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SEPTIEMBRE 2009

PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 7

El Mercado de San Antonio

JOSÉ LUPIÁÑEZ

Con su ya épico y húmedo calor, Barcelona reluce bajo el sol de agosto y nos acoge besándonos en la frente, a modo de saludo, con ósculo latino… Ya estamos de nuevo en ella, en su atmósfera, en sus manos, en el mismo corazón de su nombre. Ya podemos perdernos por sus calles, mirar fachadas, recorrer iglesias o jardines y, lo que es mejor: asomarnos a los rostros, a las almas que la habitan y le dan ese perfil de urbe mestiza y políglota. Grises, verdes, negros, cristales, diversidad, vértigo, junto al mar, desde donde el Descubridor señala con su brazo en alto un más allá, que parece servirle de lema a la ciudad y a sus gentes. A Barcelona se la puede observar desde muchos lugares diferentes, pero seguro que casi todos coinciden, una vez ponderadas las distintas posibilidades, en que el mejor de ellos es acaso el enclave del viejo parque de atracciones del Tibidabo, que se yergue en una montaña de la sierra de Collserola. El lugar en el que se supone fue tentado Cristo por el Diablo, de ahí la expresión latina tibi dabo (te daré) que conforma su nombre: Todo esto te daré, si postrado ante mí me adorases, que se nos decía en el Evangelio. Desde allí se domina un paisaje que no deja indiferente a nadie, con la ciudad enorme tendida, desplegando su magnitud frente al Mediterráneo, que nos permite ver sus caras múltiples y sus mundos internos. Porque en realidad son tres las realidades que la componen, como muy bien señala Robert Hughes en el libro que le dedica, y que titula sobriamente Barcelona, publicado en Nueva York en 1992. En él expresa a través de una prosa sabia y jugosa, su particular devoción por la gran hechicera, a la que consagra su tratado minucioso y ameno, ofreciéndonos las páginas memorables de su homenaje sentimental a la ciudad, o a las ciudades que la integran. "Barcelona -escribe- es en realidad tres ciudades de carácter claramente diferencia-

EL MERCADO DE SAN ANTONIO EN BARCELONA

do: la más moderna encierra una segunda más antigua, en el seno de la cual se alza la más arcaica de las tres." Es decir: la del cinturón exterior, que es industrial, desordenada y obrera, con autovías y bloques para los trabajadores, mayormente del sur, que inmigraron a mediados de la década de los cuarenta, en los tiempos más duros de la postguerra. Dentro de ese perímetro, el enorme territorio del Eixample de Cerdà, cuadriculado, racional, muy siglo XIX, extendiéndose hacia la costa. E inserto, a su vez, en esa geometría del Ensanche, en esa disciplina de calles y avenidas, el bellísimo entorno de la Ciudad Vieja, la Barcelona gótica, íntima y artística; el laberinto de callejas estrechas y rincones sorprendentes que todavía nos sigue mostrando su edad y su misterio. Así como Hughes tuvo su llave de la ciudad a través del escultor Xavier Corberó, yo también he encontrado, esta vez, la mía a través de mi amigo, el cineasta Manuel Pelaz, que está rodando un documental desde hace meses sobre el Mercado de San Antonio. "Las hordas de arquitectos municipales -me decía- quieren remozarlo, y mucho me temo que acaben vilipendiándolo, con

FOTO: SILVIA ABARCA

esa obsesión por destacar y ser líderes en el terreno de la globalización". En pleno corazón de Barcelona, junto al hoy más cosmopolita y variopinto barrio del Raval, desde La Miranda, Manuel observa el Mercado y se deja embrujar por lo que es y por lo que representa: el modelo de un tiempo que pasó, sí, pero que puede conservarse, que puede seguir conviviendo con este otro de ahora, por más ingrato e implacable que sea. Y baja hasta él desde su atalaya y lo persigue, va detrás de ese tiempo que se expresa en las luces de su interior, para descubrirnos a través de sus fotogramas aquella lentitud, aquella belleza, confinadas en ese cofre de vidas y de historias. Yo sé que el Mercado se le va revelando, bajo el patronazgo protector de San Antonio, en sus rincones escondidos, en las telas de arañas que gobiernan las volutas de las altas columnas de hierro, mordidas por la herrumbre, y a las que alguna vez se abraza; en la mucha vida, en fin, que palpita allí dentro, y que ha acabado por prenderlo en sus redes. Él quiere, digo, antes que se deforme la figura que todavía conserva y la verdad que aún se ve en su estructura y en sus muros escritos por el tiempo y la intemperie,

