Del Corporativismo y Neocorporativismo al Postcorporativismo

Del Corporativismo y Neocorporativismo al Postcorporativismo Enrique de la Garza Toledo (UAM-I) Introducción Finalmente el panorama sindical empiez...
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Del Corporativismo y Neocorporativismo al Postcorporativismo

Enrique de la Garza Toledo (UAM-I)

Introducción

Finalmente el panorama sindical empieza a cambiar en México, aunque la larga crisis del Congreso del Trabajo no se había traducido en alternativas viables hasta hace poco tiempo, la fundación de la Unión Nacional de Trabajadores en Diciembre de 1997 y la alianza entre el SME y la Coordinadora Intersindical Primero de Mayo han abierto dos polos posibles de aglutinamiento sindical alternativo a las organizaciones oficiales. Analizaremos las potencialidades y limitaciones de estas opciones sindicales. Ubicaremos la discusión dentro de la polémica de crisis del sindicalismo frente a las transformaciones del modelo económico y del Estado corporativo, así como la del “fin del trabajo”.

La crisis del sindicalismo corporativo se ha venido gestando desde la instauración del modelo Neoliberal en México. Este sindicalismo corporativo era funcional al anterior modelo de Substitución de Importaciones, el enganche entre aumento de la inversión, el gasto y la política estatal, con crecimiento del mercado interno vía aumentos reales salariales era parte consubstancial del funcionamiento del anterior sistema. Asimismo, las funciones políticas de los sindicatos, traducidas en apoyos al Estado y al partido del gobierno se intercambiaban por salarios reales a la alza, mejores prestaciones en los contratos colectivos y extensión de la Seguridad Social. Pero este funcionamiento articulado entre acumulación de capital, gasto y políticas gubernamentales y control político sindical de los sindicatos, con sus respectivos intercambios, sufrió una transformación desde la década pasada. Primero, el Estado ya no se concibió como el

centro del desarrollo económico y social, dejó de invertir productivamente y se deshizo de casi todas sus empresas paraestatales. Segundo, tampoco se planteó mas desde el Estado incentivar la demanda agregada a través de su gasto y de los incrementos reales en los ingresos de los trabajadores. Tercero, en los ochenta, las políticas de combate a la inflación afectaron el gasto social y los salarios de los trabajadores. Cuarto, la apertura de la economía planteó al urgencia de la modernización de una parte del aparato productivo, concebida principalmente como flexibilización de los mercados de trabajo, con sus consecuencias en mutilación de los contratos colectivos de las grandes empresas, feudos principales de los grandes sindicatos nacionales de industria. Finalmente, se dio en la segunda mitad de los ochenta un distanciamiento discursivo entre el Neoliberalismo del Estado y el corporativismo sindical, que siguió reivindicado la Ideología de la Revolución Mexicana, y su traducción sindical del programa de la CTM y del Congreso del Trabajo de 1978, que ponía el acento en la rectoría económica del Estado y la Justicia Social. Estas tensiones no llevaron la sangre al río, como era costumbre, el sindicalismo corporativo mostró nuevamente su gran capacidad histórica de adaptarse a los virajes en el Estado que nació de la Revolución Mexicana, aunque ahora éste renegaba de sus orígenes en la práctica. Es decir, el sindicalismo corporativo se convirtió en base de apoyo y de control de las políticas neoliberales, pero con ello minó su base material de intercambio con los trabajadores, se mostró como aparto de control sin tener mucho que ofrecer a los obreros, ni tuvo capacidad de elaborar una estrategia diferente a la centrada en los apoyos al gobierno y al PRI. La resultante de esta adaptación sin opción de intercambio para los agremiados de los sindicatos fue su debilitamiento político. Esta decadencia sindical, en cuanto su capacidad de al menos evitar el deterioro de condiciones de vida y de trabajo de sus agremiados, es decir, su debilitamiento como fuerza política y social, algunos han tratado de relacionarla con un proceso mas amplio e internacional de decadencia del trabajo asalariado mismo. Es decir, el problema de si el sindicato como organización e institución puede continuar siendo representante de intereses corporativos (asalariados en relación con el capital, específicos con respecto del supuesto ciudadano universal), frente a la globalización de las economías que rejerarquiza la importancia de los conflictos capital trabajo con relación a la competencia entre empresas, así como a los nuevos esquemas de Gestión de Recursos Humanos que ponen los ingresos

