CULTURA MATERIAL Y CONSUMO TEXTIL EN CASTILLA A FINES DE LA EDAD MEDIA E INICIOS DE LA EDAD MODERNA

CULTURA MATERIAL Y CONSUMO TEXTIL EN CASTILLA A FINES DE LA EDAD MEDIA E INICIOS DE LA EDAD MODERNA HILARIO CASADO ALONSO Universidad de Valladolid ...
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CULTURA MATERIAL Y CONSUMO TEXTIL EN CASTILLA A FINES DE LA EDAD MEDIA E INICIOS DE LA EDAD MODERNA

HILARIO CASADO ALONSO Universidad de Valladolid

Uno de los campos de investigación que, en los últimos años, se está desarrollando con gran intensidad en la historia económica, en la historia social y en la antropología histórica es el análisis de la cultura material. Comienzan a proliferar las publicaciones internacionales, especialmente de historia de Italia, de los Países Bajos y de Inglaterra, sobre los palacios, las casas rurales o urbanas respecto a su forma, distribución interna y tamaño; acerca de la composición de los ajuares domésticos (las telas con sus diferentes formas, procedencias y colores, los tipos de ropa y su forma de utilización, los sombreros, la vajilla, los muebles, los espejos y abanicos, los tapices, los objetos metálicos, la platería doméstica, los instrumentos musicales, los utensilios de cocina, las armas, las obras artísticas y de devoción, los libros, etc.); sobre las características de la comida y de la bebida, bien dentro o fuera del hogar familiar; el papel de los criados; acerca de los gastos suntuarios expresados en la posesión de carrozas y caballerías, en la caza, en los torneos, en los alardes, en los desfiles procesionales, etc. En suma, se están abriendo nuevos territorios para la investigación, los cuales permiten conocer mejor la evolución histórica de nuestros antepasados.

1.- La historia del consumo y de la cultura material en el mundo preindustrial. Los estudios acerca de la cultura material tienen una larga tradición en la historiografía internacional. La mayor parte de ellos se enmarcan dentro de los campos de la antropología, la etnografía y la arqueología. Por otro lado, es bien conocida la existencia, en numerosos países y ciudades del mundo, de museos de artes y costumbres tradicionales y/o de objetos artesanales, tanto de culturas locales como de pueblos más o menos primitivos. Gran parte de esta tradición historiográfica y museística parte del interés por la recuperación y estudio de los modos de vida tradicional existentes antes de la irrupción del mundo industrial contemporáneo. Su aparición en Europa y América se remonta al siglo XIX, aunque sigue teniendo una enorme vigencia en la actualidad al calor del auge de la ecología.

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Sin embargo, en los últimos años se está desarrollando una nueva corriente de investigación acerca de la cultura material, que parte del análisis microeconómico de las pautas de consumo. Tradicionalmente, las visiones macroeconómicas han estudiado el crecimiento económico en perspectiva histórica desde el lado de la oferta. En virtud de ello, el aumento de la productividad y del producto total, fruto entre otros factores del desarrollo de la tecnología, de los recursos y de la acumulación de capital, son las causas de dicho crecimiento. Frente y al lado de tal explicación, hoy se han sumado las visiones que analizan este mismo fenómeno desde el lado de la demanda y del consumo. Los cambios en las pautas de consumo son para estos economistas los que inducen a aumentos de la elaboración de determinados productos, con el consiguiente crecimiento económico. Modificaciones en el consumo, que se expresan en el menor protagonismo de los gastos familiares en alimentación y un mayor papel de los bienes semiduraderos y duraderos. Tal como veremos a continuación, hoy se cree que dichos cambios no fueron espontáneos, sino provocados. El conocimiento de nuevos productos, la importancia de la moda y de las novedades, las formas de comercialización y los nuevos hábitos sociales y culturales, que aparecen en las sociedades europeas en un determinado momento, son los generadores de los cambios en las pautas de consumo. El primero que comenzó a reflexionar sobre la importancia de la cultura material y del consumo en la historia económica fue hace años M. Mackendrick. Para él los cambios en las pautas de consumo acaecidos en la sociedad británica, especialmente entre las poblaciones campesinas desde mediados del siglo XVII, hacia la demanda de bienes duraderos y semiduraderos son los que anteceden y favorecen el posterior triunfo de la Revolución industrial 1 . Es lo que él denominó con el apelativo de la “Revolución del consumo”. A la estela de las argumentaciones de dicho historiador han aparecido numerosos trabajos de diversos investigadores anglosajones, que siguen los mismos planteamientos, resaltando el protagonismo que el aumento de la demanda de los “objetos nuevos” y del cambio en las pautas de consumo han tenido en el origen de la Revolución Industrial 2 .

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MACKENDRICK, M., “Josiah Wedgwood: an eigteenth-century entrepeneur in salesmanship and marketing techniques”. The Economic History Review, 2n. series. Vol. XII, 1960, núm. 3, pp. 408433. 2 MACKENDRICK, M., BREWER, J. y PLUMB, J. H., The Birth of a consumer society. The commercialisation of eigtheenth century England. Londres, 1982. BREWER, J. y PORTER, R. , Consumption and the world of goods. Londres y Nueva York, 1993. MOKIR, J., “Demand vs. Supply in the Industrial Revolution”, in J. MOKYR (ed.), The Economics of the Industrial Revolution, Londres, 1985. pp. 97-118.

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Esta nueva visión ha sido revalorizada por J. de Vries, que ha llamado la atención sobre la paradoja que supone el hecho de que el deterioro del poder adquisitivo de los salarios en el periodo anterior a la Revolución Industrial coincidiera en el tiempo con la difusión cada vez mayor de bienes de consumo, bien desconocidos o reservados a unos pocos, entre la población. Tal hecho lo explica por la mayor imbricación de las familias campesinas en los circuitos comerciales. Ello les hizo que, instigados por las mejoras en las técnicas de comercialización, optaran por comprar bienes de consumo en el mercado, abandonando la producción casera. Pero todo ello implicaba que renunciaran a la holganza, prefiriendo trabajar más a cambio de poder comprar más bienes, muchos de los cuales antes sólo estaban al alcance de las altas clases sociales. Es lo que ha denominado como la Revolución industriosa. Según el, la difusión de este fenómeno a partir del siglo XVII y, especialmente, en el XVIII entre las poblaciones campesinas inglesas y holandesas hizo que hubiera un aumento en la cantidad y en la variedad de los bienes que forman el entorno material domestico 3 . El aumento del consumo de determinados bienes ha sido, también, estudiado desde la óptica de la historia social, que ha analizado los cambios sociológicos y mentales de la Inglaterra del XVIII. Es la generalización del lujo y el nacimiento de la nueva sociabilidad burguesa 4 . La irrupción de tal cantidad de nuevas publicaciones sobre el nacimiento de la cultura del consumo ha puesto de actualidad las viejas hipótesis de F. Braudel, que dedicó varios capítulos a tales cuestiones en su Civilización material, economía y capitalismo 5 . Pero, al mismo tiempo, este interés renovado por la historia del consumo y de la cultura material ha hecho que las investigaciones se hayan llevado a tiempos anteriores a los de la Revolución industrial. Si para D. Roche la aparición del deseo por

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DE VRIES, J., “The Industrial Revolution and the Industrious Revolution”, Journal of Economic History, nº 54, 1994. pp. 249-270. DE VRIES, J., The Industrious Revolution: Consumer Behavior and the Household Economy, 1650 to the Present. Cambridge. Cambridge University Press, 2008 (Ed. Española, Barcelona 2009). 4 BERG, M. y CLIFFORD, H. (eds.), Consumers and Luxury. Consumer culture in Europe 1650 – 1850. Manchester. 1999. BERG, M., Luxury and Pleasure in eighteenth-century Britain. Oxford, 2005. BREWER, J., The Pleasures of the Imagination. English Culture in the Eighteenth Century. Londres, 1997. STEARNS, P. N. , Consumerism in World History. The Global Transformation of Desire. Londres, 2001. SMITH, W. D., Consumption and the Making of Respectability, 1600-1800. Nueva York, 2002. LEVY PECK, L., Consuming splendour: Society and culture in seventeenth-century England. Cambridge, 2005. BOURDIEU, P., La distinction. París, 1979. WEATHERILL, L., Consumer Behaviour and Material Culture in Britain, 1660-1760. Londres, 1988. BREWER, J. y TRENTMANN, F. (eds.), Consuming cultures, global perspectives :historical trajectories, transnational exchanges. Oxford, 2006. 5 BRAUDEL, F. Civilización material, economía y capitalismo. Siglos XV – XVIII. 1. La estructuras de lo cotidiano: lo posible y lo imposible. Madrid, 1984 (Edición francesa de 1980).

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las cosas banales aparece en el siglo XVII 6 , será la historiografía sobre la historia de Italia la que ha rastreado más y mejor el nacimiento de tal fenómeno en los años finales de la Edad Media. Según diversos investigadores, la aparición del interés por el consumo y el lujo debe de buscarse en los grupos dirigentes urbanos del siglo XV 7 . Tal hecho se constata de manera clara en las oligarquías urbanas italianas, pero también, aunque con diferente nivel, en las flamencas, alemanas, francesas e, incluso, españolas. Todos los análisis coinciden en un punto central: el auge del comercio y las nuevas formas de comercialización, acaecidas en ese momento, son las que nos explican la aparición de las nuevas pautas de consumo y el deseo de acumulación de bienes materiales, muchos de ellos meramente superfluos 8 . Varios son los campos de análisis de la cultura material en los tiempos preindustriales. En primer lugar, el conjunto de bienes domésticos: la casa (el palacio, la casa popular, la casa campesina, …), y el ajuar (zapatos, sombreros; muebles, camas y arcas; relojes; vasos, cristales, vajillas, platos y menaje de cocina; objetos metálicos; libros; abanicos; armas; coches, carrozas y sillas de mano;…); y, en segundo lugar la alimentación 9 . Por otro lado, es la distinción entre los bienes materiales de los ricos frente a los de los pobres. En el primer caso se han estudiado los gastos de las familias 6

