LASENCIA. Plasencia: Noble, Osada y Altanera. su Parador

Plasencia: Noble, Osada y Altanera “...entre sus verdes riscos y dehesas desfilaban solemnes encinares de reposo y, de cuando en cuando, los alcornoqu...
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Plasencia: Noble, Osada y Altanera “...entre sus verdes riscos y dehesas desfilaban solemnes encinares de reposo y, de cuando en cuando, los alcornoques mostraban su tronco desnudo...”

(Miguel de Unamuno)

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unque muy del todo no se pueda demostrar es cierto y comprobable: vino a nacer Plasencia como acurrucada por sus geografías y, casual pero sabiamente, defendida por sus propias preferencias. Era hace tanto como unos dos siglos antes de nuestra Era, una Plaza/ Ciudad/ Fortaleza. Casi sólo un campamento; bien pronto romano y, enseguida, romanizado: Las legiones invasoras diseñaron estratégicos caminos peninsulares que por estos contornos, para mayor beneficio suyo, pasarían: Se llamó, se llama y seguirá siendo conocida como “La Vía de la Plata”. Era y es una comunicación vertical en la península ibérica. Es columna vertebral y vertebradora. Así es todavía conocida como “La Raya de Portugal”: un pasado vivo de los siglos. Sobradas razones tuvieron las Legiones Imperiales : Dibujaron una sabia red de caminos (de cerca de 30.000 kilómetros) para establecer parada y fonda en los mas estratégicos lugares. Sería esta Vía de la Plata uno de los ejes muy golosos y codiciados por aquel Imperio: Desde los sures onubenses desembarcaban continuas caravanas de naves cargadas de esclavos y pertrechos camino de los nortes extremeños y gallegos. En busca de oro y plata que montes y ríos ofrecían en cantidades tan abundantes que pudieron abastecer con holgada abundancia a aquel inmenso imperio. De paso, los vecinos forasteros fueron sembrando todas estas y otras múltiples geografías de muy benéficas culturas; y tecnologías; y nuevos y mejores usos y costumbres. De artes y artesanías. De leyes... De ingenierías... Arrasaron poblados iberos y destruyeron castros celtas. Pero construyeron pueblos y ciudades. Inventaron acueductos; Diseñaron circos, anfiteatros: Implantaron el Código Romano del que todavía hoy nos nutrimos en no poca medida los mundos llamados occidentales. Inventaron, en suma, lo que hoy conocemos como la cultura occidental que transitó y todavía transita por esta y bella sorprendente, noble, altanera ciudad extremeña pero universal villa de Plasencia. Así fue y así reza en el escudo de estos excéntricos sabios, sorprendentes, generosos y sabrosos paisajes y paisanajes. Y hasta en el escudo lo quiere dejar claro desde siempre y por siempre: “Ut placeat Deo et Ómnibus” (Para el placer de Dios y de los Hombres). Fue esta villa –antes campamento y pronto soberbia ciudad- fundada por el rey de las castillas don AlfonsoVIII. Poco antes de que naciera el siglo XIII de esta Era que vivimos.

