197 Rev Biomed 1997; 8:197-208.

Historia de la Medicina

El descubrimiento de las plaquetas.

Raúl Izaguirre-Avila.

Departamento de Hematología, Instituto Nacional de Cardiología "Ignacio Chávez", México, D.F, México.

RESUMEN. De los tres elementos formes de la sangre, la plaqueta fue el último en ser descubierto. Es probable que el inglés William Hewson (1739-1774) haya sido el primero en observar algunas plaquetas. Durante el siglo XIX, numerosos observadores reportaron la presencia en la sangre de corpúsculos más pequeños que los glóbulos rojos y los glóbulos blancos. Sin embargo se considera al francés Alfred Donné (1801-1878), como el primer autor que reportó su presencia en la sangre, aunque también se atribuye este descubrimiento al médico inglés George Gulliver (1804-1882). En 1842, el inglés William Addison (1802-1881), describe a las plaquetas en su trabajo “Sobre los Corpúsculos Pálidos ... en la Sangre”. Franz Simon, un químico de Berlín, fue el primero en usar ferrocianuro de potasio para evitar la coagulación de la sangre y describió a las plaquetas como "cuerpos muy pequeños". Friederich Arnold (1803-1890), fue el pri-

mer anatomista en reconocer e ilustrar plaquetas en 1845. En 1846, Gustav Zimmermann, médico militar alemán, describió “billones de ciertos corpúsculos incoloros” que tendían a agruparse, y los llamó “cuerpos elementales”. El mismo fenómeno fue observado en 1862 por Max Schultze (18251874), profesor de anatomía en Bonn y Halle, quien también los llamó “pequeños elementos”. En 1873, en Francia, Edme Felix Alfred Vulpian (1826-1887) describió la propiedad de esos cuerpos incoloros de la sangre de adherirse al vidrio y formar agregados. La primera observación de que las plaquetas se encontraban como unidades en la circulación y que se acumulaban, fue hecha por William Osler (1849-1919) en 1874. En 1878 en París, George Hayem (1841-1935), reportó “en la sangre existen unos pequeños elementos ...", que tenían tendencia a agregarse y a cambiar de forma. Describió interacciones con la fibrina y su participación en la detención de la hemorragia. Hayem empleó el término “plaquette”, en 1883.

Solicitud de sobretiros: Dr. Raúl Izaguirre-Avila. Instituto Nacional de Cardiología "ignacio Chávez", Juan Badiano 1, C.P. 14080, México, D.F., México. Recibido el 23/Junio/1997. Aceptado para publicación el 9/Julio/1997.

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198 R Izaguirre-Avila. Giulio Bizzozero (1841-1901), aisló plaquetas de los trombos e identificó a la hemostasia y a la trombosis como procesos análogos. En 1885, Schimmelbusch describió los cambios morfológicos que sufren las plaquetas en un vaso dañado o con superficies extrañas. En 1886, Eberth y su asistente observaron que la estasis del flujo sanguíneo ocasionaba el depósito de las plaquetas a la pared de vaso formando un “trombo rojo”, fenómeno al que denominó “metamorfosis viscosa” de las plaquetas. En 1906, James Homer Wright (18691928), descubrió, que los megacariocitos daban lugar a las plaquetas. William W. Duke (18821945), en 1910, propuso una prueba que relacionaba el número de plaquetas y la tendencia hemorrágica, (“tiempo de hemorragia”). En los 100 años que siguieron a las primeras observaciones de este tercer elemento de la sangre, la plaqueta pasó de la misteriosa partícula apenas visible, hasta el elemento que determina funciones vitales y que participa en enfermedades hemorrágicas y, sobre todo, en enfermedades trombóticas con una elevada tasa de mortalidad, como la aterosclerosis. Palabras clave: Historia de la medicina, plaquetas, hemostasia, trombosis.

