Monseñor Arturo Rivera y Damas:

PLIEGO 130. 20 de septiembre al 03 de octubre de 2015 Monseñor Arturo Rivera y Damas: Pastor al servicio de la paz Ulrike Purrer Guardado Licenciad...
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PLIEGO

130. 20 de septiembre al 03 de octubre de 2015

Monseñor Arturo Rivera y Damas: Pastor al servicio de la paz

Ulrike Purrer Guardado Licenciada en Teología y doctora en Historia Latinoamericana, Universidad de Leipzig (Alemania), y misionera laica de CoMundo en la Diócesis de Tumaco (Colombia) La autora del libro Diplomacia pastoral: La Iglesia y Arturo Rivera y Damas en el proceso de paz salvadoreño ofrece en exclusiva a los lectores de Vida Nueva una presentación analítica de los principales aportes de su investigación.

PLIEGO

Cuando la Iglesia busca la paz «He tenido la honda satisfacción de constatar que poco a poco la convicción de la Iglesia se ha ido abriendo camino. Hoy, el tópico del DIÁLOGO como camino de solución (…) ya no es considerado ‘subversivo’, es decir, contrario a los intereses de la clase pudiente y de ciertos sectores militares; ya no es, pues, motivo de persecución y amenazas. La convicción ha entrado en las conciencias de casi todos». (Rivera y Damas, Arturo: Lugar y papel de la Iglesia en El Salvador (1984) p. 5) Estas sabias palabras parecieran dirigidas al pueblo colombiano en este momento histórico. El diálogo antes juzgado como contraproducente o subversivo, como dice el arzobispo salvadoreño Arturo Rivera y Damas, hoy es considerado por el Gobierno y por una gran parte de la población como el único camino para acabar con el conflicto armado en Colombia. Tristemente algunos políticos, grupos armados y algún expresidente todavía se aferran a la guerra como única solución. Pero El Salvador es un ejemplo de que el diálogo es viable.

Publicación con perspectivas nuevas El legado de Monseñor Arturo Rivera y Damas como mediador y artesano de paz, a pesar de todas las diferencias históricas, nos puede dar abundantes luces para la superación de la guerra y para un sincero compromiso por parte 24

de la Iglesia en este camino. El libro Diplomacia pastoral: La Iglesia y Arturo Rivera y Damas en el proceso de paz salvadoreño, recién publicado en UCA Editores, San Salvador, es la traducción de una tesis doctoral publicada con el mismo título pero en alemán en el año 2012. Esta extensa investigación parte de la convicción de que el compromiso activo pero imparcial del arzobispo Rivera y Damas y de sus colaboradores por la paz desde el primer día de la guerra civil salvadoreña allanó el camino para el diálogo y mejoró notablemente la disposición de las partes del conflicto para llegar a un acuerdo. Cuando el 16 de enero de 1992 se firmaron los Acuerdos de Paz en el castillo de Chapultepec (México),

a Rivera y Damas ni siquiera le ofrecieron una silla. El arzobispo estaba de pie detrás de una columna. Los representantes del gobierno y de la guerrilla, así como los delegados de las Naciones Unidas, principalmente Javier Pérez de Cuéllar y Álvaro de Soto, que habían respaldado el proceso de paz en los últimos dos años, contribuyendo así a su éxito, fueron los protagonistas de este momento histórico. Revisando todas las publicaciones sobre la guerra civil en El Salvador y su proceso de paz, los investigadores también parecen estar de acuerdo en que esta paz firmada era fruto, sobre todo, de la intervención de la ONU. En cambio, el nuevo libro, Diplomacia pastoral: La Iglesia y Arturo Rivera y Damas en el proceso de paz salvadoreño,

aborda el tema desde una perspectiva diferente, partiendo del papel que desempeñó la Iglesia Católica —y, en especial el Arzobispo Arturo Rivera y Damas— en la defensa de la paz. Esta publicación presenta en más de 300 páginas un hecho conocido desde un punto de vista diferente, a fin de ampliar la concepción del proceso de paz salvadoreño. Evidentemente los Acuerdos de Paz son el resultado de un proceso complejo que incluye el fin de la Guerra Fría y una nueva política exterior de Estados Unidos, el continuo empate militar entre la guerrilla y el Ejército, pero al final resulta imposible imaginar todo este escenario sin el compromiso de la Iglesia y, sobre todo, del mediador Rivera y Damas.