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El visitante advertirá , enseguida, que esta “muy noble ciudad” nació de padres pendencieros y moradores levantiscos. Todavía hoy presume de torres vigilantes, murallas defensivas y puertas que a diario se abrían y cerraban según la confianza o el recelo que mereciera el forastero. Eran aquellos tiempos de temerosas invasiones, de pillerías y pillajes entre moros y cristianos cada poco conquistadores o conquistados. Por entonces tuvo esta altanera fortaleza hasta setenta torres y ocho puertas “de a cal y canto cerrar y de par en par abrir”, según las nobles intenciones, simpatías o conveniencias que ofreciese el forastero. A los principios viviría bajo la protección de las coronas de las monarquías castellanas hasta casi mediado el siglo XV; desde entonces fue concedida como condado por el Rey Juan II para agradecer favores y merecimientos a Pedro de Zúñiga. Amo y señor de vidas y haciendas de estos y otros anchos contornos. En aquella casi media España quisimos y supimos convivir moros , judíos y cristianos. Las tres culturas lograron una sabia simbiosis para todos fértil. Plasencia llegó a ser un muy notable núcleo radiante de muy beneficiosos conocimientos hebreos. Quizá convenga recordar que la acogida vecinal de la población judía sería propiciada por decisión del Rey Alfonso VIII por Fuero promulgado en el año 1189. Y consta que ya en el siglo XV la aljima placentina estaba integrada por un millar de habitantes. Se reunían para rezar, hablar, negociar o conspirar en una importante sinagoga en un sitio conocido como “La Mota”, edificado casi exactamente en el solar que hoy ocupa el Palacio del Marqués de Mirabel y el Convento Dominico de San Vicente, hoy Parador Nacional.

El Parador: Deslumbrante Convento de Santo Domingo

Noble devoción y debida gratitud al San Vicente Ferrer que quiso y supo, milagrosamente, resucitar al único hijo varón de los duques... Hasta que el monasterio pudo ser acabado, los religiosos oraban y laboraban junto a la parroquia de San Miguel en lo que sería Santo Domingo el Viejo. Desde sus primeros amaneceres, terciado el siglo XV (1477), la piadosa comunidad derrochó intensos y fervorosos esmeros en las enseñanzas y cristianas educaciones, en cumplimiento de la orden expresa de la duquesa: “...así mando que los religiosos que habiten el convento, cinco sean dedicados exclusivamente al estudio de la Teología continuamente...” Y para su sostenimiento se dota de una cátedra y de rentas para mantenimiento y otros gastos. Se recibieron después personales y benéficas donaciones, algunas de inestimable valor; como la realizada por D. Rodrigo Ignacio de Carvajal y Nieto cuando entregase al convento una biblioteca de singular e inestimable valor integrada por casi tres mil volúmenes; un tesoro inusual para aquellos tiempos. Llegaría a presumir el Monasterio con dos cátedras de Teología, una de Arte y cursos de Filosofía. El Parador “Convento de Santo Domingo” integra un conjunto arquitectónico de finales del siglo XV. El Convento también sería habitado por los Padres del Corazón de María. Tras muchas vicisitudes acabaría en lamentable estado de abandono hasta que sería recuperado, laboriosamente rehabilitado y transformado en el bellísimo y privilegiado recinto para el disfrute del visitante. Estos muros, patios y nobles estancias se levantaban sobre lo que fuera “La Mota”, rancia fortaleza placentina. Fue ocupada también por una sinagoga y cementerio judíos. Así queda demostrado por las investigaciones arqueológicas. Incluso las cuidadosas excavaciones han dado a luz muestras previas anteriores a la fundación de la Ciudad por regia decisión de Alfonso VIII: Aparecieron valiosas estructuras, como un puntero de lectura sinanogal y abundantes fragmentos de lámparas votivas judías.

ediado el siglo XV Álvaro de Zúñiga tiene a bien expropiar estos y otros solares para edificar el que fuera piadoso convento. Para ello resultaría inevitable derribar la sinagoga y los alrededores que fueran precisos.

Las obras del soberbio Monasterio fueron dirigidas y realizadas por el maestro cantero Pedro González con la valiosa ayuda de su hijo Francisco y los maestros Malueñes, Daras y García Escalante, artífices también de la Catedral.

El viajero que está compartiendo muros y estancias con un excepcional recinto que fuera testigo de santos y no tan santos frailes dominicos por expresa y generosa decisión de los Condes de Zúñiga, don Álvaro y doña Leonor de Pimentel. Y así consta en la carta fundacional:

El conjunto monacal resulta ser así como un piadoso y protector abrazo en torno a la iglesia que, mas bien por su magnificencia, catedral parece. Se accede al templo a través de una gran portada de corte neoclásico del siglo XVII. Sin embargo, el acceso al complejo conventual se presenta por la zona oeste, a través de un sobrecogedor pórtico del siglo XVIII. El recinto porticado, que previo al generoso y bello patio, enseña un impresionante artesonado (de los llamados de grisallas) paciente y sabiamente modulado entre los siglos XV y XVI. En su origen estaba instalado en la crujía central de la zona de las celdas.

