CAPITULO 5. Dios. Las creencias y otras cosas

CAPITULO 5 Dios Para algunas personas, pensar acerca del alma es cas! 10 mismo que pensar ace rca de la religion. Y pensar aCerca de la religion es...
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CAPITULO

5 Dios

Para algunas personas, pensar acerca del alma es cas! 10 mismo que pensar ace rca de la religion. Y pensar aCerca de la religion es una de las ocupaciones mas importantes de la vida. Para otras personas, es casi 10 mismo que perder el tiem­ po. En este capitulo presento algunos de los argumentos que rodean esta cuestion. Al menos los argumentos no son una perdida de tiempo, puesro que introducen algunos principios importantes acerca del pensamiento mismo.

Las creencias y otras cosas Damos por supuesro que nuestras creendas son verdade­ ras. Viene a ser 10 mismo decir «Creo que p" 0 dedr «Creo que es verdad quep». Nadie dirfa: «Creo que existen las ha­ das, pero no pienso que sea verdad que existafi». Y parece que las personas religiosas creen en algunas COsas en las que otras personas no creen. Sin embargo, no resulta IOmediatamente evidente que la verdad sea relevante cuando se nata de la religion, 0 que las actitudes religiosas se comprendan mejor en terminos de ver­ dad y falsedad. Pues cabe la posibilidad de que la religion no

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sea una cuesti6n de creencias, y que aquellas actitudes no sean propiamente creencias. Aceptat una detetminada religion tal vez se patezca mas a tecrearse en un poema 0 aficionarse al flit­ bol. La cuestion podtfa set mas bien participar en un detet­ minado conjunto de ptacticas. Tal vez el sentido de estas ptacticas sea solamente emotivo, 0 social. Tal vez los rituales teligiosos no sirvan mas que a determinados fines necesatios desde el punto de vista psicologico y social. Tal es la funcion de los titos telacionados con el nacimiento 0 con la madurez, o la de los funerales. No tiene sentido preguntar si una cere­ monia de matrimonio es verdadera 0 falsa. La gente no va a un funeral pata escuchar vetdades, sino para mostrar su dolor, 0 para comenzar a supetar su dolor, 0 para meditat acerca de la vida que ha terminado. Resulta tan inadecuado preguntar si 10 que se dice en ella es vetdadero como preguntar si la Oda a una urna griega de Keats es verdadera. El poema funciona 0 no en un sentido bastante diferente, y 10 mismo cabe decir de la catedral de Chartres 0 de una estatua de Buda. Puede que sean fastuosos, emotivos 0 solemnes, pero no porque impli­ quen afirmaciones que puedan ser verdaderas 0 falsas. Algunos piensan que eso es todo cuanto se puede decir acerca de la cuestion. De modo que si alguien dice: «Dios exis­ te» no es como si hubiera dicho: «El abominable monstruo de las nieves existe» (donde la cuestion es empirica) 0 «Existen nlimetos primos entre el 20 Yel 30» (una cuestion matemati­ ca). Es mas bien una forma de expresar alegrfa 0 miedo (0, en un sentido mas siniestro, de expresar odio hacia los extrafios 0 los infieles). Este es el motivo de que sus afirmaciones sean in­ munes a una crftica enfocada hacia su verdad 0 falsedad. En el mejot de los casos, podtfamos examinar los estados mentales que tienen como resultado y tratar de evaluar si resultan ad­ mirables 0 no. Sin embargo, no ha sido esta la forma mas comlin de in­ terpretar la religion. Aunque admitiendo su aspecto emocional y social, muchos han pensado que estaban realizando afirma­ ciones concretas ace rca del mundo: afitmaciones vetdadetas

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en un sentido literal, pata las que habrla pruebas yatgumen­ tos. Desde esta perspectiva, la creencia teligiosa es como las demas creencias: un intento de describir como es el mundo, las cosas que contiene y la razon de los sucesos que denen lu­ gar en el. Desde esta perspectiva, un funeral no es verdadero ni falso, pero algunas de las cos as que se diceh durante la ce­ remonia sf 10 son, como por ejemplo que volveremos a levan­ tarnos de entre los muertos. Desde esta perspectiva, cuando alguien dice sinceramente que resucitara, no significa que ha­ ya escogido una forma metaforica, poetica b emocionalmente cargada de decir cualquier otta cosa 0 de introducit algo de brillo en el mundo ordinario. Esta anunciando una determi­ nada expectativa suya, tan literal como 1a expectativa de ha­ cer un viaje 0 como la expectativa de la llegada de un amigo. En el presente capitulo discutire una serie de cteencias religiosas en terminos de argumentos, fundamentos y prue­ bas. Doy POt sentado que se pretenden verdadetas y, por 10 tanto, que se ajustan a nuestras mejores estrategias para alcan­ zar la verdad. La mayorfa de filosofos solo se ha interesado por elIas desde esta perspectiva, aunque algunos filosofos morales, en especial Friedrich Nietzsche, han ctiticado las emociones y actitudes morales (humildad, sumision y compasion) que seglin eUos fomentan ciertas religiones. Para precipitar un poco las cosas, voy a presentar a conti­ nuacion un cietto nlimero de argumentos contrarios a la posi­ bilidad de que alguna creencia identificable como religiosa sea verdadera. Esto puede hacer que algunos leetores se sientan atacados. En tal caso, pueden buscar consuelo en la tradicion teologica que afirma que cuanto mas improbable es una creen­ cia, mayor es el merito del acto de fe que se exige para creer en ella. Sin embargo, al final de este ca.pJtulo el inquieto es­ pfritu de la reflexion nos llevara tambien a examinar ese plan­ teamiento. En cualquier caso, comenzat"e por examinat los argumentos filosOficos clasicos en favot de la existencia de Dios: el atgumento ontologico, el atgumento eosmologico, el argumento del disefio y argumentos telativos a la tevelacion