Guerra civil en El Salvador (1980-1992): Una casa en llamas Doce años duró la guerra civil entre el ejército salvadoreño y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, conjunto de cinco organizaciones guerrilleras) cobrando 80.000 vidas y más de un millón de desplazados en un país tan pequeño como El Salvador, con tan solo 5 millones de habitantes. El conflicto tenía sus raíces en la injusticia institucionalizada junto con una exclusión y persecución sistemática de cualquier tipo de oposición política. La guerra civil estalló cuando el 24 de marzo de 1980 monseñor Oscar A. Romero, incansable voz de los pobres y defensor de los Derechos Humanos, fue asesinado en el altar por haber

denunciado el pecado social que había cometido la oligarquía salvadoreña, durante décadas apoyada por el gobierno estadounidense. Ante el asesinato del máximo pastor de la Iglesia salvadoreña, el Vaticano se tardó tres años en tomar una decisión sobre su sucesor. La mayoría del pueblo pedía un obispo de la línea de Romero; en cambio, la oligarquía y los altos rangos militares favorecían un obispo conservador que se mantuviera al margen de la política y los temas sociales. Arturo Rivera y Damas, que había sido obispo auxiliar de San Salvador desde 1971 y alguien muy cercano a monseñor Romero, sirvió durante tres años como Administrador Apostólico y apenas en 1983, ante la visita de Juan Pablo II a Centroamérica, fue nombrado arzobispo de San Salvador. Cuando hablaba del conflicto armado y del trabajo eclesial por la paz, monseñor Rivera y Damas solía usar la metáfora de “La casa en llamas”, que se basaba en una profunda reflexión de textos bíblicos, de la Doctrina Social de la Iglesia, así como de la teología postconciliar en general. Preguntaba: ¿qué hay que hacer en caso de que una casa se esté quemando? (1) En un primer momento, atender a las víctimas; (2) a continuación, apagar el incendio; y, (3) finalmente, aclarar y eliminar las causas del fuego para que no se vuelva a encender.

1. Atender a las víctimas: Humanización de la guerra

Un primer aspecto del trabajo humanizador de la Iglesia era el apoyo

legal de las víctimas de la guerra y la defensa de los Derechos Humanos. Por este motivo, en 1982 monseñor Rivera y Damas fundó una oficina de asesoría legal que se llamaba Tutela Legal. Ya antes existía el Socorro Jurídico del Arzobispado, que tenía una tendencia más favorable a la izquierda y a los movimientos populares; por lo cual Rivera y Damas marcó, desde el inicio de la guerra, cierta distancia defendiendo una línea más imparcial y equidistante a las partes en conflicto. Tutela Legal bajo la dirección de María Julia Hernández dio todo el apoyo legal posible a los familiares de personas desaparecidas, asesinadas y torturadas. Terminando la guerra, fue el archivo de Tutela Legal el que ofreció la mayor parte de información para el informe que presentó la Comisión de la Verdad documentando todas las barbaridades cometidas durante el conflicto armado. Por su trabajo ejemplar con las víctimas durante tantos años, Tutela Legal fue altamente valorada tanto a nivel nacional como internacional. Increíblemente, a finales de septiembre del 2013, el actual arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, tomó la decisión unilateral y totalmente inesperada de cerrar Tutela Legal, acabando así con una de las labores más reconocidas de la Iglesia salvadoreña a nivel nacional e internacional. A los abogados de Tutela Legal se les despidió de manera inesperada, imposibilitándoles el acceso a los –aproximadamente– 55.000 documentos del archivo, que son el resultado del inmenso trabajo de María Julia Hernández y su equipo a favor de los Derechos Humanos y la dignificación de las víctimas. Esta decisión de monseñor Alas generó no solamente enormes protestas nacionales e internacionales, sino también la pérdida de confianza de miles de víctimas salvadoreñas que hasta esta fecha se habían sentido dignamente representadas en la valiosa labor de Tutela Legal. Rivera y Damas había confirmado una y otra vez que sin justicia no podía haber una paz duradera. Veinte años después de la firma de los Acuerdos de Paz, muchas 25