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“...Yo doña Leonor, Duquesa de la ciudad de Plasencia. Con licencia e consentimiento del duque mi señor mandó fundar un monasterio de la Orden de nuestro padre Santo Domingo a honor y reverencia a Sant Vicente de los Predicadores a quien singularmente tengo devoción...”

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El claustro, de tan bellas proporciones, es tardogótico. En parte de su crujía sur y oeste de la planta baja se conservan notables restos de un artesonado policromado de facturas mudéjares, para inevitable admiración del forastero. Ya en la planta alta se enseñan pinturas con los escudos de los Dominicos de los Zúñiga Pimentel y hasta una alegoría de la muerte, todas ellas del siglo XVI. Las paredes están decoradas con esgrafiados recuperados en el siglo XIX, fiel reflejo del modelo original del siglo XVI. La escalera es como un ágil hechizo de pesadísimos sillares. La obra es tan bella como sobrecogedora: desafía los principios constructivos con inverosímiles o misteriosos sustentos, dada su generosa envergadura. No en vano se la conoce como “Escalera al Aire”. El alarde fue creado por el Maestro placentino Juan Alvarez (1577). Tan notable que merece asombro y admiración de legos forasteros y arquitectos estudiosos. La sala Capitular y capilla “de profundis” es estancia que impone respeto y reverencia. Está dispuesta bajo bóvedas de crucería en estrella levantadas en el siglo XV. Presume el convento de dos grandes Salas: El refectorio, del siglo en la planta inferior, enseña un soberbio friso de azulejerías policromadas talaveranas; sobre él de instala la biblioteca. Ambos ambientes, de generosas proporciones, presumen de excelentes artesonados. XVI,

Llamará igualmente la atención la fachada occidental que mira hacia el gran patio, correspondiente al exterior del refectorio y de la biblioteca: muestra, en orgullosos reconocimientos, dos escudos esgrafiados. Uno de los dominicos; el otro, de la familia ZúñigaPimentel. El patio norte muestra otra fachada de noble estampa, del siglo XVI, con juegos y alternancias de ventanas y arcos carpaneles y conopiales.

La monacal bodega merece, cuando menos, algún punto de curiosidad. Aunque ya acristianada en el siglo XV, hoy persevera, necesariamente adaptada a las necesidades hosteleras de esta Parador. Pero respeta y desvela, en esencia, sus orígenes: Está excavada bajo roca con tres niveles de profundidad y dotada de un sabio y seguro sistema para la elaboración del vino el nivel superior, de tal manera que en caso de rotura de alguna de las tinajas altas, a consecuencia del proceso de fermentación, el caldo vertido sería recogido por las tinajas inferiores. Aseguran los que bien lo saben que estos oscuros y frescos, aunque ardientes recintos, llegaron a asilar hasta dos mil cántaros de vino. Y dirían malévolas, pero veniales, lenguas que por estas vinícolas honduras celebrarían con regocijos y grandes festejos la expulsión de los jesuitas –ordenada por el Rey Carlos III- bien mediado el siglo XVIII con generoso derroche de exquisitas viandas.

Desde el Parador: Al Encuentro del Tiempo Perdido “... Entre peñascos revestidos de verdura, mirándose en el Jerte, alza Plasencia las moles de sus antiguas castillos y en su centro la fábrica de su inconclusa catedral...” Otra vez Unamuno

ronto los Católicos y unificadores Reyes Isabel y Fernando (rayando el siglo XVI) decidieron recuperar Plasencia para sus exclusivos dominios. Y casi así quedaría dibujada esta fortaleza medieval, pero gótica villa; moderna y ruborosa ciudad escondida, pero empinada entre riscos y espesuras. Estos bellísimos confines hoy, por fortuna poco hollados por turismos invasores ofrecen al visitante una hospitalidad infrecuente.

