismo de comprobación de datos entregados. -Premiar a aquellas municipalidades que muestren buenos resultados en las supervisiones. -Sancionar a quienes oculten o entreguen información falsa. MIDESOC (2013).

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más significativas y transversales de la política social, especialmente cuando se trata de la búsqueda y amalgama de eficiencia y equidad. Las personas a las que se les han aplicado estos instrumentos han construido diversas representaciones sobre las Fichas de caracterización socioeconómicas y sobre los procesos de diálogo y efectos comunicativos que éstos conllevan (FSP, 2010). Así, el concepto de pobreza y vulnerabilidad que este instrumento encierra no sería capaz, según los propios usuarios, de capturar dimensiones dinámicas, subjetivas y emergentes que condicionan la experiencia de la pobreza. Por lo anterior, se ha realizado un estudio extensivo y sistemático, de tipo cualitativo para analizar los significados, sentidos y experiencias de las “poblaciones focalizadas” a partir de su relación con los instrumentos de focalización. Este artículo refiere a los principales hallazgos y conclusiones obtenidos en la Región Metropolitana de Santiago –comunas Alhué, Independencia y El Bosque-; en la Sexta Región del Libertador General Bernardo O’Higgins -comuna de Pichidegua- y en la región Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo –comunas de Cisnes y Río Ibáñez-7. El análisis se realizó de manera comparativa, resaltando las similitudes y diferencias tanto entre grupos de beneficiario/as como entre zonas geográficas (rural/urbana), al considerar que, si bien las comunas comparten un mismo proceso de focalización de la política pública, también establecen modalidades diferenciadas de vinculación con el estado local y su percepción como sujeto “fichado”. II. Antecedentes de Políticas Sociales y Focalización El proceso de desprendimiento de las funciones estatales realizado durante la dictadura militar, constituyó un Estado que reduce su intervención a lo más mínimo. El principio subsidiario se convierte en el orientador de la acción estatal, enfocado principalmente en asegurar el cumplimiento de la libertad individual e igualdad de oportunidades. La política de reducción de recursos públicos y del gasto social y del crecimiento económico como la única forma de alcanzar el desarrollo redundó en “una política social implementada mediante la focalización”, presente hasta hoy, que busca asegurar a los sectores sociales más desventajados el acceso a los principios de libertad e igualdad de oportunidades con la promesa de escapar así de su condición de pobreza (Atria, 2008). La continuidad de la política ha sido justificada, desde la CEPAL –en relación a la política social universal con las siguientes razones (CEPAL, 1995; Franco, 1996): La política social focalizada permitiría: i) reconocer las características particulares de la población que se interviene, de manera similar a la segmentación del mercado; ii) devolver la legitimidad al Estado, ya que los recursos estatales invertidos en la política social llegan a los que más lo necesitan; iii) que las funciones de la política social pueden ser descentralizados hacia los cuerpos intermedios de la sociedad civil; iv) una mayor participación de la población involucrada en la toma de decisiones y fiscalización.

Según este discurso la focalización se traduciría en una mayor eficiencia y concentración de los beneficios al grupo de la población específicamente identificada como caren7 Los criterios de selección para la elección de las comunas fueron: bajo Índice de Desarrollo Humano; niveles importantes de indigencia y pobreza (CASEN), y la capacidad operativa del equipo investigador.

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te de satisfacción de una determinada necesidad: los más pobres entre los pobres. Mejoraría el diseño de los programas, su eficacia e impacto y propiciaría que el beneficiario pueda comprar en el mercado el bien que estime conveniente a través de programas de subsidios, vinculándose también con el apoyo empresarial a través de donaciones, sostenimiento de programas o descuentos tributarios. III. Construcción social de las poblaciones objetivo y dimensiones subjetivas de la política pública

La teoría de la construcción social de poblaciones objetivo se desarrolla en la década de los ‘90, con el fin de vislumbrar de mejor forma las razones por las cuales, en algunas ocasiones, los efectos de las políticas públicas no logran cumplir con algunos de sus objetivos esenciales, tales como la resolución de los problemas públicos, el sostén necesario a las instituciones democráticas o generar y garantizar una mayor igualdad de la ciudadanía (Ingram, Schneider & de Leon, 2007).  Schneider e Ingram (1997) entienden la ‘construcción social’ como las “maneras diferentes en las que se forma a las realidades” (73), intentando aclarar cómo el diseño de las políticas da forma a su población destinataria, es decir, cómo y por qué, clases particulares de políticas son producidas en contextos particulares. Con ello explican también el papel del poder en esta relación –cómo las políticas forman patrones subsecuentes de participación, orientaciones políticas, significaciones de ciudadanía y, a su vez, cómo el diseño de políticas “prealimenta”8 o se anticipa para dar forma a la política y la democracia –la forma de democracia que prevalece. De esta forma, la teoría se centra principalmente en los valores socialmente construidos aplicados a las poblaciones destinatarias, y la consiguiente repercusión que estos valores tienen sobre las personas y la democracia, abarcando una dimensión normativa cuando la teoría trata de explicar “¿por qué algunos grupos son favorecidos más que otros?, independientemente de las nociones tradicionales de poder político y ¿cómo el diseño de políticas pueden reforzar o modificar esas ventajas?” (Schneider & Ingram, 1993: 334) citado por (Pierce, J., Siddiki, S., Jones, M., Schumacher, K., Pattison, A., & Peterson, A., 2014). En este sentido, adquiere un rol fundamental la forma en que quienes toman decisiones políticas o los formuladores de políticas definen el problema, priorizan las iniciativas, a la vez que la manera en que se distribuyen los impactos (anticipados o noanticipados) desde diferentes estrategias de intervención (Ingram et al., 2007). Debido a que, dentro de esta teoría, la política se entiende como un diseño que construye poblaciones objetivo, las modificaciones que puedan sufrir las políticas se reflejarán en el cambio del levantamiento de las poblaciones objetivo, impactando así –inevitablemente– en alguno o todos sus elementos constitutivos. Al mismo tiempo, al ser las políticas públicas un instrumento y una acción, erigidas y dirigidas para intervenir 8 Feedforward (alimentar hacia adelante o prealimentar): sistema que introduce ideas de futuro en operaciones del presente, adaptando, en función de ello, un modelo generador más que regenerado, partiendo de la base de cambiar visionando, es decir proyectarse en el futuro, anticiparse, en lugar de concentrarse en lo que ya se hizo en el pasado (Goldsmith, Lyons, & Freas, 2000).

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grupos sociales, inciden en el cambio de las condiciones concretas de los individuos y en las formas de pensar la sociedad. De esta manera, construyen y reconstruyen lo que es ‘equitativo’ o ‘inequitativo’, ‘lo bueno’ y ‘lo malo’ para determinados grupos, en la búsqueda por mantener la cohesión social (Pérez Bravo, M. J., 2010). No obstante en esta relación Estado-sociedad civil no cuenta sólo con ganadores y perdedores, sino también con grupos sociales que, en un contexto específico, hegemonizaran la acción estatal; grupos que son promovidos desde el Estado y otros que son contenidos por las intervenciones públicas (Pierce et al., 2014). En síntesis, la teoría de construcción social y diseño de políticas se basa en los siguientes supuestos básicos (Martin et al., 2013). 1. La realidad es una construcción social, es decir, se da “un ejercicio de edificación del mundo o, al menos, que abarca variadas formas en las cuales las “realidades” del mundo son definidas. Esto puede incluir las imágenes, estereotipos, y asignaciones de valor a los objetos, personas y eventos, esto es, los elementos que operacionalizan la política y las políticas” (Ingram et al., 2007: 95). 2. Todas las políticas públicas poseen elementos constitutivos, los cuales las identifican y caracterizan, a través de un diseño determinado y una estructura básica9. 3. Los formuladores de políticas continuamente erigen socialmente a las poblaciones objetivo de las políticas, ya sea en términos positivos o negativos, asignando beneficios y cargas (o sanciones) para continuar con ciertas construcciones, transformarlas y resolver o enfrentar problemas.

IV. Experiencias subjetivas de la focalización La pregunta que guía el análisis es por los efectos subjetivos de los instrumentos de focalización en quienes participan del proceso de postulación a los programas sociales del Ministerio de Desarrollo Social. Algunos de los ejes analíticos sobre los cuales se basó el estudio y que acá cobran especial relevancia para comprender la construcción social de la política de focalización, son: las representaciones que la población focalizada construye sobre los activos personales, familiares y comunitarios; los sentidos que llevan a personas/ familias a ocultar recursos propios para disminuir los puntajes de la Ficha; y las representaciones que construyen sobre la institucionalidad y el Estado. IV.1. Representaciones en torno a sí mismos: entre la autodefinición y la estigmatización En general, en la medida que las personas obtienen mayores puntajes en la Ficha (y menos beneficios) las representaciones de sí mismos, lejos de vincularse a la “no pobreza” reflejan más bien la invisibilidad. Las personas se perciben como humilladas y faltas de comprensión y acogida ante la complejidad de sus problemas. Representan una visión de sí mismos cargada de esfuerzo, sacrificio y trabajo, capacidades personales y familiares 9 Schneider &Ingram (1997) plantearon un conjunto de dimensiones donde distinguieron y puntualizaron el contenido de toda política pública en cuanto a su diseño: a) definición del problema y los fines perseguidos, b) los beneficios y cargas a ser distribuidos, c) la/s población/es objetivo, d) las reglas de inclusión/exclusión, que determinan quién hace qué, cómo y con qué recursos, e) los instrumentos de políticas dirigidos a poblaciones y agencias para que actúen de acuerdo a los lineamientos de la política pública, f ) la estructura de implementación, g) las construcciones sociales, h) las justificaciones o fundamentos que legitiman las políticas, i) los modelos causales subyacentes (Martin, Dufour, Alessandro & Amaya, 2013: 168).

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que se hacen presentes a través de su devaluación, que resultan invisibles al sistema y que finalmente se convierten en los activos que movilizan para enfrentar las necesidades (principalmente a través del endeudamiento). Las personas atribuyen a la Ficha de caracterización socioeconómica el objetivo de medir pobreza y eso los coloca en situación de definirse como pobres; sin embargo, la definición de pobreza sustentada en la Ficha, según los encuestados, responde a estereotipos y estigmas lejanos a la definición de las propias condiciones de vida. Se atribuye a la Ficha de caracterización socioeconómica una expectativa de necesidad que coincidiría con una pobreza “miserable”, “carente” y “sucia”, mientras que para las personas encuestadas estas imágenes son rechazadas y definen su situación como la de “pobres pero no tanto”; “pobres, pero no mendigos”; “clase media con necesidades”. Todas estas últimas definiciones escapan del concepto de necesidad exclusiva de bienes y servicios básicos y apuntan más bien a la pobreza del aislamiento, la exclusión social y el abandono de las políticas públicas. La relación con la Ficha de caracterización socioeconómica reifica las definiciones que las personas hacen sobre sus necesidades y activos más por omisión que por afirmación. En otras palabras, lo que la Ficha registra de su estado de posesión de bienes, acceso a servicios y tenencia de algunos capitales aparece generalmente disímil a lo que las personas perciben de su realidad personal y familiar, generando así una construcción de lo que son, que se completa precisamente a partir de lo que no se dice en Ficha de ellos. Así, se valora con énfasis la educación obtenida, los recursos familiares y la capacidad de salir adelante, todos ellos activos que son “castigados” por la Ficha de caracterización socioeconómica y sus puntajes. La distancia entre ambas definiciones es atribuida a una categorización propia del sistema de focalización que más bien responde a un estigma de la pobreza que no coincide con la realidad vivida y frente al cual se sienten obligados a adecuarse, dejando pocas alternativas si se quiere la obtención de beneficios. El campo de significados autoconstruidos y construidos por la Ficha de caracterización socioeconómica sobre la pobreza es el nicho de malestares y actitudes variadas ante la Ficha: se puede aceptar la etiqueta de lo que la Ficha de caracterización socioeconómica entiende por pobre, y burlarla, aparentando la información que le permita entrar en ella; se puede conocer la etiqueta y presentar lo que se es y se tiene creyendo que no hay muchas diferencias en la clasificación y que, de haberlas, serán consideradas flexiblemente; por último, se puede desconocer lo que se pretende por pobreza y confiar en que la propia percepción de pobreza será considerada. En muchos de estos últimos casos, la desesperanza y la frustración son más fuertes al obtener puntajes altos. El margen de coincidencia entre lo que la Ficha de caracterización socioeconómica considera como “necesitado de apoyo” y las necesidades que se perciben en las propias condiciones de vida es estrecho, porque las personas tienden a definirse con necesidades más complejas de las que se buscan registrar. El apoyo se necesita cuando el bienestar es alterado por crisis eventuales y emergentes ante los cuales la Ficha no es sensible ni oportuna, tales como un cambio de oficio o precarización del trabajo, enfermedades no crónicas del proveedor, emergencias en la vivienda o en el hábitat o problemas alimentarios de los hijos, como ejemplos. La experiencia del encuestaje, principalmente en puntajes medio altos y altos, hace visibles los activos cuando las personas se dan cuenta que éstos son castigados (mayores 83

puntajes por mejores niveles de educación) y la frustración que esto genera, más que invisibilizar los capitales educativos y familiares, los orienta a canalizar éstos en otras –escasas– vías para la solución de sus problemas. Así, desconfían del sistema de protección social y acuden a la familia y al endeudamiento, con pocas insistencias hacia una recalificación de su estado, pues ya se sabe que “lo que uno es no es lo que la Ficha de caracterización socioeconómica quiere ver”. IV.2. Sentidos de las estrategias de ocultamiento Si bien el ocultamiento es una práctica validada –en pocos casos reconocida– para la propia experiencia, es criticada en la acción de los demás ocasionando percepciones de injusticia. En este sentido, puede ser justo ocultar o mentir en la propia situación, porque la relación se establece con la Ficha de caracterización socioeconómica. Como la Ficha es injusta y “mentirosa” (no refleja la realidad), obliga a mentir para lograr el objetivo que la misma Ficha se plantea y ser visibilizado como pobre. Según las significaciones, es justa la Ficha de caracterización socioeconómica que visibiliza (aquello que no se tiene), que reconoce (aquello que se es) y da lo que corresponde (para que se pueda hacer). Los medios para este fin pueden ser entonces considerados “justos”, obteniendo así un ocultamiento al servicio de la justicia. Sin embargo, cuando la Ficha de caracterización socioeconómica permite beneficios a quienes mienten u ocultan, el sentimiento de injusticia se dirige al Estado y al sistema de protección. Cabe señalar que esta relación no lineal ni obvia, pues subjetivamente puede ser también atribuida a un error de cálculo en los puntajes o a cálculos justos sobre información errada, a mala intención y mentira también por quienes aplican, sin embargo se hace referencia a la incredulidad y desconfianza en el sistema de protección social que resulta finalmente injusto. Así, la injusticia en la adjudicación de puntajes y beneficios tiene consecuencias directas en la experiencia de relación con el Estado. IV. 3. Representaciones que construyen sobre el Sistema de Protección y el Estado La relación con la Ficha de caracterización socioeconómica encierra una relación con el Estado y la institucionalidad representada, por los encuestados, en distintos niveles: la municipalidad, el Sistema de Protección Social y el Estado. Así, mientras más aumentan los puntajes, más presente es la imagen de un Estado incumplidor que deja menos alternativas para superar las situaciones de pobreza. Se visualiza un Estado que no apoya, que cierra las puertas al dar siempre los beneficios a un mismo –y otro– grupo social y que castiga el esfuerzo y la educación de quienes tratan de salir adelante por sus propios medios. El sentido atribuido a la focalización es dar los beneficios a quienes más lo necesitan. La ruptura de este significado esencial representa un quiebre en la experiencia, que tiene repercusiones en las disposiciones a la acción (desmotivación por el uso de la Ficha de caracterización socioeconómica) y fractura del vínculo con el Estado (incredulidad, desconfianza, devaluación). La valoración negativa de lo que sucede con la Ficha de caracterización socioeconómica recae no sólo en la primera parte del axioma, es decir, que no da los beneficios (dimensión del tener) sino importa más la segunda parte: que no los da a quienes más lo 84

necesitan. La valoración negativa de la Ficha recae en su debilidad de reconocer quiénes son los más necesitados (dimensión del ser). Dicho de otro modo y extendiendo el argumento, incluso si se lograran los beneficios particulares que se buscan, es probable que los sentimientos de desconfianza, incredulidad y devaluación se mantendrían mientras se observe que otros siguen obteniendo beneficios aunque no los necesiten. El eje simbólico que organiza la relación con la Ficha no es, al parecer, el beneficio, sino la necesidad, por lo que los efectos subjetivos pueden variar según lo que se considere como necesario y cómo se prioricen esas necesidades en relación a las de los demás. En palabras de los entrevistados, la Ficha de caracterización socioeconómica perjudica cuando no reconoce las necesidades, pero castiga cuando no reconoce las capacidades (educación, trabajo, esfuerzo). Si bien, tanto en comunas rurales como urbanas se aprecia desconfianza ante el sistema de focalización en general, debido a la mala distribución de los beneficios, en la urbe la desconfianza es por sospecha, mientras en ruralidad es por desconocimiento. Ello se deriva de una presencia más fuerte, en el primer caso, de una “Ficha Justa” que debiera evaluar y considerar lo que se es (capacidades, activos inmateriales), mientras que en el segundo caso la representación de justicia pasa principalmente por la capacidad de consignar verazmente lo que se tiene y lo que se necesita. V. A modo de reflexión El estudio realizado permitió reconstruir una experiencia general de comunes rasgos en torno a la Ficha de caracterización socioeconómica, principalmente en lo referido a: i. Apreciaciones que se tienen sobre ésta; ii. Utilidad y finalidad que se les atribuye; iii. Estrategias que despliegan durante todo el proceso; iv. Percepciones sobre el ocultamiento como estrategia durante el encuestaje; v. Experiencias afectivas que se generan y las opiniones y sugerencias elaboradas sobre el proceso de focalización. Los efectos de la aplicación de los instrumentos de focalización chilenos, más que recaer en una opinión de los encuestados sobre el instrumento, impactan principalmente en la percepción sobre las instituciones a las que se atribuye el diseño e implementación de la Ficha de caracterización socioeconómica, resultando en representaciones de sí mismo que entran en conflicto con la definición que la Ficha les atribuye a ellos. Más allá de los beneficios, son los puntajes los que impactan en las representaciones de los sujetos, en sí mismos y en los demás, entrando en conflicto con las autopercepciones e inaugurando percepciones negativas de los demás respecto al acceso de la estructura de oportunidades. En síntesis, las características de la “población beneficiaria” que construyen las políticas sociales de las últimas décadas en Chile, no son asumidas limpiamente por esta misma población. Los procedimientos, instrumentos y usos de la focalización tensionan la construcción de representaciones y acciones que esta misma población hace en respuesta e interacción con lo que la política focaliza en ella y que la aleja del Estado y 85

sus beneficios. Lo resultante es entonces una realidad compleja y dinámica, disímil de estratos estables, que no puede sino ser conocida a través de procedimientos flexibles y menos estandarizados. Referencias bibliográficas Arellano, J. 1988. Políticas sociales y desarrollo. Chile 1924-1984. Santiago: CIEPLAN. Atria, R. 2008. The Neo liberal model in Chile: the impact of capitalistic transformation on the social structure. Santiago: Centro de Investigación en Estructura Social. Biblioteca Congreso Nacional. BCN. 2012. Reportes estadísticos comunales. Alhué. http://reportescomunales.bcn.cl/2012/index.php/Alhu%C3%A9. _________ 2012. Reportes estadísticos comunales. Independencia. http://reportescomunales.bcn. cl/2012/index.php/Independencia. _________ 2012. Reportes estadísticos comunales. El Bosque. http://reportescomunales.bcn. cl/2012/index.php/El_Bosque. _________ 2012. Reportes estadísticos comunales. Pichidegua. http://reportescomunales.bcn. cl/2012/index.php/Pichidegua. CASEN (2009), http://www.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/casen2009/ CEPAL (1995).Focalización y Pobreza. Cuadernos de la CEPAL N°71. Santiago: Naciones Unidas. Cruz-Rubio, C. 2011. “Convergencias y disparidades en las teorías sobre el cambio de las políticas públicas: una revisión preliminar y una propuesta de integración tipológica”, Administración & Desarrollo 39(54) 99-118. http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3896186 Ficha de Protección Social 2011. www.fichaproteccionsocial.gob.cl Franco, R. 1996. Los paradigmas de la política social en América Latina. Santiago: CEPAL, División de Desarrollo Social. Chile. Franco, R.& Cuentas, J. 1983. Desarrollo social en los 80. Santiago: CEPAL, ILPES, UNICEF. Fundación Superación de la Pobreza. 2010. Voces de la Pobreza. Significados, representaciones y sentir de personas en situación de pobreza a lo largo de Chile. Santiago: FSP. Goldsmith, M., Lyons, L., &Freas, A. (Ed.). 2000. Coaching for Leadership: How the World’s Greatest Coaches Help Leaders Learn”. San Francisco: Jossey-Bass. Ingram, H.,  Schneider, A., &deLeon, P.  2007. La construcción Social y el diseño de políticas. En Paul A. Sabatier (Ed.) Teorías del proceso de políticas públicas, 99–138. Buenos Aires: Proyecto Modernización del Estado. Jefatura de gabinete de ministros. Presidencia de la nación. Instituto Nacional de Estadísticas. INE. 2013. http://www.ine.cl/ Instituto Nacional de Estadísticas. INE. 2012. Carpeta Comunal Cisnes. h t t p : / / w w w. i d e . c l / a y s e n / i n d e x . p h p ? o p t i o n = c o m _ d o c m a n & t a s k = d o c _ download&gid=37&Itemid=100008. _______________________________. 2012. Carpeta Comunal Río Ibáñez. http://www.ide.cl/ aysen/index.php?option=com_docman&task=doc_download&gid=43&Itemid=100008. Lahera, E. 2004. Política y Políticas Públicas. Serie de Políticas Sociales N° 95. Santiago: CEPAL, División de Desarrollo Social. Martin, F., Dufour, G., Alessandro, M. & Amaya, P. 2013. Introducción al análisis de políticas públicas. Buenos Aires: Universidad Nacional Arturo Jauretche. Ministerio de Desarrollo Social MIDESOC. 2013. http://observatorio.ministeriodesarrollosocial. gob.cl/casen_obj.php. 86

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El Estado múltiple: el gobierno de las políticas basadas-en-la-evidencia. Análisis desde los modos de individuación Jorge Castillo Sepúlveda1 En los últimos tres años hemos apreciado un cúmulo de relatos –denostativos en su mayoría– sobre los modos en que el gobierno ha conducido la producción de conocimiento sobre la población en Chile. Tal es el caso de las importantes controversias suscitadas desde julio de 2012 y abril de 2013, en lo relativo a la encuesta Casen y el último Censo en Chile respectivamente, ambos dispositivos con los cuales el Estado chileno ha constituido progresivamente tanto las coordenadas como los contenidos con los cuales formular orientaciones de índole política. Tales relatos, expuestos principalmente en periódicos y reportajes breves en televisión, se han referido a las cualidades técnicas y metodológicas de las herramientas estadísticas que han participado de la constitución e interpretación de información base para el establecimiento de normativas y programas de desarrollo social y económico. La invalidación de los compromisos con los estándares científicos a la base de tales operaciones, ha incidido en declaraciones que señalan que tal conocimiento no permite sea empleado “como herramienta para la elaboración de políticas públicas” (Bezama, 2013). A la base de estos enunciados puede encontrarse una cierta disposición propositiva respecto a la necesidad de elaborar información como material elemental para la exposición de fórmulas de gobierno, exponiéndose éste último como consecuencia del conocimiento extraído de la población, misma que se produce a partir de procesos complejos de medida estadística (Ramos, 2012); el Estado, como garante moderno del gobierno, en su propio proceso de modernización se ha constituido como reflejo de operaciones y técnicas específicas de generación de conocimiento, con incidencia relativa en la composición del «sujeto de la política». Este trabajo aborda como contexto analítico la racionalidad biopolítica de gobierno en las relaciones técnicas y procedimentales emergentes en el ámbito de las Políticas Basadas-en-la-Evidencia (Evidence-Based Policies o EBP) y su incidencia en los modos de individuación, es decir, las composiciones heterogéneas por las cuales surge el individuo en una componenda social y técnica. Tanto el individuo teórico del liberalismo como el práctico de la vida cotidiana verían la definición de sus patrones de acción afectados por la emergencia de, y la definición por, cúmulos de datos que hacen referencia a sus condiciones de vida, vertidas sobre ésta, delimitadas por formas de producción específicas y de aprehensión política particular. Las EBP se constituirían como modalidad operativa de una tecnología específica por la cual constituir conocimiento específico desde la población, para ser vertido sobre la misma en la modalidad de políticas y programas públicos sustentados sobre la mejor evidencia disponible (Head, 2010). Las lógicas a la base señalan que el movimiento basado en la evidencia operaría un nuevo tipo de objetividad sustentada en regulaciones y en los medios por los cuales estas son verificadas (Cambrosio, Keating y Bourret, 2006). 1 Doctor en Psicología Social, Profesor Asistente Escuela de Psicología Universidad de Santiago de Chile.

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Ésta, emergente a mediados de la década de 1990, deviene de los resultados obtenidos en la implementación de regulaciones en biomedicina, y señala que, sobre la premisa de “hacer las cosas correctas de modo correcto” (Muir Gray en Hewison, 2004: 336), deben generarse estrategias procedimentales y de interpretación orientadas a “superar la brecha entre la investigación y la práctica” (Reynolds en Hewison, 2004: 336), empleando como modelo o metáfora de gobierno la ciencia. De tal modo, las ciencias y conocimiento no sólo se constituyen como referentes para la elaboración de los programas y orientaciones de gobierno, sino en su racionalidad concreta. Los diagramas de poder, en tal sentido, no pueden comprenderse escindidos de las lógicas de producción de saberes, y de estos según el canon científico. Para Foucault (1988), el saber no sólo comporta un discurso de representación, en una relación impermeable o ajena del objeto, sino, por el contrario, uno de afección recíproca, de transformación y modificación: el saber entrama “modos de objetivación que transforman a los seres humanos en sujetos” (Foucault, 1988: 3), que segmenta a los sujetos entre sí, y en sí mismos. Según ello, el saber no sólo se comprende como un proceso indisociable del poder, sino éste último es, en gran medida, un producto del saber. Las transformaciones en las prácticas gubernamentales de saber constituirían un eje más por el cual emergerían formas diversas de subjetivación (devenir sujeto) y, asimismo, de negociar y ejercer el poder. Bordeando el discurso de las EBP En concreto, el escenario de las EBP surge en Chile a la par del proceso formulación de un sistema de gobierno post-dictadura militar, sustentándose en el discurso de modernización y «readecuación a los nuevos desafíos tecnológicos, económicos y sociales» (Doña, 2006). La Modernización del Estado, ha asumido progresivamente la tarea del diseño de estrategias que aumenten la capacidad de gobernar –lo que se ha connotado en diversos ámbitos técnicos y teóricos como gobernanza–, enfatizando la necesidad de mejorar la percepción ciudadana respecto a la eficacia de las políticas públicas y la conducción política (Arenas, 2008; Sutcliffe y Court, 2006). Si bien este proceso es complejo, Arenas (2008) lo caracteriza a partir de tres ejes: (a) cambios en la relación con los/as gobernados/ as (de súbditos a ciudadanos); (b) cambios en los paradigmas de gestión (del proceso a los resultados); y (c) cambios en la concepción del Estado (de productor a regulador) (Arenas, 2008). Esta triada se articula con el propósito de reducir el tamaño de la administración y función pública, desvinculando sus labores de examen e intervención en los mercados internos (Arenas, 2008; Barzelay, 2001). Todo ello implica una operación a la base de mayor alcance que supone una auténtica reconfiguración de lo social, lo político y lo ideológico. Junto a esto, la identidad de distintos actores tradicionalmente implicados en la configuración y actualización de las agendas programáticas estatales también es redefinida. Para los defensores de este movimiento, su fundamento radica en el “reemplazo de las políticas de impulso ideológico por la toma de decisiones racionales” (Sutcliffe y Court, 2006: 1). No obstante, diversas aproximaciones a los movimientos basados-en-la-evidencia dan cuenta de que esta pretensión dista de lograr su cometido, al menos en lo relativo a una cierta neutralidad ideológica (Cambrosio et al., 2009; Pope, 2003). Según Davies, el enfoque de las 90

políticas basadas en la evidencia “ayuda a las personas a tomar decisiones informadas sobre políticas, programas y proyectos, al colocar la mejor evidencia posible de las investigaciones en el centro del desarrollo e implementación de las políticas” (Davies, 2004: 3). Aquello que comporta como evidencia para la fundamentación de políticas, no obstante, no es del todo exento de convenciones que son mediadas, incluso, por los mismos políticos. Las metodologías avaladas como medio, a su vez responden a cierta retórica de la actividad científica que establece, por ejemplo, ciertas modalidades de investigación por sobre otras. Ello comporta que sean datos cuantitativos, altamente mediados por técnicas de gestión estadística, los que prevalezcan como información válida (Sutcliffe y Court, 2006), de lo que se deriva toda una serie de estrategias y tácticas para la gestión que es traducida para ser comportada a su vez como evidencia. La tecnificación implica, por tanto, un proceso de traducción de la información existente en modalidades que faciliten la evaluación, la medición y el seguimiento. Los actores involucrados deben a su vez re-comprenderse, para poder ser interpretados en este esquema. Desde esta perspectiva, las políticas públicas han pasado de operar como un dispositivo regulador basado en la representación de su ámbito de trabajo y aplicación, a actuar bajo un dispositivo regulador y que actúa más bien a partir de: (a) uso masivo de protocolos; (b) producción de información altamente estandarizada; (c) preeminencia de criterios tecnocientíficos y (d) diversificación de los colectivos especialistas implicados. En la práctica esto se asocia a la constitución de un entramado de relaciones y entidades materiales que participan orientando la interpretación de la información confeccionada, pero también de su producción. El Estado deviene, así, sostén para un nuevo regimen de justificación política, a la base de operaciones de índole técnica y científica, generando esquemas de objetivación particulares. Como parte de un proyecto de investigación, analizamos y exponemos –de manera general– implicancias de algunas tecnologías de conocimiento presentes en el esquema de fundamentación de las EBP en Chile. La consideración de programas, servicios e índices de medición de lo social, ha conllevado resituar transitoriamente la noción de Estado y de sumisión. Inteligibilidades de gobierno: el Estado Múltiple En un esquema biopolítico «basado-en-la-evidencia» surgen nuevas condiciones para el Estado, expuesto como un producto de relaciones de producción de información y sus condiciones de aplicabilidad en registros políticos específicos. En este ámbito, la visibilidad de lo social se hace posible en la medida que se constituyen dispositivos de observación que son conformados por la elaboración de estándares de medición e interpretación de información. Lejos se plantearse como un esquema lógico, ello es únicamente posible si diversos actores ejercen una función específica en un entramado heterogéneo de regulaciones que definen objetos y criterios de objetividad de los procedimientos implicados. Como señalábamos, tales dispositivos se compondrían de naturalezas heterogéneas que participan en flujos o, como señala Deleuze (1988), ovillos, madejas, conjuntos multilineales o desequilibrios de relaciones, que ejercen algún efecto inespecífico de poder, pero 91

que constituyen una modalidad concreta del mismo, formulando saberes que definen de modos diversos lo que puede ser representado como social para el Estado, sus servicios, programas y actores. Las máquinas de saber que forman parte de la composición de los dispositivos no se dedican a conocer aspectos ya retratados por otros mecanismos en una realidad preexistente: a través de sus acciones conforman figuras variables e inseparables de éstas, en una disposición performativa de las realidades sociales. La historicidad de lo social, en tal sentido, se alinea a las trayectorias de los dispositivos y los regímenes de enunciación –verificación, justificación, evaluación, argumentación– que lo posibilitan y otorgan materialidad en entramados de comprensibilidad. Quienes abogan por las EBP definen que estos componentes, parte de la vida social, deben perfilarse e incorporarse a través de investigaciones que hagan posible la formulación de debates para la elaboración de políticas públicas, orientando la improvisación progresiva de la implementación y evaluación de programas públicos (Head, 2010). Ello implica que la definición de Estado se ve necesariamente afectada en su composición como un dispositivo homogéneo que condiciona la relación con el sujeto en un supuesto vínculo de soberanía. Estas hacen evidentes modos de operación en los cuales esta relación no es directa ni universal, sino se asocia al ejercicio de diagramas diferenciados en los cuales operadores socio-técnicos traducen diversidad de modos de ciudadanía, asignables a políticas específicas. En tal sentido, el mismo ciudadano no es único sino múltiple; y el Estado, al componerse de diversas estrategias de medición y operación sobre determinados sujetos, a su vez, se multiplica en esquemas de poder –y saber– organizados según distintos regímenes de datos. Annemarie Mol (2005), en investigaciones relativas a las lógicas prácticas que participan en contextos biomédicos, siguiendo una especie de indagación empírica de las epistemes foucaultianas, ha promovido modos de comprensión de las categorías que forman parte de la inteligibilidad de procesos altamente complejos, como producciones locales que dependen de la experticia y la agencia de entidades materiales específicas, tales como los estándares o protocolos basados-en-la-evidencia. En esta línea, la ontología de los objetos de la medicina –en el contexto que aborda– lejos de ser única y comprensible para todos los actores de un modo homogéneo, es múltiple, es decir, sujeta a racionalidades y acciones diversas, cada cual operando sobre objetos según estas lógicas. En un regimen de justificación basado-en-la-evidencia podemos apreciar acciones y efectos similares. La inteligibilidad de los objetos públicos, sociales, subjetivos, se somete a procedimientos estadísticos complejos que hace posible su representación para los gestores del Estado. La interpretación no es directa e implica la admnistración de saberes particulares, no obstante, el efecto es similar en diversos casos: producen a través de estas operaciones aquello que se constituye como un objeto para los programas; a través de la objetivación se constituye una realidad, pero esta depende de las preguntas y operaciones que han sido mediadas por expertos y dispositivos de producción de datos. Cada esquema de interpretación ofrece su objeto; cada dominio político, asimismo, constituye sus índices y apreciaciones. En Chile, por ejemplo, los diversos ministerios formulan a partir de unos pocos índices las condiciones de posibilidad para la configuración de sus objetos sociales. Así, como un caso, el Ministerio de Educación, elabora el IVE (Índice de Vulnerabilidad Escolar) a partir del cual definir las condiciones de una población 92

particular –según rangos etarios en este caso– sobre la cual operar. En un regimen basadoen-la-evidencia, se establecen las condiciones de producción de información, los territorios, modos de preguntas y fuentes de datos, todo ello para hacer posible la orientación de programas. Estos escenarios, no obstante, generan sus propias racionalidades, exponiendo la posibilidad de que la ontología social y, por tanto, procedimental se conforme como actualidades múltiples. Un estado que dependa de regímenes de datos, se conforma por inteligibilidades, herramientas y procedimientos que lo hacen múltiple: del Leviatán de Hobbes, nos constituimos como efectos de dispositivos de regulación que conforman hegemonías que nada tienen que ver con la conformación de universalidades, sino con la construcción de esquemas locales de acción para segmentos de información específicos. Desequilibrios de saberes que efectúan sociedades diversas, pero a su vez entramados técnicos y políticos desiguales: un Estado múltiple. Regímenes de datos y modos de individuación En el gobierno basado-en-la-evidencia el Estado no sólo se diferencia de sí mismo, sino también establece diversas condiciones de representación-traducción del sujeto, y de gestión del poder. Mediante parámetros que vehiculan el cálculo económico y político de estrategias de intervención social, el sujeto no sólo es performado a partir de las mediciones –en el sentido de que sus cualidades y condiciones de vida se define por el cúmulo de preguntas, índices e indicaciones supuestos en los mecanismos de producción de evidencia–, sino también prehendido; un modo de prehensión remite a la formulación de una relación según la cual las entidades interactuantes mantienen su identidad o individualidad, no obstante, ésta es constituida sólo a partir de lo que se obtiene del ajeno con quien se interactúa. Se trata de un término acuñado por A. N. Whitehead (1929) y deriva del concepto filosófico «aprehensión», haciendo referencia simultáneamente al sustantivo «prensión» (acto de prender) y al verbo «prender» (comunicar su virtud una cosa a otra). Remite a un tipo de unión que configura una realidad en la que una entidad capta o prende a otras. A través de esa potencia de captura distintas entidades quedan subordinadas o coordinadas en una mayor; en este caso, un regimen de datos. Según esta orientación, la gramática a la base de las EBP incluye los diversos actores que forman parte de los mundos sociales que constituyen, no obstante, estos no son subordinados o sometidos a una especie de imposición asimétrica. Por el contrario, los sujetos prehendidos participan desde su individualidad con tal de ser incluidos y obtener algo al ser parte del regimen de datos: beneficios, materiales, objetos económicos. Ello implica que el poder no sólo es ejercido en el modo de subyugación, sino también por los sujetos en tanto pretenden ser traducidos en un regimen, para adquirir y ser parte de su inteligibilidad. La agencia en el proceso, claro, no es uni-causal, no se trataría de una búsqueda voluntaria y autónoma –liberal– de inclusión, sino remitiría a la distribución de los ejercicios entre la totalidad de entidades que participan: afección semiótica (relacional) que constituye la posibilidad de información a partir de los entramados socio-técnicos (políticos) y sociales, sin los cuales las EBP no son posibles. La gestión de las EBP 93

requiere de la auto-gestión del sujeto, constituyéndose como uno de los modos posibles de gubernamentalidad. El individuo, no obstante, no puede ser representado o constituido como una unidad total, única. En el devenir de producción de evidencia éste emerge como el resultado de operaciones técnicas y políticas. El individuo político, concreto y particular, aparece e interviene en la organización y producción de orden producido localmente, de modo descriptible. Este es, sin embargo, producto de un proceso de singularización según las indicaciones de la EBP: nunca es un todo, sino siempre una dimensión, el reflejo de un indicador o una pregunta por su condición. Ello no implica que como tal desaparezca, sino que su representación y traducción para el Estado es sólo posible por un proceso de mediación por el cual éste deviene una circunstancia medible. Un modo de individuación es, así, comprendido como la emergencia de una forma de relación específica en un continuo de influencias heterogéneas, que tienen un carácter local, provisional, transitorio (Tirado y Domènech, 2009). El sujeto prehendido es para las EBP mediante individuaciones, es decir, singularizado en el momento que es medido. No es posible, sin embargo, imaginar una prehensión eterna que defina las condiciones de por vida del sujeto: tal captura es caduca, no logra establecer las condiciones de vida que pretende dibujar. Ni tampoco ejercer un poder sobre el sujeto: el poder de transformación es ejercido por el mismo sujeto, sobre sí mismo, para lograr ser medido, estableciéndose un esquema de influencia transitorio entre el Estado y la persona. No obstante, esta afección logra trascender la interacción local a partir de la recurrencia de mediciones, comprometiendo las trayectorias de los sujetos y sus modos de vida. Las EBP, como tecnología biopolítica, ofrecen un campo de desafíos analíticos para la comprensión de las formulaciones del poder en los esquemas de gobierno neoliberales. Esta, sólo consiste en un esbozo de aproximación. Que se considere como tal. Referencias bibliográficas Arenas, Héctor. 2008. “Ejes de la modernización del Estado en Chile”. Prospectando Horizontes 3: 1-7. Barzelay, Michael. 2001. “La nueva gerencia pública. Un ensayo bibliográfico para estudiosos latinoamericanos”. Revista del CLAD Reforma y Democracia 19. http://old.clad.org/portal/publicaciones-del-clad/revista-clad-reforma-democracia/articulos/019-febrero-2001-1/ la-nueva-gerencia-publica.-un-ensayo-bibliografico-para-estudiosos-latinoamericanos-yotros Bezama, Boris. “Censo 2012: Comisión de expertos ratificó errores y recomendó rehacerlo el 2015”. Ciper 7 de agosto de 2013. http://ciperchile.cl/2013/08/07/censo-2012-comisionde-expertos-ratifico-errores-y-recomendo-rehacerlo-el-2015/ Cambrosio, Alberto, Keating, Peter. y Bourret, Pascale. 2006. “Objetividad regulatoria y sistemas de pruebas en medicina: el caso de la cancerología”. Convergencia 13: 135–152. Cambrosio, Alberto, Keating, Peter, Schlich, Thomas, y Weisz, George. 2009. “Biomedical Conventions and Regulatory Objectivity: A Few Introductory Remarks”. Social Studies of Science 39(5): 651–664. Davies, Phillip. 2004. “Is Evidence-based Government Possible?”. Texto presentado en el IV Coloquio Anual de Campbell, Campbell University, Washington DC, Febrero de 2004. 94

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La domesticación de los pobres: el combate a la pobreza como dispositivo de poder

Camilo Manzo Olmos1 Esta presentación se enmarca en mi investigación de memoria de título para optar al grado de Licenciado en Geografía. Como esta investigación aún no termina, la presentación se basa en resultados y conclusiones provisionales. El objetivo general de esta investigación es conocer la ciudadanía de Derechos Sociales contenida y construida por la Política Social Anti-Pobreza chilena (PSAP) chilena, para el período de estudio 19252012. No obstante, aquí sólo se expondrán las características generales que dan origen al combate a la pobreza como dispositivo de poder y práctica gubernamental y las principales tácticas que este ha utilizado para penetrar y transformar a los espacios y a los sujetos de la pobreza, para el período 1925-2012. La posibilidad de un contra-saber-poder del combate a la pobreza La modernización constituye el mayor proceso de expansión y dominio que una sociedad haya ejercido jamás sobre las demás sociedades y territorios del planeta (Polanyi, 2001; Wallerstein, 2007 & 2011; Foucault, 2002). Como proyecto político (Clastres, 1978), la modernidad ha requerido de múltiples tácticas y estrategias de poder. Esta presentación sostiene que el combate a la pobreza ha sido la principal estrategia estatal en la expansión y contención de las relaciones modernas: en la totalización del régimen de bienestar, la economía de mercado y del sujeto moderno; del ciudadano y la ciudad, como recursos de dominación individual y total. A diferencia de las posturas más conservadoras, se replantea el combate a la pobreza como un auténtico dispositivo de poder, de dominio histórico, capaz de articular saberes, instrumentos de control estadístico, dispositivos específicos, mecanismos de disciplina e ingenierías civiles, entre otras cuestiones (Foucault, 1979a, 1979b, 2006, 2012; Agamben, 2007). Esta propuesta de replanteamiento se hace posible en base a la producción teórica de Michel Foucault, enriquecidas por el diálogo de ésta con la Geografía política (Raffestin, 2011; Crampton y Elden, 2005; Klauser, 2012). Dentro de este diálogo, la geografía presenta múltiples posibilidades, como ciencia social que se posiciona desde el Espacio geográfico (territorio, lugar, región, paisaje, espacio) (Blanco, 2007; Santos, 1996): pues, el espacio y la espacialidad conforman el eje transversal en la obra de Foucault (Johnson, 2008). Por ejemplo: para poder comprender las relaciones entre saber y poder (Foucault, 1979b, 1998; Arancibia, 2010); para comprender la disciplina en la delimitación de ciertos espacios como dispositivos de poder (Deleuze, 1991, 1979b) y; para la comprensión de dinámicas espaciales de redes, situaciones, dispersiones y movimientos en general, que caracterizarán a los dispositivos y 1 Egresado de Geografía. Escuela de Geografía, Universidad de Chile.

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mecanismos de poder (Foucault, 1979a, 1998, 1999, 2012; Canales, 2010; Farías, 2010). En este sentido, la Geografía se presenta como una disciplina con una conceptualidad especializada en la comprensión de las relaciones complejas, en la yuxtaposición de los fenómenos y la disolución de los límites entre distintas disciplinas (Santos, 2006; Harvey, 2007), a través de conceptos como territorialidad, flujos, fijos y otra serie de ideas asociadas a las dinámicas entre las estructuras sociales, materiales y simbólicas que constituyen subjetividades, las cuales a la vez instituyen relaciones geográficas. A la luz de este diálogo, el dispositivo del combate a la pobreza será comprendido desde su espacialidad: su constitución interna, como red delimitada de acciones y; desde sus tácticas de despliegue territorial y los espacios que es capaz de construir o transformar. Una propuesta de Genealogía del combate a la pobreza Para los centros del saber moderno, principalmente desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el combate a la pobreza se explica como el conjunto de estrategias para mejorar las condiciones de vida humana y para el desarrollo, y para ello se ha asumido históricamente la retórica de la lucha entre lo moderno y lo tradicional, que en Latinoamérica se ha traducido en discursos de dualidades Centro/periferia; Desarrollo/ subdesarrollo; Urbano/Rural y otras que cargarían de profundo significado los éxodos rurales, la adopción de tecnologías domésticas y otra serie de transformaciones, en todas las escalas, siempre en forma simbólica y material. En este esquema, la modernidad se asume desde el determinismo histórico y el evolucionismo social (Escobar, 2007). Aquí se postula que los orígenes del combate a la pobreza no guardan relación con ningún devenir ni evolución natural de las sociedades, sino en la contingencia; en la táctica y en la oportunidad: El proceso que origina el combate a la pobreza tiene sus bases en la revolución industrial inglesa que da lugar al régimen de bienestar: altos niveles de producción y consumo como nunca antes se vio en la historia de la humanidad. Pero este nuevo régimen requiere de la expansión y consolidación constante de sus circuitos, la monetarización de las relaciones sociales y territoriales y la disponibilidad de todo tipo de recursos para lograr reproducirse (Polanyi, 2001), por lo que todo el mundo tradicional y los sectores sociales de bajo consumo y productividad pasan a ser una de las problemáticas principales y más amenazantes para un este nuevo régimen (Hennock, 2007; Offe, 1990). Ante esta problemática el bienestar se dibujará como una biopolítica, al realizar una redefinición y control de la biología humana, no tan sólo a nivel “interno” (como la espectativa de vida, morbilidad, pirámide demográfica, etc.) sino también en todas las estrategias de la adaptación biológica: es entonces, una redefinición de la ecología del hombre con base a las dinámicas industriales. Todo aquel sujeto o lugar que escape a esta nueva condición será parte de la pobreza contemporánea y deberá ser intervenido. Para cristalizar y normalizar este discurso, el régimen de bienestar fue codificado en leyes sociales (Kymlicka y Norman, 1996; Wallerstein, 2011), que tienen como primer antecedente las leyes de pobres en Inglaterra (Foucault, 1996), que con el tiempo pasan a conformar lo que hoy se conoce como derechos sociales como última categoría 98

de derechos conquistada por la modernidad (Marshall, 1949; Wanderley, 1998) y nueva condición del hombre civilizado (Rojas Mullor, 2011). Bajo estos efectos, funciones biológicas como el sexo, la vitalidad, el comer, el traspaso de la cultura, el trabajo y otras cuestiones pasan a ser procesados en el lenguaje de los derechos y programas sociales, por ejemplo: medidas de anticoncepción y profilaxis, salud hospitalaria, alimentación agroindustrial, educación prusiana, trabajo asalariado, etc. Pero también en las técnicas mismas del habitar y su higiene: agua potable; alcantarillado; electrificación, etc. Esto quiere decir que el régimen de bienestar consigue codificar la vida a nivel de individuo y a nivel de estructuras: en la individualidad del ciudadano y sus derechos sociales y; en la estructura urbana y sus servicios sociales. El combate a la pobreza surge entonces como práctica gubernamental (Foucault, 1996, 2006) a través de la política social anti-pobreza, que origina a su vez a los Estados Benefactores desde la década de 1860 (Saith, 2001; Larrañaga, 2010b). El Combate a la pobreza se da como el dispositivo que realizará los dos requerimientos principales del bienestar: expandir y contener, penetrar los espacios no-modernos o del no-bienestar y consolidar y apaciguar estas nuevas dinámicas (Beck, 1995; Hennock, 2007). El desarrollo de las formas de penetración y contención de la Política Social AntiPobreza (PSAP). La Política Social Anti-pobreza (PSAP) es la primera forma del combate a la pobreza, pero a la vez está contenida dentro del combate mismo, porque éste ha trascendido a todo tipo de políticas públicas. No obstante, la PSAP es capaz de sintetizar los principales discursos y tácticas del combate a la pobreza (ARNAD, 2010), por eso la presentación se centrará en este tipo de política. a. El combate de espacios estratificados y renovación urbana (1925-1939) En Chile, el combate a la pobreza comienza entre 1924 y 1925, con la promulgación de las llamadas Leyes Sociales y su posterior consagración en la nueva constitución política de 1925. En su rol modernizante, el combate a la pobreza comienza construyendo lo que será la futura ciudad del bienestar. Para realizar esta tarea, la PSAP identifica los lugares y sujetos de la pobreza, centrándose fuertemente en el plano urbano (Larrañaga, 2010a), presentando a la pobreza como el foco de los conflictos y enfermedades: como la limitante de la nueva modernidad, en todos sus sentidos, pero también como su oportunidad de desarrollo. En este contexto, la identificación de los pobres se realiza en un marco corporativista de clases, como el del imperio germánico del S.XIX (Hennock, 2007), en donde el obrero y sus familias pasaban a representar íntegramente a la pobreza (Allessandri, 1925), siendo el blanco principal de la PSAP. Pues, por el cuerpo obrero atravesaba su capacidad productiva; la salud de la economía nacional y la posibilidad de una ciudad del bienestar.

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Las principales formas de intervenir en la pobreza contemplaban principalmente a la Policía sanitaria y la asistencia de la beneficencia pública o privada. Estas se encargarían de velar por el cumplimiento de ciertos estándares del régimen de bienestar: nuevas formas de la vivienda, estructura de los barrios y construcción general del nuevo paisaje urbano; gestionando así, por ejemplo, evidentes procesos de gentrificación urbana (Liga de Arrendatarios de Valparaíso, 1925). En este sentido, la higienización y la medicina social juegan un rol netamente instrumental, que buscaría, en Chile, la salud de la economía nacional; la optimización de la productividad; y la consolidación de la ciudad, en una sola trama coherente del bienestar y no como distintas modalidades de la medicina social, como se dio en algunos casos europeos (Foucault, 1996). De este modo, la sanidad se presenta no sólo como una disciplina, sino también vinculada a la biopolítica, constituyéndose como práctica gubernamental que abarca la salud y la higiene en la secuencia cuerpo-vivienda-barrio-ciudad; el individuo y la totalidad. Por ende, las formas de contención y/o pacificación de la pobreza estarán en la consolidación de la ciudad y en el desarrollo de una ciudadanía de derechos sociales y laborales que asegurarán la protección y seguridad social para aquellos que se mantuviesen dentro de las relaciones asalariadas. b. El combate mundial de espacios productivos y cualificación urbana (1939-1960) El anterior modelo de combate a la pobreza estratificado se orientaba fuertemente a la contención de las relaciones productivas y en esta dinámica encontró su limitación, siendo rebasado por la creciente población urbana, el creciente contraste en el goce del bienestar y su consiguiente descontento que terminó por minar las bases de esta táctica. Por otra parte, desde la década de los 30 la clase gobernante irá dando cuenta de la necesidad de unos esfuerzos estructurales aún mayores, que permitan la absorción cada vez mayor de sujetos y espacios en la economía nacional, en lugar de la solidificación de los grupos sociales. Ahora bien, el combate a la pobreza no podrá ser más comprendido en la escala nacional, aunque la tendencia de las economías latinoamericanas desarrolle una dirección nacionalista. Pues tras la década del 40 la pobreza cambiará su lugar, y ya no estará en los obreros y sus espacios vitales: estará en enormes regiones y países enteros bajo la denominación del tercer mundo o mundo del subdesarrollo (Truman, 1949; Morawetz, 1977), curiosamente, como una analogía del obrero: países de baja calificación, que realizan labores menos productivas, con menos ganancias y menos consumo (nuevamente en alusión directa a la idea del bienestar). Por otra parte, la pobreza pasará a ser una cuestión eminentemente estadística (Hopenhayn, 2012), comenzando con los estudios del Producto Interno Bruto. En el nuevo marco del combate a la pobreza, los Estados latinoamericanos dedican todos sus esfuerzos a la promoción general de sus sociedades, guiados por las doctrinas del Desarrollo Social y Económico. De modo que las políticas de inclusión productiva, como la creación de la CORFO en 1939, la industrialización del país y las políticas de la llamada promoción social, como viviendas fiscales, salud y educación pública en un formato masivo para todas las clases, pasarán a conformar el centro del combate a la pobreza, planificado conjuntamente por el Banco Mundial y los Estados (McNamara, 1972) 100

Al tener un esquema articulado e inclusivo (Rubio, 2001), este modelo de combate a la pobreza no requiere de medidas para la contención de relaciones modernas, pero sí marca una nueva fase en la consolidación de la ciudad y la ciudadanía del bienestar, estandarizando a la ciudad con infraestructuras y servicios sociales; también generando una cultura cívica que basará su territorialidad en el Estado, dentro de dispositivos como la escuela, el hospital, la villa de funcionarios, etc. Pero la ruralidad nuevamente es soslayada, aumentando el contraste nacional entre unos espacios del bienestar y unos espacios del retraso. c. El combate nacional de espacios periféricos y del triunfo urbano (1960-1975) La ciudad como imaginario de lo bueno, lo correcto y lo deseable gana la batalla: las tasas de urbanización se disparan y el éxodo rural se recrudece. En este contexto, el combate a la pobreza estructural encuentra serias limitaciones en su lógica, debiendo generar un cuerpo teórico que le permita enfocar sus esfuerzos hacia las geografías donde la modernidad de bienestar aún no se realizaba: en la ruralidad y en la descontrolada periferia urbana. Para ello se basa fuertemente en el desarrollo de una teoría de la marginalidad (Maddux, 1981; Perona, 2001; Cortés, 2002; Enríquez, 2007) que le permite identificar estos espacios. Asimismo, el combate a la pobreza alcanza dos grandes avances durante los 60: primero con la ascensión de los Derechos Sociales a calidad de Derechos Humanos, en el 66 (Sojo, 2006) y, por otra parte, Robert McNamara, presidente del Banco mundial, determinará a principios de los 70 el conjunto de necesidades básicas de la biología humana (McNamara, 1972), acompañadas de unas estrictas tecnologías urbanas para su satisfacción. Este método se denomina como Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) y consagra al imaginario urbano como espacio del bienestar, mientras que a lo no-urbano como espacio de la pobreza, orientándose así a la intervención de estas estructuras territoriales. Como formas de intervención contemplará la reestructuración de la tenencia de la tierra y la adopción de nuevas tecnologías para la producción agrícola, mediante la implementación de la reforma agraria y la Corporación para la Reforma Agraria (CORA) (1962). Por otra parte, se crean juntas vecinales (1968) como vínculo directo entre el gobierno y las redes sociales locales, como pista de aterrizaje de los programas sociales. Estos se consolidan como los dispositivos más potentes, capaces de transformar las relaciones rurales y marginales hacia el esquema del bienestar, la asistencia y la monetarización. Nuevamente, el plan es gestado desde la centralidad mundial, a través de la Alianza para el Progreso y el Banco Mundial. El método de las NBI prevaleció incluso después de las dictaduras latinoamericanas, pero presentando limitaciones al menos en dos sentidos: por un lado, al basarse en estrategias genéricas de la ruralidad y la periferia urbana, dejaba en el soslayo a bastos grupos de pobladores rurales que no trabajaran en el agro y pobladores urbanos que no estaban contemplados por los planes metropolitanos. Por otro lado, había logrado expandir en forma casi total las relaciones modernas, pero utilizando al Estado como eje territorial de la ciudadanía y la ciudad, controlados a través de espacios públicos y estatales. Esto debía ser comprendido como una contradicción para un régimen que desde sus inicios postula la monetarización y el mercado como el eje de las relaciones humanas (Zoellick, 2011). 101

d. El combate de espacios heterogéneos y excluidos y del dispositivo urbano (1980-2012) La nueva modalidad del combate a la pobreza tendría como meta alcanzar la modernidad en aquellos lugares soslayados por las políticas estructurales y subvertir la lógica estatal de la ciudad y la ciudadanía, emplazando al neoliberalismo y al mercado como su centro de gestiones. El liberalismo retorna como lógica estructural, sólo cuando el Estado logró expandir en forma material y simbólica la modernidad, cuestión imposible para el esquema liberal de concentración de recursos y exclusión estructural. Ahora bien, para identificar a los pobres se desarrollan fuertemente las estadísticas y los instrumentos masivos de seguimiento, principalmente fichas de clasificación socioeconómica (como las Fichas CAS y de protección social). Por otra parte, la clasificación de la pobreza pasará de usar las NBI a utilizar la Canasta Básica de Alimentos (CBA) con un costo asociado, poniendo énfasis en los ingresos, en la monetarización y en la capacidad de consumo, desplazando al Estado y posicionando al mercado en un rol activo para la superación de la pobreza. Desde su virtud estadística, el combate a la pobreza adoptará una escala doméstica y corporal de las intervenciones, gracias a una nueva fase de su conciencia espacial: ya no será el espacio del obrero, ni el espacio de la producción, ni serán los sectores marginales, pues ahora desarrollará la noción de redes, generando intervenciones cada vez más tácticas, apoyadas en un comienzo en juntas vecinales, conteniendo a la pobreza eminentemente como grupo de consumidores a través de subsidios y bonos familiares. En este sentido, la máxima expresión del combate táctico de redes se da con la creación del Programa Puente en 2002, que ante el «endurecimiento» de la pobreza desarrolla la idea del capital social, no como una forma de empoderamiento local, sino como la inteligencia que le permitirá a la modernidad una distribución simbólica y material absoluta dentro de las micro-redes de la pobreza. Finalmente, la ciudad-ciudadanía del bienestar se cristaliza como un dispositivo delimitado, con ciertas características técnicas y tecnológicas que aplicará en todo territorio, rural o urbano, para instituir las relaciones del libre-mercado. En Chile, hoy, la ciudad y la ciudadanía se dan en el formato doméstico: Los pobres han reemplazado sus complejas territorialidades por redes binarias, que les vinculan eminentemente al mercado, desde la pauperización, y también al Estado desde el asistencialismo. Esto podría ser visto como la nueva pobreza moderna, pero más bien es el debilitamiento político de las territorialidades. Tras casi un siglo de intervenciones, la consumación de la sociedad del bienestar ha sido casi total en Chile, dejando en evidencia el éxito del combate a la pobreza como dispositivo de poder y práctica gubernamental. Este combate es también la forma en que las luchas colectivas y sociales se transformaron, contradictoriamente, en la reivindicación de la individualidad por los Derechos. Latinoamérica y sus sujetos han sido domesticados.

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III. Diagramas económicos del poder

Precariedad, inseguridad y movilidad perpetua como condición de vida en los regímenes gubernamentales contemporáneos1

Hugo Sir2

El concepto de gubernamentalidad propuesto por Michel Foucault, permite sacar la problemática del modo en que se nos gobierna, y en definitiva nos gobernamos a nosotros mismos, del ámbito exclusivamente estatal y de lo que tradicionalmente se han denominado instituciones políticas (como el parlamento o los partidos), para abordar las articulaciones contemporáneas, en donde elementos vinculados al Estado (y lo comúnmente conocido como público), se relacionan con procesos y agentes propios del mundo privado, especialmente a través del mercado. En estas circunstancias, quisiera dar cuenta de algunos elementos que sustentan la importancia que tendría esta perspectiva como forma de entrar al análisis crítico de nuestras sociedades actuales, y por supuesto, a la acción política en consecuencia. En 1999, en Francia, se publicó un libro titulado “El nuevo espíritu del capitalismo” (NEC) de Boltanski y Chiapello (2002), en este se afirmaba que se había gestado un nuevo espíritu para el sistema económico imperante. Además, este libro venía a sistematizar, a proponer un modelo para cierto ámbito de cuestiones que la sociología y la filosofía ya apreciaban hace tiempo. Las transformaciones del mundo del trabajo, repercuten en la idea de sociedad reinante hasta fines de los años 60’s y comienzo de los 70’. La importancia del Estado como agente activo en la sociedad; los trabajos para toda la vida; la seguridad social solidaria; las relaciones de reciprocidad intergeneracionales; la importancia de la inversión pública, etc., serán cosas del pasado. Sin haber alcanzado ni siquiera un desarrollo medio en nuestros países latinoamericanos, la organización de la sociedad se asume transformada permanentemente y sin posibilidad de retorno (las famosas tesis del “fin de la historia” ganan adeptos). Hacia la década de los 90 las metáforas de la flexibilidad, la liquidez, el riesgo, la contingencia, etc., inundan las reflexiones sobre las sociedades contemporáneas. Se acompaña de una presunción de una modificación también permanente, del estatus de los discursos con pretensiones universalistas y de carácter ideológico explícito (acompañan a las tesis del fin de la historia, aquellas que rezan sobre la caída de los “metarrelatos”). Todo este ámbito de la discusión, que podemos denominar posfordista (por el cambio en la forma de producción), postindustrial (por la transformación en la centralidad del trabajo); y/o posmoderna (por el agotamiento o la crítica a las promesas y principios de la modernidad ilustrada), anunciaba en negativo la idea que el nuevo espíritu del capitalismo formula en positivo. Exponen allí, la emergencia de una nueva “metafísica política”, de

1 Una versión resumida de esta presentación fue publicada en el diario El Ciudadano (03/08/2014) 2 Académico e investigador de la Escuela de Sociología de la Universidad Nacional Andres Bello.

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un régimen de justificación distinto3, apropiado para lo que venía siendo el capitalismo, y por extensión nuestro mundo, desde fines de la década del 70’. Le denominan: “ciudad por proyectos”4. En esta vía, se indagarán manuales franceses de managament, de gestión empresarial, y su comparación con las antiguas formas de descripción del mundo laboral y social, del rol de la empresa y del individuo. Surge así la constatación de la aceptación y justificación de un mundo que denominan “conexionista”. Se trata de una descripción de las relaciones sociales en red. En esta forma de moverse por el espacio social la legitimidad de los individuos viene de la mano con encontrarse enrolados en alguna “actividad”. Ésta ya no puede quedar reducida solo al ámbito del trabajo, como lo conocía la antigua sociedad fordista, sino que se trata de un incentivo diferente. Las críticas elaborada en los años 60 y 70, sobre todo aquellas de los movimientos sociales estudiantiles (mayo del 68, por ejemplo) sobre la importancia de la creatividad, la imaginación, los deseos “de cada uno”, etc., son canalizadas mediante una inscripción funcional de la creatividad y de la autonomía individual, que mantiene intacto o incluso refuerza el poder del empresariado (o más ampliamente, de todos quienes pueden apropiarse de la fuerza de trabajo ajena), sobre los trabajadores (quienes dependen de la venta de su fuerza de trabajo, independiente de su diversidad). Lo requerido es saber enrolarse en multiplicidad de proyectos de distinta índole, pero también de saber concluirlos en el momento preciso, y de la forma indicada para que el fin de uno, sea condición de posibilidad del siguiente. También de que los individuos por sí mismos gestionen sus posibilidades de empleo, y que a su vez sepan conectar a otros, como forma de ganar legitimidad. Porque lo que importa no es la estabilidad de la carrera, sino el movimiento perpetuo. Lo que es crecientemente valorado, según nos dicen los autores, son las habilidades para coordinarse, comunicar, hacerse digno de confianza y confiar. Las ya muy bien conocidas “habilidades blandas” se requerirán crecientemente, en un mundo que ha perdido toda la seguridad de las instituciones. En este mundo “conexionista”, serán los individuos y sus propias capacidades, no su pertenencia a alguna clase social, sindicato, u otra organización, lo que les permitirá mejorar las condiciones de vida. Así, la incertidumbre laboral, la destrucción de la organización sindical que se experimenta con fuerza sin precedente en Chile y la inestabilidad generalizada, pueden llegar a ser valoradas positivamente; y la flexibilidad, adaptabilidad y polifuncionalidad devenir nuevos valores. Por esta razón, la organización política-económica de la sociedad, no sólo “permitirá” el fortalecimiento de los individuos, sino que lo requerirá. La gestión individual será condición de posibilidad de la gestión social. Una situación tal ya venía siendo leída por los trabajos tardíos de Foucault, y por supuesto, de sus continuadores. Se veía muy bien que los controles disciplinarios a los que tanto análisis había sido dedicado, estaban siendo recubiertos por tecnologías de poder de nueva índole. Aquello que Deleuze (1996) llamaría “sociedades de control”. El disciplinamiento podría relajarse, en la misma medida en que se desplegaba una nueva forma de 3 En la clave de estos autores, un régimen de justificación es un entramado discursivo que asigna validez y jerarquiza a los seres (humanos y no humanos); las cosas; los discursos; las prácticas, etc. Este entramado para ser “justificación del capitalismo” debe permitir un consenso normativo sobre la necesidad de la acumulación indefinida, y del mundo que se requiere para ello, incluyendo por ejemplo razones para aceptar nuestras actuales formas de trabajo. 4 Para nuestros propósitos basta con comprender que “ciudad (cité)” equivale a decir “régimen de justificación”.

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controlar, administrar, gestionar, en definitiva, de gobernar. Las reformas que se dan a fines de los años 70 y durante la década de los 80, que tienden a restablecer unas relaciones entre capital y trabajo favorables al primero de los términos, se asientan en la inevitabilidad de su aplicación, que hace emerger un cierto consenso y ubica decididamente al mercado como lugar de veridicción; donde individuos y gobiernos deben comprobar su veracidad y eficacia. El mercado, se asume autorregulado, limitando internamente la intervención estatal, algo propio del arte liberal de gobernar, según Foucault. Esta autorregulación modifica de modo permanente la manera en que se puede ejercer el gobierno, es decir la conducción (o regulación) de las conductas. Las posibilidades no pueden seguir radicadas en las instituciones clásicamente políticas, de carácter jerárquico, puesto que el mercado como limitación interna del poder estatal, implica el reconocimiento de agentes libres en el sentido económico, es decir a los cuales hay que respetar en sus intereses y deseos. La manera en que se puede regular las conductas de individuos, a los que se supone libres para elegir, es a través de la seducción. Lo cual es únicamente posible mediante una forma indirecta de intervención que reposa en una serie de agentes e instituciones no estatales5. El mercado generalizó la precariedad y la inseguridad como condición de vida. En tales circunstancias, las oposiciones más conocidas de la política se vuelven superfluas. Nos interesa hacer énfasis en la oposición entre la autonomía individual y control. Ésta pierde su capacidad crítica, puesto que “la autonomía personal no es la antítesis del poder político, sino un elemento clave de su ejercicio, tanto más porque la mayoría de los individuos no son meramente sujetos [en el sentido de sujetados] del poder, sino que forman parte de su funcionamiento” (Miller & Rose, 2008: 54). Activos en la medida que deben gestionar su propia precariedad, en las redes del “mundo conexionista”. Este vínculo entre la precarización de las condiciones de vida y una nueva gramática de valores, articula la relación entre los individuos declarados libres y la necesidad de controlarlos. La noción de riesgo con su polifuncionalidad, permite articular las desgracias con los nuevos valores, con el nuevo espíritu del capitalismo. Así lo señala Castro-Gómez (2010: 209) La generación del riesgo permanente aparece entonces como uno de los objetivos centrales de la racionalidad neoliberal propuesta por la Escuela de Chicago. [La sociedad del riesgo] no es una consecuencia “indeseada” de la industrialización (…) sino que es efecto de una racionalidad de gobierno (…) que busca producir un ambiente de riesgo en el que las personas se vean obligadas a vérselas por sí mismas, pues la inseguridad es el mejor ambiente para estimular la competitividad y el autogobierno.

Es precisamente esta constatación lo que fundamenta las sensaciones de ambivalencia frente a prácticas y discursos que fomentan el fortalecimiento de los “individuos”, y que da su potencia a la perspectiva abierta por los conceptos foucaultianos de gubernamentalidad (y biopolítica), en tanto permiten interrogar aquellos ámbitos que sólo formalmente estarían alejados de los modos en que se nos gobierna (como los libros de autoayuda, las píldoras psiquiátricas, o las medicinas alternativas), pero que contribuyen a hacer posible a este individuo que debe encargarse fundamentalmente en soledad y con sus propios me5 A menos que los individuos se resistan o sea considerados “otros” (indígenas, migrantes, homosexuales, etc.), sobre los cuales caen mecanismos más explícitos de control, abriendo otro espectro enorme de las prácticas gubernamentales.

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dios, de problemas de naturaleza colectiva6, como la educación de las nuevas generaciones; la definición, control y recuperación de aquello que nos daña a nosotros en tanto cuerpos socializados (lo que se entiende como “salud”); o la manera en que transformamos nuestro medioambiente para procurar nuestra subsistencia (lo que se denomina “trabajo”). Nuestra situación actual es fruto de la historia, y la historia no es sino lucha, y la lucha no termina. En estos términos es que podemos reconocer cómo desde las perspectiva de los estudios en gubernamentalidad es posible mostrar algunas características fundamentales de nuestro presente que permitan pensarlo y pensarnos de otros modos. Referencias bibliográficas Boltanski, Luc y Eve Chiapello. 2002. El nuevo Espíritu del Capitalismo. España: AKAL. Deleuze, Gilles. 1996. “Posdata sobre las sociedades de control”, 277-284. En Gillez Deleuze: Conversaciones. Valencia: Pre-Textos Foucault, Michel. 2008. Nacimiento de la Biopolitica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 2009. Seguridad, Territorio, Población. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Miller, Peter y Nikolas Rose. 2008. “Governing Economic Lifet”, 26-52. En Peter Miller y Nikolas Rose, Governing the Present. Cambridge: Polity Press. Castro-Gómez, Santiago. 2010. Historia de la gubernamentalidad. Razón de Estado, liberalismo y neoliberalismo en Michel Foucault. Bogotá: Siglo del Hombre editores.

6 Dirá nuestra habla cotidiana: “Vérselas por sí mismos”; “salir adelante”; “salvarse”; o “emprender” como añadirían los partidarios del orden

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Gubernamentalidad neoliberal y acumulación originaria Andrea Fagioli1

En su trabajo «La fábrica del hombre endeudado» Maurizio Lazzarato plantea que en la historia del capitalismo “lo que definimos como ‘economía’ sería simplemente imposible sin la producción y el control de la subjetividad y de sus formas de vida” (Lazzarato, 2012: 51). La importancia de este planteamiento, que podemos rastrear en distintos autores, se hace evidente al reflexionar sobre el presente neoliberal, cuando la lógica económica inviste el espacio de la vida misma. Simétricamente el neoliberalismo no se presenta como una teoría económica, ni como una teoría política, sino como una práctica gubernamental que tiene como su objetivo la producción de determinadas relaciones sociales, formas de vida y de un sujeto neoliberal. Durante el Coloquio Walter Lippmann (1938), los ordoliberales alemanes individuan como principal tarea la constitución de un homo oeconomicus que no fuese el hombre del intercambio del liberalismo clásico, sino el de la competencia generalizada. En este marco, la producción de subjetividad se vuelve la forma de producción más importante: una mercancía distinta de todas las otras (Mezzadra, 2009: 137), “una ‘mercancía’ que está en juego en la producción de todás las demás mercancías” (Lazzarato, 2012: 52). Lo que queremos hacer aquí, a través de herramientas conceptuales de autores que remiten al post-operaismo, como Mezzadra, Lazzarato, Negri y los franceses Dardot y Laval, es poner en relación esta forma de pensar el neoliberalismo con las lecturas contemporáneas de la noción marxista de acumulación originaria. Se trata de dos perspectivas y de dos planos de análisis distintos, pero que tienen en la producción de las figuras subjetivas un elemento fundamental. Acumulación originaria y su contemporaneidad Queremos comenzar con una indicación presente en los Gründrisse que muestra la simultaneidad y la indisolubilidad de los dos ejes alrededor de los cuales Marx piensa el problema. En un fragmento llamado «Formas que preceden la producción capitalista», el autor plantea que el “patrimonio monetario”, no es un capital hasta que no es puesto en condiciones, a través del proceso histórico de disolución del viejo modo de producción, de comprar por un lado las condiciones objetivas de trabajo y por el otro de obtener, en cambio de dinero, el trabajo vivo de los obreros liberados (Marx, 2012: 488). Como señalan Negri y Hardt “no se trata de una simple acumulación de riqueza y propiedades, sino de una acumulación social creadora de capitalistas y proletarios” (Hardt y Negri, 2001: 242). Los dos polos no pueden funcionar el uno sin el otro, ya que la riqueza, no importa su tamaño, no es capital si no se dan ciertas condiciones sociales. Marx 1 Universidad de San Martín, Argentina.

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indica que es necesario que los trabajadores sean libres de las relaciones de servidumbre feudal y de toda propiedad, de manera que puedan vender su fuerza de trabajo y que no tengan otra alternativa a parte del vagabundeo, de la mendicidad y de la rapiña. Pese a las resistencias iniciales, fueron empujados hacia la primera con los latigazos, la picota y la horca (Marx, 2012: 489). En el capítulo 24 del Capital (I), Marx se centra en la acumulación originaria para dar cuenta de la puesta en marcha del modo de producción capitalista. En primera instancia rechaza el relato idílico de la Economía Política, que esconde la realidad de la explotación, donde tenemos por un lado a una élite trabajadora y ahorradora y por el otro lado a unos “desgraciados” que gastan aun más de lo que tienen. Desde esa perspectiva una división, cuya clave es la conducta prehistórica, parte y califica inclusive moralmente al conjunto de los seres humanos entre virtuosos y culpables2, los primeros propietarios y los segundos no. Marx cuenta en cambio una historia escrita “en los anales de la humanidad en caracteres de sangre y fuego” (Marx, 2008: 516): expropiación de tierras comunes, robo de propiedades eclesiásticas, alienación de dominios del estado y transformación de la propiedad feudal en moderna propiedad privada. Nos dice también que la posibilidad de comprar trabajo vivo no se da por si sola, sino que requiere la construcción de ciertas condiciones. La constitución política del mercado del trabajo, el espacio donde se encuentran el capitalista y el obrero, cuyo encuentro es la conditio sine qua non del capitalismo, implica siempre violencia, una asimetría de poder que procede desde afuera de la economía. Se trata de una violencia que inviste y modela las condiciones de posibilidad del modo de producción capitalista y que podríamos llamar, en términos foucaulteanos, los a priori históricos de la Economía Política. Tal y como lo explica Mezzadra, la acumulación originaria da cuenta de cómo “por primera vez un conjunto de ‘abstracciones reales’ se ‘encarnan’ en la historia, se vuelven potencias reales y terminan (…) determinando las condiciones a priori de la misma experiencia social” (Mezzadra, 2009: 131). La referencia inmediata es al trabajo abstracto “más real que cualquier ejemplo concreto de trabajo individual” (Hardt y Negri, 2004: 176) y a la violenta operación de proletarización necesaria para que se pueda intercambiar con dinero. En el trabajo de Marx la acumulación originaria aparece como limitada a un “antes” cronológico, que se renueva, pero sólo al pasar a etapas superiores de la acumulación. La coacción al trabajo parece sin embargo desaparecer en el funcionamiento “normal” del capitalismo, cuando la presión de las relaciones económicas es suficiente para que el capitalista ejerza su dominio sobre el obrero. La fuerza extraeconómica sólo reaparecería de manera excepcional (Marx, 2008: 531). Justamente la posibilidad de esta reaparición constituye, para nosotros, una indicación muy importante para no pensar la acumulación originaria en sentido exclusivamente cronológico y plantear, con muchos autores contemporáneos, que se trata de un proceso nunca acabado. Esto significa, subraya Mezzadra, que “cada día (…) debe lógicamente repetirse lo que pasó ‘por primera vez’ en el origen de la historia del capitalismo” (Mezzadra, 2009: 131). Siguiendo el planteo del autor italiano volvemos a encontrar en la contemporaneidad los dos polos prehistóricos. Por un lado vemos una suerte de exposición universal 2 La culpa será retomada por Lazzarato, en el marco de su análisis de los dispositivos que constituyen al deudor, una de la dos figuras de la que llama la Economía de la deuda (Lazzarato, 2012: 8).

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de expropiación de bienes: enclosures que recuerdan el modelo descrito por Marx3, acumulación de información antes del desarrollo de una economía posmoderna (Hardt y Negri, 2001)4 y reconfiguración de un territorio capitalista en base a un nuevo régimen de acumulación y valorización5. Por otro lado encontramos el elemento de coacción al trabajo y la violencia sin la cual no se puede constituir su mercado porque, dice Marx, no hay nada natural “en el hecho que una clase de individuos esté obligada, para reproducir su existencia, a vender su fuerza de trabajo” (Mezzadra, 2009: 139) y el fin de la coacción al trabajo implicaría el fin del modo de producción. El polo subjetivo también se presenta contemporáneamente en distintas formas: la proletarización de los subalternos, que recuerda la Inglaterra de los albores de la modernidad, coexiste con la implementación de formas de precarización, entre las cuales el trabajo freelance nos parece la más indicativa por la coacción que obliga a pensarse como empresarios de sí. La producción de subjetividad es un elemento insoslayable si queremos dar cuenta del modo de producción capitalista y es justamente este elemento el que muestra de manera más palmaria la profunda imbricación de gubernamentalidad neoliberal y acumulación originaria. Mezzadra describe una teoría marxiana de la subjetividad, absolutamente incompatible con la concepción esencialista del liberalismo clásico6, según la cual esta se sitúa en el hiato entre la persona de carne y hueso y las figuras subjetivas del capitalista y del obrero. Este espacio, que viene a ser un terreno de lucha fundamental para una teoría crítica del presente, es el espacio donde opera también la práctica gubernamental que apunta a producir sujetos neoliberales. El sujeto universal de la gubernamentalidad neoliberal El liberalismo económico se ve profundamente desafiado por la forma histórica tomada por el capitalismo del siglo XIX y los conflictos de clase, que tornan impensable la existencia de una suerte de providencia garante de la armonía económica. Escriben Dardot y Laval (2013: 134-135) la mano visible de los manager (...) había debilitado de forma extraordinaria la fe en la mano invisible del mercado (…) la idea que la relación salarial fuese un contrato que comprometía dos voluntades independientes e iguales, aparecía como una ficción totalmente ajena a la realidad social.

Desde la perspectiva neoliberal es la dimensión individual lo que se quiere rehabilitar, para neutralizar las formas de resistencias colectivas que habían puesto en peligro la existencia del capitalismo, en favor de la participación obrera en la pequeña propiedad –desproletarización- y la implementación de un comportamiento atomístico basado en la competencia. 3 Nos referimos por ejemplo a la expropiación de tierras comunes en países periféricos según las recetas del Fmi. 4 Este tipo sería compatible con una hipótesis de nueva acumulación por cada etapa. 5 Remitimos aquí a una lectura que podemos definir “intensiva” y “no geográfica” que el mismo Mezzadra da de la Acumulación del capital de Luxemburgo. 6 El hombre no es desde este punto de vista un sujeto de interés, un ser que desea, que está atado a sus pasiones y que es movido por lo que busca ganar o por los placeres de la vanidad (Dardot y Laval, 2013: 32).

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En el coloquio Walter Lippmann surge una tesis fundamental para el neoliberalismo: el orden del mercado no es un dato natural, sino un producto histórico y una construcción política. Por ello el estado no tiene que ser un espectador pasivo en las relaciones económicas. Sin embargo los neoliberales se oponen a cualquier acción de obstáculo al juego económico de la competencia entre intereses privados (...) no se trata de limitar el mercado a través de una acción estatal correctiva, sino de desarrollar y purificar el mercado de la competencia a través de una jaula jurídica cuidadosamente construida (Dardot y Laval, 2013: 164).

Su objetivo es la construcción de una sociedad de derecho privado basada en la competencia generalizada, a cuyas reglas tiene que someterse el estado mismo. Este tiene así que abandonar toda pretensión de establecer finalidades que respondan a un bien común o a un interés público. Lippmann, principal animador del coloquio, plantea que el objetivo del neoliberalismo no es la instalación de un modelo ideal –esto lo demuestra la diversidad de las experiencias históricas que podemos tildar de neoliberales– sino la adecuación de la “sociedad humana a la mutación industrial y comercial” (Lippmann, 1945: 215). Este esquema presupone cierta autonomía de la instancia tecnológico/económica, cuya espontaneidad el estado tiene que fomentar, limitándose a ordenarla sobre el modelo del código de tránsito. Formas de vidas y mentalidades tienen que reconfigurarse constantemente en base a las mutaciones de esa instancia. La política neoliberal apunta a modificar a ese inadaptado crónico que es el ser humano, para que pueda habitar la sociedad de la competencia generalizada y a transformar el “mismo modo en que el hombre se representa su vida y su destino” (Lippman, 1945: 188). En este constructivismo escuchamos un eco poderoso de Marx. Parafraseándolo podemos decir que no hay nada natural en el hecho que el hombre se piense a sí mismo y se maneje como una empresa. Es necesaria una acumulación social de sujetos neoliberales. Violencia directa e indirecta tienen que funcionar en esa dirección y operar en el espacio de la subjetividad. El punto que hay que destacar es que el neoliberalismo supone un solo paradigma subjetivo: el empresario de sí mismo7. No nos referimos al punto de vista formal del liberalismo político, que siempre supuso la igualdad de los sujetos en el espacio del intercambio, sino a la asimetría producto de la prehistoria, que implica la radical diferencia de los sujetos que se encuentran y que representa la posibilidad de comprar trabajo vivo. En el presente, como escriben Dardot y Laval, “se mira al nuevo sujeto como al propietario de un ‘capital humano’, capital que él tiene que acumular a través de elecciones iluminadas, maduradas gracias a un cálculo responsable de costos y ventajas” (Ibíd: 438). Es la universalización de un estilo de existencia económica que anteriormente caracterizaba exclusivamente a los empresarios. Se trata en cambio ahora, destaca Lazzarato, de un “imperativo que interesa de la misma manera el desocupado y el usuario de los medios públicos, el consumidor, el más ‘humilde’ entre los trabajadores, el más pobre y el 7 Lazzarato estará de acuerdo sólo parcialmente con esta afirmación, ya que él considera el empresario de sí mismo el paradigma subjetivo del neoliberalismo de los años ‘80 y ‘90 del siglo XX y que desde la crisis de la primera década del siglo XXI la figura subjetiva es la del hombre endeudado, aunque siempre un sujeto que tiene que manejar hasta la deuda con lógicas empresariales (Lazzarato 2012: 54 y 65).

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migrante” (Lazzarato, 2012: 65). Asistimos así a un movimiento gracias al cual el objetivo de la desproletarización hizo un salto hacia adelante a nivel de retórica, en el momento en que, en un plano sociológico, el nivel de ingresos de las clases medias bajó de forma considerable8. Como señala el mismo autor: para la mayoría de la población, volverse empresario de sí significa limitarse a la gestión, bajo criterios de la empresa y de la competencia, de la empleabilidad de uno, de sus deudas, de la disminución del salario y de los ingresos, de la reducción de los servicios sociales (Ibíd: 107).

Sin embargo, no se trata de pensar en un gran complot gracias al cual algo así como un capitalista colectivo es el estratega que ha reconfigurado a su imagen y semejanza y al mismo tiempo ocultado las nuevas formas de explotación. Retomando la noción foucaulteana de estrategia sin estratega, Dardot y Laval sostienen que el objetivo neoliberal se contituyó en la lucha. Ella hizo que el objetivo se haya impuesto a fuerzas muy distintas entre sí y dispersas, ofreciéndoles un punto de adhesión. La competencia generalizada, para nuestros autores, se ha vuelto una “nueva norma mundial a partir de ciertas relaciones entre las fuerzas sociales y ciertas condiciones económicas, sin haber sido elegida de forma premeditada por algún estado mayor” (Dardot y Laval, 2013: 290). Así los autores dan cuenta del hecho que, si bien el giro neoliberal se identifica con los gobiernos ultraderechistas de Tatcher y Reagan, así como con la dictadura de Pinochet en Chile, en Francia fueron los gobiernos socialistas los que implementaron medidas de corte neoliberal. Con esto no queremos decir que se evapore la posibilidad de prácticas de liberación, sino que estas no se pueden dar en el marco de la gubernamentalidad neoliberal. El esfuerzo teórico en este sentido es central. Como escriben Negri y Hardt una teoría de la explotación, que se apoye en una determinada teoría del valor, es necesaria para revelar la “violencia estructural cotidiana del capital contra los trabajadores que es la que genera el antagonismo y, al mismo tiempo, es la base para que los trabajadores se organicen y rechacen el control capitalista” (Hardt y Negri, 2004: 181). A modo de cierre Con este trabajo no queremos postular que la inserción de cualquier sujeto en el modo de producción capitalista representa una forma de violencia o se da a través de la ella. Lo que nos interesa hacer es destacar dos datos que, a nuestro modo de ver, tienen que ser pensados a nuestro aviso juntos y que tratamos de exponer brevemente más arriba. Por un lado queríamos, a través de las herramientas conceptuales desarrolladas por Mezzadra, subrayar la imposibilidad de hablar de un capitalismo “normal”. La excepción es un elemento constitutivo del modo de producción capitalista y la transición al capitalismo, el pasaje de su prehistoria a su historia, no se dio una vez y para siempre a nivel cronológico, ni se dio en la mismas formas a nivel geográfico, como podría pensarse bajo un esquema historicista, desde el centro hasta la periferia. La encarnación de una serie de abstracciones determinadas que representa 8 No tenemos que pensar por esto que la calificación moral del relato de la economía política clásica desaparezca, y tal como lo señala Lazzarato, la culpa sigue funcionando en la producción de subjetividades individuales y colectivas.

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la condición de posibilidad del modo de producción tiene un origen extraeconómico, que implica la violencia, y opera tanto a un nivel objetivo, como subjetivo. En segunda instancia nos centramos en algunos análisis que abordan el problema de la gubernamentalidad neoliberal y que muestran cómo el neoliberalismo es un ejercicio gubernamental que opera a nivel de relaciones, formas de vida y subjetividades para adecuarlas a las mutaciones industrial-comerciales. Este proceso no apunta a instaurar un sistema económico, sino que opera al nivel de condiciones de posibilidad, construyendo el mercado y constituyendo los sujetos que en ese espacio operan espontáneamente. Gubernamentalidad neoliberal y acumulación originaria remiten ambas al nivel de las condiciones de posibilidad. Si queremos pensar el presente global desde una perspectiva crítica, no podemos pensarlas separadas. Referencias bibliográficas Dardot Pierre y Laval Christian. 2013. La nuova ragione del mondo. Critica della razionalità neoliberista. Roma: Derive Approdi. Hardt, Michael. y Negri, Antonio. 2004. Impero. Il nuovo ordine della globalizzazione. Milano: Rizzoli. Hardt, Michael. y Negri, Antonio. 2004. Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio, Buenos Aires: Debate. Lazzarato, Maurizio. 2012. La Fabbrica dell’uomo indebitato. Saggio sulla condizione neoliberista. Roma: DeriveApprodi. Lippmann Walter. 1945. La società giusta, Torino: Einaudi. Marx, Karl. 2008. Il Capitale, Roma: Newton Compton Editori. Marx, Karl. 2012. Gründrisse. Lineamenti fondamentali della critica dell’economia politica. Milano: Pgreco. Mezzadra, Sandro. 2009. La condizione postcoloniale. Storia e politica nel presente globale, Verona: Ombre Corte.

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Subjetivación y principios de justicia: De las sombras y fracturas de un homo œconomicus generalizado

Sebastián Pérez Sepúlveda1

Introducción Las formas dominantes del Chile contemporáneo parecieran llevar al paroxismo el modelo de neoliberalismo norteamericano analizado por Foucault (2004), toda vez que el mercado constituye desde hace largos años el mecanismo privilegiado de coordinación social, posicionándose no sólo como la representación dominante de la idea de sociedad, sino también como principio hegemónico de las prácticas sociales en virtud de la racionalidad que moviliza, así como de los criterios a partir de los cuales se juzga la realidad. En efecto, a diferencia del ordoliberalismo alemán, el neoliberalismo norteamericano se funda menos en la necesidad de generar las condiciones para el libre ejercicio económico del mercado, que en la extensión de la lógica mercantil hacia espacios sociales ‘extra-económicos’.2 Esta generalización analítica y práctica tiene como fundamento la idea de capital humano como modo de reinscripción del trabajo dentro del pensamiento económico, dejando de lado la concepción abstracta del trabajo como factor de producción. Con ello, el salario deja de ser pensado como el precio de la fuerza de trabajo que permite la reproducción de sí misma, para constituir un ingreso que responde a la productividad creciente, basada en el auto-perfeccionamiento incesante de las capacidades individuales. Esta transformación abre un espacio de intervención a una serie de dispositivos orientados a la creación continua de productividad y a su constante evaluación; dispositivos desplegados, tanto a lo extenso de la vida social, como a lo largo de los recorridos biográficos de los individuos. De ahí entonces, que lo que caracterizaría el neoliberalismo norteamericano no sería sólo la extensión de la lógica mercantil hacia el resto esferas sociales, sino también, y quizás más relevante, la generalización del modo empresa como vector de la vida social e individual. Con ello la figura ‘clásica’ del homo œconomicus, como el individuo del intercambio, deviene más bien el individuo que es empresario de sí mismo. Más allá de la generalización del mercado y de nociones vinculadas al emprendimiento, un elemento bastante sintomático del Chile actual, es la preocupación central que adquiere la educación, suerte de hecho social total, donde si bien confluyen diversas dimensiones, la idea de formación de capital humano es fundamental. Junto con ello, un aspecto que no es menor, es el posicionamiento del mérito como el principio de justicia cada vez más dominante, el cual apunta, aun cuando con connotaciones heterogéneas (Araujo y Martuccelli, 2012), a una recompensa individual frente a esfuerzos desplegados, también, individualmente. En otras palabras, el mérito constituiría la dimensión normativa que acompaña las 1 Licenciado en Sociología, Universidad de Chile. Master en ciencias sociales y doctorando en sociología, Escuela de altos estudios en ciencias sociales de Paris (EHESS), Centro de estudios sociológicos y políticos Raymond Aron (CESPRA). 2 De acuerdo al análisis de Foucault, ambas versiones están en continuidad con el ‘arte de gobernar’ anclado en el ejercicio racional del Estado moderno, como matriz de dominio que toma por objeto la gestión de la población y de la vida de los individuos.

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prácticas sociales orientadas hacia el emprendimiento individual en campos sociales diversos. Si bien esta generalización es real y perceptible, sería inadecuado plantear que ella totaliza la experiencia social. A este respecto, resulta pertinente traer a colación buena parte del diagnóstico sociológico sobre América Latina, según el cual los modos socioinstitucionales, para no hablar sólo de los modos de producción, y la vida social en general, resultan siempre esquivos a representaciones totalizantes, basadas en una integración funcional completa, en un número determinado de patrones culturales, en un núcleo de racionalidad o un conflicto central y determinante, de lo cual nociones como heterogeneidad estructural, desarticulación social o dependencia, han puesto de manifiesto (Martuccelli y Svampa, 1997; Martuccelli, 2010). Siguiendo, entonces, esta inquietud, la ponencia busca trabajar sobre algunas de las sombras que aparecen en este panorama caracterizado por la generalización del homo œconomicus. En un primer momento, la idea es interrogar y desarrollar el carácter ambivalente de los procesos de subjetivación en el desarrollo teórico del propio Foucault, desde las intervenciones de Jacques Rancière y su comprensión de lo político. En un segundo momento, la idea es movilizar esta interpretación hacia el estudio de los procesos de subjetivación en contextos de subcontratación en Chile, lo que constituye uno de los focos principales de mi investigación doctoral. En este marco propongo abordar las formas que asume la crítica del trabajo producida por los trabajadores, poniendo particular énfasis en los principios de justicia puestos en juego. Ambivalencias de la subjetivación: sujeción y emancipación Como es sabido, el concepto de subjetivación es central en la obra de Foucault. En “El sujeto y el poder”, Foucault explica que el objeto principal de su obra es “elaborar una historia de los diferentes modos por los cuales los seres humanos son constituidos en sujetos” (Foucault, 2001: 241), historia que se declina en tres formas de objetivación: aquéllas que operan a través de las investigaciones que se dan el status de ciencia, aquéllas que operan a través de prácticas divisorias y aquéllas a través de las cuales los seres humanos se transforman a sí mismos en sujetos. Sin bien Foucault precisa que no es el poder el objeto de sus investigaciones, éste es central en estas formas de objetivación. Apartándose de una definición en términos de capacidad, Foucault define las relaciones de poder de un modo general: como modo de acción sobre otras acciones. Sin embargo, resulta interesante notar que para mostrar cómo el poder opera, Foucault se vea forzado a recurrir a otro concepto, de modo quizás equivalente a la dificultad que encuentra Weber frente al carácter sociológicamente amorfo del poder. Si Weber recurre al concepto de dominación, en el caso de Foucault, encontramos la centralidad del concepto de gobierno, el cual, evidentemente, no se resume a la dimensión ejecutiva del aparato estatal, sino que más bien se refiere a la estructuración de un campo posible de acción. Si las relaciones de poder suponen libertad, estructurar un campo de conductas es gobernar en condiciones de contingencia. En otras palabras, constitutivo del gobierno son las prácticas de resistencias, encuentro que define la dimensión agónica de la vida social. Ahora bien, cómo determinar el estatus normativo de estas resistencias. Autores 118

como Habermas (2008) o Honneth (2009), han puesto de manifiesto esta dificultad, desde marcos teóricos que hacen de la intersubjetividad el núcleo de la experiencia social, ya sea como acción comunicativa o como reconocimiento. A nuestro juicio, la dificultad principal de estas consideraciones tiene que ver la inclusión activa de elementos históricocontingentes, como el asentamiento de una cultura política liberal, en estos modelos normativos, lo que define y limita sus prolongaciones político-prácticas. Una apuesta distinta es trabajar esta problemática foucaultienne a través de las distinciones que ofrece Jacques Rancière (1995, 2004, 2006), para entender los fenómenos políticos. Como es sabido, lo político para Rancière es el encuentro de dos fenómenos heterogéneos: la policía y la política. La primera hace alusión a la definición y gestión de espacios, tiempos, cuerpos e identidades en un determinado régimen de visibilidad y de sensibilidad. Frente a esta construcción policíaca de lo común, la política, como emancipación, es entendida por Rancière a través de los procesos de subjetivación, movilizando el universal polémico de la igualdad radical, que desanuda la contingencia en la que radica el fundamento de todo orden. Nuestra propuesta, entonces, es comprender la problemática de Foucault entre gobierno y resistencias a través del encuentro polémico que define lo político en Rancière. Con ello, nos parece que las ambivalencias de la noción de subjetivación en Foucault quedan escindidas: la dimensión de sujeción es interpretada a través de las lógicas de ‘identificación policíaca’, que suponen procesos de objetivación y control, mientras que la dimensión emancipatoria es visible a través de la categoría de ‘subjetivación política’. Ésta, no define, por cierto, un sujeto autónomo y transparente a sí mismo, sino que más bien, se trata de un dispositivo crítico, al tiempo que precario e inestable, a partir del cual se pone en cuestión un régimen visible y sensible determinado. Se trata de la potencia crítica de las nociones de pueblo o, más ampliamente, de proletario, como suplemento incalculable, pero constitutivo de un orden dado. Siguiendo esta lectura, en lo que sigue intentaré mostrar un análisis en términos de los procesos de subjetivación que movilizan algunas de las luchas de trabajadores en condiciones de subcontrato en la economía exportadora chilena, en especial los sectores cuprífero en torno a Codelco, forestal en torno a Bosques Arauco y portuario en la octava región del país. Principios de justicia y subjetivación en contextos de subcontratación en Chile La operación analítica que está a la base de este punto es el estudio de la crítica de los trabajadores respecto de sus condiciones de trabajo y cómo a través de ella es posible rastrear, casi de manera arqueológica, los principios de justicia enarbolados, así como los sujetos políticos que emergen al alero de estas críticas y de su acción colectiva. La pregunta central de este apartado es hasta qué punto el mérito individual, como principio de justicia, logra condensar la crítica del trabajo. Los contextos de subcontrato son atravesados por una desigualdad estructural entre los trabajadores que pertenecen a la empresa matriz y aquéllos ‘externos’. Desigualdad que la ley 20.123, que regula este régimen, no modificó sustancialmente y que en los distintos 119

espacios productivos se presenta bajo diversas formas, de acuerdo a condiciones materiales específicas. Con ello, también la experiencia crítica de los trabajadores cambia. En el mundo cuprífero, el foco principal de la crítica se concentra en las ‘desigualdades de trato’ que afectan a los trabajadores subcontratados. Desigualdad que es vivida en términos de una discriminación injustificada, la que sería impuesta institucionalmente y hasta cierto punto replicada por los trabajadores de planta. Esta experiencia de desigualdad se expresa en el uso diferenciado de los espacios de restauración, de transporte y de las condiciones de seguridad; dimensiones que si bien han mejorado, aún persisten. La concentración de la crítica en esta experiencia tiene que ver con la existencia de mecanismos que, hasta cierto punto, neutralizan otras diferencias, tales como el prestigio asociado al sector productivo, el que se expresa en los altos salarios, incluso para aquéllos subcontratados, aun cuando bastante distantes de los trabajadores de planta. Distancias parcialmente justificadas, en razón de la posibilidad virtualmente abierta de ser parte de Codelco. De modo que, para muchos trabajadores subcontratados, existe un mérito en ser parte de la empresa estatal, el cual debe ser compensado, justificando así las distancias salariales. En consecuencia, el peso de la desigualdad estructural del subcontrato se expresa en aquellos espacios donde el mérito deja de operar. En el mundo forestal, la experiencia crítica es más compleja, lo que va de la mano con condiciones de trabajo más heterogéneas. A las diferencias respecto de los trabajadores de planta (que constituyen un número reducido), se superponen las diferencias entre los propios trabajadores subcontratados de acuerdo a los distintos anillos de externalización productiva, las diferencias al interior de la organización productiva (bosque o cosecha, aserraderos y celulosa) y la diferencia que surge de la comparación respecto de otros sectores de la economía exportadora, en particular, con el mundo del cobre. Constituyendo un complejo sistema de estratificación, estas diferencias abarcan el salario, las condiciones de trabajo y de seguridad. Sumado a estas diferencias, se experimenta un sentimiento de ‘invisibilidad’ que se expresa en diferentes planos: invisibilidad frente a la empresa mandante (que a diferencia del caso de Codelco, es mucho más distante); invisibilidad en términos económicos, dada su ausencia en las cuentas nacionales, lo que oculta no sólo la contribución conjunta de esta rama productiva a la economía nacional, sino también el esfuerzo desplegado en el trabajo, vivido muchas veces como un sacrificio que permanece desconocido y no recompensado. En este caso, la crítica toma la forma de una demanda compleja de ‘reconocimiento’, en la cual se articulan la crítica a las desigualdades vividas, un mérito vivido como un sacrificio no reconocido, así como una respuesta directa a la experiencia de invisibilidad. La radicalidad de esta experiencia va de la mano con la ausencia de mecanismos neutralizadores, tales como los altos salarios del mundo del cobre, así como la fortaleza de una acción sindical conjunta.3 En el mundo portuario, la subcontratación o, en términos más generales, la externalización, toma otra forma, ya que los trabajadores externos de los puertos, llamados ‘eventuales’, no son provistos por ninguna empresa intermedia, sino por los propios sindicatos portuarios, los cuales controlan el acceso a los puestos de trabajo a través de negociaciones 3 Tras la negociación colectiva exitosa del año 2007, en 2009 se intentó nuevamente llevar a cabo con resultados drásticamente diferentes. No sólo el establecimiento de la negociación colectiva fue bloqueado, sino que un número considerable de trabajadores fue desvinculado de las distintas empresas contratistas. El objetivo de la acción sindical de los últimos años ha sido reconstruirse después de tal fracaso.

