Dr. Francis Lefebure

Doctor Francis LEFEBURE Medalla de Oro y Premio del Concurso Lépine 1963 Medalla de Oro del Salón Internacional de Inventores de Bruselas 1964, por la acción sobre el cerebro de su aparato para la neurosincronización

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luz-natural-mente.com www.fosfenismo.com 1ª edición en lengua castellana I.S.B.N: 84-95720-09-4 Depósito legal: B-21639-2003 © Reservados todos los derechos de traducción y de reproducción total o parcial para todos los países

EL PUNTO DE CONCENTRACIÓN capítulo extraído del libro

LA RESPIRACIÓN RÍTMICA Y LA CONCENTRACIÓN MENTAL

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EL PUNTO DE CONCENTRACIÓN Análisis profundo Aunque Cristo conocía perfectamente las enseñanzas de todos los profetas que lo habían precedido, rara vez los citaba. Prefirió crear una doctrina nueva y original que respondiera a las necesidades históricas de la época. De la misma forma, intentar realmente imitar a Nuestro Señor no se hace empeñándose en comprender en sus enseñanzas más de lo que la época y nuestra naturaleza actual nos permiten. Por otra parte, es más difícil vivir el Evangelio que comprenderlo. Nosotros, por nuestra parte, hemos terminado este trabajo según nuestros medios con La fuerza del cristianismo, y dejaremos a las generaciones futuras la responsabilidad de esclarecer todavía más los misterios del Evangelio, gracias a los descubrimientos de la ciencia. Creando una doctrina que contenga los Evangelios, pero que, además, aporte las técnicas iniciáticas necesarias para aplicarlas fácilmente, pensamos que imitaremos a Cristo, en su aspecto creador. Aquel en quien resido da muchos frutos. Por lo tanto, en un primer tiempo, hay que asimilarlo. Después, en un segundo tiempo, crear un fruto, un elemento nuevo. Por eso, hay que atreverse a completar la doctrina. Con este objetivo, haremos un análisis nuevo y tan profundo como sea posible del punto de concentración, que Jesús llama el grano de mostaza, un punto de concentración que es, a nuestro modo de ver, el fenómeno más importante de la iniciación y que constituye la vía más segura para la misma.

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Consideramos que, a través del perfeccionamiento que hemos aportado a las técnicas de la concentración en un punto, hemos puesto al alcance de cualquier investigador concienzudo la posibilidad de comprobar en pocas semanas la existencia de una ciencia oculta, una iniciación que, a causa de su naturaleza especialmente sutil, sólo podía permanecer secreta hasta que sus leyes fueran mejor conocidas. Las nuevas analogías que exponemos aquí entre la concentración en un punto y ciertos fenómenos astronómicos nos liberan de la necesidad de pasar por la imposición de manos de un verdadero maestro para tener la prueba experimental y personal de la iniciación. Por supuesto, este contacto fluídico sólo puede acelerar los progresos de los que ya están entrenados. Mediante los nuevos procedimientos que indicamos, cada persona adquirirá rápidamente este resplandor que provocan las conversiones. EL CICLO EXPLOSIVO DEL ESPÍRITU Ejercicio del adormecimiento Vamos a estudiar ahora un conjunto de métodos que refuerzan de forma apreciable la concentración de la mente en un punto. Este ejercicio de concentración es profundamente cristiano, puesto que este punto es el reino de los cielos, el grano de mostaza, el punto invisible que existe en el cuerpo, un punto que nadie conoce, sólo les seres espirituales ( L’évangile selon St-Thomas ou les paroles secrètes de Jesus, de Jean Dórese). Según el Evangelio de san Lucas, más conocido que el anterior, la fuerza de esta concentración permite realizar grandes milagros, puesto que Cristo dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro “Desarráigate y plántate en el mar”, y os obedecería (XVII-5-8).

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Según san Mateo: Si tuvierais fe y no dudarais, no solamente haríais lo que he hecho con esta higuera, sino que diríais a esta montaña “Quítate de ahí y tírate al mar”, y se cumpliría (XI-21). El destino normal de la montaña es el fondo del océano, como consecuencia de la erosión, por lo tanto, nos damos cuenta de que la concentración en un grano de mostaza, es decir, en un punto, acelera los procesos de evolución natural. Acelerar nuestra evolución es el objetivo de cualquier enseñanza iniciática. Por lo tanto, el grano es un punto vivo, que levanta la montaña de nuestros pensamientos impuros y la disuelve en el océano de la fuerza cósmica original, al ritmo de sus olas. Una vez disgregada, la montaña sirve de alimento a los peces y las algas, de la misma forma que cualquier pensamiento terrestre, transportado por las olas del ritmo cósmico, vuelve a nosotros metamorfoseado, por lo tanto, creador. Esta concentración es constante en el estado de vigilia en el iniciado. Pero nunca se analiza mejor que durante el delicado periodo de adormecimiento. Este es el motivo por el cual hemos creído interesante asociar íntimamente dos estudios diferentes, el de la concentración en un punto pulsátil y el del adormecimiento. Además, en nuestros veinticinco años de experimentación, hemos observado que el ejercicio de concentración en el ciclo explosivo de la mente es uno de los ejercicios mentales que pueden acompañar de forma habitual al adormecimiento hasta su límite extremo, e incluso más allá, porque se adapta de forma tan perfecta a los ritmos cósmicos que tiene tendencia a continuar en sueños. Provoca incluso en el espíritu una fuerza ascensional, de tal manera que, como consecuencia, el sujeto se siente elevado en el espacio, en el periodo de ensueños y después durante el sueño.

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El ritmo fundamental de la imaginación Antes de intentar introducir el sol naciente del espíritu, analicemos el instante del gran combate final entre la conciencia y las fuerzas del inconsciente, el instante por excelencia cuya conquista nos conduce a la iluminación. Porque, de la misma forma que la zona costera, tanto por el lado del mar como de la tierra, es la zona en que la vida es más abundante, igual que la superficie interna de los pulmones y los intestinos son zonas de intercambio y de vida más activa, así el periodo de contacto entre el estado de sueño y el estado de vigilia es el momento más favorable para la verdadera vida del espíritu. Vamos a indicar ahora cómo utilizar de la mejor manera posible este valioso instante. Porque para mantener la mente lúcida hasta la frontera del sueño, e incluso durante el mismo, utilizaremos una fuerza muy potente, la fuerza del ritmo. ¡Eso es un tópico, dirá usted! Le recordaremos ese tópico con un experimento que sólo le gustará si lo hace al aire libre, desnudo y en tiempo cálido. Llene una bañera con agua. Con una pala plana pequeña de niño, imprima a esta agua ligeros impulsos longitudinales rítmicos. Le costará un poco encontrar el ritmo que está en resonancia con las características de la bañera, pero cuando lo consiga, se encontrará mojado de arriba abajo, con mayor rapidez de lo que esperaba, y la bañera estará casi vacía; este resultado se obtiene con leves movimientos de la pala. De la misma forma, mediante el ritmo, vamos a vaciar el agua del alma, que es el estado de ensueño, de la bañera del cuerpo. El problema que se plantea es encontrar un ritmo tan natural que continúe por sí mismo durante el adormecimiento, un ritmo que, a pesar del debilitamiento de la voluntad, acentúe la exteriorización del espíritu, ya más o menos espontánea en este instante.

