La herencia de los que nos precedieron

Lunes 2 de noviembre

Ayer celebramos la fiesta de Todos los Santos. En ese día recordamos a todas las personas de todos los pueblos y razas que han pasado y han vivido como verdaderos cristianos a lo largo de toda su vida ayudando a los demás, compartiendo lo que tenían con los demás, superando las diferencias entre razas y naciones. Ellos pueden estar satisfechos al final de su vida por lo que han hecho. Por eso la Iglesia los recuerda en este día y celebra su fiesta. Hoy, recordamos de un modo especial a todas esas personas que se han preocupado por nosotros y de que un modo Oficial no han sido reconocidas como “santas” pero que han sido “santas” en su vida…Entre ellas se encuentran los seres difuntos de nuestros pueblos y familias… Este día es una invitación a vivir nosotros también como los santos. No haciendo cosas extraordinarias, sino cuidando los detalles de cada día, en nuestras obligaciones, en nuestros trabajos, en la amistad con Dios y con los demás… EL VIOLÍN Después de un buen fin de semana, donde hemos descansado, hemos disfrutado, nos hemos divertido, vuelve el lunes, un día de reencuentro con tus compañeros, con tus profesores, con el trabajo… Ahora te invito a que por un momento escuches lo que te voy a contar. Se cuenta que con un viejo violín, un pobre hombre se ganaba la vida. Iba por los pueblos, comenzaba a tocar y la gente se reunía a su alrededor. Tocaba y al final pasaba entre la concurrencia una agujereada boina con la esperanza de que algún día se llenara. Cierto día comenzó a tocar como solía, se reunió la gente, y salió lo de costumbre: unos ruidos más o menos armoniosos. No daba para más ni el violín ni el violinista. Y acertó a pasar por allí un famoso compositor y virtuoso del violín. Se acercó también al grupo y al final le dejaron entre sus manos el instrumento. Con una mirada valoró las posibilidades, lo afinó, lo preparó... y tocó una pieza asombrosamente bella. El mismo dueño estaba perplejo y lleno de asombro. Iba de un lado para otro diciendo: “¡Es mi violín... es mi violín... es mi violín...!”. Nunca pensó que aquellas viejas cuerdas encerraran tantas posibilidades. No es difícil que cada uno de nosotros, profundizando un poco en sí mismo, reconozca que no está rindiendo al máximo de sus posibilidades. Somos en muchas ocasiones

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como un viejo violín estropeado, y nos falta incluso alguna cuerda. Somos... un instrumento flojo, y además con frecuencia desafinado. Cuánto cambian las cosas, sin embargo, cuando dejamos que ese gran compositor, Dios, nos afine, nos arregle, ponga esa cuerda que falta, y dejamos ¡que Él toque! Pero también a nuestro alrededor existen violinistas que nos pueden afinar: un amigo, un compañero, un maestro, o cualquier persona de la que podamos obtener conocimientos, un consejo, una buena idea, una corrección fraterna. Luchemos constante e incansablemente por ser un violín cada vez mejor afinado. Por ser cada vez más responsables en conseguir nuestras metas, nuestros objetivos.

Para ser feliz El día de todos los santos en multitud de lugares se han escuchado unas palabras muy conocidas de Jesús de Nazareth. Seguro que no las has escuchado en los cuarenta o en los mítines de los políticos. Y sin embargo han movido a miles y millones de corazones a trabajar por un mundo más justo y más fraterno. Y han conseguido más felicidad y más logros que un ciento y más de guerras. Un buen día Jesús al ver al gentío que le quería escuchar, subió a la montaña y enseñaba así a sus discípulos: Dichosos los pobres de Espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán “los hijos de Dios” Dichosos si os persiguen por mi causa. Eso significa que estáis del lado de Dios que es el lado de la vida, la vida auténtica... Así siguió hablando hasta el anochecer. Muchos siguieron sus pasos y fueron semilla para otros muchos que creyeron en este sueño de Jesús e hicieron un mundo más justo y mejor. Sin embargo, todavía no nos hemos convencido de la eficacia de este proyecto y seguimos empeñados en que con dinero, con influencia y con poder podemos hacer un mundo mejor.

