El concepto de cultura: textos fundamentales

J. S. K a h n El concepto de cultura: textos fundamentales EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA INDICE Traducción: José R. Llobera (Introducción) Ant...
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J.

S.

K a h n

El concepto de cultura: textos fundamentales

EDITORIAL

ANAGRAMA

BARCELONA

INDICE

Traducción: José R. Llobera (Introducción) Antonio Desmonts (Texto de Tylor, Kroeber, Malinowski y Goodenough) Manuel Uría (Texto de White)

Revisión: José R. Llobera Maqueta de la colección: Argente y M u m b r ú

J . S.

KAHN

Introducción EDWARD B .

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TYLOR

La ciencia de la cultura (1871) A . L.

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KROEBER

Lo s u p e r o r g á n i c o (1917) BRONISLAW

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MALINOWSKI

La cultura (1931) LESLIE A .

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WHITE

E l concepto de cultura (1959) WARD H .

GOODENOUGH

Cultura, lenguaje y sociedad (1971) Fuentes © E D I T O R I A L A N A G R A M A (por la introducción y selección) Calle de la Cruz, 4 I Barcelona -17 Printed in Spain I S B N 84 - 339 - 0603 . 8 Depósito Legal: B. 16824 - 1975 Gráficas Diamante, Zamora, 83, Barcelona - 5

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J. S. K A H N INTRODUCCION

El historiador de la antropología, cualquiera que sea su formación, debiera estar siempre atento al pensamiento antropológico actual sobre los problemas que investiga históricamente ya que, esencialmente, uno de los objetivos más importantes de su investigación es el de contribuir a nuestro entendimiento de los hechos y procesos históricos de los cuales emerge la antropología actual (Stocking, 1965, pág. 143.)

Los cinco a r t í c u l o s reunidos en este volumen se ocupan del concepto de cultura. Dichos a r t í c u l o s , ordenados c r o n o l ó g i c a m e n t e , representan una variedad de corrientes que expresan las distintas formas en que los a n t r o p ó l o g o s han conceptualizado el objeto de sus estudios. A d e m á s , los cinco autores a mencionar en este trabajo difieren no sólo en el alcance que otorgan al concepto de cultura, sino t a m b i é n en su o r i e n t a c i ó n teórica. Solamente una c o n s i d e r a c i ó n de ambos aspectos de la a n t r o p o l o g í a cultural nos p e r m i t i r í a comprender el estado actual de la disciplina. En esta i n t r o d u c c i ó n me interesa delinear brevemente la evolución del concepto como se utiliza en a n t r o p o l o g í a actualmente. En el análisis de las varias conceptualizaciones del termino cultura tamb i é n tendremos ocasión de investigar los supuestos e p i s t e m o l ó g i c o s de los distintos teóricos. E l p r o p ó s i t o central de esta i n t r o d u c c i ó n s e r á explicar por q u é el t é r m i n o cultura ha llegado a significar lo que Stocking llama lo «interno», lo «ideacional», lo «integrativo» y lo «total» (Stocking, 1963), mientras que para los evolucionistas del siglo x i x tenía connotaciones m á s amplias. En esta i n t r o d u c c i ó n traz a r é la evolución del concepto v i é n d o l o en general en relación con las principales corrientes intelectuales que se expresan en su formula1

1. Recientemente ha habido v a r í a s tentativas de trazar la e v o l u c i ó n del concepto en la disciplina. Aparte del interesante trabajo de Stocking (1963, 1965). v e r t a m b i é n Boon (1973), Weiss (1973) y Bohannan (1974).

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ción, particularmente con referencia a la a n t r o p o l o g í a c u l i m . i l »l< !• Estados Unidos. E l orden cronológico de los a r t í c u l o s se dcj.u.i \>,u cialmente de lado en favor de un orden lógico. C o m e n z a r é discutiendo a los evolucionistas del siglo x i x y, particularmente, a Tyloi I u< i••• o b s e r v a r é los desarrollos que se dieron en Estados Unidos despm d< Franz Boas, quien i n t e n t ó derribar muchos de los supuestos y de la* t e o r í a s que h a b í a n sido heredadas del siglo x i x . Esto l l e v a .\n a n á l i s i s del trabajo de los discípulos de Boas, en particular de Kioe ber y Benedict y luego, tomando u n tema de la obra de Kroebcr, trazo su desarrollo a t r a v é s de la obra de Goodenough y de la escuela de etnociencia en la a n t r o p o l o g í a norteamericana. E n este p u n t o vuelvo a t r á s , al trabajo m á s temprano de Mal i no w s k i , para discutir la historia del concepto de cultura en la antropo logia b r i t á n i c a . Finalmente, me ocupo brevemente de t e o r í a s que, en m i o p i n i ó n , proporcionan una alternativa a las formulaciones res ti n tivas de la escuela de etnociencia y de la escuela de cultura y personalidad. Por este motivo, t r a t o las contribuciones de Leslie W h i t e en los Estados Unidos y de Claude Lévi-Strauss en Francia. La obra de Tylor es un buen punto de partida para un trabajo como el que nos ocupa, y p o r dos motivos. Fue el p r i m e r o en formular una definición de cultura que se aproxima a definiciones modernas y, a d e m á s , en cierto sentido puede c o n s i d e r á r s e l e como representante del evolucionismo en las ciencias sociales del siglo x i x . Si bien la t e o r í a de Tylor difiere en algunos aspectos b á s i c o s de otras t e o r í a s de la época, en su i n t e r é s general se acerca a otros tcórii •. como Morgan o Spencer. Los objetivos de los evolucionistas han s i l . , discutidos por Harris, quien dice: Morgan, Tylor y Spencer eran historiadores universalista*, qufl utilizaron el método comparativo para lograr una interpretación más detallada y, en general, más exacta, de las secuencias do < am bio cultural desde los cazadores del Paleolítico hasta la c i v l l i l l ción industrial. (1968, pág. 169). M á s e s p e c í f i c a m e n t e , Tylor y otros intentaron: correlacionar las series de artefactos descubiertos por la an|u pié en el componente de los recursos acumulados, maten i así como inmateriales, que las personas heredan, utilizan, Irán forman, aumentan y transmiten (Firth). (1970, pág. 16)

Si bien la tendencia general en los Estados Unidos ha sido la do reducir la c u l t u r a a u n conjunto de reglas relativas a de l e í minado* sistemas conceptuales y l i m i t a r la a n t r o p o l o g í a al descuhrimii uto d« 22

dichas reglas y la tendencia en (íran B r e t a ñ a ha sido la d< i\< u la c u l t u r a en favor de los estudios de estructura social, han existido varias tentativas de volver a una definición m á s amplia del < ampo di aplicación de la a n t r o p o l o g í a . En los Estados Unidos, Leslie Whltl a d o p t ó una definición comprehensiva de cultura en su intento de foi mular leyes relativas a la evolución cultural. En Francia, Lévi Strauss propuso una t e o r í a de la estructura social que, a pesar de interpreta ciones e r r ó n e a s por parte de muchos estudiosos de su obra, trata de combinar en su análisis los sistemas de organización social y los sistemas ideológicos. A pesar de que Leslie White ha sido influido considerablemente por las corrientes de la a n t r o p o l o g í a norteamericana a p a r t i r de Boa , sostiene tener una afinidad directa con los evolucionistas del si glo x i x . Y rechaza la d e s i g n a c i ó n de «neo-evolucionista», alegando que sus fines no difieren significativamente de los de Morgan y Tylor. No nos detendremos a investigar esta afirmación, pero discutiremos brevemente la a p o r t a c i ó n de White. La definición de cultura que White propone en el a r t í c u l o que r e i m p r i m i m o s a c o n t i n u a c i ó n , es una definición inclusiva. E n otro trabajo (1949, c a p í t u l o 13), White sugiere que la cultura puede subdividirse en tres niveles: tecnológico, sociológico e ideológico. Como Morgan, W h i t e trata de ligar estos aspectos de la cultura y de formular leyes de una ciencia de la cultura que, sugiere, d e b e r í a llamarse «culturología». A diferencia de Boas, la obra de W h i t e representa una b ú s q u e d a de leyes h i s t ó r i c a s . Para White, dichos niveles de los f e n ó m e n o s culturales e s t á n relacionados de formas específicas. En su trabajo, la tecnología es prim o r d i a l ya que las formas culturales se determinan por el grado en que una sociedad puede utilizar la e n e r g í a . W h i t e afirma que los sistemas sociales son una «función» de los sistemas tecnológicos, mientras que la ideología se ve « f u e r t e m e n t e condicionada por la tecnología» ( i b í d e m ) . Reconoce la importancia de los efectos de la ideología sobre los sistemas sociales y de los sistemas sociales sobre la tecnología, y por lo tanto no merece las acusaciones de determinismo vulgar y unidireccional que le hicieran sus c r í t i c o s . Sin embargo, la evolución cultural es para White un producto del cambio tecnológico que, a su vez, resulta de la aplicación de mayores cantidades de energía. Sus ensayos, como por ejemplo el t i t u l a d o « E n e r g y and the Evolution of Culture», se ocupan de la evolución de la cultura en general. E l trabajo de W h i t e y otros ha provocado entre los a n t r o p ó l o g o s norteamericanos una r e n o v a c i ó n del i n t e r é s por la evolución de la cultura y por la r e l a c i ó n entre ecología, tecnología y cultura. Mientras que el trabajo de W h i t e admite la posibilidad de cambio como consecuencia de contradicciones entre la tecnología y otros niveles de la c u l t u r a (ver por ejemplo su análisis del industrialismo en el ensayo citado anteriormente) los modelos de H a r r i s p a r e c e r í a n ser m á s m e c á n i c o s . Por ejemplo, Harris afirma l o siguiente: Creo que el análogo de la estrategia darwiniana en el campo de 23

los fenómenos socioculturales es el principio del detei m i n e , tecnoambiental y tecnoeconómico. Este principio i f l r m i que, tecnologías similares, aplicadas a ambientes similares, tienden .» producir organizaciones similares de trabajo en la producción v en la distribución y que éstos a su vez originan tipo, de grupo-, parecidos que justifican y coordinan sus actividades mcdianl. sistemas semejantes de valores y creencias. (Harris, 1968, pág. 4). Claude Lévi-Strauss toma o t r o enfoque. Su trabajo está tuerte mente arraigado en la t r a d i c i ó n sociológica francesa y él mismo admite la importante influencia que han tenido sobre él los descubrimientos de la lingüística, particularmente las contribuciones de la escuela de lingüística estructural de Praga. Lévi-Strauss critica el enfoque empirista e inductivista de los a n t r o p ó l o g o s culturales y por lo tanto invierte una de las suposiciones epistemológicas fundamentales de la escuela boasiana. Mientras que, como ya hemos visto, Boas, Malí, nowski y.otros afirmaban que las generalizaciones pueden continuar partiendo desde «hechos» determinados, Lévi-Strauss recalca que los «hechos» no se obtienen mediante la o b s e r v a c i ó n directa. Este punto e s t á expresado claramente en su crítica del empirismo de los historiadores, que sostienen la superioridad del enfoque inductivo basado e n «hechos» h i s t ó r i c o s que se dan e m p í r i c a m e n t e : En cuanto se pretende privilegiar al conocimiento histórico, nos sentimos con derecho (que, de otra manera, no soñaríamos en reivindicar) a subrayar que la noción de hecho histórico recubre un doble. Pues, por hipótesis, el hecho histórico es lo que real mente ha pasado; pero, ¿dónde ha pasado? Cada episodio de una revolución o de una guerra se resuelve en una multitud de movimientos psíquicos e individuales; cada uno de estos movimientos traduce evoluciones inconscientes, y éstas se resuelven en fenómenos cerebrales, hormonales o nerviosos, cuyas referencias son

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lidadcs, logros y actividades de la especie, cada «pensamiento»» que haya tenido alguna vez, se r e p r o d u c i r á n , y lo h a r á n sin disminuí ion, en una generación. Pero coloqúese en una isla desierta o en lugai aislado a doscientos o trescientos niños humanos de la mejor estirpe, de la clase m á s alta, de la nación m á s civilizada; déjeselos en total aislamiento de los de su especie; ¿y q u é tendremos? ¿La civilización de que fueron arrebatados? ¿Una d é c i m a parte de ella? No, ni una fracción; ni una fracción de los logros de la t r i b u m á s p r i m i t i v a da salvajes. Sólo una pareja o un grupo de mudos, sin artes, n i conocimientos, n i fuego; sin orden n i religión. La civilización se e x t i r p a r í a de estos confines; no desintegrada n i herida en lo vivo, sino literalmente borrada. La herrencia salva para la hormiga todo lo que ella es, de g e n e r a c i ó n en generación. Pero la herencia no mantiene y no ha mantenido, porque no puede hacerlo, n i una p a r t í c u l a de la civilización, que es lo e s p e c í f i c a m e n t e humano. La actividad mental de los animales es parcialmente instintiva y se basa en parte en la experiencia individual; el contenido, por lo menos de nuestro entendimiento, nos llega gracias a la t r a d i c i ó n en el sentido m á s amplio del t é r m i n o . E l instinto es lo que e s t á « m a r c a d o » ; una pauta inalterable inherente a la « m e r c a n c í a » , indeleble e inextinguible, porque el diseño no es m á s que la u r d i m b r e y la trama, el mismo d i s e ñ o que aparece dispuesto desde el telar de la herencia. Pero la t r a d i c i ó n , lo que «se t r a n s m i t e » , lo que se pasa de uno a otro, sólo es un mensaje. Por supuesto, debe transportarse; pero, a f i n de cuentas, el mensajero es extrínseco a la noticia. Así, debe escribirse una carta, pero su importancia está en el significado de las palabras, como el valor de un billete no está en la fibra del papel sino en los caracteres escritos sobre su superficie, así t a m b i é n la t r a d i c i ó n es algo s o b r e a ñ a d i d o a los organismos que la transportan, que se impone sobre ellos, externo a ellos. Y de la misma forma que el mismo fragmento 'puede llevar una cualquiera de miles de inscripciones, de la m á s diversa fuerza y valor, e incluso puede ser borrado y reinscrito, así ocurre t a m b i é n con el organismo humano y los incontables contenidos que la civilización puede verterle. La diferencia esencial entre el animal y el hombre, en este ejemplo, no consiste en que el ú l t i m o tenga un grano m á s fino o un material de calidad m á s virtuosa; es que la estructura, la naturaleza y la textura son tales que es inscribible y que el animal no l o es. Química y físicamente da pocos resultados ocuparse de tales m í n i m a s di le rencias. Pero q u í m i c a y físicamente existe todavía menos dilerem ¡a entre el billete de banco con la inscripción «una» y con la insci [pt lón «mil»; y todavía menor diferencia entre el cheque con una firma solvente y el escrito con la misma pluma, la misma tinta e incluso los mismos movimientos, por un falsificador. La diferencia que IflO porta entre el cheque válido y el falsificado no consiste en la línea m á s ancha o m á s estrecha, la curva continua de una letra en lugai de la ruptura, sino en la puramente social de que un firmante tiene una cuenta corriente válida en el banco y el otro no; un hecho jque 58

seguramente

sobre él.

es e x t r í n s e c o al papel e incluso a la tinta que hay

Exactamente paralela a esto es la relación de lo instintivo y l tradicional, lo o r g á n i c o y lo social. E l animal, en todo lo que se refiere a las influencias sociales, es tan inadecuado como un plato de gachas como material para escribir; ahora bien, cuando es Inserí bible mediante la d o m e s t i c a c i ó n como la arena de la playa no puede retener impresiones permanentes en cuanto especie. De ahí que n o tenga sociedad y, por tanto, historia. No obstante, el hombre comprende dos aspectos: es una sustancia orgánica, que puede conaide rarse en cuanto sustancia, y t a m b i é n es una tabla sobre la que se escribe. U n aspecto es tan válido y tan justificable como el otro; pero es u n grave error confundir ambos puntos de vista. E l albañil construye con granito y cubre con pizarra. E l n i ñ o que aprende a leer no sabe nada de las cualidades de su pizarra, pero le desconcierta si tiene que escribir una c o una k. E l m i n e r á l o g o no da preferencia a una piedra sobre otra; cada una tiene su constitución, estructura, propiedades y usos. E l educador ignora el granito; pero, aunque utiliza la pizarra, no por eso la clasifica como superior n i niega la utilidad del otro material; toma su sustancia tal como la encuentra. Su problema consiste en si el n i ñ o debe comenzar por las palabras o por las letras a q u é edad, durante cuántas horas, en q u é orden y en q u é condiciones debe iniciar su proceso de alfabetización. Decidir sobre estos temas a p a r t i r de datos cristalográficos debido a que los alumnos escriben sobre una variedad de piedra sería tan fútil como si el geólogo tuviera que emplear su conocimiento de las piedras para hacer deducciones sobre los principios m á s correctos de pedagogía. De este modo, si el estudioso del logro humano tuviera que intentar apartar de la o b s e r v a c i ó n del historiador natural y del filósofo mecanicista a los seres humanos sobre los que e s t á inscrita la civilización que él mismo investiga, r e s u l t a r í a ridículo. Y cuando, por otra parte, el biólogo se propone volver a escribir la historia, en su totalidad o en parte, mediante la herencia, tampoco a c t ú a mucho mejor, aunque pueda tener la sanción de algún precedente. Han sido muchos los intentos de hacer precisa la distinción entre instinto y civilización, entre lo orgánico y lo social, entre el animal y el hombre. E l hombre como el animal que se viste, el animal que utiliza el fuego, el animal que hace o utiliza herramientas, el animal que habla, todas estas concepciones son conclusiones que contienen alguna a p r o x i m a c i ó n . Pero, para la concepción de la d i s c r i m i n a c i ó n que es a la vez m á s completa y m á s económica, debemos retroceder, al igual que para la primera exposición exacta de muchas ideas con las que operamos a la mente extraordinaria de Aristóteles. «El hombre es u n animal político.» La palabra político ha cambiado de sentido. E n su lugar utilizamos el t é r m i n o latino social. Esto, nos dicen tanto los filósofos como los filólogos, sería lo que hubiera dicho el gran griego de hablar hoy en nuestro idioma. E l hombre es pues un animal social; un organismo social. Tiene c o n s t i t u c i ó n o r g á n i c a ; pero 59

t a m b i é n tiene civilización. Ignorar u n o de los elementos e s s. i i . m corto de vista como pasar por encima el otro; c o n v e i f n el uno - n el otro, si cada uno tiene su realidad, es negativo. Con esta I m lación b á s i c a de m á s de dos m i l a ñ o s de a n t i g ü e d a d , y c o n o » ¡ d a p o i todas las generaciones, hay algo de mezquino y de obstinailainent< destructivo en el esfuerzo de anular la distinción o de obstaculizar s u m á s í n t e g r a fruición. E l actual intento de tratar lo social como orgánico, de entender la civilización como hereditaria, es tan csem ial mente estrecho de miras como la declarada inclinación medieval a apartar al hombre del reino de la naturaleza y del alcance d e l o s científicos en nombre de que se le s u p o n í a poseedor de un al m i inmortal. Pero, por desgracia, todavía persisten las negativas y una docena de confusiones p o r cada negativa. Dichas negativas dominan la m e n talidad popular y desde a h í se elevan, una y otra vez, a las ideas d e la ciencia declarada y reconocida. Incluso parece que en u n centenal de a ñ o s hemos retrocedido. Hace uno o dos siglos, con generoso i m pulso, los líderes del pensamiento dedicaron sus e n e r g í a s , y los líderes de hombres sus vidas, a la causa de la igualdad de todos los hombres. No necesitamos ocuparnos a q u í de todo lo que esta Idea implica n i de su exactitud; pero, indudablemente, implica la proposición de igualdad de capacidad de las razas. Posiblemente nuestros antepasados pudieron mantener esta posición liberal porque todavía no se enfrentaban a toda su importancia p r á c t i c a . Pero, cualquic i | que sea la razón, sin duda hemos retrocedido, en América, Europa y en sus colonias, en nuestra aplicación del supuesto; y t a m b i é n hemos retrocedido en nuestro análisis teórico de los datos. Las diferencias raciales hereditarias de capacidad pasan por ser una doctrina aprobada en muchas partes. Hay hombres de eminente conocimiento que se s o r p r e n d e r í a n de saber que se mantienen serias dudas sobre la cuestión. Y, sin embargo, debe sostenerse que pocas de las pruebas verdaderamente satisfactorias que se han aportado en apoyo del supuesto de las diferencias que presenta una n a c i ó n de otra —y mucho me nos la superioridad de un pueblo sobre otro— son inherentemente raciales, es decir, con fundamento orgánico. No i m p o r t a lo ilesta cados que hayan sido los e s p í r i t u s que sostuvieron que tales dile rencias son hereditarias: en su mayor parte se limitaban a dai por supuesta su convicción. E l sociólogo o el a n t r o p ó l o g o puede i n v e r t i r la c u e s t i ó n con igual justificación, y a veces lo hace; y entonces puede ver cada acontecimiento, cada desigualdad, t o d o e l curso de la historia humana, confirmando su tesis de que l a s dil« rencias entre uno y otro grupo de hombres, pasados y actuales, se deben a influencias sociales y no a causas o r g á n i c a s . La verdadera d e m o s t r a c i ó n , a no dudarlo, e s t á tan ausente en un lado como en otro. Un experimento, en condiciones que pudiera dar lugar a prue bas satisfactorias, sería difícil, costoso y quizás contrario a la ley. Una r e p e t i c i ó n de la interesante prueba de Akbar, o alguna inodili cación de ella, inteligentemente dirigida y llevada hasta e l final, po 60