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y a los milagros. Terminaremos por reflexionar ace rca de la naturaleza de la fe, de la creencia y del compromiso.

El argumento de san Anselmo: bombones y pollos Se cuenta la historia de un guru que congreg6 en un esta­ dio a una importante audiencia con la promesa de que ofrece­ rfa una prueba definitiva de la existencia de Dios. Cuando to­ dos se hubieron reunido, exhibi6 con amplios ademanes el Oxford English Dictionary y mostr6 que contenia la palabra «Dios». Puesto que la palabra estaba allf, y habfauna defini­ cion, tenia que existir algo que correspondiera a ella. No ten­ go la menor idea de como pudieron sentirse aquellos que se encontraban entre el publico, 0 si alguno de ellos lleg6 a pensar que el diccionario tambien mencionaba a Santa Claus y a las hadas, aunque los calificara expresamente de mfticos 0 ima­ ginarios. Pero resulta interesante reflexionar acerca del hecho de que puedan existir palabras con significado a las que no co­ rresponda ningun objeto. El motivo es que una cosa es definir un concepto y otra muy distinta que exista algun objeto que coeresponda a la de­ finicion. Si tuvieras la intencion de anunciarte en las paginas de contactos, podrfas definir 10 que buscas en tu pareja: Persona reflexiva busca hincha futbolfstico amance de la diversion, vegetariano y que toque el banjo. Abscenerse fuma­ dotes. Esto define a tu compafiero 0 compafiera ideal: nos per­ mitiremos llamarle Bombon. Pero podrfa darse la lamentable circunstancia de que no existiera ningun hincha futbolfstico amante de la diversion, vegetariano, no fumador y que tocara el banjo. Tu decides 10 que incluyes en la descripcion, pero es el mundo quien decide si hay alguien que se ajuste a ella. Podria ser que Bombon no existiera.

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La descripcion resulta perfectamente inteligible. Define una serie de condiciones que en principio podr[an correspon­ der a alguna persona. Se da el caso, simplemente, de que nadie corresponde a elIas. Una posible forma de expresarlo es decir que aquellos terminos tienen un sentido, pero ninguna refe­ rencia. Sabes 10 que quieres decir, pew no sabes si hay algo que correspond a a ello. No puedes inferir la referencia a partir del sentido, porque la cuestion de si existe una referencia de­ pende de como sea el mundo, y no se puede resolver mediante el estudio 0 la consulta de un diccionario. Puede que te fastidie descubrir que nadie corresponde a tu descripci6n. Pem tal vez se te podrfa ocuerir un plan para resolver el problema. (Por que no introduces una posdata es­ pecificando que Bombon debe existir) Ahora el anuncio reza­ ria 10 siguiente: Persona reflexiva busca hincha futboifscico, etc., que exista. En este momento podrfas pensar que has resuelto el pro­ blema por definicion. Pues bien, ciertamente es verdad que nadie te llamara para decir que cumple con todas las condiciones excepto la ultima. Sin embargo, cualquier persona que hubiera llamado despues del primer anuncio tambien hubiera existido: «Lla­ mo, luego existo» es una inferencia tan valida como «Pienso, luego existo». Y el hecho de que introdujeras la clausula final no afiade ni un apice a las posibilidades que tenias de que al­ guien cumpliera las condiciones de partida, de modo que has malgastado el dinero con las dos ultimas palabras. Decir «que exista» no anade ninguna nueva especificacion al companero ideal y no mejora las posibilidades de que exista realmente. En ocasiones, los fil6sofos se refieren a esta circunstancia di­ . ciendo que «la existencia no es un predicado», 10 cual signi­ fica que afiadir «Que exista» no es como anadir "Y que Ie guste la cerveza Guinness». Tu eres quien domina el sentido: puedes anadir 10 que quieras a la descripci6n. Pero es el mun­

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do el que domina la referencia: establece 5i hay algo que cum­

gumento no necesita premisas empfricas: ninguna medici6n o dato procedente de la experiencia. El argumento de san Anselmo se puede preseotar en dos pasos:

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pIe con tuS condiciones. Si esto ultimo ha quedado claro, podemos pasar a los ar­ gumentos. En el capItulo 1 ya encontramos un argumento en favor de la existencia de Dios: eI argumento de la marca de Descartes. No pareda demasiado convincente, y el propio Des­ cartes introdujo un nuevo argumemo para reforzarlo mas ade­ lame, en la quinta Meditaci6n. Se trataba de una version de un argumento mucho mas antiguo, el argumeoto ootologico de san Anselmo (1033-1109). Segun este, Di~s se definfa por ser «mas grandioso que ningun ouo ser que podamos concebir». En el siguieme' fragmemo, san Anselmo se dirige, «al insen­ sato» que afirmaba de corazon que Dios no existia: Pero cuando este mismo insensato me oye decir «algo mas grandioso que cualquier otro ser que podamos coneebir», segu­ ramente entiende 10 que Ie digo, y todo 10 que entiende existe en su entendimiento, aunque no entienda que exista (en la realidad) [...J As] pues, incluso el insensato debe admitir que exisre, al menos en su entendimiento, algo mas grandioso que cualquier otro ser que podamos coneebir, ya que 10 entiende cuando se 10 dicen, y todo aqueUo que se entiende existe en el entendimiento. Y sin embargo, aquello que es mas grandioso que cualquier otro ser que podamos concebir no puede existir unicamente en el en­ tendimiento, porque si existiera unicamente en el entendimien­ to, poddamos concebirlo como existente en la realidad, 10 cual significaria mayor grandeza [ ... ] [P]or 10 tanto, no hay duda de que existe, tanto en el entendimiento como en la realidad, mas grandioso que cualquier otro ser que podamos concebir.l

Lo interesante acerca de este argumento es que es pura­ mente a priori. Pretende haber demostrado la existencia de Dios a partir de un simple examen del concepto 0 definici6n de Dios. Se parece a cierto tipo de prueba matematica que de­ duce, a partir del concepto de circunferencia, el hecho de que las cuerdas rrazadas desde un punto cualquiera hacia los extre­ mos opuestos de un diamerro forman un angulo recto. El ar-

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Entendemos el concepto de Dios. Cualquier cosa que en­ tendemos existe.en el entendimiento. Luego Dios existe en el entendimiento.

Y luego: Supongamos que Dios solo existiera en el entendimiento, y no en la realidad. En tal caso serra concebible un ser mas gran­ dioso q,ue Dios: un ser que existiera en la realidad. Sin embar­ go, Dios se define como eI ser mas grandioso que se pueda con­ cebir. Luego, par definicion, no se puede concebir ningun ser mas grandioso. Pero ahora nos enContramos ante una contra­ diccian. Luego, nuestra hipotesis original era falsa.

Este tipo de argumento, que describo con mayor detalle en el pr6ximo capitulo, se llama reductio ad absurdum. San An­ selmo nos ha hecho asumir una premisa atefsta, pero s610 co­ mo paso previo para poder demostrar su falsedad, a partir del hecho de que implica una contradicci6n. La versi6n cartesian a del argumento ern pIe a el concepto de «perfecci6n» mas que el de grandiosidad, pero su estruc­ tura es parecida. Dios se define como perfecto, y el hecho de que no existiera seria, en cierto sentido, una imperfecci6n en relaci6n con sus otras cualidades: «La existencia es una per­ fecci6n». As!, la existencia pertenece a la esencia de Dios, y no es posible concebir a Dios como no existente. Ya en la epoca de san Anselmo, un fraile Hamado Gauni­ 10 cuestiono el argumento. Gaunilo observ6 que si el argu­ mento fuera valido, tarn bien podr[a ser empleado para de­ mostrar toda clase de condusiones demasiado buenas para ser ciertas: por ejemplo, que existe una isla mas perfecta que nin­ guna otta que se pueda concebir. Volviendo a nuestro Bom­

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bon, podemos aplicarle el mismo principio. Supongamos que anades aplicadamente a las especificaciones de Bombon que no solo debe ser un gran amante, sino el mejor amante que se pue­ da imaginar. En tal caso se podrfa argumentar de una forma parecida: Entendemos el eoneepto de Bombon. LualqUler eosa que entendemos existe en el entendimienro. Bombon exisre en el entendimiento.

Y luego: Supongamos que Bombon s610 existiera en el entendimien­ to, y no en la realidad. En tal easo serfa eoneebible un amante mejor que Bombon: un amante que existiera en la realidad. Sin embargo, Bombon se define como el mejor amante que se pue­ da eoneebir. Luego, por definicion, no se puede eoncebir ningun amante mejor que Bombon. Pero ahora nos eneonrramos ante una contradieeion. Luego, nuestra hip6resis original era falsa.

Bombon existe en la realidad. jFantastico! Pero no saltes de alegrfa demasiado pronto. Lamentablemente, podrfas de­ mostrar por los mismos medios que existe un rival tan peli­ groso como se pueda imaginar compitiendo contigo por el amor de Bombon. La premisa crucial en este caso serfa que los rivales reales son mas peligrosos que los meramente rios, 10 cual seguramente es cierco. El argumento parece capaz de demostrar tambien la existencia del LJ1