El Indice de Desarrollo Humano

1 EL ÍNDICE DE DESARROLLO HUMANO CAPITULO II El Indice de Desarrollo Humano Ya en el primer Informe sobre Desarrollo Humano en la Provincia de Bue...
3 downloads 0 Views 32KB Size
1

EL ÍNDICE DE DESARROLLO HUMANO

CAPITULO II

El Indice de Desarrollo Humano

Ya en el primer Informe sobre Desarrollo Humano en la Provincia de Buenos Aires, editado en 1996, se postuló que el Desarrollo Humano puede concebirse como la conquista gradual de factores que estimulan el despliegue de las potencialidades de las comunidades, pero también debe entenderse como un proceso de remoción de impedimentos para el desarrollo y la superación progresiva de las diversas formas de sufrimiento de cada una de las personas que integran una comunidad. En este sentido, el estudio y la medición de los índices e indicadores que reflejen el Desarrollo Humano debe necesariamente complementarse con el de los referentes del sufrimiento humano. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha diseñado un Indice de Desarrollo Humano (IDH), que incluye tres componentes básicos: la longevidad –medida a través de la esperanza de vida al nacer–, los conocimientos –representados por las tasas de alfabetismo y de matriculación combinada primaria, secundaria y terciaria– y el acceso a un nivel digno de vida –cuyo indicador es el ingreso per cápita ajustado por paridades de poder adquisitivo y por una función de utilidad decreciente. La selección de solamente tres elementos facilita su comprensión, aunque numerosas críticas se han realizado por no haberse incorporado a los mismos otras dimensiones del Desarrollo Humano. En respuesta a algunas de tales críticas, el mismo PNUD ha promovido modificaciones en el IDH, así como el diseño de nuevos instrumentos de medición –cuya aceptación dista de ser unánime–: los índices de Desarrollo y de Potenciación de Género (IDG e IPG), el Indice de Libertad Humana (ILH) y el Indice de Pobreza de Capacidad (IPC).

Si bien el IDH implica un avance respecto al crecimiento del Producto Bruto per cápita como indicador único de desarrollo, de ningún modo puede considerarse como medida insuperable de la eliminación de las barreras del subdesarrollo. El IDH es un indicador sintético de la evolución de los logros de una comunidad, pero la observación de los progresos de un conjunto social no debe opacar la visibilidad de regresiones en la índole o la extensión de los sufrimientos de las personas que la integran. El Desarrollo Humano, en este sentido, constituye un paradigma para la observación del progreso o regresión de una nación. No implica un conjunto estandarizado de medidas políticas implementables, sino más bien una forma de observar la evolución de una comunidad y, por consiguiente, de evaluar los resultados de las políticas públicas. Sin embargo, esta última afirmación no significa que el Desarrollo Humano considere únicamente los progresos sociales producidos por las políticas estatales, sino que también dicho paradigma entiende que la ampliación de las oportunidades vitales debe producirse a través de la participación de la persona en su comunidad y del desarrollo de sus capacidades endógenas. La participación no es sólo un insumo que permite ampliar las oportunidades de las personas, sino también un resultado al cual debe aspirar toda comunidad. El Desarrollo Humano constituye entonces un paradigma que establece una forma de observación integral de la ampliación de las capacidades y las oportunidades de vida, y un método para el estudio analítico de las privaciones y obstáculos que sufren las personas en una determinada

2

INFORME SOBRE DESARROLLO HUMANO EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES 1999

comunidad. El criterio de observación establecido en el paradigma del Desarrollo Humano tiene como fin principal la evaluación de los progresos producidos por la participación de la comunidad y el control de las políticas públicas implementadas desde los órganos estatales.