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Cultura/Viajes EL CINEASTA MANUEL POLS PELÁZ EN LA MIRANDA (BARCELONA) AGOSTO 2009. ABAJO PANORAMA DEL MERCADO DE LIBROS DE SAN ANTONIO UN DOMINGO POR LA MAÑANA

FOTOS: SILVIA ABARCA

dejarnos memoria de su realidad esencial, que sabe traducir como nadie con el misticismo de su mirada y la mágica exploración de su cámara. Por eso está atento a toda la actividad que se genera en torno al Mercado de San Antonio, porque es un mercado cambiante y caleidoscópico, en el que se venden carnes y pescados y frutas o verduras que llenan de colores vibrantes sus sombras por el día; o se venden ropas y prendas en los Encantes, bajo las marquesinas externas que lo rodean, una vez se han bajado los inmensos toldos verdes que protegen su interior del sol y del viento; y que los domingos se convierte en un gran bazar de libros viejos y de ocasión, a donde todos hemos acudido para adquirir novelas en ediciones de lance o estampas o fotos o música y cromos de otro tiempo, de un tiempo que casi sigue ahí palpitando al alcance de nuestras manos, a cambio de unos pocos euros. El domingo el Mercado lo es de libros y de revistas, de colecciones de sellos o de papel moneda y, desde muy temprano, se inicia el ritual con una procesión de carros, algunos centenarios que, casi al amanecer, se van acercando ruidosamente desde las calles adyacentes, arrastrados por sus dueños tan de mañana porque quieren ir preparando con la antelación y el mimo necesarios la mercancía del conocimiento. Allí sí que coinciden vida, literatura y comercio, como en muy pocos lugares de España y ese encuen-

tro es una fiesta hasta para la sensibilidad del más ajeno; una fiesta que algunos quieren ir clausurando por mor de la modernidad y de las reformas. El viejo Mercado de San Antonio (18761882) de Antoni Rovira i Trias, se construyó con la intervención del ingeniero más experto en estructuras estáticas de hierro que había en la Barcelona de finales del XIX, Josep Cornet y Mas, y es el único del Ensanche que se alza en el lugar predeterminado inicialmente en el proyecto de Cerdà. Forman sus dos naves una equis en diagonal, encima de la cual se alza un cimborrio octogonal, con grandes ventanas en arco románico que iluminan el interior y es, en palabras de Hughes, "un nódulo de vida y detalle; su sobria ornamentación de hierro -las volutas de fundición en los paneles alrededor de las ventanas más estrechas y el elegante moldeado de la estructura metálica de las enormes, casi eclesiásticas, ventanas que hay sobre las entradas de las esquinas- realza la construcción estructural de las naves y actúa como transición hacia el bullicio de la vida del mercado, sus ruidos, sus conversaciones, el color de los productos y el resplandor de las luces". Yo creo que esa equis marca con acento libresco e imaginativo el tejido espiritual de ese corazón de la urbe; es una cruz que gira y atrapa, aunque parezca estar inmóvil en el barrio, le comentaba a Manuel. Y le decía que para mí es una cruz

energética, una suerte de hélice que da vueltas y expande sus enigmas y sus leyendas, al tiempo que convoca a todos aquellos que cada domingo acuden deseosos de recibir el recado de la Literatura y del arte. Lo he visitado en estos días y me he confundido con las gentes que buscaban el libro raro o la estampa olvidada, pero también el último videojuego o la película en oferta. Lo audiovisual va comiendo, aquí también, cada vez más terreno a lo impreso. Pero no cabe duda de que, la mañana de los domingos, en Barcelona, todavía queda un reducto para hojear novelas o curiosear entre los montones de periódicos o publicaciones de toda especie, que nos devuelven a aquella otra actualidad de hace décadas, con la que es posible conectar desde este ahora inquietante de cambios y de incertidumbres. Manuel Pelaz está contando todo esto, y está hablando con los tenderos y con los comerciantes, con los clientes habituales y con los visitantes que lo gozan cautivos del color y sus sombras, para darnos cumplida noticia de esta joya escondida que algunos descubrimos cuando nos iniciábamos en la Literatura y en San Antonio nos dábamos de bruces con los grandes maestros que fueron moldeando nuestra sensibilidad y que nos empujaban con la belleza de su prosa o el lirismo de sus versos a ese inmenso, necesario e impredecible mar de las historias y de las emociones.