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Aunque no lo pretenda, recuerda la ciudad esplendores jamás perdidos. No en vano estas calles, estas plazas y no pocas de estas casas y casonas solariegas albergaron llaves y poderíos “que mucho y bien supieron mandar e bien gobernar estos muchos alfoces...”

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CATEDRAL DE CATEDRALES Para grata sorpresa, el forastero no encontrará aquí una catedral al uso: Es, mas bien, éste un conjunto, una sucesión de amplios recintos religiosos de sorprendentes singularidades artísticas hábilmente y pacientemente bordadas por los tiempos ya alejados pero no tan lejanos. Gozó de amplios poderes religiosos y económicos por estas vastas geografías. Los obispados placentinos quisieron y supieron atraer los mejores artistas y artesanos de las épocas. Tanto que estas piedras serían sabiamente moduladas y formadas por nombres tan codiciados como Rodrigo Gil de Ontañón, Alonso de Covarrubias o Diego de Siloé. Resultado de ello sería la sabia simbiosis de dos catedrales casi en una: la Vieja y la Nueva. Y el milagroso resultado de los difíciles equilibrios de trazas románicas, góticas y platerescas.

que enseña en primer plano escudo del Obispo Vargas Carvajal (siglo XV), muy activo también promotor de no pocas arquitecturas religiosas de éstas geografías. Permítase el viajero encontrar tiempo para desordenados y sabios deambulares por casi cualquiera de estas plazas y calles; y bares y comercios de artesanías perdidas y escondidas; de anticuarios y de diálogos fértiles con cualquiera de éstas gentes. Y recuerde que si por los siglos fuera Plasencia plaza de amuralladas Puertas Cerrar, hoy es ciudad de puertas abiertas a cualquiera de las gentes que hasta aquí quieran acercarse. Siempre el forastero ganará mas tiempo del que pueda invertir. Por si el visitante goza de pasados curiosos recuerde que en esta plaza convivieron tres culturas por entonces hermanadas: La comunidad judía quiso o pudo vivir y convivir en los alrededores de lo que hoy son las calles de “Coria”, ”Zapatería” y “Trujillo”. Cuando se destruyó la primera sinagoga, la comunidad judía resultó ser pertinaz a sus usos y costumbres y religión: Decidió construir una nueva Sinagoga donde hoy está la plaza de Ansamo, próxima a la calle Trujillo. Vano esfuerzo. No gozaría de eterna vida. VISITA A LA CIUDAD -Catedral vieja, s.XIII y Catedral nueva,s.XVI -Museo Catedralicio -Museo Etnográfico -Palacio Episcopal -Plaza Mayor -Iglesia de San Salvador s.XVIII -Iglesia de San Nicolás s.XIII -Iglesia de San Martín s.XIII - Muralla con sus puertas : Berrozana, del Sol y Postigo de Santa María.

“La Vieja” es templo que pretende presumir de falsa humildad, aunque quiere alzarse frente al palacio episcopal. Fue levantada entre los siglos XIII y XIX en base a tres naves con bóvedas de crucería y un rancio y noble claustro cisterciense ; y la muy singular cúpula octogonal resuelta por un chapitel aconchado que recuerda a la Catedral Vieja de Salamanca o a la Colegiata de Toro.. Tiene el sello y los gustos del codiciado Juan Francés. Pero “La Nueva” no se quedó a la zaga: Hasta aquí atrajo y trajo a no pocos de los mas cotizados arquitectos de aquellos prolongados entonces. Concibió e inició la fábrica Enrique Egás. Continuarían, mas o menos fielmente sus obras maestras, Francisco de Colonia, entre otros. Fue Juan de Álava quien remataría la Capilla Mayor con excepcional maestría renacentista. Y aún continuarían el edificio Alonso de Covarrubias... Y hasta Gil de Hontañón autor de la bellísima fachada principal de sabores y saberes renacentistas. Ambas catedrales –inconclusas- ofrecen al espectador un conjunto heterogéneo pero armónico de difícil comparanza. Su autoría final sólo es razonablemente atribuible al paso y al poso de los tiempos... Aunque breve, no hurtarán éstas líneas una escueta mención al Palacio Episcopal, hermoso recinto del todo indisoluble del conjunto que integra la plaza de la Catedral. Presume de fachada renacentista

