Keywords: academic disciplines, students, cultural

ƒƒ José Luis Suárez Domínguez* y José Fernando Alarcón González** Recepción: 13 de agosto de 2014 | Aprobación: 18 de febrero de 2015 Capital cultura...
0 downloads 0 Views 951KB Size
ƒƒ José Luis Suárez Domínguez* y José Fernando Alarcón González** Recepción: 13 de agosto de 2014 | Aprobación: 18 de febrero de 2015

Capital cultural y prácticas de consumo cultural en el primer año de estudios universitarios

Cultural capital and cultural consumption in the first year of university studies

La Universidad es un espacio en el cual convergen distintos procesos de socialización, valoraciones del mundo social y académico, así como construcciones sobre la importancia que tienen las dinámicas de consumo cultural de los estudiantes. Las disciplinas académicas a las cuales se incorporan los estudiantes regulan esas dinámicas de consumo cultural, haciendo que el capital cultural que las definía se convierta en una variable de menor capacidad explicativa durante el primer año de estudios universitarios. De esta forma, mientras algunas disciplinas valoran altamente el consumo cultural, otras le dan una importancia periférica o lo desplazan a un plano más externo con relación a la propia universidad. En este sentido, la oferta cultural de la ciudad, así como el predominio que tiene el denominado consumo de cultura popular, se convierten en los principales contextos en los que los estudiantes invierten parte de su tiempo.

University is a space in which different socialization processes, assessments of social world and academia, as well as constructions on the importance of the dynamics of cultural consumption of students converge. Academic disciplines to which students are incorporated regulate these dynamics of cultural consumption, making the cultural capital that used to define them, a variable with a less explanatory power in the first year of university studies. Thus, while some disciplines highly value cultural consumption, others give it a peripheral importance to it or move it into a more external space with respect to the University. In this sense, the cultural offering of the city, as well as the dominance that the consumption of the so-called popular culture, has become the main contexts in which students invest part of their time.

Palabras clave: Palabras clave: disciplinas

Keywords: academic disciplines, students, cultural

académicas, estudiantes, prácticas culturales, universidad.

practices, university.

Investigador del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana y académico en los programas de maestría y doctorado del mismo instituto. México. CE: [email protected] , [email protected] ** Académico en la Universidad Veracruzana, adscrito a la Facultad de Idiomas. Estudiante del programa de Doctorado en Investigación Educativa del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana. México. CE: [email protected] , [email protected] *

Capital cultural y prácticas de consumo cultural en el primer año de estudios universitarios

„„José Luis Suárez Domínguez y José Fernando Alarcón González

Elementos teóricos del problema de investigación Este artículo plantea una aproximación a las prácticas de consumo cultural de los estudiantes en el primer año universitario, quienes se han convertido en sujetos de investigación en distintas dimensiones (culturales, políticas, sociales, académicas, de prácticas juveniles). La literatura especializada en los estudiantes es cada vez más amplia (De Garay, 2004; Torenbeek et al., 2010; Guzmán y Saucedo, 2007; Guzmán y Serrano, 2011; Weiss, 2012). Una forma de observarlos es a partir de su condición de actores sociales ya que dentro de diversos contextos, uno de ellos el universitario, muestran cierta heterogeneidad en sus modos de comportamiento, se apropian de diferentes símbolos y códigos culturales, a través de múltiples procesos de socialización, la pertenencia a grupos diversos, o bien, mediante ciertas prácticas de consumo cultural. Las opciones que los estudiantes tienen para llevar a cabo sus prácticas de consumo cultural reflejan la diversidad y la complejidad de los escenarios escolares y extraescolares, pero también las capacidades y disposiciones de ellos hacia las prácticas culturales. En la sociología de Bourdieu (1995), tales disposiciones son los resultados de un habitus, construcciones sociales adquiridas en torno a un conjunto de acciones. Es decir, las prácticas de consumo cultural en los estudiantes universitarios no han de observarse como expresiones aisladas de la acción social de estos sujetos, sino como el resultado de adquisiciones previas, orientadas hacia aquello que se considera valioso o en lo que vale la pena invertir. Desde otras coordenadas teóricas, Berger y Luckman (1972), señalaban la importancia que tienen la socialización primaria y la socialización secundaria como dos etapas constitutivas de la construcción social de la realidad de los individuos. Los sujetos aprehenden el mundo como realidad significativa y social, internalizan acontecimientos objetivos que expresan significados para ellos en la medida en que son una manifestación de los procesos subjetivos de otros. De esta forma, los sujetos comprenden el mundo en el que viven y lo apropian porque también comprenden el mundo en el cual los otros viven. Mediante la internalización, los sujetos son capaces de compartir, entonces, el mismo mundo y definirlo recíprocamente (Berger y Luckman, 1972: 164-165). Las dinámicas de consumo cultural siguen esta lógica, forman parte del conjunto de prácticas que los sujetos comparten con otros, y constituyen el mundo social al cual ellos pertenecen. Revista Interamericana de Educación de Adultos  Año 37 • número 1 • enero - junio de 2015

