Misioneros del Resucitado FORMACIÓN MISIONERA / MATERIAL ELABORADO POR OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS CHILE Año 2. Número 2. Abril de 2011.

Iba con ellos Durante este mes, la Iglesia en el mundo se reúne en torno al gran misterio que se posa sobre nuestras vidas: Cristo ha resucitado. Si Él no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe, vano nuestro amor. Es por ello que en estas solemnidades de Semana Santa no recordamos que Cristo resucitó, sino que lo hacemos parte de nuestra vida, con la misma alegría y ansiedad con la que se dieron cuenta los Discípulos de Emaús. Asimismo, nosotros, reconociéndonos discípulos, podemos, por medio de la Resurrección de Dios, responder al llamado de todo misionero: ANUNCIAR LA BUENA NUEVA, DE QUE CRISTO RESUCITÓ. En esta ficha, especialmente diseñada para el trabajo en comunidades, parroquias y colegios, la OMP-Chile invita a seguir la Resurrección desde la perspectiva de los discípulos de Emaús, de un modo experiencial. El reconocimiento de Cristo Resucitado es central en nuestra vida como católicos; es, en definitiva, el fundamento de nuestras creencias, y de nuestro discipulado. Además, el episodio de los discípulos de Emaús nos da el ejemplo de cómo, reconociendo la Resurrección, nos convertimos inmediatamente en misioneros de Él. Aprovecha este material que hemos preparado con cariño para ti. Equipo de Formación Misionera Obras Misionales Pontificias - Chile

OBRAS MISIONALES Objetivo de la ficha Reconocernos discípulos para hacernos misioneros del Resucitado.

Oración (10 minutos) Previamente, el animador prepara una red donde pueda prender al centro de ésta y que destaque la imagen del rostro de Jesús. Animador: Nos ponemos en la presencia del Señor cantando: “En el nombre del Padre, en el nombre del Hijo, en el nombre del Santo Espíritu estamos aquí”… Después de haber celebrado la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, es el momento propicio para sentarnos a los pies del Maestro para descubrir que es Él, quien nos llama a su encuentro. A continuación, el animador entrega a cada uno de los participantes la Oración “Me has elegido y me has llamado”, de Josep Lligadas (a la derecha), y la leen en conjunto.

Página 2

FORMACIÓN MISIONERA

ME HAS ELEGIDO Y ME HAS LLAMADO (JOSEP LLIGADAS) Me has elegido y me has llamado a mí, que soy muy poquita cosa. Me has dicho que soy importante para ti, que me necesitas. Tú quieres que, en mi pequeña vida, en las cosas que hago y en los lugares donde estoy -sean los que sean, lo mismo da-, siembre tu esperanza, tu amor, tu paz, tu fuerza. Me has dicho que confías en mí: que yo soy tus brazos, tus manos, tu palabra, tu corazón. Me has elegido y me has llamado. Te doy gracias por la confianza que has puesto en mí, y te pido tu fuerza para que yo sepa corresponder.

PONTIFICIAS - CHILE Motivación (15 minutos) El animador entrega a cada participante un trozo de greda o arcilla y les invita a moldear una figura que simbolice su vida. Este trabajo se debe realizar en silencio y usar música de fondo.

El animador cierra este momento con la siguiente reflexión: La experiencia que hemos tenido de moldear nuestra figura con arcilla o greda nos hace recordar la lectura de Jeremías 18, 6: “Como la arcilla en las manos del alfarero, así están uste-

Terminada la actividad el animador invita a los participantes a des en mi mano”. presentar su figura. Para profundizar en la reflexión apoyarse El discípulo es aquel que se entrega a las manos amorosas de en las siguientes preguntas: su Maestro y se deja moldear dócilmente. El discípulo es aquel que se propone como meta llegar a ser como su Maestro (Mt 1. ¿Qué sentiste al moldear esta figura que simboliza tu 10, 25). Para ello pone su vida, se abandona en las manos del vida? Maestro y se pone con humildad a sus pies para aprenderlo 2. ¿Responde en algo esta figura a tu encuentro con el todo de Él. Maestro?