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¿Y tú que haces para ser feliz? Un hombre tenía entre sus manos unas semillas. Las apretaba fuertemente entre sus puños y se decía: “Son mías y las voy a retener para siempre”. Otro hombre tenía también unas cuantas semillas y se decía: “son mías, pero me voy a desprender de ellas”. Cavó en la tierra y las sembró. Poco tiempo después, de las semillas sembradas aparecieron primero unos pocos tallos, luego hojas y después espigas y granos. El hombre que apretaba entre sus puños las semillas porque quería retenerlas, fue poco a poco perdiéndolas, hasta que al final se quedó sin nada. Hoy recordamos a una persona que se la reconoce como “santa” gracias al trabajo diario que realizaba, se llama San Martín de Porres, aunque se le conoce con el nombre de “Fray Escoba”. ¿Cómo llegó a ser reconocido como santo? Era un hombre que desde su sencillez trabajaba de un modo desinteresado por los demás. No reservaba ninguna de sus cualidades, siempre buscaba el bien para aquellos que le rodeaban. Decidió sembrar sus semillas y que los demás compartieran de esos granos que plantó.

A ti, Señor, presento mi ilusión y mi esfuerzo; ante ti, mi Dios, confío, confío, porque sé que me amas. Que en la prueba no ceda al cansancio, que tu gracia triunfe siempre en mí. Yo espero siempre en ti. Yo sé que tú nunca defraudas al que en ti confía. Indícame tus caminos, Señor: enséñame tus sendas. Que en mi vida se abran caminos de paz y bien, caminos de justicia y libertad. Que en mi vida se abran sendas de esperanza, sendas de igualdad y servicio. Tú eres bueno y recto y enseñas el camino a los desorientados. Porque eres bueno, perdona mi culpa. Cuando te soy fiel, Señor, tú me enseñas un camino cierto; así viviré feliz y enriquecerás mi vida con tus dones. Hay quien solo contagia amargura o escepticismo. Pero hay, también, quien con sus palabras, con sus miradas, con sus gestos o con su calma, transmite serenidad, alegría, ayuda a encontrar motivos y horizontes. Hay mucha gente así en la vida. Tal vez no copan titulares ni acaparan portadas. No les verás desfilando bajo los flashes de los fotógrafos (o tal vez sí). Pero Colegio “ Misioneras de la Providencia Santa Teresa” Curso 2015 -2016

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cuando compartes un rato con ellos, te ayudan a disipar problemas imaginarios. Y te hacen pensar que la vida es bella y digna de ser vivida, y te ayudan a recobrar –si acaso lo has perdido- el aprecio por los otros. No es la suya la alegría vacía o engañada de quien cierra los ojos a la realidad, sino la alegría lúcida de quien sabe apreciar lo importante. Seguro que conoces gente así.

Había una vez un pequeño niño que quería conocer a Dios. Él sabía que era un largo viaje llegar hasta donde Dios vivía, así es que preparó su mochila con sándwich y botellas de leche con chocolate y comenzó su viaje. Cuando había andado un tiempo, se encontró con un viejecita que estaba sentada en el parque observando a unas palomas. El niño se sentó a su lado y abrió su mochila. Estaba a punto de tomar un trago de su botella de leche con chocolate cuando notó que la viejecita parecía hambrienta, así es que le ofreció un sandwich. Ella, agradecida, lo aceptó y le sonrió. Su sonrisa era tan hermosa que el niño quiso verla otra vez, así que le ofreció una botella de leche con chocolate. Una vez más, ella le sonrió. El niño estaba encantado. Permanecieron sentados allí toda la tarde. Cuando oscurecía, el niño se levantó para marcharse. Antes de dar unos pasos, se dio la vuelta, corrió hacia la viejecita y le dio un abrazo. Ella le ofreció su sonrisa, aún más amplia. Cuando el niño abrió la puerta de su casa un rato más tarde, a su madre le sorprendió la alegría en su rostro. Ella le preguntó: "¿Qué hiciste hoy que estás tan contento?". Él respondió: "Comí con Dios". Pero antes de que su madre pudiese decir nada, él añadió: "¿Y sabes qué? ¡Tiene la sonrisa más hermosa que jamás he visto!". Mientras tanto la viejecita, también radiante de dicha, regresó a su casa. Su vecina estaba impresionada con el reflejo de paz sobre su rostro, y le preguntó: "¿Qué hiciste hoy que te puso tan contenta?". Ella respondió: "Comí un sandwich con Dios en el parque". Y antes de que su vecina comentara nada, añadió: "¿Sabes?, es mucho más joven de lo que esperaba". Cada día el Señor nos ofrece tantas alegrías sencillas: la alegría de vivir, la alegría ante la belleza de la naturaleza, la alegría de un trabajo bien hecho, la alegría del servicio, la alegría del amor sincero y puro. Y si miramos con atención, existen tantos motivos para la alegría: los hermosos momentos de la vida familiar, la amistad compartida, el descubrimiento de las propias capacidades personales y la consecución de buenos resultados, el aprecio que otros nos tienen, la posibilidad de expresarse y sentirse comprendidos, la sensación de ser útiles para el prójimo. Y, además, la adquisición de nuevos conocimientos mediante los estudios, el descubrimiento de nuevas dimensiones a través de viajes y encuentros, la posibilidad de hacer proyectos para el futuro. Disfruta de la alegría cada día y transmítela a todos los que caminen a tu lado. Y recuerda esta semana y siempre: SER SANTOS CONSISTE EN ESTAR ALEGRES. Que nadie nos quite la alegría de contar con Dios para ser felices. Esto también nos hace más valiosos.