de los trabajadores en función de su desempeño y no de la capacidad negociadora de sus sindicatos. Las teorías menos pesimistas acerca del futuro de los sindicatos como la de Alain Touraine plantean que el sindicato del futuro debe dejar de ser representante de intereses corporativos específicos de los asalariados (por decadencia del obrero manual, ascenso de los ingenieros y técnicos no sindicalizados, los trabajadores de oficina y las mujeres, o bien del trabajo precario y la disminución del trabajo asalariado estable en muchos países) y convertirse en abanderado de todos los trabajadores, sean asalariados o no. En particular ve su futuro como fuerza política que daría voz a los excluidos, bajo la consideración de la poca importancia de la contradicción entre el capital y el trabajo frente a las redes financieras e informáticas internacionales v.s. la precarización del trabajo y la exclusión. En otras palabras, el sindicato corporativo no tendría futuro porque defendería intereses específicos de los obreros ocupados mas o menos estables, que serían una minoría creciente y relativamente privilegiada ante los excluidos y precarios. Las posiciones de la ORIT y del ideólogo del sindicalismo italiano Bruno Trenttin son semejantes, posiblemente la diferencia sería un menor desprecio por los ocupados formales. También se ha esgrimido por otros que en la base de la crisis del sindicalismo hay un nuevo individualismo de la clase obrera, vinculado al neoliberalismo y a las políticas actuales de las empresas de gestión de recursos humanos. Aunque otros atribuyen la crisis sindical mas que a cambios estructurales a una derrota política de las organizaciones obreras frente al neoliberalismo y las políticas empresariales. Esta polémica tiene tintes teóricos profundos (1), pero para el caso mexicano podemos traducirla en otros mas sencillos y empíricos : primero, si hay suficientes obreros para nutrir sindicatos y, segundo, cuales son sus condiciones salariales y de trabajo de tal manera que pudieran evitar las salidas individualistas y optar todavía por la solidaridad y acción colectiva frente al capital y el Estado.

A partir de estas

consideraciones, nos preguntaremos si las opciones sindicales actuales en México (Congreso del Trabajo, Coordinadora y Unión Nacional de Trabajadores) están generado estrategias viables frente a poderes que han buscado limitarlos y sí estas estrategias pueden ser atractivas para los obreros.

I. Evolución básica del Trabajo Asalariado en México en los últimos años. A partir de los datos de la última Encuesta Nacional de Empleo (1996) es posible ver la importancia de los trabajadores asalariados en el total de la población ocupada. Esta proporción ha disminuido en los últimos años del 62% al 58.9%. Sin embargo, este decrecimiento pudo deberse mas a la crisis económica que a la reestructuración productiva y no resulta tan acentuado como para afirmar la decadencia de la clase obrera en términos estadísticos. El porcentaje de asalariados en el total de ocupados, en los sectores de tradicional alta sindicalización se mantiene en un 35.4% ; en el comercio y servicios en 53.9% ; en cambio en el sector agropecuario es apenas del 10.7%. Habría que agregar que es en el sector de alta sindicalización en donde se concentran los asalariados (80.4% son asalariados de los ocupados en este sector ; 61.5% en comercio, construcción y servicios ; y, 28.2% en el sector agropecuario). Cuadro No. 1 : Población Asalariada (1996) (Porcentajes)

Sector

Agropecuario Minas,

Asalariados/Total

Asalariados/ocupado Con

ocupados

s en el sector

trabajo escrito

10.7%

28.2%

9.9%

35.4%

80.4%

71.7%

53.9%

61.5%

petróleo,

transformación, electricidad, transportes, comunicaciones, administración pública Comercio, construcción y servicios

Fuente : INEGI (1996) Encuesta Nacional de Empleo.

contrato

de

Cuadro No. 2 : Cambio en la estructura porcentual del PIB

Sector

1980

1992

Primario

8.2

7.3

Secundario

32.8

32.9

Terciario

59.0

59.8

Fuente : Anexo Estadístico al quinto informe de gobierno de Salinas de Gortari

Por otra parte, la estructura de los tres grandes departamentos de la economía no ha cambiado mucho desde 1980, manteniendo su importancia en su contribución al producto el sector industrial, en todo caso el sector servicios ha crecido a expensas del primario, como se ve del Cuadro No. 2. En 1996 había 20 760 862 de asalariados, que representaban el 58.9% de la población total ocupada. De estos asalariados el 46% estaban empleados en establecimientos de 51 o mas personas (9 557 766 trabajadores). Del total de asalariados tenían contrato escrito de base el 45.6% y por tiempo u obra determinada el 8.6% ( un 54.2% de los asalariados tenían contrato escrito de base o por tiempo u obra determinada). Según el sector, los asalariados con contrato escrito variaban mucho, en el agropecuario solamente el 9.9% de los asalariados lo tenían; en el de alta sindicalización el 71.7% .

De manera mas

desglosada hay ramas poco asalariadas (menos del 50% de los ocupados en la rama) como el agropecuario y el comercio. Otras son de asalaramiento medio (entre 50% y 70% de los ocupados en la rama) como hoteles y restaurantes. El resto de las ramas son de alto asalaramiento (mas del 70% de los ocupados son asalariados). No se cuenta con datos actualizados de la tasa de sindicalización en cada rama, pero la encuesta ENESTYC del INEGI y la STyPS proporciona la información para establecimientos manufactureros en términos de existencia o no de sindicato en dichos establecimientos. Como se ve del Cuadro No. 3, la presencia de sindicatos en el sector es baja ( 15.2% de los establecimientos manufactureros tenían sindicato en 1992), aunque la dispersión de esta tasa es muy grande.

