SOPORTES DE DIBUJO Y PINTURA

SOPORTES DE DIBUJO Y PINTURA Soporte es la superficie, normalmente plana, sobre la que se aplican los trazos y colores en una pintura o dibujo. En muc...
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SOPORTES DE DIBUJO Y PINTURA Soporte es la superficie, normalmente plana, sobre la que se aplican los trazos y colores en una pintura o dibujo. En muchas ocasiones, será necesaria una capa de preparación entre el soporte y la pintura, llamada fondo o imprimación. A lo largo de la historia, se ha pintado sobre una gran variedad de soportes, cada uno de ellos con sus propias características, como son la textura y la absorción. Estas circunstancias determinan el tipo de pigmento que puede aplicarse y, en general, el tratamiento del mismo. Los soportes más usuales han sido las paredes (pintura al fresco o murales), las tablas de madera, los lienzos, el pergamino y el papel. El lienzo tensado sobre un bastidor es el soporte más extendido de la historia de la pintura. Pintura mural Las primeras pinturas de la historia (lo que conocemos como arte rupestre) se ejecutaron sobre las paredes de roca de las cuevas paleolíticas, como las de Lascaux, en Francia, con imágenes de unos 15.000 años de antigüedad, efectuadas directamente sobre el muro. Usaban pigmentos y aglutinantes naturales (por ejemplo, hollín y grasa animal), sin aplicar previamente ningún tipo de fondo. Además de las representaciones más o menos fieles de diferentes animales, pueden observarse sencillos dibujos geométricos: marcas de líneas paralelas, puntos agrupados, meandros,... cuyo significado preciso no podemos conocer. Normalmente, salvo en la Prehistoria, no se pinta de manera directa sobre la pared, sino sobre una fina capa intermedia. Por ejemplo, la técnica pictórica de los antiguos egipcios fue un precedente de la pintura al fresco o témpera, ya que hacían una pasta de color con pigmentos naturales (extraídos de tierras de diferentes colores), mezclada con agua y a veces con clara de huevo para poder aplicarlo sobre los muros, revestidos con una capa de enlucido de yeso, en la que grababan sus dibujos. Los egipcios pintaban estos bajorrelieves, que, por su escasa profundidad, propician la identificación de la escultura y el arte pictórico. También usaban esmaltes y vidriados sobre joyas, amuletos, escarabeos, estatuillas y azulejos de revestimiento en muros interiores.

De la Grecia clásica no se conserva ninguna obra pictórica como tal (el conocimiento de artistas como Zeuxis, Parrasio y Apeles se debe a los antiguos historiadores). Sólo se conservan las decoraciones de ánforas y de otras elegantes vasijas, algunos mosaicos de pavimento y placas de arcilla pintadas, pero se sabe que los griegos pintaron cuadros excelentes, por lo menos murales donde emplearon fresco, encáustica (los colores se disuelven en cera de abejas y se aplican en caliente sobre el soporte, quedando fijados al secarse y endurecerse), temple y quizás algo parecido al óleo. Los romanos solían, más que los griegos, decorar sus paredes con pinturas murales. Los procedimientos usados en esta pintura fueron el encausto, el temple y el fresco. Aunque se sabe que desarrollaron pintura sobre tabla, los restos pictóricos conocidos más importantes son de tipo mural, frescos protegidos con una capa de cera que avivaba los colores. 1