43

José Luis Suárez Domínguez y José Fernando Alarcón González

Las dinámicas de consumo cultural pueden observarse desde estas dos etapas de socialización. En la socialización primaria, se identifican los patrones de consumo cultural de los estudiantes universitarios, objeto de nuestro estudio. Cabe plantearse cuáles son las prácticas culturales que definen a estas poblaciones, en qué medida o con qué frecuencia éstas se llevan a cabo, y qué naturaleza tienen. En la socialización secundaria entran en juego las instituciones escolares a las que dichos estudiantes asisten, en las cuales, como espacios de socialización, es posible encontrar una producción cultural de cierta relevancia. En la amplia literatura acerca de la relación entre las características de los estudiantes y las características de los establecimientos escolares, una de las hipótesis más estudiadas es aquella que define al origen social como uno de los factores de mayor peso a la hora de explicar los desempeños de los estudiantes dentro del espacio escolar. Cuando Bourdieu y Passeron (1985) establecieron que el origen social se traduce como el destino de los estudiantes en la escuela, se abrió una discusión sobre la importancia de la familia, las interacciones sociales y las prácticas culturales como variables que diferencian a las poblaciones estudiantiles en contraposición con las perspectivas que preconizan la influencia de los ambientes escolares en el comportamiento estudiantil. En este punto de la argumentación tomamos una posición que orienta la lectura de los resultados de investigación en este trabajo. Creemos que las diferencias en las prácticas de consumo cultural pueden explicarse, al menos inicialmente, desde el origen social; sin embargo, las instituciones escolares tienen cierta capacidad para modificar tales prácticas. Adoptamos la idea de que tanto las diferencias de orden social como las dinámicas de socialización de los estudiantes dentro de la universidad aportan elementos que definen la orientación del consumo cultural. En cierto modo, la perspectiva planteada constituye la base del problema de la investigación, el cual comenzaremos a construir a partir de la primera aproximación al concepto de consumo cultural, los tipos que se pueden identificar, así como la relevancia de dicho consumo en el ámbito de las instituciones universitarias.

Las dinámicas de consumo cultural Sobre el análisis de las dinámicas de consumo cultural se generó un debate a partir de las diferentes tradiciones académicas que han abordado este tema. Ya desde el inicio del siglo XIX teóricos e intelectuales de áreas del conocimiento como la filosofía, la historia, la psicología, la antropología o la sociología, plantearon preguntas alrededor de la cultura de la sociedad, sus estratos y su consumo. Estas preguntas dieron lugar a enfoques teóricos y conceptos que aún siguen vigentes. El punto principal en el debate se ha centrado en cómo y bajo qué argumentos se clasifica y valora la producción, participación y consumo de los eventos y productos culturales de los sujetos según su condición social. Una clasificación vigente, incluso a pesar de considerarse controversial entre los autores que tratan el tema del consumo cultural, deriva de una tradición sociológica conservadora con sus teorías acerca de la sociedad de masas. Esta tradición tuvo su origen a finales del siglo XIX en el Reino Unido con autores como John Ruskin, Matthew Arnold o William Morris (Martín, 2009) y continuó en los Estados Unidos en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial con sociólogos tales como Edward Shils, Dwight MacDonald, Daniel Bell y, más recientemente, con George Ritzer (Storey, 2002).