PLIEGO violaciones de Derechos Humanos documentadas por Tutela Legal siguen en la impunidad y sus perpetradores en libertad. Entonces, ¿cómo se puede interpretar la decisión del arzobispo Alas? Él mismo no ha dado ninguna explicación convincente hasta el día de hoy. Durante los años ochenta, para Monseñor Rivera y Damas y para su obispo auxiliar, Gregorio Rosa Chávez, Tutela Legal no fue solamente la oficina que defendía jurídicamente a los más desamparados, sino que les sirvió también como fuente confiable e independiente de información en la cual se basaban sus homilías dominicales y denuncias públicas. Cada domingo se llenaban las misas de feligreses, periodistas nacionales e internacionales, políticos y representantes de sindicatos, comunidades de base y movimientos sociales para escuchar sus Hechos de la Semana, una práctica iniciada por monseñor Romero, debido a la desinformación promovida por los medios de comunicación que estaban monopolizados por la oligarquía salvadoreña. Más allá de la visibilización de los hechos violentos, el compromiso de la Iglesia en cuanto a la humanización del conflicto era tanto la atención a las familias desplazadas como varias repatriaciones. Sobre todo el Secretariado Social del Arzobispado se dedicaba muy entregada y profesionalmente a las necesidades de dichas personas, hombres y mujeres, niños y ancianos. Los primeros desplazados llegaron ya en 1979 al Seminario San José de la Montaña, donde en aquel entonces se encontraban también las oficinas del Arzobispado de San Salvador. La presencia de cientos de desplazados en el seminario durante muchos meses provocó discusiones fuertes dentro de la Conferencia Episcopal de El Salvador (CEDES), ya que los obispos defendían opiniones muy diferentes sobre el rol de la Iglesia en el conflicto socio-político y armado del país. Sin embargo, y en gran medida gracias a monseñor Rivera y Damas, la Iglesia terminó acogiendo a miles de desplazados en doce diferentes refugios 26

Mons. Gregorio Rosa Chávez, importante colaborador de Rivera y Damas

del país. Sólo en los años 1983 y 1984 recibió a más de 5.000 personas, prestándoles todos los servicios médicos, psicológicos y educativos posibles. El arzobispo abogó también a favor de los refugiados salvadoreños en los Estados Unidos, dirigiéndose directamente al gobierno del presidente Ronald Reagan. A diferencia de las personas que huían de la guerra en Nicaragua –considerado por Estados Unidos como una guerra justa contra el gobierno revolucionario de los sandinistas– las personas de El Salvador no fueron reconocidas como refugiados de guerra; por lo cual, al llegar a Estados Unidos, se les trató con mucha rigidez. Otra labor humanizante de la Iglesia a favor de las víctimas eran las repatriaciones, que se realizaron, sobre todo, en los años 1987 a 1989. Un caso ejemplar era la “ciudad fantasma”, Tenancingo, que tras una serie de enfrentamientos y desplazamientos masivos había sido abandonada por todos sus habitantes. Las iniciativas de acompañamiento de esta población de Tenancingo demuestra cómo los obispos Rivera y Damas y Rosa Chávez apoyaban y acompañaban el proceso de repatriación, no solamente por el simple regreso físico de los habitantes a su pueblo, sino también con el motivo de construir una sociedad de convivencia pacífica que prescinde de cualquier violencia ideológica armada. Un requisito

imprescindible para esta construcción era la imparcialidad ideológica de los habitantes que querían volver a Tenancingo. El periódico El Mundo describe este trabajo de la Iglesia como una “oportunidad de crear una alternativa que sea un modelo de lo que podemos hacer por métodos no violentos para construir la paz” (2 de septiembre 1985). Los obispos Rivera y Damas y Rosa Chávez dialogaron tanto con la guerrilla como con el ejército pidiéndoles el respeto a esta población civil que se estaba preparando para su regreso a casa. En una de sus cartas pastorales, monseñor Rivera y Damas animó “que vuelvan todos los que quieran al lugar de origen. Que no haya discriminación por motivos ideológicos. Con un plan serio de reconstrucción. Con el cuidado pastoral del párroco de lugar (…) reconciliación de los bandos opuestos. Los que no son de la vicaría y las religiosas que no han sido designadas expresamente no deben meterse. Al repoblar, nuestro fin no es prolongar la guerra, sino (…) la paz y la concordia fundada en justicia. No han de participar activamente en los partidos políticos (…), en la dirección de asociaciones sindicales, a no ser que, según el juicio de la autoridad eclesiástica competente, lo exijan la defensa de los derechos de la Iglesia o la promoción del bien común» (Rivera y Damas. Cartas del Arzobispo 1983-1994. Tomo I. San Salvador. 1996). En julio de 1985 unas 1.000 personas peregrinaron a Tenancingo,

