CESEDEN

LA

ALIANZA

OCCIDENTAL

O LA CRISIS DE LA FUERZA

—Del Diario 6—2—75.

Abril

1 975

“ABC” de fecha

DE INFORMACION BOLETIN NUM. 91 1 —

Las Fuerzas Armadas de los países occidentales están pa sando momentos de intenso cambio, que afecta tanto a su estructu ra, fines y medios como a la escala de valores que tradicionalmen te las han inspirado. Este cambio viene envuelto en un complejo problema social, político y estratégico que Stanley Hoffman acua bajo el nombre de “la aceptabilidad de la fuerza militar” y Lau rence Martin bajo el de utilidad de la fuerza militar”, yque nosotros podríamos denominar la crisis del papel de la fuerza en una sociedad avanzada. Los problemas implicados son, sencillamente, éstos: ¿ pueden las sociedades industriales y democráticas, que se han pr puesto el objetivo del bienestar material y espiritual de sus ma sas,permitirse el disponer de una fuerza armada suficiente para proteg.erse de cualquier tipo de agresión o chantage a que se les pueda someter? ¿No hay medios pacíficos para asegurar la estabi lidad y el orden del sistema internacional sin necesidad del re curso a la fuerza? ¿Cómo deben etructurarse las Fuerzas Armadas que se consideren indispensables? Estos problemas son todo menos académicos desde el momento en que los síntomas del cambio son evidentes, al tiempo que las aiienaza.s reales a Europa occidental no son potencialmente menos patentes. En cuanto a estas últimas, cualesquiera que sean las intenciones finales del bloque socia lista y de la, Unión Soviética, no cabe duda de que hay motivos pa ra pensar que su presencia militar en el centro de Europa puede llegar a ser incontestable. La meditación europea sobre laacepta bilidad y utilidad de la fuerza ¿hará.perder de vista que esa po sible incontestabilidad puede llegar a ser un peligro reala,¿Ajus tará Occidente a su idea sobre la fuerza la convicción de ue las Fuerzas Armadas son vitales para su existencia? Pero lo que es más, ¿encontrará Occidente la.fórmula o estructura de las Fu’zas Armadas que se adecue tanto a la sociedad industrial avanzada,en marcha hacia ideales igualitarios, como a su necesidad de mante ner la guardia?. —



—2—

sociedades occidentales, y sobre todo sus clases di rigentes, todavía perciben con claridad la utilidad de la fuerza como componente del sistema internacional. Lo que ya no perciben tan nítidamente es que la fuerza tenga que estar constituida. como hasta ahora.,cuando todas la.scosas cambian en este mundo, sobre todo en estos años de crecimiento exponencial de los intercambios y relaciones entre los Estados0 La duda. es sobre el modo de utili zar la Fuerza, no sobre su utilidad,última. La revisiÓn se refie re sobre todo a].. papel de las Fuerzas Armad.as dentro de una .socie dad en paz, ampliamente secularizada. Las

CAMBIO_CONTINUO EN LAS FUERZAS ARMADAS Los Ejércitos de la Europa occidental se ven cogidos en tre dos fuegos: por un lado aumentan ios costos de mantenimiento y equipo; por otro lado disminuyen los gastos de defensa, ono cre cen al ritmo debido para contrarresta.rlos aumentos de costo. En efecto, cada nueva generación de armamentos resulta más cara que la anterior en proporciones que van de 3/1 a 10/1; en fin, los Go biernos .seniegan en redondo a aumentar el esfuerzo bélico y a mantener siquiera constante la participación de los gastos de de fensa en el P.N.B. Mientras Estados Unidos gastó en el 1969 el .8,4 por lOO de su P.N.B. en defensa, en el 1972 sólo aplicó a ese fin el 7,5 por 100. Solamente Turquía ha hecho un esfuerzo equivalente a esos dos aflos.Los demás paises de la O.T.A.N lo han reduci do. Siendo el principio del bienestar personal una de las directrices de las las Fuer zas Armadas deben pagar mejor a sus hombres si quieren etenere1 suficiente número con la adecuada capacidad; los Ejércitos soncorn petidores, como cualquier industria, en el mercado de la mano de obra. Esto es especialmente cierto en los casos de Ejércitos yo luntarios; así, al introducir el voluntariado en lugar de la cons cripción, el Ejército norteamericano ha elevado el ingreso anual del recluta de 2.888 dólares a 429; pero también es cierto en Ejércitos de recluta forzosa, como el alemán, donde hay déficit— crónico de unos 30.000 oficiales y en cuyas Fuerzas Armadas tra.— bajan 175.000 civiles, que si no son pagados competitivamente bus carán empleo en la industria y el comercio. ‘

