LOS DOLORES DE LA VIRGEN

LOS DOLORES DE LA VIRGEN FERMÍN LABARGA GARCÍA La teología, la liturgia, la piedad popular y el arte cristiano han centrado con frecuencia su atenci...
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LOS DOLORES DE LA VIRGEN

FERMÍN LABARGA GARCÍA

La teología, la liturgia, la piedad popular y el arte cristiano han centrado con frecuencia su atención en uno de los episodios más patéticos y entrañables del Evangelio: la compasión de María manifestada en su dolor, profetizado ya por el anciano Simeón en la presentación de su Hijo en el Templo: “Y a ti, una espada te traspasará el alma” (Lc 2, 35). La espada atravesando el corazón de la Virgen es símbolo de sus sufrimientos o dolores, de las penas que María ofrece a Dios unidas a las de Cristo, especialmente durante la Pasión, en favor de la salvación del género humano. En el presente estudio, breve por necesidad, vamos a repasar el desarrollo de la devoción a los Dolores de la Virgen centrándonos en sus primeras manifestaciones en la literatura patrística y, posteriormente, en los autores medievales; luego analizaremos la influencia decisiva que ejercieron los servitas en la propagación del culto cuyo máximo esplendor se alcanzó a partir de la fundación de la venerable orden tercera y de las cofradías puestas bajo esta advocación. Señalaremos también sus múltiples manifestaciones tanto en la predicación como en la piedad popular; por último, se ofrecerá una síntesis sobre el origen y la evolución del tema iconográfico de la Virgen de los Dolores1.

1. De propio intento, y dada la brevedad de estas líneas, hemos omitido la consideración bíblico-teológica de los dolores de María. Remitimos al lector interesado a los siguientes estudios: [H. DELEHAYE], “La Vierge aux sept glaives”, en Analecta Bollandiana, t. 12 (1893), pp. 333-352; R. BERNARD, “Notre-Dame des Sept-Douleurs”, en Vie Spir. 28

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1. Los dolores de la Virgen en la teología patrística y en los autores medievales En los primeros siglos del cristianismo, los santos padres y otros escritores eclesiásticos contribuyeron a dar cuerpo a la devoción de los Dolores de la Virgen extrayendo las consecuencias teológicas de las referencias evangélicas relativas a la presencia de María en el misterio de Cristo y, muy especialmente, en su Pasión. Luego, ya en la edad media los teólogos asentaron la doctrina que los religiosos popularizarán entre el pueblo cristiano. Son, pues, dos momentos de elaboración de la doctrina, decisivos para su posterior florecimiento. Los padres de la Iglesia y los escritores eclesiásticos pronto se hicieron eco de los dolores sufridos por María según narran los Evangelios, y de forma muy especial, se refirieron a la espada de la profecía de Simeón y a su presencia en el Calvario. Orígenes y algunos otros como san Basilio2, san Gregorio de Nisa3, Anfiloco de Iconio4 o san Cirilo de Alejandría5, apoyados en su autoridad, interpretaron la espada, de un modo singular y extraño, como “la espada de la infidelidad y de la duda” que habrían asaltado a la Virgen durante la Pasión de su Hijo6. Esta interpretación rápidamente quedó desechada y prevaleció la de aquéllos que veían en la espada la representación gráfica de los dolores que

2. 3. 4. 5. 6. 7.

(1931), pp. 125-138; A. LUIS, “Evolutio historica doctrinae de Compassione B. Mariae Virginis”, en Marianum 5 (1943), pp. 261-285; AUGUSTIN LEPICIER, Mater Dolorosa. Notes d´histoire, de liturgie et d´iconographie sur le culte de Notre-Dame des Doulerurs, Aux. Ed. Servites, Spa 1948; EMILE BERTAUD, “Doleurs (notre Dame des sept-)”, en Dictionnaire de Spiritualité ascétique et mystique, t. III, Beauchesne, París 1957, fasc. XXIV, col. 1.686-1.701; GABRIELE M. ROSCHINI, Diccionario Mariano, Editorial Litúrgica Española, Barcelona 1964, pp. 149-158; SILVANO MAGGIANI, “Dolorosa”, en STEFANO DE FIORES – SALVATORE MEO (dir.), Nuevo Diccionario de Mariología, Ed. Paulinas, Madrid 1988, pp. 633-643. SAN BASILIO MAGNO, Epístula 260, PG 32, 968 a. SAN GREGORIO DE NISA, De occursu Domini, PG 46, 117 b. ANFÍLOCO DE ICONIO, In occursum Domini, PG 39, 57 b. SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, In Ioannis Evangelium, 12, PG 74, 661 b. ORÍGENES, In Lucam 17, PG 13, 1845 bc. I. LAMY, S. Ephrem Syri Hymni et sermones, Malines 1882-1902, p. 574.

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afligían el corazón de María. Ya san Efrén7 se refería a la espada en este sentido, luego unánimemente aceptado, como también lo hicieron Abrahán de Éfeso8, san Ambrosio9, san Agustín10 y san Juan Damasceno11; a partir del siglo VIII es sentencia común entre todos los autores. Por su especial importancia hay que citar los Trenos, una obra de san Efrén, atribuida también a san Román el Meloda. Son dignas de mención igualmente la bella homilía de Gregorio de Nicomedia titulada In sanctissimam Mariam assistentem Cruci12 y la obra de san Gregorio Nacianceno, titulada La Pasión de Cristo y concebida como un drama griego en el que María representa el papel protagonista: “¡Desventurada de mí! Cuánto es ahora mi dolor. Es, en verdad, insoportable e indescriptible”. Pero en el corazón traspasado por la espada del dolor se alberga la esperanza: “Lloro y he de llorar hasta ver resucitado al que ahora es cadáver”13. Tanto en Oriente como en Occidente a finales del siglo VIII la interpretación común es que la espada representa la compasión de María, cuyo culto se desarrollará con fuerza en los siglos siguientes; los autores tratan de penetrar en los sentimientos más íntimos de la Virgen durante la Pasión de Cristo. No es de extrañar, por lo tanto, que sus obras alcancen altas cotas de lirismo, como queda de manifiesto en los Trenos o Lamentaciones de san Germán de Constantinopla14 o en las de Simón Metafraste15. También en la cristiandad occidental los autores se complacen en mostrar esos sentimientos de María y así tenemos a san Beda el Venerable16 o a Pascasio Radberto quien

8. ABRAHÁN DE ÉFESO, Homilia super Hypapante, PO 16, 452, nº 6. 9. SAN AMBROSIO, De institutione virginis, 7, PL 16, 318 c. 10. SAN AGUSTÍN, Epístula 149, PL 33, 644. No habla mucho de los dolores pero refiere que la espada profetizada por Simeón significa “el sentimiento de dolor que hiere su alma maternal”. 11. SAN JUAN DAMASCENO, De fide orthodoxa 4, 14, PG 94, 1.161 d. 12. GREGORIO DE NICOMEDIA, In sanctissimam Mariam assistentem Cruci, PG 100, 1.489 c. Este autor señala a la Virgen como “única asociada a la pasión saludable”. 13. GREGORIO NACIANCENO, La Pasión de Cristo, Biblioteca de Patrística 4, Editorial Ciudad Nueva, Madrid 2 1995, pp. 93 y 99 (vv. 904-905 y 1.040). 14. SAN GERMÁN DE CONSTANTINOPLA, In Dominici Corporis sepulturam, PG 98, 269 a - 277 b. 15. SIMÓN METAFRASTE, PG 114, pp. 209-217. 16. SAN BEDA EL VENERABLE, Homilia in Purificatione, PL 94, 81 d - 82 a. 17. PASCASIO RADBERTO, Epístula 9 de Assumptione, PL 30, 138 b. 18. HONORIO DE AUTÚN, Sigillum B. Mariae, PL 183, 437 c., señala explícitamente que “la santa Madre de Dios sobrepasa a todos los mártires por la eminencia de su pasión”.

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Antiguo grabado de Nuestra Señora de los Dolores.

señala a la Virgen como “más que mártir”17, imagen afortunada recogida por Honorio de Autun18 y repetida luego abundantemente, destacando san Bernardo quien, de forma auténticamente conmovedora, refería en sus sermones todos los tormentos de la Pasión a la Virgen, que los sufría en su espíritu de forma real19. En esta misma línea, Ricardo de San Víctor señalará que la razón de estos sufrimientos de María es su amor: porque ama, sufre20. En la segunda mitad del siglo XI la piedad cristiana comienza a concretar la devoción a los Dolores, para lo que se va fijando en aquellos

19. SAN BERNARDO, De 12 praerogativis Mariae 14, Pl 183, p. 437 ss. 20. RICARDO DE SAN VÍCTOR, In Cantica 26, Pl 196, 484 a.

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momentos en que queda más patente el sufrimiento de María. En principio, y de forma mimética, se señalaron cinco dolores, como cinco eran las llagas de Cristo, contrapuestas a los cinco gozos o alegrías. Según señala Roschini, “este elemento nuevo en la historia del culto de la Dolorosa se encuentra en la más antigua colección (siglo XI) de los Milagros de María (Liber de miraculis sanctae Dei genitricis Mariae, publicado por B. Pez [Ven. Agnetis Blaunbekin Vita et Revelationis, Viena 1731, p. 305 ss] y por él atribuida a Photo de Prüfening). En ella se cuenta que un clérigo, muy devoto de la Virgen, tenía la laudable costumbre de “cantar” a menudo la antífona Gaude Dei Genitrix. El historiador, después de transcribir toda la antífona, hace notar que la Iglesia, uniéndose cinco veces a la alegría y gozo de María, ofrece una especie de compensación por la espada de dolor que le traspasó el alma a la vista de las cinco llagas de Cristo en la Cruz”21. Este mismo sentimiento de compasión con María se encuentra en otros autores como Anselmo de Lucca o san Anselmo de Canterbury quien quería “con-sufrir” con María los dolores que ella “con-sufría” con su Divino Hijo22. Se trata, en definitiva, de la compasión de María, aspecto muy profundizado con posterioridad, que dio título incluso a la primera celebración litúrgica en honor de los Dolores de la Virgen, y cuya primera mención algunos autores atribuyen al mismo san Anselmo23. La devoción a los Dolores se hizo omnipresente en la Edad Media y buena prueba de ello son las continuas referencias en la literatura, la poesía y las bellas artes en general. Alfonso X el Sabio le dedica una de sus Cantigas “a os sete pesares que viu Santa Maria de su Fille”. Por su parte, Gonzalo de Berceo compone el Duelo que fizo la Virgen el día de la Passion de su Hijo. Son tan sólo dos ejemplos, pero podrían multiplicarse hasta el infinito. No obstante el desarrollo y popularidad de la devoción a la compasión, santa Brígida en sus Revelaciones indicaba que la Virgen le había dicho las siguientes palabras: “Mas ahora miro a todos los que viven en el mundo, por ver si hay quien se compadezca de mí y mediten mi dolor; mas hallo poquí-

21. ROSCHINI, o. c., p. 153. 22. SAN ANSELMO DE CANTERBURY, Ópera, t. 3, Edimbourg 1946, p. 8.; PL 158, pp. 903-904. 23. ANDRÉ WILMART, Auteurs spirituels et textes dévots du Moyen Age latin: Études d’histoire littéraire, Études Augustiniennes, París 1932, p. 502. 24. SANTA BRÍGIDA, Celestiales Revelaciones de Santa Brígida, Princesa de Suecia, Madrid 1901, p. 136.

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simos que piensen en mi tribulación y padecimientos”24. Sin duda, una llamada de atención de la santa princesa de Suecia a sus contemporáneos con el fin de urgirles a la conversión por medio de la contemplación de la pasión de Cristo y los dolores de su Madre. La devoción continuó evolucionando conforme lo hacía su paralela de los gozos o alegrías de María. Cuando en el siglo XIII se hable ya de los “siete gozos” de Nuestra Señora (por primera vez en el poema Virgo templum Trinitatis del canciller Felipe) comenzará también a hablarse de los “siete dolores”, en cuya fijación desempeñaron un papel principal los servitas. Estos siete dolores son: 1º.- la profecía de Simeón; 2º.- la huida a Egipto; 3º.- el Niño perdido y hallado en el Templo; 4º.- el encuentro de Jesús y su Madre en la calle de la Amargura; 5º.- la Crucifixión; 6º.- el descendimiento de la Cruz; y 7º.- la sepultura del Señor25.

2. La Orden de los Siervos de la Virgen María Benedicto XIV y otros autores creen que la fijación de los dolores de la Virgen en siete se debe principalmente a los siete santos fundadores de la Orden de los Siervos de la Virgen María, afirmación que no está históricamente comprobada. De lo que no cabe duda, sin embargo, es de que esta orden contribuyó decisivamente a fijar y extender la devoción a la Virgen de los Dolores por todo el occidente cristiano.