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Es difícil descubrir el ritmo más eficaz. En efecto, la fisiología nos muestra que el organismo presenta todo tipo de ritmos, desde la sinusoide pura de ciertos trazados electroencefalográficos, hasta las finas puntas del electrocardiograma. Señalaremos al respecto que la sinusoide puede considerarse como la madre de todos los ritmos, porque los demás ritmos pueden descomponerse en sinusoides. Ahora bien, el órgano de la conciencia, la parte más evolucionada de nuestro cuerpo, es el que genera las principales sinusoides durante la meditación rítmica. Esta curva, que es la base de la física vibratoria, parece tener relación también con la esencia de nuestro ser. Pero no podemos prescindir del intermediario entre la raíz invisible de la creación y el mundo, de tal manera que la importancia primordial de la sinusoide no debe hacernos olvidar otras formas de variaciones periódicas cerebrales cuya constatación es fácil. Haremos alusión aquí principalmente a un ritmo sensorial que hemos puesto en evidencia (Experiencias iniciáticas), mirar una bombilla eléctrica alrededor de cinco minutos, después apagarla, permanecer en la oscuridad con los ojos cerrados y observar el mayor tiempo posible los fenómenos luminosos subjetivos. No los describiremos ahora, pero recordaremos su ritmo: aparece una mancha luminosa que crece lentamente, llega al máximo y después desaparece de pronto. Unos instantes después, reaparece una ligera mancha luminosa y se reproduce el mismo ciclo, caracterizado por la aparición muy progresiva de la luminosidad y su brusca desaparición. Este ciclo es uno de los ritmos cerebrales fundamentales; la persona que observa sus pensamientos durante el adormecimiento, es decir, cuando su ritmo propio no está modificado por estímulos externos, se dará cuenta de que cada pensamiento aumenta progresivamente de intensidad y después cambia bruscamente, de forma involuntaria, como si alguien girara el botón de un estereoscopio.

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Además, la persona que observa este instante se dará cuenta de que cada pensamiento alcanza su máxima intensidad justo antes del cambio involuntario, mientras que el cambio se acompaña de un tiempo de oscurecimiento de la conciencia, un tiempo que va aumentando a medida que se avanza hacia el sueño. Por otra parte, este mecanismo recuerda el de la distracción, en el que podemos constatar, con un esfuerzo de la memoria, cuando nos damos cuenta de esta distracción, un breve oscurecimiento de la conciencia comparable a una especie de adormecimiento breve, en el momento en que el pensamiento que queremos mantener cambia, a pesar nuestro, por así decir, para dar paso al nuevo pensamiento que nos distrae. Este es el ritmo propio del pensamiento durante el adormecimiento. Algunos experimentos (La exploración del cerebro mediante las oscilaciones de los fosfenos dobles), han mostrado que las leyes de los fosfenos son las mismas que las que regulan el desarrollo de los pensamientos en ausencia de cualquier estímulo sensorial exterior, por lo tanto copiaremos la concentración en un punto de la evolución del fosfeno y nos lo representaremos primero muy pequeño, después en lento aumento y finalmente invadiendo todo el espacio, para desaparecer de forma brusca, reaparecer débilmente y empezar de nuevo a crecer. Se trata de un ciclo lento, de medio a dos minutos, según los sujetos, lo cual no excluye en absoluto que se superponga a un ritmo sinusoidal rápido, de dos segundos, cuyo gran valor hemos mostrado (La iniciación de Pietro y Yoga de dos segundos). Este ritmo sinusoidal puede ser, por ejemplo, un ligero balanceo del punto de derecha a izquierda durante su crecimiento, o incluso una pulsación.

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La mancha crece durante un segundo y después disminuye de tamaño durante el segundo siguiente, pero un poco menos de lo que había aumentado, de tal manera que avanza, como la marea, por oleadas; en telegrafía sin hilos, se diría que el periodo sinusoidal de dos segundos es la onda portadora, y el lento crecimiento seguida de desaparición brusca es la modulación. Hemos expuesto en otra obra todos los argumentos que demuestran la oposición, incluso la simetría, que existe entre el espíritu y la materia (La Luz de Asia ante la Ciencia. Las Homologías). Por lo tanto, no debe sorprendernos que el ritmo que acabamos de describir con un foco interior se encuentre, invertido, en el sol. De esta forma, la fuente de luz tan bien adaptada a la personalidad humana que puede iluminarla hasta durante el adormecimiento es como el reflejo del sol sobre nuestra alma, que se refleja en cada uno de nosotros como en cada chapoteo del océano. ANALOGÍA CON LOS RITMOS SOLARES Imaginemos una bomba, química o atómica, que explota en el vacío: una gran parte de sus moléculas, en un inicio rápidamente proyectadas a lo lejos, volverá lentamente al lugar de la explosión, a causa de la gravitación que atrae las moléculas unas hacia las otras. Las estrellas funcionan así: por una parte, las explosiones atómicas internas son la causa de todas sus radiaciones. Por otra parte, durante la formación de las protuberancias, enormes cantidades de materia son proyectadas a una velocidad colosal, a veces tan grande que escapa definitivamente a la atracción solar; pero, en general, esta materia vuelve a caer, después de inmensos circuitos, lentamente, porque es frenada por la presión de radiación hacia el sol. Este proceso es perpetuo.

