LAS SALINAS DE BEBEDERO

LAS SALINAS DE BEBEDERO (PROVINCIA DE SAN LUIS) (Año 1919) JUAN W. GEZ (Publicada en los Anales de la Sociedad Científica Argentina, tomo LXXVII, pág...
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LAS SALINAS DE BEBEDERO (PROVINCIA DE SAN LUIS) (Año 1919)

JUAN W. GEZ (Publicada en los Anales de la Sociedad Científica Argentina, tomo LXXVII, página 65 y siguientes)

INDICE

LAS SALINAS DE BEBEDERO ....................................................... 2 EL YACIMIENTO Y SU EXPLOTACIÓN .......................................... 4 CUALIDADES DE LA SAL ............................................................... 6

LAS SALINAS DE BEBEDERO Acabamos de visitar la vasta región de las salinas puntanas. Las leyendas del lago se han disipado. Aquellos relatos de la fantasía primitiva pasaron con la rápida evaporación de las aguas. Ya nadie se acuerda de la sirena de rubia cabellera peinándose en el espejo de la onda salina y atrayendo al incauto transeunte con la mágica seducción de su voz; ya no se oyen las diabólicas carcajadas de las brujas, ni los mugidos de la monstruosa vaca blanca; no aparecen las sombras fantásticas que se proyectaban en las playas desiertas, ni se ven emerger, durante la noche, las “luces malas” y errabundas. Todo el misterio de lo sobrenatural y el encanto de la tradición legendaria son creencias que han desaparecido y se han esfumado en las brumas de remotas lejanías. La famosa laguna de aguas profundas y de oleaje bravío, ha sido absorbida por el sol, la tierra y el viento. Quedó aislada en su cuenca por la interposición de un gran médano que impide la entrada de su principal tributario, el río Bebedero, el cual desde épocas remotas le traía el caudal de los grandes desagües de Guanacache y aun de los torrentes cordilleranos. El clima es seco, y las escasas lluvias locales o las crecientes que bajan de la sierra puntana, cuando alcanzan a su cuenca, llegan muy aminoradas por la absorción de los terrenos sedientos y arenosos: es así cómo ha ido consumiéndose en su fatal aislamiento. Hace más de 40 años conocí la laguna en todo su esplendor, con su magnífico y extenso “estuario”, sus tempestades imponentes y su soberbio oleaje de mar. Ahora ya no produce esa sensación de las cosas grandes ni por su aspecto general ni por la masa de sus aguas azuladas. La sirena mitológica se ha convertido en una estatua de sal; sus rubios cabellos yacen transformados en las algas de los charcos estancados y los girones de su alba vestidura los ha disperso el viento, formando las “canchas” dilatadas y blanquecinas. Donde antes florecía la verbena de variados y hermosos colores hoy sólo aparece la flor de sal con sus purísimas cristalizaciones. Se ha ganado con tan extraordinario cambio. La especulación unilateral de las cosas ha de celebrarlo, pero no así el espíritu de conjunto y refinado que sabe armonizar lo positivo con lo ideal. Y además faltaría averiguar si la cristalización del lago no influye perjudicialmente en la regularidad o ausencia de las lluvias y en la riqueza o vigor de la flora regional. En este caso, el remedio estaría en destruir las cosas a su estado primitivo y normal, abriendo el antiguo cauce del río Bebedero en la parte que lo interrumpió el médano estéril, para que volviesen los desagües de remotas regiones a reunirse en el espléndido depósito desaparecido. Siempre podría hacerse la explotación de la sal, pero por procedimientos más ingeniosos y científicos. Se ganaría con ello porque así se podría conservar aquel hermoso lago que, como un espejo azulado, se veía desde la capital puntana, allá en el fondo grisáceo de la honda y árida cañada. La célebre laguna que el indígena llamó Ecqué, en una exclamación de asombro, y cuyo nombre fue reemplazado por el de “Bebedero”, de las bebidas