Cuadro No. 3:Presencia de sindicatos en establecimientos manufactureros, 1992

Rama

Por ciento de establecimientos con sindicato

Nacional

15.2

Alimentos, bebidas y tabaco

9.0

Textiles, prendas de vestir y calzado

21.2

Industria de la madera y productos de

8.1

madera Papel, productos de papel, imprenta y

11.3

editoriales Química, derivados del carbón, hule y

59.7

plástico Minerales no metálicos

13.5

Industrial metálicas básicas

54.1

Productos metálicos, maquinaria y equipo

18.8

Otras industrias manufactureras

35.0

Fuente : Elaboración propia a partir de la ENESTYC, STyPS, 1994

Un indicador importante de la potencialidad de los trabajadores para sindicalizarse puede ser el porcentaje de trabajadores asalariados que tienen contrato escrito de base o por tiempo u obra determinada. Los sectores con baja formalización de la relación laboral en el aspecto mencionado (menos del 50% de los asalariados) son el agropecuario, la construcción, hoteles y restaurantes, transportes y conexos. Los de formalización intermedia (entre 50% y 70% de los asalariados con contrato de trabajo escrito) Industria de la transformación, comercio, otros servicios y no especificados. El resto son de alta formalización. Hay ramas en las que corresponde el bajo asalaramiento con la baja formalización del trabajo como el agropecuario y el comercio; otras en las que a pesar de que el asalaramiento es medio o alto la formalización es baja como la construcción, hoteles

y restaurantes ; en el resto coincide el asalaramiento medio o alto con esos mismos niveles de formalización. Cuadro No. 4 : Asalaramiento y formalización de la relación laboral (1996). Porcentajes.

Rama

Asalariados/ocupado Asalariados s

contrato

de

con Asalariados

base contrato de base o

escrito

eventual escrito

Agropecuario

28.2%

7.6%

9.9%

Minas

90.3

73.5

79.8

Petróleo

99.9

75.5

98.9

Transformación

74.9

55.3

67.2

Electricidad

99.6

85.8

96.0

Construcción

70.1

13.8

23.0

Comercio

44.7

45.5

54.2

Hoteles, restaurantes

51.1

37.7

46.2

conexos

74.5

37.4

44.0

Comunicaciones

96.6

87.6

93.7

75.6

62.3

74.7

72.8

47.3

53.7

blica y defensa

99.6

80.8

93.7

No especificado

91.0

33.3

50.3

Transportes

Alquiler

y

de

inmuebles servicios financieros y profesionales Otros servicios Administración pú-

Fuente : INEGI (1996) Encuesta Nacional de Empleo

con

Datos de los censos económicos de 1994 muestran que la población en establecimientos medianos y grandes ( de mas de 100 trabajadores por establecimiento) en la industria manufacturera fue del 62.8%, en el comercio el 20.1% y en los servicios (excluyendo servicios financieros) el 25% del total de ocupados en el sector. Es decir, había un total de trabajadores en establecimiento medianos y grandes de 5 632 930.

En síntesis, sin desconocer la pulverización de los establecimientos con la crisis económica hacia los micro de muy bajo tiempo de vida media, el total de asalariados en establecimientos de mas de 50 trabajadores, con contrato escrito de trabajo es suficientemente alto para sostener las tasa tradicional

de sindicalización en México

(alrededor del 25% de los asalariados sindicalizados) , medida tanto en términos de porcentaje de asalariados sindicalizados como del total de la población ocupada, con mayor razón puede continuar la presencia de sindicatos en establecimientos manufactureros en su 15.2%. La siguiente pregunta es acerca de las condiciones de vida de estos trabajadores. Veremos solamente el aspecto salarial. Los ingresos de la mayor parte de la población ocupada en los noventa continúan siendo muy bajos, alrededor del 80% de los ocupados reciben menos o igual a tres salarios mínimos, considerada una cantidad de subsistencia. Unicamente el 1.9% percibían mas de 10 salarios mínimos mensuales en 1996. México sigue siendo, después de 15 años de modelo neoliberal, un país de pobres. Cuadro No. 5 : Población ocupada por nivel de ingreso (porcentajes) Nivel de ingreso 1991

1992

1995

1996

3 > Sm

82.2%

77.2%

79.8%

80.1%

10 > Sm 10Sm

1.5

2.0

2.1

1.9

3.6

4.9

3.7

3.5

No especificado

Fuente : Anexo Estadístico del tercer informe presidencial de E. Zedillo (1997).

En los años noventa, período de consolidación del modelo neoliberal, los asalariados no han visto mejorar su situación, lo cual puede verse a partir de los indicadores mas comunes del cuadro siguiente.

