Rev. Zurita, 80-81. Pp. 203-226. I.S.S.N. 0044-5517

VESTIDO PARA VIAJAR: 1600-1650* por ISRAELLASMARÍAS PONZ**

Y aún tenemos que en puro rigor de gala unos vestidos son a proposito si haze sol, otros si esta nublado, otros si llueve.

Los viajes fueron a lo largo de la Edad Moderna una forma de enriquecimiento personal y un signo de distinción. El transporte se convirtió en la sociedad española en un signo externo de distinción de grupos económicamente en ascenso como mercaderes y notarios, y un elemento claramente identificador de la nobleza1. En todo caso, ni todo el mundo podía realizar viajes en las mismas condiciones, ni para todo el mundo viajar sería algo cotidiano. En cualquier caso la nobleza zaragozana estuvo en situación de poder realizar dispendios económicos para viajar. En este sentido encontramos en los inventarios de la nobleza gran cantidad de utensilios relacionados con el viaje. Los elementos que demuestran que la nobleza zaragozana de la primera mitad del siglo XVII viajó son variados, así encontramos constantes referencias a coches, literas, camas y armas de camino, libros de alojamientos, maletas u otros artefactos para transportar las ropas. Cuando el ser humano se enfrenta a la realización de un viaje se le presentan situaciones diferentes a las de la rutina diaria y en el siglo XVII * Este trabajo se enmarca en varios proyectos de investigación: en el proyecto de I+D+I (HUM 2005-07069-C0504/HIST) y en el del grupo de investigación consolidado Blancas financiado por la DGA. ** Becario del Instituto de Estudios Turolenses desde abril de 2005 a marzo de 2007. 1 SERRANO MARTÍN, Eliseo, “Caminos aragoneses y viajeros extranjeros en la Edad Moderna”, en Mª Ángeles Magallón (coord.), Caminos y Comunicaciones en Aragón, IFC, Zaragoza, 1999, p. 210.

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debía hacer frente a varios problemas: al bandolerismo, al mal estado de las vías de comunicación, a la incomodidad que suponía viajar en caballo o carruaje y a las inclemencias del tiempo. Lo primero que se ha necesitado para viajar en cualquier época ha sido un medio de transporte. En la Edad Moderna la nobleza o aquellos que imitaban sus formas de vida disponían de varios medios de transporte para iniciar un viaje: el caballo, el carro, el coche o la litera. Cualquiera de estos medios de transporte expresaban una amplia capacidad económica y eran símbolo por tanto de una opulencia que en el viaje se expresaba de una manera extraordinaria. Para viajar, frente al coche de rúa2 existía el de camino3 o de campaña. Los documentos de las notas números 2 y 3 indican que una misma familia tenía un coche para viajar y otro para andar por la ciudad; ambos tendrían como objetivo exhibir las posibilidades económicas de un ciudadano de la ciudad de Zaragoza. Los ciudadanos tenían cargos en el Concejo de la ciudad y disfrutaban de los mismos privilegios que la nobleza, pero en realidad no eran nobles de nacimiento, aunque tenían mucha importancia política4. Ante esta situación querían vivir como nobles y seguían parámetros en su vida cotidiana similares a los de la nobleza: vestían igual o utilizaban los mismos medios de transporte para aparentar pertenecer a una condición a la que en realidad no podían acceder por nacimiento. Los coches según Cobarruvias eran: un carro cubierto y adornado de cuatro ruedas, que le tiran caballos o mulas5. Esta definición la completó la Real Academia en 1726 de la siguiente forma: especie de carro cubierto y adornado de cuatro ruedas, cerrado por los lados con vidrios y vaquetas y sostenido sobre cuatro pilares con correones de vaqueta para que el movimiento sea más acomodado. Tiranle mulas o caballos guiados por cocheros6. Estos coches iban perfectamente acomodados con alfombras, acolchados y colchones para hacer el viaje más llevadero. En el inventario de Don Martín Gaspar Nieto, caballero de la Orden de Alcántara y del Consejo de Su Majestad en el Reino de Castilla, se hace 2 AHPZ, M. J.Montaner, 1608, ff. 129-129v. En este documento se refleja la venta que hizo en 1608 Graciosa Marco a Francisco Antonio Español, notario y ciudadano de Zaragoza. Esa venta consistió en un rico coche para circular por la ciudad que estaba decorado con cordobanes, sedas, bayeta, alamares y tirado por dos mulas. Exhibir este coche por la ciudad le permitía a este ciudadano dar a conocer su riqueza a las gentes de la ciudad. 3 AHPZ, Juan Isidoro Andrés, 1645,f. 2967. En este folio el mismo notario y ciudadano Francisco Antonio Español indica que su esposa poseía un coche de camino. 4 AHPZ, Juan Isidoro Andres, 1645, ff. 2426-2438. En el folio nº 2967v se anotó la siguiente prenda que demuestra la importancia política de este ciudadano: mas una gramaya de damasco carmesí de las que llevan los consejeros para llevar el palio del Rey. 5 COBARRUVIAS, Tesoro de la Lengua castellana o española, Madrid, 1611 (Edic. Turner, 1977). 6 Real Academia Española, Diccionario de la Lengua castellana, Francisco del Hierro, Madrid, 1726.

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referencia a un coche de campaña que sería tirado por seis mulas7. Un caballero de la Orden de Alcántara, status social máximo en la Edad Moderna, poseía un carro de camino como un notario de Zaragoza. La nobleza zaragozana del siglo XVII no viajaba sólo en coche, también viajaba en litera y así son abundantes las referencias a “literas de camino” en la documentación que he utilizado. Cobarruvias define litera de la forma siguiente: litera vale por cama, porque se invento para ir echados en ella8. Esta definición fue completada por la Real Academia española en 1726 definiendo litera de la siguiente forma: carruaje acomodado para caminar. Es de la misma hechura que la silla de manos, algo más prolongada y con dos asientos, aunque a veces no los tiene y en su lugar se tienden colchones y en este caso va recostado el que lo ocupa. La llevan dos mulas, machos o caballos9. Algunas de estas literas eran auténticas obras de artes como la que describe un depósito de bienes de 1637 del Castellán Ferrería de la Castellanía de San Juan de Jerusalén de Amposta. Este documento describe una litera de camino de las siguientes características: Itten una litera de camino aforrada de damasco rojo y cordovan de moscobia tachonada toda de clavos de azofar con cubierta de encerado verde y alamares desfiladis y sus botoncillos de madera con dos sillones para las acelimas y demas aderezos10. Sin duda esta litera debía ser un medio de transporte muy significativo que expresaría sobremanera la riqueza, honor y poder de la persona que viajaba en ella. Las literas iban perfectamente acomodadas para viajar con almohadas y colchones, que debían matizar las incomodidades de un viaje sobre un camino en mal estado, repleto de lodo, rocas y baches. En el inventario del Capitán General Felipe de Silva se inventarió una almohada de camino y un colchón vacío de damasquillo para la litera11 y en el del caballero Ugo de Urries un colchón de litera12. Las jornadas de viaje podían prolongarse varios días y se haría necesario pernoctar. Por eso algunos miembros muy destacados de la nobleza y que viajaban en múltiples ocasiones disponían de libros que contenían 7 AHPZ, Juan Isidoro Andrés, 1646, ff. 250v-257v. En el folio nº 254 de este inventario se recoge la noticia de: Ittem un coche de campaña con seys mulas y todos sus adereços. 8 COBARRUVIAS, Tesoro de la Lengua castellana o española, Madrid, 1611 (Edic. Turner, 1977). 9 Real Academia Española, Diccionario de la Lengua castellana, Francisco del Hierro, Madrid, 1726. 10 AHPZ, Ildefonso Moles, 1637, f. 605v. 11 AHPZ, Juan Isidoro Andrés, 1647, f. 10v del inventario. 12 AHPZ, Bartolomé Malo, 1605, f. 157v: “un colchoncico de la litera”.