44

Revista Interamericana de Educación de Adultos  Año 37 • número 1 • enero - junio de 2015

Capital cultural y prácticas de consumo cultural en el primer año de estudios universitarios

Estas tradiciones diferencian a la cultura de élite, o también llamada alta cultura, del resto de las manifestaciones culturales, denominadas todas ellas como cultura popular moderna. El origen de esta diferenciación se ubica a partir de la “democratización” de los productos y las ofertas culturales, y de que las clases sociales media y baja comenzaron a tener acceso a la educación formal y a algunas tecnologías. Esta diferenciación fue el resultado de un esfuerzo de las élites letradas por mantener su hegemonía, ya no desde la posesión de bienes materiales o de dominios del conocimiento, sino a partir de la producción, consumo, posesión y valoración de ciertos productos y eventos culturales. Es preciso señalar que si bien se ha diferenciado a la cultura de élite o alta cultura de la cultura popular moderna, sobre esta última existen al menos un par de subclasificaciones a partir del origen y el sentido positivo o negativo que puedan tener. Bouza (1998), Eco (1993), Lobeto (2000) y Velasco (1992), se refieren a dos tipos de manifestaciones culturales que se oponen a la cultura de élite: la cultura popular clásica y la cultura de masas. La cultura popular clásica se relaciona con las manifestaciones culturales rescatadas del folclore y las tradiciones heredadas por una sociedad, estas manifestaciones tienen un carácter positivo pues enaltecen las cualidades y los valores de un pueblo a través de su historia. Esta tradición cultural, que surge de los ideales del romanticismo, tanto europeo como americano, se presenta como una respuesta del pueblo ante las manifestaciones del poder de la aristocracia. Por otra parte, según los críticos de la teoría de la cultura de masas, ésta se caracteriza por ser un producto de la estandarización de las manifestaciones culturales a partir de su difusión a través de los medios de comunicación. Por ende, el origen de esta clasificación de la cultura está situado en pleno siglo XX y obedece a cuestiones mercantiles e ideológicas. Esta clasificación de la cultura tiene un carácter negativo, pues implica una cultura artificial y ajena al pueblo, creada e introducida por los medios de comunicación con fines de manipulación a partir de la promoción de una ideología determinada. En años recientes, estas clasificaciones han sido recuperadas por otras tradiciones menos conservadoras, que si bien siguen utilizándolas para referirse a diferencias de clase social, sirven también para enriquecer la discusión de debates sociológicos fundamentales como el de la agencia social. Cabe señalar que el término que actualmente se utiliza para diferenciar tanto a la cultura popular clásica como a la cultura de masas de la cultura de élite, es simplemente cultura popular. En nuestra investigación, recuperamos estas clasificaciones de la cultura en tanto los productos culturales que consumen los estudiantes se circunscriben en una u otra; no obstante, no pretendemos establecer jerarquías sobre el consumo de productos culturales. Buscamos más bien la relación entre las prácticas culturales de los estudiantes y su capital cultural, en el marco de las disciplinas a las que se incorporan.

