LA MAGIA DE LA LECHE Historias de amor con mucho sabor. Sylvie Riesco Bernier

LA MAGIA DE LA LECHE Historias de amor con mucho sabor Sylvie Riesco Bernier © Edita: La Casita de Paz Fresno de la Carballeda, Zamora Tfno. 676 72...
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LA MAGIA DE LA LECHE Historias de amor con mucho sabor Sylvie Riesco Bernier

© Edita: La Casita de Paz Fresno de la Carballeda, Zamora Tfno. 676 724 005 www.lacasitadepaz.es Primera edición: La Casita de Paz Editorial, 2015 Revisión científica: Dra. Dolores Ruiz Berdún © Diseña y maqueta: soluciones agencia de publicidad. [email protected] © Ilustradora: Marta Cabeza Villanueva ISBN: 978-84-938720-9-0 Depósito Legal: ZA-2222014 Quedan reservados todos los derechos: Esta obra no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni puede ser registrada, ni tramitada por sistemas de recuperación de información, por ningún medio, sin el permiso previo por escrito del editor.

Prólogo de Dra. Ibone Olza Fernández Psiquiatra infantil y perinatal

¡Qué libro más rico! Sí, has leído bien, rico. “La magia de la leche” tiene mucha riqueza: ha conseguido captar la esencia de los grupos de apoyo a la lactancia. La sabiduría que encierran las historias compartidas en los mismos, y que en mi opinión son la mejor preparación posible para la lactancia. Y al mismo tiempo, ¡qué delicia leer estas historias! Mujeres que expresan libremente sus sentimientos frente a la lactancia, sus caminos a menudo tortuosos, las dificultades, las crisis, los destetes. De tú a tú y con una sinceridad que es de agradecer en estos tiempos de edulcoramiento artificial. Sin idealizar la lactancia lo que a su vez curiosamente permite visibilizar la magia. Qué agradable lectura. Me gusta mucho de este libro escrito y recogido por una madre que plasma historias y vivencias poco frecuentes aún en la literatura o en los manuales. Amamantar en plena separación conyugal, dar de mamar a una melliza cuando el otro bebé ha fallecido en el parto, relactar después de haber dejado de dar el pecho o las vivencias de algunos padres son sólo algunos ejemplos. Leyéndolas una sigue aprendiendo, tan diversa es la lactancia, tan rica y variada, tan complicadas las circunstancias a

veces… No hay receta que valga, pero el camino para recuperar la cultura del amamantamiento pasa por crear espacios de encuentro madre a madre, y este libro lo consigue. Siempre recomiendo a quien se quiera formar en cualquier aspecto de la atención a madres y lactantes que acuda de oyente a un grupo de apoyo a la lactancia, que se quede a unas cuantas reuniones y escuche y observe todo lo que ahí sucede. Igual que John Bowlby, el psiquiatra infantil británico que elaboró la teoría del vínculo, y que hasta el final de sus días casi acudía siempre que podía de oyente a un grupo de madres londinense. Ahora además podré recomendar la lectura de este pequeño gran libro. Como bien señala en el mismo Lola Ruiz Berdún, matrona fundadora del grupo Lactard al que pertenece la autora, “una de las ventajas de la lactancia materna es que te permite conocer a personas maravillosas que acuden a los grupos de ayuda”. Este libro es una celebración de esos encuentros y de esas amistades que surgen en los grupos de apoyo, reductos de altruismo y generosidad donde se comparten historias que como bien dice Sylvie Riesco son, al fin y al cabo, historias de amor. Ibone Olza Fernández 1 de diciembre 201 4

Recordando a Sylda Disfrutando de Léa Esperando a Elsa

AGRADECIMIENTOS Este libro es el fruto de mucho amor. Amor de madres a sus criaturas, amor de padres a madres, amor de amigas que comparten lo más importante: su experiencia de vida en torno a la maternidad consciente y la crianza. Por ello, la palabra “gracias” sale de lo más hondo e intenta abarcar a cada uno de los que creyeron en este proyecto y lo han hecho posible: A las madres, asesoras de lactancia, matronas y enfermeras que no han dudado en regalarme sus vivencias tejiendo entre todas una imagen integral de lo que la lactancia puede ser, dando a luz a tantas maternidades distintas… únicas todas. Lidia Abades Fátima Arroyo María Barrio Aurora Bueno Arancha Calderón Cristina Collado Sonia Fernández Cristina Gómez

