Antologia de l'Aula d'Escriptura Narracions del Mòdul 3 - Ficció Girona, desembre de 2015

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

2

Antologia de l'Aula d'Escriptura

Aquell que remorejava en la foscor Rocío Abelenda

"Q

UE hagués escoltat realment unes veus pertorbadores en els turons, i que hagués trobat realment aquesta pedra negra de la qual parlava, era possible, tot i les conclusions insensates a les que havia arribat. Aquestes havien estat suggerides sens dubte per l'home que es creia espia dels monstres i que havia acabat suïcidant-se". Tanco el llibre i miro les pedres negres del claustre de la Mercè. Podrien ser la pedra esmicolada en milers de bocins que Lovecraft recrea en el seu relat. Fins i tot podria ser que l'home que es creia espia dels monstres s'hagués suïcidat en l'únic arbre del claustre que lentament deixa escapar les fulles per pintar de groc la negror del sòl. El seu cos encara balanceja lleument amb els darrers espasmes de la mort. Les cames inertes banyades amb la darrera orina i una última erecció provocada per una forta concentració de sang en la part baixa del cos. El cor ja s'ha aturat i el temps també. Es fa fosc. Tremolo mentre encara veig el cos balancejar-se en l'arbre del claustre. El cafè ja és fred i la llum que queda és minsa. S'acosta l'hora de tancar. El recinte quedarà en silenci, els arcs es desdibuixaran en la nit freda. És dia de Difunts. Ell no tindrà el perdó, però tant és, potser ara ja no espiarà els monstres, potser només vetllarà la criatura de la fosca que desvetlla amb esgarips els somnis. Les meves observacions em fan oblidar el lloc on estic, assegut en la cadira d'acer inoxidable, freda i incòmoda. El conserge tanca les darreres portes dels pisos de dalt del claustre. Les llums s'apaguen. Cada dia penso que no hauria de llegir més Lovecraft, ni Poe, ni tan sols Wilkie Collins. Potser així deixaria de veure les ànimes. El recinte s'ha transformat en una mena de presó freda. L'home que es creia espia dels monstres encara balanceja en l'únic arbre. No sé com hi ha arribat allà, potser des d'un dels balcons de la cara nord del claustre. El conserge m'avisa que ha de tancar. Ell no veu el cos com balanceja en l'arbre, potser no ha llegit Lovecraft. Les pedres ja no es distingeixen i l'espai queda en silenci. L'home que es creia espia dels monstres i que s'ha acabat suïcidant en l'únic arbre del claustre xiuxiuejarà en la foscor. Serà l'únic habitant del claustre en les nits silencioses a l'espera de l'arribada de la llum. Una altra ànima atrapada entre dos mons. Agafo les meves coses, però deixo el llibre sobre la taula, i abandono el claustre amb la sensació d'estar essent vigilat per una presència invisible. Un calfred em recorre l'espinada. —Perdona, noi, et deixes el llibre. El conserge m'allarga les obres completes de Lovecraft. Ni tan sols podrà tornar a dins el llibre.

Sirius Zarinda Álvarez

C

ADA mañana le costaba más salir de la cama. Desde hacia años no dormía de un tirón. Su reciente viudedad había propiciado la mejora.

Su ocupación actual consistía en demostrar a su hijo y a su nuera que era capaz de resolver el día a día. Ya le habían dejado unos cuantos folletos de residencias geriátricas disfrazadas de vacaciones en el mar. Debía agudizar el sigilo y la astucia. En la puerta de la panadería, donde iba cada mañana a comprar su pan integral, casi se tropezó con un perrito despeinado y con la mirada tibia. Todo indicaba que estaba abandonado a su suerte. Se lo comentó a la panadera, sin hacerse de rogar ella le dijo que era —3—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

de la señora Merino, la habían metido en una residencia meses atrás y había fallecido la semana pasada, la pobre. La hija dejó al perrillo en el pipican cuando acabó de desmontar el piso y lo puso a la venta. Volvió a su casa pensando en el perrito, su origen y circunstancias. Cuando abrió la puerta percibió casi al instante un cambio: en el recibidor alguien había cambiado los muebles de lugar, en la sala también. Nada había sucedido en el resto del piso. Eran cambios casi imperceptibles, detalles descuidados, las sillas movidas, el espejo torcido, jarrones cambiados de lugar, pretendiendo ser casuales... Se temía lo peor. Buscó entre las tarjetas que había acumulado durante años de previsión. Ahí estaba. Rezaba así: HADES Detectives privados Discreción y sagacidad Pidió cita para la tarde. —Usted dirá. —Soy consciente de que lo que le voy a exponer le va a parecer extraño. —No se preocupe por eso, estamos habituados a enfrentarnos a situaciones de todo tipo, hable con confianza. —Soy viudo desde hace ocho meses. Intento seguir con la rutina para adaptarme a la soledad y la libertad también. Mi hijo y mi nuera no parecen felices con mis progresos, desearían que se hicieran cargo de mí en una residencia, un cementerio de elefantes de esos. Creía que controlaba la situación hasta que hoy he visto al perrito de la señora Merino en la panadería, allí abandonado... Cuando volví a casa, alguien había movido los muebles de sitio. Me niego a dudar de mi razón y antes de que esto vaya demasiado lejos, quiero comprobar que estoy en lo cierto. Podría instalar cámaras, ¿ustedes hacen eso, no? —¿No le parece un poco precipitado? ¿Qué tal si esperamos a mañana? Si vuelve a suceder, con solo una llamada nos hacemos cargo de todo, nadie sabrá que hemos estado allí. —De acuerdo. No tocó nada a excepción de los jarrones que los volvió a colocar en su sitio. A la mañana siguiente siguió meticulosamente su ritual. Una vez acabado, tenía una primera misión que cumplir. Se dirigió apresurado a la panadería. Allí estaba el perrito, en la misma posición, más despeinado y más triste. Se miraron y se reconocieron al instante. Le acarició la pelambre áspera y enmarañada mientras le susurraba los principios de su nueva alianza. Desde ese momento se hicieron inseparables. Le compró un bonito collar, cepillo y comida en la tienda de mascotas, ¡vaya precios!, para bañarlo usaría su gel... Cuando salieron del ascensor se encontraron a su hijo y nuera en el rellano. La nuera arrugó la nariz con disgusto cuando vio al perrito. La aversión era mutua. —¿Y ese chucho? Allí no admiten mascotas... —¿Allí, dónde? —preguntó el anciano, envarado. Su nuevo amigo gruñó, solidario. Su hijo carraspeó, molesto. —Hola, papá, hemos venido para decirte que nos vamos fuera unos días y a traerte estos folletos nuevos, échales un vistazo. —Ahora no es época de vacaciones. —Teníamos unos días libres pendientes. Nos vamos, que tenemos que ir al aeropuerto. 4

Antologia de l'Aula d'Escriptura

No pongas esa cara, ya sabes que solo queremos lo mejor para ti. Cuando volvamos ya hablaremos de si conviene tener un chucho en casa o no. Si necesitas algo llama a la asistenta. Ella ya sabe nuestros móviles. Abrió la puerta de su casa mascullando que su nuevo amigo le convenía más que ellos dos y en seguida se percató de que nada se había movido. Llamaría a la asistenta para saber a qué hora iba a llegar. Venía dos días a la semana, en ocasiones era la única persona con la que hablaba, aparte de consigo mismo. Era alegre y zalamera a pesar de las dificultades a las que se enfrentaba diariamente. Le quería sonsacar si ella había percibido algún cambio en los muebles. Su complicidad estaba basada en la mutua antipatía hacia su nuera. Llegó como un vendaval. —Señor, ¿cómo le ha dado por mover las cosas? El otro día volví a dejarlo todo bien puestecito, ¿quiere que lo deje así? Ya yo le digo que nos tropezaremos... —¿De qué estás hablando? —Hace una semana llegué antes que usted volviera de comprar el pan y encontré las sillas corridas, los jarrones cambiados, el espejo chueco, creí que había estado redecorando, pues —dijo con una sonrisa pícara—. ¿Y este encanto? Por Dios, que animalito más sucio y más lindo —decía mientras se inclinaba hacia el perrito y comprobaba su estado lamentable—. Tendría que llevarlo a la peluquería... Sin perder un minuto llamó a Hades. —Ha vuelto a suceder. ¿Cuándo van a venir? —En una hora. Desde la habitación contigua le llega la voz femenina: —Si usted no ha sido y yo tampoco, ¿no será cosa de espíritus? La señora, que en gloria esté, solía hacerlo, ¿recuerda? ¡Lo que le faltaba! En cuanto estuvo a solas con Sirius (a partir de ese día el perrito se llamaría así), llegaron los operarios, las cámaras serían programadas para grabar durante la franja horaria en que él solía ausentarse. Por la tarde, en la oficina del detective, visionaron la grabación. Salía él persiguiendo a Sirius enjabonado, más tarde él haciendo aspavientos agitando una toalla mientras se Sirius sacudía la mojadura por todo el salón. Visto así, desde fuera, se veía gracioso y se sentía íntimamente afortunado. Salían ambos rumbo al paseo matutino y cerrando la puerta tras de si. Pasaban menos de diez minutos cuando la puerta se volvía a abrir. En el preciso instante en que se iba a ver quien entraba, una sombra cegaba la cámara y se fundía todo en negro. —Caramba, esto sí que no me lo esperaba. Otra cámara defectuosa —dijo el detective—. Volveremos ahora mismo con usted y las repondremos. Disculpe, estas horas correrán a nuestro cargo. Volviendo a casa con Sirius le retumbaban en la cabeza las palabras de la asistenta. Cuando abrió la puerta su colega entró ligero y gruñó. ¡Vaya, ahora los muebles se movían mañana y tarde! Repitieron la operación. Las cámaras estaban listas. De buena mañana fueron al banco, se informó del estado financiero, lo había descuidado mucho y ahora era de vital importancia. Durante el paseo, Sirius no pudo contenerse más y defecó discreto, con la mirada perdida en las nubes, justo enfrente de la agencia de viajes. Fue providencial. Mientras recogía, aún caliente, la olorosa obra con una bolsa, asumiendo que vencer las nauseas era una prueba de amistad, se fijó en los folletos de viajes. Expuestos —5—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

en el exterior, con colores llamativos y fotografías de lugares lejanos, incitaban a fantasear sin rumbo, volando con el ánima migratoria que todos llevamos dentro. Tomó unos cuantos y sin saber muy bien por qué, volvieron a casa relativamente felices. Sin fallar a su cita, el ente había cambiado de nuevo los muebles. Hoy resolverían el misterio. En su despacho, el detective le preparó para la sesión. Ellos lo habían visto todo en directo y aseguraban que tenía razón, alguien movía los muebles en su ausencia y eran seres de carne y hueso. Se sentó nervioso con Sirius a sus pies, allí en la pantalla estaban ellos dos esa misma mañana en sus quehaceres, salían de casa y al cabo de breves minutos la puerta se abría. Esta vez las cámaras grabaron correctamente. Se podía ver a su hijo y a su nuera, con guantes, (habían visto muchas películas, entre ellas Luz de gas) cuchicheando y moviendo los muebles de su recibidor y salón. La evidencia le provocó un aturdimiento ensordecedor. Sirius le lamió la mano y la lucidez se abrió camino en su cabeza. El detective le ofreció asesoramiento, necesitaría un cerrajero asequible, le recomendó un abogado con el que solían trabajar y le aconsejó que revisara su nueva situación, le iría bien desaparecer durante unos días para tomar distancia y reflexionar. Había hoteles que admitían mascotas... Cuando sus familiares llegaron esa mañana, con la intención de continuar su perverso plan, se encontraron una reluciente cerradura de seguridad, en el suelo un sobre a nombre de los dos conteniendo una citación judicial y, esparcidos por el felpudo, unos cuantos folletos de viajes.

L'edifici Elisenda Bautista

-T

I

AP, ho has sentit a dir? —El què, Top? —Volen enderrocar l’edifici.

—Doncs millor! Ja no em queda més coure per rosegar. —Però Tap, on anirem? —Enlloc, Top! Tu saps la quantitat de menjar que es troba sota les runes? És com si et convidessin a un banquet. Tu t’asseus i et vas servint. Això sí, Top, has de vigilar el cap, Top! Construirem un casc amb els colzes vells de les canonades. —Quina bona idea, Tap! Serem els reis de la femta! Ubú Top del clavegueram! (Top camina orgullós amb un plàstic que li fa de capa i un pal de ceptre, mentre Tap es recargola de riure). II (Amb l’auricular encara al pit i la mirada vidriosa, sent des del fons del passadís:) —Qui era Anna? (l'Anna no respon) 6

Antologia de l'Aula d'Escriptura

(En Cesc corre cap al menjador. Ella diu:) —Ja ha sortit la sentència. —I? (L’Anna mira al seu voltant i plora.) III Però escolti, els ous ja són al seu lloc! Al teulat, és clar! No, no m’expliqui històries! I la llei de protecció del nadó? Vostès no poden demolir res si hi ha menors i, encara menys, no nascuts! Evidentment! L’advocat també ho ha corroborat! Moure els ous? De cap manera! Seria perillosíssim…El període de gestació de les cigonyes és el que és! I no se’n parli més. Es tracta d’una espècie protegida en perill d’extinció… Evidentment! Em temo que fins el mes de març, res de res. Grups ecologistes ja s’estan manifestant i Greenpeace desplegarà un trompe-l’oeil. IV Benvolguda Anna, Me n’he assabentat pels diaris. Ho lamento de tot el cor. Mai oblidaré les nits al teulat comptant les estrelles quan érem petites. Tu sempre en veies més que jo…Quin greu que ara no ens trobem quasi mai. La mamà ja em va avisar que si anava a un altre país perdria les meves arrels i així ha estat. Arribat aquest moment no em queda més remei que fer-te una confessió: recordes l’anell de brillants del casament de la mare? El que no vam saber trobar després de la seva mort? Doncs bé Anna, jo sé on és. Em fa molta vergonya reconèixer que el vaig amagar sense dirt’ho perquè el volia per a mi. El teu menyspreu m’ha impedit confessar-t’ho abans. El vaig ocultar a la cambra de cosir, sota la tercera filera de rajoles començant per la porta de la cuina, concretament la que fa cinc des de l’esquerra. Pensava endur-me’l en alguna de les meves visites. Però vas acabar amb les meves expectatives: el meu desconcert va ser absolut quan vas dir que havíeu fet posar parquet flotant damunt les rajoles hidràuliques. Bé, ara ja ho saps. Encara que decideixis no saber mai més res de mi, recupera l’anell abans que sigui massa tard. No netejo així la meva culpa però sí em serà menys feixuga. Mercè V Dues ombres blanques al corredor del segon pis. Fan com una dansa. Si algú les observa s’encomanarà de melangia. Les figures inclinen el cap endavant, desconsolades, i l’aire s’impregna d’un planyiment llunyà. Mentre les parets van caient, corren a resguardar-se a les estances que queden dempeus. Quan s’enfonsen les golfes, baixen levitant al segon pis. Allí segueixen un moviment ondulant i ditiràmbic fins que ajunten les mans i floten en cercles. Cauen maons, ciment, pedres, bigues… però no les fereixen, les travessen. Ara caminen lentament sobre les runes. TOP (menjant closques d’ou de cigonya): Tap? Qui són? TAP (rosegant la carta): Són els que foren i els que serem. TOP: Nosaltres també, Tap? TAP: Nosaltres també, Top. (Top i Tap s’aturen, miren les runes com uns nàufrags a la deriva i segueixen rosegant).

—7—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

El banc dels solitaris Clara Bayarri

L

ES fulles groguenques de l’únic arbre que hi havia cobrien el terra del claustre. El tronc prim i les branques escardalenques es perfilaven en un cel blau fosc que anunciava la cada dia més avançada nit. L’hivern era imminent.

Sola, seia al banc, tan solitari com ella, tan solitari com l’arbre. Era el seu lloc. El lloc dels solitaris, el lloc on mai ningú no aniria a buscar algú que no vol ser trobat. Era un lloc perfecte per oblidar i ser oblidat. Magnífic per deixar que el temps hi passés, per invertir-lo en fer volar els pensaments en res més que no fos absolutament insubstancial i intranscendent. No tenia l’aire llòbrec i decadent que emana dels claustres medievals i encanta els imprudents incauts que, desprevinguts, acaben contemplant embadalits la bellesa sinistra d’arcs i capitells i fabulen sobre misterioses històries pretèrites. Tampoc representava un paratge idíl·lic, ni tan sols tenia una font on els ocellets es paressin a beure aigua entre refilets i oferir d’aquesta manera l’excusa perfecta als més enamoradissos per dedicar els pensaments als seus amors no correspostos. No. No tenia res de tot això, era un claustre despullat de romanticismes. Era un lloc neutre, tranquil. Extremadament tranquil. On dos eren massa. Tant era així que, fins i tot, quan l’arbre magre i pelat que ara presidia el claustre va començar a exhibir els seus primers brots, algú va tallar l’arbre vell que ja hi havia. O això és el que a ella li agradava d’imaginar quan contemplava l’enorme soca tallada arran de terra que testimoniava l’existència d’un arbre més gran, més vell i més robust que l’actual. Intuí que aquell cop no era sola. De cua d’ull advertí la presència d’un home jove que la observava des de l’entrada del claustre. Visiblement desconcertat, l’home se la quedà mirant uns segons i seguidament començà a caminar per les galeries del claustre. El so de les seves passes ressonava contra la pedra i ella resseguia amb la mirada el seu camí. Es deturà al centre del passadís contraposat al del banc des d’on ella l’observava. Els separava un mar de fulles grogues però es miraren fixament uns segons més. Finalment, ell s’assegué al mur de pedra i tragué un llibre vell i masegat d’una bossa de pell que duia penjada de l’espatlla. Es posà a llegir. Era notablement més jove que ella i els seus cabells rossos queien indòmits en forma de tirabuixó per sobre del seu front. No havia tingut temps de veure de quin color tenia els ulls, però sospitava que els tindria sorprenentment foscos. L’endemà tornava a trobar-se asseguda al banc, deixant que la seva ment vagués entre pensaments banals com de costum quan, de nou, percebé la presència de l’home jove. Repetí el mateix ritual: entrà al claustre, es deturà un instant en veure-la a ella asseguda al banc i prosseguí a seure al mur de davant d’ella per reprendre la lectura allà on l’havia deixat el dia anterior. Ella se’l mirava i veia en ell un altre solitari, algú amb qui compartia alguna cosa prou profunda com per no haver-la de mencionar en veu alta. No n’hi havia necessitat. L’escena se succeí encara uns quants dies més. S’observaven mútuament sense intercanviar-se cap mot, ni tan sols una expressió que convidés a iniciar cap conversa. Ell seia al mur i ella mirava com llegia mentre comprenia que algú més havia descobert la calidesa que amagava aquell claustre, que algú més havia trobat recés en un lloc per on la resta, simplement, passava de llarg. El seu refugi era ara, també, el refugi d’un altre solitari. Han passat dies, setmanes, mesos. El banc continua al claustre, tan solitari com l’arbre, tan solitari com l’home jove que cada dia s’hi va a asseure mentre llegeix un llibre vell i masegat. Aquell és el seu lloc: el lloc dels solitaris, on dos són massa.