Haciendo Camino (30 minutos) Para profundizar nuestra experiencia de discipulado les invita a ir de dos en dos para “revivir” la lectura “los discípulos de Emaús” (Lc 24, 13-21), que dividiremos en cuatro momentos para de “discípulos hacernos misioneros del Resucitado”.

El animador entrega a cada pareja el material necesario para hacer vida el camino de los discípulos de Emaus”.

PRIMER MOMENTO: “Se puso a caminar con ellos” (Lucas 24, 13-24) “Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos, pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: «¿De qué van discutiendo por el camino?» Se detuvieron, y parecían muy desanimados. Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: «¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está enterado de lo que ha pasado aquí estos días?» «¿Qué pasó?», les preguntó. Le contestaron: «¡Todo el asunto de Jesús Nazareno!» Era un profeta poderoso en obras y palabras, reconocido por Dios y por todo el pueblo. Pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes renegaron de él, lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz”. Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertad a Israel. Sea lo que sea, ya van dos días desde que sucedieron estas cosas. En realidad algunas mujeres de nuestro grupo nos han inquietado, pues fueron muy de mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron”.

Preguntas de apoyo a tu reflexión: 1. ¿Qué acontecimientos de tu vida te impiden reconocer a Jesús? 2. Jesús permanentemente sale a nuestro encuentro, ¿le dejamos entrar en nuestras vidas? A Ñ O 2 , N ÚM E R O 1

Página 3

“Misión es: una sola SEGUNDO MOMENTO “Quédate con nosotros” (Lucas 24, 25-29) Entonces él les dijo: «¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?» Y les interpretó lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas. Al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir adelante, pero ellos le insistieron diciendo: «Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día.» Entró, pues, para quedarse con ellos.

Preguntas: 1. En este camino de discipulado, ¿qué significa para ti “¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que les anunciaron los profetas!”. 2. Al llegar a casa, ¿están preparados para decirle al Maestro “Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día”.

TERCER MOMENTO “Sentíamos arder nuestro corazón” (Lucas 24, 30-32)

Y mientras estaba en la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. Entonces se dijeron el uno al otro: «¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»

Preguntas: 1. ¿En qué momentos de mi vida he sentido arder mi corazón a causa de la presencia del Maestro? 2. En este camino de discipulado ¿qué importancia tienen para mí las Escrituras?

CUARTO MOMENTO “El Señor ha Resucitado” (Lucas 24, 33-35) Preguntas: De inmediato se levantaron y volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a los de su grupo. Estos les dijeron: «Es verdad: el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.» Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

1. Después de vivir esta experiencia, ¿te sientes preparado para “Levantarte”, “Ir” y “Anunciar” a Cristo Resucitado? 2. ¿Qué significa para ti ser discípulo y misionero del Padre?, ¿lo vives?

Para finalizar, el animador invita a los peregrinos a compartir su experiencia. Página 4

FORMACIÓN MISIONERA

alma, un solo corazón” Oración Comunitaria (10 minutos) El animador prepara el ambiente para celebrar en torno al Resuci- Signo: Como signo de humildad ponemos nuestra vida representada en esta figura que hemos moldeado a los pies de la imagen tado. del Maestro para que sea Él, el alfarero de nuestras vidas y nos Canto: Tres cosas tiene el amor convierta en una sola alma, un solo corazón para la misión de ir y Después de haber vivido este camino que nos hace sentir discípu- anunciar al Resucitado. los del Maestro, estamos preparados para hacernos “Misioneros Canto Final: “Abre tu Jardín” del Resucitado”, porque nadie puede ni debe pretender ser misionero si antes no ha sido discípulo de Jesús. Misionero es quien lleva y comunica ese amor de Jesucristo a toda la humanidad. Lectura Jn. 20, 16-18. “Jesús le dijo: “María”. Ella se dio la vuelta y le dijo: “Rabboni”, que quiere decir Maestro. Jesús le dijo: “Suéltame, pues aún no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: subo a mi Padre que es el Padre de ustedes, a mi Dios, que es Dios de ustedes”. María Magdalena se fue y dijo a los discípulos: “He visto al Señor y me ha dicho esto”

Aporte a la Reflexión Este es un material elaborado para el animador, que debe ser leído por él, previamente al encuentro. El objetivo del aporte a la reflexión es que enriquezca la vida misionera de los participantes, y que les lleve a ser agentes multiplicadores en sus respectivas comunidades. La Resurrección: el sentido de nuestra esperanza, la certeza de nuestra fe.