Mesas de Productos Propios; Recios pero Sabiamente Domesticados E

stá el comensal instalado en la privilegiada encrucijada caminera de la Vía de la Plata; de la Historia, del Arte. Conocedora y heredera de los transitares de variopintas gentes que por aquí hubieron de deambular transitaron doloridas pero gozosas. Unos y otros supieron aprender; unos y otros pudieron enseñar. También de las “Artes Cisorias”, hoy llamadas gastronómicas. No podrá haber sido de otro modo: Tales, tantos y variados son los productos que estas naturalezas siempre ofrecieron y siempre continuarán brindando cabritos y corderos de pastos naturales. Caza abundante y variada; jabalíes, perdices... Truchas de sus ríos y tencas cautivadas en aguas mansas; ranas de charcas. Y, es claro, de los mejores jamones y embutidos criados en las montaneras en fincas de encinares. Y quesos de toda la comarca. O frutas de las riberas de los Jertes. Son estas cocinas de productos naturales y elaboraciones recias y fuertes, herencias ancestrales casi de pastores trashumantes y de recetas monacales, de ritos y modos refinados, aunque no necesariamente frugales.

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COCINAS BASTARDAS Raro será que el comensal no se encuentre con todos o casi todos estos platos cuando por aquí guste aparecer: Jamón de bellota de los cerdos (aquí llamados “marranos”) que ofrecen lonchas donde los sabios catadores no consiguen elegir entre el sonrosado tocino o el magro más oscuro. Las ancas de ranas de charco. Sabroso y batracio morador habitual de éstas y pocas latitudes. Riñones de cordero en sopetón, o “zorongollos” con jamón de pato, a base de pimientos de estas vegas asados y aliñados. Y tostas de patatera dulce, una especie de morcilla singular de misteriosa elaboración. Lomo de Retinto a la Parrilla. Elaborado con ternera autóctona con sal de escamas. Cuando es su tiempo –en los otoños- Perdiz de tiro, estofada y rellena de hongos e “ibéricos”. Capricho preferido por los más entendidos es la paletilla de cordero lechal –con exclusiva Denominación de Origen de estos contornos- asada y aderezada con hierbas aromáticas por aquí recolectadas. Y más y más platos, en ocasiones en función de la temporada: las milhojas rellenas de criadillas de la tierra, espárragos trigueros y gambas sobre salsa de setas. Musaca de cordero lechal asado sobre caviar de berenjenas... Pero guarde el comensal algún lugar para los postres; que son una sabia mixtura entre monacal, pastoril, mora y judía: La “Técula-Mécula” es una compostura a base de almendras y huevos de receta y elaboración variable según formulas propias y difícilmente reveladas.

continuación tres huevos. En el aceite sobrante freir un manojo de espárragos trigueros. Poner todo ello en una cazuela con un poco de miga de pan. Triturarlo. Añadir una moderada cantidad de agua y sazonar con sal y vinagre. Finalmente, servir frío con virutas de jamón de la Dehesa... CUCHIFRITO DE CABRITO Después de troceado el Cabrito, freir en aceite. Agregar unos dientes de ajo y una punta de pimentón de Jaraiz de la Vera. Dar un toque corto de vinagre, un chorro de vino blanco y otro toque de agua: dejar cocer hasta que se reduzca el líquido.