d r í a dar resultados del mayor valor; pero, sin embargo, difícilmente s e r í a tolerada por n i n g ú n estado civilizado. Se han producido algunos intentos de investigar las llamadas dife- . rencias raciales con el aparato de la psicología experimental. Los resultados se inclinan superficialmente hacia la confirmación de las diferencias o r g á n i c a s . Pero, no obstante, no debe ponerse demasiado énfasis en esta c o n c l u s i ó n , puesto que lo que tales investigaciones han revelado, sobre todo, es que los agentes sociales son tan influyentes en cada uno de nosotros que es difícil encontrar n i n g ú n test que, si realmente las cualidades raciales distintivas fueran c o n g é n i t a s , revelara verdaderamente el grado en que lo son. T a m b i é n conviene recordar que el problema de si las razas humanas son o no en sí mismas i d é n t i c a s tiene innumerables aspectos p r á c t i c o s que* se relacionan con las condiciones de vida y con concepciones que tienen relaciones emocionales, de t a l forma que resulta bastante difícil encontrar una p r e d i s p o s i c i ó n imparcialmente abstracta. Es p r á c t i c a m e n t e fútil, por ejemplo, tratar siquiera el asunto con la mayor parte de los americanos de los estados sudistas o los t e ñ i d o s de influencias sudistas, sin que importe su e d u c a c i ó n n i su p o s i c i ó n en el mundo. E l verdadero foso social que es fundamental para toda la vida en el sur, y que fundamentalmente se concibe como u n problema racial, e s t á tan oscurecido y es tan inevitable que obliga, tanto al individuo con casi tanta firmeza como a su grupo, a adoptar una línea de acción, una forma de conducta consciente e inalterable; y no p o d r í a ser de otra forma, ya que las opiniones que contradicen flagrantemente las actividades habituales y sus ideales asociados despiertan hostilidad. Así pues, es natural que el sudista reciba frecuentemente la profesión de igualdad racial, cuando puede c o n v e n c é r s e l e de que es sincera, como una afrenta; y que suela considerar, incluso las consideraciones m á s abstractas, impersonales y j u r í d i c a s de los temas implicados, con resentimiento o bien, si la c o r t e s í a lo reprime, con disgusto interior. La a c t i t u d de los ingleses en la India o de los europeos continentales en sus colonias q u i z á s sea menos extremadamente manifiesta; pero todas las descripciones indican que no e s t á menos establecida. Por otra parte, los declarados y escrupulosos socialistas o i n ternacionalistas deben adoptar la posición contraria, por muy antip á t i c a que pueda resultarles personalmente, o renunciar a las aspiraciones que sostienen con e m p e ñ o . Por tanto, si sus inclinaciones e s t á n p o r lo general menos claramente definidas, no por ello son menos predeterminadas y persistentes. Así pues, no puede esperarse imparcialidad en este gran problema, excepto en alguna medida por parte de los estudiosos verdaderamente aislados y, por tanto, sin influencia; de" t a l forma que el m á x i m o de seguridad y rencor y el m í n i m o de pruebas prevalecientes tienen que aceptarse como cosas lamentables, pero inevitables y difíciles de censurar. E n el estado actual de nuestros conocimientos no es posible resol-

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ver el problema, ni tampoco discutirlo. No obstante, < poslbli prender que puede darse una explicación completa y «l>< " m . «Ilas llamadas diferencias raciales basada en causas puramente no o r g á n i c a s y de civilización; y t a m b i é n llegar al reconocimiento d. que el simple hecho de que el mundo en general suponga que tal. diferencias entre un pueblo y otro sean congénitas c indelebles, C M ep to por cruzamiento, no constituye una prueba a favor de que la suposición sea cierta. E l ú l t i m o argumento, en el que se puede realmente ver que tales peculiaridades nacionales nacen en cada generación y que es innecesario verificar el supuesto porque su verdad es evidente para todo el mundo, es el que menos peso tiene de todos. Pertenece a la misma clase de a s e v e r a c i ó n que p o d r í a hacerse sobre que este planeta es, d e s p u é s de todo, el punto central fijo del sistema c ó s m i c o , pues todo el mundo puede ver por sí solo que el sol y las estrellas se mueven y que nuestra Tierra se mantiene quieta. Los campeones de la doctrina copernicana t e n í a n esto a su favor: se ocupaban de fenómenos cuya exactitud era fácilmente aplicable, sobre los que se podían hacer predicciones verificables o refutables, cuya explicación enea jaba o no encajaba. E n el campo de la historia humana esto no es posible, o todavía no se ha encontrado la manera de que lo sea; de tal forma que, actualmente, no es de esperar una igual claridad de d e m o s t r a c i ó n , una concreción de la prueba, una concordancia de la t e o r í a con los hechos que excluya todas las t e o r í a s contrarias. Pero hay un cambio del punto de vista mental y emocional casi tan fundamental, una inversión tan absoluta de la actitud implicada, cuando se pide a la c o n c e p c i ó n hoy en boga que considere la civilización como un asunto no o r g á n i c o como cuando la doctrina copernicana desafió las anteriores convicciones del mundo. De cualquier forma, la m a y o r í a de los etnólogos e s t á n convencidos de que la abrumadora masa de datos h i s t ó r i c o s y m a l llamados raciales que ahora se atribuyen a oscuras causas o r g á n i c a s , o que en su mayor parte e s t á n en discusión, s e r á n en ú l t i m o t é r m i n o considerados por todo el mundo como inteligibles en sus relaciones SCM la les. Sería d o g m á t i c o negar que pueda existir un residuo en el que hayan sido operativas las influencias hereditarias; pero incluso este residuo de agentes o r g á n i c o s puede que se descubra que es operativo de otras formas absolutamente distintas de las que se acostumbran a aducir en la actualidad. Sin compromisos, puede mantenerse la o p i n i ó n de que para el historiador, es decir, para el que desee comprender cualquier ( lase de f e n ó m e n o s sociales, es inevitablemente necesario descartar l«» o r g á n i c o como tal y ocuparse ú n i c a m e n t e de lo social. Para el n ú m e r o m á s amplio de los que no son estudiosos profesionales de la d v l lización, no sería razonable insistir en estos asuntos, dada nuestra actual incapacidad para demostrarlos. Por otra parte, lo social i o n i o algo distinto de lo o r g á n i c o es un concepto suficientemente antiguo, y u n f e n ó m e n o lo bastante claro en nuestra vida diaria, como para garantizar que no se puede prescindir de él sin forzar las cosas. Qui62

zas sea demasiado esperar que alguien atrapado, delibei a d á m e n t e «» sin saberlo, por explicaciones o r g á n i c a s descarte é s t a s completamente contra unas pruebas tan incompletas como las que se disponen en contra de dichas explicaciones. Pero parece justificable mantenerse sin (Ind.II en la p r o p o s i c i ó n de que la civilización y la herencia son COSas que operan de formas distintas; que, por tanto, cualquiei s u s t i t u c i ó n forzada de una por la otra en la explicación de los l i n o menos del grupo humano es una torpeza; y que la negativa a i c i o nocer, por lo menos, la posibilidad de una explicación del logro humano completamente distinta de la prevaleciente tendencia hacia la explicación biológica, es un acto de intolerancia. Una vez que se haya convertido en general tal reconocimiento de la racionalidad de esta a c t i t u d mental, diametralmente opuesta a la habitual, se h a b r á efectuado un gran progreso en el camino hacia un útil acuerdo sobre la verdad; mucho m á s que en ninguno de los intentos actuales de ganar conversos mediante la discusión. Uno de los e s p í r i t u s dotado de un eminente poder de p e r c e p c i ó n y de f o r m u l a c i ó n como el de Gustave Le Bon, cuya fama es grande a pesar de que su descuidada falta de miedo no le ha ganado m á s que unos pocos partidarios, ha llevado la i n t e r p r e t a c i ó n de lo social como o r g á n i c o a su consecuencia lógica. Su Psychology of Peoples es u n intento de explicar la civilización b a s á n d o s e en la raza. Lo cierto es que Le Bon es un historiador de aguda sensibilidad y gran perspicacia. Pero su intento expreso de reducir los materiales de la civilización de que se ocupa directamente a factores o r g á n i c o s le conduce, por una parte, a renunciar a sus diestras interpretaciones de la historia que sólo se mantienen como destellos intermitentes; y, p o r otra parte, a apoyar sus confesadas soluciones, en ú l t i m o t é r m i n o , en esencias tan m í s t i c a s como el «alma de la raza». Como concepto o herramienta científica, el alma de la raza es tan ininteligible e inútil como una e x p r e s i ó n de la filosofía medieval, y al mismo nivel que la e s p o n t á n e a d e c l a r a c i ó n de Le Bon de que el individuo es a la raza lo que la célula es al cuerpo. Si en vez del alma de la raza el distinguido francés hubiera dicho espíritu de la civilización, o tendencia o c a r á c t e r de la cultura, su pronunciamiento hubiera despertado menos i n t e r é s , porque p a r e c e r í a m á s vago; pero no hubiera tenido que basar su pensamiento en una idea sobrenatural antagónica al cuerpo de ciencia al que trataba de adherir su obra; y, no siendo mecanicistas, sus esfuerzos de explicación por lo menos hubieran obtenido el respeto de los historiadores. En realidad, Le Bon opera claramente con f e n ó m e n o s sociales, por muy insistentemente que les d é nombres o r g á n i c o s y proclame que los ha resuelto o r g á n i c a m e n t e . Que «no fue el 18 de B r u m a r i o , sino el alma de su raza lo que estableciera a Napoleón» es, b i o l ó g i c a m e n t e y bajo cualquier aspecto de la ciencia que se ocupa de la causalidad m e c á n i c a , una a f i r m a c i ó n sin sentido; pero se convierte en excelente historia en cuanto sustituyamos «raza» por «civilización» y, desde luego, tomemos alma en sentido figurado. Cuando dice que el «mestizaje destruye una civilización a n t i g u o .

•.«'•lo

que muchos biólogos estarían d i s p u e s t o s a s o . t e m í C u a n d o a ñ a d e : « p o r q u e destruye el a l m a d e l pueblo que la p o s e e . . , a r a z ó n que puede provocar estremecimientos a un científico Pero si cambiamos «mestizaje», es decir, la mezcla d e tipos o i g á m eos tajantemente diferentes, por « c o n t a c t o repentino o conflicto di ideales», es decir, mezcla de tipos sociales tajantemente diferencia dos, el efecto profundo de tal acontecimiento no admite discu.iliiin.i

lo

sión.

A d e m á s , Le Bon afirma que el efecto del medio ambiente es grande sobre las nuevas razas, sobre las razas que se forman por el mestizaje de pueblos con herencias contrarias; y que en las r a z a s aun guas, s ó l i d a m e n t e establecidas por la herencia, el efecto del medio ambiente es casi nulo. Es evidente que en una civilización antigua \ firme el efecto activamente cambiante del medio ambiente geográfico debe ser menor, porque hace mucho tiempo que la civilización ha tenido amplia oportunidad de utilizar el medio ambiente para s u s necesidades; pero, por otra parte, cuando la civilización es nueva —sea porque se ha trasladado, por proceder de una fusión de varios elementos o por simple desarrollo interno— la r e n o v a c i ó n de la r e l a c i ó n entre la civilización y la geografía física circundante debe progresar muy r á p i d a m e n t e . En este c a s o , de nuevo, la buena historia se convierte en mala ciencia por una confusión que parece casi deliberadamente perversa. Un pueblo es guiado mucho m á s por sus muertos que por sus vivos, dice Le Bon y trata de establecer la importancia de la herencia para las carreras nacionales. Aunque él mismo no lo reconozca, lo que hay en el fondo de su pensamiento es la verdad de que toda civilización se basa en el pasado, que por mucho que sus antiguos elementos dejen de existir como tales, constituyen sin embargo su tronco y su cuerpo, a cuyo alrededor el alburno vivo del día sólo es una costra o superficie. La e d u c a c i ó n impuesta, algo formal y consciente, no puede dar la sustancia de una civilización nueva u otra a un pueblo; ésta es una verdad que Le Bon ha planteado con vigor. Pero cuando extrae esta m á x i m a como d e d u c c i ó n del abismo insalvable que existe exteriormente entre las razas, basa un h e c h o obvio, que no .ha discutido nadie con j u i c i o , en una a s e v e r a c i ó n mis ticaCasi p o d r í a haberse adivinado, d e s p u é s de las anteriores citas, que Le B o n s i t ú a el « c a r á c t e r » de sus «razas» en «la a c u m u l a c i ó n por la h e r e n c i a » . Ya se ha demostrado que si hay algo que la herein ia no hace es, precisamente, acumular. Si, por otra parte, hay algún m é t o d o por el que pueda definirse el funcionamiento de las civil i zaciones es exactamente el de a c u m u l a c i ó n . A ñ a d i m o s el poder de volar, la c o m p r e n s i ó n del mecanismo del aeroplano, a nuestros lo gros y conocimientos anteriores. E l p á j a r o no lo hace a s í ; ha cedido sus patas y dedos por las alas. Puede ser cierto que el p á j a r o es, en conjunto, u n organismo superior al de su antepasado r e p t i l , que ha llegado m á s lejos en el camino de la evolución. Pero su avance se ha logrado mediante la t r a n s m u t a c i ó n de cualidades, la c o n v e i

sión de ó r g a n o s y facultades, no mediante un aumento por a g r e g a ción de ellos. Toda la t e o r í a de l a herencia por a d q u i s i c i ó n se basa en la COnfll sión de estos procesos tan distintos, el de la h e r e n c i a y el d e l a civilización. Se ha alimentado, q u i z á s , de las necesidades i n s a t i s l e i h a s de la ciencia b i o l ó g i c a , pero nunca ha conseguido la m á s l i g e r a veri ficación i n c o n t r o v e r t i b l e de la biología, y de hecho hace mucho t i e m po que ha sido atacada, p o r u n correcto y vigoroso instinto, así como a consecuencia del fracaso en la o b s e r v a c i ó n y la e x p e r i m e n t a c i ó n , desde dentro de esta ciencia. Se trata de una doctrina que es l a constante d i v u l g a c i ó n del dilettante que sabe algo de la historia y de la vida, pero al que no le i m p o r t a comprender su funcionamiento. Los estudios de Le B o n , en cuanto intento de explicar la una por la otra y su u t i l i z a c i ó n de la doctrina de la herencia p o r a d q u i s i c i ó n o a c u m u l a c i ó n , casi p o d í a n haberse predicho. Desde u n temperamento distinto y menos agresivo surge la necesidad que ha p r o c l a m a d o Lester W a r d de un elemento amplio y ambiciosamente serio. L a herencia se produce por a d q u i s i c i ó n , argumenta, o b i e n no hay esperanzas de progreso permanente para la humanidad. Creer que lo que hemos ganado no se i m p l a n t a r á , p o r lo menos en parte, en nuestros hijos, suprime el incentivo de trabajar. Todo el trabajo v e r t i d o sobre la j u v e n t u d del mundo sería inútil. Las cualidades mentales no e s t á n sometidas a la selección natural; de a h í que deban acumularse en el hombre por a d q u i s i c i ó n y fijarse por la herencia. Este p u n t o de vista puede oírse una y otra vez en boca de personas que han llegado a esta actitud a t r a v é s de sus propios reflexiones; el m u n d o de dichas personas, que probablemente nunca han leído directa n i indirectamente a W a r d , parece quebrarse cuando se tambalean las bases de la herencia. Si bien no se trata de un punto de vista profundo, al menos resulta habitual; y por esa r a z ó n la f o r m u l a c i ó n de W a r d , aunque i n t r í n s e c a m e n t e carece de valor, es representativa y significativa. Revela la tenacidad y la insistencia con que muchos intelectos conscientes no desean y no pueden ver lo social excepto a t r a v é s del cristal de lo o r g á n i c o . Que este h á b i t o mental puede ser en sí m i s m o desalentador, que prelimita para siempre el desarrollo y encadena eternamente el futuro a las miserias y escaseces del presente, es algo que no captan sus devotos; de hecho, probablemente, la fijeza es lo que le proporciona su apoyo emocional. Parece probable que el mayor adalid de la herencia adquirida, Herbert Spencer, se viera llevada a su posición por un motivo semejante. E l m é t o d o exacto mediante el cual tiene lugar la evolución orgánica es, a f i n de cuentas, u n problema esencialmente biológico y no filosófico. Spencer, no obstante, como Comte, t e n í a tanto de sociólogo como de filósofo. Que tuviera que responder de forma tan inflexible a lo que en sí m i s m o era una c u e s t i ó n de biología, difícilmente puede entenderse, excepto con la s u p o s i c i ó n de que sintiera que la c u e s t i ó n afectaba vitalmente a sus principios; y que, a pesar de su feliz a c u ñ a m i e n t o del t é r m i n o que ha sido prefijado como t í t u l o del presente ensayo, no concibiera adecuadamente la sociedad humana

65 64 5 . — E L CONCEPTO DE CULTURA

como algo que sostiene un contenido específico que es no-orp.ánii ie sí mismo. Pero pasar de estas realizaciones a la d e d u c c i ó n de i p i e t o d o el grado y cualidad del logro del individuo es el resultado de su moldeamienlo por la sociedad que lo abarca es una suposición nema y en desacuerdo con la o b s e r v a c i ó n . 111

Por tanto, es posible sostener la i n t e r p r e t a c i ó n h i s t ó r i c a o cult n i al de los f e n ó m e n o s sociales sin pasar a adoptar la postura de que los seres humanos, que son los canales dados por los que circula la civilización, son ú n i c a y exclusivamente productos de su flujo. Tuesto que la c u l t u r a se basa en una facultad humana específica, de ahí no se deduce que esta facultad, lo que tiene el hombre de supraanimal, sea una d e t e r m i n a c i ó n social. La frontera entre lo social y lo o r g á n i c o no puede trazarse n i al azar n i tampoco a la ligera. E l u m b r a l entre la d o t a c i ó n que da paso al flujo y a la c o n t i n u a c i ó n de la civilización posible y el que prohibe incluso su inicio es la demarc a c i ó n —a la vez bastante dudosa, m u y probablemente, pero abierta durante m á s tiempo del que abarca nuestro conocimiento— entre el hombre y el animal. No obstante, la s e p a r a c i ó n entre lo social (la entidad que nosotros llamamos civilización) y lo no social, lo presocial u o r g á n i c o , es la diversidad cualitativa o de orden que existe entre el animal y el hombre conjuntamente, por una parte, y los productos de la i n t e r a c c i ó n de los seres humanos, por otra. E n las p á g i n a s anteriores se ha s u b s t r a í d o lo mental de l o social y a ñ a d i d o a lo f í s i c a m e n t e o r g á n i c o , que es lo sometido a las influencias de lo o r g á n i c o . De igual modo, es necesario eliminar el factor de la capacidad individual de la c o n s i d e r a c i ó n de la sociedad civilización. Pero esta e l i m i n a c i ó n significa la transferencia al grupo de los f e n ó m e n o s o r g á n i c a m e n t e concebibles, no su negación. De hecho, nada e s t á m á s lejos del camino de la justa b ú s q u e d a de la c o m p r e n s i ó n de la historia que tal n e g a c i ó n de las diferencias de grado de las facultades de los hombres individuales. E n resumen, las ciencias sociales, si podemos tomar la e x p r e s i ó n como equivalente de historia, no niegan la individualidad m á s allá de lo que niegan al individuo. Se niegan a ocuparse de la individualidad y del individuo como tal. Y basan este rechazo ú n i c a m e n t e en la n e g a c i ó n de la validez de cualquiera de estos factores para el logro de sus propios fines. Es cierto que los acontecimientos h i s t ó r i c o s t a m b i é n pueaen considerarse de forma m e c á n i c a y expresarse, en ú l t i m a instancia, en términos físicos y q u í m i c o s . E l genio puede resultar definible en caracteres o en la c o n s t i t u c i ó n de los cromosomas, y sus especiales logros en reacciones o s m ó t i c a s o eléctricas de las células nerviosas. Puede llegar el d í a en que lo que tuvo lugar en el cerebro de D a r w i n cuando 79