Lidia Abades Gemma Lorenzo Fátima Arroyo Amparo Mendoza Flor Moreau María Barrio Aurora Bueno Sandra de la Peña Arancha Calderón Beatriz Pérez Cristina Collado Reme Pérez Ana Pozo Sonia Fernández Lola Ruiz Cristina Gómez

A los “padres lactantes” que se han prestado a un debate poco habitual pero que requiere de ellos para reflejar la lactancia vivida en familia. A los que habéis hecho que este libro haya visto la luz así: a David por su objetividad y comentarios a lo largo de todo el proceso, a Lola Ruiz

Berdún por su inestimable apoyo y revisión científica del texto y a Ibone Olza Fernández por su generosidad y confianza. A mis padres, que me regalaron la vida, a mi hermana por compartirla y a mi marido por recorrerla a mi lado, equipado con todo el amor, apoyo y paciencia necesarios para juntos descubrir la ma/paternidad. Y, por supuesto, gracias a nuestras criaturas. Somos madres porque ellas existen. La sociedad las acoge como “recién bebés”… Sólo ellas nos aceptan como somos, “recién mamás”…

Índice El ansiado encuentro ..................................................................... 15 Los primeros momentos............................................................. 16 Decidir dar el pecho................................................................... 17 El enganche ............................................................................... 18 La subida de la leche................................................................... 19 El resto (de cosas y del mundo)................................................... 21 Un mar de dudas............................................................................25 El atardecer................................................................................26 Coger al niño en brazos..............................................................28 El baño.......................................................................................29 El chupete y el muñeco de apego................................................30 El pecho: Ese gran desconocido..................................................32 A demanda es… a demanda.......................................................34 La ganancia de peso del bebé......................................................34 El nacimiento de una madre........................................................36 (Re)descubrir la lactancia................................................................43 Enterrando mitos........................................................................45 Carta de Lola: ¿Por qué promover la lactancia materna?...............52 Etapas en el camino, superables todas...........................................57 Las crisis de lactancia...................................................................58 La incorporación al trabajo y mantener la lactancia.......................60 La alimentación complementaria.................................................66

Interludio: No estás sola................................................................. 71 Apostar por la lactancia a pesar de.................................................73 Necesitar una lactancia mixta: El caso de Amparo........................74 Tener al bebé en el hospital: El caso de María..............................78 Dolor físico y mental en la madre: El caso de Aurora................... 81 Ser diabética: El caso de Cris.......................................................90 Situaciones emocionales adversas................................................93 Un divorcio: El caso de Sonia.................................................93 Un duelo: El caso de Flor.......................................................96 El famoso “¿Hasta cuándo?”.......................................................... 101 Lactancia sin fecha de caducidad: La experiencia de Fátima......... 102 Un destete natural: La experiencia de Lidia................................ 107 Un destete decidido unilateralmente: La experiencia de Flor....... 110 Un destete pactado: Mi experiencia............................................ 112 Más allá de lactar, otra forma de criar y amar............................... 119 El porteo: Seguir llevándoles dentro.......................................... 120 El colecho: La experiencia de Cristina y Lechón......................... 125 El tándem................................................................................. 134 De hermanos: La experiencia de Cris................................... 135 De mellizos: La experiencia de Bea...................................... 138 De mellizos con un hermano mayor: La experiencia de Arancha.......................................................................... 143 Alimentación autorregulada: La experiencia de Elisa................... 148

El “padre lactante”....................................................................... 153 Lo que se sabe de lactancia antes de ser padre.......................... 154 Los comienzos de la lactancia en el hogar.................................. 155 Lactancia “materna”… ¿Merma el papel del padre?.................... 157 La vida en pareja....................................................................... 158 Fuertes a contracorriente.......................................................... 159 Los “lacta-mientos” para una lactancia feliz................................. 160 Encontrar una balsa para navegar con rumbo.............................. 163 Los grupos de lactancia y asesoras: La receta de Gemma........... 164 Historia de un grupo de lactancia: Lactard.................................. 170 Toda una tribu de madres en red: Testimonios........................... 177 De cómo nace una madre: La historia de Ana...................... 177 De cómo nace una madre-asesora: La historia de Reme......... 180 De cómo la lactancia es la que nace, vive y crea: La historia de Sandra............................................................ 184 Epílogo.......................................................................................... 189 Referencias biblio/weblográfricas.................................................. 191