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directas con las empresas operadoras de los puertos. Esta característica fundamental ha sido el fruto de las movilizaciones desarrolladas desde principios de los años 2000. En la actualidad, la Unión portuaria de Biobío aglutina tanto sindicatos de trabajadores eventuales, como de trabajadores ‘de planta’ de los puertos, lo que ha ido forzando la equiparación de las condiciones de trabajo. Así, más que en estas diferencias –que siguen existiendo4–, la crítica se concentra en la gestión de las empresas operadoras, respecto de cuestiones como horarios y condiciones de seguridad e higiene; además del tarifado, esto es, la equiparación a nivel regional del pago por cada servicio portuario efectuado. Neutralizadas hasta cierto punto las diferencias, gracias a la presión de la acción sindical, la crítica del trabajo toma entonces una forma más bien ‘clásica’, donde juega ciertamente el mérito, percibido como un esfuerzo y un riesgo particularmente alto del trabajo portuario, que va de la mano con la valorización de ciertos ‘oficios’ propios de esta rama y que son celosamente resguardados. Sin embargo, además de esta noción de mérito, opera también de modo importante un principio de autonomía respecto del trabajo, sobre todo en el caso de los trabajadores ‘eventuales’, el que se expresa en el control del acceso a los puestos de trabajo por parte del sindicato de cada puerto. A través de esta presentación, breve y esquemática, es posible notar que el mérito está ciertamente presente en la crítica de los trabajadores, tomando formas diversas y, lo que es interesante, no siempre expresado en términos individuales, sino que muchas veces aparece como un esfuerzo conjunto. Junto con el mérito, aparecen otros principios de justicia tales como una idea de igualdad que opera en términos concretos, ya sea a nivel material como a nivel de las interacciones, además de un principio de autonomía que se alza apoyado en ciertas condiciones; principios que en conjunto participan de una gramática normativa bastante compleja. De la mano de esta crítica, se desarrollan procesos de subjetivación que ponen en cuestión las condiciones del régimen de subcontratación. En otras palabras, la crítica del trabajo y las formas de acción colectiva adquieren una dimensión política al tensionar justamente los espacios, los tiempos y las identidades inscritas en tal régimen de trabajo. Si prestamos atención a las formas de movilización colectiva, en aquellos casos que resultan exitosas se trata, no sólo del control del tiempo a través del mecanismo de la huelga, sino también de una reconfiguración del espacio productivo a través de la imposición de negociaciones colectivas directas con las empresas mandantes, rearticulando así las cadenas de externalización (Agacino, 2007). Esta reconfiguración del espacio productivo y esta apropiación del tiempo, suponen la construcción de sujetos que tienden a desligarse de las identidades impuestas, ya sea como subcontratados o como eventuales, pertenecientes a tal empresa, puerto o faena, para apuntar a un sujeto colectivo que sobrepasa estas diferencias. No se trata, sin embargo, de una idea de clase trabajadora, noción que está presente, pero que no es hegemónica; sino más bien de trabajadores pertenecientes, sin distinción, a los contextos productivos. Expresivo es que las principales agrupaciones sindicales de los trabajadores de estos espacios apelen justamente a configuraciones generales: la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), la Federación de trabajadores forestales de Arauco (FETRAFOR), la Unión Portuaria del Biobío. En todas ellas, las diferencias que operan 4 Así, por ejemplo, en términos contractuales, los trabajadores eventuales tienen contratos de trabajo a la jornada, lo que los excluye de buena parte de los mecanismos de seguridad social.

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materialmente buscan ser neutralizadas a nivel simbólico y superadas a través de la acción sindical, con resultados muchas veces disímiles, pero que dan cuenta de ciertas distancias, sombras o fracturas de la extendida generalización la gubernamentalidad neoliberal. Conclusión A lo largo de esta ponencia, hemos intentado desarrollar una inquietud respecto de la difícil totalización de la experiencia social bajo una misma lógica de gubernamentalidad biopolítica. Si bien sus dimensiones constitutivas son claramente distinguibles en el Chile actual, llegando a ser en cierta manera hegemónicas, pensamos que constituye ciertamente un error, no sólo intelectual, sino también político, el no dar cuenta de otras lógicas prácticas que se despliegan de manera subrepticia, o bien en los intersticios, del orden contemporáneo. En este caso, hemos intentado poner de manifiesto en clave de subjetivación política, las resistencias que se despliegan en contextos de subcontratación, a través de la crítica social y las formas de acción sindical, las cuales se distancian en cierta medida de las lógicas mercantiles y del emprendimiento individual. Más que inscribirse en una tradición respecto de la especificidad de América Latina, tal inquietud se sustenta en la convicción de la contingencia constitutiva de todo orden social. En este sentido, nos parece que el pensamiento crítico, más que orientarse a la ‘confirmación’ de teorías críticas, debiera apuntar, tal como la obra completa de Foucault lo muestra, al cuestionamiento incesante de los propios conceptos, como al análisis de las fracturas y discontinuidades que recorren nuestras existencias. Referencias bibliográficas Agacino, R. 2007. Pasado y presente: los trabajadores una vez más. www.redem.buap.mx Araujo, K. y Martuccelli, D. 2012. Desafíos comunes: retrato de la sociedad chilena y de sus individuos. Santiago: LOM ediciones. Dubet, F. 2006. Injustices. L’expérience des inégalités au travail. Paris: Éditions du Seuil. Echeverría, M. 2010. La historia inconclusa de la subcontratación. Santiago: Dirección del Trabajo. Foucault, M. 2004. Naissance de la biopolitique. Paris: Éditions du Seuil. Foucault, M. 2001. “El sujeto y el poder”, pp. 241-260. En Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéutiva, Editado por Dreyfus, H. y Rabinow, P. Buenos Aires: Nueva Visión. Habermas, J. 2008. El discurso filosófico de la modernidad. Buenos Aires: Katz. Honneth, A. 2009. Crítica del poder. Madrid: Antonio Machado. Martuccelli, D. y Svampa, M. 1997. La plaza vacía. Las transformaciones del peronismo. Buenos Aires: Losada. Martuccelli, D. 2010. ¿Existen individuos en el sur? Santiago: LOM. Rancière, J. 2006. Política, policía, democracia. Santiago: LOM. Rancière, J. 2004. Aux bords du politique (édition augmentée). Paris: Folio Édition. Rancière, J. 1995. La mésentente. Paris: Éditions Galilée.

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Precariedad Laboral

y

Gubernamentalidad. Un

diálogo desde los

dispositivos disciplinares en el espacio de la acción sindical

Dasten Julián Vejar1 I. Introducción Cada vez parece ser más cotidiano encontrarse con el concepto de «precariedad» dentro de distintos contextos y referencias al campo de las ciencias sociales. La «precariedad» está presente en distintos enfoques sociológicos, significando y dando cuenta de fenómenos contradictorios, como la des-aseguramiento y la crisis de la integración social (Castel, 1997); la primacía del riesgo en la conformación de una «sociedad global» (Beck, 2007); a una situación histórico-concreta de introducción de la negatividad de «la marca precaria» (Butler, 2010: 13); a una condición de «inequidad», «desigualdad», etc. (Therborn, 2008). Así, el concepto de «precariedad» también ha tenido su influencia en la sociología del trabajo y los estudios laborales. La «precariedad laboral» (Castel, 1997; Dörre, 2009) parece haber cobrado una dimensión explicativa, descriptiva y fenoménica que ha logrado posicionarse en la literatura y análisis de la sociología del trabajo (Kalleberg, 2011; Kwan & Kofman, 2012; Munck, 2013), generando debates con respecto a su caracterización, latencia y atingencia en diversos contextos económicos, sociales, culturales y políticos (Ross, 2008), así como de sus causas y consecuencias en referencia al disciplinamiento de la fuerza de trabajo, la conformación de su subjetividad e identidad (Julián, 2013) y sus formas de protesta/resistencia en acciones indivuales y colectivas (Bourdieu, 1998; Retamozzo, 2006; Kathleen, 2014). En este contexto, la presente exposición pretende generar un acercamiento entre lo que hemos denomino «modelo de valorización precario del trabajo» (Julián, 2014), en el caso de Chile, y la propuesta foucaultina de la llamada «gubernamentalidad» (Foucault, 1979), desde la identificación de los dispositivos disciplinares instalados en la prácticas y en la constitución de las organizaciones sindicales (Julián, 2012a), como forma de evitar y sujetar los potenciales focos de protesta y resistencia colectiva en el lugar de trabajo. En el caso de la extensión del fenómeno de la «gubernamentalidad» al escenario de la relación capital-trabajo, la precariedad (laboral) se encuentra sujeta a una serie de dispositivos que son instituidos y reproducidos a partir de un conjunto desigual y asimétrico de normativas expresadas en la institucionalidad y legalidad laboral (Boltanski & Chiapello, 2002). A la vez, hay una subjetivación del (no) empleo y el trabajo, que constituye una matriz de sentidos asociados a la efectividad dispositiva de la red de políticas que impregna el fenómeno extensivo de la precariedad laboral hacia/desde el proceso de precarización social. De allí que se abre un desafío de contestar a la (im)posibilidad de comunicación entre la sociología del trabajo, y especialmente al fenómeno de la precariedad laboral, desde 1 Candidato a Doctor en Sociología del Trabajo, Estudios Laborales y Economía Industrial. Arbeits-, Industrie- und Wirtschaftssoziologie. Institut für Soziologie. Friedrich-Schiller-Universität. FSU-Jena, Alemania. 2010-2014. Investigador en el Grupo de Investigación “Prekarisierung Nord/Süd”. Instituto de Sociología. Universidad Friedrich Schiller de Jena (Alemania), e Investigador Colaborador del Grupo de Estudios en Trabajo, Subjetividad y Acción Social de la Pontificia Universidad Católica de Valparaiso (Chile).

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la visión post-estructuralista del poder propuesta por Foucault, a través de una revisión de antecedentes empíricos del carácter disciplinante y de «gestión del descontento» al cual están expuestos (y son parte) los sindicatos en la actualidad. Para este trabajo utilizo parte de los resultados de mi tesis de Doctorado, en referencia a la relación entre precariedad laboral y los repertorios de acción sindical en Chile, y el debate que iniciamos dos años atrás en el artículo Dispositivos de disciplinamiento en el Trabajo. Relaciones laborales y subjetividad(es) en Chile, publicado en la Revista Si Somos Americanos. II.Gubernamentalidad y dispositivos disciplinares El neoliberalismo impulsó diversos procesos disciplinarios en su acción de «instalación e institución», los cuales giraron desde el «terrorismo de estado», las dictaduras militares, el constitucionalismo, el fraude, etc., hasta las presiones estructurales y una clase política proclive a la intervención de sus planes de ajuste y restructuración productiva (Retamozzo, 2006; Harvey, 2007). De estas transformaciones creemos que la que conserva mayor data, una continuidad «re-instituyente», expansiva y reproductiva de las bases de la dominación en las relaciones sociales, es el de cristalización de las relaciones de poder que moldean el fenómeno de la precarización social (Hoehn, 2009). Max Weber (1962), fue uno de los precursores del estudio de las relaciones de poder y de disciplinamiento en la sociedad. Weber se refería a la disciplina como la posibilidad de obtener inmediata y automáticamente, obediencia en una forma predecible de un grupo dado de personas de acuerdo a la orientación de sus prácticas por medio de una orden… la noción de ‘disciplina’ incluye la naturalidad de una práctica acrítica y de obediencia de masas (Weber, 1962: 117).

Sus estudios han contribuido al desarrollo de estudios sobre el poder y la dominación en los modelos corporativos y burocráticos (Adler & Boris, 1996), así como una teoría sobre la corporeidad y la subordinación en el trabajo, como modelo disciplinar (Sewell, 1998; Rasso, 2011). Los trabajos de Weber, en cuanto a las relaciones disciplinares y del poder (O´Neil, 1986) serán analizados y re-intepretados por Michel Foucault (1991; 2001; 2003), en donde la disciplina cobra una imposibilidad de “identificarse ni con una institución ni con un aparato”, ya que es un tipo de poder, una modalidad para ejercerlo, implicando todo un conjunto de instrumentos, de técnicas, de procedimientos, de niveles de aplicación, de metas; es una “Física” o una “anatomía” del poder, una tecnología (Foucault, 2001: 232).

Para Foucault, el despliegue de la trilogía entre “soberanía - disciplina - gubernamentalidad, tienen a la población como objetivo principal y sus principales aparatos mecanismos de seguridad” (Foucault, 1979: 19). Esta trilogía se encuentra enfocada en naturalizar, ideológicamente y coercitivamente, la relación burocrática-disciplinaria (O’Neil, 1986) 124

que sustenta su carácter civilizatorio, y un régimen de «auto-gobierno» (Selbstregierung), por medio del contradictorio proceso de individualización y de la constitución de una «relacionalidad» asociada a un «poder pastoral», la cual caracteriza “la manera como se conduce la conducta de los hombres” (Foucault, 2000: 192). Por lo mismo es posible decir que “diferentes formas de gubernamentalidad son desplegadas en diferentes momentos históricos, en regímenes que pueden ser denominados consecutivamente: soberanos, disciplinares y de seguridad o control” (Vargas-Monroy & Pujal, 2013: 1257). En la misma línea, y de acuerdo a estos “diferentes momentos históricos”, Gilles Deleuze se refiere a la distinción entre sociedades disciplinares y las sociedades de control, señalando que los encierros son moldes o moldeados diferentes, mientras que los controles constituyen una modulación, como una suerte de molde auto-deformante que cambia constantemente y a cada instante, como un tamiz cuya malla varía en cada punto (Deleuze, 2006: 2-3)

Como señala Michel Foucault “el ajuste entre la acumulación de los hombres y la de capital, la articulación entre el crecimiento de los grupos humanos y la expansión de las fuerzas productivas y la repartición referencial de la ganancia”, estaría vinculado a “los ejercicios del biopoder en sus formas y procedimientos múltiples” (2009: 133). Su ejercicio, de ser tácito, encuentra una forma de expresión y organización de «los saberes» en la «normalización jurídica» y en una «normalización productiva». Esta relación está mediada por el ejercicio de “tecnologías del yo” y “dispositivos disciplinares” (Julián, 2012). En este contexto, podríamos decir que la conformación de los dispositivos disciplinares que se articularon en el trabajo están referidos a la configuración de nuevos espacios de sujeción, de acuerdo a una nueva tipología del trabajador, en base de requerimientos actitudinales por parte del proceso irruptivo de la llamada “metamorfosis del trabajo” (Antúnez, 2003) y las demandas del mercado de trabajo (Boltanski & Chiapello, 2002). Esta sacralización está acompañada de una interpelación al «sujeto-de-simismo», la cual Luc Boltanski y Eve Chiapello (2002) han llamado “el nuevo espíritu del capitalismo”, en donde, con la idea de activar comportamientos y prácticas en su articulación con un conjunto de sentidos en los cuales la “eficiencia” y la “productividad”, el “auto-reciclaje” (Thompson & van den Broek, 2010), la sustitución y la adaptación, vuelven central la constitución de un “sujeto flexible” (Sennett, 1998; 2006), el cual se enfrenta a un nuevo modelo de subjetivación y de relaciones de poder, propio del modo histórico de dominación imperante (Bourdieu, 1999). Esta relación queda sintetizada en el paradigma de la «empleabilidad», y por el cual el trabajador es «atravesado-sujetado» en su propia conformación de sentidos de sí mismo, de los otros y del Otro, es decir, el núcleo constitutivo de su «identidad-con-el-trabajo» (Julián, 2013). Esto involucra una serie de problemáticas en la conformación de una subjetividad que pueda recibir las fluctuaciones y flujos de nuevas esferas de lo social, sin someter finalmente su condición de «libertad». Es en esta medida en que la mimesis del sujeto-trabajo se encuentra anquilosada en la imposibilidad de una distinción práctica, ya que el trabajo, y la relación 125

de poder en que el sujeto participa, configura «sobre él» un disciplinamiento permanente de sus deseos, acciones, gestos y actitudes en la esfera práctica de la producción de mercancías, como parte de un proceso de disciplinar de la producción de la vida (como mercancía). La supresión y no-necesidad de espacios disciplinares, estaría enmarcada en nuevos métodos de control, que se extenderían más allá de los lugares de encierro (fábrica, escuela, prisión, etc.) para concentrarse de forma espacial-temporal más amplia y constante: un poder que tiende a volverse anónimo y más funcional, hasta inscribirse en “el placer” y en “el deber” (Danzelot, 1991). A esto se refiere Agamben (1977) cuando señala que en “la raíz de cada dispositivo está, entonces, un deseo de felicidad”, mientras que “la captura y la subjetivación de este deseo en una esfera separada constituye la potencia específica del dispositivo”. La individuación o individualización del proceso de trabajo no tendría efectos si no estuviese reorganizado simbólicamente la imagen de felicidad como un concepto individual e indivisible del «yo» en su goce: el disciplinamiento es una práctica de reorganización imaginaria del «ello» para configurar/organizar el goce del «yo» en un contexto histórico determinado2. III. Precariedad laboral y acción colectiva-sindical La pregunta que queda extendida es ¿Cuál es la relación existente entre estos dispositivos disciplinares y la precariedad laboral? O más bien ¿Podemos dar un ejemplo concreto de cómo estos dispositivos operan en la práctica, especialmente en el caso de la precariedad laboral y el espacio de trabajo? La precariedad laboral, como parte y síntesis de un modelo de dominación, muestra ser un elemento de producción de realidad y verdad, que atraviesa el plano de la conformación simbólica e imaginaria de los frágiles procesos de identificación, reconocimiento y conformación psíquica de los sujetos en/con el trabajo. La precariedad laboral no sólo puede ser entendida en una dimensión estadística o meramente cuantitativa de los cambios en el mundo del trabajo, sino que además se debe reconocer su carácter de «verdad», en tanto dispositivo (Martínez, 2013), lo cual involucra reconocer cómo esta se constituye –más allá de un proceso estructural y macro-social–, en una mediación articuladora de las relaciones sociales, y en una forma sintético-asimétrica de sujeción a un conjunto de redes interconectadas de prácticas sociales de poder, de carácter desregulado, a nivel local, regional, nacional e internacional. En este marco teórico, la precarización laboral solo puede ser analizada como un proyecto en interrelación con un modelo de dominación, una dimensión social, como un régimen de gobierno, que requiere de la comodificación-privatización de la vida social, junto a la profundización de una lógica de «colonización»3, es decir, de mercantilización, 2 Pensamos aquí las categorías de satisfacción, goce, placer como mediaciones históricas constituidas como parte de estrategias relacionales del sujeto-objeto y/o sujeto-sujeto en cuanto a la lógica de un sistema/totalidad de relaciones de intercambio específico (Adorno, 2006), pero también de lo que Alemán (2006) llama la renuncia al goce pulsional, por medio de los dispositivos disciplinarios. En el caso del trabajo, creemos que esto se vincula con el contexto socio-político-histórico del capitalismo tardío y la acumulación flexible de capital. 3 Usamos el término «colonización» del original Landnahme en alemán que significa primero que todo, “expansión interna y externa de los métodos de producción capitalista”. Para Klaus Dörre, Landnahme constituye “una industria a gran escala la cual proveyó una permanente base para la agricultura capitalista; esto completó la separación de las granjas y los intercambios rurales domésticos y “conquistó para la industria el entero mercado local” (Dörre, 2010: 43 - 44), pero también le asocia a un proceso de commodificación de la vida, en el sentido que da Polanyi a este término (Polanyi, 1978).

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monetarización y valorización institucionalizada por parte del Estado de la vida social (Zelizer, 2011; Julián, 2014). En el caso de cómo la precariedad laboral ha intervenido la actividad sindical podemos exponer que si bien el sindicalismo ya significa una renuncia a la identificación pasiva con el régimen de precariedad laboral, esto no se traduce necesariamente a una negación que escape de las redes y el ejercicio de la precarización de los puestos de trabajo. La precariedad laboral puja por desarticular los lazos de cooperación social, presionando hacia la individualización, y fomentando la sensación de vulnerabilidad, incertidumbre y miedo frente a la política del empleador, en las relaciones salariales, como aumentando la desafiliación, la exclusión y la desprotección social en el trabajo informal y el subempleo. Por otra parte, la precariedad laboral produce una paradoja para las relaciones de dominación necesarias en el ya llamado «ajuste entre capital/trabajo», el cual refiere, principalmente, a: (a) la pérdida de compromiso de los/as trabajadores/as con los objetivos de la acumulación e identificación con las metas empresariales; (b) sistemas de remuneraciones que promueven la desafiliación social, pero en su flexibilización promueven la (auto)explotación; y (c) dificultades para negociar cambios e innovación en los procesos productivos (Julián, 2012: 120). Como hemos constatado en nuestra investigación doctoral, la precariedad laboral genera tensiones y obstáculos para la acción sindical, los cuales están asociados a la presencia de fenómenos como el despido injustificado, las limitaciones a la huelga legal, las prácticas anti-sindicales (y su burocrática-normalización), las dificultades y debilidad de los sindicatos en los procesos de negociación colectiva, etc. Mientras que otro lado se constata la emergencia y masificación de núcleos de trabajadores/as sin la posibilidad de afiliación sindical y la pérdida de interés de los/as trabajadores/as de participar en los sindicatos, ya sea por el miedo y el disciplinamiento, como por la sujeción estricta del sindicato a una red disciplinar institucionalizada que dificulta su valoración por parte del trabajador/a, o por problemas relacionados a la legitimidad, burocratización y autoritarismo asociados a un tipo particular de sindicalismo. Si bien constituye un foco problemático que se traduce en serias dificultades para promover un cambio en los/as trabajadores/as que están permeados por modelos de sentido y significación de la precariedad laboral como una condición fatal e inexorable, también es claro que la precariedad laboral constituye un foco de los nuevos repertorios del sindicalismo (Julián, 2014b), tanto en su orientación a trabajos de baja y media cualificiación, como hacia su carácter discriminatorio (Dörre, 2009), en relación a sectores profesionales con un anterior mayor estatus en el mundo del trabajo y la sociedad. Como ejemplo concreto de ésta se encuentra la huelga legal en Chile. Las formas en que se manifiesta la huelga muestra que pese a ser una herramienta que pretende promover el ejercicio de los derechos y demandas de los/as trabajadores/as, finalmente no es significativa estadísticamente4, y existe más bien como una forma diluida de acción 4 Las series estadísticas de la Dirección del Trabajo muestran que después del ciclo comprendido entre 1990-1992, donde se contabilizan 642 huelgas legales en los tres años, no ha vuelto a haber un fenómeno similar en relación a la cantidad de huelgas y la participación del número de trabajadores/as involucrados/as en ellas. Auque hay que reconocer que entre 2009-2010 estuvieron involucrados/as 53.714 trabajadores/as lo que muestra un salto cuantitativo en participación en las huelgas efectuadas, pese aun, al clima de crisis capitalista y de inestabilidad laboral imperante. Compendio de Series Estadísticas Dirección del Trabajo (1990-2010). Capítulo III. Huelgas. http:// www.dt.gob.cl/documentacion/1612/w3-article-62610.html

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que permite la acción de vigilancia de parte del empleador, quien a la vez dispone de los elementos necesarios para ejercer un «atemorizamiento» de la acción colectiva organizada, y disciplinar, por medio de la subyugación (presiones, amenazas, etc.) o despido a los/as trabajadores/as que representan un nivel de conducta que genera «ruido» al interior de un ideal organizativo de equilibrio, homogéneo, plano y estático. Estos métodos de vigilancia y castigo, frente a los cuales los/as trabajadores/as no tienen ninguna forma de protección, en particular contra el despido (Salinero, 2004), o sea la relación de flexibilidad contractual, refuerzan la acción disciplinaria ya que promueven la neutralización y/o finalización de la acción del sindicato. Por otra parte, la huelga, y el contenido de los convenios colectivos, se ha permeabilizado al sistema de incentivos, bonificaciones, etc.5, que ha desplegado la empresa para cooptar flexiblemente la colaboración del trabajador/a, desde los bonos de producción (como forma de construcción de la remuneración total), hasta los beneficios vinculados al esparcimiento y la diversión (acceso a piscinas, el club de futbol, etc.) mostrando una permeabilidad de la política sindical a las nuevas estrategias de dominación, pero a la vez un fenómeno contradictorio que promueve la resistencia en la obtención de mayores beneficios a partir de las ganancias de una «comunidad de intereses» ideal, de la cual el/la trabajador/a se siente parte y partícipe de sus éxitos y/o de su (re)producción. IV. Conclusiones Lo anteriormente expuesto habla de un nivel de representación de las acciones de dominación y disciplina, que hace énfasis en “la existencia de sujetos activos capaces de accionar y reaccionar frente a las circunstancias que se les presentan y no de individuos pasivos frente a los acontecimientos de la vida cotidiana” (Delfini, 2010: 18), que es en donde también se encuentran un conjunto de prácticas que se ejercen sobre uno mismo y que condicen con la conversión de uno mismo en sujeto (Zangaro, 2010). Este foco de espacios de resistencias, de acciones colectivas o individuales, constituye un núcleo central para evaluar las posibilidades de mejoramiento de las condiciones de trabajo, de equidad y de fortalecimiento de las herramientas colectivas de redistribución de ingresos, como lo es la negociación colectiva y la huelga. La articulación de las prácticas de gubernamentalidad en el espacio de trabajo, en tanto ejercicio del poder entre el disciplinamiento y el control de los cuerpos del trabajo, involucra pensar las alternativas a estas prácticas y/o reconvertir las estrategias desarrolladas hasta hoy en materia de resistencia y emancipación para la clase trabajadora. Particularmente, en una problemática y práctica tan extendida como lo es la precariedad laboral, se requiere de nuevas herramientas, nuevas subjetividades y voluntades políticas para desafiar la permanencia de este mecanismo de pauperización y disciplinamiento social, de manera de intervenir las relaciones de poder y generar nuevas prácticas de bienestar y vida para quienes viven del trabajo. 5 Aquí recomendamos la lectura del trabajo realizado por sobre los acuerdos de negociación en el sector bancario en (Barco & San Martín, 2006).

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IV. Castigo, violencia y Estado de excepción

Infancia y devenir-menor en los “marcos” de una guerra en curso Francisco Montero Lahsen1

Presentación En un comienzo, al enviar el proyecto de trabajo a este coloquio, tuve la idea de organizar un análisis entre dos problemas tremendamente importantes bajo la égida del capitalismo contemporáneo. A través del análisis de tres “casos” deseaba interrogar la relación entre infancia, guerra y prisión, con la intención de establecer una línea de cruce que nos pueda dar algunas luces para desfondar, si se puede, algunos dispositivos que configuran el proceso postsoberano en el que nos encontramos. Para ello pretendimos pensar la infancia como proceso de forma sin forma de la subjetividad, o mejor dicho, como intersticio preindividual de cualquier formación, y cómo este proceso se somete, o es sometido a la captura por parte de diferentes modos de gubernamentalidades, biopolíticas y necropolíticas que le hacen derivar en formas de una soberanía particular, cuando en otros momentos se abre a una sobreaxiomatizacion del poder soberano, y que le articula como inmanentización fragmentaria de sí misma, y que produce formas de economización y financiarización cada vez más brutales. Para ello, quise tomar la cárcel y la guerra como formas de captura de la infancia y que abren, en un tránsito inacabado e inconcluso de reducciones, formaciones y manipulaciones, en función de una producción que le somete, en algunos casos, o que simplemente le aniquila. Las cárceles de menores, por un lado -y es la primera tentativa que me hubiera gustado proponer en el coloquio sobre gubernamentalidad, como forma de reactualización del poder soberano en la ley, manipula y produce una subjetividad que funda la infancia, con el objetivo de reducirla a una serie de procedimientos que decantan, en la actualidad, en un simulacro de la producción de una subjetividad de consumo. Por otro lado, las guerras que como forma de administración de una cierta economía necropolítica dispone de un sin fin de operaciones tendientes a administrar la muerte, además de aquellos tropos inapropiables de la infancia y que aspiran a su irreductibilidad persistente dentro del panorama global de movilización financiero militar postsoberana. Para ello, quise tomar dos ejemplos extraídos de una deriva autobiográfica y colectiva que intentarían articular una cierta propuesta respecto a este ensayo de conexiones antes enunciado. Tales ejemplos estaban inscritos en dos conjuntos: el primero, relacionado a la imagen de la infancia en el siglo XX, en el periodo inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, y que para mi se reflejaba en una película muy particular, a saber, Alemania Año Cero, de Roberto Rossellini. A este primer conjunto, deseaba agregar otro elemento, relacionado, también con la imagen, y que se conecta con el tratamiento espectacular realizado por los medios de comunicación en relación a las detenciones de 1 Profesor de Filosofía, UMCE. Estudiante de Magíster de Filosofía, Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile. Becario CONICYT 2014.

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cinco menores de edad en Palestina, los cuales han sido procesados por arrojar piedras a un auto de patente israelí, y de los cuales se les exige cadena perpetua. Además, deseaba sumar al análisis, las condenas y procesos mantenidos a menores de edad en parte del territorio mapuche, y que tienen relación a la aplicación de la ley antiterrorista. Por otra parte, me hubiera gustado interrogar otro conjunto dentro de este cruce, estableciendo ciertas lineas de fuga que hace de la infancia un proceso de irreductibilidad incapaz de ser puesto en forma a partir de una totalidad que le componga como unidad en sí misma, homogénea y sin fisuras, como pretende la cárcel. Me parece que abrir un análisis de los dispositivos que hacen de la infancia algo a capturar, tendría la necesidad, por lo menos, de enunciar sus fisuras, quizá, para abrir ciertos caminos al pensamiento crítico que, aveces, por perseverar en la discursividad de los dispositivos oculta ciertas líneas de criticidad que le van de suyo en la medida que se le anuncian. En este sentido, es que me hubiera gustado pensar lo anterior bajo el prisma de una de las frases más enigmáticas, pero a la vez mas motivantes de Michel Foucault, que dice algo así como que “en dónde hay poder hay resistencia”. Enunciar, así esta fisura, como un posible balbuceo in-fante capaz de bosquejar un cierto mapa de resistencias frente al problema que aparece en la relación entre la prisión, la guerra y la docilización, digámoslo así, de la infancia. Para esto, quería compartir el trabajo que se viene realizando en el Centro Metropolitano Norte, ubicado en la comuna de Til Til, al lado de la cárcel de Punta Peuco, y que es parte de un proyecto de levantamiento de datos de la Salida Intermedia en Biopolíticas de la Educación, que se coordina junto al Grupo de Investigación en Educación y Poder. Desde ahí, me hubiera gustado establecer un breve mapeo de aquello que desiste en ser reducido a las relaciones homogéneas de intercambio educacional en función del mercado, además de establecer la docilización de una infancia truncada con anterioridad por la precarización de la vida, y sostenida, precisamente por la prisión. Me hubiera gustado hablar de la desistencia de la infancia sólo con un ejemplo: en una conversación con uno de los chicos presos, alguien del grupo preguntó qué es lo que más extrañaba de estar “en la calle”. A lo que uno de los chicos contestó que extrañaba hacerle cariño a los perros callejeros. Es allí, en ese extrañamiento, digámoslo así, que emerge una desistencia, me parece, a una de las formas más brutales de docilización, la cárcel, y que implica una serie de procesos de descodificación y recodificaciones que preparan, en último término, una subjetividad integrada al mercado y desregulada en función de los más variados intercambios. Esta última parte quedará inconclusa por diferentes motivos. Sin embargo podrían ser abordados en la discusión que podría darse a propósito de lo expuesto. Primera Escena. Infancia y gubernamentalidad Lo que operaría en esta relación gubernamental con estas infancias es, desde la filosofía, una coagulación platónica de los flujos de enseñanza que considera al infante como un ser moldeable en función de un bien común proyectado desde la adultez y que pone en funcionamiento un proyecto de sociedad determinada. En este sentido, y parafraseando a Walter Kohen, la transformación social establecida por el proyecto platónico de sociedad, de la que aún somos deudores, considera la formación individual 134

guiada por un ideal universal de bien común. Sin embargo, hoy, las políticas neoliberales considerarían que aquellos que permanecen fuera de este ideal, lo hacen, no porque no sean educadas sino porque conscientemente no desean acceder al ideal universal que la educación les propone. Se invierte, en este sentido la lógica platónica, en la que el infante no accede al universal porque no puede. Hoy, en el capitalismo milico-neoliberal en el que nos encontramos, aquel residuo infantil que no entra en el modelo es porque de manera voluntaria no “quiere” ingresar en él. En este sentido, el neoliberalismo considerará que se es pobre, por ejemplo, porque no se logra gestionar el deseo en torno a las premisas de emprendimiento mínimas para salir de tal “estado”. Es en este sentido que la prisión, en cuanto dispositivo especular de gestión de la justicia penal (y social), velará, entonces, por el correcto ingreso a una “humanidad” siempre por producir. Negarse a tal “humanización” será indicio de monstruosidad, subversión o terrorismo, entre otras calificaciones. Al concepto de infancia producido por la prisión se le podría aplicar lo establecido por Foucault en alguna de las páginas de Vigilar y Castigar. Allí se afirma que la prisión, en cuanto institución que se define por la privación de la libertad, sería el modelo más propio de una sociedad que, en primer lugar, enaltece a la libertad (del mercado) como fundamento de “humanidad”, mientras que indiferencia al tiempo como una de las formas más complejas de mercantilización de la vida. En ese sentido, la privación de la libertad sería un castigo igualitario, mientras que su cuantificación (el tiempo) vendría a ser el análogo que debe restablecer a la sociedad la falta cometida, y que en palabras de Foucault, permite cuantificar la pena según la variable tiempo. Se podría corroborar esta tesis con el caso de la aplicación de la ley antiterrorista a menores en las comunidades en lucha del pueblo mapuche, en cuanto exige una duplicación de las penas establecidas en el derecho penal. Además, debemos sumarle el componente racial propio de una legislación que fomenta una concepción neocolonialista de la ley, en cuanto debe gestionar los flujos de los conquistados en función de su asimilación estatal. En ese sentido, quien no desee pertenecer a dicho proceso de “socialización” se le aplicarán los instrumentos coercitivos correspondientes a una simbolización categorial de antisocial. Segunda escena. La figura del terrorista En 1986, Günther Jakobs publica un libro titulado Derecho penal del enemigo. En un periodo de no más de 15 años, es decir a mediados del 2000, vuelve a ser publicada, pero ahora con mayor énfasis y con una rigurosidad mucho más acabada. Pero es luego de los atentados de las torres gemelas cuando este texto comienza a ser aplicado –ya no sólo leído- en varios lugares del mundo: Estados Unidos, Italia, España, Gran Bretaña, Francia, Chile, entre otros. Mi interés por este texto radica revisar el funcionamiento que hace de dos conceptos, a saber, persona y no-persona, y su reactualización en un contexto de guerra global y su conexión con la prisión. La coacción en el derecho penal del enemigo juzga tanto los hechos pasados como los futuros. Es lo que podríamos decir un control pre-punitivo en cuanto circunstancia peligrosa. Estaríamos en medio de una formalización absoluta del hecho puesto que la peligrosidad se juzga por una situación abstracta. Para ello, lo importante son las medidas de seguridad. 135

Para el derecho penal del enemigo el individuo tiende cada vez más a despojarse de su individualidad, más precisamente de su personalidad, considerándosele como una parte dentro de una situación hostil, más aún como enemigo. Ahora bien, lo que sustenta al derecho propiamente moderno o penal es la consideración del individuo como “persona”. Ello era el sustento de “igualdad” que caracterizaba a la jurisprudencia. La imagen del individuo era que se le consideraba, pese a todo, como sujeto. Este supuesto, básico para la aplicación del derecho, y para todo el andamiaje ideológico que le sustenta es puesto en duda. En el presupuesto del Derecho penal del Enemigo el sujeto cuenta con algo que le sustrae de “sí mismo” y le convierte en un no-sujeto, una especie de estatuto transitorio de suspensión de la consideración de individuo como persona. La dividualidad del individuo, su carácter impersonal se exalta como peligro inminente. Tal como dice Mauricio Amar en relación a la figura del palestino, el derecho penal del enemigo implica un enfrentamiento directo contra la emergencia de lo genérico del hombre, de su animalidad y de su común: “Sin rostro más que el genérico, el árabe es similar a lo animal, ese que amenaza con penetrar en el pensamiento y volcarlo hacia el descontrol. A este animal, que la modernidad ha tratado de controlar y asesinar por todos los medios, incluso disponiendo para ello de toda la técnica y la racionalidad instrumental como ocurrió en el nazismo, lo llaman hoy palestino” (Amar, 2014). En rigor, un simple delincuente no podría ser expresamente excluido por un crimen en tanto su mera existencia en el derecho provocaría una contradicción, puesto que su crimen, justifica todo el aparato del propio derecho.2 Menos aún podría determinar su situación de excluido por iniciativa propia. Esto tendría una excepción: Para Hobbes, la rebelión, como enfrentamiento a la sumisión, significaría una vuelta al estado de naturaleza, y por tanto caería inmediatamente fuera del Derecho. Para Hobbes aquellos que incurren en el delito de rebelión no pueden ser castigados en cuanto súbditos, es decir, como delincuentes comunes, sino simplemente como enemigos. El derecho penal del ciudadano sería entonces el derecho de todo aquel que se mantiene dentro del estatuto jurídico aún cuando incurra en algún acto delictual. Sin embargo, aquel que se convierte persistentemente en una amenaza, en un peligro, deberá ser excluido del el Derecho “corriente”. Para aquellas situaciones en donde la seguridad del conjunto pueda ser afectada es necesaria una nueva forma de “Derecho” que considere explícitamente la figura del enemigo. Frente al enemigo, la coacción física se considera necesaria, llegando incluso hasta la muerte o la tortura. Para Jakobs “el derecho penal del ciudadano mantiene la vigencia de la norma, [mientras que] el derecho penal del enemigo (en sentido amplio: incluyendo el Derecho de las medidas de seguridad [o cautelares]) que combate peligros…”3

2“El delincuente produce delitos. Fijémonos un poco más de cerca en la conexión que existe entre esta última rama de producción y el conjunto de la sociedad y ello nos ayudará a sobreponemos a muchos prejuicios. El delincuente no produce solamente delitos: produce, además, el derecho penal y, con ello, al mismo tiempo, al profesor encargado de sustentar cursos sobre esta materia y, además, el inevitable compendio en que este mismo profesor lanza al mercado sus lecciones como una “mercancía”. Lo cual contribuye a incrementar la riqueza nacional, aparte de la fruición privada que, según nos hace ver, un testigo competente, el señor profesor Roscher, el manuscrito del compendio produce a su propio autor.” Cf. Marx, K. El elogio del crimen, en http://ideasdebabel.wordpress.com/2013/08/01/untexto-poco-conocido-elogio-del-crimen-por-karl-marx-1/ 3 Ídem, Pág. 31

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Tercera escena. Cine e infancia Alemania año cero es una película del neorealismo italiano filmada en las ruinas de Berlín, luego de la segunda guerra mundial. Se estrenó en 1948 y es parte de una trilogía junto a Roma, ciudad abierta y Camarada. La película está filmada en los exteriores destruidos de la Capital alemana controlada, en esos momentos, por las fuerzas de los Aliados. En ese contexto, la historia de Rossellini es la de un niño, Edmund Keller, que intenta ayudar a su familia a sobrevivir. La familia del protagonista vive de allegado en la pieza de un vecino de la familia que les exige, constantemente, aportes de dinero para mantenerse en la habitación. Allí vive el padre del protagonista, enfermo crónico, su hermana y su hermano oculto, puesto que es perseguido por los aliados al integrar el ejército Nazi en la guerra. La Película fue rodada, tal como lo anuncia una voz en off al inicio del film, en el verano de 1947, y desea ser, según el autor, un retrato “objetivo” de lo que ha dejado la guerra, es decir, pretende ser un reflejo “fiel” de una ciudad destruida. Según Rosselinni no quiere hacer ni una defensa ni un ataque a la sociedad alemana, sino más bien revelar aquella catástrofe en la que la guerra le ha situado. Pensamos que lo que constata la película es justamente una modulación de la guerra ya no en términos de paisaje sino más bien como la interiorización de un cierto tipo de guerra, es decir, la puesta en marcha de una forma de la guerra que articulará la introspección de sus dispositivos con el fin de insertar a los individuos en una serie de dispositivos de flujo el capitalismo global. Lo que queremos decir es que el nomos de la guerra no sólo será el aire, la tierra, los océanos o el espacio (guerra de las galaxias) sino, además la subjetividad. Allí, en la subjetividad se librará una batalla que no terminará con las bombas de Hiroshima ni Nagasaky, sino que se inaugurará, en el mismo momento en el que se filma, o se reproduce por la televisión. La guerra será inscrita en el cuerpo no para matarlo, ni aniquilarlo sino para controlarlo y someterlo a sus propios dominios. Es por ello que creemos que la película Alemania año cero, no da ninguna esperanza, sino más bien abre el campo de operatividad de la guerra en el que somete a una población cualquiera a una serie de dispositivos que crean un campo de producción de la subjetividad establecida bajo los parámetros de su producción. Tal campo de articulación entre subjetividad y guerra tendrá como espacio intersticial la figura, en algunos casos, del terrorista como forma espectral de gestión de la vida y de la muerte, en cuanto aseguramiento de un control poblacional capaz de organizar una serie de enunciados específicos concernientes a la regulación, control, vigilancia y, dependiendo del caso, muerte, de aquello que se cataloga como un peligro para el aseguramiento de lo social. En este sentido la aplicación de la seudocategoría de terrorista aparecerá en el horizonte biopolítico como forma fantasmal del enemigo peligroso, instalado y reactualizado por el Estado y aplicado en diferentes conflictos sociales. Por último Las formas de gubernamentalidad de la infancia insiste en reeducarla, ya sea por medio del encierro o por medio de una violencia militar salvaje, con la intención de 137

mantenerla dentro de los límites representacionales de una democracia en curso, que se funda, lo sabemos, en los más arduos y rigurosos sistemas de violencia, terror y horror. Frente a la in-fancia, entonces, imperará la educación del alma por cualquier medio, el autodominio del cuerpo a través de la cárcel y la segregación violenta, la excelencia del cuidado de sí y la conformación de una necropolítica cada vez más avanzada. Exclusión e inclusión gubernamental de lo que, como dice E. Coccia en su libro Filosofía de la Imaginación, en relación a la infancia en cuanto ésta “no tiene ideas, es simple actualidad de una vida vegetativo-sensitiva, capaz de vida y de percepción pero carente de saberes y de lenguaje; no se nace ya dotados de razón y sabiduría, y la infancia es la pura emergencia de esta fractura, de la que toda existencia filosófica es cuidado ininterrumpido” (Coccia, 2008: 91).

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El rostro del enemigo interno: el dispositivo terrorístico en Chile Javier Molina Johannes1 El terrorismo es una invención sorprendentemente reciente. Terry Eagleton

Introducción El fenómeno del terrorismo comporta distintas dimensiones desde las cuales podría ser abordado. De este modo, por ejemplo, puede ser estudiado en consideración de su sustrato histórico. Así se podría hacer una revisión desde los sicarios a principios de la era cristiana hasta la destrucción de las Torres Gemelas. También hay estudios referidos a las conceptualizaciones jurídicas que han sido esgrimidas para hacer frente a aquellas acciones denominadas terroristas. A este respecto la legislación internacional es motivo de constante renovación al momento de determinar conductas terroristas y fijar sus penalidades. Para el caso chileno, nuestra vigente legislación antiterrorista es producto de un texto constitucional, la Ley 18.314, surgida en 1984 bajo el auspicio de la Juntar militar presidida por Augusto Pinochet. Durante el periodo de la postdictadura, desde 1991 hasta el 2011, sin modificar en lo sustancial el espíritu de la Ley, esta legislación ha sido objetivo de continuas modificaciones. De manera similar, se han investigado las motivaciones de estas conductas e, incluso, las condiciones sociales propicias para el terrorismo. En este contexto, esperando aportar a dichos ámbitos de estudio, en esta presentación nos proponemos mirar al terrorismo en tanto dispositivo de gobierno. Es decir, estudiaremos la red que se tiende entre lo dicho y lo no dicho, posicionando elementos heterogéneos, respecto a una función estratégica. En consecuencia, el terrorismo se presentaría como paradigma de gobierno de las formas-de-vida. Desde instancias gubernativas se actuaría viendo conductas terroristas, identificando palabras terroristas y subjetivando terroristas. Ahora bien, para esclarecer lo que este dispositivo permitiría, revisaremos algunos casos paradigmáticos, los cuales entendemos como posibilidad de entrada. Dictadura y terrorismo Durante el régimen dictatorial se hablaba sobre el adversario marxista como el mal absoluto. Tal como sostuviera Augusto Pinochet en su discurso del 11 de septiembre de 1976 en la Academia Superior de Seguridad Nacional: “el marxismo es una doctrina intrínsecamente perversa, lo que significa que todo lo que de ella brota, por sano que se presente en apariencias, está carcomido por el veneno que corroe su raíz”. Por consiguiente, tal como señalara Jaime Guzmán, uno de los mentores intelectuales del gobierno militar, represen1 Estudiante Sociología, Universidad de Valparaíso.

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tante de los sectores civiles involucrados con la dictadura, Chile no puede ser neutral frente al marxismo, esta situación “es una consecuencia que se deriva de la absoluta oposición entre su propia doctrina humanista, nacionalista y cristiana que [Chile] antes ha asumido, y aquélla que sustenta el marxismo” (1976: 13). El régimen signado de humanista, cristiano y nacionalista posiciona al marxismo como sin-alma, modificando la postura patologizante de años precedentes. Ya no sería un cáncer, sino una doctrina intrínsecamente perversa, o bien, satánica, es “el Paraíso en la tierra, el Reino sin Dios” (Guzmán, 1976: 18). Los términos se transforman, la estrategia estigmatizante sigue funcionando. Últimamente, esta forma de ver ha sido actualizada, en cierta medida, con los dichos del sociólogo Carlos Livacic respecto a cierta reactivación de grupos anarquistas en Chile: Antiguamente, decía un presidente de la República, en la década de los setenta, que ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta ideológica. Estos muchachos lo han entendido de esa manera, que ser joven y no ser anarquista y, además, no hacerse notar, es como extraño. (Livacic, 2014)

De esta manera, supone que todo/a joven querría “hacerse notar”, poniendo bombas, cuya inspiración serían los dichos de Allende. En cierta forma, estos elementos devienen indistinguibles. De regreso a nuestro pasado dictatorial reciente, siguiendo esta línea, durante una protesta estudiantil, el 24 de septiembre de 1987, el carabinero Orlando Sotomayor le disparó en la cabeza a María Paz Santibáñez. Al respecto, Cecilia Bolocco, quien por ese entonces era la flamante Reina de un concurso internacional de belleza, sentenciaba: “ella se lo habrá buscado, debe haber estado haciendo algo malo, por algo le pasó eso” (Bolocco, 1987). De este modo, la violencia estaría justificada sospechando de cualquier tipo de oposición activa, a la cual posiciona como merecedora de una bala en la cabeza. Bajo los mismos parámetros, en relación a un ataque incendiario al medio de transporte público en que viajaba en Viña del Mar, durante 1986, Rosa Rivera Fierro, la mayor afectada, declaraba al diario El Mercurio de Valparaíso: “no se imaginan lo que estoy sufriendo con mi cuerpo quemado[…] Quienes hicieron esto son unos salvajes y debían castigarlos con la misma moneda[…] No los entiende nadie. ¿Cómo pueden hacerlo?” (30 diciembre 1986). Con estas afirmaciones los medios de comunicación presentaban como inexplicable el hecho de violencia, despojando de cualquier sentido político. Además deben ser castigados con la misma moneda, lo cual ya había sucedido. Nuevamente, se justifica la tortura retrospectivamente. Asimismo, un dirigente vecinal espera que “sirva de ejemplo para esos miserables que no dejan vivir”. (31 diciembre 1986). Con ello, no sentencia tanto los hechos, sino que se delimita la (ir)racionalidad del enemigo. Casi de manera calcada, Fernando Guzmán decía: “No pidieron plata, no exigieron nada. Sólo dispararon... No logro comprender la actitud de las personas que hacen este tipo de cosas. Matar por matar, hacer daño por el gusto de hacerlo... son actos incomprensibles”2. Con estas sentencias valorizan esas vidas terroristas, subjetivándolas como miserables, salvajes e incomprensibles. Así, una perentoria eliminación de estas vidas para poder vivir, con lo cual se ve una jerarquización de las vidas. 2 Cfr. Varas, Pedro (1988) Chile: objetivo del terrorismo. Instituto Geográfico Militar: Chile y La Tercera (13 septiembre 1987). Terrorismo: El flagelo del Siglo.

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En gran medida, se entenderá que la personalidad terrorista de carácter fanático, podría ser efecto de daños cerebrales, crisis familiares, desarrollo psicológico infantil, una percepción anormal del orden social, un desarrollo neurológico anormal o una distorsión de la imagen de autoridad (Alonso y Rizo, s/f: 7-8). Por ello, “nadie los entiende”. Además, “la perspectiva de la violencia, para los jóvenes, es más fácil, es más atractivo. Incluso, es más adrenalínico (sic). Y podríamos decir que de repente es bueno estar en contra” (Livacic, 2014). En breve, “¿qué fueron estos actos?, pues mero aventurismo” (Barrera, 2014). Así, se postula que el carácter de estas conductas es de “pura criminalidad común, despojándolo de toda implicación de carácter político o ideológico.” (Gantz, 1986: 160) Ahora bien, la Revista El Sábado, suplemento de El Mercurio, durante noviembre 2013 expone la situación de Francisco Solar, detenido por colocación de artefacto explosivo en Zaragoza, España. La bajada de título3 explicita la signatura del periódico, donde se potencia la vida civilizada y honrada del buen estudiante frente al horrible desbando por una amistad con un reconocido subversivo. Efectivamente, durante las páginas del reportaje se insiste mucho más en las conductas que en los hechos. En la línea esbozada por Augusto Pinochet, entrevistado por El Mercurio de Valparaíso: “Lo que puedo decirle es que ahora están controlados. Yo sé dónde hay terroristas y queremos saber dónde van, qué hacen y qué se proponen.” (28 diciembre 1986). Siguiendo la misma línea, y también en Revista El Sábado, se realiza una Radiografía del encapuchado (Sáez, 2014) buscando identificar el funcionamiento e ideología de los/as encapuchados/as, mostrando su peligrosidad. Si la población se plantea como contraria al terrorismo se debe a que éste traería consecuencias negativas a ella. Ahora bien, el Estado de Derecho, siguiendo siempre “el curso actual del derecho penal internacional” (HL, 1984: 6), es el modo propuesto para impedir la crueldad y atrocidad de estas actividades, que para proteger a la sociedad pone en marcha múltiples herramientas. Sin embargo, “[…] una presencia demasiado visible de la policía o los militares provocaría un sentimiento de rechazo en la opinión pública, que desea vivir de manera normal.” (Frühling y García, 1993: 15) Por consiguiente, para prevenir estas conductas, los organismos especializados se rigen por un cálculo detallado. De acuerdo a lo anterior, se prioriza el aislamiento de estas conductas, tienen que ser representadas públicamente como punibles. Siguiendo esta línea, cualquier tipo de conexión con estas personas está penada, a menos que sea en función de atacarlas, o bien, de delatarlas, volviéndose un agente directo de las pretensiones estatales, tendiendo hacia una gubernamentalización del Estado. De esta forma, el llamamiento alude a cada persona, cualquier familia o amistad puede ser víctima de la infiltración, provocando que la capacidad estatal de prevención, vigilancia y castigo se extienda a niveles microscópicos. Incluso, ciertas maneras de mal-vivir se tornan perseguibles, dada su probabilidad de devenir terrorista. Entonces, la vagancia se posiciona como enemiga de la población4. 3 Título del reportaje: La historia rebelde de Francisco Solar, y su bajada: “Pasó de ser un tranquilo estudiante del Sagrados Corazones de Manquehue, promesa del tenis juvenil, a estar acusado, tras el atentado contra la Basílica de Zaragoza, de terrorismo internacional. ¿Qué pasó entremedio? Una tesis, un mal amigo que le dio la espalda y un viaje a España para olvidar.” (Fluxá y Mandiola, 30 noviembre 2013) 4 Por lo tanto, “los sindicados o reputados como activistas de doctrinas violentistas que no tengan hogar fijo, carezcan de medios lícitos de subsistencia, no ejerzan profesión u oficio, oculten su verdadero nombre, falseen su domicilio o tengan en su poder documentos de identidad falsa, quedan sujetos a importantes restricciones en su capacidad de desplazamiento y operatoria, que son consecuencia de un proceso judicial, debidamente iniciado y fallado por los Tribunales Militares.” (HL, 1984: 11)

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Al contrario, se propone que trabajar y ser identificable son actividades valorizadas. En otras palabras, todo/a buen/a ciudadano/a debe tener un hogar fijo e identificable, medios lícitos de subsistencia, ejercer una profesión u oficio, no usar apodos y tener la documentación correspondiente. En el mismo sentido, la viuda de Simón Yevenes contaba que él: […] no tomaba alcohol, no salía mucho y era de pocos amigos, era más bien muy apegado a su mamá y a ocuparse de nosotros. Le gustaba mucho escuchar a Frank Sinatra, era un lector empedernido y antes de comer tenía el hábito de leer la Biblia, ya que era muy creyente desde niño5.

Consecuentemente, se exponen los riesgos que corren ciertas maneras de vivir, para que nadie intente vivir una forma-de-vida como las perseguidas, mostrando a el/la terrorista como enemigo/a social. Incurrir en este crimen implica el quiebre absoluto del Pacto Social. En consecuencia, aparece la forma-de-vida-terrorística como objeto producido del dispositivo terrorístico. Una vida que no está del todo disciplinada, que no es productiva bajo los parámetros que se buscan. En definitiva, la emergencia de la forma-de-vida-terrorística como la objetivación resultante de una tecnología de poder, esas “que determinan la conducta de los individuos, los someten a cierto tipo de fijaciones o de dominación, y consisten en una objetivación del sujeto” (Foucault, 1990: 48). En otros términos, la pregunta que recorre al dispositivo terrorístico es mucho menos cuáles son los hechos específicos que se van a penalizar y mucho más quiénes y cómo son sus autores/as, esbozándose “una modulación que se refiere al propio infractor, a su índole, a su modo de vida y de pensamiento, a su pasado, a la ‹‹calidad›› y no ya a la intención de su voluntad.” (Foucault, 2002: 104) Por ello, se deduce si la conducta es propia del terrorismo a partir de “los antecedentes personales del inculpado” (HL, 1984: 13). En consecuencia, el nivel de criminalidad, presumido por el grado de vinculación con organizaciones terrorísticas6 vislumbraría la peligrosidad del acto, esclareciendo la relevancia del quién del acto, por una consciencia del crimen, más que por un acontecimiento. Por lo tanto, “no es al autor de un acto definido por la ley, es al sujeto delincuente, a una voluntad determinada que manifiesta su índole intrínsecamente criminal.” (Foucault, 2002: 105) En cierta medida, la potencialidad más que los hechos efectivamente ocurridos, porque “la noción de peligrosidad significa que el individuo debe ser considerado por la sociedad al nivel de sus virtualidades y no de sus actos.” (Foucault, 1991: 97). La Ley Antiterrorista signa de desvalor el alma de los/as implicados/as. Además, la función ejemplificadora de las penas y los modos de enfrentar el problema deben estar rigurosamente calculados. Por ello, aun cuando era posible conferir la pena de muerte para los/as inculpados/as, ésta podía presentarse como heroica y espectacular, no mostrándose realmente como efectiva7. Asimismo, en materia de comunicación, debe regularse la 5 Cfr. Página web Chile víctima del terrorismo, a cargo de Walter Foral. http://chile-victimas-del-terrorismo.blogspot.com/search/ label/1986%20%281%29%20enero%209%20%20abril%2025%20%2F%20EL%20A%C3%91O%20DECISIVO%20DEL%20 MARXISMO. Por otro lado, también puede ser de interés mirar UDI conmemora 28 aniversario del asesinato de dirigente poblacional Simón Yevenes. http://www.udi.cl/udi-conmemora-28-aniversario-del-asesinato-de-dirigente-poblacional-simon-yevenes/ 6 De esta manera, se presume la finalidad propia de las conductas terroristas “cuando participan en el delito una o más personas que formen parte de bandas o grupos armados, revolucionarios, subversivos o que propugnen la violencia, o que estén vinculados o se atribuyan vinculación con tales bandas o grupos.” (HL, 1984: 12). 7 En gran medida, “otras penas podrían tener mayor eficacia preventiva que la pena de muerte, ya que ésta no representa para el terrorista, una amenaza capaz de disuadirlo a que abandone su causa, pues el grado de adhesión y fanatismo al ideal que los impulsa, cuenta con la real responsabilidad de la muerte, la que a veces se les presenta como heroica y espectacular.” (Letelier y Galilea, 1987: 56).

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exposición del terrorismo, manteniendo la precaución de que no sea favorable para su difusión, ni alarmante su prohibición. Todo en términos de cálculo detallado (Frühling y García, 1993: 16). Similarmente, en torno a las discusiones de la Cuarta Comisión Legislativa, donde se discutía la inclusión de la Central Nacional de Informaciones dentro de la Ley 18.314, lo que se encontraría en juego era el modus operandis más correcto para llevar a cabo la lucha antiterrorista (HL, 1984: 71-72). Por un lado, el Ministro del Interior justificaba su pertinencia, debido a que el terrorismo es una acción más amplia y más peligrosa con un alto nivel de especialización en sus ataques, por lo que le correspondería un organismo especializado, ya que va más allá de las potestades de las instituciones tradicionales. También se posicionaba la concesión de nuevas atribuciones a las Fuerzas de Orden y Seguridad para que actúen con mayor eficacia, ya que “el terrorismo no se combate solo con la dictación de leyes, y con la certeza de que aún una pena drástica, no aterroriza al terrorista impregnado de fanatismo.” (Letelier y Galilea, 1987: 81). Por otro lado, se prefería evitar la inclusión de la CNI dentro de la Ley Antiterrorista, por las incongruencias legales que podía implicar, pero, principalmente, por el potencial rechazo de la opinión pública. Así, la judialización del conflicto se presentaría como la opción más viable. Terrorismo y Postdictadura Actualmente, existen importantes discusiones respecto a la definición sobre el terrorismo en Chile, mas el espíritu de la legislación se mantiene. En otros términos, habría una correspondencia con las definiciones de qué es terrorismo y cómo castigarlo (Morgado, 2014). Por lo tanto, las subjetivaciones posibles devienen similares. Esta Ley se ve permanentemente cuestionada, ya sea por utilización indiscriminada como por no aplicación. En la línea judializadora, hoy habría que derogar la Ley Antiterrorista8, por no haber logrado ser un instrumento efectivo para sancionar las conductas terroristas. Luego, dejarían de ser actos interpelados por la Ley 18.314, aunque su función estratégica se mantiene en esforzarse por prevenir. En consecuencia, no habría una racionalidad muy distante, aún cuando cambiaría la conceptualización jurídica. Incluso, cuando se pretende “garantizar los derechos humanos de todos frente a formas de agresión intolerables” (Gantz, 1986: 46), éstos entrarían a configurar una parte del dispositivo terrorístico que pretende controlar a todo el tejido social a partir de una correcta estrategia preventiva. En definitiva, hay unas conductas inaceptables para el Pacto Social que hace posible esta comunidad. No obstante, otros posicionamientos consideran que habría que perfeccionar la Ley 18.314, más que derogarla. Para ello, habría que aumentar la infiltración en los grupos extremistas, desarrollando las facultades investigativas de los aparatos de inteligencia, de fiscalías y de policías (Vv. Aa. 2014) En este sentido, “se deben emplear técnicas especiales de investigación: agentes encubiertos, declaraciones de testigos protegidos, declaraciones de arrepentidos que colaboran con la justicia, intervención de comunicaciones” (Zarago8 Cfr. Entrevista de CNN Chile al diputado Marcelo Schilling. Revisada el 26 de julio 2014 desde la página web de El Dínamo: http:// www.eldinamo.cl/2014/07/25/video-diputado-schilling-asesinato-de-jaime-guzman-no-fue-un-acto-terrorista/

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za, 2011: 10). O bien como dice el fiscal nacional Sabas Chahuán, quien apoya “[…] por ejemplo, infiltrar a un individuo y poder pinchar teléfonos con solo el apodo del sospechoso. Técnicas que permitirían dar con los autores de los bombazos.” (Vv. Aa. 2014b) De manera similar, el psicólogo Erik Marín, participante en la indagatoria del Caso Bombas, argumenta que la falta de resultados estaría fundamentada en “los altos requisitos de las pruebas y los criterios que se usan para configurar estos delitos. Según el perito, las policías son capaces de identificar a los sospechosos, pero el problema aparece cuando se tiene que judicializar el caso.” (Vv. Aa. 2014) Por lo anterior, se sostendría una posición distinta a la judialización del dispositivo terrorístico, por tener escasos resultados en términos de culpabilización. No obstante, la estrategia preventiva es una constante, aún cuando los pasos a seguir sean divergentes. De acuerdo a lo presentado, los ilegalismos referentes a este tópico son inaceptables, por lo cual estas acciones deben ser impedidas antes de su consumación, instalando una técnica de gobierno que configure hasta en los más ínfimos detalles. En tal sentido, habría que transformar las condiciones de posibilidad de este fenómeno, por lo que si la opresión y las injusticias son señalados frecuentemente como los factores básicos de la difusión del terrorismo habrá que contrarrestar dichos elementos, porque “desde luego, que gente feliz y satisfecha muy pocas veces, si es que alguna, se pone a tirar bombas” (Letelier y Galilea, 1987: 30). Hay que superar la frustración de la población, por lo que se precisan estudios referidos a la felicidad, para reconocer cómo construir condiciones sociales propicias para dicho estado anímico. En gran parte, pareciera que la efectividad del dispositivo se consigue cuando no hay castigo. Por ello, sería poco adecuado matar la forma-de-vida-terrorística y más preciso insistir duraderamente en un juicio público de tales conductas, debido a que se busca prevenir más que reprimir. Pues, no sería ni la intensidad ni la duración física del castigo lo relevante, sino que la penalización correría más cercana al descrédito de las actividades terrorísticas que en un control inmediato del cuerpo del delito. Es decir, producir un ambiente que impida la aparición de estas conductas, por eso el dispositivo se enfocaría en la culpabilidad que debe provocar tanto en la forma-de-vida-terrorística como en la población que podría pensar en incurrir a dichas modalidades. Así, posiciona a la población como vigilante y vigilada, debido a que importaría más que la sentencia sea constante y no tanto su majestuosidad. Conclusiones El dispositivo terrorístico consagra algo muchísimo más relevante que una definición del delito terrorista, concibe una manera paradigmática de gobernar ciertas formasde-vida, una manera particular de disponer de las vidas. Para ello, relaciona directamente delito y pena buscando producir una toma de conciencia de cada particular respecto a sus acciones para prevenir estas conductas, ya que su función estratégica es el autocontrol. De este modo, se fomenta que cada cual identifique y reprima esa posibilidad terrorística, ya sea propia, como vigilado/a por sí, o ajena, como vigilante de otros/as. Seguidamente, la gubernamentalización deviene infinitesimal, el gobierno extendidamente por el entrama144

do social. Efectivamente, pareciera que la función última es “que todo ciudadano debe saber cuándo es culpable y cuándo es inocente” (Beccaria, 1968: 160). Ahora bien, como dichas conductas terrorísticas no logran la prevención absoluta, lo que se buscaría es producir una sentencia personal de la forma-de-vida-terrorística, mostrándose a sí, mediante el uso de la razón y el lenguaje, como culpable. Dado lo anterior, el dispositivo terrorístico busca el arrepentimiento, con el cual estas formas-de-vida deben despojarse de lo que son, para llegar a aparecer. Referencias Bibliográficas Alonso, C. y S. Rizo. (s/f ). Algunos aspectos de la agresividad terrorista y la acción policial. Valparaiso: Facultad de Medicina, Universidad de Valparaíso. Ayala, L., P. Lezaeta y P. Gutiérrez. 2014. “Urgen por más técnicas investigativas para dar con autores de bombazos”. En El Mercurio, 23 de julio 2014. http://www.elmercurio.com/ blogs/2014/07/23/23752/Urgen-por-mas-tecnicas-investigativas-para-dar-con-autoresde-bombazos.aspx Barrera, G. 2014. “¿Enjambre Vandálico de Niñxs Bichxs o el infantilismo “revolucionario?”. En El Ciudadano, 24 de julio 2014 http://www.elciudadano.cl/2014/07/24/109632/enjambre-vandalico-de-ninxs-bichxs-o-el-infantilismo-revolucionario/ Beccaria, C. 1968. De los delitos y de las penas. Madrid: Alianza. Bolocco, C. 1987. Biografía. http://www.high.pulpoes.eu/Cecilia_Carolina_Bolocco_Fonck. html Fluxá, R. y C. Mandiola. 2013. “La historia rebelde de Francisco Solar”. En El Mercurio, revista El Sábado, 30 noviembre 2013. Foucault, M. 1990. Tecnologías del yo y otros textos afines. Barcelona: Barcelona. Foucault, M. 1991. La verdad y las formas jurídicas. Ed. Gedisa: Barcelona. Foucault, M. 2002. Vigilar y Castigar. Bs. Aires: Siglo XXI. Frühling, H. y G. García. 1993. “Introducción al análisis de las políticas antiterroristas”. En Cuadernos del CED, Nº21, Santiago: Centro de Estudios del Desarrollo. Gantz, I. 1986. “Concepto Jurídico de Terrorismo”. Tesis de Licenciatura en Ciencias Jurídicas y Sociales, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Concepción. Guzmán, J. 1976. “El antimarxismo chileno de hoy. Seguridad Nacional”. En Academia Superior de Seguridad Nacional, pp. 11-24. HL. (1984) 2011. Historia Oficial de la Ley N° 18.314. Santiago: Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. Letelier, C. y V. Galilea. 1987. “El terrorismo”. Memoria de prueba para optar al grado de Licenciado en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile. Livacic, C. 2014. “Sociólogo explica por qué estaríamos enfrentando una reactivación de grupos anarquistas”. En La TerceraTV , 23 de julio 2014 http://www.laterceratv.cl/index. php?m=video&v=37255 Morgado, J. 2014. “Claves para entender la Ley Antiterrorista”. En 24horas, 17 de julio 2014 http://www.24horas.cl/nacional/claves-para-entender-la-ley-antiterrorista-1330893 Sáez, C. “Detrás de la capucha”. En El Mercurio, Revista del Sábado, 8 marzo 2014. Pinochet, A. 1976. “Discurso del 11 de septiembre de 1976”. En Academia Superior de Seguridad Nacional, Seguridad Nacional, pp. 3-5. Santiago: Academia Superior de Seguridad Nacional/Universitaria. 145

Vv. Aa. 2014. “Atentados explosivos: las falencias de un sistema que no encuentra responsables”. En La Tercera.com, 24 de julio 2014 http://www.latercera.com/noticia/nacional/2014/07/680588106-9-atentados-explosivos-las-falencias-de-un-sistema-que-no-encuentra-responsables.shtml Varas, Pedro. 1988. Chile: objetivo del terrorismo. Santiago: Instituto Geográfico Militar. Zaragoza, J. 2011. “Fiscal español, Javier Zaragoza: Atentar contra un fiscal es un acto claro y manifiesto de terrorismo”. En Fiscalía, Año 4, número 1, Santiago, pp. 10-11.

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Gubernamentalidad bélica: Perspectiva para analizar de manera integral las guerras contemporáneas1

Darío Muñoz Onofre2

La investigación base de mi exposición analizó de manera crítica las prácticas de gobierno que configuraron la fase más reciente de la guerra en Colombia, comprendida entre 2002 y 2010. Como he expuesto (Muñoz 2012), este periodo se caracterizó por la reactivación de la guerra total como estrategia de seguridad nacional y combate frontal contra los grupos guerrilleros, luego del fracaso de las negociaciones políticas que entre 1998 y 2002 buscaron terminar la guerra con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC). Esta reactivación se reforzó geopolíticamente con la denominada guerra global contra el terrorismo desplegada como reacción a los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Durante este periodo, además de las medidas de excepción que se implementaron, proliferaron políticas culturales que gestionaron el consentimiento de estas medidas por parte de la población3. Estas políticas se materializaron en propagandas nacionalistas de heroísmo patrio e iniciativas ciudadanas masivas de apoyo incondicional al Ejército Nacional. La eficacia de estas políticas y su materialización en opinión pública favorable a la guerra es justamente la base empírica que me lleva a discutir en esta ponencia los límites del concepto de Estado de excepción (Agamben, 2004) y sobre todo de la perspectiva bélica que le sirve de telón de fondo. Actualmente este concepto es ampliamente difundido y aceptado para analizar las guerras contemporáneas. Sin embargo, aunque en Colombia en el periodo referido se decretaron medidas jurídicas de excepción, éstas no fue la única fuerza que impulsó la radicalización, la perpetuación y la normalización de la guerra. El análisis de estas medidas resulta insuficiente si no se complementa con el análisis más amplio de la gubernamentalidad que radicalizó la guerra, gestionó una población que la aceptó incondicional y hasta apasionadamente, y convirtió la aventura bélica en el principal motivo de la colombianidad y el orgullo patrio. Denomino «gubernamentalidad bélica» a esta perspectiva más amplia. Como he argumentado (Muñoz, 2014), esta perspectiva permite pensar las guerras contemporáneas como forma de gobierno y, a la vez, descifrar las prácticas de gobierno que se ponen en juego de manera efectiva en medio de las guerras. 1 Presento resultados de la investigación Gobernados en medio (y a través) de la guerra. Gubernamentalidad bélica en Colombia (20012010), realizada con el apoyo del Programa de formación en posgrados para docentes de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia) y adscrita al grupo de investigación Lazos sociales y culturas de paz de la misma universidad. También presento avances de la investigación doctoral Prácticas culturales de transfiguración de la guerra en Colombia (2001-2010), auspiciada por el Programa Doctorados en el exterior de Colciencias. 2 Psicólogo y Magister en Estudios Culturales, Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia). Investigador del grupo Lazos sociales y culturas de paz de la misma universidad. Doctorando en Ciencias Sociales, Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas, Universidad Estadual de Campinas (Brasil). E-mail: [email protected] 3 El ícono privilegiado de estas políticas culturales es lo que he denominado la masculinidad bélica heroica (Muñoz, 2011).

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Dado que Michel Foucault fue quien pensó por aparte y de manera discontinua las dos perspectivas que componen la «gubernamentalidad bélica», acudiré a sus cursos para aproximarme a una conceptualización. Sin embargo, este no será un ejercicio exclusivamente teórico, sino, sobre todo, práctico e histórico, en la medida en que me baso en resultados investigativos. Primero, expondré las posibilidades analíticas que le reconozco a la perspectiva bélica (Foucault, 2000) y sus derivaciones contemporáneas (Agamben, 2004; Butler, 2004, 2009). Segundo, discutiré los límites que le encuentro a esta perspectiva y explicaré por qué considero necesario complementarla con la perspectiva gubernamental (Foucault, 2006, 2007b). Finalmente, argumentaré por qué la «gubernamentalidad bélica» es una perspectiva potente para analizar de manera integral las guerras contemporáneas. Posibilidades analíticas de la perspectiva bélica Al comienzo del curso Defender la sociedad Foucault (2000) se propone en primera instancia dar un suelo teórico continuo y sólido a todas las genealogías dispersas que ha realizado hasta ese momento y clarificar su apuesta analítica. En primer lugar, su apuesta central desvirtúa concebir el poder como propiedad o mercancía. De modo que propone un análisis no económico, no marxista, del poder. En este sentido, el poder no se da ni se intercambia, ni se retoma, por lo que no es, en primer término mantenimiento y prórroga de las relaciones económicas. En segundo lugar, su apuesta también se deslinda del clásico modelo jurídico del poder, en el que este se entiende como derecho originario que se posee y se cede en una relación contractual; cesión a partir de la cual se constituye la soberanía política. Bajo este esquema, el poder correría el riesgo de desbordar los términos mismos del contrato y de convertirse en opresión. Pero el poder, afirma Foucault (2000), no se explica adecuadamente en términos de cesión, contrato o enajenación, puesto que es, primariamente, una relación de fuerza en sí mismo. Entendiendo el poder en sí mismo como relación de fuerza o combate, el autor apuesta por un análisis del poder que se pregunte por sus efectos, sus mecanismos y sus diferentes modalidades de ejercicio. ¿Qué implica asumir el enfrentamiento, la guerra, como perspectiva de análisis del poder? Que cualquier relación de poder, incluida la relación política, es una relación bélica, de enfrentamiento, de guerra. Que el poder es la guerra proseguida por otros medios; que la política es la continuación de la guerra por otros medios4. La función del poder político consistiría, entonces, en reinscribir perpetuamente esa relación de fuerza, de dominación, en las instituciones, las desigualdades económicas, el lenguaje y hasta en los cuerpos. A fin de caracterizar esta perspectiva bélica de análisis y presentar los alcances y los límites de su uso, Foucault (2000) consagró este curso al problema de la guerra en la sociedad civil. De ahí mi interés en esta caracterización: explorar criterios de análisis de 4 Foucault invierte de este modo el célebre aforismo de Carl von Clausewitz, según el cual la guerra no es más que la continuación de la política por otros medios. El aforismo señala que además de ser un acto político, la guerra es un verdadero instrumento de la política.

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la guerra como acontecimiento histórico vigente en Colombia y, a la vez, como principio histórico de funcionamiento del poder. Un criterio analítico que me parece importante destacar es que el ejercicio del poder tiene como correlato la producción de verdad y como mecanismo de delimitación las reglas de derecho. Al respecto, resulta clave preguntarse con el autor: “¿cuáles son las reglas de derecho que las relaciones de poder ponen en acción para producir discursos de verdad?” (Foucault, 2000: 34) y también, por otro lado, ¿cuáles son las reglas de derecho que producen esos discursos de verdad para delimitar las condiciones de ejercicio del poder bélico? ¿Cómo se producen, se fijan y se ejercen esas reglas que delimitan la legitimidad del ejercicio del poder bélico? Este criterio me resultó útil para analizar, con respecto a la guerra en Colombia en el periodo considerado, cuáles fueron los discursos de verdad que generaron las condiciones de legitimidad de la guerra, o para enunciarlo en una pregunta concreta: ¿qué tipo de discurso justificatorio, de verdad y de derecho se produjo para que se considerara legítima la activación y el ejercicio sistemático de la fuerza armada en el marco de la guerra total que se desató en 2002? Esta pregunta apunta a poner en tela de juicio las condiciones históricas mediante las cuales se fija la legitimidad del poder político en el momento de emprender la guerra. De manera que considerar el discuro de derecho como un instrumento de dominación y sometimiento me abrió la posibilidad de analizar críticamente las medidas jurídico-políticas que se diseñaron en Colombia para justificar la radicalización de la guerra y para procurar la derrota del enemigo. Una de esas medidas de excepción fue el Decreto presidencial 1837 de 2002 que declaró el estado de conmoción interior en todo el territorio nacional. El Decreto justificó la necesidad y la urgencia del incremento de las fuerzas militares para efectos de ganar la guerra, así como la restricción de “la libre circulación de personas y vehículos en aquellos lugares y horas determinados por las autoridades respectivas” (Presidencia de la República de Colombia 2002, 11 de agosto). Este tipo de medidas se corresponden con lo que Agamben (2004) llama Estado de excepción. Adoptando la perspectiva bélica introducida por Foucault, este autor afirma que el Estado de excepción consiste en suspender mediante el derecho, a través de medidas jurídico políticas, el orden del derecho y las garantías de que es titular el sujeto de las mismas. La instauración de los estados de excepción abre la posibilidad de suspender la soberanía política de los vivientes con el fin paradójico de restablecer un orden soberano que se percibe amenazado o vulnerado. Explica, además, que el hecho de que el ejercicio de la soberanía política incluya decidir sobre el estado de excepción, significa que aquel que representa la máxima expresión de la ley, el Estado, es, a la vez, aquel que puede suspenderla. Así, en la medida en que la suspensión de la ley por parte del Estado soberano está autorizada por la ley misma, puede decirse que el soberano se encuentra dentro de la jurisdicción de la ley, pero en la medida en que puede suspenderla, se sitúa por fuera de ella. En efecto, la suspensión de la ley termina dejando en estado de indefensión a cierta porción de asociados al Estado de derecho. Este autor denomina nuda vida al estado de indefensión en el que una vida se convierte en eliminable. De modo que con las medidas de excepción ciertos cuerpos se constituyen como meros vivientes privados de derechos y de cultura. 149

También adoptando una perspectiva bélica de análisis, Butler (2004) señala que en contextos de guerra algunas muertes son más dolorosas que otras, mientras que otras vidas permanecen desprotegidas y, por lo tanto, son más vulnerables. Y afirma que este tipo de violencia tiene como objeto y condición de posibilidad un conjunto de vidas que no son dignas de protección ni vale la pena preservar; su eliminación violenta, por lo tanto, pasa desapercibida debido a que no son reconocidas socialmente como pérdidas y, en consecuencia, no son merecedoras de duelo público. Por otra parte, la misma autora (Butler, 2009) explica que el mecanismo de negación del valor de las vidas que no son merecedoras de duelo se deriva de la naturalización de ciertos marcos de guerra, que vuelven aceptable que vidas carezcan de valor y, por tanto, sean prescindibles, susceptibles de ser eliminadas. Los marcos de guerra son, en efecto, modos articulados de saber y poder que crean las condiciones de posibilidad para la eliminación de ciertas vidas y determinan la distribución diferencial del duelo en tiempos de guerra. Aunque también producen y mantienen ciertas concepciones excluyentes de lo humano funcionales a la empresa bélica. Estos criterios de análisis desde la perspectiva bélica me resultaron notablemente útiles para problematizar lo que en Colombia se denominó eufemísticamente «falsos positivos». Esta denominación se empleó como una estrategia para intentar velar lo que en realidad fueron sistemáticas ejecuciones extrajudiciales de ciudadanos jóvenes habitantes de sectores marginales por parte de miembros de la fuerza pública. Con el fin de justificar estas ejecuciones, los cadáveres de los jóvenes fueron vestidos con prendas alusivas a los grupos guerrilleros, lo cual supuestamente los convirtió, bajo las medidas jurídicas de excepción, en cuerpos cuya eliminación era absolutamente justificable y legítima. Esta estrategia bélica condujo a que el grueso de la opinión pública no reconociera la pérdida de esas vidas como un hecho que merece duelo, memoria, justicia y reparación. Límites de la perspectiva bélica y posibilidades de la perspectiva gubernamental En la clase final del curso Defender la sociedad y en el último capítulo de La voluntad de saber Foucault (2000, 2007a) efectúa un giro analítico en el que anuncia el abandono de la perspectiva bélica y la adopción de la perspectiva biopolítica. Sin embargo, en poco tiempo dejó de lado y sin formulación esta última, para adoptar en definitiva la gubernamentalidad como perspectiva general de análisis (Foucault 2006, 2007b, 2009). Entender las motivaciones y las implicaciones de esta deriva analítica se ha convertido quizás en una de las discusiones más reiteradas en las ciencias humanas contemporáneas, por lo cual no pretendo profundizar en ello. No obstante, para mi objetivo en esta ponencia considero indispensable situar los límites que le encuentro a la perspectiva bélica para analizar la guerra reciente en Colombia y, por otro lado, las posibilidades que le reconozco a la perspectiva gubernamental. Desde la perspectiva bélica predomina la caracterización del poder como un poder de hacer morir (Foucault, 2000). Desemboca, por lo tanto, en un análisis tanatopolítico de la guerra, ya que se orienta exclusivamente al estudio crítico de las prácticas coercitivas, disciplinarias, torturadoras y homicidas que desencadenan las guerras. Desde esta pers150

pectiva la guerra sólo se conoce a través de los ejercicios de poder que toman la vida para someterla, disciplinarla y, en última instancia, exterminarla. Esta es la perspectiva que predomina en los análisis que de la guerra realizan autores como Agamben (2004), Espósito (2005), Negri y Hardt (2001) y Butler (2004, 2009); todos herederos, de algún modo, de la analítica foucaultiana de la guerra. Sin embargo, frente a este modelo en mi investigación me surgieron las siguientes preguntas: ¿acaso las guerras contemporáneas y sus prácticas tánatopolíticas no acontecen en medio y a través de técnicas de gobierno que gestionan opinión pública favorable a la empresa bélica y producen una población que la consiente, a menudo de manera eufórica y apasionada?, ¿no es esta dimensión del consentimiento y la pasión lo que permite conocer las guerras contemporáneas y su normalización más allá del conteo de los muertos y las víctimas o de la caracterización de las prácticas tanatopolíticas? En particular para Agamben (2004) la biopolítica y la gubernamentalidad se reducen a la tanatopolítica. En su perspectiva, la modalidad política que toma bajo su poder al viviente es un saber-poder de tipo jurídico, de soberanía y derecho que, como dije, se caracteriza por la capacidad de autosuspenderse y excluir a determinados vivientes de su cobertura. El Estado no solamente administraría y regularía la vida y a los vivientes, sino que en determinadas circunstancias, de ser necesario, instauraría un régimen excepcional y activaría tecnologías de muerte. Aún de manera más radical, en variados Estados contemporáneos la declaración del régimen de excepcionalidad jurídica estaría siendo progresivamente sustituida por una generalización sin precedentes del paradigma de la seguridad como técnica normalizada de gobierno. Lo que significaría que la declaratoria del Estado de excepción ya no es una condición necesaria para ejecutar acciones bélicas porque ahora, bajo el paradigma de la seguridad, la excepcionalidad se generaliza como política de Estado normalizada. Adicionalmente, este autor reduce la biopolítica a un énfasis jurídico, ya que centra el análisis del poder en la soberanía política del Estado y destaca su preponderancia sobre la frágil soberanía política de los vivientes. Su perspectiva se ancla en el modo soberano del poder, en sus efectos materiales y en sus mecanismos concretos de funcionamiento: la sujeción de los individuos a un orden que es a la vez jurídico y político, mediante el cual éstos se constituyen en sujetos. El derecho resulta ser un instrumento utilizado por el poder soberano para imponer su propia dominación, legitimar sus acciones y producir los sujetos que lo acatan, o bien, excluir a otros que deja en condiciones de nuda vida. La guerra utiliza el derecho para consagrar las relaciones de fuerza que esta define y, por ello mismo, es constitutiva del orden político. En consecuencia, su propuesta queda atrapada en la perspectiva bélica y no contempla los análisis de gubernamentalidad que hizo Foucault (2006, 2007b) acerca del dispositivo de seguridad como tecnología de gobierno económico y ya no sólo como jurídico y, por otro lado, los análisis sobre la gestión de la población a través de la publicidad y la opinión pública. En efecto, en la gubernamentalidad neoliberal contemporánea, que se extiende cada vez más por todo el planeta, la guerra y sus tecnologías bélicas tienen móviles sobre todo económicos y mediáticos. Y gobernar poblaciones en medio de la guerra se efectúa a través de la gestión de sus deseos y libertades en espacios reales y virtuales. 151

Las posibilidades que esta perspectiva abre para analizar las guerras contemporáneas radican en poner en evidencia la función productiva de la gubernamentalidad, esto es, su capacidad de producir sujetos, suscitar deseos, promover pasiones, gestionar poblaciones, modular la opinión pública y generar consentimiento a favor de la empresa bélica. Abre la posibilidad, en suma, de reconocer que las tecnologías bélicas contemporáneas no se centran exclusivamente en la dominación, la represión y la sujeción, sino que se encauzan también hacia la estimulación, la incitación y la persuasión a fin de lograr la autorregulación; es decir, hacia la gestión de determinadas condiciones de aceptabilidad de la guerra por parte de la población gobernada en medio de un conflicto bélico. La gubernamentalidad bélica La perspectiva de análisis que propongo permite pensar la guerra más allá de la dominación y la tanatopolítica. Y exige considerar las tecnologías de gobierno y las técnicas de veridicción que promueven la participación voluntaria, consentida, a distancia (pero comprometida) de la población en la empresa bélica. La opinión pública se erige como un mecanismo fundamental para el gobierno de las poblaciones en medio de la guerra. La gestión de la opinión pública como práctica de gobierno se realiza a través de las campañas publicitarias, la información periodística, los indicadores económicos, los índices estadísticos y las encuestas y sondeos de opinión. Estas fueron justamente algunas de las técnicas mediante las cuales en Colombia se gestionó una población favorable a la guerra y se promovió el heroismo patrio como principal orgullo de la colombianidad. Sin embargo, esta perspectiva integral no tendría que excluir de su prisma analítico la posibilidad de examinar las modalidades de gobierno represivas, coercitivas y homicidas, junto con las racionalidades de dominación que les son propias. Sin reducir el análisis a éstas, permitiría reconocer que a través y en medio de la guerra se gestionan condiciones de aceptabilidad para que la población no sólo consienta la empresa bélica sino que la demande e, incluso, participe en ella de manera activa, comprometida, orgullosa y hasta apasionada, como se constató históricamente en Colombia a través de las marchas ciudadanas, autogestionadas y autorreguladas por sectores amplios de la población para solicitar masivamente el recrudecimiento y el mantenimiento de la guerra. De esta manera se ampliaría el espectro analítico para considerar las prácticas discursivas y mediáticas, biopolíticas, en tanto se ocupan de gestionar las conductas y los deseos de la población, mediante las cuales la guerra llega a aceptarse en la opinión pública como una solución moralmente buena, políticamente legítima y afectivamente deseable. Referencias bibliográficas Agamben, Giorgio. 2004. Homo Sacer II. Estado de excepción. Valencia: Pre-Textos. Butler, Judith. 2009. Frames of War. When Is Life Grievable. New York: Verso. Butler, Judith. 2004. Precarious Life. The Powers of Mourning and Violence. New York: Verso. Espósito, Roberto. 2005. Inmunitas. Protección y negación de la vida. Buenos Aires: Amorrortu. 152

Foucault, Michel. 2000. Defender la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 2006. Seguridad, territorio, población. Curso en el Collège de France (1977-1978). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 2007ª. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. México D.F.: Siglo XXI. Foucault, Michel. 2007b. Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 2009. El gobierno de sí y de los otros. Curso en el Collège de France (1982-1983). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Muñoz, Darío. 2011. “Masculinidades bélicas como tecnología de gobierno en Colombia”. En La Manzan. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, Vol. 5, No. 9. Disponible en: http://www.estudiosmasculinidades.buap.mx/num9/index.html. Muñoz, Darío. 2011. 2012. “Pasiones bélicas. Gestión de la guerra en Colombia en la primera década del siglo XXI”. En Nómadas, Universidad Central, No. 37, octubre 2012, pp. 89-103. Disponible en: http://www.ucentral.edu.co/images/stories/iesco/revista_ nomadas/37/37_6m_pasiones_belicas.pdf Muñoz, Darío. 2011. 2014. “Gubernamentalidad bélica. Potencias de un concepto localizado para pensar las guerras contemporáneas”. En Nómadas, Universidad Central, No. 41, octubre 2014 (en proceso editorial). Negri, Tony y Hardt, M. 2001. Imperio. Bogotá: Ediciones Desde abajo. Presidencia de la República de Colombia (2002, 11 de agosto) “Decreto 1837 de 2002, por el cual se declara el estado de conmoción interior”, en Diario oficial Nº. 44.89. http://www. secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/decreto/2002/decreto_1837_2002.html

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El Estado de Excepción en el Brasil de ahora ¿Una dictadura tendría fin? André Queiroz1 Tengo novecientas palabras para exponer las formas de violencia de Estado en Brasil. Me surge pensar por qué cuestión empiezo a escribir. ¿Por las escenas del ahora, esta fiesta, esta juerga, el mundial de fútbol, las injunciones de la FIFA, los gerentes y contratistas e inversores en el mercado financiero al poder, y las masas empachadas de signos que la asolan y paralizan? Las escenas de otrora, cincuenta años más tarde -el dardo clavando una fecha en el calendario: 31 de marzo de 1964, el golpe de Estado (¿no sería el Estado el signo-síntoma del golpe?), el comienzo de la noche cerrada que nos costó veintiún años, ¿la dictadura cívico-militar? Si por los días resurgidos al final de esa larguísima noche, allá por 1985, días de acuerdos en los que la vieja élite –regocijada por los hechos y deshechos de sus lacayos de trajes verde-olivo– contaba la plata reunida y susurraba en bastidores los nuevos emprendimientos montados de lo que se equilibraría bajo el nombre de ¿la Nueva República? Tengo setecientas treinta palabras para describir cómo se inscribe la violencia de Estado en Brasil. Me flagro en la sospecha de que vendría al caso volver los ojos al asalto que se plasmó desde las épocas mencionadas de la dictadura cívico-militar, cuando se forjó el territorio de cabo a rabo y su proyecto de integración nacional bajo los modelos del dispositivo mediático. Qué sería sino la llegada de una hegemonía narrativa en cualquier rincón de este país continental, o más que eso, la monótona construcción discursiva en la que, brasileños que somos (!), no quedaría nadie que pudiese distanciarse, bajo la grave desconfianza de afectar los valores patrios, contra el nacionalismo de encomienda, contra los signos del orden y el desarrollo económico-tecnológico de terra brasilis. Seiscientas palabras para aclarar que, en los modos de esta mencionada concesión, lo que se desmantelaba era la vigencia de una forma de poder que se calcara en el vigor de la bayoneta o de la ametralladora, y en la presencia del centinela en cada esquina. Que bajo formas de omnipresencia mediática (¡ráfagas de noticias trazando un mundo!) –de los fantoches encorbatados diciendo ‘buenas noches’ todas las noches (y la noche es la totalidad del tiempo), desde la pantalla se plasmaba la naturalización del asalto a las masas, éstas ahora convulsivas en el sopor del consumo– consumo de bienes, consumo de signos, consumo de valores, consumo de estilos de vida. Y el consumo de desprecio por el ‘otro’ (nuestro cholo, nuestro Juan Pérez), que en aquél espacio de elegidos apenas les cabía la condición de lo que se desprecia, de lo que se entrega a la propia muerte, o al asalto de formas de gestión de una miseria que nos pasa a parecer molesta, fétida, inconveniente, vergonzosa, humillante. Nuestros cholos, que ganarán poco a poco –ante la mediana mirada de una población de consumidores, con el fascismo que les será enraizados– la asignación 1 Doctor en Psicología, Profesor-Asistente en la Universidad Federal Fluminense (Uff). Escritor, ensayista, documentalista. En este último ámbito de producción destaca su película documental El pueblo que falta. www.andrequeiroz.com

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de que, lo que tienen de suyo, apenas y tan solamente, es la vida digna de ser eliminada por los modos contumaces con los que operan en los servicios del Estado (sus secuaces bajo el manto de Robocops ultramodernos). Mitad de las palabras, y es lo que falta para sugerir que la violencia de Estado en Brasil tal vez poco o nada difiera de la de nuestros hermanos peruanos. Guardadas las debidas proporciones e incidencias; calentadas éstas, tantas veces, por la especificidad de los mitos del renacimiento que caben a cada uno de nuestros pueblos. De todos modos, una violencia estatal que para ser comprendida tenemos que desprendernos del puro y simple análisis histórico, y evocar hechos del ahora ahorita, o de un otrora lejano –si fuera el caso, de hecho, si lo que buscamos es comprender la génesis de su condición estructural. Y para esto, necesario siempre será el apartarse de la lectura de los hechos que comportarían y se condicionarían en los límites del análisis de coyuntura– tan fundamentales para que comprendamos los vínculos del poder en sus imbricadas relaciones. Pero es lo que falta en un análisis de fondo. Incluso, si fuera el caso de que no buscáramos los eslabones inextrincables que estarían más allá de los arreglos de la época, tal vez a este fondo ni siquiera lo tocarían las evaluaciones de las acciones de los gobiernos (esto de ahora, esto otro de hace un rato, ese populismo, ese ensayo de liberalismo, esta dictadura, esa de supuestos arreglos progresistas) y sus pactos atroces. Parece poco situarse ahí. Si tan solamente esto hiciéramos, contaríamos los casos pero poco o nada indicaríamos de los límites en los que estos casos nos disponen. Menos de doscientas palabras faltan, y creo que de la violencia del Estado poco o nada pude evocar. Por lo menos cuando se trata del ahora. Faltan palabras, falta espacio ¿me faltó aliento? ¿O es que es el arreglo de todo, la imposibilidad tan sola de situarnos en modos de escritura? ¿Aún ella? ¿Aún la escritura como si tuviéramos que dar cuenta de lo que nos envilece bajo una medida equilibrada de lo analítico? Hablar del asalto contumaz y continuo, decir de la ubicuidad de la dictadura –su intocada prestidigitación, sus pases de magia, su variado ropaje, su maniatada moldura– parece, a veces, que las palabras están condenadas al acuerdo de caballeros. Como si estuviéramos en un quita-y-pon destinado a la condición ingloria: por un lado, la violencia de las armas y la lluvia de imágenes bombardeadas desde las pantallas que crecen y se multiplican en cada esquina (el Estado ahí); por el otro lado, el presunto acuerdo del léxico en el que el texto será, dando cuenta de la gravedad abismal y desmedida desde la cual, de alguna manera, todos los que no comparten los bienes y los privilegios están condenados a la condiciones de cholos, de parias, de Juan Pérez, de “Zé Ninguém”, de terrucos, de vándalos, de chiquillos, de “paraíbas”? Veintipocas palabras más allá de las novecientas. Esta es la medida en la que me coloco en este ensayo. Insisto un poco. Ahora como en un rastrillar de piezas sueltas que, quién sabe, sirva de algo. Quién sabe, un retrato para ser clavado en la pared de la memoria. Nada cuesta. Quién sabe la lata de las pinceladas donde siempre tendrá que faltar las pinturas, si fuera el caso de buscar el ajuste entre lo que se cuenta y las formas limitadas de narrar los hechos. Empecemos por el tomar de las calles, por la multitud exigiendo que el Estado y sus políticas de gobierno sean eco de las expresiones de sus deseos y expectativas. Se estaba allí, 2013, en Brasil. La respuesta contumaz del Estado fue el bombardeo de una violencia voraz. Hombres del pelotón de choque, hombres del batallón especial de combate, hombres de la Guardia Nacional (¡nuestros sinchis!) matando gente con gases la156

crimógenos, balas de goma, bombas de efecto moral. Hacer retroceder, hacer amedrentar, llevar a la comisaría. Bajo delito de sospecha. Desde los televisores, la gran prensa/empresa anunciaba el desorden de todos, los vándalos, los que querían depredar el patrimonio, los que atentaban contra el orden. La cuestión sería ¿a quién la orden? ¿a quién el patrimonio? Nuestros sinchis son puestos para defender la integridad del Estado de Derecho (de propiedad). Se formularán nuevas leyes de combate sobre bandas conspirativas (se vuelve ‘banda’ la táctica de autodefensa en plena violencia policial que se llama Black Bloc). Se criminalizarán las protestas. Una forma de vendar bocas y gestos. Formas de hacer regresar a la gente a su casa. Formas de empastelarlas delante de las pantallas, que es el lugar por excelencia desde el cual deben experimentar el mundo. Hacer que la calle esté en paz, en la paz de los cementerios. Es que los negocios que priman en el contubernio del Estado con su red de relaciones privadas no puede correr el riesgo de ser afectado. Muchos son los intereses. Cientos de millones envueltos. Una cuestión por pensar sería: desde cuándo ha sido esto una democracia. De todos modos no caben dudas en el ambiente: estamos en plena vigencia del Estado de Derecho. Otra cuestión sería: dónde será si se le cierra. ¿Hay alguna bocanada de aire más allá de él? Cuatrocientas y noventa palabras que se escurren más allá del límite. De cualquier manera, no costó pasar el 2013. Se nos fue dando tumbos y bajo garrotadas de la guardia. Nos costó la encarada de sprays de pimienta en los ojos. Expresiones de cobardía y desprecio por los ‘otros’ que somos todos. Al menos, nos pareció que había una democratización de la condición de paria, la democratización de la condición de cholo. De igual forma, más allá de ese año que se fue, él, de algún modo, continúa relacionado a los modos de la violencia del Estado. ¿Cuándo no lo fue? Porque era la hora de hacer cercos necesarios a la fiesta, a la farra de los ricos, a las transacciones de contratistas e inversionistas. Porque era la hora de hacer remociones para que los lugares, antes espacios de ocupación pública, pudieran sobregirarse en los negocios de ahora. Y será un tal de explosiones, un tal de balas que no apenas las de goma, un tal ordenamiento desde la jefatura del gobierno, un tal de desalojar familias enteras. Digo ‘será’ como si estuviera hablando de un tiempo que no fue todavía. De todos modos, de la violencia del estado, debemos operar no en los límites de los tiempos verbales bastante más precisos. Tiempos que demarquen el pasado, el presente y el futuro. Tiempos que demarquen lo que no más, lo que aún o lo que vendrá. Podemos aceitarlo en las conformidades de siempre. Se trata de lo que es estructural, de lo que es axiomático, de lo que extrapola las composiciones propias a temporalidades huidas. De todos modos, hablábamos de desalojamientos sin mencionar números, y aunque los números nos remiten a estadísticas, y sabemos que es de estadísticas como se conforman algunos modos de procedimiento (y excusa) de acciones de gobierno, allá vamos: 30 mil familias fueran desalojadas de forma irregular. Con una marca de pintura en la puerta como quien avisa que ahí será promovido un desalojo en lo más breve. Y fue. Y continuará siendo. Ochocientas palabras en exceso. Es que estamos mencionando el Estado de excepción y sus beneplácitos. ¿Milagro a la brasileña? ¿Pero cuándo y cómo? También aquí hay una Comisión de la Verdad que busca narrar los malhechos del Estado de forma a menguarlos. ¿Pero cómo y cuándo este tiempo en un antes? Especie de cortina de humo lanzándose atrás de las miradas de los incautos. O más que esto. Porque, a veces, están las indemnizaciones. En el límite, lo que se paga, cuando quien indemniza es ¿quién continúa 157

operando el milagro de la multiplicación de la violencia? Una cuestión a pensar es si, antes, la indemnización no sirve a cierta forma de blanqueamiento de una supuesta culpa, como si el Estado estuviera operando cierta autocrítica. De cualquier forma aprendimos que la autocrítica sirve para lanzar al frente una práctica que se demostró fallida. En el caso del Estado, en sus modos de violencia, la pregunta a ser planteada es cómo se pueden deshacer estos nudos, este fárrago, entre Estado y Violencia. ¿Hay un desenlace posible? ¿Será que al campo azulado de la metafísica, en el cual filósofos y científicos sociales unidos han de exigir un Canán, donde apenas haya un desértico de prácticas que se reiteran y se perfeccionan cada día, con tácticas y estrategias súper modernas? Casi dos mil palabras. Recelo abusar de la gentileza de quien me invitó a la escritura de un texto sobre la violencia de Estado en el Brasil de ahora. Es que, a los ojos, la miopía tantas veces nubla la visión, y también se presta a arrancarnos la nitidez de los puntos precisos. Como si fuera necesario oír las pistas de Bertolt Brecht diciendo que deberíamos siempre desconfiar de lo que no nos parece sospechoso. Tal vez si todavía fuera el caso de evocar palabras sueltas. Apenas palabras. Pero palabras que, sueltas del arreglo de frases, nos dispongan al asalto de lo que desde ellas nos empachan y nos embriagan todavía hoy. Se trata de la violencia del Estado en su axiomática. Las palabras ahora, tal vez, nos hermanen y evoquen un más allá de nuestras especificidades, brasileños, peruanos. Y entonces dejamos que ellas se hagan sueltas y desprendidas de los acordes de una narrativa que las envuelve en la gran tela de la razón histórica, dejamos que ellas, las palabras, soplen sus vientos, tal vez aquí y allí, algunos nombres evocando hechos y deshechos. De masacres, arrebatos, de vergüenzas que son nuestras, que nos son comunes: las mesnadas, los capataces, los gamonales, los latifundios, la masacre del Frontón, la masacre de Carandirú, del complejo carcelario de Pedrinhas en Maranhão, la masacre del presidio de Lurigancho, Eldorado dos Carajás, el tajo abierto, el Proyecto Porto Maravilha, el Proyecto Conga, el Consorcio Usina de Belo Monte, Bagua y el gordo García y su patada, la traición del presidente metalúrgico, las puertas abiertas de Belaunde, las compuertas abiertas de Fernando Henrique Cardoso, la traición de Humala, el Bope y el Choque, La Cantuta, la desocupación de Pinheirinhos, los arenales o los asentamientos humanos, la seca contumaz del Nordeste, el Chino y su Colina, los rostros de hierro de los generales en piyama, el golpe dentro del golpe y Velasco arrestado por Morales-Bermúdez, la pandilla civil del alto empresariado, los asaltos bienvenidos de los yanquis, los asaltos siempre bienvenidos de los yanquis, la prensa, la prensa/empresa, lo eterno de las cosas que vuelven, el retorno de lo mismo. Dos mil trescientas palabras y apenas una última frase en tono de duda y desconfianza: ¿bajo qué tierra se asienta la posibilidad de una reconciliación?