8

Antologia de l'Aula d'Escriptura

L'Assumpta Magda Bistriceanu

F

EIA més d'un any que s'havien separat i encara no podia evitar posar-se nerviós cada vegada que s'acostava l'hora de trobar-se. Havia tret la pols de tots els mobles del menjador i havia fregat el terra, encara que ella no hi entrava quasi mai. Havia posat espelmes perfumades i flors naturals a la taula. Crisantems blancs, carnosos i feixucs d'olor de terra humida. La pell se li estremeix en recordar vivament l'emoció de les primeres cites, quan va descobrir que a ella també li agradaven els crisantems. La mirada li volta frenètica per tots els racons. Cada cosa ha d'estar al seu lloc. Camina fins a l'entrada i es torna a emmirallar per enèsima vegada. Es mossega una ungla i després se la mira desesperat. Tot està bé. Tot està bé. S'ho repeteix per dins mentre intenta seure, relaxar les espatlles i deixar de moure les cames. El timbre l'agafa per sorpresa, a mig camí entre el sofà i la cuina, on la cafetera està engegada, a punt per fer el cafè. Dubta entre anar a obrir de seguida o arribar fins a la cuina i pitjar el botó verd. L'olor de cafè acabat de fer. Ella hi podria sucumbir. Poques coses l'apassionen tant com el cafè i ell ho sap. Avui jugarà fort. Se sent valent i enamorat. Deixa que el cafè amarri la tassa i l'aire a poc a poc mentre el timbre es torna a sentir, més llarg, més impacient. La dona entra sense mirar-lo i es queda sota el marc de la porta del menjador. – Encara no està preparada? – I mira que fa una hora que li he dit que es vagi fent la maleta... L'aniré a buscar ara mateix. No vols pas seure i prendre un cafè? N'acabo de fer i en sobra. – No. Pots anar a buscar-la o hi vaig jo? – No, no, tranquil·la, ja hi vaig... Assumpta! Nena, va, que hi ha la teva mare! –ho diu sense moure's, amb veu normal, pregant per dins que la nena no s'hagi tret els auriculars i que continuï enganxada a la seva sèrie favorita–. Seu un moment, va, que deu estar vestint-se. No trigarà. Se li acosta mentre ella, indecisa, comença a remenar la bossa de mà. Està tan a prop que pot sentir la seva olor, més forta que la dels crisantems. Acluca els ulls i es deixa electritzar per l'essència de la seva dona. Perquè encara ho és, encara és seva. Sempre ho serà. Està tan a prop que quasi la toca amb els llavis tremolosos. La respiració es para i la calor esdevé insuportable. El cor, embogit, vol sortir-li per la punta dels dits. – Però què estàs fent?! L'empeny fort i ell s'agafa a la taula per no caure. Els crisantems es tomben i arrosseguen el gerro cap al marge. El soroll de la caiguda sembla explosiu en un escenari on els actors es mosseguen els llavis i els objectes no poden cridar. Trossos de vidre barrejats amb immensos capolls blancs s'eixamplen en una bassa inútil. Ells dos bufeguen amb pressa, com si l'aire s'hagués d'acabar. S'enfronten amb els ulls i cap d'ells no gosa moure's. Quatre ulls esmolats i freds. Quatre punys tancats, amb ungles que penetren en la carn i calmen els instints. Ell és el primer que els abaixa. S'ajup per recollir els vidres, però ella és més ràpida i agafa el tros més gros. Li intenta clavar a la cara però ell es defensa i només aconsegueix esgarrapar-li el canell. No li fa gens de mal i al principi no entén què són les gotes brillants que es formen sobre la pell blanca i llisquen cap avall, cada cop més ràpides i més grosses. Es queda hipnotitzat, seguint-les com cauen, una darrere l'altra, viscoses i lleugeres. Quasi les sent quan toquen el terra. Cada una desperta petits cercles concèntrics abans de diluir-se en l'aigua irremeiablement tèrbola. —9—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

Sent la porta petant i un pensament li creua el cap: No s'ha emportat la nena. No s'ha emportat la nena. No s'ha emportat la nena. La mala puta no s'ha emportat la nena. El menjador, tan ordenat només uns minuts abans, ara sembla un camp de guerra. La guerra de sempre, entre el seu amor i el monstre que és ella. Mai no l'ha estimat, mai no l'ha volgut. Sempre l'ha rebutjat, sempre. Ha jugat amb ell, amb el seu cor, amb els seus sentiments. I els ha trepitjat amb les seves botes brutes. Les botes brutes. Sempre ho ha fet, sempre. La imatge de la nena que apareix en algun pla de la realitat que ell no identifica de seguida, amb els auriculars en una mà i amb l'altra tapant-se la boca que crida i crida i crida, asfixia el poc espai que queda i es confon amb els vidres vermells que s'han multiplicat i han emplenat l'estança. Els punys de l'home cauen i cauen fins que tot es torna vermell. Fins que ningú més crida. Fins que el braç es cansa i ell cau a terra, esgotat i inert. L'endemà, la dona el trobarà en la mateixa posició fetal, amb la seva millor camisa, sobre restes de crisantems pansits, somicant i acariciant els cabells ensangonats de la seva filla. I mentre ofegarà el crit per un parell de segons, decidirà que abans de tot s'ha d'endreçar el pis. Així que farà fora tots els pensaments molestos i, mansament, començarà a recollir els vidres del voltant.

Alliberament i silenci Ramon Blanch

S

I vas passejant des de la Plaça Catalunya a la Mercè, les darreres passes es fan petites i més feixugues fins creuar el llindar del portal. M’agrada pensar que quan més amunt més net és l’aire, més silenci t'embolica i més reflexió et brolla. A les nou del matí d’avui, divendres, la gran porta gris de fusta gemega com badallant a mesura que se li obren els braços. Braços oberts per a tothom qui estimi el saber. Un cop a dins topes amb el claustre auster però acollidor, de planta quadrangular. Un pedrís, de mig metre d’alçada, sòlid i molt ranci, encercla el pati obert del claustre, que suporta, en cada un dels seus quatre costats, un total de setze arcs simètrics. Em fa goig seure sobre la freda i lineal grisor. Recolzo, però, l’esquena a una pilastra, tot mirant cap a la jovenívola llum groga d’un final d’octubre, esperant el seu caliu. Tanco els ulls i m’imagino... que... allà al davant s’eleven unes veus nítides de cant gregorià. Els monjos mercedaris surten d’ofici en processó. De nou un breu silenci que es trenca pel fregadís de la roba de les cogulles amb el moviment del braç en llevar-se del darrera, la caputxa blanca cobrint-se tot el cap. No se’ls sent caminar. Obro els ulls per veure’ls. Res. M’aixeco per tornar a seure unes passes més enllà, ara a dins del pati m’espera un únic banc modern, pintat de blanc d’olor de ferro. El trobo més gelat però més còmode. Al davant, l’únic arbre del claustre, fent-me striptease, es va despullant lentament per rendir-se a la llarga nit de l’hivern. Va deixant amb molt de compte el seu elegant vestit de color groc intens estès al terra perquè sap que algú l’aprofitarà. Una filera de formigues irromp fent-se camí, entre les fulles, cap a la soca de l’arbre, trastejant engrunes de pa o llavors, proveint-se de la llarga fredor. Els primers alumnes entren pel mig dels dos batents de fusta grisa, carregats de llibres, enraonant força animats. Al darrere en vénen més. Pugen sorollosament l’escala d’esglaons de pedra fosca, molt arronsada pels anys. Després, quietud de nou. Un pardal se m’apropa, m’inclino per veure’l millor, però em fuig. El claustre, el miro i me’l remiro. Em sento confortat. Molt feliç. Unes passes decidides se m’apropen i em sorprenen.

10

Antologia de l'Aula d'Escriptura

—Què fas per aquí, Ramon? —em diu l’amic Isidre, més sorprès encara i palplantat, mirant-me per sobre les olleres amb somriure sorneguer. —M’imagino que el mateix que tu. —vaig fer sense aixecar-me, potser molest per la interrupció. —Ja té collons l’assumpte! —El què? —Fer-nos apamar aquest claustre per a l’exercici del proper dimarts. —Lo teu es per nota. —Ah, sí? —Comprenc que et queixis venint expressament des de Banyoles. Què tant li fa, si aquest banc es blanc, de ferro o de fusta, o com si no n’hi ha cap. Imaginació i prou, és el que cal. Això és el que ens diu el profe. Comença a belluga el cap i l’acota per etzibar-me: —Llavors lo teu, què és? —Sóc un perfecte desmemoriat. Sí..., no cal que em miris. Necessito anar als llocs perviure’ls i interpretar-los. Res més. —Cóm els pintors? —No, home no. Encara que, ben pensat, una mica sí. —T’ho dic per que l’altre dia vas deixar anar que viatjaves pels llocs de la novel·la. Per ambientar-te. —Ja ho veig. Tu deus estar cercant forats com boig per amagar el teu Pepe Carvalho o el seu ajudant Biscuter. —Què vols dir, amb això? —M’ho diu arrossegant les paraules. —No sé —li dic mirant-me’l, i tant de bo que no ho hagués fet— Potser entre aquestes quatre parets ets capaç de trobar-hi un assassí o un monjo enverinat? —Bé, no t’ho diré. Encara que ho tindré en compte. —Ets molt amable. A tu, però, no et cal cap suggeriment. Tens la mà trencada per embolicar que fa fort.

Sense dir res l’Isidre anà passejant-se, lentament, claustre amunt claustre avall. Una estona després des de la porta grisa féu 'fins dimarts'. Ja tenia muntada la trama. Haig de reconèixer que estic vivint una segona etapa universitària. És un autèntic regal de la vida. Malgrat els anys, el viu record se’m fa present avui. Aquest claustre em reïx l'altre gòtic de la Universitat de Barcelona. Em revénen a l'oïda les veus d’aquells catedràtics, professors, companys... Els records se m’amunteguen. De totes maneres el que té sentit és el que vaig rebre i el que estic rebent, perquè rebent saps, i sabent mates la ignorància i de retruc la prepotència i moltes altres coses. Almenys hauria de ser així i, si no ho és, és perquè encara hi manca saber. Silenci una vegada més. Em poso dret, surto del claustre disposat a fer l’exercici. Un cop a casa, cerco informació i descobreixo que els mercedaris tenen per lema: “redempció i alliberament”. Potser també jo em pugui alliberar, com tants d'altres que han passat per claustres de silenci, o com el pardal.

—11—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

Wuthering Heights Miquel Boada

U

N exemplar de Wuthering Heights reposava sobre un banc atrotinat i descolorit de Merrion Square. Al seu costat, en Joshua Harris es distreia acaronant-ne la tapa mentre deixava que els seus pensaments el tornessin al Saint Patrick's de la mà de la Catherine. * * * -—No hi estic d’acord, Joshua! La proximitat amb els alumnes és un valor pedagògic. No es tracta només de donar quatre coneixements que, a més, poden trobar a qualsevol lloc, sinó de donar-los models de comportament i actituds positives davant la vida. Què costa ser afectuós i proper a ells? Què costa ser amable i donar-los confiança? Et penses que per ser més dur, els teus estudiants aprenen més? Saps què en pensen de tu els estudiants? Que representes tot allò que ells mai voldran ser. Sí! Ets un model! —El que diguin els alumnes m’importa poc. A mi em paguen perquè aprenguin literatura. Jo sóc professor i no pas el seu pare! Aquí es ve a aprendre! I ells tenen el deure de treballar i estar atents! És igual qui hi hagi al davant! Tu perquè ets jove i tens pardalets al cap, Tim. Encara no sé què hi fots en un institut! Estaries millor en una grup d’scouts. A veure quan entendràs que els alumnes no són els nostres amics!

Els debats punyents entre en Tim i en Joshua eren molt habituals i sempre acabaven amb una darrera i pontífica sentència del segon. Paraula de Joshua, en deia en Tim. En Joshua feia deu anys que era el professor titular de literatura anglesa a la Saint Patricks’s de Dublín. Tenia quaranta-tres anys, estava casat amb la Betsy i no tenia fills. Se’l coneixia popularment com el cabró d’en Joshua. Un malnom guanyat amb molts anys de docència: esquerp i autoritari, d’idees conservadores i clericals tendia a confondre el respecte amb la por que feia. En resum, era un intolerant que no admetia cap opinió diferent de la seva i que qualsevol objecció o queixa sobre les seves habilitats docents significava l’exclusió, en el cas dels alumnes, i l’enemistat , en el cas dels seus col·legues de feina. Tanmateix, aquell dia el cabró de literatura va quedar tocat. No s’esperava que en Tim l’ataqués per la banda de les emocions. Aquest era un terreny molt desconegut per ell. Podia argumentar i defensar qualsevol objecció als seus mètodes d’ensenyament presentant una relació de tots alumnes que havien assolit unes qualificacions brillants en els seus estudis després d’haver passat per les seves mans. Ara, això de si l’estimaven... Com que si l’estimaven? Per què l’haurien d’estimar a ell? Què collons s’empatollava aquest modernillo d’en Tim? Mica en mica aquest pensament anava fent forat com pluja menuda encara que en Joshua anés equipat amb paraigües i impermeable. I no només per les paraules d’en Tim. Era veritat que cap alumne se li havia acostat mai, i també que no el saludaven pel carrer ni s’interessaven per la seva salut. Quan va entrar a l’aula, però, tot s’havia esvaït i tornava a ser el cabró de literatura. I així va ser fins el 4 de novembre. Ara, mentre passava els dits per la coberta, sap posar el punt de partida del que va començar. Aquell dia va començar una nova alumna, la Catherine. Venia de Londres; els seus pares s’havien separat i ara ella, que vivia amb la mare, s’havia traslladat a Dublín. Havia perdut un curs amb tota la història dels pares; malestar, judicis, trasllats... Finalment, s’havia matriculat a la Saint Patrick’s. Evidentment, arrossegava moltes mancances acadèmiques però tenia l’energia i la maduresa precipitada de tots els joves que viuen situacions familiars complicades. I una altra cosa: tenia moltes ganes d’aprendre, de saber, de conèixer. Dels llibres, dels mestres, de totes les persones de l’entorn, dels paisatges 12

Antologia de l'Aula d'Escriptura

humans que l’envoltaven. De manera que la sorpresa va ser majúscula quan en Joshua va veure que des del fons de l’aula s’aixecava una mà per interrompre el seu discurs habitual, en aquell cas sobre les característiques formals bàsiques de la novel·la romàntica del segle XIX i, en concret, de l’obra d’Emily Brontë. —Senyor Harris, perdoni. Vostè ha dit que l’odi i la venjança és el motor de les obres de les germanes Brontë. Però... no podria ser que el protagonista fos l’estimació, una estimació diferent de la pautada, convencional, limitada? No ho sé. A mi em sembla que personatges com Heathcliff tenen un gran potencial per estimar... però no saben... com ho diria... gestionar les seves emocions. Unes emocions que ni ells mateixos sabien que existien abans d’emergir descontroladament del seu ser. I... —Ha acabat, senyoreta Catherine? Gestionar emocions, diu? Heathcliff és un esperit malvat. Només el mou la venjança, les més baixes i tèrboles passions. Sempre amb un objectiu: retornar el dolor a aquells que l’han agreujat. —Disculpi que el contradigui, senyor Harris. No creu que les circumstàncies expliquen en bona mesura les accions de Heathcliff? Realment pensa que era un home dolent per naturalesa? A mi no m'ho sembla! —Sap que em sembla a mi? Que ens està fent perdre temps amb les seves preguntes. Faci el favor de no intervenir més.

Què s’havia cregut aquella noieta? Com s’atrevia a interrompre’l. I a qüestionar-lo! Caldria posar-la a ratlla abans no es descontrolés. * * * —No puc més, Jane! Porto massa anys aguantant aquesta situació! No anem enlloc, entre setmana de la feina a casa, i el cap de setmana tancats a casa com dues cuques. Com a molt, remenar el jardí. Això no és vida!

La Betsy parlava per telèfon sempre que podia amb la Jane. Havien estudiat juntes a la universitat i la seva amistat s’havia anat afermant amb els anys malgrat que la Jane havia anat a viure a Belfast després de divorciar-se del seu segon marit. Li agradava definir-se com un esperit lliure i no cal dir que en Joshua la detestava perquè representava tot allò que ell combatia. No li agradava, no, i per això la Betsy hi parlava d’amagat. —És l’hora de fer el pas, Betsy! Ets una dona independent, no necessites a ningú per fer la teva vida. Continuar amb el Joshua és una mort en vida! Si us, plau Bet! Reacciona! De què tens por? Tens una bona feina amb un bon sou, no tens fills que t’uneixin a en Joshua... Has de ser valenta, Bet. Ara o mai.

Aquestes converses deixaven la Betsy amb una sensació agredolça. D’una banda hi trobava consol però de l’altra li mostrava amb tota cruesa la grisor de la seva vida. I això l’entristia. Deixar en Joshua no era una decisió fàcil...molts anys en comú. —Ja sóc aquí, reina! 

—T’he de deixar, Jane. En Joshua ja ha tornat.  —Fes-ho, Betsy! Fes-ho! 

La Betsy va penjar precipitadament quan va sentir les passes del seu marit acostar-se cap a la cuina. —Amb qui parlaves, reina?  —Amb la Jane.  —Amb aquella bala perduda?. Ja t’he he dit moltes vegades, reina, la Jane no és una

—13—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

bona influència per a tu. On s’és vist divorciar-se dues vegades, tenir fills de tots dos homes, anar d’una banda a l’altra... Quin cas!  —Però és feliç. O si més no ho intenta. Fa el que li agrada a cada moment... 

No va poder continuar. En Joshua va interrompre-la amb una bufetada. No ho havia fet mai, això. Sí que l’havia escridassat però pegar-la mai. Recuperada de la sorpresa inicial, la Betsy es va mirar en Joshua amb una barreja de dolor i d’alliberament. Li havia aplanat el camí. Li havia donat l’empenta definitiva que li reclamava la Jane.  —No em tornaràs a pegar mai més, Joshua. Veus el calendari? Mira-ho bé! Quatre de novembre, Joshua. Recorda’l bé perquè és el darrer dia que haurem estat junts. Me’n vaig a casa de la mare. S’ha acabat!

* * * Feia un mes que en Joshua vivia sol —la Betsy s’havia traslladat primer a casa de la seva mare però pocs dies després va anar a viure amb la seva amiga Jane a Belfast— i cada matí, quan s’aixecava, pensava en tots aquells llocs on no hi havia la Betsy; no era al seu costat del llit, arraulida i amb el coixí rebregat; no era al lavabo, on s’estava una bona estona raspallantse aquells cabells negres tant llargs; no era a la cuina, on l’aroma del cafè acabat de fer es barrejava amb el perfum de vainilla que tant li agradava; tampoc era al porxo, on es prenia el cafè mentre mirava enllà, molt enllà; i per suposat tampoc era a l’estudi, on encara hi havia el darrer llibre que llegia esperant en va que els seus dits suaus en passessin les pàgines. Feia un mes que vivia en una solitud total. Per tots els racons de la casa campaven la tristesa, l’absència, i el desordre. La roba s’amuntegava en uns cubells que no distingien el blanc del color, les tasses de cafè ja havien envaït tota la superfície de la taula de la cuina, els plats desafiaven la llei de la gravetat des del fons de la pica, i trenta diaris enfaixats reposaven damunt la tarima del porxo.  Senzillament, estava sol. Sense la seva Betsy, sense amics, separat voluntàriament de la resta de companys d’escola... Tràgicament, sol. Feia un mes que anava a treballar sense esma, amb l’ànim abatut. Les poques vegades que aixecava els ulls del terra es trobava amb les mirades de compassió dels seus companys. Només en Tim havia intentat recuperar aquells debats apassionats d’abans amb molt poca fortuna. Per la seva banda, els alumnes estaven absolutament desconcertats. El cabró de literatura havia desaparegut. De fet, no en quedava res d’aquell malparit. La seva veu s’havia tornat àtona a joc amb un curt repertori de gestos cansats. Arrossegava els peus, portava la roba arrugada i tacada, i els ulls lleganyosos s’esforçaven per obrir-se a la llum. Era la viva imatge de la derrota. —Perdoni, senyor Harris —va dir la Catherine quan en Joshua estava a punt de pujar al cotxe per tornar cap a casa—. Que podria parlar un moment amb vostè? —Ssssí.. —va contestar, dubitatiu. —Li fa res que anem caminant fins a Merrion? Podem seure tranquil·lament i parlar una estoneta.

