Confianza y felicidad, tejiendo redes Autores

Carolina Dell’ Oro, María Paz Lagos, Sofía Brahm 1a Edición / 1000 ejemplares Abril 2014 Impreso en Chile Diseño

Patricia Gil Camiruaga Ilustraciones

July Macuada García Impresión

Ograma

Este papel proviene de bosques manejados en forma sustentable y fuentes controladas.

CONFIANZA Y FELICIDAD TEJIENDO REDES

CAROLINA DELL’ ORO MARIA PAZ LAGOS SOFIA BRAHM

Agradecimientos A los sociólogos Eduardo Valenzuela y Eugenio Guzmán. Al filósofo Jorge Peña. Por las valiosas entrevistas que sostuvimos con ellos. A nuestras familias. Por su apoyo durante el tiempo dedicado a este libro.

INDICE

Coca-Cola y el desafío de la felicidad

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Introducción

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I. La Confianza en sí mismo

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II. La Confianza interpersonal

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III. La Confianza generalizada

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Conclusiones

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COCA-COLA Y EL DESAFIO DE LA FELICIDAD

Como lo confirmaron los resultados del Barómetro de la Felicidad Coca-Cola 2013, los lazos de confianza se están debilitando entre los chilenos. Las personas miran con creciente desconfianza a sus vecinos, a quienes viven en otras comunas, a aquellos que piensan políticamente distinto y también a los extranjeros que residen en nuestro país. En el Instituto de la Felicidad Coca-Cola de Chile, estamos preocupados por esta realidad y sus consecuencias en el bienestar personal y social de los chilenos. Creemos además, que nuestra misión de construir espacios para el análisis, discusión y promoción de la felicidad, adquiere especial importancia en coyunturas como la descrita. ¿Por qué es relevante fortalecer la confianza entre las personas? Porque sin ella, se debilita la calidad de la convivencia personal, social e institucional, y el entorno laboral se resiente en su capacidad de crear y emprender. En suma, pierden las personas y el país.

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Creemos, por lo mismo, que “Confianza y Felicidad: Tejiendo Redes” constituye un aporte único para observar el Chile de hoy desde la perspectiva de las confianzas, así como una invitación a reflexionar y mirarnos a nosotros mismos y a los demás desde el desafío que nos propone el bienestar subjetivo y colectivo. Quiero agradecer a las autoras, Carolina Dell’Oro, María Paz Lagos y Sofía Brahm, por su pasión, entrega y compromiso en la preparación de este libro, y por su permanente apoyo para que el Instituto de la Felicidad Coca-Cola siga realizando un aporte positivo en favor de Chile y los chilenos.

Jorge Garduño Presidente Instituto de la Felicidad Coca-Cola Chile

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INTRODUCCION ¿QUÉ ES LA CONFIANZA? ¿Por qué es necesaria? ¿Por qué los índices de confianza son tan bajos en nuestro país? En los últimos años hemos visto como la confianza se convierte en un tema de análisis presente en distintos seminarios, estudios, mesas de discusión. Vemos a políticos que piden a sus conciudadanos confianza en su gestión, líderes económicos que tratan de evitar desastres financieros solicitando confianza en “los mercados”, colegios pidiéndole mayor confianza a los padres… Apelar a ella puede dar cuenta de un problema al respecto: nos preocupa la confianza cuando percibimos que hace falta y esto abre una oportunidad para detenernos y analizar este tema. La confianza es el ADN de las relaciones humanas. Para que exista confianza se requiere de interrelación, de un encuentro entre personas. Nuestra condición personal por definición social nos hace buscar a otros con los cuáles podamos complementarnos y enriquecernos mutuamente. El ser humano coexiste con otros, requiere de la cooperación, siempre existirá un alguien en nuestras vidas, un alguien con quien nos transformemos. Dada nuestra limitación personal, la ilusión de la autonomía absoluta, de la no dependencia, impide vivir y desarrollarse. La confianza 10

es de alguna manera abrirse al otro, hacerse vulnerable al otro y tener fe en ese otro. Señala el filósofo alemán Robert Spaemann1 que confiar en alguien, significa abandonarse en alguien. Y abandonarse es el antónimo de quedarse consigo mismo, en sí mismo. Un niño recién nacido se abandona en sus padres para desarrollarse y llegar a ser él mismo. El primer acto humano que realizamos, es confiar. La confianza se asocia a lo personal, a lo social e institucional. Por eso se dice que la confianza es el pegamento social y el lubricante que necesitan las sociedades para fluir en sus relaciones, una especie de tejido humano que permite tender puentes de encuentro que lleven al desarrollo integral.

La confianza es el ADN de las relaciones humanas. Para que exista confianza se requiere de interrelación, de un encuentro entre personas. Nuestra condición personal por definición social nos hace buscar a otros con los cuáles podamos complementarnos y enriquecernos mutuamente.

En una sociedad como la nuestra, que como veremos más adelante tiene bajos índices de confianza y que a su vez abundan leyes y normas, y donde el diálogo y la convivencia pareciera que no son nuestro fuerte, habrá menor creatividad e innovación colectiva para poder desarrollarse en forma sostenible. Chile tiene un gran desafío. Los estudios sobre percepciones2 que tenemos de los últimos años, Robert Spaemann. (2010), Confianza. Conferencia pronunciada en Madrid el 19 de Mayo. 2 Ver Encuesta Nacional Bicentenario, Encuesta CEP, CASEN y Latinobarómetro. 1

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postulan que la confianza ha ido disminuyendo en la mayoría de las instituciones. Esta desconfianza suele vincularse a las instituciones olvidando los problemas que está enfrentando la confianza interpersonal que tiene altas repercusiones en la vida de los chilenos. Desde esta perspectiva, el Barómetro de la Felicidad CocaCola-UC del año 2012 nos aporta un dato nuevo y no menos preocupante que es la desconfianza interpersonal generalizada, sean amigos o vecinos, de diversas nacionalidades, barrios, religiones o clase social. Más aún, al momento de preguntarle a los chilenos si tienen alguien en quien confiar, pedir ayuda o consejo sólo el 51% postula tener siempre alguien en quien confiar; el 32% dice que a veces y el resto no tiene. Pero aún más, cuando hay una urgencia económica, de salud o situación catastrófica ese 51% disminuye a 46%. Esta es una situación dolorosa y una herida que si no sanamos prontamente, corre el riesgo de dejarnos una gran cicatriz como país. Más profunda puede ser la herida si ahondamos según nivel socioeconómico pues nos encontramos con una diferencia abismante entre el grupo ABC1 y el D-E. Mientras el 69% del primer grupo declara tener siempre a alguien en quien confiar, en el nivel más bajo este indicador llega sólo al 45%. Si la emergencia es económica, el 59% del estrato más alto dice tener alguien en quien confiar, no así el 37% del estrato D-E. Esto se hace aún más relevante ya que existe una directa relación entre confianza y felicidad, donde a mayor nivel de confianza, mayor nivel de felicidad.

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Cuando hablamos de confianza, existe una distinción entre la confianza entre conocidos y entre extraños, en inglés la distinción es entre trust y confidence3. La confianza en Chile se reduce hoy día al ámbito familiar y a los amigos, desde ahí lo que aumenta es la desconfianza, proyectándose hacia los vecinos, compañeros de trabajo, personas de otra religión... Esta desconfianza se da principalmente a niveles socioeconómicos más bajos, rompiendo así un mito bastante arraigado de que en los sectores más vulnerables esta confianza sería mayor. Pareciera que vivimos instalados en una cultura de la sospecha, donde los prejuicios están antes que las personas, donde la clase social, el partido político, el lugar donde se vive, o quién lo dice, importa más que lo que se dice.

Pareciera que vivimos instalados en una cultura de la sospecha, donde los prejuicios están antes que las personas, donde la clase social, el partido político, el lugar donde se vive, o quién lo dice importa más que lo que se dice.

Si las relaciones se fundan en la sospecha y la desconfianza, generan una ausencia de encuentros constructivos, donde la cohesión social se hace vulnerable. El valor del compromiso y la promesa, claves para generar confianza, se diluye hasta perder sentido y prima la actitud de sospecha hacia el otro.

Esta distinción fue hecha por Niklas Luhmann en su obra traducida al español “Confianza” (1996).

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Explicaciones sobre este escenario de desconfianza, hay diversas y variadas. Desde culturales4, políticas5, históricas y sociales6. En este libro, intentaremos hacer una lectura del fenómeno desde una mirada que parte de la naturaleza humana y sus anhelos. Confiar en otro, fiarse de otro es experimentar que hay una relación de encuentro, de dependencia, de vínculo que es consustancial a la condición humana. Desde que nacemos, las personas vivimos abiertos a otros, necesitando a los demás para desarrollarnos y la actitud con que vivamos esa dependencia constituye la clave de la confianza. Reconocerse dependiente, incompleto, debiera ser un primer paso para confiar, porque en última instancia, una persona que confía mira sus límites con una actitud positiva, anda más liviana de carga porque sabe que co-depender mutuamente con otro es parte de su plenitud, de su felicidad. La confianza está en la base de la sociedad, es su riqueza. La palabra confianza, tiene su raíz en el latin fides, que significa “cuerda”. Las relaciones que se establecen a través de esa cuerda que mantiene unidas a las personas, son las que generan el capital social.

4 Ver: Francis Fukuyama (1995) Trust: the social virtues and the creation of prosperity y Eduardo Valenzuela y Carlos Causiño (2000), Sociabilidad y Asociatividad. 5 Por ejemplo la capacidad de participación existente en una sociedad (Robert Putnam (2000), Bowling Alone: The Collapse and Revival of American Community) 6 Existiría, por ejemplo, una alta correlación entre desigualdad y confianza. Fuente: ESS (European Social Survey), ISSP (International Social Survey Programme), OECD (2008), Growing Unequal? Income Distribution and Poverty in OECD Countries. Disponible en http://www.oecd.org/els/soc/47572883.pdf

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¿Por qué este tema debiera generar inquietud? Porque la confianza es el hábitat humano por excelencia: las personas necesitamos desde la primera infancia ser acogidos incondicionalmente por esos “otros” que son nuestros padres. Desde ahí se van tejiendo las relaciones de confianza hacia los demás. En este libro, siendo el segundo después de “Familia y Felicidad” nos preguntaremos, ¿qué estará pasando en ese hábitat originario de confianza que es la familia, donde aprendemos a decir nuestro nombre, donde somos reconocidos y valorados, donde aprendemos a mirar y a ser mirados, donde aprendemos la primera actitud proactiva de confianza o desconfianza ante la vida y los demás?

¿Por qué este tema debiera generar inquietud? Porque la confianza es el hábitat humano por excelencia: las personas necesitamos desde la primera infancia ser acogidos incondicionalmente por esos “otros” que son nuestros padres. Desde ahí se van tejiendo las relaciones de confianza hacia los demás.

Tener personas en quién confiar, creíbles en su actuar, debiera ser el punto de partida para cualquier sociedad que aspire a desarrollarse en forma integral. Sin duda, que la primera fuente de confianza es la familia. Los chilenos muestran a ésta como la institución donde mayor confianza existe y donde radica la mayor fuente de felicidad. Tal vez ha llegado el momento de abrir nuestras puertas y miradas para salir al encuentro de aquellos otros, que aunque no sean tan próximos como la familia y los 15

Sin duda, que la primera fuente de confianza es la familia. Los chilenos muestran a ésta como la institución donde mayor confianza existe y por lo tanto mayor espacio de felicidad.

amigos, sí son aquellos con los cuales hemos de construir el relato profundo de Chile. Como dijo el Papa Francisco cuando era cardenal, el presente “no es solo lo que recibimos de nuestros padres sino también lo que nos prestan nuestros hijos para que luego se lo devolvamos”7. Hacerse cargo de este presente es hacer patria, lo cual es algo muy distinto que construir un país o configurar una nación. Desde esta perspectiva la Patria nos obliga a ser actores con responsabilidad histórica dispuestos a ejecutar las transformaciones necesarias, que han de ser la cuota de compromiso personal en la fundación de la misma. Hacer patria es fundar un país en el que todos nos sintamos parte. Un sentido de pertenencia que aúne, integre y cree vínculos significativos entre quienes compartimos una misma identidad nacional. Las personas sin un sentido mayor de pertenencia se desvinculan, se fragmentan, se descomprometen de las causas mayores; y

Prólogo del cardenal Mario Bergoglio en el libro “El Bicentenario de la Independencia de los Países Latinoamericano” (2011).

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este es el terreno propicio para la adversidad, la odiosidad, el resentimiento, la desconfianza. Esto es tremendamente atingente. El vínculo significativo que nos permite sentirnos parte, no es escuchar solo a las redes sociales, no se encuentra solo generando mesas de diálogo, es algo mucho más profundo, es tener una identidad común, y una proyección futura común. Para poder construir verdaderamente Patria, es necesario entonces que fortalezcamos este valor base que es la confianza.

TIPOS DE CONFIANZA El cientista político Robert Putnam8 plantea la existencia de tres formas de capital social: bonding, bridging y linking. El capital bonding es el capital social interno, dado por la agrupación de personas similares y con características en común. Este capital está constituido por el conjunto de relaciones de confianza que se establecen entre personas que pertenecen a un mismo grupo social caracterizado por una fuerte homogeneidad de valores e intereses: la familia, una asociación, una comunidad, un grupo de amigos. Las relaciones de confianza generadas son de corto alcance, no van más allá del mismo grupo. Las formas de solidaridad que se realizan van en beneficio de los componentes del grupo. El capital bridging es el capital puente, se da entre personas diferentes pero vinculadas a través de un objetivo común, 8

En Stefano y Vera Zamagni (2014) Familia y Trabajo.