La singular Sopa de Garbochas esconde, en realidad, una especie de sopa de leche, arroz, castañas, miel y algún que otro misterio.

CALDERETA DE CORDERO MERINO Con los trozos de costillas y de pierna, rehogados en aceite bien caliente, añadir una cebolla picada, vino blanco y un majado de ajo y pan fritos. Y un trozo del hígado del cordero también frito. Agregar una punta de pimentón y cocer hasta que alcance la ternura deseada.

Los “Repápalos”. Vienen a ser como una especie de buñuelos elaborados con miga de pan y huevo. Cocidos luego en leche anisada. En todo caso, no desespere el comensal : esta cocina es tan amplia como versátil. De cualquier manera, pregunte, pida consejo y decida.

TENCAS FRITAS Sólo y exclusivamente: Lavar, limpiar, sazonar, harinar y freir en aceite bien caliente. Si se quiere, acompañar con lonchas de jamón también algo frito. Sin más.

LAS RECETAS SECRETAS Aunque no es costumbre habitual, el “Chef” del establecimiento no tiene inconveniente en revelar los secretos para la elaboración de algunos de sus platos preferidos. Diferente es acertar en los resultados. BACALAO MONACAL Después de desalado, bien escurrido, enharinada y frita la tajada, en el mismo aceite, se fríen rodajas de patatas. Otra vez, con parte del mismo aceite, se saltean espinacas previamente cocidas. En cazuela, sobre la base de patatas, se colocan las espinacas, el bacalao y, cubierto de leche y un ajo machado, se cuece todo ello al horno. GAZPACHO DE TRIGUEROS En sartén con suficiente aceite freir dos dientes de ajo. Freir a

Excursiones o Incursiones para Razonables Peregrinajes “...Y la vida solemne de los mundos seguirá su carrera monótona, inmutable, magnífica, serena...” Gabriel y Galán

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esde este histórico, nunca rancio, hoy renovado recinto y placentero Parador de Turismo se proponen al transeúnte muy pocas de las numerosas y variopintas incursiones, excursiones,

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merodeos o paseos que – según los tiempos y los ánimos quieran o permitan. Cualquier mapa o brújula resultará suficientemente gratificante sólo en función de las particulares apetencias: Por el prodigioso valle Encontraremos fácilmente el insólito valle partiendo desde este Parador por la carretera nacional 110 que discurre, aproximadamente por las riberas del Jerte prodigioso. Transitaremos por vías salpicadas de orgullosos pasados, vecindarios respetuosos pero tan sumisos como el viajante supusiera. Ofrecen amables simpatías; pero requieren recíprocas conductas: El forastero es muy bien recibido; pero es un invitado. Podrá el viajero elegir la ruta, dependiendo de las apetencias o prisas del momento. Antes que lo piense estará de lleno en el Valle del Jerte. Que es –recuerde el lector viajero- valle de cabreros y costumbres pastoriles. Desde éstas y próximas fronteras se enseñan unas construcciones de viviendas levantadas sobre zócalos de granito con maderas de castaño. A poder ser...: Encarrílese en dirección al Puerto de Tornavacas tierras altas pero amables, derroteros de las tierras abulenses. Desde los inicios del itinerario toparemos gratamente, siempre por los alrededores desde las Jertes ribereñas por inesperadas y ubérrimas tierras: Cabezuela del Valle- Jerte- Piornal- Tornavacas -Barrado. La Bella Coria Para los viajeros escasos de tiempo hay una propuesta tan fructífera : Es Coria tan pequeña como coqueta población que merece grato detenimiento. Con hermosas calles y valiosos monumentos. Y con gentes de sobrias, pero nada humildes costumbres: “...estaremos lejos, pero no lejanos...” vienen a recordar al forastero, por si la suficiencia le embarga. Es Coria tránsito noble y notable.