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nobles, a partir de sus inventarios y libros de contabilidad, desde los momentos en que el “lujo y el decoro” pasan a ser los distintivos de la alta sociedad. A ello se suman los trabajos que analizan la aparición de determinados objetos (muebles, porcelanas, abanicos o relojes) en dichas casas nobiliares 10 . Frente a la cultura material de los ricos está la de los pobres, bien sean campesinos o simples trabajadores urbanos y criados domésticos. Cuestiones, como el ajuar campesino, sus niveles de vida, su alimentación, sus menajes y los objetos de su vida cotidiana, han centrado su atención. Pero, en este análisis una preocupación fundamental es saber si todos estos bienes son de factura doméstica o han sido adquiridos en el mercado, ya que de su respuesta se derivan consecuencias muy diversas y, especialmente, a las formas del crecimiento económico 11 . De ahí que sea muy importante no tanto conocer la cultura material en un momento determinado, sino ver su evolución temporal dentro de un grupo social o en el conjunto de la sociedad. Todas estas publicaciones coinciden en señalar cómo desde el siglo XV están comenzando a cambiar las pautas de consumo de las poblaciones urbanas, que tienden a gastar en mayores cantidades y, sobre todo, a imitar las normas de comportamiento de la nobleza y de la corte. En palabras del profesor R. Goldthwaite, estamos ante la difusión del “imperio de las cosas”, donde el acaparamiento de objetos comienza a convertirse en el símbolo de posesión de un status social elevado 12 . Evidentemente, estos cambios afectaron en los siglos XV y XVI a una minoría de la población, la perteneciente a la nobleza, al alto clero y al patriciado urbano, pero sus influjos se extendieron a algunos otros grupos sociales e, incluso, a los campesinos acomodados. Indudablemente, esta aspiración al lujo y al decoro vino acompañada de la generalización de los gustos y de las mentalidades caballerescas entre aquellos sectores urbanos formados por mercaderes, pequeños nobles, clérigos de las catedrales y grandes artesanos. Pero, también, en estos cambios influyó el gran auge que experimentó el gran comercio

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internacional en dichos siglos, el cual permitió que productos, hasta ese momento exóticos y muy caros, pudieran comprarse o imitarse. Y entre este conjunto de productos hay que señalar los objetos artísticos desde las obras de pintura o escultura hasta los que hoy catalogamos dentro del amplio abanico de las artes decorativas y de la historia del traje - cuyos mercados se están expansionado de manera continuada. Paralelo al interés que hoy suscita la economía de la cultura, se están analizando temas como el usos y comercio de libros, la artesanía de lujo, las curiosidades y el comercio de objetos artísticos de cualquier factura y calidad. No estamos ante los tradicionales trabajos sobre el mecenazgo cultural y artístico, sino ante otros intereses. No interesa tanto estudiar las grandes obras y objetos artísticos como los de factura menos elaborada, más baratos y más accesibles al gran público: los brocados, los encajes, los bordados, las alfombras, las telas de oro y plata, las sargas pintadas y, sobre todo, las tapicerías en los objetos textiles, junto con los alabastros, los sombreros, los cueros repujados para cubrir paredes y muebles, las arcas, baúles y cofres, el mobiliario, las cajas, las joyas, los objetos de metal, los espejos, los relojes, los vidrios para las ventanas, los libros, los instrumentos musicales, las armas, etc. Se abre un campo de investigación histórica, donde se mezclan la historia del arte y la historia económica. Todo ello nos lleva a una nueva visión del Renacimiento, en el que la demanda de objetos artísticos y de “cosas mundanas” adquiere un nuevo significado 13 .

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2.- La moda y el consumo textil en el mundo preindustrial. La industria textil, como es bien conocido, ha sido uno de los sectores clave de la economía en la Europa preindustrial. La bibliografía publicada sobre su producción es enorme y viene de antiguo. Si, tradicionalmente, la atención se centró en la que localizaba su actividad en las ciudades, en los últimos años ha cogido protagonismo la situada en los núcleos rurales, lo que ha impulsado perspectivas nuevas para su investigación. Todo ello, más o menos unido al debate sobre la protoindustrialización, ha permitido que conozcamos mejor las economías y sociedades rurales. Incluso, más recientemente, las viejas concepciones emanadas de la ilustración y del liberalismo decimonónico acerca de las manufacturas urbanas, agrupadas en gremios, están siendo revisadas a la luz de nuevas concepciones acerca de su valor como elementos para la difusión de las técnicas, el aprendizaje o el ahorro de los costes de transacción. Pero, al mismo tiempo, en los últimos años estamos asistiendo a nuevas reflexiones sobre la comercialización textil, dentro de la emergencia de los estudios sobre la economía del consumo. Dentro de este campo de investigación, uno de los aspectos más estudiados ha sido el consumo de productos textiles. Por una parte, eran los bienes semiduraderos más demandados por las poblaciones, al mismo tiempo que el género más fabricado en el mundo preindustrial. Pero lo que interesa es analizar la comercialización y el consumo de dichos tejidos bajo todas sus formas, desde los más sencillos hasta los de lujo. Qué cantidad se consumía, cuál era su difusión social y geográfica, cómo evolucionó su demanda en el largo plazo, qué determinantes y condicionantes afectaron tanto a la cantidad como a la variedad de los textiles que se consumían, etc. Cuestiones, como los tipos de tejidos, sus fibras, su hechura, sus colores, sus formatos o la moda textil, que apenas habían estudiado los investigadores de las manufacturas cobran ahora importancia. Pero, también, las preguntas se dirigen a saber qué pautas y a través de qué mecanismos de promoción, distribución y venta se produjo la comercialización textil. Si hubo iniciativas y mecanismos que incentivaron el consumo de unos tejidos respecto a otros. Análisis que entroncan con los estudiados por los historiadores del traje y de las artes decorativas. Pero buscando no tanto la historia de los vestidos, sino en saber cuáles eran las formas de distribución textil (tiendas estables y especializadas, crédito al consumo, promoción y publicidad, etc.), así como el mundo de los sastres, de los ropavejeros o la reutilización dentro de la casa de los

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vestidos y de la ropa. De ahí que las formas de comercialización textil hayan pasado a ser una parte fundamental en cualquier estudio de historia del consumo 14 . Pero, al mismo tiempo, la circulación de productos textiles, entendida en todas sus maneras, es uno de los aspectos más importantes para comprender el desarrollo de los intercambios comerciales, tanto a nivel local, como nacional y mundial. Así, vemos cómo, desde el siglo XV y, quizás, desde épocas anteriores, los tejidos eran la parte más importante de las mercancías que se intercambiaban, lo que produjo paulatinas especializaciones productivas entre una economías regionales respecto a otras. Paños flamencos, ingleses o toscanos; lienzos holandeses o bretones; sedas italianas; y fustanes alemanes son algunos de los ejemplos de este fenómeno en el siglo XVI. Tal situación trajo consigo flujos mercantiles que dieron lugar a situaciones de dominación comercial a escala europea e, incluso, global. La aparición de un determinado tejido, un tipo de tinte y de color, una forma de elaboración distinta, el empleo de tal o cual fibra, etc. produjo un predominio de los géneros fabricados en determinadas zonas manufactureras sobre los de otras. Muchas veces, éstas últimas respondieron copiando las modas que venían de fuera, pero en otras ocasiones el aumento de tejidos foráneos trajo consigo la desaparición de los géneros locales. De ahí que se comience a hablar de una primera globalización textil. La ocupación, en determinados nichos del mercado, de unos productos en sustitución de otros no sólo se produjo como efecto de la aparición de innovaciones técnicas, mejoras en la calidad o precios más bajos, sino merced a la existencia de unas redes de comercialización textil más eficaces que otras. Aquí la forma de distribución, los métodos de comercialización al por mayor y al por menor, las técnicas de marketing, etc. jugaron también su papel. El resultado final fue la penetración de determinados tejidos en cada vez más amplios mercados. Los análisis no sólo deben constatar cuando aparece un tejido determinado y con qué características, sino cómo y merced a qué protagonistas se ha producido. De la misma manera hay que estudiar quienes son los consumidores últimos de los tejidos y valorar en cada momento la existencia de un determinado tipo de tejidos para pobres y otro diferente para ricos. Comparación que 14

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debe de extenderse al tipo de vestidos o al uso diferenciado de los colores por los grupos sociales. Pero, de la misma manera, investigar si hubo disimetrías entre los consumos textiles de los habitantes de la ciudad respecto a los del campo. Recurrían estos últimos, como tradicionalmente se ha venido diciendo, a la fabricación casera o, por el contrario, desde el siglo XV amplias capas de la población campesina adquirían sus tejidos en el mercado, ya fuera en tiendas, ferias locales o comerciantes ambulantes. De ahí que, para una época anterior a la revolución de los transportes de los siglos XVIII y XIX, el estudio de la circulación de los tejidos permita analizar el grado de integración económica de unos territorios y, al mismo tiempo, la inserción de éstos en espacios económicos más amplios 15 . Por todo este conjunto de razones, los tejidos han de considerarse como “mercancías guías” para estudiar el grado de integración e interrelación de unos espacios económicos respecto a otros. De ahí el interés del estudio de la comercialización textil. Pero, igualmente, en este juego variable de corrientes de intercambio mercantil no todo es meramente económico. En los cambios en las pautas de consumo también intervienen otros factores. Cuestiones, como las practicas de acumulación de tejidos como símbolo de status social, las formas de sociabilidad o la difusión de nuevos valores sociales y mentales, deben de tenerse en cuenta. Todo ello nos hace que tengamos que adoptar una visión dinámica para estudiar la producción y el comercio textil, donde se han de mezclar realidades económicas, sociales y culturales. En suma, estamos ante un vasto campo para investigar. Tal corriente está dando muchos frutos, algunos de los cuales se refieren al caso español 16 . Algunas de las cuestiones están siendo investigadas, pero los interrogantes y los problemas a resolver son muchos: ¿Cómo, cuando y por qué evolucionaron los colores de las vestimentas a finales de la edad media, con la imposición de la moda borgoñona – más tarde denominada española -, plasmada en la sustitución del color rojo

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y el dorado por el negro 17 ?; ¿existieron diferencias en el colorido de los vestidos de los hombres respecto a los de las mujeres 18 ?; ¿había diferencias en los trajes según las diferentes etapas de la vida?; ¿qué importancia jugaron los vestidos en la apariencia social 19 ?; ¿hubo formas de emulación en los sistemas de vestir el cuerpo y la casa entre los diferentes grupos sociales y/o entre el campo y la ciudad 20 ?; ¿qué importancia y protagonismo tuvieron los sastres en las ciudades preindustriales, donde su número, a juzgar por los diversos censos demográficos, fue muy elevado 21 ?; ¿cómo era la comercialización al por menor de los tejidos, los vestidos y la ropa de casa 22 ?; ¿qué papel desempeñó el reciclado de los vestidos y de la ropa usada y vieja 23 ?; etc. En suma, lo que es indudable es que, desde la segunda mitad del siglo XIV, Europa está asistiendo a profundos cambios en las formas de vestir y en el significado social y mental de la ropa, encontrándonos en los orígenes de lo que se ha venido en llamar la prehistoria de la moda y cuyo nacimiento se ha situado en la corte de Borgoña de esos años 24 . Cambios, que no solo fueron puramente económicos y del gusto, sino que produjeron mutaciones en el orden social establecido. De ahí la proliferación de las leyes suntuarias a partir de finales de la edad media, cuya finalidad era la prohibición de determinados trajes, telas y colores a los grupos sociales no privilegiados 25 . En conclusión, como ya he dicho, en la historia de la moda y del consumo textil se mezclan 17

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aspectos de historia económica, historia social, antropología histórica, historia cultural e historia de las mentalidades.