25. CONRADUS M. BERTI, “De cultu septem dolorum S. Mariae” en Marianum 2 (1940), pp. 81-86. 26. Para la historia de la Orden existen las fuentes clásicas, como los Annales Ordinis Servorum B.M.V., Lucae, pp. 1.719-1.725 (tres volúmenes) o Monumenta Ordinis Servorum B.M.V., Bruxellis-Romae p. 1.897 ss (veinte volúmenes); más recientemente se ha producido una auténtica floración de estudios impulsados desde el Marianum de Roma, especialmente mediante la revista Studi Storici dell’Ordine dei Servi di Maria. Existen obras de síntesis como FRANCO ANDREA DAL PINO, I Frati Servi di S. Maria dalle origine all´approvazione, Louvain 1972 y, también una colección de estudios, los Quaderni di Monti Senario. Sussidi di Storia e Spiritualità: Alle Origini dei Servi. I fatti e la loro rilettura nell´Ordine lungo i secoli, Edizioni Monte Senario 1979; I Servi nel Trecento. Squarci di Storia e documenti di spiritualità (1980); I Servi di Maria nell’età delle Riforma (1981); I Servi di Maria nel clima del Concilio di Trento (1982); I Servi di Maria nel Seicento (1985); I Servi di Maria nel Settecento (1986); I Servi di Maria nell’Otto-Novecento (1988). Un buen resumen en GABRIEL Mª ROSCHINI, La Madre de Dios según la fe y la teología, II, Editorial Apostolado de la Prensa, Madrid 1955, pp. 677-705.

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La Orden de los Siervos de la Virgen María26, popularmente conocidos como servitas, fue fundada en Florencia en 1233 por siete jóvenes deseosos de alcanzar mayor perfección cristiana impulsados por su devoción a la Virgen (todos ellos pertenecían a la Sociedad Mayor de Nuestra Señora, cuyos miembros eran conocidos como laudenses) y bajo cuya protección se pusieron: Buonfiglio dei Monaldi, Giovanni di Buonagiunta, Bartolomeo degli Amidei, Ricovero dei Lippi-Ugguccioni, Benedetto dell´Antella, Gherardino di Sostegno y Alessio de Falconieri27. A pesar de que pertenecían a las mejores familias florentinas, dedicadas principalmente al comercio, abandonaron su posición para vivir en comunidad bajo la supervisión del Obispo, practicando la oración en un ambiente de gran austeridad, retirados en el Monte Senario. Según narra la Legenda de origine Ordinis Servorum28, mientras se encontraban en oración durante la noche del Viernes Santo de 1240, recibieron la aparición de la Virgen vestida con hábito negro, que les ordenó fuera adoptado como distintivo de la nueva Orden que habrían de

27. Los Siete Santos Fundadores fueron canonizados conjuntamente el 15 de julio de 1888 por León XIII; su fiesta litúrgica se celebra el 17 de febrero. Sobre su vida existe una curiosa obra, de esmerada presentación, que incluye siete preciosos grabados de los fundadores: JOSEPH DE SEGARRA Y BALDRICH, Historia del origen, y fundación del Sagrado Orden de los Siervos de María, y vidas de sus siete Beatos Fundadores: sacadas de la que el Rmo. P.M. Fr. Francisco María Pecoroni, Ex-General del mismo Orden, recopiló en italiano del Proceso de Canonización de dichos siete Beatos Fundadores, de los Anales de la Religión, y otros Autores, con el origen del Tercer Orden ò Congregaciones de los Dolores, y al fin del Libro los Sumarios de las Indulgencias concedidas, tanto al Orden como à las Congregaciones, ultimamamente confirmadas por la Santa Sede. Por D. Joseph de Sagarra, y Baldrich... Congregante de la Congregación..., Barcelona, por los herederos de Bartholomé Giràlt, [s. a.] (1764), 438 pp. 28. Monumenta…, pp. 60-105. Se trata de un documento contemporáneo atribuido a Pietro di Todi, General de la Orden de 1314 a 1340, escrita en 1318 con los relatos aportados por san Alejo Falconieri antes de su fallecimiento en 1310 y por algunos de los primeros servitas. Existe una edición crítica de 1951. 29. San Felipe Benicio tuvo la oportunidad de explicar el significado del hábito negro que vestía al satisfacer la curiosidad de dos dominicos intrigados por la orden a la que pertenecía: “Somos frailes Siervos de la Gloriosa Virgen María y vestimos el hábito de su Viudez y Soledad”. Cuenta también la crónica fundacional que la propia Virgen se apareció al Inquisidor General de Roma, san Pedro mártir, para animarle a apoyar a la nueva Orden explicándole que vestían hábito negro “para manifestar la humildad de María y para significar claramente el dolor que Ella sufrió en la aflictísima Pasión de su Hijo”, en Con María junto a la Cruz. Carta del Prior General de la Orden de los Siervos de María, Curia General OSM, Roma 1992, p. 6.

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comenzar bajo la Regla de san Agustín29. Los hechos fueron luego adornados con adiciones legendarias que se transmitieron edición tras edición: “La noche del Viernes Santo de aquella misma Quaresma, que fue a 25 de Marzo, dia también dedicado a la Anunciacion de nuestra Señora; a la Encarnacion del Divino Verbo, y a su preciosissima Muerte; estando en altissima contemplacion… [vieron cómo] descendía la Augusta Emperatriz de Cielo y Tierra, servida, y adorada de muchos Choros de Angeles, y que unos trahian siete Habitos Negros; otros mysteriosas insignias de la divina Passion; un angel tenia abierto un hermoso Libro; otro un Escudo de Armas que en su campo azul se leía de letras de Oro este Lema: SIERVOS DE MARIA; y otro Angel presentaba una Palma vistosisima, y acercandose la Santissima Virgen a los siete estaticos, y dichosos Siervos suyos, que no se atrevian a levantar los ojos de humilde encogimiento, les dio con amorosa benignidad la Regla de San Agustín, que contenía aquel hermoso libro; los aclamó por verdaderos Siervos suyos, dandoles pacifica possesion de este soberano Titulo, que tantas veces les vaticinó por boca de los niños; los vistió de aquel Habito Negro, que texió en el Cielo su primorosa mano, teñido con la tinta negra de nuestros pecados, y ingratitudes, que fueron la causa de sus Dolores (con que depusieron el ceniciento, que hasta entonces usaron) y selló tan especiales finezas con estas dulcissimas palabras: Recibir este Habito lugubre, que perpetuamente vestireis, y todos mis Hijos y Siervos, para traher siempre ante los ojos de la consideracion la memoria de mis Dolores, Viudez y Soledad; y con vuestra vida irreprehensible, Santos Exercicios, Predicación, y Exemplos aveis de encender, y enfervorizar a todos los mortales en el culto, y compasión de mis Dolores” 30. Ésta es la fundación propiamente dicha de la Orden, momento a partir

30. MARTÍN DE GOROSTIZA, Breve Noticia de el Hábito, y Corona de los Siete Dolores de María Santíssima, Universal Sacra Vandera de su Piedad para alistar a todos los Pueblos, y Naciones en su Regia servidumbre. Favores, y Privilegios de sus Devotos, Indulgencias concedidas por la Silla Apostólica, y otros Motivos poderosos, que todos tenemos de ser Siervos de Nuestra Señora de los Dolores, Impreso en Vitoria año 1739, pp. 71-72.

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del cual empezaron a juntárseles otros con el mismo propósito. En 1249 reciben de Sixto IV la primera aprobación pontificia, confirmada por su sucesor Alejandro IV en marzo de 1256 cuando se agruparon todas las congregaciones que seguían la regla agustiniana, a excepción de los servitas. La Orden, mientras tanto, se iba extendiendo por Italia, de forma que se crearon, primero, las provincias de Toscana y Umbría, y, luego, las de Romagna y Lombardía. Pero seguía sin aprobación definitiva y hubo de atravesar momentos muy difíciles, especialmente durante el generalato de san Felipe Benicio pues el II Concilio de Lyon en 1274 urgió de nuevo la agrupación de los institutos religiosos, entre ellos éste de los servitas que era suprimido por el papa Inocencio V en 1276. No obstante, su general, consiguió del nuevo pontífice Juan XXI su restablecimiento, siendo definitivamente aprobado por Benedicto IX el 11 de febrero de 1304 mediante el decreto Dum levamus. Esta Orden se propagó rápidamente no sólo por Italia sino también por el resto de Europa, teniendo casas ya en el siglo XIII en España, Francia y Alemania, que superaban el centenar en el siglo XIV, entre ellas las erigidas en Hungría, Bohemia, Austria, Polonia y Bélgica, con misiones abiertas en Creta y en la India. A santa Juliana de Falconieri se debe la fundación de la rama femenina de las monjas servitas, también conocidas como mantellate. A los frailes se les conocía como Hermanos de la Pasión, y en otras partes Hermanos del Ave María, porque con estas palabras comenzaban y acababan sus discursos”31.

Los servitas en España La historia de los servitas en España comienza en 1373 debido al interés del padre general Mannucci32. Señala el cronista servita Piermajus que: “Lucam pratensem, eximium illum verbi Dei concionatorem, eloquentia sua in Hispaniarum ac Lusitaniae regnis tantum valuisse, ut sex Ordine novas domus in locis illis aperiret (…) Ex his vero novam constitutam fuisse provinciam, quae hispanica apellanda esset, atque Lucam ipsum, cuius laboribus

31. BASILIO SEBASTIÁN CASTELLANOS DE LOSADA, Biografía Eclesiástica, XXVII, Madrid 1867, p. 92 (este artículo ofrece abundantísimos datos sobre la Orden en las pp. 75-113). 32. Annales…, I, p. 329.

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comparata fuerat, primum stitutum fuisse (...) Cuius quidem Lucae laboribus haud desistentibus, brevi sex aliae domus in regnis illis acquisitae sunt, et secunda provincia constituta nomine provinciae lusitanicae, cum prior nomen provinciae Castellae obtinuerit. Consequentibus tamen annis ob diuturnum schisma Benedicti de Luna domus illae perierunt, recedentibus inde Fratribus nostris, ne schismati consentire viderentur”33. La misión encomendada al fraile era, obviamente, la de “ibi Deiparae Virginis cultum promoverent, Servorumque ipsius Ordinem disseminarent”34. En la misma línea, Gorostiza indica que: “en año de 1373 passó a estos Reynos el Maestro Fray Lucas de Prado con Autoridad de Apostolico Misionero por Nuestro S. P. Gregorio XIII y exercitó con tanto fruto el sancto ministerio que alistó en el Estandarte de los Dolores a Arrigo Rey de Castilla, a Juan Rey de Navarra, a Pedro IV Rey de Aragon, y a Fernando Rey de Portugal con los principales de estas Cortes, y de muchos Pueblos de sus Dominios, donde fundó Congregaciones de los Siete Dolores con edificación universal de estos Reynos”35. Parece que incluso se logró alcanzar la erección de una provincia autónoma para Castilla y Portugal36. Pero esta pujanza duró bien poco ya que se vieron precisados a cerrar los conventos por su obediencia al Papa de Roma

33. ALEXANDER PHILIPPUS M. PIERMAJUS, Memorabilium Sacri Ordinis Servorum B. M. V. Breviarium, vol. II, Romae 1929, p. 117. 34. PIERMAJUS, o. c., p. 17. 35. GOROSTIZA, o. c., p. 110. 36. Annales…, I, p. 330. 37. Este dato se recoge también en los libros de la Congregación de Lérida según datos aportados por FERNANDO L. GRACIA MAZARICO, Historia de la Real y Venerable Congregación de Ntra. Sra. de los Dolores de Lleida, I, Lleida 1999, p. 40: “floreció en estos Reynos la devoción a los Dolores y su Sagrada Religión gracias a la diligencia del P. Mt. Lucas de Prado que con Breve de Gregorio XII vino de Roma a España (como) Predicador Apostólico hasta que llegó el año tan infeliz de 1378 que a un mismo tiempo se hallaban 3 Pontífices que fueron Clemente Antipapa, Benedicto XI (sic), que fue Dn. Pedro de Luna, y Urbano 6, a quien nuestra sagrada religión obedeció siempre, por lo cual se hallaron los Relixiosos precisados para dexar sus Conventos y Poblaciones en toda España”.