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una meta colectiva. Este es el capital social que personas pertenecientes a grupos culturalmente distantes, logran acumular en forma estable. De aquí va naciendo la confianza generalizada –algo muy distinto a la confianza particularizada que nombramos anteriormente– que es el factor clave para el desarrollo de las sociedades, influyendo por ejemplo en lo económico: bajando significativamente los costos de transacción, la confianza generalizada hace más fácil estipular contratos y más creíble su ejecución. Finalmente, está el capital social linking, referido a la “red de relaciones entre organizaciones de la sociedad civil (asociaciones familiares, fundaciones, ONG, iglesias), sujetos de la sociedad comercial (empresas, instituciones económicas) y entes de la sociedad política (instituciones políticas y administrativas) dedicadas a la realización de obras e iniciativas que por sí mismas y en solitario no estarían en condiciones de realizar. El principio regulador que sostiene esta forma de capital social es la subsidiariedad circular”9. Estas tres formas de capital social surgen a través de aquella cuerda que llamamos confianza y que se va moviendo a través de los diferentes niveles de la sociedad. Al extenderse esta cuerda y al robustecerse, lo que se genera no es sino riqueza, encuentros, comunidad. Un factor que se debe tener en cuenta es que la confianza es natural y este hecho nos lleva a constatar que la confianza no requiere justificación; lo que realmente 9

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Idem.

requiere de justificación es la desconfianza, fundamentada en algún hecho de la experiencia que nos haga quebrarla. Como dice Spaemann10 el niño no está primeramente consigo, no se conoce primero a sí mismo y luego a su madre; no se decide a confiar en su madre: es precisamente al revés, primero está con su madre y paulatinamente llega a ser él mismo. Toda la confianza posterior, todo abandonarse a otros, es la repetición de lo que pasaba al principio. Y si no pasaba al principio la consecuencia es a menudo una debilidad del yo; la incapacidad de abandonarse, es a su vez, la expresión de ésta. Sólo un yo fuerte puede abandonarse sin miedo a perderse. En una de las Historias Maghrebies, “un padre anima a su pequeño hijo a saltar a sus brazos abiertos, desde el árbol al que se había subido. El niño salta, el padre se retira y le deja caer al suelo. El niño llora y el padre le explica: “lo hice para que aprendas a no confiar en nadie”. El padre tiene razón: no es la confianza lo que se aprende, sino la desconfianza”11. Entonces la pregunta que surge es si con nuestras actitudes estamos fortaleciendo la actitud natural de confianza o estamos promoviendo la desconfianza. Cuando tenemos esta mirada tan radical de la confianza, nos preguntamos si su pérdida, como hemos visto, no estará basada en una pérdida anterior, que es la pérdida de la magnitud de la profundidad humana, la pérdida de la visión de la persona como un ser que vive con otro y para otro, condición clave de su felicidad. Robert Spaemann. (2010), Confianza. Conferencia pronunciada en Madrid el 19 de Mayo. Rezzori en Robert Spaemann. (2010), Confianza. Conferencia pronunciada en Madrid el 19 de Mayo. 10

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Existe hoy, un cierto nomadismo no solo físico, sino respecto de la verdad y de la realidad que hace no tener referentes claros. Así como los seres humanos pasamos de nómades a sedentarios y logramos a través del cultivo de la tierra formar una cultura, hoy padecemos un nomadismo de verdades profundas, de verdades arraigadas. Faltan referentes que den certeza y visión de largo plazo. ¿Cuáles son mis referentes? ¿Cuáles son mis certezas? Hemos cortado lazos con la memoria histórica, con la tradición, con la verdad acerca de la realidad, con la mirada ética, incluso con los espacios físicos y patrimoniales. Un ejemplo de esto es que, si los padres intentan llevar a sus hijos a conocer alguno de los lugares de su infancia, les costará bastante encontrarse con alguno de ellos. No nos parece haber vivido tantos años como para semejante desarraigo, sino más bien creemos que tiene que ver con la pérdida de identidad patrimonial de la que hablábamos antes y que habla de una de las muchas pérdidas de certeza que en definitiva generan una mirada fragmentaria, un pensamiento débil. Entonces aparecen multitud de seminarios sobre verdades acerca del hombre y su comportamiento, teorías basadas en los últimos datos, las últimas estadísticas, la última visión, donde comienza a aparecer esta falta de solidez acerca de la persona. ¿Cuál es la consecuencia de todo esto? El desafío está en que para poder confiar en otro y en mí, tengo que ser capaz 20

de dimensionar la profundidad de la naturaleza humana, no solo desde el punto de vista teórico sino existencial. Es decir, es imposible comprometerme y por lo tanto, generar confianza en otro, a espaldas de la experiencia de lo que significa ser persona. Para comprender la confianza en toda su profundidad humana, haremos un recorrido desde la confianza primaria que parte en la familia, cuya incondicionalidad permite desarrollar una confianza en sí mismo, y se convierte en la primera hebra de una cuerda que va creciendo hacia los vínculos más lejanos. Veremos como este acto de fe inicial se transforma en la clave para una apertura hacia los otros, que parte desde los más cercanos, pasando por aquellas personas con la que nos vamos encontrando en el camino, compañeros de trabajo o vecinos, hasta esa confianza tan general que puede reposar en un desconocido o en una institución. De esta forma intentaremos responder a la pregunta por la confianza abordándola en todos sus ámbitos, desde el más personal y familiar, aquel que genera ese capital social de tipo bonding, hasta el más general y amplio, que genera el capital social de tipo bridging y linking. La invitación final de este libro será la de volver a la apertura desprejuiciada hacia el otro, a sospechar de la sospecha, a volver, en nuestra relación con nosotros mismos y con los demás, a esa actitud natural que es la confianza.

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CAPITULO I. LA CONFIANZA



EN SI MISMO



Familia y amigos

Gilbert K. Chesterton en su libro “Mujer y Familia” expresa una de las manifestaciones más gloriosas acerca de la confianza: “El hombre que hace una promesa se cita consigo mismo en algún lugar y tiempo, el peligro que esto conlleva es que no asista a la cita”12. ¿Dónde radica el acierto de Chesterton? En que para que haya confianza entre las personas, se requiere de la consistencia personal, fruto del ejercicio de una profunda libertad del ser humano, ajena a la espontaneidad y asociada a una conquista personal de sí. La confianza presupone la consistencia personal, la capacidad de cada persona de cumplir con lo prometido. De esta forma, para poder entregar confianza hay que partir por confiar en uno mismo, emprender un camino de conquista de sí, de la propia libertad.

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Gilbert Chesterton (2006) La Mujer y la Familia, Editorial Styria.

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El maravilloso desafío de la familia es ser la cuerda primaria para sus integrantes, la que les permitirá desarrollar la capacidad de ser cuerda con otros, es decir, poder establecer lazos a partir de fiarse del otro.

El economista italiano Stefano Zamagni dice que la confianza más que un vago sentimiento moral, es como una cuerda: “La confianza es una cuerda que une al menos dos personas. Claramente ésta es una metáfora; no puede haber confianza si falta la cuerda, que es la relación”13. Si no nos hemos sentido unidos a esa cuerda en una experiencia vital, de vínculos primarios, difícilmente podremos confiar en el otro. De esta forma, la confianza en sí mismo tiene su origen en la familia, donde empieza a desarrollarse aquel yo sólido que puede abrirse sin miedo a los demás. El maravilloso desafío de la familia es ser la cuerda primaria para sus integrantes, la que les permitirá desarrollar la capacidad de ser cuerda con otros, es decir, poder establecer lazos a partir de fiarse del otro. Una de las características más destacadas de la familia que permite el desarrollo de aquella confianza en sí mismo, es la incondicionalidad. La persona en la familia se muestra tal cual es y es aceptada por ser quién es, no por sus cualidades, sino por el sólo hecho de existir.

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Stefano Zamagni (2001) Conferencias sobre economía.

Esta es la primera y auténtica seguridad existencial de los seres humanos, la cual no está dada por sus virtudes o defectos, sino por su ser mismo. Esta experiencia radical es fundamental, la del te quiero porque eres y por eso te invito a tener una existencia lo más plena posible. Es en este espacio primario donde experimentamos y cultivamos ante todo una actitud de huésped, de ser acogido desde la incondicionalidad, lo que permite el desarrollo de la apertura hacia a los otros más allá del ámbito de los más cercanos. Podríamos decir que la magnitud y la profundidad de la hospitalidad de la experiencia familiar posibilita la mayor o menor apertura hacia otros y por lo tanto la posibilidad de lazos de confianza. Por su naturaleza, la familia es el lugar en donde la relación entre sus miembros es de tal envergadura y profundidad que es propicio para el florecimiento de lo más propio del ser humano que es el cultivo de la intimidad y de la apertura hacia los otros, es decir, donde aprendemos a relacionarnos y lograr una reciprocidad donde la persona es acogida y puede darse a sí misma. La familia recibe a los hijos que llegan al mundo a desarrollarse como personas, donde la acogida, compañía y conducción de los padres es necesaria para que lleguen a ser lo que están llamados a ser, la mejor versión de sí mismos y no una mera caricatura de ellos mismos. La familia es la cuna del desarrollo humano, es la red emocional y educativa que permite que las personas descubran 25

su originalidad, su identidad personal a través del encuentro con otros y, por ende, donde desarrollan su vocación de aporte a la sociedad, entendiendo que la vocación personal es, como decía Aristóteles, la conjunción entre los talentos personales y las necesidades del mundo. No deja de ser interesante que James Heckmann, Premio Nobel de Economía profesor de la Universidad de Chicago, hable como elementos claves para el desarrollo, del capital humano, el aporte de cada persona al entorno en que vive y del capital social, como el conjunto de redes y vínculos de confianza que permiten el desarrollo de este capital humano, destacando a la familia como la principal formadora de estos dos ámbitos. Si bien hablar de capital humano y social puede parecer reduccionista cuando nos referimos a las personas, llama la atención y es digno de análisis, ver cómo desde otras ciencias más ligadas directamente a lo productivo se hable de la persona y la familia como claves de un desarrollo integral. Sin duda, no hay una fuente de mayor capital social que la familia, donde la confianza y la incondicionalidad, son las claves para el desarrollo pleno de las personas. Es este el hábitat para que las personas puedan ser lo que están llamadas a ser, para que cada uno pueda desarrollar sus talentos, potenciando sus facultades a través de las virtudes, lo que permite que sean capaces de comprometerse y gestar confianza. Desde un punto de vista sicológico lo primero que se 26

adquiere en la familia es una confianza básica, seguridad, cuidado y afecto, lo que hace ver al mundo y a los otros como una oportunidad y no como una amenaza. El filósofo Julián Marías14 plantea que la narración de la vida de una persona implica que en ella se van depositando las plurales historias de las relaciones que va teniendo en su vida, quién recapitula su vida se encuentra inexorablemente ligado a las personas con las cuales está haciendo o ha hecho su vida. La familia tiene la capacidad de acoger a esta nueva persona que llega al mundo a medio hacerse, siendo el lugar donde lo biológico se hace biográfico. Sólo desde ahí puede acercarse a lo más grande de su vida, que es la felicidad en la entrega de sí mismo y de su originalidad a la familia, al trabajo, a la sociedad. La incondicionalidad de la familia se vuelve central para generar confianza y seguridad. Ese es el lugar por excelencia en donde la persona puede expresar su mundo interior. Una sociedad en la que las personas puedan expresar su mundo interior, es una sociedad que puede tener espacios de confianza, de innovación, de creatividad. En cambio, en una sociedad donde esa interioridad no se manifiesta, es una sociedad que queda coartada, porque su riqueza especial, su valor agregado, su diamante, que es la persona, no se potencia. Si no hay familia o hay familias muy dañadas, no aflora lo más excelso

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Julián Marías (1993), Mapa del Mundo Personal, Alianza.