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V. Dispositivo de la educación

Universidad, Estado y Empresa Esaú Páez Guzmán1

El presente trabajo es una reflexión sobre las transformaciones de la institución universitaria en la primera década de los años dos mil en Colombia. Fenómenos que en el mundo no son nuevos: la masificación de la Universidad, su diferenciación y sus transformaciones administrativas. Los nuevos roles de profesores y estudiantes. La tensión entre educación pública y privada, entre libertad y autonomía. En fin, entre la universidad de la investigación y el saber y la Institución de la profesionalización y las competencias. El problema no es que la universidad haya cambiado, quizá, tiene que ver con la orientación de esos cambios. Que nos lleva a preguntar por lo nuevo de la institución universitaria. El tema, en su generalidad, no es novedoso ni cuenta con la ventaja de la sorpresa de la singularidad. Trata de mostrar cómo la universidad, en esta década, se convirtió en objeto de análisis y de intervención privilegiado en términos de las políticas públicas para legitimar ciertos enfoques de la política, asociados a una dinámica nueva, que tendría que ver con cuatro grandes líneas ya reseñadas por algunos estudiosos del tema (Brunner, 2005): • Las transformaciones del Estado y su relación con la Institución universitaria, Estado interventor, regulador • La «descorporatización» de la Universidad (cierta manera de ser tradicional de la institución universitaria, asentado en los principios de autonomía, autogobierno y «autorreferencialidad»). • La tendencia acelerada hacia la «mercadización» (es un nuevo sector económico) • La «empresarización» (surgimiento en la universidad de un modo de ser cuya procedencia y filiación procede de ciertos discursos y prácticas de la economía y del management).

En principio, se podría señalar que en Universidad, de manera diferenciada en su velocidad y sus conflictos, se han instalado nuevas máquinas administrativas, nuevos lenguajes y nuevas prácticas académicas, que de lejos no dejan de mostrar su familiaridad global con los nuevos modos de constituirse el conocimiento, con el desplazamiento de los centros mundiales de discusión sobre las políticas y los discursos de la educación como discusiones de política, de derecho, de modos de ver la cultura y el saber hacia espacios de decisión en los que la educación comparte asiento como un sector productivo más, un «negocio más»: el de los servicios educativos, junto con el café, la carne, el petróleo, los servicios financieros, entre otros: “Los acuerdos de libre comercio como el GATS, acuerdos regionales como el ALCA y MERCOSUR y bilaterales como el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, incluyen dentro de sus temas de negociación de los servicios de educación superior, negociada por lo general desde los ministerios de comercio exterior” 1 Filósofo, Universidad Nacional de Colombia. Docente Escuela de Filosofía Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Grupo de investigación: Estudios en Educación Pedagogía y Nuevas Tecnologías.

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(Rodríguez, 2005: 321-331). Negocio que, además, se abre al espacio de un modo de ser que la máquina productiva y administrativa ha inventado, tanto más etérea como, a su vez, en su existencia, más prosaica, más concreta y cotidiana: «la empresa». Procesos de los que Colombia no se ha sustraído ni se ha resistido. Por el contrario, en esta primera década de los años dos mil se evidencia un renovado afán por ponerse al día en esta tendencia globalizada, lo que a su vez se puede mostrar en las dinámicas particulares de las instituciones universitarias colombianas, como es el caso de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Uptc2, que, entre otras, funge como experiencia de esta reflexión. Década (2002 – 2011) de particular importancia para el estudio de la educación superior universitaria en Colombia pues, si bien las políticas y sus instrumentos se enmarcan en tendencias que vienen de tiempos atrás, es en este periodo que se evidencia una clara diferenciación de las transformaciones de la universidad en Colombia. Es la década en la que sin una reforma explícita a la «ley general de educación superior» vigente (Ley 30 de 1992), se han trazado estrategias de política que han inducido cambios sustanciales en relación con las maneras como tradicionalmente se había entendido y organizado la universidad. Es posible señalar en esta última década algunos indicadores, a manera de ejemplo, que podrían mostrar líneas de contraste en relación con la historia inmediatamente pasada de la universidad3 y que un trabajo posterior podría mostrar de manera más puntual. Pongamos, como ejemplo, los enunciados de calidad, no a partir de una definición universal y previa, sino interrogados a partir de su familiaridad, su “procedencia” (Foucault, 1993: 309) con otros campos discursivos, incluso lejanos, y, de otra parte, capturar los enunciados de los discursos de la calidad en las situaciones pragmáticas y conflictuales en las que la calidad, como política, hace máquina y opera como función regulatoria y de control: Señalar los juegos, las apuestas estratégicas, la agonística de las fuerzas que se cruzan, se componen o se anulan en un momento dado y proyectar su deriva en un ya no queremos pensar, decir, hacer como lo hacíamos, sino de otro modo. Sería una perspectiva genealógica, que nos posibilitaría identificar las y las condiciones de emergencia de los acontecimientos que delimitan y hacen visible el problema que nos proponemos explicar, en el sentido de desplegar y poner en las coordenadas y en la escala, una cartografía de las políticas de educación superior. (Páez, 2012: 170-188).

Pues, la «calidad», es uno de los enunciados actuales más visibles de la política universitaria, que se ha desarrollado en acciones de política de manera sistemática y con una orientación clara y sostenida. Enfoque nada nuevo en Colombia y América Latina, anunciado desde la década anterior, que, incluso, hacía ya parte de los textos normativos desarrolladas en la Ley 30 del 92, ley general de educación superior. Como parte del lenguaje actual con el que se están construyendo y orientando las políticas, las decisiones, las acciones que se ocupan hoy de los sistemas universitarios en el mundo. 2 Uptc, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Universidad Pública, nacional, asentada en la región centro-oriente de Colombia. Fundada en 1953. Tiene 27 mil estudiantes de grado y posgrado. 3 MEN, Observatorio laboral para la educación, Seguimiento a los graduados de la educación superior enlos últimos diez años, Agosto de 2011. En este informe, presentado por la Ministra de Educación María Fernanda Ocampo, por ejemplo, se muestra cómo en los últimos cincuenta años, el 54% de los graduados corresponden solo a la década 2001- 2010 y de 1071 graduados de doctorado en el país, 909 corresponden a titulados en la década de 2001 – 2010. En el mismo sentido, la totalidad de las 23 Universidades acreditadas actualmente como de alta calidad, corresponden a procesos definidos en este periodo. (Fuente Snies y CNA, noviembre de 2011)

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Sin embargo, esto no quita el carácter particular como las políticas asociadas a la calidad se han ejecutado en la universidad colombiana. En especial en lo que tiene que ver con el ritmo, la velocidad y la sistematicidad como se han desarrollado los instrumentos operativos de las políticas de calidad. Su carácter institucional y centralizado y su relativa expansión sin resistencias han posibilitado volver práctica común los diferentes procesos de calidad desarrollados en la universidad colombiana: […] tanto el modelo de control ex ante (condiciones mínimas, registro calificado), como el de acreditación propiamente dicho, ex post (denominado de alta calidad, de rendición de cuentas) y el modelo de estandarización (asociados a los modelos ISO), que se han impuesto y generalizado como estrategias procedimentales de ajuste, normalización y adaptación de las instituciones de educación superior, de acuerdo con las tendencias y las presiones que sobre ella han impuesto las políticas de estado y los procesos de globalización de la economía y del conocimiento como factor de riqueza y de dominio (Salazar, 2011: 42).

La Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Uptc, no podía estar al margen de estas condiciones. Si pudiéramos adelantarnos a una conclusión, bien podríamos afirmar que «hizo la tarea». En el año 2002, por ejemplo, la Universidad pasa de tres programas académicos acreditados de alta calidad a veintitrés en el 2012. Y la obtención en el año 2010 de la acreditación institucional. Y la relativa facilidad con la que sorteó la política de condiciones mínimas que agenció el Estado en su momento, como procedimiento «ex ante». Además, logró hacerse con la certificación ISO9000, para todos sus procesos y procedimientos administrativos y de gestión. Así, en los últimos años, la calidad ha estado en el centro de los propósitos de las políticas educativas; se ha convertido en un vector de los cambios propuestos en las políticas públicas en relación con la universidad y se ha erigido, en algunos casos, como la finalidad misma de los discursos de la política, de la normativa y de los propósitos y de las acciones, la justificación de las estrategias y de los objetivos de la educación superior. La calidad, como enunciado y como marcador de acciones e instrumento operativo, es hoy el medio más generalizado para efectuar acciones de seguimiento, control y evaluación en la universidad colombiana. La calidad se ha vuelto fundamental para construir un discurso intencional positivo, que sirve de instrumento de ejecución de la política educativa. Y que en el plano de las acciones pragmáticas se ha constituido en un dispositivo que ha inducido a la universidad, como institución, a ajustarse y normalizarse en dos sentidos: en tanto sector económico productivo, con todas las consecuencias que esto supondría: un campo propio de competencia, de mercado y de rentabilidad, y, en segundo término, los procesos de implantación, transformación y constitución de la institución universitaria como «empresa» en tanto que tal. Permite, por decir así, la normalización de los procesos y la fijación de los procedimientos, tanto académicos como administrativos, e induce sus transformaciones administrativas y de gestión propios de la empresa en un espacio de casi total ausencia de resistencia y discusión. Así, la calidad se convierte en un buen ejemplo de cómo un término se impone y llega a volverse principio constitutivo orientador de las políticas y en y sobre la universidad. Quizá sea de esos términos que se vuelven funcionales, que se pueden aplicar a todo y que no admiten en un primer momento discusión. Como parte del uso performativo 163

del lenguaje que el «marketing» privilegia y que la política desea para sí misma. Afirmado como un presupuesto: En teoría del lenguaje, performancia ha adquirido después de Austin un sentido preciso (…) Se lo encontrará más adelante asociado a los términos performance (actuación) y performatividad (de un sistema, especialmente) en el sentido que se ha hecho corriente de eficiencia mesurable en relaciones input/output. Los dos sentidos no son extraños el uno al otro. El performativo de Austin realiza la actuación (performance) óptima. (Lyotard, 1987: 26)

En el sentido en que se da «por hecho», como término sobreentendido, a pesar de existir amplia literatura crítica que problematiza “el carácter polisémico” (Ducrot, 1988) del término mismo de calidad. Entonces, la universidad como tal, en sus formas organizativas, en sus prácticas, en sus procedimientos y técnicas administrativas, en la manera como reparte los espacios del saber, en el modo como lo codifica, lo acumula y lo etiqueta y en cómo valida y establece la jerarquía de quiénes entran en la relación de «saber - no-saber», es decir, la forma misma de la universidad, entra en un juego de trans-formaciones, no solo afectada por los “cambios constitutivos del saber” (Lyotard, 1987: 34), sino, también por todo ese «afuera» de la universidad que impone desde un nuevo lenguaje hasta una nueva arquitectura y una nueva espacialidad universitaria: la forma «empresa». La forma globalizada para una nueva economía de la universidad. La forma estandarizada. La forma «espacio virtual/ tiempo real». La forma monetizada de los conocimientos. La forma proveedor, cliente. Que corresponden, seguramente, a otra forma y otra universidad. Otras formas enunciativas que indican que algo ha cambiado al interior de aquello que habíamos venido llamando «Universidad». Y que, quizá, tiene que ver con la problematización de esa línea de tendencia actual que se agrupa bajo la forma de la empresarización de la Universidad. Incluso como término de nominación, la «Universidad», no es hoy sino una de las modalidades4 de clasificación y de jerarquización de la educación superior: En esta perspectiva conviene reflexionar si debe existir un solo sistema de Educación Superior o dos subsistemas articulados y complementarios: uno, el de la educación dirigida principalmente a la inserción al mundo laboral y a la cualificación de los desempeños profesionales (educación media vocacional técnica- tecnológica-profesional); otro, el de la educación dirigida al desarrollo del conocimiento científico, tecnológico y a la innovación (investigación, maestrías y doctorados). (Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN), 2010: 38)

Lo importante, es que los cambios y transformaciones de la Universidad no solo son del orden de los discursos ni se reducen a problemas de semántica o a medidas de ajuste normativo, sino que, además, tiene que ver con la emergencia de formas nuevas y distintas de la institución universitaria misma. Es un nuevo «modo de ser» y de constituirse como institución5 el que se está dibujando en el marco de las tendencias y de las estrategias universitarias 4Educación, U. O. (2011). UNESCO Institute for Statistics. Obtenido de UNESCO-International Standard Classification of Education (ISCED) : http://www.uis.unesco.org/Education/Documents/isced-2011-en.pdf .Pág.13. 5 Institución en el sentido más amplio, en tanto forma que expresa una condición que se ha constituido como aceptable, generadora de reglas y de valores y que se ha convertido en parte de las prácticas culturales de nuestra sociedad y en espacio privilegiado de producción, transmisión y legitimación de determinados saberes en nuestra sociedad. Aquí vale la pena recordar que la Universidad, como forma, tiene una historia que antecede a la misma idea de modernidad y de la idea de institución.

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en el plano de las condiciones de globalización y mundialización y en las transformaciones del «estatuto del saber» mismo, de sus condiciones de producción, difusión, transmisión y circulación. De su apropiación, que hace parte de los procesos de división internacional del saber como riqueza y como factor estratégico de los juegos de poder mundial. Digamos, en principio, que es un modo de ser nuevo: el modo de la «empresa». Independientemente de sí lo es o no, si lo puede llegar a ser o no, la universidad como una empresa, lo cierto es que en la tendencia actual del modo de ser de la institución universitaria, la universidad ha venido imponiéndose, desarrollándose y reproduciéndose bajo formas y prácticas institucionales propias de la empresa. No solo en el sentido de una estrategia de mercado o una política de privatización, en tanto que tal. En este caso, quizá sea más pertinente referirnos a la noción de «empresa» como una forma de «gobierno» de la sociedad en la que la economía ha pretendido abandonar los límites de su propia actividad y disciplina y se convierte en un modo de construir, siguiendo a Foucault, una “sociedad de empresa”. Esa multiplicación de la forma “empresa” dentro del cuerpo social constituye, creo, el objetivo de la política neoliberal. Se trata de hacer del mercado, de la competencia, y por consiguiente, de la empresa, lo que podríamos llamar el poder informante de la sociedad. (Foucault, Nacimiento de la Biopolítica, Curso en a Collége de France (1978-1979), 2007: 182-186)

Una especie de «toma de la sociedad por contagio» en la que las formas trazadas por los límites construidos en la tradición reciente, que le daban su legitimidad y su diferenciación, sufrieran un proceso de información, a la vez como pérdida de forma y como constitución de una nueva forma, diferencializada y universalizante a la vez. Tal sería la manera como la Universidad ha venido en las últimas décadas trans-formándose. A modo de conclusión Lo que se quisiera mostrar es que, a través de estrategias enunciativas y de acciones operativas puntuales, agenciadas por determinadas políticas públicas, ha sido posible una transformación relativamente rápida y efectiva de la Universidad en Colombia, en una perspectiva que la abre a formas nuevas, en relación con sus modelos organizativos y sus discursos institucionales e históricos que la definían y le imprimían su modo de ser y de autonombrarse. Como efecto de una estrategia mundializada, se buscaría ajustar la universidad a las condiciones y exigencias de una nueva manera de ver y concebir la institución universitaria: como «modelo empresarial», «empresa de servicios», cuyas finalidades habrían abandonado el lugar de los discursos propios de los grandes relatos fundados en la tradición ilustrada, para darle lugar s tipos discursivos y formas de actuar empresariales, asentados en la medición de sus resultados y de sus rentabilidades. Y, como tal, la universidad empieza a ser vista y puesta en el espacio organizacional y discursivo propio de la competencia, del «mercado y de los discursos de la gestión organizacional y del management». En Colombia, este proceso de transformación se habría acentuado y consolidado en la primera década del siglo XXI, como efecto de una definida y sostenida política pública, 165

que se expresaría, entre otros, bajo la forma de objetivos de «equidad» y de «calidad», y que, a través de los diferentes procesos de evaluación que se fortalecieron o se establecieron como nuevos, indujo procesos de transformaciones en el modo de ser de la institución universitaria. Referencias Bibliográficas Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN). 2010. Políticas para la Educación Superior en Colombia. Bogotá: Corcas Editores. Brunner, José Joaquín. 2005. Tendencias recientes de la Educación Superior a nivel de Internacionalización. Santiago de Chile. Cano, García Elena. 1990. Evaluación de la Calidad Educativa. Madrid: La Muralla S.A. Ducrot, Oswald. 1988. “Polifonía y Argumentación.” En Conferencias del Seminario Teoría de l aargumentación y análisis del discurso. Cali: Editorial Universidad del Valle. Educación, UNESCO-Organización de las Naciones Unidas para la. «UNESCO Institute for Statistics.» UNESCO-International Standard Classification of Education (ISCED). 2011. http://www.uis.unesco.org/Education/Documents/isced-2011-en.pdf. Foucault, Michel. 2007. Nacimiento de la Biopolítica, Curso en a Collége de France (1978-1979). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 1980. “Nietzsche, la Genealogía, la Historia”. En Microfísica del poder, de Michel Foucault, 189. Madrid: Ediciones de la Piqueta. Foucault, Michel. 1993. “Qu’ est-ce que les lumiéres?”. En Magazine Littéraire, nº 309: 309. Lyotard, Francois Jean. 1987. La Condición Postmoderna. Madrid: Cátedra. MEN Ministerio de Educación Nacional. “Graduados Colombia Observatorio Laboral.” En Graduados Colombia Observatorio Laboral. Agosto de 2011. http://www.graduadoscolombia. edu.co/html/1732/articles-334303_documento_tecnico_2013.pdf Páez, Esaú. 2012. “De un texto de Michel Foucault sobre la modernidad”. En Revista Cuestiones de Filosofía, nº 14: 170-188. Peluffo, Martha, y Catalán, Edith. 2002. Introducción a la gestión del conocimiento y su aplicación al sector público. Santiago de Chile: Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social, Rodríguez, Carolina. 2005. “La Educación frente a los acuerdos de libre comercio: Retos y oportunidades”. En Revista Oasis (Universidad Externado de Colombia), nº 10: 321-331. Salazar, José Miguel. 2001. Modelos de aseguramiento de la calidad en la Educación Superior. Santiago de Chile: Alfa, Cinda Centro Interuniversiario de Desarrollo.

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Educación:

competencia y capital humano.

Análisis de reforma de la formación de educadores en Colombia

la estrategia de

Camilo Diagama1

A comienzos del año 2014, el Ministerio de Educación Nacional de Colombia empezó a difundir un documento de política pública –es decir, una obra de gobierno, un instrumento de acción gubernamental-, que presenta las orientaciones generales para consolidar el Sistema Colombiano de Formación de Educadores, una red nacional de instituciones administrativas y académicas, cuya función principal consiste en erradicar la pobreza del país, según las directrices de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) –es decir, según las directrices del Banco Mundial. El documento pretende establecer en forma clara las relaciones que las instituciones oficiales de gobierno y escolares deben sostener entre sí, y con instituciones internacionales, para garantizar la buena calidad del trabajo de los docentes del país, suponiendo, como parece suponerlo todo el mundo, que la superación de la miseria depende en gran medida de la buena calidad de la educación. En este sentido, el documento del Ministerio manifiesta la mejor intención del mundo. Pero como no queremos hacer fenomenología, nos rehusamos a limitar esta disertación a un análisis de las intenciones. El Sistema Colombiano de Formación de Educadores no es solamente la idea significada por un documento que develaría el sentido de la formación docente en Colombia, de conformidad con un modelo de gobierno mundial; es también el dispositivo en virtud del cual se organiza un mercado nacional de la profesión docente, una suerte de espacio de competencia (o de control de calidad) donde se integran y diferencian las fuerzas productivas de la población docente colombiana, mediante ciertos procedimientos de registro, evaluación y mejoramiento, aplicados al alza del rendimiento socio-económico de esta población. El Sistema es, dicho en otros términos, un conjunto de medidas gubernamentales implementadas para regular el ejercicio de la profesión docente en Colombia, estimando la calidad de sus servicios por comparación con otros servicios semejantes ofrecidos en el mercado mundial, a partir de criterios internacionales. Por consiguiente, aunque probablemente signifique la mejor intención del mundo, la alta calidad de la educación que inspira al Sistema Colombiano de Formación de Educadores expresa, con toda seguridad, el principio de organización de la población docente colombiana bajo las relaciones sociales propias del modo de producción capitalista, tal como éste se desarrolla a escala global en el presente de la civilización. La mejor intención, desde el punto de vista moral y cultural, deriva del mayor interés económico, que implica un modo de explotación determinado. El Sistema constituye un proceso que divide el mercado nacional de servicios de formación docente en tres etapas, subprocesos o subsistemas: Subsistema de Formación 1 Director y docente Escuela de Filosofía y Humanidades Facultad de Ciencias de la Educación Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.

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Inicial, Formación en Servicio y Formación Avanzada, atravesados todos por los “ejes transversales” de la pedagogía, la evaluación y la investigación educativa. El Subsistema de Formación Inicial comprende la etapa de profesionalización de los docentes para la educación preescolar, básica y media (la que brindan los jardines infantiles, colegios y escuelas), a través de programas de formación complementaria en educación y pedagogía, ofrecidos por las Escuelas Normales Superiores; o a través de programas de licenciatura, programas de pregrado en educación ofrecidos por las universidades; o a través de programas de formación para profesionales no licenciados, ofrecidos por Universidades, institutos de investigación y demás empresas educativas acreditadas nacional o internacionalmente. Como el proceso de cualificación profesional solo se realiza mediante el ejercicio de prácticas pedagógicas concretas en el territorio colombiano, las instituciones oferentes de los programas han de establecer alianzas con las instituciones que ofrecen oficialmente el servicio de educación básica y media en el país: éstas pueden proporcionarles materias primas (grupos de estudiantes) y medios de producción (instalaciones) de bajo costo, para que los futuros docentes desarrollen sus fuerzas productivas al máximo, al mismo tiempo que los programas de profesionalización pueden brindar a las instituciones de educación básica y media una fuerza cualificada de bajo costo (la fuerza docente), que contribuya a elevar al máximo el rendimiento de las mismas. Así pues, el Subsistema de Formación Inicial coordina la oferta y la demanda de docentes de educación básica y media, para la realización de un trabajo pedagógico eficaz y eficiente, razón por la cual el eje de la pedagogía, entendida como el dominio de las prácticas escolares, predomina en este proceso. Sin embargo, los ejes de la evaluación y la investigación educativa también guían el Subsistema de Formación Inicial. Por un lado, el eje de la evaluación somete el desarrollo de los programas de formación docente a la reglamentación del Ministerio de Educación Nacional, tanto como el desarrollo de las prácticas escolares al control de las Secretarías de Educación departamentales y municipales. Por otro lado, el eje de la investigación promueve la producción de un saber pedagógico innovador, entendido como el resultado de la articulación entre las prácticas escolares y el trabajo de los semilleros, investigadores, grupos y centros del ámbito universitario. El segundo subproceso del Sistema es el Subsistema de Formación en Servicio, que abraza todas las actividades de capacitación que brindan formación permanente a los docentes de las instituciones de educación básica y media y de educación no formal, y que les permiten ascender en el Escalafón Nacional Docente. Su función consiste en favorecer El desarrollo y la proyección profesional del educador, a través de un conjunto de planes, programas y servicios de carácter formal y no formal, generados a partir del análisis de las características y necesidades contextuales en lo local y regional, en armonía con las innovaciones globales. (MEN, 2013: 90)

Se trata de todos los servicios educativos que no conducen a la obtención de un título profesional o de postgrado, pero que brindan espacios de ilustración y de entrenamiento a los docentes para mejorar su propio rendimiento (su desempeño profesional, pero también su salario) y el rendimiento de las instituciones educativas en las que trabajan. Son los Programas de Formación Permanente de Docentes (PFPD), los diplomados, 168

seminarios y demás eventos académicos de extensión, que pueden ser ofrecidos por las universidades, por organismos de investigación educativa reconocidos legalmente y aliados con instituciones de educación superior y por institutos de investigación reconocidos internacionalmente. El documento del Ministerio explica que estos servicios son de carácter multidimensional, atemporal y diferencial: multidimensional, porque no se desarrollan necesariamente en espacios fijos y pueden ser tomados dentro y fuera del territorio colombiano; atemporal, porque sus duraciones son variables y dependen de la institución que los ofrece; y diferencial, porque sus contendidos temáticos responden a las inquietudes particulares y específicas de los docentes. Sin embargo, todos los PFPD deben ser realizados en consonancia con los Planes Territoriales de Formación de Docentes, que son proyectos administrativos para la capacitación de los educadores en servicio, definidos por los Comités Territoriales de Formación Docente (CTFD). Cada Comité Territorial es una corporación dirigida por una Secretaría de Educación y compuesta por un grupo de representantes de las universidades, las Escuelas Normales Superiores y los centros especializados de investigación educativa, que prestan servicios de capacitación docente en un departamento o municipio. La función del Comité Territorial es formular, ejecutar y hacer seguimiento al Plan Territorial de Formación de docentes, definiendo las características de los PFPD, convocando y seleccionando a las instituciones oferentes y supervisando la prestación efectiva de estos servicios. Como puede notarse, los Comités Territoriales son instancias de composición heterogénea, que se esfuerzan en armonizar la oferta de servicios de capacitación docente con la demanda concreta de los mismos en las regiones. Por supuesto, el Subsistema de Formación en Servicio también está sujeto a la regulación del Ministerio de Educación Nacional y al control de las Secretarías de Educación, mucho más que el Subsistema de Formación Inicial, en la medida en que implica la intervención directa de estos organismos en la orientación temática, la financiación y la logística de los programas de capacitación. Además, dado que el Ministerio define las condiciones de ascenso en el Escalafón Nacional Docente y las Secretarías aseguran el cumplimiento de estas condiciones, resulta evidente que el eje de la evaluación predomina en el Subsistema de Formación en Servicio, aunque ello no significa que los ejes de la pedagogía y de la investigación educativa carezcan de importancia; de hecho, el trabajo pedagógico y el investigativo deben desarrollarse en condiciones análogas a las que han sido establecidas por el Sistema de Formación Inicial. La tercera y última etapa del Sistema corresponde al Subsistema de Formación Avanzada, que orienta el desarrollo de los programas de postgrado en educación: especializaciones, maestrías y doctorados, regulados por el Ministerio de Educación Nacional y por otras instancias que trabajan bajo la dirección del Viceministerio de Educación Superior. Estas instancias fomentan la investigación educativa a lo ancho de todo el territorio colombiano: existe el Consejo Nacional de Educación Superior (CESU), una corporación conformada por representantes del gobierno nacional y representantes del sector universitario (estudiantes, docentes, directores administrativos e integrantes de organismos de investigación), para asesorar al Viceministerio en la definición y el seguimiento de las políticas educativas; también existe el Consejo Nacional de Acreditación (CNA), una dependencia del Ministerio encargada de avalar la estructura y el funcionamiento idóneos de los programas de pregrado y postgrado; y existe, por último, el Departamento de Ciencia, 169

Tecnología e Innovación (COLCIENCIAS), que es el organismo de la administración pública dedicado a formular, guiar, coordinar y ejecutar las políticas educativas nacionales, poniendo en concordancia los programas de estudio con los Planes de Desarrollo de los gobiernos colombianos de turno. En el Subsistema de Formación Avanzada predomina, pues, el eje de la investigación educativa. Esta se entiende como un trabajo de alto nivel intelectual en la producción de teoría pedagógica y de gestión de la educación, para La transformación de las prácticas educativas, el replanteamiento de las relaciones entre el conocimiento, la escuela y la sociedad y (…) la conjugación de esfuerzos que articulen los desarrollos de la ciencia, la tecnología y la educación con otros desarrollos hacia una sociedad abierta, flexible y pluralista. (MEN, 2013: 124)

Las instituciones oferentes de los programas de Formación Avanzada pertenecen todas, por supuesto, al sector de la educación superior o universitaria: facultades de educación, grupos, centros y redes de investigación adscritos a éstas, y organismos no gubernamentales, nacionales e internacionales, acreditados por el Ministerio de Educación Nacional. Los lineamientos del Sistema Colombiano de Formación de Educadores ordenan que los programas de Formación Avanzada se pongan al servicio de los Subsistemas de Formación Inicial y en Servicio, para hacer de la investigación educativa una Estrategia pedagógico didáctica agenciadora del proceso de enseñanza-aprendizaje, en la génesis y promoción del conocimiento pedagógico, didáctico y disciplinar, desde lo que (sic) se configura el saber, el conocer, el hacer y el ser docente. (MEN 2013, 125)

Lo cual exige que las instituciones de educación básica y media funcionen como laboratorios para el diagnóstico y la solución de los problemas pedagógicos y didácticos locales, así como también para la implementación de propuestas innovadoras. Así dispuesto, el Subsistema de Formación Avanzada también promueve el trabajo en los ejes de la pedagogía y la evaluación. Es evidente que los tres Subsistemas de formación docente están orgánicamente articulados, no solamente porque vinculan prácticas pedagógicas, procedimientos de evaluación y procesos de investigación de la misma índole; ni porque establecen relaciones análogas entre las instituciones oferentes de los servicios de formación docente, las instituciones de educación básica y media y los organismos de administración pública del sector educativo; sino también porque obedecen a imperativos idénticos. El documento del Ministerio señala, explicándolos, los principios que “dan sentido, organizan y orientan las acciones del Sistema [en todas sus etapas]” (MEN, 2013: 53), son la articulación, la transparencia, la continuidad, la comunicación e información, la autonomía, la participación, la identidad e integralidad profesional (sic), la formación de alto nivel, el interés público y reconocimiento social, la formación en función de derechos, la diversidad e interculturalidad y la favorabilidad. Sin embargo, estos principios de formación individual y social, cuya explicación es retórica, no son principios en el sentido de que no señalan más que en apariencia los fines del Sistema, más bien indican sus condiciones de funcionamiento para alcanzar fines materiales bastante prosaicos; su carácter moral (o de formación) de170

riva de una valoración eminentemente económica, cuyo primer principio consiste en el crecimiento de la riqueza abstracta establecida como propiedad de una persona, natural o jurídica, en lugar de que la estimación económica dependa de los principios de una codificación moral, como en las formaciones sociales anteriores al capitalismo (Deleuze y Guattari, 1972). De hecho, los auténticos fines o principios primeros del Sistema Colombiano de Formación de Educadores, así como los del Sistema Educativo Colombiano y los de todos los sistemas educativos del mundo en lo que tienen de isomorfos (en cuanto que cada uno es el dispositivo gubernamental de un aparato de Estado) son únicamente tres. La cobertura, que es la consolidación del mercado o de la población que recibe el servicio educativo y, por tanto, tiene que pagarlo de alguna manera. La calidad (o competencia), en tanto establecimiento de un régimen de rivalidad entre instancias educativas, ya sean escuelas, docentes, grupos de investigación, universidades, en virtud del cual sus diversos servicios son comparados y jerarquizados a partir de estándares de eficacia y eficiencia en la administración de los recursos. Finalmente, la pertinencia (o innovación) que es el encauzamiento de cada empresa educativa al aumento de la cobertura y del nivel de calidad de sus servicios, tal como es reconocido o acreditado en el mercado educativo mundial. Nótese que estos principios, cobertura, calidad y pertinencia, no son, estrictamente hablando, principios pedagógicos ni culturales, porque no dicen nada sobre los modos concretos en que el saber debe ser transmitido, como tampoco del modo en que el saber debe constituir un valor en sí mismo. Se trata de principios económicos, de los que derivan los valores de la autonomía, la transparencia, la participación, el reconocimiento social de la profesión docente, etc. Y si estos valores orientan un cierto tipo de formación individual y social, es porque son principios de gestión de lo que se ha llamado capital humano o recursos humanos, o sea principios de formación de “un capital que va a calificarse de capital humano en cuanto que, justamente, la idoneidad-máquina de la que constituye una renta no puede disociarse del individuo humano que es su portador” (Foucault, 2007: 266). Dicho en clave marxista, el capital humano es el valor (de cambio) de la fuerza de trabajo de un ser humano, pero también de un colectivo humano, en tanto que esta fuerza es inseparable de los medios de producción «apropiados» por él para obtener una ganancia, una renta. Representa la capacidad que tienen los aspectos vitales y culturales de este individuo, de este colectivo, para promover el crecimiento de su «propia» riqueza, o sea la apropiación del excedente de su trabajo. Cierto que la noción de capital humano soslaya el hecho, denunciado por Marx, de que en el seno de la sociedad capitalista existe una diferencia económica y política entre un sector propietario de los medios de producción –propietario por tanto del excedente de la producción social– y un sector propietario de su sola fuerza de trabajo –por tanto desposeído de medios de producción y de todo excedente de trabajo. Lo que persigue precisamente la estrategia neoliberal es eliminar esta diferencia: se ocupará de hacer que cada ser humano, cada colectivo humano, posea en propiedad una fuerza de trabajo y unos medios de producción indisociables que, comprendidos como el conjunto de recursos que él emplea para asegurar e incrementar la demanda de sus servicios en el mercado (esto es, en un espacio de competencia con otros hombres, con otros grupos humanos), garanticen que el excedente de la producción sea no solamente apropiado por cada uno, sino también reinvertido en el mejoramiento de sus 171

propios recursos, en la reproducción a escala ampliada de su propio modo de producción. Justamente para conjurar los efectos de la lucha de clases, el neoliberalismo pugnará por formar unidades productivas que reúnan en sí mismas cada una en un circuito integrado de compra de acciones y venta de servicios, la fuerza de trabajo, los medios de producción y el excedente de trabajo realizado en el mercado, de tal suerte que cada producto o servicio sea considerado el resultado de un modo de producción capitalista propio –de una empresa– y que todo productor sea considerado una fuerza de trabajo incorporada por sí misma a su propio modo de producción –o sea un empresario de sí mismo, un trabajador de su propia empresa–. Volvamos a la estrategia de reforma de la formación docente en Colombia. Pocos meses después de publicado el documento que presenta el Sistema de Formación de Educadores, la Fundación Compartir publicó otro en el que propone las medidas económicas pertinentes para garantizar su eficacia y eficiencia. Consisten, a grandes rasgos, en mecanismos de financiación y de control estatal que prometen incrementar la renta de cada educador, de cada empresa educativa, a cambio de una fuerza de trabajo seleccionada como competente para prestar el servicio educativo, por su alto nivel de competitividad en relación con los demás educadores, con las demás empresas educativas. El documento propone, para la etapa de formación inicial, abrir concursos públicos que premien con subsidios a las instituciones educativas capaces de ofrecer los mejores programas de formación docente; reforzar la reglamentación que acredita la alta calidad de los programas; y otorgar becas condonables a los mejores estudiantes según las pruebas de Estado para que puedan cursar tales programas con el menor costo posible, es decir, con poco dinero y en corto tiempo. Para la etapa de formación en servicio, el documento propone modificar el estatuto docente del magisterio, establecer una normativa que exija del aspirante al cargo “como nivel mínimo de entrada ser licenciado o profesional no licenciado con formación en pedagogía en programas de posgrado universitarios con altos niveles de calidad” (Fundación Compartir, 2014: 273); implementar un régimen de evaluación permanente que involucre a toda la comunidad educativa (directivos docentes, docentes, estudiantes, padres de familia) mediante “un sistema de monitoreo de asistencia y puntualidad de los docentes a través de herramientas tecnológicas y de control social” (Fundación Compartir, 2014: 274); pero también otorgar becas condonables a los docentes sobresalientes para cursar estudios de maestría y doctorado. Por último, para la etapa de formación avanzada, el documento propone “incrementar los salarios promedio mensuales de los docentes regidos por el Estatuto 1278 [el nuevo estatuto] para equipararlos con los de los profesionales [del derecho, la medicina y otras profesiones de alta rentabilidad]” (Fundación Compartir, 2014: 274). Además, se busca implementar con el nuevo estatuto un régimen de incentivos, aumentos, bonificaciones, premios otorgados a los docentes por su trabajo innovador y lograr que los docentes regidos por el viejo Estatuto 2277 se sometan al nuevo régimen de evaluación y estímulos a través de un plan de transición, o bien que asuman voluntariamente un plan de retiro anticipado. Todas estas medidas gubernamentales vinculan las tres etapas del Sistema hasta el punto de hacerlas indiscernibles, de acuerdo con el modelo económico del control de la 172

oferta y la demanda, y el control de los precios. Hemos mostrado que la calidad educativa es el nivel de competencia atribuido a una empresa de enseñanza en el mercado, tanto al nivel individual del educador como al nivel colectivo de la institución educativa. Se trata del valor que constituye el precio justo del servicio prestado por cada empresa de enseñanza, en la medida en que deriva de un cálculo de los costos de funcionamiento de esta empresa, o sea de un cálculo de los precios de los servicios comerciales y financieros que ella debe pagar para obtener una renta comparable a la que proporcionan los servicios prestados por otras empresas en el mercado de la educación. De esta forma, hemos mostrado que la calidad o competencia educativa es precisamente el capital humano que el Estado exige a las instituciones de enseñanza mediante procedimientos de evaluación y estímulo determinados, para consolidar un mercado nacional educativo acreditado en el mercado mundial. Referencias Bibliográficas Deleuze, Guilles y Félix Guattari. 1972. El Anti-Edipo: capitalismo y esquizofrenia. Barcelona, España: Seix-Barral. Foucault, Michel. 2007. Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Ministerio de Educación Nacional de Colombia (MEN). 2013. Sistema Colombiano de Formación de Educadores y Lineamientos de Política. Bogotá: MEN. Fundación Compartir. 2014. Tras la excelencia docente. Cómo mejorar la calidad de la educación para todos los colombianos. Bogotá: Fundación Compartir.

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Evaluación educativa: Saber, poder y subjetivación Laura Pulido González1

El ciclo de procesos de transformación educativa que comenzó en casi todos los países durante la década de los años ‘90, estuvo basado en la idea según la cual era prioritario modificar el diseño organizativo e institucional de los sistemas educativos. Uno de los argumentos sobre el cual se sostenía esta prioridad era el bajo nivel de responsabilidad por los resultados con los cuales operaban las administraciones educativas tradicionales. Según el enfoque dominante en esos años, para aumentar la responsabilidad por los resultados era preciso otorgar mayor autoridad a los actores del proceso pedagógico–y en ese sentido se ubicaban las estrategias de descentralización y de autonomía a los establecimientos escolares– y establecer mecanismos que permitieran medir sistemáticamente los logros de aprendizaje y difundir masivamente la información para provocar mayor y mejor demanda por parte de las familias, la opinión pública y el propio gobierno. Así, la mayoría de los sistemas educativos latinoamericanos ha incorporado dispositivos y estrategias de evaluación al repertorio de políticas que constituyeron sus reformas en la década del ‘90. Los modos de organización, los niveles alcanzados, el tipo de instrumentos, la periodicidad, y otras variables, muestran diferencias entre ellos. Pero lo cierto es que la evaluación se instaló como una política y adquirió un fuerte reconocimiento social. Más allá de las diferencias encontradas, pueden observarse elementos comunes entre los diferentes países, que dan cuenta de las opciones técnicas adoptadas, o de las que más allá de haber sido definidas explícitamente, resultaron de los modelos de implementación puestos en marcha. Evaluación educativa: saber, poder y subjetivación, pretende presentar un breve archivo del conjunto de las condiciones históricas de posibilidad de los enunciados en el campo de la evaluación de los aprendizajes que genera diferentes preguntas e hipótesis de trabajo. En tanto, el documento señala algunas aproximaciones al tema después de realizada una búsqueda documental que describe y analiza las formas en que la evaluación ha operado en el ámbito educativo y las circunstancias a través de las cuales se ha implementado en las instituciones. La apuesta de esta construcción es una invitación a repensar los diferentes ámbitos en los que la evaluación está presente, en referencia con la importancia dada en el campo educativo y que a su vez brinda bases para el desarrollo de nuevos procesos investigativos, genera la comprensión y problematización con el fin de poder brindar posibilidades y herramientas que permitan una compresión crítica de la acción educativa en la sociedad contemporánea. Lo que quiere decir que desde el enfoque genealógico, responderá a la pregunta sobre el poder y las relaciones diversas que enfatizan en los mecanismos, tácticas y estrategias mediante las cuales las prácticas y los discursos evaluativos irrumpen, se constituyen 1 Licenciada en Psicología y Pedagogía de la Universidad Pedagógica Nacional-Colombia. Magister en educación (2012) de la Universidad Pedagógica Nacional-Colombia Docente de educación básica y media de la Secretaria de Educación del Distrito, Bogotá-Colombia y Catedrática Universitaria de la Facultad de Educación en la Corporación Universitaria Minuto de Dios.

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e instalan en la sociedad. Cabe aclarar entonces, que en este estudio no se busca la causa primera de la evaluación sino considerar descriptivamente algunos episodios históricos nacionales e internacionales que se pueden tomar como elementos constituyentes de las condiciones de posibilidad para la emergencia y la instalación de la evaluación desde la lógica externa para comprenderla, contrario a lo que se haría desde la lógica interna de proponer mejorarla o cualificarla. Bajo esta perspectiva, la intención del documento es el describir algunas condiciones de la práctica evaluativa, entendida no sólo como la actividad de un sujeto (evaluador o evaluado) sino como la existencia de ciertas reglas y condiciones materiales relacionadas con sus objetos, conceptos y estrategias, en las que los sujetos que participan en la evaluación, son objetivados a través de sus técnicas. Dada esta intención, se habla desde una posición que pretende cuestionar la realidad desde afuera mediante la puesta en evidencia de los pilares de los discursos sobre evaluación educativa. De forma paralela, en el documento se da respuesta a las siguientes preguntas ¿Qué tipo de subjetividades se producen desde las prácticas emergentes de las técnicas evaluativas? ¿Qué tipo de subjetividades producen las contemporáneas técnicas evaluativas y examinatorias? ¿Qué y cómo es el tipo de sujeto es aquel coaccionado a toda una serie de tecnologías, que lo introducen en un campo documental, que lo mantienen permanentemente visible, que lo constituyen para el saber y objeto de modificabilidad conforme a los intereses del poder?, como ejes trasversales de esta construcción. La apuesta investigativa también devela cómo la evaluación se ha convertido en un mecanismo de gestión, mediante la creación de conceptos y categorías estratégicas, la asignación de responsabilidades específicas, la coordinación institucional (intra e interinstitucional), la determinación de metas claras, la operación de un sistema de información pertinente y oportuno, el desarrollo de la capacidad técnica y de innovación, la puesta en marcha de la gerencia social y de proyectos; es decir, mostrar cómo la evaluación, se ha tornado en un mecanismo regulador de individuos, comunidades, del sistema y de sus instituciones. Pareciera que la práctica evaluativa de la escuela a finales del siglo XX e inicios del Siglo XXI, se ha enfocado objetivar a un sujeto competente, en donde permanece vigente el poder del examen de la escuela del Siglo XVIII, que en palabras de Foucault (1976: 189), “combina las técnicas de la jerarquía que vigila y las de la sanción que normaliza y en la que la superposición de las relaciones de poder y de las relaciones de saber adquiere toda su notoriedad visible”. La evaluación aparece claramente como un dispositivo estratégico en el horizonte educativo atravesando saberes y prácticas institucionales y resignificando el lugar del sujeto en el debate contemporáneo. En Vigilar y Castigar Foucault (1990), caracteriza lo que es el examen, una modalidad de control como una composición de fuerzas que implica una dirección ininterrumpida constante, que vela sobre los procesos de la actividad, más que sobre su resultado y se ejerce según una dosificación que retícula con la mayor aproximación del tiempo, el espacio y los movimientos. Con respecto a la evaluación, afirma: El examen combina las técnicas de jerarquía que vigila y las de sanción que normaliza. Es una mirada normalizadora, una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar. Establece sobre los individuos una visibilidad a través de la cual se los diferencia y se los sanciona. A esto se debe 176

que, en todos los dispositivos de disciplina, el examen se halle altamente ritualizado. En él vienen a unirse la ceremonia del poder y la forma de la experiencia, el despliegue de la fuerza y el establecimiento de la verdad. La evaluación como dispositivo Los significados más frecuentemente asociados con la evaluación son las ideas relativas al control externo, la función penalizadora, el cálculo del valor de una cosa, la calificación, el juicio sobre el grado de suficiencia o insuficiencia de determinados aspectos. Estas ideas relacionadas con la calificación propia del ámbito escolar ha ido permeando la definición de evaluación en su sentido más amplio y a su vez ha contribuido a la generación de un conjunto de estereotipos que legitiman la práctica evaluadora en la escuela. El propósito de presentar los anteriores conceptos ha sido ofrecer un marco general para propiciar una comprensión de la evaluación como dispositivo. Según Deleuze (1995: 158), los dispositivos aparecen como ovillos o madejas de hilos, son máquinas hechas de vectores, de tensiones que se dan en las distintas formaciones. “los dispositivos tienen, pues, como componentes líneas de visibilidad, de enunciación. Líneas de fuerza, líneas de subjetivación, líneas de rupturas, de fisura, de fractura que se entrecruzan y se mezclan mientras unas suscitan otras a través de variaciones o hasta de mutaciones de disposición”. Así mismo, todo dispositivo es un caldo que mezcla visibles y enunciables. Su saber consiste en entrelazar lo visible y lo enunciable, el poder es su puesta causa, y a la inversa, el poder implica el saber como bifurcación, la diferenciación sin la cual no pasaría al acto. […En esa medida] no hay modelo de verdad que no remita un tipo de poder, ni saber, ni siquiera ciencia, que no exprese o implique un acto, un poder que ejerce. Todo saber va de un visible a un enunciable, e inversamente; no obstante, no existe forma común totalizante, ni siquiera conformidad o correspondencia biunívoca. Solo existe una relación de fuerzas que actúan transversalmente y que se encuentra en la dualidad de las formas la condición de su propia acción, de su propia actualización. (Deleuze, 1995: 65)

En este sentido la mayoría de las definiciones sobre evaluación se enmarcan en un plano que se puede denominar normativo. Es decir, en el deber ser que define un modelo ideal y se constituye en el referente evaluativo. La evaluación así aparece solo como una probabilidad de determinar en qué medida las acciones realizadas se ajustan o no a ese patrón normativo y no tanto como una posibilidad de definir nuevas normas o bien recrear las existentes. También, los instrumentos de evaluación se usan a menudo con fines diferentes para los que fueron diseñados por ejemplo cuando se administran altas calificaciones como premios y las bajas calificaciones como castigo convirtiéndolas así en un instrumento de control disciplinario o similar. Por ejemplo, la evaluación se ha posicionado a nivel internacional como una herramienta útil para el mejoramiento de la calidad educativa, ya que al aproximarse con ella al estado actual de la educación en determinada región o país, proporciona información que permite establecer fortalezas y debilidades que orientan el 177

diseño de políticas y la definición de programas por parte de los organismos rectores del sector, así como también, la elaboración de planes de mejoramiento por parte de las mismas instituciones escolares; además, es fuente importante para la realización de investigaciones educativas e innovaciones pedagógicas. Con estas afirmaciones, se puede ver cómo el discurso evaluativo se instaura en el campo educativo como necesario no solo con relación al saber sino también con el poder. En este sentido, el dispositivo evaluativo constituye a los sujetos a partir de prácticas de control-sanción o como una problemática inherente a la práctica educativa evidenciada en: comités de evaluación, modernos sistemas evaluativos en términos de pruebas masificadas y estandarizadas, evaluación permanente en el sistema educativo, regulación de contenidos curriculares y auge de investigaciones sobre la evaluación de forma masiva, incluido en este último aspecto la alta incidencia y oferta en especializaciones y formación profesional referida a evaluación educativa. El arte de evaluar en el régimen del poder disciplinario utiliza cinco operaciones distintas: referir los actos a una norma –en tanto el campo de comparación, espacio de diferenciación y principio de una regla a seguir-; diferenciar a los individuos unos de otros en función de esta regla de conjunto –ya se la haga funcionar como nivel mínimo, como término medio que respetar o como grado óptimo al que hay que acercarse-; medir en términos cuantitativos y jerarquizar en términos de valor las capacidades, el nivel y la naturaleza de los individuos, hacer que juegue, a través de esta medida valorizante, la presión de una conformidad por realizar; y, trazar la frontera entre lo anormal y lo normal. En estas condiciones, el examen se halla en el centro de los procedimientos que constituyen al individuo como objeto y efecto de poder, como objeto y efecto de saber. Con él se ritualizan esas disciplinas caracterizadas como una modalidad de poder en la que la diferencia individual es permanente. Por esto, la escuela pasa a ser una especie de aparato de examen ininterrumpido que acompaña en toda su longitud la operación de enseñanza. Se tratará en ella (…) de una comparación perpetua de cada cual con todos, que permite a la vez medir y sancionar (…) El examen no se limita a sancionar un aprendizaje; es uno de sus factores permanentes, subyacentes según un ritual de poder constantemente prorrogado. (Foucault, 1991: 191).

En este sentido, el examen ocupa un lugar preeminente en la constitución de la escuela como dispositivo y en la constitución de la disciplina que la atraviesa, este enunciado se refirma con lo dicho por Foucault en Vigilar y Castigar: Ahora bien, el examen permite al maestro, a la par que transmite su saber, establecer sobre sus discípulos todo un campo de conocimientos; el examen, en la escuela, crea un verdadero y constante intercambio de saberes: garantiza el paso de los conocimientos del maestro al discípulo un saber reservado y destinado al maestro. La escuela pasa a ser el lugar de elaboración de la pedagogía. Y así como el procedimiento del examen hospitalario ha permitido el desbloqueo epistemológico de la medicina, la época de la escuela «examinatoria» ha marcado el comienzo de una pedagogía que funciona como ciencia (Foucault, 1976: 191).

Respecto del impacto de esta práctica, el examen representa la combinación de la inspección jerárquica y la sanción normalizadora; pero, lo más importante es que el exa178

men hace visible al individuo y hace entrar la individualidad en un campo documental. Es así como la introducción del examen da lugar, en la sociedad disciplinaria, a la formación de los códigos de la individualidad, que permiten transcribir –homogeneizándolos- todos los rasgos individuales establecidos por el examen. Según esto, gracias a todo el aparato de escritura que lo acompaña, el examen abre dos posibilidades que son correlativas: la constitución del individuo como objeto descriptible y analizable y la constitución de un sistema comparativo que permite la medida de fenómenos globales, la descripción de grupos, la caracterización de hechos colectivos, la estimación de las desviaciones de los individuos unos respecto de otros, y su distribución en una población. Así, en la sociedad disciplinaria, el examen, rodeado de todas sus técnicas documentales, hace de cada individuo un caso; que sería el individuo tal como se le puede describir, juzgar, medir, comparar a otros en su individualidad misma y será también el individuo cuya conducta hay que encauzar y corregir, a quien hay que normalizar, excluir, etc. Los procedimientos disciplinarios están relacionados con la descriptibilidad y hacen de ella un medio de control. Para el caso de la sociedad de control, dada la introducción del principio de modularización que la caracteriza, el examen se transformará en varias direcciones, siendo la principal su carácter de actividad localizada en el lugar de la toma de decisiones, que en este caso es constante, debido a que ellas están siempre en un proceso de ajuste permanente. En tanto para los sujetos resulta inevitable emprender acciones sin ningún componente de evaluación que justifique los cursos de acción por seguir –los que a su vez corresponden a la ejecución previa-, este debe ser un elemento siempre presente en toda decisión, sea esta de orden macro o micro social. En la práctica educativa, puede aún notarse el énfasis en lo cognitivo y el desarrollo de las capacidades de los evaluados; así mismo, las características de continuidad e integralidad, que permiten confirmar que, se asiste a una época de la evaluación permanente; por otra parte, se sostiene la condición de constituirse en un dispositivo productor de saber y de subjetividades, toda vez que cifra a cada individuo en un campo documental, a través de los informes descriptivos. A parte, pues, de constituir y administrar saberes, produce y gestiona sujetos, constituye y diligencia instituciones, valida y tramita procesos, proyectos, productos, acciones, etc.; en fin, se ha constituido en una máquina de control social, un dispositivo biopolítico. Las evaluaciones se han vuelto un hecho político. Los gobiernos y sus políticas son analizados a partir de los resultados de la aplicación de estos dispositivos. El mundo de la educación ha creado un instrumento a partir del cual se generan indicadores capaces de dar cuenta de la situación de la educación en materia de aprendizaje. Desde ese momento, se ha vuelto un procedimiento de las políticas públicas en su conjunto, y eso implica la participación de otros actores. Las desigualdades sociales, la competitividad de los países, la eficiencia del gasto, entre otras variables, empiezan a incluir la información de los operativos de evaluación de la calidad para ser analizadas.

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La evaluación, mecanismo de gestión de los sujetos La evaluación se realiza con carácter selectivo para dar respuesta a determinadas preguntas e impartir orientación a los encargados de tomar decisiones y a los administradores de las reformas, así como para obtener información que permita determinar si las teorías e hipótesis básicas que se utilizaron al formular las políticas resultaron válidas, qué surtió efecto o no, y por qué. La evaluación generalmente tiene por objeto determinar la pertinencia, la eficiencia, la eficacia, el efecto y la sostenibilidad de un programa o proyecto. De esta forma, la evaluación es una estrategia de poder-saber, gestión y control. Ya que funciona como mecanismo que revela completamente a los sujetos “tal como se le puede describir, juzgar, medir, comparar a otros y esto en su individualidad misma” (Foucault, 1976: 196), en consecuencia, la estrategia evaluativa determina y señala al individuo “cuya conducta hay que encauzar o corregir, a quien hay que clasificar, normalizar, excluir” (Foucault, 1976: 196). Así como el poder pastoral opera sobre el rebaño y sus integrantes, la evaluación abarca el todo de la vida individual y colectiva. Foucault, en diversos apartados de Seguridad, territorio y población, hace referencia al poder pastoral, que puede ser analizado en relación con los modernos alcances de la evaluación. “La idea de un poder pastoral es la idea de un poder ejercido sobre una multiplicidad y no sobre un territorio. Es un poder que guía hacia una meta y sirve de intermediario en el camino hacia ella” (Foucault, 2006: 158). La evaluación como este poder pastoral orienta su dominio hacia la multiplicidad, pero también, hacia los individuos que la constituyen. La evaluación puede referirse a un novedoso poder pastoral que persigue no solamente la conducción de las almas; sino también su gobierno, su sustento, su cuidado; la imposición de un mando, de un dominio, de un régimen; la constitución de un poder tanto individualizador cuanto colectivo, que pone los ojos sobre todo el rebaño y sobre cada uno de los integrantes del mismo. Esta busca la conducción, el gobierno, la imposición o la adopción de un dominio y un régimen sobre los individuos y sobre las colectividades sometidas a su dominio; cifra, analiza a todos y a cada uno. La evaluación en sus diversas acepciones, y desde una perspectiva general e integral, se ha venido reconociendo con gran fuerza desde los 90 como condición, natural y sustantiva del proceso educativo, por lo cual, no debe reducirse a la mera asignación de notas y a la promoción, sino que en su proceso de gestión y regulación acompaña permanentemente y en su totalidad los procesos y resultados de los aprendizajes, en la perspectiva del mejoramiento de la calidad (por ejemplo, en las Comisiones de evaluación y promoción de las instituciones educativas se observa esa integralidad abordando no solo aspectos académicos sino convivenciales y planes de acción para su intervención). Se vislumbra, entonces, una cultura evaluativa, una época de la evaluación perpetua, una fractura de la evaluación en el seno de la educación, en el entramado social y a la manera de un nuevo culto exigido por el Estado y los sujetos contemporáneos. Un conjunto de acciones puestas en marcha, en todos los niveles de la educación colombiana, persiguen la transformación de la maquinaria examinatoria: la adición de nuevas estrategias de promoción entre los diferentes grados y niveles educativos; la reorientación de la labor de los supervisores e inspectores hacia la asesoría técnico-pedagógica; 180

la evaluación de la educación básica y media, la evaluación de todos los programas de pregrado y posgrado; el fomento a la creación de programas de maestría y doctorado; el impulso a diversos programas de capacitación de docentes; la reorientación de la concepción evaluativa hacia una evaluación integral. Por todo esto, la evaluación se ha convertido en un mecanismo de gestión, mediante la creación de conceptos y categorías estratégicas (unidades de gestión), la asignación de responsabilidades específicas, la coordinación inter e intrainstitucionales, la determinación de metas claras, la operación de un sistema de información pertinente y oportuno, el desarrollo de la capacidad técnica y de innovación, la puesta en marcha de la gerencia social y de proyectos...; gestiona saberes, poderes, subjetividades. Así, la evaluación, se ha tornado en un «mecanismo regulador-gestionador» de individuos y comunidades, del sistema y de sus instituciones. A partir de ello, podría decirse que, la gestión entendida como discurso de regulación, contiene este doble efecto, por un lado se presenta como tecnología que posibilita orden y mejor funcionamiento de la institución, desplazando lo político pero, por otro lado, produce efectos políticos, en tanto se presenta como una tendencia inevitable, que finalmente termina naturalizándose. La evaluación se convierte en la columna vertebral de la gestión educativa ya que responde al ciclo de calidad que busca compartir criterios claros que permitan a cualquier estudiante asegurarle unos aprendizajes básicos, aplicar y analizar resultados de pruebas censales para formular Planes de Mejoramiento en el que se proyectarán las acciones que tendrán más incidencia en la obtención de mayores logros en el aprendizaje de los estudiantes. Acordado el Plan, se iniciará su ejecución y se determinarán indicadores que le permitan a la comunidad educativa hacer un seguimiento de cómo se está desarrollando.

Conclusiones Finalmente, la evaluación se ha constituido en un dispositivo que permite ver y saber lo que se ve y lo que se sabe, determinar lo que es, lo que se dice y lo que se hace. En este sentido, se puede establecer que la evaluación es un dispositivo que permite la constitución de individuos desde las prácticas de control-sanción por lo que se hace necesaria la institucionalización de modernos sistemas evaluativos todos los niveles de la educación, como ejercicio permanente, la regulación de contenidos curriculares, el auge y refuerzo de grupos de análisis y discusión sobre la temática, la organización de comunidades investigativas, entre otras. De modo que se constituye la evaluación como una herramienta de gubernamentalidad, para sopesar todo con la misma medida, es decir, para la homogenización de individuos, instituciones poblaciones, para la igualación y unificación de los sujetos, para su regulación, su gestión, su normalización, objetivación y control. La máquina de la evaluación, habiendo incursionado en la educación, instalándose en ella, interviniendo en todas sus acciones, sobre todos sus actores y escenarios; habiendo logrado su colonización absoluta, ha querido extender sus redes más allá del aparato educativo (y lo ha conseguido), toda vez que se ha filtrado de muy diversas formas en todo el entramado social. Se instaura una nueva modalidad que opera a través de una 181

multiplicidad y una complejidad de mecanismos (una red de pruebas, exámenes, autoevaluaciones, evaluaciones externas e independientes, coevaluaciones, heteroevaluaciones, metaevaluaciones, evaluaciones transdiscpilinares, instrumentos de medición de gestión, procedimientos de información continua, unidades de planeación, ejecución y control; redes de monitoreo, etc.), todo ello en perspectiva de obtener la máxima eficacia, eficiencia y productividad de la acción humana, de la acción de las instituciones, de la acción del Estado, de la acción de las entidades supraestatales, a través de indicadores específicos, cuantificables y evaluables. La gestión está subordinada a las nuevas lógicas de administración tanto académicas como administrativas. Es por ella que se materializan en la escuela todos estos conceptos de desarrollo, calidad, indicadores en el marco de las nuevas miradas sobre el saber y el conocimiento que por demanda deben ser articuladas a la competitividad del mundo economizado que la atraviesa en todos sus sentidos. Claramente se ve que, desde la gestión, tanto la evaluación como la calidad educativa hacen parte de la realidad de los sistemas educativos y dependen de una gran cantidad de factores que no permiten ser acotados por un solo indicador que dé un resultado. Dado que la evaluación está relacionada con un «rendimiento de cuentas», esta permite ser usada por las autoridades educativas como el medio para determinar los apoyos brindados y permite analizar cada una de las acciones realizadas, encaminadas a una educación dinámica integral, así es como la evaluación se consolida como el instrumento que se utiliza para controlar el nivel educativo de la población estudiantil por lo tanto se refiere al agenciamiento de sujetos. Referencias bibliográficas Álvares, Juan. 2007. “La evaluación en la sociedad neoliberal: tendencia envolvente en todos los ámbitos para la rentabilidad y la eficacia”, 13-35. En Políticas Educativas, Evaluación y Metaevaluación, editado por Libia Niño. Santafé de Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional. Ball, Stephen. 1994. “La gestión como tecnología moral, un análisis ludista”, 155-168. En Foucault y la educación, editado por Stephen Ball. Madrid: Morata. Bustamante, Guillermo. 1998. Evaluación y lenguaje. Bogotá: Sociedad Colombiana de Pedagogía. Castro, Edgardo. 2004. El vocabulario de Michel Foucault. Buenos Aires: Prometeo-Universidad Nacional de Quilmes. Castro, Santiago. 2009. Historia de la gubernamentalidad. Bogotá: Siglo del hombre. CEPAL. 1990. Educación y conocimiento, ejes para la transformación productiva con equidad. Santiago: CEPAL Delors, Jacques. 1993. La educación encierra un tesoro. Informe de la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI. Madrid: Santillana-UNESCO. Foucault, Michel. 2008. El gobierno de sí y de los otros. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 2006. Seguridad, territorio, población. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 2004. Nacimiento de la biopolítica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 2000. Defender la sociedad. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 1994. Hermenéutica del sujeto. Madrid: La Piqueta. Foucault, Michel. 1990. Tecnologías del yo. Barcelona: Paidós. 182

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Pasar

o no pasar de año: cuando la decisión depende de uno mismo

Maria Cecilia Tosoni1 Nadie ignora hechos tan banales. Pero el que sean banales no significa que no existan. En presencia de hechos banales nos toca descubrir –o intentar descubrir- los problemas específicos y quizás originales que conllevan. Michel Foucault (Omnes et Singuratim)

En los últimos años, han cambiado muchas experiencias escolares. La escuela no es como antes. La nostalgia de esta afirmación evidencia una desazón hacia el presente, y una incertidumbre frente al futuro. Hoy nos encontramos con una escuela diferente: se han modificado la rigurosidad del uniforme, las formas de control y sanción, la ‘autoridad’ del docente, el control de los cuadernos, la promoción o no de los alumnos; los pupitres fueron reemplazados por mesas y sillas, el uso de nuevas tecnologías hizo su debut. La escuela, nuestra vieja institución disciplinaria, es igual pero distinta. En este punto, nos parece importante tomar como eje de análisis dentro de la experiencia educativa: la promoción escolar. Intentaremos abordar ese hecho ‘banal’, para problematizar el carácter disciplinario de la escuela actual. Sobre este hecho ‘banal’, centraremos nuestra atención para intentar descubrir problemas o mejor dicho para delinear algunas problemáticas que dejan ver nuevas formas de constituirnos como sujetos en el ámbito educativo. Si nos detenemos en el día a día escolar, vemos que distintas experiencias escolares no pueden encuadrarse sencillamente en el disciplinamiento como dispositivo de poder, sino que se ‘quiebran’ algunas de sus técnicas. Tradicionalmente, el examen se reconocía como instrumento privilegiado de disciplinamiento escolar (Foucault, 1989: 189); ya que combina la inspección jerárquica con la sanción normalizadora, y legitima la diferenciación al interior del grupo clase y la promoción de los alumnos. El maestro califica los conocimientos, y también al propio sujeto, establece una línea, delimita lo aprendido, como contracara también produce conocimiento sobre el sujeto y decide sobre él (Foucault, 1989: 197). «Pasar o no pasar de año» en el sistema escolar es el resultado de la evaluación permanente del sujeto, configurado como objeto de saber y de poder por el docente. La escuela igual pero distinta En esta escuela igual pero distinta advertimos el último aspecto de la evaluación toma otra forma. Nos encontramos algunos elementos disciplinarios se presentan modificados. El relato de Nancy es elocuente: A mí la maestra de 7° me dijo, Ud. chárlelo con su hijo, por lo que ha faltado tanto, y vean si quiere pasar de año o repetir, porque no tiene los conocimientos que hacen falta para el secundario. Yo lo 1 Magíster, Facultad de Educación Elemental y Especial, Universidad Nacional de Cuyo (Argentina).

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hablé con mi hijo y le expliqué que era mejor que repitiera. Si no sabía, no podía pasar. (Registro de campo 4 de diciembre 2013).

Indagaremos, pues, a partir de esta experiencia escolar cómo elementos de disciplinamiento, propios del examen, se reorganizan en una dinámica distinta, ya que pasar o no pasar de año depende del alumno o su familia. En la experiencia narrada, el proceso de enseñanza/ aprendizaje ha sufrido una ruptura, por ausencia o por incapacidad, el niño no tiene los conocimientos ‘indispensables’ para pasar a otro ciclo de la educación. El docente es consciente de ello, sin embargo, su promoción a otro nivel educativo no depende de lo aprendido. En la experiencia de aprobación o desaprobación ahora diferenciada de la calificación de aprendizajes, una nueva relación de poder se establece. La asimetría entre el docente y el alumno se diluye, no es el primero quien toma la decisión sobre la promoción sino que la deja al niño y a su familia: “vean si quiere pasar de año o repetir”. La exclusión de la promoción es resultado de la decisión de la madre y eventualmente del niño “A mí la maestra de 7° me dijo, Ud. chárlelo con su hijo”. Tenemos aquí lo nuevo, la decisión depende del subordinado; el niño y su familia tienen la ‘opción’, la posibilidad de elegir, entre la promoción o no. Pasar o no pasar de año depende de él mismo, de la propia familia. En este punto, nos parece importante detenernos, ya que muestra un quiebre de la experiencia disciplinaria. El docente frugal: “vean si quiere pasar de año o repetir” En la situación la docente presenta la promoción como una decisión “vean si quiere pasar de año o repetir”. Mostrada como libertad, una nueva sujeción se cristaliza. ¿Qué implican ambas elecciones, pasar o no pasar, con la condición expresada “porque no tiene los conocimientos que hacen falta para el secundario”. Si el alumno y la familia optar por promocionar, seguramente el año próximo deberán enfrentar el hecho de la carencia de conocimientos necesarios, aunque ahora se pase por alto. Si optan por el contrario por que el niño repita, hoy se expone al ‘desprecio’, pero tal vez el año próximo alcance los conocimientos que hoy no tiene. Pero detengámonos en lo que la elección implica para quien la propone: la docente. ¿Por qué delega en la familia del chico la decisión? si sabe “que no tiene los conocimientos que hacen falta para el secundario”. En este punto, nos parece importante recalcar el tipo de intervención, una «intervención autolimitada». Ya que tiene los elementos para excluir al niño y no lo hace, lo presenta como alternativa: “vean si quiere pasar de año o repetir”. El docente, que advierte en el ejercicio disciplinario del examen la carencia de conocimientos de alumno frente a sus compañeros, no decide la separación del grupo que promociona, opción a la que está habilitado. Lo que hace es simplemente limitarse, autolimitarse, a exponer la situación ante su familia y concederles la oportunidad de elegir. La «intervención autolimitada» del docente, minimiza su actividad, lo convierte en un docente frugal, que enseña, califica pero no promociona. La decisión última, la que condensaba el ejercicio del saber y la disposición sobre el otro, se modifica.

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Tenemos entonces una nueva vinculación entre el docente y el alumno, que entendemos, responde a lo que Michel Foucault llama ‘ratio gubernamental’, una nueva manera de ejercer el poder, un gobierno frugal. Caracterizado por el cálculo estratégico de intervenciones por parte de aquel que pretende gobernar a los otros (Foucault, 2007: 26). No es un ejercicio del poder que sea limitado externamente, o que deba ser más o menos legitimado por un pacto para actuar, se trata de un ejercicio que se limita según lo que conviene o no hacer. “Toda esa cuestión de la razón gubernamental crítica va a girar alrededor del ‘cómo no gobernar demasiado’.” (Foucault, 2007: 28). Así, el ejercicio de la ratio gubernamental consiste en una práctica y una racionalización de esa práctica dirigida a una intervención frugal pero exitosa en términos de alcanzar los efectos deseados. Este ejercicio supone una verdad, un conocimiento sobre el comportamiento de los otros, un saber de la naturaleza de las cosas que posibilita los resultados esperados. Y ahora el problema va a ser: ¿gobierno bien en el límite entre demasiado y demasiado poco, entre ese máximo y se mínimo que me fija la naturaleza de las cosas, esto es las necesidades intrínsecas de las operaciones del gobierno? Esto, el surgimiento de ese régimen de verdad como principio de autolimitación del gobierno, es el objeto del que querría ocuparme este año (Foucault, 2007: 36).

Este régimen de verdad, del que habla Foucault, implica un acoplamiento de una serie de prácticas y discursos (Foucault, 2007: 37) que conforman el dispositivo de saberpoder. En este caso la biopolítica se organiza como una práctica concreta de gobierno, racionalizada en por discurso liberal que presenta las decisiones como intervenciones autolimitadas en una constelación de intereses individuales, en nuestro caso en el corazón de una práctica disciplinaria. El alumno y su familia como ‘homo oeconomicus’ Volvamos a nuestro caso en el ámbito educativo, el docente deja en manos de la familia y del niño la decisión sobre su promoción a otro nivel educativo. No es la suya una decisión que normaliza sino una intervención autolimitada posibilita el despliegue de los intereses presentes en el momento mismo de la promoción. Las opciones a sopesar por parte del chico y su familia son, ni más ni menos, que un cálculo de intereses a futuro. La inserción de esta película fenoménica del interés en cuanto constituyente de la única esfera o mejor, la única superficie de intervención posible del gobierno es lo que explica esas mutaciones que deben referirse, como ven, al reordenamiento de la razón gubernamental (Foucault, 2007: 66)

En la situación educativa relatada encontramos el despliegue de intereses a propósito de la promoción del alumno. La decisión más o menos previsible de la familia y del niño entra en un campo de probabilidades que el propio docente genera en el acto de ofrecer la elección. Se rompe una práctica disciplinaria para pasar la por la grilla de inteligibilidad del cálculo de intereses y la irreductibilidad individual de la decisión (Foucault, 2007: 292). Se trata pues de considerar al otro y a sí mismo como individuo, capaz de decidir por sí lo que le conviene o no hacer. “Es una persona cualquiera o, en fin, se lo trata como 187

a cualquier otra persona que invierte en una acción, espera de ella una ganancia y acepta el riesgo de una pérdida” (Foucault, 2007: 292). La promoción del alumno, decisión ineludible del docente en una práctica disciplinaria se convierte en una práctica de gubernamentalidad, en la medida en que el docente interviene frugalmente, autolimitando su actuación a la evaluación y dejando al propio niño y su familia la decisión de pasar o no de año. Es aquí donde el niño y su familia tienen derecho a decidir, donde aprenden: a evaluar sus intereses, si les convienen pasar sin saber, o no pasar para aprender; a ponderar la angustia y la experiencia de éxito. Aprenden en definitiva a ser la última instancia de decisión sobre sí, se convierten en individuos, en sujeto de interés. Se trata, por lo tanto, de elecciones individuales irreductibles e intrasmisibles para el sujeto. Este principio de una elección individual, irreductible, e intransmisibles ese principio de una elección atomística incondicionalmente referida al sujeto mismo, es lo que se llama interés (Foucault, 2007: 313).

Es la modalidad del homo oeconomicus, la que se inserta en el centro de una práctica disciplinaria. Tenemos entonces la novedad de una práctica gubernamental en el viejo contexto disciplinario escolar. En esta práctica el docente ejerce un gobierno frugal, autolimitado. Esto conlleva necesariamente incorporar la duda a la actuación docente, ¿hasta dónde intervenir? Supone el cálculo en sus decisiones en términos de intereses propios y ajenos: ¿qué consecuencias traerá mi decisión?, ¿en qué momento es mejor tomarla?, ¿qué debe decidir ella?, ¿qué y cuándo traspasar la decisión al niño o su familia? “… y le expliqué que era mejor que repitiera. Si no sabía, no podía pasar” ¿Contraconducta? Para finalizar, nos parece importante, analizar la respuesta peculiar de la madre del niño. Ella ‘explica’ a su hijo que «no puede pasar» porque «no sabe». Lejos de la especulación que le propone la docente para tomar la decisión, la madre opta por retomar el criterio de la evaluación de los conocimientos alcanzados. En su explicación al hijo, atravesada por la obviedad, se esconde, un criterio que entronca específicamente con el ejercicio del poder disciplinar escolar, la promoción depende de la calificación de los aprendizajes. Ella es quien decide, en función, del criterio con que debería decidir el docente. En este punto nos preguntamos en qué medida esta respuesta la acción y las palabras de la madre constituyen una contraconducta (Foucault, 2006: 237). Evidentemente, su respuesta implica un rechazo a la propuesta de evaluación de los intereses puestos en juego. Una respuesta activa. No se excusa, no deriva la decisión, no lo charla con el niño. Toma la posta que le delega la docente. No es, simplemente, una ‘inconducta’, es una acción decidida de rechazo (Foucault, 2006: 236). Por otra parte, su argumentación no se refiere al cálculo de medios y fines, ingresar en el secundario, terminar con el grupo, participar de eventos de egreso, etc; se refiere específicamente al aprendizaje. No quiere que su hijo alcance la promoción de cualquier manera, debe saber para pasar de año (especificidad no autónoma) (Foucault, 2006: 232). 188

Advertimos en la respuesta de la madre una contraconducta, ya que rechaza activamente y específicamente una propuesta de gubernamentalización, en el sentido que ingresar en una dinámica de evaluación de intereses por parte del niño y su familia. Se aplicaría aquí la definición: “contraconducta en el sentido de lucha contra los procedimientos puestos en práctica para conducir a los otros.” (Foucault, 2006: 238) En este caso generados por la propia docente. Resumiendo podríamos decir, que esta percepción bastante banal, que sostiene que hoy la escuela es igual pero distinta, deja ver una nueva problemática. A partir del análisis de una situación particular, la promoción escolar, presentada como decisión del alumno y su familia podemos advertir como una nueva forma de ejercicio del poder, la gubernamentalidad, se ha instalado en medio de una práctica disciplinaria. El docente gubernamentaliza la situación desplegando ante el niño y su familia una constelación de intereses para que ellos decidan. En lo que era la instancia de exclusión disciplinaria, el momento de decisión sobre el otro, el docente se autolimita y propone la decisión última a los interesados, al alumno y su familia convertidos en sujetos de interés. Frente a esta situación, la madre realiza una acción decidida y específica de rechazo, en virtud del criterio de los conocimientos aprendidos por el niño. Cabe, finalmente, preguntarse por la percepción del niño sobre esta situación, a la que el relato de Nancy no nos permite acceder. En este sentido, pensamos que sería importante conocer cómo los niños perciben estas situaciones, desde que palabras las piensan. Es decir, preguntarnos cómo y en qué medida estas experiencias son la condición de posibilidad de su saber de si, cómo y en qué medida posibilitan la construcción de su identidad en el cruce de técnicas disciplinarias, y prácticas gubernamentales. Referencias Bibliográficas Foucault, Michel. 2007. El nacimiento de la biopolítica. Buenos Aires: FCE. Foucault, Michel. 2006. Seguridad, territorio, población. Buenos Aires: FCE. Foucault, Michel. 1990 “Omnes et Singulatim: hacia una crítica de la ‘razón política”. En Tecnologías del yo y otros textos a fines. Buenos Aires: Paidos. Foucault, Michel. 1989. Vigilar y castigar, el nacimiento de la prisión. Mexico: Siglo XXI.

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Producción de Subjetividades Políticas en la Institución Escolar chilena en el marco de la Gubernamentalidad Neoliberal Marcela Bornand1 y Marcelo Pérez2

Un esbozo contextual: escuela y gubernamentalidad neoliberal Durante la dictadura militar en Chile se desarrollan un conjunto de políticas educacionales que, a través de la privatización y mercantilización estructural del sistema educativo, terminaron por desmantelar el Estado Docente y la Educación Pública3 en Chile, (Ruiz, 2010). Con esto se instala una racionalidad económica e instrumental de gobierno educativo que termina por administrar y regular totalmente la vida de los centros escolares (Foucault, 2007: 67). Cabe mencionar que, por una parte, la reforma educacional de los años 90’ tampoco cuestiona el desarrollo de las racionalidades políticas y tecnologías neoliberales ya instaladas en dictadura, sino que éstas son reforzadas en la determinación y regulación interna de las articulaciones discursivas y prácticas que configuran procesos de subjetivación y construcción de lo real en la cotidianidad escolar. Y por otra, el neoliberalismo no implica sólo privatización, sino muchas veces construye alianzas hegemónicas con formas de neo-conservadurismo en el terreno de las políticas educativas4. Por ejemplo, los procesos de «descentralización curricular», han terminado por fortalecer los sistemas nacionales de control y estandarización del currículum nacional evaluado. Este último sólo busca la reproducción de elevados estándares de ‘conocimiento sólido común’ y servil al desarrollo de la economía nacional, devaluando el conocimiento contextual, popular y crítico (Apple, 2001). Además, las políticas y reformas educativas, al redefinir el rol y vínculo del Estado con la institución escolar, han reconceptualizado también la idea de sujeto inmersa allí. En el escenario de una escuela gerenciada bajo la discursividad de la eficiencia y eficacia del logro académico, profesores y estudiantes son concebidos –y por tanto administradoscomo capital humano. De esta manera, durante los últimos 40 años de desarrollo del neoliberalismo en Chile se han ido tejiendo nuevos procesos de gobierno y subjetivación escolar, los cuales van de la mano de la instalación de esta nueva racionalidad que buscando el gerenciamiento de las conductas desde una lógica de organización fragmentaria, libra a las escuelas –bajo el argumento de la descentralización– a una «aparente» autogestión de sí. 1 Académica DEP. Facultad de Filosofía. Universidad de Chile, Profesora de Filosofía Liceo Experimental Manuel de Salas. Universidad de Chile. 2 Académico Departamento de Educación. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Chile. 3 Por todo esto, Chile se convierte en escenario de un experimento educativo radical, en el cual se impone un modelo de financiamiento de la educación consistente en un sistema de subvenciones estatales portables («vouchers»), donde el Estado no sólo promueve la creación de colegios privados, sino su financiamiento al mismo nivel que los establecimientos municipales. Comienza así despiadada competencia entre colegios privados y municipales por captar estudiantes y recibir la subvención estatal (Friedman, 1980). Todo sobre el supuesto de que esta competencia regularía la calidad educativa de los establecimientos (Cornejo, 2006). 4 “El ámbito de la educación es un ámbito donde las fuerzas combinadas de neoliberalismo y neoconservadurismo han ido en ascenso” (Apple, 2001: 6).

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Procesos de subjetivación política en la escuela neoliberal Hoy existe una ficticia disonancia cuando a nivel discursivo educativo, se instalan teórica y discursivamente principios y valores democráticos, que implican sujetos capaces de insertarse en lo «público» pero al mismo tiempo, adaptándose a los salvajes procedimientos de administración de la vida instalados por el gobierno del mercado. Y a la vez, en la acción se establecen y circulan prácticas y formas de actuación, que van constituyendo una cultura escolar instrumentalizada, fragmentaria y basada en la competitividad. Se trata del currículum oculto de la escuela neoliberal, a través del cual circulan una serie de discursos, prácticas y ritos que se cristalizan, reproducen y regulan efectivamente las realidades escolares (Pérez y Sacristán, 2002: 22). Así, la escuela como institución estratégica en la extensión de saberes y tecnologías de producción de sujetos, trasluce por un lado, algunos mecanismos de subjetivación5 en el escenario de la gubernamentalidad neoliberal6, y por otro, aquellas fugas, luchas y contradicciones que acontecen en esta forma de administración de las complejas realidades escolares (Foucault, 2007). Veamos tres escenarios a modo de ejemplo: Escenario 1: sistemas de evaluación de la calidad Si comprendemos un estado de dominación como aquella relación de poder estructurada por niveles superiores de control, mediante juegos de castigos y coerciones a la voluntad de los sujetos, en la institución escolar chilena la principal tecnología gubernamental es el sistema de evaluación. A través de este no sólo se busca el gobierno de la conducta de los sujetos que allí interaccionan, sino más bien la introyección de una cierta racionalidad política que, penetrando en los campos discursivos, orienta los sentidos y acciones cotidianas de los sujetos en las comunidades escolares7. La evaluación representa una tecnología disciplinaria que –invisibilizando el podervisibiliza al individuo a través de la identificación, clasificación y el castigo. Así, a través de la vigilancia jerárquica y sanción normalizadora cumple con el objetivo de imponer ‘necesidades de aprendizaje’8 y del cambio conductual en los sujetos, controlando tanto al individuo como a la población institucional (Foucault, 1998: 189-190). 5 Es importante aclarar que entenderemos la idea de subjetivación en relación a la producción de sujetos, lo cual dentro de la perspectiva foucaultiana desplaza una visión esencialista de éstos, y enfatiza el carácter histórico de la subjetividad en tanto proceso situado y configurado al interior de relaciones sociales complejas, en una incesante mecánica del poder (Foucault, 1992). 6 En tal sentido, en la escuela es posible advertir fácilmente la doble significación de gubernamentalidad, en tanto nos llama a pensar la relación que se da entre el gobierno y lo gobernado, y a su vez, los procesos de producción social de ‘mentalidades’ que son configuradas y reguladas a través del Estas últimas nos direccionan a entender el ámbito de lo micro político dentro de la escuela, donde a través de prácticas cotidianas y procedimientos naturalizados y ritualizados, las autoridades de la escuela gobiernan la conducta de los sujetos e instrumentalizan su subjetividad con determinados fines. Así, la noción de tecnología de gobierno establece una relación entre formas de saber y ciertas prácticas claves en la construcción y conducción de subjetividades. 7 Nikolas Rose y Peter Miller definen las racionalidades políticas como campos discursivos de configuración cambiante, en cuyo marco se produce una conceptualización del ejercicio del poder. Las racionalidades políticas de las que aquí se habla son racionalidades preponderantemente prácticas, orientadas a resolver los problemas mundanos que se les presentan a los sujetos que intervienen en cada ejercicio concreto de poder (Rose y Miller, 2008). 8 Desde la perspectiva de Foucault, la creación e imposición de necesidades resulta uno de los objetos de saber privilegiados por el examen. (Foucault, 1998). Retomando esta aclaración, Nicolás Angelcos agrega: “Como vemos, la imposición de necesidades por partes del sistema institucional hacia los sujetos constituye un núcleo altamente problemático, pues, desde una perspectiva foucaultiana, dicha imposición es la base misma de los procedimientos de control ejercidos por el poder, resultando, por tanto, como un efecto de poder” (2008: 22).

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Los sistemas de evaluación nacional como el SIMCE o el SNED entre otros, no buscan comprender ni a los sujetos ni los sentidos de sus acciones, sino sólo producir conocimiento técnico a nivel distributivo de los individuos en examen; supervisar la producción del trabajo e imponer criterios que instalan cierta administración de las acciones de los sujetos, instaurándose así una única regularidad del saber-hacer escolar, anulando toda admisión a la diferencia9 (Angelcos, 2008). De este modo, en Chile los sistemas de evaluación docente y de los establecimientos educacionales comportan la perversa perfección de ser un mecanismo disciplinario y un dispositivo de seguridad a la vez. Disciplinarios porque ejercen una fuerza centrípeta de control y ejercicio del poder que «impide en detalle, que no deja hacer» una pedagogía otra, una pedagogía crítica, contextualizada y emancipadora. Y dispositivo de seguridad, en tanto al organizar y regular, «deja hacer» cada vez más según la racionalidad de gobierno neoliberal, apoyándose en los detalles, y sin prescribir directa o explícitamente, se va instalando una suerte de autogestión productiva que regula todo accionar en las realidades escolares (Foucault, 2007: 66-69). Escenario 2: ‘administración’ de la violencia en la escuela El mal denominado «Bullying» marca comunicacionalmente la última década, y sirve de justificativo para desplegar una serie de dispositivos de «control» sobre los focos de conflicto en las escuelas. Donde, lo conflictivo se sitúa en coherencia con antiguos sistemas autoritarios, de abuso de poder, de control y disciplinamiento, que además conviven y se complementan con nuevos mecanismos, por ejemplo, las denominadas redes de apoyo que derivan en tratamientos psicológicos, inserción en proyectos deportivos, asistencia social, etc. Una escuela de estas características lo único que hace respecto a la violencia es contenerla y administrarla mediante sistemas normativos punitivos, volviéndola latente e individualizándola, porque lo que se apacigua es la violencia pero no el conflicto mismo. Entendamos que lo que hay detrás, es un problema sociocultural del neoliberalismo que instala una exacerbada atomización basada en la competencia como medio de consecución de objetivos individuales e individualizantes. Muchas veces la política de enfrentamiento de situaciones violentas tiene que ver con lo preventivo, es decir, una especie de «alerta temprana» frente al potencial desorden que podría provocar la subjetividad desbordada de las fronteras de gobierno y administración. El mantenimiento del orden, del control social y el miedo al caos inciden en el modo de vivenciar las experiencias cotidianas y en ese sentido cabe el disciplinamiento, la censura y la represión. Esta forma política de encaramiento de la posibilidad de un sujeto, futuro ciudadano violento, permite que se elaboren sistemas y mecanismos que administran y gestionan preventivamente, con la finali9 Otra característica de los sistemas de evaluaciones es la pretensión de objetividad que estas ostentan. Lo cual instala formas de saber y hacer validadas en el amparo positivista de la cientificidad neutral y aséptica. Empero, tal discurso olvida que justamente la posibilidad de evaluar viene de la mano del poder que otorga el mismo despliegue del procedimiento. El evaluador es quien establece los criterios sobre lo que es «»normal», «adecuado» o «deseable», imponiendo valores escasamente cuestionados.