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durante el Cisma de Occidente37. Sólo permanecieron abiertas las casas de monjas Siervas de María ubicadas en Sagunto y León. Existen referencias, todavía poco claras, sobre conventos de servitas en Oropesa, Mansilla de las Mulas, Valencia y Valladolid, fundado éste ya en el año 1428 por frailes llegados de Portugal, donde tenían casa en Lisboa y Coimbra. Según Rossi, diez años más tarde se trasladaban a Barcelona38, continuando su difusión principalmente por el área mediterránea. Después de abandonar España a raíz de la obediencia durante el Cisma, regresan a Barcelona donde se encuentran de nuevo en 1504, habitando en Montjuich junto a la ermita de santa Madrona desde 1576 hasta su traslado al convento urbano del Buen Suceso en 1618. Hacia 1580, durante el generalato del padre Tavanti, los servitas acometen con decisión su añorado proyecto de expansión en España; de ahí que florezcan abundantemente las fundaciones en muy pocos años hasta constituir una provincia autónoma39, erigida por el Capítulo general de 1633 (hasta ese momento sus conventos estaban integrados en la provincia Narbonense40). En 1599, según se desprende de una carta cruzada entre el cardenal Aldobrandini y el nuncio en España, Mons. Caetani, ya existían tres conventos de frailes próximos a Barcelona, así como dos de monjas también en

38. DAMIAN M. CHARBONEAU, “The Servites in Barcelona” en Studi Storici O. S. M. vol. XXX (1980) pp. 5-85. 39. ALESSIO MARÍA ROSSI, Manuale di storia dell´Ordine dei Servi di Maria, Roma 1956, pp. 279284; PIERMAJUS, o. c., vol. IV, Roma 1934, pp. 279-289 señala que en 1596 se fundaba “Conventus Visitationis B. Mariae de Samboy”; en 1602 el “Conventus S. Sepulchri de Quart in regno Valentiae”; en 1604 el de “S. Mariae Gratiarum de Empuries”; en 1607 el de “S. Laurentii de Villa Rotunda”; en 1609 el “Conventus Visitationis B. M. V. de San Boij dioecesis barcinonensis”; en 1611 el de “S. Martialis de Marzà Derthusae”; en 1612 el “Conventus S. Michaelis Arcangeli et S. Annae de Castro Montalto in regno Valentiae”; en 1618 el “Conventus S. Mariae de Bono successu Barchinonae”; y en 1624, el de “S. Mariae de septem Doloribus Valentiae”. 40. Idem, o. c., pp. 291-292, dice textualmente: “Insuper provinciis praedictis adjungenda est provincia Cataloniae in Hispania, quae reapse canonice erecta fuit, seu potius ut talis declarata, in Comitiis generalibus anni 1633 (cfr. Ann. II 520) absque praejudicio narbonensis, quae (…) paucos habebat conventus in regione”. 41. Idem, loc. cit. señala “che stanno vicino a Barcellona” (sic).

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Grabado de la Virgen de los Dolores de la Cofradía de los Servitas de Sevilla.

la misma zona41. Existían ciertos abusos en cuanto a la disciplina en estos conventos, por lo que el General debía enviar un Visitador; no obstante, años después, en 1600 el problema persistía42, de tal forma que se llegó a retirar a los frailes la dirección de los conventos de monjas existentes en Valencia, que pasaron a depender jurídicamente del Arzobispo, incluido el

42. Idem, loc. cit.: “il Card. Aldobrandini scrive a Mons. Ginn asi, Nunzio di Spagna, in resposta ad una sua precedente, scrittagli in proposito dei Frati Serviti di Barcellona, che sarebbe bene di estinguere l´Ordine di detti Frati in Spagna secondo il senso del Vescovo di quella città”. 43. Idem, p. 298.

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“Monasterium Pedis Crucis de Valentia”, fundado en 156643. Las cosas mejoraron sin duda, a tenor de lo que se desprende de la Relación realizada en 1667 por el padre Francisco Epifanio44. En 1705 la provincia española contaba con 197 religiosos en diez conventos: Nuestra Señora del Buen Suceso en Barcelona, Ampurias (1606), Banyolas (1638), Semboy (1596), Villa Rotonda (1607) y Marzá (1611), todos ellos en Cataluña; en el reino de Valencia existían los de Quart (1602) y Montan (1612). En Aragón, los de Las Cuevas (1497) y Bolea (1700). También había otro en Belloch, pero se indica que “olim in Catalonia, nunc in Gallia”45. A mediados del siglo XVIII los frailes ascendían exactamente a 203 (algo menos del diez por ciento del total de la Orden), número que se mantuvo con altibajos hasta la supresión de casas religiosas en 1835, obligando a sus frailes a emigrar a otros lugares más propicios, como los Estados Pontificios, o a exclaustrarse y pasar al clero secular. Se calcula que fueron algo más de trescientos los servitas afectados por la Desamortización y diez los conventos clausurados46. En líneas generales, la Orden tuvo su principal foco de irradiación en Barcelona, concentrando sus conventos principalmente en Cataluña y Valencia. Tenían también algunas casas en el centro de la península, destacando las de Madrid y Segovia, y también existen datos sobre la presencia de servitas en Málaga y Sevilla entre 1700 y 1833. Por el contrario, no hubo comunidad en Sagunto donde tan sólo residía un fraile para atender a las monjas servitas de clausura. La zona en la que ejercieron menos influencia fue el norte, si bien hasta allí se extendió también la devoción a los Dolores, al igual que ocurrió en América, donde se encuentra generalizada.

44. VICENTE LLORENTE PÉREZ, “Relación de fray Francisco Epifanio Cedó sobre el estado de la provincia española de los Siervos de María (1667)” en Studi Storici dell’Ordine dei Servi di Maria, vol. XLIX (1999), pp. 185-220. 45. ROSSI, o. c., p. 282. 46. MANUEL REVUELTA GONZÁLEZ, La Exclaustración (1833-1840), BAC 383, Madrid 1976, pp. 15-22; 294; 331. 47. Están ubicadas en Madrid (Iglesia de San Nicolás), Plasencia, Valencia y Denia. Las monjas servitas, sin embargo, no tuvieron que abandonar sus conventos y por eso se mantienen los antiguos monasterios de Madrid, Mislata y Sagunto (Valencia). Para más información ver http://mural.uv.es/anbomud/.

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Tan sólo a mediados del siglo XX regresarían a España, contando en la actualidad con cuatro casas47.

3. La Venerable Orden Tercera y las cofradías de la Virgen de los Dolores El fin y objeto propio de esta nueva Orden de los Siervos de la Virgen María era la santificación de sus miembros y de todo el mundo por medio de la devoción a la Virgen, especialmente mediante la contemplación de sus Dolores durante la Pasión y Muerte de su Hijo. No resulta, pues, extraño que alcanzara gran popularidad entre el pueblo cristiano habituado a vivir esta devoción, por la que sentía un gran aprecio. Para conseguir su fin, la Orden abrió sus puertas a los laicos mediante la institución de la Venerable Orden Tercera de Nuestra Señora de los Dolores (a partir de ahora, V.O.T.). Y, de igual manera, se sirvió de la fundación de cofradías y hermandades para el fomento del culto a la Dolorosa, si bien éstas ya existían con anterioridad. En cualquier caso, conviene saber que hasta 1692 no va a ser oficial el patronazgo de la Virgen de los Dolores sobre la Orden servita; el 9 de agosto de dicho año, el papa Inocencio XII la proclamaba patrona canónica principal de la Orden en atención a la devoción que desde sus orígenes venía manifestando hacia los Dolores de la Virgen. Los servitas hicieron del color negro de su hábito y del emblema del corazón traspasado por siete puñales los distintivos principales de la Orden y, por extensión, de la devoción a la Dolorosa. Este emblema “no fue inventado por mera casualidad o por razones estéticas como pudiera pensarse, sino que nació por el celo que mantenían los servitas en creer y defender que fueron siete los principales dolores de Nuestra Señora, frente a otras opciones que exponían otros números”48. La influencia que ejerció en los hábitos y distintivos tanto de la V.O.T. como de las muchas cofradías fundadas para

48. JUAN CARLOS MARTÍNEZ AMORES, “La V.O.T. Servita de Sevilla y el grabado. Iconografía de la Virgen de los Dolores”, en JOSÉ RODA PEÑA, I Simposio sobre Hermandades de Sevilla y su provincia, Fundación Cruzcampo, Sevilla 2000, p. 131.

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venerar a la Dolorosa es patente. Respecto a la V.O.T. cabe decir que surgió por el interés de algunos laicos en vivir el espíritu de la Orden servita pero conservando su estado. Este fenómeno, muy habitual en las grandes órdenes religiosas, especialmente las mendicantes, supuso un enorme impulso para los servitas ya que su espiritualidad saltaba de esta forma hasta el pueblo cristiano, muy inclinado a la consideración de los Dolores de la Virgen. Refiere el cronista que: “como no todos pueden ser religiosos, y a todos desea la Santisima Virgen (sean) compasivos con sus Dolores… así que fundó la Religión de sus Siervos dispuso el Altisimo que muchisimas personas de uno y otro sexo recibiesen de nuestros bienaventurados Padres el Santo Hábito negro para que, a imitación suya no hubiere nadie que alegase excusa, y todos se empleasen en tan santo y provechoso exercicio como es meditar la Pasión sacrosanta del Señor y los Dolores de su Santisima Madre, que es el objeto que continuamente ha de atenderse, y el espejo donde siempre ha de mirar el verdadero Congregante y Siervo de esta Soberana Señora”49. En sus comienzos recibió el nombre de Compañía o consorcio de los Servitas, encontrándose la denominación de Tercera Orden en 1497 por primera vez. En el siglo XVI también será conocida como Congregación del Hábito. Su regulación estaba determinada por la bula Sedis Apostolicae Providentia dada por Martín V en 1424, posteriormente refrendada por Inocencio VIII en 1487 mediante la bula Mare Magnum. Esta legislación para la V. O. T. se mantuvo vigente prácticamente hasta el siglo XX, cuando bajo Pío XI se promulgó una nueva regla en vigor hasta los años posteriores al Vaticano II en que cambia de nombre pasando a denominarse Orden Seglar de los Siervos de María con nuevo reglamento adaptado a las circunstancias actuales. Se puede decir que allí donde llegaban los servitas quedaba instituida la V. O. T., no sólo en España –donde se extendió con rapidez a lo largo del

49. GRACIA MAZARICO, o. c., p. 31.

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XVIII sin duda por la gran devoción precedente a la Virgen de los Dolores– sino también por América. Conocemos bien el caso de México donde la Tercera Orden se fundaba por obra de don Cristóbal Espínola en 1786, reuniéndose en una capilla del convento de san Francisco de México. En ella ingresaron importantes personalidades de la época guiadas por su devoción a la Virgen de los Dolores, según apunta Charboneau50. Lo mismo ocurrió en otros lugares, como Brasil, donde tras la tentativa fallida de erigirla en 1734, finalmente se consiguió en 1791. La V. O. T., en principio, sólo se podía establecer en iglesias u oratorios regidos por los servitas pero, dada la escasez, especialmente fuera de Europa, el General permitió que se erigiera en cualquier templo siempre y cuando contara con la preceptiva autorización del Ordinario. Además, como norma general, se establecía para su fundación que no hubiera otra en un radio de dos leguas. Propiamente no se trataba de una cofradía pues las órdenes terceras “son superiores a éstas y ocupan un lugar intermedio entre las Congregaciones religiosas de votos simples y las Cofradías. Se diferencian de aquéllas en carecer de los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, y se distinguen de las Cofradías en tener Regla aprobada por el Papa, noviciado, profesión y hábito propio”51. Siendo esto así en teoría desde el punto de vista canónico anterior al actual C. I. C. de 1983, sin embargo, en la práctica muchas de las congregaciones de la Virgen de los Dolores consideradas como órdenes terceras no pasaban de ser una cofradía con un plus de espiritualidad y ciertas ceremonias regulares. La V. O. T. contaba con sus propios manuales para la correcta organización y la celebración de los ejercicios piadosos; entre ellos destacan la obra publicada en 1687 por el padre Lorenzo Reymundínez titulada Congregante

50. DAMIAN M. CHARBONEAU, “A survey of the Servite third Order Apostolate in Mexico (1791-1861)”, en Studi Storici O. S. M. vol X (1960) pp. 118-131; “Servite ‘Terceros’ in Mexico, phase two”, en Studi Storici O. S. M. vol. XIV (1964) pp. 277-301. 51. P. FERRERES, Las Cofradías y Congregaciones Eclesiásticas según la disciplina vigente. Tratado Canónico con numerosas anotaciones sobre las Terceras Ordenes Seculares…, Barcelona 21.907, pp. 5-6; EMANUELE BOAGA, “Tiers Ordres Séculiers”, en Dictionnaire de Spiritualité, Ascétique et Mystique XV, col. 946-960. 52. LORENZO REIMUNDÍNEZ, Congregante y siervo perfecto de la Santissima Virgen de los Dolores, por Francisco Suria y Burgada, Barcelona 1785.

