DESCARTES

El conocimiento en Descartes El conocimiento es el tema central de la filosofía moderna que se inicia con Descartes. Ello es debido a la desconfianza respecto al conocimiento heredado. Desconfianza provocada por los nuevos descubrimientos geográficos y científicos: redondez de la tierra, heliocentrismo, que contradecían lo que hasta entonces se había considerado verdadero.

Es necesario elaborar un nuevo saber (filosofía) cuyo fundamento ya no puede estar en la Biblia o en la autoridad de los grandes filósofos, sino en la razón. La filosofía cartesiana es racionalista porque considera que el conocimiento verdadero se descubre a través de la razón y no de los sentidos, además afirma la existencia de ideas innatas, la metafísica como ciencia y utiliza el método deductivo para descubrir nuevos conocimientos. En este sentido es heredera de Platón y san Agustín. Sin embargo, difiere de ellos en que considera que no conocemos directamente la realidad, sino a través de las ideas; lo cual introduce el problema de cómo saber que dichas ideas provienen de los objetos, problema que soluciona recurriendo a Dios, cuya infinita bondad y sabiduría no puede engañarnos al hacernos creer que eso es lo que ocurre.

La duda y el método son dos herramientas que utiliza Descartes para llevar a cabo su proyecto: elaborar un nuevo saber sobre cimientos firmes y seguros. La duda cartesiana es una duda universal porque afecta a todas las ideas: se duda del conocimiento sensible, también del racional, de la existencia del mundo y de la existencia del propio cuerpo; es una duda teórica porque no afecta al comportamiento ético; es una duda metódica, no escéptica, porque Descartes cree en la verdad y utiliza la duda como un método para llegar a ella. Instalado en la duda se da cuenta de que hay algo de lo que no puede dudar: que está dudando y, por lo tanto, que está pensando porque dudar es un acto del pensamiento. De esta forma llega a la primera verdad evidente que servirá como fundamento del nuevo sistema filosófico: pienso luego existo. Esta expresión hay que interpretarla como una intuición, no como un razonamiento, a través de la cual expresamos que existe el pensamiento, no el cuerpo. A partir de la primera verdad evidente ya puede aplicar un método que garantice la verdad de los nuevos conocimientos, unificar todo el saber y exponer y descubrir

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nuevos conocimientos. Dicho método se coge de las matemáticas y es el método deductivo cuyas reglas son las siguientes La evidencia, que consiste en la claridad y distinción con la que se presentan las ideas El análisis que consiste en dividir las dificultades en tantas partes cuantas sean necesarias hasta que cada una de ellas resulte evidente. La síntesis que consiste en recomponer lo dividido a partir de lo más simple y fácil Las comprobaciones que consiste revisarlo todo hasta estar completamente seguro de no olvidar nada.

Todo el sistema cartesiano se fundamenta en la evidencia, solamente podemos considerar verdadero lo evidente; pero la duda también abarca a la evidencia, por eso la única forma que tenemos de salir de la duda es la bondad y sabiduría divina: Dios no puede engañarnos haciéndonos creer que algo es evidente sin serlo. En este sentido Descartes cuyo objetivo era fundar un nuevo saber al margen de la autoridad y la tradición, se ve en la necesidad de recurrir a Dios para superar la duda. Si bien es cierto que el Dios cartesiano nada tiene que ver con el un Dios que guía y limita la razón como sería el Dios de san Agustín y santo Tomás; sino más bien se trata de un Dios que garantiza lo que afirma la razón.