SUMMARY. The discovery of platelets. Of the three elements which make up blood, the platelets were the last to be discovered. The englishman William Hewson (1739-1774) was probably the first ever to observe some platelets. Throughout the nineteenth century, several observers reported the presence of corpuscles smaller than the red and white blood cells in blood. However the frenchman Alfred Donné (18011878) is considered to be the first person to report their presence in blood, although this discovery is also attributed to the english doctor George Gulliver (1804-1882). In 1842, the englishman William Addison (1802-1881), described platelets Revista Biomédica

in his study "About the Pale Corpuscles... in blood". Franz Simon, a chemist in Berlin was the first person to use potassium ferrocyanide to prevent blood clotting and described platelets as "very small bodies". Friederich Arnold (1803-1890), was the first anatomist to reconigse and illustate platelets in 1845. In 1846, Gustav Zimmerman, a german military doctor described "billions of certain colourless corpuscles" which tend to group together and he called them "elemental bodies". The same phenomenom was observed in 1862 by Max Shultze (1825-1874), professor of anatomy in Bonn and Halle, who also called them "small elements". In France, 1873, Edme Felix Alfred Vulpian (1826-1887) reported that those colourless bodies in blood had the property to adhere to glass and to form aggregates. In 1874, William Osler (18491919) made the observation that platelets were found as units in the circulation and that they accumulated. In Paris, in 1878, George Hayem (1841-1935) reported that "some small elements exist in blood" which had the tendency to group together and to change shape. He described interactions with fibrin and their participation in the halting of a haemorrhage. The term platelet was first used by Hayem in 1883. Giulio Bizzozero (1841-1901), isolated platelets from the thrombi and identified haemostasis as analogous processes. In 1885, Schimmelbusch described the morphological changes which platelets indergo on contact with damaged glass or strange surfaces. In 1886 Eberth and his assisstant observed the stasis of blood flow caused platelets to be depositedon the wall of a glass forming a "red thrombus", a phenomenon which he called "viscous metamorphosis" of the platelets. In 1906, James Homer Wright (1869-1928). Discovered that the megacariocytes gave rise to the platelets. In 1910, William D. Duke (1882-1945) proposed a test to relate the number of platelets to the tendency to haemorrhage ("bleeding time").

199 Historia de las plaquetas. In the undred years since the first observations of this third element of blood were made, the platelet has passed from being a mysterious, barely visible third element to the element which determines vital functions and which participated in haemorrhagic diseases and above all in thrombotic diseases with a high mortality rate like atherosclerosis. Key words: History of medicine, platelets, haemostasis, thrombosis.

De los tres elementos formes de la sangre, la plaqueta fue el último en ser descubierto. Varias circunstancias retrasaron su hallazgo, entre ellas, su tamaño, notablemente más pequeño que el de los eritrocitos y leucocitos, así como las limitaciones ópticas de los primitivos microscopios empleados durante los siglos pasados, particularmente el problema de la aberración cromática. Otro factor que impidió reconocerlas, fue su carácter agregable, ya que durante la toma de muestras o al realizar los extendidos de sangre obtenida por pinchazos, su aglutinación las convertía en un conglomerado que impedía observarlas como partículas independientes. Durante los años que siguieron a la invención del microscopio, varios observadores reportaron la presencia de partículas diminutas en la sangre. El holandés Jan Swammerdam (1637-1680) observó “glóbulos rojos” en muestras de sangre, pero dudaba que estas partículas existieran en la sangre del interior de los vasos. El italiano Marcelo Malpighi (1628-1694) descubrió los vasos capilares en el pulmón de la rana y observó los hematíes en los capilares del erizo, pero sin identificarlos. Antonio van Leewenhoeck (1632-1723), al estudiar gotas de sangre, describió los glóbulos rojos y mencionó otras partículas más pequeñas, de un tamaño aproximado de 1/6 del tamaño de los eritrocitos, que se adherían una a la otra, pero no les prestó mayor atención ni les asignó algún nombre. Pudieron haber sido plaquetas o contamina-