3.- El consumo textil en Castilla a fines de la Edad Media e inicios de la Edad Moderna: una aproximación. La moda y el consumo textil en Castilla en los siglos XV y XVI son muy poco conocidos 26 . Otro tanto se puede decir sobre la cultura material de dichos años, donde predominan más los estudios descriptivos que los puramente económicos 27 . Por el contrario, los estudios rigurosos sobre dicha temática se han concentrado preferentemente en los siglos XVII, XVIII y XIX 28 . Las razones de tal hecho son debidas, a mi entender, a la dificultad de encontrar fuentes seriadas para analizar dicho fenómeno. Para las centurias anteriores es muy difícil localizar numerosos inventarios post-mortem y testamentos de diversas fechas y de fallecidos de diferente condición social, que son la documentación básica utilizada en la mayor parte de los estudios europeos. Igualmente, en el caso castellano, dada la legislación existente, donde la mujer tenía derecho a heredar, no se pueden utilizar, como en otras áreas geográficas, los inventarios de los ajuares de las dotes de las novias. Cuando se han conservado, son puntuales y no reflejan el patrimonio material de sus propietarios. De ahí que haya que recurrir a otro tipo de fuentes. Una de ellas son las judiciales, ya que en muchos pleitos por herencias o disputas patrimoniales se hacían descripciones de los bienes de los litigantes. Sin embargo, su búsqueda en el Archivo de la Chancillería de Valladolid, aunque da resultados excelentes, es muy lenta y dificultosa. Más beneficios se obtienen de la consulta de la documentación mercantil, ya que los tejidos para la casa y el cuerpo eran una de los productos más negociados por los mercaderes: en este aspecto, los libros de cuentas de mercaderes y de tenderos, más la múltiple documentación comercial diversa nos puede aportar muchas luces acerca del consumo textil por parte de la sociedad castellana a fines de la Edad Media e inicios de la Edad Moderna. A partir de

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BERNIS, C., Indumentaria medieval española. Madrid, 1956. BERNIS, C., Indumentaria española en tiempos de Carlos V. Madrid, 1962. BERNIS, C., Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos. Madrid, 1978-1979. 2 vols. BERNIS, C., El traje y los tipos sociales en 'El Quijote'. Madrid, 2001. 27 ABELLAN PÉREZ, J., El ajuar de las viviendas murcianas a fines de la Edad Media. Cultura material a través de los textos. Murcia, 2009. IZQUIERDO BENITO, R., La cultura material en la Edad Media, perspectiva desde la arqueología. Granada, 2008. 28 TORRAS, J. y B. YUN (dirs.), Consumo, condiciones de vida... LLOPIS, E., TORRAS, J. y YUN, B. (eds.), “El consumo en la España preindustrial...

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esta documentación dispersa presentaré una primera aproximación al tema, que es muy provisional y no pretende ser definitiva. Un primer hecho que constatamos es que, al igual que en otras partes de Europa, la posesión de productos textiles – bien ropa o menaje de casa – y su acumulación es considerada por los habitantes de la época como símbolo de riqueza y de prestigio social 29 . La consulta de los pocos inventarios post-mortem conservados y, en menor grado, de los numerosos testamentos nos revela tal fenómeno. En los primeros, junto a la descripción de los bienes inmuebles, aparecen los muebles y, destacando entre ellos los tejidos. Los documentos nos señalan, de manera global o habitación por habitación, cuanta ropa de vestir y de casa se conservaba guardada en sus estancias y en las diferentes arcas existentes. En el caso de las mandas testamentarias es, igualmente, frecuente la donación de telas y ropas a los criados y herederos y, en ocasiones, a los pobres y a alguna cofradía y hospital. Evidentemente, la posesión de textiles variaba mucho según la condición social de sus propietarios. Los pertenecientes a la oligarquía hacen listas extensas, habitación por habitación y arcón por arcón, de sabanas, cobertores, cócedras, almadraques, cosneos, cabezales, colchas, colchones, tablas de manteles, toallas, pañuelos, cojines, etc, más la descripción de las diferentes ropas y sombreros – con citas a su estado y su posible utilización o reutilización - que en ellos se guardaban. Por ejemplo, el inventario de los bienes dejados por Gonzalo Rodríguez de Maluenda, regidor de Burgos, realizado el 18 de abril de 1438 30 , señala la existencia de una rica y abundante ropa de casa: 9 mantas (tres de ellas al uso de Flandes), una alfombra, dos paños franceses con el escudo de armas y con grifos, 3 alcatifas 31 con los escudos de armas, 3 tapetes, 4 reposteros, 8 poyales (2 franceses), 14 piezas de sarga, 15 paramentos, 12 cobertores, 8 colchas (2 de seda y 2 de lienzo de Flandes), 18 almadraques (8 de fustán), 2 cocedras, 4 almazelas, 8 colchones, 61 almohadas (29 de Flandes y 3 de cuero guadamecí), 32 sabanas, 17 tablas de manteles (2 de Flandes), 8 azulejas 32 a la morisca y 80 varas de toballejas 33 . Sin embargo, no se hizo inventario de la ropa personal, que debía de ser muy abundante y lujosa, a juzgar porque poseía, amén de otros bienes muebles y de numerosas casas, tierras, censos y juros, una mula, dos 29

GOLDTHWAITE, R. A., “The Empire of Things… ARCHIVO DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE BURGOS. Berberana. Leg. 38 (antiguo). 31 Tapetes. 32 Pañuelos de manos. 33 Toallas, aunque también se utilizaban como manteles. 30

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caballos, 500 cantaras de vino, 300 fanegas de trigo y cebada, y, junto a todo ello, abundantes joyas, armas 34 y 32 libros. Todos estas posesiones las tenía el finado en Burgos, Orbaneja, Celada del Camino, Medinilla, Mazariegos, Covarrubias, Ura, Punteura, Mecerreyes y Barbadillo del Mercado, incluida una torre en Retuerta. En suma, un patrimonio digno de un mercader y caballero. Otro caso de un abundante ajuar doméstico es el del yerno del anterior, Diego Alonso de Burgos, regidor y mercader burgalés. Su inventario post-mortem data del 27 de mayo de 1479 35 . En él se documentaron una alfombra; un tapete; 3 cobertores; 12 mantas; una cama de sarga; 18 bancales de verduras, de alfombra y de telas; 18 cojines de verdura y de cuero con sus armas; 8 reposteros con sus armas; 12 almadraques; 2 piezas de fustán para camas; 9 antepuertas de verduras y francesas; 10 colchas de lienzo de Bretaña; 2 paños de silla con sus cojines y freno; 2 cielos de cama; 6 sargas; 8 cosneos 36 ; una alcatifa; una sobremesa; un almofrix 37 ; 23 almohadas de pluma, de cuero, de lino y de perrillos; 6 cabezales de cama; 14 sabanas de lienzo de Flandes y de Castilla; 24 manteles de lino de Flandes y de Castilla; 6 tobajas de Flandes; 17 azulejas; 5 pañezuelos de mesa; 24 manteles de lino y de estopa; 17 piezas de faja de seda para vestir; un peinador de oro y seda; una albanadega 38 de oro y plata; una ropa de seda; un monjil; un tabardo; 2 sayas de velarte; una casulla de seda; un jubón; un brial; una ropa de velarte; 5 mantos; una pieza de sarga de vestir; una camisa de Cambray; un corridezuelo de oro y seda; 6 randas 39 de oro y seda; más otra ropa no descrita. Indudablemente, estos inventarios, como otros muchos conservados, reflejan el ajuar doméstico y personal de la élites sociales urbanas de Burgos, donde una gran parte de ellas tenía vínculos con las actividades del gran comercio internacional. Sin embargo, el panorama, aunque en otra escala, es parecido si analizamos el de un miembro de la oligarquía rural. Es el caso de Juan de Orduña, vecino de Saldañuela, localidad situada a 12 kms. de Burgos 40 . Este tenía en 1517 en diferentes arcas y muebles de su casa, que constaba de 3 cámaras, un “recibimiento”, un portal, una cocina, un horno, un pajar y una bodega, los siguientes tejidos: 16 pañezuelos, 11 mantas, 11 sabanas de lienzo y estopa, 10 sargas, 6 tablas de manteles de lienzo, 5 34

Disponía de una cámara dedicada a guardar exprofesamente las armas. ADPB. Berberana. Sin catalogar. 36 Almohadones. 37 Funda de cama. 38 Tocado femenino. 39 Encajes. 40 ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL. Clero. Leg. 1001. 35