—3—

DIVERSASCLASESDEEJERCITOS

Cuando los miembros civiles y militares de la comisión de Alemania occidental para una Nueva Estructura de las Fuerzas Armadas preguntaron a los ordenádoresqué hacer con los recursos económicos y los hombres disponiblespara cumplir mejor con las necesidades de de2ensa de su país, no les Lormularonuna pregun ta abstracta tal como la de: ¿deben ser concedidasnuestrasFuer

En ¿ct¿rnagen, un 4o1dado cctnadLe.n4_ c.aído e.vie. 4aZO po un de4mayo duxctnteun des1.e de Çaeitza4 de £cz I.A.T.O. en Stot bv.g, AeemanLa. •



zas Armadas como “la nación en armas”’?Esta pregunta, que tuvo su pleno sentido 30 aílos antes, durante el III Reich seríahoy inconcebible; cuando unas Fuerzas Armadas como las alemanas ne cesitan contar con las de Ewtados Unidos, Francia, Inglaterra,. e incluso con las de Turquía y Dinamarca, para hacer racional. su Lunción de$ensiva, di2icilmente esta justi2icado concebir a las Fuerzas Amadas como “la nación en armas”. Pero esos hombres sí £onm..laron implícitamente.alas ordenadores una pregunta un punto menos abstracta. ¿Pueden ser

—4—

las fuerzas armadas alemanas la expresión del “pueblo en armas”? ¿Estaría mejor defendido el país si todo el pueblo con capacidad de portar armas estuviese armado? Esto es, ¿sería la fórmula de la milicia, al estilo sueco o .suizo,lamejorparaAlemania’?LOSOrd,. nadores hipotéticamente contestaron: millones de hombres encua drados en las milicias estarían armados con poco más que espadas de madera, quizá con mosquetones; ni el presupuesto, ni los meca nismos de movilización darían parCamás. Los miembros de la comisión presentaron entonces la pré gunta contaria.:¿quedaría la defensa del país mejor servida con un ejército voluntario? Lós ordenadores replicaron: tampoco. El voluntriadP sólo podría proporcionar un máximo de 300.000 hobres en lugar de los 460.000 o más, necesarios. Esa reducción de fuer za pondría en peligro requerimientos fundamentales de la alianza occidental y haría necesario un replanteamiento radical de los fines del estado alemán. —

¿Qué quedaba entonces como propuesta aceptable para una nueva estructura de la fuerza militar alemana? Nada más que el vigente sistema de conscripción, con algunos retoques alosde fectos más patentes; el primer defecto, el de unas quintas más nu merosasque lo que las unidads existentes y los fondos asignados permiten. Según el informe de la comisión, en el.futuro podrían quedar sin ser llamados a filas entre 100.000 y 150.000 hombres todos los aflos.Aiora bien, esta necesidad estructural presenta indudables dificultades. Para empezar, ¿la juventud no considera ría injusto que sólo una parte de ella tuviese que entregar un afo o más de su vida, mientras o:trós jóvenes avanzarían en sus ca rreras y profesiones? En segundo lugar, si las fuerzas armadasno podían ejercer su influencia sobre toda la juventud, ¿qué queda ría de esa idea tan acariciada por los militares de carrera, del servicio militar como escuela de patriotismo y civismo? Ciertos medios habían sugerido que para restablecer la equidad y ejercer la influencia educativa sobre la juventud, los no llamados a f i— las deberían cumplir un cierto tipo de servicio nacional, norela cionado con las armas. Los ordenadores contsetaron que esto se ría tan caro o más que mantener a esos jóvenes en filas, y de los que se trataba precisamente era de ahorrar para mantener en plena forma y equipamiento a las unidades existentes. —

