La experiencia de Ignacio de Loyola en la Capilla de La Storta en

Vol. 84 (2012) MANRESA pp. 319-329 “Vio tan claramente que Dios lo ponía con su Hijo...” La visión de La Storta en la vida de san Ignacio y en la e...
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Vol. 84 (2012)

MANRESA

pp. 319-329

“Vio tan claramente que Dios lo ponía con su Hijo...” La visión de La Storta en la vida de san Ignacio y en la espiritualidad ignaciana Luis de Diego

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a experiencia de Ignacio de Loyola en la Capilla de La Storta en Octubre de 1537, cuatro meses después de su ordenación, y “pocas millas antes de llegar a Roma”, se cuenta sobria e “ignacianamente”, en la Autobiografía: “vió tan claramente que Dios le ponía con su Hijo, que no tendría ánimo para dudar de esto” (Au 96). Pero son numerosas otras fuentes que aluden a este mismo recuerdo. Hugo Rahner analiza dieciséis. Todas ellas semejan las “débiles vibraciones de un seísmo profundo”1 pero bastan para confirmar su autenticidad y gran relevancia. Las encontramos en el Diario espiritual y la Autobiografía, en una plática de Laínez, ya General (que es el principal testigo según el propio Ignacio), en siete recuerdos de Nadal (el teólogo de la espiritualidad ignaciana), en dos de Polanco, en dos de Ribadeneira, en uno de Canisio, y en otro de un autor anónimo2. El Diario Espiritual Cronológicamente, el primer recuerdo de ese “rumor del Cardoner”, como alguien ha llamado a la visión de La Storta, viene escrito de la propia mano de Ignacio, el 23 de Febrero de 1544, cuando anota en su Diario: [67] He pasado a revestirme con estos pensamientos, que se han intensificado hasta parecerme que eran una verdadera confirmación, aunque no recibiese consolaciones por ello. Además me ha parecido de alguna manera que el hecho de que Jesús se mostrase o se dejase sentir era de la

TELLECHEA, I., Solo y a pie, Sígueme, Salamanca 20028, 281. RAHNER, H., The vision of St Ignatius in the chapel of La Storta, CIS, Roma 1975, citado por THIÓ DEL POL, S., en La intimidad del peregrino, Diario espiritual de San Ignacio de Loyola, Mensajero-Sal Terrae, Bilbao/Santander 1990, 110, nota 106. 1 2

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Luis de Diego santísima Trinidad, viniéndome a la memoria aquella vez en que el Padre me puso con su Hijo”. Este recuerdo continúa en los días siguientes. A Ignacio se le imprimió la persona y el servicio de Jesús en el centro del corazón. No quiere en adelante otro nombre ni otro jefe para él y para lo que será más tarde la Compañía. Lo anotará varias Una experiencia que veces en su Diario3: [68] Al acabar de revestirme, se imprimió en mí marcó definitivamente nombre de Jesús con tanta intensidad y me sentí tanto a Ignacio como a el tan reforzado o –parece– confirmado para más adela Compañía que iba a lante, que me vinieron con más fuerza las lágrimas. [69] Durante la misa tuve diversos sentimientos ser fundada en confirmación de lo dicho. En efecto, al tener el santísimo Sacramento en las manos, impulsivamente me brotaba decirle que nunca le dejaría por nada del mundo o del cielo o etc. Con lo cual he sentido nuevas mociones, devoción y gozo espiritual. He añadido que haría lo posible por mi parte, y eso lo decía teniendo en cuenta a los compañeros que habían firmado. [70] Después durante el día, siempre que me acordaba de Jesús, experi320 mentaba la sensación de verle con el entendimiento, hallándome en continua devoción y confirmación. [71] Domingo 24 de febrero (…) Al preparar el altar y al revestirme, se me representaba el nombre de Jesús con mucho amor y confirmación, con marcada voluntad de seguirle, y todo ello con lágrimas y sollozos. El Diario Espiritual es testigo del “acatamiento, reverencia, y humildad amorosa” con que Ignacio vivió y recordó también una experiencia que le marcó definitivamente tanto a él como a la Compañía que iba a ser fundada tres años más tarde. La Autobiografía Veamos el hecho con más detalle. Según la Autobiografía, Ignacio, después de ser ordenado presbítero con los demás compañeros en Venecia4 y esperar en vano una nave que los llevase a Palestina donde quería decir su El subrayado en negrita es nuestro. DE DIEGO, L., La opción sacerdotal de Ignacio de Loyola y sus compañeros (1515-1540), CIS-UCAB, Roma-Caracas, 1970, 183-186, (en re-edición). Con la ordenación sacerdotal parecen haber alcanzado la meta de sus estudios; y, a partir de entonces, van a ampliar su radio de acción apostólica en una forma más directa e inmediata. 3 4