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lenzuelos, 4 almadraques, 4 cabezales, 3 alfombras, 3 almohadas, 3 colchones, 3 paños de manos, 3 sobremesas, 2 antepuertas, 2 cielos de cama, 3 colchas, 2 paramentos de sarga, 1 brocado, 1 cinta, 1 delantecama, una sobrecama y un cobertor de cama entre la ropa de casa; y 2 jubones, 1 almayzele 41 , 1 cabrichel, una camisa de lienzo, 1 camisón, 1 capuz, 1 paño negro, 1 papahigo 42 , unas pasteras de lienzo, 1 tabardo de paño, unos zahones de venado, 1 zamarro, una grebe 43 y una vara y media de lienzo, entre la ropa de vestir. Como se puede apreciar la abundancia de tejidos, frente a otros bienes muebles, es manifiesta, siendo éstos el mejor símbolo de acumulación de la riqueza, ya que apenas nos encontramos allí con joyas o muebles ricos. Su semejanza con los inventarios urbanos descritos anteriormente es evidente. Sin embargo, aquí no tenemos la abundancia de tejidos extranjeros (Flandes, Francia, etc.) o de seda. Las alfombras son de Salamanca, los lienzos son castellanos, los paños son bastos (terlices, irlandas, docenos, catorcenos o dieciseisenos, aragoneses, etc.), y hay una abundancia de sargas y otros textiles baratos. Fenómeno que vemos más acusado si analizamos el inventario post-mortem de un campesino, el de Pedro de Porres, vecino de Vivar, realizado en 1476 44 . Sólo tenía 3 manteles de 7,5 varas, 3 cabezales de sayal, 2 lenzuelos, 2 jubones de fustán, 2 capotes de sayal, una cocedra, una abuchanada de lino, una manta, un capuz celeste de paño de Segovia, unas sayas, un sayo, unas sayuelas, 8 varas de sarga blanca y 2,5 varas de sayal blanco. Como se puede apreciar, la bastedad de las telas y su pobreza son las que marcan la condición social de su propietario. Características que vemos, también, en el inventario de la prostituta burgalesa María de Segovia, que dejó en 1484 sus escasas ropas a sus compañeras de oficio y a la iglesia de Santiago de la Fuente, junto con un joyel de plata y una sortija de ámbar 45 . Pero en los casos de este simple campesino o de esta prostituta, así como en los de las familias acomodadas, la acumulación de riqueza en bienes muebles viene marcada por el acopio textil, mientras que los muebles y otros objetos domésticos estaban menos presentes y eran menos importantes 46 . Sin embargo, es muy difícil poder

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Tocado. Prenda para cubrirse el rostro con el fin de protegerse del frío. 43 Posiblemente, unos calzones. 44 AHN. Clero. Leg. 1053. 45 ARCHIVO PARROQUIAL DE Stª ÁGUEDA (Burgos). Legajo 3. 46 En las casas burgalesas de esta época parece que, salvo la cocina, la bodega y la cuadra, no había una diferencia funcional entre las habitaciones de la casa. De hecho, las arcas – el lugar donde se guardan los tejidos y demás objetos domésticos – aparecen repartidos por doquier. Los armarios, salvo los 42

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establecer su cuantificación. No obstante, a modo de ejemplo, puedo aportar el inventario post-mortem de los bienes muebles del mercader burgalés Andrés de Pesquera y de su mujer Catalina del Castillo, patrones del monasterio de La Merced de Burgos, donde se hizo un valoración monetaria de su patrimonio mueble 47 . Lo podemos ver en el CUADRO 1. VALORACIÓN DE LOS BIENES MUEBLES DEL MERCADER BURGALÉS ANDRÉS DE PESQUERA Y CATALINA DEL CASTILLO ( 6-8-1517 )

maravedíes

%

Tejidos de la casa

56.506

Tapices y Alfombras

21.191

7,31

Ropa de vestir

43.744

15,10

Muebles

23.330

8,05

6.379

2,20

Vajilla y menaje de cocina

19,50

Armas

3.157

1,09

Monturas de caballos

5.291

1,83

105.451

36,39

Plata Joyas

23.230

8,02

Libros

1.300

0,45

187

0,06

289.766

100

Instrumentos Musicales

FUENTE: AHPB. Protocolo 5507

Como se puede apreciar, si sumamos los tejidos de casa, los tapices, las alfombras y la ropa de vestir tenemos un porcentaje del 41,9 % del total de valor monetario de los bienes muebles que poseía esta rica familia burgalesa. Monto que sólo se ve ligeramente superado por el de las joyas y la plata. Situación que es común en gran parte de los ajuares domésticos de las oligarquías de las ciudades castellanas en el siglo XVI 48 . Todo ello confirma, de nuevo, la importancia del consumo textil en las sociedades preindustriales. Consumo que, a juzgar por datos indirectos, ya que no es posible establecer una cuantificación, se incrementará conforme avanza el siglo XV, llegando a su máximo apogeo en la centuria siguiente. Cada vez los ajuares castellanos fueron más ricos, abundantes y, sobre todo más variados, siendo frecuente la existencia

de la cocina, son casi inexistentes. Incluso, como es el caso del citado Juan de Orduña, en el arca, que tenía a los pies de la cama donde falleció, estaban mezcladas las telas con el sebo y otros alimentos. 47 ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE BURGOS. Protocolo 5507. 48 BENNASSAR, B., Valladolid en el Siglo de Oro. Una ciudad de Castilla y su entorno agrario en el siglo XVI. Valladolid, 1989. pp. 420-433. GARCÍA FERNÁNDEZ, M., “Familia y cultura material en Valladolid a mediados del siglo XVI. Entre el nacimiento y la muerte”, in J. L. CASTELLANO CASTELLANO y F. SÁNCHEZ-MONTES GONZALEZ, Carlos V. Europeismo y diversidad. Madrid, 2001. Vol. IV. pp. 275-296.

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de tejidos lujosos, muchos de ellos de procedencia extranjera. El caso más espectacular con el que me encontrado es el regidor de Burgos y gran mercader internacional, que durante algunos años vivió en Ruán, Brujas y Amberes, Andrés de Maluenda, cuyo patrimonio se tasó en 1573 en 37.947.267 mrs 49 . De esta suma el 90,6% corresponde a bienes inmuebles (casas, heredades y censos en Burgos y Quintanilla de Ríopico), rentas (regimiento, censos y privilegios de juro) y el dinero puesto en la compañía mercantil, mientras que el 9,4% valían los bienes muebles. Sus cifras aparecen reflejadas en el CUADRO 2. CUADRO 2

VALORACIÓN DE LOS BIENES MUEBLES DEL MERCADER Y REGIDOR BURGALÉS ANDRÉS DE MALUENDA ( 4 de mayo de 1573 )

maravedíes

GANADO, APEROS Y HERRAMIENTAS

226.256

MATERIALES DE CONSTRUCCION

%

6,18

40.000

1,09

112.431

3,07

ROPA DE CASA

563.158

15,39

MENAJE DE COCINA Y DE CASA

115.481

3,16

VESTIDOS, ZAPATOS Y SOMBREROS

427.952

11,69

TEJIDOS EN BRUTO

247.195

6,75

ALIMENTOS Y DROGUERIA

130.653

3,57

MUEBLES

LIBROS Y PAPEL CABALLOS Y MONTURAS

14.217

0,39

240.032

6,56

1.542.351

42,14

3.659.726

100,00

OBJETOS SUNTUARIOS cuadros y esculturas

26.027

espejos

7.922

reloj

774

tapices y verduras

892.940

alfombras

31.066

armas

31.168

objetos de hilar y lana

4.586

tiendas de campo

5.625

plata

487.662

joyas

54.581

TOTAL FUENTE: AMB. CC 29/1

49

ARCHIVO MUNICIPAL DE BURGOS. Condes de Castilfalé. Maluenda, 29/1.

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Como se puede apreciar, la abundancia y el “gusto de las cosas” fueron muy altos por parte de este hombre de negocios burgalés de la segunda mitad siglo XVI 50 . Pero, dejando de lado las cantidades de dinero, las características de este inventario son semejantes a los de otros miembros de la elite local de años anteriores. En primer lugar, vemos la importancia de los “bienes del espíritu”, toda esa serie de objetos suntuarios que definen el modo de vida caballeresco: obras de arte, joyas, espejos, monturas de caballo, libros y, sobre todo, tapices, alfombras y artículos de plata. Tapices, verduras, antepuertas, reposteros, etc. – muchos de ellos con su escudo de armas - representaban los bienes más preciados para las oligarquías castellanas. Gran parte de ellos son de factura flamenca. No es extraño, pues, que una parte muy importante (en volumen y en dinero) de las importaciones castellanas de los Países Bajos, junto con los lienzos, sean estos objetos textiles. De ahí el gusto por la moda de Flandes, de la que hablaré más tarde. Pero, lo peculiar del caso castellano, frente a los de otras elites europeas, es la abundancia de objetos de plata. Incluso en una fecha, como la del inventario de Andrés de Pesquera de 1517, donde no se han producido aún las llegadas masivas de plata americana. Pero si dejamos de lado estos objetos suntuarios, lo segundo en importancia en los ajuares domésticos son los tejidos. Telas y paños, de múltiples apariencias, colores y procedencias, para vestir la casa y para vestir el cuerpo se constituyen en la forma de acumulación de riqueza. Por una parte, sirven para transmitir ésta de generación en generación y, en caso de dificultades económicas, conseguir liquidez. Pero, al mismo tiempo, crean lazos entre los miembros de una misma familia a lo largo del tiempo. Por ello, la acumulación de tejidos no debe de entenderse de una manera exclusivamente económica, sino también social y cultural. En la ropa y en los tejidos no hay que ver sólo maneras de vestir al cuerpo y a la casa, cubriendo primeras necesidades. Hay más cosas. De ahí la importancia del estudio del consumo textil en las sociedades preindustriales. El consumo textil en Castilla a fines de la Edad Media e inicios de la Edad Moderna se puede estudiar, también, desde el observatorio de la comercialización de los tejidos. Para ello contamos con un maravilloso mirador: las ferias de Medina del 50

La situación treinta años antes era muy parecida, aunque la acumulación de riqueza y de objetos se habían incrementado ostensiblemente, al calor del enriquecimiento producido por el comercio internacional. Así, cuando se casó en 1546 con Isabel de La Torre, hija del regidor Pedro de La Torre, tenía bienes muebles por valor de 1.131.774 maravedíes. Sus bienes totales sumaron la cifra de 5.738.549 maravedíes, más diversas deudas por cobrar (AMB. Condes de Castilfalé. Maluenda, 31).