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y siervo perfecto de la Santissima Virgen de los Dolores52, que fue ampliamente difundida a tenor de las sucesivas ediciones hasta el siglo XX, la primera de las cuales tuvo lugar tan sólo ocho años después de su aparición. Al final se incluía un Resumen de las Indulgencias que ganan los Congregantes de la Virgen de los Dolores y modo de rezar su corona, compuesto por otro servita, el padre Narciso Galindo, autor, asimismo, de otra obra clave en la difusión de la espiritualidad terciaria servita en España, Hazecillo de saludable mirra y exercicios dolorosos para las nobles señoras de la ilustre Congregación de la Virgen Santísima de los Dolores, en el convento de sus Siervos del Buen Succeso de Barcelona, editada en 169053. Refiriéndonos en concreto al caso español, sabemos que la primera V. O. T. erigida fue la de Barcelona, el 11 de febrero de 1663 a instancias de un grupo del padre Epifanio Cedó y de un grupo de piadosos hermanos de la cofradía de la Virgen de los Dolores existente en la iglesia del Buen Suceso desde 1619. Como los fundadores de la Orden, éstos eran también comerciantes y mareantes del puerto de Barcelona que decidieron pedir la fundación de la orden tercera con el fin de profundizar en su vida de piedad y caridad. Se formaron dos grupos, uno masculino y otro femenino, que tenían sus correspondientes ejercicios. Los viernes se reunían los hombres en la capilla de los Dolores, donde el padre corrector “propone el puncto de meditar según la dominica, y se medita media hora; luego sigue otra media hora de plática espiritual, para exercitar las virtudes; de aquí se entra en los dolores y se reza por cada uno un Pater Noster y Ave María. Y después se tiene un qua[r]to de diciplina, o penitencia según l[a disposición] de cada qual; y acabada sacan las luzes, se propone la m[editación para la semana] que viene, se hazen tres adoraciones a la Virgen y se concluye con la bendición que dio el obispo Ardingo a los Fundadores”54. Las mujeres, sin embargo, sólo tenían una reunión mensual idéntica salvo la disciplina. El ritual y los temas están perfectamente recogidos en la

53. NARCISO GALINDO, Hazecillo de saludable mirra y exercicios dolorosos para las nobles señoras de la ilustre Congregación de la Virgen Santísima de los Dolores, en el convento de sus Siervos del Buen Succeso de Barcelona, por Juan Jolis, Barcelona 1690. 54. LORENTE PÉREZ, o. c., pp. 206-207.

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obra de Reymundínez. Al poco tiempo de establecerse, la V. O. T. barcelonesa contaba con ciento sesenta miembros, entre ellos, miembros de la nobleza, clérigos seculares, militares, comerciantes, médicos y artesanos. Acudían semanalmente a los asilos y hospitales para practicar la caridad, y su labor resultó tan apreciable que llegó a fundarse una Congregación de los Dolores en el propio hospital de Nuestra Señora de Gracia. También asistían a los enfermos en sus domicilios, muy particularmente si eran congregantes55. Durante el siglo XVII se produjo la propagación de la V. O. T. por Cataluña (en Igualada, Vilafranca del Penedés, Gerona56, Lérida57, Urgell y otros muchos lugares que conocemos gracias a las cartas de hermandad) y Valencia, pero en el XVIII se extendió también por Aragón y Andalucía, sumando noventa y tres a mediados de siglo. Un dato bien significativo de la consideración en que se tenía es el ingreso de veinte prelados españoles en la V. O. T. entre 1710 y 1720. Entre estos obispos hay que destacar a don Diego de Escolano y Ledesma, sucesivamente obispo de Mallorca, Tarazona, Segovia y Granada, donde fallecía en 1672, miembro insigne y gran promotor de la V. O. T. en sus dos últimas sedes. En Segovia descubrió la espiritualidad servita y, allí, juntando hasta ciento cinco nombres entre los más escogidos de la ciudad, estableció la tercera orden en la parroquia de san Andrés el 26 de febrero de 1667 con el beneplácito del provincial y del general de la Orden58. Escolano se propuso difundir la devoción a la Virgen de los Dolores por todos los medios y para ello compuso algunas obras, luego muy difundidas, como la Semana dolorosa con meditaciones para cada día (1667) o el Exordio de la Orden de los Siervos de María, y constituciones de su

55. DAMIAN M. CHARBONEAU, “The Servites in Barcelona”, en Studi Storici O. S. M. vol. XXX (1980), p. 23 ss. 56. JAIME MARQUÉS CASANOVAS, “El culto a Nuestra Señora de los Dolores en la catedral de Gerona”, en Anales del Instituto de Estudios Gerundenses VIII (1953), pp. 277-293. 57. JOSÉ LLADANOSA PUJOL, La Venerable Congregación de Nuestra Señora de los Dolores, de Lérida, Instituto de Estudios Ilerdenses, Lérida 1971; GRACIA MAZARICO, o. c., tres volúmenes, Lérida 1999-2001. 58. LORENTE PÉREZ, o. c., pp. 207-209.

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V.O.T. (1670). Por otro lado, solicitó a la Reina pero no consiguió la extensión del oficio de los Siete Dolores a todos los reinos de España. Por este interés en 1670 se le concedía participar de todas las gracias e indulgencias de la Orden. Hasta Ávila pasó la V. O. T. desde Segovia, “de donde salió un hijo, que fundó esta y dotó con liberal mano, digno de memoria, Don Pedro de Villalva, Dean que fue de esta Santa Apostolica Cathedral”59. Era popularmente conocida como “Congregación de Esclavos de Nuestra Señora de los Dolores” y remontaba sus orígenes al 7 de septiembre de 1675 cuando el provincial de los servitas de España daba licencia en Barcelona para que se redactaran constituciones, aprobadas el 12 de marzo de 1678 por el obispo. La congregación radicaba en la parroquia de Santo Tomé y era conocida también como “Cofradía de los Esclavos de Nuestra Señora de los Dolores, que llaman de los Servitas”, y “se compone de la mayor parte de sacerdotes y de personas de iglesia, y es de mucha edificación y ejemplo”, según señalaba la Visita Canónica de 1681. Además de la fiesta principal de los Dolores en septiembre, celebraba la de san Felipe Benicio60. También en Burgos existía la V. O. T., en este caso formada exclusivamente por sacerdotes. El 17 de julio de 1778 se fundaba en la iglesia parroquial de San Pedro de la Fuente la Congregación de Nuestra Señora de los Dolores y San Pedro a instancias del presbítero don Manuel Antonio de Cisneros, quien lo había solicitado al general de los servitas, fray Sosteneo Mª Fassani. Se sabe que el primero en inscribirse fue el propio arzobispo José Javier Rodríguez de Arellano. Vendían escapularios negros y coronas dolorosas, así como libritos con el septenario (en 1779 editaron 1.500 ejemplares)61.

59. EUGENIO ZAYAS Y GODOS, Trenos Marianos: Ponderaciones Compassivas y Discursos Dolorosos, en que se trata de las afliciones, penas y dolores de María Santíssima...; dase también breve noticia de los principios y progressos de la Sagrada Religión de los Siervos de María y de las Congregaciones de Servitas..., Valladolid, Imprenta de Alonso del Riego, S. A. (c. 1723), p. 11. 60. ANA MARÍA SABE ANDREU, Las cofradías de Ávila en la Edad Moderna, Diputación Provincial de Ávila-Institución Gran Duque de Alba, Ávila 2000, pp. 200-201. 61. MATÍAS VICARIO SANTAMARÍA, Catálogo de los Archivos de Cofradías de la Diócesis de Burgos, I, Burgos 1996, pp. 527-529. 62. SEGARRA, o. c., p. 135.

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En Andalucía, las fundaciones terciarias servitas más antiguas fueron las de Loja (1669) y Granada (1671), promovida también por su arzobispo don Diego de Escolano y Ledesma y a la que se refiere Segarra como “una de las que con mayor lustre se conservan en España”62; la de Córdoba se establecía en 1708, concretamente en la iglesia del “hospital de incurables del Señor San Jacinto”63, con patente del general de los servitas, Poggi, del 15 de abril de 1699; la de Sevilla en 1720 y la de Cádiz, por su parte, se establecía, al igual que la de Arcos de la Frontera, en 1727 64 y la de Osuna, un año después. Respecto a la de Málaga, podemos decir que la fundación se debe al segundo conde de Buenavista, don Antonio Guerrero Coronado, muy devoto de la Virgen de los Dolores. Donó la imagen que se expuso al culto en uno de los altares de la iglesia que había mandado construir para la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri. “Atendiendo a lo extendida que está en esta ciudad la devoción a los Dolores de María Santísima y cordial afecto que tiene en la misma el dicho Sr. conde otorgante, que el medio más proporcionado para establecer, aumentar y mantener en ello // un culto tan santísimo de la devoción de los pueblos, es el fundar en ello la Venerable Orden Tercera de la religión de los PP. Servitas, por ser su Instituto peculiarmente fundado para promulgar la devoción y contemplación de dichos Sacratísimos Dolores y que la iglesia donada en esta escritura es tan propicia para el establecimiento de dicha Venerable Orden Tercera”65. En Murcia don Casimiro Sánchez de León, “exemplarísimo párrocho

63. MANUEL HERREROS JURADO, Breve historia de la Hermandad de los Dolores, Cajasur, Córdoba 1990, pp. 33-59; JUAN ARANDA DONCEL, Córdoba y la devoción a la Virgen de los Dolores. Tres siglos de historia, Cajasur, Córdoba 2000, pp. 62-72. 64. JOSÉ ANTONIO MILLÁN POZO, Breve Historia de la O.S.S.M. en Cádiz, Cádiz 1996, pp. 13-23. 65. MARÍA SOLEDAD SANTOS ARREBOLA, “La fundación de la Orden de Servitas en Málaga”, en Religiosidad Popular en España. Actas del Simposium, I, Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas, San Lorenzo del Escorial, 1997, pp. 209-216. 66. PEDRO DÍAZ CASSOU, Pasionaria Murciana. La Cuaresma y la Semana Santa en Murcia, Madrid 1897, pp. 103-104. (Existe una reimpresión facsímil realizada por la Academia Alfonso X el Sabio, incluida en la colección Biblioteca Murciana de Bolsillo, nº 20, Murcia 1980). Refiriéndose a esta esclavitud señala que “a semejanza, y con el nombre de Esclavitud de Servitas, se formaron congregaciones de legos, que vienen a ser respecto de la religión de servitas como de los Franciscanos la Orden Tercera”.

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de la Insigne Iglesia Parroquial del Señor San Bartolomé”, fundaba en 1665 la Venerable Orden Tercera de los Servitas, siendo nombrado por el prior de Madrid como Sub-corrector66. Muy cerca, la de Cartagena se fundaba en 1723. El origen, funcionamiento y funciones pías de la V. O. T. de Madrid es bien conocido por las muchas publicaciones existentes gracias al entusiasmo de su impulsor don Tomás Alfageme67. Existen datos de un intento de fundación en 1739 pero no fue realmente establecida hasta la tardía fecha de 1805, alcanzando pronto gran popularidad, por “la multitud de aspirantes de ambos sexos a vestir el Santo Escapulario” y “los copiosos frutos espirituales que palpablemente se reconocen en esta Capital de la Monarquía Española desde los primeros instantes en que tuvo principio la Orden Tercera de Siervos de María Santísima de los Dolores”68. Buena prueba de ello fue el ofrecimiento realizado por el escultor Mariano de Salvatierra para realizar una imagen de la Dolorosa como exvoto por su curación de una enfermedad mortal69. A su sombra se estableció también la de Toledo en 1828. En el norte, a pesar de carecer de conventos servitas cercanos, también

67. Versos al Santisimo Sacramento que se cantan por la V. O. T. de Siervos de María Santisima de los Dolores en los Santos Ejercicios que celebra todos los domingos y fiestas de precepto del año, lunes y martes de Carnabal, y Septenarios dolorosos por setiembre y cuaresma, Madrid 1820; Himno Stabat Mater que se canta por la V. O. T. de Siervos…, Madrid 1821; Devoto Septenario a la Santísima Virgen de los Dolores, compuesto para la V. O. T. de Servitas, establecida en esta Corte por el Dr. D. Tomás Alfageme, Madrid 1823; Salve Dolorosa que se canta por la V. O. T. de Siervos…, Madrid 1827; Ofrecimiento de la Corona Dolorosa, según la practica de la V. O. T. de Servitas, canónicamente establecida en su Iglesia de esta Villa y Corte de Madrid, Madrid 1829; Tiernos sentimientos de los Siervos de María Santísima de los Dolores contemplando el Divino Nacimiento del Salvador del mundo, Jesucristo nuestro bien, (s.l.) (s.f.) (Madrid, c. 1830); Nuevos Estatutos aprobados por el Real y Supremo Consejo de Castilla en 14 de febrero de 1831, para régimen y gobierno de la V. O. T. de Siervos de María Santísima de los Dolores, canónicamente establecida en su Iglesia de esta Corte (vulgo San Nicolás), Madrid 1831; Sumario de las gracias e indulgencias concedidas por los Sumos Pontífices a la V. O. T. de Siervos de María, y las particulares concedidas a ésta de la M. H. Villa y Corte de Madrid, sita en su Yglesia vulgo San Nicolás, Madrid 1831. 68. Nuevos Estatutos, o. c., pp. 6 y 8. 69. FERNANDO BRIEVA Y SALVATIERRA, Reseña histórica del origen de la imagen de vestir de Nuestra Señora de los Dolores que se venera en la Iglesia de la V. O. T. de siervos de María (Parroquia de San Nicolás), Madrid 1864. 70. GOROSTIZA, o. c., pp. 142-157.