“Vio tan claramente que Dios lo ponía con su Hijo...”... primera Misa5, se dirige entonces a Roma acompañado por Fabro y Laínez. González de Câmara cuenta lo que sucedió en ese viaje y escuchó del mismo Ignacio: “Y en este viaje fue muy especialmente visitado del Señor. Había determinado, después que fuese sacerdote, estar un año sin decir misa, preparándose y rogando a la Virgen que le quisiese poner con su Hijo. Y estando un día, algunas millas antes de llegar a Roma, en una iglesia y haciendo oración, sintió tal mutación en su alma y vio tan claramente que Dios Padre le ponía con Cristo, su Hijo, que no tendría ánimo para dudar de esto, sino que Dios Padre le ponía con su Hijo.” (Au 96). Esta narración, al parecer, era ampliamente conocida y comentada por el primer grupo ya que Câmara interrumpe a Ignacio y le recuerda que Laínez añade algo más: Laínez En una reunión ante más de 200 jesuitas en Roma tras su elección como segundo General, el 2 de Julio de 1559, Laínez hace memoria de algo que considera esencial para el futuro: lo que Ignacio les compartió a Fabro y a él mismo en aquel viaje a Roma veintidós años antes: “Viniendo a Roma, pasando por Siena, nuestro Padre (Ignacio)… tenía muchos sentimientos espirituales, y especialmente respecto a la santísima Eucaristía… Me dijo que le parecía que Dios Padre le imprimiera en el corazón estas palabras: Ego ero vobis Romae ropitius. Y no sabiendo lo que estas palabras quisieron significar, nuestro padre decía: ‘No sé lo que sucederá a nosotros; quizás, seremos crucificados en Roma’. Luego, otra vez, dijo que le parecía ver a Cristo con la cruz sobre los hombros, y el Padre Eterno cercano que le decía: ‘Yo quiero que Tú tomes éste por tu siervo’. Y así, Jesús se lo tomaba, diciendo: ‘Yo quiero que tú nos sirvas’. Y por eso, recibiendo gran devoción a este santísimo nombre, quiso denominar la Congregación: la Compañía de Jesús”.6 Según este texto de Laínez pudieron ser uno o dos los momentos de una 5 Laínez habla a Ribadeneira de una «razón oculta » de Ignacio. Sin duda no era otra que la esperanza de poder celebrar su primera Misa en la tierra de Jesucristo (FN I, 496). También lo sugiere Laínez a Ribadeneira cuando éste le pregunta por el motivo que Iñigo había tenido para retrasar el momento. Es la misma opinión de P. Leturia en su estudio: “La primera Misa de San Ignacio de Loyola y sus relaciones con la fundación de la Compañía”, en Estudios Ignacianos I, 223-235. Su argumentación parece clara y convincente. Y en Fabri Monumenta, I, 507, leemos una frase de Fabro refiriéndose a Ignacio que trasluce un deje de añoranza ante el sueño por ahora imposible: “Ora por Jerusalén con esperanza de que por fin, alguna vez pueda celebrar allí él o alguno de la Compañía”. 6 MI, FN II, 133.

