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AUTORES CIENTÍFICO-TÉCNICOS Y ACADÉMICOS

Enigmas del cerebro y la mente, de la identidad y del ser humano David Zurdo

M

anuel Martín-Loeches es profesor de psicobiología y neurociencia cognitiva en la Universidad Complutense de Madrid. Su campo de investigación específico es la neurociencia cognitiva, y dirige una sección dedicada a esta parte de la ciencia en la Universidad. En este artículo vamos a conversar con él, a modo de entrevista relajada, sobre algunos de los aspectos más desconcertantes de ese misterio biológico que es el cerebro humano, y su potencia intelectual llamada mente.

Imagen 1. El profesor Manuel Martín-Loeches.

¿Es el cerebro humano lo más complejo que conocemos, incluso más que toda una galaxia –que no contenga cerebros humanos, se entiende? Yo pienso que sí. En la galaxia hay muchos elementos, quizá tantos como en el cerebro, o incluso más. Pero las relaciones entre los elementos del cerebro generan en éste una nueva circunstancia, como la

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mente, el comportamiento, y muchas otras cosas que no se desprenden de los propios elementos, mientras que en la galaxia las relaciones entre los elementos son muy simples: fuerzas centrífugas y centrípetas, gravedad, reacciones nucleares, etc., con independencia de que cada elemento sea más o menos complejo. En el caso de nuestro cerebro, las relaciones entre elementos son complejísimas. Una neurona se relaciona con miles de neuronas, recibe señales de otros miles de ellas, inhibiciones y excitaciones, en un nivel de complejidad inabarcable. Al final, todo se basa en un intercambio de información. No es un proceso tan sencillo como las fuerzas presentes en una galaxia.

Imagen 3. Esquema del cerebro humano.

Esto que dices me recuerda una cuestión que estudié en óptica física. Se puede estudiar la luz, la radiación electromagnética, y definir su comportamiento, pero no hay respuesta a qué es la luz.

Imagen 2. Estructura de la neurona.

Algo tan complejo –y corrígeme si me equivoco–, que quizá sea la parte de la ciencia de la que menos sabemos a fecha de hoy. Es probable, aunque últimamente se está avanzando mucho, y se pretende avanzar más gracias a que se está invirtiendo una gran cantidad de dinero en investigación. Pero es verdad que seguimos ignorando mucho sobre el cerebro. Hay grandes preguntas para las que todavía no hemos hallado una respuesta satisfactoria. Sabemos cuál es el soporte material, neuronal, de la consciencia, la mente, pero seguimos sin saber cómo trasladarnos de ese mundo material a ese otro mundo no físico que todos poseemos. Sigue siendo aún un misterio. Quiero decir, a modo de ejemplo, que ante la pregunta de cómo vemos, es posible responder que el ojo recibe luz, el nervio óptico se excita, la información llega a la zona occipital y ello activa ciertas neuronas. Pero, ¿cómo vemos?... Continuamos ignorando cómo eso se traslada, se transforma o se convierte en un mundo mental.

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Eso es. Sabemos que la mente se soporta en el cerebro, sabemos que le afecta. Pero seguimos sin saber cómo, de un mundo absolutamente material, se pasa a otro tan distinto. La respuesta de la ciencia hoy día es que la mente no existe. No es más que la actividad del cerebro. Pero esa es una respuesta poco satisfactoria, porque las grandes incógnitas se mantienen delante de nosotros.

Imagen 4. Actividad cerebral.

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Al respecto de la inteligencia, tengo entendido que no es una mera cuestión de capacidad, sino de orden. Quiero decir, que no se trata únicamente de tener más neuronas, sino de cómo están conectadas. Mi opinión es que sí se trata de algo gradual, que todo va junto. Lo que sucede es que se necesita un cierto nivel para comprender cuestiones más complejas, y por eso parece que se producen “saltos”. Si analizas un cerebro al microscopio, puedes comprobar que prácticamente las mismas ramificaciones, conexiones y estructura están presentes en el de un chimpancé y en el de un ser humano. Lo que más los diferencia es la cantidad de neuronas, o más exactamente, la proporción de unos tipos u otros. Por ejemplo, en la columna cortical, que es una pequeña columnita que se halla en la corteza cerebral, encontramos que hay un ochenta por ciento de neuronas excitatorias y un veinte por ciento de inhibitorias en el chimpancé, y en cambio en el ser humano la proporción es distinta. Pero son las mismas neuronas, con los circuitos muy similares. Cambian el número y las proporciones, pero no existe una propiedad nueva que pueda explicar por qué somos diferentes.

quizá harían que no nos sorprendiera tanto cómo, por decirlo coloquialmente, de un chimpancé puede surgir un ser humano. Por ejemplo, los neandertales, que también eran inteligentes.