En Joshua ni tan sols contestava, només seguia la noia. Caminava trepitjant les darreres fulles que la tardor havia llegat ara que ja entràvem a l’hivern. —Seiem aquí, professor?

La Catherine no va esperar la resposta, va seure, i en Joshua va fer el mateix. La noia se’l mirava mentre ell apilonava sorra amb la punta de la sabata. Amb suavitat li va posar la mà a la barbeta; li va amanyagar amb tanta tendresa que unes tímides llàgrimes començaren a solcar les galtes. Els hi va provar d’eixugar amb el polze, amb poca fortuna. Li va fer girar la cara cap a ella, i va besar-lo. Un petó senzill, de cotó; un petó reparador, sanador. Les 14

Antologia de l'Aula d'Escriptura

llàgrimes van inundar el seu rostre alhora que sadollaven un esperit eixut, un cor assedegat. La Catherine va apartar els llavis. —M’agradaria regalar-li això, senyor Harris. Tingui, espero que li agradi. Ara me n’he d’anar. Ens veiem demà a classe.

Li va deixar un paquet embolicat amb un paper de coloraines. Anava lligat amb un cordill que en Joshua va desfer sense cap esforç. D’entre l’embolcall n’emergia la coberta d’un llibre, Wuthering Heights. Era un llibre que coneixia prou bé. Tanmateix, en obrir-lo es va adonar que hi havia unes paraules escrites a mà que desconeixia. La lletra era petitona, arrodonida, de dona. “Time is too slow for those who wait, too swift for those who fear, too long for those who grieve, too short for those who rejoice; but for those who love, time is not.”1 Henry van Dyke Vull que siguis el meu Heathcliff, Joshua. Catherine En Joshua va amagar el rostre entre les mans mentre el llibre reposava obert sobre els seus genolls. Va tancar la coberta per no mullar-ne els fulls i va desar-lo sobre el banc. Tot seguit va començar a acaronar-lo.

Si existeix, ho trobaré Estel Caballé

A

HIR, en arribar a la conferència inaugural d’en Cercas al centre Cultural la Mercè, encara ningú l’havia trobat. Tothom hi deia la seva però coincidíem en la seva dificultat.

Avui tinc mal de cap. Són quasi bé les deu. Uf, com he dormit, massa. D’avui no passa, he de sortir a buscar-lo. Després d’un bon esmorzar m’he vestit amb roba d’esport disposada a passejar pel bosc. Probablement el trobi a la natura. M’he posat les bambes i he tancat la porta del pis. Un cop a Galligants, he enfilat direcció a la via verda i a la Font del Ferro. Conec sobradament els racons d’aquest tram de les Gavarres, però avui me’l miro amb uns altres ulls, ben esbatanats, atenta a qualsevol moviment de branques. Seguint el rastre de no sé ben bé què, vaig fent camí. No hi ha gaire gent avui, potser si coincidís amb algun vilatà li podria preguntar. Al cap d’una estona arribo a un indret més frondós, d’aquells on hi creixen bolets. Decideixo ajupir-me, i palpar durant una estona l’herba molla, no tinc indicis de la seva mida i probablement ningú s’hi ha topat perquè és petit, fins i tot minúscul. De tornada al pis, una mica esgotada per l’esforç i havent passat abans per la dutxa, he convidat la meva companya a dinar. Li donaré conversa dissimuladament sobre allò que cerco, sense ser massa explícita, que no pensi que li vull treure informació. És d’origen rus, 1

"El temps és massa lent per a aquells que esperen, massa ràpid per a aquells que temen, massa llarg per a aquells que pateixen, massa curt per a aquells que gaudeixen; però per a aquells que estimen, el temps és etern.”

—15—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

bons desxifradors d’enigmes. Sense ser-ne conscient em podria donar una pista. Res, ni la sortida matinal ni la xerrada induïda han estat útils, segueixo desorientada, fins i tot començo a considerar la possibilitat que és invisible als meus ulls per culpa del punt cec. Si és que ja ho deia en Cercas, que va dedicar-hi tota l’hora i mitja d’ahir a parlar-ne. Si, ja sé que va dir que era imperceptible perquè el nostre cervell, de manera virtual i automàtica, recrea i omple el buit ocasionat per aquest punt però, i si el meu cervell, després de tants anys de fer aquesta funció, se n’ha cansat? Potser ha pensat que tampoc era tan greu perquè m’impedís de veure-hi a través d’aquest punt diminut. Deixo les cabòries, en el fons només seria una excusa per deixar de buscar. Llegeixo al diari que fan el festival de cinema de Girona, me n’hi vaig, amb una mica de sort encara arribaré als curtmetratges comarcals. A les fosques i concentrada potser és ell el que em ve a buscar a mi. Calla que comencen. “Al meu tempo”, si ja me l’agafo ja el meu tempo, tot el dia que l’hi dedico. Tres minuts. Ja està? “Inútils”. Collons, van forts, ve prou que m’hi sento, gràcies, no cal dir-ho tan explícitament. Dos minuts. “La tenacitat d’un quadre”. Aquest m’ha agradat. Una mica de llum, tenaç també, això no es pot negar. Quinze minuts i aquí no apareix ningú. Marxo. En sortir al carrer plou però les mans em suen, són les set de la tarda, i alguna cosa em diu que he errat. Segur que em falta informació, quan arribi a casa ho tornaré a repassar, és frustrant, segur que tots ells ja l’han trobat. “Macgufin: element de suspens que fa que els personatges avancin en la trama”.

El vincle Rosa Casanovas

L

ES dotze en punt, marcaven les mans d'en Pinotxo, dins la caixa penjada a la paret. En Guillem, estirat al llit, girà els ulls cap on feia pocs dies hi havia la seva amiga Aina. Era més gran que ell, tenia nou anys i quan estava desperta jugaven a inventar contes. —Ha marxat molt lluny —va ser la resposta de la mare, quan el petit es despertà i veié que la nena no hi era—. —Per què no m'ha dit adéu? —Una pregunta sense resposta—. S'obrí la porta de l'habitació 607 de l'Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona. El zelador entrà amb una llitera, embolcallada amb un llençol blanc com la nata, feia olor de lleixiu. Amb un somriure forçat, agafà el nen i, amb cura, el posà al damunt del llit mòbil. La mare li va prendre la mà, el pare l'altra, el van acompanyar en el trajecte curt i alhora angoixant. El desmai que va tenir en Guillem al pati de l'escola i el mal de cap que patia últimament eren deguts a un tumor cerebral. "Cal intervenir, farem una biòpsia, si és maligna l'extirparem. Vosaltres teniu l'última paraula". Com s'hi podien negar? Només tenia cinc anys. Van entra al quiròfan, que era com la gola del llop. Espurnes de llum baixaven del bell mig de la sala. El petit va sentir un calfred. Els personatges, disfressats de verd fulla i la cara camuflada amb ulls d'inspector, parlaven amb un llenguatge desconegut pel nen. El coneixien, deien el seu nom. En Guillem desconfiava. La mare li havia dit que no parlés amb estranys. Les pantalles dels ordinadors transmetien senyals desconegudes. Aquells sorolls compassats retrunyien dins el seu cap, li provocaven fiblades punyents, sentia angoixa i pànic. La visió de la seva cara allargada, que es reflectia en un pal metal·litzat, l'espantava. —Jo vull el papa... 16

Antologia de l'Aula d'Escriptura

Brollaven perles dels ulls d'un infant esporuguit. Els metges i les infermeres, com un ritual, es van posar al voltant del nen. El silenci sepulcral va envair el seu cos. La solitud, al mig d'una multitud, el va horroritzar. —Ara et punxaré, no et faré mal, és per curar-te. Em dónes la mà? —La tenia tan buida... La punxada coïa, els éssers s'anaven movent, la llum de mica en mica es fonia. Li costava respirar, les parpelles que es tancaven, eren el vel d'una realitat oculta, tenia fred, molta fred... —Guillem, Guillem! El petit va obrir els ulls. Al seu costat hi havia una nena rossa, portava un jersei blanc i pantalons amb flors de coloraines. —Sóc l'Aina. Va, aixeca't. Anem a jugar. —Ets l'Aina? Ets molt maca! —sempre l'havia vist sense cabells— Et trobava a faltar. El nen va saltar del llit, agafà la mà de la seva amiga i es van dirigir cap a la porta. Abans de sortir es van girar i veieren una munió de persones treballant sobre un cos menut. Corrien i corrien... per un camí llarg, envoltat d'arbres. Van arribar a una gran esplanada. Feia un dia assolellat. Es respirava un aire pur. De sobte van observar uns éssers diminuts que s'anaven acostant. —És la caputxeta i l'àvia, el gegant del pi, els tres porquets i el llop, la rateta que escombrava l'escaleta... —cridava en Guillem, eufòric. Tots els personatges dels seus contes preferits, un darrera l'altre es trobaven al seu costat—. —Anem, corre! —cridava l'Aina. Al mig de l'esplanada, hi havia un munt de peces de puzles gegants. —Farem la nostra casa, Guillem. Recordes que volíem tenir una casa molt gran, per poder-hi jugar? Ara la construirem. —Sí, sí, sí! Estic tan content! Els petits saltaven d'alegria, s'abraçaven, corrien. Era la màgia d'un món sense obstacles. Van començar a ajuntar peces i més peces, tots els personatges dels contes els van ajudar. La casa creixia i creixia, amb rapidesa. Tenia moltes finestres i una porta ampla, per poder-hi entrar els seus amics. La teulada era vermella. —Entrem a dintre. Guillem, afanya't. —Oh! Oh! És màgic! La casa estava plena de joguines. Al mig hi havia una taula parada, on mai s'acabava el menjar. Tots en van gaudir, d'aquell berenar especial. Van jugar a cartes amb en Pinotxo, al dòmino amb en Patufet, a pilota amb les set cabretes, van fer construccions tots plegats. En Guillem i l'Aina es van abraçar. Era la fusió d'una amistat transparent. —Guillem, Guillem! El nen va obrir els ulls. La mare, asseguda el seu costat, el cridava amb veu dolça. El petit va somriure, ja no tenia por. —Mama, he jugat amb l'Aina. Tinc molta son...

—17—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

Amb franquesa... un petó! Josefina Espinosa

F

EIA molts anys que uns llavis d’home no besaven els meus. Precipitadament, sense tenir quasi temps d’intuir el que passaria, em va agafar del braç i a poc a poc es va apropar a mi, quasi sense mirar-me, però amb el ferm propòsit de besar la meva boca. Sempre ens havíem mirat amb bons ulls. És cert que les nostres mans havien conegut instants d’encanteri, però mai havíem traspassat aquell tranquil i confús moment. Tímida jo, i ell buscant un instant més avinent, acabàvem abans de començar. És ben cert, parlo per mi, que a les fosques, escoltant el mateix concert que un dia havíem oït plegats, estirada en el sofà de casa, tancava els ulls i en tornava aquell desig de notar els seus atractius llavis apropar-se als meus. Aquell moment va arribar. L’efecte d’aquell instant, esperat i sincer, va ser com si cel i terra s’enfosquís a la vegada i, com un prodigi, una claror resplendent va fer acte de presència, transportant-nos al més bell entorn que no coneixíem. Per allargar l’instant, no volia obrir els ulls per no deixar del tot aquell meravellós moment que per un petó, senzillament això, un dolç petó, els meus sentits tremolosos però tranquils tornessin al món vertader. Vaig sortir d’aquella estança i la remor del carrer em va tornar al cosmos. De vegades, moltes, massa...? sincerament, encara no sé si, aquell instant volgut però inesperat i sorprenent, el vaig regraciar prou. Ell va desaparèixer de la meva vida, tal com hi havia arribat, misteriosament. Quiet, sense dir res més i pensant tantes vegades com podria donar-li les gracies, aprofito aquest fugaç moment per dir-li: —Gràcies, amic meu, per fer-me sentir una persona desitjada. Els meus llavis resten deserts des d’aquell meravellós instant.

Claroscuro Adrián Gallardo

N

O se puede contar con esta gente, siempre igual. Intentas hacer algo diferente para que todos estén a gusto y luego nadie quiere hacer nada. Todo un mes planeando esta excursión, todos muy animados y con ganas. Pero claro, llega el día y resulta que ninguno está libre. Excusas baratas. Lo único que saben es quejarse de la monotonía, pero están demasiado cómodos dentro de su rutina como para querer salir de ella. Estoy harto. No vuelvo a preparar nada para, al final, quedarme solo. Así que a partir de ahora me lo montaré por mi cuenta. Será posible, esta pandilla de impresentables. Como no pienso haber desperdiciado el tiempo, me voy yo solito a hacer la ruta. Espero llegar a tiempo a la cabaña, tiene toda la pinta de congelarse la noche, así que me daré brío, no quiero pasar la noche en mitad del bosque. Son treinta quilómetros de nada, en unas horas esto está hecho. Si sigo bien el mapa no habrá ningún problema. Ojalá hubiera venido esta gente, con Raúl guiando el camino podríamos prescindir de mapas, tiene un sentido natural para orientarse. Pero no importa, si hubieran querido aquí estarían.

18

Antologia de l'Aula d'Escriptura

Bueno, esto no está tan mal, después de un par de horas caminando me siento mucho mejor, no me arrepiento de haber venido. Debería parar a comer algo, si no llegaré muerto. He calculado mal, no tengo suficiente comida para la cena, tendré que comer un poco menos, aunque no importa, ya me pondré las botas cuando llegue a casa. Ahora a centrarse en el camino. Espero que no quedé mucho por recorrer, empieza a oscurecer y ya debería haber llegado. No me puedo haber perdido, he seguido el mapa bien, así que no… No puede ser, he cogido otro mapa. Llevo horas dando vueltas sin saber a donde voy. A este paso me voy a quedar aquí tirado. Me daré prisa, quizás no estoy lejos del refugio. Al final me toca dormir en medio del bosque y no he traído ropa suficiente para pasar la noche. No se si podré aguantar, no es la mejor de las noches para acampar. Aún rodeado de naturaleza en un bosque tranquilo, no me siento a gusto, me siento observado, como algo acechando en la oscuridad a la espera de un descuido para

El fermall Laura García

L

A Lluïsa porta tot el dia inquieta. No ha deixat de ploure des que s’ha llevat i se sent com un animal engabiat. La casa li cau a sobre. Ha intentat llegir una estona però el silenci absolut que regna a la casa, en comptes d’ajudar-la, la distreu encara més. Pot sentir els pensaments rebotar contra les parets del seu cervell, afogant les paraules que llegeix. Per fer callar aquests pensaments es decideix a ordenar la caixa de fotografies velles que es va emportar de casa de la mare. Ja fa dos mesos que va morir, el dolor segueix viu però ja no es tan intens, pel que ja es veu en cor de donar un cop d’ull a aquelles imatges. Es topa amb imatges de la seva infantesa, amb la mare acompanyant-la en les seves primeres passes, fotos divertides d’ella de petita amb la cara empastifada de xocolata, o be jugant amb la seva germana gran. També hi ha fotos de la mare del bracet del pare, molt joves i guapos. Ell se la mira embadalit, mentre ella somriu, distreta. Troba una foto on apareixen tots quatre molt tocats i posats. Estan a la plaça de Sant Agustí, el pare i la mare de costat, la seva germana Núria agafada de la mà del pare, amb una expressió molt seriosa per una nena de deu anys i ella, la Lluïsa, un nadó que amb prou feines tenia uns dies en els braços de la mare, que la mira amb ulls melancòlics, com si estigues molt lluny d’allà. La mare està molt bonica, du un vestit que l’afavoreix molt i un fermall en forma de flor que la Lluïsa no recorda haver vist mai més que en aquella foto. Encuriosida per aquell detall, s’emporta la foto a l’habitació. Es posa a remenar en el seu joier. S’havien repartit les joies de la mare entre ella i la seva germana, però no recorda haver vist aquell fermall. Efectivament, comprova que ella no el té. Veu en el rellotge de la tauleta que ja és molt tard, la idea de remenar fotos antigues ha estat bona, ja que li ha passat la tarda volant. Decideix anar a dormir, no sense abans deixar la fotografia a la tauleta per pensar en trucar a la seva germana a l’endemà i preguntar-li pel fermall. L’endemà a la tarda, la Lluïsa es troba a la cuina, prenent cafè amb la seva germana gran. L’ha trucat al migdia, en la pausa per dinar, per preguntar si en sabia res d’aquella joia. En un principi la Núria li ha dit que no però al cap d’uns instants li ha dit que s’esperés, que li acabava de venir un record al cap. Li ha demanat que passés per casa seva a prendre un cafè aquella tarda i que portés la fotografia, per ajudar-la a fer memòria. I ara es troba davant de la seva germana, que arrufa el front concentrada, tot mirant aquella imatge a través dels vidres d’unes petites ulleres que duu i que li rellisquen a la punta del nas

—19—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

—Recordo aquest dia —li explica—. Era la celebració del teu bateig. Recordo que va ser un matí molt atrafegat, amb tot de familiars que venien a donar l’enhorabona. Tothom em preguntava si estava contenta de tenir una germaneta. És clar que ho estava, però jo ja tenia deu anys i tu eres massa petita per poder jugar amb mi. Et limitaves a dormir tot el dia i a plorar quan tenies gana. No era massa divertit. Es queda callada un moment, tot mirant la fotografia.

—Quan miro el fermall que duu la mare al pit em ve a la memòria un record que he mantingut adormit durant molts anys. Potser perquè, malgrat ser una nena llavors, ja era prou gran per adonar-me que hi havia alguna cosa que no encaixava en allò que vaig veure. La Lluïsa es mira a la seva germana, intrigada, i li demana que continuï. L’arruga en el front de la Núria es fa un xic més profunda.

—Recordo que estàvem tots al jardí, hi havia els avis, els tiets i els cosins corrent d’un costat a l’altre i fent xivarri. Els cotxes que ens havien de dur cap a l’església ja ens esperaven, quan el pare em va venir a buscar per preguntar-me per la mare. M’havia semblat veure-la entrar a la casa feia una estona. “Doncs au, vés-la a buscar, digues-li que baixi, que ja marxem cap a l’església”, em va demanar. Obedient, vaig pujar escales amunt a la corre-cuita, buscant-la. No estava al menjador, ni a la cuina, quan de sobte vaig sentir unes veus que xiuxiuejaven. Venien del dormitori dels pares, al final del passadís. M’hi vaig encaminar i vaig veure, a través de la porta entreoberta del l’habitació, la mare en companyia d’aquell doctor jove que l’havia atès durant l’embaràs. No crec que tu el recordis, perquè aquell va ser l’últim cop que el vaig veure per casa. La mare et tenia en braços i tots dos et miraven fixament. El doctor li deia alguna cosa a la mare, que no feia més que sacsejar el cap, en senyal de negativa. Però no semblava convincent, ja que ell se li va apropar un xic més i li va agafar la cara entre les mans. La mare semblava molt trasbalsada. En aquell moment es van fixar en mi, que seguia dempeus davant de la porta entreoberta, observant una escena que no acabava d’entendre.

—Hola, bufona —em va dir la mare—. El doctor m’ha vingut a donar un regal pel naixement de la teva germaneta. T’agrada? —em va dir, tot ensenyant-me la joia en forma de flor que duia al pit. I aquell va ser el primer i l’últim cop que vaig veure aquest fermall.