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EL POETA JEREZANO EMILIO ROSALES, AUTOR DE OYE AL VIENTO CANTAR

Escuchar al viento

MAURICIO GIL CANO

Oye al viento cantar es el tercer libro de poesía que publica Emilio Rosales (Jerez de la Frontera, 1960), doctor en Filosofía y profesor de Estética en la Facultad de Comunicación de Sevilla, además de autor de diversos ensayos. Se trata de un poemario profundo, trazado con grave sencillez expresiva, que parte de una tristísima certeza inicial en la que el poeta, sin embargo, se niega a renunciar al misterio. Escuchar al viento, aunque su canto horade heridas de difícil cicatriz, es sin embargo un íntimo privilegio. No sólo el viento, todo el volumen lo vertebra cierta especial sensibilidad hacia la naturaleza, una actitud contemplativa de la belleza que hace posible la reflexión existencial y una nueva invocación de lo sagrado. El paisaje estéril de la muerte lleva al poeta a compararse con un cuervo. Compañero del viento, por cuanto afirma su libertad, sobrevolará la impotencia ante el dolor y construirá un dios personal: "¿Qué temes, alma mía,/ signo errante,/ si tu dios es el viento/ que golpea en los muros/ y salta los cercados?". El réquiem "Vosotros que veláis" contiene la impotencia ante la realidad

atroz de la muerte. Son versos de rabia: "Doy gracias porque nunca/ he tenido su fe/ ni he comido su pan/ ni he bebido su vino". También de esperanza, reflejada en una culminante acción de gracias a la diosa del amor. El poema plantea las circunstancias de inicio de la aventura espiritual que susurra el viento en su cantar. Tras este texto estremecedor y otros que le siguen de sombría amargura, hay una toma de conciencia de la voz lírica -"Por todos los que dudan has venido a cantar"-, que implica "la salvación por el amor". El autor eleva una afirmación de lo sagrado que es irrenunciable y pertenece al individuo; libera símbolos cristianos de su contexto doctrinal para dotarlos de contenido humano: "que ella tome tu sexo/ desnudo como un trozo/ de pan entre los labios". Los textos del segundo apartado del libro, "Otros poemas", como se indica en las notas que epilogan el volumen, "nacieron de circunstancias concretas". El poema "Lo puro y lo impuro" constituye una emblemática defensa de la libertad de amar a personas del mismo sexo frente a la condena de las jerar-

quías católicas, con versos demoledores: "El roce más oscuro/ del amante es hermoso,/ el gesto más obsceno./ Y es sagrado,/ como nunca lo han sido/ ni el dolor de su Dios/ ni las piedras/ que sostienen sus templos". El autor indica que, en éste y otros casos que reseña, "la acción poética, en su búsqueda del sentido de las palabras, es por sí misma una acción política". Poesía comprometida, por tanto, que clama contra la perversión del lenguaje por aquellos que ejercen el poder. Oye al viento cantar se imprimió en los talleres de la imprenta Kadmos de Salamanca el día 19 de noviembre de 2008. Está editado por Renacimiento. Con este título, Emilio Rosales ahonda en su personal indagación poética desde una concepción romántica que subjetiviza la naturaleza para dar cabida al pensamiento crítico y aflorar en rebeldía. El discurso íntimo de Rosales se sabe comprometido con la libertad del hombre y su derecho a ser "feliz porque ama". En su decir, hay un modo de hablar a los espejos y al corazón que enlaza con el Machado de Soledades y el Juan Ramón de Arias tristes.

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DIVERSAS FOTOGRAFÍAS DE LA POETISA JAPONESA AKIKO YOSANO, CONOCIDA EN SU PAÍS COMO LA POETA DE LA PASIÓN, Y PORTADA DE LA EDICIÓN DE JOSÉ MARÍA BERMEJO, QUE NOS OFRECE UNA SELECCIÓN DE TEXTOS DE LA AUTORA, RECIENTEMENTE TRADUCIDOS AL CASTELLANO

La dama del pelo revuelto

ANTONIO COSTA GÓMEZ

José María Bermejo acaba de publicar una antología en español de la poetisa japonesa Akiko Yosano, con el título de Poeta de la pasión. Su libro principal es Pelo revuelto, y ese título tiene un montón de sugerencias apasionadas. Fue en su país en donde comenzaron a llamarla "poeta de la pasión". Muy pronto se dio a conocer como una rebelde, que defendió la emancipación de la mujer, y que cantó al amor en versos rupturistas, alejados de las rigideces clásicas. "De los innumerables escalones/que conducen a mi corazón/ el subió tan sólo/ quizás dos o tres". Está pidiendo que alguien ponga su vida, que vea de verdad su corazón. Que se arroje a lo desmedido de su corazón. Que dé un salto. Y las mujeres, igual que las montañas, van a moverse. En otro tiempo fueron activas entre llamas, y ahora duermen. Pero de nuevo van a despertarse y moverse. Se van a romper las coacciones sociales, las rigideces. Y van a traer su pasión. En un poema bellísimo, Yosano habla de entrar en los sueños de alguien. "Puedo entregarme a ella/ en sus sueños/ murmurándole sus propios poemas/ al oído/ mientras duerme a mi lado". El