Imagen 6. Imagen clásica de la evolución darvinista del ser humano.

Hablando de neandertales, tú mismo me contaste que se está cerca de conseguir una secuencia completa de su ADN. Si se llegara a clonar uno de ellos, ¿eso nos ayudaría mucho en la comprensión de nosotros mismos como seres humanos? Por supuesto, si consiguiéramos clonar a un neandertal responderíamos a muchas cuestiones. Aunque a otras muchas no. Creo que el neandertal se parecería enormemente a nosotros, con un mundo mental, un lenguaje, etc. Las pequeñas diferencias se podrían comparar y descifrar, pero las grandes cuestiones en que nos parecemos seguirían siendo un misterio. Nos ayudaría a avanzar gracias a las diferencias. Comprenderíamos quizá esas diferencias, pero no llegaríamos a las causas de las mismas ni a las causas de todo aquello en lo que somos similares. Por ejemplo, al

Imagen 5. Comparación de los cerebros del chimpancé y el ser humano.

Sin embargo, a partir de un cierto punto, se produce un cambio que, precisamente, nos hace tan diferentes. Somos capaces de cosas que los chimpancés no pueden siquiera imaginar: arte, tecnología, escritura, evolución social… Sí, es cierto, pero también lo es que hemos perdido todos los pasos intermedios. Del chimpancé al hombre actual ha habido pasos intermedios: los australopitecus, todos los homos de nuestro género; es decir, pasos intermedios que, si existieran hoy día,

Imagen 7. Así era el hombre de Neandertal, que convivió durante un tiempo con nuestros antepasados directos.

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analizar su lenguaje, podríamos determinar, por su estructura de ADN y su estructura cerebral, qué diferencias hay con el nuestro.

Gracias al lenguaje hemos aprendido a identificar unidades de conocimiento en el mundo que nos rodea.

Ahora que mencionas el lenguaje, es clásica la idea de que pensamos con lenguaje. No tanto según unas reglas fonológicas, como las del español, el inglés o el alemán, sino por medio de un lenguaje base con una estructura similar para todos los seres humanos. Algo que hace a los idiomas sintéticos, como el esperanto o el volapuk, más difíciles de aprender que los naturales. ¿Realmente es cierto esto? ¿Pensamos con lenguaje?

Esto me recuerda el fenómeno de la polisemia. Cuando pienso en la palabra “vela”, por ejemplo, si mi imagen mental es la de una vela de barco, tengo una sensación totalmente diferente a si es una vela de cera. Y, sin embargo, la palabra es la misma. ¿Por qué sucede esto?

El lenguaje refleja las unidades con las que pensamos. Pero podemos pensar sin lenguaje. Un lenguaje se compone de unos elementos básicos, que son las palabras, dentro de las palabras hay otros elementos, como los morfemas, y ésas son unidades también de pensamiento. Quiero decir que el lenguaje es equivalente a nuestras unidades de pensamiento, a lo que manejamos cuando pensamos. Aunque hay frases enteras que son una unidad de información, que corresponden a una unidad de pensamiento, en el sentido de representar un objeto o una realidad del mundo. Como decía, el pensamiento no necesita del lenguaje. Aparentemente pensamos con el lenguaje, pero en realidad lo hacemos con un sistema menos articulado que el lenguaje expresado, y aún mucho menos que el escrito. Es un sistema más rudimentario, más básico, con palabras, pero también imágenes visuales, auditivas, olfativas, etc., que son sólo la superficie de una serie de procesos más profundos, que sí constituyen el verdadero pensamiento. Cuando pienso, por tanto, no utilizo directamente el lenguaje, pero el lenguaje nos ha ayudado a pensar.

Cuando piensas en la palabra “vela”, siguiendo tu ejemplo, sí que se activan todos sus significados. Lo que pasa es que tú no eres consciente de que se activan. De hecho, somos conscientes de muy pocos de los procesos que suceden en nuestro cerebro. Sólo somos conscientes de aquello que es pertinente, que nos sirve en cada momento, que procede según lo que estemos pensando. Pero eso no quiere decir que lo demás no se active. Se activa también, aunque en el plano inconsciente. Si en el momento en que tú estás hablando de velas de barco, alguien menciona una vela de cera, te resultaría más fácil pasar a ese tema que si estuvieras pensando en otra cosa sin relación alguna.

