Dejar de fumar I (5, octubre, 2003)

Dejar de fumar I (5, octubre, 2003) En estos días, durante los que se anuncia en la televisión el estreno de la película Nicotina que, según he sabido...
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Dejar de fumar I (5, octubre, 2003) En estos días, durante los que se anuncia en la televisión el estreno de la película Nicotina que, según he sabido, trata de la adicción por el cigarro que comparten los personajes de la misma (en los anuncios todos salen fumando), yo entré a mi tercera semana sin fumar. Para muchos, esto es un evento personal que no tiene mayor trascendencia. Pero los que fuman y los que han dejado de hacerlo, seguramente entenderán que estoy enfrentando una de las decisiones más fuertes y duras de la vida (y sufriendo los síntomas del síndrome de abstinencia). La nicotina es una droga extremadamente adictiva, tanto como la heroína o la cocaína, pero con el agravante de que ni inyectarse ni inhalar polvo blanco son cosas baratas que además estén legal y socialmente permitidas, mientras que fumar es algo que uno puede llevar a cabo sin mayor problema. Hasta hace relativamente poco, no había prohibiciones de fumar en ningún lugar y cuando yo empecé, en mi adolescencia, estaba incluso “bien visto” y daba estatus. Si pensamos en esa comparación con la cocaína y la heroína, y en lo terriblemente difícil que es terminar con la adicción a estas sustancias, podemos imaginar lo que significa dejar de fumar siguiendo en circulación como si nada pasara. Claro que, hay que decirlo, el síndrome de abstinencia respecto a las drogas fuertes puede llegar a ser mortal, cosa que ni de lejos ocurre con que el que se sufre por dejar el tabaco. Administrar la nicotina por vía respiratoria1, significa que en menos de 10 segundos la sangre distribuye esta droga por todo el cuerpo. Cuando llega al hipotálamo, lo estimula para producir la misma substancia que normalmente es producida en situaciones de estrés: los corticoesteroides. Esta reacción química a una falsa situación de estrés genera un descenso en la sensación de ansiedad y aumenta momentáneamente la capacidad de concentración. De ahí que los síntomas de la abstinencia incluyan un incremento en la ansiedad, nerviosismo, irritabilidad, depresión, apetito desmedido, dolores de cabeza, disfunciones del sueño, mareos y problemas de concentración. A la dependencia física a la nicotina se agrega la psicológica: ésa que implica sacar el cigarrito de la cajetilla; llevárselo a la boca; atraparlo con los labios, acercar el fuego a su otro extremo; prenderlo; chupar; dar una bocanada, y otra, y otra, mientras se acompaña con un cafecito, un trago, una conversación, un momento de soledad, una fiesta, un juego de dominó, un libro, el periódico, el trabajo cotidiano, el “bomberazo”, el descanso, el final del día, y qué sé yo cuántas cosas más (que ahora no me imagino o de plano no puedo llevar a cabo sin el cigarro).

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Junto con la nicotina ingresan al cuerpo otros cientos de tóxicos como el alquitrán y el monóxido de carbono producido por la combustión del tabaco.

