EL QUIJOTE : SER OTRO Y EL OTRO. Obdulia REGA BARCO IES Juan de Herrera. (Dpto. de Lengua y Literatura)

El disfraz de caballero andante En el Quijote, acaso como un efecto mimético de la vida, hay toda una red complejísima de lo que podríamos denominar la metáfora barroca de la vida es un teatro, el teatro mismo entendido como espectáculo y representación, el proyecto humano que consiste en convertirse en otro para encontrar tu propio camino y la mismidad, la transformación de Sancho…, fenómeno que se ha denominado quijotización…, pero que bajo nuestra perspectiva engloba algo muy complejo. En Cervantes, el teatro y la metáfora barroca de la vida como teatro se utiliza, dentro de una amplia gama de personajes, como búsqueda de una nueva identidad, muy contraria a Calderón, donde cada uno representa el papel que es, el rey sueña que es rey (Segismundo). Los que más castigan a D. Quijote son siempre aquellos que son incapaces de comprender la trayectoria vital de un ente que deja atrás su aburrido pasado y que poniéndose las armas de su bisabuelo (disfraz) sale por el mundo con el firme propósito de convertirse en otro, con otros. El difícil camino emprendido por D. Quijote es complejo, puesto que hacerse significa no estar nunca hecho, no estar nunca concluido, sino buscando y buscándose en un complicado camino de proyectos que abarcan tanto el sueño como la realidad misma Entonces aparecería la pregunta: ¿se hace necesario salir de la realidad o la realidad es una fuerte barrera para convertirse en otro?, puesto que si aceptamos sus límites supondría para nosotros una frontera Obdulia REGA BARCO. El Quijote: ser otro y el otro. Ferrán nº 34, Diciembre del 2014. Págs. 127-133. ISSN 1135-2736

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infranqueable. La modernidad ha roto toda una línea de seguridades bajo la que se sustentaba el héroe de la literatura antigua y medieval, en cuyos moldes estaba asegurada la identidad, pero ahora este “yo sé quién soy “¿qué significado tiene? Significa defender su nueva identidad no sólo de lo que es en la actualidad sino de todo aquello que pueda ser en el futuro. El discurso de D. Quijote aparece como respuesta de quien es consciente de que su proyecto está lleno de enemigos. Pero ¿por qué es tan peligroso ser y hacerse otro? ¿La locura es un disfraz, o es realmente necesaria cierta dosis para encontrar un verdadero significado a la vida frente a este personaje cuyo objetivo vital es hacerse otro, y esto no es exactamente representar un papel, sino el camino para ser tú mismo empezando a ser otro ¿teatro? Si estudiamos el famoso discurso de D. Quijote donde aparece su célebre frase “yo sé quién soy”, es el enunciado de quien por fin ha encontrado la plenitud. D. Quijote no está representando un papel. Ponerse las armas de su bisabuelo para resucitar la caballería está directamente relacionado con alguien que, lleno de horizontes, desea investigar el verdadero significado de la vida y la verdad de sí mismo, así como encontrarse con el otro de una manera distinta, y en cierto modo rompiendo con el imperativo cristiano de “ama al prójimo como a ti mismo”. Su manera de entender al otro difiere por completo de las concepciones cristianas. Vivir, en efecto, es representar un papel, pero entendido como búsqueda, y como experiencias que se llenarán de tragedias, porque el mundo no está interesado en la plenitud ni en la verdad. El mundo, en su concepción estática de “todo es aceptable”, y en su aceptación conformista de lo que está mal hecho, se presenta lleno de maldad e injusticia. Pero D. Quijote consigue ser él mismo siendo otro por su particular manera de concebir al otro no como si fuera él mismo (cristianismo) sino lo que Levinas denomina el horizonte del ser (es decir, estar abierto, ir más allá del conocimiento hacia el universal; nuestra relación con otro es querer comprenderle) (Levinas, Entre nosotros, ensayos para pensar en otro, Pre-Textos, 1993). Ser otro entonces desde esta perspectiva implica no representar un papel que de