Cel·luloide Francesc Haro 1

L’

HOME vermell espera que l’home gris entri en el cine. Passen una pel·lícula francesa en blanc i negre que dura exactament dues hores i quaranta minuts. Sota un cel gris que amenaça pluja, veiem una plaça de París amb una boca de metro, edificis, botigues, un gran cafè, trànsit intens i molta gent. De la boca de metro surt un home jove amb barba de quatre dies, l’Alphonse, que creua, amb pas decidit, la plaça. Un home d’uns cinquanta anys i de cabells grisos enteranyinats, l’Alexandre, avança per la mateixa vorera en sentit contrari. Tots dos homes es troben cara a cara. S’aguanten la mirada. De sobte, l’Alphonse dóna una arravatada bufetada a l’Alexandre. Una espècie de cop a la galta dreta desperta l’home gris de l’endormiscament tardorenc en què està a punt de caure. Tot seguit s’escolta un “¡Tallin, és bona!”. Una càmera retrocedeix. Tot és un decorat: s’està rodant una pel·lícula. L’home vermell disposa de dues hores i quaranta minuts de temps. Camina de pressa perquè el temps és or. Arriba davant d’un edifici modernista. S’atura. Mira el rellotge de manera mecànica. Han passat només quinze minuts. Té temps de fer una cigarreta. Treu el paquet de tabac de la butxaca dels pantalons, agafa una cigarreta i l’encén. Està delerós de pujar i només fa tres pipades. Prem l’intèrfon. La porta s’obre. Abans d’entrar, mira a la dreta i a l’esquerra. Prem el botó de l’ascensor i espera que aquest arribi a baix. A l’escala se sent un soroll de passos apagat.

20

Antologia de l'Aula d'Escriptura

Pertanyen a una dona grassa embotida dins una bata grisa d’anar per casa plena de taques de cuinar que . Va acompanyada d’un gos petit que mostra molt males puces. Mentre la dona examina parsimoniosa el manyoc de publicitat que han deixat a la bústia, l’animal ensuma les sabates brillants de l’home vermell, que mou en va la cama per tal que la diminuta bèstia el deixi en pau. De la boca de l’home vermell brolla un so ultrasònic que fa fugir el gos amb la cua entre cames. Just en el moment en què s’obren les portes de l’ascensor, entra un home d’uns cinquanta anys de cabells grisos enteranyinats. Tots dos homes pugen a l’ascensor. Tots dos van al cinquè pis. S’aguanten la mirada. L’ascensor, un aparell antic, puja flegmàtic, fent soroll de cables i politges. El botó amb el número cinc s’il·lumina i l’ascensor, disciplinat, es deté. L’home vermell bufa quan veu que l’altre home s’allunya en sentit contrari per un estret passadís. Abans de picar la porta amb el número tres, es gira i veu com l’home de cabells enteranyinats es troba cara a cara amb un home jove amb barba de quatre dies. Abans de picar el timbre tres vegades, com de costum, l’home vermell sent el soroll d’una bufetada. A l’interior del pis l’espera una dona que vesteix un salt de llit brodat a mà de color lila. L’home vermell s’atansa sobre ella i la du, com si fos un cos eteri, a l’habitació. Ella li treu l’americana i amb un esguard lasciu li descorda els botons de la camisa. Un botó mal cosit rodola pel terra impregnant de lubrificació l’atmosfera. L’home vermell es treu els pantalons. La dona ja jeu al llit. Ell es col·loca sobre ella i després li acarona les galtes, li petoneja el lòbul dret, li ressegueix el tors amb la llengua, li arrenca amb el pensament la peça superior del salt de llit i deixa els seus pits al descobert. Com un animal assedegat, li treu les calcetes de cotó amb detalls de blonda i setí també de color lila. Ella, violant les regles de la subtilesa, fa el mateix amb el boxer. Completament nus, ella li amanyaga el membre mentre ell li mossega els mugrons, que semblen dos trossos de xocolata negra. Finalment, la penetra. Ella deixa escapar un intens gemec al temps que li clava les ungles esmolades en l’esquena, que comença a sagnar a borbolls i converteix l’habitació en un aquari vermellós on els “sí” d’ella es confonen amb els “oh” d’ell. Quan acaben, ell mira el rellotge: encara queden cinquanta minuts. Encén una cigarreta i la comparteix amb ella. Enmig de la columna de fum es pot distingir un missatge vague: “Tallin, és bona”. 2 L’home vermell espera que l’home gris entri en el cine. Passen una pel·lícula del neorealisme italià en blanc i negre que dura exactament una hora i trenta set minuts. A la Roma de postguerra, un obrer a l’atur aconsegueix un treball senzill que consisteix en enganxar cartells. L’únic requisit que li demanen és que tingui una bicicleta. Amb prou feines pot comprar-se’n una, però en el primer dia de feina li roben. L’obrer, amb un aire compungit, s’acosta a la càmera, mira l’home gris i li diu tàcitament que li estan robant una cosa molt preuada, que ha de lluitar per no perdrela. L’home vermell s’acaba la cervesa i paga amb un bitllet de cinc euros. El cinema es troba en un barri allunyat del centre, de manera que ha decidit agafar la bicicleta. Mentre pedala, taral·lareja una cançó d’un conegut grup de música pop escandinau. En vint minuts és al portal de l’edifici modernista. Recolza la bicicleta contra un fanal i posa el cadenat a la roda de darrere. Abans de prémer l’intèrfon, comprova que està ben lligada. Entra a l’edifici. L’ascensor està ocupat. Quan arriba a baix, surt la senyora del gos. L’animal fuig, fent un lladruc ronc, només veure l’home vermell. Entra en l’ascensor i prem el botó del cinquè pis. Les portes s’obren amb alguna dificultat. L’home vermell creua l’estret passadís i s’atura a la porta que té un tres. Pica el timbre tres vegades, com de costum. La porta s’obre. La dona, que llueix una atrevida camisa en dolç setí de color verd, despulla l’home amb la mirada. La corbata surt del coll fent acrobàcies circenses, l’americana vola fins a una cadira i realitza un aterratge perfecte, els botons de la camisa van amunt i avall com si fossin les tecles d’un piano. Una força prodigiosa els empeny cap a l’habitació. Ella pren la iniciativa i li mossega amb furor els llavis. Un líquid ruborós emana d‘aquests i sobrevola l’habitació com un remolí. Plouen pètals de rosa i el terra queda cobert per una catifa natural. Ara li petoneja el lòbul i li acarona el membre, un Polifem amb el qual tanca la cova. Quan acaben, l’home vermell mira el rellotge. Encara tenen mitja hora per fer una copa de vi. Quan surt al carrer, descobreix que li han robat la bicicleta. 3 L’home vermell espera que l’home gris entri en el cine. Passen una pel·lícula iraniana en blanc

—21—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

i negre que dura una mica més de tres hores. En Lateef és un jove iranià que treballa com a noi dels encàrrecs per a una constructora que només contracta treballadors il·legals afgans. Un d’aquests és en Rhamat, que aguanta amb estoïcisme l’exigència d’una feina tan àrdua. Un dia, el capatàs, en Memar, a qui els treballadors afgans li han posat el motiu de “Barbagris”, decideix donar a en Rhamat el lloc de treball d’en Lateef, de manera que aquest comença a fer-li la vida impossible al noi per tal de recuperar la seva antiga feina. Tot canvia de cop quan en Lateef descobreix que en Rhamat és una bonica noia que es diu Baran. Com no podia ser, s’enamora perdudament d’ella. L’home vermell baixa d’un autobús en una parada situada a uns cinquanta metres de l’edifici modernista. Fa el camí amb un aire despreocupat. Abans de prémer l’intèrfon, llança el diari que porta sota el braç doblegat en tres parts a una paperera, situada a uns cinc metres, que està a vessar. El diari levita fins la cistella i cau dins. Una ràfega de vent passa les pàgines i es deté en una que conté la següent notícia: “Als nens també els pesa el divorci dels seus pares”. Prem el botó de l’intèrfon. La porta s’obre. A la porta de l’ascensor hi ha un cartell que diu que no funciona. Puja els cinc pisos a peu. A l’escala es creua amb el gos, que fa mitja volta quan veu les sabates brillants. La porta amb el número tres és oberta quan arriba. La dona vesteix un conjunt de samarreta i short en blonda elàstica de color blau. L’home vermell tanca la porta. La càmera s’atura en els ulls innocents d’en Rhamat, en els ulls innocents de la Baran. Els dos miren fixament l’home gris. La Baran s’avança a en Rhamat i, amb el posat seriós, renya l’home gris, a qui titlla d’indolent. La pel·lícula no resisteix la inclemència de l’escena i es crema com si li hagués caigut oli bullint. L’home vermell i la dona formen un únic ens sota els llençols amb motius florals. Ell allarga la cama i copeja de manera involuntària un gerro xinès amb taques astrals pintades amb la sang dels herois mandarins morts en la batalla. El gerro queda suspès en el aire. L’home vermell diu a la dona que això s’ha d’acabar. Li explica que té un fill. Ella li diu que estava pensant el mateix. I li confessa que té una filla. Una turba de pàgines de diari entren per la finestra i empaperen les parets de l’habitació. A la pàgina que queda davant d’ells es pot llegir: “El nombre de separacions baixa per tercer any consecutiu”. L’home vermell surt al carrer. Les sabates ja no li brillen.

La dosi Adriana Izquierdo

L

A Maria va entrar sense deixar indiferent cap dels comensals que omplien la sala. L’acompanyava un noi alt, morè, d’ulls clars, que lluïa una barba deixada però perfectament estudiada. Mentre ella avançava entre les taules amb aquella superioritat que tant m’havia ofegat, el noi exigia la millor taula del local des d’on poguessin gaudir de les magnifiques vistes del Parc Nou, verd com la clorofil·la. Jo observava l’escena des de la petita finestra de la cuina. Feia més de quinze anys que no la veia, però la reconeixia, i tant! El somriure assajat, sempre complaent, i aquella ingenuïtat calculada, que amagava una perversa capacitat de manipulació, la delataven. Segurament jo havia estat la seva primer víctima. En els records d’infantesa desdibuixats, ella hi apareix amb una nitidesa perfilada per la humiliació, el patiment i el menyspreu. M’havia forçat a canviar d’escola, a començar de nou, però per més que ho intentés no em deslliurava d’uns complexos que mai més superaria. Després de molts anys, alguna vegada l’havia vist de lluny, sobretot d’adolescents en algun bar de nit. Per sort no em reconeixia, jo no havia estat prou important, simplement una més. Mentre elaborava els plats que m’havien encomanat, em va venir aquella angoixa tan familiar, les palpitacions accelerades, la suor freda... Hiperventilant-me vaig córrer cap a la taquilla, d’una revolada vaig agafar la bosseta de les pastilles i vaig tornar a la cuina procurant no ser vista. Una pastilleta sota al llengua i tot solucionat. Va ser en aquest moment de lucidesa irreal, amb la meva farmaciola particular a l’abast, que sense pràcticament adonar22

Antologia de l'Aula d'Escriptura

me’n havia afegit un polsim de somnífer a la crema de carbassa hipocalòrica de la Maria. Campaneta, plat a punt. La funció estava apunt de començar. Com espectador privilegiat, veient com li canviava la cara, com les rialletes es convertien en badalls incontrolables que no podia dissimular, i la cara del noi mentre es trencava l’encanteri, em sentia forta i triomfant. Sense saber-ho, però, acabava de despertar el monstre. La satisfacció que havia experimentat aquell dia, efímera però intensa, es va convertir en síndrome d’abstinència. Necessitava tornar-me a sentir així. L’oportunitat va sorgir de cop i volta quan de nou vaig veure entrar la que havia estat l’amiga íntima de la Maria. Unes gotetes de laxant a la vinagreta de l’amanida ràpidament varen fer el seu efecte, en ella i en mi. El que va venir després ja va ser incontrolable. Qualsevol excusa era bona per fer ús del meu poder: si algú era mal educat, anava amb aires de superioritat o simplement no em queia bé, mereixia el meu càstig. Somnífers, excitants, psicòtrops..., algunes vegades no veia l’efecte durant l’àpat però em satisfeia pensant com de malament ho estarien passant. La supèrbia s’havia apoderat de mi. Ningú era capaç de relacionar els símptomes amb un restaurant sense pretensions al mig d’un parc magnífic. Algunes vegades, si aconseguia saber el nom de la persona, el buscava per les xarxes socials i intentava esbrinar quant d’important havia estat la meva intervenció. La menció de la meva obra en qualsevol d’elles em feia grandiosa. El dia menys esperat, va tornar la Maria. Per a ella tenia reservat un ingredient especial, que no m’atrevia a utilitzar amb ningú més. Havia aconseguit unes amfetamines que feia temps havien receptat al meu germà –suposadament era hiperactiu, per mi, només un nen mogut–. Les havia trobat a la capsa de les medicines de casa els pares buscant nous ingredients. Pel que sembla, la nova incorporació li va agradar perquè l’endemà va tornar, i l’altra i l’altra. Cada vegada se la veia pitjor, feia ulleres, cara de cansada i s’arreglava poc. Segurament se me’n va anar una mica la mà o potser les repetides aportacions van fer el seu efecte. Acabava d’assolir la dosi que fa el verí. De cop i volta, un xiscle de la cambrera va alarmar tota la sala. La cara de la Maria estava dins el plat ja buit de sopa de carbassa i tot el cos tremolava sense parar. Mentre sortia de la cuina corrents, vaig procurar amagar bé la meva bosseta de les pastilles. Estirada a terra, pràcticament inconscient, va obrir els ulls i em va mirar. Potser fins i tot em va reconèixer. Va semblar voler dir alguna cosa just quan els serveis d’urgències varen arribar. Més tard, ens vàrem assabentar que havia estat un brot psicòtic i que un cop estabilitzada l’havien traslladat al psiquiàtric per fer-li més proves. Les males llengües que passaven pel restaurant em varen proporcionar un final rodó “Es veu que la noia tenia molta pressió a la feina, sempre estava fora de casa, sortia molt i ja se sap... les males companyies... tu ja m’entens. Aquest jovent d’avui, que no sap passar-s’ho bé i prou i es prenen aquestes pastilles que vés a saber què porten i qui els hi ven... es veia venir...”.

Alguna cosa millor que un geriàtric Mercè Malé

E

M dic Sidro. La història que ara us contaré va començar un diumenge d’estiu de fa dos anys. En el transcurs d’un dinar familiar, els meus dos fills em van comunicar que a la capital de la comarca s’hi havia inaugurat un geriàtric privat que oferia tota classe de comoditats a un preu mòdic. Després de lloar les instal·lacions i els serveis que oferia tal institució, van fer-me saber que havien demanat una plaça per a mi. Per aquelles dates, jo tenia setanta anys i ja començava a ser víctima de les xacres de l’edat. Malgrat tot, em sentia jove de cor i les cames i el cap em funcionaven la mar de bé. A mi, la veritat és que els geriàtrics sempre m’havien semblat avantsales de la mort, un llocs on esperar el moment final voltat d’infermeres, pudor d’orins i batalletes de vells que ja ningú vol escoltar. Amoïnat i trist, li ho vaig comentar al

—23—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

meu amic de l’ànima, en Manel, que tenia la mateixa edat i havia perdut la dona feia poc. La meva sorpresa va ser majúscula quan en Manel em va dir que a ell també se’l volien treure de sobre aparcant-lo en una residència. En Manel i jo havíem anat a escola junts i compartíem la mateixa passió per la música. En Manel sabia tocar molt bé l’orgue, durant molts anys havia tocat l’orgue de l’església a les celebracions religioses. Quant a mi, sempre m’havia agradat cantar les cançons de Frank Sinatra. I tenia bona veu, no us penseu! De fet, havia deixat escrit a les meves últimes voluntats que, el dia del meu funeral, sonés el My way a tot drap. Passats uns dies, em Manel em va venir a trobar tot pensarós.

—Escolta, Sidro, què et sembla si toquem el dos del poble? Podem començar una nova vida a un lloc lluny d’aquí on les nostres famílies no ens puguin trobar... —en Manel tenia una veu ferma, convincent. Em va mirar seriós, escrutant-me amb els seus ulls cansats. —Ostres, Manel, això representa un gran canvi. No ho sé. Deixa que m’ho pensi una mica. En vistes que jo era vidu i em sentia molt sol perquè els meus fills amb prou feines tenien temps per venir-me a veure i els néts passaven de mi com d’anar a cagar a l’hort, li vaig dir que sí. Sense perdre ni un minut, vam preparar la maleta secretament, a estones en què la família no era a casa, amb allò imprescindible. Vam treure els nostres estalvis de la caixa de tota la vida i vam llogar un taxi que ens portés a l’estació de tren més propera. Quan vam ser a Barcelona, vam agafar un tren amb direcció a Alacant. A Alacant, un autobús ens va dur fins a Benidorm. Quan vam trepitjar les rajoles del passeig marítim de Benidorm, que era ple de gent, se’ns va obrir el cel. En Manel somreia entremaliadament i els ulls li brillaven com una pluja.

—A què dedicarem el nostre temps lliure? —vaig preguntar jo, afogat de riure, aferrant fort la nansa de la maleta. —Tu a cantar, jo tocaré la pianola i ens ho passarem bomba. Fins i tot farem la primera pela i lligarem! Ja ho veuràs... A la vejez viruelas, ha, ha, ha... –en Manel em va donar un cop a l’esquena. Després, amb la mà va assenyalar una sala de festes que duia per nom La Paloma Azul. —Vols dir, Manel? Ja no tenim edat... —vaig afegir, una mica espantat. —Que vols fer-te enrere? Ni parlar-ne! Au, vinga, anem a provar sort, company... No tenim res per perdre! O ara o mai! —jo el vaig seguir, aclaparat per l’espontani entusiasme del meu amic. A la sala de festes ens va atendre la mestressa del local, una dona que no devia passar dels quaranta. Li vam explicar el nostre cas i ens va escoltar amb cara d’avorrida. Encara havíem de comprar els instruments. També havíem de fer una selecció de les cançons que cantaríem i assajar-les. El més calent, l’aigüera.

—Li prometem que, un cop enllestits aquests petits detalls, li farem una mostra del nostre show i quedarà al·lucinada... —va dir en Manel, ben decidit. —Segur? No ho sé... —la dona, que es deia Carmen, dubtava i observava les nostres pintes amb una mica de commiseració. —Si us plau, doni’ns una oportunitat... Li asseguro que no se’n penedirà! —vaig dir jo, animat per en Manel. —I com us penseu dir? Un grup musical necessita un nom. Quin serà el vostre? —va preguntar la Carmen, sense sortir del seu ensopiment. En Manel es va rascar el cap. Ostres, la Carmen tenia raó. Encara no havíem triat cap nom artístic. De sobte, se me’n va encendre la bombeta...

—I si ens diem el Duo My Way? Què et sembla, Manel? —Carai, Sidro! És un nom genial! Em sembla perfecte! —exultant, el meu amic va mirar-me amb els ulls encesos d’alegria. 24

Antologia de l'Aula d'Escriptura

A corre-cuita, vam comprar tot el material tècnic a una botiga de segona mà i vam assajar unes quantes cançons en una habitació insonoritzada, gentilesa de la pobra Carmen, que ens ajudava més per llàstima que per convicció. I va arribar el dia de la prova. En Manel i jo ens vam vestir per l’ocasió amb una americana de lamé brillant i uns pantalons molt festivaleros però elegants. Ens hi vam esmerçar de valent, donant el millor de nosaltres mateixos. Els instruments van sonar perfecte i no vam desafinar en cap moment. Tot i així, la cara de la Carmen no reflectia cap gest que ens pogués donar una mica d’esperança. No va aplaudir, no va somriure, no va cantar amb nosaltres. Quan vam acabar, tristos i derrotats, ens temíem el pitjor.