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Tercer misterio nacimiento de Jesús en Belén

gozoso:

El

Se ha promulgado un edicto de César Augusto, y manda empadronar a todo el mundo. Cada cual ha de ir, para esto, al pueblo de donde arranca su estirpe. —Como es José de la casa y familia de David, va con la Virgen María desde Nazaret a la ciudad llamada Belén, en Judea. Y en Belén nace nuestro Dios: Jesús nació en la humildad de un establo, de una familia pobre; unos sencillos pastores son los primeros testigos del acontecimiento. En esta pobreza se manifiesta la gloria del cielo En la noche de Navidad, Dios demuestra que está tan cerca que hasta es capaz de hacerse igual a nosotros. Esa noche Jesús vino a ponerse en nuestro lugar, a ser uno de nosotros. Eso es Navidad: Dios se hace como uno de nosotros para que nosotros nos parezcamos un poquito a Él

Ofrecemos este misterio por la paz del mundo: Para que los gobernantes de las naciones, responsables de promover el bien común y la concordia entre las naciones, establezcan entre los pueblos relaciones de justicia, de reconciliación y de paz.

Lectura del Evangelio de Marcos:

Viernes 6 de noviembre

En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y les decía: Cuidaos de los letrados. Les gusta pasear con largas túnicas, que los saluden por la calle, buscan los primeros asientos en las sinagogas y los mejores puestos en los banquetes. Con pretexto de largas oraciones, devoran los bienes de las viudas. Ellos recibirán una sentencia más severa. Sentado frente a las alcancías del templo, observaba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda pobre y echó unas moneditas de muy poco valor. Jesús llamó a los discípulos y les dijo: Os aseguro que esa pobre viuda ha dado más que todos los demás. Porque todos han dado de lo que les sobra; pero ésta, en su indigencia, ha dado cuanto tenía para vivir. –

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Jesús criticaba a los escribas y fariseos porque hacían muchas cosas para ser admirados: vestiduras, oraciones, limosnas, actos de piedad en público, etcétera. Él veía cómo los ricos ponían muchas monedas en el tesoro del templo de Jerusalén. Al igual que él, muchos peregrinos también contemplaban a esos piadosos personajes y admiraban sus grandes limosnas. Todos vieron a la pobre viuda poner sus dos monedas, tan pequeñas, que ni ruido hacían al caer en el recipiente. Sólo Jesús dijo que ella había dado más que nadie, pues había donado todo lo que tenía, mientras los demás solo lo que les sobraba. Esos ricos personajes no daban limosnas, sino que “invertían” para ser admirados. Ellos seguían siendo el centro de sí mismos y daban la limosna para conseguir su propio beneficio. La viuda daba para agradar a Dios. Jesús valora la acción de la viuda que pasando necesidad dio todo lo que tenía. Los demás daban de lo que les sobraba, y se quedaban con mucho. Por tanto su limosna no les supone ningún sacrificio. Con la pequeña pero generosa limosna de la viuda, Jesús nos deja en claro que vale más lo que damos a Dios y a los demás, con amor, esfuerzo y sencillez, que aquello que hacemos sólo por ser admirados y reconocidos. A todos se nos han dado capacidades, talentos, bienes, cualidades…, no para nuestro exclusivo provecho personal, sino para que los compartamos y den fruto para bien de todos. Por eso, cuando estés haciendo algo, siempre pregúntate por qué lo haces, y si es todo lo que puedes hacer o puedes dar más de ti. Sólo Dios y nuestra conciencia saben hasta dónde nos estamos esforzando en eso que hacemos y si realmente lo hacemos por amor. Porque todo trabajo bien hecho y con la intención de ser mejor y servir a los demás, es una forma de amar a Dios y poner a trabajar los talentos que nos dio. Busquemos que esas ofrendas de nuestros trabajos y de todo lo que decidimos dar a Dios y a los demás, sea dado con amor, humildad y sencillez de corazón. Lo que damos con esfuerzo y sin que los demás lo noten, ¡Dios lo ve más y mejor! ¿Hago el bien por amor a Dios y a los hermanos, o lo hago por aparentar y ser admirado?+ ¿Me “doy” con generosidad o estoy dando “de lo que me sobra”?

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