p e n s ó p o r p r i m e r a vez el concepto de selección natural pueda estudiarse con provecho, o incluso fijarse aproximadamente, por parte de los fisiólogos y los q u í m i c o s . T a l realización, destructiva como p o d r í a parecer a aquellos a quienes atrae la revelación, no sólo seda defendible, sino de enorme i n t e r é s , y posiblemente de u t i l i d a d . P i n » no s e r í a historia, n i tampoco u n paso hacia la historia o hacia las ciencias sociales. Conocer las reacciones exactas del sistema nervioso de D a r w i n en el momento en que el pensamiento de la selección natural relampagueó sobre él en 1838, s u p o n d r í a u n genuino t r i u n f o de l a ciencia. Pero h i s t ó r i c a m e n t e no significaría nada, puesto que l a historia se ocupa de la relación de doctrinas tales como la de la selección n a t u r a l con otros conceptos y f e n ó m e n o s sociales, y no con l a r e l a c i ó n del propio D a r w i n con otros f e n ó m e n o s sociales n i con otros fenómenos. Esta no es la c o n c e p c i ó n normal de l a historia; pero, p o r otra parte, la c o n c e p c i ó n normal se basa en e l infinitamente repetido, pero obviamente ilógico supuesto, de que, puesto que la civilización no p o d r í a existir sin individuos, l a civilización, es, p o r tanto, la suma total de las acciones de una masa de individuos. Así pues, hay dos líneas de d e d i c a c i ó n intelectual en la historia y en la ciencia! cada una de ellas con distinto objetivo y conjunto de m é t o d o v sólo es su confusión l a que tiene como consecuencia la esterilidad; por ello t a m b i é n debe reconocerse dos evoluciones completamente distintas: la de l a sustancia que nosotros llamamos orgánica y la de los f e n ó m e n o s llamados sociales. La evolución social no tiene antecedentes en los comienzos de la evolución o r g á n i c a . Comienza tarde en el desarrollo de la vida, mucho d e s p u é s que los vertebrados, mucho d e s p u é s que los m a m í f e r o s , mucho d e s p u é s de que incluso e s t á n establecidos los primates. Su exacto punto de origen no l o sabemos y t a l vez no l o sepamos nunca; pero podemos l i m i t a r el campo dentro del que se produce. Este origen se produjo en una serie de formas o r g á n i c a s m á s avanzadas, en la facultad mental en general, que el gorila, y mucho menos desarrollada que la p r i m e r a raza que se acepta u n á n i m e m e n t e como habiendo sido humana: el hombre de Neandertal y Le Moustier. E n cuanto al tiempo, los primeros progresos de los rudimentos de civilización deben de anteceder con mucho a la* raza de Neandertal, pero deben de ser posteriores a otros antepasados humanos extintos de u n nivel intelectual aproximado a l del gorila y el c h i m p a n c é actual. E l comienzo de la evolución social, de la civilización que es el objeto de estudio de la historia, coincide de este modo con ese misterio de l a mentalidad popular: el eslabón perdido. Pero e l t é r m i n o «eslabón» es e n e a ñ o s o . Implica una cadena continua. Pero en los desconocidos portadores de los originarios y gradualmente manifiestos principios de la civilización tuvo lugar una profunda a l t e r a c i ó n m á s bien que u n paso hacia adelante de l o existente. H a b í a aparecido u n nuevo factor que iba a dar lugar a sus propias consecuencias independientes, al p r i n c i p i o con lentitud y poca importancia aparente, pero que acumulaba peso, dignidad e influencia; u n factor que h a b í a

pasado m á s allá de la selección natural, que no seguía siendo eom

pletamente dependiente de n i n g ú n factor de la evolución orgánica, que p o r muy bamboleado e influido que estuviera por las oscilaciones de la herencia subyacentes a él, sin embargo, flotaba sin hundirse en ella. E l amanecer de l o social, pues, no es u n e s l a b ó n de una cadena, no es u n paso en el camino, sino, u n salto a otro plano. Puede compararse con la p r i m e r a a p a r i c i ó n de la vida en el universo hasta en tonces sin vida, el momento en que se produjo una c o m b i n a c i ó n q u í mica entre las infinitas posibles que dio existencia a lo o r g á n i c o e hizo que, a p a r t i r de entonces, hubiera dos mundos en vez de uno. Los movimientos y las cualidades a t ó m i c a s , cuando tuvo lugar aquel acontecimiento en apariencia ligero, n o se conmovieron; la majestad de las leyes m e c á n i c a s del cosmos no d i s m i n u y ó ; pero se a ñ a d i ó algo nuevo, inextinguiblemente, a l a historia de este planeta. Se p o d r í a comparar el inicio de la civilización con el final del proceso de calentar lentamente el agua. La expansión del l í q u i d o cont i n ú a durante largo tiempo. Su a l t e r a c i ó n puede observarse p o r el t e r m ó m e t r o a s í como, en b r u t o , en su poder de disolución y t a m b i é n en su a g i t a c i ó n interna. Pero sigue siendo agua. Finalmente, sin embargo, se alcanza e l p u n t o de ebullición. Se produce vapor: el índice de aumento del volumen crece u n m i l l a r de veces; y en lugar de u n f l u i d o b r i l l a n t e y filtrante, se difunde u n gas volátil e invisible. N o se violan las leyes de la física n i las de la q u í m i c a ; n o se prescinde de l a naturaleza; pero, sin embargo, ha tenido lugar u n salto: las lentas transiciones que se han acumulado desde cero a hasta cien grados han sido transcendidas en u n instante y aparece u n estado de la materia con nuevas propiedades y posibilidades de a c t u a c i ó n . De alguna forma, a s í debe de haber sido el resultado de l a aparición de esta nueva cosa: la civilización. N o necesitamos considerar que a b o l í a el curso del desarrollo de la vida. Evidentemente, de ninguna forma se d e s h a c í a de su p r o p i o sustrato o r g á n i c o . Y no hay razón para creer que n a c i ó completamente madura. Todos estos incidentes y maneras de iniciación de l o social tienen, al f i n y a l cabo, poca i m portancia para la c o m p r e n s i ó n de su naturaleza específica y de la r e l a c i ó n de esa naturaleza con el c a r á c t e r de l a sustancia o r g á n i c a que la p r e c e d i ó en el tiempo absoluto y que t o d a v í a l a sostiene. La c u e s t i ó n es que hubo una adición de algo cualitativamente nuevo, una iniciación de algo que iba a seguir u n curso p r o p i o . Podemos esbozar la relación que existe entre la evolución de lo o r g á n i c o y la evolución de l o social (fig. 1). Una línea que progresa en el curso del tiempo y se eleva lenta pero uniformemente. E n u n determinado punto, otra línea comienza a divergir de l a primera, al p r i n c i p i o insensiblemente, pero ascendiendo cada vez m á s p o r encima de ella en su p r o p i o curso; hasta el momento en que l a cortina del presente nos quita la visión, avanzando ambas, pero lejos una de otra y sin influirse mutuamente. E n esta i l u s t r a c i ó n la línea continua denota el nivel i n o r g á n i c o , la línea discontinua l a evolución de l o o r g á n i c o y l a línea de puntos

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81 6. — EL CONCEPTO DE CULTURA

el desarrollo de la civilización. La altura sobre la l i « . < I piado de progreso, sea en complejidad, en heterogeneidad, en juado ' I . c o o r d i n a c i ó n o en cualquier otra cosa. A es el comienzo dd tiempo sobre la tierra t a l como l o entiende nuestro entendimiento. D s e ñ a l a el punto del verdadero e s l a b ó n perdido, del p r i m e r precursor huma no, del p r i m e r a n i m a l que transportaba una t r a d i c i ó n acumulada C d e n o t a r í a el estado alcanzado por el que solemos denominar el hombre p r i m i t i v o , el hombre de Neandertal que fue nuestro antepa sado cultural, si no s a n g u í n e o ; y D el momento actual.



a

c

o.

Fie. i

Es inevitable que si hay fundamento para los temas que se han expuesto, s e r í a fútil argumentar con una de estas líneas para las otras. Afirmar, en nombre de que la línea superior se ha elevado muy r á p i d a m e n t e antes de cortarse, que la inferior t a m b i é n debe haber ascendido proporcionalmente m á s en este p e r í o d o que en cualquiera de los anteriores, no es, evidentemente, convincente. Que nuestras instituciones, nuestros conocimientos, el ejercicio de nuestro entendimiento haya avanzado vertiginosamente en los veinte m i l últimos a ñ o s no es razón para que nuestros cuerpos y nuestros cerebros, nuestro equipamiento mental y su base fisiológica, hayan avanzado en ninguna medida proporcional, como algunas veces argumentan los científicos y dan por supuesto los hombres en general. E n todo caso, p o d r í a n haber pruebas de que la línea inferior, o r g á n i c a , queda fuera de su í n d i c e de ascenso. Los cuerpos y los entendimientos de esta línea han continuado transportando la civilización; pero esta civilización se ha enfrentado a la lucha del mundo de tal manera que gran parte del acento ha sido dirigido fuera de estos cuerpos y enten dimientos. No defendemos que el progreso de la evolución o r g á n u • sea prima facie una i n d i c a c i ó n de que la materia i n o r g á n i c a es m a l compleja, m á s avanzada en sus combinaciones, n i en n i n g ú n sentido « s u p e r i o r » , de lo que era hace cincuenta millones de a ñ o s ; y mucho menos que la evolución o r g á n i c a haya tenido lugar a causa de la evolución inorgánica. Y tampoco puede deducirse, con m á s razón,

peí iodos recientes de la civilización se ha marchado a una velocidad tan p o r e n c i m a del r i t m o de la evolución he redi tai la q u e esta u l t i m a , i v e i d a d e i a m e n t é no se ha quedado completamente d e t e n i d a , tiene

toda la apariencia, comparativamente, de no haber progresado. Hay l i e n t o s de elementos de civilización donde sólo había uno c u a n d o el c r á n e o tic Neandertal encerraba un cerebro vivo; y no sólo el COA tenido de la civilización ha aumentado un centenar de v e c e , lino t a m b i é n la complejidad de su organización. Pero el cuerpo, y el c u t e n dmiiento que conlleva, de aquel hombre de los primeros t i e m p o s no ha alcanzado un p u n t o cien veces, n i siquiera dos, superior en i< I inamiento, eficacia, delicadeza n i fuerza con respecto a como era entonces; resulta incluso dudoso saber si ha mejorado en una quinta parte. Existen, es cierto, los que f o r m u l a n l a a f i r m a c i ó n contraria. Sin embargo, parece que la mente despejada debe reconocer que tales afirmaciones no se basan en una i n t e r p r e t a c i ó n objetiva de los hechos, sino en el deseo de encontrar una c o r r e l a c i ó n , en el deseo de hacer que el h i l o de la evolución sea ú n i c o , sin ramificarse, para ver l o social ú n i c a m e n t e como o r g á n i c o . Ahora, pues, tenemos que llegar a nuestra c o n c l u s i ó n ; y a q u í nos quedamos. La mente y el cuerpo no son m á s que facetas del mismo material o r g á n i c o o actividad; la sustancia social —o el tejido inmaterial, si se prefiere l a expresión—, l o que nosotros denominamos civilización, lo trasciende por mucho que e s t é enraizada en la vida. Los procesos de la actividad civilizadora nos son casi desconocidos. Los factores que determinan su funcionamiento e s t á n por dilucidar. Las fuerzas y principios de las ciencias m e c á n i c a s pueden, de hecho, analizar nuestra civilización; pero, al hacerlo, destruyen su esencia y nos dejan sin ninguna c o m p r e n s i ó n de lo que p e r s e g u í a m o s . Por el momento el historiador puede hacer poco m á s que describir. Rastrea y relaciona lo que parece m u y alejado; equilibra; integra; pero realmente no explica n i transmuta los f e n ó m e n o s en nada distinto. Su m é t o d o no es mecanicista; pero tampoco el físico n i el fisiólogo puede ocuparse del material h i s t ó r i c o y dejar la civilización, n i conv e r t i r l o en conceptos de vida y no dejar nada por hacer. Lo que podemos es hacernos cargo de este vacío, dejarnos impresionar por él con h u m i l d a d y seguir nuestros caminos por sus respectivos lados, sin jactancias e n g a ñ o s a s de que se ha cruzado el foso.

que el desarrollo social haya sido u n progreso de las formas h dita rias de vida. De hecho, no sólo es t e ó r i c a m e n t e tan injustificable la C O I K I . H ion de las líneas del desarrollo o r g á n i c o y del social como lo sería defender la compresibilidad o el peso del agua en función de la del vapor; sino que todos los datos nos llevan a la convicción de que en los 82

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IIKONIS1.AW M A L I N O W S K I LA CULTURA (1931)

E l hombre v a r í a en dos aspectos: en forma física y en herencia social, o cultura. L a ciencia de la a n t r o p o l o g í a física, que utiliza u n complejo aparato de definiciones, descripciones, t e r m i n o l o g í a s y métodos algo m á s exactos que el sentido c o m ú n y la o b s e r v a c i ó n no disciplinada, ha logrado catalogar las distintas ramas de la especie humana s e g ú n su estructura corporal y sus c a r a c t e r í s t i c a s fisiológicas. Pero el hombre t a m b i é n v a r í a en un aspecto completamente distinto. U n n i ñ o negro de pura raza, transportado a Francia y criado allí, d i f e r i r á profundamente de lo que hubiera sido de educarse en la j u n g l a de su t i e r r a natal. Hubiera recibido una herencia social dist i n t a : una lengua distinta, distintos h á b i t o s , ideas y creencias; hubiera sido incorporado a una o r g a n i z a c i ó n social y u n marco c u l t u r a l distintos. Esta herencia social es el concepto clave de la a n t r o p o l o g í a cultural, la otra rama del estudio comparativo del hombre. Normalmente se la denomina cultura en la moderna a n t r o p o l o g í a y en las ciencias sociales. La palabra cultura se utiliza a veces como s i n ó n i m o de civilización, pero es mejor utilizar los dos t é r m i n o s distinguiéndolos, reservando civilización para u n aspecto especial de las culturas m á s avanzadas. La cultura incluye los artefactos, bienes, procedimientos técnicos, ideas, h á b i t o s y valores heredados. La organización social no puede comprenderse verdaderamente excepto como una parte de la cultura; y todas las líneas especiales de investigación relativas a las actividades humanas, los agolpamientos humanos y las ideas y creencias humanas se fertilizan unas a otras en el estudio comparativo de la cultura. E l hombre, con objeto de v i v i r altera continuamente lo que le rodea. En todos los puntos de contacto con el mundo exterior, crea u n medio ambiente secundario, artificial. Hace casas o construye refugios; p r e p a r a r á sus alimentos de forma m á s o menos elaborada, p r o c u r á n d o s e l o s p o r medio de armas y herramientas; hace caminos y utiliza medios de transporte. Si el hombre tuviera que r u n f i a r exclusivamente en su equipamiento a n a t ó m i c o , pronto s e r í a destruido 0 p e r e c e r í a de hambre o a la intemperie. La defensa, la a l i m e n t a c i ó n , el desplazamiento en el espacio, todas las necesidades fisiológicas y

espirituales se satisfacen indirectamente por medio de árlela, lo incluso en las formas m á s primitivas de vida humana. E l hombre de la naturaleza, el Natürmensch, no existe. Estos pertrechos materiales del hombre —sus artefactos, sus t d l ficios, sus embarcaciones, sus instrumentos y armas, la parafemalia litúrgica de su magia y su religión— constituyen todos y cada uno los aspectos m á s evidentes y tangibles de la cultura. Determinan I U nivel y constituyen su eficacia. E l equipamiento material de la cult u r a no es, no obstante, una fuerza en sí mismo. Es necesario el conocimiento para fabricar, manejar y utilizar los artefactos, los tal trunientos, las armas y las otras construcciones, y e s t á esencialmente relacionado con la disciplina mental y m o r a l de la que la religión y las reglas é t i c a s constituyen la ú l t i m a fuente. E l manejo y la posesión de los bienes implica t a m b i é n la a p r e c i a c i ó n de su valor. La m a n i p u l a c i ó n de las herramientas y el consumo de los bienes tamb i é n requiere c o o p e r a c i ó n . E l funcionamiento n o r m a l y el disfrute n o r m a l de sus resultados se basa siempre en un determinado tipo de o r g a n i z a c i ó n social. De este modo, la cultura material requiere u n complemento menos simple, menos fácil de catalogar o analizar, que consiste en la masa de conocimientos intelectuales, en el sistema valores morales, espirituales y e c o n ó m i c o s , en la o r g a n i z a c i ó n social y en el lenguaje. Por o t r o lado, la cultura material es un aparato indispensable para el moldeamiento o condicionamiento de cada g e n e r a c i ó n de seres humanos. E l medio ambiente secundario, los pertrechos de la c u l t u r a material, constituye u n laboratorio en el que se forman los reflejos, los impulsos y las tendencias emocionales del organismo. Las manos, los brazos, las piernas y los ojos se ajustan, mediante el uso de las herramientas, a las habilidades técnicas necesarias en una cultura. Los procesos nerviosos se modifican para que produzcan todo el abanico de conceptos intelectuales, sentimientos y tipos emocionales que forman el cuerpo de la ciencia, la religión y las normas morales prevalecientes en una comunidad. Como importante contrapartida a este proceso mental, se producen modificaciones en la laringe y en la lengua que fijan algunos de los conceptos y valores cruciales mediante la asociación con sonidos con cretos. Los artefactos y las costumbres son igualmente indispensables y mutuamente se producen y se determinan. E l lenguaje suele ser considerado como algo distinto tanto de l e . posesiones materiales del hombre como de sus costumbres. Esta c o n c e p c i ó n suele emparejarse con una t e o r í a en la que el significado se considera u n contenido misterioso de la palabra, que puede t r a n mitirse mediante a c t u a c i ó n lingüística de un entendimiento a otro. Pero el significado de una palabra no e s t á misteriosamenie contenido en ella, sino que m á s bien es el efecto activo del sonido pronunciado dentro del contexto de la situación. L a p r o n u n c i a c i ó n de u n son i d o es u n acto significativo indispensable en todas las f o r m a s de acción humana concertada. Es u n tipo de comportamiento estrictamente comparable a manejar una herramienta, esgrimir un arma, celebrar u n r i t u a l o cerrar un trato. La utilización de las palabras 86

< n I n d a s e s l a s formas di- actividad humana es u n c o r i c l a t o i m l i s p c n s a b l e d e l comportamiento manual y corporal. El significado d e l a s palabras consiste en lo que logran mediante la acción concertada, la m a n i p u l a c i ó n indirecta del medio ambiente a t r a v é s de la acción dil e c t a s o b r e otros organismos. La lengua, por tanto, es un h á b i t o corporal y es comparable a cualquier otro tipo de costumbres. E l aprendizaje del lenguaje consiste en el desarrollo de un sistema de i el le jos condicionados que al mismo tiempo se convierten en cstí mulos condicionados. La lengua es la p r o d u c c i ó n de sonidos articulados, que se desarrolla en la infancia a p a r t i r de las expresión» infantiles inarticuladas que constituyen la principal d o t a c i ó n del niño para relacionarse con el medio ambiente. Conforme el individuo crece, su aumento en el conocimiento lingüístico corre paralelo a su desarrollo general. U n creciente conocimiento de los procedimientos técnicos va ligado al aprendizaje de los t é r m i n o s t é c n i c o s ; el desarrollo de la c i u d a d a n í a t r i b a l y de la responsabilidad social va a c o m p a ñ a d o de la a d q u i s i c i ó n de un vocabulario sociológico y de u n habla educada, de ó r d e n e s y de fraseología legal; la creciente experiencia de los valores religiosos y morales se asocia al desarrollo de las f ó r m u l a s éticas y rituales. E l completo conocimiento del lenguaje es el inevitable correlato del completo logro de u n estatus t r i b a l y c u l t u r a l . E l lenguaje, pues, forma parte integral de la cultura; no es, sin embargo, u n sistema de herramientas, sino m á s bien u n cuerpo de costumbres orales.