La relación entre campo, consumo y capital cultural Observar las dinámicas de consumo cultural a partir de las diferencias de origen y los procesos de socialización y participación en los grupos de referencia culturales, implica recuperar otro conjunto de conceptos teóricos. Las nociones de campo y capital cultural nos permiten hacer un análisis de las diferencias de origen entre los estudiantes y, al mismo tiempo, caracterizar el espacio escolar universitario, entendido como un campo. La noción de campo, a su vez, nos ayuda a establecer una conexión con el contexto de la escuela como espacio social y su influencia sobre los estudiantes en tanto agentes sociales, como ambiente Revista Interamericana de Educación de Adultos  Año 37 • número 1 • enero - junio de 2015

45

José Luis Suárez Domínguez y José Fernando Alarcón González

que orienta las prácticas de consumo cultural. El campo es un espacio de relaciones objetivas, definidas a partir de las posiciones que los agentes ocupan dentro de él (Bourdieu, 1995). La posición de los agentes sociales está definida por el volumen de capital cultural con el que ellos cuentan. Este volumen es el resultado de la inversión de tiempo que los agentes hacen dentro del campo, es decir, en la medida en que ellos forman parte del mismo, adquieren recursos que les permiten avanzar, acercarse a los núcleos de poder y, por tanto, contar con mayores ventajas con respecto a quienes ocupan otras posiciones. De la noción de campo se construye la propia de campo universitario, entendido como un espacio jerarquizado, la escuela como organización, como espacio social dotado de un sentido social y profesional. Al presentarse como jerarquizado, el campo universitario, se convierte en un espacio desde el cual el consumo cultural se concibe, se produce y se recrea de diferentes modos, lo cual, en última instancia es resultado de aquello que los agentes sociales conciben como válido. Como apunta Bourdieu (2008: 26), “[se trata de] un universo que depende de la representación que de él se hacen los agentes; éstos pueden sacar partido de la pluralidad de los principios de jerarquización”. Las dinámicas de consumo cultural están asociadas a la idea de capital cultural. En el espacio social, los agentes o grupos se distribuyen de distinta manera según el volumen y la estructura del capital cultural. Esto quiere decir que los sujetos no tienen las mismas prácticas, ni pertenecen a los mismos grupos de consumo cultural. La relación entre capital cultural y consumo cultural puede analizarse mediante uno de los tipos que produce el primero. En la sociología de Bourdieu, el capital cultural se define a través de tres tipos: el incorporado, el objetivado y el institucionalizado. Cada uno hace referencia a una dimensión específica de los recursos que los agentes sociales han acumulado a lo largo del tiempo. De esta forma, el capital objetivado se refiere a la posesión de bienes materiales que juegan a favor de determinados propósitos que esos agentes persiguen. El capital institucionalizado se refiere a las trayectorias de los agentes, a las instituciones por las cuales han transitado a lo largo de su historia y que, en el caso de los estudiantes, se definen como instituciones escolares con un cierto nivel de prestigio. El capital incorporado, por su parte, se refiere a las prácticas y disposiciones interiorizadas que los agentes tienen, tales como la adquisición e incorporación de una cultura. Es una propiedad hecha cuerpo. La apropiación de este tipo de capital supone un trabajo de inculcación y asimilación, consume tiempo, que tiene que ser invertido personalmente por el inversionista (Bourdieu, 1987). El capital incorporado tiene a la familia como su eje constitutivo. Cada vez es más frecuente aceptar la premisa de que el estudio de la familia en su dimensión amplia permite asociar al desempeño de los estudiantes en la universidad un conjunto de elementos definidos desde la infancia, tales como si se ha avanzado o no en ciertas posiciones sociales respecto de las generaciones familiares anteriores, proyectos de los padres y abuelos, representaciones sociales de los roles que juegan socialmente los miembros de la familia (Desmet y Pourtois, 1993). En este punto entran en relación las nociones teóricas de capital cultural y consumo cultural, pues este último depende del primero; es decir, las prácticas de consumo cultural son el resultado de los recursos y del capital cultural acumulado por los agentes sociales a lo largo de un determinado tiempo. Por esta razón, el consumo cultural tiene que asociarse en cierta forma a las prácticas y dinámicas familiares, pues es en este núcleo donde la cultura y sus diferentes formas de expresión adquieren un valor.