El problema de Dios en Descartes

Descartes demuestra la existencia de Dios a partir de la duda y utilizando el siguiente razonamiento: El que yo pueda dudar demuestra que soy libre; pero también que soy imperfecto: “hay mayor perfección en conocer que en dudar”. Descartes descubre entonces en su alma una idea singular. La idea de perfección. ¿De dónde procede tal idea? No puede haber sido construida por mi (idea facticia), ni venir de fuera (idea adventicia), ya que ni yo ni las cosas del mundo somos perfectos: tiene que ser una idea innata, puesta en mi por un ser que sea realmente perfecto: Dios. Dios, por tanto, existe. De nuevo nos encontramos aquí con que a partir de una idea, la idea de perfección, se concluye la existencia de Dios. Algo parecido había hecho san Agustín que partiendo de la ideas eternas concluye la existencia de Dios. Una vez demostrada la existencia de Dios, la duda desaparece ya que Dios nos garantiza que: Los conocimientos evidentes son verdaderos.

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El criterio de evidencia encuentra su última garantía en Dios: en efecto, se podría dudar incluso de la misma evidencia; si las ideas claras y distintas son siempre verdaderas es porque Dios –que es un Dios bueno y veraz y no un “genio engañador”- no ha podido dotar al hombre de una facultad de conocimiento que le induzca al error. a) El mundo material existe. Dios es bueno y veraz, y, por ello, no puede permitir que nos engañemos cuando creemos percibir la existencia de la realidad material. b) Las leyes naturales son uniformes e inmutables. “El mundo se mueve gracias al primer impulso recibido de Dios (quien también conserva constante la cantidad de movimientoreposo otorgada al mundo)”. Resulta paradójico que el racionalista Descartes, cuya nueva filosofía pretende ser una ruptura con la tradición y la autoridad, acabe situando a Dios como fundamento y garantía de esta filosofía. Si bien es verdad que el Dios cartesiano poco tiene que ver con el Dios de las autoridades eclesiásticas, que lo utilizaban como autoridad para limitar la razón humana. Para Descartes Dios no pone límites a la razón, al contrario, fundamenta y garantiza el conocimiento racional.

La moral provisional en Descartes

Mientras se duda, hay que seguir viviendo; y no se puede vivir sin unas normas morales. Aunque Descartes afirma que la duda no afecta a la moral, la moral definitiva sólo puede ser elaborada a partir de la nueva filosofía; mientras tanto, es necesaria una “moral provisional” basada en las siguientes máximas: 1.Cautela y prudencia: puesto que “no veía en el mundo ninguna cosa que permaneciera siempre en el mismo estado, decide obedecer las leyes y costumbres de su país, ser fiel a su religión y seguir las opiniones más moderadas y comúnmente aceptadas.” En esta máxima, Descartes defiende las conductas alejadas de los excesos, recordando la teoría del justo medio de Aristóteles, y propone actuar según las normas de los “más sensatos”, a quienes puede interpretarse como los de mejor juicio. Descartes trata de pasar por un ciudadano modelo, creyente por encima de todo, e incapaz de poner en cuestión el orden establecido. En la desaprobación de las conductas extremas, sin embargo, deja caer una idea quizás un tanto molesta para la mentalidad oficial de la época: considera un exceso los votos religiosos (pobreza, castidad y obediencia), ya que suponen compromisos que en el momento de adquirirse, y al ser para toda la vida, no tienen en cuenta que no hay “en el mundo ninguna cosa que permanezca siempre en el mismo estado”.