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información sobre alojamientos. En el inventario del Capitán General del Ejército Real Don Felipe de Silva se anotó un libro de alojamientos de la ciudad de Milán13. Sin duda, esto es un indicador de que para Don Felipe el viaje era algo cotidiano. Esta relación de alojamientos indica que cuando se llegaba a una ciudad había que buscar alojamientos para pernoctar durante una noche o incluso varios días. Si en la ciudad en cuestión no se disponía de casa o palacio propio o de algún amigo de la familia se debía ir en busca de alguna casa en la que se alquilasen habitaciones. Pero aun en estos mesones las diferencias sociales se hacían evidentes y no disponía de las mismas comodidades un noble que un criado. Según la documentación utilizada, en Zaragoza existía un mesón en las cercanías del Pilar que se llamaban Mesón del Pilar. Este establecimiento tenía alrededor de veintitrés habitaciones en las que se observan diferencias en cuanto a su acomodo: había habitaciones con una o varias camas y camas con uno o varios colchones. Estas diferencias en el acomodo de las habitaciones inducen a pensar que las habitaciones más confortables serían utilizadas por personas de mayor condición mientras que las habitaciones menos cómodas por personas de menor condición. En la descripción del mesón para realizar su inventario se hace referencia a habitaciones concretas y a partir de estas descripciones se observa cómo se acomodaban las personas cuando viajaban. Así cuando se hace referencia al aposento del fraile se observa que en esta habitación sólo existía una cama de tres colchones con un rico paramento14. Otra habitación tan confortable o más que la “del fraile” era la que en el inventario se denominaba la habitación del conde15. Frente a estas dos estancias destinadas a albergar cómodamente a personas honorables aparece otra estancia que es la cuadra, donde había dos camas; en ella es donde posiblemente dormirían algunos de los criados, que estarían encargados de guardar las caballerías y que acompañaban en el viaje a su 13 AHPZ, Juan Isidoro Andrés, 1647, f. 18 del inventario. En este folio se inventarió: Una relación de los aloja mientos de milan en ytaliano seis Rs. 14 AHPZ, Pedro Sánchez del Castellar, 1637, ff. 310v-324. En el folio nº 320 se describe la habitación de un fraile: Ittem en el aposento dicho del fraile una cama de campo con su paramento de paño açul con franga de seda tres col chones dos sabanas dos mantas una blanca y otra colorada dos almoadas Ittem quatro sillas de respaldo un bufete de nogal dos de pino una mesa con dos bancos sitte guadamaciles y un quadro del Señor Santc Francº al temple. 15 AHPZ, Pedro Sánchez del Castellar, 1637, ff. 310v-324. En el folio nº 314v y 315 se describe: Ittem en el quarto llamado del conde dos camas de campo con su paramento el uno de cadico con franga de seda berde y el otro con ris tras de seda colorada y en cada una de dichas camas tres colchones con un rodapiés dos mantas blancas otra berde y un sobre cama pagica con franga berde dos almoadas Ittem un juego de aguamaciles Ittem un quadro del niño Jesús al tem ple Ittem seys sillas de respaldo Ittem un par de murillos de azofar Ittem un banco de respaldo de pino. Ittem un bufete de nogal.

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señor16. La descripción de estas tres habitaciones evidencia cómo la diferenciación social durante el viaje quedaba perfectamente reflejada en los alojamientos. En ocasiones las jornadas de viaje se podían alargar y los señores preferían o se veían obligados a dormir durante el viaje porque un acontecimiento inesperado impedía la continuación del trayecto; para estas ocasiones estaban las denominadas camas de camino. Las camas de camino no eran todavía camas articuladas como las del siglo XVIII, sino que se armaban sobre un cuero. Estas camas solían ser en su forma muy sencillas: cuatro pilares desarmables y como vestidura tenían solamente un cielo y unas cortinas; por tanto carecían de lecho o armadura de madera. A mediados del siglo XVII fue usual que estas camas fuesen también de viento, formadas por varios colchones sobre un lienzo que se sujetaba a cuatro pilares. En general, las camas de camino se transportaban en almofrex. Cobarruvias definió almofrex como: la funda en que se lleva la cama de camino; por fuera es de xerga y por dentro de angeo o lienzo basto. También es donde se extiende la cama17. La Real Academia española añadió a la definición de Cobarruvias en 1726 lo siguiente: bola cuadrada y mas larga que ancha, donde cabe un transportin o colchón pequeño que llevan para cama los que caminan o navegan. Tiene una abertura por su longitud para meter el colchón y que vaya defendido y cabe también la ropa de cama y se cierra con ojetes u ojales y un cordel delgado o cordón cosiendose por estos ojales18. La documentación que he utilizado aporta diversos ejemplos sobre camas de camino, que según esta documentación eran propias de personalidades de elevada condición: nobles o ciudadanos del Concejo de la ciudad. Estas camas, a excepción de la del ciudadano Jerónimo Espés y Sola19 pertenecían a miembros de la nobleza zaragozana. Se debe tener en cuenta que la familia Espés era según Gómez Zorraquino20 una de las familias que mayor peso

16 AHPZ, Pedro Sánchez del Castellar, 1637, ff. 310v-324. En el folio nº 320v se describe la siguiente habitación: Ittem en la cuadra se allaron dos camas de medios pilares y en cada una dellas tres colchones dos mantas las dos blan cas una pagica y otra colorada con rodapiés y dos almoadas. Ittem tres sillas de respaldo y otra llana un banco de pino con respaldo un bufete de pino un arca de pino y quatro cortinas de red y lienço. 17 Cobarruvias, Tesoro de la Lengua castellana o española, Madrid, 1611 (Edic. Turner, 1977). 18 Real Academia Española, Diccionario de la Lengua castellana, Francisco del Hierro, Madrid, 1726. 19 AHPZ, Pedro J. Martínez de Aztarbe, 1623, ff. 635v-661v. En el folio nº 659 se recoge: Ittem una cama de camino. 20 GÓMEZ ZORRAQUINO, José Ignacio, “Ni señores, ni campesinos/artesanos. El gobierno de los ciudadanos en Aragón”, en Fcº José ARANDA P ÉREZ, Burgueses o ciudadanos en la España moderna, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2003.

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político tenían en el Concejo de la ciudad de Zaragoza durante el siglo XVII, pero habían accedido a la infanzonía mediante el matrimonio y debían imitar las formas de vida de la nobleza, para demostrar que no siendo nobles de cuna, vivían como éstos o incluso con mejores comodidades. En cualquier caso lo que es evidente es que las camas de camino eran un elemento de distinción muy sugestivo. Según la documentación estas camas estaban realizadas en madera de nogal o granadillo21 y aderezadas con terciopelo, tafetán, raja, volante o bayeta; en estas camas predominaba el color verde sobre el resto de colores. Se debe tener en cuenta que el color verde era uno de los más utilizados en las ropas de camino. Del conjunto de camas de camino que aporta la documentación que he estudiado destaca la del Virrey Don Felipe de Silva; la noticia de esta cama es interesante por varias razones: en primer lugar por su descripción detalla y exhaustiva22 y en segundo lugar porque hace referencia a una cama de camino con la denominación de cama de campaña en 1647. Esto permite ampliar la información de María Paz Aguiló Alonso23 que comenta que esta denominación no apareció hasta 1690. Una de las camas de camino más significativa es la que aparece en el inventario de don Luis Álvarez de Fabara, Conde de San Juan. Esta cama esta formada y aderezada con materiales importados24, lo que viene a demostrar la capacidad económica de este señor y que no dudaba en mostrarla durante sus viajes. Otros ejemplos de camas de camino de miembros de la nobleza son por ejemplo: la cama de camino que aparece en el inventario del señor de la Baronía de Ayerbe y Marcuello25. La cama de camino del inventario del Castellán de la Castellanía de San Juan de Jerusalem en Amposta26 y la 21

El granadillo era una madera cara y oscura que se traía de las Indias. AHPZ, Juan Isidoro Andrés, 1647, ff. 10 y 10v del inventario. En este folio se describe: una cama de camino de tercianela berde con madera de nogal y un baul de baqueta sobre el que se arma y dos paños de cama uno de terciopelo berde y otro de tafetán y toalla de lo mismo toda vieja y manchada todo valdra trescientos Rs poco mas y otra colgadura de cama de terciopelo sin madera ni sobre camas sino solas las cortinas y el cielo valdra dosçientos Rs. Estos debían ser los aderezos de la cama de camino, ver la definición que en 1726 da al respecto el Diccionario de la Lengua castellanas: quatro biombos de tafetán berde para armar dentro de ellos una cama de campaña en ciento y cinquenta Rs. 23 AGUILÓ ALONSO, María Paz, El Mueble en España: siglos XV-XVII, Ediciones Antiquaria, CSIC, Madrid, 1993, p. 146. En esta página la autora comenta que tiene noticia por primera vez de una cama de campaña en un inventario de 1690, frente a esto yo he encontrado una cama de campaña en 1647 como se puede comprobar en la nota anterior. 24 AHPZ, Lorenzo Moles, 1642, ff. 3445v-3347v. En el folio nº 3446 de este inventario se recoge: mas una cama de camino de granadillo con dos armazones la una de raxa de las nabes y otra de bolante con dos colchones y una col cha de la india. 25 AHPZ, Bartolomé Malo, 1605, ff. 144-159. En el folio nº 153 se detalla: Una camilla de camino de tafetán blanco y carmesí verde con sus franjas. 26 AHPZ, Ildefonso Moles, 1637, ff. 603.607. En el folio nº 605 se recoge: Ittem una cama portátil de nogal (ile gible) un baul. 22