La o r g a n i z a c i ó n social suele ser considerada por los sociólogos como exterior a la cultura, pero la organización de los grupos sociales es una c o m b i n a c i ó n compleja de equipamiento material y costumbres corporales que no pueden divorciarse de su substrato material n i del psicológico. La o r g a n i z a c i ó n social es la manera estandarizada de comportarse los grupos. Pero un grupo social siempre consta de personas. E l n i ñ o , adherido a sus padres para la satisfacción de todas sus necesidades, crece dentro del refugio de la casa, la choza o la tienda paterna. E l fuego d o m é s t i c o es el centro a cuyo alrededor se satisfacen las distintas necesidades de calor, comodidad, alimento y c o m p a ñ í a . M á s adelante, en todas las sociedades humanas, se asocia la vida comunal con el asentamiento local, ciudad, aldea, o conglomerado; se localiza dentro de l í m i t e s precisos y se asocia con las actividades p ú b l i c a s y privadas de naturaleza económica, política y religiosa. Por tanto, en toda actividad organizada, los seres humanos e s t á n ligados entre sí p o r su conexión con un determinado sector del medio ambiente, por su asociación con un refugio c o m ú n y por el hecho de que llevan a cabo ciertas tareas en c o m ú n . E l c a r á c t e r concertado de su comportamiento es el resultado de reglas sociales, es decir, de costumbres, bien sancionadas por medidas explícitas o que funcionan de forma en apariencia a u t o m á t i c a . Las reglas sancionadas —leyes, costumbres y maneras— pertenecen a la c a t e g o r í a de los h á b i t o s corporales adquiridos. La esencia de los valores morales, por los que el hombre se ve conducido a u n comportamiento concreto mediante la c o m p u l s i ó n interior, ha sido adscrita en el

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pensamiento religioso y metafísico a la conciencia, la voluntad de Dios o u n imperativo c a t e g ó r i c o innato; mientras que algunos so< m logos lian explicado que se debe a u n supremo ser m o r a l : la sociedad o el alma colectiva. L a m o t i v a c i ó n moral, cuando se considera empi ricamente, consiste en u n a disposición del sistema nervioso y de todo el organismo a seguir, dentro de circunstancias dadas, una línea de comportamiento dictada p o r una r e s t r i c c i ó n interior que n o se debe a impulsos innatos n i tampoco a los beneficios o ventajas evJ dentes. La r e s t r i c c i ó n i n t e r i o r es el resultado del gradual entrena miento del organismo en u n conjunto concreto de condiciones cultll rales. Los impulsos, deseos e ideas e s t á n , dentro de cada sociedad, soldados a sistemas específicos, denominados en psicología sentí mientos. Tales sentimientos determinan las actitudes de u n hombre hacia los miembros de su grupo, sobre todo hacia unos parientes m á s p r ó x i m o s ; hacia los objetos materiales que le rodean; hacia el p a í s en que habita; hacia la comunidad en que trabaja; hacia las realidades de su Weltanschauung m á g i c a , religiosa o metafísica. Los valores o sentimientos fijados suelen condicionar el comportamiento humano hasta e l punto de que u n hombre prefiera l a muerte a la renuncia o el compromiso, e l dolor a l placer, la a b s t e n c i ó n a la satisfacción del deseo. La f o r m a c i ó n de los sentimientos y, p o r tanto, délos valores, se basa siempre en el aparato cultural de la sociedad. Los sentimientos se forman a l o largo de u n gran espacio de tiempo y mediante u n entrenamiento o condicionamiento gradual del organismo. Se basan en formas de organización, muchas veces de amplit u d m u n d i a l , tales como la iglesia cristiana, la comunidad del Islam, el imperio, la bandera, todos ellos s í m b o l o s o reclamos d e t r á s de Los cuales hay, no obstante, realidades culturales vivas y vastas. E l entendimiento de la cultura hay que encontrarlo en su proceso de p r o d u c c i ó n p o r las sucesivas generaciones y en la forma en que, en cada nueva g e n e r a c i ó n , produce e l organismo adecuadamenn moldeado. Los conceptos metafísicos de u n e s p í r i t u de grupo, una conciencia o aparato sensorial colectivo, se deben a una aparente antinomia de la realidad sociológica: la naturaleza psicológica de la cultura humana, p o r una parte, y p o r otra el hecho de la cultura transciende al individuo. Una solución falaz a esta antinomia es l . i t e o r í a de que las mentes humanas se combinan o integran y forman u n ser supraindividual y sin embargo, esencialmente espiritual. I i t e o r í a de D u r k h e i m de la coacción m o r a l mediante la influcni la di recta del ser social, las t e o r í a s basadas en u n inconsciente c o l ' » tivo y el arquetipo de la cultura, conceptos tales como la conciem ia d e l grupo o la inevitabilidad de la i m i t a c i ó n colectiva, explican la natU raleza psicológica y, sin embargo, supraindividual de la realidad social introduciendo atajos t e ó r i c o s metafísicos. Sin embargo, la naturaleza psicológica de la realidad so< ial debe a l hecho de que su ú l t i m o medio es siempre el sistema nen o la mente individual. Los elementos colectivos se deben a la igual dad de las reacciones que se producen dentro de los p e q u e ñ o s gi u pos que a c t ú a n como unidades de organización social medianl< « l 88

l ' i i i i eso de < ondicionamiento y a través del medio de la ( ultuia mate n a l mediante la c u a l se- produce el condicionamiento. Los p e q u e ñ o s grupos ai l u á n c o m o unidades porque, debido a su similitud m e n t a l , se integran en esquemas m á s amplios de organización social mediante los principios de la d i s t r i b u c i ó n t e r r i t o r i a l , la c o o p e r a c i ó n y la divl s i ó n en estratos de c u l t u r a material. De este modo, la realidad de l o supraindividual consiste en la masa de cultura material, que permanece fuera de cualquier individuo y sin embargo le influye de manera fisiológica n o r m a l . Nada misterioso hay, pues, en el hecho de que la cultura sea a l mismo tiempo psicológica y colectiva. La c u l t u r a es una realidad sui generis y debe ser estudiada como tal. Las distintas sociologías que tratan el tema de la cultura mediante símiles o r g á n i c o s o p o r la semejanza con una mente colectiva no son pertinentes. La c u l t u r a es una unidad bien organizada que se divide en dos aspectos fundamentales: u n a masa de artefactos y u n sistema de costumbres, pero obviamente t a m b i é n tiene otras subdivisiones o unidades. E l a n á l i s i s de la c u l t u r a en sus elementos componentes, la relación de estos elementos entre ellos y su relación con las necesidades del organismo humano, con el medio ambiente y con los fines humanos universalmente reconocidos que sirven constituyen importantes problemas de la a n t r o p o l o g í a . La a n t r o p o l o g í a ha tratado este material por dos m é t o d o s distintos, determinados p o r dos concepciones incompatibles del crecimiento y la historia de la c u l t u r a . L a escuela evolucionista ha concebido el crecimiento de la c u l t u r a como una serie de metamorfosis e s p o n t á neas producidas s e g ú n determinadas leyes y que han dado lugar a una secuencia fija de etapas sucesivas. Esta escuela da p o r sentado la divisibilidad de la cultura en elementos simples y se ocupa de estos elementos como si fueran unidades del mismo orden; presenta t e o r í a s de la evolución de la p r o d u c c i ó n de fuego j u n t o con descripciones de c ó m o se d e s a r r o l l ó la religión, versiones del origen y desarrollo del m a t r i m o n i o y doctrinas sobre el desarrollo de la alfarería. Se han formulado las etapas del desarrollo e c o n ó m i c o y los pasos de la evolución de los animales d o m é s t i c o s , del labrado de los utensilios y del dibujo ornamental. Sin embargo, no cabe duda de que aunque determinadas herramientas hayan cambiado, pasado por una s u c e s i ó n de etapas y obedecido a leyes evolutivas m á s o menos determinadas, la familia, el m a t r i m o n i o o las creencias religiosas n o e s t á n sometidas a metamorfosis simples y d r a m á t i c a s . / L a s instituciones fundamentales de la c u l t u r a humana no han cambiado mediante transformaciones sensacionales, sino m á s bien mediante la creciente difer e n c i a c i ó n de su forma s e g ú n una función cada vez m á s concreta. Hasta que se comprendan v describan con m á s exactitud la naturaleza de los distintos f e n ó m e n o s culturales, su función y su forma, parece prematuro especular sobre los posibles o r í g e n e s y etapas. Los conceptos de o r í g e n e s , etapas, leyes de desarrollo y crecimiento de la cultura han permanecido nebulosos y son esencialmente no empl ricos. E l m é t o d o de la a n t r o p o l o g í a evolucionista se basaba fundamentalmente en el concepto de supervivencia, puesto que é s t e permi

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tía al estudioso reconstruir las etapas pasadas a partir de las r o m h ciones actuales. E l concepto de supervivencia, no obstante, impl¡< ,i que una o r g a n i z a c i ó n c u l t u r a l puede sobrevivir a su función. Cuanto mejor se conoce u n determinado tipo de cultura, menos lUJX > vencías parecen haber en ella. Por tanto, la investigación cvolin io nista debe i r precedida por u n análisis funcional de la cultura. La misma c r í t i c a vale para la escuela difusionista o histórica, que intenta reconstruir la historia de las culturas humanas, principal mente siguiendo su difusión. Esta escuela niega la importaiu 1.1 • ! « la evolución e s p o n t á n e a y sostiene que la cultura se ha producido, principalmente, mediante i m i t a c i ó n o a d q u i s i c i ó n de los artefactos y las costumbres. E l m é t o d o de esta escuela consiste en u n cuidadoso trazado de las similitudes culturales de grandes porciones del globo y en la r e c o n s t r u c c i ó n especulativa de c ó m o se han trasladado las unidades similares de cultura de u n lugar a otro. Las discusiones de los a n t r o p ó l o g o s h i s t ó r i c o s (pues existe poco consensus entre E l l i o t S m i t h y F. Boas; W . J. Perry y Pater Schmidt; Clark Wissler y Graebner; o Frobenius y Rivers) se refieren sobre todo al problema de d ó n d e se o r i g i n ó u n tipo de cultura, hacia d ó n d e se t r a s l a d ó y c ó m o fue transportado. Las diferencias se deben, fundamentalmente, a la forma en que cada escuela concibe, por u n lado, la división de la cultura en sus partes componentes y, por o t r o lado, el proceso de difusión. Este proceso ha sido muy poco estudiado en sus manifestaciones actuales y sólo a p a r t i r de u n estudio e m p í r i c o de la difusión c o n t e m p o r á n e a se p o d r á encontrar respuesta a su historia pasada. E l m é t o d o de d i v i d i r la cultura en sus unidades componentes, que se supone se difunden, es todavía menos satisfactorio. Los conceptos de rasgos culturales, complejos de rasgos y Kulturkomplexe se aplican indiscriminadamente a utensilios sencillos o herramientas, tales como el boomerang, el arco o los palos para hacer fuego, o a caract e r í s t i c a s vagas de la cultura material, como la megalicidad, la sugestividad sexual de la concha de cauri o ciertos detalles de forma objetiva. La agricultura, el culto de la fertilidad y los grandes prill cipios, aunque vagos, del agrupamiento social, tales como la orga nización dual, el sistema de clanes o el tipo de culto religioso, se consideran rasgos ú n i c o s , es decir, unidades de difusión. Pero la cultura no puede considerarse como u n conglomerado fortuito de tales rasgos. Sólo los elementos del mismo orden pueden tratarse como unidades i d é n t i c a s en la discusión; sólo los elementos compa tibies se mezclan para componer un todo h o m o g é n e o . Los detalles insignificantes de la cultura material, por una parte, las instituciones sociales y los valores culturales, por otra, deben tratarse de forma distinta. N o han sido inventados de la misma manera, no pueden transportarse, difundirse n i implantarse por los mismos sistemas. E l punto m á s débil del m é t o d o de la escuela h i s t ó r i c a es la forma en que sus miembros establecen la identidad de los elementos culturales. Pues todo el problema de la difusión h i s t ó r i c a se plantea a p a r t i r del hecho de que se presenten rasgos real o aparentemente i d é n t i c o s en dos á r e a s distintas. Con objeto de establecer la identi1

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il.id d. do e l e m e n t o s de la cultura, los difusionistas utilizan los c i ite |Ue p o d r í a n llamarse de forma no pertinente y de concatenai a/arosa de los elementos, respectivamente. La no pertenencia d< l.i es un concepto fundamental, puesto que la forma, que di. i.id.t p o r la necesidad interior, puede haberse desarrollado de m a n e r a i n d e p e n d i e n t e . Los complejos, concatenados de manera natu . il t a m b i é n pueden ser el resultado de una evolución independí, -ni. . de a h í que no haya necesidad de considerar ú n i c a m e n t e los laspos fortuitamente conectados. No obstante la c o n c a t e n a c i ó n accidental y los detalles no pertinentes de la forma sólo pueden ser, s e g ú n ( í r a c b n e r y sus seguidores, el resultado de una difusión direci.i I V r o l a u t o la no pertinencia de la forma como lo fortuito de la c o n c a t e n a c i ó n son asertos negativos, lo que en ú l t i m a instancia siguí! ica que la forma de u n artefacto o de una i n s t i t u c i ó n no puede ser l cplicada, n i puede encontrarse la c o n c a t e n a c i ó n entre varios elementos de la cultura. E l m é t o d o h i s t ó r i c o utiliza la ausencia de cono. 1 mientos como base de su argumento. Para que sus resultados sean o l i d o s deben i r precedidos de u n estudio funcional de la cultura dada, que debe agotar todas las posibilidades de explicar la forma por la función y de establecer relaciones entre los distintos elementos de la cultura. Si la c u l t u r a en su aspecto material es fundamentalmente una masa de artefactos instrumentales, a p r i m e r a vista parece improbable que ninguna cultura deba albergar demasiados rasgos no pertinentes, supervivencias o complejos fortuitos, ya provengan de una cultura itinerante e x t r a ñ a o sean traspasados como supervivencias, fragmentos i n ú t i l e s de una etapa desaparecida. T o d a v í a es menos probable que las costumbres, las instituciones o los valores morales deban presentar este c a r á c t e r n e c r ó t i c o o no pertinente por el que se interesan fundamentalmente las escuelas evolucionistas o difusionistas. La cultura consta de la masa de bienes e instrumentos, a s í como de las costumbres y de los h á b i t o s corporales o mentales que funcionan directa o indirectamente para satisfacer las necesidades humanas. Todos los elementos de la cultura, si esta c o n c e p c i ó n es cierta, deben estar funcionando, ser activos, eficaces. E l c a r á c t e r esencialmente d i n á m i c o de los elementos culturales y de sus relaciones sugiere que la tarea m á s importante de la a n t r o p o l o g í a consiste en el estudio de la función de la cultura. La a n t r o p o l o g í a funcional se interesa fundamentalmente por la función de las instituciones, las costumbres, las herramientas y las ideas. Sostiene que el proceso cid tu ral e s t á sometido a leyes y que las leyes se encuentran en la •••••ion de los verdaderos elementos de la cultura. E l tratamiento de los rasgos culturales por a t o m i z a c i ó n o aislamiento se considera est é r i l , porque la significación de la cultura consiste en la r e l a c i ó n entre sus elementos, y no se admite la existencia de complejos cultúrale fortuitos o accidentales. Para f o r m u l a r cierto n ú m e r o de principios fundamentales puede lomarse- un ejemplo de la cultura material. E l artefacto m á s simple, I . . 1 1 1 1 . 1

ampliamente utilizado en las culturas mas simples, un palo liso, huí damente cortado, de unos seis o siete pies de longitud, de tal forma que puede utilizarse para excavar raíces en el cultivo del s u d o , p a n empujar una e m b a r c a c i ó n o para caminar, constituye un elemento o rasgo de cultura ideal, pues tienen una forma fija y sencilla, a p a rentemente es una unidad autosuficiente y tiene gran importancia en todas las culturas. Definir la identidad cultural del palo por su forma, por la d e s c r i p c i ó n de su material, su longitud, su peso, su coloi o cualquier otra de sus c a r a c t e r í s t i c a s físicas —describirlo de hec ho s e g ú n el criterio ú l t i m o de la forma que utilizan los difusionistas s e r í a una forma de proceder m e t ó d i c a m e n t e equivocada. E l palo de cavar se maneja de una manera determinada; se utiliza en el huerto o en la selva para p r o p ó s i t o s especiales; se obtiene y se abandona de forma algo descuidada —pues un ejemplar suele tener muy poco valor e c o n ó m i c o . Pero el palo de cavar reluce ampliamente en al esquema e c o n ó m i c o de cualquier comunidad en que se utiliza, a i como en el folklore, la mitología y las costumbres. U n palo de idéntica forma puede utilizarse en la misma cultura como palo para en pujar una e m b a r c a c i ó n , b a s t ó n para andar o arma rudimentaria. Pero en cada uno de estos usos específicos, el palo se incrustra en u n contexto cultural distinto; es decir, se somete a distintos uso., se envuelve en distintas ideas, recibe u n valor c u l t u r a l distinto y por regla general se designa con nombres distintos. E n cada caso forma parte integrante de un sistema distinto de actividades humanas estandarizadas. En resumen, cumple distintas funciones. Lo p c i t i nente para el estudioso de la cultura es la diversidad de funciones y no la identidad de forma. E l palo sólo existe como parte de la cultura en la medida en que se utiliza en las actividades humanas, en la medida en que sirve a necesidades humanas; y por tanto el palo de cavar, el b a s t ó n de andar, el palo para empujar una e m b a r c a c i ó n , aunque puedan ser idénticos en su naturaleza física, constituyen cada uno de ellos u n elemento distinto de cultura. Pues tanto el m á s simple como el m á s complejo de los artefactos se define por su función, por el papel que juega dentro de un sistema de actividades humanas; se define por las ideas conectadas con él y por los valoies que lo envuelven. Esta conclusión tiene importancia por el hecho de que el sistema de actividades a que se refieren los objetos materiales no son foftul tos sino organizados, bien determinados, e n c o n t r á n d o s e sistemas COR] parables a todo lo largo del mundo de la diversidad cultural. I I < m i texto cultural del palo de cavar, el sistema de actividades agrícolas, siempre presenta las siguientes partes componentes: una porción del t e r r i t o r i o se deja a un lado para el uso del grupo humano según l a s reglas de tenencia de la tierra. Existe u n cuerpo de usos tradii i nales que regula la forma en que se cultiva este territorio. Las reglan t é c n i c a s , los usos ceremoniales y rituales determinan en cada cultuia q u é plantas se cultivan; c ó m o se despeja la tierra, se prepara v leí ti liza el suelo; c ó m o , c u á n d o y quién celebra los actos mágicos y l a s ceremonias religiosas; c ó m o , por ú l t i m o , se recolectan, distribuyfflti 92

din.ii < n.in y c o n s u m e n l o s frutos. Igualmente, el grupo de personas que OS propietario del t e r r i t o r i o , la siembra y el producto, y que trabaja en c o m ú n , goza del resultado de sus trabajos y lo consume, sinnpi c está

bien

definido.

son l a s c a r a c t e r í s t i c a s de la institución de la agricultura tal i o n i o umversalmente se encuentra dondequiera que el medio ambiente es favorable a l cultivo del suelo y el nivel de la cultura lo s u l i i i. ntcmentc alto como para p e r m i t i r l o . La identidad fundamental de este sistema organizado de actividades se debe fundamentalmente al hec ho de que surge para la satisfacción de una profunda necesidad humana: la provisión regular de alimento b á s i c o de naturaleza vegetal l a satisfacción de esta necesidad mediante la agricultura, que asegura la posibilidad de control, regularidad de p r o d u c c i ó n y abundancia relativa, es tan superior a cualquier otra actividad suministradora de comida que se vio obligada a difundirse o desarrollarse dondequiera que las circunstancias eran favorables y el nivel de la c u l t u r a l o suficiente alto. I .las