o jagüeles que existían en su río tributario, ocupa una inmensa cuenca hondonada y sin desagüe. La limita por el norte el gran bordo que separa ambos barreales, por el oeste la prolongación terminal del azulado cordón del Pencoso, por el sur el barranco del río Bebedero y una cadena baja de médanos movibles, y por el este la ceja del monte de la inclinada planicie que desciende del circuito montañoso formado por las sierras de la Punta, Acasape y el Tala. Dentro de tan visto marco la laguna ocupó una extensión de 200 kilómetros superficiales. Sobre ella se extienden ahora las dilatadas playas salitrosas, apenas cubiertas por las densas aguas saturadas que el viento empuja, ora sobre la costa sur o sobre la orilla del nordeste, según que las enfile el tibio soplo del norte o el fresco y huracanado pampero. Entre el suave oleaje y en toda la extensión de la laguna aparecen, como sembrados, unos hoyos profundos, llamados vulgarmente”volcanes”1, algo así como chimeneas por donde escapan los gases y quizá emanaciones radio-activas o bien vasos comunicantes con las vertientes del subsuelo, que parecen destinados a alimentar y a mantener el bajo nivel de las aguas superficiales. Nótase a simple vista que el agua emergida de los hoyos es más clara y menos densa que la del resto de la laguna. Esta circunstancia ha hecho suponer que se trata de manantiales de agua dulce, provenientes de las profundas napas de la gran cañada. En las cercanías hay un pozo que a los 148 metros no ha dado agua potable, pero ella se ha encontrado en el Balde, aunque raramente, desde los 20 metros, y surgente a los 700. Falta el análisis del agua y una detenida investigación científica para determinar sus cualidades y el origen de los peligrosos hoyos submarinos. Como dato curioso, relacionado con el declive de la cuenca salina, se afirma que la parte central de la laguna es más alta que las riberas, viéndosela algunas veces como una inmensa caparazón blanquecina rodeada por el anillo azulado de las aguas. Y se explica el hecho por los estratos salinos que han ido acumulándose en la parte media, donde la honda es menos batida por el viento, lo cual ha permitido se formara un banco alargado y bastante extendido: De la quietud de los líquidos depende la formación de los cristales. Por mi parte, he podido observar una notoria depresión de la cuenca hacia el sudoeste, donde el agua se recuesta formando un brazo de mar. Sea ello debido al viento o al dragado natural del río Bebedero, que siempre lleva los desagües cercanos, lo cierto es que la laguna es en esa orilla más profunda. Salvo la parte fofa y pantanosa del limo acumulado, esa profundidad no pasa de metro y medio en su mayor hondura. Los caracteres generales no son ya los de las lagunas con su agitado oleaje, sino simplemente el de las salinas con sus blancas y extensas playas.

El Menucó de los araucanos. Derivado de minu, adentro, bajo, y có, agua; es agua en el bajo suelo.