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Campo 51 . Si dejamos fuera la negociación bancaria y las transacciones de dinero, el comercio textil centraba una parte apreciable de la actividad mercantil de la villa, tanto en época ferial como fuera de ella. Los datos fiscales indican su importancia, ya que a fines del siglo XV sólo los impuestos cobrados por la venta de los paños castellanos – los vendidos en las Cuatro Calles - representan el 30% del valor total de las alcabalas medinenses, el 20 % durante los años 1508 a 1537 y el 27% en el segundo cuarto de siglo 52 . Su comercialización estaba regulaba por sucesivas pragmáticas que sobre la venta de paños y lienzos dieron los monarcas, comenzando con la de los Reyes Católicos en Medina del Campo en 1494, que recogió gran parte de la legislación anterior. En ellas se indica con claridad cómo se han de vender de manera separada los diferentes tipos de tejidos de lana, seda, algodón y lino, procurando velar para que no se cometieran fraudes ni en lo relativo a medidas, tipo de ligaduras, tinturas, mezcla de fibras, acabado, etc 53 . Legislación acorde, en cierto sentido, con la que en esas mismas fechas se está haciendo sobre el obraje de paños en la industria textil 54 . A través del análisis de diversa documentación, sabemos que la oferta de productos textiles comercializados en Medina del Campo durante la primera mitad del siglo XVI fue amplia y variada. Abarcaba tanto tejidos nacionales, como gran número de extranjeros. Entre los primeros, destacaban los de lana, que iban desde los de alto precio – contrays, refinos, velartes, treintenos, veinticuatrenos y veintidosenos de Segovia, Toledo y Cuenca -, los de tipo medio – perpiñanes de Cataluña, veintenos y dieciochenos de Cuenca, Segovia, Toledo, Ávila, Piedrahita, Ciudad Real, Aragón y Cameros – y los baratos – los catorcenos, burieles, sargas, bernias, irlandas, cordellates, pardillos, papales, frisas y frisetas de Ávila, Palencia, Dueñas, La Nava, Tordesillas, Valladolid, Burgos, Logroño, etc. En suma, una amplia variedad según las ligaduras, que se incrementaba de acuerdo al valor añadido que suponían los colores con que

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CASADO ALONSO, H., “Medina del Campo Fairs and The Integration of Castile into 15th to 16 Century European Economy”, en CAVACIOCCHI, S., (ed.)., Fiere e Mercati nella Integrazione delle Economie Europee. Secc. XIII – XVIII. Florencia, 2001. pp. 495 – 517. 52 HASSAN ABED AL-HUSSEIN, F., Trade and Businness community in Old Castile: Medina del Campo 1500 – 1575. East Anglia, 1982 (Traducción española in E. LORENZO SANZ (coord.), Historia de Medina del Campo y su tierra. Valladolid, 1968). Vol. II. pp. 54-55. 53 Comercio, Mercado y Economía en tiempos de la Reina Isabel... pp. 76-77. Para una época anterior, ver CASADO ALONSO, H.,“Religiosidad y comercio en el siglo XIV. La cofradía de tenderos de paños de Burgos”, in REGLERO DE LA FUENTE, C. M. (coord.)., Poder y Sociedad en la Baja Edad Media Hispánica. Estudios en homenaje al profesor Luis Vicente Díaz Martín. Valladolid, 2002. Vol. 1. pp. 357 – 374. 54 IRADIEL MURUGARREN, P., Evolución de la industria textil castellana en los siglos XIII – XVI. Salamanca, 1974. th

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estaban teñidos los tejidos. Junto a ellos, en el mercado medinés había una amplia gama de textiles extranjeros: de Flandes (contrays, sargas, arbines, tunes, paños de diferentes quarteles, bocacines, ultrafinos, sanbertines, anascotes, armentiers y frisas), de Inglaterra (londres y frisas), de Francia (ruanes), y de Italia (rajas). En suma, había paños de muy diferentes precios, ligaduras, colores y calidades, suficientes para satisfacer a todas las demandas y gustos de los diversos grupos sociales. Junto a los paños, el otro gran comercio textil desarrollado en Medina del Campo era el de los lienzos. La lencería local era, por lo general, de mala calidad y apenas salía de los circuitos domésticos. Los lienzos portugueses, que en ocasiones aparecen en el mercado medinense, eran también bastos. De ahí la fuerte penetración de la lencería extranjera en las ferias de Medina del Campo y, por extensión, en España y América para confeccionar manteles, camisas, ropa interior, cojines, colchas y ropa de cama. Cronológicamente los primeros lienzos en aparecer en el mercado medinense fueron los de los Países Bajos que suponían el 44 % de todos los tejidos exportados a la Península Ibérica por dichos territorios a mediados del siglo XVI 55 . Aquí encontramos lienzos de Holanda, Audenarde, Brabante, Hainaut, más algunos otros procedentes de Calicud y Ruán. Todos ellos aparecen citados en Medina desde finales del siglo XV, pero desde entonces su comercio va a ir en aumento, hasta llegar a mediados del siglo siguiente en el que irrumpen de manera triunfadora los lienzos bretones de la mano de multitud de compañías importadoras castellanas, siendo una de las más importantes la de los Ruiz 56 . También de procedencia extranjera eran los tejidos de algodón (fustanes y cotonias), generalmente comercializados por los mismos mercaderes que venden lienzos. Estos mismos eran los que, también, comercializaban las mantas, cobertores y frazadas de Palencia, Burgos y de otras partes. En la cúspide de los tejidos estaban los fabricados en seda. Aquí, nos encontramos con rasos, tafetanes, damascos y terciopelos de Granada, Toledo, Valencia, Florencia y Génova, aunque, también, no es raro ver cómo se vende seda no tejida (en hilo, en madeja y seda morisca en bruto y al peso). Relacionado con el comercio textil, aunque con particularidades propias, existía también en la villa de Medina del Campo un intenso trato de mercería. Los inventarios 55

BRIL, L. De handel tussen de Nederlanden en het iberisch schiereiland (midden XVIe eeuw). Gante, 1962. GORIS, J. A., Étude sur les colonies marchandes méridionales (Portugais, Espagnols, Italiens) à Anvers de 1488 à 1567. Lovaina, 1925. FAGEL, R., De Hispano-Vlaamse Wereld. De contacten tussen Spanjaarden en Nederlanders, 1496 – 1555. Bruselas, 1996. 56 LAPEYRE, H., Une famille de marchands: les Ruiz. París, 1955 (Ed. española Valladolid, 2008). CASADO ALONSO, H., “Le commerce des “marchandises de Bretagne” avec l’Espagne au XVIe siècle”, Annales de Bretagne et des Pays de l’Ouest. Tomo 107, nº 2, 2000 , pp. 29 – 50.

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de algunas de sus tiendas señalan cómo éstas tenían mercancías muy diversas: bolsas, sombreros y gorros, cintas, cordones, cuentas, botones, espejos, estuches, cuellos, puños y manguitos, guantes, hilos de diversa suerte y procedencia, brocados, bordados, encajes, agujas, alfileres, cuchillos, etc. Gran parte de ellos eran de procedencia extranjera, especialmente de los Países Bajos y de Francia. Y, junto a todos estos tejidos, otros de los productos comercializados en grandes cantidades en las Ferias de Medina fueron las alfombras y, especialmente, los tapices. Estos últimos – con temas de figuras, vegetales (verduras) o de armas - procedían de Flandes y se empleaban para cubrir las paredes, en otros casos para hacer cojines y para cubrir asientos, para antepuertas, como colgaduras y cielos de las camas, para reposteros, para paramentos de ras, etc 57 . En suma, la oferta textil en el mercado de Medina del Campo durante la primera mitad del siglo XVI fue amplísima 58 . Mas, ¿cómo se organizaba la comercialización de dichos productos textiles?. En primer lugar, hay que señalar el sinnúmero de mercaderes que acudían a las ferias a vender directamente sus productos al por mayor. Dentro de ese amplio grupo de agentes, hemos de contar a los comerciantes importadores de tejidos extranjeros. En esta época los más poderosos eran los burgaleses, los grandes mercaderes internacionales castellanos. Un ejemplo de ello es el de Sancho Gallo, perteneciente a una extensa familia de comerciantes asentados en diversas ciudades castellanas y, de forma especial, en Burgos y Brujas. Según su Libro de Ferias de 1527 59 , había vendido, preferentemente al por mayor (por piezas o fardeles), tejidos por la elevada suma de 2.715.433 maravedíes, de los cuales el 89% procedían de Flandes, seguidos de los ingleses (CUADRO 3). Estos tejidos son de dos tipos. Por un lado tendríamos los londres y las frisas de Inglaterra, paños de una calidad y, sobre todo, de precio medio, lo que les hacía que fueran muy competitivos y tuvieran una gran demanda entre la clientela castellana. Junto a ellos, están el resto de paños flamencos, parte de ellos más caros y mejores, como los paños de Brujas, los ultrafinos, los tunes, los de 10 y 9

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CASADO ALONSO, H., “Al uso de Flandes”. Cultura material y comercio artístico...” PARTEARROYO LACABA, C., “Comercio textil en las Ferias de Medina del Campo”, in Comercio, Mercado y Economía en tiempos de la Reina Isabel... pp. 69 – 72. 58 Otro tanto se puede decir del de Valladolid. Ver a este respecto, BENNASSAR, B., Valladolid en el Siglo de Oro... pp. 55-91 y 417-430. ROJO VEGA, A., El Siglo de Oro : inventario de una epoca. Valladolid, 1996. GARCÍA FERNÁNDEZ, M., “Familia y cultura material en Valladolid ... 59 H. CASADO ALONSO, “La gestion d’une entreprise de commercialization du pastel toulousain au début du XVIe siècle”, en F. BRUMONT (ed.)., Le commerce du pastel, de la laine et des draps, XIVe – XVIe siècles. Número especial de Annales du Midi, Revue de la France méridionale. Tomo 113, nº 236, 2001. pp. 457-479.

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quarteles, sargas y bocacines. E, igualmente, las afamadas holandas, utilizadas para ropa de cama, de mesa y para hacer camisas.