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alguna manera te estás creyendo, sino salir, apertura, universalidad, comprensión y significado; y desde esta perspectiva tendremos que dividir a los personajes del Quijote en aquellos que en verdad representan un papel y por tanto mienten, y aquellos que en el camino de la vida contagiados de alteridad captan la otredad y de esa manera llegan a ser otros. Para resumir entonces dividiremos a los personajes mediante nociones teatrales, entendiendo por teatro los siguientes conceptos: a) Salir de uno mismo (apertura, horizonte, comprensión, y búsqueda de significado, como algo que nunca está hecho sino haciéndose. Por ejemplo, representar al loco, al aventurero caballero andante, son modelos de identidad procedentes de la tradición literaria, pero es algo, como estamos viendo, mucho más complejo. Desde esta perspectiva salir de uno mismo significa vivir la verdad y acercar el sueño a la realidad. Por tanto, la realidad y el sueño no se oponen en absoluto sino que sirven para llevar la idea a la realidad y como consecuencia para transformar la misma: ¿cómo podemos cambiar el mundo si nosotros mismos no nos sometemos a este arriesgado juego? b) Personajes que representan un papel desde el más estricto sentido teatral no como procedimiento de apertura en el sentido de buscarse un horizonte vital y existencial sino de disfrazarse para engañar como signo de falsedad existencial y vital. Desde esta perspectiva, quienes hacen un uso más perverso del teatro son los duques; la realidad y el sueño no se mezclan. c) Personajes incapaces de acercarse al sueño de ser otros, los que menos individualismo representan y los que menos engañan Se trata de los individuos de baja extracción social, condenados como en una prisión a estar encerrados dentro de ellos mismos. Es evidente que a la primera clasificación responde y se corresponde el personaje principal: el loco, el aventurero, el enamorado, el altruista, el gran conversador, el orador, de todos estos roles los más representativos de actitudes teatrales son el loco, el aventurero y el enamorado.

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Nuestra investigación irá dirigida a estudiar estos conceptos y su evolución de tal manera que podamos establecer diferencias entre la primera y la segunda parte. Interesante es por tanto que comencemos nuestra investigación por uno de los enunciados más famosos del personaje principal y que reproducimos a continuación: A esto respondió el labrador: — Mire vuestra merced, señor, pecador de mí, que yo no soy don Rodríguez de Narváez, ni el Marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra merced es Valdovinos, ni Albindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijana. — Yo sé quién soy –respondió don Quijote-, y sé que puedo ser no sólo los que he dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada cual uno por sí hicieron, se aventajarán las mías. (Parte I, cap. 5) En este pequeño diálogo entre D. Quijote y un vecino de su aldea podemos acercarnos y comprender a través del discurso las diferencias entre los que intentan acercar el sueño a la realidad como método para construirse una nueva identidad y aquellos cuya identidad consiste en ser lo que siempre han sido, no en su concepción dinámica sino estática. El choque que se ha producido es claro. Pedro Alonso no quiere salir de sí mismo, ni ser otro, por su falta de apertura, tampoco concibe que otro sea otro por voluntad de hacerse distinto. Asimismo, la palabra es cerrada, autoritaria, con voluntad de dominio, lo que nos pone de manifiesto el interés de Cervantes por mostrar las históricas formas de relacionarse entre los hombres; lo que implica que el dominio de la libertad no sólo es un rara conquista, sino que está repleta de incomprensión, lo que demuestra, bajo nuestra perspectiva, que quien no te deja ser en este caso no procede de una gran autoridad (es un vecino corriente), sino de lo que eternamente ha permanecido en la mentalidad colectiva: no seré lo que yo quiero ser, sino lo que el mundo milenario ha hecho de mí: nadie.

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La palabra no es sólo una forma de intercambio con mis conciudadanos, es también, y de acuerdo con la temática de nuestra investigación, el procedimiento que todo ser humano tiene como instrumento para convertirse en otro; la palabra es su más importante instrumento. Así, en el análisis de ciertos discursos, vemos todos los lectores del Quijote que, cuando el loco tiene un delirio caballeresco, su disfraz no es un vestido sino el uso de la f inicial latina como signo de resurrección de los tiempos arcaicos. Actuar en este caso es elegir un papel de una manera consciente y por tanto el proyecto de todo ser humano puede ser actuar asumiendo distintos papeles a lo largo de la vida. Pero de nuevo y de acuerdo con las preguntas que estamos intentando contestar: ¿Se actúa en este caso para mentir o se actúa para ser íntegramente auténtico? Nuestra respuesta con respecto a D. Quijote es muy clara, su delirio caballeresco es muy verdadero, lo que Cervantes está a punto de descubrir es a un ser humano singular en toda su complejidad, nuestro yo no es un yo sino muchos, y el discurso es por tanto también un disfraz. En el famoso episodio de los molinos como gigantes, se inaugura Sancho en su papel de rústico escudero apegado a la realidad y es quien advierte a su señor de que la realidad es la realidad y que no nos está permitido soñarla o mirarla con otros sentidos que no sean los de la percepción. Ser siempre el mismo es aceptar que la realidad es lo que vemos, pero ser otro, actuar en este caso con los ropajes del loco aventurero, es abrir horizontes que no son solo los de los sentidos, convertir molinos en gigantes es llenar lo corriente, lo cotidiano de aventura. D. Quijote nos está dando una gran lección, convertir los molinos en gigantes es no solo apertura de todas las posibilidades del ser sino de lo que circunda al ser, y es convertir lo corriente en algo extraordinario. Y ¿acaso en la vida real no existen individuos de este rara estirpe, capaces de vivir la vida con toda su intensidad? De este modo, podemos ir sacando ya algunas conclusiones: el teatro, el disfraz, no sólo sirve como proyecto para ser otro, sino para cambiar lo otro, lo que está condenado al fracaso: “que el sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto a los gigantes en molinos por quitarme la gloria del vencimiento”.

