Laín Coubert

DIGIMON ADVENTURE -AHORA LA AVENTURA COMIENZA-

Tomo 1

Los gobernantes de las tinieblas desean sellar los cuatro pilares del mundo, a como dé lugar, para obtener poder.

Libro de Revelaciones Digimon. Capítulo 8, verso 5.

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PRÓLOGO

En un cielo tan azul que parecía recién pintado, algo blanco apareció, estropeando su superficie. Rugidos de motor podían oírse desde no muy lejos, provenientes de dos seres rojos persiguiendo acaloradamente al objeto blanco. Este último tenía la piel tan lisa que parecía hecha de metal. Los rayos del sol lo hacían brillar intensamente mientras sus brazos extraordinariamente largos (más largos que su propio cuerpo) sujetaban cuidadosamente varios objetos más pequeños que parecían huevos. Sus perseguidores, por otra parte, eran de color rojizo y tenían forma cilíndrica. Un incontable número de ellos adoptó una posición de batalla y disparó una serie de granadas de sus brazos. El objeto blanco se desplazó rápidamente a la izquierda y a la derecha para esquivar los ataques, pero al haber demasiados enemigos atacando al mismo tiempo, no pudo eludirlos a todos. En varias oportunidades le dispararon en la espalda, en los hombros, y otras en la palma de la mano. Entonces, uno de los huevos se soltó. El objeto blanco se percató inmediatamente e intentó descender para recuperarlo, pero los persistentes ataques de sus perseguidores le impidieron hacerlo. Miró hacia atrás al huevo caer y, lamentándose, retomó el vuelo para continuar con su huida. A medida que el bombardeo cesaba en la distancia, el huevo caía hacia un denso y oscuro bosque que se extendía por kilómetros…

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CAPÍTULO I -A la deriva-



ESE VERANO

–¿Estás bien?– preguntó Taichi Yagami a su hermana menor, Hikari, mientas le colocaba un paño de gel fresco sobre la frente. La pobre chica estaba temblando de fiebre bajo las sábanas. –Si– dijo Hikari con la mejor sonrisa que pudo. –Ya veo– Taichi se convenció y se regañó. Ahora comprendía que eran los síntomas de un resfrío lo que estaba encubando el día anterior. Pero al no darse cuenta, la llevó consigo de compras por las cosas para el campamento de hoy (aunque la lista consistía tan sólo en un montón de dulces). Pensó que estaba actuando extraño, pero no creyó que se debía a un resfriado… Debió haber comenzado ayer por la mañana, mientras miraban televisión juntos. En ese momento, una emisora de noticias estaba reportando la anormalidad climática en todo el mundo. Aunque era pleno verano, América estaba cubierta de nieve, mientras fuertes lluvias inundaban el Oriente Medio. Por el contrario, los pantanos del sureste de Asia se secaron completamente debido a la sequía. –Se equivoca– dijo Hikari cuando el meteorólogo anunció que todo se debía a la destrucción del medio ambiente. –¿Eh?– Taichi, que había estado rellenando sus mejillas con tostadas cubiertas con huevo y rebanadas de tomate y jamón, la miró estupefacto. Los ojos de Hikari se fijaron en la pantalla, que no mostraba nada en particular, al menos en lo que Taichi podía ver. Como si estuviera soñando, suavemente susurró una palabra desconocida. –Digi…mon. –¿Digimon? ¿Qué es eso?– preguntó Taichi arqueando las cejas. Esta vez, Hikari apartó la vista de la pantalla para mirarlo con ojos bien abiertos. –¿No puedes verlo, hermano?– preguntó a su vez. –¿Ver que…?– Taichi miró la pantalla. –No veo nada.

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–Oh…no importa. No te preocupes– Hikari sonrió, antes de volver la mirada hacia el televisor. Sus largas pestañas la hacían lucir un poco triste, notó Taichi mientras la miraba de perfil. Probablemente desde entonces tenía fiebre. Ahora se daba cuenta. Si hubiese tocado su frente en ese momento y la hubiese dejado descansar, la fiebre podría haberse fácilmente evitado desde el principio. Hikari había estado esperando ese viaje de campamento tanto como él…

***

Entre las multitudes ruidosas que aguardaban en fila delante de los autobuses para partir, los chicos se reunieron con sus grupos asignados mientras hablaban incansablemente sobre el animé que habían visto ayer, el nuevo videojuego, los avances de la trama del manga de la última edición semanal, o sobre el romance de dos ídolos populares que tenían mucha publicidad recientemente en una revista. Pero Yamato Ishida no se involucraba con ninguno de esos grupos. No porque se sintiera solo. De hecho, muchos de sus compañeros de clase lo saludaban con un amistoso “¡Yo!” u “¡Hola!” cuando se cruzaban con él y, naturalmente, les respondía con una sonrisa. Un niño pequeño vestido con un sombrero verde y camisa de manga larga del mismo color que la camisa sin manga de Yamato, estaba parado a su lado. Aunque muchas personas hablaron con Yamato, ninguna lo hizo con el pequeño, y este nunca hizo un gesto con la mano para saludar a nadie. Simplemente estaba pegado al lado de Yamato, mirando en silencio a su alrededor, sonriendo abiertamente. La situación era de esperar, puesto que no formaba parte de esa escuela, y por lo tanto no conocía a ningún estudiante allí. Era el hermano menor de Yamato, Takeru Takaishi. La razón por la que llevaban apellidos diferentes se debía a que ambos vivían separados a causa del divorcio de sus padres. Takeru tenía permitido participar del campamento de la escuela de Yamato luego de recibir un permiso especial por parte del profesor Fujiyama; encargado de organizar el evento. Takeru no parecía preocupado, pero Yamato temía que su hermano no fuera capaz de relacionarse con los demás. Pensaba que las cosas estarían mejor si Takeru no hubiese ido desde el principio. Todo comenzó en la primera semana de julio, justo antes de comenzar las vacaciones de verano. Debido a que sus padres habían acordado los derechos de visita después de resolver su divorcio, Takeru pasó la noche en el apartamento de Yamato en Odaiba. En ese momento, los ojos de Takeru se fijaron en la fecha marcada con un círculo rojo sobre el calendario: 01 de agosto. Cuando su padre le contó que era el día del campamento de la escuela, Takeru dijo que el también deseaba ir.

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Su padre seguramente debió haber compartido los sentimientos de pavor de Yamato. Sus problemas habían aumentado dado que ello significaba tener que llamar a su ex esposa y convencerla. Por supuesto, a pesar de refunfuñar, su expresión no demostraba que realmente fuera una molestia. El día anterior al campamento, Yamato fue a la casa de su madre en Sangenjaya en busca de Takeru. –Deberías venir a jugar de vez en cuando, Yamato– dijo su madre incómodamente a su hijo mayor mientas rellenaba con aperitivos la mochila de Takeru hasta que sus costuras quedaran casi a punto de reventar. –Sí. Incluso Yamato llegó a pensar que su corta respuesta sonó fría. –Deberías– repitió su madre alegremente, aunque su sonrisa era algo forzada. Ella sabía, de hecho antes de iniciar la conversación, que Yamato nunca iría voluntariamente. Consciente de la seria personalidad de Yamato, no dudaba que él lo consideraría una conducta inocua que equivaldría a traicionar a su padre. –¡Está bien, mamá, ya me voy! Con la mochila de Takeru ya preparada, su madre lo acompañó hasta el vestíbulo del apartamento. –Takeru, no le causes demasiados problemas a tu hermano, ¿de acuerdo?– sus palabras sonaron como si estuviera dejando a su único hijo en manos de un extraño. Por supuesto, ella no tenía ninguna mala intención. Pero Yamato no pudo evitar murmurar. –No importa si lo hace. Somos hermanos.



DEL OTRO LADO DE LA AURORA

A lo largo de todo el viaje en autobús, Mimi Tachikawa estaba tan absorta de los demás con sus amigas Taako y Mi–chan que nunca se preocupó por mirar como el paisaje cambiaba gradualmente fuera de su ventana. Tampoco estaba interesada en hacerlo de todos modos. Si le preguntaban más tarde por los puntos de referencia por los que pasó el autobús para llegar a sus campamentos en Mikami Keikoku, ella habría dicho que no tenía ni idea.

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–¡Bien, hemos llegado!– la fuerte voz del profesor Fujiyama era útil durante los actos escolares, puesto que podía llegar hasta el final del auditorio sin la ayuda de un micrófono. Dentro del estrecho autobús, no obstante, llegó a los oídos de todos. –El grupo al que pertenecen aparece en la lista que les entregué antes de que saliéramos. Sus líderes lucirán brazaletes con sus nombres, encuéntrenlos y sigan con su grupo. Después de eso, escuchen lo que su líder les indique. Eso es todo. Mimi miró la copia impresa en sus manos. El encabezado estaba escrito a mano: “Grupo Kido” (Líder: 6to grado, Jyou Kido). –Oye, ¿Sabes quién es Kido?– le preguntó Mimi a Taako, que estaba sentada a su lado. La hoja de Taako tenía escrito: “Grupo Arihara”. –Kido debería ser…– mirando fuera de la ventana no tardó Taako en señalar…–¡Por ahí! El chico que estaba indicando vestía una camisa de cuello abierto y un chaleco estilo Ivy League. Además llevaba gafas y el brazalete que indicaba ser un líder, su brazo cargaba un bolso cuadrado con la etiqueta “Suministro de alimentos de emergencia”. Tal vez él también sentía la gran responsabilidad que implicaba ser un líder puesto que su cara parecía un poco rígida. –Mmm…no parece muy fiable…– musitó Mimi, pero fue interrumpida por Mi–chan, quien les indicó señalando a toda prisa…–¡Miren, miren! Mi–chan estaba apuntando al frente del autobús, donde un chico vestido con una camiseta naranja de manga larga estaba a punto de bajar. Mimi sabía quién era. Casi nunca hablaban, pero era su compañero de clase, Koushiro Izumi. Mi–chan quería que vieran lo que Koushiro llevaba a su espalda: un ordenador portátil. –¿No es extraño que lo lleve consigo a todas partes?– dijo Mi–chan con una risa burlona, pero Mimi no se rió. Simplemente no encontró ninguna razón para hacerlo.

***

–¡Oye, Sora! Bajando los baldes vacíos con ambas manos, Sora dejó de caminar por las escaleras de piedra que conducían al suministro de agua para ver a la persona que la había llamado. Era Kenji, el autoproclamado “Akita de Odaiba”, que jugaba como defensor en el equipo de fútbol de Sora. –¿Qué?– le preguntó Sora. –¿Sabes dónde está Taichi? No puedo encontrarlo por ninguna parte. –No tengo idea– dijo Sora sin rodeos. –Estamos en grupos diferentes, así que no lo sé.

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–Oh– Kenji asintió, pero bufaba por lo bajo mientras continuaba subiendo por las escaleras. Debido a la buena coordinación que demostraban Taichi y Sora en las competiciones de fútbol, debió haber tenido la errónea impresión de que compartían un vínculo telepático. Quizás pensó que Sora lo utilizaría para llamar a Taichi y que este vendría volando a verlo. Al llegar al suministro de agua, Sora abrió los grifos para llenar ambos baldes. Un pequeño arroyo gorgoteaba cerca, pero dadas las condiciones sanitarias, las copias que llevaban indicaban específicamente (subrayado con una línea ondulada lo bastante gruesa) que se utilizaría el agua del suministro para cocinar. Luego de que los baldes estuvieran completamente llenos, Sora cogió uno en cada mano y volvió a subir las escaleras de piedra. El peso de los baldes hacía que sus brazos sintieran que fuesen a salirse de sus órbitas. Normalmente esa tarea estaba reservada a los chicos, mientras a las chicas se les asignaba un trabajo más fácil: como cortar vegetales o chismear mientras recogían la leña. Sin embargo, a Sora no le gustaba hacer ese tipo de cosas. No vistiendo una pollera, de poder evitarlo, Sora descuidaba su condición de niña. Tales rasgos masculinos se acentuaron aún más luego de que se uniera al club de fútbol de chicos. El sudor comenzó a aparecer en la frente de Sora. Bajó los baldes al suelo para secarse con el brazo. Molesta por el cabello que se adhería alrededor de sus ojos, se quitó el sombrero para acomodarse los mechones. Liberada de sus molestias, su corto pelo quedó alborotado. Después de colocarse el sombrero, se dijo…–¡Ahora sí! Cargando los baldes una vez más, y a punto de continuar subiendo por las escaleras, se percató de que Taichi estaba sobre su cabeza, durmiendo en la rama de un árbol grueso con los brazos apoyados detrás de la cabeza. –Taichi, ¿Qué estás haciendo ahí? Sin molestarse en moverse, Taichi simplemente alzó la cabeza para mirar abajo en dirección a Sora. –Nada– respondió con pereza. Fue entonces que ella dijo… –Kenji estaba buscándote. –Oh, está bien– fue su respuesta lenta. Deduciendo que Taichi estaba aflojando el ritmo de sus deberes, Sora sabía que nada de lo que le dijera mientras estuviera así sería útil. Por lo que en su lugar le preguntó algo que le había estado preocupando desde que había llegado. –Por cierto, no he visto a Hikari por ninguna parte– Sora había oído de la misma Hikari decir que estaba muy emocionada por el viaje de campamento de hoy.

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–Si…ella tenía fiebre –¿Un resfriado de verano?– Sora preguntó simpáticamente. –Supongo –Ya veo, eso es muy malo –Si…–Taichi se apagó al advertir que algo blanco caía frente a sus ojos. –¿Qué es eso?– se preguntó, y extendió una mano en dirección al cielo. Sintiendo un leve cosquilleo de frio sobre la palma, se la acercó para ver una gota de agua sobre su piel. Puede parecer difícil de creer, pero era nieve. –Oye, está nevando– Taichi llamó a Sora allí abajo, pero ella ya lo había notado. Una ráfaga de viento, generando que grandes copos de nieve giraran alocadamente a espaldas de Taichi, llamó su atención. –Parece que se viene una nevada– Sora le gritó. – Apresurémonos a volver con los demás.

***

–No lo creo. Mirando por la ventana del pequeño hokora, aislado de los demás, y el olor de la madera podrida cosquillándole la nariz, Koushiro Izumi murmuró asombrado. La repentina nevada había borrado con blanco el verdor del verano en un abrir y cerrar de ojos. –Debe ser por la anormalidad climática que hemos estado teniendo. Resignándose al hecho de no poder salir por un tiempo, Koushiro llevó su ordenador portátil a su cama y aguardó a que se encendiese mientras lo conectaba a su teléfono celular. El sistema operativo del ordenador se encendió. Con una facilidad que demostraba que estaba acostumbrado a hacerlo, doble cliqueó el ícono de su navegador de Internet e intentó conectarse a una búsqueda pre–marcada. Quería chequear la página del pronóstico más reciente. El sonido del módem y el rápido tecleo en su teléfono celular podían oírse en el silencio. Sin embargo, no pudo conectarse a Internet. –La tormenta debe estar interfiriendo la señal. Pero no podía darse por vencido. Justo cuando estuvo a punto de volver a conectarse una vez más, la puerta corrediza se abrió de golpe y dos chicos entraron a pisotones con sus cabezas cubiertas de nieve.

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Koushiro debería haber fulminado a los intrusos por entrar sin golpear y caminar por todo el suelo con los zapatos, pero el más alto, y obviamente el mayor, se disculpó en nombre de los dos. –Lo siento– dijo Yamato. –¿Podemos quedarnos aquí hasta que deje de nevar? –No hay problema– respondió Koushiro cortésmente, algo nervioso. –Gracias– dijo Yamato, antes de volverse para desempolvar la nieve que cubría el sombrero y la ropa de Takeru. A medida que la nieve continuaba cayendo sin señales de detenerse, otros chicos llegaron para refugiarse. El mayor de todos, que llevaba un brazalete de líder, era Jyou Kido. La compañera de clases de Koushiro, Mimi Tachikawa. Sora Takenouchi. Y, un conocido de Koushiro del club de la escuela, Taichi Yagami. En ese momento, ninguno habría imaginado que pronto se verían envueltos en una larga aventura.

***

La nevada cesó lentamente. Al salir, no pudieron ocultar su asombro al ver el paisaje nevado incompatible con el cielo azul del verano. –Yay– con un grito de alegría Takeru saltó sobre la nieve y cogió un puñado en forma de bola. –Oye, hermano. ¡Podemos hacer una batalla de bolas de nieve! –Yo…supongo que sí– dijo Yamato amablemente mientras vigilaba a su hermano menor. A su lado, una voz lo interrumpió. –¿Qué demonios está sucediendo aquí?– preguntó Taichi. La pregunta no iba dirigida a nadie en particular. Taichi a menudo tenía la mala costumbre de decir lo que estaba pensando. Sin percatarse de ello, Jyou alzó la cabeza para mirar al cielo. Acomodándose las gafas explicó… –Probablemente hubo una masa de aire fría que originó la nieve. Tal vez llegó hasta aquí desde América.

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–Mmm– dijo Mimi, sonando impresionada. –Debes ser muy listo, superior Jyou. –Oh, no es nada de eso– dijo Jyou modestamente, aunque su cara no mostró más que cierto orgullo. Observándolo, Taichi decidió que no se llevarían bien. La piel de Jyou estaba pálida y enfermiza aunque fuera pleno verano. Debió haber estado tan concentrado con la escuela que ni siquiera habrá ido a nadar a una pileta en todo el verano. –De todos modos, Jyou– dijo Yamato. La razón por la que no adhirió honoríficos al nombre de Jyou fue porque pensaba que estaban en el mismo grado. –¿Dejó de nevar? –Sin importar cuán fría sea la temperatura, la nieve no puede formarse sin nubes. Es sentido común– sermoneó Jyou presumidamente, antes de contenerse. –Ah…mm, no quise decir que ustedes no tengan sentido común. No me malinterpreten. Su encubrimiento sonó débil y él lo sabía. Al ver la expresión molesta en las inflamadas cejas de Yamato por un segundo, Jyou se dio cuenta que había metido la pata. –Oye, por cierto– dijo Takeru, que estaba en el medio haciendo un muñeco de nieve. Dejó de palmear para mirar al cielo. –¿Qué es eso? No es una nube, ¿verdad? Todos miraron hacia arriba. Una enorme cortina transparente, que resplandecía iridiscentemente como una burbuja de jabón, flotaba suavemente sobre sus cabezas. –¿Es…una aurora?– preguntó Sora con ojos bien abiertos. –Pero, poder ver una aurora en Japón es sólo… De repente, ocurrió algo increíble. Un misterioso espectáculo captó la atención de todos. En ese momento, dentro de la aurora, algo brilló. No provenía de un solo lugar, sino de muchos. Pensando que sus ojos le estaban jugando una mala pasada, Taichi los cerró y volvió a abrir. Las luces continuaban allí. No parpadearon durante mucho más, pero si brillaron más y más fuerte. No tardó Taichi en darse cuenta que se debía a que las luces se dirigían hacia ellos. –Algo se acerca Sora y Yamato también lo habían notado. –¡Son bolas de luz! ¿Son meteoritos? Incluso Mimi y Jyou, con su débil visión, pronto pudieron ver como las luces se acercaban más y más. Eran siete esferas de luz en total. –¡Cuidado! Todos se arrojaron al suelo para cubrirse. Yamato lo hizo sobre Takeru para protegerlo. ¡BANG!

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La fuerza del impacto hizo que se levantara una columna de nieve de más de dos metros de altura. Uno tan sólo podría imaginar la cantidad asombrosa de poder que tenía para hacer tal cosa. Afortunadamente, ninguno de los chicos resultó herido. –Fue aterrador– dijo Mimi mientras se levantaba. Su cara, sin embargo, no estaba tan pálida como la de Jyou, que estaba de pie a su lado. De hecho, parecía ligeramente entusiasmada, como si la cosa había sido un accidente. –¿De qué mundo son?– Conducido por la curiosidad, Koushiro corrió hacia el lugar en que se levantó la columna de nieve. Los misteriosos objetos caídos se habían hundido profundamente en la tierra, formando grandes agujeros cubiertos con una capa de nieve. Koushiro estaba a punto de cavar su mano en uno de los agujeros cuando, con un “¡Hyah!”, la retiró rápidamente. Un suave rayo de luz se disparó desde el interior de los agujeros y algo salió flotando. Eran siete en total. –¿Q–Qué es eso?– preguntó Taichi, alzando la voz en un tono histérico. Los siete objetos desconocidos, que emitían una luz tan suave como la seda del vestido de una novia, volaron individualmente hacia la mano de cada uno. –Esto es… Era un dispositivo con una pantalla similar a un localizador. Sobre él se podían ver partículas de luz creando una bruma de colores. Las siete cosas pitaron furiosamente. Entonces, la aurora encima de ellos comenzó a sacudirse violentamente, como si fuera una cortina siendo soplada salvajemente por el viento. –¿Es por las ondas electromagnéticas?– murmuró Koushiro para sí, pero hasta él mismo sabía que era una hipótesis sin fundamento. El temblor de la aurora se volvió más agresivo, pareciendo como si fuera expulsada de los cielos y fuese a salir volando en cualquier momento. La superficie del cielo comenzó a brillar intensamente. Al mismo tiempo, algo imposible sucedió. A pesar de que los chicos estaban en una montaña alta, lo suficientemente sobre el nivel del mar, una gran ola se formó verticalmente. Su centro se dividió, como si se tratase de una cascada, para revelar su interior. Con un rugido estruendoso, succionó el aire a su alrededor. La atmósfera fría no estaba siendo atraída hacia abajo, pero si en paralelo al suelo. Y entonces… ¡Uwaaaaaaaah!

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Atrapados por un poder del que no podían resistirse, los siete chicos fueron absorbidos a su interior.



ANIMALES MISTERIOSOS

Habían esperado mucho tiempo solo para reunirse con sus compañeros. Sus recuerdos eran muy lejanos. Podían recordar el glaciar que había cubierto la superficie del suelo, aunque hacía tiempo ya que se había derretido. Y cuando la vegetación brotaba de la tierra desnuda y crecía densamente sobre el exuberante ambiente en que ahora habitaban. Aunque nadie les había enseñado, sabían hablar. Incluso sabían sus nombres, y a quienes esperaban. Sin embargo, lo que no sabían era por qué propósito. Y aun así, esperaron. Confiados en que llegarían desde los cielos, esperaron día tras día llamando a sus respectivos compañeros. Uno de ellos dijo “Taichi” Otro dijo “Yamato” Y los otros los acompañaron con “Sora”, “Jyou”, “Koushiro”, “Mimi”, “Takeru”… Un día, quien esperaba por Takeru, vio la aurora en el cielo. –¡Miren, todos! Todos alzaron la vista. Sabiendo instintivamente que el momento había llegado, cada uno de ellos permaneció expectante. Algunos estaban tan abrumados por la emoción que incluso tenían lágrimas en los ojos. El cielo brilló intensamente por un instante, y luego se oyeron gritos desde lejos. ¡Uwaaaaaaaah! Inmediatamente acompañados de los gritos de terror había siete niños que, pudieron ver, formaban una masa de brazos y piernas mientras descendían. –¡TAICHI! ¡TAICHI! ¡TAICHI! –¡YAMATO! ¡YAMATO! ¡YAMATO!

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Tan felices estaban que saltaban de alegría mientras cada uno llamaba una y otra vez al compañero que había estado esperando. Cuando una fuerza separó por los aires a los siete niños en direcciones diferentes, cada cual se dispersó rápidamente a su encuentro.

***

Con un golpeteo sordo, Yamato aterrizó. –¡Ay!– clamó por reflejo, pero en verdad no se había lastimado en absoluto. Sorprendido de que no le doliese, Yamato miró al cielo. Estaba tan convencido de que había caído desde lo alto, cerca de la estratósfera. ¿Podría haber estado alucinando? Mientras su cuerpo giraba por los aires durante la caída, creyó haber visto atisbos de algo parecido a una isla por debajo. –Qué raro– murmuró Yamato con la cabeza aún inclinada hacia arriba mientras se levantaba. Un rápido vistazo a su alrededor confirmó que estaba en un bosque. Por un momento pensó que estaba en algún lugar del campamento, pero la humedad que sintió en los brazos le hizo cambiar rápidamente de opinión. Si fuera realmente el campamento, debería estar mucho más frío… De todos modos, lo más importante estaba a la mano. –Oye, Takeru– gritó el nombre de su hermano menor. Al no recibir una respuesta, volvió a intentarlo. –¿Takeru? Dando vueltas en todas direcciones, repitió el mismo nombre una y otra vez. Pero la voz de Takeru no se oía por ninguna parte. Yamato pudo sentir como se le helaba la sangre. Si algo le sucediera a Takeru, ¿qué debo…? –¡Takeru! ¡Takeru! Algo enloquecido, Yamato continúo gritando una y otra vez. La cara de su madre despidiéndolo resonaba en su mente. –¡Takeru!, ¿Dónde estás, Takeru? Las comisuras de sus ojos le dolían con una sensación de ardor. Sintió su pecho como si fuera aplastado por la pesada carga de la preocupación. Si no lograba encontrar a Takeru…

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Fue entonces que oyó una voz tímida. –¿Yama…to? –¿Quién está ahí?– soltó Yamato, deteniéndose bruscamente. Aunque no podía ver a nadie a su alrededor, un muñeco de peluche color castaño con un cuerno en la cabeza cayó al suelo a su lado. Yamato no estaba seguro de como lo hizo, pero parpadeó y… –Eres Yamato… ¿verdad?– su boca se movía al sonido de las palabras, como si se tratase realmente de un ser vivo. –¿Eh…? Yamato no tenía idea de lo que estaba sucediendo, pero todavía le quedaba bastante de su ingenio para no creer que un peluche hablara. Buscando frenéticamente a su alrededor dijo… –¿Quién eres? ¡Sal de ahí! Y fue entonces cuando, como para confirmar su existencia, el juguete de peluche brincó. –¡Soy yo, Yamato! ¡Tsunomon! ¡Te he estado esperando durante mucho tiempo! Yamato quedó boquiabierto. Tsunomon habló. –Estás buscando a Takeru, ¿verdad? ¡Te llevaré con él! Estoy seguro que Tokomon lo encontró.

***

Sora se quedó inmóvil. Si ver al extraño animal de color rosa con una flor azul decorada en su cabeza no bastaba, si lo fue que le hablara. Consideró pedir ayuda a gritos, pero sería terrible provocar que la criatura se alterase. El animal habló una vez más. –¡Yo siempre, siempre, siempre he estado esperándote, Sora!– dijo con entusiasmo. Sus palabras eran claras y comprensibles. – ¡Es por eso que estoy tan feliz de conocerte! La cosa retorció las numerosas protuberancias debajo de su cabeza (que no podían decirse si eran pies o tentáculos) para acercarse a Sora, quien de inmediato dio un paso atrás. –¡N–No te me acerques!– gritó Sora histéricamente, con una voz diferente a la de siempre. Con su flor decayéndose al oír esas palabras, el animal dijo con tristeza… –Sora… ¿me odias?

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–N–No es que te odie. Es simplemente…– Sora tartamudeó frenéticamente mientras mantenía la distancia. ¿Qué demonios eres? –Soy Pyocomon. Ya te lo he dicho. – No, lo que estoy preguntando es, ¿qué es Pyocomon? –Pyocomon es Pyocomon– dijo simplemente. –Al igual que Sora es Sora. Contemplando a Sora desde abajo, parecía un bebé hambriento por el amor de sus padres. Además de que el corazón de Sora no podía evitar su expresión, se sentía incómoda. Aunque lo negara, sus grandes ojos juguetones despertaban sus instintos maternales. Mordiéndose los labios, Sora dejó escapar un profundo suspiro. –Muy bien, de acuerdo– dijo resignadamente. La ternura que sentía por esos brillantes ojos azules le había robado la cautela. –En todo caso…al menos estoy segura de que por aquí te llaman Pyocomon.

***

Frotando una hoja entre sus dedos, Koushiro murmuró otro “¡Que misterioso!” –No es una hoja de verdad….es similar a la hierba de plástico que se ve en las cajas Bentō, del tipo que se venden en las tiendas– observó. –Sin embargo, estoy muy impresionado de ver algo tan sofisticado como esto. Se encontraba en un bosque considerablemente extenso. Las ramas de los árboles tenían hojas sobre hojas adosadas, y aunque no fuese una tarea difícil de lograr, debió costar mucho trabajo replicar todo y hacer parecer realista el bosque. Cualquiera habría estado de acuerdo con Koushiro en que habría sido económicamente más barato plantar árboles reales en su lugar. No eran solo las hojas. Las piedras a sus pies parecían cubos grises de azúcar que se aplastaban fácilmente, y la tierra sólida se veía como caramelo oscuro resistente. –Así que, permíteme preguntarte otra vez…– dijo Koushiro a la elaborada criatura a su lado, que nunca lo había abandonado desde que llegó. – ¿Dices que este lugar se llama Isla File? –Es cierto– respondía la criatura que se hacía llamar Motimon sacando pecho con orgullo. Sus entrañas probablemente estaban compuestas por transmisores–receptores de muy alta potencia. –Debo decir que este parque temático está hecho extraordinariamente bien. –Mm…Koushiro, ¿qué es un parque temático?

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–¿No lo sabes? –Claro que no. Quizá la inauguración del parque había sido hace mucho tiempo, pensó Koushiro, y la persona que hablaba por la máquina (cuyo acento era claramente de la región de Kansai) estaba haciéndose el tonto. Por esa razón, Koushiro dijo –No importa– con una sonrisa indulgente. –De todos modos, Koushiro. Todos están esperando, así que apresurémonos a regresar con los demás. Cuando tocó el cuerpo redondo de Motimon, lo sintió de goma. Tal vez fue creado con la goma espuma que Hollywood utilizaba para sus creaciones. Aunque fuera un proceso bastante caro, probablemente no era dinero para esas personas viendo las extensiones de árboles que habían creado en ese bosque artificial. –De acuerdo, ¿puedes llevarme allí? –Está bien La criatura parecía casi sacada de sí de alegría mientras se desplazaba por el suelo arrastrando los pies. Koushiro dedujo que debía tener ruedas ocultas debajo.