La u n i f o r m i d a d fundamental de la agricultura institucionalizada se debe sin embargo a o t r o motivo: al principio de las posibilidades limitadas, expuesto p o r p r i m e r a vez p o r Goldenweiser. Dada una necesidad c u l t u r a l concreta, los medios para su satisfacción son peq u e ñ o s en n ú m e r o y, por tanto, el dispositivo c u l t u r a l que nace en respuesta a la necesidad e s t á comprendido dentro de estrechos límites. Dada la necesidad humana de p r o t e c c i ó n , armas rudimentarias y herramientas para explorar en la oscuridad, el material m á s adecuado es la madera; la ú n i c a forma adecuada es la larga y fina, y que a d e m á s resulta f á c i l m e n t e accesible. Sin embargo es posible una sociología o t e o r í a c u l t u r a l sobre el b a s t ó n de caminar, pues el b a s t ó n exhibe una diversidad de usos, ideas y misteriosas asociaciones, y en sus desarrollos ornamentales, rituales y simbólicos se convierte en parte importante de una i n s t i t u c i ó n t a l como la magia, la jefatura y la realeza. Las verdaderas unidades componentes de las culturas que tienen u n considerable grado de permanencia, universalidad e independencia son los sistemas organizados de actividades humanas llamados instituciones. Cada i n s t i t u c i ó n se centra alrededor de una necesidad fundamental, une permanentemente a un grupo de personas en una tarea cooperativa y tiene su cuerpo especial de doctrina y su técnica artesanal. Las instituciones no e s t á n correlacionadas de forma simple y directa con sus funciones: una necesidad no recibe satisfacción en una i n s t i t u c i ó n , sino que las instituciones presentan una pronunciada amalgama de funciones y tienen c a r á c t e r s i n t é t i c o . E l principio local o t e r r i t o r i a l y la relación mediante la p r o c r e a c i ó n a c t ú a n como los factores integradores m á s importantes. Cada i n s t i t u c i ó n se basa en u n substrato de material de medio ambiente compartido y de aparato cultural. Sólo es posible definir la identidad cultural por cualquiera de los artefactos s i t u á n d o l a dentro del contexto cultural de una i n s t i t u c i ó n , mostrando c ó m o funciona culturalmente. Un palo puntiagudo, es

decir, una lanza, que se utiliza como arma de caza conduce al < l u d i o del tipo de caza que se practica en una comunidad dada, < n la ipi< funcionan los derechos legales de la caza, la organización del < q u i p o cazador, l a técnica, e l r i t u a l m á g i c o , l a d i s t r i b u c i ó n de la i a / a , a i como la r e l a c i ó n del concreto tipo de caza con otros tipos y la ImpOI tancia general de l a caza dentro de l a e c o n o m í a de la t r i b u . La» cunoas han solido utilizarse como rasgos c a r a c t e r í s t i c o s para el cstabl. cimiento de afinidades culturales y, de a h í , como pruebas de la di fusión, porque l a forma v a r í a dentro de amplio abanico y presenta tipos de c a r á c t e r sobresaliente, tales como la canoa con uno o dos flotadores, la balsa, e l kayak, e l c a t a m a r á n o l a canoa doble. Y sin embargo, estos complejos artefactos no pueden definirse sólo por la forma. L a canoa, para l a gente que la fabrica, posee, utiliza y valora, es fundamentalmente u n medio para u n f i n . Tienen que etravesai una e x t e n s i ó n de agua, bien porque viven en p e q u e ñ a s islas o efl viviendas sobre estacadas; o porque quieren comerciar o tener p cado o hacer l a guerra; o por el deseo de explorar y de aventuras. E l objeto m a t e r i a l , l a e m b a r c a c i ó n , su forma, sus peculiaridades, están determinados por e l uso especial a que se destina. Cada uso dicta un sistema determinado de navegar, es decir, en p r i m e r lugar, l a téc&l ca de utilizar remos, remo t i m ó n , el m á s t i l , el aparejo o las velas. Tales t é c n i c a s , sin embargo, se basan invariablemente en los conocímientos: principios de estabilidad, flotación, condiciones de velo cidad y respuesta a l t i m ó n . La forma y l a estructura de l a canoa e s t á n estrechamente relacionadas con la t é c n i c a y l a forma de su Utiliza ción. S i n embargo, se dispone de innumerables descripciones de la simple forma y estructura de la canoa, mientras que se sabe poco sobre la t é c n i c a de navegación y la relación de é s t a con e l uso con creto a que se destina la canoa. La canoa t a m b i é n tiene su sociología. Incluso cuando la tripula una sola persona, es una propiedad que se fabrica, se presta o se alquila, y en esto e s t á invariablemente involucrado tanto e l grupo como el individuo. Pero generalmente la canoa tiene que ser manejada por una t r i p u l a c i ó n y esto e n t r a ñ a la compleja sociología de la pro piedad, de la división de funciones, de los derechos y de las obll gaciones. Todo esto se vuelve m á s complicado p o r el hecho de que u n a gran e m b a r c a c i ó n tiene que fabricarse comunitariamente, y la p i o d u c c i ó n y la propiedad suelen estar relacionadas. Todos es ios hechos, que son complejos pero regulados, que presentan distintos aspectos, todos los cuales e s t á n relacionados según reglas concreta . determinan l a forma de la canoa. La forma no puede tratarse como u n rasgo independiente y autosuficiente, accidental y no pertinente, que se difunde solo sin su contexto. Todos los supuestos, argumentos y conclusiones relativos a l a difusión de u n elemento y a la expon s i ó n de una c u l t u r a en general, t e n d r á n que modificarse una vez que se reconozca que l o que se difunden son las instituciones y no lee rasgos, n i las formas n i los complejos fortuitos. E n l a c o n s t r u c c i ó n de una canoa de altura hay determinados elementos estables de forma determinados por l a naturaleza de la acción 94

para la que

la e m b a r c a c i ó n es u n instrumento. Hay ciertos elementos \. . d. Indos b i e n a las posibilidades alternativas de s o l í a i o n o bu n a detalles menos importantes asociados con una posible solu • ion I s t e es un principio universal que se aplica a todos los ai le L u t o s Los pioductos cpie se utilizan para la satisfacción directa d i las necesidades corporales o se consumen en el uso deben cuinplu i n i i . i n iones directamente planteadas p o r las necesidades corporal, i os comestibles, p o r ejemplo, e s t á n determinados dentro de c i e r t o , límites p o r la fisiología; deben ser alimenticios, digeribles, no vene nosos. Por supuesto, t a m b i é n e s t á n determinados p o r el medio a i n b i e n t e y p o r el nivel de la cultura. Las viviendas, las ropas, los refugios, e l fuego como fuente de calor, luz y sequedad, las armas, l a | embarcaciones y los caminos e s t á n determinados dentro de ciertos limites p o r las necesidades corporales a que e s t á n correlacionados. Los instrumentos, las herramientas o las m á q u i n a s que se utilizan para la p r o d u c c i ó n de bienes tienen definida su naturaleza y su forma p o r e l p r o p ó s i t o para el que van a ser utilizados. Cortar o raspar, j u n t a r o machacar, golpear o impeler, horadar o taladrar, definen la forma del objeto dentro de estrechos l í m i t e s . Pero se presentan variaciones dentro de los l í m i t e s que impone la función principal, que hace que el c a r á c t e r principal del artefacto se mantenga estable. N o hay infinitas variaciones, sino que se presenta u n tipo fijo, como si hubiera habido una elección y luego se adhiriera a ella. E n cualquier comunidad marinera, p o r ejemplo, no se encuentra una i n f i n i t a variedad de embarcaciones que vayan desde e l simple tronco vaciado hasta l a complicada canoa; l a mayor parte de las veces se presentan unas pocas formas, distintas en tam a ñ o y c o n s t r u c c i ó n y t a m b i é n en e l marco y e l p r o p ó s i t o sociales, y cada forma tradicional se reproduce constantemente hasta en el menor detalle de l a d e c o r a c i ó n y del proceso de c o n s t r u c c i ó n . Hasta el momento la a n t r o p o l o g í a ha concentrado su a t e n c i ó n en estas regularidades secundarias de forma que no pueden ser explicadas p o r la función fundamental del objeto. L a presencia regular de tales detalles de forma aparentemente accidentales h a planteado el problema de si se deben a invenciones independientes o a difusión. Pero muchos de estos detalles deben explicarse p o r e l contexto cultural; es decir, la forma concreta en que u n objeto es utilizado p o r un hombre o u n grupo de personas, por las ideas, r i t o s y asociaciones ceremoniales que rodean su uso principal. La o r n a m e n t a c i ó n de u n b a s t ó n de caminar generalmente significa que ha recibido dentro de la c u l t u r a una a s o c i a c i ó n ceremonial o religiosa. U n palo de cavar puede ser pesado, puntiagudo o romo, s e g ú n el /tipo de suelo, las plantas que crezcan y el tipo de cultivo. L a explicación *de la canoa de los mares del S u r puede encontrarse en el hecho de que su d i s p o s i c i ó n da mayor estabilidad, seguridad y manejabilidad, teniendo en cuenta las limitaciones en materiales y en t é c n i c a artesana de las culturas o c e á n i c a s . La forma de los objetos culturales e s t á determinada, p o r una p a r te, p o r las necesidades corporales directas y, p o r otra, p o r los usos 95

instrumentales, pero esta división en necesidades y usos u n < • plcta n i satisfactoria. E l b a s t ó n ceremonial que se utiliza («mu» ••< nal de rango o de cargo no es una herramienta n i una mercancía, I costumbres, palabras y creencias no pueden remitirse a la l i s i o l o g i . n i al taller. E l hombre, como cualquier otro animal, debe a l i m e n t á i s , y repro ducirse para continuar existiendo individual y racialmente T a m b a n debe tener refugios permanentes contra los peligros procedentes del medio ambiente físico, de los animales y de los otros seres humanos. Debe conseguirse todo u n abanico de necesarias comodidades cor porales: refugio, calor, lecho seco y medios de limpieza. La satislai ción eficaz de estas necesidades corporales primarias impone o di< ta a cada c u l t u r a cierto n ú m e r o de aspectos fundamentales; institucio nes para la n u t r i c i ó n , o la intendencia; instituciones para el emparej a m i e n t o y la r e p r o d u c c i ó n ; y organizaciones para la defensa y la comodidad. Las necesidades o r g á n i c a s del hombre constituyen los imperativos b á s i c o s que conducen al desarrollo de la cultura, en la medida en que obligan a toda comunidad a llevar a cabo cierto n ú m e r o de actividades organizadas. La religión o la magia, el mantenimicm to de la ley o los sistemas de conocimiento y la m i t o l o g í a se presentan con tan constante regularidad en todas las culturas que puede concluirse que t a m b i é n son el resultado de profundas necesidades o imperativos. 1

E l modo cultural de satisfacer estas necesidades biológicas del organismo humano c r e ó nuevas condiciones y, de este modo, i m p u s e nuevos imperativos culturales. Con insignificantes excepciones, el deseo de comida no lleva al hombre a un contacto directo con la naturaleza n i le fuerza a consumir los frutos tal como crecen en la aelva E n todas las culturas, por simples que sean, el alimento b á s i c o se prepara y guisa y come según reglas estrictas dentro de un grupo determinado, y observando maneras, derechos y t a b ú e s . General mente se obtiene por procedimientos m á s o menos complicados, que se llevan a cabo colectivamente, como en el caso de la agricultura, el intercambio, o algún o t r o sistema de c o o p e r a c i ó n social y distrl b u c i ó n comunitaria. En todos los casos el hombre depende de apara tos o armas artificialmente producidos: los instrumentos agrícolas, las embarcaciones y los aparejos de pesca. Igualmente depende de la c o o p e r a c i ó n organizada y de los valores e c o n ó m i c o s y morales. De este modo, a p a r t i r de la satisfacción de las necesidades Ralo lógicas nacen imperativos derivados. Puesto que esencialmente son medios para un f i n , pueden ser denominados imperativos instruinen tales de la cultura. Son tan indispensables para la intendencia huma na, para la satisfacción de sus necesidades nutritivas, como la mate r i a p r i m a del alimento y los procedimientos de su i n g e s t i ó n . Pues el hombre e s t á moldeado de t a l forma que si se viera privado de I U o r g a n i z a c i ó n e c o n ó m i c a y de sus instrumentos p e r e c e r í a con la misma seguridad que si se le retirara la sustancia de sus alimentos. Desde el punto de vista biológico, la continuidad de la raza puede lograrse de forma m u y simple; b a s t a r í a con que la gente copuhua.

piodujera d o i o en ocasiones m á s hijos por pareja, para asegurar q u e \ o l u e v i v i i ían dos individuos por cada dos que murieran. Si solo la biología controlara la p r o c r e a c i ó n humana, la gente se empale jai 1.1 s e g ú n leyes I isiológicas, que son las mismas para todas las especies, p m d u c i i i a descendencia según el curso natural del embarazo y el aluinbiainiento; y la especie animal hombre t e n d r í a una típica vida l a i i u l i . i l , lisiológicamente determinada. La familia humana, la unidad biológica, p r e s e n t a r í a entonces la misma c o n s t i t u c i ó n a todo lo ancho de la humanidad. T a m b i é n q u e d a r í a fuera del campo de la ciencia de la cultura, como han postulado muchos sociólogos, singularmc nt. Durkheim. Pero en lugar de esto, el emparejamiento, es decir, el sistema de hacer la corte, el amor y la selección de consortes esta tiadicionalmente determinado en todas las sociedades humanas por un cuerpo de costumbres culturales que prevalecen en cada comunidad. Existen reglas que prohiben el m a t r i m o n i o de determinadas personas y que hacen deseable, si no obligatorio, que otras se casen; existen reglas de castidad y reglas de libertinaje; hay elementos estrictamente culturales que se mezclan con el impulso natural y producen u n atractivo ideal que oscila de una sociedad y una cultura a otra. E n lugar de la u n i f o r m i d a d b i o l ó g i c a m e n t e determinada, existen una enorme variedad de costumbres sexuales y dispositivos para hacer la corte que regulan el emparejamiento. Dentro de cualquier cultura humana, el m a t r i m o n i o no es de ninguna forma una simple u n i ó n sexual o c o h a b i t a c i ó n de dos personas. Invariablemente es un contrato legal que determina el modo en que el m a r i d o y la esposa deben v i v i r juntos y las condiciones e c o n ó m i c a s de su u n i ó n , a s í como la c o o p e r a c i ó n en la propiedad, las mutuas contribuciones y las contribuciones de los respectivos parientes de cada consorte. Invariablemente es una ceremonia pública, u n asunto de i n t e r é s social, que implica a grandes grupos de personas a s í como a los actores principales. Su disolución t a m b i é n está sometida a reglas tradicionales fijas. Tampoco la paternidad es una simple relación biológica. La concepción es objeto de un rico folklore tradicional en todas las comunidades humanas y tiene su aspecto legal en las reglas que discriminan los hijos concebidos en el m a t r i m o n i o y de los que nacen fuera de él. E l embarazo está envuelto en una a t m ó s f e r a de reglas y valores morales. Por regla general, la madre que espera se ve obligada a llevar un modo de vida especial, rodeada de t a b ú e s , todos los cuales tiene que observar a cuenta del bienestar del n i ñ o . Existe, pues, una maternidad anticipada, culturalmcnte establecida, que precede al lucho biológico. E l alumbramiento es t a m b i é n un acontecimiento profundamente modificado por los concomitantes rituales, legales, mágicos y religiosos, en los que se moldean las emociones de la madre, sus relaciones con el hijo y las relaciones de ambos con el grupo social de acuerdo con una pauta tradicional concreta. Tampoco el padre es pasivo o indiferente al alumbramiento. La t r a d i c i ó n define den tro de límites estrechos las obligaciones de los padres durante la pi 1 mera parte del embarazo y la forma en que se dividen entre al

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97 7.



L L CONCEPTO

DE CLLTI.RV

m a r i d o y la esposa, y en parte se trasladan incluso a algunos parlantes m á s lejanos. E l parentesco, el lazo entre el n i ñ o y sus padres y pariente., num a es u n asunto dejado al azar. Su desarrollo está determinado por el sis tema legal de la comunidad, que organiza sobre una pauta concreta todas las respuestas emocionales así como todas las obligaciones, a< i i tudes morales y obligaciones consuetudinarias. La importante d i s t i u ción entre parientes matrilineales y patrilineales, el desarrollo de relaciones de parentesco m á s amplias o clasificatorias, así c o m o la f o r m a c i ó n de clanes o sibs, en los que grandes grupos de parientes son tratados hasta cierto punto como verdaderos parientes, c o n . i i tuyen modificaciones culturales del parentesco natural. De este modo, en las sociedades humanas, la p r o c r e a c i ó n se convierte en u n VMtO esquema cultural. La necesidad racial de continuidad no se satisface p o r la mera acción de los impulsos fisiológicos y los procesos fisiológicos, sino mediante el funcionamiento de reglas tradicionales asociadas a u n aparato de c u l t u r a material. E l esquema procreador, adem á s , se considera compuesto de varias instituciones componente . la corte normativizada, el m a t r i m o n i o , la paternidad, el parentesco y la pertenencia al clan. De la misma manera, el esquema n u t r i t i v o puede dividirse en instituciones consumidoras, es decir, la familia y el club con su refectorio de hombres; las instituciones productivas de la agricultura, la pesca y la caza t r i b a l ; y las instituciones distribu tivas, como los mercados y dispositivos comerciales. Los i m p u l s o , a c t ú a n en forma de ó r d e n e s sociales o culturales, que son las rein terpretaciones de los impulsos fisiológicos en t é r m i n o s de regle sociales tradicionalmente sancionadas. E l ser humano empieza a hacer la corte o a cavar el suelo, a hacer el amor o a i r de pesca o de caza, no porque lo mueva directamente el instinto, sino porque la r u t i n a de su t r i b u le hace hacer estas cosas. A l mismo tiempo, la r u t i n a t r i b a l le asegura que sus necesidades fisiológicas s e r á n sanI fechas y que los medios culturales de satisfacción se c o n f o r m a r á n a la misma pauta, con sólo p e q u e ñ a s variaciones de detalle. E l motivo directo de las acciones humanas se expresa en t é r m i n o s culturales y se atiene a una pauta cultural. Pero las exigencias culturales sieffl pre ofrecen al hombre satisfacer sus necesidades de manera m á s o menos directa, y en conjunto el sistema de exigencias culturales de una sociedad dada deja muy pocas necesidades fisiológicas sin satis facer. E n muchas instituciones humanas se produce una amalgama de funciones. La familia no es sólo una institución simplemente repro ductora: es una de las principales instituciones nutricias y una uní dad legal y e c o n ó m i c a , y muchas veces religiosa. La familia es el lugai donde se sirve a la continuidad c u l t u r a l mediante la educación Esta amalgama de funciones dentro de la misma i n s t i t u c i ó n no es f o r t u i t a . La mayor parte de las necesidades fundamentales del nORl bre e s t á n tan concatenadas que su satisfacción puede conseguirse mejor dentro del mismo grupo humano y mediante u n aparato combinado de c u l t u r a material. Incluso la fisiología humana hace que el

i i . i . I I I I K I I ! M vaya seguido de la lactancia, y esta va inevitablemente asociada . 1 los tiernos cuidados de la madre al n i ñ o , que gradual m e n t e se t i a n s l o r m a n en los primeros servicios educativos. La madre necesita un c o m p a ñ e r o v a r ó n y el grupo de parentesco debe conv« i i n . en una a s o c i a c i ó n cooperativa y educativa. E l hecho de que el m a t i i n i o n i o sea una relación e c o n ó m i c a educativa y procreadora i ni luye profundamente en el noviazgo, y é s t e se convierte en U n a selección de c o m p a ñ e r i s m o , trabajo c o m ú n y responsabilidades CO m u ñ e s para toda la vida, de tal forma que el sexo debe combinarse con otras exigencias personales y culturales.

E d u c a c i ó n significa entrenamiento en la utilización de instrumen tos y bienes, en el conocimiento de la t r a d i c i ó n , en el manejo del poder y la responsabilidad sociales. Los padres que desarrollan en su prole actitudes e c o n ó m i c a s , destrezas técnicas, obligaciones morales y sociales, t a m b i é n tienen que traspasarle sus posesiones, su status o su cargo. Por tanto, la relación d o m é s t i c a implica u n sistema de leyes de herencia, de filiación y de sucesión. De este modo queda clarificada la relación entre la necesidad cult u r a l , u n hecho social total, por una parte, y los motivos individuales en que se transforma por otra. La necesidad c u l t u r a l es la masa de condiciones que deben cumplirse si la comunidad ha de sobrevivir y continuar su cultura. Los motivos individuales, por otra parte, no tienen nada que ver con postulados tales como la continuidad de la raza o la continuidad de la cultura, n i siquiera con la necesidad de n u t r i c i ó n . Pocas personas, salvajes o civilizadas, se dan cuenta de que tales necesidades generales existen. E l salvaje ignora o sólo es vagamente consciente de que el hecho del emparejamiento produce n i ñ o s y que la comida sostiene al cuerpo. L o que e s t á presente para la conciencia individual es u n apetito culturalmente conformado que impulsa a la gente, en ciertas estaciones, a buscar u n comp a ñ e r o o bien, en determinadas circunstancias, a buscar frutos silvestres, cavar la t i e r r a o i r de pesca. Los fines sociológicos nunca e s t á n presentes en los indígenas, y nunca se ha encontrado una legislación t r i b a l en gran escala. Por ejemplo una t e o r í a como la de Frazer relativa a los orígenes de la exogamia como u n acto deliberado de la ley o r i g i n a r i a resulta insostenible. A todo lo largo de la l i t e r a t u r a a n t r o p o l ó g i c a existe una confusión entre necesidades culturales, que se manifiestan en vastos proyectos, esquemas o aspectos de la const i t u c i ó n social, y m o t i v a c i ó n consciente, que existe como u n hecho psicológico en el entendimiento del miembro individual de la sociedad. La costumbre, el modo n o r m a l de comportamiento que tradicionalmente se impone a los miembros de una comunidad, puede actuar o funcionar. E l noviazgo, por ejemplo, no es m á s que una etapa dei proceso culturalmente determinado de la p r o c r e a c i ó n . Consiste en la masa de dispositivos que permiten una adecuada selección mat r i m o n i a l . Dado que el contrato m a t r i m o n i a l varía considerablemente de una c u l t u r a a otra, las consideraciones de a d e c u a c i ó n sexual, legal y e c o n ó m i c a t a m b i é n v a r í a n , y los mecanismos mediante los cuales •>