manifestando su deseo de reconstrucción del pueblo en una misa liderada por monseñor Rosa Chávez y otros seis sacerdotes. Y en enero de 1986 se instalaron las primeras 56 familias en la “ciudad fantasma”. Muchos de ellos testificaron posteriormente que sin el acompañamiento de la Iglesia no hubieran tenido el valor de volver. Rivera y Damas y Rosa Chávez eran los garantes de que todos los bandos involucrados iban a respetar los acuerdos de la no violencia. Se iniciaron proyectos de energía eléctrica y de agua potable, así como iniciativas de agricultura y artesanías. Incluso en marzo de 1986 se volvió a conectar Tenancingo con el transporte público desde San Salvador. Sin embargo, pocas semanas después de la repoblación los habitantes fueron sorprendidos por un ataque del Ejército Nacional, mientras la guerrilla había respetado el acuerdo de la no presencia de armas en el territorio. En sus visitas a Tenancingo, hasta esta fecha, siempre habían dejado sus armas en la entrada del pueblo. Uno de los momentos más esperanzadores en la reconstrucción de esta ciudad reñida se dio el 31 de enero de 1987. El gobierno había mandado a unas enfermeras para vacunar a los niños en la plaza central de Tenancingo. Inesperadamente dos enfermeras de la guerrilla se unieron a ellas para colaborar en la vacunación. Este hecho fue interpretado por muchos como fruto del trabajo que la Iglesia había hecho en pro de la reconciliación y se celebró como un acercamiento de los frentes. No obstante, puede considerarse también como otra manera de medir fuerzas. Las enfermeras del FMLN demostraban así que la guerrilla era capaz de ofrecer al pueblo los mismos servicios que el gobierno. Así, el caso de Tenancingo señala paradigmáticamente los pequeños éxitos posibles pero también las enormes dificultades que se dan en un entorno tan ideologizado de guerra como lo eran los años ochenta en El Salvador. Otro aporte excepcional que dio monseñor Rivera y Damas al proceso de paz fueron los múltiples intercambios

de prisioneros políticos y lisiados de guerra. Con el apoyo de la Cruz Roja Internacional, de algunos diplomáticos internacionales y, muchas veces, del obispo alemán Emil Stehle se liberaron decenas de personas que, después, en algunos casos, fueron llevados al extranjero; por ejemplo: a México, Cuba o Alemania. Los documentos históricos comprueban dichas intervenciones desde el 1982. Ellas contribuyeron fuertemente a la generación de confianza entre el gobierno, el ejército y el FMLN. Muchas veces hasta ponían en riesgo la vida de los representantes eclesiales que iban personalmente a recoger a los prisioneros en el frente de batalla. Los casos más significativos son los del secuestro del coronel Francisco Castillo, que se liberó a cambio de cinco reos políticos en mayo del 1984; el de Inés Duarte, hija del presidente José Napoleón Duarte, en 1985; y el caso del coronel Omar Ávalos, que fue liberado a cambio de 57 guerrilleros, entre ellos seis mujeres de la Cárcel de mujeres, en febrero del 1987. Un detalle interesante en los intercambios de prisioneros es la involucración en algunos de estos casos del Dr. Klaus Lefringhausen, representante de la Iglesia Luterana de Alemania. De esta manera, los obispos Rivera y Damas y Stehle querían demostrar que sus intervenciones no eran ningún protagonismo interesado de la Iglesia Católica sino que se trataba de una verdadera humanización de la guerra y del acercamiento de las partes en conflicto a través de un servicio ecuménico y desinteresado por parte de las iglesias. Finalmente, una intervención importante de Rivera y Damas se dio durante la ofensiva guerrillera Hasta el tope. Un momento muy delicado en San Salvador fue la ocupación por la guerrilla del hotel de lujo Sheraton el 20 y el 21 de noviembre de 1989. Ahí se encontraban, entre otras personas, el Secretario General de la OEA, João Baena Soares, que el día anterior había llegado para apoyar las negociaciones de paz, y cinco asesores militares estadounidenses. La situación estaba a punto de estallar. La administración de Estados Unidos

estaba decidida a intervenir con varios cientos de hombres de Delta Force, una unidad del ejército especializada en la lucha antiterrorista y la liberación de rehenes. Mientras tanto, las fuerzas contrarias se preparaban en Nicaragua. Los helicópteros Hércules sobrevolaban el Hotel Sheraton, y una vez más fueron el arzobispo de San Salvador, monseñor Rivera y Damas, y monseñor Stehle quienes intervinieron logrando que los guerrilleros dejaran en libertad a las personas detenidas en el hotel. Al no solucionar esta ocupación de una manera negociada posiblemente el conflicto salvadoreño se hubiera expandido a nivel centroamericano.