estar dormido como fervor y apasionamiento. La poesía como decirle a alguien sus latidos. La poesía como apasionamiento. La forma de llegar a alguien de verdad, de vivir con ella lo supremo. Igual que la luna con Endimión, o el caballo con la mujer de Fussli, el amante entra en los sueños de la amada, y toca su intimidad. Como Castel en la novela de Sábato llega a María mediante una visión en un cuadro. Pero lo propio de Yosano es el sentir incontrolable, el que nos da la nostalgia. El anhelo como visión: "¿Será porque siempre anhelas, corazón, / que siempre enciendo una lámpara/ en el naranja del ocaso". La lámpara es el alma, la intimidad. Y se enciende en el mundo naranja. Cuando el mundo se pone apasionado. El anhelo, como en Cernuda, dibuja el territorio sin límites, la plenitud. Y pide que el universo se transmute. "Dulce y triste/ como un amor sobrecogido/ por largos suspiros/ de lo profundo de un sauce/ poco a poco/ va saliendo la luna". El amor nos otorga experiencias sutiles. Y capta los espectáculos mágicos de la naturaleza. Por el amor pulsamos el latido de la naturaleza. El

amor ahonda nuestro sentir, nos hace videntes. Y de repente llega lo prodigioso. La pasión hace que se liberen todas las maravillas. "Viniste al fin, y por eso/ dejé ir a las libélulas/ que conservaba cautivas/ entre mis cinco dedos/ este atardecer de otoño". Con su estilo sintético, en que cada palabra está repleta de resonancias, Yosano expone el milagro del encuentro apasionado. Como se liberan las libélulas escondidas. Tenemos, de modo mucho más elusivo, las mariposas que rodean a los personajes de García Márquez. Viniste al fin, dice. Con eso sugiere lo más anhelado, lo más esperado, lo definitivo. Y las libélulas se sueltan igual que las notas del arpa de Bécquer. La pasión es la genialidad, es que la vida toda muestre lo que lleva oculto. Y eso ocurre en los momentos de transición misteriosa, como el atardecer. En las horas límite. Cuando apunta la gracia. Las libélulas son el espíritu, lo invisible. Lo inefable. Todo queda dicho con palabras condensadas, repletas de perfumes. Las palabras recobran sus poderes invocadores y nos transforman el mundo. Con Yosano, la pasión muestra su poder de revelarnos el mundo.

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Una llama en París CONSUELO DE ARCO

Llegó en 1970 a París. Estudió Filosofía y Literatura Comparada en la Universidad de París. Ha publicado los libros Transmigración, Aparición de Nazca, Pestañeo de la nada. Todos ellos traducidos por el gran hispanista Claude Couffon. Laura Restrepo escribió un reportaje sobre él en Babelia. Vemos el realismo mágico de un poeta peruano. Fue de Perú a París tras las huellas de César Vallejo. Es un hombre lleno de vigor, tranquilo, Alejandro Calderón, nuestro poeta en París. No se le da audacia, se le nota quietud. De repente suena el móvil, su voz es apresurada, atiende a la persona interesada en alojarse en el hotel Esmeralda. Sorprende su hablar francés casi perfecto, son 28 años de hablarlo. Conoce muy bien el París de ahora, ése que atrapa con sus puentes sobre el Sena, obsesivo, hermoso, donde la lluvia tiene el color de la plata, donde el amor es libre y puro como el de Abelardo y Eloísa. Motivos suficientes para seguir en esta inspiradora ciudad. Alejandro tiene en su alma literaria muchos poemarios, tan transparentes para quien hizo de su ser un prisma. Llena de sentimiento por nuestra Sudamérica le pregunto si piensa regresar a Arequipa, sonríe y calla. De repente habla de sus autores predilectos, entre ellos César Vallejo, Julio Cortázar. Con entusiasmo nos dice dónde están sus tumbas, en Montparnasse. Yo vi que él sintió una alegría inmensa al saber dónde que-