La principal técnica empleada a lo largo de los siglos para la pintura mural es el fresco: la superficie a pintar se prepara con varias capas de revoco, y sobre la última, todavía húmeda, se aplica el pigmento, que “fragua” con la cal, integrándose en una capa estable y duradera. La pintura sobre muros y paredes dominó durante la Antigüedad y el Románico, decayendo en el Gótico, debido al auge de las pinturas sobre tabla y de las vidrieras (las paredes de las iglesias podían aligerarse con grandes vanos para la entrada de luz, con lo que había menos superficie en la que pintar). Durante el Renacimiento se recuperó la pintura mural como principal sistema iconográfico en iglesias y palacios (frescos de Miguel Ángel, Rafael,…) y se siguió utilizando en las grandes decoraciones del Barroco y el Rococó, en las que, combinadas con relieves de estuco, daban lugar a creaciones ilusionistas. La pintura mural no se ha llegado a abandonar nunca, como puede verse en la obra de los muralistas mexicanos y en los actuales grafitis. Primeros soportes exentos La invención y desarrollo de la escritura se produjo en varios lugares del mundo de manera independiente, y se remontan al cuarto milenio a. C., en Egipto, Mesopotamia y China. Se atribuye a la necesidad de plasmar en “contratos” las transacciones entre tierras alejadas y diferidas en el tiempo, para los que se utilizaban pequeñas placas de arcilla sobre las que se grababan signos sencillos que representaban la mercancía, la cantidad, el precio, etc. Al utilizar pequeñas cuñas de metal o madera de sección triangular se crean los característicos signos cuneiformes. Una vez grabadas, las placas se dejaban secar al sol o se cocían. En Egipto se han encontrado placas de marfil y hueso, probablemente indicativas del contenido o del origen de mercancías, con una antigüedad de unos 5.400 años. En el Antiguo Egipto se escribía sobre papiro, un vegetal muy abundante en las riberas del río Nilo, con zonas de aguas pantanosas, estancadas. Primero, el tallo de la planta de papiro se mantenía en remojo entre una y dos semanas; después se cortaba en finas tiras llamadas phyliae y se prensaban con un rodillo para eliminar parte de la savia y otras sustancias líquidas; luego se disponían las láminas horizontal y verticalmente, y se volvían a prensar, para que la savia actuase como adhesivo; se terminaba frotando suavemente el papiro con una concha o una pieza de marfil repetidamente, quedando dispuesto para su uso. En el mundo greco-romano para escribir se utilizaban pequeñas tablillas de madera o marfil recubiertas de cera: una vez solidificada, se escribía con un instrumento puntiagudo, el stilus, de madera, marfil o hueso. Para reutilizar la tablilla sólo había que alisar la superficie y volver a empezar (de ahí la expresión “tabula rasa”). También utilizaban láminas de metal: plomo, cobre, oro, plata y bronce. En Europa, durante la Edad Media, se utilizó sobre todo el pergamino, consistente en las pieles de cabra o de carnero curtidas, preparadas para recibir la tinta. El origen de su nombre es la ciudad de Pérgamo, donde se cree que existía una gran productividad de gran calidad. La piel sigue un proceso de eliminación (del pelo y la carne mediante cal, y de la epidermis y la hipodermis, a base de piedra pómez) hasta dejar sólo la dermis, y tras su estiramiento, se consiguen las hojas con las que se elabora un libro, una filacteria o un rollo. El pergamino de mayor calidad era la vitela, fabricada con pieles de animales nonatos o recién 2