ción con bacterias o partículas de polvo. El médico suizo Albrecht von Haller (1708-1777), llamado “El Grande”, describió la forma lenticular de los elementos sanguíneos y entrevió los leucocitos, al igual que el italiano Lazarro Spallanzani (17291799), quien descubrió los eritrocitos en los vertebrados, característica con la que diferenció a este grupo de los invertebrados, pero ninguno de estos autores mencionó partículas que sugieran ser plaquetas (1-4). Durante el siglo XVIII, el inglés William Hewson (1739-1774) (fig. 1) hizo importantes aportaciones al conocimiento sobre la composición y la coagulación de la sangre. Identificó a la coagulación como una propiedad del plasma y describió que, al incrementar la temperatura de este líquido a 50 grados centígrados, se lograba precipitar y aislar una sustancia a la que llamó “linfa coagulable”, que indudablemente era el fibrinógeno. La precipitación del fibrinógeno por medio del calor no es nada nuevo en el siglo XX,

Figura 1. William Hewson (1739-1774).

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200 R Izaguirre-Avila. es un conocimiento que data del siglo XVIII. Es probable que Hewson haya observado algunas plaquetas, ya que mencionó “ciertos glóbulos y corpúsculos distintos a los eritrocitos y a los glóbulos blancos, pero de una identidad, ocurrencia y naturaleza inciertas”. Hizo otras dos observaciones importantes que ayudaron al conocimiento posterior sobre las plaquetas: primero, notó que al agregar ciertas sales a la sangre, como el sulfato de sodio, ésta se podía mantener incoagulable, con lo que abrió el campo para observarla al microscopio sin que se consumieran los elementos de la coagulación; en segundo lugar, observó que al diluirla con agua, se destruían los glóbulos, fenómeno que no ocurría si se diluía con suero (5, 6). Durante el siglo XIX, numerosos observadores reportaron la presencia en la sangre de corpúsculos más pequeños que los glóbulos rojos y los glóbulos blancos, pero reinaba una gran confusión acerca de su papel y de su origen. Se propusieron varias explicaciones, entre ellas, que se trataba de productos de desintegración de los otros elementos formes, como los glóbulos rojos y blancos, o que eran precursores en la formación de los eritrocitos; también fueron confundidas con bacterias (5-8). Durante esa época, el estudio de la composición de la sangre se basaba en observar tanto la separación de sus partes después de la coagulación, como su reacción a medios físicos (calor o frío), o químicos, al agregarle diferentes sustancias, entre ellas ácidos y álcalis. Se había observado que, al mezclar la sangre con ciertos ácidos, se formaban miríadas de microesferas de aspecto graso a los que se les llamó pequeños glóbulos o “globulinas”, para diferenciarlas de los ya descritos glóbulos rojos. Seguramente se trataba de las grasas y algunas proteínas del plasma, precipitados por efecto del ácido (9). Varios de los trabajos publicados sobre el descubrimiento de las plaquetas mencionan al francés Alfred Donné (1801-1878), como el primer autor que reportó su presencia en la sangre. Durante una sesión de la Academia de Ciencias de París el 7 de marzo de 1842, este investigador reRevista Biomédica