daba la casa de Henry Miller, y con dolor nos contestó que él había estado en la misma calle el mismo día. Nos habla de su nuevo libro. La luz quieta y voluptuosa de una lámpara de antaño alumbra su rostro amable y lleno de ilusión mágica. Y nos enseña sus últimos poemas. En "Prisma" habla de un puente entre la alegría y la tristeza, algo que desune pero el puente está ahí para unir. En "Centella" es como algo que quiere alcanzar y no puede, algo que está y no está, o sea, lo que es una cortina de humo. Es como un presente que pasa a un pasado centelleante. En "Aves" se ve intranquilidad, desasosiego, miedo, pero a la vez sueños. Sorprende y desconcierta el encabalgamiento en todos los versos, lo que muestra una inquietud continua. En "Enigma" habla de lo pasajero, lo que queda en ceniza, todo es oropel. Salta a la luz que sus versos son vallejianos, porque utiliza palabras desconcertantes, inusuales en un poema, como nabo, fibra, carbón, encía. En "Souvenir" denota oscuridad, soledad, inquietud, pero también refleja esperanza en el mañana rodeado de amor maravilloso, "reflejo del deseo, centella del espíritu". "Tiempo" denota osadía, poca sangre, rudeza, burlándose de la muerte, y juega con ese tiempo que pasa inexorablemente. "Corres sin cesar tras el cristal/ que raptó la élite del tiempo". Nos despedimos de la llama que peregrinó a París en busca de "las zanjas oscuras en el rostro más fiero".

ALEJANDRO CALDERÓN Y CONSUELO DE ARCO EN PARÍS. LA LUZ QUIETA Y VOLUPTUOSA DE UNA LÁMPARA DE ANTAÑO ALUMBRA SU ROSTRO AMABLE Y LLENO DE ILUSIÓN MÁGICA. Y NOS ENSEÑA SUS ÚLTIMOS POEMAS

Orillas que se miran Hay personas que viven con vocación de acogida. Las hay que son como un lugar de encuentro. Y qué mejor ocasión para decir que Paloma Fernández Gomá, madrileña de 1953, pero residente en Algeciras desde 1969, se ha convertido sin duda, para muchas de las voces poéticas dispersas a uno y otro lado del Estrecho, en patria de acogida, en lugar de comunión y encuentro. Tuve conciencia cierta de ello cuando nos convocó a muchos de los que tenemos la experiencia diáfana de su generosidad en aquella hermosa antología que lleva el título de Arribar a la Bahía, subtitulada Encuentro de poetas en el 2000, que ella misma coordinó y difundió como la buena semilla por los cuatro puntos de nuestra geografía. Desde entonces se ha investido como una gran aglutinante de voluntades poéticas y somos

muchos los que podemos dar fe de la generosidad y apertura de miras con que nos ha acogido en el reino del verbo ungido, deslumbrante y revelador del universo poético. Paloma Fernández Gomá pareciera una descendiente de aquellos califas árabes andalusíes que daban asilo en sus reinos a cuantos poetas venían huyendo de otros en los que eran perseguidos o habían caído en desgracia, cuando no habían perdido su patria a manos de los ejércitos cristianos. Somos muchos los que sabemos de su obra literaria, (más rica y fecunda en verso, menos abundante, aunque nunca desdeñable en la prosa) y muchos también los que conocemos la fecunda labor que ha venido desarrollando tanto en la Asociación de Mujeres Progresistas "Victoria Kent" de Algeciras

como en su labor de asesora literaria del Instituto Transfronterizo del Estrecho de Gibraltar. Una de las obras predilectas de esta última etapa de su vida es, sin duda, la revista "Tres Orillas" que ella dirige con gran sabiduría y acierto, en la que ha venido a reunir las mejores voces literarias residentes a uno y otro lado del Estrecho. Paloma Fernández Gomá se ha convertido así en abanderada de una causa tan justa como necesaria, siguiendo el camino iniciado por otros escritores de digna mención y feliz memoria como Trina Mercader o Jacinto López Gorgé, ambos de una vocación tan integradora como la suya. Nunca hubo razones para el recelo y la desconfianza entre las dos orillas del Estrecho, sí unas lenguas y unas culturas que estaban llamadas a entenderse, a mirarse de frente y no a vivir de es-

JOSÉ ANTONIO SÁEZ

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PALOMA FERNÁNDEZ GOMÁ

ACERCANDO ORILLAS, LIBRO EN EL QUE SU VOZ SE ABRE NUEVAMENTE AL HERMANAMIENTO, A LA COMUNIÓN DE VOCES Y GEOGRAFÍAS APENAS SEPARADAS POR UNA FRANJA DE MAR QUE NO IMPIDE LA VISIÓN DEL OTRO