46

Revista Interamericana de Educación de Adultos  Año 37 • número 1 • enero - junio de 2015

Capital cultural y prácticas de consumo cultural en el primer año de estudios universitarios

De acuerdo con lo anterior, a manera de hipótesis, planteamos que las dinámicas de consumo cultural son resultado de dos grandes ámbitos de influencia. El primero se refiere a la socialización primaria, a las diferencias de origen que se traducen en prácticas que los agentes sociales llevan a cabo; en suma, el capital incorporado acumulado desde las relaciones establecidas en la familia. El segundo ámbito, alude a la socialización secundaria, al contexto de las relaciones que los sujetos establecen más allá de la familia y que, en este caso, enfocamos hacia la escuela; la universidad como espacio de influencia, como campo que diferencia entre las prácticas que dichos agentes llevan a cabo. Estas prácticas pueden referirse mediante la unidad de análisis que constituye la disciplina, en tanto estructura que organiza un conjunto de elementos que intentaremos destacar.

Campo y disciplinas académicas El concepto de disciplinas académicas adquiere relevancia. Las disciplinas articulan los diferentes rasgos que presenta el campo universitario. Se convierten así en el contexto para observar la relación entre el capital cultural, el consumo cultural y el campo. Los estudiantes, agentes que poseen rasgos específicos, tienen diferentes prácticas de consumo cultural, según las disciplinas universitarias a las cuales ingresan. Las disciplinas académicas son formas de organización y producción de conocimiento que comparten ciertos valores, costumbres y rituales. Permiten distinguir ciertos límites y territorios establecidos por tribus académicas (Becher, 1997). En nuestro país, las disciplinas académicas son un rasgo constitutivo del campo universitario, porque las instituciones universitarias se han organizado en función de una división de conocimiento útil para la gestión, la producción de conocimiento y la enseñanza misma. Esto, a su vez, refleja la composición de muchos modelos de universidad y la forma en que ellos proyectaron su organización académica. De hecho, este es un rasgo propio de estas instituciones desde 1945, donde las estructuras disciplinarias cubrieron a sus miembros con una reja protectora y no han alentado a nadie a cruzar sus líneas (Wallerstein, 1996). Desde luego, perspectivas como la anterior encuentran un debate importante con la idea de transdisciplinariedad promovida a lo largo de la obra de autores como Morin (2003, 2007), bajo la perspectiva de pensamiento complejo, así como de interdisciplinariedad en autores como Piaget (1970). La ruptura con la idea de disciplinas como espacios donde se analizan determinados objetos de estudio. En un sentido contrario a los principios del paradigma cartesiano, la transdisciplina organiza los conocimientos de forma tal que rompe con los territorios y campos específicos de producción y recreación de conocimientos. Si las disciplinas académicas, decíamos, son un rasgo constitutivo del campo universitario, en tanto que reflejan la racionalidad de su organización (Clark, 1991), a nuestro modo de ver se convierten en unidades analíticas de amplia utilidad para comparar diversos objetos de estudio, entre los cuales bien podemos ubicar al consumo cultural. Las disciplinas académicas permiten diferenciar comportamientos o desempeños estudiantiles. La pertenencia disciplinaria, esto es, el tipo de estudios que cursan los estudiantes, regula la relación con los estudios, las aspiraciones educativas, el futuro profesional y la participación política, de acuerdo con la rama disciplinaria en la que ellos se encuentran inscritos (Grediaga, 2000; Guzmán, 2002).