El ansiado encuentro Aún recuerdo el instante en el que sentí su cuerpo ardiendo en mi gélida piel. Unas manos frías con guantes la habían sacado de mis entrañas, un nido caliente y familiar. El llanto que salía con fuerza desde sus pulmones la hacía presente entre nosotros y ella rotaba buscando el contacto piel con piel. Yo, mientras, paralizada. Cuando la matrona la posó sobre mi pecho me dijo “pero, cógela, es tu hija”. Todo mi ser temblaba, de frío dirían algunos, de miedo pensarían otros, de una ilusión que me sobrepasaba es lo que ahora creo. Era la última vez que yo me sentiría niña. Ahora, había comenzado la maravillosa historia de convertirse en madre. En mi interior sentía este diálogo: - Bienvenida a nuestra vida, pequeña. - Bienvenida a esta aventura, mamá. Y es que así era... Comenzaba una aventura, la de ser mamá. Y, curiosamente esos comienzos iban a estar muy ligados a la palabra en sí: “mamá” y “mama”...

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Los primeros momentos Los primeros instantes cuando tienes a tu pequeño en brazos te invaden miles de sensaciones, pero todas a la vez, por lo que a menudo una es incapaz de procesar todo lo que le pasa por la cabeza. Estamos cansadas porque el parto suele conllevar un trabajo mental, emocional y físico que se materializa ante todo en una fuerza instintiva y animal que nada más dar a luz suele ir deshinchándose hasta llevarnos a una sensación de cansancio. Y es importante recordarlo, tenerlo en mente porque una recién parida no está ni guapa ni huele bien, ni está sonriente ni peinada porque acaba de realizar el trabajo de su vida: traer al mundo a un ser vivo. Por eso, debemos entender y hacer entender que estamos cansadas que no tristes o enfadadas o sin ganas de nada. Simplemente necesitamos descansar, tarea que se augura harto difícil en el puerperio. En efecto, durante las primeras horas, tuve la impresión de estar al lado de mi pequeña pero no saber ser dueña por completo de mi cuerpo o, lo que es aún más increíble, de mi estado anímico. Estaba agotada pero tremendamente feliz y esos dos extremos hacían que las demás sensaciones se diluyeran. De niña había escuchado a las abuelas o madres decir “el parto duele mucho pero cuando lo tienes en tus brazos, se te olvida el mal trago”. Y amén de que existan partos y partos, lo cierto es que tener a mi recién nacida pegadita a mí hizo que olvidara mis puntos, mis dolores en el suelo pélvico y las quince horas de parto previas. Había leído algo durante el embarazo sobre el contacto piel con piel y sus efectos para evitar la hipotermia del bebé, para la sincronización de los ritmos respiratorios, para potenciar y estimular la oxitocina y su posterior subida de la leche, pero nada comparable a sentir un corazoncito pegadito al mío. En ese momento no existía nada alrededor. No sabía si seguía en el paritorio o me iban a subir a la habitación, si ya habían llegado los abuelos y tíos o si seguía con mi compañero de viaje y nuestra pequeña. En ese

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instante, parecía que no existía ni el tiempo ni el espacio. Estábamos solas: ella y yo. Unidas por dos extremidades: su boca y mi pecho. Habían cortado el cordón umbilical pero comenzaba otro lazo aún más fuerte.

Decidir dar el pecho Hoy en día tenemos la suerte de poder buscar y decidir en qué hospital queremos dar a luz, qué profesionales nos atenderán y cuál será la política que seguirán a la hora de abordar el parto y los comienzos del puerperio. Yo tuve suerte. Sin haberme preocupado mucho de ello (hoy soy más consciente y habría buscado aún más) topé con un hospital que respetaba cualquier opción de la mujer. Cuando me preguntaron en el paritorio si quería dar mi leche o quería cortarla con una medicación, aún recuerdo decir “quiero dar mi leche, si puedo”. Ese “si puedo” me ha hecho reflexionar a lo largo de toda mi lactancia pues hay cierto poso social y cultural que ha venido acompañando a la mujer del siglo XXI para inculcarle no ya que la leche materna no es tan cómoda y nutritiva como el súper biberón de polvos sino que además dar el pecho nos quita tiempo y nos esclaviza. Podríamos creer que en los años setenta y ochenta es cuando una ola de mujeres independientes y modernas decide que el biberón conseguirá la igualdad entre los sexos, pero esa idea tal vez romántica no se corresponde con la realidad. Muchos más intereses y, desgraciadamente menos idealistas, harían del biberón su bandera. Las multinacionales y todo el mundo del consumo apoya esta alternativa que vive de las tetinas, biberones, leche en polvo de miles de marcas y etapas… todo eso suele ir acompañado del carrito y la cunita con sus accesorios de uno u otro modelo y sus consiguientes precios. Todo un mercado alrededor que tiene enfrente a la mujer lactante que sólo necesita sus brazos (y/o ayuda de algún portabebés) y su pecho. Por eso, poco a poco se nos ha ido diciendo o convenciendo de que “no todas tenemos leche”, “que no nos ha subido la leche” o que “la leche se te corta por esto u otro”, “que nuestra leche es agua” (¡claro,