—Mireu, el vostre show és força original... Us falta una mica de pràctica però crec que podeu fer un bon espectacle a la meva sala de festes. Duo My Way, esteu contractats! Doneu-me les vostres dades i passeu d’aquí a dos dies pel meu despatx a signar els papers... No sé si faig bé però només per l’interès que hi heu posat, val la pena de donar-vos una oportunitat... —la Carmen ens va felicitar. En Manel i jo ens vam fondre en una abraçada. Fins i tot, se’ns va escapar alguna llagrimeta. Després, vam córrer a abraçar-la a ella. La vaig agafar per les aixelles, la vaig aixecar del terra i la vaig fer giravoltar en l’aire. Ignoro d’on vaig treure la força per fer-ho. Ella va xisclar com una adolescent i va acabar ben marejada. Des d’aquell dia, el Duo My Way actua a La Paloma Azul tres nits per setmana. Hauríeu de veure la mà de gent gran que ve a escoltar-nos i a ballar els remakes que fem de les cançons del nostre temps. A més, hem conegut un parell d’alacantines molt marxoses que ens tenen el cor robat. Ja ho heu vist... A qualsevol lloc es pot trobar alguna cosa millor que un geriàtric...

Insha’Allah Mireia Munells

E

N Samy està molt concentrat mentre va muntant el cinturó d’explosius. Els dos anys que ha passat a Síria l’han convertit en un expert en bombes però aquest és el primer cop que ho fa ell sol. Els ulls negres i inexpressius segueixen atentament tots els moviments de les seves mans entrenades. Cap signe de nerviosisme, cap dubte en el que està fent. Concentració absoluta i una missió clara per complir. Si Déu vol, insha’allah. —Samy, hem de marxar! L’Abdelhamid i l’Ismail ens estan esperant a la mesquita ja fa estona! Ja acabaràs després. —Un moment, germà. En cinc minuts ho tinc enllestit! —Samy, avui és un dia important, no podem distreure’ns. Tot està cronometrat i qualsevol cagada pot enviar la missió a la merda! Va, tio, després tindrem temps, anem-nosen ja! —Ja estic. Quina meravella! D’aquí a deu hores em posaré aquest cinturó i en nom de Déu acabaré amb un grapat d’infidels per després anar al Paradís! Va, marxem! Baixen les escales corrents i surten al carrer. Viuen a Saint-Denís, una barriada dels afores de París, la ciutat de la llum, el símbol de la civilització, de la democràcia i de la bona vida. Però aquesta ciutat no és la seva, ells són els ‘altres’, els que no s’han integrat, els que continuen vivint immersos en una realitat molt diferent, són joves sense feina, sense futur i sense il·lusió. És per això que Samy i els seus companys van marxar a Síria fa un parell d’anys, per trobar-l’hi el sentit a la vida. L’imam de la mesquita on anaven a resar els va començar a parlar de la jihad fa molt de temps i a poc a poc la idea de ser útils a la causa del seu poble els va anar atrapant. Ara és una obsessió, res més té sentit, seran màrtirs i aniran al Paradís, al —25—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

costat del Pare. Samy no està nerviós, ben al contrari, sent una pau que l’hi escalfa el cor. Mira al seu amic Salha i veu com li tremolen les mans en cordar-se el casc. És divendres i la ciutat es prepara per al cap de setmana. Malgrat estar al mes de novembre fa molt bon temps i els parisencs gaudeixen d’aquest sobtat estiuet, les terrasses estan plenes de gent, als carrers s’hi respira alegria de viure, le joie de vivre. Samy està concentrat en ell mateix i en la seva missió i no deixa que cap estímul exterior el pertorbi. En Salah condueix ràpid entre els cotxes. És un bon conductor i en Samy va de paquet, confiat. Repassa mentalment la cronologia de l’atemptat que han de cometre aquest vespre. Han de ser a la parada de mero de République a les set en punt, a l’hora que hi haurà més gent i que podran passar més desapercebuts. Després s’ha de fer explotar i amb ell les desenes de persones del seu voltant. Sent la frenada d’un cotxe i instants després un dolor indescriptible el parteix en dos. Després res més, negror i silenci. El seu amic està estès a terra, immòbil. El casc li ha quedat entre les rodes del cotxe i té el cap amb una posició impossible. A ell se l'han endut amb una ambulància i des d’un espaitemps desconegut sent les sirenes i les converses apressades dels metges que intenten salvar-li la vida. Aquell vespre, mentre Samy lluita per sobreviure, els seus companys cometen un seguit d’atemptats al centre de París. Moren 137 persones i 415 queden malferides. Ningú sap que a l’estació de metro de République n’haurien mort moltes més. Samy, en coma des de fa més de nou mesos, està tetraplègic i té lesions molt importants al cervell. Els metges no poden donar un diagnòstic de com evolucionarà però, si se’n surt, tindrà una vida molt limitada, atrapat en un llit sense poder-se valer per ell mateix i segurament amb les capacitats mentals disminuïdes. En tot aquest temps la seva mare no s’ha mogut del seu costat. Els seus amics de la mesquita, amb qui Samy es veia darrerament, no han vingut a visitar-lo. La mare no pregunta, no vol saber en què ha estat ficat el seu fill gran els darrers mesos. Recorda els canvis que es van anar produint en el caràcter d’en Samy, cada dia més tancat en ell mateix, amb idees molt retrògrades respecte a com vestien les seves germanes i molt crític amb els seus amics de l’institut. I aquella obsessió per anar a la mesquita! Va intentar parlar amb el seu fill molts cops però ell sempre l'evitava. I ara aquests atemptats bestials a París! No vol pensar-hi, no vol lligar caps! Ha d’ajudar al seu fill a viure, la resta no té importància! La propietària del pis finalment ha aconseguit una ordre per poder entrar a casa dels dos nois àrabs que fa mesos que no li paguen el lloguer. Malgrat que els veïns diuen que fa molt de temps que no els han vist, la propietària no se’n refia i hi va amb la policia. El gendarme, amb l’ordre judicial a la mà, obre la porta en una acció rutinària de desnonament i, en entrar al pis, troba el cinturó d’explosius sobre la taula del menjador, al mateix lloc on el va deixar Samy fa quasi un any.

El amor que sentimos Agustín Nicola

S

E conocieron de casualidad. Se amaron en secreto durante años, el silencio les corroía por todo su corazón, jamás hablaron de lo que sentía cada uno y nunca pudieron mirarse a la cara fijamente. Cada uno tenía su vida, sus planes de futuro y, sobre todo, una carrera por delante, totalmente, distanciada. Un buen día, el universo decidió darles una oportunidad, surgió de la nada, del silencio, del amor incondicional que sentían. Esta es de esas historias de amor que te atrapan y no vuelves a ser el mismo. Todo empieza con la trágica muerte

26

Antologia de l'Aula d'Escriptura

de Ángel. Era una noche de verano, Ángel había discutido con su pareja. Emma no le entendía, Ángel tenía un carácter fuerte, a veces resultaba frío y calculador, pero en el fondo era una persona espontánea y tímida. El cosmos, aquella noche, estaba en su contra. Se reunió con sus amigos, bebió hasta el agua del florero y cogió su Clio negro. Todos le incitaban a que no cogiera el coche, pero nadie, en su sano juicio, le podía decir lo que debía o no hacer. "Soy demasiado terco", decía entre risas. Conducía a su casa, pensando en la noche en que conoció a Emma, pero, de repente, perdió el control y la muerte le vino a buscar en el peor momento de su vida. Se habían conocido una noche de abril, entre birras, reflexiones marxistas y demasiada marihuana. Desde el principio Emma sentía que iban a ser grandes amigos, "es de esas personas que te atrapa y no te deja ir fácilmente", decía. Aparte que, desde un principio, sin motivo alguno, empezaron a sentir un feeling especial, eran del mismo rollo, pensaban 'en verde', les gustaba el ska, aunque ninguno de los dos se había declarado oficialmente homosexual. ¿Pero, acaso, en esta vida hay que declarase homosexual, heterosexual o asexual? Las cosas van surgiendo, todo fluye y todos, al fin y al cabo, somos personas y nos enamoramos de seres; de su sonrisa, de su personalidad, de su mirada… Lo que más les unía es que a los les apasionaba la filosofía, aunque uno estudiaba políticas y el otro ingeniería en facultades diferentes, con gente diferente, en ambientes diferentes. Jordi, el imán que atrajo a estos dos seres, aquella noche de abril había organizado una fiesta en su piso del centro de Barcelona, "va a ser la fiesta del año", le iba comentando a todo el mundo. Jordi era estudiante de políticas y quería que aquella noche estuvieran tanto sus amigos de la universidad como los de su infancia. Pasó mucho tiempo para que se vuelvan a ver. Ángel seguía con su vida, comenzó una relación con Olivia, una joven estudiante de ambientales, estaba en su onda; le gustaba la cerveza, Extremoduro, la noche… Pero Olivia tenía una personalidad cambiante, jamás decía lo que pensaba y hacía siempre lo que la gente quería. "Oli, esta tarde iré a una manifa. ¿Vale?", le escribió Ángel. "Ok. Tengo que estudiar, pero me pasaré", le envió una nota de voz.

"No hace falta, voy con mis colegas. Podríamos vernos después", le escribió de forma cortante. "De verdad que quiero ir. Pásame una foto de como irás vestido, no quiero desentonar." "No pintas nada, Oli…" "Soy tu pareja…" "No me agobies, por favor…" La chica leyó el mensaje, pero no le contestó. Ángel se reunió con sus colegas de clase y fueron a la manifestación. Aquella tarde se acordó de Emma, de aquellas conversaciones tan profundas, de aquel feeling que habían tenido. Hacía siete meses de aquella noche de abril. Desde aquel día, ninguno de los dos había vuelto a ser el mismo. Tenían algo que los atrapaba, y eso es lo que les volvió a juntar aquella tarde en la manifestación. Emma estaba con sus colegas, con su chupa, su piti en mano, sus gafas de sol y su casco. Observaba a todo aquel que pasaba, hacia dos meses que le había comentado a sus colegas que era bisexual y que había tenido algún que otro afaire sexual con algún chico. Todos sus colegas lo aceptaron. "Entre hippies nos entendemos", decían. Emma no había dejado de pensar en Ángel, pero sabía que tenía novia y eso le impedía acercarse a él. De repente Ángel le vio y se acercó. Emma le reconoció: rastas, sudadera de cuadros, botas militares…

—¿Qué pasa, tío? —Ángel le dio la mano—.

—27—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

—¡Bien! ¿Qué haces aquí? —le dio un abrazo—. —Pues a la manifa un rato. Estos políticos corruptos, tío… ¡Qué te voy a decir! —Ya ves… —Emma desvió la mirada…— —¿Qué haces después de la manifa? —Pues nos vamos a tomar unas birras. Vente, tío. Son buena gente, entre hippies nos entendemos —le dijo Ángel riéndose—. —Ya ves, me parece un buen plan. Ninguno de los dos se atrevía a mirarse fijamente. Cada uno vivía en su mundo interior, fingiendo no sentir nada y sentirlo todo a la vez. Cada vez que cruzaban la mirada, hacían el amor con los ojos.

—¿Tienes pareja o algo? —le preguntó Emma, un poco nervioso—. —Sí, estoy con una chica. Olivia —dijo firme—. Olivia, se llama —repitió mirando al suelo, con las manos en los bolsillos— ¿Y tú? ¿Alguna afortunada? —No. Es complicado todo, ahora mismo, en mi vida. —dijo angustiado— Me voy de Erasmus a Oslo en dos meses —le miró y se rio—. —¿A Oslo? ¡No me jodas! Siempre he querido ir…—también se rio— —Lo sé, me lo dijiste… —Aquella noche, sí, lo recuerdo… —le interrumpió—. —Creo que nos pasamos un poco… —le sonrió— con la birra, claro. —aclaró Emma. —Sí, demasiado desfase. —Ángel le sonrió. Acabó la manifestación y los dos, conjuntamente, con sus colegas fueron a un bareto de la calle Marina a tomarse unas birras. Entre reflexiones y muchas risas, los dos chicos salieron a fumar fuera del local.

—Me transmites buen rollo, tío, —le dijo Ángel— das buenas vibraciones, muy poca gente transmite ese carisma que tienes. De verdad, tronco, eres súper especial. —le dijo mientras se liaba un cigarro—. —Tío, cállate, anda. No estoy para bromas… Soy un tío normal con sus defectos, sus aficiones y sus vicios. Nada del otro mundo… —se puso nervioso— Háblame de Olivia, ¿no? Apenas la nombras… —Pues, no estoy bien con ella, Emma, la verdad. Para empezar no estoy enamorado, tampoco me acaba de gustar y tiene una personalidad rara, tío. —¿Rara? ¿Cómo de rara? —No sabría cómo decírtelo, pero nunca pillo del rollo que va, ¿entiendes? No me pasa como contigo, sé que piensas sin que me lo digas, y a penas te conozco. —Déjala antes de hacerle daño, porque eso no está bien, Ángel. —Emma estaba temblando y miraba al suelo todo el rato—. Se volvieron a mirar y justo, en ese momento, salieron sus colegas. Se iban del local, así que los dos chicos se despidieron y se dieron su número de teléfono.

—Cuenta conmigo para todo, eh, en serio. —le dijo Ángel, dándole un abrazo—. —Ven esta noche a mi piso, quiero contarte una cosa. ¿Vale? —le dijo Emma. Estaba decido, se iba a declarar. —Claro, tío. Luego pásame tu dirección. ¡Nos vemos! 28

Antologia de l'Aula d'Escriptura

Emma les comentó a sus amigos lo que sentía por Ángel. Ninguno daba crédito, pero se lo podían imaginar, sobre todo, cuando les pillaron hablando a solas.

—Yo creo que le gustas, Emma. —le dijo Sandra— Eso que te dijo del buen rollo y tal, me huele a que siente algo… no sé… —Igual no se ha dado cuenta de que está enamorado de ti —acertó Raúl— Yo no me di cuenta de que estaba coladito por la Sandri hasta que ella se me declaró. —No te querías dar cuenta, ¡eso es diferente! —dijo Emma—. —No, tío. Necesitaba un empujón, sin más. Sentía cosas por ella, pero pensaba que eran cosas de amigos… —Piensa en que estarás más de un año en Oslo. —le dijo Sandra— Y encima tiene novia… —En tu lugar me esperaría, Em. —le dijo Raúl—. —No me puedo ir sin decirle nada. Un mínimo tiene derecho a saber… De repente sonó su móvil. "Hola, tío. Soy Ángel. Mi chica se ha puesto pesada, está noche la pasaré a buscar y hablaré con ella. No podré quedar, lo siento. Otro día será". Pero ese día tardó en llegar, porque Emma desistió en contarle nada antes de marcharse y Ángel seguía sin darse cuenta de lo que sentía por Emma, aunque algo intuía y con Olivia no le iban bien las cosas. Emma vivió un dos y tres meses en Oslo, se le acabó la beca. Allí conoció a un chico, Drew McBride, americano, alto, rubio… "Demasiado pijo para mí", le decía a Sandra. "Está bien para un rato, pero ya está". Ángel en aquella época estaba con otra chica, Laura, estudiante de veterinaria, simpática, rubia, inteligente, con un buen rollo que hipnotizaba a todo el mundo, excepto a su novio. Ángel no acababa de enamorarse, y eso ella lo notaba. Un buen día, ella decidió dejar las cosas bien claras.

—Sé que te gusta otra chica. Así que será mejor que lo dejemos. —le dijo, mientras tomaban unas birras en un bar—. —¡Qué dices, anda! —en el fondo estaba pensando en Emma, no en otra chica. Se había aceptado, después de tanto tiempo, y sobre todo había aceptado, a sí mismo, que estaba enamorado de Emma, pero no sabía nada de él, ni si quiera si continuaba en Oslo. Emma no le contestaba a sus mensajes… y Jordi no sabía nada de él—. —No me mientas… —se emocionó— Es mejor que no nos veamos más… —Lau, lo siento. —miró hacia otro lado— No quería hacerte daño. —¿Hace cuánto? Dímelo, tengo derecho a saberlo. —No me estoy viendo con nadie. Te lo prometo —volvió a pensar en Emma—. Se despidieron. Cada uno cogió su camino. Aquella tarde de marzo, Emma regresaba a su vida en Barcelona. Caminaba con Sandra por Gracia, con su chupa, su maleta y con un cigarro en la boca. Lo reconoció y miró a su amiga.

—Está ahí. Míralo. —sonrió—. —¿De qué hablas? —preguntó la chica, atónita—. —El amor de mi vida, Sandra. ¡Nunca te enteras de nada! —¿Es Ángel? ¡Qué cambiado está! ¡Y qué guapo! —Se ha dejado barba, ¡qué fuerte! —dejó su maleta y se acercó a él—. —¡Tííííoo! ¿Eres tú? —A Ángel se le puso la piel de gallina— ¿Cómo estás? —Acabo de llegar de Oslo, tronco. ¿Te acuerdas de Sandra? —Claro, ¿qué tal, guapa? —no le interesaba su respuesta— ¿Qué tal por Oslo? Tienes —29—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

mucho que contarme, eh…

—Ya ves…. ¡Esta noche fiesta, eh! Vente… Si puedes… Claro. —No me la pierdo. —A las 22:00 aquí. —¿Aquí? —mostró su sorpresa—. —Sí, no quiero perder más el tiempo. La fiesta había empezado. Sandra y Raúl estaban haciendo lo imposible para que pudieran pasar un rato a solas, hasta que Ángel tuvo iniciativa.

—Emma, perdona, ¿podemos hablar a solas? —dijo, serio—. —Claro, tío. ¿Pasa algo? —se puso nervioso—. Los chicos salieron del local y dieron una vuelta.

—Cuéntame, ¿qué tal por Oslo? —¿De verdad quieres saber eso? —Ángel se rio—. —Sí, ¿por qué no? —también soltó una carcajada—. —Muy bien, perfeccioné el inglés, aprendí noruego y poco más —le miró firme—. Y no, no tengo pareja. La luna, aquella noche, estaba llena y con una luz enorme que abundaba por todo el centro de Barcelona.

—Te he… —Te he echado de menos —le interrumpió Ángel—. —Tiene gracia, en todo lo que hacía, me acordaba de ti —le dijo Emma—. —Sí, la tiene. Nos conocemos de dos días, prácticamente. —Así es —afirmó Emma—. —Sigo pensando en lo mismo de ti. —Tiene gracia, nunca he sabido en si lo creías de verdad. —Intenté contactar contigo todo este tiempo, de verdad. Te he estado enviando mensajes… —Cambié de número en Oslo, pero aparte estaba conociendo a un chico… Ángel se le acercó y le besó. El cosmos, aquella noche, estaba de parte de los dos. Empezaron a salir en el momento en que se besaron. Tenían claro que querían estar el uno con el otro, pero Ángel no entendía el término 'salir del armario' o simplemente no quería decírselo a su familia. Eso a Emma le molestaba: "Quiero salir a la calle y no tener miedo de si pasa un familiar tuyo". No llegaban a entenderse en ese sentido, la filosofía ya no les unía como antes y discutían por prácticamente todo. Ángel estaba llegando a los veinticuatro años, no había acabado la carrera y Emma le pedía que madurara. Estaban enamorados, de hecho, discutían y jamás se pelaban. Hasta que esa noche, Ángel salió a beber con sus amigos unas birras, bebió de más y tuvo un accidente en el que perdió la vida.