CUADRO 3 TIPOLOGIA DE LOS TEJIDOS Y DE LA ROPA VENDIDOS POR LA COMPAÑÍA DEL "MERCADER DE FERIAS" SANCHO GALLO (18 - 3 - 1527 / 28 - 12 - 1527)

tipo londres sargas tunes paños holandas bocaçines paños de 9 cuarteles paños de 10 cuarteles sargas de ras sargas arbines cozuelos ultrafinos paños de 9 quarteles paños armentiers sanbertines frisas refinos paños frisas mantos mantas de verdura terciopelos fustán

procedencia Inglaterra Flandes Flandes (Courtrai) Flandes Flandes Flandes Flandes Flandes Flandes Flandes (Hondschoote) Flandes (Brujas) Flandes Flandes Flandes (Arlaveque) Flandes (Brujas) Flandes (Armentiers) Flandes Inglaterra Castilla ? Flandes ? Flandes Valencia ?

maravedís 582.888 563.127 392.009 301.750 149.131 93.413 75.700 74.250 72.695 66.106 64.800 64.250 63.539 35.900 29.700 26.500 23.560 11.297 9.075 8.680 1.875 1.700 1.680 1.400 408 2.715.433

Sus compradores aparecen reflejados en el MAPA 1. Proceden de 25 lugares distintos de Castilla y Portugal y, como hemos dicho, son generalmente comerciantes al por mayor. Estos, a su vez, vendían dichos paños por otras ferias y plazas peninsulares a otros comerciantes, a buhoneros, a regatones o, simplemente, a clientes finales. Estamos, pues, ante el caso de un comerciante-importador que satisface la demanda del nicho de mercado de los tejidos más caros.

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LOCALIDADES DE LOS COMPRADORES DE TEJIDOS A LA COMPAÑÍA DE SANCHO GALLO, EN LAS CUATRO FERIAS DE 1527

Así pues, Sancho Gallo es un ejemplo de mercader que trafica, fundamentalmente con paños de procedencia extranjera. Estos eran muy apetecidos en ese momento por la clientela castellana. Al lado de este tipo de mercader internacional, se encontraban en las ferias de Medina del Campo aquellos otros que se habían especializado en la comercialización de tejidos nacionales. Estos fueron desde finales del siglo XV los más vendidos y, por otro lado, los que gozaban de una mayor y variada clientela. Aprecio que se fue acrecentando conforme avanza el siglo XVI, cuando consiguieron arrinconar al resto de tejidos de lana de otras procedencias. Las Ordenanzas de Aposentamiento de Ferias de 1421 y las posteriores regulaciones señalan que mientras la venta de los paños mayores y de procedencia extranjera debía de hacerse en la Rua – al lado de los cambistas –, el resto debía de hacerse obligatoriamente en la zona denominada las Cuatro Calles (Cuenca, Toledo, Segovia y Palencia), según la procedencia de ellos. Según el pleito provocado por las disputas contra el monopolio del alquiler de las casas y de los aposentos de dichas calles, en 1527 acudieron a la feria de mayo 47 mercaderes pañeros de Segovia, 37 de

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Rioja y Valdezcaray, 10 de Medina de Ríoseco, 3 de Riaza, 1 de Tordehumos, 1 de Stª María de Nieva, 5 de Ávila, 10 de Toledo, 4 de Ciudad Real, 6 de Dueñas, 3 de Tordesillas, 5 de Palencia y 2 de Valladolid 60 . No se citan, quizás por estar representados por otros en este pleito, a ningún pañero de Cuenca, de los que hay constancia, por otros documentos, de su fuerte presencia en Medina del Campo. La actividad comercial de algunos de estos comerciantes, parte de los cuales eran también mercaderes/fabricantes, consistía en vender directamente en las ferias a aquellos cuantos acudieran a ellas, pero preferentemente a otros mercaderes revendedores, ya que por lo general vendían al por mayor, por piezas, no por varas. El comercio textil al por menor era ejercido por los tenderos de Medina del Campo. Estos eran los que poseían establecimiento fijo en la villa y vendían tanto en la época de la feria como fuera de ella. En general estaban especializados, eran traperos, pañeros, corredores de paños, lenceros, sederos o merceros, aunque no es raro que comerciaran con diferentes tipos de tejido al mismo tiempo. Conocemos determinadas características de su negocio, durante la primera mitad del siglo XVI, a través de inventarios y relaciones de deudas de algunas tiendas, restos conservados de una mínima parte de los establecimientos existentes entonces en Medina del Campo 61 . Pero, aún más, disponemos de una serie de pleitos sustanciados a iniciativa del arrendador de la alcabala de los paños contra ciertos mercaderes que disponían de tiendas de paños en Medina 62 y, especialmente, de la contabilidad de una de ellas, la de la tienda de paños de Felipa González, viuda de Alonso Leal, que abarca desde el primero de marzo de 1526 hasta el 27 de mayo de 1530 63 .

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ESPEJO DE HINOJOSA, C. y PAZ ESPESO, J., Las antiguas ferias de Medina del Campo... pp. 214-225. ARCHIVO DE LA REAL CHANCILLERÍA DE VALLADOLID. Pleitos civiles. Taboada (Fenecidos) Caja 1119-2. 61 ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE VALLADOLID. Protocolos. 7890 (Inventario de Antona Rodríguez, lencera. 1519); 7673 (Obligaciones de Antonio Álvarez, lencero. 1532); 7331 (Obligaciones de Hernando de Torres, lencero. 1548); 6098 (Obligaciones de Juan de Medina, lencero. 1549); 7336 (Inventario de la tienda de lencería de María de Ayala. 1552); 7336 (Inventario de la tienda de lencería de Diego Rodríguez.1552); 7337 (Inventario de la tienda de lencería de Francisco de Medina. 1552); 7847 (Obligaciones de Juan de Saboya y Juan García, merceros. 1536); 6814 (Inventario de la tienda de paños de García de la Peña. 1523); 6692 (Inventario de la tienda de paños de Gutierre de la Peña. 1536); 7850 (Inventario de la tienda de paños de Francisco Rodríguez. 1547); 62 OLIVA HERRER, H. R., Abastecimiento local y comercio cotidiano en Medina del Campo a fines de la Edad Media. Las ordenanzas del peso. Medina del Campo, 2005. pp. 39-43. 63 ARCHV. Pleitos civiles. Pérez Alonso (Fenecidos). Cajas 250 – 254. Los descendientes de este matrimonio emparentaron con el banquero vallisoletano Luis de Cocón, origen del pleito. Acerca de la quiebra de éste último en 1542, ver F. J. CARRIÓN DE ISCAR., “Negociantes castellanos en la primera mitad del Quinientos. Valladolid sede mercantil”, in Valladolid. Historia de una ciudad. Valladolid, 1999. Vol. II. pp. 653-667.

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De la misma manera, la documentación indica el enorme volumen de negocios que tenían estos tenderos. Así, el tendero Alonso de Portillo dice que durante el año 1511 había vendido de “paños e sedas e brocados e tapicerías e camelotes” a otros comerciantes de Medina del Campo, Ávila, Salamanca, Segovia, Toledo, etc. por la suma de 1.168.304 maravedíes. En 1523, el mercader de paños García de La Peña – muy posiblemente el padre o suegro del anterior - inventaría deudas por la venta de tejidos por valor de 2.008.229 maravedíes. En 1532 el lencero Antonio Álvarez declara que le debían 258.661 maravedíes. Cifras que son superadas por las presentadas por el lencero Juan de Medina, cuya lista de obligaciones alcanzaba en 1549 la suma de 6.984.707 maravedíes. A su vez, la contabilidad de Felipa González Leal registra las ventas de 12.525,37 varas de 164 variedades de paño y terciopelo, tanto españoles como extranjeros, efectuadas en 3.454 operaciones de venta a lo largo de esos más de cuatro años (1526-1530), por un valor de 4.067.939,7 maravedíes. Su procedencia aparece reflejada en el CUADRO 4. En suma, vemos el enorme volumen que alcanzó el comercio textil en Medina del Campo, tanto durante los meses de las ferias como a lo largo de todo el año. A su vez, se comprueba cómo dicha plaza fue en el siglo XVI el principal centro de contratación y redistribución de todo tipo de tejidos por la Península Ibérica, con su prolongación en el mercado americano. Pero, su radio de influencia se centró, especialmente, en las zonas de mayor demanda económica en la época. Entonces frente a lo que ocurre en la actualidad-, el interior peninsular era, junto con Andalucía, el espacio más poblado de España, contando con una densa red urbana, comparable a la de otras zonas de Europa, y era, a su vez, la que contribuía fiscalmente con mayores cantidades a la Corona. Igualmente, podemos asegurar que el mercado medinense estaba en aquellos años muy bien surtido, ofertándose un espectro variado de tejidos, que iba desde los paños, algodones, lienzos y sedas de procedencia extranjera hasta los múltiples nacionales. Podía, pues, satisfacer las demandas de todo tipo de clientela, tanto según sus gustos como según sus posibilidades económicas.

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ORIGEN DE LOS TEJIDOS VENDIDOS EN LA TIENDA DE MEDINA DEL CAMPO DE FELIPA GONZALEZ LEAL (1526 - 1530) Lugar de procedencia Desconocido Cuenca Segovia La Nava Palencia Inglaterra Perpiñan Aragón Zaragoza Flandes Toledo Piedrahita Agreda Granada Valladolid Avila Frechilla Logroño Valencia Dueñas Riaza Tordesillas Burgos Nieva Riofrio Tordehumos Barcelona extranjero Peñaflor Zamora Ezcaray

varas 4.526,60 2.263,64 1.168,71 991,38 853,43 423,20 358,25 321,53 298,80 230,93 186,52 139,56 111,66 109,94 96,00 91,52 62,33 60,70 59,89 52,04 33,25 27,16 26,00 10,00 6,00 4,00 4,00 3,50 3,16 1,00 0,66

% 36,14 18,07 9,33 7,92 6,81 3,38 2,86 2,57 2,39 1,84 1,49 1,11 0,89 0,88 0,77 0,73 0,50 0,48 0,48 0,42 0,27 0,22 0,21 0,08 0,05 0,03 0,03 0,03 0,03 0,01 0,01

maravedís 1.066.392,25 1.290.331,00 499.216,75 147.232,25 125.797,00 187.101,00 152.875,50 92.503,75 78.449,50 106.718,00 72.786,00 26.647,50 19.609,50 84.789,50 11.475,50 17.842,20 8.190,50 8.780,50 43.442,00 6.289,50 5.678,00 3.617,00 2.374,00 1.871,00 2.550,00 544,00 1.360,00 2.100,00 442,00 870,00 64,00