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digo yo, la primera que sale es blanca. Espérate un rato y verás como sale blanquita o amarilla!) o que “nuestra leche no alimenta” o un sinfín de frases hirientes que no hacen sino menospreciar la propia naturaleza de la mujer y minar la confianza en nosotras mismas. Dar el pecho es, por supuesto, una decisión. La Real Academia Española de la lengua define “decisión” como “una determinación, resolución que se toma o se da en una cosa dudosa” pero también como “firmeza de carácter”. Y es que decidir dar el pecho requiere que una opte por este camino, con más o menos información y mantenerse firme, sobre todo, los primeros días porque es posible que el comienzo no sea fácil. El primer aprendizaje durante mi lactancia fue que una lactancia materna exitosa va ligada de la mano de la firmeza, la paciencia y la confianza y esto puede resultar una empresa complicada en los inicios.

El enganche Cuando unas líneas más arriba mencionaba la suerte del hospital donde había dado a luz es porque allí entendían la necesidad de poner al bebé encima de su mamá nada más nacer. La madre naturaleza nos había tenido juntas nueve meses en total comunión al estar la una dentro de la otra y al dar a luz, no podíamos separarnos de repente. Efectivamente, el bebé recién nacido ha de estar pegado a nuestra piel pues es lo que favorece la primera toma. Durante las clases de educación maternal y paternal, tuve la oportunidad de ver un vídeo que mostraba un bebé posado encima del vientre materno que reptaba literalmente poquito a poquito por el cuerpo de su madre, simplemente guiado por su olor corporal y ese color marrón oscuro hasta llegar a la mama. Lo que llamamos enganche es por lo tanto la acción que el bebé realiza al agarrar la mama de una manera “buena” para él y para la madre. Un mal enganche puede detectarse cuando el bebé y/o la madre sufren, ya sea porque no se saca suficiente leche y por lo tanto hay un hambre consecuente, o porque traga aire y eso le genera malestar en la

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tripa o porque la postura provoca un mal agarre que origina grietas en el pezón, etc. En cualquiera de estos casos, una debe acudir a asesoras de lactancia para ser acompañada correctamente. ¿Y por qué puede haber un mal enganche? Numerosas pueden ser las razones: desde una separación de la mamá y el bebé que haya impedido el reconocimiento piel con piel a un frenillo sublingual que hace que la criatura no pueda mamar correctamente. Pero, lo que indudablemente constituye algo clave en el buen agarre es la confianza. Algo que leeréis de manera recurrente a lo largo de este libro es la importancia de la seguridad y fe en una misma y en su bebé. La lactancia funciona cuando una se convence de que “puede” hacerlo y que es su bebé el que conoce el cómo. Se trata de escucharle y… de hablarle. Hay una técnica conocida como el auto-enganche o afianzamiento espontáneo que aboga por la confianza en el propio bebé. Por increíble que pueda parecer, el bebé nace sabiendo mamar. Efectivamente, en vez de con un pan debajo del brazo, vienen con un instinto de succión innato y por eso hay que decírselo. Quitándole prisas, agobios, repitiéndole que estamos ahí y que todo saldrá bien. Que mame como sólo ella/él sabe. Nosotras estaremos simplemente desnudas de cintura para arriba, tumbadas pero algo incorporadas, cual madre canguro, simplemente esperando que vaya a nuestro pecho guiándole con nuestros brazos por si se cae pero no “poniendo” al bebé de una u otra forma, marcando e imponiendo el momento y la manera. Y esto habrá que hacerlo no cuando el bebé tenga hambre porque sino, no funcionaría, se trata de hacerlo en cualquier otro momento. Él es el que va a decidir cómo hacer. Nosotras esperamos, le acompañamos y confiamos.

