LA SANTIDAD EN EL PADRE ANIZAN (Antonio Cano) 1. El Triple Ideal El título expresa bien el contenido: Triple Ideal. La vocación de los Hijos es trinitaria: santidad, fecundidad apostólica, evangelización de los pobres. Triple Ideal o los tres términos de un único ideal. A pesar del adjetivo triple, la palabra ideal está en singular. Y al insistir en la palabra triple, el P. Anizan subraya que si uno de los tres términos faltara, el ideal entero se vendría abajo, la vocación de los Hijos no existiría. El ideal no es una idea, es una persona, Jesucristo, el Santo, el Buen Pastor, el Padre de los pobres. 2. La Santidad En primer lugar, la santidad. ¡Cuántos se hacen con relación a la santidad de aquí abajo un falso ideal! Se habían hecho con relación a la santidad de aquí abajo un ideal falso. Cuando hablamos de la santidad en los hombres, no se trata de la santidad absoluta, que solo pertenece a Dios. Se trata de una santidad relativa y siempre en evolución, si se puede hablar así La santidad que Dios nos pide es, pues, un caminar constante hacia la que su Hijo, hecho hombre, nos ha mostrado. Por eso, Nuestro Señor ha dicho y repetido: ¡Ven, sígueme !. En la vida religiosa, como en la vida cristiana, y aún más, puesto que estamos llamados a más altas cimas, solo se llega a la santidad lentamente, como el arbusto plantado al borde del agua, del que habla el salmo primero, y siguiendo a Jesucristo que carga con la cruz. Es una verdad que expresa la fórmula de nuestros votos: Resuelto a llevar la cruz y a seguir a Jesucristo, mi divino Maestro... Bajo una u otra forma es la inscripción que preside la entrada de toda vida que lleve a la perfección. No nos extrañemos de encontrar la cruz en todo, incluso en los más pequeños detalles de la vida. Sin duda, Dios, en su misericordia, deja pasar rayos de luz aquí y allá en el cielo, pero solo se habla de una escena del Tabor en la vida del Salvador, y aún inmediatamente seguida por el anuncio de la Pasión, y solo hay una entrada triunfal en Jerusalén, seguida de cerca par la entrada humillante de la tarde del Jueves Santo y la salida ignominiosa del Viernes. 3. ¿Cómo lo vivió a lo largo de su vida? Día de la primera comunión (16 de mayo de 1866) En el Seminario Menor. “He aquí que ha terminado esta bella jornada. Por desgracia ha pasado bien rápidamente pero espero que guardaré a J. C. en mi corazón toda me vida, yo no quiero cometer más fallos mortales y haré lo posible por no hacer más que algunos pecados veniales. Haré pequeñas mortificaciones mi dulce Jesús. Oh, sí, yo quiero conservaros en mi corazón el más largo tiempo posible. ¡Oh!”

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Retiro de antes de 1869 “Yo quiero, oh Jesús mío, amaros más de lo que lo he hecho hasta aquí. Yo quiero devolverle mi corazón de tal manera que vos pueda permanecer a gusto en él. Muchas veces por día, tanto durante mi trabajo como durante mis juegos, elevaré mi corazón hacia vos. Yo quiero que vos seáis mi más íntimo amigo…Oh, mi dulce Jesús, sostenedme en las terribles tentaciones que me acechan. Sí, lo siento, si vos no me sostiene, yo no tardaré en sucumbir. Porque el demonio redobla sus esfuerzos; él me quiere empujar y abatir mi coraje. Pero vos vais a venir, mi Jesús, vos vais a tomar posesión de mi corazón.” Febrero de 1876. En el Seminario Mayor. “Señor, ¿qué queréis de mí? Vos me habéis ya respondido, vos me habéis destinado a vuestros hijos más queridos, a la parte preferida de vuestro rebaño, a los pobres. Pero, ¿podré consagrar mi vida a esos pobres abandonados del mundo?” “¡Dios, la voluntad de Dios! Eh ahí todo. Qué importa mañana, qué importan los sufrimientos, qué importa la inutilidad, qué importa, qué importa todo, lo importante es que la voluntad de Dios se haga. ¡Sí, Dios y nada más que Dios, fuera de Dios nada!”