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camilla de galera del inventario del señor de Quinto, Don Juan de Funes y Villalpando27. En este caso la galera no era tipo barco, sino una especie de carro. Si las dificultades que suponían unas vías de comunicación en muy mal estado, plagadas de lodo, polvo y baches, se solventaban con vehículos como los coches, las literas o utensilios como las camas de camino, existía otro peligro mayor cuando se emprendía un viaje: el bandolerismo. Para hacer frente al bandolerismo durante el viaje la población disponía de armas apropiadas para viajar. En la documentación que he utilizado aparecen inventariadas espadas de camino frente a las espadas de rúa. En el inventario del infanzón Juan Francisco Burgues28 se detalla una espada de camino más ancha y corta que las que se lucían por la ciudad. Esta forma achaparrada de la espada respondía a la necesidad de llevarla cabalgando o sentado en el carro o litera y es de suponer que resultaría más cómodo que fuera corta que no larga como un estoque de los que se usaban durante la noche. Una vez que se habían puesto solución al problema del transporte y de la seguridad, había que dar solución al problema que suponía transportar el vestuario de un lugar a otro. El transporte de prendas se hacía en maletas, baúles y portamanteos o mangas. Por baúl se entendía en el siglo XVII lo mismo que se entiende hoy y como ejemplo del uso de baúles para guardar ropas durante el viaje dispongo del inventario de fray Hernando Ruy de Prado, Bayle de Caspe, que murió durante un trayecto 29. La maleta según el Diccionario de la Lengua castellana de 1726 era: la balija o bolsa de cuero redonda y larga en que se lleva la ropa y vestidos cuando se camina y va asegurada con una varilla la cual se cierra con un candado30. La nobleza zaragozana del siglo XVII usó maletas para viajar y de ello tenemos varios ejemplos: en el inventario de fray Hernando del Hospital, caballero de la orden y milicia de Montesa31 y en el inventario del abogado Juan Castillo 32. Como se puede comprobar, de las maletas hicieron uso tanto los nobles como los que imitaban su forma de vida.

27 AHPZ, Diego Fecet, 1603, f. 637. En este folio se inventarió: Item una camilla de galera de nogal entera sin paramento ni manzanillas. 28 AHPZ, Juan Isidoro Andrés, 1645, ff. 2426-2438. En el folio 2433 de este inventario se inventarió: Ittem cinco ojas de espada y una espada ancha de camino. 29 AHPZ, Francisco Morel, 1624, ff. 158-161. En diferentes momentos se inventarían baúles llenos de prendas. 30 Real Academia Española, Diccionario de la Lengua castellana, Francisco del Hierro, Madrid, 1726. 31 AHPZ, Lorenzo Villanueva, hijo, 1605, s.f. En este inventario se detallan: una maleta, una maletilla y un baúl. 32 AHPZ, Francisco Moles, 1618, ff. 2466-2473.

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Además de las maletas y los baúles, la nobleza zaragozana del siglo XVII también utilizó para llevar las ropas durante el viaje portamanteos, que también eran llamados mangas. El término portamanteo no ha aparecido en la documentación que he utilizado, sin embargo dispongo de varios ejemplos de mangas: uno de ellos es el del inventario de la Señora del lugar de Sobradiel, Doña Esperanza Cerdán de Escatrón en el que se anotó una manga de color verde para transportar ropas de camino33. De nuevo el color verde aparece en un utensilio que se utiliza para viajar. Entre los elementos que hacían más fáciles los viajes a los nobles del siglo XVII, al margen de los elementos que he comentado, también estaban los vestidos. El vestido permitía a las gentes del siglo XVII defenderse de los lodos, de la lluvia, del sol o del frío que se convertían en un problema evidente cuando se abandonaba la vida en palacio o en la ciudad y se iniciaba un viaje. Así las gentes del siglo XVII crearon una serie de prendas que les defendiesen de los agentes atmosféricos cuando viajaban. Hay que tener en cuenta que estos agentes atmosféricos afectaban más a las personas durante un viaje que en el retiro de su casa, máxime si tenemos en cuenta las condiciones en que se realizaban estos viajes. Así pues, para hacer el viaje se vestían las prendas propias del traje de camino y por tanto se debe diferenciar entre el traje de rúa para andar por la ciudad y el vestido de camino 34 que se llevaba cuando se viajaba; estos estereotipos no impedían que por apariencia las gentes vistiesen con ropas incómodas y vistosas durante los viajes. A partir de ahora voy a comentar aquellas prendas que la nobleza zaragozana utilizó para realizar sus viajes durante la primera mitad del siglo XVII. Se debe tener en cuenta que las gentes de la Edad Moderna podían utilizar todo tipo de prendas para viajar; aunque existían prendas exclusivas de las jornadas de camino o cabalgada. En general, las gentes del siglo XVII gustaban de llevar atuendos con mucho colorido para viajar, aunque parece ser que tanto los hombres como las mujeres mostraron predilección por el color verde35. Por lo que respecta a las prendas exclusivas de viaje voy a distinguir entre las que eran propias de los hombres y las que eran propias de las mujeres.

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AHPZ, Bartolomé Malo, 1614, f. 1373. En este folio se anotó: una manga de paño berde para llebar ropa de

camino. 34 AHPZ, Diego Fecet, 1614, ff. 190v-201v. En el folio nº 199 se anotó: un vestido de camino de color con ropilla capa y valon viejo. 35 B ERNIS, Carmen, El traje y el tipo social en El Quijote, Ediciones del Viso, Madrid, 2001, p. 20.

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Las prendas exclusivas para el viaje fueron prendas que cubrían el conjunto del cuerpo y que eran las más eficaces para protegerse de los agentes atmosféricos. Estas prendas fueron para las mujeres el capotillo y ferreruelo y para los hombres el albornoz, la capa, el capote, el capotillo, la casaca y el gabán. Que usasen estas prendas no excluye el uso de otras que se utilizaban también en la ciudad y que por tanto no eran prendas exclusivas para viajar, a las que aquí sólo voy a hacer referencia. Así tenemos noticia del uso para viajar de: bohemios, calzas, calzones y ropilla para los hombres y ropas y basquiñas para las mujeres. Además ambos sexos usarían durante el camino la almilla y el jubón. En ocasiones el uso de estas prendas se debía a razones de pura apariencia, porque eran prendas poco cómodas y costosas de realizar y cuya adquisición suponía un alto desembolso económico. Por lo que respecta a las prendas que usaron las mujeres para el camino destacan según la documentación de la que dispongo el capotillo y el ferreruelo. El ferreruelo era una prenda que los hombres usaban para cubrirse el cuerpo y la llevaban sobre el jubón y la ropilla. Pero el ferreruelo también fue usado por las mujeres principales como prenda propia del camino para abrigarse y protegerse de los agentes atmosféricos. Los hombres podían llevar ferreruelo para viajar, pero no era una prenda exclusiva para el viaje como ocurría con las damas. El ferreruelo de camino de mujer era una prenda: corta que no pasaba de las rodillas, circular y como el ferreruelo de hombre poseía cuello y sobrecuello. Lo particular de esta prenda era que tenía unas aberturas en los delanteros para sacar los brazos. Así pues, parece que el ferreruelo de mujer tenía ciertas similitudes con el bohemio que usaban los hombres de elevada condición. Un ejemplo de vestido completo para época de lluvia que incluía un ferreruelo masculino que pudo ser utilizado para viajar fue el que aparece en el inventario de fray Baltasar de Altarriba, Comendador de Orta y Recibidor del Común Tesoro de San Juan de Jerusalén en la Castellanía de Amposta36. La otra prenda que las mujeres usaron para viajar fue el capotillo. En este sentido la Real Academia española define capotillo como: capote corto que usan las mujeres para abrigo. Hacense de varias telas y colores37. 36 AHPZ, Francisco Morel, 1618, ff.892-893v. En el folio nº 892v un vestido completo para cuando llovía, que seguramente lo portaría este caballero cuando salía de viaje en tiempo de lluvias: Ittem un ferreruelo ropilla y calzones de si llueve y no llueve aforrados en tafetán pardo y un jubon del mismo color. 37 Real Academia Española, Diccionario de la Lengua castellana, Francisco del Hierro, Madrid, 1726.