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Las manchas solares evolucionan con el mismo ritmo: primero se forma una mancha muy luminosa, llamada fácula, después aparece un punto oscuro en su centro que aumenta en unas horas y tarda a veces dos o tres meses en desaparecer. El ciclo a lo largo de los años de evolución de las manchas solares es comparable: el periodo de crecimiento es de alrededor de cuatro años, más corto que el de decrecimiento, que es de alrededor de siete años. Veremos que esta semejanza, aunque un poco lejana de las curvas, no se debe probablemente al azar. Habitualmente, al concento de oscuridad se asocian ideas negativas, como debilidad, terror y muerte, porque pensamos en la oscuridad terrestre. Pero si centramos nuestra atención en las oscuridades del sol, ocurre a la inversa: estas oscuridades constituyen las manchas solares. Estas oscuridades nos desvelan la textura profunda del sol. Las manchas solares constituyen las zonas de máxima actividad, en temperatura y probablemente en movimiento; dado que son gigantescos remolinos, además, son centros de magnetismo y de emisión de un flujo de haces de electrones. La persona que se ejercite en la concentración en un centro psíquico o chakra se dará cuenta de que esta concentración se facilita al imaginar en el centro de la llama pulsátil un pequeño punto intermitente negro del que salen las fuerzas en el momento de la explosión, y donde se introducen durante el repliegue. Este punto negro no debe considerarse de forma peyorativa ligada al concepto de noche, sino al contrario como el análogo a la mancha solar, la zona de donde salen todas las fuerzas, el lugar que ejerce en nosotros la atracción magnética, el espacio en que aparecen las profundidades del espíritu en su mayor desnudez.

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El experimentador que realice seriamente el ejercicio, se dará cuenta de que no se trata de una comparación filosófica fabricada por motivos docentes, sino de un fenómeno fácilmente comprobable que muestra que nos interesa estudiar las analogías entre nuestros fenómenos mentales y los fenómenos astronómicos. De esta forma conseguiremos el perfeccionamiento del ritmo mental que hemos descrito, examinando con mayor detenimiento los ritmos solares; en efecto, las manchas solares aparecen por brotes, y las protuberancias también. La explosión se descompone en una sucesión de explosiones secundarias, como harían las bombas que estallan en serie. Durante otro fenómeno creador, la erupción de un volcán, la primera explosión a menudo es la más fuerte, al menos en el caso del volcán en forma de cúpula, porque la cúpula se proyecta en pedazos, y después se suceden las explosiones junto con la emisión de lava. Las tormentas también se producen en serie por periodos. Debemos señalar la instantaneidad del rayo, un fenómeno eléctrico y, por lo tanto, muy cercano a los orígenes del mundo. El ritmo de la eyaculación, otro ritmo primitivo y creador, se parece mucho al ritmo de la erupción volcánica. El conjunto de estos hechos muestra que el surgimiento primitivo de cualquier fuerza en la naturaleza es explosivo y el regreso a la calma se hace progresivamente. Sobre este punto, la biología confirma la ley descubierta por la astronomía, ya que inmediatamente después de la fecundación, durante las primeras divisiones, es cuando la actividad orgánica del ser es mayor con respecto a su peso, y después irá disminuyendo sin cesar. Esto nos sugiere un segundo ejercicio de concentración en un punto: el punto, una vez formado por la imaginación, explota, llena todo el espacio mental y después se repliega lentamente sobre sí mismo.

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El primer ejercicio, durante el cual el punto aumenta lentamente para desaparecer bruscamente y después volver a formarse, es adecuado para el adormecimiento, porque es paralelo al ritmo natural del pensamiento durante el adormecimiento que, como hemos visto, es el mismo que el de los fosfenos. Este nuevo entrenamiento, en el que nos imaginamos un punto que primero explota y después disminuye lentamente su superficie, es la imagen del despertar de nuestra conciencia por la mañana, cuando las fuerzas recuperadas durante el sueño pueden liberarse hacia el mundo exterior. Por lo tanto, es un ejercicio para el despertar. Así pues, la concentración de la mente en un punto se realiza de forma simétrica por la mañana y por la noche, porque el cuerpo astral sale por la noche y entra en el cuerpo por la mañana, y este movimiento simétrico de nuestro cuerpo invisible se acentúa mediante la simetría de la concentración. Por otra parte, no hay que perder de vista que en estas dos operaciones la oscilación de dos segundos es el ritmo fundamental de los dos modos de concentración simétrica. Además, conviene saber ser flexible en el entrenamiento sobre la concentración de la mente en un punto y adaptarse a lo que en cierta medida es la manifestación de la fuerza que buscamos, pero de la que sólo conocemos unas pocas leyes. Durante periodos de unos días o unas semanas, sentiremos la necesidad de descansar de estas terribles descargas, mediante concentraciones más estáticas. De la misma forma, en la escala de un destino humano, la persona que concentra su mente en esta meditación experimentará el éxito por oleadas explosivas. La erupción volcánica hace surgir nuevas tierras, y las escorias son muy fértiles. De igual forma, a lo largo del camino interior, lo esencial es obtener erupciones mediante la concentración en un punto.

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Entonces se producirán transformaciones de la vida interior, y este punto proyectará un terreno sobre el cual podrán germinar las mejores semillas contenidas en el alma. No pretendemos en absoluto comparar el punto de concentración con el sol. La observación imparcial del punto de concentración es lo que pone en evidencia la analogía con los fenómenos solares. Pero no olvidemos que Cristo llamó grano de mostaza al punto de concentración. Por lo tanto, es esencialmente un fenómeno vital, como demuestra el hecho de que se desarrolla en la conciencia de los seres vivos. No existe contradicción entre estos dos hechos, desde que se sabe que los vegetales transmutan los elementos, aunque mediante un proceso que todavía nos es inaccesible. La verdadera analogía del punto de concentración, la primera, debe ser con los fenómenos atómicos que se desarrollan en el seno de los vegetales, que a su vez deben presentar ciertas analogías, a escala atómica, con los fenómenos astronómicos. Por ello, el astrónomo puede ver en el cielo la imagen del punto de concentración, del iniciado, del mago. Pues bien, los fenómenos atómicos vegetales siguen el principio de Carnot, introducen energía en el mundo, lo cual nos resulta totalmente incomprensible. De la misma forma, el punto de concentración, y sólo él, introduce energía en el individuo, lo cual es un profundo misterio. ANALOGÍA CON LAS CEFEIDAS Las analogías entre el punto de concentración y las estrellas pulsátiles (cefeidas) aparece en todos los pasos de las personas que con total imparcialidad intentan observar sobre sí mismas el fenómeno de la concentración en un punto. Porque esta pulsación de naturaleza especial, que empieza con una explosión y termina con una lenta contracción, no es otra cosa que el ritmo de las estrellas variables llamadas cefeidas, que se vuelven brillantes rápidamente y después disminuyen lentamente su brillo.