2. Apagar el fuego: Terminar la guerra a través del diálogo

Una segunda dimensión del trabajo pacificador de Arturo Rivera y Damas correspondió a sus incansables llamados a la paz: sus homilías dominicales, sus discursos en la radio YSAX, las Cartas del Arzobispo en el semanario Orientación, pero, también, su llamado al senador estadounidense Edward Kennedy, exigiendo la supresión de la ayuda militar al ejército salvadoreño. En todos estos llamamientos el arzobispo fue apoyado decididamente por el obispo auxiliar Rosa Chávez guardando ambos siempre su independencia ideológica. Sin embargo, la prensa y la oligarquía los tildaron muchas veces de izquierdosos e incluso dentro de la Conferencia Episcopal fueron atacados frecuentemente por sus propios hermanos obispos. Algunos de ellos, sobre todo los obispos Revelo, de Santa Ana, y Aparicio, de San Vicente, rechazaron durante mucho tiempo la idea de un diálogo con los “terroristas” del FDR-FMLN. Con todo, la Arquidiócesis de San Salvador, bajo la dirección de Rivera y Damas, insistía en que el diálogo era “la vía más racional, más humana y, por lo tanto, más cristiana y evangélica” (Homilía Rivera y Damas. 14 de noviembre 1982). En su diario personal se encuentra repetidas veces y desde el inicio de la guerra la afirmación: “El diálogo por la paz es una necesidad para nuestro tiempo” (Diario II. 30 de noviembre 1984, p. 247). 27

PLIEGO En sus llamados a una solución negociada, Rivera y Damas fue apoyado también por el papa Juan Pablo II. Después del asesinato de monseñor Romero, el Vaticano había buscado una solución adecuada para la Arquidiócesis de San Salvador. Durante tres años quedó vacante la sede del Arzobispo, instalando a Rivera y Damas solamente como Administrador Apostólico. Cuando el 28 de febrero de 1983, unos pocos días antes de su visita a El Salvador, el papa Juan Pablo II lo nombró Arzobispo de San Salvador, muchas personas interpretaron el hecho como un claro respaldo del pontífice romano hacia Rivera y Damas y su postura mediadora dentro del conflicto salvadoreño. En un escrito del 2 de julio de 1985, Juan Pablo II le expresa a Rivera y Damas: “Nadie ignora que a este pueblo lo acosan tantas y grandes necesidades por la atroz guerra civil que desde hace tiempo lo consume; tú, sin embargo, con las palabras, la exhortación, la súplica y las obras, en la medida de lo posible, no has cesado de subvenir a todos. A ti, como pastor, te asistió también la diligente prudencia para que, entre ambas partes, se buscara la terminación de la guerra, y has exhortado a plena voz, para que se respeten los derechos humanos, sean fieles en cumplir los compromisos y procuren el bien integral, como conviene a un solícito padre de familia. (...) Tú, por tu parte, ‘se valiente y muy firme’ (Josué 1, 7), tutelando la causa de la verdad que hasta ahora has defendido” (Juan Pablo II. Al Venerable

hermano Arturo Rivera y Damas. Archivo Generalado Salesiano). El arzobispo moderó también una serie de treguas y ceses de fuego; por ejemplo, para los días de la visita papal en San Salvador en marzo de 1983, pero también durante la temporada navideña y de fin de año así como de Semana Santa. También logró convencer a la guerrilla y a las fuerzas armadas para que se detuviera la guerra por tres domingos al año con motivo de una campaña de vacunación de niños en todo el país. La idea era provocarles a las partes en conflicto la pregunta: Si logran detener las armas por 24 horas, ¿por qué no se puede terminar la guerra para siempre? Muy conocidas en el proceso de paz salvadoreño son las tres primeras rondas de diálogo en La Palma (1984), en Ayagualo (1984) y en la nunciatura apostólica de San Salvador (1987); pero pocas personas saben que también estas reuniones de diálogo fueron posibles mayormente gracias a la logística y la moderación de los obispos Rivera y Damas, Rosa Chávez y Stehle. Anteriormente ya se habían realizado algunos encuentros no oficiales en el extranjero, por ejemplo, en Alemania; siempre impulsados y apoyados fuertemente por los obispos católicos. El representante de la Iglesia Luterana alemana, Dr. Lefringhausen, que había asistido junto con Rivera y Damas a una de estas reuniones recuerda: “En un primer encuentro secreto, en terreno de la Iglesia, los representantes del FMLN, junto con la delegación