En la mayoría de los casos, para dejar de fumar no bastan las ganas; se necesita ayuda. En cuanto a la dependencia física están las llamadas “terapias de reemplazo de nicotina” que se venden sin receta médica: parches, chicles, sprays e inhaladores de nicotina, en los que las dosis son medidas y pueden ser reducidas gradualmente y gracias a los cuales evitamos buena parte de los síntomas de abstinencia. También hay un antidepresivo que parece ser muy útil en las primeras etapas de no fumar (Wellbutrin), pero que debe ser recetado por un médico. En cuanto a la dependencia psicológica, todo aquello que refuerce nuestra decisión ayudará a no recaer. Desafortunadamente, a pesar de las restricciones en este sentido, en México todavía hay más publicidad para invitarnos a fumar que para que no lo hagamos y son mucho más atractivos los anuncios que promueven el cigarro que los que nos advierten de los males que provoca. El gran público objetivo de las compañías cigarreras y sus publicistas, está en los adolescentes, porque se sabe que si se pasa esa etapa de la vida sin fumar, hay muy pocas posibilidades de “agarrar” el vicio más tarde. Ni aún la publicidad más arriesgada se atreve a hablar de ventajas del tabaco. Los anuncios de cigarros tienen que concretarse a destacar el sabor y a explotar imágenes de personas felices y exitosas, a diferencia, por ejemplo, del alcohol, sobre el que se pueden promocionar los beneficios que tiene para la salud si se consume con moderación. Quizás porque fumar es indefendible, ya no es algo que veamos cotidianamente en cine y televisión. Por mencionar algo, en la serie Sex and the City, la protagonista principal tuvo que dejar el cigarro (no sé si también en la vida real) ante las protestas de quienes están en contra del tabaco en Estados Unidos (que ya son la gran mayoría de la población, como ocurre también en todos los países desarrollados). Definitivamente, de los medios de comunicación, el más útil –si no es que el único- para ayudarnos a dejar de fumar es internet. Yo debo decir que a mí el parche me está siendo de gran utilidad. Sí noto la diferencia de contar con una dosis diaria de nicotina para enfrentar la vida sin cigarros. Para sustituir con algo el hábito de fumar y aminorar las ansias, estoy usando una pequeña pipa que deja sabor a menta cada vez que se chupa. Y para no abrirme las venas, cuento con la ayuda de mis amigos y de un grupo de compañeros de trabajo que bajo la premisa de “si ella puede, yo también”, están pasando por lo mismo y unos a otros nos damos ánimos al estilo de Alcohólicos Anónimos. No quiero evangelizar a nadie. Dejé de hacerlo cuando abandoné la militancia política. Pero sí me gustaría transmitir que sí se puede dejar de fumar. Es posible que muchas personas que aún lo hacen (y que a como van las cosas son especímenes en extinción porque cada vez hay menos fumadores), quieran o tengan que abandonar la adicción en algún momento y piensen que eso va a ser como el fin del mundo. Es, ciertamente, el fin de un modo de verlo (humeado). Pero todo parece indicar que los beneficios son más que los costos. Porque, como dice el tango, “fumar es un placer, genial, sensual”… y mortal.

Dejar de fumar II (19, octubre, 2003) Vuelvo al mismo tema de mi última colaboración porque aún no me siento capaz de escribir sin fumar. ¡Y no fumo desde hace ya más de un mes! Según los avezados en estas lides de dejar la adicción a la nicotina, he pasado la fase más crítica del síndrome de abstinencia. Los siguientes 4 ó 5 meses ser muy difíciles; los posteriores sólo difíciles, y así, con dificultad decreciente, espero que llegue el día en que ni me acuerde del cigarro. Yo aspiro a que en algún momento me acuerde que fumaba como ahora me acuerdo de que esquiaba en nieve: como algo que disfruté enormemente (aunque en ello arriesgara mi salud) y que tuve que dejar atrás, pero sin que ello me provoque un amargo sentimiento de pérdida. En el caso de la nieve, dado que me rompí la cadera, volver a esquiar sería una locura; en el del tabaco, fumar, en sí, es una locura, pero hacerlo por más tiempo del que el cuerpo aguanta, lleva a un suicidio largo y doloroso. Por lo pronto, la vida no ha sido fácil. Insisto en que no es justo que, siendo la nicotina tan adictiva como la cocaína o la heroína, la sociedad no tenga prevista una ayuda organizada que responda a la magnitud del reto. Pienso que si yo hubiera sido adicta a otra de las drogas mencionadas, al momento de anunciar que la iba a dejar habría surgido alguien que se hubiera cooperado para pagar mi estancia en un centro de rehabilitación, varios me habrían levantado un monumento, y todos a mi alrededor me aplaudirían y entenderían que, en estas circunstancias, no podría yo enfrentar la misma carga de trabajo ni el mismo estrés, por lo que me apapacharían y me alivianarían. Pero he aquí que digo “dejé de fumar” y los que nunca han fumado reaccionan como si les anunciara que dejé de comer maracuyá; así de conmocionados. Los que fuman y no quieren dejarlo me ven como una especie de traidora; a los que desean abandonar el hábito pero aún no están decididos del todo, les causo culpa y me rehúyen, y sólo encuentro comprensión y solidaridad profunda en quienes también han dejado de fumar. Justamente porque no hay muchos de éstos a mi alrededor, el ciberespacio ha sido crucial en esta etapa, gracias a una de las cosas más fantásticas de internet: los “grupos de discusión” (que en muchos casos son más bien “de apoyo”). Estos también llamados foros o grupos de noticias (por su traducción literal del inglés: newsgroups) existen desde el inicio de internet y son, de hecho, lo que le dio origen, ya que la red de redes fue creada para el intercambio de información académica. En 1979, dos estudiantes de postgrado de la Universidad de Duke conectaron algunas computadoras para intercambiar información y, al mismo tiempo, otro estudiante de postgrado de la Universidad de Carolina del Norte escribió la primera versión del software utilizado para distribuir mensajes. Esta red, llamada Usenet, creció hasta convertirse en una fuente de mensajes de intercambio voluntario y cooperativo, que eventualmente se transformarían en grupos de discusión.