Medición del Desarrollo Humano La construcción de un índice capaz de medir la evolución del Desarrollo Humano en una determinada comunidad plantea el problema de que el propio fenómeno que se pretende captar no se agota en una definición cerrada. Sus inspiradores lo presentan como un concepto abierto, en permanente evolución, tal como el proceso que intenta analizar temporal y espacialmente. El concepto de Desarrollo Humano nace y se desarrolla en la línea de una serie de trabajos estimulados por la insatisfacción frente a la generalizada utilización del Producto Bruto como indicador de bienestar de un sistema social. Entre otras críticas que habitualmente se formulan a este indicador, merecen destacarse aquellas que sostienen que como medida de la producción, excluye la realizada para autoconsumo como así también el trabajo no remunerado en la esfera doméstica y en las organizaciones comunitarias. Las críticas también aluden al indicador como medida de bienestar y en este caso se destaca que no tiene en cuenta la composición del valor agregado entre los bienes socialmente útiles, los bienes suntuarios y los bienes producidos para otros fines –por ejemplo, los armamentos–, la distribución de la producción entre las personas, la capacidad de las mismas para transformar el ingreso en capacidad de consumo, o los impactos ambientales. Estas y otras críticas fomentaron el desarrollo de conceptos alternativos estrechamente ligados entre sí, como “nivel de vida”, o distinciones conceptuales entre un

bienestar “objetivo” y un nivel de satisfacción “subjetivo”. Para ello, se incorporó al centro del debate el concepto de “oportunidades de vida”, como una combinación de la trilogía tener, ser, amar. El primer concepto está vinculado al nivel de vida, a la posesión o usufructo de bienes materiales útiles, cuyo opuesto sería la “pobreza”. El segundo se relaciona con el potencial autónomo de actualización y aprendizaje, cuyo opuesto sería la “alienación”. Finalmente, el tercer término está asociado a las nociones de solidaridad y pertenencia, cuyo opuesto sería la “anomia”. A su vez, estos desarrollos teóricos estimularon aplicaciones prácticas en el área de las políticas públicas. La incorporación de nociones como “planificación social” alentó la construcción de un conjunto de indicadores cuyo objetivo primordial era captar la evolución de determinados fenómenos sociales que se pretendían influenciar con acciones de políticas concretas. La difusión de la actividad de las agencias internacionales de asistencia crediticia y técnica estimuló esta evolución conceptual, particularmente notable para América Latina en el caso del trabajo de la CEPAL. La noción de necesidades básicas toma preponderancia y con ella un conjunto de elementos prioritarios del sistema social, entre otros, nutrición, educación primaria, salud, saneamiento y vivienda. Las crisis económicas de las últimas décadas, la crítica generalizada al sistema de arreglos institucionales promovidos por el Estado de Bienestar y las políticas de ajuste estructural aplicadas en los últimos años, trasladaron a un lugar secundario el debate acerca de indicadores alternativos que superen el campo de posibilidades de aquellos que miden el valor económico de cierto grupo de bienes. En gran medida, el desprestigio de los indicadores alternativos de bienestar se vinculaba con la ausencia de un marco conceptual y un consenso unificado sobre los mismos. Entre otras críticas formuladas a estos desarrollos conceptuales, se destacan aquellas que cuestionaban la “efectiva” y “concreta” posibilidad de aprehender ciertos fenómenos que se