30

Antologia de l'Aula d'Escriptura

El juego M. Carmen Oliver

L

EÓNIDAS Kalashnikov tuvo una infancia cálida en una patria fría del Norte de Europa. Sus padres, obreros socialistas en un régimen dictatorial, le habían dado todo el amor del que disponían. Aún hoy siente el sonido de la flauta que el padre le había fabricado con madera de boj. También la voz de su madre al cantar el “Kazachok”. Ella decía que le alegraba el alma y le calentaba el cuerpo cuando se arrancaba a bailar. El vodka de los fines de semana prolongaba las risas más allá de la media noche. Leónidas sonreía, besaba y abrazaba con algarabía todos los instantes que vivían juntos. Ninguno de los tres parecía necesitar más, pero nadie les había tenido en cuenta cuando una parte de la población había querido separarse de la URSS y habían comenzado una guerra estúpida como lo habían sido todas a lo largo de los siglos. Había que formar parte de un bando o desaparecer. Habían optado por marchar y se habían instalado en España. Leónidas, un adolescente alto y musculado, había empezado a trabajar en un supermercado de la ciudad. Era un rubio de hielo con una mirada azul que cortaba el aire. Atraía a las chicas, que babeaban y no cejaban en el empeño de ampliar sus dotes de seducción hasta el ridículo. Él elegía y provocaba en las demás un deseo de venganza, que alguna, más allá del delirio, quería materializar. Se llamaba Cloe y trabajaba en el mismo establecimiento. Y entra en el refrigerador a buscar unas piezas de carne que le reclaman en la carnicería. Y la puerta se cierra.

—¡Eh, Eh, esperad, que salgo, que estoy aquí! —Grita, mientras corre hacia ella—. ¡Plam! Tras, tras… golpea.

—Abrid, abrid, no me dejéis aquí. Leónidas se queda de pie, con la vista fija en la puerta.

—¿Quién habrá sido el capullo que me ha encerrado? ¡Qué cabrón, cuando lo pille me va a oír! Busca la chaqueta que tienen colgada en un lateral de la cámara y se la pone. Piensa que pronto se darán cuenta y le vendrán a buscar. Empieza a caminar arriba y abajo de la estancia. En vertical, en paralelo, de frente. Las manos en los bolsillos. Mira el reloj.

—¡Joder!, no parece que se hayan enterado y llevo aquí un cuarto de hora. ¿Será maricón el que me ha encerrado? La bombilla que ilumina el pequeño recinto se apaga. Leónidas se empequeñece y se sienta en el suelo, está convencido de que no tiene alternativas. Le han pillado desprevenido. Nadie concibe entrar a por género en la nevera con un equipo de salvamento. Se palpa los bolsillos. Tiene un paquete de tabaco y un mechero, enciende un cigarrillo y se calienta un poco la punta roja de la nariz, con la llama. Fuma, ni siquiera ve el humo que exhala; siente frío, el infierno de los nórdicos lo acaba de acoger. Y fuera, el tórrido verano, lleno de diamantes estrellados y de lunas voluptuosas que lanzan dardos a las arenas empolvadas de aliento, o las afiladas navajas de las praderas. Quiere levantarse, pero apenas le quedan fuerzas, se nota mareado. "Uno, dos, tres, ¡arriba!", está muy torpe y no lo logra. ¡Mierda! A la mente le vienen unas imágenes que tenía olvidadas. Su madre y él alrededor de la lumbre de una chimenea minúscula, escuchan al padre que cuenta historias sobre el gulag. Un gulag cargado de terror que padeció el abuelo, un hombre noble, justo, recto. Y él está ahora en un gulag en el que las gotas de agua son cuchillos que se le clavan en la piel. “No había en el mundo otro como él”, decía su padre. “Un héroe para aquellos que le

—31—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

conocieron.” ¿Y a mí qué me importa que fuera Mijail Kalashnikov quien le denunciara a la KGB? Mi gulag es una majadería y si no vienen pronto a abrirme la puerta voy a morir solo por el maltrato de un verdugo hipotérmico y anieblado, casi dulzón. “¿De qué material estamos hechos los humanos para soportar tanto?”, oye que alguien le pregunta, mientras en el hombro una caricia etérea le estremece aún más. Leónidas intenta girar y ver quien le habla, pero no puede porque ya casi no está. “Soy tu abuelo, me conoces de oídas, y vengo a decirte que quien te ha encerrado es una mujer, es una venganza personal”, acierta a oír cuando abren la puerta y la luz es blanca, amarilla y está lejos, lejos. Ve a Cloe que grita: Leónidas, Leónidas, despierta.

—¡Hija de puta! —cree decir—.

L’amor etern Anna M. Ortiz

-N

O siguis innocent, a aquestes altures de la vida encara hi creus? —Doncs sí, ja ho hem parlat alguna altra vegada, i a pesar que em diguis que no existeix, jo vull pensar que sí, que ho pots trobar. —I què em dius de les teves experiències? Fins ara, mira't, sola com una

mussola! —Bé, he tingut mala sort, o potser no he sabut trobar la persona adequada... o potser estic predestinada a estar sempre sola... no m’importa el que a mi em passi, el que m’importa és pensar que existeix... això és lo important. —Bah, sempre anem a petar allà mateix... Com cada tarda, ella tenia el costum d’anar-hi. Agafava la bicicleta i s’acostava fins a la gola del riu, ja fos hivern o estiu. Durant el passeig fins a la seva destinació un munt de diversitat l’acompanyava, el canyís, la balca i el lliri groc s’estenien a banda i banda del camí, travessant les closes ben definides pels arbres i tamarius que envolten els prats fins arribar a les llacunes d’aigua salada que es filtra pel subsòl. En aquestes basses s’hi banyen ànecs i cames llargues i de tant en tant, per sobre les dunes es pot veure algun camagroc. I com a cortina de fons, la mar, que s’estén al llarg de tota la ribera, amb el vaivé de les onades en una simfonia sincronitzada que trenca el silenci. La natura, en tota la seva esplendor. Avui hi ha tornat. Amb la calma i la quietud d’esperit que li transmet el lloc. Deixa la bicicleta al terra i s’hi acosta sigil·losament fins a la bassa. I de cop, allà els troba, al mig de l’estany, tots dos junts, un enfront de l’altre, dos cignes d’una bellesa extraordinària. Els observa detingudament, exhibeixen un plomatge blanc com la neu i el bec d’un vermellós ataronjat, de fràgils moviments amb el coll llarg i corbat endavant. Es balancegen entrellaçant els seus colls com una dansa, i ara s’aquieten tots dos, l’un baixa el coll una mica més, en mostra de respecte i fidelitat i l’altre l’erigeix més recte per sobre del cap en mostra de protecció i defensa. És la dansa de l’amor etern. Ara ho ha descobert, ho sap, ho entén i s’adona que els cignes són l’exemple del que ella sempre ha desitjat. Els cignes són les úniques espècies que, normalment, s’aparellen per tota la vida.

32

Antologia de l'Aula d'Escriptura

Les culpes d'en Ramon i en Coline Isidre Palmada 1

-Q

UÈ hi fa aquí, a l’armari, aquest barret i aquesta jaqueta de municipal? Qui li ha posat? —Òndia, he vist l’agent Coline que els cercava desesperat. Algú els hi ha pispat i ell pensava que ja sabia qui. Demanava per tu. Volia trobar-te

immediatament. —Jo? Per què els hauria de prendre? Què en faria, d’aquestes vestimentes de policia, jo? —Ell ha dit que tu tenies una multa, de vuitanta euros, d’un jutge, per aquella ocasió de les flors del parterre municipal, on t’havien enxampat in fraganti, arrancant-les per a posar-les al teu jardí, a la finca d’Albinyana. Segurament les coses públiques, de la municipalitat, t’enllaminien. Era el que el senyor Coline anava dient. —No fotis! —Ell n’estava convençut i estava decidit a proposar al jutge un escarment definitiu i demolidor, en aquesta ocasió. —No fotis! Un escarment? Demolidor i definitiu? —Parlava d’un arrest. No ha especificat els dies. Però comptava que el jutge aquesta vegada li admetria l’argument. —Un arrest! Vés! Jo no he estat. Els he vist ara, fa uns instants, aquests matafreds municipals. Si no hagués obert l’armari, no ho sabria que hi són. —Doncs li podràs explicar tu mateix. Veig que puja l’escala. Segurament li ho aclariràs. —No fotis! No vull aclarir res! No sé com aquestes andròmines han arribat al meu armari. Hem de fer alguna cosa. Les hem d’amagar. —On? Si regira els quatre mobles de l’habitació, les trobarà. Segurament ho farà. No crec que l’agent Coline es quedi a la porta preguntant, gentilment, per les seves pertinences. Està que treu foc pels queixals i t’ha ficat entre celles. Et vol cruspir. —Què faré, doncs? Per més que li juri que jo no en sé res, l’evidència m’assenyala. Estic perdut! —Llança’ls per la finestra. Com a mínim no et comprometran d’aquesta manera i potser Coline no mirarà a baix. Convençut que ho tens tu, ell no posarà els ulls en noves vies d’investigació. Primer ho haurà de covar. —Ràpid, per la finestra. Ja està al cancell. Ve encegat! No obris la porta. Llanço aquestes carcasses acusadores i incriminatòries i m’exculpo de la calúmnia que em fan. 2 Vaig entrar a les cotxeres. El lector d’índex va obrir-me la porta de l’auto i el compte bancari, per les corresponents càrregues econòmiques i fiscals. En indicar-li la direcció es posà en funcionament i saltà presta la velocitat de creuer. Temps estimat per l’Albinyana: una hora quinze minuts. La pantalla marcava les capçaleres dels diaris. Vaig fullejar-les. A l’ordre de “següent” apareixia una nova portada. Les vaig visitar totes. El volant anava sol. De fet, era una decoració. El cotxe seguia les instruccions del GPS. No tenia ganes d’alliberar l’automàtic i prendre el comandament manual. Seguíem la filera d’altres conductors, vagats, com jo, de conduir. El GPS decidia els —33—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

avançaments i les acceleracions. M’acomodava al relaxament, seient elevat, en posició góndola i giravoltat d’esquena a la marxa. Els tertulians de la ràdio discutien sobre la violència dels nens. No m’hi vaig fixar. Aquesta xerrameca em provoca somnolència. Vaig adormir-me. Una hora i quart, exactament. Vaig descendir de l’auto i el vaig abandonar. L’esperaven a la cotxera per a un nou servei. La tieta Flora feinejava al jardí. La vaig saludar. Ja no es recordava que hi anava. Se sobresaltà. 3 El doctor tenia un posat hospitalari, d’institució. Els metges que exerceixen a casa s’esforcen per acollir i agradar. Tenen més cura del vestit i del cabell. Alguns fins i tot porten unes ulleres jovenívoles, més adients per a la seva filla que per a ells. El clima del seu despatx és un altre. Potser la muller els gestiona l’agenda i posa ordre i renovació en la decoració i en el marit. La mà femenina, en aquests casos, sempre es nota. El nostre doctor, en canvi, portava una bata de quinze dies, una mica groguenca i rebregada. El despatx era modern, lluminós, límpid com una patena. Hi havia un cert ordre al seu voltant i tot passava els estàndards més pulcres. Tanmateix els seus ulls desprenien un aire funcionarial, de tràmit quotidià. De doctor més habituat a la gestoria, que a les batalles vitals, de curació. Va posar cara d’amabilitat. No s’aixecà. “Bon dia-seguin-seguin”. Després, la tirallonga de preguntes tòpiques: “Vagi al despatx del costat, el meu company li farà unes preguntes”, “Vostè, la tieta Flora, quedi's amb mi, jo li faré, també, unes preguntes”, “Omplirem dos formularis, el seu i el del familiar”, “Res, no pensi, ho sabrà contestar tot”, “Vagi, vagi al costat. Vostè també ens ajudarà” Vaig acabar abans. La tieta Flora continuava amb el doctor. La vaig esperar al vestíbul, repassant alguna revista d’anuncis mèdics. Feia sol. El jardí tenia uns parterres amb algunes roses. Vaig sortir a passejar-me, guaitant sempre el rebedor. No volia que la tieta Flora sortís i no em trobés. Vaig mirar el mòbil, primer unes fotos, després els whatssaps del grup ciclista. Uns vídeos picantosos. Vaig enviar unes icones i alguns mots amb moltes vocals repetides. Una diligència. Aquests grups són la urbanitat i el decòrum. Els continguts piquen una mica. Solament per aixecar una rialla i estimular la icona o el comentari fàcil. La tieta Flora va sortir amb el doctor. Ell es va acomiadar indicant-nos que havíem d’anar al de capçalera, a Albinyana, d’aquí a uns quinze dies. Ell ja es cuidava de tot. Nosaltres allí havíem de sol·licitar visita al Cap. 4 L’agent Coline no s’ho acaba d’empassar. Ha regirat tota l’habitació i el pis. Està obcecat per trobar les seves pertinences. M’havien vist amb un fardell voluminós, deia ell. M’ha prohibit sortir de casa. “Un arrest domiciliar?” li he preguntat. Ha callat. “Estic arrestat oficialment?” he volgut insistir. Ha mastegat un baixet “Oficialment, no”, però m’havia d’esperar a casa. Ell portaria una ordre del sergent. Li he dit que era impossible. Que, si volia, li donava el número de mòbil i així em tindria localitzat. Ha dit que això no era el que manaven les instruccions. Li he respost que m’era igual, que tenia la tieta Flora al càrrec i no podia treure-li l’ull de sobre. “Ordres mèdiques”, he afegit, per donar autoritat i èmfasi a l’argument. Ell ha insistit que la llei està per sobre de tot. Havia de complir les ordenances. No podia sortir del pis fins que ell tornés. Contràriament se m’emportaria, ara mateix, a comissaria. Primer la llei, repetia. Ens hem quedat silenciosos contemplant com baixava per l’escala. Se m’ha escapat: “És una injustícia, agent Coline!”. Ell ha mirat amunt i ha sortit de l’immoble amb cara de pocs amics. Encara no ens havíem assegut a prendre un conyac de reanimació que l’agent tornava a ser a la porta, amb un company del cos. Els dos estaven inquiets, amb els ulls llampurnejats. M’hauria sortit una disculpa si no hagués vist que la situació era delicada. L’eslògan contra la tirania no podia ser que la causa del seu estat. Sentia una veu interior que em comminava a 34

Antologia de l'Aula d'Escriptura

ser prudent. Ells havien vist una llum, com Sant Pau, i estaven neguitosos. El company havia trobat la guerrera i la gorra al parterre de l’edifici, sota la finestra de l’habitació. Havia pujat per notificar-ho a Coline, però no recordava el pis. Havia descendit per assegurar-se del número. En aquells instants els afers havien desaparegut! De manera que hi havia un còmplice. La situació es complicava sobremanera. Era dramàtica. Això era una trama contra la policia. Un grup organitzat, un escamot anarquista, que feia proclames a favor de la justícia i actuava boicotejant l’autoritat. 5 —Segui aquí i doni la seva identitat al furrier. Només pot parlar quan se li demani i sobre allò que se li pregunti. Ja tindrà temps després, per cantar les moltes versions. —Jo no en tinc cap, de versió. Només la veritat! —Ramon Geli, no? —Per servir-lo, senyor furrier! —Va, digui’m el nom complet i ensenyi’m el carnet d’identitat. No estem per galindaines, aquí. Això és una comissaria! —Perdoni, senyor furrier. No voldria ser descortès. Sé que volen acusar-me d’anarquia. A mi? Jo sóc un lliberal! —Firmi aquí i estigui quiet, que li faig dues fotografies. El tamboret gira sol. No es mogui i quedarà ben retratat. —Així, em detenen? Jo no he fet res! —Com tothom! Vagi allí, a aquell banc. L’agent Coline li prendrà la declaració. —Furrier, furrier! Hi ha una senyora aquí fora. Porta una guerrera i una gorra d’agent municipal. Ella diu que és una policia. Però em sembla que s’ha trastocat! Pot tenir uns vuitanta anys, la pobra! —Entri, endavant senyora. Segui aquí, ara l’atendrem, de seguida. Està en bones mans. No es preocupi. —Tieta Flora! Què hi fas aquí? Com és que portes aquest vestit? Tieta Flora! Que no em veus? —Òndia, Ramonet! Tu també ets de la policia? —Jo, policia? No tieta Flora. Estic aquí per una confusió. El senyor Coline s’ha confós i és massa precipitat! —Precipitat? És la teva tieta? Què porta? No és.... —Efectivament, són la teva guerrera i la teva gorra. Ara ho entenc tot! —Què vols dir, Ramon? —No ho veus Coline? Canta! És evident! La tieta Flora no està bé. Els metges li varen fer un test a Salt. Jo els ho havia sol·licitat perquè en tenia indicis. Els veïns d’Albinyana m’havien informat que la tieta Flora no girava rodó. —D’on has tret aquesta roba, tieta Flora? —Era al banc del parc. Els àngels me l’han portat. Sempre he volgut ser policia. Finalment han accedit a fer-me cas. —Ja veus, Coline. Ara tens davant els morros qui t’ha pispat el trajo i la gorra. —Òndia! Quin greu! Què faig ara? —35—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

—Ara? Primer de tot reculls la roba que, bondadosament, la tieta Flora t’ha hagut de portar per ser tan descuidat! —Descuidat? Jo no ho sóc, de descuidat! —I tant, que ho ets! Creus que la tieta Flora t’hauria pogut pispar la roba? L’havies deixat al parc i t’havies distret! —Ho sento molt! —Encara no s’ha acabat! Vull que em facis un acte de compensació i descàrrec! —Què? Jo? Per què? —Si no ho fas, et demandaré per abús de poder. Tinc molts testimonis i papers. Quedarà una taca en el teu expedient i això es recordarà sempre. —Què vols dir? —Primer em treus la fitxa del fitxer. Després em dónes vuitanta euros que vaig haver de pagar de multa. Les flors les vaig haver de tornar i queda encara aquest dispendi, que em manca molt. —Per què t’ho hauria de pagar? Allò va ser culpa teva! —I això és la teva, de culpa!

"Despellofando cigrones" Jacint Palou I

-J

O sé de qui és aquesta gorra! —Apa, vinga! Tu què sabràs! —Que sí que ho sé!... És d'un home que ahir va parlar amb la padrina. Gairebé no l'entenia.