paldas. A esa tarea de encuentro viene dedicando Paloma Fernández Gomá muchos de sus mejores esfuerzos, con entusiasmo, voluntad y constancia envidiables. Sin duda es persona que cree en lo que hace y ahí están los frutos de sus desvelos, en cuantas empresas nos propone y a las que no dudamos en sumarnos las voces de uno y otro lado de un mar que se extingue y un océano que nace, allí donde se ubicaron las columnas de Hércules. Como no podía ser de otra manera, toda esta envolvente marea habría de fructificar en su obra poética, y en los últimos años Paloma Fernández Gomá está viendo crecer su poesía con el aliento vivificante de su inquebrantable voluntad a favor de una causa tan noble como justa y necesaria, así como de una experiencia forjada en hacer visible e inteligible para los demás su decidido empeño. De ahí que en sus más recientes entregas, el lector que ha venido siguiendo su obra encuentra esos signos que la identifican como una abanderada de la causa espiritual que defiende y a la que tantos afanes dedica. En este ancho río, en esa generosa corriente, en ese decidido empeño suyo hay que ubicar un libro como Acercando orillas, su más reciente entrega poética, donde su voz se abre nuevamente al hermanamiento, a la comunión de voces y geografías apenas separadas por una franja de mar que no impide la visión del otro. En el Estrecho, la roca de Gibraltar es un animal mitológico que bosteza al

amanecer arrojándose sobre las aguas de la bahía, al par que se despereza. No es barrera ni amenaza, que resulta bastión de acogida de un continente alfombrado con la piel de un toro, cuna de culturas, mitos y mercaderes que surcaron sus costas fundando colonias con las que comerciar. Venían de las tierras de oriente donde crecen los cedros y de ellos saben bien las costas de este sur que al presente habitamos. Paloma Fernández Gomá ha bebido con sabiduría y acierto en los poetas andalusíes, como invocándolos para inspirarse en su aliento y hacerse merecedora de contribuir a la más alta misión a que se siente llamada. "Calle del Agua" es la primera parte de un libro donde se van dando la mano los textos que unen voluntades a ambos lados del mar. El lector podrá encontrar en ellos significados nombres de las letras del norte de África, vinculados a una geografía de belleza y esplendor a la que tan cercanos nos sentimos: Fez, Larache y Tetuán se dan la mano con Algeciras y proyectan su esbelta sombra sobre las dunas cercanas a Baelo Claudia, la ciudad romana erigida junto al mar. Plazas, zocos y mercados, ríos de encuentro, cielos y palomas que se arrullan, casas donde la cal y el azul copulan en haces de luz vivísima, en franjas de un límpido mar para el abrazo. Por allí pasea sus ojos Paloma Fernández Gomá y recorre lugares con el alma en un hilo, como sobrecogida ante tanta belleza, sabiéndose descendiente de unas gentes que

un día no tan lejano convivieron sobre el solar de al-Andalus. Una segunda parte titulada "Ángeles del desierto" aglutina unos textos por donde vemos pasar el desierto y las ciudades señeras de Marruecos en las cuales se hace más evidente y visible la presencia española. La nostalgia del sur de nuestro país habita en el corazón de unas gentes que aún viven en la esperanza del reencuentro. Y también sus escritores, la voz esencial de los que no tienen voz, de quienes no aciertan a expresar la nostalgia que embarga el espíritu, la desazón que lo anega… De nuevo, caminos que pueden llevar al cualquier parte, bastiones, ríos, ciudades, árboles y paisajes, playas y desembarcos que, junto a ángeles del desierto, pueblan unas páginas donde la belleza se esconde detrás de cada palabra, un verbo que aúna voluntades, convoca y sobrecoge por su gran poder de evocación. "Única presencia" recoge tres textos que vienen a desvelar el sentido último de un libro singular y atrayente. Sus títulos: "Desde la amistad", "Única ausencia" y "Al-Andalus" no pueden resultar sino reveladores del espíritu que anima el poemario que comentamos. Bajo ese aliento de comunión intercultural, de tolerancia y diversidad nos deja Paloma Fernández Gomá sumidos en la reflexión y los aromas de un reencuentro a que estamos convocados quienes vivimos a uno y otro lado del mar que une y no separa.

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GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER HUYENDO DE LOS EFECTOS REVOLUCIONARIOS DE LA GLORIOSA, QUE LE ES HOSTIL, GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER SE REFUGIA EN NOVIERCAS, EN EL NÚMERO 27 DE LA CALLE DEL MORAL: UNA CASA SÓRDIDA, DE DOBLE PLANTA