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Luis de Diego misma experiencia (“luego, otra vez,”). Lo que va a dar lugar a diversas opiniones sobre las palabras exactas que se imprimen en Ignacio, y en las que no coinciden exactamente las diversas fuentes. Es de notar que Laínez añade dos detalles importantes a lo que se narra en la Autobiografía: Cristo se aparece a Ignacio llevando la cruz sobre los hombros. Y luego cita unas palabras de Dios Padre que parecen imprimirse en el corazón de Ignacio: “Yo os seré favorable en Roma”. Y añade el Padre al Hijo: “Yo quiero que Tú tomes a éste por siervo”. Finalmente las palabras del mismo Jesús a Ignacio, de clara resonancia trinitaria: “Yo quiero que tú nos sirvas”. Nadal, Canisio y Ribadeneira ofrecerán diversas interpretaciones sobre las mismas palabras y quién las pronuncia, pero que no afectan a lo esencial de la experiencia. Jerónimo Nadal

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Nadal, fue considerado ya en su tiempo por el mismo Ignacio como quien “del todo conoce mi mente y posee mi autoridad misma”7, y por Polanco, primer secretario e historiador de la Orden, como el intérprete auténtico de la mente y del espíritu de Ignacio. Jerónimo Nadal va a insistir repetidamente en la importancia de La Storta para el posterior modo de vivir y proceder de Ignacio y de la Compañía. Hasta siete veces en sus exhortaciones y escritos se referirá al episodio tal como lo recibió de Laínez8. Para luego entretejer su significado en la misma narración del hecho9 y sacar, finalmente, consecuencias y lecciones para la vocación y la vida de toda la Compañía y de cada jesuita. En las Exhortaciones en España de 1554 Nadal afirma convencidamente, como previamente lo había hecho para motivar a Ignacio la narración de su Autobiografía (Au Prólogo, 2*), que la “visión” de La Storta era una gracia otorgada no sólo a Ignacio sino, en él, a toda la Compañía, y a cada jesuita en particular. Esta tesis de Nadal queda formulada en dos frases lapidarias: “en él (Ignacio) se ve la primera forma y gracia que el Señor dio a la Compañía”, (“In vita Ignatii forma Societatis”), y “en él (Ignacio) nos puso un ejemplo vivo de nuestro modo de proceder”10.

7 Epp., V, 7-8. Para las numerosas fuentes sobre La Storta en los escritos de Nadal nos guiamos por HERBERT ALPHONSO, Art. “La Storta”, en Diccionario de Espiritualidad Ignaciana (II), Mensajero-Sal Terrae, Bilbao/Santander 2007, 1093-1094. 8 Lo dice explícitamente en sus Exhortaciones de Enero del 1557 en el Colegio Romano: cf. MI, FN, II, 9. 9 Exhortaciones de 1554 en España, en MNad, V, 51-52. 10 MNad, V., 287 (52a); Ibid., 262 y 268.

“Vio tan claramente que Dios lo ponía con su Hijo...”... Tesis que, referida a La Storta, se formula así en el mismo documento de 1554: “Cuando Dios Padre puso a Ignacio con Cristo en su servicio, dijo: ‘Ego vobiscum ero’ (Yo seré con vosotros), mediante lo cual claramente quiso decir que nos escogió para ser compañeros de Jesús. Y esta es una gracia especial concedida a la “In vita Ignatii, forma Compañía por Dios”11. En un momento posterior Nadal concluirá defi- Societatis”; “en él nos niendo claramente la misión de la Compañía en la puso un ejemplo vivo de Iglesia: nuestro modo de “Debemos tener a Cristo ante los ojos como nuestro jefe. Esto, pues, fue mostrado a nuestro proceder” (J. Nadal) padre Ignacio…: vio a Dios ponerle definitivamente en el servicio de Cristo llevando la cruz, y decirle: ‘Ego vobiscum ero’ etc. Esta misma es también nuestra vocación, o sea, servir a Cristo que lleva su cruz, no en su misma persona, sino en la Iglesia, porque Cristo hace suyos los sufrimientos y las persecuciones de la Iglesia”12. Ribadeneira y Canisio Ribadeneira es el primero que acertadamente conecta la experiencia de la Storta con el pasaje del Diario Espiritual ignaciano (67) del 23 de Febrero de 1544: “Demás de esto, en un cuaderno escrito de su mano, en el cual, al tiempo que hacía las Constituciones, escribía nuestro Padre día por día los gustos y afectos espirituales que sentía su ánima en la oración y misa, dice en uno de ellos que había sentido tal afecto como cuando el Padre eterno lo puso con su Hijo”13. Pero al citar la Autobiografía pone las palabras, que Ignacio atribuye al Padre, en boca de Jesús. Nadal, sin embargo, al igual que Ignacio y Laínez, pone en boca de Dios Padre las palabras: “Ego vobiscum ero”, “Yo estaré con vosotros”. Coinciden en esta opinión con Pedro Canisio que las cita en italiano: “Io saró con voi”. El mismo Canisio afirma que proferidas por Dios Padre, como en la primera versión, son más trinitarias y significativas que las divulgadas por Ribadeneira. También Canisio difiere en la interpretación de la frase: “Yo os seré