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También en este caso, conviene repetirlo, el fenómeno mental es análogo. Tiene una tendencia natural a la conservación, incluso al aumento cuando nos fijamos un poco. La variedad de los ritmos de las cefeidas es grande, pero todas tienen un rasgo común; el crecimiento más rápido que el decrecimiento nos permite comprender mejor cuál sería el ritmo ideal de la estrella mental. Sería el de una explosión atómica que se produjera en el vacío: un tiempo de estallido de proyección infinitamente pequeña y un tiempo de caída de las partículas que no hayan escapado a la gravitación del conjunto del sistema infinitamente grande. En otras palabras, en este ejercicio, la concentración mental es tanto más perfecta cuanto más breve es el tiempo de explosión y más prolongado es el tiempo de reposo y concentración. Una relación de uno a doce parece favorable. Esto es sólo una indicación sobre la estructura habitual de la imaginación. La similitud de este fenómeno mental con el ritmo de las estrellas variables es demasiado sorprendente, al parecer, para que pueda atribuirse al azar. Digamos más bien que estos ritmos solares y estelares, estas pulsaciones explosivas, se originan probablemente en fenómenos atómicos: cuando la presión aumenta como consecuencia de una contracción lenta, llega un momento en que es suficiente para desencadenar un nuevo tipo de desintegración atómica en cadena, que da lugar a una brusca dilatación, tanto más brusca cuanto que los fenómenos atómicos predominan sobre los fenómenos elásticos, que tienden a igualar la contracción y la dilatación. Este es el motivo por el cual el ritmo explosivo, que es el ritmo fundamental de las estrellas, puesto que toda su energía procede de desintegraciones, es a menudo atenuada por su combinación con un ritmo sinusoidal puro.

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Algo comparable se produce mediante la concentración de la mente en un punto pulsátil, una nueva cantidad de energía mental se introduce en cada pulsación, como si una desintegración liberara fuerzas durante el repliegue. La analogía con los fenómenos atómicos nos muestra que el fenómeno es tanto más primitivo, por lo tanto espiritual, cuanto más brusco es el tiempo explosivo. Por ello, el esfuerzo de la imaginación debe dirigirse sobre todo hacia la brusquedad y la violencia de esta explosión. ANALOGÍA CON LA EXPANSIÓN DEL UNIVERSO Finalmente, recordemos la hipótesis actual sobre la expansión del universo. La separación de las galaxias permite suponer que el origen de todos los mundos físicos que podemos observar se debe a una explosión análoga, y se discute sobre el problema de saber si le seguirá una contracción lenta. Hemos mostrado (La Luz de Asia ante la Ciencia. Las Homologías), que existe una simetría entre la materia y el espíritu. Por lo tanto, cuanto más elevado es un fenómeno espiritual, más debemos buscar en el mundo mineral un fenómeno morfológicamente análogo. Por ello, el ritmo original de la materia, ritmo estelar fundamental, ritmo solar y, en la tierra, el ritmo de las erupciones volcánicas (que algunos geólogos piensan que se deben a un aumento periódico de la radioactividad terrestre), este ritmo de la creación de los mundos físicos es también el ritmo del espíritu en sus actividades creadoras. Por lo tanto, debe utilizarse cuando se buscan ideas nuevas para una obra. SINCRONIZACIÓN CON EL SONIDO SOLAR Es evidente que la concentración en el sonido fundamental de la naturaleza, el nombre natural de Dios, debe acompañar a esta concentración visual. Por lo tanto, asociaremos la repetición del OM con la concentración de la mente en un punto.

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La experiencia permite comprobar que esta repetición es infinitamente más fácil y agradable cuando se separa la O de la M mediante un tiempo de reposo, de silencio, y se hace un nuevo silencio más largo después de la M. Si se compara con el ritmo del corazón, por una parte, y con la media anual del ritmo de los días y las noches, por otra parte, la naturaleza parece sugerir periodos de reposo iguales a los periodos de actividad. Diferentes experimentos electroencefalográficos nos confirman este punto de vista. El doctor Percheron describe la disociación de las letras del mantra en Dieux et démons lamas et sorciers de Mongolie, una obra en la que señala que los monjes separan claramente las letras del mantra (en este caso A – U – M). La M puede ser breve y seca como un toque de silbato o al contrario mucho más prolongada que la A y la U. Por otra parte, cuando Jesús dijo Yo soy alfa y omega, no añadió en absoluto que todo lo que hay entre ambos es sonido. Más bien parece sugerir que el sonido es el fenómeno inicial y terminal de un ciclo de creación. Estas tradiciones nos confirman este hecho de la experiencia interior: la repetición del mantra es infinitamente más fructuosa si se separan las letras y se deja entre ellas un periodo de reposo y, además, nos guían en la sincronización de la fórmula sonora con la imaginación visual del punto, una sincronización que no es importante. En efecto, es difícil que la mente se centre al mismo tiempo en la imagen sonora y la imagen visual; por otra parte, el trueno viene antes que el rayo. Por lo tanto, es conveniente disociar el sonido de la imagen visual, de dos formas: en cada ciclo explosivo y durante un periodo largo que incluya varios ciclos.

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En cada ciclo, la letra O, pronunciada mentalmente, precederá al repliegue de la imaginación hacia una esfera muy pequeña. Una vez concluida la explosión de esta esfera, se repetirá mentalmente la letra M. En varios ciclos durante unos minutos, la mente centrará su esfuerzo en la repetición del mantra OM con un tiempo de reposo entre la O y la M, después se hará un nuevo tiempo de reposo antes de volver a empezar. A continuación, cuando el experimentador esté cansado, lo cual se manifiesta por una audición mental deficiente, pasará a la concentración en un punto explosivo, durante los minutos siguientes. De esta forma se produce un balanceo muy lento entre la concentración visual y la concentración auditiva, que es muy fructífero. Sin embargo, sólo se trata de una técnica de principiante; si pensamos que un calculador prodigioso recuerda simultáneamente varias docenas de cifras, un cerebro normal con un poco de entrenamiento no debe tener ninguna dificultad en asociar la imagen visual y la imagen auditiva simultáneamente en la concentración mental. El término extremo de este balanceo se encuentra entre el ejercicio de la noche y el ejercicio de la mañana: la luz permite mejor que el sonido la localización espacial, por lo tanto, insistir en las concentraciones visuales nos permitirá adormecernos para ayudar al espíritu a exteriorizarse. En cambio, el sonido nos ayudará por la mañana a reunir nuestros pensamientos. No conviene exagerar este proceso, porque probablemente a esta estrella pulsátil hace alusión el Apocalipsis de san Juan cuando Jesús dice: Yo soy el vástago y el linaje de David, la estrella brillante de la mañana (XXII-16). Porque a quien se duerme con la estrella de la concentración, por la mañana lo espera la estrella que ha creado.