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dad de neutralizar sujetos potencialmente violentos y peligrosos para la «seguridad pública»10. Escenario 3: el Consejo Escolar y los Centros de Alumnos11 Como parte de la implementación de la reforma educacional, el MINEDUC crea, según decreto N° 24 del 25 de Enero 2005, el Consejo Escolar12. Este es concebido como una instancia donde los distintos estamentos de la comunidad educativa se encuentran para autogestionar su mejora. Están pensados como espacios de diálogo y participación con un mínimo de representantes: sostenedor, director, profesores, estudiantes, apoderados y actualmente los asistentes de la educación. Empero, el Consejo Escolar carece de toda herramienta decidora y resolutiva, debido a que esta prerrogativa queda en manos del sostenedor, quien tiene la facultad de delegarla en el consejo si así lo quisiese. En general las instituciones educativas han asumido, por decisión de la autoridad, la modalidad de consulta y no de resolución13. Así, queda reducido al mero intercambio de información sobre las propuestas o actividades que realizan los distintos estamentos. Se instala así, un gran confesionario en que surge espontáneamente la información desde los integrantes del consejo. Un reflejo más del simulacro democrático con escenografía consensual, y de la sobre-regulación de la participación, simbolizada en un espacio donde se impone el poder institucional del sostenedor, jefe, dueño, emprendedor o propietario. El Consejo Escolar es finalmente un ejercicio de rendición de cuentas a la autoridad, que luego sirve para la administración eficiente y gobierno de la población escolar mediante decisiones, normas y dictámenes validados por la supuesta participación democrática representativa. Paralelamente, en muchos establecimientos el Centro de Alumnos adopta la modalidad de una democracia representativa, esto hace que se eleve como gran evento el rito o acto electoral anual, donde los estudiantes concurren y eligen a su directiva para luego desplazarse a su cotidiana individualidad14. Sólo los representantes son llamados a ocuparse de la vida pública estudiantil. La característica principal de esta modalidad representativa, 10 Un claro ejemplo de esto fue el Sistema de Alerta temprana de Violencia Escolar SATV, implementado por la División de Seguridad Pública del Ministerio del Interior en conjunto con el Ministerio de Educación en algunos sectores específicos de la Región Metropolitana, V región y región del Bío Bío. Este sistema, mediante test y fichas de vaciado de información, establecía numéricamente qué estudiantes podrían ser potenciales sujetos violentos o víctimas de violencia. Aquí el discurso se construye y constituye a partir de la estrecha relación entre poder y saber. En este sentido los discursos cientificistas no se refieren a objetos, los constituyen construyendo un significado social que también produce subjetividad. El Estado y los aparatos administrativos necesitan saber, necesitan construir un discurso que termine constituyendo realidad. La estadística (los datos del estado) culmina en procedimientos de administración de las personas. De ahí el interés del Ministerio del Interior, específicamente de la División de Seguridad Pública, respecto a saber sobre la violencia escolar en Chile cada dos años desde el 2005. 11 Para mayor información, véase: (Pérez, 2007). 12 Los «Consejos Escolares», se instalan siguiendo ejemplos de instancias similares de países como Brasil, El Salvador, Canadá, Inglaterra, Argentina, Estados Unidos y Dinamarca. 13 Esta facultad resolutiva fue «la piedra de tope» al momento de discutir el proyecto de ley en el parlamento. La única manera en que el proyecto se aprobase con los votos de la derecha, fue entregando al arbitrio y voluntad del sostenedor la posibilidad de constituirse en una instancia resolutiva. Saquen ustedes sus propias conclusiones. 14 Los Centros de Alumnos, como espacios de participación estudiantil, se levantan como instancias de organización que se rigen por el decreto N° 524 (20 de abril de 1990, y reformado en 2006), el cual establece los fines, funciones, organización y estamentos que los componen.

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es su sistema de competencia por el poder, donde gana el que mejor ofertas políticas hace, para luego de obtener el poder, dedicarse a administrar un aparataje burocrático heredado de administraciones precedentes. Esto podría explicar la escasa participación y desinterés hacia los Centros de Alumnos, cuya gestión muchas veces se dirige a la producción y gestión de eventos que se sedimentan y distribuyen a lo largo del calendario escolar, y que forman parte de los rituales de la cotidianidad institucional. Dentro de estas dinámicas propias del sector particular y particular subvencionado, la autoridad se vería favorecida, puesto que un Centro de Alumnos administrador de actividades, mantiene los potenciales o latentes conflictos apaciguados por una organización estudiantil ideal a los ojos del sostenedor. A través de la legitimación de los Consejos Escolares y Centros de alumnos se reifica la idea de la participación política clausurada por el régimen de veridicción de la autoridad, ya sea dueño o administrador, donde toda instancia de ejercicio político está remitida a la información, consulta o reclamo15. Se invisibiliza así, el orden escolar como un organismo político complejo donde mundos sensibles disímiles conflictúan, reduciéndolo a las lógicas de la cultura política consensual y cancelando toda posibilidad de disenso, dado que quien no acuerda es gobernado a través del castigo o la marginación16. Concluyendo El régimen de veridicción neoliberal en el orden escolar chileno ha taladrado las escuelas, desplegándose a través de diversos mecanismos de subjetivación y regulación de la vida escolar, emergiendo como ‘único’ horizonte de sentido racional de los sujetos que allí se suscriben. Donde lo político queda subordinado a lo económico y las supuestas contradicciones entre lo prescrito y las prácticas de la escuela terminan asumiéndose como partes de un orden naturalizado, a-histórico, inevitable e incluso conveniente. No quedando otra opción que la adaptación del sujeto a un orden competitivo en medio de la supuesta igualdad de oportunidades y la falacia de movilidad social que oferta el sistema educativo. No obstante, existe una cierta ignorancia sobre los complejos y escurridizos procesos subterráneos que también forman parte de este entrecruce de representaciones y significados que se movilizan en las culturas escolares. La institución escolar tiene puntos ciegos que son copados por los estudiantes de un modo lúcido, astuto y desafiante, produciendo una verdadera oposición de significados con la que debe lidiar el poder instalado en y desde la institución escolar. Finalmente, nos preguntamos si acaso la producción del sujeto es un proceso totalmente consumado por el poder. Cotidianamente somos testigos y partícipes de formas de resistencia, fisuras en los procesos de subjetivación producidos, permitiendo que se levanten efectos contrarios a lo explícita o implícitamente expuesto como logro. Formas 15 Véase (Bornand, 2011). 16 “A pesar de lo que oímos en diversos ámbitos, el tipo de política consensual dominante en la actualidad, lejos de representar un progreso en la democracia, es la señal de que vivimos en lo que Jacques Rancière denomina «postdemocracia». Desde su punto de vista, las prácticas consensuales que se proponen hoy como modelo para la democracia presuponen la desaparición misma de lo que constituye el núcleo vital de la democracia” (Mouff, 2009: 36).

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de subjetivación que rechazan el gobierno de sí, objetan las categorías y regulaciones heterónomas e intentan generar estrategias de lucha, siempre en medio de la complejidad que presenta toda mecánica del poder institucional. ¿Pero aquellas resistencias, grietas en la administración de la vida y objeciones a un gobierno de sí son sólo parte del perfeccionamiento del mismo gobierno? Incluso cuando cambian sus reglas y se producen innovaciones, incluso cuando sus disfunciones, coma las huelgas o las crisis o el paro o las revoluciones políticas pueden hacer creer en una alternativa y levantar esperanzas, no se trata más que de reajustes internos y su resultado sólo puede ser la mejora de la «vida» del sistema, la única alternativa a ese perfeccionamiento de las actuaciones es la entropía, es decir, la decadencia. (Lyotard, 1987: 13)

Referencias bibliográficas Angelcos, Nicolás. 2008. Subjetividad y Política. Sobre el rendimiento sociológico de los procesos de subjetivación. Santiago: FACSO. Departamento de Sociología. Universidad de Chile. Apple, Michael. 2001. “¿Podemos luchar contra el Neoliberalismo y Neo-conservadurismo en Educación?”. Docencia 13: 4-10. Bornand, Marcela. 2011. “Escuela y Subjetividad Política. Una indagación sobre los significados que los y las estudiantes construyen en torno a su Formación Política en la Institución Escolar”. Tesis para optar al grado de magister en educación, Universidad de Chile. CEP. 1992. El ladrillo. Bases de la política económica del Gobierno Militar Chileno. Santiago: Centro de Estudios Públicos. Cornejo, Rodrigo. 2006. “El experimento educativo chileno 20 años después: Una mirada crítica a los logros y falencias del sistema escolar”. REICE - Revista Electrónica Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación 4 (I): 118-129. Foucault, Michel. 1992. La verdad y las formas jurídicas. Barcelona: Gedisa. Foucault, Michel. 1998. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. México: Siglo XXI editores. Foucault, Michel. 2007. Seguridad, territorio, población. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Friedman, Milton. 1980. Libertad de escoger. México: Grijalbo. Gimeno, José. 2005. “La educación que tenemos, la educación que queremos”, 29-52. En La educación en el siglo XXI. Los retos del futuro inmediato, editado por Francesc Imbernón. Barcelona: Graó. Lyotard, Jean-François. 1987. La condición posmoderna. Madrid: Ediciones Cátedra. Marinis, Pablo. 1999. “Gobierno, gubernamentalidad, Foucault y los anglofoucaultianos (O un ensayo sobre la racionalidad política del neoliberalismo)”, 73-103. En Globalización, riesgo, reflexividad Tres temas de la teoría social contemporánea, editado por Fernando García y Ramón Ramos. Madrid: CIS. Mouffe, Chantal. 2009. En torno a lo político. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Pérez, Marcelo. 2007. “Democracia y Educación. Una reflexión a partir del significado que le otorgan los alumnos a su participación en el Consejo Escolar y en las organizaciones estudiantiles”. Tesis para optar al grado de Magister en Educación, Universidad de Chile. Pérez, Ángel y Gimeno, José. 2002. Comprender y transformar la enseñanza. Madrid: Morata. Rose, Nikolas y Miller, Peter. 2008. Governing the Present: Administering Economic, Social an Personal Life. Cambridge: Polity Press. Ruiz, Carlos. 2010. De la república al mercado. Ideas educacionales y política en Chile. Santiago: LOM. 196

VI. Políticas de salud y drogas

Las Reformas Psiquiátricas Brasileña & Chilena y la gestión por la Libertad – una historia de los modos de gobierno en las practicas vinculadas a salud mental 1

Jimena Carrasco Madariaga 2 Arthur Arruda Leal Ferreira

Introducción Desde mediados del siglo veinte se presentan en diversos países europeos y americanos una serie de movimientos contestatarios a la psiquiatría tradicional. Estos movimientos en general llevan a cabo un análisis esencialmente político, cuestionando el asilo como piedra fundamental del tratamiento, así como la asimetría entre los psiquiatras y el resto del equipo médico, por un lado, y los pacientes, por otro. Estos movimientos han propuesto conceptos hasta entonces incompatibles con las prácticas psiquiátricas: libertad, ciudadanía y derechos humanos. Igualmente, han abierto territorios hasta entonces imposibles para los pacientes: calles, asambleas, trabajo libre, consumo, responsabilidad y autogobierno. También han permitido la entrada en juego de psicólogos, sociólogos, psicoanalistas, terapeutas ocupacionales y trabajadores sociales como nuevos protagonistas. Estas novedades se materializaron en instituciones de puertas abiertas, leyes y políticas gubernamentales. En pocas décadas, la psiquiatría se transformó de forma radical: el asilo prácticamente desapareció como dispositivo fundamental y el psiquiatra perdió su omnipotencia delante de los demás profesionales y los pacientes. Estos procesos suelen ser celebrados como verdaderas “revoluciones” que liberaron la “locura” de las cadenas de la vieja psiquiatría. Aquí proliferan las grandes narrativas históricas de estilo casi épico o casi hagiográfico. Quizás esta celebración épico-hagiográfica sea necesaria para crear y recrear disposiciones y para apoyar la batalla contra las fuerzas conservadoras de algunos sectores de la psiquiatría, que aún buscan la vuelta de los dispositivos asilares. Sin embargo, pensamos que una aproximación de inspiración genealógica puede ofrecer armas más interesantes y precisas para esta batalla, al correlacionar el proceso de reforma con una mayor variedad de prácticas gubernamentales y abrir un espacio para analizar los nuevos peligros presentes en los procesos reformistas. Lo que proponemos es abordar los procesos de reforma psiquiátrica en Brasil y Chile desde una perspectiva histórico-crítica, como la propuesta por Foucault (2006; 2007). Esto quiere decir que no se trata del relato de una secuencia de hechos precursores que legitimen el modelo, sino de una argumentación acerca de sus condiciones de posibilidad, relacionadas a procesos gubernamentales. 1 Académica Facultad de Medicina Universidad Austral de Chile. 2 Académico Instituto de Psicología de la Universidade Federal do Rio de Janeiro

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No es nuestro objetivo criticar el proceso de reforma de la institución psiquiátrica, ni defender propuestas conservadoras que la critican: estas últimas suelen utilizar las críticas a los procesos de reforma para defender prácticas de la vieja psiquiatría asilar y un control más intenso de los enfermos mentales, lo cual no compartimos. Nuestro objetivo no es poner en cuestión las directrices generales de estos movimientos, sino analizar sus dispositivos específicos en relación a los modos de gobierno implicados. Con eso esperamos reforzar una actuación más precisa del movimiento en sus aspectos políticos, especialmente dadas las semejanzas entre algunas de sus prácticas y las presentes en algunos dispositivos propios de lógicas liberales. Con estos objetivos, estudiaremos primero el concepto de gubernamentalidad, introducido por Foucault a finales de los años setenta, con especial énfasis en las técnicas de gobierno liberal. Este concepto permitiría comprender de forma más directa la transformación de las formas de “conducción de la conducta” de los considerados enfermos mentales desde la vieja psiquiatría hacia las formas reformistas. Luego, utilizaremos este marco para analizar algunos elementos de los procesos de reforma psiquiátrica en Brasil y Chile. En la conclusión, discutiremos el concepto de libertad presente en estas prácticas, abriendo un espacio de debate para nuevas formulaciones. Gubernamentalidad y estrategias “psi” En dos cursos ofrecidos a finales de los años setenta en el Collège de France y titulados Seguridad, Territorio y Población (2006) y El Nacimiento de la Biopolítica (2007), Foucault introduce el concepto de gubernamentalidad, entendido como el ejercicio estratégico de control de la conducta ajena. De forma más específica, éste es “el conjunto constituido por las instituciones, los procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esa forma específica, aunque muy compleja de poder, que tiene por objetivo la población” (Foucault, 2006: 136). Un momento decisivo en la historia de las artes de gobierno, dice Foucault (2006), se sitúa en el siglo XVI, cuando surgen los llamados “Manuales de Gobierno”. Esos manuales poseían prescripciones para los medios con los que el Estado debería administrar no solamente el flujo de mercancías, sino también la población, que así se convierte en un asunto de gobierno. Estos libros surgirán al mismo tiempo que aparecerán nuevas doctrinas y dispositivos relativos a los Estados. La doctrina, la Razón de Estado, reúne los principios que apuntan a reforzar el poder del Estado y el equilibrio diplomático. Los dispositivos se agrupan en el Estado policial, que incluye recursos para registrar y disciplinar las acciones de los individuos. En el siglo XVIII algunos pensadores, como los fisiócratas, establecen que el Estado debería limitar sus modos de actuación sobre los mercados; su argumento era que estos obedecían a un orden natural y a leyes inherentes. Sin embargo, hay un cambio fundamental en las estrategias liberales a partir de los siglos XIX y XX: si en el siglo XVIII el liberalismo se afirmaba como una crítica al Estado, a partir del siglo XIX y especialmente en el XX, pasa a ofrecer técnicas positivas de gobierno, como las propuestas por el ordoliberalismo alemán y el neoliberalismo norteamericano. Foucault (2006; 2007) y Rose (1998) sugieren que el surgimiento del liberalismo hace del dominio de la población una nueva preocupación del gobierno, que 200

requiere descubrir medios para dirigirla respetando sus códigos naturales de funcionamiento. Por tanto, se volverá absolutamente necesario el conocimiento de sus patrones de acción, de sus regularidades, a fin de conducir a los individuos como sujetos responsables. Es en este contexto donde los «saberes psi» encuentran las condiciones de su desarrollo, legitimados bajo la promesa de la cientificidad y la conducción libre de la conducta ajena. Para Rose (1998), la historia de los «saberes psi» está ligada a la historia del gobierno de una doble manera: 1) mediante las técnicas de inscripción que permitirán que las subjetividades se vuelvan permeables a las técnicas de gobierno; y 2) mediante la constitución de políticas múltiples que pretenden conducir la conducta de los individuos, aunque no solamente a través de la disciplina, sino principalmente a través de la libertad y de la actividad de estos. El mejor ejemplo del segundo aspecto es la cultura “emprendedorista” producida a partir de los años ochenta, que se afirma como un conjunto de técnicas que combinan el gobierno de los individuos con el autogobierno. Aquí la propia vida se transforma en un objeto a gobernar, como un proyecto empresarial que apunta al aumento del capital humano y la felicidad. En los trabajos de Rose y Foucault, el liberalismo es más bien una técnica positiva de gobierno que se origina en el dominio económico, pero que se desplaza poco a poco hacia la cuestión de la población en general. Estas nuevas técnicas de gobierno liberal son muy distintas a las soberanas (basadas en dispositivos legales) y disciplinares (como el Estado de Policía). Pues bien, la historia de las prácticas relacionadas con el campo de la salud mental presenta un camino singular: estas técnicas gubernamentales revelan un pasaje de dispositivos exclusivamente disciplinares (como los asilos) al ensamblaje de modos de gobierno basados en la soberanía, con formas liberales. Con esta referencia, nuestro objetivo será evaluar específicamente las técnicas gubernamentales presentes en el movimiento brasileño y chileno de reforma psiquiátrica. El análisis de las técnicas gubernamentales presentes en estos procesos de reforma se llevará a cabo a través del estudio de (a) documentos oficiales y (b) la observación de las prácticas de libertad presentes en los procesos reformistas. Este análisis se hará, considerando los modos y estilos de gubernamentalidad supuestos en estos discursos y dispositivos, para luego discutir las prácticas de libertad implicadas. Las reformas psiquiátricas Desde el inicio de la psiquiatría hasta el siglo XX lo que se observa es el fortalecimiento del dispositivo asilar y del poder psiquiátrico, apoyado por un conjunto de aparatos legales que les dotan de un amplio poder de encierro de los supuestos enfermos. Un cambio en este proceso sólo ocurre en el periodo de entreguerras. Las razones atribuidas a este cambio son muchas: la presencia de nuevas orientaciones en las prácticas psiquiátricas (fenomenológicas, existenciales y psicoanalíticas), la presencia de los psicofármacos y de la psicocirugía, la necesidad de fuerza de trabajo, la comparación de los asilos con los campos de concentración, etc. Pero desde la perspectiva propuesta, algo importante es lo que ocurre en diversos países, donde se cuestionan los asilos e, incluso, se introducen dispositivos comunitarios. Surgen reformas institucionales (las comunidades terapéuticas y las 201

terapias institucionales en Francia) y proyectos preventivos (la psiquiatría comunitaria en los EE.UU.). Sin embargo, una forma más crítica de reforma en relación a los modos de conocimiento y las instituciones psiquiátricas es llevada a cabo por la Reforma psiquiátrica italiana y por la anti-psiquiatría inglesa. En estas tendencias, se pone en escena un claro encuadre político de la cuestión de la locura. Tanto la reforma psiquiátrica brasileña como la chilena se inician en el contexto político de la democratización del Estado, a partir del fin de dictaduras militares. En el caso de Brasil esto ocurre en la década de los ochenta, mientras que en Chile en la década de los noventas. Si en Europa los asilos podían haber sido comparados con campos de concentración, en Brasil y Chile lo podían haber sido con salas de tortura. En ambos países los objetivos y los efectos del movimiento de reforma psiquiátrica han sido muy semejantes a los movimientos más radicales de reforma: buscando la liberación terapéutica del enfermo mental, han propuesto un gran número de nuevos dispositivos de “puertas abiertas” como los CAPS (Centros de Atención Psicosocial) en el caso de Brasil y los CESAMCO (Centro de Salud Mental y Psiquiatría Comunitaria) en el caso de Chile, además de residencias terapéuticas, hospitales de día, cooperativas de trabajo, etc. Un nuevo modo de gobernar por medio de la libertad y la autonomía El esfuerzo central de la Reforma Psiquiátrica brasileña y chilena es excluir las antiguas formas de gobierno de los enfermos presentes en los dispositivos asilares. Esto llega a formas de gestión soberana, como la participación de entidades públicas en la decisión de las internaciones: el Ministerio Público (Brasil, 2002) en el caso brasilero y las Secretaría Regional Ministerial en el caso chileno (MINSAL, 2005) o aún la ley antimanicomial brasileña decretada en 2001 (Brasil, 2002), o el Plan Nacional de Salud mental y Psiquiatría Chileno (MINSAL, 2006). Sin embargo, nuestra hipótesis es que junto a estas nuevas prácticas surgen formas de gobierno liberal. Esto podría verse de alguna forma como una contradicción, especialmente considerando la fuerte tendencia izquierdista presente en los movimientos reformistas. Pero como Foucault (2006) destaca, tal contradicción se resuelve teniendo en cuenta que las prácticas políticas de izquierda no han producido ninguna forma nueva de gubernamentalidad, a pesar de la novedad de sus teorías políticas. Los CAPS en Brasil y los CESAMCO en Chile, son dispositivos claves para las nuevas prácticas en el tratamiento de las enfermedades mentales y su funcionamiento se basa en una red que conecta diversos servicios con la comunidad. El sujeto de intervención en estos nuevos dispositivos debe desplazarse libre por esta red, para lo cual se le debe entrenar en ciertas habilidades necesarias para la auto-responsabilidad o el auto-gobierno (la rehabilitación psicosocial). Los pacientes serían así estimulados por los trabajadores en salud mental a obtener un papel activo en su propio tratamiento y en la construcción de relaciones sociales. Estas actividades tienen por objetivo desarrollar en el paciente “una fuerte integración social y familiar, la expresión de sentimientos y problemas, el entrenamiento de habilidades corporales, el trabajo en actividades productivas, y el ejercicio colectivo de la ciudadanía” (Ministério da Saúde, 2004: 20). 202

En los CAPS, un buen y práctico ejemplo del refuerzo de la actividad en los pacientes es el estímulo a participar en las asambleas colectivas. Aquí, el supuesto enfermo mental obtendría una posibilidad real de decidir y determinar los destinos de su propio tratamiento (Ministério da Saúde, 2004). Además de estos planteamentos presentes en documentos oficiales, es importante considerar narrativas etnográficas (Silva, 2005; Carrasco y Yuing, 2014) donde se describe claramente toda la red cotidiana de prácticas de responsabilidad contra la internación y en pro de la libertad de los pacientes. Así, saberes y prácticas “que tradicionalmente detienen concepciones diferentes y muchas veces contradictorias del fenómeno psiquiátrico, convergen hacía la responsabilización de actores e instancias sociales como camino en el sentido da desinstitucionalización de la asistencia psiquiátrica” (Silva, 2005: 144). Estos dan cuenta de una red de múltiples actores profesionales (psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, técnicos de referencia, etc.), familiares, la comunidad y el propio paciente, que por medio de promesas, acuerdos y recompensas, van creando una serie de dispositivos locales articulados en función de un nuevo imperativo de libertad. Todos estos dispositivos pueden estar muy próximos a las formas liberales de gestión, especialmente cuando son institucionalizados y se enfocan en aspectos específicos necesarios para ser considerado un individuo autónomo: la posibilidad de obtener un puesto de trabajo y las responsabilidades como consumidor y ciudadano. Fuera de estas prácticas de autogobierno quedaría el asilo, como un dispositivo restringido a los pacientes incapaces de auto gobernarse, y por lo tanto, los menos aventajados en una escala de niveles de libertad y ciudadanía. Estas formas de libertad se inscriben en lógicas de gobiernos liberales y neoliberales. Esto último se ve más claramente en Chile (Harvey, 2005), donde la implementación de la reforma psiquiátrica ha ido a la par de cambios en las políticas sociales de gobierno. Éstas consolidan las profundas transformaciones iniciadas por la dictadura militar, aún cuando ocurrieron bajo los sucesivos gobiernos de la «Concertación de Partidos por la Democracia». Un ejemplo interesante de estos nuevos dispositivos es lo que se ha denominado «Psicología Comunitaria». En Chile esta se perfiló como una disciplina académica de pre y postgrado al amparo de las políticas sociales post dictadura (Alfaro y Zambrano, 2009), aunque hace referencia a intervenciones sociales de gobierno durante la década de 1960, que consagraron la pertenencia a un territorio como la base de la cooperación, para la solución de los problemas de acceso a servicios. Actualmente, lo que se denomina «Intervención Comunitaria» en Chile no se puede entender como una formulación teórica, metodológica y/o disciplinar, sino más bien como una hibridación, entre desarrollos teóricos latinoamericanos y políticas sociales de gobierno, que reúnen una gran diversidad de prácticas de técnicos y profesionales que tienen en común un mismo sujeto de intervención: el pobre. Recordemos que para Foucault (2007), las políticas públicas neoliberales son devotadas exclusivamente a los menos capacitados, buscando posicionarlos en el cuadro de competencia social. Finalmente, el Plan Nacional de Salud Mental y Psiquiatría (MINSAL, 2006) en Chile participa de los procesos de reforma en salud por medio de la propuesta de una red mixta público y privada que diluye las acciones de gobierno y su responsabilidad. Las estrategias de gobierno se deben adaptar a mecanismos de control de la conducta de sujetos 203

libres y autónomos, para actuar en las condiciones de vida de las personas. En esta nueva relación, cobra valor la gestión que realicen los profesionales y técnicos, incluso por sobre sus «saberes psi» la evaluación de sus desempeños han sido traducidos a la contabilidad y tiene repercusiones en sus condiciones laborales. Los cambios introducidos por la reforma a la salud en Chile, tienen un objetivo claro: maximizar los años de vida productivos y saludables de las personas (Arrau, 2002). De esta forma la lógica económica se ha instalado no sólo en los medios de gestión en salud, sino que en la definición misma del objeto de gobierno en salud. Conclusión Nuestro principal objetivo no es afirmar que los actores de la reforma brasileña y chilena se han limitado a incluir la locura en una forma liberal de gestión. Antes bien, lo que nos gustaría destacar es la posible proximidad de estas formas liberales a los dispositivos reformistas, especialmente en el momento en el que éstos se institucionalizan, cuando el vigor del concepto cede espacio al automatismo de la práctica cotidiana. En este sentido es necesario recordar que las prácticas de contraconducta pueden cambiarse por técnicas positivas de gobierno, como Foucault (2006) muchas veces subraya en relación a algunas técnicas confesionales. Y que las técnicas de gobierno no existen en estado puro y distinto; siempre están mezcladas con nuestros dispositivos. Este carácter cambiante y múltiple de las formas de gobierno es un aspecto al que todo el movimiento reformista debe permanecer atento. Creemos que, en el actual contexto de modos de liberalización y tutela es crucial repensar la ciudadanía y la libertad en otro sentido: Sería necesario preguntarse si es posible crear nuevos modos de ciudadanía y libertad, fuera del horizonte de las prácticas de autogobierno. Consideramos que sería crucial despojar a la palabra «libertad» de sus modulaciones liberales, que la limitan a una práctica gubernamental de autoemprendimiento, autoconstitución y autogestión. Tal y como Larrosa (2000) ha puesto de manifiesto, es necesario “liberar la libertad” de todas estas prácticas que hacen de esta palabra algo débil. Este ejercicio es crucial para lo que Foucault denomina una “historia crítica del presente”, abriendo nuestra actualidad a otras posibilidades distintas de lo que ha sido naturalizado y cristalizado. Libertad aquí no debiera entenderse como un atributo de la naturaleza humana, sino como un efecto de prácticas críticas de resistencia y problematización de nuestras más preciosas verdades. No sería una utopía, sino una heterotopía. La libertad no es la autogestión. Por el contrario, “es un acontecimiento, una experimentación, una transgresión, una ruptura, y una creación” (Ibíd, 331). Para concluir, nos gustaría plantear una posición efectiva para los movimientos reformistas basada en este uso crítico y heterotópico de la palabra libertad: prestar atención a los problemas actuales y específicos, y poner en cuestión cualquier solución utópica para la locura, incluso cualquier solución libertadora.

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Políticas de prevenção a Aids (SIDA) no Brasil Denise B. Portinari1 Patrícia Castro Ferreira2 Simone Medina Wolfgang3 Introdução O surgimento da Aids veio atrelado a uma reestruturação dos controles dos hábitos populacionais. Se a década de 1960 ficou marcada pelas fantasias de liberação sexual, a de 1980, graças a condução social da epidemia, inseriu-se em um contexto de controle absoluto e de uma suposta higienização dos hábitos sexuais. As fantasias foram transferidas para o patamar do controle, da restrição e da moralização das condutas sexuais. O surgimento da Aids caiu como uma luva no sentido de reinstaurar um modelo de sexualidade semelhante àquele que figurava nos manuais de conduta do século XIX; o casamento heterossexual, as relações monogâmicas; nada poderia fugir a esse controle, e nesse contexto, meios midiáticos e autoridades de saúde contribuíam, cada um a sua maneira, para promover a restauração desse padrão. Um exemplo disso são as palavras do doutor Hearst (1988) que conduziu uma pesquisa sobre o percentual de risco de contágio em relações sexuais entre diferentes parcelas da população: “Melhor ainda que testes sanguíneos, diminuição do número de parceiros ou o uso do preservativo é evitar manter relações sexuais com pessoas do grupo de risco. O teste negativo não é segurança para alguém do grupo de risco” (Veja Ed.1026 – 1988). Entretanto, todo esse “recato” estaria condenado a esfera dos discursos. Na prática, a situação parecia ser bem diferente e os crescentes números ligados às novas contaminações deveriam ter provado que a imposição de “antigos hábitos” não era exatamente a melhor estratégia preventiva disponível. De fato, essa tentativa incessante de promover um controle dos hábitos sexuais, aliada à manutenção de uma sexualidade responsável/ saudável, consolidou ainda mais um modelo equivocado de prevenção e cuidado em saúde ligado ao HIV/Aids, fazendo uma espécie de equação da moralidade onde castidade + monogamia + matrimônio = não soropositividade. Se pudéssemos chamar de ‘bio-história’ as pressões por meio das quais os movimentos da vida e os processos da história interferem entre si, deveríamos falar de ‘biopolítica’ para designar o que faz com que a vida e seus mecanismos entrem no domínio dos cálculos explícitos, e faz do poder-saber um agente de transformação da vida humana (Foucault, 2008: 45).

Aparentemente, a supressão da informação, a ênfase em aspectos mórbidos e a questão do uso da camisinha como foco das campanhas serviram como paradigma fundamental da prevenção em saúde, e foi a partir daí que se desenvolveram os programas esta1 PhD Professora Adjunta, Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro. 2 PhD Tecnóloga em Saúde Pública - Fiocruz Rio de Janeiro 3 PhD Designer, e Pesquisadora em HIV/Aids, Professora UNICARIOCA.

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tais e, por sua vez, as peças de comunicação ligadas ao controle e ao cuidado das DST´s, Aids e hepatites virais. O argumento para a manutenção desse modelo é que ele promove a divulgação da informação preventiva de maneira razoavelmente constante, pois são 2 campanhas anuais: Carnaval e Dia Mundial da Luta contra a Aids. Nesse artigo procuramos estabelecer um contraponto para a problemática da prevenção às DST´S/Aids no Brasil, a partir da apresentação de novos caminhos possíveis à prevenção em saúde no Brasil, baseando-se tanto em modelos já utilizados com sucesso em outros países quanto na experiência obtida na pesquisa de doutorado realizada no Programa de Pós-graduação em Design da PUC-Rio. A materialização desse projeto pressupõe a inserção do pesquisador em design na elaboração de peças de comunicação de prevenção em saúde, desde as etapas iniciais de concepção das propostas até a aplicação das mesmas. Essa forma de atuação levanta alguns questionamentos sobre os caminhos e as possibilidades da pesquisa acadêmica em design, bem como a ampliação de suas fronteiras, aspecto que deve sempre ser pensado sem perder de vista a concretude de sua prática. Ao elaborar campanhas de prevenção ao HIV/Aids, é possível apostar na ampliação do saber (teoria) e nas possibilidades de atuação (prática) do designer para obter peças de prevenção diferenciadas que não se tratem apenas de reprodução de diretrizes médicas, mas que levem em conta também os aspectos subjetivos ligados à vivência de uma moléstia da magnitude do HIV/Aids. A experiência subjetiva na resolução dos projetos mais diversos, aliada à formação humana e multidisciplinar do designer poderiam se tornar uma ferramenta valiosa de modo a produzir questionamentos que levem a uma prevenção mais eficaz. Não só nos cuidados com o HIV/Aids, mas também no âmbito da gestão em saúde de uma maneira geral. As causas 96% dos brasileiros sabem que se pega Aids fazendo sexo. 90% dos brasileiros sabem que usando a camisinha se evita a Aids 56% dos brasileiros não comprariam verduras de um verdureiro conhecidamente HIV+”. Funcionária do Ministério da Saúde comentando sobre um questionário respondido por três milhões de brasileiros sobre Aids e educação (Conexão Repórter, 17-05-2010).

O texto acima foi retirado de um programa veiculado no SBT4 em 2010, onde uma funcionária do Ministério da Saúde se questionava sobre o conhecimento da população sobre as formas de contágio pelo HIV e o uso da camisinha. Segundo o locutor do programa os brasileiros estavam “bem informados” sobre o vírus e sobre a contaminação, afinal “96% dos brasileiros sabem que se pega Aids fazendo sexo e 90% dos brasileiros sabem que usando a camisinha se evita a Aids. Ao mesmo tempo, mais da metade dos entrevistados não comprariam verduras de um verdureiro HIV+ por medo de contaminação, o que mostra um equívoco imenso sobre as formas reais de contaminação pelo vírus. Esta pesquisa aponta para um dado muito relevante, a população brasileira absorve o conteúdo das campanhas de prevenção (peças basicamente compostas de slogans de sexo 4 Rede de TV aberta Brasileira

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seguro). Porém, esse formato não bastou para produzir uma população devidamente informada, já que 56% dos entrevistados temem se contaminar pelo contato comercial com o verdureiro, o que é sabidamente impossível se a relação com o verdureiro se estabelecer somente no momento da compra e da venda de verduras. A citação serve para ilustrar como a população brasileira, de maneira geral, possui uma noção muito precária sobre Aids e prevenção. Os dados mostram que a informação circula, mas de maneira limitada, permitindo equívocos graves como associar o contato comercial com o verdureiro com uma provável contaminação, mesmo após mais de três décadas de epidemia. Isso coloca em xeque a teoria da “população bem informada”, muito associada ao Programa Brasileiro de Combate a Aids e Hepatites virais. A informação ligada à prevenção, não circula de uma maneira regular e constante; tudo aquilo que está para além do slogan “use sempre camisinha”, se mostra como um saber muito restrito e limitado, quase indisponível à população. Muitas vezes, as pessoas não sabem como ou onde pedir ajuda, seja por não saberem onde procurar, ou, ainda, pelo fato das DST´S constituem um motivo de embaraço, fazendo com que esse tipo de dúvida, não seja discutida com o médico ou com o agente de saúde. Os equívocos e a falta de informação no que concerne à Aids apontam, sem dúvida, para um desconhecimento mais geral sobre cuidados básicos em saúde, que remete a uma certa “reserva do saber” presente em nossa sociedade, onde o saber médico [aqui não seriam os médicos, classe médica? –“onde médicos e alguns atores do estado detêm o monopólio desse tipo de informação [tipo de informação = saber médico] ] e alguns atores do estado detêm o monopólio desse tipo de informação. No caso da Aids, esse desconhecimento é acrescido dos mistérios e dos equívocos que sempre cercam a sexualidade, mesmo em nossa sociedade supostamente liberal. Sexualidade que, por sua vez, escapa ao controle do próprio saber médico, científico e racional. Nas políticas de combate a Aids, o discurso médico parece considerar os órgãos e os corpos como coisas perfeitamente reguláveis. No entanto enfrenta uma incontornável resistência: o desejo. A medicina não pode lidar com o desejo pois escapa às prescrições segundo um impulso que não é racional nem formalizável (...)Não podendo regulamentar os avatares do desejo a medicina o exclui – isto é, ele fica fora do campo do “real” –, supondo que os percursos existenciais possam ser regidos segundo convenções profiláticas, em detrimento dos fluxos das paixões, dos tesões, das intensidades. (Perlongher, 1987: 81-82)

As palavras de Perlongher dão uma pista sobre um dos porquês da grande dificuldade por parte do saber médico em lidar com a ameaça de uma doença na qual uma das principais vias de propagação é o ato sexual. É possível conceber uma prescrição médica que consiga abarcar aspectos tão complexos como o desejo e as situações tão individuais presentes nos encontros sexuais? Seria viável levar em conta todas essas nuances e elaborar uma profilaxia médica, minimamente capaz de considerar a complexidade dessas questões, esquivando-se dos tradicionais pressupostos sanitaristas, que diante de uma ameaça à saúde pública, com o porte da Aids, prescrevem uma rigorosa “higienização” dos atos sexuais? Na forma como é veiculada atualmente, a prevenção oficial se destaca como mecanismo de controle de corpos e condutas. Nesse cenário, a população se apresenta como 209

um “novo corpo: corpo múltiplo, corpo com inúmeras cabeças, se não infinito pelo menos necessariamente numerável” (Foucault, 1988: 153). Corpo esse sujeito a uma condução na qual o salutar estaria ligado à manutenção de uma massa devidamente contida e posicionada na posição mais confortável, ou conveniente à máquina estatal e aos desejos da sociedade vigente. Tendo em vista as lacunas presentes nos sistemas de prevenção oficiais utilizados atualmente no Brasil pode-se começar a esboçar diferentes caminhos que levem a uma resposta preventiva mais eficaz por parte da população. Uma demanda por complementação e um detalhamento mais cuidadoso da informação preventiva mostra-se necessário. Para a elaboração de uma proposta alternativa de prevenção, pode-se pensar em uma das diretrizes utilizadas pelo Ministério da Saúde na prevenção ao HIV pela via endovenosa, a chamada “redução de danos”5 ou (RD). A RD propõe uma prevenção bilateral e participativa, pouco restritiva e aberta a novas possibilidades. Todavia, esse modelo é pouco utilizado (ou mesmo totalmente ausente) nos cuidados ligados à contaminação pela via sexual. O conceito de redução de danos existe há mais de 30 anos. Começou na década de 1980 na Inglaterra e na Holanda, quando houve o estouro das epidemias de HIV e das hepatites. Hoje ela já está no mundo inteiro. A RD foi uma resposta de saúde pública à disseminação do HIV (…). Ao se perceber a impossibilidade de algumas pessoas em interromper o uso de drogas, foram defendidas medidas para que, ao quadro de consumo de substâncias psicoativas não se sobrepusessem problemas relacionados a outras esferas da saúde como a infecção pelo HIV, outras doenças sexualmente transmissíveis ou doenças transmitidas pelo compartilhamento de itens utilizados no uso injetável de drogas. ” (Revista diálogos, ano 6, número 6, novembro de 2009: 9)

Ao utilizar a RD como pressuposto básico, as ações de prevenção poderiam fornecer à população uma abordagem alternativa para divulgação de informação de que levasse em conta outras questões, para além das que são levantadas atualmente, como a repetição do discurso do sexo seguro e a ênfase constante no uso do preservativo, além de se manter em consonância com a política oficial de saúde pública brasileira. Os possíveis caminhos para a proposta de um novo sistema preventivo O objetivo geral de uma proposta de prevenção diferenciada é a propagação da informação da melhor maneira o possível, procurando fazer peças atrativas aos usuários e dessa forma, levando ao esclarecimento de dúvidas e informando a população. Pode-se, assim, melhorar a qualidade das peças de prevenção, por meio da disseminação da informação de forma irrestrita, contando com formatos esteticamente mais atraentes para a população. Para que esse objetivo seja alcançado, deve-se ter em mente que a prevenção não deve ser um instrumento meramente prescritivo/coercitivo e sim uma espécie de objeto de 5 A Redução de Danos é uma política pública que tem como objetivo principal reduzir os males decorrentes de práticas consideradas daninhas ou que tragam algum risco a saúde, como o uso abusivo de drogas e bebidas alcoólicas, e a pratica de sexo desprotegido entre outras. A Redução de Danos no Brasil é uma política pública autorizada e utilizada pelo Ministério da Saúde, e atualmente é a política prioritária para o desenvolvimento de ações junto a usuários de drogas que são desenvolvidas pelas três esferas de governo e também por organizações da sociedade civil.

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negociação que permita uma mediação (da forma mais equitativa o possível) entre doença e desejo. Como afirma Perlongher (1987), “trata-se de oferecer a melhor informação possível, mas afirmando simultaneamente o direito ao corpo” (78). A grande razão para a criação de um modelo preventivo “diferenciado” do utilizado atualmente é o questionamento sobre a abrangência da prevenção baseada somente nas premissas do “sexo seguro”. Ela não atende a diferentes demandas vindas das diversas camadas da população e perpetua os mecanismos de biopoder. Dessa forma, mantem-se um patamar de estigmatização e propaga-se um fluxo ligado ao movimento de controle e direcionamento dos corpos e a articulação dos mecanismos de biopoder. Segundo Foucault (1988: 152), se a disciplina agia sobre os indivíduos, o biopoder age sobre a espécie, “no corpo-espécie, no corpo transpassado pela mecânica do ser vivo e como suporte dos processos biológicos”. E sobre esse corpo-espécie, o biopoder cuida de processos como nascimentos e mortalidades, da saúde da população (doenças e epidemias, por exemplo), da longevidade etc. O biopoder é a gestão da vida como um todo. A campanha “tradicional” age como um instrumento totalizador deixando de levar em conta dúvidas mais pontuais com relação a diversas situações de risco que podem ocorrer durante uma relação sexual. Portanto, deve-se procurar levar a informação o mais longe o possível, ou seja, promover sua propagação irrestrita de forma a reduzir as redes de equívocos e a estigmatização. Durante a pesquisa de doutorado, não foram raros os relatos sobre a falta de instrumentos informativos pontuais (folhetos, palestras e afins) nas cidades menores ou mais afastadas dos grandes centros. Também são comuns as queixas sobre a dificuldade no acesso e na procura pelo material que o governo disponibiliza na internet. Mesmo quando a informação era encontrada, muitas vezes ela não esclarecia as dúvidas de forma completa e não oferecia nenhum canal para a troca de informações entre profissionais de saúde e população em geral. Para que a informação encontre ressonância, é necessário que a prevenção, tenha ela o formato que tiver, crie um canal de diálogo com a população. Isso pode ser feito através de parcerias com ONG´S, pela participação de agentes de saúde e redutores de danos em campo, e também um site com espaço esclarecimento de dúvidas. Conclusão Os problemas ligados à prevenção a Aids são antigos e persistentes. Alguns foram solucionados parcialmente, como a substituição de campanhas que incitavam o medo e o mórbido, a introdução de peças que estimulam a testagem e o incentivo ao tratamento. Além disso, a presença de alguma segmentação das campanhas por grupo social (gays, profissionais do sexo) são exemplos de melhora e uma maior flexibilidade na prevenção oficial brasileira. Todavia essa melhora não abarcou o cerne da prevenção que se manteve estagnado insistindo continuamente nas mensagens de sexo seguro, sem, no entanto, produzir os efeitos esperados. A opção pelas mensagens de safer sex nas campanhas nacionais limita as possibilidades de veiculação de mensagens com teor mais informativo e excluem outras abordagens que podem educar e esclarecer a população sobre a vivência e tratamento de portadores de HIV. Portanto, a remodelação da abrangência temática dos programas na211

cionais de comunicação em saúde e prevenção é uma necessidade latente no sentido de melhorar a resposta preventiva da população. O campo do design oferece uma abordagem holística e aposta na participação dos agentes interessados no processo de desenvolvimento de produtos, sistemas ou serviços. Trata-se de uma atividade cuja vocação é precisamente integrar conhecimento disperso, tendo em conta os valores e interesses das pessoas. Tendo isso em vista, uma campanha de comunicação de prevenção elaborada com a metodologia do design participativo pode gerar resultados mais complexos e se mostrar mais eficaz uma vez que proveria o esclarecimento gradativo de porções da população que estão carentes de informações ligadas à epidemia de HIV/Aids.

Referências Bibliográficas Bastos, F. 1996. Ruína e construção, Aids e drogas injetáveis na cena contemporânea. Rio de Janeiro: Relume-Dumará/ABIA/IMS UERJ. Perlongher, N. 1987. o que é AIDS. São Paulo: Brasiliense. Pollak, Michel. 1990. Os homossexuais e a AIDS. São Paulo: Estação Liberdade.

Revistas Jornais e programas de TV SBT. Conexão Repórter. 2010, 17 mai. Os filhos da AIDS. Programa de Televisão. Um excesso. 1985. Veja Ed.871 Abril, São Paulo. Teste negativo não é segurança. Veja Ed. 1026, Abril, São Paulo.

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Gubernamentalidad,

inmigración y salud mental: reflexiones a partir

del caso chileno

Gabriel Abarca Brown1 Presentación En las últimas dos décadas el número total de inmigrantes se ha triplicado. Según el censo realizado el año 2012, son 339.536 los extranjeros que residen en el país; lo que representa un 2% de la población general (INE, 2013). Más allá de la tasa, distante considerablemente a la evidenciada por países europeos o asiáticos, resaltan ciertos cambios que a nivel sociodemográfico se han producido en la conformación de estos grupos migrantes. La «nueva migración», como se le conoce a este creciente flujo que comenzó a mostrarse a principios de la década de los noventa, se caracteriza por su marcado rasgo sudamericano: más de un 70% de las personas provienen de países de la región. Entre ellos destacan inmigrantes de nacionalidad peruana (30,52%), argentina (16,79%), colombiana (8.07%), boliviana (7.41%), y ecuatoriana (4.82%), principalmente. El caso más emblemático de estos es el de la población colombiana, que pasó de tener 4.095 a 27.411 personas entre las mediciones censales del año 2002 y 2012 (INE, 2013). A diferencia de los inmigrantes de principios siglo XX, los que han arribado en las últimas décadas buscan mejorar sus condiciones de vida e ingreso económico a través de la incorporación a labores relacionadas con la mano de obra en áreas como los servicios domésticos, la construcción, y la industria (Tijoux, 2013; Alvarado, 2008). Son personas que, por lo general, salen de sus países no sólo con el objetivo de mejorar sus propias condiciones de vida sino que también la de las familias que dejan atrás. Sin embargo, las expectativas de mejora no se cumplirían en todos los casos. Muy por el contrario, un grupo significativo de extranjeros encuentra una serie de limitaciones -de carácter jurídico, sociales, habitacionales, sanitarias, entre otras- que los dejan en una condición de vulnerabilidad psicosocial que se traduce la mayor parte de la veces en un deterioro de sus vidas cotidianas y, particularmente, de su salud mental; instancia donde, por ejemplo, se ha evidenciado una disminución del bienestar psicosocial en relación al país de origen (Vázquez- De Kartzow, 2010). Si bien no existen datos concluyentes en materia de salud mental migrante en Chile, un estudio -realizado el 2011- sobre prevalencia de trastornos mentales en población inmigrante, nos da algunas luces al respecto. Las cifras revelan que el 14,2% de los adultos entrevistados posee algún trastorno psiquiátrico, siendo los cuadros más frecuentes el trastorno ansioso-depresivo y el trastorno depresivo. Distinto es el panorama en la población infanto-juvenil, donde la prevalencia de trastornos mentales alcanzaría el 29,3%, es decir, el doble de la población adulta. Asimismo, el 36,1% de los apoderados de dichos menores percibe que quien está a su cargo presenta algún problema de salud mental. 1 Psicólogo. Magíster en Psicología Clínica de Adultos. Docente de la Universidad de Santiago de Chile. Investigador joven del Laboratorio Transdisciplinar en Prácticas Sociales y Subjetividad (LaPSoS), Universidad de Chile.

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El creciente flujo migratorio y las tasas en materia de salud mental presentes en nuestro país invitan a interrogar las condiciones que han posibilitado esta incipiente tendencia. Específicamente, el deterioro de la calidad de vida y la merma en los índices de salud mental tanto en la primera como segunda generación de inmigrantes. En tal sentido, es a través del presente trabajo que buscaré plantear algunas reflexiones desde la óptica de los estudios en gubernamentalidad, que nos permitan aproximarnos a una comprensión general de la salud mental migrante y su administración en el Chile actual. I Una primera dimensión que me parece relevante a la hora de abordar este problema dice relación con la administración de las fronteras y la constitución de Otro-amenazante. El régimen migratorio ha pasado gradualmente de una regulación de nuestros límites en que el Estado se ha mostrado mayormente dispuesto a la recepción de inmigrantes, particularmente de un cierto «tipo» de inmigrante -el europeo de principio de siglo XX convocado a la tarea de colonizar territorios, promover progreso y por qué no, “mejorar la raza” (Tijoux, 2013)-; a negar rotundamente la entrada o permanencia de aquellos sujetos que representan un peligro para la estabilidad nacional. Este punto de inflexión fue posible, en gran medida, gracias al Decreto nº 1.094, del año 1975, creado por la Junta de Gobierno en un contexto de seguridad nacional. La ley no sólo contemplaba –y contempla hasta nuestros días- aquel “enemigo externo” que puede transgredir el orden público, sino que también a aquellos “enemigos internos” expulsados, tal como fue el caso de quienes fueron exiliados durante el periodo dictatorial y que su regreso estaba condicionado a la derogación del Decreto Supremo que había resuelto su anterior expulsión o abandono del país. La maquinaria jurídica dispuesta por el modelo de seguridad nacional en los setenta ha cumplido rigurosamente -por cuarenta años- con su objetivo de mantener la estabilidad interna a través del control exhaustivo de las corrientes migratorias. Dicho cumplimiento ha sido posible por una mayor tecnificación de las racionalidades políticas en juego, las que encuentran su materialización en lo que Crampton (2007) denomina la “frontera biométrica”, es decir, la emergencia de instancias que permiten controlar de manera eficiente el tránsito de las personas: la biometría, la capacitación de personal de aduana, las tarjetas de visitas a habitantes de lugares fronterizos, una arquitectura ad hoc, entre otros. Hemos sido testigos de cómo en los últimos años esta «nueva inmigración» ha sido vigilada de manera más -si se puede decir- «silenciosa», más sofisticada, pero siempre con un dispositivo jurídico regulador que sitúa al Otro-inmigrante como una potencial amenaza. En efecto, nos encontramos con una serie de dispositivos policiales que han construido y, al mismo tiempo legitimado, un aparataje de seguridad que cumple con el fin de, en términos foucaultianos, “defender la sociedad” (Walters, 2011). Esta vigilancia, no obstante, no ha estado exenta de caer en la criminalización y la proyección de un sinfín de «vicios» -entre ellos el alcoholismo, la prostitución, por nombrar sólo algunos- de quienes no acreditan a Chile como su país de origen. Sin embargo, estas prácticas se manifestarían de manera selectiva, focalizadas en una determinada población, a saber: la de origen latinoamericano. Son aquellos que provienen de países de la 214

región los que parecen ser objeto del reverso más obsceno de esta administración de las fronteras. La población inmigrante latinoamericana se ha vuelto proclive a una violencia desnaturalizada, a una radicalidad que tiende a despojarlos de un rostro, a anularlos en tanto Otro (Bauman, 2011b). En definitiva, al establecimiento de vínculos que carecen de toda solidaridad. Esta situación se ha visto agudizada en las últimas décadas producto del sostenido incremento del flujo migratorio latinoamericano. De norte a sur se escuchan reclamos sin mayor asidero que tienden a responsabilizar a los extranjeros de actos que promueven el desorden social: la delincuencia de los colombianos en la ciudad de Antofagasta; las “malas costumbres” de los peruanos de la Plaza de Armas de Santiago; o la prostitución de inmigrantes dominicanas en la austral ciudad de Punta Arenas, son sólo algunos de ellos. En síntesis, la actitud de «culpar a los inmigrantes», poco a poco, se ha vuelto un hábito de la realidad nacional, cuestión que, siguiendo Bauman (2011), no es más que una acción con alcances globales que responde a una forma de situar en la figura del Otroamenazante, el malestar social. Es en último término, el anudamiento de la seguridad personal con el desorden y violencia pública. II Un segundo aspecto que considero relevante para el análisis de la salud mental en población migrante, y que no es en lo absoluto ajeno a la regulación de una política migratoria en nuestro país (Jensen, 2008), apunta a la vida cotidiana de los extranjeros que residen en Chile. Específicamente, la cotidianidad de las familias provenientes de algunos países latinoamericanos. Una multiplicidad de prácticas racistas y discriminatorias, que por lo general responden a una “pigmentocracia” (Lipschütz, 1975), a un “prejuicio de color” -para plantearlo en términos de Balibar (1991)-, reproducen aquello que el proceso de construcción de la identidad chilena ha intentado dejar atrás: lo indígena (Larraín, 2001). El cuerpo del inmigrante es visto como su carta de presentación. En él se deposita el racismo enraizado en la sociedad chilena por décadas, estableciendo -tal como señala Foucault (1976)- cesuras en el continuo biológico que permiten reproducir jerarquías en lo social. El “inmigrante” -que nos remite al sudamericano- se diferencia del “extranjero” -cuyo sólo significante nos evoca al europeo- en que es percibido como inferior, de menor estatus en la estructura social. Así, la identidad chilena toma distancia del inmigrante y postula a cierta similitud biológica de tinte europeo que la legitime. En el caso de los niños, particularmente, el racismo se materializa en la discriminación que sufren sus familias y comunidades -muchas veces tildados de «cholos», «indios», o «negros»- y cuyos efectos operan a nivel de la representación que tienen de sí y la comunidad chilena (Tijoux, 2013b). Lo anterior se refleja particularmente en un estudio realizado por la UNICEF el año 2004, que revela que los niños inmigrantes perciben negativamente sus rasgos y expresan una valoración positiva de los rasgos corporales de los chilenos. En reiteradas ocasiones, los niños son objeto de maltratos físicos y psicológicos que, por un lado, desfavorecen su integración a las nuevas comunidades, y por otro, afectan su 215

estabilidad emocional (Stefoni et al., 2008), dando paso a la aparición de sentimientos de abandono y angustia. III Por último, una tercera dimensión que considero relevante para comprender el estado actual de la salud mental migrante en nuestro país, es la relación existente entre la población inmigrante y los servicios de salud. Si bien el año 2008 se resolvió la creación de un grupo especializado en materia de salud sanitaria de población migrante y refugiada, a la fecha, dicho trabajo no ha tenido como resultado el diseño de políticas globales de intervención. El estado de avance muestra sólo algunos estudios de factibilidad para la implementación de programas a nivel local. En términos amplios, algunos estudios abocados a esta temática han revelado discriminación por parte de los agentes de salud hacia los inmigrantes, quienes permanentemente son «etnizados», definidos según el modelo de discriminación y exclusión social que comúnmente se atribuye a los residentes de origen peruano (Liberona, 2012). En salud mental, específicamente, los extranjeros encuentran barreras de carácter administrativo/legal -condición de legalidad/ilegalidad; falta de conocimiento del sistema y los procedimientos- y de carácter cultural que les impide acceder a una atención de calidad (Alvarado, 2008). Ante las dificultades en el acceso a atención en salud mental, se han generado una serie de dispositivos alternativos que podríamos situar dentro de las coordenadas de lo que Fassin (2007) describe como humanitarismo, vale decir, un campo más amplio de gobierno en el que la racionalización de la actividad de servicio promueve la puesta en marcha de agentes, procedimientos y técnicas. En otros términos, el gobierno humanitario es la administración de recursos humanos en nombre de un principio moral más elevado que ve en el alivio del sufrimiento el mayor valor (Fassin y Rechmann, 2009). Así, somos testigos de cómo diversas ONG(s), instituciones que trabajan al alero de distintas iglesias, centros de salud mental de universidades, entre otros, proporcionan prestaciones en salud mental a la población migrante; cubriendo así con un espectro de producción biopolítica no contemplado por las prácticas de gobierno de los organismos estatales. La falta de atención que ha recibido la salud mental de la población inmigrante respondería a la ausencia de una política migratoria que permita no sólo focalizar los análisis y acciones en los aspectos comúnmente abordados de estos procesos: demográficos, económicos, etc. (Walters, 2013); sino que también administrar las consecuencias que a nivel subjetivo conllevan los movimientos migratorios. Es decir, relevar aquellos aspectos que tienden a ser desplazados de los análisis macrosociales, como es el caso de la salud mental y, particularmente, de la salud mental en la población infanto-juvenil. Conclusiones Es a parir de las tres dimensiones abordadas en este trabajo -aspectos legales; racismo y vida cotidiana; y relación entre inmigración y atención en salud mental- que se 216

vuelve necesario acudir a la evidencia producida por países con mayor experiencia en la materia que argumentan a favor de la importancia de generar aproximaciones integrales en salud mental migrante. Por un lado, es prioritaria la existencia de buenas prácticas a nivel estatal, reflejadas en derechos y políticas de salud específicas para migrantes. En Chile, el marco legislativo vigente es el anteriormente mencionado Decreto de 1975. Si bien se han iniciado discusiones legislativas con tal de modificar esta normativa -por ejemplo las iniciadas durante el 2013- estas han pasado de posicionar al inmigrante como alguien potencialmente peligroso a alguien potencialmente productivo. El inmigrante como “mano de obra barata”. Por otro, igualmente relevante es la adscripción a recomendaciones internacionales por parte de los servicios de salud -por ejemplo: la “Amsterdam Declaration” de 2004 o la CLAS del 2000- así como también una formación de los funcionarios de la salud que les permita sobrepasar barreras socioculturales y de lenguaje (Mladovsky et al., 2012). Vale decir, una formación que contemple una dimensión transcultural en salud mental (Moro, 2002). Referencias Bibliográficas Alvarado, R. 2008. “Salud mental en inmigrantes”. En Rev. Chilena de Salud Pública. Vol 12 (1): 37-41. Balibar E. & Wallerstein, E. 1991. Raza, nación y clase. México: Siglo XXI. Bauman, Z. 2011. Daños colaterales. Desigualdades sociales en la era global. Buenos Aires: FCE. Bauman, Z. 2011b. Miedo líquido: la sociedad contemporánea y sus temores. Buenos Aires: Paidós. Crampton, J. 2007. “Maps, Race and Foucault: Eugenics and Territorialization following World War I.” En Crampton, J. & Elden, S. (eds). Space, Knowledge and Power: Foucault and Geography, Aldershot: Ashgate. Fassin, D. 2007. “Humanitarianism: A Nongovernmental Government”. En Feher, M. (ed.) Nongovernmental Politics, New York: Zone Books, 149-160. Fassin, D. & Rechtman, R. 2009. The empire of trauma: An inquiry into the condition of victimhood. New Jersey: Princeton University Press. Foucault, M. 2000. Defender la sociedad. Buenos Aires: FCE. INE. 2013. Censo 2012. Instituto Nacional de Estadísticas. Gobierno de Chile. Jensen, M. 2008. “Inmigrantes en Chile: La exclusión vista desde la política migratoria chilena”. En Temáticas migratorias actuales en América Latina: remesas, políticas y emigración, ALAP, Brasil: Trilce. Larraín, J. 2001. Identidad Chilena. Santiago: LOM. Liberona, N. 2012. “De la alterisación a la discriminación en un sistema público de salud en crisis: conflictos interétnicos a propósito de la inmigración sudamericana en Chile.” En Revista Ciencias Sociales 28/segundo semestre 2012. Lipschütz, A. 1975. El problema racial de la conquista de América. México: Siglo XXI. Mladovsky, P.; Ingleby, D.; McKee, M.; Rechel, B. 2012. “Good practices in migrant health: the European experience”. En Clinical Medicine, Vol 12, nº 3, p. 248-252. Moro, M.R. 2002. Parents en exil. Psychopathologie et migrations. Paris: PUF. Stefoni, C.; Acosta, E.; Gaymer, M.; Casas-Cordero, F. 2008, Niños y niñas inmigrantes en Santiago de Chile. Entre la integración y la exclusión. OIM, Santiago: Universidad Alberto Hurtado.

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Tijoux, M.E. 2013. “Niños(as) marcados por la inmigración peruana: estigma, sufrimientos, resistencias”. En Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, vol.20, nº61, enero-abril, 2013, p.83-104. Tijoux, M.E. 2013b. “Las escuelas de la inmigración en la ciudad de Santiago: Elementos para una educación contra el racismo”. En Polis. Revista Latinoamericana. Vol. 12, nº35, p.287-307. UNICEF. 2004. Los prejuicios de los niños, niñas y adolescentes. Santiago de Chile. Vázquez- De Kartzow. 2010. “Nuevos actores de la epidemiología en tiempos de globalización”. En Agar Corbinos, L. (coord.) Migraciones, salud y globalización: entrelazando miradas. Santiago: Editorial Biplano, OIM/OPS/MINSAL, Walters, W. 2013. “Foucault, migrations and borders”. En Materiali foucultiani, vol. II, nº3, p.201-2013. Walters, W. 2011. “Foucault and Frontiers: Notes on the Birth of the Humanitarian Border” En Bröckling, U.; Krasmann, S.; Lemke, T.; (eds), Governmentality: Current Issues and Future Challenges, New York: Routledge.

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Gubernamentalidad y política de drogas: Continuidades e inflexiones Mauricio Becerra Rebolledo1

Asistimos a un momento de inflexión en la gubernamentalidad sobre los vehículos de ebriedad. Tras décadas de haberse declarado la guerra a las drogas, ocurre una mudanza en la gubernamentalidad sobre las drogas. En Estados Unidos hay 21 estados con leyes relativas a la marihuana medicinal y en 14 de ellos se ha descriminalizado el cannabis de una u otra forma (Bewley-Taylor et. Al., 2014: 29). En Uruguay a partir de diciembre de 2013 se permite el autocultivo, la compra de una cantidad regulada en farmacias, la existencia de clubes de cannabis y el uso por razones médicas. Posibilidades similares existen en España, Italia, Luxemburgo y Portugal, país en donde se descriminalizó el uso, la adquisición y la posesión para uso personal de todas las drogas en 2001. El enfoque patologizador y prohibicionista que rigió el último siglo está en retirada, balbuceándose nuevas formas de gestión. Entendemos por gubernamentalidad el conjunto constituido por las instituciones, los procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esa forma bien específica, aunque muy compleja, de poder que tiene por blanco principal la población, por forma mayor de saber la economía política, y por instrumento técnico esencial los dispositivos de seguridad (Foucault, 2006: 136).

Revisaremos primero el modelo en retirada, sus efectos respecto de la gubernamentalidad y la producción de subjetividades; para luego la economía de los nuevos discursos, con la correspondiente emergencia de nuevos estilos de comportamiento en un contexto de hegemonía neoliberal en las sociedades post fordistas. Nos vamos a concentrar en el cannabis debido a que es la primera sustancia prohibida sobre la que está operando una transformación en la racionalidad del discurso dominante y haremos especial énfasis en las experiencias de Chile. No estoy intentando describir un proceso que sea coherente u homogéneo, sino más bien generar un mapa de los desplazamientos teóricos de la gubernamentalidad que se está gestando. Enfoque hegemónico en retirada Hasta ahora el uso de modificadores de la conciencia opera a partir de tres ejes discursivos: Un discurso médico-clínico-sanitario-terapéutico; otro discurso jurídico-penalcriminológico y un tercer discurso, policial-represivo (Sepúlveda, 1997). Si por un lado tenemos a un usuario de drogas reducido a una dimensión patológica a partir de la noción de que cualquier uso de drogas no médico es «abuso», su envés mantiene la noción de una cruzada contra el tráfico a la que se convocó durante décadas a la sociedad toda. 1 Periodista. Magister en Historia de las Ciencias de la Salud en la Casa Oswaldo Cruz COC-Fiocruz, Rio de Janeiro, Brasil. Doctorando en el programa de Historia de las Ciencias, Universidad Autonoma de Barcelona.

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Dichos ejes discursivos produjeron dos subjetividades. Por un lado el toxicómano, producido en la clínica médica y cruzado por un discurso de «rehabilitación» cuyo horizonte es el abandono total de consumos de moduladores de la sensibilidad. El otro efecto es el traficante, cuya imagen actualiza y da cuerpo a la noción de un enemigo social. Respecto de la primera figura, en las primeras décadas del siglo XX el estamento médico chileno se preocupó a partir de la internación forzada de usuarios de morfina y cocaína de describir las señales físicas de los cuerpos de estos desde una mirada médico patológica, para producir un saber sobre la toxicomanía y convertir el uso de alteradores de la percepción en enfermedad (Becerra, 2009). El estamento terapéutico erigió en la figura del adicto su legitimidad discursiva codificándolo y estabilizándolo como patología mental a intervenir en el espacio sanatorial. El régimen de veridicción impuesto en este campo de saber permitió así sobre esa base político-epistémica de la terapéutica, indexar el objeto o problema drogas, lo que “lo vuelve asible, representable. Es decir, deviene en objeto de gobierno” (Sepúlveda, 2011: 126). El enfoque criminológico a su vez es efecto de la prohibición. Desde que a principios del siglo XX fueron colocadas bajo un régimen de ilegalidad, sustancias como la cocaína, la morfina y, a partir de la década de 1930, el cannabis, diversas sustancias cuya única relación era provocar efectos en el ánimo o en la sensibilidad, reducidas a la palabra «drogas», devinieron en un mercado irregular. La prohibición logró muy bien producir el tráfico, ya que ésta crea en torno de sí un campo de prácticas ilegales que se reproduce a sí mismo. El mercado de las drogas declaradas ilícitas se sostiene gracias a un sistema de utilidad económica que sólo es posible bajo la prohibición ( Davenport-Hines, 2003: 477). En el caso particular del cannabis, la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961 clasificó al cannabis entre las sustancias prohibidas más peligrosas y se decretó que no tenía valor terapéutico. En Chile si bien hay decretos con fuerza legal sobre drogas desde 1926, el consumo de vehículos de ebriedad devino en «problema drogas» en los comienzos de la post dictadura. La estrategia de inteligibilización del «problema drogas» por parte de las agencias estatales fueron estudios epidemiológicos de población, siendo su principal producto las encuestas bianuales sobre «prevalencia» realizadas por la Comisión Nacional para el Control de Estupefacientes (Conace) desde 1994. El horizonte dominante fue la pretensión médica del cuerpo sano y “el sueño político de la comunidad pura” (Sepúlveda, 1997), ideario empujado por las convenciones internacionales sobre drogas a partir de la década de 1990. Así tenemos que el objetivo definido por la Convención Sobre Drogas de Naciones Unidas celebrada en 1998 apostaba por “Un mundo libre de drogas”. Como vamos a evidenciar, estos enfoques están en retirada por inconsistencias a nivel epistemológico en el campo de pensamiento. La discusión actual sobre la despenalización del cannabis es posible entenderla dentro del «campo de luchas científicas» (Bourdieu, 1999). La lucha por el monopolio de la competencia científica y de apropiación de la autoridad científica atraviesa la disputa sobre el cannabis, presentándose hoy un cuadro en el que tienen mayor densidad empírica, con sus correspondientes efectos de verdad, los usos terapéuticos del cannabis y los estudios críticos desde las ciencias sociales respecto de los discursos patologizadores. Se podría decir que el capital científico que sustentaba el prohibicionismo fue despilfarrado. El universo semántico patologizador y criminalizador 220

dominante durante décadas está siendo superado por otras matrices discursivas que están disputándoles el sentido sentando una nueva economía. En la última convención de la JIFE por primera vez desde 1961 se reconoce que debe actualizar el saber denominado como «científico» respecto de la marihuana. Intentaremos historizar el enfoque científico en ascenso sobre el cannabis. Inscripción del cannabis en el laboratorio El cannabis es una de las plantas no alimenticias de cultivo más antiguo, proporcionando una fuente de fibra, alimentos, aceite, medicinas y psicoestimulante desde tiempos del neolítico (García et. Al., 2012: 213). La codificación científica del cannabis diferencia hoy tres especies. La cannabis sativa fue clasificada por Carl Linnaeus en 1753; la cannabis índica por Jean Baptiste Lamarck en 1783 y la cannabis rudelaris por Dmitri Erastovich Janischewsky en 1924 (Geller, 2007). El colonialismo y el capitalismo atraviesan la historia de las drogas en Occidente. El historiador Henrique Carneiro destaca que la pimienta, el clavo de olor, la canela, el tabaco y el azúcar son parte importante en el comienzo del sistema capitalista mercantil durante el siglo XVI, generando mercados a través del intercambio de los productos de estímulo sensorial. Una variedad de drogas se desparramaba por el mundo como mercaderías llave de un nuevo valor, sustancias fetiches por su cualidad estimuladora de los sentidos, que junto al oro y la plata inauguran el mercado mundial. “Desde su propia génesis el mercado mundial organiza como uno de sus principales intercambios el comercio de drogas” (Carneiro, 1994: 43). En un proceso posterior, desde que Friedrich Wilhelm Sertürner en 1806 aisló como principal compuesto activo del opio la morfina, la química de síntesis se abocó a la tarea de definir el compuesto activo que provoca los efectos de las plantas usadas como remedio o embriagantes. En 1859 se alcanzó por primera vez el aislamiento del alcaloide de la hoja de coca por Albert Niemann y en 1874 de la morfina se aísla la heroína. Respecto del cannabis, científicos que acompañaban la invasión de Napoleón a Egipto fueron los primeros europeos occidentales que intentaron capturar desde el estilo de pensamiento científico los efectos de los compuestos de la marihuana. Silvestre de Sacy y P.C. Rouyer publicaron artículos sobre los cannabinoides en una revista médica francesa en 1809 (Geller, 2007: 32). También llaman la atención para los occidentales las propiedades narcóticas de la planta (García et. Al. 2012, 214). Ya en 1841 el médico irlandés William Brooke O’Shaughnessy publicó un artículo en el periódico Transactions of the Medical and Physical Society of Bengal, editado por la Medical and Physical Society of Calcutta, dedicado a derivados de la marihuana, denominados como cannabinoides. En 1843 en Gran Bretaña, John Clendenning estudió usos clínicos de los cannabinoides para el tratamiento del dolor crónico y la abstinencia de alcohol. En la época el presidente de la Asociación Médica Británica, Sir Robert Christison, recomendó para el tratamiento de (entre otras cosas) el tétanos y el alivio del dolor. (Geller, 2007). La publicación que tendría más resonancia seria la del psiquiatra Jacques-Joseph Moreau en 1845: Du haschich et de l’aliénation mentale (Hachís y Enajenación Mental), donde propone su tesis de que la marihuana resulta ser una ventana a la locura para el 221

alienista, quien experimentándola puede acceder a la experiencia sensible de sus pacientes. Moreau será el que vincule el concepto de «alucinación» al uso del cannabis, descripción que penará por décadas las descripciones sobre los efectos de dicho vehículo de ebriedad. Su uso medicinal aparece en la Farmacopea de EE.UU. en 1850, lo que conllevó la inscripción de patentes comerciales. Pero producto de la escalada prohibicionista iniciada en 1937, el cannabis fue desapareciendo paulatinamente de las diversas farmacopeas: en 1932 de la Farmacopea Británica (BP), en 1942 de la de Estados Unidos (USP) y en 1966 de la Farmacopea India (García et. Al., 2012: 214). Después de O’Shaughnessy, varios científicos trataron de identificar los componentes activos del cannabis, dando nombres como cannabin (1846), cannabene (1870), cannabinine (1881) y cannabindon (1894) a las mezclas que encontraron (Geller, 2007). La operación para lograr aislar los derivados del cannabis requiere el uso de inscriptores, que son “todo elemento del montaje o toda combinación de aparatos capaces de transformar una sustancia material en una figura o un diagrama directamente utilizable por alguno de aquellos que pertenecen al espacio del laboratorio” (Latour & Woolgar, 1997: 44). Su consecuencia es la de establecer “una relación directa con la substancia original” (Latour & Woolgar, 1997: 45). De esta forma, ninguno de los fenómenos establecidos podría existir sin los aparatos del laboratorio que los hacen posibles. Se establece una secuencia de manipulaciones sobre los objetos en los que se concentra. Los instrumentos constituyen el proceso de construcción de una sustancia y el laboratorio será el único espacio donde se concentran determinados inscriptores que hacen posible una substancia (Latour & Woolgar, 1997). Lo que se buscaba era el principio activo, aquella sustancia pretendidamente pura, principal responsable de las acciones y efectos farmacológicos que posee cada sustancia. El camino abierto por la morfina y la cocaína abría esperanza para poder identificar qué es lo que tiene de propio la marihuana. La diferencia está en que la morfina y la cocaína son alcaloides, sustancias con las cuales se pueden preparar sales que tras ser precipitadas se pueden separar; el cannabis no lo es, por lo que se tuvo que esperar el desarrollo de técnicas para poder hallar el principio activo, esa sustancia pura de la marihuana. Tras dicho desarrollo se constató que dicha planta tiene más de 480 compuestos, entre los cuales unos 70 son los llamados canabinoides, producidos en exclusividad por las especies del género Cannabis, siendo identificado como el principal el delta-9-tetrahidrocanabinol, abreviado comúnmente como Δ9-THC o simplemente THC, que es el componente psicoactivo más potente de la marihuana (García et. Al., 2012: 207). Las investigaciones del bioquímico escocés Alexander Robertus Todd en 1939 y el estadounidense Roger Adams, quien publica en 1940 una extensa serie de artículos sobre los cannabinoides en el Journal of the American Chemical Society, fueron la base del conocimiento sobre el cannabis durante décadas. Adams fue financiado por la Oficina Federal de Narcóticos y produjo cannabidiol moderadamente puro y cannabinol a partir de cáñamo silvestres utilizando un proceso de extracción con éter de petróleo ideado en 1896 (Geller, 2007: 25). En el estilo de pensamiento químico contemporáneo, el proceso de inscripción tiene un momento fundacional con la representación bioquímica cuyo efecto de verdad operativo es describir los enlaces moleculares atisbados en una sustancia. En 1963 el grupo científico de la Universidad Hebrea de Jerusalén liderado por el israelí Raphael Mechou222

lam estabilizó la estructura del cannabidiol (CBD) y al año siguiente lograron aislar THC por primera vez (Klein, 2012). El logro tras la definición de la estructura molecular de una sustancia es la capacidad de sintetizarla. El grupo de Mechoulan también se abocó a definir los efectos del cannabis en el cuerpo, definiendo un grupo de receptores específicos como el sistema endocannabinoide, noción que comienza a implicarse con funciones fisiológicas en el sistema cerebral central y periférico. Es más, el grupo integrado por William Devane, Allyn Howlett, Lumír Hanus, y Aviva Breuer de la Universidad Hebrea describieron una etanolamina químico cerebral araquidonil, un neurotransmisor CB1 al que nombraron como anandamida y otro grupo de receptores en el bazo. Así se estableció que el cuerpo humano tiene dos tipos principales de receptores de cannabinoides: CB1, que se encuentran principalmente en el cerebro, y CB2, que se encuentra principalmente en el sistema inmune, particularmente el bazo (Geller, 2007). Los estudios mostraron que la interacción de los cannabinoides con estos receptores parece inhibir la liberación de sustancias nocivas y incita a la actividad neuroprotectora, y por lo tanto puede ser útil en el tratamiento de tumores y lesiones cerebrales (Geller, 2007). Diversas investigaciones dan cuenta que los compuestos del cannabis son terapéuticamente eficaces en el control de náuseas y vómitos, estimulación del apetito, espasticidad, síndrome de Tourette, dolor neuropático, esclerosis múltiple, elevación del estado de ánimo; y potencialmente útiles para prurito, glaucoma, asma, epilepsia y migraña (Flemming et Al., 2007). Por ellos en las últimas décadas una gran cantidad de investigaciones con sede institucional se ha centrado en la síntesis de los cannabinoides y sus usos terapéuticos. Así tenemos la nabilona, creado en 1985 por el laboratorio Eli Lilly y que ahora es propiedad de Valeant Pharmaceuticals; el dronabinol, THC sintético producido por Unimed Pharmaceuticals en 1986 y comercializado bajo la marca Marinol y que es hasta ahora el único cannabinoide sintético aprobado para uso médico en los Estados Unidos; y el Sativex, spray bucal con contenido de THX y CBD usado en el tratamiento de esclerosis múltiple (Geller, 2007). Otro fármaco reciente cuya autorización está ya solicitada a la FDA es el Rimonabant de la compañía farmacéutica Sanofi-aventis para el tratamiento de la diabetes y como posible medicamento para adelgazar. Los laboratorios apuestan por el boom farmacéutico que se atisba en el cannabis. Estos laboratorios iniciaron su fuerte despegue económico a partir de la década de 1930 comercializando antibióticos, antiinfecciosos y sulfamidas En la década de 1960 el negocio fue dado por la venta masiva de esteroides, testosteronas y anabolizantes. En 1966 se inventan los primeros antidepresivos que intervienen en la síntesis del neurotransmisor serotonina y que llevan hasta 1987 la invención de la molécula Fluxetine (Prozac, su nombre más famoso, del laboratorio Eli Lilly). En los años ’80 el boom está en los anabolizantes usadas en el deporte (Preciado, 2008). Entre las empresas que producen compuestos que contienen cannabis figuran Abbott Laboratories; E. R. Squibb and Sons (ahora Bristol-Myers Squibb); Smith, Kline & Company (ahora GlaxoSmithKline); Eli Lilly; Sharp y Dohme (ahora Merck); y Parke, Davis. (Geller, 2007). Si consideramos este despliegue farmacéutico en relación con el proceso de molecularización de la vitalidad inferido por Nikolas Rose (2012), asistimos al estreno de la 223

marihuana como un producto de alto capital en los circuitos de movilidad y mercancía. Su horizonte de uso no sólo está en sus cualidades terapéuticas, sino que también en la función que están asumiendo las ciencias médicas en la optimización del transcurrir vital y de las posibilidades de sensibilidad. Asistimos a nuevas maneras de gobernar la sensibilidad y la conducta producto de la autoridad material de la ciencia, su capacidad para inventar y producir artefactos vivos (Hacking, 1986; Latour & Woolgar, 1997). Quien mejor que Mechoulan, entrevistado en 2012 sobre la potencialidad de la investigación sobre cannabinoides, nos defina el horizonte respecto del uso de derivados del cannabis: Hemos comenzado a mirar algo que nadie aún ha mirado realmente a fondo: La base química para qué ocho mil millones de personas en el mundo tengan diferentes personalidades. Los mismos compuestos se encuentran en todos nuestros cerebros; sin embargo, todos se suben y bajan constantemente (Klein, 2012).

La disidencia farmacológica de las décadas recientes fue capaz de vislumbrar la mudanza en la gubernamentalidad que conlleva el desarrollo molecular de los vehículos de ebriedad. El químico Jonhattan Ott, autor de Pharmacoteon y Pharmacon, propuso una nueva ontología con hondas repercusiones respecto del uso virtual de psicofármacos. Una intervención calculada modelada por sustancias que operan a un nivel molecular cruzadas por discursos que nos constriñen a autorrealizarnos o experimentar nuevas sensaciones. Se trata de un cambio radical en el gobierno del yo que conlleva profundas transformaciones en nuestros modos de entendernos y de gestionarnos, tanto a nivel individual como colectivo. Ott intenta sentar las bases de una ingeniería psicofarmacológica, diciendo que tenemos una ‘industria del entretenimiento’ inmensa y en crecimiento –video, juegos, música, películas, deporte, televisión, revistas- que ofrece frenéticamente placeres preempaquetados; sin embargo damos la espalda a la ingeniería psicofarmacológica sobre drogas de placer, ¡nuestro verificado sendero recto hacia los deleites más profundos! (Ott, 1998: 93).

Mechoulan y Ott dan pistas de la inflexión gubernamental respecto de las drogas, operando en un grado fino de individualidad, en el que se puede modular la subjetividad por encargo. A su vez, la industria farmacéutica tomó nota hace décadas del uso del cannabis como paliativo a las medicaciones para contrarrestar el cáncer, la enfermedad que se anuncia será la de mayor prevalencia en el siglo XXI de las sociedades post fordistas. La industria farmacéutica logró ya en la Conferencia de Drogas de 1971 que los precursores y derivados del cannabis salieran de la Lista I de estupefacientes, logrando así que en 1987 el gobierno estadounidense solicitara que el dronabinol se trasladara de la Lista I a la II ((Bewley-Taylor et. Al., 2014: 156). Hoy el foco del interés de Mechoulan y otros investigadores sobre el cannabis de diferentes países occidentales es examinar y sintetizar una serie de sustancias químicas del cerebro. Las farmacéuticas de Europa e Israel están ansiosas por desarrollar fármacos basados ​​en esta investigación (Klein, 2012). “Creo que los cannabinoides representan un tesoro medicinal que espera a ser descubierto”, dijo Mechoulam (Klein, 2012), quien ya tiene inscrito a su nombre más de 25 patentes. 224

El promisorio mercado de compuestos a base de cannabis fue ya anotado por el gobierno de EE.UU., representado por el Departamento de Salud y Servicios Humanos, obteniendo en 2003 la Patente 6630507 sobre los cannabinoides. Paralelamente, las grandes farmacéuticas también han inscrito múltiples patentes de cannabinoides. “El creciente interés por la ciencia subyacente ha ido acompañado de un crecimiento en el número de fármacos cannabinoides en desarrollo farmacéutico de dos en 1995 a 27 en 2004. En otras palabras, al mismo tiempo, la Asociación Médica de Estados Unidos está proclamando que la marihuana no tiene valor médico, Big Pharma está en un frenesí de llevar decenas de nuevos medicamentos, basados en ​​ el cannabis al mercado” (Armentano, 2014: 1). El estilo molecular que conduce la mirada científica pasó de buscar las taras psicopáticas en el cerebro de los toxicómanos, preocupación de principios del siglo XX; a insertar en los circuitos del capital los estados posibles de la conciencia y la sensibilidad, inteligibilizados en términos de receptores endocannabinoides u opiáceos. Comunidades cannábicas y nuevas subjetividades Si a un nivel biológico asistimos a un nuevo horizonte de gobierno de los estados de ebriedad y de las posibilidades de experiencia de sensibilidad, ocurre otro despliegue que tiende a la superación del actual prohibicionismo y la inserción plena de las drogas en el circuito de mercancías. El mercado como lugar de veridicción y que crece creando más libertades (Foucault, 2010). Sugiero situar un punto de despliegue cuando el economista Gary Becker junto a Kevin Murphy acuñan en 1988 el término «adicción racional» para explicar el uso de drogas como una «decisión económica» (Becker et. Al., 1988). Becker, quien también teorizó sobre el sujeto como «empresario de sí mismo» y amplió las tesis neoliberales a dominios más allá del mercado, como la familia y la inmigración; reduce el uso de vehículos de ebriedad como una «elección individual racional». Dicha «elección racional» funda la anterior práctica criminalizada en una acción propia de un consumidor racionalmente individualizado, sueño político del neoliberalismo económico. Por su parte el economista de la Escuela de Chicago, Milton Friedman, cuestiona la prohibición como una intervención estatal indebida, situando las políticas prohibicionistas como un caso particular de sustitución de mecanismos de mercado por mecanismos políticos. El liberalismo como organización de los métodos de transacción. Se trata de un gobierno frugal, la razón del menor gobierno como principio de organización de la razón de Estado (Foucault, 2010). Tal inteligibilidad resulta ser una radical ruptura del sentido atribuido al toxicómano patologizado por la medicina. El problema de la voluntad, grilla explicativa de la intervención terapéutica sobre los adictos, ya no es una cualidad a reestablecer por la medicina, sino que se le da rienda suelta en un virtual supermercado de las sensaciones farmacológicas. Desbloqueo del límite a la acumulación de capital impuesto por el asilo de bebedores o las comunidades terapéuticas. En el paisaje idílico de un mercado de drogas, el nuevo capitalismo produce más inteligibilizando un consumidor racional de éstas que realiza elecciones en procura del máximo bienestar. 225

Tal como la autoridad material de la medicina es por su capacidad de fabricar artefactos vivos, la libertad es una realidad programable que también hay que fabricar. La libertad para el economista Von Hayek “es un artefacto” (Vázquez, 2009: 23). Se afloja así el paradigma represivo por una gestión neoliberal. De esta forma no hay extrañeza en que uno de los primeros en Chile en promover el fin de la prohibición de las drogas fue el economista presidente del Banco Central y del Banco de Estado durante la dictadura, Álvaro Bardón, y que en la actualidad un alcalde UDI, Rodrigo Carter, es el pionero en permitir el cultivo de marihuana medicinal en Chile. Desde que en 1974 se abriera el sistema de coffeeshops en Holanda, la sociedad civil, entendida como correlato de la tecnología liberal de gobierno, en el caso del cannabis se expresó muchas veces asumiendo el discurso del emprendedor cuando no de la defensa de sus derechos individuales a consumir. La racionalidad política de los derechos individuales utiliza las técnicas del consumo del liberalismo avanzado como formas de gobierno de sí, regulando la conducta privada y seleccionando pasiones, ansiedades, lealtades e identidades, que son colocadas en el espacio social bajo la forma de venta de bienes y maximización de ganancias (Rose, 2007: 134).

Se trata de un reordenamiento de los dispositivos de gubernamentalidad. Las bandas de traficantes de los ’90 han cedido paso a las «comunidades cannábicas». Así, en un régimen de símbolos y producción de subjetividad mediatizada, las elecciones personales de un consumidor son manifestaciones de un «yo» y de un estilo de vida únicos e irrepetibles. “El gobierno liberal avanzado es sobre todo un gobierno por subjetivación, que se apoya en las prácticas habilitadas por los propios individuos para formarse a sí mismos como sujetos de conducta moral” (Vázquez, 2009: 29). Sepúlveda comenta que los consumidores son considerados como agentes activos, en tanto exigen productos de calidad y «desean» que estos sean adecuados a sus formas y estilos de vida. Y he ahí que incluso sean pensados como consumidores/productores. Esta tendencia sería un signo claro de la habilidad, de la destreza del capitalismo, que a partir de una problematización del deseo y de la producción de las subjetividades, ha podido adentrarse y llegar a lo más profundo de las personas (Sepúlveda, 2011: 362). Hay una transición de una identidad asignada a una subjetividad de derecho, reivindicativa. Es el despliegue de una estrategia identitaria que va mudando su anterior rotulación patologizante. La co-modificación de las identidades y la instrumentalización de las pasiones a las que está asociada abren un campo heterogéneo y riesgoso: las identidades pueden ser transgresoras, las identificaciones pueden llevar a fiestas rave tanto como a estilos de vida más sanos, los artículos de consumo promovidos, como las bebidas alcohólicas o los videos, pueden identificarse con formas de conducta que en sí mismas demandan por nuevas áreas de regulación (Rose, 2007: 134).

Las nuevas identidades producidas se insertan en la idea de «comunidad de estilos de vida», definidas en términos de gustos, estilos de vestir y modos de vida. Estas comunidades virtuales son «diaspóricas» existen sólo en tanto que sus componentes están vinculados por medio de identificaciones construidas en espacios no226

geográficos de los discursos de activistas, productos culturales e imágenes mediáticas (Rose, 2007: 120). Una diversidad farmacológica que tras décadas de represión es reducida a las subjetividades neoliberales de consumo. El «usuario de drogas» como un individuo más del campo cultural de las diferencias que termina por vaciar el conflicto inherente a la libre disposición de vehículos de ebriedad en un shopping de growshop. La gestión de la pulsión a la embriaguez es más rentable que su negación. ¿Donde se conectan estas nuevas subjetividades con la molecularización? En las semillas vueltas fetiche en el mercado de growshop. Si por un lado asistimos a un proceso de privatización de germoplasmas vegetales y la producción de nuevas semillas patentadas hechas por empresas de ingeniería genética, al otro lado tenemos una «comunidad cannábica» cohesionada en torno a las posibilidades de cruces de especies que de tanto en tanto lanzan al «mercado» los bancos de semilla. ¿De qué tamaño es el mercado? El Informe Mundial sobre las Drogas 2013 estima que el cannabis lo utilizan 180,6 millones de personas globalmente, lo cual equivale al 3,9 por ciento de la población mundial con una edad comprendida entre los 15 y los 64 años (Unodc, 2013: XI). El uso de vehículos de ebriedad ya no es una contra-conducta, ahora comienza a ser una subjetividad producida. Lo que se gestionó desde tecnologías de poder radicalmente disciplinarias, prohibición y guerra a las drogas, está mudando a tecnologías autoformativas de subjetividad basadas en la libertad. “La nueva razón gubernamental tiene necesidad de libertad, el nuevo arte gubernamental consume libertad. Consume libertad: es decir que está obligado a producirla” (Foucault, 2010: 84). El estamento terapéutico fue agente central en la patologización de los usuarios de drogas y adquirió legitimidad normativa a partir de la reducción de los momentos de ebriedad a la idea de «abuso de drogas». Ahora que asistimos al repliegue de tal enfoque se puede observar un desplazamiento táctico a los usos terapéuticos. Si en un comienzo fueron de la mano de intereses políticos prohibicionistas, ahora van de la mano con la industria farmacéutica. En un régimen neoliberal gran tarea se anuncia para las industrias de subjetividad en este sentido, porque ya los dispositivos de seducción trascenderán su materialidad actual, cimentada aún en una exterioridad mediática y simbólica, para erigirse a nivel molecular. Si la medicina en las últimas décadas se amplió hasta abarcar la dieta, el ejercicio, las cirugías estéticas y la intervención sobre las mentes decretadas enfermas, comienza a vislumbrar sus pasos hacia la modulación de los estados de embriaguez. La modificación de la sensibilidad a un nivel individual ahora será un dominio más de capitalización. Ya no se trata de castigar las infracciones farmacológicas, sino que se anuncia un horizonte de gestión de los neurotransmisores y sus conexiones. Es la administración, modificación y manipulación de nuestros estados perceptivos y sensaciones por encargo. Cambios significativos se anuncian para el gobierno de las emociones. El mercado de bienes deviene en mercado de sensaciones farmacoquímicas. Tal vez la industria mediática dará paso a una industria bioeconómica dedicada a las concentraciones o equilibrios de serotonina o dopamina, en estimular determinadas conexiones neuronales y no otras, en rediseñar la secreción de los neurotransmisores 227

monoamina antes que en prótesis, en definir la dosis exacta de endocannabinoides que necesita nuestra individualidad. El bloqueo para la circulación de capital producido por la prohibición está dando paso a una industria de farmacología cosmética. Referencias Bibliográficas Armentano, Paul: Big Pharma. 2008. “Is in a Frenzy to Bring Cannabis-Based Medicines to Market”. En Alternet. http://www.alternet.org/story/90469/big_pharma_is_in_a_frenzy_to_bring_cannabis-based_ medicines_to_market. Visto en agosto, 2014. Becerra, Mauricio. 2009. “De psicosis tóxica a predisposición mórbida: Emergencia de la figura del toxicómano en Chile: 1872 – 1954”. https://www.biopolitica.cl/docs/publi_bio/Mauricio_Becerra_psicosis_toxica.pdf Becker, Gary S.; Murphy, Kevin M. 1988. “A Theory of Rational Addiction”, 675-700. En The Journal of Political Economy, Vol. 96, No. 4. Bourdieu, Pierre. 1999. “El campo científico”. En: Intelectuales, política y poder. Buenos Aires: Eudeba. Bewley-Taylor, Dave; Blickman, Tom; Jelsma, Martin. 2014. Auge y caída de la prohibición del cannabis. Amsterdam: Transnational Institute. Carneiro, Henrique. 1994. Filtros, mezinhas e triacas. As drogas no mundo moderno. São Paulo: Ediciones Xamã. Davenport-Hines, Richard. 2001. La búsqueda del olvido. Historia global de las drogas. 1500-2000. México D.F.: Fondo de Cultura Económica. Flemming, T. et al. 2007. “Chemistry and Biological Activity of Tetrahydrocannabinol and its Derivatives”, 1-42. En Topics in Heterocycle Chemistry, 10. Foucault, Michel. 2006. Seguridad, territorio, población. Curso en el Collège de France: 1977-1978, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 2010. Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Còllege de France 1978-1979. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. García Carnelli, Carlos; Cairabú, Selva. 2012. Aspectos farmacognósicos del cannabis. En Aporte universitario al debate nacional sobre drogas (varios autores)., Montevideo: Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC), Universidad de la República. Geller, Tom. 2014. “Cannabinoids: A Secret History”, 32. En Chemical Heritage, Summer 2007, Vol. 25, Issue 2, http://connection.ebscohost.com/c/articles/25388657/cannabinoids-secret-history. Hacking, Ian. 1986. Representing and Intervening. Introductory Topics in the Philosophy of Natural Science. Cambridge: Cambridge University Press. Klein Leichman, A. 2014. “The Israeli Pharmacologist Who Kick-Started Marijuana Research”. En Israel21c. http://www.israel21c.org/people/the-israeli-pharmacologist-who-kick-started-marijuana-research/. Latour, Bruno & Woolgar, Steven. 1997. A Vida de Laboratório: a produção dos fatos científicos. Rio de Janeiro: Relume Dumará. Ott, Jonathan. 1998. Pharmacophilia o los paraísos naturales. Barcelona: Phantástica S.A. Preciado, Beatriz. 2008. Testo Yonqui. Madrid: Espasa Calpe. Rose, Nikolas. 2007. “¿La muerte de lo social? Re-configuración del territorio de gobierno”, 111150. En Revista Argentina de Sociología, Año 5 Nº 8.

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Genealogía del problema drogas en Chile post-dictatorial: Discursos y prácticas de gobierno en torno al riesgo1

Mauricio Sepúlveda Galeas2 En plena expansión hegemónica del liberalismo avanzado, la palabra «riesgo» se ha vuelto omnipresente en el gobierno de las drogas. Una suerte de «pan cotidiano» conceptual de las iniciativas de prevención, cuyo uso se repite una y otra vez como un verdadero mantra, sin que sus implicancias epistémicas, ético y políticas sean cabalmente aprehendidas y menos aún problematizadas. Y es que la idea de riesgo tiende a exhibir la representación de un espacio social reducido, en la medida que transporta un habla despolitizada, esto es, en el sentido de la construcción de imágenes naturalizadas de las conductas y de la realidad social a la que alude (Lupton, 1993). Parafraseando a Michel Foucault, quien afirmará que no hay liberalismo sin cultura del peligro, hoy se puede decir que no hay neoliberalismo sin cultura del riesgo. Ciertamente, si la estimulación del temor al peligro, en cierto modo, fue la condición, el correlato psicológico y cultural interno del liberalismo (Foucault, 2009), el discurso “riesgosista” va a ser su equivalente neoliberal. En este contexto, cabe preguntarse ¿Qué racionalidades y tecnologías (medicas, sanitarias, securitarias, etc.) de gobierno se han articulado a propósito del riesgo en el campo de las drogas? El riesgo como dispositivo de gobierno Para una analítica de gubernamentalidad, el riesgo es una forma de racionalidad y una tecnología de gobierno, una manera de objetivar los eventos con el fin de hacerlos gobernables. Sobre esta base, se puede afirmar con toda rotundidad que el riesgo constituye un concepto clave en la modernidad por cuanto habría posibilitado, no solo la colonización del futuro –como posibilidad de prever y controlar eventos- sino también habría hecho posible el gobierno de las poblaciones. Esta forma de entender el riesgo como un dispositivo de gobierno se distancia significativamente de otros enfoques. Ciertamente, desde esta perspectiva (foucaultiana) los riesgos (los daños y vulnerabilidades) no son considerados como intrínsecamente reales, sino como una modalidad particular en que los problemas son visualizados, “imaginados” y enfrentados. En el caso de Chile, una lectura integrada del Planes y Estrategias Nacionales de Drogas indica que la noción de riesgos ha sido utilizada de múltiples formas: para segmentar poblaciones (grupos de riesgos), para identificar comportamientos desviados (conduc1 La ponencia está basada en los resultados preliminares de la investigación posdoctoral Gubernamentalidad en el campo de las drogas: Análisis de los discursos y prácticas de gobierno en torno al consumo de drogas entre 1990 y 2013 financiada por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT) N° 3140214. 2 Docente e investigador del Departamento de Psicología de la Universidad de Chile. Becario Fondecyt Postdoctoral.