Día de su ordenación sacerdotal (22 de diciembre de 1877) “Oh, Dios mío, Salvador mío. Solamente en este momento empiezo a comprender vuestro amor. Vos queréis que me identifique con Vos. Desde ahora, no hablaré más, no actuaré más sino en su nombre. Me identifico con Vos y Vos será yo. Esta unión íntima, profunda, real, que mi corazón ha buscado tan a menudo sin darse cuenta, por fin llega, sí he aquí el objeto de mis aspiraciones. Dios mío, transfórmame en Vos. Póngame donde sea, en cualquier sitio, pero úname a Vos como esta mañana. Que sea realmente una sola cosa con Vos.” Mayo de 1885. Sacerdote diocesano en San Lorenzo de Orleans. “Sed de abnegación, de acción fecunda, de vida laboriosa y útil a la gloria de Dios y a las almas, hambre de santidad, de penitencias, de privaciones, de pobreza, de unión constante a Dios, de contemplación y de unión, he aquí toda mi alma. Es un hambre y una sed. Lo poco que puedo darles no hace más que acrecentarlas. Dios mío, ¿cuándo podré yo entregarme? ¿No lo merezco todavía? Vos habéis dado la ocasión a San Pablo, a San Francisco Javier, al padre Claver, a San Vicente de Paúl y a tantos otros. ¿Si vos no me habéis llamado para una vida así de fecunda, por qué me atormentáis con tales deseos? Es quizá fruto de la presunción, de la ilusión, una ambición ridícula y mal planteada. ¿Aspirar a la fecundidad de San Pablo, de San Francisco Javier? ¿Del P. Claver? ¿De San Vicente de Paúl? Es posible, pero no puede desear menos.” 2

7 de enero de 1887. En el Noviciado. “Cada vez más el deseo de la más grande perfección de la Santidad me posee. Este deseo no me deja desde hace muchos años, desde hace más de veinte años quizás.”

En un retiro datado en mayo de 1889. En Charonne. “Vos que habéis amado tanto a los pequeños, a los trabajadores, a los pobres. Vos que os habéis hecho uno de ellos, que les habéis anunciado su felicidad, su liberación. Vos que habéis dicho: “Los pobres son evangelizados”. Santifícame para ellos, perfeccióname, divinízame para ellos. Dadme la suficiente santidad para hacer mucho, para multiplicarme. La suficiente salud para que les salve, la suficiente caridad para que les ame hasta la muerte.” Retiro de abril de 1893. Terminará con los votos perpetuos el día 29 de abril. “Yo voy a procurar ayudarte, Señor, haz tú el resto. Me voy a donar enteramente, lo más enteramente que nunca a los intereses de vuestra causa y de las almas, durante este tiempo tomad con esmero mi alma, ayudadme a convertirme en un Santo. Este es el único salario que persigo.” 29 de abril de 1895. Es Primer Asistente de su congregación. ¡Oh! Yo no pido la Santidad para mí… ¡Pero esa pobre masa del pueblo que no tiene a casi nadie para ella, que tiene a tan pocos santos a su servicio, a tan pocas almas que comprendan su situación desesperada! ¡Esa multitud que se pierde en este momento!... ¡Dios mío, Dios mío! ¡Apiádate de ella! … ¡Ah, Señor, si buscáis a quién enviar, heme aquí!” Retiro en la Salette de agosto de 1896. “Siempre el tormento de la Santidad. Ahora, es una sed ardiente, apremiante pero desgraciadamente siempre insatisfecha. Sin embargo, aquello que yo deseo no es la santidad aparente, ni acompañada de gracias especiales, es la Santidad real pero escondida, la Santidad que no se ve más que a los ojos de Dios para glorificarle, que le causa un poco de alegría, a los ojos de María para consolarla y por ser amado por ella, porque yo deseo ser amado de Dios y de la Santa Virgen María. He deseado demasiado el amor de los hombres, quisiera no desear más que el Amor del Cielo. ¡Ah! ¿Dónde está la Santidad? ¿Está en la oración? ¿En la penitencia? ¿En el celo de la gloria de Dios? ¿En la abnegación de si mismo? ¡Es, creo, como un fruto maduro escondido que crece solo después de largos suspiros y muchos trabajos! Retiro de Farneta, enero de 1908. Tras ser elegido superior general. “¡Ah, si este retiro me convirtiese, me transformase e hiciese de mí un Santo! Ése es mi deseo, mi única aspiración.” “Nos hicisteis para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no descansa en ti.” ¡Cuánta razón tenía San Agustín, y cuánta verdad encierran estas palabras!