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Finalmente, añadiremos una observación que permite aumentar en gran medida la potencia de todas estas concentraciones rítmicas: los ritmos de los fenómenos naturales generalmente son primero muy rápidos y después se hacen más lentos, como ocurre con el crecimiento del huevo, la respiración y las pulsaciones cardiacas del recién nacido, así como el crecimiento de las estrellas hasta su estabilización a causa del equilibrio entre la gravitación y la presión de radiación. El experimentador se beneficiará mucho de repetir estas pulsaciones rítmicas por salvas, al principio rápidas y después progresivamente más lentas, con un periodo largo de reposo antes de la salva siguiente. El aumento de la iluminación obtenido por la observación del conjunto de estas reglas es incontestable. SINCRONIZACIÓN CON LOS ENSUEÑOS Las personas que han practicado durante cierto tiempo el experimento del punto de concentración han vivido lo que Jesús quiso decir al afirmar: El reino de Dios está entre vosotros (Lucas XVII-21). Pero también dijo Nuestro Padre que está en los cielos, que es como decir que los cielos están en medio de nosotros. Es decir, que hay que aprender a descubrir en nosotros varias o al menos una estrella. Mediante la concentración rítmica, iluminamos una estrella en el templo de nuestro cuerpo. En este punto, nos encontramos con nuestro creador. Tanto si somos materialistas como creyentes, ante la constatación permanente de que el universo existe, podemos preguntarnos si el acto creador se produjo una sola vez al principio o si continúa de forma permanente. Algunos físicos han planteado también la cuestión sin tener en cuenta los aspectos de la fe.Nosotros nos inclinamos por la segunda hipótesis.

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Nos inclinamos por el acto creador continuo, permanente; nos parece posible principalmente a causa de un importante descubrimiento reciente, el de la trasmutación de los elementos por las plantas (Science et vie, abril 1959). Esta transmutación va a favor del principio de Canot, que expresa la degradación perpetua de la energía en la naturaleza física, comparable a la nivelación de las montañas por la erosión. La transmutación de los átomos por las plantas muestra que, por medio de los fenómenos atómicos, la vida introduce sin cesar energía en el mundo. Existe ahí un misterio que esta vez no resolveremos sólo mediante ecuaciones. Las analogías con la experiencia interior nos parecen indispensables para esclarecer el problema. El punto de concentración, esta estrella mental, esta pulsación, introduce más vida en nosotros, como si en su centro se produjera una liberación de la energía que constituye nuestro yo, nuestra conciencia de existir. Esta vida que fluye de la estrella pulsátil de la concentración mental se siente en el mismo momento como una gran intensidad de la conciencia, y posteriormente mediante modificaciones permanentes de nuestro ser. Una de las características esenciales de este centro de concentración pulsátil con este ritmo, y sólo con éste, es que puede persistir durante el adormecimiento, y más todavía, incluso durante los ensueños que lo acompañan, a condición, sin embargo, de que se mantenga el ritmo de dos segundos (Yoga de dos segundos y La iniciación de Pietro). Esta energía pulsátil se manifestará primero entre las formas mentales de los ensueños de la noche. Precisamente por eso tiende a destruirlos, pero vuelven transformados, metamorfoseados.

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Es posible ayudar a este proceso esforzándose por aplicar el mismo ritmo a los ensueños del despertar: explosión brusca con proyección lejana de los objetos que contiene; tiempo de reposo prolongado, en que los ensueños recuperan su curso acostumbrado, y viceversa para los ensueños del adormecimiento. O bien, sin deformar los objetos de los ensueños habituales, a intervalos regulares, emiten una explosión de llama que, después del tiempo prolongado de reposo, entra en los objetos. No olvidemos que la muerte y el sacrificio son también formas de estallido del ser; la multiplicación brusca de la misma imagen hasta el infinito, la rápida dilatación hasta la enormidad de una sola imagen. Existen mil formas de asociar el ritmo fundamental de la mente a los ensueños del despertar. La esencial reside en la asociación de los ritmos que hemos descrito, que es la única con la que puede entrar en resonancia, para metamorfosearla, al mismo tiempo que la intensifica. Este proceso de proyección hasta el infinito es, por otra parte, la exageración del mecanismo habitual de los ensueños, que es una proyección del pensamiento fuera del cuerpo. Gracias a la pulsación explosiva y rítmica o repliegue periódico, reagrupación de las fuerzas y los objetos contenidos en los ensueños, esta proyección se aleja sin cesar. Entonces los ensueños dejan de ser un aislamiento egoísta. Se convierten en una comunión con la inmensidad del universo, con todos los seres situados en el espacio donde se extiende la proyección de nuestro pensamiento. Mediante los procedimientos sobre los que hemos dado algunas indicaciones muy sumarias, pero suficientes para el investigador concienzudo, la sexualidad mental se une y llega a confundirse completamente con la concentración en un punto.

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El intelecto y la sexualidad se refuerzan mutuamente en lugar de combatirse. Se comprenden mejor las imágenes orientales de diosas gigantes, con miembros de los que salen llamas. Basta con dar a estas llamas la pulsación fundamental del espíritu para que esta imagen se instale por sí misma y absorba todas las imágenes eróticas. El fondo del alma queda lavado, metamorfoseado. Todo el carácter se resiente de ello. Los actos manifiestan en el mundo la fuerza que se desprende de nuestro creador, este punto de concentración en nosotros. Los ensueños sirven de canal entre este punto pulsátil y la acción. La ley del karma es la segunda ley: nos devuelve las consecuencias de nuestros actos. Es bueno conocerla y tenerla en cuenta en nuestros actos. Pero la primera ley es la de la creación perpetua del mundo, creación que podemos acelerar mediante la concentración en un punto pulsátil, porque la vida, mediante procesos comparables a la desintegración atómica, introduce la fuerza en el mundo. Pero para que salga esta fuerza que nace del punto, no olvidemos el canal de los ensueños: en todo sistema, el término medio es el término rítmico. Es el caso, como señala R. Steiner, del corazón y los pulmones, entre la cabeza y los miembros. Los ensueños, término intermedio entre el sueño y el estado de vigilia, deben convertirse, como el espíritu, en pulsátiles, para que las fuerzas divinas conquistadas por la concentración puedan desprenderse de forma natural de nuestros actos. Nos ayudará en esta nueva transformación la concentración de la mente durante el adormecimiento en el centro situado en la parte más alta del cráneo. Al instante más elevado de nuestra vida mental debe corresponderle la concentración en el centro más elevado del ser humano.