3

EL ÍNDICE DE DESARROLLO HUMANO

consideran política y culturalmente relativos. Ante tales críticas, la noción de Desarrollo Humano trata de asentarse en categorías analíticas que sean universalizables, comparables y pasibles de ser evaluadas con cierta precisión. La disputa del concepto no es con otras nociones o indicadores que expresan fenómenos ubicados en un grado de abstracción menor. El concepto de Desarrollo Humano y su operacionalización a través del IDH pretenden confrontar con conceptos tales como desarrollo social, evolución social, progreso social. En el primer Informe sobre Desarrollo Humano elaborado por el PNUD en 1990, se afirma: “El término Desarrollo Humano significa aquí tanto el proceso de ampliar las oportunidades de los individuos, como el nivel de bienestar que han alcanzado. También ayuda a distinguir claramente entre dos aspectos del Desarrollo Humano: uno es la formación de capacidades humanas tales como un mejor estado de salud o mayores conocimientos. El otro es la forma como los individuos emplean las capacidades adquiridas”. “El Desarrollo Humano se refiere no sólo a la satisfacción de necesidades básicas, sino también a un proceso dinámico de participación”. Refleja “el proceso de constante ampliación de las oportunidades de los individuos mediante la remoción de las barreras que impiden la plena utilización de las capacidades”. El dominio del conjunto de elementos que como sistema componen el Desarrollo Humano se encuentra en permanente expansión. Ello influye directamente sobre la definición de los índices e indicadores sugeridos como instrumentos capaces de captar la entidad global de ese conjunto abierto de elementos. Una conceptualización operacional del Desarrollo Humano puede considerarse como un nuevo intento por desarrollar un concepto y un índice, cuya pretensión es captar globalmente y comparar relativamente el estado de situación de un determinado sistema social. Para ello se necesita desarrollar un conjunto de criterios de medición de los valores con contenido

universalista propuestos en la conceptualización.

El Indice de Desarrollo Humano en los informes del PNUD A partir del primer Informe del PNUD, el IDH toma en cuenta tres elementos básicos: longevidad, conocimientos y nivel de vida digno. Longevidad es definida como la posibilidad de que la persona pueda disfrutar de una vida prolongada y saludable; nivel de conocimientos es la posibilidad de adquirir saberes que potencien las capacidades de las personas; y finalmente, nivel de vida digno es descrito como la posibilidad de disponer de los recursos materiales necesarios para desarrollar las oportunidades de la persona en su comunidad. Considerando que el concepto de Desarrollo Humano implica tanto la ampliación de las oportunidades de las personas como el nivel de bienestar que éstas han alcanzado, el IDH intenta considerar ambos aspectos. En efecto, la longevidad y el nivel de conocimientos aluden a la formación de capacidades. El ingreso básico para una vida decente mide el nivel de bienestar alcanzado. En el caso de la longevidad, el componente clave no se ha modificado desde 1990. Como indicador único no ajustado se utiliza a la esperanza de vida al nacer, que engloba fundamentalmente los fenómenos relacionados a la salud y la nutrición. La longevidad significa vivir bien durante mucho tiempo, ya que en base a esta posibilidad se definen los planes y ambiciones de los seres humanos. Al mismo tiempo, un claro objetivo de bienestar consiste precisamente en evitar que la vida se agote en forma prematura. Esto último refiere a diferentes cuestiones que permiten preservar la vida: la seguridad e higiene en los ámbitos laborales, en las condiciones ambientales, en el tránsito y la prevención de accidentes, en las condiciones de seguridad pública, la vigencia de garantías

4

INFORME SOBRE DESARROLLO HUMANO EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES 1999

legales que preserven el ejercicio pleno de las facultades políticas y los derechos humanos. La esperanza de vida al nacer presentaría la ventaja adicional de que probablemente la varianza real entre estratos sociales dentro de un determinado país sea mucho menor que la del ingreso. Así, como indicador del nivel de Desarrollo Humano, el promedio de esperanza de vida de un grupo de personas induce menos al error que el promedio del ingreso. Sin embargo, en los informes publicados por el PNUD se reconoce el problema derivado del hecho de que hasta el momento no se le ha prestado la atención que merece a la calidad de los años de vida. El nivel de conocimientos tuvo originariamente como indicador exclusivo al coeficiente de alfabetización de adultos, aunque en los informes publicados por el PNUD se reconoce que sería necesario disponer de una definición que contemplara los casos de analfabetismo funcional. En el tercer componente del IDH, el nivel de vida digno, se utilizó como principal indicador al Ingreso per cápita. Este tiene una cobertura nacional muy amplia, pero resulta difícil su comparación a nivel internacional. Se puede solucionar parcialmente este problema utilizando cifras del Producto Interior Bruto (PBI) per cápita ajustado a las “paridades del poder adquisitivo” (PPA), compensando así los desvíos que suelen presentarse por la existencia de diferencias en los tipos de cambio, proporcionando mejores aproximaciones del poder relativo de compra. Sin embargo, la importancia de la magnitud de los incrementos en el Ingreso per cápita deben relativizarse en función de la base a partir de la cual ellos parten, en el supuesto de que el logro de un nivel digno de Desa-rrollo Humano no requiera un ingreso ilimitado. Por ejemplo, un aumento de 300 dólares marcaría una diferencia notable en un país donde el promedio es actualmente de 600 dólares, pero tendría mucho menos significado en un país donde el promedio sea de 20.000 dólares. Para compensar esto, el IDH utilizó originariamente un valor de umbral, más allá del cual el aumento margi-