portó que en la sangre existen tres tipos de glóbulos: los rojos, los blancos y los “pequeños glóbulos” (globulinas); más tarde amplió la descripción en su libro “Curso de Microscopía”, publicado en 1844, y mencionó a las “globulinas” como un elemento morfológicamente diferente; pensó que eran precursores de los glóbulos blancos y comparó su apariencia integral a la de la leche. En su descripción dice: “estos glóbulos (globulinas) son producto del quilo y muestran una gran diversidad en la sangre. Se unen en grupos de 3 ó 4, envueltas por una cubierta albuminosa mientras circulan y así constituyen las células blancas”. Es probable que Donné haya observado sólo quilo y no plaquetas, sin embargo, su descripción sugiere la morfología de las plaquetas y no existe una ilustración en su monografía que aclare esta confusión (6,7,10-12). Sin embargo, el trabajo de Robb-Smith (5) hace énfasis en la primicia del descubrimiento por parte de George Gulliver (1804 - 1882), médico inglés nacido en Oxfordshire. Este autor observó unas partículas en la sangre y pensó que eran precursores de la fibrina. En una traducción que hizo del libro “Anatomía General y Diminuta” de Gerber, Gulliver añadió notas y observaciones propias, en las que menciona que en la sangre existen, además de los glóbulos rojos y blancos, los “gérmenes” de la fibrina, y en una ilustración claramente representa a las plaquetas, a las que describe como “esférulas diminutas” de aproximadamente 1/ 10,000 de pulgada”. Las notas de Gulliver fueron publicadas en noviembre de 1841, por lo que parece ser una descripción previa a la de Donné. En un escrito posterior titulado “Sobre la estructura de la membrana fibrinosa o falsos exudados” dice que “las moléculas diminutas y las células pálidas (leucocitos) que flotan en el líquido sanguíneo se encuentran incluidas en los coágulos fibrinosos, pero las delicadas fibrillas que componen tales coágulos no parecen haberse formado de partículas visibles diferentes de los eritrocitos antes de que la sangre se colocara en el microscopio”. El 15 de abril de 1842, un contemporáneo de Gulliver, el inglés William Addison (1802-1881),

201 Historia de las plaquetas. médico de la Duquesa de Kent, y sin ninguna relación con Thomas Addison (1793-1860), quien describió la Anemia Perniciosa, también mencionó en su trabajo “Sobre los Corpúsculos Pálidos y sobre las Moléculas y Citoblastos en la Sangre”, que había encontrado “corpúsculos pálidos algo más grandes que los corpúsculos rojos, que miden de 1/ 2,800 a 1/3,200 de pulgada de diámetro”. Seguramente se refiere a los leucocitos, y agrega: “también observé que el líquido hemático contiene un gran número de moléculas o gránulos extremadamente diminutos, que varían en tamaño; las más grandes miden de 8 a 10 veces menos que los corpúsculos pálidos y existen en gran abundancia. Al examinarlas, observé que se inicia la coagulación de la fibrina; varios filamentos o fibras extremadamente delicadas y perfectamente cilíndricas cruzan el campo del microscopio; gradualmente se incrementan en número, hacen intersección una con otra en varios puntos y forman una malla en la que quedan atrapadas tanto las moléculas como los corpúsculos pálidos. Numerosas moléculas se encuentran situadas, a intervalos, a lo largo del curso de los filamentos, formando nódulos sobre ellos”. Indudablemente, lo que Addison describe es la formación del conglomerado de fibrina y plaquetas, a las que llama “moléculas”, y tal vez fue uno de los primeros investigadores en haber observado directamente al microscopio el proceso de formación de un coágulo (fig. 2). Addison pensaba que cuando se produce una lesión y la sangre escapa de los vasos, los leucocitos se destruyen, descargan sus gránulos, las “moléculas diminutas” y un elemento plástico compuesto de fibrina en una forma no organizada y que, conjuntamente con el plasma y el “liquor sanguinis”, reaccionaban para formar el coágulo del cual posteriormente se separaba el suero (5,7,11,13). Simultáneamente a los investigadores franceses e ingleses, los alemanes también hicieron importantes observaciones sobre las plaquetas. Franz Simon, un químico de Berlín, usó ferrocianuro de potasio para evitar la coagulación de la sangre y describió cuerpos muy pequeños;

también pensó que eran moléculas de fibrina y que se trataba de etapas muy tempranas en la formación de los eritrocitos, teoría que prevaleció durante varias décadas. Friederich Arnold (1803-1890) -quien entre otras cosas describió el conducto del peñasco por el que pasa la rama auricular del nervio neumogástrico y el ganglio nervioso ótico, y que ocupó diversas cátedras en Alemania (14), fue el primer anatomista en reconocer e ilustrar plaquetas en su libro “Handbuch der Anatomie des Menschen”, publicado en 1845, a las que llamó