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se combinan estos distintos elementos no pueden ser los mismo*. Cualquiera que pueda ser la libertad sexual permitida, en ninguna sociedad humana se consiente que los j ó v e n e s sean completamente in discriminados o promiscuos en las experiencias amorosas sexuales. Se conocen tres grandes tipos de limitaciones: la p r o h i b i c i ó n del incesto, el respeto a las obligaciones matrimoniales anteriores y las reglas combinadas de exogamia-y endogamia. La p r o h i b i c i ó n del incesto, con unas pocas excepciones insignificantes, es universal. Si pudiera demostrarse que el incesto es biológicamente pernicioso, la función de este t a b ú universal r e s u l t a r í a evidente. Pero los especia listas en la herencia no e s t á n de acuerdo sobre el asunto. No obstante, es posible demostrar que desde un punto de vista sociológico la función de los t a b ú e s del incesto tiene gran importancia. E l impulso sexual, que en general es una fuerza muy desordenada y socialmente destructiva, no puede penetrar en un sentimiento previamente existente sin dar lugar a u n cambio revolucionario. E l i n t e r é s sexual, por tanto, es incompatible con cualquier forma de relación familiar, sea entre padres e hijos o entre hermanos y hermanas, pues estas relaciones se constituyen en el p e r í o d o presexual de la vida humana y se fundan en profundas necesidades fisiológicas de c a r á c t e r no sexual. Si se permitiera que la pasión erótica invadiera los recintos del hogar no solamente c r e a r í a celos y elementos de competencia y d e s o r g a n i z a r í a la familia, sino que t a m b i é n s u b v e r t i r í a los lazos de parentesco m á s fundamentales sobre los que se basa el futuro desar r o l l o de todas las relaciones sociales. Dentro de cada familia sólo puede permitirse una r e l a c i ó n erótica y ésta es la r e l a c i ó n del marido y la esposa, que aunque desde u n principio está construida a p a r t i r de elementos e r ó t i c o s debe ajustarse muy sutilmente a las otras partes componentes de la c o o p e r a c i ó n doméstica. Una sociedad que permitiera el incesto no p o d r í a desarrollar familias estables; por tanto, q u e d a r í a privada de los m á s fuertes cimientos del parentesco y esto, en una sociedad p r i m i t i v a , significaría la ausencia del orden social. La exogamia elimina el sexo de todo u n conjunto de relaciones sociales, aquellas que se producen entre los miembros masculinos v femeninos del mismo clan. Puesto que el clan constituye el g r u p o cooperativo típico, cuyos miembros e s t á n unidos por cierto número de intereses y actividades legales, ceremoniales y e c o n ó m i c o s , al quitar de la c o o p e r a c i ó n del trabajo diario u n elemento destructivo y de competencia, la exogamia cumple una vez m á s una importante función cultural. La salvaguardia general de la exclusividad sexual del m a t r i m o n i o establece esa relativa estabilidad del m a t r i m o n i o que • a m b í é n es inevitable si la institución no ha de ser minada poi !•• celos y desconfianzas del galanteo competitivo. El hecho de (pie nin guna de las reglas del incesto, la exogamia y el adulterio m i m a funcionen con absoluta p r e c i s i ó n y fuerza a u t o m á t i c a sólo r e l u c í / a la lógica de este argumento, pues lo m á s importante es la eliinina< ion del funcionamiento abierto del sexo. La evasión subrepticia de las reglas y las ocasionales anulaciones en momentos ceremoniales op< 100

»•'•' "» válvulas v reacciones de seguridad contra su severidad muchas veces fastidiosa. Las reglas tradicionales determinan las ocasiones de hacer el amor, los m é t o d o s de a p r o x i m a c i ó n y de galanteo, incluso los medios pai a atraer y gustar. La t r a d i c i ó n t a m b i é n permite determinadas h b c i tades c incluso excesos, aunque t a m b i é n les establecí- limites rigu roaos. Estos l í m i t e s determinan el grado de publicidad, de promist ul d a d , de indecencias verbales y activas; determinan lo que se cl< b. considerar n o r m a l y l o que se debe considerar p e r v e r s i ó n . En todo esto, los a u t é n t i c o s impulsos del comportamiento humano sexual no consisten en impulsos fisiológicos naturales, sino que se presentan a la conciencia humana en forma de mandamientos dictados poi la t r a d i c i ó n . La poderosa influencia destructiva del sexo tiene que con tar con u n juego l i b r e dentro de unos límites. E l p r i n c i p a l tipo de libertad regulada es la libertad de copular que se deja a las persona, solteras, que muchas veces es considerado equivocadamente como una supervivencia de la promiscuidad p r i m i t i v a . Para apreciar la función de la r e l a j a c i ó n prenupcial, é s t a debe ponerse en c o n c i a c i ó n con los hechos biológicos, con la i n s t i t u c i ó n del m a t r i m o n i o y con la r e l a c i ó n entre padres e hijos dentro de la familia. E l impulso sexual que lleva a las personas a copular es extraordinariamente m á s poderoso que cualquier o t r o motivo. Allí donde el m a t r i m o n i o es la c o n d i c i ó n indispensable para la copulación, el impulso que supera todas las d e m á s consideraciones debe conducir a uniones que no son adecuadas n i estables, espiritual n i fisiológicamente. E n las culturas m á s elevadas, el entrenamiento m o r a l y la s u b o r d i n a c i ó n del sexo a intereses culturales m á s amplios funcionan como salvaguardias generales contra el d o m i n i o exclusivo del elemento e r ó t i c o en el m a t r i m o n i o , o bien los matrimonios culturalmente determinados, concertados p o r los padres o por las familias, aseguran la influencia de factores e c o n ó m i c o s y culturales sobre el simple erotismo. En ciertas comunidades primitivas a s í como en grandes sectores del campesinado europeo, el emparejamiento de prueba, como forma de asegurar la compatibilidad personal y t a m b i é n en gran medida como medio para eliminar la simple urgencia sexual, funciona como una salvaguardia de la i n s t i t u c i ó n del m a t r i m o n i o permanente. Gracias a las libertades prematrimoniales durante el noviazgo, la gente deja de valorar el simple s e ñ u e l o del atractivo e r ó t i c o y, por otra parte, se ye cada vez m á s influida por las afinidades personales, si no existe incompatibilidad fisiológica. La función, pues, de la libertad premat r i m o n i a l consiste en que influye en la elección m a t r i m o n i a l , que se convierte en deliberada, basada en la experiencia y orientada por consideraciones m á s amplias y s i n t é t i c a s que el ciego impulso sexual. Por tanto, la falta de castidad prematrimonial funciona como una forma de p r e p a r a c i ó n del m a t r i m o n i o , eliminando el impulso sexual crudo, e m p í r i c o y no educado, y fundiendo este impulso con otros en una a p r e c i a c i ó n m á s profunda de la personalidad. La couvade, el r i t u a l s i m b ó l i c o mediante el cual u n hombre imita el sobreparto mientras la esposa va a su trabajo, no es tampoco una lid

supervivencia, sino que puede explicarse funcionalinente p o i su u m texto cultural. En las ideas, costumbres y dispositivos sociales referentes ¡i la c o n c e p c i ó n , el embarazo y el alumbramiento, el hecho de la Riatt m i dad e s t á culturalmente determinado sobre todo por su n a i i i i . i l / . biológica. La paternidad se establece de forma s i m é t r i c a , mediante reglas en las que el padre tiene que i m i t a r en parte los t a b ú e s , las observancias y reglas de conducta que tradicionalmente recaen sobre la madre y t a m b i é n que encargarse de determinadas funciones ato ciadas. E l comportamiento del padre en el nacimiento e s t á estrit ta mente determinado, y en todas partes, tanto si se le excluye de I . . c o m p a ñ í a de la madre como si se le obliga a asistir, tanto si se le considera peligroso como indispensable para el bienestar de la madre y del n i ñ o , el padre tiene que asumir un r o l concreto, estrictamente prescrito. M á s adelante el padre comparte gran parte de las obligaciones de la madre; la sigue y la sustituye en gran parte de los tiernos cuidados que recaen sobre el infante. La función de la couvade consiste en establecer la paternidad social mediante la asimilación s i m b ó l i c a del padre a la madre. Lejos de ser una supervivencia o u n rasgo muerto o inútil, la couvade es simplemente uno de los actos r i tuales creativos que e s t á n en la base de la institución de la familia. Su naturaleza puede comprenderse, no mediante aislamiento, sino s i t u á n d o l o dentro de las instituciones a las que pertenecen, comprend i é n d o l o como parte integrante de la i n s t i t u c i ó n de la familia. Las t e r m i n o l o g í a s clasificatorias se conciben como si al mismo tiempo reunieran un «plan inteligente» (en palabras de Morgan) para la clasificación de los parientes. En la teoría de Morgan se s u p o n í a que esta clasificación proporcionaba con precisión casi m a t e m á t i c a los l í m i t e s de la paternidad potencial. S e g ú n t e o r í a s m á s r e c i e n t e , sobre todo la de Rivers, las terminologías clasificatorias fueron en a l g ú n momento la m a n i f e s t a c i ó n clara y real de a n ó m a l o s matrimonios. Cualquiera que sea el aspecto concreto de las distintas teorías, el dato de las t e r m i n o l o g í a s clasificatorias ha sido la fuente de un torrente de especulaciones sobre las etapas de la evolución del ma t r i m o n i o , sobre las uniones a n ó m a l a s , sobre la promiscuidad y la ge rentocracia primitivas, sobre el clan u , otros esquemas procrcativos comunitarios que en una u otra etapa ocupan el lugar de la familia N o obstante, pocos fueron los que investigaron seriamente la función actual de los t é r m i n o s clasificatorios. McLennan sugirió que p o d r í a n ser una forma simplemente educada de tratamiento, y en esto fue seguido por unos cuantos autores. Pero puesto que estas nomenclaturas e s t á n m u y r í g i d a m e n t e adheridas y puesto que, c o m o lia mostrado Rivers, e s t á n asociadas a concretos status sociales, la explicación de McLennan tiene que ser descartada. Las t e r m i n o l o g í a s clasificatorias, no obstante, cumplen una l u n ción m u y importante y muy concreta, que sólo puede apreciarse a p a r t i r de un cuidadoso estudio de c ó m o los t é r m i n o s desarrollan significado durante la historia biográfica de un m i e m b r o de la t r i b u . E l p r i m e r significado que adquiere el n i ñ o es siempre individual. Se 102

basa en las relaciones personales con el padre y la madre, con los h< iinanos y hermanas. Siempre se adquiere un completo equipo de t é r m i n o s familiares, con significados individuales bien determinados, • m i e s (pie cualquier otro desarrollo lingüístico. Pero luego tiene lugai una serie de extensiones del significado. Las palabras padre y madre se aplican primero a la hermana de la madre y al hermano del padie, respectivamente, pero se aplican a estas personas de manera I raucamente m e t a f ó r i c a , es decir, con un significado ampliado y distinto, que de ninguna forma interfiere u obstaculiza el significado original cuando se aplica a los padres originales. La extensión tiene lugar porque, en una sociedad p r i m i t i v a , los parientes m á s p r ó x i m o s t u n e n la obligación de actuar como sustitutos de los padres, de sustituir a los progenitores de los n i ñ o s en caso de muerte o ausencia, y en todos los casos deben c o m p a r t i r sus obligaciones en una considerable medida. Sin embargo, hasta que no tenga lugar una completa a d o p c i ó n , los parientes sustitutivos no reemplazan a los originales y en n i n g ú n caso se confunden o identifican los dos conjuntos. Simplemente se asimilan de forma parcial. E l acto de nomb r a r a las personas siempre es un acto semilegal, especialmente en las comunidades primitivas. Así como en las ceremonias de a d o p c i ó n se i m i t a el nacimiento verdadero, en la couvade se simula u n alumbramiento, en el acto de la hermandad de sangre hay ficciones tales como el intercambio de sangre, en el m a t r i m o n i o una atadura, u n i ó n u obligación s i m b ó l i c a o un acto de comida c o m ú n y a p a r i c i ó n p ú blica c o m ú n a veces, igualmente a q u í una relación derivada, parcialmente establecida, se caracteriza por el acto de la i m i t a c i ó n verbal en el nombramiento. La función del uso verbal clasificatorio consiste, pues, en establecer los derechos legales de la paternidad y maternidad delegada mediante la m e t á f o r a unitiva de la e x t e n s i ó n de los t é r m i n o s de parentesco. E l descubrimiento de la función de la t e r m i n o l o g í a clasificatoria abre u n conjunto de nuevos problemas: el estudio de la s i t u a c i ó n inicial del parentesco, de la e x t e n s i ó n del significado del parentesco, del parcial hacerse cargo de las obligaciones de parentesco y de los cambios producidos en las anteriores relaciones por tales extensiones. Se trata de problemas e m p í r i c o s que no llevan a la mera especulación, sino a un estudio m á s completo de los hechos que se producen sobre el terreno de investigación. A l mismo tiempo, el descubrimiento de la función del uso de la terminología clasificatoria en t é r m i n o s de la realidad sociológica actual corta las razones en las que se basaban series enteras de especulaciones s e g ú n las cuales las nomenclaturas salvajes d e b í a n explicarse como supervivencias de etapas anteriores del m a t r i m o n i o humano. El aparato de la domesticidad influye en c! aspecto m o r a l o esp i r i t u a l de la vida familiar. Su substrato material consiste en los alojamientos, los dispositivos internos, los aparatos de cocina y los instrumentos d o m é s t i c o s y t a m b i é n el modo de asentamiento, es decir, la forma en que se reparten los alojamientos sobre el t e r r i t o r i o . Este substrato material entra de la forma m á s sutil en la textura de la vida familiar e influye profundamente en sus aspectos legales, e c o n ó 103

micos y morales. La c o n s t i t u c i ó n de una familia caractci istii .1 de una cultura va profundamente asociada al aspecto material del m i . 1101 del alojamiento, tanto si se trata de un rascacielos como de un rffu gio, de un suntuoso apartamento o de un cobertizo. Existe u fl nito campo de asociaciones personales í n t i m a s en el hogai d e s d e la infancia y adolescencia, a t r a v é s de la pubertad y el despertai emocional, la etapa de noviazgo y el principio de la vida mal 1 un. . m i l . hasta la ancianidad. Estas implicaciones sentimentales y r o m á n t i c a s de estos hechos se reconocen, en la cultura c o n t e m p o r á n e a , en la pri s e r v a c i ó n y culto de los lugares de nacimiento y hogares de los gran des hombres. Pero aunque se conoce gran parte de la tecnología de la c o n s t r u c c i ó n de viviendas e incluso de la estructura de las CASAS en diversas culturas, y aunque t a m b i é n se conoce mucho sobre la c o n s t i t u c i ó n de la familia, pocas descripciones se ocupan de la reía c i ó n entre la forma de alojamiento y la forma de los dispositivos d o m é s t i c o s , por una parte, y la c o n s t i t u c i ó n de la familia, por otra, y sin embargo tales relaciones existen. E l solar familiar aislado, distante de todos los d e m á s , produce una familia fuertemente unida, autosuficiente e c o n ó m i c a m e n t e , así como moralmente independiente. Las casas a u t ó n o m a s reunidas en comunidades de aldea permiten una textura mucho m á s apretada del parentesco derivado y una mayor amplitud de la c o o p e r a c i ó n local. Las casas compuestas de familias unidas, especialmente cuando e s t á n unidas bajo un propietario, constituyen las bases necesarias para una familia extendida o Grossfamilie. Las grandes casas comunitarias donde sólo los distintos hogares o porciones diferencian a las distintas familias componentes colaboran a un sistema de parentesco aun m á s entrelazado. Por último, la existencia de clubes especiales, donde los hombres, los solteros o las muchachas no casadas de la comunidad duermen, comen o guisan juntos, e s t á evidentemente correlacionada con la estruetma general de una comunidad en la que el parentesco se complica poi grados de edad, sociedades secretas y otras asociaciones masculinas o femeninas, y generalmente t a m b i é n está correlacionado con la pre sencia o ausencia de libertad sexual. Cuanto m á s se sigue la correlación entre la sociología y la forma de los asentamientos y alojamientos, mejor se comprende cada pal te Mientras que, por una parte, la forma de los dispositivos materialt recibe su ú n i c a significación a partir de su contexto sociológico, poi o t r a parte toda la d e t e r m i n a c i ó n objetiva de los f e n ó m e n o s sociales y morales puede definirse y describirse mejor en t é r m i n o s de substi a to material, dado que é s t e moldea e influye en la vida social y espir i t u a l de una cultura. Los dispositivos del interior de la casa tara .bien muestran la necesidad de un estudio paralelo y en c o r r e l a c i ó n de lo material y lo espiritual. E l escaso mobiliario, el hogar, los bancos de d o r m i r , las esteras y colgadores de una choza indígena m u é > t r a n una simplicidad, incluso una pobreza de forma que, no obstante, se vuelve inmensamente significativa con ayuda de la profundidad y la clasificación de la asociación sociológica y espiritual. El hogar, p o r ejemplo, cambia poco de forma; desde el punto de vista me 104

ramentc técnico, bastan unas pocas indicaciones sobre c ó m o se coló1 an las piedlas, c ó m o se expulsa el humo, como se utiliza el luego pata < . i l . n i . 1 1 o para iluminar, i o n i o se disponen los soportes paia j in 11 Tero incluso al exponer estos simples detalles, uno se ve anastrado al estudio de los usos c a r a c t e r í s t i c o s del fuego, a las indi caiioncs de las actitudes y emociones humanas; en resumen, al ana lisis de las costumbres sociales y morales que se constituyen alrededor del hogar. Pues el hogar es el centro de la vida d o m é s t i c a ; y la n i a n e i a en que se utiliza, las costumbres para encenderlo, mantenerlo y extinguirlo, el culto d o m é s t i c o que suele desarrollarse a su alrededor, la m i t ol ogí a y la significación simbólica del hogar, son datOl indispensables para el estudio de la domesticidad y de su lugar den t í o de la cultura. E n las islas Trobriand, por ejemplo, el hogar tienen que situarse en el centro, para evitar los hechizos, que son especial mente eficaces si utilizan el humo para entrar desde fuera. E l hogar es una propiedad especial de las mujeres. Hasta cierto punto, guisar es t a b ú para los hombres y su proximidad contamina los alimentos vegetales no guisados. De a h í que exista una división entre almacenes y casas de guisar en las aldeas. Todo esto hace que el simple dispositivo m a t e r i a l de una casa sea una realidad social, moral, legal y religiosa. E l dispositivo de los bancos para d o r m i r e s t á correlacionado con el lado sexual y de parentesco de la vida matrimonial, con el t a b ú del incesto y la necesidad de casas para los solteros; el acceso a la casa está correlacionado con el aislamiento de la vida familiar, con la propiedad y la moralidad sexual. En todas partes la forma se hace m á s y m á s significativa conforme se comprende mejor la r e l a c i ó n entre las realidades sociológicas y su substrato material. Las ideas, las costumbres y las leyes codifican y determinan los dispositivos materiales, mientras que estos ú l t i m o s son los principales aparatos que moldean a cada nueva g e n e r a c i ó n en la pauta tradicional típica de su sociedad. Las necesidades biológicas fundamentales de una comunidad, es decir, las condiciones en que una cultura puede prosperar, desarrollarse y continuar, se satisfacen de una forma indirecta que impone condiciones secundarias o derivadas. Estas pueden designarsecorno imperativos instrumentales de la cultura. E l conjunto de la masa de cultura material debe producirse, mantenerse, distribuirse y utilizarse. Por tanto, en cada cultura se encuentra un sistema de reglas o mandamientos que determina las actividades, los usos y los valores mediante los cuales se produce, almacena y reparte la comida, se manufacturan, poseen y utilizan los bienes, se preparan e incorporan las herramientas a la p r o d u c c i ó n . La or^p.nización e c o n o m í a es indispensable para cualquier comunidad, y la c u l t u r a siempre debe mantenerse en contacto con este substrato material. E n t r e los primitivos m á s inferiores existe c o o p e r a c i ó n regulada incluso en actividades tan simples como la b ú s q u e d a de a l i m e n t o . A veces tienen que abastecer a grandes reuniones tribales y ello exige un complicado sistema de intendencia. Existe división del trabajo )()'>

dentro de la familia y la c o o p e r a c i ó n de las familias dentro de la comunidad local nunca es un asunto e c o n ó m i c o sencillo. F.l manh nimiento del principio u t i l i t a r i o de la p r o d u c c i ó n está estrechan!. nl< vinculado a actividades a r t í s t i c a s , mágicas, religiosas y ceremonial. La propiedad p r i m i t i v a de la tierra, de la p o s e s i ó n personal y de l o s distintos medios de p r o d u c c i ó n es mucho m á s complicada de lo que s u p o n í a l a vieja a n t r o p o l o g í a , y el estudio de la e c o n o m í a primitiva e s t á desarrollando u n considerable i n t e r é s por lo que p o d r í a denominarse las primeras formas del derecho civil. C o o p e r a c i ó n significa sacrificio, esfuerzo, s u b o r d i n a c i ó n de las inclinaciones y de los intereses privados a los fines comunes de la comunidad, la existencia de coacción social. La vida en c o m ú n propicia distintas tentaciones, especialmente a impulsos del sexo, y como consecuencia, se hace inevitable u n sistema de prohibiciones y coacciones, a s í como de reglas obligatorias. La p r o d u c c i ó n e c o n ó m i c a proporciona al hombre las cosas deseadas y valoradas, no indiscriminadamente accesibles para uso y disfrute por todo el mundo p o r igual, y es p o r ello que surgen y se hacen c u m p l i r las reglas de la propiedad, de la posesión y del uso. La organización concreta e n t r a ñ a diferencias de rango, liderazgo, status e influencia. La j e r a r q u í a desarrolla las ambiciones sociales y exige salvaguardias que se sancionan de manera efectiva. Todo este conjunto de problemas ha sido señaladamente o m i t i d o porque la ley y sus sanciones, en la sociedad p r i mitiva, raramente e s t á n personificadas en instituciones especiales. La legislación, las sanciones legales y la a d m i n i s t r a c i ó n efectiva de las reglas tribales suelen llevarse a cabo muchas veces como subproductos de otras actividades. E l mantenimiento de la ley suele ser una de las funciones secundarias o derivadas de instituciones como la familia, la comunidad local y la organización tribal. Pero aunque no e s t é n contenidas en u n cuerpo específico de reglas codificadas n i tampoco d e s e m p e ñ a d a s por grupos especialmente organizados de personas, las sanciones de la ley p r i m i t i v a funcionan sin embargo de forma concreta y desarrollan rasgos concretos en las institución, a que pertenecen. Pues es esencialmente incorrecto sostener que, como se ha hecho con frecuencia, la ley primitiva funciona a u t o m á ticamente y el salvaje es p o r naturaleza u n ciudadano que se somete a la ley. Las reglas de conducta deben ser grabadas en cada nueva g e n e r a c i ó n mediante la educación; es decir, debe asegurarse la continuidad de la cultura a t r a v é s de la i n s t r u m e n t a l i z a c i ó n de la tra dición. La p r i m e r a condición es la existencia de signos simbólicos mediante los cuales pueda traspasarse de una generación a otras la experiencia acumulada. E l lenguaje constituye el tipo m á s Importen tes-dc- tales signes simbólicos. E l lenguaje no contiene la experiencia; m á s bien es u n sistema de h á b i t o s sonoros que a c o m p a ñ a al desairo l i o de la experiencia cultural de toda comunidad humana y se convierte en parte integrante de esta experiencia cultural. E n las c ul turas p r i m i t i v a s , la t r a d i c i ó n se mantiene oral. E l habla de una coinu nidad p r i m i t i v a e s t á llena de dichos establecidos, m á x i m a s , reglas y reflexiones que traspasan de forma estereotipada la s a b i d u r í a de