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2. Ya que nada es muy seguro, lo mejor es seguir lo más probable como si se tratase de algo muy verdadero y cierto: de este modo evitará estar siempre indeciso. Esta “constancia” en el comportamiento recuerda a los estoicos y es una prueba de la diferencia que Descartes encuentra entre las cuestiones epistemológica y las morales. En estas últimas debe actuarse comúnmente de modo rápido, sin tener toda la información o la garantía de acertar. En las cuestiones científicas, en cambio, el entendimiento medita con atención todas sus pruebas. Descartes utiliza la metáfora de un bosque en el que nos hemos perdido para explicar esta máxima. No debemos vagar de un lugar a otro, o detenernos, o rectificar constantemente nuestro criterio, sino que, una vez resueltos a caminar en una dirección, hacerlo siempre así a pesar de las dificultades. Esto significa que “puesto que a menudo las acciones de la vida no admiten ninguna demora, es una verdad muy cierta que, cuando no está en nuestro poder discernir las mejores opiniones, debemos seguir las más probables” 3. La tercera se inspira en la moral estoica: “Procurar vencerme a mí mismo antes que a la fortuna, y alterar mis deseos antes que el orden del mundo; y acostumbrarme a creer que sólo nuestros pensamientos están enteramente en nuestro poder...” Esta máxima es radicalmente estoica, y se basa en la idea de que “no hay nada que esté enteramente en nuestro poder sino nuestros pensamientos”. Descartes se presenta como un hombre dispuesto a cambiar interiormente antes que a promover un cambio (y mucho menos violento) en los usos y normas habituales en la sociedad en la que vive. Se cuida muchísimo de aparecer como un revolucionario o perturbador del orden. Menciona implícitamente a Séneca (estoico) al afirmar que es más feliz quien sabe controlar lo que desea que quien vive constantemente pendiente de deseos que no dependen de él. Así, auténticamente sabio es quien hace de esta máxima una guía moral. Tal actitud, reconoce Descartes, exige una “meditación frecuentemente reiterada para acostumbrarse a mirar con este sesgo todas las cosas”. 4. Por fin, pasar revista a todas las ocupaciones posibles para elegir la mejor. Y Descartes encuentra que la que él ha elegido –“aplicar mi vida entera al cultivo de mi razón y adelantar todo lo posible en el conocimiento de la verdad según el método que me había prescrito”, es la mejor de todas. El socratismo cartesiano alcanza su cénit en la afirmación de que el buen juicio de una razón instruída y educada será la mejor garantía de las buenas obras y de la elección del camino correcto: “es suficiente juzgar bien para obrar bien, y juzgar lo mejor que se pueda, para obrar también todo lo mejor que se pueda, es decir, para adquirir todas las virtudes(…) que pueden lograrse”.

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El hombre en Descartes: Alma y cuerpo . Dualismo antropológico.

Alma y cuerpo son dos sustancias finitas, por lo tanto, dos realidades independientes. En este sentido Descartes, al igual que Platón y san Agustín, defiende el dualismo antropológico. El atributo o esencia del alma es el pensamiento que incluye además de las ideas, los sentimientos y la voluntad (libertad). Que el alma es una sustancia significa que es una realidad distinta e independiente de sus actos (ideas, sentimientos) y, en cuanto tal, es una realidad fija (no cambia, las ideas sí lo hacen), simple (las ideas son muchas) y soporte de las mismas. El atributo o esencia del cuerpo es la extensión y sus modos (accidentes) son la figura y el movimiento. Las cualidades secundarias (colores, olores y sabores) no existen en los cuerpos, son cualidades subjetivas (las pone el sujeto). El cuerpo se rige por las leyes naturales y, por lo tanto, no es libre. Que el cuerpo es una sustancia significa que es una realidad distinta e independiente de sus modos, es decir, de las diversas figuras que adopte; es, además, fija, simple y soporte (lugar donde están) de dichos modos. El problema que plantea este dualismo se conoce con el nombre de “problema de comunicación de las sustancias” y consiste en explicar cómo se relacionan dos sustancias tan distintas como el alma y el cuerpo. Para resolverlo Descartes habla de la glándula pineal, situada en el cerebro, lugar donde se localiza el alma y donde se conectan alma y cuerpo. Con esta teoría Descartes cae en una nueva contradicción, pues el alma (mente) es inextensa e inmaterial y no puede ocupar espacio alguno.

Es posible que la intención de Descartes sea delimitar el campo de la ciencia moderna al cuerpo y lo material donde todo está determinado por las leyes de la naturaleza, salvaguardando la libertad humana que reside en su alma y que no está sujeta a las leyes naturales. En este sentido el hombre se identifica con el alma y es libre, mientras que el cuerpo se identifica con una máquina y carece de libertad. La consecuencia fue que la ciencia moderna se centra en la materia y margina la mente, lo que provocó un retraso en el conocimiento de la mente respecto al conocimiento de la naturaleza.

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