nacidos que se reservaba para los códices más lujosos. Por desgracia el material y su proceso de elaboración eran bastante costosos, lo que ocasionó que a partir del siglo VIII se popularizara la infausta costumbre de borrar los textos de los pergaminos para reescribir sobre ellos (dando lugar a los palimpsestos) perdiéndose de esta manera una cantidad inestimable de obras. Pintura sobre tabla El segundo soporte en importancia es, desde la antigüedad, la madera. Parece ser que fue en China donde primero se utilizó, junto con las tablillas de bambú, como soporte de escritura y pintura. La más empleada ha sido la de nogal, pino o abeto, si bien lógicamente depende de las especies arbóreas más abundantes de cada región (en Italia se usaba chopo, y en el Norte de Europa, roble, haya o pino). Otros tableros de madera dura que se usan como soporte pictórico son los de abedul, cedro o álamo blanco. Durante la Edad Moderna se ha recurrido a maderas tropicales tan duras como la caoba. Los sarcófagos egipcios se encuentran pintados en muchas ocasiones, generalmente a la encáustica. Son famosos los «retratos de El Fayum», de carácter funerario, que datan de los siglos II a IV: las tablas cubrían los rostros de los cuerpos momificados para su enterramiento. No obstante, fue en la Edad Media cuando se difundió la pintura sobre tabla y alcanzó su máximo esplendor. En la época románica se pintaban habitualmente muebles y otros objetos de uso cotidiano, como crucifijos, arcas de esponsales,… ejecutados en madera, que se adornaban luego con color. Especialmente durante la Baja Edad Media se pintó al temple sobre madera, en tablas individuales o formando grandes retablos. Se considera el punto culminante de esta pintura sobre tabla la obra de los primitivos flamencos del siglo XV, quienes ya trabajaban con óleo (bien solo, bien en técnica mixta con temple). Para preparar estas superficies eran necesarias técnicas complementarias. En primer lugar, si era una obra muy grande, había que unir diversas tablas entre sí, usando clavijas -de madera y no de metal, que se oxida-. Este proceso aparece ya descrito en obras de principios del siglo XII o en “Il Libro dell'Arte” de Cennino Cennini (1390). En ésta también se describe el «entelado», habitual hasta el año 1400, que cubría las juntas y otros defectos de la madera mediante telas de lino con apresto pegadas a la madera. Con el «enyesado» se cubría la madera con una fina capa de yeso (en italiano, gesso), impermeable al agua, sobre la que se podía pintar. Mediante el «estofado» o «embutido» se rellenaban determinadas zonas con yeso para darles relieve. Finalmente, se llama «dorado» a la aplicación de pan de oro en determinadas partes de la pintura. La pintura sobre tabla se siguió utilizando en los siglos XVI, XVII o XVIII, pero en mucha menor medida, debido a las ventajas del lienzo. Los inconvenientes del uso de la madera como soporte son su pesadez, el hecho de que se puede combar o agrietar y, actualmente, si se recurre a las maderas tradicionales, su precio elevado. Por ello, los artistas 3

contemporáneos que trabajan con madera suelen recurrir a otras superficies más baratas, como el táblex, el “DM” o la madera contrachapada. Pintura sobre el lienzo Sobre tela se pintaba ya en la Antigüedad, como atestigua la referencia de Plinio el Viejo a un retrato de Nerón ejecutado sobre una tela de más de treinta metros. No obstante, se conservan pocas pinturas sobre lienzo anteriores al siglo XIV: eran escasas, y sobre tela se solían pintar banderas o decoraciones festivas, no destinadas a durar. A partir del Renacimiento, se generalizó el uso de este soporte, que puede considerarse el de más éxito en la historia de la pintura. Sobre ella se ha pintado al temple, al óleo –del que es su soporte idóneo- o con acrílico. En lugares como la Venecia del siglo XVI, el lienzo aventajó al fresco por ser más resistente al frío y la humedad del invierno. Pero la principal ventaja comparativa del lienzo frente a los dos soportes anteriores (el muro y la tabla) es su liviandad, que permite transportarlo fácilmente y lograr grandes formatos con soportes más ligeros. De esta manera, se expandió su comercialización y uso para encargos más sencillos, como retratos y bodegones para la decoración de las viviendas de burgueses. El lienzo es una tela hecha con lino, algodón o cáñamo. Dependiendo de las características de la tela, su fragilidad, o el relieve de la urdimbre y la trama cruzados, la superficie pictórica es diferente y también es distinto el resultado. La tela de lino está considerada la mejor tela que existe: fuerte, difícil de romper, con textura variable (desde lo muy suave a lo áspero), pero es también la más cara y tiene el inconveniente de destensarse con el tiempo húmedo. El algodón, por su parte, es una buena alternativa al lino, aunque sigue siendo caro; se tensa fácilmente y no le afectan tanto los cambios climatológicos. Mucho más barata es la tela de arpillera, y la muselina o percal, que suele fijarse sobre tableros de madera, dado que no tiene la textura cerrada suficiente para ser tensada. La tela puede estar fijada mediante adhesivo a un soporte sólido, como se hizo primitivamente, tensando las telas sobre tablas. Pero lo tradicional es que se fije, mediante puntas o grapas, sobre un bastidor de madera, reforzado en el centro por dos montantes cuando las dimensiones del rectángulo lo exigen. En el siglo XIX se empezaron a producir bastidores industriales en serie. Para tensar más la tela se pueden introducir pequeñas cuñas de madera en las esquinas. Usando el bastidor, la tela queda suficientemente tensa para poder pintar sobre ella. Aunque generalmente tiene forma de rectángulo, ocasionalmente se trabajan otras, como los tondos, de forma circular, o los shaped canvas de algunos pintores abstractos de los años 60. El lienzo se prepara mediante la imprimación, que consiste en aplicar sucesivas capas de productos químicos (cola, glicerina, óxido de cinc, etc.) hasta llegar a tener una superficie lisa y adecuada para la aplicación de pintura. Los pintores del expresionismo abstracto prescindieron del bastidor, extendiendo las telas por el suelo o fijándolas a las paredes. Trabajaron igualmente en lienzos sin imprimación, de manera que la tela absorbe toda la pintura, formándose manchas «chorreantes» y efectos de halo. (Helen Frankenthaler, Keneth Noland). Otros pintores posteriores han actuado sobre el soporte en sí, cortándolo o perforándolo (Lucio Fontana). Sigue siendo el soporte más utilizado para el óleo y los acrílicos. 4

