CORRAMOS CON PERSEVERANCIA LA CARRERA QUE TENEMOS POR DELANTE

CORRAMOS CON PERSEVERANCIA LA CARRERA QUE TENEMOS POR DELANTE. Lecturas Heb. 10:35-39; 12:1 INTRODUCCIÓN.En la epístola a los Hebreos la vida de las ...
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CORRAMOS CON PERSEVERANCIA LA CARRERA QUE TENEMOS POR DELANTE. Lecturas Heb. 10:35-39; 12:1

INTRODUCCIÓN.En la epístola a los Hebreos la vida de las personas es comparada a una carrera larga, del tipo maratón, la cual está delante de nosotros para que la corramos. Todos tenemos ese camino por delante que andar. Así que de lo que se trata es de cómo correr lo más adecuadamente posible. Este camino de la vida pasa por muchos sitios. Cuando somos jóvenes nuestra carrera pasa por formarnos académicamente, aprender una profesión e ir descubriendo muchos aspectos de la vida. Pero la carrera de la vida es mucho más que esas cosas, aunque pasa por ellas. Cuando somos adultos nuestro recorrido pasa mayormente por formar una familia, criar hijos, desarrollar una profesión y cosas así. Pero la carrera de la vida, de la que estamos hablando, es mucho más que todas estas cosas aunque, desde luego, pasa por ellas. Cuando somos mayores nuestro camino pasa por jubilarnos, ocupar lugares menos ejecutivos, servir de otras maneras, enfrentar en muchos casos enfermedades y finalmente la muerte. Pero la carrera de la vida es mucho más que todas esas cosas, aunque pasa por ellas. Si solamente entendemos la carrera de la vida como la sucesión de actividades, que hemos mencionado, mala cosa. Porque la formación académica se termina; la carrera profesional también; un día te encuentras jubilado y otro día mueres. Frente a esta visión, los autores bíblicos, en cambio, dan un valor trascendente a cada paso de esta carrera y vislumbran el final de la misma como una meta gloriosa. Jesús lo menciona así: “He acabado la obra que me diste que hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17:4-5). Y Pablo lo menciona de esta manera: “… el tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la buena batalla, (otra manera de ver esta carrera), he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia…” (2ª Tim 4:67). Aquí se nos van dando más pistas acerca de lo que consiste esta carrera. Es como la

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pelea de una buena batalla y como una carrera en la que hemos de mantenernos en la fe. La meta no es donde acaba todo, sino donde recibimos la gloria; la corona de la victoria por habernos mantenido en la fe. Así que los que hemos entrado en la camino de la fe, nos encontramos en un punto u otro de esta carrera que tenemos por delante. Y el asunto es que a veces nos falta el ánimo para levantarnos y proseguir la carrera. A veces somos golpeados con la enfermedad de un tipo u otro y esto nos hace flaquear. A veces la situación a nuestro alrededor es muy dura: presiones económicas, tensiones de la batalla, rechazo o indiferencia de los que nos rodean, e incluso en ocasiones de nuestros propios hermanos. En fin que el camino se pone cuesta arriba, y eso son obstáculos para perseverar en la carrera. Entonces tenemos la tentación de darnos de baja, o por lo menos buscar un aparente camino más cómodo. ¿Cómo obtener, entonces fuerzas para levantarnos y perseverar en la carrera? ¿Dónde acudir, que nos dé el poder para correr decentemente? Una pequeña aclaración. Porque en un contexto del catolicismo romano en el que, cuanto menos culturalmente, nos hemos desenvuelto en la vida, esto puede sonarnos como la insistencia en el sacrificio y las obras para ver si podemos llegar con todo nuestro esfuerzo a salvarnos algún día. No, no. Nada de esto. Porque la salvación la ha ganado Cristo para nosotros, la recibimos por pura gracia, y en absoluto podemos hacer nada para ganarla. Solo hemos de aceptarla creyendo en Quien la hizo posible. Y esta fe del inicio, es la misma fe que hemos de mantener durante la carrera, y que además es Dios quien nos la da. Pero como hemos dicho la carrera es larga y tiene obstáculos que probarán nuestra fe. Vuelvo a repetir lo dicho hace un momento: ¿Cómo obtener, entonces fuerzas para levantarnos y perseverar en la carrera? ¿Dónde acudir, que nos dé el poder para correr decentemente? Algunos amigos míos, cristianos que nos conocemos desde hace muchos años, y con los que me veo de vez en cuando, me suelen decir: Nos impresiona tu perseverancia. Porque mira que tú has recibido palos ¿eh? Pero vuelves a levantarte. ¿De dónde sacas el ánimo y los recursos? Debo reconocer que hace tiempo me molestaba que me dijeran eso. Ahora no. Supongo, que era porque no me gustaba que me vieran como alguien que aguanta muy bien los garrotazos y luego tiene fuerza en sí mismo para salir a flote. ¿Cómo encontrar la fortaleza para perseverar en esta carrera, que a veces se pone muy cuesta arriba? Esta es la cuestión. ¿Qué nos puede impulsar? 2