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Por otra parte, las tradiciones tibetanas nos confirman que es el centro de la exteriorización, el centro del paso del estado de vigilia al estado de ensueños. Por lo tanto, cuando empecemos a relajarnos, imaginemos que el tiempo lento de la concentración está formado por pequeñas nubes ardientes que abandonan nuestros músculos y salen por el lugar donde habitualmente se encuentra la tonsura en los sacerdotes. Al cabo de unos minutos de este entrenamiento, observaremos los progresos en la sensación de exteriorización, y podremos percibir el sol pulsátil en el exterior. Esta relación entre el ciclo explosivo del espíritu y el centro coronal se materializó en el Gólgota mediante la corona de espinas, ya que la explosión traza en el espacio mil pequeñas puntas. Este símbolo expresa pues el fenómeno más profundo de la iniciación. Corona la breve pero sorprendente sucesión de milagros, de importancia creciente, que, desde la transformación del agua en vino hasta la propia resurrección, muestra una fuerza explosiva que ha transformado el curso de la historia. LA MODERNA DOCTRINA DEL VACÍO La intactación Cuando se estudia la concentración de la mente en un punto, hay que evitar cierta sensación superficial de desprecio, tanto más peligrosa cuanto que no se la define, y que podría traducirse así: ¡Un punto es tan ínfimo que en realidad hay poca cosa que decir sobre él! Al contrario, y a causa de las leyes de simetría del universo, meditando sobre lo infinitamente pequeño descubriremos siempre más leyes fundamentales. Intentando comprender este punto surgirán en nosotros gran cantidad de ideas fundamentales para la evolución de nuestra civilización.

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A cambio, cualquier nueva comprensión de este punto favorecerá la concentración, que es la clave del centro del templo. Por lo tanto, continuaremos por este camino. Cuando una bomba química explota en el aire, en el lugar de la explosión, inmediatamente después, se produce un vacío que dura unos segundos. En efecto, las moléculas de aire que se encontraban alrededor de la bomba son arrastradas por las moléculas del explosivo y proyectadas lejos. Este vacío es muy real y extenso. Es el responsable de la oleada de retorno que a veces rompe los objetos, ya que el aire se precipita en el vacío dejado en el lugar de la bomba. Por supuesto, el fenómeno es todavía más acentuado con la bomba atómica. Pues bien, la persona que observa atentamente la explosión del punto de concentración en el seno de su imaginación se dará cuenta de que inmediatamente después se produce cierta sensación de vacío. No se trata de una sugerencia que hacemos al experimentador para justificar una analogía, al contrario, nos hemos preguntado durante años lo que significa esta sensación de vacío, en la región central de la explosión, antes de comprender la analogía con la explosión de una bomba. Este camino de nuestro pensamiento muestra una vez más que el razonamiento analógico tiene un gran valor científico, puesto que se basa en la estructura real del universo. La dificultad es aprender a discernir las verdaderas analogías de las falsas. Pero de nuevo, después de haber encontrado la explicación de un fenómeno mental e imaginativo mediante la analogía, lo obtenemos mejor, porque comprendemos con más precisión las condiciones de su producción. Comprendiendo la analogía con la bomba, podremos ser más conscientes de la sensación de vacío que sigue a esta explosión.

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También conviene señalar otro hecho de gran importancia: esta sensación de vacío es al tacto lo mismo que la iluminación sin forma es a la vista. En efecto, la materia es lo que crea formas en el seno de la luz. Esta iluminación sin forma, por tanto, percepción de la fuerza original asociada a la vista, es la percepción de Dios en su aspecto visual. La sensación de vacío es pues la percepción mística fundamental. Es la percepción de Dios en su aspecto táctil. Ahora bien, el tacto es, en cierta medida, la matriz de los demás sentidos: la biología nos enseña que la vista y el oído son diferenciaciones del tacto, que sus superficies sensibles son modificaciones de los corpúsculos táctiles. En la piel de la frente, existen ocelos, pequeños corpúsculos que, con un poco de entrenamiento, nos permiten distinguir la luz de la oscuridad, incluso algunos experimentadores pretenden que ciertos sujetos han conseguido distinguir letras muy grandes con la visión frontal; y todos nos hemos dado cuenta de que los sonidos intensos y graves se sienten como una vibración en ciertas regiones de la piel, y todavía más en los huesos; los seres vivos primitivos, como la lombriz de tierra, sólo poseen un sentido, el tacto. Como órgano de los sentidos primitivos, y origen de los demás, el tacto tiene más relación con Dios que la vista. Por ello, el despertar espiritual de este sentido posee una importancia capital, y este despertar se traduce por una sensación de vacío, que es una forma muy profunda del amor de Dios. Esta es la interpretación más adecuada a nuestra civilización de la doctrina del vacío del yoga tibetano (Le yoga thibétain et les doctrines secrètes, Alexandra David Neel). Llamaremos intactación a este tacto interior que completa la iluminación.

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PUNTO DE CONCENTRACIÓN Y 4ª DIMENSIÓN El contenido que es el continente La Iglesia mágica universal es ciertamente una realidad. El fenómeno de convergencia de los caracteres, descrito por Darwin, basta para explicarlo: para conseguir los mismos objetivos partiendo de condiciones bastante semejantes, hay que pasar por los mismos caminos. Por ello, no nos sorprenderemos de constatar que Dante consagre varios capítulos de su Divina comedia a los múltiples aspectos del punto, que considera como Dios. Pero si bien se habla a menudo del infierno de la Divina comedia, en general, abandonamos la escuela sin saber que esta concentración en un punto era para Dante la esencia del Paraíso. Queremos intentar explicar aquí una afirmación de Dante que a primera vista parece absurda; con ello vamos a obtener informaciones muy valiosas para la realización de nuestros ejercicios. Dante escribió en el canto treinta: El punto que me venció, y que parece encerrado en lo que encierra. Esto nos proporcionará una comprensión nueva del fenómeno de concentración en un punto. En efecto, practiquemos pacientemente el ejercicio del punto explosivo y observemos lo que ocurre. Durante el tiempo de reposo, la región central que primero se siente como vacío tiende a llenarse con productos espontáneos e involuntarios de la imaginación, que pueden ser una luz difusa que llena este vacío o formas que surgen en él. Esta manifestación espontánea de la imaginación constituye la clarividencia. Hay que señalar de entrada que, cuando estalla una bomba, las moléculas vuelven parcialmente con la oleada de retorno, pero la radiación no vuelve. La luz y el sonido emitidos siguen su curso. De la misma forma, la luz emitida por una estrella sigue su camino, incluso cuando la estrella se ha apagado.