MNad, V, 51-52. Exhortaciones del 1567 en Colonia, en MN, V, 789. 13 RIBADENEIRA, P. Vida de San Ignacio II, 11, en MI, Series Quarta, vol. I, p. 378. 11

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Luis de Diego favorable en Roma” (Laínez y Ribadeneira), y se inclina por la más universal: “Yo estaré con vosotros”. Hugo Rahner, en la obra antes citada, sigue a Canisio y prefiere como definitiva la fórmula: “Ego vobis ero propitius”, “Yo estaré con vosotros”, “Yo os seré favorable”, atribuyéndola al Padre Eterno. Y es posible que Pedro Fabro fuese la fuente de Canisio. Significado de La Storta para Ignacio: 1. El fruto de los Ejercicios

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Desde su primera experiencia de los Ejercicios en Manresa Ignacio había hecho una oblación de mayor estima y mayor momento para seguir a Cristo y acompañar en su pena al Rey Eternal antes de seguirle en la gloria. También había pedido insistentemente en todos los coloquios, hasta la Tercera Manera de Humildad, la gracia de ser recibido debajo de su Bandera y de imitar a Cristo en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza así actual como espiritual (Ej 98,147,168). Había multiplicado estos coloquios, siempre comenzando por nuestra Señora (Ej 147). Conviene aquí subrayar todo el peso vital de la devoción de Ignacio por María, su primera intercesora, sobre todo desde el momento en que, con sus vestidos ya cambiados por los de un pobre “se vestió de su deseado vestido” y, “con su bordón en la mano” pasó toda la noche hincado de rodillas y a ratos de pie ante su altar en Monserrat, “una víspera de Nuestra Señora de Marzo, el año de 22” (Au 18). María y La Storta mantienen una relación intercesora innegable, que irá de querer vivir lo más exterior a la configuración interna, de vestirse el “deseado vestido” de pobre al “ser puesto con el Hijo”. Los coloquios ignacianos terminan con iguales peticiones al Hijo, y finalmente al Padre, para que también le concedan la gracia de ser elegido y recibido bajo la bandera de Cristo. Será en La Storta, años después, cuando siente que recibe en lo más profundo de su corazón esta gracia, y cuando su perseverante petición de “ser puesto” es escuchada de manera extraordinaria14. No es “ponerse uno mismo” sino “ser puesto” con el Hijo que lleva la cruz. Y fue, son sus palabras, un “ver con el entendimiento”, un “sentir tal mutación”, “confirmación”, “sensación”, “imprimírseme”… Es algo pasivo, don y gracia: El Padre pone a Ignacio con Cristo, su Hijo, y le asocia servicial y existencialmente a Cristo que lleva la cruz. 14 DUMEIGE, G., “El misterio de la Trinidad en la vida de Ignacio”, en Homenaje al P. Arrupe. La Trinidad en el carisma ignaciano, CIS, Roma, 1982, 72.