Una casa en Noviercas

ANTONIO ENRIQUE

Es Noviercas una de tantas aldeas, en tierras sorianas, con el sagrado Moncayo al fondo, que poco pueden decir al viajero que transite en dirección a Ágreda. Su silueta en el horizonte se muestra, no obstante, inequívoca: un alto torreón cuadrangular y la torre de su iglesia a unos cien metros; el caserío, al pie de ambos, apenas si de lejos se percibe por lo minúsculo y espaciado, todo ello sobre una colina donde en verano el sol refulge sobre las mieses que la circundan, creando una flama que desvirtúa los perfiles. Y sin embargo, estamos ante uno de los enclaves literarios españoles de mayor y más estremecedora significación humana. Los hechos fueron así, los hechos escuetos. Estamos en 1868, otoño. Huyendo de los efectos revolucionarios de la Gloriosa, que le es hostil, Gustavo Adolfo Bécquer se refugia en Noviercas, en el número 27 de la calle del Moral: una casa sórdida, de doble planta, una ventana en la baja, dos en la primera, y otra en el sobrado, bajo el tejado con chimenea a la derecha, según se mira. La puerta, adintelada y rús-

tica, queda bajo la vertical de la chimenea, la ventana del sobrado y una de las ventanas de la primera planta: casa de piedra, angosta, primitivísima, sombría. Delante de la casa, donde hoy transcurre la calle, había un huerto. En este huerto es fama que Casta Esteban, esposa de Gustavo Adolfo, faenaba con el azadón las horas que las tareas domésticas le dejaban libre. Apoyado en el flanco derecho de la casa, había un muro haciendo escuadra, y tras él un corral. Tras de su puerta, Gustavo Adolfo, avisado de que, en su ausencia, Casta recibe a un hombre, acecha, aprovechando que ha salido de madrugada con su hermano Valeriano, volviéndose después sin que nadie le viera. Y allí oculto tras la puerta, ve, en efecto, que un hombre llama a la puerta de la casa, se le franquea, y Casta y el hombre se besan en el mismo umbral. No es una leyenda, ni un melodrama, es la página amarga de aquel poeta que fue acusado -por Valera, nada menos- de escribir "suspirillos germánicos". Un hombre, en fin, atormentado, como tantos otros cuyo talento crea disparidad con la vida.

Pero que supo, a diferencia de todos ellos, sus contemporáneos, poner la poesía al alcance del hombre de las multitudes y, simultáneamente, abrir la perspectiva al simbolismo, del que nace toda la poesía posterior… Esto, y las secuelas derivadas de la sífilis, que padeció. El hombre es Hilarión Borobia, el novio que Casta dejó para casarse con Gustavo Adolfo en mayo de1861; hombre corpulento, irascible, espeso, bronco. Le ha seguido a Casta a Madrid, convirtiéndola en obsesión de su vida. Hilarión reta a Gustavo Adolfo en la plaza del pueblo y por poco no le mata. Acto seguido, allí en Noviercas mismo, Gustavo Adolfo abandona a Casta junto con los dos hijos mayores de ambos; el pequeño, nacido en diciembre de ese mismo año de 1868, se queda con Casta. No volverán a encontrarse hasta que Gustavo Adolfo esté próximo a morir en 1870, en el piso de Claudio Coello, en Madrid. De los tres hijos que tuvieron, Gregorio terminará, con el tiempo, en la cárcel, acusado de robar para mantener a su propia fa-

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PANORAMA DE NOVIERCAS, PUEBLO NATAL DE CASTA ESTEBAN, ESPOSA DE BÉCQUER, HIJA DEL MONCAYO, IGUAL QUE LA MACHADIANA LEONOR, NACIDA EN EL CERCANO ALMENARES. (¿QUÉ TIENEN LAS HIJAS DEL MONCAYO, QUE ENAMORAN A LOS POETAS ANDALUCES?)

milia, Jorge sienta plaza de soldado raso en Orán y su rastro se pierde en la historia, y Emilín ya no es hijo de Gustavo, sino de Hilarión. El primogénito y el benjamín habían sido bautizados en Noviercas, el pueblo de los padres de Casta -ella había nacido en la vecina Torrubia del Campo-de quienes era la casa, en su iglesia parroquial de los santos Justo y Pastor; está al confín de la calle del Moral, con sólo ascenderla. Entre la iglesia y el torreón se ubica la mencionada plaza pública. Allí se alzaba la fuente, donde Casta iba a por agua. La gente del pueblo -unas trescientas almas, en la época-, cuando Emilín vino al mundo, murmuraba que tenía toda la cara de su verdadero padre. Bécquer había inspirado en Casta un solo poema, apenas una cuarteta de versos forzados, pero premonitorios; en él Gustavo Adolfo se ve como "un corazón para el amor ya muerto", mientras que a ella la mira como la flor de un páramo: "Tú creces de mi vida en el desierto / como crece en un páramo la flor". Julia Bécquer, sobrina del poeta, hija de Valeriano, que tan cerca estuvo de ella en la infancia, nos la describe diciendo que "era guapa, pero antipática; tenía en la cara algo trágico y desagradable". Pero lo cierto es que, fuera como fuese, Casta es, indiscutiblemente, la mujer de la vida de Bécquer, y no sólo porque fuera la madre de dos de los hijos de ambos. La misma escasez de inspiración que provocó en el poeta revela, precisa y paradójicamente, lo cerca que estuvieron uno de la otra, tanto que no fuera preciso plasmar otros sentimientos que los de la vida diaria. A todo esto, Gustavo Adolfo había tenido múltiples amores y descuidaba la vida hogareña hasta extremos desesperantes para toda mujer. En Noviercas, ella se hace cargo de todo, siempre, además, con la reticencia de Valeriano, cuya relación con su cuñada era pésima. En la casa de marras, en una era cercana, es fama que Valeriano trazó el famoso