nal en el ingreso per cápita se consideraba menos significativo y, por consiguiente, se descontaba en gran medida, reduciéndose de esta forma la relevancia de este componente para los países que superaban este umbral, lo cual en la práctica significó para ellos la reducción del IDH a los componentes de longevidad y conocimientos. Hasta 1993, ese umbral se derivó del nivel de pobreza de los países industrializados. Una característica innovadora del IDH es la manera en que se combinan sus componentes, dado que la medición de cada indicador se realiza en unidades diferentes. A fin de combinarlos, la gama de valores para cada uno se coloca en una escala comprendida entre 0 y 1, en la que 0 es el mínimo considerado como posible y 1 el máximo. Hasta 1994, el valor mínimo de cada dimensión se establecía de acuerdo al nivel del país donde el desempeño fuera más bajo, y el máximo, al del país donde el desempeño fuera más alto. El valor del IDH para cada país resulta del promedio simple del valor del índice en cada una de las dimensiones, longevidad, logro educacional y nivel de vida, considerando cada componente con una importancia de un tercio sobre el total. Se considera que los países con un IDH inferior a 0,5 tienen un bajo nivel de Desarrollo Humano, aquellos cuyo IDH está comprendido entre 0,5 y 0,8 un nivel medio, y aquellos cuyo IDH es superior a 0,8, un nivel alto. En la búsqueda del perfeccionamiento de esta medida estadística resumida, el IDH se fue modificando año tras año. En 1991, se modificó la dimensión “nivel de conocimiento”, combinándose el alfabetismo adulto con la escolaridad promedio, otorgándosele una importancia diferencial a estos componentes. El coeficiente de alfabetización de adultos –mayores de 25 años– se ponderó por un factor de dos tercios, mientras que la mediana de años de escolaridad fue ponderada por un factor de un tercio. A partir de 1995, en el tercio correspondiente a la escolaridad se utilizó como indicador a la tasa combinada de matriculación primaria, secundaria y

5

EL ÍNDICE DE DESARROLLO HUMANO

terciaria. También en 1991 se modificó la forma de relativizar la variable ingreso por nivel adquisitivo, procurando reflejar mejor los rendimientos decrecientes en los niveles en los cuales se supera la línea de pobreza: la tasa de descuento aumenta a medida que los ingresos van superando múltiplos cada vez mayores del umbral. A partir del año 1994, se tomó la media anual del ingreso mundial como umbral para el ajuste de utilidad, y en el año 1999 la función de ajuste se suavizó levemente, reduciéndose así el descuento aplicado a los países de nivel intermedio de ingresos. Las modificaciones mencionadas no produjeron cambios significativos en la ubicación de los países en la escala del IDH. En el Informe de 1990 ya se observaba que las tres dimensiones del IDH adolecen de la falla común de ser promedios, y que al serlo ocultan las diferencias en la distribución. El alfabetismo suele ser muy desigual en algunos países si se lo analiza por variables como sexo, nivel de ingresos, o según se consideren regiones rurales o urbanas. Una mejora en el IDH habría de producirse mediante su desagregación. A partir de 1991 se calculó el IDH en forma separada para ambos sexos. En 1995 se diseñó un Indice de Desarrollo relativo al Género (IDG), que contempla similares componentes que el IDH, aunque con algunas pequeñas correcciones acordes a las diferentes formas de ponderación de los indicadores. En 1992 se comenzó a dar mayor importancia al análisis de los cambios en el IDH a través del tiempo,estudiándose su evolución en los últimos 20 años. Los mayores incrementos en el IDH se han observado en los países de más bajos niveles del IDH. Este hecho pone de manifiesto la existencia de un patrón de desarrollo en las naciones menos desarrolladas y también revela la tendencia del IDH a igualar situaciones extremadamente heterogéneas. La medición cuantitativa de estos fenómenos opaca otras diferencias significativas. La esperanza de vida al nacer aumenta a medida que disminuye la tasa de natalidad,