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del ser humano. El ser humano al igual que el diamante, tiene una característica, para pulirlo no existe un instrumento, el único instrumento que pule un diamante es otro diamante. Gracias a la intimidad que existe en las familias, se da el espacio propicio para pulirse entre las personas. Sin embargo, para generar una verdadera confianza en sí mismo, no basta con que la persona se sepa querida en su espacio familiar, pues el solo afecto, sin exigencia, genera incapacidad, genera dependencia, genera angustia y limitación. La exigencia despierta ilusiones, sueños, magnanimidad (saberse capaz de grandes cosas). En la familia lo que se debe transmitir es esa incondicionalidad que llega a ser tal que se cree en sus miembros, que se cree que no han venido al mundo a marcar el paso, sino a dejar huella. En la vida de un ser humano, no hay suerte, hay historia personal, hay libertad, las cosas no se dan por sí solas, se construyen. En la vida de un ser humano no hay pura inspiración, hay trabajo. Entonces la pregunta esencial, es qué estamos haciendo en nuestros hogares para que las personas no solo se sepan queridas, si no que se sientan capaces. Una persona capaz es aquella que ha tenido dolores, que le han costado las cosas, que ha tenido que vivir distintas situaciones, pero que puede decir a cierta altura de su vida que ha tenido encuentros verdaderos que le permiten confiar y abrirse a los otros. La formación del carácter adquiere aquí una importancia fundamental. Con formación de carácter nos referimos a la 28

adquisición de hábitos buenos, a la auténtica conquista de sí, de personalidades libres y responsables, que desarrollan sus virtudes. La virtud viene de vir, de fuerza. Las virtudes son el camino para poder desarrollar una vida libre y la condición de posibilidad de poder llevar a cabo nuestra vocación, que es la entrega a otros. Nadie da lo que no tiene, y un ser humano que no se posee a sí mismo, no puede donarse, no puede darse. Las personas virtuosas son personas creíbles, con línea editorial, que realizan un cultivo de sí mismos, lo cual es clave para tener confianza y poder

Para generar una verdadera confianza en sí mismo, no basta con que la persona se sepa querida en su espacio familiar, pues el solo afecto, sin exigencia, genera incapacidad, genera dependencia, genera angustia y limitación.

gestarla en otros. Para el desarrollo de la libertad y de la capacidad de disponer de sí mismos para los demás, se debe trabajar la propia intimidad. La intimidad es la capacidad que tenemos los seres humanos de darnos cuenta de nosotros mismos, de reconocer nuestro espacio interior. Es en este mundo interior donde se van aquilatando los efectos de nuestras acciones, los conocimientos, las emociones, es el lugar en donde se va procesando todo lo que nos va pasando. Existen algunas claves de la educación familiar que permiten desarrollar la solidez 29

interior, base para la confianza personal. Estas son la reflexión sobre sí mismo, el conocimiento de sí mismo, la capacidad de autodominio, la responsabilidad y, finalmente, la humildad15. En primer lugar, la reflexión sobre sí mismo permite comprender que el sentido de la existencia no está dado, sino que hay que encontrarlo. La persona que huye de sí misma no puede tener ni generar confianza. Existe en el entorno una oferta permanente a la huida de sí, al evadir la realidad y evadirse a sí mismo. Sin embargo, la reflexión sobre sí se hace imprescindible, es la primera exigencia de verdad sobre el sentido de la propia vida. En segundo lugar, se requiere desarrollar un conocimiento de sí mismo. La vida plena es la tarea esencial del ser humano, donde se tiene un conocimiento de las propias disposiciones determinantes, de su obrar, de los sentimientos de su corazón y motivos de sus acciones. Nunca el ser humano ha sido más extraño de sí mismo como hoy, ignorante de lo que realmente es y de las fuerzas de su actuar. Las cosas nos parecen extrañas a nosotros mismos. Nos parece lógico que las fuerzas colectivas, la influencia de las masas sean aquellas que mueven nuestro propio ser. Este es un alejamiento del hombre de su propio yo, de su singularidad y de su espiritualidad. El ser humano con conciencia de sí y con principios claros enfrenta mejor los influjos exteriores. El

15 Sacado de Johannes Messner (1969) Ética general y Aplicada: Una ética para el hombre de hoy.

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conocimiento de uno mismo permite tener la certeza, la autoconciencia de que se actúa bajo las propias convicciones y no guiados por lo que los otros me dicen. Un tercer paso hacia la autoconfianza es el cultivo del autodominio. La voluntad debe formarse para que cada uno pueda optar por los propios valores, por el propio camino de vida que decidió tomar. Así como existe el entrenamiento físico, hay que entrenar el mundo interior. El que no se entrena, no puede lograr sus objetivos. A diferencia de los otros seres vivos, nosotros somos gestores de cambio, podemos construir, podemos innovar, podemos crear; pero para ello se requiere de autodeterminación, de libertad interior.

Existen algunas claves de la educación familiar que permiten desarrollar la solidez interior, base para la confianza personal. Estas son la reflexión sobre sí mismo, el conocimiento de sí mismo, la capacidad de autodominio, la responsabilidad y, finalmente, la humildad.

El autodominio tiene que ver con la honestidad en el pensar y en el actuar, cuando no hay desfase entre las intenciones y el comportamiento. Las personas congruentes actúan en armonía con sus creencias y valores más profundos. Luego, en cuarto lugar, además de la reflexión, conocimiento de sí mismo y autodominio, se necesita cultivar la responsabilidad, esto es, la capacidad de responder por los propios actos. Hoy, existe una aceptación universal al determinismo, que nos quita la responsabilidad 31

personal sobre las propias decisiones y consecuencias de ellas. Esto debilita al ser humano y genera parálisis, impidiendo el protagonismo sobre la propia vida. Finalmente la confianza en uno mismo también se construye con humildad. La humildad es el motor primero para comprender que se vive con otros, que se necesita a otros y que los propios límites dejan de ser impedimentos y pasan a ser oportunidades de vinculación con los demás. Erramos si creemos que la verdadera conquista de sí consiste en una eliminación de los propios errores. Más que valorar la perfección, que supone una no aceptación del error, la invitación es a valorar la humanidad, que nos permite levantarnos luego de nuestras caídas y a aprender de nuestros errores. La confianza en sí mismo es un concepto mal entendido o entendido a medias, se ve como autonomía y ha sido desligado de la humildad. Autoconfianza sin aceptar la propia vulnerabilidad es clausura, es cerrarse al encuentro con los demás. Cuando la confianza en sí mismo implica un cerrarse a las opiniones de los demás entonces es desconfianza en sí mismo pues se cree que se corre el riesgo de perder la mismidad. A una persona humilde le preocupa más qué es lo correcto, que tener la razón; obrar aplicando buenas ideas, que ser el dueño de las mejores ideas; dejarse transformar por el otro, que defender posiciones personales; construir en equipo, que ensalzarse a sí mismo; reconocer las aportaciones de otros, que lograr reconocimiento por ello. Las personas 32

humildes avanzan con otros, porque saben que sólo se puede avanzar y llegar lejos con la ayuda de los demás. Todas estos elementos que forjan la interioriodad se pueden resumir en una palabra: la magnanimidad, es decir que las personas se sientan dignas y capaces de grandes cosas, en otras palabras, que las personas tengan una sana y auténtica confianza en si mismas. Para el desarrollo de la magnanimidad, la familia tiene un rol nuclear, porque en ella se da la ejemplaridad. La ejemplaridad, es una actitud que consiste en que la persona es un modelo a seguir, pero no un modelo a copiar en serie, sino que un modelo que despierta la magnanimidad del otro, para que el otro se desarrolle en plenitud. El otro te inspira a sacar lo mejor de ti. El conocer a otras personas ejemplares o leer vidas ejemplares, gatilla en el ser humano la ambición de plenitud, despierta en ese niño el querer siempre más. Por eso, la ejemplaridad, es un proceso educativo fundamental en la vida personal. La ejemplaridad despierta el heroísmo, ese llamado que todos tenemos adentro. No hay un ser humano que no anhele plenitud, está inscrito en él, y la ejemplaridad despierta ese anhelo. La formación del mundo interior da origen a personas íntegras con consistencia y predecibles en su actuar futuro, condiciones básicas que promueven las relaciones de credibilidad y confianza. Cuando hay formación del mundo interior, se dignifica la persona pues se le da protagonismo. 33

Cultivar el mundo interior quita la incertidumbre y genera personas dueñas de sí. Este es el rol de la familia, este es el imperativo para la formación de la confianza en sí mismo, generar personas con consistencia, con fuerza, con identidad, en otras palabras, ayudar a que las personas asistan a las citas que se han hecho con ellos mismos.

Una persona que no ha descubierto lo insoldable y lo más propio de su intimidad, no puede respetar las intimidades ajenas, aunque le hagan muchos cursos de buen trato. La intimidad es dinámica, se va construyendo y en este trabajo la persona se puede equivocar, pero para ella el error no es un horror, sino que es una oportunidad para aprender. Para terminar, retomaremos la frase de Chesterton: “el hombre que hace una promesa, se cita consigo mismo en algún lugar y tiempo, el peligro que esto conlleva es que no acuda a la cita”. Luego, la cita continúa: “últimamente, este miedo de uno mismo, de la debilidad y la volubilidad de uno mismo, ha crecido peligrosamente y se ha convertido en la base real de objeción contra cualquier compromiso. Por eso no nos comprometemos, porque estamos profundamente convencidos de que antes de respetar lo pactado nos hemos cansado del pacto o no hemos podido llegar”16.

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Gilbert Chesterton (2006) La Mujer y la Familia, Editorial Styria.

Este es el rol de la familia, este es el imperativo para la formación de la confianza en sí mismo, generar personas con consistencia, con fuerza, con identidad, en otras palabras, ayudar a que las personas asistan a las citas que se han hecho con ellos mismos.

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CAPITULO II. LA CONFIANZA



INTERPERSONAL Vecinos y compañeros

“El ser humano apunta por encima de sí mismo hacia algo que no es el mismo, hacia un semejante a quien uno se encuentra”17 Hasta aquí hemos hablado de la confianza en sí mismo la que da cuenta de unos de los aspectos más importantes del ser humano que es su intimidad. Esta confianza es el punto de partida de la persona que se hace responsable de

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Viktor Frankl (1983) La Voluntad de Sentido.

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su propia existencia. Sin embargo, así como el ojo que se mira a sí mismo se enferma y se deteriora su capacidad de ver el mundo, así también el hombre debe apuntar fuera de sí, autotrascenderse18. La intimidad debe entenderse siempre en relación con otro. La persona no es solo interioridad sino también relacionalidad. El informe de desarrollo humano para Chile del PNUD al estudiar el bienestar subjetivo da cuenta que las personas buscan no sólo sentirse seguras, libres de amenaza y con sus necesidades materiales cubiertas, sino sentirse respetados en dignidad y derechos, contar con vínculos significativos y poder participar e influir en la sociedad en la que viven. El Barómetro de la felicidad19 por su parte, da cuenta que lo que causa mayor satisfacción en la vida de las personas, son las relaciones familiares, seguido por la pareja y las amistades. De esta forma aquello que hace más felices a las personas no son los vínculos institucionales y generales, ni tampoco es suficiente la satisfacción de necesidades materiales, sino que lo determinante son los vínculos personales significativos. Existiría una relación directa entre la felicidad y factores como la confianza en la familia, los amigos que se tengan y la capacidad de trabajar en equipo. Cuando estamos con otros y no sólo junto a otros, entonces nos sentimos más felices. ¿A qué se debe esto? El ser humano es, por principio

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Metáfora hecha por Viktor Frankl. Coca-Cola - UC (2012) Barómetro de la felicidad.

relacional. Esta relacionalidad, este ser con otros se comprende desde el principio mismo de su existencia donde es innegable que venimos de otros, de esos otros que nos ponen un nombre y nos ayudan a descubrir nuestra identidad. Nadie se debe la existencia a sí mismo. El origen mismo de toda vida humana es un hecho social, entrecruzado, como una hebra, con los demás. Nuestra existencia, es entitativamente social y exige la mutua cooperación entre las personas.

La Persona, al ser relacional, no puede ser feliz si no tiene encuentros de calidad y vínculos significativos con otros.

La Persona, al ser relacional, no puede ser feliz si no tiene encuentros de calidad y vínculos significativos con otros. Ser feliz implica potenciar lo humano de cada uno, lo que requiere de verdaderos encuentros para poder desarrollarse a sí mismo. Por lo tanto, la mirada de la felicidad se construye con la mirada de otros, desde la primera convicción de que todo ser humano viene de un desde, tiene un para y existe con otros. Sólo a través de esta convicción podemos llegar a hablar de confianza. ¿Qué nos une con los demás? ¿Cómo es posible el vínculo entre las personas? En definitiva, ¿cómo es posible que vivamos con otros, en sociedad? Una de las respuestas más fundamentales es, sin duda, la confianza. 39

Una de las características que tiene Latinoamérica es que la confianza que predomina dentro de sus sociedades no es precisamente la confianza institucional ni la confianza generalizada, sino la interpersonal entre cercanos. En Latinoamérica, a diferencia de Estados Unidos, los vínculos están basados en la experiencia natural del encuentro con otro y en la copresencialidad20. Según Valenzuela y Cousiño, lo que caracteriza nuestras relaciones es la mutua dependencia, el debernos a alguien, la familiaridad. Comprendemos nuestra propia existencia como un suceso social, colectivo, en relación con otros. La confianza interpersonal da cuenta de una realidad profundamente humana, implica arraigo, pertenencia y, a fin de cuentas, identidad. Se da cuando dos intimidades se relacionan entre sí y se comunican de forma radical, se da en los vínculos más estrechos como es la familia o los amigos, es decir, es la que existe en aquellos espacios en la que los otros se hacen importantes, en la que depositamos no sólo confianza sino también amor en el otro y nos reconocemos a través de él. Las relaciones más estrechas sin confianza se desvanecen, se ahogan, se cierran entre sí. Muchas veces la confianza puede ser defraudada y se puede fracasar, pero cuando se trata de aquellos que son importantes en nuestra vida, no confiar se hace inimaginable. “Es más honroso ser defraudado

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Valenzuela y Cousiño (2000) Sociabilidad y Asociatividad.

por los amigos que desconfiar de ellos”21. Algunos de los efectos más valiosos que genera la confianza es compañía, pertenencia, reconocimiento. Relaciones fundadas en ella generan comunicación efectiva y participación fructífera, las relaciones son relaciones renovadas, auténticamente humanas. La desconfianza en cambio genera soledad, esto es, “la experiencia de no pertenecer en absoluto al mundo”22, el desarraigo, la falta de pertenencia a algo, no ser reconocido por los demás, no tener un lugar donde echar raíces. Cuando existe alguien en el mundo que confía en mí, entonces sé que existe un lugar en el que puedo estar, un hogar, un donde reposar y desarrollar aquello que soy. Sin embargo, este tipo de confianza muchas veces se ve amenazada por la modernidad. Zygmunt Baumann ha descrito a nuestra sociedad como una sociedad líquida, incapaz de establecer vínculos reales y duraderos. Lo que importa hoy es no comprometerse lo suficiente con nadie para no perder la libertad. Todo es reemplazable, todo es desechable, todo está en constante movimiento y cambio. Vivimos en el imperio de la caducidad y la seducción, por lo tanto, no hay un espacio para vivir verdaderos encuentros. Esto ha tenido grandes consecuencias a nivel de relaciones humanas las cuales se han tornado precarias, transitorias, volátiles y, por ende, frágiles; existiría miedo a establecer relaciones duraderas y estables.