Figura 2. Dibujo de William Addison hecho en 1842. Las figuras 1, 2b, 3 y 4e muestran las plaquetas, a las que llama “moléculas”, y los leucocitos, a los que llama “corpúsculos pálidos”, atrapados en la fibrina. La figura 4a ilustra los eritrocitos, la 4b los “corpúsculos pálidos” y la 4d las “moléculas diminutas” o “gránulos” (plaquetas).

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202 R Izaguirre-Avila. “gránulos elementales”. Encontró que medían un tercio del tamaño de los eritrocitos y los diferenció de los glóbulos de quilo. También a mediados del siglo XIX, varios observadores reportaron que en la sangre recién extraída se formaban ciertas masas viscosas, que se sospechaba participaban en la coagulación, pero su significado no estaba muy claro ni la relación que tenían con la formación de fibrina. En 1846, Gustav Zimmermann, médico militar alemán, en sus estudios acerca de la inflamación y la participación de la sangre en la formación del pus, describió “billones de ciertos corpúsculos incoloros” que tendían a agruparse. Pensó que se originaban en los linfáticos y que eran precursores en el proceso de formación de los eritrocitos; los llamó “cuerpos elementales”, término muy parecido al que había empleado Simon. El mismo fenómeno fue observado en 1862 por Max Schultze (18251874), profesor de anatomía en Bonn y Halle, quien también los llamó “Pequeños elementos”. Mencionó que tenían una naturaleza protoplasmática y que tendían a formar masas granulares al agregarse; él pensó que eran restos de los leucocitos como resultado de su destrucción. Riess, en 1872, apoyó la misma hipótesis de Schultze y les llamó “cuerpos de desintegración” (5,7,11). Al año siguiente, 1873, en Francia, Edme Felix Alfred Vulpian (1826-1887) describió la propiedad que tenían esos cuerpos incoloros de la sangre de adherirse al vidrio y formar agregados. Por la misma época, Louis Antoine Ranvier (18351922), nacido en Lyon, hizo observaciones similares a las de Addison. Reportó que durante la coagulación de la sangre aparece una materia fibrosa, en cuyo centro se encontraban granulaciones, que tenían características morfológicas y tintóreas diferentes a las de los eritrocitos y leucocitos (11). De esta manera, durante la década de 1870 se había reunido suficiente información acerca de dos fenómenos cuya relación entre sí no estaba muy clara: primero, la existencia de esas diminutas partículas y, segundo, de la aparición de ciertas masas protoplásmicas y viscosas durante la extracción de Revista Biomédica

sangre. El siguiente paso fue reconocer que estas partículas existían en una forma independiente en la circulación, mientras que en una etapa subsecuente tienden a formar los cúmulos que habían observado los primeros investigadores. Este hecho fue identificado por William Osler, Georg Hayem y Giulio Bizzozero. A mediados del siglo XIX no había duda que la sangre contenía dos tipos de glóbulos, los rojos y los “incoloros” o blancos, pero había un gran desconcierto sobre las partículas más pequeñas y su tendencia a aglutinarse. La primera observación de que las partículas que integraban las “masas granulares” de Schultze se encontraban como unidades independientes en la circulación y que eran el resultado de su acumulación, fue hecha por William Osler (1849-1919) en 1874. Las describió como “discos redondeados y pálidos, de un tamaño aproximado a 1/8 de los eritrocitos, con tendencia a adherirse uno con otro” (fig. 3). Se le hizo difícil diferenciarlas de las bacterias porque hizo sus observaciones en vasos de animales muertos; mencionó que “no hay evidencia que estas partículas sean continuidad de alguna forma vegetal o animal reconocida o que tengan el poder de la reproducción; no se puede decir nada acerca de su naturaleza o de su relación con las bacterias”. Publicó su trabajo bajo el título de “Hallazgo de ciertos organismos que se encuentran en el Liquor sanguinis” (15). En 1878 en París, George Hayem (1841-1935) (fig. 4), nacido en esa misma ciudad, reportó que “en la sangre de todos los vertebrados existen unos pequeños elementos que no son ni los glóbulos rojos ni los glóbulos blancos”. Pensó que eran precursores de los eritrocitos y les llamó “hematoblastos”. Describió que estos elementos tenían tendencia a agregarse y a cambiar de forma, con la idea de que se transformarían en eritrocitos. También describió cómo interaccionan con la fibrina cuando la sangre es removida de un animal; reconoció que participaban en detener la hemorragia y les atribuyó una doble función: “acelerar la coagulación y jugar un papel en la regeneración de la sangre”. Entre las numerosas aporta-