ya que existe una fuerte correlación entre los fenómenos de la natalidad y la mortalidad, y en las últimas décadas se han ido produciendo transiciones demográficas en la mayoría de los países menos desarrollados. El logro educacional no refleja las enormes diferencias en la calidad de la educación recibida. La relativización de la utilidad decreciente del incremento del ingreso per cápita reduce sustancialmente las diferencias entre los países que han logrado un determinado nivel de desarrollo. En el Informe sobre Desarrollo Humano 1993 se realizó un ensayo de desagregación del IDH por estratos sociales en cinco países de diferente nivel de desarrollo. Allí se observa que las principales diferencias se observan en los países de mayor nivel de IDH. En 1994 se modificó la forma de calcular los coeficientes componentes del IDH a fin de permitir analizar los cambios a lo largo del tiempo de los indicadores de cada nación en particular y no sólo en relación al conjunto. Esto marca una diferencia con el sistema anterior, en el cual los valores máximo y mínimo de cada dimensión dependían del desempeño de los países que se encontraban en los extremos de las escalas. A partir del Informe 1994 se toman valores “normativos” para el cálculo de los componentes del IDH. Esos valores son los extremos observados o previstos en un período prolongado; los mínimos son los observados históricamente retrocediendo 30 años, y los máximos son los que pueden preverse para los próximos 30 años. En consecuencia, el valor del IDH posibilitará comparaciones más significativas entre países y a lo largo del tiempo, pudiendo incluso afirmarse, por ejemplo, que el actual nivel de Desarrollo Humano de la Argentina es levemente superior al que tenía Italia 22 años atrás. La modificación ascendente o descendente en el IDH de un país significará necesariamente una mejora o un deterioro en su desempeño, por cuanto no podrá ya depender de los que se encuentran en los extremos de las escalas de cada dimensión, como ocurría cuando cambiaban los máximos y mínimos cada año.

6

INFORME SOBRE DESARROLLO HUMANO EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES 1999

Indices complementarios del IDH El IDH, a pesar de incorporar una mayor riqueza conceptual, omite dimensiones fundamentales que las personas consideran al evaluar su situación. La libertad económica, social y política, la protección contra la violencia, la seguridad humana, la integración social, la sustentabilidad ambiental, son algunos de los valores que no han sido incorporados. Los informes del PNUD han propuesto índices complementarios al IDH, observándose diferentes problemas metodológicos respecto de cada uno de ellos. En la propuesta de construcción del Indice de Libertad Humana (ILH) –presentado en el Informe sobre Desarrollo Humano 1992 de manera independiente del IDH–, se observa la falta de datos sobre la libertad política en numerosos países y la mayor inestabilidad de la dimensión política en relación a la de los componentes del IDH. Construir un índice de esta condición implica determinar –entre otras cosas– si la libertad humana se identifica con listados de derechos humanos consagrados en ordenamientos jurídicos o se refiere al funcionamiento de los dispositivos institucionales que promocionan y hacen efectivo su ejercicio; si es posible precisar operativamente el concepto de libertad humana o sólo puede enunciarse como principio; o bien establecer la medida en que el funcionamiento de instituciones específicas implican la vigencia de libertades políticas. En el Informe de 1992, el PNUD plantea las dificultades para establecer un IDH sensible a la sustentabilidad del Desarrollo Humano. Es decir, un IDH capaz de medir el ingreso nacional teniendo en cuenta la depreciación de los recursos humanos, naturales y financieros; lo que implicaría afirmar un criterio homogéneo que permitiera la construcción de un indicador que a la vez sirva para comparar en forma uniforme todas las unidades de análisis. En la misma línea se encuentra la presentación en el Informe PNUD de 1994 del concepto de seguridad humana. Esta noción complementa a la de Desarrollo Huma-