Le Rochefoucauld, en Robert Spaemann (2010), Confianza. Conferencia pronunciada en Madrid el 19 de Mayo. 22 Hannah Arendt (1951) Los Orígenes del Totalitarismo. 21

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Los sentimientos pueden crear dependencia y, por lo tanto, es mejor estar preparados para desvincularnos rápido cuando los tiempos lo ameriten. El poder pertenecer a otro no es un riesgo que se debe temer sino que es una de las mayores riquezas que se puede lograr. Pertenecer a otro me hace más libre que no pertenecer, me da riqueza como persona y permite que la relación que tengo con ese otro crezca en amor y libertad. Un hombre aislado es incapaz de conocerse a sí mismo puesto que uno se encuentra a sí mismo sólo en la mirada profunda del otro, descubro quién soy en los ojos del otro. Ese pertenecer a otros no se agota sólo en la familia sino también en los amigos. Mientras la familia está ahí, desde siempre, incondicionalmente, sin que la hayamos elegido, los amigos son aquellos que decidimos hacer significativos, aquellos que elegimos, aquellos a quienes somos capaces de abrirles nuestro mundo interior. Para fortalecer la mutua pertenencia con otros, se requiere la confianza interpersonal. Para esto se hace necesaria una mayor presencia, una mayor posibilidad de establecer vínculos estrechos y duraderos, una mayor posibilidad de establecer relaciones personales que nos permitan confirmar nuestra propia identidad y ser reconocidos por los otros. La confianza interpersonal es aquella que se da entre dos personas, entre dos intimidades que se encuentran entre sí y se transfiguran. Es la confianza que existe entre los miembros de una familia, entre los amigos y entre todas 42

aquellas personas que ingresan a nuestro mundo personal y se hacen significativas.

CLAVES PARA DESARROLLAR LA CONFIANZA INTERPERSONAL Existen tres claves fundamentales para el desarrollo de la confianza interpersonal: Tener una sólida confianza en sí mismo a través del desarrollo de la propia intimidad, la conciencia de la propia vulnerabilidad y el generar espacios para encontrarnos, de forma íntima y personal con los otros. En primer lugar y como condición previa, se requiere de la confianza en sí mismo de la que ya hemos hablado, un desarrollo auténtico de la propia intimidad y una profunda validación de ella. El desarrollo de la propia intimidad permite abrirnos a otros sin perder aquello que somos, permite entregar nuestras riquezas y enriquecer de esta forma a los demás. Para que exista una confianza auténtica, se requiere de intimidades conquistadas, que se encuentran y se comunican entre sí. Una intimidad conquistada nos permite ser personas que asisten a sus citas, creíbles, que cumplen con sus compromisos consigo mismo y con los demás. Ser una persona confiable y con una intimidad desarrollada, no significa que no cometa equivocaciones. Una persona confiable es aquella que en su vida tiene un proyecto y una línea de acción que, aunque a veces pueda equivocarse, tiene la capacidad de siempre volver a ella. Por lo tanto, se requiere que esta intimidad comprenda su limitación, su necesidad de apertura a otros para completarse 43

Existen tres claves fundamentales para el desarrollo de la confianza interpersonal: Tener una sólida confianza en sí mismo a través del desarrollo de la propia intimidad, la conciencia de la propia vulnerabilidad y el generar espacios para encontrarnos, de forma íntima y personal con los otros.

y potenciarse. Para comprender la confianza interpersonal, tenemos que captar los límites que tenemos los seres humanos, “Si queremos vivir debemos renunciar al deseo de ser dueños de la situación: tenemos que confiar en los demás”23. La ilusión de perfección y de ilimitación nos lleva a encerrarnos en las paredes de nosotros mismos. Para unirnos con otro tenemos que reconocer nuestra necesidad de él y nuestra posibilidad de expansión a través de ese otro. Aparece aquí entonces la segunda clave para la confianza interpersonal: el asumir la propia vulnerabilidad. Quien confía se hace vulnerable. Lo glorioso del ser humano es que es inmensamente grande siendo inmensamente imperfecto. Somos limitados y eso es lo más ilimitado que tenemos, porque son esas limitaciones las que nos permiten abrirnos a los demás. En nuestra vida social nos encontraremos siempre con una paradoja: para que la propia vida se desarrolle en plenitud, es necesario dar un salto desde sí mismo y a la apertura amorosa hacia otros. Las personas capaces de salir fuera

23 Robert Spaemann (2010), Confianza. Conferencia pronunciada en Madrid el 19 de Mayo.

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de sí mismas, quienes mayor capacidad tienen para querer y ser queridas, son aquellas que se convierten en personas fiables, creíbles, sólidas y capaces de generar confianza. Cabe preguntarse qué es lo más adecuado que debe buscar el ser humano, si superar sus límites, tratando de ser el “súper hombre”, de tener el “súper poder”, de ser el “súper inteligente”, o buscar el crecimiento a través del encuentro con otros. Esto no quiere decir que no haya que exigir, al contrario, es necesario exigir el desarrollo de los talentos personales al máximo, pues si no lo hago, los otros quedan carentes de algo que solo yo puedo entregar. Pero también es necesario proyectar la inmensa capacidad del ser humano si se lo mira con otros, si se lo mira en comunidad.

Quien confía se hace vulnerable. Lo glorioso del ser humano es que es inmensamente grande siendo inmensamente imperfecto.

El mundo interior de cada uno es dinámico y crece a través de los encuentros. En los encuentros profundos con otros se va escribiendo la historia de cada uno, nuestra biografía personal, que es fruto de aquel conjunto de encuentros con otras intimidades. Mientras yo entrego y recibo, y ese otro recibe y entrega, se produce ese flujo maravilloso que es la amistad, y que pasa a ser parte de lo que yo soy. Por eso es que mi historia de hoy, no es mi historia, es la historia de quienes me han acompañado. 45

Cuando muere un amigo, muere algo mío, cuando tienes una relación profunda con otro, hay algo tuyo que está en ese otro. Son los otros, especialmente nuestros cercanos, fundamentales en nuestra vida. Son aquellos que están presentes y que podemos reconocer, con quienes nuestras vidas están radicalmente vinculadas. El encuentro, la tercera clave para la confianza interpersonal, es el espacio donde se entretejen dos ámbitos de posibilidades. Cada uno de nosotros es un ámbito de posibilidades y cuando se produce un encuentro con algún otro, entonces cada uno se ve potenciado. La diferencia entre un “topetón” y un encuentro, es que en el encuentro los dos ámbitos de posibilidades que se entrecruzan resultan transfigurados. Esta transfiguración libera y potencia lo humano que hay en cada uno. Los encuentros se dan en el diálogo humano, que no solo pasa por el lenguaje hablado, sino también por la multitud de formas de comunicarse. Si no se acoge al otro, no hay encuentro. Una persona que nunca ha sido acogida por los otros, en su familia o por sus cercanos, no descubre su condición personal, no se constituye en toda su magnitud. Cada uno de nosotros tiene que ser para alguien una llave, que abra puertas que de otro modo no se abrirían. Sin esa llave, van a haber puertas que no se abrirán y que nunca se cerrarán. Esto es lo que se da en la vida cotidiana con los amigos, donde a medida que vamos conversando, logramos develar 46

nuestro interior, entender que es lo que realmente nos pasa, tomamos conciencia de nuestros miedos y nuestras aspiraciones, y así vamos descubriendo aristas inexploradas de nosotros mismos. Al final del día siempre reconoceremos aquellos encuentros por el fruto que dejan en nosotros, ese fruto que devela toda nuestra riqueza. Una intimidad que no se encuentra con otro, no es una intimidad plenamente constituida, es una intimidad que no ha descubierto la profundidad de su ser, ya que ésta es una fuente inagotable de riquezas. Por lo tanto, los encuentros son muy importantes para conocer la intimidad y entender la dignidad de la persona. Estos no son producto del simple acercamiento, no se trata de estar siempre juntos o conectados a través del teléfono o de internet. Es fruto de un ensamblamiento paciente y generoso, que no es medible a través de indicadores y cuyos frutos tardan en conocerse. Por lo tanto, para que se dé un encuentro hay que tener actitud de generosidad y apertura de espíritu, hay que ser capaz de observar y observarse, aprender a ceder y comprender desde el otro.

CLAVES DEL ENCUENTRO Un requisito fundamental para la confianza interpersonal, es tener una actitud de apertura hacia el otro, es aprender a encontrarse. Según Alfonso López Quintas existen ciertas exigencias o actitudes para que se den los encuentros24.

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Afonso López Quintas (1997), El poder del diálogo y del encuentro.

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Un requisito fundamental para la confianza interpersonal, es tener una actitud de apertura hacia el otro, es aprender a encontrarse.

La primera de ellas es aquella apertura radical al otro que logra hacerlo sentir valorado. Esa es la característica de la apertura. Cuando una persona te hace sentir importante, ya sea en una reunión de trabajo o en un encuentro personal, despierta esta vocación y necesidad de encuentro. Las personas autorreferentes se les hace más difícil ser felices, porque les falta esa apertura para salir de ellos mismos y abrirse a los demás. Cuántas veces no nos ha ocurrido que nos encontramos con personas que, a pesar de la agenda recargada que puedan tener, están con nosotros y pareciera que el mundo se detiene en el encuentro. Con esa acogida logramos un espacio de complicidad entre dos donde puede aflorar lo mejor de nosotros. La segunda actitud necesaria para los encuentros es situarse a cierta distancia. Actualmente las madres no se despegan de sus celulares por si los llaman sus hijos, lo que a veces produce un exceso de cercanía. Es necesario mantener una distancia suficiente para ver con perspectiva. El ser humano necesita espacios de soledad y aburrimiento para descubrirse a sí mismo y desarrollar su capacidad de creatividad. La tercera actitud necesaria es la paciencia,

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la que se requiere para respetar los procesos y ritmos del otro. La paciencia no es lo mismo que el aguante, pues éste tiene una connotación negativa. La paciencia se refiere a saber esperar, a saber acompañar y a saber guiar. Para eso es necesario saber conocer al otro y así leer los signos que nos da. Por último, la cuarta actitud necesaria para un encuentro es la fidelidad. La fidelidad implica no cuestionar la potencialidad del otro. Hay que creer siempre en el otro, en su potencial, y en la capacidad de nosotros mismos para abrirnos a él. Ser fiel implica comprometerse con el proyecto de vida del otro, significa aceptar, creer y apostar por el desarrollo del otro.

FRUTOS DEL ENCUENTRO Así como el encuentro tiene exigencias, el encuentro también genera frutos tales como la energía, el sentido de vida y la alegría. En primer lugar, la energía: las personas que tienen encuentros significativos, tienen una energía vital distinta. Esto se debe a que cada persona al encontrarse rompe sus limitaciones y se enriquece con el otro. El encuentro energiza porque el propio ámbito de posibilidades se encuentra con el de otro y se expande. El segundo fruto de los encuentros, es que éstos otorgan sentido. El sentido vital de una persona viene de saber que hay otro que me espera. De hecho, si se lee acerca de personas que han estado encarceladas o en situaciones muy extremas, dicen que el saber que hay otro que los espera, es lo que les da sentido de vida y, en última instancia, supervivencia. Según relata Viktor Frankl, los prisioneros de los campos de 49

concentración que menos se enfermaban eran aquellos que sabían que alguien los esperaba fuera, que tenían un por qué, un para quién vivir. “Un hombre consciente de su responsabilidad ante otro ser humano que lo aguarda con todo su corazón, o ante una obra inconclusa, jamás podrá tirar su vida por la borda. Conoce el porqué de su existencia y será capaz de soportar casi cualquier cómo”25. Finalmente, el encuentro también da alegría, ello es lo que lo hace fascinante y por esto el desencuentro produce tanto dolor. En última instancia, el encuentro produce felicidad. El único modo de ser feliz es a través de esta experiencia humana que se llama comunidad, que se llama compasión, que se llama colaboración, que se llama amor. Los encuentros de calidad son los que nos hacen felices y el encuentro de calidad por excelencia es el amor. Para poder abrirnos al encuentro lo primero que tenemos que lograr es la libertad, la capacidad de tomar nuestra vida y disponerla hacia otros. La libertad es más que la capacidad de decidir, es la capacidad de ser portadores lúcidos y activos de nuestra existencia. La libertad tiene como fin el gobierno de sí, para el don al otro, pues nadie puede dar lo que no tiene. Esta libertad en el mundo actual se la entiende como libertad de, en lugar de libertad para. La libertad de, sería

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Viktor Frankl (1946) El Hombre en Busca de Sentido.

la libertad de elegir, la cual es una manifestación menor de la libertad. La libertad para, en cambio, es la libertad fundamental y se refiere a esa apertura que tenemos hacia un fin. Somos hechos abiertos para nuestra plenitud, pero la decisión de adherirnos a ella y los caminos a través de los cuales nos adherimos a ella, es algo personal. Hoy día pareciera que se promueve mucho más la libertad de, que la libertad para, estamos muy preocupados de que las personas tengan libertad de expresión, y poco de esta libertad fundamental que los lleva a su plenitud y, a fin de cuentas, a una auténtica responsabilidad con la propia vida y con la de los demás. El ser humano está hecho para el don, por eso la aspiración a la autorrealización está íntimamente ligada a la alter-realización. Así como el pintor no logra acabar su obra mientras no haya un espectador que la observe, todos nosotros somos aquella obra de arte que no estará terminada a menos que haya un otro que la acoja.

