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da en la literatura hispanoamericana, en el sentido de que, como explica Frankl, "el Antijovio es una obra de neto estilo manierista-prebarroco; y es, precisamente por esto, la primera obra clásica de Hispanoamérica". En el cuarto capítulo el autor estudia las influencias de las ideas teológicas referentes a la realidad y verdad históricas medievales en el siglo xvi. En el quinto analiza las influencias de las ideas medievales desde el punto de vista de la fama. En el sexto expone las tesis sobre la "verdad de lo visto y lo vivido" durante la época de la Conquista de América. En el séptimo presenta una rigurosa y sistemática investigación sobre el concepto de la verdad histórica en Maquiavelo y Luis Vives para subrayar la línea de influencia de estos pensadores en la obra de Jiménez de Quesada. En la erudita disertación hecha por Frankl en la segunda parte de su obra se releva la línea seguida por la "historiología" de Jiménez de Quesada. Frankl sostiene que: Por encima de la discusión de temas concretos, la actitud polémica de Quesada frente al Jovio corresponde a la discrepancia en torno a la 'verdad' y la 'realidad'. Quesada representa una concepción teológico-dualista y escatológica, trasunto de la idea agustiniana de la historia universal como contraposición entre las dos 'ciudades', la de Dios y la de Satanás, la Fe y la infidelidad. Quesada impugna a Jovio no tanto por motivos nacionalistas e inexactitudes históricas, sino por una razón más profunda. En el fondo, le combate su esquema políticorealista e inmanentista, maquiavélico-antiagustiniano, etnpirista y racionalista. Sin embargo, al mismo tiempo, en Jiménez de Quesada se advierte una incoherencia conceptual básica. Hay en su obra una yuxtaposición de elementos disimiles de argumentos sacados de fuentes ideológicas antagónicas. Quesada no se da cuenta de esta propia contradicción, ni se ve en él un esfuerzo sistemático hacia una armónica visión teórica. En este sentido, Quesada queda adscrito a esa tensa y compleja actitud manierista en esc momento.

Cabe destacar aquí la importancia que tiene la obra reseñada, pues se trata de un estudio sistemático de las ideas expuestas por Jiménez de Quesada en su esfuerzo por refutar las tesis históricas aducidas por Paulo Jovio. Indudablemente ofrece nuevos puntos de vista que contribuyen a una mejor comprensión de la ideología del fundador de Bogotá. FERNANDO CARO MOLINA. Instituto Caro y Cuervo.

El pensamiento colombiano en el siglo XIX. Bogotá, Editorial Temis, 1964. xvi-f-464 págs.

JAIME JARAMILLO URIBE,

En el Prefacio de la obra el autor expone la finalidad principal del libro, que es intentar "un ensayo de comprensión del pensamiento de algunas figuras" colombianas del siglo pasado que tuvieron una

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notable influencia en la opinión del país y, en algunos casos, continúan teniéndola. £1 ensayo, de otra parte, no abarca la totalidad de la vida espiritual colombiana del siglo xix — siglo tan decisivo en la formación de nuestra nacionalidad — sino algunas esferas culturales: la política, la educativa y la filosófica. El autor — según él mismo lo manifiesta — intentará en el futuro completar su ensayo con el estudio de las otras esferas: religiosa, económica, social, etc., y tener así una completa visión de la realidad espiritual colombiana del siglo decimonono. En tres secciones está dividido el libro, con un total de 24 capítulos. En la primera parte se desarrolla el tema de la evaluación de la herencia española y el problema de la orientación espiritual de la nación; en la segunda, se estudian los planteamientos hechos por los pensadores colombianos sobre el Estado, la sociedad y el individuo y, en la tercera y última parte, se expone el pensamiento filosófico. I. La evaluación de la herencia española. — A partir de la Independencia, la mente de muchos escritores colombianos no dejó al margen el intento de hacer una evaluación de la herencia española conservada en nuestro país y estudiar la conveniencia o inconveniencia de continuar con los ideales de vida hispánica, o incorporar patrones distintos, específicamente el ideal de la vida burguesa anglosajona. Así, "la generación procer y la primera promoción republicana conservaron todavía un cierto apego a las formas de vida coloniales c hispánicas [... ] gobernantes y hombres de Estado del período de 1830 a 1845, como Castillo y Rada, Márquez, Rufino Cuervo, Francisco Soto [... ] conservaban todavía el sedimento de la educación colonial [... ] Rufino Cuervo fue quizá la figura más representativa de esa generación" (págs. 31-32). Más tarde hay un nuevo análisis "del destino nacional y de todo lo que España había significado en la vida espiritual, económica y política de América" (pág. 41), que se inicia con el Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social de las repúblicas colombianas, por José María Samper, ensayo aparecido en París en 1861. En la obra, Samper hace un estudio de las causas del atraso económico, la escasa cultura y la inestabilidad política del país y, por un examen comparativo con la cultura anglosajona, se inclina a dar un fallo poco favorable al legado español. Años más tarde don Miguel Samper plantea en términos muy semejantes el problema. En la misma actitud respecto a la herencia española se encuentra don José Eusebio Caro, quien en sus ensayos sobre cuestiones educativas "defendió siempre planes de estudio basados en las ciencias naturales [... ] y nuevas carreras de carácter técnico, que permitiesen a la educación nacional superar el tipo del letrado, del jurista o de