Revista Interamericana de Educación de Adultos  Año 37 • número 1 • enero - junio de 2015

47

José Luis Suárez Domínguez y José Fernando Alarcón González

El problema de la investigación Desde nuestro modo de ver, contamos con los elementos necesarios para establecer el problema de investigación que constituye la estructura de este artículo. Tomamos como punto de partida la noción de capital cultural para referir las diferencias de origen que presentan los estudiantes que son objeto de nuestro estudio. Así, diremos que el capital cultural diferencia a las poblaciones de nuevo ingreso a la Universidad; de la misma forma, este capital cultural orienta las prácticas de consumo cultural; es decir, a mayor capital cultural es posible encontrar mayor frecuencia en dichas prácticas. Pero una vez que los estudiantes ingresan a la Universidad, el primer año de estudios se vuelve un contexto capaz de cambiar las orientaciones del consumo cultural, en algunos casos disminuyendo su frecuencia mientras que en otros casos ocurre lo contrario. Esto se debe al peso que muestra la disciplina como forma de organización dentro del campo universitario, pero también al contexto externo de la institución escolar, la oferta cultural de las ciudades, las redes establecidas por los estudiantes, entre otras cuestiones. Por consiguiente, el primer año es el espacio social donde se observan tales cambios en la dirección del consumo cultural.

El primer año en la universidad como etapa de trasformaciones La literatura producida alrededor del primer año universitario como objeto de estudio es muy amplia. Se le considera como un periodo de cambios, como los que se refieren a las prácticas sociales, políticas, académicas y culturales (Tinto, 1987; De Garay, 2004; Torenbeek, 2010). Los cambios en las prácticas de consumo cultural no son fáciles de observar si no se utilizan algunos referentes de medida y seguimiento. Entenderemos como prácticas de consumo cultural a las formas de participación, asistencia o pertenencia a diversas actividades relativas a la recreación o incorporación de ciertos referentes culturales. Es decir, son las prácticas que sirven para apropiarse de diversos bienes culturales (García, 1992; De Garay, 2004). Las prácticas de consumo cultural interesan a la sociología de la educación al cumplir una función de diferenciación del desempeño estudiantil. Diversos estudios han concluido que el consumo cultural tiene una propiedad integradora al medio escolar. Con las técnicas de regresión logística se ha mostrado que quienes tienen un alto nivel de prácticas de consumo cultural, tienen una probabilidad mayor de integrarse al medio académico y social de una institución (De Garay, 2004; Torenbeek, 2010; Suárez, 2012). A manera de preguntas de investigación cabe entonces plantearnos ¿qué tipo de prácticas de consumo cultural caracterizan a los estudiantes?, ¿cuáles predominan?, ¿cambian las prácticas de consumo cultural durante el primer año universitario? Si es así, ¿los cambios se explican según las disciplinas de adscripción?, ¿las prácticas de consumo cultural cambian por las regulaciones que los estudiantes reciben desde dentro de la universidad como espacio social, o se atribuyen a la oferta cultural externa? Para responder a estas preguntas deben tomarse en cuenta tanto las prácticas de los sujetos como las restricciones que tienen las disciplinas a las cuales ingresaron los estudiantes. Algunas disciplinas otorgan mayor libertad de consumo cultural en comparación con otras que suelen restringirlo. Con las referencias anteriormente señaladas, podemos ahora referirnos a los rasgos metodológicos del estudio.

48

Revista Interamericana de Educación de Adultos  Año 37 • número 1 • enero - junio de 2015

Capital cultural y prácticas de consumo cultural en el primer año de estudios universitarios