Córtex motor Área de Wenicke

Giro Angular

Córtex Visual

Área de Broca Córtex Auditivo

Áreas del Lenguaje

Imagen 8. Áreas cerebrales del lenguaje.

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Imagen 9. El mecanismo del lenguaje humano sigue siendo un misterio para los científicos.

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Siguiendo con el lenguaje y el pensamiento, ¿qué es más efectivo, pensar con elementos más simples o con elementos más complejos? ¿Qué es más eficiente? Sin duda pensar con elementos complejos. Si se manejan, en bloque, elementos complejos es más fácil asociar ideas rápidamente. El cerebro es una esponja de aprendizaje. Todo depende de las semillas que siembres en él. Si una serie de elementos complejos se han aprendido bien, y están asumidos, luego se manejan con toda naturalidad. Todo lo que ocurre en el cerebro son reacciones electroquímicas. Somos una especie de “máquina biológica”. ¿Es esto exacto? Por completo. El cerebro puede definirse como un sistema electroquímico. Es algo que intento inculcar a mis alumnos. Entre neuronas, la transmisión es química, y dentro de una neurona, en la que también se transmite información, es eléctrica. Con esos dos ingredientes lo tenemos todo.

caras de esa actividad neuronal. Nada más. Hay muchas pruebas que demuestran que debe ser así, porque en cuanto alteras esa base biológica de alguna manera, a veces estimulando, a veces inhibiendo, o lesionando, alteras la mente de un modo evidente y perfectamente correlacionado. Hay un ejemplo muy famoso, crucial en la historia de la neurociencia, conocido como el Caso de Phineas Gage. Este hombre era un trabajador del ferrocarril en Estados Unidos. En 1848 sufrió un accidente. Una barra de hierro le atravesó un ojo y le traspasó el cerebro, pero siguió vivo. A partir de ese momento, su personalidad cambió por completo. Era otra persona, por así decirlo, aunque mantuviera sus recuerdos. Antes del accidente era un hombre amable y tranquilo, educado y correcto en el trato. Después se convirtió en todo lo contrario: violento, irascible, desinhibido. El médico que lo trató llegó a decir que Phineas Gage ya no existía; ahora se trataba de otra persona completamente diferente. Eso no parece que sea coherente con la idea de un alma inmaterial, responsable del carácter, de la voluntad y de las acciones de un individuo.

Imagen 11. Reconstrucción del accidente de Phineas Gage.

Imagen 10. Si algún día logramos comprender y reproducir el funcionamiento del cerebro, quizá nos convirtamos en hombres o mujeres máquina, virtualmente inmortales.

A lo largo de todos tus estudios y todas tus investigaciones, ¿hay algo que te haga pensar que el ser humano posee algo que no sea material, que no sea estrictamente físico? Me refiero al alma. En este sentido, yo me mantengo en la respuesta oficial de la ciencia, aunque no resulte del todo satisfactoria. La respuesta oficial es que no hay nada que sea inmaterial en nuestro cerebro. La mente es únicamente la actividad de las neuronas. Es una de las

Este caso parece lo contrario de lo que sucede con una persona amnésica que haya perdido todos sus recuerdos. ¿Qué sucede entonces con su identidad? ¿Sigue siendo la misma persona? ¿Ha cambiado su Yo? La identidad nunca se pierde, aunque se hayan perdido conocimientos concretos. La persona se sigue comportando igual que antes de quedar amnésica. Pero depende también de lo que se interprete por identidad. En la medida en que tiene que ver con un conjunto de vivencias, entonces sí, se habrá perdido la identidad, aunque el sujeto va a reaccionar ante estímulos ambientales del mismo modo que lo habría hecho con anterioridad. Muchas de las respuestas son automáticas, sin que resulte necesario retrotraerse a respuestas anteriores.

