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Rubén Buren La entrega de Madrid

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La entrega de Madrid Mención Especial del Jurado. Premio de Teatro Lope de Vega 2010 presidido por Mario Gas y compuesto por José Monleón, Juan Antonio Hormigón y Nacho García Garzón. La Entrega de Madrid se estrenó el día 16 de mayo de 2011 con el nombre de Los Idus de Marzo en el Paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid, obteniendo varios premios a actores y puesta en escena, entre ellos el Premio al Mejor Texto Original. Premios de Teatro de la Universidad Complutense de Madrid 2011.

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cartapacio A mi abuela Amapola, por todo lo que no quiso contar… A la actriz Blanca Lara, por todo lo que luchamos este proyecto.

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La entrega de Madrid Personajes A buelita A mapola Celedonio Cura Josito, el Miliciano Juana Melchor Señora Tita Paca Pepe, el Joridito R amón Aunque algunas situaciones y personajes pertenecen a la ficción, el texto está basado en hechos reales.

Foto del estreno en la Sala Mirador. Madrid, Abril 2013 (Foto de Luis Cabrera Maganto)

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cartapacio “Se puede morir por las ideas, pero nunca matar por ellas”. Melchor Rodríguez

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Madrid, marzo de 1939…

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cartapacio Escena 1 En el salón. Fuera, suenan disparos y sirenas, parece haber una batalla en el exterior. A mapola está nerviosa y sujeta una ametralladora. La gente de la casa está asustada. R adio.- (Habla Julián Besteiro.) “Por la ausencia, y más aún, por la renuncia del Presidente de la República, ésta se encuentra decapitada… El gobierno del señor Negrín, falto de la asistencia presidencial y de la asistencia de la cámara, carece de toda legitimidad y no puede ostentar título alguno al respecto y al reconocimiento de los republicanos. ¿Quiere esto decir que en el territorio de la República existe un estado de desorden? No. El gobierno del señor Negrín, cuando aún podía considerarse investido de legalidad, declaró el Estado de Guerra; y hoy, al desmoronarse las altas jerarquías republicanas, el Ejército existe como autoridad indiscutible. Aquí, en torno mío, y en este mismo locutorio, se halla una representación de Izquierda Republicana, otra del Partido Socialista, otra de la Unión General de Trabajadores y otra del movimiento libertario. Todos estos representantes, junto conmigo, estamos dispuestos a prestar al poder legítimo del Ejército republicano la asistencia necesaria en esta hora solemne. Yo os pido que, en este momento grave asistáis, como nosotros ya asistimos, al poder legítimo de la República, que transitoriamente no es otro que el poder militar. Para eso se ha creado el Consejo Nacional de Defensa, presidido por el Coronel Segismundo Casado, el jefe del Ejército del Centro”. A mapola.- Que no me entregue… Claro, si supiera cómo funciona este chisme… ¡Con el miedo que me dan a mí estas cosas! A buelita.- No te preocupes, niña, que no nos va a pasar nada. Joridito.- ¡Estamos joriditos, como entren estamos joriditos...! Yo no quiero tiros, no quiero tiros… A mapola.- No te preocupes, Pepe, que no te va a pasar nada, que yo estoy aquí. A buelita.- Mira, niña. (Mira por la ventana.) ¿Los nuestros cuáles son, que nunca me acuerdo? A mapola.- Los del pañuelo blanco en el brazo.

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La entrega de Madrid Señora Tita.- ¡Como si fuera tan fácil distinguirlos en plena bronca! Como si te diera tiempo a mirar el pañuelo… A mapola.- ¡Pues es la única manera…! (Refiriéndose a la ametralladora.) ¿No se disparará sola? Abuelita, yo me acuerdo de San Antonio, no sé por qué, pero le estoy rezando… No se lo digas a papá. A buelita.- Tú cree y reza, niña, que algo queda. Papá, con sus ideas, también reza, a su manera… Además, San Antonio siempre escucha. Señora Tita.- Recemos todos, porque como entren los comunistas, nos entregamos y ya está. ¡No te vas a poner a disparar! (Reza con el Cura.) A mapola.- Papá me ha dicho que si me cogen a mí, él tiene que entregarse, así que aquí todos a resistir… Cura.- No digas tonterías, niña. ¿Vas a ponerte a disparar tú? Como si supieras… A mapola.- Coña, no debe de ser tan difícil: apuntas y… Pepe , el Joridito, se agacha y tiembla. Joridito.- Si pasan, que pasen; si pasan, que pasen… no tiros… no pasarán… A buelita.- Baja eso, niña, baja eso, que lo asustas, que ya sabes que no le gustan… ¡Y esa boca! Joridito.- (Con miedo.) ¡Baja eso, niña, baja eso, que estamos joriditos como entren! Cura.- (Mirando por la ventana.) Mira, en la puerta hay dos milicianos. Señora Tita.- ¿Llevan el pañuelo? Cura.- No sé, no se ve muy bien. Señora Tita.- Si es que son todos iguales, como visten igual… Pon la radio, anda, niña… Amapola pone la radio. R adio.- “Las tropas del IV Ejército de Cipriano Mera han controlado la zona de Chamartín y ahora están controlando los puntos más importantes de la capital mientras los sublevados comunistas se baten en retirada o se rinden en masa. Escuchamos la voz del anarquista Melchor Rodríguez, conocido por todos los madrileños por su inmensa labor humanitaria, desde el Ayuntamiento: “Condenamos con Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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cartapacio todas las fuerzas de nuestra alma el movimiento criminal y sedicioso de un partido político: el Partido Comunista, el más desastroso, el más cruel, el más antiespañol, el más criminalmente antipatriótico que ha tenido el Frente Popular antifascista español. Y a un hombre tan fatídico, tan funesto, tan antiespañol como el doctor Negrín. Las tropas comunistas están…”. A mapola.- ¡Es papá, está hablando por la radio! Cura.- Eso es que ya funciona, que hace un rato la tenían los comunistas. A mapola.- (Mirando por la ventana.) Míralos, se están muriendo de frío… Abuelita, ¿y si les damos un café de malta? Cura.- Déjate de cafés, que no sabemos qué son… A mapola.- No puedo verlos ahí, muriéndose de frío. Señora Tita.- ¿Y si son comunistas? A buelita.- Eso no los hace menos personas, ¡si son dos críos! A mapola.- Abuelita, anda… haz dos cafés, y échales bien de leche condensada. La Abuelita sale. A mapola.- (Por la ventana.) ¡Oye! ¡Sí, vosotros! ¿Queréis café? Miliciano.- Sí, señorita, hace mucho frío, si fuera usted tan amable… A mapola.- ¿Sois comunistas? Miliciano.- No, señorita, somos anarquistas, de las Juventudes. Mire, el anillo de Casado. A mapola.- ¿Y por qué habláis de usted si sois anarquistas? ¿Queréis café? Miliciano.- Claro, por favor, señorita, es us… eres muy amable. A mapola.- Sube, pero… (Hace un gesto de silencio.) Señora Tita.- (Sopesa una lámpara de mesa, comprobando si es suficientemente contundente para utilizarla como arma.) Niña, que no es una buena idea… Cura.- (A Tita.) Deja eso, anda, que como te vean con eso nos van a matar. ¿No ves que todavía se oyen disparos? Entra el Miliciano. Miliciano.- Hola, señorita, no sabe usted el frío que hace… ¿Han oído la radio? ¿Sabe cómo va la cosa? Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid A mapola.- Vamos ganando. Miliciano.- ¿Quiénes? A mapola.- Nosotros, los fieles al gobierno. Miliciano.- ¿A cuál? A mapola.- Pues ¿a cuál va a ser? Al gobierno. Miliciano.- Vaya días, ¿eh? Están matando a mucha gente… Eres la hija de Melchor, ¿no? A mapola.- No sé. ¿Qué Melchor? Miliciano.- No te preocupes, que ya lo sé. Tu padre nos dijo que estuviéramos aquí para cuidar este portal. A mapola.- ¿Tú? ¿Cuidarme a mí? La Abuelita vuelve con dos cafés. A buelita.- Con mucha leche… leche condensada, que esto no se ve todos los días. Miliciano.- Muchas gracias, no sabe cuánto se lo agradezco. Señora Tita.- ¿Ha estado en los combates? Miliciano.- Yo estuve en la Cibeles. Eso fue una carnicería, pero les hemos parado. Yo no entiendo muy bien la cosa, pero vamos ganando… (A la A buelita.) Bueno, ahora le subo los vasos. Gracias, muchas gracias. (A A mapola.) Gracias, señorita, es usted como un ángel. A mapola.- Anda, bájaselo a tu compañero, que se os va a enfriar. Miliciano.- Tiene razón, señorita… (Sale.) A buelita.- ¿Has visto cómo te miraba? Cura.- Estos milicianos no tienen respeto por nada. Señora Tita.- Sí, por su propia sombra. Joridito.- ¿Ya podemos salir a tomar el sol? A mapola.- No, Pepe, hoy no podemos salir. Señora Tita.- ¿Cuándo viene tu padre? A buelita.- Ya vendrá, ya vendrá… Joridito.- Nos van a fusilar a todos, ¡joriditos que estamos! Cura.- Éstos no saben ya ni para quién luchan. No me extraña, aquí nadie sabe ya lo que hace. Señora Tita.- ¡Entre quien entre en esta casa, nos van a fusilar a todos! A mapola.- Abuelita, diles que se callen, que ya estoy bastante nerviosa…

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cartapacio A buelita.- Eso, dejémonos de fusilamientos… ¡Y tú, niña, deja esa ametralladora ya, que parecemos todos idiotas! Pasará lo que tenga que pasar. Joridito.- (Mirando por la ventana.) Ahí está Melchor con el chico. Cura.- Trae una mujer. Señora Tita.- Lo que faltaba... Se acercan todos a la ventana. Entran Melchor y el Miliciano con Juana, herida. A mapola.- ¡Papá! Melchor.- ¡Abuelita, lleva a esta chica a la cama grande! A buelita.- Ven, hija, ¿qué te ha pasado? Juana intenta hablar pero no puede, lleva la cabeza vendada y la ropa llena de sangre y polvo. A mapola.- Papá, no sabes el miedo que hemos pasado, yo no quiero volver a coger una ametralladora en la vida. Melchor.- Ni yo, niña, ni yo. Pero no siempre se puede hacer lo que se quiere. ¿Qué tal todos? A mapola.- Bien, papá. Muchos están en la parte de abajo, como siempre… asustados. Melchor.- Te dije que no abrieses la puerta, ya sabes que me tienes que obedecer… Amapola mira al Miliciano. A mapola.- Pero, papá, si yo sólo quería… Miliciano.- Sólo nos dio café, ya se lo he dicho. Melchor.- Amapola, que eres lo que más quiero en este mundo, si te cogen… Ya sabes que hay muchos que quieren darme un paseo. Ve dentro con la Abuelita y ayuda a la muchacha. A mapola.- Sí… (Al Miliciano.) Y “gracias”, chivato... (Sale.) Miliciano.- Pero… si yo sólo estaba aquí para cuidar de… Cura.- (A Melchor .) Si quiere entro yo, a lo mejor… Melchor.- Déjese de tonterías, esa chica es comunista. Josito, ve fuera y sigue vigilando, esto no ha acabado. Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid Miliciano.- Bueno… ¿y qué hago con los vasos? Entra Ramón. R amón.- Melchor, en el Ayuntamiento no hay dios que se aclare. Me han dicho que los de Negrín se llevaron a todos al cuartel de Chamartín. Melchor.- Tenías que haber estado aquí, Ramón, mira cómo están todos… Te dije que no dejaras a Amapola sola, por si entraban, que en cuanto llegáramos a Madrid… Joridito.- (A R amón.) ¡Hermano, hermano, estamos todos joriditos! Josito, el Miliciano, no sabe qué hacer con los vasos. Entra Amapola, que sigue nerviosa. Melchor.- ¿Es que ninguno vais a hacer lo que os digo? R amón.- ¡Coño, Melchor, que tú no sabes cómo estaba aquello! Melchor.- (A A mapola.) Nos iban a fusilar por la mañana a todos los concejales que no somos comunistas. Me querían liberar a mí, porque un tipo me conocía de antes, de cuando las huelgas, pero les dije que o todos, o ninguno. Esta mañana han bombardeado el cuartel los de Albacete y un capitán nos ha abierto las celdas para que saliésemos. A mapola.- ¿Quién? Melchor.- No sé, uno, no ha querido darme el nombre. Sólo ha dicho: “Hala, pa fuera”. R amón.- Hace bien. Tal y como están las cosas, cuanto menos se sepa quién eres, mejor. Melchor.- ¿Cómo andan las cosas? R amón.- Parece que está todo controlado, aunque no está del todo claro… La gente está que no sabe qué hacer, para dónde mirar. Cuando se han enterado de que Miaja también está con nosotros y que Negrín se ha ido… Señora Tita.- ¿Es cierto eso que dicen? ¿Que en el PCE tenían almacenes llenos de comida? Cura.- Son peor que la peste… Miliciano.- Ayer cogimos sacos de arroz y muchas latas que usaron en sacos para parapeto en la Puerta de Alcalá. Melchor.- Son unos cabrones. Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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cartapacio R amón.- Dicen que tenían hasta tanques escondidos. Señora Tita.- Hay que machacarlos. Melchor.- ¡Aquí no se va a machacar a nadie! Y si tuviéramos que machacar a alguien, tendría que ser a los fascistas. Además, lo de la comida está por ver, que ya se sabe, también dicen que los de la FAI andamos de fiesta en fiesta… No creo yo que tuvieran tanto, por muy cabrones que sean. Cura.- Bueno, señora Tita, vamos dentro a ver si necesitan algo. R amón.- Anda, Pepe, vete con ellos, a ver si os calmáis todos. Dile a la Abuelita que os haga un algo, si hay. Joridito.- ¡Hermano, he tenido mucho miedo, mucho miedo, mucho miedo, y había colores en el cielo, muchos colores en el cielo! Tiros no, no… R amón.- Ande, Padre, dele algo para que se calme. Joridito.- No, yo contigo, yo contigo… Melchor.- Tengo que volver al Ayuntamiento a ver cómo están las cosas. ¿El Ford sigue entero? R amón.- Claro. Melchor.- Pues vamos. Miliciano.- ¿Y yo? Melchor.- ¡Si yo digo que no entre nadie, es nadie! Miliciano.- ¡Si no ha entrado nadie…! Melchor.- ¡Ni tú, coño! ¿Si tú estás dentro, quién vigila fuera? Que esto no ha acabado... ¡Y suelta los puñeteros vasos y coge el fusil, coño! Salen Ramón, el Miliciano y Melchor. Joridito.- (Mirando por la ventana.) Joriditos vamos a andar. Joriditos… (Susurra una canción infantil.)