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tas de riesgo), para identificar predisposiciones psíquicas (búsqueda y exposición al riesgo), para identificar entornos o contextos (zonas de riesgo), para monitorear logros políticos (percepción de riesgos) como plataforma analítica (modelo de factores de riesgo), así como para referir al conjunto de acciones socio-institucionales relacionadas con el manejo social y control de los riesgos (gestión del riesgo). Si bien el riesgo ha sido utilizado de múltiples formas en el campo de las drogas, desde un punto de vista genealógico, será conforme al contexto histórico, político y social, que dicha multiplicidad adquiera un determinado perfil, una determinada singularidad. En efecto, el análisis de los documentos institucionales antes señalados, permite –en parte– rastrear y reconstruir el proceso mediante el cual el riesgo ha sido incorporado en el gobierno de las drogas. En esa dirección es posible reconocer al menos cuatro momentos o fases con sus respectivos dispositivos. Al primero lo llamaremos de amenaza y peligrosidad, al segundo dispositivo bioterritorial, al tercero de hiperfocalización, y un cuarto dispositivo de regulación. Un primer momento se caracteriza por situar las significaciones del riesgo en el campo de las drogas como una amenaza polimorfa definida por su peligrosidad y de este modo proyecta el objeto drogas hacia una pura externalidad. Efectivamente, ante la ausencia de procesos de mediación tendientes a su objetivación (por ejemplo ausencia de diagnósticos sobre los riesgos y daños relacionados con el consumo de alguna droga en particular), dicha amenaza se potencia como un dispositivo generador de miedos sociales difusos. En ese marco, la significación del riesgo se acoplará tempranamente a la de peligro cuestión que permanecerá presente de forma residual hasta la última formulación de la estrategia nacional correspondiente al periodo 2011-2014. Pues bien, si en el uso convencional, el riesgo es definido en términos de la probabilidad de que ocurran sucesos o consecuencias indeseables, en esta temprana ecuación riesgopeligro (daño), el riesgo surge como resultado de la eliminación de la chance –la contingencia– ya que se afirma de que el uso de drogas invariablemente produce diversos daños y por tanto son un peligro debido a la propia naturaleza del objeto en cuestión. En consecuencia no hay riesgo de daño, el daño es un resultado cierto a corto, mediano, o largo plazo. Ahora bien, la noción de peligrosidad articula su significación a través de dos ejes. En primer lugar, a través del eje de la peligrosidad social, en tanto funciona como metáfora de la monstruosidad social asociada al sujeto usuario que amenaza con disolver el orden social (seguridad púbica) y moral (anomia). Por otro lado se articula en torno a la peligrosidad tóxica atribuida al propio objeto o fármaco, el cual sería capaz de arrebatarle el gobierno de sí (de las almas) a los propios individuaos. En consecuencia, será en el entrecruzamiento de ambos ejes de significación que la noción de peligro potencia su capacidad para producir miedos sociales difusos. En un segundo momento, en el gobierno de las drogas en Chile se le otorgará un lugar periférico a la cuestión del riesgo. Aún así, las pocas referencias a éste serán significativas por cuanto revelan la temprana emergencia de un concepto que se mostrará eficiente para el ejercicio de la gubernamentalidad, y que lejos de perpetuarse en los márgenes, en las décadas siguientes se convertirá en un concepto central en las prácticas de gobierno de las poblaciones. No solo eso, sino que además desde su temprana aplicación va adquirir un estatus tecnológico y epistémico que perdurará hasta nuestro días. 232

En efecto, en términos tecnológicos, el riesgo será utilizado como un dispositivo que va a permitir categorizar a individuos, grupos o colectivos, diferenciándolos entre “sujetos en riesgo” y “sujetos de riesgo”; es decir, diferenciar aquellos que se encuentran expuestos de aquellos que nos exponen. Por cierto, la palabra tecnología alude aquí a un conjunto de procedimientos que tiene como fin moldear las conductas de individuos y poblaciones y que tendrán como sustento el conocimiento provisto por la estadística, las ciencias sociales y epidemiología (Murillo, 2010). En este sentido, el riesgo devendrá tempranamente en un dispositivo de geolocalización diferencial de dichos grupos que permite graduar su inscripción en zonas de riesgo diferenciadas. De otro lado, en términos epistemológicos, esta segunda entrada en escena del riesgo en el horizonte del gobierno de las drogas, habría venido de la mano del modelo de los factores de riesgo, el cual supone que las conductas problemáticas son el resultado probabilístico de múltiples factores que interactúan entre sí aumentando o disminuyendo el riesgo de los individuos. Este modelo constituiría un dispositivo estratégico del causalismo positivista orientado a la instrumentalización de programas de salud ligados a la gubernamentalidad neoliberal. En un tercer momento, la cuestión del riesgo va a adquirir una posición central, constituyéndose en una tecnología de gobierno cuya performance se mostrará acorde con un nuevo tipo de racionalidad política en el campo de las drogas en la cual los vocablos estrategia –arte de dirigir un asunto para lograr el objetivo deseado– y focalización, serán fundamentales. Ahora bien, los usos antes descritos –geolocalización y modelo de los factores de riesgo– no solo tendrán continuidad en esta fase, sino que además sumarán mayor complejidad tanto en su formulación conceptual como en su aplicación técnica. Así, por ejemplo, las prácticas divisorias instituidas mediante la estimación diferencial del riesgo –población en y de riesgo– y sus operaciones de geolocalización –áreas de alto riesgo– serán el suelo tecno-político sobre el cual se va articular la geopolítica del riesgo. Conforme a ésta, si los individuos eligen ignorar los riesgos, se estarán poniendo ellos mismos en peligro de enfermar o morir, lo cual los alejará de todo rol útil en la sociedad, transformándose en una carga para el sistema de “protección” social. De otro lado, aquellos individuos que exponen directamente a otros al daño, significarán un riesgo potencial para la comunidad, lo cual merecerá su control (Lupton, 1993). Dentro de esta retórica del riesgo, se producirá una elisión entre las agendas de cuidado y las de control. En efecto, por este camino se llegará a la definición de determinadas poblaciones como riesgosas, ya no solo para sí mismos, sino que para “otros”, las cuales serán objeto de vigilancia, control y castigo, más que de soporte. Ahora bien, la distinción entre aquellos merecedores de apoyo y aquellos a los que se asegura corrección nunca será del todo nítida y menos explicitada. Por otro lado, el riesgo comienza a perfilarse como una cuestión indisociable al desarrollo psicosocial de los adolescentes y jóvenes y en menor medida asociada a las condiciones de vida de los mismos (vulnerabilidad). Surgirá una mirada hegemónica que tenderá a construir una imagen de la gente joven como una población riesgosa por excelencia, por definición o en virtud del mundo contemporáneo en el que éstos viven. Desde esta perspectiva, el discurso del riesgo y los jóvenes en el campo de las drogas delineará una heterotopía de las drogas, articulada a través de dos ficciones fuertemente en233

trelazadas; por un lado, una ficción de anomalía, simbolizada en la figura del joven angustiado o consumidor de pasta base de cocaína, el toxicómano por excelencia prototípico de la década de 1980; por otro lado, una ficción de la norma encarnada en el joven prudente u homo prudens, el hombre del riesgo cero (Garland, 2005) prototípico de las sociedades liberales conformadas por sujetos capaces de auto-regularse representada en algunos casos por el usuario recreativo de cocaína. Un individuo activo que se autorealiza intentando que sean de calidad cada una de sus decisiones. Un individuo que se hace responsable, no como ciudadano ni a través de las relaciones de mutua interdependencia, sino al cuidado de sí mismo, privatizando la gestión de su proyecto de vida (Ampudia, 2006). Finalmente, en un cuarto momento, las tendencias descritas en las tres fases anteriores tienden a profundizarse, observándose una clara consolidación del riesgo como dispositivo de gobierno. Efectivamente, el riesgo en tanto tecnología será el eje articulador en torno al cual se organizará el Know-How de gobierno en el campo de las drogas. Del mismo modo, su racionalidad política profundizará aún más su carácter postwelfarista, adquiriendo, de ahora en más, el semblante inconfundible de una racionalidad neoliberal regulativa, emergiendo dos nuevas aplicaciones del riesgo en tanto tecnología de gobierno. Excurso Mary Jane Spink y Vera Menegon (2006) reconocen en el lenguaje de los riesgos la convergencia y coexistencia de tres tradiciones discursivas. Una primera relacionada con el gobierno de colectivos cuya metáfora más utilizada será estar en riesgo. Una segunda tradición relacionada con la disciplinarización de la vida privada vinculada a la moral preventiva cuya metáfora será correr riesgos. Una tercera, heredera del positivismo de la aventura, vinculada a la economía y los deportes, cuya metáfora será correr el riesgo deseado. De acuerdo a nuestra investigación, a estas tres tradiciones descritas habría que añadir una cuarta relacionada con la monstruosidad social y el control de la población excedentaria cuya metáfora sería ser de riesgo. Metáforas posicionales que nos indican que la construcción del lenguaje de los riesgos, desde que éste se volvió objeto de gestión, se expresa de forma diferenciada dependiendo de los distintas situaciones y/o contextos en el que dicho discurso se articula, de los distintos objetos (drogas) y de los sujetos a los que refiere. En este sentido, el uso político diferencial de las distintas metáforas propuestas para cada una de las tradiciones discursivas, traza una geopolítica del riesgo constituyéndose en un práctica divisoria que permite categorizar a los individuos o grupos, y al mismo tiempo diferenciar, entre “aquellos en riesgo” y “otros de riesgo”; es decir, diferenciando aquellos que se encuentran expuestos de aquellos que “nos exponen”. Lo anterior nos hace pensar que el análisis genealógico de las prácticas divisorias trazadas a propósito de una geopolítica del riesgo en tanto dispositivo de gobierno, requeriría de una categoría complementaria que permitiera entender cómo se articula dicha diferencia. Más aún cuando no se trata de cualquier diferencia, sino de una diferencia colonial en tanto consiste en clasificar grupos de personas o poblaciones e identificarlos en sus faltas o excesos, que marcan la diferencia y la inferioridad con respecto a quien clasifica. Y es que sin lugar a dudas la geopolítica del 234

riesgo se haya “enclasada”. Más aun, cada metáfora tiene color de piel. De ahí la necesidad de avanzar hacia una genealogía decolonial del riesgo mediante la incorporación de una categoría fuerte como la de colonialidad del poder. Referencias bibliográficas Ampudia de Haro, F. (2006). Administrar el yo: literatura de autoayuda y gestión del comportamiento y los afectos. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 113, 49-75. Garland, D. (2005). La cultura del control (M. Sozzo Trads). Barcelona: Editorial Gedisa. Foucault, M. (2006). Seguridad, territorio y población. Bueno Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica. Lupton, D. (1993). Risk As Moral Danger: The Social and Political Functions of risk Discourse in Public Health. International Journal of Health Services. 3 (3). 425- 435. Murillo, S. (2010). Biopolítica, ciencia y epistemología. En Cassigoli, I., y Sobarzo, M. (eds.), Biopolíticas del Sur. Santiago de Chile: Editorial Arcis. Sepúlveda, M. (2011). El riesgo como dispositivo de gobierno en el campo de las drogodependencias: exotización, vicio y enfermedad” (Tesis de doctorado). Universidad Rovira i Virgili, España. Recuperado de: http://www.tesisenred.net/handle/10803/69361 Spink, M., Manegon, V. (2006). Prácticas discursivas como estrategias de gubernamentalidad: el lenguaje de los riesgos en documentos de dominio público. En Iñiguez, L., Análisis del discurso. Manual para las ciencias sociales. Barcelona: Editorial UOC.

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VII. Territorio, espacio público y

poder

El

turismo comunitario indígena en

Chile:

gubernamentalidad, multi-

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culturalismo y tecnologías de gobierno

Nelson Martínez Berríos2 Marina Cruz Blasco3

Introducción Esta presentación explora el emergente campo del turismo comunitario indígena en Chile (TCI), desde la racionalidad de las tecnologías de gobierno. En esa perspectiva se asume que el TCI, junto con ser una actividad que posibilita espacios de desarrollo autónomo, es también un campo de intervención, sobre el cual se ejercen distintas formas de autoridad. Esta autoridad proviene no sólo del Estado, sino de una pluralidad de actores, instituciones y organismos que, actuando de manera no siempre coordinada pero convergentemente, intervienen en la realidad de las comunidades indígenas del país a fin de que sus habitantes en forma voluntaria, individual o colectivamente, se conviertan en emprendedores turísticos tomando ventaja de las oportunidades surgidas al amparo de una creciente preocupación: por las economías alternativas, por el medio ambiente y por la diversidad cultural. Creemos, sin embargo, que si bien el TCI puede suponer avances significativos en términos de dinamización económica (Bushell y Salazar, 2009), protección del medio ambiente (Aylwin y Cuadra, 2013) y últimamente de diálogo intercultural (Skewes, Henríquez y Pilquimán, 2012), tanto en su conceptualización, difusión y posterior implementación, están implicadas verdaderas constelaciones de fuerzas no siempre identificables a simple vista que, habiendo sustituido coerción por persuasión, siguen evidenciando en parte estrategias de asimilación, conformidad, y homogeneización social. El propósito de esta presentación es analizar el TCI en Chile vis-à-vis la instalación programática del paradigma multicultural. Aun teniendo en cuenta esta delimitación de alcance a efectos analíticos, no es posible entender el multiculturalismo en forma desagregada respecto del conjunto del que forma parte y en el que también operan otras formas de ver el mundo. Las diferentes dimensiones paradigmáticas que participan en la construcción de objetos sociales como el TCI interactúan como realidades estrechamente imbricadas que existen simultáneamente en el Chile actual y se refuerzan mutuamente pero, puesto que sus objetivos y racionalidades no son siempre coincidentes ni compatibles, dan lugar también a contradicciones y efectos «disfuncionales». En esta línea, postulamos que, aun cuando los mundos de sentido en que emerge y se desarrolla el TCI están configurados -entre otros- por el paradigma multicultural (el cual sostiene que las diferencias culturales y étnicas no pueden ser fuente de discriminación u opresión y que, por el contrario, son condición necesaria para el desarrollo), el TCI pasa a ser causa y consecuencia de una 1 En esta ponencia se exponen algunas reflexiones de un trabajo más amplio que se encuentra en fase de revisión. 2 Candidato a Doctor en Geografía, Universidad de California, Davis. 3 Antropóloga, UNED, España.

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serie de procesos transformativos, algunos de los cuales se materializan en nuevos imaginarios de comunidad, surgidos al amparo de emprendimientos turísticos que se sustentan en (nuevas o preexistentes) formas de subjetivación (Boccara, 2007). La gubernamentalidad y el turismo comunitario indígena en Chile El TCI en Chile muestra un marcado carácter estratégico, programático y tecnológico. En efecto, pese a que a menudo es presentado como una opción que emerge de las propias comunidades, en rigor es principalmente un rubro fuertemente inducido por agentes externos a las comunidades, quienes con el propósito de solucionar diferentes problemas comunitarios, despliegan un extenso repertorio de intervenciones. Estas intervenciones no son únicamente el resultado de la acción del Estado, sino que provienen de un amplio espectro de actores, instituciones y organizaciones del sector público y privado que operan desde distintos centros de cálculo (Latour, 1992) ubicados en múltiples locaciones a diferentes escalas (Rose, 1993), bajo cuya acción -coordinada o no- se ejerce autoridad sobre los actores comunitarios. Esta forma de autoridad se ejerce formal e informalmente a través de variados aparatos que conforman un entramado de tecnologías de gobierno. Éstas se expresan de manera preferente –aunque no exclusivamente– en discursos que proclaman, entre otras cosas, un permanente “estado de intervención” (Rose, 1993) cuya finalidad, justificación y racionalidad resultará frecuentemente en la formulación de problemas susceptibles de ser resueltos mediante la implementación de iniciativas de turismo comunitario, las cuales una vez implementadas requerirán de nuevas intervenciones. El surgimiento de proyectos de TCI, puede ser entendido entonces en el contexto de un incesante ciclo de problematizaciones que aspiran a ser resueltas mediante intervenciones de entes gubernamentales. La gubernamentalidad es precisamente una forma de mentalidad de gobierno, entendida como la problematización continua de la vida a fin de actuar sobre ella. (Rose, 1993) Una de las características más sobresalientes de la gubernamentalidad es su permanente búsqueda de fallas. En efecto, las fallas y consecuentemente los “esquemas de mejoramiento” (Scott, 1998; Li, 2007) para rectificarlas revelan el carácter altamente programático de la gubernamentalidad, que está basada a su vez en la creencia de que un dominio específico y la sociedad entera podrían ser más efectivamente administrados. Por tanto, dicha creencia implica que la realidad es programable (Miller y Rose, 2008a), de ahí entonces que las estrategias, los planes y los programas sean las tecnologías privilegiadas para modelar la realidad en torno a objetivos deseables. Estos objetivos, pese a que en su mayoría son políticos, son presentados como técnicos. De esta forma, las fricciones potenciales de la política son transformadas en un asunto de verdad por medio de la experticia. Falla y experticia son inseparables: mientras que la falla es algo calculable, identificable y objetivable, la experticia las resuelve con la autoridad que da la ética, el desinterés y la neutralidad. Finalmente, las fallas siempre emergen junto a un catálogo de posibles soluciones, pues sin solución no hay falla. La gubernamentalidad es también una forma de poder político que actúa sobre la conducta de los sujetos por medio de una multitud de agencias, instrumentos y tecnolo240

gías, la mayoría de las cuales está mínimamente asociada a las burocracias del Estado (Miller y Rose, 2008). Sin embargo, las acciones de los individuos son alineadas con objetivos políticos mediante mecanismos indirectos que permiten operar a distancia. Para que esto sea posible, se desencadenan una serie de procesos que legitiman nuevas formas de autoridad, entre las cuales el conocimiento experto adquiere un rol preponderante (Mitchell, 2002). En efecto, es mediante este tipo de conocimiento que el TCI como un dominio se hace “operable” (Rose, 1993). El conocimiento experto es un aparato de producción de verdad, la cual a su vez se revela como un asunto técnico, como el saber hacer que hace la promesa de gobierno posible. El conocimiento experto posibilita además las operaciones de «traducción» entre autoridades y sujetos, modelando la conducta no mediante la compulsión, sino “a través del poder de la verdad, la potencia de la racionalidad y las seductoras promesas de efectividad” (Miller y Rose, 2008a: 43). De esta forma, el TCI es presentado frecuentemente como una alternativa de desarrollo económico que requiere asesoría, capacitación y seguimiento, servicios que a su vez son ofrecidos descentralizadamente. Estos servicios, si bien operan con la racionalidad del gobierno central, actúan sólo limitadamente con su intromisión: son, por lo tanto, formas indirectas de gobernar la vida de las comunidades. La gubernamentalidad es además una forma de gobierno que opera mediante un complejo y difuso ensamblaje de análisis, cálculos, instituciones, reflexiones y tácticas (Miller y Rose, 2008a) que posibilitan su ejercicio. Así, un conjunto de problemas es definido de tal forma que deba ser resuelto por varias autoridades operando simultáneamente. Estos ensamblajes conforman redes de actores que actúan recíprocamente y poseen fines similares; para hacer que estos fines sean similares, se pone en circulación un vocabulario compartido cuya finalidad es alinear intereses, objetivos y valores de otros en términos que resulten más familiares: de esta forma todos los actores implicados ensamblan sus fuerzas y son reclutados en redes gubernamentales con el objeto de intervenir la realidad. Así, por ejemplo, la retórica de la sustentabilidad (Hernández, 2011) moviliza la intervención de agencias del Estado, de ONG’s ambientalistas o de iniciativas públicoprivadas provenientes del ámbito del desarrollo, de forma tal que el turismo comunitario emerge como una opción de desarrollo sustentable susceptible de ser abordada de manera intersectorial. La gubernamentalidad, si bien potencialmente tiene la capacidad de regular todas las dimensiones de la vida, pone un marcado énfasis en las comunidades, entendidas aquí como “espacios gobernables de indigeneidad” (Watts, 2003: 24). De hecho, la comunidad y consecuentemente lo local es “re-imaginado como causa, consecuencia y remedio de la inequidad social y espacial” (Amin, 2005: 614). La comunidad constituye, desde la perspectiva de la gubernamentalidad, el medio para gobernar lo social a través de la regulada elección de los sujetos (Rose, 1993: 288). La comunidad es también un espacio carente, fallido, imperfecto, de ahí que sea el espacio privilegiado para la intervención y para la implementación de soluciones de emprendimiento. Amin (2005) sostiene que las visiones tradicionales de la comunidad asumen los siguientes supuestos: a) fuerte cohesión comunitaria, b) existencia de capital social, c) activa participación comunitaria, d) la comunidad permite circunscribir espacialmente la responsabilidad. En esta perspectiva, el turismo comunitario indígena como implementado en Chile 241

responde adecuadamente a esas visiones, ya que una vez identificado un sinnúmero de «patologías del declive local», emergen oportunidades de transformación, pero sobre todo emerge la posibilidad de crear una nueva comunidad: más activa, más participativa y más responsable de su propio destino. Finalmente, si bien bajo un esquema de creciente gubernamentalidad el Estado pareciera no tener el rol hegemónico que tuvo anteriormente en la configuración de las relaciones sociales, sería erróneo suponer que ha perdido su preeminencia en ese campo. De igual modo, las ideologías –que tuvieron un rol muy marcado en el pasado y que hoy parecieran estar en retirada– no han desaparecido del todo, sino que han mutado en formas menos coercitivas y más persuasivas. Así, aunque los aparatos ideológicos siguen siendo de dominio privado, ya no están necesariamente al servicio del Estado y responden ahora a «nuevas formas de autoridad» (Larner, 2011; Rose, 1993; Sassen, 2006). Por su parte, los rituales del reconocimiento que interpelan a los individuos para transformarlos en sujetos (Althusser, 1974), han conservado su eficacia, aunque modificando su manera de operar en un viraje que los torna más democráticos, participativos y voluntarios, lo que les permite actuar indirectamente para así asegurar la sujeción, mediante lo que Barbara Cruikshank (1999) llama “tecnologías de ciudadanía”, es decir, mediante la integración. En este sentido el TCI sería el vehículo mediante el cual los indígenas son integrados a la sociedad multicultural, cuya virtud descansa en su potencial de hacer que los sujetos decidan libremente sus opciones de desarrollo y se hagan responsables de sus vidas. La

implementación del enfoque multicultural en

C hile

La noción de multiculturalismo es compleja no sólo por su amplitud conceptual –que presenta incluso variaciones geográficas– y por sus implicaciones políticas y éticas, sino también porque sobre ella se han agregado nuevas capas de sentido que han ampliado su definición hasta el punto de convertirla en no pocas ocasiones en contradictoria y problemática. Una aproximación muy simple a este término nos remite a la existencia de “diversidad de culturas, razas, etnias, idiomas y religiones dentro del ámbito nacional” (Martín, 200:, 182). Entre los muchos autores que han contribuido al desarrollo del concepto Taylor, Kimlycka y Hall figuran como los más destacados. Cada uno de ellos, sin embargo, se aproxima al multiculturalismo desde distintos ángulos, señalando sus cualidades o sus posibles puntos de fricción respecto a otras formas de gestionar la diversidad. Por ejemplo, Taylor (1992) se pregunta acerca de los límites morales a la demanda legítima de reconocimiento político de las culturas particulares, en tanto que Kimlycka (2007 y 2009) observa el fenómeno desde su potencial para dar respuesta a las aspiraciones de los nacionalismos minoritarios. Si bien estos enfoques permiten comprender la razón multicultural como un nuevo pacto social entre grupos diversos, son de limitada utilidad para explicar la forma en que esta razón opera sobre los sujetos. Al respecto, también Kimlycka (2009: 4) proporciona una acotación al concepto que creemos sumamente útil tener en cuenta: la que lo subsume al contexto socioeconómico neoliberal. Se refiere así al multiculturalismo neoliberal como a “una etiqueta para (una serie de) teorías, ya que todas afirman que reconocer y 242

acomodar a minorías etnoculturales está en consonancia con, e incluso, es exigido por los principios básicos de la teoría liberal-democrática”. Desde una postura crítica que compartimos, (Hall, 2010: 11) sugiere que el multiculturalismo es un tipo de tecnología de gobierno que incluye “las estrategias y políticas adoptadas para gobernar o administrar los problemas de la diversidad y la multiplicidad en los que se ven envueltas las sociedades multiculturales”. Igualmente, compartimos que “el multiculturalismo no necesariamente critica ni desarticula estructuras del poder, sino que puede terminar reforzándolas o incluso ser directamente cooptado por ellas” (Martín, 2009: 184). Boccara y Ayala (2012) apuntan que el multiculturalismo llega al ámbito de las políticas públicas dentro de un contexto de corte neoliberal, contribuyendo a caracterizar al actual proceso de re-definición de la imagen identitaria de la nación chilena. Ahora bien, en el contexto político actual, la instalación del paradigma multicultural (o de otro cualquiera) no es posible sin la participación activa de la sociedad civil, una vez que es persuadida por la vía de la hegemonía intelectual (Gramsci, 1992). Pero lo verdaderamente distinto en el esquema de la gubernamentalidad, es que los individuos ya no son persuadidos, sino que son seducidos para que actúen libremente y se gobiernen a sí mismos (Foucault, 1991). De ahí que nociones de autonomía, empoderamiento y participación sean centrales en la nueva forma de gobernar lo social. En este sentido, el multiculturalismo neoliberal en tanto tecnología de gobierno, actúa como un poderoso catalizador para conducir la conducta de los habitantes de las comunidades hacia fines deseables, también mediante iniciativas de TCI. Actualmente, un número creciente de comunidades indígenas del ámbito rural en Chile, ha adoptado el turismo como un nuevo “recurso estructurador” (Gascón, 2011). Este proceso de cambio en la base de sustentación económica de las comunidades comenzó hace aproximadamente dos décadas, y en líneas generales ha transitado por dos vías: una espontánea y otra inducida. En ambos casos (también en el aparentemente «espontáneo»), se evidencia una fuerte incidencia de las leyes nacionales dirigidas a las poblaciones indígenas y de las políticas públicas orientadas a la reconversión productiva de los sectores rurales, de modo que, si bien la implicación de las comunidades en el TIC ha sido voluntaria, sería inexacto decir que se ha tratado de un proceso completamente autónomo; por el contrario, es el resultado de distintos tipos de intervenciones promovidas por una multiplicidad de agentes en el contexto de proyectos de innovación social. No obstante lo anterior, existe un abundante cuerpo de literatura que, desde distintos enfoques disciplinarios, da cuenta de casos en que el turismo comunitario indígena ha sido reapropiado y resignificado por las comunidades. Por ejemplo, Pilquiman y Skewes (2009) examinan la experiencia de las comunidades huilliche de la Región de los Lagos; Bushell y Salazar (2009), estudian el potencial turístico de las comunidades indígenas Likan Antai de San Pedro de Atacama; Skewes, Henríquez y Pilquimán (2012), analizan el caso de la comunidad mapuche de Tralcao;   Montenegro y Farías (2012) describen la experiencia de las comunidades indígenas de Mapu Lahual y Quinquén; PalominoSchalscha (2012) presenta el caso de Trekaleyin, en Alto Bío Bío desarrollado por comunidades pewenche; y más recientemente Aylwin y Cuadra (2013) analizan los desafíos de la conservación y el turismo en la comunidad pewenche de Quinquén. Todos estos casos corresponden a experiencias en las cuales las comunidades indígenas involucradas, han 243

logrado ejercer un considerable grado de control sobre la actividad turística, demostrando que el multiculturalismo también abre espacios para la rearticulación de las identidades territoriales. Reflexiones finales En esta breve síntesis hemos presentado la noción de gubernamentalidad como fundamental para explicar la fuerte relación entre el surgimiento de iniciativas de TCI en Chile y la instalación del paradigma multicultural liberal en el país. Cabe señalar que, si bien dichas iniciativas se están dando a conocer mayoritariamente bajo la etiqueta de «turismo comunitario», se trata en rigor de actividades que implican en la mayoría de los casos a comunidades indígenas, por lo que sería más pertinente hablar (desde un punto de vista analítico, académico) de «turismo indígena/étnico comunitario». La relevancia de facto del componente étnico en la constitución de lo que en Chile se conoce por turismo de base comunitaria, podría ser interpretada como una evidencia a favor de la relación positiva entre el surgimiento de esta forma de turismo y la instalación programática de un proyecto gubernamental, orientado a la alineación de los intereses de los pueblos indígenas con los del resto de la sociedad chilena. En este sentido, los proyectos que se están llevando a cabo son, entre otras cosas, un vehículo para la producción de nuevas subjetividades en el seno de comunidades étnica y culturalmente diferenciadas. Diferencias que, a la vez que son reinterpretadas ahora como fundamentales para el «desarrollo» (de las propias comunidades y de la sociedad en general), cada vez más están incorporando, también a través del turismo, la lógica cliente-proveedor. Sin embargo, lo anterior no implica que no existan en Chile experiencias de TCI que, aun cuando han sido fuertemente subsidiadas y operan con lógicas de mercado, hayan permitido verdaderos encuentros interculturales, así como el surgimiento de una nueva forma de reivindicación cultural y política de las comunidades indígenas ante el Estado, la sociedad chilena y la sociedad internacional. Aunque esta presentación no se ha centrado en este aspecto, varios estudios apuntan a cómo las comunidades «beneficiarias» de financiamientos de diverso origen no son ingenuas ante los mecanismos que articulan el aparato del desarrollo (un aparato que saben que las necesita), y de este modo, aunque son conscientes de su control político limitado, toman ventaja de las instancias participativas que se presentan en el contexto de proyectos turísticos para reivindicar otros derechos. Es en este sentido que la noción de constelación resulta especialmente adecuada para caracterizar el TCI como práctica social contingente, ya que también las motivaciones, objetivos y visiones del mundo no hegemónicos operan en su conformación. A este respecto, un modo de organizar la actividad turística como es el turismo comunitario (que reivindica a priori formas de gestión comunitaria y mecanismos de redistribución) da cuenta de cómo esta actividad vehiculiza ciertas formas de resistencia.

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Espacio público entre el vacío y la regulación María Cristina Nieto-Alarcón1

Las disertaciones presentadas en esta ponencia son un acotamiento de la monografía denominada: «Espacio público un campo para la regulación. Una revisión desde la gubernamentalidad». Este trabajo tuvo como preguntas guía: ¿cómo la instauración de una idea de ciudad, en continua modernización, hace que el espacio público se configure como un escenario de disputa? y ¿cómo se puede rastrear, en este cuestionamiento, una noción de política no tradicional, es decir que no limite el ejercicio de lo político a los confines del Estado moderno liberal? Para dar respuesta a los interrogantes presentados se realizó lectura hermenéutica sobre el espacio público y su ocupación por parte de los vendedores informales, presentes en la legislación colombiana en un periodo comprendido entre 1887, año en que se promulga el código civil, y el 2009, fecha en que se presenta la última sentencia de la corte constitucional2. A través de este archivo se rastrearon los discursos sobre el espacio público y su conexión con el ordenamiento de la ciudad, buscando identificar cómo se expresa, a través de la norma, su regulación, negociación y adopción en el marco del ejercicio del poder. La ocupación del espacio por parte de los vendedores no es un fenómeno novedoso, por el contrario lo que configura su vigencia, son los gestos discursivos que sobre dicho espacio recaen y que de acuerdo Foucault (1970), lo construyen como una unidad discursiva entendida esta como un segmento en el que diversos cuerpos se perfilan y continuamente se transforman; donde se hace posible la aparición de objetos que son recortados por medidas de discriminación, de represión, práctica o jurisprudencia, entre otras. A partir de la anterior premisa, es posible estudiar la ciudad y, en específico, el espacio público como un campo de disputa, en tanto en él se puede rastrear la disciplina y la norma que buscan regular su distribución y ocupación. Así, sobre el espacio público se construyen discursos no coincidentes; pues, en abstracto, este se define como segmento vacío, dispuesto para la movilidad, el tránsito, la conexión y el control, sin embargo, en lo práctico, es ocupado por personas concretas, con lo cual aparece la disputa por la primacía; en tanto para unos lo importante es el orden como objetivo de la modernización, mientras que, para los otros, el espacio es el medio para existir o subsistir. En ese sentido, se aplica lo expuesto por Foucault (1977) cuando señala que la policía se ocupa de objetos urbanos, en tanto trata los problemas asociados al intercambio, la fabricación, la distribución y la circulación de las mercancías; así como la coexistencia de los hombres y la circulación de estos en relación con aquellas. Lo anterior implica que una forma específica de ordenamiento de una ciudad delimitará los usos de los espacios que en ella se pueden dar, para lo cual definirá lo público y lo privado, lo permitido y lo prohibido, lo legal y lo ilegal, entre otros. En ese sentido, tal 1 Psicóloga, Magister en Investigación de problemas sociales contemporáneos. Universidad Central. Colombia. Docente Universitaria. 2 Se revisaron trescientos quince documentos, con un número aproximado de cuatro mil folios.

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como lo plantea Salcedo (2010), una concepción geométrica del espacio lleva consigo la idea euclidiana del mismo con propiedades universales establecidas a priori, lo que tiene como consecuencia que el vacío debe ser llenado con un acto de ocupación, de apropiación o de dominio, a partir del cual, arbitrariamente, la Ley define si es legal dicha ocupación. Por tanto la presencia de vendedores informales en ese espacio vacio, modifica esa abstracción y se inicia un juego discursivo de visiblización/ocultamiento, donde aparecen diversos objetos entre los cuales está la ocupación y el uso, sobre los cuales se aplican tanto dispositivos de disciplina como de seguridad, aunque no de manera lineal y separada, es más, en muchos casos aparecen combinados. En dicho sentido, con la ocupación se evidencia un péndulo entre la prohibición y la regulación, con lo cual los sujetos específicos en los discursos sobre la ciudad y dicho espacio van encontrando un lugar de legitimidad, ejemplo cuando sus actividades se asocian con acceso a la lectura (V.g. Ferias del libro) o con artículos culturales (V.g. Mercado de las pulgas). Sin embargo persisten sujetos de la exclusión como los vendedores informales que aún no encuentran la legitimidad de su actividad económica, evidenciando con ello que el problema ya no es la ocupación del espacio público, sino la posibilidad de su regulación, control y cuantificación de quienes pueden irrumpir en ese supuesto vacío. Esta variación, -que, en el sentido histórico no es sincrónico sino diacrónico- se puede leer a través de la gubernamentalidad, en tanto ésta permite descomponer las herramientas utilizadas por el Estado para implementar las estrategias de regulación, las transformaciones de ambas partes para surtir el proceso biopolítico de gestionar la fuerza de trabajo y los altibajos del proyecto modernizador. De acuerdo con Haidar (2005) el enfoque de la gubernamentalidad desplaza el análisis del poder político desde el campo de la dualidad moderna Estado-sociedad civil hacia el estudio de su racionalidad, arte de gobierno, como una manera de pensar en la naturaleza de su ejercicio (¿quién puede gobernar?, ¿qué es gobernar?, ¿qué o quién es gobernado?), capaz de convertir la gobernanza en algo concebible y factible, tanto para aquellos que la practican como para los sujetos sobre las cuáles se ejerce. Así pues, se parte de reconocer que la política y sus expresiones no se limitan a las relaciones, clásicamente definidas, entre un Estado y una sociedad civil claramente identificables, que interactúan en clave de derechos; más se supone que: primero, el Estado ya no es el actor principal, ni autónomo de la vida política y segundo, que hay posibilidades de redefinir el orden de lo instaurado, tal como lo muestra el ejemplo de la ocupación que los vendedores informales realizan en el espacio público de la ciudades. En esta misma línea de pensamiento se sitúa Chatterjee (2008) quien señala que ese Estado no fundante conlleva la desaparición de formas tradicionales de intermediación política, en tanto sustituye la ideología de los derechos universales por demandas concretas y particulares; proceso por el cual se presenta el ocaso de organizaciones configuradas en torno al trabajo, mientras se da un auge de colectivos centrados en torno a muchas otras variables. Es así que, el Estado ha tenido que pasar del lugar de la interpelación de un grupo de ciudadanos homogéneos hacia la exigencia de unas poblaciones fragmentadas, a las que denomina la «sociedad política», la cual es el objeto principal en la formulación de políticas públicas, al tiempo que aparece como el interlocutor en el desarrollo de mecanismos para la negociación directa. 248

Al respecto, Lechner (2000) propone una ciudadanía que puede denominarse «instrumental» por cuanto considera a la política como algo ajeno, pero, no obstante, se dirige al sistema político cada vez que busca solución a los problemas sociales. Este tipo de ciudadano no pretende participar en la toma de decisiones, ni moldear la marcha del país. Al discurso abstracto opone su mundo concreto, pero reclama una gestión eficiente en favor del bienestar de la gente. Lo que cuenta para él son los servicios tangibles que presta la Institución; dicho de modo esquemático: la «ciudadanía instrumental» descree de la política y cree en la administración. Ahora bien, para retomar y presentar los resultados desde la perspectiva de la gubernamentalidad, se hace preciso definir dicho concepto. Así Foucault (en Mussetta, 2009) entendió la gubernamentalidad como el conjunto constituido por las instituciones, los procedimientos, los análisis, las reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esa forma específica, aunque compleja, del poder, que tiene por objeto principal a la población; es decir, que el mismo autor no define cualquier relación de poder, sino las técnicas de gobierno sobre las que se funda el Estado moderno. De acuerdo con el concepto del pensador francés, a través de la legislación se hace todo un proceso de clasificación, definición y delimitación del espacio público que por cuestiones de extensión no es posible presentar en detalle, pero que tiene su primera mención en el Código Civil –Ley 57 de 1887–, se consolida como una estructura urbana en la Ley 9 de 1889, se eleva a rango constitucional en el 1991 con la promulgación de la Constitución política nacional y se describen exhaustivamente sus componentes en el Decreto 1504 de 1998 enumerando aproximadamente 155 objetos constitutivos del espacio público. Como ya se mencionó inicialmente, la ocupación del espacio público por parte de los vendedores es negada en todas las instancias institucionales del Estado, en razón a la primacía del derecho colectivo sobre el individual, expresado el primero en el goce del espacio público y el segundo en el trabajo. Sin embargo, ante la magnitud del «problema», la incapacidad de la respuesta policial para retirar a los vendedores y ante la presión jurídica de estos –en clave de activismo jurídico ante la corte constitucional–, se propició la inclusión del tema de la reubicación como parte de la respuesta del Estado. Y es precisamente en esta inclusión donde se pueden rastrear las tres herramientas de la gubernamentalidad: racionalidad política, programa de gobierno y tecnologías de gobierno (Haidar, 2005). Se entiende por «racionalidad política», los discursos que expresan y justifican los esquemas ideales a través de los cuales se representa, analiza y rectifica una realidad, se basa en ciertas consideraciones epistemológicas acerca del sujeto sobre el cual debe ser ejercido el gobierno, lo que, para el caso estudiado, se evidencia en las diversas clasificaciones que se realizaron sobre los vendedores informales: estacionarios, semiestacionarios y ambulantes; permanentes, periódicos y de temporada (véase Acuerdo 03 de 1977, decretos 1509 de 1982, 1048 de 1986, 462 de 2003 y 98 de 2004) La segunda herramienta es el «programa de gobierno», entendido como el conjunto de formulaciones y objetivos deseables, en virtud del despliegue de estrategias al objeto de gobierno, de forma tal que sus afecciones parecen susceptibles de diagnóstico, prescripción y remedio a través de intervenciones calculadas y normales. En la relación de tal 249

herramienta con los vendedores se encuentra la creación de instituciones administración del espacio público, entre otras, Fondo de Ventas Populares, Taller Profesional del Espacio Público y el Departamento Administrativo de la Defensoría del Espacio; todas ellas con el objetivo común de protección, defensa y uso colectivo del espacio público, en tanto este es el soporte primario de los demas sistemas urbanos (Decreto 215 de 2005). La última herramienta planteada por Haidar (2005) como perteneciente a gubernamentalidad, es la «tecnología de gobierno», definida como todos los procedimientos y técnicas a través de las cuales se pretende conformar, guiar, instrumentalizar y dirigir las acciones y pensamientos de los sujetos. Esta es un complejo ensamble para que una serie de aspectos de las acciones y las decisiones de los individuos, grupos, organizaciones y poblaciones sean entendidos y regulados según el criterio de autoridad, evidenciadas en técnicas de inscripción, cómputo y cálculo, así como procedimientos de examen y medición. Para el caso concreto, en principio los procedimientos desplegados fueron una regulación asociada al quehacer del vendedor, que se puede evidenciar en el levantamiento de censos para su caracterización y el otorgamiento de licencias, creación de reglamentos para ejercer el oficio, horarios, lugares donde se permite su presencia y multas por incumplimiento a las normas. En este aspecto también podemos rastrear lo que Foucault (2006) caracterizó como mecanismo disciplinario que funciona a través de cuatro movimientos. En el primero se analiza y descompone a los individuos, los lugares, los tiempos, los gestos, los actos o las operaciones, es decir que se establecen los elementos mínimos de percepción sujetos a la modificación. En el segundo acto se clasifica a los elementos identificados en función de objetivos determinados. El tercer paso establece las secuencias o las coordinaciones óptimas y en el último momento se fijan los procedimientos de adiestramiento progresivo y control permanente. Así pues, sólo resta, a partir de ahí, distinguir las diversas formas de clasificación, es decir que sobre esa base de diferenciación se realiza una partición entre lo normal y lo anormal. Todo esto permite plantear un modelo óptimo que se construye en función de determinado resultado y, a través de la normalización disciplinaria, intenta que todo se ajuste al modelo, de tal manera que se define como «normal» aquello que es capaz de adecuarse a la norma, mientras que lo «anormal» es todo lo inadecuable. Posteriormente, se dio un giro hacia la prohibición total, a través de la definición de los procedimientos y actores para la recuperación del espacio público pues este hace parte de los derechos colectivos y en contadas excepciones las estrategias de relocalización de los vendedores en locales cubiertos. Aquí se reafirma la relación policía-ciudad como lo describio Foucault (2006) dado que la primera tiene que manejar poblaciones, organizar un sistema jurídico de respeto de las libertades y darse un instrumento de intervención directa, pero negativa, se puede describir la forma como se organizaron las funciones del respeto al orden jurídico. Finalmente, dada la presión ejercida por los vendedores, la tecnología de gobierno, se redirecciona nuevamente a la regulación, pero esta vez asociada a la protección de derechos, siendo un hito la sentencia de la Corte Constitucional T-772/03 pues definio el mínimo vital como derecho y fue entendido como la pre-condición básica para el ejercicio de los derechos y libertades constitucionales de la persona entrando así en la mecanica biopolítica, que, como la describe Negri (2008), se va ocupando, poco a poco, de todos los aspectos de la vida, los que seguidamente serán llamados a convertirse en el campo de 250

despliegue de las políticas del «Estado de Bienestar», cuyo desarrollo está efectivamente comprometido en la tentativa de obtener una mejor gestión de la fuerza de trabajo. De este último aspecto, también se puede hacer evidente que esta tecnología se asocia con el dispositivo de seguridad descrito por Foucault (2006) cuando plantea que un fenómeno en cuestión se inserta dentro de una serie de acontecimientos probables, en los cuales las reacciones del poder frente ya no operan sobre el establecimiento de una división binaria entre lo permitido y lo vedado, sino que incorporan un cálculo de costos, fijando una media considerada como óptima, así como unos límites de lo aceptable. Es así que como conclusión, se puede afirmar que todas estas intervenciones y presiones sobre el aparato gubernamental a través de la exploración de los límites y la interposición de tutelas condujeron a la regularización total de los vendedores informales, que de acuerdo con Chatterjee (2008) fueron identificados como un un grupo de población singular, distinto de los demás, que puede y debe recibir los beneficios de un programa gubernamental concreto. Así pues, desde el punto de vista de la gubernamentalidad reinventaron la identidad dotándola de un carácter moral para convertirse en una categoría empírica, funcional para definir e implementar políticas públicas, es decir que se deben nominar a sí mismos como una comunidad. En este sentido, esta población ya pasó de representar una anomalía urbana a ser un fenómeno integrado bajo todas las baterías legislativas para su control. Referencias bibliográficas Alcaldía de Bogotá. 2005. “Decreto Distrital 215 de 2005 (7 de julio) por el cual se adopta el Plan Maestro de Espacio Público para Bogotá Distrito Capital, y se dictan otras disposiciones”. http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=16984 Alcaldía de Bogotá. 2004. “Decreto Distrital 98 de 2004 (12 de abril) por el cual se dictan disposiciones en relación con la preservación del espacio público y su armonización con los derechos de los vendedores informales que lo ocupan”. http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=12726 Alcaldía de Bogotá. 2003. “Decreto Distrital 462 de 2003 (22 de diciembre) por el cual se dictan procedimientos para la preservación y recuperación del espacio público construido en el Distrito Capital”. http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=10965 Alcaldía de Bogotá. 1998. “Decreto Nacional 1504 de 1998 (4 de agosto) Por el cual se reglamenta el manejo del espacio público en los planes de ordenamiento territorial”. http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=1259 Alcaldía de Bogotá. 1986. “Decreto Distrital 1048 de 1986 (30 de Julio) por el cual se reglamenta el Acuerdo 3 de mayo 10 de 1977 y se dictan disposiciones sobre mercado informal en el Distrito Especial de Bogotá y se derogan los Decretos 1509 y 2186 de 1982”. http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=1576 Alcaldía de Bogotá. 1982. “Decreto Distrital 1509 de 1982 (28 de julio), por el cual se reglamenta el Acuerdo 003 de mayo 10 de 1977 y se dictan disposiciones sobre las ventas ambulantes y estacionarias en el Distrito Especial de Bogotá”. http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=1440 Alcaldía de Bogotá. 1977. “Acuerdo Distrital 03 de 1977 (10 de mayo), por el cual se dictan unas disposiciones sobre Vendedores Ambulantes y Estacionarios en el Distrito Especial de Bo251

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Construcción discursiva del territorio por los dispositivos tecnocientíficos de las ciencias sociales latinoamericanas

Rodolfo Mardones Barrera1 En el enigma del discurso científico, lo que pone en juego no es su derecho a ser una ciencia, es el hecho de que existe. (…) Foucault, 1979.

Introducción Esta indagación aborda las prácticas de producción científica y sus medios de divulgación aceptados y reconocidos por las comunidades científicas de las distintas ciencias sociales, en este caso todas las revistas en formato electrónico indexadas en Web of Knowledge (WOK), Índice de Citaciones Social Science Citation Index, en su edición 2013. Base de datos que se le atribuye el mayor reconocimiento internacional (Testa, 2001) y que podría ser calificada como máquinas de saber (tecnologías de producción y reproducción científica). En este sentido, las conceptualizaciones de las ciencias sociales en torno al territorio, estarían afectas a tentativas de generalización del saber, es decir, a operaciones de eliminación, normalización, jerarquización y centralización piramidal de los saberes (Foucault, 2000), operando en base a un determinado régimen de verdad: una racionalidad tecno-científica como un factor determinante en la generación y expansión del colonialismo europeo convirtiéndose en el único modelo válido de producción del conocimiento (Castro-Gómez y Grofosquel, 2007). En este contexto se plantea como objetivo: caracterizar el conocimiento del Territorio enunciado en la producción y divulgación científica latinoamericana, en la base de datos mencionada. Para esto se exponen los resultados de un estudio, en donde ponemos de manifiesto la relación entre la producción científica y los discursos sobre el Territorio, por medio del análisis crítico del discurso, con el fin de observar la lógica de construcción de los enunciados (Diaz-Bone et al., 2007). Con Foucault (1979; 1999a; 1999b), se procede a analizar la lógica de construcción de los discursos contenidos en los enunciados e interrogar desde qué lugares se emiten y quién los autoriza o valida (Castro-Gómez, 2000; Mignolo, 2000; Quijano, 2000). En este trabajo, junto con analizar (sin la intención de profundizar en este análisis) cada discurso enunciado en la máquinas de producción y divulgación del saber científico latinoamericano, se discuten los mecanismos de poder presentes en la confrontación entre los conocimientos científicos sobre el Territorio y los saberes populares subalternos y locales. Con todo, se entiende que no solo se comprende, o no, la existencia de otros discursos sobre el Territorio, sino también de otros sujetos.

1 Escuela de Psicología, Universidad Santo Tomás – Sede Los Ángeles. Chile.

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Territorio como formación discursiva En el caso de este trabajo se entenderá el Territorio como formación discursiva, el cual presenta superficies de emergencia del enunciado que suponen la presencia de instituciones capaces de reproducir y difundir este enunciado, se puede destacar: el rol del Estado, los mandatos ético-políticos supranacionales y el discurso neoliberal del desarrollo. Por otro lado, las instancias de delimitación del enunciado dan cuenta de mecanismos de regulación en este caso, sólo considerando saberes bajo el umbral de la cientificidad con una verificable calidad argumentativa y un «adecuado» uso de fuentes y citas. Finalmente, el sistema conceptual del enunciado da cuenta desde donde se sustenta y se especifica el conocimiento del Territorio bajo una lógica de cientificidad y formalización apegada a teorizaciones científicas disponibles en la misma base de datos o similares tecnologías de producción y reproducción científica. Con Foucault (2000), se argumenta sobre la eliminación, desclasificación de los saberes inútiles y la normalización de los saberes entre si y de quienes los poseen. Con ello, se destaca una clasificación jerárquica y una centralización piramidal de los saberes en torno al Territorio, con un impacto político en términos de colonialidad del saber, similar a la iniciada en el siglo XVI en América Latina (Castro-Gómez, 2005) o en el siglo XVIII con la disciplinarización de los saberes en Europa (Foucault, 1979). Para Foucault (1979), un discurso se entiende como un conjunto de enunciados que provienen de un mismo sistema de formación. El discurso está constituido por un número limitado de enunciados para los cuales, a su vez, se puede definir un conjunto de condiciones de existencia. En este marco, la formación discursiva es definida por Foucault (1979), como un conjunto de reglas anónimas, históricas, siempre determinadas en el tiempo y en el espacio, que han sido definidas en una época determinada para un área social, económica, geográfica y lingüística dada; además de las condiciones de ejercicio de la función enunciativa del Territorio. En este caso, franqueando desde el umbral de la epistemologización a la cientificidad. El Territorio como formación discursiva da cuenta de una emergencia unificada de su conocimiento científico, entregándole regularidad a pesar de su dispersión. De acuerdo a Foucault (1979), las reglas de conformación del “objeto” se pueden identificar en tres niveles de composición diferentes: las superficies de emergencia del enunciado, las instancias de delimitación del enunciado y el sistema conceptual del enunciado. A partir de «las ópticas de referencia de enunciación» del conocimiento sobre Territorio, revisadas anteriormente, las superficies de emergencia, suponen la presencia de instituciones capaces de reproducir y difundir el enunciado. En un primer caso, se puede destacar el rol del Estado, los supraestados o mandatos internacionales, y el discurso del desarrollo vinculado al neoliberalismo. Instancias institucionales en diálogo con el desarrollo de la ciencia, moderando, visando y autorizando enunciados en un ejercicio de producción constante; normado y regulado por la producción tecno-científica (Deleuze y Guattari, 2002). Las «instancias de delimitación» científica de los textos dan cuenta de mecanismos de regulación del enunciado del Territorio. En este caso, sólo considerando saberes bajo 254

el umbral de la cientificidad (Foucault, 1979), con una verificable calidad argumentativa y un «adecuado» uso de fuentes y citas como criterios de elegibilidad para su publicación (Testa, 2001). Con ello, se argumenta que, por un lado se determina cómo enunciar y qué tipo de óptica de fundamentación considerar en términos de credibilidad y por otro lado, se fuerza hacia la adaptación editorial impuesta por los sistemas de indización de artículos, como criterio de calidad. Finalmente, el «sistema conceptual del enunciado» da cuenta desde donde se sustenta y se especifica el conocimiento del Territorio. En este caso, los enunciados tratados consideran formaciones discursivas sobre el Territorio, situadas en un umbral de cientificidad y formalización (Foucault, 1979), asumiendo su carácter de validación y “verdad” (Ibáñez, 1985). Remitiendo al saber experto de las ciencias geográficas como argumento conceptual, la cual incluye sistemas de signos no verbales (Van Dijk, 2010), como mapas e ilustraciones verificables. Relacionando las ópticas de referencia en diálogo con otros discursos (intertextualidad) (Iñiguez y Antaki, 1994), otorgando a partir de este movimiento estratégico la calidad indexical del discurso producto y productor de relaciones, situadas y contextuales en la especificidad de la sociedad. A partir de lo anterior, el sujeto de la enunciación se establece por medio de reglas sobre quién y a partir de qué condiciones se puede proferir el enunciado del Territorio (Foucault, 1979). Este hecho resulta novedoso, ya que a la hora de referenciar las distintas ópticas de enunciar el Territorio todos los artículos lo plantean de manera autorreferente con la institucionalidad de la ciencia y la comunidad científica, estableciendo así un estatuto de hablantes vinculados al discurso científico con sus normas y procedimientos (Iñiguez y Antaki, 1994; Diaz-Bone, 2007). De esta forma, los hablantes estarían circundados por ámbitos institucionales de la ciencia y de la sociedad desde donde se enuncia su discurso. Las revistas indexadas en WoK y las publicaciones contenidas en ellas, obedecen a una lógica de gestión del conocimiento muy arraigada en discursos formalizados del saber y el progreso, posicionando al sujeto desde una distancia sujeto-objeto propia del positivismo (Valles, 1999), cualificando el Territorio como reducido a lo elemental (Vergara, 2010), en un estrecho vínculo con discursos del desarrollo (Aliste, Almendras y Contreras, 2012). La organización del campo en el que aparecen y circulan los enunciados sobre el Territorio se presenta de tres formas: la primera deducida desde el espacio, donde por un proceso inferencial de carácter lineal se cualifica el espacio y se le entregan atributos que en su complejidad, conformarían el Territorio. La segunda forma, asocia los enunciados sobre el Territorio a otros discursos, donde este se define a partir de la relación funcional con el discurso del desarrollo, la innovación, la salud, la gestión, etc. La tercera forma, concibe los enunciados de forma crítica respecto a los discursos del desarrollo y la innovación, relevando el carácter simbólico y subjetivo de la construcción del Territorio, al reproducir las prácticas en un marco de referencia contextual, producido y productor del discurso. Sin embargo, en esta última forma de organización del campo de los enunciados -sobre el Territorio- no se observa de manera central en los textos analizados, sino que, en el sentido contrario se reconocen como una excepción a la regla general de organización del campo enunciativo del conocimiento del Territorio (primera y segunda forma). La formación discursiva del Territorio supone una capacidad estratégica sustentada en la materialidad del enunciado (Foucault, 1979; Diaz-Bone, 2007), donde se visualiza 255

una equivalencia con los mandatos ético-jurídicos de la organización imperial del neoliberalismo, donde el Territorio es definido en deslinde al discurso del desarrollo o reducido a lo elemental, restando agentividad a los sujetos territoriales (Van Dijk, 2010), posicionando en la periferia las otras ópticas de enunciación o ignorando formaciones discursivas que por no franquear los umbrales de cientificidad y formalización (Foucault, 1979) son invisibilizadas por las ciencias y la gestión tecnocientífica del conocimiento. Operaciones en el discurso del Territorio en las ciencias sociales Los enunciados sobre Territorio declarados por los artículos científicos analizados describen de forma central o periférica distintas ópticas de comprenderlo. Estas ópticas se desprenderían de modelos de cultura y conocimiento basados en procesos históricos, lingüísticos y culturales particulares (Escobar, 2000). Con Mignolo (2000), se plantea que el imaginario del Territorio cambia al mirarlo desde la diferencia colonial, especialmente desde las construcciones teóricas Latinoamericanas que entregan mayor relevancia a los saberes sólo por el hecho de existir y no por su formalización y vinculación reciproca con la sociedad neoliberal. Si se detalla esta argumentación de acuerdo a los distintos «lugares» de enunciación del conocimiento del Territorio en las publicaciones científicas latinoamericanas, estos se podrían sintetizar bajo la mirada crítica de la colonialidad del saber/poder como: Territorio como reducción a lo elemental, el Territorio como apropiación del espacio, disyunción y reciprocidad en la enunciación del Territorio, subjetividad e inherencia al Territorio, Territorio como categoría de análisis metodológico y teórico comprensivo, imaginación y reivindicación del Territorio. De acuerdo a la síntesis de los distintos «lugares» de enunciación del conocimiento del Territorio, se observa la superioridad evidente de un modelo de organización social (Lander, 2000) que defiende y difunde formas oficiales de concebir el discurso, donde existen saberes autorizados y promovidos por la organización imperial-colonial que invisibilizan los otros saberes en torno al Territorio (Castro-Gómez, 2000). Con Foucault (2000), se plantea que la eliminación y la descalificación de los «saberes inútiles e irreductibles», asegurarían la invisibilidad de estas otras formas de enunciar el Territorio, es decir, no considerando como opción cualquier saber del Territorio que no sea científico y que cumpla con los parámetros formales de elegibilidad en los sistemas de indización. Por lo tanto, se lleva a cabo una normalización de esos saberes dispersos entre sí, clasificándolos en relación a su funcionalidad y/o vinculación discursiva con saberes valorados y «útiles» próximos al desarrollo neoliberal, en un juego de coaptación que sustenta su funcionamiento en el ejercicio cognitivo-narrativo de generalización, estrategia practica típica de los saberes coloniales, en donde no solo se anularían por falta de luz, en términos de Deleuze (1987), sino que se incluiría esta operatoria. Desde de lo anterior, y con el fin de estructurar los enunciados sobre el Territorio en términos de saberes, se promueve una clasificación jerárquica de estos, desde los más particulares y más materiales, como es el caso del Territorio reducido a lo elemental (que 256

serán al mismo tiempo los saberes subordinados), hasta las formas más generales. Y los saberes más formales, que serán a la vez las formas englobadoras y directrices del saber de Territorio, el cual estaría vinculado a discursos de apropiación, en términos de adquisición, de función y a discursos sobre el desarrollo. Por último, esta operatoria de invisibilización de los saberes se dirige a una centralización piramidal, la que permite el control de esos saberes por la comunidad científica que asegura las selecciones, posibilitando la transmisión, desde abajo hacia arriba, en el ejercicio de investigación social y, a la vez, desde arriba hacia abajo, de las direcciones de conjunto y las organizaciones generales que se pretende hacer prevalecer (Foucault, 2000). Con ello se diseña y promueve la organización colonial centro-periferia de los saberes del Territorio, argumento clave en las discusiones en torno a la colonialidad del saber. De acuerdo a lo anterior, con Porto-Gonçalvez (2009) se plantea que en este ejercicio de enunciación se produce y reproduce un provincianismo en la referencia de los lugares de enunciación y se desconocen subjetividades imbricadas en una construcción dinámica del Territorio en tanto saber, es decir, no sólo se desconocen las ópticas periféricas de enunciar el Territorio como un saber, sino que se desconocen a otros sujetos que insinúan e instituyen nuevas territorialidades. Institucionalizando así la superioridad de los saberes que produce la sociedad tecnocientífica sobre los otros saberes del Territorio. Referencias Bibliográficas Aliste, E., Almendras, A. y Contreras, M. 2012. “La dinámica del Territorio en la conurbación Concepción-Talcahuano: huellas urbanas para una interpretación de las transformaciones ambientales durante la segunda mitad del siglo XX”, 5-18. En Revista de Geografía del Norte Grande. Vol. 52. N° 1. Castro-Gómez, S. 2005. La postcolonialidad explicada a los niños. Popayán: Editorial Universidad del Cauca. Castro-Gómez, S. 2000. “Ciencias sociales, violencia epistémica y el problema de la “invención del otro””. En Lander, E. (Ed.) (2000). La colonialidad del saber. Eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: Clacso. Castro-Gómez, S., y Grofosquel, R. (Ed.). 2007. El giro descolonial: reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. Bogotá: Siglo del Hombre Editores. Deleuze, G. 1987. Foucault. Barcelona: Ediciones Paidós Iberoamerica. Deleuze, G. y Guattari, F. 2002. Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia: Pre-Textos. Diaz-Bone, R., et. Al. 2007. “El campo del análisis del discurso Foucaultiano. Características, desarrollos y perspectivas”. En Forum Qualitative Sozialforschung, 8(2). Escobar, A. 2000. “El lugar de la naturaleza y la naturaleza del lugar: ¿globalización o postdesarrollo?” En Lander, E. (Ed.) (2000). La colonialidad del saber. Eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas. Buenos Aires: Clacso. Foucault, M. 1979. La arqueología del saber. México: Siglo XXI editores. Foucault, M. 1999a. Estrategias del poder. Buenos Aires: Ediciones Paidós Ibérica. Foucault, M. 1999b. Estética, ética y hermenéutica. Barcelona: Ediciones Paidós Ibéroamerica. Foucault, M. 2000. Defender la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976). Buenos Aires: Fondo de la cultura económica de Argentina. Ibáñez, T. 1985. “Ciencia, Retórica de la “Verdad” y Relativismo”, 33-40. En Archipiélago, 20. 257

Iñiguez, L. y., Antaki, Ch. 1994. “El análisis del discurso en psicología social”, 57-75. En Boletín de Psicología, 44. Mignolo, W. 2000. “La colonialidad a lo largo y a lo ancho: el hemisferio occidental en el horizonte colonial de la modernidad”. En Lander, E. (Ed.) (2000). La colonialidad del saber. Eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas. Buenos Aires: Clacso. Porto-Gonçalves, C. 2009. “De saberes y de Territorios: diversidad y emancipación a partir de la experiencia latino-americana”, 121-136. En Polis, 8(22). Quijano, A. 2000. “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”. En Lander, E. (Ed.) (2000). La colonialidad del saber. Eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: Clacso. Testa, J. 2001. “La base de datos ISI y su proceso de Selección de revistas”, 138-140. En Acimed, 9(4). Valles, M. 1999. Técnicas cualitativas de investigación social. Reflexión metodológica e investigación social. Madrid: Editorial síntesis. Vergara, N. 2010. “Saberes y entornos: notas para una epistemología del Territorio”, 163-174. En Alpha (31).

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El gobierno del desarraigo y las nuevas formas de ciudadanía global en el Chile actual Patricio Azócar Donoso1

La historia de Chile fácilmente puede ser analizada desde las diversas economías de frontera que ha establecido, así también pueden ser señaladas las recurrentes transformaciones, desplazamientos, en que ha incurrido para poder proponer algo así como una comunidad de pertenencia, desde las alicientes campañas de colonización al sur del país, como también las continuas campañas bélicas de frontera que ha establecido, todas ellas inscritas no sólo en el plano de la expansión territorial, sino también en el campo de la racionalización de la producción industrial y cultural. Es así como las economías del poder de Estado han sido dispuestas en sus doscientos años para prodigarse de una ficción narrativa fundacional siempre en torno a una política del desarraigo con la cual poder construir algo así como lo nacional. Campañas de frontera que insisten hasta la actualidad, sea por medio de la discusión del gobierno en torno a la movilidad humana, como también respecto a la integración identitaria de los pueblos originarios. Así es como las economías del poder de Estado han recurrido siempre a una reformulación del derecho, para dar cabida en sus marcos jurídicos a la diferencia, la cual había sido incorporada siempre desde una semiótica jurídica moderna, anquilosada en la dualidad ciudadano/extranjero, para poder articular ahí las facultades de su ejercicio del poder soberano. Sin embargo, la recurrente discusión sobre la naturalización de las ciudadanías, del devenir biopolítico de las democracias (neo)liberales, aún no ha sido puesta en litigio, a pesar de haberse arrogado el Estado-nación ya el derecho de la desnaturalización, de la producción de ciudadanos no-ciudadanos y haberla impreso ya en la gubernamentalidad democrática contemporánea del país. Así no tan sólo el exilio ha sido recurrente práctica del Estado-nación chileno, sino también la apertura a la recepción de inmigrantes y refugiados de diversas partes del mundo, con las que ha puesto en entredicho el fundamento moderno de las ciudadanías, extendiendo así la crisis semiótica de la jurisprudencia, tanto como lo son los modos de la incorporación y de la naturalización de la alteridad en códigos soberanos. La ley de 1975, que rige actualmente puede ser muy bien trabajada en lo que respecta a la discusión política moderna, en tanto se articula como una tecnología de subjetivación del amigo/enemigo, acondicionada para los tiempos de la excepcionalidad dictatorial y bajo la doctrina de seguridad nacional, sin embargo, vale la pena trasladar la discusión a los efectos de verdad que produce actualmente cuando trata de ponerse en discusión, principalmente por las complejidades que han transformado el imaginario de las migraciones, tanto como el de las ciudadanías, y sobretodo cuando lo que hay que advertir es la transformación a nivel global de las economías del poder que pasan por la inscripción de los Estados-nación en 1 Egresado de Filosofía UMCE, Ayudante del Programa de Política de inclusión/exclusión en educación, Ayudante del Observatorio de Interculturalidad y Patrimonio de la UMCE.

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una circulación de capital-humano que ha hecho indiscernibles las dualidades soberanas modernas, sin embargo, ha conservado de ellas la excepcionalidad, la que se ha refinado a tal punto que ha sido normalizada y puesta en función del derecho tanto como éste del mercado, y así de las resignificaciones de la política, con la cual se producen nuevas ficciones en torno al reconocimiento y a la identidad. ¿Qué supone ser aquello que de la excepcionalidad dictatorial, del imaginario del derecho soberano del amigo/enemigo ha de ser actualizado?. Para la discusión propuesta es necesario anteponer lo siguiente, para repensar las lógicas de la inclusión, de la integración, ¿cómo derimir sobre las semióticas jurídicas, cuando la tensión de las complejas visicitudes de la movilidad humana quedan a merced de normativas extra-jurídicas, las cuales van a ser las que delimiten los modos de la integración, de la inclusión-exclusión, de los flujos de poblaciones migrantes? Antes que la ley de 1975, la cual sesgaría el campo reflexivo al aparato jurídico, es menester pensar en los procedimientos, en las prácticas, en las tecnologías con que la dictadura en Chile producirá mediante las ficciones narrativas de las seguridad nacional y el desmantelamiento del paradigma del derecho de Estado ciertos efectos de verdad que constituirán la subjetivación democrática biopolítica de la ciudadanía neoliberal, especialmente a través de una articulación necropolítica, del miedo, del desistimiento, de la pauperización, de la deuda con un sentimiento de pertenencia, con el que se difuminan los conflictos de la construcción democrática que separaba vida y política y se politizan las redefiniciones de las ciudadanías, en torno al gobierno de los cuerpos, las que son ahora un campo abierto de nuevas tecnologías de subjetivación gestionadas por el mercado y el regimen transnacional, donde se redefina la pertenencia a través de nuevas formas del trabajo (trabajo flexibilizado, trabajo precarizado), como del capital (capital financiero, capital inmaterial), como de nuevos mercados (mercado de la seguridad, mercado de remesas, mercado habitacional, mercado doméstico, mercado part-time, mercado comunicacional). Ya en este apartado, creo pertinente que la discusión respecto a las migraciones, sea más bien, un interpelación a las materialidades ficcionales de las figuras subjetivas del migrante y de la ciudadanía, y cómo tales se pliegan a la discusión del migrante, en términos del sujeto de derecho que circula entre fronteras. Principalmente, por lo que la dictadura opera en términos transicionales, un proceso de desnacionalización del Estado-nación, que deja en entredicho la función moderna del Estado, supeditándola al control de los confines territoriales, pero desplazada a un segundo orden en términos estratégicos de la nueva forma de producción, la cual queda ordenada por una red de interconexiones dadas por los agentes del mercado y sus instituciones financieras (Sassen, 2014). En este caso, la operatoria de la soberanía queda en función de una nueva cartografía del poder que recompone las relaciones fronterizas, más allá de la cuadrícula geográfica que demarca la relación de dominio estatalista -sus confines-, como una producción de poder sostenida antes que en el ejercicio de la punición, de la pertenencia y del derecho, en los regímenes subjetivos de normalización/atenuación/aplastamiento de las diferencias, que modularán entonces las formas de la inclusión/exclusión a las ciudadanías, multiplicándolas tanto como se multiplican las formas efectivas o extraestatales de la pertenencia (Sassen, 2003: 100). Según Agamben, el campo de concentración hace acontecer una nueva figura del derecho, el refugiado, al poner en crisis la ficción originaria de la soberanía moderna, 260

con la cual se desvela la diferencia entre el nacimiento y la nación, poniendo en la escena política la nuda vida como la gran premisa secreta de esta condición (Agamben, 1996: 43), condición de no-ciudadanía que es interiorizada a los regímenes del Estado-nación, tanto como a las nuevas figuras de la pos-soberanía internacional, replegando los dispositivos de control y obligando la reactualización de las lógicas de la incorporación, como de sus ficciones, reordenando el regimen biopolítico de las democracias y sus ciudadanías a figuras neutrales y desposeídas, vidas abandonadas, reducidas y que en la crisis semiótica actual se emplazarán como nuevas figuras subjetivas del modo de producción contemporáneo. Siguiendo a Judith Butler (Butler, 2009: 71), los sin-estado, los no-ciudadanos, al ser politizados advierten una transformación en el orden de la gubernamentalidad que indica que la ciudadanía va poco a poco desistiendo de su condición garantista para ir quedando sólo en su operatoria excepcional, cada vez menos apegada a la semiótica jurídica soberana, pero cada vez más a una de la norma excepcional. Así se distancia de Agamben, aduciendo que lo que hay no son instancias indiferenciadas de nuda vida sino estados de desposesión altamente judicializados (Butler, 2009: 73), permitiéndonos repensar las formas del derecho más allá de las figuras soberanas donde se clausura la política moderna, pero a su vez donde aparece el cuerpo como el campo de la politicidad. Con respecto a esto, podemos hacer una lectura de la dictadura en Chile, del campo de concentración, el cual siguiendo a Agamben, no sólo hizo acontecer una nueva figura del derecho internacional, el refugiado, el exiliado, sino que al poner en crisis su ficción originaria con el terror de Estado precipitó la producción de una figura subjetiva que guarda una condición política-existencial intersticial, ambivalente y paradójica, la del precarizado, la del no-garantizado, la del migrante, que siguiendo a Butler son los sin-estado, cuerpos producidos discursivamente dentro de un campo de poder, privados de la satisfacción de derechos. (Butler, 2009: 65). El proceso que abre la dictadura en Chile es el de la mundialización económica, la cual exige una desarticulación de los planos de pertenencia sea la de la clase, sea la del ciudadano, y la producción de una nueva figura que pueda ser administrada por tecnologías de gobierno extra-estatalistas de capitalización de la vida, al haber ya desmantelado la forma de producción propiamente estatal, la cual se construía sobre cierta estabilidad, pero que mediante la privatización ya no sólo de la industria, o de los servicios, sino también de la vida, fue emplazada a su mera función securitaria. Dentro de este plano la dictadura incrusta en la subjetivación democrática transicional la necesidad de una nueva pobreza, predispuesta a la inestabilidad, a la flexibilidad contractual, como a la migración, a la producción de virtuales dualidades, ciudadanías/extranjeros, garantizados/no-garantizados, con el fin de reactivar guerras-simulacros y nuevos racismos que tienen por función ocupar el terreno de la subjetividad colectiva y desviarla de la consideración social que las aflige (Guattari, 2013: 273), al mismo tiempo que les impide volver a la presencia las condiciones singulares de la privación y de la reducción con que el cuerpo es atenuado, nominado, posicionado en su aplastamiento, en su subjetivación precaria. En el desplazamiento de las tecnologías de subjetivación estatalistas, y su devenir gobierno global, ciudadanía transnacional, hoy se inscribe el Proyecto de Ley de migración y extranjería, como una formulación normativa experimental para la nueva figura subjetiva del modo de producción neoliberal, el migrante, el precarizado, con el fin de articular los confines territoriales y sus narrativas locales de acuerdo a las necesidades del mercado, 261

explicitando así la trama glocal2 con la que se redefinirán no tan sólo las semióticas de lo nacional y las ciudadanías, sino también las geografías de la ciudad global donde estas poblaciones precarizadas, migrantes, abrirán un nuevo espacio de producción del mercado dado por la emergencia de nuevas formas de empleo, como también nuevas formas de criminalidad y peligrosidad animando consigo un mercado de la seguridad y la flexibilidad laboral (Sassen, 2014). Así, por ejemplo, el precarizado, el migrante, como moneda-viviente, no tan sólo se enfrenta a la incertidumbre o a las lógicas exclusivas de la inclusión laboral, sino que democratiza economías del cautiverio, por ejemplo, a partir de nuevas formas del encierro en el mercado doméstico3 (Tijoux, 2013), que al globalizarse han transformado las residualidades de las ciudades estatal-nacionales en potencias productivas en la ciudad global, feminizando no tan sólo la movilidad humana, sino también la fuerza de trabajo4, llegando a circunscribir las normativas de la integración a las fluctuaciones demográficas del país de destino, que se condicen con la necesidad de controlar la promoción de capital-humano5 o población activa para la proliferación de nuevos mercados, como el del «cuidado». La integración-capitalización del migrante pasa también por una economía de gobierno de las diferencias, rentabilizando las singularidades culturales como máquinas empresariales, fuentes de capital simbólico o patrimonio cultural, permeando los confines de las abstracciones nacional-identitarias, subsumiéndolas a lógicas de capital cultural o capital social que facilitan la gestión, el control, la contención y atenuación de los inherentes procesos de transformación –«fronterizos» o interculturales–, donde fuerzas y sujetos distintos entran en relación, se chocan y se encuentran poniendo en juego (y modificando) la «identidad» de cada uno (Mezzadra, 2005: 112), asumiendo la promoción de la integración a través de monumentalizaciones culturales que son puestas en circulación como fetiches de la otredad en el mercado-vitrina de la diversidad6. Así los procesos de transformación que suponen los flujos de movilidad humana no sólo se evidencian en los países de destino, sino que también en la relación con los países de origen a través de nuevas formas de producción de capital, que permiten sostener a partir de la erradicación economías y mercados en base al flujo de remesas, desmediatizando las relaciones económicas que a nivel mundial se comienzan a trazar bajo el desmonte del Estado-nación, siendo normalizado el proceso de erradicación o desarraigo como 2 La noción de lo glocal se desprende de la noción de Glocalize, con la cual se identifica un nuevo modo de articulación de las redes transnacionales con la información, creencias y rituales, procedentes de lo local, lo nacional y lo internacional. (García Canclini, 1995). A lo Glocal se suma la transformación de los emplazamientos estratégicos para el modo de producción mundializado, en los cuales los procesos de desnacionalización han posicionado antes que los Estados-nación a las ciudades globales como zonas fronterizas de producción e intercambio.(Sassen, 2014). 3 “Aquí todo cambia, cambia la manera de vivir, hasta cambia la manera de pensar. Aquí no podemos tener el lujo de arrendar una pieza, trabajamos puertas adentro para juntar el dinero, por eso no podemos estar arrendando piezas, ni nada. Hay un solo día libre que venimos aquí al centro a encontrarnos con los amigos…” (Tijoux, 2013) 4 Sólo en la comunidad peruana residente en Chile, que supera las 125.000 personas, las mujeres representan el 60,2% del total. Fundación Instituto de la Mujer. Santiago 2011 (INDH, 2012). 5 “La migración internacional puede jugar un rol importante para moderar ciertos shocks”, los cuales son identificados por el creciente envejecimiento de la población nacional como de decrecimiento de las tasas de natalidad, “marcando un descenso en la relación entre población activa y pasiva...” como el aumento considerable “entre adultos mayores dependientes e hijos potencialmente cuidadores” (Proyecto Ley, 4). 6 Son muchos los aportes al patrimonio cultural de las comunidades foráneas: la incipiente ruta gastronómica peruana, la arquitectura alemana en Llanquihue y los Ríos, el legado idiomático de ingleses y franceses, o incluso las comprometidas compañías de bomberos (Proyecto Ley, Sección aporte a la diversidad cultural).

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forma estructural de una economía que combina la dispersión espacial con la integración global (Sassen, 2014). Así, normativas como la chilena democratizan nuevas lógicas de jerarquización en el plano de las múltiples ciudadanías, las que comienzan a operar a partir de la nueva economía del desarraigo que comienza a normalizarse acelerando y promoviendo circulación migratoria por requerimientos excepcionales o «naturalizaciones parciales» autorizando ciudadanías de «segunda» categoría (Mezzadra, 2005: 106), por ejemplo, a través de lo que el actual proyecto supone como subcategorías temporarias.7 Consolidando una racionalidad globalizante que a partir de la puesta en operación de macropolíticas de exclusión/inclusión se ejercen en función del régimen de inestabilidad de la oferta y demanda de nuevos mercados, generado la standarización de la diversidad y de la erradicación como propuesta de optimización de países trasladados a segunda y tercera categoría8. Para concluir, Felix Guattari en Microfísica denominará axiomáticas de discriminación subjetiva a los sustratos discursivos con que operará la lógica fundacional del Estado Moderno capitalista para poder constituir ficciones de pertenencia y comunidad sobre la construcción de alteridades gobernadas, sujetas de la hostilidad, en este caso, para poder delimitar no sólo los confines territoriales en los cuales legitima su soberanía, sino también las zonas fronterizas, las zonas anómicas, sobre las cuales ejercer la violencia excepcional, la guerra, y justificar así el gobierno de los cuerpos. Es de hecho, esta facultad el residuo soberano del Estado actual, quien administra los modos de la integración de los flujos de población migrante entre una maquinaría cualitativa de pertenencia universal (derechos humanos universales), su maquinaria singular homogeneizante (criterio jurídico-formal de ciudadanía) y las nuevas normativas de la excepcionalidad con que el mercado conduce el proceso de mundialización de la vida a través de una nueva figura subjetiva de pobreza, como de ciudadanía, la cual se sostiene en la crisis semiótica del derecho de Estado y en el proceso de multiplicación de los mercados de la pertenencia. Propongo a esta altura, dos preguntas ¿Cómo pensar el derecho como interrupción, como afirmación problemática y como un juego de relaciones de fuerzas en un conflicto que se expresa múltiple y en constante actualización? ¿Cómo pensar el pliegue ambivalente de la migración actual con la que, por un lado, se actualizan las ficciones de la pertenencia, pero por otro lado, emerge un devenir migrante, como una politicidad de frontera, de juegos de fuerza, de encuentros y transformaciones, en términos de Mezzadra, una politicidad «disidente»?, Ahora, ¿cómo proponer la disidencia cuando los códigos de lo otro yacen inscritos en los diversos discursos de orden, como lenguajes de la sumisión y la equivalencia?. ¿Cómo hacer de la migración un asunto de traducción, pero no de inscripción, sino de producción de zonas de convergencia que propongan nuevos espacios colectivos de enunciación, nuevas categorías, para enfrentar la crisis semiótica actual tanto la del Estado, como la de su devenir 7 El actual proyecto de ley genera dos subcategorías nuevas a la categoría de visa temporaria: activa y pasiva. La pasiva mantiene una lógica de tránsito que caracteriza como «sin ánimo de generar remuneración», mientras que la activa permite el ingreso a extranjeros que realizan trabajos esporádicos y/o puntuales. Lo cual se condice con la excepcionalidad que instala a la normativa de contratación vigente que supone mínimo un 85% de trabajadores nacionales y que cito: facilita la incorporación de personal foráneo en aquellos sectores de la economía que presentan gran estacionalidad en su demanda por mano de obra. Ello es especialmente característico del sector agrícola. 8 El ingreso per cápita en Chile en 2012, corregido por paridad de poder de compra, era un 72% más alto que el de Perú, un 83% más alto que el de Ecuador y un 261% más alto que el de Bolivia. Esta última es una diferencia comparable en términos porcentuales de la que existe entre Estados Unidos y México. En el caso de Haití, la diferencia es de 15 veces. La brecha en el salario mínimo es otro indicador del atractivo de un desplazamiento internacional.

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mercado, y los modos de vida que estos hacen proliferar?. Parafraseando a Guattari, nos es necesario entender que en estos tiempos los problemas de los precarizados nacionales no son directamente comparables a los de los precarizados extranjeros, sin embargo, tal vez, podemos considerar que tanto uno como otro participan del mismo tipo de crisis general que atraviesa a todas las sociedades del planeta en el momento actual. Referencias Bibliográficas Agamben, Giorgio. 1996. “Política del Exilio”, 26-27. En Cuadernos de crítica de la cultura. Barcelona. Butler, Judith y Spivak Gayatri. 2009. ¿Quién le canta al Estado-nación?. Lenguaje, política, pertenencia. Buenos Aires: Paidós. Mezzadra, Sandro. 2005. Derecho de Fuga, migraciones, ciudadanía y globalización. Argentina: Tinta Limón. Situaciones, Colectivo. 2009. “Conversaciones en el Impasse. Dilemas políticos del presente”. En Gubernamentalidad: frontera, código y retóricas de orden. Mezzadra, Sandro. Argentina: Tinta Limón. Sassen, Saskia. 2014. La ciudad global: emplazamiento estratégico, nueva frontera. Extraído de: http://www.macba.cat/PDFs/saskia_sassen_manolo_laguillo_cas.pdf en enero 2014. Sassen, Saskia. 2003. Contrageografías de la globalización. Género y ciudadanía en los circuitos fronterizos. Argentina: Tinta Limón. Guattari, Felix; Rolnik, Suely. 2013. Micropolítica. Cartografías del deseo. Buenos aires: Tinta Limón. García Canclini, Néstor. 1995. Consumidores y Ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización. México: Grijalbo. Tijoux, M.E. 2013. Morderse la lengua y salir adelante. Extraído de http://alhim.revues.org/639, Junio, 2013. Proyecto de Ley de Migración y Extranjería, Mensaje N° 089-361, extraído de http://www. camara.cl/pley/pley_detalle.aspx?prmID=9377, Agosto, 2013. INDH, Informe Nacional de Derechos Humanos, 2011, 2012, 2013. Selaive, Jorge. 2014. (entrevista) economista jefe de BBVA, miércoles 13 de agosto 2014. Chile: El Mercurio, Sección economía y negocios.

264

VIII. El cuerpos

gobierno de las emociones, los deseos y los

Los

cuidados de sí.

Ensayo

sobre la construcción del sujeto en los li-

bros de autoayuda

Amanda Rutllant1

Introducción Desde una perspectiva de los estudios culturales, esta investigación estudia el naciente fenómeno de los libros de autoayuda y lo emplaza en el contexto chileno específicamente. Interesaba comprender cómo el individuo se constituye a sí mismo, a través del discurso del cuidado de sí que profesan estos libros y que actúan como mediadores o pseudoterapeutas en el proceso de constitución de un sí mismo autorealizado y feliz, mandato impulsado por la sociedad post-capitalista. Dicho lo anterior, me interesa responder la siguiente pregunta: ¿cómo se ha ido constituyendo el discurso del cuidado de sí en la literatura de autoayuda en Chile desde 1960 hasta 2010? El objetivo de la presente investigación, por lo tanto, es describir el desarrollo de los libros de autoayuda en Chile desde 1960 hasta el 2010 e interpretar la constitución de su discurso (como un discurso del cuidado de sí) a la luz de los procesos históricos que ha sufrido el país. Narrativas del Yo en Chile Esta investigación se inscribe dentro del contexto más general de los procesos de individuación que se vienen produciendo desde hace aproximadamente doscientos años, con la instalación del proyecto ilustrado en Occidente2. Ahora bien, estos procesos de individuación deben ser matizados, considerando cómo las características socio-culturales y socio-estructurales de una región, país o sociedad tienen implicancias en cómo se articulan tales procesos. Siguiendo a grandes rasgos el pensamiento de Martuccelli (2010), cabe hacerse la pregunta de si efectivamente se puede hablar de individuos en el sur y, en este caso, en Chile; entendiendo esta pregunta como la posibilidad de entender el imaginario social del subcontinente como articulado por la idea europea/norteamericana de sujeto. En última instancia, “[e]l individuo no está nunca, como lo afirman erróneamente algunos, en el origen de la sociedad, sino que es el resultado de un modo específico de hacer sociedad” (Martuccelli, 2010: 15). El género de autoayuda nace principalmente en los países anglosajones, sacando varios de sus principios de la ética protestante por un lado y la búsqueda de la felicidad por el otro. Este discurso nace básicamente en Estados Unidos justamente porque en el ima1 Socióloga, Magíster en Sociología, Universidad Alberto Hurtado. 2 Para mayor información sobre los procesos de individuación y el proyecto ilustrado véase: Taylor (2006); Martuccelli (2010); Honneth (2004); Simmel (1986).

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ginario social existía la convicción del trabajo disciplinado sobre uno mismo para alcanzar la felicidad, principio que será la base del discurso de la autoayuda años después. Pero este ideal del «self-made man» no fue un ideal propagado en Chile, país que viene de una tradición más bien católica. Empero, desde mediados del siglo XX aproximadamente, este discurso se apropia, es decir, se adapta a los requerimientos de la realidad latinoamericana. De esta manera “el concepto de identidad latinoamericana se desustancializa y pierde así su lastre ontológico y finito, convirtiéndose en una dialéctica continua entre la tradición y la novedad. Entre la coherencia y la dispersión, entre lo propio y lo ajeno, entre lo que se ha sido y lo que se puede aún ser” (Subercaseaux, 1997: 30). En este trabajo interesa desglosar este proceso de apropiación que devendrá en un discurso del cuidado de sí particular en el contexto histórico chileno. Marco Metodológico La aproximación metodológica que se utilizó en esta investigación es la hermenéutica histórica entendiendo ésta como la mediación entre, en el caso del libro de autoayuda, el autor, el lector, su contexto social y nosotros. Usando la acepción de Ricoeur podemos decir que se trata de una interrelación entre el análisis estructural tradicional y el arte de interpretar el sentido de un texto. A su vez se aplicó las orientaciones de la hermenéutica histórica desarrollada por Koselleck, en la cual la estructura lingüística debe ser puesta en relación con las disputas ideológicas y los usos conceptuales de su época. Una unión entre ambas aproximaciones metodológicas permitió hacer un análisis acabado del fenómeno estudiado. Con respecto al muestreo, el periodo estudiado (1960-2010) fue dividido en tres sub periodos (1960-1973; 1973-1990; 1990-2010) con el fin de ver la evolución del discurso del cuidado de sí y se eligieron los textos más populares de cada época. La muestra final quedó en 15 libros. ¿Qué es y cómo se escribe un libro de autoayuda? El objeto de estudio de esta investigación son los libros de autoayuda y su discurso del cuidado de sí. Los libros de autoayuda son un fenómeno editorial. Su objetivo es lograr un cambio subjetivo en el lector para que éste mejore aspectos de su vida con los cuales no está satisfecho y logre ser feliz. Su base argumentativa está arraigada en diversas corrientes psicoterapéuticas, hacen parte del género no ficción y están escritos en primera persona por un profesional con un alto y legitimado conocimiento de las emociones humanas (normalmente psicólogos, psiquiatras, gurús espirituales o líderes empresariales). Bajo la perspectiva de esta investigación, los libros de autoayuda son en sí mismos estructuras temporales y en ellos se despliegan diversas estrategias narrativas a través de las cuales las personas definen sus identidades y proyectos de vida, guiándose por diferentes discursos de cuidado de sí (psicoterapéuticos). La configuración de la temporalidad en los libros de autoayuda, o la trama narrativa en palabras de Ricoeur (1999), es fundamental ya que es en ella que se definen las relaciones del individuo con el mundo y del individuo con sí mismo, definiendo, a su vez, sus estrategias de individualización. 268

Autoayuda en Chile 1960-1973 El periodo que va entre finales de la década de los 60 y comienzos de la década de los 70 mostrará ser el momento de la desilusión con los proyectos políticos que pretendían hacerse cargo del individuo. La efervescencia social que se vivía producto de los cambios políticos que llevaron a la negligencia del individuo, acompañado de la influencia de los movimientos sociales internacionales que criticaban lo mismo, fueron lo que en definitiva hizo explotar los movimientos sociales y protestas que nacían de varios sectores de la sociedad chilena, incluyendo el movimiento de mujeres, que buscaban generar un nicho propio en el espacio público; los estudiantes, que oscilaban entre coléricos hippies y coléricos politizados, y partidarios políticos. El Concilio del Vaticano II que se llevó a cabo en 1959 ya auguraba una época de cambios morales importantes y la necesidad, tanto individual como institucional, de adaptarse a ellos. Mayo del 68 y la Primavera de Praga serán dos movimientos sociales que desafiarán la competencia de la sociedad por buscar la paz y el bienestar del individuo, ya sea como una respuesta a la sociedad de consumo (que mostraba cada vez más su interés por la mantención del sistema económico imperante a toda costa) o los partidos comunistas totalitarios que parecían haber perdido su objetivo inicial. El individuo protagonista de la autoayuda de los sesenta es fundamentalmente espiritual; cree en un proyecto común pero busca construir un proyecto moral sobre lo colectivo a partir del cambio interno. Por lo tanto, la espiritualidad es un tema central. A través de un cambio en sus estados mentales (a través de técnicas como la meditación y el rezo), él podrá en última instancia cambiar el mundo. El cuidado de sí en este periodo está altamente relacionado con el cuidado del mundo a su alrededor. La transformación desde adentro es lo que posteriormente transformará el mundo (ya que las técnicas del cuidado de sí que se utilizan son técnicas meditativas-espirituales y además deben ser utilizadas para el bien). 1973-1990 El momento de hablar de grandes proyectos colectivos, del cuidado de nosotros, había llegado a su fin con el golpe militar. El 73’ no sólo significó un cambio de las políticas económicas llevadas a cabo en el país hasta entonces –que, por lo demás también tendrán implicancias en la vida privada de los individuos–, sino que también significó un fuerte retroceso en las libertades individuales de asociación y de expresión. El individuo de la dictadura es obligado de cierta manera a ocuparse de sí mismo en un sistema de libre mercado en donde el estado había perdido su rol de interpelación y, en última instancia, busca defenderse a sí mismo (discurso que el neoliberalismo impulsó de sobremanera: el derecho de la persona individual) de un sistema político que ahora lo aplasta. El individuo protagonista de la autoayuda de los años de la dictadura ya no se constituye como puramente espiritual. Él ahora buscará solucionar problemas prácticos y de 269

la vida cotidiana. El individuo, en términos históricos, es obligado a cuidarse a sí mismo frente a un sistema político y económico que elimina del imaginario social (a través de quemas de libros y una fuerte represión de carreras universitarias “sociales”) al sujeto colectivo. Es por esto que se tendrá que concentrar en el cuidado de sí, sin necesariamente hacer alusión al colectivo. Para ello el cuidado de sí se centra en generar un cambio en sus pensamientos (y emociones) más que en los estados espirituales de su mente. La orientación a metas y el mérito son temas centrales. La autenticidad buscada en estos libros tiene que ver con la idea de egoísmo como un valor positivo que hace que pensemos en el bienestar del sí mismo. Libros norteamericanos se hacen populares en Chile en esta época. 1990-2010 1990 es una década de cambios y transiciones, tanto a nivel internacional como nacional. En lo que atañe al individuo, comenzarán a nacer nuevos discursos y otros permanecerán. El sujeto colectivo no vuelve a aparecer con la vuelta a la democracia y el estado sigue la misma lógica neoliberal de la dictadura con un anclaje moral arraigado fuertemente en un componente religioso. La cautela y el miedo a la libertad de expresión, a pensar diferente y a forjar un sentido de identidad propio siguen rondando el imaginario social chileno de la vuelta a la democracia, lo cual hace especialmente difícil que se genere un individualismo “a la norteamericana”. No obstante los tiempos cambian y la nueva sociedad global transforma los cánones morales haciendo que el individuo en sociedad sea un consumidor (más que un ciudadano). El mundo de la vuelta a la democracia sigue siendo un mundo hostil para el individuo, ya no por un autoritarismo que lo obliga a defenderse de un sistema opresor, sino que por una sociedad en la que el estado ya no cumple el rol de benefactor y la cultura se masifica, se vuelve popular e instala la idea de «consumidor anónimo» que busca saciar sus malestares por medio del consumo cultural. El individuo protagonista de la autoayuda de la vuelta a la democracia –que comienza a ser autoayuda chilena propiamente tal permitido por la internacionalización de casas editoriales– también se enfoca en la solución de problemas prácticos y de la vida cotidiana. Buscará cuidarse a sí mismo a través de habilidades de comunicación emocional más relacionada con la psicología de la asertividad. Asimismo, para él, las relaciones con otros significativos será clave para la consecución de la felicidad y el bienestar colectivo. Todo lo dicho anteriormente sobre el desarrollo del discurso del cuidado de sí en los libros de autoayuda en Chile queda clarificado en el gráfico que se presenta a continuación:

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Cuidado de sí

Por quién

Cómo

Con qué resultados Con qué finalidad

Periodo Desencanto (1960-1973) Aplastamiento (1973-1990)

Impotencia (1990-2010)

Autenticidad por medio del contacto espiritual con el sí mismo Autenticidad a través Mayoritariamente A través de la de la responsabilinorteamericanos efectividad y el zación por nuestros con background pensamiento buenos y malos penen gestión positivo del Yo samientos Autenticidad gracias a la comunicación A través de la Chilenos, maasertiva, expresándocomunicación yoritariamente asertiva entre el me de forma honesta psicólogos Yo y sus cercanos y respetando la opinión del otro

Mayoritariamente gurús espirituales

A través de la alteración de los estados mentales del Yo

Hacer del mundo mejor gracias al cuidado de sí Hacer al sí mismo mejor gracias al cuidado de sí Hacer al sí mismo y sus relaciones cercanas mejores gracias al cuidado de sí

Conclusión Este trabajo se verá beneficiado y enriquecido con investigaciones que estudien el mismo fenómeno desde otras disciplinas como la psicología, la literatura y la historia. Creo que los beneficios que se podrían haber sacado trabajando con expertos en estas áreas habría hecho de este trabajo mucho más rico en información empírica/teórica. La reflexión que me gustaría plantear en este punto es que la literatura de autoayuda es un objeto de estudio absolutamente polifónico, escasamente estudiado, que tiene características determinantes de muchas disciplinas y, por lo tanto, un trabajo conjunto sin prejuicios puede llegar a ser muy beneficioso para el debate académico. Esta es una invitación a seguir colaborando con el estudio de los Libros de Autoayuda. Referencias bibliográficas Ampudia, Fernando. 2006. “Administrar el yo: Literatura de autoayuda y gestión del comportamiento y los afectos”. En Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas 113: 49-75. Apodaka, Eduardo. 2011. “La autoayuda y el consumo de dispositivos psíquicos en el caso de la innovación”. En ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura 187-752: 1103-1118. Austin, John. 1982. Cómo hacer cosas con palabras: palabras y acciones. Barcelona: Paidós. Bajtín, Mijael. 1999. Estética de la Creación Verbal, México D.F: Siglo XXI. Bauman, Zigmunt. 2007. Modernidad Líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

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El reggaetón y sus procesos de subjetivación en la juventud escolar Piter Alexander Forero Morales1 Daniel Fernando Sánchez Navarro2

Introducción En la conexión indisoluble entre las máquinas del saber, los mecanismos del poder y las prácticas de subjetivación, subyace la gubernamentalidad como término fundamental para comprender, en nuestro caso, la producción de sujetos en relación al fenómeno musical del reggaetón. En esta vía, ya sea que haga referencia a la serie de procedimientos, estrategias, tácticas e instituciones que permiten el ejercicio del poder sobre una población determinada en un territorio delimitado (Foucault, 1990), o que busque señalar el conjunto constituido por las instituciones, los procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esa forma bien específica, aunque muy compleja, de poder que tiene por blanco principal la población (Foucault, 2009: 135), el concepto de gubernamentalidad nos permitirá dotarnos de elementos indispensables para el desarrollo del presente trabajo. De este modo, entonces, a partir de la utilización de la noción de gubernamentalidad podremos advertir cómo es que el reggaetón, más allá de conformarse en una expresión musical ampliamente masificada a nivel internacional, se ha constituido en una particular tecnología de gobierno de la población. La descripción de algunos aspectos que hacen parte de este específico dispositivo de gobierno, es que lo que nos proponemos a continuación. Es entonces la población, objeto y finalidad concreta de todas las tácticas y estrategias gubernamentales contemporáneas, donde se efectúan prácticas de subjetivación que otorgan a los individuos unas formas de conducta definidas. El reggaetón cumple, pues, con esta condición. Al ser un fenómeno musical masivo de carácter global y público, posee como blanco principal la población en forma general y a los sujetos pertenecientes al segmento de la juventud escolar en forma particular. Las enunciaciones resultantes de sus canciones muestran una realidad que le es afín a la población a la cual va dirigida, brindando elementos de identificación y generando prácticas de subjetivación en los individuos, donde adoptan y transforman esas enunciaciones en prácticas concretas de conducta y socialización. La definición y requisitos que establece Foucault al mencionar el término población nos remite al colegio Ramón de Zubiría, ubicado en la ciudad de Bogotá; y será en este espacio que observaremos cómo el fenómeno musical del reggaetón opera como una modalidad particular, un instrumento técnico de la gubernamentalidad, a través del cual son gestionados los procesos subjetivos de la población juvenil-escolar. La convergencia entre disciplina y dispositivos de seguridad en el trato poblacional, ligados al reggaetón como 1 Estudiante de la Licenciatura en Educación Básica con énfasis en Ciencias Sociales. Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. 2 Estudiante de la Licenciatura en Educación Básica con énfasis en Ciencias Sociales. Universidad Pedagógica Nacional de Colombia.