Características generales de la investigación y de la población de estudio Los resultados que presentamos proceden de la puesta en marcha de un proyecto de investigación que llevamos a cabo en 2011. De manera particular, exploramos la dinámica que presentaron los estudiantes que ingresaron al área de Humanidades de la Universidad Veracruzana durante el primer año de estudios con relación al consumo cultural. Para tal efecto, establecimos un diseño metodológico de tipo longitudinal, el cual nos permitió comparar el perfil de ingreso de los estudiantes y los cambios durante el primer año de estudios en cuanto a las prácticas culturales se refiere. Fue un proyecto de corte mayormente cuantitativo. Utilizamos la encuesta como instrumento de recogida de datos. Aplicamos dos encuestas a la población de estudio (una al ingreso y una después de la conclusión del primer año). La encuesta se diseñó con 57 preguntas de matriz, las cuales nos dieron la posibilidad de aplicar las técnicas de cluster y análisis factorial para conocer con precisión las relaciones propuestas en la hipótesis. La población de estudio fue el total de estudiantes que ingresaron en 2011 al área de Humanidades de la Universidad Veracruzana (UV), específicamente en las ocho carreras que se ofrecen en el campus Xalapa dentro de la denominada Ex Unidad de Humanidades; en ese sentido, nos planteamos un censo más que un muestreo. Sin embargo, cabe señalar que no nos fue posible completar dicho censo, pues en la primera encuesta logramos cubrir 80% de los casos, es decir, de 850 estudiantes en total, encuestamos a 692. En la segunda encuesta, dada la dinámica de abandono y en virtud de que únicamente podíamos considerar a quienes habíamos encuestado por primera vez, la población susceptible de exploración disminuyó a 4071 casos, de los cuales cubrimos 95%, es decir, 389 casos. Consideramos, no obstante, que existe suficiente representatividad para hacer algunas generalizaciones en torno a los resultados.

Los estudiantes en la Universidad Veracruzana En la UV, los estudiantes pueden observarse partiendo de dos ejes principales: el primero, que los estudiantes son actores desconocidos, con diversas prácticas académicas, culturales y sociales (De Garay, 2004; Miller, 2007; Suárez, 2012); el segundo, que viven en la universidad procesos vinculados a otras esferas de su vida social, tales como su condición de jóvenes (Guzmán y Saucedo, 2007; Guzmán y Serrano, 2011; Weiss, 2012). En la Universidad Veracruzana, es muy incipiente aún la literatura producida en torno a los estudiantes como agentes sociales complejos, en ese sentido, se convierten en una preocupación central entre los académicos en el terreno de las ciencias sociales. Es importante tener mayor claridad sobre su procedencia, saber quiénes son, de dónde vienen, dónde viven, qué intereses han construido en torno a esta casa de estudios (Chain, 2007), así como el tipo de prácticas culturales que realizan (Molina et al., 2012).

1.

En esta población no se consideró a los estudiantes de Antropología, quienes no fueron encuestados una segunda vez, pues las características de su plan de estudios (dividido en cuatro carreras pero con un primer año de formación general) no nos proporcionaba información útil para la comparación con el resto de las carreras. Antropología solo figura en los resultados de la primera encuesta, es decir, cuando los estudiantes ingresaron a la UV.

Revista Interamericana de Educación de Adultos  Año 37 • número 1 • enero - junio de 2015