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EL YACIMIENTO Y SU EXPLOTACIÓN La vasta cuenca salitrosa es de formación aluvial, constituida por los materiales que en rápido declive han descendido de la sierra puntana, de los grupos aislados del sudeste y aun del Pencoso. No hay perfiles naturales, fuera de las barrancas del río Bebedero, que tienen hasta cinco metros. Su corte longitudinal nos muestra una capa fina de arena, le sigue la arcilla y, en la base, aparece la tosca. Por lo demás, no hay afloraciones de rocas ni se ve cantos rodados. El terreno se muestra muy denudado, poniendo en descubierto la arcilla pardusca de los áridos barreales. La característica general del suelo es la llanura arenosa y polvorienta, sin más relieve que el médano movible. Los depósitos salíferos se han acumulado con el yeso en esta cuenca sin desagüe y bajo la influencia del clima. Según autorizadas opiniones, el clima de la región ha permanecido más o menos igual desde los tiempos terciarios. Las fluctuaciones climáticas de la época cuaternaria han sido pasajeras y no lo han modificado mayormente. Esta circunstancia ha favorecido la acumulación del rico yacimiento de cloruro de sodio. Las salinas se encuentran sometidas al régimen periódico de las estaciones. Durante el verano las lluvias disuelven la sal, pero en el tiempo seco el viento coopera a la rápida evaporación, cubriéndose el suelo de una eflorescencia blanca como una nevada. Esto es debido al sulfato de cal hidratado (yeso), al sulfato de magnesia y a otros productos de los minerales salinos. Al penetrar en la laguna nos hacemos la ilusión de tener a la vista el espectáculo de una llanura polar: la inmensa cuenca blanca en cuyas cristalizaciones se quiebran los rayos de sol, el horizonte con su tinte blanquecino y allá, en su limite sensible, sobre el lejano cordón del Pencoso, las nubes como montañas de nieves, contrastando con el puro azul del cielo. La vista se fatiga con los reflejos y obliga al uso de vidrios ahumados para atenuar sus efectos deslumbrantes. La explotación de las salinas la hace la Compañía Introductora de Buenos Aires. Ha construido un ferrocarril de trocha angosta desde la estación Balde a las salinas, en una extensión de 24 kilómetros; ha introducido un excelente material rodante, establecido amplios talleres, un molino y demás elementos para una vasta explotación industrial. La vía penetra unos 4.000 metros en la laguna por un terraplén calzado con bolsas de arena. En la orilla norte se van haciendo grandes depósitos de sal y en las playas secas a cuya capa de agua no pasa de 10 centímetros, se levantan enormes parvas, una de las cuales tenía, cuando visitamos la laguna, 5.000 toneladas, habiendo muchas distribuidas en la zona explotada, de 200, 100 y hasta de 10. Se recoge la sal con el procedimiento del “raspado”, que ejecuta un rastrillo movido rápidamente por un pequeño motor a nafta. A medida que pasa

el rastrillo y se van formando los “bordos” de sal, cuadrillas de peones los recogen a pala, en carretillas, y los transportan a las parvas. La capa de sal, como se ha dicho, varía con el estado atmosférico. Después de una lluvia hay que esperar ocho o diez días para que se formen las nuevas cristalizaciones salinas. Mucho contribuye a ello el viento seco del sur, siempre que la capa de agua no pase de 5 centímetros de espesor y se extienda sobre las playas en ligeras pinceladas. Cuando la sal esta bastante seca en las parvas, comienza el envase en bolsas de 40 kilogramos, que se cargan en vagonetas para transportarlas al depósito de la rivera. Cada tren lleva 200 a 300 toneladas, que es la cosecha del día, cuando el tiempo es favorable. Actualmente trabajan 150 peones en las salinas, pero suele aumentar el número según las necesidades de la explotación. Trabajan por día o por un tanto, oscilando sus jornales entre 3 y 5 pesos. La empresa les provee de habitaciones, agua dulce y leña; los obreros pueden adquirir las provisiones a precio de costo o recibir la comida al módico precio de un peso diario. En la administración hay un almacén bien surtido, carnicería y panadería. El personal de trabajadores en total pasa de 300 peones, sin contar maquinistas, mecánicos y empleados de la administración. Los talleres se bastan a sí mismos, existiendo una fundición de bronce para el repuesto de piezas; allí se construyen también chatas de transportes. Una labor inteligente y una gran actividad se nota en todo el trayecto de la línea; a ello contribuye las cuadrillas recorredoras, el trabajo de los talleres, el paso frecuente de los trenes cargados y la ruda tarea de los que extraen la sal. El “salinero” de profesión es un hombre de la comarca, endurecido por todos los rigores del clima y del trabajo. Delgado, musculoso, con la piel curtida por el sol y la sal. Debe permanecer varias horas seguidas dentro del agua, protegerse de la enceguecedora refracción de la luz en la blanca llanura, y defender sus pies de las cortantes aristas de los cristales de sal. Al salir de la laguna debe tener también buen cuidado de lavarse los pies con agua dulce para evitar las escoriaciones y llagas que le produciría la saturación salada al evaporarse. Su tarea es trabajo de condenado. Refiere la tradición que los conquistadores incanos destinaban sus prisioneros a estas duras faenas. De esta práctica se derivaría entonces la palabra Huanacachi que en la lengua quichua quiere decir “el presidio de la sal”, y se sabe a ciencia cierta que los Hijos del Sol explotaban las ricas salinas de esta región. La explotación actual es de 5.000 toneladas por mes, pero puede llegar a mucho más con facilidad, si así lo exigiera la demanda o lo permitiera el transporte del ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, porque la empresa tiene los elementos necesarios para esa producción. La sal puesta en la estación del Balde vale 50 pesos la tonelada, y el flete hasta Buenos Aires es de 14 pesos. Fuera del consumo que se hace en el país, se exportan grandes cantidades a la República Oriental y al Brasil, que son mercados seguros y permanentes.