—5—

Pero, y entonces, ¿habría que dejar las cosas como es taban., que los presupuestosmilitares siguiesen siendo mordidos por los aumentos de costos, por los mejores salarios e incenti vos, dejando cada vez menos dinero para un equipo militar de día en día más caro y tecni$icado? La comisión no, pudo menos de reco mendar que cesase la reducción creciente de la parte de, la de$en sa enel P.N.B., así— como llamó seriamente la aténción sobre el— péligro de dejar que los; gastos en capital militar (armamento,si ternas) se deslizase por debajo del 30 por ciéntó ‘dél presupues to dé de.ensa.Encon— clusión, la comisión no pudó producir una propuesta fundamental de reforma, no logró acu?íar una nueva con cepción de la Punción defensiva de las fuer zas arinadas,y sevió reducida a la mera pro porción de reajustes destiados a impedir el empeóramiento de las cosas. —

Más hacia— óccidente en la isla Gran Bretaí’Ía, y en la En La £tna.gen, iJte.4 rna’tneJLo6 ¿rigle.se.6 aisladá Miérica, los de la N.Á.T.O. eneíendtn 4u6 cga,L)LL en un momento de. expaniz6n en próbleinas se presen— Uo4 Pá/t.t4rno.thi, lngla.tekct tán cón una tipología particular. Aquí’se trata de). voluntariado, reuperadoen Gran Bretaia desde.hace trece aos., y en Estados Unidosen1973.Se tratade una solución que’ha dado magníficos resultados en ru chos países; para los ailosajbnes, el ejército profesional no contiene las secretas arnenazásde una “casta militar”, aislada -

—6—

de la sociedad, que tanto se teme trario, históricamente ha sido la nada al poder civil la función de los momentos de peligro.,• y:previa

en el continente europeo;al con fórmula para mantener subordi— defensa, que sólo ha. crecido en. autorización del parlamento.

Entonces, ¿de dÓnde proceden los problemas de los ejér citos voluntarios anglosajones? Ya.lo estamos viendo: en Gran Bretaña de una intensa secularización y democratización de la vi da, al tiempo que se ha perdido el incentivo del servicio impe rial “overseas”. Sandhurst no logra el numero suficiente de aspi rantes a una carrera militar; los alistamientos en ‘1973 estuvie ron apenas por encima de la mitad de los alistamientos en 1972 cuando la acción en Irlanda atrajo a muchos jóvenes voluntarios. En fín, el ejército brtnico no logra escapar a aquellos mismo que las sociedades continentales temen,y que la misma sociedad británica no ve con satisfacción: la “castización” de las fuerzas armadas mediante la profesionalidad intrafamiliar; en efecto en 1970 el 72 por 100 de los nuevos cadetes eran miembros defami.lis cuyos cabezas eran militares. —

En Estados Unidos, ciertas tendencias que venían ya ob servándose han empezado .a:acentuarge. En efcto, la oficialidad norteamericana se había reclutado históricamente entre los nive les socialmente superiores,:aí como’€ntre la juventud aáadémica mejor formada; desde unos apiosa esta parte, la nueva oficialid tiende a reclutarse entre la clase media y la clase trabajadora alta; al mismo tiempo ha descendido la cualificación intelectual de los nuevos cadetes. Introduciendo el voluntariado, desde me—— diados de 1973, a ha empezado a observarse una reducción del alistamiento de los jóvenes blancos, en comparación con épocas an tenores, y un aumento del de los jóvenes negros y “Spanish”, de modo que se cree que en muy pocos aflosun tercio del ejército nor teamericano puede estár formado por la juventud de los “ghettos” raciales. No es legítimo ver este fenómeno como negativo, porque, al fin y al cabo, refleja nada menos que la transformación quela sociedad norteamericana está sufriendo, sin duda para bien, con un alza de las expectativas y aspiraciones de los sectores menos privilegiados. Pero ésta, como toda transformación social de fon do, acarrea problemas para el hoy; en el caso de las fuerzas ar— niadas norteamericanas supone la necesidad de dedicar grandes es fuerzos a la formación técnica e intelectual de los alistados, y —