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tecnología de poder, se produce de manera conjunta y simultánea en el espacio escolar. Así esperamos que la visualización de estas prácticas de subjetivación, desplegadas en un contexto ligado a los tradicionales espacios de disciplinamiento y normalización, enriquezcan las lecturas desarrolladas en el campo de los estudios en gubernamentalidad. El reggaetón como tecnología de subjetivación Existen, según la teoría Foucaultiana, cuatro tipos de tecnologías, las cuales podemos denominar de la siguiente forma: las tecnologías de producción, que permiten manipular o crear cosas, las tecnologías de sistemas de signos, que nos permite utilizar sentidos, símbolos y significaciones; las tecnologías de poder, las cuales controlan y regulan la conducta de los individuos de forma exógena; y las tecnologías del yo que configuran las condiciones de posibilidad para las acciones de gubernamentalidad entre los individuos y el individuo mismo (Foucault, 1990). Estos tipos de tecnologías son indisociables y se encaminan en campos como el saber, el poder y la subjetividad, brindando por su particularidad diferentes estados de dominación. En el caso del reggaetón, comprendida como “tecnología de sistemas de signos”, principalmente genera un tipo de enunciaciones musicales que toman cuerpo en la constitución de sujetos pretendidos con un ethos establecido. Estas enunciaciones musicales a su vez regulan la conducta de otros individuos adheridos a su entorno. Además poseen la facultad de manipular y producir el deseo de consumir constantemente. El uso de las tecnologías de producción y de las tecnologías de sistemas de signos y significados se han utilizado en el análisis de la ciencia y la lingüística, donde en cada tecnología se busca modificar la conducta de los individuos; no solo en sus habilidades, sino también en sus actitudes. La apropiación de significados concretos referidos al sexo, las drogas y el alcohol demuestra cómo las enunciaciones del reggaetón buscan indudablemente la configuración de un tipo de sujeto y de población. Así logramos observar, entonces, cómo el contacto entre las tecnologías de gobierno de los demás y las de uno mismo son un aspecto fundamental de la gubernamentalidad. En este orden de ideas, la música entendida en lenguaje de tecnología merece definirse como un rito social (Foucault y Boulez, 1983), que recrea unos ideales, prácticas y conductas concretas dentro de la formación social. Esta tecnología, a su vez inductora a la cultura pública, acorde al contexto de la investigación se encuentra en constante relación con los medios de comunicación de masas, y desde ahí la transmisión cultural se da en las relaciones humanas como, por ejemplo, las familiares; por lo cual no hay impedimentos –fuera de carencias totales de herramientas tecnológicas y el total aislamiento– que separen al reggaetón del contacto vivo con los sujetos escolares. Hacemos aquí, eso sí, la salvedad que esto no implica ni experiencias homogéneas ni consensos en su valoración para todo el conjunto escolar analizado. Bajo la lectura del presente trabajo se debe tener en consideración algunos aspectos fundamentales para dicha lectura. En primer lugar, vamos a sostener que la juventud como categoría social históricamente no ha existido siempre (Del Toro, 2011), sino que es una construcción social que se remite directamente a un grupo heterogéneo en relación a sus vinculantes comunicativos, los cuales encuentran problemáticas en sus diálogos y transmi276

siones con otros niveles generacionales como la adultez y la niñez. Por lo tanto, la categoría de población es pertinente en la medida que adapta un grupo de individuos homogéneo en sus vinculantes comunicativos que se encuentran en constante relación en un territorio delimitado, en este caso la juventud escolar es una población que se encuentra en una posición transformativa entre la niñez y la etapa adulta. Segundo, se debe tener como referente que toda manifestación humana recae en un contexto histórico y cultural. No se puede hablar de un aislamiento cultural (Foucault y Boulez, 1983), pues es el contexto actual donde las relaciones de poder, saber y subjetivación se encuentran suscritas en prácticas gubernamentales de corte liberal, donde la población y los sujetos son segmentos significativos del consumo y la producción. Tercero, el reggaetón como tecnología principalmente de signos y significaciones enuncia a través de sus letras un afán por el poder y el dinero fácil, lo cual es muy atractivo a la juventud escolar, dando unos criterios base para las propias prácticas de subjetivación. Pero no solo lo anterior, también sus letras se remiten a una forma de conducta especifica, unas actividades concretas, unos ideales referenciados; donde la conjunción de estos elementos otorgan la formación de un ethos funcional a la práctica gubernamental liberal. Cuarto, la lectura del reggaetón como tecnología se referencia a la estética de los sujetos inmersos en tal fenómeno musical, se dirige como el uso de una vestimenta especifica y con unas directrices del cuerpo concreta (Anoria, s/f ). La figura de una mujer esbelta en contraste a una mujer obesa se fundamenta en la incitación al consumo de un estereotipo de mujer definido que acuña y obliga a que los dispositivos disciplinarios implícitos en la conducta de los sujetos, orienten a las mujeres a caracterizarse en este tipo de mujer. El uso de una vestimenta concreta en las mujeres y los hombres ha cambiado en la medida de la estructuración del reggaetón en la industria musical masiva, pues se pasa del uso de rompa ancha y gorras planas a ropa mucho más acorde con las modas acompañadas de autos, joyas y mujeres. Por último, esta tecnología realiza transformaciones semánticas en la medida que, tal como se señala desde los estudios en lingüística (Gallardo, 2009), el uso de significados y de palabras con otro tinte significante traen consigo el origen o conjunción de otra palabra, y que al transmitir el lenguaje, se socializa con ello una serie de relaciones de poder funcionales al agente productor y a la esfera económica. Metodología e investigación Una práctica investigativa de estas pretensiones no puede trabajar con un método estático que no incite la participación directa de los propios sujetos inmersos en la investigación: los estudiantes. Por lo tanto, se ha decidido trabajar con la investigación acción participativa. Esta propuesta metodológica nos ha parecido atractiva por cuanto, planteada como una conducta investigativa, esta técnica nos permitirá, con la participación conjunta de los actores e investigadores, buscar la construcción colectiva de soluciones a los problemas planteados en la misma investigación (Ortiz y Borja, 2008). Junto a lo recién señalado, los elementos centrales bajo los cuales hemos decidido el uso de esta metodología son los siguientes: 277

El proceso investigativo se liga a un proceso de emancipación y de concientización. Precisamente se busca por medio de la IAP contribuir a la conciencia crítica de los estudiantes del colegio Ramón de Zubiría, en relación a sus respectivas prácticas de subjetivación en torno al reggaetón. Todo ello amparados bajo un marco de teoría y práctica que a través de sus argumentos puedan contribuir, no solo a los resultados del trabajo investigativo, sino también a un proceso de emancipación, en la medida en que el trabajo constante de reflexión sobre la teoría, la práctica y los resultados deben ser constantes y permanentes. A partir de esto, debemos advertir que la estructura y los resultados finales de esta investigación aún están inconclusos, debido al largo periodo de tiempo requerido para observar la serie de prácticas que permitan develar más adecuadamente los procesos bajo los cuales históricamente se ha construido la subjetividad contemporánea. Tarea que se hace más dificultosa aún, toda vez que este ejercicio de visualización también afecta el contexto próximo de los estudiantes partícipes de la investigación. Estos aportes son un punto de partida sin lugar a duda para nuestra metodología, pues la investigación acción participativa posee una relación directa con la concientización de los sujetos, y más aún con la reflexión a partir de la praxis, pues esta herramienta de transformación social permite la configuración de un conocimiento de corte socio-crítico que transforma la experiencia escolar en una acción emancipatoria en busca de la construcción de conocimiento y la misma formación de una nueva subjetividad. Teniendo en cuenta estas consideraciones, debemos tener en mente que la IAP posee dos ejes transversales en su estructuración metodológica: un eje epistemológico que proporciona la posibilidad de tomar la producción del conocimiento como un acto intencional, jamás neutral, que se fundamenta en los intereses de los sujetos que lo producen desde su base social; y el otro eje, la acción, el cual brinda la posibilidad a la IAP de hacer énfasis en el componente de la acción. Como reflexión constante en la práctica, esta investigación se funda en la acción y es sumamente participativa en relación a todos y cada uno de los sujetos partícipes (Ortiz y Borja, 2008). Desarrollo investigativo Tras la elaboración de un marco teórico y metodológico conciso, que se encontraba sujeto a cambios durante la práctica investigativa, se pretende a continuación exponer las preguntas base sobre las cuales se fundamentó el proceso investigativo en el trabajo de campo: A partir de la hipótesis se plantearon tres preguntas ejes, las cuales se esbozan de la siguiente manera: 1. ¿Cuáles son los canales de comunicación (Berlo, 1984) que utiliza la juventud escolar del I.E.D Ramón de Zubiría en la localidad de Suba en Bogotá para escuchar reggaetón? 2. ¿Qué significantes se identifican en las mutaciones semánticas realizadas por el reggaetón? 3. ¿Cuáles son las conductas y las prácticas que el reggaetón le otorga al sujeto pretendido por sus enunciaciones? 4. 278

Estas preguntas fueron tratadas y trabajadas en unas sesiones específicas con los cursos 904, 1005 y 1105; además, se trataron de abordar temáticas relacionadas a la práctica investigativa con la finalidad de otorgar instrumentos conceptuales y metodológicos para que los estudiantes participaran activamente en la práctica investigativa. Las sesiones abordadas fueron: Sesión 1

Presentación y consideraciones generales del trabajo

Sesión 2

¿Qué es el la gubernamentalidad? Introducción al pensamiento de Foucault Historia del Reggaetón de carácter global y local

Sesión 3 Sesión 4 Sesión 5 Sesión 6

Entrevistas Reggaetón, maquinas del saber, mecanismos del poder y prácticas de subjetivación. Conclusiones

Bajo estas sesiones se trabajaron la temática central del trabajo investigativo, los antecedentes históricos del reggaetón a nivel mundial y local y algunos aspectos centrales del pensamiento de Foucault. Las conclusiones base que resultaron del presente trabajo fueron las siguientes. Resultados y conclusiones En la resolución de las preguntas, los espacios asignados para dicha tarea según el organigrama fueron las sesiones 4 y 5 respectivamente. A continuación se mostraran los análisis respectivos: 1. En la resolución de la pregunta sobre los canales de comunicación, se observan variables que pueden ser consideradas generales. Estas variables se estructuran a los lineamientos tratados por los canales de comunicación. Modos: Uso de medios masivos de comunicación e instrumentos electrónicos. Lugares: Por lo general son lugares referenciados al espacio público, aunque se presentan particularidades como por ejemplo espacios de carácter privado como la familia o ámbitos escolares como la escuela. Codificador y decodificador: Se enuncian cantantes directos del género musical, pero también se tiene en cuenta a personas contextualizadas en el ámbito cotidiano, escolar y familiar respectivamente. 2. Las transformaciones semánticas identificadas por los estudiantes de los cursos 904, 1005 y 1105 giran en torno a las siguientes nociones:

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• Sexo: el cual posee por semas “mujeres fácil”, “mujeres como objeto de consumo”, “relaciones efímeras”, “vinculación con drogas y alcohol”, significantes acuñados directamente al reggaetón. • Cuerpo: éste posee como semas a partir del reggaetón los siguientes significantes: “instrumento de uso”, “estereotipo”, “sexo”. • Sujeto: sus disposiciones como significantes son: “individuo sin libertad”, “sujetado”, “dominado”. • Libertad: cuyo significante en el reggaetón es: “mujeres libres, fáciles” “hombres con libertad buscan dinero fácil”, “libertad de consumo de drogas y alcohol”, “libertad de tener sexo”, “libertad de compra”. 3. En el desarrollo de las actividades “dibujo y actuación” se observan algunas consideraciones interesantes relacionadas con la solución de la pregunta a tratar. En primera medida, se observa cómo a partir de los dibujos se hace referencia a los canales de comunicación con sus niveles de acceso, la estética del cuerpo y las relaciones económicas inmersas en la estructura de la tecnología. En todos los dibujos se evidencia un tipo de sujeto pretendido por el reggaetón, el cual es expuesto desde sus enunciaciones hasta en la muestra audiovisual de sus videos. En la segunda actividad, cuya finalidad era observar el grado de adaptación de los lineamientos que se trabajaron durante las sesiones a partir de unas representaciones artísticas, los alumnos adaptaron tal cual el sujeto pretendido en su actuación. Acción confusa en la medida que no demuestra grados de rechazo ante las practicas mencionadas, pero que a su vez deja inconcluso un aspecto: la verdadera adaptación de estas prácticas en todos los aspectos de la vida. Teniendo en cuenta lo mencionado y partiendo del trabajo de campo, se cree que un trabajo de este corte requiere de un tiempo mucho más largo para que los sujetos se apropien de estas formas de conocimiento, realizando con ello acciones reflexivas y transformativas.

Referencias Bibliográficas Anoria, Alba; Tatiana  Lobato  y Marta  Pacheco. s/f. Proyecto integrado: La  influencia  de  la música  sobre  la  sociedad actual. https://proyectointegradofuenteluna.files.wordpress. com/2011/01/influenci-marta-alba-y-tatiana-4c2bab.pdf Berlo, David. 1984. El proceso de la Comunicación. Buenos Aires: El ateneo. Colmenares, Ana Mercedes. 2012. “Investigación acción participativa: Una metodologia integradora del conocimiento”, 102-113. En Voces y Vivencias: Revista Latinoamericana de Educación, Vol. 3, N° 1, pp. 102-115. De Toro, Ximena. 2011. “Métele con candela pa’ que todas las gatas se muevan. Identidades de Género, Cuerpo y Sexualidad en el Reggaetón”, 81-102. En Punto Género, N° 1, pp. 81-102. 280

Foucault, Michel. 2010. El coraje de la verdad: el gobierno de sí y de los otros II. Buenos Aires: Fondo De Cultura Económica. Foucault, Michel. 2009. Seguridad, Territorio, Población. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 2008. Nacimiento de la Biopolitica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 1996. Hermenéutica del sujeto. La plata: Editorial Altamira. Foucault, Michel. 1990. Tecnologías del yo y otros textos afines. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, S.A. Foucault, Michel. 1970. La Arqueología del Saber. Francia: Gallimard. Foucault, Michel, y Pierre Boulez. [1983]2006. “La musica contemporanea y el público. En Nombres, Revista de Filosofía, año XXVI, N° 20, pp. 197-206. González, Maharba Annel. 2008. “Michel Foucault: La Emergencia De La Historia Crítica”. En Dikaiosyne, N° 20, pp. 45-60. Ortiz, Marielsa y Beatriz Borja. 2008. “La investigación acción participativa: Aportes de Fals Borda a la educación popular”. En Espacio Abierto Cuaderno Venezolano de Sociología, Vol.17, N° 4, pp. 615-627. Gallardo Pauls, Beatriz. 2009. Presentación: Lingüística general y aplicada. http://ocw.uv.es/artes-yhumanidades/linguistica-general-i-aplicada/2-1/12419.mats41.nocionessemant.pdf Ruiz, Manuel Alejandro. 2006. Chose Few-El documental. Vorraber, M. 1997. “Elementos para una crítica de las metodologías participativas de investigación”. En Alfredo Veiga-Nieto (Coord.) Critica Post-estructiralista y educación, (pp. 119174). Madrid: Laertes.

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El gobierno de las máquinas deseantes: modernidad y fútbol en la mitad del siglo XX en Bogotá Isaac Pinedo Pérez1 Carlos Santos Henao2 Se hace la genealogía y la arqueología de las tecnologías de gobierno para poder diagnosticar por qué nos conducimos hoy como lo hacemos, por qué somos gobernados de esta forma en particular. En este sentido, la analítica de la gubernamentalidad es una actividad problematizadora, pues contribuye a “desnaturalizar” nuestra conducta presente. Santiago Castro-Gómez, 2010: 49.

Introducción En la actualidad, el fútbol ha captado gran parte del diario vivir de cada uno de los habitantes de nuestro país; éste ha logrado una integración nacional y regional –hincha, barrista, jugador, espectador–, fenómeno que está vinculado a un deseo constante de consumirlo cualquier día de la semana y a cualquier hora del día. Por lo tanto, es necesario pensarlo desde otras densidades de sentido, que nos permitan ver el balompié más allá de un aparato distractor o desde la recurrente idea del “opio del pueblo”. El fútbol es una estrategia de gobierno capitalista, que antes que reprimir el deseo, lo moviliza y lo gestiona con el fin de gobernar a la población. El fútbol emerge a finales del siglo XIX en Colombia, pero no es hasta mediados del siglo XX que logró percolar en el grueso de la población como una práctica rutinaria, no solo como ejercicio sino también como entretenimiento. El periodo histórico que se analiza comprende los años 1948 a 1952, ya que en esta etapa temporal se encuentra el primer momento de popularización3 del fútbol en la ciudad de Bogotá. El ejercicio analítico-investigativo4 nos llevó a ubicar tres engranes fundamentales en el éxito del fútbol como un mecanismo gubernamental a mediados del siglo XX en Bogotá. Con estos se busca la normalización de las condiciones de la conducta de la población, no la conducta en sí misma del ciudadano, situación que articula la maquinaria deseante moderna y el fútbol como práctica de gobierno. 1 Estudiante adscrito al programa de Licenciatura en Educación Básica con énfasis en ciencias sociales Facultad de Humanidades de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. 2 Estudiante adscrito al programa de Licenciatura en Educación Básica con énfasis en ciencias sociales Facultad de Humanidades de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. 3 Lo entendemos como un área de negociación donde circulan valores y elementos ideológicos, es decir, como un mecanismo para ganar adeptos frente a modos concretos de ver el mundo, concibiendo que también existan oposiciones que se mezclan en distintas formas de dominación y resistencia. Por lo tanto, el proceso de popularización se ejerce en una construcción de ciertos parámetros comunes bajo los cuales se otorga sentido a la dominación y se actúa frente a ella (Szurmuk, M. & Irwin, R. 2009: 126), Entonces, la popularización del fútbol en un proceso de hegemonización-apropiación en el marco de la circulación del deseo. 4 El análisis que se presentara a continuación está basado en la revisión de archivo de la Revista Cromos de los años 1945-1970; la revista está elaborada para la elite social de Bogotá, en ella se encuentra reflejada el pensamiento y la percepción de mundo de esta clase social.

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Estos tres engranes5 son: la producción de fútbol como práctica discursiva agenciada desde la elite bogotana, la producción de la clase popular como mecanismo de regulación social, y el proceso de síntesis conectiva –entendida como factores cohesionadores que ayudaran a la adaptabilidad del fútbol en diferentes escenarios sociales-. La vinculación de estos tres engranes será la preocupación de este texto. El fútbol como práctica discursiva El aparato gubernamental, no tiene como función normalizar la conducta de la población sino gobernar la circulación del deseo. Por lo tanto, el fútbol como un aparato gubernamental produce una circulación eficiente de esta producción deseante; el deseo debe pensarse como un imaginario que dobla la realidad, es decir, se configura en una producción práctico-discursiva, que materializa un sentir, una percepción. Este deseo no es estático, circula en la maquinaria, pero se fija en los sujetos y ahí es apropiado. En un primer momento, se hace fundamental ubicar la imperiosa necesidad de identificación de la elite económico-social de Bogotá por percibirse como moderna, ya que “este propósito, animado con mucho ímpetu a lo largo […] del siglo XIX, agudizó el instinto mimético de la burguesía frente a sí misma y frente al cuerpo social. La apropiación de la modernidad debía englobar tanto la subjetividad como la apariencia.” (Pedraza, 1999: 18). En este sentido, se intentaran sentar las bases de un proyecto moderno a partir de una serie de prácticas de emulación internacional, principalmente europeas. La llegada del fútbol a Colombia es agenciada por la consolidación de una elite que intenta fortalecer el proyecto moderno y que encuentra en las diferentes prácticas deportivas un mecanismo de auto-distinción y diferenciación social. Dicho esto, la elite es el engrane que permite la entrada y dinamización del fútbol, además del flujo de una serie de prácticas –injerencia en las escuelas, implementación en clubes sociales y la consolidación de una competencia organizada- que contribuirán a la popularización del mismo. Este mecanismo de auto-distinción se logra afianzar gracias al “Club”, ya que éste trajo consigo los elementos de la elite global, principalmente de la inglesa, ejerciendo una emulación total: modelos arquitectónicos, modos de ser, de vestir, de expresarse; además, la llegada de prácticas deportivas que fueron exitosas en Europa y que ahora entraran a hacer parte de la cotidianidad de la elite como lo son: el polo, la equitación, el golf, el tenis y el fútbol. Para el año 1917, la Revista Cromos publica un artículo que ofrece unas serie de pautas sobre cómo debería entenderse el fútbol de la época, el cual no deja de ser una imagen de la aspiración moderna. El articulo denominado “Los triunfadores de Cambridge” condensará muchas de las ambiciones de un fútbol que en gran medida trata de emular al británico –esta emulación se dará en varias escalas, tanto en su enunciación como en su técnica y táctica–.

5 El concepto de engrane nace de las reflexiones acerca de la categoría analítica Maquina deseante, planteada por Deleuze & Guattari (2009), el concepto de engrane hace alusión a un mecanismo que ejerce una fuerza combinada que genera el movimiento de otro engrane, y por tanto de la máquina. Este engrane es de régimen asociativo y binario, se acopla a otro, no está suelto. Por lo tanto, los engranes que explicaremos en este texto, no pueden ser leídos como independientes, sino, uno acoplado a otro.

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El foot-ball que hace cerca de dos lustros importaron de Inglaterra, en donde estudiaban […] hijos de altos comerciantes de Bogotá, ha tomado un gran auge, y se han formado grandes equipos que han puesto muy alto el viril deporte. Es un juego de la alta clase puesto que el pueblo descalzo o de alpargatas no está adecuado para practicarlo, aparte de que los elementos como el balón, las rodilleras y espinilleras con que muchos jugadores van al campo casi como una batalla son muy costosos. Un balón, por ejemplo, vale cinco pesos y una camisa otro tanto, suma que no está al alcance de cualquiera. (Revista Cromos, 1917: 30)

En primera medida, vale la pena resaltar el aparato de enunciación, donde existe la tendencia a utilizar expresiones del inglés británico, tales como: score, team, goal, football, raiding-off, backs, y wing; estas expresiones denotan una profunda necesidad de auto distinción de la elite, ya que “parecer” europeo o americano brindará un espacio de reconocimiento entre sus pares, no solo en sus prácticas, sino en la manera de comunicarse, de relacionarse unos con otros; la preocupación de la elite bogotana pasa por sentir-se moderno y esto se hará posible en la medida que se puedan diferenciar de la gran clase media y del pueblo. En segunda medida, el análisis no puede excluir el poder adquisitivo como un factor determinante. No cualquiera puede comprar los implementos necesarios para poder jugar al foot-ball, porque el “pueblo descalzo y en alpargatas no está adecuado para practicarlo” (1917: 30), por lo tanto existe una marcación identitaria de clase, que se basa en una práctica higienizadora, no solo física, sino moral. En relación con esta línea operara el segundo engrane: la producción de la clase popular como mecanismo de regulación social. Para el año 1948, la realidad social será distinta, ya que el mecanismo de popularización ejercido por la profesionalización del deporte logró que el fútbol permeara todas las clases sociales, por lo que estas discursividades generan una producción de deseo, que antes de disciplinar a la población, gestionó la circulación del mismo, para que no fuera propio de una elite, sino que llegara a la clase media y al pueblo; esta herramienta será más notoria cuando el fútbol se agencia con valores capitalistas, como el ascenso social y el cultivo del cuerpo en los descansos, para la producción material en la fábrica (Archila, 1988). En este mismo año, ocurre El Bogotazo; este suceso histórico se produce principalmente por la muerte del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán, provocó la insurrección popular en todo el país, lo que generará una ola de violencia extendida que permeará el medio social. Para septiembre de 1948 nace el fútbol profesional en el país, lo que nos llevaría a pensar, que la decisión de profesionalizar este deporte cinco meses después del 9 de abril no está desligada de los hechos violentos de este día. El deporte en general será un mecanismo para encauzar la violencia generada por el bogotazo, ya que como propone Elias & Dunning (1986: 55): “el deporte ha funcionado históricamente con el apaciguamiento de los ciclos violentos y logrará la resolución de conflictos por medios no violentos de acuerdo con reglas”. El uso del fútbol para la redirección de la violencia como mecanismo gubernamental será un elemento vital. El ejemplo más visceral de esta acción será la edición de mayo 8 de 1948 de la Revista Cromos, luego de que sus talleres sean quemados por la multitud enardecida, el semanario vuelve a la actividad de reportería luego de un mes; aquí cada sección de la revista se dedica a brindar espacios para mostrar que cada una de estas puede 285

contribuir con el apaciguamiento del pueblo, y la columna deportiva no se queda atrás. Este fragmento es tomado del artículo “El Deporte será factor de calma y normalidad”, escrito por Miguel Forero Nougues, donde afirma que: El deporte constituye un poderoso estimulo para la juventud. Es además un factor de gran valor para el restablecimiento de la normalidad, para calmar los ánimos. Como elemento de educación para la ciudadanía viene a ser un poderoso instrumento que ha sido infortunadamente descuidado por las esferas oficiales. La práctica del deporte despierta el respeto y el interés por la disciplina y evita numerosos trastornos de orden físico y moral. (Revista Cromos, Mayo 1948: 12)

Por lo tanto, el deporte no es un tema menor, desde éste se piensan formas que mitiguen esta confrontación y pacifiquen el conflicto. Más allá de la constante militarización en diferentes zonas del país el fútbol será un mecanismo que intentará regular esta violencia, para apaciguar en un primer momento y después controlar las condiciones de la conducta de la población. Como lo afirma la sección deportiva de la Revista Cromos “el pueblo debe aprender a perder, y debe saber apreciar las virtudes del adversario para que el gran movimiento deportivo colombiano se constituya en poderoso elemento de desarme” (Revista Cromos, Agosto 1950). Según lo dicho, los mecanismos gubernamentales no aparecen como un vector unidireccional de dominación porque no buscan encaminar la conducta de los otros, sino dirigirla de un modo eficaz. Estos son principalmente guiados hacia la clase popular por dos razones: en primera instancia, la clase popular es el grupo poblacional que agencia la violencia armada bipartidista; y en segundo lugar, entendemos que una política de desarme no solo debe ser guiada por la dejación de las armas, sino por la ocupación de la población en otras actividades, en este caso el deporte. Bajo la excusa de la peligrosidad innata de las clases populares es necesaria la aplicación de una serie de regulaciones de todo tipo sobre la vida social –higienización, mejoramiento de la raza y desarrollo de la moral cristiana–. Para el proceso histórico en cuestión, existe la idea de que gobernar a las masas populares es vital para el desarrollo productivo del país, pero la gobernanza de esta población no sólo se genera en el campo disciplinar sino también en el deseable; gobernar no solo radica en hacer que otros se comporten de una cierta forma en contra de su voluntad, sino es lograr que esta conducta sea vista por los gobernados como buena y deseable. “Con otras palabras: Gobernar significa lograr que los sujetos hagan coincidir sus deseos, necesidades, aspiraciones y estilos de vida con objetivos técnicamente designados de antemano” (Castro-Gómez, 2009). Síntesis Conectiva Existen una serie de componentes cohesionadores que permiten que tanto las prácticas discursivas como el aparato gubernamental, la maquinaria deseante moderna y la maquinaria social capitalista, se conecten para poder echar a andar al fútbol, como un mecanismo de gobierno de la población. Estos factores son: la fácil adaptabilidad de los elementos que componen el fútbol; la bucolicidad que está vinculada al escape de la nueva ciudad industrial en escenarios que están en su interior; y finalmente, la construcción de estos escenarios que ayudaron a la difusión del deseo del sentir-se moderno. 286

La fácil adaptabilidad del fútbol hará referencia a la maleabilidad de la práctica, ¿Cuántos de nosotros no tuvimos un balón de trapo o una botella? Éste consta de una serie de mecanismos versátiles para su juego, como lo expresa Castelo (1999) el fútbol es un deporte de dos equipos y once jugadores, pero es tan versátil que no es necesario tener once jugadores y dos equipos para ejercer su práctica. En este orden de ideas, una bola de trapo y dos piedras también podrán ser constituyentes de la práctica del fútbol. Atado a esto, surge el siguiente elemento vinculante a la popularización del fútbol: la bucolicidad. Esta se refiere a la posibilidad de fugarse de esa nueva realidad urbana. Como afirman Davila & Londoño (2001: 89) “El campo de juego es un referente campestre, bucólico, ir a fútbol tiene ese pequeño sabor de salir de paseo el domingo.” Ir a ver fútbol se constituyó en una actividad familiar, jugarlo en el barrio, una demostración de comunidad, que no iría en contra de lo tradicionalmente bogotano. El fútbol atrae gentes de todas las condiciones y se ha convertido, de un lustro a esta parte, en punto obligado del programa dominical para todas las clases. Cuando inicia su auge se llegó a temer que debilitase a la tradicional diversión de los toros y que provocara descensos en las entradas del cine. Pero los temores no se confirmaron y por lo contrario, bien pronto quedo establecido que Bogotá tiene su público para todo” (Revista Cromos. Marzo, 1953: 8).

En esta cita del artículo “¿Qué hacemos los domingos?” se hace visible como el día domingo se hace trascendental en la vida del habitante capitalino para el fomento del ocio. En distintos escenarios el ciudadano tenía la posibilidad de sacar todo lo que le dejaba una ardua semana de trabajo, razón por la cual el aparato de gubernamentalidad no interviene sobre los individuos, sino sobre su medio ambiente, donde los sujetos viven (Lazaratto, 2006); por ende, este último elemento cohesionador, tiene que ver con la producción de espacios en los cuales se deviene fútbol; estos espacios son principalmente: el Parque Nacional y el estadio El Campin. El Parque Nacional o “la finca de los pobres”, ubicada en el lugar más céntrico de la ciudad, aglutinará los domingos a la población considerada pobre, la clase media y las gentes más pudientes. La circulación de la población no es restringida, no se paga una boleta, ni entrada, en él confluían las distintas clases sociales; por lo tanto, este escenario será significativo en el tránsito de ideas, gustos y prácticas. La importancia de este lugar radicará en que es el sitio donde muchas de estas barreras de clase permearan y permitirán la circulación, apropiación y re significación del balompié. Por otro lado, el estadio El Campin se construye en el año 1938, en conmemoración de los juegos bolivarianos. Éste será el epicentro de las actividades deportivas capitalinas, principalmente del fútbol. Para el año 1949, posterior a la profesionalización, existirá una exigencia de la población para pedir un espacio adecuado para observar los partidos de este deporte. El grito unánime, espontaneo, estrepitoso de 30.000 gargantas respondieron al gesto del señor Obregón, ESTADIO, ESTADIO, ESTADIO. […] Bogotá merece un estadio que reemplace las ruinas informes en donde 30.000 personas se apretujaron como sardinas el domingo pasado, cuando otras tantas se quedaron sin presenciar el sensacional partido [..] En la tribuna de preferencia, un grito sostenido perturbo la flema del alcalde Obregón durante los 90 minutos: ESTADIO, ESTADIO, ESTADIO. (Revista Cromos. Octubre, 1949) 287

Esta petición se hará realidad en el año 1951, como conmemoración del día de la independencia de Colombia. Se reinaugurará el estadio El Campin con un cuadrangular entre las selecciones de Argentina, Paraguay, Uruguay y Colombia. Asisten más de 70.000 personas. Esta reinauguración responde a la creciente popularización del deporte, donde no solo se produce la vinculación de un entorno familiar, sino una producción deseante de “verse” moderno, deleitándose con el espectáculo internacional de Pedernera, Di Stefano, De Rossi, Doku, etc. Estos factores cohesionadores implementarán una mayor adaptabilidad del fútbol a la realidad social. Si bien el balompié es un elemento histórico y como tal va a sufrir una serie de transformaciones para adaptarse a los nuevos contextos y condiciones, también lo hará el gobierno de la población renovándose según las nuevas exigencias sociales, reconfigurándolas, y produciendo al fútbol como un elemento meramente modernizador y capitalista. En conclusión, este texto ha resaltado cómo el fútbol es una herramienta gubernamental, que gestiona y hace circular el deseo del proyecto moderno que se intentó afianzar desde la primera parte del siglo XX en Bogotá, y que encontró en el año 1948 una forma de operar para consolidar una serie de valores capitalistas y una manera de percibirse moderno a través del deporte. Pero esto no significa que el análisis desde la gubernamentalidad sea la vía univoca para leer el fútbol. Es necesario entender que éste ha logrado generar lugares de disputa y puntos de fuga donde se deslocalizan las relaciones de control y se logra abrir la puerta a un campo donde se altera la política del significante. Desnaturalizar esta práctica banalizada es un primer paso para entender que el fútbol es algo más que un práctica de nacionalismo barato, un negocio transnacional o una bruma distractora de la realidad social. Bastaría preguntarse ¿por qué en la mayoría de colegios de América Latina, el lugar central de la estructura arquitectónica es una cancha de fútbol? ¿Qué sentimos al escuchar nuestro himno nacional en la pasada copa mundial? Y para finalizar ¿por qué nos gusta el fútbol? Referencias Bibliográficas Archila, M. 1988. La formación de la clase obrera colombiana 1910-1945. New Orleans: Ponencia al XIV Congreso internacional LASA. Castelo, J. 1999. Fútbol. Estructura y dinámica de juego. Barcelona: Editorial INDE Castro-Gómez S. 2010. Historia de la gubernamentalidad. Razón de estado, liberalismo y neoliberalismo en Michael Foucault. Bogotá: Universidad Javeriana. Castro-Gómez S. 2009. Tejidos Oníricos: Movilidad, Capitalismo Y Biopolítica En Bogotá (19101930). Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana. Davila & Londoño. 2001. La nación bajo un uniforme: la selección Colombia (1985-2001). En Bolivar, I. Ferro, G. Davila, A. Belleza, Fútbol y Religiosidad popular. Cuadernos de la nación. Bogotá: Ministerio de cultura. Deleuze, G. Guattari, F. 2009. El Antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia. Barcelona: Paidos Elias, N. Dunning, E. 1986. Deporte y ocio en el proceso de la civilización. México D.F.: Fondo de cultura económica.

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Lazzarato, M. 2006. Por una política menor: acontecimiento y política en las sociedades de control. Madrid: Traficantes de sueños. Szurmuk, M. Irwin, R. 2009. Diccionario de estudios culturales latinoamericanos. Siglo XXI Editores.

Fuentes Impresas Revista Cromos Alba, P. 1953. ¿Qué hacemos los domingos? Revista Cromos. LXXV (1874). Pág. 8-9. Anónimo. 1950. Millonarios se puso serio en Manizales. Revista Cromos. LXIX (1744). Pág. 34-35. Anónimo. 1917. Los triunfadores de Cambridge. Revista Cromos. Pág. 30 Arenas, C. 1949. Millos hacia la conquista del título. Revista Cromos. LXVIII (1702). Pág. 10-12 Nougues, M. 1948. El Deporte será factor de calma y normalidad. Revista Cromos. LXV (1627). Pág. 12

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Governamentalidade neoliberal e política social de inclusão e de gênero no ensino técnico no Brasil Tatiana Teixeira Silveira1 Viviane Teixeira Silveira2 Introdução A criação dos Institutos Federais de Educação, Ciência e Tecnologia (IFs) instaura um novo discurso sobre a educação profissionalizante. Esse projeto educacional nasceu pautado por narrativas salvacionistas que pretenderam devolver à educação profissionalizante a função de resolução dos problemas relativos ao acesso ao mundo do trabalho, ou ainda, para utilizar um vocabulário mais próximo das propostas de governamento da população (Foucault, 2008a; 2008b), um veículo de inclusão social. O projeto educacional que é responsável pela criação dessa nova instituição pretendeu, antes de qualquer coisa, fomentar a inclusão de uma população específica nos processos de formação profissionalizantes (Silveira, 2014). A inclusão econômica e social é uma das prerrogativas e também o imperativo da governamentalidade biopolítica neoliberal (Lopes, 2009). O princípio da inclusão educacional é uma fonte inesgotável de políticas públicas nas últimas décadas, definindo-se que toda e qualquer política educacional seja baseada no princípio da inclusão (Rech, 2013). A criação dos Institutos Federais acompanha um movimento educacional geral com o objetivo de oferecer educação para todos, isto é, desde a Educação de Jovens e Adultos (EJA) até a pós-graduação, além das modalidades a distância e dos cursos para a comunidade. Os Institutos Federais são representados por um projeto educacional pautado pelas biopolíticas neoliberais. Uma das características fundamentais dos Institutos Federais é o princípio da formação ao longo da vida (Ball, 2013), na medida em que poderá ser iniciada pela Educação de Jovens e Adultos e se estender até um número interminável de especializações e cursos de pós-graduação, que poderão acontecer também na modalidade a distância. Essa característica do aprendizado ao longo da vida tem uma relação direta com a consolidação do aspecto profissionalizante da educação técnica. A partir da conjugação de vários projetos sociais e educacionais ligados aos princípios do governamento neoliberal surgiram os IFs que colocaram em prática alguns princípios, como o imperativo da inclusão, a formação profissional de toda uma população, a educação ao longo da vida e a empregabilidade. Nesse sentido, foi possível perceber, por meio de uma análise já efetuada (Silveira, 2014), diferentes aspectos que possibilitaram associar, de forma mais contundente, a criação dos Institutos Federais com a ideia de um projeto educacional com bases em uma governamentalidade neoliberal (Foucault, 2008a; 2008b). Com a criação e institucionalização dos Institutos Federais certo tipo de regulamentação da vida da população adquire contornos específicos a partir das variadas possibilidades de 1 Doutora em Educação, Professora do Instituto Federal de Educação, Ciência e Tecnologia do Rio Grande do Sul. 2 Doutora em Ciências Humanas, Professora da Universidade do Estado de Mato Grosso

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formação que, por sua vez, encontra-se relacionada também a uma formação direcionada ao empreendedorismo, que no mundo contemporâneo representa uma competência essencial. A inclusão escolar é uma das premissas para a criação dos Institutos Federais. Os objetivos de inclusão escolar e social fizeram-se presentes na legislação que implantou essa instituição. Essa premissa indica que os Institutos Federais deverão ser uma instituição da inclusão, sobretudo da diferença econômica. A inclusão nos Institutos Federais de Educação, Ciência e Tecnologia Desse modo, em complementaridade a lei de criação (BRASIL, 2008), surge um conjunto de programas e ações organizado pela Secretaria de Educação Profissional e Tecnológica (Setec/MEC). Esse conjunto de programas e ações pretende garantir a inclusão educacional de uma enorme e diversa população dirigida à perspectiva profissionalizante. A documentação proposta pela Setec/MEC demonstra o grande investimento do Estado, tanto para que os IFs se destaquem como instituição de grande sucesso educacional, como para realizar os projetos de inclusão educacional e social da população brasileira. Através da análise dos documentos que compõem o conjunto de programas e ações do ensino profissionalizante é possível afirmar que as novas leis, decretos e outros documentos surgem com o objetivo de transformar os IFs na instituição de acolhimento da diferença social e econômica, por meio da profissionalização. A documentação oficial evidencia um conjunto de aspectos considerado importantes pelo governo, para a inclusão da diferença, conforme Pacheco (2011): A Educação Profissional e Tecnológica tem pelo menos duas dimensões importantes, que são a dimensão da inclusão e também a da emancipação, na medida em que não apenas inclui a pessoa numa sociedade desigual, o que é insuficiente, mas lhe dá as ferramentas necessárias para que ela construa o seu itinerário de vida e possa se emancipar e se constituir como cidadã. (Pacheco, 2011: 5)

Consta na documentação uma noção de emancipação que, na narrativa oficial, deverá ser o resultado do processo de inclusão. A inclusão, por meio da Educação Profissional e Tecnológica, fornece as “ferramentas necessárias” para que a pessoa seja responsável pela sua própria empregabilidade, que ela se torne empresário e gestor de si e, assim, se emancipe e se constitua cidadã. A partir da implantação dos programas e ações nos IFs, a Setec/MEC, reforçou o investimento do Estado na formação de trabalhadores para o mercado e, com isso, a ideia de que cada indivíduo é responsável por si mesmo, sendo responsável pelo desenvolvimento do seu capital humano, que será possível através do ensino profissionalizante. Os programas e ações exaltam o acesso de determinadas populações nesta instituição pública de ensino profissionalizante de excelência. Há notadamente um projeto de ampliação massiva do acesso da população ao ensino formal, por meio da escolarização profissionalizante para o combate às desigualdades sociais. A nova população de “desvalidos” acolhida pelo Ensino Técnico, será atendida, sobretudo, não pelo ensino regular, mas pelos programas e ações oferecidos pelos IFs. Os novos “desvalidos” precisam também fazer parte da composição de um país preocupado com o desenvolvimento da ciência e da tecnologia. 292

Em um passado mais distante o público que compunha o Ensino Técnico eram os órfãos e desvalidos, inseridos compulsoriamente em instituições de aprendizagem para o trabalho. A partir do surgimento das Escolas Técnicas, nos anos de 1960 e 1970, o Ensino Técnico, com o apoio das empresas, atendia os pobres e filhos das classes menos favorecidas, ainda que houvesse outro público em busca de um ensino de qualidade. Na configuração atual, isto é, já com IFs, o público atendido pelo ensino profissionalizante é composto por uma diversidade nunca antes observada nas instituições de ensino técnico. Além do jovem atendido pelo ensino médio integrado ao técnico, pelo ensino superior e pós-graduação, há uma população de “novos desvalidos” atendidos por todas as outras modalidades, programas e ações. Dentre os programas que atendem essa massa populacional de novos “desvalidos” encontram-se o Ensino de Jovens e Adultos – EJA; o ensino profissionalizante ofertado à distância; os cursos de formação superior de tecnologia e, sobretudo, os cursos de capacitação de trabalhadores. As reformulações no ensino profissionalizante, a partir da inclusão de um número monumental de programas, demonstram o massivo investimento biopolítico em uma população de indivíduos sem recursos financeiros, desatendido pela educação básica tradicionalmente oferecida e sem formação para atender as demandas de mercado de trabalho cada vez mais exigente. Saraiva e Lopes (2011) ressaltam a relação estabelecida entre as políticas de inclusão e o Estado: As políticas de inclusão são pensadas como ações estratégicas que visam no presente e, principalmente, em um futuro próximo, minimizarem os investimentos do Estado na população. A minimização dos investimentos não implica em enfraquecimento do Estado, mas sim em deslocamento de suas funções (...) Todos devem se responsabilizar pela inclusão. Qualquer um poderá estar nessa condição, em algum momento. Esse será um dos custos que teremos com a banalização da inclusão. (Lopes, 2011: 19-20)

Os programas e ações ofertados pelo ensino profissionalizante podem ser tomados como características de constituição do jogo econômico do neoliberalismo e, consequentemente, uma tecnologia de governamentalidade. A inclusão na contemporaneidade simboliza um imperativo do neoliberalismo. O Programa Mulheres Mil Um programa de inclusão proposto recentemente foi o Programa Mulheres Mil. O objetivo desse Programa é formar mulheres, através do ensino profissionalizante, nas áreas do “turismo e hospitalidade, gastronomia, artesanato, confecção e processamento de alimentos” (Brasil, 2011). Segundo a narrativa governamental, o programa foi direcionado inicialmente para as mulheres em situação de extrema pobreza das regiões Norte e Nordeste do Brasil, com a possibilidade de expansão do programa para outras regiões. O material de divulgação do Programa Mulheres Mil (2014) anuncia: O programa Mulheres Mil está inserido no conjunto de prioridades das políticas públicas do Governo do Brasil, especialmente nos eixos promoção da equidade, igualdade entre sexos, combate

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à violência contra mulher e acesso à educação. O programa também contribui para o alcance das Metas do Milênio, promulgada pela ONU em 2000 e aprovada por 191 países. Entre as metas estabelecidas estão a erradicação da extrema pobreza e da fome, promoção da igualdade entre os sexos e autonomia das mulheres e garantia da sustentabilidade ambiental (...) Por diversas circunstâncias, elas não conseguiram acesso à educação. Mas, com o programa, elas têm a oportunidade de voltar para a sala de aula, retomar os estudos e abrir perspectivas de futuro.

O Programa Mulheres Mil se apresenta como uma política social de inclusão das mulheres, pretendendo corrigir a desigualdade de gênero e suas consequências econômicas e sociais, além de questionar a violência contra as mulheres e permitir-lhes o acesso à educação. A situação de “pobreza extrema” e da “fome” são tomadas explicitamente como justificativas para a elaboração de uma política pública aplicada às alunas dos Institutos Federais quando insere-se nas Metas do Milênio da Organização das Nações Unidas (ONU). Nesse programa é interessante notar o tipo de relação estabelecida entre a inclusão social de mulheres, a sustentabilidade e a melhoria das comunidades. Quando se trata especificamente das mulheres, as políticas sociais relacionam as mulheres às suas comunidades, ligando-as a tarefa do cuidado para com os outros. Meyer e Klein (2013: 14) discutiram a inclusão a partir da ‘feminização’ das políticas sociais: Assim, o exercício de cuidar de si e dos outros implica a ‘feminização’ tanto de conhecimentos e práticas de promoção da inclusão quanto de instituições e sujeitos (profissionais e usuários) nelas implicados (e isso independe do sexo anatômico dos indivíduos envolvidos). Na medida em que assumimos que o gênero é um organizador do social e da cultura, tal feminização pode ser tomada como ‘um’ efeito importante do processo de generificação das políticas.

A vida das mulheres melhora e imediatamente a vida da comunidade também. Aparece também a noção de vulnerabilidade social relacionada às mulheres. Mulheres Mil do IFSUL, (2013): E é para expandir o horizonte de tantas brasileiras que o programa existe. (...) A proposta é oferecer cursos profissionalizantes e complementação de estudos, mas com um propósito além: “Não oferecemos apenas formação para o trabalho. É o resgate de vários tipos de situação de vulnerabilidade”, explica o pró-reitor de Extensão do IFSul (...)

Dito de outra maneira: “O Programa Mulheres Mil tem como objetivo oferecer as bases de uma política social de inclusão e gênero, mulheres em situação de vulnerabilidade social têm acesso à educação profissional, ao emprego e à renda” (Mulheres, 2014). Assim, os objetivos que apoiam a implantação desse programa nos IFs encontra-se relacionado às políticas de gênero, profissionalização, elevação da escolaridade da população feminina e retirada das mulheres da situação de pobreza extrema. As narrativas sobre o “resgate” de uma população em situação de “vulnerabilidade social”, presentes na documentação, determinam lugares separados e específicos para atender as mulheres no ensino profissionalizante. Nesse caso, a educação profissionalizante das mulheres está dirigida as ocupações que mobilizam a ideia de cuidado, como funções de empregada doméstica e cuidadora de idosos. A partir da pergunta, quem precisa ser governado? acrescenta-se agora a pergunta: quem precisa ser resgatado? Se os homens e jovens precisam ser governados, as mulheres 294

precisam ser “resgatadas”. Assim, o Programa Mulheres Mil demarca o “resgate” social, econômico e, por que não dizer, também moral da população feminina baseado na narrativa da equidade, igualdade e combate à violência de gênero. Sobretudo, esse público feminino precisa tornar-se empregável. O programa Mulheres Mil do Instituto Federal Sul Riograndense ofertou às alunas uma ação denominada de “Dia da beleza”. Essa ação ganhou destaque na página web do IFSul. O título da matéria era “Mulheres Mil do IFSUL e o resgate da autoestima: alunas são surpreendidas com o Dia da Beleza”, conforme é possível notar abaixo, Mulheres Mil do IFSUL, (2013): (...) os coordenadores do programa tiveram a ideia de fazer uma surpresa para as alunas, proporcionando-lhes um momento diferente: um dia da beleza. Na última aula, quando chegaram à escola, as alunas foram recepcionadas por uma equipe de profissionais da área da beleza – todas voluntárias. Cabeleireiras, maquiadoras e esteticistas transformaram a sala de servidores do câmpus num grande salão de beleza. A missão delas era ensinar às mulheres alguns cuidados básicos com a aparência e promover algumas “mudanças” no visual. “Queremos mostrar para elas que todas têm uma beleza especial e todas são importantes, por isso estamos realizando essa surpresa”.

O tema fundamental que direcionou a ação foi uma ideia de “autoestima” dessas mulheres que, por meio das políticas de inclusão e governamento, serão formadas para ocuparem postos de trabalho ligados a uma ideia de feminino aqui relacionado com o cuidado do outro. Assim, para melhor cuidarem dos outros, seja como cuidadoras de idosos ou como empregadas domésticas, precisam aprender a cuidarem de si mesmas, com o objetivo de melhorarem o seu próprio capital humano. Mulheres Mil do IFSUL, (2013): O curso é todo estruturado de forma a promover a autonomia das participantes, criando-lhes oportunidades no mercado de trabalho para que consigam melhorar a condição de suas vidas, famílias e comunidades. “Nos cursos, juntamente com as disciplinas técnicas, elas são incentivadas a se valorizarem, a terem autoestima”(...)

Nesse caso, as transformações no corpo das alunas ultrapassam os conhecimentos técnicos. É necessário ser empregável, isto é, aprendendo as habilidades e competências “técnicas” do trabalho, mas também o cuidado com a aparência e o corpo. Todo esse investimento biopolítico se dá com o objetivo de que ocupem os postos de trabalho de empregadas domésticas e cuidadora de idosos. Para esse programa, as mulheres precisam ter “alguns cuidados básicos na aparência”, um corpo limpo, bonito, um rosto maquiado e um cabelo bem tratado, para poderem cuidar e servir. A formação profissionalizante, para um público específico, nesse caso as mulheres pobres, constitui uma fonte inesgotável de elaboração de políticas públicas, que nesse caso são chamadas de políticas de gênero. Entretanto, ao contrário do que é feito pelas políticas de gênero ancoradas nas teorizações feministas e nos estudos de gênero propriamente ditos, às mulheres, agora maquiadas e com cabelos arrumados, é destinado um lugar que elas sempre ocuparam, isto é, o cuidado. A implementação das ações e cursos do Programa Mulheres Mil são exemplos das políticas específicas que, em primeiro lugar colocam as mulheres como os novos “desvalidos”. Percebe-se a tentativa de inclusão de uma política de gênero no ensino profissionalizante, na medida em que a preocupação é especificamente com a escolarização e pro295

fissionalização das mulheres. A elaboração de programas específicos para mulheres, tidos como política de gênero, relacionados a uma biopolítica dirigida às mulheres, baseia-se nos índices estatísticos de pobreza e miséria, localizados em certas regiões do Brasil, bem como na narrativa da inclusão das diferenças, nesse caso, inclusão das mulheres, população tratada como vulnerável e consequentemente fracassada no mercado do trabalho. A biopolítica assim garante e assegura os emergentes mecanismos sutis de seguridade. A criação dos Institutos Federais e os programas e ações que o acompanham mostram que o ensino profissionalizante, assim como esse tipo de instituição, garantirá a segurança da população, ao menos naquilo que for relativo à empregabilidade, formação profissionalizante e “emancipação”. Observamos que as mulheres constituem alvos específicos de atuação do poder estatal de governamento, pois estas são as populações prioritárias que os dispositivos de seguridade devem abranger. O Programa Mulheres Mil, em algumas de suas ações, que serviram como exemplo para essa análise, através da narrativa sobre as necessidades educacionais das comunidades e das suas vocações econômicas, devolve às mulheres o lugar ocupado historicamente e por excelência destinado a essa população, o de cuidar do outro. Ressalta-se a importância de uma discussão sobre as teorizações feministas quando pretende-se incluir uma política de gênero em instituições como os Institutos Federais, haja visto, a emergência, a proliferação e os números estatísticos que envolvem os IFs. Para além da inclusão de mais programas e ações sociais é necessário na atualidade questionarmos sobre os significados de formar determinada população no ensino profissionalizante. Referências Bibliográficas Ball, S. 2013. “Aprendizagem ao longo da vida, subjetividade e a sociedade totalmente pedagogizada”. Revista Educação, 2(36), 144-155. Brasil. 2008, 30 de dezembro. Lei nº 11.892, de 29 de dezembro de 2008, 1. Brasília, DF, Brasil. Brasil. 2011, 22 de julho. Lei nº1.105, de 21 de julho de 2011. Diário oficial da União, 38. Brasília, DF, Brasil. Foucault, M. 2008a. Nascimento da biopolítica. São Paulo: Martins Fontes. Foucault, M. 2008b. Segurança, território e população. São Paulo: Martins Fontes. Lopes, M. C. 2009. “Políticas de inclusão e governamentalidade”. Revista Educação & Realidade, 2(34), 153-169. Meyer, D. E. 2013. Trabalho apresentado na 36ª Reunião Nacional da APEd. Um olhar de gênero sobre a ‘inclusão social’. Goiânia, GO, Brasil. Mulheres mil. 2014., http://mulheresmil.mec.gov.br/index.php Mulheres Mil do IFSUL e o resgate da autoestima: alunas são surpreendidas com Dia da Beleza. 2013. http://www.ifsul.edu.br/index.php Pacheco, E. 2013. Mulheres Mil na Rede Federal: caminhos da inclusão. http://mulheresmil.mec.gov. br/images/stories/pdf/geral/mulheres_mil_na_rede_federal_-_caminhos_da_inclusao.pdf Rech, T. L. 2013. “A inclusão educacional como estratégia biopolítica!. In: R. R. Klein, & E. H. Fabris, Inclusão e biopolítica (pp. 25-43). Belo Horizonte: Autêntica. Silveira, T. T. 2014. O Ensino Técnico, a criação dos Institutos Fedeirais de Educação Ciência e Tecnologia e a Educação Física: capturas neoliberais e formas de resistência. Tese (Doutorado em Educação) - Setor de Educação, Universidade Federal do Paraná, 238f. Curitiba, PR, Brasil. 296

La política pública de discapacidad como tecnología gubernamental Ánderson Henao Orozco1

El arte de gobernar en el Estado liberal supone según Foucault (2007: 45) una razón de Estado, que implica “la tarea de hacerse cargo en forma continua y eficaz de los individuos, de su bienestar, su salud, su trabajo, su manera de ser, su manera de comportarse y hasta su manera de morir”. Esto significa que hay una racionalización de la práctica gubernamental en el ejercicio de la soberanía política, que enlaza un modo de relación entre dominios como los de Estado y Sociedad. Es decir, se trata de la racionalización de una práctica que constituye un entramado de relaciones de poder y de saber, y que además fija reglas, racionaliza maneras de operar y orienta conductas para corresponder con el saber hacer del estado. En ese orden de ideas, hay un deber hacer del gobierno y un deber ser del Estado, en el que gobernar (según el principio de la razón de Estado en Foucault) es “actuar de tal modo que el Estado pueda llegar a ser sólido y permanente, pueda llegar a ser rico, pueda llegar a ser fuerte frente a todo lo que amenaza con destruirlo” (Foucault, 2007: 16); y Estado (según Foucault (citado por Castro-Gómez, 2010: 10) es “un ‘efecto’ de relaciones de poder que le preceden”. Así, el conjunto de prácticas gubernamentales y de racionalidades sobre como gobernar el Estado liberal y neoliberal conlleva un acumulado de estrategias y tácticas articuladas por dispositivos de seguridad (mecanismos jurídicos y disciplinarios) que Foucault llama tecnologías políticas. Entonces, “abordar el estudio del poder en términos de estrategia y de táctica, y no en términos jurídicos, implica analizar el poder como una tecnología” (Castro, 2004: 524). Las prácticas gubernamentales, y en particular la que tiene que ver con el gobierno del otro, están constituidas por fines, efectos y usos, que a su vez, establecen un modo de intervención Estatal, cuya forma contemporánea es la política pública. La política pública según Roth (2002: 14) “designa la existencia de un conjunto conformado por uno o varios objetivos colectivos, considerados necesarios o deseables, y por medios y acciones que son tratados, por lo menos parcialmente, por una institución u organización gubernamental, con la finalidad de orientar el comportamiento de actores individuales o colectivos para modificar una situación percibida como insatisfactoria o problemática”. En el mismo sentido, Medellín (2004: 16) señala que “la política pública da cuenta de un determinado grado de conflicto en la sociedad” que entrecruza en modo de dispositivo la esfera pública y la esfera política a través de lo que llama “función gubernativa”, mediante la cual “se cumple la tarea de gobernar a la sociedad y al Estado (…) para inducir la confluencia de fuerzas en torno a un determinado proyecto de sociedad y de Estado para imprimir sentido de identidad a la acción de gobernantes y gobernados”. 1 Candidato Magister en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos. Universidad Central de Colombia. Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos – IESCO. [email protected]

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Por su parte, Velásquez (2009: 156), la define como “un proceso integrador de decisiones, acciones, inacciones, acuerdos e instrumentos, adelantado por autoridades públicas con la participación eventual de los particulares, y encaminado a solucionar o prevenir una situación definida como problemática. En estas definiciones de política pública, es posible empezar a identificar dos campos enunciativos que admiten entender el modo en que esta opera en tanto tecnología gubernamental, a saber: intervención estatal y problema social. Intervención Estatal Con la finalidad de mantener o transformar un fenómeno social, el Estado moderno, a través de la acción gubernamental encarnada en las políticas públicas, interviene en lo más íntimo del ser humano mediante dispositivos que según Roth (2002) están conformados por: a. Los objetivos colectivos que el Estado considera como deseables o necesarios, incluyendo el proceso de definición y de formación de éstos, b. Los medios y acciones procesados, total o parcialmente, por una institución u organización gubernamental, y c. Los resultados de estas acciones, incluyendo tanto las consecuencias deseadas como las imprevistas. (Roth, 2002: 14)

Adviértase, cómo estos elementos que condicionan la definición de política pública, son los que Foucault citado por Castro-Gómez (2010: 35) identifica como aquellos que le dan la dimensión estratégica a las tecnologías políticas: fines, medios, usos, estrategias y efectos, que se traducen en el intento gubernamental de resolver problemas sociales. Problema Social El segundo conjunto de elementos, que identifico como constitutivos de un campo enunciativo que hace posible la política pública como tecnología gubernamental, gira en torno a un aspecto presente en las tres definiciones anteriormente referenciadas: problema social. Lo que Roth y Velásquez señalan como “situación insatisfactoria y problemática”, y que Medellín propone como “un determinado grado de conflicto en la sociedad”, hacen parte de la definición típica de problema social. Según Blumer (citado por Frijerio, 1997: 138) los problemas sociales son el fruto de procesos de definición colectiva de ciertas condiciones o fenómenos sociales que en un momento determinado son representados como problemáticos. En resumen, los problemas sociales (además de estar delimitados por imperativos éticos y morales) son intervenidos por una tecnología gubernamental denominada contemporáneamente como política pública, la cual, determina fines, medios, usos, estrategias 298

y efectos (esperados o no) para transformar u orientar la conducta de los gobernados. Evidentemente, la pregunta ahora es por el modo en que esta tecnología opera; y para plantear una posible respuesta, analizaré groso a modo la discapacidad en tanto problema social, y la inclusión social de ésta, en tanto política pública. Los imperativos éticos y disciplinares del Trabajo Social, admiten definir a la discapacidad como problema social, en tanto supone la negación de la satisfacción de necesidades, que impiden el desarrollo y realización de lo que se instituye como humano digno. Así por ejemplo, una persona que anda en silla de ruedas podrá ver obstaculizada su calidad de vida cuando afronta un entorno sin adecuaciones arquitectónicas, y una persona “usuaria de ojos que no ven”2 podrá ver restringida su participación social cuando en las prácticas sociales predomina la dimensión escópica. En ese sentido, uno de los hallazgos que he realizado en las exploraciones de mi proyecto de tesis (objeto de esta ponencia) es que la inclusión social de la discapacidad en Colombia, puede analizarse como un mecanismo de poder que comprende por lo menos 5 elementos con los que se configura en tecnología política: 1. Regímenes de verdad, 2. Sistema legal, 3. Expertos, 4. Población, y 5. Actos de legitimación. Régimen de verdad La noción occidental de discapacidad emerge en la década de los ochentas, producto del entrecruzamiento de formaciones discursivas como las de la medicina, la psiquiatría, la jurisprudencia, la sociología, la antropología y la pedagogía; las cuales, gozan de “íntima convicción”, en tanto enunciados proferidos por expertos y por instituciones investidas de un estatus de cientificidad, con efectos de verdad y poder que les son específicos gracias a la imposición de una voluntad de verdad sobre otra: una especie de privilegio epistémico, capaz de configurar una tecnología del discapacitado. El dominio de la discapacidad ha sido accedido principalmente por formaciones medicalistas, inscritas en el campo enunciativo que habla sobre el cuerpo, a saber: por un lado, atributos tales como sexo, anatomía, estructura, órgano, funcionamiento, apariencia, enfermedad, etc. Y por otro, facultades tales como las de moverse, percibir y razonar, etc., que han determinado regularidades en el cuerpo del sujeto, pero que también han determinado ciertos cuerpos como “deformes”, “defectuosos”, “lisiados” o “monstruosos”, por no corresponder a unas “leyes naturales y sociales” que surgen del esencialismo biológico y del darwinismo social. En el Curso “Los Anormales”, dictado por Foucault entre 1974 y 1975, se plantea cómo ciertos discursos médicos y jurídicos se usaron a manera de tecnologías de poder, hasta terminar especializándose para la caracterización de supuestas anomalías corporales y psíquicas que debían ser clasificadas en una especie de grilla de inteligibilidad o rejilla de especificación de causas, consecuencias, tipos y grados de anormalidad (un tipo de clasificación anatomopolítica y anatomopatológica que fragmenta al sujeto en objetos de 2 Concepto acuñado en conversaciones con Ana Yineth Gómez Castro, Socióloga y asesora en Colombia, para el proyecto: Medidas para la Inclusión Social y Equidad en Instituciones de Educación Superior en América Latina – MISEAL 2014.

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investigación e intervención). En el mismo sentido, Rosato y Alfonsina (2009) manifiestan que la discapacidad podría entenderse como una categoría dentro de un sistema de clasificación y producción de sujetos, que el parámetro de una normalidad única inventa en el marco de relaciones de asimetría y desigualdad entre quienes ejercen el poder de clasificar y quienes son clasificados. En la perspectiva de este tipo de clasificación, la Organización Mundial de la Salud –OMS, ha sido durante las últimas décadas, el régimen de verdad desde donde se ha ordenado el discurso de la discapacidad y desde donde se ha determinado ciertos sujetos, a través de instrumentos supraestatales (apropiados por el Departamento Nacional de Estadística colombiano en sus estudios demográficos) que se han conocido como “la Clasificación Internacional del Funcionamiento, la Salud y las Discapacidades– CIFD”. A groso modo, Colombia acogió una interpretación que en términos muy generales implica las siguientes clasificaciones: a. Deficiencias en órganos y estructuras corporales: sensoriales, mentales, físicas y cognitivas. b. Limitación en la actividad personal: aprendizaje, comunicación, autocuidado, movilidad, desplazamiento y tareas o demandas generales. c. Restricción en la participación social: vida doméstica, vida comunitaria y/o en el ámbito político, social, económico y cultural. Desde estos regímenes de verdad que construyen la discapacidad es posible la configuración de un entramado de instituciones gubernamentales desde las cuales se ejerce poder y desde donde se operativiza la inclusión social de la discapacidad como tecnología política. Sistema legal Se trata de un entramado de mecanismos de poder bien legitimados, fundamentados en dispositivos de seguridad y disciplinamiento que se imponen a manera de discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales y filantrópicas, del mismo modo en que lo exige la racionalidad gubernamental al fragmentar anatomopolítica y anatomopatológicamente al sujeto. Es el caso de la Ley 1145 de 2007, con la que se crea en Colombia el Sistema Nacional de Discapacidad – SND, definido en su artículo 2, como “el conjunto de orientaciones, normas, actividades, recursos, programas e instituciones que permiten la puesta en marcha de los principios generales de la discapacidad”. Este sistema está encargado de coordinar y subordinar las políticas públicas sectoriales y territoriales que traten sobre “inclusión social de la discapacidad”, para lo cual se ha organizado en espacios locales, municipales, distritales, departamentales y nacionales. Dicho entramado en torno a la discapacidad, convoca a los ámbitos sociales de salud, educación, trabajo, cultura, política, territorio etc., con el propósito de incluir a estos sujetos en una totalidad configurada en el Estado moderno. No obstante, de lo que se trata es: por un lado, de administradores de la exclusión / inclusión social (mismos incluidos 300

o asimilados en perspectiva decolonial), y por otro, de un sistema que conecta o articula mecanismos de saber / poder alrededor de la coerción de la población “con discapacidad”. Vale la pena mencionar algunas instituciones que en Colombia (además de las sectoriales) se «ocupan de la población con discapacidad»: - Instituto Nacional para Ciegos e Instituto Nacional para Sordos - Maestría en Discapacidad de la Universidad Nacional de Colombia - Asociación Colombiana de Parapléjicos – ASCOPAR Expertos Se trata de un sujeto al cual se le atribuye un saber o experticia, cuya autoridad se la otorga el método científico con el que todas sus consideraciones gozan de verdad. En otras palabras, una serie de profesiones y profesionales que hacen funcionar las tecnologías políticas a partir de una práctica o racionalidad científica que crea sus propios objetos y sujetos. Estos trabajadores intelectuales determinan cuerpos y sujetos deseables de acuerdo a regularidades cognitivas, físicas, mentales y sensoriales; y constituyen condiciones que hacen posible campos de conocimiento o sistemas de saber/poder como el de discapacidad. En el siglo XIX por ejemplo, la aparición del “loco” y del “monstruo” según Foucault (2000) hicieron emerger una especialidad médico-legal y una serie de saberes para el estudio y tratamiento de estos individuos investidos y subjetivados como anormales y/o problemáticos. Así entonces, el individuo “trasgresor” de la “ley natural y social” en este periodo histórico, era determinado por el dominio de la anormalidad, y al mismo tiempo, era sometido a un proceso de generalización y normalización social, a partir del disciplinamiento y corrección de sus cuerpos. En ese sentido, la anormalidad que supone la discapacidad ha establecido procesos de ordenación y corrección sobre los cuerpos subjetivados como deficitarios, que se circunscriben concretamente a procesos denominados de rehabilitación. Desde este modelo o itinerario de normalización, la «persona con discapacidad», no es considerada improductiva o innecesaria porque se interviene en su cuerpo y en su subjetividad para incluirlo, es decir, se practica una tecnología hacia cuerpos útiles. Para ello, han emergido disciplinas, profesiones (o tecnologías de normalización) que buscan “readaptar” al sujeto: terapeutas, protesistas, cirujanos plásticos, psicólogos, trabajadores sociales, etc. Sin embargo, el sujeto con discapacidad no sólo interesa a las ciencias médicas, sino también a las ciencias sociales, porque así como se requiere de procedimientos médico-rehabilitadores para “restituir su funcionalidad corporal”, así también se necesita de itinerarios científico-sociales que lo saquen del lugar «indeseable» de la exclusión en tanto problema social. Población Según Foucault (2000: 230) el poder del Estado se ejerce sobre el territorio (para protegerlo de cualquier amenaza) y sobre la gente que habita en él (para hacerse cargo de su bienestar). Es decir, un ejercicio de poder, basado en el gobierno de las poblaciones (esta301

tización del territorio y del individuo) que produce mecanismos jurídicos y dispositivos de seguridad agrupados estratégicamente en una tecnología política, que Foucault denomina «biopoder», la cual, opera esencialmente sobre lo biológico de la especie humana, para “realzar la vida, prolongar su duración, multiplicar sus oportunidades, apartar de ella los accidentes o bien compensar sus déficits”. Todo esto, mediante enunciados jurídicos y políticos, con la capacidad de regular los cuerpos, conductas y expectativas de los sujetos y las poblaciones. La acción gubernamental que procura el bienestar social de la población con discapacidad, está conformada por tres prácticas gubernamentales atravesadas por una asimetría, que se da en la relación experto / población, a saber: 1. alrededor de la normalización social con base en estándares biopsicosociales, 2. alrededor de la identificación, registro y clasificación de quienes son nombrados como personas con discapacidad, y 3. alrededor de la definición de instituciones, programas y acciones de intervención que buscan hacer vivir / hacer feliz a un colectivo de individuos. En mi perspectiva, tres prácticas que le dan el carácter de tecnología gubernamental a la inclusión social de la discapacidad. Y finalmente el quinto elemento que considero configura a la política pública como tecnología política, son los actos de legitimación: Actos de Legitimación La política pública entendida no sólo como un mecanismo de reproducción del Estado, sino también como una forma en la que se articula este con la sociedad, se impone como ejercicio de poder a través de actos públicos con un alto contenido simbólico, que facilitan legitimar las decisiones gubernamentales de un determinado régimen político. Castro-Gómez (2010: 12) señala que “no se trata de dominar a otro simplemente por la fuerza, sino de dirigir su conducta de un modo eficaz y con su consentimiento, lo cual presupone necesariamente la libertad de aquellos que deben ser gobernados”. En ese sentido, el régimen democrático del Estado moderno se erige en una compleja estructura de gobernabilidad, que sacraliza espacios y momentos para la interlocución entre los gobernantes y los gobernados, e instaura rituales y protocolos con los cuales hacer posible dicha interlocución. En esa lógica, el sujeto (subjetivado como ciudadano) debe articularse a un marco institucional desde donde debe representar su realidad, pero a partir de un discurso que el Estado considera como válido. En otras palabras, el Estado fija las reglas para la utilización del discurso por parte de unos y de otros, define quién habla, sobre qué, y en cuáles contextos lo puede hacer, y el “ciudadano” debe apropiar un conocimiento, un lenguaje y un discurso que lo posibilita para participar, porque la política pública, además de ser una práctica gubernamental, es también una práctica discursiva a la cual se puede o no acceder. Esto significa que las condiciones que arriba identifico y que considero hacen posible la política pública de discapacidad como tecnología de gobierno, responden también a prácticas discursivas vigiladas por los procedimientos de control del discurso que propone Foucault (1992) en los cuales, quien hace de “autor” del discurso, excluye al otro de la dominación del mismo, mediante relaciones estratégicas de poder que prohíben o restringen al otro el acceso a dicho discurso. 302

Tales relaciones de poder se materializan tanto en lo molar y en lo molecular del Sistema Nacional de Discapacidad colombiano, a través de la puesta en escena de actos performáticos propios de la democracia que refuerzan el deber ser y hacer de gobernados y gobernantes. Se trata de actos cargados de un alto contenido simbólico, en los que debaten el Estado y la sociedad, y en los que se realizan consultas populares, se toman decisiones políticas, se rinde cuentas a la ciudadanía, se diseñan políticas públicas, etc. Todo esto, en espacios públicos y bajo mecanismos formales como los denominados «Comités Territoriales de Discapacidad». Mediante estos actos de legitimación de la política pública se proporciona un tipo de coherencia discursiva al deber ser de “la población con discapacidad” que facilita la adquisición y uso de ciertas prácticas que la Gubernamentalidad quiere provocar en estos sujetos: reivindicaciones alrededor de la autonomía, la equidad, la igualdad y la inclusión social. Referencias Bibliográficas Angelino, María Alfonsina y Rosato, Ana. 2009. La Discapacidad e Ideología de la Normalidad. Buenos aires: Noveduc. Castro-Gómez, Santiago. 2010. Historia de la gubernamentalidad: Razón de estado, liberalismo y neoliberalismo en Michel Foucault. Bogotá: Siglo del Hombre. Castro, Edgardo. 2004. El Vocabulario de Michel Foucault. Un Recorrido por sus Temas, Conceptos y Autores. http://psicologiaysociologia.files.wordpress.com/2011/08/castro-edgardo-elvocabulario-de-michel-foucault.pdf Frigerio, Alejandro. 1997. “La construcción de problemas sociales: cultura, política y medios de comunicación”. En Comunicação e Política 2: 137-149. Foucault, Michel. 1992. El Orden del Discurso. Buenos Aires: Tusquets. Foucault, Michel. 2000. Los Anormales: Curso en el College de France: 1975. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 2000. Defender la Sociedad: Curso en el College de France: 1976. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 2007. El Nacimiento de la Biopolítica: Curso en el College de France: 1979. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Medellín, Pedro. 2004. La Política de las Políticas públicas: Propuesta Teórica y Metodológica para el Estudio de las Políticas Públicas en Países de Frágil Institucionalidad. (CEPAL – Serie Políticas Sociales 93). http://www.cepal.org/publicaciones/xml/5/15555/sps93_lcl2170.pdf Roth, André-Noel. 2002. Políticas Públicas: Formulación, Implementación y Evaluación. Bogotá: Ediciones Aurora. Velasquez, Raúl. 2009. “Hacia una Nueva Definición del Concepto “Política Pública””. En Desafíos, 20: 149-187.

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Ciencia, arte de gobierno y la producción de cuerpos dóciles: Gubernamentalización de la vejez

Ximena Cea1 Mario Ociel2

Presentación Foucault tenía razón cuando enuncia en su última clase en Defender la Sociedad (Foucault, 2010) que la vejez, desde principios del S.XIX, es y será para la Europa industrializada un problema de importancia producto de su impacto negativo, por la reducción o merma en la fuerza de trabajo producto del deterioro físico o el retiro. Más tarde, no es sino hasta la segunda mitad de S.XX que la vejez comienza a modularse también como un problema en América Latina; como un hecho que comienza a poner en jaque la seguridad social. En esta presentación no estamos interesados en hacer una descripción exhaustiva de la situación mundial y latinoamericana para indicar a magnitud del envejecimiento poblacional; sin embargo, sí nos parece necesario aludir la situación chilena con el objetivo de presentar el contexto sobre el cual pensamos. Según Forttes (2009), la población envejecida (esto es, la población de 60 y más años), alcanza en la actualidad algo más del 14% de la población total, proyectándose para el año 2050 un no despreciable 28,2%; cercano a un tercio de la población nacional. Sumado lo anterior al i) descenso de las tasas de natalidad que comienza a materializarse desde la década del 60; ii) la progresiva incorporación de la mujer a la fuerza de trabajo, por lo tanto, la postergación o supresión de la maternidad en la actualidad, y iii) el aumento de la expectativa de vida; el panorama que enfrentamos, según los teóricos de la seguridad social y del envejecimiento, no es nada auspicioso a la hora de hacer sus proyecciones asociadas a fuerza de trabajo productiva o de asegurar a la población a través de los sistemas de previsión social en el marco de lo que ellos estiman como una «vejez en condiciones de bienestar» para los propios envejecidos y para el resto de la sociedad. A la luz de estas observaciones introductorias, el propósito de esta presentación es bastante simple: primero, indicar el carácter procesual y biopolítico del envejecimiento. Esto, para los cientistas sociales puede resultar una obviedad; sin embargo, hemos constatado que las condiciones sociales y políticas de la producción del envejecimiento no han sido desarrolladas ni trabajadas, salvo algunos empalidecidos intentos. Segundo, reflexionar sobre algunos de los usos que lo político hace de la gerociencia3 para sustentar y validar 1 Programa de Doctorado en Salud Pública. Universidad de Chile. 2 Programa de Doctorado en Antropología. Instituto de Investigación Arqueológicas y Museo, R.P. Gustavo Le Paige. Universidad Católica del Norte. 3 Usamos el concepto de Gerociencia, acuñado por el médico Felipe Berrios, para aludir al conjunto de disciplinas científicas y técnicas ocupadas del envejecimiento y la vejez humana en sus dimensiones biológicas, médicas, sociales, sicológicas, arquitectónicas/ecológicas y poblacionales.

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las prácticas de gestión de la población envejecida y la producción de cuerpos dóciles. En efecto, la vejez se ha configurado como un nuevo grupo social sobre el cual, el Estado y algunas organizaciones de la sociedad civil (Centros de Investigaciones, ONG’s, Cajas de Compensaciones) gubernamentalizan prácticas sociales y de salud. De la explosión demográfica a la vejez de la población: El carácter procesual del envejecimiento

Explosión demográfica y vejez de la población, dos eventos que apuntan a comportamientos demográficos diametralmente opuestos. Mientras que el primero encierra una serie de fenómenos asociados a altas tasas de natalidad, el segundo, a una disminución progresiva de aquellas junto con altas expectativas de vida como resultado de las mejoras sanitarias. Sin embargo, lo interesante de aquello es que el segundo evento, el envejecimiento, no hubiese sido posible sin el primero4. En efecto, el paulatino descenso de la mortalidad, tanto infantil como en adultos a partir de la segunda mitad de la década del 20, la población comenzó a experimentar un aumento exponencial «preocupante» para los políticos y médicos que veían, con sospecha malthusiana, los posibles efectos negativos que tendría sobre el país aquella explosión demográfica. Según los expertos nacionales y agencias extranjeras, el riesgo del crecimiento poblacional tendría repercusiones: por un lado, en lo socioeconómico, por el alto costo asociado a la mantención de la población, y por otro, en lo sanitario, ya que el sistema no daría abasto con las nuevas y crecientes necesidades de una población en aumento. Así, a la luz de estas sospechas y la inseguridad que acarrean, comienzan a materializarse los programas de control familiar a partir de la década del 60; dispositivo de control y manejo del crecimiento poblacional5 que tuvo sus primeros efectos en el cambio de la distribución etaria, graficado en el aumento del segundo y tercer tramo de edad (15 a 59 y de 60 a más años, respectivamente) y la evidente disminución del primer tramo (0 a 14 años). Entonces, los puntos que nos parecen destacables son: 1. Que el envejecimiento de la población ha sido una consecuencia no esperada de políticas poblacionales dirigidas al control de la natalidad. Consecuencia no esperada, ya que en la actualidad, pese al discurso triunfalista de la gerociencia y de los Estados por la extensión de la vida biológica, es un nuevo fenómeno que está siendo pensado, gestionado y calculado al igual que, en su momento, lo fue la misma explosión demográfica. Sin considerar por cierto, planteamientos díscolos que señalan que esta expectativa de vida 4 En términos generales, se han descrito en la literatura cuatro etapas vinculadas a las transiciones demográficas y epidemiológicas experimentadas en los diversos países del globo. La primera etapa, transición incipiente, se caracteriza por altas tasas de mortalidad y fecundidad. La transición moderada se caracteriza por una alta tasa de fecundidad y la mortalidad comienza a descender. La transición plena está caracterizada por las tasas de fecundidad y mortalidad que se encuentran en disminución. Finalmente, la etapa de transición avanzada o muy avanzada, se caracteriza por la franca caída de las tasas de fecundidad y natalidad. 5 Eso sí, debemos considerar que la pretensión de explicar el cambio demográfico exclusivamente por las políticas de planificación familiar resultaría insuficiente. Existe una dimensión de orden sociológica vinculada a la autodeterminación del cuerpo de las mujeres que sería el campo propicio para este tipo de iniciativas de control familiar. Todo este proceso se enmarcaría en los movimientos sociales que, desde 1913, buscaban cambiar el rol de las mujeres en la sociedad chilena y sus derechos ciudadanos, siendo el derecho al voto femenino alcanzado en 1949, el hecho que marcaría este proceso.

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aparentemente tan auspiciosa en la actualidad no sería tal en el futuro, explicado por la «selección natural» de los que hoy son viejos y supervivientes a la pobreza, la desnutrición y las diferentes epidemias en un contexto sanitario donde las políticas y planes de inmunización todavía no habían sido implementados. 2. Que el envejecimiento de la población es un segmento etario reconocido por el Estado, reconocimiento que se materializa en la implementación de una serie de servicios que buscan gubernamentalizar las prácticas sociales, de participación y, naturalmente, las prácticas del cuidado de sí (la salud del cuerpo). El envejecimiento ha sido, y sigue siendo en la actualidad, una producción técnicocientífica que opera de manera mancomunada con «lo político» como lo han documentado analizando otros casos, investigadores como Foucault (2002, 2010, 2007b, 2008), Fassin (1999, 2004, 2008), Rabinow (2003) y, respecto de la situación chilena, Illanes (2007) y Zárate (2008). Es en esta producción, mediante la elaboración de recomendaciones, de indicadores, del uso de las estadísticas y otros artificios, la vejez se gestiona con la intención de mantenerla dentro de los límites “(…) que sean social y económicamente aceptables y alrededor de una media que se considere, por decirlo de algún modo, óptima para un funcionamiento social dado” (Foucault, 2007a: 20). Producción gerocientífica de cuerpos dóciles Como sabemos, existe una relación entre el poder y el cuerpo; un cuerpo que se estudia, que se norma, modifica, optimiza y disciplina para manejar, de manera costoefectiva la materialidad individual (el mismo cuerpo) y la población (agregación de cuerpos). Por lo tanto, el cuerpo no es “estático, inmutable, sino flexible, reconfigurable y transformable” (Ibañez 2012, 12) en acuerdo al gobierno de lo viviente y las políticas de la vida (Fassin 2004). La optimización y gestión de los cuerpos se ha asociado para su legitimidad6 social y política, a los saberes técnicos y científicos, pues son estos discursos y prácticas las instauradas como regímenes de verdad que guían la dirección y el manejo político de la población. Para el caso específico del envejecimiento, se han desplegado una serie de «normativas técnicas» y saberes en torno a la mantención de la funcionalidad física y social de este segmento etario. Así, la normalización de la socialización (específicamente, asociada a la participación social); el cuidado de sí (mediante la configuración de espacios técnicos como talleres de memoria, dieta saludables, entre otros) y el manejo del tiempo y el cuidado (Centros de días), constituyen mecanismos de control y gubernamentalización del cuidado. Quizá, demás está decir, que estas dinámicas se enuncian siempre en un discurso 6 Sobre la legitimidad, Castro (2010), señala que “el criterio de verdad no es la legitimidad o ilegitimidad, sino el éxito o fracaso de la acción gubernamental” (Castro, 2010:145). Sin embrago, desde una perspectiva más bien práctica –o sociológica si se quiere-, la legitimidad de un enunciado resulta factible, inclusive irrefutable, para el ejercicio del gobierno si el emisor del mensaje tiene reconocimiento social, como son los médicos o los profesionales que actúan como «guías» reconocidos y validados socialmente. Por lo tanto, el criterio de verdad, es posible analizarlo desde estas dos dimensiones, como enunciado y el éxito o fracaso de la acción gubernamental.

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«en positivo» y representando una preocupación permanente y benefacción de un Estado interesado por «sus» viejos. Se busca, de esta manera, el tan ansiado empoderamiento de sus propios estados de buena salud (envejecimiento exitoso y funcional), e inclusive, de sus estados de enfermedad (envejecimiento disfuncional asociado, especialmente, a las enfermedades crónicas. En este sentido, y de cierta manera incoherente como veremos más adelante, las lógicas de gobierno, pese al discurso proteccionista, se despliegan hoy utilizando «lo social» como mediador entre el saber técnico (instaurado como ideal regulativo de gestión) y el cuidado del cuerpo y las propias prácticas de vida de la población envejecida. La nueva configuración de lo social y el rol asignado a su empoderamiento respecto de «la salud», de «su seguridad», exacerba la responsabilización de los propios individuos, de las comunidades, con juegos semánticos como la lealtad y la colaboración, generando identidad y una moralidad específica y coherente con la lógica de lo «costo-efectivo», instaurado en los actuales discursos e intervenciones del conocimiento técnico propio de la salud pública. Lo complejo de este tipo de dinámicas, por otra parte, es la negación, o en el mejor de los casos, invisibilizando aquellas dimensiones estructurales que actúan, para la población envejecida y por sobre todo a la población envejecida más vulnerable, como barreras en el acceso a bienes y servicios promovidos por el Estado y el mercado. Por lo tanto, la posibilidad o imposibilidad del acceso a estos bienes y servicios, son homologadas con la idea de la libertad de las personas de poder «escoger». En este sentido, el liberalismo, más allá de una filosofía o una doctrina, se trata de un conjunto de prácticas (un modo de hacer las cosas) sobre el comportamiento económico y moral de la población (Castro, 2010). En el sentido de la gerociencia y el liberalismo, desarrollan ciertos artefactos asociados a la edad direccionados a la observación, intervención y segmentación de la vida. Veamos: uno de los indicadores en los cuales pensamos a la hora de presentar esta reflexión, son los llamados «Años de Vida Potenciales Perdidos» (AVPP)7, indicador que muestra “la pérdida que sufre la sociedad como consecuencia de la muerte de personas jóvenes o de fallecimientos prematuros” (Sánchez, 2005). Las interrogantes que surgen de manera inmediata, se asocian con el establecimiento o categorización de «fallecimientos prematuros» y los efectos prácticos de dicho asentamiento conceptual; así, el fallecimiento prematuro es todo aquel que sucede antes de los 80 años, límite establecido de manera arbitraria por expertos epidemiólogos y salubristas. Esto resulta más interesante aún si consideramos que la esperanza de vida en la actualidad para mujeres alcanza los 83 años y en el caso de los hombres los 77 años. Parece ser, a la luz de esta lectura, que la vejez es observada como una nueva anomalía social sobre la cual debe intervenirse a la brevedad. Tal situación ha llevado a agencias internacionales (Organización Mundial de la Salud: OMS; Economic Commission for Latin America and The Caribbean: ECLAC), y a los Estados (inclusive al chileno), a tomar posición frente a este fenómeno. En este sentido, El Fondo Monetario Internacional (FMI), por ejemplo, ha declarado la existencia de un riesgo, el «riesgo de que la gente viva más de lo esperado», situación que afectará a las economías a nivel mundial, ya que, 7 Lo que proponemos acá, no es bajo ningún punto de vista, una revisión exhaustiva de estos indicadores, sino más bien, proponemos su enunciación para utilizarlos como ejemplos en nuestra argumentación.

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el envejecimiento de la población al ser una problemática subestimada en cuanto a su magnitud “(…) disparará el coste previsto en decenas de billones de dólares a escala global. Eso supone una amenaza para la sostenibilidad de las finanzas públicas” (Pozzi, 2012: 1). Dicha situación la tendría bastante clara el Ministro de Economía de Japón, Tarō Asō, al recomendar a las personas de 60 y más años en “darse prisa en morir” (McCurry, 2013) por el alto costo asociado a la atención médica y la carga que significarían para el Estado japonés la prolongación de sus vidas. Similares planteamientos señala la OMS en su publicación del año 2012 “La buena salud añade vida a los años: Información general para el Día Mundial de la Salud 2012”, en donde deja explícito que el envejecimiento de la población “está íntimamente ligado al desarrollo socioeconómico (…) A menos que la sociedad se adapte y promueva la salud y la participación de las personas mayores, esta inevitable transición demográfica pondrá freno a futuros avances socioeconómicos.” (OMS, 2012: 5). El principio económico sobre el cual se rige el tratamiento de la población y, específicamente la vejez, según nos indica Rose (2007), corresponde a la optimización conjunta, a la luz del conocimiento técnico y gerocientífico, de los dominios de lo social y lo económico. Así, y esto para graficar, la optimización de lo social está sustentado en lógica de la mayor felicidad para el mayor número; pero optimizado económicamente, es decir, una mayor felicidad pero al más bajo costo posible. Concordamos acá con Gutiérrez y Ríos (2006), en resumen, cuando señalan que este «ponerse con la vida» está constituido, a su vez, por la interdicción y erradicación de la vejez. Discusión Creemos importante hacer notar que el envejecimiento y vejez de la población es, en efecto, un proceso. Para las ciencias sociales o los estudios en gubernamentalidad, esta afirmación puede resultar obvia, sin embargo, la mayoría de las descripciones actuales en torno al envejecimiento desarrolladas por las “ciencias” de la sociedad y la salud pública, nos presentan un fenómeno de relativa estabilidad –pese a sus ambivalencias, diferencias y segregaciones-, que reproduce sin más, el discurso dominante provenientes de las agencias internacionales y del «o para» el Estado. El envejecimiento y la vejez de la población, además, presentado por estas mismas disciplinas como un proceso propio de las sociedades modernas, no abordan en sus análisis las lógicas de poder y gestión de los cuerpos que produjeron, y producen en este momento la vejez humana. Resulta coherente, en todo caso, que así sea… la interdicción de la vejez (Gutiérrez, 2006), más allá de la importancia estadística de este grupo y de la importancia que parecen tener en contexto de elecciones es, en resumen, el castigo al exceso de vida, sobre el cual se tejen discursos de inseguridad y riesgo al Status quo. Insistimos en la producción técnica del envejecimiento, sobre el cual se aplican saberes, regímenes de verdad que buscan la optimización de las prácticas de gobierno mediante el gobierno de sí. Como indicábamos antes, el envejecimiento es la nueva desviación de la población sobre el cual es necesario estimar riesgos, controlar la salud y la enfermedad, generar espacios apropiados con el fin de eximir de responsabilidad del cuidado a familiares. 309

Como hemos mostrado en trabajos anteriores (Moya, 2013ª; 2013b), la complejidad del envejecimiento supera con creces las dimensiones abordadas en esta presentación. La instrumentalización de la vida, en este caso, de la vida del viejo, tiene un claro objetivo: la búsqueda y mantención del equilibrio social producto de la amenaza cada vez más creciente de la vejez. La implementación de sutiles técnicas de gobierno, arremete de manera complementaria sobre el cuerpo individual y el cuerpo social (la población), sustentada en emplazamientos funcionales provenientes de instituciones estatales, académicas y científicas que apuntan a producir, en palabras de Foucault (2000), cuerpos dóciles: sumisión y utilización del cuerpo, que lo une al cuerpo analizable, al cuerpo manipulable… “Es dócil un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado, que puede ser transformado y perfeccionado” (Foucault 2000, 140) como parte de una racionalidad política de protección de la vida y de daños colaterales. Referencias bibliográficas Albala, Cecilia, Sánchez, Hugo y Fuentes, Alejandra. 2009. Estudio nacional de la dependencia en las personas mayores. Santiago: Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA). Castro-Gómez, Santiago. 2010. Historia de la gubernamentalidad. Razón de Estado, liberalismo y neoliberalismo en Michel Foucault. Bogotá: Siglo del Hombre. Fassin, Didier. 2004. “Entre las políticas de lo viviente y las políticas de la vida. Hacia una antropología de la salud”. Revista Colombiana de Antropología 40: 283-318. Fassin, Didier y Viveros, Mara. 1999. “La patetización del mundo. Ensayo de antropología política del sufrimiento”, 31-41. En Cuerpo, Diferencias y Desigualdades, compilado por Mara Viveros y Gloria Garay. Bogotá: Universidad Nacional. Foucault, Michel. 2010. Defender la sociedad. México: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 2007a. Seguridad, territorio, población. México: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 2007b. El nacimiento de la biopolítica. México: Fondo de Cultura Económica. Forttes, Paula y Massad, Cristian. 2009. Las Personas Mayores en Chile: Situación, avances y desafíos del envejecimiento y la vejez. Santiago: Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA). Gutiérrez, Eugenio y Ríos, Patricio. 2006. “Envejecimiento y campo de la edad: elementos sobre la pertinencia del conocimiento gerontológico”. Última Década 14(25): 11-41. Ibañez, Rebeca y Pérez, Eulalia. 2012. “Introducción: Cuerpos y diferencias en las prácticas”, 9-24. En Cuerpos y diferencias, editado por Eulalia Pérez y Rebeca Ibañez. Madrid: Plaza y Valdés. Illanes, María Angéliuca. 2007. Cuerpo y sangre de la política: la construcción histórica de las visitadoras sociales, Chile, 1887-1940. Santiago: LOM. McCurry, Justin. 2013. “Let elderly people ‘hurry up and die’, says Japanese minister”.http:// www.guardian.co.uk/world/2013/jan/22/elderly-hurry-up-die-japanese?intcmp=239 Moya, Mario. 2013a. “Sobre envejecimiento, vejez y biopolítica: Algunos elementos para la discusión”. Contenido. Arte, Cultura y Ciencias Sociales 3: 68-85. Moya, Mario. 2013b. “Genealogía de una vejez no anunciada: Biopolítica de los cuerpos envejecidos o del advenimiento de la gerontogubernamentalidad”. Polis 12(36): 431-451. OMS. 2012. La buena salud añade vida a los años: Información general para el día mundial de la Salud 2012. Ginebra: OMS. 310

Pozzi, Sandro. 2012. “El FMI pide bajar pensiones por el riesgo de que la gente viva más de lo esperado”. http://economia.elpais.com/economia/2012/04/11/actualidad/1334133453_457282. html Rabinow, Paul. 2003. Anthropos today: Reflections on modern equipment. Princeton: Princeton University Press. Rose, Nikolas. 2007. “¿La muerte de lo social? Re-configuración del territorio de gobierno”. Revista argentina de sociología 5(8): 111-150. Sánchez, Hugo, Albala, Cecilia y Lera, Lydia. 2005. “Años de vida perdidos por muerte prematura (AVPP) en adultos del Gran Santiago: ¿Hemos ganado con equidad?”. Revista médica de Chile 133(5): 575-582. Zarate, M.S. 2008. Por la salud del cuerpo: historia y políticas sanitarias en Chile. Santiago: Universidad Alberto Hurtado.