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nna g e n e i n . ion a o t r a . Los cuentos populares y la mitología c o u s t i t t i v< " o l i o aspecto de la tradición verbal. En las culturas m á s elevadas se a ñ a d e la escritura para transportar l a tradición o r a l . E l no haberse dado ( l i e n t a de que el lenguaje es una parte integrante- de la c u l l i i i . i ha llevado a vagos, m e t a f ó r i c o s y equivocados paralelos entre las so « ¡edades animales y la cultura humana, que han perjudicado mucho a la sociología. Si se comprendiera claramente que la cultura no existe sin el lenguaje, el estudio de las comunidades animales dejaría de formar parte de la sociología y las adaptaciones de los animales a la naturaleza se d i s t i n g u i r í a n claramente de la cultura. E n la sociedad p r i m i t i v a , la e d u c a c i ó n raramente implica instituciones especiales. L a familia, el grupo parientes c o n s a n g u í n e o s , la comunidad local, los grados de edad, las sociedades secretas, los campos de iniciación, los grupos profesionales o gremios de técnicos, la habilidad m á g i c a o religiosa, son las instituciones que corresponden, en algunas de sus funciones derivadas, a las escuelas de las culturas m á s avanzadas. Los tres imperativos instrumentales, la organización e c o n ó m i c a , la ley y la e d u c a c i ó n , no agotan todo lo que la cultura e n t r a ñ a en su satisfacción indirecta de las necesidades humanas. La magia y la religión, el conocimiento y el arte, forman parte del esquema universal que subyace a todas las culturas concretas y puede decirse que nacen en respuesta de u n imperativo integrador o sintético de la c u l t u r a humana. A pesar de las diversas t e o r í a s sobre el c a r á c t e r específico, no e m p í r i c o y prelógico de la mentalidad p r i m i t i v a , no cabe duda de que tan p r o n t o como el hombre d e s a r r o l l ó el dominio del medio ambiente mediante la utilización de utensilios, y t a n pronto como a p a r e c i ó el lenguaje, t a m b i é n d e b i ó existir u n conocimiento p r i m i t i v o de c a r á c ter esencialmente científico. Ninguna cultura p o d r í a sobrevivir si sus artes y oficios, sus armas y p r o p ó s i t o s e c o n ó m i c o s se basaran en concepciones y doctrinas m í s t i c a s y n \ . Cuando uno se aproxima a la cultura humana por este lado p r a g m á t i c o y tecnológico, se descubre que el hombre p r i m i t i v o es capaz de una observación exacta, de perfectas generalizaciones y de razonamiento lógico en todos los asuntos que afectan a sus actividades normales y son b á s i c o s para su p r o d u c c i ó n . E l conocimiento, pues, es una necesidad absoluta derivada de la cultura. No obstante, es m á s que u n medio para un f i n y, p o r tanto, no se clasificó entre los imperativos instrumentales. Su lugar en la cultura, su función, es ligeramente diferente al de la p r o d u c c i ó n , la ley o la e d u c a c i ó n . Los sistemas de conocimiento sirven para conectar distintos tipos de comportamientos; traspasan los resultados de las experiencias pasadas ? las f u t u r a s empresas y r e ú n e n los elementos de la experiencia humana permitiendo que el hombre coordine e integre sus actividades. E l conocimiento es una a c t i t u d mental, una diátesis del sistema nervioso que permite que el hombre lleve a cabo el trabajo que l a cultura le asigna. Su función consiste en organizar e integrar las actividades indispensables de la cultura. 107

desanollada

La c o r p o r i z a c i ó n material del conocimiento consiste en la mitán de arles y oficios, de procedimientos técnicos y de reglas de artesa nía. M á s e s p e c í f i c a m e n t e , en las culturas m á s primitivas y eviden teniente en las m á s elevadas, existen utensilios especiales del CODO I in nenio: diagramas, modelos topográficos, medidas, ayudas para la o r i e n t a c i ó n o para contar. La c o n e x i ó n entre el pensamiento indígena y el lenguaje abre importantes problemas de función. La a b s t r a c c i ó n lingüística, las cat e g o r í a s de espacio, tiempo y relación, y los medios lógicos para expresar la c o n c a t e n a c i ó n de las ideas constituyen puestos extraordinariamente importantes, y el estudio de c ó m o funciona el penea miento a t r a v é s del lenguaje de cualquier cultura sigue siendo u n terreno virgen de la lingüística cultural. C ó m o funciona e l lenguaje p r i m i t i v o , d ó n d e e s t á incorporado, c ó m o se relaciona con la organización social, con la religión y la magia primitivas, constituyen i m portantes problemas de la a n t r o p o l o g í a funcional. Por la misma p r e m e d i t a c i ó n y previsión que proporciona, la func i ó n integradora del conocimiento crea nuevas necesidades, es decir, impone nuevos imperativos. E l conocimiento concede al hombre la posibilidad de planificar p o r adelantado, de abarcar u n vasto espacio de tiempo y espacio; permite u n amplio campo de variaciones a sus esperanzas y deseos. Pero por mucho que el conocimiento y la ciencia ayuden al hombre, p e r m i t i é n d o l e conseguir lo que desea, son completamente incapaces de controlar la suerte, de eliminar accidentes, de adivinar u n giro inesperado de los acontecimientos naturales o bien de hacer que el trabajo manual humano sea digno de confianza y adecuado para todas las exigencias p r á c t i c a s . E n este campo, mucho m á s p r á c t i c o , concreto y circunscrito que el de la religión, se desarrolla u n tipo especial de actividades rituales que la a n t r o p o l o g í a etiqueta colectivamente como magia. La m á s azarosa de todas las empresas humanas conocidas por el hombre p r i m i t i v o es la navegación. Para la p r e p a r a c i ó n de su e m b a r c a c i ó n y el trazado de sus planes, el salvaje se dirige a la cien, la La obra cuidadosa a s í como el inteligentemente organizado trabajo de la c o n s t r u c c i ó n y de la navegación dan testimonio de la confianza del salvaje en la ciencia y de su sometimiento a ella. Pero es posible que los vientos adversos o la falta de viento, el m a l tiempo, las corrientes y los arrecifes desbaraten sus mejores planes y sus m a s cuidados preparativos. Tiene que a d m i t i r que n i sus conocinnen tos n i sus esfuerzos m á s cuidadosos son una g a r a n t í a del éxito Algo inexplicable suele penetrar y frustrar sus previsiones. Pero aun que inexplicable, parece tener sin embargo, un profundo significado, y actuar o comportarse con alguna intención La secuencia, la c o m a t c n a c i ó n significativa de acontecimientos, parece contener alguna coherencia lógica interna. E l hombre siente que no puede hacci nada por combatir este misterioso elemento o fuerza, y ayudar y lavoie» ei a su suerte. Existen siempre, por tanto, sistemas de superstii ion, de r i t u a l m á s o menos desarrollado, asociados a la navega» ion, y en las comunidades primitivas la magia de las embarcaciones está i m i v

l o s que e s t á n

familiarizados

con a l g u n a buena

magia

tienen, en virtud de ello, valentía y confianza. C u a n d o se utilizan las canoas para la pesca, los accidentes y la b u e n a o m a l a suerte p u e d e n

iclcrir.se no solo a l transporte, sino t a m b i é n al hallazgo del p e s i a d o V •« las i o n d ú iones de captura. En el comercio, sea m a r í t i m o o entre V . I I I I O S p r ó x i m o s , la suerte puede favorecer o impedir los l i n e s y deseos humanos. E n consecuencia, ha tenido un fuerte desarrolle l a u t o la magia de la pesca como la magia del comercio. Igualmente en la guerra, el hombre, por p r i m i t i v o que sea, sabe que las armas de ataque y de defensa bien hechas, la estrategia, la fuerza del n ú m e r o y l a fuerza de los individuos aseguran la victo! la Sin embargo, a pesar de todo esto, lo imprevisto y accidental ayuda incluso a l m á s débil a l a victoria cuando el combate se lleva a cabo por la noche, cuando son posibles las emboscadas, cuando las condiciones del encuentro favorecen obviamente a u n bando a expensas del otro. La magia se utiliza como algo que, p o r encima del equipo y l a fuerza del hombre, ayuda a dominar los accidentes y a e n g a ñ a r a la suerte. T a m b i é n en el amor existe una cualidad inexplicable de é x i t o o de p r e d e s t i n a c i ó n a l fracaso que parece i r acomp a ñ a d a de alguna fuerza independiente de la a t r a c c i ó n ostensible y de los planes y dispositivos mejor preparados. La magia participa para asegurar algo que cuenta por encima de las cualidades visibles y contabilizables. Para su bienestar, el hombre p r i m i t i v o depende de sus ocupaciones e c o n ó m i c a s de t a l manera que siente la mala suerte de forma muy dolorosa y directa. Entre las personas que dependen de sus campos o de sus huertos, invariablemente está bien desarrollado l o que se p o d r í a denominar el conocimiento agrícola. Los i n d í g e n a s conocen las propiedades del suelo, la necesidad de una cuidadosa limpieza de la selva y los matojos, de fertilizar con cenizas y de sembrar de forma adecuada. Pero por bien escogido que e s t é el emplazamiento y por bien trabajados que estén los huertos, se producen calamidades. La s e q u í a o el diluvio aparecen en los momentos m á s inapropiados y destruyen los frutos por completo, o bien los a ñ u b l o s , los insectos o los animales salvajes los disminuyen. O bien en otros a ñ o s , cuando el hombre es consciente de que sólo o b t e n d r á u n pobre fruto, todo se produce de forma tan suave y p r ó s p e r a que unos inesperados buenos rendimientos premian a l agricultor que no l o merece. Los temidos elementos de la lluvia y el sol, las plagas y la fertilidad parecen estar controlados por una fuerza que e s t á m á s allá de la experiencia y el conocimiento humano ordinarios, y el hombre recurre, una vez m á s , a la magia. E n todos estos ejemplos aparecen los mismos factores. La experiencia y la lógica e n s e ñ a n a l hombre que, dentro de determinados l í m i t e s , e l conocimiento es soberano; pero que m á s allá de ellos no se puede hacer nada con esfuerzos p r á c t i c o s de fundamento ra cional. Sin embargo, él se rebela contra la inacción porque, aunque se da cuenta de su impotencia, se siente igualmente impelido a la acción por u n intenso deseo y por fuertes emociones. Y tampoco es ion

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posible la total inacción. Una vez se ha embarcado para u n Intuo viaje o se encuentra en medio de u n combate o a mitad de < del ciclo de desarrollo de los huertos, el indígena trata do h m n que su canoa sea m á s marinera mediante encantos o de txpul 1 a las langostas y los animales salvajes mediante u n r i t u a l o do vencer a sus enemigos con ayuda de una danza. La magia cambia en la forma; v a r í a de fundamento; pero < E l jugador d é Montecarlo, del h i p ó d r o m o o de cualquier lotería nacional desarrolla sistemas. E l automovilismo y la moderna navega ción exigen mascotas y desarrollan supersticiones. Alrededor de cada

tingedla ni.n 11 una sensacionalista se ha formado u n mito que presenta las mismas misteriosas indicaciones m á g i c a s o da razones mágii as p a i . i la tragedia. La aviación e s t á desarrollando sus s u p e i s l i « i o n e s y su magia. Muchos pilotos se niegan a aceptar a l p a s a j e i o que viste algo de color verde, a salir de viaje en martes o cnccndei tres cigarrillos con la misma cerilla cuando e s t á n en el aire, y su s e n s i b i l i d a d a la s u p e r s t i c i ó n parece aumentar con l a a l t u r a . En todas las grandes ciudades de Europa y A m é r i c a puede comprarse la magia de q u i r o m á n t i c o s , clarividentes y otros adivinos que predicen el futuro, dan consejos p r á c t i c o s para la conducta afortunada y venden a l p o r menor aparatos rituales como amuletos, mascotas y talismanes. N o obstante, tanto en l a civilización como entre los salva jes, el campo m á s poderoso de la magia es el de la salud. T a m b i é n en esto las antiguas y venerables religiones se prestan f á c i l m e n t e a la magia. E l catolicismo romano abre sus sagradas reliquias y los lugares de culto a l peregrino achacoso, y las curaciones p o r la fe t a m b i é n florecen en otras iglesias. L a p r i n c i p a l función de l a Christian Science es la e x p u l s i ó n mental de la enfermedad y el decaimiento; su m e t a f í s i c a es fuertemente p r a g m á t i c a y u t i l i t a r i a y su r i t u a l consiste esencialmente en medios para e l f i n de l a salud y l a felicidad. E l abanico ilimitado de remedios y bendiciones, o s t e o p a t í a y quirop r á c t i c a , d i e t é t i c a y c u r a c i ó n p o r el sol, e l agua fría, e l jugo de uva o de l i m ó n , alimentos crudos, inanición, alcohol o su p r o h i b i c i ó n , todos y cada uno invariablemente tienen algo de magia. Los intelectuales t o d a v í a se someten a Coué y Freud, a Jaeger y Kneipp, a l culto a l sol, ya sea directo o mediante l a l á m p a r a de mercurio, p o r no mencionar e l g é n e r o de cabecera d e l especialista bien pagado. Es m u y difícil descubrir d ó n d e acaba e l buen sentido y d ó n d e comienza l a magia. E l salvaje no es no m á s racional n i m á s supersticioso que el hombre moderno. Es m á s limitado, menos suceptible de tener imaginaciones libres y a ser e n g a ñ a d o por las nuevas invenciones. Su magia es tradicional y tiene su plaza fuerte de conocimientos, su t r a d i c i ó n e m p í r i c a y racional de ciencia. Dado que el c a r á c t e r supersticioso o p r e l ó g i c o del hombre p r i m i t i v o ha sido tan resaltado, es necesario trazar con claridad la línea divisoria entre la ciencia y la magia p r i mitivas. Existen dominios donde la magia nunca penetra. Hacer fuego, l a c e s t e r í a , la verdadera p r o d u c c i ó n de utensilios de piedra, l a f a b r i c a c i ó n de cuerdas o esteras, guisar y todas las p e q u e ñ a s actividades d o m é s t i c a s , aunque sean extraordinariamente importantes, no e s t á n nunca asociadas a la magia. Algunas pertenecen a l centro de las p r á c t i c a s religiosas y de la mitología, como p o r ejemplo el fuego, guisar, o los utensilios de piedra; pero la magia nunca e s t á relacionada con su f a b r i c a c i ó n . L a r a z ó n es que basta con l a habilidad norm a l dirigida p o r u n buen conocimiento para poner a l hombre en el buen camino y darle l a certeza de u n c o n t r o l correcto y completo de estas actividades. E n algunas ocupaciones, la magia se utiliza en determinadas condiciones y en otras permanece ausente. E n una comunidad m a r í t i m a 111

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que depende de los productos del mar, nunca hay una magia relac i o n a d a c o n la recolección de c o n c h a s marinas o c o n la pesi . i in< dian te veneno, e n c a ñ i z a d a s y trampas, en la medida en que estos m< l o d o son de toda confianza. E n cambio, cualquier tipo de pes< •> pi lig azaroso e incierto e s t á rodeado de ritual. E n la caza, las formas ampies y seguras de atrapar o matar solamente están controladas poi el conocimiento y la habilidad; pero en cuanto haya algún peligro o incertidumbre relacionados con una provisión importante de caza, inmediatamente aparece la magia. La pesca costera, en la medida en que es perfectamente segura y fácil, no prescribe ninguna magia. Las expediciones ultramarinas invariablemente van ligadas a cere monias y r i t u a l . E l hombre recurre a la magia sólo cuando la suene y las circunstancias no e s t á n completamente controladas por e l CO nocimiento. Esto se aprecia mejor en lo que se p o d r í a denominar los sistemas de magia. La magia sólo puede relacionarse de forma laxa y capí i chosa con su marco p r á c t i c o . U n cazador puede utilizar ciertas fól m u í a s y ritos y otro ignorarlos; o bien el mismo individuo puede aplicar sus conjuros en una ocasión y no en otra. Pero existen formas de actividad en las que debe utilizarse la magia. En una gran empresa t r i b a l , como la guerra, o una expedición m a r í t i m a arriesgada o en un largo viaje o al emprender una gran caza o una peligrosa expedí ción de pesca, o bien en el ciclo normal de los huertos, que por regla general es vital para la comunidad, la magia suele ser obligatoria. Se produce según un orden fijo, concatenado con los acontecimiento . p r á c t i c o s , y los dos ó r d e n e s , mágico y p r á c t i c o , dependen el uno del otro y constituyen un sistema. Tales sistemas de magia parecen a primera vista inextricables mezclas de trabajo eficaz y prácti supersticiosas, y de esta manera parecen proporcionar u n incontestable argumento a favor de las teorías según las cuales la magia y la ciencia, en las condiciones de los primitivos, e s t á n tan fusionadas que no se pueden separar. No obstante, un análisis m á s completo demuestra que la magia y el trabajo p r á c t i c o son completamente m dependientes y nunca se confunden. Pero la magia nunca se utiliza para sustituir al trabajo. En la agricultura, la o p e r a c i ó n de cavar o de despejar la tierra o la solí dez de las vallas o la calidad de los soportes nunca se rehuye en r a z ó n de que se haya practicado sobre ellos una magia m á s fucile E l indígena sabe muy bien que la c o n s t r u c c i ó n m e c á n i c a debe SCI hecha por el trabajo humano según las estrictas reglas de la artesa nía. Sabe que todos los procesos que ha habido en el suelo pueden ser controlados por el esfuerzo humano, hasta una cierta medida y no m á s allá, y es sólo en ese m á s allá donde trata de i n f l u i r m< diante la magia. Pues su experiencia y su r a z ó n le dicen que en de terminados casos sus esfuerzos y su inteligencia no son un aval ds ninguna clase. Por otra parte, sabe que la magia ayuda; eso le dice por lo menos su t r a d i c i ó n . En la magia de la guerra y del amor, de las expediciones con n i cíales y de la pesca, de la navegación y de la fabricación de canoas.

I. i c g l a s de la e x p e r i e n c i a y de la l ó g i c a se- a p l i c a n i g u a l m e n t e de l o i u i a tan c s l i i t ta i o n i o las q u e se r e f i e r e n a la t é c n i c a , y el c o n o c í

ICO v la técnica reciben el debido c r é d i t o por todos los buenos ii n l i . i d . . . (pie pueden a t r i b u í r s e l e . E l salvaje sólo intenta controlar m e d i a n t e la magia los resultados inexplicables, que un obscrvadoi I Cteiior a t r i b u i r í a a la suerte, al gancho para hacer las cosas con é x i t o , al azar o a la fortuna.