—I què? —Em va fer por. —Tu sempre tan caguetes! Què fem? Remenem el terra i mirem que hi trobem? —No. La mare diu que no s'han de tocar aquesta mena de forats. Que hi ha esperits, i si es desperten ens perseguiran per sempre més. Deixa ho córrer! A més la padrina ens renyarà, perquè hem anat massa lluny. —Ets una nena!... Ets una nena!... Uuuiii, quina por! La gorra que ahir era de color gris avui està empastifada de terra humida. A la part interior del darrera porta cosida una etiqueta desgastada que, malgrat el color marronós del suat i del fang, encara s'hi pot distingir "Lisboa" brodat amb fil negre, la resta d'inscripcions son totalment il·legibles. La gorra penja d'un branquilló clavat a la capçalera d'un fragment de terra remoguda sota d'un om al voral de la riera. Qui ha fet l'esvoranc ha escollit el lloc on el sòl és més tendre i només està cobert per l'herbei humit. A l'entorn hi ha restes dels terrossos que han estat excavats i que s'han tornat al forat per omplir-lo de nou. A cop d'ull s'aprecia que el treball s'ha fet amb presses i sense cap mena de pulcritud. La ferida al terra té forma rectangular i fa uns deu pams de llarg per cinc d'ample. Al voltant s'hi poden veure, 36

Antologia de l'Aula d'Escriptura

ben marcades, unes petjades que no són ni espardenyes ni d’esclops dels que fan servir els pagesos i que més aviat semblen de calçat militar. Els dos nens han tornat prop d'on treballa l'àvia i, amb la quietud retrobada, l'instint de supervivència retorna sota la forma d'una oreneta de ribera que, portant un petit esqueix al bec, s'afanya a creuar l'ombra dels oms per anar a refer el seu niu, al mateix temps que la seva parella vola en la mateixa direcció amb un cuc, que encara es recaragola al bec, caçat de la terra remoguda per alimentar els polls, que criden de fam desesperadament. En el marge de la riera, la fresca dels arbres trenca l'escalfor del sol, que cau implacable sobre la terra del conreu proper. La canícula poc a poc va destenyint el verd polsós dels matolls i esbarzers dels vessants de la vall per pintar-los d'un marró caduc. L'ermita de Sant Silvestre, plantada en un racó de la vall, és testimoni callat d'aquests esdeveniments mentre espera pacientment la fi dels temps de misèries. Els dos nens, cansats de desafiar la calor corrent darrera les papallones i els saltamartins, tornen a l'ombra dels arbres riberencs per entretenir-se tallant branques de vímet i de jonc per construir barquetes que suraran en el petit doll d'aigua. L'àvia porta un mocador fosc al cap amb un nus sota la barbeta i un davantal blau marí gastat per sobre d'un vestit amb faldilla llarga, grisenc i deslluït, amb mànigues llargues per protegir-se del sol. Sembla que aquest sol d'agost li és indiferent perquè no hi ha cap gota de suor que mulli la pell arrugada del rostre. Amb mirades dissimulades no para de vigilar els dos néts, al mateix temps que sense defallir ni queixar-se, encorbada, arranca les mates de cigroneres per extreure'n de manera experta, només amb les mans rugoses i dits deformats per l'etern fat del treball, el fruit rodó que és resisteix. II El nen que explicava al seu cosí la seva coneixença de la gorra, ahir al matí abans de dinar estava ajudant l'àvia a collir mates de cigrons. Al nen no li agrada aquesta feina. Les cigroneres seques punxen les cames que el pantaló curt no arriba a cobrir, i la pellofa seca també deixa enguerxinades a la pell fina i delicada d'unes mans que als vuit anys encara no han començat a endurir-se. Anar a ajudar té una compensació. Com que el camp és lluny del poble, s'enduen la mula per carregar el cistell amb els queviures i a la tornada el sac amb els cigrons recollits durant la jornada. L'àvia, que és la seva padrina, a l'anada el deixa cavalcar al llom de la bèstia; a la tornada, tot depèn si el nen s'ha portat bé. Durant el dia, quan fa una estona que ajuda, la padrina el deixa a anar a jugar a la riera que hi ha al marge del conreu. El rierol li permet gaudir de la fresca tot caçant granotes o fins i tot remullar-se dins un petit xipoll. Se'n recorda bé perquè tenia gana. Al voltant de l'hora de dinar la padrina va aixecar el cap i va veure un home que s'apropava per l'altra banda del camp. Portava la gorra que avui han trobat amb el seu cosí. L'home estava suat, amb els regalims de transpiració que li queien cara avall. Portava els cabells llargs, mal tallats i llefiscosos. La pell de la cara estava plena d'arrugues, ennegrida pel sol, bruta d'una barreja de pols i suor, i anava sense afaitar de dies. Vestia una camisa que alguna vegada havia estat blava, vella, ronyosa, i una americana de vellut deslluïda que volia ser marró; en el pantaló, també de pana, brut com la resta, sobresortien unes taques greixoses. El desconegut no era gaire alt i caminava amb un pas adolorit. Arrossegava els peus dins d'unes sabates gens apropiades per anar pel bosc que algun dia havien servit per anar mudat. La padrina va aixecar l'esquena poc a poc, va agarrar amb força la petita falç que feia servir per tallar les mates més rebels i amb l'altra mà va abraçar el nen pel coll i se'l va acostar. Al nen, el que més li va impressionar d'aquell home fou la mirada. Una mirada d'ulls negres amb una brillantor enlluernadora que estaven enfonsats dins d'unes conques profundes. Mai havia vist una mirada com aquella. Aquells ulls li van portar a la memòria —37—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

una vegada que, jugant en el fons d'una cova fosca, hi van trobar un gat salvatge i l’animal, esverat, els va saltar a sobre per foragitar-los de l'amagatall. La basarda li feia tremolar les cames malgrat l'abraçada de la padrina. L'home, adonant-se que la dona i el nen no estaven tranquils, es va aturar per guardar una distància prudencial i amb veu cansada va preguntar. —Bom dia señora. Pra ir para França? La padrina, en silenci, va aixecar el braç per assenyalar la direcció nord. —Obrigado —va contestar, l'home. fent un petit cop de cap—. L'àvia va mirar fixament la cara del visitant i va baixar el cap fins l'orella del nen per dirli: —Porta el càntir d'aigua fresca que tenim sota l'arbre. Quan el nen va tornar amb el càntir, el va deixar al terra, a mitja distància de l'home. La padrina, amb un gest amistós, el va oferir al desconegut que, tot seguit, es va apropar per agafar-lo i beure. Al principi ho va fer amb continència, però quan l'àvia li va indicar que podia beure'n més, ho va fer amb avidesa. —Moito obrigado —va tornar a dir després d'eixugar-se la boca a la màniga, amb un gest que evidenciava que no estava acostumat a fer-ho d'aquella manera tan poc polida—. —Un moment! —exclamà l'avia, i girant-se cap el nen, li va demanar de portar el cistell del menjar—. L'àvia va oferir al desconegut un generós tros de pa i una bona xuia de cansalada viada. L'home va treure una petita navalla de la butxaca, la va netejar amb la màniga menys bruta i va començar a tallar petits bocins de pa i de vianda que va menjar a peu dret, amb petites queixalades que intentaven dissimular la gana endarrerida. En aquell instant el nen va notar un canvi en el profund clot d’aquells ulls misteriosos. Ja no hi havia por. Hi havia una altra cosa que ell no podia desxifrar, però que no tenia res a veure amb la mirada del gat espantat a la cova. Després repetir un altre "Moito obrigado" l'home va fer una reverència amb el cap a la padrina i al nen, i amb una ganyota que volia ser un somriure se'n va anar cap a la direcció assenyalada per la padrina, que va respondre amb un "adéu", clar i net. III Només havia transcorregut una estona, quan estaven a l'ombra dinant amb la padrina, que van veure com per un corriol s'acostaven dues figures conegudes. Uniforme verd fosc cordat fins el coll. Corretjams negres. Tricornis xarolats lluents al sol. Fusell a l'esquena. Bigotis afinats. Suats i silenciosos que destil·laven poder en cada trepitjada. La padrina, tranquil·lament, va posar-se el dit índex als llavis ordenant silenci al nen. —Buenas tardes —va deixar anar el que portava a les espatlleres, una mena de llaç vermell—. —Buenes —contestà l'àvia—. —¿Qué hacen ustedes por aqui? —Doncs ja ho pot veure, despellofando cigrones. —Garbanzos, querrá decir. —Cigrones. —No se dice cigrones, abuela, son garabanzos. Se dicen gar-ban-zos! —Va saltar l'altre 38

Antologia de l'Aula d'Escriptura

guàrdia— ¿Joder, es que nunca aprenderan? ¡Mira que son raros! —¡Venga, déjelo correr, Torres! —¿Abuela, no habrá visto un hombre con pinta de delincuente, mal vestido, con una americana marron y una gorra gris? —Sí —respongué l'àvia—.Doncs, sí. Ha passat hase un rato. —¿No les ha hecho daño, verdad?¿Y para dónde ha tirado? —Cap allí —i amb sorpresa, el nen va veure com indicava la direcció contraria per on havia marxat l'home d'ulls enfonsats. La prudència, el respecte a la padrina i l'ordre rebuda el van fer callar i no dir res. —Pues nada, gracias, pero debería venir a trabajar con un hombre de verdad. —Rient, va exclamar— ¡Niño, no me mires con esa cara, que no lo digo por ti! Con esa purria de gente que quieren escapar a Francia, este lugar es peligroso. ¡Vayan ustedes con Dios! La padrina va remugar entre dents un adéu tan estrany que al nen li va semblar més aviat que havia dit "A la merda!" Mentre la padrina recollia els estris i tornava a la feina, el nen es va quedar quiet i callat una bona estona, però no se'n pogué estar més i, acostant-se, va anar a preguntar amb curiositat: —Padrina, per què els heu enganyat? —Jo els he enganyat? T'ho sembla. —Els heu donat la direcció contraria. —Noi, perdo la memòria. Ja no recordo cap on ha anat l'home. Au, vés a jugar, si no vols treballar una mica. Quan el sol estava a punt de caure a l'altra banda de la muntanya, el so greu i sec de diversos trets van envair els darrers cants de les cigales excitades per la xafogor. El nen, espantat, va deixar els jocs i va córrer per anar al costat de la padrina, mentre el silenci tornava a imposar-se. Arribant al costat de la padrina, va observar que estava resant amb veu baixa mentre arrancava les cigroneres. —Padrina, padrina, heu sentit? Són tirs. Què passa? —No t'espantis, deuen ser caçadors. —Caçadors, padrina? El pare diu que ara no es pot caçar. —Apa, deixa-ho córrer. —I vós, per què resàveu? —Jo, resar? Estava cantant, nen. —Padrina, no m'enganyeu a mi també. Vós resàveu. —Sí, fill, t'ho explicaré. Resava per l'avi Joan, que el van afusellar els rojos, pel teu oncle Miquelet, que el van matar els nacionals, i per l'oncle Jordi, que va desaparèixer al front de l'Ebre. Jo reso sempre, fill meu. I ara, apa, nen, repleguem, que ens anem cap a casa, que per avui ja n'hi ha prou i com t'has portat bé, pujaràs a la mula. IV Quan la foscor començava a rellevar amb timidesa la llum del sol, els dos guàrdies civils, amb qui l'àvia i el nen havien coincidit, estaven asseguts en una taula de marbre a tocar la —39—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

porta de l'únic bar del solitari i únic carrer del poble. Ambdós mantenien una distesa conversa, mentre fumaven unes cigarretes que deixaven anar un fum blanquinós i espès. Dos gots amb vi i una ampolla mig buida, amb un platet amb pinyols d'olives, conformaven un escenari inusual. Algú hagués dit que esperaven la comitiva que entrava pel carrer amb pas cansat: la mula, el nen al damunt i l'àvia darrera amb una petita vara a la mà. El guàrdia de les insígnies a les espatlleres va allargassar les cames de la cadira i, com aquell que no vol, en el moment en què passaven pel davant, va aixecar la veu per dirigir-se a l'avia: —¡Hombre, mira quién está aquí! La abuela y el niño, de los cigrones. —Abuela, debería tener usted más cuidado. El sitio donde va a trabajar es muy peligroso para todo el mundo. Los del somatén del pueblo de al lado han encontrado al hombre que buscábamos. —¡Qué lástima, abuela, pero aquí no se escapa nadie, por más que le ayuden! I l'altre guàrdia, amb to burleta, va afegir: —Abuela, tiene que aprender que no se dice cigrones, se dice garbanzos. ¡Gar-ban-zos, a ver si se entera! —No sé què coi em diuen, no els entenc —i mirant-se'ls de reüll, va deixar anar un adéu que aquesta vegada el nen va entendre perfectament, la padrina deia adéu amb les dents, i amb els llavis deia "A la merda!" L'àvia, aixecant el cap vers el nen, va preguntar: —Et sembla bé que demà vingui el teu cosí en Pere amb nosaltres? —Tot seguit, amb la vara va donar un cop suau a la gropa de la mula perquè enfilés cap a casa amb pas una mica més ràpid. Aquella nit la padrina va tornar a resar, abans de dormir, per tots els qui ja no hi eren.

Típico de Chebito Concha Puertas

E

STAMOS en Madrid. Años 40. En la postguerra.

Chebito, apodo o diminutivo de Juan Eusebio, era el tercero de ocho hermanos. Alto, bien parecido, afable y muy creído, con ideas pintorescas, también poseía una verborrea inmensa que convencía a cualquiera por puro agotamiento, con el exagerado uso de metáforas y expresiones grandilocuentes. Chebito a sus 20 años no tenía las ideas muy claras y cambiaba de opinión como de camisa. Su padre le tenía en un pedestal, considerándolo casi un héroe, y no encontraba nada extraño que, después de pasada una guerra espantosa, los jóvenes estuvieran desorientados y sin rumbo. Un jueves de marzo, a las 7 de la tarde, en la casa, mejor dicho en el piso de la familia Velasco Gamboa, todo estaba trastocado. —Mamá, ¿qué pasa? La habitación de Chebito está toda patas arriba y tiene una maleta encima de la cama medio vacía. A estas horas y con lo meticuloso que es él, no es normal. —Tranquilizaos. Dentro de nada volverá y nos dará una explicación. Al cabo de un rato, haciendo sonar su llavero de plata con el escudo familiar, abrió la puerta Chebito, que venía de cortarse el pelo y se había hecho una tonsura en la coronilla que 40

Antologia de l'Aula d'Escriptura

le confería un aspecto rarísimo, desentonando con su abrigo de corte exquisito y sus zapatos ingleses fabricados a medida. –Pero bueno, ¿de dónde vienes con esas pintas? Pareces un desarrapado medio disfrazado de señorito. Eso no es propio de ti, caballero de alta alcurnia —se burlaban sus hermanas—. Enseguida el pater familias les convocó a todos a la sala de estar, para que tomaran asiento y escucharan a Chebito, que tenía intención de comunicarles una gran noticia a la que debían prestar toda su atención. Entonces Chebito, que era el centro del cotarro, impostando la voz, como si se dirigiera a un público entregado, les comunicó que había oído la llamada de Dios para seguirle y predicar el Evangelio. Que le costaba tener que abandonarles y desprenderse de los bienes terrenales, pero que su misión era otra y no le quedaba más remedio que obedecer a la llamada del Altísimo. Sus hermanos pequeños no lo entendían. —Chebito, hoy es jueves, no tenemos cole y hemos estado toda la tarde en casa; y aquí no ha llamado nadie preguntando por ti. Así que no digas mentiras de que te han llamado. Su padre intervino para calmarlos y prometió aclararles las dudas más tarde. Ahora no era el momento. Instó a Chebito para que continuase. Y este siguió su discurso. —Como os decía, en este momento transcendental de mi vida, debo despedirme de vosotros. En breve ingresaré en el Seminario de Aranjuez para estudiar teología y encaminarme para una misión muy alta. Cumpliré los tres votos: castidad, pobreza y obediencia. Mi despedida no tiene por qué ser triste. Sé que me echareis de menos, pero no me voy a la otra punta del mundo y de vez en cuando os podré dar un abrazo. Además siempre estaréis en mi corazón y en mis oraciones, estaremos más unidos que nunca porque permaneceremos en una comunión espiritual ininterrumpida. La madre, que conocía a sus hijos al dedillo, no se inmutaba al oír el discurso de este hijo fanfarrón, que seguía y seguía con su arenga. —Las despedidas no siempre son tristes, porque desde el momento que nacemos comenzamos a abandonar cosas y a decir adiós, y eso nos prepara y nos curte, nos enseña y nos guía. Es la manera de evolucionar y aprender. Para avanzar tenemos que abandonar. Es imposible llevarlo todo a cuestas. Me duele deciros adiós, al margen de cuán deseada sea esta separación, porque siempre hay un vínculo emocional que nos lleva a la sensación de pérdida y que asociamos a la tristeza y desolación. A medida que iba hablando, le miraban sin comprender nada, mientras él era consciente de que con sus palabras provocaba que una pena del tamaño del universo descendiera sobre ellos, porque solo pensaban que su vida ya no sería la misma. —Para paliar vuestras caras tristes y que conservéis un grato recuerdo de vuestro hermano, he decidido repartiros mis bienes. Así pues, a ti, Chema, te dejo mi habitación, siempre con el permiso de mamá —Era el único privilegiado que no compartía su cuarto con nadie—.A ti, Juli, te regalo mi estilográfica que tanto te gusta. A ti, Nacho, te entrego mi reloj para que aprendas a ser puntual... —Y sucesivamente fue haciendo donación de todos sus objetos. Para sus padres había reservado una fotografía enmarcada muy grande en la que se le veía montando a caballo como un general. Las caras compungidas fueron desapareciendo poco a poco. Era como si hubieran llegado los Reyes Magos. Después de todo no estaba nada mal. Sus padres no se mostraban muy afectados y todos ellos salían ganando con la despedida del señoritingo de Chebito y sus —41—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

aires de marqués. Dura poco la alegría en casa del pobre. No había transcurrido ni una semana cuando volvió a aparecer Chebito. Esta vez, el discurso había cambiado el enfoque, dándole la vuelta como un calcetín. No se encontraba preparado para una vida tan sacrificada. Tenía otras aspiraciones y otras metas en la vida. La sociedad, en esos duros momentos de la postguerra, le necesitaba precisamente a él, que conocía el mundo empresarial para salir de la miseria en que se encontraban pasada la Guerra Civil. Requisó todos los regalos que tan dadivosamente había hecho a sus hermanos, que naturalmente sufrieron una gran desilusión y no les sirvió eso de “Santa Rita Rita lo que se da no se quita”. A hurtadillas habían escuchado a Chebito hablar con su padre y cómo le había confesado que no podía resistir una vida tan espartana y dura como la del seminario. Que no soportaba aquella comida como de rancho, aquellos dormitorios comunitarios con colchones que no eran de lana, sábanas de percal como las que usaban las criadas y no poder dormir con su pijama de raso, aparte de otras innumerables situaciones y comportamientos de sus compañeros seminaristas que no gozaban de su exquisita educación. Esta fue la despedida y retorno inmediato que protagonizó, lo que hoy dirían el pijo de Chebito.