203 Historia de las plaquetas.

Figura 3. Ilustración de William Osler donde muestra los “organismos” que observó en estudios hechos en ratas muertas.

ciones que Hayem hizo a la Hematología, parece haber sido uno de los primeros en emplear el término “plaquette”, en 1883. Hizo descripciones cuidadosas de la morfología normal y patológica de los eritrocitos y mejoró numerosas técnicas hematológicas; propuso emplear el “índice de coloración” para la diferenciación de las anemias y describió y clasificó numerosas enfermedades hematológicas, correlacionando los hallazgos clínicos con los de laboratorio. Hizo estudios sobre la púrpura hemorrágica y especuló sobre las causas de la anemia. Publicó su texto de Hematología en 1900, uno de los primeros tratados sobre la especialidad (16,17). Sin embargo, quien logró entender mejor el papel de las plaquetas y reconocerlas como un elemento distinto en la sangre fue el italiano Giulio Bizzozero (1841-1901), nacido en Varese (fig. 5). Ya había reportado que la sangre se forma en la médula ósea y en 1882 publicó su monografía sobre las plaquetas. A diferencia de Osler, hizo sus

Figura 4. Geroge Hayem (1841-1935).

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Figura 5. Giulio Bizzozero (1846-1901).

observaciones en la circulación mesentérica de animales vivos y rebatió las teorías de Schultze y Ranvier, al afirmar que “las masas granulares” no eran residuos de la desintegración de los leucocitos ni granulaciones de fibrina, sino que se originaban de los elementos morfológicos preexistentes en la sangre, a los que llamó “petites plaques” (pequeñas placas o plaquitas) (fig. 6). Describió cómo se agrupan en los vasos dañados y forman el tapón hemostático en forma diferente de la coagulación del plasma y mencionó que se trata de dos eventos independientes y paralelos. Como otros investigadores de su tiempo, suponía que las “plaquitas” liberaban una sustancia no visible al microscopio que podía acelerar la coagulación. Aisló plaquetas de los trombos e identificó a la hemostasia y a la trombosis como procesos análogos. También notó la naturaleza friable de los coágulos tempranos y la progresiva tensión que se produce en los depósitos más avanzados (8,18). Así, durante la segunda mitad del siglo XIX se estableció una polémica en torno a estos eleRevista Biomédica

Figura 6. Ilustración de Bizzozero hecha en 1882, donde muestra los glóbulos rojos, blancos y las “pequeñas placas pálidas” (plaquetas).

mentos. Por un lado, Schulzte, Reiss, Schmidt y Lowit sostenían la teoría de que los elementos denominados “plaquitas” por Bizzozero eran fragmentos de leucocitos. Alexander Schmidt (18311894) había postulado la presencia de un fermento que podría coagular el plasma, al que llamó “fermento de la fibrina” y después “trombozima” (10) y pensó que se originaba, junto con las plaquetas, por la destrucción de los leucocitos. Achard y Aynaud, Le Sourde y Pagniez pensaron que las plaquetas se originaban en las células endoteliales y Arnold y Víctor Schilling (1883-1960) que se originaban de los eritrocitos (19). Otros como Weigeret atribuyeron los hallazgos de Bizzozero a artefactos debidos a la compresión de los vaso san-