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Si, en sentido global, somos una máquina física y electroquímica, si cambiamos una sola neurona del cerebro de una persona, ¿ésta sigue siendo ella misma? Sí. De hecho muchas neuronas mueren o cambian sus conexiones sin que eso tenga una influencia aislada. ¿Y si se cambian, por decir una cifra, mil neuronas? Tampoco dejas de ser tú. ¿Y cuántas habría que cambiar para que una persona ya no sea ella misma, sino otra diferente? No hay una respuesta satisfactoria para eso. En realidad, te he formulado las preguntas anteriores para poner de manifiesto que todos los seres humanos somos estructuralmente iguales, salvo por la configuración de los elementos cerebrales. En ese sentido, todos podríamos transformarnos en otros a través de una especie de “homotecia cerebral”. ¿Por qué yo soy yo y tú eres tú? ¿Sólo por una cuestión de configuración física? En el cerebro hay partes más importantes que otras para definir el Yo. Algunas de esas partes están en el hemisferio izquierdo. Y dentro del hemisferio izquierdo, en regiones más concretas, como el lóbulo parietal o las zonas mediales. Nuestro Yo está distribuido. Ten en cuenta que hay muchos aspectos distintos de nuestro Yo. Dentro del Yo consciente están el Yo que actúa, el Yo que recibe, el Yo que siente, etc. En el momento en que resulta afectada una de estas partes, sí se pierde el Yo, mientras que si afectas otras, sigues siendo tú, aunLóbulo parietal

Imagen 12. El lóbulo parietal, una de las sedes de la identidad.

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que con algo estropeado, por decirlo así. No podrías mover objetos o no podrías ver, pero seguirías siendo tú. Es importante resaltar que los yoes que hemos definido se pueden alterar de forma individual. Aunque no es algo matemático, dado que en el cerebro, afortunadamente, muchas funciones están distribuidas en redes. Si se rompe una parte de una red, se pueden recuperar funciones por la conexión con otras partes de la red. Es una especie de protección del cerebro que trata de evitar perder funciones. He leído que una persona que pierde el área del lenguaje, acaba desarrollándola en otra parte del cerebro. ¿Es correcto? Por supuesto. En los niños ocurre de un modo espontáneo. En los adultos, con rehabilitación, se acaba también consiguiendo. Es un ejemplo de lo que te decía antes. Volviendo al tema de la “máquina biológica”, hay una cuestión que me interesa mucho. Si los seres humanos somos un sistema material –y puramente material–, debemos estar sujetos a las leyes de la física como las bolas de una mesa de billar, aunque de un modo infinitamente más complejo. Imagina que se pudiera hacer una copia exacta de una persona. No un clon, sino una copia perfecta hasta en los estados cuánticos de esa persona, que tendría una estructura idéntica a la original e incluso sus mismos recuerdos. Si esas dos personas se colocan luego en una habitación, de pie, una frente a la otra; una habitación perfectamente cuadrada, sin diferencias de ninguna clase que pudieran hacer que los estímulos que recibe uno de los “gemelos” sean distintos a los del otro, en ese caso ninguno de los dos podría saber quién es el original y quién la copia. Pero yendo más allá, enfrentados como en un espejo, al ser idénticos y encontrarse, digámoslo así, en la misma “fase mental”, no podrían interactuar de ningún modo. Lo que se le pase por la mente a uno, se le pasará por la mente al otro en el mismo instante y de la misma manera. Si uno dice algo, el otro dirá lo mismo, y justo a la vez. Si se agacha en una esquina, el otro hará lo propio en la esquina diametralmente opuesta… ¿No es así? Por idénticos que sean el original y la copia, serían aun así dos personas distintas. El cerebro está continuamente transformándose. Eso depende de las experiencias individuales y de muchos otros factores. En este caso que tú planteas, las experiencias, recuerdos, ideas, pensamientos, todo es igual. Un mínimo

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cambio en lo que reciban como estímulo, las haría diferenciarse. Pero en tu ejemplo no hay cambio de ninguna clase en lo que recibe cada uno a través de sus sentidos. Hipotéticamente tendrían que reaccionar de forma idéntica, en efecto.

completamente por mi pasado y mi configuración física. Además, para ser libre del todo habría que ser también absurdo. Poder decidir sin motivo alguno, cosa que no tiene sentido. Incluso sin materia, o sin que la matería afecte, o ninguna otra clase de influencia. Sí, es absurdo, una ilusión. Es también como el azar. A menudo llamamos azar a ignorar las causas que determinan un sistema. Por ejemplo, en un bombo de lotería no hay una pizca de azar.

Imagen 13. Un cerebro dañado o alterado no implica necesariamente un cambio de identidad.