I.- LO QUE NOS IMPULSA EN LA CARRERA.¿Sabéis lo que impulsa a un corredor de maratón? Es su carga de glucógeno, esa es su gasolina. Su musculatura entrenada es capaz de utilizar los desechos de la combustión de sus células –el ácido láctico –que es el que nos da las agujetas cuando no estamos entrenados– para crear más glucógeno, más gasolina. (Esto es un cursillo gratis de fisiología del deporte ¿eh?) La gasolina para el creyente es la fe, la confianza. Por supuesto no se trata de creer lo que sea, con tal de creer algo, no. Se trata de descansar, confiar, y volver vez tras vez a confiar en lo que Cristo ha dicho y ha hecho. Esta es la gasolina para el creyente. La epístola a los hebreos está escrita, seguramente, a un grupo de creyentes judíos en Roma. Tras la persecución que se originó en tiempos del emperador Claudio, se les hacía duro perseverar, y estaban tentados a volver al seno del judaísmo que era menos criticado y perseguido, por ser religión reconocida, o legal, en Roma. Por eso el autor de esta epístola abunda en explicar el valor y significado de la vida, muerte y resurrección de Cristo. (Abrir vuestras Biblias, y leamos Heb. 10:9-10; 12-14; 19-23; 35-39) Comentar su significado. Cuando el Espíritu nos da comprensión, nos abre el valor y significado de lo que Cristo hizo (v. 12-14), la fe nos trae plena seguridad (v. 22). La conciencia es purificada (v.22). Nos vemos, al mismo tiempo, totalmente imperfectos y totalmente perfectos en Cristo. La confianza en nuestras posibilidades es optimismo humano. Pero la fe en el Señor y su obra, nos da confianza y esto nos trae recompensa (v. 35). Nos ayuda a perseverar, a levantarnos, a hacer su voluntad (que como hemos visto en v. 9-10 es aceptar, creer, la obra de Cristo, que ha sido hecha para unirnos a Él) Por eso, el meollo de hacer la voluntad de Dios, para nosotros consiste en aceptar, creer, ir vez tras vez a confiar y descansar en lo que Él ha hecho. Eso es estar en el mismo centro de la voluntad de Dios. Por eso la vuelta vez tras vez a la confianza en el Evangelio, que es la Buena Noticia de esa obra de Cristo, es el centro de estar en la voluntad de Dios. Y es donde actúa el poder de Dios hacia nuestra vida. Así que no es de extrañar lo que dice el v. 38: “Pero mi justo vivirá por la fe” No solamente la vez primera cuando llegamos, confiamos y creímos, cuando fuimos convertidos; sino que la manera normal de vivir es este ir vez tras vez a confiar en el valor de su obra: ‘mi justo vivirá por la fe’. La única manera de perseverar en esta carrera es volver, vez tras vez, a confiar, a descansar, en lo que el Señor ha dicho y hecho a nuestro favor mediante su vida, muerte y resurrección. Su vida ejemplar sustituye a la nuestra, que no lo es. Su muerte y resurrección nos imputa su justicia, perdona todos nuestros pecados, nos hace sus hijos, nos mete en el 3