***

En los once años de su vida, Jyou honestamente podía jurar que nunca había tratado con algo tan completa e inexplicablemente raro. Un extraño animal parecido a un experimento fallido entre una foca y un caballito de mar lo venía persiguiendo. Con voz maliciosa, chillaba mientras flotaba en el aire. – ¡Espérame, Jyooou! Se habría podido convencer de que “¡Jyooou!” era un rugido de animal similar a “¡Gyaoo!” o “¡Uwooo!”, salvo por el “Espérame” que era claramente japonés. Tal vez la estructura de sus cuerdas vocales era parecida a la del mynah o a la del loro. Pero aun así, ¿no hablaba la cosa demasiado fluido? Lo que lo condujo a una sola conclusión. –¿Un monstruo? En el momento que lo pensó, Jyou gritó. –¡Eso es imposible! ¡No es real!

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¿Entonces significaba que era un sueño? Al alcanzarlo, el animal frotó inmediatamente la mejilla de Jyou con algo muy parecido a una aleta. De hecho, era exactamente como una aleta. La sensación resbalosa y el olor apestoso a pescado crudo de su aliento, le indicaron que no se trataba realmente de un sueño. Aunque era muy difícil de creer, era la dura realidad. –¿Por qué corres?– gritó su perseguidor. Su existencia había demolido el sentido común que tan cuidadosamente había cultivado a lo largo de sus once años. Jyou solo podía correr por su vida. En todo caso, debió haber sido la primera vez que utilizaba toda su energía para correr de esa manera. Su corazón palpitante sintió que iba a explotar en su pecho. ¿Esa manera de hablar “angustiosa” no debió haber sido una exageración después de todo? Espera, este no es el momento de pensar en eso. Jyou gritó. –¡Por favor, te lo ruego! ¡Vete! ¡Déjame en paz! Su voz estaba tan tensa por el esfuerzo que era casi vergonzoso oírla.

***

–¡Takeru! Con Tsunomon guiándolo a través del bosque, Yamato se encontró con Takeru en el camino con cierta brusquedad. –¡Ah, hermano! Takeru corrió alegremente hacia él. Yamato buscó las lágrimas en la cara de Takeru, pero no las encontró. Estaba seguro que Takeru habría estado llorando desconsoladamente sin él a su lado. Entre sus brazos sostenía… ¿una alcancía? No, ¿un Katoributa? Era un objeto con una cómica forma regordeta. Al darse cuenta adónde iba dirigida la mirada de Yamato, Takeru respondió. –Ah, déjame que te lo presente. Es Tokomon.– y acercó el adorno a la cara de Yamato. –¡Hola, Yamato!– chilló. No era un adorno en absoluto. Al igual que Tsunomon, que lo había guiado hasta allí, era un ser vivo capaz de hablar. –Tokomon dijo que ha estado esperando durante mucho tiempo– Takeru explicó a Yamato. Luego se volvió hacia Tokomon y dijo –¿no es cierto?

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Sonriendo abiertamente, Tokomon aseveró alegremente. –Cierto. Su hermano menor aceptó fácilmente la existencia de esos seres extraños. Yamato sólo permaneció mudo de asombro frente a la capacidad de Takeru de adaptarse rápidamente al entorno. Quizá porque todavía era un niño, cuya creencia en Santa Claus y el Ratón Pérez aún no habían desaparecido. Aparentemente la dura realidad del divorcio de sus padres no había envenenado su alma pura, y Yamato estaba contento de que su pequeño hermano todavía conservara esa inocencia. –Tokomon dijo que hay más de sus amigos por aquí– dijo Takeru con entusiasmo. –También están Koromon, Tanemon, Pukamon, Pyocomon, y quién más… Tsunomon. –Tsunomon…sería yo– dijo Tsunomon, y sus mejillas se sonrojaron tímidamente. –Oh, ya veo. Es un placer conocerte– Takeru saludó con una pequeña reverencia. –Soy Takeru Takaishi. Luego de saludarse, Tsunomon exclamó. –¡Vamos, vayamos con los demás!– y corrió dando brincos. Takeru corrió detrás, cargando a Tokomon aún en brazos. Yamato permaneció inmóvil, incapaz de comprender la situación. La única explicación lógica que podía darse, que sea comprensible, era que se tratase de un sueño. Debía estar soñando estar junto a Takeru en ese mundo de fantasía para poder olvidar temporalmente la realidad. Si ese fuera el caso, entonces probablemente no era una mala idea jugar durante un largo rato. Una tímida sonrisa se formó en sus labios, y corrió detrás de Takeru.

***

Cuando Taichi aterrizó, había perdido el conocimiento luego de coger el pequeño dispositivo que había aparecido del otro lado de la aurora. Ahora el objeto parpadeaba intensamente mientras la luz brillaba. –M–Mmm Finalmente Taichi abrió los ojos, pero no fue la luz intermitente la que lo despertó. Posado frente a su cara había una cosa rosada que parecía un balón de rugby. Alguien le había dibujado ojos grandes color rojo que, inexplicablemente, parpadeaban mientras lo miraban. La mitad inferior de la pelota se abrió para mostrar una reluciente boca grande con pequeños colmillos afilados, y habló… –¡Taichi! ¡Taichi! –Esa cosa habló.

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Inmediatamente el cuerpo de Taichi se puso rígido. –¡H–Hya! ¿Q–Qué diablos? Arrugando sus redondos ojos gatunos, la cosa le regaló una mueca dentuda mientras su cara entera irradiaba felicidad. –¡Taichi, estás despierto! ¡Qué bueno! Y luego intentó saltar a la cara de Taichi. Reaccionando por sorpresa más que por otra cosa, Taichi extendió una mano para detenerlo y se puso de pie a toda prisa. –¿P–Puedes hablar? ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Qué demonios eres?– confundido, Taichi sólo pudo lanzar rápidamente una pregunta tras otra. La pelota de rugby rosada se presentó. –Soy Koromon. –Koromon…Espera, ¿entonces eres Koromon porque eres pequeño y redondo?– preguntó Taichi. –Mm… Koromon no parecía saber de dónde provenía su nombre, por lo que alegremente respondió. – ¡No estoy seguro de eso… pero de todos modos, siempre he estado esperándote, Taichi! Y luego volvió a intentar saltar hacia Taichi. Pero este giró su cuerpo para esquivarlo. –¿Qué quieres decir con que me has esperado? Justo en ese momento, la hierba alta cercana crujió y el joven que conocía del club, Koushiro, asomó la cabeza. –¡Koushiro!– gritó Taichi de alivio. Pero al ver al molusco rosa moverse bajo sus pies, Taichi volvió a exclamar. – ¡H–Hay otro! ¿Qué son estas cosas extrañas? –Se hacen llamar Digimon– contestó Koushiro, encogiéndose de hombros para indicar que también estaba confundido. –Aparentemente este lugar se llama Isla File. ¿Alguna vez has oído hablar de ella? –¿Isla…File? – Taichi nunca la había oído. –Espera, ¿con que esto es una isla? –Eso creo. –Mmm…

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Frotándose el mentón con una mano mientras pensaba, Taichi se acercó a un robusto árbol cercano y trepó tan fácilmente como un mono. Posado sobre una rama, cogió un mini– telescopio del bolsillo de sus pantalones cortos para ver a su alrededor. –Veamos… Frente a él podía ver el bosque extenderse por kilómetros. Lo que había más allá le era confuso. A su izquierda se alzaba una montaña blanca empinada, tan alta que su cima estaba cubierta por densas nubes. A su derecha brillaba un reluciente océano azul; era una imagen perfecta como la de una celebridad posando en la portada de una revista. –Supongo que sí hay un océano aquí…realmente significa que este lugar es una isla… Pensando que debía pedir la opinión de Koushiro, Taichi guardó su mini–telescopio en el bolsillo y saltó del árbol. Fue directo al grano. –Vi un océano, pero puede haber sido un lago. –No importa si se trata de un océano o un lago– dijo Koushiro. –Significa que no estamos en Mikami Keikoku. –Pero aún nos queda el Monte Fuji, ¿verdad? Mira, ¿ves esa montaña de allá?– dijo Taichi, apuntando a la montaña irregular a su izquierda. –No parece ser el Monte Fuji– replicó Koushiro con un suspiro. A su lado, Motimon intervino con voz segura. – ¡Esa es la montaña Mugen! –Es cierto. Taichi y Koushiro intercambiaron miradas dudosas. Ninguno había oído hablar de eso antes. Mientras descifraban algunas cosas, los otros niños pronto se reunieron con ellos. Cada cual fue guiado por su compañero Digimon. Sora y Pyocomon. Yamato y Tsunomon. Takeru y Tokomon. Y, con un grito desgarrador anunciando su llegada… –¡GYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! Jyou apareció. Al reconocer los rostros familiares que había visto en el campamento, Jyou suspiró con alivio. Lamentablemente, quedó impresionado al dirigir su mirada a los monstruos que había a sus pies.

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Perplejo, la cara de Jyou palideció aún más mientras dejaba escapar un gemido. –H–Hay más de ellos. Perdiendo sus fuerzas, se desvaneció en el suelo. Así fue que finalmente el monstruo mutante entre foca y caballito de mar lo alcanzó. Apoyado felizmente sobre la espalda de Jyou, dijo con su aliento a pescado. – ¡Soy Pukamon! Encantado de conocerte. Jyou volteó atónito, como si estuviera viendo al mundo derrumbarse ante sus ojos. Mirando a su alrededor, Yamato preguntó. –¿Estamos todos? Creo recordar a una persona más que estaba con nosotros en el campamento. –¡Oh!– el cerebro de Jyou quebró mientras gritaba. –¡Mimi! ¡Mimi Tachikawa no está aquí!

***

Tanemon estaba teniendo dificultades para responder la pregunta de Mimi. –¿De dónde vengo?– repitió, inclinando la cabeza. –Siempre he estado aquí… Mimi no le creyó ni por un momento. –Eso no puede ser cierto. Sé lo que eres en realidad– insistió. –Así que… ¿de qué planeta vienes? ¡Vamos, dímelo! Mimi nunca había creído en los ovnis. El asunto era apenas un tema de discusión entre sus amigos y familiares. Pero cuando esa extraña criatura apareció delante de ella, y se dio cuenta que no estaba soñando, ¿Cómo más podía explicarlo? Seguramente este ser hecho de hoja debía ser un extraterrestre que venía del espacio exterior. Quiero decir, pensó. El universo es un lugar muy grande. Probablemente no vino de un planeta en nuestro sistema solar, pero sería perfectamente lógico encontrar toneladas de E.T. alrededor de la nebulosa de las Nubes de Magallanes. –Siempre he estado aquí esperándote, Mimi– Tanemon habló como si estuviera apelando a ella. Se meneaba con sus pequeñas extremidades (o al menos Mimi pensó que lo eran) mientras la miraba excusándose. –¿Qué quieres decir con eso? Las finas cejas de Mimi se fruncieron mientras pensaba. ¿Tal vez no era la Tierra después de todo? ¿Quizá la ola que había aparecido frente al campamento era en realidad un ovni? ¿Tal vez los extraterrestres la habían abducido y transportado a billones de años luz de distancia

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para traerla a este planeta, bastante parecido a la Tierra, donde pasaría sus días por el resto de su vida? –¡No quiero eso!– gritó Mimi con voz chillona. – ¡Si es cierto, entonces llévame de vuelta a casa! ¡Llévame de vuelta a casa con papá y mamá en este momento! Mimi era en realidad una chica muy agradable, de buen comportamiento por naturaleza. Era solo que en ocasiones respondía con indiferencia a lo que le estaban hablando. A menudo generaba que mucha gente (incluso sus amigos) se sintiera confundida y no supiese como continuar la conversación. En otras palabras, Mimi se enojaba, lloraba o reía independientemente del tema que estuviera conversando, y la otra persona no sabía qué hacer frente a la situación. Eso era exactamente lo que estaba sucediendo en ese momento. A ojos de Tanemon, Mimi se había molestado al mencionarle que había estado esperándola, y ahora pensaba que esas palabras eran la causa de su ira. El pensamiento la entristeció, porque deseaba el reconocimiento y el aprecio de Mimi más que nadie. Tanemon tampoco era de ahondar demasiado tiempo en el pensamiento lógico. Cuando Mimi gritó, realmente no entendió por qué lo hizo, pero su llanto era cada vez más triste y desdichado. Para expresar esos sentimientos, echó a llorar. –Si me pides que lo haga, yo…– Tanemon se apagó en sollozos Desconcertada por los repentinos lamentos del extraterrestre, Mimi instantáneamente se contuvo. Quizá los extraterrestres del Planeta Tanemon eran realmente muy agradables y simplemente querían ser amigos de los terrícolas. Pese a haber sido elegida al azar por ellos para representar a la Tierra, tratar su propuesta de esa manera sería de muy mala educación de su parte. Sería ridículo creer que este pequeño alboroto llevaría a la Tierra y al Planeta Tanemon a la guerra, pero aun así Mimi creyó que era necesario primero formar relaciones de amistad. –Oh, no llores. Por favor no llores– Mimi dulcemente se disculpó con Tanemon como si estuviera consolando a un niño. –Lo siento. Fue mi culpa. Tienes razón, estoy segura de que las dos podemos llegar a ser amigas. Así que, vamos, seca esas lágrimas. Con su hermosa sonrisa, que había capturados los corazones de muchos estudiantes, tendió un brazo para ofrecerle a Tanemon un apretón de manos. En esa postura, no habría sido descabellado si el hombro de Mimi llevara la insignia de “Embajadora de la Paz Mundial”. –…..de acuerdo. Tanemon dejó de llorar, pero estaba desconcertada frente a cómo responder a la mano tendida de Mimi. Insegura, extendió una hoja de la parte superior de su cabeza y tocó la mano de Mimi tímidamente.

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¡Y el primer contacto conmemorativo entre la Tierra y el Planeta Tanemon había sido un éxito! Pensó Mimi dejando escapar un suspiro de alivio, cuando de repente un fuerte sonido “Vrrrmmmm” zumbó sobre sus cabezas. Debe ser un ovni, pensó Mimi.



EL ATAQUE DEL MONSTRUO ESCARABAJO

¡Kyaaaaaaah! El grito de una chica, lo suficientemente agudo como para hacer un agujero en la seda, llegó a sus oídos. –¡Es Mimi!– gritó Jyou alarmado. Pero al no tener el coraje para tomar la iniciativa, se volvió hacia Taichi y Yamato para preguntar, titubeante. –¿Q–Qué creen que le haya sucedido…? En vez de responderle, Taichi echó a correr. Había oído el grito de Mimi proveniente desde su derecha, en dirección al océano. –¡Espera, Taichi! –¡Taichi! Sora y Koushiro fueron tras él. Yamato se retrasó porque pidió a Takeru que se subiese a su espalda primero. –¡Esperen! ¡Yo también voy!– al final, Jyou los siguió a la zaga. Mimi, junto a un pequeño Digimon que parecía un bulbo de planta adherido a sus talones, se dirigía directo hacia ellos. –¿Qué sucede?– preguntó Taichi, cuando detrás de Mimi se oyó un atronador “Vrrrmmmm”, trayendo consigo una repentina ráfaga de viento que dispersó hojas por todo el suelo. –¿Q–Qué es ese sonido?– preguntó Sora, a lo que inmediatamente Koushiro respondió. – ¡Miren allí arriba! ¡Hay algo en el cielo! Las hojas de los árboles grandes hacían que fuese difícil ver de qué se trataba, pero los gritos de Mimi continuaron. –¡No sé lo que hay ahí arriba, pero tenemos que salvarla!– aprovechando la velocidad de sus apreciadas piernas, Taichi fue detrás de Mimi. Sora se alineó perfectamente a su lado,

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manteniendo el ritmo. No por nada formaban parte del segundo mejor equipo del club de fútbol de la escuela de Odaiba. Koushiro hizo todo lo posible por mantenerse detrás de ellos, mientras que el peso adicional de su hermano sobre sus piernas dejó a Yamato bastante detrás de Koushiro. Jyou venía incluso más atrás. ¡Kyaaaaaaah! Ahora podían ver a Mimi. Quizá ella oyó las voces de los demás y quedó expuesta a la vista de su perseguidor, o tal vez estaba corriendo perdidamente por el bosque y justo los encontró. Cualquiera sea el caso, corrió hacia ellos a toda velocidad y… –¡Ah!– gritaron Taichi y los demás. Evidentemente lo que estaba persiguiendo a Mimi era un escarabajo rojo increíblemente gigante con ojos crueles. El rugido estridente y las ráfagas de viento habían sido provocados por sus enormes alas. –¡Es un monstruo escarabajo!– gritó Koushiro. A su lado, Motimon corrigió. –¡No! ¡Es Kuwagamon!– pero sus palabras fueron ahogadas por el ruidoso zumbido de los aleteos del monstruo. –¡Noooo!– mientras Mimi corría, pudo oír el grueso chasquido de la madera mientras el escarabajo partía las ramas con sus tenazas a medida que se le acercaba. –¡Cuidado! El monstruo mordía como si estuviera probando su mandíbula, acercándose a Mimi lo suficiente como para que ésta pudiera sentir sus colmillos afilados rozar su espalda. Y entonces las tenazas se abrieron ampliamente para dar su mordisco final y el monstruo chilló, anticipándose a la victoria, antes de que Sora corriera frente a Mimi y la arrojara al suelo. Salvaron sus vidas por un pelo: tan cerca estuvieron que el sonido de las tenazas cerrándose sonó ruidosamente a través del canal auditivo de Sora; un pesado sonido metálico como de dos grandes martillos golpeándose entre sí. Luego de asomar la cabeza para asegurarse que el monstruo se había ido, Sora volvió a agacharla y preguntó a Mimi. –¿Estás bien? Ambas tenían barro y hojas secas pegadas en la ropa y el cabello. Mimi no podía creer que aún estuviera viva y se lanzó a los brazos de Sora, rompiendo en llanto asustada. –No, no– dijo Sora con dulzura mientas acariciaba suavemente el cabello largo de Mimi. –Pero… ¡Viene hacia aquí de nuevo!– gritó Yamato. A lo lejos y alto en el cielo, pudieron ver al monstruo escarabajo dando un gran giro en forma de U y su cabeza apuntando en su dirección otra vez. –¿Qué hacemos?– Jyou preguntó a Taichi con pánico en sus ojos. Inconscientemente, Jyou sintió que Taichi era alguien en quien podía confiar. –Que…– Taichi no tenía un plan. Su deseo de derrotarlo antes de que los matase era fuerte, pero no tenía la menor idea de cómo.

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–No tenemos armas con que defendernos…– Koushiro razonó, evaluando la situación. –¿Entonces qué?– Jyou se sacudió de miedo al notar que el monstro escarabajo se acercaba. –¡Corramos!– sugirió Yamato. El peso de Takeru en su espalda lo hizo optar por tomar la defensiva, siempre que mantuviera a su hermano menor a salvo. –¡Muy bien, corramos!– frustrado de no poder pensar en otra opción, Taichi accedió.

***

Vrrrmmm… vrrrmmm… El monstruo escarabajo continuó atacándolos, pero en cada oportunidad, los niños se echaban al suelo y saltaban al pasto crecido, apenas escapando con vida. Aun así, no sabían si podrían seguir huyendo para siempre. En el momento en que bajaran la guardia se convertirían en alimento para escarabajo. Por mucho que desearon creer que las pequeñas criaturas que los acompañaban eran más resistentes que ese monstruo, no pudieron. ¡BOOM! Sus tenazas golpearon la roca y… Vrrrmmm El sonido de sus alas se detuvo. –¡Está bien, se ha ido! Los niños cautelosamente salieron de la sombra del borde de la roca en la que se habían escondido; la mitad frontal estaba hecha añicos por el ataque del monstruo. –Si sólo hubiera una cueva aquí en alguna parte– murmuró Yamato. Volviéndose para mirar hacia abajo a Tsunomon, preguntó. – ¿Conoces alguna? Tsunomon negó con la cabeza, pidiendo sinceramente disculpas. –No, lo siento. –No es tu culpa– Fue Yamato quien acabó sintiéndose avergonzado. –De todos modos, no deberíamos estar aquí. Démonos prisa y huyamos.– dijo Jyou mientras se paraba. Finalmente se había recuperado del pánico de ver al monstruo y, una vez más, se sintió responsable puesto que era el más grande y líder del grupo. Los niños echaron a andar una vez más. Tokomon iba montado sobre el sombrero de Takeru, por lo que podía mantenerse atento a lo que sucedía a sus espaldas. Y entonces exclamó.

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–¡Ahí viene otra vez! De repente, Taichi, que iba delante de todos, se detuvo. –¡Aw diablos! Los niños vieron enseguida lo que lo detuvo. Lo que había por delante no era más un camino, sino un precipicio. –¿Podemos bajar por ahí?– preguntó Sora mientras se asomaba al borde. Debajo había una espesa y oscura selva que le hizo pensar en el Amazonas, con un arroyo serpenteándola. Ni los adultos, y ni hablar de los niños, podrían bajar desde esa altura calamitosa. –¡Ya viene!– gritó Tokomon, dejando al descubierto sus feroces colmillos que nadie habría esperado de su adorable apariencia. –¡Ya basta!– las lágrimas recorrieron las mejillas de Mimi. Como si actuasen por una señal invisible, los Digimon que habían estado en brazos de los niños todo ese tiempo, se zafaron. Comenzaron a regresar por donde vinieron, arrastrándose, saltando o moviéndose con sus diminutos pies. –¿Q–Qué sucede Koromon?– Taichi le preguntó, perplejo. –Si nos van a abandonar, al menos dígannos adonde van. –Nunca los abandonaremos– dijo Koromon, mirando hacia atrás. Su cara lucía una expresión trágica. Koromon y los otros Digimon pasaron detrás de los niños (donde estaban Yamato y Takeru) y se alinearon lateralmente como si fuesen jugadores de fútbol formando una pared corporal para bloquear un tiro libre directo a la portería. –¡Los protegeremos a todos, Taichi! Al decir esas palabras decididamente, Koromon lanzó una mirada feroz al monstruo escarabajo. Sus ojos brillaron con el espíritu desafiante de quien al final recoge el guante.

***

–¡Deténganse! ¡No lo hagan! Taichi y los demás habrían apartado la mirada de haber podido. Pero sus preocupaciones vencieron sus miedos y miraron. Era evidente que esos pequeños Digimon no eran rivales para ese enorme escarabajo, sin embargo, lo desafiaron a luchar. Primero, Koromon y los demás arrojaron lo que parecía burbujas de sus bocas. Quizá esas burbujas eran extremadamente ácidas, porque el monstruo

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inesperadamente perdió el equilibrio y clavó sus tenazas en la tierra. Sin cesar, Koromon y los demás continuaron atacando. Pero una vez que el monstruo escarabajo se reposicionó, los severos golpes que recibieron de sus seis extremidades: alas rígidas y tenazas afiladas, les produjo dos o tres veces más daño que el que le pudieron hacer. –¿Por qué? ¿Por qué hacen esto para protegernos? Sin siquiera chillar cuando el monstruo escarabajo lo golpeó violentamente con un gran tronco de árbol, Koromon saltó hacia el enemigo de nuevo. Lo que le daba fuerzas era su propósito determinado y el deseo de proteger a Taichi. Por supuesto, los otros Digimon sentían lo mismo. Taichi y los demás puede que no lo entiendan, pero nosotros siempre hemos estado esperándolos. Soñábamos que cuando vinieran haríamos muchas cosas juntos. Debemos luchar para que esos sueños se hagan realidad. Y debemos ganar. ¡No hay posibilidad de que abandonemos nuestros sueños en un lugar como este! Pero sabemos lo impotente que somos ahora. No podemos derrotarlo con nuestra fuerza física, nuestra capacidad ofensiva, o incluso con nuestra fuerza de voluntad. Queremos poder. Queremos ser fuertes, fuertes, más fuertes. Taichi gritó, ¡Koromon! Yamato, ¡Tsunomon! Sora, ¡Pyocomon! Koushiro, ¡Motimon! Mimi, ¡Tanemon! Takeru, ¡Tokomon! E incluso Jyou gritó, ¡P–Pukamon! Fue entonces que siete rayos de luz descendieron de los cielos y cubrieron a sus Digimon. –¿Qué es eso? Por un segundo, los niños perdieron de vista a sus Digimon dentro de la luz. –No puede ser… Un instante después los Digimon, que habían logrado la “evolución”, aparecieron frente a ellos. Koromon digi–evoluciona a… ¡Agumon!

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Un Digimon color crema en forma de un pequeño dinosaurio escupió una bocanada de fuego. ¡Flama bebé! Tsunomon digi–evoluciona a… ¡Gabumon! Un Digimon en forma de lobo parado en dos patas lanzó una bola de fuego. ¡Fuego azul! Pyocomon digi–evoluciona a… ¡Piyomon! Un Digimon parecido a un pájaro rosado disparó un espiral de un fuego misterioso. ¡Espiral mágico! Motimon digi–evoluciona a… ¡Tentomon! El ataque eléctrico del Digimon con forma de mariquita atacó con algo similar a un rayo. ¡Súper trueno! Tanemon digi–evoluciona a… ¡Palmon! Un Digimon verde con hojas rojos en la cabeza estiró sus brazos, convirtiéndose en hiedra para atrapar al enemigo. ¡Hiedra venenosa! Tokomon digi–evoluciona a… ¡Patamon! Un Digimon que parecía un hámster con orejas grandes hinchó sus mejillas tanto como pudo y escupió una bola de aire. ¡Burbuja de aire! Pukamon digi–evoluciona a… ¡Gomamon! Por último, un Digimon que era exactamente igual a una foca gritó llamando a un gran número de peces de diferentes colores, los cuales volaron por los aires de la nada. ¡Marcha de peses! Frente al nuevo poder de ataque, el escarabajo parecía desconcertado. Ya sea por miedo o simplemente porque se había dado por vencido, extendió sus alas y huyó. –¿Q–Qué ha pasado? Aun cómodamente aliviados, los niños no tenían ni idea de lo que estaba sucediendo. Koromon y los demás habían desaparecido y, en su lugar, había siete Digimon desconocidos con moretones por todo el cuerpo mirándolos. –¡Koromon está muerto!– se lamentó Taichi. Los otros niños se unieron a su llanto. Pero uno de los Digimon recién evolucionados (el pequeño dinosaurio color crema que parecía amable y feroz al mismo tiempo) rió, le sonrió a Taichi, y dijo… – Soy Koromon. Ahora que he evolucionado me llamo Agumon. Ese fue el comienzo de sus aventuras. De esta manera, compartiendo risas y llantos, el apoyo mutuo y las discusiones momentáneas, los niños y sus Digimon se embarcaron en un largo viaje.

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¿DÓNDE ESTAMOS?

Era el océano. Taichi miró el horizonte a través de la lente de su mini–telescopio, donde el azul del mar y el celeste del cielo convergían. La sensación de las olas al romper contra las rocas se sentía tan tibia como una piscina climatizada, y el aire olía a sal. Taichi guardó el mini– telescopio en su bolsillo como siempre, pero en el de sus calzoncillos. Sus pantalones cortos, su camisa azul y sus calcetines se estaban secando sobre una roca junto con las camisas verde, naranja y blanca de los otros. Justo en ese momento, el estómago de Taichi se quejó. –Oye, Jyou– preguntó. –¿No tienes hambre? –No– Jyou frunció el ceño, poniendo intencionalmente una mano sobre la solapa del bolso cuadrado a su lado. Estaba lleno de comida para casos de emergencia. –Ya te has comido tu ración de la tarde. Espera a que reparta de nuevo por la noche. Pero no era sólo Taichi que tenía hambre. Sintiendo su estómago vacío retorcerse, Yamato se quejó. –¿Cuándo oscurecerá?– y miró a Jyou como si fuese su culpa. En realidad nadie podía culparlo. El transcurso del tiempo parecía avanzar lentamente. La posición del sol y su sombra no se movían aunque ellos lo hicieran. –Me pregunto qué hora será– Koushiro dijo desamparadamente. Había intentado utilizar su teléfono celular y su ordenador portátil para investigar, pero ninguno de ellos funcionó. Y todavía creía que tenían batería de sobra… –Ella mencionó que era… 35:00 AM, ¿verdad?– dijo Taichi con una sonrisa irónica. De pronto recordó el momento en que llegaron a la playa, cuando intentó utilizar una de las casetas telefónicas para llamar a casa. La persona que atendió del otro lado indicó el tiempo como si fuera una broma. Lástima que no le pareció muy divertido.

***

–Digimon. Recuerdo haber oído esa palabra antes– Taichi dijo a Koushiro mientras deslizaba su recién camisa seca por su cabeza. La sentía arrugada y ligeramente salada. –¿De dónde? –Lo olvidé. Era algo que me llamó la atención. Alguien lo dijo.