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IX. Gubernamentalidad y medios digitales

Ludocapitalismo: Videojuegos

y la creación de subjetividades en la

economía digital

Sebastián Gómez1

La industria de los videojuegos obtuvo en el año 2013 diez veces más ganancias que Hollywood (NowThis News, 2013), habiendo logrado obtener más ventas que el cine desde hace ya algunos años en países como Estados Unidos, Sudáfrica (Bronkhorst, 2012) y el Reino Unido (Chatfield, 2009). Un videojuego, Grand Theft Auto V (Rockstar North, 2013), consiguió batir todo récord al ser el objeto de entretenimiento más vendido en la historia durante las primeras 24 horas tras su lanzamiento, consiguiendo ganancias por sobre los 800 millones de dólares2 (Kain, 2013). Estos datos no solo sirven para corroborar el poder económico de esta industria, sino también para establecer cuantitativamente su impacto cultural. El acceso a dispositivos móviles ha hecho de los videojuegos un medio al alcance de un sector demográfico importante en los países de mayores ingresos. A los videojuegos les corresponde en Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Italia, Francia y España, entre otros, casi el 85% de ventas de aplicaciones de celulares (Heydari, 2014). Ventas que siguen un modelo único para este tipo de software llamado “freemium”, en el que una aplicación es gratuita para su uso, pero incitan a pagar por vidas, tiempo o accesorios, y que vuelven a juegos casuales como Candy Crush Saga (King, 2012) un gigante en este mercado. Estas estadísticas no son arbitrarias, ya que las condiciones de posibilidad del posicionamiento dominante de la industria del videojuego en el ámbito del entretenimiento se encuentran en la propia estructuración del capitalismo actual. “Los videojuegos son el medio ejemplar del Imperio. Ellos cristalizan paradigmáticamente su constitución y sus conflictos”3 (2009: 29). Así versa la introducción del libro Games of Empire de Dyer-Witheford y de Peuter; una lectura interpretativa de la industria de los videojuegos que utiliza el análisis del capitalismo contemporáneo hecho en Empire (2000) de Toni Negri y Michael Hardt. Esta afirmación resulta un tanto audaz considerando la variedad y cantidad de medios que existen hoy en día. Sin embargo, este texto respalda esta declaración y se propondrá argumentar la necesidad de realizar un análisis profundo de los videojuegos en la cultura contemporánea, especialmente cuando se trata de la producción de subjetividades en el marco de una economía digital como la que se vive actualmente. Dyer-Witheford y de Peuter (2009) llamarán ludocapitalismo a la caracterización del modelo económico contemporáneo que se enfoca en la importancia de los videojuegos como el medio estructurador –en su aspecto tanto material como comunicativo– del sistema. Mi propuesta para comprender este proceso, es apropiarse de un término que ha rondado con fuerza en diversos sectores y que explicaría la gestación 1 MA Digital Culture and Society, King’s College London. [email protected] 2 El séptimo libro de Harry Potter vendió 170 millones de dólares y la película final de la saga 91 millones en el mismo período. 3 “Video games are exemplary media of Empire. They crystalize in a paradigmatic way its constitution and its conflicts”. La traducción es mía.

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del sistema económico lúdico: gamification4. Un concepto masificado en el ámbito publicitario a partir de 2008, gamification básicamente consiste en el establecimiento de elementos lúdicos fuera de un contexto tradicional de juego para mejorar la experiencia del usuario y su involucramiento con el producto (Deterding, Khaled, Nacke, & Dixon, 2011). De esta forma, algunas técnicas de ludificación serían el utilizar puntos intercambiables por recompensas, niveles de progreso y competencia entre usuarios. Las mecánicas de juego identifican a un usuario con un estatus que lo diferencia del resto. En el caso de las aerolíneas que premian con millas, por ejemplo, incluso se hacen diferencias espaciales cuando se les facilita a los clientes sectores VIP en aeropuertos y hoteles (Schrape, 2014). Otra instancia a la que muchos hemos tenido acceso y que podría considerarse uno de los mayores fortalecedores del fenómeno es Foursquare (Foursquare Labs Inc., 2009), una aplicación para celular que alienta a los usuarios a compartir su locación y ganar puntos y medallas por frecuentar el mismo lugar en reiteradas ocasiones. Quien más puntos tenga al hacer repetidamente check-in se convierte en “alcalde” del lugar. Algunas veces la alcaldía tiene beneficios como un plato gratis en un restaurant, pero la mayoría del tiempo la única ganancia es el estatus que la alcaldía tiene entre quienes frecuentan el mismo espacio. De acuerdo a Maxwell Foxman, “[..] a pesar de que Foursquare nunca se ha propuesto a sí mismo como un juego, se mantiene como el ejemplo por excelencia de una herramienta que capitaliza el comportamiento de los usuarios a través de funciones de juego explícitas e implícitas”5 (2014: 73). Así gamification es, ante todo, un dispositivo de modificación del comportamiento. Niklas Schrape (2014) afirma que es un síntoma de una nueva forma de gubernamentalidad a la que llama paternalismo libertario, según sus proponentes. En ella “los sujetos son construidos como un jugador libre definido en un espacio de reglas”6 (Schrape, 2014: 21). Este énfasis en la manipulación del comportamiento haciéndolo ver como una decisión autónoma del sujeto, está presente explícitamente en la formulación de esta técnica publicitaria. Bunchball, la empresa que masificó el uso del concepto “gamification” y que se dedica a asesorar a empresas para que ingresen elementos de juego en sus campañas, propone en su manual de 2013 que “[l]as compañías inteligentes, compañías con visión de futuro, están ingresando los datos de actividades de usuarios en sistemas de gamification, los que usan técnicas de motivación orientadas a obtener datos […] para impulsar el compromiso, actividades de alto valor, y lealtad” (Paharia cit. en Schrape, 2014: 32)7. Para muchos esta técnica ha parecido inofensiva, y gamification se ha propuesto como un elemento positivo para lograr, por ejemplo, motivar más a los alumnos a aprender, o a la población para cuidar mejor su salud. Serious games es el nombre que se la dado a usar videojuegos o técnicas de ellos con fines distintos al entretenimiento, ya sea educar, entrenar o informar (Michael & Chen, 2005). El punto parece ser que usar videojuegos 4 Del inglés “game”, juego. Literalmente, transformar algo en un juego. Podría ser traducido como “jueguificación” o más comúnmente como el término ya establecido “ludificación”. Sin embargo, como se verá más adelante, “ludification” y “gamification” son acepciones con raíces diferentes que implican procesos culturales diferentes. Por lo tanto, prefiero mantener el término sajón siempre que sea posible. 5 “While Foursquare has never purported itself to be a game, it remains a quintessential example of a tool that capitalises on user behaviour through the employment of explicit and implicit game-like functions.” La traducción es mía. 6 “The subject is constructed as a free player in a defined rule-space”. La traducción es mía. 7 “Smart companies, forward-thinking companies, are feeding this user-activity data into gamification systems, which use data-driven motivational techniques […] to drive engagement, high-value activity, and loyalty.” La traducción es mía.

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o sus atributos, funciona de manera asombrosamente efectiva. Motivar a una persona a través de estímulos positivos y darle un “significado” a las actividades diarias en un ambiente lúdico y reconfortante, parece ser un modificador del comportamiento que no ofrece resistencia. Sin embargo, la motivación que genera puede llegar a límites peligrosos para el propio individuo. La aplicación Strava (Strava Inc., 2009), que entrega el título de “Rey de la colina” a quien logra el descenso más veloz en bicicleta en una determinada pendiente, fue demandada por la familia de un ciclista que falleció luego de enceguecerse por haber perdido el título y ser atropellado en su descenso frenético para recuperar su reinado (Ruffino, 2014). Los elementos de juego, como puede apreciarse, son capaces de modificar fuertemente el comportamiento no solo en el consumo, sino en el movimiento y disposición de los cuerpos. Los elementos biopolíticos se hacen evidentes. Así se comprende cómo surgen campañas publicitarias que apelan directamente a una modificación del comportamiento de los cuerpos y sus elementos vitales, como es el caso de las aplicaciones NikeFuel: “El tipo de movimiento que se requiere para fortalecer tu juego es el tipo de movimiento que se requiere para mejorar tu vida. Pero, al contrario de los deportes, la vida no viene con formas convenientes de medir el movimiento. Así que desarrollamos uno. NikeFuel (…)”8 (Nike Inc., cit. en Ruffino, 2014: 48). De este modo, y a pesar de que la lógica esfuerzo-recompensa existe en el ámbito publicitario, educativo y disciplinario hace décadas, la inclusión de tecnologías digitales que permiten la alimentación de datos a un sistema informático, genera la principal diferencia entre una ludificación de la cultura (Raessens, 2014) y el proceso general de gamification (Dragona, 2014). Big data es la apropiación por parte de la teoría de medios de un término computacional para referirse a una administración masiva de datos recurrentes de usuarios, bajo la creación de algoritmos complejos que establecen patrones de comportamiento. El proceso de gamification está ahí para guiar una conducta que motiva sin resistencia a los sujetos a entregar información voluntaria y compulsivamente. La información, a partir de los ’70, se vuelve el producto de intercambio más relevante y valioso en lo que se conoce bajo el concepto de “capitalismo cognitivo”, desarrollado principalmente por la escuela autonomista italiana (Pasquinelli, 2014). Esta información, sin caer en el determinismo tecnológico, creció en cantidad y en calidad gracias a las posibilidades técnicas que permiten la administración de información de poblaciones enteras. Ya no es necesario identificar individualidades, sino usuarios agrupados bajo ciertos comportamientos y gustos pertinentes únicamente a cada organismo interesado en dicha información. Es ahí donde los videojuegos adquieren un rol central, no solo en los mecanismos de producción del comportamiento, sino en las tecnologías que lo facilitan. Según el sociólogo Graeme Kirkpatrick (2013), fueron los videojuegos quienes posibilitaron el ingreso de la computación a la población civil. Según él, “los juegos contribuyen a la idea de la computación como algo que cualquiera puede hacer y que puede ser placentero, e incluso una mejora para la calidad de vida”9 (2013: 65).

8 “The kind of movement it takes to improve your game is the kind of movement it takes to improve your life. But unlike sport, life doesn’t come with convenient ways of measuring movement. So we developed one. NikeFuel (…)” La traducción es mía. 9 “Games contribute to the idea of computing as something that everyone can do and which can be pleasurable, even life-enhancing”. La traducción es mía.

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Es aquí cuando se hace más claro el componente lúdico del capitalismo contemporáneo. La economía posfordista se caracteriza por la preponderancia del trabajo inmaterial, término que se define según Maurizio Lazzarato, como el “trabajo que produce el contenido informativo y cultural del producto” (1996: 132). Una economía que depende de la capacidad intelectual de los sujetos necesita de incentivar ese tipo de producción de manera voluntaria, como una ganancia en sí misma para el individuo. La figura del juego, alternativamente, ha sido para la humanidad un lugar fuera de la cotidianidad productiva por excelencia. Un momento otro, o lo que Huizinga en el clásico Homo Ludens llamará un “círculo mágico”, dentro del que el ser humano se somete voluntaria y desinteresadamente a reglas que crean un espacio distinto de la vida diaria (1971: 13). La diferencia, sin embargo, entre el fenómeno del juego que ha acompañado toda la historia de la humanidad y la ludificación del capitalismo actual está en los mismos procesos descritos anteriormente: el círculo mágico se disuelve en el momento en que ocio y trabajo se vuelven indistinguibles, cuando el mismo juego produce una plusvalía –en este caso, información– que será monetizada de una u otra forma, irremediablemente. Así, para la economía actual ya no basta un sujeto que utiliza su tiempo de ocio pasivamente recibiendo el entretenimiento entregado por los medios masivos de radio y teledifusión, sino que requiere un sujeto activo que produzca en su tiempo de ocio y de trabajo la valiosa información susceptible de ser transformada en ganancia. Este modelo se ha transformado en la base de una economía que lucra a partir de la plusvalía generada por los productos del ocio, del placer y de la rebeldía, y cosechado por una maquinaria digital a su servicio (Pasquinelli, 2008). Al contrario del panorama foucaultiano de las sociedades disciplinares, el refuerzo ha pasado de ser negativo, el castigo, a ser positivo a través de técnicas de juego. Es el panorama de una sociedad de control (Deleuze, 1992) llevada al extremo. El panópticon se hace innecesario cuando la población entrega voluntaria y compulsivamente sus datos para ser estandarizados, archivados y comercializados. Kirkpatrick propone un nuevo término para esta forma de dominio y vigilancia, phenastikon –del griego phenakistein, confundir–, en cuanto “no intenta extraer verdades desde lo oculto, sino que fomenta la confusión (…) en una estrategia que es manipulativa e involucra momentos de placer” (Kirkpatrick, 2013: 155). Esta confusión, para Kirkpatrick, es parte integral del sistema capitalista, su democracia y su constitución lúdica, ya que entrega la ilusión permanente de que la población está compuesta por sujetos capaces de decidir, cuando en realidad dicha decisión genera una recompensa traducible en una satisfacción momentánea, pero sin ningún impacto real, porque la propia idea de lo social se disuelve en la ambigüedad del juego. Finalmente, el sujeto producido por la maquinaria lúdica capitalista es un gamer ideal. “La ‘identidad gamer ideal´ es una que participa mientras consume y es fomentada por ‘reglas y restricciones que determinan un conjunto de formas y desafíos muy específicos’” (Kirkpatrick, 2013: 152). Una identidad que obtiene un neologismo en la esfera laboral conocido como playbour, como una contracción de jugar y trabajar, en la que “el objeto de producción ya no es más el crear valor; sino que se transforma en un mero sub-producto del juego”(Rey cit. en Foxman, 2014: 79). De esta forma, gamification difícilmente se puede reducir a una estrategia de marketing o a unas cuantas aplicaciones de celular o redes sociales. Gamification tampoco es entendible a través de la identificación de componentes tradicionales de juego en contextos no-lúdicos, como recompensas y pun318

tos; y al contrario de la opinión de la mayoría de los teóricos tratados acá, no es un producto ni una consecuencia del capitalismo actual. Al contrario, es la estructuración misma de la maquinaria que produce subjetividades que satisfacen la economía contemporánea, o como afirma Mathias Fuchs: “La penetración de nuestra sociedad con métodos, metáforas, valores y atributos de juegos” (2012). Pero acá es necesario hacer la salvedad, nuevamente, de que no se trata de cualquier elemento lúdico superpuesto a la sociedad, sino una estructuración digitalizada de ella como un juego algorítmico, es decir, un videojuego. ¿Qué entiendo entonces por lo que es lo que caracteriza un videojuego? Kirkpatrick determina, a pesar de la ambigüedad inherente a la definición de un videojuego, que su punto central es el gameplay, o la mecánica de juego, el conjunto de acciones del jugador determinadas por los algoritmos del software (Kirkpatrick, 2013). En ese sentido, un videojuego es el diálogo entre las acciones del usuario y de la máquina, en cuanto todos los otros elementos, como la narrativa y la gráfica quedan relegados a lugares secundarios. Así, lo determinante de un videojuego es la disposición estética que adquieren los cuerpos en el contacto con la máquina: sus movimientos, sensaciones y emociones (Kirkpatrick, 2011). El videojuego permite la realización de acciones en un contexto cuyas consecuencias son pertinentes únicamente al contexto de juego. Y a diferencia de un juego tradicional, la digitalización algorítmica permite que las reglas no sean conocidas por el usuario de antemano, sino que se somete ciegamente a ellas y se adapta sobre la marcha. Así, el ludocapitalismo puede ser entendido como un sistema en el que las reglas que lo determinan son desconocidas por quienes forman parte de él, pero al mismo tiempo incentiva, gracias a un sistema de ludificación, una participación activa mediante la incitación a la competencia consigo mismo y los otros, la superación de obstáculos y la obtención de recompensas efímeras para satisfacer infructuosamente un deseo. El ejemplo más claro y presente es la guerra misma como un juego digitalizado, tanto para quienes la realizan como para quienes la observan a través de los medios. La indeterminación de una barrera en el contexto lúdico permite cada vez más a las máquinas mediar la acción humana al punto en que el contacto directo con las consecuencias materiales de la guerra son obscurecidos por los placeres momentáneos como la gloria de la victoria. La ludificación de la violencia es permeada a través de la sociedad y su control parece cada vez más inestable. De ahí el phenastikon, la confusión de no saber las reglas pero actuar en el juego de todas formas, de disfrutar las acciones pero no conocer las consecuencias. Como palabras finales, me gustaría dejar en claro que mi intento no es demonizar una vez más a los videojuegos, sino todo lo contrario. El potencial de utilizar esta herramienta para entender, o incluso modificar, nuestro imaginario contemporáneo es inconmensurable. Entender la conexión entre cuerpo y máquina única en el contexto de un juego digital nos podría facilitar comprender cómo reaccionamos ante y podríamos resistir los estímulos lúdicos del sistema actual. Se le conoce como counter-gaming (Galloway, 2006) o counter-gamification (Dragona, 2014) a los intentos por apropiarse de las herramientas de ludificación y utilizarlas en contra de los objetivos pre-establecidos por la maquinaria capitalista, para hacer visibles los seres humanos escondidos detrás de los números en los que nos ha transformado. Queda, sin embargo, un largo camino por explorar en este aspecto, pues ni siquiera hemos comenzado a comprender cómo nos afecta y cómo 319

podemos transmitir un mensaje a través de un videojuego. Por ese motivo hay que partir por conocer las reglas. Ser un buen jugador hoy es ser capaz de entender los algoritmos que rigen nuestra cultura. Referencias bibliográficas Bronkhorst, Q. 2012. “Games vs. movies: who wins?”. En BusinessTech. http://businesstech.co.za/ news/general/19901/games-vs-movies-who-wins/ Chatfield, T. “Videogames now outperform Hollywood movies”.En The Guardian, September 27, 2009. http://www.theguardian.com/technology/gamesblog/2009/sep/27/videogameshollywood Deleuze, G. 1992. “Postscript on the Societies of Control”. En October, 59, 3–7. DOI:10.2307/778828 Deterding, S.; R. Khaled; L.E. Nacke & D. Dixon. 2011. “Gamification: Toward a Definition”. En CHI 2011 Workshop. Vancouver. Dragona, D. 2014. “Counter-gamification: Emerging tactics and practices against the rule of numbers”. En M. Fuchs, S. Fizek, P. Ruffino, & N. Schrape (Eds.) Rethinking Gamification. Lüneburg: Meson press. http://projects.digital-cultures.net/meson-press/files/2014/06/rethinking-gamification-schrape-gamification-and-governmentality.pdf Dyer-Witheford, N., & G. de Peuter, G. 2009. Games of Empire: Global Capitalism and Video Games. Minneapolis: U of Minnesota Press. Foxman, M. (2014). “How to win Foursquare: Body and space in a gamified world”. En M. Fuchs, S. Fizek, S.; P. Ruffino & N. Schrape (Eds.). Rethinking Gamification. Lüneburg: Meson press. http:// projects.digital-cultures.net/meson-press/files/2014/06/rethinking-gamification-schrapegamification-and-governmentality.pdf Fuchs, M. 2012. “Ludic interfces. Driver and product of gamification”. En G|A|M|E Games as Art, Media, Entertainment, 1(1). http://www.gamejournal.it/ludic-interfaces-driver-andproduct-of-gamification/ Galloway, A. R. 2006. Gaming: Essays on Algorithmic Culture. Minneapolis: University of Minnesota Press. Hardt, M., & Negri, A. 2000. Empire. London: Harvard University Press. Heydari, A. “Candy Crush Saga Still An App Powerhouse”. En Air Herald, July 23, 2014. http://airherald.com/candy-crush-saga-still-an-app-powerhouse/5013/ Huizinga, J. 1971. Homo Ludens: A Study of the Play-Element in Culture. Boston: Beacon Press. Kain, E. “Grand Theft Auto V” Crosses $1B In Sales, Biggest Entertainment Launch In History”. Forbes, 20 September, 2013 http://www.forbes.com/sites/erikkain/2013/09/20/grand-theft-autov-crosses-1b-in-sales-biggest-entertainment-launch-in-history/ Kirkpatrick, G. 2011. Aesthetic Theory and the Video Game. Manchester: Manchester University Press. Kirkpatrick, G. 2013. Computer Games and the Social Imaginary. Oxford: Polity. Michael, D. R. & S.L. Chen. 2005. Serious Games: Games That Educate, Train, and Inform. Muska & Lipman/Premier-Trade. NowThis News. 2013. Video Games Are Destroying Hollywood. NowThis News. http://www. nowthisnews.com/news/video-games-are-beating-movies/?autoplay=true 320

Pasquinelli, M. 2014. “Italian Operaismo and the Information Machine”. En Theory, Culture & Society. doi:10.1177/0263276413514117 Raessens, J. 2014.”The ludification of culture”. En M. Fuchs, S. Fizek, P. Ruffino, & N. Schrape (Eds.) Rethinking Gamification. Lüneburg: Meson press. http://projects.digital-cultures. net/meson-press/files/2014/06/rethinking-gamification-schrape-gamification-and-governmentality.pdf Ruffino, P. 2014. “From engagement to like, or: how to do things with gamification?”. En M. Fuchs, S. Fizek, P. Ruffino, & N. Schrape (Eds.) Rethinking Gamification. Lüneburg: Meson press. http://projects.digital-cultures.net/meson-press/files/2014/06/rethinking-gamification-schrape-gamification-and-governmentality.pdf Schrape, N. 2014. “Gamification and governmentality”. En M. Fuchs, S. Fizek, P. Ruffino, & N. Schrape (Eds.). Rethinking Gamification. Lüneburg: Meson press. Obtenido de http:// projects.digital-cultures.net/meson-press/files/2014/06/rethinking-gamification-schrapegamification-and-governmentality.pdf

Ludografía Foursquare Labs, Inc. 2009. Foursquare. Foursquare Labs, Inc. King. 2012. Candy Crush Saga. King. Rockstar North. 2013. Grand Theft Auto V. Take-Two Interactive. Strava Inc. 2009. Strava. Strava Inc.

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Brincando com finanças. Do Monopoly ao Club Penguin Karla Saraiva1 Jogos de salão são uma das principais formas de entretenimento de crianças há algum tempo, sendo que os chamados jogos de tabuleiro ocuparam lugar de destaque entre as brincadeiras infantis do século XX. Monopoly é um dos jogos de tabuleiro mais conhecidos internacionalmente. Foi lançado em 1934 nos EUA e, de acordo com a Hasbro (2014a), atual proprietária do produto, hoje está presente em 111 países e traduzido em 43 línguas. Estima-se que tenham sido vendidos 275 milhões de exemplares e que mais de um bilhão de pessoas já tenham jogado este jogo. Com a proliferação das tecnologias digitais, os jogos continuaram sendo importantes fonte de entretenimento, porém, cada vez mais, a atenção do público vem sendo atraída por jogos eletrônicos, sendo o Club Penguin, um mundo virtual em que os participantes são representados por avatares-pinguins, utilizado por um grande número de crianças tanto no Brasil como no resto do mundo. Embora esses dois artefatos sejam bastante diferentes entre si, um traço particular os une: em ambos os casos os jogadores são interpelados para gerirem recursos financeiros. Entretanto, tanto as estratégias para ganhar dinheiro, quanto os propósitos são muito distintos. O objetivo deste artigo é discutir as diferentes relações financeiras que Monopoly e Club Penguin colocam em movimento, tomando-se como hipótese a ideia de que estejam orientados por diferentes racionalidades. Enquanto o Monopoly está orientado por uma racionalidade liberal, que tem como princípio de inteligibilidade as trocas comerciais e que está imbricada com uma organização social disciplinar, o Club Penguin está orientado por uma racionalidade neoliberal, que tem como princípio de inteligibilidade a concorrência e que está imbricado com a chamada sociedade de controle. Ambos, ao funcionar como pedagogias culturais (Steinberg y Kicheloe 2004), apresentam potencialidade para atravessar-se na produção de subjetividades e de representações, funcionando como estratégias de governamento, ou seja, de condução das condutas dos indivíduos. Para desenvolver o artigo, na próxima seção apresento de modo mais detalhado o jogo Monopoly e mostro sua articulação com a lógica liberal e com a sociedade disciplinar. A seguir, apresento o Club Penguin e sua articulação com a lógica neoliberal e com a sociedade de controle, apontando possíveis deslocamentos entre esses artefatos. Finalizo com alguns comentários sobre as análises desenvolvidas. Monopoly, governamentalidade liberal e disciplina Este jogo de tabuleiro, que foi lançado no Brasil com o nome de Banco Imobiliário nos anos 1960, envolve transações com imóveis que resultam no acúmulo ou perda de recursos financeiros. O objetivo é “tornar-se o jogador mais rico, por meio da compra, 1 Universidade Luterana do Brasil (ULBRA).

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locação e venda de propriedades” (HASBRO, 2014b: 1). Ou seja, deve-se procurar acumular o máximo de recursos financeiros possíveis através de transações imobiliárias, sendo vencedor o jogador que permanecer no jogo após todos os outros irem à falência. O jogo inicia dando a cada jogador um montante inicial de dinheiro. A partir daí, as transações são realizadas à medida que os peões movem-se pelo tabuleiro com auxílio de dados: cada casa representa uma propriedade que será comprada pelo primeiro jogador a atingi-la. A partir daí, os outros que chegarem nesta propriedade deverão pagar aluguel. As propriedades poderão ser hipotecadas ou vendidas para outros jogadores. Na época do surgimento deste jogo, em 1934, os EUA, bem como parte significativa dos outros países ocidentais, estariam sob a égide do que Foucault (2008a) denominou de governamentalidade liberal. Para este filósofo, o liberalismo não se resume a uma doutrina econômica ou a um programa de governo. Trata-se, antes, de uma racionalidade que se atravessa na sociedade e nas relações de modo microfísico, em especial nos EUA. Essa racionalidade orienta as formas de realizar o governamento dos indivíduos, conduzindo suas condutas, produzindo determinados tipos de subjetividades e de modos de vida. O princípio de inteligibilidade do liberalismo são as trocas comerciais, justamente o fundamento do jogo Monopoly. Apesar do preço inicial das propriedades estar pré-fixado, supõe-se que este valor teria sido estimado pelo mercado, que funcionaria de maneira natural sem a intervenção governamental. Porém, as transações de compra e venda que se dão posteriormente entre os jogadores terão seus preços estabelecidos efetivamente pela lei da oferta e da procura, ou seja, pelo que Adam Smith chamou de “mão invisível do mercado”. Entretanto, é possível perceber outras características do jogo que o articulam com a racionalidade de sua época. Conforme Cruz e Saraiva (2012), a governamentalidade liberal estaria articulada com o que Foucault (1999) chamou de sociedade disciplinar, uma sociedade repleta de instituições de sequestro capazes de produzirem corpos dóceis e úteis, adaptados a seguir regras, cumprir rotinas e procrastinar seus desejos. Na lógica da sociedade disciplinar, com sua valorização da procrastinação dos desejos, o consumo era bastante limitado, havendo preferência por bens duráveis, e a poupança era estimulada. Fundamentalmente, entendia-se que ganhar dinheiro era importante para poder acumular riqueza, visando tornar-se rico ou, pelo menos, construir um patrimônio que desse segurança. Esse mundo estaria situado naquilo que Bauman (2001) chama de Modernidade sólida, em que os valores eram de longo prazo e que a riqueza estava associada a pesadas propriedades. A posse de imóveis, embora apresentasse baixa liquidez, era considerada uma forma extremamente segura de investimento, gerando renda por meio de aluguéis ou lucro por meio de transações vantajosas, exatamente como acontece no jogo. Portanto, a primeira lição que o jogo transmite para os jogadores é que transações comerciais, em especial transações com imóveis, que se dão em um mercado cuja liberdade é natural, são o caminho para conquistar a riqueza e, com isso, tornar-se vencedor. Ainda de acordo com Foucault (2008b), a disciplina está baseada em regulamentos bem definidos e estáveis, atuando no sentido de fazer com que os sujeitos obedeçam a esses regulamentos de forma voluntária. Tendo em vista que o objetivo e as regras do Monopoly são muito claros, uma vez que um regulamento bem definido vem encartado no produto, o que os jogadores devem fazer é aprender as regras pré-estabelecidas e segui-las. Portanto, 324

para jogar este jogo, como possivelmente todos os jogos de tabuleiros, a conduta esperada dos jogadores mostra-se alinhada com os princípios dos mecanismos disciplinares. Entretanto, entre 1934 e 2005, data de lançamento do Club Penguin, muitas coisas mudaram. O liberalismo se transformou em neoliberalismo, a sociedade disciplinar deslocou-se na direção da sociedade de controle, a Modernidade tornou-se líquida. A lógica que subsidia o Club Penguin é coerente com estas transformações. Club Penguin, governamentalidade neoliberal e controle O Club Penguin é um mundo virtual no qual os jogadores são representados por avatares na forma de pinguins que se relacionam com outros avatares. Neste ambiente, os jogadores deparam-se com diversas ofertas de produtos para serem consumidos por seus avatares-pinguins, como roupas, acessórios, animais de estimação e decorações para seus iglus, que podem ser adquiridos utilizando moedas, a unidade monetária do Club Penguin. Essas moedas podem ser ganhas por meio dos diversos jogos existentes no ambiente. Portanto, os usuários do ambiente são interpelados a usarem suas habilidades para a conquista de recursos financeiros capazes de sustentar seus desejos de consumo. Desse modo, já se pode perceber uma clara diferença em relação ao Monopoly: se o objetivo do jogo de tabuleiro era acumular riqueza para tornar-se rico, no Club Penguin se ganha dinheiro para poder consumir. Entretanto, cabe notar que enquanto no jogo de tabuleiro o objetivo era claramente enunciado nas regras do jogo, no mundo virtual ele é apreendido a partir das vivências dos sujeitos. Não existe um regulamento que determine as condutas dos indivíduos no Club Penguin: os jogadores aprendem a conduzir-se explorando o ambiente para conhecer as possibilidades de ação e convivendo com outros avatares para perceber de que modo se estabelecem as relações e os valores. Essas diferenças podem ser relacionadas com transformações nas características da governamentalidade dominante. Segundo Foucault (2008a), desde o final do século XX existe um deslizamento da governamentalidade liberal para a neoliberal. Embora existam elementos de continuidade entre ambas, também existem fortes descontinuidades que serão exploradas de modo interessado aqui. Podemos apontar como uma continuidade a valorização de estratégias para obtenção de recursos financeiros característica do chamado Homo œconomicus. Entretanto, considero mais importante evidenciar as descontinuidades, sendo que a mais fundamental está relacionada com o princípio de inteligibilidade, que se desloca das trocas para a concorrência. Cabe ressaltar que as descontinuidades e transformações entre essas duas formas de governamentalidade não são substituições, mas mudanças de ênfase. Ou seja: embora a concorrência já estivesse presente na governamentalidade liberal, sua importância era secundária em relação à noção de trocas. O mesmo pode ser dito da governamentalidade neoliberal: evidentemente ainda existem trocas comerciais, mas estas se tornaram um processo subordinado à concorrência. De acordo com Foucault (2008a), a concorrência se torna um princípio orientador não apenas para empresas, mas para as condutas individuais. Além disso, a forma mercado se generalizada, não estando mais restritas a questões estritamente econômicas, mas recobrindo virtualmente todas as áreas da vida humana. O cálculo econômico baseado em 325

investimento e retorno passa a ser aplicado para campos não financeiros. A própria noção de capital se amplia: capital humano, capital intelectual, capital social, capital cultural. O consumo adquire proeminência, tornando-se um elemento importante nos processos concorrenciais entre os indivíduos. O hiperconsumo não é apenas uma forma de atender capricho, mas de alimentar a exibição de um eu que necessita de produtos sempre renovados para mostrar-se superior. O objetivo final para ganhar dinheiro no mundo contemporâneo não é tornar-se rico, mas poder consumir mais e melhor. Os objetivos dos jogos se transformam junto com a racionalidade que orienta o mundo. A governamentalidade neoliberal já não se apoia em uma liberdade suposta natural do mercado, mas em uma liberdade planejadamente fabricada que passa pela produção de sujeitos que desejam exercitar sua liberdade por meio da concorrência. Esses sujeitos já não devem ter por prioridade a obediência a regulamentos previamente definidos e bem conhecidos, mas ações realizadas com autonomia e proatividade, reguladas por regras contingentes e fracamente definidas que devem ser apreendidas em contextos dinâmicos e instáveis. Assim é na vida, assim é no jogo. O Club Penguin não possui um documento com as regras de funcionamento como acontecia com o Monopoly. Aprende-se a jogar, jogando. E também buscando informações com outros jogadores mais experientes que compartilham seu conhecimento para auferir prestígio, uma das facetas do capital social (Recuero, 2010). Logo, a principal lição deste jogo não se refere a um modo de tornar-se rico baseado no comércio de bens imóveis. A experiência com este mundo virtual ensina que cada um deve aprender a suprir de forma autônoma seus desejos de consumo por produtos que aumentam a visibilidade e o prestígio do indivíduo, destacando-o frente a outros e trazendo-lhe benefícios também da ordem do capital social, cuja maximização encontra-se imbricada com a noção de concorrência. É interessante observar que enquanto o consumo está ausente no Monopoly, tendo em vista que as propriedades funcionam como investimentos, as trocas comerciais aparecem no Club Penguin apenas como recurso para permitir o consumo. Por outro lado, a concorrência no Monopoly fica subordinada às trocas, tendo em vista que ela pode ser percebida apenas como uma forma de maximizar os ganhos nas transações comerciais. Isso mostra como esses jogos, Monopoly e Club Penguin, alinham-se com os princípios de inteligibilidade da governamentalidade liberal e neoliberal respectivamente. Outro ponto interessante a analisar é o acesso aos jogos. O acesso ao Monopoly é binário (pelo menos na versão original feita de papelão e plástico): ou se possui o jogo ou não. A posse do jogo implica sua aquisição, requerendo o investimento de recursos financeiros. A posse do jogo só é franqueada àqueles em situação financeira capaz de suportar esta despesa e que optam por utilizar seus recursos desse modo, excluindo todos os outros (ainda que alguns possam eventualmente jogar como convidados dos proprietários). No caso desse jogo de tabuleiro, o consumo se concentra na aquisição do jogo, uma vez que as relações financeiras que são mobilizadas no jogo se concentram em investimentos. É, portanto, um consumo de longo prazo, a aquisição de um produto que renderá entretenimento para toda a família durante um tempo ilimitado, ainda mais se considerarmos a relativa escassez de outros produtos na época de seu lançamento. Já o acesso do Club Penguin é gratuito para qualquer um que tenha conexão com a internet, não necessitando uma alocação específica de recursos. Porém, nem todos que 326

acessam o jogo o fazem nas mesmas condições: é possível pagar uma assinatura que concede uma série de privilégios. Pode-se perceber aí também a lógica das sociedades de controle: enquanto a disciplina segrega, o controle inclui. Mas inclui de modo diferencial: não visa à igualdade, mas à participação generalizada. Uma participação que permite vislumbrar as delícias do consumo, ao franquear acesso a alguns poucos itens. Essa inclusão diferencial funciona como uma estratégia para capturar as subjetividades e fazer com que desejem avançar na sua inclusão, ampliando por conta própria suas potencialidades participativas e de consumo. O acesso ao jogo na condição de não assinante impossibilita a aquisição da grande maioria dos produtos oferecidos no ambiente. Embora todos possam acessar os catálogos completos, quando um não assinante decide comprar uma roupa, acessório ou produto de decoração restrito para assinantes, recebe uma mensagem informando a interdição e mostrando um link que direciona para uma página em que a assinatura pode ser realizada. Os objetos que podem ser adquiridos pelos não assinantes são poucos e com aparência muito simples, produzindo marcas que revelam essa condição para qualquer jogador com alguma experiência: os pinguins não assinantes ou não portam nenhuma roupa nem acessório, ou portam apenas aqueles que têm autorização para comprar e que são conhecidos por todos. Aí é possível perceber uma inclusão excludente (Veiga-Neto, 2001), pois todos podem ter acesso, todavia os não assinantes trazem marcados em seus corpos-avatares sua condição que os inferioriza. Além da interdição a grande parte dos produtos, não assinantes também têm acesso restrito às festas e algumas outras atividades que acontecem neste mundo virtual. A experiência da pesquisa, que conta com dois avatares, um assinante e outro não assinante, mostra que aquele que conta com a assinatura e está, por essa razão, com um visual mais elaborado é mais contatado por outros avatares, recebendo um maior número de convites de amizade e para festas, bem como mensagens de texto. Portanto, a condição de não assinante não interfere apenas no consumo, mas também na sociabilidade online das crianças usuárias. De acordo com Recuero (2010), o que atrai nos jogos digitais é a articulação de entretenimento com sociabilidade. No caso dos mundos virtuais, que podem ser entendidos como uma hibridização entre jogo e site de rede social, a função de sociabilidade constitui justamente seu principal objetivo. Tudo isso leva as crianças usuárias a desejarem uma assinatura: interdições em relação ao consumo e restrições da sociabilidade fazem com que os usuários, que costumam ingressar como não assinantes, queiram, depois de um curto período de utilização, converter-se em assinantes. Isso irá se realizar na medida em que exista algum adulto disposto a sustentar este desejo e que se responsabilize pelas taxas a serem pagas periodicamente. Cabe notar que a função de sociabilidade também está presente nos jogos de salão, do qual o Monopoly é um exemplo. Boa parte desses jogos necessita de dois ou mais jogadores, funcionando, muitas vezes, como uma estratégia de fortalecimento de relações. É importante, no entanto, sublinhar a diferença em relação aos jogos digitais: enquanto os jogos de salão dificilmente expandem as redes sociais dos jogadores, tendendo a reunir indivíduos que já se conhecem, mas muitas vezes funcionando como um reforço das relações, os jogos eletrônicos permitem estabelecer relações com novos indivíduos (ainda que em muitos casos as relações se estabeleçam com indivíduos com quem já se mantenha relações off-line), porém não são tão eficientes em reforçar laços, uma vez que essas relações funcionam na maioria das vezes como conexões que podem ser facilmente desconectadas. 327

Para finalizar A partir das análises desenvolvidas neste artigo, é possível afirmar que esses dois artefatos criados para o entretenimento infantil e que têm em comum o fato de que ambos lidam com relações financeiras, estão orientados por diferentes formas de governamentalidade e para a produção de diferentes tipos de subjetividade. Enquanto o Monopoly orienta para a produção de sujeitos moderados no consumo e que desejem realizar investimentos de longo prazo para acúmulo de riquezas, o Club Penguin mostra um mundo em que o consumo torna-se estratégia que confere visibilidade, destacando os indivíduos e promovendo a espetacularização de si, instigando os jogadores a tornarem-se proativos na busca de recursos para sustentar suas despesas. Os jogadores do Monopoly devem aprender as regras, que são objetivas e estáveis, para poderem participar do jogo, enquanto os pequenos pinguins devem descobrir as regras, subjetivas e instáveis, enquanto jogam. O fato de apontar essas diferenças não implica em juízo de valores: não pretendo aqui apontar qual seria a forma preferível de subjetivação. Pretendo apenas com essas análises permitir um entendimento mais acurado sobre esses artefatos que capturam tantas crianças hoje presentes em nossas escolas. Referencias bibliográficas Bauman, Zygmunt. 2001. Modernidade líquida. Rio de Janeiro: Jorge Zahar. Cruz, Jairo Antônio da y Saraiva, Karla. 2012. “Programas trainees corporativos e o governo das almas”. Cadernos de Pesquisa 42(145): 30-47. Foucault, Michel. 2008a. Nascimento da biopolítica. São Paulo: Martins Fontes. Foucault, Michel. 2008b. Segurança, território, população. São Paulo: Martins Fontes. Foucault, Michel. 1999. Vigiar e punir. Petrópolis: Vozes. Hasbro. 2014a. Sobre o Monopoly. http://www.hasbro.com/monopoly/pt_BR/discover/about.cfm Hasbro 2014b. Monopoly. http://www.hasbro.com/common/instruct/monins.pdf Recuero, Raquel. 2010. “Elementos para o estudo dos jogos em sites de redes sociais”, 285-308. Editado por Marialva Barbosa y Osvaldo de Morais. Comunicação, Cultura e Juventude. São Paulo: Intercom. Steinberg, Shirley R. y Kincheloe, Joe L. 2004. Cultura infantil: a construção corporativa da infância. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira. Veiga-Neto, Alfredo. 2001. “Incluir para excluir”, 105-118. En Habitantes de Babel: políticas e poéticas da diferença, editado por Jorge Larrosa y Carlos Skiliar. Belo Horizonte: Autêntica.

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Cuerpos virtualizados en el Facebook Lisandro Soto1

Mi investigación mostrará cómo en un espacio virtual como Facebook, los individuos que lo habitan construyen una versión de sus cuerpos, que se despliega a través de múltiples formas de narración de sí mismos, particularmente por medio de los relatos y las imágenes como las formas de lenguaje privilegiado. Partiendo de un principio, al hablar de cuerpo no estamos aludiendo a una entidad ontológica, biológica y material, sino el cuerpo en tanto una entidad portadora de significados socialmente construida. Con ello, el cuerpo que se construye en el Facebook no es biológico y material, es por el contrario un cuerpo que se produce a través de hibridación con las máquinas y su inmersión el mundo virtual que ellas propician. La ruta que seguirá la presentación es la siguiente: se parte del hecho que los usuarios de Facebook construyen sus versiones de sus cuerpos a partir de una serie de estrategias de narración de sí. Estas formas de narrarse serán interpretadas como una puesta en escena de sí, que posee una lógica de producción y de escenificación, por lo que el concepto de prácticas de sí y técnicas de sí son fundamentales en esta comprensión. El escenario en el que se produce estas versiones de los cuerpos es una mediación virtual, por lo que estamos ante la producción de cuerpos virtuales en un mundo virtual; y estas medicaciones se hayan en medio de formas de ejercicio de poder que atraviesan las narraciones de sí, bajo la forma de poder- seducción, poder-deseo, propias de las sociedades de control. Facebook se presenta como un lugar para encontrarse, compartir gustos, afinidades e interactuar con los amigos, familiares, conocidos, etc., (Fersman, 2010). En primer momento se podría ver como un depositario de nuestra historia personal, que se dispone para el público. En él, la gente tiene la posibilidad de crear su perfil donde están consignadas todas las actividades que los sujetos han desarrollado. Este conjunto de intervenciones e interacciones configuran la presentación que de sí mismo hace cada usuario de Facebook; ésta es la forma de existir en esta red social. Además, se pueden subir las fotos que quieran publicar y hacer comentarios de las divulgaciones que se presentan en el «muro»; se puede chatear con los conocidos, también se brinda la opción de decir qué películas les gusta, qué libros, que grupos, y si desean pertenecer o unirse a ellos. Puesta en escena de sí como prácticas y técnicas de sí privilegiadas en la construcción de sí mismo en Facebook Para comprender la noción de cuerpo, Foucault propone que es preciso entenderlo en el marco del poder, ya que en medio de las relaciones de poder y de su ejercicio es donde se construyen sujetos y consecuentemente sus cuerpos; es el poder que produce la realidad, 1 Doctorante en Ciencias Sociales y Humanas en la Universidad Nacional de Colombia, magíster en sociología Universidad Nacional de Colombia, especialista en investigación social Universidad Pedagógica Nacional y antropólogo social Universidad Nacional de Colombia. Docente catedrático Universidad Nacional de Colombia, Universidad Javeriana.

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la configura, nada escaparía en el plano social al ejercicio del poder; particularmente hay que entender que el poder penetra en el cuerpo, se interioriza, se materializa. El poder no es algo que impone, o que reprime; por el contrario produce, crea la realidad, la gestiona; esto debido a su estrecha relación con el saber, un conocimiento basado especialmente en la ciencia y la razón, que se asigna como conveniente y como una verdad, que tiene poca resistencia en el contexto social y cultural, sirviendo como una herramienta para influenciar y controlar la realidad y la sociedad. Relación entre el poder y el saber, que se verá más claramente en el concepto de prácticas de sí, que como argumentaré estaría presente el Facebook, en la construcción de los cuerpos que allí habitan y se escenifican. Siguiendo con el problema del poder, en relación al cuerpo y su construcción, cabe recordar que, ni el poder, ni el saber, operan exclusivamente en los macro contextos, sino por el contario, el poder y el saber se hunden en el espesor de las instituciones, sociales, y del tejido social, llegando finalmente al sujeto, a su cimentación; para ello Foucault propone una serie de categorías analíticas, como las de dispositivo y prácticas de sí. Comenzaré por la noción de sujeto y de prácticas de sí. El autor desarrolla la concepción de las tecnologías del sujeto para aproximarse a las prácticas que se desarrollaron en Grecia y Roma que tenían como fin hacer del individuo un ciudadano. En este proceso de subjetivación, el poder y el saber se desplazan del exterior (instituciones, disciplinas, en general las diferentes estamentos de la sociedad) a la interioridad del mismo sujeto; es decir, es posible pensar unas formas de subjetividad que se pueden desmarcar del poder y las normas sociales, que son las formas que puede tener el sujeto consigo mismo. Ahora bien, el sujeto puede ser sujetado, construido por una serie de poderes que operan sobre él desde afuera, pero también es relativamente libre entre los juegos de verdad y las normas sociales de saber y poder. En otras palabras, el individuo puede decidir no ser gobernado sino de autogobernarse a través de una relación consigo mismo, una especie de cultivo de sí. Las técnicas de sí, nacidas en Grecia, se mantienen con algunas trasformaciones y énfasis en la época romana, con lo que Foucault denomina el cultivo de sí, que supone una acción más sistemática sobre el cuerpo, una acción si se quiere más material, y no tan marcadamente contemplativa y reflexiva, como en las técnicas de sí, y que supone un proceso de observación, de prácticas, de ejercicios, de procedimientos, de restricciones del individuo sobre sí mismo; pero ante todo supone un conocerse a sí mismo y simultáneamente hacerse cargo de sí mismo, en sus debilidades y fortalezas; conocimiento e inquietud de sí, que presume una trasformación permanente en cuerpo y alma. (Foucault en Foucault et. al., 1991). Estas prácticas de sí en Facebook, con la que se crean lo relatos de nosotros mismos, es a su vez la manera en que se presenta la puesta en escena de sí y la edición de sí. Para entender su procedimiento se presentará la exposición de los argumentos de Goffman (1959). En ellos, en la puesta en escena de sí mismo, hay elementos que se deben tener en cuenta tales como: que no hay una esencia del individuo, sino que éste es el resultado de una puesta en escena; que en la escenificación el individuo asume dos papeles: «actuante», el que pone en escena una actuación, y como «personaje» cuyo espíritu, fortaleza son rememoradas por la actuación. El personaje que uno representa y el sí mismo propio son en ocasiones iguales, y este sí mismo materializado en cuerpo de su poseedor (Goffman, 1959). La puesta en escena busca convencer a un auditorio que la actuación y personificación son –o pretenden ser– auténticas, que corresponde con el verdadero yo o verdadero sí 330

mismo. La interacción cara a cara es la forma típica. La actuación sería la actividad del sujeto para influir sobre los otros. La pauta de acción que se desarrolla durante una actuación puede denominarse «papel» o «rutina». Para llevar a cabo la puesta en escena hay una serie de técnicas: lo primero es el control de la expresividad del individuo; segundo, la fachada que es la parte de la actuación, que funciona de un modo general y prefijada; tercero, la realización dramática que hace alusión a como en la actuación se pone una máscara; cuarto, la idealización de la situación es el impulso para mostrar una idealizado de nosotros; quinto, es el mantenimiento del control expresivo entendido como un cerramiento del significado y finalmente, en la mistificación, las actuaciones son «actuada» o «escenificadas», en el sentido de que el actuante sabe lo que va a hacer y el efecto probable de su actuación. Algunos de los elementos presentados por Goffman son llevados a Facebook, en tanto que lo que allí se exhibe es una puesta en escena de sí mismo que pretende ser autentica y verosímil: primero se intenta comunicar y dejar impresiones; segundo, hay presente fachadas y escenarios; tercero, hay un proceso de personificación; cuarto, –y esto es muy importante– una versión idealizada de sí mismo; quinto, hay una rigurosidad en las formas estilizadas de presentación; y, por último, la puesta en escena tiene claro los efectos que pretende producir. Puesta en escena de sí mismo como construcción de sí mismo

en el

Facebook

A partir del análisis de los perfiles de los usuarios, sus álbumes de fotos, sus bibliografías y su información de contacto, he podido identificar algunos elementos básicos de la construcción y puesta en escena de sí mismos que realizan los usuarios de la red social Facebook y que paso brevemente a enumerar. Hay diferencia en la puesta en escena cara a cara y la que se produce en Facebook que se identificaron en esta investigación: primero se debe hablar de auténtico y verosímil, el personaje construido por el usuario no sería necesariamente más verdadero, sino que corresponde más al deseo de sí, es decir el proceso de idealización de sí mismo es más marcado, ya que responde al deseo de sí mismo, en tanto se habita en un mundo que brinda esas posibilidades; por otro lado, es una puesta en escena que no es pensada para una sola interacción, en otras palabras, no hay interrupciones en la puesta en escena, esta es «permanente»; tampoco es una puesta en escena que sea pensada para un auditorio particular se presenta un especie de identificación efímera con el interlocutor. Dicho de otra manera, no es seguro que se vea la puesta en escena por alguien en particular, tampoco es una puesta en escena de sí mismo que se de en momento específico, ya que se da en un tiempo diferido, no es observada necesariamente en el mismo momento de su producción. No es una puesta en escena en tiempo real, pues hay la posibilidad de «reeditar» la escena; por otro lado puede ser que haya distintos escenarios en un mismo tiempo y distintos tiempos para un mismo escenario. Es una puesta en escena relativamente estable, en la medida en que no está sujeta a los cambios contingentes de la realidad material. En las puestas en escena de los sujetos se puede ver que la gente hace una elección programada, racional, e intencional de lo que quiere publicar de sí, de lo que quieren que vean los demás y lo que quieren ocultar. Es una forma de mostrarse, de escenificarse; es decir, una práctica de sí racional y que busca unos fines claros. Algunas de las puestas en 331

escena que de manera provisional se han venido identificando corresponden a narraciones de sí de cuerpos que se muestran como exitosos, que ostentan signos de prestigio, tales como presencia en viajes, con objetos suntuarios, en fiestas, divertidos, etc., de forma tal que se escenifican como sujetos que pueden representar el prototipo socialmente aceptado de lo que significa tener éxito. También son narraciones y escenificaciones que muestran cuerpos bellos, estilizados, delgados, bien cuidados, sin mayores defectos físicos; no son cuerpos amputados, deteriorados, sin dignidad. Son construcciones de sí que apelan a una exhibición de la vida privada en un espacio público, con dramas, con sentimientos, con proyectos, con intrigas, actividades y prácticas; es decir, es una construcción de sí pensada para que lo privado colme lo público. Es una intimidad construida hacia afuera, no como un recinto de una construcción reflexiva de sí y en contraposición a lo públicos; sino que se espera que sean aceptadas por los demás. Es una construcción para mostrarse, exhibirse y esperar aceptación. En ese orden de ideas, también debe ser una puesta en escena de sí que invoque a cierto grado de autenticidad y verosimilitud pues debe ser aceptada y validada por el grupo de conocidos y amigos de la red social a la que se pertenece. Se presenta también una relación entre el Facebook, en términos de la representaciones y prácticas de sí, con la publicidad. Pero no me refiero a publicidad institucional y profesional propia de estas páginas, sino cuando el sujeto se vuelve promotor «inconsciente» a través de su simple presencia o de sus publicaciones o de las diferentes aplicaciones que tiene este escenario, por ejemplo un simple «me gusta» sobre alguna publicación. Acciones que se erigen como las formas de poder que están más directamente relacionadas con el biopoder de las sociedades de control y sus particularidades historia y de escenificación en el Facebook. Los sujetos en la red Facebook, por medio de sus puestas en escenas y narraciones de si en los perfiles, sus presencia, sus enlaces, sus comentarios, todo su existir en este espacio, se trasforman en promotores sin saberlo de deseos y de modelos de consumo. Publicitan marcas, productos, servicios, posiciones políticas, etc. y lo mejor: sin recibir dinero a cambio y sin sentirse explotado y siendo funcional al sistema. Porque en realidad no lo son, sencillamente la gente hace lo que le gusta en el Facebook, lo hace por placer, por gusto, no hay coerción, no hay prohibiciones (por lo menos no visibles). La pantalla es un espejo donde se mira; las imágenes (fotos y videos) pasan a ser la forma en que nos representamos, nos construimos y hacemos nuestras puestas en escena, teniendo como repertorio de las mismas, nuestra vida real, El espejo es, precisamente, el lugar donde viven las imágenes, esas entidades virtuales que «imitan» los gestos y los comportamientos de los seres de nuestro mundo, pero cuya existencia es puramente luminosa. En consecuencia a travesar el espejo significa entrar dentro de las imágenes existir como pura posibilidad dentro de un mundo virtual (Machado, 2009: 147).

Ahora bien, no se trata con construcciones de sí o las representaciones de sí, una suerte de duplicación o copia de la “«realidad material» en la «realidad virtual»; por el contrario, son realidades paralelas que estamos construyendo que cohabitan, se comunican entre sí y se nutren mutuamente. Es una nueva forma de ser que se desprende del mundo de la tecnología, dispositivos de mediación cultural. 332

La interactividad con y para los otros, en este mismo espacio a través del computador, no es sólo una cuestión únicamente de comunicar, sino de ser, de existir, un existir que se funda en el mismo acto comunicativo y de su intervención en el Facebook y su hibridación con la máquina. El sujeto se hace anónimo, sin identidad (porque en esencia es una máquina que ve y enuncia) pero su papel estructural, su rol «dominador» acrecienta su importancia. En lugar de perderse y borrar su función, el sujeto se vuelve la razón misma del acto de la figuración y no se trata simplemente de una imagen, sino de una imagen vista, que es visualizada a partir de un lugar originario de visualización, por parte de algo/alguien que es una especie de sujeto máquina (Machado, 2009: 127).

La construcción de sí, el cuerpo y su puesta en escena se sí en el Facebook, son cambiantes; no permanecen mucho tiempo, son cuerpos que se recicla constantemente, cambian de atributos, estados, actuaciones, gustos, etc., trasformaciones que van de la mano muchas veces de la moda del mundo material, de los acontecimientos de la vida material. Todos los dispositivos tecnológicos son en alguna medida proyecciones de nuestro cuerpo, y las tecnologías de la información son una continuación de nuestro cuerpo, son una prolongación del tacto, una proyección de la piel. En el Facebook el cuerpo actúa a la distancia, se pierde la extensión física, se forman múltiples cuerpos, múltiples personalidades; es una tecnología electrónica, que afecta al sistema nervioso ya que permite una mayor conectividad entre el cuerpo y la máquina. Son cuerpos amarrados al placer, el deseo y la seducción; son cuerpos de naturaleza virtual, es decir, digitales, informáticos sin restricciones biológicas, territoriales y temporales, que echan mano de los deseos y los imaginarios socialmente aceptados para construirse y destruirse de manera permanente. Son cuerpos en que los signos semiológicos son su carne y su presencia en este espacio. Cuerpos de fugaz existencia, que pierden las condiciones del aquí y del ahora. Referencias bibliográficas Deleuze, Gilles. 1991. Postdata sobre la sociedad del control. Montevideo: Nordan. Farman, Juan. 2010. Faceboom. El libro que Facebook no quieres que leas. Barcelona: Alienta Foucault, Michel. 2007. Nacimiento de la biopolítica. México: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michel. 1999a. “Foucault”, 363-368. En Obras esenciales III. Barcelona: Paidós. Foucault, Michel. 1999b. “Las técnicas de sí”, 443-474. En Obras esenciales III. Barcelona: Paidós. Foucault, Michel. 1994. Hermenéutica del sujeto. Madrid: La Piqueta. Foucault, Michel. 1991. Tecnologías del yo. Barcelona: Editado Paidós Foucault, Michel. 1989. Historia de la sexualidad II. México: Siglo XXI. Foucault, Michel. 1984. Historia de la sexualidad I. México: Siglo XXI. Foucault, Michel. 1978. Vigilar y castigar. México: Siglo XXI. Foucault, Michel; Donzelot, Jacques; Grignon, Claude; de Gaudemar, Jean-Paul; Muel, Francine y Castel, Robert. 1991. Espacios de poder. Madrid: La Piqueta. Guattari, Félix. 1994. La revolución molecular. Cali: Universidad del Valle. Guattari, Félix y Deleuze, Gilles. 1985. El Antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia. Barcelona: Paidós. Guattari, Félix y Rolnik, Suely. 2006. Micropolítica. Cartografías del deseo. Madrid: Traficantes de sueños. 333

Machado, Arlindo. 2009. El sujeto en la pantalla editorial. Barcelona: Gedisa. Sibilia, Paula. 2005. El hombre postorgánico. Cuerpo, subjetividades y tecnologías digitales. México: Fondo de Cultura Económica. Soto, Lisandro. 2011. “En donde los límites se borran: Construcción de los cuerpos entre lo humano y lo tecnológico”. Aquelarre 20: 145-163.

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Rostros

como cercos dinámicos: gubernamentalidad algorítmica y

valorización del conocimiento en el capitalismo cognitivo

Alejandro Donaire Palma1 Uno Cada segundo aumenta el flujo de información circulando en las redes globales que componen la infósfera, esfera inmaterial que constituye la interfaz donde se producen los intercambios de flujos semióticos entre los diversos actantes humanos y no-humanos que conforman el sistema mediático integrado a escala planetaria o «mediascape» (Berardi, 2007). Sin embargo, sería erróneo identificar el incremento del flujo informacional sólo a partir de un análisis comparativo lineal basado, por ejemplo, en cantidades de data acumulado durante cierto período. Esto obviaría el carácter relacional inter-actantes contenida en la definición misma de la infósfera, no permitiendo comprender que dicho «data» es producto de la interacción entre múltiples universos referenciales. Para esto, basta revisar cómo se potencian diversos procesos informativos a través del encadenamiento entre plataformas mediáticas asentadas en la web, como lo son los servicios de redes sociales cual Twitter, y su efecto en los temas de opinión que componen la agenda pública noticiosa de los mass-media a través disparadores como los Trending topics (Rubio García, 2014). En este marco, Assange (2014) ha planteado que los flujos de información no son neutros, sino que están vinculados al movimiento del poder a través de unos medios de comunicación de participación restrictiva que favorecen la centralización de los procesos informacionales frente a plataformas tendientes a la descentralización. Así, la relación centralización/descentralización parece un punto de inicio interesante para discutir sobre qué es aquello que prolifera cuando se propone que el flujo de información aumenta cada segundo, en tanto lo entendamos como problema (bio)político y no solo técnico. Dos La infósfera es un territorio inmaterial en que permanentemente se despliegan procesos de producción de subjetividades. Estos no deben ser confundidos con los agenciamientos maquínicos humanos/no-humanos involucrados en el intercambio informacional. En la infósfera, las subjetividades emergen en los vectores de transmisión que conectan los diversos agenciamientos. Ustedes, yo, nosotras, en tanto actantes humanos, no constituimos subjetividades en el marco del mediascape sino hasta que nuestras señales puedan ser situadas a través de agenciamientos no-humanos que permitirán su transducción (Simondon, 2009) en función de actualizarlas, haciendo emerger procesos informacionales que ponen en relación nuevas líneas comunicantes. Ustedes, yo, nosotras, claramente no somos sólo esa fotografía en el perfil de Facebook, ni nuestros pensamientos se reducen a 140 1 Sociólogo; Núcleo de Investigación Arte y Nuevos Medios; Facultad de Humanidades; Universidad de Valparaíso.

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caracteres. Sin embargo, estos elementos semióticos expresan lo que Simondon (2008) va a caracterizar como el acoplamiento interindividual humano-máquina. No somos solo «eso», claro, pero es «eso» lo que permite una existencia subjetiva en el marco del mediascape. Esto no es un fenómeno propio de la denominada «era de Internet», pues ya en el mediascape constituido por las redes telecomunicacionales radiofónicas globales durante la primera mitad del siglo XX, se desarrollan procesos de acoplamiento comunicacional con sus correspondientes interfaces subjetivantes y sistemas de codificación y producción/ procesamiento de data. Sin embargo, lo que caracteriza la plataforma web asociada a Internet es que proporciona herramientas sencillas y, en gran parte, abiertas que permiten «feedback» y prácticas de cooperación creativa, modificándose con esto la propia esfera informacional como producto del despliegue de intelecto colectivo proliferante. No se trata, entonces, de la cantidad de usuarios mundiales, ni de páginas web, sino de la densidad informacional potencial que a propósito de esto pueda emerger, cómo lo hará y en relación a qué: potencia de conocimiento. Tres Reiteremos: esto es un problema (bio)político, no solo técnico. Es más, es un problema de economía política capitalista. Porque si llegamos a asumir posiciones subjetivas en los procesos de intercambio informacional, es en tanto agentes portadores de potencial asociativo en la construcción de conocimiento, afectando la vida que late más allá de la infósfera. Es conocida la caracterización que establece Castells (2000) de los procesos antes mencionados, enmarcándolos en la denominada «sociedad de la información». Sin embargo, su definición no ayuda a develar el carácter económicamente productivo del conocimiento, tanto por considerar acríticamente la tecnología informática como vertebradora del ciclo de acumulación capitalista que se abre, así como por invisibilizar el carácter mercantil del conocimiento producido. En relación a esto, el concepto de capitalismo cognitivo (Rullani, 2004; Moulier Boutang, 2004; Fumagalli, 2010) parece esclarecedor, pues, si bien el conocimiento como motor de acumulación capitalista no es algo nuevo, si son nuevos los tipos de producción/acumulación en cuyos ejes están las redes descentralizadas de circuitos informacionales favorecidas por la red mundial Internet. Para analizar el flujo de información en el marco del capitalismo cognitivo es preciso situar la potencia articuladora que actualiza una multiplicidad de singularidades concretizándolas en realidades que hacen brotar nuevos universos referenciales, nuevos sentidos de existencia, de los diversos agentes humanos que se subjetivan en su interacción infosférica. En este sentido, la proliferación del flujo informacional supone un problema de economía política no sólo por implicar una dificultad en la cuantificación de la información ya producida en pos de su valorización, sino, y principalmente, pues esta proliferación supone el establecimiento de líneas de fuga que exceden la producción informacional misma. Rullani (2004) apunta la posibilidad de «mismatchings» (incoherencias) en los circuitos informacionales debido a que el proceso de transformación del conocimiento en valor no es lineal, suponiendo inestabilidad, puntos de discontinuidad, entre otros. Esto deriva de que el conocimiento no es un recurso naturalmente escaso al cual pueda 336

aplicársele un valor referencial de coste, que permita definir un valor de cambio, como lo incierto que resulta establecer un valor de uso estandarizado que no remita a la infinidad de universos referenciales respecto a los cuales los diversos participantes puedan identificarse. Es así como “el valor del conocimiento no es el fruto de su escasez –natural–, sino que se desprende únicamente de limitaciones estables, institucionalmente o de hecho, del acceso al conocimiento” (Rullani, 2004:102). Las proliferación de redes de intercambio informacional debilita la figura del mando central en su carácter de imposición jerárquica localizada, pasando a una función transversal desterritorializada, por lo tanto, dotando al trabajador/agente autónomo de capacidad –al menos en parte– de decisión y apropiación de los instrumentos de trabajo para desviarlos hacia actividades no mercantiles o controladas por él (Moulier Boutang, 2004). No obstante, este horizonte desregulado, que ha presentado un escenario emancipatorio prometedor para los/as cognotarios/as –ustedes, yo, nosotras– quienes constituimos subjetividades en la infósfera, supone una ingeniería de control informacional en que las medidas que hacen escaso el conocimiento están incorporados en el propio flujo. (Berardi, 2003). Cuatro Lo que se presenta como una democratización emancipatoria al favorecer la constitución de interfaces amigables y participativas, multiplicando los acoplamientos humano-máquina –por tanto, la expansión de marcos de subjetivación–, puede comprenderse –siguiendo a Moulier Boutang (2004)– como una fase de «acumulación primitiva» del capitalismo cognitivo. Se liberan las potencias asociativas incorporadas en las dinámicas de subjetivación propiciadas en la infósfera para permitir nuevos «enclosures» (cercos). ¿Cómo? Simple: la fraseología hiper-liberal vinculada a la sociedad de la información nos interpela diciéndonos «sé tú mismx». O, como pregunta Facebook: ¿Qué estás pensando? Precisemos: uno de los problemas en la producción de valor del capitalismo cognitivo es que no hay una manera óptima de emplear los conocimientos a fin de maximizar beneficios, implicando que cada agente involucrado en el proceso debe explorar las posibilidades de difusión, socialización y sustitución en la cadena de oferta (Moulier Boutang, 2004), estando la generación de plusvalor cada vez más compenetrada con el ciclo vital humano (Fumagalli, 2010). Mas, esto sólo constituye un problema bajo una mirada de subjetivación individualizante propia de los dispositivos disciplinarios de acumulación capitalista, considerando por ejemplo modelos de análisis relativos a la gestión fordistataylorista de la producción. Pero, y siguiendo en esto a Deleuze (1999), en la entrantes sociedades de control los procesos subjetivantes se articulan a partir de «dividuales». Nuestra experiencia vital, en tanto que integrada a los circuitos informacionales del mediascape, implica un nosotros/as y un nuestro/a que debe ser puesto entre paréntesis, pues sigue refiriendo a un sentido de integración subjetiva individualizante, en que, toda resistencia (sabotaje, detournement, etc.) a los centros productivos rígidos/disciplinarios implicaba la multiplicación de núcleos móviles que a su vez llegaban a pensarse como nuevos centros referenciales (las demandas históricas de las luchas de los/as explotados/ 337

as, por ejemplo). Sin embargo, como plantea Galloway (2004), la efectividad del control sobre los flujos informacionales radica en el carácter distribuido y descentralizado de las redes, en tanto permite desplegar una regulación no coercitiva basada en la aceptación voluntaria del proceso de codificación, concretizándose en protocolos de acción. Estos operarían respecto a las condiciones de acoplamiento humano-máquina, donde la experiencia comunicativa que podríamos identificar como un nuestro, define el campo de posibilidades variables de posición subjetiva que pueden darse en relación a los vectores comunicacionales inter-actantes potenciales en el marco de posibilidades combinatorias dadas por ciertos códigos asumidos como válidos por los/as actantes emisores de señales de un yo/nuestro/a comunicacionalmente proyectado. Cinco Si no hay individuos, ¿cuál sería el tú mismx interpelado? Rouvroy y Berns (2013) problematizan esto enmarcándolo en los procesos de personalización propios de lo que denominan «gouvernementalité algorithmique», nuevo paradigma de control basada en la detección singular de pautas de comportamiento con fines predictivos, respecto a los cuales es posible establecer modelizaciones a priori de los entornos de desenvolvimiento informacional. No se trata de pautas de comportamiento de agentes humanos caracterizados como sujetos individuales, sino que se establecen a partir de la correlación de datos almacenados masivamente de manera automática, a partir de lo cual se generan perfiles. Estos no se constituyen situados en relación a una norma convencionalmente construida respecto al cual aplicar la proyección estadística en relación a una población conocida (que seguiría operando en la base de sujetos individuales agrupados); lo que se despliega, en cambio, es el reconocimiento de normas inmanentes actualizadas en tiempo real respecto a ciertos procesos informacionales identificados. Cabe considerar que Rouvroy y Berns (2013) establecen que ya no se produciría un proceso de subjetivación propiamente tal, pues este tipo de gobierno intenta neutralizar cualquier posicionamiento reflexivo de los inter-actantes humanos en el proceso informacional, por medio de la descontextualización automatizante de las señales emitidas, abstrayéndolas de las posibles significaciones singulares que pueda tener tal o cual señal integrada al proceso informacional; esto obviaría, sin embargo, lo antes señalado respecto al carácter participativo que constituye el potencial asociativo de las líneas de intercambio informacional, en el cruce de experiencias y vidas. Son éstas las que son precisas reintegrar, organizar, cercar, mantener bajo vigilancia, en pos de regular la proliferación informacional, evitando posibles fugas o «mismatchings». El problema planteado por los autores mencionados puede ser replanteado, afín de las condiciones que supone el capitalismo cognitivo. No habría un centro respecto al cual establecer un comportamiento esperable que defina la óptima productividad: el posible usuario-medio de las redes desaparece en pos de un análisis diferencial, donde cada perfil construido permite organizar la emergencia de los vectores comunicacionales que definen el potencial asociativo contenido en cada intercambio informacional. Las subjetividades representadas en cada perfil no intentan dar cuenta del yo que busca o se comunica, sino 338

un yo que puede ser integrado en un sistema organizacional en pos de su gestión procesual, como otro elemento articulador de nuevos procesos proliferantes. Tomemos el caso abordado por Pasquinelli (2009) respecto al «Page Rank» de Google, basado en un sofisticado algoritmo que resuelve la importancia de cierta página web y su posición jerárquica en determinados procesos de búsqueda. La valoración de cada sitio web es determinado por la cantidad de enlaces entrantes sobre una página a partir de un posicionamiento dinámico, donde cada enlace tiene mayor o menor valor dependiendo correlativamente de la valorización dada a la página de la que proviene. El algoritmo de Google, desarrollado por Brin y Pagein, se basa en considerar nodo y vector informacional como actos conscientes en que se concretizan procesos cooperativos de inteligencia colectiva, a partir del intercambio y el feedback entre los diversos agentes, lo que permite que Google se constituya en un aparato de captura parasitario, que cerca y regula las potencias asociativas. Seis Si bien los modelos algorítmicos que sirven como base para la constitución de protocolos que permiten la modulación de los entornos de desenvolvimiento informacional, neutralizando o bien reintegrando posibles fugas improductivas, no son de acceso público, aun descifrándolos no podríamos esclarecer el proceso de subjetivación general que se despliega a propósito de éste si no proponemos algunas líneas que vinculen la constitución de gestión regulatoria de la información en pos de su valoración mercantil con las relaciones informacionales proliferantes que se despliegan en el marco de la infósfera. Hemos establecido que aquello perfilado no refiere a un sujeto individual, pero ¿supone esto dejar de lado la experiencia singular, aquella vida que late y se hace parte en los vectores comunicacionales que atraviesan el mediascape? Para esto propongo integrar a la discusión la propuesta abordada por Deleuze y Guattari (2004) respecto a la rostrificación, dado que permite comprender la constitución de diagramas dinámicos que permiten la reintegración y captura de los procesos informacionales difusos que se dan en la infósfera. Los rostros no corresponden a una construcción individual y definida en relación a cierto sujeto-cuerpo, sino que defienden zonas de frecuencia y de probabilidad que buscan neutralizar de antemano expresiones y conexiones rebeldes, en que el cuerpo es otro de los elementos agenciados; en este sentido, se relacionan con los propósitos de modelización algorítmica de los entornos informacionales. La rostrificación nos provee un punto de entrada para comprender las dinámicas de control de flujo informacional tanto en relación a la asimilación de los códigos que permiten el acoplamiento humano-máquina, deviniendo en la constitución de interfaces que permitirán el despliegue de vectores comunicacionales inter-actantpes, como respecto al potencial asociativo que emerge en estos intercambios informacionales. Podemos considerar la semiótica mixta compuesta por los ejes de significación/subjetivacíón a partir de la relación pared-blanca/agujero-negro, donde la primera constituye una superficie general de referencia, concerniente tanto a las unidades (en este caso, nodos) como a las 339

opciones (vectores de relación), mientras el agujero negro actúa como un computador central que desplaza sobre la pared blanca, posibilitando la constitución de cierto rostro mínimo en relación a otros, a partir de relaciones combinatorias. Todo rostro contiene (de traer consigo y de limitar) los universos referenciales que mueven a cada uno de quienes interactuamos en la infósfera, sin que esto implique el establecimiento de un marco regulatorio rígido. El yo/nosotros/as rostrificado nos presenta, sin embargo, el problema de vidas que han asumido para su constitución la experiencia del acoplamiento informacional bajo la promesa de que la regulación participativa, no-rígida y descentralizada, cumplía el potencial liberador de las redes comunicacionales asociadas a Internet, como pudimos leerlo en el sueño felicista de una conquista democrática del mediascape, que resonó hace algunos años de manera global durante las Primaveras Árabes, el movimiento de los Indignados, Occupy WallStreet. Todos estaban ahí, comunicándose en tiempo real, no obstante poco a poco parecieron difuminarse, cual tramas contingentes cuya emergencia había dado paso a otros temas de interés. Los rostros de la movilización social desplegados en la infósfera parecieron cercar la experiencia de los movimientos singulares, y aún cabe preguntarse por la recuperación especulativa respecto a las líneas informacionales proliferantes que las «primaveras globales» puedan suponer. Ironía del dispositivo: aunque sabemos que aquel rostro no es nuestra vida, hemos caído en la vorágine comunicacional donde la vida se ha vuelto posible sólo restringiéndose a dicho rostro. Moralismos de tipo neo-primitivista aparte, cualquier forma de sabotaje a lo que se presenta como nuevo paradigma de gobierno coherente con las dinámicas productivas del denominado capitalismo cognitivo, implicará un tecno-luddismo aplicado al yo/nosotros/as que hemos asumido informacionalmente como propio, y que como se da cuenta, sólo es un cruce de vectores que da cuenta del potencial asociativo mercantilmente mediado, y aún no la «vida», que sigue excediéndole. Referencias bibliográficas Assange, Julian. 2014. “Flujos de información y poder”, en América Latina en Movimiento, 494:10. Http://alainet.org/publica/494.phtml Berardi, Franco. 2003. La fábrica de infelicidad: nuevas formas de trabajo y movimiento global. Trad. Patricia Amigot Leatxe y Manuel Aguilar Hendrickson. Madrid: Traficantes de Sueños. Berardi, Franco. 2007. Generación post-alfa: patologías e imaginarios en el semiocapitalismo. Trad. Diego Picotto et al. Buenos Aires: Tinta Limón. Castells, Manuel. 2000. La era de la información Vol.1 La sociedad red. Madrid: Alianza Editorial. Deleuze, Gilles. 1999. “Post-scriptum sobre las sociedades de control”, 277-286. En Conversaciones 1972-1990. Trad. José Luis Pardo. Valencia: Pre-Textos. Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. 2004. Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, 6a ed. Trad. José Vázquez Pérez y Umbelina Larraceleta. Valencia: Pre-Textos. Fumagalli, Andrea. 2010. Bioeconomía y capitalismo cognitivo: hacia un nuevo paradigma de acumulación. Trad. Antonio Antón Hernández et al. Madrid: Traficantes de Sueños. Galloway, Alexander. 2004. Protocol: How control exists after decentralization. Cambridge, Massachusetts: MIT Press.

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Pasquinelli, Matteo. 2009. “Google’s Page Rank Algorithm: A Diagram of the Cognitive Capitalism and the Rentier of the Common Intellect”, 152-162. En K. Becker y F. Stalder (ed.) Deep Search. Londres: Transaction Publisher. Moulier Boutang, Yann. 2004. “Riqueza, propiedad, libertad y renta en el capitalismo cognitivo”, 107-128. En Capitalismo cognitivo, propiedad intelectual y creación colectiva. Madrid: Traficantes de Sueños. Rouvroy, Antoinette. y Berns, Thomas. 2013 “Gouvernementalité algorithmique et perspectives d’émancipation: le disparate comme condition d’individuation par la relation?”. Http:// works.bepress. com/antoinette_rouvroy/47. Rubio García, Raquel. 2014. “Twitter y la teoría de la Agenda-Setting: mensajes de la opinión pública digital”. Estudios sobre el Mensaje Periodístico 20 (1): 249-264. Rullani, Enzo. 2004. “El capitalismo cognitivo: ¿Un déjà-vu?”, 107-128. En Capitalismo cognitivo, propiedad intelectual y creación colectiva. Madrid: Traficantes de Sueños. Simondon, Gilbert. 2008. El modo de existencia de los objetos técnico. Trad. Margarita Martínez y Pablo Rodríguez. Buenos Aires: Prometeo Libros. Simondon, Gilbert. 2009. La individuación a la luz de las nociones de forma e información. Trad. Pablo Ires. Buenos Aires: Ediciones La Cebra y Editorial Cactus.

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X. Éticas y estéticas de la resistencia

‘Obediencia’ en la discursografía de Michel Foucault Yolanda Gloria Gamboa Muñoz1 Para Eliana Dobry, que orientó mi Seminario de Título sobre Foucault en el Pedagógico de la Universidad de Chile de los años 70.

La impertinente y constante voz de mando que impone obediencia, tal vez nos condujo a escuchar resistencias en los escritos de Michel Foucault y Paul Veyne. Según nuestro diagnóstico, las voces de ambos pensadores irrumpen con fuerza en el escenario contemporáneo de las desobediencias ¿religiosas, civiles, subjetivas? Simplemente queremos inscribir estas denominaciones como una interrogante, pues siglos de entrecruzamientos de voces impiden que el problema sea una opción nominal. Suponiendo una investigación sobre escenarios filosóficos occidentales, podemos resaltar arbitrariamente acontecimientos auditivos yendo desde la desobediencia a la voz de Deus, en el escenario cristiano del pecado original, hasta la obediencia civil a las cadenas artificiales de voces, que circulan entre Soberano y súbditos en el Leviatán de Hobbes. También podemos incluir el diagnóstico de carencia de audición para “grandes acontecimientos”2, surgido en el siglo XIX con Nietzsche. Detengámonos puntualmente en el Estado-Leviatán de Hobbes, animal artificial al que por seguridad necesitamos prolongarle la vida. Los súbditos ceden al Soberano su voluntad entendida como “último querer” y atan a sus oídos las cadenas de voces que, en la forma de leyes civiles, provienen de la Boca del Soberano (Hobbes, 1983). Constituyese de esta manera la cognoscible pero débil cadena artificial de los cuerpos políticos. Se prolonga, al nivel del Estado, la cadena deliberativa previa, que al nivel del hombre, es impenetrable para el Soberano y el juez, por constituir un proceso interno y un plano particular de intenciones e inclinaciones. El oficio del alma consiste en mandar (Hobbes, 1992) y el Leviatán tiene un alma artificial, el Soberano, que “da fuerza y movimiento al cuerpo entero” (Hobbes, 1983: 117). Los súbditos obedecen a la ley pues “es la autoridad y no la verdad, que hace la ley” (Lebrun, 1984: 40). Diversas interpretaciones han señalado la actividad de la obediencia en Hobbes3. Sin embargo, se ha insistido poco en la deliberación y en el rol de los consejeros, al interior del Estado-Leviatán. Los consejos se dirigen al Soberano como auditor único, porque solamente él es capaz de transformarlos en acción. Por otra parte, nuestra palabra se restringe en la dirección divina (Strauss, 1970). No siendo posible una relación directa con Dios, su triple voz se limitará a la parte racional, y de la triple audición solo se permitirá la recta razón (Hobbes, 1983).

1 Profesora en la Pontifícia Universidade Católica de São Paulo (PUC-SP) y Pesquisadora Colaboradora en la Universidade Estadual de Campinas (Unicamp), Brasil. 2 Por ejemplo, la Muerte de Dios, anunciada en el mercado por el hombre frenético (Der tolle Mensch) (Nietzsche, 2013). 3 Según Terrel (1994) Hobbes propone nuevas razones para obedecer. Para R. J. Ribeiro, se trata de “persuadiendo al lector a obedecer, producir obediencia y ciudadano” (1984: 23)

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No es novedad que Foucault caracterizó su trabajo como un Anti-Leviatán. En 1976 afirma no analizar cómo el soberano aparece en lo alto, sino cómo se constituyen los sujetos de forma progresiva, real y material, a partir de la multiplicidad de cuerpos, fuerzas, energías, materias, deseos y pensamientos (1994). De esta forma sería posible recopilar la constitución material de la sujeción, ensayando un estudio “de los cuerpos periféricos y múltiplos, constituidos como sujetos por los efectos de poder”. El poder “transita por el individuo que el mismo ha constituido” (1994, III: 180). Obediencia y desobediencia constituyen problemáticas transversales al trayecto de Foucault, explicitadas principalmente en esa cáscara diferencial constituida por sus Cursos4. Leyendo Cassiano (2012: 247) distingue: Subditio (sumisión, el hecho de ser sujeto, plasticidad que constituye la forma de la relación a los otros, “yo quiero lo que el otro quiere”); Patientia (pasividad, no resistencia y, al mismo tiempo, capacidad de resistir al mundo exterior, “yo quiero no querer otra cosa que el otro”) y, en tercero y último lugar, Humilitas (relación a sí que descalifica la propia voluntad, “yo quiero no querer”). Lectura que destaca el escenario cristiano de “la obediencia produciendo obediencia” (2012: 264) y su anterioridad a todo mando. En determinadas ocasiones discursográficas5, las reflexiones sobre la obediencia fueron tal vez táctica y gradualmente “desviadas” para la problemática de la resistencia, que conlleva un excedente (plus, über) en relación a la desobediencia. En esa perspectiva el poder es pensado como relaciones de fuerzas y el funcionamiento del poder terminará siendo caracterizado como “conducir conductas”. La resistencia constituirá la otra cara de un poder productivo. Analizando la expresión “donde existe poder, existe resistencia” Foucault (1976: 125) se aleja de la teoría del poder como ‘cosas’ (substancias) y de la opción estético-moral que lo califica de “malo”, “feo” y “muerto”. La resistencia no se concibe como anterior al poder que enfrenta, sino como coextensiva y contemporánea y tendría que ser inventiva, móvil y productiva, viniendo desde abajo y distribuyéndose de forma estratégica. (1985: 241). En otras oportunidades realizamos un mapeo de la resistencia foucaulteana en su trayecto transformable resaltando predominios de determinados ejes: resistencia-defensa, resistencia-ataque, resistencia catalizador-químico (Gamboa, 1994). Limitémonos a indicar, ahora, la última transformación de ese trayecto: la resistencia como concepto-arma, transversal a los análisis sobre el poder y a la alquimia intelectual de discursografía y formas de vida. En una de sus postreras caracterizaciones Foucault señala un nuevo modo de investigación de las relaciones de poder: utilizar la resistencia como un catalizador químico. Uso metafórico, estratégico y microscópico de los hechos/resistencia detectados, considerando que el instrumento no se limita simplemente a ampliarlos; busca acelerarlos. Mediante este procedimiento sería posible evaluar “las relaciones de poder, ver donde se inscriben, descubrir sus puntos de aplicación y los métodos que utilizan” (1984b: 300). El propio instrumento se inserta en la tarea ético-política abriendo un espacio donde es posible atravesar, sumar y apresurar las luchas actualmente predominantes. Según este diagnóstico las luchas del presente serían transversales, inmediatas, anárquicas y cuestio4 Posteriormente, en L’Herméneutique du sujet, Foucault (2001) dedica la clase del 3 de marzo de 1982, al sentido de la audición y a su ambigüedad de ser pasiva y activa. 5 Usamos ocasiones para no caer en las “trampas” de las ordenaciones foucaulteanas (Gamboa, 2010).

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nadoras del status del individuo y de la circulación y funcionamiento del saber. En la medida que más se circunscribe la lucha puntual se presenta más actuante y afirmativa siendo posible atacar una técnica particular, una determinada forma de poder. Actualmente predominaría la lucha contra técnicas y formas que transforman los individuos en sujetos sumisos y obedientes. ¿Ante quién? La discursografía responde: sumisos a los otros y a la propia identidad. Resistiendo a los mecanismos y modelos establecidos es posible buscar nuevas formas de subjetividad para las minorías. Las consideraciones de Deleuze son pertinentes en este sentido, no distinguir cuantitativamente, pues el modelo define las mayorías, las minorías no lo tienen y por esto constituyen un devenir, un “processus” (Deleuze 1990). Según nuestra perspectiva, la expresión discursográfica “donde existe poder, existe resistencia” se materializa como donde existen resistencias, existe poder y peligro a ser diagnosticado. Conformase una inversión operacional y no una preexistencia substancial, el propio instrumento se transforma en un “punto de Arquímedes” para los análisis microfísicos efectuados por el “intelectual específico” (Gamboa, 2000). No por acaso la resistencia es pensada a partir del ámbito más sutil que denominamos escenarios filosóficos. En ellos Foucault practica la desobediencia. Elige a Hobbes, para lidiar en la forma del “anti”, pues el súbdito no resiste a la espada del estado, sólo en caso de peligro de vida puede desobedecer6. ¿No podríamos escuchar también resonancias de la resistencia en su lectura de Kant y Hegel? Preguntémonos: ¿cuál sería la relación filosófica de la que se deshace Foucault para devenir un pensador de la resistencia afirmativa y catalizadora? Esbozando figuras que constituyen el revés de la resistencia en el escenario filosófico, podemos localizar el universo hegeliano como anulación de toda situación de fuerza y evaluar las “liberaciones” como “incapacidad de resistir transformada en ontología” (Lebrun, 1988: 184). Es conocida la lucha explícita de Foucault contra Hegel, sobre todo su análisis de la “mediación universal” como refuerzo de la “logofobia” (Foucault, 1971)7 y la temprana busca para abandonar los poderes de lo negativo8. Sin embargo, Foucault habría utilizado Hegel al considerar el Estado Moderno como manipulador9. Un movimiento ambiguo también se inscribiría en sus relaciones con Kant. Resistencia y relaciones recíprocas, problemáticas inseparables de la travesía foucaultiana10, y la propia posibilidad de pensar la resistencia como categoría de reciprocidad no negativa, podría haber sido extraída heurística y estratégicamente por Foucault de la Crítica de la Razón Pura de Kant11. De la pesca foucaulteana en el escenario greco-romano mencionemos la enkratéia, que une resistencia y obediencia. Al destacar el cuidado de sí, Foucault privilegiará las 6 Usamos ocasiones para no caer en las “trampas” de las ordenaciones foucaulteanas (Gamboa, 2010). 7 Foucault abandonará la lucha explícita e hará implosión del escenario dialéctico acentuando esquema estratégico y metáforas guerreras. 8 Existen dos tempranas tentativas: Liberar de lo negativo el concepto de transgresión (de Bataille) y hacerlo afirmativo al designar “l’être de la différence” (Foucault, 1963: 756); pensar el principio de contestación (de Blanchot) fuera de una negación generalizada, como “afirmación no positiva” (Foucault, 1963: 757) 9 Lebrun (1984) considera el Estado Moderno manipulador, previniendo la desobediencia. Hegel, Durkheim y Foucault coincidirían: el poder estatal más que triturar individuos los produce. 10 Foucault entrega una pista al afirmar que se trata de relaciones (“rapports” e “relations de conditions”), y no de relaciones de causa/ efecto y a “fortiori d’ identité” (1984c: 22). 11 En la Tabla de Categorías sobre la Relación, Kant distingue: inherencia y subsistencia; causalidad y dependencia y comunidad (acción recíproca entre agente y paciente) (1985: 111)

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prácticas griegas de la enkratéia como una forma activa de dirección de sí (1984a), condición de la sophrosyne, pues en el trabajo de control el individuo se torna temperante. Del pensamiento griego clásico subrayará la relación agonística y el combate espiritual, no sólo con los adversarios, sino consigo mismo, ocasión en que el individuo instauraría una relación de dominación/obediencia, comando/sumisión, dirección/docilidad constituyendo una estructura “heautocrática” en la práctica moral de los placeres (diferencial a la relación elucidación/renunciación, desciframiento/purificación propias del cristianismo). Sin diferenciar práctica de la virtud y ejercicios de formación del ciudadano, se formaba al mismo tiempo “le maitre de soi et des autres” (Foucault, 1984a: 90). En estos recorridos por el antiguo bloco greco-romano, queremos ceder la palabra a su amigo Paul Veyne, para quien el individuo, en sentido filosófico y político, está atado a su propia identidad como “conciencia o conocimiento de sí”; al mismo tiempo es “sujeto” de un rey y alguien que, como sujeto dócil o indócil, piensa alguna cosa de su obediencia. Descartando la inconciencia del rebaño, Veyne se refiere a la imagen de sí mismo. El individuo12 es un ser que da valor y permanece sujeto a la imagen que tiene de sí. El cuidado de esta imagen lo incita a desobedecer, a rebelarse, pero también e incluso con más frecuencia, a obedecer todavía más...13 Es posible detectar diversas modalidades de obediencia, pues la relación del individuo con el poder público es la misma que tendría con otro individuo que lo hubiese humillado o, al contrario, afirmado en su orgullo y grandeza (fierté). En esa perspectiva el ejemplo Nerón no constituye un caso psicológico particular, sino un proyecto político que alteró las relaciones e imágenes de sí de los súbditos. La emergencia de un estilo de mando altera las relaciones de mando-obediencia de la época y provoca la caída de Nerón por la imposición de “una nueva imagen de él y de ellos mismos” (1990: 16). Veyne muestra, al analizar el caso Nerón: las diversas formas de obediencia, el estilo de mando, la utopía de una obediencia al genio, las diferencias tajantes de cada subjetivación de clase, pues se trataba de notables y plebeyos. Había una determinada imagen de sí en el caso de la plebe (sin universalizar sus valores obedecía al maestro con valores que se revelaban superiores) y otra en el caso de los notables (exigían ser gobernados no sólo por aquel que era capaz de gobernar a sí propio, sino también por quien establecía una relación entre semejantes). Problema de desobediencia y de subjetivación diferencial de clase, en la medida que los notables no soportaron la obediencia “a un jefe genial”. ¿Este detalle fue olvidado o no percibido por su amigo Foucault en sus análisis del cuidado de sí? Veyne no dice ni escribe una palabra sobre esto; simplemente dedica el texto a Foucault, como recuerdo de sus conversaciones de los martes, con las que se divertían tanto e introduce el análisis de una imagen hasta ahora incomprendida: Nerón exhibiéndose como cochero y músico en Olimpia: episodio de crisis de utopía política, pues Nerón quería ser aclamado como un dios vivo llevando al poder la fascinación amorosa entre el príncipe y sus súbditos en una relación idéntica a la ejercida por un virtuoso ante un público de melómanos. Veyne muestra el problema de la obediencia activa al afirmar: activo, por lo tanto sujeto: obedecer es hacer por uno mismo lo que el otro dice que hay que hacer. Proble12 Para Veyne la palabra individuo sólo puede ser usada en relación a lo colectivo. (Gamboa, 2005) 13 Deleuze, según Veyne, era un noble espíritu que quería que las cosas fueran como él pensaba. Habría una comunidad entre pueblo, filosofía y arte: “resistir a la muerte, a la serventía, a lo intolerable, a la vergüenza, al presente”( Deleuze y Guattari, 1992: 142).

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ma de poder, que, en esa evaluación, aparece como un histórico “conducir conductas”14, formulado de forma interrogativa: ¿a que título hago lo que me hacen hacer? Por otra parte, entre cadenas de voces y posibles decires verdaderos, el Estado sin voz deviene, precisamente, una entidad locutora. Se torna necesario un jefe comunicacional que tendrá la primera y la última palabra. (Veyne, 1987: 17). Sin embargo, Foucault y Veyne no sólo tuvieron que escuchar los ecos de la Voz de Dios y del Soberano, sino lidiar también con un espejo de cien rostros: “Así habló Nietzsche”. Sus oídos estaban prontos para escuchar “Dios está muerto” como la “Verdad está muerta”, forma capaz de reunir sus diversos escritos y localización diferencial en los escenarios filosóficos de la fábula occidental. Ambos pensadores precisaron también de diversas estrategias para desvincularse de otras resonancias auditivas relacionadas al nombre Nietzsche15... Limitados al dúo mando-obediencia ¿cómo lidiar con fuerzas, multiplicidades y cuerpos sin considerar el Así habló Nietzsche? En la propia discursografía foucaulteana, especialmente en sus análisis sobre la antigüedad, se escucha el discurso y secreto de la vida: En todo lugar donde encontré seres vivientes oí hablar también de obediencia. Todo ser viviente es un ser obediente. Y esto es lo segundo: se le dan órdenes al que no sabe obedecerse a sí mismo. Así es la índole de los vivientes. (Nietzsche, 2007: 175).

Si pensamos la problemática de la resistencia en Foucault como una organización de fuerzas que se pliegan como resistencia ante algo amenazante o – más concentradamente – frente a un enemigo16 se oiría nuevamente enemigo y agón de la lectura nietzscheana de la antigüedad. Al mismo tiempo, y en un escenario occidental en que “el débil termina comprendiendo y legitimando su incapacidad de resistir” (Lebrun, 1988: 184) ¿no se escucharían también ecos de la voz de Nietzsche? La antíteses de toda pugna, de todo sentirse-a-sí-mismo en lucha se ha vuelto aquí instinto: la incapacidad de oponer resistencia se convierte aquí en una moral (“no resistas al mal”, la frase más honda de los evangelios, su clave, en cierto sentido), la bienaventuranza en la paz, en la afabilidad, en el no-poder-ser enemigo. (2009, 64-65).

Por otra parte, ¿cómo separar Veyne y su preocupación con las modalidades de la obediencia o despojarlo de sus instrumentos de análisis histórica17 sin oír ecos de un así habló Nietzsche? En la Ciencia Jovial irrumpen diversas modalidades de obediencia a la consciencia moral. En Nietzsche, ya no sería oír la voz de Dios en nosotros, como en Kant, sino el tribunal interior y la crueldad internalizada y sublimada del resentimiento, que juzga, condena y castiga incesantemente (Giacoia, 2012). Escuchemos finalmente un fragmento del aforismo 335 en relación a la conciencia: 14 Para Foucault el poder es “el nombre dado a una situación estratégica compleja en una sociedad determinada” (1976: 123) y “conducir conductas” será el funcionamiento del poder. En este sentido para Veyne el poder es, precisamente, su funcionamiento. 15 Foucault (1970) deja en silencio, después del Theatrum Philosophicum, al “portavoz Zaratustra”. Veyne toma distancia de la voz única, citando siempre Nietzsche y alguien más. 16 Consideramos el diagnóstico foucaultiano del peligro principal y su re-lectura de la afirmación de Espinoza, trabajada por Nietzsche (2013) en el aforismo 333 de la Ciencia Jovial. 17 Por ejemplo, la reactividad y el resentimiento (Veyne, 1985).

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¿Cómo surgió allí?, tienes que preguntar, y todavía a continuación: ¿Qué me impulsa propiamente a prestarle oído? Puedes prestarle oídos a su orden como lo hace un valiente soldado, que escucha la orden de su oficial. O como una mujer que ama a aquel que manda. O como un adulador y un cobarde que se atemoriza ante el que manda. O como un imbécil que acata porque no tiene nada que decir en contrario. Dicho brevemente, de cien maneras puedes prestar oído a tu conciencia (Nietzsche, 2013: 262).

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Ribeiro, R. J. 1984. Ao leitor sem medo. Hobbes escrevendo contra o seu tempo. São Paulo: Brasiliense. Strauss, L. 1970. “La filosofía política de Hobbes”. ¿Qué es filosofía política? Trad. de A. de la Cruz. Madrid: Guadarrama. Terrel, J. 1994. Hobbes. Matérialisme et politique. Paris: J. Vrin. Veyne, P. 1985. “L’Empire romain”. Histoire de la vie privée. Paris: Seuil. Veyne, P. 1987. “L’individu atteint au coeur par la puissance publique”. Colloque de Royaumont. Sur l’individu. Paris: Seuil. Veyne, P. 1990. “El individuo herido en el corazón por el poder público”. En Sobre el individuo (varios), trad. I. Agoff. Barcelona: Paidós Ibérica.

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Governamentalidade, Biopolítica e Resistência no “terceiro” Foucault Rossano Pecoraro1 O curso deste ano acabou sendo inteiramente consagrado ao que devia formar apenas a sua introdução. O tema escolhido era portanto a ‘biopolítica’: eu entendia por isso a maneira como se procurou, desde o século XVIII, racionalizar os problemas postos à prática governamental pelos fenômenos próprios de um conjunto de viventes constituídos em população: saúde, higiene, natalidade, longevidade, raças... Sabe-se o lugar crescente que esses problemas ocuparam desde o século XIX e que desafios políticos e econômicos eles vêm constituindo até hoje. Pareceu-me que não se podia dissociar esses problemas do âmbito da racionalidade política no interior do qual eles apareceram e adquiriram sua acuidade. A saber, o ‘liberalismo’, já que foi em relação a ele que adquiriram o aspecto de um verdadeiro desafio. Num sistema preocupado com o respeito dos sujeitos de direito e com a liberdade dos indivíduos, como é que o fenômeno ‘população’ com seus efeitos e seus problemas específicos pode ser levado em conta? Em nome do que e segundo que regras pode ele ser administrado? Michel Foucault, Nascimento da biopolítica.