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LA CONFIANZA EN LA VIDA ORGANIZACIONAL Las personas adultas pasamos la mayoría del tiempo en el trabajo, en las organizaciones. Si en estos espacios no existe la confianza, entonces probablemente los otros espacios de la vida se verán contaminados. La confianza es el habitat básico para la vida de toda organización del siglo XXI. Hoy los ambientes de trabajo requieren que las personas den lo mejor de sí mismas para lograr la innovación y el progreso. La presencia de la confianza está en el corazón de las relaciones interpersonales que se dan en el mundo laboral y genera tantas externalidades positivas como posibilidades de desarrollo. Si en una institución no existe confianza, es difícil que exista cooperación entre sus miembros, dirección hacia objetivos comunes, productividad. Si consideramos las exigencias de la economía global, caracterizada por la alta incertidumbre y por la velocidad de las transformaciones, la confianza se hace imprescindible. En las situaciones marcadas por la incertidumbre la confianza entrega dinamismo y facilita la adaptación ante los cambios constantes de la sociedad y del mercado. En general, en las organizaciones la mirada sobre lo que constituye una conducta de confianza difiere entre los colaboradores. Cada uno llega con una disposición distinta a confiar en el otro dada por las relaciones y experiencias que han tenido a lo largo de su vida. De esta forma, las personas 52

llegan a las organizaciones con una visión propia sobre qué tan confiables son los otros en general. ¿Qué tipo de confianza se da dentro de las organizaciones? Stephen M.R. Covey, a través de su libro “The Speed of Trust” explica que existen cinco contextos o niveles interdependientes en los que se puede establecer confianza. Estas son las 5 olas de la confianza: la autoconfianza, la confianza en las relaciones interpersonales, la confianza en las organizaciones, la confianza en el mercado y la confianza social. Si la confianza se manifiesta en una ola, cada una de ellas traerá un efecto acumulativo y exponencial en las demás. La primera, es decir, la confianza en uno mismo dentro de la organización, se refiere a la confianza en nuestras propias capacidades para establecer y cumplir metas y mantener nuestros compromisos. Con esa autoconfianza, fundada en la credibilidad, inspiramos confianza en los demás. Luego está la confianza que se da en las relaciones dentro de los espacios de trabajo. Esta se manifiesta en la capacidad que tienen los miembros para establecer interacciones confiables con los demás, lo que permite alcanzar metas comunes. Si bien este es un tipo de confianza interpersonal, no es el mismo tipo de confianza que se da entre la familia y los amigos. En las organizaciones las personas no entregan toda su intimidad, todo su mundo interior, sino que sólo una parte de ellas. La confianza aquí no es arraigo y pertenencia, sino que es una confianza más funcional y productiva. Por lo mismo, en el ámbito del trabajo, la confianza destruida tarda más tiempo 53

en recuperarse, pues no existe el amor y la incondicionalidad presentes en las relaciones familiares o en la amistad. También existe la confianza organizacional en sí, esto es, la capacidad que tienen los líderes de generar confianza en las organizaciones a través del alineamiento de los equipos. Por otra parte, la reputación que tiene la organización es un tipo de confianza, esta es una especie de marca que refleja la confianza que tienen en la empresa los clientes, los inversionistas y otros grupos de interés. Finalmente, las organizaciones también pueden generar confianza en la sociedad, creando valores para los demás y contribuyendo a la comunidad. Es a través de esta contribución que la organización contrarresta la falta de la confianza que existe dentro de la sociedad y se hace promotora de relaciones de confianza.

APORTES DE LA CONFIANZA A LAS ORGANIZACIONES “La confianza es un ingrediente maravilloso en la vida de la organización - un lubricante que reduce la fricción, un agente de unión que pega juntas diferentes partes, un catalizador que facilita la acción.”26 Los bienes que trae la confianza a una organización han sido estudiados y explicados por diversos autores e investigadores. La confianza permite que los integrantes de

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Shea, Gordon. “Building Trust in the Workplace” (AMA Management Briefing, 1984).

la organización se relacionen y den lo mejor de sí mismos, genera fidelización de los colaboradores, hace que se ahorre tiempo y dinero por los excesos de burocracia, fomenta la transferencia del saber, motiva a los colaboradores y vuelve exitosa la dirección. Aunque una alta o baja confianza en la realidad no se refleja literalmente en el estado de resultados de una organización, sí se refleja en factores que son medibles, observables y relevantes económicamente como el valor, la velocidad del crecimiento, la innovación, la colaboración y la mayor lealtad. Si no existe confianza, en cambio, las acciones cotidianas se hacen lentas y menos eficientes. Quizá uno de los frutos más claros que entrega la confianza en la vida de una empresa es el aumento del compromiso. Hoy no es suficiente la estrategia que se tenga, sino que adquiere relevancia la intrategia, que tiene que ver con el impacto de las decisiones estratégicas en el compromiso e involucramiento de las personas con la organización. Cuando existe confianza, a pesar de que se puedan tomar a veces malas decisiones estratégicas, es más posible que los colaboradores permanezcan en la organización y no afecte su compromiso con ella, que cuando esa confianza no existe. Hoy los cambios son innevitables. Para la supervivencia de una organización importa más la velocidad con que ésta se adapta a los cambios que el tamaño de la organización. Cuando existe desconfianza en la empresa, no es posible asumir los riesgos que supone toda innovación y progreso en el mundo 55

de hoy, pues las personas estarán más preocupadas de su estabilidad laboral que de su posibilidad de aportar desde sí mismos. Es así como la confianza despierta en el otro la capacidad de asumir riesgos y de aportar lo mejor de sí mismo. Cuando se crea un clima de confianza, no hay miedo a experiementar ni necesidad de justificaciones, se pueden cometer errores y aprender de ellos y proponer ideas sin miedo a quedar en ridículo. Por otra parte, la velocidad que entrega la confianza se explica en parte porque ésta hace innecesarios los controles, las verificaciones, las revisiones y papeleos. La desconfianza, si está presente en una organización, desgasta y exige diversos esfuerzos para lograr una seguridad fundada en mecanismos alternativos. La confianza resulta mucho más eficaz que el poder, el dinero o la coacción. Tan importante como la posibilidad de adaptarse a los cambios e innovar, está la posibilidad de conseguir metas. La relación es simple: Si los colaboradores de una organización no creen en sus líderes, no se adherirán a la estrategia de la organización. En toda organización, la confianza actúa como una prestación previa y “quien no se atreve a entregar esta prestación previa se priva a sí mismo de la posibilidad de una relación flexible con otros”27. Sólo la confianza permite

27 Robert Spaemann (2010), Confianza. Conferencia pronunciada en Madrid el 19 de Mayo.

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relacionarnos con los otros, no aislarnos a nosotros mismos puesto que está en el corazón de las relaciones interpersonales. En la vida de una organización se requiere de vínculos, de trabajo en equipo, de colaboración, y sin confianza dicha colaboración resulta insostenible. Sólo la confianza reduce la incertidumbre de trabajar con otros. Así como el control, la sospecha y la desconfianza desmotivan, la confianza permite tener relaciones sanas y fluídas. La confianza también fomenta la transferencia del saber, la cooperación entre los diferentes colaboradores y, por ende, la vida misma de la organización. Ésta requiere de la existencia de incentivos para la colaboración y no de desincentivos para ella. La confianza fomenta especialmente la transferencia de conocimientos tácitos, en donde los colaboradores no se guardan los saberes para sí mismos por miedo a un juicio negativo si se los comunican a otros. Ello permite a la organización basarse en las experiencias del pasado y responder más rápidamente a los problemas, desarrollar nuevas ideas y evitar reinventar la rueda o repetir los errores del pasado. Finalmente, la confianza vuelve exitosa la dirección. Cuando la dirección se sustenta en la confianza, entonces no genera parálisis, no genera temor, sino que genera aceptación de los nuevos desafíos, aceptación de los errores, aprendizaje organizacional. Dirigir significa alcanzar objetivos con la ayuda de otras personas, por lo tanto, la verdadera dirección y liderazgo no puede existir si no es a través de la confianza.

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FORMAS DE PERDER CONFIANZA EN LAS ORGANIZACIONES Así como una de las características más importantes de la confianza es que esta no requiere ser aprendida sino que se da espontáneamente en la relación con los demás, también es cierto que ésta es débil y que basta sólo un instante para ser destruida. Dentro de las organizaciones existen ciertas formas de perder la confianza ya sea debido a actitudes personales o a estructuras de la misma organización. A nivel de conductas, una forma de perder la confianza es cuando existe un miembro que se desvía de los valores de la cultura de la organización y que, por lo tanto, puede ser visto como un extraño. Cuando una persona o grupo dentro de la organización es percibido como que no comparte los valores de la cultura de la organización, entonces se engendra la desconfianza. Así mismo, la traición, es decir, la violación de las expectativas de confianza, también genera desconfianza. Incumplir promesas, divulgar confidencialidades, culpar a otros de errores personales, realizar falsas acusaciones o robar ideas pueden ser formas de traición. Las conductas oportunistas también engendran desconfianza, esto es, cuando una persona busca los propios intereses y no considera a la organización. A nivel de estructura organizacional aquello que puede romper la confianza es, por una parte, la centralización y formalización excesivas. Las enormes burocracias y jerarquías internas impiden responder sobre los propios actos y nos hacen cumplir como un mero papeleo y no producto de la libertad y responsabilidad personal. También genera 58

desconfianza la existencia de muchos y complejos sistemas de monitoreo y vigilancia. Existen diversos mecanismos de control, supervisión y seguimiento en las organizaciones que, cuando se hacen excesivos, dañan la confianza pues comunican a los empleados la idea de que no son confiables. Finalmente, genera desconfianza la falta de delegación. Cuando es la gerencia o algún líder el único actor que determina la forma de hacer las tareas, se actúa como si los trabajadores no pudieran realizar el trabajo por ellos mismos, y por ende, se transmite que no son dignos de confianza.

FORMAS DE GENERAR CONFIANZA EN LAS ORGANIZACIONES Así como hay formas de perder confianza también hay formas de recuperarla y acrecentarla. Para generar confianza dentro de las organizaciones se requiere fundamentalmente de aquello que mencionamos con anterioridad: de personas conquistadas, que generan encuentros y que se hacen vulnerables y conscientes de los propios límites. Sólo estos tres factores permitirán una confianza real; todas las demás medidas sin la existencia de estos tres factores se harán vanas, superficiales y limitadas. Las relaciones de confianza son aquella síntesis de confianza en sí mismo y confianza en la capacidad del otro, de confianza en sí mismo que reconoce la necesidad y el aporte del otro y, que a su vez, reconoce que debe darse a si mismo para aportar con su originalidad a los demás. Si tenemos en consideración estos tres requisitos para la confianza interpersonal, entonces se pueden plantear 59

algunas medidas que favorecen la confianza en el ámbito laboral. De acuerdo con la literatura, al menos tres de estas medidas son claves. Estas son la competencia, la consistencia y la comunicación. En primer lugar, las capacidades técnicas, profesionales y de liderazgo de los colaboradores generan confianza. La confianza que surge a partir de la competencia es funcional a los objetivos de la organización, y se refiere a la experiencia de los otros y la tenencia de los conocimientos, capacidades y características personales necesarias para el cumplimiento de su función. Muchas veces la competencia está sobre dimensionada por los mismos colaboradores y no existe sinceridad al expresar los conocimientos y habilidades que se tienen. Por ello, la confianza basada en la competencia surge principalmente a través de la experiencia de trabajo dentro de la organización. Esta confianza es depositada principalmente por los líderes en sus colaboradores. La confianza basada en la competencia es expresada en la capacidad de delegación, en donde el líder, en vez de generar dependencia en su toma de decisiones, permite despertar en los demás lo mejor de sí mismos y abrir caminos para que sean ellos mismos quienes construyan las respuestas. De esta forma, la delegación permite que la organización se desarrolle fluidamente sin paralizarse. La confianza también está basada en la consistencia, esto es, la capacidad de mostrar una correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace, cumpliendo promesas y objetivos. Cuando una persona tiene una conducta 60

consistente, refleja que es digna de confianza. Esta confianza es depositada principalmente en los líderes quienes debieran entregar seguridad de que aquello que se dijo y se prometió será efectivamente llevado a cabo. Las organizaciones deben dirigirse hacia el desarrollo de la integridad y la honradez. La autenticidad forma parte de la consistencia. En las relaciones organizacionales las personas necesitan tener una línea editorial, ser predecibles, que se conozca como actuarán en determinadas situaciones. La autenticidad, genera confianza y adhesión de los demás. Si bien muchas veces las promesas no pueden cumplirse y se cometen errores, la consistencia no se verá debilitada si las personas son capaces de reconocer esos errores y pedir perdón. El saber reconocer los propios erorres impide que le atribuyamos éstos a los demás, nos muestra responsables de nuestras propias acciones. Por último, las personas abiertas a los demás y a generar espacios de comunicación generan confianza. Cuando existe comunicación efectiva, la información intercambiada es sincera y permite generar cambios con mayor flexibilidad y establecer normas comunes que impulsen un desarrollo sano dentro de la organización. La comunicación genera una confianza interactiva, de líderes a colaboradores y viceversa. La transparencia es una de las formas de generar auténtica comunicación. Esto es, transparencia en el actuar, hablar con la verdad, no tener miedo a mostrar el propio trabajo o las propias intenciones y saber compartir información. El ser transparentes 61

La transparencia es una de las formas de generar auténtica comunicación... El ser trasparentes es reflejo de la tenencia de buenas intenciones que no temen ser mostradas, es reflejo de la posibilidad de dar razón de las propias acciones y de la responsabilidad.