retrato de su hermano, el que pasará a la historia, entre tantos, como arquetípico y definitivo. Casta, además, cuidaba de los dos hijos de éste y su esposa Winnefred, una irlandesa al parecer insoportable también para Casta. A dos años de la muerte de Gustavo, Casta vuelve a casarse, esta vez con Manuel Rodríguez Bernardo, hombre calmo, afable, recaudador de Hacienda, sin otro talento que procurar un buen pasar a su familia. Borobia le mata a la salida de un baile de carnaval de donde había sido expulsado, de un trabucazo, en 1873. Borobia muere poco después en Beratón, aldea soriana donde sitúa Bécquer el escenario de su leyenda "La corza blanca". Es sorprendido robando su iglesia con una partida de malhechores y el pueblo le mata allí mismo. Ya era conocido como el Rubio. Casta queda en situación de desamparo. Conocidos eran sus sablazos a los amigos y conocidos del poeta, quienes, finalmente, colaboran en un libro firmado por ella, titulado Mi primer ensayo. No se resuelven sus penurias y su estado mental empeora. Casta Esteban muere en el madrileño hospital de la Princesa víctima de horrorosas quemaduras, al prenderse en su casa sus vestidos con el aceite de un quinqué, incendio previsiblemente intencionado. Cuando en 1913 se rescaten de la madrileña Sacramental de San Lorenzo los restos mortales de ambos hermanos Bécquer para trasladarlos apoteósicamente a Sevilla, nadie se acordará de ella. Pero lo cierto había sido que Casta se casó ilusionada, con veinte años aún no cumplidos, y la vida con Gustavo fue amargándola: sus desvíos, sus infidelidades, su trato tantas veces displicente, como también sus numerosísimas ausencias. Era una hija del Moncayo. Igual que la machadiana Leonor, nacida en Almenares, a poco de aquí. (¿Qué tienen las hijas del Moncayo, que enamoran a

los poetas andaluces?). No podía ser, la vida juntos. Gustavo sí, tuvo sus devaneos, sobre todo con marquesitas, que le encantaban, a diferencia de las encallecidas manos de su esposa, pero también es cierto que se desvivió porque nada les faltara, a su familia; su correspondencia epistolar con Casta refleja un carácter benévolo, e incluso débil, de que Valeriano le acusaba. Ninguno tuvo la culpa. Esta casa de Noviercas está hoy en el abandono. Sobre las rejas de la ventana de la planta baja, que da al cuarto donde el poeta acostumbraba a escribir, hay un letrero de "se vende". Un vecino, a mi pregunta de cómo la Diputación soriana no mete mano en el asunto, me dice que pertenece a una señora que vive en Cataluña y que vende sólo con la condición de quedarse con la primera planta. Uno no comprende. Un poco más allá, siguiendo la calle que desemboca en un caminillo entre las mieses, se llega a un paraje singular, como son todos éstos que dan con el Moncayo, desde aquí una inmensa pirámide azul, en el centro transversal de la península, lugar sagrado donde las tribus célticas terminaron uniéndose en sus ritos con los iberos: lugar el más simbólico de la Hispania primitiva. Y de todo ha quedado un resón, una atmósfera poderosísima, una vibración telúrica que todo lo impregna, de lo que Bécquer se nutrió, tanto aquí como en la inminente Veruela. O como en esta ermita, a donde va a dar el sendero que sale de su casa en Noviercas: Virgen de los Remedios, se llama. Y es tradición que aquí estuvieron los cuerpos descabezados de los Siete Infantes de Lara, antes de ser trasladados a Salas de los Infantes. Y hasta este paraje se llegaba Gustavo Adolfo con sus bártulos de escribir, como de pintar, Valeriano. Y de aquí, de este aire, y estas espesuras misteriosas, es la leyenda "Los ojos verdes". Es Noviercas. Aquí está.