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Taichi a menudo era olvidadizo, pero recordó que fue Hikari quien lo había dicho. Estaba casi seguro de que mientras miraban un reporte sobre la anormalidad climática, Hikari había dicho “Digimon”. Decidió no contarlo de momento. –Déjenme contarles mi hipótesis– dijo Koushiro, su espalda se volvió hacia los otros mientras modestamente volvía a ponerse la camiseta seca. –Pienso que este lugar es probablemente un parque temático siendo desarrollado en secreto. –Ya veo– dijo Taichi. –Su propósito puede ser que niños como nosotros puedan disfrutar de una aventura con los extraños Digimon que viven en esta isla. Taichi confundió la palabra “propósito” e hizo una mueca extraña, pero decidió no interrumpir. –Tal vez hayas oído la palabra “Digimon” porque su información se filtró por alguna parte…en Internet, por ejemplo. –Tiene sentido– Taichi pensó que podía ser lógico. –Este lugar está probablemente situado en o cerca de Okinawa. Quiero decir, miren el clima y el azul del mar– dijo Koushiro, señalando a su alrededor. –Es eso o estamos en la isla Hachijo. –No importa cual– Taichi se encogió de hombros. –Cualquiera de las dos significa que estamos bastante lejos de los campamentos. –Sí. –Me pregunto cómo llegamos hasta aquí. –La única explicación que se me ocurre es que hayamos sido secuestrados. –¿Secuestrados? –Eso significa que hemos sido raptados. –Oigan, ahora…– dijo Taichi con inquietud. Siempre había visto las noticias televisivas sobre secuestros con aire distante, puesto que su padre era un empleado normal con solo un ingreso modesto. ¡Nunca había pensado que formaría parte de uno! –Dije que se trataba de un secuestro, pero cualquiera de nuestros padres o el comité del campamento debió haber aprobado esto. Si no, es altamente criminal. –Criminal, ¿eh?– Taichi no pudo evitar admirar la variedad de vocabulario de Koushiro. Era la primera vez en su vida que Taichi utilizaba la palabra “Criminal”. Taichi se tranquilizó. Si lo que Koushiro decía era cierto, entonces no estaría mal disfrutar de esta aventura al máximo. Era verdad que al ser atacados por el monstruo escarabajo casi se orina encima del miedo, pero pensar en ello ahora hacía que su corazón latiera con emoción. ¡Si hay más emociones allí afuera tan electrizantes como esta, allá voy!

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Aún no anochecía. Los niños se turnaban para recitar un coro interminable de “Tengo hambre” y “¿Cuándo vamos a comer?”, a lo que Jyou respondía con firmeza “No” cada vez. Pero incluso Jyou sentía profundamente las punzadas del hambre en su estómago. El suministro de alimentos de emergencia que Jyou custodiaba alcanzaba para tres días. El grupo de Jyou tenía seis personas, por lo que seis personas por tres días multiplicado por tres comidas equivaldría a un total de cincuenta y cuatro comidas. También sumaron los aperitivos de la mochila de Takeru y los dividieron por siete personas. Los Digimon dijeron que no necesitaban la comida, lo que fue de gran ayuda. De acuerdo a sus cálculos, todo en conjunto sería suficiente para cuatro días. De todos modos, no estaba garantizado que pudiesen volver a casa en ese tiempo, así que Jyou estaba decidido a hacer durar la comida el mayor tiempo posible. –No les daré nada– como líder, Jyou entendía que debía actuar duro, y a veces intolerante, por el bien de todos. Sora se acercó en silencio a Jyou en ese momento. –Oye, Jyou. A esta altura, el nervioso Jyou comenzaba a sospechar que todos tenían la intención de robarle el suministro de emergencia, por lo que las palabras de Sora le hicieron sentir que estaba a punto de pisar el palillo de un abierto atrapamoscas. Naturalmente respondió… –¿Qué? –Es sobre nuestro suministro de alimentos… ¿podrías al menos darle algo al hermano de Yamato? El resto estará bien. –¿Eh? Jyou buscó al chico de aspecto inocente que permanecía cerca de Yamato todo el tiempo. A la sombra de un guindo en plena floración (¿qué hacia un guindo aquí y creciendo en pleno verano?) Takeru apoyaba su cabeza contra el tronco, luciendo un poco enfermo. A su lado no estaba su hermano mayor, sino Mimi que odiaba broncearse y deseaba refrescarse. Todos parecían estar preocupados por Takeru: Yamato lo abanicaba con un tablón de madera que debió haber recogido en la playa. Jyou lo pensó. También sentía pena por el chico… pero acabaría su liderazgo si se retractara de su decisión. Darles una oportunidad y que pronto todos estuvieran encima de él, simplemente no podía permitirlo. Jyou era muy consciente de su propia personalidad a menudo indecisa. –No– dijo Jyou girando bruscamente la cabeza.

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Sora suspiró. Pensó en pedirle al menos que le devolviese sus aperitivos a Takeru, pero en cambio se calló y caminó en silencio de regreso al guindo donde se encontraban todos. Al enterarse de la conversación con Jyou, Yamato y los demás miraron fríamente a Jyou. ¿Qué era esto, una dictadura? Sintiéndose muy incómodo frente a los ojos acusadores de todos, Jyou cogió el bolso de suministros a su lado y se dirigió a la orilla del mar; donde previamente las chicas habían estado secando sus ropas.

***

En la orilla del mar, el Digimon de Jyou, que había cambiado de forma y nombre (ahora se llamaba Gomamon y parecía un cachorro de foca), chapoteaba felizmente el agua, esparciendo sus gotas por todas partes. –¡Oye, ven, Jyou! Pero Jyou no tenía ganas de responder a la invitación de Gomamon. Se sentó en lo alto de una roca, pensativo. Si hubiese sabido que las cosas resultarían de esa manera, nunca habría ido al campamento. Tendría que haberle hecho caso a su padre y tomado cursos de preparación de verano para sus exámenes de secundaria. Eso habría sido más preferible después de todo. Mientras más lo pensaba, más rabia sentía por el sol, el cielo, el alegre rocío del océano, el salado aire fresco, Gomamon, Sora, Yamato, Takeru y el suministro… Poniéndose de pie abruptamente, se arrancó el brazalete del brazo y lo rompió en pedazos de frustración. El pequeño gesto le hizo sentirse un poco mejor. En ese momento, en las profundidades de la cercana orilla, un hoyo del tamaño de un jardín en miniatura se abrió en la arena, brotando un violento chorro de agua. –¿Q–Qué es eso?

***

¡Gyaaaaaaah! Jyou salió corriendo tan rápido como pudo hacia el grupo bajo el guindo, con una mirada de terror en su cara pálida. Los otros simplemente se lo quedaron mirando.

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–¿Qué sucede?– Mimi preguntó con preocupación, tirando de las cuerdas de su sombrero de diez galones. –Quien sabe– dijo Sora fríamente, recordando la actitud anterior de Jyou. Pero entonces, todos vieron al enorme monstruo rosado acercándose con la boca abierta detrás de Jyou; los tentáculos en su cabeza se retorcían como una errática anémona mientras arrastraba la espiralada concha que llevaba en su espalda. Cualquier resentimiento que habrían sentido por Jyou inmediatamente desapareció. –¡Jyou!– gritó Yamato mientras corría para ayudarlo. Mientras tanto, Sora llamaba a su compañero de equipo. –¡Taichi! ¡Taichi! Mimi solo pudo quedarse allí temblando, con ambas manos cubriendo su boca. Mientras esperaban a Taichi, sus Digimon atacaron. ¡Marcha de peses! ¡Fuego azul! ¡Hiedra venenosa! ¡Burbuja de aire! ¡Espiral mágico! Los Digimon comenzaron a atacar decisivamente, tratando de detener los movimientos del gigantesco cangrejo ermitaño, cuando Taichi y Jyou llegaron. –¿Qué está sucediendo?– gritó Taichi. –¡Es Shellmon!– dijo Tentomon, corriendo para unirse a la batalla. Agumon hizo lo mismo. ¡Llama bebé! ¡Súper trueno! Pero incluso los siete ataques no surtían efecto contra el tamaño colosal de Shellmon. ¡Shuuuuuu! Con un rugido (un extraño, casi fricativo sonido), Shellmon lanzó de su boca un chorro de agua salada. La fuerza del agua arrastró a Agumon y los demás con una gran presión hidráulica. –¡Agumon!– sin saber lo que estaba sucediendo, Taichi corrió en su ayuda. Koushiro gritó. – ¡Taichi, no!– pero su voz no lo alcanzó. ¡Shuuuuuu!

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Posado sobre los Digimon caídos, Shellmon persistentemente continuó escupiendo agua a su alrededor. Las casetas telefónicas en la orilla, que fueron alcanzadas por el ataque arrollador, cayeron una tras otra y se destruyeron. –¡Agumooon! Al ver a Taichi correr sin siquiera percibir el peligro, Yamato gritó. –¡Idiota!– y fue tras él. Justo en ese momento, ya sea intencionalmente o por capricho, Shellmon enrolló la arena de la orilla, arrojándola por los aires. –¡Uwah!– Yamato gritó por sorpresa y dejó de correr. La repentina tormenta de arena lo cegó. Y entonces… –¡Waaaaah!– se oyó gritar a Taichi. La arena se disipó para revelarlo atrapado bajo la espantosa mano de Shellmon. –¡Taichi! –¡Taichi! Uno tras otro, los niños gritaron su nombre. –¡Taichi!– gritó también Agumon debajo del estómago de Shellmon. Pero no importaba cuanto intentase moverse para liberarse, era inútil. –U–Ughhhh… Shellmon acercó la mano que sujetaba a Taichi a la altura de su cabeza. Sus espeluznantes tentáculos amarillos se retorcieron bajo los pies de Taichi. ¿Hay una boca dentro de los tentáculos que absorberá todos mis fluidos y me digerirá? Taichi pensó, sintiendo un escalofrío –¡Taichi! ¡Taichi!– Agumon continúo llorando mientras se esforzaba por soltarse. Lágrimas de frustración recorrían su cara. ¡Tengo que proteger a Taichi, pero no puedo! ¡Si Taichi deseara, si sólo deseara que me vuelva más fuerte…! Varios tentáculos se alzaron, entrelazándose hasta tocar las rodillas de Taichi. Taichi perdió toda esperanza. –¿Yo…voy a morir?– susurró para sí. Sus instintos se negaban a aceptarlo. –¡No…no quiero morir…ayúdame…ayúdame, Agumon! El dispositivo de Taichi brilló inmediatamente. Su indicador subió hasta sobrepasar el punto crítico. Elevándose a un nivel imposible de ver en el mundo digital, se volvió una luz deslumbrante al alcanzar el máximo y explotó en, lo que parecía a primera vista, una voluminosa y desordenada masa de información. El flujo de la información alcanzó una altura que fácilmente podía rivalizar con la galaxia, y sus partículas, que reaccionaban a la luz, comenzaron a caer.

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Cada uno de esos fragmentos resplandecieron al mezclarse y fluyeron. La secuencia de las volteretas de luz se convirtió en una hélice, lloviendo datos sobre Agumon para cargarlo de poder. La información que describía su forma fue reescrita de inmediato, brindándole incluso una consistencia mayor, hasta que un destello de luz lo transformó. Agumon digi–evoluciona a… ¡Greymon! Había sufrido una nueva digi–evolución. La última vez había evolucionado para salvar a sus amigos Digimon, pero ahora era exclusivamente para salvar la vida de los niños. El Greymon que apareció detrás de la luz blanca era tan gigantesco como Shellmon. Se veía feroz, como un verdadero dinosaurio: un macizo dinosaurio de piel naranja. Greymon usó sus garras de tres dedos para agarrar la muñeca de Shellmon, que tenía cautivo a Taichi. Apoyó el cuerno que sobresalía de su cabeza a la altura de la mitad de su cara, sobre el cuello de Shellmon. ¡Shuuuuuuu! Sus gritos esta vez no eran de regocijo, sino de dolor. Mientras Shellmon se retorcía, Greymon liberó a Taichi de las garras de Shellmon. –G–Gracias– dijo Taichi a Greymon. Greymon gruñó y se enfrentó a Shellmon, quemando el manojo de tentáculos que habían asustado a Taichi con una abrazadora bola de fuego, lanzada a quemarropa. ¡Shuuuuuu! Un olor nauseabundo emergió de los humeantes tentáculos, y Taichi se cubrió la boca y la nariz. Antes de que Greymon pudiese intentar expulsar más fuego, Shellmon se escabulló rápidamente en el mar pese a su tamaño. Enfurecido, desaparecía en las profundidades del agua, vociferando las amenazas inútiles de un perdedor. Yamato y los demás, que habían estado observando desde lejos, suspiraron aliviados. Entonces Mimi vio algo por encima de sus cabezas y susurró. – ¿Qué es eso? Sora siguió su mirada. Un objeto negro parecido a un platillo volador pasó zumbando de derecha a izquierda, abandonando la costa. –Oh, es un ovni– dijo Mimi, convenciéndose. Pero Sora no lo creyó. El objeto era redondo, pero también puntiagudo. Parecía más un engrane.

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CAPÍTULO II -Isla File-



ENGRANES NEGROS

De lo único que estaba seguro era que no estaban en un parque de diversiones. Había pasado casi una semana desde que llegaron a ese extraño lugar y habían caminado muchos kilómetros sin encontrar una salida. Si esa extensa área era realmente un parque temático, Koushiro estaba seguro que habría al menos oído hablar de él en las noticias. Además, pensaba mientras miraba a Tentomon volar a su lado. Y pensar que criaturas como esta viven aquí… Sintiendo su mirada, Tentomon se la devolvió curiosamente con sus ojos verdes. –¿Qué te sucede, Koushiro? ¿Hay algo en mi cara? –Ah, no. No es nada. Era una gran mariquita que podía envolver sus brazos. No solo eso, sino que Tentomon hablaba el dialecto de Kansai y podía transformarse en un ser más grande, tal como lo hizo Agumon. ¿Cómo podían hacer eso, y que los llevó a vivir en este lugar? Esos últimos días, los niños no habían hecho más que vagar, buscando una manera de escapar de ese lugar y regresar a casa. No obstante, en lugar de encontrar otros humanos, se toparon con un gran número de diferentes seres que fueron clasificados como “Digimon”. Había uno que parecía un dragón, otro un robot, un oso de peluche de dos pisos de altura, y una bola de fuego con forma humana. Cada vez que los niños corrían peligro, sus Digimon evolucionaban para defenderlos de alguna manera. Incluso el Tentomon de Koushiro evolucionó, convirtiéndose en un rinoceronte volador del tamaño de un pequeño camión. Sin embargo, tal vez porque mantener esa forma requería de una gran cantidad de energía, Tentomon regresaba al tamaño anterior después de cada batalla. Por razones inexplicables, Tentomon no regresaba más a su nivel bebé: Motimon. Lo mismo sucedía con el resto de los Digimon. Los únicos de los siete Digimon que aún no habían evolucionado eran el Digimon de Jyou, Gomamon, y el de Takeru, Patamon. –Me pregunto por qué lo llaman “evolución”– reflexionó Koushiro, expresándole sus pensamientos a Tentomon en ese momento. –Quiero decir, la evolución normalmente consiste en el cambio lento de una especie por el correr del tiempo. Los cambios a los que tú y tus amigos se someten son más bien transformaciones. Cada uno se transforma en algo demasiado enorme para ser una evolución.

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–Bueno, yo no conozco la respuesta– respondió Tentomon. –No puedo explicarlo, pero de lo único que estoy seguro es que no es una transformación, sino una evolución. Mientras caminaban, Koushiro le preguntó a Tentomon muchas cosas sobre la región y los Digimon. Mientras lo hacía, no pudo evitar reírse de sí mismo. Nunca antes había hablado tanto con un extraño, menos si éste no era un ser humano. En los días anteriores al campamento, normalmente evitaba tomar la iniciativa de hablar con otras personas en la escuela. No le gustaba involucrarse con nadie. Especialmente cuando ni siquiera sabía en qué mundo se encontraba. Como cuestión de rutina, sus compañeros de clase rara vez tenían la oportunidad de hablar con él. Muchos pensaban que era difícil acercarse, y Koushiro personalmente no encontró inconveniente no hacer algo al respecto para que pensasen lo contrario. Taichi Yagami era una de las pocas excepciones. Dado que el plan de estudios de su escuela tenía como asignatura educación física, Koushiro se vio obligado a elegir un club. Fue mera casualidad que haya escogido el club de fútbol. No tendría que tratar con las personas una por una si estuviera en un club que enfatizara el trabajo en equipo en lugar del individual, y los pases en el fútbol parecían más sencillos que los del béisbol. Sintió que en el club de fútbol no tendría que cambiar su manera de relacionarse con los demás. Taichi era una estrella en ese club de fútbol. No era que fuera extremadamente locuaz, pero si trataba a todos sin discriminar, como iguales. Esa actitud no había cambiado, incluso hacia Koushiro. Si Taichi no lo hubiese invitado, Koushiro estaba seguro de que nunca habría ido a un campamento de verano.

***

Caminaron mientras contemplaban la empinada montaña Mugen a su derecha y el océano a su izquierda. La dirección del sol había cambiado durante su viaje, por lo que sabían que habían estado rodeando la isla: es decir, si ese lugar realmente era una isla. Supusieron que el sol salía del este, por lo que deberían estar en la parte más septentrional de la isla en esos momentos. Como si la tierra quisiese hacerse notar, la temperatura había descendido considerablemente. Solo habían caminado varios días desde la playa, que creían estaba en la costa sur, para llegar a una zona nevada. ¿Acaso existe algún lugar así en la Tierra? –Tengo hambre– dijo Mimi al poco tiempo de jugar, a lo que Jyou respondió con irritación. –En lugar de decir eso todo el tiempo, ¿Por qué primero no pruebas buscar comida por tu cuenta? El suministro que Jyou llevaba se había acabado hace tiempo. Inmediatamente después del incidente de Shellmon, toda la comida había sido utilizada para alimentarlos a todos.

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Para bien o para mal esta isla (aunque Jyou no lo aceptaba de momento) estaba llena de cosas que se podían comer. Aunque fuese difícil de creer, tuvieron electricidad, se encontraron con máquinas expendedoras que efectivamente funcionaban, un almacén repleto de comida dentro de una deshabitada cabaña, plantas silvestres, y un montón de otras cosas que no conocían pero que eran comestibles. Los Digimon estaban tan familiarizados con ese tipo de comida y los niños nunca tuvieron problemas teniendo que comer y beber todos los días. Por supuesto, sin los conocimientos de sus Digimon, no se habrían adaptado tan fácilmente. Jyou no podía recordar exactamente lo que había aprendido de la lectura de los libros para adultos sobre supervivencia en una isla, así que agradeció la ayuda de los Digimon. Pero ahora… –¿Qué sucede contigo?– continuó. –¿no te das cuenta de la situación en la que estamos en este momento? ¡Tenemos que encontrar a los adultos rápidamente y conseguir que nos ayuden a salir de este lugar, tenemos que encontrar un lugar donde dormir esta noche, y no podemos simplemente acostarnos en un lugar tan frio como este, tenemos que hacer una fogata antes de que baje el sol! ¡Hay tantas cosas que debemos hacer, sin embargo, todo lo que haces es quejarte! –Oh. He hablado de más– antes de que la conciencia de Jyou pudiera ponerse al día con su boca, y fuese cruenta por ser tan dura, Mimi comenzó a llorar. –Pero, pero, pero…– se lamentó. Mimi continúo sollozando hasta que oyeron a Sora gritar que había encontrado comida. Sora inhaló para alzar la voz lo suficientemente alto como para silenciar el llanto de Mimi. La comida calentando sus estómagos (o para ser más exactos, las provisiones que Sora había encontrado en un refrigerador) les agradó a todos. Felices, se reunieron alrededor de la nevera. Jyou fue el último en llegar. Incluso durante la cena, Jyou guardó silencio.

***

La luz radiante del sol se filtraba por la entrada de la cueva en la que habían dormido, trayendo consigo un nuevo amanecer. La nieve amontonada afuera hacía que las cosas pareciesen más brillantes de lo normal. Como los siete niños se agruparon dentro de una cueva para pasar el frio la noche anterior, no tardaron en darse cuenta que dos de sus compañeros habían desaparecido. Jyou y Gomamon se habían ido. Todos quedaron asombrados a la vez. Fue Sora quien encontró la nota colocada cerca de la entrada de la cueva. Una roca había sido colocada encima para que el viento no la soplase.

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“Voy de camino a la montaña para ver si realmente este lugar es una isla. Por favor quédense aquí y espérenme.” La montaña Mugen se alzaba frente a sus ojos desde el campo de nieve en el que ahora se encontraban. Dado que parecía una torre empinada, les había parecido drásticamente alta, pero ahora que estaban más cerca, podían ver que no era tan alta como lo imaginaron en un principio. Aun así, eso no significaba que fuera una montaña fácil de subir para Jyou y su pequeño Digimon, que todavía no había podido evolucionar. –Debió haberse sentido mal por lo que sucedió anoche– susurró Sora. Lo haya oído o no, Taichi dijo. –De todos modos, es peligroso estar sólo allí arriba. Vayamos a ayudarle. Con el Digimon de Sora, Agumon y yo podemos llegar rápido. Ustedes podrán alcanzarnos después. Sus decisiones eran tan rápidas como la velocidad de la luz en momentos como este. Taichi generalmente actuaba sin dar explicaciones detalladas, pero su razonamiento era el adecuado. Piyomon digi–evoluciona a… ¡Birdramon! El Digimon de Sora, Piyomon, que siempre actuaba como un niño mimado, ahora había cambiado a un gran pájaro de fuego. Como cabría de esperar de las llamas envueltas alrededor de su cuerpo, la temperatura era demasiado alta como para que cualquiera pudiese montarla. Pero Sora, Taichi y Agumon podían colgarse de sus garras. Era la única parte que Birdramon tenía en común con un ave. Colgado con Agumon sobre una de las patas de Birdramon, como si estuviese montado en un teleférico, Taichi miró hacia atrás y gritó. – ¡Bueno, Yamato, te los encargo mucho! –¡De acuerdo! ¡Déjamelo a mí!– respondió, pero cuando Yamato se volvió, no pudo evitar dejar escapar un breve suspiro. Allí estaba su hermano pequeño, el niño de cuarto grado que casi ni hablaba junto a su Digimon, y la compañera de clases que decía en voz alta todo lo que estaba pensando. La montaña Mugen se alzaba delante de sus ojos.

***

Pero en realidad, la montaña incorporaba un largo y deteriorado camino hacia su cima, y no era posible que un estudiante graduado de primaria la pudiera alcanzar. Gomamon saltaba constantemente junto a Jyou. Su cuerpo blanco era exactamente como el de una foca, incluyendo sus aletas, por lo que su forma no parecía la más adecuada para ese espacio rocoso. Sin embargo, no se quejó durante el ascenso. De hecho, continuaba haciendo comentarios picantes como: ¡Jyou voy a dejarte atrás si no te apuras en subir!

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–¡Mira quién habla! ¡Te dejaré atrás si te caes!– replicó Jyou, mientras pensaba que nunca le había hablado tan descaradamente así a sus compañeros de escuela. –De todos modos, es fantástico que haya empezado a hacer calor desde que comenzamos a subir esta montaña. –Soy lo suficientemente fuerte como para soportarlo. El dúo se contuvo el uno al otro a lo largo del ascenso. Jyou no lo supo en ese momento, pero lo único que lo distrajo de sentirse desanimado por escalar una montaña desconocida fue el constante parloteo de Gomamon. Una parte de la ladera de la montaña se abrió sin hacer ruido. El interior era como una cueva, pero al no haber luz en él, no podía decirse cuan profunda era. Lo único que se podía ver era una oscuridad que parecía estar saturada de maldad. Algo negro salió disparado de su interior, y la montaña volvió a unirse. Su grieta no podía verse por ningún lugar.

***

Gomamon fue el primero en verlos. ¡Oye, mira! ¡Engranes negros…! Sin pensarlo dos veces, Jyou se escondió detrás de Gomamon. Muchos de los Digimon que los habían atacado esos últimos días tenían un engrane negro atrapado en el interior de su cuerpo. Los engranes negros les hacían perder la cordura y los volvía violentos. Para quitárselos necesitaban ser atacados con una cantidad considerable de energía antes de ser destruidos. Ninguno de los niños sabía de donde provenían y cuál era su propósito, pero ahora Jyou podía decir. –Salieron volando desde esa montaña… Miró a Gomamon. –No soy tan estúpido como para esperar que una de esas cosas se me pegue– dijo Gomamon, respondiendo a la tácita preocupación que Jyou sentía. Se volvió. –¡Bueno, vamos, Jyou! Todavía queda un largo camino por delante. Un engrane atravesó las nubes mientras volaba a media altura de la montaña. Con una curva cerrada, se introdujo en la espalda de un Digimon que se encontraba en pleno descenso del cielo (con tanta fuerza que la mitad del engrane sobresalía del cuerpo del Digimon). Los engranes negros no podían estar completamente hechos de una sustancia sólida. La espalda del Digimon no daba indicios de dolor ni de sangre. Lo único que cambió fueron sus ojos (aunque solo se alcanzaba a ver el cristal, puesto que llevaba algo parecido a un casco de soldadura) que brillaron extrañamente con una luz malvada.

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Además de que el camino de la montaña estuviera desgastado, también era empinado. Sin embargo, ni siquiera Mimi se quejó. No era un error que todos pensasen en Jyou. Cada uno de ellos era consciente que había contribuido a que sintiera la obligación de subir solo por su cuenta. Yamato y los demás llegaron a mitad del camino cuando vieron a Taichi y los otros junto a Jyou participando de una batalla. –¡Por allí! ¡Birdramon está a punto de caer!– gritó Takeru, que iba por delante de ellos. –¡Greymon está allí también! ¡Ah, está tratando de atacar al Digimon que se parece a un caballo!– dijo Koushiro, señalando a un Digimon volando por los cielos. Entre los huecos de los árboles pudieron ver a Greymon lanzar una bola de fuego. Pero el camino estrecho de la montaña no le era lo suficientemente amplio como para mantener en equilibrio su gran contextura. El Digimon que creían era el enemigo era un caballo volador blanco. Batiendo sus alas, rápidamente cambió su curso en el aire y disparó una luz blanca de su boca. Greymon perdió el equilibrio y cayó. –¡Greymon!– gritó Yamato. Cuando Greymon se compuso, aterrizó en un lugar más abajo que era mucho más amplio que el anterior. Fue allí que vieron las alas de fuego de Birdramon. Resplandeciendo, se hizo más pequeña y regresó a ser Piyomon. Ella debió haber gastado una cantidad colosal de energía para llegar a la montaña. Taichi fue tras Greymon, deslizándose por la pendiente. Yamato y los demás no podían verla, pero Sora debería de estar allí también. El caballo volador comenzó a atacar en esa dirección. –¡Gabumon, vamos!– Yamato llamó a su Digimon. Al evolucionar, Gabumon tenía una enorme fuerza de combate pero no podía volar. No estaba seguro si lo lograrían a tiempo, y no había posibilidades de que abandonara a Takeru y a los demás. –¡Adelantémonos!– dijo Koushiro a Tentomon. Cuando Tentomon evolucionó, Koushiro pudo volar fácilmente montado en su cabeza. Pero aún había un problema. Si el Digimon de Yamato cargase con Takeru, Koushiro debería llevar a Mimi y Palmon. El peso adicional reduciría en gran medida la capacidad ofensiva de Kabuterimon. Después de todo, ese caballo volador se movía a una velocidad increíble. Kabuterimon no podría eficazmente lidiar con él con tantas personas sobre su cabeza. Aun así, no podían dejar a Mimi sola; eso era obviamente muy peligroso. Al no llegar a una decisión luego de deliberar sobre qué hacer, Yamato y Koushiro se miraron. Mimi, que había estado mirando asombrada hacia arriba, alzó la voz. – ¡Ah! ¡Es el superior Jyou!

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Volteando sus cabezas, tanto Yamato como Koushiro vieron a Jyou saltar desde el acantilado. Se había lanzado a la espalda del caballo volador. –¡Es peligroso! Solo por poco Jyou lo consiguió. Estaba agarrado firmemente sobre algo en la espalda del Digimon. –¡Intenta quitarle el engrane negro! –¡No! ¡Cuidado!– gritó Mimi. Incapaz de resistir el zarandeo del caballo volador, Jyou fue lanzado por los aires. Entonces Gomamon saltó por el acantilado. Una luz salió disparada desde donde los niños no pudieron ver, y al alcanzar a Gomamon, lo hizo brillar y lo transformó en algo más grande. Gomamon digi–evoluciona a… ¡Ikkakumon! Se convirtió en un Digimon tan grande como Greymon. Su cuerpo estaba cubierto de largos pelos blancos. Ikkakumon se encontraba sobre una cornisa un poco más arriba que en donde estaba Greymon. Jyou aterrizó con un leve rebote sobre su espalda. –¡Ah! ¡Disparó un cuerno! Yamato y los demás estaban tan sorprendidos como Takeru. El cuerno era propulsado como un cohete por el aire, con fuego en el extremo de su cola. El caballo volador lo esquivó, pero el cuerno que parecía que iba a estrellarse contra el suelo, se abrió para revelar su verdadero misil interior. El misil, que era quien estaba escupiendo el fuego, cambió de dirección para apuntar directamente al lomo del caballo. Avanzando rápidamente, como si estuviera siendo atraído hacia su objetivo, explotó en la espalda del caballo volador. De su interior se desprendió la silueta de un engrane negro que voló por el aire y se pulverizó. –¡Lo logró! ¡El Digimon de Jyou es genial! Mientras Takeru y los otros se alegraban, se volvieron para ver a Jyou y se encontraron con que un nuevo cuerno había vuelto a crecer encima de la cabeza de Ikkakumon. No podían ver la expresión de Jyou desde tan lejos, pero estaban seguros de que él también estaba feliz.

***

Pero cuando los niños se reencontraron, Jyou lucía más deprimido que antes. Cuando el grupo de Yamato finalmente se unió a los otros en la cima de la montaña, Jyou estaba de rodillas en el suelo. –¡Este lugar era realmente una isla! ¡No importa hacia donde caminemos, no podemos escapar de aquí!