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Una prenda corta como el capotillo, o en su caso el ferreruelo, permitía a las mujeres viajar a caballo, algo muy difícil si hubiesen llevado el tradicional manto. Los libros de sastrería dan patrones para diferentes modelos de capotes de hombres. Pero podemos ver el capotillo femenino como una prenda que presenta grandes similitudes con algunos capotes masculinos. Así el capotillo femenino se caracterizaba por ser una prenda suelta, abierta por delante, corta y con mangas tubulares pendientes de los hombros. Esta prenda para que resultase más abrigada se podía forrar con pieles. El albornoz tenía varios usos y entre ellos era el de proteger a la persona que lo llevaba del agua de lluvia o de la nieve. En el caso de que al albornoz se le diera este uso se hacía con una tela impermeable que se llamaba albornoz. En la documentación que he utilizado se observan prendas hechas con tela de albornoz que sería impermeable y que posiblemente se llevaría para viajar, puesto que repelía el agua y la nieve. Dispongo de varios ejemplos: en el inventario del sastre Pedro Colón se detallan dos jubones de albornoz38. En el inventario de Anna Henrriquez de Cobarruvias de la que no sabemos su condición, pero que por la capacidad económica que muestra su inventario de bienes podía permitirse vestir siguiendo la moda de la nobleza, se anotó una ropilla de albornoz 39. Así la Real Academia española define albornoz de la siguiente forma: especie de capa, o capote cerrado con su capilla, que se hacía en lo antiguo de tela de albornoz para defensa de las aguas y nieves40. El albornoz era una prenda cerrada y más corta por delante que por detrás. Su capilla a modo de capuchón era cuadrada, no muy grande y formaba un todo con el resto de la prenda. Este conjunto de características y el hecho de que fuese una prenda que repelía el agua hacen que el albornoz fuese una de las prendas más apropiadas para el viaje. Los hombres de la nobleza zaragozana utilizaron en la primera mitad del siglo XVII para ir de camino el capote. Cobarruvias41 dice que el capote: difiere de la capa en que la capa tiene la capilla cerrada, cuadrada en la capilla y redonda debajo; el capote no la tiene, a lo menos en este forma, y hay muchas formas de capote, con capilla redonda y cuello, con capilla de

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AHPZ, Domingo Montaner, 1628, f. 383v. En este folio se anotó: Item dos jubones de albornoz sin mangas biejos. AHPZ, Juan Moles, menor, 1618, f. 983v. En este folio se inventario: Ittem una ropilla de albornoz plateado

vieja. 40 41

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Real Academia Española, Diccionario de la Lengua castellana, Francisco del Hierro, Madrid, 1726. COBARRUVIAS, Tesoro de la Lengua castellana o española, Madrid, 1611 (Edic. Turner, 1977).

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chias, con una sola capilla que sirve de cuello. La Real Academia de la Lengua Española añade a esta definición lo siguiente: capa hecha de albornoz, barragán, u otra tela doble, que sirve para el abrigo, y para resistir el agua, por lo que suele tambien forrarse: diferenciases en la hechura de la capa comun, solo en el cuello por lo regular es redondo42. El sastre Rocha Burguen en su libro de sastrería publicado en 1618 trazó patrones para hacer capotes de diferentes tipos. Estos capotes se pueden agrupar en tres familias: capotes con capilla para cubrir la cabeza: capote ordinario, capote serrano o ganadero y capote de galera; capotes sin capilla con unos faldones a modo de gran cuello que cubren los hombros: capote galán y capote galdrés para clérigo; y capotes de complicado corte y ceñidos: capote de lacayo francés sin capilla y capote gironado sin capilla43. El capote más apropiado para el camino era el capote ordinario que sobre los patrones era una pieza abierta por delante con sus dos delanteros cortados en dos piezas por separado y más bien corta, alrededor de setenta centímetros. Estos capotes, pese a ser prendas de abrigo para los viajes, podían llegar a ser prendas ricas y muy elegantes. Así podían estar confeccionadas con telas tan lujosas como el chamelote de aguas o con pieles. Además se podían decorar con guarniciones muy apreciadas como las puntillas o bordados y abrocharse con elementos significativos como alamares bordados. Esto es una muestra evidente de cómo durante el viaje se hacía ostentación con las prendas del vestido, puesto que no tenía mucho sentido llevar prendas tan ricamente adornadas por unos caminos llenos de polvo y lodo, que estropearían las telas y las guarniciones. La documentación que he utilizado aporta diversos ejemplos de capotes que pertenecían a miembros de la nobleza zaragozana. En el inventario de don Felipe de Silva, Virrey del Principado de Cataluña se anotó un capote de pelo de camello, que formaba parte de un vestido muy abrigado que perfectamente permitía evitar el frío durante un viaje y otro de paño que cerraba con alamares44. En el inventario del Conde de San Juan, Don Luis Álvarez de Fabara se anotaron dos capotes45. Pero sobre todo destaca el capote de martas

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Real Academia Española, Diccionario de la Lengua castellana, Francisco del Hierro, Madrid, 1726. AHPZ, Juan Isidoro Andrés, 1645, ff. 2426-2438. En el folio nº 2431v se anotó: Ittem un calçon ropilla y capa de paño aceytunado pª un paje. 44 AHPZ, Juan Isidoro Andrés, 1647, f. 13v del inventario. En este folio se anotó el siguiente vestido: casaca, ropi lla, calcones, tali y cuellecuelo, y capote de camello cavellado guarnecido con puntillas. En este mismo inventario en el folio nº 15 se anotó: un capote de paño carmesí con alamares bordados de lo mismo y seda ducientos Rr. 45 AHPZ, Lorenzo Moles, 1642, ff. 3445v-3447v. En el folio nº 3446v se anotaron: mas un capote de esparragon, mas otro capote de chamelote de aguas. 43

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cubierto de gorgorán del caballero Ugo de Urries, Señor de la Baronía de Ayerbe y Marcuello 46. Los capotes cortos también eran llamados capotillos y se caracterizaban por tener unas mangas que no sobrepasaban la longitud de los brazos por lo que podían llevarse, bien colgando de los hombros como las mangas de los otros capotes o bien con los brazos metidos en ellas. Además estas mangas se sujetaban tan sólo en un punto con respecto al cuerpo del capote. Estos capotillos tenían capilla de quita y pon, por lo tanto capote y capilla no formaban un todo. A esta capilla también se le denomina morrión y tenía unas aberturas para los ojos; lo que indica que se llevaría encajada en la cabeza, protegiendo de las inclemencias atmosféricas parte de la cara. Dentro de los capotillos destaca el capotillo de dos haldas que fue utilizado como prenda para el viaje por todos los grupos sociales cuya riqueza quedaría reflejada en los materiales con que estaba confeccionada esta prenda. La denominación de dos haldas hace referencia a las dos piezas de que se componía. Cobarruvias define halda como lo que cuelga del vestido que no se pega al cuerpo47. Esta definición vale tanto para el capotillo como para cualquier otra prenda. El capotillo de dos haldas era una prenda tan antigua como simple, que estaba formada por dos paños que se unían en los hombros. Por tanto era una prenda abierta por los costados, cerrada en el delantero y trasero, y amplia, que quedaba despegada del cuerpo. Para meter la cabeza tenía una abertura redondeada entre los hombros. En el siglo XVII tenía dos variantes: con o sin mangas colgantes. Este capotillo se podía llevar ceñido a la cintura con una banda y las mangas colgantes recogidas en la espalda. Además podía llevar una capilla para cubrir la cabeza, que era independiente del capotillo similar a la que he definido más arriba. Estos capotillos se hacían con tejidos abrigados como el paño o las pieles y entre los colores destaca el verde muy utilizado para las prendas de camino. Además estas prendas, que también fueron utilizadas por las gentes humildes, podían estar guarnecidas con adornos muy ricos como botones y galón. Estos adornos en ocasiones podían ser de plata u oro. Lo que vuelve a demostrar el interés por mostrar la riqueza durante el viaje.

46 AHPZ, Bartolomé Malo, 1605, f. 150. En este folio se recoge: un capote de martas cervillinas cubierto de gor goran con avito de Santiago. 47 C OBARRUVIAS, Tesoro de la Lengua castellana o española, Madrid, 1611 (Edic. Turner, 1977).

