Goce de la palabra, goce del cuerpo

Goce de la palabra, goce del cuerpo Ricardo D. Seldes El encuentro azaroso del cuerpo con el significante En la enseñanza de Lacan, y en la misma pr...
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Goce de la palabra, goce del cuerpo Ricardo D. Seldes

El encuentro azaroso del cuerpo con el significante

En la enseñanza de Lacan, y en la misma práctica del psicoanálisis, hay una dialéctica que va del sujeto al parlêtre, es decir del sujeto muerto en la cadena significante a un ser que habla, a un ser vivo que depende de que haya un cuerpo. Habla y es hablado.

Partimos por lo general de una demanda de urgencia, la que hace precisa la palabra para que en momentos posteriores se tope con los restos, con los residuos que deja la extracción del sentido. Es nuestra preocupación cuando destacamos con Freud una de las primeras verdades psicoanalíticas y es que hablamos sin saber. El enunciado no coincide nunca conla enunciación, hablamos con el cuerpo y sin saber. Con Lacan incluimos la dimensión de lo real en donde se verifica una imposibilidad, la de inscribir la relación, principalmente la relación sexual entre dos cuerpos de diferente sexo. Con Freud y con Lacan advertimos que cuando nos abocamos a indagar sobre el cuerpo, llegamos a la noción de satisfacción. El hombre tiene un cuerpo afectado de significante que encuentra distintos tipos de satisfacción, conocidas o desconocidas. El goce es el producto del encuentro azaroso del cuerpo con el significante, encuentro que mortifica el cuerpo pero al mismo tiempo recorta en la carne lo vivo que anima el mundo del psiquismo. La satisfacción está siempre en juego, causa y búsqueda al mismo tiempo en la experiencia del análisis.

Hemos seguido las indicaciones precisas de J-A. Miller en el curso Sutilezas analíticas para ubicar los acontecimientos de cuerpo en tanto no son meros hechos de cuerpo.Son los que producen momentos memorables, trazos inolvidables, un advenimiento de goce, fijaciones que no cesan de exigir el cifrado simbólico del inconsciente. Así como hay un cuerpo que habla, tenemos un cuerpo que no habla, que goza en el silencio pulsional.Es con ese cuerpo que se habla, que a la vez se usa para hablar y para producir el síntomaanalítico. A partir

de estas premisas, y con un ejemplo clínico, acentuaremos de qué manera la práctica analítica es un cortocircuito que pasa por el sentido, una copulación del lenguaje (asiento del inconsciente) con el propio cuerpo[1]. Las mujeres y las palabras El goce sexual femenino permite captar que el cuerpo mismo se convierte en un “fuera de cuerpo”. Nos resulta interesante la apreciación de Jacques-Alain Miller cuando señala que en ella el goce está contenido en el cuerpo propio, salvo que ese cuerpo propio es otro para el sujeto.[2] Un cuerpo fuera de sí sujeto a cierto número de fenómenos de apertura y de ilimitación. La cuestión de la alteridad de la mujer, implica ser otra, incluso para ella misma. Si las mujeres encarnan la diferencia en cuanto tal, eso les deja un vacío esencial que las puede hacer muy dependientes del fantasma del hombre. Es un vacío que precisa del amor, y el amor precisa las palabras, aunque no se sepa lo que se quiere. Pero sí que se desean palabras.

A las mujeres, por lo general, les gusta hablar y que las escuchen por supuesto. Muchas mujeres son muy hábiles para detectar en el rostro de su partenaire la cara de “estoy pensando en otra cosa”, algo bastante masculino por cierto. Los hombres llenan su vacío con pensamientos, más si son un poco obsesivos.

A las mujeres les encanta que los hombres les hablen. Un analizante muy apasionado por su mujer se quejaba de que antes de ir al dormitorio había que pasar por el living. Para charlar. Hasta que un día advirtió que podía agarrarla por sorpresa en el camino al living. Un modo de living que duró sólo un tiempo. Decimos que el hombre, el lado izquierdo de las fórmulas de la sexuación, busca su objeto fetichista, silencioso y constante, inerte, un elemento capaz de encontrarse como Uno en los distintos partenaires. El objeto en la mujer es Otro, el objeto de la mujer es el Otro que no es Uno y que fundamentalmente es parlante. Puede ser una carta, un chat, whatsapp, to go… Del lado mujer lo que dice el Otro es tanto una exigencia que concierne al objeto, como una queja con respecto a lo que el Otro dice. O no dice.