Cuadro No. 6 : Indices de remuneraciones reales pagadas por día por persona ocupada

Indice

1990

1991

1992

1993

1994

1995

1996

1997*

94.4

84.9

85.4

84.5

71.9

73.8

67.8

101.1

98.0

98.0

96.5

80.2

72.2

74.4

106

115

120

125

108

98

94

98

99.7

99.5

103.8

97.5

91.9

92.4

Salario Mínimo 100 Salario contractual

100

federal Industria Manufac 100 turera Maquila 100

Fuente : Anexo Estadístico del tercer informe presidencial de E. Zedillo (1997) *enero-mayo de 1997 Notas : primer renglón se refiere al salario mínimo general ; segundo renglón, es el salario contractual en ramas de jurisdicción federal ; el tercero, son las remuneraciones totales promedio en la industria manufacturera ; el cuarto, las remuneraciones totales promedio en la maquila.

Los bajos salarios no van en consonancia con los incrementos en la productividad de la industria y, en general, la brecha salarial con respecto de los Estados Unidos se ha ampliado en México en los noventa, no obstante que la productividad industrial en México ha aumentado mas que en los Estados Unidos.

Cuadro No. 7 : Remuneraciones y productividad en México y los Estados Unidos en la industria manufacturera.

1990

1991

1992

1993

1994

1995

1996

1997*

543.9%

451.2%

457.1%

463.8%

855.0%

849.3%

796.6%

Salarios en dólares por hora en USA con

respecto

a 628.4%

México

Indices de productividad México

82.48

87.19

92.16

100.00

109.91

115.28

126.12

132.37

USA

91.40

92.70

97.30

100.00

102.63

106.06

109.39

112.87

Fuente : Anexo Estadístico del tercer informe presidencial de E. Zedillo (1997).

Es decir, las malas condiciones salariales no se han revertido con el modelo económico actual, a lo que habría que añadir malas condiciones de trabajo, pérdida de protecciones contractuales, decadencia de la calidad en los servicios médicos y hospitalarios de la seguridad social, el control de la Secretaria del Trabajo sobre el registro sindical, la contratación colectiva y la huelga, nos parecen elementos suficientes para pensar que hay una base numérica asalariada susceptible de sindicalizarse o de permanecer en los sindicatos y para los cuales las opciones puramente individualistas no parecen tampoco mejorar sus condiciones de vida. Es decir, hay todavía un espacio no despreciable para los sindicatos en México. Por otro lado, las estrategias de sobrevivencia de los trabajadores asalariados implican frecuentemente poner a laborar a otros miembros de la familia y en parte como autoempleados. Sin embargo, la parte individualista de la sobrevivencia – aquella relacionada con el autoempleo – no resulta en general convicente para los propios involucrados, la prueba es que los trabajadores que tienen empleo asalariado tratan de conservarlo a toda costa. Habría que preguntarnos finalmente si este deterioro de las condiciones de vida y de trabajo se ha traducido en mayor conflictividad de los trabajadores. Si bien el número de huelgas y de huelguistas han decaído en los noventa en

las empresas de jurisdicción federal, la suma entre jurisdicción local y jurisdicción federal no presenta mínimos históricos en los noventa y el número de conflictos obrero patronales (que no necesariamente llegan a la huelga pero si a la demanda judicial) han tenido un repunto a un nivel que casi iguala a su máximo histórico en los noventa.

II. Las Estrategias de los sindicatos en México en los noventa

A. La CTM y el Congreso del Trabajo.

El sindicalismo oficial en los años noventa ha seguido con su tradicional apoyo a todas las políticas gubernamentales, firmando todos los pactos económicos que han contribuido a mantener los salarios deprimidos. Es decir, se trata de un sindicalismo que ha perdido su capacidad para empujar los salarios y condiciones de vida de los trabajadores hacia arriba. El intento por renovar su discurso, ponerlo al día y hacerlo competitivo con el de los telefonistas que llevó a la firma de Convenio por una Nueva Cultura Laboral en agosto de 1996 se ha tenido pocos efectos prácticos. Es decir, la política de bonos no ha significado recuperación salarial porque la mayoría de estos convenios ofrecen montos muy bajos por incrementar la productividad. En esta coyuntura sin salida aparente acontece la muerte de Fidel Velázquez, la dirigencia que lo sucede no tiene nuevas propuestas estratégicas para los sindicatos, excepto exhibir su falta de oficio en los asuntos de la política sindical y nacional. La circulación de las élites de Wilfredo Pareto, de los zorros a los leones, se repite en la CTM como comedia, pero de los zorros a los cangrejos. Un símbolo de la decadencia de esta Central es la facilidad con la que se afianza en la secretaría general Rodríguez Alcaine y se margina al reformista Juan S. Millán. Pero la CTM y el CT están inmersos en una crisis de credibilidad que tiene también implicaciones electorales, ya no son capaces de asegurar electores al PRI. Cuando suena la hora de la apertura del Estado a otras fuerzas políticas, este proceso puede marcar la declinación de un tipo de organización que centró sus costos y beneficios para los trabajadores en la alianza subordinada a un sólo tipo de fuerza Estatal.