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es reflejo de la tenencia de buenas intenciones que no temen ser mostradas, es reflejo de la posibilidad de dar razón de las propias acciones y de la responsabilidad. También la presencia de evaluaciones de unos a otros en la organización, la retroalimentación mutua y los espacios para escuchar lo que los otros tienen que decir sobre el otro trabajo, son formas de creación de comunicación y, por ello, de confianza. Quién confía puede someterse a la evaluación ajena y puede evaluar a los otros con honestidad. Para generar confianza se requiere, ante todo, comenzar por confiar, comenzar uno mismo por depositar fe en el otro. Cuando confío, despierto lo más grande que hay en el otro, despierto sus capacidades y su potencialidad. Es mucho más fácil defraudar al otro cuando el otro no confía verdaderamente en mí, cuando de antemano, no cree que seré capaz de asistir a mis citas y cumplir. En cambio, cuando el otro sí confía, entonces me da fuerza para cumplir, me da un motivo al menos para intentarlo, poniendo todo lo que soy, y lo que no sabía que era capaz de hacer, para lograrlo.

“Muchas conductas heroicas tienen su origen en la confianza, aparentemente desproporcionada, depositada en personas que se consideraban grises, del montón, ignorantes de las potencialidades que albergaban”28.

28 Alejandro Navas (2012) El Valor Social de la Confianza. Conferencia realizada en el XXVII Congreso Internacional de Comunicación (CICOM) de la Universidad de Navarra.

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CAPITULO III. LA CONFIANZA



GENERALIZADA

Institucional y social

Hasta ahora hemos visto aquel tipo de confianza basada en los vínculos personales, familiares y entre conocidos. Ahora nos adentraremos en lo que se denomina la confianza generalizada, ya sea representada en la confianza social o en la confianza institucional. La confianza social, aquella dirigida al “extraño”, es decir, a aquel con quien no se comparte necesariamente un espacio de copresencialidad, de quien no he recibido nada ni le debo nada y con quien no puedo compartir una memoria común29.

29 Florencia Torche y Eduardo Valenzuela (2011) Trust and reciprocity: A theoretical distinction of the sources of social capital.

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La sociedad actual tiene una serie de ámbitos en los que nos encontramos con otros a quienes no conocemos, con quienes podemos interactuar pero que, sin embargo, no se convertirán en personas significativas en nuestra vida. Cuando no todas las relaciones pueden ser relaciones íntimas y personales, se hace necesario encontrar una forma de vincularnos y actuar socialmente no fundada en el apego personal o emocional. Esto lo vemos en el ámbito laboral, en la relación entre vecinos, en el contacto con algún funcionario público o trabajador y, en general, en la convivencia diaria con esos otros con los cuáles nos toca relacionarnos sin ser parte de nuestro círculo íntimo. Este tipo de confianza es más desafiante que la anterior pues, no está basada en vínculos incondicionales, sino en una decisión de la voluntad que ha de confiar en el otro aunque no lo conozca. Es fundamental tener en cuenta que si bien es necesario un tipo de confianza no fundada en el apego entre personas, no es menos cierto que dicho tipo de confianza no puede llegar a sustituir el núcleo íntimo de nuestro ordenamiento social el cual está constituído por el encuentro cercano entre personas. De esta forma, así como es grave que disminuya la confianza social e institucional -pues se altera el equilibrio social-, es más grave aún que disminuya la confianza interpersonal, la cual da cuenta de lo más humano y también de nuestras aspiraciones más propias. ¿Qué sentido tiene confiar en otro si no lo conozco ni tengo elementos para saber cómo actuará? Si suponemos 66

que el otro es oportunista y está guiado por sus propios intereses, no tendría sentido confiar, sería una confiaza ciega, sería arriesgar demasiado. Sin embargo, la confianza social es todo lo contrario, consiste en aquel juicio que hacen las personas acerca de los demás considerando que gran parte de la población es digna de confianza. Esta actitud es fundamental para la vida en sociedad, es necesaria una confianza lúcida, consciente, que aflora producto del conocimiento y la experiencia, la que nos permite realizar acciones conjuntas hacia una meta común, impide el aislamiento y es la principal fuente de capital social. El confiar en otros, aunque no tengamos vínculos personales directos, da paso a una acción humana colaborativa y da la posibilidad de actuar juntos de manera más proactiva en la búsqueda de objetivos comunes.

La confianza social es reconocida como un bien público, “el motor del desarrollo”. Es la confianza social aquel elemento que permite el bienestar de una nación y su capacidad para la cooperación. Este bien público trae consigo una gran diversidad de bienes, desde la felicidad personal, hasta el fortalecimiento de la democracia y el desarrollo de la sociedad civil.

La confianza social es reconocida como un bien público, “el motor del desarrollo”30, el elemento que permite el bienestar de una nación y su capacidad para la cooperación31. Este bien público trae consigo una gran diversidad

Alain Peyrefitte (1995) La société de confiance. Francis Fukuyama (1995) Trust: the social virtues and the creation of prosperity. 30 31

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de bienes, desde la felicidad personal, hasta el fortalecimiento de la democracia y el desarrollo de la sociedad civil. Diversas investigaciones y encuestas internacionales han medido la confianza social a través de la pregunta:¿Diría usted que se puede confiar en la mayoría de las personas o, por el contrario, uno nunca es lo suficientemente cuidadoso? Las posibles respuestas son dos: O bien se considera que se puede confiar en la mayoría de las personas, o bien se considera que uno nunca es lo suficientemente cauto en el trato con los demás. La primera respuesta da cuenta de la confianza social. El caso chileno no es muy alentador, en un índice donde los valores superiores a 100 corresponden a países donde la mayoría de las personas confía en los demás y los valores inferiores a 100 donde la mayoría desconfía. Chile tiene un valor igual a 34,4 puntos, siendo el quinto país más desconfiado de América y está dentro del 30% más desconfiado del mundo. Así también, en los indicadores de cohesión social de la OECD Chile encabeza la lista de los países más desconfiados32. Ahora bien, según el Latinobarómetro33, en 10 años en Chile este tipo de confianza se ha acrecentado en 3 puntos porcentuales, pasando de un 13,6% de los chilenos que creen que se puede confiar en la mayoría de las personas en el año 2000, a un 16,7% en el año 2010.

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OECD, 2011 http://www.latinobarometro.org, 2000 y 2010.

La confianza generalizada, al igual que todo tipo de confianza, siempre implica una expectativa a futuro sobre las acciones de los otros, los cuales no sabemos cómo actuarán. Específicamente este tipo de confianza sería aquella que surge dentro de un grupo amplio más desconocido. La confianza puede ser uno de los factores más importantes que hacen que un conjunto de personas pueda llamarse comunidad, pueda llamarse patria. Según Fukuyama, esta confianza tiene una relación estrecha con valores y normas compartidas por los miembros de un grupo, los cuales permiten que haya cooperación y comunicación entre ellos. Hay confianza entre los miembros de una sociedad cuando hay un interés común, una común mirada de las cosas: “La confianza es la expectativa que surge dentro de una comunidad de comportamiento normal, honesto y cooperativo, basado en normas comunes, compartidas por todos los miembros de dicha comunidad”34. Esta visión común es la que nace de la pertenencia. La confianza generalizada nace cuando existe un sentido de pertenencia a una comunidad, a una patria, a un país y a una cultura. Entonces, cuando hay sentido de pertenencia, entonces podrá surgir la confianza entre los distintos miembros de dicha sociedad aunque sean diferentes unos de otros y aunque sean desconocidos entre sí.

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Francis Fukuyama (1995) Trust: the social virtues and the creation of prosperity.

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El tipo de capital social o de riqueza social presente dentro de las sociedades podría distinguirse entre “capital social cívico”, es decir, aquel que promueve la tolerancia hacia la diversidad, hacia lo distinto, hacia el otro desconocido, y el “capital social sectario”, aquel en que lo que predomina es la intolerancia35. Ciertas características de las sociedades las harían abiertas a recibir al extraño y al diferente, y otras en cambio tenderían a acoplarse en sí mismas y ser impermeables a lo distinto. Chile se caracteriza por ser un país donde aquel capital social que predomina es el familiar, el que se da entre cercanos. Ello, sin embargo, no ha logrado producir apertura hacia el otro, hacia el distinto. Nuestros niveles de confianza generalizada dan cuenta que somos una sociedad cerrada, cerrada al extraño y al lejano. Esta falta de apertura se muestra también en la actitud que tenemos con aquellos que no son parte de nuestro círculo; para confiar en él y para establecer vínculos con él, tratamos de hacerlos cercanos, familiares, de ingresarlos en nuestra vida cotidiana. De esta forma, muchas veces corremos el riego de exigir a los ámbitos no tan cercanos, como sucede con nuestro lugar de trabajo, características de la confianza entre cercanos, como la incondicionalidad. El abrirse al otro significa no sólo quedarse en la tolerancia a la diversidad sino que ir más allá de eso. La apertura implica

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Alejandro Portes (2012), Diversidad, capital social y cohesión.

reconocimiento del otro, valoración del otro, aceptación del otro. En nuestra sociedad constantemente se nos exige pluralismo, diversidad, tolerancia. Si estos valores son bien entendidos se podrán traducir en apertura hacia el otro, pero si no, pueden producir menores puntos de encuentro y menores espacios para la generación de confianza. La actitud de apertura al otro se ha malentendido como una aceptación de todas las ideas distintas por el sólo hecho de ser distintas. El abrirse al otro es una valoración de un otro, es un abrirse a aquel otro en cuanto otro yo, en cuanto a su ser singular único, un ser humano digno de respeto y valoración. Esta apertura al otro, es una apertura al consenso, es una aceptación de que no se es poseedor de la verdad y que se es falible, una humildad tal que nos permite reconocer en el otro la posibilidad de transmitirnos algo bueno y algo cierto. Esta apertura genera vínculos y nace de la confianza, genera crecimiento y pertenencia con los demás. La actitud de buscar una mirada común es necesaria en toda comunidad en cuanto abre camino, a través de la confianza mutua, hacia el descubrimiento en conjunto de lo bueno, lo malo, lo justo y lo injusto. Cuando la diversidad de ideas se vuelve un valor en sí mismo, entonces deja de ser tolerancia y pasa a ser indiferencia. Deja de ser una verdadera valoración del otro y pasa a ser resignación ante la discordia, un cerrarse y renunciar ante la diferencia, un negarse a descubrir una mirada común. La confianza es en realidad un valor que libera, pues implica que se cree y se confía en la capacidad de las personas de 71

La confianza social, es decir, la apertura al otro y al extraño, si es radical entonces es una apertura a TODOS los otros, ya sea de la propia sociedad o de una distinta, ya sea de la propia época o de una distinta. Es una apertura que nace de la pertenencia, un diálogo que nace del amor común a un pueblo.

comprometerse recíprocamente en el desarrollo de la humanidad, dejando espacio para la responsabilidad y el don. Por lo tanto, dos son los riesgos que nos convierten en una sociedad cerrada al que es diverso. En primer lugar, la falta de humildad que hace creer que en nuestra sociedad ya está todo dicho de antemano y no hay perfección alguna que alcanzar. Este es el error propio de comunidades sectarias. Sin embargo, también existe un error del modernismo, un error que nos seduce y nos engaña con sus encantos, este es el error de abrirse indiscriminadamente a todo lo distinto, no tanto a la persona sino a sus ideas distintas, que es en el fondo, un negar que puede existir comunidad, negar que puede existir consenso, negar que puede existir una identidad común. Ambos errores, el error del sectarismo y el error del modernismo no hacen sino disminuir la confianza social de una sociedad y, por lo tanto, impiden la realización de acciones conjuntas. La confianza social, es decir, la apertura al otro y al extraño, si es radical entonces es una apertura a TODOS los otros, ya sea de la propia sociedad o de una distinta, ya sea de la propia época o de una distinta. Es una apertura que nace de la pertenencia, un diálogo que

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nace del amor común a un pueblo. Esta apertura al otro es un reconocimiento del valor que tiene el otro en sí mismo, y al mismo tiempo es una aceptación de que el otro tiene algo que entregar a la sociedad. Y ese otro también puede ser un otro no contemporáneo, un otro representado en la tradición. La tradición es el lugar de la palabra cargada de sentido y donde habitan aquellos antecesores con quienes estamos en deuda. Negar la tradición es un negarse a confiar en el extraño, en el antiguo, en el que no hemos visto pero gracias a quien hemos existido, es negarse a reconocer que se pertenece a un lugar en el mundo, cargado de historia, cargado de conocimientos, cargado de caminos ya transitados. Valorar la tradición es reconocer que estamos parados sobre algo, es saberse que “somos enanos en hombros de gigantes”36. ¿Cómo se crea la confianza social? Mientras más nos conectamos con otras personas, más se desarrolla la confianza y también viceversa. Cuando compartimos con otros y tenemos la experiencia de humanidad en esa participación, entonces la confianza en el otro, aunque sea un otro desconocido, será mayor. Cuando participamos con otros experimentamos la buena intención del otro, su bondad, su similitud con uno mismo. Cuando participamos con otros podemos descubrir la existencia del sentido común y echamos raíces a esa pertenencia a una comunidad mayor. De esta forma, la participación se va moviendo en conjunto con la confianza social. Países con altos niveles de asociatividad, con verdaderos espacios de

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San Bernardo de Claraval.

