SER COLOMBIANO, TODO UN SUFRIMIENTO MIGRATORIO

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CAPÍTULO 1 BUSCANDO UN PRETEXTO

Llego a Ecuador el 25 de mayo del 2005, un mes después de fallecimiento del único hombre que creo, fue santo para mí, por sus obras en pro de sus semejantes; JUAN PABLO II. Pues santo es aquel que obra en vida en auxilio de los más necesitados y no el que suben a un altar después de muerto y, por florilegios de conveniencia de cierto grupo religioso. Al que le caiga el guante que se lo chante. Lleno de ilusiones y grandes expectativas para el desarrollo de mi vocación religiosa, resido en el convento de Santo Domingo, en Quito, pues, allí continuaría dándole sentido al disque llamado a la vida religiosa y sacerdotal que, según yo creía, Dios me había hecho, para enfilarme dentro del grupo de sus sacerdotes y de esos que predican y no aplican, bueno yo sería la excepción, dentro de ese grupodrido. Durante un almuerzo me presento ante los frailes residentes del convento y, a juzgar por sus caras, no les caí muy bien, sobre todo, una vez que identificaron mi acento y peor aún cuando les confirmo mi nacionalidad; desde ese momento me di cuenta que mi estadía no sería la más agradable, por no decir la más invivible, pero bueno así es la vida y así hay que aceptarla, ya que es la única que tenemos; pues desafortunadamente el ser humano no puede gozar de varias vidas al mismo tiempo, como para decir –hoy voy a usar esta vida y no otra para pasarla bien- oiga qué difícil es vivir con personas que no te aprecian ni un poquito. Transcurrió un buen tiempo para que disque hermanos míos en Cristo, medio me aceptaran, pues, por mi forma de ser (servicial) me los fui ganando poco a poco. Comencé a ir a la universidad con el fin de terminar unas materias de mi licenciatura en Filosofía en la Facultad de los Padres Franciscanos en su convento. Allí conozco a frailes de otras comunidades religiosas, quienes me veían como bicho raro y de quienes me sentí rápidamente aceptado a diferencia de los de mi comunidad. Hice muy buena amistad con Carlos, un fraile franciscano, que de manera desinteresada se puso totalmente a mi servicio; durante mi vida como religioso, ha sido la única ocasión que vi en otro fraile, el verdadero servicio cristiano en un ser semejante a mí.

En cierta ocasión, después de jugar fútbol, más o menos a las 4:30 p.m., me encontraba, acompañado de otros frailes, sentado en un claustro del convento, en el primer piso, de pronto siento la presencia de un ser de paz, era hermosa, llena de luz y

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sencillez, pues emitía una energía atrayente, era elegante al caminar y al mismo tiempo se notaba en ella una timidez infantil, yo personalmente quedé perplejo al verla, por no decir bobo, al ver semejante criatura de Dios. Disimulando de una forma tal que, ni yo mismo me creía, no le di la más mínima importancia. Lanzo la pregunta a uno de mis compañeros,– ¿Fray, quién es esa mujer? – a lo que él me responde: ah ella es la recepcionista del convento ¿por qué? – Por nada, simplemente que la veo pasearse por los claustros del convento con mucha autoridad, saliendo, entrando, bajando o subiendo por doquier como si fuera madre superiora del convento – y… ¿Cómo se llama? – Kathy. Después de tal impresión por aquella mujer, ya no usaba la entrada usual para los frailes del convento, comencé a usar la recepción para ingresar o salir del convento, sólo con el pretexto de verla al menos de pasada. Nunca, nunca en mis años de fraile sentí tanta atracción por una mujer, pues, siempre vi en ellas a mi madre o a una de mis hermanas, nunca desde un punto de vista varonil o como para realizar los designios de Dios en beneficio de la procreación. No sé si era tanta abstinencia sexual o ella en verdad emitía tal sublimidad, a diferencia de otras mujeres, de lo único que sí estaba seguro, es que yo, ya no era el mismo, me comportaba como pájaro enjaulado, inventando cualquier pretexto para llamar a la recepción con tal de escuchar su voz. Una tarde, pase por su sitio de trabajo, me detuve frente a ella y mirándole a los ojos le pregunté ¿alguien ha venido a buscarme o alguien me ha llamado? ella contesta con voz tambaleante y esquivando mi mirada, no fray nadie; ¿cómo vas? le pregunto con la esperanza de que ella comience a entablar un diálogo, siendo fallido el intento, me despido. Bajo al claustro del segundo piso y alcanzo a verla fuera de su oficina, me acerco y notando alguna tristeza en sus ojos y le pregunto ¿puedo ayudarte en algo, te noto preocupada?, ella responde, no fray no pasa nada; al ver tanta insistencia de mi parte, se anima a contarme el motivo de su tristeza, le aconsejo de tal forma que, cambia inmediatamente su semblante; ya entre risa y risa, me pregunta si me gusta el cine, le contesto ¿acaso es una propuesta?, sonrojándose me dice: no fray como se le ocurre. Pues no, no me gusta mucho, pero estoy seguro que contigo me empezará a gustar, ¿quieres que vayamos al cine?, fuimos una y otra vez, una y otra vez, luego ya no era cine, sino cena, luego rumbas, luego cine, cena y rumbas… nos hicimos muy buenos amigos; yo me sentía más raro que un perro a cuadros, pues me estaba enamorando. Juntos hacíamos planes futuros, hasta que caí de la nube: qué estoy haciendo, no puedo llevar doble vida, doble moral; pero qué puedo hacer si la quiero y al mismo tiempo deseo seguir con mi vida religiosa. Lo pensaba una y otra vez y me decía, esto solo le pasa solo le pasa al chavo del ocho y a mí.

