LARS Y UNA CHICA DE VERDAD. EL VIAJE HACIA LA MADUREZ

LARS Y UNA CHICA DE VERDAD. EL VIAJE HACIA LA MADUREZ. Por MARÍA VAQUERO ARGELÉS T. O. Lars and the real girl. Producción: Sidney Kimmel Entertaimen...
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LARS Y UNA CHICA DE VERDAD. EL VIAJE HACIA LA MADUREZ.

Por MARÍA VAQUERO ARGELÉS

T. O. Lars and the real girl. Producción: Sidney Kimmel Entertaiment (EE. UU., 2007). Productores: Sarah Aubrey, Peter Berg, Whitney Brown, John Cameron, William Horberg, Sidney Kimmel y Bruce Toll. Director: Craig Gillespie. Guión: Nancy Oliver. Fotografía: Adam Kimmel. Música: David Torn. Dirección artística: Joshu de Cartier. Decorados: Steve Schewchuk. Vestuario: Gerri Gillan y Kirston Leigh Mann. Montaje: Tatiana S. Riegel. Intérpretes: Ryan Gosling (Lars Lindstrom), Emily Mortimer (Karin Lindstrom), Paul Schneider (Gus Lindstrom), Kelli Garner (Margo), Patricia Clarkson (Dagmar), Nancy Beatty (Mrs. Gruner), R. D. Reid (Reverendo Bock), Joe Bostick (Mr. Shaw), Liz Gordon (Mrs. Schindler), Nicky Guadagny (Mr. Petersen). Color – 106 minutos. Estreno en España: 25 - IV - 2008.

É

rase una vez un joven que vivía en una pequeña población - tan pequeña

que todos se conocen - y que logra que le acepten tal y como es a pesar de sus múltiples rarezas. Enunciado así el argumento, éste se toma como un cuento, una fábula moral demasiado hermosa para ser verdad. Y así es, con la salvedad de que, en esta ocasión, su autoría no pertenece ni a los hermanos Grimm ni a Charles Perrault. La historia de este Quasimodo moderno ha salido de la mente de Nancy Oliver y Craig Gillespie, guionista y director, respectivamente, de Lars y una chica de verdad (Lars and the real girl, 2007) y es con esta película, y tras el bautismo de fuego en la labor de cineasta con la irregular Cuestión de pelotas (Mr. Woodcock, 2007), como el australiano se ha dado a conocer internacionalmente.

¿Q

ué sucede cuando una persona no desea mantener contacto alguno

con sus semejantes? ¿Cuando los rehúye porque hasta su sola presencia duele? Ésta es una película acerca de la imposibilidad de permanecer solo y aislado del mundanal ruido en una época donde la globalización afecta a todas las facetas de la vida. Nancy Oliver, guionista reconocida de series como A dos metros bajo tierra (Six Feet Under), plantea esta situación poniéndose en la piel de Lars, este joven solitario, que lo único que desea es pasar inadvertido para los demás. Y esto se nos muestra desde el inicio del film, cuando vemos al protagonista a través del cristal de una ventana, totalmente parapetado tras ese muro transparente. Pero Lars tiene algo pendiente, algo que resolver, y el momento es el adecuado. En un principio no sabemos si nuestro héroe de ficción es feliz, pero pronto podemos comprender que no es así y que va a ponerse manos a la obra para lograrlo. Y, para ello, sumerge a la comunidad en la que está integrado dentro de un maravilloso cuento de hadas, consiguiendo que todos ellos acepten como a una más a Bianca, una muñeca hinchable increíblemente real. Dicho así, se podría pensar en una más que probable relación con la película de Luís García Berlanga, Tamaño natural

(1973). Nada más lejos. Es más, Lars y una chica de verdad se podría catalogar dentro de la sección de comedias dramáticas, cerca de los clásicos de Frank Capra, gracias a la elegancia y sencillez con que se trata el tema y al humor tierno que destila el film. Los sentimientos son lo más importante en este caso y el amor y la amistad que familiares y vecinos le demuestran a Lars son el motor de la historia y ponen de relieve que, quien más y quien menos, tiene sus rarezas y no por ello ha de ser marginado. Todos tenemos un poco de Lars.

C

raig Gillespie trata la historia con máxima eficacia, logrando que lo

complicado sea sencillo al relatarla en imágenes que desprenden hermosura y a partir de un tratamiento muy interesante. Se trata de utilizar elementos opuestos que le dan a la película el impulso necesario para que se pueda alcanzar la catarsis final: una pequeña población establecida en un paraje gélido propio de los países escandinavos (al igual que los nombres de los protagonistas) y que recuerda a películas como Fargo (Ethan y Joel Coen, 1996) y series como Doctor en Alaska (Northern Exposure), habitada sin embargo por unas gentes que brillan por su calidez y ternura; el propio Lars, que es una contradicción pura, ya que destaca por sus extravagancias y su amor por la soledad, pero que, por el contrario, desprende una gran ternura; su hermano Gus, un gruñón que no quiere aceptar la “enfermedad” de su hermano pero que acaba por encariñarse con Bianca… Todo ello no hace sino contribuir a la creación de esa atmósfera de irrealidad dentro de una estética realista que caracteriza a la película y que la hace tan especial.