CUALIDADES DE LA SAL La sal del Bebedero tiene las mejores cualidades, porque su pureza alcanza a la tan preciada de Cádiz, a la cual se le atribuye un 96,5 por ciento. Solamente la superarían, en este concepto, la sal de Wieliezka, Austria, cuya pureza es de 100 por ciento y la de Baviera con un 99,83 por ciento. La sal de cocina contiene de 2 a 5 por ciento de la humedad; a veces un 5 por ciento de cloruro y sulfato de magnesia, sulfato de calcio y algunas materias insolubles que en nada alteran la bondad de sus excelentes cualidades ni de su pureza. Hemos obtenido de la administración diez muestras de sal más o menos blanca y más o menos pura. Dos de ellas son algo grises por el polvo que arrastra el fuerte viento después de estar el agua embalsada. Se encuentra en una capa de un centímetro de espesor sobre las playas. Dos muestras representan la sal común o llamada de verano, “recogida y amontonada a rastros”, que se extrae desde los meses de agosto, septiembre y octubre en adelante, siempre que no caigan fuertes lluvias en la estación. Es la que se despacha de ordinaria. Hay la raspada después de los primeros vientos de la primavera, y la recogida a pala después de haberse enturbiado el agua por el polvo o el arrastre de las lluvias. Además tenemos muestra de la sal “de invierno”; de una sal fina especial y de la que queda en la parte interior de los envases. La sal extrafina se prepara en un molino y en envases de un kilogramo; tiene la hermosa blancura de la nieve. En cuanto a la producción universal de la sal, tomo de la Química aplicada a la industria, del doctor Molinari, estos interesantes datos: Inglaterra e Irlanda producen 2.148.000 toneladas, y el consumo para uso alimenticio es de kilos 12,5 por habitante. Estados Unidos produce 1.261.000 toneladas, con un consumo de 15 kilos por habitante. Francia 642.000 kilos, con un consumo de 7,2 kilos por habitante. Alemania 1.050.000 toneladas y un consumo 7,7 kilos por habitante. Italia 450 toneladas y un consumo de 6,4 kilos por habitante. España 320.000 toneladas, pero no se da el consumo por habitante. Llama justamente la atención el consumo de la sal en Italia, que es insuficiente para las necesidades más premiosas de la vida, y a cuya deficiencia se atribuye en gran parte la miseria fisiológica que produce la enfermedad de la pelagra. Según lo afirman los higienistas y los médicos, el organismo humano, en condiciones normales, necesita un promedio de 8 kilogramos de sal, por año. En nuestro país, según el Boletín de la estadística minera de la República correspondiente al año 1910, la explotación de sal, tomando como base los transportes ferroviarios, es como sigue: Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico……… Ferrocarril Central Córdoba……………….. Ferrocarril del Sud…………………………..

3.743.951 Kg. 6.352.180 6.668.850

Total…………………………………………..