B. La Coordinadora Intersindical Primero de Mayo.

Esta es heredera del sindicalismo independiente de los setenta, pero en ella predominan actores diferentes a los de aquellos años. En los setenta fueron los ferrocarrileros, la Tendencia Democrática de los electricistas, la UOI y Línea Proletaria las organizaciones principales. Estas han desaparecido desde hace tiempo o el movimiento obrero independiente es marginal actualmente en esos sectores. Los actores principales en la Coordinadora pueden dividirse en dos, por un lado los que oscilan entre la Coordinadora y la UNT, como el STUNAM y el FAT ; por el otro, los que pretenden ser la cabeza de una nueva insurgencia sindical como las direcciones de las secciones IX y X del SNTE, el SITUAM , el MPI y lo que podríamos denominar la resurrección de las sectas fundamentalistas de los setenta, ahora representadas por el Partido Obrero Socialista Zapatista, la Liga de Unidad Socialista, la Liga de Trabajadores por el Socialismo, el periódico El Machete, el Comité por una Internacional Obrera (información proporcionada por Sergio Sánchez). Dejando fuera a los sectores que participan en la Coordinadora y a la vez en la UNT, el sector mayoritario de la intersindical es de origen marxista y reivindica la centralidad de la contradicción entre el capital y el trabajo y la lucha de clases. Se trata de una tradición cara a la izquierda leninista en México, que se ha visto menguada por las decepciones de los ochenta y la emergencia del cardenismo como gran partido de la izquierda moderada, así como del zapatismo que no tiene un discurso marxista. Sin embargo, lo que en los setenta aparecía como lucha doctrinaria con tintes internacionales, con fundamentaciones teóricas a veces muy abstractas, en donde disputaban grandes intelectuales europeos y norteamericanos y sus traductores latinoamericanos, ahora participan marxistas de quinta categoría, sin gurús intelectuales de consideración. Por ello, la disputa ideológica agria en la coordinadora no deja de tener una tonalidad grotesca y traducirse en consignas inmediatas como no a la participación en las elecciones, en contra del PRD por ser reformista, así como en contra de los zapatistas por las mismas razones. La tragedia de la Coordinadora y que permite prever su incapacidad de ser cabeza de la clase obrera en México, es su doctrinarismo trasnochado y pueril, su incapacidad de trascender lo mas elemental de la lucha contra el reformismo, y sobre todo de aterrizar en el terreno de la conflictividad creciente de este país. En esta medida, la Coordinadora hace llamados estrafalarios a una mítica huelga general o en Agosto de 1998 a una supuesta Asamblea Nacional del Proletariado en quien nadie cree, hace condenas a la UNT como supuesta

expresión del capital financiero, y se enfrasca internamente en una competencia por ver cual grupúsculo es mas extremistas en sus arengas, mas no en la practica porque la Coordinadora no ha pasado de realizar sus asambleas y de su participación en tres desfiles del Primero de Mayo. Acerca de la coyuntura política actual solo repite que no hay que dejarse engañar por los reformistas que desvían al proletariado de su misión histórica, la reestructuración productiva la ve simplemente como mas explotación de lo mismo, que constata que el capitalismo exprime hasta la última gota del sudor del proletariado ; con respecto de los nuevos movimientos sociales, como los zapatistas y el Barzón, los ve con desconfianza porque su lenguaje no es marxista y porque no hablan de la centralidad de la contradicción entre el capital y el trabajo. Es decir, la Coordinadora lo es pero de la denuncias, de las declaraciones encendidas, de las arengas doctrinarias, de los descalificativos, de la incapacidad del análisis concreto y actualizado. La Coordinadora es la reedición decadente de las versiones mas rudimentarias del partido guía estalinista, es decir, las ideas de que al proletariado explotado solo le falta conciencia, que ésta hay que llevarla desde la Coordinadora para que se produzca el gran estallido. Para ello hay que precaverse de los portadores de falsas conciencias, el reformismo (PRD, Zapatistas, sindicatos que participan también en la UNT como el FAT y el STUNAM). Todo ello cortado por la disyuntiva de reforma o revolución, pero una revolución que desde la caída del muro de Berlín no se sabe si significará la expropiación de los medios de producción de manos de la burguesía para dejarlos en las del Estado como en la URRSS, o alguna sociedad de comunas o de empresas autogestionadas. Es evidente que los pequeños intelectuales que pululan en la Coordinadora no son capaces de acuñar una doctrina del Socialismo substituto del Socialismo de Estado de Stalin. Es decir, las batallas que ha librado al Coordinadora son puramente imaginarias, de muy escasa trascendencia y cuando algunos de sus destacamentos mas aguerridos como las secciones de la CNTE en el D.F o el SITUAM se han lanzado a la huelga no han logrado

arrastrar al conjunto de la

Coordinadora a la lucha. Por el carácter imaginario de las luchas en la Coordinadora es que grupúsculos insignificantes como los herederos del trostkismo tengan tanta presencia en los debates. No es por la fortaleza de su ideología, ni mucho menos por su capacidad de análisis concreto de las nuevas realidades, sino por su estridentismo y carácter inquisidor. Sin embargo, habría que reconocer que el ultrismo de la Coordinadora apuesta a que las

condiciones materiales de la población se deterioren mas y sectores desesperados opten por alguna forma de vía radical (el EPR es un ejemplo de ello, localizado en Estados con población campesina pauperizada) (2). Recientemente se ha producido una extraña alianza entre la Coordinadora y el Sindicato Mexicano de Electricistas por la oposición a todo cambio en la ley del trabajo. Por esta alianza fue posible realizar en el mes de Septiembre una importante manifestación en la ciudad de México.