La subida de la leche Al salir la placenta, bajan los niveles de progesterona, sube la prolactina, la hormona encargada de fabricar la leche materna, y se activa el proceso que vulgarmente conocemos como “subida de la

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leche”. Alrededor de las 48 a 72h posteriores al parto dependiendo de si una ha sido madre primípara (por primera vez) o multípara (ya ha sido madre con anterioridad), o de si el parto ha sido vaginal o por cesárea (en este último caso, suele tardar algo más), llegará nuestra leche a buen puerto. Hasta que nos sube la leche, es común preguntarse ¿Qué hacer mientras tanto? ¿Qué está tomando el bebé entonces? ¿Cómo puedo alimentarlo? Nada hay que temer. Al comienzo y durante varios días tenemos una leche más que rica llamada “calostro”. Alguien antes del parto me había hablado del pecho verde. En realidad esa subida de la leche se acompaña de una vascularización que implica como una dilatación de las venas de las mamas que hacen que se vean en demasía y se extienda el color azul/verdoso de las venas por todo el pecho. Si bien el dolor es subjetivo y no común a todas las mujeres, la generación de leche sí conlleva un aumento del tamaño de las mamas (a veces una o dos tallas de sujetador), un aumento de la temperatura corporal (puede incluir escalofríos) y mucha sensibilidad en la zona, como si fuera cierta presión. Si ésta es muy fuerte puede provocar dolor intenso pero no tiene por qué tratarse de una mastitis1. Puede ser simplemente una inflamación de los tejidos (habitual los primeros días) o un episodio de mucha generación de leche que aún no se ha regulado. Para aliviar esas molestias, existen calmantes que los profesionales pueden recomendarte pero en principio esperar unos dos días hará que todo se regule sin ayuda médica. Y, mientras tanto, una solución no medicamentosa que disminuye la inflamación es usar hojas de col en el sujetador. “¿Y si por el contrario no noto la subida de la leche será que no tengo?” Puede que nos angustie el no saber si tengo el pecho inflamado o ingurgitado. Está estudiado que si la lactancia se ha establecido correctamente desde el comienzo, es decir el bebé toma a demanda 1. Cf. Capítulo "Apostar por la lactancia a pesar de", apartado "Mastitis, perlas de leche y grietas", pág. 81.

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como mínimo unas diez veces al día, esa transición del calostro a la leche es más paulatina y menos dolorosa. Algunas mujeres no lo notan, pero salvo raras excepciones que sufren de agalactia (falta de segregación total de leche), tenemos leche, por lo que si no experimentas ese dolor o presión, disfruta de ello.

El resto (de cosas y del mundo) Algo que sin embargo es vital durante estos primeros días es lo que yo llamo la compañía y la no-compañía. Emprender un viaje de tal envergadura requiere en realidad pocos abalorios en la mochila. Con llevar lo puesto (la teta) y un par de pañales es suficiente, pero… el sentirse arropado es crucial. El apoyo del papá, el compañero de viaje, es algo que nos permite sentirnos bien y seguras. Como he dicho anteriormente, confiar en nosotras mismas marcará la diferencia y eso, en gran medida es posible cuando tenemos a alguien cerca que nos recuerda que lo estamos haciendo bien, que nos cuida en los momentos de cansancio y que va a dedicarse a todo lo que no es dar la teta. Seguramente escucharás a quien te diga que dar el pecho hace que el papá se sienta desplazado. ¿Desplazado de qué? Si le necesitamos precisamente más que nunca para todo el resto. Desde cocinarnos algo especial hasta abrazar al pequeño mientras arañamos unos minutos para ducharnos, pasando por cambiar el pañal, ir a comprar o ¡darnos un masaje al final del día! No me cansaré de repetir que el cansancio del parto, la falta de sueño en los primeros días y esa revolución hormonal que se produce en nuestro cuerpo proporcionan el abono perfecto para un estado anímico algo alterado en este tiempo y por eso necesitamos que alguien esté a nuestro lado para ayudarnos a desahogarnos, para llorar y reír, para hablar y expresar nuestros miedos. Es habitual sentir que nos viene grande la situación cuando tomamos a nuestro bebé en brazos y salimos del hospital. Es muy común creer que va a ser difícil o que parece que