El fantasma vale para los dos sexos, pero tiene más peso para el hombre en tanto parecido a sí mismo y como ya dijimos, mudo. Para la mujer el Otro del deseo tiene que hablar para que el sujeto pueda reconocer su objeto. Cuentos porno

Tomaremos una viñeta para ubicar, a nuestra manera, cómo lo real del vínculo social es la inexistencia de la relación, de la sexual y cómo tratar de ir hacia el hecho de que lo real del inconsciente es el cuerpo hablante. Señalar que no hay relación quiere decir que la economía del goce es siempre sustitutiva, que no hay original en el hecho de que no hay pulsión total sino que el goce del que el parlêtre es capaz es siempre el que no hace falta[3]. Así como la teoría freudiana de las pulsiones es edípica, la teoría lacaniana del goce responde al régimen del no-todo. De allí que la sexualidad femenina es la que abre el camino que va de la verdad al goce. Si seguimos la orientación de que nada es sin goce, luego no proponemos su abandono, sino su desplazamiento, su mutación, su desplazamiento, que se reparta de otra manera.[4] Una mujer de cierta edad, casada por más de 35 años, se reencuentra con su primer novio, Francis, y con él entabla una relación erótica. A diferencia de su marido, el amante es impotente por una operación de cáncer de próstata. A pesar de ello o quizás en parte por ello, obtiene su primer orgasmo con él. Y los siguientes. En un primer tiempo, la ignorancia y la sorpresa por este don caído del cielo, le impedían formular en el análisis, algo acerca de este goce alcanzado. Si bien las caricias, besos y juguetes tenían su importancia, lo que exacerbaba su libido eran las palabras de su amante. Él le relata historias, una especie de cuenta cuentos chanchos, y en esas historias habladas, muy habladas, ella encarna personajes degradados, por lo general prostituidos. El relato de sus sueños diurnos adolescentes tienen la forma de películas pornográficas, de relatos sadeanos: hombres y mujeres desnudos, sin edades. Los hombres obligan a las mujeres a fornicar una y otra vez, las violan, les tocan los pechos, le exprimen la leche de los pechos. Pechos fálicos y maternos al mismo tiempo. Después de cada encuentro con él se siente más bella, se sube a un pedestal y el mundo advierte su cambio. Bella deviene en Belle de Jour. Un fenómeno inconsciente, una confusión, irrumpe en la asociación libre, en sesión, de esta mujer de la cultura, en esta madre y abuela dedicada, que se siente Belle de Jour. Olvida el nombre de Catherine Deneuve y lo confunde con Jeanne Moreau. El analista interviene: Ya enamoró. “Francis me desea”, eso en el medio del convencimiento que le habían dado las palabras maternas durante toda su vida de que ella era fea y que nadie iba a amarla. Jamás. Su matrimonio le hizo ver durante decenios cómo un hombre puede desearla y amarla aunque los afectos no fueran completamente recíprocos y sólo la “salvaba” de las injurias maternas. Una vida plagada de injurias desde la infancia, provocadas o no por ella. “Mi marido tiene muchos defectos pero se jugó por mí, por eso me casé con él”.

No es de gran esfuerzo en ella, una mujer analizada, captar que los cuentos porno que la excitan en el fantasma masculino contienen las mismas palabras que los insultos maternos. El cuerpo penetrado por las palabras.

El orgasmo entre la injuria y la palabra de amor Las fantasías histéricas, escribía Freud a Fliess en la carta del 6/4/1897 se remontan a lo

que los niños oyeron en épocas tempranas y sólo con posterioridad entendieron. En Delia, fue la significación del primer amor, el que no había sido consumado, el del amante castrado, el que le permitió vaciar el valor injuriante del estrago materno y permitirle entregarse a un hombre que vale por el Otro. Es por esta vuelta que esas palabras han despertado una satisfacción novedosa con un acontecimiento de cuerpo sorprendente para ella. Tiene el primer orgasmo de su vida. El primer orgasmo sentido pasados los 60 años es descripto como “Yo estaba en otro mundo, el me acarició la vagina y yo desaparecí. Sus palabras fueron dame, dame y yo desaparecí.” Y ahí cuando las palabras injuriosas de la madre son equivocadas en el gosentidodel fantasma, el cuerpo desaparece. Es verdad que el goce más eficaz se da por la vía del malentendido en ese cuerpo pesado, feo y rechazado de cuando la madre le arrojaba objetos, comida en la cara, respuesta a alguna de sus rebeldías y/o resistencias al desborde materno. Es interesante captar que tal como lo señala Lacan en el seminario 3, la injuria aniquilante es una de las cumbres del acto de la palabra, es una ruptura del sistema del lenguaje, pero también lo es la palabra amorosa. [5]. Una vieja demanda insatisfecha se hace oír en pulsaciones arrítmicas, lo que la lleva a desear concluir frecuentementela relación con el amante bajo las formas sentidas de demandas de amor no correspondidas. El reclamo ahora es que ese hombre que la hizo gozar hasta el orgasmo no la ama. Y surge la angustia. Lacan señala la estrecha relación que existe entre ambos, tanto en el orgasmo como en la angustia hay una espera del Otro [6]Los orgasmos continúan aunque no tan intensos como el primero, el que la tomó por sorpresa. Extraños devaneos cuya causa resulta ser lo insoportable del goce alcanzado. Idas y vueltas, llenos y vacíos de la conjunción-disyunción del amor y el goce. El otro, el que ahora la lleva a su goce porno fantasmático, es y fue un cobarde dirá, no se hace cargo de su deseo. El pedestal se desvanece.