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CAPÍTULO 2 SERÉ PAPÁ Y NO PAPA Invitándola a cenar le digo: he tomado una decisión, presentaré mi renuncia a los sacerdotes del convento y me retiraré, quiero ser feliz y quiero serlo a tu lado, espero que tu pienses igual, espero no equivocarme ¿qué opinas?, Kathy me responde: amor tengo mucho miedo, yo le digo no hay nada que temer si nuestro amor es verdadero seremos bendecidos por DIOS, pues no estamos haciendo daño a nadie. Ella pregunta, ¿y mis papas? , eso déjamelo a mí. Antes de la navidad del 2005, salgo del convento, contando con su apoyo incondicional y e de Carlos (FRAILE FRANCISCANO), en tanto que los frailes de mi comunidad me dan la espalda, pues no les agrada mi decisión. Voy a vivir en casa de un ex fraile, también franciscano, amigo de Fray Carlos. En medio de un deliciosos y agradable almuerzo, llega para mí la noticia más grande que he podido recibir en mi vida. Kathy me confiesa que está esperando un hijo mío, fruto de nuestro gran amor. Al escuchar la noticia de sopetón, escupo el jugo, por poco me ahogo. La abrazo, le digo: amor de mi vida, no temas que siempre estaré contigo y Dios nunca nos abandonará, desde que estamos juntos, el mundo nos queda pequeño. Tomamos la decisión de vivir juntos en un departamento. Llega la hora de conocer a sus papás. Viajan desde El Oro para conocer al súper personaje que tiene embarazada a su querida hija. Llegan al departamento, no muy contentos a juzgar por sus miradas, se peleaban entre ellos por el primer turno para estrangularme con sus propias manos; ellos tenían otros planes para su hija y no los que yo ya había trazado en su vida. La conversación poco a poco se fue dilatando para bien, gracias a Dios y para fortuna mía, no me estrangularon; y, llega la pregunta del millón por parte del suegro: ¿y cuándo se van a casar?, Kathy por debajo de la mesa por poco me desprende la pierna derecha de tantos pellizcos que me daba, fruto de sus nervios. Respirando hondo y llenándome de más valor que un caballero cojo y tuerto medieval, respondo a mi suegro: nos casaremos lo más pronto posible (no sé quien quedó más contento con la respuesta, él o yo), pero quiero que tengan en cuenta que yo me caso con Kathy porque la amo profundamente y no porque esté esperando un hijo mío, pues casados o no, mi hijo siempre lo será… nos casamos por lo civil. Nace mi hermoso hijo, Jorge Esteban, ¿Por qué le pusimos ese nombre? No sé, pero suena bonito. Una vez más me siento bendecido, mi hijo nace sano y en medio de tantas dificultades económicas, siento la presencia de Dios y sé que Él siempre nos proveerá de todo cuanto necesitemos y las cosas se nos darán poco a poco. Comienzo a trabajar en una empresa, dueña de una franquicia estadounidense, me desempeño como poli-funcional (haciendo de todo un poco, más o menos como hombre orquesta). El supervisor al ver mis antecedentes profesionales me llama a su oficina para ofrecerme la oportunidad de desarrollarme profesionalmente en la

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empresa. Asciendo al puesto de subgerente, de una de las tiendas de la empresa, en aproximadamente 10 meses de haber entrado, desarrollo un formato de entrenamiento y cumplo metas estandarizadas para el ascenso. Además, necesitaba el empleo y debía demostrarme a mí mismo y a un grupo de ecuatorianos, no muy contentos con mi presencia dentro de la empresa, que era bueno, honesto y trabajador. Kathy y yo decidimos mudarnos a un departamento más amplio, pero en el mismo sector. Después de un tiempo, por las fuertes y largas jornadas de trabajo en la empresa, decido renunciar, estoy motivado por la dueña del departamento en que vivíamos, ella me anima a iniciar mi propio negocio, añadiendo que me daría un empujoncito económico y, aceptando la propuesta, inicio mi propio restaurante de comida colombiana, al que le puse por nombre “Colombia con Berraquera”. Gracias al nombre tan llamativo y a la excelente atención al cliente, que nos caracteriza a los colombianos, mi restaurante va viento en popa, para adelante y con mucho éxito, la buena sazón gusta mucho.