205 Historia de las plaquetas.

Figura 7. Karl Eberth (1835-1926).

guíneos, a trastornos en la circulación o a efecto de la anestesia empleada en los animales de experimentación. Sin embargo, varios autores confirmaron las observaciones de Bizzozero, entre ellos Karl J. Eberth (1835-1926), patólogo de Halle (fig. 7), y su asistente en el Departamento de Patología General de esa ciudad, Curt Schimmelbusch, un joven cirujano. Eberth, entre otras cosas, en 1880 había identificado en los ganglios mesentéricos y en el bazo de personas muertas por fiebre tifoidea la bacteria que lleva su nombre, el bacilo de Eberth o Eberthella typhosa, después llamada Salmonella typhy (20). En 1885, Schimmelbusch escribió un trabajo sobre la participación de las plaquetas en la coagulación, donde describe los cambios morfológicos que sufren al contacto con un vaso dañado o con superficies extrañas. Al año siguiente, 1886, Eberth y su asistente reportaron un hecho trascendental en lo que respecta a la hemostasia: observaron que la alteración y estasis del flujo sanguíneo en los vasos, van seguidas por

el depósito de las plaquetas a la pared formando un “trombo rojo”, fenómeno al que Ebert denominó “metamorfosis viscosa” de las plaquetas, una clara descripción de la hemostasia primaria, casi simultáneamente a lo descrito por Bizzozero (21,22). En los siguientes años, las plaquetas fueron reconocidas como un elemento independiente en la sangre y se les dieron diferentes nombres, aludiendo a sus peculiaridades, como su tamaño pequeño, el orden en que habían sido descubiertas, sus características tintóreas o a lo difícil que era observarlas en forma aislada. Así se conocieron como “globulitos (globulinas)”, “granulaciones”, “placas de la sangre”, “pequeñas placas (plaquitas)”, “pequeños discos”, “tercer corpúsculo”, “corpúsculo fugitivo”, “discos fugitivos”, “discos invisibles” y “discos incoloros” (11). En esos años, el origen de las plaquetas continuaba siendo un misterio, motivo de controversia. En 1893, Engel también pensó que se derivaban de la desintegración de los núcleos de los eritroblastos y en 1894, tanto Bremen como Wasslow pensaron que eran producto de la desintegración de los eritrocitos y negaron que fuese un tercer componente de la sangre. La escuela italiana se había interesado por el origen de las células de la sangre en general. Bizzozero había reportado células gigantes en la médula ósea desde 1869, a las que William Henry Howell (1860-1945), nacido en Baltimore, les llamó “megacariocitos” en 1890. Foá y Salvioli observaron que esa célula gigante se fragmentaba en numerosas partículas hialinas y pensaron que esos fragmentos eran los precursores de los eritrocitos, ideas similares a las de Hayem, quien por ese motivo les había llamado “hematoblastos”. En 1900 Dominici pensó que las plaquetas eran “organelos” liberados del citoplasma por algunas células mononucleares. Foá en 1889 y Vassale en 1901 fueron de los primeros en observar plaquetas en el bazo. El primero también las encontró en los ganglios linfáticos y supuso que esos fragmentos hialinos eran restos de células mononucleares y no plaquetas (7,11). Fue hasta 1906, en que el gran patólogo norVol. 8/No. 3/Julio-Septiembre, 1997