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La Abuelita intenta calmar a Pepe, el Joridito que está nervioso conlas bombas (Foto de los ensayos, de Rubén Buren)

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cartapacio Escena 2 Amapola entra con Juana. Se sientan en el salón, junto a la radio. A mapola.- No sé cuántos días has estado durmiendo, con unos sudores… Juana.- ¿Cuántos días? A mapola.- La Abuelita te ha cuidado mucho, casi no se despegaba de ti… Bueno, ni yo tampoco. Juana.- ¿Hemos perdido? A mapola.- Bueno, creo que aquí ha perdido todo el mundo, ¡vaya días hemos pasado! “La semana del duro”, la llaman, como en las rebajas de los almacenes. Vamos, que le hemos dejado a los fascistas Madrid a precio de saldo, regalado. Juana.- ¿Y mis compañeros? A mapola.- No sé. Sé que hay muchas mujeres de las JSU que están ahora en la cárcel de Ventas y que ha habido muchos muertos, más de mil. Juana.- Esto es el final, ¿no? A mapola.- No sé… el final lleva siendo tanto tiempo, que ya… Entra la Abuelita. A buelita.- Ay, Juana, Juana, vaya días… vaya susto que nos diste… ¿Cómo te encuentras? Juana.- Bien, bien. Gracias, ya me ha dicho Amapola que… A buelita.- (Ofreciéndole una taza de caldo.) Tómate esto, te vendrá bien, que todavía no estás para paseos… A mapola.- Me lo ha pedido ella, que quería salir de la cama y caminar un poco. Juana.- Sí, se lo he pedido yo. Gracias. (Coge la taza y bebe.) Os habéis portado muy bien para no conocerme, eso no lo hace cualquiera… A buelita.- Bueno, yo voy a la cocina. (Sale.) A mapola.- Dice mi padre que no te deje salir, que anda todo alborotado y que no es bueno que andes por ahí todavía. Los comunistas ahora tenéis que esconderos, que está todo el mundo ávido de venganzas. Entra Celedonio. Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid A mapola.- Hola, Cele. Papá no está. Celedonio.- Ya, por eso vengo. Juana.- Tu padre… tu padre es Melchor Rodríguez, ¿no? A mapola.- Sí, ¿no te acuerdas? Juana.- Sí, Melchor… ¿Por qué me salvó? ¿Pero no es de la Quinta Columna? Celedonio.- Todos los que no servimos a Stalin somos de la Quinta Columna, ¡no te jode! (Ríe.) A mapola.- ¿Mi padre? (Ríe.) Tú estás loca, ¡pero si mi padre es de los de la FAI de toda la vida! Bueno, ha estado más veces en la cárcel que fuera. En todas las cárceles: con el rey, con Primo de Rivera, con la República… “El Decano” le llamaban en la Modelo, ¡si tiene hasta su propia celda! Cuando entraba, antes de la guerra, Batista, el director, le decía: “Hala, Melchor, ya la tienes preparada…” ¿Fascista? ¿Mi padre?... ¡Qué cosas dice la gente! Juana.- Pues eso es lo que se dice: que es de Franco y que por eso ayuda a los presos y a los fascistas con las embajadas, que los presos fascistas comen mejor que los obreros. Celedonio.- Si fuéramos como esos cabrones de la Quinta Columna, no estaríamos así, como estamos… Niña, tu padre me ha dicho que me des lo de las listas, que lo tiene en el mueble, pero… A mapola.- Sí, aquí… (A mapola abre un mueble con una llavecita que tiene colgada del cuello y saca una carpeta.) Juana, mi padre dice que los presos tienen derechos, que él lo sabe bien, y que… Aunque mucha gente no lo entiende, él dice que ya no quedan idealistas, que si hubieran tenido tanta cárcel como él… Celedonio.- A casi todos los de la FAI de verdad los mataron en el 36, pero ahora… Hace rato que cualquiera se pone una boina y va pegando tiros a cualquiera en nombre de la revolución. Juana.- Quedamos muchos de los de antes. Celedonio.- Claro, y quedaremos… (Sonríe y sigue mirando los papeles.) A mapola.- Ya, muchos… muchos… los de ahora no son iguales, yo lo veo. El otro día se llevaron a uno que tenía un bar, que yo le conocía de hace mucho porque compraba los sifones. Le han matado por nada. Ésos no son anarquistas. Oye, ¿eso que dicen… que vosotros teníais los parapetos hechos con sacos de legumbres y patatas, y hasta queso y mermelada? Juana.- ¿Eso dicen? Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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cartapacio A mapola.- Dicen que los comunistas… Juana.- Ya, que nos atiborramos de comida mientras vosotros os morís de hambre, y que tenemos cuernos y rabo… Pues si supieras lo que se cuenta de tu padre y de los suyos… A mapola.- ¡Bah!, yo no entiendo de política… aquí hay de todo en esta casa. De todo, sólo faltaba una comunista, y mira por dónde… Al Joridito, a Pepe, lo salvó mi padre de una cuneta, que le habían malfusilado junto a su hermano Francisco… como su otro hermano, Ramón, era de la Falange de Colmenar y a él no lo encontraban…; el Cura, que era cura, que eso ya es malo de por sí, creo; la modista, la señora Tita, que lo único que había hecho era ropa para los ricos y por eso la pasearon… y toda la gente que pasa por aquí, que esto es… Juana.- Los fascistas no preguntan, fusilan a todos y ya está. Celedonio.- Por eso nosotros no tenemos que hacerlo, que no tenemos que ser igual que los fascistas, que ellos pueden ser unos salvajes, pero nosotros somos anarquistas y tenemos principios y moral, y que… Juana.- Pues estos días también han fusilado a unos cuántos. A mapola.- ¿Quiénes? Juana.- Los de la moral y los principios. Celedonio se levanta después de haber estudiado los papeles. Celedonio.- Me los llevo. Aquí faltan cosas, pero… Adiós, niña. A mapola.- Adiós, Cele. Se besan. Celedonio sale y Amapola le acompaña hasta la puerta. A mapola.- Yo no sé, esta guerra… Ya te digo que yo no sé de esas cosas, aquí todo el mundo se ha vuelto loco. Ya nadie entiende nada en la calle… de lo único que habla la gente es de que los fascistas tienen hornos llenos de pan. Juana.- Ya, llenos, llenos… Pausa. Juana.- Déjame ir, deja que me vaya… Deja que me vaya a dar una vuelta, a ver qué pasa por la ciudad… Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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A mapola.- No, Juana, estás débil, quédate unos días y luego te vas. Mírate, si todavía casi no puedes tenerte en pie, anda… Tómate los caldos de la Abuelita y espera a que la cosa se calme, que así no llegas ni a la Puerta del Sol.

Juana intenta levantarse, pero casi no tiene energía. Juana.- Tu padre me tenía que haber dejado allí. A mapola.- ¿Qué pasó? Juana.- No sé… yo me escapé. A todas las mujeres que fueron a los locales del Partido las cogieron y las metieron en la cárcel. Yo conseguí juntarme con los del Segundo Cuerpo del Ejército y tomamos el cuartel de Chamartín… Casi no me acuerdo, luego vinieron los aviones y ya no recuerdo más, sólo este dolor en los oídos. A mapola-. ¡Pues que te trajo mi padre, que estabas hecha un desastre! Las bombas no son buena cosa… A nosotros también nos cayó un obús, el año pasado. La verdad es que casi nos mata… y te quedas unos días atontolinada. Tuvimos suerte… ¿Sabes? Un día vi una pareja que estaba besándose. Yo estaba con mi amiga Matilde y vinieron los aviones, nosotras nos metimos en un portal y cuando ellos quisieron venir… pues que no les dio tiempo… sólo quedó un zapato, de él, sólo eso. Desde entonces, siempre corro al metro. Antes nunca lo hacía. Entra la Abuelita con una taza caliente en la mano. A buelita.- ¿Se ha ido Celedonio? A mapola.- Sí, tenía prisa. A buelita.- Le había hecho una infusión de las que le gustan… Bueno… (A A mapola.) Basta ya de cháchara, llévatela a la habitación. Juana.- Estoy bien aquí, estoy bien. Aquí me da un poco el aire. A mapola.- Ven, vamos a la cama… venga. Que es demasiado para el primer día, que ya llevamos… Juana.- No, en serio, un rato aquí no me viene mal… ¿Funciona la radio? A buelita.- Que así no puedes estar… A mapola.- Déjala… A buelita.- Bueno, vosotras sabréis, pero un rato… (Sale.)

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cartapacio Juana enciende la radio y trata de sintonizar noticias mientras Amapola hace labores. Entra Josito, el Miliciano. Miliciano.- (Quitándose la gorra.) Hola, perdón, no quisiera molestar… A mapola.- ¿Qué? ¿Vienes a chivarte otra vez? Miliciano.- Mujer, que no fue así… que yo… Yo no dije nada, que tu padre, de un vistazo, lo sabe todo. A mapola.- Ya, seguro. Miliciano.- Que yo venía… pues hombre, que ese café del otro día... Lo de la leche condensada, es que no paro de dar vueltas a la leche, todo el día, es como si la tuviera en el bigote… ¡tan dulce!, que me levanto por la noche sobresaltado y… Estábamos abajo Constantino y yo, mi compañero, y hemos echado a suertes a ver quién venía a pedir café… y me ha tocado a mí. A mapola.- Porque tú no querías subir, ¿no? Miliciano.- Hombre, yo… para verla a usted… digo a ti… Bueno… A mapola.- ¡Y dale con el usted, que parecemos marqueses! (Ríe cómplice con Juana.) Vale, voy a decir a la Abuelita que te haga uno… pero que sepas que tú todavía no tienes bigote. Miliciano.- Sí que tengo, mira… y barba, que ya me afeito. A mapola.- Ya… (Ríe.) Amapola sale. Josito está nervioso por la presencia de la comunista, así que mira por la ventana. Observa a Juana y Juana le observa a él. Miliciano.- ¿Es verdad que eres de las JSU? Juana.- Sí. Miliciano.- Bueno, lo siento… Juana.- ¿El qué sientes? Miliciano.- Que hayáis perdido… Todo el mundo dice que vosotros tenéis la culpa de todo, pero yo… no sé, me parece que no sois tan malos. Yo tenía muchos amigos que… Juana.- Yo también en el otro lado. Miliciano.- Pues eso, que ha muerto mucha buena gente estos días y… ¿Tienes familia? ¿Quieres que pregunte por ahí? Juana.- Ya no, no te preocupes, los que me importan ya sé dónde están. Miliciano.- Bueno…