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encuentro, con redes sociales amplias, donde existen espacios para aportar y sentido de comunidad, tienen a su vez altos niveles de confianza social. Un importante factor que podría encontrarse para explicar la disminución de la confianza social en las sociedades modernas es el fenómeno de la televisión y de internet. Ambos factores impiden que nos relacionemos y participemos unos con otros, impiden la experiencia de comunidad. Robert Putnam, intentando comprender qué factor explicaba la disminución del capital social en Estados Unidos, llegó a darse cuenta que la expansión de la televisión calzaría perfecto con el declive del compromiso cívico. Esta relación no es circunstancial: la televisión es una de las únicas actividades que parece inhibir la participación, de hecho, se produce a costa de casi todas las actividades fuera del hogar, sobre todo de reuniones informales y de conversación. La televisión de alguna manera se ha convertido en la privatización de nuestro tiempo de ocio, que no ofrece ninguna oportunidad para la interacción social. Chile cuenta con un promedio de 2,7 televisores por hogar, el 66% de las personas cuenta con dos o más televisores en el living, comedor o dormitorio principal y el tiempo que se le dedica a ver televisión se diferencia por nivel socioeconómico: Mientras que el grupo denominado “ABC1” ve televisión en promedio 1,42 horas al día, los grupos D y E le dedican 3,06 horas de su tiempo37. Este fenómeno si bien para muchos

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Los datos fueron sacados de una infografía realizada por idea país www.ideapais.cl

explicaría el escepticismo, el pesimismo, la pasividad o la distorsión de las percepciones sociales, también da cuenta de una enorme responsabilidad que tienen aquellos que están detrás de este medio de comunicación pues, la imagen de mundo que transmiten es muchas veces la imagen de mundo que la mayoría de la sociedad se va formando. La televisión por sí sola no completa el fenómeno de la privatización de nuestro tiempo de ocio pues a ella se le suma la hiperconectividad reforzada por la tecnología digital, la cual si bien nos conecta con personas lejanas, limita los lazos afectivos familiares y fragmenta los espacios de relación cotidiana38. En los mismos hogares es común un encierro de sus miembros en sus piezas viendo sus computadores o sus celulares. Si bien es claro que la tecnología nos permite conectarnos con muchas personas a la vez, lo cual es una gran oportunidad, esta conexión no puede darse al margen de la comunicación primaria y presencial, aquella que no es virtual y que permite comprometernos con los otros y confiar en ellos.

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Un importante factor que podría encontrarse para explicar la disminución de la confianza social en las sociedades modernas es el fenómeno de la televisión y de internet. Ambos factores impiden que nos relacionemos y participemos unos con otros, impiden la experiencia de comunidad.

Zygmunt Bauman (2007) Tiempos líquidos.

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Al factor de la televisión y de la tecnología digital podría sumarse el fenómeno del tiempo de nuestro trabajo, los tiempos de movilización y la segregación urbana que existe en nuestra sociedad y que impide que nos topemos unos con otros. Todos estos son factores que contribuyen a la atomización y privatización de nuestra vida y, en última instancia, al atrofiamiento o jibarización de nuestra sociabilidad y confianza en los demás. De esta forma, reforzadas por esta privatización de la vida y la falta de participación y de comunidad, en las sociedades modernas puede surgir el peligro del aislamiento de los individuos, peligro que proporciona las bases para el desequilibrio de cualquier estructura social que pretenda ser sana. Hay otro fenómeno social que podría estar influyendo en la desconfianza en nuestro país. Este es la alta desigualdad de ingresos. Un estudio realizado por la OECD (2011) muestra una relación estadística entre la desigualdad de ingreso y la confianza. Así por ejemplo, mientras en Chile, país con un GINI (medida de desigualdad) muy alto (0,503) solo el 13% confían en sus conciudadanos; en Dinamarca, país que tiene un GINI muy bajo (0,248), el 89% cree que los otros son confiables.39 Lo peligroso de nuestros tiempos es que el aislamiento se ha ido transformando en una experiencia común en la

39 El coeficiente de GIni, es un valor para medir la desigualdad que va entre 0 y 1. Entre más cercano a O mayor igualdad de ingresos existe.

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sociedad. El aislamiento y la privatización de la vida están generando a ciudadanos aislados, que no experimentan su situación de pertenencia a la sociedad. Desde esta perspectiva el desarrollo de espacios comunes como plazas, parques, centros comunitarios pasan a ser fundamentales en la creación de confianza.

CONFIANZA INSTITUCIONAL Si nos movemos a un terreno más general aún de la confianza, en nuestro país podría decirse que ha existido un proceso de reducción de la confianza en las instituciones. La encuesta Bicentenario40, por ejemplo, muestra como en 6 años (entre el 2006 y el 2012) todas las instituciones han perdido confianza excepto las fuerzas armadas (que han aumentado su confiabilidad en 9 puntos porcentuales). Mientras el gobierno ha disminuido su confiabilidad en 15 puntos porcentuales y ha pasado de tener un 31% de confianza a sólo un 16% de ella; los partidos políticos y los parlamentarios, que nunca han sido objetos de mucha confianza, la han seguido disminuyendo: para el 2012 sólo un 3% consideraba que los partidos políticos o los parlamentarios merecen confianza. La Iglesia Católica, que es la institución que históricamente ha gozado de mayor confianza, en 6 años ha disminuido su confiabilidad en 17 puntos porcentuales, pasando de tener un 44% de confianza en el año 2006 a 27% de ella en el año 2012, no obstante en el último año (2013) ésta ha aumentado su confiabilidad a un 31%,

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Los datos han sido obtenidos de la página web www.encuestabicentenario.uc.cl

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probabemente debido a un liderazgo cercano y claro del actual Pontífice, el Papa Francisco. A lo anterior se le suma un pesimismo al mirar hacia adelante, donde las expectativas respecto al futuro del país han disminuido significativamente. Creemos cada vez menos en la capacidad del país para resolver problemas importantes tales como ser un país desarrollado, eliminar la pobreza, detener el daño al medio ambiente, ser un país reconciliado, reducir la desigualdad de ingresos o resolver el problema de la calidad y equidad de la educación.41 Otras encuestas internacionales (por ejemplo el Latino barómetro42) han confirmado este fenómeno mostrando como en 15 años (entre el 1995 y el 2010) la policía, el gobierno, el Congreso, la Iglesia, las empresas, el poder judicial y los partidos políticos han disminuido su confiabilidad en nuestro país. ¿Qué se produjo para que la confianza institucional haya disminuido? ¿A qué se debe este fenómeno de desconfianza casi generalizada? Algunas hipótesis que se podrían establecer en un primer momento para explicar la aparente “crisis” de la confianza institucional podría ser la corrupción. Ahora bien, este no podría ser el caso chileno pues nuestros índices de corrupción son bajísimos ocupando el cuarto lugar de América, junto con Uruguay, con menor corrupción (después de Canadá, Barbados y Estados Unidos) y el número 20 del mundo.

Idem. Los datos han sido obtenidos a través de las bases de datos disponibles en la página web de la institución: www.latinobarometro.org 41 42

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La confianza institucional es el tipo de confianza más global y más común del mundo moderno y complejo. Esta es la confianza que tenemos en nuestras instituciones y esa tranquilidad que nos dan ellas para desarrollar nuestras vidas en forma cotidiana sin tener que estar preocupados, al mismo tiempo, de todo. Así como suponemos que todos los días amanecerá en algún momento y el sol se volverá a poner por la tarde, también suponemos un montón de otras cosas al ir a trabajar, al ir al banco, al ir al supermercado o al andar por las calles: confiamos en el buen estado de la comida que nos venden, en que los semáforos estén bien coordinados o en que el funcionario del banco no opere con dinero falsificado. Pero la salida del sol no opera igual que las instituciones; el sol opera basado en reglas de la naturaleza, “necesarias”, mientras las instituciones operan en base a reglas que como sociedad, en conjunto, hemos establecido para reducir la complejidad de nuestras vidas. Las instituciones no nacen de la nada, somos nosotros hacedores, constructores de nuestra sociedad y de nuestras instituciones, es la persona la que las fundamenta y las sostiene.

La confianza institucional es el tipo de confianza más global y más común del mundo moderno y complejo. Esta es la confianza que tenemos en nuestras instituciones y esa tranquilidad que nos dan ellas para desarrollar nuestras vidas en forma cotidiana sin tener que estar preocupados, al mismo tiempo, de todo.

Cuando no existe la posibilidad ni el tiempo de aprender sobre, por ejemplo, 79

el funcionamiento del cuerpo humano y las posibles enfermedades que se puedan tener, uno confía en el conocimiento del doctor. Cuando no existe la posibilidad de transmitir el valor de un objeto de forma fácil, uno confía en que un precio determinado lo podrá reflejar. Si uno tuviera el dominio absoluto de todos los campos que afectan nuestras vidas cotidianas, entonces la confianza no sería necesaria. Sin embargo, dicho conocimiento es, por razones de tiempo y recursos, prácticamente imposible dentro de la sociedad moderna. Necesitamos del conocimiento de otros para poder desarrollarnos en forma normal. Nosotros pasamos a depender de los otros y los otros, a su vez, de nosotros. De esta forma, este tipo de confianza pone al relieve un hecho fundamental de las sociedades modernas: la interdependencia existente entre las distintas personas e instituciones. Aunque no estemos constantemente conscientes de ello, nuestra vida cotidiana depende de un conjunto de decisiones que toman otras personas para hacernos el día a día más llevadero. Es muy grande la contribución de este tipo de confianza para evitar grandes costos de transacción y para poder generar espacios para que actuemos como sociedad, conjuntamente, sin la necesidad de tener un conocimiento mutuo entre todos. Nos conviene confiar, o si no las preocupaciones serían muchas y la tranquilidad muy poca. Sin este tipo de confianza no se podría caminar, trabajar, comprar, comer o escribir sin sentirse en un terreno movedizo e inseguro que no nos permitiría estar en paz. Nuestras vidas se desarrollan tranquilamente 80

porque sabemos que existen carabineros preocupados por la seguridad; parlamentarios proponiendo leyes para el bien común, empresas desarrollando bienes que mejorarán nuestras vidas, escuelas educando a los niños, hospitales atendiendo a los enfermos… ¿Es posible imaginar un escenario de sospecha absoluta de todo y de todos, un escenario dónde no exista confianza institucional? Si bien la pérdida de confianza en las instituciones no es un fenómeno sistémico, al parecer es una tendencia cada vez mayor a sospechar de la buena fe de las mismas. Son diversos los autores que han llamado a nuestra época la “era de la sospecha”43 o la “sociedad del riesgo”44. Esto ha llevado a convertirnos en ciudadanos adictos a la seguridad y obsesionados por ella. A tal punto vivimos por la seguridad, que caemos en el riesgo de perder nuestra propia libertad: Esa libertad soberana de toda persona, que nos permite en cualquier circunstancia y por cualquier motivo, confiar en el otro y comprometernos con él. ¿Qué consecuencias tiene todo esto? Para la vida social es invaluable la importancia de la confianza institucional, y su pérdida nos pondría ante un escenario de parálisis. Para Luhmann, una completa ausencia de confianza: “impediría incluso que alguien se pudiera levantar por la mañana. Sería víctima de un sentido vago de miedo

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Nathalie Sarraute (1956) L’Ère du soupçon. Ulrich Beck (1986) La Sociedad del Riesgo.