L

a fantasía empapa el film. Todo lo que en él sucede se antoja fabuloso:

¿cómo es posible que una comunidad creyente, tradicional, acepte la relación de su vecino más extraño con una muñeca de plástico, normalmente usada con otros fines? Es en este punto donde reside la clave de la película. Se trata de una parábola, al estilo de Eduardo Manostijeras (Tim Burton, 1990), un cuento de hadas en el que el protagonista es un personaje puro, incomprendido por un grupo de gente, pero que finalmente es aceptado por la mayoría. Lars y Eduardo son seres introspectivos, sí, pero también extraordinarios, por lo que son respetados por los demás aunque considerados como ajenos a la comunidad. Claro está que los finales son diversos, pero ambas películas comparten ese sabor de fábula que acontece en un invierno que, por momentos, se caldea gracias al cariño de la gente, además de la presencia del ser humanoide, artificial pero ideal, que es admitido no sin problemas. La diferencia radica en la estética de ambos films, ya que Burton añade su imaginería de cuento gótico, mientras que Gillespie le da ese tratamiento realista que tal vez pueda obtener una mayor empatía por parte del espectador.

L

a historia de Lars Lindstrom es la de un viaje iniciático, un devenir vital que

concluye en la consecución de una madurez que no se había alcanzado debido a un trauma causado por ciertos acontecimientos familiares. Se pueden distinguir tres puntos de inflexión, claves para el logro de esta meta. El primero de ellos es la fiesta que organiza la compañera de trabajo con motivo de su cumpleaños. Es en este momento cuando Bianca es aceptada en sociedad y todos hacen un esfuerzo porque Lars se sienta bien. Cuando el marido de la homenajeada baila con la muñeca, al igual que la música, que parece resonar dentro de nuestra cabeza, la imagen se distorsiona y predomina el color rojo, símbolo de calidez, de aceptación. Es en este momento cuando todo comienza. El segundo punto es la discusión que tiene el protagonista con su cuñada Karin, cuando ésta le recrimina su actitud que, por un momento se empaña de egoísmo, y le advierte que todo lo que hacen lo están haciendo por él. Es aquí cuando Lars comprende muchas cosas y empieza a darse cuenta de que está pasando por un proceso vital que se había quedado estancado, seguramente por unas vivencias anteriores que se nos confirman a los espectadores en el tercer punto de inflexión. Se trata de la conversación entre Lars y Gus. Es ahora cuando el joven sale de su caparazón para darse cuenta de que quiere cambiar, de que quiere crecer (“¿cuándo sabes qué te haces mayor?”).Y es en este momento cuando, por las palabras de Gus, sabemos que parte de la culpa de que Lars sea así la ha tenido el padre de ambos, a pesar de que el hermano mayor quiera cargar con la responsabilidad de haber dejado a Lars a cargo de un progenitor poco comprensivo y amargado por la muerte de la esposa.

E

s de justicia destacar la labor de los actores, resaltando particularmente a

Ryan Gosling cuya interpretación de Lars Lindstom es soberbia. Completa su papel aportando unos tics que le añaden extravagancia al personaje, que le dan veracidad y credibilidad como un ser que se escapa de la normalidad y que otorga vida a la muñeca Bianca. El espectador llega a sentir una gran empatía

por este chico retraído y por el amor hacia su “pareja”. Bianca le ayuda a cruzar la línea, a realizar ese viaje que la ha de llevar a la curación de un dolor físico que no es más que una extrapolación de un dolor interno al que sólo consigue llegar la Dra. Dagmar, interpretada por una gran Patricia Clarkson. Su personaje posee la dulzura y comprensión necesarias para tratar a Lars, de la cual carecen el resto de personajes. Ella es la que realmente le ayuda, consiguiendo acercarse a él con paciencia, siguiendo el ritmo que éste le marca. Y ese cariño logra a traspasar la pantalla llegando al espectador.

¿Q

ué sucede, finalmente, con Lars? Tal vez se podría decir que se rinde,

que no es capaz de luchar contra lo impuesto, lo políticamente correcto y que es vencido por la comunidad. O quizás se podría pensar que, tras llevar a toda la población a su terreno, a la aceptación de lo diferente, y salir vencedor de la prueba regresa a la normalidad. Quién sabe. En la interpretación del espectador está la respuesta.