% 26,21 31,72 12,27 3,62 3,09 4,60 3,76 2,27 1,93 2,62 1,79 0,66 0,48 2,08 0,28 0,44 0,20 0,22 1,07 0,15 0,14 0,09 0,06 0,05 0,06 0,01 0,03 0,05 0,01 0,02 0,00

12.525,37

100

4.067.939,70

100

Pero, ¿quiénes eran los clientes de estos tenderos de paños nacionales?. Como señalé en anteriores trabajos míos 64 , la mayor parte de las compra-ventas de tejidos, al igual que de otros bienes, no se hacían en efectivo, sino recurriendo al crédito. Los grandes mercaderes vendían a los otros comerciantes y así sucesivamente. Por ejemplo, el citado Libro de Ferias de Sancho Gallo de 1527 nos indica que en el 55% de la ventas se debían de pagar mediante cartas de obligación a abonar en las ferias siguientes,

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CASADO ALONSO, H., “Comercio textil, crédito al consumo y ventas al fiado en las ferias de Medina del Campo en la primera mitad del siglo XVI”, in S. DE DIOS, J. INFANTE, R. ROBLEDO y E. TORIJANO (coords.)., Historia de la propiedad: crédito y garantía. Madrid, 2007. pp. 127-159. CASADO ALONSO, H., “Crédito y comercio en las ferias de Medina del Campo en el siglo XVI”, in E. GARCÍA GUERRA (ed.), El mercado de capitales durante la Edad Moderna. Agentes y receptores del crédito en el ámbito europeo. Instituto de Historia CSIC (en prensa).

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mientras que al contado sólo se pagó el 3% y el resto mediante trueques de mercancías u otras modalidades que no se indican en la contabilidad. Pero sucede lo mismo en el caso de los tenderos. Estos vendían mediante la realización de contratos formales, sin recurrir al notario, las citadas cartas de obligación y mediante ventas al fiado, con el recurso de un testigo/fiador que avalara al comprador o, simplemente, recurriendo a la confianza y la buena fe de éste ultimo. De ahí que se redactaran miles de escrituras de obligación que, unas vez cobradas eran destruidas. Sin embargo, muchas de ellas y, sobre todo, las relaciones de su existencia han quedado en los archivos judiciales. Pero, estas listas de deudores, así como los libros de contabilidad, nos permiten conocer las características económicas y sociales del comprador de tejidos en las ferias castellanas. Así los clientes en el año de 1532 del mercader de paños y sedas García de La Peña fueron desde los artesanos (albarderos, tejedores, zapateros, carpinteros, zurradores, tundidores, tejedores, etc.), hasta los vendedores y los del sector terciario (carniceros, corredores, lenceros, alguaciles, bachilleres, boticarios, escribanos, etc.), pasando por los numerosos clérigos y algunos personajes más ricos (D. Juan de Acuña, corregidor de Medina del Campo, un cambista y varios nobles). De la misma manera, no podían faltar aquellos clientes más relacionados con el comercio textil: los sastres. Pero, lo que sobre todo abundan son personas de las que no se indica su profesión ni su condición social, pero que por su localización en pequeños pueblos y aldeas eran indudablemente campesinos. Toda esta clientela deudora residía en más de 150 núcleos distintos, que están situados en un radio de 60 kilómetros en torno a Medina. Eran, pues, en su mayoría campesinos del valle del Duero, que habían comprado los tejidos que necesitaban para hacer sus ropas mediante el uso del crédito. La variedad social del consumo textil se ve, aún, más clara en el caso de la citada tendera de paños Felipa Leal, donde conocemos tanto los clientes que compraron grandes cantidades como los que sólo adquirieron una simple media vara de tejido. Pero en todos los asientos contables (3.454 operaciones de venta) se anotó, aparte del nombre del cliente, la localidad y la profesión del comprador, la cantidad y las características de los tejidos adquiridos – por lo general las ventas son al por menor, en varas -, la forma de pago (al contado o a crédito), las prendas dejadas en deposito, los nombres de los avalistas y el plazo y la forma de pago. Su clientela, durante esos años 1526-1530, fue muy amplia. Sus 1.903 clientes residían en 171 distintas localidades situadas en un espacio aún más amplio que en el caso del tendero García de La Peña. La mayor parte vivían en un radio en torno a los 120 kilómetros de Medina del Campo, aunque su 26

presencia era sobre todo en las provincias de Valladolid, Zamora, Salamanca y Ávila. Pero nos encontramos también con compradores de Toledo, Burgos, La Rioja, Cáceres, Navarra, Córdoba y Madrid. Dentro de esas localidades están compradores vecinos de villas y ciudades, pero sobre todo de pequeños núcleos, algunos de ellos desaparecidos en la actualidad. Incluso, aparecen clientes portugueses de Lamego, Chaves, Torre de Moncorvo, Miranda Douro, Mogadouro, Portalegre, Santarem, Trancoso y Viseu, lo que confirmaría el papel de las ferias de Medina del Campo en el comercio lusocastellano. El abanico social de la clientela es de lo más amplio. En los diferentes asientos del libro manual de contabilidad se citan las profesiones de 652 de los 1903 compradores. Fueron, por este orden, sastres, clérigos (incluidos el deán y los capellanes de la colegiata de San Antolín de Medina), mercaderes, escribanos, carpinteros, tundidores, zapateros, hortelanos, plateros, barberos, cambistas, tejedores, herreros, pellijeros, corredores, colcheros, criados y personal de servicio, bachilleres, el corregidor y regidores, etc. Incluso, nos encontramos con 34 personas que formaban parte de la compañía de armas de D. Diego de Mendoza, en ese momento radicada en Medina del Campo. La mayor parte de estos compradores (88%) adquirieron sus tejidos mediante créditos, bien formales o informales. Así, pues, tenemos representantes de todo el espectro de la sociedad castellana de la época y, en especial, de las villas del valle del Duero. Esta va desde el corregidor de Medina y el del alcalde de Salamanca, hasta el caso de Ana de Arsentyna, “mujer de henamorar”, que en 1527 compró 1 vara de londres ferrete por 357 maravedíes. Pasando por el maestro de esgrima, Juan Sarmiento; un lavador de cubas; una beata de Fresno; el boticario de la reina, Mateo Moreno; el cambista Antonio de Medina o el entallador Antonio de Belver. La galería de personajes y oficios que aparecen como clientes es, pues, enorme, ya que estamos ante unas villas con una economía y sociedad muy diversificadas 65 . En virtud de tal situación, las compras que cada uno de ellos hicieron fueron muy diferentes, tanto por el valor de los tejidos adquiridos, como por el 65

La complejidad y diversidad de la estructura profesional de Medina del Campo puede verse en MARCOS MARTÍN, A., Auge y declive de un núcleo mercantil y financiero de Castilla la Vieja. Evolución demográfica de Medina del Campo durante los siglos XVI y XVII. Valladolid, 1978 y SÁNCHEZ DEL BARRIO, A., Estructura urbana de Medina del Campo. Valladolid, 1991. Para otras villas y ciudades del valle del Duero, ver: GARCIA SANZ, A., Desarrollo y crisis del Antiguo Régimen en Castilla la Vieja. Economía y sociedad en tierras de Segovia de 1500 a 1814. Madrid, 1977. YUN CASALILLA, B., Sobre la transición al capitalismo en Castilla. Economía y sociedad en Tierra de Campos (1500-1830). Salamanca, 1987. BENNASSAR, B., Valladolid en el Siglo de Oro… BRUMONT, F., Paysans de Vieille-Castille aux XVIe et XVIIe siècles. Madrid, 1993. GONZALEZ PRIETO, F. J., La ciudad menguada: Población y economía en Burgos. s. XVI y XVII. Santander, 2006. MARTÍN, J. L. (dir.), Historia de Salamanca. III. Edad Moderna. Salamanca, 1999.

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tipo, la procedencia y los colores de los paños y terciopelos. Lógica segmentación de la demanda, que no impide que nos encontremos a algunos pequeños menestrales (herreros, tundidores, carniceros, zapateros, mesoneros, etc.) gastando elevadas sumas y comprando a crédito tejidos de muy diversa calidad, incluso algunos de ellos extranjeros. Sin embargo, el mayor número de clientes esta formado por campesinos de las pequeñas localidades situadas en un radio de 100 kilómetros de Medina del Campo. Son compradores que acuden atraídos por el mercado medinense, quizás para vender algunos de sus excedentes, al mismo tiempo que para abastecerse de los múltiples géneros textiles u de otro tipo allí comercializados. Al igual que lo que ocurriera con los moradores de las villas, los campesinos compran paños nacionales y extranjeros de tipo medio e, incluso, tejidos caros como terciopelos o velartes, aunque lo que más abunda son las ventas de pardillos, cordellates, burieles y frisas de la Tierra. Todo ello de acuerdo a los gustos imperantes y a la estratificación social de la demanda. A su vez, tal hecho confirmaría el papel de centro de redistribución textil que, en la primera mitad del siglo XVI, jugaba Medina del Campo. Fenómeno válido para los negocios que se hacían durante la época de las ferias, como, también, los realizados durante todo el año a través de las ventas que se hacían en las tiendas. En conclusión, el panorama, que refleja la documentación de Medina del Campo, indica que que la mayor parte de la población recurre al mercado para abastecerse de los tejidos con que vestir la casa y el cuerpo. Hecho que es válido tanto para los clientes residentes en núcleos grandes y medianos (Burgos, Valladolid, Toledo, Talavera, Plasencia, Medina del Campo, Alaejos, Castronuño, Olmedo, Tordesillas, La Nava, La Seca, Rueda, Arévalo, Madrigal, Fontiveros, Fuentesaúco, Peñaranda, Salamanca, Coca, etc.), como para los campesinos de los pueblos rurales e, incluso, de las minúsculas aldeas, muchas de las cuales desaparecieron en años posteriores. Estamos, pues, muy lejos de las visiones que, a menudo, se han dado del campesinado castellano y, por extensión, del español en el Antiguo Régimen. Esas que nos lo describen con una economía cerrada, de autosuficiencia y de autoconsumo, que incluso les lleva a fabricarse ellos mismos todas las manufacturas que precisan. Si esa visión puede ser válida para anteriores épocas medievales, no creo que lo sea para los habitantes del valle del Duero en los siglos XV y XVI. Aquí nos encontramos con campesinos que recurren al mercado para comprar las manufacturas y lo hacen mediante el uso frecuente del crédito. Su situación no es, pues, muy diferente de lo acontecido en 28