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En la concentración explosiva, no se trata de llevar al centro las partículas que la imaginación ha proyectado al infinito, sino solamente lo que ha surgido espontáneamente en la región hueca central; una vez llena, de alguna manera hay que contraer el contenido y entonces se produce una nueva explosión. Observemos de pasada que este ciclo, del que hemos constatado la similitud con las estrellas variables, se utiliza en los motores diesel: el impulso de la máquina provoca la compresión del gas, lo cual condensa el calor y enciende el aceite o el petróleo. De la misma forma, en una estrella variable, su retracción por gravitación provoca el aumento de la compresión y el calor, que da lugar a nuevas explosiones atómicas, fuerza motriz del ciclo. El problema esencial que se plantea ante el conjunto del ciclo de la concentración explosiva del espíritu es éste: ¿De dónde vienen los elementos que surgen espontáneamente durante el tiempo de reposo en la región central, aparentemente vacía? Podemos dar dos respuestas, que no se excluyen mutuamente. En primer lugar, podemos suponer que en la región vacía se produce una concentración espontánea de elementos sutiles difusos del espacio de alrededor. Así, cuando hacemos un pozo en un terreno que al palparlo nos parece seco, este pozo rápidamente se llena de agua que rezuma de las paredes, a partir de los espacios de dimensiones moleculares que le permitían embeber imperceptiblemente el terreno. Por lo tanto, el propio vacío, como consecuencia de la explosión, es el que, en cierta medida, permite la concentración de una sustancia más sutil, una concentración que la hace perceptible a nuestros sentidos interiores. Pero podemos dar otra explicación, de tipo geométrico, a este llenado espontáneo del centro de la concentración, una explicación que tiene la ventaja de justificar la frase de Dante (este punto) parece encerrado en lo que encierra.

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Supongamos, en efecto, que nuestro espacio mental forma parte de un espacio de cuatro dimensiones, es decir, donde podemos trazar cuatro rectas perpendiculares en un punto (no hay que confundirlo con el espacio-tiempo de Einstein). Por supuesto, nuestra imaginación sólo puede captar tres de estas dimensiones. Pero lo que aparecería espontáneamente en el vacío después de la explosión, y que parece literalmente surgir de la nada, descendería en nosotros en cierta manera de otro universo, y el paso sería posible gracias a la presencia de esta cuarta dimensión, cuyo papel comprenderemos mediante varias comparaciones: Un tubo anillado visto de frente en perspectiva representado en dos dimensiones se traduce por una infinidad de círculos concéntricos; el círculo externo es la proyección del orificio cercano; el orificio en el infinito se proyecta en el centro del círculo o, si el orificio es lejano pero no se encuentra en el infinito, se proyecta en el círculo más interno. Por lo tanto, un liquido que fluya por el tubo, hacia el observador, en proyección en dos dimensiones, parecerá irradiar del centro de la figura. De la misma forma, un tubo en cuatro dimensiones, pero proyectado en tres, dará una imagen de esfera hueca, con gradación progresiva de las densidades en el centro. Pues bien, esta variación progresiva de las densidades en el seno de una sucesión de esferas encajadas es exactamente lo que siente el experimentador del ciclo explosivo del espíritu durante el periodo de la sensación de vacío que sigue a la explosión, durante la cual su alma le parece inundada por una fuerza que surge de un punto.Intentaremos hacer intervenir la comprensión de los fenómenos que acompañan a la concentración de la mente en un punto mediante una comparación que quizá imita menos los hechos observados que la explicación del tubo de cuatro dimensiones, pero nos coloca perfectamente en el espíritu necesario para este ejercicio.

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Imaginemos una tabla ligeramente inclinada y bastante gruesa. Por la cara superior, hacemos deslizar una capa molecular de aceite, muy delgada, por lo tanto, en un espacio de dos dimensiones. Un aceite de otra naturaleza se adhiere a la cara inferior por viscosidad y se desliza lentamente, por lo tanto, también en un espacio de dos dimensiones. Si ahora queremos mezclar los dos aceites y permitir que el aceite superior pase a la cara inferior, será necesario hacer un agujero en la tabla gruesa, es decir, en un espacio de tres dimensiones. A s í pues, dos espacios de dos dimensiones están muy cerca uno del otro, pero para comunicarlos hay que hacer un agujero a través del de tres dimensiones. Ocurre como si, por una parte, nuestro espacio imaginativo personal y, por otra parte, la reserva de pensamientos del universo estuvieran ambos en espacios de tres dimensiones independientes, pero el conjunto estuviera contenido en un espacio de cuatro dimensiones, que hubiera que perforar para que un elemento nuevo se expandiera en la imaginación y la conciencia humana. Hay que destacar que, si hacemos intervenir la cuarta dimensión para explicar las extraordinarias consecuencias que cada uno puede observar en sí mismo con la concentración en un punto, la palabra de Dante, tan absurda en apariencia, se vuelve perfectamente clara.En efecto, si observamos los raíles paralelos que se alejan hacia el infinito en un horizonte situado a media altura de nuestro campo visual, los raíles parecen convergir hacia un punto. Podemos observar en una fotografía este fenómeno originalmente de tres dimensiones en un espacio de dos dimensiones. De la misma forma, una serie de líneas paralelas como las de grandes círculos de esferas concéntricas de cuatro dimensiones, proyectadas en un espacio de tres dimensiones, parecerán converger hacia un punto.

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Así pues, la vasija que contiene el universo, si bien es de cuatro dimensiones, puede ser percibida por nuestra imaginación como un punto del que irradian líneas de concentración (recordemos que el espacio entre los dos ojos está especialmente relacionado con la cuarta dimensión puesto que, si la mirada converge hacia él, se puede ver una esfera en su totalidad, como si se viera a través de la cuarta dimensión Experiencias iniciáticas, Tomo. 1. Cualquier tipo de meditación relativa a la cuarta dimensión debe centrarse en el espacio entre los dos ojos). Este tema proporciona material de reflexión para mentes al mismo tiempo religiosas y matemáticas. La comprensión del papel de la cuarta dimensión a propósito de los fenómenos de la imaginación que acompañan a la concentración en un punto nos permite comprender mejor las relaciones entre la ley del karma y la intervención de la fuerza creadora original: la ley del karma sólo es el aspecto moral de la ley de la gravitación, por lo tanto, se desarrolla en un espacio de tres dimensiones; la aportación del creador se produce en cierta manera en la cuarta dimensión. Por ello, no hay que tener miedo de dar; lo que se da permanece en nuestra posesión, a causa del karma, la gravitación de nuestros actos, y volverá a nosotros. Pero dar crea un vacío en el centro, que nos hace aptos para recibir de nuevo a través de la cuarta dimensión. EL CENTELLEO DEL ESPÍRITU El punto en el espacio y el punto en el tiempo No estamos desarrollando una teoría abstracta. Al contrario, intentamos comprender las explicaciones de las auto observaciones que todos podemos hacer fácilmente practicando el ejercicio de concentración en un punto.