Estos grupos, así como las llamadas listas de correo (mailing lists), son como gigantescos “corchos” o tableros como los que existen en escuelas y centros de trabajo, donde uno pone y lee mensajes diversos. En internet, este libre y gratuito intercambio de información tiene la ventaja de hacerse sobre temas muy específicos que pueden responder a intereses particularísimos, además de que no hay limitaciones geográficas y se puede participar desde cualquier parte del mundo. Como en casi todo lo que ocurre en la red, la única barrera está en el idioma usado en el grupo en cuestión. Los foros son un medio de expresión absolutamente democrático ya que, aunque tengan un moderador, no hay jerarquías y todos sus miembros tienen la misma oportunidad de exponer sus opiniones. Los moderadores, cuando los hay, sólo cuidan ciertas formas elementales de convivencia (por ejemplo, que no se digan groserías o que no haya insultos personales cuando algunos participantes se enfrascan en una discusión), pero no se meten con las ideas que se expresan. Existen literalmente cientos de miles (si no es que ya millones) de grupos de discusión en internet sobre todos los temas inimaginables. Algunos son de carácter muy general y universal, pero muchos llegan a especificidades increíbles, abordando desde sesudos temas científicos hasta frivolidades. Muchos, valiosísimos, tratan de enfermedades determinadas y ayudan a la comunidad perteneciente a ellos a conocer los avances, encontrar consuelo, etc., de modo que, sin importar en qué lugar del planeta se viva, puede compartirse todo aquello que sólo entiende otra persona que está en las mismas circunstancias. Dos amigas mías, cuyas hijas padecen síndromes bastante raros, han encontrado foros dedicados a cada uno de ellos, lo que les ha hecho sentirse apoyadas y lidiar con la enfermedad de mejor manera. Yo, para no ir más lejos, cuando a causa de mi rotura de cadera estuve varada varios meses y me dediqué todo el día a navegar en la red, pude localizar a mi mamá biológica (a la que había buscado por años) nada menos que en Finlandia, gracias a la ayuda y los consejos para convertirme en Sherlock Holmes que recibí de los miembros de un grupo de adoptados que, específicamente, viven y buscan en California (lugar de origen de mi madre). Como se podrán imaginar, este hecho (encontrar a mi mamá) ha sido uno de los más trascendentes de mi vida y se lo debo a un foro de internet. Por lo que, para enfrentar ahora esta etapa de mi vida, ni tarda ni perezosa me subscribí a un grupo de discusión en español y a uno en inglés dedicados al apoyo mutuo de quienes estamos en este transe del abandono de la nicotina y, como me los suponía, han sido de enorme utilidad. Están compuestos por gente de distintos países, edades, ocupaciones, etc., pero en las mismitas circunstancias y con los mismos deseos de apoyar a los otros. Todos los días nos echamos porras y ya nos consideramos cuates aunque sepamos que lo más probable es que nunca nos conozcamos personalmente. Así es esto de la comunicación en el ciberespacio.