“Vio tan claramente que Dios lo ponía con su Hijo...”... Así se evoca el momento en “Solo y a pie”: “El fenómeno experiencial de La Storta es el último eslabón de un período rico en parecidas ilustraciones interiores precedentes recibidas en el retiro largo de S. Pietro de Vivarolo durante aquel interminable año de cada vez más desesperanzada espera. Para un hombre tan ciegamente providencialista como Iñigo, renunLa Storta ha de ser ciar a la vieja, arraigada y compartida idea de vivir y morir en Jerusalén era algo que le sumía en incer- compartida por todos tidumbre. «¡Qué hermoso es el fuego que se levan- los jesuitas y laicos que ta al quemar uno las naves!». El fuego fue La Storta, las misteriosas palabras grabadas y pesadas una al hacer los Ejercicios a una, con la imagen, al fondo, de Cristo con la cruz se hayan “dejado a cuestas”15. hacer” por ellos Una experiencia muy especial había sido la de “ser iluminado” en el Cardoner (Au 30). Otra diferente, e igualmente transcendente, va a ser la de sentirse “puesto con el Hijo”, poco antes de llegar a Roma. Y ambas son propias de Ignacio y de la Compañía, del jesuita o ignaciano que hace los Ejercicios. La Storta es una experiencia que, comunicada por Ignacio al primer 325 grupo de compañeros, debe ser compartida también por todos los jesuitas y laicos que no sólo hayan hecho los Ejercicios, sino que se han dejado “hacer” por ellos: “La oración de Ignacio es la oración del grupo, es la oración del ejercitante perpetuo, del creyente: “ser puesto con el Hijo”. ¿Es aventurado pensar que esa petición resume todo lo que es la vida de Ignacio y los compañeros? Es el deseo que sólo el Padre puede colmar, ahora que se acercan a Roma con sus planes interrumpidos, y próximos a someterse a la autoridad de la Iglesia, tan ambigua en sus representantes... Ante los compañeros e Ignacio se abre una vida de vastos horizontes (…), y no todo es simpatía, “veía las ventanas cerradas” (Au 97). Y es ahora precisamente cuando experimentan a través de Ignacio la firme convicción de que este género de vida que asumen no tiene otro sentido que ser puestos con el Hijo (Au 96). Obra del Padre, realizada en la ambigüedad de la historia por la autoridad dela Iglesia...”16. No otro es el fruto de los Ejercicios y que no puede reducirse a un santo deseo que dura ocho días o un Mes, sino que se extiende a toda la vida de

TELLECHEA, I., op. cit. 282. MAZA, Manuel P., La autobiografía de san Ignacio. Apuntes para una lectura, CIS, Roma 1984, 48. 15 16

Luis de Diego quien los ha hecho. Una gracia que, como Ignacio nos dice, fue pedida insistentemente. 2. El nombre de Jesús y la Compañía

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Ignacio adquirirá una gran claridad sobre el nombre que debe llevar el grupo de compañeros que inician con él la gran aventura. Conoce el nombre antes de que se apruebe la fundación de la Compañía. Polanco remonta la decisión a 1537 en Vicenza tras las ordenaciones cuando los compañeros se plantean qué debían responder “si les preguntaban quiénes eran”. Ignacio sugiere la respuesta, y los demás secundan la idea. Dirán que son de la Compañía de Jesús, los compañeros de Jesús. Tras la experiencia de la Storta, confirmada en su Diario, Ignacio sin dudar ni poder dudar considera inmutable el nombre de Jesús para su obra, “sólo Dios puede cambiarlo”. Y concluirá el mismo Polanco: “el Padre Maestro Ignacio en las cosas que tiene por vía superior a la humana, y así en las tales, no se rinde a razones ningunas”17. Quien se imprime en el corazón de Ignacio es el mismo Jesús que lleva la cruz. No otro que el crucificado-resucitado. El resucitado en forma de crucificado (servidor). “La Cruz permanece mientras el mundo da vueltas”, es el contemplativo lema de los cartujos. El más activo, pero no menos “contemplativo”, de la Compañía proclama: “vivir, actuar y servir en misión (“militar”) bajo el estandarte de la Cruz”. Nadal comentará a propósito de este seguimiento y misión: “Ayuda ejercitarse y considerar y sentir que seguimos a Jesucristo, que lleva aún su cruz en la Iglesia militante, a quien nos ha dado por siervos su Padre eterno, que le sigamos con nuestras cruces, y no queramos más del mundo que lo que Él quiso y tomó, scilicet, pobreza, oprobios, trabajos, dolores, hasta la muerte, ejercitando la misión para que Dios a Él le había mandado al mundo (…) Mas es muy gustosa nuestra cruz, porque tiene ya esplendor y gloria de la victoria de la muerte, resurrección y ascensión de Jesús”18. Queda claro como conclusión lo que Pedro Arrupe, en una de sus más POLANCO, J., Sumario..., n. 86, en FN, I, 204. MNad, IV, p. 678. OLIVIER CLEMENT anota un paralelo interesante: “Uno de los frescos más notables del Athos representa un monje crucificado del que brotan llamas (…) Los que son como él hablan de lo que experimentan y su palabra es poderosa con todo el poder del Espíritu. Los otros, y esto es lo que intento aquí, se contentan, desdibujándose, con presentar su testimonio. Intentan ser (…) lo que es con el pincel un pintor de iconos”, en La oración del corazón, Edit. Lumen, 1981, 134. 17 18