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La entrega de Madrid Entra Amapola. A mapola.- El café para el señorito. Miliciano.- De señorito nada… A mapola.- ¡Que es una broma! A ver si te vas a enfadar ahora… Miliciano.- Te llamas Amapola, ¿no? A mapola.- Pero no te pongas nervioso, ¿qué te pasa? Miliciano.- ¡Coño, que quema! A mapola.- Claro… señorito, ya te digo yo… Miliciano.- No… que pensaba yo que… si una tarde de éstas quieres… pues… A mapola.- Claro, mira… podemos ir a ver el cementerio de la Almudena, a ver los entierros; o a la cárcel de Ventas; o a ver cómo se van rindiendo los de la Ciudad Universitaria… Mira, o al Cerro Garabitas, a tomar una horchata… (Juana y A mapola ríen.) Miliciano.- Mujer, que sólo digo de tomar un algo por ahí, o dar un paseo, que eso no cuesta. A mapola.- El caso es que… si quieres, un paseo me doy. Pero si te quitas la escopeta. Miliciano.- Pero eso no puedo, que tu padre… A mapola.- Pues o la escopeta o yo. Miliciano.- Vale… (Da un pequeño trago.) ¿Ves? Es que se te queda pegada a la lengua y no se quita, por eso no me lo puedo quitar luego de la cabeza… un día me podías conseguir un bote. A mapola.- Sí, también… ¡Mira éste, el espabilao! Un paseo, un bote… ¿quieres un chuletón de ternera también? Miliciano.- ¿Eso existe? A mapola.- Hombre, es un decir… Entra Ramón. R amón.- ¿Qué haces aquí, Josito? Sal fuera, que como te vea Melchor… Miliciano.- Sí, perdón, señor Ramón, es que… R amón.- Ya sabes el genio que tiene. Ve fuera y cuida la entrada. Miliciano.- Voy. A mapola.- Adiós, espabilao… Y no te manches el bigote… (Ríe.) (Josito sale. R amón se acerca a Juana, la observa y vuelve con A mapola.) Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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cartapacio R amón.- Y ésta, ¿cómo va? A mapola.- Bien. R amón.- He estado con tu madre, ya se ha instalado y está bien. Ha vuelto al piso de Lavapiés. A mapola.- No sé si debo ir a verla. R amón.- Ve, pero ten cuidado… Está muy cabreada y no le vendría mal verte, que tú siempre la calmas… A mapola.- ¿Tú crees que…? R amón.- Ya sabes cómo son, cada cual más burro… Si vas, avísame, que no están las calles para… que te pongan una escolta, que te acompañe Josito si quieres. Venga… Ramón sale. Entra la Abuelita. A buelita.- ¿Qué quería Josito? A mapola.- Nada, café con leche, como siempre. A buelita.- ¿Nada más? (Mira a Amapolita y le hace cosquillas.) Juana.- Déjales, son críos, que tonteen un poco no les va a venir mal. Por lo menos, que alguien sonría en esta ciudad… A buelita.- Juana, ya tienes la cama preparada, así que venga… Juana.- Está todo perdido: Alicante, Cartagena… A buelita.- Vamos… Juana.- Si es que no saben lo que han hecho… A buelita.- Amapola, prepara las cosas, que tiene fiebre otra vez. La dichosa herida, a ver si viene el médico esta noche. Como se le infecte… La Abuelita se lleva a Juana. Amapola se queda escuchando la radio.

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Amapola abraza a Juana mientras la Abuelita escucha la radio (Foto de los ensayos, de Rubén Buren)

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cartapacio Escena 3 Melchor está revisando unos papeles. Entra Celedonio. Celedonio.- Buenas, compañero. ¿No has terminado todavía? Bueno… ¿Has hablado con Val? Melchor.- No, ¿qué pasa ahora? Celedonio.- Han encontrado las listas de Negrín. Estábamos todos, y tú de los primeros. Hay que ir a la reunión, que es tarde. Melchor.- Es todo demasiado fácil… ¿Negrín iba a ponerse a hacer listas? Celedonio.- Negrín, Stalin, Líster o su puta madre… Ya sabes que nunca hay que fiarse de los militares. Melchor.- ¿Y de quién sí? ¡Si anda todo el mundo pegando tiros sin miramientos! Celedonio.- Algunos piensan que nos han utilizado. Melchor.- Eso es lo que han hecho, tú sabes que lo hacen siempre… Necesitaban el apoyo del pueblo para dar el golpe, y ésos somos nosotros. A los militares solos no les iban a seguir… Pero mejor Casado que Negrín. Por lo menos, Casado es íntegro. Celedonio.- Casado es militar… Se dice que está pactando en secreto, que lleva meses haciéndolo. A saber si lleva toda la guerra haciéndolo… Melchor.- Eso no, yo le conozco. Siempre ha defendido la República. Celedonio.- No me fío. Pero bueno, lo hecho, hecho está. Melchor.- ¿Qué han hecho con las presas? Celedonio.- Ya están en Ventas. Las están sacando poco a poco para cuando entren. Melchor.- Hay que darles tiempo, no podemos dejar las cárceles llenas de comunistas… Cuando entren, esos cabrones no van a ser como nosotros. Celedonio.- Algunos siguen con la idea esa de la dinamita. A mí me parece una… Melchor.- Aquí todos hablan de hacer numancias y lo que hay que hacer es salvar vidas. Celedonio.- Aún queda para volar Madrid entero si hiciera falta. A lo mejor es la única manera de parar a Franco, si le amenazamos con

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La entrega de Madrid poner a todos los fascistas en medio… (Mira el reloj.) Venga, Melchor, que llegamos tarde. Melchor.- Voy, voy, espera un momento, joder, que tengo que acabar de repasar estos papeles. Llevamos tres años intentando que la CNT no sea una casa de putas, no voy a dejar que... Celedonio.- Yo estoy contigo, pero… Melchor.- ¡Ahora vamos, coño! Y de esas tonterías de volar todo ni hablar, que no estamos en los tiempos de la pistola fácil. Ahora hay que pensar, ¡hay que pensar antes de hacer, que hay muchas vidas en juego! Entra Ramón. R amón.- Está confirmado, Melchor: ya no hay flota. Melchor.- ¿Y la evacuación? Si llevo horas con las listas para… R amón.- La tropa salió de Cartagena. Estaban asustados, el puerto estaba tomado y allí no aparecía nadie. Y los muy cabrones han entregado toda la flota a los franceses, en Túnez. Melchor.- ¿Y por dónde van a salir los de Alicante? R amón.- Pregúntale a Casado. Melchor.- Van a cazarlos como a conejos. Celedonio.- Nos tenemos que ir, Melchor… Melchor.- Ramón, toma estos papeles. Tienes que llevarlas al Ayuntamiento, a ver si todavía se puede hacer algo con las embajadas… Celedonio.- No. (Se adelanta, mira desafiante a R amón y coge las listas.) Ya las llevo yo, Melchor. Después de la reunión tengo que pasar por allí. R amón.- Por mí no hay problema. Melchor.- Bien… Y Ramón, que nadie se entere de que está Juana aquí. ¡Lo que nos faltaba para los chismorreos! Que anda todo el mundo de mala leche, tienen ganas de revancha y yo no quiero más comunistas muertos. Por muy cabrones que sean, también son antifascistas. Celedonio.- ¿Por qué no la llevas con las de Ventas? Melchor.- Está todavía convaleciente. Aquí está mejor, con la Abuelita y con Amapola. Entra Paca y todos se quedan un poco sorprendidos.

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cartapacio Celedonio.- Hola, Paca. ¿Qué tal vas? Paca.- Bien, Cele, bien, estoy bien… ¿Teresa? Celedonio.- Bien, ya sabes… Ven a vernos una tarde… Bueno, Melchor, ahora sí que me voy. No te espero, que ya sabes cómo son éstos con lo de la puntualidad. Melchor.- Como debe ser… Ve, ahora voy yo. R amón.- Me voy… Paca, te llevo eso esta tarde o mañana. Paca.- No te preocupes, cuando puedas. Salen Ramón y Celedonio. Melchor.- ¿Estás bien? Ya me han ido contando… Paca.- Vengo a darte una última oportunidad. Melchor.- No me lo puedes pedir. Ahora no, Paca, después de que acabe esto… Paca.- Es que a lo mejor no hay después. Melchor.- ¿Y qué hacemos? Paca.- Algo, Melchor. Sólo quiero que hagas algo que me haga pensar que todavía te importa lo nuestro. Yo no soy una compañera, soy tu mujer. Melchor.- Paca, ¿es que no sabes cuántas vidas hay en juego? Paca.- De camino venía pensando… ¿te acuerdas de cuando entrabas para verme bailar? Nos quedábamos solos, horas, mirándonos, tocándonos… No había más mundo que nosotros. Melchor.- Tú sabes con quién te juntaste. Paca.- Con alguien que no le tenía miedo a nada. Y tú estás lleno de miedos. ¿Qué te dan? ¿Acaso te crees que eres Jesucristo, ese del que tanto huyes? ¿Crees que alguien se va a acordar de ti cuando entren los fascistas? Melchor.- Tú sólo piensas en ti. Paca.- Como tú. Tú piensas en ti y en tu política. ¿Y tu hija? ¿Y yo? ¿Cuándo te olvidaste de nosotras? Melchor.- ¿A qué has venido? Ya discutimos, ya no tenemos más que hablar… Paca, tú no puedes entenderme… yo te quiero, te he querido desde el primer momento en que te vi, pero nunca me has entendido. Paca.- Vámonos, Melchor. Vámonos a donde sea. Melchor.- Venga, nos vamos a Francia, como los del gobierno: salvamos el culo y tenemos una vida decente, larga y decente. ¿A Francia? Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid ¿A México? ¿O prefieres los Estados Unidos? Luego, cada mañana, tendré que afeitarme y mirarme al espejo, y pensar que soy un miserable y que os hago miserables a vosotras. Paca.- Ya nos has hecho miserables. Melchor.- Cada uno elige, Paca. Tú eres libre de elegir y has elegido. Yo no puedo, ya tomé mi decisión. Paca.- Negar a tu familia. ¿Esa es tu decisión? Melchor.- Si es preciso, sí. Tú no lo entiendes, esto es mucho más grande que nosotros, ¿no te das cuenta? Paca.- Nada es más grande que nosotros. Nada es más grande que tu hija, nada es más grande… nada. Ni España, ni la CNT, ni toda esa panda de cabrones que tienes al lado. Ni siquiera me has preguntado por qué me he ido… Melchor.- Ya lo sé. Paca.- No, no lo sabes… Nunca sabes lo que pienso, porque hace años que no me preguntas. ¿Hace cuánto tiempo que no hablas conmigo, Melchor? Si soy como una sombra para ti. Y no creas que es el numerito de la mujer celosa, no… Yo me enamoré de ti por tu fuerza, eso lo sé, sé lo que eres, y por eso eres tan… No te estoy pidiendo que dejes tus ideas, te estoy pidiendo que mires más allá. Que haces desgraciados a cuantos te quieren, que los apartas… que no les miras, que te importa más un preso fascista que tu hija… que te van a matar, Melchor, que si no te han matado ya los comunistas, lo van a hacer los otros cuando entren. Claro, Amapola sólo ve por tus ojos, pero… ¿con quién se va a quedar cuando tú no estés? Melchor.- Ojalá hubiéramos vivido otra vida, Paca. Yo no tengo la culpa de la guerra. Yo te haría poesías y canciones, y tú bailarías para mí… Pero este país esta lleno de… Si he de sacrificar mi vida por el anarquismo, bien va. Algunos disfrutarán lo que estamos cosechando, aunque nosotros no lo veamos. La niña elige, tiene diecisiete años. Paca.- Estás loco, Melchor. ¿Pero qué son esas ideas? ¿Es que no os dais cuenta? Luego criticáis la fe, ¡pero si es lo que tenéis: fe, nada más que fe! Melchor.- Paca, me tengo que ir. Paca.- Espero que no te maten, porque yo no voy al muro de San Isidro a coger tu cadáver.

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cartapacio Melchor.- No lo espero, ya me recogerán los compañeros. Paca… cualquier cosa que… Paca le hace una señal para que no siga hablando. Melchor coge el abrigo y sale. Al cabo, entra Amapola. A mapola.- Mamá, no sabía que estabas aquí. Paca.- (Secándose las lágrimas.) Hija, ¿cómo estás? A mapola.- Bien, bueno, ya sabes… ¿Vas a volver? Paca.- No, ya lo sabes, no puedo… Cuando todo acabe, vente conmigo. Vente, hay sitio para las dos… o si quieres, intentamos irnos para Alicante. A mapola.- Mamá… yo tengo que estar aquí… con papá. Paca.- ¿Le prefieres a él? A mapola.- No digas eso, mamá, no empieces con esas cosas. Aquí todos tomáis decisiones sin contar conmigo. Yo estoy aquí con la Abuelita, que hay que cuidar de toda la gente de la casa. Paca.- Ya. ¿Y quién cuida de ti? Hija, sabes que cuando todo esto acabe, todos éstos os van a abandonar. A mapola.- No, todos me han dicho… Paca.- No te creas nada. Están aquí por miedo, pero odian a la gente como papá. En cuanto entren, se van a marchar y te van a dejar sola. ¿Sabes dónde estoy ahora? A mapola.- Sí, en casa. Paca.- Cuando entren, todo esto lo van a ocupar y te van a hacer muchas preguntas. Y tú no tienes que decir nada. Ya nos buscaremos la vida nosotras solas. A mapola.- Pero mamá… Paca.- (Se acerca y le da un beso en la frente.) Hazme caso. Si a papá… si no le fusilan, lo van a meter en la cárcel durante mucho tiempo, y ya sabes cómo es eso, que ya lo hemos vivido… Toma. (Le ofrece una llave.) Esta es la llave de casa. He cambiado la cerradura y he hecho dos copias, una para ti y otra para mí. (Coge el abrigo.) Yo te quiero, hija, eso no lo dudes… Si me he ido, es porque no puedo estar más aquí, no quiero sufrir más… A mapola.- En unos días voy a verte, cuando Juana se… Paca.- Cuando quieras. Dile a papá que te lleve a Francia, allí podéis empezar… papá tiene muchos compañeros que… Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid A mapola.- Yo se lo digo, mamá, no te preocupes. Paca sale.