Eso demostraría que estamos determinados, tanto como las bolas de mesa de billar. Si dependemos de nuestra estructura física, y sólo reaccionamos y evolucionamos por estímulos externos que interiorizamos según esa estructura, ¿dónde quedan la libertad y la voluntad? ¿Son ilusiones de nuestra mente o son algo real? Bueno, yo creo que son meras ilusiones. Creemos que podemos elegir libremente, pero somos esclavos de nuestra realidad física. El mundo mental depende enteramente del cerebro. Depende enteramente de ese mundo neuronal. Elegimos según nuestras experiencias y la estructura cerebral que tengamos. Creemos tener voluntad porque no somos conscientes de cómo funciona nuestro cerebro cuando elegimos algo. Si no somos más que la relación entre neuronas, debemos considerarnos, en gran medida y fundamentalmente, como autómatas. La relación entre neuronas viene determinada por nuestros genes y nuestras experiencias. Eso conforma cómo van a interactuar las neuronas y, por tanto, cómo vamos a reaccionar. Cuando creemos que somos libres, cuando creemos que decidimos algo libremente, en realidad ha sido porque nuestras neuronas nos han llevado a tomar esa opción. No existe una libertad verdadera, en sentido abstracto. Estoy determinado

No, por supuesto. También sucede con los sistemas caóticos, donde hay millones de variables para explicar un proceso. Un cambio que nos parece poco importante, realmente no lo es. En lo que se refiere a la voluntad, parece que algo lo he decidido sin tener en cuenta que el cerebro ha procesado una serie de cosas previamente, y que mi decisión es un reflejo de todas ellas. Por ejemplo, yo ahora decido ir a tomarme un café. Es el resultado final de muchas acciones del cerebro: si tienes sed, si necesitas azúcar, si estás cansado, si tienes sueño, la hora que es, lo que tienes que hacer después… Todo eso lo ha procesado el cerebro.

Imagen 14. Einstein creía que todo estaba determinado por relaciones causa-efecto perfectamente previsibles.

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Volviendo a las dos personas anteriores, original y copia, ¿crees que serían dos personas distintas? ¿No serían, en realidad, la misma persona en toda la extensión del concepto? Ya sé que esto resulta impensable, absurdo, pero también sucede con muchos fenómenos a nivel cuántico y, sin embargo, son reales. ¿No se mantendría la identidad de ese ser humano si se destruyese el original pero quedase la copia? Lo que sucede es que la identidad también la determina el cuerpo, contando con el cerebro. No debemos pensar en la mente de una forma aislada. Esa base sería suficiente para marcar unos límites físicos entre dos personas aunque fueran idénticas. Los gemelos idénticos lo son desde el punto de vista genético. Fueron dos personas idénticas cuando eran un embrión, pero luego, desde el útero, han empezado a tener diferencias. Hay una determinación genética que configura el cuerpo y el cerebro, y el cuerpo y el cerebro determinan la identidad. Esa identidad necesita de las partes físicas. En el momento en que haya dos cuerpos, físicamente diferenciados, ya hay dos personas distintas. Aunque sean idénticas. En el proceso futuro –aunque ya no es una quimera– de la teleportación o teletransportación, al estilo de la ciencia-ficción, los átomos originales se destruyen para recrearlos en destino, con una configuración absolutamente exacta a la original. Pero los átomos son otros diferentes. Según tu razonamiento anterior, ¿querría esto decir que la persona resultante, aunque idéntica, sería otra? Es difícil de decir… Las células se renuevan en todos nosotros cada cierto tiempo y no por ello dejamos de ser nosotros mismos. Pero este problema es igual que el anterior que hemos comentado. Si se destruye una persona para rehacerla en otro lugar, con otros átomos, es como si se copia a una persona de un modo exacto… Lo que produce la identidad son las relaciones entre los elementos de la materia que nos compone. Eso es lo que hace que tú seas tú. Pero, claro, surge la duda… Si te digo la verdad, no tengo ni idea. Y creo que no lo sabe nadie. Hay investigadores que incluso afirman que, en el cerebro, se dan procesos relacionados con la física cuántica que aún no podemos entender, que podrían no ser estrictamente materiales y que afectarían a nuestra identidad o incluso a la materia.

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Imagen 15. Los gemelos monocigóticos son “fotocopias” genéticas perfectas.