“Vio tan claramente que Dios lo ponía con su Hijo...”... apreciadas cartas a la Compañía, resumirá como puntos esenciales que se confirman en La Storta: a) la seguridad espiritual y psicológica de Ignacio: ha sido aceptado y su intuición del Cardoner ha llegado a su madurez. No falta sino la realización; b) la institucionalización del grupo con que se presenta es aceptada como parte del plan; c) el nombre “Compañía de Jesús”; d) el servicio en humildad y con la cruz; e) la vinculación eclesial en la persona del “Vicario de Cristo” como dador de misión.19

Para la espiritualidad ignaciana Dios habla en la creación y en la historia, pero también en los deseos y sentimientos más íntimos

3. La experiencia ignaciana de Dios ayer y hoy Una característica de las experiencias de Dios en Ignacio, también en La Storta, es que “disponen para el servicio en un seguimiento más estricto de Jesús, nunca resuelven, o menos aún “protegen” (…) implican en la realidad, dejan a la intemperie, (…) nunca evaden ni infantilizan20. Hacen vivir y sentir sabiamente desde el corazón, las señales de los tiempos, y buscan compaginarlas con una respuesta y una disponibilidad apostólica universales. Lo que le va a conducir, finalmente, a ofrecerse al Papa en Roma, aunque no sepa lo que le espera, y todas las ventanas parezcan cerradas. Realismo y esperanza. En tal sentido se podría afirmar que La Storta es también una llamada hoy para hacer realidad en la vida y el trabajo de hoy lo mismo que experimentó Ignacio. Es como escuchar de nuevo: Dios estará con nosotros si, como personas y como Cuerpo nos dejamos poner con el Hijo que lleva la cruz, y así le servimos en nuestros hermanos más vulnerables transparentando al crucificado-resucitado. Vivimos un tiempo y cultura de cambios profundos, de caída de las utopías, de innumerables y astutas ofertas, de crisis e injusticias económicas globales… Una cultura en la que no se aceptan “mensajes” (a no ser que sean SMS) y donde la frivolidad, el pluralismo, la incredulidad frente a todo lo que suene a gran relato o narración se nutre de interminables jue-

19 ARRUPE, P., “La inspiración trinitaria del carisma ignaciano”, en Homenaje al P. Arrupe, La Trinidad en el carisma ignaciano, CIS, Roma 1983, 31. 20 CHÉRCOLES, A., Una aproximación a Ignacio de Loyola, Apuntes inéditos, 433.