Paca y Melchor se reencuentran.(Foto de los ensayos, de Rubén Buren)

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cartapacio Escena 4 Es de noche. Ramón está abriendo una pequeña maleta. Mira hacia los lados. Junto a él, están el Cura y Tita. R amón.- Mira, está perfecta. (Saca una bandera de la Falange.) Es la que tenía en Colmenar. Y aquí hay dos pistolas. Cura.- ¿Tienen balas? R amón.- Pues… (Las comprueba.) Sí. Ésta es un poco antigua, pero disparaba bien, como las que usábamos los del Libre. Señora Tita.- ¿Y Melchor? ¿No creéis que éste no es el mejor lugar para hacer esto? R amón.- ¿Y dónde lo hacemos? Éste es el lugar más seguro… ¿Cómo va a sospechar alguien que esto está aquí? Señora Tita.- Si Melchor se entera, nos mata con sus propias manos. Tenemos que tener cuidado. Cura.- ¿Cuándo van a entrar? R amón.- Yo creo que en pocos días. Señora Tita.- ¿Pero no decían que iban a dejar quince días para la evacuación? R amón.- No digas tonterías, es mejor entrar antes y pillar a todos. Cura.- ¿Y qué tenemos que hacer? R amón.- Está todo planeado. En cuanto estén a las puertas, nos hacemos con el Ayuntamiento y las radios. Ya está todo más que previsto. Señora Tita.- ¿Sois muchos? R amón.- ¿Sois? Somos muchos, mucha gente la que lleva esperando este momento. ¿O es que tú no estás con nosotros? ¿Qué, eres roja tú también? Señora Tita.- No, no, si yo… R amón.- Guardadlas bien. Yo os haré la llamada. Yo, estos días, ando con Melchor de aquí para allá y no sé cuándo podremos vernos a solas. En cuanto os llame, cambiáis las banderas para que las vean fuera cuando entren. De repente, entra Juana somnolienta y febril. Juana.- Amapola… R amón.- ¿Tú qué haces aquí? (Recoge la bandera rápidamente.) Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid Juana.- ¡Pero…! ¡Sois unos…! Cura.- ¡Ten cuidado! Juana.- Me lo imaginaba, sabía que… R amón.- Mira, Juana, Juanita… (Coge una de las pistolas y la amenaza.) Yo no quiero que haya más muertes, pero… estate calladita y todo estará bien. Juana.- ¡Sois unos quintacolumnistas de mierda! R amón.- ¡Que te calles, puta roja! (Se abalanza sobre ella y la coge por el cuello.) Señora Tita.- Tengamos la fiesta en paz… (Le detiene.) ¿Qué vas a hacer? ¿Matarla aquí? Déjala… Cura.- Mira, Juana, nosotros no queremos más problemas. R amón.- Eso, la boquita bien cerrada, no vaya a ser que demos un paseo por ahí. Juana.- ¿Qué vas a hacer? ¿Matarme? R amón.- Mira, vamos a hacer una cosa… ¿Te imaginas que algo le sucediese a esa niña que te cuida? ¿A Amapolita? No sé, un accidente… Juana.- No serías capaz de… Cura.- No tienes ni idea. R amón.- No, yo no, pero… conozco a unos cuántos amiguetes que les encantaría tener a la hija de Melchor, tomar un helado, charlar a solas… Mi pellejo vale más, y esta guerra no me va a ver muerto. Entra Amapola y todos disimulan. A mapola.- ¿Qué pasa? ¿Qué hacéis todos levantados? R amón.- Nada, Amapolita, nada, que he venido a coger estas pistolas y ahora vuelvo al Ayuntamiento… Llévate a Juana a la cama, que está un poco desorientada. Juana.- Eso, niña, que me he despertado con el ruido y estoy mareada… Cura.- Y dale algo para dormir, que está un poco nerviosa. Joridito.- (Desde dentro.) ¡No pasarán! ¡Tiros no! ¡Joriditos estamos…! A mapola.- No hagáis ruido. Ya sabéis que Pepe se asusta con los ruidos y se pone a dar gritos. Señora Tita.- No te preocupes, Amapolita, vuelve a la cama.

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cartapacio Amapola se lleva a Juana a la cama. Antes de salir, Juana mira para atrás y Ramón le hace un gesto elocuente de que mantenga silencio. Mientras, apunta con la pistola a Amapola y simula que dispara. Cura.- Esa puta lo ha visto todo… R amón.- ¡Bueno, parecemos tontos! Hay que tener cuidado, coño, que estos momentos son los peores. Señora Tita.- ¿Y si canta? R amón.- No va a cantar. Señora Tita.- Lo de Amapolita no lo has dicho en serio… R amón.- ¿Cómo? ¡Pero tú piensas que yo…! ¡Que es la hija de Melchor, coño, cómo le voy a hacer daño! Es lo primero que se me ha ocurrido… Señora Tita.- Me habías asustado… R amón.- Ésa no se atreve, ya le has visto la cara. Cura.- Bueno, ¿y qué hacemos? R amón.- Hay que quitarla de en medio antes de que reaccione. No hay que fiarse, que me los conozco yo… Además, entre que lo piensa y no, tenemos un par de días. Señora Tita.- ¿Tú crees? R amón.- Sí. Mírala, si no tiene dónde caerse muerta… ¿Qué va a hacer? ¿Decirle a Melchor que todos somos del equipo contrario? ¡Si él ya lo sabe! Cura.- ¿Por qué no la… esta noche? R amón.- Coño, Padre, que esto no es tan fácil, que no se puede ir matando a la gente por ahí, que ahora todo el mundo está en guardia… Hay que pensar, hay que ser fríos, no vamos a haber salvado el pellejo toda la guerra para que nos lo fastidie una roja de los cojones… Bueno, guardad esto. Y la bandera… se la queda usted, Padre, en su habitación. Cura.- Pero… R amón.- ¿Qué? ¿Me la llevo yo en el coche oficial y la pongo en la CNT? Guárdela con esas mierdas de misa, ahí Melchor nunca miraría. Señora Tita.- Ramón tiene razón. Es un buen sitio. Cura.- Trae, coño. (Coge la bandera y la guarda.) R amón.- Me voy, que tengo que estar cuando salgan de la reunión. Si Melchor no ve el coche… Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid Ramón sale. Tita coge la pistola y la observa. Señora Tita.- Yo no la quiero. Guárdela junto a la bandera. (Le da la pistola de mala manera.) Cura.- Pero… Señora Tita.- Yo no la voy a coger, así que usted sabrá… Cura.- ¡Cobarde! Ya la usarás, ya… Si hubiera tenido yo una a tiempo… Salen.

Juana registra el despacho de Melchor (Foto de los ensayos, de Rubén Buren)

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cartapacio Escena 5 Por la mañana. Amapola y la Abuelita cantan una coplilla y bailan palmeando. A buelita.- (Cantando la zarzuelilla del maestro Chueca.) En el Lavapiés no quiere el municipio regar, pa qué no se deshaga la sal que está por coger… Ríen y se sientan a hacer sus labores. A buelita.- ¡Ay, echas de menos esos bailes… ¿eh? A mapola.- Claro como papá no quiere que baile fuera para nadie… A buelita.- Pues eso, tú hazle caso, que en ese mundillo ya se sabe. A mapola.- Eso dice mamá, que ahí todo el mundo va a lo que y que hay que andarse con mucho ojo. A buelita.- Pues eso… eso… A mapola.- Ya… bueno… Abuelita, ¿y qué hacemos con…? A buelita.- No sé, no sé… A mapola.- Yo sólo te digo lo que oí. A buelita.- ¿Y qué si lo hacen? A mapola.- Bueno, no sé… A buelita.- Pasar gente al otro lado tampoco es malo. A mapola.- Ya, pero no sé si hacen más cosas. A buelita.- Tú no te metas. Quédate al margen, ahora no es momento de andar molestando a tu padre. A mapola.- Mi padre vive en otro mundo, Abuelita. A buelita.- En un mundo maravilloso. A mapola.- Será… A buelita.- ¿Por qué nunca me has preguntado de cuando llegué? A mapola.- Ésas son tus cosas. A buelita.- ¿Quieres saber? A mapola.- Bueno… A buelita.- Hay gente desalmada… A mapola.- ¿Pero erais fascistas? A buelita.- ¿Yo? ¿Y Juan? (Ríe.) Niña, ¿tú me ves con edad de ser algo ya? Yo no sé de esas cosas. Nosotros guardábamos la casa de unos ricos, y cuando entraron, pues… A mapola.- Os fusilaron. Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid A buelita.- (Ríe.) No, niña, ¿cómo me van a fusilar? Si me hubieran fusilado, no estaría aquí… A mapola.- Bueno, a Francisco y al Joridito sí que les… A buelita.- Ya, bueno, tienes razón... No, nosotros éramos demasiado viejos. Les dijimos que no podían entrar y llevarse lo que quisieran, que tenían que presentar un papel o algo, y por eso nos llevaron a la cuneta. A mapola.- ¿Os dispararon? A buelita.- Sí, pero era de poco calibre… por eso creyeron que mi Juan estaba muerto. A mí me dejaron herida. Yo creo que se asustaron. Eran de la cárcel, que los acababan de soltar… A mapola.- Hay gente mala. ¿Por eso perdiste el ojo? A buelita.- Por eso… Amapolita, los que vienen, dicen que son peores. Ésos no son cuatro desalmados, ésos fusilan con jueces y abogados. Mira lo que hicieron en Badajoz… no sé cómo pueden llamarse católicos. A mapola.- ¿Entonces quiénes son los buenos? A buelita.- La gente como tu padre, los que viven en otro mundo. Celedonio… A mapola.- Y entonces, ¿tú quién quieres que gane? A buelita.- (Ríe de nuevo.) ¡Pues qué voy a querer! Los que me dejen ir al pueblo otra vez, sean unos u otros. Pausa. A buelita.- ¿Qué pasa? ¿Qué andas pensando? Es por tu madre, ¿no? A mapola.- Bueno… A buelita.- Ella no es mala… A mapola.- Ya, pero sólo piensa en ella misma. Yo creo que no le importo mucho. A buelita.- ¡No digas tonterías, córcholis, que es tu madre! Lo que pasa es que ella es de otra pasta, de otro sitio… A ella todo esto… A mapola.- Mi padre no quiere hablar de ella, dice que es mi madre y que tengo que hacerle caso aunque no quiera, pero yo no quiero hacerle caso. A buelita.- Ya eres mayor. Decide, coña, ¡que has pasado una guerra! A mapola.- Y, Abuelita… ¿si se llevan a mi padre a la cárcel o…? A buelita.- Tú te vienes conmigo y con Juan. Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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cartapacio A mapola.- ¿A Valdemoro? A buelita.- Donde haga falta. Entra Juana. A buelita.- ¿Qué tal por la mañana? ¿Más tranquila? Juana.- La cabeza me va a estallar, como siempre. ¿Vais a dejar que me vaya o sigo secuestrada? A buelita.- Pero ¿por qué te quieres ir? ¿Dónde vas a estar más segura que en esta casa? Secuestrada, dice… (Ríe.) Juana.- Ya… Habéis sido muy buenos, pero ya está todo calmado… Me vuelvo a casa, con los míos, si es que queda alguno ya… A mapola.- Hombre, yo creo que… A buelita.- Habla con Melchor y que él te diga. Entra el Joridito. A mapola.- Hombre, Pepe, ¿cómo andamos? Joridito.- Joridito, estoy joridito… A buelita.- Como siempre. Eso no cambia, truene o haga sol. A mapola.- Anda, ayúdame con esto. (A mapola ofrece a Joridito unas sábanas para doblar.) Joridito.- ¿Ya han entrado los míos? A mapola.- No, todavía no, pero están ya a las puertas, no te preocupes. Juana.- Eso, ninguno tenemos que preocuparnos, que vienen con un pan debajo del brazo… Joridito.- (Imita a un cura en misa.) Éste es el cuerpo de Cristo, que será entregado… A mapola.- Calla, que mi padre está a punto de venir, y como te oiga rezando… Joridito.- (Levanta el brazo haciendo el saludo fascista.) ¡No pasarán! Todos ríen. A mapola.- Éste no se entera… ¡que los que tienen que pasar son los tuyos! A buelita.- Bueno, que a él no le importa. Juana.- ¿Puedo poner la radio? Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid A mapola.- Claro. Juana.- Parece que no hay guerra estos días… A mapola.- No se oyen tiros ni bombas. Anda, Pepe, ayúdame a doblar estas sábanas. (Pepe la ayuda y la niña juega con él.) Juana.- No hay parte todavía… Joridito.- Entonces, estamos joriditos… La Abuelita se levanta y se lleva al Joridito. A buelita.- ¡Niña! ¡Que vais a romper las sábanas y cuesta mucho lavarlas! Anda, Pepe, hijo mío, que vaya nochecita que me has dado… Vente conmigo y me ayudas a ventilar. Joridito.- ¿Por qué se ríe la niña? A buelita.- De nada, hijo, de nada, de un chiste que la he contado… La Abuelita y el Joridito salen. Juana.- Amapolita, está todo como muy quieto, ¿no? A mapola.- Se han ido muchos de la casa. Menos mal, porque éramos como treinta últimamente. Juana.- ¿Todos fascistas? A mapola.- Fascistas hay pocos. Aquí había de todo, y luego mucha gente que se escondía un par de días hasta que mi padre los llevaba a las embajadas. Juana.- No entiendo a tu padre… A mapola.- Ni tú ni nadie, pero su grupo son así. Celedonio y compañía son faístas de toda la vida, Los Libertos… Creen que el hombre está por encima de sus ideas. Mi padre dice siempre que se puede morir por las ideas, pero nunca matar por ellas. Juana.- Claro, que nos maten ellos, como siempre. Así os vais a quedar entre patrones, curas y militares. Ésos no tienen tantos miramientos. A mapola.- No sé, no creo que se refiera a eso, no sé… Entra Melchor. Melchor.- ¿Qué, Juana, cómo vas? Juana.- Melchor, estoy un poco nerviosa… yo aquí… no es que me cuidéis mal, pero… quiero ir a mi casa. Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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cartapacio Melchor.- ¿Y quién te lo impide? Ve en cuanto estés recuperada. ¿Tienes algún carné de las JSU o del PCE? Juana.- Sí, los dos. Melchor.- Antes de irte dámelos, hay que quemarlos. Juana.- Pero… Melchor.- Ahora vosotros no tenéis amigos en ningún lado, y a ti no te puedo sacar. Francia e Inglaterra han reconocido a Franco, Azaña ha dimitido… ese hombre nunca hizo las cosas a tiempo… Los comunistas no tenéis adonde ir, ahora que Negrín se ha ido por la puerta de atrás. Juana.- Me quedo en Madrid. Melchor.- Ya, han prometido que quien no tenga delitos de sangre no tiene nada que temer, pero ya les conoces… Juana.- No serán peor que vosotros. Melchor.- (Ríe.) Bueno, Juana, haz lo que quieras, pero no te quedes con los carnés. Los tuyos quemaron casi todos los registros antes de irse, así que si tienes suerte… Aquí estás bien, esta casa está ocupada por nosotros y nadie se atreve a entrar. Juana.- No tengo miedo. Melchor.- No digas tonterías, Juana, coño. Todos tenemos miedo. Intenta salvar la vida todo lo que puedas. Eso es lo único que tenemos. A lo mejor esto no dura mucho y todo vuelve a la normalidad en unos años, qué sé yo… Hay que vivir. Siempre. Y volver a la lucha. Le diré a Ramón que te haga un papel por si quieres salir de Madrid estos días. Te pongo el sello de la FAI y te sirve. Juana.- Gracias, pero… Melchor.- Hay épocas en las que hay que dormir el orgullo. Abuelita… ¿me dejáis con la niña un momento? Juana.- Claro. Vamos, Abuelita, a ver si aprendo esa receta de la tortilla de patatas sin huevo y sin patatas de la que tanto hablas… La Abuelita y Juana salen. Melchor.- ¡Pero qué guapa estás! A mapola.- Bueno, tú siempre me lo dices. Melchor.- Ven y dame un beso. Amapola se acerca y se abrazan. Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid Melchor.- ¿Necesitas algo? A mapola.- No. Melchor.- Así me gusta, mi niña, como te he enseñado, que hay que vivir con lo que se tiene. ¿Qué tal con tu madre? A mapola.- Bien. Me ha dado una llave. Melchor.- Una madre es una madre, pero por encima están las ideas, eso recuérdalo siempre. Y tu madre va por el mundo sin ideas… A mapola.- Y las ideas, ¿para qué sirven? ¿Para estar todo el día en la cárcel? Yo no sé… ¿Qué voy a hacer cuando entren? Dice la Abuelita que… Melchor.- Tú no hagas caso a nadie, éstos o los otros. Nadie sabe lo que van a hacer. Estamos tú y yo, solos… He estado hablando… me ofrecen salir del país con Juan López, un compañero, y ocho mil francos de la CNT para llevarlos a Francia. Tengo dos pasaportes para el avión, el tuyo y el mío. A mapola.- ¿Y la Abuelita? ¿Y mamá? Melchor.- Niña, ¿tú quieres irte? A mapola.- Yo… yo no, papá, yo quiero quedarme en Madrid, tú no has hecho nada. Melchor.- Eso les he dicho yo, pero quería hablar contigo antes. Alguien tiene que parar la primera embestida cuando entren. Y a mí los fascistas me respetan, seguro que consigo que no entren pegando tiros. A mapola.- Yo sé que lo mejor es irse, pero… Melchor.- No te preocupes, cariño. Hay que decidir, y eso hemos hecho. El tiempo dirá… Me tengo que ir… Por cierto, ve a ver a tu madre, anda, y llévate a Josito de escolta. No es bueno que esté sola. Llévale algo de arroz o lo que haya en la despensa. A mapola.- Pero yo tengo cosas que hacer aquí y… Melchor.- Obedece, tienes que ir. A mapola.- ¿Puedo ir con Matilde? Es que está tan triste con lo de su hermano… que no quiero que esté sola. Melchor.- Claro, Amapolita, claro, dile... Lo mismo consigo un poco de chocolate, unas onzas. A mapola.- Voy a decírselo. Melchor.- Dame un beso, anda… Oye, Polita, cuando entren, tu madre y tú vais a necesitaros mucho. No tenéis ni idea de lo que viene, y no