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La cima de la montaña era tan ancha como un gimnasio y podían ver todo a su alrededor desde allí: tanto lo que habían recorrido como del otro lado de la montaña. No importaba donde fueran, el mar se extendía infinitamente hacia el horizonte. No encontraron algún otro continente u otras islas por ninguna parte. De repente desearon haberles hecho caso a los Digimon. Las cosas habían sido más fáciles.¿Tenían que seguir viviendo el resto de sus vidas en esta isla o tenían que continuar esperanzados de que alguien viniese por ellos? Y aun así, ¿Cuánto tiempo tendrían que esperar? –De todos modos, debemos bajar. No hay manera de que podamos dormir aquí esta noche– dijo Taichi mientras miraba hacia abajo con su mini–telescopio. –¡Ah! ¡Hay una casa! Se ve bastante grande. Jyou, sorprendido, levantó la cabeza, pero inmediatamente se preguntó si Taichi sólo lo había hecho para animarlos a todos. –Oh, no me creen, ¿verdad? Estoy diciendo la verdad. ¡Allí, miren!– al minuto de quitar el mini–telescopio de su ojo, Taichi no podía encontrar otra vez en donde estaba la casa. –Está bien– dijo Jyou sin entusiasmo. –No tienes que hacer algo así que nos llene de esperanzas inútiles… Al final no se puso de pie. Tampoco Takeru y Mimi se habían recuperado del ascenso por la montaña. Agumon, Gomamon y Piyomon estaban comiendo para recuperar energías después de la batalla. Si las cosas hubiesen continuado de esa manera, habrían tardado en comenzar su descenso por la montaña. Afortunadamente o desgraciadamente para ellos, no se quedaron allí por mucho tiempo. ¡Gwehehehehe! Un demonio verde apareció en el camino que Yamato y los demás habían utilizado para subir. Su cara era dos veces más grande que una máscara Namahage, pero igual de salvaje. Si no hubieran visto su boca moverse y hablarles con saña, podrían haber pensado que era un adulto normal con una máscara. ¡Finalmente los he atrapado! ¡Están todos muertos! La mitad superior del cuerpo del demonio era verde. Sus hombros musculosos parecían tan grandes como pequeñas colinas, mientras que sus brazos eran tan largos como los de un ser humano. Su puño parecía cinco veces más grande. Su mano derecha sujetaba un gran garrote que parecía hecho de hueso. Blandiendo el garrote, la piedra a su lado se convirtió en partículas de arena. El sonido fue como el de una explosión. Al oírlo, los niños reaccionaron por primera vez. –¡Corran!

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No sabían qué clase de persona era el demonio, pero si sabían que eran su objetivo. Dirigiéndose hacia el extremo opuesto de la cima, Sora gritó. –¡Hay un camino por aquí! Guiados por ella, todos descendieron corriendo por el camino como si estuvieran rodando hacia abajo. Luego de asegurarse que los más lentos del grupo, Mimi, Takeru y Jyou estuvieran delante de él, Yamato cerró la marcha. El demonio deambulaba tranquilamente detrás de ellos, pero no podían predecir qué tan rápido podía ser una vez que comenzara a correr. –Gabumon, puedes evolucionar en cualquier momento, ¿verdad? –¡Sí! ¡Siempre que tú lo desees! Luego de un rato, vieron que Sora y los demás se habían detenido por delante de ellos. Otra figura con forma humana estaba bloqueando el camino. No era verde en esta ocasión, aunque tenía un cuerpo cubierto con muchas cicatrices que lo hacían parecer mucho más resistente que el demonio verde. Lo que es más, no podía ser un ser humano después de todo, puesto que desde el cuello hacia arriba tenía la cabeza de un león. –¡Es Leomon!– viendo la expresión preocupada de Takeru, Patamon dijo tranquilizadoramente. –¡No te preocupes, Leomon es un Digimon de la justicia! –Es muy fuerte, pero es un Digimon bueno– agregó Piyomon. Por lo que no era un humano, sino un Digimon. Y lo que es más, un Digimon bueno. Sora y los demás sonrieron aliviados… Es decir, hasta que Leomon puso una mano sobre la espada envuelta en su cintura y dijo. – Niños elegidos…………..morir. Las palabras sonaron en tono bajo y marchito, pero Sora pudo oírlas claramente. Desenvainando su espada con un brusco movimiento, Leomon adoptó una postura de combate. No sabían qué y quiénes eran los “niños elegidos”, pero sí que ese Digimon también tenía la intención de matarlos al igual que el demonio verde. Hablando de eso, el demonio verde los acorralaba por detrás. No había manera de escapar de la montaña. El sonido del garrote golpeando una roca y una risa áspera podían oírse a sus espaldas, mientras que el Leomon de enfrente comenzaba a avanzar directo hacia ellos. La espada de Leomon desprendía un brillo opaco. Su paso era sorprendentemente lento. –¡Agumon digi–evoluciona ahora!– estimulados por la voz de Taichi, todos los Digimon evolucionaron al mismo tiempo. Agumon digi–evoluciona a… ¡Greymon! Piyomon digi–evoluciona a… ¡Birdramon! Palmon digi–evoluciona a… ¡Togemon!

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Greymon se paró frente a Leomon, mientras que el pájaro de fuego, Birdramon, sobrevolaba por encima de ellos. Al lado de Greymon había un cactus con brazos y piernas preparándose en posición de combate. Era la forma evolucionada del Palmon de Mimi, Togemon. Gabumon digi–evoluciona a… ¡Garurumon! Tentomon digi–evoluciona a… ¡Kabuterimon! Gomamon digi–evoluciona a… ¡Ikkakumon! Ante el demonio verde estaba Ikkakumon, que acababa de evolucionar, agitando su cuerno en la cara de su oponente. Junto a él había un enorme lobo azul, que era la evolución del Gabumon de Yamato, Garurumon. Zumbando sobre sus cabezas estaba el gran rinoceronte volador, que era la evolución de Tentomon, Kabuterimon. Frente a las probabilidades de seis contra dos, Leomon y el demonio verde dejaron de avanzar. Cada uno de los Digimon de los niños era más grande que el tamaño de un humano. Incluso el más pequeño de ellos, Togemon, era dos veces más grande que Leomon. Greymon fue el primero en atacar. Justo cuando estaba a punto de abrir su boca para lanzar una bola de fuego, el sonido de una explosión se oyó por sobre sus cabezas. La roca cerca de la cima comenzó a desmoronarse. Si no hacían algo, Taichi y los demás serían arrastrados por una avalancha de la que no podrían escapar. Greymon escupió fuego, mientras Garurumon disparaba un largo torrente de llamas pálidas de su boca. Birdramon desplegó sus alas majestuosamente, lanzando una serie de pequeñas bolas de fuego. Ikkakumon liberó consecutivamente un cuerno explosivo tras otro, mientras Kabuterimon formaba una gran bola eléctrica con sus tres patas antes de arrojarla. Las rocas se disolvieron en trozos finos. Una de ellas había escapado al bombardeo de ataques y se dirigía directo a los niños. Fue hecha añicos con un rápido golpe de Togemon, que llevaba guantes de boxeo rojos en sus manos. Las rocas se convirtieron en arena, lloviendo sobre ellos. Cuando finalmente se detuvo, los niños alzaron sus cabezas para ver que tanto Leomon como el demonio verde habían desaparecido del camino de la montaña. –¿Se…han ido?– preguntó Jyou mientras volvía a colocarse los anteojos.



LA MANSIÓN ENGAÑOSA

Caía la noche en el momento en que llegaban al pie de la montaña. Todos pensaban en lo afortunados que habían sido de que Taichi descubriera la casa en el bosque. Los niños estaban

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cansados e incluso sus Digimon, (que nunca parecían quedarse sin energías siempre y cuando hubiese suficiente comida), se desvanecían luego de evolucionar. Al llegar a la casa, encontraron más conveniente decir que se trataba de una mansión o un pequeño castillo: una casa de ladrillos al estilo europeo con tres pisos de altura, sacada de una película. Desde afuera y mirando hacia arriba, incluso las ventanas en el piso del ático parecían tener habitaciones. Abriendo la pesada puerta, entraron a un gran pasillo iluminado por una magnífica lámpara de araña. Eso era de esperar, pero lo que los sorprendió y les hizo correr incansablemente hacia el comedor fue el olor a una deliciosa comida. Después de comer barbacoa medio cocida y lavar frutas todos los días, la comida recién preparada los sorprendió. La mesa estaba llena de platos que, sin lugar a dudas, fueron sacados de una película. Había incluso un baño al aire libre con abundante agua caliente. El baño público en la casa era el único espacio que no encajaba en su arquitectura occidental, haciendo volver a Koushiro a su teoría del parque temático. Lo más desconcertante era que, a pesar de todos los preparativos que había en su cálida recepción, no había ninguna figura humana a la vista. Sin embargo, los niños no tenían tiempo para preocuparse por eso. Luego de llenar sus estómagos con comida parecida a la que acostumbraban, se dirigieron a los baños para quitarse la suciedad y la arena aferrada a las raíces de sus cabellos. Había ocho camas en total en la gran habitación del tercer piso. Las sábanas eran suaves y limpias, como si estuviesen recién lavadas, y las camas eran lo suficientemente espaciosas como para que pudieran dormir junto a sus Digimon. Era la primera vez desde que los siete niños llegaron que se sentían completamente satisfechos. Durante un tiempo, luego de que se zambulleran bajo las sábanas, continuaron con sus alegres conversaciones.

***

–Me pregunto que estarán haciendo mamá y papá. Con las palabras de Mimi, la ansiedad de todos regresó. –Ha pasado una semana, ¿no? Desde que hemos llegado aquí– susurró Taichi. –Me pregunto si realmente saben que estamos aquí– dijo Sora, como si buscara reconfirmar lo que Koushiro había especulado anteriormente. –Bueno, no podemos estar seguro de eso– dijo Koushiro. –Después de todo, este lugar es… Yamato hizo un ruido fuerte mientras se zambullía bajo las sábanas, interrumpiendo las palabras de Koushiro. –Aunque hablemos de eso ahora, no resolveremos nada. Podemos

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especular por el cansancio, pero no podemos averiguar que están haciendo nuestros padres o donde nos encontramos. En lugar de preocuparnos por eso, hay que dormir para estar bien descansados para mañana. –Sí, estoy de acuerdo– dijo Koushiro mientras se quitaba los anteojos y los colocaba sobre la mesa al lado de la cama. Ni Gomamon ni los otros Digimon, que reían alegremente, pudieron romper el profundo silencio. –Mamá… Todos escucharon a Takeru murmurar bajo su almohada. Incluso podría estar llorando. Con esa sola palabra todos se callaron y se cubrieron silenciosamente con las sábanas. Taichi se dio cuenta de algo. Yamato sabía que Takeru se pondría triste cuando comenzaran a hablar de sus padres, por lo que intentó evitar que continuaran con el tema. Mientras Taichi miraba al dúo de rubios durmiendo en cama separadas a su lado, pensó en el momento en que habían llegado al campamento. Al principio no sabía que eran hermanos. Por el tiempo que lo conocía, Taichi siempre había creído que Yamato era hijo único. Fue después de haber llegado a la isla que descubrió que el niño era el hermano menor de Yamato. Fue incluso más tarde que se enteró de que sus padres se habían divorciado y que vivían en lugares diferentes. Justo después de que Yamato se lo contara, Takeru fue atacado por un Digimon dragón, y Yamato arriesgó su vida para salvarlo (actuando mucho más imprudente de lo que normalmente se hubiese esperado de él), poniéndose en peligro en su lugar. En ese momento Gabumon (que ahora dormía acurrucado junto a Yamato con su pellet de piel) se transformó, quiero decir, evolucionó a un gran lobo y… Espera un minuto. Creo haberle preguntado alguna vez a alguien si Yamato tenía hermanos, pero evadió la pregunta, ¿Fue Sora? Mientras intentaba recordarlo, Taichi sintió que sus párpados se cerraban y sentía más y más sueño. Pudo sentirse dormitar, cuando de repente se despertó sobresaltado por una voz. –Taichi– Agumon le susurró. –Tengo que ir al baño.

***

Tuvieron que bajar las escaleras para llegar a los cuartos de baño en el segundo piso. Taichi esperó impacientemente a que Agumon hiciera sus necesidades, parado en el pasillo de afuera conectado a un vestíbulo grande. Era extraño que los únicos baños se encontraran ubicados en esa gran mansión, pero Taichi estaba mucho más preocupado por otras cosas en ese momento. –Caray, al menos puede ir al baño solo– rezongó y miró hacia abajo en dirección al vestíbulo.

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Una gran luna brillaba allí afuera, su luz se filtraba por las ventanas y acababa en una pintura colgada al final del vestíbulo. –¿Eh? Taichi notó que algo era diferente desde que habían llegado por la tarde. –¿No se supone que hay una pintura de un ángel allí? En el interior del marco, que era bañado por la luz pálida, había una pintura de un ángel arrodillado frente a algo como si estuviese ofreciendo una oración. Recordó que Takeru y Patamon, que fueron los primeros en verla, dijeron que era una imagen muy bonita y se quedaron contemplándola durante un largo tiempo. Pero ahora la pintura… –¡Es brea negra! Nada había dibujado en el lienzo enmarcado. Aunque la luz lo iluminaba, se volvió más oscuro mientras una gigantesca mano salía de su interior, excavando un perfecto agujero. Intentó inclinarse sobre la barandilla del pasillo para ver mejor, pero retrocedió rápidamente alarmado. La barandilla había hecho un crujido desagradable con su peso, a pesar de ser madera gruesa y parecer robusta. ¿Por qué crujiría como si…? Pero no, ahora la barandilla se desmoronaba como si estuviera podrida. Con sus ojos acostumbrados a la oscuridad, Taichi miró a su alrededor para descubrir que toda la mansión se deshacía. Cuando la luz del sol de la tarde la iluminaba, todo parecía brillar…pero ahora todo estaba cubierto de polvo. Incluso pudo ver las pisadas que habían dejado. Era como si cientos de años habían pasado desde que entraron al dormitorio. –Esto es… Habían visto un montón de cosas extrañas desde que llegaron a la isla, pero nunca algo como esto. Fue entonces que una voz resonó en alguna parte dentro de la oscura mansión. –¡Parece que te has dado cuenta! La voz sonaba como si viniese de muy lejos, pero al mismo tiempo, Taichi sintió que le susurraba al oído. En la profunda tranquilidad de la mansión, solo pudo sentir maldad filtrándose. Si la oscuridad tenía una voz, seguramente tendría una voz como esa. –¡Si hubieses dormido plácidamente, habrías muerto sin saberlo! –¿Quién anda ahí?– gritó Taichi. La oscuridad no dio ninguna respuesta. En cambio, se oyó la voz de Agumon desde el interior del baño. –¡Taichi!

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Se oyó el ruido de un golpe resonando en el pasillo. Agumon había golpeado la puerta gruesa con un ruido sordo, y su cuerpo salió volando por el pasillo. En el interior, Taichi pudo ver la sombra de una figura humana. ¡Gwehehehehehe! Era el demonio verde con el que se toparon en la montaña Mugen. Dando su garrote un ligero golpe, hizo añicos la pesada puerta del baño. –¡Agumon!– llamó Taichi. ¿Su pequeño cuerpo fue golpeado por ese garrote? –¡Evoluciona, Agumon!– extendió su Digivice, pero este no reaccionó. –Taichi, no puedo…no siento ninguna fuerza. El demonio verde ahora estaba parado frente a sus ojos. Taichi no tenía idea de lo que estaba sucediendo, pero tomó una decisión rápida: tenía que regresar con sus amigos. Cargando a Agumon en brazos, se volvió para correr pero se detuvo de inmediato. Debajo de sus pasos se extendía una sólida e inquebrantable sombra. Era Leomon. ¡Los niños elegidos deben morir! Leomon desenvainó su espada. Taichi y Agumon se separaron a ambos lados del pasillo. –¿Por qué no puedes evolucionar, Agumon? –No hice nada cuando fui al baño. Es raro. Como si no hubiese comido nada. –Pero comiste demasiado. La voz dentro de la oscuridad volvió a hablar. –¡Todo era una ilusión…había planeado por lo menos ponerlos a dormir antes de exterminarlos! Sonaba como si viniera desde el extremo opuesto del otro pasillo que se conectaba con el vestíbulo. Justo cuando Taichi volvía a echar un vistazo más agudo al oscuro salón, la oscuridad habló. –¡El sueño se acabó! Dicho lo cual, el techo, las paredes y el piso de la mansión se rompieron en mil pedazos. Taichi pudo ver el cielo de la noche, el bosque y la montaña Mugen a su alrededor. La mansión que alguna vez se veía tan reluciente, ahora parecía que había sido destruida hace más de cientos de años. Ni una parte de ella quedó en perfecto estado. Taichi estaba parado en las ruinas del pasillo. No tardó Taichi en darse cuenta que su estómago se quejaba y su cuerpo volvía a estar sucio. La comida y los baños debieron haber sido una ilusión como la mansión.

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No era de extrañar que Agumon no pudiese evolucionar después de todo. No tenía las energías suficientes. El pasillo desde donde había llegado la voz sólo tenía la mayor parte de la barandilla izquierda colgada en un equilibrio peligroso. Con un bosque iluminado por la luna a su espalda, una sombra en forma humana se posó sobre la barandilla. –¿Quién eres tú?– Taichi lo fulminó con la mirada. La sombra parecía como si estuviese convirtiendo todo en negro. Lo que dejó en claro que la sombra no era humana fueron sus brazos cruzados extremadamente largos y las alas de murciélago que brotaban de su espalda. Su boca se abrió por debajo de su máscara negra y habló. –Mi nombre es Devimon. ¡A quien le fue confiado el poder de las tinieblas! Lentamente, desdobló sus brazos y los extendió hacia arriba. Taichi pudo escuchar gritos provenientes de la habitación. Con un jadeo, se volvió para ver las camas volando por los aires sobre su cabeza. Yamato y los demás se despertaron por un extraño sonido que nunca habían oído antes. Cuando se dieron cuenta que el techo y las paredes de la mansión estaban desapareciendo, un cielo estrellado aparecía frente a sus ojos. Al intentar bajarse de las camas, vieron que el suelo estaba lleno de agujeros. Un paso en falso y romperían el suelo, pudiendo caer desde tres pisos de altura. Mientras se preguntaban qué hacer, las camas repentinamente se elevaron por los aires. Mientras se sujetaban a los postes de la cama, estas se inclinaron diagonalmente y adoptaron una posición extraña. Era como si estuvieran en una montaña rusa sin cinturones de seguridad y tuviesen que utilizar todas sus fuerzas para resistir el sacudón. –¡Takeru!– gritó Yamato mientras trataba de identificar el movimiento brusco de la cama en la que se encontraba su hermano. Takeru se aferraba a su cama con todas sus fuerzas. –¡Estoy bien, hermano! Incluso Patamon, con la capacidad de volar, parecía impotente ante la velocidad de la cama. Él también estaba agarrado para salvar su vida. –¿Por qué no pueden evolucionar? – oyeron a Sora gritar. Por debajo, podían ver los restos de la mansión donde habían estado durmiendo pacíficamente solo unos minutos antes. En una parte del pasillo estaba el demonio verde, Leomon y un desconocido demonio negro rodeando a Taichi y a Agumon. Leomon se acercaba a Taichi con su espada levantada a la altura de su cabeza. No había nada que los otros niños pudieran hacer por ellos. –¡Taichi!

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Justo cuando parecía que Taichi iba a ser rebanado en pedazos, algo sucedió. Yamato vio una repentina luz deslumbrante atravesar la oscuridad, pero no pudo decir que provenía del dispositivo de Taichi. Lo siguiente que ocurrió fue que Leomon se detuvo cuando la luz lo alcanzó. La espada que sostenía en su mano se detuvo a medio camino y comenzó a sacudir su cabeza como si estuviera intentando deshacerse de algo. Algo negro se desprendió de su espalda. –¡Es un engrane! ¡Es justo lo que pensé! ¡Leomon estaba siendo controlado por el engrane negro!– gritó Gabumon. Yamato aún no podía creer como algo tan simple como eso había regresado a Leomon a la normalidad. Pero cuando la luz se apagó, Leomon se enfrentó a la sombra negra que parecía un demonio. Con su mano derecha (la que no sostenía la espada) apuntó hacia él, adoptando una postura de lucha, y dio un golpe de puño al aire con un fuerte grito. De su puño salió disparada una masa ardiente de aire caliente con forma de cabeza de león, directo hacia el demonio con un rugido feroz. El demonio desplegó sus alas y voló para esquivarlo. La barandilla en la que estaba parado se desintegró junto con el pasillo que lo conectaba. Las camas voladoras abruptamente se enderezaron como si alguien hubiese perdido su control, y comenzaron a desplazarse suavemente por el aire. Las ocho camas se separaron en direcciones diferentes. La cama de Takeru voló lejos de la vista de Yamato. Una de las dos camas vacías caía en picada repentinamente, como si hubiese perdido el rumbo. Por el rabillo del ojo, Yamato vio que iba directo hacia Taichi, y justo cuando creía que iba a pasar de largo, Leomon agarró a Taichi y a Agumon y los lanzó a la cama. Sin perder altura, la cama continúo cayendo hacia el nivel del agua. –Leomon salvó a Taichi… Eso fue lo último que Yamato alcanzó a ver. No supo el resultado de la batalla entre Leomon, el demonio verde y ese demonio negro. Las camas de los niños continuaron volando por el cielo de la noche hasta que finalmente cayeron en áreas separadas de la isla.



LA CIUDAD DEL COMIENZO

La noche larga finalmente dio paso al alba. Takeru y Patamon aún estaban escondidos en la oscuridad antes de que llegara la luz. La cama había caído a un rio y se había roto, dejando

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restos de madera a la deriva, incapaces de volver a volar. Fue cuando encontraron un engrane negro incrustado en el marco de la cama. –Me pregunto cómo lo estarán haciendo mi hermano y los demás. –Estoy seguro de que están bien– contestó Patamon. –Mis amigos están con ellos. Dentro del grupo, Patamon era el único que aún no había evolucionado. Takeru no estaba seguro si las palabras de Patamon eran persuasivas o no, pero recordó que había estado en una situación parecida solo hacía apenas una semana: cuando estaba solo y conoció a Tokomon. En ese momento, el Digimon era más blanco, más regordete, y no parecía muy confiable, aunque Takeru no había sentido la más mínima preocupación. Pero en los primeros días en que los Digimon con engranes negros habían atacado al grupo, ninguno había venido específicamente a por ellos dos. Esa diferencia podía llegar a tener un significado mayor que el que pensaban.

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Cuando el día aclaró, Takeru y Patamon comenzaron a caminar mientras se mantenían muy alerta a su alrededor. Sin un destino específico en mente, decidieron que debían dirigirse hacia la lejana silueta de la montaña Mugen. Por la tarde, llegaron a una ciudad cuya tierra era tan suave como un colchón. Había muy pocos lugares en esta isla que pudieran llamarse una ciudad. Por supuesto, cada vez que llegaban a una no había seres humanos habitándola, sólo Digimon. Sin embargo, ésta estaba particularmente restringida sobre que Digimon vivían en ella. –¿La ciudad del comienzo? ¿Así es como este lugar se llama?– Takeru preguntó al único Digimon allí que era más grande que Patamon. Este Digimon era un mamífero peludo del tamaño de un perro, con rasgos andróginos. Lo que dejaba en claro que esta criatura no era un animal normal fue que tenía muchas colas divididas en su parte trasera, y el hecho de que podía hablar el lenguaje humano. –Sí, es correcto. Todos los Digimon en esta isla han nacido en este lugar. Es por eso que se lo llama “La ciudad del comienzo”. Soy Elecmon. Yo protejo este lugar. Elecmon los llevó a recorrer la ciudad. Las construcciones que la rodeaban estaban hechas de un suave material esponjoso, con esquinas redondeadas que hacían que parezcan juguetes grandes, variando de tamaño desde una bola de arroz hasta un melón mediano. –Los únicos Digimon aquí son de nivel bebé recién nacidos. Una vez que evolucionan, se marchan. Pero antes de eso, alguien tiene que protegerlos, alimentarlos, y hacer toda clase de cosas para cuidarlos. Yo llevo la responsabilidad en este momento.

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En el centro de la ciudad habían otras construcciones hechas con una sustancia diferente. Dentro de la redonda estructura, que era similar a un silo, habían grandes huevos de varios colores del tamaño de los de avestruz, pintados como si fuesen huevos de Pascua. –Eso es un Digihuevo. Todos los Digimon nacen de ahí. –¿Quién puso este huevo? ¿Un Digimon realmente grande? Con sus orejas retorciéndose ante la pregunta de Takeru, Elecmon parecía perplejo por primera vez. –No, no lo creo. Solo aparecen aquí, incluso antes de que lo note. Así es como suceden las cosas con los Digihuevos. Justo después de decirlo, uno de los Digihuevos comenzó a temblar suavemente. –Oh, está a punto de salir del cascarón– explicó Elecmon mientas corría hacia él. La cáscara del Digihuevo se agrietó prolijamente por la mitad y un pequeño Digimon apareció en su interior. La cáscara se desintegró en pequeños fragmentos por un momento, y al caer al suelo se convirtieron en una cuna debajo del Digimon bebé. –Tienes hambre, ¿no es así? Iré a buscarte la comida ahora mismo. Luego de pedirle a Takeru y a Patamon que vigilaran al bebé, Elecmon salió corriendo. Takeru miró cariñosamente al Digimon recién nacido. Parecía suave y redondo, como un malvavisco. A pesar de tener una forma diferente, Takeru sintió perder el aliento, como si estuviera mirando a un bebé humano o a un animal normal. –¿Naciste aquí también, Patamon? –Mmm…Bueno, no recuerdo lo que sucedió cuando era un bebé. ¿Tú sí, Takeru? –Yo… Su primer recuerdo llegó bruscamente: su hermano mayor agitando el sonajero, jugando con él. Pero, ¿Por qué su hermano? El segundo recuerdo fue cuando estaba en jardín de infantes. Sus padres discutían a gritos. Su hermano entró en la habitación en la que estaban y dijo unas palabras que no alcanzó a oír. Sus padres se quedaron callados. Al poco tiempo, comenzó a vivir sólo con su madre. A partir de entonces, su hermano siempre tenía una mirada melancólica…a pesar de que en su primer recuerdo, su hermano sonreía alegremente… –No, supongo que no lo recuerdo– decidió no hablarle de eso a Patamon.

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El plato principal que se servía allí era el pescado que Elecmon atrapaba en un arroyo cercano. Con solo una descarga eléctrica liberada desde las plumas de su cola, podía hacerse con un gran número de ellos. Luego de que el pescado fuese asado, Takeru y Patamon comieron hasta saciarse. Ninguno de ellos supo que fueron el dúo más afortunado. Los otros niños y sus Digimon lucharon por sus vidas, puesto que eran atacados por Digimon controlados por engranes negros o perseguidos por el demonio verde. Pero para cuando el sol comenzaba a hundirse en el horizonte, la mano de la oscuridad iba de camino hacia la ciudad del comienzo. En lo alto de un acantilado que daba a la ciudad, se extendía una larga sombra en forma humana con la gran melena de un león. La sombra desenvainó su espada con su mano izquierda. La hoja brilló, mientras la luz del sol la reflejaba. Patamon vio el reflejo del brillo por el rabillo del ojo. Cuando levantó la vista, vio a Leomon corriendo hacia abajo del acantilado tan rápido que parecía que se deslizaba por él. –¡Takeru, corre! Patamon seguía sin poder evolucionar y no había posibilidad de que pudiera ganar contra Leomon. Tampoco podían poner en peligro al bebé Digimon en la ciudad. Todo lo que podían hacer por ahora era huir. –¡Rápido! Finalmente, comprendiendo la situación, Takeru corrió detrás de Patamon. Abandonaron rápidamente la ciudad para esconderse en el bosque, pero cuando se volvieron para mirar, todavía podían ver a Leomon persiguiéndolos. Ya había alcanzado el suelo y corría detrás de ellos. A ese ritmo, se pondría al día en cualquier momento. Entonces una larga línea de fuego azul salió disparada desde el bosque. Las llamas atravesaron los árboles, dejando atrás a Takeru y a Patamon, hasta llegar a Leomon al final del camino. Incluso Leomon tuvo que detenerse para evitar ser quemado por el torrente de llamas. –¡Takeru! La voz de Yamato podía oírse desde la dirección en la que apareció el fuego. Un lobo azul llegó corriendo a toda velocidad hacia ellos. Sentado a horcajadas sobre su espalda estaba el hermano mayor de Takeru, Yamato. –¡Hermano! Yamato bajó de la espalda de Garurumon delante de Takeru y Patamon. –¡Siento llegar tarde, Takeru! Habiendo desacelerado sólo lo suficiente como para que Yamato se bajase, Garurumon clavó sus garras en la tierra y salió disparado directo hacia Leomon. Leomon blandió su espada, que

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Garurumon repelió con su dura piel. Saltando hacia atrás para ganar distancia, Leomon regresó a su posición. Los dos se miraron, pero antes de que cualquiera pudiese hacer un movimiento, la voz de Taichi se oyó esta vez. –¡Yamato!– montado sobre un hombro de Greymon, mientras se acercaba a la ciudad del comienzo, Taichi alzó el dispositivo por sobre su cabeza. –¡Usa esa luz! Yamato recordó lo que había visto ayer desde arriba de su cama voladora e inmediatamente comprendió lo que Taichi quería decir. Avanzando con su propio dispositivo en la mano, lo tendió mientras se acercaba a Leomon, y entonces la pantalla comenzó a brillar. Taichi se bajó del hombro de Greymon y también avanzó hacia Leomon. El león Digimon trató de evitar la luz cerrando los ojos y cubriéndose la cara con el brazo, pero los rápidos movimientos que había demostrado anteriormente se volvieron más lentos. Cuando finalmente Taichi y Yamato acercaron sus dispositivos directamente a Leomon, la luz cubrió todo su cuerpo, extendiéndose hacia arriba tan alto como un edificio de tres pisos. –¡Esa luz!– gritó Mimi, señalándola. Mimi y Koushiro habían tenido la suerte de reencontrarse y estaban montados sobre la cabeza de Kabuterimon, que volaba por los cielos a unos tres kilómetros de distancia de la ciudad. ¡Groooohhhh! La melena de Leomon se erizó mientras dejaba escapar un rugido de dolor. El engrane negro comenzó a desprenderse del interior de su espalda. Sus gritos se hicieron aún más profundos cuando el engrane salió por completo y cayó de rodillas. El engrane se elevó perezosamente hacia el cielo, tembló dentro de la luz y se rompió en pedazos. El haz de luz desapareció en el preciso momento en que los ojos de Leomon volvieron a la normalidad, pero le dio tiempo a Kabuterimon para que localizara su ubicación.