16.764.981

Pero el consumo en todo el país, según el Censo de las industrias argentinas, era en 1912 de 34.830.190 kilogramos, debiendo advertir que en muchas regiones de la República, no se llevan estadísticas de la explotación de las salinas ni del consumo. Además, la importación de sal representa un valor de1.070.000 pesos, y sobre la exportación se tienen informes muy deficientes. Por estos breves datos se puede calcular la importación que representan la producción y consumo de la sal, en la economía nacional. Las salinas de Bebedero podrían producir 100.000 toneladas por año. Esto demuestra la riqueza enorme que representa nuestro gran yacimiento salino, sin contar lo que podría contar una explotación científica que fuese más allá de lo que espontáneamente produce la naturaleza y nos brinda con tanta prodigalidad. La industria de la sal está llamada a tener cada día mayores aplicaciones, fuera del consumo en la alimentación del hombre y de los animales: en la fabricación de carbonato e hidrato sódico, del vidrio, en la jabonería, en la tintorería y en la agricultura. A todo esto hay que agregar todos los variados productos que pueden extraerse de los derivados y compuestos químicos que tienen por base los metales salinos, unidos al cloruro de sodio. La sal tiene, pues, un rol importantísimo, como ya lo he dicho, en las funciones vitales del hombre y de los animales: favorece el trabajo íntimo de la nutrición de los tejidos, la formación de la bilis y de los jugos gástricos y pancreáticos. Combinada con el carbonato de cal produce otras sustancias químicas, elementos valiosos para la nutrificación del suelo, tan necesaria a su fecundidad. La típica vegetación que crece en la salina, la forman plantas que requieren para su desarrollo los compuestos solubles de sosa y de potasa: incineradas estas plantas, devuelven en sus cenizas los preciosos elementos que tomaron al suelo, produciendo con abundancia sales de potasio, cloruro sódico, cierta proporción de carbonato sódico y otros productos de aplicación industrial. Los yacimientos de sal son una fuente poderosa de electricidad terrestre. También ocasionan fenómenos de radioactividad. Se ha probado que la tierra, el aire y el mar son radioactivos y según el doctor Corti, esta propiedad aparece como manifestación de las transformaciones de los llamados elementos. Siendo la gran salina de Bebedero, un inmenso y activo laboratorio de la naturaleza, es lógico suponer que tenga también sus emanaciones radioactivas. Hay vestigios de radio, torio y actinio y todas las fuentes minerales y en los gases que se escapan del subsuelo, aunque sea muy difícil evidenciarlo y observarlo. Por último, el mencionado doctor Corti, en un reciente estudio sobre la radioactividad de las aguas llega a esta conclusión: “Dada la difusión de las substancias radioactivas en la corteza terrestre, todas las fuentes encontradas han sido más o menos radioactivas. Así, en la práctica, sería necesario no considerar como tales sino las que lo son notablemente más que el aire y el agua corriente”. Tan autorizada opinión viene a robustecer nuestra creencia en la posibilidad de que existan las emanaciones radioactivas en las fuentes salinas de Bebedero. Constatar este hecho tendría una grandísima trascendencia

científica y práctica para las múltiples aplicaciones a que darían lugar las propiedades maravillosas de la radioactividad. Después de haber hecho recordar la utilidad de sal en la economía de la vida universal, su influencia en los fenómenos telúricos a causa de su solubilidad y las variadas reacciones químicas a que se presta en contacto con los elementos naturales, debo concluir manifestando que los yacimientos salinos de Bebedero constituyen una gran fuente de riqueza, cuyo creciente rendimiento deberá influir favorablemente en el bienestar de este pueblo, ya por los capitales que atraiga, cuanto por las industrias derivadas a que puede dar vida y aplicación. Dentro de nuestros propios elementos y recursos, tendremos que resolver siquiera parte de los problemas que estimulan la actividad fecunda del trabajo, y fundan, con nuestra independencia económica, la futura prosperidad de la Provincia. San Luis, diciembre de 1918. *** FIN ***