La elección de la neurosis indica que las palabras inciden para que el programa de goce de cada uno se ponga en marcha. Somos hablados, señala Lacan y debido a eso hacemos de las casualidades que nos empujan, algo tramado. Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, masespecíficamente nuestra familia, que nos habla. [7] Hay una trama y la llamamos nuestro destino.[8] Con la injuria materna obtenía un goce de la palabra, con esas palabras desplazadas, orgasmos. Mi madre podía pasar meses sin hablarme, igual que hace Francis, y en ese silencio es cuando le resuenan las injurias. En la adolescencia cuando Delia no pudo acceder a la relación sexual por la vía del amor con Francis por impedimento de la madre, actuó una parte de su fantasía. Se hizo desvirgar a los 17 años por un hombre mayor, un cuasi Marqués, a quien no conocía, presentado por su compañera de escuela, una chica mayor muy avezada en el terreno sexual, la que le contaba los detalles y delicias del sexo. “Jugué al rol de la puta para mover a mi padre” un hecho en el que termina interviniendo la justicia y elinicio de la anestesia sexual permanente. Surge la escena traumática de ver al padre esposado por ir a pegarle al Marqués y su testimonio acerca de si traicionar o no al padre con sus declaraciones. Opta por no traicionarlo. A ese padre “esposado” por la madre que debía permanecer horas encerrado en el baño cuando su mujer enloquecía.

Un goce mudo, opaco, se vislumbraba en el más allá de esta experienciay es el analista trauma quien debe hacerlo hablar. El cuerpo que da consistencia al parlêtre, habla en ocasiones de un modo muy silencioso. ¿Ese goce admite cambios, modificaciones, mutaciones?Siempre nos preguntamos cuánto el trauma mortifica y cuánto vivifica. Del mismo modo que los insultos maternos, una vez equivocados y desdramatizados de su componente masoquista dan la base de un fantasma que da placer. La voz se condensa en la extracción del objeto. Además está la relación con la falta del Otro, con ese lugar de lo ilimitado, del partenaire estrago. Cuando al salir a la luzel affaireactual por un “error de cálculo”, el marido sale a pegarle al amante, con palabras, y de este modo el “salvador moribundo”queda vivificado al igual que el padre. Por ella. Se revela que su síntoma se ubica en consonancia con el síntoma del padre mortificado por sus propios prejuicios, aquellos que enloquecían a la madre. Tal como plantea Miller en la presentación del próximo Congreso de Rio, hay histeria cuando hay síntoma de síntoma, cuando haces síntoma del síntoma de otro.

Tenemos así cómo el cuerpo hablante aloja, es constituido por dos goces. El de la palabra y el del cuerpo. El cuerpo hablante goza de si mismo, se goza, y también habla en términos de pulsiones.

Para concluir Lo que comienza como un juego de goces y fantasías perversas no puede no concluir en una demanda de amor, quizás por el mismo lugar en donde había comenzado,sólo que en un loop que ha marcado el cuerpo de una manera novedosa. La experiencia del orgasmo como acontecimiento de cuerpo cambia las cosas para siempre. Una revelación en el fantasma, la gloria de la marca puede hacer disipar al partenaire imaginario del fantasma, hacerlo borrarse para liberar el acceso al goce como imposible de negativizar, que el sujeto no esté obligadoa robar el goce a escondidas y que pueda hacer una nueva alianza[9]. Hemos intentado aproximarnos con la práctica al hecho de que el goce no está antes del significante aunque sea del cuerpo. Para conjugarse el cuerpo y el lenguaje para hacer gozar tenemos la dimensión del sinthome.

Se trata de la prueba viviente de que así cuando las cosas no andan siempre queda el significante amo para recurrir a él. Cuando las cosas fallan en la vida, y tarde o temprano ocurre, el síntoma surge como sustitución para alcanzar la satisfacción. La experiencia analítica apunta a que pueda alcanzarse sin tanto sufrimiento.

[1]Lacan, J Seminario 23 El sinthome - pág 120 – Editorial Paidós. [2]Miller, J.-A. El partenaire síntoma – pág. 413 - Editorial Paidós.

[3]Miller Sutilezas Analíticas – pág. 288 – Editorial Paidós. [4]idempág 289. [5] Lacan, J Seminario 3 – Las psicosis - clase 7 - La disolución imaginaria – Editorial Paidós. [6] Lacan J Seminario 10 – La angustia pág. 193. [7]Lacan J Joyce el síntoma en Anexo del Seminario 23 - pág 190. [8]Lacan, J Seminario 23 - pág 160. [9]Miller Sutilezas analíticas - pág. 232.

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