NIÑOS ELEGIDOS

–Este equipo es un dispositivo sagrado. Se lo llama Digivice– dijo Koushiro mientras extendía el dispositivo en su mano. El grupo estaba sentado en los prados alrededor de Leomon. Sus Digimon habían regresado a su tamaño normal. –Estábamos perdidos en un laberinto subterráneo y descubrimos que tenía unas pinturas murales que hablaban de una leyenda que se remontaba a tiempos antiguos. En el más recóndito lugar había un gran tallado de este mismo dispositivo. Al parecer, es un objeto de

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gran importancia en esta isla. El Digimon que defendía el laberinto, Centarumon, nos contó sobre él. La verdad del asunto fue que Centarumon había sido controlado por un engrane negro, y no había resultado fácil regresarlo a la normalidad para que pudiesen obtener esa información. Pero Koushiro ni siquiera lo mencionó. No tenía duda de que Taichi y los demás habían experimentado los mismos problemas. –¿Centarumon lo ha estado haciendo bien? La voz normal de Leomon era profundamente tranquila y serena. No era que fuesen similares, pero, por alguna razón, Takeru pensó en su padre cuando escuchó esa voz. Yamato, por otro lado, vivía con su padre, por lo que no podría decir si esa impresión era totalmente errónea. Koushiro continuó. –Sí, nos dijo que este Digivice es algo que tienen los “Niños Elegidos” Esas eran las mismas palabras que Leomon dijo la primera vez que los había atacado. –Este mundo…Centarumon lo llama el Digimundo. Si este mundo se sumerge en un peligro que ni siquiera los propios Digimon pudiesen enfrentar, los “Niños Elegidos” lo salvarán con sus Digivice. –Si…así es como sigue la leyenda– dijo Leomon, recogiendo la historia. –Los poderes de las tinieblas están aumentando. Los rumores que recientemente han comenzado a extenderse entre los Digimon son que los poderes que protegen a este mundo están debilitándose y que finalmente los niños elegidos llegarían para salvarlo… …Hace siete días, se extendió un nuevo rumor sobre que alguien había visto algo brillar en el cielo y que eran los niños elegidos. Sin embargo, al mismo tiempo, los engranes negros aparecieron. Los engranes enloquecen a los Digimon, destruyen la tierra y emiten energías malignas. Cuando descubrí que provenían de la montaña Mugen, fui hasta allí para detenerlos. La expresión de Leomon se endureció. –Fue en el camino que me encontré con Ogremon. Él es el Digimon verde. Los niños supieron así el nombre del demonio verde. –Por razones que desconozco, me considera su enemigo mortal. Interrumpió mi ascenso a la montaña y me desafió a una batalla. Nunca atacaría a alguien como él, pero en ese momento estaba siendo dominado por los poderes de las tinieblas. Mientras Ogremon distraía mi atención, Devimon apareció inesperadamente. Ese era el nombre del Digimon que se parecía a un demonio oscuro. –Introdujo un engrane negro dentro de mí y me utilizó como títere. Cuando me ordenó que los atacase en la montaña Mugen, era para poner a prueba cuan fuertes se habían vuelto sus Digimon. El resto de la historia ya la saben. Devimon usó sus poderes malignos para colocar trampas alrededor de las ruinas de la mansión y esperó a que los niños se durmieran. Si Agumon no hubiese sentido la necesidad de ir al

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baño en ese momento, podrían haber caído en el sueño eterno. Un colectivo escalofrío recorrió las espaldas de los niños con solo pensarlo. Si el Digivice de Taichi no hubiese disparado esa luz sobre Leomon y el engrane negro no fuese expulsado, tendrían, sin duda, el mismo destino. Cuando recobró sus sentidos, su ataque a Devimon hizo que el demonio perdiera el control que tenía sobre las camas. Al convertirse en un escudo para que los niños pudiesen escapar a salvo, acabó con otro engrane en su interior. –Gracias, Leomon. Todos estamos a salvo gracias a ti. Taichi sintió que no podía dejar pasar la oportunidad para expresarle su agradecimiento. Yamato y los demás no habían podido oírlo mientras volaban por el aire, pero en ese momento…luego de lanzar a Taichi y a Agumon sobre la cama, Leomon los miró mientras descendían y dijo… –¡Si el destino lo quiere, volveremos a vernos! Seguramente, Leomon había estado dispuesto a morir en ese momento. –Ustedes son nuestra esperanza, niños elegidos– y continuó. –Son los únicos que pueden derrotar a los poderes de las tinieblas. –Niños Elegidos…– murmuró Taichi. Vio que el resto de los niños estaban tan preocupados como él, incluso después de las palabras de Leomon. –Los Digivices que llevan con ustedes es más que prueba suficiente de que son los niños elegidos. Lo mismo para sus compañeros Digimon. Leomon pasó a explicar que cuando un Digimon evolucionaba, no regresaba a su nivel anterior. Agumon y los otros habían evolucionado para proteger a sus compañeros y regresado a su tamaño normal. Esa era una característica especial. –Los niños elegidos tienen el poder de hacer que sus Digimon evolucionen. –Pero, ¿debemos arriesgarnos para derrotar a Devimon?– preguntó Mimi. –¿No hay otra opción? –Esa es su misión…la misión de los niños elegidos– respondió Leomon, con una mirada de dificultad expresada en sus ojos. –Pero si lo logran, es posible que puedan regresar a su mundo. –Es cierto– exclamó Koushiro cuando de pronto recordó. –Los grabados en la pared, cuando estábamos en el laberinto, mencionaban que cuando los niños elegidos ahuyenten a la oscuridad, ya no serán necesarios en este mundo. –Creo que no tenemos otra opción, entonces– dijo Yamato, pensando con la cabeza gacha. – Pero debemos buscar a Jyou y a Sora primero. Necesitamos estar todos si queremos derrotarlo, en todo caso.

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–Entiendo que estén preocupados por sus compañeros, pero parece que se nos acaba el tiempo– dijo Leomon mientras señalaba por encima de ellos. Engranes negros pasaron zumbando por un cielo que se acercaba al crepúsculo. No era uno, sino muchos, una multitud en dirección a la montaña Mugen. –Debe estar reuniendo los poderes del mal. Esos engranes absorben la energía de la tierra y la convierte en el poder de las tinieblas. ¿Por qué fue entonces que Devimon había puesto tantas trampas elaboradas para acabar con los niños? ¿Cuál era la necesidad de utilizar a Leomon y a Ogremon? La respuesta es porque debía temer el poder que los siete Digimon tenían al evolucionar. Devimon podría no tener mucha fuerza; pero si estaba recogiendo el poder de las tinieblas significaba que… –Intenta obtener más poder. Si no lo derrotaban ahora para que se detuviese, nunca podrían hacerlo. –Hagámoslo, chicos– dijo Taichi mientras se ponía de pie. Se volvió decididamente de frente a la montaña Mugen. –No podemos volver a casa hasta que lo hayamos derrotado. Incluso si nos quedamos aquí, fuera de peligro, sólo acabaremos siendo perseguidos.

⑤ LUZ Y OSCURIDAD

Con Leomon por delante, los niños se dirigieron hacia la montaña. Yamato realmente deseaba dejar a Takeru en la ciudad, pero existía el riesgo de que su hermano menor fuera atacado si se quedara solo. –Además– le contaba Leomon mientras recordaba cuando era controlado por el engrane negro. –Recuerdo que se me ordenó precisamente que acabase con el niño más pequeño. No estoy seguro de cuál era la razón.

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Pudieron ver una estructura desconocida en la cima de la montaña Mugen. Era un edificio de piedra que parecía un templo griego. Nada de eso había estado allí el día anterior.

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Los engranes negros que volaban por los cielos eran absorbidos por esa estructura, uno tras otro. Cada vez que eso ocurría, algo maligno crecía en su interior. Incluso los niños podían sentirlo. Nubes oscuras la cubrían antes de que cualquiera pudiese notarlas. A veinte metros de altura, sobre el borde del camino, los niños voltearon sus cabezas para ver salir un repentino destello del interior de la blanca estructura que contrastaba con las nubes negras. –¡M–Miren!– gritó Mimi. La construcción comenzaba a desmoronarse. Algo parecía estar hinchando su interior hasta hacer volar el techo. Lo que salió primero fue un par de alas de murciélago. A medida que se extendían, el cuerpo al que estaban unidas emergió del interior. Era Devimon. Pero su tamaño… –¿Por qué? ¿Por qué es tan grande?– exclamó Mimi, su voz se convirtió en un grito de susto. –Absorbió los poderes de las tinieblas– gruñó Leomon con tristeza. – ¡Hemos llegado demasiado tarde! Devimon extendió sus alas y las batió una vez, sin esfuerzo. Mientras giraba en el aire, comenzó a descender delante de Taichi y los demás. Pudieron ver claramente lo grande que era mientras se acercaba. Devimon aterrizó en el suelo debajo de ellos. Su estatura se extendía mucho más allá de los árboles y su espalda se elevaba ante los niños. –N–No puede ser…– el grupo quedó sin palabras. Devimon se volvió hacia ellos. Sus enormes alas, generando la presión del viento, soplaron a los niños hacia atrás hasta golpear contra la pared de la montaña. –¡Tontos! ¡Este lugar se convertirá en sus tumbas! Devimon levantó una de sus enormes manos para emitir un rayo de oscuridad. Eso hirió a los niños tan dolorosamente que no podían moverse. Ninguno podía mover ni siquiera un hueso de su cuerpo. Algo salió disparado desde el bosque que golpeó por detrás a Devimon. Eran los cuernos de Ikkakumon. Los fuegos traseros de los cuernos hicieron perder sus cubiertas en el aire y sus misiles interiores volaron hacia Devimon. Las explosiones continuaron. –¡Lo hiciste, Ikkakumon!– oyeron a Jyou gritar. Devimon dejó de irradiar oscuridad y se volvió. Esta vez, las bolas de fuego cayeron del cielo. Ellas fueron lanzadas desde las alas de Birdramon, el Digimon de Sora.

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–¡Todos! ¡Evolucionen ahora mientras puedan!– Sora llegó corriendo por el sendero de la montaña. Tanto ella como Jyou habían intuido donde tendría lugar la batalla y se dirigieron hasta allí, llegando justo a tiempo. –¡Muy bien, hagámoslo!– Agumon se puso de pie. El indicador del Digivice de Taichi reaccionó inmediatamente. Agumon digi–evoluciona a… ¡Greymon! Gabumon, Tentomon y Palmon también evolucionaron. Todos atacaron juntos al mismo tiempo. Fuego y electricidad golpearon a Devimon, y todos pensaron que sus expectativas habían mejorado. Pero sus ataques no tuvieron efecto sobre Devimon, debido a su colosal tamaño. –¡Que listos son!– dijo Devimon, moviendo su brazo. Todos sus Digimon quedaron noqueados como si fueran insectos golpeados con un periódico enrollado. –¡De ninguna manera!– gritó Taichi. Los niños quedaron estupefactos. Devimon les dio la espalda de nuevo y extendió una mano hacia el bosque para agarrar a Ikkakumon, quien fue arrojado hacia arriba hasta golpear con Birdramon en los cielos. Ambos cayeron al suelo sin la menor resistencia. Desenvainando su espada, Leomon se abalanzó sobre la espalda de Devimon para atacarlo cuando, de repente, la mitad superior del cuerpo de Ogremon apareció dentro de él. –¡Yo seré tu oponente!– mofó Ogremon. Leomon, que no pudo eludir el golpe en el aire, fue enviado al suelo tras recibir un garrotazo de Ogremon. –¡Fui convertido en engranes negros y ahora me volví uno con Devimon! ¡No perderé contigo nunca más!– riendo exaltadamente, Ogremon regresó al cuerpo de Devimon. Greymon y los otros aún no se daban por vencidos. Se lanzaron hacia Devimon, a sus pies, manos y hombros y lo mordieron con sus colmillos y se mantuvieron allí prendidos. Pero para Devimon eran meros juguetes. –¡Gusanos inservibles! Liberando oscuridad desde todo su cuerpo, Greymon y los otros Digimon quedaron impresionados. Al caer al suelo, se encontraron con que no podían volver a moverse. –Lo siento, Taichi– gruñó Greymon a modo de disculpa. –Deseaba enviar a Mimi de regreso a su propio mundo, pero…– dijo Togemon con voz temblorosa y con lágrimas. Los niños no podían moverse. Los frecuentes rayos de oscuridad que recibieron sus cuerpos les habían debilitado. Muchos de ellos se sentían débiles, como si fueran a desmayarse en cualquier momento.

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Vieron a Devimon extender lentamente una mano. Sus dedos se dirigían al niño detrás del grupo, Takeru. –¡El niño más pequeño! ¡Sin ti, nada se interpondrá en mi camino!– dijo Devimon con una sonrisa maliciosa. –¡Corre, Takeru!– gritó Yamato. Pero al igual que él, Takeru no podía moverse. Un leve sonido podía oírse golpear contra la mano extendida de Devimon. Patamon aún estaba al lado de Takeru, utilizando su único ataque: ¡Burbuja de aire! Inhalando aire por la boca, disparaba incansablemente burbujas de aire a alta presión. Pero desde luego, eso solo no detendría la mano de Devimon. –No es suficiente– Patamon sabía lo impotente que era. –¿Por qué? ¿Por qué soy el único que no puede evolucionar? No podía detener las lágrimas que corrían por sus mejillas. Sin embargo, sin darse por vencido, continuó atacando. –¡Tengo que proteger a Takeru, debo hacerlo, Takeru, Takeru! Ya no podía continuar de esa manera. La mano de Devimon rodeó a Takeru, preparándose para aplastarlo. –¡TAKERU! Patamon voló hacia la mano, antes de que se cerrara. Utilizando solo un poco de fuerza, Takeru y Patamon serían pulverizados sin dejar rastro. Las comisuras de la arqueada boca de Devimon y su sonrisa reflejaban la confianza que tenía de haber ganado. Algo sucedió dentro de su mano. Un ardiente dolor atravesó la palma de Devimon tan de repente que involuntariamente aflojó el puño. Una luz inundaba su interior. Cegado por su resplandor, Devimon usó sus manos para proteger sus ojos. La luz ascendió hacia lo alto, por encima de la cabeza de Devimon, y mientras disminuía, se podía ver la figura de un hombre elevado por seis alas extendidas. Eso hizo que todos pensaran en la pintura colgada en la pared de la mansión de Devimon. Era la forma evolucionada de Patamon, Angemon. Escucharon sus labios hablar, bajo el casco que cubría poco más que sus ojos. –Tus poderes de las tinieblas se han vuelto demasiados grandes, Devimon. Debes ser eliminado de este mundo.

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Angemon sabía lo que tenía que hacer. Alzando sobre su cabeza la dorada khakkhara, gritó. – ¡Vengan a mí, oh poderes sagrados! De los Digivices de Taichi, Yamato y los demás salieron disparadas haces de luz, que se extendieron hasta llegar a la vara sostenida por Angemon. La luz también emanó de los cuerpos inmóviles de los Digimon en el suelo. Toda la luz fue absorbida por la vara. Greymon y los demás dieron todo su poder y regresaron a su forma bebé. –¡Si haces eso, te destruirás también! Devimon había finalmente abierto los ojos y visto lo que estaba haciendo. Angemon estaba acumulando tanta energía explosiva que podía destruirse a sí mismo. –Pero no hay otro camino– respondió fríamente Angemon. Devimon tenía miedo. Incluso antes de que evolucionara, sabía que ese Digimon sería su peor enemigo. Por eso había intentado terminar con todo antes de que ese Digimon tuviera la oportunidad de evolucionar. Como si sintiera el miedo, Ogremon emergió del cuerpo de Devimon y se dirigió directamente hacia Angemon. –¡Puedo machacarte el trasero!– dijo. Estirando su torso del cuerpo, blandió su garrote como si pudiera golpear a Angemon. Pero al ser alcanzado por la luz de la vara de Angemon mientras giraba, Ogremon rebotó hacia atrás como si hubiera sido golpeado. Los poderes de las tinieblas no podían soportar tocar los poderes sagrados. El impulso lanzó a Ogremon hacia atrás hasta que saliera volando de la espalda de Devimon, dejando un gran agujero en su cuerpo. –¡Oh, no! Devimon intentó cubrir el agujero, pero nunca lo consiguió. Angemon concentraba todo el poder sagrado en su puño derecho y lo disparó directo al agujero. –¡Golpe de fe! La luz dorada atravesó el pecho de Devimon y continuó expandiéndose, hasta que todo a su alrededor estuviera lleno de luz. El cuerpo de Devimon, que estaba compuesto por moléculas de oscuridad, comenzó a eclosionar de adentro hacia afuera. –¿Cuál era la finalidad de agotar todo tu poder aquí, Angemon?– la mitad del cuerpo de Devimon ya se había desintegrado, sin embargo, hablaba mientras desaparecía. –¡Hay Digimon incluso más poderosos al otro lado del mar! ¡Están acabados! Su risa descarada resonó ominosamente después de desaparecer.

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El cuerpo de Angemon también se desintegraba en partículas. Bajó la vista para mirar a Takeru, quien lo miraba atónito. –Lo siento, Takeru. –Angemon…– Takeru solo pudo susurrar. –Estoy seguro de que volveremos a vernos– Angemon sonrió. –Es decís, si lo deseas. Dichas esas últimas palabras, desapareció. –¡ANGEMOOOON!– gritó Takeru. Después de comenzar a vivir separado de su padre y su hermano, se juró a si mismo que nunca se separaría de nadie más. Pero ahora, al verse obligado a despedirse de Angemon…de Patamon…él nunca…. Takeru era incapaz de comprender lo que estaba pensando o sintiendo, cuando varias plumas blancas cayeron frente a él. Eran de las alas de Angemon. Mientras se reagrupaban en un montón ordenado, adquirieron una forma redonda y se convirtieron en un huevo. –Es un Digihuevo. En su estado, Takeru no sabía quién había hablado. Solo sintió confusamente que su hermano, Taichi, Agumon, Gabumon y los demás estaban parados a su alrededor. –Patamon regresó a ser un Digihuevo. –Si lo tratas con cuidado, seguramente volverán a verse de nuevo. Suavemente, Takeru abrazó el huevo entre sus brazos.

***

Fue al poco tiempo después que un misterioso holograma apareció en frente del grupo. Dentro del cilindro con las luces de los colores del arcoíris, había un anciano de pie. Era el primer ser humano que veían desde que llegaron a la isla. –¡Finalmente pude anular los poderes de las tinieblas y contactarlos! Deben escuchar con atención lo que ahora les contaré, niños elegidos. El anciano se hacía llamar “Gennai”. Lo que tenía para contar no eran muy buenas noticias. La misión de los niños elegidos no acababa tras derrotar a Devimon. Les dijo que debían cruzar el océano hacia el Continente Server, con el fin de derrotar la fuente de los poderes malignos que se encontraban allí.

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Agumon y los otros Digimon necesitaban evolucionar a un nivel superior. Para conseguirlo debían buscar los llamados “Emblemas”. En ese momento, la estática comenzó a interferir en el holograma y se apagó. Al dar un vistazo más de cerca, todo lo que pudieron ver dentro de la tierra fue la cara de algo que se parecía a un proyector. –¡Crucemos el océano! Fue Takeru quien habló primero. No deseaba perder a nadie más: esa intención estaba claramente escrita en su rostro. El grupo había estado dudando sobre qué hacer, pero sus palabras confirmaron su determinación. En cualquier caso, si se quedaban en esa isla, no podrían regresar a casa. Leomon y los otros Digimon que conocieron en la isla les ayudaron a construir una balsa lo bastante resistente para cruzar las aguas. Hicieron una lo suficientemente amplia como para llevar a los siete niños y algo más. Una vez que se hicieron con suficiente comida, los niños zarparon: hacia el océano, hacia el Continente Server. Una vez en la balsa, el Digihuevo que Takeru sostenía en brazos nació. El bebé Digimon recién nacido inmediatamente exclamó. –Takeru En las cuatro esquinas del mundo, cuatro grupos de luz y de oscuridad estaban enfrentados. Los del lado de la luz tenían formas bestiales, mientras que los de la oscuridad variaban. Había uno con forma de dragón, otro de dinosaurio mecánico, el tercero del tamaño de un humano adulto, mientras que el último era tan pequeño como un niño. Aunque sus formas eran diferentes, todos eran Digimon. La noticia de que los niños habían dejado atrás la Isla File llegó al Digimon oscuro que parecía un humano adulto. Maldijo. –¡Ese desgraciado Devimon falló! Sin embargo, no podía hacer nada al respecto. Necesitaba toda su concentración para sellar a los Digimon de la luz; el de la forma de dragón se retorcía impotente bajo su poder. Tomaría algún tiempo antes de que su sello se completara.

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CAPÍTULO III -Escape del Desierto-

① CONTINENTE SERVER

Tonami Town era una ciudad portuaria, pero no tenía barcos flotando en sus aguas. En su lugar había varios barcos enterrados en la tierra con sus arcos apuntando al cielo. Esos buques verticales eran sus edificios. En ese momento, la ciudad estaba repleta de preparativos para recibir a los “Niños Elegidos”. Una gran pancarta se alzaba en el aire: ¡Bienvenidos, Niños Elegidos!, con letras grandes para que cualquier persona pudiera leerlo a simple vista, incluso parada en el lejano horizonte. Lo que es más, había un cañón preparado para que una vez que los niños fueran vistos, fuera disparado (lo cual también parecería indicar la señal de un ataque). Todo lo que quedaba ahora era esperar a que sus invitados llegasen. Sin embargo, los niños no se veían por ninguna parte. El Flymon, que había sido enviado a explorar el área temprano por la mañana, había regresado para informar que los niños viajaban sobre el lomo de un Whamon en el oeste–suroeste. Era extraño que aún no hayan llegado, ¿Por qué? –Qué extraño. Parado frente a un gran remolque que tenía las letras “E–TE–MON” escritas con una caligrafía al estilo Kantei a sus lados, un Digimon con un traje de mono naranja, murmuró para sí mientras se rascaba la cadera. Las gafas negras de sol que llevaba hacían que fuera difícil ver sus ojos, pero no habría duda que debían estar llenos de confusión. –¿Pudieron haber tomado un atajo por alguna parte? Ahora su espalda sentía picazón. La arena revuelta había llegado hasta su traje y se adhería al sudor de su cuerpo desnudo, que nadie había visto antes o tuvo la oportunidad de hacerlo. Con un agravado chillido simiesco, “¡Ukiiii!”, entró a pisotones a su remolque. El interior del remolque parecía un gran salón de karaoke. Una bola de espejos colgaba del techo, mientras que la sala estaba decorada con un sofá en forma de U frente a la pantalla de un televisor de treinta pulgadas. Había una mesa en el espacio vacío al lado del sofá, repleta de bebidas y aperitivos. Y, por supuesto, había un micrófono. Sin embargo, a diferencia de un salón de karaoke normal, las paredes estaban cubiertas con un tablero electrónico. En él se mostraba un mapa del Continente Server, atravesado por 26×26 líneas verticales y horizontales que indicaban la latitud y longitud. Un punto amarillo

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parpadeaba desde su posición en el extremo alargado de la península sobre la parte sureste del continente, indicando la ubicación del remolque. Había también ordenadores que hacían de equipos de comunicación. Sentado enfrente y observando las pantallas estaba un único Gazimon, un Digimon cuya cara parecía la de un gato medio salvaje. Los ordenadores estaban conectados a los cables subterráneos, que se extendían a lo largo de todo el Continente Server como una red tejida. Gracias a eso, no solo era posible acceder a los puntos designados de ubicación, sino también a monitorear sus cámaras de vigilancia instaladas en todas las distintas regiones desde la sala. El Gazimon en servicio alzó la vista cuando Etemon se dejó caer en el sofá y dijo. –Señor Etemon. Acabo de recibir un mensaje de la señora Tailmon. Una expresión algo molesta se formó en la cara de Etemon. –No la llames señora. Ella es de un rango inferior al mío. Lo que Etemon quería decir con “rango inferior” era que él era de nivel perfecto, mientras que ella de nivel adulto, no que fueran de diferente estatus dentro de la organización. Esa era una de las muchas razones por las que Etemon la detestaba. –He recibido un mensaje de Tail…mon.– el Gazimon se corrigió mientras una expresión de incomodidad cubría su rostro. –Pregunta si necesita refuerzos, señor. Etemon resopló. –¿Refuerzos? Las mejillas que tiene le sirven para burlarse de mí. Dile que no. Aun así, la idea cruzó su mente para decir “Sí, necesito ayuda”, solo para ver como ella reaccionaría. Pero podía imaginárselo; arrogantemente diría que están ocupados preparando la invasión y que cuentan con escaso personal como para proporcionar refuerzos. Pero ambos lo sabían y, sin embargo, esa pequeña bruja todavía se tomaba el tiempo para hacerle esa estúpida pregunta que, sin lugar a dudas, significaba que se estaba burlando de él. –A propósito, ¿has determinado el paradero de los niños? –A–Aún no, señor –dijo Gazimon con dolorosa reticencia mientras no dejaba de mirar furtivamente a la cara de Etemon. –No mientras aún los niños estén sobre el agua y, por lo tanto, fuera de nuestra red. Sin expresión, Etemon bebió un trago de una botella que estaba sobre una mesa cercana. Era jugo de banana elaborado de su propia receta especial, lleno de miel y proteínas. En ese momento, un sonido que notificaba haber recibido un correo electrónico, sonó en su ordenador. Gazimon lo abrió para leerlo y exclamó. –Señor Etemon. Hemos encontrado la ubicación de los niños– dijo educadamente, por lo que parecía un subordinado capaz ante los ojos de Etemon. –¿Dónde? ¿Dónde?

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Levantándose de su asiento, Etemon saltó por encima de la mesa para mirar el monitor detrás de Gazimon. –Aquí– dijo Gazimon, no apuntando al monitor, sino al punto brillante que parpadeaba en el tablero electrónico. –Están en la aldea Koromon. –Kiiii. ¿Cuándo llegaron allí? Pero entonces un Gazimon diferente comenzó a hablar. –Señor, en caso de que algo así sucediera, he cambiado a los habitantes de esa aldea por Pagumon– sonaba más bien triunfante. –Pensé que habría una posibilidad de que los niños desembarcaran en algún otro lugar que no sea la península. Etemon asentía con la cabeza mientras escuchaba, pero inmediatamente después dijo. –¿Y bajo las ordenes de quién? –¿De quién?…oh…eh… –No recuerdo haber ordenado algo como eso. –M–Mis disculpas, señor– Gazimon dio un paso hacia atrás asustado, a punto de llorar. Pero Etemon no era en gran parte un demonio. –Bueno, te felicitaré por ahora. Es hora de marcharse de una vez, todos. Solo vigilen a los niños. Los llevaré a una fiesta de bienvenida que no verán aquí.

***

Al principio no se dieron cuenta que era una redada nocturna. Pensaron que tal vez las constelaciones caerían sobre ellos. Por su puesto, el cuento tradicional de que las estrellas estaban atadas por cadenas era el resultado de la rica imaginación de la gente de antaño, por lo que los niños sabían que las constelaciones realmente no podían permanecer de esa forma de manera permanente, y mucho menos que cayeran sobre ellos. Pero este era el Digimundo. Su cielo de noche era como una gran cúpula, sus constelaciones parecían colgadas en una imitación de las luces navideñas, por lo que no podían evitar pensar que tal vez alguien había cortado sus cables y provocado que cayeran. Luego de que las “estrellas” cayesen sobre la tierra, algunas chispas salieron despedidas con un siniestro zumbido eléctrico. Aparentemente, las líneas que unían las constelaciones tenían una corriente de alta tensión que las recorría. Su poder destructivo era equiparable al de una erupción volcánica o un tsunami, y redujo a cenizas la aldea Koromon en un abrir y cerrar de ojos. Afortunadamente, Taichi y los otros estaban frente a una cascada ubicada lejos de la aldea, por lo que habían escapado del peligro.

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¿Por qué habían terminado allí? Sería mejor regresar al momento en que todavía navegaban por el océano. Luego de que Taichi y los demás construyeran una balsa para dejar atrás la Isla File, se encontraron al día siguiente con un remolino y el ataque de un gran Digimon ballena llamada Whamon…quien se los tragó con su gigante boca. Justo cuando estaban a punto de ser disueltos dentro del estómago de Whamon, Taichi y los demás descubrieron el engrane negro clavado en la pared de su estómago de color rosa, y consiguieron quitárselo. Whamon recobró los sentidos y no solo pidió disculpas, sino que les ofreció llevarlos hasta el Continente Server. En una conversación entre todos (excepto Mimi, que estaba durmiendo en ese momento) sobre donde debían desembarcar, decidieron hacerlo en una línea costera ubicada más al oeste desde la península sureste. La línea costera había sido sugerencia de Yamato; una medialuna en curva hacia adentro, que ayudaría mejor a mantenerse alerta de los ataques enemigos. Desde allí, se dirigieron a la aldea Koromon que Whamon les había hablado, salvo que no había ningún Koromon a la vista. En su lugar, la aldea estaba llena de Pagumon, que eran del mismo nivel bebé. Los niños habían recibido una cálida bienvenida por parte de los Pagumon, aseándose la sal que cubría sus cabezas, el sudor apestoso en sus cuerpos, y disfrutaron del banquete que había sido preparado para ellos. Justo cuando creían que tendrían un sueño pacifico, Takeru gritó. –Tokomon se ha ido. Inmediatamente todos se separaron para buscar a Tokomon, resultando que Taichi y Agumon descubrieran una cueva detrás de una cascada, donde Gazimon tenía cautivos tanto a Tokomon como a los verdaderos habitantes de la aldea Koromon. Luego de que Agumon evolucionara a Greymon y ahuyentara a Gazimon, los otros niños se reunieron con ellos. Fue en ese momento que el cielo de la noche cayó. Taichi y los demás vieron lo que estaba sucediendo por detrás de la cascada, pero la brusquedad de la abrumadora catástrofe los deslumbró. Sus cerebros no podían procesar en un primer momento lo que estaba sucediendo. Fue la abrupta aparición de un monstruo, que parecía un mono gigante, lo que produjo que sus cerebros volvieran a alarmarse una vez más. –¿Todavía están vivos, niños? –preguntó el mono tímidamente. –Lo que acaban de ver fueron mis ¡Espíritus Oscuros! Es mi regalo de bienvenida para ustedes. Como si la manera de hablar de Etemon le disgustara, Yamato frunció su cara de asco y preguntó. –¿Quién es ese? –E–Es Etemon– los Koromon se lamentaron, acercándose a los demás y temblando mientras el miedo se apoderaba de sus caras. –¿Es fuerte?– preguntó Taichi.