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La documentación que he utilizado aporta diversos ejemplos de miembros de la nobleza que se servían de capotillos. En el inventario de fray Urbano Ximenez de Aragues, caballero de la orden de San Juan de Jerusalén e hijo de Urbano Ximenez de Aragues que había sido Justicia del Reino de Aragón se anotó un capotillo de paño 48. En el inventario de Don Felipe de Silva aparece un capotillo de una calidad extraordinaria con adornos de plata y oro49. También había capotes largos para el camino muy parecidos a los fieltros y que se llevaban con las mangas puestas. El capote largo que resultaba más vistoso era el capote galán que se decoraba con pasamanos. Este capote en lugar de tener capilla tenía faldones que también servían de abrigo. Una prenda muy utilizada por la nobleza zaragozana de la primera mitad del siglo XVII fue el gabán, usado por los nobles zaragozanos como prenda para cubrirse en la intimidad, pero que servía también como prenda protectora para el viaje. Cobarruvias definió gabán en su Tesoro de la Lengua castellana o española como: el capote cerrado con mangas y capilla, del cual usaban las gentes que andaban en el campo y los caminantes; y algunos en la ciudad se sirven de ellos por ropa de por casa. Algunos gabanes y capotes tenían cierto parentesco; e incluso en el lenguaje vulgar ambos nombres podían llegar a usarse indistintamente, pero entre los sastres, donde el rigor para denominar las prendas era más grande, se consideraba que el gabán y el capote eran prendas diferentes. En este sentido los gabanes eran prendas holgadas y nunca tan cortas como los capotes. Además eran prendas vueludas, cerradas por delante y abiertas a los costados. Sus mangas eran colgantes y tenían capilla en forma de capuchón con pequeñas haldetas50 que era de quita y pon y se sujetaba atándola a los hombros. La documentación que he utilizado indica que en Zaragoza en el siglo XVII se utilizaban gabanes con capilla para protegerse cuando se iba de camino. En este sentido el inventario de Francisco de la Vega, presbítero racionero de la catedral de La Seo, recoge dos gabanes viejos con capillos51. Los gabanes que llevaban los rústicos eran de tejidos más sencillos, pero conservaban la misma forma que los de la gente principal. Rocha Burguen52 48 AHPZ, Francisco Morel, 1619, ff. 1549v-1551 (inserto sin numerar). En el inserto se anotó: un capotillo de paño ya traydo. 49 AHPZ, Juan Isidoro Andrés, 1647. En el folio nº 15 del inventario se anotó: casaca, capotillo de pelo de came llo noguerado con galón de plata y oro al canto y botones de oro ducientos Rs. 50 Lo mismo que haldas. Ver más arriba capotillo de dos haldas. 51 AHPZ, Pedro Sánchez del Castellar, 1642, f. 849: Item dos gabanes viejos con sus capillos. 52 Rocha Burguen, Geometría y traça… Madrid, 1618.

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en 1618 trazó patrones para tres tipos de gabanes de los cuales nos interesa el gabán lombardo, especial para cabalgar. Esta prenda en lugar de tener mangas colgantes tenía unos grandes haldones53 para cubrir los brazos que iban cosidos sobre los cuartos traseros de modo que servían para que la gente que viajaba a caballo llevase cubiertas las manos que sujetaban las riendas. Además era una prenda que para facilitar la monta era abierta por delante y en los costados; al ser abierta tenía dos delanteros y los costados se abotonaban desde la sisa hasta algo más arriba de las rodillas. Según la documentación de la que dispongo los gabanes para el camino eran prendas abrigadas de paño. El color que predominaba en ellos era el verde y en ocasiones iban decorados, por ejemplo con trencillas. En este sentido encontramos varios ejemplos de gabanes de camino utilizados por la nobleza zaragozana en el siglo XVII: en el inventario de Urbano Ximenez de Aragues, se anota un gabán de paño54. El inventario de fray Baltasar Altarribia, Comendador de Orta de la Religión de San Juan de Jerusalén, aporta otro ejemplo de gabán de paño verde adornado55. Por tanto parece que el gabán fue una prenda usada con cierta frecuencia por los nobles zaragozanos en el siglo XVII como prenda de camino. Aunque en ocasiones este gabán se utilizaba para festejos de la ciudad. En este sentido tenemos noticia de un gabán para una encamisada en una relación de cuentas de los Barones de La Laguna56. Otra de las prendas que los nobles zaragozanos de la primera mitad del siglo XVII usaron para viajar fue la capa. La capa en general no fue una prenda exclusiva del viaje, pero sí que existían modelos que únicamente se utilizaban para viajar, como la capa de camino. Cobarruvias define capa como: la vestidura que se pone sobre todas las demás, comúnmente 57. Además apunta a que existen diferentes tipos de capa como son: la capa larga propia de los ancianos, la capa corta propia de mozos y galanes, la capa lombarda y la capa aguadera. La Real Academia Española amplia la anterior definición: ropa larga y suelta sin mangas que traen los hombres sobre el vestido; es angosta por el cuello, ancha y redonda por abaxo, y abierta por delante. Hácese de paño y otras telas 58. 53

Lo mismo que haldas. Ver más arriba capotillo de dos haldas. AHPZ, Francisco Morel, 1619, ff.1549v-1551 (ver inserto sin numerar). 55 AHPZ, Francisco Morel, 1618, ff. 892-893v. En el folio 893v se anotó: Item un gaban de paño verde guarnecido con trencillas verdes y leonadas. 56 AHPZ, Miguel Villanueva, 1611, ff. 369-371v (ver inserto sin numerar). 57 COBARRUVIAS, Tesoro de la Lengua castellana o española, Madrid, 1611 (Edic. Turner, 1977). 58 Real Academia Española, Diccionario de la Lengua castellana, Francisco del Hierro, Madrid, 1726. 54

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La capa de camino usada por las personas de alto rango como eran los nobles zaragozanos presentaba algunas diferencias con respecto a la capa de andar por la ciudad su capilla servía, como es lógico, para cubrir y proteger la cabeza del frío y la lluvia. Y además para envolver mejor el cuerpo se cerraba en el delantero con alamares para permitir el uso libre de las manos. La documentación que he utilizado aporta varias capas de camino a juzgar por los materiales con que estaban confeccionadas: albornoz y fieltro. Ambos eran dos tejidos impermeables que escupirían el agua de la lluvia y de la nieve. Del albornoz ya he hablado en el apartado dedicado a los albornoces. Y el fieltro era un tejido de lana impermeable, pero en ocasiones también se denominaba fieltro a la capa aguadera realizada con esta tela. De las capas confeccionadas con albornoz dispongo de dos ejemplos: en el inventario del mercader Ramón Casas, que en el vestido seguía la moda propia de los nobles aparece una capa de albornoz59. En ocasiones estas capas se forraban con piel para que fuesen más abrigadas, así lo indica el ejemplo de capa de camino que aparece en el inventario del doctor Don Pedro Bernardo Diez, que murió en Zaragoza a donde había acudido por negocios. En este inventario se recoge una capa de albornoz que sería utilizada por Don Pedro como prenda de abrigo para el viaje que estaba realizando60. En relación a las capas realizadas con fieltro que se denominaban, simplemente fieltros o capas aguaderas la documentación de que dispongo aporta un ejemplo en el inventario del mercader Eugenio Landuhi Forzes61. Este mercader poseía gran capacidad económica y sus vestidos imitaban los de los hombres de la nobleza, aunque la riqueza de su casa no se puede equiparar a la riqueza de las casas de los nobles; en este sentido este mercader pretendía dar una imagen de riqueza que no se correspondía con su realidad. Estas capas aguaderas o fieltros no eran como las capas de albornoz que he comentado con anterioridad, sino que constituían una tipología concreta de capa. Estos fieltros estaban formados por dos piezas: dos piezas independientes semicirculares, una más pequeña y la otra más grande; la pequeña formaba lo que los sastres denominaban faldones. Esta prenda se completaba, como es lógico, con una capilla en forma de capuchón para cubrir la cabeza y con dos piezas para tapar la boca. En conclusión era una prenda muy abrigada y apropiada para climas fríos o para los meses más duros del invierno en los que se necesitaba salir de viaje. 59 60

AHPZ, Juan Gil Calvete, 1646, f. 2343: Ms. una capa de Albornoz. AHPZ, Nicolás de Cascarosa, 1623, ff. 400-402. En el folio nº 401 se anotó: una capa de albornoz aforrada en

pellejos. 61

AHPZ, Diego Francisco Moles, 1621, f. 334. En este folio se anotó: Ittem un fieltro para ir de camino.