206 R Izaguirre-Avila. teamericano James Homer Wright (1869-1928), quien perfeccionó la tinción que lleva su nombre y la aplicó al estudio de la sangre y de la médula ósea, descubrió, mediante preparaciones histológicas convincentes, que los megacariocitos de este tejido daban lugar a las plaquetas después de la fragmentación de su citoplasma (fig. 8) (23). En los años siguientes, numerosos autores, sobre todo de la escuela italiana de Ferrata, como Storti, Perugini, Soldati, además de Rheingold, Wislocki y Dempsey, aceptaron el hecho, que fue apoyado por la similitud histoquímica y de coloración que existía entre los megacariocitos y las plaquetas (19). Ferrata desarrolló la teoría que lleva su nombre respecto al origen del megacarioblasto a partir del hemohistioblasto (24). Sin embargo, algunos otros se resistieron a reconocer el origen de las plaquetas en la médula ósea. Harvey Jordan en 1918, así como Foá y Salvioli, también pensaban que los eritrocitos se originaban de los megacariocitos, y la teoría de Schilling, Engel, Preisich y Heim, establecía que las plaquetas se originaban de la destrucción del núcleo de los eritroblastos (25,26). La descripción de la Aplasia Pura de la serie roja hecha por Kaznelson en 1922 (27,28) derribó esta teoría al demostrar que en algunos enfermos con anemia y ausencia de eritroblastos en la médula ósea, el número de plaquetas y de leucocitos era normal en la sangre y había megacariocitos normales en la médula ósea. El trabajo también demostró el origen de los eritrocitos a partir de los eritroblastos de la médula ósea. Tocantis, Baserga y Duke, entre otros estimaron la vida media de las plaquetas entre 4 y 5 días (19,24). Los primeros intentos por contar las plaquetas parecen haber sido hechos por Riess en 1872; observó que se encontraban disminuidas en la Anemia Perniciosa, hecho confirmado posteriormente por Osler. En 1878, Hayem fue el primero en obtener cuentas de plaquetas prácticamente idénticas a las aceptadas en la actualidad y en 1882 concluyó que los agregados de plaquetas jugaban un papel importante para detener la salida de sangre de los vasos y que la disminución en su númeRevista Biomédica

Figura 8. Ilustración de Wrigth hecha en 1906. Muestra un Megacariocito con prolongaciones que desprenden plaquetas en el interior de un sinusoide. Tomado de la cita 11.

ro o su ausencia provocaban hemorragia. A pesar de esos avances a fines del siglo XIX, durante los primeros lustros del presente siglo aún había confusión sobre las plaquetas y no todos los autores prestaban suficiente atención a su conteo en la citometría hemática (26), aunque se reconocía que su descenso se asociaba con algunas enfermedades hemorrágicas (29). A inicios del siglo XX se desarrolló el estudio de la función de las plaquetas por medio del laboratorio. William W. Duke (1882-1945), patólogo de Kansas, era alumno de Wright y se sintió estimulado por los trabajos de su maestro para encontrar una relación entre el número de plaquetas y las manifestaciones clínicas de hemorragia. Hayem, Bizzozero y Osler habían aclarado el papel de las plaquetas en la hemostasia y habían encontrado disminución en su número durante el curso de algunas enfermedades, por lo que Duke, en 1910, propuso una prueba para investigar la relación entre el número de plaquetas y la tendencia hemorrágica, a la que llamó “tiempo de hemorragia” (11,30,31). Con ello, se dejaron sentadas las bases para los grandes descubrimientos que se han hecho en el siglo XX acerca de su estructura y función. En los 100 años que siguieron a las primeras observa-

207 Historia de las plaquetas. ciones de este tercer elemento de la sangre, la plaqueta pasó de la misteriosa partícula apenas visible, causa de grandes polémicas acerca de su significado, hasta el elemento que determina funciones vitales como la hemostasia, y que participa en enfermedades hemorrágicas y, sobre todo, en enfermedades trombóticas con una elevada tasa de mortalidad, como la aterosclerosis. La plaqueta continúa siendo un tema de gran interés por parte de los investigadores en áreas tan variadas como biología molecular, enzimología, investigación clínica, hemostasia, farmacología antitrombótica y muchas más.

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