También, como adquirí un pez beta, recomendado para el manejo del estrés que provoca el síndrome de abstinencia, me inscribí en un foro de dueños de este tipo de peces y cada día disfruto más de cuidar a este pequeño compañero. Con todo ello, espero no tener que escribir en un siguiente artículo que “dejar de fumar es muy fácil; yo lo he hecho docenas (o cientos) de veces”, frase célebre que, curiosamente, se le atribuye por igual al actor cómico Groucho Marx y al escritor Mark Twain. Dejar de fumar IV (1, agosto, 2004) Sigo duro y dándole a este tema porque de veras que cuesta muchísimo trabajo abandonar el tabaquismo y uno tiene que estarse reforzando de todos los modos imaginables hasta que haya pasado el peligro de recaer (si es que pasa). Yo sufro mis peores momentos de tentación en situaciones de estrés; mucho más que cuando tomo una copita, que también se antoja con el acompañamiento de un cigarrito. Ya llevo 10 meses y medio sin fumar y aún me parece increíble haber sido capaz de llegar hasta aquí. Hace mucho que dejé los parches de nicotina, que tan importantes y útiles me fueron en las primeras etapas (de hecho, creo que hubiera sido imposible sin ellos), pero continúo con el Bupropion (que es la sustancia de un antidepresivo ―coadyuvante para suprimir el hábito de tabaquismo”) y, cuando le he bajado a la dosis prescrita por el médico, ciertamente me han dado más ganas de fumar y me ha subido la ansiedad. Una amiga dice que no hay peor cosa que un renegado; esto, en relación a la actitud de los que dejan de beber o de fumar, porque nos volvemos intolerantes con los que lo siguen haciendo, olvidando que nosotros éramos alcohólicos o fumadores y otros nos aguantaban con nuestras adicciones. Y yo le contesto que cada quien tiene derecho a hacer lo que se le dé la gana (cada adulto), y que yo tengo derecho a no fumar a través del humo que avientan otros. Por eso, procuro no estar cerca de personas que fuman mucho y en lugares muy contaminados. No pretendo que esas personas dejen de fumar (aunque los ayudaría si quisieran) ni que clausuren los lugares donde se permite hacerlo, pero no quiero ser “fumador pasivo”, en la medida de lo posible. Cuando yo fumaba, a nadie obligué a estar junto a mí y mi humo y creo que, por lo pronto, es responsabilidad de quienes no fumamos mantenernos alejados de quienes sí lo hacen en los lugares permitidos, si así lo decidimos. Ojalá en el futuro próximo en todos los lugares haya espacios para unos y para otros y todos llevemos la fiesta en paz. De lo que sí me arrepiento es de “haberles fumado” su espacio (para decirlo gráficamente) a mis hijos, que no tenían más alternativa que estar conmigo y vivir como fumadores “de segunda mano”. De hecho, el grande, de 19 años, fuma como desde los 14 (y me siento culpable), aunque está feliz de que yo lo dejé, al igual que el pequeño, de 9, que es de esa generación ecologista y muy consciente de cualquier daño al medio ambiente.

El caso es que justamente por los artículos que he escrito sobre este tema, la organización “Conocer para Vivir” (ver al final) amablemente me contactó y me propuso que realizara una entrevista con la Dra. Dolores Gallardo, especialista en oncología y subdirectora de Medicina Interna del Instituto Nacional de Cancerología, en torno al cáncer de pulmón, cuya causa es el tabaquismo, en el 90% de los casos. La doctora afirma que comúnmente se deja de fumar ―hasta que llega un choque de salud fuerte, algo difícil para el ser humano: un diagnostico de cáncer, una recaída vascular cerebral, un infarto agudo en el miocardio, un fenómeno trombo-embólico, perder dedos por problemas vasculares… Bueno, ¡ni siquiera los hijos sirven para que el fumador lo deje…!”