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Estampa de la Dolorosa venerada en la Iglesia de los Servitas de Roma, obra del siglo XVIII.

fue erigida la V. O. T., como es el caso de La Coruña y El Ferrol (1750), en Galicia, o de Vitoria en el País Vasco, cuyo desarrollo interno conocemos bien gracias a la obra del canónigo Martín de Gorostiza, fundador de la V. O. T. en la colegial de esa ciudad en 173770. Ya en pleno siglo XIX, en Navarra, concretamente en Estella, previa licencia del obispo de Pamplona, don Joaquín Javier Uriz y Lasaga y del provincial de los servitas de Aragón, se erigía la Congregación de los Dolores de María Santísima en la parroquia de san Juan Bautista el 14 de

71. JOSÉ GOÑI GAZTAMBIDE, Historia Eclesiástica de Estella, I, Pamplona 1994, p. 756.

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marzo de 1818. La devoción estaba asentada en la parroquia pues ya en 1778 un padre servita había predicado el septenario71. Existía también la V. O. T. en Pamplona y en Tudela. En La Rioja, a pesar de estar muy extendida la devoción tan sólo se constata la existencia de la Hermandad de la Venerable Orden Tercera de Nuestra Señora de los Dolores con título de Servitas en la localidad de Fuenmayor, donde fue erigida el 22 de abril de 1846. Contaba con la preceptiva licencia del obispo, don Pablo Abella, y del Corrector de los servitas de Barcelona. En 1893 se instituía en la parroquia de Santiago el Real de Logroño la Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores, pero sin vinculación alguna

Sumario de las Indulgencias concedidas a la Congregación servita de Córdoba.

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con la Orden. La exclaustración dio al traste con los conventos servitas pero no pudo acabar con las muchas congregaciones, cofradías y hermandades de la Virgen de los Dolores que existían a lo largo y ancho de la geografía española. De hecho, muchas órdenes terceras, al carecer de los religiosos servitas que las guiaran espiritualmente, acabaron derivando en congregaciones o cofradías, similares a las ya existentes sin vinculación específica a la Orden si bien es cierto que las congregaciones de los Dolores mantenían algunos compromisos más estrechos que las simples cofradías, como la reunión semanal en su Oratorio “para exercitarse en actos diferentes de virtud en obsequio a la Virgen Dolorosa”. Estas congregaciones se regían por sus propias constituciones dependiendo tan sólo teórica y formalmente de la Orden servita y, en la práctica, del propio Obispo. Aunque se difundieron por toda la Península, arraiga-

72. La lista de congregaciones con las que había firmado Carta de Hermandad incluía, por orden de antigüedad, a las de Barcelona, Caldas de Mombui, Badajoz, Segovia, Sabadell, Sampador, Vic, Arbós, Agramunt, Solsona, Reus, Bañoles, Málaga, Sanahuja, Arcos de la Frontera, Fraga, Valls, Murcia, Cuart, Olot, Castejón de Farfaña, Jaén, Camprodón, Tarragona, Martorell, Besalú, Seo de Urgell, Santipolit, Castelló de Ampurias, Cardedeu, Figueras, Manresa, Loja, Bisbal, Castell Tarsol, Lucena, Mataró, Granollers, Verdún, Cardona, Calaf, Pobla de Lillet, Berga, San Juan de las Abadesas, Guisona, Baza, Torruella de Mongrí, Ubeda, Torá, Perelada, Ager, Cervera, Palafrugell, Badalona, Igualada, Hostalrich, Cubells, BellPuig, Balaguer, Olesa de Monserrat, Vilafranca del Penedés, Puigcerdá, Villanueva de Cubellas, Tortosa, Sitjar y Oliana. (GRACIA MAZARICO, o. c., p. 44). 73. Las congregaciones hermanadas con la de Cádiz eran las de Ayamonte, Arcos de la Frontera, Algeciras, Barcelona, Berlanga, Bornos, Chiclana, Córdoba, Carmona, Cartagena, Cabra, Écija, Fraga, Fernán Núñez, Granada, Gerona, Huesca, Huelva, Isal de León, Jaén, Jerez de la Frontera, Loja, Lucena, Madrid, Málaga, Medina Sidonia, Moguer, Montilla, Puerto Real, El Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda, Sevilla, Tarifa, Tarragona, Teva, Tortosa, Valencia y Vélez-Málaga (MILLÁN POZO, o. c., p. 20). Aún podemos completar la lista con los nombres de otras poblaciones andaluzas donde también estaba erigida como Osuna, Puebla de Cazalla; Morón de la Frontera, Utrea, Carmona, Paterna del Campo, Estepa, Alcalá de Guadaira, Castaño del Robledo, Gibraleón, Almonaster la Real, Manzanilla, Trigueros, Aroche, Higuera de la Sierra, El Saucejo, Valverde del Camino, Los Palacios, Montellano, Cantillana, Pedrera, Las Cabezas de San Juan, Fuentes de Andalucía, Constantina, Alájar, Galaroza, Rota, Marchena, Puebla del Río, Cortegana, Lebrija, La Rinconada, Alanís, Dos Hermanas, Umbrete, Aracena, Rociana del Condado, Coría del Río, El Almendro y Alosno (MARTÍNEZ AMORES 1997, pp. 632-635). 74. DAMIÁN M. CHARBONEAU, “The servites of Barcelona”, pp. 24-26; LLORENTE PÉREZ, o. c., pp. 204-206.

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ron con mayor fuerza en Cataluña y Andalucía a tenor de los datos aportados por los libros de la Congregación de Lérida72 y Cádiz73; gracias a ellos sabemos que ésta estaba erigida en más de un centenar de poblaciones. De todas ellas, la de mayor antigüedad era la fundada en el convento del Buen Suceso de Barcelona, que organizaba una curiosa procesión en la que se representaban los siete Dolores de la Virgen74. La existencia de cofradías de los Dolores es, no obstante, independiente de la propia Orden servita. Ya en el siglo XV la cofradía se propagó extraordinariamente por Flandes gracias a la actividad del sacerdote flamenco Juan de Coundenberghe, decano de san Gil de Abbenbrock (Holanda), que más tarde fue secretario de Carlos V, a quien se debe también la fijación definitiva de los siete dolores: profecía de Simeón, huida a Egipto, pérdida en el Templo, la calle de la Amargura, la crucifixión, el descendimiento y la sepultura. La primera de estas cofradías fue erigida alrededor de 1490, siendo posteriormente aprobada por la Santa Sede, de la que recibió indulgencias el 25 de octubre de 1517. La finalidad de esta cofradía de los Siete Dolores fue la expiación por los pecados de la sociedad y la impetración del favor divino. Bajo la protección de Felipe el Hermoso de Borgoña, logró alcanzar la aprobación de los papas Alejandro VI y León X, y pronto se extendió por los Países Bajos y Francia. Con todo, la primera cofradía erigida propiamente por iniciativa de los frailes servitas es la de Bolonia que nacía en 1598 con el título de los Siete Dolores; contaba con un pequeño escapulario negro como distintivo y sus estatutos fueron aprobados por el papa Clemente VIII en 1604. Tan sólo tres años después, el 14 de febrero de 1607, Paulo V concedía al General de la Orden el privilegio de erigir en exclusiva la cofradía de los Siete Dolores, incorporando a la Orden las ya existentes. En España ya existían abundantes cofradías bajo esta advocación; algunas de ellas quisieron disfrutar de los numerosos privilegios e indulgencias que disfrutaba la Orden servita y por ello dispusieron agregarse a ella, como

75. DIEGO DÍAZ HIERRO, “Notas históricas sobre la Hermandad y V. O. T. de Servitas de Sevilla”, en Archivo Hispalense nn. 81-82 (1957) 85-94; MARTÍNEZ AMORES, o. c., pp. 132-133.

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ocurrió en el caso de la sevillana cofradía de los Dolores de la parroquia de san Marcos, existente desde 1696 para rendir culto a una imagen de Nuestra Señora de las Angustias. Gracias a los esfuerzos del padre Juan Lara Villafranca se reorganizó años después logrando su agregación a la Orden servita y consiguiendo poseer una capilla propia muy próxima a la parroquia75. Desde Sevilla la devoción a los Dolores se irradió en la segunda mitad del siglo XVIII por todo el extenso territorio de la archidiócesis76, que entonces incluía la actual provincia de Huelva, sembrando un rosario de congregaciones servitas77. Otro tanto ocurrió en los territorios gaditanos de la Archidiócesis, donde la encontramos en Jerez de la Frontera78 y Sanlúcar de Barrameda79. En el caso de Jerez, sabemos que la primitiva cofradía, fundada a mediados del siglo XVI y conocida con el expresivo título de Nuestra Señora de los Siete Cuchillos, ya en el siglo XVIII pretendía la agregación a la Orden. Por ello, el 13 de agosto de 1724 tomaba el escapulario su hermano mayor, el presbítero don Esteban Mexías, de manos de un religioso servita llegado ex profeso. En 1725 por patente del General Cavalli la hermandad se agregaba a la Orden como “confraternidad de los Dolores de la Virgen”. Muy cerca, en Cádiz, se fundaba también la fraternidad servita en 1727 con el valioso apoyo del obispo Armengual, siendo confirmadas sus Reglas en 1748 por el obispo fray Tomás del Valle. Su sede radica en la capilla pro-

76. JUAN CARLOS MARTÍNEZ AMORES, “Las Congregaciones Servitas en la Archidiócesis de Sevilla durante los siglos XVIII al XX”, en JUAN ARANDA DONCEL, Actas del III Congreso Nacional de Cofradías de Semana Santa, I, Cajasur, Córdoba 1997, pp. 629-640. 77. MANUEL JESÚS CARRASCO – JUAN MIGUEL GONZÁLEZ GÓMEZ, “Una Mariología en la escultura onubense”, en Estudios Marianos XLVIII (1983), p. 522. 78. JOSÉ LUIS REPETTO BETES (coord.), La Semana Santa de Jerez y sus Cofradías. Historia y Arte, I, Jerez de la Frontera 1996, pp. 382-402. 79. JUAN ORTEGA LLANERA, Historia de una Hermandad sanluqueña y de su iglesia: Hermandad del Stmo. Cristo de las Misericordias y de Ntra. Sra. de los Dolores (Primitiva de Servitas), Sanlúcar 1982. 80. MILLÁN POZO, o. c., pp. 10-12. 81. La venerable Orden tercera de Servitas de María Santísima de los Dolores en conmemoración del 750 aniversario de la fundación de los Siervos de María, San Fernando 1983. 82. ANDRÉS LLORDÉN–SEBASTIÁN SOUVIRON, Historia Documental de las Cofradías y Hermandades de Pasión de la Ciudad de Málaga, Málaga 1969, pp. 597-602 y passim.