C. La Unión Nacional de Trabajadores (UNT) Habría que señalar de entrada que los orígenes de la UNT se encuentran sobre todo en los intentos de reformar al corporativismo por parte del sindicato de telefonistas y de la FESEBES. Hacia el año de fundación de la FESEBES, en 1992, el sindicato telefonista quiso ganar en interlocución con el gobierno de Salinas, presentándose como la encarnación del Nuevo Sindicalismo que proclamaba el discurso presidencial. Es decir, la pretensión no era autonomizarse del Estado sino ser un sindicato corporativo de Estado y de empresa, con un discurso renovado acerca de la negociación de la productividad. La resistencia de la CTM, la coyuntura de la sucesión presidencial, así como la necesidad gubernamental de contar con un apoyo de mayor fuerza sindical ante la firma del Tratado de Libre Comercio llevaron a la marginación de los telefonistas frente a la CTM por parte del gobierno. Posteriormente, la ausencia de política sindical del gobierno de Zedillo y la gran crisis de 1995 condujeron a los telefonistas, junto a otros sindicatos que en esos años habían experimentado procesos semejantes, a plantear la formación del Foro del Sindicalismo ante la Nación y, posteriormente, una parte de ellos a la fundación de la UNT. Este camino ya no tiene retorno, porque el sindicalismo de la UNT se sitúa en los terrenos nuevos no ocupados por el Congreso del Trabajo ni por la Coordinadora. En primer lugar, el de la negociación de la reestructuración de las empresas con miras a lograr mayor competitividad. En este problema la Coordinadora se niega a entrar por considerarlo tema exclusivo de las empresas y por el peligro de caer los sindicatos en el reformismo. El Congreso del Trabajo y la CTM, aunque hablan de una nueva cultura laboral, su inspirador principal Juan S. Millán ha sido marginado y, en esa medida, la fuerza de este discurso se ha apagado frente a una dirección cetemista preocupada sobre todo de apoyar al gobierno en las buenas y en las malas. En este aspecto la UNT no ha perdido el tiempo y apenas

fundada, en enero de 1998, inició la negociación con la COPARMEX sobre cultura laboral sin mediación del gobierno.

Legislativamente la UNT inició contactos con todas las

fracciones parlamentarias para plantearles su versión de cambio en la ley laboral. Táctica diferente de la CTM que desde los tiempos de Fidel Velázquez se ha negado a que haya modificaciones en la Ley (aunque por presiones gubernamentales lo haya aceptado finalmente en Agosto de 1998) y de la Coordinadora que también se niega, por considerar todo cambio legal reformista o bien pro empresarial que enturbia las verdaderas tareas del proletariado que es el enfrentamiento con el capital. La táctica de acudir a todas las fracciones parlamentarias es probable que lleve la UNT a coincidir mas con la oposición al PRI si se insiste en estos cambios legislativos. En política electoral, los sindicatos de la UNT se plantean no afilarse a ningún partido pero no abstenerse de participara en procesos electorales, a diferencia del Congreso del Trabajo que pertenecen corporativamente al PRI o de la Coordinadora que en su fracción hegemónica rechaza participar en elecciones ; sin embargo, es posible que masas importantes de la UNT hayan votado y sigan votando por el PRD. En lo que concierne a los nuevos movimientos sociales como el zapatismo, la UNT se apresuró a protestar por la matanza de indígenas de Diciembre de 1997 y buscó ser un actor de vigilancia de la pacificación de la región. El Congreso del Trabajo ha callado coincidente con su apoyo tradicional al gobierno, y la Coordinadora no se ha manifestado por los odios doctrinarios que los zapatistas le despiertan. Internacionalmente la UNT ha establecido relaciones públicas con la AFL-CIO, y ambas organizaciones han coincidido en sus críticas al Tratado de Libre Comercio, en tanto que la CTM apoya al gobierno diciendo que el tratado no debe modificarse y la Coordinadora, aunque ha criticado al tratado, su efecto ha sido mínimo por su escasa capacidad de relación sindical internacional (la AFLCIO no la buscaría, ni la Coordinadora a aquella por considerarla como en la guerra fría agente de la CIA). Pero, aunque la UNT es una organización obrera que tiene un discurso sindical actualizado y presenta buenas condiciones para desarrollarse,

no será la chispa que

incendie la pradera de las relaciones laborales, empezando porque la misma clase obrera no ha mostrado intenciones incendiarias masivas hasta ahora . Así, en este contexto de reacomodos políticos, productivos y sociales la UNT trata de moverse creando discursos alternativos. Sin embargo, estas capacidades están muy marcadas por el caudillismo de los

líderes de los principales sindicatos de la UNT, así como por el protagonismo intelectual de sus asesores ; las bases sindicales poco han tenido que decir al respecto, salvo refrendar en asambleas lo que estas nuevas élites han decidido de antemano.