De hecho, los gemelos idénticos, monocigóticos, de los que has hablado antes, tienen a menudo una conexión que parece romper las barreras de la física conocida. Cosas del estilo de que a uno le duela un pie y al otro, a mil kilómetros de distancia, también le duela, sin causa aparente. O también el hecho de que muchos mueran a edades parecidas sin que su fisiología tenga demasiado que ver en ello. Se recurre a menudo a la física cuántica, no porque lo explique, sino porque no se entiende bien y parece que abre la puerta a todo. ¿Qué opinas de esto? La ciencia oficial dice que se trata de coincidencias, puras casualidades. Pero a veces son tan llamativas que nos hacen pensar. Se trata, una vez más, de respuestas poco satisfactorias. Aunque, desde luego, tampoco sería satisfactorio inventarse las respuestas. Hay que atenerse a lo que se sabe. Eso en cuanto a la ciencia. Durante mucho tiempo la religión ha tratado de dar respuesta a lo que no podíamos saber. Hoy sabemos muchas más cosas que antaño, pero todavía nos queda mucho por descubrir y comprender. Las religiones siempre se han “aprovechado” de que no se puede demostrar que no existe lo que no existe. Yo te puedo demostrar que existe el burro con alas si traigo uno y te lo enseño. Pero que tú me demuestres que no existe el burro con alas… Es imposible. Precisamente esto lo dice Carl Sagan en uno de sus libros, “El mundo y sus demonios”. En el primer capítulo se habla de una persona que dice que tiene un dragón invisible e inaprensible en su garaje. No se puede demostrar, pero el personaje cree en él. Su argumento es que nadie puede demostrarle que no existe su dragón.

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Imagen 17. El médico alemán Hans Berger, un hombre que creía firmemente en ciertos fenómenos paranormales.

Imagen 16. El gran Carl Sagan fue capaz de mezclar la ciencia y la poesía. Su mente, rigurosa y al mismo tiempo abierta, sigue siendo un modelo para los científicos.

Es cierto que la física cuántica podría explicar ciertos fenómenos, hoy cuestionados, a los que se denomina “paranormales”. Aunque muchos se empeñen en tacharlos simplemente de absurdos, Albert Einstein escribió una carta a Upton Sinclair, que éste utilizó como prólogo de su libro sobre la telepatía, en la que reconoce la posibilidad real y física del fenómeno. ¿Cuál es tu opinión a este respecto? Estoy convencido de que algún día llegaremos a explicaciones de algunas de esas cuestiones o fenómenos supuestamente paranormales. Y también, por medio de ese conocimiento, quizá comprendamos cómo reproducir un cerebro artificialmente. Crear una máquina pensante y con identidad, que sea como nosotros, una persona en toda la extensión del concepto. NOTA: Hans Berger, neurólogo alemán consi-

derado padre del electroencefalograma, trataba de demostrar con sus investigaciones que la telepatía era un fenómeno real. No lo logró, aunque nos dio un método diagnóstico tan importante hasta nuestros días.

Cuando se toca el tema de la inteligencia artificial, siempre se habla de crear redes neuronales complejas, capaces de emular el funcionamiento del cerebro. Pero hay una cosa que nunca he oído decir, y es que se olvida una capacidad humana esencial, que es la de poder dar respuestas estúpidas. Si alguien me pregunta qué opino de la política económica del Gobierno, yo, que no tengo ni idea de ese tema, trataré de dar una respuesta. Probablemente será una respuesta estúpida, porque no tengo suficientes elementos de juicio para elaborar una respuesta coherente. Los seres humanos tratamos de dar respuesta a todo. A veces, entre un millón de respuestas equivocadas, surge una que no lo es, aunque sea casi por casualidad o por intuición. ¿No crees que eso tiene mucho que ver con la creatividad y con el avance del pensamiento? En efecto, si en ciencia uno sólo respondiese a lo que conoce, nunca avanzaríamos. La clave es cometer errores, pero aprender de ellos. Seguramente ese es uno de los pasos necesarios para crear un ser humano artificial, aunque hay otros muchos en los que aún no se ha avanzado lo suficiente y, casi, ni se han dado los primeros pasos. En otro orden de cosas, ¿es posible controlar el cerebro de una persona? Depende de a lo que llames controlar. Influir, por supuesto; controlar es más difícil. La publicidad nos afecta continuamente, las ideas que recibimos de otros, etc. El control es posible, pero con limitaciones.