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cartapacio puedes dejar que esos sentimientos te… Es tu madre, y tienes que estar con ella. Amapola le da un beso y sale. Melchor pone la radio. R adio.- (Habla Segismundo Casado.) “Nuestra guerra no terminará mientras no aseguréis la independencia de España. El pueblo español no abandonará las armas mientras no tenga la garantía de una paz sin crímenes. ¡Establecedla! No soy yo quien así os habla: os dice esto un millón de hombres movilizados para la guerra y una retaguardia sin fronteras de retirada dispuesta a batirse y luchar hasta la muerte por la consecución de estos fines de paz. Escoged: si queréis la paz, encontraréis generoso nuestro corazón de españoles; y si continuaseis haciéndonos la guerra, hallaríais implacable, segura, templada como el acero de las bayonetas, nuestra heroica moral de combatientes. O la paz por España o nuestra lucha a muerte. Para una y otra decisión estamos dispuestos los españoles independientes, libres, que no tomamos sobre nuestra conciencia la responsabilidad de destruir nuestra patria. ¡Españoles! ¡Viva la República! ¡Viva España!”.

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La entrega de Madrid

El Cura, Tita y Ramón conspirando en la noche (Foto de los ensayos, de Rubén Buren)

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cartapacio Escena 6 Amapola está en su habitación, con el abrigo puesto y mirando unos pendientes. Llaman a la puerta. A mapola.- Pasa. Cura.- Hola, Polita, no quería molestarte… ¿Puedo? A mapola.- ¡Ah! Claro, Padre, pase. Bueno, estaba a punto de irme… Cura.- Es que como últimamente no hablamos mucho, pues… Mira lo que te he traído: un par de libros. A mapola.- (Un poco desilusionada.) ¿Vidas de santos? Cura.- No, no son la vida de cualquiera… La vida y obra de San Juan de la Cruz y los martirios de San Lorenzo. A mapola.- Bueno, ahora me estaba terminando uno y no tenía nada que leer… Cura.- Hay que leer mucho, pero hay que leer cosas que aporten, niña. Libros ejemplares, que nos sirvan. Pero no se lo digas a tu padre. A mapola.- Claro, Padre, como le diga que leo los libros que me trae… Cura.- Tu padre es santo, aunque él no lo sabe, como muchos santos, que no lo sabían pero estaban en santidad desde el nacimiento. A mapola.- Por eso le llaman El Ángel Rojo. Cura.- Por eso. Pero aunque él tenga esas ideas, tú tienes que rezar por él. A mapola.- Si yo rezo, no sé muy bien para qué, pero rezo. Desde que cayó el obús, me puse tan nerviosa que me puse a rezar. Cura.- Y no hagas caso a esa chica, Juana, que ésos dicen cosas que… A mapola.- Bueno, Padre, que rece no significa que sea tonta, que vosotros también habéis hecho lo vuestro. Cura.- Algunos, hija, algunos… Los curas de verdad no hacemos mal a nadie, que por eso elegimos ser curas, para hacer el bien. En muchos países hay mucha gente que no tenía luz… por eso son tan importante las misiones: dar luz a los que no la tienen, la luz de la verdad. Venga, ¿rezas conmigo un padrenuestro? A mapola.- Si no es pecado… Cura.- ¿El qué? A mapola.- Rezarlo siendo anarquista. Cura.- (Ríe.) No, no es pecado. Los dos.- (Rezan el padrenuestro.) Padre nuestro, que estás en los cielos… Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid A mapola.- Mi padre dice que estas cosas no son buenas, que esto nos hace más oprimidos, que si tu reino, que si tu voluntad… siempre de rodillas. Padre, ¿esto para qué sirve? ¿Usted está seguro de que alguien nos escucha? Cura.- Claro, hija mía, Él siempre escucha… Sirve para proteger a tu padre, entre otras cosas. Para que siga salvando vidas. A mapola.- Bueno, imagino que un padrenuestro no hace daño a nadie. Padre, ¿y por qué en el otro lado nadie salva vidas? Cura.- Sí que los hay, hija. A mapola.- Pues todo el mundo dice que en el otro lado la gente no para de fusilar a todo el que pillan. Cura.- Eso no es así. A mapola.- Venga, Padre, no me tome por tonta… que he oído lo que dice ese hombre. Cura.- ¿Quién? A mapola.- El de la radio, Queipo. Si ése es un general, cómo serán los soldados… Cura.- No debes hacer caso de esas cosas, hija. La palabra de Dios es más grande que todos los hombres, que todas las guerras. A mapola.- Si yo creo en Dios, sobre todo después del obús… pero es que Dios siempre está de parte de los ricos. Igual que la Iglesia, por eso me cuesta… Cura.- La Iglesia… Hijita, los hombres somos malos, hacemos cosas malas, pero Dios sólo está de parte de las buenas personas, de los que hacen buenos actos, como tu padre. En el otro lado hay mucha gente pía que reza para que todo acabe, seguro, ya los conocerás. Lo que pasa es que esas cosas no se pueden saber aquí, ¡no van a contarnos lo bueno de los enemigos! Dios es el que les da la humanidad para seguir haciendo buenas acciones. Por eso hay que rezar. A mapola.- Pero mi padre me ha enseñado una poesía suya que dice que es mejor que el padrenuestro. Mire: Y si un paria de la tierra pregunta: ¿qué es lo que encierra dentro de sí el anarquismo?, se lo explicarás tú mismo como su doctrina indica. Anarquía significa: Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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cartapacio Belleza, Amor, Poesía, Igualdad, Fraternidad, Sentimiento, Libertad, Cultura, Arte, Armonía; la Razón, suprema guía; la Ciencia, excelsa verdad; Vida, Nobleza, Bondad, Satisfacción y Alegría. Todo eso es Anarquía. Y Anarquía, Humanidad.

Cura.- Bueno, bueno, eso está muy bien, pero tú sigue rezando el padrenuestro, que es con lo que Dios te escucha. Venga, que tienes prisa… Hasta luego, Amapolita. Y escóndelos bien, ¿eh? A mapola.- No se preocupe, Padre. El Cura sale. Amapola se pone los pendientes y se encuentra con Juana al salir. A mapola.- ¿Seguro que no te importa quedarte sola? Bueno, en esta casa… sola… sola, no se está nunca, pero bueno… Juana.- No, no te preocupes, si está la Abuelita… Además, no me viene mal estar sin niñera un rato. A mapola.- Bueno, Juana, me voy, que me están esperando. Juana.- Diviértete. A mapola.- Sí, a ver a mi madre, a ver… Ya no es como antes. Antes, hace un año, quedábamos mucha gente: Pastora Imperio, el Caracol, el Maestro Padilla, los Quintero… Mi padre juntaba a todos los músicos y poetas, un montón de gente que cantaba y bailaba. Algunos eran compañeros de mi madre, de cuando actuaba… Ahora ya no hay ni qué celebrar. Juana.- Disfruta de tu madre, Amapola, que una madre… Cuando la mía se fue, me quedaron muchas cosas por disfrutar de ella. A mapola.- ¿Qué pasó? Juana.- Nada… Ve, anda, que llegas tarde. A mapola.- Vete pronto a la cama. Me ha dicho la Abuelita que te tomes la leche, que te la ha dejado en la cocina. Juana.- ¡Que sí, que pareces una madre!

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La entrega de Madrid A mapola.- Bueno… ¡Huy, que tarde! Oye, ¿quieres decirme algo? ¿Estás bien? Juana.- No, nada… márchate, anda, y dame un beso. Amapola le da un beso y sale. A hurtadillas, Juana busca documentos entre los papeles de Melchor. Escucha ruidos y sale, temerosa de ser descubierta.