“Dios silencioso, Dios de los muertos silenciosos. Dios vivo de los vivos, que hablas mediante el silencio. Dios de aquellos que mediante su silencio quieren llamarme hacia tu vida, haz que no olvide a mis muertos y a mis vivos. Que mi amor hacia ellos, mi fidelidad a ellos sea testimonio de mi fe en ti, Dios de vida eterna. Haz que no oiga en vano su silencio, el silencio que es la palabra más última de su amor. Que ésta su más íntima palabra me acompañe cuando partan de mí, para que su amor, penetrando en ti, esté más cerca de mí. Alma, no olvides a los muertos. Viven. Viven tu propia vida, que aún está encubierta por ti, ya sin velo en la luz eterna. Que tus vivos, Dios de los vivos, no me olviden a mí que soy un muerto. Concédeles, Dios, que ya les has concedido todo y a ti mismo, también esto: que su silencio se convierta en la expresión más explícita de su amor hacia mí, que se transforme en una palabra que conduzca mi amor hacia ellos, hasta su vida y su luz” (K. Rahner). Esta bella oración nos introduce en estas reflexiones sobre el sentido que tiene para nuestra vida el misterio de la Resurrección de Jesús, el profeta poderoso en palabras y obras (Lc 24,19), que pasó amando y haciendo el bien a todos, y que por la generosidad de un amor sin límites por nosotros, sus amigos, se entregó libremente a la muerte y una muerte de cruz, para que todos en El tuviéramos vida y vida en abunPágina 5

FORMACIÓN MISIONERA

dancia (Jn 14,6) y a quién Pedro lo profesó como Mesías el Hijo del Dios viviente (Mt 16,16). Nadie puede negar el drama y los sentimientos de angustia existencial que produce en nosotros el acontecimiento de la muerte; “el hombre sabe que va a morir y vive su existencia como una contradicción trágica entre su ineludible destino y sus deseos de vivir de manera absoluta” (B. SESBOÜÉ. Creer, 2000: 361). Todos, en algún momento, hemos experimentado esta “trágica contradicción”, que nos estremece profundamente y nos sitúa, con todo realismo, frente a una verdad, la cual muchas veces, no queremos asumir, cayendo en la tentación de “maquillar” el rostro de lo innegable. Todas estas limitaciones y contradicciones que se recapitulan en este hecho ineludible de morir, llevan al hombre a sentir un radical anhelo de salvación; “salvarse es vivir, vivir todo entero, vivir absolutamente, vivir feliz en el amor, vivir siempre definitivamente reconciliado con uno mismo, con los otros, con el universo y con Dios” (Ibíd.: 362). Por este radical anhelo de vivir, podemos entender que el hombre “anida la esperanza en su propia resurrección, esperanza arraigada en lo más hondo de sus entrañas” (Ídem). San Pablo, el apóstol de los gentiles, ante esta realidad se preguntaba: “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”; y respondía: “Gracias a Dios por Jesucristo Nuestro Señor”.

En este testimonio paulino se encuentra la clave de la esperanza cristiana: Alguien nos libró de la muerte. Alguien en cuya existencia la vida se mostró más fuerte que la muerte. Esta es la verdad de la Resurrección: en Jesucristo todos vivimos, todos resucitamos; en El la vida ya no está amenazada por la enfermedad y la muerte; en El todo cobra sentido. “La angustia milenaria desparece, se sosiega el corazón, cansado de tanta pregunta por el sentido de la vida mortal” (L. Boff). En Cristo, por su Resurrección seremos creaturas nuevas, como lo será también toda la creación, que gime ahora como de dolores de parto; en El se lleva a cumplimiento las palabras esperanzadoras de los profetas: “la tierra nueva y los cielos nuevos”; es decir, una creación nueva de Dios, libre ya de limitaciones y de dolor. Nuestra profesión de fe dice: Creo en la Resurrección de la carne y en la Vida Eterna. Esta es la razón de nuestra esperanza. Dice San Pablo: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe” (1Cor 15,13), y la Iglesia se debe callar porque no puede anunciar ninguna Buena Noticia de salvación para nadie. Toda nuestra fe queda vacía de sentido. No tenemos ninguna esperanza verdaderamente definitiva para aportar a ningún hombre. Solo la resurrección

de Jesús fundamenta y da sentido a nuestra fe cristiana.