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–¡Él es…! ¡Es un Digimon de nivel perfecto! – contestó uno de los Koromon. –¿Nivel perfecto? ¿Qué es eso? Tentomon respondió la pregunta de Taichi esta vez. –El nivel perfecto es el nivel en el que evoluciona uno de nivel adulto. El nivel adulto es, por ejemplo, cuando evoluciono a Kabuterimon y cuando Gabumon se convierte en Garurumon. ¿Podrían ganar contra alguien tan fuerte como él? La pregunta era tácita, pero cayó como sombra oscura sobre los rostros de todos los niños. –Debemos mantenernos fuera de su vista– dijo Jyou. –Si no nos encuentra, pensará que hemos muerto y se irá. Sin embargo, en ese momento, Etemon ya sabía dónde se encontraban los niños. Una cámara de vigilancia en las inmediaciones de la cascada había captado a Taichi y a los demás, mostrándolos en el monitor del remolque de Etemon. –Oh, es demasiado tarde para correr, pastelillos de miel– dijo Etemon con una sonrisa en una gran imagen holográfica. –Ya sé dónde están. Solo aguarden un minuto y estaré allí. La pantalla holográfica de Etemon se apagó bruscamente y casi inmediatamente después de eso… –Ahhhh, ahhhh Con un claro alegre de su garganta, el verdadero Etemon, de unos dos metros de alto, apareció frente a ellos. Se quitó la guitarra Flying V de su hombro y tocó una sola nota alta mientras cantaba una canción al azar. –¡La superestrella, Etemon! Los niños se desplomaron de rodillas y no podían moverse. Tal vez podían instintivamente sentir la crueldad en la excentricidad de Etemon porque ninguno de ellos dejó escapar un gemido a pesar de querer llorar. –Ahora, vengan conmigo o ríndanse, lo que a ustedes les plazca. El final será el mismo de cualquier manera. ¡Todos van a morir aquí! Etemon se acercó a ellos, bailando graciosamente mientras lo hacía. –¡Si rendirse conduce al mismo resultado, entonces vamos a luchar!– dijo Taichi arrogantemente. Aparentemente estaba decidido a ganar. Sora a menudo había visto a Taichi poner esa cara durante los partidos de fútbol. Taichi mostraba esa expresión incluso cuando estaban dos o tres puntos por debajo y, por extraño que parezca, acababan convirtiendo la puntuación. Llevaba un espíritu de lucha que hacía frente a la adversidad. Sora decidió confiar en Taichi.

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–¡Todos evolucionen!– gritó Sora. Incluso si se enfrentaban contra un nivel perfecto, tendrían alguna posibilidad de ganar con seis niveles adultos de su lado. Piyomon digi–evoluciona a… ¡Birdramon! Gabumon digi–evoluciona a… ¡Garurumon! Tentomon digi–evoluciona a… ¡Kabuterimon! Gomamon digi–evoluciona a… ¡Ikkakumon! Palmon digi–evoluciona a… ¡Togemon! Junto a Greymon ya evolucionado, todos habían evolucionado a nivel adulto, salvo Tokomon que recientemente había nacido de su huevo. Pero…. –¡Love Serenade! Etemon alzó su mano derecha formando un gran arco e hizo un cerrado rasgueo en su guitarra Flying V. Luego, sin perder un instante, giró una perilla en ella como si afinara un violín, y su sonido se deformó mientras viajaba por el aire. Instantáneamente… –N–No sé cómo, pero… –Mi poder se está acabando… Los Digimon evolucionados regresaron a sus estados anteriores. –¿Q–Qué pasa? –¿Qué pasó con ustedes? Fue Etemon quien respondió las preguntas de los niños. –Mi Love Serenade tiene el poder de revertir una evolución. Una pena para ustedes, queridos. –¡Maldita sea! El próximo curso de acción de Taichi fue rápido. Recogiendo una pequeña piedra que había caído a sus pies, apoyó todo su peso sobre un pie y la lanzó hacia Etemon. La piedra golpeó a Etemon justo en la coronilla de su cabeza. –¡Owie!– gritó Etemon. –¡Ahora, chicos! ¡Todos a la cueva! Los niños llevaban a sus Digimon en brazos, corrían de la mano o los llevaban en sus espaldas mientras atravesaban la cortina de la cascada hacia la cueva. Sus deseos de vivir les ganaron al temor que pudieron tener de quedar atrapados en un callejón sin salida, por lo que ninguno de ellos vaciló.

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Pero Taichi no corrió. –¡Taichi! Cuando Sora se dio cuenta que no estaba entre ellos, miró a hacia atrás. Taichi aún estaba del otro lado de la cascada. –¡Toma esto! ¡Y eso! A juzgar por sus palabras, parecía que todavía continuaba arrojando piedras. –¡N–No seas tan imprudente! Ya sea porque oyó la voz de Sora o notó que Taichi no estaba allí, Yamato regresó corriendo. –¡Ese idiota! – maldijo y saltó hacia el otro lado de la cascada. Etemon estaba moliendo sus dientes mientras se acercaba a Taichi. –¡Tú, pequeño parásito! ¡No te saldrás con la tuya!– gritó, pateó el suelo y voló hacia Taichi. –¡Cuidado, Taichi! Sora pudo oír el grito agudo de Yamato, incluso desde el interior de la cueva. –¡Taichi! Fue entonces que algo sucedió. Por el rabillo del ojo, Sora vio de repente un destello de luz desde el fondo de la cueva. Sora no podía contar lo que estaba sucediendo, pero Jyou, Koushiro, Mimi y Takeru que se habían adentrado en la cueva, había visto lo que ocurrió de cerca. Los cuatro habían llegado a un callejón sin salida en el túnel. Al toparse con una enorme roca que bloqueaba el camino, de repente esta se iluminó y desapareció. Entonces, algo aproximadamente del tamaño de una mini–tarjeta brillando intensamente, voló por los aires en dirección a la cascada. Un agujero apareció en donde estaba la roca, y una tierra desconocida pudo verse por delante. Ese algo brillante pasó por los ojos de Sora y atravesó la cascada hacia el exterior. Zumbando sobre los hombros de Taichi, se dirigió directo con toda su fuerza hacia el estómago de Etemon, sin poder cambiar de dirección en el aire. La cosa lo golpeó de nuevo y luego voló cuidadosamente hacia la palma abierta de Taichi. Al igual que el Digivice lo había hecho en los campamentos. –¿Q–Qué es esto? Con ojos de asombro, Taichi miró la cosa que sostenía en su mano. Era el “Emblema” que Gennai les había mostrado en el holograma tridimensional en la Isla File.

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–U–Urgh…– el ataque debió haber sido duro porque Etemon estaba agarrándose el estómago y gimiendo. Al ver eso, Yamato cogió la mano de Taichi y tiró de ella, gritando. –¡Salgamos de aquí!



EL EMBLEMA DEL VALOR

Los altibajos de las dunas de arena podían verse extender sin fin en la distancia. La tierra árida vorazmente absorbía los rayos del sol, emitiendo una neblina de calor. Los niños sentían como el interior de sus zapatos se derretían. El sudor dejó sus huellas en la parte trasera de sus ropas y la arena, arrastrada por el viento, voló hacia sus ojos, haciéndolos lagrimear. Varios días habían pasado desde que Etemon los atacó en la aldea Koromon. Cuando la roca que bloqueaba el camino en la cueva desapareció, Taichi, los otros y los Koromon cruzaron del otro lado y automáticamente la cueva se cerró detrás de ellos. Aparentemente solo se había abierto un instante antes de desaparecer. Etemon no rompió la pared de la cueva y los persiguió, a pesar de tener el poder de destruir una aldea entera. Koushiro explicó que la salida era probablemente una distorsión que conectaba con un lugar lejos de la aldea Koromon. Después de despedirse de los Koromon en el oasis (al parecer los Koromon construirían una nueva aldea allí), Taichi y los otros continuaron hacia el oeste. Según un mapa que les había enviado Gennai, si seguían viajando en línea recta al oeste, deberían llegar a un gran lago llamado Temp Lake. No tenían necesariamente nada que hacer en ese lago, pero teniendo en cuenta que Etemon los perseguía, quedarse en un desierto estéril sin lugar donde esconderse era mucho más peligroso. Las voces de todos detrás de Taichi, mientras iba un paso adelante, llegaron a sus oídos. –¿Hasta dónde tenemos que caminar? –Hasta que lleguemos a un lugar donde Etemon no nos pueda seguir. –¿Existe esa clase de lugar? Todos se sienten desalentados, pensó Taichi. Tengo que animarlos de alguna manera. Volteándose para mirar a los demás, dijo. –Vamos chicos, contrólense. Recuerden, tenemos esto. Y orgullosamente, levantó el emblema que había conseguido en la aldea Koromon para que todos lo vieran.

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Para Taichi, conseguir su emblema era como tener la última consola de videojuegos antes que nadie. De hecho pensaba que el sol radiante proyectaba rayos de felicitaciones sobre él. Pero los otros niños sólo lo miraban sombríamente. Algunos ojos estaban llenos de dudas sobre si el emblema ayudaría o no a derrotar a Etemon, otros reflejaban envidia y celos de que Taichi fuera el único en tener uno, desalentándose aún más por no tener uno propio. Sólo estaban desmoralizándose… Pero Taichi no se dio cuenta de eso. Lo que pensaba era que todos debían estar muy cansados. Esa era una señal de su propia vanidad e inocencia. Como si estuviese hablando para todos, Yamato lanzó. –¿Realmente el emblema ayudará a Agumon a evolucionar? Y aunque así fuera, ¿bastará para ganar contra Etemon? Los labios de Taichi se torcieron con disgusto. –Sí, lo ayudará a evolucionar. Y sí, nos hará ganar contra Etemon, ¿no, Agumon? Sonrió ampliamente a su compañero. –Uh…S–Si… Ese titubeo pareció irritar a Taichi, porque asumió el tono de regaño que usaba cuando sermoneaba a su equipo en el club de fútbol. –Concéntrate, hombre. Eres el único que debe dar un paso al frente. –….está bien. Como si los otros Digimon entendiesen su posición, se dirigieron a Agumon con aclamaciones poco entusiastas como… –Contamos contigo. –Haz tu mejor esfuerzo. Agumon los miró desconcertado, pero Taichi creía que todos lo entendían y parecían estar de acuerdo. –En primer lugar, ¿Qué hacemos para hacerlos evolucionar a un nivel perfecto? – preguntó Jyou, a lo que Koushiro respondió. –Por lo que he visto de sus evoluciones hasta el momento, nuestros Digimon parecen consumir una gran cantidad de energía para poder evolucionar. No pudieron evolucionar cuando estaban hambrientos después de todo. También ocurre cuando su compañero está en peligro. –Ya veo– dijo Taichi, asintiendo pausadamente. –Pero aun así, eso de la energía…ya que va a evolucionar en un nivel perfecto, tendrá que tener más energía que antes, ¿no? Una maliciosa sonrisa extendida se formó en su cara.

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En ese momento, Koushiro no tenía ni idea de cuál era el significado detrás de la sonrisa de Taichi. Pero más tarde, cuando se enteró cuál era su propósito, se arrepintió de lo que había dicho. Jyou encontró un antiguo coliseo romano en medio del desierto, donde los niños decidieron tomar un descanso. Taichi había confiscado la comida de todos, diciéndoles a los demás que Agumon la necesitaba para evolucionar. Era más parecido a una orden, pero Taichi no parecía pensarlo de esa manera y continúo metiendo más y más comida en la boca saturada de Agumon. El estómago de Agumon estaba tan abultado como el de una embarazada y era evidente para cualquiera que estaba lleno. –¡Haz lo posible para comer! Todos te dieron su comida porque están deseando que evoluciones, ¿no, chicos? Tanto los niños como los Digimon asintieron con la cabeza, mientras calladamente sentían hambre. Interiormente, cada uno de ellos estaba resentido. Taichi continuó palmando a Agumon en la espalda para ayudar a hacer que la comida bajase más rápido. –Tú y yo somos los únicos que podemos protegerlos a todos– dijo Taichi. Él estaba obviamente confiado de sí mismo. De repente, el sonido de un órgano resonó en el aire. No era el sonido solemne y majestuoso del órgano tubular de la iglesia, sino uno frívolo procedente de un órgano electrónico. Estaba fuera de lugar tanto en el desierto como en el coliseo, y Mimi debió haberse dado cuenta de dónde provenía ante que cualquiera de los otros porque lanzó un grito asustado. –¡Noooo! Como para probar su presentimiento, la gran pantalla, que era lo único que no pertenecía al coliseo, se encendió para reflejar la cara de Etemon. –Por fin los encuentro, niños. Yamato miró frenéticamente a su alrededor tratando de encontrar al Etemon real. –No te preocupes, cariño. La verdad es que me encantaría estar allí ahora mismo para ocuparme de ustedes directamente, pero desgraciadamente estoy en un lugar lejano en este momento. Las superestrellas están muy ocupadas, ya saben. Pero gracias a Dios que ustedes, cariños, vinieron hasta aquí, así que no tengo que perder el tiempo buscándolos. Ese coliseo es donde tengo mis conciertos anuales, con los asientos siempre llenos, por supuesto. Sin nadie más que ellos de pie entre los vacíos asientos de la audiencia, los niños pudieron fácilmente imaginarse una multitud de Digimon sentados y aplaudiendo forzadamente a Etemon con sus caras rígidas mientras varias pistolas apuntaban a sus cabezas en todas las direcciones.

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Etemon continuó. –Permítanme presentarles a un invitado especial que tomará mi lugar, ¿Quién creen que es? –¡A quién le importa!– Yamato gritó furiosamente. –Es un Digimon que conocen muy bien. La plataforma justo debajo de la pantalla se dividió, generando un fuerte chillido de engranaje. Y entonces, desde la oscuridad del ancho agujero lo que salió fue, para sorpresa de todos, un Greymon.

***

Los dos Greymon lucharon en el campo. El Greymon enemigo podía ser fácilmente distinguido por los cables negros que arrastraba. Los cables estaban conectados de regreso al agujero negro de donde había salido, y era probable que a través de ellos alguien lo estuviera controlando, ya sea directamente o por control remoto. Mientras tanto, el Greymon de Taichi parecía un poco más lento de lo habitual. Cada movimiento que hacía era lento y sus reflejos eran aburridos. Era evidente que su anterior sobrealimentación eran la causa porque cuando intentó utilizar su ¡Mega Flama!, lo que salió en su lugar fue un eructo vergonzosamente fuerte. –¡Greymon! Los niños alentaban a Greymon desde sus escondites detrás de los asientos. Los otros Digimon estaban ocupados devorándose las pocas raciones que quedaban de comida para llenar sus estómagos vacíos y poder evolucionar. –¡Tienes que evolucionar!– gritó Taichi, alzando el emblema lo más alto posible como para que Greymon pudiera verlo. –¡Si evolucionas al nivel perfecto, podrás ganar! ¡Evoluciona! Pero el emblema no mostró ninguna reacción y los otros niños a su lado pudieron notarlo también. –¡Es imposible, Taichi! –¡No puedes hacer que evolucione! Pero Taichi ni siquiera se molestó en hacer caso a sus palabras. –¡No es imposible! ¡Greymon! ¡Sé que puedes hacerlo! ¡Tienes que creer en ti! Mientras hablaba, Taichi apretó el emblema y lo agitó de arriba abajo. Aun así, el emblema no reaccionó.

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El Greymon de Taichi fue golpeado de lleno en el pecho por la cola del enemigo, y mientras caía hacia atrás, el enemigo disparó una mega flama en esa dirección. ¡Graaaaaaaah! El Greymon de Taichi gritó con tal dolor que los otros se cubrieron los oídos. Inclinando su cabeza y el torso de su cuerpo, el Greymon enemigo se abalanzó con intención de embestirlo con el cuerno sobre su nariz. La herida que el Greymon de Taichi había recibido de la última mega flama le impidió escapar, así que lo único que podía hacer era alzar el brazo derecho sobre su cabeza para protegerse del golpe. El cuerno del enemigo lo apuñaló en el brazo, perforándole la carne. ¡Grooooooaaaah! Incapaz de soportar ver eso, Sora dijo. –¡Evoluciona, Piyomon! –¡Tú también Gabumon!– dijo Yamato. Habiendo recargado la energía necesaria para evolucionar, los dos se pusieron de pie y comenzaron a bajar hacia el campo. Pero… –¡Atrás!– Taichi levantó un brazo, deteniendo sus pasos. –¡No se metan en los asuntos de otros! –¿Los asuntos de otros? ¿De qué estaba hablando? Decía calladamente la expresión sorprendida de Yamato. –No es “asuntos de otros”. ¡Greymon está en problemas! –Es su oportunidad para evolucionar– dijo Taichi. Su cara estaba tan seria como la de un padre león a punto de lanzar a su cachorro en un pozo sin fondo. –¡No lo hará!– dijo Sora, apuntando con un dedo acusador al emblema que Taichi estaba apretando. Sus ojos lo fulminaron con una mirada de odio. Sora pensaba que era culpa del emblema que Taichi estuviera actuando extraño, y tenía razón. –No. Lo hará. Haré que lo haga– dijo Taichi, y su siguiente acción sorprendió a todos. Saltó los asientos y corrió a toda velocidad hacia Greymon. –¡Oye!– se burló el Digimon enemigo. –¡No te tengo miedo! Los niños miraban a Taichi desconcertados, pero Koushiro reconoció de inmediato lo que estaba tratando de hacer. Él se lo había dicho, ¿no? Las dos condiciones para que sus Digimon evolucionen. La primera era que se necesitaba una gran cantidad de energía. La segunda era cuando su compañero estaba en peligro.

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Inmediatamente después de que llegaran al coliseo, Koushiro se arrepintió de sus deducciones inflexivas y pensó que le traerían problemas otra vez… –Taichi está planeando hacer que Greymon evolucione poniéndose en peligro. ¡Tentomon, por favor ve a salvar a Taichi! –¡De acuerdo! – Tentomon asintió. Tentomon digi–evoluciona a… ¡Kabuterimon! Lo que es más… Piyomon digi–evoluciona a… ¡Birdramon! Gabumon digi–evoluciona a… ¡Garurumon! …y los tres Digimon fueron detrás de Taichi. Mientras observaba la pantalla del monitor dentro de su gran remolque, Etemon controlaba a su propio Greymon con un control remoto. Más que como si estuviera jugando a un videojuego, parecía que estaba eligiendo una canción de karaoke. Sus órdenes eran una serie de números que enviaba, ordenándole a su Greymon que cambiase su objetivo: ahora era Taichi. Sintiendo la tierra haciendo temblar sus piernas mientras el Greymon enemigo iba en su dirección, Taichi se congeló. Todos sus instintos le gritaban que corriera, pero Taichi obstinadamente los calló. Era valor, no había duda de eso. Pero a diferencia de la inocente valentía que había demostrado en la aldea Koromon para salvar a sus amigos, algunos sentimientos deshonestos también se mezclaron. Uno de ellos era desear que Greymon evolucionara a nivel perfecto. El otro era que incluso sintiéndose mal por poner a Greymon a prueba para salvarlo, deseaba la gloria que traería la evolución. Taichi cerró fuertemente sus ojos. Estaba preparado a la posibilidad de morir. Grrrrrrrr…. Incapaz de levantarse mientras observaba la inminente muerte de su preciado compañero, incapaz de ir a socorrerlo, incapaz de responder a las expectativas de evolucionar de Taichi, los sentimientos de miseria y vergüenza bulleron en la boca del estómago de Greymon, obligándolo a alzar un grito de dolor. ¿Por qué no puedo evolucionar? Todas las condiciones se cumplieron. Deseo evolucionar. Realmente deseo evolucionar.

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Mientras Greymon miraba hacia el cielo y deseaba eso con todo su ser, sus sentimientos hicieron que el emblema de Taichi brillara intensamente. Con ello, se abrió la caja prohibida que contenía la información de la evolución, durmiendo en los genes de Greymon. A diferencia de la habitual luz blanca que siempre veían con las evoluciones, Greymon brilló opacamente. Sin embargo, la luz no era apagada y débil, sino fuerte e intensa. Daba tal apariencia siniestra que cualquiera que la haya visto sintió un gran miedo. Y entonces, cuando la luz se retiró, allí estaba. Habiendo perdido su grandiosa forma, la piel radiante que hablaba de la dignidad, e incluso sus ojos que demostraban compasión por los débiles, ahora no era más que un dinosaurio carnívoro de apariencia violenta transformado en un esqueleto desnudo. Era ShullGreymon. SkullGreymon bramó. ¡Graaaagagagagagogogroooo! Era el rugido de una bestia que claramente expresaba su sed de lucha. Taichi, que había cerrado sus ojos, los abrió al escuchar esa voz. Se estremeció al ver la forma extremadamente grande delante de él. La altura de esa gran cabeza era probablemente más alta que el piso más alto del complejo de apartamentos de Odaiba en el que Taichi vivía. Mirando hacia arriba a SkullGreymon con asombro, Taichi dijo. – Este…es el nivel perfecto de Greymon. Con un cielo azul nublado y arena a su espalda, SkullGreymon se movió tanto que el roce de sus huesos produzco un sonido casi beligerante mientras probaba el resultado de su nuevo cuerpo. El Greymon enemigo, a pesar de estar bajo el control de Etemon, estaba tan aterrorizado que su temor venció a los cables negros. Cuando dio la espalda a SkullGreymon y huyó, el gran monstruo esqueleto demostró lo increíblemente ágil que era a pesar de su enorme cuerpo. SkullGreymon se abalanzó sobre su presa, inclinándose en la mayor medida para que desde esa posición pudiese aplastarlo con la palma de la mano. ¡Graashaaaaawww! Los huesos del Greymon enemigo, su carne y los gritos de agonía se mesclaron en un sanguinolento puré de albóndigas. SkullGreymon acercó su mano con el goteo de la sangre de su presa a su nariz y la olió. Tal vez algunas terminales nerviosas aún permanecían en su nariz, o quizá era solo un acto reflejo que todavía le quedaba de cuando podía oler. Graaguugugugruu…

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Un gruñido de placer escapó de entre los dientes de SkullGreymon. Cuando arrojó lo que estaba en su mano hacia la pantalla, parecía intentar dar un tiro al blanco porque disparó los misiles orgánicos Ground Zero que llevaba a su espalda. Tanto los restos del Greymon enemigo como la pantalla se desintegraron al instante. Una ráfaga de viento generada por la explosión se extendió inmediatamente hacia los niños. Al ver que el espacio en donde estaba la pantalla había desaparecido sin dejar rastro, se estremecieron. Sintieron un renovado asombro y terror por la gran cantidad de energía que el nivel perfecto tenía, igualando el ataque Espíritus Oscuros de Etemon. –¿G–Greymon?– Taichi parpadeó rápidamente, alzando una voz insegura hacia SkullGreymon. No supo si su voz le llegó o no, pero SkullGreymon miró hacia abajo a Taichi con sus ojos huecos. –¿De verdad eres la evolución de Greymon? Desde que Greymon desapareció y SkullGreymon apareció en su lugar, esa sería la conclusión más lógica. Pero al mirar a SkullGreymon, Taichi sintió que no podía aceptar esa forma. Simplemente no podía. Nunca antes se había sentido así, cuando Koromon evolucionó a Agumon y este en Greymon. Groogagagagagoo… No era una confirmación ni una negación. Eso se debió a que, en ese momento, Taichi no entraba en el campo de visión de SkullGreymon. Con la enorme cantidad de poder que SkullGreymon tenía, un pequeño humano como Taichi no podría saciar su sed de lucha. El muchacho era una existencia sin ningún valor para él. Alzando su cabeza como una serpiente y girándola lentamente, SkullGreymon buscó nuevos enemigos con quienes entretenerse. Allí vio a Garurumon. Garurumon había saltado para salvar a Taichi, pero con la llegada inesperada de ShullGreymon, se echó para atrás para ver como resultaría la situación junto a Birdramon y Kabuterimon en los cielos. SkullGreymon parecía haberlo elegido como su próximo objetivo, porque rechinó los dientes y se acercó, paso a paso, hacia Garurumon. –¡C–Corre, Garurumon! Tal como Yamato se lo gritó, Garurumon arribó a la misma decisión y dio vuelta su cola. Podía sentir las ansias de sangre en los ojos de ShullGreymon mientras lo perseguía. Sus pisadas hacían temblar la tierra. ¡Meteoros fugaces!

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¡Electro Shock! Birdramon y Kabuterimon atacaron para detener sus movimientos. Normalmente hubiesen dudado en atacar a uno de sus amigos, pero sus instintos les indicaron que hacerlo sería útil. Por supuesto, no creían que sus ataques de nivel adulto harían efecto en su oponente. Desafortunadamente, su suposición era correcta y el cuerpo de SkullGreymon ni siquiera se inmutó cuando sus ataques lo alcanzaron. En cambio, un golpe con el dorso de su mano hizo que se estrellaran con la pared y luego el suelo, regresándolos a sus estados anteriores. Sin embargo, no todo había sido una pérdida de tiempo. Eso le había dado a Garurumon la oportunidad de huir. SkullGreymon dejó escapar un gruñido infeliz y miró a su alrededor, en busca de su presa perdida. Garurumon estaba corriendo por las escaleras en la parte sur de las gradas. Tenía la intención de saltar la pared del coliseo y escapar hacia afuera. Pero antes de que pudiera hacerlo, SkullGreymon lo descubrió. SkullGreymon inclinó su torso, avistó sus misiles contra Garurumon y lanzó su Ground Zero. ¡Boom! La parte sur entera del coliseo se desintegró al instante. –¡Ga–Garurumon! La cara de Yamato estaba sumamente pálida. Y luego Takeru tiró de la mano de su hermano. –¡P–Por aquí!– dijo con voz tensa, señalando los asientos en la parte oeste a unos cien metros de donde había estado Garurumon. Escombros resultantes de la explosión se movían mientras Gabumon salía de su interior. Su cuerpo herido estaba temblando mientras trataba de incorporarse. Sus heridas eran de cierta preocupación, pero era un milagro que apenas haya salido vivo de la explosión. ¡Giigogogagagagagaaa! Escapando a través del espacio en la pared que había derribado, SkullGreymon saltó fuera del coliseo. Los niños y el resto de los Digimon aún permanecían dentro, temblando patéticamente. SkullGreymon pudo ver que no eran sus enemigos y perdió el interés en ellos. ¡Gagagagogriiigagaga! Sonaba como un grito placentero de victoria. Más que el triunfo de haber derribado a su presa, era la alegría de poder dar rienda suelta libremente a todo su salvajismo.

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SkullGreymon corrió por el desierto a una velocidad inmensa, levantando una nube de polvo detrás de él. Todo lo que Taichi y los otros podían hacer era mirar el alboroto de SkullGreymon desde lejos…



ACCESO

–Lo siento, Taichi…– Koromon se disculpó sinceramente, agachando la mirada. Koromon no se dio cuenta, pero sus amables palabras no guardaban ningún resentimiento por su compañero, lo que hizo que Taichi sintiera que estaba llevando una pesada cruz sobre la espalda. A pesar de haber logrado evolucionar a nivel perfecto, ni Taichi ni SkullGreymon pudieron controlar sus acciones. Al final, el salvaje alboroto de SkullGreymon le consumió tanta energía que lo hizo volver a ser Koromon. Posiblemente había gastado tanta energía que ni siquiera le bastó para mantenerse en la forma de Agumon. Koromon explicaba torpemente lo que recordaba cuando se transformó en SkullGreymon: sintió como si una pieza dentro de él se descompusiese y fuera arrastrado por sus acciones destructivas, incapaz de hacer otra cosa que buscar en su mente los recuerdos de Taichi. –Fue mi culpa. Lo siento– Taichi se disculpó. Primero lo hizo con Koromon y luego con todos los demás. –Realmente lo siento. Todos lo perdonaron sin problemas. Eso se debía a que no querían que Taichi se sintiera peor de lo que ya estaba, y en parte también porque todos se sentían responsables de no haber intervenido y detenido sus acciones extremas. Si lo hubieran culpado, rehuido y hecho arrodillar para suplicarles su perdón, probablemente habría llorado, arrepentido. Pero al no desahogarse, sus sentimientos se acumularon como veneno dentro de su cuerpo, carcomiendo lentamente el interior de su corazón. Desde entonces, casi ni se dirigía a los demás. Cuando el grupo intentaba hablarle, respondía distante. Y al igual que una enfermedad, su deprimente reserva se propagó hacia los otros niños, haciéndolos sentir nubes negras y un aguacero dentro de sus corazones. –Oye, Koushiro Una noche, tres días después de haber dejado atrás el coliseo y acampado en un molino de agua (que parecía completamente inútil en medio de un desierto), Sora llamó a Koushiro y le preguntó algo que había estado pensando.