Amapola en su habitación (Foto de los ensayos, de Rubén Buren)

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cartapacio Escena 7 Ramón, nervioso, busca algo en los muebles del salón. Entra Joridito. Joridito.- Hermano, hermano… estamos joriditos… yo quiero ir a la calle. R amón.- No tengas miedo, Pepe. Ya verás… todo va a salir bien. Dentro de poco volvemos a casa. Joridito.- A casa no, hermano… mamá no está, papá no está, el hermano Francisco no está… R amón.- Pepe, mírame… ¡Pepe! Yo estoy para protegeros. Mamá nos está esperando, hace mucho… y quiere que volvamos con ella para empezar otra vez. Joridito.- Más cunetas no, yo no quiero cunetas… ¡no pasarán! R amón.- (Ríe.) Pasaremos, Pepe, pasaremos… pero tú deja de poner el puño en alto, que cuando entremos… Joridito.- Yo quiero sol… y hojas. Aquí no hay sol ni hojas. R amón.- Tendrás, anda, déjame. Ve a tu habitación, que te he traído unos cromos de películas. Están sobre la cama. Joridito.- A mí me gustan los cromos de colores… estamos joriditos sin cromos… joriditos sin puño… joriditos… R amón.- Anda, ve… y pórtate bien, que andas muy nervioso… ¡Y no salgas! Joridito sale. Ramón sigue buscando. Al cabo, entra Celedonio silbando el “Cara al Sol” con burla. Celedonio.- ¿No tenías que estar con Melchor en la reunión? R amón.- Ahora voy, he vuelto para… Celedonio.- ¿Has visto a la niña? R amón.- No, debe de andar por ahí. Celedonio.- ¿Y esos cajones abiertos? R amón.- Que me ha mandado Melchor para recoger una carpeta y no la encuentro. Celedonio.- ¿La gris? R amón.- Sí, la gris, ¿cómo lo sabes? Celedonio.- La tengo yo. R amón.- Ya, pues… ¿qué le digo? Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid Celedonio.- Dile que no sé cómo se puede fiar de ti, que la gente como tú no tenéis palabra… que eres un falangista de mierda y que habría que haberte fusilado hace un par de años. R amón.- Yo le di mi palabra… a él le basta con eso. Celedonio.- Ya, pero a mí no… la palabra de un falangista no sirve de mucho. R amón.- ¿Qué quieres… buscarme? Celedonio.- Ándate con ojo, que llevo tiempo… que se te huele. Melchor es demasiado bueno, pero yo no… Todos estáis aquí para salvar el pellejo, pero no sois de fiar. R amón.- Ya… Mira, Celedonio, no sé qué es lo que piensas de mí… pero te equivocas. Yo le prometí a Melchor que nunca le traicionaría. Él salvó a mis hermanos cuando estaban medio muertos en la cuneta. Celedonio.- Ya… Eso ya lo veremos… Dile a Melchor que la tengo yo… la carpeta gris, y que mañana se la llevo… y ándate con ojo (Se destapa la pistola que lleva al cinto.) No vaya a ser que no veas el final de la guerra. Celedonio sale silbando esta vez “A las barricadas”. Ramón coloca los cajones y sigue buscando. Entra Tita. Señora Tita.- Hola, ¿has venido a verme? R amón.- ¿Venir a verte? Sí ya te veo cuando quiero… Señora Tita.- Claro… He estado pensando en nosotros y… (Se acerca sensualmente a R amón.) R amón.- Esta noche nos vemos si quieres. Señora Tita.- La niña no está y… R amón.- Tengo que irme, Tita. Melchor me está esperando y esta noche es mala, están pasando muchas cosas. Señora Tita.- Yo decía algo rápido… (Le toca e intenta besarle.) Para aliviar tensiones… Muy excitados, se besan y tocan con violencia. R amón.- No te preocupes, que ya estoy con lo tuyo. En unos días tienes los papeles. Señora Tita.- (Apartándose, incómoda.) Yo no hago esto por…

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cartapacio R amón.- Ya, tú nunca haces nada por nada, como yo, en eso nos parecemos. Voy a la reunión y vuelvo, espérame como tú ya sabes… (Le soba los pechos y sale.) Tita queda pensativa. Se siente sucia. Rompe a llorar. Entra el Cura. Cura.- Perdón… ¿no ha vuelto la niña? Señora Tita.- No. Cura.- Me había parecido… Señora Tita.- Pues no, aquí sólo estoy yo. Cura.- Ya, bueno. (Señalando a la radio.) ¿Han dicho algo? Señora Tita.- No. Tita quiere salir, pero el Cura se lo impide agarrándole del brazo. Señora Tita.- Cura, ni se te ocurra. Cura.- Pero… ¿a ti qué te pasa? No me mires así, como si yo fuera un… Aquí estamos todos metidos, ¿o qué? Señora Tita.- Pero a ti te gusta toda esta mierda, ¿no? Yo estoy harta de sentirme una… ¡Déjame pasar! Cura.- No levantes la voz… Pasa, pasa. (La suelta, Tita va a salir.) Tita. Señora Tita.- ¿Qué? Cura.- Tú y yo estamos en el mismo bando, no lo olvides. Tita piensa unos instantes y sale. El Cura se sienta e intenta sintonizar la radio. Se cerciora de que no hay ruido y se acerca a la mesa de Melchor. Enciende la lámpara y busca entre los papeles.) Entra la Abuelita. A buelita.- ¿Qué? ¿Buscando biblias? Cura.- (Nervioso) Sí, bueno, no… Abuelita… que no podía dormir y… ¿usted ha visto por aquí las estampitas de la Macarena? A buelita.- Sí, las tiene Pepe. Cura.- ¡Este Pepe, siempre me las quita! Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid A buelita.- Ya sabe usted lo suyo con los cromos. Luego los mete todos en la caja esa, debajo de la cama. Cura.- Bueno… yo me voy. A buelita.- Ya… no se preocupe. Cura.- ¿Por? A buelita.- Por nada, por nada… Cura.- Abuelita… si quiere, un día podemos hacer confesión. Nunca se lo digo, pero ya sabe que a mucha gente de la casa… A buelita.- Ya, yo me confieso todas las noches… yo solita. A ver si Dios nos perdona por todo lo que cada uno hace, eso, eso estaría bien, que viera todo. Cura.- Pero no es lo mismo hacerlo uno mismo, sin un ministro que... A buelita.- Es mejor, mejor uno mismo, así nadie distorsiona. Cura.- ¿Usted no tiene miedo al pecado, Abuelita? A buelita.- ¿Yo? (Ríe.) ¿A qué pecado voy a tener miedo yo? Yo lo único que quiero es que mis hijos vuelvan, enteros si puede ser, y que a la niña no le pase nada… a eso sí que le tengo miedo. Cura.- Yo sí, yo tengo miedo. A buelita.- ¿Qué quiere? Que a mí no tiene que… A lo mejor el que quiere confesarse es usted. Cura.- No diga tonterías, Abuelita, sólo era por… conversar, ya sabe. A buelita.- Pues vaya a hablar con Pepe, a ver si le devuelve las estampitas. Cura.- No le caigo simpático, ¿no? A buelita.- Claro que sí, ¿por qué no? Ande, déjese de tonterías y váyase a acostar… que ya me quedo yo recogiendo esto, que estamos todos muy nerviosos estos días y vemos cosas que no… Cura.- Buenas noches. Perdóneme, Abuelita. Perdóneme. A buelita.- Buenas noches. No se preocupe, que mañana será otro día. El Cura sale. A buelita.- Éstos se creen que me chupo el dedo. La Abuelita revisa la mesa, coloca todo, apaga la luz y sale.

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cartapacio Escena 8 En la calle. Josito, el Miliciano, espera. Entra Amapola. A mapola.- Qué, ¿llevas mucho esperando? Miliciano.- No, no mucho… A mapola.- Es que voy de fiesta, voy a bailar. Miliciano.- Yo no sé bailar. A mapola.- Pues yo sé cantar y bailar, como mi madre. Bueno, qué, ¿vamos, me acompañas? Miliciano.- Bueno, es que yo pensaba que… A mapola.- ¿No querías un paseo? Pues dale, damos un paseo, me acompañas a casa de mi madre, que está aquí cerca. ¿Tú no estás aquí para escoltarme? Miliciano.- Sí, me ha dicho tu padre que no te pierda de vista. A mapola.- Y a ti eso te desagrada, ¿no? Miliciano.- Bueno… A mapola.- ¿Bueno? Oye, que si quieres voy yo sola… Miliciano.- No, no, te acompaño… Oye, ¿no venía tu amiga? A mapola.- No quiere, se pasa el día llorando. Es que su hermano se ha muerto de tuberculosis… Miliciano.- Ya, bueno, qué se le va a hacer… A mapola.- Así que tú, de bailar, nada de nada… Pues vaya rollo, a beber, como hacen todos. Los hombres no hacéis más que beber. Dice mi padre que los borrachos no son anarquistas. Miliciano.- Mujer, hay que alegrarse un rato, eso no está mal. Si no hay de comer, pues un aguardiente para el frío… A veces hay guitarras y palmeo, y yo me junto, pero de ritmo ando mal. A mapola.- No, si se te ve… ¿Y tú qué? ¿Piensas seguir vestido de miliciano? Anda, que como te vea mi padre sin la escopeta… Miliciano.- ¡Pero si me la he quitado por ti! A mapola.- (Ríe.) Eres más tonto… ¿Qué? ¿Vas a hacer todo lo que te diga? Miliciano.- No, mujer, pero… A mapola.- Y tú, ¿qué vas a hacer cuando entren? Miliciano.- No sé, buscar trabajo. Yo era chapista, como tu padre, a lo mejor en algún taller… Y si alguna chica…

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La entrega de Madrid A mapola.- ¡Eh, espabilao! ¡Que vas muy deprisa! O sea, que cualquiera te vale… Miliciano.- No, yo me refería a ti. A mapola.- ¡Pero si eres un niño todavía! Miliciano.- Tengo 19, más que tú. A mapola.- Anda, calla, calla, no te vayan a oír y te quiten el uniforme y te pongan el chupete. Miliciano.- Eres muy graciosa. A mapola.- Ya. Es por aquí, desde aquí voy sola, que como te vea mi padre… Miliciano.- ¿Y ya? A mapola.- Bueno, yo te prometí un paseo… y un paseo hemos dado. Miliciano.- ¿Y otro día? A mapola.- Otro día ya se verá, a lo mejor damos uno más largo. Miliciano.- Bueno, pero que no sea dentro de mucho, que a lo mejor me meten en la cárcel. ¿Te podría escribir si…? A mapola.- Anda, no digas tonterías, ¿cómo te van a meter a ti en la cárcel si no has hecho nada? Miliciano.- No sé, eso dicen, que éstos andan fusilando y encarcelando sin muchas preguntas. Aunque yo nunca he estado en el frente, así que… A mapola.- Pues ve, a ver si te dan el chupete… Miliciano.- ¿No me das un beso? (Pone la mejilla para que lo bese.) A mapola.- Claro. Amapola se acerca y cuando va a besarlo en la mejilla, Josito, El Miliciano gira la cara y se lo da en los labios. A mapola.- ¡Eso es trampa! Miliciano.- Estamos en guerra, ¿no? A mapola.- Anda, espabilao, corre, que te voy a dar… Miliciano.- (Se aleja riendo.) Pero éste me lo llevo, ¿qué te has creído tú? Bueno, yo te espero, que tengo que volver contigo. A mapola.- No sé, a lo mejor voy más segura sola… Miliciano.- Eso seguro, sin nadie que te robe los besos… A mapola.- Anda, espabilao, que ya sé yo a quién le dejo robármelos… ¡qué te crees! Amapola sale y Josito queda sonriendo y esperando, liándose un cigarrillo. Entra Celedonio. Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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cartapacio Celedonio.- Josito, Josito… Miliciano.- (Nervioso.) Hola, señor Celedonio. Celedonio.- ¡Pero qué manía! ¡Que aquí ya no hay señores, coño! Miliciano.- Perdón, señor Celedonio, es la costumbre, ya sabe, como mi padre era campesino, pues ya sabe, todo el día señor por aquí y… Celedonio.- Bueno… Josito, ten cuidado con Amapola, ¿eh? Miliciano.- Yo sólo… Celedonio.- Yo no he visto nada, pero ten cuidado y no te pases con ella, que te arreo dos hostias y vas desfilando para el frente. Miliciano.- Le juro que… Celedonio.- ¡Coño, Josito! ¡Que entre señoritos y juramentos te vas a volver cura! Miliciano.- Perdón, ya sabe… Celedonio.- Sí, la costumbre… Josito, tengo un problema y tienes que ayudarme. Miliciano.- ¿Yo? ¿Ayudarle a usted? Por supuesto, cuente conmigo para lo… Celedonio.- Mira, en esa casa… Melchor es demasiado… blandengue… Lleva toda la guerra ayudando a la gente, ha salvado las vidas de muchos, pero… yo me huelo algo. Ese Ramón, y Batista, y ese cura y algunos otros… no sé. No me fío. He intentado hablar con Melchor y él no entra en razón. Se ha vuelto loco con eso de salvar la vida a todo Madrid. Miliciano.- ¿Y qué quiere que yo haga? Celedonio.- ¡Coño, Josito, que tengas los ojos abiertos! No quiero que le pase nada ni a Melchor ni a la niña. Miliciano.- Claro, claro, señor… compañero Celedonio. Claro, puede usted contar conmigo, no sabe usted lo lince que soy yo, como un lince… soy todo oídos y ojos y… Celedonio.- Y ten cuidado. Miliciano.- ¿Con qué? Celedonio.- Con la niña… ya sabes que yo no me ando con hostias, y ésa es como mi hija. Miliciano.- Pero si yo… Celedonio.- Ya, por eso. Celedonio sale. Josito, el Miliciano, queda pensativo y sale.