I a magia, p o r tanto, lejos de ser la ciencia p r i m i t i v a , es el resul (ante d e l claro reconocimiento de que la ciencia tiene sus límites y de que el entendimiento y la habilidad humanas a veces son i m p o t i n t e s . Por toda su apariencia de m e g a l o m a n í a , por todo l o que parece ser una d e c l a r a c i ó n de la « o m n i p o t e n c i a del p e n s a m i e n t o » , como recientemente ha sido definida p o r Freud, la magia tiene mayor afinidad con una explosión emocional, con los s u e ñ o s diurnos, con los deseos fuertes e irrealizables. A f i r m a r con Frazer que la magia es pseudociencia s e r í a reconocer que la magia no es en realidad la ciencia p r i m i t i v a . I m p l i c a r í a que la magia tiene afinidad con la ciencia o, al menos, que es el mater i a l b r u t o a p a r t i r del cual se desarrolla la ciencia, implicaciones que son insostenibles. E l r i t u a l de la magia presenta importantes caracter í s t i c a s que han hecho posible que muchos autores afirmen, desde G r i m m y Tylor hasta Freud y Lévy-Bruhl, que la magia ocupa el lugar de la ciencia p r i m i t i v a . Indiscutiblemente, la magia e s t á dominada p o r el principio de s i m p a t í a : lo mismo produce lo mismo; el todo se ve afectado si el hechicero a c t ú a sobre una parte de él; pueden impartirse influencias ocultas mediante contagio. Si nos concentramos sólo en la f o r m a del r i t u a l , podemos concluir l e g í t i m a m e n t e con Frazer que la analogía entre las concepciones científica y m á g i c a es estrecha y que los distintos casos de magia p o r s i m p a t í a son aplicaciones e r r ó n e a s de una u otra de las dos grandes leyes fundamentales del pensamiento, a saber, la asociación de ideas p o r s i m i l i t u d y la a s o c i a c i ó n de ideas por c o n t i g ü i d a d en el espacio o en el tiempo. Pero el estudio de la función de la ciencia y de la función de la magia hace dudar de la suficiencia de estas conclusiones. La simp a t í a no se cuenta entre las bases de la ciencia p r a g m á t i c a , n i siquiera en las condiciones m á s primitivas. E l salvaje sabe científicamente que una p e q u e ñ a vara puntiaguda de madera dura frotada o golpeada contra un trozo de madera blanda y quebradiza, estando ambas piezas secas, produce fuego. T a m b i é n sabe que debe utilizarse una velocidad de movimiento fuerte, enérgica y creciente, que en la a c c i ó n debe producirse yesca, mantenerse fuera del viento y la chispa aventarse inmediatamente para que se transforme en una brasa y é s t a en una llama. N o hay ninguna s i m p a t í a , n i s i m i l i t u d , no se toma una parte en vez del todo, n i hay contagio. La ú n i c a a s o c i a c i ó n o c o n e x i ó n es la e m p í r i c a c o n c a t e n a c i ó n de los acontecimientos naturales correctamente observada y entramada. E l salvaje sabe que u n arco fuerte bien manejado lanza una flecha veloz, que una viga ancha produce estabilidad y luz, un casco bien formado

113

112 8.



E L CONCEPTO DE C U L T U R A

ni. l í m e n l a la velocidad de su canoa. Aquí no hay asociación de ideas pOI l i m i ü t u d , n i contagio, ni pars pro loto. E l indígena c o l o c a u n h i u l e de ñ a m e o banana en el adecuado trozo de tierra. Lo riega o humedece a menos que e s t é bien empapado de lluvia. Escarda la i u r r a a su alrededor y sabe perfectamente que si no se presenten calamidades inesperadas la planta c r e c e r á . Además, no existe principio afín al de s i m p a t í a que vaya incluido en esta actividad. Crea condiciones que son perfectamente científicas y racionales y deja que la naturaleza haga su parte. Por tanto, en la medida en que la magia consiste en la i m p l a n t a c i ó n de la s i m p a t í a , en la medida en que e s t á controlada por la asociación de ideas, difiere radicalmente de la ciencia; y al analizar la s i m i l i t u d de forma entre la magia y la ciencia se revela como meramente aparente, no real. E l r i t o s i m p á t i c o , aunque es u n elemento muy prominente de la magia, funciona siempre en el contexto de otros elementos. Su p r i n cipal p r o p ó s i t o consiste en la generación y la transferencia de fuerza m á g i c a y, de acuerdo con esto, se celebra en la a t m ó s f e r a de lo sobrenatural. Como han mostrado Hubert y Mauss, los actos de la magia siempre se ponen aparte, se consideran distintos, se conciben y llevan a cabo en condiciones diferentes. E l momento en que se celebra la magia suele estar determinado por la tradición m á s que por el principio de s i m p a t í a , y el lugar en que se celebra sólo en parte e s t á determinado por la s i m p a t í a o el contagio y m á s por las asociaciones sobrenaturales y mitológicas. Muchas de las sustancias que se utilizan en la magia son en gran medida s i m p á t i c a s , pero suelen utilizarse fundamentalmente por la reacción fisiológica y emocional que provocan en el hombre. Los elementos emocionales y d r a m á t i c o s de la i m p l a n t a c i ó n r i t u a l incorporan, en la magia, factores que van mucho m á s allá de la s i m p a t í a o de cualquier principio científico o pseudocientífico. La mitología y la t r a d i c i ó n e s t á n incrustadas en todas partes, especialmente en la celebración del conjuro mágico, que debe repetirse con absoluta fidelidad al original tradicional y durante el cual se recuentan los acontecimientos mitológicos en los que se invoca el poder del prototipo. E l c a r á c t e r sobrenatural de la magia se manifiesta t a m b i é n en el c a r á c t e r anormal del mago y en los t a b ú e s temporales que rodean su ejecución. En resumen, existe un principio de s i m p a t í a : el r i t u a l de la magia contiene por regla general algunas referencias a los resultados por conseguir; los prefigura, anticipa los acontecimientos deseados. E l mago recurre a menudo a la imaginería, al simbolismo, a las aso< ia ciones de los resultados que deben seguirse. Pero t a m b i é n está p seído de forma total y completa por la obsesión emocional de la s i t u a c i ó n que le ha obligado a r e c u r r i r a la magia. Estos hecho, no encajan en el sencillo esquema de la s i m p a t í a concebida como mala aplicación de observaciones imperfectas y de deducciones semilógicas. Los distintos elementos aparentemente desunidos del ritual mágico —los rasgos d r a m á t i c o s , el lado emocional, las alusiones mitológicas y la a n t i c i p a c i ó n del f i n — hacen imposible considerar la magia n una p r á c t i c a científica moderada basada en una t e o r í a e m p í r i c a . La 114

m.igi.i ii El que aprende llega a l final a tener la s e n s a c i ó n de u n conjunto de pautas y, a l mismo tiempo, un sentido de los fundamentos mediante los cuales se selecciona entre las pautas para construir las verdaderas realizaciones lingüísticas. H a desarrollado estos fundamentos a p a r t i r de s u experiencia sobre el comportamiento de los otros. Supone que todos ellos conocen colectivamente la misma cosa en esencia y que l o que él sabe es l o mismo que lo que saben ellos. Para él, el grupo tiene una lengua; y es l o que él entiende que es, en l a medida en que el comportamiento de los miembros del grupo caiga dent r o del campo de variaciones de las expectativas que sus normas le proporcionan para ellos. Cuando encuentra u n comportamiento que no coincide con sus expectativas, saca la c o n c l u s i ó n de que e s t á •tratando con u n dialecto o lengua distinto, algo nuevo a aprender. No obstante, lo que aparenta ser la misma clase de comportamiento puede estar producido p o r m á s de u n conjunto de normas. Una pauta puede conceptualizarse adecuadamente de m á s de una manera. E l sentimiento subjetivo de dos individuos sobre l a misma pauta puede implicar distintos criterios y fundamentos, exactamente igual como una persona ciega a los colores puede aprender a distinguir las señales de tráfico respondiendo a los rasgos contrastados de la pauta global que no son los utilizados p o r las personas con visión n o r m a l . (Para u n ejemplo en fonología, v é a s e Sherzer, 1970.) No obstante, en la medida en que los distintos criterios y fundamentos lingüísticos lleven a dos personas a hablar de forma que puedan coincidir con las expectativas que cada uno tiene con respecto al otro, tienen la s e n s a c i ó n de que comparten las mismas ñ o r m i . de que hablan l a misma lengua. Exactamente igual que el individuo que aprende desarrolla normas subjetivas y subconscientes que proyecta sobre sus c o m p a ñ e r o s , el lingüista, que t a m b i é n es u n individuo que aprende, hace l o mismo inevitablemente. Pero l o hace autoconscientemente y con la i n t e n c i ó n de objetivarse para é l y para los otros —de formular en palabras— los criterios y fundamentos mediante los cuales discierna las pautas d e l habla de aquellos a quienes estudia. E l resultado es una codificación de las pautas que ha discernido. Para él y para los que aceptan su trabajo, las pautas que de este modo desarrolla para los otros son una verdadera r e p r e s e n t a c i ó n de «su lengua». L a a c e p t a c i ó n de que su habla es como la de ellos es l a ú n i c a comprob a c i ó n de l a validez de su formulación. L o que describe —la úm..» cosa que puede describir— es su propia f o r m u l a c i ó n hecha a partir 182

M I | . I O | . I . I experiencia. En realidad no e s l a lengua de ellos, s i n o una i c p i c s e n t a c i ó n d e la lengua que é l ha creado para ellos. Sin . m i . . n e o , M n i e l e n - e l criterio d e aceptabilidad cuando se u t i h / . i c o í i io guia para e l comportamiento lingüístico d e ellos, no podemos

.1.

de» ii cpie e s t e

equivocado.

I V i o los hechos de una lengua —los puntos de contraste en que i n s i s t e n s u s hablantes y las formas en que estos puntos de contraste se distribuyen con respecto unos a otros— pueden considerarse e n i. i i i u n o s de m á s de una pauta, como ya hemos indicado con antci u n i d a d . Dos lingüistas pueden crear distintas codificaciones, distintas exposiciones de las normas, para la lengua de u n mismo pueblo. Estas d o s codificaciones pueden reflejar con la misma validez u n < omportamiento l i n g ü í s t i c o y, utilizadas como guía, conducir a u n compoi tamiento casi i d é n t i c o . Preguntar c u á l de estas codificaciones es l a « v e r d a d e r a » r e p r e s e n t a c i ó n de l a lengua es presuponer l a existencia de u n conjunto de principios perfectamente compartidos p o r otros, s u p o s i c i ó n que nosotros no podemos hacer, incluso cuando la perspectiva desde l a que estamos acostumbrados a considerar e l lenguaje nos inclina de forma natural a hacerlo. Debemos aceptar que es posible m á s de una r e p r e s e n t a c i ó n válida de una lengua. Una r e p r e s e n t a c i ó n puede ser m á s útil para unos p r o p ó s i t o s y otra m á s ú t i l para otros. Nuestra elección entre las válidas representaciones en competencia se d e t e r m i n a r á p o r c ó m o sirva a nuestros concretos p r o p ó s i t o s . Cada u n a puede aportar ú t i l e s penetraciones en cosas distintas.

La evolución

de las lenguas

Hemos observado que la evolución lingüística de una sociedad debe distinguirse tajantemente de la evolución de una lengua concreta. Para l o ú l t i m o hay dos consideraciones de fundamental i m portancia. Una es el asunto que acabamos de mencionar, a saber, que todo individuo crea su propia versión de l a lengua en e l curso de su aprendizaje. La otra consiste en el distinto c a r á c t e r y la parcial a u t o n o m í a de los diversos grandes subsistemas dentro de una lengua. Puesto que cada individuo crea su propia v e r s i ó n de l o que él entiende por la lengua de sus c o m p a ñ e r o s , el grado en que su v e r s i ó n se aproxime a las versiones individuales de ellos debe depender, aparte de su propia aptitud para aprender, de las oportunidades que tenga para descubrir diferencias significativas en su propia habla y en la de sus c o m p a ñ e r o s . Cuanto m á s se hablen y mayor sea el 12

12. N o nos ocupamos a q u í de l a e v o l u c i ó n del lenguaje en general, a partir de a l g ú n s i s t e m a de s e ñ a l e s anterior, menos complejo y a n i m a l , es decir, de la e v o l u c i ó n de l a c o m u n i c a c i ó n h u m a n a (Greenberg, 1957, p á g . 65). M á s bien de c ó m o l o s contenidos de l a s lenguas concretas evolucionan y c a m b i a n o c ó m o nacen l a s familias o lenguas emparentadas. Nuestro i n t e r é s , pues, es m á s bien p o r l a m i c r o e v o l u c i ó n q u e p o r l a m a c r o e v o l u c i ó n , p o r los aspectos s i s t e m á t i c o s del c a m b i o m á s bien que p o r las etapas del desarrollo. 18*

abanico de cambios de las situaciones y los asuntos que se abarquen, mayores s e r á n las oportunidades de descubrir estas diferencias y de ajustar el habla para reducir las diferencias. La fonología, la morfología y la sintaxis forman parte de toda c o m u n i c a c i ó n , sin que importe el asunto a tratar, y por tanto es probable que presenten menos variación de la que presentan los sistemas s e m á n t i c o y s i m b ó l i c o . E l sistema s e m á n t i c o p r e s e n t a r á mayores variaciones en los significados de las palabras que se utilizan poco y menor v a r i a c i ó n en aquellas que se usan normalmente. E l sistema simbólico, de manera similar, p r e s e n t a r á mayores variaciones en r e l a c i ó n con las palabras que denotan cosas que las personas experimentan en condiciones ampliamente distintas, y t e n d e r á a presentar menos variación en las palabras que denotan cosas de las que las personas tienen una experiencia muy c o m ú n . Tanto si el campo global de variaciones es amplio o es p e q u e ñ o , es probable que su contenido cambie con el tiempo, aunque sólo sea a causa de la edición de nuevos hablantes y la p é r d i d a de antiguos. Algunos de estos cambios pueden ser fortuitos, pero otros pueden presentar determinadas tendencias que den sentido a l curso del cambio. Una tendencia observada tiene que ver con las llamadas construcciones irregulares y no habituales. Si estas irregularidades se producen en palabras y expresiones que se utilizan con frecuencia, persisten en la lengua mucho m á s que si se producen en palabras que no son habituales (Hockett, 1958, p á g s . 396-397). En el inglés antiguo, por ejemplo, existía una clase de sustantivos que sufrieron modificaciones vocálicas internas en la forma del plural. Otra clase de sustantivos c o n s t i t u í a n el plural mediante el sufijo -n o -en. Uno a uno, los sustantivos de estas clases llegaron a formar el plural con el sufijo -s (o es), de acuerdo con una de las varias pautas de f o r m a c i ó n de plurales que se h a b í a n vuelto m á s normales en el inglés medieval. Todo lo que ahora queda de estas clases se encuentra en las palabras de uso muy normal o en las palabras que se utilizaron con mucha frecuencia hasta la revolución industrial. Los plurales men, women, teeíh, feet, tice, mice y oxen son ejemplos evidentes. Formas antiguas tales como kye, een y shoon han sido, sin embargo, sustituidas, por cows, eyes y shoes. E l curso de las sustituciones en el caso de los ú l t i m o s ejemplos fue gradual entre los angloparlantes. Por e r r ó n e a analogía con O t r a s formas, existió la tendencia entre los nuevos hablantes de la lengua a decir shoes en vez de shoon. Algunos la mantuvieron sin corregir y, al cabo de a l g ú n tiempo, hubo dos formas en competencia, como actualmente dived y dove compiten como pasado de dive. En algún momento, una de las formas en competencia se c o n s i d e r a r á m á s refinada, sofisticada o moderna, y la otra anticuada, r ú s t i c a , p r o p i a de la clase baja o pasada de moda. E l aprendizaje imperfecto y la analogía e r r ó n e a no son las dnicaj fuentes de origen de formas en competencia. La gente suele jugar con su lengua, introduciendo deliberadamente abreviaturas y distor-

•iones. E l uso m e t a f ó r i c o produce formas en competencia, por ejemplo, cu inglés kid es una forma que compite con child. l a s palabi i t a b ú t a m b i é n promueven el a c u ñ a m i e n t o o p r é s t a m o de formas alter nativas, cpie linalmente pueden sustituir formas m á s antiguas en el uso ordinario, como la palabra pee inglesa se f o r m ó a parlii de la p r i m e r a letra de piss que s u s t i t u í a en muchos contextos sociales. Y el desplazamiento de la población, que r e ú n e en la misma comunidad a hablantes de dialectos algo distintos, da lugar a formas en competencia en gran escala. Puesto que no todos sus c o m p a ñ e r o s hablan igual, el que Bata aprendiendo debe escoger, entre las formas y los estilos de hablai que se le presentan en competencia, aquel de acuerdo con el cual m o d e l a r á su p r o p i a habla. Para reducir la v a r i a c i ó n de habla y la de algunos de sus c o m p a ñ e r o s , debe aumentar la v a r i a c i ó n entre él y el habla de otros. Debe seleccionar entre sus c o m p a ñ e r o s a aquellos con los que desea identificarse y con los que quiere que le identifiquen los d e m á s . Aquellos que escoja como sus modelos o figuras de referencia pueden ser sus padres, un miembro dominante de su pandilla de juegos infantiles, u n l í d e r c a r i s m á t i c o de su comunidad o una persona que considere de clase alta. Louis Giddings solía referirse a una p e q u e ñ a comunidad esquimal de Alaska a la que se h a b í a trasladado una familia de m á s allá de las m o n t a ñ a s , donde se hablaba un dialecto esquimal distinto. Un h i j o de esta familia se c o n v i r t i ó en el líder del grupo de juegos infantiles de la comunidad. Pronto todos los n i ñ o s i m i t a b a n el dialecto del chico en vez del de sus padres, y se produjo una división dialectal de la comunidad s e g ú n líneas generacionales. Si la g e n e r a c i ó n joven persiste en esta elección, la comunidad al cabo de una gener a c i ó n a c a b a r á teniendo como lengua local un dialecto distinto. Este ejemplo ilustra c ó m o la selección de los modelos p o r parte de uno puede producir u n cambio del tipo que tratamos en relación con la evolución lingüística de una comunidad: un cambio sobre cuál de los dos dialectos representados en el pool lingüístico de una comunidad llegará a funcionar como el lenguaje local cotidiano, de las relaciones interfamiliares. E n este caso la elección tuvo lugar entre distintas tradiciones en competencia. Pero el cambio evolutivo dentro de una ú n i c a t r a d i c i ó n —dentro de lo que percibimos como la misma lengua local en continuidad— implica el mismo proceso de elección entre formas en competencia (Hoenigswald, 1960). No obstante, a q u í las formas en competencia son estilos de pronunciar un determinado fonema ( m á s bien que dos sistemas fonológicos completos), o implican cosas tales como pronunciar u o m i t i r las vocales finales de las palabras, la colocación regular del adjetivo antes o d e s p u é s del sustantivo que modifica, o el uso s i s t e m á t i c o de una 13

13. El término "grupo de referencia" se utiliza normalmente en la literatura sociológica para indicar el grupo, clase o segmento de la sociedad con el que una persona desea identificarse y que adopta como modelo para él, o bien cuya aprobación o aceptación pretende para sí mismo. En este sentido, los Indivl dúos pueden ser tan importantes como los grupos. (Véase Hyman, 1968.) I KS

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determinada palabra en uno u otro sentido en competencia (poi cj< m p í o , e l verbo inglés realize en el sentido de « c o m p r e n d e r » o cu < I sentido de « h a c e r real»). Puesto que el aprendizaje del lenguaje es un proceso de apn.M m a c i ó n imperfecta m á s que una perfecta duplicidad del habla de los otros, es inevitable la existencia de formas en competencia, estilo de p r o n u n c i a c i ó n en competencia y pautas en competencia de uso-, s e m á n t i c o s y s i m b ó l i c o s dentro de lo que se percibe como una t i l d i c i ó n de lengua local ú n i c a e ininterrumpida. Como cada g e n e r a c i ó n crea nuevas figuras de referencia, l a tendencia central dentro del campo de variaciones de la variación del idiolecto c a m b i a r á en consecuencia. C a r a c t e r í s t i c o del cambio lingüístico es la fuerte tendencia a que el cambio sea coherente. E n la lengua de las islas Gilbert, en el Pacífico, por ejemplo, hubo u n tiempo en que el fonema / t / se pronunciaba de manera muy parecida a la t inglesa, pero sin a s p i r a c i ó n . Delante de la vocal anterior alta / i / ha llegado a pronunciarse como la s inglesa en algunos dialectos y como la inglesa en otros. La cosa es que este cambio en la p r o n u n c i a c i ó n no se ha producido solamente en algunas palabras en que la / t / iba seguida de la / i / : se ha producido en todas ellas. E l cambio ha afectado a todo el sistema. E l propio cambio tiene una pauta. Tal coherencia caracteriza al cambio fonológico de todas las lenguas y, presumiblemente, caracteriza tamb i é n al cambio de otros aspectos del lenguaje. A l ser el lenguaje una pauta de comportamiento, el cambio de lenguaje es u n cambio de pauta que sustituye por la suya propia. Sin embargo, las pautas se entrecruzan entre sí. U n cambio importante en una pauta puede llegar a destruir otra, f r a g m e n t á n d o l a en varias pautas distintas o creando complejidades e irregularidades donde no existió ninguna. Estas complejidades e irregularidades se convierten entonces en los primeros objetivos para el desarrollo de formas competitivas, p o r analogía en las pautas que se encuenti.m en el lenguaje a lo largo de las líneas ya discutidas. ¡El lenguaje t r u k lo d e m o s t r a r á ! H u b o u n tiempo, juzgando a p a r t i r de lenguas emparentadas, en que todas las palabras t r u k acababan en vocal. H a b í a n , a d e m á s , i Ln< o fonemas vocales: / i / , /e/, / a / , / o / y / u / . La forma de pronunciaciém de estas vocables variaba predeciblemente según cuáles fueran las otras vocales que las siguieran inmediatamente: /a/ seguida de /< ¡ales sigue siendo el planteado, en s u propio lenguaje y en su propia ¿ p o c a , p04 H o m m c s . ¿ C ó m o el comportamiento del individuo crea las c a r a c l e n s i i c i s de los grupos?" V é a s e t a m b i é n l a similar a p r o x i m a c i ó n a l lenguaje de W C Í I I I C H I i . L a b o v y Hcrzog ( 1 9 6 8 ) .

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