. Yo: La palabra cáncer provoca un miedo terrible, pero hay muchísimos tipos de cáncer. Creo que son como 150 o por ahí, y hay unos menos malos que otros. En ese sentido, ¿el cáncer en el pulmón es muy malo? Dra.: ¡Muy malo! Y, ¿por qué? La razón es muy sencilla, porque fracasamos en prevención, en detección oportuna y fracasamos, hasta cierto punto, en tratamiento, dado que diagnosticamos en manera tardía. Además, el cáncer de pulmón produce deterioro físico; no todos los pacientes de cáncer se deterioran físicamente, pero la persona que tiene un tumor implantado en el pulmón suele perder peso, masa muscular, no tiene apetito, y los síntomas de deterioro en su estado general son rápidos, muy rápidos. Yo: ¿Cuál es el problema en la prevención? Dra.: Pues que la carrera del tabaco nos gana; son muchos los esfuerzos en salud pública, pero los intereses tabacaleros son enormemente fuertes. Y también, que no nos cuidamos. Sí nos tomáramos radiografías para el cáncer de pulmón –que de pasada también nos servirían para detectar la tuberculosis, porque hay más de 30 mil casos en el paíspodríamos incrementar la intervención oportuna. Estamos conscientes de que es difícil detectar a tiempo, pero no hacemos nada. Una placa de tórax, cada 6 meses en fumadores, y cada año en otras personas, ayudaría mucho. Porque sucede que podemos tener “la suerte” de que un cáncer dé síntomas, pero en muchísimos de los casos -y no solamente en el caso del pulmón- el cáncer es asintomático; por eso es un enemigo silencioso. En el caso del pulmón importa dónde se localice el tumor: si se tiene la mala suerte de que aparezca en la pared frontal, hay cero síntomas, hasta que es demasiado tarde. Por tanto es una irresponsabilidad de la persona que fuma no tomarse una placa de tórax. Ahora, ¿qué otra cosa puede hacer un fumador? Llevar la expectoración (lo que arroja el fumador por las mañanas) a un laboratorio, ya que tiene células que se pueden analizar. Pero el problema es que nuestra salud nos importa menos que cualquier otra cosa. Por ejemplo, hay más casos de cáncer en países industrializados. Si uno ve números brutos si tenemos más, porque somos países muy poblados, pero proporcionalmente no. Lo que es más grave es la etapa del cáncer; tenemos médicos que nos visitan de varias partes del

mundo y se quedan asombrados; no pueden creer lo avanzado de nuestros casos de cáncer; ahí sí “ganamos” la carrera. Yo: ¿A qué se debe esto? Dra.: A que estamos más ocupados en otros problemas, cuidamos menos nuestro cuerpo, nos queremos menos. No hay una política o una cultura de la salud, del chequeo. Automáticamente pensamos que si no tenemos síntomas estamos bien, y sólo hasta que tenemos síntomas acudimos al médico. Y, como dije, muchas veces el cáncer es asintomático. En el caso del de pulmón, la supervivencia (de 5 años) en las etapas clínicas I y II que son las más tempranas, está entre 70 y 80%, pero en la III ya baja al 30%, y mucho peor en las etapas IV y V… Yo: ¿Cuál es el tratamiento? Dra.: Quimioterapia y radiaciones, aunque el más importante es la cirugía. Pero resulta que los fumadores, a veces, no pueden ser operados porque, justamente, tienen pulmones de fumadores. Entonces, si se operan y se les quita un lóbulo del pulmón, se vuelven inválidos respiratorios, cosa que es peor que el cáncer. Yo: Hace poco se murió un cómico, Raúl Vale, de cáncer de pulmón, y me dejó aterrada saber que él había dejado de fumar 15 años antes. Esto desanima; hace que la gente que diga ¿para qué dejo de fumar?... Dra.: A los 5 años de haber dejado el cigarro, bajas a 50% la posibilidad de desarrollar cáncer en el pulmón, en relación a la que tenías cuando fumabas; a los 10 años, baja 75%, y a los 15 años habrás reducido la posibilidad de morir de cáncer de pulmón al 5 ó 10% respecto a antes. Siempre vale la pena dejarlo, pero –claro- entre más pronto, mejor. Yo: El cáncer de pulmón es la principal causa de muerte para los hombres. ¿Qué pasa con las mujeres? Dra.: Pues que ahí la llevamos… Estamos muy interesadas en parecernos en todo: también nos queremos morir de cáncer de pulmón. Entonces éste ya entró en la lista de los 10 cánceres que causan la muerte a las mujeres; ya está en octavo lugar. Desde luego, esto se debe a que se ha incrementado el consumo de tabaco en las mujeres. Yo: ¿Y qué les pasa a los fumadores pasivos? Dra.: Esto es un gran problema. Yo veo que en lugares sociales está más castigada el área de fumar que la de no fumar que está pegada a los baños o a la cocina. Y el fumador pasivo no está exento del riesgo: tiene dos veces más posibilidades de morir por cáncer de pulmón que cualquier otro sujeto. Yo creo, por ejemplo, que el que fuma no se debe casar con un no fumador… Yo: ¿O sea que el que deja de fumar no debe permanecer con su pareja si ésta lo sigue haciendo?