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pia del templo de san Lorenzo80. Otras hermandades siguieron su estela, comenzando por la erigida en San Fernando81. Hasta tres fueron las cofradías puestas bajo la advocación de la Virgen de los Dolores en Málaga, a las que se unía la V. O. T., que hoy sigue manteniendo una austera procesión en la noche del Viernes Santo con la imagen enlutada de su titular82. Refiriéndonos a Córdoba, podemos decir que en 1717 se establecía la Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores en la iglesia del convento de san Jacinto, al calor de la V. O. T. Esta cofradía contaba con la particularidad de la celebración de un rosario público en honor de su titular, denominado rosario de dolores, todos los viernes y días festivos al anochecer83. En Jaén, a instancias de don Juan Manuel Bonilla, la antigua cofradía del Santo Sepulcro recibía del General servita la agregación a la Orden en 1732, constituyendo a partir de la fecha la Congregación de Nuestra Señora de los Dolores84. Por último, en Almería, la “Hermandad del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de los Dolores”, radicada en la parroquia de Santiago, obtuvo bula para su erección del prior general de la Orden servita, fray Raimundo Adán, el 1 de abril de 1772 siendo fundada el 2 de enero del año siguiente y sus constituciones aprobadas el 1 de abril siguiente por el obispo Claudio Sanz85.

83. MANUEL HERREROS JURADO, Breve historia de la Hermandad de los Dolores, Cajasur, Córdoba 1990; JUAN ARANDA DONCEL, Córdoba y la devoción a la Virgen de los Dolores. Tres siglos de historia, Cajasur, Córdoba 2000. 84. RAFAEL ORTEGA SAGRISTA, “Historia de las Cofradías de Pasión y de sus procesiones de Semana Santa en la ciudad de Jaén (Siglos XVI al XX)”, en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses 10 (1956), pp. 55-57. 85. ANTONIO GIL ALBARRACÍN, Cofradías y Hermandades en la Almería moderna (Historia y documentos), G.B.G. Editora, Almería-Barcelona 1997, pp. 95-96 y 553-556. 86. DAMIAN M. CHARBONEAU, “The Servites in Barcelona”, en Studi Storici O.S.M. vol. XXX (1980), pp. 5-85. 87. JOSÉ LLADANOSA PUJOL, La Venerable Congregación de Nuestra Señora de los Dolores, de Lérida, Instituto de Estudios Ilerdenses, Lérida 1971; GRACIA MAZARICO, o. c., tres volúmenes, Lérida 1999-2001. 88. JAIME MARQUÉS CASANOVAS, “El culto a Nuestra Señora de los Dolores en la catedral de Gerona”, en Anales del Instituto de Estudios Gerundenses VIII (1953), pp. 277-293. 89. J. M. DE SOLÁ-MORALES, De l´historiale de la Venerable Congregació dels Dolors, de Besalú, Olot 1984.

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Fuera de Andalucía, Cataluña fue otra de las regiones españolas donde más prosperaron las cofradías y congregaciones de los Dolores. Conocemos bien los casos de las erigidas en Barcelona86, Lérida87, Gerona88 y Besalú89. Por lo que respecta a Aragón, el padre Faci refiere la devoción a la Virgen de los Dolores existente en el convento de los servitas de Bolea pero no habla de cofradías, a pesar de que efectivamente las había en muchos lugares90. También las había en el Levante, algo lógico si tenemos en cuenta que fue la zona con una mayor presencia de la Orden servita a partir de sus conventos de frailes y monjas. En Murcia corría el año de 1757 cuando unos comerciantes establecieron la llamada Esclavitud Servita de la Virgen de los Dolores91. Las esclavitudes contribuyeron al derroche devocional del XVIII en tierras murcianas, del que persiste una manifestación en la Salve Dolorosa de la Cuaresma. Tan sólo un año antes, en Lorca, por bula pontificia del papa Benedicto XIV, de 14 de julio de 1756, se establecía canónicamente la Confraternidad de esclavos de María Santísima de los Dolores, más conocida como Hermandad de los Labradores, sita en el convento de San Francisco. Munuera Rico señala que “era tradición de las casas de campo y de la huerta de Lorca tener un cuadro con la estampa de la Virgen de los Dolores o angustias, ‘con tantos penetrantes cuchillos en su corazón’, en la casa de labor, ante el cual se encendían lamparillas de aceite”92. De igual modo, la devoción se manifestaba por doquier en tierras de Extremadura, como –por señalar un caso significativo– en Zafra, donde a mediados del siglo XVIII existía la “Confraternidad de Nuestra Señora de los Dolores” en el convento de San Benito, “que consiste en una porción de piadosas mujeres (...) que en cada uno de los penúltimos domingos de cada mes se juntan en el referido convento a tener ante el altar de dicha imagen un rato de lección espiritual y oración mental, y después una procesión

90. ROQUE ALBERTO FACI, Aragón Reyno de Christo y Dote de María Santissima…, Diputación General de Aragón, Zaragoza 1979, p. 272 (constituye la reproducción facsímil de la obra publicada en 1739 y 1750). 91. DÍAZ CASSOU, o. c., pp. 103-104. 92. DOMINGO MUNUERA RICO, Cofradías y Hermandades Pasionarias en Lorca (Análisis Histórico Cultural), Biblioteca Básica Murciana 2, Editora Regional de Murcia, Murcia 1981, p. 91. 93. ESTEBAN MIRA CABALLOS, Hermandades y Cofradías en Badajoz y su Partido a finales de la Edad Moderna, Junta de Extremadura, Badajoz 2002, p. 209.

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claustral con la imagen de dicha advocación en andas, acompañándole todas con velas encendidas y celebrando una novena en la cuaresma, ocho días antes de los Dolores de esta Señora, y concluyéndola el Viernes de Pasión”93. Por lo que se refiere, finalmente, a Galicia, la lista de lugares donde estaba erigida la cofradía de la Dolorosa, inserta en unas Constituciones Sinodales de finales del siglo XIX, habla por sí sola de la popularidad de esta devoción. En Santiago de Compostela radicaba en la iglesia de San Miguel dos Agros mientras que la de La Coruña contaba con una espléndida capilla en la iglesia de San Nicolás94. De España saltó la devoción a América donde prendió con fuerza, según se desprende del gran número de imágenes de la Dolorosa que se veneran hasta el día de hoy en otras tantas capillas e iglesias puestas bajo su advocación. Un dato aportado por el franciscano fray Pedro de la Concepción y Urteaga (luego obispo de Puerto Rico) manifiesta con elocuencia el grado de asentamiento de esta devoción; en 1704 solicitaba al general de los servitas el reconocimiento de las cofradías que iba estableciendo “especialmente en los obispados de Guatemala, Honduras y Nicaragua, en que dexo erijidas 116 hermitas en honor de los Dolores de Nuestra Señora”95. Otro dato más, entre los tapatíos de México, fray Matías de la Mota Padilla, podía comprobar que “no hay iglesia que no tenga altar dedicado a Nuestra Señora de los Dolores”96. Era normal que, dada la escasa presencia de servitas en América, religiosos de otras órdenes difundieran esta devoción e instituyeran la cofradía de los Dolores: franciscanos, capuchinos, mínimos, etc., y también los párrocos y los obispos. Sabemos, por ejemplo, que en México se propagó

94. Constituciones Sinodales dadas y publicadas por el Excmo. y Rvdmo. D. José Martín de Herrera y de la Iglesia, Arzobispo de Santiago de Compostela…, Santiago 1891, pp. 473-581. 95. DIAS, o. c., p. 101. 96. MATÍAS DE LA MOTA PADILLA, Historia de Nueva Galicia en la América Septentrional, Guadalajara 1973, cap. LXXVIII, p. 409. 97. ROGELIO M. RAYAS, “Siguiendo las huellas de los Siervos de María en México”, en ELIO PERETTO (coord.), I Sette Santi nel primo centenario della Canonizacione (1888-1988), Roma 1990, pp. 551-564. 98. RUBÉN VARGAS UGARTE, Historia del culto de María en Iberoamérica y de sus imágenes y santuarios más celebrados, I, Madrid 1956, pp. 280-283.

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gracias a dos ilustres personajes: el jesuita José Vidal (+1702), famoso predicador de los Dolores de María, y el obispo de Puebla, don Manuel Fernández de Santa Cruz, terciario servita, antiguo canónigo de la catedral de Segovia. Gracias a ellos se fundan en Puebla tres cofradías, agregadas todas a la Orden, entre ellas la Congregación de Nuestra Señora bajo la advocación de los Dolores agregada ya en 169697. También se fundaron en Querétaro y en Acatzingo (en el obispado de Puebla)98. En Guatemala son muchas las imágenes de la Virgen de los Dolores que cuentan con su cofradía para las procesiones de Semana Santa99. Otras muchas se veneran en toda América con su correspondiente cofradía, normalmente erigida bajo diversas denominaciones durante los siglos XVII y XVIII: en Colombia la encontramos en Cartagena, Mompós, Medellín, Pasto y Popayán. En Venezuela, en Caracas; en Ecuador, en Quito, Cuenca, Guayaquil, Ibarra y Riobamba. En Brasil, en Salvador, Río de Janeiro (hasta en cuatro iglesias), Campos, Ouro Preto, Igaraçú, Recife y otros lugares. También existía en Lima y en Buenos Aires100. Durante el siglo XIX la cofradía continuó implantándose, particularmente en Chile y Brasil, pero también en Bolivia y Uruguay, al igual que en la América central: Costa Rica, El Salvador, Cuba…101. También se erigieron algunas cofradías en Asia, concretamente dos en Manila, donde ya existía en 1737, en Pekín y varias en La India a lo largo

99. LUIS LUJÁN MUÑOZ, Semana Santa tradicional en Guatemala, Guatemala 1982. 100. ODIR JAQUES DIAS, “I Servi di Maria fuori d’Europa”, en I Servi di Maria nel Settecento. Da fra G. F. Poggi (1702) alle soppresione napoleoniche (1810), Quaderni di Monte Senario. Sussidi di storia e spiritualità, Monte Senario 1986, pp. 99-102. 101. FRANCO M. AZZALLI, “Fondazioni di confraternitate dell’Addolorata e del Terz’Ordine dei Servi durante il Concilio Plenario dell’America Latina (Roma, 1899)”, en Studi Storici vol. XLIX (1999), pp. 221-230 102. DIAS, o. c., pp. 100-101. 103. LIANA BERTOLDI LENOCI, “Las cofradías de la Dolorosa en Italia: Devoción y penitencia”, en JUAN ARANDA DONCEL, Actas del III Congreso Nacional de Cofradías de Semana Santa, II, Cajasur, Córdoba 1997, pp. 301-362 (con abundante bibliografía y un magnífico apéndice iconográfico). 104. M. AGNESE PIGNATARO, “Le confraternite dell’Addolorata nel regno di Napoli nel secolo XVIII”, en De cultu mariano saeculis XVII-XVIII. Acta Congressus mariologici-mariani internationalis in Republica Melitensi anno 1983 celebrati, vol. VII, Pontificia Academia Mariana Internationalis, Romae 1988, pp. 87-106. 105. GIOVANNI LANZAFAME, La Mater Dolorosa nella Settimana Santa in Sicilia e Andalusia, Belpasso 2000.

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Grabado italiano del paso procesional de la Virgen de los Dolores de la iglesia de Santa María in Via, de Roma.

del siglo XVIII: Vaipin, Mangatha, Kallate, Goa, Bengala (o Calcuta), Damao y Meliapor102. Por supuesto, en la vieja Europa continuó pujante el fenómeno de las cofradías no sólo en España, sino también en otros lugares como Portugal, Francia e Italia, impulsadas especialmente por los servitas. En este último país, se erigieron multitud de congregaciones y hermandades para el fomento del culto a la Addolorata103, destacando el sur, en el antiguo reino

106. A. ROSSI, “Il culto dell’Addolorata”, en Marianum 21 (1959) pp. 347-357.

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de Nápoles104 y en Sicilia105.

4. La Dolorosa en la liturgia y la piedad popular Son múltiples las manifestaciones del culto en honor de la Virgen de los Dolores106, al igual que en la piedad popular. Por otra parte, tanto la predicación como la literatura devocional ha recurrido constantemente a este momento tan emotivo de la vida de la Virgen con el fin de sensibilizar a los fieles con el fin de lograr su conversión mediante la contemplación de una escena tan patética. Veamos algunas manifestaciones concretas.

