LA VOZ PERDIDA DE ALFREDA

LA VOZ PERDIDA DE ALFREDA Un buen día, llegó el mal tiempo. El aire se puso húmedo y pegajoso, y los virus, con semejante clima, se sentían a sus anch...
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LA VOZ PERDIDA DE ALFREDA Un buen día, llegó el mal tiempo. El aire se puso húmedo y pegajoso, y los virus, con semejante clima, se sentían a sus anchas. Rápidamente tomaron las calles, buscando la ocasión propicia para abalanzarse sobre alguien. En esta ocasión, las víctima resultó ser Alfreda Abbot. Alfreda volvió un día del colegio sintiéndose fatal y se dejó caer en la silla de la cocina. Su madre le preparó una taza de té. Alfreda no dijo ni palabra. Se agachó y sacó de su mochila un cuaderno y un lápiz. Escribió algo en una hoja, la arrancó y se la dio a su madre. Ponía: “He perdido la voz”. -¿La tenías en el colegio? Alfreda movió la cabeza afirmativamente. -Entonces debes de haberla perdido al volver, probablemente en el autobús. Tendrás que esperar a papá. Él te puede llevar a la oficina de voces perdidas, a ver si está allí. Alfreda apoyó la cabeza entre las manos. Al cabo de algún tiempo, llegó George, el padre, de la

oficina. Nada más entrar, Marjorie le comunicó la noticia de que su hija había perdido la voz. -La pobre Alfreda está muy disgustada. Tienes que llevarla a la oficina de voces perdidas, a ver si han depositado su voz allí. -Necesitarás su certificado de nacimiento- recordó Marjorie, y se fue corriendo a buscarlo. Alfreda y su padre subieron al coche y se dirigieron hacia el centro de la ciudad. Tras aparcar el vehículo, anduvieron juntos el corto trayecto que los separaba del ayuntamiento. Entraron, y George pidió a un hombre vestido de uniforme que le indicara dónde estaba la oficina de voces perdidas. -Suba la escalera, y a mano derecha –respondió-. Tendrá usted que esperar un buen rato, me temo. Hay mucha gente. Cuando llega la niebla, ¡ya se sabe! La sala de espera estaba casi al completo,. Solo se oía la voz del hombre situado detrás del mostrador, que cada cierto tiempo cantaba un número.

-¡Por fin! –exclamó sin querer en voz alta George. Alfreda y George se acertaron al mostrador. El hombre que estaba tras él terminó de rellenar un formulario y luego dijo: -Veamos. ¿A quién tengo que atender? -A mi hija –contestó George. -¿Cómo se llama? -Alfreda Abbot. El hombre empezó a rellenar un nuevo formulario. Quería saber dónde había nacido Alfreda, cuándo había nacido, dónde había vivido, dónde vivía ahora, a que colegio había ido, a qué colegio iba en la actualidad, si había vivido en el extranjero, dónde y cuándo había perdido la voz y un sinfín de preguntas más. -¿Ha traído usted su partida de nacimiento? George se la entregó. El hombre echó un ojeada al documento y se dirigió hacia las hileras de estanterías que estaban a sus espaldas. Desapareció por un pasillo y reapareció por otro. Volvió a desaparecer tras una estantería y luego

volvió al mostrador. En una mano llevaba el documento oficial; en la otra una pequeña bolsa de plástico cerrada. La bolsa tenía escrito un número larguísimo. El hombre abrió la bolsa de plástico y sacó lo que parecía un copo e avena gris. Puso el copo en un pequeña caja de metal y enroscó la tapa. Estaba a punto de apretar una palanca, adosada a la caja metálica, cuando George le interrumpió: -Perdóneme usted un momento. No quisiera ofenderle, pero…¿cómo sabe que esa es la voz de mi hija? A mi todas la voces me parecen iguales. ¿Cómo las distingue? El hombre se irguió y miró a George de hito en hito. Era evidente que le había molestado que alguien cuestionara su habilidad para desempeñar su trabajo. -Años de ejercicio de la profesión –replicó-. Se necesita un ojo experto- en ese momento, el hombre señaló su ojo derecho-. Solo un ojo experto puede detectar las diferencias. El hombre apretó la palanca. Del aparato salió una especie de silbido, semejante a un escape de vapor.

-Esto se hace para estilizar la voz –explicó- . Es probable que la hayan encontrado tirada por algún sitio y estará sucia. Y no queremos que esta señorita empiece a decir palabras sucias, ¿verdad? El hombre de la oficina de voces perdidas, desenroscó la tapa y entregó la voz a su dueña. Ahora era de un inmaculado y resplandeciente color blanco y parecía tan ligera como un copo de nieve. -Póngasela sobre la lengua y deje que se disuelva. Estará listo para usar dentro de media hora. Alfreda obedeció y notó inmediatamente cómo se disolvía el copo de nieve en su boca. JEROME FLETCHER La voz perdida de Alfreda. Ediciones SM

1. ¿Quién es la protagonista de la historia?.

9 .¿Según la madre de Alfreda, dónde perdió su hija la voz?

2. ¿Quiénes tomaron las calles buscando la ocasión propicia para abalanzarse sobre alguien?

……En el parque. ……En la cocina. ……En la calle. ……En el autobús.

3. ¿Quién fue la víctima?

10. ¿Dónde tienen que llevar a la protagonista para recuperar su voz?

4. ¿Qué problema tiene? 5.¿De dónde venía Alfreda cuando se empezó a dar cuenta que había perdido la voz? 6. ¿Cómo se encontraba la protagonista al perder la voz?

7.¿ Que recursos emplea Alfreda para decirle a su madre que ha perdido la voz?

8. ¿Qué personas le ayudan?

11. Numera según el orden en que ocurrió la historia. … En la oficina había muchas personas sin voz y tuvieron que esperar. …… El encargado buscó la voz y se la devolvió a Alfreda. ……..Alfreda y su padre acudieron a la oficina de voces perdidas. …….Cuando les llegó el turno, les atendió el encargado y rellenaron varios formularios. 12. ¿A quién preguntó el padre de Alfreda en el ayuntamiento para que le indicara dónde estaba la oficina de voces perdidas?

13. ¿Qué necesita saber el hombre de la oficina para encontrar la voz de Alfreda?

14. ¿Qué hace con la voz antes de entregársela?

15. ¿Qué le dijo el padre de Alfreda al hombre de la oficina antes de que apretara la palanca de la caja de metal?

16. ¿Qué sonido salió de la caja metálica después de que apretara la palanca? ……un gran estruendo. ……un silbido semejante a un escape de vapor. ……el sonido de una trompeta. 17. ¿Para qué tiraba de la palanca? …….Para crear una nueva voz …….Para esterilizarla. …….Para crear una réplica de su voz 18. ¿Qué pasó cuando el hombre de la oficina de voces perdidas desenroscó la tapa y entregó la voz a su dueña?

19. ¿Cuánto tiempo tenía que estar el copo de nieve en la boca para que estuviera listo para usar?