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¿Cómo extrañarme por esta agitación interior, por este vacío en el que me encuentro en cuanto cesan las ocupaciones que me absorben? Agitación, malestar, vacío, eso es el mal del fin de mi vida, es el mal de Dios. Dios mío, padezco vuestro mal, y desde hace mucho tiempo. Mi vida de ajetreo me distrae, y es un paliativo, pero, en cuanto me encuentro conmigo mismo, el mal reaparece y se deja sentir. ¡Oh, Dios mío! ¿Dónde estás? Retiro en Pleterjech. Marzo de 1914. Tras la gran crisis. “El pensamiento de las masas perdidas me embarga y me persigue… En espíritu, he vuelto a estar en medio de esas masas, he rezado y suplicado por ellas. Durante la misa conventual me he unido a Jesús en la cruz, he unido a su Pasión las cruces que llevo en este momento y, junto a Él, se me ha pasado toda la misa gritando el miserere por esas pobres gentes, y ofreciéndome a ir a ellas, rezar, sufrir y trabajar por ellas. Creo que esta es la estrella de mi retiro.” El 22 de diciembre de 1914. En el frente como capellán militar. “Dios quiere que nos pongamos en sus manos con confianza…He predicado esa confianza, mil veces he estado convencido de ella, pero me he dejado llevar por la inquietud. Y sin embargo, en ciertos momentos he comprendido y saboreado el salmo “El Señor es mi pastor nada me falta”. He leído y releído el pequeño tratado sobre el Abandono en la Providencia Divina. Lo entiendo y comparto sus puntos de vista cada vez que lo leo…Pero solo llegaré con la gracia de Dios. Hay que orar y orar, orar continuamente. Solo ahí está la luz y la salvación.” Miserear super turbam. 1917. Párroco en Clichy (París) El Santo de los santos atraía irresistiblemente a las masas… Había en él un poder de atracción del que uno no podía escapar… Algo similar ocurre cuando un hombre logra establecerse en la montaña de la santidad. Adquiere un poder de atracción misterioso. Los santos atraen. La santidad es algo raro y tan hermoso, produce tanto bien y tanta luz que uno la ve y desea volver a ella, la admira, siente su influencia. ¡Ah, si los sacerdotes fuesen verdaderos santos! ¡Cómo atraerían a las masas! ¡Si yo fuera santo, qué fuerza tendrían mi acción y mi palabra! Todo mi ser rezumaría gracia, ¡y cómo vendrían para impregnarse de ella! No importa dónde Dios me llame, en este momento y a partir de ahora, todos mis esfuerzos deben tender a la santidad. La santidad es la fuente de la fecundidad de todo apostolado. Otro gran medio de atracción es la caridad verdadera, cercana, desinteresado, profunda. Deberían conocerme como el amigo abnegado de todos los pobres, de los desheredados, de los desgraciados, de todos aquellos que el mundo rechaza y de los que huye, de los solitarios o que están en medio de la masa, de los que están solos y no tienen a nadie. Todos los que los encuentren deberían hablarles de mí, enviármelos diciéndoles: Id a él, debería ser su recurso definitivo, su último amigo. 4

Es mi vocación, la llamada que he recibido de Dios, esa ha sido mi aspiración y mi estrella. Dios mío, dame la posibilidad de entregarme a ellos, sólo a ellos, atraerles, socorrerles, consolarles, sostenerles, conducirles hasta Ti y al cielo. 1918. Año de la fundación de los Hijos de la Caridad. “Después de un cierto tiempo, seguido de un atractivo espiritual, las luces particulares vienen por mis lecturas sobre la espiritualidad, me siento atraído por la contemplación y sobre Dios solo. Qué de luces sobrevienen por la bondad de Dios en mis contemplaciones diarias y más largas que mis antiguas oraciones, siento que son la respuesta de Dios a mi oración antigua y continua: “¡Da mihi intellectum!”…Es el comienzo de la respuesta, espero.” Retiro de ocho días de 1924. Superior general de los Hijos de la Caridad. “Después de mucho tiempo tengo sed de luz sobrenatural. La pido a Dios desde hace años porque siento que la luz es la vida, porque estoy convencido que una luz más viva sobre las verdades eternas arrastrará en mí las más grandes virtudes que me faltan. A menudo, me he preguntado qué es lo que había hecho a los santos, y lo que recibo de sus vidas y también de sus palabras prueban la evidencia que ellos han sido particularmente iluminados y que las luces recibidas de Dios les han transformado… Semana Santa de 1927 realiza su último retiro sobre la Pasión de Nuestro Señor. “Se podría haber gravado en el frontispicio de mi vida las palabras del profeta: “Ha sido creado, vino a este mundo para hacer la voluntad de Dios.” ¿Podré yo decir, como Jesús, cuando se acerque mi muerte: “Todo está cumplido”? Jesús pudo decirlo, él me ha dado el ejemplo supremo.” Últimos días antes de su muerte: “Yo debería temer a la muerte más que otros. Es curioso, la deseo con calma, con alegría, la deseo y se la confío a Dios…”

Preguntas para compartir en los grupos: 1. ¿Qué idea tengo de la santidad? 2. ¿Has percibido algo de la santidad del P. Anizan? 3. ¿En nuestras comunidades y grupos cómo lo vivimos? 4. ¿Qué crees que aportas a los demás? 5. ¿Qué recibes de ellos?

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