El Maestro de Capernaum www.esperanzadeisrael.org

Es necesario que revivamos el concepto de la palabra Señor, que no le digamos así a Jesucristo por una mera retórica, sino con conciencia plena, y estar dispuestos a cumplir incondicionalmente sus ordenanzas, sus mandamientos, su Palabra.

Introducción: Jesucristo le dijo a sus apóstoles estas palabras: “Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy.” Juan 13:13 Dos calificativos sobresalientes y significantes, con los cuales los apóstoles identificaban a Jesús, “Maestro y Señor” Y Jesús mismo aceptó ese calificativo porque realmente lo era. Es fácil decirle a Jesús “Maestro y Señor”, pero es difícil hacer cumplir esas palabras en aquellos que las decimos. Jesucristo nos dice: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” Lucas 6:46 Esta figura de Señor, se desprende de aquella costumbre de la sumisión absoluta del esclavo a su dueño, los hombres que eran comprados por alguien, el propietario del esclavo era su señor y el siervo tenía que hacer incondicional y sumisamente lo que su amo o señor ordenara. Jesucristo es nuestro Señor: “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” 1 Corintios 6:20 Entendiendo el sentido estricto de la palabra Señor, comprendemos que quiere decir “dueño absoluto”, alguien que se enseñorea de lo que posee, como dice Dios a través del profeta: “El hijo honra al Padre, y el siervo a su Señor. Sí, pues, soy yo padre, ¿Dónde está mi honra?, y si soy Señor, ¿Dónde está mi temor? Dice el Señor de los ejércitos a vosotros, OH sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En que hemos menospreciado tu nombre? Y Dios contesta: En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa del Señor es despreciable” Malaquías 1: 6 –7

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oy miraremos a Jesús como un Maestro, quien como tal organizó su escuela e impartió una cátedra, y tuvo alumnos, algunos aprobaron sus instrucciones y otros no. Le decimos el “Maestro de Capernaum” porque fue en este lugar olvidado por la sociedad de aquel entonces donde Jesús se instaló y abrió su Escuela para educar a los incultos galileos. La Palabra de Dios cuenta: “Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea; y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaum, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar. Al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz, y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció. Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el Reino de los cielos se ha acercado.” Mateo 4: 12 – 17. Pocos saben que el Maestro Jesús no se instaló en las grandes urbes de Judea, como Jerusalén, Jericó o Cesarea, lugares donde impartían cátedra Aquiva, Hillel, Nicodemo y tantos más, sino en un rinconcito del mar de Galilea llamado Capernaum, allí se encendió esa luz que por más de dos milenios ha alumbrado al mundo, desafortunadamente los habitantes de Capernaum y los lugares circunvecinos no quisieron recibirla, prefirieron seguir en su oscuridad: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas” Juan 3:19 y 20. Esa fue la situación de los incultos galileos. Jesús llega a ellos y las primeras palabras que les dijo el Maestro fueron: “Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos se les ha acercado”

La prosperidad material y no digamos la espiritual nunca la tuvieron a su alcance, lejos muy lejos pasaba la esperanza para ellos, eran pueblos esclavizados por Roma, y los sacerdotes del templo de Jerusalén les escondieron la llave del conocimiento y ahora que el Reino de los cielos se les había acercado a través de Jesús, Capernaum y las ciudades del entorno del lago de Galilea, la despreciaron; por ello el Maestro después de lidiar tanto con estos corazones duros en estas tenebrosas tierras les dictó una sentencia: “¡Ay de ti Corazin! ¡Ay de ti Betzaida! Que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido. Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tu Capernaum que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida Lucas 10: 13 – 15. Capernaum fue abatida después de haber sido exaltada hasta los cielos, este oscuro pueblo, cuando Jesús llegó y se instaló tomó gran auge, allí estaba encendida una gran luz, y de muchos lugares llegaban a consultar al extraño Maestro, que no se sabía ni siquiera en qué lugar había nacido. “Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencia, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, y paralíticos; y los sanó. Y le siguió mucha gente de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea, y del otro lado del Jordán.” Mateo 4: 24 y 25. No solo miraban al Maestro sino al Consejero, al Psicólogo, tratándoles sus enfermedades Psicosomáticas, ciertamente el Maestro de Capernaum se presentó como un hombre de mentalidad muy versátil que suplía todas las necesidades de los esclavizados galileos. Así fue creciendo aquella extraña figura; muchos de los que habitaban en lugares lejanos sí creyeron en su enseñanza, pero los de Capernaum se resistieron aceptarla y no entendieron el momento de bonanza, de luz y de

maravillosa gloria que por aquellos tres años disfrutaron. ¡Los problemas de Hogaño son los mismos de Antaño! El mundo está como los de Capernaum, la luz del Evangelio les sigue alumbrando el camino a los esclavos, aquellos que buscan desesperadamente para sus males remedio, pero al “despreciado y desechado” en el pasado todavía ahora lo siguen tratando de la misma manera.