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El ser y el parecer en el episodio de los frailes de san Benito, en donde D. Quijote confunde a los frailes con “gente endiablada y descomunal” y bajo nuestra perspectiva el loco personaje está viendo no lo que parece sino lo que realmente es. Y es evidente que Cervantes eligió al loco para poder establecer este sutil juego, donde unas veces bajo el rol de loco y otras de cuerdo (es decir bajo los múltiples rostros que advertimos en D. Quijote) lo que percibimos no es lo que parece, es lo que es sin más. Como consecuencia la obra utiliza a su personaje como disfraz para atacar mediante descalificativos a la iglesia católica. El disfraz, en este caso, es el personaje creado para decir a través de él lo que no se podría decir sin él. Los palos también son simbólicos. Nosotros actuamos ante la vida con nuestros múltiples rostros y el mundo se nos muestra ante nosotros también con sus variadas formas, a veces son lo que son y entonces la cruda realidad aparece ante nosotros. En Shakespeare el rostro humano se nos aparece bajo múltiples ángulos, a veces incapaces de mostrar. Sólo el crimen, descubre la verdadera cara, pero ante el espectador el resto de los personajes de la obra resulta apenas inadvertido. El Disfraz de pastor Hacerse otro en este caso, convertirse en pastor es uno de los recursos que más abundan en el Quijote, como el caso del estudiante Crisóstomo, ”hijodalgo rico”: Finalmente no pasaron muchos meses después que vino de Salamanca, cuando un día remaneció vestido de pastor, con su cayado y pellico, habiéndose quitado los hábitos largos que como escolar traía y juntamente se vistió con él de pastor el otro su grande amigo...” ¿Cuál es el propósito de Cervantes al poblar su novela de tantos disfraces y de tantos personajes disfrazados? ¿Por qué alguien que ha heredado una gran hacienda, y una gran fortuna, Crisóstomo, abandona todo por la hermosa Marcela? Es evidente, en una primera interpretación que, al hacerse pastor y retornar a la naturaleza, el joven renuncia a todos los bienes materiales considerando que lo auténtico es la vida pastoril que ha elegido Marcela.

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Marcela también lo deja todo y se hace pastora. Las motivaciones de ambos personajes son distintas, pero la naturaleza y con ella el disfraz de pastor sirve para convertirse en otro, por tanto para dejar atrás, como D. Quijote, una vida carente de emociones y de horizontes, que es todo lo que nos suele ofrecer el mundo social e institucional. En la obra de Cervantes las posturas vitales y existenciales de muchos de sus pobladores pertenecen por tanto a la categoría de romper en pos de la búsqueda de libertad. Si a la categoría de romper pertenece una mujer, la ruptura con toda una ideología social es mucho más escandalosa, pues ésta carecía prácticamente de derechos. La Naturaleza, como en la literatura antigua, proporciona al sujeto todo lo que la sociedad le niega: ser otro, convertirse en otro, hacerse otro para poder ser uno mismo. Como consecuencia, las categorías no conformistas y, en este caso, el disfraz de pastora permiten a Marcela renunciar a un imperativo social: el matrimonio, una de las instituciones más prisioneras como denuncia el Quijote, y así lo hará Molière en Escuela de mujeres, y será la gran obsesión del XVIII. Como el loco personaje, la pastora opta por algo tan revolucionario como liberarse de la dominación del varón (quienes sólo suelen valorar en una mujer la belleza) en un escenario tradicionalmente desconectado del mundo (Bajtin). La diferencia entre Marcela y D. Quijote es muy grande a nuestro entender, pues el disfraz de caballero andante nace con una vocación importante de servir al Bien y de propagarlo por la faz de la tierra. Los propósitos en ambos son dignos, en una encontrar definitivamente una vida plena, libre pero para sí misma; por el contrario, D. Quijote presenta otra vocación que no es precisamente la de amarse más y mejor (Kant), sino la de amarnos. Es la vocación de libertad, y es para ser libres para lo que han elegido su disfraz, que como en el loco caballero irá acompañada de la palabra libre y el discurso de Marcela así se manifiesta. Pero además en el mundo pastoril el pastor y Marcela renuncian a todo el mundo material, por tanto en el retorno a la naturaleza, el personaje vive y encuentra una vida auténtica, de protección, de no alienación y de no enajenación que sólo el útero materno puede proporcionarnos.

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