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cualquiera de los que constituían el tipo ideal de la tradición española" (pág. 71). Frente a estas valoraciones, hay mentes que toman una posición distinta: tal es el caso de don Sergio Arboleda, quien considera que no se necesita de un cambio radical, pues precisamente por ese intento se explica "el carácter inestable de la sociedad en las naciones hispanoamericanas" (pág. 75). Don Miguel Antonio Caro "representa la fidelidad completa [... ] a la tradición española [... ] en ningún momento de su vida llegó a pensar que los ideales del mundo anglosajón pudiesen ser superiores a los hispánicos" (pág. 85). Por otra parte, Caro pensaba que América, para ser independiente desde el punto de vista espiritual, necesitaba ante todo ser fiel a la tradición española, tradición no incompatible con la independencia política. II. El Estado, la sociedad y el individuo. — Antes de examinar la posición asumida por nuestros pensadores frente a los problemas del Estado, la sociedad y el individuo, el profesor Jaramillo Uribc presenta una acertada visión sobre los antecedentes históricos de la idea moderna del Estado (págs. 103-111) y el pensamiento político de la época inmediatamente anterior a la Independencia (págs. 112129). Ya en la generación procer los elementos del pensamiento político español son apenas residuos y las ideas de un Estado liberal individualista son las directrices dominantes. Esto se ve claro "al efectuar un análisis de las constituciones promulgadas [... ] después de proclamada la Independencia" (pág. 130). A mediados del siglo XK los neogranadinos veían con buenos ojos las formas de vida francesa y anglosajona. En economía se tenía como modelo al anglosajón, con su ideal de trabajo y su disciplina; en política, los legisladores seguían las líneas del pensamiento trazado por Jeremías Bentham, Benjamín Constant o Comte; en la literatura, se buscaba la inspiración en Lamartine o Hugo y en filosofía se tenía en cuenta a Destutt de Tracy, Cousin o la escuela escocesa. No se puede dar como interpretación de este viraje espiritual el solo hecho de que se abrigaran resentimientos o antipatías a lo español, o tendencia a seguir una determinada modalidad de pensamiento, o incapacidad para buscar soluciones originales. "De todo esto podía existir una cierta dosis [... ] pero lo que en el fondo arrastraba a los nacientes países hacia la órbita francesa, y anglosajona era la historia misma [... ] la bancarrota del Imperio español trasladó el eje del poder mundial en forma definitiva a París y Londres [ . . . ] " (pág. 140).