Dra.: Así es, porque los dos corren el mismo riesgo. --Y yo les digo que concuerdo con la doctora: fumar o dejar de hacerlo debe ser un asunto de dos, como muchas otras cosas que se deben compartir para que la pareja funcione. Yo confieso que no habría podido abandonar el cigarro teniendo a mi lado a un fumador y que, ahora, de plano no soportaría que mi pareja fumara. No me puedo imaginar un beso con sabor a nicotina. ¡Guácala! --Conocer para Vivir es una red de voluntarios que informa y ayuda a quienes se enfrentan con el cáncer. Su misión es ser un espacio de solidaridad para personas que viven con esta enfermedad y sus familias, en el que puedan encontrar información, apoyo y actividades recreativas, que ayuden a mejorar su calidad de vida y hacer valer sus derechos. Ofrecen, entre otras cosas: Cuidadores “suplentes en hospitales”. Acompañamiento para solicitar medicamentos. Asesoría jurídica y sicológica. Pláticas informativas. Todos sus servicios son gratuitos. www.conocerparavivir.com

Dejar de fumar V (19, septiembre, 2004) Acabo de cumplir un año sin fumar. El 15 de septiembre de 2003, al grito de ¡Viva México!, fumé mi último cigarro (espero que realmente haya sido el último). Algunos dirán que qué lata doy con este tema, pero si pensamos que cada año mueren millones de personas a causa del tabaquismo, que es responsable de la mayoría de los casos de cáncer pulmonar, del 30% de las enfermedades cardiovasculares, del 75% de las bronquitis crónicas y del 80% de los casos de enfisema, creo que estaremos de acuerdo en que nunca es demasiado hablar de este asunto . Fumar no sólo es un hábito, también es una drogadicción, ya que cumple con todos los criterios que definen al consumo de una sustancia como tal: existencia de tolerancia, dependencia, síndrome de abstinencia en ausencia de la misma y comportamiento compulsivo. Un estudio recientemente publicado en la revista Tobacco Control afirma que los menores de 40 años que fuman, tienen cinco veces más riesgo de sufrir un infarto. De los casi 23 mil ataques al corazón no letales que fueron monitoreados, se encontró que 4 de cada 5 víctimas eran fumadores de 35 a 39 años de edad, y que el impacto era aún mayor en el sexo femenino. Cabe mencionar que un año después de abandonar el cigarro el riesgo de padecer insuficiencia coronaria es 50% menor que el de un fumador. Sin embargo, a pesar de todos los datos irrefutables, se calcula que cada día se fuman en el mundo nada menos que unos 15 billones de cigarrillos, y la Organización Mundial de la

Salud (OMS) estima que en los próximos años habrá un importante aumento de esta cifra ya que el número de los que adquieren el hábito de fumar se eleva considerablemente. Dejar de fumar es dificil, pero es posible y, de verdad, que yo soy la mejor prueba de ello. Fumé –y disfruté- un promedio de cajetilla y media al día durante 30 años y nunca me creí capaz de dejarlo, hasta que lo dejé… Para lograrlo se debe de pasar por una serie de procesos hasta poder tomar una actitud de abandono. Según los expertos, éstas son las fases del fumador: Fase de pre-contemplación. El fumador disfruta con el hábito de fumar y no se plantea ningún problema por ello, es un fumador ―consonante‖, es decir fuma y está seguro de que hace bien. En esta fase se encuentran los fumadores menores de 30 años, sin enfermedades asociadas al tabaco. Casi la mitad de los fumadores están en ésta. Fase de planteamiento o de contemplación. El fumador se plantea ya las posibles consecuencias negativas para la salud por el hecho de fumar, y algunas positivas de dejarlo. Comienza a ser un fumador ―disonante‖, es decir fuma pero le parece que está mal hacerlo. Un 30% de los fumadores están en esta etapa. Fase de acción. El fumador se siente en la obligación de dejar de fumar; pasa de disonante a una actitud más acorde, es decir, sabe que es malo fumar y lo deja. Es posible que esta fase se repita varias veces en la evolución de la dependencia, pasando a la contemplación y a la acción repetidamente. Un 20% de los fumadores están en esta fase. Fase de consolidación o mantenimiento. Se puede decir que en esta fase están aquellos fumadores que llevan más de 6 meses de abstinencia. No fuma nada pero hasta los 12 meses no se puede considerar como ex-fumador (¡algunos dicen que hasta los 2 años¡). Fase de recaída. Se da en un porcentaje variable de los casos, lo habitual es que pase a la fase de contemplación y tardará más o menos en volver a la acción. Se acompaña de una gran pérdida de la autoestima personal. Generalmente las personas lo intentan dos ó tres veces o incluso más, antes de lograrlo. Por otro lado, muchos estudios han demostrado que estos cinco pasos ayudan a dejar de fumar: 1) Prepararse. 2) Obtener ayuda. 3) Aprender habilidades y conductas nuevas. 4) Obtener medicamentos y usarlos correctamente. 5) Estar preparado para las recaídas y las situaciones difíciles. 1. Prepararse. Fijen una fecha para dejar de fumar. Sirve elegir una fecha que resulte significativa: el final o el principio de año, un cumpleaños, un aniversario, etcétera. Debe de ser un día que se asocie al cambio de vida, un antes y un después. Hay que desechar todos los cigarros y los ceniceros de la casa, automóvil y lugar de trabajo. No permitan que las personas fumen en su casa. Si ya lo han intentado, hay que pensar en lo que funcionó y en lo que no funcionó. Una vez que dejen de fumar, ¡no den ni siquiera una fumadita!