¿Qué significa Resucitar? “Resucitar no es volver a empezar. No se trata de un mero „revivir‟, ni continuar esta vida espaciotemporal en otro lugar. Los muertos resucitan porque quedan asumidos en esa realidad última y bondadosa a la que llamamos Dios. Penetran en un mundo distinto „que ni ojo vio ni oído oyó‟. Un mundo del que están ausentes las lágrimas y el llanto, el sufrimiento y la fatiga, la muerte y sus secuelas. El resucitado no muere más” (M. Fraijó, N.D.T, 2005:799); y, ¿Cómo será todo esto? atengámonos a la respuesta de San Pablo: “Pero dirá alguno: cómo resucitan los muertos? Con qué cuerpo vuelven a la vida? ¡Necio! Lo que tu siembras no revive sino que muere. Y lo que tú siembras no es el cuerpo que va a brotar, sino un simple grano, de trigo por ejemplo, o alguna otra semilla. Y Dios le da un cuerpo a su voluntad” (1Cor 15,3538). Sólo sabemos que seremos transformados: “porque eso corruptible tiene que vestirse de incorrupción y esto mortal

tiene que vestirse de inmortalidad” (1Cor 15,33). En la Resurrección el hombre encuentra la respuesta a esa radical búsqueda de vivir y de vivir absolutamente; por esto Dios quiso que su Hijo volviera a la vida; a una vida plena, para que todo hombre viva; porque esta es su gloria, como lo expresará más tarde un padre de la Iglesia: “La gloria de Dios es que el hombre viva” (San Irineo). La resurrección de Jesús es la muestra más evidente de nuestra propia resurrección, de lo que estamos llamados a ser y a vivir como hijos salvados; y, para nosotros, estar salvados “es vivir, vivir intensamente y para siempre, en una vida de amor. Viviremos en Dios eternamente de la vida que manifiesta Jesús. Su destino será el nuestro” (Ibíd.: 373). El mismo Jesús nos confirma esta gran esperanza: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá; todo el vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn 11, 25-26). La pregunta a Marta es la misma que Jesús nos hace hoy: ¿Crees? (Jn 11,26) Los discípulos de Jesús, llenos del Espíritu Santo, se transformaron en testigos del Resucitado y proclamaron esta Buena Noticia en todos los escenarios de su tiempo; un anuncio gozoso que ellos no podían contener en la intimidad de sus vidas transformadas; de discípulos pasan a ser apóstoles, en misioneros del Resucitado, a quienes tantas veces se les apareció, comió y compartió la vida con ellos; se hizo caminante y les explicó las Escrituras; los sacó de sus miedos y encierros y les regaló en persona el don de la paz e infundió sobre ellos el don del Espíritu. Hoy cuando el hombre y la mujer de nuestro tiempo cree porque ve, los hijos de la Iglesia estamos llamados a dar credibilidad de nuestra fe por el resplandor de nuestras obras, por el testimonio de una vida coherente, sin dobleces y por la capacidad de transmitir el mensaje del Evangelio en un lenguaje que toque la vida, la ilumine y la transforme. El Evangelio no es neutral, ni ambiguo, ni tibio; cuando toca el corazón del hombre, la consecuencia será siempre una nueva creatura. Que nuestra fe en la Resurrección sea para estos tiempos, un ofrecimiento, una propuesta de sentido para todos aquellos que apuestan por algo que puede ir más allá de esta vida. Fr. Luis Alberto Nahuelanca Muñoz, ofm

Otro aporte de:

OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS - CHILE Monseñor Sótero Sanz 260, Providencia. Santiago de Chile. Teléfono: (2) 231 90 35