El Sermón del Monte Como en aquella creciente Escuela se fueron agregando muchos interesados en aprender las enseñanzas del Maestro Jesús, llegó un momento que no fue suficiente poder reunir en una casa a todo aquel alumnado. Entonces fue cuando Jesús: “…viendo la multitud, subió al monte; y sentándose vinieron a Él sus discípulos, y abriendo su boca les enseñaba diciendo” Mateo 5: 1 y 2 Las enseñanzas que el Maestro impartió en dicha montaña es lo que comúnmente se le ha llamado “El sermón del monte”. Las personas que no han sido bien instruidas en el Evangelio de Jesús piensan que el Sermón del Monte solo son las bienaventuranzas, más no es así. Este sermón consta de los capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio de Mateo. En esta cátedra que dio Jesús se encuentra comprimida toda la enseñanza que Él traía al mundo, seguramente aquella reunión para impartir estas enseñanzas duró vario tiempo, y no solo un momento. Si el hombre llegara a poner en práctica las instrucciones que dio Jesús en esta reunión, de cierto seríamos las personas más felices de la tierra. Cuando el Maestro concluyó estas exposiciones dijo: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su

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ruina. Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” Mateo 7: 24 – 29. La gente bajó del monte motivada, y con deseos de seguir escuchando al extraño Maestro de Capernaum, aquel que les había enseñado hacía unos momentos instrucciones como estas: “No os hagáis tesoros en la tierra donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” Mateo 6: 19 – 21. Consejos como estos jamás habían escuchado de los escribas y de los doctores de la ley, era todo lo contrario, los religiosos vivían enclaustrados en suntuosas casas, las que el Maestro consideró como cuevas. Allí tenían sus tesoros y su corazón; entonces leemos en el capítulo 8 versículo 1 que: “cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente”

Los Galileos Los habitantes de esta provincia eran personas completamente violentas, su intención era sacudirse el yugo de Roma y continuamente se agrupaban gavillas de guerrilleros para luchar contra las águilas de Roma, y mucha de esta gente, herida en amor propio por su patria, su religión y otros resentidos sociales, fueron los que subieron al monte para enterarse de lo que diría el Maestro de Capernaum y por ello Jesús empezó con aquellas palabras consoladoras, las que comúnmente conocemos como “Bienaventuranzas” Mateo 5: 1 – 11 La palabra bienaventuranza quiere decir “dichoso” o “inmensamente feliz”. Seguramente al principio no han de haber sentido tan agradables estas palabras los belicosos galileos que andaban en busca de un líder que los pudiera dirigir en la batalla contra los “Quitín” como le llamaban despectivamente a los romanos. Jesús es un Líder, hablaba de un Reino, y seguro que eso les ha de haber llamado la atención, solo que el Maestro fue claro y preciso con ellos al decirles que necesitaba gente mansa, misericordiosa, de limpio

corazón, pacificadoras, les presentó un panorama completamente opuesto a lo que los Galileos eran. Les dice que es mediante la mansedumbre que podían poseer la tierra, y que únicamente siendo limpio de corazón, el hombre un día puede llegar a ver a Dios, hoy por hoy Invisible.