2. Obtener apoyo y estímulo. Algunas investigaciones han demostrado que se tiene una mejor oportunidad de lograrlo si se cuenta con ayuda. Díganle a su familia, amigos y compañeros de trabajo que dejarán de fumar y que desean su apoyo. Pídanles que no fumen cerca de usted ni dejen cigarrillos a la vista. Hay Clínicas de Tabaquismo en hospitales públicos y privados; hay que buscar una porque allí dan terapia de apoyo. 3. Aprender habilidades y conductas nuevas. Traten de entretenerse con otra cosa cuando sientan ganas de fumar: hablen con alguien, salgan a caminar u ocúpense con una tarea. Al principio cuando dejen de fumar, cambien su rutina. Por ejemplo, tomen té en lugar de café, desayunen en un lugar diferente, levántense de la mesa al acabar de comer, etcétera. Para reducir el estrés, tomen un baño caliente, hagan ejercicio o lean un libro. Beban mucha agua y otros líquidos. 4. Obtener medicamentos y usarlos correctamente. Hay cosas que pueden ayudar a dejar de fumar y a reducir las ganas de hacerlo. La nicotina requiere de unos niveles mínimos de concentración en sangre y así, cuando este nivel disminuye, sentimos la necesidad de fumar para ―nivelar‖ la cantidad de esa sustancia en nuestro organismo. La instancia que aprueba los medicamentos en Estados Unidos (FDA) contempla cinco que ayudan a dejar de fumar: el antidepresivo Bupropion (consulten a su médico); chicles, inhaladores, atomizadores nasal y parches de nicotina. Todos estos medicamentos les ofrecerán más o menos el doble de posibilidades de dejar de fumar y de hacerlo para siempre. 5. Estar preparado para las recaídas y las situaciones difíciles. La mayoría de las recaídas suceden durante los primeros tres meses después de dejar de fumar. No se desanimen si comienzan a fumar de nuevo. Recuerden, la mayoría de las personas tratan varias veces de dejar de fumar antes de lograrlo. He aquí algunas situaciones difíciles de las cuales hay que estar al pendiente: Alcohol (beber reduce las posibilidades de lograrlo). Otros fumadores (estar en donde hay personas fumando puede hacer que uno desee hacerlo). Aumento de peso (muchos fumadores aumentarán de peso cuando dejen de fumar, pero no hay que permitir que esto los distraiga de su meta principal—dejar de fumar; ya se enfrentará después). Ansiedad, mal humor o depresión (hay muchas formas de mejorar el estado de ánimo en lugar de hacerlo fumando). Un último consejo: yo al principio seguí la técnica del retraso: ¿van a encender un cigarro? Pues esperen 3 minutos... ¿han sido capaces? Otros 3 minutos... Y así, aumentar cada día el intervalo en un minuto. Parece tonto pero funciona. Y, se los digo por experiencia propia, no es choro, dejar de fumar ha tenido efectos notorios sobre mi salud: se me quitó el dolor de garganta de las mañanas, la tos; respiro mucho mejor, me canso menos cuando hago ejercicio, y se supone que ganaré de 5 a 8 años de vida. Además, como razones de estética, no fumar evita el mal aliento, los dientes amarillos, las arrugas y el color cetrino de la piel. Yo luzco reluciente, no es por nada. Un poquito más gordita, sí, pero bien feliz, y con la autoestima en las nubes. Vale la pena. Del peso ya me encargaré y les platicaré.