Pintura sobre papel Llamamos papel a una lámina delgada compuesta básicamente de fibra de celulosa, que proviene de una gran variedad de plantas. Tras reducir las fibras a pulpa, refinada y blanqueada, se la extiende y prensa, manual o mecánicamente, para obtener hojas con distintas variedades de grosor y textura. Es el soporte básico para la escritura, la impresión, el dibujo y algunas técnicas pictóricas, como la acuarela. Por su peso y facilidad de encuadernación es muy fácil de transportar, y el artista lo puede llevar consigo en cualquier momento. Por ello resulta perfecto para la elaboración de esbozos, estudios preliminares o dibujos, empleando la tiza, el carboncillo, o tinta y pluma. También es adecuado para técnicas como la acuarela, el pastel, o el grabado, que permite reproducir láminas o estampas mediante la impresión. Los chinos ya fabricaban papel a partir de los residuos de la seda, la paja de arroz, el cáñamo, e incluso del algodón, en el siglo II d. C. Como aglutinante de estas fibras usaban una especie de gelatina obtenida al hervir las algas de “agar-agar”. Durante unos 500 años, el arte de la fabricación de papel estuvo limitado a China; en el año 610 se introdujo en Japón, y alrededor del 750 en Asia Central, desde allí se transmitió a los árabes. A su vez éstos lo llevaron a Sicilia y España en el siglo X. Desde aquí pasó a Italia, Francia,… Actualmente, la mayoría de fabricantes usan como materia prima la borra de algodón o la pasta de madera, aunque los mejores papeles artísticos se hacen manualmente, a partir de pasta de trapos (algodón, cáñamo, lino, yute y seda). Al estar compuesta de celulosa pura, libre de impurezas, y con fibras más fuertes, largas y dispuestas aleatoriamente sobre la malla, con ellas se obtienen las mejores calidades. Existe en el mercado una gran variedad de papeles, de diferentes texturas, colores, tamaños, composición y proceso de fabricación, adecuados a distintos ámbitos de aplicación (desde el empapelado de paredes a los pañuelos). Además, a la pasta del papel se le añaden otros elementos como colas y ligantes para aumentar su resistencia, productos en polvo para darle cuerpo, agentes de blanqueo óptico, pigmentos o colorantes,… Los diferentes tipos de prensado y secado de las láminas de papel producen diferentes gramajes y texturas o acabado de la superficie. Por ejemplo, existen tres tipos básicos de papel para acuarela: 

“HP” (Prensado Caliente, Hot Press, papel liso, casi satinado). Es sólo apropiado para trabajos de línea y lavados ligeros, aplicados con pincel fino o plumilla (que se atascaría sobre un papel poroso y absorbente).