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Como ya he comentado en ocasiones la nobleza del siglo XVII utilizaba para el camino prendas que no eran exclusivas de esta actividad, sino que se podían llevar en la vida cotidiana de la ciudad. Este uso “indebido” se podía hacer por simple inercia o en ocasiones se utilizaban prendas ricas y ostentosas para exhibir riqueza y condición. El problema es que la documentación no siempre describe la prenda de camino y no podemos averiguar sus características. La documentación que he utilizado aporta diversos ejemplos de prendas que sin ser exclusivas para el viaje se llevaban durante el camino, porque a esta función estaban destinadas según anotó el escribano del notario que hizo inventario de los bienes del difunto. Como ya he comentado en el apartado dedicado a los albornoces en el inventario del sastre Pedro Colón de 1628 aparecen dos jubones de albornoz, que sin duda se utilizaban para viajar, porque eran de tejido impermeable. Al margen de este documento en el inventario del hijo del que fue Justicia del Reino de Aragón, fray Urbano Ximenez de Aragues se detallan unos calzones de camino 62. Este inventario está fechado en 1619 y en estas fechas se hacía profuso de las calzas por parte de la nobleza, porque todavía no estaban prohibidas. Las calzas eran mucho más ostentosas que los calzones, pero este caballero prefería la comodidad y discreción de los calzones para ir de camino que tener que bregar con las farragosas calzas, sentado en el caballo o en el coche. Este mismo inventario aporta otro ejemplo similar al anterior: unas medias de camino. El inventario de Anna Henriquez de Cobarruvias aporta otro ejemplo de medias de camino de cordellate63. En este caso son medias de mujer, que no se verían al exterior y que por tanto tendrían la principal función de servir de abrigo para cuando se viajaba por zonas de clima frío, con tiempo adverso o en los meses de invierno. Por último el inventario del Señor del lugar de Sobradiel, el caballero Miguel Cerdán de Escatrón da a conocer qué prendas formaban el vestido con que un miembro de la nobleza zaragozana se ponía en camino en el siglo XVII64. Este vestido estaba formado por una ropilla y unos calzones, prendas que son propias de la vida en la ciudad, pero que es lógico que también se 62 AHPZ, Francisco Morel, 1619, ff. 1549v- 1551 (más un inserto sin numerar). En este inserto se anotaron: Ittem unos calzones de camino y Ittem dos pares de medias de camino. 63 AHPZ, Juan Moles, menor, 1618, f. 983v. En este folio se anotaron: Ittem un par de medias de cordellate colo rado viejas de camino. 64 AHPZ, Diego Fecet, 1614, ff. 190v-201v. En los folios nº 198v y 199 se anotó: Un vestido de camino de color con ropilla capa y valon viejo.

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lleven de viaje, porque con alguna prenda se tenían que cubrir. Este vestido de camino se completaba con una capa, que estaría confeccionada con albornoz o fieltro y que sería una prenda exclusiva de camino. Por tanto este ejemplo indica que los vestidos de camino, entendidos como un conjunto estaban formados por prendas exclusivas de viaje y por prendas que también se utilizaban en la vida cotidiana. Al margen de este conjunto de prendas, los hombres y mujeres de la nobleza zaragozana utilizaron una serie de complementos especiales para protegerse de las inclemencias del tiempo que les permitían viajar con mayor comodidad: antifaces, sombreros, papahigos, tocas, manguitos, botas… eran algunas de las prendas que hacían a esta gente del Siglo de Oro zaragozano viajar más fácilmente. Los nobles o los que imitaban sus formas de vestido utilizaban botas de rúa por influencia de la Corte inglesa o francesa para ir por la ciudad, pero lo más común entre los nobles españoles era utilizar las botas como calzado para el camino. Las características de las botas de rúa son similares a las de camino: las más elegantes eran las ajustadas, se enceraban para darles lustre, disponían de unas correas para sujetarlas a las calzas y que quedasen más estiradas, porque era otro signo de distinción y se realizaban en badana, cordobán y bayeta. Así mismo el color de estas botas era el blanco o negro, puesto que son dos colores fácilmente combinables con el resto de prendas que su utilizaban para viajar. La documentación que he utilizado aporta diversos ejemplos sobre el uso de botas para el camino de diversos miembros destacados de la nobleza zaragozana. Por un lado tenemos aquellos ejemplos en los que se especifica claramente que las botas estaban dedicadas a la actividad del viaje: así en el inventario del Doctor Pedro Bernardo Diez, que murió en Zaragoza estando de paso por la ciudad para solucionar una serie de negocios, se anotaron unas botas de camino de color negro65. Al margen de este ejemplo aparecen otros en los que sin anotarse el término camino se entiende que eran botas para viajar: en el inventario del consejero de Felipe IV y caballero de la orden de Alcántara Martín Gaspar Nieto se anotaron unas botas de agua que Don Gaspar debía utilizar cuando llovía en la ciudad o para viajar con ellas en época de lluvias66. Por último las botas de camino se complementaban con espuelas y cañones, 65

AHPZ, Nicolás de Cascarosa, 1623, f. 400v. En este folio se anotaron: unas botas de camino negras. AHPZ, Juan Isidoro Andrés, 1646, f. 254. En este folio del inventario se anotó: Ittem unas botas de agua y otras de gala traidas. 66

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así lo indica el inventario del caballero de la orden de San Juan de Jerusalén, Jerónimo Pérez de San Vicente en cuyo inventario se detallan unas botas blancas con sus cañones y espuelas67. Por otro lado también tengo noticias de botas que no indican de forma expresa si son de camino o de ciudad, pero la lógica hace que se sitúen entre las botas para viajar o montar, puesto que la función primordial de las botas era proteger la pierna y el pie del frío, el lodo y la tierra durante el camino. En este sentido tengo diversos ejemplos: en el inventario del Virrey del Principado de Cataluña Don Felipe de Silva se anotaron botas de cordobán68. Y en el del Señor del Lugar de Sobradiel, Don Miguel Cerdán de Escatrón, botas de badana y de cordobán enceradas69. Ejemplo de botas de bayeta aporta el inventario del notario Joan Exea 70 y el del mercader Ramón de las Casas71. Por último el inventario de Don Martín Gaspar Nieto da noticia de unas botas de gala72. Sobre estas botas no se puede saber de forma clara si las llevaba Don Gaspar para andar por la ciudad o para andar de camino, vistiendo atuendos de auténtico lujo o si las llevaba para participar en festejos a caballo como torneos o juegos de cañas: Es cierto que para estos festejos se solían llevar borceguíes, pero en ocasiones también se vestían botas. En los festejos militares o de disfraces los caballeros también hacían uso de las botas. Para los festejos de cañas se solían llevar borceguíes, pero la relación de los festejos que Zaragoza celebró en 1615 en honor de Teresa de Jesús da a conocer gran cantidad de noticias de caballeros, pajes y lacayos que cabalgaban monturas llevando botas blancas que debían ser las más apreciadas, pues con ellas concurren los caballeros y los que imitan el vestido de éstos, engalanados a los regocijos. Este color se utilizaba al igual que el negro para facilitar la adecuación de las botas al resto de colores del vestuario. De todo este conjunto de complementos destacaba por su vistosidad el sombrero. Tanto los hombres como las mujeres utilizaron sombreros para salir de viaje. Los sombreros para el camino tenían unas características concretas: el más apropiado era el de ala ancha, que llevaba vistosas plumas en combinación con el conjunto de ropas vistosas que se utilizaban para viajar. 67

AHPZ, Ildefonso Moles, 1650, f. 833. En este folio se anotaron: unas botas blancas con sus cañones y espuelas. AHPZ, Juan Isidoro Andrés, 1647, f. 17 del inventario. En este folio se inventariaron: unas botas de cordovan plateado valen ocho Rs. 69 AHPZ, Diego Fecet, 1614, ff. 190v- 201v. En el folio nº 197v se anotaron: Ittem tres pares de botillas los dos de vadana y el tercero de cordovan enceradas. 70 AHPZ, Martín Martínez de Insausti, 1600, f. 238v. En este folio se anotaron: unas votas de vaqueta. 71 AHPZ, Juan Gil Calvete, 1646, f. 2342. En este folio se anotó: unas botas de baqueta nuevas. 72 AHPZ, Juan Isidoro Andrés, 1626, f. 254. En este folio se anotaron: Ittem unas botas de agua y otras de gala traidas. 68