otras partes de Europa. Incluso, deberíamos preguntarnos sobre las razones por las que el campesinado castellano, en los siglos XV y XVI, consiguió salirse de los circuitos del autoabastecimiento y estar muy conectado con el mercado, incluso con el internacional. Otra cosa sería hablar de lo que aconteció en siglos posteriores, donde los estudios existentes muestran que el habitante de Castilla tenía un consumo menos desarrollado que el de otras regiones españolas y europeas. Pero, al mismo tiempo, lo que se constata es el elevado elevado nivel de consumo textil que tenía la sociedad castellana de aquel momento. Tanto los grupos sociales acomodados, como los populares y campesinos, compran todo tipo de tejidos. Aunque hay una segmentación de la demanda, según sus poderes adquisitivos, no es raro encontrarnos con clientes de muy bajo nivel adquisitivo, como una pobre viuda o una prostituta, adquiriendo un tejido extranjero de tipo y precio medio. No es extraño, pues, que los sectores de la confección textil (bordador, calcetero, capero, cintero, jubetero, sombrero o sastre) y de la comercialización de la ropa usada (ropero y ropavejero) estén muy desarrollados en las ciudades y villas castellanas. Según los padrones del siglo XVI, ocupan una parte importante de la población activa 66 e, incluso, en el caso de los sastres tienen una elevada posición social y económica 67 . Un ejemplo de ello es la evolución de la familia burgalesa de los Pesquer, fundadores de una capilla funeraria en la parroquia de S. Gil. El personaje más antiguo que conocemos es Antón Sánchez Pesquer, que a finales del siglo XIV era sastre. Su hijo, Pero Sánchez Pesquer, cuyo oficio era el de jubetero, se casó en 1417 con Constanza, hija de Juan Martínez de Aragón, alfayate, recibiendo una dote de 180 florines 68 . Estamos, pues, ante un típico matrimonio entre miembros de familias de una misma profesión. Sin embargo, en 1440 Pero Sánchez Pesquer ya aparece citado como mercader de paños, habiendo pasado, pues, a pertenecer a una de las corporaciones de más larga tradición y más importantes en el Burgos de fines de la Edad Media: la cofradía de tenderos de paños 69 . Su hijo Antón y sus nietos y biznietos, Diego, Lope y Alonso, irán escalando puestos en la economía y la sociedad burgalesa, participando en negocios internacionales y

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GONZALEZ PRIETO, F. J., La ciudad menguada ... pp. 202-205 Las semejanzas con el caso italiano son claras. Ver FRICK, C. C., Dressing Renaissance Florence… 68 ARCHIVO PARROQUIAL DE S. PEDRO DE LA FUENTE (Burgos). Legajo 9. 69 CASADO ALONSO, H., “Religiosidad y comercio en el siglo XIV... 67

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entroncándose matrimonialmente con otras familias de grandes comerciantes burgaleses, como los Frías, los Espinosa, los Polanco y los Salamanca 70 . Otro resultado que muestra la documentación manejada, aunque requerirá de futuros trabajos de investigación, es que, a lo largo de los siglos XV y XVI, hubo un claro aumento del consumo textil, que me parece que fue paralelo lo que ocurrió en otras sociedades europeas, especialmente mediterráneas, donde el crecimiento demográfico, la densificación de las redes urbanas, el aumento de los niveles de vida y la mejora de las condiciones económicas, también, se produjeron de manera parecida 71 . Observamos, especialmente entre las clases sociales superiores, que hubo una mayor acumulación textil, tanto de tejidos para vestir al cuerpo como para vestir la casa. Los ajuares domésticos que he estudiado denotan tal aspecto, donde la proliferación de arcas para contener la ropa es cada vez más frecuente. Situación que se repite en los tejidos que servían para decorar la casa (tapices, antepuertas, reposteros y alfombras). Pero el consumo textil por parte de la sociedad castellana no sólo cambió en cantidad, sino también en variedad. El tipo de telas, según sus ligaduras, tinturas, fibras, acabado, etc, es cada vez más diversificado. Modificaciones que observamos tanto en las de factura nacional como en las extranjeras. Aparición de novedades, al ritmo de la moda, que se manifiesta en lo que se refiere al color de los trajes. Aspecto donde no sólo hemos de ver una simple cuestión estética, sino también económica, ya que hay que tener en cuenta que la tintura era uno de los costes más elevados en relación al precio final de los tejidos. Algunos inventarios post-mortem y, especialmente, los asientos contables de los tenderos de Medina del Campo nos indican el color de las prendas y su precio por vara. A modo de síntesis, podemos establecer las siguientes características: el uso del color pardo como sinónimo de tejidos de los pobres, ya que apenas se habían teñido; el empleo del amarillo para los forros de la ropa; y el triunfo del negro sobre el rojo y el dorado como símbolo de distinción. Otros colores, como el verde, el azul y el ferrete, aunque son muy apreciados, van a sucumbir según nos adentramos en el siglo XVI, ante el negro entre los paños más caros. En los terciopelos y las sedas la presencia del rojo sigue siendo más estable. Tal hecho fue, incluso, observado por un anónimo mercader milanés, que paso por Burgos en 1518, el cual nos

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ARCHIVO MONASTERIO DE STª DOROTEA (Burgos). San Ildefonso. Legajos 6 y 7. AHN. Clero. Legajos 991 y 995. Carpetas 191, 192 y 993. 71 MALANIMA, P., Pre-Modern European Economy. One Thousand Years (10th-19th Centuries). Leiden, 2009.

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dice de la ciudad que “è assay bella et populatta et molto mercantile” y de sus habitantes, “le signore sone belle et ben inbellatatte et vano con gran gravitate et acompagnatte da servitori che le susteneno; portano le sue cibre altte uno somese et alcune una spanna, vesteno de belle sottane et di sopra per la magiore parte di saya negre, et portano li mantelli forte alti e longhi de dicta saya. È bella et bon città” 72 . Esta presencia del negro como símbolo de distinción nos indica que la alta sociedad castellana seguía las pautas de la moda más refinada de Europa, la borgoñona. Hecho que no es sorprendente, ya que el gusto por las cosas “al uso de Flandes” fue una constante en estos años en Castilla. Se viste a la “flamenca”, las casas se decoran con tejidos y tapices de dicha procedencia, y se tienen objetos de allá (alabastros, sombreros, cueros repujados para cubrir paredes y muebles, arcas, baúles y cofres, rosarios, cajas, mesas, escritorios, joyas, campanillas y “muñecas” de Malinas, candeleros de bronce o latón, bandejas de Dinant, espejos, vidrios para las ventanas, libros - iluminados, impresos y en blanco para contabilidad -, instrumentos musicales, armas, etc.). Tal amor por lo flamenco por parte de los castellanos explica, también, que, en los siglos XV y XVI, sean los mayores clientes en el mercado artístico de Brujas y Amberes, tal como han señalado diversos autores 73 . Era una moda que estaba en plena concordancia con la cultura material que ellos mismos poseían y donde los objetos de los Países Bajos eran corrientes y muy apetecidos. Dicho gusto artístico abarcaba los ámbitos públicos de iglesias y palacios, pero también los privados. Para los mercaderes y caballeros de Sevilla, Burgos, Medina del Campo, Segovia, Valladolid o Toledo era habitual que en sus casas se rodearan de lo mismo que habían visto en las de sus parientes y socios de

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L. MONGA (ed.)., Un mercante de Milano in Europa. Diario di viaggio del primo Cinquecento. Milano, 1985. p. ... 73 MARTENS, M. P. J., “Some aspects of the origins of the Art Market in fifteenth-Century Bruges”, in NORTH, M. y ORMROD, D. (eds.), Arts Markets in Europe, 1400 – 1800. Aldershot, 1998. pp. 19-27. MONTIAS, J. M., Le marché de l’art aux Pays-Bas, XVème – XVIIème siècles. París, 1997. d’échanges culturels en Europe. Oostkamp, 2002. VERMEYLEN, F., Painting for the Market. Commercialization.... VV.AA., Actas del Congreso Internacional sobre Gil de Siloe y la escultura de su época. Burgos, 2001. VV.AA., A la manera de Flandes: tapices ricos de la Corona de España. Madrid, 2001. VV.AA., Le siècle de Van Eyck. Le monde méditerranéen et les primitifs flamands, 1430-1520. Bruselas, 2002. VV.AA., Comercio, Mercado y Economía en tiempos de la Reina Isabel. Medina del Campo, 2004. VV.AA., El fruto de la Fe. El legado artístico de Flandes en la isla de La Palma. Madrid, 2004. WILSON, J. C., Painting in Bruges at the close of the Middle Ages. Studies in Society and Visual Culture. Pennsyvania, 1998. YARZA LUACES, J., “Comercio artístico Flandes – reinos hispanos”, in La Pintura gótica hispano-flamenca. Bartolomé Bermejo y su época. Barcelona – Bilbao, 2003. pp. 107-115.

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Brujas y Amberes, donde las colonias de castellanos fueron muy numerosas 74 . Fenómeno que hemos de hacer extensivo a la propia corte de los Reyes Católicos 75 . Estamos, en suma, ante la presencia de una cultura material cada vez más abundante y rica. Tal hecho creo que indica que la sociedad castellana de los siglos XV y XVI tenía un nivel de consumo, en términos comparativos, semejante e, incluso, superior al de otras partes de Europa en aquellos tiempos y al que esas mismas poblaciones tendrán en épocas posteriores, incluso en el siglo XIX y XX en plena revolución industrial. Como dijo hace años B. Bennassar, frente a las colectividades del norte de Europa, “descubro en el Valladolid del siglo XVI una sociedad cuya primera fuente de placer es la ostentación” 76 .

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CASADO ALONSO, H., El triunfo de Mercurio. La presencia de los mercaderes castellanos en Europa (Siglos XV y XVI). Burgos, 2003. 75 GONZÁLEZ MARRERO, M. C. La Casa de Isabel la Católica. Espacios domésticos y vida cotidiana. Ávila, 2005. 76 BENNASSAR, B., Valladolid en el Siglo de Oro… p. 433.

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