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CAPÍTULO 3 SER COLOMBIANO… UN STIGMA? Aparecen los cerdos de GAO y dañan todo. El 21 de abril de 2009. 08:40 a.m. Llego a mi restaurante trayendo unas compras para el día, mientras dialogo con mi hermano y un vecino (también colombiano), alguien desde la puerta de la calle pronuncia mi nombre, al momento fijo mi mirada en aquel hombre y dirigiéndome hacia él le digo: ¿en qué le puedo servir? al mismo instante me abordan dos hombres, uno a cada lado, al tiempo se acercan dos más diciéndome uno de ellos: “Usted está arrestado”, me muestra un papel de manera rápida, diciéndome que es una orden de captura con mi nombre. Me llevan a la vuelta del restaurante y me suben en un auto, les pregunto por qué me arrestan y uno de ellos me responde con palabras no muy agradables: “ya sabemos que usted mató a la Sra.” A lo que les respondo que yo no sé nada de lo que me están hablando y otro de ellos me dice: “colombiano chucha tu madre ya vas a recordar”. Tomo mi celular y llamo a mi hermano y le digo: “Jairo, es la policía, llame a Kathy coméntele lo sucedido y dígale que llame a la Embajada”. Llegamos a la P.J. me toman unos datos, en la oficina pude distinguir que en una de las sillas se encontraba sentado y esposado la persona de confianza de la dueña de la casa, la cual había sido asesinada por asfixia, mes y medio antes, en su propia casa. Me llevan a otra oficina esposado con las manos atrás y me sientan en otra silla, cinco de los seis policías que me arrestaron, me dan la golpiza de mi vida mientras me piden que confiese que maté a la señora. Que cuente cómo lo hice. Lógicamente, al no saber de lo que me estaban hablando, les decía que no tenía nada que ver en esas cosas, que yo era una persona honesta y trabajadora y que jamás pensaría en hacerle daño a un semejante. Ellos al no quedar contentos con mi declaración, se ensañaban en golpearme y en decirme palabras soeces de forma discriminatoria refiriéndose a mi nacionalidad. Entra una mujer joven, de rasgos finos a quien veo con gran esperanza para que se compadezca de mí y pare la golpiza, pero me equivoqué, pues esta mujer dice: “colombiano mal nacido, esto es poco para lo que se merecen ustedes”. Luego uno de los hombres sale de la oficina y regresa rápidamente, trayendo consigo un aparato que yo desconocía el uso, pero cuando empezó a ponérmelo en la cabeza, me di cuenta de la barbaridad que era, pues, emitía ciertos golpes de alto voltaje, los cuales me dejaban sin habla. Al ver que me resistía a aceptar todo lo que ellos querían, optaron por torturarme psicológicamente amenazándome con matar a mi hijo de un disparo en la cabeza y a meter presa a mi esposa y a mi hermano, por supuesta complicidad en el asesinato. Cuando tocaron lo más amado, les seguí el juego, cayendo en el error de

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aceptar todo, me obligan a firmar una hoja en blanco para luego imprimir en ella una supuesta autorización mía para allanar mi departamento, con el único objetivo de encontrar armas o drogas y en caso de que no las hubiera ellos se encargarían de que allí las hubiese, menciona uno de ellos, al parecer el jefe del operativo. Me llevan al departamento y comienzan a requisar todo, afortunadamente, mi esposa y su familia nos habían seguido en auto hasta el departamento y ellos no pudieron conseguir su objetivo, pues, no encontraron absolutamente nada ilícito en mi departamento. Luego apresan a mi hermano y lo torturan igual que a mí y nos llevan al restaurante sin orden judicial a requisar también, supuestamente para buscar pruebas que nos impliquen en delito. Regresamos a la P.J. y me doy cuenta que además apresan y un señor ecuatoriano, quien, supuestamente, sabía de dos cheques robados a la señora, antes de ser asesinada, uno de ellos fue cobrado por una cuñada de este señor y otro por un compañero de trabajo suyo. Después, en la noche aproximadamente a las 8 p.m. nos llevan, a mi hermano y a mí, a la captura de otro colombiano, supuestamente el autor material del asesinato, y para sorpresa mía, era el muchacho que nos proveía de algunos productos en el restaurante y amigo de mi hermano. Pasamos la noche en una oficina, mientras los policías preparaban el informe para presentárselo al fiscal a primera hora del día siguiente, para la audiencia de formulación de cargos. Nos mantienen presos e incomunicados, en un calabozo de la P.J., durante 16 días, bajo amenazas y torturas psicológicas y luego nos llevan al C.D.P. por orden de la Juez. El 25 de mayo de 2009, nos trasladan a la cárcel 3 y al día siguiente me trasladan a mí para la cárcel 2, donde recibimos visitas de individuos no identificados, quienes nos hacen amenazas. El ecuatoriano ya ha sido absuelto y puesto en libertad mientras que, los tres colombianos seguimos privados de la libertad a la espera de que se aclare esta difícil situación…

Al momento sigo aquí, espero por mi libertad, mi hijo y mi esposa me esperan, sé que Dios me ayudará…. Fraternalmente,

Jorge Isaac Hernández

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