El socorrista Tània Riba

E

RA la tarda d’un setembre que es resistia a deixar enrere l’estiu. Els dies de canícula ja s’havien esgotat, però el sol seguia candent fins ben entrat el capvespre. Aquelles eren, sense cap mena de dubte, les vacances més feixugues que havia viscut mai l’Arnau. Tot el sant dia havia de romandre assegut sota aquella solana, amatent per si algun nen o nena prenia mal. Quan va agafar la feina de socorrista a la piscina municipal de Sant Pol de Mar, es pensava que seria bastant més entretingut, ja que pel que havia vist els altres anys se solia omplir de noies prenent el sol i lluint bronzejat. Aquella seria la seva, es va dir a si mateix quan li van donar el lloc vacant. Però res més lluny de la realitat. En comptes de noies a qui, com a mínim, poder sotjar en silenci, sempre tenia com a panoràmica aquell ramat de criatures fent rebombori a l’aigua. Aquella tarda, però, un d’aquells barbamecs va prendre mal de tant fer l’indi. —Aaaaah! El meu peu!- va bramar el nen.  — Aviam, vine aquí —l’Arnau el va agafar i el va treure de la piscina, per examinar aquella quasibé inapreciable ferida que no arribava als cinc mil·límetres, però que feia que aquell nen semblés una bèstia a qui estiguessin a punt d’escorxar—. Tranquil, que això ho curarem de seguida, i demà ja ni ho notaràs.Va esmunyir-se uns instants, en busca de la poció màgica que asserenés aquella criatura. En aquells casos, havia d’evitar que s’infectés la ferida, tot i que per entre aquella epidermis esgarrapada no hi cabia ni el més diminut dels bacteris. Almenys actuaria de placebo i el nen es calmaria una mica. Després d’aplicar-li el Betadine, va dir al nen que es quedés a la tovallola fins que la seva mare el vingués a buscar. I aquella va ser la gran proesa de l’Arnau com a socorrista a la piscina municipal de Sant Pol. I és clar, ja que literalment l’havia suat, va decidir que havia de constar a la seva pàgina de Linkedin: Nom: Arnau Vilalta Ferrer 42

Antologia de l'Aula d'Escriptura

Titulat en Socorrisme Aquàtic per la Creu Roja. Experiència professional en Primers Auxilis Tampoc podia faltar, és clar, la foto il·lustrativa de la seva gran gesta al seu perfil de Facebook, on apareixia ell, ben cofoi, i voltat de nens. I l’entrada:“No hi ha res tan gratificant com ajudar qui ho necessita. Gràcies a tots vosaltres per haver-me donat aquest gran estiu!” I, per suposat que, quan a la facultat algú li preguntava per la seva experiència recent, ho havia d’adornar inevitablement amb informació que havia après al curset de socorrisme. Que si aquella nena havia patit un vertigen per una reacció vasovagal i havia hagut d’agafar-la ràpidament perquè no es colpegés el cap, i aquell nen que no havia fet la digestió, i li va fer el boca-boca fins que va expulsar aigua per la boca (sí, en un episodi d'Anatomia de Grey diria que van fer el mateix). Qualsevol falòrnia era vàlida amb tal de despertar un xic l’interès, i si podia ser respecte, per part dels seus companys. I especialment per part de la Marta. Les temptatives per aproximar-s’hi van començar al segon semestre de primer, després d’aguaitar-la secretament durant sis mesos. I ara, amb l’ham de la seva gran tasca com a salvador, buscava una mica més d’atenció. I ben aviat va tenir l’oportunitat per demostrar el seu gran valor. Estaven fent el cafè al bar de la facultat. La Marta també hi era. —Doncs jo vaig estar mirant això de la Creu Roja que vas fer, però llavors em van agafar d’entrenador personal, i al final vaig passar... —el César sempre havia de quedar ell per davant.De lluny estant, la Paula, una companya d’un curs inferior, estava dreta i a punt d’agafar el pom de la porta per sortir, quan es va recolzar sobre la taula i, sobtadament, es va desplomar al terra.  —Hòstia, Mira aquella tia d’allà! —El cor de l’Arnau va fer un salt. Era el primer cop que presenciava un desmai. Què coi podia tenir? Un mareig? Un infart? Una parada cardíaca?“¡I jo què sé!” va pensar per ell mateix.  —Va Arnau, tio, fes algo! —va dir-li el Miquel, esverat.Era cert que mai havia presenciat un desplomament com aquell. Bé, en viu no. Però a Anatomia de Grey algun cop n’havia vist.Taquicàrdic, es va dirigir veloçment cap a la noia i, sense ser capaç de pensar fredament en el protocol pertinent en aquells casos, comença a fer-li el massatge cardíac. En Miquel, en veure que l’assumpte podia ser complicat, va prémer el 112. La va poder estrènyer tan sols dos cops, ja que de seguida va reaccionar amb un gemec de dolor. En breu va arribar l’ambulància. La noia obria amb prou feines els ulls, obnubilada.  —Ha caigut inconscient, tot i que ara sembla ser que ja reacciona –l’Arnau mirava de posar-los al cas amb tots els tecnicismes possibles de què disposava—.  —No sembla que sigui res greu, però no s’aconsegueix moure i l’haurem d’examinar, que mai se sap... Moltes gràcies per la teva ajuda, noi! —va col·locar-la sobre la camilla, i la va entrar a la part de darrere de l’ambulància.  —Si no li fa res, m’agradaria acompanyar-vos. És una companya meva i m’agradaria assegurar-me que no sigui res.  —Sí, sí, cap problema, pots pujar a davant, si vols.  Al cap d’unes hores, la seva hipòtesi va quedar totalment desmuntada en veure els resultats de la radiografia. Fractura completa de la quarta costella esquerra. L’Arnau va fer un esforç per empassar-se el seu propi nerviosisme.  —Vas comprovar que realment respirés, abans de fer-li el massatge cardíac?  —Bé...em va semblar que no ho feia –aquell titubeig el va evidenciar per complet—.  —Et convidem al proper curs de Reanimació Cardiopulmonar que farem el pròxim mes, no sigui que continuïs pel món trencant costelles a la gent. L’Arnau va apuntar un somriure innocent, tractant d’amagar la vergonya que sentia.  —43—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

En arribar a casa, encara el corcava la culpa. "Com he pogut ser tan tòtil?", es preguntava a si mateix.De seguida, però, va comprovar que tenia un missatge nou al seu contestador. La Marta? Ostres, què voldria? “Hola, Arnau, encara no has tornat de l’hospital? Res, trucava per dir-te que avui ho has fet molt bé. Has sigut capaç d’actuar quan tots ens hem quedat paralitzats, i la veritat és que sort n’hem tingut de tu. Bé, quan vulguis ens veiem. Molts petons, guapo.” Si quiere volver a escuchar su mensaje, pulse 1, para conservarlo, pulse 2.. 1.“Hola, Arnau, encara no has tornat de l’hospital? Res, trucava per dir-te que avui ho has fet molt bé. Has sigut capaç d’actuar quan tots ens hem quedat paralitzats, i la veritat és que sort n’hem tingut de tu. Bé, quan vulguis ens veiem. Molts petons, guapo.” Sí, la Marta realment li estava dient que “quan vulguis ens veiem”. La sensació que tenia de culpa es va esfumar per deixar pas a l’excitació per les paraules de la Marta. Efectivament, aniria al curs de RCP, però per fi tindria una cita amb la Marta.

Comiat Anna Ros

E

STIMAT company de viatge,

S'acosta el final. No hem passat junts gaire temps, i malgrat això de seguida em vas caure bé. Ja des del principi hi ha hagut una sintonia especial entre tu i jo, com si ens coneguéssim des de fa molt de temps, o d'una altra vida. Hem estat junts en els bons moments i en els dolents, que no han estat pas pocs, i potser no te n'havies adonat, però tot el que et passava a tu també m'afectava a mi. El cansament, la fred, la gana, fins i tot aquell cop que et van ferir a l'espatlla. Aquella espasa també va ser com si se'm clavés a mi, i em sentia malament per no poder fer res per tu. L'únic que podia fer era avançar més ràpid per escurçar el teu patiment, tot i saber que amb aquest gest ens acostàvem cada cop més a la fi. Tanmateix no tot ha sigut desagradable, si fos així no hauria trigat gaire a deixar-te. També hem tingut bons moments, cada cop que superàvem alguna dificultat o perill era un descans, una satisfacció compartida que compensava tots els mals soferts. Se'm fa estrany sincerar-me així, normalment no deixo que ningú sàpiga com em sento en realitat, ho vaig aprendre a l'institut, lloc cruel, on si mostrava les meves debilitats em podien fer encara més mal. Gràcies a aquells companys de classe sàdics i a professors cecs, vaig desenvolupar l'habilitat de fer-me invisible, d'abstreure'm i d'amagar les meves emocions a tots aquells que no es mereixien veure-les. A tu et vaig conèixer durant aquella època i em vas ajudar molt a suportar-ho. Eres la meva via d'escapament, un salvavides al qual em vaig aferrar sense dubtar, malgrat les pors i els perills constants en què tens el costum de ficar-te. Més endavant he tornat a recórrer a tu, no només per escapar-me de la monotonia de meva vida, sinó simplement per tornar a gaudir de la teva companyia, encara que això signifiqués tornar a passar por i fred. He viscut altres aventures, amb companys nous amb qui també he gaudit molt, però no es poden comparar amb el que he viscut amb tu, amic de l'ànima. Ja ens queda poc, t'acomiades de mi i no puc evitar que te'n vagis. Puc aturar el moment indefinidament, però això també ens separa, i no farà que et quedis més temps. És inevitable, hem d'agafar camins diferents. Abaixo la mirada i veig de reüll la paraula maleïda que intento esquivar. Tres línies, dues, i tot s'haurà acabat.

44

Antologia de l'Aula d'Escriptura

Tanmateix, no et penso dir adéu, seria massa dur, i no seria veritat, perquè tinc la intenció de retrobar-te ben aviat, un altre cop des del principi, evidentment. A reveure, company.

Stabat Mater Ramon Sargatal

U

N pare, a dins del taller, ensenyant l'ofici al seu fillet. Voleu una imatge més beatífica, més celestial que aquesta? Contempleu el nen, com calla, escolta i processa. Us n'adoneu, oi? No sent cap vertigen pels circuits integrats que el pare va soldant a la placa del disc dur, tot dibuixant-hi una medina inextricable. El pare sap tots els secrets dels ordinadors. El pare sap tots els secrets de les medines. El pare sap tots els secrets del món. És això, el que pensa encara el fillet, i jo, que sí que els conec de debò, us dic que encara trigarà uns anys a descobrir que els mortals no ho saben tot... Aquesta dona que ara arriba amb les tres carmanyoles, estima l'home i el nen amb un amor incommensurable. El nen, perquè és carn de la seva carn; l'home, perquè li fa de pare amb una bondat infinita. No, no ha concebut el fill amb ell, no li és sang de la seva sang, però ella sap —i jo sé que ho sap— que no podia haver trobat un pare i un espòs més bondadós. Tanmateix, us avanço que la placidesa d'aquesta estampa, la felicitat serena que irradien mentre es regalen les humils viandes del dinar, serà efímera. No us diré que pensar-hi em trasbalsi. Trasbalsar-me no és la meva missió a la Terra, la que tinc encomanada una vegada i una altra i una altra. Sóc aquell a qui uns anomenen esperit, uns altres fat, i uns altres, encara, senzillament misteri. Sóc l'enviat de qui crea els secrets del món. En voleu una prova? La teniu en aquesta estampa familiar, reparadora, d'un pare ensenyant amorosament l'ofici a un fill. La teniu en la seva despreocupació i en el meu auguri. No són conscients —ni ells ni vosaltres— de la tragèdia que aviat revifarà com una flama que s'estava apagant. Només jo la sé perquè he bufat el caliu altres vegades. Era la meva missió, què voleu? En aquell taller sirià, ple de teranyines i de deutes, quan ja havien decidit aventurar-se a un viatge incert, a mi em pertocava novament dir a l'home que la seva esposa estava prenys d'un altre. Jo li vaig manar que no intentés esbrinar ni comprendre res, perquè el seu amor, tan particular, tan inaudit, no admetia preguntes, només havia de donar-se. Jo, sí, jo li vaig anunciar que estaven escrites per a ells moltes pàgines de meravelles immediates. Jo, ai las, era jo qui ja veia també l'esquinçament final que sentirien als seus cors. El viatge havia estat d'una duresa que em fa mandra explicar. Si em feu confiança, no m'hi hauré d'estendre gaire. Només us diré que, atordits per la novetat de l'embaràs, expulsats de la pàtria per la misèria quotidiana, aquella parella va arribar exhausta al port de Marsella. Encara els quedava un viatge mortificant fins a París, on els havien dit que se sol·licitaven els permisos de residència. Van baixar a la Gare de Saint Lazare, perduts, sense nord i sense idioma. Tenien els diners justos. Només la fatiga els vessava per tots els muscles i ossos. La fatiga i el fred. La fatiga, i el fred i el dolor. Oh, Déu, aquell dolor de vida, més i més intens, que sentia ella al ventre! Necessitaven moltes coses, però abans que res, necessitaven una cambra, un llit i unes quantes hores de retir, foscor, silenci. Ni això no van tenir... Quan ella va recuperar la percepció de les coses —els sentits no els va perdre ni un instant—, quan va aixecar la mirada, el primer que va veure va ser el rostre de l'espòs, somrient-li com ho feia sempre. Aquella vegada, però, era un somrís encara més tendre. Als seus braços hi tenia el nadó, plàcidament adormit pel baf estabulat del metro. Té, Maryam, el fruit del teu dolor... I el dolor va ser besat pels dos amb devota serenor. —45—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

No cal que us ho detalli tot perquè ja ho sabeu d'altres vegades. Ni que us recordi que aquell petó només va ser el primer regal que rebria l'infant durant la nit. Us hauria de contar, ara, totes les altres meravelles? Us hauria d'evocar el delit dels viatgers quan baixaven dels vagons i recorrien l'andana per anar a deixar en aquell racó, als peus de la família, unes monedes, un bitllet de viatges, una robeta de segona mà, un pot de llet? Vosaltres sabeu tan bé com jo si en són de veloces, les televisions, quan es tracta d'escampar pel país un fet insòlit. Al cap d'uns quants dies, oh, meravella, arribaven a l'estació de metro l'alcalde de l'arrondisement, el de la cité i el president de la Repúblique. Van acostar-se a l'infant deixant enrere els escortes i el flash del periodista enfilat a una escala va il·luminar tothom com ho hauria fet l'estel més poderós en la nit més fosca. La primera autoritat li va oferir una llibreta bancària, la segona les claus d'un pis a l'extraradi, la tercera un visat de residència. Al·leluia. I aquí els teniu, ara, novament al taller de Síria després d'uns anys de recuperació econòmica tan lluny de casa. El pare ha pogut ampliar el negoci i comprar noves eines. La mare té els diners que li calen per a omplir les carmanyoles. I el nen... El nen escolta el pare, observa la minúscula medina de circuits integrats i aprèn l'ofici. No us diré que em trasbalsa, però si pogués estalviar-me la tasca que periòdicament se m'encomana, us ben juro que ho faria. Perquè aviat li hauré de dir a aquest nen de mirada serena i obedient que aquesta vegada alguna cosa ha succeït que no teníem prevista en la nostra omnisciència divina. Aviat sabrà que ell no és la tercera pota del nostre misteri trinitari. Ja no queda gaire perquè sàpiga que el seu escarni, el seu suplici, la seva mort en una creu instal·lada enmig d'una multitud adelitada de sang, no redimirà res ni ningú. Serà simplement el fruit d'una follia. S'abatrà damunt seu la reencarnació del mal absolut, practicada per uns diables que diuen seguir un déu implacable. Ell, que havia de ser el portador de pau a la Terra, quan deixi anar l'últim sospir, quan invoqui el Pare, no serà baixat de la creu ni sepultat per ressuscitar al tercer dia. Simplement s'hi podrirà sense que la pròpia mare obtingui permís dels muhaidins per baixar-lo i embolcallar-lo en un sudari. Voleu trasbalsar-me? De debò que desitgeu fer-ho? Doncs recordeu-me que ni tan sols jo, que tot ho veu i que tot ho sap, seré capaç d'imaginar-me el dolor que sentirà aquella dona, quan el fill la miri desconcertat per última vegada, sense encertar a saber per què els altres dos puntals del misteri li hem perpetrat una mort tan injusta. 

Pedagogia de la por Jordi Viñas

E

STÀVEM en fila, abans d’entrar a classe pel matí. Havíem cantat Montañas Nevadas i ens dirigíem a la nostra aula. El senyor Peñas ens esperava amb “la vara de la justícia”, tal com ell deia, a la mà. Quan passàvem pel seu davant, ens donava un cop i deia: —A compte de les que et donaré avui —mentrestant, feia una rialla sarcàstica—. Una vegada dins de la classe, es va acostar a la pissarra i va escriure “El Caudillo es el Salvador de la Patria” i a continuació ens va dir: ─Copieu aquesta frase deu vegades i amb bona lletra. Es va asseure tot cofoi. Aleshores va treure el diari El Correo Catalán i es va posar a llegir, mirant-nos de reüll. De tant en tant, quan atrapava algú distret, el cridava i li donava un cop de fusta a la mà amb els dits recollits. Se li notava una gran satisfacció cada volta que ho feia. 46

Antologia de l'Aula d'Escriptura

El senyor Peñas era força alt i gros, per la seva corpulència era un abusananos. Aquesta era la seva actitud diàriament. Un dia estava mirant fixament en Jesús i li va dir: —Com és que tens tots els llibres a terra? —assenyalant-lo amb la seva fusta—. —És que no m’hi caben en el calaix —va contestar, tot espantat—. El senyor Peñas es va aixecar, es va dirigir a la taula del Jesús, va obrir el calaix i el va trobar ple de trossos de pa sec. Se’l va mirar i li va preguntar: —Què són tots aquest rosegons? Que no ho veus, que això és un niu de porqueria? — mentre l’agafava per l’orella i li estirava—. —No tinc gaire gana i em sobren dels esmorzars —tot compungit i cridant de dolor per l’estirada d’orelles. El mestre va agafar el pa sec, se’l va emportar a una taula buida, el va fer seure i va dir: —No sortiràs a l’esbarjo fins que no t’ho hagis menjat tot. Pots sucar-ho amb aigua si vols, però no paris d’endrapar, ja que sinó provaràs la meva “vara de la justícia” tants cops com faci falta. I el va tenir tres dies d’escola, matí i tarda, menjant pa sec. La paraula perdó no anava amb ell, ans al contrari, si demanaves perdó et pegava més, perquè deia que eres un covard i un tou. Una altra faceta que utilitzava per fer-nos patir era el repartiment de llet en pols, que havien donat els americans. Cada dia a l’hora d’esmorzar ens donaven llet en pols, encara que nosaltres havíem de portar el vas i la cullereta. Això sí, normalment, la meitat o més de la classe no en prenia perquè havia estat castigat. Per qualsevol motiu ens deixava sense llet. Ah, però, el molt pocavergonya tots els dies s’emportava una bona ració a casa seva, tot i que només era per als alumnes, com ens havia dit l’inspector. El seu caràcter era molt inestable. No suportava que li portessin la contrària, ja que a la mínima reaccionava de forma violenta. Podia arribar a un estat quasi de bogeria pegant un alumne amb les mans, els peus, el cinturó i el seu bastó habitual. Penso que tenia com una mena d’obsessió d’impotència, perquè li feia molta por que els alumnes el poguessin posar en ridícul. Sempre s’anticipava a qualsevol oposició amb crits i cops. No era gens normal, ja que només teníem nou anys i estàvem sotmesos a una societat molt repressiva amb la mainada. Van anar passant els dies i el seu tarannà era cada vegada més obscur. Et pegava per qualsevol motiu: des d’arribar tard a classe, no fer els deures, parlar amb els companys o fins i tot perquè li semblava que te’n estaves rient d’ell, fet que ens guardàvem prou de fer-ho. Això sí, quan sortíem d’excursió ens tractava molt bé, procurava que no ens féssim mal, explicava les coses amb molta paciència i fins ens va pagar una Coca-Cola per cada tres, en una sortida. En canvi, quan estàvem a l’aula el seu caràcter es transformava, semblava mister Hyde i el doctor Jekyl. Quina llàstima que féssim tant poques excursions! El senyor Peñas semblava que portés una vida molt austera. Pobrament vestit, fosc i malgirbat, força brut, amb unes camises a ratlles molt gastades de coll i de punys. Quan anava pel carrer, sempre caminava una passa per darrera de la seva dona. Que diferent del de l’escola, on era tot supèrbia i autoritat. No era un home feliç, però això no em creava cap mena de compassió, ans al contrari, ja li estava bé! Tot va canviar el dia que va posar la mà sobre en Rogelio, fill del cap de la Falange del poble. Estàvem fent gimnàstica: la terrible prova de saltar el cavall. En Rogelio era molt maldestre i no aconseguia saltar-lo. El mestre se li va acostar i li va dir: —Sembles una nena. Mira que no poder saltar el cavall —mirant-se’l amb una rialla de —47—

Narracions del Mòdul 3, curs 2015-16

galta a galta—. Ell li va contestar, enrabiat: —Això no serveix de res. És una pèrdua de temps. Per què no ho intenta vostè, que sent tant gros no podria ni saltar a sobre? —mirant-se’l amb menyspreu—. La reacció va ser instantània. El va agafar per les orelles i el va aixecar de terra. En Rogelio cridava i donava cops de peu. Com més ho feia, més estibava el mestre, fins que li va a començar a sortir sang dels dos lòbuls. Aleshores el va tirar a terra i li va dir que estava expulsat i que se’n anés a casa. L’endemà va venir el pare d’en Rogelio, vestit amb el seu uniforme blau i les seves medalles. Varen discutir una bona estona, mentre nosaltres seguíem en fila sense entrar a l’aula. Finalment, el pare li va dir que això tindria conseqüències. Dos dies després va venir un nou mestre. D’en Peñas mai més no em vàrem saber res més...

48