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–¿Podrías contactar a Gennai? Hay muchas cosas que quiero hablar con él… no solo sobre la evolución, sino también lo que debemos hacer a partir de ahora. –Ponerse en contacto…no es imposible, creo. Eso la sorprendió. Sora estaba segura de que iba a decir que no podía. –Si no es imposible, ¿significa que puedes hacerlo? –Probablemente. –¿Cómo? –Si uso los cables negros, podría haber una manera… –¿Cables negros? Eso fue lo que Koushiro dijo. Todos, incluyendo a Sora, habían visto los cables negros conectados al Greymon enemigo en el coliseo, pero después del frenesí de SkullGreymon, Koushiro reveló que había ido adonde el Greymon enemigo apareció para investigar cómo había sido instalado. Allí descubrió que por delante de los cables rotos había conectado un enchufe modular enterrado bajo el suelo de piedra. Además, momentos antes, había descubierto un cable negro atravesando un pozo seco cercano. –Esos cables negros probablemente estén instalados a lo largo de todo el Continente Server como una meshnet, creando la red. El conector modular era del mismo estándar que mi ordenador portátil, así que puede que no sea imposible que use mi computadora para entrar en la red. Con ojos bien abiertos, Sora preguntó. –¿Por qué antes no le contaste a nadie algo tan importante? –No pude. No después de lo que sucedió con Taichi. Incluso si lo hiciera, creo que solo generaría más problemas. –¿Problemas? ¿Qué quieres decir? –Es la misma red que utiliza Etemon. Si entramos en ella sin que nadie nos descubra, no habrá problema, pero si lo hacen, estamos perdidos. Sora no entendía mucho de computadoras o Internet, pero había visto un reporte en la televisión acerca de un hacker que había sido atrapado por el FBI después de que intentase entrar a la computadora de la agencia del gobierno para reescribir sus datos. ¿Era eso lo que Koushiro quería decir? –¿Hay alguna manera de evitar que nos descubran?

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–Como no sé cómo está configurado el sistema, no puedo hablar con seguridad– dijo Koushiro como resguardándose. –pero los subordinados de Etemon también deben utilizar terminales de computadoras para la red. Mediante la conexión a la misma, ellos pueden decir si somos o no uno de ellos…aunque si nos pide una contraseña, estamos acabados. Lo único que puede darnos una oportunidad es que no haya nadie en este mundo que se infiltre en la red, pero eso no tendría mucho de un sistema de seguridad. Después de eso, Koushiro habló entusiasmadamente de los registros de acceso y los servidores proxy, pero Sora no podía entender nada de eso. Lo que ella pensaba que Koushiro estaba tratando de decir, al final, fue que era posible ingresar en la red de Etemon sin que se diera cuenta, pero si fallaba, Koushiro no podía asumir toda la responsabilidad. La manera más democrática de hacerlo sería conversarlo con todos y llegar a una decisión unánime…pero ella ya podía imaginar el resultado. Jyou, Yamato y Mimi definitivamente dirían que no. Takeru podría decir lo que dijese su hermano. Taichi parecía ser el único en tener más posibilidad de estar de acuerdo con ella, pero en su estado actual, no había manera de que se animara y, sin lugar a duda, se abstendría de votar. Pero Koushiro (o al menos eso le parecía a Sora) se mostraba confiado. Así que en ese caso… –Inténtalo, Koushiro. Asumiré la responsabilidad por lo que suceda. Ella sabía que no tenía derecho a tomar la decisión, pero tenía que salir de esa asfixiante y apretujada situación de alguna manera. Tarde o temprano, Etemon los encontraría y atacaría de todos modos, por lo que incluso si terminaba fallando, solo acelerarían el momento. Si era su hora de morir, entonces morirían, pensó con firmeza. Si ella era la culpable por eso, entonces que así sea. –…muy bien, lo intentaré– Koushiro consintió. –Pero no creo que debamos tener esperanzas. No acostumbro tenerlas. Sonrió a Sora en tono divertido para que se sintiera a gusto.

***

Encogiéndose dentro del pequeño fondo del pozo vacío, Koushiro tecleó continuamente en su ordenador portátil. Desde arriba, Sora lo miraba mientras trabajaba con un gesto de preocupación en su cara. Su conexión a la red fue simple y sin inconvenientes. Ni siquiera pedía una contraseña. Dando una mirada panorámica al sistema, Koushiro se asombró de que la red de Etemon estuviera muy bien cuidada. No estaba conectada a lo largo de todo el Continente Server, pero sí en lugares fuera de sus límites. Por lo que había otros continentes además de ese. Tal vez la red existía allí desde un principio y Etemon la estaba utilizando para su conveniencia.

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También tenía un sistema de seguridad, pero por alguna razón, no funcionaba en esos momentos. Como precaución, Koushiro reescribió los registros de acceso y borró todos los rastros de su presencia, cuando recibió un correo electrónico de un Digimon que sabía del paradero de Gennai. La dirección decía: andromon@factorial–town.file–island. Provenía del Andromon que habían conocido en Factorial Town en Isla File. Andromon era el supervisor de ese lugar: una cíclica fábrica que armaba productos y luego los desarmaba. Luego de quitarle el engrane negro, les informó que el sistema de alcantarillado los llevaría a Toy Town. También le había dado a Koushiro su dirección de correo electrónico en caso de que algo sucediera. Por supuesto, puesto que Koushiro no tenía una dirección de correo electrónico en ese mundo, tuvo que hacerse una. Se registró en un servidor aleatorio en el sistema y se creó ilegalmente una bandeja de entrada. La respuesta de Andromon volvió a su correo. [Le he informado de eso a Gennai. La razón por la que no los contactó hasta ahora fue porque Etemon estaba bloqueándolo, pero gracias a ti, la red se ha atascado y puede contactarlos directamente] Justo cuando Koushiro salía del pozo, Takeru y Sora se acercaron a él. Gennai se había mostrado a través de imágenes holográficas para darles un mensaje. –Qué rápido– dijo Sora sorprendida, pero Koushiro estaba más preocupado por otra cosa. Andromon había dicho en su correo “gracias a ti la red se ha atascado”. Todo lo que Koushiro había hecho fue ingresar en la red, no algo que le pudiera hacer suponer que se atascaría y caería. ¿O fue la nueva bandeja de entrada que había creado la que causó una saturación en el sistema? Un gran cactus estaba detrás del molino de agua en el que los niños y sus Digimon estaban reunidos. En el momento que Koushiro y los otros dos llegaron, pudieron oír a Taichi en medio de un acoso a Gennai. Koushiro sólo llegó a escuchar la última parte de sus palabras… –… ¿Por qué? El holográfico Gennai llevó sus manos a la espalda y respondió ligeramente. –Así que has evolucionado. La cosa es que hay muchos caminos posibles para la evolución. Ninguno de ellos es el correcto o el incorrecto, pero la razón por la que no alcanzó la evolución que deseabas fue porque aún eres inexperto. –Inexperto…

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–Es correcto. Tu Digimon evoluciona de acuerdo a tu crecimiento personal. –Entonces, ¿Qué tengo que hacer para crecer? –Les enviaré a un entrenador. Si nombre es… La estática de repente se infiltró en el holograma. –…mon…escuchen lo que él… El holograma se pagó abruptamente. –Ah– dijo Koushiro. Había querido hacerle un millón de preguntas como…cómo se produjo el Digimundo, cómo funcionaba el mecanismo de la evolución, y también, cual fue la razón por la que la red se volvió loca, pero no había tenido la oportunidad. –Dijo que iba a enviar a un entrenador, ¿no?– preguntó Mimi a Palmon, buscando su confirmación. –Sí, eso dijo. –Así que, tal vez eso signifique que tendremos un guardaespaldas. –Si tenemos suerte– susurró Jyou. Ninguno de ellos parecía en absoluto interesado. Parecía que aún tenían algunas dudas acerca de confiar en Gennai.

***

MANTENIMIENTO COMPLETO. Seguro de que Etemon estaría irritado por no poder conectarse a su red, Nanomon le envió un correo electrónico al regresar la conexión luego de que restaurara el sistema de seguridad suspendido. Nanomon había advertido el acceso ilegal de Koushiro. Sin embargo, en vez de desconectarlo, detuvo el sistema de seguridad y quitó a Etemon de la red. Por supuesto, no tenía la intención de informar nada de lo sucedido a Etemon. No tenía la obligación de hacerlo.

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LA TRAMPA DE LA PIRÁMIDE

Controlado por cables negros, el guerrero dragón ciclope, Cyclomon, se abalanzó sobre ellos. Agarrando un desguazado Sedan con su mano derecha, que era anormalmente más grande que la izquierda, lo arrojó hacia los niños. ¡Arpón volcán! El cuerno de Ikkakumon explotó en pedazos el Sedan en el aire, mientras… ¡Meteoros Fugaces! Birdramon desató un viento de fuego desde los cielos. Pero el movimiento de Cyclomon fue rápido y, aunque el fuego derritió varios coches desguazados, resultó ileso. Estaban en un basurero de chatarra de coches en medio del desierto. Podría sonar pequeño, pero en realidad era casi tan grande como los de Tokio, y unos cientos, quizá miles, de coches desmantelados yacían apilados uno encima del otro. Cyclomon se asomó de entre las pilas y cuando encontró una abertura, saltó diciendo… ¡Híper calor! …y lanzó un rayo extremadamente caliente. –¡Quema! ¡Quema! ¡Quema! ¡Quema! El ataque golpeó a Kabuterimon, quien había estado dando vueltas en el aire buscando a Cyclomon. Perdiendo el equilibrio, Kabuterimon cayó al suelo. Pero el ataque alcanzó a los demás. Corriendo ligeramente sobre la cima de la montaña de coches sin que ninguno de ellos se cayera, Garurumon escupió llamas pálidas sobre la cabeza de Cyclomon. ¡Aullido explosivo! El ataque lo golpeó, pero el enemigo clavó ciegamente su mano derecha al caer, golpeando a Garurumon en el estómago. Garurumon también voló hacia atrás. Todos lucharon desesperadamente. Sin embargo, Agumon permaneció en su forma y, aunque obviamente deseaba unirse a la batalla con sus amigos, se contuvo e inquietó. Cuando miró a Taichi, todo lo que este hizo fue mirar apretando los puños. Incapaz de quitarle su impotencia, Agumon se distrajo pisoteando el suelo.

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Era obvio para él, sin mediar palabra, porque Taichi dudaba. Si Agumon evolucionaba en SkullGreymon de nuevo…esa preocupación estaba consumiendo tanto a Taichi que su confianza en sí mismo estaba completamente muerta. Antes de todo esto, Taichi había pensado que todos lo estaban desmoralizando…pero ahora era él quien lo estaba haciendo. A pesar de que de alguna manera lograron derrotar a Cyclomon, todos los Digimon que habían luchado estaban lastimosamente cubiertos de heridas por los ataques del enemigo. Taichi no se unió a la batalla hasta el final, y no pudo mirar a los demás a los ojos. Todos los otros niños tuvieron gestos de consideración hacia Taichi, a su manera. Yamato, Mimi y Koushiro trataron de no hablarle a menos que fuera absolutamente necesario. Takeru parecía como si quisiera decir algo, pero no encontraba las palabras. Había retrocedido solo para mirar a Taichi con preocupación. Jyou dijo. –Está bien. Nos has salvado de muchos peligros hasta ahora. Lo haremos así por el momento. Pudo haber sido solo un acto de solidaridad de parte de Jyou, pero en realidad, lo único que estaba haciendo era retrasar el asunto. Sora deseaba de corazón que Taichi tuviera un poco de paz como la estaban teniendo Yamato y los demás, pero si Taichi no tenía al menos una persona que lo regañase y sacudiese, nunca volvería a ponerse de pie. –Oye, Taichi. Sora se acercó al lado de Taichi, que estaba aislado de los demás con una expresión sombría. La puesta del sol proyectaba una sombra roja sobre su cara, pareciendo exaltar su tristeza. –¿Por qué no intentas superarte otra vez? Te conozco. Puedes hacerlo. Confío en ti, Taichi. Incluso mientras hablaba, Sora sintió como si estuviera recitando el guión de una película. La respuesta de Taichi fue la que estaba esperando. –Lo siento. Sólo déjame en paz. –Pero… –Yo no… Diciendo lo suficiente, Taichi se tragó el resto de sus palabras. Si dijera algo más, sintió que Sora lo comparecería. Lo pensó un poco más antes de corregirse. –Simplemente no te preocupes por mí. De hecho, la sonrisa fingida que esbozó para evitar que se preocupase, parecía lamentable. O no, quizá la sonrisa fue en tono de burla hacia sí mismo.

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Sin decir una palabra, Taichi lentamente se puso de pie y fue hacia algún lugar. Mientras miraba al deprimido Taichi desapareciendo a lo lejos de su vista, Sora sintió una punzada de culpa. Tal vez no debía haber dicho nada después de todo.

***

Koushiro también estaba apartado del resto, pero su razón era diferente a la de Taichi: quería a escondidas experimentar una vez más el acceso a la red. Incluso si hubiese funcionado la primera vez, la razón por la que antes no le contó a nadie sobre ella inmediatamente fue porque no entendía porque estaba caída. Puede que sea ese el motivo por el cual el enemigo no los había visto hasta el momento. Lo más inteligente habría sido mantenerse alejado del acceso a la red por un tiempo, pero ahora que tenía su propia bandeja de entrada, no podía dejar de pensar si alguien (como Andromon o Gennai) le habían enviado un correo electrónico. Sonriéndose mientras recordaba la primera vez que comenzaba a usar internet, Koushiro dijo a Tentomon. –De acuerdo, voy a excavar el suelo. –Está bien. Un cable negro también corría por allí abajo. Como no podía ver el enchufe modular cerca, Koushiro tiró del cable hasta que lo encontró. Sopló la arena que lo recubría. –Muy bien entonces, es hora de ingresar a la red. Más cuidadosamente que antes, Koushiro conectó su ordenador portátil a la red. La bandeja de entrada aún permanecía allí. –Gracias a Dios. Parece que no nos notaron. Al chequearla, vio que tenía un mensaje. –Me pregunto de quien será. El remitente del mensaje provenía de alguien llamado “Nanomon”.

***

La arena por delante de ellos fluía como una corriente fangosa. Eran arenas movedizas.

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La marcha de peces de Gomamon había hecho una balsa que ahora llevaba a los niños hacia su superficie movediza. La arena fluía en línea recta, aunque había algunos espacios en donde se perdía en un ángulo de noventa grados. –Parece una cinta transportadora– dijo Takeru mientras llevaba a Tokomon en brazos. Jyou estaba a su lado, mordiéndose las uñas. No lo dijo en voz alta, pero la pregunta “¿Qué hacemos si el enemigos nos ataca aquí?” estaba escrita en toda su cara. –Deberíamos poder ver la pirámide en cualquier momento– dijo Koushiro desde su asiento en la parte delantera de la balsa. Estaba alerta mirando el camino que estaban tomando. –Ahí es donde debe estar Nanomon. El correo electrónico de Nanomon decía: [Para los Niños Elegidos. He oído hablar mucho de ustedes por parte del viejo Gennai. Si caminan en línea recta al oeste desde donde están ahora, llegarán hasta River of Sand. Por favor sigan hasta llegar a la pirámide donde podrán encontrarme. Posdata: También tengo un emblema en mi poder.] Koushiro había ido inmediatamente por Sora para mostrarle el mensaje. Sora le había aconsejado que le contara a los demás que Nanomon lo había contactado en su ordenador tal como Gennai lo había hecho al enviarles el mapa, mientras omitiera la parte en la que había logrado acceder a la red del enemigo. Taichi, Yamato, Mimi y Takeru eran tan desinteresados de las computadoras como Sora; Jyou podría saber algo sobre ellas, pero Sora estaba segura de que lo pasaría por alto como si fuera algo imposible en ese mundo. Con eso comenzó el debate sobre si debían o no ir por Nanomon. Aunque ella pensaba que Taichi se abstendría de votar, él lo hizo con un enérgico “Si”. No explicó su razón, pero Sora pensó que quizá la palabra “crecimiento” que Gennai había mencionado lo estimulaba y buscaba una oportunidad para recuperar su confianza. Incluso Yamato, que ella pensaba que estaría en desacuerdo, adhirió luego de que Taichi diera su voto. Takeru y Mimi siguieron sus pasos. No había duda que, en su corazón, Jyou quería oponerse, pero no parecía querer ser el único en negarse por lo que respondió evasivamente. –Bueno, si todos están de acuerdo… Al final, ninguno de ellos se opuso y ni siquiera necesitaron contar con la mayoría para saber que irían a ver a Nanomon. Más tarde, la curiosidad de Sora sacó lo mejor de ella y le preguntó a Yamato. –¿Por qué aceptaste?

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–Taichi estaba mostrando algo de emoción después de todo. Simplemente no podía echarlo a perder– contestó Yamato con un suspiro. Al parecer él también deseaba que Taichi regresara a ser el mismo de antes. –¡La veo! Fue Mimi quien alzó la voz primero, pero luego continuó algo insegura. –Esa…es una pirámide, ¿verdad? La razón por la que su frase acabó en pregunta se debía a que la forma de la pirámide estaba al revés de las pirámides que Mimi conocía.

***

Aunque habían estado seguros que la pirámide estaría compuesta de piedras o ladrillos apilados, esta estaba hecha de grandes azulejos de colores en su lugar. Incluso sus pasadizos tenían azulejos, y la arena se adhería a ellos dándole su color. Al no ver ninguna huella, parecía que nadie había estado allí desde hace tiempo. Una perfecta fila larga de luces fluorescentes colgaban en los bordes que unían la pared con el techo, y aunque nadie estaba seguro de cómo funcionaba, las luces se apagaban detrás de ellos a medida que avanzaban. Cuando el camino se bifurcó por delante, solo uno de ellos quedó iluminado. –Supongo que eso significa que nos guía. Nanomon debe estar al final de esa luz– explicó Koushiro a todos. Con su cima escondida debajo de la arena y su superficie bajo el sol (la cual en la mitología egipcia sería considerada sagrada), la mayoría de los pasadizos de la pirámide estaban normalmente inclinados hacia abajo. Debieron haber caminado unos diez minutos más o menos antes de llegar a una puerta de acero macizo que, obviamente, estaba hecha de un material mucho mejor que los azulejos baratos que habían visto hasta ahora. –¿Este es el lugar? –Echemos un vistazo. La puerta de acero tenía una manija de bronce que tanto Taichi como Yamato intentaron girar juntos, pero era tan sólida que no se movió ni un centímetro. Así debía ser, puesto que el mango era una cerradura y una trampa. Normalmente, si un intruso descuidado intentase girarlo, sería electrificado al momento de tocar el mango. Pero como Nanomon sabía que Taichi y los demás llegarían, anuló el programa de seguridad de antemano.

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Koushiro se preguntó si tal vez había algún interruptor oculto en algún lugar, pero nada de eso encontraron. –¿Qué debemos hacer? Los niños forzaban sus cerebros, pero la respuesta parecía sencilla para los Digimon. –En otras palabras, solo tenemos que romperla, ¿no? Agumon intercambió miradas con los otros Digimon, y todos sus ataques se fusionaron en uno. No pudieron derribarla en el primer intento, por supuesto, pero después del quinto, la puerta de acero se fundió como un caramelo bajo el sol, creando un gran agujero. A lo largo de las cuatro paredes de esa habitación habían números, letras del alfabeto y símbolos que estaban completamente alineados de punta a punta como jeroglíficos. –Es un programa– dijo inmediatamente Koushiro, porque era similar a lo que había visto en el interior de una gran batería en Factorial Town. –¿Un programa? ¿Estás seguro de que no son sólo garabatos hechos al azar?– dijo Mimi riendo. –No. Estas, las letras crean su propia energía. Al principio era la Palabra, como se diga. Koushiro no hablaba con su claridad habitual. Una nota obvia de emoción estaba teñida en su voz. –Por cierto, ¿dónde está Nanomon?– preguntó Taichi impaciente. En un rincón de la habitación había una única computadora abandonada, que les hizo suponer que era por allí que habían estado recibiendo los mensajes. Pero sin importar hacia donde miraran dentro de la habitación, Nanomon no parecía verse por ninguna parte. Sólo había algo que parecía ser un robot descuidadamente echado en medio de la sala. Una grieta recorría el cristal que recubría su cabeza, con una de sus dos luces rotas. De la rota se asomaba una bombilla que parecía un ojo inyectado de sangre por falta de sueño, formado por un conjunto de cables de color rosa coral que le daba un aspecto similar a un ojo de carne con sangre real. No importaba como se lo mirase, era basura. –Tal vez fue al baño– susurró Koushiro como si estuviera hablando consigo mismo. Decidieron esperar un rato, pero sintieron que era una pérdida de tiempo. –Me conectaré a la red y lo buscaré– dijo Koushiro, moviéndose hacia el ordenador ubicado en la habitación. En el momento que iniciaba sesión en su bandeja de entrada, Koushiro pensó si debía o no hacerlo. Dado que se suponía que debía mantener la red en secreto de todos. Pero Koushiro no tenía nada que temer. Nadie dijo nada. Francamente fue porque nadie entendía exactamente lo que Koushiro estaba haciendo.

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Sin titubear, Koushiro envió un correo electrónico a la dirección de Nanomon. –Hemos llegado al interior de la pirámide, ¿dónde estás? La respuesta llegó de inmediato. –Estoy cerca. –No vemos a nadie a nuestro alrededor. ¿Podrías ser un poco más específico? –Estoy a sus pies. –¿Nuestros pies? Koushiro se volvió. Todo lo que podía ver era el robot roto en el suelo… …cuya luz de la bombilla del ojo enfrente de ellos estaba parpadeando en rojo. Cuando Koushiro vio que el puerto de infrarrojos en su computadora parpadeaba en respuesta, exclamó. –Taichi. Es el robot. Ese robot es Nanomon. Mientras intercambiaban mensajes, descubrieron que Nanomon estaba consciente pero no podía moverse mientras su cuerpo mecánico estuviese dañado. Repararlo era necesario, pero al parecer reconectar la masa del cableado dañado era suficiente. –Lo haré– Yamato se ofreció, quitándose los guantes. Parecía tener mucha práctica en casa. Nanomon les envió explicaciones por escrito y, en ocasiones, gráficos para ilustrar cómo arreglar el daño, que Koushiro explicó en voz alta con minucioso detalle. Tomó alrededor de dos o tres horas en total. Yamato no pudo restaurar todos los cables, pero se las arregló para reparar los suficientes como para que Nanomon pudiera hacer el mínimo movimiento. Con un revoltoso zumbido, un motor giró y la función de su brazo regresó primero. Como si estuviese probando sus recuperadas sensaciones, Nanomon flexionó sus tres gordos dedos y luego usó la misma mano para pararse. –¡Muy bien!– gritaron los niños al unísono. La voz de Taichi era la más fuerte de todas. –Ahora, cuéntanos. ¿Cómo hago para evolucionar de la forma correcta? La respuesta de Nanomon fue al grano. –¿Cómo demonios voy a saber una cosa así? La delicada manera de escribir en sus correos electrónicos los había acostumbrado hasta que se estrellaron violentamente contra ese comentario grosero. –¿Cómo dices? ¿Qué pasa contigo? ¿No te pidió Gennai que nos ayudaras?

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–Ja ja ja ja– Nanomon dejó escapar una risa sarcástica. –Mentí. Solo necesitaba una herramienta que me ayudara a reparar mi cuerpo. es por eso que los traje hasta aquí. –¿N–Nos engañaste? –Sí. Así es. –¿Mentiste sobre el emblema también?– preguntó Mimi. –por supuesto. –¿Qué es lo que quieres?– preguntó Yamato esta vez. –se los he dicho ya. quería recuperar mis movimientos. –Lo que quiero decir es, ¿qué planeas hacer con ellos? –Gobernar este mundo. Lo que mantiene a un mundo en movimiento es la información; ¿no es así para su mundo? quien tiene el control de la información puede controlar el mundo. Usar sólo poder sin procesar, como etemon, no es suficiente. Lo más importante es usar todo lo que está aquí. Y Nanomon golpeó el transparente cristal sobre su cabeza con un dedo, como si quisiera demostrar lo inteligente que era. -Es cierto que metí la pata y estuve casi a punto de ser destruido por etemon, antes de ser forzado a trabajar como administrador de su red y la de sus amigos. Incluso me hicieron crear un programa para reemplazar el orden de este mundo por uno menos inteligente. Es mejor convertirlo en un caos. si no se puede ver como se construyó el mundo, entonces no podrémos averiguar qué podemos hacer para cambiarlo. se necesita ser un maestro para conocer la verdad. A esta altura, a los niños no les importaba tanto la teoría favorita de Nanomon, Lo que deseaban saber era otra cosa, y fue Sora quien hizo la pregunta. –Al final de todo esto, ¿quién eres para nosotros? ¿Nuestro aliado? ¿Nuestro enemigo? -De momento, no somos enemigos. Necesito factores indeterminados como ustedes, aun cuando su presencia pueda añadir confusión a la información. Mientras continúen siendo una amenaza para etemon y su gente, los utilizaré para mis propósitos. Pero aun así, sería una pena si se interpusieran en mi camino así que… El brazo de Nanomon se extendió, sujetando firmemente el brazo de Sora, quien estaba más cerca de él. -tomaré a esta chica como mi rehén. –¿Q–Qué? Los Digimon se prepararon para luchar, pero no tuvieron la oportunidad. Un ojo de Nanomon brilló con una luz roja, activando el interruptor del sistema de seguridad de la pirámide.

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En ese momento, el suelo se abrió bajo sus pies y, a juzgar como basura y no como enemigos, Taichi y los demás se vieron obligados a abandonar la pirámide.



LA PRUEBA DE TAICHI

–Si lo que dijo es verdad, no le hará daño a Sora. –Pero no podemos dejar las cosas de esta manera. –Lo sé. –Pero, ¿cómo salvaremos a Sora? –Si lo atacamos, eso…sería perjudicial, lo sé. –Koushiro, ¿puedes usar la red para hacer algo? –No puedo. La razón por la que Etemon no nos descubrió hasta ahora fue porque Nanomon…sé que decir esto no sonará bien, pero fue porque él nos ayudó. A menos que podamos ser más listos que Nanomon, no creo que sea posible. –Entonces, ¿debemos atacarlo después de todo? –Mmm… Mientras los niños continuaban discutiendo la estrategia dentro de un bunker militar que no estaba demasiado lejos de la pirámide, un largo “…” era a lo que se reducía su conversación. Ninguno podía pensar una buena manera de salvar a Sora. Aunque quisieran atacarlo de frente, no tenían la gente suficiente como para pelear. Sin que Piyomon pudiera evolucionar, y Sora ayudándola a hacerlo, todo lo que tenían eran los cuatro niveles adultos: Garurumon, Ikkakumon, Kabuterimon y Togemon. Justo en ese momento, Takeru, que había permanecido en silencio escuchando, se irguió y levantó la mano. –Tengo una idea. –¿Qué?– preguntó Yamato. Takeru se enderezó aún más y dijo. –Sé que es nuestro enemigo, pero tal vez Etemon nos podría ayudar. Los oídos de Yamato se enrojecieron, recorriendo todo el camino hasta los lóbulos de sus orejas. –¿De qué estás hablando, Takeru? Por supuesto que no lo hará.

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Pero como si admirara la alocada idea de Takeru, Koushiro preguntó. –¿Qué te hizo llegar a esa idea? Takeru miró nerviosamente la cara de su hermano mientras continuaba. –Porque…Nanomon es enemigo de Etemon, ¿no? Entonces estamos iguales… Mimi sonrió torcidamente, pensando que ese era el punto de vista que se espera de un estudiante de segundo grado. Pero a su lado, Jyou repentinamente se frotó la cabeza con ambas manos, sesgándose el cabello. –¡P–Podría ser una buena idea! –¿Qué quieres decir, superior Jyou?– preguntó Mimi, mirándolo con ojos bien abiertos. –Ir por él y pedir su ayuda no funcionará, pero si hacemos que Etemon ataque la pirámide, tal vez podríamos entrar. –Pero, ¿no sería peligroso?– preguntó Mimi, frunciendo preocupadamente el ceño. –Podría ser peligroso, pero pienso que sería matar a dos pájaros de un tiro– dijo Koushiro en auxilio de Jyou. –En primer lugar, si conseguimos que funcione, podría terminar con Etemon y Nanomon atacándose mutuamente. Incluso si ambos sobreviven, resultarían dañados. En segundo lugar, me daría la oportunidad de aprender más sobre el sistema de seguridad de la pirámide. Si solo nos quedamos a mirar, los peligros no cambiaran, por lo que estoy de acuerdo con la idea de Jyou. –Yo también– asintió Yamato, con una mirada seria. Luego frotó la cabeza de su hermano menor por el trabajo bien hecho. Lo que en realidad pudo haber querido hacer era acariciarlo, pero con todos mirando, estaba demasiado avergonzado como para hacerlo. Mientras debatían, Taichi estaba sentado en un rincón del bunker con la boca cerrada. Agumon estaba junto a él, con su misma mirada melancólica. Jyou dudó si debía o no llamarlo, y entonces decidió por lo menos pedir su opinión. –Taichi, ¿tú qué opinas? –Pienso que está bien. Entonces, ¿qué debo hacer? Si necesitan a alguien para atraer a Etemon, me ofrezco como voluntario, pero ¿me llevan? Por la forma en que lo dijo, parecía ser consciente que no se consideraba parte del equipo. –No, podemos hacer que Tentomon haga eso– dijo Yamato. –¿Eh, yo? Bueno, es verdad que soy el único que puede volar entre los presentes, así que supongo que así será– asintió Tentomon, comprendiendo. –Taichi, ¿por qué no proteges a Takeru?– sugirió Koushiro. –De acuerdo– dijo Taichi, asintiendo con la cabeza.

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Pero dada su expresión parecía terriblemente triste. Takeru, siendo tan pequeño, entendió la situación y le regaló una elegante y profunda sonrisa. –Taichi, estoy a tu cuidado.