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Luis de Diego gos con el “lenguaje”; una cultura que ya no pretende buscar la “verdad”, sino comunicar lo más directamente posible cualquier tipo de experiencias. La mente posmoderna ve en toda gran palabra –y de una bien grande es portavoz Ignacio– un poder opresivo y fanático del que hay que liberarse. Reinan el esteticismo, la actitud lúdica ante la vida, Se necesita una nueva la fragilidad, y el pensamiento light. Sin embargo, frente a la expresión de Lyotard: ”que nos dejen ascesis, una nueva jugar, y que nos dejen jugar en paz”, el Loyola nos sabiduría para estar propone más bien “jugárnosla”, porque él mismo, atentos y abiertos a puesto junto a Cristo, se jugó la vida.21 espiritualidad ignaciana es actual porque se basa Dios en nuestra cultura La en la experiencia personal, en el momento presente y en nuestro tiempo que se vive con intensidad. Porque integra lo exterior y objetivo, con lo interior y subjetivo. Es decir, sabe combinar la realidad y la historia que nos habla de la oferta de Dios a este mundo (contemplación de la Encarnación), con lo más interior y subjetivo del ser humano (conversión en Loyola). Nos dice que Dios habla en la creación y en la historia, pero también en las vicisitudes de los deseos y de los sentimientos más íntimos de la persona. Y es, además, una espiritua328 lidad que no rehúye el conflicto externo e interno, sino que propone y plantea su integración mediante el discernimiento personal, y también comunitario-apostólico. Y es una espiritualidad de la identificación con Cristo, centro de los Ejercicios. En ella, el hombre y la mujer están llamados a quitar el pecado y el dolor innecesario e injusto de este mundo, siguiendo a Jesús hasta la cruz y hasta la Pascua, transfigurados por el Espíritu. Un cristiano de ojos abiertos que ve y sabe discernir la acción y la novedad de Dios en lo profundo de la realidad histórica por dolorosa y crucificada que aparezca sabrá también decir la palabra adecuada y realizar la acción justa en cada momento si, al mismo tiempo, se deja configurar por Cristo en los también ineludibles y necesarios momentos de silencio y descanso contemplativos. La invocación del nombre de Jesús se remonta a una venerable y antigua tradición de la Iglesia Oriental con la que Ignacio parece conectar misteriosamente, sin seguramente conocerla cabalmente. Posiblemente por la así llamada “comunión de los santos”. Es una invocación que, utilizando el 21 PINILLOS J.L., “San Ignacio y el espíritu de las épocas”, en ALDEA, Ignacio de Loyola en la gran crisis del Siglo XVI, M-ST, 1993, pp. 208. GONZÁLEZ BUELTA, B., Caminar sobre las aguas. Nueva cultura, mística y ascética, Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander 1993,208. Y el interesante comentario sobre una encuesta a jóvenes religiosos/as latinoamericanos, en IDIÁQUEZ, José A., “Globalización, Juventud y Cultura”, Diakonía, XXXIV, Oct.-Dic. 2011, n. 139, 10-51.

“Vio tan claramente que Dios lo ponía con su Hijo...”... tercer modo de orar de los Ejercicios, puede acercar vitalmente en el “silencio del corazón” a los orígenes de la Compañía, al nombre y a la persona de Jesús, y a la experiencia del mismo Ignacio en La Storta recordada en su Diario Espiritual. Podría contribuir a la tan necesaria renovación en el Espíritu de una dispersa Compañía que comparte esta cultura posmoderna. Y ayudar igualmente a los ignacianos, enviados cada día hacia nuevas y muy diferentes misiones y fronteras. Quizá uno de los retos principales que afronta hoy la espiritualidad cristiana e ignaciana sea el de recuperar el espíritu de silencio en medio del ruido y la distracción. No se trata de añadir nuevas normas disciplinares y tiempos normativos de silencio, o de intentar vivir como en los antiguos monasterios. Es principalmente una cuestión de corazón. De corazón ignaciano. De ser capaces de vivir con el corazón “consciente” de un monje aun en medio del ruido, como lo practican y recomiendan hoy numerosos laicos ortodoxos. Se necesita una nueva ascesis, una nueva sabiduría para hacerse atentos y estar abiertos a Dios en nuestra cultura y en nuestro tiempo. Se necesita un lugar en nuestro interior donde no haya ruidos, donde pueda hablar y ser escuchada la voz del Espíritu con suavidad y discreción. Se requieren personas convertidas ellas mismas en silencio, en un espacio abierto para que la Palabra pueda inflamarlas y enviarlas para bien de otros y de la Iglesia con una mayor libertad, coraje y creatividad. Una invitación a visitar de nuevo La Storta en cualquier parte del mundo.

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