4.1. Los Dolores en la liturgia Por lo que se refiere a la celebración litúrgica de los Dolores de la Virgen o de la Compasión, parece que a finales del XIV ya existía, pues Wilmart refiere la tradición franco-germánica que atribuía el oficio de la fiesta al papa Juan XXII107. En cualquier caso, en 1423 se introducía en la diócesis de Colonia como reparación a los ultrajes que los herejes hussitas habían hecho a imágenes del Crucificado y de la Virgen al pie de la Cruz. La fiesta se celebraría el viernes de la tercera semana de Pascua bajo el título de Commemoratio angustiae et dolorum Beatae Mariae Virginis. En 1482 el papa Sixto IV introducía en el Misal Romano la misa de Nuestra Señora de la Piedad centrada en la presencia de María en el Calvario108. De igual modo, para finales del siglo XVI numerosas diócesis y varias órdenes celebraban el misterio de los Dolores de la Virgen bajo múltiples advocaciones, todas ellas muy similares entre sí: De transfixione seu martyrio cordis Beatae Mariae, De compassione B. Mariae, De lamentatione Mariae, De planctu B. Mariae, De spasmo atque doloribus Mariae, etc.. En cuanto a la fecha, variaba notablemente pero siempre en torno a la semana de pasión. Esta misa fue incluida en el Misal Romano por san Pío V el viernes de la semana de pasión, siendo elevada por Benedicto XIII al rango de doble

107. A. WILMART, Auteurs spirituels et textes du Moyen Age latin, París 1932, p. 512. 108. ROSCHINI, Diccionario Mariano, p. 156.

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mayor en 1727. Por otro lado, en 1668 la Santa Sede concedía a los servitas la facultad de celebrar la fiesta con oficio y misa propios de Septem doloribus Beatae Mariae Virginis el tercer domingo de septiembre. El origen estaba en la reunión que todos los terceros domingos de mes celebraban los miembros de las cofradías de los Dolores o Compañía del Hábito; hacia 1600 se empezó a celebrar con mayor solemnidad una de esas reuniones, la correspondiente al mes de septiembre. En ese día se podía lucrar indulgencia plenaria visitando una iglesia de los servitas, de acuerdo con la bula expedida por Clemente XI en 1704. La fiesta fue extendida a todos los reinos de España en 1735 a instancias del rey Felipe V. Pío VII en 1814 la extendió finalmente para toda la Iglesia, siendo fijada por san Pío X el día 15 de septiembre, fecha en la que todavía hoy venimos celebrándola como memoria obligatoria de Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores, según las rúbricas del Misal de Pablo VI. A lo largo de esta evolución de la fiesta litúrgica, ésta ha conservado una peculiaridad (en la actualidad bastante escasa) como es la de contar con una secuencia propia para recitar antes de la lectura del Evangelio durante la celebración de la Misa. Se trata del Stabat Mater, pieza muy conocida, que muchos atribuyen al franciscano Jacopone de Todi (+ 1306), aunque no faltan otros que señalan nombres tan diversos como los de san Bernardo, san Buenaventura, Juan XXII, Gregorio IX o Juan Peckham109. El texto de la secuencia aparece en los libros litúrgicos a partir de 1350 pero con diversas variantes que oscilan entre los cuarenta y los cien versos; siendo el oficial el introducido por Benedicto XIII en el Misal Romano en 1727, que se compone de veinte estrofas exásticas. Por su gran valor lírico y piadoso ha sido muy utilizado no sólo por los autores espirituales y los predicadores sino también por los artistas como fuente de inspiración, que ha dado lugar a eximias obras de arte tanto

109. ROSCHINI, La Madre de Dios, pp. 665-668. 110. SANDRO STICCA, The “Planctus Mariae” in the Dramatic Tradition of the Middle Age, Georgia University Press, Atenas 1988. 111. WILMART, o. c., pp. 505-536; LEPICIER, o. c., pp. 78-81.

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Ilustración de la meditación del Primer Dolor de María. Grabado sobre boj.

Ilustración de la meditación del Segundo Dolor de María.

Ilustración de la meditación del Tercer Dolor de María.

Ilustración de la meditación del Cuarto Dolor de María.

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Ilustración de la meditación del Quinto Dolor de María.

Ilustración de la meditación del Sexto Dolor de María.

Grabados que aparecen en el Septenario en reverencia de los Dolores de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, compuesto por el Corrector Juan Bautista Arajol en 1780 (Congregación de la Virgen de los Dolores de Lérida).

Ilustración de la meditación del Séptimo Dolor de María.

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figurativas como musicales y literarias. Baste tan sólo señalar que la célebre secuencia ha seducido a compositores tan dispares como Palestrina, Haydn, Pergolesi, Schubert, Verdi, Rossini o Dvorak. En cierta manera, el Stabat Mater resulta un eco del planctus Mariae de la literatura medieval110 e, incluso, de los lamentos rituales griegos y bizantinos.

4.2. Ejercicios de piedad Quizás, el más puramente servita sea la corona dolorosa111, oración similar al Rosario que se compone “de siete divisiones o septenarios, en memoria de los siete Dolores de la Santísima Virgen, que los fieles meditan piadosamente al rezarlos. Cada septenario comprende un Padre nuestro y siete Ave Marías. Se termina con tres Ave Marías, que se rezan en honor de las lágrimas derramadas por la Virgen afligida en medio de sus grandes tribulaciones y asimismo para obtener una verdadera contrición, y la aplicación de las Indulgencias”112. Aunque algunos hayan querido remontar sus orígenes a los Siete Santos Fundadores en el siglo XIII, lo cierto es que no aparece hasta mediados del siglo XV, quedando establecida definitivamente su fórmula en el Capítulo General de los servitas de 1646113. Los papas le han concedido muchas indulgencias. Por otra parte, tenemos también el llamado Via Matris Dolorosae114, ejercicio con siete estaciones análogo al Vía Crucis; cuya práctica comienza entre los servitas españoles a finales del siglo XVII. Su fórmula, una vez fijada, aparece con profusión en los devocionarios desde mediados del siglo XIX. Otras devociones relacionadas son la hora de la Dolorosa, que se celebraba al anochecer de los viernes o del sábado, el escapulario de los Dolores o, finalmente, el hermoso rito (también de origen servita) de la coronación de la Virgen Dolorosa en la noche del Sábado Santo y la bendición y reparto de flores en su honor115. Más recientes son otras costumbres típicamente servitas como “la coro-

112. ANTONINO MAUREL, El cristiano instruido en la naturaleza y el uso de las Indulgencias, Madrid 1863, p. 378. También en VICENTE SOLANO, Tratado dogmático y práctico de las Indulgencias, Cofradías y Jubileo, compuesto por el Iltmo. Sr. J. B. Bourier, Obispo de Mans y vertido al español... por, Lérida 1852, pp. 110-112. 113. ROSCHINI, La Madre de Dios, pp. 579-580. 114. LEPICIER, o. c., pp. 85-97. 115. ROSCHINI, La Madre de Dios, pp. 659-660.

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na viviente de la Dolorosa” (a imitación del Rosario viviente) o el establecimiento del mes de septiembre dedicado a la Virgen de los Dolores.

4.3. Los sermones y la literatura devocional Los dolores de la Virgen han sido siempre un tema muy apropiado para la predicación y las obras piadosas, cuyo fin principal es suscitar la compasión y la conversión en los oyentes o lectores. Son infinitos los títulos de obras devocionales referidos a este asunto, y otros tantos han sido los sermones cuyo tema central era el dolor de la Virgen. Los sermones eran encargados principalmente por las cofradías para sus correspondientes septenarios, pero también por las parroquias. Y no faltaba tampoco una predicación sobre este punto en las misiones populares. Muchos de estos sermones se publicaban después, gracias a lo cual podemos conocerlos hoy. Los predicadores insistían con frecuencia en la infinitud de las penas de María. Por ejemplo, san Juan de Ávila predicó una homilía con un título tan sugestivo como el de ¿A quién te compararé, Hija de Sión? Allí, el apóstol de Andalucía, incita a, “en viniendo el sábado, tener memoria particularísima, sin que falte día, de los dolores que la Virgen María pasó”. Y se dirige a los fieles: “La pintáis con siete cuchillos, con setecientos la habíais de pintar! No tienen cuenta las gotas de la mar y sus arenas, no tienen cuenta las estrellas del cielo con los dolores de la Virgen María”116. El dominico fray Luis de Granada también nos ha dejado bellas páginas con el contenido de su predicación, y también en ella el tema de los dolores de la Virgen aparece con frecuencia. Se pondera lo terrible de sus dolores al ver padecer y morir a su divino Hijo, “¿pues qué lengua podrá declarar la grandeza de este dolor?”. Pero, a la vez, se presenta a María firme en los sufrimientos: “Y con ser tan grandes estos dolores, no rehusaste, Virgen bendita, la compañía de la cruz, ni le volviste las espaldas, sino allí estuviste junto a ella, no caída, ni derribada, sino en pie, como columna de

116. SAN JUAN DE ÁVILA, Escritos sacerdotales, BAC, Madrid 1969, p. 252. 117. FRAY LUIS DE GRANADA, Libro de la oración y meditación, Imprenta de don Juan de la Cuesta, Valladolid 1860, pp. 385-386. 118. ANDRÉS SORIA ORTEGA, El maestro fray Manuel de Guerra y Ribera y la oratoria sagrada de su tiempo, Universidad de Granada, Granada 1950, p. 161.

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fortaleza, contemplando con inestimable dolor al Hijo en la cruz; para que así como Eva, mirando con deleite aquel fruto y árbol de muerte, intervino en la perdición del mundo, así tú, mirando con grande amargura el fruto de vida que de aquel árbol pendía, intervinieses en el remedio del mundo”117. Otro afamado predicador, fray Manuel Guerra predicaba el último sermón cuaresmal sobre los dolores y soledad de la Virgen, esmerándose, si cabe, en lograr la emotividad del auditorio con el fin de llevarles a la conversión. Para ello, nada mejor que ponerles delante los tormentos sufridos por la Virgen: “¿Para cuándo guarda la Providencia el morirse de dolor? Miente nuestro corazón si dice que siente y vive. Pues que vive, no lo siente. (...) Pero si no pueden llegar al sol los golpes ¿cómo se imprimen en vuestro corazón los agravios? Vuestro pecho, Señora, atravesado con siete puntas de aleve mano y tenemos ojos para verlo y aliento para decirlo”118. La Orden servita contó también con predicadores de fama, especialmente afectos a los sermones que tenían por tema los Dolores de la Virgen; entre ellos destaca en el siglo XVII, fray Francisco Fénix de Canales, y en el XVIII, los padres Vicente Mañes, Pedro Ariño, Bernardo Crosjus y Felipe Roca119. Estos sermones sirvieron también para la composición de obras para la devoción personal y comunitaria, como –por ejemplo– los septenarios. Su buena acogida deparó multitud de ediciones y reimpresiones, como el Septenario doloroso, según se hace en la Tercera Orden de Servitas… de Sevilla120 o el Septenario sagrado y devoto de los siete Dolores de María Ssma. al pie de la cruz. Cuya imagen se venera en el convento de la Merced de Pamplona y su capilla de la Congregación fundada en ella121. En la misma línea, el servita Epifanio Cedo ya había publicado en 1664 en Barcelona la Corona Dolorosa y Ramillete Histórico, Exercicio Espiritual para los que se precian de Siervos humildes de María: en que se meditan los más sentidos

119. FÉLIX HERRERO SALGADO, Aportación bibliográfica a la oratoria sagrada española, Instituto Miguel de Cervantes de Filología Hispánica, Madrid 1971, pp. 120. Septenario doloroso, según se hace en la Tercera Orden de Servitas… de Sevilla, Impreso por Vázquez y Compañía, Sevilla, s. d., 46 pp. 121. Septenario sagrado y devoto de los siete Dolores de María Ssma. al pie de la cruz. Cuya imagen se venera en el convento de la Merced de Pamplona y su capilla de la Congregación fundada en ella, Impreso por Antonio Castilla, Pamplona 1786, 48 pp.

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Dolores que padeció en vida y muerte de su amado Hijo Jesús: según la costumbre antigua de la Religión de sus devotos Siervos. Evidentemente, los servitas destacaron en este campo, pero no estuvieron solos. El jesuita José Vidal publicaba en Amberes en 1695 la obra titulada Memorias Tiernas, Dispertador Afectuoso y Devociones Prácticas con los Dolores de la Santísima Virgen, sacadas de Varios Autores, y en 1722 el presbítero secular José Eugenio de Zayas y Godos daba a la imprenta en Valladolid sus Trenos Marianos, ponderaciones compasivas y discursos dolorosos, en que se trata de las aflicciones, penas y dolores de Maria Santissima, Señora Nuestra, especialmente de los Siete Dolores. Son tan sólo algunos ejemplos de la rica y abundante literatura devocional surgida en torno a los Dolores de la Virgen, que en buena parte ha continuado hasta el siglo XX.

