Versos de Vida para Elena A mis mejores amigos: No hace mucho que ingresaron en un hospital a un amigo cura. Le diagnosticaron cáncer, y se hundió hasta tal punto que se negó a que le visitaran. Ni al obispo, ni a sus feligreses, ni a sus amigos, ni a sus familiares y ni siquiera a su hermana permitió que se acercaran a su dolor. Pese a los consejos médicos, optó por el aislamiento más absoluto. Tampoco quiso someterse a la brutal Quimioterapia. Como algunos de vosotros sabéis, ha fallecido Elena, víctima de un cáncer que sólo le ha permitido mantenerse en vilo durante 14 meses. Su marido, sus hijos (ya mayores: los tres estudiaron en el Insti de Brunete) y su hijita (de tan sólo 10 años) la han cuidado de la forma más exquisita: soy testigo de esta dedicación sumamente cariñosa, pues durante el pasado invierno entraba en su casa con frecuencia para regalarle las mejores naranjas de la Huerta de Orihuela. Yo, que siempre iba a darle ánimos contra la maldita enfermedad, quedaba desconcertado porque era Elena la que me animaba a mí. ¿Para qué hablarle de la Quimio…, si ella era la que me contaba hasta el mínimo detalle del tratamiento…, si en nada perdía su ilusión por la Vida…, si siempre mantenía su sonrisa acogedora…, si ella era siempre la primera en preguntarme cómo me encontraba…? Guardo en mi correo numerosos mensajes de Elena; y, extrañándome de que no me contestaba al último escrito que os envié a todos, titulado ¿Nos veremos pronto? Claro, en el Insti, me temí lo peor. En efecto, llamé y estaba ingresada. La muerte no le dejó leer mi carta, pero sí que conservo las señas de su contacto, cuya arroba (@) he cambiado por una flecha (), signo de la Vida (nunca de la muerte, como es la cruz); y en mi lista ha quedado de esta manera: elequintasgmail.com: ella aún tiene la contraseña de su correo, pero esa flecha me dará la posibilidad de que Elena viva en mí hasta que yo muera. Porque nunca se rindió ante la Muerte, porque nunca claudicó ante el más mortal sufrimiento, porque luchó

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contra viento y marea del lado de la Vida, porque siempre esperó pese a que la esperanza no llegaba…, abrid el archivo adjunto y comprobaréis cómo a veces lo imposible puede ser posible, y esto no es más que la Vida Insurreccionada contra la Muerte. Con cariño, un abrazo de Jósant.

Póstumo poema para Elena

Naranjas hasta la primavera “La flor sólo cumple un año y lo cumple bajo tierra” (Miguel Hernández)

Elena, ya que ante la muerte te plantaste esbelta y contra ella luchaste como una reina, ya que resististe a todas las pruebas de la más temible y mortal dolencia, volveré a pulsar el timbre de tu puerta y me abrirá tu hijita, tan pequeña, que, descalza, aún parece más bella.

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Me sonreirá, sin sentirse huérfana, como la más espléndida azucena. “—Pasa. Mamá sigue malita, pero te espera. ¿Naranjas cogidas de tu huerta?” “—De la Huerta de Orihuela.” “—Brillan más que las estrellas, y no son como las de la tienda.” “—A ésas las encajeran.” “—¿Las primeras?” “—Las más nuevas.” Y allí, mientras mi memoria pueda, te imaginaré en la mejor escena de la mente que recuerda las más ardientes vivencias de mi existencia: me sentaré a tu vera en ese sofá, testigo de la crudeza de tu enfermedad silenciosa y lenta, de tu sufrimiento oculto tras tu mirada tierna, pero también de tu fortaleza y de tu ilusión más alta que la nuestra. Me hablarás de la adolescencia, que ahora tu hija empieza, donde tallaste con tanta paciencia a tus hijos, que aquí quedan, cual si esa etapa fuese una cantera. Y me pincelarás que tu pareja hasta tal punto te aprecia que su amor cada día lo concreta en cuidarte para que estés siempre nueva. E iremos a cementerios e iglesias para quitar cruces y poner flechas insurreccionadas desde la Tierra y disparadas hacia las estrellas. Recorreremos montañas, valles, sierras,

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mares, ríos, fuentes, selvas, caminos, veredas…, con mochila y sin maletas, para plantar luminosas flechas en cada una de sus sendas, pues sólo la frágil flecha es señal de libertad eterna. No quiero cruces a tu vera, sino señales de pasos disparados con certeza hacia ese cielo que se encuentra aquí abajo, en la Tierra. Incluso haré la proeza de cambiar la arroba de las señas de tu correspondencia por una flecha violeta que no deje crecer la hiedra de tu tumba siempre abierta, sin barreras. Y ya sólo me quedará una guerra: que siempre vivas en los que te recuerdan, que tu sepultura no tenga verjas, ni alambradas, ni mármoles, ni cercas… Elena, porque te insurreccionaste como guerrera contra el cáncer y sus secuelas, porque te enfrentaste ante tal tormenta, porque, pese al dolor, creaste las alamedas o paraísos sin cuestas tan necesarios para los poetas, haré que aún sueñes despierta a la sombra de palmeras plantadas en la Antártida o en frías estepas, y porque si lo imposible existiera eliminarías el “im”, pura quimera, dejándolo en “posible” o en que “se pudiera”,

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volveré a tu casa, ahora siempre abierta y perfumada de néctar, como si fuese Miguel que en los años treinta traía hasta Madrid en un saco de tela naranjas a los poetas, para que antes de cada primavera no pases crudos inviernos junto a la chimenea sin naranjas de mi huerta, de la Huerta de Orihuela. Elena, porque ni ante la Quimio te alteras, aquí están los que siempre te recuerdan, y surgirá tu vida de mi gleba. Te quitarás esa vulgar pamela, y no hará falta buscar en oscuras alacenas la que siempre has lucido, tu melena brillante como una estrella, porque aquí está mi apuesta con la mejor de mis promesas: vivirás hasta que muera. Jósant Ferrándiz Hernández

En Brunete, a las 17 horas del sábado 30 de julio de 2011.