no pero revela dificultades de formulación, en tanto la seguridad se percibe más fácilmente como ausencia que como presencia. El Indice de Desarrollo relativo al Género (IDG) pretende reflejar en las diferentes naciones el estado del Desarrollo Humano en las mujeres por comparación con el de los varones, utilizando similares indicadores a los del IDH, pero realizando algunas correcciones metodológicas. Para la comparación entre las potencialidades relativas de varones y mujeres se construyó el Indice de Potenciación de Género (IPG), que se concentra en el grado de participación y mide la desigualdad de género en las esferas económica, política y en la adopción de decisiones, a través de la participación porcentual de las mujeres en la representación parlamentaria, en los puestos administrativos y ejecutivos, y en los puestos profesionales y técnicos. En el Informe del PNUD de 1996 a su vez se explicó el Indice de Pobreza de Capacidad (IPC), que tiene en cuenta la ausencia de tres capacidades básicas: la de estar bien alimentado y sano –medida a través de la proporción de niños menores de cinco años con peso insuficiente–, la de procrear en condiciones saludables – indicada por la proporción de nacimientos sin asistencia de personal de salud capacitado– y la de tener educación y conocimientos –representada por la alfabetización femenina. A diferencia del IDH, con el IPC no se pretende generar una medida resumida del desarrollo del conjunto de la comunidad, sino sólo estimar qué proporción de la población se encuentra por debajo de un umbral de privación en sus capacidades básicas. En principio, se supone que un desfasaje entre Pobreza de Capacidad y Desarrollo Humano –entre IPC e IDH– provocará transformaciones: si el IPC disminuye, a largo plazo se supone que aumentará el IDH, y si aquél se incrementa, se estima que el IDH tenderá a decrecer. El Programa Argentino de Desarrollo Humano, en su Informe de 1996, elaboró un Indice de Desarrollo Infantil, tomando una metodología similar a la del IDH. Los componentes Salud –estimado a través de la Tasa de Mortalidad de menores de 5

7

EL ÍNDICE DE DESARROLLO HUMANO

años–, Educación –reflejado en las Tasas Netas de Escolaridad Primaria y Secundaria– y Calidad de Vida –medido por la proporción de Niños de 0 a 18 años en Hogares con NBI (excluyendo escolaridad)–, pretenden reflejar las oportunidades y la capacidad de los niños en las provincias argentinas.

La medición del IDH en la Argentina En el Informe sobre Desarrollo Humano 1999 publicado por el PNUD, la Argentina se ubica en el puesto 39º en la escala confeccionada en función de los valores del IDH para 174 países, siendo Canadá, Noruega y los Estados Unidos los que ocupan los tres primeros puestos. Es particularmente destacable el hecho de que, entre el resto de los países de América Latina, solamente es superada por Chile (34°), si bien es mínima la diferencia respecto a Uruguay (40°). Si se tomaran en forma aislada los componentes del IDH, la Argentina se ubicaría en el puesto 26º en Educación, en el 47º en Longevidad y en el 40º en Ingreso. En el aspecto de la Longevidad es superada por varios países de América Latina (Costa Rica, Cuba, Chile, Panamá y Uruguay), descendiendo hasta el 6º puesto. Si se analiza el valor del IDG, se podrá observar que los indicadores acerca de la situación de la mujer hacen ocupar a la Argentina el mismo puesto que en la escala del IDH. La participación de la mujer en el Ingreso (23%) es el valor que incide en mayor medida para la actual posición de la Argentina en el IDG.