—7—

la preparación de un sistema de ascenso, y a la larga, salida profesional que permita la rel.nserción del soldado licenciado, como ciudadano til, perfectamente encajado y reconciliado con la sociedad que ha estado sirviendo. Llegados aqui es preciso hacer una breve recapitula—— ción. Ninguna de las dos formas alternativas de organización de :Las fuerzas armadas la conscripción y el.voluntariado) logran escapar a la crisis planteada por la transformación social y tec nológica. de los países occidentales; cada nación. de la alianza ha vuelto irremediablemente, después de explorar posibles alter nativas, a la.fórmula tradicional que mejor les ha servid.ohis tóricamente, tratando de reabsorber el.mayor nirnero de cambios que le ha. sido posible. PREOCUPACION ENLOS HOMBRES QUE HAN HECHO DE LOSPRINCIPIOSDE DISCIPLINA YJERARQUIAUN IDEAL DE VIDA. Sindicatos de soldados y oficiales, supresión de la obligación del saludo, pelos largos y barbas, participación ac tiva de los soldados y oficiales en la vida política e incluso apertura de los cuarteles a los promotores de las causas socia les, manifestaciones de soldados por las calles de Dragignan... Estas cosas estén ocurriendo en los ejércitos de algunos paises occidentales. ¿De qué se trata? ¿De una revolución, de una sub versión? Las cosas habrá que irlas viendo de otro modo; pues na da más y nada menos que cosas de índole ocurren en las fu zas armadas de países tan “normales” y ordenados como Alemania, Holanda, Estados Unidos, Francia... .

Los valores y perspectivas de las sociedades occiden tales han cambiado radicalmente durante los treinta años de paz continuadas Ese cambio se ha producido en una triple dirección: secularización de la vida, igualitarismo social y democratiza—— ción poitica. ¿Sería pensable que esos cambios hubiesen dejado intacto los valores y perspectivas de la profesión de las armas? No, no sería pensable. Pero también sería impensable que esas no vedades o cambios no sean aceptados con gran preocupación por hombres que han hecho de los princios dé entrega, jerarquía y autoridad un ideal de vida; e igual de absurdo seria pensar que esos cambios, impuestos, a pesar de todo, por la sociedad, no —

—8—

llevarán a.la postre a transformaciones importantes de los hábi tos e ideales, Las perspectivas profesi.oia1estambién han quedado afeo tadas, Los gobiernos tratan desesperadamente de hacer en cierto— modo “civil’ la imagen de las fuerzas armadas (que bien se expre as. esa,idea con la palabra ingresa “civiiianize”’ se trata,de abrir la carrera a los usos y aspiraciones de la vida civilLos militares británico,srehuyen cada vez mós vivir en sus “ghetto.s” de viviendas proporcionadas por el ejército y tienden acomprar sus propias casas, Muchos ejércitos han unido el futuro de la ca rrera de un oficial a. su incursión en el.campo académico o cien tífico. Se proporcionan becas de estudio. Se ofrece a i.OS volun tarios el incentivo de una profesión técnica que les valga luego para la vida civil, tras de unos años de servicio. Parece ser que este incentivo mueve más la voluntad de los jóvenes que los pre mios económicos. De ese modo, muchos hombres logran reconciliar— su vocación militar con los sueíos de’i.a. vida alrededor; por ejem p10, el 96 por 100 de los of iciales que han sido ayudados por el ejército británico a estudiar una carrera universitaria siguen en sus puestos una vez terminada ésta, mientras que en el caso de los profesionales civiles, sólo el 88 por 100 perma.neceen sus puestos uia vez que ha terminado una carrera distinta, patrocina da por su empresa. -



La percepción de estos problemas por parte de los jefes de los ejércitos y estados mayores occidentales les hace reparar en aquellas sociedades donde la $uncidnes civiles y militares se han mostrado históricamente más conciliadas y compenetradas. Es curioso cómo interesan a los militares occidentales las leccio nes que se puedan obtener de países con fuerzas armadas formadas por milicias ciudadanas (Suecia y Suiza por ejemplo). Esta tenden cia hacia la civi1—izacjón” de las fuerzas armadas debería ir, en buena simetría, acompafada de una “militar—jzacjón” de la’vida’ civil;, de u.na comprensión, por parte de la sociedad, de las nece sidades defensivas, de los fines de la fuerza y de los grupós ar mados encargados de administrarla, Nadie parece haber aceptado es ta lógica de modo ms consciente que el Gobierno francés, que se demuestra más que deseoso de indoctrinar a la población y, sobre todo, a la juventud, en los pr±ncip±os de la defensa nacional.