5. Los dolores de la Virgen en las bellas artes Y, de igual forma, pocos temas han sido tan repetidos a lo largo de la historia del arte cristiano como éste de los Dolores de la Virgen. No sólo las artes plásticas se han servido de él como motivo de inspiración, también la poesía y la música122. Tanto en Oriente como en Occidente, las artes visuales plasmaron lo que la teología, la liturgia y también la literatura devocional expresaba de formas diversas pero coincidentes en el fondo: el inmenso

122. JAROSLAV PELIKAN, María a través de los siglos. Su presencia en veinte siglos de cultura, Madrid 1997, pp. 129-140. 123. MANUEL TRENS, María. Iconografía de la Virgen en el arte español, Madrid 1947, p. 223. En la misma línea, MIGUEL CASTILLEJO GORRÁIZ, “La Compasión de María en la Teología y en el Arte”, en VV.AA., Córdoba: Tiempo de Pasión, II, Córdoba 1992, pp. 81-100; FERNANDO MORENO CUADRADO, La Pasión de la Virgen, Córdoba 1994 (catálogo de la exposición). 124. EMILE MALE, El arte religioso del siglo XIII en Francia, Madrid 2001, p. 266, señala una curiosa representación eboraria en la que la lanza clavada en el costado de Cristo atraviesa también el corazón de su Madre. En la misma línea, una tabla hispanoflamenca de la iglesia de Maluenda (Zaragoza) muestra a la Virgen con su hijo muerto en brazos y la espada uniendo simbólicamente la herida abierta del costado de Cristo y el corazón de María (TRENS, o. c., p. 221). 125. LEPICIER, o. c., p. 53.

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dolor de la Virgen en la muerte de su Hijo. Iconográficamente, la representación de la Mater dolorosa consiste en la figura de María, sola, sin más atributo que el corazón traspasado por una o varias espadas o cuchillos, bien al pie de la cruz o fuera de cualquier contexto espacial. Ésta es la forma más habitual de representación de la Dolorosa, cuya imagen aparece a partir del siglo XVI en ermitas e iglesias, especialmente destinada a suscitar la compasión del devoto, función que alcanza su plenitud en los días de la Semana Santa cuando se integra en procesiones y otras celebraciones piadosas. Trens, en su espléndido tratado sobre la iconografía mariana en el arte español señala que, en sus comienzos, “esta imagen se calcará sobre la de la Piedad, pero añadiendo a la Virgen unas espadas”123. Hasta el siglo XIV prácticamente sólo aparece una espada124, de acuerdo con la literalidad de la profecía de Simeón, siendo la más antigua representación, según Lépicier, la del manuscrito 400 de la Biblioteca Nacional de París125. Pero, tímidamente, ya a partir de finales del XIII comenzará la multiplicación de espadas: primero, cinco, en correspondencia con los cinco gozos; y, luego, siete ya, conforme los gozos alcanzaron también dicha cifra, estable a partir del siglo XV, si bien no hubiera coincidencia a la hora de señalar qué dolores había que considerar, si sólo los experimentados durante la Pasión o también los del resto de la vida, tendencia que finalmente prosperó. La multiplicación se hizo en ocasiones excesiva: no sólo encontramos representaciones de la Virgen con trece espadas, sino que la consideración de sus dolores se elevó hasta los ciento cincuenta que llegó a contar Alano de la Roche. De ellos hubo que elegir los siete principales y aquí se produjeron variantes interesantes que Trens divide en cinco categorías126; finalmente se fijaron los siete que ya hemos indicado más arriba, promovidos por los servitas mediante la Corona dolorosa y recogidos también en el Breviario romano. Conviene indicar que, en sus comienzos, la representación de las siete

126. TRENS, o. c., pp. 225-228. 127. JUAN MARTÍNEZ DEL LLANO, Marial de todas las Fiestas de Nuestra Señora, Madrid 1682 (cit. por PILAR DÁVILA FERNÁNDEZ, Los sermones y el arte, Valladolid 1980, p. 200).

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espadas no estaban clavadas propiamente en el corazón de María sino colocadas en el fondo de la composición con un medallón en que se situaba la escena correspondiente, como aparece con frecuencia en la pintura flamenca del XVI. Luego, por simplificación, sólo quedaron las espadas, fundamentalmente cuando los escultores comenzaron a producir imágenes de bulto redondo, demandadas por parroquias y cofradías para la celebración de las procesiones de Semana Santa. Juan Martínez del Llano en su Marial de todas las Fiestas de Nuestra Señora, publicado en 1682, señalaba a este propósito que “es lo más común en las pinturas o imágenes de talla de Nuestra Señora de los Dolores o de la Compasión pintarlas o fabricarlas con muchas espadas o una, que rematan en su corazón, en que se nos da a entender el cuchillo de dolor que la profetizó Simeón”127. La imagen de la Virgen con el corazón traspasado por las espadas o puñales dio lugar a una nueva denominación, tan expresiva como macabra, la Virgen de los siete cuchillos, tal y como ocurrió –por ejemplo– en Valladolid a partir de que se colocaran en 1623 los puñales de plata a la imagen esculpida por Juan de Juni para la cofradía de las Angustias128. En cualquier caso, a partir del siglo XV se advierte una tendencia a representar a María aislada de la escena del Calvario129, como imagen de devoción si seguimos la terminología introducida por Guardini; es decir, la imagen mediante la que “desciende lo divino y el hombre se eleva”, que permite “la familiaridad, la contigüidad” y puede llegar a convertirse en “un trozo de la existencia propia”; es la imagen que se venera en la cercanía

129. EMILE MALE, L’Art Religieux de la fin du Moyen Age en France, París 51949, p. 122 ss. 130. ROMANO GUARDINI, “Imagen de Culto e Imagen de Devoción. Carta a un historiador del Arte”, en idem, La esencia de la obra de arte, Madrid 1960, pp. 15-35. 131. Mª JESÚS SANZ, “Las imágenes vestidas de la Virgen durante el Barroco”, en Pedro de Mena y su época, Junta de Andalucía 1990, pp. 465-479. 132. Mª JESÚS SANZ, “La representación dolorosa de Nuestra Señora”, en JUAN DELGADO ALBA (dir.), Semana Santa en Sevilla, III: El esplendor del alma y la madera, Sevilla 1983, pp. 123134; Mª DOLORES DÍAZ VAQUERO, La Virgen en la escultura cordobesa del Barroco, Córdoba 1987, pp. 85-134; JUAN MIGUEL GONZÁLEZ GÓMEZ, “Sentimiento y simbolismo en las representaciones marianas de la Semana Santa de Sevilla”, en VV.AA., Las cofradías de Sevilla: historia, antropología, arte, Sevilla 21991, pp. 119-152; JUAN MARTÍNEZ ALCALDE, La Virgen Dolorosa y el Paso de Palio en Sevilla Penitente, II, Sevilla 1995, pp. 265-389; JUAN MIGUEL GONZÁLEZ GÓMEZ, “La Dolorosa. Iconografía de la Virgen en Sevilla”, en CARLOS COLÓN PERALES y FRANCISCO JAVIER RODRÍGUEZ BARBERÁN (dirs.), El poder de las imágenes. Iconografía de la Semana Santa de Sevilla, Sevilla 2000, pp. 90-120.

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del altar, de la capillita callejera o del propio domicilio, “la que produce edificación y consuelo”130. En nuestro caso, es la imagen de la Virgen Dolorosa, representación sublime del amor de la Madre que, viendo sufrir y morir a su Hijo Inocente y Justo, ofrece su dolor y su amor por el resto de sus hijos, pecadores e injustos, para ablandar su corazón, unida al Sacrificio Redentor de la Cruz. Imagen de vestir, por lo general, en ocasiones sin especial mérito artístico pero adornada de una entrañable devoción popular. Este tipo de imágenes de vestir tiene su origen a finales del siglo XVI y alcanzará un gran auge durante el barroco tanto en España como en Hispanoamérica131. Desde el punto de vista iconográfico conviene indicar que el modelo típico de la Dolorosa consiste en una imagen de vestir o de candelero, razón por la cual sólo se tallan las partes visibles, es decir, el rostro y las manos. Durante el siglo XVIII se añadirán elementos postizos como los ojos o lágrimas de cristal, pestañas y pelucas, con cierto afán hipernaturalista, lo que dio lugar a un extraordinario auge de las artes suntuarias como el bordado y la orfebrería, conservado hasta el día de hoy especialmente en Andalucía132. A una reina francesa, Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, se debe la introducción en nuestro país de la representación hoy tan popular de la Dolorosa, una de cuyas variantes es también la conocida como Soledad de Nuestra Señora. Dicha reina tuvo el gusto de poseer una escultura de la Virgen de la Soledad, pero según el modelo que se había traído pintado desde su tierra. Para ello en 1565 encargaba al célebre escultor Gaspar Becerra reproducir en bulto redondo la imagen que en aquella pintura se veía. Así lo hizo el gran escultor; pero a la hora de vestirla llegaron a la conclusión de que lo más conveniente sería ataviarla con los ropajes que en ese momento usaban las viudas españolas. Para ello la Condesa viuda de Ureña, camarera de la reina, cedió uno de sus ricos atuendos de viuda noble con el fin de vestir a la imagen. Tal indumentaria se componía, según el uso tradicional, de túnica blanca cerrada hasta

133. ANTONIO PALOMINO DE CASTRO Y VELASCO, El museo pictórico y escala óptica, III, Aguilar, Madrid 1988, p. 52. 134. ELÍAS TORMO, “Gaspar Becerra”, en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones 31 (1913), pp. 247-265 (el epígrafe 12 es, sin embargo, de Javier Sánchez Cantón).

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los pies, tocas al estilo monjil alrededor de la cabeza, y manto negro amplio. Palomino describe perfectamente lo sucedido: “Vistióse luego esta santa imagen (por el dictamen de la Reina) según el estilo, que practicaban entonces las señoras viudas de primera clase, desde el tiempo de la Reina Doña Juana, mujer de Felipe Primero (que llamaron el Hermoso) que arrebatada del desmesurado amor que le tuvo, habiendo muerto su marido, se vistió como si se amortajara en vida: y así la imitaron todas las señoras viudas, hasta el tiempo de la Reina nuestra Señora Doña Maria Ana de Neoburg. Y ésta fue la causa de ponerle a esta santa imagen Dolorosa un traje tan extraño, por ser entonces practicado solamente en España”133. Esta imagen se conservó en un templo madrileño hasta la guerra civil, y no es otra que la posteriormente popularizada en pinturas y conocida como Virgen de la Paloma, de tanta devoción de la capital de España134. Este modelo fue trasplantado a Granada por Alonso Cano y en sus pinturas se inspiraron luego autores como José de Mora, quien en la práctica copió el modelo íntegramente con la salvedad de realizar los vestidos también de talla135. Otro tanto hay que decir de Pedro de Mena, cuya producción artística incluye espléndidas imágenes de la Dolorosa136. De todas maneras, la única novedad que con ello se aportó a la iconografía fue la de vestir a la imagen con los atuendos de una viuda noble, puesto que de la Virgen vestida de viuda y considerada como tal, encontra-

135. ANTONIO GALLEGO Y BURÍN, José de Mora. Su vida y su obra, Granada 1925 (ed. facsímil de 1988), pp. 155-157. 136. EMILIO OROZCO DÍAZ, “Devoción y barroquismo en las Dolorosas de Pedro de Mena”, en Goya 52 (1963), pp. 235-241. 137. SAN BUENAVENTURA, Obras, II, BAC, Madrid 1956, pp. 807-809. 138. JUAN INTERIAN DE AYALA, Pictor Christianus et eruditus sive de erroribus qui passim admittuntur circa pingendas atque effingendas Sacras Imagines, Madrid 1730, libro IV, cap. VI, nº 6. 139. DOMINGO SÁNCHEZ-MESA MARTÍN, “Los temas de la Pasión en la iconografía de la Virgen. El valor de la imagen como elemento de persuasión”, en Cuadernos de Arte e Iconografía 7 (1991), pp. 167-185 y láminas LXXVI-XCVI.

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mos ejemplos de gran antigüedad en la literatura cristiana, como es el caso, por ejemplo, de las Meditaciones atribuidas a san Buenaventura137. Con todo, a algunos destacados iconógrafos como el Padre fray Juan Interian de Ayala nunca les agradó esta representación138. Sin embargo, por lo que se refiere al pueblo sencillo, ésta fue –y podemos afirmar que aún sigue siéndolo– una de las devociones de más agrado y predilección como lo manifiesta la ingente proliferación de tallas, cuadros y estampas que muestran los Dolores de la Virgen no para su contemplación curiosa sino para la meditación agradecida139. Más aún, para la identificación con la Virgen en los dolores y sufrimientos personales y cotidianos como ocasión propicia de “completar lo que falta a la Pasión de Cristo”.

Fermín LABARGA GARCÍA Facultad de Teología Universidad de Navarra PAMPLONA