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Por ejemplo, la estimulación magnética transcraneal es capaz de hacerte sentir una especie de experiencia mística de unión con el Universo. De pronto desaparecen las dimensiones, la diferencia entre tú y yo, entre tú y el resto del mundo. Son vivencias que refieren los místicos religiosos y que, hoy, se pueden inducir en una persona con un aparato. ¿Y es nocivo o peligroso? No. Se utiliza en muchas investigaciones. Se trata de comprender, a través de ello, el porqué de ciertas creencias espirituales. Yo quiero probarlo. Debe de ser increíble sentir la unión mística con el universo. Pues si quieres, un día preparo la máquina… Ahora en serio, ¿qué hay de los microchips cerebrales, capaces, supuestamente, de controlar la voluntad? Supongo que te refieres a los experimentos de investigadores como José María Rodríguez Delgado. No creo que se pueda llegar a conseguir una anulación completa de la voluntad hasta el punto de dominarla. Pero sí es posible influenciar a una persona, a su mente. Debe ser una estimulación mimética de la que se da en el cerebro, que es un sistema electroquímico. Puedo afectarle con campos magnéticos o sustancias químicas. No veo realista que se pueda dominar la voluntad, pero si se hubieran desarrollado esas tecnologías seguramente serían secretas. ¿Y qué opinas de los estados alterados de conciencia, en algunos de los cuales se cree posible quebrar las barreras del espacio y el tiempo, y conocer cosas que uno no debería conocer? Yo creo que eso es una sensación. He leído mucho sobre ello. Es un tema que me interesa. Existe incluso una droga a la que llaman telapatina, porque se supone que facilita la comunicación telepática. Pero en mi opinión se trata de experiencias más subjetivas que otra cosa. Realmente me gustaría que se hiciera un experimento científicamente controlado para ver hasta qué punto se trata de algo real. Mientras no se haga de esa manera, debemos dejarlo en el terreno de meras sensaciones de transmisión telepática, de visión del futuro, de viaje del cuerpo a otros lugares, pero que no son reales. Son interpretaciones que hace el sujeto de una serie de experiencias. En todo caso, son temas frente a los que yo me manten-

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Imagen 18. El profesor Rodríguez Delgado apareció en la primera página de The New York Times en los años 60 del pasado siglo cuando logró, con un radiotransmisor, detener la embestida de un toro bravo en cuyo cerebro había implantado unos electrodos.

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go siempre abierto. Aunque sólo sea porque resultan intrigantes. ¿Crees que algún día se podrá ampliar el cerebro artificialmente, ya sea por medios genéticos, cibernéticos o de otra clase? Sí, sí se podría. Ya se hacen implantes, biológicamente compatibles, en el sistema nervioso para eliminar funciones que están estropeadas y reemplazarlas para que vuelvan a funcionar. Hay un proyecto actualmente en marcha, aunque a muy largo plazo, el Blue Brain Project, costeado por la multinacional IBM, que consiste en conocer el cerebro de la rata neurona a neurona. Cuando llegue a término, teóricamente podremos construir artificialmente el cerebro de una rata que se comporte como tal. Con el ser humano se podrá hacer algún día lo mismo. Aquellas partes del cerebro que se consideren más importantes podrían “ampliarse” mediante implantes de tejidos biocompatibles. Posible o factible es, aunque no ahora mismo. Ya veremos lo que nos depara el futuro…

Imagen 19. ¿Seremos algún día una especie de Robocop?

¿Y la lectura del pensamiento mediante máquinas especiales? Tras el atentado del 11-S, el Gobierno de Estados Unidos puso en marcha un programa cuyo objetivo era crear esa clase de máquinas, para instalarlas incluso en los aeropuertos. Con una resonancia magnética se puede conseguir algo parecido. Pero el sujeto debe estar dentro de la máquina durante muchos minutos, y la información que se registre ha de ser procesada después. No es inmediato. Sin embargo no me parece algo imposible o inviable. ¿Quién asegura que la actividad cerebral no se pueda explorar de un modo más efectivo, y que se pueda saber qué estás pensando realmente en una entrevista de trabajo, por ejemplo? Pero una cosa son las posibilidades que ofrece la ciencia y otra la ética. Es algo fundamental. Los que suelen emplear mal la ciencia no son los científicos, sino los políticos.

Imagen 20. Quizá nuestra mente deje de guardar secretos en no demasiado tiempo.

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