Una Aparente Contradicción En la primera y tercera bienaventuranza, aparentemente, hay una contradicción. Dice la primera bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” Mateo 5:3 Pero en la tercera leemos: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” Mateo 5:5 Cualquier persona se puede preguntar ¿Por qué a los pobres en espíritu les ofrece el Reino de los Cielos y a los mansos la tierra? ¿Es que acaso a unos les dará un premio y a otros otro? ¿Es que a unos llevará al cielo y a otros los dejará en la tierra? Definitivamente NO, Dios no puede contradecirse en sus dichos y promesas. Somos nosotros los humanos los que siempre equivocamos los conceptos de Dios, y con eso damos pie a falsas interpretaciones. Jesucristo en ningún momento está diciendo en la primera bienaventuranza que se llevará a los pobres al Cielo, Él dice: “Bienaventurado los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” no dice “el Reino en los cielos”, ese prefijo “de los cielos” establece la diferencia, nos está hablando de un Reino venido del cielo y que para entrar a él, se necesita despojarse de todo espíritu de soberbia y altanería. Ese Reino de los cielos no está ahora en el cielo, sino que en la tierra. A los olvidados habitantes de Capernaum se les acercó, como dice Juan el Bautista en su predicación: “arrepentíos, por que el Reino de los cielos se ha acercado” Mateo 3:2 ¿Y cuál era ese Reino que se había acercado? Pues era el Evangelio; Jesús es el Rey de ese Reino y Dios está dispuesto a trasladarnos ahora mismo a ese Reino venido del cielo, como está escrito: “El cual 4

nos ha librado de la potestad de las tinieblas, (o sea del reino de la oscuridad) y nos ha trasladado al Reino de su amado hijo” Colosenses 1:13. Ese Reino que es el Evangelio, es un régimen espiritual que gobierna los corazones humanos, los cuales voluntariamente se entregan y se someten incondicionalmente al gobierno de Jesucristo. Entonces, mirando de esta forma la bienaventuranza de Mateo 5:3 no hay absolutamente ninguna contradicción con la de los mansos, los cuales recibirán la tierra por heredad. Y es que realmente el Señor Dios nunca le ha ofrecido al hombre el cielo por herencia; desafortunadamente los religiosos fueron los que distorsionaron este concepto, claramente leemos en el Salmo 115 y verso 16: “Los cielos son los cielos del Señor y ha dado la tierra a los hijos de los hombres” La bienaventuranza de Mateo 5:5 no es una promesa nueva sino antigua, en el salmo 37 y versículo 11 David la escribió: “pero los mansos heredarán la tierra y se recrearán con abundancia de paz” Después de las bienaventuranzas el Maestro de Capernaúm trató una diversidad de temas, comparó a aquellos que estaban dispuestos a creer en sus Palabras como la sal de la tierra y la luz del mundo: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con que será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” Mateo 5:13. Este es otro concepto que ha sido distorsionado. En este tiempo “estar salado” es prototipo de maldición, pero para el Maestro de Capernaúm “ser sal” era una bendición. En esos tiempos la sal tenía un precio muy elevado. Dice la historia seglar que a los soldados romanos muchas veces les pagaban su sueldo con ciertas libras de sal para que ellos las vendieran a un alto precio, pues en esa época solo la gente de cierta capacidad económica podía disfrutar de condimentar su comida con buena sal, de allí el porqué al sueldo del trabajador se le llamó “salario”. Al comparar el Maestro a sus seguidores como sal, de cierto que les estaba dando una gran lección. La Sal se saca del mar por un proceso de calor y Jesucristo estaba sacando del simbólico mar que es el mundo mediante el crisol de las pruebas y de la

Palabra misma a la simbólica sal que combatiría la corrupción del mundo. El Profeta Isaías presenta al mundo como un hirviente mar: “Pero los impíos son como el mar en tempestad...” Isaías 57:20 De ese hirviente mar de pasiones el Señor ha estado haciendo su sal; quienes son los verdaderos cristianos que nunca se han doblegado ante la corrupción del mundo. Este mineral precioso ha servido en todos los tiempos para tress cosas importantes: 1. Para preservar las carnes. 2. Para darle sabor a los alimentos. 3. Para provocar sed Y estas son las tres grandes funciones que iban a desempeñar en la sociedad los hombres y mujeres que aceptaran vivir conforme al Sermón de la Montaña; los verdaderos cristianos deben ser como sal, contribuyendo enormemente para que este mundo no se corrompa y al mismo tiempo poniéndole el buen sabor de la vida a través del Evangelio. Es que es la Palabra del Santo la que está bien cargada de esa preciosa sal que da buen sabor a la vida y que a través del Evangelio evita que se corrompan en la maldad. Bien escribió el apóstol: “sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis como debéis responder a cada uno” Colosenses 4:6. Y cuando el hombre come el bendito Evangelio sazonado con esa sal le provocará más sed de seguir escuchando las noticias del Reino de Dios. Pero el Maestro Jesús dejó un mensaje fuerte y de advertencia para aquellos que estaban comparados como la sal de la tierra diciendo: “pero si la sal se desvaneciere, ¿Con que será salada?” Si la sal se arruina ¿Con que la van a curar? Si los cristianos se corrompen ¿Quiénes lucharán contra la corrupción? La historia marca que cuando los hijos de Dios se corrompieron ya no hubo más que hacer en este mundo, entonces han venido los juicios, y un vivo ejemplo lo tenemos en los tiempos del diluvio: “aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. Y dijo el Eterno: no contenderá mi espíritu con el 5