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La entrega de Madrid

Celedonio amenaza a Ramón

Josito, el Miliciano roba un beso

(Foto de los ensayos, de Rubén Buren)

a Amapola (Foto de los ensayos, de

Escena 7

Rubén Buren) Escena 8

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cartapacio Escena 9 Juana intenta sintonizar la radio. Entra Tita. Señora Tita.- Hola, Juana. ¿Qué? ¿Se coge algo? ¿Han dado el parte ya? Juana la ignora. Señora Tita.- Oye, espera, podemos hablar. Juana.- No tengo nada que hablar. Señora Tita.- No te… yo no soy como ellos. Lo que viste la otra noche… yo no… Juana.- Nadie es lo que parece. No os preocupéis que no voy a decir ni mu, ésas son vuestras cosas. Señora Tita.- Pero es que yo no quiero que pienses que soy una traidora. Juana.- ¿Y qué eres? Señora Tita.- Yo sólo intento... Juana.- Para eso no hay que perder la dignidad. Señora Tita.- Yo ya no tengo dignidad. Me la quitaron los tuyos, en la calle Fomento, durante cinco días. Juana.- Ésos no son los míos. Señora Tita.- ¿Y qué dignidad quieres que tenga? Juana.- ¿Yo? ¿Ahora vienes pidiendo consejo a la roja de mierda? Mira, señora Tita o como quiera que te llames… mañana me marcho, por la mañana me traen lo del salvoconducto. Me lo cojo y desaparezco, y allá ustedes con lo suyo y yo con lo mío. Señora Tita.- ¿Has hablado con Melchor? Juana.- (Ríe.) No, no he hablado con Melchor. No lo voy a hacer, no soy tonta. ¡Si Madrid está lleno de hijos de puta como vosotros! Por eso hemos perdido. Os teníamos que haber liquidado a todos y no tener tantos miramientos. Señora Tita.- Tú no sabes el miedo que se pasa. ¿Has estado en la cárcel? Pero no en una cárcel… en una checa, digo, de ésas en las que no sabes si vas a salir. Tu amiga la Nelken y sus patrullas… ésa sí que sabía cómo hacerlo. Menos mal que me sacó Melchor.

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La entrega de Madrid Juana.- El ángel… Melchor está loco, completamente loco. Si no hubiera habido tanto “ángel” en este lado, no estaríamos como estamos. Tenían que haber dejado hacer a Cazorla y a Carrillo. Queipo y Yagüe… los tuyos sí que son santos, que no hacen más que mártires. De verdad, es que no puedo entender cómo queréis que todo vuelva a ser como antes. Señora Tita.- Yo no entiendo nada de política, Juana. Si yo soy igual que tú, una mujer indefensa. Juana.- Las mujeres… Si da igual… si es lo que queréis… a las que sois como tú os da miedo la libertad. Señora Tita.- Sí, yo tengo miedo… ¿qué quieres que haga? ¿Tú no? ¿Tú has hecho las cosas bien? ¿Has mantenido tu dignidad? Porque yo conozco a pocos que la hayan mantenido estos tres años. Melchor es el único que ha preservado un poco de cordura durante estos tres años, los demás sólo nos hemos llenado la boca con… Las palabras no salvan vidas. Juana.- A mí no tienes que darme lecciones. Yo hace tiempo que estoy muerta. Si no me matan éstos, lo harán los otros al entrar… Haced lo que queráis. Ya… Entra el Joridito. Joridito.- ¿Ya no hay luces? ¿Por qué ya no hay luces ni bombas? Señora Tita.- Vamos, Pepe, vuelve a la cama. Joridito.- No quiero ir a la cama, en la cama está todo joridito y da vueltas. Señora Tita.- Esa cabeza tuya… que no se te arregla… Juana.- Hoy está nervioso. Señora Tita.- Vamos, Joridito, vamos a ver si te doy algo para dormir. Joridito.- (A Juana.) ¿Tú tienes cromos rojos? Juana.- No, no tengo. Joridito.- Aquí todo el mundo dice que tú tienes cromos rojos. Tita sale con Pepe, el Joridito. Juana busca el abrigo y escribe una nota, la deja sobre la mesa y se dispone a salir. Entra Ramón. R amón.- Mujer, ¿a qué tanta prisa? Juana.- Me voy. Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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cartapacio R amón.- ¿Así, sin más? ¿Sin despedirte? Juana.- Déjame ir. R amón.- ¿Y esto? (Coge la nota y la lee en voz alta.) “Amapola, gracias por haberme cuidado estas semanas. Me siento muy orgullosa de haber conocido gente como vosotros. Da un abrazo antifascista a tu padre. Prefiero no despedirme, no se me da bien”. Qué romántico… Juana.- Déjame ir, no he contado nada y no lo voy a hacer. R amón.- Sí, si yo te dejo… pero antes vamos a mi habitación y arreglamos nuestros asuntos un rato, que no me queden dudas de si vas a hablar. Entre amigos… Juana.- Suéltame o… R amón.- ¿O qué? ¿Ha salido gallita la roja? Juana.- Pero ¿cómo puedes hacer esto y estar con Melchor? R amón.- Hacemos lo mismo: él ayuda a los míos y yo también. Juana.- Eres un miserable. R amón.- Mira. (Saca un documento.) Éste es el papelito que tenía que darte mañana. A lo mejor lo quieres ahora, con el sello y todo, pero esto te va a costar… Ramón se burla de Juana silbándola como si fuese un perro. Juana duda, pero se acerca e intenta coger el documento. Ramón la agarra y la besa. Juana se resiste, pero él la golpea violentamente hasta que ella no puede defenderse. Él le tapa la boca, la empuja contra la mesa y le arranca la ropa. Comienza a violarla por detrás, tapándole la boca. R amón.- Quieta… ¿Pero no es esto lo que os gusta, el amor libre? ¿Qué te pasa? ¿Que nunca te lo ha hecho un hombre de verdad? ¡Calla! Juana llora e intenta gritar, pero no tiene fuerzas. De pronto, en un descuido de Ramón, le quita la pistola y le apunta. R amón.- ¡Quieta con eso! ¡Suéltala, que te puedes hacer daño! Entra Tita. Señora Tita.- Pero ¿qué está pasando aquí? ¡Ramón, qué has hecho! ¡Eres un cabrón! Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid R amón.- ¡Coge la pistola del cuarto! Señora Tita.- Venga, Juana, venga, baja el arma. Juana.- Déjeme, Tita... ¡Eres un hijo de puta! ¡Te voy a matar! R amón.- Toma, ¿es esto lo que quieres? (Saca el salvoconducto.) Tómalo, para ti, lárgate y desaparece. (A Tita.) Ha sido ella, que quería pagarme los servicios… es una puta, como todas vosotras… ¿Qué iba yo a querer de una puta roja? Señora Tita.- Tranquila, Juana. Coge los papeles y vete, por favor, no compliquemos más las cosas… Entran el Cura y la Abuelita. A buelita.- ¡Ramón! Cura.- ¡Tengamos la fiesta en paz, hija, ven! (Se acerca a Juana.) Dame la pistola, no hagas algo de lo que luego tengas que arrepentirte. Juana.- Cura, no se acerque, que a mí no me valen sus monsergas… Abuelita, éstos son unos… Venga, contadle lo de la bandera y las pistolas. A buelita.- Pero ¿qué dices, Juana? ¡Suelta eso! Ya sabemos todos lo que son éstos, bájala… ¡Deja las cosas como están! R amón.- ¡Putas, no sois más que unas putas! Juana.- Sois todos unos cabrones. ¡Os voy a matar a todos! Suena un disparo y Juana cae al suelo. Ramón, rápidamente, le quita la pistola. Entra el Joridito con la pistola que tenía escondida el Cura, todavía apuntando tembloroso. A buelita.- ¡Niña! Juana.- (Herida de muerte.) Abuelita, me estaba violando, yo sólo quería irme… Abuelita… sácame de aquí… Señora Tita.- (Al Joridito.) Pepe, suelta eso… pero ¿qué has hecho? Joridito.- Mi hermano, mi hermano joridito, estamos joriditos… en la cuneta, no quiero cuneta, no quiero cuneta… ¡tiros no, tiros no! Señora Tita.- Tranquilo, Pepe, tranquilo. (Le abraza y le quita la pistola.) Cura.- Hay que sacarla de aquí. (Mira por la ventana.) Josito no está, nadie lo ha oído. La dejamos en la carretera, en cualquier lado, a nadie le va a extrañar. A buelita.- ¡No seáis animales, hay que llevarla a un médico! Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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cartapacio R amón.- ¿A un médico? ¿Pero usted se cree que somos idiotas? Abuelita, coja el cubo y limpie todo, ¡ya! Cura, traiga una alfombra grande, vamos a envolverla… El Cura sale.) A buelita.- No, Ramón, yo no… Señora Tita.- ¡Eres un hijo de puta! R amón.- (Le amenaza con la pistola.) ¡O lo limpias, o te vas con ella! Aquí estamos todos metidos en esto. Juana.- ¡Tita, no dejes que me lleven! La Abuelita trae un cubo y una bayeta. Entra el Cura con la alfombra. R amón.- ¡Ayudadme, coño! Ramón y el Cura la envuelven en la alfombra y la van arrastrando. Juana.- ¡Abuelita, Abuelita! Que me van a matar… ¡Ayúdame Abuelita, ayúdame, por favor! Tita y la Abuelita intentan detenerlos, pero Ramón las empuja violentamente. R amón.- ¿Queréis ir con ella? ¿Eh? A buelita.- ¡Dejadla, por favor, yo la llevo a algún lado y…! R amón.- ¡Ya sabemos dónde tiene que ir! Señora Tita.- ¡Está malherida! ¡Ramón, por favor! Cura.- ¡Ella se lo ha buscado, nosotros no hemos hecho nada! Juana.- (Tose.) ¡Abuelita, Abuelita! Cura.- Esto es culpa de Melchor, que no tenía que haberla traído. Salen con ella. La Abuelita y Tita se quedan inmóviles unos instantes. Tita intenta calmar a Pepe. La Abuelita comienza a limpiar y llora. Señora Tita.- ¿Qué hacemos, Abuelita? A buelita.- Nada, no se puede hacer nada. Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid Señora Tita.- ¿Y vamos a dejar que la maten por ahí, en cualquier carretera? A buelita.- ¿Y qué hacemos? ¿Avisamos a Melchor y le contamos todo? ¿Y qué crees que va a hacer Ramón después? Joridito.- Ramón es mi hermano, y no queremos cuneta, mi hermano Ramón está joridito, joridito… Señora Tita.- Somos unas cobardes… ¿Por qué no puedo hacer nada? ¿Por qué no puedo moverme, Abuelita? A buelita.- Sí… lo somos, pero las cobardes sobreviven a las guerras. ¿O qué te creías? ¿Que íbamos a pasar toda la guerra sin mancharnos? Eso no pasa. Llévate a Pepe y acuéstalo, que está muy nervioso. Que cuente los cromos, eso le relaja… (Para sus adentros.) Eso no pasa, eso no pasa… Tita se lleva al Joridito. Queda la Abuelita limpiando y llorando.

Ramón apunta con la pistola a Juana (Foto de los ensayos, de Rubén Buren)

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cartapacio Escena 10 Por la mañana. Melchor lee el papel de Juana. Entra Celedonio. Celedonio.- Ya está. Todo el Consejo se ha marchado, sólo quedamos unos cuántos. ¿Cuándo te vas? Melchor.- Cele, Juana se ha marchado… ni ha esperado a que le diera el salvoconducto. No sé, a ver si tiene suerte. Celedonio.- Todo el mundo se está marchando. Melchor.- Yo no. Celedonio.- ¿Cómo que tú no? Ayer hablé con la niña, con Amapolita, me dijo que… Eso no está bien, Melchor. Te van a matar. En cuanto entren, te van a matar. Hay que irse a donde sea… Melchor.- ¿Y quién se queda entonces? La niña y yo nos quedamos. Ya he dado aviso de que cambien los nombres. Toma, uno a tu nombre y otro al de tu mujer, Teresa. (Le ofrece unos documentos.) Celedonio.- Pero… (Mira los papeles.) Te van a matar. Melchor.- A mí no, Celedonio, saben quién soy y lo que he hecho por los presos. He salvado mucha gente en esta guerra, y no creo que me peguen un tiro nada más entrar. Me necesitan para ordenar un poco las cosas. Celedonio.- ¿Y luego qué? Melchor.- Luego es luego, ya se verá… lo que hay que hacer es parar un poco el primer embiste. Celedonio.- Que esto no es un toro, Melchor… Melchor.- Yo no era mal torero. Y éstos ya sé por dónde empitonan... (Ríen.) Besteiro también se queda, a él también le respetan. Celedonio.- Me quedo contigo, Melchor. Si tú no quieres los salvoconductos, yo tampoco. Melchor.- No digas tonterías, Celedonio. En Francia van a necesitar gente de siempre, como tú. Hay que reorganizarse. Y para eso estamos los de la vieja escuela, habrá que reorganizar la CNT. Celedonio.- No sé para qué se queda Besteiro… ése está en tierra de nadie, como siempre. No creo que le dejen hacer. Melchor.- Amapola no quiere irse y yo tampoco. Ya está decidido. Celedonio.- Melchor, sigues fiándote de la gente… ¡Eres demasiado bueno, coño! Los militares siempre han sido unos hijos de puta y… Cipriano también se va, le ha dicho Besteiro que no se quede, que si Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid se queda… Casado tenía que haber hecho caso a Cipriano, tendríamos que haber organizado una guerra de guerrillas y haber resistido. Melchor.- Tendríamos que haber hecho tantas cosas… Hay que saber perder, eso sí que me lo enseñó el toro. Cuando se pierde, se pierde. Y hay que mantener la cabeza alta. Casado ha querido quitarse a Cipriano de en medio desde el primer momento, por eso le ofreció el mando de Extremadura. ¿Con qué la iba a defender? ¿Con palos? Es mejor que se vaya, seguro que desde el exilio se puede hacer algo. Algunos tenemos que organizar las cosas desde aquí y vosotros desde allí. Y a él le van a seguir muchos. A pesar de todo lo que hemos discutido, somos amigos. Y es un buen compañero. También quiere mucho a Amapolita, como tú, por eso me quedo tranquilo. Celedonio.- Vente con nosotros, Melchor, que te van a matar. Mira lo que están haciendo en Alicante. Melchor.- Ya te he dicho que está decidido, Cele. Me quedo. Tenemos que evitar más derramamientos de sangre. Os cogéis el avión con Juan López, ya lo conoces, es un buen compañero, y te llevas el dinero a Francia... Joder, Franco no quiere conceder nada, quiere una rendición sin condiciones, y eso es lo que les hemos dado gracias a la batalla con los comunistas. No tenemos nada: ni flota, ni balas, ni comida, ni moral. Celedonio.- Resulta que Centaño, el jefe de artillería, también era de la Quinta Columna… ¡Coño, si es que esto era un desastre! ¡Así sabían ellos lo que íbamos a hacer, antes que nosotros mismos! Los de la Ciudad Universitaria hace días que se están rindiendo, dicen que están cantando y bailando. Y en Andalucía ya no se pega un tiro, han entrado en Pozoblanco sin pegar un tiro… Aquí estaba infiltrado hasta el gato… ¿No estás cansado de todo esto? Melchor.- Desde hace décadas, desde que nacimos para trabajar como mulas. Cele, ¿cuánta cárcel llevamos tú y yo a cuestas? Celedonio.- ¿Yo? Ni sé… ¿Lo hemos bien, Melchor? Melchor.- Eso no lo sabremos nunca. Yo me siento agotado, triste… pero todavía puedo dormir. No sé… en una guerra, ¿alguien lo hace bien? Pausa.