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no vas a saber. No sólo es normal: es humano. Simplemente hace falta recordar(se) que no estás sola, tu compañero está en el mismo barco y juntos sabréis hacerlo: por intuición, por convicción, por naturaleza o por imitación, pero sabréis. Sin embargo, la compañía ha de ser bien elegida. Si bien hay personas que necesitan día y noche las visitas de todo el mundo, es importante sentirse “familia” y “núcleo” desde el principio y mantener la intimidad. Seguramente os sintáis inseguros y pedir ayuda a diestro y siniestro (supuestamente) os alivie. Por supuesto, en algunos casos, así será. Hay que sentirse arropado, guiado y aconsejado pero no presionado o anulado. La opinión de un tercero es de un “tercero” y tu opinión y la de tu compañero son las importantes. Normalicemos la situación. Como cualquier otro aspecto en la vida, cuando nos topamos con la ma/paternidad los primeros días, tenemos la sensación de ser presas de la vacilación, la torpeza y la inseguridad y que por ello la voz de la experiencia es la que hay que venerar. Creo que es vital diferenciar el escuchar una opinión del “yo estoy equivocada, lo que yo pienso no vale, haré lo que me dicen”. Esta última postura no llevará más que a una falsa paz interior pues al acatar lo que escuchamos estamos sujetas al próximo comentario del que venga después y, por fortuna o por desgracia, no siempre todos pensamos igual por lo que nuestra mente comenzará a almacenar una ensalada de mensajes contradictorios nada productivos. La lactancia requiere que nos dejen muy tranquilas en esos momentos. Ni el bebé ni la madre pueden estar bajo treinta ojos y quince bocas dispuestos a opinar si es mejor esta postura o la otra, si se queda con hambre o tú te estás quedando en los huesos por el cansancio, si se te ve la teta y debes taparte o si el bebé parece que tiene gases…así, ni tu criatura ni tú podéis hacerlo. Al menos, no al principio. Así que ante interpretaciones múltiples de por qué tu bebé está llorando a las siete de la tarde, sólo tú sabrás si es porque tiene el pañal mojado, porque necesita comer o simplemente reclama tus brazos y tranquilidad en su nuevo hogar.

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Dependiendo de cómo haya sido el parto, un buen consejo puede ser que las visitas vayan al hospital en vez de a casa los primeros días. En el hospital, estás atendida, no te tienes que preocupar de servir café o cervezas y está asegurada la rotación de visitas (no muchas a la vez). Deja para las visitas de casa a los más cercanos y pídeles que en vez de preocuparse de tomar al bebé en brazos, te mimen a ti trayendo un buen guiso para reponer fuerzas. Es mejor evitar las multitudinarias reuniones de familia y luchar contra ello no siempre es fácil. Funciona muy bien el organizar a las distintas familias y ser algo rígido en las visitas. Es preferible pecar de duro al principio y gozar de mayor tranquilidad para con tu pequeño que no tener que aguantar situaciones por “el qué dirán” que sólo os generan estrés, llanto y tensión. Esta emoción sólo durará unos días por lo que pronto, antes de lo previsto, se habrá organizado el ritmo de vuestra vida con un serecillo más y se convertirá en algo natural y fácil el encajar al resto del mundo. Cuando en estos instantes creas que se te cae el mundo, de verdad, confía, es sólo cuestión de tiempo. Como ya hemos dicho antes, ser paciente es clave en el mundo de la lactancia y es que eso va en contradicción con la vida organizada tal y como la concebimos en nuestra sociedad: regida por los calendarios y los horarios. De hecho, aún quedan algunos pediatras (cada vez menos, afortunadamente) que asesoran a esa mamá primeriza “diez minutos en cada pecho y cada tres horas”. Si ese pediatra supiera que en esos primeros minutos precisamente lo que sale es agua y la parte más grasienta y nutritiva de la leche viene al final… Es mejor que el bebé mame todo lo que quiera de un pecho y cuando no quiera ya de ése se le ofrecerá el otro a expensas de que quiera o no tomar más. De hecho hay bebés que en cada toma toman de los dos y otros que sólo toman de uno. Se trata una vez más de confiar en sus necesidades y no de imponer lo que nos dicen. Recuerdo los primeros días de lactancia en los que, cual madre organizada y que quiere tener todo bajo control, apuntaba en una libreta las horas de las tomas y el tiempo que había estado mamando

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mi pequeña de cada mama (fuera a la hora que fuera, a las cuatro de la mañana, ahí estaba yo con mi bolígrafo y mi cuadernito). Pues bien, fue sólo cuando comprendí que la lactancia no entendía de relojes ni tiempos, sino que el bebé debía mamar cuando quisiera el tiempo que necesitara que todo comenzó a ser más fácil y natural. Sólo entonces dejé de ser esa “esclava” que auguraban y fui mucho más libre. Había entendido que podía dar la teta como el que da un beso o un vaso de agua, sin preguntar cuándo fue la última vez que lo había dado ni cuánto había durado.

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(Avance del libro)

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