hombre para siempre, por que ciertamente él es carne; mas serán sus días 120 años. Y vio el Señor que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo el designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente al mal” Génesis 6: 1 – 5. Que los hijos de los hombres se desviaran y andaban en sus tortuosas sendas en los tiempos de Noé eso no era de asustarse, antes bien es lo normal, pero cuando los hijos de Dios escogieron los caminos torcidos, entonces vino el diluvio. Y los problemas de ayer son los mismos de hoy, el cristianismo que debiera ser la sal de la tierra se ha ido corrompiendo, se ha ido diluyendo, esto indica que el mundo no tiene remedio, por lo tanto solo le espera El Juicio de Dios como en los tiempos del diluvio. De manera que aquella gente que escuchó a Jesús tuvo que haber entendido perfectamente bien, el porqué los comparaba como: “la sal de la tierra”; en aquellos tiempos el linaje sacerdotal se había corrompido, el sumo sacerdote no era puesto por Dios, sino que estaba manipulado por los codiciosos sacerdotes y los políticos Romanos, de esa manera miraban a quién ponían conforme a sus intereses. También los profetas ya no predicaban lo recto, y si alguien lo hacía le cortaban la cabeza, como lo hicieron con Juan Bautista, así que había que crear una nueva organización que luchara contra la corrupción y preservara la verdad de Dios, y el Señor buscó primero entre los incultos galileos, personas que tenían vocación para este desafío y sí los encontró, como al gran Mateo, al hiperactivo Pedro, al belicoso Juan, a estos y a muchos más, poco a poco los fue moldeando hasta que se convirtieron verdaderamente en “la sal de la tierra”, sal que todavía perdura mediante sus escritos. También les dijo: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” Mateo 5:14 – 16

¡Qué tremendo desafío! el que Jesucristo le estaba imponiendo a todo el que quisiera seguir en este nuevo sistema de vida. Los de Capernaum y todos los de su entorno eran pueblos asentados en tinieblas, pero ahora, mediante el Evangelio, servirían de luz en el mundo. Ese mismo Dios que en los tiempos pasados había hecho resplandecer de entre las tinieblas la luz, estaba repitiendo la historia en Capernaum, los oscuros pescadores, los revoltosos galileos ahora bajarían del monte con una nueva visión de la vida, le hablarían al mundo de la paz que sobrepuja a todo entendimiento, del incomprensible amor venido del cielo, y todas esas obras y acciones que ellos harían se convertirían en un luminoso faro que alumbraría al mundo. Amigo, de una u otra manera, nosotros hemos vivido en nuestro propio Capernaum, en una vida de sombras y de muerte, pero el Maestro Jesús nos está llamando para instruirnos en su culta cátedra y convertirnos en sal y luz para el mundo.

Jesús y la Ley A juzgar por las Palabras que dice Jesús, se entiende que muchos al principio creyeron que el Maestro venía a violentar la ley y los dichos de los profetas, esto se entiende claramente al leer estas palabras del Sermón: “No penséis que he venido para abrogar la ley o a los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el Reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, este será llamado grande en el Reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los