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cartapacio Celedonio.- Ha sido un placer luchar contigo por la revolución, aunque hayamos perdido. Se abrazan. Melchor.- No hemos perdido, compañero… ¡Viva la anarquía! Celedonio.- ¡Viva! Melchor.- Eso es lo que hemos dejado para nuestros hijos: las ideas... (Se acerca a la puerta. Hacia fuera.) ¡Amapola, Amapolita! ¡Ven a despedirte de Cele! Celedonio.- Déjala, ya sabes que no me gustan las despedidas… Además, Polita siempre me saca las lágrimas, y no quiero… ¿Qué vas a hacer con la niña cuando…? Melchor.- Para eso está su madre, espero… y si no, los compañeros. Ella es fuerte. Celedonio.- Melchor, ya sabes que Paca... Melchor.- ¡Es su madre! Si no se entienden, que se entiendan. Celedonio.- No sé… A Polita le queda lo peor ahora… ella piensa que va a ser como hace unos años, que te meterán en la cárcel y saldrás, pero… Toma, Melchor, las llaves de mi casa, son tuyas. Esta casa hay que dejarla, y en algún lugar tendrás que dormir. Melchor.- Ya encontraré algo. Celedonio.- Que no, Melchor, coño, que somos compañeros, no puedes ser siempre tú el que haga los favores. Tómalas, cuando yo esté en Francia no las necesitaré. Dispón de ella como quieras. Melchor.- Vale, yo te la cuido hasta que vuelvas. Celedonio.- Eso. Entra Amapola. A mapola.- ¡Cele! ¿Os vais ya? Celedonio.- Sí, tu padre… ya sabes… que es muy cabezón. Me voy con Teresa a Francia. A mapola.- Ya te dije que no hay quien le convenza de nada. Se abrazan y se besan. Celedonio.- Cuida de él. ¿Lo harás? Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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La entrega de Madrid A mapola.- Como siempre, ya estoy preparando el hatillo de la cárcel… Entra Ramón. Melchor.- Amapola, Juana ha dejado una nota. (Se la da y A mapola la lee.) (A R amón.) Ramón, ya no hace falta que termines los papeles de Juana. R amón.- Pues los tenía aquí mismo para dárselos esta mañana, como me dijiste… ¿No está? A mapola.- Se ha marchado… No sé, me da pena que se haya ido sin despedirse… Pero bueno, en esta casa todos se marchan, cuando consiguen lo que quieren, se van. Melchor.- No digas eso, Amapola, ten respeto. A mapola.- Lo siento, papá, pero es verdad, podía haberse despedido. R amón.- Es mejor así, ésa me daba mala espina. Melchor.- ¿Cuántos quedan en la casa? A mapola.- El Cura, la Abuelita y Juan, Francisco, el Joridito… y la Señora Tita, creo que nadie más. Melchor.- Ramón, que nadie se lleve nada, quiero todo como estaba, ni un tenedor. Cuando venga su dueño, que lo encuentre tal y como estaba. Cuida bien de eso y mira. Ramón sale. Entra el Joridito. Celedonio.- Bueno, familia, tened mucho cuidado. Os tendré siempre aquí, en el corazón, ya lo sabéis. A mapola.- Adiós, Cele, os echaremos de menos. Melchor.- Celedonio, sé feliz, compañero. Salud y anarquía. Celedonio.- ¡Salud y Anarquía! Melchor.- (A punto de llorar.) Compañero. (Se abrazan.) Celedonio.- (A punto de llorar.) Compañero. Celedonio sale. Entra Tita y el Cura. A mapola.- A ver si le dices algo, que lleva todo el día más nervioso que nunca.

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cartapacio Melchor.- Eso es que huele lo que va a pasar… (Al Joridito.) Pepe, Pepe, no se te ocurra decir eso de “no pasarán”, que ya no se dice eso, ¿vale? Joridito.- ¡Joriditos vamos a andar, joriditos en la cuneta con la pistola, con la pistola del Cura, joriditos vamos a andar! ¡Putas, que sois putas todos! ¡Os voy a matar a todos, a todos! Cura.- Anda, Pepe, anda, que lleva un día… no sé qué le puede pasar… Joridito.- Quieto, quieto, la pistola del Cura… ¡Joridito, no! Joridito… ¡Os voy a matar a todos, cabrones, que sois unos cabrones! (Canta.) “Puente de los Franceses, nadie te pasa, nadie te pasa…” Señora Tita.- (A Melchor .) ¿Qué vamos a hacer? En la calle comienza a escucharse música y canciones del bando nacional. Melchor.- Se acabó. Quedaos aquí. Aquí no os pasará nada, de eso me encargo. Entra Josito, El Miliciano. Melchor.- Josito, quédate aquí dentro, en la casa. Y quítate esa gorra, ya no hace falta. Si entran, tú quédate al margen, no te vayan a pegar un tiro. Miliciano.- Pero yo quiero ir con usted… Melchor.- Ya te lo he dicho, obedece, coño. Aquí haces más falta. Entra Ramón. Melchor.- Vamos, Ramón, hay que ir al Ayuntamiento. R amón.- ¿A estas horas? Melchor.- Me dejas y te vuelves a cuidar de Amapola. Dame tu palabra. R amón.- Claro, Melchor, claro. Melchor.- (A A mapola.) Niña, recuerda que no debes tener miedo, nosotros no hemos hecho nada. Cuando entren, la cabeza alta. Si vienen, me llamas al Ayuntamiento. Melchor besa a Amapola.

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La entrega de Madrid A mapola.- ¿Estás llorando, papá? Melchor.- Sí, hija, lo siento. Tengo que ir a entregar Madrid a esos animales. Melchor sale con Ramón. A mapola.- Y tú, ¿qué haces aquí? Miliciano.- Tu padre, que me ha dicho que me quede a cuidar… A mapola.- ¿Tú? Miran por la ventana e intentan sintonizar la radio, hay revuelo en la casa. Entra la Abuelita. Señora Tita.- Niña, lo siento, pero… (Tiene una maleta.) Me voy. A mapola.- ¿Usted también? Cura.- Niña, y yo, entiéndelo. A mapola.- ¿Me vais a dejar sola ahora? ¿Así vais a pagar lo que mi padre ha hecho por vosotros? Cura.- Que no, niña, que es mejor así, que si entran aquí… Señora Tita.- Lo mismo piensan que somos… A buelita.- Sí, no hay más que ver la cara de obreros que tenéis. ¡Sois unos miserables! A mapola.- Déjales, Abuelita, si todos se han ido ya, qué más da… A buelita.- ¿Y quién les va a contar lo que ha hecho Melchor? Cura.- Niña, recuerda rezar todas las noches… El Cura sale. Señora Tita.- ¡Coño, tienes razón, Abuelita! Me quedo, no vamos a dejar a la niña sola ahora… Por una vez… hay que hacer lo que se debe hacer. A mapola.- Gracias, señora Tita, pero ya me cuido sola. Señora Tita.- Bueno, aquí les esperamos… y si se tiene una que morir, pues se muere. A buelita.- Ya estamos… Entra Ramón. Acotaciones, 34, enero-junio 2015

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cartapacio R amón.- ¿Dónde está Pepe? A mapola.- Está dentro, asustado. Miliciano.- Ramón, ¿cómo va la cosa fuera? R amón.- Ya están entrando, así que cuidado. Ramón va a buscar al Joridito. A buelita.- ¿Y si vienen los moros esos tan malos? (La A buelita y A mapola se abrazan.) Miliciano.- No te preocupes, Amapola, que yo estoy aquí. Entra Ramón con el Joridito. A mapola.- Pero ¿te vas, Ramón? ¿Tú? Si mi padre ha dicho que te quedes aquí… le has dado tu palabra… R amón.- Ya sé lo que ha dicho Melchor… A mapola.- Pero… Joridito.- Niña, no pasarán… ¿Ya estamos joriditos? R amón.- Polita, me llevo el coche con la bandera. (Saca la bandera de la Falange.) A mapola.- ¡Pero…! ¡Eres un cobarde! R amón.- Tú no lo entiendes, niña. Dile a tu padre que le agradezco todo lo que ha… Miliciano.- (Apuntando con el fusil a R amón.) ¡De aquí no se va nadie! R amón.- ¿No? (Se acerca, coge el fusil del Miliciano y coloca el cañón en su pecho.) Venga, dispara, niño de los cojones… ¡para matar a un hombre hay que tener huevos! ¡Venga! Josito tiembla, duda, pero no dispara. Ramón le da un puñetazo y Josito cae al suelo medio llorando. A mapola.- (Ayudando a Josito.) Sois todos unos miserables, tenía razón mi madre. Ramón y Joridito salen. Tita y Amapola lloran junto a Josito, en el suelo. Miliciano.- Lo siento, Amapola, no he podido.

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La entrega de Madrid Señora Tita.- Niña, pase lo que pase, yo me voy a quedar contigo. Ya he tenido bastante guerra. A mapola.- Has hecho bien, Josito, has hecho bien… que se lleve el coche y lo que quiera… A buelita.- Más vale… No hay que tener miedo, niña, no hay que tener miedo. Y si tu padre no vuelve, hay que ser fuertes. A mapola.- ¿Cojo la metralleta? A buelita.- ¡Niña! ¡Que la guerra se ha acabado, coña!

Melchor y Amapola en la vida real, en 1938, y Antolín Romero y Patricia López en la ficción (Foto de los ensayos, de Rubén Buren)

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cartapacio Epílogo Melchor, en la radio, ensaya el discurso, cambia palabras, repite frases, entona. Mientras, el técnico de radio coloca el micrófono y los cables. Melchor.- Pueblo de Madrid: como alcalde delegado me dirijo a vosotros. Todos me conocéis, soy Melchor Rodríguez. Hablo en representación de vuestro Ayuntamiento, como vuestro alcalde para estos duros momentos. Voz en off.- Melchor, un minuto y entramos… Melchor.- Pueblo de Madrid: honesto y sufrido, leal y valeroso, se acercan momentos muy difíciles que pondrán a prueba nuestra entereza y nuestro corazón, hecho ya a los sinsabores y vaivenes de una guerra que dura ya demasiado tiempo y que está a punto de acabar. Hoy, el enemigo está entrando en Madrid. Yo, en estos instantes amargos, sólo os pido una cosa: serenidad. Hemos perdido la guerra. Hay que tener paciencia. Voz en off.- Melchor, en treinta segundos… Melchor.- Los nacionales van a entrar y han prometido hacerlo sin violencia. Guardemos nuestras banderas. Ruego a los funcionarios del Ayuntamiento depurados que acudan a sus puestos, también a los agentes de policía, incluidos los sancionados por la República. Es necesaria la colaboración de todos para que el tránsito de régimen sea pacífico. En unos minutos voy a hacer entrega de esta heroica ciudad a los que han sido nuestros enemigos. Ya se ha sufrido mucho en esta ciudad mártir, que pasará a la historia habiendo dado una muestra inaudita de sacrificio. Voz en off.- Prevenido. Melchor.- Madrileños, ¡hagamos frente a la adversidad con juicio! ¡Vivamos y recuperémonos de la guerra!... Vivamos, vivamos… Voz en off.- Madrileños, habla Melchor Rodríguez. Melchor.- (Comenzando el discurso radiofónico.) ¡Pueblo de Madrid!

FIN

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