Limitaciones de la medición estadística El Desarrollo Humano es un concepto abierto y dinámico que enfrenta dificultades para la correcta definición de los criterios de su medición estadística. Resulta obvia la ventaja de utilizar indicadores cuantitativos a fin de establecer comparaciones basadas en criterios uniformes. La

medición estadística del Desarrollo Humano suscita críticas de la más variada índole. La traducción de conceptos que hacen referencia a fenómenos sociales complejos en indicadores cuantitativos, puede significar una desnaturalización de aquéllos, ya que toda cuantificación requiere de la uniformidad en la definición de criterios que en la realidad se dan naturalmente en forma diversa. La riqueza de un concepto contrasta con la precisión de una definición, obligada por los criterios metodológicos de toda medición estadística, no necesariamente hábil para capturar los matices de diferenciación. En términos de algunas corrientes positivistas, se sostiene que no es científicamente correcto describir fenómenos que no se pueden cuantificar, y por contrapartida se cuestiona la observación abierta de la realidad, limitándola a los indicadores disponibles. Esto condicionaría la mirada sobre los hechos sociales en función de un conjunto de indicadores a priori definidos y mensurados, que si bien responden a un esquema valorativo previo, a su vez retroalimentan sobre las posibilidades de gestión pública, ya que ésta suele encontrar mayores presiones en aquellas áreas donde la “racionalidad estadística” afirma la existencia de un problema “científicamente observado”. Por otro lado, se argumenta que la agregación a que obliga cualquier cuantificación oculta sustanciales diferencias que surgen de la distribución. Esta crítica es mitigada toda vez que se enfatiza la medición de las disparidades, habida cuenta de las dificultades de elaboración y de comprensión que implican.

El Indice de Desarrollo Humano en la Provincia de Buenos Aires El Indice de Desarrollo Humano fue diseñado previendo la posibilidad de su instrumentación en unidades desagregadas, razón por la cual se puede calcular su valor para provincias, regiones o municipios, o incluso para fragmentos de una determinada

8

INFORME SOBRE DESARROLLO HUMANO EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES 1999

comunidad –por ejemplo, para las mujeres, o para quienes integran un grupo social determinado. Sin embargo, el principal inconveniente para tal desagregación es la dificultad de estimación de los indicadores del IDH, pues en muchos casos –por ejemplo, en los municipios de la Provincia de Buenos Aires– no se han producido datos estadísticos por parte de organismos oficiales de esperanza de vida al nacer o de producto bruto geográfico. Ello provocó la necesidad de establecer una forma de medición alternativa que, contemplando el modelo básico diseñado por el PNUD, permitiera la comparación de los logros en

Desarrollo Humano en cada uno de los Partidos y Regiones de la Provincia. La estimación del IDH emprendida en el presente trabajo respetó, en la medida de lo posible, la metodología empleada por el PNUD, especialmente en cuanto a la consideración de los tres componentes básicos de su medición, y a la valoración equivalente para cada uno de ellos –es decir, un peso igual a un tercio para cada componente. Pese a ello, se han debido incorporar a cada uno de los tres elementos otros indicadores que permitieran establecer una comparación entre las diferentes regiones y municipios.

EL ÍNDICE DE DESARROLLO HUMANO

Contenido El Indice de Desarrollo Humano 1 Medición del Desarrollo Humano 2 El Indice de Desarrollo Humano en los informes del PNUD 3 Indices complementarios del IDH 6 La medición del IDH en la Argentina 7 Limitaciones de la medición estadística 7 El Indice de Desarrollo Humano en la Provincia de Buenos Aires 7

9