—9—

El incidente de Draguignan, con el subsiguiente conse jo de guerra y absolución de los inculpados, puede ser entendido como que la sociedad, en contrapartida, exige de las fuerzas ar— madas una revisión de los aspectos menos civiles de su concepcio’i, tal como, por otra parte, ha ocurrido ya, y no con resultados ca tastróficos, ciertamente, en las fuerzas armadas norteamericanas. El grado de sensibilización de las fuerzas armadas ante las evo luciones y deseos de la propia sociedad puede llegar a ser altí simo, y reflejar el ideal de la población. Según el semanario “Le Point”, en las últimas elecciones presidenciales francesas, el 50 por 100 de los miembros de las fuerzas armadas votaron por el candidato de las izquierdas unidas, reflejando, al milímetro casi, el verdadero resultado electoral. —

CONDICIONESDESEGURIDAD Sería erróneo ver en todos estos fenómenos, que circuns tancialmente debilitan ( y sólo hasta cierto punto) las condicio nes de seguridad de las sociedades occidentales, un signo de de cadencia o de pérdida de fuentes de la voluntad de supervivencia. Hay un modo positivo de ver esta cuestión, y es la de que la cri sis del papel de la fuerza obedece al hecho de que las socieda des occidentales perciben como posibles formas superiores de con vivencia entre los pueblos, más pacíficas y productivas, capaces de dotar al sistema internacional de mayor equilibrio que el que podría proporcionar la contínua afirmación de la fuerza. El énf a sis occidental en los valores productivos ha permitido un desa rrollo de la cultura y la economía superior al registrado en los países orientales de Europa, y además ello en unas condiciones to lerantes de libertad política. Eso en sí mismo es un valor. Pero entretanto es preciso asegurar la seguridad de to dos lOS días. Y esto es lo verdaderamente problemático en el oc cidente europeo. Sabido es que Occidente, en el caso de ún con flicto armado convencional, esto es, un conflicto en que no inter vienen las armas nucleares, necesitaía unos tres meses para movi lizar sus superiores recursos humanos, económicos y técnicos, pe ro el problema es resistir esos noventadías. Así, la suerte del frente centroeuropeo se decidiría entre el día D y el D+5; la de Alemania

Federal

entre

D+5 y D+2O;

la

de Francia

entre

D+20

y





lo



D+60, y la de Gran Bretaña en poco más. Así, apenas habría habido tiempo para la movilización del potencial europeo y americano de Occidente. De ahí la necesidad del recurso de la fuerza nuclear, desde los primeros estadios del conflicto.;cua.ndomenor fuese la capacidad de re.sistencia a.un choque convencional, más se adelan taría el umbral nuclea.r y se acercaría el holocausto definitivo de nuestra civilización Por eso la alarma sobre la.reducción de. la capacidad adquisitiva de los presupuestos de defensa, y su re ducción con relación al P.N.BO, sacrificados en orden al desarro 110 económico y la paz social. ¿No habrá un punto de equilibrio sabio entre los requerimientos de la seguridad y los del bienes tar? ¿Cuál es la cifra de oro, el porcentaje que en cada momento garantice la marcha firme hacia el bienestar, sin traspasar el punto de no retorno en cuanto a la seguridad? Se puede hacer de todo menos ocultar este problema, este debate, a la opinión públi ca, porque no existe una fórmula mágica que sólo algunos inicia dos poseen; esa cifra de oro, ese porcentaje sabio, sólo lo puede descubrir la conciencia despierta de los pueblos y sus dirigentes porque sencillamente reside en su voluntad. —