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Por lo tanto, analizaremos de forma más profunda lo que ocurre en el centro de la explosión. Hay un instante en el que, justo en el centro, aparece un fenómeno mínimo, delgado como una chispa, o más bien como un grano de polvo, y es precisamente esto la concentración en un punto. Pero sea cual sea la energía y la perseverancia del experimentador, nunca consigue mantener esta chispa en el centro de su pensamiento, sólo durante un corto instante. Después se modifica, se dilata, explota. Esta imposibilidad de fijar el pensamiento en un punto irrita con frecuencia al observador. Esto le ocurre porque todavía no ha comprendido las leyes de simetría en la naturaleza. Debe concentrar su mente exactamente hacia un punto, hacia uno infinitamente pequeño. Es la clave de todos los poderes ocultos. Esto nos conduce a considerar los dos aspectos de lo infinitamente pequeño: el espacio y el tiempo. Los dos están íntimamente asociados, lo cual explica que en la concentración de la mente en un punto no haya que intentar en absoluto estabilizar la mente sobre un punto muy pequeño, sino al contrario, imaginárselo un tiempo infinitamente corto, y después de un tiempo de reposo de varios segundos, imaginar de nuevo un punto cuya duración sea lo más breve posible. Este razonamiento por analogía nos muestra que la verdadera concentración en un punto espacial y temporal es un centelleo. La concentración de la mente hacia un punto en el espacio y en el tiempo, es decir, en una superficie lo más pequeña posible y de una duración lo más breve posible, es la fuente de la que mana la verdadera fuerza oculta indefinible, pero a la que cada uno puede acceder fácilmente mediante la experiencia.

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Todos los autores conocen este fenómeno, este centelleo de la mente, sin que por ello lo hayan definido con precisión: los pensamientos nuevos, originales, útiles, las verdaderas creaciones, nos atraviesan en un tiempo casi infinitamente corto, en el límite del campo de la conciencia, y si no los captamos enseguida y los anotamos en un cuaderno, podemos perderlos para siempre. En cambio, no sale nada bueno de ciertos grupos de pensamientos intensos y duraderos, que nos persiguen durante toda la vida, demonios familiares de los antiguos psicólogos, obsesiones para la psiquiatría moderna. Así pues, la facultad creadora de la mente, por lo tanto divina, se nos muestra de nuevo como comparable a un centelleo. Observemos que la física moderna descubre en cada partícula una partícula simétrica; por ejemplo, en las partículas negativas duraderas, descubre partículas positivas que duran un tiempo infinitamente breve (por eso, los físicos hablan de la antimateria) Pues bien, este proceso de la concentración en un punto nos muestra el extraño papel que desempeña en la imaginación la partícula de duración breve; su autodestrucción es lo que genera la conciencia. Además, puesto que comprendemos que el objetivo es llevar la mente hacia lo infinitamente pequeño, no nos sorprenderemos de que el ejercicio sea tanto más fácil de hacer cuanto más baja sea la luminosidad del punto imaginado, en el límite de lo que la imaginación puede percibir. Este giro de la concentración nos lleva hacia el color negro: un sujeto con los nervios ópticos cortados se siente inmerso en la oscuridad. Pero un accidentado cuya corteza cerebral occipital ha sido destruida no solamente no percibe ninguna luz, sino que pierde incluso la noción de oscuridad.

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La menor sensación visual posible es la del color negro. Por otra parte, este hecho induce a preguntarse si la corteza cerebral de esta región no será una especie de retina que detecta una radiación en suyo seno estuviera sumergido nuestro universo. Sólo se trata de una percepción. Por lo tanto, una especie de grano negro tan pequeño como sea posible es la base de la concentración. Es ventajoso añadir a este ejercicio visual el sentido del tacto imaginando que palpamos durante un tiempo muy breve entre dos dedos este grano negro, que es muy frío y muy duro. A continuación, sin que intervenga la voluntad, explota, generalmente de forma espontánea, llenando un volumen de la conciencia tanto mayor cuanto más pequeño se haya concebido al inicio, tanto más duradero cuanto más breve haya sido el tiempo de existencia del grano, tanto más caliente cuanto más frío era al inicio, tanto más brillante cuanto más oscuro era; con un vacío tanto más acentuado cuanto más material y denso era el grano. En este vacío, aparecerá espontáneamente un nuevo grano, como si cayera de la cuarta dimensión a nuestro campo de conciencia. Esta caída, exactamente esta aparición del grano que parece surgir de la cuarta dimensión, se produce cuando termina la lenta condensación de los gérmenes de luz que quedan de la explosión anterior. El , frío y duro sólo existe durante un tiempo mínimo, entre la lenta contracción y la gigantesca explosión. Es como si este punto que cae de la cuarta dimensión fuera el portador de la energía del ciclo. Si este proceso fuera exacto, así como las leyes de la analogía que exponemos, habría que admitir que la energía del universo es sostenida por un elemento que penetra en el centro de las estrellas, en el instante de su actividad mínima, un elemento que surge de la cuarta dimensión, portador del dinamismo del universo.

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¿Nuestro estudio del punto de concentración ha terminado? Sería como decir que la marcha hacia el infinito puede detenerse un día. Porque el punto de concentración perfecto, al que nuestro espíritu intenta siempre acercarse, es lo infinitamente pequeño. Es decir, que cuanto más practiquemos este ejercicio, en las diferentes modalidades que hemos descrito, más descubriremos en la concentración de la mente hacia un punto infinitamente pequeño aspectos nuevos, cada vez más profundos, cada vez más fecundos. Igual que el físico descubre por etapas partículas cada vez menores, cuyos aglomerados forman las mayores. El experimentador que entre en la vía de la concentración de la mente hacia un punto se sumergirá, de una encarnación a otra, en lo que los budistas llaman la corriente, es decir, en el flujo siempre creciente de las energías espirituales que fluyen de este punto.

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