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escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos” Mateo 5: 17 – 20. Ellos estaban pensando que Jesús venía a violentar la ley, por que al principio los rebeldes galileos miraban en Jesús un líder que podía liderar su revolución, pero Él les dice que no había venido para eso, y tácitamente les establece que Él estaba para cumplir la ley y que mientras el cielo y la tierra existieran ni tan solo una jota y una tilde perecería de aquella ley. La Religiosidad de hoy contradice la doctrina de Jesús expuesta en el sermón de la montaña, pues ellos enseñan que Jesucristo quebrantó la santa ley y lo usan muy a menudo para sustentar su tesis que el Maestro abolió el santo Sábado e instituyó el domingo, ¡nada más aberrante que esto! ¡No!, no se trata de un ataque a los cristianos sinceros que han sido mal orientados, esto es para aquellos que se han amontonado como maestros, Jesús no violentó la ley de su Padre ni ninguna otra ley, claramente lo dice: “no he venido para abrogar la ley, sino a cumplirla” En esa acción de cumplir la ley, Jesús la estaba magnificando y darle cumplimiento a lo dicho por el profeta: “El Señor se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla” Isaías 42:21. Jesucristo vino a enseñar no la parte literal de la ley, sino a instruirnos en el espíritu de la ley, dimensión esta que había sido olvidada por los doctores. En cierta oportunidad se acercó un hombre a consultarle y le dijo: “Maestro bueno, ¿Qué haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino uno: Dios. Más si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, amarás a tu prójimo como a ti mismo Mateo 19: 16 – 20. Los grandes intérpretes de la ley, sí, aquellos que lucían los flotantes mantos blancos y sus colgantes filacterias donde llevaban escritos fragmentos de la misma ley, nunca pudieron entender que esta es espiritual. El Maestro Jesús les dijo desde el atrio del templo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque diezmáis la

menta y el eneldo, y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar lo otro” Mateo 23:23. Los exégetas de la ley se enredaron en lo más fácil, en la parte ritual, se dedicaron a practicar sus ritos mudos, y nunca pudieron liberarse de esa vejez de letra, no llegaron a entender la justicia, la misericordia y la fe que está dentro de la misma ley. Por ejemplo, en la observancia del Santo Sábado se revela claramente estas tres virtudes teologales, porque es justo que el hombre descanse un día a la semana, y este debe de ser el Séptimo día, y allí mismo se revela la fe porque aunque no trabaje ese día siempre tendrá provisión de parte de Dios. Amigo, Jesús no vino a quebrantar la ley sino a cumplirla, y Él conclusivamente les dice a sus alumnos en el Sermón del Monte: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos” Mateo 5:20 Así que en vez de anular la ley vino a revivirla, “oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpado de juicio: pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpado de juicio, y cualquiera que diga: necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” Mateo 5: 21 – 24 En estos versículos Jesús vuelve más estrecha y rigurosa la ley, ordena que antes de llevar el presente ante el altar, se tiene que reconciliar con su adversario, de lo contrario Dios no recibe esa ofrenda. Esto se ve muy claro cuando el Maestro instituye la Cena del Señor, primero se pasa por el proceso de humillación de reconciliación, el de arreglar cuentas con los hermanos, esta ceremonia es el lavamiento de los pies para después pasar a participar del sacrificio del altar.

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Los Misericordiosos La misericordia es una parte importantísima de la misma ley que los fariseos habían olvidado, el Maestro Jesús les hizo énfasis en el Sermón de la montaña diciéndoles: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” Mateo 5:7. Ha de haber sido bastante duro para los resentidos y belicosos galileos creer en esta nueva forma de ver la ley de Dios, les era más fácil creer en la parte que dice “aborrecerás a tu enemigo”, no olvidemos que aquella gente era de armas tomar, al extremo que La Escritura revela que uno de los apóstoles había pertenecido antes a la más temida célula guerrillera que le causó tremendas bajas a los legionarios romanos, los famosos descendientes de los Macabeos que operaban bajo el nombre de los “Zelotes”, ¡Sí! Hubo un apóstol que perteneció antes a esta organización y lo identifican como Simón el Zelote: “y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo” Hechos 1:13. Imagínese usted decirle a un zelote que perdonara a los romanos, que pusiera la otra mejilla si lo golpearan, y si le obligaban los romanos a cargar una milla las sanguinarias armas de los legionarios, no había que resistirse, había que cargar dos, estas palabras las dice Jesús en el mismo sermón. (Mateo 5:38 – 48) Mucho más podemos hablar de este tópico pero por causa de tiempo y espacio hasta aquí dejamos nuestra consideración, haciéndole una cordial invitación a que usted lea, crea y obedezca el Sermón del monte, la elevadísima cátedra del Maestro Jesús, en ella se encuentra comprimida la proclama del Reino de Dios y su justicia.

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