***

Después de encadenar a su rehén a la pared, Nanomon usó su mano reparada para teclear a una velocidad que no podía ser captada por el ojo humano. Había cambiado hábilmente el sistema y los programas de la red, sin que ninguno de sus enemigos lo notase. Etemon, Vamdemon, y los Dark Masters que pensaban que cambiando el orden del mundo sería más fácil controlarlo. Pero Nanomon no estaba de acuerdo. Me pregunto si han terminado de sellar a las cuatro bestias sagradas. Nanomon, que tenía un nivel intelectual más alto que el de esos tontos combinados, sin lugar a duda, buscaba traer caos al mundo. Y por lo tanto tenía un plan secreto. Liberando a alguien del otro lado de “Wall of Fire” a este mundo, su sola presencia provocaría distorsiones hasta destruirlo. Tan solo uno es suficiente. Nanomon no tenía ni idea de cuanta cantidad de energía se requería, o incluso si podía ser controlado. Aun así, si eso acababa destruyendo ese mundo, a Nanomon no le importaba. Incluso si fuera por un corto tiempo, con tal que causara pánico en Etemon por haberlo deshonrado, le sería suficiente. Maldita sea, solo recordarlo me irrita. Nanomon no se daba cuenta…pero los rencores que bullían en su corazón, cuando para empezar no tenía por qué sentirlos, se debían a un grave error que se desató en uno de los circuitos su pensamiento que Etemon había destruido.

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–¡Ve detrás de él! ¡Detrás de él!– la saliva de Etemon volaba mientras le gritaba a Gazimon a su lado desde el asiento del pasajero. La forma azul de Kabuterimon era pequeña desde la parte superior izquierda del parabrisas, pero él podía verlo. –¿Honestamente espera escapar de mí? ¡Qué idiota!

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La manta de vinil amarilla, que Mimi había logrado llevar al campamento sin decirles nada a sus padres, resultó muy útil en un lugar inesperado. Una vez tendido sobre sus cabezas, nadie podía distinguirlos del suelo arenoso que los rodeaba. –Vaya camuflaje– dijo Yamato con ironía. Pensaba que el sistema de seguridad de la pirámide no esperaría desde luego que se utilizaran métodos infantiles. Fue a Jyou que se le ocurrió la idea. Incluso la llamó la estrategia “Macbeth’s Forest”, pero ni Yamato ni Mimi se interesaron lo suficiente como para preguntarle por qué. Sin embargo, a pesar de que normalmente era muy torpe, Jyou se asombraba de que su cabeza estuviera trabajando más rápido de lo habitual para idear el plan. Al mismo tiempo, se sentía preocupado de que sus acciones pudieran, de alguna manera, estropearlo todo y esperaba que ellas no les trajera un final atroz. –¡Ah, ya está aquí!– Gabumon gritó al oído de Jyou. Jyou no podía ver pero oyó el fuerte zumbido de alas gigantes y sabía que Kabuterimon, con Koushiro montado encima, regresaban de terminar su trabajo. –¡Chicos, no bajen la guardia!– advirtió Jyou, diciéndoselo más que nada a sí mismo.

***

Las cámaras de vigilancia le informaron de la llegada de Etemon con su gigante remolque arrastrado por Monochromon. -¿Por qué Etemon? Pensó sospechosamente Nanomon. No debía haber cometido errores en la cobertura de su rastro. ¿Lo descubrió de alguna manera manipulando el sistema de red? Aún mientras lo pensaba, las manos de Nanomon no se detenían. La interferencia con Wall of Fire sería lo suficientemente capaz de dominar el Digimundo, pero su protección estaba asegurada. Los Agentes alguna vez habían protegido al Wall of Fire hasta que uno de los Dark Masters, Piemon, acabó con ellos sin dejar rastros. Aun así, el sistema de protección de Wall of Fire continuó funcionando. Sin importarle, eso no iba más allá de su habilidad. De hecho, en el tiempo en que los Agentes aún estaban activos, él había jaqueado su sistema una vez.

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Aun así, Wall of Fire le estaba dando algo de dificultad. La alarma insistió, preguntándole que hacer con Etemon. Dando una tregua a su trabajo, Nanomon tecleó el comando “ELIMINAR A TODOS LOS INTRUSOS” en el sistema de seguridad de la pirámide.

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Taichi y Takeru supieron que la batalla comenzó cuando oyeron el sonido de una explosión y vieron el humo que esta dejó. Los dos aguardaban a la espera en el bunker militar que habían utilizado para planear su estrategia. “A la espera” era la forma más sutil de llamarlo, porque en realidad estaban escondidos. Taichi había experimentado una sola vez algo similar en su vida anterior. Fue en un partido de fútbol. En su última jugada, había ingresado demasiado impaciente y hecho una peligrosa barrida sobre el defensor rival, consiguiendo una tarjeta roja por parte del árbitro. Debido a eso, Taichi quedó fuera de la línea de posición y tuvo que sentarse en el banquillo. Incluso ahora, podría recordar lo que Sora le había dicho antes del partido. –Lo conseguí gracias a ti, Taichi. Desde que estás afuera, puedo ser quien anota los puntos. Ella estaba bromeando, por supuesto, para evitar que Taichi se sintiera deprimido. Sin embargo, no se había sentido tan mal en ese entonces. Ahora, era diferente. Después de la pelea con Cyclomon, ella había dicho “¿Por qué no intentas superarte otra vez? Te conozco. Puedes hacerlo. Confío en ti, Taichi”. Esas fueron las palabras más tiernas que nunca antes le había dicho desde que se conocían. Normalmente ella se la pasaba haciendo chistes, pero la razón por la que no lo hizo fue porque sabía que él estaba más angustiado que antes. Ahora que Sora estaba dentro de la pirámide… siendo rehén de Nanomon… Maldita sea. Se supone que debo ser el primero en ir a salvarla… Podía sentir las lágrimas de frustración amenazando con derramarse en sus ojos. Fue en ese momento que Taichi oyó una voz detrás de él. –Oh, por fin los encuentro, pi. Gennai me pidió que viniera aquí, pi.

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Volteándose, vio a un Digimon en forma de pelota rosa con alas en su espalda.

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¡Ukiiii! Etemon chillaba de rabia cuando un cañón laser apareció del otro lado de la pirámide, destruyendo su remolque, su orgullo y alegría en mil pedazos. –Ese maldito Nanomon, ¿qué intenta hacer? ¿Desafiarme? ¡Qué interesante entonces, me lo cargaré! ¡No me contendré esta vez, oh no! ¡Después de haberlo hecho pedazos, lo convertiré en verdadera chatarra! Y envió órdenes masivamente a los Digimon esclavizados por los cables negros. –¡Vamos, cariños! ¡A la carga!

***

–Cañones láser en todos los laterales. –Creo que las minas terrestres son un problema aún mayor. A medida que tomaban nota de las distintas funciones del sistema de seguridad de la pirámide mientras atacaba al ejército de Etemon, Yamato, Jyou, Koushiro y Mimi discutían la mejor y más segura manera de que pudieran entrar. –Será difícil acercarse por el frente– dijo Koushiro. –Ayudaría si la pandilla de Etemon abriera un agujero en el lateral de algún lado. –Oye, oye, ¿confiando en la ayuda de otros? –Si hubiera un agujero, podría usar mi hiedra venenosa para infiltrarnos. –Pero no sabemos cómo están las cosas dentro. Podría estar lleno de trampas. Una vez más, en lugar de preocuparse por las circunstancias poco habituales, estaban más frustrados por la elaboración de un plan que no acabó en nada esencial. –Entonces, ¿qué? ¿Lo único que podemos hacer es sentarnos a mirar? –No dije eso. –Ahora, observemos la situación un poco más– interrumpió Koushiro, deteniendo el inicio de una pelea entre Yamato y Jyou. Pero incluso el propio Koushiro no pensó en que llegaría a una

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idea ingeniosa si continuaba mirando. Lo mejor que podían esperar era que Etemon y Nanomon se atacaran al mismo tiempo y cayeran…

***

–Ahora, comenzaremos con el entrenamiento, pi.– dijo el Digimon hada que se hacía llamar Piccolomon. –¿Entrenamiento? ¡No tengo tiempo para entrenar! ¿Se encontraban en medio de una batalla y tenían que ir despreocupadamente de viaje a un lugar a entrenar? Taichi se enfadó. –Tendrás un montón de tiempo, pi. El tiempo no corre dentro de mi barrera, por lo que puedes entrenar todo lo que quieras hasta estar listo, pi. –¿En serio? ¿De qué tipo de entrenamiento hablas? –Pensar en lo que debes hacer para entrenar es una forma de entrenamiento, pi. Además, no es bueno buscar una respuesta, pi. Todos saben que no puede haber una sola, pi. Pero si aprendes algo, quiere decir que tu entrenamiento fue un éxito, pi. – Aprender algo… ¿cómo una pista para la evolución? –¿Te gustaría probarlo, pi? ¿O no, pi? Viendo a Taichi dudar, Takeru sonrió y dijo. –Taichi, debes ir. Tengo a Tokomon conmigo, los dos podemos cuidar el uno del otro. Takeru parecía creer que Taichi se contenía porque no quería dejarlo solo. Pero en realidad, todo en lo que estaba pensando Taichi era en sí mismo. Ni siquiera había considerado a Takeru en lo más mínimo. Era el mismo en aquel entonces también. Taichi no había pensado en los sentimientos de Agumon o de todos los demás en absoluto. Se había entusiasmado, precipitado y tropezado una y otra vez por su propia cuenta… …a pesar de que tenía amigos como Takeru que, aun siendo más jóvenes, sabían cómo tratar a gente como él amablemente. –No tienes que preocuparte por este muchacho, pi. Yo lo protegeré con mi vida, pi. Puede que no lo parezca, pero soy de nivel perfecto, pi. –Tomaré el entrenamiento– dijo Taichi. –Pero no será por mí. Será por Takeru. Por Agumon. Por todos. Haré lo mejor que pueda.

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***

Mientras Taichi atravesaba la barrera de Piccolomon, por alguna razón, sintió que lo envolvía una nostalgia agridulce. ¿Por qué? El paisaje le resultaba familiar. ¿Cuándo fue eso? Un pasado muy lejano. ¿Su infancia? No había nubes en el cielo, pero el paisaje a su alrededor parecía monótono y gris. Le recordaba que una vez había intentado usar los anteojos de Jyou por diversión y solo pudo ver cosas borrosas. Se oyó el ruido de un choque seguido por… –¡Oh, hombre!– la voz de un niño llorisqueando. –Hay alguien ahí– dijo Agumon en voz baja a su lado. –Sí. Echemos un vistazo. Estaba sobre un puente. Había un rio fluyendo debajo que no pudo a ver en un principio, pero una vez que el olor a podrido alcanzó las fosas nasales de Taichi, trajo recuerdos que había olvidado y pudo ver claramente la superficie del rio como aquel día. Era un fangoso rio sucio lleno de bolsas de plástico, como las que se venden en las tiendas, flotando rio abajo cuando no eran atrapadas por las rocas o la maleza. Taichi recordó. Era el lugar en el que a menudo jugaba cuando era niño. Un chirrido… Una única bicicleta pasó justo al lado de Taichi. Pedaleándola estaba su yo más joven, un Taichi menor… …quien de inmediato perdió el equilibrio y cayó a su lado junto con la bicicleta. Por ser una leve caída, emitió un sonido bastante ruidoso. Su cara, sus codos y rodillas tenían raspaduras mientras yacía enredado debajo de la bicicleta. Fue cuando acababa de cumplir siete años. No pudo recordar que lo había causado, pero Taichi había querido montar la bicicleta sin ruedas de apoyo. Si su memoria no le fallaba, había practicado desde la mañana hasta la noche, pensando que lo conseguiría algún día. Pero en realidad, no había sido tan sencillo. Continuaba cayendo una y otra vez. El día que lo logró y regresó a casa, su madre había estado tan preocupada por su estado que acabó mimándolo. El joven Taichi contuvo sus lágrimas mientras se levantaba y volvía a montar la bicicleta. Mientras una parte de Taichi pensaba en lo familiar que era todo, la otra se sentía culpable por estar perdiendo el tiempo allí, haciéndolo sentir impaciente.

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¿Cuál era el motivo de recrear este recuerdo? ¿Qué clase de entrenamiento se supone que era? No te rindas. Síguelo intentando y seguramente lo lograrás algún día. ¿Era eso? Pero algo estaba mal. Piccolomon le había dicho que no había una respuesta. Entonces, ¿qué era? Taichi trasladó la mirada de su yo más joven al emblema que tenía en la palma de la mano. Según Piccolomon, el emblema tenía un nombre. Se llamaba el “Emblema del Valor”. Valor, eh… Taichi recordó el momento en que lo obtuvo. Dejó que sus amigos huyeran y se preparó a morir mientras arrojaba piedras a Etemon. Eso era valor. Luego, recordó cuando SkullGreymon evolucionó. Con el propósito de que Greymon evolucionara a nivel perfecto, se había puesto delante del Greymon enemigo. Eso debía haber sido otra clase de valor también. Entonces, ¿qué diferencia había entre esos dos valores? Ahora que lo pensaba, este último parecía más bien calculador. Para hacer evolucionar a Greymon, se colocó en una situación peligrosa para forzar su valor, ¿era eso? Mientras pensaba en eso, el Taichi más joven de repente perdió los estribos. –¡No puedo hacerlo! ¡No puedo andar en bicicleta! Los labios de Taichi se curvaron involuntariamente. Así había sucedido antes. Se había olvidado por completo. Aparentemente los recuerdos están hechos de modo tal que uno puede olvidar las cosas incómodas que le hayan sucedido. –Taichi, ¿qué debemos hacer?– preguntó Agumon preocupado. Pero Taichi dijo. –Nada. Yo no soy ese tipo de persona que se rinde solo por eso. Y entonces, se apoyó sobre la barandilla del puente y miró en silencio la perseverancia de su yo menor. Soy bastante terco, si me permito decirlo, pensó Taichi con una exasperada admiración. Lo que consigo con esfuerzo… Mientras por la cara del joven Taichi caían lágrimas, continuaba intentando una y otra vez en su bicicleta. Cada vez que se caía, maldecía, apretaba los dientes y comenzaba a lamentarse por no poder hacerlo. Una feroz batalla se estaba llevando acabo fuera de la barrera, pero de alguna manera, Taichi se había despreocupado de eso. ¿Cuánto tiempo había pasado ya? El joven Taichi de repente gritó de alegría y orgullo.

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–¡Muy bien! ¡Estoy andando! ¡Estoy montando una bicicleta sin ruedas de apoyo! Y estaba balanceándose inestablemente mientras lo hacía, pero estaba montando la bicicleta. Al verlo, Taichi miró a su yo más joven y en voz baja le dijo. –Lo hiciste muy bien, Taichi. En ese momento, sintió que había aprendido algo. No era una respuesta clara, sino tenue y débil. Pero algo. No estaba consciente de lo que era, pero…tal vez probablemente haya sido reconocerse y aceptarse uno mismo. No importa quienes eran, todos carecen de algo y cometen errores. Pero si todo por lo que debían preocuparse era por sus cosas malas, estaban descuidando sus cosas buenas. Esa no era una respuesta. Era solo una explicación. Quizá eso era lo que Piccolomon estaba hablando. Taichi se apartó de la barandilla y habló con Agumon. –Vamos Agumon. Todos nos están esperando. Su cara se veía brillante y renovada por primera vez en días, como si una sombra oscura se hubiese marchado de ella.



LA EVOLUCION DE NIVEL PERFECTO, METALGREYMON

La pelea continuaba empeorando. Aun observando la situación desde debajo de la manta de vinil, Yamato y los demás se pusieron nerviosos por no poder llegar a un plan. El ejército de Etemon ya había sufrido muchas bajas, tan así que los que aún estaban vivos no podían acercarse a la pirámide sin pisar los cadáveres. Mientras tanto, algunos azulejos se cayeron de la superficie de la pirámide, mientras que unos pocos cañones láser fueron destruidos. –¿Qué demonios podemos hacer?– dijo Yamato, dando un puñetazo a la arena de frustración. Koushiro no podía persuadirlos de que aguardaran un poco más, no en una situación como esa. Estaba a punto de rendirse y decir que era inútil esperar. Jyou y Mimi sentían lo mismo.

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Confinado dentro de su habitación en la pirámide, Nanomon finalmente consiguió acceder al sistema de Wall of Fire. Estaba tan feliz que incluso gritó un pequeño “¡Muy bien!” –¿Qué está bien? ¿Qué hiciste?– preguntó Sora, pero Nanomon no se molestó en contestar. Eso fue porque obtener el acceso al sistema no lo era todo; ahora necesitaba controlar el fuego que componía Wall of Fire. Je je je. Simplemente observenme. Imbéciles. Los maniáticos ojos de Nanomon brillaron de rojo. –¡En ese caso, seremos kamikazes!– Etemon instó a sus hombres. Desde luego, Etemon lo decía para que sus subordinados fuesen a matarse. Controlados por los cables negros y sin voluntad propia, los Digimon hicieron lo que se les ordenó y comenzaron su ataque final hacia la pirámide. –¿Q–Qué es eso?– gritó Mimi. Habiéndose dado la vuelta luego de notar que algo (algo enorme) a sus espaldas venía volando hacia ellos a baja altura… –¿Es el enemigo? –¡No, miren! Lo que llegó volando del torbellino de arena era un gran dinosaurio naranja, con la mitad de su cuerpo transformado en máquina. Las gigantescas alas en su espalda se extendían horizontalmente, y se acercaba volando hacia ellos en un espectáculo majestuoso. Se veía muy similar a Greymon. –¿E–Eso es…el verdadero nivel perfecto de Greymon? En ese momento, el desconocido Digimon abrió la escotilla en su pecho y disparó algo. Eran dos misiles que volaron velozmente sobre las cabezas de Jyou y los demás, expidiendo humo blanco mientras se dirigían directamente a la pirámide. –¡Guau! Montado sobre el hombro de MetalGreymon, Taichi no pudo ocultar su alegría al ver el poder destructivo de su Giga Destructora, que abrió un gran agujero en un costado de la pirámide con su sola explosión. –¡Muy bien, entraremos por allí! –Está bien, Taichi, ocúltate en mi brazo. –De acuerdo.

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MetalGreymon tenía un brazo izquierdo transformado mecánicamente desde su hombro hacia abajo, y Taichi saltó hacia su palma. Llevando su mano izquierda cerca de su vientre, MetalGreymon se abalanzó de cabeza hacia la pirámide sin perder velocidad. El pasadizo a través de la pirámide no era ni ancho ni lo suficientemente alto como para que lo atravesase la forma gigantesca de MetalGreymon, pero no le importó. Mientras el techo y ambos lados de las paredes caían a pedazos a su alrededor, se dirigía hacia la sala de Nanomon en la que se encontraba Sora. Las alarmas sonaban ruidosamente, pero Nanomon no estaba prestando atención. El sistema de seguridad de Wall of Fire era mucho más interesante para él. Su intento por ser más listo hasta ahora había sido previsto e interrumpido. A ese ritmo, aunque abriera Wall of Fire, duraría solo un instante. -¡Pedazo de mierda! El monstruo máquina escupió una mala palabra. -¡Toma esto! Nanomon giró la llave que podría definir el resultado.

***

Desde que se creó el universo, Wall of Fire, que nunca había dejado de soplar una corriente incesante de llamas ardientes, ahora se convertía en un agujero negro por una fracción de segundo. Fwoooooohhhh. La voz que se oyó en el otro extremo del agujero sonaba como si la ira, el odio y el resentimiento que el universo había recogido y puesto en un gran caldero, que podría caber fácilmente en la Vía Láctea, fueran dejados a fuego lento durante millones y millones de años hasta convertirse en una concentrada masa gelatinosa. La función de Wall of Fire duró solo un instante, pero al parecer eso era más que suficiente. -Ja Ja Ja Ja Ja Ja Ja Ja Ja Ja Era una carcajada, mezclada con misterio y apatía. 010011100101010100110001010010101000011 Esa risa atravesó el sistema de Wall of Fire y llegó hasta el ordenador de Nanomon. -Ja Ja Ja Ja Ja Ja Ja Ja Ja Ja

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Al oír esa voz proveniente del monitor, Sora sintió fuertes escalofríos recorrer su columna vertebral. –¿D–De quien es esa voz? La voz no era lo único que estaba mal en el ordenador. Todos los procesos que estaban funcionando se cerraron forzosamente, y el monitor se volvió negro. En su lugar se cargó un programa que Nanomon no recordaba haberlo creado; un extraño poliedro cubierto con cadenas metálicas hiladas en la forma de la hélice del ADN apareció en el monitor y comenzó a funcionar. –¿Q–Qué está sucediendo? Nanomon no parecía saber la respuesta tampoco, porque empezó frenéticamente a inspeccionar los cables de la computadora. Fue entonces que, con una fuerza tremenda que derrumbó la pared, MetalGreymon apareció. –¡Estamos aquí para salvarte, Sora! Taichi saltó de la metálica mano izquierda de MetalGreymon y corrió hacia ella. Los ataques desde la pirámide se detuvieron al instante. –¿Qué sucedió?– preguntó Mimi, luciendo inquieta. Pero nadie podía darle una respuesta. Incluso si pudieran, estaban más preocupados por otras cuestiones como: ¿qué pasó con el nuevo Digimon similar a Greymon luego de que se metiera en la pirámide? ¿Los cañones láser se detuvieron porque ese Digimon había acabado con Nanomon o estaban en medio de una batalla? Había tantas cosas que querían saber. –¡Vayamos a ver por dentro!– dijo Gomamon. Como animado por ese impulso, el normalmente cauto Jyou dijo. –¡Sí. Hagámoslo! Se volvió hacia la pirámide como si fuera a correr hacia ella, pero Tentomon se puso delante de él. –¡Alto! ¡Etemon está en la pirámide ahora mismo! Nanomon estaba poniendo toda su concentración en la restauración de su computadora que había enloquecido, por lo que estaba de espaldas cuando Taichi llegó para salvar a Sora. Taichi vio las esposas en las muñecas de Sora e intercambió miradas con MetalGreymon. Este las rozó con la garra de acero de su mano izquierda, cortándolas. –¡Hola!– dijo Taichi mientras Sora se frotaba las muñecas. –Uh, bueno…logramos la evolución de nivel perfecto, MetalGreymon. Sintió que había un montón de cosas por decir, pero por el momento, esas fueron las únicas palabras que Taichi pudo reunir para expresar su gratitud hacia Sora.

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No obstante, no había tiempo para agregar nada. ¡Ukikikikiki! Gracias a la interrupción en el sistema de seguridad de la pirámide, Etemon llegó volando con facilidad. –Los niños están aquí y también Nanomon. Ahora, con quien debería comenzar… Etemon habló en tono amenazante, pero Nanomon ni se dio cuenta que había llegado. Sintiendo que Nanomon se estaba burlando de él, gritó. –¡Kiii, comenzaré contigo! En el momento que agarró a Nanomon por detrás, algo sucedió. Una doble hélice de cadenas salió disparada desde dentro de la pantalla de la computadora y envolvió a Nanomon y Etemon, arrastrándolos de regreso al monitor. –¿Q–Qué sucedió? Tanto Taichi como Sora solo pudieron mirar atónitos el espacio en el que estaban los Digimon, incapaces de explicarse lo que estaba sucediendo. En ese momento, el monitor comenzó a compactarse, como si una persona invisible estuviera golpeándola con toda su fuerza con un martillo invisible. En poco tiempo, el ordenador fue aplastado por esa fuerza sobrehumana. A esa altura, lo que quedaba de la computadora se convirtió en una gran esfera negra. –¿Q–Qué es eso?– dijo Taichi, sin esperar una respuesta. Los labios de Sora temblaban, y su cara tenía una mirada de asombro. –P–Podría ser… –¿Qué podría ser?– preguntó Taichi. –Un agujero negro– Sora concluyó débilmente, atónita. –¿Un agujero negro? De repente, sopló un viento. Era leve al principio, y luego se volvió más fuerte y más violento. Lo que es más, no soplaba sino que intentaba succionar. Al igual que había absorbido a la computadora, Etemon y Nanomon al interior de la esfera negra. –¡Tenemos que salir de aquí!– gritó Sora. Su voz era casi un grito desesperado. 010011100101010100110001010010101000011 Toda la pirámide parecía deformada, como si estuviera siendo vista a través de unos lentes convexos. Jyou parpadeó rápidamente, pensando que se debía a la neblina de calor. Justo en ese momento, una de las paredes de la pirámide explotó desde el interior, y vio al gigante dinosaurio que había entrado momentos antes de que apareciera el humo. –¡Es Taichi! ¡Y Sora!

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Tal como Jyou lo dijo, Taichi y Sora estaban montados en el hombro del dinosaurio. Ambos parecían estar gritándoles algo. Detrás de ellos, el humo de la explosión parecían estar siendo aspirados hacia la pirámide. El interior de la misma comenzó a curvarse hacia adentro. –¿Q–Qué está pasando? Paralizados de terror mientras permanecían en el desierto, Yamato y los demás observaban confundidos como la pirámide se desintegraba. MetalGreymon aterrizó suavemente al lado de ellos. –¡Tenemos un gran problema! ¡Es un agujero negro! Yamato aún no parecía comprenderlo puesto que dijo aturdidamente. –Un agujero negro… ¿qué demonios hicieron? Pero Koushiro rápidamente entendió que no era el momento para las preguntas y dijo. –Por el momento, nos largaremos de aquí tan lejos como sea posible, antes de que acabemos siendo arrastrados también. Yo…no estoy seguro hasta donde debemos correr para estar a salvo, pero… –¡Al bunker!– ordenó Taichi sin dilaciones. –Takeru esta con un Digimon llamado Piccolomon. Hará una barrera para protegernos. Ninguno de los otros entendió lo que quería decir, pero la voz y la expresión de Taichi eran tan convincentes que todos lo obedecieron inmediatamente. –¡De todos modos, vamos! Ninguno de ellos se atrevió a mirar hacia atrás. Si lo hubieran hecho, hubiesen muerto. Una vez que fueran absorbidos por el agujero negro, estarían acabados. Luego de un tiempo, los crujientes sonidos de la pirámide derrumbándose se detuvieron por completo. No debió haber sido lo suficientemente grande como para llenar el estómago sin fondo del agujero negro. El bunker militar estaba casi a su alcance. Habiendo llegado primeros con MetalGreymon, Taichi y Sora agitaban furiosamente sus brazos, instando a los demás a darse prisa. De repente una sombra se posó sobre Yamato y los demás. No había nubes en el cielo, ¿entonces, por qué? Taichi llamó a MetalGreymon, quien le ofreció su hombro para que lo montara. Con una terminante mirada sombría en su cara, MetalGreymon extendió sus alas y despegó con un poderoso aleteo, como si fuera un avión Harrier. El sonido de algo estrellándose contra otra cosa podía oírse encima de los cielos. Fue entonces que Yamato y los demás escucharon el primer “¡Ukiii!” y se dieron cuenta que Etemon, después de haber escapado milagrosamente de la muerte, los venía persiguiendo.

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Aunque aún estaba vivo, la apariencia de Etemon no era la misma. Todavía conservaba la mitad superior de su cuerpo, pero su mitad inferior se había fusionado con una bola de material hecha de piezas de chatarra. Probablemente ellas provenían de las ruinas de la pirámide. Incluso tal vez había partes de Nanomon mezcladas. ¡Brazo Tridente! El brazo metálico izquierdo de MetalGreymon salió disparado de repente como el arpón de un barco ballenero. Las puntiagudas garras perforaron la zona abdominal de Etemon, dejándole un agujero tan grande que el cielo podía verse del otro lado. –¿Qu–Qué demonios? Etemon se quedó contemplando el agujero en su estómago como si no pudiera creer que estuviera allí. –¡Soy una superestrella! ¡No puedo morir aquí! Piccolomon esperaba a Yamato y los demás en el bunker, recitando un hechizo y blandiendo su lanza Fairytale cuando llegaron. En ese preciso instante, una barrera envolvió a los niños, aunque ningún cambio visible podía verse a sus alrededores. Sola la codiciosa respiración del agujero negro desapareció allí. –¡Taichi! ¡Es suficiente, regresa! –¡Si te quedas allí, serás absorbido! A los niños y los Digimon no les importaba que Taichi y MetalGreymon estuvieran teniendo una espectacular batalla en el aire. Cada cual creía que sus voces los alcanzaban. –Esto es malo, pi Viendo que las distorsiones del agujero negro se hacían más y más grandes, Piccolomon hizo una mueca. Estaba preocupado por MetalGreymon también, pero lo inquietaba que su barrera no fuera capaz de resistir ese increíble poder de atracción. Era la primera vez en su vida que veía un agujero negro, por lo que no estaba seguro de lo que sucedería. –Por favor, detente y desaparece pronto, pi Lo único que podía hacer era rezar. –¡MetalGreymon! ¡Es suficiente, salgamos de aquí!– gritó Taichi, al ver las distorsiones del agujero negro cada vez más detrás de Etemon. –¡Está bien! MetalGreymon estaba a punto de escapar cuando Etemon sujetó su pierna izquierda con ambos brazos y la mordió con fuerza. Parecía que aún deseaba pelear, pese a las circunstancias. –¡Vamos!

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MetalGreymon intentó quitarse a Etemon con su cola pero este estaba dispuesto a no dejarlo ir, incluso si eso significaba morir en el intento. Aunque signifique ser absorbido por el agujero negro, susurró miserablemente Etemon dentro de su corazón. –Ah…– dijeron todos al mismo tiempo. MetalGreymon había lanzado a quemarropa su Giga Destructora a Etemon, que se aferraba con sus dientes a su pierna izquierda. Etemon quedó impresionado, siendo absorbido junto con la explosión en las distorsiones del agujero negro. Pero también resultó contraproducente. La energía de la explosión de los misiles aumentó el apetito del agujero, ensanchando automáticamente la masa de las distorsiones para acabar envolviendo a MetalGreymon completamente. Nadie podía ver nada. Temían decirlo. Si lo decían en voz alta, significaría tener que aceptarlo. Y no querían hacerlo. Querían creer que sus ojos les estaban jugado una mala pasada. Como si el hambre del agujero negro fuera seseado luego de ingerir su última presa, se redujo rápidamente y desapareció. Pero cuando todo volvió a la normalidad, no podían ver a Taichi y a MetalGreymon por ninguna parte.

CONTINUARÁ…

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