49

José Luis Suárez Domínguez y José Fernando Alarcón González

Sabemos, no obstante, que la Universidad Veracruzana recibe cada año a poblaciones altamente heterogéneas. En el caso del área de Humanidades, en 2011, se pudo identificar a estudiantes procedentes de más de 300 localidades en el estado. Es decir, la población estudiantil es heterogénea y tiene diferentes dinámicas de consumo cultural. Las disciplinas del área de humanidades son representativas en la UV por varias razones. En el nivel nacional y dentro del conjunto de las universidades públicas del país, la Universidad Veracruzana tiene el segundo lugar entre las instituciones con mayor atención en su matrícula total respecto a esa área de conocimiento, pues atiende a 5,338 estudiantes, mismos que representan el 9% del total de la matrícula en la UV, la cual es de 59,711 estudiantes. Solo la UNAM tiene una cobertura mayor. Tradicionalmente, el área de humanidades se considera de predominio femenino. En el país, tan solo en la última década, casi no ha habido cambios en este sentido, pues en 2002, de los 81,057 estudiantes de dicha área, 34.4% eran hombres y 65.6% mujeres (México, INEGI, 2002). Para 2011, de los 74,775 estudiantes existentes, hay 39.6% de hombres y 60.4% de mujeres (México, ANUIES, 2011). La mayoría de las carreras de humanidades se concentran en la ciudad de Xalapa, razón por la cual tiene sentido observar las dinámicas de consumo cultural no solamente en relación con la escuela, sino también con la ciudad. Ambos contextos son referentes importantes en cuanto a la oferta cultural. Por un lado, la UV se distingue por su amplia infraestructura y oferta cultural. De hecho, históricamente, en esta institución la difusión de la cultura ocupa el segundo lugar entre las funciones sustantivas. Por otra parte, la ciudad de Xalapa cuenta con una oferta cultural no menor. La conocida como “Atenas veracruzana” se ha distinguido a lo largo de su historia por su predominio en el contexto de algunas expresiones artísticas, tales como la fotografía, la puesta en escena —teatro—, el jazz, el cine, la danza, la escultura, entre otras.

El modelo metodológico Las prácticas de consumo cultural de los estudiantes y la dirección que ellas toman durante el primer año de estudios universitarios fueron observadas mediante la construcción de una clasificación. Con el uso de la técnica de Cluster, elaboramos una tipología sobre las prácticas que los estudiantes tenían al momento de ingresar y una tipología durante el primer año de estudios, con las cuales observamos los cambios según la disciplina de adscripción. Dada la perspectiva, el modelo consideró distinguir entre el consumo cultural interno y el externo con relación a la Universidad. Por otra parte, en la medida que sostenemos que las disciplinas reciben diferentes tipos de estudiantes según su consumo cultural, —derivado de su capital cultural—, construimos una graduación de este último a partir de la técnica de análisis factorial para observar si los rasgos de la disciplina, tales como su jerarquía en términos de prestigio, la posición académica que guardan en el conjunto de las disciplinas, su aproximación al carácter de ciencia social y su proyección profesional, se relacionan con el nivel de consumo cultural ya descrito. El análisis factorial es utilizado para explicar factores que pueden estar presentes en distintas pruebas, es una técnica de análisis multivariante.2 2.

50

Todas las operaciones se realizaron con el programa estadístico SPSS (Statistical Package for Social Sciences). Los resultados de cada operación se muestran siempre a partir de una perspectiva disciplinaria, por la importancia que tienen en el estudio como unidades de análisis.

Revista Interamericana de Educación de Adultos  Año 37 • número 1 • enero - junio de 2015

Capital cultural y prácticas de consumo cultural en el primer año de estudios universitarios

La exposición de los resultados presenta, en primer lugar, los niveles de capital cultural de los estudiantes de nuevo ingreso con relación a las disciplinas a las que se incorporaron. En segundo lugar, el nivel de consumo cultural de los estudiantes cuando ingresaron y, posteriormente, en el primer año universitario tanto dentro como fuera de la institución. Finalmente, la dirección que tomó su consumo cultural durante ese primer año. En el primer paso, las variables de capital cultural se muestran en la tabla siguiente:

Tabla 1. Variables de capital cultural de los estudiantes de nuevo ingreso a las disciplinas de Humanidades. Variables

Categoría

Posesión de bienes graduado mediante las variables: televisión, videojuegos, auto propio, auto familiar, lavadora, impresora, Internet, computadora, escritorio, espacio de estudio en casa. Referencia familiar en términos de acercamiento a la cultura universitaria: nivel de escolaridad del padre (con estudios superiores o sin estudios superiores); nivel de escolaridad de la madre (con estudios superiores o sin estudios superiores); ocupación del padre (formación universitaria o profesión no universitaria); ocupación de la madre (formación universitaria o profesión no universitaria).

Capital cultural

Trayectorias institucionales y obtención de certificados: promedio en bachillerato (= ó >8:

Suggest Documents