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La obra de don Ezequiel Rojas es una de las más connotadas exposiciones sobre el utilitarismo, la filosofía sensualista de Condillac y la teoría del conocimiento de Destutt de Tracy. Por otra parte, en el período comprendido entre 1850 y 1870, hay una notable influencia francesa, especialmente en el campo político y social, como repercusión inmediata de la revolución del 48. La literatura política, en la Nueva Granada, era "de carácter radical, romántico y utópico" (pág. 174) y "esta proliferación de expresiones románticas utópicas y radicales del pensamiento político, tuvo como base social el papel muy activo de la clase artesanal de las ciudades, especialmente en la capital, Bogotá" (pág. 176). Confluyen en la obra de don José Eusebio Caro todas esas corrientes políticas que atrás se han mencionado. En su juventud Caro recibió las influencias del utilitarismo a través de su maestro Ezequiel Rojas, influencia contra la cual muy pronto reaccionó. De aquí en adelante su pensamiento político y social puede delimitarse en tres etapas: a) utopismo y romanticismo; b) pensamiento político más realista en donde se ven las huellas de Tocqueville y J. Stuart Mili, al lado de Balmes, De Maistre y De Bonald; c) posición muy cercana al romanticismo político. Muchos elementos positivistas se encuentran en los trabajos de don Manuel María Madiedo. Se pueden sacar en claro de sus escritos estas ideas: "la hostilidad a la gran propiedad territorial ( . • • ] , la unidad entre cristianismo y progreso [ . . • ] , un Estado paternalista, dirigido por los 'inteligentes* y encargado de dar educación moral a las masas ignorantes" (pág. 206). En las págs. 218-255, el profesor Jaramillo Uribe expone el apogeo del liberalismo clásico y la obra de los hermanos Samper para entrar a estudiar, luego, a los críticos de la idea liberal del Estado representados en don Sergio Arboleda, don Miguel Antonio Caro, don Rafael Núñez y Monseñor Rafael María Carrasquilla. Don Sergio Arboleda, al preguntarse por las causas de la inestabilidad social de las repúblicas de Hispanoamérica, responde: "las nuevas naciones [... ] quedaron con una falta institucional y jurídica que rompía con su pasado y estaba en desarmonía con las características más marcadas de su ser espiritual" (pág. 263). La crítica a la concepción liberal del Estado encuentra su mayor exponente en don Miguel Antonio Caro, quien "concibió la sociedad como un todo, anterior, superior y esencialmente diferente a la suma mecánica de sus componentes individuales. Asignó al Estado una función moral [... ] insistió en darle al Estado un contenido y una base religiosa" (pág. 314); pero, sin duda alguna, el pensamiento político de Caro se definió completamente en su Estudio sobre el utilitarismo. Sus ensayos posteriores son un análisis de la idea liberal del Estado, en el aspecto crítico y constructivo.

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En cuanto a don Rafael Núñez, el autor del libro que reseñamos dice: "No obstante ser liberal el núcleo de su idea del Estado, fue Núñez un crítico tenaz de la gestión histórica del liberalismo, tanto en el nuevo corno en el viejo Continente" (pág. 293). Y, finalmente, Monseñor Rafael María Carrasquilla, toma como tesis para su crítica la incompatibilidad del liberalismo con la doctrina católica y en especial "la oposición entre la teoría que afirma que la autoridad viene del pueblo y la que sostiene que viene de Dios" (pág. 309). III. El pensamiento filosófico. — En esta sección el doctor Jaramillo hace un estudio sobre los movimientos de las ideas en la España Ilustrada del siglo xvm y su reflejo en nuestro país, el pensamiento filosófico de los proceres y el de la generación posterior. En este campo la generación procer reacciona contra la filosofía escolástica, deja el campo abierto a las ciencias experimentales, y crea el ambiente propicio a tendencias más radicales como el sensualismo y el utilitarismo. Como expositores de estas doctrinas están los catedráticos y publicistas Ezequiel Rojas, Francisco E. Alvarez y Ángel María Galán. Fue don José Eusebio Caro el "primer crítico de consideración que la doctrina ética utilitaria tuvo en Colombia", crítica que fue seguida por José Manuel Restrepo, Ricardo de la Parra, José Joaquín Ortiz, para culminar en el ya citado Estudio sobre el utilitarismo de don Miguel Antonio Caro. Hacia 1870 el positivismo de tipo spenceriano hace su entrada en nuestro país y es quizá don Salvador Camacho Roldan el que mejor interpretó el espíritu de Spencer. Surgiría luego un movimiento neotomista, cuya figura central es Monseñor Rafael María Carrasquilla y, más tarde, en esta tendencia, figuraría el nombre de don Marco Fidel Suárez, como crítico del positivismo. Monseñor Carrasquilla "veía la filosofía tomista como parte inseparable de la tradición filosófica de Occidente". Por el rápido bosquejo que hemos hecho de la obra del profesor Jaramillo, se puede concluir que es un serio trabajo de documentación, ordenación y sistematización del importante tema de las ideas en Colombia. Su mérito es aún mayor si se tienen en cuenta las innumerables dificultades que ofrece una investigación de este tipo, por su naturaleza misma, y por la complejidad de los objetos tratados. Por otra parte, la obra reseñada es un ensayo que sienta sólidas bases para investigar más profundamente el desarrollo cultural nuestro y llegar a la esencia de lo colombiano, comprendiendo así mejor nuestro destino histórico. Luis

SIMBAQUEBA REINA.

Instituto Caro y Cuervo.

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