del gobierno, objetaron que se les hospedara en un mismo pasillo. Decían no querer encontrarse a sus enemigos en el baño. Su decisión: ‘No participaremos de esta búsqueda de la armonía por la que aboga la Iglesia. Lo dejamos todo y nos vamos de aquí’”. Rivera y Damas no permitió que el descontento le perturbara y organizó una misa. El FMLN se recluyó en su apartamento para determinar su táctica. Después se retractó. Acudieron al lugar de la reunión justo en el momento en que quienes participaban en la misa pronunciaban, tras la comunión, el Pax vobiscum [saludo de paz]. Cumpliendo con la liturgia, los delegados del gobierno se acercaron a los atónitos y avergonzados guerrilleros, los abrazaron y les desearon el Pax vobiscum. La sorpresa litúrgica dio en el clavo”. (Lefringhausen, Klaus. Engagierte Wege kirchlicher Diplomatie. En: Rosner, Enrique (Ed.). Brückenbauer und Wegbereiter. Quito. 1996, pp. 75s). La primera reunión de diálogo en territorio salvadoreño se realizó el 15 de octubre de 1984 en el pueblito La Palma. Se había declarado una tregua y en los 100 km de vía entre San Salvador y La Palma había miles de personas, vestidas con su mejor ropa, aplaudiendo y cantando: “Queremos paz”; moviendo banderas blancas y palomas blancas de papel. La Palma estaba repleta de gente. Guerrilleros sin armas y soldados en civil se mezclaban con el pueblo. La gente esperó más de cinco horas mientras las delegaciones del gobierno y de la guerrilla debatían

Mesas de negociación entre representantes del gobierno (izq.) y del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) (der.). 28

en la iglesia de La Palma. rivera y damas asumió la moderación del diálogo. nidia Díaz, representante de la guerrilla en esta reunión, relata en una publicación autobiográfica: “recuerdo que cuando entramos a la iglesia, los delegados de la parte gubernamental estaban sentados de espaldas al pueblo, alrededor de la mesa de sesiones que se encontraba al centro. Todos se pusieron de pie y empezaron a saludar a monseñor rivera y a nuestra delegación (...) al comenzar, rivera y damas dijo unas oraciones y se persignó, acompañándolo todos los presentes. La presencia del arzobispo, como intermediario en el diálogo, revestía de autoridad a la iglesia. a través de él, la iglesia asumía el compromiso político que el momento demandaba para contribuir a la solución del conflicto” (díaz, Nidia. Nunca estuve sola. San Salvador. 2007, p. 160). el obispo auxiliar rosa Chávez se afanó por crear un ambiente relajado antes del encuentro; Nidia díaz cuenta: “rosa Chávez, al ver que nadie tomaba el café ni el pan, se acercó a cada uno de nosotros y nos dijo al oído: ‘Coman, no teman; estos alimentos han sido preparados en el arzobispado’” (ibidem). después de la tensión de los primeros momentos, los representantes de ambos bandos pasaron más de cinco horas “en un ambiente sereno y positivo. Nunca se alteraron los ánimos”. así lo anotó rivera y damas la noche del 15 de octubre de 1984 en su diario (Diario Personal. Tomo ii. 15 de octubre 1984). a pesar de estos primeros logros, en muchas publicaciones los diálogos en La Palma así como más tarde en ayagualo y en la nunciatura apostólica de San Salvador se mencionan como fracasos, ya que los representantes del Fdr-FMLN y del gobierno de duarte no llegaron a ningún acuerdo. No obstante, el libro Diplomacia pastoral: La Iglesia y Arturo Rivera y Damas en el proceso de paz salvadoreño argumenta que el simple hecho de llegar a sentarse en una mesa, hablar y escucharse mutuamente fue un gran logro en este momento histórico. Como confirman varias personas entrevistadas que participaron directamente en este proceso, este tipo de diálogo ayudó