“NO” (Prensado en Frío, Cold Press, NOT, grano fino). Un poco más absorbente que el “HP”, tiene algo de textura, adecuado para lavados y detalles.



“Áspero” (Sin prensar, rough, grano grueso, rugoso). De superficie claramente granulada, ya que se prensa sobre un tejido tosco, con bastante textura y muy poca lanilla. Cuando se aplica sobre ellos un lavado de color, se obtiene un efecto moteado, ya que las “cavidades” del papel recogen el tono de forma irregular. Suele tener un alto grado de absorbencia, como el Arches o el Whatman. 5

Existen multitud de otros papeles específicos para el Dibujo Artístico: Por ejemplo, el papel verjurado está hecho a mano en un bastidor cerrado por alambres o maderas entrecruzadas que crean un ligero relieve de líneas en el papel, lo que favorece el “agarre” de las partículas sueltas de carboncillo o pastel, como el Ingres o el Mi-Teintes de Canson. Algunos más lisos, como el Basik, el Vitela, el Marca Mayor o el Bristol, son adecuados para trabajos lineales más precisos: lápiz, tinta,… Otra consideración importante a la hora de escoger papel es el peso del mismo, que puede referirse al peso de una resma (500 hojas) o, más habitualmente, al gramaje (gramos por metro cuadrado). Puede oscilar desde los 12, para el fino papel de morera japonés, hasta los 640 gramos que tiene un cartón pesado de acuarela. Como referencia, los “folios” que se usan normalmente para escribir tienen 80 ó 90; el papel Ingres Fabriano grueso, 160; un buen pliego de acuarela de la casa Guarro, 350 gr/m2. Dignos de mención, aunque mucho más delicados y frágiles que los demás, son los excelentes papeles de arroz japoneses: son muy absorbentes y están hechos a mano, con fibras vegetales hervidas hasta formar una pasta con raíces de arroz y veni, que actúan como aglutinante para las fibras. Respecto al color del papel, hay que señalar que es difícil fabricar una pasta de calidad, sin acidez, y coloreada con pigmentos resistentes a la luz: por desgracia, muchos de los papeles que pueden encontrarse en el mercado contienen tintes que se decoloran rápidamente. Si no se utilizan marcas de confianza, es aconsejable proceder a un teñido manual La utilización de papel coloreado es especialmente aconsejable en la técnica del pastel, donde la coloración del fondo puede aprovecharse para proporcionar un mayor grado de unidad a la obra, además de hacer que destaquen con más intensidad los trazos de colores claros o delicados. Lo mismo cabe decir para la témpera o gouache: su opacidad permite la utilización de los tonos de papel más oscuros. En cambio, con las acuarelas suele usarse papel blanco, o de un crema muy claro. De hecho, los toques de luz se obtienen dejando sin tocar algunas zonas del papel. Un papel grueso de acuarela, pegado a una tabla y encolado, puede usarse perfectamente como soporte para medios más densos, como el óleo o los acrílicos. En cualquier caso, es conveniente tensar el papel sobre un tablero antes de empezar a trabajar sobre el mismo, sobre todo si se va a utilizar alguna técnica húmeda. El humedecido previo del papel es básico en la estampación de grabados en hueco, donde es necesario aumentar su elasticidad para que recoja convenientemente la tinta presente en las zonas grabadas de la plancha. Otros soportes En el siglo XX, la ruptura con los elementos tradicionales de la pintura ha determinado el uso de gran diversidad de soportes. El pintor actual ha recurrido a materiales nuevos como el acetato, que se usa en collages, ensamblajes y técnicas mixtas. Se ha recurrido al collage o a los «objetos encontrados», añadiéndose a la tela papeles de periódico, cajetillas de tabaco, telas, maderas, latas, plumas, o cualquier otro objeto de la realidad. Sobre el lienzo o el papel se han impreso imágenes con técnica fotográfica, como los rayogramas de Man Ray o el fotomontaje de los dadaístas. 6