O poder e o Estado. As estratégias e as tecnologias de governo dos homens e os pontos de resistência. A assunção “da vida pelo poder [...] uma tomada de poder sobre o homem enquanto ser vivo, uma espécie de estatização do biológico, ou pelo menos, uma certa inclinação que conduz ao que se poderia chamar de estatização do biológico” (Foucault, 1999: 286). Técnica e biopolítica. A governamentalidade liberal e a questão da Soberania e do Estado que (ao contrário da ideia geralmente compartilhada por grupos consistentes de estudiosos de Foucault) é um problema, decisivo e talvez não resolvido, no interior da sua filosofia. Esses temas constituem o eixo de algumas das nossas investigações mais recentes2, nas quais ganharam força e urgência, com uma inquietação cada vez mais evidente, as questões: 1) da liberdade, 2) da resistência ao Estado soberano, 3) do confronto com as redes (ou microfísicas) do poder tão idealisticamente delineadas por Foucault (justamente pela sua relação positivo-emancipatória com as possibilidades de resistência que surgiriam incessantemente nas suas articulações culturais e sociais, diante ou no interior de um poder estatal fragmentado e fora de seus dispositivos/aparatos jurídicos). A essas questões, ou melhor, à análise de uma série de pontos preliminares que é necessário enfrentar, é dedicado este escrito. Ao investigar as “relações” entre poder soberano e biopoder durante o curso de 1976, Em defesa da sociedade, o filósofo destaca que, de maneira paralela ao nascimento do segundo, surge uma nova tecnologia de poder que, evidentemente não mais discipli1 Profesor en el Departamento de Filosofia – Universidade Federal do Estado do Rio de Janeiro (UNIRIO) 2 Com efeito, este artigo retoma e aprofunda, em vários momentos de seu desenvolvimento, assuntos e problemas discutidos em conferências, congressos, reuniões de pesquisa, aulas etc., e expostos nos ensaios: Cosa resta della Filosofia Contemporanea? (publicado em “Quadranti – Rivista Internazionale di Filosofia Contemporanea”); Corpos. Uma anatomia política na Idade da Biotécnica (publicado na revista de filosofia “Aurora” da PUCPR); O conceito de biopolítica (publicado no livro organizado por Sandro Sayão e Marcelo Pelizzoli, “Fragmentos filosóficos: direitos humanos e cultura da paz”, Editora EDUFPE); O corpo e o poder na era da biotécnica (publicado na revista “Pensando” do Departamento de Filosofia da UFPI).

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nar (“sistema de vigilância, hierarquias, inspeções, escriturações, relatórios”), aplica-se ao homem enquanto ser vivo, à multiplicidade de corpos do homem-espécie e que permite uma tomada de poder não “individualizante” mas “massificante” que se dá mediante uma intensa e invasiva gestão política e jurídica da vida e dos corpos. Trata-se de uma série de práticas, técnicas, normas, medidas, intervenções, mecanismos reguladores e de previdência que visam ao direcionamento e ao controle do “fazer viver” do corpo social e político do Estado. Assiste-se à irrupção em cena de um elemento absolutamente novo: a noção de população. Biopoder e biopolítica lidam com “a população como problema político, como problema a um só tempo científico e político, como problema biológico e como problema de poder [...]” (Foucault, 1999: 293). O poder – o Estado? – “tomou posse da vida [...] incumbiu-se da vida [...] conseguiu cobrir toda a superfície que se estende do orgânico ao biológico, do corpo à população” (Foucault, 1999: 302). Mas se o problema da população é central, o mesmo vale para o Estado, o seu funcionamento, os seus mecanismos de governo e as suas práticas disciplinares. Por que “querer estudar um campo que no fundo se revela inconsistente, vago, ao qual corresponde uma noção tão artificial e problemática como aquela de ‘governamentalidade’? A minha resposta será, imediatamente e com certeza, esta: para enfrentar o problema do Estado e da população” (Foucault, 2005: 92. Tradução nossa). Foucault corrói as fundamentas da avaliação e da legitimação do Estado deslocando os instrumentos de análise para perspectivas interpretativas de cunho genealógico e arqueológico. Em outros termos, é a razão governamental que revela os alicerces obscuros de um Estado que se compreendia como aparato, monolítico, transcendente, Deus na terra (de acordo com “mitos” e “princípios” teológico-políticas ainda hoje difíceis de serem desconstruídos), mas que na realidade nada mais é do que um sistema de relações de forças humanas, de procedimentos institucionais e tecnologias jurídicas e policiais de governo dos homens. “Governamentalização do Estado” diz Foucault, não seu aniquilamento. A “história do Estado” deve ser feita a partir da “prática dos homens”, de tudo aquilo que eles “fazem e da maneira com a qual pensam”, afirma nos momentos conclusivos do curso Segurança, Território, População. O Estado como “maneira de fazer”, como “maneira de pensar” é uma “possibilidade de análise suficientemente fecunda” exatamente porque “entre o nível do micro-poder e o nível do macro-poder não existe nenhuma ruptura: falar do primeiro não significa excluir o segundo. Com efeito, uma análise em termos de micro -poderes remete sem dificuldade alguma à análise dos problemas tais como o governo e o Estado” (Foucault, 2005: 262. Tradução nossa). Uma vez rasgado o véu metafísico-teológico o Estado não se dissolve nem se fragmenta, mas conserva a sua força e a sua centralidade como organizador fundamental dos dispositivos de poder, coordenador dos aparatos de vigilância e punição jurídico-policiais, elemento essencial (embora não único) para a elaboração e implementação de tecnologias de governo. “Não se pode falar de Estado-coisa como se se tratasse de um ser que extrai a sua origem de se mesmo e se impõe em virtude de um mecanismo espontâneo, automático aos indivíduos. O Estado é uma prática. O Estado não pode ser dissociado do conjunto das práticas que o tornaram efetivamente uma maneira de governar, uma maneira de fazer” (Foucault, 2005: 203. Tradução nossa). Isso posto, a questão é: como nesse poder e nessa política do Bios que “têm como 354

objeto e como objetivo a vida”, que faz viver e deixa morrer, vai se exercer “o direito de matar e a função do assassínio”? Mais claramente: “Como um poder como este pode matar, se é verdade que se trata essencialmente de aumentar a vida, de prolongar sua duração, de multiplicar suas possibilidades, de desviar seus acidentes, ou então de compensar suas deficiências? Como nessas condições, é possível, para um poder político matar, reclamar a morte, pedir a morte, mandar matar, dar a ordem de matar, expor à morte não só seus inimigos mas mesmo seus próprios cidadãos? Como esse poder que tem essencialmente o objetivo de fazer viver pode deixar morrer? Como exercer o poder da morte, como exercer a função da morte, em um sistema político centrado no biopoder?” (Foucault, 1999: 304). Através do racismo, responde o filósofo, cuja inserção nos mecanismos jurídicos e políticos do Estado é efetivada, justamente, pelo surgimento desse biopoder: “Foi nesse momento que o racismo se inseriu como mecanismo fundamental do poder tal como se exerce nos Estados modernos, e que faz com que quase não haja funcionamento moderno do Estado que, em certo momento, em certo limite e em certas condições, não passe pelo racismo” (Foucault, 1999: 304). Alcançamos um nó histórico-categorial essencial. Com efeito, na aula de 21 de janeiro de 1976 do curso Em defesa da sociedade, dedicada à guerra como analisador das relações de poder e ao discurso da luta das raças e das suas transcrições, Foucault fornece alguns elementos de considerável valor hermenêutico. Ao tratar do racismo biológico-social, ele afirma a centralidade da ideia, “que é absolutamente nova e que vai fazer o discurso funcionar de modo muito diferente” (Foucault, 1999: 72), de que na guerra de raças a “outra raça” não existe. Ou melhor, ela não é aquela que veio de outro lugar, que invadiu e dominou, ou ameaça fazê-lo, mas é aquela que, “permanentemente e continuamente, se infiltra no corpo social, ou melhor, se recria permanentemente no tecido social e a partir dele. Em outras palavras: o que vemos como polaridade, como fratura binária na sociedade, não é o enfrentamento de duas raças exteriores uma à outra; é o desdobramento de uma única e mesma raça em uma super-raça e uma sub-raça” (Foucault, 1999: 72). A luta é travada entre aqueles considerados mais puros, superiores, verdadeiros e únicos – detentores, organizadores, articuladores do poder, da lei e da polícia – contra aqueles que estão fora e que constituem “outros tantos perigos para o patrimônio biológico”, o corpo social e político do Estado. Trata-se precisamente disto: o discurso se concentra na detecção e neutralização das ameaças, das infecções, das doenças que corroem (ou podem corroer) a grande saúde de uma determinada população. A luta das raças funciona como “princípio de eliminação, de segregação e finalmente de normalização da sociedade” (Foucault, 1999: 72). O discurso tradicional desaparece: não mais “temos de nos defender contra a sociedade”, mas “temos de defender a sociedade contra todos os perigos biológicos dessa outra raça, dessa sub-raça, dessa contra-raça que estamos, sem querer, constituindo” (Foucault, 1999: 293). O racismo é inserido nos mecanismos políticos e jurídicos do Estado moderno pelo biopoder com o objetivo de permitir, garantir e legitimar o uso da força soberana e guerreira em um regime que tem o objetivo de fazer viver, que se apoderou da vida, que põe o bios no centro de toda a sua estratégia de governo. Escutemos Foucault: o racismo é “o meio de introduzir nesse domínio da vida de que o poder se incumbiu, um corte: o corte entre o que deve viver e deve morrer; é estabelecer uma cesura [...] de tipo biológico no 355

interior de um domínio considera- do como sendo precisamente um domínio biológico. Isso vai permitir ao poder tratar uma população como uma mistura de raças, ou, mais exatamente, tratar a espécie, subdividir a espécie de que ele se incumbiu em sub-grupos que serão, precisamente, raças (Foucault, 1999: 305). Mas o racismo não se limita a isso. De fato, ele se apropria e faz funcionar de um modo absolutamente novo um antigo e originário princípio da soberania que Foucault define como “relação guerreira” (ou “relação militar”): se quiser viver, é preciso fazer morrer; se quiser viver é preciso que o outro morra. Agora, porém, a relação guerreira, o enfrentamento militar, a batalha, os massacres e as trincheiras são substituídas por uma relação de tipo biológico estabelecida pelo racismo de Estado. Quanto mais as espécies inferiores tenderem a desaparecer, quanto mais os indivíduos anormais forem eliminados, menos degenerados haverá em relação às espécie, mais eu – não enquanto indivíduo mas enquanto espécie – viverei, mais forte serei, mais vigoroso serei, mais poderei proliferar’. A morte do outro não é simplesmente a minha vida, na medida em que seria minha segurança pessoal; a morte do outro, a morte da raça ruim, da raça inferior (ou do degenerado, ou do anormal), é o que vai deixar a vida em geral mais sadia; mais sadia e mais pura (Foucault, 1999: 305). É evidente: o outro, o inimigo, o supremo perigo não são os adversários no sentido político (e de certa forma intuitivo) do termo, mas as ameaças em “relação à população e para a população”. Não derrotar os adversários políticos, mas eliminar o perigo biológico que contamina e debilita a saúde do corpo social e político do estado e, por conseguinte, fortalecer a própria espécie racial. É evidente, afirma o filósofo, a “importância vital” do racismo no exercício de um biopoder de estado ou de um estado regido pelo biopoder: ele é a “condição para que se possa exercer o [antigo direito soberano] de matar” (Foucault, 1999: 306). É claro – e este talvez seja o aspecto mais atual e inquietante que emerge da lúcida reconstrução foucaultiana –, por matar, tirar a vida, não devemos entender meramente o assassino direto, mas também “tudo o que pode ser assassínio indireto: o fato de expor a morte, de multiplicar para alguns o risco de morte ou, pura e simplesmente, a morte política, a expulsão, a rejeição” (Idem), a internação, a reclusão, a discriminação do diferente, do doente, do louco, do infrator, do transgressor, etc. A biopolítica que, como escreve Roberto Esposito em Termini della politica (2008), “na sua formulação mais geral se refere à implicação cada vez mais intensa e direta (...) entre as dinâmicas políticas e a vida humana entendida na sua dimensão especificamente biológica”, remete de maneira decisiva a uma questão decisiva: a transformação da vida e dos corpos nos autênticos objetos das dinâmicas políticas e das ações institucionais do nosso tempo. Estamos perante uma situação extremamente delicada na qual cada vez mais se dá a passagem de uma “política de administração” da vida biológica para uma “política que prevê a possibilidade da transformação artificial da vida e dos corpos”. E na qual é crucial a individuação histórico-conceitual do problema da “lógica interna” que parece impelir a biopolítica à beira do abismo tanatopolítico que sempre já a ameaça (da vida à morte; formular em nome da vida uma doutrina da morte, idealizar, e aplicar, em nome da liberdade uma doutrina da repressão, do controle e da criminalização). Mas por que, agora, a irrupção, um tanto desajeitada talvez, da liberdade? Daquilo que como lembrava Foucault “é alguma coisa que se fabrica a cada instante”, que na época 356

dos direitos de todas as coisas do mundo e da governamentalidade liberal-digital é valorizada, oferecida e consumida em uma rotina estática extremamente sedutora e voraz? Na aula de 24 de janeiro de 1979 do curso Nascimento da Biopolítica Foucault se exprime da seguinte forma: “Não se deve considerar que a liberdade seja um universal, que apresentaria, através do tempo, uma realização progressiva, ou variações quantitativas, ou amputações mais ou menos graves, ocultações mais ou menos importantes. Não é um universal que se particularizaria com o tempo e a geografia. A liberdade não é uma superfície branca que tem, aqui e ali e de quando em quando, espaços negros mais ou menos numerosos. A liberdade nunca é mais que – e já é muito – uma relação atual entre governantes e governados, uma relação em que a medida do ‘pouco demais’ de liberdade que existe e dada pelo ‘mais ainda’ de liberdade que é pedido” (Foucault, 2008: 86). As práticas de governo da vida e dos corpos incitam à liberdade, à produção e ao consumo incessante de direitos, opiniões e invocações de igualdades meramente formais – processos/instrumentos absolutamente necessários para o funcionamento das máquinas governamentais. A ação (neo)liberal não se contenta “em respeitar esta ou aquela liberdade, garantir esta ou aquela liberdade. Mais profundamente ela é consumidora de liberdade (...) na medida em que só pode funcionar se existe efetivamente certo número de liberdades: liberdade de mercado, liberdade do vendedor e do comprador, livre exercício do direito de propriedade, liberdade de discussão, eventualmente liberdade de expressão, etc. A nova razão governamental necessita portanto de liberdade, a nova arte governamental consome liberdade. Consome liberdade, ou seja, é obrigada a produzi-la. É obrigada a produzi-la, é obrigado a organizá-la. A nova arte governamental vai se apresentar portanto como gestora da liberdade (...)” (Foucault, 2008: 86). O imperativo categórico do nosso tempo, na glamourização da (falsa) riqueza do relativismo e do filosoficamente correto, não é o “seja livre” mas: “vou produzir o necessário. Nenhum “imperativo da liberdade” ronda o mundo, mas tão-somente práticas de “gestão e de organização das condições graças às quais podemos ser livres” em cujo cerne se instaura “uma relação problemática sempre diferente, sempre móvel, entre a produção da liberdade e aquilo que, produzindo-a, pode vir a limitá-la e a destruí-la. O liberalismo, no sentido em que eu o entendo, esse liberalismo que podemos caracterizar como a nova arte de governar formada no século XVIII, implica em seu cerne uma relação de produção/ destruição [com a] liberdade [...]. É necessário, de um lado, produzir a liberdade, mas esse gesto mesmo implica que, de outro lado, se estabeleçam limitações, controles, coerções, obrigações apoiadas em ameaças, etc.” (Foucault, 2008: 87). Encerra-se, assim, o sinistro círculo das governamentalidades na era digital: da vida à morte, em nome da vida doar a morte, em nome da grande saúde do Estado-corpo a eliminação das suas partes doentias e perigosas. Da bio-liberdade à tanato-liberdade... Com a lava da mediocridade operosa e os hinos à doxa (da qual as práticas de governo se nutrem) que paralisam quaisquer tentativas de transgredir/revolucionar/transformar as ordens existentes.

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Referências Bibliográficas AA.VV. 2003. “Bios / Etica, Politica”, in: Quadranti – Rivista Internazionale di Filosofia Contemporanea; Volume I, n° 1. Esposito, Roberto. 2010. Bios. Biopolítica e Filosofia. Lisboa: Edições 70 Esposito, Roberto. 2008. Termini della politica. Milão: Mimesis. Foucault, Michel. 1999. Em defesa da sociedade. São Paulo: Martins Fontes. Foucault, Michel. 2001-2004. Ditos e Escritos. Rio de Janeiro: Forense Universitária. Foucault, Michel. 2008. O nascimento da Biopolítica. São Paulo: Martins Fontes. Foucault, Michel. 2005. Sicurezza, Territorio, Popolazione. Milão: Feltrinelli. Foucault, Michel. 2000. Microfísica do poder. Rio de Janeiro. Graal. Nancy, Jean-Luc. 1992. Corpus. Paris : Métailié. Nietzsche, Friedrich. 2006. Assim falou Zaratustra. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira.

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Foucault: A

parresía cínica e a estilística trans - histórica da arte

moderna

Stela Maris da Silva1

Foucault, em um artigo publicado no Jornal italiano La Repubblica intitulado “L’ arte di vivere senza verità perché oggi ha vinto il cinismo”, afirma que o cinismo serve para nos lembrar que, para viver verdadeiramente, bem pouca verdade é preciso, assim como “bem pouca vida é necessária quando nos mantemos verdadeiramente na verdade”. O artigo trata a relação do cinismo na arte moderna e estabelece relação com o ceticismo e o niilismo. Nele, Foucault afirma que a partir da metade do século XIX - especialmente com Baudelaire, Flaubert e Manet - há uma tendência antiplatônica e antiaristotélica na arte moderna, pois pode-se encontrar uma espécie de cinismo permanente, ou seja, a irrupção do elementar, irrupção daquilo que está embaixo, de trazer à tona a verdade que não tem medo de ferir seus interlocutores. O tema do dizer-verdadeiro, do franco-falar, da parresía, relacionado a um modo de ser do sujeito, é recorrente nos últimos cursos de Foucault. Em 1982, ele ministrou um curso cujo tema é “práticas de si” e, nessas, o modo de pensar a verdade (“A hermenêutica do sujeito”). Nos dois próximos cursos - “O governo de si e dos outros”, de 1983, e “A coragem da verdade: o governo de si e dos outros II”, de 1984 - a noção de parresía, apesar de aparecer no curso de 1982, é mais desenvolvida. Para este trabalho será abordado o tema a partir da noção do curso de 1984, último curso do filósofo no Collège de France, ministrado de janeiro a março daquele ano. Nas suas aulas desse curso, Foucault desenvolve um conceito de verdade original, levando em conta o tipo de relação consigo e com os outros, em que o dizer-a-verdade corajosa, a parresía, requer um cuidado com o outro e a adoção de uma “verdadeira vida”. A parresía cínica é apresentada por Foucault, nesse contexto da verdadeira vida, como um exemplo da passagem da parresía política para a parresía ética. A coragem de dizer a verdade como modo de vida caracteriza a parresía ética e a parresía cínica constitui uma das formas de dizer a verdade, isto é, a fala franca, a coragem de dizer a verdade como modo de vida. O modo de vida traduzido na filosofia cínica é problematizado a partir dos jogos de verdade que constituem a subjetividade, desde o contexto da antiguidade grego-romana até a atualidade. Em várias aulas do curso, Foucault faz menção ao período moderno abordando a razão cínica como aquela que atravessa o tempo histórico, trazendo ao debate a questão ética do sujeito livre através da coragem da verdade. Na aula de 29 de fevereiro, primeira hora, Foucault (2011) afirma existir um cinismo trans-histórico: “Há um cinismo que faz corpo com a história do pensamento, da existência e da subjetividade ocidentais” (Foucault, 2011: 152). Isso ocorre porque o cinismo não é uma doutrina, mas sim um modo de ser definido por atitudes que transfiguram em uma prática efetiva, aquilo que de modo comedido é aceito por todos. 1 Pesquisadora do Grupo de Pesquisa Interdisciplinar em Artes, linha de pesquisa Estética; Professora e Diretora da Universidade Estadual do Paraná –Campus II- Faculdade de Artes do Paraná. [email protected]

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Na segunda hora da mesma aula, Foucault afirma que as referências ao cinismo, em sua longa duração histórica, são encontradas nos textos alemães de Tillich - em especial no de 1953, Der Mut zum Sein (A coragem de ser, ou a coragem em relação ao ser) -, no texto de Heinrich, Parmenides und Jona, bem como no de Gehlen, chamado Moral und Hypermoral. Esses textos, segundo Foucault (2011), se constroem com base na hipótese de uma “descontinuidade bastante forte e bem marcante entre o cinismo antigo e o cinismo moderno” (Foucault, 2011: 157). Para Foucault, o modo de existência cínico foi transmitido para a cultura ocidental de formas diversas através de três principais movimentos: a ascese cristã, a militância política e a arte moderna. Com diferentes objetivos e modos de configuração, há um cinismo trans-histórico enquanto uma categoria moral que se mantém desde a antiguidade clássica. Destacase nesse trabalho a arte moderna que, desde o século XIX, estabelece uma relação polêmica de recusa, um cinismo em relação aos cânones estéticos, aos valores, às normas sociais. Na segunda hora da aula do dia 29 de fevereiro de 1984, afirma Foucault (2011): “Ao consenso da cultura se opõe à coragem da arte em sua verdade bárbara” (165). E, ao final, ele pede desculpas pelos sobrevoos, destacando serem anotações e diz: “é trabalho possível” (166). Em 1971, Foucault proferiu a Conferência La peinture de Manet, em Tunis, resultando no texto chamado “Manet and the Object of Painting”. Nessa conferência, analisou treze obras do artista na perspectiva do espaço da tela, da iluminação e do lugar do espectador em relação ao quadro. Manet foi considerado o pintor que pela primeira vez depois da renascença permitiu–se utilizar e fazer valer, no interior daquilo que representava, as propriedades materiais do espaço onde pintava, qual seja a tela, a parede, entre outros, representando as três dimensões. Antes isso era mascarado, assim como a iluminação que era apenas representada na interioridade da tela, negando a iluminação real. Negava-se também a materialidade do quadro, que ocupando um espaço permitia ao espectador deslocar-se e olhar sob diferentes ângulos a obra. A pintura de Manet permite através de sua verdade fazer a transvaloração da verdade cínica, pois não há intimidade, não há não publicidade. De certa forma capturada por essa provocação, esta pesquisa aponta para algumas possibilidades em dar continuidade aos estudos sobre a estilística trans-histórica dos cínicos, enquanto parresía ética, da arte moderna, em especial a obra de Manet, destacada por Foucault como um veículo do cinismo na cultura europeia. Cinismo: prática da alethéia Na abordagem sobre os cínicos, o tema da verdade é retomado não como valor de proposição, mas aplicado ao domínio das práticas da vida, pois comporta quatro sentidos. Foucault (2011) vai afirmar que “de ponta a ponta o cinismo aparece como essa maneira de manifestar a verdade, de praticar a aleturgia, a produção da verdade na própria forma de vida” (Foucault, 2011: 191). A alethéia, a verdade sobre alguma coisa, refere-se ao que não é dissimulado, não oculto, a-létheia, o que é oferecido ao olhar em sua totalidade, o que é completamente visível” (191). Num segundo sentido, alguma coisa é verdadeira quando não está alterada, misturada, e não recebeu nenhum suplemento, “que não sofre 360

nenhuma mistura com outra coisa além de si mesmo” (192). O terceiro sentido deriva dos anteriores, pois se não é dissimulado e nem misturado, opondo-se ao desvio, refere-se à retidão. O quarto sentido refere-se aos anteriores, pois o que é reto, não é misturado e não é dissimulado, é imutável e incorrupto. Tais sentidos são aplicáveis “na maneira de ser, maneiras de fazer, maneiras de se conduzir ou formas de ação” (192). Cinismo: vida verdadeira Após a morte de Sócrates e inspirado no modelo deste surge, fundado por Antístenes de Atenas, o cinismo, cujo objetivo era o bastar-se a si mesmo (autarkéia). Os cínicos viam-se como cidadãos do mundo. Eliminando as coisas supérfluas, queriam a liberdade real (eleutheria) e a liberdade da ação (anáideia). Foram reconhecidos pela franqueza parresística, marcada pela aspereza e ataques verbais virulentos, mas também pela aparência externa rústica. Este modo de ser foi visto por Foucault como “a expressão manifesta de uma provação da existência pela verdade” (Foucault, 2011: 311). Para Foucault, a vida cínica (bíos kynikós) enquanto verdadeira vida é paradoxal, pois, se por um lado, familiar, é, ao mesmo tempo, estranha. O cinismo na antiguidade configurase como uma terceira forma de parrésia, pois afronta as pessoas com os seus próprios valores, atraindo e repelindo, ao que Foucault chama de ecletismo de efeito inverso (Foucault, 2011: 204). E Foucault pergunta: “como o cinismo pode dizer no fundo o que diz todo o mundo e tornar inadmissível o próprio fato de dizer?” (204). A parresía cínica seria a imbricação da vida e da verdade através de quatro formas: a vida não dissimulada, sem mistura, reta e soberana. A vida verdadeira é radical e acaba por ser outra, pois que a não dissimulação da verdade é a vida visível. Foucault afirma: “A vida do cínico é não dissimulada, no sentido de que ela é realmente, materialmente, fisicamente pública” (223). O segundo tema se refere à não mistura, à vida independente. Assim, a reviravolta se deu tornando a pobreza cínica real, indefinida, como um despojamento da existência, sendo uma operação de elaboração de si mesmo e aos outros. O terceiro tema é o da vida reta, a vida conforme as leis ou a natureza. A ordem da natureza é o princípio de conformidade. A vida soberana é o quarto tema e se caracteriza por ser uma vida de posse de si mesma, ou seja, ser soberano sobre si e ser útil aos outros. Cinismo

trans-histórico

A história do cinismo foi marcada não como doutrina com um arcabouço teórico filosófico, mas como atitude, como um modo de ser que mantém o próprio discurso que se justifica. Desse ponto de vista, Foucault afirma que parece ser possível fazer “uma história do cinismo da Antiguidade até nós” (Foucault, 2011: 156). Nessa história, a forma de existência como escândalo vivo da verdade se apresenta através de possíveis suportes de transferência do modo de ser cínico, ao longo da história do ocidente. Tais suportes se evidenciam quando se pergunta sobre o que é verdadeiramente necessário para viver conforme a parresía cínica. Uma das respostas aponta para a religião, através da ascese cristã, a outra para a militância política e, por ultimo, para a arte moderna 361

e contemporânea. Nessa última, remonta os gregos em expressões marcadas por temas cínicos, tais como a sátira e a comédia. Mas é na arte moderna, pois ela relaciona estilo de vida e manifestação da verdade, que o tema cínico é evidente. Isso acontece de dois modos: o primeiro por volta do século XIX, quando se inicia a preocupação com a vida do artista. O artista como artista não pode ter uma vida como os outros. A vida do artista deve “na forma mesma que ela assume, constituir um testemunho do que é a arte em sua verdade” (Foucault 2011, 164). Este princípio repousa em dois outros, ou seja, o de que a arte pode fazer à existência uma ruptura com toda outra, sendo forma da verdadeira vida, e o de que se ela rompeu, em contrapartida, é a caução da obra para o seu estatuto de obra de arte. A vida do artista seria a autenticação da obra de arte, e assim sob uma outra ótica esse princípio cínico da vida é manifestação escandalosa que traz à tona a verdade. O segundo modo pelo qual a arte foi veículo do cinismo a partir do século XIX refere-se à arte e não ao artista. É a própria arte, seja a música, a literatura, a pintura que “deve estabelecer com o real uma relação que não é mais da ordem da ornamentação, da ordem da imitação, mas que é da ordem do desnudamento, do desmascaramento, da decapagem, da escavação, da redução violenta ao elementar da existência” (165). Cinismo em Manet Para Foucault, Manet criou a possibilidade da pintura do século XX concebendo a “imagem-objeto” ou a “pintura-objeto”, a materialidade da pintura com suas três principais dimensões: espaço, luz e o lugar do espectador, opondo-se ao modelo que surgiu no século XV. Ao salientar que através da arte moderna a vida cínica foi transmitida e a vida do artista constitui-se um testemunho do que é a arte em sua verdade, Foucault aponta Manet como aquele que abre possibilidades de rejeitar as regras estabelecidas, pois é capaz de desnudar o elementar da experiência estabelecendo o dizer-a-verdade, verdade como escândalo cínico. O pintor traz à tona a preocupação com a luz do olhar do expectador. Assim, a mudança estética pode provocar o escândalo moral. Olympia (1863) é uma das obras analisadas por Foucault na Conferência na Tunísia, onde abordou a relação possível entre o escândalo provocado pela obra no Salão de 1865 e as características pictóricas do quadro, se atendo à questão da iluminação. Olympia é visível porque há uma luz que vem do espaço que se encontra à frente dela, ou seja, o espaço do observador. Há a nudez e o olhar de quem olha iluminando-a. Esse olhar a torna visível, pois é o olhar de quem a olha que a deixa nua. Ora, a exemplo de Foucault fazendo uma transposição histórica, é possível inferir que quando Foucault analisou a obra de Manet naquela conferência, ele já havia percebido o escândalo cínico, mas só mais tarde o descreve. A verdade de Olympia, iluminada pelo olhar de quem a observa, escandalosamente acaba por expor ao próprio observador a sua verdade. Experiência de desnudamento escandaloso pode ser analisado na obra Le Suicide. Diferentemente de Olympia, Le Suicidé (1877) é uma obra de Manet que não foi estudada por Foucault em La peinture de Manet e também não é mencionada em outros estudos. Porém, nos chama atenção o fato da obra de Manet, localizada hoje na coleção Bührle, em 362

Zurique, na Suíça, ser pouco comentada e até marginalizada no mercado de arte. Talvez porque o tema morte seja ocasional no conjunto da obra do pintor ou pela verdade que ela pode trazer. Foi considerada a imagem mais cruel e mais realista criada por Manet, pois se trata do suicídio ou da tentativa de suicídio de um homem, cuja identidade e circunstâncias não estão esclarecidas pelos estudiosos. Talvez o tema da obra seja o sofrimento ao invés da morte, pois a vítima pode estar gritando, pedindo socorro. Há uma poça de sangue no chão e, na camisa branca, a boca aberta parece em busca de ar, sugerindo que ele esta agonizando, se impondo ao espectador, que ali se torna impotente, a questionar sobre as circunstâncias do ocorrido. A marginalização da obra pode residir no fato de provocar o escândalo cínico. Mas valeria a pena perguntar por que essa obra foi marginalizada. Considerando que a pintura de Manet revela a atitude cínica, e este quadro não foi tratado por Foucault na conferência de Tunis, e nem posteriormente no curso de 1984, poderíamos fazer algumas inferências, tentando mostrar a parresía cínica para explicar a marginalização da obra. Esclarecer e, de certa forma, dar continuidade ao que Foucault chamou de trabalho possível. O escandaloso ato de Le suicide pode residir no fato de obrigar o espectador a concluir sobre o lugar que ele ocupa. Primeiro, o lugar da impotência, o lugar da vida falsa, porque dissimulado; segundo, o lugar do desejo da morte, tornado visível. Suicídio é um tipo especial de morte. Foi tratado pelos estóicos não só como a possibilidade final da vida, mas como a possibilidade decisiva da estética da existência. Para Sêneca, o suicídio - e, consequentemente, a morte - é caminho do bem próprio do homem, a capacidade de desprendimento da servidão, do poder. Mas pode ocorrer que o ato decorra de fatores outros que se opõem justamente a uma decisão do livre do sujeito. Ora, surge a suspeita da derrota vitoriosa, em que a única saída é evadir-se. Diante da difícil compreensão do ato, em geral, se rejeita. O ato de por fim à própria vida, e sua tentativa, foram tratados historicamente a partir de saberes, discursos, intervenções. Dadas por condições de saber e poder, temos definições, classificações, explicações, tentativas de atribuir sentido ao ato suicida, bem como ao suicida. Foucault (1988) em “Direito de morrer e poder sobre a vida”, escreve: Agora é sobre a vida e ao longo de todo o seu desenrolar que o poder estabelece seus pontos de fixação; a morte é o limite, o momento que lhe escapa; ela se torna o ponto mais secreto da existência, o mais “privado”. Não se deve surpreender que o suicídio – outrora crime, pois era um modo de usurpar o direito de morte que somente os soberanos, o daqui debaixo ou do além, tinham o direito de exercer – tenha-se tornado, no decorrer do século XIX, uma das primeiras condutas que entraram no campo da análise sociológica; ele fazia aparecer, nas fronteiras e nos interstícios do poder exercido sobre a vida, o direito individual de morrer. Essa obstinação em morrer, tão estranha e, contudo, tão regular, tão constante em suas manifestações, portanto tampouco explicável pelas particularidades ou acidentes individuais, foi uma das primeiras surpresas de uma sociedade em que o poder político acabava de assumir a tarefa de gerir a vida (Foucault, 1988: 130).

A partir do século XVII, gerir a vida, investindo sobre o corpo vivo, caracterizou os procedimentos de poder das disciplinas anátomo-políticas do corpo humano, instalando a tecnologia voltada para os desempenhos do corpo e encarando os processos da vida. No decorrer da época clássica desenvolve-se a era do “bio-poder” e a gestão da vida passa a ser 363

disciplinada nas escolas, colégios, ateliês e no terreno das práticas políticas e econômicas. Temas como natalidade, longevidade, habitação e migração, entre outros passam a ser articulados tanto no nível do discurso especulativo como no agenciamento concreto que constituirá a “grande tecnologia do poder no século XIX: o dispositivo de sexualidade será um deles, e dos mais importantes” (Foucault, 1988: 132). Do bio-poder também decorre, do ponto de vista jurídico, a sociedade normalizadora que controla, exclui e interdita gerando ou silenciando parte das discussões em torno do suicídio. Manet jogou a luz exterior do quadro para a pintura que se coloca a partir do espectador, entretanto esse lugar não é demarcado, possibilitando o seu deslocamento, que juntamente com outros elementos, tais como o espaço e a luz, constituem a materialidade da obra. O espectador faz com o seu olhar não apenas a verdade do suicida, mas a sua verdade decorrente de verdadeira cartografia de saberes, discursos e práticas do gerir a vida fazendo aparecer, nos interstícios do poder exercido sobre a vida, o direito individual de morrer. Não é, pois, a morte do suicida que espanta o espectador, o espanto está no seu olhar, que acaba por expor a si próprio a sua verdade, a do observador em seu lugar dissimulado, o lugar do desejante, que se desnuda como possibilidade de governo de si na coragem da verdade. Referências Bibliográficas Foucault, M. 2011. A coragem de verdade: o governo de si e dos outros II. Trad.Eduardo Brandão. São Paulo: WMF Martins Fontes. Foucault, M. 1994a. Dits et écrit, vol III, Paris: Gallimard. Foucault, M. 1994b. Dits et écrit, vol IV, Paris: Gallimard. Foucault, M. 2004. La peinture de Manet. Paris: Seil. Foucault, M. 1979. Microfísica do poder. Rio de Janeiro: Graal. Foucault, M. 1988. História da sexualidade, 1: A vontade de saber. Rio de Janeiro: Graal. Foucault, M. 2009, 1 jul. L’ arte di vivere senza verità perché oggi ha vinto il cinismo. Jornal La Repubblica. http://ricerca.repubblica.it/repubblica/archivio/repubblica/2009/07/01/artedi-vivere-senza-verita-perche.html Onfray, M. 2002. Cinismos: retrato de los filósofos llamados perros. Buenos Aires: Paidós. Wellausen, S. 1996. “Michel Foucault: Parréhsia e cinismo”. Tempo Social; Rev Sociol. USP, São Paulo, nº 8, pp. 113-125.

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Los ojos de Chávez que te ven. Prácticas de subjetivación a través de la fotografía en las protestas venezolanas de 2014 Daniuska González González1 Primero Otra noche de disparos, destrucción, humaredas en San Cristóbal, ciudad capital del estado andino Táchira, limítrofe con Colombia. Las calles, barricadas intransitables, con las alcantarillas levantadas. El fuego y las bombas lacrimógenas se confunden en este escenario apocalíptico, como de Blade Runner pero con un toque tercermundista. Algunas figuras lo atraviesan, sujetos casi fantasmales cuyos contornos hay que adivinar entre la densidad del humo. De repente, una bandera venezolana rompe este tiempo en parálisis y el joven que la porta, surge acompañado por una monja. Otro joven, encorvado, se les acerca. La religiosa toca su cabeza y le bendice. Quien lleva el estandarte levanta su pulgar derecho en señal de victoria. Se dispara el obturador de una cámara, un lente anónimo registra el momento, que se hace punctum “como si la imagen lanzase el deseo más allá de lo que ella misma muestra” (Barthes, 2005: 99). Luego, la fotografía se repetirá una y otra vez en las redes sociales e invadirá hasta los espacios publicitarios. Triturada por la máquina política, forma parte de la oferta y la demanda en que se ha constituido cualquier práctica de subjetivación en esta Venezuela de protestas y reacomodos discursivos, con cuerpos y piezas simbólicas en constante circulación mercadotécnica. Como los ojos del líder del Socialismo del Siglo XXI (FOTO 1) a través de una imagen reproducida en gigantografías sobre edificios y autopistas. Esos ojos que parecen ver todo, hasta el gran mercado etiquetado como Revolución Bolivariana, ¿quién lo pensaría? El Contexto El 12 de febrero del 2014 se inició un periodo intenso de protestas estudiantiles en Venezuela, principalmente en San Cristóbal, capital del estado Táchira; Mérida y Caracas. Barricadas, enfrentamientos armados entre la Guardia Nacional y los denominados «colectivos»2 con los estudiantes, detenciones, muerte... Desde 1987 cuando ocurrió El Caracazo, para muchos analistas el comienzo de la Revolución Bolivariana, para otros el 1 Universidad Simón Bolívar/Centro de Investigaciones Críticas y Socioculturales (CICS). Venezuela. 2 “He ordenado a las UBCH (Unidades de Batalla Hugo Chávez), a los Consejos Comunales y la colectividad en general que candelita que se prenda, candelita que se apaga” dijo Maduro en los actos del primer año de la muerte del presidente Chávez.” (en www.diariocontraste.com 6 de marzo de 2014) [página consultada: 31 de mayo de 2014] 2 Además de su rigurosidad metodológica, me remito a esta fuente de información debido a que “En diciembre del 2003 fue el último momento en el cual se pudo tener acceso libre a la estadística sobre criminalidad y delito en Venezuela; hasta esa fecha, las cifras de delitos conocidos por la policía eran públicas, se podían obtener sin trabas de las autoridades y estaban disponibles en los  anuarios y en las páginas electrónicas de los organismos competentes para cualquier investigador o ciudadano. El incremento notable que se reportó en ese año 2003, en el cual ocurrieron 11.342 homicidios y que mostraba que en los cinco años anteriores se habían más que duplicado los asesinatos, fue quizá lo que motivó la decisión gubernamental de prohibir la difusión de la información.” (Informe del OVV-DICIEMBRE 2013, en www.observatoriodeviolencia.org.ve 30 de diciembre de 2013 [página consultada: 31 de mayo de 2014)].

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origen de una violencia que ha ido en crecimiento sostenido (según cifras del Observatorio Nacional de la Violencia, en 2004 se reportaron 10 mil víctimas mientras que en 2013 aumentó a 24.763), no se conocían momentos sociales tan traumáticos como éstos, ni siquiera en 2002, cuando el golpe de estado al entonces presidente Hugo Chávez Frías. Varios registros se superponen sobre estos actos de protesta: el descontento popular en el Táchira debido a los controles impuestos para adquirir alimentos y gasolina por parte de la gobernación de José Vielma Mora, un oficial golpista de 1992 y pieza clave del gobierno de Nicolás Maduro, y el contrabando desde las zonas fronterizas hacia Colombia, el cual alcanza decibeles alarmantes de corrupción que involucran a la Guardia Nacional; la propuesta conocida como La Salida, del dirigente del partido de oposición Voluntad Popular Leopoldo López (actualmente encarcelado) y la exdiputada a la Asamblea Nacional María Corina Machado: Vamos a prender las calles de Venezuela, todos los rincones, los mercados, las escuelas, las universidades y las plazas con un espíritu de protesta ciudadana. (…) En estas horas hacemos un llamado porque esa fuerza que tenemos hoy se va a expresar para lograr conquistar esa ruta y la salida que tiene que ser asumida por el pueblo como protagonista. (José Sinue Vargas)

Y el pronunciamiento del movimiento estudiantil, con el cual el gobierno acumula deudas como las del incremento del presupuesto universitario. Obviamente, las protestas encendieron una mecha que fue difícil apagar. Un sector de la sociedad civil se sumó, y autopistas, lugares emblemáticos como la Plaza Altamira -en 2002, sitio donde se alzó un grupo de militares en contra de Chávez y que, al final se descubrió que se trataba de una puesta en escena organizada por el propio presidente para depurar las Fuerzas Armadas y sopesar lealtades-, universidades -Universidad de Los Andes (ULA), núcleos Táchira y Mérida, y Universidad Central de Venezuela (UCV), fundamentalmente- se convirtieron en un conglomerado de adultos y estudiantes repeliendo a la Guardia Nacional con piedras, bombas molotov improvisadas y basura de toda condición, incluidas bolsas con excremento y orina. Hasta aquí el recuento parece lineal; pero en Venezuela nada, casi nada, transcurre sin escondrijos ni oscuridad de sentidos. Es, me apropio de una idea de Cultura y simulacro de Baudrillard (1987), la perfecta sociedad del simulacro donde sujetos de disímil procedencia política e ideológica recomponen un montaje artificial que construye (y se construye a sí mismo desde) una discursividad “controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y terrible materialidad.” (Foucault, 1983: 11). De la silicona al “Che” Guevara: los mercaderes de la protesta Sin dudas “Vivimos en la era de la gubernamentalidad” (Foucault, 2006: 137), de ahí que el Estado debe comprenderse “sobre las bases de las tácticas generales de la gubernamentalidad” (Ibid). Me atrevo a dilatar este concepto sólo para añadirle una palabra 366

junto a la de Estado: la de gobierno, toda vez que éste, en su micronivel, también conduce, obliga o sugiere conductas. En el desarrollo de estrategias para preservarse, ambas formas del biopoder manufacturan constantemente subjetividades, como maquiladoras que no cesan en la reproducción seriada de objetos y, en este caso, sujetos. Específicamente en este siglo, las prácticas de gubernamentalidad producen sujetos cuyas identidades se conforman a partir del mercado, de su inserción confesa y conversa dentro de éste, inclusive aquellos legitimados por la academia: existe un Zizěk leído hasta la saciedad en universidades y otro descubierto bajo las luces estridentes de su relación con Lady Gaga. Así, conviene recordar con Foucault en Tecnologías del yo y otros textos afines (1991) que el sujeto se instituye como “el punto donde las reglas de conducta se reagrupan en la memoria. El sujeto constituye la intersección entre los actos que han de ser regulados y las reglas sobre lo que ha de hacerse” (72). Ahora bien, esta trituradora neoliberal, ¿qué tipo de subjetividad elabora? Un sujeto cuya construcción se dirime a partir de prácticas eminentemente comerciales; un cuerpo en negociación, casi intocado por la ideología (y si lo tocara, será para su provecho monetario) e incrustado en el espacio del capitalismo multinacional. Como señaló Jameson en Teoría de la postmodernidad, “el sujeto ha perdido su capacidad de extender activamente sus pro-tenciones y re-tenciones por la pluralidad temporal y de organizar su pasado y su futuro en una experiencia coherente” (1996: 46). El sujeto sólo está interesado en inscribirse como consumidor y, al mismo tiempo, ofertarse dentro de un circuito de transacciones que le permitan un contrato remunerativo. En este contexto de las protestas, el 3 de abril ocurrió un acto de agresión hacia un estudiante de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Una protesta en el campus y algunos miembros de los colectivos ingresaron, tomaron al joven como rehén, lo desnudaron, lo golpearon y le robaron sus pertenencias (FOTO 2). Acto repudiable, subrayo. Rápidamente la fotografía del incidente entró en el mercado. ¿Cómo se puso en circulación una contrapropuesta a este hecho? No a través del método tradicional de los mecanismos disciplinarios jurídicos. Primero, con un desnudo colectivo de algunos estudiantes y egresados de la UCV (FOTO 3), que se hizo viral en un día y que catapultó a los protagonistas hasta las cámaras de CNN; luego, una actriz de telenovela, considerada una “bomba sexy”, Marjorie de Sousa, desnuda sus pechos (FOTO 4) y se ofrece en tanto imagen/discurso comercial sobre la imagen/discurso político del estudiante vejado. De Sousa se exhibe como si lo hiciera para el calendario de la cerveza Polar -“Chica Polar”, al fin y al caboy reinscribe sus senos de silicona, su plasticidad, en un dominio regido completamente por la rentabilidad del mercado. Sin duda, “la definitiva fetichización contemporánea del cuerpo humano” (Jameson, 1996: 53), prosigo con Jameson. Por último, María Conchita Alonso, otra actriz venezolana de origen cubano, residente en Miami y furibunda opositora del gobierno de Maduro, también se desnuda y utiliza uno de los imaginarios más marcados de la oposición, envolver el cuerpo en la bandera nacional (FOTO 5). Hace años que Alonso no protagoniza; su desnudo la publicita como uno de los tantos bienes que una parte de la sociedad de discurso venezolana amplifica y distribuye: “la fase actual de la ocupación total de la vida social por los resultados acumulados de la economía conduce a un desplazamiento generalizado del tener al parecer, del cual extrae todo `tener´ efectivo su prestigio inmediato y su función última.” (Debord, 2002: 42). 367

Se puede observar a estos sujetos formados para su inserción en el mercado. Una máquina del saber como la universidad -“¿qué es después de todo, (…) sino una ritualización del habla; sino una cualificación y una fijación de las funciones para los sujetos que hablan; sino la constitución de un grupo doctrinal (…) sino una distribución y una adecuación del discurso con sus poderes y saberes?” (Foucault, 1983: 38)- sustenta su voluntad de verdad en este ejercicio banal de desnudos. La Universidad Central de Venezuela rotula estas fotos otorgándole legitimación: “Desnudos con la UCV”. Los cuerpos parecen, sólo parecen, exhibirse con cierto pudor, el que puede derivarse, quizá, de la emocionalidad por la afrenta a la «casa que vence las sombras», como se le llama, pero las fotografías, por ejemplo la del hombre que grita o la de la muchacha que mira directo a la cámara, como retándola, revelan el artificio baudrillardiano, esa “exhumación de lo real desde su banalidad de base” (Baudrillard 1987: 58). Otra frase de Foucault de Tecnologías del yo y otros textos afines (1991) me posibilita reflexionar sobre las fotos tomadas a la monja en San Cristóbal, estado Táchira (con la descripción de una de éstas comencé la ponencia): “el sujeto se pone a sí mismo en una situación en la que puede verificar si es capaz de afrontar acontecimientos y utilizar los discursos de los que dispone” (74). Sin lugar a dudas, observarlas (FOTO 6) centra el registro sobre una subjetividad específica: aquélla que se compone en el campo religioso y desde allí se trasvasa, paradójicamente, como recurso apto para el mercado. El primer significante se constituye a partir de la conversión de las fotografías en estampitas religiosas para los manifestantes. Si, como las que se cargan encima como protección o amuleto. La monja pasa a operar como un micropoder que enuncia no sólo un discurso concreto, aquel que hunde sus raíces en la aceptación de que la protesta está del lado correcto de la historia (parafraseo el eslogan de Leopoldo López en La Salida), de ahí su reparto de bendiciones en medio de la violencia, bendiciones que atrapa la fotografía desde diferentes ángulos, sino también un discurso que se proyecta desde una esfera inmaterial. Si ciertamente las estampitas no generan una estipulación monetaria, rotan en el convenio de un mercado de consumo místico, bastante afianzado en Venezuela, el cual incluye hasta la Corte criminal de los Santos Malandros3. También dentro de este idéntico mercado espiritual y a partir de otra fotografía, Premio Pulitzer 1963, el segundo significante alude a una de las imágenes de esta religiosa y consigue posicionarse en el territorio de lo que Zizek denominó para la violencia como su zona “simbólica encarnada en el lenguaje y sus formas” (2006: 10). Con un referente distinto, el de El Porteñazo, una insurrección contra el gobierno de Rómulo Betancourt en 1962, el cura Luis María Padilla sostiene a un soldado herido en medio del fuego cruzado (FOTO 7). Entre las dos fotos ocurre un trasvasamiento simbólico: de esta imagen sobre la rebelión armada en Puerto Cabello que costó casi 500 muertos, a esta otra donde, subyacente a la protesta estudiantil, la bendición pudiera ser recompensada nuevamente por el mercado, ¡y qué mayor éxito que otro Pulitzer! 3 “… this symbolic imagery (…) increasingly common in the visual media representation of the delinquent, it has been built with dozens of malandros figures killed in violence acts, from confrontations with the police to grudge fighting. Ismaelito, Isabelita, Freddy, Malandro Ratón, Miguelito, Pez Gordo or Johnny, among others, have a criminal record in which is evident that violence has been the only life others, have a criminal record in which is evident that violence has been the only life gesture.” (2013: 236) (en González, Daniuska. “`So many stars that yell above and none is seen´. Malandra Court and the symbolic representation of urban violence in Venezuela”. Politeja 24, Venezuelan Studies, Jagiellonian University, Krakow, Poland, 2013: 233-242).

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Pero a esta armazón de subjetividades de la gubernamentalidad neoliberal le falta una tipología de sujeto: aquella que funda el propio gobierno bolivariano. Por el rol que sostuvieron durante las últimas protestas, me referiré a los denominados colectivos. Cuando comenzaron a surgir antes de 2002, se suponía que se desplegarían en la organización de las comunidades y en labores puntuales de ayuda a la industria artesanal, como los famosos modelos de viveros hidropónicos en la zona caraqueña de Parque Central. Como apunta un dirigente, Los colectivos desempeñan en algunos barrios un papel que más nadie hace en aspectos tan importantes como la formación política y las expresiones culturales y deportivas. Muchas de las políticas del Gobierno Bolivariano, por ejemplo las misiones, pueden aplicarse gracias a la existencia de estos colectivos (Hernández, 2014).

Entendible hasta aquí. Sin embargo, en paralelo al golpe de estado de 2002, algunas de estas asociaciones recibieron armas y la situación se tornó compleja. Imaginemos la ecuación de un sector civil armado en un país que, según el Informe 2013 del Observatorio Venezolano de la Violencia, “continúa estando entre los cinco países más violentos del mundo (junto con Honduras, El Salvador, Costa de Marfil y Jamaica)”. Ese arsenal ha servido tanto para dirimir rencillas por tráfico de drogas entre bandas rivales en barrios periféricos como para apoyar a la Guardia Nacional en el periodo de protestas estudiantiles de este año. Con base en un planteamiento general de Foucault, aquél de “la introducción de la economía dentro del ejercicio político” (2006: 119), desmontó el siguiente elemento: el pago de Bs.1.000 diarios por parte del gobierno a cada uno de los sujetos de los colectivos dedicados a “apagar [las] candelitas que se prendan” (Maduro). No sólo eso: algunos medios de comunicación recogieron la protesta por el monto a cancelar: exigían Bs.2.000 más. Dinero más, dinero menos, su veridicción se puede completar con la siguiente fotografía (FOTO 8): caminando por una calle de Caracas, con los rostros cubiertos, los armamentos sin resguardo y ropa de camuflaje. A plena luz del día. Espectáculo para una cámara que lo reproducirá una y otra vez para un espectador cuya única ciudadanía va siendo cada vez más la del miedo (recordando a Susana Rotker); y que “es su propio y puro simulacro” (Baudrillard, 1987: 18). Venta de la imagen que termina entrampada con otra (FOTO 9): la utilización del rostro con el cabello rebelde del “Che” Guevara, paradójicamente uno de los símbolos más rentables del mercado neoliberal que se ha encargado de reciclarlo en franelas, portavasos y hasta llaveros. El sujeto que eclosiona en este periodo de protestas ha sido construido como subjetividad calculada en tanto bien de consumo y/o consumidor. Perverso, ciertamente. Pero afianza con propiedad la noción de Foucault acerca de cómo el Estado inserta la economía en su gestión, “tal como puede hacerse dentro de una familia, como puede hacerlo un buen padre de familia que sabe dirigir” (2006: 119), no importa que algunos de los miembros de esta familia no se dirijan la palabra y, a veces, “se agarren a los puños”.

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Último Asesinatos de jóvenes, destrucción de bienes públicos y privados, una mesa de diálogo fallida entre actores en pugna… Tiempo de difícil enunciación el de estas protestas de 2014, donde el Estado creó y potenció un mercado con un sujeto cuyo vínculo con lo político se forjó, principalmente, en su interdicción con el consumo, como bien puesto a la venta o como adquisición. Los ojos de Chávez que te ven: sí, estampados sobre una franela de $19,99 en amazon.com, uno de los portales electrónicos de compra/venta más ostensibles de la economía neoliberal contemporánea. Referencias bibliográficas Barthes, Roland. 2005. La cámara lúcida. Buenos Aires: Paidós. Baudrillard, Jean. 1987. Cultura y simulacro. Barcelona: Kairós. Baudrillard, Jean. 1998. La ilusión y la desilusión estéticas. Caracas: Monte Ávila Editores. Baudrillard, Jean. 2000. El crimen perfecto. Barcelona: Anagrama. Baudrillard, Jean. 2007. El complot del arte. Ilusión y desilusión estéticas. Buenos Aires: Amorrortu/ editores. Debord, Guy. 2002. La sociedad del espectáculo. Valencia: Pre-Textos. Foucault, Michel. 1978ª. Microfísica del poder. Madrid: Las Ediciones de la Piqueta. Foucault, Michel. 1978b. Sexo, verdad y poder. Barcelona. Foucault, Michel. 1978c. Las palabras y las cosas. México: Siglo Veintiuno Editores. Foucault, Michel. 1983. El orden del discurso. Barcelona: Tusquets Editores. Foucault, Michel. 1991. Tecnologías del yo y otros textos afines. Barcelona: Paidós. Foucault, Michel. 2005. Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. México: Siglo Veintiuno Editores. Foucault, Michel. 2006. Seguridad, territorio, población. Curso en el Collège de France 1977-1978. Buenos Aires-México D. F.: Fondo de Cultura Económica. González, Daniuska. 2013. “So many stars that yell above and none is seen. Malandra Court and the symbolic representation of urban violence in Venezuela”. En Politeja 24. Venezuelan Studies, Jagiellonian University, Poland, 233-242. Hernández, Clodovaldo. “Los colectivos son sinónimo de organización, no de violencia”. En Ciudad CCS, 10 de marzo de 2014), http://elotrosaberypoder.wordpress.com [consultado: 23 de junio de 2014] Jameson, Fredic. 1996. Teoría de la postmodernidad. Madrid: Trotta. Medina, Oscar. 2013. “Venezuela: el país de la región con aumento sostenido de muertes violentas”, en www.venezuelaawareness.com 4 de agosto de 2013 [página consultada: 31 de mayo de 2014)] Observatorio Nacional de la Violencia. Informe del OVV-DICIEMBRE 2013, en www.observatoriodeviolencia.org.ve 30 de diciembre de 2013 [página consultada: 31 de mayo de 2014)] Rotker, Susana. 2000. Ciudadanías del miedo. Caracas: Nueva Socieda,. Sinue Vargas, José. “María Corina Machado llama a `prender las calles´ de Venezuela”. En Correo del Orinoco, 23 de enero de 2014, www.correodelorinoco.gob.ve [página consultada: 31 de mayo de 2014)] S/A. http://diariocontraste.com/ 6 de marzo de 2014 [página consultada: 31 de mayo de 2014] Zizek, Slavoj. 2009. Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales. Buenos Aires: Paidós.

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Anexos

FOTO 1: “LOS OJOS DE CHÁVEZ QUE TE VEN”

FOTO 2: CASO UCV: colectivo y el estudiante desnudo

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FOTO 3: “Desnudos Con La UCV”

FOTO 4: La actriz Marjorie De Sousa

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FOTO 5: La actriz María Conchita Alonso

FOTO 6: La monja en San Cristóbal, estado Táchira

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FOTO 7: “El Porteñazo”, Premio Pulitzer 1963

FOTO 8: Colectivo “La Piedrita”, Caracas

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FOTO 9: Integrantes de colectivos

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El

futuro de la política es gay.

Visualidades

pro-familia y plusvalía

sexual en tiempos liberales

Cristian Cabello1 El «ciudadano gay» es una figura de la política liberal. Nombrar al «ciudadano gay» sirve para denotar aquello que “ya es o está figurado, que sería lo figurativo” (Edelman, 2014: 20) que produce una narrativa comunicacional y económica en torno a los cuerpos de no-heterosexuales, de aquellos que generan plusvalía en una política tradicional y binómica sexual como la chilena. Se trata de sujetos que no tienen una práctica sexual reproductiva, pero que sin embargo emergen como lo nuevo en la política, como nuevos ciudadanos que integran la esfera política, como –por qué no decirlo– los niños de la política que le entregan un futuro a su narrativa (flores, 2013: 36). Se trata de nombrar algo que no se dice. El «ciudadano gay» es una forma que reconoce y escenifica los tiempos, espacios, recuerdos, memorias e ideologías políticas que constituyen a este nuevo personaje de la política contemporánea. Una materialidad tecno-visual que se posiciona como la realidad hegemónica para “hacer realidad” a los sujetos homosexuales. Aclaro que esta investigación no se realizó desde la perspectiva de una teoría política determinada (y menos desde una perspectiva de género) describiendo críticamente el movimiento gay en Chile; tampoco el objeto de estudio fue un sujeto gay, sino que lo desarticulado críticamente fue un conjunto de apariciones, representaciones, intervenciones e imágenes tecnológicas de lo homosexual en tiempos de derecha. No estamos describiendo ‘lo gay’ sino las figuraciones y ficciones que produce una política sexual que se agencia de una diferencia política para generar una plusvalía. Como afirman perspectivas feministas críticas y no-heterosexuales, el estudio de la sexualidad es un territorio complejo donde ya no se puede encapsular al deseo y su experiencia social en una identidad sexual (Halberstam, 2012; flores, 2013; Haraway, 1991; Platero, 2013). Las perspectivas y políticas identitarias se presentan como limitadas por sus análisis de visiones monofocales que no consideran las desigualdades múltiples que afectan a los cuerpos. “No todas las desigualdades reciben la misma atención” (Platero, 2013: 47) por parte de la política o las investigaciones, muchas veces estos discursos reproducen jerarquías perniciosas entre categorías como mujer/hombre, heterosexual/homosexual o entre gays y lesbianas. Se puede reconocer lo gay en una lesbiana, lo lésbico en una mujer heterosexual o lo heterosexual en un homosexual. No se trata entonces de describir una identidad gay, sino de cómo se constituye una subjetividad desde o con diversos fragmentos identitarios y sociales. Es así que podemos concluir que lo heterosexual convive en este significante gay liberal, como también la madre, la familia, los mártires y las víctimas conviven como fragmentos culturales en la construcción que los medios de comunicación y la política liberal hacen de lo gay en su proceso de inclusión (y exclusión) en la política. 1 Magíster en Comunicación Política, Universidad de Chile. Activista del Colectivo Universitario de Disidencia Sexual (CUDS).

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Privatización familiar El ciudadano gay es un nuevo personaje de la política. ¿Cuál es el rol que viene a jugar el ciudadano gay en tiempos de derecha y qué explica los usos que esta subjetividad tendrá para una política oficialista? Uno de estos roles ubicados fue la apropiación y renovación que hace una política sexual liberal de los significantes político-sociales como la marcha, la ciudadanía, la participación y la queja proveniente de minorías. Este rol menos incómodo, más familiar, protector y encantador que caracterizó el comportamiento del significante gay en tiempos de derecha, permitió activar una proyección de otro imaginario de movimiento social distinto al propuesto activamente por estudiantes, feministas o activistas indígenas. Sin duda hay un particular trato de la política con lo gay liberal, a diferencia de otras corporalidades excluidas del campo político y que luchan por algún tipo de inclusión. Este nuevo trato liberal con lo gay no es, paradójicamente, más lastimero o victimizante, no busca inferiorizar o insultar estereotípicamente unas vidas, sino que tan solo resuelve privatizar esta sexualidad, dar un lugar específico, un derecho a vivienda simbólica en el terreno de la esfera política. Desde spots políticos donde el sujeto homosexual está resguardado en su cuarto propio y bajo el afecto de su familia -que es la nueva institución encargada del cuidado de la diferencial sexual- hasta políticas pro matrimonio gay que insisten en legitimar y relevar instituciones que privatizan la sexualidad en la seguridad de un cuarto propio familiar, no son más que la constitución de una “agenda liberal que tiende a reclamos normalizadores o asimilacionistas (…) de representación articulada sobre identidades cerradas que sectorizan y aíslan las múltiples luchas por la autonomía corporal” (Flores, 2013: 38). El significante familia -que constituye y da vida a la subjetividad liberal del ciudadano gay- sirve para dar forma al discurso político de la igualdad, la posibilidad de ser reconocido como una familia. De esta manera, es la familia el significante común que permite dar carne a la abstracta igualdad; es decir, se establece la lógica somos iguales en tanto todos tenemos familias. Pero nos preguntamos, ¿la igualdad se puede encarnar tan solo en la familia? ¿nos damos cuenta del nivel de exclusiones que legitima una política que considera ciudadanos políticos y sujetos dignos del tiempo solo a aquellos que constituyen una familia? La familia debe ser «explotada» a través de análisis que reconozcan sus contradicciones, sus violencias, sus dimensiones tecnológicas, sus ejercicios de poder o su modo de ser sobrevivencia, para así entender y expandir significados no sólo ligados a un sentido de reproducción de lo social. Hay una política homosexual que se deja seducir rápidamente por esta posibilidad de representación que abre el liberalismo y un “estado del tiempo” político. Ese “en la medida de lo posible” que caracteriza a una política de la postdictadura, aún se hace presente en esta política sexual. No cabe duda que esta institución familiar heterosexual es central para entender la inclusión de lo homosexual en tiempos de derecha. No podemos reducirlo a una crítica referida a la demanda del matrimonio homosexual, sino que a sus significados de orden, no desborde. Lo familiar para asegurar que se trata de una política segura y que da confianza, lo familiar interviniendo como la dimensión que enmarca los traumas biográficos de una subjetividad del ciudadano gay, lo familiar para imaginar las nuevas figuraciones 378

posibles para una política en tiempos de derecha, son parte de los espacios identificados en la narrativa política. Competencias ciudadanas: estudiantes versus gays Durante la presentación de una nota de prensa de televisión sobre la Marcha por la Igualdad del año 2011 en el canal público de Chile, mientras la periodista hacía una lectura aparentemente objetiva, neutral, sin sesgos discriminatorios de este evento político. Mientras mira a cámara conteniendo lo político, apareciendo como interrupción constante que divide los temas y categorías de las noticias del país, mientras está contextualizando una marcha, destacando lo relevante para ver, se halla una silenciosa pero amenzante introducción de lo negativo, de lo excluido del relato político liberal homosexual: “Así podrían ser todas las marchas [ afirma la periodista]. Más de 12 mil personas –aunque los organizadores hablan de muchísimos más– desfilaron por la Alameda por igualdad de derechos para homosexuales. Sin que se registrara ningún incidente (….)”2. La supuesta neutralidad periodística toma una posición, mientras se estigmatizan esos ciertos modos de ocupar la Alameda, ciertas marchas que producen esos incidentes. Como la visualidad política tiene una memoria, una historia, sin duda ese año 2011 mientras se realizaban las marchas estudiantiles en las calles por primera vez, el peso simbólico de estas marchas aún hacía eco en el relato periodístico nacional. La comparación se vuelve inevitable. De algún modo es una comparación negativa, donde la marcha homosexual queda como una buena práctica política (no-violenta, ejemplar, sin accidentes). Se forma así un diálogo discursivo político –silencioso y negativo– entre estudiantes y ciudadanos gays. Algo que no se dice, a lo menos de modo explícito. Lo amenzante de una de estas expresiones políticas se volvía estigmatizada ante lo alegre y exitosa de la otra; una pareciera entenderse como una política que se vincula y hace visible la violencia, en cambio la práctica política gay lo que realiza es hacer invisible y escamotear la violencia sobre estos cuerpos. Es preferible el orgullo respecto cómo el personaje ciudadano se toma las calles que otros no han sabido usar como verdaderos ciudadanos. La demanda civil sexual identitaria será un eje representacionalmente polarizado a la demanda social de los estudiantes, dos identidades políticas entre las cuales existen múltiples cruces en sus estrategias (marchas, activación de activismo virtual, movilización de personas, diálogo con Estado y emergencia de nuevos liderazgos), pero, a la vez, las diferencias en la significación que tendrán sus estrategias: una demanda y una identidad será más legítima, ordenada y reconocida que la demanda de la otra identidad estigmatizada, criminalizada, no-legitimada. El ciudadano gay será el reverso positivo de la demanda estudiantil, estrategias similares son significadas de modo distinto en tanto el trato y su significación política permite la legitimidad de un sistema. En este sentido, el homosexual tendrá un rol activo y propositivo, pero aún como un excluido, esto será lo que permitirá su ingreso en un estado asistencialista y maternal. Si bien nunca se hace explícita una relación entre la demanda política gay y la demanda estudiantil, cabe preguntarse ¿por qué no 2 Nota de Prensa de TVN, Marcha por la Igualdad. 25 de julio de 2011.

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existe una relación o una apertura de puentes entre estas dos demandas políticas? ¿Qué las vuelve territorios de imposible contacto y constante diferenciación? Podemos continuar este trabajo de deconstrucción discursivo-política de la visualidad con una expresión que de modo excepcional permite reconocer la tensión-semántica de dos movimientos sociales que andan por carriles distintos. En una entrevista promocional en un noticiero de televisión abierta donde se conversó sobre la tercera Marcha por la Igualdad organizada por la Fundación Iguales, su director Pablo Simonetti, señaló casi al cierre de la breve entrevista y realizando un acto de invitación/seducción para el teleciudadano (para diferenciarse de otras manifestaciones): Los esperamos mañana en la marcha a las 2 de la tarde en la Plaza Italia, es una marcha tranquila, familiar, segura, alegre, festiva, vamos a tener conductores de televisión, vamos a tener artistas, actrices, cantantes, todo para que ustedes tengan un bonito recuerdo de esta marcha y podamos ser una comunidad todos juntos demandando los mismos derechos para todos3.

La invitación a participar, el simulacro de felicidad y una asistencia entendida como participación política, se hace evidente con un político gay que busca seducir/convocar a una marcha sin violencias y donde implícitamente se compromete la seguridad. La Marcha por la Igualdad organizada por la Fundación Iguales en sus tres años de existencia destaca por su orden, sus familias heterosexuales con coches e hijos de la mano, sus familias homo y hetero que repletan de modo seguro la avenida Alameda, una marcha con banderas del arcoíris que pasan frente al Palacio Presidencial La Moneda, una marcha donde participan ministros liberales, ex–ministros, el rostro de la teleserie del momento, una marcha donde las organizaciones aparecen aplastados por el signo de la igualdad. «El amor es amor», «el amor no discrimina», esta es la consigna política de afiches que se expresan bajo el signo hegemónico del discurso amoroso de la igualdad gay. La marcha de las ciudadanías liberales se ubica entre un paseo familiar y una actividad cultural para conocer lo extraño. Otra vez siguen pesando las imágenes de violencia policial sobre estudiantes, los encapuchados y las bombas lacrimógenas que ese año ocuparon la memoria de ese mismo espacio visual. Siguiendo la pregunta de Butler por lo implícito de los discursos político sexuales “¿cómo puede uno leer un texto en busca del movimiento de esa desaparición mediante la cual se constituye lo “interior” y lo “exterior” textual?” (Butler, 2002: 68), en nuestro objeto analizado es la violencia sexual y la violencia política las problemáticas que funcionan como un exterior textual del discurso de la ciudadanía homosexual liberal que lucha por no desaparecer. Esta interpelación implícita y forcluida de otras marchas violentas, que se diferenciarían de la manifestación pacífica y familiar de la ciudadanía sexual, es uno de los modos de reconocer una negada y silenciada tensión entre dos movimientos sociales que se constituyen de modo divergente y también competitivo en el espacio político en tiempos de derecha. Se refuerza un proceso de competencia entre demandas que emergen como colectividades (la estudiantil) y como identidades sociales (el ciudadano gay) en un contexto político liberal donde las demandas de falla y desigualdad son gestionadas de modo 3 “Hora 20 Programa Completo viernes 21 junio 2013”, Capítulo disponible en el link: http://www.youtube.com/watch?v=Hos8Kx9DiaU (la cursiva es mía).

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individual por cada una de las respectivas identidades en conflicto. Esto es lo que legitima un régimen identitario de la política ciudadana, donde no existe posible relación entre las diferentes demandas sociales. El significante marcha es el que permite el cruce o vínculo entre estas dos demandas políticas, y donde la ciudadanía sexual domestica lo revolucionario o lo radical que caracteriza a las manifestaciones sociales para otorgarle un sentido patrimonial a una marcha. Una ciudadanía sexual se vuelve el ejemplo positivo e ideal de las manifestaciones para un Estado que aprueba y participa en este tipo de ocupaciones del espacio público. Es relevante cómo la estrategia de una política gay liberal fue ocupar el mismo significante de los estudiantes para higienizar positivamente los espacios político-ciudadanos que otras demandas políticas radicales parecían haber atrofiado para una política liberal en tiempos de derecha. Los límites de la tolerancia Dado que el discurso de la igualdad toma forma a través de ciertas figuraciones pro familia y privatizadas de la ciudadanía gay, es relevante escuchar esa resistencia a la homogenización que propone este modo de la política sexual liberal ¿Es posible ser un igual en el sur?, ¿es posible ser tratado como un igual? Como señala la activista feminista argentina valeria flores (2013) “hay que dar cuenta de la desigualdad que está implícita en la idea de tolerancia” (316) que despolitiza el conflicto político-sexual y propone un modo de ver y no-ver un cuerpo (Brown, 2006). Existen redes de negociación del discursivo liberal que están en constante vinculación con un Norte o primer-mundo que define un modo de hacer la política, cuestión que se hace ver tanto en el exceso de políticas individualistas del marketing como también en el modo de pensar políticas que interpelan a un asimilarse a países no-latinoamericanos. Un análisis biopolítico feminista no puede desentenderse de esta geografía política que hace evidente los modos en que el poder se entrama, ya que no estamos frente un territorio ya definido para actuar en la política, sino que se trata de una disputa, por lo tanto se presenta desde un espacio de fuerzas en constante tensión y jerarquización. Me parece urgente rescatar estas resistencias a encarnar y traducir la igualdad tan solo desde el plano pro familia del discurso liberal gay. En el Norte, gays y transexuales –se nos dice– son tratados como un igual, no son víctimas de sospecha ni exclusión4, siendo el discurso de la tolerancia el mediador de estas relaciones sociales que implican la aceptación. Como cuestiona ya Wendy Brown (2006) a partir de casos norteamericanos5, la tolerancia es un discurso problemático porque más que acercar, distancia una experiencia sexual en el plano político, porque privatiza un género e inmuniza en la sobreprotección normativa de estas sexualidades. 4 Es un tema del “pasado” –de la década de los noventa– la exclusión y acoso que podría sufrir un profesor de enseñanza secundaria que decide asumir su transexualidad en la sala de clases y en su relación de pareja heterosexual. Este, por lo menos, es el relato narrativo social de la ficción cinematográfica Laurence Anyways (2012) de Xavier Dolan; esta película canadiense presenta la victimización de un sujeto no-heterosexual como un problema del pasado en países “ejemplares” en cuanto al desarrollo de ciudadanías sexuales. 5 Además de otras autoras feministas contemporáneas, pero es una discusión aún restringida al Norte.

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La cuestión gay al plantearse públicamente como una demanda circunscrita o reducida a lo legal-afectivo (matrimonio homosexual) entra en conflicto principalmente con el imperio de lo católico en Chile, que está ubicado en los espacios de la política, en los empresarios, en universidades, en medios de comunicación, en periodistas, etc. ¿Por qué elegir esta inmovilizadora disputa política que no implica a cuerpos a tomar la palabra, sino solo a actores específicos bajo los términos de una elite política? El caudal comunicacional de la política gay liberal ante su descorporización político-visual no permite tomar conciencia y menos confrontar al enemigo interno –que para un feminismo lo constituye el sexismo internalizado6 (Hooks, 2000: 12)– que existe en cualquier sujeto feminista o no feminista: El enemigo interno debe ser transformado antes que podamos confrontar al enemigo afuera. El desafío, el enemigo, es el pensamiento y el comportamiento sexistas (…) cuando las mujeres levantan la bandera de las políticas feministas sin direccionar y transformar sus propios sexismos, en último caso harán que el movimiento se vea perjudicado” (Hooks, 2000).

La toma de la representación político-visual de lo gay desde cotidianeidades o registros de tensiones cotidianas permitiría realmente liberar de modo multiforme las representaciones y visualidades de la sexualidad política en Chile. Es reconocido lo inmovilizadorpolítico que es y será continuar enlazando el conflicto de la política gay a una disputa exclusiva contra sectores católicos, omitiendo sus conflictos con la educación, la familia, el trabajo o el mercado. Referencias Bibliográficas Brown, Wendy. 2006. Regulating Aversion. Tolerance in the Age of identity an Empire. New Jersey: Princenton University Press. Butler, Judith. 2002. Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Editorial Paidós, Buenos Aires. Edelman, Lee. 2014. No al futuro. La teoría queer y la pulsión de muerte. Madrid: Egales Editorial. Halberstam, Jack. 2012. Gaga Feminism: Sex, Gender, and the End of Normal (Queer Action / Queer Ideas). Boston: Beacon Press. Hooks, Bell. 2000. Feminism is for everybody. Passionate Politics. Cambridge: South End Press MA. Flores, Valeria. 2013. Interruqciones. Ensayos de poética activista. Argentina: Editora La Mondonga Dark, Neuquén. Platero, Raquel/Lucas. 2012. “La interseccionalidad como herramienta de estudio de la sexualidad (Introducción)”. En Intersecciones: Cuerpos y sexualidades en la encrucijada. España: Ediciones Bella Terra.

6 “Enemy within e internalized sexism” en el texto original de bell hooks titulado Feminism is for everybody. Passionate Politics.

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Neoliberalismo, movimiento estudiantil y poder popular como alternativa no capitalista de producción de lo social

Felipe Fernández B.1 Neoliberalismo chileno: sus bases (ex)puestas en conflicto La relación entre poder y gubernamentalidad cobra relevancia para analizar los procesos sociopolíticos y comprender las transformaciones que ha implicado el capitalismo actual. Esta estructura de producción posee la habilidad de transformarse y expandirse, reproduciendo sus lógicas de segmentariedad y explotación en diversos lugares del mundo. Lazzarato (2006) a partir de su análisis desde Guattari, Deleuze y Foucault, plantea que el capitalismo debe entenderse como una multiplicidad de diferentes formas de poderes, ligado a instituciones pero también a aparatos teóricos, formas subjetivas y de objetivación de los devenires, que unifica y orienta a la sociedad, en una instancia como el mercado. Por ello, Guattari (2004) señala que el capitalismo mundial integrado (CMI) puede definirse así por integrar países que parecían haberse escapado de dicha forma de producción (como China, Bloque Soviético, los países del tercer sector) y también porque tiende a que ninguna actividad humana escape de su control. En este sentido, las formas de segmentariedad, dominio y explotación escapan de la fórmula marxista del plusvalor (Marx, 2011) ya que el valor producido por el trabajo no es la única apropiación por parte de la acumulación capitalista. El dominio del CMI, posee la capacidad de desterritorializarse en movimientos económicos, sociales y técnicos, que permiten diagramatizar y reterritorializar (Guattari, 1995) sus formas de fragmentación y dominio. Dicha complejidad del capitalismo, como racionalidad gubernamental y administración de las formas de vida, fue abordada a partir de la biopolítica que Foucault (1998) denomina como aquellos mecanismos de control y donde proliferan multiplicidades de dispositivos de poder, ampliando la comprensión de la potencia capitalista, en dimensiones que escapan de la relación capital/trabajo. Desde esta noción, Foucault (2009) analiza las transformaciones de la racionalidad de Estado hasta la actualidad, identificando la contemporánea como aquella que emerge en el siglo XVIII y que se expande cuando la población (Foucault, 2006) pasa a ser la finalidad gubernamental. Esta racionalidad de Estado, Foucault (2006) la define como el conjunto constituido por instituciones, análisis y tácticas que permiten ejercer el poder, caracterizado por tener como meta principal la población, como forma primordial de saber a la economía política y como instrumento técnico diversos dispositivos de seguridad. La gubernamentalidad también es la tendencia de occidente de este tipo de gobierno sobre otros, desarrollando series de aparatos de gobierno y de saberes. Por último, la contextualiza como proceso que va desde el Estado de justicia de la edad media hasta el Estado administrativo.

1 Trabajador Social, Universidad Academia de Humanismo Cristiano; Magister © en Psicología Social Aplicada, Universidad de Santiago de Chile. Docente Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

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En base a los estudios respecto del neoliberalismo que realizó Foucault (2007), definió a éste como una racionalidad o un arte de gobernar. Desarrollando lecturas de los autores alemanes, emerge la teoría de fobia al Estado la cual postula que éste es legítimo en cuanto garantice la libertad de los ciudadanos e intervenga para hacer funcionar la competencia en el mercado. El Ordoliberalismo alemán plantea críticas a las posturas Keynesianas y a la planificación, ya que se vuelve contraproducente a un proyecto de sociedad que establece como base derechos económicos. Por ello, la competencia y el crecimiento económico van a ser paradigmas institucionales vectores que otorga la reflexión neoliberal alemana. En cuanto a los planteamientos del neoliberalismo de Chicago, Foucault (2007) plantea que dirigen su problematización hacia las conductas de los trabajadores y al comportamiento humano, reflexionando sobre aspectos que no habían sido considerados por la economía política y que escapan del tiempo de trabajo. Desde este análisis, la teoría del capital humano plantea expandir la racionalidad de mercado e inversión en ámbitos que no habían sido considerados económicos. Considerando ambas corrientes, se puede definir al neoliberalismo como un podersaber gubernamental que no está orientado o no pretende expandir su control desde la relación explotadora capital/trabajo –aunque los efectos sociales y medioambientales de la acumulación de capitales aún produzca condiciones paupérrimas de miseria y desigualdad en múltiples lugares del mundo- sino que fluye como mecanismo de control gubernamental en cuanto a que el Estado produzca mercado, promoviendo en primera instancia la competencia como núcleo básico de las relaciones sociales y, segundo, la expansión de la racionalidad de empresa e inversión a toda conducta humana. De dichas bases teóricas explicativas del neoliberalismo, se pueden considerar algunas lógicas que ha asimilado la administración gubernamental chilena en estos últimos treinta años. El actual Estado chileno se caracteriza por realizar una focalización asistencial de recursos y por la inexistencia de transferencias o derechos universales. En este sentido, dicha administración permite actuar sobre la pobreza, otorgando subsidios focalizados pero, a su vez privatiza la desigualdad, ya que ésta es consecuencia de opciones individuales. Atria (2013) ejemplifica dicha racionalidad política en el AUGE, el copago en educación y todas las reformas que desarrolló la concertación. Por ello, el autor plantea que las políticas sociales neoliberales van dirigidas a superar la pobreza, asegurando un estándar de vida para que las personas que se encuentran en esa condición puedan desarrollar ventajas competitivas e ingresar al mercado. Por ello, los actuales agravios sociales parecen no ser resueltos por el modelo, ya que el crecimiento económico y la competencia no han tenido efectos positivos en la percepción de las personas hacia la sociedad y sus instituciones. Este argumento es coherente con la alta percepción de miedos subjetivos, riesgos e inseguridad de la población chilena (PNUD, 1998) y de malestar de las personas con la sociedad (PNUD, 2012), pese a que perciben que poseen condiciones económicas mejores que sus antepasados o que generaciones anteriores. Por esto, el neoliberalismo desarrollado durante los gobiernos de la Concertación se ha encontrado ante oposiciones de múltiples movilizaciones medioambientales, regionalistas y principalmente de estudiantes el año 2011, que han puesto en conflicto al imaginario hegemónico neoliberal impuesto desde la dictadura, al menos en tres elementos 384

relevantes. El primero es la concepción de educación como bien de mercado, donde el endeudamiento familiar, la desregulación y la segregación social han causado agravios generalizados que abrieron la discusión para cambiar el paradigma y los discursos para transformar la educación de mercado a una como derecho, gratuita y de calidad. Otros elementos puestos en conflicto son la concepción de política y democracia, como aquellas estructuras de poder y de resolución de decisiones, exclusivos para partidos o una clase política institucional desvinculada de lo social. Este argumento se puede relacionar con algunos planteamientos de Lechner (2002), quien señala que las élites políticas poseen mapas de comprensión y significación desconectados –simbólica y espacialmente - de la sociedad civil. También se puede considerar que la administración neoliberal ha entrado en crisis de legitimidad, que incluso para algunos como Mayol (2011), pudiese significar el derrumbe del modelo. Pero esta crisis no representa sólo una oportunidad política para la soberanía desde los actores civiles, también posibilita otros proyectos capitalistas, de tipo redistributivos o aquellos que pretenden reducir la extremidad neoliberal de la gubernamentalidad chilena, como las alianzas entre partidos políticos como la democracia cristiana y renovación nacional. Ahora bien, si se define a la política (Urrutia, 2004) como el conjunto de praxis con las que se gestiona colectivamente el poder y, en este sentido, se plantea una disputa crítica de la concepción que la encapsula institucionalmente, se abren posibilidades o proyectos que escapan de la administración gubernamental. Por esto, la representación reformista institucional que naturaliza la praxis que monopoliza la soberanía desde la racionalidad gubernamental, reduciendo la capacidad de gestión de la sociedad civil. Por esto se considera necesario contextualizar al poder popular como cartografía de punto de fuga, ya que pone en conflicto los diversos proyectos capitalistas y abre posibilidades de otra praxis política, como aquellas provenientes desde sujetos populares o de los explotados, oprimidos, dominados y endeudados. Poder popular como construcción no capitalista de realidad social Uno de los aportes a la comprensión del poder popular es el que ha desarrollado Salazar (2011), quien explica al poder popular constituyente en base a dos moléculas básicas. La primera es la formación y existencia de vínculos sociales, redes sociales sustentadas en base a la solidaridad, fraternidad y la confianza mutua, considerando siempre la diversidad. La segunda refiere a la existencia de acciones colectivas tendientes a administrar y gestionar recursos (materiales, culturales y humanos), para permitir la construcción social de la realidad. Con esto, el historiador chileno ha descrito diversos proyectos sociales y populares que han surgido de trabajadores, peones, artesanos (Salazar y Pinto, 1999) y que han desarrollado formas solidarias y autónomas -con avances y fracasos-, como lo fueron también las sociedades de socorros mutuos o las comunales y mancomunales (Salazar, 2009), favoreciendo procesos populares constituyentes. Estas experiencias históricas permiten otorgar reconocimiento y análisis a proyectos de gestión social emergidos de sectores populares, que se vuelven relevantes para ampliar la mirada de los movimientos sociales en Chile. 385

Otro aporte a la comprensión del poder popular es la que realiza Urrutia (2012), refiriéndose a éste como un proceso social de politización, donde sectores de la sociedad dan forma a expresiones y proyectos políticos que rompen con la hegemonía desarrollista moderna y se hacen cargo de los asuntos –sociales, políticos y económicos- en común y de la expansión de sus posibilidades. El mismo autor critica la forma en como se ha enfocado la politización y la despolitización, señalando que desde los discursos nacionalistas y de izquierda no hacen más que fragmentar la sociedad en compartimientos y divisiones de los asuntos sociales. Por ello, la politización implica una autonomía libertaria y soberana de las bases, en sus procesos se producción de lo social y no la mera preocupación o fiscalización ciudadana de las labores que hace el congreso, el gobierno y la institucionalidad política. Otra comprensión del poder popular es la que esboza Mazzeo, quien lo define como: todas aquellas experiencias históricas en las cuales las clases subalternas (trabajadores, pobres, marginales, periféricos) ejercieron el control y el poder de modo más o menos directo, en el seno de territorios delimitados o en un conjunto extenso de instituciones y desde patrones impuestos por una búsqueda más o menos consciente y deliberada de espacios libertarios y patrones relacionales igualitarios, cualitativamente superiores a los impuestos por la totalidad social de la que emergen y a la que contrarían (Mazzeo, 1006: 65).

Una definición similar de poder popular es la que plantean Ojeda y Cabaluz (2012) ya que establecen que este concepto debe entenderse de forma elástica y multiforme, como una categoría que “remite a una pluralidad de experiencias históricas en que las clases subalternas ejercieron poder de manera relativamente directa, en el seno de territorio o instituciones, buscando generar espacios libertarios y patrones igualitarios.” (Ojeda y Cabaluz, 2012: 217). Con esto, los autores plantean cinco coordenadas del poder popular que permiten dimensionarlo como práctica utópica vivenciada por sujetos que gestionan su realidad social en independencia del Estado y clases dominantes. Los autores reconocen como primera coordenada a la «concepción relacional» del poder popular. Esta hace referencia al poder como un fenómeno dialéctico que incorpora lo macro y lo micro, la sociedad civil y la política institucional, con avances y retrocesos en función de las clases subalternas. La segunda coordenada del poder popular es la «constitución del sujeto». Dicho término hace referencia a la definición que hacen los sujetos de sí mismos, reconociendo las luchas y el ejercicio de poder en un movimiento conflictual. En este sentido, lo popular implica impulsar un proyecto colectivo desde los explotados, dominados y oprimidos. La tercera coordenada es la «autonomía», que representa procesos de independencia de las clases dominantes, del Estado, las instituciones productivas y reproductivas del capitalismo. De esta forma, desde los movimientos sociales se desarrolla la autonomía como forma de auto organización, ajena a la delegación o representatividad y la producción capitalista, consolidando espacios de democracia directa. La cuarta coordenada refiere a la «soberanía». Este aspecto tiene relación con la disputa o la capacidad de anular al Estado como figura política benefactora de las clases dominantes. Este elemento no considera necesariamente la lucha por el Estado, sino que más bien como se democratiza y descentraliza el poder del Estado, desarrollando formas de 386

mando y acción, horizontal, democrático y heterárquico, que apunten a una simplificación de sus funciones en beneficio de la sociedad civil. Por último, los autores reconocen a la política «pre-figurativa» e inaugural de una nueva sociedad, que es la concreción histórica o momento parcial de una utopía social, lo que implica una nueva institucionalidad, construcción de espacios autónomos que en el ahora intentan anticipar y crear formas de organización de la sociedad pensada, del mañana. Movimiento estudiantil: sus implicancias de poder popular Antes de establecer algunos vínculos entre las coordenadas del poder popular con el movimiento estudiantil, cabe caracterizar a éste, principalmente en el año 2011, como un espacio social que integra posiciones y culturas políticas divergentes y múltiples, desde algunas reformistas o que pretenden generar cambios mediante el aparato institucional, hasta apuestas subversivas y desconfiadas de la clase política y del aparato institucional y son estas últimas las que se pueden relacionar con el poder popular. Por esto se considera un sesgo encasillar al movimiento en una óptica. Sin embargo, al movimiento como sí se le puede caracterizar como eje común, es la fuerza que en este contexto de postdictadura, ha sido la más reaccionaria como antagonismo crítico a las bases de la institucionalidad neoliberal. En cuanto a los elementos que permiten considerar algunas intersubjetividades y prácticas de actores y colectivos del movimiento estudiantil como agentes de poder popular, son las consideraciones desarrolladas por la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Segundarios (ACES, 2011). La primera hace referencia al control comunitario como mecanismo que permite desarrollar mayor participación de los agentes locales como profesores, estudiantes, apoderados y otros profesionales, descentralizando el poder del Estado y del mercado en las instituciones educativas. El segundo se puede representar en los pilares de la ACES (Vielma, 2011), que refiere a las tres “A”: Autonomía, autogestión y autoeducación. La autonomía refiere a la independencia de la organización política tradicional. La autogestión la figuran como un proceso de organización sustentable de espacios políticos y sociales, como las “tomas” de liceos. También representan la autogestión en las actividades culturales, ventas y aportes voluntarios. Por último, la autoeducación la reconocen mediante experiencias que dieron paso a grupos de estudios, formados desde la convivencia de los diversos estudiantes. El tercer aspecto que desarrolla la ACES y que se puede relacionar con el poder popular, es el asambleísmo o el conjunto de asambleas que desarrollan en sus reuniones y convocatorias, como mecanismo participativo de construcción de decisiones, alejándose de jerarquías y orgánicas partidistas donde cúpulas deciden y resuelven las decisiones. Si bien no es la intención situar a los y las jóvenes en un rol mesiánico como únicos responsables de las transformaciones para fortalecer procesos democráticos y participativos, cabe considerar que las experiencias y prácticas del movimiento de estudiantes permiten pensar la soberanía desde la sociedad civil, y en este marco de movilizaciones y de multiplicidades de acciones colectivas se hace ineludible sistematizar o registrar experiencias desde dichos actores para incrementar herramientas necesarias que propicien espacios para el apoyo mutuo, la autonomía, el devenir creativo de las acciones, 387

la gestión de lo social desde dichos agentes y a su vez construir aprendizajes que al menos se pretendan potenciadores de una democracia más participativa. Referencias bibliográficas. Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios. 2012. Propuesta para la educación que queremos. En, 2011: Aportes para interpretar una década de lucha por la educación. Santiago: Editorial Quimantú. Atria, F. 2013. Veinte años después. Neoliberalismo con rostro humano. Santiago: Editorial Catalonia. Guatarri, F. 1995. Cartografías del deseo. Buenos Aires: Editorial La marca. Guattari, F. 2004. Plan sobre el planeta. Capitalismo mundial integrado y revoluciones moleculares. Madrid: Editorial traficantes de sueños, Mapas. Foucault, M. 1998. Historia de la Sexualidad. La voluntad de Saber. México: Editorial Siglo XXI. Foucault, M. 2009. “La gubernamentalidad”. En Ensayos sobre biopolítica. Excesos de vida. Buenos Aires: . Editorial Paidós. pp 187- 215 Foucault, M. 2006. Seguridad, territorio, población. Curso en el collége de France (1977-1978). Buenos Aires: Editorial Fondo de Cultura Económica. Foucault, M. 2007. Nacimiento de la Biopolítica. Curso en el collége de France (1978-1979.) Buenos Aires: Editorial Fondo de Cultura Económica. Lazzarato, M. 2006. Por una política menor. Acontecimientos y políticas en las sociedades de control. Madrid: Editorial Traficante de sueños. Lechner, N. 2002. Las sombras del mañana, la dimensión subjetiva de la política. Chile: Editorial Lom. Marx, C. 2011. El Capital. Crítica de la economía política. Tomo I. Proceso de producción del capital. Santiago: Editorial LOM. Mayol, A. 2012. El derrumbe del modelo. Crisis de la economía de mercado en el Chile contemporáneo. Santiago: Editorial LOM. Mazzeo, M. 2006. El sueño de una cosa. Introducción al poder popular. Bueno Aires: Editorial el colectivo. Ojeda, P y Cabaluz, J. 2012. “Educación, movimientos sociales y poder popular. Apuntes teóricos para la praxis político-pedagógica”. En Movimientos sociales, populares y sindicales. Actuel Marx intervenciones N° 13, Editorial Lom. PNUD. 1998. Desarrollo humano en Chile, 1998: Las paradojas de la modernización. Chile: PNUD. PNUD. 2012. Bienestar subjetivo. La paradoja de repensar el desarrollo. Chile: PNUD. Salazar, G. 2011. En el nombre del poder popular constituyente (Chile siglo XXI). Santiago: Editorial Lom. Salazar, G. 2009. Del poder constituyente de asalariados e intelectuales Chile, siglos XX y XXI. Santiago: Editorial LOM. Salazar, G y Pinto, J. 1999. Historia contemporánea de Chile. Actores, identidad y movimiento. Santiago: Editorial LOM. Urrutia, M. 2004. “La hégira Touraine y el perpetuo ocaso de los movimientos sociales en América Latina”. En Ciencias Sociales Online, Volumen III, Nº 1. Universidad Viña del Mar. Disponible en: www.uvm.cl/csonline. Urrutia, M. 2012. Organización antagonista del poder popular en Chile. Orígenes tachados de una izquierda revolucionaria. En Movimientos sociales, populares y sindicales. Actuel Marx intervenciones N°13, Santiago: Editorial LOM. Vielma, A. 2011. “Debemos ponernos a la altura del periodo histórico que vivimos”, en 2011: Aportes para interpretar una década de lucha por la educación. Santiago: Editorial Quimantú. 388

Acerca del Núcleo de Estudios en Gubernamentalidad Hacia finales del año 2013 un grupo de académicos/as provenientes de distintas carreras, departamentos y facultades de la Universidad de Chile, comienzan a constituir una instancia de reunión para dialogar sobre racionalidades, discursos y prácticas de gobierno. Éste fue el objetivo perseguido tras la organización la Primera Jornada Transdisciplinar de Estudios en Gubernamentalidad. Dada la buena acogida brindada por la comunidad académica nacional e internacional a la realización de las Primeras Jornadas desarrolladas en septiembre del 2014, hemos decidido conformar el Núcleo de Estudios en Gubernamentalidad, propuesta apoyada por la Iniciativa Bicentenario Juan Gómez Millas, de la Universidad de Chile. El presente Núcleo tiene por objetivo convertirse en una plataforma en torno al legado de Foucault que aborda las cuestiones del poder desde el paradigma de la gubernamentalidad. Por este motivo, buscamos la coordinación de académicos de la Universidad de Chile con el fin de conformar una red de investigadores de universidades nacionales, potenciando la comunicación y colaboración con investigadores y centros extranjeros. Nos proponemos la generación de un diálogo inter y transdisciplinar para la promoción de los estudios en gubernamentalidad, recogiendo una diversidad de experiencias investigativas que permita proyectar una agenda científica y académica. Investigadores del Núcleo Rodrigo Karmy. (Director), Universidad de Chile. André Menard. (Director Alterno), Universidad de Chile. Luna Follegati. Universidad de Chile/Universidad de Santiago de Chile. Mauricio Sepúlveda. Universidad de Chile. Iván Pincheira. Universidad Católica Silva Henríquez/Universidad de Chile. Esteban Radiszcz. Universidad de Chile. Kamal Cumsille. Universidad de Chile. Inger Flem. Universidad de Chile. Nicolás Fuster. Universidad de Valparaíso. Hugo Sir. Universidad Nacional Andrés Bello. Svenska Arensburg. Universidad de Chile. Investigadores Asociados Federico Galende. Universidad de Chile. Rodrigo Zúñiga. Universidad de Chile. Carlos Ossa. Universidad de Chile. Cesar Leyton. Universidad de Chile. Carolina Bruna. Universidad de Chile. Jimena Carrasco. Universidad Austral de Chile. Robinson Torres. Universidad de Concepción. 389