el siglo XIII. Y estas tierras fueron por los siglos dehesas y gentes cultivadas por las Ordenes Militares. Del Temple, del Hospital; y de Alcántara, sobre todo. Es Gata hoy heredera de sabores medievales: Numerosos campanarios lo recuerdan en templos con frecuencia del siglo XVI. La arquitectura rural es mágica escultura : aleros de pizarra y de castaño, granitos blasonados, ribetes góticos... Y la naturaleza, que es continuo y grato sobresalto. El caminante -mejor que viajero- se encontrará zambullido en una visión magistral de botánica, de geología, de zoología... La flora y la fauna son espectáculo abundante y generoso de especies aquí refugiadas, protegidas de presencia escasa o nula en otras latitudes: en los vientos de crestas y barrancos navegan y se posan casi soberbios ejemplares de buitres negros, de águilas reales. Cigüeñas negras que encuentran en las campanas compañía. Esta serranía es un pozo inagotable de sorpresas. Hasta el lenguaje es propio, singular y misterioso. En cualquiera de esta veintena de pueblos escuchará el forastero expresiones y términos que saben a otras muy alejadas geografías. Es un dialecto curioso y cantarín - ALa fala@, el Achapurriau@, el Amañegu@, el ALagartieru@- capaz de despertar admiración y controversia de estudiosos. Tal vez residuo de los asturleoneses repobladores medievales con incrustaciones rancias castellanas, extremeñas y gallegas. La posible ruta para el viajero atrevido e interesado en conocer esta propuesta puede centrarse en torno a: Cilleros, San Martín de Trevejo, Hoyos, Gata, Torre de Don Miguel, Santibáñez el Alto, Borbollón. Sólo dos consejos se ofrecen al viajero, mejor en caminante convertido en estas sierras: Encuentre o entresaque el suficiente tiempo de su tiempo para saborear intensa y profundamente estos rincones fascinantes.

Gata: Sierras esculpidas por los ángeles Sierras consagradas para Olimpos de dioses imposibles. Refugiados de las iras destructoras de los hombres: Luminosas filigranas de las aguas, los vientos y los soles. Mágicas tierras las de Gata. Comarca escondida todavía acurrucada en los nortes cacereños, compartida y convivida por esquinas salmantinas, lusitanas. Climas benévolos abrigados por los recios vientos del norte de estas peñas. Valles de feracidad exagerada. Ríos y arroyos saltarines, revoltosos. Paisajes de portentosa exuberancia. Pueblos esculpidos por artistas ignorantes de su oficio: Gentes olvidadas, calladas, laboriosas, resignadas y orgullosas de su sierra.

Parador de Plasencia Casi de todo se encontrará por estos caminos el forastero: testimonios prehistóricos, restos de castros celtas. Retazos de imperiales calzadas romanas, como la Via Dalmacia que unía e hilvanaba aquella Caurum y Miróbriga que hoy llamamos Coria y Ciudad Rodrigo. El amor intenso y la presencia permanentemente mora, de imposible destierro, que salpica aldeas y caminos: Eljás, La Almenara, Trebejo, Santibáñez... La redención cultivadora de viñas y olivos, esencias pasadas y futuras de esta tierra. Más que en otros sitios, mucha sangre y hasta muchas lágrimas, dicen, costó a los árabes ceder estos paraísos al cristiano, triunfador al fin, fiel a la cita de su historia: llegaría del todo y para siempre Alfonso IX, rayando

Pza. San Vicente Ferrer, s/n. 10600 Plasencia (Cáceres) Tel.: 927 42 58 70 - Fax: 927 42 58 72 e-mail: [email protected]

Central de Reservas Requena, 3. 28013 Madrid (España) Tel.: 902 54 79 79 - Fax: 902 52 54 32 www.parador.es / e-mail: [email protected] Textos: Juan G. D’Atri y Miguel García Sánchez Dibujos: Fernando Aznar

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