Ignacio Ellacuría, jesuita asesinado en 1989

decisivamente a romper el hielo, siendo un paso muy importante para las negociaciones posteriores con la mediación de la oNU en los años 19901992. durante todos estos años, los obispos rivera y damas, rosa Chávez y Stehle dialogaban constantemente con ambos partidos en conflicto, manteniendo de esta manera un puente de comunicación entre los actores que durante la mayoría del tiempo no eran capaces de dialogar directamente. La confianza histórica entre el Presidente de la democracia Cristiana (PdC), José Napoleón duarte (1984-1989), y Monseñor rivera y damas ayudaba mucho en este sentido. Por eso no sorprende el cambio que se vio una vez que Alfredo Cristiani, del partido de ultraderecha, areNa, tomó posesión en la Presidencia de la república en 1989. Si bien Stehle y rivera y damas se reunieron con Cristiani en noviembre de 1989, la represión contra las iglesias y las comunidades cristianas de base alcanzó un punto culminante; se les acusaba de colaborar con la guerrilla. algunos empleados y voluntarios eclesiales fueron detenidos y expulsados del país. Soldados, apostados delante del arzobispado, amenazaban de muerte a rivera y damas con megáfonos. el catedrático y jesuita ignacio ellacuría, que poco antes había otorgado a Cristiani un

gran potencial como Presidente de la paz, fue ejecutado junto a sus hermanos jesuitas en el campus de la Universidad Centroamericana, por tropas de élite del ejército. Cuando la administración de estados Unidos reaccionó ante esta masacre recortando las ayudas militares, se puso en tela de juicio la alianza entre la oligarquía y el ejército. La ruptura entre los militares y el presidente Cristiani aceleró finalmente el proceso de paz. Por otro lado, el accidente de un avión procedente de Nicaragua repleto de armas pesaba sobre el FMLN y sus aliados del gobierno nicaragüense de Daniel ortega. Se evidenció más que nunca que el diálogo era la única alternativa.Finalmente, el 31 de enero de 1990, alfredo Cristiani solicitó la mediación al Secretario General de Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, sin contar más con la mediación de la iglesia. Son muchos los testigos que creen que la exclusión de rivera y damas del proceso de paz no fue consecuencia de la falta de resultados obtenidos hasta la fecha, sino de la antipatía que Cristiani y otros miembros del partido areNa le profesaban. el excomandante de la guerrilla Dagoberto Gutiérrez califica el concepto de paz de la iglesia de la siguiente forma: “No es simplemente el cese del fuego ni la negación de la guerra. es eso, pero mucho más que eso: la justicia, la verdad, el perdón y finalmente la reconciliación. esta es la posición de la iglesia. ahora bien, sabedoras las derechas de esta posición de la iglesia, no permitieron que ellos estuvieran en la mesa de negociación” (entrevista personal con dagoberto Gutiérrez el 3 de noviembre de 2009 en San Salvador). así recuerda a rivera y damas morales ehrlich, miembro del Partido demócrata Cristiano (PdC): “imparcial, neutral, pero su formación era más de centro izquierda, más progresista revolucionaria. entonces, eso no lo puede perdonar areNa” (entrevista personal con antonio Morales ehrlich el 9 de noviembre de 2009 en San Salvador). rivera y damas mismo solía decir: “Hay un hombre en este país que no es capaz 29

PLIEGO de mirarme a los ojos porque es el culpable de la muerte de los jesuitas, y ese es Cristiani” (Entrevista personal con Luis Coto el 3 de diciembre de 2009 en San Salvador).

3. Eliminar las causas del incendio: Análisis, reconciliación y prevención

El tercer aspecto del trabajo para la paz de Monseñor Rivera y Damas fue un análisis serio de la situación socioeconómica y política del país, causa del conflicto armado. Repetidas veces argumentaba que la desinformación por parte de los medios de comunicación en El Salvador formaba una parte activa de la guerra misma. Por ende, le dedicaba mucho tiempo a la preparación de sus homilías; sobre todo de la última parte, que eran los Hechos de la Semana, que el país y muchísimos periodistas esperaban cada domingo. Sus declaraciones, que muchas veces fueron presentadas también por el obispo auxiliar Rosa Chávez, se basaban en las investigaciones detalladas de Tutela Legal pero también en sus conversaciones con su equipo pastoral y el pueblo mismo. Rosa Chávez recuerda que Rivera y Damas le decía varias veces antes de la misa: “Por esta nos pueden matar, pero lo tenemos que decir” (Rosa Chávez, Gregorio. Yo nunca he buscado poder ni hacer carrera. San Salvador. 2010). Contando con muy poco apoyo de los demás obispos de la Conferencia Episcopal, o incluso con su rechazo, Rivera y Damas se mantuvo firme en su lectura de la realidad, en la cual había identificado la injusticia social como causa principal del conflicto armado salvadoreño: “Más allá de una mera pacificación, la contribución de la Iglesia a la búsqueda de la paz en El Salvador ha sido y será siempre el empeño de restablecer la justicia, para que se haga vigente en todos los niveles del vivir social. Estamos convencidos de que la paz no es un mero cese del rugir de cañones ni una mera limpieza de males institucionales, sino la vigencia de relaciones justas. Porque si la raíz de todos los desequilibrios ahora existentes en el país es la injusticia social institucionalizada, el remedio al mal está en restituir a la justicia social su puesto en la sociedad” (Rivera 30