cielo con Él y nos da acceso seguro al trono de la gracia mientras vivimos en este mundo. “Pero mi justo vivirá por la fe” Es así como nos levantaremos, andaremos y correremos, perseverando en la carrera que tenemos por delante. Nosotros no somos Noé. La promesa a él fue que hiciese un arca enorme para meterse ellos, sus hijos y una pareja de cada animal y así serían salvados del juicio, que mediante agua, vendría sobre el mundo. Y Noé perseveró en la construcción del arca muchos años recordando vez tras vez las palabras, las promesas, que Dios le había dicho. Nosotros no somos, tampoco, Abraham. A él se le prometió un hijo cuando tenía unos 65 años, pero el hijo llegó cuando él cumplía casi los 100. Treinta y cinco años de carrera esperando. Seguro que tuvo que volver vez tras vez a la promesa para perseverar en su carrera. Esto es lo que quiere decir Heb. 11, al hablar de la fe de todos esos héroes. Mediante esa fe se mantuvieron como viendo al invisible, en su carrera. Volviendo vez tras vez, situación tras situación, a confiar a descansar en lo prometido por Dios. En nuestro caso, en cada nueva situación de esta carrera, hemos de volver a descansar, a confiar, en el contenido y significado del Evangelio, porque fiel es el que lo ha prometido. II.- OBSTÁCULOS EN LA CARRERA.Pero esta es una carrera larga y encontramos obstáculos. En 1er lugar.- El obstáculo más grave que encontramos en esta carrera, el cual es dramático, es que realmente no nos interese correr esta carrera, ir hacia esa meta. Esto ocurre cuando lo que realmente nos interesa es satisfacer nuestros placeres y sentidos aquí y ahora. Hacer lo que satisface nuestros deseos, vivir para el aquí y punto. Si alguno de nosotros está ‘instalado’ en esa postura, lo que le ocurrió a Esaú es el ejemplo de lo que nos ocurrirá. (Leer Heb. 12:16-17) Es una amonestación grave, lo fue para los hebreos a quienes se le escribió esta epístola. Pero lo es también para nosotros los que lo leemos u oímos aquí ahora. En 2º lugar.- Si no estamos instalados en esas cosas, pero sí son las que buscamos y deseamos frecuentemente, eso es señal de que nuestro corazón no es recto delante de Dios. En tal caso hemos de arrepentirnos y rogar al Señor, por si quizá nos libra de esa prisión de los deseos de nuestro corazón.

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Y en 3er lugar.- Si, en cambio, estamos empeñados en esta carrera, los obstáculos más comunes serán, que a veces nos asedia la enfermedad, el menosprecio de otros, el sufrimiento por los seres que queremos, la presión económica, el rechazo, la indiferencia, y todas las muchas presiones de este mundo caído en el que aún vivimos. En estos casos, somos llamados a entender estos obstáculos como disciplina que el Señor nos permite para nuestro propio crecimiento espiritual y personal. (Lo leemos así en Heb. 12: 4-8; 11-13) CONCLUSIÓN.El volver vez tras vez a confiar y descansar en el contenido y significado del Evangelio, es la clave para correr nuestra carrera. El evangelio es el poder para conducirnos, con victoria, a través de esta larga carrera que tenemos por delante. Estemos en el principio, en el medio, o en el final de esta carrera lo que Cristo hizo es poderoso para hacernos levantar, andar y correr. Si no aprovechamos el poder del evangelio para correr esta carrera, estaremos desaprovechando el recurso esencial de la vida. Porque “Mi justo vivirá por la fe” (Heb. 10:38)

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