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y de temores paralizantes. (…) Todo sería posible y tal confrontación abrupta con la complejidad del mundo al grado máximo es más de lo que soporta el ser humano”45. Sin embargo si reflexionamos acerca de nuestras vidas cotidianas y si nos damos cuenta de todos aquellos actos de confianza que realizamos en nuestro día a día, entonces no podemos sino cuestionar las dramáticas cifras de desconfianza institucional. Los chilenos confiamos en los técnicos que coordinan los semáforos, confiamos en los constructores de nuestros hogares, confiamos en la buena calidad de los productos que consumimos, confiamos... durante todo el transcurso de un día común y corriente. Lo cierto es que los chilenos sí confiamos en forma inconsciente y bastante, o si no simplemente no podríamos vivir, no podríamos salir de nuestras casas, no podríamos comer y permaneceríamos constantemente en estado de alerta y de sospecha. ¿Por qué entonces no confiamos, o confiamos tan poco, en algunas instituciones? La desconfianza generalizada, al igual que toda desconfianza, se aprende. Uno comienza por confiar, es un hecho que no cuestionamos. No nos cuestionamos la confianza hasta que aparece algún suceso que la pone en juego. En las mañanas no desconfiamos de la calidad de la leche que tomamos, a menos que llegue un día en que su estado nos sorprenda por su mala calidad, su aspecto y su olor. Entonces sucederá que en los días siguientes nos

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Niklas Luhmann (1996), Confianza.

preguntaremos si confiar o no en la buena calidad del producto, hasta que la experiencia nos vuelva a dar confianza en él. Lo mismo sucede con aquellas instituciones en las que desconfiamos: no desconfiamos porque si, sino porque la experiencia nos ha hecho desconfiar de ellas. Y dicha experiencia no es fruto del azar, no es un componente sistémico de algunas instituciones, sino que nace del actuar de aquellas personas que están tras ellas. Es importante recordar que las instituciones son manejadas por personas falibles. En el caso de la confianza estrictamente personal, si algo sucede y la confianza queda dañada, entonces el daño provocado permanecerá referido exclusivamente a la confianza que se le otorgaba a dicha persona. El caso de la confianza institucional es distinto. Si la confianza en una institución se rompe por el acto u omisión de una persona de la institución (persona anónima, reemplazable y de la cual sólo se conoce su rol), entonces la sospecha no estará referida a esa persona anónima sino que comenzará a prevalecer sobre el contexto que la rodea, es decir, sobre la misma institución. La llegada de un “extraño” que desordena el funcionamiento de las instituciones tiene el impacto de un terremoto que hace pedazos la roca sobre la cual descansa la seguridad de la vida cotidiana y pone en tela de juicio todo aquello que era incuestionable a nuestros ojos. El actuar a nombre de una institución implica una responsabilidad tal que un acto u omisión podrían generar daños prácticamente irreparables para la misma. 83

Surge aquí una pregunta: ¿Se puede hablar de confianza al hablar de instituciones? Hablar de confianza propiamente tal en este ámbito se torna complejo pues la confianza se deposita en personas, en seres libres que pueden errar y, por ende, se pueden responsabilizar. Nuestra limitación linguística nos confunde. Sin embargo, en inglés existe la distinción entre la confianza en las instituciones (confidence) y la confianza personal (trust)46, permitiendo mostrar como cuando hablamos de las instituciones lo que entendemos por confianza es algo distinto. La confianza en las instituciones siempre es, al final del día, una confianza en las personas que están detrás de ellas y que, a través de sus comportamientos, nos dan una imagen de una determinada institución. La encuesta Bicentenario en su última versión (2013) nos permitió ver ese choque que existe entre nuestra percepción sobre la propia vida y los cercanos y nuestra percepción sobre la sociedad. A nivel individual, por una parte, se ve una alta satisfacción con la propia vida y el progreso personal, altas expectativas a futuro y altos niveles de confianza en los cercanos. A nivel general, en cambio, confiamos poco en las instituciones y en desconocidos, tenemos bajas expectativas respecto al futuro y percibimos un alto conflicto en distintos ámbitos de la sociedad. De esta forma, por un lado hay pesimismo respecto a la sociedad y, por el otro, optimismo respecto a la vida particular.

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Idem.

Si llevamos esta disociación al ámbito de la confianza nos encontramos con una paradoja dada entre la confianza general y la confianza específica. A esta disociación se le llama la paradoja Fenno, nombre atribuido a su creador. En la encuesta Bicentenario esta paradoja se ve en distintas instituciones y ámbitos; desde el Congreso, donde existiría una muy baja confianza en los parlamentarios pero, sin embargo, una alta confianza en el parlamentario por el que cada uno votó; en instituciones económicas como los bancos, donde existiría una baja confianza en los bancos, sin embargo, una alta confianza en el propio banco, o en instituciones como la Iglesia, donde la confianza en el cura de la parroquia es mayor a la confianza de la Iglesia como institución. Uno de los mayores problemas que podrían tener las instituciones es el no mostrar a las personas que las sostienen. Expresiones como “yo no soy responsable, sólo hago mi trabajo”, “yo no expreso mi opinión, sino la de quienes represento”, no son sino muestras de una falta de protagonismo que se refugia en las instituciones y que podría contribuir a la pérdida de confianza en ellas. ¿Cómo podemos confiar en un “ente” diluido en personas que no se hacen responsables?. Si fuera sólo por la confianza institucional entonces no se comprendería como algunas instituciones aún se sostienen a pesar de la poca confianza que depositan las personas en ellas. Sin embargo, su sobrevivencia se explica por la confianza particular, la confianza interpersonal, el conocimiento, la experiencia, en definitiva, la humanidad que hay en ellas. No es posible una comunidad política, una comunidad económica, 85

una comunidad productiva, sin una comunidad humana. El problema de las instituciones, por ende, es un problema humano, y la generación de credibilidad es desafío de todos nosotros. Según Levi y Stoker47, los atributos más relevantes para que una institución sea digna de confianza, serían la credibilidad, la justicia, la competencia, la transparencia y la apertura a puntos de vista distintos. En el fondo en las instituciones sucede lo mismo que en las relaciones humanas, uno espera encontrarse con instituciones que den razón de su actuar, que reconozcan sus errores y que sepan responder. Al confiar en una institución, se estaría confiando en que ésta no actuará de forma arbitraria o dañina para nuestros intereses o los del país. No nos debiera parecer extraño el fenómeno actual de sospecha del otro, si al comienzo de la modernidad se encuentre a aquel supuesto desarrollado por Hobbes: “homo homini lupus”, “el hombre es el lobo del hombre”, el individuo es antagónico de la sociedad. Detrás de ese concepto se da a entender que de quien nos tenemos que proteger es precisamente de aquellos que nos rodean, de nuestros semejantes, de los otros miembros de nuestra comunidad. De esta forma se ha abandonado el viejo principio de solidaridad natural. El hombre deja de ser entendido como un animal político y social y pasa a considerarse como individuo soberano

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Margaret Levi, y Laura Stoker (2000) Political Trust and Trustworthiness.

que solo se abre a los demás para protegerse. Ello se traduciría en una obsesión por la seguridad individual y por la superación del miedo, pues esa concepción del ser humano nos hace imposible generar confianzas. Por otra parte, rechazamos la significación política de la historia, y pretendemos crear una sociedad sin basarnos en nada, sin mirar el conocimiento generado, sin realizar supuesto alguno. Los otros son poco confiables por lo tanto sólo puedo confiar en mi propio criterio. Sin embargo, pareciera que hay signos de que estamos ante una cambio de época donde nos hemos dado cuenta que necesitamos de los otros, donde el individualismo da paso a la búsqueda de mayores espacios de encuentro y las palabras como co-construcción, integración y colaboración empiezan a reemplazar al lenguaje individualista. La gran cantidad de organizaciones sin fines de lucro y de trabajo voluntario da cuenta al mismo tiempo, que realmente existe en los chilenos un espíritu de participación y preocupación por el otro. Para construir confianza hacia las instituciones hay que cuidar de ella. Esto se hace haciéndonos responsables de su desarrollo, siendo cuidadosos en nuestros juicios y actuando con compromiso al ser parte de ellas. La cultura de la sospecha debe ceder ante una cultura de la confianza, confianza en nuestras instituciones, confianza en la capacidad de ellas de actuar acorde a su rol social, 87

confianza en la capacidad de don y sociabilidad que tienen aquellos que las integran. Pero para ello, la impersonalidad de las instituciones y aquella separación entre la persona y su actividad debe ser revertida, las demandas por participación tomadas en cuenta, y la pertenencia asumida como necesaria e indispensable.

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CONCLUSIONES

AL FINAL DEL RECORRIDO... Hemos visto como la pertenencia está en el centro de la confianza: pertenecerse, pertenecer a otros y pertenecer a la sociedad. El pertenecernos a nosotros mismos, el autoposeernos, nos lleva a conocer y desarrollar nuestro mundo interior, nuestra condición de ser personas únicas e irrepetibles. Confiar en sí mismo no es sino la base para disponer de nuestra propia vida para los demás. El pertenecernos permite que nuestra existencia no se comprenda como algo voluble, sino libre y al mismo tiempo lleno de vitalidad para otros. La pertenencia a sí mismo y la confianza en la propia capacidad de asistir a nuestras citas, permite la apertura a los demás. Sólo puede abrirse a otro quien se posee y quién no corra el riesgo de perderse a sí mismo en dicha apertura. La confianza en si mismo es necesaria, pero no suficiente. Es el pertenecer a otro el gran anhelo humano: ser con otros, vincularse con otros, comprender la vida como un suceso que se da en un nosotros. Son esos otros quienes permiten la confianza en nosotros mismos y complementan nuestras posibilidades. 89

Este pertenecer da paso a la confianza particularizada, que se dirige a aquel otro conocido y significativo para uno, con un nombre y un rostro particular. Este capital social cercano “bonding” que se da en la familia y en la amistad, y en aquellas relaciones unidas por el don de sí, la gratuidad y la reciprocidad, que en el caso de la familia tiene la característica de la incondicionalidad. En el pariente o el amigo se confía puesto que podemos leerlo más allá de sus actitudes explícitas, la confianza se entrega al otro gratuitamente y permite que de él surja lo mejor de sí. Esta confianza es una llave, es la cuerda social que permite el desarrollo integral de un país. El pertenecer a otros no sólo se da en la familia y los amigos, también se da en los grupos con interese comunes, en los partidos políticos, en las comunidades religiosas. Se pertenece por similitud, por identificación, pues se sabe que en aquel espacio existe un lugar para mí en el cual me reconozco. Finalmente, está el pertenecer a la sociedad que nos permite unirnos con otros que no conocemos, con personas diversas quizá en intereses o ideas. Cuando se tiene sentido de pertenencia a un todo mayor, entonces por añadidura quienes forman parte de ese todo pasan a formar una unidad. La unidad en este caso no está dada por un conocimiento mutuo, no está dada por la simpatía ni por la amistad, la unidad proviene de una meta común, un ideal común: el bien de la sociedad.

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Esta confianza es tan fuerte que permite ser cuerda con un otro que podría ser cualquiera, un otro que podría ser mi vecino así como podría ser un hombre que vive bajo un puente en mi ciudad. La cuerda permanece porque la conciencia de un destino común nos une y es lo que permite que tanto las personas como las diferentes organizaciones se vinculen en colaboración. El capital social de tipo bridging y linking responden a esa solidaridad que nos vincula como parte de una sociedad. Pertenecer a la sociedad nos hace personas corresponsables, donde se reconoce que en el otro siempre hay una posibilidad de bien y anhelo de bien. Los tipos de confianza de los que hemos hablado se necesitan mutuamente. ¿De qué nos sirve tener vínculos fuertes con nuestras familias, con nuestros amigos, si sospechamos del mundo que nos rodea, de la intención de las personas a quienes no conocemos, del funcionamiento de las instituciones? ¿Cómo podremos ser felices si creemos que el mundo se vuelve contra nosotros y debemos refugiaremos en nuestras redes primarias? Si el mayor capital social que existe en Chile es el bonding (aquel que nace de las redes primarias y de la confianza particularizada) y subsiste a costa del capital social bridging (aquel que nos relaciona con la sociedad en general), entonces quizá las redes primarias no han estado a la altura de las necesidades para gestar confianza; entonces en vez de generar personas abiertas a la sociedad, se generan

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comunidades sectarias y cerradas. A esto se le puede llamar “familismo amoral”48. Las comunidades sectarias y cerradas no favorecen el progreso de la sociedad en términos civiles, económicos o morales. Por otra parte, ¿cómo podremos lograr una verdadera felicidad si tenemos, por un lado, un sólido sentido de pertenencia social, y, por el otro, no pertenecemos a nadie? ¿Qué sociedad sería esa? Una sociedad en la que sólo existe confianza generalizada a costa de la confianza interpersonal, es una sociedad llena de individuos atomizados. ¿Se puede confiar en una sociedad con individuos atomizados? La falta de pertenencia a otros elimina la posibilidad de realizar acciones comunes, individualiza a las personas y, con ello, las despersonaliza. La sociedad se torna líquida e inhóspita para el ser humano, con una constante actitud de sospecha. Finalmente, ¿qué tan verdaderos serán nuestros vínculos con los demás y con la sociedad si no nacen de nosotros mismos, sino que vienen de nuestra laxitud y falta de identidad? ¿Qué tan estables serán las relaciones de esta cuerda si aquellos que la sostienen son cambiantes, inseguros y vacíos? La confianza en sí mismo es el punto de partida sin el cual ningún vínculo podría desarrollarse.

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Banfield (1958) en Stefano y Vera Zamagni (2014) Familia y Trabajo.

Si la persona duda de su propia capacidad de asistir a sus citas, ¿cómo podrá hacer que otro crea que lo hará? Todo puede arrebatársele al hombre excepto su capacidad de tener una actitud personal de apertura y confianza hacia los otros. El recorrido aquí se completa y el desafío que queda es a sostenernos más fuertemente de esta cuerda.

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