y Damas, Arturo. Lugar y papel de la Iglesia en El Salvador. San Salvador 1984, p. 10). Un aporte muy especial –sobre todo para una mayor participación de toda la sociedad civil en el proceso de paz– fue el Debate Nacional por la Paz en 1988. Retomando el argumento de la “tercera fuerza” de Ignacio Ellacuría SJ, el arzobispo Rivera y Damas realizó esta gran convocatoria bajo el lema del evangelio de San Marcos: “Si un reino se divide contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y si una casa se divide contra sí misma, tal casa no podrá permanecer” (3, 24-25). Los demás obispos salvadoreños –salvo Rosa Chávez– no apoyaron este proyecto activamente pero se recibió una ayuda técnica muy valiosa de los jesuitas de la Universidad Centroamericana. Finalmente, el 3 y 4 de septiembre de 1988, participaron 59 organizaciones civiles e iglesias en este debate nacional, pronunciando sus posturas y buscando soluciones pacíficas de la guerra. Después de publicar el documento final, de la dinámica de esta convocatoria surgió un movimiento de varias organizaciones e iglesias que terminaron conformando el Comité Permanente del Debate Nacional que eligió como sus vice-presidentes a Édgar Palacios, pastor de la Iglesia Bautista de Imanuel, y a Medardo Gómez, obispo de la Iglesia Luterana Salvadoreña. Finalmente, un aspecto importante para monseñor Rivera y Damas fue el trabajo de reconciliación y de memoria histórica para que no se volvieran a repetir los mismos errores y crímenes de la guerra. Según él, un requisito imprescindible para una verdadera reconciliación y una paz duradera eran la justicia y la verdad, ya que las

víctimas no pueden perdonar si no saben a quiénes y no pueden vivir en paz mientras no puedan enterrar a sus familiares desaparecidos. El arzobispo arquitecto de paz murió inesperadamente de un infarto el 26 de noviembre de 1994, casi dos años después de la firma de los Acuerdos de Paz pero sin haber podido gozar de una paz integral con justicia social por la que había luchado toda su vida y durante todo el conflicto armado salvadoreño. Queda la esperanza de que la labor pacificadora de Arturo Rivera y Damas, Gregorio Rosa Chávez, María Julia Hernández, Emil Stehle y tantos otros hombres y mujeres no quede en el olvido, sino que sus testimonios nos sirvan como ejemplo para que como cristianos nos armemos de valor y construyamos una Iglesia que se comprometa seriamente con una transformación social. Rivera y Damas decía: “No tengo madera para ser profeta, (...) prefiero seguir siendo pastor y me da miedo ser mártir. Sin embargo, me he ceñido la cintura de la fortaleza para mantener firme la voz profética de monseñor Romero denunciando el pecado y anunciando el camino de la paz” (Rivera y Damas, Arturo. Mensaje, personalidad y presencia de Monseñor Romero. En: Orientación (18/03/1990), p.8).

B I B L I O G R A F Í A →→ Díaz, Nidia. Nunca estuve sola. San Salvador. 2007 →→ Lefringhausen, Klaus. Engagierte Wege kirchlicher Diplomatie. En: Rosner, Enrique (Ed.). Brückenbauer und Wegbereiter. Quito. 1996, pp. 73-77 →→ Rivera y Damas, Arturo. Homilía 14 de noviembre 1982. En: Archivo Histórico del Arzobispado de San Salvador →→ Rivera y Damas, Arturo. Mensaje, personalidad y presencia de Monseñor Romero. En: Revista Orientación (18 de marzo 1990), p.8 →→ Rosa Chávez, Gregorio. Yo nunca he buscado poder ni hacer carrera. San Salvador. 2010. En: http://www.elfaro.net/ es/201002/el_agora/1165/?st-cuerpo=0 →→ “Tenancingo, nuevo reto para Vivienda Mínima”, dice Iglesia. En: El Mundo, 2 de septiembre 1985, p. 2