Conclusiones El Corporativismo ha sido considerado desde Schmitter como una forma d intermediación de intereses colectivos extraparlamentario a través de organizaciones, en sociedades en las que el orden social se mantenía a través una dualidad en la representación, la parlamentaria y la corporativa. Para otros se trataba más bien de una forma de subordinación por medio de organizaciones. La emergencia del neoliberalismo ha puesto en crisis en muchos países a las relaciones corporativas. Sin embargo, la crítica actual al corporativismo, que se suele extender a toda forma d sindicalismo y de ésta al pronóstico del fin del trabajo tiene tres formas, cada una con sus supuestos teóricos: 1). La crítica al Corporativismo como subordinación de los intereses obreros al Estado. Esta es común en México y su contraparte sería una auténtica representatividad, legitimidad y democracia interna en los sindicatos. 2). La crítica neoliberal al Corporativismo, como forma de representación de intereses particularísiticos pero colectivos que interferirían en la función asignadora del mercado y provocarían la constitución de grupos privilegiados. Su contraparte sería el individualismo y por lo tanto la condena se extendería a toda forma de sindicato. 3). La crítica pluralista no individualista. Desde esta se puede plantear la autonomía de las organizaciones civiles con respecto al Estado y, además su necesaria descentralización ante la presencia de una pluralidad de sujetos colectivos. Aunque los asalariados formales y en establecimientos de mas de 50 trabajadores son una minoría entre los ocupados en México y han disminuido frente a los trabajadores en micronegocios, su cantidad es suficientemente grande como para nutrir al sindicalismo, tomando en cuenta también que este siempre ha sido minoritario entre los asalariados y sin embargo su fuerza política y laboral fue importante en otras décadas. La coyuntura actual que vive el país ha abierto grandes espacios de incertidumbre para los actores políticos y laborales, relacionados con la reestructuración productiva en las empresas grandes y medianas, el cambio en la relación de fuerzas en el sistema electoral, parlamentario y de gobierno. Los nuevos espacios de incertidumbre significan que los discursos anteriores (el

Corporativo, el Nacionalista Revolucionario, el de la lucha de clases estalinista) no logran ordenar la nueva realidad para los actores ni guiar con precisión sus práctica y conflictos. Por ello, las corrientes sindicales tradicionales, la del Congreso del Trabajo centrada en la negociación política con el gobierno y la defensa a ultranza de las políticas gubernamentales, así como la izquierda sindical tradicional, agrupada ahora en la Coordinadora, para la cual las nuevas realidades no son sino fenómenos de una misma esencia, la esencia explotadora del capital y su engañosa transición a la democracia, no pueden representar opciones viables frente a cambios tan profundos que ha experimentado México. En México se empiezan a abrir espacios que son en parte políticos y en parte laborales para la acción y la elaboración discursiva de nuevos sujetos obreros, el del trabajo es uno de los mas importantes, espacio tradicional de dominio del capital que con las transformaciones emprendidas deja indefinidos aspectos que pueden ser negociados e incluso disputados por los trabajadores. El otro es el espacio de la política electoral y parlamentaria, es decir el monopolio priísta se ha roto, hay actores con fuerzas nuevas y posibilidades de reformas que antes no eran viables, jugar entre ellos abren posibilidades de transformaciones institucionales favorables a los sindicatos. Es cierto que una parte creciente y muy importante de los trabajadores no son asalariados o no tienen sindicatos, pero sería excesivo pensar que el sindicato debe ser el representante directo de no asalariados o de aquellos empleados en micronegocios necesariamente. Estos sectores tampoco están pasivos, los vendedores ambulantes por ejemplo tienen sus propias organizaciones y los empleados de micronegocios se mueven a veces en el territorio por servicios públicos, etc. Erigirse los sindicatos a priori en representante de todo el mundo del trabajo es diferente a plantear la formación de frentes de sujetos diversos, en donde el sindicato de manera directa sólo representara algunos de ellos, precisamente aquellos que tienen su centro en la relación capital trabajo y que con los otros estableciera alianzas diversas que no anularan la diversidad. El gobierno de Salinas de Gortari trató de llevar a los sindicatos hacia un Neocorporativismo a la mexicana (concepto de contenido diferente al que se la da en la polémica europea o norteamericana), es decir un Corporativismo macro de Estado, que continuase con la alianza histórica con el Estado, principalmente apoyando las reformas neoliberales combinado con otro micro, de empresa, de alianza del sindicato con el empresario para ganar la batalla en el mercado por la productividad. Para esta