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La documentación que he utilizado aporta varios ejemplos de sombreros de camino: en el inventario del caballero de la orden de San Juan de Jerusalén, Jerónimo Pérez de San Vicente se anotó un sombrero de camino73. Si en el anterior inventario no se han descrito las características del sombrero de camino en el del caballero Urbano Ximenez de Aragues aparece un sombrero de fieltro con guarniciones de oro de filigrana74. También las mujeres para ir de camino recurrían al sombrero, que se llevaba con una toca de rebozo u otro complemento que tapase la cara. Los sombreros femeninos a principios del siglo XVII eran de copa alta y ala estrecha y como los masculinos se guarnecían con plumas, cintillos y trenzas que se ponían en la base de la copa. Carmen Bernis 75 en su obra sobre el traje en El Quijote dice que los sombreros de mujer no se adornaban con toquillas, pero en el inventario de Anna Henriquez de Cobarruvias aparecen entre sus bienes sendos sombreros con sendas toquillas76. Estos sombreros femeninos, como ocurría con los masculinos, eran principalmente de color negro y de tafetán. El color negro permitía una fácil combinación con el resto de prendas del vestido. Un adorno muy característico de los sombreros vistosos para el camino, tanto de hombres como de mujeres, eran las plumas. No todas las plumas eran iguales: se utilizaban plumas comunes, importadas de Holanda, de colores y de cisne, que debían ser unas de las más bonitas. Al conjunto de plumas se le llamaba plumaje o penacho. De los tipos de plumas que se utilizaron en el siglo XVII tengo noticia a partir de varios inventarios de comerciantes o mercaderes que en sus botigas despachaban plumas y penachos. Así en el inventario del mercader Pedro Faurias aparecen varios plumajes77. Y en el inventario de la botiga de Juan de Angais se detallan varios tipos de plumas: comunes, de Holanda y de cisne78. El que aparezcan plumas de la calidad de las de cisne o de las de Holanda demuestra la relevancia y lo apreciados que debían ser los plumajes en el siglo XVII, al margen del valor que tenían. 73 AHPZ, Ildefonso Moles, 1650, ff. 832-833v. En el folio nº 833 se anotó: y un sombrero de camino. En este caso no se describen las características de los sombreros. 74 AHPZ, Francisco Morel, 1619, ff. 1549v-1551,. en el inserto sin numerar aparece detallado: un sombrero de fiel tro con su cintillo y gafetillo de oro de filigrana. 75 BERNIS, Carmen, El traje y el tipo social en El Quijote, Ediciones del Viso, Madrid, 2001, p. 49. 76 AHPZ, Juan Moles, menor, 1618, ff. 981-984v- En el folio nº 982 se detalló: un sombrero negro aforrado de tafe tán con tres trençillas de ilo de oro y con una toquilla con guarnicion de ilo de oro y en el folio nº 982v y 983 se anotó: Ittem otro sombrero negro con trençilla de oro viejo y toquilla de tafetán pardo obscuro. 77 AHPZ, Juan Moles, menor, f. 1509. En este folio se inventariaron: mas unos plumages doze sueldos. 78 AHPZ, Juan de Lurbe, 1600, ff. 59-67v. En el folio nº 60 se recogen varios tipos de plumas: 6 mil i ciento plu mas de olanda; 3 mil 2 cientos plumas comunes y 2 mil 2 cientas plumas de cisne.

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De que estas plumas se utilizaban para sombreros da fe el inventario del Comendador de Orta de la orden de San Juan de Jerusalén, Baltasar de Altarribia. En este inventario se anotó una caja de plumas de colores79. Esto indica que las plumas eran utilizadas para dar mayor vistosidad a los atuendos, sobre todo cuando se iba de camino. En ocasiones estos plumajes se podían disponer en randas como si de puntillas se tratasen, lo que indica lo sofisticados que en ocasiones eran los adornos de plumas. En el inventario de M. J. Laborda se detallan diferentes tipos de plumas en randa: falsa, pequeña y mediana80. La randa de pluma falsa es una muestra más de lo presente que estaba la apariencia en el vestido de los zaragozanos del siglo XVII. Las mujeres para viajar llevaban debajo del sombrero una toca de rebozo con cuyos extremos se tapaban la boca. Esto indica que las mujeres cuando iban de camino llevaban el rostro tapado total o parcialmente. Las tocas eran el tocado más generalizado entre las mujeres, independientemente de cuál fuese su condición una vez que tomaban estado o dejaban atrás la edad juvenil. La costumbre de taparse el rostro para viajar era antigua entre las mujeres y disponían de prendas que les permitían llevar el rostro tapado y disponer libremente de las manos. Estas tocas eran de forma rectangular y se colocaban poniendo sobre la cabeza el lado más corto del rectángulo, que llegaba hasta los hombros, encuadrando frente y mejilla, y el lado más largo se pasaba bajo la barbilla y se prendía detrás de la cabeza. Este lado más largo se podía subir para taparse o rebozarse el rostro, dejando al descubierto sólo los ojos. La documentación que he utilizado aporta varios ejemplos sobre este conjunto de prendas que las mujeres utilizaban para taparse el rostro mientras viajaban. En relación a las tocas de rebozo aparecen diferentes noticias: en el inventario de Bernarda Romero aparece una toca de volante81. El volante era otra pieza que se utilizaba para cubrirse el rostro cuando se iba de viaje y por extensión también se pudo llamar a las tocas de rebozo, tocas de volante, porque servían para cubrir el rostro. Esta Bernarda Romero no indica condición, pero en el inventario se anotaron las armas de su esposo. Otra de las prendas de que se sirvieron las mujeres para llevar el rostro tapado durante el viaje fueron los volantes. Estos volantes eran simplemente un pedazo de tela de volante que las mujeres se ponían sobre la cara para 79

AHPZ, Francisco Morel, 1618, ff. 892-893v. En el folio 893 aparece: Item una caxa con plumas de diferentes

colores. 80 81

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AHPZ, Pedro Lamberto Villanueva, 1630, s.f. AHPZ, Juan Moles, menor, 1621, f. 248. En este folio se inventarió: una toca de bolante.

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protegerla del roce del viento, la lluvia, el sol o el polvo cuando iban de camino. En este sentido el escribano puede confundir en ocasiones volante con toca de volante y por tanto no saber a ciencia cierta si cuando dice toca de volante se refiere a un simple volante o a la toca que cumplía la función similar a la del volante, que era la toca de rebozo. Por otro lado el volante era el tejido con el que se hacían los volantes. En el inventario de los bienes de la madre de Francisco Braulio y Esteban Vicente de Funez aparecen tres volantes82. Otra de las prendas que utilizaron las mujeres para cubrirse el rostro fueron las máscaras. La Real Academia española definió máscara como: la cobertura del rostro que se hace de tafetán negro u otra cosa con dos aberturas sobre los ojos para poder ver 83. Esta definición completaba a la de Cobarruvias que decía lo siguiente: los cortesanos la llamaban rostro o una cara contrahecha84. Esta prenda se hacía de color negro, porque era el que más fácilmente combinaba con el resto de los colores de las prendas que se llevaban para caminar. La documentación que he utilizado recoge una máscara en el inventario del caballero Ugo de Urries, señor de la Baronía de Ayerbe y Marcuello. En este inventario se hace referencia a dos máscaras para caminar85. Cobarruvias denominaba a estas máscaras rostros y en la documentación que he utilizado aparecen en el inventario de Bernarda Romero una serie de paños de rostro86. Los rostros eran totalmente diferentes a los volantes: el volante no tenía agujeros para los ojos y permitía ver a través de él, porque el tejido era muy fino; frente a éste el rostro era una mascarilla con dos aberturas para los ojos que simulaba la forma de la nariz. En este caso el término paño de rostro debe hacer referencia a lo que Cobarruvias denominaba rostros y la Real Academia máscaras, porque los paños de rostro de Bernarda Romero eran de estopa y con la estopa no se pueden hacer volantes, porque no se ve a través del tejido. En relación a este tipo de prendas se puede decir que los hombres también las utilizaron y tengo noticia de la utilización de papahigos. Éstos eran prendas similares a los rostros femeninos que cubrían la cara de los hombres, 82

AHPZ, Francisco Morel, 1615, ff. 1265v- 1275. En el folio nº 1272v se detallaron: Ittem tres bolantes. Real Academia Española, Diccionario de la Lengua castellana, Francisco del Hierro, Madrid, 1726. COBARRUVIAS, Tesoro de la Lengua castellana o española, Madrid, 1611 (Edic. Turner, 1977). 85 AHPZ, Bartolomé Malo, 1605, f. 156v: dos mascaras. 86 AHPZ, Pedro Jerónimo MARTÍNEZ DE AZTARBE, 1628, f. 2025. En este folio se recogen: Item de tres baras de estopa para paños de rostro. 83

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protegiéndola del viento y del frío, con dos agujeros para ver a través de ellos. En el inventario del sastre Pedro Colón aparecen seis papahigos87. Otro complemento que utilizaron los hombres para el camino fueron los anteojos. Cobarruvias define anteojos: los espejuelos que se ponen delante de la vista para alagarla a los que la tienen corta; invención admirable y de gran provecho para los viejos y cortos de vista y para no cansarla leyendo o escribiendo88. La Real Academia añadió en 1726 a la definición de Cobarruvias la siguiente: lunetas de vidrio o cristal guarnecido de plata, metal, concha o cuero que se ponen delante de los ojos, afirmandose en las narices con un arquito de la misma guarnición, que tienen en el medio. Sirven para dilatar o recoger la vista89. Sólo los hombres socialmente distinguidos usaron también de los anteojos para el camino y estos anteojos de camino eran unas piezas de tafetán que tapaban el rostro a las que se acoplaban las lentes en los agujeros para los ojos. Esto permitía a los hombres viajar más cómodos, puesto que no debían estar pendientes de la sujeción de unas lentes que les permitían ver mejor. En la documentación que he utilizado aparece una noticia de anteojos de camino: en el inventario de la botiga del mercader Juan de Angais aparecen dos anteojos de camino 90. Otro de los elementos que los hombres del siglo XVII utilizaron para protegerse del sol durante los viajes fueron los quitasoles o parasoles. Cobarruvias define guardasol como: Invención de los que caminan para hacerse sombra 91. Esta definición la completó la Real Academia española en 1726 añadiendo lo siguiente: instrumento de baqueta, badana o lienzo fuerte encerado que se forma por lo regular en unas varillas presas en una asta pequeña, con un muelle de modo que se puede abrir y cerrar follandose92. Los quitasoles tenían una forma similar a los paraguas actuales y eran un accesorio costoso y muy significativo de la capacidad económica del que lo llevaba. Era un elemento muy incómodo, porque los jinetes lo llevaban cogido con una mano, apoyando el extremo del mango en uno de sus muslos. En la documentación que he utilizado aparece una noticia de un quitasol en el inventario del canónigo de la catedral de La Seo, Diego Ramellore93. 87 AHPZ, Domingo Montaner, 1628, f. 378v. En este folio se inventariaron: Item dos monteras de paño de mezcla berdoso con aforro colorado y seis papaygos. 88 COBARRUVIAS, Tesoro de la Lengua castellana o española, Madrid, 1611 (Edic. Turner, 1977). 89 Real Academia Española, Diccionario de la Lengua castellana, Francisco del Hierro, Madrid, 1726. 90 AHPZ, Juan de Lurbe, 1600, f. 65. En este folio se anotaron: 2 anteogos de camino. 91 COBARRUVIAS, Tesoro de la Lengua castellana o española, Madrid, 1611 (Edic. Turner, 1977). 92 Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Castellana, Francisco del Hierro, Madrid, 1726. 93 AHPZ, Lorenzo Moles, 1626, f. 1268. En este folio se hace referencia a: mas dos quitasoles, dos jatimas de freno.

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Vestido para viajar: 1600-1650

Este canónigo no era noble, pero cuando viajase utilizaría accesorios y prendas que la nobleza también utilizaba, aunque llevase otras prendas propias de su condición. Los manguitos fueron otro de los complementos que tanto hombres como mujeres utilizaron para protegerse las manos del frío durante el invierno y en los viajes. Según la Real Academia de la Lengua los manguitos eran: “cierto género de manga abierta por ambos lados, hecha de martas u otras pieles adobadas, que sirve para traer abrigadas las manos en invierno, metiendo cada una por un lado” 94. Tradicionalmente se ha dicho que los manguitos eran prendas propias de las mujeres, pero tenemos varias noticias que indican que también los usaban hombres. Los manguitos o estafillas eran prendas que se solían hacer de pieles, para que fuesen más abrigadas, pero que por ser de pieles de gran belleza se convertían en prendas muy significativas y de gran lujo, solamente al alcance de unas pocas personas de elevada condición social. En la documentación que he estudiado tenemos diversos ejemplos de manguitos que pertenecían a personas de elevada condición o que poseían gran capacidad económica e imitaban las formas de vestido de la nobleza. En el inventario de la memoria de los bienes de Bernarda Romero aparece un manguito junto con unos guantes95. Este inventario no indica la condición de esta dama, pero sí dice que poseía armas. En el inventario de Cecilia Moles, viuda del depositario del Santo Oficio en Aragón Juan Agustín Salba y hermana del ciudadano y notario Francisco Moles y del doctor en derecho Ildefonso Moles, se anotó un manguito de calidad96. Frente a estos dos ejemplos aparecen otros en los que los manguitos estaban realizados en una de las pieles más apreciadas de todas: martas. En el inventario de Lucia Carvajal 97, esposa de un oficial del ejército y en el de los bienes de la madre de los hermanos Francisco Braulio y Esteban Vicente Funez98 aparecen manguitos de martas. Aunque el manguito de mayor valor aparece en el inventario de una de las personas de mayor condición social que han aparecido en la documentación que he consultado; en el inventario del Virrey del Principado de Cataluña, 94

Real Academia Española, Diccionario de la Lengua castellana, Francisco del Hierro, Madrid, 1726. AHPZ, P. J. M. Aztarbe, 1628, f. 2025. En este folio se anotaron: item un manguito y unos guantes. 96 AHPz, Francisco Abiego, 1641, ff. 1090v-1098. En el folio nº 1093v de este inventario se anotó: un manguito bueno grande. 97 AHPZ, Jacobo Juan de Arañón, 1649, f. 663. En este folio aparece inventariado: un manguito de martas traydo. 98 AHPZ, Francisco Morel, 1615, f. 1270. En este folio se anotó: Ittem un manguito de martas con una cadenilla de plata tirada. 95

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Don Felipe de Silva. En este inventario aparece un manguito de una calidad extraordinaria, confeccionado con piel de marta cibelina99. No todos los manguitos estaban hechos con pieles; en el inventario del ciudadano Juan Esteban Castellón se anotó un manguito de raso con bordados en oro. Esta prenda más que de abrigo sería de simple lujo, porque el raso no es una tela abrigada y el inventario tampoco indica que el maguito lleve forro de piel100. Estos manguitos, para llevarlos sujetos y cuando se sacasen las manos de su interior no se cayeran y perdiesen, se ataban a la ropa con una cadenilla. Tenemos varios ejemplos: el inventario de los hermanos Funez y el inventario de las casas de Eugenio Londuhi Forzes101. Este mercader imitaría las formas de vestir de los hombres de la nobleza; como mercader debía poseer gran capacidad económica, aunque no se le reconocía más condición que la de un artesano. Como conclusión a este capítulo se puede decir que el viaje, a tenor de lo que nos indican las prendas que aparecen en los inventarios de individuos de diferente condición social, era una actividad cotidiana entre algunos grupos sociales. Esta cotidianidad la indica la posesión de prendas cuya confección estaba destinada a servir en el viaje. Y aunque todos los individuos no iniciaban viaje con la misma finalidad: un mercader no viajaba con los mismos propósitos que un noble o un alto cargo militar, se puede decir que el viaje era uno de los momentos en los que se hacía mayor ostentación de la condición y riqueza que se poseía. Y por ello, para el historiador del vestido, que analiza las prendas y los grupos sociales desde una perspectiva sociológica, la ropa de viaje nunca debe pasar desapercibida, puesto que durante el camino la apariencia estaba a flor de piel.

99 AHPZ, Juan Isidoro Andrés, 1647. En el folio 16v del inventario aparece: Un manguito o estafilla de martas cevellinas valdra mil Rs si bien se duda aya aquí quien de doscientos por el porque no se usan de este genero tan caros. 100 AHPZ, Pablo Gurrea, 1603, f.: un manguito de raso azul bordado de oro tassado en veynte Reales. 101 AHPZ, Diego Francisco Moles, 1621, f. 335. En este folio se anotó: Ittem una cadenilla para el manguito. Es de suponer que este mercader también protegía sus manos con un manguito cuando hacía frío o salía de viaje.

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