doctrina salinista del Nuevo Sindicalismo, los intercambios ya no se darían en el nivel estatal sino en el micro de la empresa a través de los bonos por productividad. El año de 1995 de gran crisis económica marcó los límites de estos intercambios, los empresarios no se comprometieron con bonos importantes para sus empleados, con excepciones contadas como en Telmex. Del Corporativismo y Neocorporativismo al Postcorporativismo significa que no ha quedado obsoletas las potencialidades de representaciones particularísticas colectivas. Las nuevas formas postcorporativas podrían moverse en el futuro en parámetros como los siguientes: 1). La definición flexible de amigos y enemigos frente a un Estado de tendencia policéntrica y una pluralidad de sujetos sociales. En esta medida, el sindicato postcorporativo no puede estar retraído al ámbito de la empresa, como quisieran algunas corrientes empresariales a semejanza de los sindicatos blancos de Monterrey. Para estos sindicatos la descentralización organizacional no implica despolitización, pero el pluralismo no es el del individualismo. 2). De tal manera que la definición de espacios de acción para los sindicatos no puede establecerse a priori por cuestiones estructurales, estos espacios además d ampliados con respecto de aquellos que tradicionalmente reivindicó el sindicalismo, deben ser flexibles en sus límites, jerarquías de acuerdo con las coyunturas. 3). La flexibilidad en la organización, en la táctica y la estrategia debería llevar a la redefinición de los conceptos de representación, legitimidad y democracia en los sindicatos. El pasar de ser representativo y legítimo en función de los beneficios laborales y sociales obtenidos para los agremiados y de una democracia delegada en los dirigentes a la diversidad de contenidos en la representación, legitimidad y democracia. De cualquier forma, las capacidades de representación del sindicato tienen que ver con límites socialmente construidos entre el trabajo y el no trabajo o entre lo asalariado y lo no asalariado. En este siglo de Estado keynesiano estos límites ya no fueron los mismos que en la época de Marx cuando había escasa institucionalidad de los Sistemas de Relaciones Industriales. En este siglo los limites rebasaron a las fábricas y se imbricaron con instituciones de seguridad social, de justicia laboral, de contratación colectiva, así como con pactos corporativos. Es cierto que los sindicatos no pueden en forma voluntarista fijar estos límites porque no son los únicos arquitectos de los edificios sociales y laborales, pero tampoco están completamente determinados por otros sujetos, aun en coyunturas tan

desventajosas como la actual. Es decir, mas que fijarle al sindicato límites a priori para su intervención (ser representante de los excluidos como en Touraine) tendría que accionar en múltiples niveles, especialmente en aquellos que llamamos espacios de incertidumbre para los que instituciones y discursos no están plenamente constituidos. No en todos estos niveles finalmente prosperará el sindicato,

pero en el ensayo y el error se podrán

reconstruir sus espacios de acción. Por ello el sindicato de hoy no puede ser unidimensional (el de Estado, o el de la producción o el de la denuncia) sino de acción múltiple que no olvida las relaciones laborales al nivel productivo, pero tampoco el territorio de los excluidos, ni la lucha parlamentaria, ni a potenciales aliados en otros movimientos sociales, ni la disputa por un modelo económico diferente del neoliberal, así como los vínculos internacionales de nuevo tipo. Mas que determinado el sindicato por la globalización, a la manera de Hugo Pipitone que ve procesos tipo mano invisible insalvables, aquel tendría que reivindicar que el futuro está relativamente abierto y paradójicamente puede estar mas abierto ahora que antes por que hay mas zonas de incertidumbre que en el período de Substitución de Importaciones. En América Latina los trabajadores asalariados formales y no solo los de trabajos informales forman parte de la nueva “situación social” creada por el neoliberalismo sobre la cual se pueden crear concepciones, proyectos y sujetos alternativos. En México hay tendencias reconocibles en este sentido que no apuntan hacia la misma dirección: una es la restauradora del antiguo corporativismo, bajo la premisa de que controla todavía a la mayoría de los trabajadores y de que es necesario para imponer las políticas económicas gubernamentales: otra es la que apuesta al deterioro y ruptura del orden social y que ve a ls sindicatos como futuros movimientos sociales antisistémicos; la tercera es la que busca una nueva institucionalidad con sus reglas de gobernabilidad pero con autonomía, descentralización y flexibilidad sindical. ¿Será posible que en México en el futuro se lleguen a articulara la democracia ciudadana y la representación parlamentaria con otras de carácter social, postcorporativa? En todo caso, en las tres opciones señaladas el futuro movimiento obrero es posible que tenga todavía algo que decir como conglomerado de actores colectivos.

Notas :

(1) Véase Enrique de la Garza y Marcia Campillo (1997) “¿Hacia donde va el Trabajo Humano ?”. Ponencia presentada en el XXI Congreso de ALAS, Sao Paulo, Agosto. (2) Los datos acerca del funcionamiento interno de la Coordinadora fueron proporcionados por Sergio Sánchez investigador del CIESAS.